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REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXIV, No. 68. Lima-Hanover, 2º Semestre de 2008, pp. 271-299 RESEÑAS: James Higgins. Historia de la lite- ratura peruana. Lima: Universidad Ricardo Palma – Editorial Universi- taria, 2006. La historia literaria fue, por mu- chos años, la modalidad privilegiada de reflexión sobre la literatura. Las vastas empresas historiográficas individuales, tipo Luis Alberto Sán- chez en el caso peruano, parecen en cambio hoy inviables. No porque la reflexión sobre el proceso literario peruano haya perdido relevancia o pertinencia, por el contrario, se re- quiere con urgencia construir nuevas visiones amplias y globales de la his- toria literaria peruana, pero tal tarea parece requerir hoy el concurso de equipos de investigadores, no de un erudito aislado y autosuficiente. Pero si bien en los últimos años no se ha producido ningún trabajo de histo- riografía literaria con pretensiones totalizadoras, sí se han publicado valiosos textos panorámicos, que se nutren de los más recientes aportes en el campo de los estudios literarios peruanos. Entre ellos cabe destacar el libro escrito por los ya fallecidos hermanos Jorge y Antonio Cornejo Polar Literatura peruana. Siglo XVI a siglo XX (Lima – Berkeley: Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar – Latinoamericana Editores, 2000); el volumen de Ricardo Gonzá- lez Vigil Literatura, tomo XIV de la Enciclopedia temática del Perú (Li- ma: Orbis Ventures S.A.C., 2004), de vasta difusión, pues formó parte de una colección publicada por el diario El Comercio; y el texto que nos in- teresa comentar, Historia de la litera- tura peruana, escrito por el notable peruanista escocés James Higgins. Higgins es un investigador que ha contribuido muy destacadamente al mejor conocimiento y a la difusión internacional de la literatura peruana. Entre sus valiosas contribuciones, cabe destacar obras como Visión del hombre y de la vida en las últimas obras poéticas de César Vallejo (México: Siglo XXI, 1970), César Va- llejo en su poesía (Lima: Seglusa, 1990), Cambio social y constantes humanas. La narrativa corta de Ri- beyro (Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1991), o Hitos de la poesía pe- ruana. Siglo XX (Lima: Editorial Milla Batres, 1993), además de varios im- portantes libros en inglés, algunos de los cuales bien merecerían ser traducidos al español, en especial The Literary Representation of Peru (Lewiston, Nueva York – Queenston, Ontario – Lampeter, Gales: The Ed- win Mellen Press, 2002). Por su no- table trayectoria peruanista ha reci- bido importantes reconocimientos: es Miembro Correspondiente de la Academia Peruana de la Lengua, Comendador de la Orden al Mérito y Profesor Honorario de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Su Historia de la literatura perua- na presenta un sintético panorama del proceso literario peruano. Años atrás, ya había publicado Higgins un libro similar, A History of Peruvian Literatura (Liverpool – Wolfeboro,

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REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXIV, No. 68. Lima-Hanover, 2º Semestre de 2008, pp. 271-299

RESEÑAS:

James Higgins. Historia de la lite-ratura peruana. Lima: Universidad Ricardo Palma – Editorial Universi-taria, 2006.

La historia literaria fue, por mu-chos años, la modalidad privilegiada de reflexión sobre la literatura. Las vastas empresas historiográficas individuales, tipo Luis Alberto Sán-chez en el caso peruano, parecen en cambio hoy inviables. No porque la reflexión sobre el proceso literario peruano haya perdido relevancia o pertinencia, por el contrario, se re-quiere con urgencia construir nuevas visiones amplias y globales de la his-toria literaria peruana, pero tal tarea parece requerir hoy el concurso de equipos de investigadores, no de un erudito aislado y autosuficiente. Pero si bien en los últimos años no se ha producido ningún trabajo de histo-riografía literaria con pretensiones totalizadoras, sí se han publicado valiosos textos panorámicos, que se nutren de los más recientes aportes en el campo de los estudios literarios peruanos. Entre ellos cabe destacar el libro escrito por los ya fallecidos hermanos Jorge y Antonio Cornejo Polar Literatura peruana. Siglo XVI a siglo XX (Lima – Berkeley: Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar – Latinoamericana Editores, 2000); el volumen de Ricardo Gonzá-lez Vigil Literatura, tomo XIV de la Enciclopedia temática del Perú (Li-ma: Orbis Ventures S.A.C., 2004), de vasta difusión, pues formó parte de una colección publicada por el diario

El Comercio; y el texto que nos in-teresa comentar, Historia de la litera-tura peruana, escrito por el notable peruanista escocés James Higgins.

Higgins es un investigador que ha contribuido muy destacadamente al mejor conocimiento y a la difusión internacional de la literatura peruana. Entre sus valiosas contribuciones, cabe destacar obras como Visión del hombre y de la vida en las últimas obras poéticas de César Vallejo (México: Siglo XXI, 1970), César Va-llejo en su poesía (Lima: Seglusa, 1990), Cambio social y constantes humanas. La narrativa corta de Ri-beyro (Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1991), o Hitos de la poesía pe-ruana. Siglo XX (Lima: Editorial Milla Batres, 1993), además de varios im-portantes libros en inglés, algunos de los cuales bien merecerían ser traducidos al español, en especial The Literary Representation of Peru (Lewiston, Nueva York – Queenston, Ontario – Lampeter, Gales: The Ed-win Mellen Press, 2002). Por su no-table trayectoria peruanista ha reci-bido importantes reconocimientos: es Miembro Correspondiente de la Academia Peruana de la Lengua, Comendador de la Orden al Mérito y Profesor Honorario de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Su Historia de la literatura perua-na presenta un sintético panorama del proceso literario peruano. Años atrás, ya había publicado Higgins un libro similar, A History of Peruvian Literatura (Liverpool – Wolfeboro,

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New Hampshire: Francis Cairns, 1987), orientado al público anglófo-no. Como lo apunta el propio autor, el texto que comentamos, dirigido al público hispanohablante y en espe-cial peruano, es mucho más que una mera traducción de esa obra previa: “es un libro sustancialmente nuevo. Ha sido actualizado mediante la in-clusión de dos capítulos nuevos de-dicados a la literatura de los últimos años. Además, mis ideas han evolu-cionado con el tiempo y como con-secuencia de una mayor experiencia del Perú y su literatura. Sobre todo, he aprovechado los aportes de los numerosos trabajos que han apare-cido en los últimos veinte años. Si uno compara el estado de los estu-dios literarios hoy en día con lo que fue en los años 60, 70 y 80, los avances realizados son realmente impresionantes … Por estas razones, aunque he utilizado gran parte del material del libro anterior, algunos capítulos han sido transformados radicalmente, todos han sido reor-ganizados y en algunos casos la lec-tura de textos ha sido modificada. Como ya se ha dicho, se trata de otro libro” [9].

Higgins asume una concepción de la literatura peruana que incluye no sólo los textos escritos en espa-ñol, sino también los producidos en lenguas nativas, así como las diver-sas tradiciones orales. Sin embargo, reconociendo sus limitaciones para abordar la producción discursiva indígena, su visión privilegia inevita-blemente la literatura peruana escrita en español. Intentando paliar esta limitación, dedica un primer capítulo a la “otra literatura peruana”, cen-trándose básicamente en los discur-sos producidos en quechua. Si bien, al tratar separadamente a la literatura quechua, no logra articularla plena-mente al proceso de la contradictoria totalidad literaria peruana, se esfuer-za por reconstruir sintéticamente la evolución histórica de la literatura

quechua, desde los tiempos iniciales de la irrupción española en los An-des hasta las producciones orales y escritas del siglo XX. Por lo mismo, se echa de menos una referencia a la obra de Vienrich, quien inició de ma-nera sistemática la recopilación de la tradición oral andina.

En cuanto a la literatura escrita en castellano, en cada periodo exa-minado dedica capítulos separados a la producción poética y a las obras en prosa, a lo que hay que agregar un capítulo especial que brinda una visión diacrónica de la producción teatral, de la Colonia al siglo XX. Ob-viamente, Higgins ofrece una visión selectiva, presentando sintéticamen-te a los autores y las obras que con-sidera más relevantes, y comentan-do con ponderación algunos textos representativos. De este modo, de-dica sendos capítulos a la poesía y a la prosa coloniales, así como a la poesía y la prosa del primer siglo de vida republicana (1821-1919).

El siglo XX merece una atención más pormenorizada y una periodiza-ción más fina. En un periodo que abarca de 1920 a 1940, aproxima-damente, presenta a la poesía van-guardista y a la narrativa regionalista e indigenista. En el siguiente periodo, que va en términos gruesos de 1940 a 1960, dedica un capítulo a la gene-ración poética de los ‘40 y ‘50, y otro a la nueva narrativa. Finalmente, en un último periodo, que se extiende aproximadamente de 1960 al 2000, incluye un capítulo consagrado a las nuevas generaciones poéticas y otro que aborda la narrativa del pos-boom. Cabe apuntar que este pano-rama final no considera a los escrito-res novísimos, aquellos cuya obra se encuentra en pleno proceso de eclo-sión.

Nutrida por los aportes más re-cientes de la crítica peruana y por una vasta familiaridad con nuestra producción literaria, esta obra de Higgins nos brinda pues una útil y

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esclarecedora visión del proceso de la literatura peruana.

Carlos García-Bedoya M. Universidad Nacional Mayor de

San Marcos Amelia Royo y Elena Altuna (coor-dinadoras). Literatura e imaginario político. De la colonia a nuestros días. Córdoba: Alción, 2007.

El libro Literatura e imaginario político. De la colonia a nuestros dí-as, escrito y publicado con muchos avatares, terminó convirtiéndose en una especie de homenaje póstumo para dos colegas, porque por una parte fue el último del que participó en vida Alicia Chibán y por otro tiene el prólogo de Lelia Area, también fallecida recientemente. De modo que cuando se acerquen a este vo-lumen piensen que para aquellos que participamos de él significa re-cordar a alguien de quien tanto aprendimos en lo intelectual, pero más en lo humano, en la difícil tarea de respetarnos a pesar de las dife-rencias, de compartir el trabajo coti-diano y el conocimiento y de formar a nuevas generaciones que conti-nuarán con el compromiso de cus-todiar y legar la memoria de nuestros mayores.

El libro que reseño está integra-do por el conjunto de producciones realizadas en tres proyectos de in-vestigación desarrollados en el ámbi-to del Instituto “Luis Emilio Soto”, dependiente de la Facultad de Humanidades de la Universidad Na-cional de Salta. Los proyectos “Territorios: representaciones del sí y de los otros en las fronteras discursi-vas” dirigido por Elena Altuna, “In-dependencia y surgimiento de las naciones: fundación, celebración y elegía en el discurso poético” dirigi-do por Alicia Chibán y “Proyecciones

literarias del revisionismo histórico” dirigido por Amelia Royo compartie-ron el mismo espacio de producción y difusión cultural. El Instituto de In-vestigación de Literatura Argentina e Hispanoamericana “Luis Emilio So-to”, I.L.E.S., se constituyó en la dé-cada del ochenta en base a la dona-ción de la biblioteca de este presti-gioso ensayista argentino. La custo-dia y revisión de ese material biblio-gráfico fue gestando varios proyec-tos de investigación a cargo de do-centes de las cátedras de la univer-sidad, profesores invitados y estu-diantes atraídos por las áreas de tra-bajo del instituto.

En el caso del presente volumen, a los trabajos de los miembros de los equipos de investigación se su-man los de investigadores que fue-ron referentes de las cátedras y de los directores que conforman el I.L.E.S., ellos son Gregorio Caro Fi-gueroa y Raúl Bueno Chávez. El pri-mero es un asesor permanente para investigadores de distintas áreas en Salta, gracias a su copiosa biblioteca que le ha permitido realizar un fe-cundo trabajo de divulgación cultural a través de distintos medios, entre los que destaca la reconocida revista Todo es historia; mientras que el se-gundo es docente en diversas uni-versidades latinoamericanas y autor de numerosas publicaciones.

