irak -11 torres

20
Elisabets, 12 - 08001 Barcelona, España - Tel. (+34) 93 302 6495 - Fax. (+34) 93 302 6495 - [email protected] REVISTA CIDOB D’AFERS INTERNACIONALS 88. COMUNICACIÓN, ESPACIO PÚBLICO Y DINÁMICAS INTERCULTURALES SOBRE LA VIABILIDAD DE LA DEMOCRACIA. Lecciones de la posguerra iraquí. Manuel R. Torres Soriano

Upload: cafp

Post on 29-Sep-2015

2 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

irak

TRANSCRIPT

  • Elisabets, 12 - 08001 Barcelona, Espaa - Tel. (+34) 93 302 6495 - Fax. (+34) 93 302 6495 - [email protected]

    REVISTA CIDOB DAFERSINTERNACIONALS 88.

    COMUNICACIN, ESPACIO PBLICO Y DINMICAS INTERCULTURALES

    SOBRE LA VIABILIDAD DE LA DEMOCRACIA. Lecciones de la posguerra iraqu.

    Manuel R. Torres Soriano

  • Revista CIDOB dAfers Internacionals, nm. 88, p. 157-175

    Sobre la viabilidad de la democracia

    Lecciones de la posguerra iraqu

    Manuel R. Torres SorianoProfesor de Ciencia Poltica y de la Administracin. Departamento de Derecho Pblico.

    Universidad Pablo de Olavide de Sevilla

    [email protected]

    RESUMEN

    El propsito de este artculo es realizar una reflexin sobre la viabilidad de los procesos de democra-

    tizacin en pases que carecen de una trayectoria previa de formas polticas basadas en el pluralismo

    poltico y la representacin ciudadana. En la historia ms reciente de Irak podemos encontrar un ejem-

    plo paradigmtico de los factores que explican el xito o el fracaso en los procesos de implantacin

    y consolidacin de la democracia en el mundo. Se analizan algunos factores de la estructura social,

    poltica y econmica del pas, que no slo contribuyen a explicar el desarrollo de los acontecimientos

    durante la ocupacin occidental, sino que tambin ayudan a contemplar cmo la democratizacin

    de Irak era, y sigue siendo, un objetivo inviable a corto y medio plazo.

    Palabras clave: Transicin, democracia, Irak, ciudadana, estructura del Estado

    La invasin estadounidense de Irak en marzo de 2003 y el posterior periodo de ocupacin han sido objeto de multitud de anlisis, estudios e investigaciones desde los ms diversos enfoques polticos, acadmicos o periodsticos. Una gran mayora de esta avalancha bibliogrfica tiene su denominador comn en considerar que la empresa esta-dounidense ha fracasado estrepitosamente en el logro de sus objetivos. Ms all del anlisis de las motivaciones de la intervencin militar americana, dicha accin ha sido interpretada como un claro ejemplo de una fatal sucesin de errores cometidos desde los

  • Sobre la viabilidad de la democracia: Lecciones de la posguerra iraqu

    Revista CIDOB dAfers Internacionals, 88158

    diferentes mbitos del planeamiento de la intervencin militar y de la gestin poltica y de seguridad de la ocupacin. Un cmulo de fatalidades que no slo ha evaporado la esperanza de que los principales objetivos que la Administracin Bush se plante al inicio de esta guerra puedan alcanzarse en un periodo de tiempo razonable, sino que incluso se contempla con creciente escepticismo que el legado que deja tras de s Estados Unidos sea menos peligroso desde la ptica de su propia seguridad y de sus intereses estratgicos.

    Existe un amplio consenso (Byman, 2005; Hoffman, 2004; Singer, 2007; Bergen & Cruickshank, 2007; Anonymous, 2004) a la hora de sealar algunos de los principales factores que han desencadenado esta debacle:

    La deficiente inteligencia disponible sobre este pas y posterior manipulacin partidista. La ausencia de un plan coherente sobre cmo gestionar la ocupacin. La escasez de efectivos militares para garantizar la seguridad. La desastrosa decisin de la Administracin provisional norteamericana (Coalition Provisional Autority) de decretar el desmantelamiento del partido Baaz y el Ejrcito iraqu. La miopa a la hora de identificar y neutralizar, en sus primeras etapas de surgi-miento, a un amplio movimiento insurgente. El pernicioso efecto de externalizar el esfuerzo de la guerra recurriendo a contra-tistas privados. El inoportuno momento elegido para abrir, en plena Guerra contra el Terror, un nuevo frente en el mundo musulmn, consiguiendo as que el terrorismo yiha-dista pudiese cobrar nuevos bros a travs de la validacin de su discurso y el forta-lecimiento de su capacidad de reclutamiento.

    Si bien queda fuera de toda duda la importancia de estos factores para propiciar por s solos el contexto en el cual se asienta el fracaso de los planes norteamericanos en Irak, no debe perderse de vista que todos estos errores forman parte del mbito de la decisin poltica, y, por lo tanto, ninguno de ellos era inevitable. Sin embargo, una cuestin muy diferente es preguntarnos si el balance de la intervencin estadounidense hubiese sido muy diferente si se hubiesen adoptado las decisiones correctas en cada etapa. Aunque la respuesta a esta cuestin es inevitablemente especulativa, podemos aventurar que ese escenario hipottico no hubiese sido necesariamente muy distinto al actual. Los mltiples anlisis realizados en los ltimos tiempos sobre qu fall, raramente contemplan una serie de factores estructurales que han sido determinantes en el desenlace de los acon-tecimientos. Se trata de un conjunto de elementos firmemente arraigados en la realidad de este pas rabe, los cuales limitan y condicionan la actuacin y objetivos de cualquier actor poltico, y que, por lo tanto, difcilmente podan haber sido anulados por una

  • Manuel R. Torres Soriano

    Fundaci CIDOB, ISSN 1133-6595, diciembre 2009 159

    gestin poltica ms astuta por parte de Estados Unidos. En este sentido, la importancia de algunos de estos elementos, no slo debera haberlos convertido en los ejes en torno a los cuales debera haber girado la intervencin estadounidense, sino que deberan haberse convertido en los autnticos referentes a la hora de entender qu metas eran factibles en Irak, y cules no. En ese trabajo nos centraremos en una de las metas ms ambiciosas planteadas por la Administracin Bush para este pas rabe: la implantacin de un rgimen poltico democrtico.

    El propsito de este artculo es realizar una reflexin sobre la viabilidad de los procesos de democratizacin en pases que carecen de una trayectoria previa de implan-tacin de formas polticas basadas en el pluralismo poltico y la representacin ciuda-dana. Utilizaremos un concepto instrumental de democracia como conjunto de reglas, instituciones y procedimientos polticos a travs de los cuales los ciudadanos expresan regularmente su voluntad poltica (Diamond et al., 2003).

    En la historia ms reciente de Irak podemos encontrar un ejemplo paradigmtico de los factores que explican el xito o el fracaso en los procesos de implantacin y conso-lidacin de la democracia en el mundo. A lo largo de este trabajo analizaremos algunos factores de la estructura social, poltica y econmica de Irak, que no slo contribuyen a explicar el desarrollo de los acontecimientos durante la ocupacin occidental de este pas, sino que tambin ayudan a contemplar cmo la democratizacin de Irak era, y sigue siendo, un objetivo inviable a corto y medio plazo.

