jerarquia

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1 JERARQUÍA Exploraciones de Augusto de Franco en LA MATRIX REALMENTE EXISTENTE

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Page 1: JERARQUIA

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JERARQUÍA

Exploraciones de Augusto de Franco en

LA MATRIX REALMENTE EXISTENTE

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HIERARQUIA: Explorações de Augusto de Franco em A MATRIX REALMENTE EXISTENTE

Augusto de Franco, 2012.

Versão Beta, sem revisão.

Traducción al español by Lía Goren.

La versión digital de esta obra fue entregada al Dominio Público, editada con el

sello Escola-de-Redes por decisión unilateral del autor.

Dominio Público, en este caso, significa que no existe, en relación a la versión digital de esta

obra, ningún derecho reservado y protegido, a no ser el derecho moral del autor a ser

reconocido por su creación. Es permitida su reproducción total o parcial, por cualquier medio,

sin autorización previa. Así, la versión digital de esta obra puede ser – en su forma forma

original o modificada – copiada, impresa, editada, publicada y distribuida con fines lucrativos

(vendida) o sin fines lucrativos. Solo no puede ser omitida la autoría de la versión original.

Escola-de-Redes es una red de personas dedicadas a la investigación sobre redes sociales e a la

creación y transferencia de tecnologías de netweaving.

http://escoladeredes.net

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3

SUMARIO

PRESENTACIÓN | De repente usted ve la Matrix

INTRODUCCIÓN | ¿Existe la Matrix?

PARTE 1 | Como la Matrix es cargada en usted

En la familia

En la escuela

En la iglesia

En las organizaciones sociales y políticas

En el cuartel

En la universidad

En el trabajo

PARTE 2 | ¿Es posible salir de la Matrix?

Para salir de la Matrix

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Volverse una persona común

Notas y referencias

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PRESENTACIÓN

DE REPENTE

USTED VE LA MATRIX

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DE REPENTE, UNA VENDA CAYÓ DE SUS OJOS y usted ve: La Matrix. Y

usted la ve en todo lugar: en su casa, en la escuela, en la iglesia, en la

empresa, en el comercio, en una partida de fútbol, en el tránsito, en los

locales de atención al público, en las medias sociales...

Para ver la Matrix basta detenerse un instante y observar el

comportamiento de las personas privadas. ¿Quiere un ejemplo? Observe

las filas de los bancos. Cuando aquél paciente cliente llega a la caja,

después de esperar una eternidad, el va a tardar tanto o más de los que

estaban antes. Es como si dijese: “–Ahora llegó mi turno de hacer lo que yo

quiera, entonces voy a conversar bastante con el empleado, voy a

preguntar de todo, charlar sobre todas esas cosas, aprovechar para

realizar varias operaciones... Que esperen los demás (como yo esperé)

porque ahora llegó mi turno.” Ese es un comportamiento típico de la

persona privada (no común). Mas es increíble como las personas que

reproducen ese comportamiento no se dan cuenta.

¿Quiere otro ejemplo? Observe con atención su muro de Facebook o su

timeline de Twitter. Verá multitudes de amigos o seguidores hablando

sólo del bien, de lo bello, de lo verdadero. Usted verá personas

escribiendo sobre ética, valores, consciencia, transformación de la

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7

sociedad, verá personas posteando fotos de gatitos tiernos, perritos con

moñitos, niños rubicundos con hermosas sonrisas, paisajes fantásticos...

Estas personas creen (o, algunas veces, ni siquiera creen, porque están

actuando inconscientemente) que, así, estarían redimiéndose de algún

pecado (y librándose de la culpa de no ser lo suficientemente buenas.

Imaginan (o hasta no imaginan, sino que actúan como si imaginasen) que

construyendo una persona (pública) identificada con el bien, lo bello y lo

verdadero, estarían perfeccionándose (dado que evalúan que no son

suficientemente buenas), reparando algún defecto que, supuestamente,

habrían traído: ¿de donde? Pues claro, ellas no saben y el hecho de no

saber pero aun así actuar (en el sentido psicoanalítico del término) de ese

modo, explica todo (a pesar de que, para ellas mismas no explique nada,

dado que estas personas no están buscando explicaciones para lo que es

como debería ser) .

Lo más interesante que usted verá en las medias sociales son las

multitudes conmemorando los viernes! Y otras multitudes compartiendo y

retuiteando esas manifestaciones de esclavos. Automáticamente. Pero

¿de qué quieren ellas escapar los fines de semana? Si usted quiere

saberlo, entre en una organización jerárquica. Cualquiera de ellas. Y

observe allí como las personas se relacionan en esos ambientes extraños,

como si no fuesen ellas mismas... Si, son autómatas.

Durante varias décadas estuve observando ese comportamiento de

rebaño. Imaginando, sin saber explicarlo adecuadamente, que la jerarquía

introduce deformaciones en el campo social capaces de inducir a las

personas a replicar ciertos comportamientos.

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8

Comencé entonces a hacer exploraciones en el espacio tiempo de los

flujos, para tratar de captar la estructura y la dinámica que estaría por

detrás de esa matriz que produce réplicas.

Hasta que, de repente, vi una cosa espantosa. Y lo que vi fue un ser no-

humano –un monstruo– representado en la figura de abajo:

Fue así, entonces, que vi la Matrix. Y cuando la vi me espanté. La imagen

es aterrorizante. Me recuerda aquellas naves de alienígenas predadores

del filme de Roland Emmerich (1996) Independence Day.

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9

No por casualidad. Las organizaciones jerárquicas de seres humanos

generan seres no-humanos. Pero alguna cosa impide que las personas

vean eso. He aquí la razón por la cual resolví escribir este librito.

São Paulo, final del invierno de 2012.

Augusto de Franco

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INTRODUCCIÓN

EXISTE LA MATRIX?

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EL TÍTULO ORIGINALMENTE PLANEADO para este texto era afirmativo: “La

Matrix Existe”. Hasta abrí un grupo en Facebook, exactamente con ese

nombre, para reunir reflexiones sobre el tema. A medida que rodaba la

conversación en el grupo seguía, todavía, siendo asaltado por dudas

crecientes.

Como es sabido, la idea de la Matrix surgió con la trilogía cinematográfica

de los hermanos Wachowski – The Matrix (1999), The Matrix Reloades

(2003) y Matrix Revolutions (2003) – cuyo argumento en el primer film fue

razonablemente presentado por las distribuidoras más o menos así: “En

un futuro próximo, el joven programador Thomas Anderson, un hacker

cuyo seudónimo es Neo y que vive en un oscuro cubículo, es atormentado

por extrañas pesadillas en las que se encuentra conectado por cables y

contra su voluntad, a un inmenso sistema de computadoras del futuro. En

todas esas ocasiones se despierta gritando en el momento exacto en que

los electrodos están por penetrar en su cerebro. A medida que el sueño se

repite, Anderson comienza a tener dudas acerca de la realidad. Por medio

del encuentro con los misteriosos Morpheus y Trinity, Thomas descubre

que, al igual que otras personas, es víctima de la Matrix, un sistema

inteligente artificial que manipula la mente de las personas creando la

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ilusión de un mundo real, en tanto usa los cerebros y los cuerpos de los

individuos para producir energía. Morpheus está convencido de que

Thomas es el esperado mesías capaz de enfrentar la Matrix y conducir a

las personas de vuelta a la realidad y a la libertad.”

La tesis central del filme – me refiero no sólo al primero, sino a la trilogía

completa (1999-2003) – fue así vista por algunos: “Lo que

experimentamos como realidad es una realidad virtual artificial generada

por la ‘Matrix’, el megacomputador acoplado a nuestras mentes” (1). Y, de

cierto modo, fue esa la visión que se generalizó. Pero yo no tenía tal

aprehensión de la metáfora. Captaba su lado social, no su lado, por así

decirlo, tecnológico. Inclusive, porque creía (y continúo creyendo) que

toda ‘realidad’ es virtual, en un sentido ampliado del término.

Por otro lado, el film nos entrega también una visión conspiratoria. Como

si existiesen centros manipuladores responsables por la alienación masiva

de las personas. Tampoco pienso así. No existe un Gran Hermano

(humano o extra-humano) que todo lo controla. Creo que la Matrix, si

existe, solo existe porque es replicada por nosotros, continuamente (como

escribí en 2009, en el texto “Você é o inimigo”) (2). Trabajar con la

metáfora de la Matrix significa, para mi, rechazar la hipótesis de que existe

un culpable, un enemigo universal responsable por todo mal que nos

asola.

Entonces, transformé el nombre originalmente imaginado en una

pregunta y la puse como título de esta introducción. La temática social (o

antisocial, en un sentido maturaniano del término) permanece todavía.

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Las personas continúan reproduciendo comportamientos muy semejantes

– que deforman el campo social – como si estuviesen bajo la influencia de

un mismo sistema de creencias, valores, normas de comportamiento y

patrones de organización; o como si rodasen un programa básico que fue

instalado en sus mentes y creen que el mundo (o ‘la realidad’) es

justamente así.

Ahora, eso evoca la metáfora del filme The Matrix, en la cual las máquinas

poderosas, con inteligencia artificial, controlan la humanidad cautiva y las

personas van viviendo sus vidas, monótonas o frenéticas, en sus modernas

colmenas humanas, sin saber de eso, tomando la apariencia por la

realidad.

Existe un paralelo que da sentido a la aprehensión social de la metáfora.

En la Matrix realmente existente, las personas no ven que su

comportamiento replicante deforma el campo social. Ellas creen que el

mundo social solo puede ser interpretado por medio de un conjunto de

creencias básicas de referencia, que toman por verdades evidentes por sí

mismas, axiomas que no carecen de corroboración. Ejemplos de esas

creencias son las de que:

El ser humano es inherentemente (o por naturaleza) competitivo.

Las personas siempre hacen elecciones tratando de maximizar la

satisfacción de sus propios intereses materiales (egoístas).

Sin líderes destacados no es posible movilizar y organizar la acción

colectiva.

Nada puede funcionar sin un mínimo de jerarquía.

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Estas creencias básicas resultan en parámetros del programa que fue

instalado en las personas. Entonces, ellas no se dan cuenta de que, al

actuar con base en esos presupuestos (en general no declarados, pero

siempre presentes), reproducen la realidad social que fue deformada. En

otras palabras, ellas no perciben la deformación: porque todo el mundo

sabe que es imposible ser de otro modo.

Estas creencias comunes, que nada tienen de científicas (aunque sean

justificadas con base en la verosimilitud científica) están rodando –como

un malware – en la nube social que llamamos mente. Y están tan

profundamente instaladas en la planta bajo – o fondeadas como

preconceptos en el subsuelo de las conciencias (sea lo que eso fuera)– que

no pueden siquiera ser percibidas. En general, las personas no saben que

están actuando dentro del “horizonte de eventos” configurados por ellas.

Como la conocida anécdota de aquél tipo que “no sabía que era imposible,

fue allí y lo hizo”, las personas, en general, no hacen nada diferente – que

contraríe estas prescripciones básicas de funcionamiento del mundo social

– porque saben que es imposible.

Evidentemente, Estamos ocupándonos aquí de la cultura, quiero decir, de

la transmisión no-genética de comportamientos, de un programa que

rueda en la red social deformando el campo (3). Un software que modifica

o hardware. Un hardware que, una vez modificad, induce la replicación

del software; o sea, instala automáticamente el programa en las personas

que a él se conectan.

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La cultura de la que nos estamos ocupando es aquella que se viene

replicando hace algunos milenios, desde que la red social fue verticalizada

con la concreción de instituciones centralizadas. Algunos la llaman cultura

patriarcal o guerrera. En verdad, su surgimiento coincide con lo que

llamamos civilización (palabra que la argucia de William Irwin Thompson

tradujo correctamente por militarización) (4). Pero se trata apenas de la

cultura jerárquica.

En un sentido general, se aplica la palabra jerarquía para designar

cualquier arreglo de ítems (objetos, nombres, valores, categorías) en los

cuales estos ítems son representados como estando “encima”, “abajo”, o

“en el mismo nivel” de otro. En matemática, este concepto designa un

conjunto ordenado o un grafo dirigido sin ciclos direccionados (grafo a-

cíclico dirigido, abreviado por DAG – Directed Acyclic Graph). Pero este es

un sentido deslizado del original. El término surgió para designar órdenes

de seres intermediarios entre entidades celestes y terrestres (y fue usado,

por ejemplo, por Pseudo-Dionísio, el Areopagita, en el siglo V, para

designar los coros angélicos).

La palabra jerarquía viene de la palabra latina hierarquia que, a su vez,

viene de la palabra griega ἱεραρχία (hierarchía), de ἱεράρχης (hierarchēs),

aquél que era encargado de presidir los ritos sagrados: ἱερεύς = hiereus,

sacerdote, de la raiz ἱερός = hieros, sagrado + ἀρχή = arché, tomada en

varias acepciones conexas como las de poder, gobierno, orden, principio

(organizativo).

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La jerarquía es un poder sacerdotal vertical que se instala en una sociedad

instituyendo artificialmente la necesidad de la intermediación por medio

de separaciones (entre superiores e inferiores). En general, es

representada por la pirámide (pocos en la cima y muchos en la base) o por

la araña (que tiene una cabeza y varios brazos o piernas, en oposición a

una estrella de mar, que no tiene centro de comando y control). La

Jerarquía celeste (con sus serafines, querubines, tronos, dominaciones,

potestades, virtudes, principados, arcángeles y ángeles) y la jerarquía

militar (con los generales, coroneles, mayores, capitanes, tenientes,

sargentos, cabos y soldados) son los ejemplos más comunes,

paradigmáticos, de jerarquía. Cualquier patrón de organización que

introduce anisotropías en el campo social direccionando flujos es

jerárquico (sea una organización estatal, empresarial o social, religiosa o

laica, militar o civil). El organigrama básico de un órgano de gobierno, de

una empresa o de una entidad de la sociedad civil ilustra el patrón de

organización jerárquico (las denominaciones particulares de las

posiciones, funciones, cargos o patentes, poco importan):

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La jerarquía es un patrón de organización que se reproduce como un todo.

Es una deformación en el campo social que afecta todos los eventos que

ocurren en ese campo porque condiciona el flujo interactivo a pasar por

determinados caminos (y no por otros).

Desde el punto de vista de la topología de la red social, jerarquía es

sinónimo de centralización. Hay poder – en el sentido de poder de mandar

a otros – en la exacta medida en que hay centralización (o sea,

jerarquización).

Para entender mejor ese punto de vista es necesario examinar los

diagramas de Paul Baran (1964), publicados en el famoso papper “On

distributed communications” (5), para percibir las deferencias entre

patrones: centralizado, descentralizado y distribuido.

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En el diagrama (B) de la figura de arriba tenemos el patrón

descentralizado que no representa una topología sin centro, sino, por el

contrario, una configuración multicentralizada. Este patrón no es otra cosa

que una jerarquía (con correspondencia con un organigrama de cualquier

entidad jerárquica, como lo representado en la figura anterior).

