jesús urzagasti - los tejedores de la noche

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Los tejedores de la noche

Jesus Urzagasti

Primera edicion, abril de 1996 Segunda edicion, enero de 2009 Deposito Legal 4-1232-96 Car tula e ilustraciones, Sulma Montero a Diseno, Deterlino Urzagasti Guerrero Distribucion y venta, Tel. 2422981 Impreso en Creativa, Tel. 2488588 La PazBolivia

A los ocho caminantes: Deterlino Alberto, Orana Mara, Ela Constanza, Luca Natalia, Nicol s Ventura, a Nivardo Hctor, e Froil n Pompilio a y Carmen Mercedes.

IV

Milrut Ragum

1De modo que, pens ndolo bien, no s de a e donde salio el deseo de disponer de un jeep para mi uso particular. Pero volvi ndolo a pensar, siene to que esta obsesion no desaparecer f cilmente, a a a pesar de no tener con qu hacerla realidad. S cone e ducir en lnea recta, s hacer los cambios para to e mar las curvas y trepar las cuestas, y no me gusta la velocidad. En buenas cuentas, las pocas veces que manej estuve al volante de un camion de e pequeno tonelaje que iba a paso de tortuga por los caminos de mi lejana provincia. Qu ser que e a remoloneo harto antes de dormir, pero no es el insomnio lo que me tiene despierto en las sombras sino el reluciente modelo con el que me veo recorriendo la geografa de este pas, con la hoja 3

de ruta en orden, con el brevet en la cartera y un monton de casetes para aliviar el tedio que, segun dicen, agobia a quienes llevan muchas horas viajando, da lo mismo si solos o acompanados. A mis cincuenta anos, ignoro lo que son la falta de sueno y el aburrimiento, que vienen juntos como el amor y sus malecios. Por el contrario, pego los ojos cuando corresponde desde que me visitaron dos encapuchados para anoticiarme de un lugar donde nada se pide a los que nacieron para caminar. Sin embargo, las cosas no son tan f cia les para las personas que tienen la mana de sonar con un poderoso jeep. Una noche, cubierto con mi poncho colorado, recordaba un modelo que haba observado en las calles de la ciudad de La Paz. A pesar de la oscuridad reinante, todo era claro en mi habitacion. Incluso el jeep, guardado ahora en el garaje de una residencia reci n inventada, e con un minusculo jardn y frondosos arboles que se balancean en las noches de lluvia. En cambio aqu solo hay un patio pelado, un olor a manse dumbre prestada y varios perros ajenos. Lo cual no me impide imaginar el jeep. Claro que una vez, cuando andaba en esos tr mites, sent ruidos en a el piso superior que en otras circunstancias me hubiesen alarmado. A las tres de la manana, al 4

t rmino de una jornada agotadora, los tejedores e deberan estar roncando. Por qu reanudaron el e trabajo? Los escuch con rara devocion para soe breponerme al ominoso ronroneo de sus m quia nas y seguir tallando lo mo: viajar con mujer e hijos en un jeep, en pos de las llanuras interminables y de los valles oridos. Recuerdo que una vez de nino mis padres me llevaron muy lejos. Esa noche me la pas escuchando el traqueteo de e la jardinera y el trote de las mulas, hasta que la tierra se detuvo al borde del silencio y se durmieron ellos pero no yo, que me qued mirando e los arboles oscuros contra el cielo c lido, sin saa ber qu rumbo llev bamos. Curioso que nadie se e a acuerde de esa travesa. As me convenc de que alguien debe cargar con los olvidos ajenos para toparse, al cabo de los anos, con el tupido mundo de los tejedores de la noche.

2Bicicleta nunca tuve y menos carretilla. Pero a temprana edad me fabriqu un camion con mae deras y clavos. Le puse direccion, le complet la e carrocera con varillas bien lijadas y logr una ca e bina m s que confortable. Si de algun prestigio a gozo ese vehculo, se lo debio a sus muelles, capa 5

ces de aguantar reverendos barquinazos sin volcarse con los turriles en miniatura que llevaba a regiones lejanas, que no pasaban del patio, salvo aquella manana que llego hasta la quebrada de Quarisuty, donde se haban atascado de veras varios colectivos de la provincia. A la orilla de una verdegueante vegetacion, parado sobre una tierra rojiza, sent pasar el agua turbia de la tor menta de la noche anterior. All supe que la vida era inmortal y nosotros inocentes pasajeros. Mucho antes de probar esa leja, se me haba cruzado la idea de tener por lo menos una camioneta, y tambi n una choza, aunque por construirla, con e potrero y caballo, casi me ahogo en el aljibe de donde traa agua para regar el jardn. Pareca la morada de un muerto, con sus paredes de barro y su viento al atardecer, con su luna clara en el verano y sus sembrados, con aromas de gentes que nacieron para rer sin motivo y llorar sin saber a qui n quejarse. Anos despu s, oyendo trajinar a e e los tejedores de la noche y con el jeep en la oscuridad de mis suenos listo para arrancar en plena tormenta tropical, no me quedo otra salida que imaginar una residencia propia, con la cocina y el comedor en la planta baja, con el dormitorio en la planta alta, con libros antiguos y moder6

nos ordenados en unos rusticos estantes que con serv a pesar de que por aquellos insensatos das e era m s f cil perder el alma que guardar un ala a ler. En la terraza tuve el tino de colocar macetas con geranios y aunque echo de menos una mecedora oriental, supongo que all, mirando crecer la ciudad, podra recibir el sol los domingos por la tarde, cuando los jovenes juegan futbol y los mayores sestean o pelean con sus familiares. Una vez que acab de inventar la construccion, le pue se el nombre de Buen Retiro, porque todo en ella me recordaba el puesto ganadero del Gringo Ferrari, donde algun da se rodar la pelcula sobre a la Guerra del Chaco que tanto desvela a Horacio.

3Antes de dormir bajo al garaje y echo un vistazo al jeep, a las herramientas y a los repuestos, aunque s que all siempre reinar un orden envie a diable. Pero esta vez me sal de la rutina, es decir, imagino que acabo de retornar de un largo viaje y sin mayores pre mbulos recuerdo los caminos a polvorientos, la pension de una aldea abandonada y la muchacha colombiana con la que, luego de un di logo complice, decido cambiar de ruta; sobra a decirlo, Mara me convencio de que treinta kilome 7

tros m s adelante encontraramos una poblacion a cuya belleza arquitectonica quedo varada en el siglo pasado. No se equivoco en nada: al atarde cer llegamos a una concurrida plaza y m s r pido a a que volando, apostados en boliches sin dueno, los borrachos cantores nos hicieron sentir fugitivos felices. Cuando a medianoche el viento del abra se colo por la ventana, le propuse a la inefable Mara atizarle un n ctar hasta la madrugada, y al alba e ella reconocio que yo era tenaz como un animal insomne. Rato despu s, abrumada por el sol de e la manana, me salio con que hasta el universo de una pulga es inagotable. Con el pelo castano cu bri ndole la espalda, camino por la calle principal e metida en sus jeans, hasta desaparecer en una esquina sin levantar la mano ni volver los ojos para decirme adios. Me parecio haber demorado varios das en el retorno, pero al n el jeep estaba en el garaje y la palabra tenaz en mi memoria. Sub en seguida a la biblioteca y reanud los lazos con los e objetos que con el transcurso del tiempo uno va amontonando. En mi caso, no son muchos, pero son. Baj a la cocina y me sorprend de encontrar e el caf hervido humeando. Cual cascada en el ree cuerdo caa el agua de la ducha sobre el cuerpo de una cantarina mujer que haba desparramado 8

por el pasillo blusa, sandalias, falda orida y una oscura peineta. Es una gratsima sorpresa saber que est s a por aqu le grit a la desconocida d ndome e a nfulas. Aun est s vivo, putsimo mo? Eyu cuap a e asirumeno! me reclamo antes de soltar una car cajada a todas luces inconfundible. Prefer no entrar en honduras. Tom el caf y e e sal a la calle, de modo que llegu con la nariz he e lada al domicilio donde los tejedores de la noche trabajan ajenos a la fatiga de quienes frecuentan las regiones menos conocidas del pas.

4Supersticioso no soy, de modo que no me sorprende encontrar en Buen Retiro restos de cigarrillos, botellas de singani a medio consumir, vasos repartidos sin ton ni son, en n, rastros de enigm ticos visitantes que, en lugar de llevarse a algo, m s bien traen bridas, yesqueros, jergones a de cuatreros, quesos, cana paraguaya, tabaco pa ra mascar y cuanto cachivache pudiera ocurrrsele al que busca el sosiego inesperado. Es sabido que en la casa real se dan cita los dolores del cuerpo y del alma (por s las moscas los tejedores de 9

la noche est n en el piso superior), cosa que no a ocurre en Buen Retiro, donde uno siente crecer los geranios cuando sopla el viento de la oscuridad, preludio sin duda de sucesos inevitables: que tocaran el timbre, por ejemplo. Bajara sin va cilar las escaleras, abrira la puerta y me topara con un cuarenton hurano como los seres de otro tiempo. La cortesa me obligara a muchas cosas esa noche; para empezar, no le advertira al foras tero que la residencia era inventada, al igual que el jeep metido en el garaje. La realidad ocasiona estragos al por mayor, en eso estamos de acuerdo; pero la irrealidad, si no es mutuamente consentida, puede provocar un esc ndalo existencial a de cuyos resultados m s vale no preguntar. Cabe a senalar que Froil n Tejerina no haba cambiado a nada, mientras que yo tuve la certeza de hallarme en mi m xima expresion, es decir, era el de a siempre y ya no era el mismo. En consecuencia, me atribu el derecho de tratarlo como a un igual y as lo hice. Como va esa vida! le dije a guisa de sa ludo. Regular para no recular. Y por casa? Siempre con ganas le repliqu de puro e atolondrado. 10

Las ganas no te favorecer n en nada si no a sabes con qu bueyes est s arando me retruco e a sin tartamudear. Deberas encomendarte a la Santa Madre Virgen Tierra. Por qu tierra santa, virgen y madre? e Ya tendras que saberlo. Ella es la que nos cra y ella es la que nos come estornudo y quedo como reci n salido de un sueno. Si la vida es e breve, el discurso no tiene por qu alargarse. Y e como dice Mandinga, cuando se acaban las palabras, comienzan los actos. Entonces sobrevino el interminable silencio de las respuestas sin preguntas. Para salir del paso, le ofrec el poro con yerba nueva y agua a medio hervir. Chupo tres veces la bombilla y me lo devolvio descontento. Oiga, est m s helado que culo de nado. a a Fue la llave verbal con que abrio las puertas del pasado. De modo que nada me costo recor dar a dona Clemencia y sus dos nietos, uno mi mado y otro entenado; previo sorteo, el primero se fue a estudiar a la Argentina y en eso se murio la anciana y el segundo no saba como darle la noticia sin asestarle una punalada en el corazon, hasta que atino a mandarle el siguiente telegra ma: Los campos verdegueando, los animales que 11

se pelan culeando y de la abuela no te digo nada, porque sino te cag s llorando. Antes que por a su herosmo en Fortn Sorpresa, Froil n quedo en a la memoria popular por haber narrado con felicidad esa perversa an cdota. Despu s de tantas e e lunas sin verlo, qu poda decirle al hombre de e Guayabillas? Preguntarle por Florinda? Ponerlo celoso de su aventura con Pompilio? Hablando y conversando hasta el ayer vuelve, me dijo para animarme, pero poco despu s se contradijo al e armar que la charla perjudica. Todos saban que a Tejerina le falto tiempo para criar hijos, porque muy mozo se haba ido con el fusil al hombro a vigilar el territorio nacional. Incluso yo, que no tuve el menor empacho en decirle que era padre de siete.