    Una fRgiL idenTidad poLTica denTRo de Una

    Sociedad fRagMenTada Los planes ms ambiciosos y optimistas de la Administracin Bush para el Irak

    posterior a Sadam incluan la implantacin de un rgimen democrtico pleno capaz de iniciar por mero contraste un proceso de transformacin poltica en una regin plagada de autoritarismos polticos. Los arquitectos de esta intervencin militar partieron de la idea de que la seguridad nacional del pas estaba intrnsecamente vinculada con la difu-sin de la libertad poltica en el mundo. Segn el presidente George W. Bush:

    En la medida que la libertad se arraigue en Irak, inspirar a millones en todo Oriente Medio a reclamar tambin su libertad. Y cuando en Oriente Medio aumente la democracia, la prosperidad y la esperanza, los terroristas perdern a sus patrocinadores, perdern a sus reclutas y perdern la esperanza de convertir esa regin en una base de ataques contra Estados Unidos y nuestros aliados en todo el mundo (Bush, 2005).

  • Sobre la viabilidad de la democracia: Lecciones de la posguerra iraqu

    Revista CIDOB dAfers Internacionals, 88160

    Aunque no puede descartarse que dichos proyectos debidamente publicitados tuviesen una importante finalidad de consumo interno, lo cierto es que tras esa pretensin podemos detectar una creencia sincera que bebe directamente de los prin-cipales postulados de la ideologa neoconservadora. Dicha doctrina poltica, compar-tida y defendida abiertamente por un numeroso grupo de destacados miembros de la Administracin estadounidense, desempe un papel decisivo a la hora de moldear los objetivos y procedimientos de la intervencin americana en este pas rabe (Torres, 2007). Los neoconservadores tienen una respuesta contundente acerca del tradicional debate terico sobre las condiciones que hacen factible la instauracin de un rgimen poltico democrtico. Segn este planteamiento, todo hombre, por encima de sus diferencias culturales, religiosas o sociales, alberga una misma aspiracin a vivir en libertad. En ese sentido, el principal factor que ha impedido la extensin a lo largo del planeta de la democracia es la existencia de regmenes tirnicos que llevan a cabo un esfuerzo continuado para ahogar y someter la tendencia natural del hombre hacia la libertad y la paz.

    Desde la ptica de los neoconservadores de la Administracin Bush, el principal, o prcticamente nico, factor que impeda el triunfo en Irak de la libertad poltica era el rgimen dictatorial de Sadam. Segn esto, una vez que fuesen desmantelados los ins-trumentos represivos y del control social del rgimen baazista, la democratizacin del pas sera un proceso espontneo e inevitable. Esta simplificacin neoconservadora no slo zanja por completo alguna de los principales interrogantes del tradicional debate terico sobre las causas que explican la emergencia y desaparicin de la democracia en el mundo, sino que incluso desprecia algunas de las principales evidencias empricas existentes sobre los factores que contribuyen a la democratizacin.

    Especialmente relevante es, por ejemplo, su desinters hacia un modelo analtico especialmente popular en la comunidad intelectual estadounidense, como es el de la modernizacin (Inglehart et al., 2009; Jerch, 2008). Segn esto, el proceso de transformacin social vinculado al desarrollo econmico de una sociedad origina una serie de cambios que favorecen y contribuyen a la viabilidad de la democracia. As por ejemplo, la industrializacin y el desarrollo econmico inciden en la urbanizacin de la poblacin, la especializacin profesional, el aumento de los niveles educativos y de la esperanza de vida, pero sobre todo origina un continuo reforzamiento de la auto-noma individual, de sus deseos de autorrealizacin y de su independencia frente al poder poltico. El cambio social y cultural provocado por la modernizacin genera un tipo de ciudadano dispuesto a involucrarse en la consecucin de una serie de bienes de carcter colectivo, que van ms all de la propia supervivencia individual, y que, por tanto, genera una base de confianza mutua y de altruismo imprescindibles para que las instituciones democrticas puedan funcionar con normalidad.

  • Manuel R. Torres Soriano

    Fundaci CIDOB, ISSN 1133-6595, diciembre 2009 161

    En el Irak de 2003 podan detectarse fcilmente una serie elementos de su estruc-tura social y poltica que, lejos de facilitar el aperturismo poltico, constituan por s mismos poderosos motivos para dudar de la viabilidad de un proceso espont-neo e inmediato de democratizacin tras la desaparicin de Sadam. Las ensoaciones neoconservadoras tuvieron que hacer frente a la realidad de una sociedad fragmentada y devastada por varias guerras, un duro sistema de sanciones internacionales y una desastrosa gestin poltica. Al abrigo del aumento de los precios del crudo, durante la dcada de los ochenta Irak haba llegado a convertirse en una de las sociedades ms prosperas y desarrolladas de la regin. Sin embargo, sus considerables niveles de alfabetizacin, de prestacin de servicios asistenciales, e incluso el desarrollo de una incipiente clase media, se haban convertido en un mero espejismo tras las enormes prdidas acumuladas tras la guerra con Irn, la debacle militar de la Guerra del Golfo y el sometimiento a ms de una dcada de sanciones que haban devuelto el pas a sus peores niveles de atraso social y miseria.

    Sin embargo, no ha sido el deficiente desarrollo material el factor determinante que explica la escasea idoneidad del pueblo iraqu como motor de democratizacin, sino que ha sido la ausencia del propio concepto de sociedad iraqu lo que lastrara los planes estadounidenses. La idea de una nica comunidad poltica iraqu es bastante novedosa en trminos histricos. El trazado de las fronteras y la conformacin de la poblacin que conviviran bajo una misma comunidad social y poltica obedecen a la lgica de la colonizacin occidental y no tanto a la culminacin de un proceso histrico de afirmacin identitaria. De hecho, buena parte de la conformacin de la actual identidad nacional iraqu se haba construido sobre la base de los mitos erigidos en el proceso violento de independencia frente a la colonizacin britnica en 1920 (Lukitz, 1995), y no tanto sobre la emergencia de unos rasgos diferenciadores frente al resto de identidades nacionales de la regin. No obstante, esto no hubiese supuesto ninguna dificultad insalvable en el proceso de construccin de una comunidad poltica coherente que sirviese de base a un Estado moderno. En la propia regin del Golfo es posible encontrar numerosos ejemplos de proyectos nacionales que han prosperado desde un punto de inicio mucho menos favorecedor que el de Irak, como es el caso de Arabia Saud, Kuwait, Qatar, etc.

    El principal problema se hallaba en el proceso de destruccin nacional sobre el cual se haba reforzado el rgimen de Sadam Hussein. El dictador iraqu haba fortalecido su dominio poltico, especialmente en sus momentos ms difciles tras los fracasos militares, incentivando el enfrentamiento entre los diferentes grupos e identidades existentes en el pas. El rgimen no slo haba anulado cualquier tipo de asociacionismo, diferente al de la pertenencia al partido nico Baaz, sino que en una aplicacin perfecta del clsico divide y vencers, Sadam haba empleado los recursos del poder para ahondar las brechas

  • Sobre la viabilidad de la democracia: Lecciones de la posguerra iraqu

    Revista CIDOB dAfers Internacionals, 88162

    existentes dentro de una de las poblaciones ms heterogneas de la regin. Dicho acto haba ahondado no solamente los ya de por s profundos cleaveages religiosos, sino todo tipo de diferenciaciones tnicas, tribales y polticas que haban sido espoleadas circunstan-cialmente y de manera violenta (Byman, 2008). La persecucin de la disidencia adquiri en ocasiones, como en el caso de los kurdos del norte o los chies del sur, el carcter de genocidio, lo que termin incidiendo en la consolidacin de unas identidades polticas diferenciadas. En el caso de los kurdos, la imposicin de una zona de exclusin area por parte de Estados Unidos haba convertido el norte de Irak en una regin semiautnoma desligada de facto del Estado iraqu.

