jesús maría silveyra un viaje a la esperanza_mision madagascar

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29/7/2015 Jesús María Silveyra: "Un viaje a la esperanza" http://silveyra.blogspot.com.ar/2006/03/unviajelaesperanza.html 1/4 En esta página escribo artículos o comentarios relacionados con los libros que tengo editados. Jesús María Silveyra CARNAVAL EN VENECIA 28/2/2014 FRANCISCO. Un signo de esperanza 2/8/2013 SAN FRANCISCO DE ASÍS CONVERSACIONES EN SHANGAI viernes, marzo 17, 2006 "Un viaje a la esperanza" Madagascar es una isla (la cuarta en tamaño del mundo), que se encuentra recostada sobre la costa oriental africana, en el Océano Índico, a unos cuatrocientos kilómetros frente a Mozambique. Esta ex colonia francesa, que alcanzó su independencia en 1960, tiene una población de diecisiete millones de habitantes, caracterizados por una extraña mezcla asiática y africana. Ubicado entre los veinte países más pobres del mundo, tiene un ingreso per cápita por debajo de los doscientos cuarenta dólares anuales, el cincuenta por ciento de los niños están mal nutridos, la mortalidad infantil trepa al ciento treinta y seis por mil, y el cincuenta y tres por ciento de la población tiene problemas de acceso al agua potable. Cifras que hablan por sí solas del nivel de marginalidad y pobreza que reina en la Grand Ilhe, según la bautizaron los franceses. Con una población rural todavía mayoritaria, Antananarivo, su capital, concentra casi el treinta por ciento de la población del país. La isla, más allá de la belleza de sus playas que atraen turistas de diversas partes del mundo, está sacudida por frecuentes ciclones, carece de recursos energéticos y sufre los problemas generados por la deforestación y la escasa fertilidad de la tierra, acompañados de un régimen de lluvias muy dispar entre las costas y el gran altiplano central. Su balanza comercial es históricamente deficitaria y depende de la ayuda internacional. El misionero de la Congregación de San Vicente de Paul, Pedro Pablo Opeka, en 1970, con tan sólo veintidós años de edad, llegó por primera vez a la isla. Este sacerdote argentino, hijo de eslovenos (que emigraron a nuestro país luego de la segunda guerra mundial), comenzó así una historia de vida consagrada a los pobres y desposeídos que se extendería por más de treinta años de estancia en Madagascar. Luego de dos años de misión en el sur de la isla, viajó a Europa para completar sus estudios teológicos y en 1975 fue ordenado sacerdote en la Basílica de Luján, para retornar definitivamente a Madagascar en 1975 y hacerse cargo de la parroquia de la Misión de Vagaindrano en la selva oriental del sur de la isla. Desde muy chico aprendió el oficio de albañil de su padre y durante los quince años que pasó en aquél perdido lugar del mundo no sólo se ocupó de la formación de cientos de grupos de jóvenes (tanto en la espiritualidad como en el deporte, ya que Pedro era un eximio jugador de fútbol), sino que construyó escuelas, dispensarios y hasta una iglesia. Acostumbrado a vivir y comer con la gente humilde y necesitada, y debido al carácter inhóspito del lugar, contrajo diversas enfermedades estomacales y, finalmente, el paludismo. En 1989, con su salud quebrantada, fue elegido para hacerse cargo del seminario de los padres lazaristas en Antananarivo. El primer impacto que le produjo la capital fue la miseria circundante: gente viviendo en las calles y en los basurales de los suburbios en condiciones infrahumanas, donde los niños peleaban con los cerdos por un trozo de comida. Fue en ese momento que el padre Pedro se dijo: “tengo que hacer algo, esta gente no puede vivir así, Dios no lo quiere, son los hombres los que lo permiten, sobre todo los políticos que no cumplen lo que prometen”. Así, según me diría el padre Opeka, “cuando más débil me sentía, actuó más fuerte la Providencia”. Una mañana, a mediados de 1989, Pedro se subió a su moto y partió rumbo a las colinas de Ambohimahitsy, donde la gente vivía en casas de cartón próximos al basurero municipal, en un estado que describiría como de un verdadero “infierno”. La violencia, prostitución, el consumo de drogas y el alcoholismo, eran moneda corriente para aquella gente que repartía su vida entre los vicios, la mendicidad y el cirujeo en los basurales. “Un hombre me hizo pasar a su casucha de cartón de un metro veinte de altura”. Allí dentro, frente a un pequeño grupo, Pedro les dijo: “Si están dispuestos a trabajar, yo los voy a ayudar”. Palabras que marcaron desde el comienzo la filosofía de su obra, centrada en el trabajo y la educación. Y la gente aceptó la propuesta, dando comienzo “una historia de amor o aventura divina”, como la define el padre Opeka. Con la colaboración de un grupo de jóvenes universitarios (muchos de los cuales él mismo había formado en su parroquia del sur de la isla), nació la Asociación Humanitaria Akamasoa (que en lengua malgache significa: “Los buenos amigos”) con el objetivo de servir a los 0 Más Siguiente blog» [email protected] Escritorio Salir

