jarkowski - los pichiciegos

3
Bazar Americano, agosto/setiembre de 2006 Aníbal Jarkowski. "Los pichiciegos: una novela verdadera" Sobre: Rodolfo Fogwill, Los pichiciegos, Buenos Aires, Interzona, 2006; 156 páginas. Las representaciones de la guerra de Malvinas tendieron –creo- a añadir un antes y un después a la narración de la guerra propiamente dicha. Seguramente porque se desarrolló dentro de una dictadura atroz que tanto la antecedió como la sucedió; tal vez porque la lucha se desarrolló en un territorio alejado de los lugares donde se produjeron los relatos; y muy probablemente por otras razones que no consigo distinguir, las representaciones cubrieron una temporalidad ampliada añadiendo causas y consecuencias, con lo que añadieron, entonces, interpretaciones muy determinadas ideológicamente. La novela de Fogwill, porque fue escrita durante el conflicto pero, sobre todo, por tomar una decisión narrativa extrema, limitó la temporalidad del relato y la acopló a la de la guerra hasta hacerlas coincidir casi exactamente. Con esto, si no eliminó la dimensión interpretativa, de todos modos se preservó de incurrir en evaluaciones que luego se fijarían para caracterizar el conflicto: la falta de preparación de los muy jóvenes soldados argentinos, la carencia del armamento adecuado, el abandono y la desprotección a que serían arrojados los veteranos, por ejemplo, o la “alianza de hombres de empresa y hombres de armas en vísperas de su retiro”, como aparece en la contratapa de la primera edición en libro, de diciembre de 1983, la “ocasión para intentar la construcción de una unidad nacional indispensable a la supervivencia política del régimen”, como escribió Beatriz Sarlo en “No olvidar la guerra de Malvinas”,* ensayo que, junto al de Julio Schvartzman** son dos de los trabajos más lúcidos dedicados a una novela que, al cabo, no recibió la cantidad de lecturas que podría imaginarse en razón de su originalidad. La comunidad de pichis, entonces, se construye y funciona durante la guerra y con ella termina; a la par de la derrota y la rendición de las fuerzas argentinas mueren todos los pichis, excepto uno que, digámoslo así, salva del olvido a la comunidad: es su último testigo. Quiquito, ese único sobreviviente tampoco añade episodios anteriores o posteriores sino que, casi absolutamente, se limita a dar al narrador su testimonio de lo que sucedió durante la guerra. Así, la novela no sólo se preserva de algunas interpretaciones, como ya se dijo, sino

Upload: le-ni

Post on 14-Dec-2015

105 views

Category:

Documents


6 download

DESCRIPTION

Reseña de la reedición 2006 de la novela de Fogwill

TRANSCRIPT

Page 1: Jarkowski - Los Pichiciegos

Bazar Americano, agosto/setiembre de 2006

Aníbal Jarkowski.

"Los pichiciegos: una novela verdadera"

Sobre: Rodolfo Fogwill, Los pichiciegos, Buenos Aires, Interzona, 2006; 156 páginas.

Las representaciones de la guerra de Malvinas tendieron –creo- a añadir un antes y un después

a la narración de la guerra propiamente dicha. Seguramente porque se desarrolló dentro de

una dictadura atroz que tanto la antecedió como la sucedió; tal vez porque la lucha se

desarrolló en un territorio alejado de los lugares donde se produjeron los relatos; y muy

probablemente por otras razones que no consigo distinguir, las representaciones cubrieron una

temporalidad ampliada añadiendo causas y consecuencias, con lo que añadieron, entonces,

interpretaciones muy determinadas ideológicamente.

La novela de Fogwill, porque fue escrita durante el conflicto pero, sobre todo, por tomar una

decisión narrativa extrema, limitó la temporalidad del relato y la acopló a la de la guerra hasta

hacerlas coincidir casi exactamente. Con esto, si no eliminó la dimensión interpretativa, de

todos modos se preservó de incurrir en evaluaciones que luego se fijarían para caracterizar el

conflicto: la falta de preparación de los muy jóvenes soldados argentinos, la carencia del

armamento adecuado, el abandono y la desprotección a que serían arrojados los veteranos, por

ejemplo, o la “alianza de hombres de empresa y hombres de armas en vísperas de su retiro”,

como aparece en la contratapa de la primera edición en libro, de diciembre de 1983, la

“ocasión para intentar la construcción de una unidad nacional indispensable a la supervivencia

política del régimen”, como escribió Beatriz Sarlo en “No olvidar la guerra de Malvinas”,*

ensayo que, junto al de Julio Schvartzman** son dos de los trabajos más lúcidos dedicados a

una novela que, al cabo, no recibió la cantidad de lecturas que podría imaginarse en razón de

su originalidad.