La jerarquía es una intervención centralizante en la red social (o una

deformación verticalizante del campo social) que permite excluir nodos

(desconectar o eliminar personas), apartar clusters (separar o eliminar

atajos) y suprimir caminos (obstruir flujos, filtrar o eliminar conexiones).

Sin hacer alguna de esas tres cosas es imposible erigir una jerarquía (o

ejercer poder sobre los otros: lo que es lo mismo). En redes totalmente

distribuidas no hay como hacer nada de eso. En tanto, las redes sociales

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realmente existentes no son, en general, totalmente distribuidas, sino que

presentan grados diferentes de distribución (o, inversamente, de

centralización) (6).

Pero sin eso – sin centralización, sin la posibilidad de ejercer poder sobre

los otros – se dice (dice la cultura jerárquica), nada podría funcionar: las

personas no podrían ser educadas, no aprenderían a respetar las reglas

que garantizan la coexistencia social y acabarían entregándose a una

guerra de todos contra todos (porque “la bestia humana no sería

domada”), las sociedades no evolucionarían, no tendríamos la filosofía, la

ciencia, el arte, las técnicas, en fin... el progreso. Estaríamos aun en la

edad de piedra. En la Matrix, las personas creen en eso o se comportan

como si lo creyesen, lo que es la misma cosa.

Según ese punto de vista, por lo tanto, la jerarquía es la Matrix realmente

existente.

Al vivir en sistemas jerárquicos usted se transforma, en alguna medida, en

un autómata y un replicante de la Matrix (una especie de unidad borg) (7).

Si, en ese sentido, existen algunas cosas que evocan fuertemente la

Matrix. Entonces, es mejor llamar a las cosas por su nombre.

Lo que viene a continuación son exploraciones imaginativas en la Matrix

realmente existente, lo que significa, libres investigaciones sobre la

jerarquía.

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PARTE 1

CÓMO LA MATRIX

ES CARGADA

EN USTED

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EN LA MATRIX REALMENTE EXISTENTE un programa patrón –o programa

jerárquico – es cargado en usted. Eso sucede cada vez que usted se

conecta a una organización jerárquica o sufre la influencia de un campo

social deformado por una jerarquía.

Así, el programa jerárquico es instalado inicialmente en las personas

durante su infancia y juventud. En general, hoy día, ese proceso debe ser

completado hasta la mayoría de edad (el tiempo de implantación es, por

lo tanto, de siete a ocho mil días). Es un programa de obediencia. Su

objetivo es restringir los grados de libertad y desestimular la cooperación.

Su consecuencia más nefasta es matar la creatividad (o, en un juicio más

riguroso, dificultar que se forme aquello que ya fue llamado el alma

humana).

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En la familia

La infección comienza en la primera infancia. La institución encargada de

esa primera tarea es la familia (la familia monogámica nuclear, en los días

que corren). Su tarea es: inicializar el programa de control (no se pude

olvidar que aquí ya ser revela lo que la Matrix es). La Matrix se trata de

control.

Sí, comienza bien temprano. Gerda Verden-Zöller (1978-1982) fue a la raíz

del proceso por el cual la criatura es deshumanizada por los padres. Ella

desenmascara el comportamiento controlador en la relación materno-

infantil “cuando la madre, en las interacciones con sus hijos, está atenta a

su futuro y las usa para educarlos, preparándolos, precisamente, para

alcanzar dicho futuro. Cuando esa dinámica intencional se establece en la

relación materno-infantil, la madre deja de ver a sus hijos como individuos

específicos y restringe sus encuentros con ellos a esa condición [de

educadora]. En la medida en que tal restricción ocurre, un abrazo deja de

ser un abrazo como acción de plena aceptación del ser específico de los

huijos que se abraza. Se transforma en un presión por cierto

direccionamiento. Del mismo modo, la mano que ayuda deja de ser una

apoyo a la identidad individual de la criatura y se transforma en una guía

externa que niega esa identidad” (8).

Viendo al niño o la niña o al bebe como un futuro adulto, los padres no los

aceptan como son en el presente, sino como lo que deben ser en el

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futuro. Transforman así a los hijos en objetos de un proceso educativo. No

juegan realmente con sus hijos e hijas porque no encaran lo que hacen

con ellos como algo que tenga valor en sí (sin ningún otro propósito que la

propia interacción en el presente), sino que siempre, en alguna medida,

como una preparación para el futuro. Como consecuencia, los niños y las

niñas no son considerados como interactuantes válidos por lo que son y sí,

solamente, en la medida en que se hacen cargo de las expectativas de los

padres, al cumplir el papel que los padres de ellas esperan. Permanecen

dependientes de la aprobación (inicialmente de los padres y, después, de

cualquiera que cumpla la misma función de control sobre ellos). Y pasan a

poner a la aprobación “de arriba” en el lugar del reconocimiento

horizontal de su identidad en una comunidad. Es así que tienen inmensas

dificultades de desarrollar su conciencia social (o, en un juicio más

riguroso, de formar aquella cualidad del alma que llamamos humanidad).

La mayor parte de las veces, la madre y el padre no juegan gratuita y

desinteresadamente con el hijo. Quieren educarlo, quieren moldearlo

para que el sea “alguien en la vida”, quieren que se vuelva una copia de lo

que ellos mismos fueron (o son) o una superación proyectada de lo que no

son: en una especie de venganza compensatoria, quieren que sus hijos

consigan ser (o tener) lo que ellos no fueron (o tuvieron). Cuando esto

acontece, los niños y las niñas dejan de ser lo son, dejan de ser niños o

niñas y pasan a ser proyectos de adultos, adultos incompletos que

precisan ser formateados para que se completen según los proyectos

paternos.

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He ahí la primera lección embutida en el programa: usted no puede ser lo

que es en su libre interacción con los otros, sino que tiene que

transformarse – tiene que ser remendado, como si tuviera un defecto de

fábrica – a partir de las directivas de otros (los que están encima suyo). Si

no hiciera eso, no sería aceptado como sujeto válido. Pero hay una

segunda lección.

La familia privatiza el capital social. La niña o el niño aprenden la

desconfianza cuando oye a la mamá recomendar: ¡No yaya a dejar que

sus amiguitos le rompan sus juguetes; ellos son suyos, no de ellos!” Desde

la tierna edad los hijos son enseñados a separar lo que es “nuestro” de lo

que “es de los otros”. Son enseñados a aceptar (o tolerar) al otro en su

espacio de vida, pero con restricciones. Son enseñados a que, de cierto

modo, ellos (los otros) son menos legítimos. Y así, desde pequeños, los

hijos son incentivados a destacarse de los demás (de los hijos de otras

familias): son recompensados cuando traen notas más altas, cuando les va

bien (de preferencia mejor que sus colegas) en las pruebas, cuando

vencen en los concursos, competencias y torneos; y son amonestados (o

por lo menos no elogiados) cuando no están en primer lugar o no

sobresalen de algún modo. Las razones para esa pedagogía conductista de

recompensas y castigos nunca son expuestas abiertamente. Porque sus

conductores tampoco saben lo que están haciendo. O porque no es

necesario.

Sus hijos son más iguales que los otros hijos. Eso tampoco precisa ser

dicho: las niñas y los niños aprenden todo sólo con ver el comportamiento

recurrente de los padres. Aquel tratamiento que deberíamos dispensar a

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los amigos lo reservamos a “los de nuestra sangre”. Para ellos sí, hacemos

cosas gratuitamente. Para los amigos, sin embargo, tratamos todo en base

a la reciprocidad (tal como los economistas toman y deforman el

concepto): yo lo ayudo hoy, pero usted queda en deuda conmigo y debe

ayudarme más adelante. Esto, es claro, es implícito, es tácito, raramente

declarado, sin embargo forma parte del código de tratamiento con los

extraños: sí, los otros, los que no son de mi familia, los que no tienen

partes significativas de mi DNA o que no convivieron siendo parte de la

red cerrada que se conformó en torno de mi “cuna”, esos no son “míos”,

son “suyos” (o de alguien) y es usted (o alguien que no soy yo) quien debe

cuidar de ellos.

Es así que cada uno de esos núcleos que llamamos familia conforma una

unidad de protección contra la interacción, un destacamento prevenido

contra el mundo exterior (contra el otro, sobretodo el otro imprevisible).

Entonces, esta es la segunda lección incrustada en el programa: la

separación, la no aceptación plena de los “de afuera”, la desvalorización

del otro (que nunca más será encarado como otro yo mismo) y la

sobrevalorización de un inner circle, compuesto por los “de adentro”, (y de

esto, el adulto así producido, nunca más va a conseguir librarse: va a pasar

la vida entera intentando crear o adherir a grupos propietarios cerrados

en los cuales, los “de adentro” valen más que los “de afuera” y en el que el

otro solo es aceptado en la medida en que deje de ser el mismo para

transformarse en un “nos” organizacional).

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Mas el programa, en su versión básica full, solo es instalado también en la

escuela (actuando como iglesia) y, en algunos casos, en la iglesia

(actuando como escuela), como veremos en los próximos tópicos.

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En la escuela

Muy bien. Ahí la niña o el niño entra en la escuela y, como se dice, escapa

do espeto para cair na brasa (i). No es de casualidad que los niños y las

niñas, en general, no gustan de ir a la escuela (con la excepción, en

general, del preescolar, donde pueden jugar, lo que quiere decir, ser lo

que son: niños y niñas). Y no es porque sí que, más tarde, cuando ya son

jóvenes, conmemoran efusivamente la salida de la escuela, como si

hubieran reconquistado la libertad después de cumplir una condena (se la

escuela fuese buena pare ellos, lamentarían tener que dejarla, ¿no es

cierto?.

Entonces las niñas y los niños entran (o sea, que son compulsivamente

aprisionados por determinación de la familia y del estado) en una

institución estructurada para protegerla de la experiencia del libre-

aprendizaje que hasta ese momento estaba teniendo. Pero ahora no.

Ahora ellos van a aprender no lo que ellos quieren realmente aprender y sí

lo que alguien quiere que ellos aprendan. El nombre de eso es enseñanza.

Rápidamente, los niños y las niñas aprenden que no vale la pena

rebelarse. Luego, se dan cuenta de que resistir es inútil: he ahí la primera

lección. Como escribió Bob Black (1985), ahora ellos están en uno de esos

i Literalmente: “escapa del hierro de grillar para caer en las brasas de la parrilla (N. De la T.)

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“campos de concentración para adquirir el hábito de obediencia y de la

puntualidad que tanto necesita un trabajador” (9).

Sí, ellos están siendo formateados para trabajar para alguien o, en casos

excepcionales, para servir y reproducir un sistema que obligará a alguien a

trabajar para otros. Para lograrlo, van a recibir un implante, un conjunto

de parámetros que asegurarán que el programa en ellos será instalado por

la escuela y podrá rodar sin problema. Este software especial, que será

cargado por las niñas y los niños, es la versión básica del “programa-

esclavo” (o, en casos excepcionales, del “programa-esclavizador”: en

verdad, las rutinas básicas de ambos programas son las mismas).

Al contrario de lo que se propaga, al entrar en la escuela, los niños y las

niñas no entraron en un ambiente capaz de enseñar o acelerar su

aprendizaje, ni tampoco en una institución de transferencia de

conocimientos. Los conocimientos existe, por cierto, pero son sólo la

disculpa legitimatoria, el producto aparente que justifica la existencia de la

fábrica o el lubricante para que la máquina no funcione en seco. Cualquier

cosa sirve, inclusive, para mantener en el siglo 21 currículos que tenían

sentido en la Edad Media. Porque lo fundamental es el programa que será

instalado. Es para eso que ellos están allá. En la escuela.

Pero para eso, la escuela precisa ser una institución heterodidáctica.

Precisa desestimular fuertemente el autodidactismo (aprender por sí

mismo buscando e inventando) y prohibir – o restringir la interacción al

punto de inviabilizar en la práctica – el alterdidactismo (aprender con el

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otro, co-creando y compartiendo). Si la escuela no fuese basada en el

heterodidactismo no tendría razón de existir.

El heterodidactismo se realiza por medio de la separación fundamental de

cuerpos que funda la escuela: la separación entre un cuerpo docente y un

cuerpo discente. Esta separación da origen a una subordinación: los

discentes son sub-ordenados en relación a los docentes. He ahí la primera

subordinación que los niños y las niñas experimentan fuera de su nido

familiar. Algunos otros – que no pertenecen a su familia (su primera

comunidad) – van a poder ahora decir lo que ellos deben hacer, van a

poder mandarla. Y serán sus propios padres los que avalan tal

subordinación. Aquellos mismos padres que la previnieron de los

extraños, ahora –paradoja para los niños y las niñas– van a decirle que hay

un tipo de extraño al que ella debe acatar: su maestro o maestra. A fin de

suavizar ese proceso, extremadamente violento en términos psicológicos

para los niños y las niñas, la maestra [en Brasil] es llamada “tía” (para

mantener el enlace con las relaciones familiares que ellos ya conocen: es

sólo una forma de engañarla dulcemente), lo que es facilitado en virtud de

la inmensa mayoría del cuerpo docente en la enseñanza básica,

compuesto por mujeres (sí, eso también forma parte del sistema).

Entonces, los chicos y las chicas son enseñados a obedecer. Hay un

desplazamiento. Obedecer a los padres es una preparación para obedecer

a los profesores. Obedecer a los burócratas de la enseñanza (los

profesores) será una preparación para obedecer a los burócratas

religiosos (los padres, pastores, rabinos, imanes y otros sacerdotes).

Algunas veces ese proceso es concomitante, cuando la primera

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experiencia heterodidacta acontece en la escuela y, simultáneamente, en

alguna iglesia (por medio de la catequesis), o cuando la escuela es

religiosa, o cuando todo eso es abierta y escandalosamente la misma cosa

(como una madrassa). Obedecer a los padres y los profesores es una

preparación para obedecer a los jefes en general (en las futuras

organizaciones sociales, estatales o empresariales de las que ellos

formarán parte cuando sean jóvenes o adultos).

El hecho es que las niñas y los niños continúan buscando la legitimación

para lo que hace en alguien que está encima de ellos y fuera de su

interacción con sus pares. La escuela se organiza como una cápsula,

separada de la comunidad, protegida de la interacción con la vecindad por

cercas, muros, grados, puertas, cerraduras (y dentro de la escuela, muchas

veces, las puertas están siempre cerradas, solamente el empleado que

carga las llaves puede abrirlas, siempre que eso sea autorizado por la

dirección del establecimiento). No hay una interacción significativa entre

este ambiente cerrado, comandado y controlado por un director, y las

personas de la comunidad donde se sitúa la escuela. Con rarísimas

excepciones (que confirman la regla), los padres y otros parientes, los

vecinos y los amigos de las niñas y los niños, no pueden interferir en el

proceso pedagógico al que ella está siendo sometida.