Aún cuando indiqué al iniciar es-ta presentación que este volumen reúne los trabajos de los integrantes de tres proyectos de investigación diferentes, el ámbito de producción compartido ha facilitado que tengan una coherencia para que los directo-res del conjunto encuentren la uni-dad necesaria para hacer un solo libro en el que la producción textual latinoamericana es recorrido desde un eje diacrónico que va desde las letras coloniales, pasa por los escri-tos del período independentista y transcurre por el siglo XX con los textos que han vuelto la atención

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sobre la historia precedente. La Doctora Elena Altuna es una

reconocida especialista en letras coloniales por lo que el proyecto ba-jo su dirección estudió distintas pro-ducciones textuales desde el siglo XVI hasta el siglo XIX. Tanto la direc-tora como los miembros de su equi-po han rastreado y comentado do-cumentación original del período hispánico en América y han cons-truido un recorrido de lectura que se vuelve muy ilustrativo para los inte-resados en el mundo colonial, tanto desde las letras como desde la his-toria o los estudios políticos. Uno de los integrantes de su equipo de in-vestigación, la Prof. Romina Rossa, centró su atención en las cartas de los migrantes coloniales de los siglos XVI y XVII. El rastreo de la documen-tación que realiza la investigadora y la lectura que hace de ellos le permi-ten conformar la imagen que los eu-ropeos en América proyectaban hacia aquellos que aún seguían en el continente: la de una colonia llena de oportunidades de riquezas y nobleza que no se podían conseguir en Eu-ropa. Esa imagen construida a través de las cartas estaba destinada a atraer hacia América a los parientes que habían quedado en Europa. Ed-gar Torres Guerra, por su parte, ana-lizó las experiencias de un español cautivo de los nativos durante el si-glo XVII que volcó sus recuerdos en el libro Cautiverio feliz y razón indivi-dual de las guerras dilatadas del Re-ino de Chile. La lectura de Torres Guerra permite rescatar del olvido esta experiencia relatada por su pro-tagonista pues resulta reveladora de las relaciones entre los reinos indí-genas y españoles en esos tiempos, contribuyendo al conocimiento de un aspecto rodeado de prejuicios y des-información.

La directora del proyecto pre-senta dos trabajos, uno sobre la comparación entre dos libros escri-tos por los mismos autores en base

a un mismo trabajo pero con dos destinatarios distintos y otro sobre cartas de “Españoles Americanos”. La lectura de la Dra. Altuna confronta la Relación Histórica del Viage á la América Meridional y Discurso y re-flexiones políticas sobre el estado presente de los reinos del Perú, uno de ellos escrito para la circulación general mientras que el otro fue un informe reservado para el gobierno de la que se desprende la importan-cia política de los estudios geográfi-cos. El estudio sobre las cartas de los “Españoles Americanos” revela el malestar de los súbditos de España en América como parte de un clima prerrevolucionario.

María Laura de Arriba analizó las cartas de la viuda de Mariano More-no que –como en una novela román-tica– escribía para un fantasma. La lectura que realiza la investigadora muestra que entre las nostalgias y preocupaciones cotidianas de una jovencita recién casada se puede ver, no sólo la vida cotidiana en el naciente Río de la Plata que carga aún con costumbres y formas de pensamiento coloniales, sino tam-bién las intrigas políticas y las con-tradicciones de quienes declamaban la igualdad y libertad de los hombres mientras mantenían esclavos para los quehaceres domésticos sin que ello les significara un conflicto de conciencia.

El estudio de Raúl Bueno Chávez se presenta como el avance de una posible investigación pero por sí mismo se muestra ya muy revelador. La hipótesis que presenta en los análisis de estos casos puede resu-mirse así: “la inteligencia que los hispanoamericanos tenemos del Brasil es mayormente el resultado de una elaborada construcción nues-tra”. Para sustentar esa hipótesis toma los testimonios de la antología compilada por Estuardo Núñez con el título Viajeros hispanoamericanos: (temas continentales), publicada por

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la Biblioteca Ayacucho, y a través de su análisis explica cómo operaban las miradas de los viajeros para re-construir Brasil según prejuicios e intereses ideológicos y políticos. El propósito final de su trabajo es alen-tar la superación de los desentendi-mientos históricos y discursivos en-tre los latinoamericanos.

Finalmente, Betina Campuzano centra su atención sobre ese contro-vertido género llamado “testimonio” y analiza el discurso de aquellos que dependen de intermediarios para hacerse conocer desde sus lenguas minoritarias y marginadas. Para ello toma como corpus una serie de tex-tos que incluyen a Rigoberta Men-chú, los hijos de Sánchez, Juan Pé-rez Jolote, Gregorio Condori Mama-ni, Testimonios de los quechuas del siglo XX y el discurso de las calles del Perú, recorriendo un amplio es-pectro de testimonios de diversos países latinoamericanos. La utiliza-ción de una bibliografía atinada y pertinente para fundamentar cada uno de los pasos de su análisis y las aseveraciones que realiza le dan un carácter científico a su trabajo, de modo que se vuelve un aporte con-siderable para el estudio del género que considera.

El proyecto dirigido por Alicia Chibán se detiene sobre la produc-ción literaria de los primeros momen-tos de la formación de nuestras ac-tuales naciones, aquella en que las colonias toman una decisión política consecuente con la conciencia de independizarse de España. Los tex-tos revisados son en su mayoría los que fueron redactados en el Virreina-to del Río de la Plata en transición hacia Provincias Unidas del Río de la Plata, antecedentes de la actual Re-pública Argentina.

Leonor Arias Saravia analizó la visión crítica de la primera genera-ción romántica sobre el trabajo de sus predecesores. Para ello recurrió a la documentación crítica producida

por la los románticos en los que se evidencia la polémica suscitada por la literatura producida por la Genera-ción de Mayo resaltando sus con-tracciones entre el ideario que pro-ponían, la estética que asumieron y los textos que produjeron.

Por otra parte, en esta sección, tanto Alicia Chibán como Leonor Fleming examinaron La lira argentina, esa compilación de la poesía de Buenos Aires producida durante la guerra de independencia, mientras la primera rastreó la imagen de Manuel Belgrano en ese corpus, la segunda estudió los viajes transatlánticos del libro y los avatares de la política in-ternacional que implican sus intentos de impresión.

María Marta Luján abre la lectura del corpus de literatura revoluciona-ria desde el Río de la Plata hacia Centro América con su análisis de la impronta de José María Heredia en el discurso de la Revolución Cubana. La sección se cierra con un trabajo de Gregorio Caro Figueroa sobre esa corriente historiográfica conocida como “revisionismo histórico” que permite articularla con la sección siguiente de la segunda parte del libro corresponde al proyecto dirigi-do por Amelia Royo.

El proyecto “Proyecciones lite-rarias del revisionismo histórico” efectivamente vuelve su atención sobre ese particular fenómeno histo-riográfico y cómo se ha textualizado en la narrativa argentina, no sólo contemporánea al auge de ese modo de abordar la historia sino también hacia la llamada “nueva narrativa his-tórica”. En ese sentido los integran-tes del equipo han tratado tanto el aspecto teórico del fenómeno textual como una serie de casos específi-cos.

La directora del proyecto abordó en dos artículos la importancia del revisionismo para generar nuevas lecturas sobre la historia y por ende nueva literatura que se proyecta aún

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en el siglo XXI, pues el marco teórico de la historiografía, expresamente crítico, se torna productivo para la literatura porque alienta a buscar nueva documentación sobre hechos que se consideraban ya historiados y a reinterpretar algunos sobre los que el discurso histórico parecía presen-tar cierres concluyentes y clausura-dos.

El autor de esta reseña leyó el fusilamiento de Dorrego a partir de la novela de Gálvez El gaucho de los cerrillos, en la que muestra cómo un autor revisionista construye una fic-ción ampliamente documentada para emitir su juicio sobre el hecho que desencadenó el ascenso de Rosas al Gobierno.

Por otra parte, mientras Floren-cia Geipel y Betina Campuzano atendieron al revisionismo histórico desde la literatura a través de la ver-sión novelada por Pedro Orgambide en Una chaqueta para morir ya que una estética distinta al realismo de Gálvez permite construir un discurso no categórico sino plagado de dudas e incertidumbres.

Carlos Hernán Sosa hizo su aproximación a través de la pieza teatral Dorrego de David Viñas que le sirve como pretexto para recorrer la producción literaria y crítica del autor desde su irrupción en el campo de la crítica en la revista Contorno hasta sus producciones literarias con las decisiones ideológicas y estéticas que toma.

En consecuencia, tal como lo postuláramos al principio de esta presentación, Literatura e imaginario político. De la colonia a nuestros dí-as, si bien reúne los trabajos de tres diferentes proyectos de investiga-ción, constituye un aporte a la lectu-ra orgánica de las letras hispanoa-mericanas desde su gestación hasta la actualidad.

Rafael Fabián Gutiérrez

U. Nacional de Salta, Argentina

Aníbal González. A Companion to Spanish American 'Modernismo'. Woodbridge: Tamesis-Boydell & Brewer, 2007. 150 p.

Como su título indica, estamos ante una introducción general a la literatura del modernismo latinoame-ricano. No se trata, pues, de una monografía ni de un manual tradicio-nal, y el lector o lectora especializa-dos deben tener este dato en cuenta al evaluar este trabajo que, en ese sentido, tiene un contenido menos específico que monografías y recopi-laciones recientes como las de José Ismael Gutiérrez (2007), Ana Suárez (2006), Araceli Tinajero (2004), Bego-ña Sáez (2004), Rosa Fernández (2002), Ivan Schulman (2002) o Juan Cózar (2002). Por otro lado, lo que González lleva a cabo aquí es, en parte, una síntesis de los comenta-rios y conclusiones desarrollados por él con amplitud en trabajos previos y pioneros dedicados a la novela o a la crónica modernistas y que ya deben ser bien conocidos por los especia-listas.

Con prevenciones obvias, este companion puede homologarse al estudio de Cathy L. Jrade 'Moder-nismo' Modernity and the Develop-ment of Spanish American Literature, pues al final ambos ofrecen una vi-sión global de la producción moder-nista e insisten en la condición fun-dacional de éste para la literatura latinoamericana. Ambos además llevan a cabo una exposición siste-mática y ordenada de sus conteni-dos pero relegando los datos factua-les e historicistas (fechas, autores, títulos, etc.) al hilo argumental e in-terpretativo elegido para su análisis. Si en el caso de Jrade ese armazón era la progresiva desconfianza de los modernistas en la capacidad reden-tora del lenguaje poético, el que pro-pone González es la evolución orgá-nica de los géneros literarios propios del Modernismo, en concreto, de

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cómo esta revolución habría comen-zado por la prosa periodística para luego extenderse a los géneros lite-rarios más tradicionales.

Este enfoque queda reflejado en el índice del volumen, que no se or-ganiza en torno evoluciones crono-lógicas, autores o variaciones geo-gráficas –criterios extratextuales– sino en torno a una norma propia-mente literaria como lo es la clasifi-cación genérica. Mediante esta or-denación se propone la experiencia del texto como prioritario punto de partida y se reivindica lo propiamen-te textual y literario por delante de las categorizaciones y clasificaciones académicas de los manuales tradi-cionales.

El contenido del volumen se or-ganiza en torno a cinco capítulos centrales dedicados a cada uno de los géneros literarios más caracterís-ticos del Modernismo y dos capítu-los más que flanquean esos cinco al comienzo y al final del libro. En el capítulo inicial ("The Modernista Age") González recuerda la funda-ción de la independencia literaria de Latinoamérica en el Modernismo, la conformación de la literatura moder-nista a partir de tres pilares institu-cionales (la filología, el periodismo y la literatura), y también otras notas propias como pudo ser la densa in-teracción de este grupo de escrito-res, a través de viajes, revistas, edi-toriales, cenáculos, etc. En el capítu-lo final ("Modernismo's Legacy") se repasa a modo de conclusión la im-pronta que el modernismo ha dejado en la literatura latinoamericana más reciente, para confirmar la especial 'latinoamericanidad' de aquél y tam-bién el famoso epifonema de Pedro Enríquez Ureña de que de todo poema escrito en castellano se po-dría decir si se había escrito antes o después de Rubén Darío.

Los cinco capítulos centrales se presentan en orden jerarquizado in-dicando que los cambios modernis-

tas se manifestaron primero en la prosa y luego en la poesía, por lo que la secuencia de capítulos que se ofrece en el índice es la siguiente: 1) crónica, 2) cuento, 3) ensayo, 4) no-vela y 5) lírica. Obviamente, al mismo tiempo que este dato de partida es en sí mismo innegable, es cierto que tal jerarquización no debe entender-se de forma absoluta –tampoco creo que éste sea el objetivo del autor– pues si algo caracteriza al Moder-nismo en este sentido es la inmedia-ta permeabilidad de los géneros, su tendencia a borrar las fronteras tra-dicionales a partir de una intensa presencia del componente lírico en todos ellos. Una lectura rígida de este esquema podría hacer olvidar la tardía aparición de un corpus respe-table de novelas modernistas –bastante posterior a la lírica– o el hecho de que la poesía, aunque hubiera sido la última en registrar esos cambios, sin embargo, acabó siendo la primera en sus manifesta-ciones vanguardistas por medio de algunos poemarios de Lugones, Agustini y Herrera y Reissig, algo que González no deja de notar a su debi-do tiempo. Por último, ubicar la poe-sía al final de la cadena puede impli-car por ejemplo que un poemario como Prosas profanas quede rele-gado a un plano secundario, algo que, obviamente, no corresponde a su trascendencia histórica ni encaja-ría en una evaluación sincrónica del Modernismo.