    Si bien es cierto que Sadam haba logrado sus objetivos evitando la formacin de movimientos cohesionados que pusieran en peligro su poder, el resultado haba sido la desintegracin de cualquier tipo de confianza mutua y de sentimiento a una misma comunidad. Una realidad agravada por la formacin de mltiples identidades dentro de Irak, construidas sobre la base de elementos primarios de adscripcin religiosa, tnica o tribal. La pauprrima situacin del Estado iraqu durante los ltimos aos del rgimen baazista lo haba convertido en una entelequia cuyas capacidades se limitaban a ejercer la represin poltica y alimentar el privilegio de un reducido grupo de adeptos. En consecuencia, la dependencia de la sociedad hacia el Estado y, por tanto, hacia la idea de una entidad poltica superior, se haba disipado progresivamente, y con ello la posibilidad de una construccin poltica futura que orbitase sobre la existencia de una nica comunidad con unas metas compartidas.

    Esta patologa se extenda igualmente a la disponibilidad de los recursos humanos sobre los cuales se erigira la nueva clase poltica democrtica. Sadam haba llevado durante dcadas una activa poltica de decapitacin o reclutamiento de cualquier individuo que mostrase unas mnimas dotes de carisma o liderazgo sobre sectores de la poblacin. El resultado era que dentro de Irak no existan unos lderes polticos conocidos, con implan-tacin popular y exentos de vnculos con el rgimen de Sadam. La generacin de esas personalidades exiga de un prolongado periodo de tiempo para sacar del anonimato, forjar y legitimar una nueva clase de gobernantes. Esta circunstancia fue ignorada por la Administracin estadounidense, la cual decidi crear con carcter inmediato un Gobierno iraqu interino con cierto carcter de representacin popular. Sin embargo, este Consejo de Gobierno Iraqu (IGC) tendra consecuencias catastrficas para la consolidacin de la nueva etapa poltica (Pollack, 2006). Buena parte de sus lderes fueron cooptados desde el exilio, bajo criterios de afinidad poltica con la Administracin estadounidense, lo que hizo que su arraigo en la poblacin y la percepcin de su legitimidad fuesen esca-sos o nulos. Algunos de ellos, incluyendo los de origen interno, fueron tremendamente corruptos, y utilizaron el poder para acaparar los puestos estatales con miembros de sus facciones, o infiltrar sus respectivas milicias dentro de las fuerzas de seguridad del Estado. No escasearon aquellos que aprovecharon su nueva autoridad para emprender la perse-

  • Manuel R. Torres Soriano

    Fundaci CIDOB, ISSN 1133-6595, diciembre 2009 163

    cucin y el arrinconamiento de sus rivales polticos como, por ejemplo, el favorito de la Administracin Bush, Iman Chalabi, que utiliz el control sobre el programa de desbaa-tizacin para excluir a amplios sectores de la poblacin sun del nuevo Gobierno.

    Un buen nmero de miembros de esta nueva clase poltica aprovech el poder para avanzar hacia la consecucin de objetivos particularistas, que no slo no tenan nada que ver con la reconstruccin nacional, o el fortalecimiento de las instituciones, sino que incluso per-seguan el fraccionamiento de Irak. Un panorama desalentador que hizo que los parlamenta-rios estadounidenses encargados de elaborar un informe de carcter no partidista, no tuviesen ms remedio que reconocer que: algunos de los ms poderosos y mejor posicionados lderes no estn trabajando hacia un Irak unido (Baker at al, 2006: 19). As, por ejemplo, algunos altos cargos del Gobierno iraqu utilizaron sus posiciones para implementar una limpieza tnica de perfil bajo (Ricks, 2009: 142-3). Un buen ejemplo es el caso del ministro de Finanzas, el cual prohibi que los bancos pudiesen operar en las reas de poblacin sun. Ello implicaba que sus habitantes tenan que guardar grandes cantidades de dinero en sus casas y, por consiguiente, podan ser fcilmente robados; o tenan que desplazarse hasta un banco en otro barrio, donde tenan que pasar necesariamente por un puesto de control chi, donde les era arrebatado el dinero. Suceda lo mismo con el suministro energtico, que discriminaba los barrios de Bagdad segn su composicin religiosa: 22 horas para los barrios chies, y slo un par de ellas para los sunes, lo que les impeda utilizar sus refrigeradores, y les obligaba a acudir a los mercados a diario, los cuales estaban situados en los barrios chies.

    Amplios sectores de la poblacin, especialmente los sunes, no tuvieron ms remedio que contemplar el nuevo rgimen poltico como un instrumento estadounidense para excluirles del poder, a favor de chies y kurdos, lo que reforz su determinacin de luchar contra el nuevo proceso poltico, apostando por la insurgencia violenta. Se trataba, por tanto, de una sociedad fragmentada y repleta de odios soterrados, sobre los que resultara prcticamente imposible construir un sistema poltico basado en la representacin iguali-taria. La implantacin de la democracia en sociedades fragmentadas por grupos primarios donde no existe movilidad transforma los procesos electorales en meros instrumentos para traducir en poder la mayora demogrfica de algunos de estos grupos. En este sentido, las identidades ms numerosas (como los chies) encontraron en la democracia la forma de alcanzar y perpetuar su dominio sobre la base de su mayora numrica, mientras que las identidades menores contemplaron con horror cmo la democracia supondra una perma-nente tirana de la mayora, la prdida perpetua del poder por parte de sus grupos.

    Una sociedad como la que dejaba atrs Sadam slo era capaz de generar adhesiones hacia la democracia entre aquellos que podran beneficiarse directamente del nuevo sis-tema. Sin embargo, ni siquiera entre los grupos predominantes exista la voluntad sincera de aceptar unos resultados o moldear los procedimientos electorales que pusieran en duda la nueva situacin de acceso al poder. En este sentido, la celebracin de elecciones en diciembre de 2005 se convirti en parte del problema, y no en la solucin.

  • Sobre la viabilidad de la democracia: Lecciones de la posguerra iraqu

    Revista CIDOB dAfers Internacionals, 88164

    La RecURRenTe iMpoRTancia deL eSTado

    El Estado ha sido la institucin poltica capaz de satisfacer de manera ms eficaz la necesidad primaria del hombre por la seguridad. Se trata de un logro difcilmente apre-ciable desde la ptica de las modernas sociedades posmaterialistas, donde la seguridad fsica dej hace tiempo de considerarse como un bien que debe ser proporcionado. Sin embargo, la ausencia de violencia ilegtima dentro del territorio del Estado, o mejor dicho, su pervivencia dentro de unos lmites tolerables, ha sido fruto de un difcil y pro-longado proceso de monopolizacin de la violencia. La construccin de los modernos estados fue el resultado de una lucha encarnizada contra la resistencia de todo tipo de grupos armados, que se negaban a perder su capacidad para retener y usar sus recursos de fuerza (Jordn et al., 2005). Sin embargo, no en todos los pases del mundo, el Estado alcanz su plena consolidacin. Este resultado slo fue posible en un reducido nmero de pases, mayoritariamente europeos.