5Bera abrio la puerta de la ocina sin anunciar se y entro de tricota azul, pantalones ajustados, abarcas marrones y sombrero gris, debajo del cual apareca un indocil cabello castano. Sus ojos, ha bitualmente brillantes, estaban m s locos que de a costumbre. Nada pierdo con reconocer que Bera me enseno a amar la vida en las calles de una ciudad para m desconocida, pero ahora es dura 12

conmigo. Al menos resulta curioso que una profesora de semejante vuelo me haya sido imposible como companera. Me incorpor para saludar su e visita intempestiva, sin reciprocidad de su parte; en ese momento record el jeep con el que tanto e viajamos a los Yungas y al Altiplano junto a investigadores nativos y extranjeros. La unica vez que lo manej , en las primeras de cambio choqu cone e tra un poste del alumbrado el ctrico y romp la pie pa alemana que humeaba en mi boca. Todo esto ocurrio en Villa Armona, a las tres de la manana. Yo que haba dejado de fumar mientras estuvimos juntos, luego de la separacion retorn al tabaco y e al alcohol, sabiendo bien que quera danarme a pesar de no comulgar con la idea del pecado y de su culposa sombra. Bera se marcho tal como vino, amable y distante, como corresponde a una experta en todos los atolladeros, a la que, sin embargo, no le llega ninguna musica de mi abismo. Luego de los desasosiegos que siguieron a la ruptura, ubiqu con particular cuidado los troncos e de arboles en lugares adecuados, puse los estan tes donde caban, coloqu los libros y acomod la e e cama en un rincon. En este proceso descubr que haba acarreado algunas piezas de su pertenencia y tambi n ech de menos objetos que se quedaron e e en su departamento. 13

6Aquel hombre lea una novela en un caf del e Barrio Latino de Pars. Su soledad era atroz pe ro la luca como un aut ntico mundano, haciendo e de ella un privilegio. Fumaba con desgano cuando se le aproximo una mujer, cuya locuacidad lo obligo a cerrar el libro; curiosa, ella lo abrio otra vez, echo dos pitadas, sonrio y apago el cigarri llo en el cenicero sin marca del establecimiento. Observados a la distancia, eran los tpicos aman tes de la Ciudad Luz, duchos en el arte de protagonizar encuentros fortuitos que circulan como meras estampas tursticas. Empero no eran france ses ni italianos, aunque podan serlo porque ha blaban con uidez ambos idiomas y el espanol de Am rica Latina. Lupe, peruana sin asomo de e acento limeno, fue la primera en levantarse; la si guio Horacio, abismado en sus pensamientos. Las cronicas periodsticas no registraron su paso por el hotel LOdeon de Pars ni lo que hicieron a duo en el albergue DAlessandro de Florencia, tampoco guraron en la profusa lista de directores invitados a dos renombrados festivales europeos. En suma, a ellos no les paso nada. De vuelta a La Paz, Horacio dio su propia version de los he 14

chos, la unica que puede reclamar el anonimato bien llevado. Pero en la casa de los tejedores de la noche se le esfumaron los recuerdos del Viejo Mundo al enterarse de que el hombre de la fotografa pegada a la pared era Froil n Tejerina, a presintio otro cielo al escuchar las ultimas cancio nes de los chiriguanos y perdio su aire mundano cuando, m s tmido que nunca ante la vida, supo a que su to Jaime un desertor segun sus detrac tores fue uno de los soldados que rompieron el cerco paraguayo a la novena division del ej rcito e boliviano.

7Las despedidas son desagradables o cuando menos penosas. S que no es la regla, porque ale gunos conservan la compostura cuando se apartan del mundo amable que los sumio en la melan cola; por ejemplo, esa pareja que subio en Berln al tren que parta a Pars, quiz s contrajo matri a monio para conrmar que nadie est libre de un a desatino. A medianoche, el muchacho la beso por ultima vez en el pasillo, luego volvio al and n y e se perdio en la multitud. Prisionera del pasado, la muchacha quedo con los ojos jos en cualquier parte; una hora despu s acomodo su maleta y se e 15

cubrio con una manta para dormir. Al otro da ya no estaba all. Era una ausencia para los pasa jeros, al igual que alguien era una ausencia para ella. A m la vida no me concedio nal tan ex traordinario, pero no debo quejarme, al menos si me embarga la certeza de que lo excepcional es obra de los destinos anodinos. Una vez en Colonia me demor horas mirando la catedral gotica que e pareca elevarse hacia el cielo, y me fui sin dejar nada sobre la mesa, salvo una carta de amor para Margarita. En cambio a Buenos Aires entr por la e claraboya de Anabel, sin necesidad de estar enjuto y triste para un tango arrabalero con esa triguena de ojos verdes. La volv a ver un ano despu s pa e ra decirle adios en la avenida Santa Fe, abrazados hasta el amanecer. El viento que le alborotaba los cabellos (como si fuera el nal imprevisto de una pelcula), a m me encrespaba el alma. Intercam biamos despu s la correspondencia de los que sae ben que no se encontrar n por tercera vez en la a tierra, nada m s, pero a menudo pienso en la ena senada donde vivio tres anos, rodeada de pesca dores y campesinos. All, con el fondo brumoso del mar, pintaba y escriba: sus oleos reejaban una vision geom trica del mundo; sus poemas, e los nervios de la razon en aprietos. Todo lo con 16

trario de la otra Anabel, que era loca, nocturna y solar como una abeja. No asumas indumentarias que a tu alma no le van me advirtio riendo la ultima vez. Si te acomodas en otro cuerpo sin menguar tu identidad, los intrusos salen sobrando. Por esa temporada estaba muy lejos de imaginar que me inventara una residencia con jardn y garaje. Me conformaba con no escupir para arriba. Solo el tiempo me ensenara que todo cansa y no llena, que no basta con no tener, que es necesario apuntalar la estancia que surge de los escombros.

8Las m quinas ronroneaban, pero de rato en a rato los habitantes del piso superior trasladaban utensilios, alzaban ladrillos, tiraban cigarrillos y se callaban cuando ocurra un descalabro. Me consta que son discretos incluso cuando los ataca la risa, pero ni por esas se libran de accidentes nocturnos. De da caminan como si fuesen ange les, para no desentonar con el oneroso silencio de los seres invisibles. En la oscuridad cambian totalmente de car cter, pero no alteran el mo. Dia go que los tejedores seguan atareados la noche que yo llegu con Juanito, un aymara que estaba e 17

de cumpleanos. Como corresponda, le serv una copa y luego otra. Apenas alcanzo a vaciar la ter cera cuando se abalanzo sobre m, aterrorizado. Es que se le helo el sebo al chocar con la insufri ble mirada del individuo de traje azul y corbata, que aparecio sentado en el sillon de mimbre de mi dormitorio, y se le fruncio el culo cuando vio sus pies desnudos sobre el piso de madera. Buenas noches balbuceo Juanito. Los orejudos que mandan en este pas no sirven para amigos y menos para enemigos le contesto el hombre, li ndolo en un santiam n; a e luego le pregunto: Sabes por qu ? e No lo s confeso el del cumpleanos. e Porque esos no dan puntada sin dedal. Cabe decir que Juanito se trago cualquier can tidad de libros y salio inuido por autores que nunca leyo, hasta que en una de esas quedo pri sionero del desierto de los arabes, nada que ver con Omar Kayham, sino con la escritura sagrada del Cor n. Sin embargo, desde que lo anulo la mia rada socarrona del hombre sin zapatos, desaparecio del mapa. Para mi coleto pens que el Hacedor e lo permite todo, aunque a Satan s le toca poner a las cosas en su lugar. Esta casa es muy extrana, anormalidad que, segun veo, tiene sin cuidado a 18

los tejedores de la noche, que cran un monton de perros y los adiestran para aullar como Dios manda en la tensa oscuridad. De vez en cuando las parejas que pasan por el callejon hacen el amor apoy ndose en la pared que da a mi habitacion. a Desde luego que yo no existo para los amantes ni para los perros, aunque ellos existen para m. Di go yo que tales enigmas y dilemas podran reme diarse con dalias y madreselvas o con esos arbustos morados de los Yungas que nunca orecen. Es cuestion de ponerlos en unas latas y echarles agua en las mananas en procura de una armonica re lacion con el reino vegetal. Es lo que hice cuando me traslad a la casa de los tejedores de la noche. e Traje del mercado geranios, begonias y claveles, y, tal como estaba previsto, empezaron a estirarse. Pero al cabo de quince das los perros dieron cuenta de las macetas y todo quedo vaco como de costumbre. Poda haber metido las plantas a mi habitacion, pero hice lo contrario, las llev a la e azotea de la residencia inventada para que recibieran el sol y aspiraran la inolvidable fragancia de la noche. Al propagarse por su cuenta, formaron un pequeno bosque donde se extraviaron varios bichos multicolores.

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9Soy como soy por haber mirado en mi juventud un ancho ro en la espesura de la noche. Cuan do sala la luna y las ramas de los arboles se me neaban en sus orillas, tena la sensacion de hallar me en los orgenes del mundo, porque el aroma de la tierra, los sonidos del tiempo, el sigilo del aire, en n, todo me induca a vislumbrar la feli cidad de la fundacion. Hasta esas aguas dichosas, que corren en los ultimos linderos de la realidad, llegamos con Margarita para conocer a personas rusticas y brosas, cuyo horizonte se reproduce en la irrepetible musica de los litorales del alma. Mientras bamos me dijo que nunca haba hecho el amor a la vera de los ros, por lo tanto, igno raba que la memoria de un tiempo indocil suele quedarse entre los elementos triunfales de la vida. El pas me sonaba distinto con su frente p li a da y sus trenzas oscuras, quiz s porque yo era a en colinas y llanuras el antepasado de gentes que aun no haban nacido. De haber sido diestro para la guitarra, las mejores melodas hubieran salido de mis manos. Pero durante anos hice las cosas al rev s, buscando el sol negro de las revelacioe nes. De modo que llev a Margarita al ro para e 20