Esos cinco capítulos centrales se organizan de forma semejante. Se comienza con una introducción que trata de contextualizar y justificar la evolución concreta del Modernismo en ese género específico y luego se pasa al comentario de los autores y obras más representativos. En esos párrafos introductorios González combina los inevitables datos cono-cidos por todos pero también incor-pora aportaciones originales, nove-dosas y precisas, que evitan que en

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su conjunto se llegue a una repeti-ción automática de ideas y tópicos en trabajos semejantes, y que a la vez enmarcan con concisión y exac-titud el desarrollo y características esenciales de cada género. Con el cuento, por ejemplo, se comentan su cercanía formal con la crónica, sus deudas con la teoría y la práctica de Edgar A. Poe y la presencia del dis-curso científico y filosófico, todo ello como factores que permitirían al cuento modernista independizarse del decimonónico y albergar de for-ma natural argumentos de índole fantástico o idealista. Seguidamente, en todo ese contexto, se seleccionan y comentan cuentos de Manuel Gu-tiérrez Nájera, Leopoldo Lugones, Rubén Darío, Amado Nervo, Manuel Díaz Rodríguez, etc. Es inevitable que algunas de las selecciones y comentarios no convenzan a todos, como en este caso puede ser la omisión de "La lluvia de fuego" –quizá el cuento más antologado de Lugones–, la ligereza con que se tra-ta la narrativa corta de Nervo, tan posmoderna y actual en muchos sentidos, o la inveterada repetición del incorrecto título de "Thanatopia" en lugar del original "Thanatophobia" de Darío. Pero, en general, la selec-ción de esos textos es lo suficiente-mente representativa para justificar los postulados del autor y las notas propias y esenciales del Modernis-mo.

Y en cualquier caso este tipo de limitaciones puntuales no debe os-curecer lo meritorio de los análisis y la evaluación de otros temas de fon-do y radicales del Modernismo y que González va dejando claras en este grupo de capítulos. Aquí caben por ejemplo sus comentarios acerca de la relación entre Modernismo y la identidad del escritor y del subconti-nente, o sus observaciones a propó-sito de Modernismo y modernidad, la transculturación, la profesionaliza-ción del escritor, o los agónicos vai-

venes entre el esteta y el intelectual. Al final de cada capítulo se ofrecen unas conclusiones y una sumarísima y esencial bibliografía sobre el tema, que se complementa luego con la bibliografía final general sin preten-siones de exhaustividad.

Especialmente útil es el capítulo final, dedicado a la multiforme pre-sencia del Modernismo en la literatu-ra y la cultura latinoamericana con-temporánea. En él se destacan la incorporación de componentes mo-dernistas a discursos artísticos como la música y el cine, a diversos niveles de la cultura popular, a la gran litera-tura del XX y, sobre todo, su condi-ción referencial en la actitud metali-teraria contemporánea. En este sen-tido, el capítulo es una implícita rei-vindicación de los modernistas en-tendidos como el primer grupo de escritores con una esencial vocación escritora, por su pionera y siste-mática labor de reciclaje de la cultura occidental, y su intensificación de una actitud transgresora que en el romanticismo latinoamericano ame-ricano había quedado –como ya se-ñaló Paz– demasiado diluida. Por tratarse del verdadero momento de independencia intelectual del sub-continente funciona como inevitable referencia para los intelectuales y escritores que siguen interrogándose por la identidad latinoamericana

Los reparos serios a un trabajo así sólo pueden referirse al plantea-miento o perspectiva de fondo, y creo que en este caso no hay nada que objetar. Las limitaciones puntua-les existen, como en cualquier otro trabajo, pues ya Alfonso Reyes nos recordó aquello de que "todo lo sa-bemos entre todos". De todas for-mas sí me hubiera gustado que se hubiera prestado más atención a dos aspectos que se mencionan de for-ma marginal –seguramente por limi-taciones de espacio– pero que me parecen consustanciales al Moder-nismo. Ambos tienen que ver con la

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recepción de esta literatura. El pri-mero de ellos lo constituyen los con-dicionamientos que ofrece a los es-critores la presencia de un público femenino que por momentos parece mayoritario para todos los géneros, quizá con la excepción del ensayo, y que permitiría entre otras cosas en-troncar las primeras novelas moder-nistas (Por donde se sube al cielo, de Nájera; Lucía Jerez, de Martí, y Eme-lina de Darío) en la tradición de la literatura de folletín del XIX. Explica-ría también la llamativa frecuencia de narratarios femeninos en la prosa y en la lírica modernista, y fenómenos culturales-literarios de gran calado en la época como pudieron serlo las revistas femeninas o la poesía de álbum. En este sentido, cabe la dis-culpa de que el modernismo no cuenta todavía con estudios seme-jantes al de Graciella Batticuore so-bre las lectoras del Romanticismo; cuando éstos aparezcan se llenará sin duda alguna uno de los vacíos más graves de la historiografía mo-dernista.

El segundo sería un apartado dedicado explícitamente a la "polé-mica modernista", una dimensión crítica que nació al tiempo que los textos creativos que no ha abando-nado al Modernismo prácticamente desde entonces, y que ha hecho de éste uno de los debates más agudos y extensos de la historia de la crítica literaria. Este apartado, que puede con todo derecho considerarse un capítulo más del propio Modernismo, no hubiera hecho sino resaltar esa principalidad modernista que Gonzá-lez ejemplifica tan bien en el capítulo final. Pues de la misma forma que los escritores contemporáneos van buscando en los modernistas sus antecesores fundantes, la crítica del Modernismo, con todas sus pers-pectivas y dicotomías (esteticis-mo/compromiso; americanismo/cos-mopolitismo; modernismo america-no/modernismo peninsular, eterni-

dad/frivolidad, etc. ) lo que voluntaria o involuntariamente ha hecho es evi-denciar la riqueza y complejidad del corpus modernista y reforzar su ca-rácter fundacional. A la vez, ese apartado habría dado cabida a la enumeración de los múltiples con-textos y enfoques desde los que se ha leído y valorado el Modernismo, y hubiera permitido al lector novel un ideal punto de partida para elegir sus parámetros de lectura.

Salvadas estas dos ausencias, me parece que este companion cumple a la perfección sus objetivos y se convierte en una introducción original y recomendable para cual-quier aproximación inicial al Moder-nismo, y en concreto a la vida interna de sus textos, es decir, al núcleo central de la literatura del fin de siè-cle latinoamericano.

José M. Martínez The U. of Texas, Pan American

Alejandro Herrero-Olaizola. The Censorship Files. Latin American Writers and Franco’s Spain. Alba-ny: State University of New York Press, 2007.

Este volumen ofrece, en mi opi-nión, una de las aproximaciones a los escritores del Boom latinoameri-cano más importantes de las dos últimas décadas. Este ameno ensayo se asienta en un trabajo de investi-gación realmente impresionante y compagina con habilidad el trabajo de archivo, el análisis cultural, la contextualización historiográfica y la atenta lectura textual. El resultado final es de una gran originalidad por-que arroja una nueva perspectiva no sólo sobre una decisiva generación de escritores, sino también sobre la España desarrollista de Francisco Franco, las relaciones culturales y

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económicas entre España y Latino América, el mercado e industria edi-toriales de los años 60 y 70, y las abundantes paradojas de un régimen dictatorial con agendas financieras e ideológicas, a veces, incompatibles.

Es importante destacar que el ensayo de Alejandro Herrero-Olaizola llega además en un momento muy relevante para los estudios peninsu-lares e hispanoamericanos en los Estados Unidos. Una de las corrien-tes más pujantes en este campo académico durante la última década ha sido el transatlantismo. Junto a visiones un tanto celebratorias, que han rastreado todo tipo de concilia-torios paralelismos entre España y Latino América, han aparecido voces más precavidas que han señalado, y con razón, la necesidad de una perspectiva crítica sobre este cam-po. No es éste el lugar para abordar los peligros que se esconden detrás de la moda transatlantista. Lo impor-tante radica ahora en destacar que The Censorship Files supone un ejemplo contundente de un trans-atlantismo lúcido que entiende las relaciones literarias e intelectuales en el contexto de una geopolítica inter-nacional caracterizada por desequili-brios y movimientos expansivos de unas zonas sobre otras. El autor ex-trae además sus ambiciosas conclu-siones de una revisión sin preceden-tes del Archivo de la censura, en donde indaga los pactos y acuerdos entre escritores, editores y censores que posibilitaron los éxitos literarios latinoamericanos de esos años.

The Censorship Files cuenta con cinco capítulos, más un prefacio, un epílogo y un índice de nombres pro-pios y temas. Cada capítulo está dedicado al caso particular de un autor (Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Gabriel García Már-quez y Manuel Puig), excepto el pri-mero, que sienta las bases concep-tuales del proyecto. Aún a riesgo de simplificar la riqueza de estas pági-

nas iniciales, éstas se podrían resu-mir en ocho puntos. En primer lugar, el Boom resulta incompresible sin el papel jugado por la industrial edito-rial española. Éste necesita ser en-marcado, a su vez, en las políticas modernizadoras y neo-liberalizado-ras del régimen franquista. En se-gundo lugar, las reformas legales de la censura en 1966 y 1975 deben ser entendidas como herramientas del mismo Régimen en su búsqueda no sólo de réditos comerciales sino también de un papel rector en el ne-gocio del libro y el idioma en el ám-bito hispanohablante. En tercer lu-gar, este hecho obligó al régimen a realizar constantes concesiones “morales”. Esta tensión entre inter-eses ideológicos y económicos re-sulta un elemento fundamental de los reajustes de un gobierno autori-tario, casticista y reaccionario que aspiraba a una economía capitalista capaz de acaparar mercados más allá de sus fronteras. En cuarto lugar, el negocio del libro contó y cuenta con un indudable “plus” simbólico. En este sentido, la promoción del Boom por empresas española con un decisivo respaldo estatal estuvo marcada por una mezcla de reapro-piación pan-hispanista, fascinación exótica y ansiedad ante la contami-nación lingüística y temática.

En quinto lugar, casi todos los autores latinoamericanos también realizaron concesiones a la censura, introduciendo abundantes cambios en sus obras. Las posibilidades de promoción internacional que ofrecía la industria editorial española propi-ciaron todo tipo de negociaciones más o menos encubiertas entre cen-sores, editores y autores. Esto no deja de resultar profundamente pa-radójico porque, como bien plantea Herrero-Olaizola, un grupo de edito-riales españolas de carácter van-guardista y progresista promovieron el trabajo de escritores latinoameri-canos de izquierda, integrándose sin

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embargo en los planes neo-colonia-les del régimen franquista (19). En sexto lugar, esta compleja operación habría sido imposible sin a) una in-fraestructura de premios y coleccio-nes (en la que Seix-Barral tuvo un rol protagonista), y b) la elaboración de un imaginario barcelonés como urbe cosmopolita, “cultural”, y moderna. En séptimo lugar, es en la compleja interacción de estos factores políti-cos, económicos y literarios en don-de se debe situar el debate en torno a la calidad literaria o el capital cultu-ral de cualquier literatura (y en con-creto, de esta generación de nove-las). Finalmente, el Boom produjo, desde su mismo inicio, una retórica anti-Boom, que Herrero-Olaizola re-sume con acierto en la última parte de este primer capítulo, “Bitching about the Boom”. En ciertas narra-ciones de Carlos Barral, Manuel Puig y José Donoso aparece esta visión auto-reflexiva e irónica que señala, por ejemplo, la naturaleza excluyente de este manufacturado “club/star sytem” de escritores.

El segundo capítulo, “The Writer in the Barracks”, explica la particular posición adoptada por Mario Vargas Llosa en relación a los requerimien-tos de los “lectores” del régimen. Partiendo de los documentos oficia-les relacionados con la edición de La ciudad y los perros (1960) y Panta-león y las visitadoras (1970), Herrero-Olaizola argumenta que el autor pe-ruano constituye un caso paradig-mático de la época. Por una parte, este novelista, muy consciente de las oportunidades literario-comerciales que se le brindaban, colaboró con los censores realizando muchos de los cambios solicitados. Éstos reco-nocieron, por su parte, no sólo la enorme calidad literaria de estas obras sino también la buena disposi-ción a negociar con ellos. En algunos casos, cuando ciertos aspectos te-máticos o formales despertaron una oposición frontal, el criterio econó-

mico terminó por imponerse en un curioso (aunque no inusual) caso de censura de la censura: un segundo lector con más capacidad de mando enmienda la decisión del primero en aras del beneficio económico que Mario Vargas Llosa solía deparar (48). Según Herrero-Olaizola, la posi-ción de Vargas Llosa y Barral puede ser entendida como de “opportunist oppositionality” (45), es decir, “they conformed to the structure of power and sought for ‘room for maneuver’ that it offered” (44). En un giro que le aporta al ensayo una gran energía, el autor propone que es precisamente esta postura la que caracteriza el comportamiento de algunos de los protagonistas de las obras de Vargas Llosa.