    Irak constituye un claro ejemplo de Estado que, al culminar de manera ciertamente exitosa su proceso de consolidacin y monopolizacin de la fuerza dentro de su territorio, inicia con posterioridad un proceso inverso hacia la desintegracin poltica y la privati-zacin de la violencia. A la altura de la invasin estadounidense en 2003, el entramado institucional iraqu poda catalogarse abiertamente de Estado fallido. Las instituciones haban quedado seriamente debilitadas como consecuencia de las derrotas militares, y de la poltica de contencin y sanciones impuesta por la sociedad internacional, lo que haba convertido al Estado en un actor incapaz de ejercer su soberana sobre la totalidad del territorio. Asimismo, su capacidad para ejercer influencia y cosechar adhesiones entre la poblacin haba quedado daada. La bonanza generada por los altos precios del petrleo a finales de los setenta haba permitido al rgimen de Sadam generar un Estado paternalista y clientelar capaz de cubrir buena parte de las necesidades de sus habitantes. La implantacin de un modelo econmico pseudosocialista haba dado como resultado la expansin de un mastodntico sector pblico encargado de la fabricacin y gestin de los productos y servicios ms variopintos. Se trataba de una economa completa-mente corrupta e ineficaz, fuertemente subvencionada, e incapaz de subsistir de manera autnoma, pero que, sin embargo, haba sido artificialmente sostenida durante dcadas empleando los beneficios obtenidos por la venta del crudo. As por ejemplo, el precio de los fertilizantes estaba tan subvencionado que la mayora de los agricultores vendan su asignacin a Siria o Jordania, ya que este contrabando era mucho ms rentable que sembrar (Chandrasekaran, 2008: 136).

    La visin utilitarista de la poltica por parte de la sociedad iraqu dio como resul-tado un proceso de desafeccin poltica que evolucionaba de manera paralela a la inca-pacidad del Estado para proporcionar bienes y servicios. De ese modo, el Estado como institucin fue generando progresivamente la imagen de una institucin cuyo cometido

  • Manuel R. Torres Soriano

    Fundaci CIDOB, ISSN 1133-6595, diciembre 2009 165

    casi nico era la represin poltica y el mantenimiento de los privilegios de la lite en el poder. Esta situacin se vio agravada por el vaco de poder creado como consecuencia de la ofensiva militar estadounidense, la cual fue capaz de decapitar y aislar de manera simultnea los centros de decisin y coordinacin del Estado iraqu. Se produjo un ver-dadero cortocircuito en los canales de informacin dentro del entramado institucional, y sus miembros, al igual que los componentes del aparato militar, emprendieron una desbandada para observar desde la seguridad de sus hogares el desarrollo de los aconte-cimientos. El resultado fue una evaporacin espontnea del Estado iraqu que durante das dej al pas sumido en una autntica situacin de anarqua y desgobierno. La falta de previsin estadounidense (Isikoff et al., 2007) sobre cmo reaccionar en ese contexto, junto al mandato de sus tropas de no inmiscuirse en la seguridad civil, y primar ante todo la autoproteccin, dieron paso a una terrible ola de saqueos, destruccin y violencia criminal. El transcurso de varios das de una completa ausencia de orden pblico min profundamente la confianza interpersonal de la poblacin iraqu, y se abri el camino a la emergencia de formas de autoridad poltica alternativas al Estado como las milicias, las mezquitas o los consejos tribales.

    La falta de seguridad fue agravada an ms si cabe por las primeras decisiones adap-tadas por las nuevas autoridades estadounidenses (CPA), las cuales decretaron la disolu-cin del Ejrcito iraqu y del partido Baaz, y se inici un proceso de depuracin de los funcionarios y miembros de las agencias estatales que compartiesen esa afiliacin. Dicha orden elimin la posibilidad de reconstruir el ya de por s frgil Estado iraqu y vet el componente humano que con anterioridad a la invasin haba dado cierta continuidad a esta institucin poltica. El maximalismo moral de los idelogos de esta invasin les hizo pensar que para hacer viable la democracia y despertar la confianza de los ciudadanos, el Estado deba estar libre de los sujetos implicados en los crmenes de Sadam o en cualquier tipo de actividad represora. Sin embargo, esta orden ignoraba deliberadamente la lgica de actuacin y de control social del partido Baaz, el cual se haba convertido en el nico instrumento de ascenso social dentro del Irak de Sadam. Decenas de miles de iraques se haban sumado a esta organizacin poltica con el nico deseo de acceder a puestos de trabajo y a oportunidades de progreso econmico y educativo, que estaban vedados a los iraques ajenos a la organizacin. Con esa decisin, no slo se apart del aparato administrativo a los leales a Sadam, sino tambin a una amplsima capa de profesionales de todos los mbitos, que desposey el aparato estatal de la posibilidad de ser eficaz a corto plazo.

    Si bien esto supuso una importantsima rmora para el proceso de construccin estatal, desde la ptica de la seguridad, la decisin de disolver el Ejrcito y los aparatos de seguridad fue an ms dramtica, ya que despoj de manera definitiva de su sustento a cientos de miles de iraques entrenados en el manejo de armas y explosivos, los cuales regresaron a sus casas henchidos de deseo de venganza, alimentando hasta lo inimaginable

  • Sobre la viabilidad de la democracia: Lecciones de la posguerra iraqu

    Revista CIDOB dAfers Internacionals, 88166

    las capacidades de reclutamiento de la incipiente insurgencia. Por otro lado, la rpida degradacin de las condiciones de vida de la poblacin iraqu hizo que la Administracin provisional estadounidense tuviera que hacerse cargo del restablecimiento y gestin de los servicios bsicos que hasta el momento haba desempeado el desaparecido Estado. El proceso de restablecimiento de los servicios de suministro de electricidad, alcantarillado, limpieza, recogidas de basuras y otros por parte de una estructura poltica ad hoc fue tre-mendamente complejo, y no consigui restaurar los niveles de servicio previos a la guerra hasta transcurridos varios aos (Baker et al. 2006). Este empeo, plenamente justificado por la necesidad apremiante de prestar una serie de servicios elementales a la poblacin, supuso una succin de las capacidades del nuevo Estado iraqu, lo que a la larga supuso la paradoja de que el suministro directo de los servicios por parte de los norteamericanos acab menoscabando la posibilidad de que el Gobierno autctono pudiese proporcio-nar esos mismos servicios una vez finalizada la fase de administracin de los ocupantes (Fukuyama, 2004). Una dependencia que se ha prolongado incluso tras el traspaso for-mal de plenas competencias al nuevo Gobierno iraqu, y que erosiona la legitimidad del nuevo Estado como ente capaz de realizar sus atribuciones ms elementales.

    La debilidad estructural del Estado tuvo un reflejo directo en el estancamiento y degradacin de la actividad econmica. El punto de partida era sin duda muy precario. La economa iraqu haba sido sacudida por varias dcadas de problemas: en los setenta se organiz bajo la forma de un Estado policial; en los ochenta se adapt a los requisitos de una economa de guerra, y en los noventa qued fuertemente daada por las sanciones internacionales y los intentos del rgimen por evadir el cerco internacional. La estruc-tura econmica giraba bsicamente sobre la extraccin de petrleo, pero incluso estas capacidades se haban visto mermadas como consecuencia de la falta de inversiones en el mantenimiento y modernizacin de sus infraestructuras. La apertura a los mercados internacionales tras el fin de las sanciones no pudo ser aprovechada para aumentar los ingresos como consecuencia de la ola de violencia terrorista e insurgente, la cual hizo descender los niveles de exportacin a sus niveles ms bajos. As, por ejemplo, a mediados de 2006, se calculaba que la inflacin superaba el 25%, y el paro afectaba al 40% de la poblacin (Brookings Institute, 2006).

