introducción a la historia del urbanismo
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Resúmenes del capitulo 2 al 6 del libro "introducción a la historia del urbanismo" de Juan Cano ForratTRANSCRIPT
Los restos más antiguos del homo sapiens datan de hace algo
menos de dos millones de años, de los cuales casi la totalidad
pertenecen a la cultura paleolítica, a excepción de los últimos
10.000 años, que corresponden al Neolítico y a la Historia
escrita.
La cultura paleolítica parece estar basada en una simple
economía de subsistencia a partir de la recolección de raíces
y frutos, la pesca, el carroñeo, la caza menor y más
tardíamente la caza mayor.
Como cualquier otro animal, el hombre debía aprender a
subsistir mediante la explotación del medio ambiente que le
rodeaba.
Los desarrollos tecnológicos que se asocian a esta etapa del
hombre primitivo son: la tecnología lítica (hachas de sílex o
cuarzo), la de la protección térmica (cobijo, calefacción,
abrigo) la cual fue decisiva si consideramos que sobrevivió a
varios periodos glaciares en los que los casquetes polares
ocupaban casi la mitad de la tierra firme, la del dominio del
fuego para la calefacción, defensa ataque y procesado de
alimentos.
Pero uno de los hechos que el prehistoriador puede intuir con
mayor dificultad son las formas de vida social.
La densidad de la población debió ser muy variable según las
épocas y lugares, pero basándose en la estimación del
espacio ocupando en determinados yacimientos, se pueden
suponer que la mayoría de grupos estarían compuestos por
unas 40 ò 60 personas aunque en determinados yacimientos
pudieron haber pasado del centenar.
En general esta es la idea más aceptada ya que se trata de
una unidad social capaz de mantenerse y subsistir con los
alimentos conseguidos en una zona.
Capítulo 2
El mundo
prehistórico
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Renglón. 1-16
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Reglón. 1-10
Al tratarse de núcleos familiares tan cercanos, se cree que en
determinados momentos debían de relacionarse con otros
grupos, ya fuera en encuentros casuales o preestablecidos
donde intercambiarían ideas, productos y escogerían pareja.
En los periodos de frio intenso se verían obligados a
permanecer y habitar en las cuevas, lo que condicionaba el
número de componentes del grupo. Por el contrario, en
épocas interglaciares, con mejores posibilidades de
subsistencia, los grupos podían ser más numerosos,
facilitando las labores de caza y subsistencia.
La habitación, generalmente en cuevas y abrigos, en especial
en la parte que recibía luz del exterior, se completaba con
toscos muros de protección en la entrada. En ocasiones, la
vivienda de los cazadores consistía en la utilización y
aprovechamiento de depresiones ovales, que se enlazan con
ramas, pieles y tierra.
En definitiva, el hábitat del hombre Paleolítico se puede
definir como una modificación superficial del ambiente
natural, cuyo objeto lo encontramos en la necesidad de
refugiarse de un ambiente hostil en el que el hombre
empezaba a moverse. La distribución de los objetos de uso y
los deshechos alrededor del núcleo del hogar indica un
conjunto unitario, que podemos reconocer de manera simple
y legible y que podemos denominar “la habitación primitiva”.
Dejando ya la etapa paleolítica superior, comenzamos a
encontrar los primeros intentos arquitectónicos en el próximo
Oriente, al final de la época epipaleolitica (14.000-10.000
a.C.).
En esta evolución pueden distinguirse tres fases principales,
cada una de ellas marcada por innovaciones técnicas (nuevos
materiales, nuevos procedimientos de construcción), maneras
diferentes de utilizar el espacio individual en la casa o de
concebir el espacio colectivo en la aldea.
Es en el periodo entre 14.000 y 3.700 a.C. cuando se produce
lo que podemos llamar “revolución neolítica”.
En las sociedades neolíticas el nucleó al que llamamos
“habitación primitiva” ya no es tan solo un refugio en la
naturaleza, sino un trozo de naturaleza transformado de
acuerdo con un “proyecto humano”.
