jaime jaramillo escobar

Upload: jorge-o-ortega-g

Post on 19-Oct-2015

165 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

JAIME JARAMILLO ESCOBAR

LOS POEMAS DE LA OFENSA RUEGO A NZAM Dame una palabra antigua para ir a Angbala Con mi atado de ideas sobre la cabeza. Quiero echarlas a ahogar al agua. Una palabra que me sirva para volverme negro, Quedarme el da entero debajo de una palma, Y olvidarme de todo a la orilla del agua. Dame una palabra antigua para volver a Angbala, La ms vieja de todas, la palabra ms sabia. Una que sea tan honda como el pez en el agua. Quiero volver a Angbala!

MAM NEGRA Cuando mam negra hablaba del Choc Le brillaba la cadena de oro en el pescuezo, Su largo pescuezo para beber agua en las totumas, Para husmear el cielo, Para chuparles la leche a los cocos. Su pescuezo largo para dar gritos de colores con las guacamayas, Para hablar alto entre las vecinas, Para ahogar la pena, Y para besar su negro, que era alto hasta el techo. Su pescuezo flexible para mover la cabeza en los bailes, Para rer en las bodas. Y para lucir la sombrilla y para lucir el habla. Mam negra tena collares de gargantilla en los bales, Prendas blancas colgadas detrs del biombo de bamb, Pendientes que se bamboleaban en sus orejas, Y un abanico de plumas de ngel para revolver el aire. Su negro le traa mucho lujo del puerto cada que venan los barcos, Y la casa estaba llena de tintineantes cortinas de conchas y de abalorios, Y de caracoles para tener las puertas y para tener las ventanas. Mam negra consultaba el curandero a propsito del tabardillo, Les prenda velas a los santos porque le gustaba la candela, Tena una abuela africana de la que nunca nos hablaba, Y tena una cosa envuelta en un pauelo, Un muequito de madera con el que nunca nos dejaba jugar.

Mam negra se suba la falda hasta ms arriba de la rodilla para pisar el agua, Tena una cola de sirena dividida en dos pies, Y tena tambin un secreto en el corazn, Porque se pona a bailar cuando oa el tambor del mapal. Mam negra se mova como el mar entre una botella, De ella no se puede hablar sin conservar el ritmo, Y el taita le miraba los senos como si se los hubiera encontrado en la playa. Senos como dos caracoles que le rompan la blusa, Como si el sol saliera de ellos, Unos senos ms hermosos que las olas del mar. Mam negra tena una falda estrecha para cruzar las piernas, Tena un canto triste, como alarido de la tierra, No le picaba el aguardiente en el gaznate, Y, si quera, se poda beber el cielo a pico de estrella. Mam negra era un trozo de cosa dura, untada de risa por fuera. Mi taita dijo que cuando muriera Iba a hacer una canoa con ella.

DIARIO DE LA FIEBRE Durante los ltimos meses de mi permanencia en la selva Yo mantena un terrible sueo que me tiraba dormido en cualquier parte, Cabe las hmedas races o en el montculo de arena formado por la corriente siempre ca mbiante Del ro donde se baaban las serpientes que surcaban el agua como un rayo de cielo. Flor, animal y cielo, caan sobre m sin que pudiera hacer nada para defenderme, Palpitando bajo sus tres bocas que me insuflaban la fiebre, No acosado sino derrumbado, cualquier estrella poda pasar sobre m Araando mi piel con sus flechas de lechuza, Cualquier alimaa, toda la tierra. Fue entonces cuando vino la piragua desde la alta regin del Atrato, Por los afluentes que derrama la cordillera, de un agua tan limpia y tan sonora como vosotros no habis visto nunca, En la que moj mis manos hasta que quedaron blancas como peces, Y todava cuando me da sed no quisiera ir a beber a otra parte sino all, al ms enmar aado lugar de la selva, En el Choc. Durmiendo en los bohos de los indios, nos sentbamos a veces en troncos que resulta ban ser serpientes A las que cortbamos con nuestros machetes cuya hoja lavbamos despus en el ro Donde se estaban baando los hijos de los indios que haban hudo con nuestra llegada. La grande hoja, de panza blanquecina como el yarumo, Andaba sobre nuestras cabezas para protegernos del agua y del sol,

Y para recibirnos a reposar cuando nos asediaban los cansancios, Y a dormir aquellas interminables jornadas de sueo En que la eternidad zumbaba en nuestros odos como el pjaro zumbador, Y las hormigas se cebaban en las plantas de los pies, sin que furamos capaces de retirarlas, Pues la fiebre nos clavaba a la tierra como estacas podridas, En cuyas concavidades se fermentaban todos los detritus de la selva. Oh miserable ser en el indomeable pramo aterido Y en las bajas tierras cocido al fuego del sol como cscaras de nspero Para aromar el amargo brebaje de la quinina Vuelvo a ver las rutilantes guijas que parpadeaban bajo el agua Y que los ojos heridos no podan soportar, dirigindose entonces a la espesura, Donde se incubaba la sombra como un orificio en la memoria, Vacilante y temblorosa sombra de cera, o dura como la piedra, en ambos casos dol orosa como la amputacin del pie derecho. Tragados por la selva y por los das de la selva, Empotrndonos en la selva como un territorio abandonado, Con uas de mineral, cabellos vegetales y cuerpo de animal furioso decidido a vivi r, Trepando por las abruptas vertientes para descubrir el foco del cielo Y adivinar en el horizonte una salida imposible puesto que la tierra no tiene sa lida, Sino el mar donde se ahogan los que no se asfixiaron en la selva.

EL DESEO Hoy tengo deseo de encontrarte en la calle, Y que nos sentemos en un caf a hablar largamente De las cosas pequeas de la vida, A recordar de cuando t fuiste soldado, O de cuando yo era joven y salamos a recorrer juntos La ciudad, y en las afueras, sobre la yerba, nos echbamos A mirar cmo el atardecer nos iba rodeando. Entonces escuchbamos nuestra sangre cautelosamente Y nos estbamos callados. Luego emprendamos el regreso y t te despedas siempre en la misma esquina Hasta el da siguiente, Con esa despreocupacin que uno quisiera tener toda la vida, Pero que slo se da en la juventud, Cuando se duerme tranquilo en cualquier parte sin un pan entre el bolsillo, Y se tienen creencias y confianzas As en el mundo como en uno mismo. Y quiero adems aun hablarte, Pues tu tienes dieciocho aos y podramos divertirnos esta noche con cerveza y msica, Y despus yo seguir viviendo como si nada... O asistir a la oficina y trabajar diez o doce horas, Mientras la Muerte me espera en el guardarropa para ponerme mi abrigo negro A la salida, Yo buscando la puerta de emergencia, La escalera de incendios que conduce al infierno, Todas las salidas custodiadas por desconocidos.

Pero hoy no podr encontrarte porque t vives en otra ciudad. Mientras la tarde transcurre Evocar el muro en cuyo saliente nos sentbamos A decir las ltimas palabras cada noche, O cuando fuimos a un espectculo de lucha libre y al salir comprend que te amaba, Y en fin, tantas otras cosas que suceden...

POR NOMBRE ROY I Dos veces repet el mismo viaje y dos veces me sucedi exactamente lo mismo: Que estando yo en casa de mi to Emilio, en su inmenso palacio de sesenta arcos bl ancos, Jugando a las mariposas con su hijo y primo mo, por nombre Roy, Roy Jaramillo, que tena en ese entonces nueve aos menos que yo, es lo importante, Palmeando las manos alrededor de la cascada, con los ojos cerrados, Un pjaro que vena volando choc contra su pecho e inmediatamente fue convertido en e spuma, Espuma de sonrisa que la cascada bate como una nube izada en un mstil de piedra. No lo seducan las moras, tan rojas que apenas una caba en la palma de su mano, Ni las extraas flores radiofnicas, las cuales haba que encontrar en el centro del b osque, al atardecer, Ni el lucero que Alejandrina, su madre, buscaba todas las noches en un telescopi o instalado en el ala derecha, frente a las columnatas del norte, A donde nunca podan llegar los rayos de la luna, pues estaban diseadas de esa mane ra. Slo corramos y corramos hasta que, sonrosado y jadeante, Se dejaba caer a la sombra de su perro preferido, Asomando entre sus dientes un ptalo rojo de tulipn. II Al da siguiente, cuando la maana apenas aleteaba en mi ventana, El tren tocaba a mi puerta y yo tena que prepararme apresuradamente para el regre so. El ngel malogrado, extraamente bello, palpitaba en el humo del sueo, Mientras los perros, en el jardn, trataban de imitar a la sirena ladrando agudame nte. Quinientos metros ms abajo, donde comenzaba la bruma, albeaba la plazoleta Y yo me diriga hacia ella dejando caer en mi rostro el roco, que es bueno para los ojos. Cuando llegaba ya haba partido el tren y los funcionarios pblicos, en fila india, Se ocupaban en limpiar los rieles y los polines con un trapo blanco humedecido e n leche de monte. Una gota de aceite haba cado en el traje blanco del alba y el Inspector de Polica e staba furioso con el maquinista Y lo amenazaba con los puos a la distancia, mientras ste, alejndose, le pona dos pal mos de narices desde su plataforma, Y comenzaban a trepitar los rboles a la orilla de la carrilera como si los estuvi eran matando,

Y el viento se tapaba las narices para no tragar el humo negro y espeso que sala de la chimenea. III Entonces yo tena que subir a esperar el bus en la rotonda Donde me entretena jugando mi suerte a la ruleta Con el empacador de seales, el deshollinador de antenas y el hijo del conmutador de vas, Que haca trampa cada vez que se pona colorado y le temblaban los ojos. El jefe de las pasionarias descalzas se paseaba en la antesala aporreando los pi lares con su bastn de carey, Y se detena para tocarse los anteojos cuando pasaban los encargados a darle a cad a uno un pedazo de hielo antes de las 8 a.m. A las nueve en punto el bus apareca en la penltima curva del cerro, Tocando su bocina como un clown embriagado el da de primavera. A las nueve y diez yo tena que estar de nuevo en la plazoleta, debajo de los tilo s, donde el bus se detena, Para subir mis maletas: rosada, amarilla, y verde; el paraguas, el baln, el catre cito plegable y los trebejos de pintura, Pero ya el bus haba partido un minuto antes, por lo que me era necesario comenzar el camino a pie, Dando un gran rodeo por la carretera de circunvalacin, donde estn instalados los d epsitos de hielo, Cuyos tanques de cristal cortan a trechos los bancales de la carretera Y contra los cuales uno puede poner la mano para que se le enfre, O hacer reflejar los ojos y en fin, por cuyos bordes uno puede pasear mirando la s brillantes superficies y el halo verde de las orillas, Olvidndose de regresar a la ciudad, pues en cualquier parte donde nos encontremos ya hemos llegado.

