INTRODUCCIÓN A LAS DANZAS SAGRADAS

Los movimientos de Danzas Sagradas, así como los vemos y vivimos desde nuestra óptica, proponen una conexión del intelecto, la emoción y el cuerpo, y su relación con el ser esencial.

Como diría Gurdjieff: “el centro de toda verdadera enseñanza debe ser el Ser Esencial. Sin ello todavía no hay ser humano”.

Una atención dispersa, incapaz de concentrarse en lo que es la actividad del momento, en su potencial pleno, lleva a un ser desintegrado e incapaz de ser lo que es. La distracción es un elemento constante y nos hace viajar por el pasado y el futuro, creando tensiones y emociones que aparecen como pensamientos no controlados y que pueden llegar a ser muy dañinos, favoreciendo el estrés, la confusión y la falta de atención así como la falta de una felicidad y placer verdaderos.

Una forma de trabajar para establecer una atención educada y eficiente es usando los elementos básicos que tenemos a mano: el cuerpo, la respiración, el espacio en que nos movemos. Eso es concreto. Nos ubica en un aquí y ahora de alguna manera indiscutible.

Nos libera de lo que no está, de los tiempos que han sido y de los que ni siquiera se sabe si serán. Nuestra imaginación cesa para estar en un ahora constante, edificante, de una presencia más indiscutible: la nuestra propia. Los yoes diferentes y no relacionados uno con el otro ceden al trabajo de un centro que se desarrolla como constante referencia. Nuestra creatividad se acrecienta desde una óptica sana y perdurable.

LAS FASES DEL PROCESO

En una fase, el cuerpo aprende a estar en ejes perfectos, a diferenciar aproximaciones de exactitudes, aprende en carne propia lo que es paralelo, horizontal, vertical. Ángulo de 90 o 45 grados, proyección, tensiones, etc., teniendo y desarrollando una imagen interna y una relación con lo externo mucho más reales. El espejo no es el del salón de danza, sino el interno en el cual nos sentimos.

En otra, el hecho de hacer movimientos diferentes a los habituales, en sí mismo, crea nuevas conexiones en el sistema nervioso. Es una reeducación del mismo. La neuroplasticidad se desarrolla más y nos volvemos seres más capaces de absorber nuevas ideas y de procesar las antiguas de una manera más sabia.

La complejidad de ritmos de ciertos movimientos ofrece la posibilidad de prestar atención como nunca lo habíamos hecho. Muchos diálogos internos cesan y aparecen palabras y pensamientos que nos dicen cosas, cosas que debemos saber que están, pero que aprendemos a dejarlas pasar y seguir danzando, usando lo máximo de nuestro potencial. Es un desarrollo de la atención, es una gran ayuda para desprendernos de viejos hábitos emocionales y construir un sistema de emociones/pensamiento más limpio y eficiente. Es el germen del anclaje en la conciencia.

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Los músculos aprenden a obedecer y a relajarse en movimiento. Es tanta la atención que necesitamos que nos vemos en la obligación de dejar ir las tensiones innecesarias. Tarde o temprano comprenderemos, físicamente hablando, que las tensiones sólo bloquean y no nos sirven a nuestros propósitos de desarrollo ni de felicidad.

En un momento determinado se comienza a incorporar la respiración. Esto produce el comienzo de un manejo diferente de la energía. Comenzamos a controlar espontáneamente lo que sucede en nuestro cuerpo.

Los centros de equilibrio, el lugar de donde nace la fuerza, los ejes del cuerpo, poco a poco, todo va siendo consciente y lo podemos ver y manejar conscientemente.

Así, también, poco a poco, llegamos a un lugar dentro de nosotros desde donde podemos tener el conocimiento puro, más allá del lenguaje y el intelecto. El SABER.

En palabras de un gran maestro de Danzas Sagradas: Sólo al desarmar una máquina y volver a armarla podemos saber cómo está constituida. La disociación de los movimientos cuando las piernas siguen un patrón numérico y los brazos y la cabeza siguen otros distintos, fortalece la capacidad de atención y permite detener las asociaciones mentales y emocionales que nos mantienen fijos.