demostrarle que mi admiracion por los cuatreros era ilimitada. Estaba tendida en la playa cuando le advert que siempre van bien pertrechados: cu chillo y rie en la montura, vino, charque y queso en las alforjas, para pasar la noche en el monte. Le baj la bombacha para contarle que son profue gos de la justicia porque roban en los poblados. En vano esper a que reconociera que los de la e ciudad hurtan incluso lo que no necesitan, y no les hacen nada. Estaba oscuro cuando pens que e nunca haba visto cuatreros ricos, y cuando sa lio la luna record que respetan a los honrados e porque se respetan a s mismos; algo m s, viven a junto a los animales pero, al igual que los bichos montaraces, no se dejan cazar f cilmente y lo que a toman es para resarcir a quienes de por vida se dejaron trasquilar por los poderosos. Ahora ya no quedan cuatreros ni para remedio, lo cual no quiere decir que el mundo haya cambiado tanto que ya no los eche de menos. S que el ultimo, acoe rralado por las fuerzas del orden, cavo su propia tumba al lado de un guayac n. Santo nunca quiso a ser y, sin embargo, all siempre hay velas ardien do. M s recelosa que nunca, Margarita se puso de a pie y se acomodo la bombacha. Era difcil adivi nar su mar interior, pero embarazada para un cua21

trero, imposible. Caminando entre perros atentos al ruido forastero, pasamos por el ranchero de los matacos, siempre con los fogones encendidos, y entramos a la casa de barro donde nos alojaron. La luna clara dejaba ver los arreos de los jinetes que vinieron de muy lejos a celebrar algo m s que un cumpleanos. Esa noche corrio mucho a vino para asentar la carne asada. Rodeado de seres crecidos entre inolvidables arboles raquticos, observ el mundo con el alma enardecida. Dese pu s aprend a mirarlo desde diversas ventanas. e Con los anos entend muchas cosas y comet im prudencias al toparme con el esplendor de la vida. Menos mal que nada volvio a ser igual. Ape nas caminos sin salida, puertas cerradas, vocabularios sin alma. Me veo mirando Nueva York desde Harlem, acodado en una ventana del cuarto piso de un edicio para negros. Una lluvia na caa sobre los altos arboles del parque. Yo quera escribir una carta a alguien, pero el castellano me sala inuido por la vidriosa lengua inglesa. En la habitacion se colaban aromas de personas muy diferentes, hechas de dolares, cemento, jazz, puri tanismo y violencia. Tal era el mesi nico acoso de a una raza que dominaba la tierra. De repente alguien abrio la puerta, tomo el tel fono y marco un e 22

numero equivocado. Se identico como Kent. Na da de castellano para el, ni jota de ingl s para e m. A pesar de la muralla, terminamos conver sando. Kent, oriundo de Martinica, era masajista de una actriz rumana y del bailarn Nureyev. Por aqu sucede todo muy mezquino, dijo mientras serva caf . Las cosas o los seres, daba lo mismo. e Kent deslizo algo sobre el sexo que ejercan nor teamericanos y europeos. Estaba obsedido por la idea de que en Brasil sera feliz. Seguro que se casara all, pero primero deba ahuyentar a una sueca que decidio seguirlo hasta el n del mun do. En eso aparecio Naima con el cuerpo tostado por el sol. Era un animal de ojos azules atrapado en un sueno prehistorico. Empezo a retozar junto al rey de la selva, porque sin duda le aburra el cuento de los cuatreros. Las ramas de los arbo les se movan con una prestancia distinta bajo la lluvia urbana. Pero de improviso las sirenas alteraron la enganosa paz de esa manana: unos hom bres furiosos perseguan a otros, y al nal algunos cavaban su tumba en las calles de cemento. Ignoro si Kent fue dichoso en Brasil antes de cavarla o si los propietarios de la noche que rondan por las metropolis todava no lo enterraron. Nada se sabe al respecto. Como le consta al taxista ecua23

toriano que se zafo de un estrangulador gracias a un extrano sortilegio. Cuatro de la manana en una gasolinera de Nueva York. En lugar del empleado aparecio una bellsima mujer de blanco, que ca mino hasta la esquina y se quedo parada. El ecua toriano reanudo la marcha y al poco trecho alzo a un sujeto de ojos azules, que despeda una tene brosa energa desde el asiento trasero. Con ese fro en la nuca atraveso la ciudad sin direccion precisa, hasta que el pasajero de ojos azules, recordando la infancia que no haba tenido, le ordeno parar en seco y abandono el vehculo, perplejo ante la primera vctima que se le escapaba. Con el gab n a encima, se perdio por una callejuela e hizo un disparo al aire, que el taxista no pudo escuchar, atrado por el met lico resplandor de la gasoli a nera, donde la dama de blanco lo aguardaba de pie, sonriente y con la mano en alto. Todo esto le conto el ecuatoriano a Bera, rumbo al aeropuerto, con una maleta llena de libros que a duras penas bajamos con Kent del cuarto piso del edicio de Harlem. Para qu suministrar mayores detalles de e una singular aventura a alguien que de sopeton se subio el calzon, pero se la narr sin omitir nada e al dueno del rancho de barro, famoso por haberse encontrado con la mujer de su vida en el monte, 24

entrada la noche, y con la que creyo dormir cu bierto por las sombras de un remoto amanecer. Nuestro antrion vacio el jarro de vino y se des perezo. La unica puta el es la vida, amigo por puro h bito echo un vistazo a los corrales y luego a se largo a aconsejar: Si no memoriza mi refr n, a empezar agradeciendo muy temprano y termia nar pidiendo favores todo el da. a

10Los padres son un dolor de cabeza y los hijos son otro dolor de cabeza. Se los ama con todas las fuerzas del alma, pero el dolor no desaparece. Mirando a un hijo pequeno uno cree saber para qu est creciendo, as como nuestros antecesoe a res sospecharon algo parecido de sus v stagos. a Es uno de los ocios m s tiernos criar hijos, que a nada saben del mundo y menos de la vida: les basta con estar en el mundo y llevar la vida como el gato el ovillo de lana. De padres y de hijos nunca se sabe nada y eso hace doler la cabeza, quiz s a porque se los ama sin averiguar qui nes son y, en e consecuencia, qui nes ser n cuando los anos los e a vayan cambiando para hacerse la pregunta que me estoy formulando. Ser padre y ser hijo, sin ser 25

todava abuelo, hace doler la cabeza. Todos supo nen que el sufrimiento induce a reexionar sobre el bien y el mal. Nada raro que as sea. Sin em bargo, en los dominios de la residencia inventada no hay rastros de dolor. All se mira sin tocar y se toca sin mirar. Es lo que experimento en Buen Retiro, que no gura en ningun mapa de la ciudad de La Paz, lo cual no le impide tener un porton negro y una hilera de arboles oscuros. Los intrusos nunca dieron con esta residencia le inform a Anah, bella beniana que pae reca no haber tenido hijos. Eso se nota. Pero yo no entrar ah dicho e lo cual hizo el adem n de echarse para atr s. a a A pesar de sus reticencias, muy pronto estuvimos en la biblioteca. Yo senta mucho fro, en cambio Anah se quito el abrigo y quedo tal cual era cuando la conoc en la universidad a mis vein te anos: blusa para el verano, falda ligera y cabe llo castano, exactamente la muchacha de aquellos tiempos en que yo, aun sin descendientes, solo era hijo de mis padres. Ahora me duele la cabeza le confes . No e me respondio nada, pero se puso bastante soca rrona.

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Cuando bajamos a la bodega a traer una botella de vino, ca en cuenta de que la alegra de vivir la haba vuelto m s culona, motivo por el a cual le propuse convertirse en actriz. A la legua se te adivina la intencion me atajo el paso. Quieres que Froil n me haga zuma bar en el catre de mi abuela y que Pompilio me tumbe sobre los yuyos del monte en ese momento se apago la luz en toda la ciudad y yo atin a pergenar un verso. e Negra es la noche para los amantes obstinados y la palp por atr s. e a Negra ser la arandela de tu culo y su a risa ilumino la oscuridad del mundo.

11Al rev s de lo que sucede en la casa de los e tejedores de la noche, donde no entra la luz solar, la claridad de la residencia inventada procede de su propia oscuridad. En cambio aqu, en la ocina donde trabajo, la luz es de todos: se oye el gritero de los vendedores callejeros y los camaretazos de los manifestantes contrarios al gobierno; m s que a el paso del tiempo, se siente talonear a los que hacen la historia. Por algo ser que las ciudades a est n plagadas de sitios ominosos o venerables a 27

para la memoria colectiva: en este farol colgaron a un coronel m s amigo de los pobres que de los a ricos, en aquel edicio balearon a dirigentes izquierdistas, en esta universidad estudiaron jove nes que tenan cita con el glorioso destino de la nacion, en aquel caf se reunieron camaradas que e andando el tiempo seran enemigos irreconcilia bles, en esta nclita plaza se halla el Palacio de Gobierno, al que no pienso entrar ni por equivocacion y no por miedo a los fantasmas que lo habitan. Leales y aguerridos militares rodean la cuadra para proteger al jefe de Estado, aunque con ellos nunca se sabe, es decir, pueden entender las cosas al rev s y pasarse al bando de los e conspiradores, segun los cuales, como se sabe, el mandam s de turno es el enemigo numero uno a del pueblo; en suma, cualquier da amanecen con la jeta larga y lo defenestran para que la multitud haga el resto. Como todo palacio verdadero, su resorte secreto es una trampa mortal: en sus salones y corredores nadie se pregunta si la traicion y la lealtad denen el linaje de las personas, simplemente se quebranta la palabra en nombre de la patria y se asesina a quienes no pudieron escapar por los tejados. Pese a tamana alevosa, el reino del poder ejerce una poderosa seduccion en los 28

de arriba y en los de abajo, tal vez porque en sus dominios hasta el m s distrado se hace de una a fortuna. Por esa puerta entran y salen unos sujetos muy seguros de su importancia en la vida, aunque llegada la hora de traducir las palabras en actos no sirven ni para llevar perros a cagar. Como fuese, es la unica referencia para millones de obreros diseminados a lo largo y ancho del pas, donde los m s pobres cargan insectos que a murieron sin emitir una queja. De esto nada se sabe en la boca del hormiguero, que solo se al borota por la desaparicion de algun ilustre repre sentante de la especie, al que le rinden homenajes sabiendo que no resucitar para escucharlos. El a viento es distinto por aqu. Olor a menta no hay y hasta la lluvia se impregna con los orines de la historia protagonizada por individuos de ominosos pensamientos y p rdos hechos. Lo unico e que llega sin contaminarse es la luz, que ha viajado siglos para manifestar el poder de un astro que ya no existe.