EL TELEGRAMA DE CUERO Era mi noche de bodas y me encontraba ya acostado con mi esposa En el amplio lecho de cuatro metros de ancho frente a una enorme ventana protegi da con rejas de hierro, Hechas por los cerrajeros de diez Espaas, forjadas en diez Toledos, Y la noche no se quera oscurecer para que los vecinos, desde la calle, pudieran c ontemplar nuestro amor. La mesonera traa cubos de agua y los acumulaba en el antejardn, cerca de las glici nas, Y haba tantos muchachos y muchachas que ocupaban el emparrado. Mi desnuda esposa sonrea debajo de mi sonrisa, Los velos del lecho la tocaban antes que mis manos, Y lo mismo los velos recogidos en los extremos del ventanal, que se agitaban hac ia ella. Las risas de los vecinos nos llegaban a travs de la reja mezcladas con estrellas y el grito de los muchachos, Como corresponde a la animacin de la calle en la noche de bodas, frente a la casa

de los esposos. En nuestra habitacin los frasquitos de esencias se conservaban puros frente a los espejos, Y en realidad el rumor de la calle, la presencia de los vecinos, no nos importun aba. Apresuradamente todo el mundo se me borr y slo me quedaba mi esposa entre las mano s, Cuyos flancos se movan como dos boas de cobre soldadas autgenamente, Por cuyas juntas bocas yo pasaba mis dedos speros. Reinaba un ambiente violeta, preparado especialmente por nuestros amigos y parie ntes, Y la seora mesonera, amplia y sonriente, acumulaba cubos de agua en el antejardn, frente a las glicinas. Era el bazar del amor y los mozos disfrazados de gitanos agitaban panderetas y p auelos rojos En memoria de una gota de sangre. Entonces se oy venir por la bocacalle un carro de cuatro caballos con arandelas d e plata sonando. Fue recibido por la mesonera, quien habl algunas breves palabras con los que venan , Y luego se dirigi a nuestra ventana, abrindose paso apresuradamente por entre la g ente con sus dos largos y robustos brazos, semejantes a las piernas de mi esposa , Para entregarnos un telegrama labrado en cuero, grande como un diploma, cuyas le tras en relieve saltaban a la vista de todos.

EL CUERPO "Qu farsa!" J.P. Sartre He aqu, de esto se habla. El cuerpo nos goza y lo sufrimos. Lujo de la Naturaleza, pagamos por l nuestra alma. Esclavo de los dioses, el hombre es un ser aterrado, Y slo en el usufructo de su cuerpo deposita su aspiranza. Su cabeza aadida luce su conversacin como un pavo real, Y sentado en un tapete de luna su lengua salta delante de s como una serpiente en cantada. Orgullo del alma, el cuerpo es regocijo y alimento, Y baila ante los dioses como el rbol frente a la tormenta. El cuerpo toca otro cuerpo y no percibe sino otredad. "Rosa", decimos, y la rosa es un mito del alma, porque la carne del cuerpo no se reconoce sino a s misma. El cuerpo, Devorador, todo hecho para devorar, El alma de este cuerpo no puede ser sino tambin devoradora.

Somos un surtidor, con nuestros brazos que se agitan y nuestra boca llena de agu a. Tenemos lo que tiene la nube, he aqu esta adivinanza, por eso la tierra nos absor be. Rebelin de la materia, el cuerpo se avolcana, se incendia, impone hermosura, Y no queremos ser slo cuerpo; Pero yo aconsejo: hazte amigo del sepulturero.

EL CALLEJN DE LOS ASESINOS Teniendo que hacer un viaje, me dirijo a la estacin para tomar el tren de la hora Greenwich. As pues, comienzo a andar por ilmites potreros, me extravo, y llevo ya dos das perdi do en las montaas, Cuando alcanzo a divisar una especie de sendero que comienza al pie de un rbol y se inclina en el horizonte, Y me encamino hacia l con la esperanza de poder llegar a tiempo, si algn otro inco nveniente no me lo impide, Pues lo que sucede es que ignoro por completo el camino de la estacin. A poco andar me encuentro metido en una callejuela tortuosa, de aproximadamente un metro cincuenta de ancho, y an menos, Entre negras paredes de herreras, cubitriles cubiertos de holln, de carbn, ensolvad os, Poblados de gente aviesa, sucia. Qu mujeres habr, Qu nios espesos, Que acechan en las Y hombres sentados calleciega. desgreadas, plidas, lentos, puertas, desde los oscuro, en montones de arena, que se deslizan grano a grano sobre la

Yo, asustado, contino rpidamente, procurando no hacer ruido para que no me perciba n, para evitar el asalto, Hasta que me subo por un barranco y all est la estacin, Solitaria en la noche, nadie aparece, no hay trenes; Recorro las salas cuidadosamente, una mata me asusta con sus hojas anchas, Voy a dar la vuelta cuando zas!, el hombre, Me lo encuentro a boca de jarro, detrs de una columna, Me est esperando para matarme, tiene el cuchillo en la mano, me coge por la cabez a, En la ventanilla de los tiquetes no hay nadie; El asesino, tranquilo, me mira.

LOS POLIEDROS Y LA SUSTANCIA

"Una respuesta perfecta tiene siempre el carcter de un enigma" Henry Miller Cuando yo estaba en la crcel haca gimnasia todo el da para mantenerme en forma y ev itar el aniquilamiento. Los presos se rean de m todo el da y me llamaban Charles Atlas para mantenerse en f orma y evitar el aniquilamiento. En el patio nmero siete haba un joven de unos veinte aos que estaba enamorado de un icosaedro de metal, Y se pasaba todo el da brundolo, con la saliva, con la lengua, con los dedos, con e l canto de su camisa, Y hacindolo reflejar al sol contra los muros grises que le devolvan una lvida seal l uminosa de cortesa. Un medioda, echado en el patio, me qued dormido de cara al sol, Y el joven vino y se entretuvo colocando en equilibrio su poliedro sobre la punt a de mi nariz, Mientras, con una tiza, dibujaba sobre mi pecho extraas seales que correspondan a l as oscilaciones de su juguete, Y deban determinar todo el curso de mi vida en adelante, si lograba salir de la p risin, como lo esperaba, gracias a las gestiones de mi esposa. Mucho antes de abrir los ojos ya me haba dado cuenta de lo que estaba sucediendo, Pero era peligroso contradecir a este muchacho, que haba matado seis compaeros con una lezna. Nadie se atreva a relacionarse con l, Por lo que preferan mirarlo de lejos y No atrevindome, pues, a espantarlo, me e lo permita, Hasta que comenz a trazar signos sobre s con demasiada intensidad. debido a su irritabilidad y sus manas, preguntarse quin sera su prxima vctima. estuve tan quieto como una dbil respiracin m m con su lezna, cuya punta me rozaba a vece

Entre tanto todos los presos se haban acomodado en el corredor circundante del se gundo piso y miraban en silencio, Segn me dijo l mismo acercndose un momento a mi oreja. Pas la punta de la lezna por el interior de mis odos y de mi nariz, y la acerc a mi s ojos, Como un enamorado que juega en la arena con una ramita mientras aparece su carac ol preferido. Despus la llev a mis labios, la coloc lentamente entre ellos, y deslizndola sobre la lengua me dijo: -Trgatela! Mientras l esperaba alargu suavemente mi mano y tomando su derecha la contuve entr e mis dedos con una ternura comprensiva y dispuesta. Como a los cinco minutos todos aplaudieron frenticamente en el corredor del segun do piso y gritaron. Abr los ojos y vi entonces que con un pauelo y mi propio sudor me limpiaba las mar cas del pecho. Fue despus mi mejor amigo en el penal y cuando me dieron de alta me regal su brill ante poliedro de acero bruido, Frente al cual escribo los poemas.

La pregunta es siempre igual pero todas las respuestas son distintas. La clave no est ni en la pregunta ni en las respuestas sino en nosotros mismos.

ACTA DE LOS TESTIGOS Yo, Nicanor, declaro que l era bello e inocente. Yo, Diofanor, declaro que l era bello e inocente. Yo, Agenor, declaro que l era bello e inocente. Trescientos das atraves en su bicicleta hasta que llegaron las grandes fiestas de la ciudad, Y bail con su vestido de Pierrot delante de los invitados, quienes se mordan la le ngua y lo aplaudan con sus manos plidas. Yo me suba a un rbol de la avenida para verlo pasar, Y despus me iba galopando por las calles, desbocado de admiracin. Yo, Diofanor, convulsionado por el verano que deslea mi sexo, Circulando por mis venas semen a cuarenta grados en las calles de la ciudad, Encerrado en la brillantez del verano como una araa en un laberinto de cristal, Andando de torre en torre persegua su sombra Como un pez persiguiendo el agua de los arroyuelos que huyen por el desierto, Como el pjaro que persigue la aurora que le da la vuelta a la tierra, Como el cristal de murano que persigue la lluvia que anda por los montes para co gerle una gota. Lo esper en el cruce elevado, lo perd en los ascensores y lo volv a encontrar en la plaza del obelisco; Fue interceptado sucesivamente por una columna de soldados, por un tren ambulant e y por un eclipse de girasoles; Y en un momento de ofuscacin fue interrogado por las bailarinas de ballet, por el cable de tensin del arco iris y por el rbol del pan. Ya para entonces yo morda el calcinado limo de las calles Como una tenaza, como una serpiente, como un fuetazo en el polvo, Como el camello que viene todos los das a comer el vello que crece en mis piernas . Yo, Agenor, esperaba silenciosamente a la sombra de los bastiones En las empenumbradas esquinas de la calle de las palmeras rosadas Con las manos en ngulo tocndome la punta de la nariz. Transcurrido un ao me puse en camino hacia la cueva de los letreros Para consultar en las antiguas inscripciones el misterio que bulla en el fondo de su corazn. Una esfinge de diorita miraba impasible las manos pintadas con polvo de oligisto . Esto quera decir: hoy en da est de moda saber mucho. As pues, volv y estuve otro ao grabando una estela triunfal con las varias manifest aciones del espritu de la ciudad,

Y luego me fui a dar una vuelta en mi astronave de recreo para recuperar los dos aos anteriores y regresar al punto de partida Porque tena varias cosas qu hacer con respecto a las preocupaciones de mi amor. Y as est escrito en el palimpsesto de Sodoma: "se acord de sus amigos y honr su memo ria por cuanto el fuego (haba) consumido su corazn". Yo, Jaime, escucho a los testigos y callo. Todo esto me parece muy confuso y sospechoso. Probablemente se trata de ocultar algo. Qu sucedi mientras tanto, mientras todos esperbamos qu transformaciones se operaron, que los testigos soslayan tan delicada como cruelmente? Acaso el joven, habiendo descubierto los toneles en que sus mayores guardaban la cerveza, Fue a parar, embriagado, a la orilla del ro, donde la noche lo marc con sus estrel las candentes, Despus de lo cual, habiendo sido conducido por sus amigos a desconocidos lugares Fue sucesivamente introducido en las cmaras secretas de los violadores Quienes... Acaso el cadver encontrado en el lago era el suyo? Tena las manos atadas, dice el acta, pero los testigos se niegan a reconocerlo.