En la escuela, las niñas y los niños serán aceptados en la medida en que

respondan correctamente a las expectativas venidas desde arriba, de una

burocracia, de una orden instituida top down. La escuela (o, algunas veces

la iglesia) es la primera experiencia de los niños y niñas de ser poseída por

una entidad no-humana (monstruosidad que, a despecho de todos los

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31

problemas ya mencionados anteriormente, no acontece en la familia=. Al

entrar en uno de estos campos sociales deformados, ellos, son violados,

por primera vez, por una jerarquía.

La principal violación es la prohibición de jugar. Al entrar en la escuela, los

chicos no pueden ya jugar a no ser en períodos determinados, bajo rígidas

condiciones de continua vigilancia. Es la llamada hora del recreo y, si hay

un recreo como forma de distracción, eso significa que todo el resto del

tiempo en ellos están aprisionados en la escuela es trabajo, obligación,

pena, yugo. La hora del recreo evoca aquellos baños de sol a los que los

presidiarios tienen derecho periódicamente.

En su origen, la palabra recrear se refería al acto de crear, de producir algo

nuevo. Es recreando que los niños y las niñas aprenden. Pero la escuela no

es sobre aprendizaje y si sobre enseñanza. La enseñanza es el proceso

forzado, fatigoso. Entonces, el recreo fue resignificado para expresar una

especie de refresco terapéutico necesario para prevenir o remediar las

afecciones causadas por la enseñanza.

Los educadores (quiero decir, los enseñadores) argumentan que en el

preescolar (que era llamada jardín de infantes) los nenes y las nenas

pueden jugar. El problema es que, cuando entra en la escuela, ellos

todavía son niños y niñas, todavía están en la infancia. Toda la enseñanza

básica debería continuar siendo un jardín de infantes y debería ser

considerado como un período de aprendizaje infantil. Pero, en ese caso,

no se trataría de enseñar. Y entonces ¡no existiría la escuela!

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32

Otra violación importante es la prohibición impuesta a las niñas y los niños

de aprender lo que ella quiere aprender. En la escuela, ellos no tienen que

querer. Tienen que acomodarse a un currículo o a un conjunto de temas

(verticales o transversales, poco importa) previamente escogidos por la

burocracia de enseñanza e impuesto o reconocido y avalado por el Estado.

El resultado es que los chicos no aprenden libremente: es enseñanza

compulsiva. Y los problemas de aprendizaje que esta violación de la

libertad fundamental de aprender acarreará son, en verdad, problemas de

enseñanza (inclusive e incorrectamente llamados “trastornos de

aprendizaje” son, en su mayor parte, trastornos introducidos por la

enseñanza). Si dejáramos de querer enseñar y dejásemos a los niños y las

niñas aprender (lo que ella quiere aprender y no lo que queremos que ella

aprenda), la mayoría de esos trastornos, simplemente, desaparecerían y

no sería necesario impregnarlos con drogas pesadas (como el

metilfenidato, muy usado actualmente – y criminalmente) o doparlos (con

otras sustancias que actúan estructuralmente como anfetaminas).

La prohibición de aprender libremente – pues aprender sin ser enseñado

es subversivo: es un peligro para la reproducción de las formas

institucionalizadas de gestión de las jerarquías de todo tipo – viene

acompañada de la prohibición de inventar. En el fondo, es la misma cosa,

porque el aprendizaje es siempre una invención (en tanto la enseñanza es

una reproducción). Entonces, los niños y las niñas son desalentados de

inventar, crear, co-crear; en suma, de hacer la única cosa capaz de dejarlos

sin un medio social perturbado.

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33

Ellos serán aceptados, incluidos, validados y recompensados en la medida

en que sepan reproducir un contenido pretérito o un comportamiento

cognitivo esperado, no en la medida en que se aventure a generar,

individual o colectivamente, un nuevo contenido o un comportamiento

cognitivo inédito. Si ellos fueran encontrados dibujando durante una clase

de gramática, componiendo una música durante una prueba de ciencias o

elaborando un juego en su laptop durante una actividad de educación

física, serán amonestados. Si varios chicos se agrupan para hacer

cualquiera de estas cosas, será peor: el grupo será castigado, sus padres

recibirán notificaciones. Comportamientos desviantes del

heterodidactismo, sobre todo, cuando son colectivos, no pueden

permanecer impunes. Los enseñadores toman eso como una ofensa

personal.

Los educadores encargados de vigilar y castigar a los niños y las niñas no

se dan cuenta de que, procediendo así, están arrancando las raíces de la

creatividad de aquellos genios potenciales – y reales, si reales – de la

humanidad. Y ellos no se dan cuenta porque son autómatas, replicantes

de la Matrix. Ellos están cumpliendo su papel antisocial: están sólo

asesinando a Mozart al administrar esa extraña máquina de deformar

seres humanos. Como escribió Saint-Exupery (1939), “no hay jardineros

para los hombres. Mozart niño irá a la extraña máquina de deformar

hombres... Mozart está condenado... Es alguna cosa como la especie

humana, y no un individuo, que está herida, que está lesionada. Lo que me

atormenta es el punto de vista del jardinero... es ver a Mozart asesinado

un poco en cada uno de esos hombres (10).

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34

La instalación del programa se completa con la enseñanza de la

competencia. En la escuela, los chicos son desalentados a cooperar e

incentivados a competir con sus pares. Esa es la violación jerárquica en

estado puro, la principal consecuencia maléfica de la deformación

centralizadora del campo social o del direccionamiento vertical de los

flujos. La jerarquía constriñe la corriente para que fluya hacia la cima. Que

le vaya bien es subir, subir los peldaños de una escalera, pasar de año

recibiendo el grado correspondiente. Para eso, las niñas y los niños tienen

que ser arrancados del enmarañado que conforma con sus pares, tienen

que ser individualizados (o despersonalizados al ser desconectados de su

red de amigos) para poder recibir – siempre desde la cima – las

recompensas debidas a su esfuerzo solitario. Las evaluaciones son

individuales, no en un grupo que co-opera (por más que puedan existir

grupos que cooperen). El alumno recibirá tanto más aprobación cuanto

más se destaque de los semejantes en vez de aproximarse a ellos. La

solidaridad, la ayuda mutua, la cooperación, no son valores y no

componen los criterios de evaluación adoptados por la escuela. Cada cual

cuide de sí. Los otros, que se dañen. Es así que los chicos son enseñados

(quiere decir, deformados) para la competencia.

En la competencia, en rigor, vale todo (todo aquello que los sistemas de

comando y control no consiguen prohibir, cohibir o reprimir). Como para

la cultura competitiva la cosa más importante es llevar ventaja, en la

escuela, los chicos aprenden a hacer trampa.

La trampa principal es la copia. Siendo que la copia que, en verdad, no

debería ser trampa sino el impulso natural de compartir. Solamente vira

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trampa porque existe la prueba (individual). Si los desafíos del aprendizaje

fuesen colectivos, el “copiar” sería un comportamiento no sólo lícito, sino

deseable. La imitación o el “imitamiento” (cloning) es una fenomenología

de la interacción profundamente asociada al aprendizaje. Sólo

aprendemos cuando clonamos, lo que significa, en rigor, copiamos. Así es

con todas las especies vivas. Es por medio del cloning que las termitas

consiguen construir sus sofisticados nidos, cómo las aves del cielo

consiguen volar congregadas en formaciones tan sorprendentes (flocking),

y los peces del mar desempeñan aquellas evoluciones fantásticas

(shoaling). Todas las entidades auto propulsadas (self-propelled) que

interactúan se imitan unas a las otras. Los humanos también.

Las niñas y los niños aprenden imitando lo que perciben en su ambiente,

inicialmente clonando el comportamiento de los padres y hermanos y,

después, de los miembros de su enmarañado social ampliado (otros

parientes, vecinos y amigos). En la escuela, los chicos van a clonar el

comportamiento de los maestros y profesores, pero como en esa etapa ya

están conectados a una red social más amplia, serán fuertemente

desalentados a clonar también el comportamiento de sus compañeros. La

red social del grupo o clase escolar está centralizada en el profesor e

impedida así ser una red social distribuida. ¡Esto es jerarquía!

La jerarquía no consigue, mientras tanto, evitar las disfunciones que su

perturbación provoca en el campo social. La sociabilidad básica de los

humanos es cooperativa. Sin cooperación no podemos ser humanos (pues

el lenguaje mismo o el lenguajear y conversar presuponen cooperación).

Pero cuando el ambiente favorece actitudes competitivas y desalienta

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actitudes cooperativas, es inevitable que las patologías sociales e

individuales aparezcan como disfunciones.

La disfunción más comentada actualmente es el bullying. Es una dolencia

del ambiente y no de las personas. Los individuos abusivos (tiranitos o

bullies, que están en el origen de la palabra) sólo pueden comportarse

como tales cuando son despersonalizados por el sistema. Ellos son

síntomas de alguna dolencia colectiva que fue contraída por la red

centralizada. La supuesta necesidad de controlar o de dominar a los otros

no se manifestaría en los individuos si ellos viviesen en ambientes

diseñados para el control.

Parece obvio que para acabar con el bullying en las escuelas bastaría

acabar con las escuelas. Mientras esto ni siquiera está siendo planeado, el

asedio y el maltrato continuarán. Y el bullying ocurre prácticamente en

todos los ambientes centralizados o en todos los campos sociales

deformados por la jerarquía (en los espacios de trabajo, en las pandillas de

los barrios, en las organizaciones militares, etc.).

Al final de siete u ocho años de su transformación continua en objeto de

enseñanza, sirviendo como materia prima de la fábrica escolar, el servicio

está casi terminado. Las niñas y los niños capturados con seis o siente

años de edad fueron enseñados a conformarse con la restricción de su

libertad (pues resistir es inútil), fueron impedidos de jugar (pues lo que

vale es dedicarse a cosas serias, que tienen un objetivo y producen un

resultado), fueron desalentados a aprender lo que ellos quieren aprender,

a inventar, a crear y co-crear (pues nada de eso es importante y sí ser

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enseñado y saber reproducir las enseñanzas recibidas) y fueron inducidos

a competir (pues cooperar es un atraso en la vida y no lleva a ningún

lugar). En rigor, los niños y las niñas ahora están muertos – tuvieron su

infancia cegada – y lo que apareció en su lugar fue un joven formateado

para obedecer (y para sentirse culpable e inculpar a los otros cuando

transgreden). Listo. El programa jerárquico está cargado con éxito en su

versión básica.

Más tarde la misma escuela – o su versión vertical corporativa, la

universidad – enseñará al joven los argumentos para justificar todo eso.

En verdad, él aprenderá a repetir un montón de alegaciones basadas en

las creencias (ideológicas, que nada tienen de científicas) de que el ser

humano es inherentemente (o por naturaleza) competitivo, de que la vida

es una lucha en la que cada uno hace elecciones para maximizar la

satisfacción de sus propios intereses, de que sólo los vencedores cuentan

y los vencedores son los que hacen (individualmente) las elecciones

correctas y de que nada puede funcionar sin... jerarquía!

Pero mucho antes de saber racionalizar, los chicos que fueron infectados

en la escuela, que tuvieron instalados en sí mismos el programa-esclavo,

reproducirán con su comportamiento cotidiano el programa que

recibieron. Cada niño o niña escolarizado se transformará en un

‘escolarizador’ (y más tarde, convertirá a todas las organizaciones que

funde o de las cuales llegue a formar parte, en especies de escuelas). Es

así que el sistema jerárquico – la Matrix realmente existente – se

reproduce.

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En la iglesia

A menudo, la iglesia (y la religión) actúa sobre los niños y las niñas como la

escuela (transformándola en víctima de la enseñanza, en la llamada

catequesis). Sin embargo, la intervención religiosa va mucho más a fondo:

su objetivo es inculcar ideas implante, memes (programas) maliciosos

capaces de tornarla en replicante de configuraciones jerárquicas (en

general sacerdotales). Esta operación es realizada en un nivel de

profundidad que ninguna enseñanza laica conseguiría alcanzar.

En la iglesia, al niño y la niña le será enseñado que existe un único sistema

de creencias correcto y plenamente verdadero (aquél que está recibiendo,

es claro; y, por consiguiente, todos los otros serán incorrectos y falsos.

Aun cuando eso no sea dicho claramente, permanece implícito: de lo

contrario, ¿por qué estaría siendo catequizada en aquella religión y no en

otra? o ¿por qué no estaría recibiendo una iniciación ecuménica en todas

las tradiciones religiosas?

Es una experiencia casi de violación de lo humano esta de ser inoculado

con una idea perversa de negación de todas las demás creencias y de

invalidación de todas las otras conversaciones místicas diferentes de la

suyas. Por sí mismos, los niños y las niñas jamás llegarían a tal conclusión,

que es evidentemente estúpida. Eso tiene que ser impreso en ella,

marcado, se marca al ganado, con hierro y brasa (11)

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La separación entre fiel e infiel, la deslegitimación del infiel como un igual

y su negación, rechazo y exclusión, fue una de las cosas más perversas

introducidas por la jerarquía religiosa (en verdad, por la jerarquía, por lo

tanto, en un sentido más profundo, toda jerarquía es religiosa, es siempre

un poder sagrado, lo que significa, separado del vulgo, de lo profano) en

las sociedades. Eso no tiene nada que ver con la espiritualidad, con la

experiencia mística “en la cual una persona se vive a sí misma como

componente integral de un dominio más amplio de relaciones de

existencia... [y que] depende de la red de conversaciones en las que ella

está inmersa y en la cual vive la persona que tiene esa experiencia”, como

escribió Humberto Maturana (1993) (12) Esto se relaciona con el mismo

programa-esclavo en que la escuela existe para implantar.

Las ideas implante básicas varían de acuerdo a la tradición religiosa, pero

son más o menos las siguientes, hace milenios, por lo menos desde que

los patriarcas “indo-europeos” (lo que fuera que eso pudiera haber sido) –

al parecer, en las civilizaciones derivadas de las primeras formaciones

jerárquicas de la Mesopotamia antigua (o por ellas contaminadas) –

erigieron “una frontera de negación de todas las conversaciones místicas

diferentes a las suyas”:

En primer lugar, usted tiene que introyectar la idea de que es un ser

inferior y de que hay un ser superior, sobre-humano, al que usted tiene

que temer y al cual tiene que sujetarse (volviéndose un siervo de ese ser

superior: sí, la palabra utilizada es esta misma: “siervo”).

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En segundo lugar, usted tiene que creer que, aunque no haga nada malo,

ya está equivocado, simplemente por ser lo que es: un humano

(imperfecto, impuro y malo) y no un sobre-humano (perfecto y puro, el

único ser realmente bueno). En ciertas tradiciones, esa creencia es

reforzada por el mito perverso del pecado original.

En tercer lugar, usted tiene que soltar la idea de intentar tener una

experiencia directa (sin mediación) de contacto con ese supuesto poder

sobre-humano. Para que el ser sobre-humano pueda relacionarse con los

humanos se habrán establecido intermediaros (los sacerdotes). Y para que

usted pueda pasar a ser salvado de las consecuencias de los errores

(pecados) inherentes a su condición humana, fue construido un programa

capaz de protegerlo de la interacción con ese poder terrible y, al mismo

tiempo, capaz de incluirlo en la lista de los fieles, o sea, en el rebaño de los

que serán salvados por él, en caso de que le prestasen el debido culto.

