iv domingo ordinario ciclo c (lc 4, 21-30), 31 de enero de 2016

2
IV Domingo Ordinario Ciclo C (Lc 4, 21-30), 31 de enero de 2016 El pasaje del Evangelio de este día, es un pasaje que refleja movimiento, porque retomamos el episodio del discurso inaugural de Jesús en la sinagoga de Nazaret y nos desplazamos hacia la montaña por el rechazo violento con el que se responde a la persona y obra anunciada de Jesús; además, es un pasaje crítico, porque Jesús tiene que valorar los riesgos que implica ser el “Ungido” y decidirse por asumir la encomienda del Padre con todas sus consecuencias, empezando por los de casa, quienes desconocen la identidad del “hijo de José”, y enardecidos no dudaron en despeñarlo. “Llevar a los pobres la buena nueva, liberar al cautivo y curar a los ciegos”, ciertamente es una bella misión, y no obstante la oposición y persecusión de los enemigos, el “hijo del Carpintero” no desiste ni pierde la esperanza. La plena fe de Jesús en el Padre y su desición por realizar su encargo, nos hace preguntarnos ¿para qué insistir ante el rechazo?, ¿por qué predicar ahí y a esa gente?, ¿por qué donde no nos hacen caso y en medio del conflicto?, ¿no sería más fácil dar media vuelta y buscar dónde seamos bien recibidos, dónde los elogios y aplausos?, ¿qué sentido tiene continuar la misión? Esta crisis no es exclusiva en tiempos de Jesús, sino que se abre al Misterio de la Iglesia y lo que entendemos por “Iglesia”. Así pues, ¿por qué ser todavía católico?, ¿por qué seguir perteneciendo a esta Iglesia?, ¿qué razones tengo para seguir creyendo en Jesucristo y en la Iglesia? Los pecados, delitos y escándalos dentro de la Iglesia, podrían hacernos pensar que el diablo se empeña en echarnos en cara la suciedad de la Iglesia y mostrar a todos la inmundicia que hay en ella (cfr. BENEDICTO XVI; “Luz del mundo”; México 2010). Con toda razón, muchos católicos ya no creen que la Iglesia se trate de una realidad querida por el mismo Señor, pues para algunos, la Iglesia no es más que mera construcción humana, y así, se mantienen alejados, creando una iglesia según sus ideales. No hay que olvidar que detrás de la fachada “humana” de la Iglesia está el misterio de una realidad “suprahumana”. Si se mira a la Iglesia como mera construcción humana, se empobrece el Evangelio haciéndolo el proyecto de un simple hombre -Jesús-, un proyecto de liberación social, política y económica, pero sin Dios (cfr. RATZINGER, Joseph; “Informe sobre la fe”; Madrid 1985). Recordemos que se es “Iglesia” y se entra en ella no a través de ideolgías y opiniones, sino mediante el Bautismo, formando parte del mismo cuerpo del Señor, así, “aunque la fe es un acto personal, nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo; nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo” (cfr. CEC 166), es decir, la fe de cada creyente nace, se celebra y se vive en la fe de la Iglesia (cfr. CEC 168, 1123). Tener fe significa creer “juntamente” con toda la Iglesia (cfr. RATZINGER 1985). Y aunque la mayoría de católicos perseveran en ser “luz del mundo y sal de la tierra”, sin embargo, los malos testimonios de curas y laicos no

Upload: ernst-bloch

Post on 14-Apr-2016

8 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

homilía

TRANSCRIPT

Page 1: IV Domingo Ordinario Ciclo C (Lc 4, 21-30), 31 de Enero de 2016

IV Domingo Ordinario Ciclo C (Lc 4, 21-30), 31 de enero de 2016

El pasaje del Evangelio de este día, es un pasaje que refleja movimiento, porque retomamos el episodio del discurso inaugural de Jesús en la sinagoga de Nazaret y nos desplazamos hacia la montaña por el rechazo violento con el que se responde a la persona y obra anunciada de Jesús; además, es un pasaje crítico, porque Jesús tiene que valorar los riesgos que implica ser el “Ungido” y decidirse por asumir la encomienda del Padre con todas sus consecuencias, empezando por los de casa, quienes desconocen la identidad del “hijo de José”, y enardecidos no dudaron en despeñarlo.