DILOGO DE LOS INTRPRETES "Dijo Jess: -Oh gremio de los apstoles! Cuntas son las lmparas que apaga el viento!" Agrapha Musulmn Todo puede ser probado de una manera y tambin de la manera contraria, Dijo el primer Intrprete de Jeric, poniendo sus manos sobre la Tora, Y dijo tambin, sin que nadie lo escuchara: "A los espejos hay que tenerles descon fianza", Cuando entr la bella Zahel con un lirio en la mano para revisar los pliegues del Velo, Porque los Intrpretes se ocupaban de todas las cosas: as de las ms sabias como de l as ms bellas, Pues desde los ms remotos tiempos slo se habla de lo que no se sabe. Los Intrpretes estaban entonces ocupados en definir Si cierta bestezuela encontrada dentro de su zapato por el Patriarca de Jerusaln, Era un grillo con cabeza de ngel, o un ngel con cuerpo de grillo, Y era muy difcil saberlo, puesto que no se trataba de una interpretacin Sino de poner las cosas en su punto. Ellos no haban podido comprender el problema de la existencia de Dios Porque no haban podido penetrar su porqu. Por qu es necesario que haya Dios. Pero dominaban a cabalidad todo cuanto concerna a los ngeles, todos los ngeles en g eneral, inclusive los de siete brazos. No obstante, el problema de la pequea bestezuela tena muy preocupado al Intrprete c uando entr la bella Zahel,

Y apenas tuvo tiempo de bostezar frente al espejo, con lo que lo empa, no sindole p osible ver lo que suceda en ese momento. El segundo de los Intrpretes del Templo entraba con el grillo en la mano y lo dep ositaba cuidadosamente en el Santo de los Santos, Como nico medio de obtener la respuesta que todos estaban deseando, Y por la cual el Sumo Sacerdote se encontraba reducido a oracin y penitencia. Pero como el grillo se congelaba en el Tabernculo fue necesario tambin traerle el zapato del Sacerdote, Y todos los das una virgen le llevaba el ms puro alimento que se poda obtener en la Casa del Seor. El grillo estaba muy contento, sin preocuparse de su cabeza deforme, Y pronto se convirti en objeto de veneracin y culto Como sucede siempre, que adoramos lo que no comprendemos. Hasta que se celebr una audiencia de todos los Intrpretes para resolver si el gril lo deba ser vaciado en oro, Y uno dijo: -Soy de opinin que slo los seres vivos deben adorarse. Y otro dijo: -Mi opinin es contraria. Creo que slo debemos adorar a los seres iner tes. Y de esta discusin lo nico que se sac en claro fue que hay que adorar todas las cos as, Y que tan digno de adoracin es el uno como el otro. Entonces se pusieron a echar suertes para saber quin deba inclinarse primero, Pues, segn dijeron, el asunto quedaba convertido en una cuestin de principios, Hasta que alguien dijo que haba que dejar los principios para el final. Despus de cierto tiempo el Sumo Sacerdote vino con gran acompaamiento para saber l o que haban resuelto los Intrpretes, Pero el Libro estaba cerrado y todos se hallaban dormidos y cubiertos con sus ma ntos. La pequea bestezuela haba desaparecido, de donde dedujeron que era un ngel, Y para congratularse celebraron un gran banquete de honor. Estando en ello comenzaron a trocarse unos en otros, hasta el punto de que ya no se saba quin era quin, Y habl el Patriarca y dijo: -Traed otro grillo; y as lo hicieron, E introducindolo en el zapato lo calz luego, no pudiendo contener una mueca de asc o cuando lo sinti ceder bajo su planta. Entonces todos los presentes alabaron al Seor, Cada uno con las palabras y las intenciones de los otros, Por lo que no fueron escuchados.

APOGEO DEL SUCESOR Con el rey Arnoldo habitbamos, en la misma ala del palacio, Leonor su reina, Herl indo su amante, y Mirleno -este servidor de la belleza de la reina-.

Herlindo era un joven trigueo, tres veces vencedor en el decatln. Sonrea cada vez q ue le llamaba el rey. El rey Arnoldo era de alta estatura, rubio, de modales delicados pero de corazn f eroz. No dejaba nunca sus armas, y vigilaba su reino, su persona y su amor con l a misma bala. De la reina, prisionera en su vasto palacio de malaquita, no hay mucho qu decir. Todos son hechos de armas, conquistas, expediciones, asuntos de oro e intrigas. Los trabajos de los hombres que tan duramente han formado el reino. En sus habitaciones de cristal la reina lleva una vida transparente y el rey exi ge su castidad para que pueda ser reverenciada y admirada por sus hombres de gue rra. En la Plaza de Armas los soldados gritan antes de partir: Viva la reina! Herlindo cabalga al lado del rey; es el portador de sus insignias, y la guardia le acoge con honor. La reina le tiene su sonrisa preparada, un poco triste, pero quiz en el fondo sabe apreciar la agilidad de su cuerpo, su piel brillante, y el natural gracioso de su juventud. Durante cierto tiempo la vida del palacio transcurre en la rutina: las ejecucion es en el patio del sur, el recibo de cajas selladas en el stano, el acarreo de pr ovisiones y los deberes oficiales reducidos al mnimo por el carcter nada ostentoso del rey. Pero una maana, a las siete, habindonos hecho llamar a su presencia en el jardn, el rey, que desconfiaba de las relaciones prolongadas, conden a muerte a su reina y a su amigo, quienes no pronunciaron palabra alguna. Slo yo me atrev a decir, acercndome al rey: Arnoldo, nada he hecho contra ti, y me disgustara mucho que me mandaras matar. Ruego a tu mano que haga por s misma las p odas en este jardn. El rey roz su muslo contra el mo y me contest indignado: -Dgame "Seor", que es el tra to que se da a los reyes. De ahora en adelante me llamar siempre Seor. No lo olvid e usted. Mientras disfruto de la clida s algunos cantos en memoria de mrmol estn situadas a lado y bosque de eucaliptos lleno de palacio. intimidad del rey me propongo escribir en los Anale la reina y del joven Herlindo, cuyas estatuas de lado de la puerta de las caballeras, frente al hermoso pjaros y fuentes, que es la entrada principal del

LA TORRE DE LOS BUSCADORES DE LUNAS Contar aqu uno de los muchos infortunios que le sucedieron a mi amigo el rey de Di namarca, en el ao de 1814: El era joven y apuesto y habitaba en su palacio de cristal dorado, rodeado del a fecto de su pueblo, mas, perseguido por la desgracia. Yo lo s bien porque la amistad del rey me honraba concedindome una habitacin contig ua a la suya, comunicada con sta por una puerta que ninguno de los dos se atreva a cerrar,

De modo que, como no haba ms salidas, yo estaba obligado a pasar siempre por su cma ra, con lo que, frecuentemente, tena el placer de que me hablara y an ms: La inmensa responsabilidad de conocer sus secretos y sus costumbres ntimas, por d ems correctas y ponderadas. Cierto tiempo llevaba yo disfrutando de la intimidad del rey, cuando ste contrajo matrimonio con una hermosa dama, cuyo nombre en mi ancianidad ya no recuerdo: p oda ser Sonrisa. No por ello el rey coloc velo alguno en la puerta que separaba nuestras estancias , de modo que su bella esposa apareca frecuentemente ante m, en su lecho muchas ve ces, y su amistad me era tan cara como la del rey. Ella vesta siempre ntegramente con el color rojo de los reyes, y sus muchas prenda s, as las de pesado viso como las ms delicadas, de perfume y encaje, me eran bien conocidas y puedo recordarlas una a una. A los siete das de casados el rey le dijo: -An no has sido para m esposa desnuda. Q uiero que vengas a mi lecho, paloma roja, rosa viva, tibio canto, dulce pluma, r eina ma. Yo en mi habitacin procuraba estar muerto y no me atreva siquiera a respirar, pues tena la obligacin de dar mi vida por el pudor de la reina, por la amistad del rey que tan pesadamente me honraba. Y he aqu que la reina mir hacia m y comenz a calzarse su precioso zapato rojo, coron ado de rubes, donde se reflejaba su blanco pie como un ngel sorprendido infraganti . Yo me permita pensar para mis adentros: pero si el rey la quiere desnuda, por qu se calzar su zapato rojo? Si el rey le ha pedido que comparezca desnuda, por qu insis tir en calzarse su precioso zapato rojo, cuyo tacn de coral podra herir el corazn de l rey? Entre tanto el rey apareci frente a nosotros para reclamar la presencia de su esp osa, que tardaba. Traa un velo dorado en la mano, ante s, y tom asiento al borde de mi lecho. Yo lo salud con una inclinacin de cabeza y una sonrisa tmida, tal vez un poco equvoc a, -vive Dios que a estas alturas de mis aos no lo s-, por lo que el rey se mostr s orprendido y dej brillar en sus ojos un instante de reproche. Luego, como ella, con las ms tiernas palabras disculpase su demora, el rey torn a esperarla y, cuando su torso desnudo cruz la puerta, los ojos embusteros de la re ina, indagando rpidamente, encontraron la salida secreta. La orden de buscarla se dio inmediatamente por todas las alarmas situadas en las almenas y el rey mismo encabezaba el tropel de los buscadores que escudriaban to do el palacio. Yo, tomando el ala izquierda, penetr en el laberinto destinado a los osos de mar, que estaba compuesto por recintos cbicos construidos uno entre otro a la manera de las cajas chinas de prestidigitacin. All estuve cinco aos hasta que el terremoto de 1819 destruy el laberinto, sindome da do, por fin, salir del corazn de las cosas a su superficie. Despus supe que, perdida la esposa y el amigo, el rey creyendo que haba sido traic ionado por ambos, enloqueci y fue a arrojarse al mar, desde la alta torre de los

buscadores de lunas. Desde entonces mi larga barba blanca ha crecido, crecido...

VOLAD Y ME VERIS Aqu estoy recolectando cosas: Desde el primer sollozo que vert en un cuarto lleno de fantasmas, Y desde el primer verso sentimental bordado en el bastidor de la noche con las e mbarazosas agujas de la retrica, Hasta la ltima imprecacin lanzada en el ms srdido suburbio, O la irona o la sabia mirada del que ya no puede tener lmites porque ha sido invad ido por el viento. Desde el primer hombre que am hasta el ltimo que traicion, Y desde el primer sorbo helado en la encantada linfa del bosque hasta el ms empon zoado veneno. Desde la primera carta de amor donde temblaba de inocencia y de ansiedad, Hasta el ms peligroso annimo portador de la amenaza de muerte y el oprobio. Desde el ms tierno color de la acuarela en el espejo del paisaje, Hasta la tiniebla ms espesa donde no puede penetrar ni el agudo hilo de luz del s insonte. Desde el mueco de celuloide lleno de algodn y el caballo de lana revestido con cue ro de conejo en las orejas, Hasta el maniqu del ahorcado colgando toda la noche frente a la reja de mi prisin en la Penitenciara del Araracuara, Y desde el salto de una roca de cien metros sobre un mar profundo y retador, Hasta este tiempo en que estoy aqu recolectando todas estas cosas, como un gusano cado de la rodilla de San Simen, Construyendo con ellas esta ciudad de estalagmitas donde ni los buitres arriman, Pero donde, sin embargo, no dejan de venir a reflejarse, de noche en noche, las estrellas de Dios Para avisar que no me preocupe, que a nadie le importa. Entonces yo seguir aqu juntando cosas Hasta que mi ciudad crezca y se extienda por todo el continente, Y cuando lo haya cubierto todo vosotros me podris ayudar a trasladarme al otro po lo.

EL CIELO NOS ESPERA CON LA BOCA ABIERTA "Como estircol sern sobre la haz de la tierra" Jeremas XXV, 33 Ahora nos alejamos de vosotros porque venimos de vosotros, De vuestra contradictoria casa con piso de tierra y techo de cielo, Donde crecen vuestros crmenes desde la infamia hasta lo sublime, Donde vuestro corazn recibe el oprobio y la alegra de manos desconocidas, Oh prisioneros de las estrellas, vosotros que sois el secreto de Dios!

Dementes, Corrodos por vicios que no figuran en los anales de la psiquiatra, Purulentos, Nauseabundos, Lamiendo el vmito de los perros con nuestra tremenda lengua sanguinolenta, Llamamos a toda clase de bichos para que se ceben en nosotros, Pero ellos, horrorizados, nos niegan su venenosa presencia. El escarabajo pasa a ochenta metros de distancia, disimulando su asco, Y el cuervo no puede contener la nusea volando a doscientos metros sobre nuestra cabeza, Y hasta los gusanos nos desprecian y se alejan de nuestro lado, arrepentidos y l lenos de compasin, Pues nuestro pestilente gemido los mata. Y yacemos aqu Como un amasijo de lepra Revolcndonos en un estercolero En espera del fin del mundo Para poder entrar en el Cielo.