Este programa es la religión.

En cuarto y último lugar, usted tiene que obedecer a las directivas de los

sacerdotes que constituyen la iglesia (docente), fuera de la cual no hay

salvación.

Parecido a la escuela – es justamente escuela – porque la relación

fundante de la escuela permanece: la separación entre un cuerpo docente

y un cuerpo discente. En efecto, donde hay religión hay siempre dos

iglesias: una docente (de los sacerdotes, de los pastores) y otra discente o

enseñada (de los legos, del rebaño).

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Más grave aún. El objetivo de toda esta operación es sacerdotalizar el

mundo, lo que significa, forjar un mundo social que solo funciona por

medio de la intermediación y sacralizarlo desde arriba hacia abajo.

Atención: usted no está mas en un cosmos social isotrópico. Hay alguien

encima (o alguna cosa terrible, con un poder inconmensurable) que

verticalizó los flujos. Ese poder no-humano confirió atributos especiales a

los intermediarios humanos que, a su vez, ganaron autorización para

reproducirse como estamento, invistiendo a otros humanos de la misma

función privativa de su condición y para sacralizar y consagrar ambientes,

eventos y personas (13).

La humanidad no está compuesta por iguales en la medida en que algunos

están más próximos (o reciben más gracias) de esta entidad sobre-

humana de lo que están otros. También están los santos, rishis,

mahatmas, personas justas... que tienen un status diferente de las

personas comunes, pecadores, injustas. Las personas normales no son

simplemente personas, sino especies de santos fracasados: si no son

santas es señal de que no han sido lo suficientemente buenas. Existe un

fundamento para distribuir a los humanos, según los grados de una escala,

de acuerdo a su proximidad con la jerarquía sobrenatural que penetra el

mundo (social) de los humanos.

Aun cuando nada de esto sea dicho así, tan crudamente, está implícito,

viene junto con el paquete. El resultado más banal (más o menos cruel) es

que usted va a llegar a creer que existen personas más importantes que

otras, más importantes que usted. Gran parte de las personas cree esto y

se comportan en coherencia con tal creencia, llenándose de reverencia al

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momento de hablar con un superior (no solo un jerarca eclesiástico, sino

cualquier superior, quiero decir, alguien que tenga más poder, más

riqueza, más diplomas o más fama que usted). Por esto, del mundo

religioso hacia el mundo laico hay sólo un salto. Las personas poderosas,

ricas, llenas de títulos y famosas van a ser abordadas, en el marco de este

orden social verticalizado, como superiores. Los jefes tienen alguna razón

trascendente para estar en la posición que ocupan y deben ser nombrados

por sus títulos diferenciales, obedecidos, tratados con cierto temor y, no

es extraño, con servilismo.

Un niño o una niña que recibe tal carga de ideas (poco benignas,

convengamos, desde el punto de vista de la libertad y la cooperación) –

aunque reciba todo de manera endulzada, por medio de tiernas historias

edificantes y de ejemplos florales y pastorales que exaltan la belleza, la

gracia, la exuberancia de la naturaleza creada e invadida por el amor

divino, como hacen los catequistas – no conseguirá recuperarse

fácilmente. Alguna cosa dentro de ella quedará lesionada para el resto de

su vida.

Pero esta es apenas la primera intervención de la iglesia. En muchos casos

el joven y el adulto continuarán bajo la influencia de la iglesia y recibiendo

actualizaciones del programa, aun en la condición de legos (o de

miembros del rebaño, de la iglesia discente). En otros casos, en menor

número, el adulto entrará en la orden religiosa que erigió la iglesia

docente integrándose a su burocracia sacerdotal y convirtiéndose en un

jerarca (condición de la cual difícilmente escapará ileso, después de haber

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sido ordenado, quiero decir, después de haber sido reconocida por la

jerarquía su capacidad de reproducir el orden vertical de la Matrix).

El proceso llegará al paroxismo cuando, al lado de la iglesia y de otras

organizaciones confesionales o devocionales (sectas, asociaciones

religiosas, sociedades, hermandades, fraternidades), entren en escena las

organizaciones esotéricas (como las masonerías realmente clandestinas y

las organizaciones secretas de cuño iniciático, en especial las órdenes

religioso-militares que hacen eco de las tradiciones templarias, por medio

de las cuales el programa será instalado, entonces, en su versión hard,

quiere decir, en su versión profesional, para desarrolladores).

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En las organizaciones sociales y políticas

Muertos el niño y la niña, se trata ahora de dar continuidad al proceso de

impregnación del joven que fue formateado. Eso continúa en la escuela (y,

algunas veces, en la iglesia). Pero ahora aparecen nuevas instituciones,

como las organizaciones sociales y políticas llamadas “de juventud”, o

clubes recreativos, en algunos casos las pandillas o las organizaciones

criminales (como el narcotráfico, que recluta inclusive niños), los llamados

“movimientos sociales (sobre todo los apadrinados por organizaciones

corporativas y políticas jerárquicas, en especial el movimiento estudiantil

secundario), las organizaciones civiles de la nueva burocracia

asociacionista de las ONGs (incluidas sociedades, fundaciones, etc.) y los

llamados clubes de servicios. Lo que existe en común en todas ellas es que

son organizaciones jerárquicas. Son especies de servidores donde los

programas están listos para ser bajados e instalados. Basta con que usted

entre (se conecte) a una de ellas para que el download inicie

automáticamente. Y los programas – las diversas versiones del mismo

programa jerárquico – son ejecutables.

Un poco más tarde es el turno del cuartel (cuando existe el servicio militar

obligatorio), en algunos casos (dependiendo de la época y el lugar) de las

organizaciones políticas clandestinas, dichas revolucionarias (en general

estructuradas de acuerdo a un patrón fuertemente centralizado, cuando

no militar), y de la llamada juventud de los partidos. Todo eso actuará

concomitantemente (con excepción del trabajo infantil) al trabajo (como

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trainee o como auxiliar no calificado de servicios generales en empresas y

otras organizaciones burocráticas de Estado o de la sociedad civil, en el

pasaje de la primera juventud (si se pudiera decir así) hacia la edad adulta

joven.

Las organizaciones “de juventud”, de un modo general, son campos de

iniciación y entrenamiento en métodos y procesos autocráticos y

jerárquicos. Curiosamente son dirigidas – ostensiva y ocultamente –, en

gran parte, por personas no-jóvenes. Políticas para la juventud son

discutidas en los comités centrales de organizaciones gerontocráticas,

donde dirigentes mayores se ponen de acuerdo en como reclutar más y

más jóvenes para someternos a sus jefaturas o encuadrarlos en sus

jerarquías.

Cuando son organizaciones políticas “de derecha”, las organizaciones de

jóvenes tienen como objetivo la inculcación de ideologías y de

entrenamiento en métodos de comando-y-control. Cuando son “de

izquierda”, tienen como objetivo la inculcación de ideologías y de

entrenamiento en métodos de comando-y-control. La única diferencia es

que, en el primer caso, existe el presupuesto de la manutención del orden

y de las instituciones seculares (como la familia, la tradición y la propiedad

y, algunas veces, la religión y la “raza”) y, en el segundo, existe el objetivo

declarado de cambiar el orden actual por otro orden top down

(igualmente jerárquico, pero con nuevos actores ejerciendo el comando-y-

control). Existe también una diferencia en las dichas “de izquierda”: ellas

entrenan a los jóvenes en técnicas de manipulación de masas y

conducción de asambleas, abriendo para eso un espacio participativo (y

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poco interactivo). En esos ambientes de arrebañamiento, siempre

polarizados por líderes más antiguos, el joven va a aprender a ser un

profesional de las reuniones, a votar todo, a comprar votos, a hacer

campañas, a defender propuestas, a atacar y destruir las propuestas

adversarias y algunas veces, a destruir también a las personas que tienen

tales propuestas, las que pasarán a ser consideradas como sus enemigos.

Pero todas estas organizaciones – sean “de izquierda” o “de derecha” –

son dominadas por el imperativo de formar nuevos líderes (que serán los

substitutos de los jerarcas actuales, también llamados líderes).

Cabe aquí una nota sobre el papel de los partidos, esas instituciones

jerárquicas en que las personas aprenden a privatizar la esfera pública.

Los partidos son un tipo especial de corporación para hacer valer los

intereses de un grupo sobre los intereses de otros grupos y personas en

base a (o tomando como pretexto) un programa, un conjunto de ideas a

partir de las cuales sea posible conquistar y retener el poder para volver

legítimo el ejercicio (ilegítimo desde el punto de vista social, quiero decir,

desde le punto de vista de las redes sociales distribuidas) de comandar y

controlar a los otros.

Los primeros partidos fueron religiosos – fueron las castas sacerdotales

que erigían el Estado – y, por lo tanto, los partidos son, en el origen,

organizaciones jerárquicas stricto sensu.

Los partidos son un modo de proteger a las personas de la experiencia de

la política pública. Por ello – en un régimen de monopolio (en las

dictaduras) o de oligopolio (en las democracias formales) – ellos privatizan

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la política pública. Su existencia legal indica que las personas, como tales,

no precisan hacer política púbica en su cotidianeidad y en la base de la

sociedad (en sus comunidades): ¡Alguien hará tal política por ellas! De la

misma manera, en las democracias de los modernos se entiende que las

personas no deben hacer política pública a menos que entren en un

partido: una especie de agencia de empleos estatales, una organización

privada autorizada a disputar con otras organizaciones privadas

congéneres el acceso a instituciones estatales reconocidas legalmente

como públicas y, por lo tanto, encargada con exclusividad de hacer política

pública. Dejando de lado todo lo que no es necesario de toda la literatura

legitimatoria de las teorías liberales sobre el papel de los partidos en la

democracia, lo que queda es más o menos esto.

Ahora bien, por más esfuerzo que se haga para justificar ese acceso

diferencial al ejercicio de la política pública, parece obvio que el sistema

de partidos privatiza la política. Al conferirse a los partidos – con

exclusividad – el don de transformar politics en policy, las personas pasan

a ser, automáticamente clientela del sistema.

Al entrar en un partido – aunque sea en el sector reservado a la juventud –

la persona comienza a ser deformada. Comienza a encontrar que la

sociedad es un campo de disputa de hegemonía y que la política es una

especie de “arte de la guerra”. Se trata, en suma, de imponer la voluntad

de un grupo a la sociedad, por todos los medios lícitos (y, no poco común,

ilícitos).

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Jóvenes que tuvieron su iniciación política en la vida partidaria tendrán

inmensas dificultades de liberarse de la práctica de instrumentalización de

los otros en nombre de una causa (de algunos), frecuentemente

permanecerán con la idea de que los fines justifican los medios;

aprenderán a mentir y a usar la mentira como método, se comportarán

como miembros de una pandilla o conspiradores y, también, en contra sus

declarados “valores”; pasarán a justificar – o por lo menos omitirán

denunciar o reprobar – la corrupción y otros crímenes cuando son

practicados por los “propios”.

En la medida en que la democracia es más “metabolismo” de una

comunidad de proyecto que el proyecto de algunos interesados en

conducir una comunidad para algún lugar según sus puntos de vista

particulares o para satisfacer sus intereses – una definición desnuda y

cruel de partico –, el joven aprenderá en los partidos, esencialmente,

autocracia (y, lo que es más curioso, hará eso reproduciendo

incesantemente discursos que elogian la democracia).

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En el cuartel

En el cuartel, el programa jerárquico es actualizado con la instalación de

una versión bruta, en verdad torpe. Por primera vez la jerarquía es

abiertamente presentada como un principio necesario para vivir (o

sobrevivir) en un estado de guerra universal y eterna en el que,

supuestamente, se encuentra (o es) el mundo. De acuerdo a la estupidez

inherente a la ideología militar, la guerra es una realidad

permanentemente presente: ella existe desde la fundación de la sociedad

humana y existirá por siempre.

Si vis pacem, parabellum (si quieres la paz, prepárate para la guerra): es el

lema principal que está escrito en los muros de los cuarteles. Debería ser

obvio que si alguien se prepara para la guerra tendrá la guerra y no lo

contrario. Solo a costa de la alta dosis de impregnación ideológica una

persona normal puede asimilar esta contradicción. Aceptarla significa

admitir el presupuesto de que el ser humano es, por naturaleza, un homo

hostilis, o sea, inherentemente competitivo y que, en la ausencia de un

poder por encima de ellos que refrene sus impulsos primitivos, los seres

humanos se despedazarían en una bellum omnium contra omnes (en una

guerra de todos contra todos), como escribió el famoso ideólogo del

Estado Thomas Hobbes (1651) (14).

Así, la preparación para la guerra exige jerarquía. En la guerra no se puede

romper, diluir, retardar o mediar el flujo vertical comando-ejecución.

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Como en tiempos de paz las personas tienen que prepararse para la

guerra, entonces, aun en ausencia de cualquier conflicto –que

eventualmente justificase el control absoluto de los jefes sobre sus

subordinados, por cuestión de vida o muerte – hay que observar

rigurosamente la más estricta secuencia orden-jerarquía-disciplina-

obediencia. En otras palabras: toda cuestión de vida se transforma en una

cuestión de muerte. He aquí la raíz necrófila de la ideología militar.

En el cuartel el joven experimentará, por primera vez, lo que es el mando

de una persona sobre otra (y la sujeción de una persona a la otra) en toda

su crudeza, sin ningún justificativo o necesidad de explicación racional;

quien manda, puede mandar a un recluta a hacer casi cualquier cosa: lavar

el patio, cargar muebles para una mudanza de residencia de un oficial,

comprar cigarrillos en el bar de la esquina, “pagar” cuarenta flexiones...

Eso es deliberadamente estimulado para entrenar a los subordinados en la

obediencia. Para soportar tal aberración, algunos scripts adicionales del

programa-esclavo de la Matrix serán inculcados en el recluta por medio de

aforismos fuertemente cargados de preconceptos: “El superior no se

equivoca nunca, a no ser únicamente por culpa y exclusiva del

subordinado”; “Solo puede mandar quien aprendió a obedecer”; “La

indisciplina colectiva es un error de comando”; etc. Más allá de un

conjunto interminable de otros dichos groseros, del tipo “El cuartel es el

lugar donde el hijo llora y la madre no ve” o “El militar no puede: tiene

permiso; no descansa: relaja la posición; no saluda: hace la venia” – todo

esto, una simple excusa, con el objetivo de implantar el espíritu de

sujeción a la orden jerárquica y la sumisión a los jefes.