“Llevar a los pobres la buena nueva, liberar al cautivo y curar a los ciegos”, ciertamente es una bella misión, y no obstante la oposición y persecusión de los enemigos, el “hijo del Carpintero” no desiste ni pierde la esperanza. La plena fe de Jesús en el Padre y su desición por realizar su encargo, nos hace preguntarnos ¿para qué insistir ante el rechazo?, ¿por qué predicar ahí y a esa gente?, ¿por qué donde no nos hacen caso y en medio del conflicto?, ¿no sería más fácil dar media vuelta y buscar dónde seamos bien recibidos, dónde los elogios y aplausos?, ¿qué sentido tiene continuar la misión? Esta crisis no es exclusiva en tiempos de Jesús, sino que se abre al Misterio de la Iglesia y lo que entendemos por “Iglesia”. Así pues, ¿por qué ser todavía católico?, ¿por qué seguir perteneciendo a esta Iglesia?, ¿qué razones tengo para seguir creyendo en Jesucristo y en la Iglesia?

Los pecados, delitos y escándalos dentro de la Iglesia, podrían hacernos pensar que el diablo se empeña en echarnos en cara la suciedad de la Iglesia y mostrar a todos la inmundicia que hay en ella (cfr. BENEDICTO XVI; “Luz del mundo”; México 2010). Con toda razón, muchos católicos ya no creen que la Iglesia se trate de una realidad querida por el mismo Señor, pues para algunos, la Iglesia no es más que mera construcción humana, y así, se mantienen alejados, creando una iglesia según sus ideales. No hay que olvidar que detrás de la fachada “humana” de la Iglesia está el misterio de una realidad “suprahumana”. Si se mira a la Iglesia como mera construcción humana, se empobrece el Evangelio haciéndolo el proyecto de un simple hombre -Jesús-, un proyecto de liberación social, política y económica, pero sin Dios (cfr. RATZINGER, Joseph; “Informe sobre la fe”; Madrid 1985).

Recordemos que se es “Iglesia” y se entra en ella no a través de ideolgías y opiniones, sino mediante el Bautismo, formando parte del mismo cuerpo del Señor, así, “aunque la fe es un acto personal, nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo; nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo” (cfr. CEC 166), es decir, la fe de cada creyente nace, se celebra y se vive en la fe de la Iglesia (cfr. CEC 168, 1123). Tener fe significa creer “juntamente” con toda la Iglesia (cfr. RATZINGER 1985).

Y aunque la mayoría de católicos perseveran en ser “luz del mundo y sal de la tierra”, sin embargo, los malos testimonios de curas y laicos no solo mancillan el rostro de la Iglesia, sino que hacen pensar que es mejor una vida sin Iglesia y sin Dios, y atentan contra la fe sencilla de muchos hermanos que depositando su confianza en el comportamiento de un cura, de un laico o de un grupo parroquial, terminan por abandonar las filas de la Iglesia. El mal pertenecerá siempre al misterio de la Iglesia, pero si se ve todo el pecado que hombres y clérigos han hecho en la Iglesia, eso es una prueba de que el mismo Cristo es quien sostiene a su Iglesia y quien la ha fundado, pues si ella dependiera solamente de los hombres, hace tiempo habría sucumbido (cfr. BENEDICTO XVI, 2010).

Por eso, después del “Padre Nuestro” decimos “no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia”, porque a pesar de las infideldades de algunos de sus miembros, ella como Esposa guiada por el Espíritu Santo, siempre ha sido fiel a Cristo, su Esposo (cfr. GS 43). Queda en cada uno de nosotros el no volver a enjuiciar las faltas ajenas y repetir los errores del pasado, sino a esforzarnos por que desaparezca en la Iglesia, en la medida de lo posible, lo que es “nuestro”, para que aparezca lo que es “suyo”, lo que es de Cristo, porque lo que la Iglesia necesita son cristianos santos y comprometidos, no críticas ni opiniones que dividen y lasceran (cfr. RATZINGER 1985).

La invitación de Jesús es clara: renunciar a la misión de Cristo es huir por la puerta trasera de la Iglesia, a la que, o se le ama como Madre, o se le soporta como madrastra. Amén.

P. ERNESTO JUNIOR MARTÍNEZ AVELINO