12Para mi capote considero una bendicion dis poner de una residencia inventada, cuyo jardn ya tiene las trazas de un bosque en miniatura que 29

ameritara la investigacion de algun bot nico de a ocio. El jeep se lo regal a un loco que creyo toe marme el pelo al ofrecerme por el un monto irri sorio; le advert, claro est , que por haberlo mane a jado en suenos tuve un nal nada bonito, porque en una curva endemoniada de la vida enl hae cia el abismo, dando volteretas entre arboles y piedras. Recuerdo que me despert sudando fro e y me dirig al bano para saber si aun estaba vivo. A pesar de mi confusion, sorprend a los tejedo res de la noche atisb ndome desde la ventana del a segundo piso. Tras vericar mi pinta de fantasma, dieron media vuelta y no los volv a ver en otras pesadillas, aunque qued con la sensacion e de que las cosas inventadas son mucho m s via driosas que las que aparecen de un modo natural en el mundo. Para rematar tan extranos aconteci mientos, al da siguiente le en mi ocina la his toria de Colette y sus dos hijos, abandonada por su esposo en California; al borde de s misma, pronto se enamoro del prncipe azul que haba esperado desde que le alumbro el entendimiento o le empezo a escocer el cuerpo. Con la inten cion de escabullirse, el seductor arguyo que los ninos eran un estorbo. Enajenada por su pasion, Colette no tuvo el menor empacho en tirarlos en 30

su auto al fondo de un lago, y encima montar el cuento de que fueron secuestrados por una banda de negros. Horrorizada por el crimen, la ciudad exigio que la sentaran en la silla el ctrica. Dej el e e periodico sobre el escritorio y me fui a Buen Re tiro. En cuanto llegu , descorch un singani en la e e cocina y sub a la biblioteca para tomar un tra go con limon. All me top con un televisor que e propalaba insolitas im genes de la californiana. a Fornidos policas la sujetaban para que desistiera de retornar al mundo de todos. Banada en l gria mas, Colette declaro: No lloro por mis hijos. A ellos los amar e donde quiera que me encuentre. Lloro por el prn cipe azul que nunca m s volver a ver. a e Asustado por la pantalla, apagu la luz y ene cend un cigarrillo. Como suele suceder cuando se propaga la oscuridad, no tardo en instalarse un te nue resplandor, que gano en intensidad en cuan to reaparecio Colette, liberada del llanto e imbui da de una serenidad que, lejos de apaciguarme, acabo de espantarme. Haba terminado su papel antes de que la silla el ctrica cerrara la tragedia. e Qu te parece! Otra vez soy la loba que e jam s se mira en el espejo! quej ndose de la a a profundidad de los hechos, agrego: No es nada 31

f cil volver a ser el sueno de todos sin el auxilio a de la eternidad. En mi caso, escuchando los latidos de mi sangre, supe que da lo mismo tocar el sol o dibujar la luna cuando el amor consagra sus lazos con la locura. Mientras deambule en los dominios de la muerte mis hijos ser n innumerables, a porque s muy bien que no asesin a nadie. Me e e volv la loba que recorre el desierto de la pasion en su estado primigenio, eso es todo. Lo antiguos lobos reclaman para s el aire celeste que anoran los enamorados. Permanecen enterrados durante siglos, pero basta que el amor se degrade para que retornen sin culpa alguna. Sabas que el ser ama do es un fugitivo de su sombra? Los subditos de Eros aseguran que nada de esto es triste. Es algo m s hondo que la voz del desaliento. Por suerte a para m, digo, llego la locura con sus alas siem pre imaginativas. Mrame. Soy la loba que echa de menos su efmero papel de candorosa colegia la, madre abnegada, esposa ejemplar, puta deseada, en n, como quiera verme tu inutil obsesion. Invtame un trago, d jame un cigarro y retorna e al escenario de los tejedores de la noche. Que yo apagar el televisor. e

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13Esa noche cruc el porton negro con su hilera e de arboles y me fui caminando hacia la casa de los tejedores. Me sorprendio que, en lugar de pensar en Colette, se me diera por imaginar la pelcula de Horacio. Digamos que la lnea argumental es solida, susceptible de enriquecerse en los detalles, claro est . Un cineasta monta en su jeep y enla a hacia el sur del pas, donde hace sesenta anos bo livianos y paraguayos se agarraron a tiros. Casi al nal del trayecto, en pleno monte, le sale al paso Florinda y lo lleva a Retiro. En ese antiguo puesto a oscuras, varios combatientes beben, sin darse por enterados de que son difuntos que sobrevivieron a sus propias hazanas. Escribir puede re sultar f cil, al menos si los personajes rondan por a la cabeza; pero si se trata de cine, la historia es distinta puesto que todo depende del realizador. Alguien ha dicho que los actores, activos frente a cualquier cat strofe, desaparecen cuando el a h roe despunta al alba. Para olvidar ese herm tie e co y seductor aforismo, me puse a hurgar historias y cronicas de la guerra del Chaco, casi todas men tirosas; menos mal que cuando tales insidias me llegaron al copete, encontr tiradas en un anaquel e 33

las memorias del Cnl. Manuel Marzana, comandante de Boqueron. Mi padre aseguraba que su primo Ramon haba muerto en la defensa de ese heroico fortn, armacion que me pareca desco cada, habida cuenta de que en memorables p gia nas doradas vi deslar a Bernardino Bilbao Rioja, Germ n Busch, Francisco Villanueva, Tom s Mana a chego, Jesus Leon, Vctor Ust rez y otras guras a entranables de esa estupida contienda, pero ni por equivocacion a mi to Ramon. Sin embargo, el rato menos pensado aparecio andando con uniforme en La gran batalla del Cnl. Marzana. Despu s de e caminar interminables distancias con el regimiento Campos, haba entrado entre los primeros a Boqueron. Qu le costaba ahora aguantar cuatro e das m s para acabar con el tenaz asedio para a guayo. Ramon recorrera el trecho nal siempre al mando de uno de los canones de que disponan los soldados bolivianos. Todo haca suponer que el primo de mi padre saldra de lo m s campante a del fortn acorralado. Sabiendo que estaba vivo, volvera a sus pagos para desmentir a quienes lo daban por perdido. Pero contra el fuerte no hay piedad. A las ocho de la manana del 25 de sep tiembre de 1932, un morterazo lo destripo junto a sus camaradas de seccion. Cuando lo le, una 34

ensordecedora explosion me dio alcance desde el pasado. Me dijeron que por buscar los restos de su sobrino hu rfano, mi abuela murio en esas soe ledades y dejo un hu rfano vivo, mi padre. e

14En momentos de suma claridad mental considero que el rodaje de la pelcula de la guerra del Chaco ha concluido. S empero que ese orden ane ticipado de im genes y palabras es la antesala de a la locura o de la salvacion. M s vale entonces ola vidarse del guion y pasar a temas menos arduos. La edad, por ejemplo. Los jovenes que solan con fundir el aroma del duraznero con los euvios del cuerpo femenino, est n avejentados. Las bea llas mujeres de antano, entrampadas en una vida sin resortes, tienen algo de la escritura que exige una lectura nal, salvo las que por su continuo trato con la irrealidad del tiempo conservaron la sensualidad del bien perdido. De modo que un rato de esos decid ignorar que estaba tejiendo ol vido, porque comprend que dichoso es el que no delibera mientras teje olvido. As conoc a una y record a otra entre barrancos rojizos, molles y e eucaliptos. As volv a olfatear los durazneros. Mi memorioso cuerpo intervino con juvenil desenfa35

do, mezclando la inocencia de los sentimientos con el ritmo seguro del animal entendido en caminos sin salida. Muchas veces nos citamos en conteras, en habitaciones cubiertas de arboles y en galpones sacudidos por el viento. Otras tantas quedamos en que el jacarand sera el smbolo de a nuestro efmero amor. Les causaba gracia que re corriera miles de kilometros para verlas desnudas. Con una o con otra, sospechaba que los viajes sufriran interrupciones cada vez m s seguidas. Fi a nalmente, alguien se equivoco de ruta para que yo me quedara en la punta de la colina. La ultima vez que volv por tierra de su prodi go valle, era intermitente el brillo de las chozas del altiplano en los bordes oscuros de la carretera. Mis ojos saban al n que la boveda celeste era el unico mapa que quedaba de remotas edades. Por eso me dorm sin sospechar que en el sueno se me acercara un corpulento individuo vestido de negro; pens que era un jesuita descarriado, e aunque cuando lo tuve al frente advert que de cura no tena nada. Se carcajeo con aire mal volo e y me solto una adivinanza sin enigmas. Solo siendo libre podr s amar a los seres a libres. Cuando me di cuenta de qui n era, le met una e patada en la canilla y me despert . e 36

15La mayora de la gente tiene miedo. A qu , no e lo s . A m me paso algo distinto, porque de tanto e frecuentar el peligro le perd el miedo al mismo diablo. Ser porque desde mi temprana infancia a me gusto la ebanistera, aunque ahora no dispon go de martillos ni serruchos, menos de un garlopn. Como fuese, el trato con maderas diversas me libro de temores de todo tamano, y me permi tio trabar amistad con individuos de procedencia desconocida, cuando no de ndole perversa. No bastan los suenos ni las ideas para rayar en lo im previsible, es menester obrar como un carpintero. Justamente, terminando una silla y construyendo un catre conoc los entresijos de Bera e incur sion en los predios de sus amigos que, por lo e dem s, eran incapaces de clavar una repisa en la a pared. El privilegio del anonimato, unico presti gio que no me descorazona, me llevo a bailar con ella y ser feliz hasta la empunadura. La noche nal del entrevero me jugo una mala pasada el ocio de carpintero: observ los libros y el lecho e en el que haba credo palpar la dicha, pero de repente la ciudad se me torno adversa. Entonces supe que estar en un lugar como ausente, es co37

sa del hombre enamorado. Privado de sabidura y sin aptitud para el inutil llanto, me cans de mirar e un ambito que ya me era ajeno.

16En aquel lejano verano tena en mi poder el diario de una mujer de pelo colorado que enloquecio de amor por un ocial del ej rcito bolie viano. Donde iran a parar esas melancolicas re exiones?, me pregunt al salir de mi ocina. En e la casa de los tejedores de la noche, la remembranza adquirio otra tonalidad porque ahora los papeles principales estaban a cargo de tres militares paraguayos que, de paso por Villamontes, interpretaron en la pension de dona Flora polcas y guaranias para congraciarse con las mujeres y despistar a los lugarenos; sin demorarse mucho llegaron a La Paz en plan de espionaje, donde los pillaron y los devolvieron maniatados a Asuncion. A esas alturas era tan vvida la rememoracion, que por hacerlo mejor me fui a Buen Retiro, donde se me aparecio la autora del diario con sandalias li vianas, blusa clara y falda orida. Me llamo Pamela declaro con voz canta rina. Tienes toda la frescura de una Elvira le respond sin ocultar mi incredulidad. 38