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La jerarquía en estado bruto se revela en la topología de la red social

fuertemente centralizada de la organización militar, en la cual está

prohibido multiplicar los caminos o abrir atajos que pasen a lo largo de (o

bypasen al) superior inmediato (por ejemplo, el teniente no puede ir

directo al coronel sin pasar por el capitán y por el mayor y transgredir el

camino único; saltar las estaciones del recorrido obligatorio es una falta

grave). Todo esto, como es obvio, transborda hacia otras organizaciones

civiles y religiosas jerárquicas.

Algunas órdenes religiosas o religioso-militares llevan al paroxismo la

distribución de los puestos jerárquicos justificándolos, por analogía, con

configuraciones sobrehumanas. En este caso, la perversidad es mayor,

pero ahí ya estamos en un ambiente de programación, para

desarrolladores.

Por último, pero no menos importante, en el cuartel el joven “aprenderá”

el patriotismo, un delirio de raíz belicista (aquél mismo que acompañó la

instalación de ese fruto de la guerra – en verdad, de la Paz de Westfalia –

llamado Estado-nación moderno). No es por casualidad que las fuerzas

armadas hacen un culto de la comunidad imaginaria llamada nación, en

verdad, un dominio del Estado. El Estado reifica la nación para justificarse

como aparato autocrático que, supuestamente, emana de ella, y las

fuerzas armadas son uno de sus brazos (el brazo armado) sin el cual no

habría sido posible la erección de esa organización constituida contra los

otros, contra los enemigos (y para serlo basta con ser otro, no es

necesario mantener alguna postura beligerante), contra los demás

Estados. El sistema internacional perverso del equilibrio competitivo (que

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52

aun no consiguió ser violado por la democracia) es un pacto entre menos

de dos centenas de Estados-naciones para centralizar sociosferas donde

viven 7 billones de personas.

El fervor patriótico será el combustible para que los gobernantes se

mantengan el poder, para reproducir el sistema de instituciones

(estatales) que quieran imponer su legitimidad a la sociedad con el

objetivo de tornarla su dominium (al modo feudal mismo) y para continuar

produciendo enemistad en el mundo. La cultura del fervor patriótico

permite la generación de una matriz de identidad, una identidad basada

en la guerra, en el estado de guerra, o en la preparación para la guerra. El

argumento básico es el de la realpolitik (autocrática, no democrática): si

nosotros no estamos preparados para la guerra, si no nos armamos,

seremos invadidos y dominados por los que están preparados y ya se

armaron (contra nosotros). Es un argumento de pandilla.

Por eso es que el patriotismo es tan importante para las fuerzas armadas.

Sin él no hay como regimentar a las personas para componerlas.

Juramentos, saludos a la bandera, exaltación del nacionalismo, deber

sagrado, morir por la patria... todo eso es droga pesada y forma parte de

la carga ideológica que recibe el recluta, preparándolo, en la mayor parte

de los casos, no para una guerra efectiva (caliente o fría) contra un

eventual enemigo externo real, sino para la manutención de un estado de

guerra (tomada, paradojalmente, como una condición para la paz) que

justifica la verticalización del campo social.

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53

Para resumir, en el cuartel, el joven mal salido de la escuela secundaria o

solamente habiendo cursado la escuela primaria, es víctima de una

intervención ruda. Según parece, la mayor parte de los alistados

obligatoriamente consigue recuperarse del trauma al completar su

período de servicio. Los que deciden seguir la carrera militar, sin embargo,

difícilmente se librarán de la impregnación. En todo lugar al que van,

reproducirán la matriz que fuera impresa en ellos y que está compuesta

por conceptos míticos, jerárquicos y autocráticos del mundo épico de la

guerra universal y eterna: orden, jerarquía, comando, control, disciplina,

obediencia, honra, deber, bravura, heroísmo... Educarán a sus hijos con

esos “valores”. Tratarán a sus colaboradores, en emprendimientos civiles

en los que se impliquen después de ser dados de baja o de licenciarse,

como subordinados. Exigirán obediencia, respeto a la autoridad y

cohibirán las libertades que crean excesivas.

El cuartel es el ambiente donde la Matrix realmente existente se desnuda,

y a tal punto, que se revela, casi ingenuamente, como una caricatura. Es

tan tosca esa apariencia que llega a ser risible, como lo puede constatar

cualquier persona inteligente que observe durante un tiempo la vida en

los cuarteles.

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54

En la universidad

Cuando va llegando a la llamada mayoría de edad, algunos jóvenes – en

número creciente y en buena parte de los países – entran a la universidad,

una corporación medieval meritocrática que sobrevivió a la modernidad y

llegó a los días de hoy por la fuerza del monopolio del otorgamiento de

diplomas (ya que el supuesto monopolio del conocimiento, que tetenta

hace ocho siglos, fue perdido en algún momento del pasado reciente con

la emergencia de una sociedad-en-red).

En la universidad, el joven va a aprender, básicamente, meritocracia. La

ideología autocrática que recibirá es la de que los que saben más tienen el

derecho de dirigir a los que saben menos. Aun cuando esto no esté dicho

– este principio autocrático platónico que inspiró academias por el mundo

circundante durante más de dos milenios – suena como la cosa natural a

ser realizada.

En la universidad, al joven le será enseñado que es legítimo erigir

tribunales epistemológicos, basados en un supuesto saber sobre el saber,

que juzgará lo que es científico (y debe ser aceptado) y lo que no lo es

(que debe entonces ser rechazado). En algunos casos, sobre todo en los

cursos de sociología y política, él también será reclutado para erigir o

formar parte de aduanas ideológicas, que dejarán pasar algunas visiones y

prohibirán la entrada de otras (consideradas como contrabando a la luz

de la ideología dominante en el medio académico).

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En la universidad, el joven se integrará a la corporación (tal vez sea la

primera experiencia de corporación que tendrá en la vida, con excepción,

en algunos casos, de la militar, si hubiera sido reclutado, pero esta última

es más una casta). Comenzará a ver el mundo a partir de la óptica de la

corporación de los que saben y acreditará que tal visión es superior de

algún modo a las visiones de las personas comunes.

Es también en la universidad, que el joven – que decida continuar en la

vida académica – inicialmente entrará en contacto con la idea de carrera,

idea que, en el fondo, no pasa de ser un flujo condicionado para acceder a

posiciones de poder, prestigio y mejor remuneración relativa respecto de

los otros, contra los otros o destacándose de los demás en vez de

interactuar y aproximarse a ellos. En la dinámica de las carreras, la

competencia es fuertemente estimulada.

Por último, en la universidad el joven recibirá las justificaciones para

defender y reproducir todo eso. Es allí que él entrará en contacto con las

explicaciones doctas sobre la realidad social y sus leyes, por medio de

formulaciones que, en gran parte, no son científicas, pero componen el

sistema de creencias de la metafísica influyente aceptada por sus

profesores, quienes componen la burocracia sacerdotal del conocimiento.

En suma, en la universidad el joven aun está en la escuela y todo lo que se

habló de la escuela vale, mutatis mutandis (y cambiando muy poco), para

la universidad. La burocracia sacerdotal del conocimiento (la jerarquía

compuesta por libre-docentes, pos-doctores, doctores y maestros) es, en

verdad, una burocracia de enseñanza.

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56

Ahora, sin embargo, él está en una jerarquía meritocrática que le dará

seguridad para emitir juicios sobre la organización del mundo, inclusive

para reforzar la necesidad universal de la meritocracia e, inevitablemente,

de la jerarquía.

En algunos países, como los Estados Unidos, existe aun la tradición de las

fraternidades universitarias (nominadas por combinaciones de letras

griegas, como Phi, Alpha, Delta, Kappa, Beta, Omega, etc.) que tienen por

objetivo “separar líderes de perdedores” (15). Estas fraternidades –cuyo

patrón de organización, los ritos secretos y la ideología fueron

descaradamente copiados de la masonería y de otras organizaciones

esotéricas –, cumplen un papel más importante del que en general se

evalúa en la formación del joven como instalador de jerarquías, o sea,

como agente de la Matrix.

Cuando vaya a una empresa o a otra organización cualquiera, estatal o

social, este joven universitario llevará hacia allá la convicción de que los

cargos (en especial el de jefatura) tienen que estar asociados a los títulos

conferidos por la corporación académica. De algún modo continuará

reproduciendo a la escuela en todos esos lugares.

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En el trabajo

Bien, entonces los jóvenes legan al lugar donde las personas pasan a

conmemorar los viernes y a maldecir los lunes: ¡el trabajo! Solo por eso ya

deberían desconfiar y pensar que algo está errado; pero no notan esta

señal elocuente (que cerca del 70% de su vida no es vivida de acuerdo a

sus deseos). Encuentran natural pagar un tributo durante seis o cinco días

en la semana para poder vivir como quieren en los uno o dos días

restantes.

Cuando un joven consigue su primer empleo y va hacia un lugar de

trabajo, sea una empresa o en otra organización jerárquica del Estado o

de la sociedad civil, el programa-esclavo que fue instalado en él al final es

activado. De algún modo, fue para eso que él recibió una preparación tan

larga. En el trabajo, el empleador reconoce si el programa-esclavo está

rodando bien en el empleado (cuando ningún empleador tiene dificultad

para hacer tal reconocimiento, eso es llamado, algunas veces, como

“empleabilidad”).

El programa-esclavo es la señal para que el joven sea admitido en los

campos de reproducción de la Matrix. Todas las organizaciones jerárquicas

son campos de reproducción, pero estamos focalizando ahora en aquellas

que substituyen la libertad de la invención por la prisión del trabajo

(rutinario).

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Si, los lugares de trabajo son ambientes de reproducción, no de creación.

Exigen disciplina y obediencia para que un proceso producto o servicio

pueda ser replicado con el menor número de errores, en el menor tiempo

y con el menor costo posible (y eso es lo que llamamos calidad y

productividad.

Por lo tanto, las empresas y otras organizaciones de trabajo, en general,

apresan los cuerpos de los trabajadores para posibilitar que los jefes (los

administradores de personas) consigan controlarlos y dirigirlos de cerca. El

presupuesto aquí es el de que el trabajador no cumplirá su papel

voluntariamente y sí, solamente, si está sometido a un sistema de factoría

o casi (en la actualidad, los capataces cambiaron el látigo por el reloj, las

tarjetas para fichar, o la tarjeta magnética), en el cual alguien vigila sus

movimientos para evitar que pierda el tiempo, que se desconcentre de sus

tareas y no consiga “alcanzar las metas” (disminuyendo la calidad y la

productividad).

Más del 90% de los empleadores son apresadores de cuerpos. Los jefes de

reparticiones gubernamentales, los administradores de empresas y los

dueños de ONGs acostumbran ser apresadores de cuerpos. Si las personas

no tuviesen que dormir y las leyes lo permitieran, les gustaría que ellas

permanecieran a su entera disposición todo el tiempo: 24 (horas) x 7

(días).

Aun cuando dicen lo contrario, ellos no quieren que las personas

emprendan, que sean creativas, elaboren productos o procesos

innovadores y que realicen cosas maravillosas. Lo que sí quieren es que

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ellas trabajen. Quieren trabajo = repetición y ejecución de órdenes. Si

quisiesen creación, innovación, no impondrían a las personas agendas

extrañas (que ellas no tuvieran oportunidad de co-elaborar), no les

recortarían el horario en unidades controlables, estableciendo horarios

rígidos de entrada y salida en el marco de algún espacio amurallado.

Darían a sus colaboradores (a todos) las mejores condiciones para innovar

(quien sabe, alquilarían una casa en una isla paradisíaca, en una chacra

apacible o hasta en un bosque urbano, una huerta, cultivarían jardines...

en suma, no organizarían y decorarían sus espacios de trabajo de modo

tan horrendo, sin colores, sin arte, todo gris, cuadrado, justo como una

prisión, o un convento) y, sobre todo, no reducirían su movilidad: una

dimensión esencial de su libertad para crear.

Lo fundamental para los apresadores de cuerpos es mantener a sus

trabajadores fuera del caos creativo, protegerlos de su propio espíritu

emprendedor. Entonces, para esterilizarlo, lo ponen a usted en la

pirámide. O en el campo de concentración: en la entrada de Auscwitz,

donde se leían (aún se lee encima del portón principal) las palabras

“Arbeit macht frei” (el trabajo libera).

La empresa (lato sensu) es una máquina y el trabajador no es el operador

y sí, una pieza de la máquina. La máquina tiene que funcionar para

producir los procesos, los productos y los servicios para los cuales fue

proyectada y construida. Para que la máquina funcione, la pieza tiene que

funcionar como pieza, desempeñando exactamente el papel para el que

fue diseñada.

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La empresa jerárquica fue creada para proteger a las personas de la

experiencia de emprender. Para entrar en ella, una persona tiene que

abandonar su propio sueño en pro del sueño ajeno. Es más o menos así,

como si el dueño del sueño (o un representante suyo) le dijese: “Usted no

precisa emprender y sí dejar que yo emprenda por usted; siempre y cuando

usted, es claro, abandone su sueño y adopte el mío, trabajando para mí.”

En el trabajo (en una empresa o en otra organización jerárquica) el joven

es enseñado a no crear, a no inventar. Luego, él aprende que eso puede

ser perjudicial para su carrera. Eso incomodará a sus jefes: saldrá de los

esquemas que ya fueron (por ellos) trazados para él. Sus propios colegas

de trabajo reprobarán sus iniciativas, considerarán como una especie de

deslealtad esa manía de querer estar “mandándose la parte”. Sus nuevas

ideas para mejorar un modelo de gestión, proceso, producto o servicio,

serán juzgadas en el medio del rebaño trabajador como un deseo de

“exhibirse” ante los jefes. Un rebaño de empleados es, más o menos,

como aquellas hordas de seres infectados por algún virus – muy comunes

en películas de terror (o en películas clase B de ficción científica) – que

persiguen y tratan de infectar a cualquiera que no esté infectado.

En el trabajo, el joven aprende a ser mediocre, a conformarse en seguir la

rutina, a hacer como todo el mundo hace a cambio de tener la posibilidad

de, en el 30% de vida que le resta, ver algún deporte, enamorarse, ir a la

playa o al cine, confraternizar con sus amigos en una parrilla dominical o

en el bar, dedicarse a un deporte o a un hobby, viajar durante el fin de

semana... En verdad, aprenderá a soportar el yugo, a padecer la fatiga,

divagando, soñando con lo que hará después, mientras hace de cuenta

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que está concentrado en lo que está haciendo en ese momento.

Realmente es una vida de esclavo que sólo es creíble para una persona en

la que fue cargado un programa-esclavo (16). En una empresa jerárquica,

el joven aprenderá que no es su trabajo lo que será remunerado (por lo

que vale) y sí su disposición a permanecer a disposición de los jefes o de

los dueños, para hacer cualquier trabajo (que ellos quieren que haga).

Todo está organizado para que el joven no vea que él es el emprendedor,

no la empresa. Para que él no vea que la empresa es un medio para que él

pueda emprender, no una factoría (¿por casualidad es él un esclavo?), una

penitenciaría donde él tiene que pagar una pena de ocho horas por día

(como si hubiera sido condenado por algún crimen), casi todos los días de

la semana (siempre fastidiado y ansioso, como los escolares, no viendo la

hora en que va a sonar la campana); mucho menos un ídolo al que él deba

adorar. Si él no lo ve, entonces es señal de que el proceso de

adoctrinamiento fue cargado con éxito, está totalmente instalado y

rodando bien.