El tercer capítulo, “Cuban Nights Falling”, se ocupa de Guiller-mo Cabrera Infante y, en concreto, de los avatares sufridos por Tres tris-tes tigres entre 1965 y 1996. Esta sección se lee con el interés de una apasionante investigación detecti-vesca que inspecciona con cuidado las diversas versiones del texto y los sucesivos ardides legales empleados para conseguir que las autoridades culturales del Régimen diesen el vis-to bueno a la novela. Como sucede en el caso de Vargas Llosa, la deci-dida voluntad de publicar en España y de que la obra no se perdiese en editoriales periféricas, propiciaron la cordial colaboración con la censura al mismo tiempo que la propia auto-censura. Todos estos episodios, que demuestran el devenir de Cabrera Infante desde posiciones radical-mente anti-franquistas a posturas bastante más contemporizadoras con la dictadura, se vieron compli-cados por dos hechos: la negativa reacción de Barral ante el giro anti-castrista del escritor caribeño y la doble sospecha que recayó sobre éste último (la sospecha en La Habana de desafección/traición al proyecto revolucionario en Cuba y la

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sospecha en Madrid de simpatía hacia la izquierda pro-republicana en española). Sin embargo, como bien explica Herrero-Olaizola, Cabrera Infante logró hacer de esta cir-cunstancia una fuente de capital cul-tural y, lo que es más relevante, un mecanismo altamente productivo para su quehacer literario. De las muchas ideas que sugiere este en-sayo, la más fascinante es, en mi opinión, el hecho de que el propio Cabrera Infante acaba reconociendo el acierto de muchos de los cambios sugeridos por el censor por lo que, cuando tiene la oportunidad de resti-tuir el texto a su versión original, no lo hace. De hecho, lo que Herrero-Olaizola propone muy perspicaz-mente es que este novelista apren-dió de la censura una poética textual de la modificación constante que define, en última instancia, el proyec-to de Tres tristes tigres.

El quinto capítulo, From Mel-quíades to Vernet, aborda el paradó-jico caso de Gabriel García Mázquez, uno de los pocos autores del Boom que no sufrió la censura franquista. Esta sección del libro hila con saga-cidad anécdotas y documentos para reconstruir la historia de lo que no ocurrió pero pudo haber ocurrido. Herrero-Olaizola demuestra que el desinterés inicial de Carlos Barral por el manuscrito de Cien años de sole-dad (1967) evitó probablemente que la pieza cumbre de esta generación se viera sometida a la influencia es-tética y temática de los censores franquistas. De hecho, García Már-quez padeció, en la edición española de La mala hora (1962), la adultera-ción estilística de un editor que cas-tellanizó sin permiso alguno la prosa el autor colombiano para devolverle al texto la “pureza” lingüística. Lo paradójico del craso error de Barral es que, tras el éxito de Cien años de soledad en la Editorial Sudamerica-na, García Márquez llega a Barcelo-na convertido en una celebridad lite-

raria y con una inmunidad casi plena ante la censura. A pesar del proble-mático contenido político y sexual de sus novelas (que, como bien explica Herrero-Olaizola, motivó una queja oficial de un indignado lector en los años 70), las autoridades españolas autorizan sistemáticamente la impor-tación e impresión de estas obras. La documentación demuestra que García Márquez fue sometido por parte de sus censores a lecturas amables (pero incongruentes desde el punto de vista de los principios del Régimen) para no poner en peligro la enorme rentabilidad de su produc-ción literaria.

El quinto capítulo, “Betrayed by Censorship”, es uno de los más fas-cinantes del conjunto (lo cual es de-cir mucho en el contexto de un vo-lumen tan logrado como éste). Herrero-Olaizola propone una apa-sionante lectura de la obra de Ma-nuel Puig y del periplo de La traición de Rita Hayworth (1968) en la Espa-ña franquista. Este acercamiento presenta varios niveles muy bien en-tretejidos: la difícil relación de Puig y Barral, sus efectos en el destino edi-torial del primero, la reacción homo-fóbica no sólo de la censura oficial sino también del propio mercado editorial y de su propio editor, la rec-tificación interesada de la censura franquista tras el éxito de Puig en Francia, el irónico tratamiento del Boom por parte de Puig debido a sus prejuicios genérico-sexuales, así como la presencia en la narrativa de este autor de los asuntos que rodea-ron su trayectoria editorial: traición, economía, éxito, glamour, censura y fracaso. Herrero-Olaizola conecta además esta temática con un modo de lectura que las novelas de Puig parecen pedir para sí mismas: una lectura que no traicione la estética fragmentaria, lúdica y discontinua del texto, aceptando sin embargo el placer de la traición, el disimulo, el disfraz, la alteridad, la evasión y el

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engaño que caracteriza el complejo mundo literario del autor argentino. Exploración textual, historiografía literaria y análisis cultural concurren en esta sección de manera elegante y sofisticada, redimensionando tanto el proyecto narrativo de Puig como algunos aspectos de la dinámica interna del Boom.

The Censorship Files se cierra con un epílogo que, a partir de la mitificada figura de Carmen Balcells (entendida como una alegoría de las relaciones “madre-madrastra”/“pro-tección-explotación” entre España y Latino América), reflexiona sobre la situación neo-colonial en que se en-cuentra la industria editorial de este continente en relación a las grandes empresas de la península. Sin miedo a innecesarias exageraciones, se puede afirmar que éste es un ensayo mayor, una contribución erudita y bien argumentada al conocimiento de una generación de escritores so-bre la que todo o casi todo parecía dicho. Su autor maneja con agudeza un ingente material inédito que apa-rece siempre acompañado por opor-tunas contextualizaciones culturales y por una perspicaz labor de crítica literaria. Asuntos de género y sexua-lidad, industria literaria, relaciones internacionales, reformas legales, economías nacionales y trasnaciona-les, censura y políticas represivas, relaciones entre los agentes del mer-cado editorial (autor, editor, agente, censor…) y gestión de archivos, en-tre otros temas, conviven en este volumen iluminándose los unos a los otros. La naturalidad y claridad ex-positiva de Herrero-Olaizola escon-den un trabajo conceptual altamente sofisticado que nos ayuda no sólo a reconsiderar el origen y sentido del Boom, sino también el modo en que se construye, consume y piensa la institución y el valor literarios. Ésta es una contribución, en definitiva, renovadora y ambiciosa que debe interesar a cualquier lector atento al

último medio siglo de cultura a am-bos lados del Atlántico.

Antonio Gómez L-Quiñones Dartmouth College

Fernando Reati. Postales del por-venir. La literatura de anticipación en la Argentina neoliberal (1985-1999). Buenos Aires: Biblos, 2006. 230 pp.

Algunas de las anteriores inves-tigaciones de Fernando Reati, cen-tradas en la literatura producida du-rante la trágica dictadura de 1976-83 en Argentina y sus momentos pre-vios y posteriores, o en las memorias sociales afectadas por aquella dicta-dura y recuperadas conflictivamente durante la posdictadura, encuentran una continuidad como proyecto inte-lectual y crítico en Postales del por-venir. La literatura de anticipación en la Argentina neoliberal (1985-1999). Sin resultar su exclusivo anteceden-te, pero sí el más importante, el re-conocido estudio de Reati Nombrar lo innombrable. Violencia política y novela argentina: 1975-1985, apare-cido en 1992, encuentra aquí otra secuencia matizada a nivel de relec-tura crítica de la historia contempo-ránea argentina, si bien en Postales del porvenir ya no es la violencia ma-terial y simbólica de la dictadura de 1976-83 aquello que se interroga desde los textos literarios sino, en particular, los efectos que dicho pe-riodo anterior a nivel mundial, conti-nental y argentino cristaliza en los gobiernos de transición y estableci-miento democráticos que van desde 1985 a 1999, abarcados por los nombres de los presidentes Raúl Alfonsín y Carlos Menem, etapa que evidencia la problemática reinserción de Argentina en un mundo que tras la profunda reconversión capitalista de mediados de los ´70 –cuando se

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inicia la hegemonía internacional del neoliberalismo como doctrina eco-nómica-financiera– crea la ilusión de ser un mundo global. Es, precisa-mente, cómo se desestructura y re-estructura Argentina en este proceso –iniciado en su profunda dimensión durante la dictadura 1976-83 pero visible en toda su extensión después de 1983 y durante los ´90–, con sus marcadas inequidades culturales, sociales y políticas, y lo contradicto-rio y altamente conflictivo de la ins-cripción de esto en la denominada globalización, aquello que Reati inte-rroga aquí desde una serie de ficcio-nes literarias. La serie analizada, y que permite un examen productivo de aquel marco, es la de las “ficcio-nes de anticipación” (ciencia ficción especulativa, política ficción, anti-utopía, distopía), entendidas como aquellas que “al proyectarse imagi-nativamente hacia el futuro y antici-par las posibles direcciones de la historia nacional, hayan ilustrado –intencionalmente o no– la manera en que las transformaciones del país en esa década y media de neoliberalis-mo y globalización impactaron en el inconsciente colectivo y sus produc-tos culturales”.

Dos razones fundamentales lle-van a Reati a detenerse en las “fic-ciones de anticipación”: el incremen-to de la publicación de éstas en la década y media abordada, lo cual de por sí es significativo “toda vez que la literatura de anticipación, de larga tradición en otros países, es relati-vamente inusual en la Argentina”; y cómo aquello que dichas ficciones simbolizan en sus mundos narrados manifiesta los significativos cambios históricos de la etapa, pasando así la literatura de anticipación a cumplir funciones que la novelística histori-cista había cumplido en el periodo anterior “cuando sirvió para reflexio-nar sobre los orígenes del autorita-rismo a través de narrativizar una especie de arqueología de la endé-

mica violencia argentina”. Esta deli-mitación opera con agudeza sobre el mapa de la narrativa argentina con-temporánea, aportando, entre otros aspectos, elementos para historizar un conjunto de modalidades genéri-cas de ese mapa, las ficciones de anticipación, cuyas relaciones con lo histórico, por naturaleza, aparecen densa y paradojalmente mediadas, y mostrando cómo el sistema literario argentino del periodo 1985-1999 manifiesta una llamativa coexistencia del auge de novela histórica –pero más bien como género funcional al mercado, habiendo perdido la capa-cidad cuestionadora que había teni-do en el anterior contexto dictatorial– a la vez que el surgimiento y conso-lidación de las ficciones anticipato-rias. Gesto que implica, por parte de Reati, un análisis en clave de literatu-ra argentina reciente de aquello postulado por Fredric Jameson: que la novela de ciencia-ficción provee una representación ideológica de los conflictos presentes a través de ima-ginar el futuro (como un espejo invertido del modo de procesar de la novela histórica, que también repre-senta los conflictos del presente pe-ro imaginando el pasado); carácter que en el caso de la literatura de an-ticipación de la etapa abordada hace que ésta adquiera la función crítica de los conflictos ideológicos del pre-sente argentino y mundial que ha sido dejada de lado por gran parte de la ficción histórica del periodo. De este modo Reati lleva a las últimas consecuencias, pensando el caso argentino, aquello que Jameson se-ñala en “Nostalgia for the Present”, de 1989, de definir a la ciencia-ficción como un mapa inconsciente de la realidad; noción que, por otra parte, complementa lo señalado por escritores clásicos del género, en particular James Ballard: que el futu-ro ya está, latente, distorsionado, en el presente.

Ahora bien, lo particular de ser

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ficciones de anticipación de un país periférico y en vías de desarrollo como la Argentina, permite poner en primer plano que estas ficciones combinan en sus mundos represen-tados resabios del pasado –y mu-chas veces en un decisivo y alto componente–, ruinas del presente y proyecciones del porvenir en la con-formación simbólica de cómo antici-pan el futuro, antes que una predo-minante imaginería futurista asenta-da en una exclusiva sofisticación tecnológica y presentación de mun-dos interplanetarios. Todo lo contra-rio, estas ficciones anticipatorias ar-gentinas toman materiales de lo premoderno, moderno y posmoder-no argentino y latinoamericano que coexisten en el marco de la globali-zación hegemonizada por el neolibe-ralismo, y con dicha coexistencia traman fábulas (anti)utópicas, distó-picas, ucrónicas, de futuros más bien disfóricos que se vuelven códi-gos interpretativos del presente his-tórico. Esta singularidad englobante, definitoria de la serie de examen construida por Reati, enlaza obras y autores dispares pero que, conside-rados según este marco, permiten apreciar un corpus en definitiva aún no abordado en su conjunto por la crítica literaria argentina: Marco De-nevi, Abel Posse, Osvaldo Soriano, Angélica Gorodischer, Orlando Es-pósito, Sergio Chefjec, Ricardo Pi-glia, César Aira, Ana María Shua, Marcelo Cohen, Eduardo Blaustein, Sergio Bizzio y Plabo Urbanyi. Estos escritores dejan leer en sus textos anticipatorios calidades compositi-vas y de sutil conciencia crítica del presente en un clásico ignorado co-mo Denevi –Manuel de historia– o un clásico de prestigio presente como Piglia –La ciudad ausente–, la cons-tante reelaboración de la ciencia fic-ción como relato irreverente y distor-sionado de temporalidades y espa-cialidades complejamente combina-das como ocurre en Gorodischer y

Cohen –tan distintos estéticamente a la vez, considerando obras como Las repúblicas y El oído absoluto–, lo ideológico reaccionario como tesis sostén de materia ficticia de un futu-ro atroz y paradójicamente confor-mista en el Posse de La reina del Plata, o cómo una novela aparente-mente sólo realista y costumbrista como Una sombra ya pronto serás, de Osvaldo Soriano, es, sobre todo, una eficaz proyección exagerada y verosímil de las ruinas del presente argentino de la década del noventa.