La ciudad, lugar de asentamiento adecuado y privilegiado,
sede de la autoridad, nace del poblado. No es una cuestión de
tamaño, sino de la aparición del excedente del producto. Esto
es, cuando se produce más de lo que se necesita
estrictamente para la supervivencia, y los servicios ya no
están a cargo de las personas que cultivan la tierra o cuidan
del ganado, sino de otras que no tienen esta obligación, y que
son mantenidas por las primeras.
De esta manera, surge el contraste entre dos grupos sociales,
dominantes y subalternos. Las industrias y los servicios
pueden desarrollarse a partir de este momento por medio de
la especialización. La sociedad se convierte en capaz de
desenvolverse y de proyectar su evolución. Empieza la
aventura de la “civilización”, con la ciudad como centro motor
de esta evolución.
De esta manera, surge el contraste entre dos grupos sociales,
dominantes y subalternos. Las industrias y los servicios
pueden desarrollarse a partir de este momento por medio de
la especialización. La sociedad se convierte en capaz de
desenvolverse y de proyectar su evolución. Empieza la
aventura de la “civilización”, con la ciudad como centro motor
de esta evolución.
La presencia de piedras-morteros, ruedas de molino y pilones
aboga a favor de la transformación del modo de vida nómada
en sedentario.
Desde un punto de vista tecnológico, las ambiciones son
limitadas. No solamente por el hecho de utilizar materiales
muy restringidos, sino que la forma circular del hábitat
corresponde a la incapacidad de realizar la unión de dos
paredes perpendiculares.
A partir del 8.000 a.C. las viviendas comienzan a construirse
en superficie, no semienterradas. A la piedra y la madera se
le añade la tierra, que modelada, refuerza la base de los
muros. Pero sobre todo, la innovación se nos presenta en el
abandono del hábitat molecular, esto es, se comienza a
realizar una división funcional del interior del espacio.
La arquitectura se encontraba pues, “condenada” a
evolucionar. Esta evaluación tiene lugar entre 8.000 y 7.000
años a.C.
La revolución neolítica da el paso del plano circular al
rectangular.
En esta fase, los materiales siguen siendo básicamente
piedra, tierra y madera y solamente varían sus
combinaciones.
También se emplean nuevos materiales: la cal y el yeso
cocidos en horno son utilizados como revestimiento de
paredes y suelos gracias a sus propiedades aislantes e
impermeabilizantes.
Con el tiempo, se pasa de un hábitat aislado a un conjunto
aglutinado de viviendas, literalmente adosados unas contra
otras, presentando un conglomerado uniforme, sin diferencias
entre unas y otras viviendas.
La existencia, con formas diferentes, de una nueva
concepción arquitectónica del espacio domestico individual va
acompañada de una modificación de la organización colectiva
del hábitat.
La práctica del riego implica un progreso en el ejercicio de la
autoridad y la aparición de los arbitrajes, lo cual apoya la
teoría de esta modificación en la organización social.
Esta nueva organización social no solamente se manifestaba
en la organización de la aldea o de las viviendas, sino que
también tenía su repercusión lógica en las construcciones
sagradas.
La religión de las numerosas civilizaciones arcaicas
representa una etapa de transición. La deidad está todavía,
en alguna medida, unida a la tierra: puede fijarse residencia
temporalmente en moradas creadas para ella.
Las sepulturas megalíticas son un claro exponente de la
importancia que este hecho suponía para el hombre neolítico.
Las piedras hincadas o menhires. Los alineamientos,
composiciones a base de los megalitos y círculos no estaban
concebidos para encerrar un espacio, al contrario que la
tumbas.
Las tumbas, al contrario que las construcciones anteriores
fueron concebidas como espacios cerrados. La forma básica,
aunque no la más común, es una simple cámara en forma de
caja construida por varios bloques de piedras verticales a
modo de paredes, con una losa más o menos plana como
cubierta. Esta construcción es la que se denomina Dolmen.
Esto da una idea de la importancia de la religión en las
comunidades neolíticas, evidenciando ésta en su realización
organizativa.
Stonehenge, el más famoso de los monumentos neolíticos, es
un templo consagrado al culto solar. El propósito de su
construcción no era el de comunicarse son poderes del
interior de la tierra, sino el reconocimiento y celebración de
los acontecimientos celestes.