CMO ME CONVERT EN MONSTRUO "Oculto en sus cavernas, el Poeta sinti sus males horribles, Y un bulto de carne creci en su cabeza, y escamas en su espalda y costados" William Blake Contar aqu cmo me convert en monstruo, para leccin de futuras generaciones, y de los que educan a sus hijos: Difcilmente mi mano, transformada en garra, puede tomar la pluma y dibujar torcid amente las letras; Empero, har este ltimo esfuerzo antes de que la Muerte me abata con su coletazo fi nal, Porque pienso en aquellos jvenes que estn propensos a convertirse en monstruos com o yo, Y para liberar, por medio de este ltimo acto, mi alma a la que mando andar errant e por las cavernas despus de mi muerte. El cabello se eriza en mi cabeza y tambin el vello de mis brazos, y el fro maligno que me recorre hace temblar todo mi cuerpo al escribir estas lneas, Oh vosotros, amantes de los monstruos, a quienes llevis jalea hasta las ms profunda s grietas de la tierra! Sabed, pues, que en aquel da de la costa yo era joven y me baaba desnudo en el agu a salada, Respetado por los tritones y jugando con los peces que venan a colear en mi mano. Mi padre, en su casa del horizonte, se pasaba todo el da reforzando las redes con hilos de su larga barba blanca, Y mi madre, desde las estrellas, no me vea. Entonces vino el hijo del guardafaro con su novia de alambre, Y una urraca posada en el hombro derecho, que recitaba un poema mgico escrito muc hos siglos atrs por un famoso monstruo de Asia.

Mi padre, en su casa del horizonte, envolva mis hermanos en redes, Y mi madre, desde las estrellas, no me vea. Entonces el hijo del guardafaro me convid a ir hasta una isla donde conseguiramos una urraca para m, Que recitara poemas escritos muchos siglos atrs por los ms famosos monstruos del A sia. Al norte de la isla se levantaba una gran ciudad, empalmerada y ms luminosa que e l cielo estrellado. Dirigindonos hacia ella, llegamos a la hora en que se encienden las girndulas, Y nos fuimos inmediatamente al distrito donde pregonan los vendedores de urracas , en los alrededores del puerto. Varios aos permanecimos extraviados en las calles de la ciudad, sin lograr encont rar la salida para el regreso, Porque los poemas eran engaosos y describan equivocadamente los planos, A fin de retener a los escogidos hasta que los colmillos se les pusieran puntiag udos y ya no pudieran abandonar jams la isla. Y durante aquellos aos una mano huracanada me dio a beber todos los das el licor q ue aparta de los semejantes. Entonces busqu esta caverna, ms all del Norte, y en ella he permanecido solitario m irando transformarse mis miembros y cubrirse de escamas mi cuerpo, Y a todo aquel en quien se detiene mi pensamiento empiezan a crecerle colmillos puntiagudos.

CAUTIVERIO DEL MONSTRUO Aqu, desde la costa, miro la noche impenetrable. Al otro lado del mar estn las ciudades luminosas y llenas de voces, Mas, a mi alrededor slo el embate del ocano contra mi memoria en la oscuridad, Y rebaos de nubes salvajes. Mi nombre contra la piedra, y ste es el relato de mi cautiverio, Desterrado ms all de las islas, en la ltima lnea del horizonte que le da la vuelta a la tierra. Y t, ballena azul que has venido a mirarme, Escucha: Slo puedo comer los peces que caen del Cielo, se es mi nico contacto con los seres, y mis dedos soban su piel recamada de roco, Mis dedos con pico de pjaro para escarbar las arenas. Diviso dentro de m todas las cosas de la tierra, Y s que hay surtidores de msica en las ciudades, Y que el agua vuela de un lugar a otro sobre las nubes, Mas ya no volver a las ciudades y mi soledad es grande bajo las nubes, Oh hielos, auroras, inmensa agua desnuda! En el polo mi ms clida cercana, y el alma se arrastra sobre las rocas encadenada a

mi pie. "Todos creen conocer el amor", deca un inri colocado en el palo de gavias, Y ahora el barco yace cerca de la costa, Pesado de arena, Y sobre la punta del palo, En la baja marea, Viene a gritar un pjaro marino, De largas alas como velas. Y el barco tena tambin inscripciones sobre la soledad, inscripciones sobre el olvi do, y amonestaciones sobre la memoria, Y palabras acerca de todo lo que debe saber un monstruo. Mi nombre contra las olas, y que retumbe mi grito sobre los mares! Hablo con la sombra del da -a la entrada de mi caverna, el mar empinndose sobre el acantiladoHasta que viene la noche condecorada con una gran medalla de oro, La noche donde la voz se pierde en los pliegues del mar. Y el alma escucha mi relato, sentada como un perro de gua, Con la cabeza erguida, las patas delanteras rectas, Y el pecho blanco donde mis dedos buscan un poco de calor. Exigua memoria acompaa al desterrado, Y el alba rosada le sorprende repitiendo la misma historia de amor, Hasta que fue convertido en monstruo y colocada esta tabla para avisar del pelig ro a los viajeros: "Que ningn barco y ningn animal marino ni celeste Pase a menos de diez millas de esta costa, Y que los peces se traguen al mar si el mar permite que esta ley sea violada".

VISITA DE LA BALLENA He aqu que una ballena ha venido a visitarme. Desde lejanas regiones del mar ha venido a visitarme y me saluda con tres surtid ores de niebla, Detenindose a la entrada de mi cueva para solicitar audiencia. Acudo a recibir a la ballena (a quien Dios salude) y habiendo entrado ambos en i ntimidad inmediatamente, Como dos amigos que se conocen desde hace aos, Le hablo de mi juventud en una gruta del alto pico del Aconcagua, Y de la salida del sol detrs de mis orejas, Y, dndole palmaditas en su impenetrable piel nos remos como dos amigos, La ballena, bus de los mares, y yo que recibo su visita a la entrada de mi cueva , Y charlamos hasta el atardecer, descansando sobre el brillante tapiz de las aren as penetradas de luz. Ella me cuenta lo que ha visto en las profundidades de los ocanos,

Los nufragos viviendo en los barcos sumergidos y sus extraas costumbres, Y lo que sucede en el mar durante la noche. Despus de que la ballena ha hecho uso de la palabra segn las leyes de la hospitali dad Y de las normas que rigen los actos de los visitantes, Yo comienzo a hablarle de las profundidades de mi alma Y cuando hago una pausa, a la hora del crepsculo, no me responde. Entonces la arrastro y la deposito a la orilla del mar para que ste la recoja Y al alba, cuando la marea se retira, la despido con mi mano en alto. La ballena (a quien Dios respete y salude) se aleja rpidamente mar afuera y va a estrellarse contra el disco del sol que acaba de aparecer en el horizonte. Dando la espalda a este espectculo regreso a la cueva para besar los escorpiones de mi angustia, Oh monstruo que me habis recluido en este monte A fin de proteger al mundo de mi extraa maldad! EL HIJO DE LA BALLENA "Lo restante del camino, de la medida justa, del Tiempo, del Siglo, descanso en silencio" Evangelio de Mara Magdalena

Cercano ya de mi muerte y entregado a los recuerdos bajo la sombra de mi rbol pre ferido, Sobando los bordes de mis heridas con mi dedo enconado, En un solemne momento de la memoria encuentro aquel, dichoso s, tambin, mas profun damente conmovedor, hasta el martirio, Cuando, estando yo prisionero de Satanal, en una roca frente a los ocanos del nort e, El hijo de la ballena vena todos los das a la ensenada, Su sonrisa brillando con las ltimas luces de la tarde, las que atraviesan el aire como barcos de aluminio. Durante largo rato pulsbamos la fuerza de nuestras manos, despus de lo cual, con s u sonrisa de despedida, Se alejaba chapoteando en la noche como un reflejo. Ahora afloran los gusanos a mi boca, los siento subir por mi garganta y descansa r en mi lengua, Y los escupo con desdeoso gesto. Pero en aquel tiempo, el joven hijo de la ballena qu cuerpo tena! Piel como un piza rrn, espejeada, que mis dedos no lograban araar, Y cunta fuerza acumulaba, que casi era capaz de derribarme! Sus dientes blancos se alejan mar afuera mirndome, mientras se hace oscuro alrede dor, Y la tinta de la noche se me entra por la boca y las orejas para ahogarme. Esta cicatriz a que siempre De las muchas Y del secreto en el brazo derecho me la proporcion jugando, hace ms de mil aos, par me acordara de l, tardes que vino a acompaarme en la baha, durante mi cautiverio, que me confi acerca de la duracin de los mares,

As como de los lugares donde se encuentran los tesoros que nunca tuve necesidad d e buscar. Cuando expire sepultadme con este brazo fuera de la tierra, Pues en l est grabado todo lo que necesitis saber Cuando vengan los convulsivos siglos que preceden a la extincin y el silencio.

AVISO A LOS MORIBUNDOS A vosotros, los que en este momento estis agonizando en todo el mundo: Os aviso que maana no habr desayuno para vosotros; Vuestra taza permanecer quieta en el aparador como un gato sin amo, Mirando la eternidad con su ojo esmaltado. Vengo de parte de la Muerte para avisaros que vayis preparando vuestras ocultas d escomposiciones: Todos vuestros problemas van a ser resueltos dentro de poco, Y ya, ciertamente, no tendris nada de qu quejaros, oh prncipes deteriorados y prximos al polvo! Vuestros vecinos ya no os molestarn ms con sus visitas inoportunas, Pues ahora los visitantes vais a ser vosotros, y de qu reino misterioso y lento! Ya no os acosarn ms vuestras deudas ni os trasnocharn vuestras dudas e incertidumbr es, Pues ahora s que vais a dormir, y de qu modo! Ahora vuestros amigos ya no podrn perjudicaros ms, oh afortunados a quienes el cono cimiento deshereda! Ni habr nadie que os pueda imponer una disciplina que os haca rabiar, oh disciplina dos y pacficos habitantes de vuestro agujero! Por todo esto vengo a avisaros que se abrir una nueva poca para vosotros En el subterrneo corazn del mundo a donde seris llevados solemnemente Para escuchar las palpitaciones de la materia. Alrededor vuestro veo a muchos que os quieren ayudar a bien morir, Y que nunca, sin embargo, os quisieron ayudar a bien vivir. Pero vosotros ya no estis para hacer caso de nadie, Porque os encontris sumergidos en vosotros mismos como nunca antes lo estuvirais, Pues al fin os ha sido dado poder reposar en vosotros, En vuestra ms recndita intimidad, a donde nadie puede entrar a perturbaros. Vuestro suceso, no por sabido es menos inesperado, Y para algunos de vosotros demasiado cruel, como no lo merecais, Mas nadie os dar consolacin y disculpas. De ahora en adelante vosotros mismos tendris que hacer vuestro lecho, Quedaris definitivamente solos y ya no tendris ayuda, para bien o para mal. Vosotros, que no soportbais los malos olores, ahora ya nadie os podr soportar a vo sotros. Vosotros, que no podais ver un muerto, ahora ya nadie os podr ver a vosotros, Os ha llegado vuestro turno, oh maravillosos ofendidos en la quietud de vuestra a ristocrtica fealdad!

Tanto que os resteis en este mundo, ms ahora si que vais a poder reros a todo lo la rgo de vuestra boca, Oh prestos a soltar la carcajada final, la que nunca se borra! Yo os aviso que no tendris que pagar ms tributo, y que desde este momento quedis ex entos de todas vuestras obligaciones. Oh prximos libertos, cmo vais a holgar ahora sin medida y sin freno! Ahora vais a entregaros a la desenfrenada locura de vuestro esparcimiento, No, ciertamente, como os revolcbais en el revuelto lecho de vuestros amantes, Sino que ahora seris vosotros mismos vuestro ms tierno amante, Sin hasto ni remordimiento! Tomad vuestro ltimo trago de agua y despedos de vuestros parientes porque vais a c elebrar el secreto concilio En donde seris elegidos para presidir vuestra propia desintegracin y vuestra ruina definitiva. Ahora si que os podris jactar de no ser como los dems, pues seris nicos en vuestra i nflada podredumbre. Ahora s que podris hacer alarde de vuestra presencia! Yo os aviso Que maana estrenaris vestido y casa y tendris otros compaeros ms sinceros y laborioso s Que trabajarn acuciosamente da y noche para limpiar vuestros huesos. Oh vosotros que aspiris a otra vida porque no os amasteis en sta: Yo os aviso que vuestra resurreccin va a estar un poco difcil, Porque vuestros herederos os enterrarn tan hondo Que no alcanzaris a salir a tiempo para el Juicio Final.