Problemas centrales de geopolí-tica socioeconómica, cultural y del conocimiento, puestos en primer plano durante los últimos lustros por la oposición globalización/localis-mos, tal como los de territorialida-des, desplazamientos de fronteras, las abismales inequidades socio-políticas y simbólicas de la población y la concentración de poderes en detrimento de mayorías postergadas en diversos aspectos –con sus co-rrelatos de profunda violencia socio-cultural–, son pensados desde tex-tos que, en su complejidad verbal y alusiva, son síntoma de aquello a la vez que funcionan como alegorías. Si Walter Benjamin señalaba que el tex-to vanguardista –y muchas ficciones anticipatorias tienen este rasgo– to-ma privilegiadamente la forma de la alegoría, en el sentido de condensar autónoma y simbólicamente alusio-nes a una realidad no representada de modo realista, puede decirse que también las ficciones anticipatorias adquieren esta nota, pero prefigu-rando las postales futuras imagina-das sobre las ruinas que ha dejado –en una de las tesis centrales de Rea-ti– a nivel socio-histórico la instaura-ción de políticas neoliberales. Ha-llazgo crítico de este libro, mediante su análisis las ficciones anticipatorias adquieren la densidad alegórica alu-dida, lo que otorga complejidad a cada texto en su calidad de media-ción simbólica de aquel macrocon-

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texto mundial que los casos de la historia argentina y estas ficciones hacen releer de manera singular. En otras palabras: los textos como ac-tos socialmente simbólicos –Ja-meson–, pero explorados en su den-sidad estética e ideológica de me-diaciones y síntomas de problemas englobantes mayores, específicos de las discursividades argentinas re-cientes y a la vez generales, en lo que podemos entender como dis-cursividades dominantes de un mun-do global cuestionable.

De aquí que se delimiten conjun-tos de problemas que permiten apreciar con pertinencia cómo las ficciones anticipatorias de 1985-1999 prefiguraron posibles futuros argentinos en disfóricos marcos glo-bales. Así Postales del porvenir de-tecta cómo el conjunto de estas fic-ciones imaginan “La desaparición de fronteras nacionales”, en procesos posapocalípticos, y asimismo cons-truyen visiones antiutópicas de “ciu-dades futuras”: los tipos de ciudades “guetoizadas”, internacionalizadas (a costa de lo regional y local), mutan-tes, panópticas. Además, a niveles de mundos narrados y cómo son narrados, la lectura de Reati propone una interpretación ineludible de las contemporáneas relaciones políti-ca/espectáculo y del trabajo con lenguajes utópicos/antiutópicos, que estas ficciones anticipatorias de las postales del futuro incorporan como temas y materiales decisivos debido a que en esas cuestiones, sin duda, están latentes probables futuros –siniestros a decir verdad– prohijados por la lógica neoliberal de estructu-ración del mundo.

Crítica que examina –desde las complejas voces de textos no realis-tas y no historicistas– el “inconscien-te político” de la lógica del capitalis-mo avanzado desde una zona perifé-rica del mismo y en un proceso pos-dictatorial, a partir de un corpus de obras y géneros poco considerado

en su conjunto por la crítica argenti-na, por lo dicho además puede de-cirse que Postales del porvenir ensa-ya con felicidad –más allá de la te-mática antiutópica detectada me-diante su labor hermenéutica– un examen minuciosamente razonado sobre las ficciones de anticipación en tanto mediaciones complejas y alusivas que permiten leer en clave futura los conflictos político-ideo-lógicos e histórico-culturales del pre-sente y pasado, y de esta manera innova, en un plano de teoría del co-nocimiento, en la consideración ma-tizada de lo político y la política des-de la ficción.

Jorge Bracamonte Universidad Nacional de Córdoba,

Argentina Mabel Moraña e Ignacio Sánchez Prado (editores). El arte de la iro-nía: Carlos Monsiváis ante la críti-ca. México: Era y Universidad Na-cional Autónoma de México, 2007. 445 pp.

Cuando en 2001 apareció el es-tudio monográfico Carlos Monsiváis: Culture and Chronicle in Contempo-rary Mexico de Linda Egan, mucho se subrayó el hecho de que la vasta obra monsivaisiana recibiera tan tar-díamente la atención completa de un primer volumen crítico, a más de 60 años del nacimiento (en 1938) del escritor mexicano. No debió sor-prender que algunos señalaran tam-bién el tono complaciente que identi-ficaba a Monsiváis con su exegeta y que, en una reseña, se comparara el estudio de Egan con una “hagiogra-fía” (Marina Pérez de Mendiola. “Lin-da Egan's Carlos Monsivais: hagio-graphy?...”. Bilingual Review. 27.1, enero-abril 2003: 85). De entre las docenas de textos académicos y periodísticos que se acercan a los

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cuantiosos libros de ensayos, cróni-cas, artículos y narraciones de Mon-siváis, lo cierto es que el libro de Egan, aunque insuficiente, sentó un precedente para articular un primer paso hacia “una crítica tan severa e ingeniosa, tan deslumbrante y pro-funda como la que [Monsiváis] ha practicado con nosotros”, según pedía el crítico mexicano Christopher Domínguez Michael en un artículo escrito en 1988 (“Carlos Monsiváis, el patricio laico”, incluido en el volu-men aquí reseñado). Seis años des-pués del estudio de Egan, Mabel Moraña e Ignacio Sánchez Prado proponen la primera antología crítica en torno a la obra de Monsiváis —El arte de la ironía— que no sólo logra entrar en tensión con su objeto de estudio, sino que incluso traslada la misma vocación de heteroglosia y de fluidez teórica monsivaisiana al inter-ior de los artículos escogidos, en algunos casos complementando sus parámetros teóricos y en otros ten-diendo puentes dialécticos, como anotan los editores, “desde una perspectiva plural y transdisciplina-ria, capaz de proveer bases para una lectura desmitificadora y analítica de ella” (13). La selección se añade a la serie que la editorial Era y la UNAM han editado para ofrecer panoramas críticos de algunos de los autores más importantes del siglo XX, inclu-yendo, entre otros, a Juan Rulfo, Jo-sé Emilio Pacheco, José Revueltas y Juan García Ponce. El arte de la iro-nía se divide en cuatro secciones con artículos académicos que tejen panorámicos sobre las crónicas de Monsiváis, su visión de la cultura y la modernidad en México, sus proce-dimientos dentro de los estudios cul-turales y sus lugares de enunciación intelectuales y políticos. Una quinta sección reúne cuatro conocidos en-sayos que elaboran imágenes ya clásicas de Monsiváis, escritos por amigos cercanos del autor: Sergio Pitol, Margo Glantz, Adolfo Castañón

y Juan Villoro. El libro incluye ade-más una valiosa bibliografía prepa-rada por Angélica Arreola Medina, del Instituto de Investigaciones Filo-lógicas de la UNAM, publicada ante-riormente pero actualizada para esta edición.

El primer artículo, de la misma Moraña, somete la obra de Monsi-váis a la luz de los estudios cultura-les para ofrecer el contexto en que sus crónicas son posibles en tanto vehículo de conocimiento epistemo-lógico de la modernidad latinoameri-cana. Moraña se detiene en particu-lar en la correspondencia teórica entre Monsiváis, Michel de Certeau, Félix Guattari y Raymond Williams para “relativizar saludablemente el supuesto carácter empirista e intuiti-vo” de Monsiváis y descubrir a cam-bio “una metodología deliberada y cuidadosa, que en sí misma es todo un alegato contra la sistematicidad cuantificadora y el afán regulador y oracular de las ciencias sociales” (44). El extenso artículo de Moraña está complementado por una lectura comparativa que Jean Franco hace de Monsiváis y Raymond Williams, que sin embargo aparece redundan-te y repetitiva en la tercera sección del volumen. Otro artículo que resul-ta además de prescindible, anacró-nico, es la reimpresión “levemente corregida” de la introducción que John Kraniauskas escribió para pre-sentar con efectividad la selección de textos de Monsiváis traducidos al inglés en el libro Mexican Postcards (1997), pero de menor interés y rele-vancia para el conjunto de esta se-lección.

Pero los aciertos del libro preva-lecen: El arte de la ironía contiene textos inéditos y actualizados de algunos de los más importantes es-tudiosos de la obra monsivaisiana que cubren sus aspectos ideológicos y estilísticos (Sebastián Faber), su visión de la cultura nacionalista vs. cultura nacional (María Eugenia Mu-

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drovic), su peculiar lectura de Salva-dor Novo (Egan), la tensión entre el catolicismo mediatizado y las prácti-cas religiosas populares según el Nuevo catecismo para indios remisos (Arturo Dávila) y facetas menos atendidas de Monsiváis, como la de historiador (José Ramón Ruisán-chez). Una de las lecturas más ur-gentes y puntuales que propone el volumen es el artículo de Norma Klahn, “Monsiváis entre la nación y la migra(na)ción” que analiza la com-pleja realidad fronteriza y extraterri-torial de los mexicanos hacia/en Es-tados Unidos y su rearticulación ante un concepto de nación descentrado y sometido a una práctica hegemó-nica “verticalizada” por la globaliza-ción y el neoliberalismo. Lejos del chovinismo torpe y desfasado, Klahn ve en Monsiváis la apuesta por “una cultura compartida”, “des-territoria-lizada o re-territorializada” que pro-duce un país “heterogéneo, disper-so, que se queda y que se va, aten-diendo a [las] propias palabras [de Monsiváis] cuando dice ‘El que no entiende la frontera no entiende México’” (186-87). Este artículo, que sirve como primer planteamiento para estudiar la doble visión monsi-vaisiana de frontera y nación, se complementa con la lectura que Ri-cardo Gutiérrez Mouat hace de “Monsiváis y la crónica de la violen-cia”. Ambos abren una muy necesa-ria avenida para estudiar —reunien-do artículos recientes de Monsiváis dispersos en libros, revistas y perió-dicos— el convulso espacio fronteri-zo como proceso cultural, siempre inacabado y contradictorio, que de-be ser entendido bajo una relocaliza-ción de los saldos negativos más inmediatos de la globalización que convierten al territorio nacional en el laboratorio extendido de este fenó-meno, en que centro y margen resul-tan aplastantemente intercambia-bles, y en ocasiones, equivalentes.

En el mismo impulso genealógi-

co de Moraña, debe destacarse el ensayo de Sánchez Prado, “Carlos Monsiváis: crónica, nación y libera-lismo” que traza el perfil de “la última encarnación del intelectual letrado moderno en México”. Leyendo la crónica ante todo como un “instru-mento político” en que se ha inten-tado articular con poco éxito el pro-yecto de nación moderna, Sánchez Prado propone una izquierda mexi-cana convencida de que “el libera-lismo sigue siendo, a fin de cuentas, el único espacio capaz de articular una política verdaderamente contes-tataria” (332). En ese contexto, más que un escritor en busca de rupturas e iconoclastia ideológica, Monsiváis emerge como el continuador de una tradición en la que “comparte con muchos intelectuales liberales, como Carlos Fuentes, Enrique Krauze, Ma-rio Vargas Llosa o Jürgen Habermas, la idea de la modernidad como un proyecto inconcluso” (333). La “vo-cación política” liberal que Sánchez Prado encuentra en Monsiváis podría enriquecerse problematizando el complejo papel que este último asumió como figura intelectual públi-ca durante la controversial elección presidencial de 2006, que llevó a un nuevo límite la frágil viabilidad de las incipientes instituciones democráti-cas liberales en México. [Como es sabido, Monsiváis apoyó abierta-mente al candidato de izquierda An-drés Manuel López Obrador, sólo para retirarle su respaldo una vez que éste encabezara una moviliza-ción que durante semanas bloqueó el tránsito en las principales avenidas del Distrito Federal. Al mismo tiem-po, la columna “Por mi madre, bo-hemios”, que Monsiváis publica cada semana en la revista política Proce-so, deja consistentemente a salvo de su ojo crítico a ciertos grupos afilia-dos hasta la fecha a la corriente de López Obrador.] En este contexto puede explicarse en parte la reedi-ción del libro Las herencias ocultas:

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de la reforma liberal al siglo XIX de Monsiváis, por mencionar un ejem-plo.