    El descenso de la actividad econmica no puedo ser compensado con la puesta en marcha de otros sectores. La situacin de inseguridad, la rampante corrupcin y la debilidad del sistema judicial haban convertido los derechos de propiedad en una mera ficcin. Ni los iraques, ni los posibles inversores extranjeros se mostraron dispuestos a arriesgar su dinero en un contexto de total incertidumbre sobre el futuro. Esta situacin se vio agravada por la amenaza terrorista, que haba puesto en su objetivo cualquier empresa o pas que colaborase en el proceso de reconstruccin; este factor agrav los costes de operar en Irak, debido a la necesidad de invertir grandes cantidades de dinero en seguridad privada, el pago de rescates y el reemplazo del equipo destruido. En conse-

  • Manuel R. Torres Soriano

    Fundaci CIDOB, ISSN 1133-6595, diciembre 2009 167

    cuencia, observamos que el proceso de democratizacin, lejos de verse respaldado por un auge econmico capaz de generar una prosperidad que empujase a la ciudana a la partici-pacin poltica tras la satisfaccin de sus necesidades ms elementales, sufri as un nuevo varapalo en la medida en que fue identificado con ms pobreza e incertidumbre.

    SobRe eL MonopoLio de La fUeRza

    El desarrollo de los acontecimientos tras la invasin constituye un clarificador ejem-plo de la trascendental importancia de la seguridad como requisito previo para el logro de cualquier meta de tipo poltico. La extensin de un salvaje caos tras la desintegracin de la autoridad poltica condujo a los iraques a priorizar el logro de la seguridad fsica por enci-ma de cualquier otro bien. El discurso estadounidense sobre la necesidad de una rpida transformacin democrtica fue recibido por los iraques como un sarcasmo, dentro de un contexto donde la criminalidad comn, la accin del terrorismo y los daos ocasionados por los combates militares se estaban cobrando cientos de vctimas civiles diarias.

    La poblacin empez a dirigir su lealtad hacia entes alternativos que se encargaron de satisfacer las necesidades bsicas de seguridad. Esta espiral de desintegracin poltica dio lugar a la aparicin y consolidacin de las milicias como un actor poltico con capa-cidad para rivalizar y poner en entredicho la legitimidad del Estado iraqu. Las distintas milicias tuvieron una composicin y objetivos considerablemente plurales. Algunas de ellas se constituyeron sobre la base de autorepresentacin poltica y proteccin de sus respectivas tribus. Otras se erigieron sobre el principio de un determinado liderazgo religioso, y otras se constituyeron como plataformas sectarias para luchar por el poder. Si bien muchas de estas organizaciones surgieron como alternativas de autoproteccin frente a la ineficacia de las tropas ocupantes y el eximio Estado iraqu, su mera existencia cons-titua un obstculo insalvable para la consolidacin de la autoridad estatal. Buena parte de estas milicias recibieron un importante nivel de respaldo popular (Schwarz, 2007), debido a su capacidad (generalmente a travs de un uso expeditivo de ms violencia) para ofrecer seguridad a las reas donde estaban implantadas. Otras se convirtieron en meros escuadrones de la muerte, cuyo principal cometido era limpiar sus respectivos barrios de rivales polticos o religiosos. El volumen de poblacin afectada por esta homogenei-zacin forzosa de las barrios iraques alcanz unos niveles catastrficos, cercanos a los 1,6 millones de desplazados segn datos de Naciones Unidas (Baker, 2006). Algunos de estos grupos resultaban difcilmente distinguibles de las organizaciones mafiosas, debido a que un buen nmero de grupos criminales decidieron afiliarse a las milicias existentes paga legitimar sus acciones y reforzar su impunidad.

  • Sobre la viabilidad de la democracia: Lecciones de la posguerra iraqu

    Revista CIDOB dAfers Internacionals, 88168

    La existencia de estos actores armados no slo constituan una negacin del prin-cipio weberiano sobre la necesidad de que el Estado lleve a cabo un monopolio de la violencia legtima, sino que su implantacin supona un fraccionamiento efectivo del territorio nacional, y la cruenta creacin de zonas religiosamente homogneas, con sus propias normas, representantes polticos e intereses particulares. De hecho, aunque buena parte de estos grupos estuvieron dispuestos a verse envueltos en el proceso poltico (sobre todo los vinculados con partidos polticos), su participacin en las instituciones se llevara a cabo obviando cualquier tipo de inters comn y persiguiendo el fortalecimiento de sus propias organizaciones y mbitos de poder. De esa forma, los intentos por sumar al proceso de construccin democrtica los diferentes actores polticos (generalmente armados), result un esfuerzo contraproducente, no slo por el escaso bagaje negociador de estos grupos, sino porque ninguno de ellos comparta una visin comn y solidaria de lo que deba ser el inters nacional del nuevo Irak.

    El pernicioso efecto de la accin de las milicias result agravado por la injerencia de algunos estados vecinos (Elkhamri, 2007), principalmente Irn, Siria y Arabia Saud. Todos ellos trataron de fomentar sus respectivos intereses nacionales apoyando a algunas de las diferentes milicias o grupos armados existentes, buscando que en la lucha por el poder en Irak predominase una determinada faccin poltica o religiosa prxima a sus aspiracio-nes. Dicho respaldo se tradujo en financiacin, trasvase de armamento, y adiestramiento y asesoramiento militar. Una relacin que converta a las milicias no slo en la extensin de un complicado juego de primaca regional, sino que tambin las invalidaba como acto-res legtimos capaces de actuar lealmente en un hipottico proceso poltico democrtico. Algunas de estas organizaciones terminaron derivando en movimientos insurgentes cuyo principal objetivo era la expulsin de los ocupantes occidentales. Toda insurgencia tiene que hacer frente a tres desafos: armarse, financiarse y reclutar a sus efectivos. En el Irak posterior a la invasin, la insurgencia no tuvo especiales dificultades para lograr todos estos desafos, en gran parte por los continuos errores cometidos por Estados Unidos, el cual permiti a Irak cumplir sobradamente cada una de estas fases (Ricks, 2006).