La comunidad de pichis, entonces, se construye y funciona durante la guerra y con ella

termina; a la par de la derrota y la rendición de las fuerzas argentinas mueren todos los pichis,

excepto uno que, digámoslo así, salva del olvido a la comunidad: es su último testigo.

Quiquito, ese único sobreviviente tampoco añade episodios anteriores o posteriores sino que,

casi absolutamente, se limita a dar al narrador su testimonio de lo que sucedió durante la

guerra. Así, la novela no sólo se preserva de algunas interpretaciones, como ya se dijo, sino

Page 2: Jarkowski - Los Pichiciegos

que además también evita el recurso convencional de un narrador omnisciente. Es

significativo, en esta dirección, que el relato reserve para el sobreviviente el pronombre “él”

como alternativo de su nombre, lo que cimenta la impresión de omnisciencia a lo largo de los

seis primeros capítulos y la desbarata a partir del final del séptimo, cuando aparece el narrador

en primera persona: “¿Y vos Quiquito, creés que yo creo esto que me contás? –le pregunté”.

Aquella decisión de ajustar la duración de la historia a la duración de la guerra podría haber

mitificado la narración al recortarla del tiempo. Sin embargo, ocurre exactamente lo contrario:

mediante la nominación de objetos a través de sus marcas comerciales o la presentación de

una lengua que remeda insistentemente las inflexiones de hablas diversas, por ejemplo, la

novela consigue una ilusión –una alucinación, en verdad- de verosimilitud tan intensa que

permite explicar por qué distintos lectores entendieron a Los Pichiciegos como un relato

realista, más allá de numerosos indicios que van en la dirección contraria a la de una

representación ceñida a ese patrón estético, como el episodio de las monjas, el de la culebra o

el del piloto muerto que planea sobre la isla suspendido en el paracaídas, o la referencia al

equipo de polo que quisieron hacer algunos oficiales para jugar en las islas.

Respecto de esa ilusión de realismo tal vez convenga considerar algo que –creo- ocurre con

relativa frecuencia durante la lectura de ficciones y, sin embargo, para cualquier lector es

difícil de argumentar. Si bien por efecto de la insistencia de profesores, prologuistas,

antólogos y críticos casi todo el mundo se resigna a distinguir los relatos realistas de los

fantásticos, lo cierto es que durante, y aún después de la lectura de un relato, esa distinción

nos resulta ineficaz, inexacta, y preferimos la de relatos verdaderos y relatos falsos. Las

grandes novelas –Las palmeras salvajes, El castillo, Los 7 locos- siempre nos parece que son

realistas, no porque respondan a esa estricta categoría del arte sino porque, y más allá de toda

evidencia en contrario, las sentimos –pido disculpas- verdaderas. En ese sentido, Los

pichiciegos no sólo fue, sino que aún es una novela verdadera: la transposición a lenguaje de

un fulgurante acto de imaginación que, para coincidir con la verdad, no necesitó violentar las

determinaciones materiales del referente ni se empecinó en la –ay, tan frecuente- exhibición

de ingenio autoral.

Acaso, es cierto, haya que lamentar la presencia en el relato de nombres que, a la vez, refieren

a pichis y a apellidos de poetas, críticos o editores reales, procedimiento que en esta y otras

novelas argentinas resulta cómodo –y medio pavo-, aunque tal vez obedezca, al fin, a la

Page 3: Jarkowski - Los Pichiciegos

humildad de quien imagina que no encontrará más que unos pocos lectores y por eso inscribe

–unas veces con gratitud, otras veces para escarnio- sus nombres en un relato.

Desde su publicación, hace ya casi 25 años, se ha escrito que Los pichiciegos es una

representación diferente, original, inaudita de la guerra de Malvinas. Todo eso es cierto y lo

debe a su radicalidad. El relato no se pregunta cómo se llegó a esa guerra ni qué sucedió

después, sino que su pregunta –creo- es ¿qué fue –qué estaba siendo- esa guerra si se la

desempañaba de valores trascendentes, es decir, se la desnudaba de las brumas de la

solidaridad, el heroísmo, el patriotismo o la piedad?

Y la respuesta fue que queda sólo esto, la guerra; personas sin libertad y reducidas a dos

comportamientos que, al fin, se corresponden: matar e intentar sobrevivir hasta que la guerra

termine.

*Punto de Vista, Nro. 49, Buenos Aires, agosto 1994.

** “Un lugar bajo el mundo: Los pichiciegos de Rodolfo E. Fogwill”, en Microcrítica:

Lecturas argentinas, Buenos Aires, Biblos, 1996.