Sonriendo ante mis dudas, me aseguro: Desde que supe que haba nacido para volver me loca, sent que mi nombre era Pamela. En todo caso eres una loca que despide perfumes de mujer enamorada la mir embrujado e por su pasado. Ganas de tocarla no me faltaban, pero sus veintisiete anos en el imaginario masculino me hicieron sentir un imberbe que no atinaba a saber si llevaba calzon o estaba con todo al aire. De solo recordar su drama, que para ella era una tragedia, me ataco la melancola. Iluminado al n, not que e Pamela haba vuelto m s bella que nunca del otro a lado de la frontera. Cautivado por su misterioso tr nsito, no me quedo otra que preguntarle por a los paraguayos. Vaya che! se burlo de mi curiosidad. Pero no tardo en abrirse a las condencias: Los pi las salieron con la cola chueca porque, en vez de proceder como espas de pelo en pecho, se les dio por cantar, tocar el arpa y montar a las hembras. El m s atrevido del tro, enloquecido por mi pelo a colorado, me arrastro el ala, me rozo el pecho y me dio un caramelo. El picaor que me gustaba huyo al Brasil, le dije para acabar con el cuento. Era cierto, pens yo. Los guerreros que se quee daron en Villamontes periclitaban en octubre es39

cuchando marchas militares. As se fueron yendo aquellos que, sentados en la plaza de los naranjos y toborochis, vapuleados por ardientes veranos, recordaban a sus amigos muertos. Emocionado por sus recuerdos, de improviso quise abrazar a Pamela. Le voy a decir a mi mam que te haga boa tar de la escuela me amonesto sujet ndose la a cabellera con una peineta oscura. Despu s se fue e a preparar el caf hervido, sabiendo que se la dee vorara la noche. Con el rumor de los arboles penetraron en Buen Retiro ruidos de gentes que partan o lle gaban. Entonces me fui por donde haba venido. En cuanto me sintieron entrar, los tejedores de la noche bajaron el volumen del bullicio. Mientras ellos seguan bailando la saya de los morenos yunguenos, yo puse en el tocadiscos La trucha de Schubert que, curiosamente, no me devolvio a Vi llamontes sino a una medianoche muy especial en la ciudad de Tarija, cuando al pasar por debajo de una ventana iluminada escuch la Gran e polonesa de Chopin. Empezo a llover en el recuer do cuando sent a la pianista atrapada en otro tiempo. Sigue lloviendo para ese hermoso animal llegado de la eternidad. 40

17El guion de la guerra del Chaco quedo en sus penso, aunque tengo la certeza de que marchar , a porque me gusta su comienzo y no me desagrada la arquitectura general del argumento. La historia comenzar con Horacio recorriendo la des rtia e ca llanura para ubicar los lugares donde transcurrir n las acciones. Arduo trabajo dar la eleccion a a de Florinda, que se le aparecer al cineasta a la a orilla de un camino en noche de luna. Sometida al peine de hueso, su cabellera ser una aromosa a cascada negra. En eso estamos de acuerdo. Horacio cree factible contratar a Sonia Braga para encarnarla. Barrunto que la actriz brasilena no se echara para atr s ante una posible cabalgata fren a te a la c mara. Pero dudo que venga. Si fuera el a caso, habra que conformarse con una pizpireta versada en teatro moderno, f cil de reclutar entre a las lunarejas que van a las academias de danza. Si se amilanara ante el desafo de una calistenia cticia, estaramos lucidos. De cine conozco casi nada, y eso que fui asistente en un ambicioso largometraje. Alguna vez le coment a Horacio que e una secuencia de dicha pelcula por poco termi na en un desastre. Tal como se haba establecido 41

en el guion, que no todos conocan, la nusta ay mara que deba ser violada por un mestizo echo a correr sin saber lo que se le vena encima. Cuando su perseguidor trato de voltearla, resulto que ella era mucho m s forzuda de lo que todos suponan. a Se defendio como pudo en una lucha feroz. Antes de caer al suelo alcanzo a mirar al director que, en lugar de acudir en su ayuda, daba ordenes al mes tizo para que le levantara la pollera y le abriera las piernas. Cuando se supo enganada, la muchacha se largo a llorar con desconsuelo. La comunidad se sorprendio de que la brutal escena fuera pura y simple ccion. Y as, de los gemidos de la agravia da pasamos al temible silencio de los campesinos de la Isla del Sol. De modo que sin hacer bulla al da siguiente metimos nuestros b rtulos a las ca a noas y enlamos hacia Copacabana. Sobra decir que la pelcula de Horacio discurrir por planos a distintos, al menos en lo que concierne a Claudia, una burguesa liberada, y a Florinda, un fantasma de los caminos. Actrices y todo, nunca se sabe lo que puede suceder en un trabajo que, por angas o mangas, fomenta relaciones proclives a ahondarse en la realidad. Inevitable recordar al cineasta polaco y su joven esposa, protagonista de un romance trivial como tantos, menos para el actor de turno, 42

que, sali ndose del libreto, la puso a horcajadas e dentro del toldo arabe. En lugar del ngido recha zo de la inexperta actriz, la c mara registro primea ro su turbacion y luego lo que nadie imagino. En cuanto salio de la tienda le llovieron ofertas pa ra escenas similares; las rechazo todas y se fue al desierto con el actor que la sustrajo de tanta malicia y simulacion. Ni siendo mago podra adivinar el destino que le espera a un elenco con nfulas de marcar hitos inolvidables. Por ahora sus guras deambulan en la estancia de los suenos. Irrea les como actores, son completamente reales como seres humanos. Los que hicieron historia en las arenas del Gran Chaco pronto resucitar n con sus a desconocidas virtudes, gracias a la representacion cinematogr ca. Como fuese, la cuestion del jeep a es clave para poner distancia. Horacio pasar por a Oruro y en pleno altiplano, en una noche fra a decir basta, beber con los arrieros de Porco para a averiguar lo que piensan de la guerra con el Paraguay, que para ellos opero en dos frentes, porque mientras los jovenes iban a morir en las trinche ras, los viejos comunarios eran despojados de sus tierras. No pensamos nada responden echando alcohol a la Pachamama. 43

Se ren y miran con curiosidad el moderno jeep. Caja de cambios autom tica, direccion sina cronizada, motor de 3.500 cilindradas, en n, nada que ver con esos camiones que en c mara lena ta llevaron a los soldados bolivianos a cavar sus tumbas en lejanas fronteras. Tienen una trasmision de primera, una corona capaz de atravesar brechas gredosas, un tablero sin ruletes, todo perfecto, menos el volante, que es inestable. Paradas en la carrocera de un vehculo de 1930 que avanza por el monte, Claudia y Florinda encarnar n a mujeres de una epoca desgobernada a a canonazos. Si van mirando al frente, de cara al futuro, no tendr n idea del pasado que abandoa nan; si van mirando hacia atr s, observar n como a a se aleja el pasado pero no ver n lo que se avea cina por el sendero. En ambos casos, maquillaje de por medio, se desplazar n impulsadas por loa sofas opuestas y obrar n como personas distintas a cuando hagan el amor con los hombres senalados por el guion para ofrendar sus vidas en los cam pos de batalla. La c mara har el resto y el dia a rector lo fundamental: cruzar el presente rumbo al pasado de modo tal que el inasible futuro desembuche sus enigmas. Est claro que traducir los a sentimientos predominantes en la contienda b lie 44

ca es un desafo de im genes y no de palabras. El a cineasta sabr transferir a la pantalla un texto que a sugiere noche de luna, susurro vegetal, sombras inquietas entre arboles raquticos, viento de llu via, tinajas vacas en el ancho patio, en n, bebe dores que dan punetazos sobre una rustica mesa, creyendo que no hay nadie a muchos kilometros a la redonda.

18Sigues escribiendo poesa? Imposible abandonarla, incluso sabiendo que se quedar in dita me respondio Jon s, que a e a acaba de regresar de Alemania con un doctorado en antropologa. Deduzco por el tono de sus palabras que sigue siendo el mismo hombre generoso que conoc hace m s de una d cada, cuando de rato en raa e to vena de Cochabamba a La Paz para conversar con sus amigos. Recuerdo que una noche llev a e dos musicos de mi provincia a la casa de Adriana, escritora y profesora universitaria; no me sorprendio encontrar en el agape a Jon s sino a la imprea visible Bera. Concluido el ritual de la amistad, Bera se brindo a remolcarnos en su jeep brit nico. a En mi habitacion, violinista y bombero tomaron 45

unos mates y clavaron el pico, en tanto que Jon s a se echo en el piso para desvariar con los ojos abier tos en la oscuridad. A Bera no la vea desde los tiempos de la universidad, pero empezamos a rememorar una vida en comun que transcurrio por carriles distintos. Desde que la conoc en el ta ller de la pintora Clara, en enero de 1961, no pude apartar la ilusion de amarla, ella senta algo parecido, dijo en un tono casi inaudible, aunque salan sobrando las confesiones y caban mejor las preguntas, por ejemplo, como se me ocurrio gra bar las voces de esos campesinos dicharacheros que hablan de la vida con emocion desconocida por las gentes de las ciudades? Eso no se dice. Al despuntar el alba la acompan a buscar su e jeep: trepamos en silencio innumerables gradas, pero en un rellano, donde se detuvo para tomar aliento, me asalto la tentacion de abrazarla por la espalda. A pesar de la tristeza que me inhibio, poco despu s retoz bamos en su lecho de mujer e a libre. En una tregua de tantas jornadas jubilosas en yunta, armo que el duo chaqueno era una maravilla, que celebraba nuestro encuentro en casa de Adriana, aunque esa noche creyo posible liarse con Jon s. Nada de celos tardos, apenas a extraneza por la suerte de los individuos y su 46

presunto libre albedro. Nuestras vidas tomaron otro rumbo y as resulto natural que Jon s y su a mujer nos invitaran a tomar chicha en Tarata el da de Todos Santos, despu s de mirar la ciudad e abandonada en la oscuridad y de escuchar a los difuntos cantar y bailar alumbrados por la antigua soledad del mundo. Dormimos en la casa de campo, cada uno con el senuelo de su pareja, aunque merced a la confesion de Bera no pude sacarme de la cabeza que Jon s en Tarata estaba con su a esposa y su amante, aunque el no lo supiera, y yo con una companera que a la vez era la amiga de mi amigo. Por ese tiempo me convenc de que las relaciones humanas eran el enigma mayor de la vida: no concordaban con ninguna teora. Al menos eso comprend con Bera. La mujer es el unico ser libre de la creacion armo sin ofrecer ningun consuelo. El hombre busca la autonoma porque quie re ser de s mismo opin para precisar diferen e cias. La mujer pretende ser de todos; por lo tanto, practica la libertad me respondio con cierta ostentacion. Dicho de modo sucinto, para una hembra cabal, donde hay carino no hay enemigos. En todo 47

caso, se trata de adversarios muy distintos de los que suele imaginar el macho. Jon s tiene dos hia jos y parece feliz, pero no ignora que yo s cosas e de su vida que jam s imagino que pudiera conoa cerlas. Le hablo de Horacio y de la pelcula con cierto laconismo, porque destila indiferencia ante el herosmo de Froil n Tejerina. Preere opinar a sobre la poesa erotica de Eustarki y recordar a Sanzetenea, liberado de su enfermedad pero todava prisionero de la casa de la mente. De tanto orillar el mundo de amigos comunes, hasta el ayer volvio. Ser por eso que silenciamos lo sustancial: a su amor por Carmen, que lo devoro desde su ju ventud. Jon s cree que conoc a la Carmen que a el frecuento y no sospecha que me involucr con e una Carmen que iba por el mundo huyendo de su pasado, ojos claros, piel blanca, algo menuda y ancuda como Bera, ningun otro parecido salvo el de haber nacido para mandar. Como decirlo sin deformar los hechos? En cuanto bajo del bus que la llevo a la frontera con el Paraguay, la mir con e mis ojos de evadido. A pesar del companero que traa, el monte fue nuestro: la pose bajo los arbo les que se balanceaban a medianoche, y la volv a montar en su ciudad natal. El nal ocurrio en el quinto piso de un edicio de La Paz: lloro mien 48

tras pona en la sart n un par de huevos y la vi e desamparada o enamorada, un animalito triste, todava perturbada por la lluvia que la mojo en la llanura de tierra colorada. Qu enganado estae ba. Carmen no era un ser docil a sus sentimientos y si me salv fue porque ya me haba librado de e Bera. Y si Jon s no se zafo de Carmen, es porque a no tuvo ocasion de escabullirse de Bera. Esto no se le cruzo por la mente a Jon s cuando, tras abraa zarnos en la ocina, nos fuimos a tomar un par de cervezas. Ahora la comunicacion ua presionada por una complicidad distinta. Cuando de rato en rato recordaba el pasado que lo haba lastimado, optaba por pensar en las pinturas de Van Gogh que lo subyugaron en Holanda. En esos trances era mejor rememorar la noche que durmio en mi habitacion junto a los musicos chaquenos, mien tras yo conversaba con Bera sobre las heridas inferidas a los indefensos por los tunantes de paso. Menos mal que Jon s no visito la residencia invena tada y por suerte para el ignora que Buen Retiro es una solicitud del recuerdo. Al cabo de muchos incendios y abrazos, Carmen me confeso que sus relaciones con Jon s estaban selladas por un ina soportable sufrimiento. A los cuatro nos falto un hervor, qu m s poda ser. e a 49

