introducción al organón

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INTRODUCCIÓN AL ORGANÓN

Tomado del libro Introducción a la Medicina Homeopática. Teoría y Práctica. Del Dr. Proceso Sánchez Ortega. 1ª Edición. México.

“Tratemos de dar algunas ideas sobre el ORGANON de Hahnemann, libro que fundamenta el método médico homeopático.

Es difícil sintetizar en unas líneas lo que encierra esta obra básica de Homeopatía. Difícil aún enumerar las diferentes materias que aborda y los diversos aspectos de la ciencia médica y del arte curativo; para lo que ofrece, no solo una referencia sino consideraciones profundas e indicaciones técnicas; soluciones prácticas precedidas de una doctrina congruente y clara Agreguemos que al mismo tiempo, por lo conciso, obliga a su meditación no solo a su lectura superficial.

El Órganon de Hahnemann es, en primer lugar, un libro de crítica médica que fue, escrito originalmente en 1810, pareciera obsoleto o inadecuado nuestros días; pero es tan actual ahora como entonces. Esto no sorprende cuando se es médico, porque de inmediato se reconoce que las prácticas de vieja medicina, en lo general, no han cambiado sustancialmente, aunque los medios desde luego se han modificado y "perfeccionado" en concordancia con los avances de la tecnología. La Primordial indicación atribuida a Hipócrates de que: "lo que no se resuelve con la droga, se somete al hierro lo que no, al fuego", es tan actual como en tiempos del anciano de Cos Las drogas son aún mucho más poderosas dentro de la terapia de la antigua medicina porque son más "concentradas"; sus alcaloides más puros; los productos hormonales más "efectivos", los antibióticos no solo bacteriostáticos sino agresivos; los antihistamínicos de acción más inmediata y mas general y, en fin, todo un "arsenal" del que dispone el práctico alópata de nuestros días para entablar su eterna y persistente "lucha" contra lo que sigue estimando en su práctica como la causa de la enfermedad; -aunque a su teoría se acerque bastante a las concepciones hipocrático-Hahnemanniana que le obligan a procedimientos diversos del "contrario" y le demuestran factor indispensable de la predisposición para la enfermedad verdadera. El médico de la antigua escuela sigue prescribiendo drogas que sujetan obligan al organismo a un funcionamiento determinado, contrarrestando que estima causante del dolor o del sufrimiento.

Lo que no se resuelve con la droga, se somete al escalpelo o al cauterio Solo que el bisturí eléctrico y la penetración a los tejidos profundos por rayo Roentgen o por el rayo láser es de un efecto, a más de grandemente aparatoso e impresionante, de consecuencias más definitivas. ¿En beneficio real del hombre? Esto es discutible ahora y muy probablemente sea muy censurable dentro de poco tiempo. Porque los procedimientos abandonados por esa vieja medicina los ha reprobado ella misma. Después de elevarlos a la categoría de insuperables, los desconoce y los reprueba sonriéndose despectivamente de los mismos, al cabo de unos cuantos años de haberlos ensalzado. Todo esto en aras del progreso que no será real mientras no se establezca sobre bases que sean verdaderamente fijas. Toda ciencia debe evolucionar, esto quiere decir, transformarse, moverse, cambiarse. Pero los puntos de partida, las bases, deben

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ser perdurables y aunque alguna vez puedan modificarse no será sustancialmente a menos que no se haya tratado de una verdadera ciencia; o que no se hubiera partido de una verdad o fragmento de verdad a todas luces evidente.

El cauterio en la vieja medicina de nuestros días; en esa medicina que estrena vestido con demasiada frecuencia, está sustituido por esos enormes ciclotrones y múltiples aparatos con que la industria y la tecnología la proveen, convirtiendo al médico en su manipulador y haciéndole reafirmar en su tratamiento local de las lesiones o resultados de la enfermedad y renunciando tácitamente al concepto que sus maestros reflexivos le dieron sobre la totalidad del ser humano.

Así hemos llegado en unos cuantos lustros, de la era de las sulfamidas, a la de los vitamínicos, a la de los antibióticos, a la de los antihistamínicos y de los isótopos radiactivos, emparentado ahora todo esto con la era de los injertos, de los transplantes y de la "valvuloterapia" en la que tal pareciera que subyace el anhelo de convertir al ser humano en un robot provisto da varios aditamentos suplementarios o en un nuevo "Frankestein" a base da órganos heredados. -Tal vez "obligatoriamente" en un futuro, por leyes adecuadas y formuladas por esa miope terapia de la vieja escuela-.

Es la misma crítica que hace el maestro Hahnemann en la primera parte da su Órganon; adecuada a los procedimientos de su tiempo. En los nuestros, tendría material para hacerla muchísimo más amplia y coincidente con la da sus propios censores.