LA CENA DE LOS MUERTOS

"Al acostaros, no dejis la leche ni el pan sobre la mesa: atraen a los muertos" Rainer Mara Rilke I Los tiernos muertos vienen a beber en mi vaso, Y silenciosamente rondan en mi aposento, Alargando sus tmidas trompas hacia los panes Que apenas s se atreven a rozar con los dedos. II Penetran por el hueco de la llave uno a uno, Evitando en la sombra tropezar con las lmparas, Y van maosamente a ponerse a la mesa Donde les he dejado: leche, pan y una carta.

III El pan se desharina en sus dedos temblones Y la flecuda lengua lame el fondo del vaso, Con presurosa angustia disputando las sobras Que el fro soplo del viento sobre el mantel esparce.

IV Entrada la maana, al volver a la estancia, Corriendo las cortinas para abrir las ventanas, Cuando la sombra vuela hacia el da como un pjaro, Sobre la mesa encuentro intocada la carta. PALABRAS DE INVIERNO Mi inocencia flotaba en el viento, bella como la manzana antes de ser mordida. Pero su pensamiento taladraba ya mi corazn, sin que yo lo supiese, Empujndome sobre las cosas hasta un rincn de la ciudad, Donde al fin lograra, por sobre el cielo y la tierra, Derribar el carmn de mis mejillas. Cuando me vea se asustaba como si lo estuvieran juzgando. Ante todo ser bello temblaba como si l mismo lo hubiese inventado. Durante mucho tiempo su pasin ardi en m, porque haba hecho de m el centro del univers o, para orientarse. Ahora yace muerto. Pero, cuando viva, para l no haba ms Dios que yo; ni nada ms bello ni ms misterioso que yo. Y de esta manera le renda tributo a la tierra, la tierra que es nuestro nico cielo . Mujeres, hombres, animales, minerales, vegetales y cosas, seres todos de toda es pecie, sus amantes, Que fuimos a su casa, a su lecho, o vino l a nuestro lecho y nuestra casa, En el bosque, en el desierto, en el mar, en la montaa, en la ciudad, en el viento , No somos ms que cosas que ruedan, hechas todas a imagen y semejanza de Dios, Pero los poetas ponen en nosotros demasiado conocimiento, demasiada esperanza, p odramos decir. Los poetas, que son slo perturbadores del alma. Ahora Ahora Ahora Ahora Ahora Ahora que l ha entrado a parecerse a nosotros, que se multiplica y se divide y que puede visitar varios lugares a la vez, que puede presentarse ante cada uno de nosotros con un rostro distinto, que puede decirnos una cosa diferente a cada uno con las mismas palabras, que se complace en desfigurarse cada vez ms en imperfectos espejos, l es uno de nosotros en nuestro reino.

El gusano dice "Yo" con una parte del alma del muerto, el cual se reconoce en l y habla por su boca; El gusano, que se pinta los labios con ceniza para parecer bello a la Muerte; La Muerte celosa que escarba da y noche en las tumbas en busca de un recuerdo de amor; El Amor que huye hacia los estados primitivos del alma, hacia la primera selva d el mundo, Referencia de la pintoresca raza del hombre. En el obsceno hueco de su tumba habitaris con l. Que sus ltimos actos os sean agradables, oh vosotros, privilegiados bichos, porta dores de la voluntad de Dios y ejecutores de sus misterios, Quin lo creyera!

AFRENTA DE LA MUERTE "La Muerte, acompaada de sus seis hijos..." Evangelio de Bartolom (Recensin copta) He aqu que de repente aparece la Muerte acompaada de sus seis hijos, De los cuales tres son varones y tres son hembras. Yo la miro fijamente y la escupo a la cara, Y ella me lanza una palabrota por debajo de su manto rado. -Mala Muerte, mala Muerte: Si yo te pre seis veces Te puedo prear las siete. Cuando yo estaba enfermo vino el Gran Visir a mi alcoba con sus seis amantes, De los cuales tres son varones y tres son hembras, Y abriendo la puerta a las tres de la madrugada, Los ech desnudos sobre el tapiz, a los pies de mi cama, Y cohabit con ellos al borde de mi fiebre. Despus yo tuve que ponerme a pelear con la Muerte, hasta que se estuviera callada . -Mala Muerte, mala Muerte: Si te preo siete veces Te puedo prear las nueve. El da que llegu al puerto para tomar posesin del barco en que habra de dar la vuelta al mundo, La Muerte, con su pauelo rojo atado al brazo, quiso echarme al mar por la pasarel a, Y tuve que darle una patada en la boca. Pero ella me esperaba siempre en los cuatro puntos cardinales Acompaada de sus seis hijos, de los cuales tres son dbiles y tres son gigantes. -Mala Muerte, mala Muerte:

Si te pre en Nueva York Te preo en Alejandra. La Muerte me persegua por toda la cordillera de los Andes con su maletn negro en la mano. La muerte andaba detrs de m por los pasillos del Banco de Londres y Montreal Ltda. La Muerte me acechaba en las avenidas de Ro de Janeiro disfrazada como un vendedo r de esencias. La Muerte, llena de impaciencia, morda uno a uno los ciento veinte dedos de sus h ijos, De los cuales tres son bizcos y tres tienen el labio partido. -Mala Muerte, mala amiga: Si yo te pre de noche Te puedo prear de da. La Muerte me manda paquetes postales ahumados al apartado de correos 5094, La Muerte introduce amenazas annimas por debajo de la puerta de mi casa, en el nme ro 4 de la calle 14, La Muerte me espera en las escaleras, en las bocacalles, en los grandes almacene s de especias, La Muerte me manda razones con el juez, me escribe insultos con carbn en las pare des. -Mala Muerte, mala esposa: Vivo o muerto da lo mismo, Te preo de todos modos. La Muerte les habla mal de m a los vecinos, me empuja en el bus, me espera a la s alida de los cines, La Muerte me oculta las recetas del mdico, me derrama la leche, me esconde las me dias, La Muerte manda sus hijos a que me tiren piedra, que se burlen de m, que me muest ren la lengua, La Muerte obstruye las caeras de mi casa, se orina en el zagun, abre goteras en el techo, Es evidente que la Muerte me persigue, no les parece a ustedes?

SOMBRERO DE AHOGADO

PERORATA Seoras y seores, oh, seores! Mirad esta caja roja. La veis? En ella traigo mi poema, que se ir desenrollando an te vosotros, aqu frente a vuestras miradas, haciendo sonar sus crtalos de colores y estirando la cabeza para veros mejor y de vez en cuando lanzaros un picotazo.

Ya la voy a abrir, la estoy abriendo, ya se mueve, poned atencin, el poema empeza r a salir pronto de esta hermosa caja roja con msica incorporada, esta caja de sor presas tan liviana y tan bella. Mientras muevo mi mano en su interior para amansar el poema, os voy diciendo, oh seores: no leis poemas pesados, ni speros. El poema tiene que ser flexible, escurr idizo, ondulante, con un cuerpo fro que os estremezca y en la cabeza una boca cap az de haceros cualquier cosa. Atencin, seores, ya empieza a salir el poema. Mientras sale, os voy diciendo, oh s eores: no comis poemas calientes; el buen poema se come fro. Yo no os traigo la serpiente ms larga extensa dilatada o interminable del Amazona s; ni he cazado la flor viva de la victoria regia; ni este animal tiene pico de tucn. Seores, oh seores, en el aeropuerto de Medelln conversaban dos seores: -Mi hijo mayo r, ingeniero, se cas, tienen un nio; Ins Clara, su esposa, un encanto, de la mejor familia. Pero Luis Carlos, el menor, qu desgracia, su madre est desconsolada. Hemo s hecho todo lo posible, no tiene remedio, qu desgracia tan grande! -...!? -Se dedica a la lectura de poemas, comprende usted, querido amigo? Y yo que lo crea tan inteligente! Seores, oh seores! Esta caja ha viajado conmigo medio mundo. No siempre he puesto e n ella giles y rebeldes poemas. A veces tambin mi muda de ropa. Pero es la caja de l poema, de todos modos. Consideradla si queris como una jaula. En ella he llevad o el pjaro que no existe.

Los de ms cerca, aprtense un poco. Los de ms all, acrquense ms. Hagan un crculo perfec o, tmense de las manos, aqu est saliendo esta cosa verde que es el poema. A ver, ca ballero, cunto cree usted que tiene en su bolsillo? Dme la mitad y ver el monstruo c ompleto. No es para m, es para comprarle la leche a l. Seoras y seores, en cierta ocasin, andando por un lejano pas, trab amistad con un poe ta local, uno de su provincia, que no conoca del mundo ms que unas cuantas estrell as. Con una que hubiera conocido bastaba, porque todas son iguales, pero la cant idad era importante para l. El mundo es mundo por ser innumerable, me dijo. Qu sera de nosotros si tuviramos un solo dios? Aqu donde me veis, he sido muy recorrido desde nio. Estuve en el Brasil, donde tod a la tierra se llena de sapos despus de los inmensos aguaceros. Del Brasil es est a mano roja con uas de oro para la suerte, la suerte buena, porque la mala me la curaron en Baha. S seores, caballeros: no temis. Este verso es un endecaslabo, bueno para el insomnio ; y stos son tercetos, contra las quemaduras. Y una dcima para el dolor de cabeza. Dije una dcima; no una pcima. Seores, caballeros! He aqu los seres del bosque, plidos y mojados entre la lluvia to rrencial. En sus cuevas se esconden, en los troncos vacos, debajo de las hojas gr andes se esconden, pero el aguacero implacable crece. Fabricad una casa para el tapir, un palacio para el tigre. Los seres alados con sus alas se cubren, pero e l Padre y el Hijo slo tienen un delgado manto, todo ensopado. Os voy a decir, seores, s, os lo voy a decir, qu es lo que hace el poeta:

Poner una veleta en la ventana para desorientar a los pjaros. Labrar peces de hielo para cambirselos al Mar por peces verdaderos. Guardar granizo en la bodega para comer en verano delante de los amigos. Descubrirse ante el ventarrn y entregarle su paraguas al revs. Borrar con la manga las manchas de sombra en los cristales. Subirse en una silla de tijeras para pintarle bigotes a la luna. Escudriar el horizonte par ver si en el viento hay un seor con cabeza de pjaro. Decirle a la Aurora dnde vive un malvado para que no pase por el patio de su casa . Cuando el arco iris aparece, ir y amarrarlo de pies y manos para ver cmo brilla d e noche. Pescar antenas de televisin y rajarles el estmago para sacarles todas las imgenes d e mujeres que se han tragado. Colocar faros de espejo en la alcoba para los grandes bacalaos de ojos de reina. Ir a contemplar los negritos en la playa, que le arrancan mechones a una nube de verano para hacer ovejas con cara de cera negra. Para hacer palomas con pico ne gro. Para que sus mams los regaen por haber daado el cielo. Si se encuentra un cocodrilo cantar himnos con l, y en general cantar con todos l os seres, hasta con una mquina que es tan fiera, o con un ngel supersnico. Hacerle al jardn la visita de cortesa. Manejar el agua con el dedo chiquito y decir todo lo que le d la gana, que para e so es poeta. No dejar nunca de pensar en lo que est oculto, a fin de descubrirlo. El poeta es el que saca un sombrero del buche de un conejo. Y muchsimos otros trabajos que no revelo para que vosotros no aprendis el oficio d e poeta. Os han dicho, s, yo s, os lo han dicho, lo que es la poesa. La poesa es todo eso que os han dicho, y tambin esta cajita roja vaca en la que, como podis verlo, no hay n ada, absolutamente nada, sino ella misma sola por dentro.