19Yo que me invent una residencia con alegra e desusada, s que la soledad es un trampoln para e certezas que no guran en ningun libro y s tame bi n que ella sabe como moderar a los atrevie dos. Puedo reconocer su aroma en arboledas, promontorios y quebradas entrevistos en suenos, en avenidas de ciudades sin mayores pergaminos, en hoteles y bares donde la angustia del suicida dejo sus huellas, en los ojos del asesino que dibuja un convento. La profundidad de su perfume ocasiona tristezas indecibles como paso previo a inefables sucesos interiores. Apelando a la franqueza, se puede decir que no todos los seres humanos soportan los soberanos porrazos provocados por la soledad. Muchos cometieron increbles vilezas en sus afanes de evitarla y tejieron perversas teoras para descalicar a sus devotos. Menos mal que algunos losofos la denieron como companera el de quienes incursionan en predios desconocidos. Como fuese, tengo para m que la soledad es un camino que transitan los iluminados, una estacion que descubre a la mujer elegida, un crculo de luz erizado de dicultades, una brujula averiada para el incauto, un laberinto cuajado de promesas para 50

el intr pido, una casa habitada por dioses y dee monios primitivos, la maga que echan de menos los amigos largo tiempo perdidos, en cualquier circunstancia la soledad est hecha de reverencia a y sobresalto. Por supuesto que provoca equvocos. Algunos creen que la sociedad castiga con ella a dscolos o renuentes a respetar el codigo estable cido (sin ser determinante, a veces sucede). Los m s avisados saben que la soledad es una m scaa a ra que torna intocables a quienes alborotan un vecindario invisible. Para el individuo en tratos con la soledad, la vida de los hombres carece de secretos y el mundo es claro incluso en plena oscuridad. El solitario es un extrano que participa con fervor religioso en todas las cuestiones humanas. Es alguien que conoce como pocos y como nadie sigue siendo inocente. En algun periodo de mi vida tuve opiniones encontradas sobre estos sujetos, hasta que las cuentas atrasadas de mis haberes me hicieron inventar una residencia libre de basura, al margen de sentimientos aviesos, en todo caso propicia a los fulgores ultimos, meta fundamental para quien cree encarnar en la tierra la fugacidad de lo eterno. Tal la razon que me llevo a instalarme en Buen Retiro. Como bien se comprender , jam s tuve morada material, sala a 51

vo la que va conmigo, que por obra y gracia de los anos transcurridos responde a la arquitectura de un mundo menos ilusorio que el que deenden y ensucian mis cong neres. Quienes temen al e sufrimiento, se valen de cualquier artimana para evitar la soledad: acumulando dinero, peleando por el poder, buscando prestigio. La historia profana registra la impotencia humana para eludir el dolor. Ni siquiera los m s fuertes pudieron esa quivar el descenso a los quintos inernos. Entonces, por donde romper el cerco? Transformando la ardua materia en musica, dira yo, en apertu ra al gran mundo que crece m s all de nuestras a a narices. Si no fuera que muchos coronaron esta empresa, la dara por inalcanzable. Para desdicha de los que se aterran por nimiedades, el acceso al conocimiento solidario en algun momento pa sa por la soledad total. Aqu, en Buen Retiro, no todo huele a rosas como sucede con lo verdadero: entran vientos huracanados porque, al igual que el comun de los mortales, tengo un pasado; llegan seres queridos y otros totalmente extranos porque, como morador de la tierra, estoy modelado por tiempos compartidos y puedo presentir la eternidad sin moverme de mi sitio. Aunque nunca pretend nada, mi destino era disponer de una 52

residencia inventada con arboles y lunas de otras epocas, con libros impresos en todas partes, con estantes, sillas y mesas trabajados por mis manos. Siempre imagin que la armona era posible e en la luz y en la oscuridad, e incluso acept que e los hombres renunciaran al presente y se mataran por lograr ese ideal. Ahora conozco la cruel estratagema de los atorrantes que huyen del esfuerzo gris pero llevan con rara docilidad el yugo de las pequenas costumbres. Nada m s que eso. En esta a residencia aprend tantas cosas que me libr por e un pelo de obrar como un optimista profesional. El terror de existir no me es desconocido, por lo tanto, entiendo que la gente se niegue a repetir tantas experiencias atroces. En lo que me toca, con innita humildad digo que estoy dispuesto a recorrer las mismas hondonadas, puesto que nada depende de mi supuesta facultad para elegir.

20Leonard me mando de Nueva York una noti cia que har estornudar a los nacionalistas de esa te pas tan despreciado por sus hijos: Resonante exito de pelcula boliviana en festival de San Francis co. Dice Leonard que el argumento es excelente y el doblaje impecable, aunque por si las moscas 53

y para redondear sus ideas, me solicito nuevos documentos relacionados con el narcotr co y la a novela en que se inspiro el cineasta para contar los entretelones de un romance oriental. Le enviar lo que pueda con Paco, corresponsal de una e agencia espanola en Naciones Unidas. Y en retri bucion, le pedir una copia en video del lme. e Debo decir que perd las huellas de Leonard un monton de veces y otras tantas me lo encontr en e insolitos lugares. Recuerdo que una tarde lejana entro de lo m s campante al periodico, saludo a a un renombrado crtico literario, me dio un abra zo y me regalo Cantares de Ezra Pound. Queda mos en almorzar al da siguiente con Bera, a quien conocio en Sopocachi mucho antes que yo. Pues bien, Leonard tena parientes chilenos, lo cual no le impeda ser boliviano, como puede serlo un economista y doctorado en letras que vive lejos de la tierra natal, es decir, en Nueva York, donde cierta vez hablo de retornar al pas con el proposi to de montar una editorial en La Paz. Es probable que su ambicioso proyecto se hubiera ido al tacho, porque esta vez no dijo nada de las publicaciones proyectadas. Desligado a destiempo del organismo internacional donde funga como ex perto en cuestiones del Cono Sur, insuo nuevos 54

aires a su vida sin salir de Nueva York, donde sigue impert rrito. Bera le pregunto por el elegante e departamento que ocupaba en la Lexington. Leonard dijo con orgullo que era suyo. La comodidad era lo primero, al menos para la mujer con quien se casara una vez que se divorciara de un militar que, por otra parte, saltara a Viena en calidad de diplom tico. Leonard es un tipo incapaz de poa nerse triste los nes de semana; por el contrario, es un mundano de primera al servicio de sus numerosos amigos. La melancola no lo agobia ni siquiera cuando extrana a su futura esposa. Con eso est dicho todo. a El periodista que llevar el paquete para Leoa nard aparecio esta tarde con unos documentos in ditos sobre las relaciones del gobierno bolie viano con Washington durante el periodo 195254. Paco se senta deslumbrado por la realidad de los hechos, al igual que el bisono escritor cuando encuentra los argumentos para tramar la novela sonada. Menos mal que se decidio por unas croni cas propicias a la invencion que, segun el, dejar n a turulatos a quienes dudaron de los nacionalistas que enarbolaron las banderas de abril. Eres muy avaro con tus primicias periodsti cas le reproch a Paco. e 55

Viaj a Tarija con el exclusivo proposito de e entrevistarme con el lder de la revolucion de 1952 empezo a contar, chocho de la vida. El que me haya recibido, era ya una deferencia inesperada. A trav s de sus escuetas declaraciones, proe pias de un hombre proverbialmente parco, conrm la tesis antiimperialista del libro que ese toy escribiendo. Lo malo es que no me permitio grabar la conversacion y tampoco me dejo to mar notas se lamento. Entonces le dije que hace diez anos Bera con verso magnetofono en mesa con el famoso jefe del MNR. Desolado, Paco abrio su bocaza de oso an dino. Lo remat con un dato que poda comprobar e con su nunca bien ponderado olfato periodstico: el longevo caudillo de una revolucion abortada haba grabado para la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos todo lo concerniente a su vida privada y publica. Quedo aturdido. Lo reanim ene treg ndole el sobre para Leonard. Al ver la direca cion, dijo que no tardara nada en hac rselo llegar, e porque su edicio estaba a la vuelta de la esquina. Con ganas de entrar en condencias, conto que Johnny, el mayor de sus hijos, aprendio el idio ma japon s para especializarse en la economa de e los tigres asi ticos. S, claro que s, por supuesto. a 56

Antes de que emprenda vuelo por esos mundos, lo traer de las orejas a Bolivia para que recoa nozca sus orgenes. Me cre obligado a informar le que mi hijo mayor, un pichon de astronomo, vino a La Paz con la idea de trabajar y obtener una beca que le permitiera explorar galaxias poco conocidas. Paco ya no me escucho. Salio con el paquete para Leonard, sin saber que llevara a Nueva York los antecedentes de una pelcula boliviana que est haciendo furor entre los latia nos del norte. Paco ignora tambi n que una copia e de su entrevista con el jefe del MNR ya se halla en la Biblioteca del Congreso, repositorio de donde extrajo los documentos sobre los insobornables nacionalistas de abril de 1952.