El joven está ahora perfectamente integrado a la Matrix y ya puede ser

considerado una persona adulta y responsable.

La familia, la escuela, la iglesia, las organizaciones juveniles, el partido, el

cuartel, la universidad, la empresa y las organizaciones (estatales o

sociales) de trabajo – todas estas instituciones cargan el programa, las

actualizaciones del programa (o sus diferentes versiones). Es casi

imposible escapar a todas ellas. ¿Y qué tienen de común todas ellas,

aparentemente tan diferentes, muchas con objetivos dispares entre sí y

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hasta opuestos? Lo que tienen en común es la jerarquía, el patrón más

centralizado que distribuido de organización, con todo lo que eso implica:

el modelo de gestión basado en dirigir-y-controlar, la existencia de

monoliderazgos, la exigencia de obediencia (o sub-ordinación). Restringir

la libertad y desestimular la cooperación parece ser su objetivo.

Las personas de la Matrix reaccionarán a todo esto diciendo lo siguiente:

“¿Pero podría ser de otra manera? ¿Si no organizáramos a las personas en

sistemas jerárquicos ellas no estarían aún en la edad de piedra, viviendo

en manadas, errantes, consumidas por la necesidad de supervivencia y su

vida no sería –como escribió Hobbes (1651)– ‘solitaria, miserable, sórdida,

brutal y corta’?” (17)

Estas objeciones, obviamente, son sugeridas por el programa jerárquico

que fuera cargado en ellas. Al formularlas, las personas están solo

haciendo el doblaje del ser típico, el individuo-patrón de la Matrix

realmente existente y convirtiéndose en personas privadas, como

veremos a continuación.

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PARTE 2

¿ES POSIBLE

SALIR DE LA MATRIX?

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ANTES DE QUALQUER COISA precisamos saber lo que significa salir de la

Matrix. La Matrix realmente existente no es una realidad externa a los

enmarañados donde estamos (y somos – como somos, nosotros, los

humanos). Ella es un campo social deformado por la jerarquía. Ella está en

el medio de nosotros en un doble sentido: está entre nosotros (en las

relaciones que tejemos con las otras personas) y está también dentro de

nosotros (cada vez que introyectamos o espejamos las configuraciones del

enmarañado social en que existimos propiamente como personas).

Dejar de reproducir esas configuraciones (jerárquicas) en nuestras

relaciones con las otras personas es el primer paso para libertarse de la

Matrix. Ese parece ser el paso decisivo para comenzar a desintroyectar las

deformaciones y no lo opuesto, como frecuentemente se cree. Hay una

creencia generalizada – de trasfondo jerárquico – según la cual primero la

persona tiene que transformarse internamente (como individuo) para,

después, cambiar las configuraciones (sociales) en que está inmersa. Sin

embargo, lo que todo indica, es que los cambios de visiones, concepciones

e ideas no cambian los comportamientos: solamente los comportamientos

cambian comportamientos. La Matrix no se reproduce en función de

nuestras creencias, convicciones y valores y sí en función de nuestros

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comportamientos, de la manera como nos relacionamos con los demás. Si

no obedecemos (a alguien) y no exigimos obediencia (de nadie) no hay

jerarquía. Bastaría, en el fondo, sacarse de encima la intención de mandar

a los otros, o sea, de comandarlos y controlarlos. Así de simple.

Mandar y obedecer, en tanto, no es desear hacer esto y sí actuar para que

efectivamente se realice el mando y la obediencia. Nadie conseguirá hacer

eso si no puede seleccionar flujos eliminando nodos, conexiones o atajos

en la red social.

Ningún individuo solo consigue hacer eso. Es necesario tener una red

centralizada de personas para erigir una jerarquía (en verdad, la jerarquía

ya es la centralización de la red). Para salir de la Matrix una persona

precisa alterar la topología de las redes sociales a la que está conectada en

el sentido de más distribución (o menos centralización). No alcanza, por

esto, con sólo desear, hablar o escribir sobre esto. Es necesario cambiar

las configuraciones de la red. No se trata de un nuevo software, sino que

del cambio de hardware.

Escapar de la Matrix es como construir un refugio, un abrigo protegido de

la influencia del campo social deformado por la jerarquía (o por la

topología de la rede más centralizada que distribuida). Este resultado será

temporario – los refugios o los abrigos son como burbujas – y, así, el

esfuerzo de escapar deberá ser intermitente. Más temprano o más tarde

la influencia del ambiente jerárquico más general acabará rompiendo la

burbuja. Y otra burbuja deberá entonces ser abierta (18).

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Las burbujas (los refugios o abrigos de la influencia de la Matrix) son sólo

redes más distribuidos que centralizadas. Cuanto más distribuida fuera

una red menos influencia sufrirá de la Matrix, lo que es apenas otra

manera de decir – lo obvio – que menos centralizada ella será (o menos

jerarquizado será el ambiente configurado por ella).

Para salir de la Matrix usted tiene que hackear a las instituciones que lo

ponen en la Matrix (quiero decir, que instalan el programa dentro de

usted): la familia, la escuela, la iglesia, las organizaciones jerárquicas

(incluyendo las entidades de la llamada sociedad civil y las corporaciones y

los partidos), el cuartel, la universidad y las organizaciones empresarias,

gubernamentales y sociales que emplean personas a cambio de

remuneración o solicitan su trabajo.

Todavía, aunque necesaria, esa medida no es suficiente. No basta cortar

(to hack) o quebrar (to crack) el código de estas instituciones

(desprogramándolas): usted tiene que reprogramarlas, o mejor,

programar lo que ellas serían sin jerarquía; y eso no es sólo hacking, sino

netweavig [ser tejedores de redes/animadores de redes –distribuidas–],

pero no de manera genérica y sí para usted y para un enmarañado donde

usted esté ‘glocalmente’ inserto. Por tanto, usted precisa tornarse una

persona común.

En el filme The Matrix, Neo (Thomas Anderson) es un hacker. Pero un

hacker es también una persona fuera de lo común y, como tal, no puede

salir de la Matrix. Un hacker es una persona diferenciada, una especie de

elegido digital, un miembro de una tribu o una élite cuyos miembros son

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capaces de reconocerse en base a sus atributos diferenciales, quiero decir,

en aquello en lo que se destacan (y no de lo que los aproxima) de los otros

(19).

Neo es un hacker cuando sería preciso que él fuese un netweaver para

salir de la Matrix. Y allí no sería el elegido (the chosen one). Sería una

persona común, elegida conjuntamente como uno más entre todos los

que están en su enmarañado al momento en que ese cluster fuese

tomado por el flujo (quiere decir, cuando la configuración de la nube de

conexiones que lo envuelve se volviera más distribuida que centralizada.

Todos somos elegidos cuando somos tomados por el flujo de la red. Salir

de la Matrix es abandonarse a ese flujo interactivo, dejarlo infiltrarse en

los mundos que configuramos en nuestra convivencia, perforar los muros

que erigimos “contra los vientos, los mares y las estrellas” ... (20)

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Para salir de la Matrix

Para salir de la Matrix usted precisa ser ‘desenseñado’. No hay otro modo.

Usted está en la Matrix porque fue enseñado, quiero decir, programado.

Ahora precisa ser desprogramado. Sin embargo, esto no alcanza. Usted

precisa también ser reprogramado. Tanto la desprogramación cuanto la

reprogramación deben ser hechas por usted y por otras personas que

interactúan con usted en su enmarañado. Pero la desprogramación y

reprogramación no son enseñanza y si libre aprendizaje y aprendizaje en

común. Todo aprendizaje autodidacta o alterdidacta es ‘desenseñanza’.

La desenseñanza fundamental es la de la Jerarquía. Desaprender

jerarquía, si, pero la palabra ‘desaprender’ es usada aquí en un sentido

opuesto al del aprendizaje heterodidacta, quiero decir, cuando usted

aprende no lo que usted quiere aprender y si lo que quieren que usted

aprenda (o sea, enseñanza). En este sentido, desaprender jerarquía es

aprender a desobedecer (o desaprender a mandar, lo que es la misma

cosa).

En la Matrix realmente existente, la enseñanza de la obediencia es

constante. Comienza en la familia, se profundiza en la escuela, se

fundamenta con razones trascendentes en la iglesia, se instrumentaliza en

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las organizaciones sociales y políticas, se exacerba en el cuartel, se

racionaliza en la universidad y se consolida en el trabajo.

Para desprogramar aquella parte del programa (su capa más profunda)

que usted recibió en la familia es necesario dejar de replicar a la familia en

todo lugar, resistiendo la tentación de pertenecer (o formar) un grupo

propietario o cerrado (21), dejando de proyectar a los padres en los jefes y

autoridades en general (22) y, lo más importante, reaprendiendo a jugar

(23). Pero la reprogramación sólo vendrá cuando usted pase a convivir en

red (distribuida) o viva en comunidad (abierta) con sus amigos

(independientemente del grado de parentesco que tengan con usted), sin

ningún otro propósito que el de complacerse en el disfrute de la

convivencia con ellos.

Para desprogramar la escolarización de la que usted fue víctima, usted

tiene que renunciar a enseñar a los otros. Eso es más difícil de lo que

parece, porque no se trata solamente de no ser maestro (la mayoría de las

personas no lo son) y si de no reproducir el comportamiento docente latto

sensu, en todas sus formas. No querer conducir a los otros, “ser la cabeza”

de las otras personas – ni tampoco bajo el pretexto de facilitar su proceso

de aprendizaje o de dar oportunidades para que ellas “se incluyan” (¿a

dónde?) – requiere una atención constante. La reprogramación vendrá

cuando usted pase a actuar como un catalizador de los procesos de

aprendizaje en comunidades libres, comunidades llenas de buscadores y

polinizadores y estructuradas en red.

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Para quebrar el script que usted tal vez haya recibido en la iglesia, usted

tiene que abandonar la costumbre de reunirse excesivamente en clusters

de los que profesan la misma fé (o creencia) y de creer que existe un

(único) camino hacia la verdad (24). No es necesario que usted abandone

su espiritualidad o su vida mística, ni siquiera a su dios (en tanto que usted

no quiera imponérselo a los otros, separando fieles de infieles). Este

proceso no se completará en tanto usted erija (o adhiera a) órdenes

sacerdotales que se proclaman como el único camino, la única puerta, la

única esperanza de salvación; o sea, en tanto usted reedite (o pertenezca

a) alguna de estas armadillas de flujos construidas para arrebañar ovejas y

apacentarlas (llamadas iglesias) (25). La reprogramación hará un viraje

cuando usted – si fuera el caso y si usted quisiera hacer eso – comience a

compartir formas pos-religiosas de espiritualidad con otras personas en

nuevas ecclesias (como “asambleas de amantes”), como redes de

buscadores que se disponen a celebrar sus amorosidades y polinizar

mutuamente los modos por los cuales viven su mística o su espiritualidad.

Para desprogramar lo que usted recibió en las organizaciones sociales y

políticas, usted tiene que abandonar el conservadorismo (que quiere

congelar y reproducir configuraciones pretéritas resistiendo al flujo

interactivo) y el transformacionismo (que quiere convertir a las personas

en lo que ellas no son para conducirlas para un porvenir radiante que se

instalaría con la transformación de la sociedad en lo que ella no es por

medio de la realización de alguna utopía autoritaria capaz de instalar un

nuevo orden) (26)

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Para ello, bastaría adherir a la democracia. Pero como esta palabra no es

tomada en su sentido original de de-constitución de la autocracia y si

frecuentemente confundida con el modelo de gobierno o forma política

de administración del Estado, su empleo puro y simple (sin adjetivos) –

más allá de inducir a la confusión con el sistema representativo o electoral

– no aporta mucha claridad. La reprogramación llegará cuando usted –

desistiendo de las nociones regresivas de patriotismo y nacionalismo y

transformándose en un ciudadano trasnacional de su glocalidad –pasar a

relacionarse en redes de interacción social y política (pública) en el

vecindario y en los sectores de actividad, en comunidades que ejerciten la

democracia cooperativa en la base de la sociedad y en cotidiano de las

personas (que conviven con usted (27).

Para desprogramar lo que usted eventualmente recibió en el cuartel o en

las organizaciones militares en general (inclusive en las organizaciones

político-militares, como ciertos partidos; o religioso-militares, como

ciertas iglesias, sectas y órdenes) usted tiene que renunciar a la guerra y a

la construcción de enemigos. Los enemigos son creados por la lucha

contra alguien. Pero no existe una buena lucha, no existe un buen

combate, no existe una guerra justa del bien contra el mal. Así como el

justo monarca legitima las autocracias, el “guerrero de la luz”,

comprometido en un combate permanente contra el “guerrero de las

tinieblas, legitima la existencia de la guerra (y, consecuentemente, el

empleo y la fabricación de armas). La guerra (o la política practicada como

el arte de la guerra) es, en sí, el mal. El único enemigo que existe es el

creador enemigos. Si usted lucha, usted será el enemigo. La

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reprogramación llegará cuando usted no luche. Se usted no lucha, no

existe lucha.

Para desprogramar lo que usted recibió en la universidad usted tiene que

renunciar a la meritocracia, desprendiéndose de la intención de erigir (o

validar) tribunales epistemológicos capaces de aprobar (o reprobar) a las

personas en base a verificaciones heterodidácticas del conocimiento

enseñado. La reprogramación vendrá cuando usted pase a validar al árbol

por sus frutos y no por los certificados emitidos por una corporación de

botánicos (28).

Para desprogramar lo que usted recibió en las empresas y en otros lugares

de trabajo, usted tiene que aprender a co-laborar (trabajar con los otros),

o sea, desaprender a trabajar para los otros y de poner a otras personas

trabajando para usted. La reprogramación vendrá cuando usted sea un

emprendedor independiente, quiero decir, un co-emprendedor, un co-

creador de ideas y un co-realizador de proyectos en emprendimientos

compartidos (29)

Aprender a desobedecer (o desaprender a mandar); resistir la tentación

de pertenecer a un grupo, dejar de proyectar a los padres en los jefes y

autoridades y reaprender a jugar; catalizar procesos de libre aprendizaje;

compartir horizontalmente su espiritualidad y celebrar sus amorosidades;

ejercitar la democracia cooperativa y no construir enemigos; valorar los

árboles por sus frutos deslegitimando los tribunales epistemológicos; y co-

crear y co-emprender. Parece difícil, pero nadie dijo que se sería fácil. En

tanto, no es necesario que nadie haga todas esas cosas a la vez.

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73

El programa jerárquico que usted está hackeando es el mismo en todas

esas estructuras de flujos que son la familia la escuela, la iglesia, las

organizaciones sociales y políticas, el cuartel, la universidad y las empresas

y otras instituciones jerárquicas del trabajo. Basta mezclar en el código de

alguna de estas instituciones para alterar la programación de las

sociedades de control. Usted puede elegir por donde comenzar. Pero

comenzar no es terminar. Para reprogramar las socioesferas glocales no

basta hackear, es necesario también hacer netweaving.