Para estar despierto, o consciente de sí mismo necesitamos que la mente y el cuerpo estén juntos, y con ellos las emociones. Al estar en el presente, esa alineación se produce como fenómeno espontáneo y descansamos más que si estuviéramos durmiendo. El alma se prepara para sentirse a sí misma en los estados de paz interna que se derivan de esta práctica. Y nos volvemos más sensibles a nosotros mismos. De pronto, en lugar de danzar, SOMOS la danza.

Las danzas llamadas sagradas invocan con pureza y honestidad la presencia del Ser Esencial. La atención se divide para hacer presente el vacío. Allí puede obrar o no algo de una naturaleza superior, más elevada y sutil. (Las citas en itálicas corresponden al Centro de Movimientos de Gurdjieff, Buenos Aires, Argentina)

En el lenguaje de la kinesiología del cerebro y los ejercicios para el mismo, estos movimientos integran la actividad de ambos hemisferios, provocando estados de alerta, desarrollando la atención, resolviendo conflictos emocionales y dando lugar a la creación de las nuevas redes neuronales que nos hacen crecer y evolucionar. Y por todo eso, consideramos a estas danzas, “sagradas”.

También, dicen los maestros del tema, que a través de las danzas se puede conocer como función el átomo o el macrocosmos. En la práctica introductoria a las danzas sagradas y la gimnasia del cerebro, nuestro humilde objetivo no es conocer cómo funciona el cosmos ni saber por qué se mueve el sistema solar, sino entrenar nuestra atención y acceder a alguna parte ignota de nosotros mismos, estar aquí, y ser. Así nos conocemos, y, conociéndonos, podemos ir más deprisa hacia la libertad.

DANZAS SAGRADAS Y UNIÓN

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Normalmente vivimos en un estado perpetuo de desunión. Esto aplicado tanto a nosotros mismos como sistema, como a la relación entre nosotros y cualquier otro sistema.

Vamos primero a nosotros mismos.

El estado normal de operación es que nuestro cuerpo está haciendo algo, que podría ser cocinar, o arreglar algo, o ir en bicicleta a la universidad.

Al mismo tiempo, nuestra mente está pensando en cualquier otra cosa: qué haremos después, como resolveremos el conflicto tal, y en que gastaré el dinero que recibiré cuando me paguen aquello, etc. Eso es lo normal. Es muy raro encontrar a alguien que está cocinando y al cortar una cebolla vive el acto de cortar la cebolla como lo único importante y existente para sí en ese mismo momento. Incluso se podría considerar trivial a primera vista, a una persona que lo hiciera.

Todavía no hemos mencionado los sentimientos. Los sentimientos, a veces positivos, pero muchas otras negativos, afloran porque sí, respondiendo a estímulos externos que es usualmente que vemos o sentimos (con nuestros sentidos) algo que nos lleva sin darnos cuenta a un recuerdo que resulta que era triste. Entonces, nos ponemos tristes y en ese estado llamamos a los otros pensamientos de la familia de la tristeza. Normalmente no sabemos ni como sucedió. El mecanismo es que como no tenemos control sobre lo que pasa en nuestro banco de imágenes, tomamos cualquier imagen asociada a cualquier cosa sin darnos cuenta para nada de lo que sucede. Lo que sabemos es que nos sentimos mal. Ojo que podría ser lo contrario y nos sentiríamos bien, pero tendría el mismo sinsentido en tanto emoción automática disparada por un disparador oculto a nuestra voluntad y a nuestra conciencia.

Ese estado, que es lo que consideramos como normal en el momento en que vivimos, significa que nuestros sistemas están totalmente disociados, actuando en diferentes tiempos, como si estuviéramos partidos en pedazos y pretendiéramos sin embargo ser uno mismo, Jordi , o Carlos o Susanita. Esa entidad Jordi o Carlos o Susanita es una multi-entidad sin unión en sí misma. La cabeza, el corazón y las manos van por rutas y tiempos diferentes.