    Durante los primeros aos de la ocupacin, buena parte de la estrategia estadouni-dense para la securitizacin de Irak pivotaba sobre la transferencia progresiva de esos cometidos a un ejrcito y una polica iraqu de nuevo cuo. Dichos planes asuman que la peligrosa funcin de pacificar al pas slo poda ser llevada a cabo por unos efectivos plenamente inmersos en la cultura, el idioma y el entorno en el cual tenan que operar. La tctica de integrar efectivos del Ejrcito y la polica iraqu dentro de las unidades esta-dounidenses fue progresivamente desplazada por la apresurada formacin de unidades totalmente iraques a las cuales se les encomendara el cometido de hacer frente a las milicias, organizaciones terroristas y bandas criminales. Este enfoque poda haber tenido incluso la virtud de emplear al ejrcito como una escuela de la nacin (Van Cleveld, 2008), una prctica con una dilatada historia en Occidente, donde el ejrcito cumpla

  • Manuel R. Torres Soriano

    Fundaci CIDOB, ISSN 1133-6595, diciembre 2009 169

    el papel de generar entre la poblacin que prestaba servicio en l el imprescindible sen-timiento de pertenencia a una nica nacin. Esto era especialmente necesario en Irak, donde las sucesivas debacles militares y la obsesin de Sadam por combatir supuestas tramas conspirativas domsticas haban transformado al ejrcito iraqu: de ser uno de los principales ejrcitos de la regin, se haba convertido en una fuerza irrelevante encargada fundamentalmente de la represin de los disidentes y la defensa del rgimen frente a los enemigos internos. Esta degradacin de las capacidades del Ejrcito iraqu se haba visto acelerada con la decisin de Sadam de crear una serie de fuerzas paramilitares construidas sobre criterios de lealtad poltica y fanatismo, como los fedayn de Sadam, el ejrcito Al Quds, y la milicia del partido Baaz, cuyo principal cometido era evitar conatos de rebelin dentro de las propias fronteras del pas (Woods et al., 2006).

    Sin embargo, el proceso de puesta en marcha de unas fuerzas armadas autctonas se hizo de manera apresurada, y sin contemplar este instrumento que, a largo plazo, podra contribuir a la cohesin de la poblacin iraqu. Muchas de esas unidades haban sido formadas atenindose a criterios de composicin tnica o territorial, carecan de una visin de conjunto del pas, y, por tanto, eran reticentes a operar en reas distintas de donde haban sido reclutadas (Baker et al, 2006). Las unidades iraques eran someti-das a una breve e insuficiente instruccin militar, y arrojadas a combatir en uno de los entornos ms peligrosos y difciles del planeta. Las primeras unidades del Ejrcito y la polica creadas fueron rpidamente masacradas. Los insurgentes y grupos terroristas eran capaces de obtener informacin fiable sobre sus movimientos, y de llevar a cabo osadas operaciones destinadas a aterrorizar a sus efectivos. As por ejemplo, en la provincia de Dilaya, los insurgentes montaron un falso control policial, sacaron a los 49 soldados ira-ques del autobs donde viajaban y los ejecutaron con disparos a la cabeza. Tras conocerse el episodio, entre un 30% y un 50% de las unidades recin entrenadas se desintegr y sus miembros regresaron aterrados a casa (Woodward, 2006: 487).

    La profunda inoperancia de las fuerzas iraques no se explicaba nicamente por su incapacidad para operar sin el apoyo logstico, de comunicaciones y de inteligencia proveniente del Ejrcito estadounidense, sino que su lamentable estado vena explicado por la decisin estadounidense de encomendar el entrenamiento de las nuevas unidades a contratistas privados (Avant, 2006), y poner al frente de las mismas a oficiales america-nos, lo que no slo va en contra de la creacin del ms mnimo espritu de cuerpo entre los reclutas, sino que tampoco es capaz de generar un sentimiento de lealtad y confianza interpersonal, imprescindible para que una unidad militar pueda resultar efectiva en combate. As, por ejemplo, un miembro de las milicias del Ejrcito del Mahdi poda estar mal entrenado y equipado, pero saba por lo que estaba luchando; en cambio, un miembro del Ejrcito iraqu desconoca si el Gobierno por el que estaba poniendo en peligro su vida seguira existiendo un ao despus (Ricks, 2009: 197). La infiltracin de las fuerzas armadas, y particularmente la polica, empeor an ms la situacin. Los

  • Sobre la viabilidad de la democracia: Lecciones de la posguerra iraqu

    Revista CIDOB dAfers Internacionals, 88170

    cuarteles, comisarias y centros de detencin se convirtieron en una dependencia ms de las diferentes facciones y milicias. Los iraques pudieron percibir que su Ejrcito, lejos de constituir un instrumento de autoproteccin y de imposicin del orden, actuaba como un grupo armado ms en la lucha sectaria entre chies y sunes, recurriendo a todo tipo de prcticas abusivas, corruptelas y torturas. La accin descontrolada de las unidades infiltradas por las milicias erosion de manera irremediable la credibilidad de las nuevas instituciones estatales, que pasaron a ser percibidas como un contendiente ms en la lucha por el control del pas.

    eL papeL de La opinin pbLica y LoS MedioS

    de coMUnicacinToda democracia necesita sustentarse sobre una sociedad informada y con capacidad

    de juicio crtico. Dichos objetivos slo pueden alcanzarse a travs de la accin de una pluralidad de medios de comunicacin, que acten en un entorno de libertad, y que sean conscientes de su papel como contrapeso del poder poltico, y de punto de encuentro entre la ciudadana y los gobernantes. Sin embargo, la realidad iraqu era igualmente desalentadora en este frente. Los veinticuatro aos de dictadura de Sadam dejaban atrs a una sociedad sometida a dcadas de la ms burda manipulacin por parte de los medios de comunicacin oficiales, los nicos permitidos.

    La eliminacin de las barreras a la libertad de prensa tras la cada del rgimen dio lugar a una euforia informativa. Los medios de comunicacin crecieron de manera explosiva. En junio de 2003, Irak posea ms de 85 peridicos (Byman, 2008b: 613). Una de las adquisiciones ms comunes por parte de los iraques fue un objeto que hasta el momento haba sido totalmente prohibido a la poblacin: una antena parablica. Los canales panrabes como Al Jazeera o Al Arabiya, hasta entonces prohibidos, empezaron a ser seguidos de manera masiva por la poblacin iraqu. Sin embargo, el repentino protagonismo de los medios de comunicacin en la sociedad iraqu no implic nece-sariamente un fortalecimiento de la opinin pblica, y una preparacin de la misma para las exigencias de un proceso poltico participativo. Por un lado, el deficiente juicio crtico de la sociedad iraqu la haca especialmente vulnerable a todo tipo de bulos y rumores que tuvieran su origen en los medios. As, por ejemplo, durante el verano de 2003 grandes sectores de la poblacin creyeron firmemente que se estaba produciendo una compra masiva de propiedades iraques por parte de israeles y judos de todo el mundo (Byman, 2008: 613).

  • Manuel R. Torres Soriano

    Fundaci CIDOB, ISSN 1133-6595, diciembre 2009 171

    La autoridad provisional estadounidense decidi ocupar el vaco informativo, poniendo en marcha una serie de iniciativas mediticas que les permitiesen ganar la batalla de las mentes y los corazones de los iraques. Sin embargo, esos proyectos no pasaron de ser torpes intentos por mejorar la imagen de los ocupantes, con una programacin que se alejaba del universo cultural de la poblacin iraqu. As, por ejemplo, la CPA empez pronto a exigir que los canales de televisin creados por la coalicin emitiesen ntegras y en directo sus conferencias de prensa, al igual que un programa pagado por el Gobierno britnico (Toward Freedom), lleno de declaraciones triunfalistas por parte de los funcionarios americanos y britnicos (Chandrasekaran, 2008: 164). En poco ms de dos aos, Estados Unidos puso en marcha, junto a Radio Sawa, las televisiones Al Hurra y Al Iraquiya. Cada uno de estos esfuerzos fue diseado para incrementar los niveles de popularidad de Estados Unidos. Sin embargo, este objetivo siempre estuvo lejos de lograrse, ya que desde los inicios de la ocupacin, cualquier iniciativa informativa occidental fue contemplada por la poblacin musulmana con una enorme suspicacia, lo que dio como resultado unos pauprrimos niveles de audiencia (Garfield, 2007). Por otro lado, tambin fueron frecuentes las iniciativas informativas domsticas provenientes desde partidos polti-cos, facciones o milicias armadas, cuyo nico objetivo era fomentar las pretensiones de sus respectivos patrocinadores, albergando en ocasiones un discurso incendiario y violento contra las tropas de la coalicin o contra otras facciones iraques rivales (Hendrickson et al., 2005).