21Me llamo Humberto de la Universidad de Pittsburgh para decirme que nalmente se publico la antologa de poesa boliviana compilada por Elizabeth Volkow; luego me pidio datos de la cultura chipaya, que no los tengo, bache que aprovech para preguntarle si conoca a Leonard; e haba odo hablar de el, dijo, aunque me dio la impresion de estar en la luna. No creo que Hum berto quisiera mentirme, sino que debe descontar 57

que Leonard es un profesor con un venturoso porvenir, cosa cierta por un lado y discutible por otro. Humberto nacio en Potos no se sabe cu ndo a y ensena antropologa en Estados Unidos desde hace veinte anos, donde le rinden pleitesa por sus intrincados estudios sobre el mundo andino. Por supuesto que Bera y Humberto se conocen y seguro que con el correr de los das enriquecer n a su amistad, porque tienen un horizonte intelectual comun; la ultima vez que Humberto vino a La Paz comento de pasada que se haban ama necido conversando, bebiendo y masticando coca en un agape a lo aymara. Tambi n yo fui tocae do por su idealismo sin tropiezos, de modo que pens con mucha ternura en su hija Shapira, crecie da en Maryland pero con el aire de las muchachas bolivianas, sin duda, un notable cruce de hombre andino con mujer gringa. Lo mismo le parecio a Beba, de antemano conmovida por la melan cola de Humberto, propia del que se va del pas y trata de no perder pie en territorio ajeno. Sobra decir que estimamos muchsimo al potosino, pues sabr lo que quiera de antropologa y raa mas anexas, pero en el fondo lo agobia la idea de contar pormenores de su historia y no est muy a seguro de que la literatura sea en su caso el canal 58

adecuado. Despu s de visitar a Bera, el profesor e de Pittsburgh aparecio por la casa de los tejedores de la noche. Caminos de luz que no suelen aparecer en los libros canturreo recordando a unos charan guistas de Aiquile. Esas antiguas melodas no le impidieron con fesar que pronto se casara en segundas nupcias con una neoyorquina; luego, sin que le venga al caso y con una parquedad que lo honra, armo que el ser humano es esencialmente una posibilidad. A buen entendedor pocas palabras. Como fuese, sus amigos de aqu ya se enteraron de su reincidencia. Pens que desde Pittsburgh poda e soltar prenda, pero eligio la omision. Creo que Humberto no quera ocultar nada. Simplemente paso por las frondas amorosas de Elizabeth sin nombrarla, y tambi n se desentendio de la pelcue la que conmociono a Leonard. En cambio se en tusiasmo con la hazana de un crtico literario bo liviano que no pudo ser poeta, metido ahora patas y cabeza en el siglo pasado, buscando alguna veta novedosa en la farragosa produccion lrica latinoamericana. Fue un di logo por carriles disa tintos, porque no le dije nada de mis proyectos de elaborar un guion sobre la guerra del Chaco 59

y ni siquiera se me ocurrio contarle algo del ar te de escuchar el trino de los p jaros, leitmotiv a del nuevo lme de Arciles, estrenado con mucha fanfarria en La Paz, como pudieron atestiguarlo Horacio y una punta de crticos de medio pelo. El previsible conicto entre indgenas y mestizos es aplacado por una extranjera, mediadora tambi n en el relato de una lmacion que sirve al e cineasta para comprometerse, m s que con la hisa toria de la conquista espanola, con los entrete lones de su propia vida. La obsesion que sale a ote no es como para felicitarlo, pero al menos desembucho lo que lo tena empachado. Natural mente, el publico trono en aplausos al concluir la exhibicion. Con Beba salimos volando a cumplir obligaciones pendientes. Al lo de la medianoche nos encontramos en la casa de los tejedores de la noche. En lugar de comentar la pelcula, nos que damos dormidos, fatigados por la ardua jornada. Me consta que Humberto tiene puntos de vista denidos sobre el cine latinoamericano y otras materias aledanas. Pero cuando me llamo de Pitts burgh, cre escuchar a alguien que se sobresalta ante un posible retorno a Potos, sin duda porque deseara que su pas fuese algo no tan distinto, incluso m s hondo, pero menos triste y m s aa a 60

ble para vivir e investigar sin el terror de no tener nada. No es la primera vez que el sueno dorado hace doler la cabeza.

22Beba es alta y delgada, aunque no me parecio tanto aquella noche que me la presentaron en la universidad. Toda de azul oscuro, desde sus pantalones ajustados hasta sus sandalias de viajera. Negra cabellera ensortijada hasta la cintura, grandes tetas debajo de una blusa ligera, boca sensual que contradeca la vaga tristeza de su mirada; en n, Juanito me paso su tel fono y la llam sin e e suerte no s cuantas veces. Cuando la daba por e perdida, toco la ventana de la casa de los teje dores de la noche, entro por un momento y no tardo en salir, a la semana volvio trayendo la luna y se demoro una eternidad. Beba se fue quedan do conmigo al comienzo sabiendo lo que quera y al nal sin saber lo que haca. Por aquella tempo rada record que la mujer es el unico trampoln e hacia el paraso prometido, frase acunada por Ho racio en un arrebato de pasion, y con el correr de las horas desabroch sus veintisiete anos imbuido e por el af n de tocar la vida en movimiento. Les a dije a mis amigas que me haba ido muy lejos y 61

ellas, contentas con lo que oyeron, me dieron por perdido. Sin malestar alguno, se alejaron saltando de una vereda orida a la claridad de nuevos das. Mara decidio emprender interminables via jes, Bera eligio el ministerio de Asuntos Campesi nos, Anabel la luminosa distancia, Anah el amo roso olvido, Pamela la solidaridad tropical, Margarita el despecho. Amantes o no, se fueron sin advertirme que haba venido a m la nina m s her a mosa que pisaba la tierra. Pero yo s que, adem s e a de lo que pudiera promover en la ardiente lejana, Beba encarna la bondad sin idiomas en cualquier cercana. Celosa no es y menos indiferente, pero hubo incendios que iluminaron su curiosa personalidad. Dicho de otra manera, su seguridad no es de este mundo, porque le da lo mismo que yo pudiera tener otras mujeres o que no las hubiera tenido nunca. Cierto que alguna vez sus ojos se humedecieron, quiz s por miedo a que uno a de los dos estropeara el milagro; su alma se haba banado en l grimas sin que yo me diera cuenta de a que en lo suyo triunfaba la otra escritura. Qu de e raro que las experiencias de mi vida parezcan un colmenar: todo est en su sitio porque todo se pua so en movimiento. Ahora bien, con Beba siempre andamos bordeando la promisoria irrealidad. Ella 62

se embarco con universitarios que ni se enteraron del mutismo aromoso de su alma y yo sal maltre cho de tantas expediciones que incub la idea de e volverme anacoreta. Entonces resulta natural que mirando a Beba desnudarse me pregunte por las cosas que no me ocurrieron y tambi n por las que e me sucedieron sin saber por qu . De modo que e ahora mismo puedo recordar sin inconveniente un valle al caliente medioda, una muchacha dan do vueltas por la plaza, que otros hagan la siesta mientras vamos a caminar por una quebrada. Llega del pasado con sus ojos castanos y su pe lo ondulado para decirme que no hay nadie en los alrededores, como ahora, salvo barrancos rojizos, molles y eucaliptos. Hicimos el amor para que tiempos distintos se cruzaran una y otra vez, porque en aquellos lejanos anos el futuro era tan distante como evasivo es el presente que me habita. Los arboles en la tormenta, los animales al borde del abismo, los caminos sin salida y las mismas piedras nos dicen que al paraso se entra por la puerta que inventa el deseo. En cuanto a m, absolutamente nada, salvo que estoy mirando la claridad del mundo desde otra ventana. Solo yo s que Beba recogio con su cuerpo la fragancia e de los orgenes, all donde la diosa de los oscuros bosques vacila y pierde sus enigmas. 63

23Un viento antiguo arranca de los arboles de Buen Retiro melodas conocidas por mi pecho. Menos mal que al cabo de un abrupto descenso se impone el aire c lido de un mundo reci n a e inaugurado. Claro que he venido un monton de veces a esta estancia donde el aroma de lo perdido despide incesante melancola. Pero ahora me baj de las palabras para traer de la cocina una e botella de barro. Al retornar, en lugar de Beba encontr a Pamela durmiendo desnuda sobre un one dulante lecho. Todo, incluso el presagio de lluvia, me recordaba una medianoche en Tarija. Aquella vez, bajo la luna empanada por nubes viaje ras, solo sent un piano en la ventana iluminada y mis pasos en la calle desierta. Quiz s era la a misma int rprete que anos despu s me dira que e e en Japon los arboles destinados a la fabricacion de instrumentos musicales crecen en lugares solitarios? Es difcil recorrer con las voces de otros tiempos el camino transitado por el cuerpo. En la residencia inventada aprend que el mundo es del tamano de una uva, dulce y ovalado, pero ca paz de albergar a un dragon cuando alcanza la jerarqua de la ccion. 64

Alruti Migum

1La primera marcha que aprend entre los fra gores del verano fue la compuesta por Adri n Paa tino en homenaje a Froil n Tejerina, soldado de a la guerra del Chaco que, segun mi padre, tena la talla del h roe, aunque en el colegio me convene cieron de que el susodicho solo exista en la imagi nacion de mi progenitor. Mucho despu s le en un e libro de historia el escueto testimonio de Froil n a sobre la refriega ocurrida en Fortn Sorpresa el 26 de febrero de 1927, tarde en que dos ociales paraguayos que pernoctaban en calidad de prisioneros de pronto se envalentonaron y se fueron, sin que el capit n boliviano Gonz lez pudiera ima a pedirlo tras un forcejeo que m s pareca un acto a de complicidad que una en rgica apuesta por las e 67

leyes del pas. Tras desparramar las barajas so bre la mesa, el capit n Rojas Silva y su estafeta a Arraya rumbearon hacia el monte que conocan como la palma de sus manos, pues en esas andaban, explorando un territorio propio que al parecer haba sido hollado por los bolivianos; corrie ron un largo trecho y se ocultaron bajo tupidos arboles para recobrar fuerzas, sin saber que Te jerina los segua de puro comedido, porque no tena velas que poner en ese entierro, pero las pu so como mero conscripto el rato que Rojas Silva, incorpor ndose, amenazo con echarle unos tiros a y para acobardarlo le atizo unos machetazos en la cabeza y despu s de equivocarle una punalae da desenfundo su pistola, con lo cual Froil n se a acabo de enfurecer y a golpe limpio le quito la ca rabina a Arraya. De sopeton se haban metido en un callejon sin salida de modo que, en lugar de retroceder para tomar cervezas y entonar coplas llaneras, atinaron a disparar sus armas al mismo tiempo. Tejerina quedo herido en la sien derecha, Rojas Silva tendido con un plomo en la sesera. En ese fatal instante, saliendo de su desmayo, Arraya quiso pasarse de vivo haci ndose el muerto. e Te voy a meter un litro de agua bendita al culo, carajo! lo amenazo Froil n. a 68

Y se lo llevo encanonado al fortn. Al verlos llegar, Gonz lez tiro su gorra al suelo y grito alara mado que por culpa de Froil n habra guerra, a como que la hubo, y no solo por el imprevisto nal de Rojas Silva, hijo de un presidente paraguayo, sino porque los dos pases tenan sus razones para disputar un espacio geogr co cubierto de a pajonales y soledad. El comando despacho a Te jerina a la ciudad de Tarija para que curaran sus heridas, en tanto que por el norte del pas Pompi lio Guerrero, anodino agente de aduanas, acato la orden de trasladarse al Fortn Campero, donde no tardo en descubrir que la Standard Oil pasaba petroleo boliviano a la banda argentina mediante un oleoducto clandestino; por su cuenta junto da tos y viajo con pruebas a la sede del Gobierno, sin sospechar que sera encarcelado por denunciar lo que muchos saban y ocultaban. Am n de la im e petuosa carta enviada a las autoridades, dibujando con pelos y senales el atropello al patrimonio boliviano, poco se conoce de Pompilio, salvo que nacio en Garc Mendoza y que una tarde caluro sa, bebiendo con ociales del Fortn Campero, de buenas a primeras un capit n le propino un lapo a y sobre la marcha el aduanero le echo un vaso de cerveza en la cara; despu s de medirse de ese 69

ta manera, siguieron farreando. Tampoco se sabe mucho de Froil n, criado entre los cerros pelados a de Guayabillas. Desatada la guerra en 1932, ya casado pero sin hijos, volvio a cruzar el desierto con su mirada de animal ciego y murio peleando en Campo Santa Cruz. De su itinerario vital apenas queda una fotografa con uniforme de campana. A Pompilio, extraviado en la pomposa memoria de su tiempo, es dable imaginarlo como hombre de un solo huerto, melancolico, testarudo y con irre nunciables deberes condenados de antemano al fracaso. Reservado, casi hosco, Guerrero pareca estar al margen de cualquier comparacion; como fuese, este cronista encontro su par en Dumar Al jure, militar colombiano que se paso a la guerri lla. Volva yo de Alemania inuido por el miste rio de la catedral de Colonia, cuando la inefable Mara, antes de bajar del avion en Bogot , me oba sequio Tras las huellas del bien perdido, libro donde aparece Aljure con sombrero de ala corta, rodeado de sus intr pidos cad veres disciplinados en e a la selva indomita. El razonamiento correcto es por antonomasia un argumento contra la propiedad privada les dijo con su perl de llanero.