(Re)formulando y (re)descubrien-do sus más importantes genealogí-as, El arte de la ironía es hasta ahora el mejor medio para explorar la obra de Monsiváis desde la pluralidad crítica que ella misma ha dilucidado para escudriñar los laberintos cultu-rales, históricos y políticos de Méxi-co en particular y Latinoamérica en general. El esfuerzo colectivo de es-tos investigadores, producto y fuente de la polifonía teórica asumida por Monsiváis, ofrece una lectura única y crucial para continuar (y cuestionar) nuestro acercamiento transgresor y dialéctico desde/con el pensamiento monsivaisiano y nuestro presente inmediato, histórico y volátil.

Oswaldo Zavala CUNY-College of Staten Island

Juan Carlos Galdo. Alegoría y na-ción en la novela peruana del siglo XX. Lima: IEP, 2008*.

Este libro de Juan Carlos Galdo ofrece una lectura comprehensiva y coherente de la novela peruana es-crita en el siglo XX, con énfasis en las relaciones entre las peripecias de los personajes y las características de las colectividades del mundo re-presentado. Las seis novelas elegi-das: El Tungsteno (1931), El mundo es ancho y ajeno (1941), El Sexto (1961), Conversación en la Catedral (1969), Redoble por Rancas (1970), y La violencia del tiempo (1991) cons-truyen diversas imágenes alegóricas de la nación, pero todas ellas: a) ofrecen formas de des/articular la pertenencia del individuo a la comu-nidad, y b) exhiben los límites del paradigma mimético verosímil. Una línea del argumento principal asume que los procesos estructurales y las

fracturas que configuran el entrama-do social de la nación se proyectan en el discurso ficcional como alego-rías.

El libro es fruto de una tesis doc-toral y cumple con dos característi-cas convencionales de todo trabajo académico: un marco teórico, en este caso, multidisciplinario, y análi-sis particulares que ofrecen nuevos conocimientos y validan la pertinen-cia de la propuesta.

El marco teórico empleado en este libro bebe de diversas fuentes. El autor identifica como tema persis-tente en la literatura peruana la rela-ción entre el sujeto individual y la colectividad en que se desenvuelve, además de la representación pro-blemática de dicho espacio social. Esto se vincula con la persistencia de la búsqueda de la identidad, atri-buida por Aníbal Quijano a la falta de definición histórica que emerge en momentos de crisis. El conflicto por la determinación de la identidad se enmarca, según Antonio Cornejo Polar, bajo la huella de la dominación colonial y de la constitución hetero-génea del sujeto latinoamericano. Galdo recupera de Cornejo la cate-goría de heterogeneidad y la de suje-to plural atravesado por distintas temporalidades e identidades. Por ello, la representación narrativa refle-ja las rupturas y las fragmentaciones de la realidad y de la identidad an-helada que evoca.

El concepto de alegoría maneja-do por el autor deriva de las ideas de Walter Benjamin y Paul de Man. Gal-do incorpora en su análisis el ele-mento de la melancolía, tomado de Benjamin, quien sostiene que el me-lancólico tiende a posar su mirada en los aspectos más ruines y oscu-ros de la realidad, enfocándose en los fragmentos destruidos por el tiempo. En consecuencia, el escena-rio para el sujeto enmarcado en la alegoría es la historia. Las relaciones entre nación, temporalidad y narra-

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ción se presentan desde las conoci-das ideas de Anderson, y las críticas y nuevas miradas de algunos teóri-cos de la poscolonialidad como Bhabha y Chatterjee. Finalmente, se retoma el método de interpretación alegórico de Jameson y la noción de ficciones fundacionales de Sommer. A todas luces, resulta desproporcio-nado este variopinto arsenal teórico para la comprensión hermenéutica presentada en el cuerpo central del trabajo, y para las escuetas conclu-siones que se presentan al final del libro.

La hipótesis es el flanco más débil del libro ya que no llega a ser formulada con claridad. El libro se propone leer “un conjunto de nove-las peruanas (…) a partir de los mo-delos de interpretación que ofrecen el tropo de la alegoría y las narrativas de la nación” (16). Esto es un pro-grama de trabajo, que se desarrolla con provecho y erudición en los marcos conceptuales trazados, pero sin la fuerza y la dirección que toda buena hipótesis posibilita.

Los análisis particulares identifi-can procesos y elementos importan-tes en la producción de las novelas y en sus campos de significación. A veces, la travesía por los contextos socioculturales y políticos, y el diálo-go de la novela con la sociedad ter-mina adquiriendo mayor relevancia que la propia interpretación textual. Debe señalarse el amplio y eficiente manejo de las fuentes secundarias que posibilita inscribir los análisis de Galdo en la tradición crítica latinoa-mericana, pero que en ocasiones termina restringiendo por el peso de la autoridad las posibilidades y hallazgos más originales del libro.

La lectura propuesta de la fun-dacional novela de Alegría El mundo es ancho y ajeno se inscribe en la tradición crítica de Cornejo Polar y Peter Elmore. El aporte de Galdo es considerar la figura de Benito Castro desde la perspectiva del héroe ale-

górico (la peregrinación, la visión de su destino, los obstáculos que su-pera, la autoconciencia de su desti-no y el final apocalíptico) lo configu-ran como un héroe modernizador que formaliza el futuro, las violentas transformaciones de las comunida-des indígenas lideradas por los nue-vos sujetos sociales: mestizos y cho-los.

Galdo considera que la célebre novela Conversación en La Catedral puede ser leída en clave escatológi-ca–alegórica, lo cual es un acierto destacable. La perrera, el propio bar, los burdeles, los antros nocturnos que ofrecen ese escape vacío e inútil para el desencantado Zavalita pue-den y deben correlacionarse con el mundo escatológico, pero esta idea no se desarrolla plenamente. La mi-rada melancólica y abisal de Zavali-ta, y las nuevas luces para compren-der al personaje Ambrosio también constituyen novedosos elementos para la búsqueda de los sentidos de esta novela. Sin embargo, todos los aportes críticos terminan diluyéndo-se en una interpretación convencio-nal que sigue los marcos estableci-dos por la crítica latinoamericana.

Los aportes más sólidos y origi-nales del libro aparecen en las nove-las que han sido consideradas de menor valía por la crítica tradicional. Recuperar la novela de Vallejo y co-locarla en una serie de novelas re-presentativas del siglo XX es un ries-go que el autor afronta con éxito. Argumenta que El Tungsteno es una novela que ocurre en un espacio an-dino sin referentes reales, el Cuzco de Vallejo ocupa el centro de la Sie-rra y ello no es un error, ya que en el mapa cognitivo vallejiano Cuzco si-gue en el centro, como el “Moscú milenario”. Finalmente, la importan-cia asignada a la escena de la mujer indígena violada mientras el niño tes-tigo dibuja el escudo de la patria abre un haz de interpretaciones que enriquecen la textura y la trama de

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una novela que está más allá de las miserias ideológicas del realismo socialista.

En El Sexto de Arguedas, el ojo crítico de Galdo identifica una corre-lación entre el crudo realismo de sus páginas y el mito del Inkarrí. Esa “vi-sión desencantada, escatológica, infernal” anuncia ya en sus páginas la muerte del universo simbólico del orden social que El Sexto fundamen-ta. El devenir y los discursos de Ga-briel y Alejandro Cámac adquieren otra densidad desde la estructura mítico-estética de los relatos de la utopía andina.

Este es un libro erudito y útil pa-ra pensar la producción de la novela peruana del siglo XX y sus complejas formas de representar nuestras iden-tidades y nuestros conflictos. Ade-más, constituye un buen ejemplo de las nuevas tendencias críticas que están renovando desde la academia norteamericana y en diálogo con la crítica local las formas de leer y comprender la historia literaria pe-ruana.

[*Con permiso especial de l'Insti-tut Français d'Etudes Andines, que publica esta reseña en su Bulletin, 37 (3), 2008.]

Marcel Velázquez Castro Universidad Nacional Mayor de

San Marcos José Güich y Alejandro Susti. Ciu-dades ocultas. Lima en el cuento peruano moderno. Lima: Fondo Editorial de la Universidad de Li-ma, 2007.

En la tradición crítica sobre la li-teratura peruana contemporánea, la novela y la poesía han sido los obje-tos privilegiados. El cuento peruano ha merecido innumerables antologí-as, pero son pocos los críticos litera-rios que han reflexionado cabal y

originalmente sobre este formato discursivo. A pesar de la riqueza y heterogeneidad formal y discursiva de los cuentistas peruanos de los últimos cincuenta años, solo conta-mos con antologías que, o presentan una exhaustiva serie diacrónica, pero sin ofrecer un cabal marco de lectura (Ricardo González Vigil, El cuento peruano, 1992-2001) o se interesan solo por un subgénero (Henry Bele-van, Antología del cuento fantástico peruano, 1977) u ofrecen visiones muy delimitadas temporalmente (An-tonio Cornejo Polar y Luis Fernando Vidal, Nuevo cuento peruano, 1983; Guillermo Niño de Guzmán, En el camino, 1986), o últimamente se ocupan de los textos que represen-tan el conflicto armado interno (Mark Cox, El cuento peruano en los años de la violencia, 2000, y Gustavo Fa-verón, Toda la sangre, 2007)

Aunque existe un libro sobre la extraordinaria obra cuentística de Julio Ramón Ribeyro (James Hig-gins, Cambio social y constantes humanas, 1991) y otro sobre los cuentos de Bryce Echenique (José Luis de la Fuente, Más allá de la mo-dernidad: los cuentos de Alfredo Bryce Echenique, 1998); todavía los cuentos de Carlos Eduardo Zavaleta, Edgardo Rivera Martínez y Oswaldo Reynoso –tres de los fundadores del cuento moderno peruano– solo han sido estudiados desde artículos en revistas o dentro de libros que rinden homenaje al íntegro de la polifacética obra de dichos escritores. Otra fa-lencia es la casi inexistente tradición crítica que estudia un conjunto de autores asociados a una categoría conceptual que permita un diálogo mayor entre el cuento y la sociedad en un marco temporal amplio, y, en consecuencia, teja además relacio-nes comparativas entre los cuentis-tas al interior de la génesis y evolu-ción del género. A su manera, este libro de José Güich y Alejandro Susti ha enfrentado esta última carencia.

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Este libro presenta un conjunto sugerente de análisis de cuentos de Julio Ramón Ribeyro, Sebastián Sa-lazar Bondy, Luis Loayza, Enrique Congrains, Mario Vargas Llosa, Os-waldo Reynoso y Alfredo Bryce Echenique. La hipótesis central pos-tula que estos cuentistas construye-ron un espacio imaginario urbano que formalizó, principalmente, la perspectiva de la clase media y creó una gama de personajes que cons-truyeron sus identidades individuales o grupales por medio de la apropia-ción o cesión de dicho espacio. Esta política de las imágenes y la rese-mantización de espacios públicos y privados fueron respuestas creativas y estéticas ante los cambios físicos de la urbe histórica (13-14).

Esta investigación se apoya en tres conceptos teóricos heterogé-neos: ciudad habitada/imaginada de Canclini, cronotopo de Bajtín y prác-ticas del espacio de Michel de Cer-teau (14-20). Esta pretensión de con-jugar antropología, literatura e histo-ria es un mérito que debe ser desta-cado y que filia este libro con el am-plio campo de los estudios culturales latinoamericanos. Sin embargo, la vocación interdisciplinaria del libro no llega a cuajar plenamente ya que los tres conceptos rara vez dialogan en los análisis e incluso no siempre aparecen en los marcos conceptua-les de las interpretaciones particula-res. No hay una explicación coheren-te de el porqué se elige la categoría de cronotopo (pensada para la nove-la) en el análisis de cuentos, ni tam-poco se explica cómo se puede des-ligar de los otros conceptos bajtinia-nos (arquitectura, dialogía y polifo-nía). La aplicación de las ideas de Certeau es restrictiva ya que deja de lado las artes de hacer del hombre cotidiano, tácticas que funcionan como resistencia –en un registro menor y subjetivo– al imperio de la modernidad y al poder disciplinador de la ciudad, procesos que están

muy bien representadas en los uni-versos ficcionales de Congrains y Reynoso.

El mérito mayor del libro es ofre-cer un análisis transversal desde un conjunto de variables (dialéctica en-tre el personaje y su espacio, sintaxis espaciotemporal e itinerarios que instalan el tiempo en el espacio) que permiten reagrupar y pensar un segmento capital de textos que con-tribuyeron con otros a la consolida-ción del cuento moderno en el Perú. Es evidente que se ha privilegiado autores que producen sus textos dentro del universo cultural limeño y que pertenecen a la denominada Generación del 50 y sus inmediatos continuadores. Por ello, la ausencia de cuentistas como Arguedas, Rive-ra Martínez o Zavaleta, quienes a pesar de estar escribiendo también en aquellos años, están formalizando en sus cuentos, principalmente, otros espacios y otros conflictos.