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Descripción de una Misión Católica en Madagascar

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29/7/2015 Jesús María Silveyra: "Un viaje a la esperanza"

http://silveyra.blogspot.com.ar/2006/03/unviajelaesperanza.html 1/4

En esta página escribo artículos o comentarios relacionados con los libros que tengo editados.

Jesús María Silveyra

CARNAVAL EN VENECIA   28/2/2014 FRANCISCO. Un signo de esperanza   2/8/2013

SAN FRANCISCO DE ASÍS CONVERSACIONES EN SHANGAIviernes, marzo 17, 2006

"Un viaje a la esperanza"

Madagascar  es  una  isla  (la  cuarta  en  tamaño  del mundo),  que  se  encuentra  recostada  sobre  lacosta oriental africana, en el Océano Índico, a unos cuatrocientos kilómetros frente a Mozambique.Esta ex colonia francesa, que alcanzó su independencia en 1960, tiene una población de diecisietemillones de habitantes,  caracterizados por una extraña mezcla asiática  y africana. Ubicado entrelos veinte países más pobres del mundo, tiene un ingreso per cápita por debajo de los doscientoscuarenta  dólares  anuales,  el  cincuenta  por  ciento  de  los  niños  están mal  nutridos,  la mortalidadinfantil  trepa al  ciento  treinta y seis por mil,  y el  cincuenta y  tres por ciento de  la población  tieneproblemas de acceso al agua potable. Cifras que hablan por sí  solas del nivel de marginalidad ypobreza  que  reina  en  la Grand  Ilhe,  según  la  bautizaron  los  franceses. Con  una  población  ruraltodavía mayoritaria, Antananarivo,  su  capital,  concentra  casi  el  treinta  por  ciento  de  la  poblacióndel  país.  La  isla, más allá de  la belleza de sus playas que atraen  turistas de diversas partes delmundo,  está  sacudida  por  frecuentes  ciclones,  carece  de  recursos  energéticos  y  sufre  losproblemas generados por  la deforestación y  la escasa  fertilidad de  la  tierra, acompañados de unrégimen de lluvias muy dispar entre las costas y el gran altiplano central. Su balanza comercial es

históricamente deficitaria y depende de la ayuda internacional. 

El  misionero  de  la  Congregación  de  San  Vicente  de  Paul,  Pedro  PabloOpeka, en 1970, con tan sólo veintidós años de edad, llegó por primera veza  la  isla.  Este  sacerdote  argentino,  hijo  de  eslovenos  (que  emigraron  anuestro país luego de la segunda guerra mundial), comenzó así una historiade vida consagrada a los pobres y desposeídos que se extendería por másde  treinta años de estancia en Madagascar.  Luego de dos años de misión

en el sur de  la  isla, viajó a Europa para completar sus estudios  teológicos y en 1975  fue ordenado sacerdote en  la Basílica de Luján,para retornar definitivamente a Madagascar en 1975 y hacerse cargo de  la parroquia de  la Misión de Vagaindrano en  la selva orientaldel sur de la isla.

Desde muy chico aprendió el oficio de albañil de su padre y durante  los quince años quepasó  en  aquél  perdido  lugar  del mundo  no  sólo  se  ocupó  de  la  formación  de  cientos  degrupos  de  jóvenes  (tanto  en  la  espiritualidad  como  en  el  deporte,  ya  que  Pedro  era  uneximio  jugador  de  fútbol),  sino  que  construyó  escuelas,  dispensarios  y  hasta  una  iglesia.Acostumbrado  a  vivir  y  comer  con  la  gente  humilde  y  necesitada,  y  debido  al  carácterinhóspito  del  lugar,  contrajo  diversas  enfermedades  estomacales  y,  finalmente,  elpaludismo.  En  1989,  con  su  salud  quebrantada,  fue  elegido  para  hacerse  cargo  delseminario  de  los  padres  lazaristas  en  Antananarivo.  El  primer  impacto  que  le  produjo  lacapital  fue  la  miseria  circundante:  gente  viviendo  en  las  calles  y  en  los  basurales  de  lossuburbios  en  condiciones  infrahumanas,  donde  los  niños peleaban  con  los  cerdos por  untrozo de comida. Fue en ese momento que el padre Pedro se dijo:  “tengo que hacer algo,esta gente no puede vivir así, Dios no lo quiere, son los hombres los que lo permiten, sobre

todo los políticos que no cumplen lo que prometen”.