Y eso, teniendo en cuenta sólo algunos de los aspectos o niveles que nos componen.

Pero para fines prácticos no lo llevaremos por el momento a un plano más profundo.

Pero eso significa que no vivimos ni siquiera dentro de eso artificial que llamamos tiempo. El cuerpo se mueve en este momento del tiempo. Pero las emociones están ligadas, igual que los pensamientos, al pasado o al futuro al cual proyectan.

Los hemisferios cerebrales también se encuentra divididos y ahora trabaja este y después el otro y así disminuimos nuestra capacidad de aprendizaje, relajación y felicidad que podríamos tener con un trabajo integrado.

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Para realizar ese trabajo integrado es que comenzamos con el cuerpo físico, el que por su naturaleza está más ligado a un devenir lógico y más real que llamamos tiempo y a otro elemento bastante interesante que llamamos espacio. El cuerpo se mueve en el espacio y para eso se toma un tiempo.

Si le ponemos al cuerpo un tipo de movimientos específico, hará que tanto el cerebro como las emociones reaccionen de manera integradora y todos los elementos quedan eventualmente acoplados.

Al quedar acoplados se produce la unidad en un eje central. Un eje de gravedad, un eje emocional y mental. UN EJE. Por fin vislumbramos la capacidad de ser UNO. Uno en nosotros mismos. Tan simple como eso.

Con un pensamiento que no va de un lado para otro ni de un tiempo para otro sino que se ubica justo ahí donde está el cuerpo y el movimiento de ese momento. Y también las emociones se tranquilizan porque producimos un estado en el cual los pensamientos están como niños juiciosos haciendo su tarea y no vagando por la calles probando nuevos caminos desconocidos.

DIFERENTES MOVIMIENTOS EN LAS DANZAS

Explicando cómo se logra la unión

Por ejemplo, usando movimientos que no son los de siempre. El sólo hecho de que los movimientos sean diferentes ya es un avance. Ya están creando nuevas conexiones en el cerebro.

Usamos movimientos que no son un constante fluir sino que paran. Van de un lado a otro y después paran. Nos sorprenden siendo en medio de un movimiento perpetuo que nos ocultaba.

Ahora, además de ser diferentes y parar, llevan ritmos diferentes para partes diferentes del cuerpo. Por lo tanto se establece un fenómeno de doble atención. Toda ella en tiempo presente pero dividida. Esa atención dividida es parecida a la que usamos cuando nos vemos pensar. Cuando lo pensado y el pensante son entidades que se distinguen una de otra y una de ellas puede mantenerse firme mientras la otra va y viene. Nos crean un centro estable.

Al tener que prestar atención a todo esto, se desarrolla la atención. Pero como no está tan distraída por la misma disciplina de estar prestando atención a ese tipo de actividad, entonces se desarrolla. Luego nos sirve también para aplicarla en otras cosas. O sea que nos hacemos más agudos de pensamiento.

Al hacer cosas diferentes con un lado y otro del cuerpo, pero al mismo tiempo, promovemos la integración de los hemisferios cerebrales, y ese es un elemento indispensable en los procesos de pensamiento más agudos.

Por último, y sólo para simplificar ya que hay mucho más, diremos que al estar tan metidos en los movimientos dejamos de pensar y en lugar de hacer los movimientos, pasamos a SER los movimientos. Ese es un fenómeno sumamente parecido a lo que se

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llama Samadhi, que es cuando el observador y lo observado se vuelven uno, se funden en la unidad primordial.

Todo esto, así, muy someramente explicado nos lleva a entender por qué estos movimientos se llaman danzas sagradas. Nos permiten ser uno. Nos conectan lo que estaba desconectado, nos religan. Primero nos unen o religan con nosotros mismos, y luego, por el hecho de estar haciendo esto junto con otros y de tener que abandonar la silla del rey del EGO para hacer lo que se acopla a los otros, nos permite comenzar a percibir, sino a vivir plenamente, la experiencia de la unidad con los demás, con el universo, con todo lo creado.

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