Adis seores, ya me voy, viene la polica. Os dejo mi sombra.

SARTA DEL RO CAUCA Bajbamos -mi caballo y yo- dos veces al ao hacia el ro Cauca.

De las altas montaas bajbamos y al amanecer divisbamos el ro entre piedras negras y palmeras y era una gran alegra ver este ro. Viajbamos de noche con la luna de agosto y con las lluvias de enero en enero. Pero mi caballo se saba el camino de memoria o lo inventaba, El que vea -porque yo no vea nada-. Yo tena trece aos, mi caballo tena cinco; ramos muy jvenes para andar solos por ah. Qu amigazo era mi caballo, ms inteligente y ms instruido que yo, Y sin embargo era yo el que llevaba las riendas del freno, Slo por ser el hijo del dueo del caballo, como siempre sucede. Pero yo le ofreca pedazos de panela en mi mano, mirndolo de frente, Y nunca comet la torpeza de vaciarle una botella de cerveza en la testa coronada por sus dos nerviosas orejas. Yo lo llamaba por su nombre y apellido y l vena a m con un suave trote amoroso, Subiendo desde el fondo de la caada donde la bruma no se levantaba an, dormida sob re los pastizales de yaragu, grises y constelados de roco a las seis de la maana. Durante el viaje, yo le recitaba a mi caballo todos los poemas de Porfirio Barba -Jacob, los cuales se esparcan por las desiertas montaas. No recuerdo ningn comentario de mi caballo acerca de los poemas, pero si yo dejab a de recitar, l se detena. Por supuesto que antes de salir yo haba baado mi caballo, Lo haba tenido conmigo en el patio de atrs de la casa, dndole de comer dulce caa pic ada, aguamiel con salvado, bananos partidos, Y lo haba peinado, acariciado, ddole palmadas en las ancas, Con cepillos de raz le haba alisado el pelo y con un peine de cacho le haba peinado cuidadosamente la crin y la cola Y haba revisado los aperos: la alfombra roja para el lomo, el freno limpio, la ci ncha suave pero firme, la montura adornada con grabados y bollones, los estribos de cobre labrado, los zamarros de piel, mi sombrero de fieltro. Mientras no me calara aquel sombrero, el caballo no entenda que pudisemos partir. Mi padre miraba todo muy despacio y muy serio Y si no haba ninguna falla aprobaba con la cabeza. Yo s que ese caballo dej de existir hace mucho tiempo y que yo le sobrevivo injust amente. Era un caballo de largas crines, llamado don Palomo Jaramillo. El ro Cauca no saba nada de eso porque vena de muy lejos, de las tierras llanas, Tan sereno, tan colmado de grandes peces -entonces-

El ro que haba pasado por sus orillas donde negros beban en quioscos de palmiche, Vivan en chozas, trabajaban, no trabajaban, peleaban entre s con largusimas peinill as de acero inoxidable, marca Corneta, Negros que haban vertido su sangre en el ro, su sudor, sus lgrimas, Que celebraban el sbado en los puertos, cada puerto con su estacin del ferrocarril y esas botellas verdes de Pilsen para la sed, para las ganas de beber, para el coraje de pelear. A la altura de Anz las turbias aguas del ro se cruzaban en canoa, llevando de la b rida a mi caballo para que no se ahogara. Nadaba pesadamente el caballo, pero tena mucha resistencia a las aguas impetuosas . Mi caballo me vio tomar aguardiente, no dijo nada. Me llev borracho a casa, me acarici con el belfo, con el lado de su cabeza. Se paraba muy firme, me miraba fijo, me deca -Vamos. Al galope corra con sus crines al viento para darme alegra, O me llevaba con toda seguridad por los malos caminos, en aquellos inviernos. Desde que no tengo caballo y me veo obligado a rodar en auto, vivo completamente extraviado dentro de mi auto. Los paisajes a cien kilmetros por hora no tienen pies ni cabeza y no pueden decir nada porque se marean, Pero mi caballo s que saba de paisajes, era un caballo paisajista, Un caballo de un solo caballo, pero ms majestuoso que el Rolls Royce de la Reina. El ro ms bello del mundo es el primer ro, donde nos baamos desnudos, Y los dems son los otros ros, as como las otras mujeres, y los otros amigos. Si el ro Magdalena no me dijo nada cuando yo estaba muchacho, ya para qu me habla; que no me hable. Yo tuve una larga conversacin con el ro Cauca y me lo dijo todo, Todo lo mismo que hubiera podido decirme el ro Magdalena, Pero el ro Cauca me puso la mano en el hombro y me habl al odo Y el ro Magdalena no me gusta porque habla a gritos. Yo fui con mis amigos al ro Cauca y lo atravesamos a nado, en Anz, en Cangrejo, Tu lio Ospina, La Pintada, Cali, Pero yo no he atravesado a nado ningn ro Magdalena. El ro Magdalena me quiere ahogar, quiere hacer olas y taparme, si me pone un braz o encima me aplasta. Temo mucho del ro Magdalena.

Por las orillas del ro Cauca me paseaba como un rey en su baraja. En el puente de Bolombolo me atuve a conversar con gentes que pasaban, con un am igo, con la noche solitaria. El puente de Bolombolo desaparecer bajo las aguas de una presa, Y con l todas las casas y las grandes bodegas de techo de cinc. Slo el nombre de Bolombolo perdurar en los poemas de Len de Greiff, Quien tuvo el privilegio de ver nacer el puerto, cuando se construa el ferrocarri l. El olor de la hulla desapareci con los trenes, slo quedan las putas Que pronto desaparecern bajo las aguas de la presa, con los billares patas arriba , los restaurantes de caliente sopa, y mi revlver de inspector de polica. Por el puente de Bolombolo persegu a un bandido una noche, el bandido se arroj al ro, hice un disparo al aire para poder ir a tomar cerveza con el teniente y conve rsar del asunto. Agua del ro Cauca, En lindos vasos de cristal te bebo ahora, un poco amarillenta, seguramente no mu y bien purificada. Si mi caballo te bebiera se morira de repente.

LA CASA DE BOB A San Bernardo del Viento fuimos a buscar la casa de Bob, Es decir, donde l haba nacido con sus padres, Encontrando el mundo completamente hecho y perfeccionado, Por lo cual se supona que no le tocara trabajar. Tanta alharaca que las generaciones anteriores hicieron con el cuento de que est aban dndole los ltimos toques a este mundo para nosotros, Y venir a ver que ahora nos salen con que lo tenemos que volver a hacer todo de nuevo. Era una casa construida con maderas olorosas y hojas de palma, En un terreno junto al ro, en medio de los rboles y los pjaros, Algo as como una casa en los lindes del paraso. Desde mucho antes de llegar ya se escuchaban los pjaros, toda la maana estuvimos o

yndolos, miles de pjaros, Y los rboles se extendan por la llanura, Extensos arrozales, ganados de muy largas, elegantes orejas, Y el horizonte marino que nunca se sabe si est cerca o lejos. En Lorica, en las escaleras de piedra y cemento del muelle, sobre el ro Sin, Nos detuvimos como en un pasaje bblico Para tomar una embarcacin hasta San Bernardo del Viento, En medio de bandadas de garzas, bandadas de loros chillones, y el batelero era u n muchacho, descendiente de las Mil y una Noches, Un joven moreno, de largusimo cuello, alta cabeza de ojos almendrados, negrsimos, con viveza de lagartija Y un turbante rojo encima de su antigua sonrisa de vendedor de perlas. "El Viento! El Viento!", se oye gritar en Lorica, hay pocos pasajeros para "El Vie nto", la carretera es un remolino de polvo, Y en "El Viento" la estatua danzante de San Bernardo levanta el pie, el viento l e levanta la sotana blanca. -"El Viento! El Viento!" En San Bernardo del Viento las casas bajo las palmeras, las redes de pescar tend idas al sol. Por esta calle se va -se iba- a la casa de Bob. A la maana llegaron tres hombres, haban venido de muy lejos, en una canoa, Y traan con ellos esquejes del rbol del pan. Los sagrados esquejes fueron admirados por los ancianos y los nios, puestos en ag ua y plantados al atardecer en los huertos, con tanta uncin como si hubiesen semb rado el propio pan eucarstico. Despus de la ceremonia de siembra del rbol del pan Entramos a una casa para recabar agua fresca de la tinaja, un mosquitero para do rmir, un latiguillo de palma para espantar los mosquitos. En el cine, un patio al aire libre, se apiaba la grita de los chicos del pueblo Y en la plaza, a la luz de los mechones de petrleo, se jugaba al domin, se tomaban refrescos, se escuchaba la msica que sala de un parlante llamado "El Bacano". Un nio se me acerc: -To, me trajo usted una moneda? En la casa un husped: un joven pescador que haba venido por mar, siete das remando en una canoa, Para matricularse en el colegio y aprender una letras.

En el sopor de la tarde luchaba desesperadamente con la aritmtica, sudaba mares. Me mir casi asfixiado. Sin duda prefera sus redes y sus pescados que el propio mar multiplica. Cuando amanece, algunas mujeres sobre pollinos blancos se dirigen al casero de la playa. En el camino encontrarn parejas de jvenes estudiantes, vestidos de blanco, que van al colegio, Las muchachas llevan la sombrilla para su compaero, El lleva los libros de ambos, Y ms adelante una escuela rural donde juegan los nios. Las seoras que gobiernan los pollinos no estn de acuerdo con que los nios gasten su tiempo en jugar, los regaan al paso. Van chupando limones para la sed. -"Comadre, venir a la escuela a jugar, qu dice, comadre!" Donde estaba el ro hay ahora unos pantanos con pinceladas de anchas hojas, Y todo el suelo cubierto por la cascarilla del arroz que los molinos desechan. -Y es sta la calle por donde se va -se iba- a la casa de Bob? Hace algn tiempo los vecinos se quejaron al gobierno central porque teman que el ro "se iba a llevar el pueblo". Vinieron los ingenieros, hicieron sus clculos, desviaron el ro, Y ahora los vecinos se quejan porque sin ro y sin mar! La casa de Bob, sin el ro, perdi su razn de ser, qued como extraviada en el monte, l a abandonaron, empezaron a caerse las paredes, hasta que desapareci y ahora Tratamos de adivinar si fue en este lugar o en aqul donde la casa se levantaba. Si encuentras un rbol de naranjas o uno de limn Ese ser sin duda el patio y podra describirte todo el resto. Diseminada por el pueblo est la casa de Bob, En las mujeres de los pollinos, En los chicos del cine, En los mechones de petrleo, En la arena de las calles, En los altos cocoteros, En el viejo pescador que fuma su tabaco mientras construye una red nueva,

Est la casa de Bob.