Las primeras civilizaciones de la era histórica, pasadas ya las
fases oscuras de la prehistoria y la protohistoria, aparecen en
los fértiles valles del Nilo, del Tigris, del Éufrates y del Indo.
En el mismo momento histórico, estaban existiendo distintos
conceptos de comunidad en dos partes del mundo bien
distintas. Mientras Europa se encontraba completamente
inmersa en la cultura neolítica, durante el segundo milenio
antes de Cristo, circunscrita una economía basada en la
piedra, en el Oriente Próximo existían culturas
contemporáneas que sabían trabajar el metal, organizar
industrialmente la producción de alimentos y guardar
testimonios escritos de su cultura, su economía y su religión.
Con estas dos culturas letradas, Egipto y Mesopotamia, se
dice que comienza propiamente la historia, como algo
sustancialmente distinto de la prehistoria, de la Edad de
Piedra, donde no existen testimonios escritos.
Tradicionalmente, se ha asociado a Mesopotamia la formación
de las primeras ciudades como concepto social y material,
concretamente a la región del sur de Mesopotamia, Sumer, a
principios del cuarto milenio a.C.
Si los monumentos en piedra eran la respuesta arquitectónica
a la gran revolución del Neolítico, la confirmación del
entramado que llamamos ciudad, corresponde a la revolución
urbana.
Mesopotamia comprende una región fértil, abundantemente
regada en su parte inferior por los cursos fluviales, donde se
produjo rápidamente la sedentarización de los pueblos
nómadas, que se convirtieron en agricultores y con ello se
encontraron en condiciones de iniciar el desarrollo de una
civilización.
La agricultura y el comercio se intensificaron y organizaron
dentro de una economía urbana: la primera, mediante la
introducción de las técnicas de la irrigación, el barbecho y el
Capítulo 3
Mesopotamia
uso de los abonos con el único objeto de conseguir un
excedente de alimentos con el que poder comerciar; el
segundo, ampliando sus productos hasta incluir, además de la
cerámica y las piedras preciosas y semipreciosas, los metales
necesarios para la nueva tecnología urbana.
Las ciudades mesopotámicas surgieron mucho antes del
cuarto milenio a.C. Hace 9.000 años, Jericó era una ciudad
que contaba con varios cientos de habitantes.
De la misma época data la ciudad de Çatal Hüyük al sur de
Antolia, asentamiento Neolítico con una superficie de 13
hectáreas, con santuarios y barrios de oficios especializados,
con un inteligente trazado urbano, y con una producción de
pinturas al fresco, tejidos, objetos de hueso y cobre, que
demuestra lo avanzado de su civilización.
La esencia de las ciudades urbanas en este periodo residía en
tres propiedades: población, recursos productivos y ambición.
La ciudad requería del concepto de unidad, con objeto de
dotar de sentido y funcionamiento a la versatilidad que le era
propia. Los poderosos comenzaron a diseñar sus escenarios
para que impresionaran a sus rivales. Estos escenarios debían
de ser una escala y nivel de grandeza que manifestara de
forma inequívoca su poder. Esta manifestación se realizó
mediante la Arquitectura, quizás la forma más fácil y
universal de obtener este efecto.
Los dioses protegían a los ciudadanos, independientemente
de su condición social, y los templos daban solemnidad a los
actos de fe. Las murallas expresaban el miedo y la fuerza de
un destino común.
Tan pronto como llegó a concentrarse en un solo hombre el
dominio sobre los demás y sobre los medios de producción se
produjo un cambio: el deseo de construir comenzó a
orientarse en el sentido de erigir volúmenes macizos situados
libremente en el espacio. La manifestación más grandiosa del
deseo de colocar un volumen enorme en el espacio son el
ziguart y la pirámide. Su construcción maciza alcanzo
dimensiones desconocidas anteriormente. Ambas son la
expresión de un poder dirigente dominante y el símbolo del
contacto establecido con las sobrehumanas
El ziguart, como elemento característico y ordenador de los
espacios mesopotámicos, aparece dentro de la ciudad de los
vivientes como templo o altar sobre una torre escalonada,
siendo accesible hasta su cúspide. Dedicado normalmente al
dios al que pertenecía la ciudad, formaba parte del
organismo urbano.