No obstante la vocación interdis-ciplinaria de la propuesta crítica, la segmentación del libro responde a una visión tradicional que estudia al artista y a su obra casi como unida-des independientes. Además, el diá-logo entre los problemas de los dife-rentes cuentos analizados es muy tenue, se impone la acumulación al debate intertextual, la sucesión de interpretaciones apuntalan una visión horizontal del fenómeno, pero no permiten la cala vertical. La biblio-grafía empleada revela poco uso de artículos y revistas especializados, una clara opción por la crítica local y varias ausencias incomprensibles.

En el balance global, el primer grupo de ensayos realiza una contri-bución más significativa que los úl-timos. Las inquisiciones sobre Ri-beyro, Salazar Bondy y Loayza apor-tan nuevas luces sobre estos escri-tores. Por su perspicacia y novedad el análisis de tres relatos de Naufra-gios y Sobrevivientes (1954) es lo más logrado del texto. En contrapo-

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sición los textos sobre Congrains, Vargas Llosa y Bryce poseen una línea argumental menos cohesionada y más conocida. A pesar de sus des-igualdades, la tesis central que plan-tea el espacio como categoría articu-ladora del universo ficcional del cuento moderno en Lima constituye una novedosa plataforma para plan-tear nuevas preguntas sobre las for-mas ficcionales de habitar, viajar y hacer en la ciudad moderna y, simul-táneamente, indagar por las huellas de las formas de la urbe en los me-canismos de representación.

Una de las conclusiones del libro permite asociar los cuentos de Ri-beyro, Salazar Bondy, Loayza y Congrains con un momento de crisis y fragmentación de los límites y la cohesión del espacio limeño: el final simbólico de una ciudad criolla y tradicional que empieza a ser sepul-tada por la migración; por ello, el territorio físico y la memoria apare-cen estrechamente articulados en sus personajes. Por otro lado, los relatos de adolescentes en los mun-dos representados de Reynoso, Var-gas Llosa, Bryce se caracterizan por su obsesiva búsqueda de agrupa-ciones que reemplacen a la comuni-dad y su voluntad de dominio, estas historias expresan el no-lugar como metáfora social ya que la sociedad no pudo responder a los desafíos de los cambios y se convirtió en mera extensión de la corporalidad de es-tos nuevos personajes para siempre descolocados.

La elección del periodo y de los autores nos confronta directamente con los conflictos de una experiencia cultural que oscila entre el temor y la crítica ante la modernización socioe-conómica, pero que es incapaz de asumir plenamente las consecuen-cias de una modernidad más imagi-nada que vivida. Por ello, en lo que sigue nos ocuparemos de reseñar algunos aspectos de la cartografía literaria de Lima en la primera mitad

del siglo XX que pueden ayudar a comprender la singularidad conflicti-va de la fundación moderna del cuento urbano.

Entre 1905 y 1929, la ciudad de Lima se convierte en un laboratorio sociocultural en expansión: políticas higienistas que pretenden rediseñar el uso del espacio y la sanidad de la urbe (léase: control de los sectores populares y marginales), emergencia de nuevos actores sociales (obreros y estudiantes), nuevas tecnologías de comunicación (teléfono, fonógra-fo, cine) y de transporte (tranvías eléctricos y automóviles), inéditas formas de sociabilidad y diversión (cafés con orquestas, clubes, salo-nes de hoteles, heladerías), nuevas organizaciones políticas. Todo esto genera una profunda transformación en diversos órdenes y un intento de simbolización y comprensión de di-chos cambios desde los lenguajes de las elites artísticas. En las prime-ras décadas, no serán ni el cuento ni la novela, los géneros principales en la tarea de formalizar estos nuevos sujetos y escenarios, sino la crónica modernista con sus peculiares estra-tegias narrativas (Cabotín, Yerovi, Valdelomar, Mariátegui, José Gálvez, entre otros).

Los limeños de esos años acu-den a los baños en Chorrillos y Ba-rranco, pero también van a Magda-lena, Ancón y La Punta. Las corridas de toros en la Plaza de Acho y el Coliseo de Gallos de La Pampilla son diversiones tradicionales que convi-ven con los nuevos espectáculos (escapistas e hipnotistas) que nos visitan como parte de las marañas internacionales del espectáculo. Las compañías extranjeras del teatro lírico siguen presentándose, pero el cine mudo empieza a ganar terreno. Las casas de juego y los fumaderos de opio empiezan a expandirse en el Barrio Chino, las casas de tolerancia aumentan conforme la ciudad crece. Lima en estos años empieza a mos-

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trarse como un mosaico plural de signos y prácticas sociales. Por ello, la imagen de una sola matriz cultural urbana empieza a resquebrajarse irreversiblemente. Nada más dispar que la sensibilidad vanguardista de los textos de Martín Adán, Xavier Abril o Adalberto Varallanos, y la ex-periencia sociohistórica de los secto-res populares recreados en Estam-pas mulatas (1930) de José Diez Canseco. No obstante la fractura y la distancia, dichos textos narrativos culminan el periodo y representan el rostro jánico de la ciudad de Lima.

La crisis política de 1930-1933 significó la derrota política del Parti-do Socialista y del APRA, el final de la poesía vanguardista y la cancela-ción de la narrativa experimental. Los notables y ambiciosos proyectos culturales de la década del 20 que-dan sepultados, los mejores artistas están en el exilio o sobreviven en circuitos marginales que ya no po-seen la fuerza del diálogo vivo con la sociedad. El gobierno del general Óscar R. Benavides (1933-1939) luce casi como un páramo literario frente a la prodigiosa ebullición de la déca-da anterior. Lima luce más gris que nunca y los espacios privilegiados por los narradores más dotados (Alegría y el primer Arguedas) perte-necen a otras regiones.

Sin una adecuada perspectiva histórica de la ciudad de Lima y de las experiencias narrativas que cul-minan al inicio de los años treinta, no podremos calibrar adecuadamente las rupturas y las continuidades que produjeron los procesos literarios vividos durante la segunda ola de modernización desde 1945. El de-nominado “cuento peruano moder-no” (léase, cuento limeño moderno) no puede ser estudiado sin sus co-nexiones con las experiencias narra-tivas vanguardistas, y con la amplia y sostenida tradición criollista de na-rrar la ciudad.

La mayoría de estudios –y el libro

de Güich y Susti no es una excep-ción– pone el énfasis en su recons-trucción sociocultural de la época en las masivas migraciones andinas, la aparición de las barriadas y la crisis de la cultura criolla. Sin embargo, hay otros factores menos explora-dos: la intensa difusión de los me-dios de comunicación masiva (cine, prensa y radio), la irrupción del sen-sacionalismo popular con Última Hora, la nueva arquitectura pública, los renovados circuitos editoriales, la expansión del marxismo como ideo-logía, el áspero diálogo entre la cul-tura de masas norteamericana y la cultura popular latinoamericana que podemos graficar en los encuentros musicales en las fiestas de Elvis Presley con la Sonora Matancera, todos estos son fenómenos que contribuyeron con el trazado de una nueva ciudad y que dejaron huellas en los relatos narrativos de la época.

Hay muchas preguntas vincula-das con el cuento moderno de Lima que siguen esperando respuesta: ¿Puede tenerse una visión completa del cuento moderno limeño solo le-yendo al mainstream que logró pu-blicar sus cuentos en libros? ¿Por qué en la década del cincuenta, el relato policial tiene tanta fuerza en las novelas de folletín de los periódi-cos? ¿Qué significó la explosión de narrativa fantástica publicada, prin-cipalmente, en periódicos y revistas, en dicha época? ¿Cómo se formaliza la irrupción de la cultura de masas en los procedimientos discursivos y en los conflictos del cuento moder-no?

Ciudades ocultas de Güich y Susti ha colocado la primera piedra de la cartografía imaginaria del cuen-to moderno peruano, a otros les co-rresponderá terminar la historia.

Marcel Velázquez Castro Universidad Nacional Mayor de

San Marcos

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Nancy Fernández. Experiencia y escritura. Sobre la poesía de Artu-ro Carrera, Buenos Aires, Beatriz Viterbo Editora, 2008, 222 pp.

Desde las primeras líneas, el lec-

tor que se atreva a asomarse a este deslumbrante ensayo se verá arras-trado por un torbellino hermenéutico. In medias res teórica comienza la historia de esta lectura, destazando una noción esquemática de van-guardia, para preparar el lecho des-de el que seducen las mutantes crip-tografías de Arturo Carrera. Lumina-rias para orientarse en ese maelström son los nombres de, el primero, Adorno, con quien se decla-ra la intención de realizar una lectura estética de los poemas del autor ar-gentino. Más adelante, comparecen, asiduos, Deleuze, Blanchot y Lacan, Barthes y Derrida, y, mediante un sutilísimo aprovechamiento de las herramientas que éstos afilaron, quedará definitivamente trizada –si la hubiera– la expectativa de una tradi-cional ubicación histórica de un dis-curso tópicamente adscrito a un au-tor ingenuamente identificable.

El concepto de neobarroco es funcional, una pista ineludible que aquí resulta adecuadamente des-construida. No hay, pues –parece afirmar Fernández–, que preocupar-se por la historia: esta lectura del ya nutrido corpus de Carrera ilustra (realizándola) la disolución del bino-mio continuidad / ruptura. Las fintas, brillantísimas, para rebasar concep-tos como tradición o influencia, ad-miran. Para entenderlas cabe evocar el género del carmen perpetuum, una noción clave en el método com-positivo de Carrera, aprendida de Horacio y Ovidio, y que en lo actual –quintaesenciado en la obra de Carre-ra– podría traducirse en el proyecto de una nueva poesía sin solución de continuidad. No hay fractura entre el todo y las partes; cualquier cesura o detención es aparente o está en cri-

sis: la pausa versal o estrófica, la puntuación, incluso el impasse de libro a libro, la distancia entre el tex-to y el comentario…. Fernández se hace eco de esa crisis y la proyecta sobre conceptos como “evolución” o “etapas”. Es impropio segmentar el discurso como si proviniera de suje-tos distintos: separar al Carrera her-mético, críptico o neobarroco del Carrera sencillista, incluso “neosen-sacional”.

No cabe la lectura organicista: aquí se trata de algo entre metafísico y bio-gráfico: la genealogía. Arturo Carrera –podría decirse– es un tér-mino de relación. Así lo definió, pasmosamente, Sarduy, colocándolo en el extremo opuesto a Dios en una cadena (fantásticamente cromosó-mica) que abrazaba –a más del pro-pio Sarduy, su eslabón más entraña-do–, en celérica proporción, a Gón-gora y Lezama. Pero no ha de pen-sarse que la autora proyecta el co-rrelato llamado Carrera en un firma-mento que él solo define. Fernández sabe cuál es su constelación y nos la muestra: Lamborghini y Perlongher, Pizarnik y Aira. A partir de ahí, ya dispone el lector de las coordenadas para asistir, más o menos perplejo, a todas las revoluciones de la elíptica.

Experiencia y escritura, enton-ces, es el par, de sencilla apariencia, de aparente inocencia, que pretende acotar este discurso. Pero nada más alejado que esta obra de la noción canonizada, en cierto espacio crítico, como “poesía de la experiencia”. Confrontados los textos de Carrera con los de esa “escuela”, la implo-sión sería inevitable. Si al más “sen-cillista” de los poemas de Carrera le abriera las puertas esa “familia”, su desestructuración sería inevitable y tal vez resplandecerían sus falacias. La genealogía, en este caso, resulta imposible, pues hay incompatibilidad de origen. La experiencia de la poe-sía de Carrera es, radicalmente, otra: es experimento, prueba y especiali-

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dad. Y de todo ello se siguen las huellas en el, por otra parte, no me-nos experimental, probatorio y espe-cializado ensayo de Fernández.

El tema de la obra de Carrera es, según aquí se afirma, el saber de la vida. Podría pensarse que la pregun-ta que plantean (y en ocasiones in-tentan responder) sus poemas es engañosamente conversacional: ¿qué es de la vida? Menos patético, menos estoico también, que el Que-vedo que sustantivizaba el devenir del ser, Carrera sabe que, aunque nadie responda, aunque el vivir falte para que el decir sea, siempre lo vi-vido asiste a (en) la escritura. Y es el hilo que, con elocuentísima parque-dad en ocasiones, Fernández teje y desteje doctamente.