Así, según me diría el padre Opeka, “cuando más débil me sentía, actuó más fuerte la Providencia”. Una mañana, a mediados de 1989,Pedro se subió a su moto y partió rumbo a las colinas de Ambohimahitsy, donde la gente vivía en casas de cartón próximos al basureromunicipal,  en  un  estado  que  describiría  como  de  un  verdadero  “infierno”.  La  violencia,  prostitución,  el  consumo  de  drogas  y  elalcoholismo, eran moneda corriente para aquella gente que repartía su vida entre los vicios, la mendicidad y el cirujeo en los basurales.“Un hombre me hizo pasar a su casucha de cartón de un metro veinte de altura”. Allí dentro, frente a un pequeño grupo, Pedro les dijo:“Si están dispuestos a trabajar, yo los voy a ayudar”. Palabras que marcaron desde el comienzo la filosofía de su obra, centrada en eltrabajo y la educación. Y la gente aceptó la propuesta, dando comienzo “una historia de amor o aventura divina”, como la define el padreOpeka.

Con la colaboración de un grupo de jóvenes universitarios (muchos de los cuales él mismo había formado en su parroquia del sur de laisla), nació la Asociación Humanitaria Akamasoa (que en lengua malgache significa: “Los buenos amigos”) con el objetivo de servir a los

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demás, especialmente a losmarginados  y  excluidos.Pedro  consiguió  tierrasfiscales  a  sesentakilómetros  de  la  capital  yayuda  económica  de  lasamistades  que  habíaforjado  en  sus  años  deestudio  en  Francia  (sobretodo  de Gilbert Mitterand  ysu  madre  Danielle,  porentonces  primera  dama  ypresidenta  de  Frances

Liberté) para comprar materiales, alimentos, herramientas y semillas. Un grupo de las familias que vivían en las colinas fue trasladado alcampo para iniciar una nueva vida, naciendo así el primer pueblo de la Asociación, al que llamaron: “Don del creador”. Con las restantesfamilias  que  permanecían  en  las  colinas  de  los  suburbios  de  la  capital,  iniciaron  la  construcción  del  segundo  pueblo,  llamadoManantenasoa (“Lugar de Esperanza”), comenzando a explotar una cantera y a levantar viviendas dignas para la gente.

Hoy, luego de catorce años de intenso esfuerzo, los números reflejan los resultados obtenidos. Cerca de diecisiete mil personas viven enlos  cinco  pueblos  de  la  Asociación.  Ocho  mil  quinientos  chicos  asisten  a  las  escuelas.  Tres  mil  quinientas  personas  trabajan  en  lasdistintas actividades de Akamasoa que van desde  la explotación de canteras,  fabricación de muebles y artesanías, hasta  la prestaciónde  los  servicios  comunitarios:  educación,  salud,  y mantenimiento.  Cada  pueblo  cuenta  con  su  dispensario  y  acaban  de  inaugurar  unhospital.  Asimismo, más  de  doscientas mil  personas  (el  1,5%  de  la  población  del  país)  ha  pasado  por  su Centro  de  Acogida,  donde

reciben ayuda temporal y son encaminados a reorientar sus vidas.

A  mediados  de  2004,  viajé  allugar  para  escribir  un  librosobre  la  vida  del  padre Opekay  la  obra  de Akamasoa. Habíaconocido a Pedro un año antesen  la  Argentina,  cuando  vinopara celebrar el cumpleaños desu  nonagenario  padre,  LuisOpeka.  Su  personalidad  meimpactó  desde  el  primermomento,  lo  mismo  que  le  haocurrido  a  quienes  lo  han

propuesto varias veces para el “Premio Nobel de la Paz”. Pedro es un líder nato que combina valentía con dulzura, porque como dice él“ambas van de la mano”. A su condición de sacerdote misionero, agrega las de deportista, constructor y filósofo de la promoción social.“El  asistencialismo,  cuando se  vuelve permanente  (excepto en  los  casos de ancianidad,  niñez o  incapacidad)  termina  convirtiendo endependiente al sujeto de la asistencia y Dios vino al mundo para hacernos libres, no esclavos”. Según Pedro, no existe una receta únicapara salir de la pobreza. “Se sale con el corazón y la voluntad, con el trabajo duro y el esfuerzo”.