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Bera se leyo la obra de un tiron, porque el au tor era su amigo y la violencia le quitaba el sueno. Para completar la trama, Horacio retorno de M xie co con la idea de hacer cine en Bolivia, empezando con un crudo documental sobre la migracion campesina a la ciudad, nalista en San Sebasti n a y Palma de Mallorca. Por su lado, Bera se propuso relatar la historia de un anarquista de los anos veinte y como teoricamente saba de todo un po co, le propuso a Horacio ociar de camarografo, invitacion que acepto a condicion de que yo traba jara el guion sobre la guerra del Chaco, compro miso que asum sin imaginar que durante el roda je Bera se enamorara del actor de primera lnea y se iran juntos, es decir, yo saldra de su depar tamento sin protestar por el denitivo quebranto. Mientras una banda militar ejecutaba la marcha de Froil n Tejerina, consegu las sillas para a la ultima escena, prest mis zapatos al que haca e de acrata y, nalmente, una actriz en desuso me llevo a chupar naranjas al mercado de Miraores. De lo dem s no puedo decir nada, excepto que a fui a parar a la casa de los tejedores de la noche, donde me esperaba un cuarto con su bano y la soledad como el amante. Otra vez sent mucha melancola, de noche y de da, en una ciudad que 71

me pareca hostil o cuando menos indiferente, de modo que sonaba con mujeres que venan de las cuatro esquinas dispuestas a consolarme, senta el aliento de la que tocaba mi puerta por equivocacion, me solazaba con la que se haca ensartar sin dejarse tocar, le daba la razon a la que se iba para no volver y festejaba a la que se casara con un senor de edad. Menos mal que Juanito Ortega y el visitante cerraron con broche de oro tamanas anomalas. El hombre dura m s de lo que debera dua rar le advirtio desde su sillon de mimbre el hombre de traje azul, sombrero y corbata. En cambio los angeles solo aparecen. A Juanito se le tupio el entendimiento de ver lo pata pelada. Era el sargento Froil n Tejerina, de quien o haa blar en cuanto me empezo a clarear el entendi miento. Tras ese curioso incidente, pegu su fotoe grafa a la pared y como por arte de magia Hora cio decidio darle un papel estelar en la pelcula.

2Mara me envio una entrevista del cubano Ro dolfo al nicaraguense Elmer, ocurrida en Bogot . a Por s las moscas, no se trata de pesimistas camu 72

ados en la literatura, sino de poetas que creen haber descubierto en los hombres de este tiempo rastros de una imborrable tristeza. Lo expreso con tanta seguridad el sandinista que de pronto record la enorme tristeza de gentes que conoc en e situaciones m s bien hilarantes, que muy tema prano haban perdido a sus seres queridos, que se haban deslomado todos los das, que no les al canzaba para nada la fortuna de estar vivos y que, por si fuera jabon de olor, no cometieron ningun delito en el negocio de aguantar el insaciable apetito. Entonces escuch la respiracion de los que e caminan despojados de los ornamentos del intelecto creador, de los que van y vienen ajenos por completo a los quehaceres del poeta, de los que se tornan comunicativos por el solo hecho de nacer, vivir y morir prescindiendo de artilugios convencionales. Y me domino el pavor. A diferencia de tantos, algunos son tocados desde el principio por una poesa de otro orden, que los hace ale gres en su tristeza y fuertes en su desvalimiento. Al ver sin antiparras la realidad en su verdadera dimension, present aquellos sucesos que denen el destino de la criatura humana. En consecuencia, debo decir que la casa de los tejedores de la noche fue levantada con el trabajo diurno y el su73

dor nocturno, sin que el ocupante de la planta baja se preguntara por la melancola de los esposos y sus tres hijas, porque no daban esa impresion, al menos las muchachas, indiferentes a todo, incluso a la hora en que lo esencial colinda con la diafanidad de los enigmas, no as sus padres, que se toparon con la realidad en su verdadera dimension mucho antes que yo y quedaron tenidos por una tristeza imperceptible para los profanos, pero no para m que, por lo dem s, estaba segu a ro de que jam s memorizaron un verso y nuna ca alardearon de sus ajetreos polticos, de modo que, siendo lo que son, ciudadanos chistosos, no se evaden de nada y acatan sin corcovear las leyes de la realidad, todo extranamente cierto, al menos para m, que cre invadir un mundo que ya me haba invadido para observar a trav s de e mis ojos los escondrijos de un interminable escenario. Me apabullo el miedo de comprender sin haber aprendido a amar. Por eso, sin asustarme de los contrastes de la oscuridad, contraje los h bia tos de la penumbra para ver las cosas con mayor claridad. Qu me quedaba sino reconocer que ese e terror lo haba experimentado en cuanto empec a e caminar por cuenta propia, o sea desde que descubr los bejucos de la tristeza en la casa de mis 74

padres. Ocurrio hace tanto tiempo que me pare ce mentira que aquella tarde se hubieran ido a no s donde. Los animales dorman en la oscurie dad, los arboles eran apenas sombras en sendas desaparecidas, todo se haba aquietado menos la noche insomne. Y mis padres no volvan. Cuan do nalmente retornaron metiendo bulla, la vida recupero su aire eterno, es decir, los hombres otra vez tenan pinta de inmortales, por lo tan to, la realidad verdadera era una pesadilla que los seres tocados por una poesa de otro orden transforman, por la magia del arte, en escenario seguro y fraterno. Para desdicha de los optimistas, con el correr del tiempo los padres dejan de representar un mundo able para que los hijos asuman ese papel con relacion a su descendencia, de suerte que el progenitor levanta un techo protector, disena sistemas defensivos, proyecta pues tos de avanzada, adiestra centinelas, en n, tiende puentes y erige murallas que son nada cuando la verdadera dimension de la realidad establece que el hombre esencial es una criatura hecha para la soledad, tal como se desprende de las palabras de Rodolfo y Elmer, que removieron sentimientos adormecidos en todos, menos en los que, como resulta previsible, fueron tocados por una poesa 75

de otro orden y, en consecuencia, despojados de bienes adventicios. En un aparte en Bogot , Roa dolfo me comento que visito La Paz integrando la comitiva de un famoso comandante nicaraguen se. Nada raro que lo hubiera escoltado hasta el periodico donde yo trabajaba. Recuerdo que me hizo la mejor impresion, por su modo de hablar y su manera de andar con el uniforme cabal. Bera no se asombro de nada. Poco tiempo despu s nos e separamos y ya no pude conarle la decepcion del poeta cubano. La revolucion nicaraguense se fue al ro de la mierda por culpa de la corrupcion. Los comandantes no eran una excepcion? Todo estaba tan podrido que me trep a e un arbol declaro con su irrepetible estilo cari beno. Te parece una fruslera lo que acabo de decir? El rato menos pensado los caminos se aclaran. A pesar de haber seducido a Mara con su jovialidad, Rodolfo intuyo como hombre triste que la verdadera escritura se depura con el tiempo, o sea cuando la vida se convierte en memorable idioma, de modo que no era mero azar su entrevista con Elmer, poeta que jam s cerraba la ventana de su a casa, menos cuando pasaban esos antiguos arrie76

ros, sabe el diablo de donde venan, sabe Dios a donde iban, esos incorruptibles sentan en el ai re la tristeza que recorre el mundo cuando los que mandan aquean, porque ya no pueden soportar la realidad en su verdadera dimension y menos ser francos con quienes cayeron al fondo del abismo para obrar como eles tejedores de la noche. Supongo que Bera forma parte de la legion de los tristes. Nada sabe de la entrevista que acabo de leer. Sin embargo, me basta con recordar su mirada perdida en horizontes que conozco de memoria. As me convenzo de que hace lo que puede para no asustarse con la verdadera dimension de la realidad. De seguro que a estas alturas no le sirve de nada saber tanto, al menos si presintio el otro orden de la poesa, la revelacion que instala la soledad, el escenario donde los alegres bebedores de antano se metieron sin saber leer ni escribir. Habiendo visto la realidad en su verdadera dimension, era natural que Beba me pareciera incluso m s triste, como que en verdad lo es y no a lo puede disimular ni siquiera con su extrema delicadeza, quiz s porque en su cuerpo perfumado a por muchas edades percibo el testimonio de alguien que habla, canta y se desnuda sin pensar en los elementos adversos que empanan la realidad. 77

En momento tan crucial empieza a propagarse el amor que alguien siente por los seres humanos: los inventa para representar lo fugaz y ocultar la verdadera realidad. Qu decir de quienes asumen e ese papel de un modo natural, es decir, sin imaginar lo que ocurre detr s de los bastidores. Absoa lutamente nada. Por lo tanto, me resulta dulce y necesario que Pamela tenga tanta vida en mi memoria como la tiene Beba en la realidad, aunque a la larga solo ser un conmovedor recuerdo. a

3Con el cuento del jeep record el camion que e manej en mi juventud. Lo trajeron destripado a la e casa del mec nico que deba arreglarlo, tarea que a duro medio ano porque le faltaba casi todo y lo que no le faltaba estaba en un estado calamitoso. Llego, sin embargo, el da en que el motor em pezo a echar humo por atr s y por delante en su a triunfal marcha por el monte. Eran epocas felices porque aparecieron otros hermanos y el mundo se ensancho en el colegio, de modo que no anor ba a mos nada, ni siquiera al rudo camion que nos ata jaba el paso durante las vacaciones. Por ese tiempo conjetur que gracias a la materia la vida se revela e tal como es y no como aparenta ser. La materia 78

se desgasta cuando tiene forma denida, pero se transforma sin perder un gramo de energa. Es lo que ocurre con los motores y las criaturas peludas: salen de la f brica para contradecir los prina cipios de la teora, porque jam s rinden al cien a por cien. En suma, todo lo que entra en contacto con la realidad, se desmerece. Empezando por los camiones que a