Si el título del libro acota el tema de la poesía de Carrera, el subtítulo (Sobre la poesía de Arturo Carrera), deja entrever con modestia una lec-tura menos ingenua: el discurso de Fernández fluye, en efecto, por en-cima del discurso de Carrera, con-vertido éste, radicalmente, en pro-fundísimo hipotexto. No se espere la socorrida paráfrasis o la translitera-ción vicaria del poema interpretado. Ése sólo aparece cuando, verdade-ramente, la tarea hermenéutica le ha preparado el hueco necesario. Si la hay, aquí la tesis no se muestra a cualquiera. Aquí se trata, ciertamen-te, de indagar (de obligar a indagar) en un logos densísimo. Y la tarea no puede ser sino ardua. Fernández otorga una singular sustantividad a su discurso, despojándola casi siempre del texto huésped. Nadie que no conozca a Carrera merecerá este estudio. Hasta cierto punto, el comentario se integra, familiarmente, en la genealogía de la escritura de Carrera y propone al lector el ADN de esa estirpe. Al hacer eso, le está reclamando una mutación: que, sin prescripciones accesorias, deje de leer como lo ha estado haciendo.

Los capítulos, por lo general, son

breves; marcan las vías de incursión; no pretenden apurar la cuestión que enuncian ya que ésta volverá –por qué no decirlo– rizomáticamente, semejante y diversa, en otra vuelta del torbellino hermenéutico (así, por ejemplo, ocurre con la tradición, el contexto y el origen; con lo autobio-gráfico, la infancia y la subjetividad). A la manera de escolios musicales, los capítulos constituyen –por reto-mar una expresión del mismo libro– variaciones minimalistas sobre un tema no epigrafiado sino apenas marcado en sus respectivos títulos. Por contraste con la brevedad de esas variaciones, merecen destacar-se las torrenciales notas (no pocas desbordan el límite de la página): constituyen un discurso paralelo y transforman la lectura en un ejercicio –literalmente– migrante. No pueden ir ad calcem: no fungen como zócalo ornamental sobre el que apoya una disertación compacta y opaca. Las páginas de este libro son porosas; Fernández galvaniza su discurso movilizando filosofía, ciencia, pintura o música… La lectura se filtra hacia el trascapítulo, la sala de máquinas del sentido, la estancia donde se alberga el aparato necesario para que la lectura funcione. El lector va y viene, encandilado por el destello giroscópico. Los números voladizos son, a la ida, verdaderos superíndi-ces, o bien, a la vuelta, se dirían –si se permite– fosfenos que titilan tras apretar los ojos para ver más aden-tro. Son desvíos, no quieren ser refe-rencias: proponen tránsitos extrava-gantes, literalmente, que permiten trazar la cartografía de la conflagra-ción del sentido que en otro lugar se ha desatado.

Y así, este libro consigue con-trapuntear, empática, ceñidísima-mente, el trovar clus de Carrera, una de las poesías más difíciles y, por lo tanto, al decir de su homologon Le-zama, de las más estimulantes del idioma. Ahora, de la mano de Nancy

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Fernández, ha encontrado una de sus más amplias y estimulantes lec-turas.

Daniel Mesa Gancedo

Universidad de Zaragoza Juana Alcira Arancibia, Malva E. Filer y Rosa Tezanos-Pinto, eds. María Rosa Lojo: La reunión de lejanías. Buenos Aires: Instituto Literario y Cultural Hispánico, 2007. 313 pp.

Los libros de la narradora, poeta y crítica María Rosa Lojo (1954- ), ampliamente difundidos en la Argen-tina, han comenzado lenta pero se-guramente a ser asequibles en los Estados Unidos. Tales son los casos de Awaiting the Green Morning, edi-ción bilingüe con los poemas de Es-peran la mañana verde (Austin, TX: Host); Una mujer de fin de siglo, en español, editado por Malva Filer y publicado por en Buenos Aires pero con distribución estadounidense por Stockcero en el mismo año y la edi-ción crítica de Lucía Miranda (1860), de la escritora decimonónica argen-tina Eduarda Mansilla, realizada por Lojo y su equipo y lanzada en Ma-drid/ Frankfurt am Main por Iberoa-mericana/Vervuert, todos en 2007. De esta manera, afortunadamente no se producirá la habitual colisión acerca de si corresponde iniciarse en la obra de una autora a través de su creación o, como es el caso de La reunión de lejanías, los ensayos críti-cos de otros académicos sobre su producción. El desembarco (término, se verá, muy caro al corpus textual y al cuerpo vital de Lojo) tiene como cabecera de playa ambas instancias.

En la ajustada introducción al volumen que nos ocupa, Arancibia (California State University, Domín-guez Hills), Filer (Brooklyn College, City University of New York) y Teza-

nos-Pinto (Indiana University-Purdue University, Indianápolis) ofrecen un panorama de la vida y la producción de Lojo, inextricablemente ligadas, ya que se trata de una hija de exilia-dos republicanos � padre gallego, madre madrileña� que emigraron a la Argentina y criaron a la pequeña Ma-ría Rosa, sin embargo, como una genuina española. El título de este volumen que incluye veinte estudios y una entrevista con la escritora es harto afortunado para dar cuenta de los vectores de su producción, lógi-camente el exilio, la (in)migración y las “lejanías”, en última instancia, como una revelación de la hibridez inherente al ser americano, un Yin-Yang que a través de la impronta autobiográfica aborda una vez más, pero en una clave renovadora, el que sin duda sigue siendo el tema princi-pal de la literatura latinoamericana: la identidad, tanto personal como co-lectiva. Para ello, Lojo apela tanto a la llamada nueva novela histórica como, especialmente en sus poema-rios, a la dimensión visionaria, pro-fundamente enraizada en su caso en los románticos alemanes como Rilke y Hölderlin.

La reunión de lejanías abarca to-dos los registros escriturarios de Lo-jo que se han señalado. Marcela Crespo Buitrón aborda con notable lucidez la condición de ser, más que una exiliada, “la hija del exilio”, con la c(u)alidad particular de que los hijos de exiliados viven enajenados no de sino en lo propio. No es casual que un epígrafe de la última novela de Lojo, Finisterre, sea un fragmento de un poema de Rosalía de Castro titulado “Estranxeira na súa patria”, y aun sin aludir a ello, Crespo Buitrón lo torna cabalmente explícito sin caer en psicologismos extremos sino desde el productivo eje de la memo-ria y el olvido.

Kathryn Leman se centra, preci-samente, en la operación que Lojo realiza sobre la nueva novela históri-

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ca, desde una aguda mirada socio-crítica según la cual la deconstruc-ción de los modelos tradicionales de la historiografía implica una voluntad transgresora y, más aún, un proyecto histórico-político de largo alcance. Zulma Palermo sigue esta línea don-de la mirada social y socioideológica apuntan a un proceso de descoloni-zación en el cual el género juega un papel preponderante, en un escrito que politiza atinadamente su marco teórico feminista.

A Francisca Noguerol Jiménez le cabe la difícil tarea de deslindar entre los poemas en prosa y los microrre-latos de Lojo, a la vez insertándolos en y relacionándolos con la tradición del último género en la literatura ar-gentina. La empresa es harto ardua y riesgosa, pero la catedrática sala-mantina termina por concluir un tra-bajo absolutamente logrado y sólido. Silvia Sauter trata el tópico de la poesía y la visión, o para decirlo ca-balmente, la poesía como visión, y, aunque sin hacerlo especialmente explícito, liga la poética de Lojo, por medio de su vínculo con la alquimia, con la de una de las grandes poetas argentinas, Olga Orozco. Gloria Da Cunha de cuenta de los cuentos his-tóricos de nuestra autora, en un apretado análisis que sin duda ofre-ce una interpretación enriquecedora, lo cual deja entrever que un estudio más desarrollado enriquecería do-blemente nuestra lectura de esa fa-ceta de Lojo.

Siguen en el volumen diversas lecturas de la novela La pasión de los nómades (1994), en la que la es-critora convierte en personaje de su narración a Lucio Victorio Mansilla, el autor de Una excursión a los indios ranqueles, que a la vez mereciera la mayor y mejor producción crítica de Lojo, que no es sino una reescritura de este autor y de este libro del cual recién en el último cuarto de siglo la crítica parece haberse percatado de que se trata de uno de los mayores

textos latinoamericanos. Para la misma Lojo es un desafío, perfecta-mente sorteado, esta afinidad electi-va, aunque en La reunión de lejanías los estudios no siempre corren esa suerte. Pampa Arán, una notabilísima crítica, consigue una vez más inmis-cuirse en las entrañas de la obra con una densidad que no opaca su dis-curso crítico sino que lo pone, como corresponde, al servicio de la novela tratada. Sonia Jostic, por su parte, adentrándose en las ideas de trans-ito y transiciones y los consecuentes des-centramientos, con iluminadoras ideas a cada paso, es quien más y mejor penetra en el espíritu de Lojo, de su obra y su trabajo, y su análisis, junto con el de Crespo Buitrón, son sin duda los mejores del volumen. Ana María Rodríguez Francia recorre un sinuoso camino en su lectura hei-deggeriana de la novela que termina por resultar confuso y lamentable-mente no avanza en la relación de Lojo con la antropología de Rodolfo Kusch, que apenas insinúa. María del Valle Manríquez de Cugniet ofre-ce una curiosa propuesta: anuncia a quien lee que tratará los indudables elementos góticos en La pasión… y luego, entre otros abordajes, apenas le dedica al supuesto tema central sólo una página, cual un acto fallido que inevitablemente genera una crí-tica igualmente fallida.

Los dos estudios siguientes, de-dicados a la narrativa histórica de Lojo, vuelven a enriquecer esta compilación y se encuentran perfec-tamente editados uno junto al otro. María del Carmen Tacconi se refiere a La princesa federal (sobre Manueli-ta Rosas) y a Las libres del Sur (acerca de Victoria Ocampo) a través de certeros y esclarecedores análi-sis. Ricardo E. Mónaco logra otro tanto, esto es, precisión y compren-sión, con su estudio de La prince-sa…, que además se enriquece por la perfecta imbricación del análisis textual y sus reflexiones sobre el es-

REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA

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tatus de la nueva novela histórica. Lamentablemente, el libro vuelve

a decaer con un nuevo estudio de Rodríguez Francia que intenta abor-dar la novela sobre Manuelita desde la perspectiva de la polifonía bajti-niana que no ofrece aporte alguno salvo, como en el texto anterior, la incómoda profusión de palabras re-saltadas en negrita. Malva Filer hace apenas un resumen de Una mujer de fin de siglo (sobre Eduarda Mansilla) que sólo nos pone al tanto de la tra-ma de la novela. Silvia K. López re-siente su estudio sobre las relacio-nes entre historia y ficción por una extremísima brevedad que deja afue-ra toda posibilidad de exégesis.

La escritora Luisa Valenzuela, nuevamente sobre Las libres…, ofre-ce su habitual mirada subjetiva, más creativa que crítica, y como de cos-tumbre logra a través de la estiliza-ción de su texto un resultado acep-table en lo crítico y deleitable en la lectura. María Elena Cincunegui y Marina Guidotti, en su abordaje de Finisterre, dicen que “han tratado” de realizar un abordaje crítico, lo que conduce al axioma jurídico “a confe-sión de parte, relevo de pruebas”; en efecto, han tratado. Nancy Kason Poulson reitera la operación de re-sumir la trama de una novela sin atreverse al análisis, en este caso, nuevamente con Finisterre, lo cual torna a su trabajo sólo informativo. Luego se suceden dos estudios que se resienten por una misma razón: tanto Gloria Videla de Rivero como,

por tercera vez, Rodríguez Francia, toman a Lojo sólo como una de dos autoras tratadas en cada artículo, y ninguna de ellas logra superar la bi-partición, en cada caso, de un estu-dio que tampoco en las respectivas conclusiones genera una auténtica empatía entre Lojo y las otras dos escritoras (Cristina Bajo en el primer caso y nada menos que Alejandra Pizarnik en el segundo). El libro se cierra con una ajustada � en el buen sentido de no caer en la desmesura y tocar los temas esenciales� entre-vista a la autora motivo del libro rea-lizada por Alberto Julián Pérez y Marcela Crespo Buitrón. Lojo posee el privilegio de una palabra que apa-sionadamente se apega a su obra a la vez que es capaz de tomar la dis-tancia necesaria, por lo que se con-vierte en la mejor crítica de sí misma, como cuando expresa: “Los herma-nos Mansilla: Lucio y Eduarda, en particular, me fascinaron. Eran pro-fundamente criollos, pero a la vez, curiosos y cosmopolitas, nada chau-vinistas; arraigados, sin duda, pero viajeros”. Obviamente, a través de ellos Lojo se define perfectamente a sí misma. El libro se cierra con una harto exhaustiva bibliografía de y sobre la autora, una compilación formidable y, por lejos, la mejor fuen-te para ulteriores estudios sobre su vida y obra, cada vez más ricas, ma-duras y apasionantes.

Juan Pablo Neyret

The Pennsylvania State University