LA MUERTE DEL NOVIO "En cierta ocasin, los vecinos que vivan en las proximidades de un ro de Ceberio, l lamado 'Lamierreka', cogieron una lamia y no la pudieron hacer hablar" Crnica de Brujera En aquellas montaas donde tantas gentes viven pero no se ven, Mimetizadas en la tempestad, detrs de las grandes piedras, en la espesura de los seres antagnicos, En aquellas montaas suceden cosas que nos ponen los pelos de punta. En el camino de Urrao descendan de los rboles dedos largusimos a sealar la tierra. Y o no los vi; los vio doa Carmen, la que fabricaba el pan. Por las calles de Altamira circulaban perros de cuero que si uno les daba con un bastn sonaban huecos por dentro y gritaban, a condicin de que fuera hacia las tre s de la madrugada. Detrs de mi casa empezaban a cavar desde temprano todas las noches, durante algn t iempo, y si salamos a ver se escuchaban los golpes y el jadeo un poco ms all, Y luego ms all, y ms all, Pero al llegar al lmite del pueblo nos devolvamos a rezar el rosario porque nos da ba miedo. Y stos ramos mis padres, mis hermanos, y yo que no tena que creer en nada porque es taba estudiando, pero es verdad que sucedi, Y en el patio de la casa se sentan caer piedras en plena maana, venan rodando por e l techo y se las senta caer por el patio encementado, Pero no haba nunca ninguna piedra en el patio tan limpio, adornado slo con algunas plantas. Detrs de la puerta de la alcoba sonaba a veces una campanilla, de noche pero tamb in de da, Y sucedi que, estando mi padre dormido, lleg un buey, entr por la puerta, arrim hast a la cama, carg con l sobre el lomo, dio un rodeo por toda la casa y fue a deposit arlo detrs de la puerta, donde sonaba la campanilla. Entonces mi padre, despus de consultar con el cura, levant el piso, organiz una exc avacin empezando por el sitio donde el detector de metales se volva loco, pero se encontr una gran piedra plana y no quisieron cavar ms porque nos quedbamos sin casa . Y la casa estaba situada en el camino por donde el Capitn Francisco Csar huy con su s tesoros, perseguido de los indios. Tuvo que enterrarlos en la boca del monte, porque le daban alcance. Los tap con una gran piedra plana, dice la leyenda. Cuando muri Misi Elodia, en la casa de al lado, se oan ruidos en la cocina de bahar

eque y yo fui a buscar y slo encontr unas monedas en un agujero. En la raz de un rbol de balso donde haba cado un rayo, encontraron una olleta de cob re llena de rebosantes esterlinas. Se sembraba un rbol donde se enterraba un tesoro, a fin de protegerlo y sealarlo a la vez. Tambin se siembran rboles en las tumbas, encima de los muertos queridos. Llegan a veces a mi casa visitantes misteriosos que evidentemente tienen algo qu e hacer all, abren la puerta con su llave, caminan hasta el fondo del pasillo, co ntestan al telfono si es del caso, Y cuando salgo a recibirlos ya no estn; han salido para tu casa. Fueron muy fuertes y repetidos los golpes en la pared de mi cuarto, a las tres d e la madrugada, y de inmediato he gritado: Quin golpea? Pero enseguida recapacito que me encuentro en el octavo piso y no hay nada en ese lado de la pared. Estando clara la noche, unos gatos se han desperezado junto a m, en el alfizar de la ventana, bostezando Ahhh Ahhh Ahhh pero yo estaba viendo que no haba gatos ni nada, ni cosa aparente como gatos. Despus averig que all en aquel piso haba habido ga tos hara unos cinco aos. Cierta vez, despus de haber ido al cine, entr a la cocina para tomar agua y all est aba en la ventana el diablo mirndome. Lo observ bien y era el diablo exactamente que estaba all en la ventana mirndome co n esa sonrisa maliciosa que vosotros le conocis. Entonces lo primero que se me ocurri hacer fue ir a llamar a Jotamario que viva ce rca y de quien acababa de despedirme, para que viniera enseguida a ver al diablo . Pero Jotamario, indignado: que cmo se me ocurra llamarlo para ver algo tan comn, y colg el telfono. Frustrado por la actitud despectiva de Jotamario para con el diablo me volv corri endo a la cocina, para verlo bien antes de que se fuera, pero ya no estaba all, Y yo me haba quedado con la gana de volver a verlo, por esa costumbre que tena de compartir el mundo con los amigos. Ya no la tengo, porque siempre me hicieron no tar muy educadamente que los mundos superpuestos no son interrelacionados. En el vidrio de la ventana slo destellaban cucharas y cucharones, el tenedor y lo s brillantes utensilios que reflejaban llamas en los ojos del diablo. Son legin los monjes que caminan por pasillos y corredores sin tocar el piso, inn umerables las voces sin cuerpo que se quejan, incontables los almidonados fantas mas, y las mesas no han dejado de moverse en todo este siglo. En algunas casas, antes de irse a dormir, se coloca el alimento para fantasmas s obre las veladoras, Y en cuanto a los espritus burlones, el pintor Alvaro Barrios fue vctima de uno de ellos que lo extravi en un monte, Pero no para burlarse de l, sino de sus pinturas.

En Barranquilla haba -en tiempos de Plinio Apuleyo Mendoza- un duende que persegua a una seora. El duende habitaba en el zarzo de la casa, en el Barrio Abajo, y la seora tena que vivir de ciudad en ciudad hasta que el duende la encontraba en una y entonces ella tena que salir al da siguiente para otra. Con el fotgrafo Daniel Garca fuimos una noche a esperar ese duende, pero no sali na da en las placas, salvo una especie de luz difusa en los negativos, que hubiera podido ser sombra si los hubisemos copiado. Mi abuelo persegua los espantos en su pueblo, machete en mano, y l mismo se disfra zaba a veces de espanto en caminos solitarios por donde saba que pasaran determina das personas. Como en los tratados de Arte Potica se dice muy claro que no se debe hacer versos sobre la familia, porque tales versos resultan invariablemente malos, a causa s in duda de considerar a la familia como algo prosaico, Por esa razn me abstengo de contaros las relaciones del abuelo con el ms all, que e s tambin el ms ac, porque est tan alrededor nuestro y nos aprieta. Pero al Maestro Jorge Ruiz Linares le sucedieron en Tunja unos espantos terrible s y aqu dejo constancia y si no es verdad para qu me lo cont. Y don Eduardo Mendoza Varela escuch en sueos el llamado urgente de su madre y se l evant asustado y en ese momento se desprendi el techo sobre la cama. Y esto es ver dad porque sucedi en el barrio La Candelaria, de Bogot. A Elisa Mjica no se le ha aparecido ningn fantasma porque el fantasma es ella mism a, el ms sonriente y sagrado fantasma solitario, el ms bello, con una sonrisa cris talina que no es de este mundo y por eso digo que es un fantasma. Y si no es un fantasma entonces ser un ngel, porque a los ngeles tambin los hacen de vidrio. Elisa se ha quebrado varias veces, luego es un ngel de vidrio. As me ensearon a razonar los padres jesuitas. Ahora yo estoy disfrutando de la frescura de la piscina, en una ciudad sin fanta smas, todo claro y limpio y moderno, nadie tiene cara de susto, Pero esta agua clara y fresca y mansa, que Tales de Mileto consideraba como prin cipio de todas las cosas (favor consultar la enciclopedia) Es la misma de donde provienen los endriagos, los monstruos marinos, los engendr os de los ros, La misma de las devastaciones, de los diluvios, la que en gotas se llama "agua b endita" y nos hace maldecir en la desolacin de las inundaciones. Aquel da habamos ido al mar a nadar con mi primo y era la vspera de su boda. Madame Martin, la vidente, se lo haba advertido. Pero l no hizo caso y nos metimos al mar.

EL SOLITARIO DE CAYO BOLVAR En una poca ejerc el codiciado oficio de guardafaro. Fue despus de haber cursado la carrera de arquitecto del paisaje que los paisajes

empezaron a parecerme deliberados. Entonces decid buscar una isla que no tuviese ms que una palmera y una roca. En es a palmera colgu mi diploma de arquitecto del paisaje. Bien es cierto que desde nio comenc a publicar mi inclinacin por la soledad. Haba deseado hacerme anacoreta, sobre todo estilita, en una columna bien alta, do nde todos me vieran, no solamente este siglo. Hacerme eremita, cualquier cosa, con tal que me tuviese alejado de vosotros. Os mandara la direccin por correo. En un acantilado, sobre la brava costa, establec mi primera torre. Mi mujer y mis dos pequeas hijas se negaron a acompaarme. Comprob entonces cun fcil es conseguir nu estros propsitos cuando estn orientados hacia la soledad. Me reconfortaba pensando en aquel hombre del sur, que viva solo entre unas breas d el Cauca, no admita intrusos, y a quien los peridicos dedicaron una pgina sensacion alista acusndolo de loco porque haba puesto un letrero que deca: "No me gusta que v engan. Ya los conozco". Pero a los policas no se les puede poner letreros. Empezaron a llegar, primero de requisa, a llevarse mis cosas; que si yo era espa de la URSS; que para qu tena far o propio, aunque sin fanal; que si yo era Ptolomeo Filadelfo. Ptolomeo Filadelfo! Me tumbaron la torre de una sola patada. Mi vecino era el pintor Norman Meja, en Puerto Salgar, con un stradivarius azogad o y una paleta loca. El stradivarius fue comprado en una prendera, despus de dos aos de bsquedas, Pero Norman no lo tena para interpretar ningn Mozart sino para ver los sonidos ms i nverosmiles. Escribi cincuenta volmenes en cuarto mayor con alucinados poemas, los cuales son a la vez pinturas. Gonzalo Arango y yo estuvimos descifrndolos en el jardincito privado debajo de la ducha. Un tesoro, dijo Gonzalo, pero se necesitara otro tesoro para editarlos. Y los otros vecinos eran los pintores Lucho Cano y Lucho Mrquez y Lucho Caldern y Lucho Rueda, el profesor de matemticas que hizo clculos ms extravagantes que los so nidos del violn de Norman Meja. Y Lucho Cano es el mejor pintor de Baranoa, su casa toda cubierta de pinturas, h asta el techo, y el mejor pintor de Barranquilla no puedo decir quin es porque to dos lo son. Vecinos mos, la verdad es silenciosa. Quien mucho grita mentiras pregona. Hacer el bien a los hombres, pero de lejos. No hacerles el mal, en caso de que s epas qu es el mal. Dios -que nos embiste- no lo sabe. Por supuesto que no. Dios es inocente como la hormiga y es correcto invocar su nombre. No hay nada ce nsurable en decir "Dios mo". Inclusive es ms exacto que decir: "Oye t, Abelardo". U no de los nombres que ms definen a Dios es Gran Oreja. Pero de poco sirve, porque oye a travs de ti mismo. Oreja de Dios, lengua de Dios, conocimiento de Dios, lo

eres de nacimiento, pobre de ti. Y un hombre de la isla de San Andrs se retir a Cayo Bolvar y all permaneci solitario muchos aos en medio de la mar y de las olas, alternativamente azules y negras. Cayo Bolvar, pequesimo en la mar, un puado de arena desnuda. Si llegaron buzos, si llegaron marinos, si llegaron pelcanos, no habl con ellos. El viento y el agua pulieron su impermeable piel, que qued lisa y suavsima al tact o, con tal suavidad que slo con tocarle haba el temor de herirlo. Presente en mis das estuvo aquel hombre a quien no conoc, pero que en cierto modo era tambin mi vecino. Y ayer un joven buzo, nacido en Bogot, crecido en San Andrs, se dirigi a m entre muc hos nadadores, en las piscinas olmpicas de Cali: "El solitario de Cayo Bolvar muri hace quince das", me dijo en tono natural, chorreando agua hermosa. Estaba de paso en Cali, ya se iba, ngel submarino. En el silencio de la mar el solitario de Cayo Bolvar limado por la lluvia y el viento.