En los diferentes parágrafos del Órganon, que dan la impresión da aforismos, establece antes que nada conceptos de patología general, da clínica general al mismo tiempo que de deontología médica, llevando a los da salud y de enfermedad que han sido valederos y corroborados por todos loe médicos. En ellos, a mas de ser aceptados apriorísticamente por al entendimiento, se van evidenciando por la seriación arquitectónica los razonamientos y procedimientos subsiguientes y se involucran señalamientos precisos de todo el condicionalismo y del quehacer médico. Nada queda fuera de su consideración. En la breve extensión de sus palabras están expresadas con precisión todas las necesidades y las posibilidades del médico.

Es el Órganon una exposición doctrinaria con una filosofía médica implícita en la que sin establecer ningún dogma, se reconocen las expresiones características de la vida humana; lo que define al hombre en estado de salud y lo que constituye inequívocamente el estado patológico que llamamos enfermedad. En una forma totalmente alejada de hipótesis que fueran destinadas a su decadencia en el tiempo, hábilmente el genio de Hahnemann aprovechó la filosofía de su tiempo sin afiliarse a ella. Fue visionario para no hacer parecer una doctrina médica como tantas otras adheridas en diferentes épocas ya al mecanicismo, al naturalismo, al humorismo y a tantos otros "ismos" que tienen que sufrir la caducidad del tiempo. Lo vitalista da la escuela homeopática es sencillamente el reconocimiento de la vida en su expresión dinámica, por eso es inobjetable y aceptable "a fortiori". El por qué y el cómo de esta vida se deja a la dialéctica personal que puede en todo caso ligarse con ese vitalismo .Hahnemanniano; pero no más. Reconocer la vida como aquello sobre lo que pretendemos actuar, como un "algo" dinámico o sea que imprime movimiento y cambio. En los parágrafos que lo establece, convence fácilmente de lo único que interesa aceptar de lo dinámico al médico: lo que conviene en la denominación de fuerza vital

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mencionada por médicos como Hipócrates, Galeno y Barthez y por numerosos filósofos de todas las épocas sin adiciones dialécticas ni menos dogmáticas. Simplemente: dinamismo que se expresa en los fenómenos de la vida.

Es el Órganon un tratado de patología porque, a más de instruirnos en lo que es la enfermedad en su sentido más lato, nos enseña los diferentes aspectos de ese estado de existencia: las agudas, las crónicas, las epidémicas, las defectivas, las alternantes, aparentes, etc. Su naturaleza, su diferenciación, su forma de reconocerlas y de tratarlas. Es clínica general el Órganon porque además de la propedéutica general que encierra, nos va indicando todos y cada uno de los aspectos del enfrentamiento con el paciente; el de la empatía, de la comprensión, de la consignación en su hoja clínica como del tratamiento para cada enfermo en particular. La humana consideración que exige método para todo enfermo, para cada individuo en particular. El valor real e insustituible, profundo de los síntomas.

Es también el Órganon un breve pero eficiente compendio de farmacología porque aborda las fuentes de los medicamentos, su forma de preparación, el complejo procedimiento de la dinamización en lo práctico y en sus resultados, alejándose al máximo de toda hipótesis metafísica, pero llevándose a la condición imponderable de nuestros remedios, que hacen, y en este aspecto también insuperable, el método homeopático. Los verdaderos hombres de ciencia que se han asomado a este campo de los llamados infinitesimales homeopáticos han llenado innumerables paginas de magníficas observaciones, hipótesis y comprobaciones relativas al poder innegable de los fármacos homeopáticos patentizados. El testimonio dado todos los días por el enfermo en forma evidente y con frecuencia inmediata, especí ficamente señala las características farmacodinámicas de cada sustancia droga¡ y ha estructurado el exterior esplendoroso e indestructible de la Homeopatía.

Es al mismo tiempo un magnífico indicador farmacológico porque refiere las condiciones de los elementos de la farmacia homeopática, cuidados, elección y preparación de los medicamentos, especialmente las formas de dinamizarlos y conservarlos, como de administrarlos.

Numerosos parágrafos enseñan con todo detalle la forma de realizar la experimentación pura de las drogas a fin de convertirlas en medicamentos perfectamente adecuados para la terapia por los semejantes. El Órganon es también un libro que contiene indicaciones de higiene y de medidas accesorias para el tratamiento del enfermo en lo general sin salirse de lo estrictamente médico. Siempre reafirmando el principio de analogía aplicado en la medicina según el aforismo "Similia Simillibus Curentur", pero sujeto al razonamiento más exhaustivo e impulsando siempre a lo pragmático dentro de lo clínico.

Por todo esto, y por mucho más que se va percibiendo entre líneas al estudiarlo sin prejuicio y con ahínco, el Órganon de Samuel Cristian Federico Hahnemann, constituye el libro imprescindible para todo aquél que pretenda instruirse en la ciencia y el arte de curar.

Su autor se revela en él como el vidente más grande dentro de la medicina.