En suma, todo eso puede ser resumido en una palabra: red. Las redes

deben ser encaradas, en este sentido, como movimientos de

desconstitución de las jerarquías y como ambientes de constitución de

otros mundos, protegidos – por lo menos temporariamente – de la

influencia de la Matrix realmente existente. Sería una tera imposible para

un individuo. Pero usted no es un individuo como la Matrix quiere que

usted sea (porque la Matrix es una fábrica de individuos). Es necesario

abandonar la ilusión de que usted es un individuo y volverse persona.

Persona común.

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Volverse una persona común

Cuando una persona se relaciona con otras personas en una red más

distribuida que centralizada, ella va aprendiendo a volverse una persona

común. Pero en la Matrix realmente existente las personas, en general, no

son personas comunes (en el sentido de commons) y si personas privadas

(cerradas a la interacción con el otro imprevisible). La Matrix es una

especie de fábrica de personas privadas.

Las personas privadas podrían volverse personas comunes en tanto no

anhelasen ser personas fuera de lo común. Pero, inmersas en una

corriente vertical que todo lo arrastra hacia arriba, las personas quieren

ser fuera de lo común (y se comportan de acuerdo a ese deseo). Por eso

se cierran a la interacción y, entonces, no pueden volver a ser personas

comunes.

Sí, persona común. Este, tal vez, sea el concepto de más difícil

aprehensión en virtud de su desconcertante simplicidad. El surgió a partir

de la constatación de que, en las estructuras jerárquicas, no somos

personas comunes en la media en que luchamos para ser personas fuera

de lo común, para destacarnos de los semejantes (en lugar de

aproximarnos a ellos).

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75

El término ‘común’ tiene aquí el sentido de commons, de bien común, de

algo compartible por una comunidad (y no de ordinario, normal o no

notable, ni de mediocre, como en general se le atribuye

peyorativamente). Así, la persona común es aquella que mantiene las

mismas condiciones para compartir que las otras personas de su

enmarañado, aunque cada una sea, en sus particularidades, totalmente

diferenciada, siempre unique.

La persona común es la que comparte (ella es realmente lo que comparte,

al dejarse barrer por el soplo, al ser permeable al flujo interactivo) y no

aquella que alcanzó el éxito en virtud de sus características heredadas (por

la “sangre” o por la “cuna”) o adquiridas por los esfuerzos que hizo para

subir en la vida o para progresar y evolucionar en su camino espiritual. Ella

es alguien que logró vivir su convivencia, que consiguió anticipar la

plenitud del con-vivir o del vivir en red prefigurando un simbionte social.

Las personas comunes no son santos o héroes fracasados. Al contrario,

santos y héroes fracasarán al no conseguir ser personas comunes (30).

Santos y héroes son personas fuera de lo común, resultados de huidas de

la humanidad, intentos de transformación individual por fuera del flujo

interactivo y son, en este sentido, seres humanos apartados de la

interacción y no lo contrario, como intentó inculcar la cultura jerárquica,

según la cual las personas comunes no son suficientemente buenas, como

si fuesen santos o héroes fracasados o, simplemente, perdedores (loosers,

como gusta de decir la cultura de los Estados Unidos, que asocia el éxito a

la virtud – porque no consiguieron vencer acumulando fortuna, poder o

muchos títulos. Lo mismo se puede decir de las llamadas celebridades

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76

que, desde un punto de vista colectivo o de la red, son síntomas de una

patología de la interacción (31).

Cuando se les pregunta, las personas que creen en este tipo de cosas – y

son muchas – acostumbran decir que la vida es así. Es una lucha. Y que es

preciso vencer en la vida. Pero ¿vencer a quién? ¿Acaso estamos en una

guerra? El problema es que estamos. La Matrix sólo existe porque las

personas se comportan como si estuviesen en una guerra.

Es posible salir de la Matrix, sí, pero es difícil. Porque no es fácil ser una

persona común, al contrario de lo que parece. En la Matrix somos

inducidos a conquistar algún diferencial para destacarnos de las personas

comunes. Cuando interactuamos con alguien en cualquier ambiente

jerárquico somos valorados por esos diferenciales y comenzamos

entonces a cultivarlos. Como reflejo de los flujos verticales que pasamos a

valorar, nuestra vida también se verticaliza. Es como si importáramos la

anisotropía generado en el campo social por la jerarquía. En esta ansia de

subir, comenzamos a imitar los de arriba y a desplazar a los de abajo. Al

hacer esto, por ende, replicamos la Matrix.

Tenía razón James Joyce (1902) al escribir en una carta a Augusta Gregory,

que “no hay herejía o filosofía más aberrante para la iglesia que el ser

humano” (32). La iglesia es un ejemplo de cómo Matrix puede volverse

realmente existente. No hay nada más peligroso para Matrix que la

persona común. Ella es más peligrosa, infinitamente más peligrosa, de lo

que son que un santo o un héroe. Este es el motivo del discurso religioso

de desvalorización de la persona común en pro de las personas no-

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comunes (como los santos y aquellos que recibieron la unción divina por

medio de la intermediación de la jerarquía: los sacerdotes que fueron

sacralizados como miembros plenamente docentes por medio de

operaciones rituales practicadas por otros sacerdotes del mismo status

jerárquico: metástasis.

Examinar el comportamiento de las personas privadas es una manera de

develar la Matrix realmente existente. Ellas quieren ser poderosas, ricas,

muy tituladas, famosas. En general, no son nada de eso, pero se

comportan según la ilusión (no declarada, muchas veces inconsciente) de

lo que podrían ser. En verdad, hay un deseo de imitar a las personas

poderosas, ricas, muy tituladas o famosas. Y ahí se cierran, siendo

selectivas en sus relaciones (lo que – desde el punto de vista de la red –

constituye el fracaso de todas las llamadas “personas de éxito”) (33).

Si usted quiere “tener éxito”, siga por ahí. Pero sepa que el éxito es un

indicador de adecuación a la Matrix realmente existente.

Pero si usted no quiere adecuarse, si usted quiere ser un revolucionario o

un reformador de las instituciones, si usted quiere salvar a la familia,

mejorar la escuela, reformar la iglesia, modernizar la empresa jerárquica,

democratizar las instituciones del Estado volviéndolas más participativas,

manténgase tranquilo. Saboree junto con Cypher (34) aquel suculento bife

virtual. Y olvide que usted continuará en la Matrix. Será más fácil de

soportar.

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NOTAS Y REFERENCIAS

(1) Cf. ZIZEK, Slajov (2002). “Matrix: ou os dois lados da perversão”, in IRWIN, William

org. (2002). Matrix: Bem-vindo ao deserto do real. São Paulo: Madras, 2003.

(2) Cf. FRANCO, Augusto (2009). Você é o inimigo. [Usted es el enemigo] Disponible en

http://www.slideshare.net/augustodefranco/voc-o-inimigo-3900733

(3) La idea de campo social – la semejanza de un campo de fuerzas (medio por el cual

una fuerza comunica su influencia) – fue expuesta en el 2007 y publicada en el libro

Novas Visões (2008) [N. de T.: Nuevas Visiones] para describir el efecto de la topología

de la red social sobre las personas (así como en un campo físico se puede determinar

la intensidad y la dirección de la fuerza en cada punto). En una topología distribuida, el

campo social mantendría las mismas propiedades en todas las direcciones. Una

topología centralizada introduce una anisotropía (privilegiando ciertas direcciones o

condicionando el flujo que pasa por ellas en detrimento de otras direcciones posibles).

Esa anisotropía – introducida por la jerarquía (o sea por la centralización) – es

encarada entonces como una deformación en el campo social. En general, eso es

descrito como una verticalización del campo (privilegiándose la dirección vertical o los

caminos de ascenso y descenso). En la presencia de organizaciones jerárquicas el

campo social se deforma, no sólo en su interior, sino también en su entorno. El

concepto (o la imagen) no tiene propósitos analíticos y sí demostrativos (o

ilustrativos): las personas situadas en un campo social deformado tienden a

comportarse de manera correspondiente con los caminos disponibles,

independientemente de sus características individuales: por ejemplo, en un campo

verticalizado, la persona tenderá a privilegiar la dirección vertical, disputará con otras

personas los caminos de subida (competición) en vez de establecer relaciones

horizontales con ellas (colaboración). Esta visión es congruente con la hipótesis de que

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la colaboración es un atributo de la manera como los seres humanos se organizan y no

una función de sus características individuales distintivas (como sus principios, visiones

y valores). Cf. FRANCO, Augusto (2008) Escola de Redes: Novas Visões sobre a

sociedade, o desenvolvimento, a internet, a política e o mundo glocalizado. Curituba:

Escola-de-Redes,2008.

(4) Cf. THOMPSON, William Irwin org. (1987). Gaia: uma teoría do conhecimento. São

Paulo: Gaia-Global, 1990. [Versión en español: THOMPSON, William Irwin (2009) Gaia.

Implicaciones de la nueva biología. Editorial Kairós, Barcelona]

(5) BARAN, Paul (1964). On distributed communications: I. Introduction to distributed

communications networks. (Memorandum RM-3420-PR August 1964). Santa Monica:

The Rand Corporation, 1964.

(6) El grado de distribución (o de centralización) de una red depende del número de

conexiones (una función del número de nodos), del número de nodos desconectados

con la eliminación del nodo más conectado y del número de conexiones eliminadas

con la eliminación del nodo más conectado. Cf. FRANCO, Augusto (2009): O poder nas

redes sociais. Disponible en: http://www.slideshare.net/augustodefranco/o-poder-nas-

redes-sociais-2a-versao

(7) En el universo ficcional de Star Trek (The Next Generation), los Borgs son una

“raza” alienígena de ciborgs, humanoides de diferentes especies asimilados y

mejorados con la inyección de nanosondas y la aplicación de implantes cibernéticos

que alteran su anatomía y su funcionamiento bioquímico, ampliando sus habilidades

mentales y físicas. Cuando encuentran sus presas –cualquier miembro de otras

civilizaciones, a los cuales andan cazando – los Borg recitan, con algunas variaciones, la

siguiente letanía: “Nosotros somos los Borg. La existencia como ustedes la conocen

terminó. Adicionaremos sus cualidades biológicas y tecnológicas a la nuestra. Resistir

es inútil”. No existe una red social Borg, con algún grado significativo de distribución,

porque no existe persona-Borg. Transformados en individuos sustituibles, los borgs son

replicados en serie por una estructura fuertemente centralizada en su reina (sí, el

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régimen es monárquico absoluto), la única que puede pensar libremente (si es que eso

es posible sin el conversar). Sus cerebros son conectados a una mente colectiva (la

Colectividad Borg) controlada por un hub central (Unimatrix Um). El objetivo declarado

del pueblo Borg (que sólo es un pueblo en aquel particular sentido original de la

palabra latina ‘populus’ = “contingente de tropas” es “perfeccionar todas las especies

trayendo orden al caos”. Una interpretación posible para la metáfora es la siguiente:

de cierto modo, cualquier persona, transformada en pieza sustituible por una

organización centralizada (jerárquica), es – en alguna medida – un borg. Nota extraída

del libro FRANCO, Augusto (2011). Fluzz: vida humana e convivência social nos novos

mundos altamente conectados do terceiro milênio. São Paulo: Escola-de-Redes, 2011.

(8) MATURANA, Humberto & VERDEN-ZÖLLER, Gerda (1993). Amor y Juego:

fundamentos olvidados de lo humano – desde el Patriarcado a la Democracia.

Santiago: Editorial Instituto de Terapia Cognitiva, 1997. (Existe tradução brasileira:

Amar e brincar: fundamentos esquecidos do humano. São Paulo: Palas Athena, 2004).

(9) BLACK, Bob (1985). The Abolition of Work and Other Essays. Port Townsend:

Loompanics Unlimited, 1986.

(10) SAINT-EXUPERY, Antoine (1939). Terra dos homens. Rio de Janeiro: Nova

Fronteira, 2006.

(11) Considerando la historia evolutiva del homo sapiens, las personas no tienen

razones para guiarse por la idea de que existe una (única) creencia verdadera y el

adoptar prácticas de exclusión y negación de los que tienen creencias diferentes y no

quieren abjurar de ellas y convertirse a las creencias de otro grupo para poder ser

aceptadas y validadas por tal o cual grupo (que es lo que caracteriza la práctica

religiosa). Eso habría reducido drásticamente las posibilidades de interacción entre

grupos de orígenes diferentes, con obvios impactos negativos para su supervivencia. Si

los seres humanos hubieran seguido directivas como ésta no habrían acontecido los

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intercambios y no habría florecido el comercio. Pues la adopción de tal orientación

lleva, inexorablemente, a la formación de grupos cerrados de creyentes, inducidos al

enclaustramiento en clusters de los que comparten la misma fe (o mejor, la misma

creencia) sin atajos para los otros clusters (compuestos por los infieles). Pero fue eso lo

que hicieron las religiones durante milenios (produciendo enemistad en el mundo y un

sinnúmero de guerras) y aun lo continúan haciendo, si bien en menor escala (pues en

mundos altamente conectados es casi imposible mantener ese comportamiento), con

excepción, tal vez, de ciertas corrientes del islamismo (con resultados nefastos bien

conocidos por todos en la actualidad). (12) Cf. MATURANA, Humberto. Op. cit.

(13) En el límite, hasta las armas de guerra pueden ser bendecidas (como ya lo hiciera

certo jerarca máximo de una iglesia – considerado por su religión como infalible – a

mediados del siglo pasado).

(14) HOBBES, Thomas (1651). Leviatã. São Paulo: Martins Fontes, 2003.

(15) Cf. BLUMENTHAL, Matthew (2007). Fraternidade separa líderes de perdedores nos

EUA. Folha de São Paulo: Caderno Cotidiano,14 de outubro de 2007. Disponible en:

http://www1.folha.uol.com.br/fsp/cotidian/ff1410200727.htm

(16) No es casual que el concepto de trabajo haya surgido en la antigua Mesopotamia

con la connotación de sufrimiento. A propósito, en la mitogonía sumeria, según la

“Epopeya de la Creación” – que contiene algunos de los relatos más antiguos que

conocemos de una cultura sacerdotal, jerárquica y autocrática – el hombre habría sido

creado por los dioses para “trabajar para siempre y liberar a los dioses...” o soportar el

yugo, sufrir la fatiga. Ya fue creado como trabajador – un ser inferior, esclavo de los

dioses – para propiciar la libertad de los dioses, que pasarían a exigir de los hombres

adoración. Adoración significaba, originalmente y de acuerdo a los relatos bíblicos,

trabajar para los seres superiores: trabajar para una deidad y esa deidad era,

simultáneamente, “señor”, “soberano”, “rey”, “gobernante” y “dueño” – en fin,

superior. El hombre antiguo de los sistemas jerárquico-autocráticos no adoraba

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propiamente a sus dioses, sino que les temían y trabajaban para ellos. Y, es claro, para

sus intermediarios humanos: los sacerdotes. Cf. Epopéia da Criação – Enuma Elish (ou

Enûma Eliš) y el mito de la creación babilónica. El fue descubierto por Austen Henry

Layard em 1849 (en forma fragmentada) en las ruinas de la Biblioteca de Assurbanipal

em Nínive (Mossul, Iraque), y publicado por George Smith en 1876. Cf. SMITH, George

(1876). The Chaldean Account of Genesis. London: s/ed., 1876. Aquí el pasaje citado

del Enuma Elish: “El creó el hombre (y la mujer), seres vivos, para trabajar para

siempre y liberar a los dioses de otras cargas...”. Una versión dudosa en portugués está

disponible en el link:

http://www.angelfire.com/me/babiloniabrasil/enelish.html --

Tablets 1 e 2 están disponibles en: http://wikisource.org/wiki/Enuma_Elish

(17) Cf. HOBBES, T. Op. cit.