INSCRIPCIN Resbala el agua puliendo la piedra. Veo en ella grabados unos nombres. Bajo la o nda clara los voy leyendo, como en un sueo. Por qu y cmo, de tan diversas procedencias, vinieron a unirse en esta inscripcin? Aficionados a la inmortalidad, modelaron sus rostros en lo eterno. La caricia su ave del agua alisa su memoria sobre la piedra. En el jardn del tiempo su reposo bajo el blanco aroma de la magnolia. Bajo el rbol de siempre. Proteccin invoco, sombra pura del canto, para su permanencia. En la arena se sostienen. En el limo. En el agua. En el cielo, en el aire se apoyan. S ombra de la memoria, resguardo de fresco abrigo, dioses fueron con todo derecho. La gloria y el signo les pertenecen. Reconocimiento y admiracin en las olas, sob re el pedernal. Convocados por el azar. Por su destino conducidos. En ellos la atraccin y el mist erio. Desde el fondo del agua se reflejan; con varonil sonrisa emergen del mar. La sal y el canto en su semblante, en sus cabellos. Glorioso sol. Glorioso. Hablo del ro Cauca, bajo rudas carpas, en campamentos de trabajo. Camaradas en el vino, en largos viajes, largas noches, en invierno al descampado, en verano baj o las chicharras. Y hablo del mar Pacfico y del mar Atlntico, en las islas, la nav egacin nocturna en canoa por extraviados manglares. En La Jagua de Ibirico, en el

ro Sororia, sacando piedras candentes. Derecho de Pinutunides en Key West. Seor bajo grandes palabras y palmeras. Con sus manos se abanica. Collares adornan su pecho. Silencio el legado de su abuelo: " Ms hace el loco en su casa que el cuerdo en la ajena". Llevaba un paisaje en el a lma. En ese paisaje practicaba la esgrima. Derecho de Tiranosaurio en las vegas del ro. Su hoja en las manos de afiebradas b ailarinas. Perseguido. Hasta Mosc. Hasta Toko. Robado en Pars. Adnde no ir una mujer r ubia en busca de un negro? El Camern lleno de rubias, segn las ltimas noticias de l a Prensa Asociada. En Korea le erigieron un monumento de aplausos. Palmas en el Bltico. Al que recorre el mundo a paso de danza. Nos parecen bellas las pinturas de ngeles con espadas flamgeras. Pero tener uno de lante es un problema. No se piensa en ello. -"Aqu clavo este cuchillo. Quede vibr ando con la fuerza con que ha sido lanzado. Aqul que venga ser enemigo. No se ir si n mi cuchillo. Y aqu dejo las armas. Aquel que venga no se ir sin mis balas. T ests aqu, junto a mi revlver. Y sta es la pistola. Un arma para cada mano, el cuchillo e ntre dientes, y t ests conmigo". Experto en patadas a la luna, con tirabuzn y con mortal y medio. Campen en todo de porte. Bailarn de ftbol. Fui con su compaa a felicitarle por haber ganado la maratn. La tropa le ofreci homenaje y trofeos. Mi general en persona estaba muy orgulloso de l. Tantos deportes eran incompatibles entre s. Gerente de una fbrica en Envigad o. Espiritista. Parapsiclogo. Hipnotista. Diplomado en el Centro Esotrico de San Pabl o (Brasil). Laureado por el Centro de Investigaciones Parapsicolgicas de Colombia . Miembro de la Sociedad de Estudios Espiritistas de Pars. Oh hermano de la Acroba cia y la Pirueta, oh Astuto! Le hemos jugado malas pasadas a la vida, ardides qu e ella no se esperaba, Oh maestro de la Treta y la Estratagema! A cada cual su estrofa, la que le corresponde, todo el honor y el mrito y este or gullo y la eterna satisfaccin. Canto el himno. La elega el que la tuviere. Alabanz as. Altos cantos. Vengo dando grandes voces de montaa. El que llora no requiere c ompaa sino su soledad para llorar. Pero los que estamos de fiesta necesitamos mult itud para las libaciones, los juegos, las danzas. Ea, los pregoneros! Altavoces e n las torres. Que alternen los msicos. A la vibrante diana el despertar en la piscina. Rpido los arreos, las armas, la b reve ceremonia matinal. El adiestramiento de reclutas, batalln al ataque, parte s in novedad, viva Colombia! En la fra noche el centinela se duerme. Desnudo ha sido amarrado a un rbol del bosque y untado de miel para que lo pique un milln de inse ctos. Un milln, dijo el Teniente; ni uno menos! Incursin de supervivencia en la selva. Lo peor. Comer animales incomibles, crudos . Comer rboles enteros con sus micos y ardillas. Todo se puede comer, menos el ca pitn, porque es veneno. Al regreso falta uno que desert. Vomitaba culebras, cabeza s de gallinazo, una estampa de la Virgen del Carmen. Lo encontraron temblando en tre una zanja. Un ao de calabozo. Despus escribi este libro de poemas. Tena que ser l! No perdamos el paso, oh Musa! Si el refrn dice que msica adelante no suena, por qu ll evamos la banda a la cabeza! Las elegantes trompetas, los palillos sobre el perg amino, los vivaces tringulos, los alegres xilfonos, los platillos sueltan serpenti nas de msica que se enredan en los bastones. Y las banderas! Suenan lbaros y orifla mas. El bandern suena su msica de bandern. El turno es para todos en este canto, oh Arcesio, Arnulfo, Otoniel, Juvenal, Alir io, Aristarco, Ambrosio, Estanislao! Falta uno que no puede faltar, falta Argiro . El uno no conoce al otro, ni siquiera sabe que existe, pero la estadstica es un

a ciencia. Aqu se juntan y aqu se separan. Caminos cruzados. Un momento de perplejidad. Y cad a uno toma el rumbo que no es. Al norte, al sur, la equivocacin est en los zapatos . Oh das de gloria, dadme un sobregiro!

CONVOCANDO EL OLVIDO "S bailar. S cantar. S dnde est el olvido" Juan Parra del Riego Me preguntan por qu estoy tan alegre. Por qu canto, bailo, toco la guitarra y brom eo. Y yo respondo que es la culminacin de un proceso por el cual llegu hasta el ltimo lm ite de la desesperacin, toqu fondo, y en vista de que no haba para dnde seguir, porq ue ah estaba la barrera, Tuve que devolverme y aqu estoy baado de msica, aficionado a la serenidad y la aleg ra, el mundo cabe en mi mano. Me declaro en carnavales permanentes, me declaro irresponsable, ahora s qu signifi ca la expresin "risa loca". Me veis en las barras del gimnasio, saltando en los trampolines, y es que he dec idido renacer cada da, cada nuevo da. El da que no renazca con la aurora ser un da mu erto. Para qu quiero yo un da muerto? Siempre os olvidis de que este da no volver. Per o la sabidura no debe ser tanta que nos impida defendernos. El sabio se pone de acuerdo con la naturaleza y su vida se torna lenta, porque p ara l todas las cosas tienen el mismo valor. Es incapaz de atravesar una barra en la rueda del universo. Cito una carta de Jotamario a los caleos: "Hay que forzar la naturaleza. No es en ello donde radica la fuerza del arte, la perspicacia de los ingenieros?" El respetable pueblo de sabios famlicos de la India. Cambiar todo en el mundo meno s los sabios. La sabidura es inmutable por definicin, puesto que es una sola. El pacificador Murillo. No era su culpa. No distingua entre cientfico y sabio. A C aldas lo llambamos sabio porque saba hacer jeroglficos. No fue fusilado por sabio s ino por razones de guerra. No encerraron los Estados Unidos a Ezra Pound por sus versos, sino por declaraciones polticas inoportunas. Sabios hubiesen sido estos dos hombres si hubieran querido soslayar los peligros a que su conducto las expo na. Pero ellos ya haban metido su barra entre las ruedas del universo. No les llam emos sabios. La sabidura se adquiere hacia los siete aos de edad. El resto de la vida te la pas as desembarazndote de ella. Deca que nos olvidamos de que este da es nico, que no volver, porque nuestra concien cia ha sido convertida en instrumento de oficina, una brillante maquinita.

Dicho est, pero lo digo de nuevo: el hombre evoluciona hacia la hormiga, y esto e s lamentable. Actualmente ser hombre es tener automvil. Si ser hombre es tener automvil, sera mej or ser automvil. De hecho hay muchos hombres para quienes la vida carece de sentido sin automvil. En l se instalan durante el breve recorrido de su eternidad. Y dice Jess: "Bienaventurados los que no tienen automvil, ni fornican con mquinas. Bienaventurados los que tienen las manos vacas porque ellos sern colmados de Nada" . Slo cuando todo nos sobre podremos ir y volver, o perdernos en lo invisible e inf inito. Dejadme cantar a todo pecho como un buque en alta mar. Y no me preguntis si una i magen es correcta, es verdadera o es lgica. Canto como una ballena. No s si las ba llenas son lgicas. En puertos silenciosos me detuve, largas filas de prostitutas estaban paradas fr ente a los burdeles con sus tarjetas de sanidad en la mano, para cumplir con la ley. Beb. Cant despreocupadamente. Y mi acierto fue haberlo hecho todo en presente. No me preocupo por la bomba ni por los problemas de la humanidad. No estn en mis manos. Si estuvieran en mis manos podrais dormir tranquilos. Si la inteligencia del hombre no satisface a sabios y cientficos, quienes la pone n en duda, Siendo dicha inteligencia la nica amenaza que se cierne sobre el futuro, Yo decido que la cosa no tiene importancia. Esperemos a que el hombre mejore su inteligencia. Mientras tanto, cmo estoy de contento! No importa mi inteligencia de ficiente. Para dentro de doscientos aos espero haber mejorado bastante, con ayuda de la tcnica. Bailo, canto. Linda, ven, bailemos, bebamos, cantemos. Dentro de doscientos aos b ailaremos, beberemos, cantaremos. Vamos, linda, hace doscientos aos que estamos bailando. No te cansas? Y bailamos s umamente bien. Es admirable cmo bailamos. Hemos ganado en todos los concursos. No te cansas. Ven, linda, olvidemos. Vamos a olvidar. Con su mueca caracterstica: -Si linda, o lindo, ya lo olvid.

PALABRAS MAYORES Nos habla la historia -con ella la verdad y el escrpulo-

De ciertos antiguos textos que habiendo sido enterrados con sus amos Al ser encontrados y descifrados miles de aos despus soltaron la lengua delante de los arquelogos Y por tal motivo se juzg que resucitaban, pues su lengua era fresca y muchos de e llos parecan saber lo que haba acontecido en los siglos posteriores a su sellamien to y clausura. Y aquellos textos estaban vivos porque haban sido enterrados vivos. Esa, la nica r azn. Si la palabra resucit de entre los papiros en que haba sido envuelta, Si esta msica resplandeci despus de que su partitura estuvo trescientos aos en el po lvo de los archivos, Si aquel recuerdo de infancia resurge ahora en su mente, Es porque slo lo que se entierra vivo vivir. Nada autntico queda de Anacreonte, y Anacreonte vive en sus textos apcrifos, Y la palabra de Jess vive en sus apcrifos porque Jess habl tambin lo apcrifo, Y lo apcrifo como trasunto y sarcfago espera la resurreccin. Y t, con qu traje piensas resucitar? Tan bueno que es resucitar! Resucitamos cada da para hacer lo mismo del da anterior Y slo el da que no resucitemos habremos empezado a hacer lo que no tenamos costumbr e, oh paradoja! Piedras hallamos en los caminos cubiertas de musgo y jeroglficos, que han venido a ser jeroglficos para nosotros, y cun vivos estn sobre la piedra a la vista de los muertos! Siempre se ha visto, en las historias edificantes, que son los buenos los que ma tan a los malos, Y los buenos nos han dejado monumentos para que les reconozcamos y adoremos su m emoria sin pensar en los muertos sino slo en su gloria perdurable, Y ya nos hemos cansado y no queremos adorarlos ms. Sentencias son stas halladas en tumbas. No otra cosa demuestran sino la incoheren cia del pensamiento humano: "Muerto que habla es sospechoso", dice la piedra de un explorador en El Cuzco, g rabada por alguien que no saba hacer epitafios. "Si a los ricos les es difcil entrar en el reino de los cielos, cunto ms difcil ser pa ra los pobres!" se lee en una tableta que el seor principal de mi pueblo hizo col ocar a la entrada de su tumba. "A un joven que escribe poemas hay que tenerle lstima. A un viejo que escribe poe mas hay que tenerle miedo", pidi que se grabara en su losa, si le ponan una, el p