Para él, la única forma de que los pobres y excluidos recuperen su dignidad es “através del trabajo y la educación”. De allí que en Akamasoa todo esté centrado enello, como pude comprobar durante mis  tres semanas de estancia en el  lugar. Elgran  secreto  de  esta  obra  humanitaria,  ha  sido  saber  canalizar  los  recursosrecibidos de  la ayuda externa  (tanto de alimentos como de materiales) en obrasconcretas  y  perdurables  en  el  tiempo:  viviendas,  escuelas,  dispensarios,  calles,terrenos deportivos. Generando, a  la vez,  fuentes de empleo para  los habitantesde  los pueblos, pero sin cerrar  la comunidad, sino, por el contrario, manteniendola misma abierta al resto de la sociedad. De allí que muchos de los habitantes deAkamasoa  trabajen  fuera  de  la  Asociación  y  que  miles  de  niños  y  enfermosvenidos de afuera sean atendidos y educados por ellos.

“Lo que ocurre en muchos países en vías de desarrollo es que  los recursos disponibles para  la acción social son mal utilizados por elEstado”, afirma Pedro. En cambio, en Akamasoa, cada donación que  ingresa  tiene un destino prefijado y controlable por parte de susbenefactores.  Pero  para  Pedro  y  los  habitantes  de  Akamasoa  no  basta  con  ello,  sino  que  se  han  fijado  como  meta  llegar  a  laautosuficiencia económica en junio del 2006. “Cuando ya estén terminadas todas las viviendas definitivas, entonces haremos una granfiesta”. 

El objetivo está trazado y es lo que impulsa a toda la comunidad, no exenta de los problemas que a diario se les presentan, a vivir en laesperanza  de  lograrlo.  El  optimismo  se  basa  en  los  resultados  obtenidos  hasta  ahora,  donde  cada  piedra,  puerta,  habitación,  sala  otecho,  ha  sido  cimentada  por  el  propio  esfuerzo  de  los  habitantes  del  proyecto.  Pedro  apuesta  fundamentalmente  a  las  nuevasgeneraciones nacidas y educadas en Akamasoa. A esos ocho mil quinientos chicos, algunos de  los cuales ya están en  la Universidad.Ellos son la mejor prueba de que salir de la pobreza es posible si al ser humano se le dan oportunidades y herramientas para lograrlo.“Prefiero que un día me echen de aquí por haberlos hecho trabajar, a que me levanten un monumento diciendo que el padre era muy

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Publicadas por Jesús María Silveyra a la/s 2:23 p. m.   Etiquetas: Pedro Opeka

bueno y nos daba todo sin exigirnos nada a cambio”.

“Todo  esto  es  obra  de  la  Providenciasumada  al  esfuerzo  de  la  gente”,  medecía  el  padre Opeka. Providencia  a  laque  a  diario  imploran  muchos  de  sushabitantes  en  las  capillas  diseminadasen los pueblos y a la que rinden culto enlas  misas  dominicales  que  se  realizanen  Manantenasoa.  Allí,  pese  a  que  notodos  los  pobladores  son  católicos(representan el 25% de la población delpaís),  se  congregan  normalmente  másde seis mil personas para dar gracias aDios  por  los  dones  recibidos  y  hacenerizar  de  emoción  la  piel  de  cualquiervisitante.

De  regreso  a  la  Argentina  y  ante  elestado  de  pobreza  y  marginalidad  queengloba  a  buena  parte  de  nuestrapoblación,  vivo  preguntándome  si  laexperiencia  del  padre  Pedro  yAkamasoa  serían  aplicables  aquí.  Larespuesta  es  sencilla:  depende  denuestros  dirigentes.  O  se  utilizan  losrecursos  disponibles  para  promover  alhombre generando empleo y educación,

o  seguiremos  navegando  en  los  mares  de  un  asistencialismo  vacío  que  lomantendrá  en  la  dependencia. Para  ello,  la  definición  que me daba Pedro  de  lacompasión  humana,  puede  servir  de  referencia.  “Compadecerse  del  otro  estenderle una mano para sacarlo de donde está”.

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1 comentario:Anónimo dijo...

Encontré este blog y estas fotos y me doy cuenta de que has descripto el Lugar de Esperanza como lo reflejan las imágenes. Me nutren,me enseñan y a los que te leemos nos das ánimo para poner nuestro granito de arena. Gracias. Virginia.

8:20 a. m.

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