(18) Cf. FRANCO, Augusto (2012). Small Bangs: instruções para construir uma bomba

criativa. Disponible en:

http://net-hcw.ning.com/page/small-bangs

(19) Cf. FRANCO, Augusto (2011). Netweaver Howto (Como se tornar um netweaver).

Disponible en:

http://escoladeredes.net/group/fluzz/forum/attachment/download?id=2384710%3AU

ploadedFile%3A164075

(20) SAINT-EXUPERY, A. Op. cit.

(21) Cf. FRANCO, Augusto (2011). Resista à tentação de pertencer a um grupo.

Disponible en:

http://www.slideshare.net/augustodefranco/resista-tentao-de-pertencer-a-um-grupo

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(22) Una medida para desprogramar el software que fue instalado en usted por la

familia es dejar de proyectar a sus padres en sus jefes y autoridades en general. La

mejor manera de hacer eso es, obviamente, no tener jefes. Pero aun así no alcanza. Es

preciso también no ser jefe de nadie. Y nada de respetar especialmente a las

autoridades. Todas las personas deben ser respetadas: como son, iguales a usted. Un

niño o una niña debe ser tan respetada en su humanidad tanto como una persona

mayor. La persona mayor no debe ser más respetada que las de menor edad porque

podría ser su padre o madres, como corrientemente se pregona. La persona rica,

poderosa, sabia o famosa no debe ser reverenciada de modo diferencial, como

frecuentemente ocurre. No existe nadie más importante que usted. No es necesario

solamente creer en esto, sino comportarse coherentemente con tal convicción.

(23) Tal vez, la principal medida para reprogramar lo que la familia embutió en usted –

cuando quiso educarlo, enseñarle, formatearlo, prepararlo para ser un adulto con tales

o cuales características preconcebidas – es reaprender a jugar. No importa su edad, es

siempre posible jugar, interactuar con otras personas sin resultados esperados, sin

otro propósito que el placer, la fruición por compartir. Si usted cree imposible hacer

eso, entonces su caso está perdido. Sólo es posible salir de la Matrix volviéndose niño

nuevamente.

(24) No es que no pueda existir una verdad (para usted). Lo fundamental aquí es

abandonar la idea de que existe un camino hacia la verdad que pueda ser revelado

para los otros por una organización. En el espíritu de aquella observación que Jiddu

Krishnamurti hizo el 21 de octubre de 1980: “la verdad es una tierra sin camino. El

hombre no llegará a ella a través de organización alguna, de cualquier creencia, de

ningún dogma, de ningún sacerdote o siquiera un ritual ni a través del espejo de las

relaciones...” Cf. KRISHNAMURTI, Jiddu (1980). Disponible en:

http://www.jkrishnamurti.org/pt/about-krishnamurti/dissolution-speech.php

(25) El Bhagwan Shree Raineesh (más conocido como Osho) descirfró el enigma

cuando identificó los dioses de las religiones como programas verticalizadores: “no

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tengo ningún Dios; de ese modo, no tengo ningún programa para usted en el cual usted

pueda ser transformado en un esclavo”. A propósito, Osho, así como Krishnamurti y el

Tao – e inclusive el Zen, desligado de las adherencias religiosas del budismo, actuando

como un programa antivirus, o un game de desconstitución de certezas – pueden ser

de mucha ayuda en el esfuerzo por salir de la Matrix.

(26) Llamamos transformacionismo a la ideología perversa según la cual los seres

humanos vienen con defectos que deben ser arreglados por alguna institución

jerárquica (sea una escuela, una iglesia, una organización militar, una corporación, un

partido, un Estado ao algún tipo de orden espiritual, secta, sociedad o fraternidad).

Estas instituciones serían, por un lado, una especie de reformatorios para educar a las

personas, quiere decir, enseñarlas, adiestrarlas, domarlas; o por otro, ambientes para

dar lugar a su desarrollo interior, poniéndolas en el camino de su evolución mental o

espiritual. La perversión transformacionista adquirió en la modernidad otras formas,

más explícitamente políticas, a partir de la creencia de que la transformación de las

personas (en lo que ellas no son) llegaría con la transformación de la sociedad (en lo

que ella no es, por medio de la realización de alguna utopía autoritaria que, al final,

“pondría orden en la casa”). Esta transformación sería promovida por la intervención

consciente de una militancia política, social o ambiental – siempre aglomerada en

organizaciones jerárquicas – a la cual le cabría transfundir su consciencia hacia las

masas ignorantes conduciéndolas en dirección de un porvenir radiante. Esta ideología

es deconstituida con la aceptación de que debemos ser lo que somos y no lo que no

somos (no hay nada errado con nosotros), de que no hay ningún lugar para ir a no ser

aquél hacia el cual iremos (y que no puede ser conocido de antemano por alguna

organización de sabios, de seres más conscientes o más evolucionados, poseedores de

algún conocimiento superior de los mecanismos inmanentes o trascendentes a la

historia) y de que las redes sociales distribuidas (las personas interactuando

libremente) no son un instrumento para la realización del cambio, sino que ya son el

cambio mismo.

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(27) Para una visión de la democracia cooperativa cf. FRANCO, Augusto (2011).

Democracia: um programa autodidático de aprendizagem. Disponible en:

http://www.slideshare.net/augustodefranco/democracia-um-programa-autodidatico-

de-aprendizagem

(28) Cf. FRANCO, Augusto & LESSA, Nilton (2011). Multiversidade : da Universidade dos

anos 1000 à Multiversidade nos anos 2000. Disponible en:

http://www.slideshare.net/augustodefranco/multiversidade-10753463

(29) Cf. FRANCO, Augusto (2012). Cocriação: reinventando o conceito. Disponible en:

http://www.slideshare.net/augustodefranco/cocriao-reinventando-o-conceito-

11321907

(30) George Orwell (1948) En sus inquietantes Reflexiones sobre Gandhi, elaboró tal

vez, la más profunda (y valiente) crítica a la disciplina religiosa tomando como ejemplo

la “disciplina que Gandhi se impuso a sí mismo y que – aunque el pudo no insistir a sus

seguidores el que observaren cada detalle – creía ser indispensable si quisieren servir a

Dios o la humanidad. En primer lugar, no comer carne y, si fuera posible, ningún

alimento animal bajo ninguna de sus formas... Nada de bebidas alcohólicas o tabaco,

ningún aderezo o condimento, aún el de tipo vegeta... En segundo lugar, si fuera

posible, nada de relaciones sexuales... Y, finalmente – este es el punto principal –, para

quien busca la bondad no debe haber tan siquiera amistades íntimas y amores

exclusivos”. Entonces, llega la crítica cortante de Orwell: “Lo esencial en el hecho de

que seamos humanos es que no buscamos la perfección, es que algunas veces estamos

propensos a cometer pecados en nombre de la lealtad, es que no asumimos el

ascetismo al punto de hacer imposible una amistad, es que en el final estamos

preparados para ser derrotados y fragmentados por la vida, que es el precio inevitable

de que fijemos nuestro amor en otros individuos humanos. Sin duda, las bebidas

alcohólicas, el trabajo, etc. son cosas que un santo debe evitar, pero la santidad

también es algo que los seres humanos deben evitar. Para eso hay una réplica obvia,

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pero tenemos que ser cautelosos al hacerla. En esta época dominada por yoguis, se

supone con demasiada prisa no sólo que el “desapego” es mejor que la aceptación

total de la vida terrena sino también que el hombre común sólo la rechaza porque ella

es muy difícil: en otras palabras, que el ser humano medio es un santo fracasado. Es

cuestionable que eso sea verdad. Muchas personas no desean sinceramente ser santas,

y es probable que las que alcancen la santidad, o que a ella aspiren, jamás hayan

sentido mucha tentación de ser seres humanos”. Haber percibido que este “hombre

común”, este “ser humano medio” no es “un santo fracasado” fue la magnífica e

instantánea comprensión de Orwell, desenmascarando lo que nos impusieron las

iglesias al colocar como ideal de superación del ser humano, su perfeccionamiento, su

“espiritualización”, como s hubiese alguna cosa fallada con los que viven su vida y su

convivencia sin someterse a alguna disciplina religiosa, ascética, aún estando dirigida al

bien de la humanidad (como los santos, los bodhisattvas y los mahatmas – que, tal vez,

no hayan conseguido llegar a ser personas comunes). Cf. ORWELL, George (1948).

Reflexões sobre Gandhi in ORWELL, George (1984). Dentro da baleia e outros ensaios.

São Paulo: Companhia das Letras, 2005.

(31) Psicólogos, psicoanalistas y psiquiatras que se ocupan de las patologías incidentes

en quien se mantiene en esa condición [de celebridad] tienen mucho para contar

sobre la perturbación de la personalidad que puede llevar, en determinadas

circunstancias y combinada con otros factores, al surgimiento de pulsiones

autodestructivas... Mismo que tales consecuencias extremas no acontezcan, existe

siempre un aislamiento (aquel cruel aislamiento del que se quejan todos los grandes

líderes jerárquicos y los conductores de rebaños), causado por el represamiento del

fluzz. En cierta medida, en las sociedades y organizaciones jerárquicas nos

transformamos (todos nosotros, no sólo las celebridades) en seres de apariencia,

deformados por el broadcasting, usando nuestras antenas casi exclusivamente para

difundir las características de nuestra persona (como queremos que los otros nos

vean) y no para captar otros patrones de convivencia. Es así que no desarrollamos

nuestras características-hub y, en consecuencia, perdemos interactividad, sobre todo

porque no queremos mantenernos abiertos a la interacción con el otro imprevisible

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por miedo de que nos confundan con cualquier otro, con seres de menor importancia

que nosotros (porque tenemos menos títulos, menos riqueza, menos poder o menos

popularidad que nosotros). Para protegernos de la libre interacción pasamos a convivir

sólo con aquellos que se parecen a nosotros y permanecemos cada vez más parecidos

a ellos, por un mecanismo que ya fue explicado por el físico Mark Buchanan (2007) en

El átomo social [op. Cit. Infra]. Como resultado, permanecemos cada vez más

aprisionados en nuestro submundo del mundo único: aunque viviendo en una

megalópolis de diez millones de habitantes, frecuentamos los mismos clubes, vivimos

en los mismos barrios, gozamos nuestras vacaciones en las mismas localidades y

hacemos los mismos recorridos de viaje, jugamos los mismos juegos, usamos las

mismas ropas y conversamos las mismas conversaciones... Cuando se pone en proceso

de fluzz una persona deja de luchar para subir, para tener éxito, para igualarse o imitar

a los ricos, los poderosos, los muy titulados y los famosos. Liberándose la persona de la

exigencia de ser una VIP (very important person), ella comienza a revalorizar sus

relacionamientos horizontales. En esa jornada terapéutica, se va curando de las

sociopatías asociadas a las perturbaciones en el campo social introducidas por la

jerarquía y va caminando, a su propio paso y a su manera, en dirección al supremo

objetivo de transformarse en una persona común. Nota extraída de FRANCO, Augusto

(2011). Fluzz: op. cit. Cf. também BUCHANAN, Mark (2007). O átomo social. São Paulo:

Leopardo, 2010.

(32) “There is no heresy or no philosophy which is so abhorrent to the church as a

human being”. Letter to Augusta Gregory (22/11/1902) from James Joyce by Richard

Ellmann (1959). Cf. ELLMANN, Richard (1959). James Joyce. Oxford University Press,

1983.

(33) El fracaso de todas las llamadas “personas de éxito” está en que son personas

privadas. Personas que se cerraron a la interacción con el otro imprevisible y, al hacer

eso, a despecho de que son muy conocidas, obstruyeron conexiones con la nube que

las rodea, bloquean los atajos entre clusters (al recusarse a servir como puentes),

excluyeron a otras personas de su espacio de vida y, simultáneamente, se excluyeron

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de otros mundos, aislándose del superorganismo humano y dejando de contar con una

parte (justamente aquella parte inusitada, que los marquetineros, los políticos

profesionales y los psicólogos sociales tanto buscan y no consiguen encontrar) de las

inmensas potencialidades de lo social. Son rarísimas las personas de éxito que se dejan

abordar por un cualquiera del pueblo. Sus direcciones, emails y teléfonos son

mantenidos en reserva. Sus ambientes de trabajo son protegidos por porteros, agentes

de seguridad, secretarios y asesores. Su sites y blogs son cerrados a los comentarios o

moderados. Su participación en los medios sociales es siempre para usarlos como

broadcast, para hacer relaciones públicas y propaganda de sí mismas (para

permanecer famosas y obtener los beneficios económicos, sociales y políticos

conferidos diferencialmente a quien alcanzó tal condición). Eso termina

manifestándose en el que crean que su vida personal, como individuos supuestamente

autónomos, es tan importante que no les cabe ser vulnerables a los paparazzi de las

relaciones. Como consecuencia, comienzan a desarrollar aquella sociopatía más

conocida con el nombre de fama. En verdad, permaneces enfermos por déficit de

interactividad. Quien no quiere ser puerta, no encuentra caminos. El éxito es el mejor

camino para perder caminos. La pérdida de caminos es también una medida de no-red,

o sea, una expresión de poder. La contraparte de querer ser muy importante es la falta

de importancia para la red (y no importa para nada si esas personas de éxito tienen

miles o millones de followers en los medios de comunicación social más frecuentados

o si su blog tiene miles o millones de pageviws). Quien no encuentra nuevos caminos,

no puede encontrar un camino para salir de la Matrix. Nota parcialmente extraída de

FRANCO, Augusto (2011). Fluzz. Op. cit.

(34) Cypher was a redpill assigned to the Zion hovercraft Nebuchadnezzar under the

command of Morpheus. Cypher's job, as with all other operatives, was to free human

minds trapped within the Matrix. Cypher was dreadfully unhappy with the nature of

reality in comparison to the relative comforts found within the illusory world of the

Matrix. Cf. http://matrix.wikia.com/wiki/Cypher