    El escaso atractivo que los iraques encontraron en la oferta meditica domsti-ca hizo que estos dirigiesen sus preferencias hacia los canales rabes va satlite. Sin embargo, esta alternativa planteaba una serie de problemas para la democratizacin del pas. Por un lado, el complejo panorama poltico y el extendido autoritarismo poltico de Oriente Medio tienen su reflejo en los medios de comunicacin de la zona. Buena parte de esos canales eran fieles transmisores de la agenda poltica mar-cada por sus respectivos gobiernos, lo cual implicaba una informacin de la realidad iraqu acorde con esos intereses particulares de sus respectivos regmenes polticos, ninguno de los cuales posea una naturaleza democrtica, incluyendo incluso al Estado de Qatar, propietario de la cadena Al Jazeera (El-Kanawy et al., 2002; Miles, 2005). Por tanto, los iraques lejos de encontrar en estos medios un relato que facilitase el proceso de transformacin poltica de Irak, slo pudieron recibir una interpretacin de la realidad cuya principal conclusin era la imperante necesidad de expulsar a los ocupantes estadounidenses por encima de cualquier otro objetivo. Un buen nmero llegaban incluso a albergar un discurso desplaciente y legitimador de la violencia insurgente y terrorista dentro de Irak (Torres, 2008), lo que dificultaba an ms el aco-modo a la nueva situacin.

  • Sobre la viabilidad de la democracia: Lecciones de la posguerra iraqu

    Revista CIDOB dAfers Internacionals, 88172

    concLUSioneS

    Sin duda, la cultura poltica predominante en una sociedad es un elemento clave para poder entender los factores que favorecen u obstaculizan los procesos de democratizacin poltica. Buena parte del debate terico sobre la democracia ha girado, y sigue girando, sobre la importancia que tienen las percepciones y orientaciones sobre la poltica que son compartidas en una determinada sociedad. En esta lnea, ha sido recurrente plantear un interrogante acerca de si es viable la democracia en sociedades donde el islam influye pro-fundamente en los valores y las orientaciones polticas de la poblacin. Si bien es innegable la relevancia del elemento ms inmaterial de la poltica, en este trabajo mantenemos la tesis de que la viabilidad de la democracia est profundamente vinculada a la existencia de una serie de condiciones y estructuras polticas y sociales, que no estn directamente relacio-nadas con la existencia de un determinado sistema de valores. Se trata de un conjunto de factores fcilmente identificables, cuya validez se extiende a todos los pases, independien-temente de su cultura poltica, religin y bagaje histrico.

    La invasin de Irak en 2003 y el posterior periodo de ocupacin occidental y sus intentos de democratizacin nos proporcionan una serie de lecciones sobre la viabilidad de la democracia:

    a) Los procesos de democratizacin auspiciados por la injerencia directa de un tercer pas difcilmente pueden prosperar debido a su dficit de legitimidad. La apertura poltica que conduce a la democratizacin es un proceso arriesgado que puede ocasionar la cada del pas en una espiral de inestabilidad y desintegracin (Bremer, 2007). Liderar este proceso exige utilizar enormes dosis de capital polti-co por parte de las elites gobernantes. La obtencin de dicho capital es un proceso arduo y que exige tiempo. La legitimidad del ejercicio del poder est estrechamente vinculado a las percepciones de la poblacin sobre las intenciones del gobernante. Unas motivaciones que son puestas en duda cuando la poblacin sospecha de que sus gobernantes son la mera extensin de una potencia ocupante con intereses directos en el proceso de democratizacin.

    b) La existencia de un Estado plenamente consolidado es una condicin bsica para iniciar un proceso de democratizacin. La democracia es una forma de gobierno que nace histricamente bajo la sombra de estados fuertes, capaces no slo de extender su autoridad sobre la totalidad de su territorio, sino tambin de concitar la adhesin de su poblacin. En este sentido, la democracia slo es viable si tiene desarrollo dentro de un marco institucional slido, que permita a la poblacin

  • Manuel R. Torres Soriano

    Fundaci CIDOB, ISSN 1133-6595, diciembre 2009 173

    entender que el Estado no slo tiene una continuidad, sino que transciende a la autoridad de los gobernantes que, de manera circunstancial, han llegado al poder a travs de procesos electivos. La democracia queda condenada al fracaso cuando la poblacin identifica al Estado como un contendiente ms en la lucha por el poder.

    c) Debe existir un monopolio real de la fuerza por parte del Estado, y unas con-diciones mnimas de seguridad para toda la poblacin. La poltica como actividad humana enfocada al inters pblico slo es posible cuando la poblacin ha satis-fecho sus necesidades individuales ms elementales, entre ellas la proteccin de su propia vida. La accin poltica democrtica resulta claramente falsa si el principal objetivo que motiva la accin de los ciudadanos es conservar la vida. En un entorno de inseguridad generalizada resulta inevitable el surgimiento de actores armados que rivalizan con el Estado a la hora de obtener la adhesin de la poblacin.

    d) La existencia de unos umbrales mnimos de bienestar material no slo crea las condiciones bsicas para que los ciudadanos se involucren en actividades diferentes a la subsistencia, sino que les dota de una autonoma personal, y una mnima inde-pendencia frente a las derivas populistas y demaggicas de los actores polticos.

    e) La democracia slo es posible si esta se asienta sobre una comunidad polti-ca cohesionada y una identidad comn, que les permita entender que todos los actores implicados en el juego poltico persiguen desde diferentes perspectivas un mismo inters comn. Esta es la condicin bsica para que la pugna poltica no sea percibida como una lucha por la supervivencia personal y grupal. Las sociedades divididas en mltiples identidades irreconciliables perciben la pluralidad poltica dentro de sus sociedades como el establecimiento con carcter perpetuo de unas determinadas relaciones de poder, donde los perjudicados carecen de instrumentos para revertir esa situacin.

    f ) La naturaleza del sistema democrtico exige una opinin pblica madura, con unos niveles mnimos de formacin que les permita entender la complejidad de los procesos polticos, y obrar en consecuencia. Igualmente necesita el concurso de unos medios de comunicacin responsables que entiendan que su misin es controlar el poder poltico, informar a la ciudadana y servir de espacio pblico del debate democrtico.

  • Sobre la viabilidad de la democracia: Lecciones de la posguerra iraqu

    Revista CIDOB dAfers Internacionals, 88174

    Referencias bibliogrficas

    ANONYMOUS (Michael Scheuer). Imperial Hubris. Why the West is losing the War on Terror. Washington

    D.C.: Brasseys Inc, 2004.

    AVANT, Deborah D. The Privatization of Security: Lessons from Iraq. Orbis, Vol. 50, No. 2 (Primavera

    2006). P. 327-342.

    BAKER II, James y HAMILTON, Lee (Co-Chairs). The Iraq Study Group Report: The Way Forward a New

    Approach. Washington D.C: First Vintage Books Edition, 2006.

    BAKER, Pauline H. Lessons Learned From Iraq: Where Do We Go From Here? 2003-2006. Iraq as

    a Failed State Report #6 -The Fund for Peace (diciembre 2006): http://www.fundforpeace.org/web/

    images/pdf/iraq-report06.pdf [Consulta: 6 de marzo de 2009].

    BERGEN, Peter y CRUICKSHANK, Paul. The Iraq Effect. The War in Iraq and its Impact on the War

    on Terrorism. Mother Jones (marzo 2007): http://www.motherjones.com/news/featurex/2007/03/

    iraq_effect_1.html [Consulta: 6 de marzo de 2009].

    BREMER, Ian. La curva J. Una manera de entender por qu ascienden y caen las naciones. Buenos

    Aires: Editorial El Ateneo, 2007.

    BUSH, George W. Declaraciones del Presidente sobre la guerra contra el terrorismo. The White House.

    Office of the Press Secretary, Fort Bragg, Carolina del Norte, (28 de junio de 2005): http://www.white-

    house.gov/news/releases/2005/06/20050628-7.es.html [Consulta: 1 de junio de 2007].

    BYMAN, Daniel. Five Bad Options for Iraq. Survival. Vol. 47, No. 1 (primavera 2005). P. 7-32.

    BYMAN, Daniel. An Autopsy of the Iraq Debacle: Policy Failure or Bridge Too Far?. Security Studies.

    Vol. 17, No. 4 (octubre 2008). P. 599-643.

    CHANDRASEKARAN, Rajiv. Vida imperial en la ciudad esmeralda. Dentro de la zona verde de Bagdad.

    Barcelona: RBA, 2008.

    DIAMOND, Larry; PLATTNER, Marc y BRUMBERG, Daniel (eds.). Islam and Democracy in the Middle

    East. Washington D.C.: Johns Hopkins University Press, 2003.

    EL-KANAWY, Mohamed y ISKANDAR, Adel. Al-Jazeera. How the Free Arab News Network Scooped

    the World and Changed the Middle East. Nueva York: Westview Press, 2002.

    ELKHAMRI, MOUNIR. Irans Contribution to the Civil War in Iraq. The Jamestown Foundation Ocassional

    Papers. (Enero de 2007): http://www.jamestown.org/uploads/media/Jamestown-IranContributionIraq.

    pdf [Consulta: 6 de marzo de 2009].

    FUKUYAMA, Francis. La construccin del Estado. Hacia un nuevo orden mundial en el siglo XXI.

    Barcelona: Ediciones B, 2004.

    GARFIELD, Andrew. The U.S. Counter-propaganda Failure in Iraq. Middle East Quarterly. Vol. XIV, No.

    4 (2007). P. 23-32: http://www.meforum.org/article/1753 [Consulta: 6 de marzo de 2009].

    HENDRICKSON, David C. y TUCKER, Robert W. Revisions in Need of Revising: What Went Wrong in

    the Iraq War. Survival. Vol. 47, No. 2 (verano 2005). P. 7-32.

    HOFFMAN, Bruce. Insurgency and Counterinsurgency in Iraq. RAND Corporation Occasional Paper

    (junio de 2004). P. 3: http://www.rand.org/pubs/occasional_papers/2005/RAND_OP127.pdf [Consulta:

    6 de marzo de 2009].

  • Manuel R. Torres Soriano

    Fundaci CIDOB, ISSN 1133-6595, diciembre 2009 175

    INGLEHART, Ronald y WELZEL, Christian. How Development Leads to Democracy. Foreign Affairs.

    Vol. 88, No. 2 (marzo/abril 2009). P. 33-49.

    ISIKOFF, Michael y CORN, David. Hubris. The Inside Story of Spin, Scandal, and the Selling of the Iraq

    War. Nueva York: Threee Rivers Press, 2007.

    JERCH, Martin. La promocin de la democracia en el Mediterrneo: consideraciones sobre los cambios

    polticos en los pases rabes. En: GARRIDO REBOLLEDO, Vicente y LPEZ BUENO, Jos Mara. La

    Unin Europea y el Mediterrneo: Desarrollo, Comercio y Poltica Euromediterrnea. Madrid: Universidad

    Francisco de Vitoria FHIMADES, 2008. P. 167-184.

    JORDN, Javier y CALVO, Jos Luis. El nuevo rostro de la guerra. Pamplona: Eunsa, 2005.

    LUKITZ, Liora. Iraq: the search for national identity. London: Routledge, 1995.

    MILES, Hugh. Al- Jazeera. How Arab TV News Challenged the World. London: Abacus, 2005.

    POLLACK, Kenneth M. The Seven Deadly Sins of Failure in Iraq: a Retrospective Analysis of the

    Reconstruction. Meria Journal. Vol. 10, No. 4 (diciembre 2006): http://meria.idc.ac.il/journal/2006/

    issue4/jv10no4a1.html [Consulta: 6 de marzo de 2009]

    RICKS, Thomas E. Fiasco. The American Military Adventure in Iraq. Nueva York: The Penguin Press,

    2006.

    RICKS, Thomas E. The Gamble. General Petraeus and the American Military Adventure in Iraq, 2006-

    2008. Nueva York: The Penguin Press, 2009.

    SCHWARZ, Anthony J. Iraqs Militias: The True Threat to Coalition Success in Iraq. Parameters, Vol.

    XXXVII No. 1 (primavera 2007). P. 55-71: http://www.carlisle.army.mil/USAWC/PARAMETERS/07spring/

    schwarz.pdf [Consulta: 6 de marzo de 2009].

    SINGER, Peter W. Cant Win With Em, Cant Go To War Without Em: Private Military Contractors and

    Counterinsurgency. Brookings Policy Paper. No. 4 (septiembre 2007): http://www.brookings.edu/~/

    media/Files/rc/papers/2007/0927militarycontractors/0927militarycontractors.pdf [Consulta: 6 de marzo

    de 2009].

    THE BROOKINGS INSTITUTE. Iraq Index (30 de octubre de 2006): http://www.brookings.edu/fp/

    saban/iraq/index20061030.pdf [Consulta: 6 de marzo de 2009].

    TORRES, Manuel R. La influencia de la ideologa neoconservadora en la gestacin y conduccin de la

    guerra de Irak. UNISICI Discussion Papers, No. 15 (octubre 2007). P. 293- 312: http://www.ucm.es/

    info/unisci/revistas/UNISCI15FULL.pdf [Consulta: 6 de marzo de 2009].

    TORRES, Manuel R. Terrorism and the Mass Media after Al Qaeda: A change of Course?. Athena

    Intelligence Journal. Vol. 3, No. 2 (abril-junio 2008). P. 1-19: http://www.athenaintelligence.org/Al_Qaeda_

    and_the_Mass_Media-_Athena.pdf [Consulta: 6 de marzo de 2009].

    VAN CREVELD, Martin. The Changing face of War. Combat from the Marne to Iraq. Nueva York: Presidio

    Press, 2008.

    WOODS, Kevin; LACEY, James y MURRAY, Williamson . Saddams Delusions: The View from the

    Inside. Foreign Affairs. Vol. 85, No. 3 (mayo/junio 2006). P. 2-26.

    WOODWARD, Bob. Negar la evidencia. Barcelona: Belacqva, 2006.