Hasta la mitad del III milenio a.C. las ciudades de
Mesopotamia forman estados independientes, que luchan
entre sí para repartirse la llanura regada por los dos ríos, ya
completamente colonizada. Se fundan los primeros imperios
estables. Las consecuencias de esto son:
La fundación de nuevas ciudades residenciales, en las
que la estructura dominante no es el templo, sino el
palacio del rey.
La ampliación de algunas ciudades, que se convierten
en capitales de un imperio, en donde se concentran no
solo el poder político sino el tráfico y las instalaciones
de un mundo engrandecido.
La construcción, no solo de ciudades, sino también de los
templos, se realizaba con elementos como adobe y ladrillo
secado al sol y, en contados casos, de ladrillo cocido.
En la gran llanura Mesopotámica no había piedra ni madera,
solo la arcilla transportada por los ríos.
Una de las ciudades más antiguas de las que tenemos
referencias es la ciudad de Jericó.
Jericó no es una sola ciudad, sino una serie de ellas
reedificadas sobre los restos consecuencia de la destrucción
de la anterior.
Una y otra vez, hasta nuestros días, las ciudades arrasadas
por invasiones o desastres naturales han sido reedificadas
sobre sus propias ruinas o cenizas, siendo totalmente
conscientes de su vulnerabilidad futura.
En el caso de Jericó, esta ventaja era una fuente de agua
fresca, que ahora brota en el lugar llamado Fuente de Elisha.
En este lugar, se habían instalado previamente los cazadores
nómadas, esperando que sus presas fueran a beber. Estos
cazadores abandonaron el nomadismo y se sedentarizaron,
estableciendo primero sus tiendas, para más tarde construir
su hábitat con primitivas pero solidas casas abovedadas de
adobe, con un porche de entrada y paredes curvas
Una vez que alcanzo su extensión óptima, el recinto fue
cercado por una gran muralla defensiva construida en
mampostería ciclópea que protegió a la población y a su bien
más preciado, el manantial, durante más de mil años.
En torno al 6.500 a.C., esta fortaleza neolítica peligrosamente
situada entre las tribus nómadas del Este y las fértiles
llanuras de Palestina fue invadida. Las casas eran entonces
rectangulares con esquinas ligeramente redondeadas.
Cada casa se componía de varias habitaciones comunicadas
por anchos vanos. Entre las casas había varios edificios para
el culto. El material utilizado en la construcción era la tierra,
pues la poca piedra que existía se reservaba para la defensa
en las fortificaciones y para la base de las cimentaciones. El
barro se moldeaba mediante la técnica llamada “cob”, que
consistía en apilar una masa de barro con paja, cañas, hojas,
etc., para que le sirvan de armado, formando una pared, o
mediante la técnica del “pisé”, que consistía en aprisionar el
barro sobre un encofrado móvil mojándolo in situ, creando
fajas de muro que iban creciendo capa sobre capa. Pero
finalmente la técnica del ladrillo secado al sol y aparejado con
una especie de mortero fue la que más implantación tuvo, por
la facilidad de manejo y la consecuencia de encofrado o los
elementos similares.
Jericó se nos muestra como una autentica ciudad, donde se
atisban los primeros esbozos del urbanismo, en función de su
importante población, su muro defensivo y su entramado de
casas.
Curiosamente, un elemento básico del urbanismo no existía
en la ciudad de Jericó. Nos referimos a la calle. Las viviendas
o hábitats se comunicaban al parecer por medio de patios y
de los espacios intersticiales que quedaban entre las
construcciones. La primera calle de la historia del urbanismo
que conocemos aparece en la ciudad de Khirokitia, un
asentamiento el sexto milenio a.C.
La composición de este asentamiento era justamente la
opuesta a la ciudad de Jericó. Esta era una ciudad cerrada por
sus murallas, las cuales establecían un límite de crecimiento.
En Khirokitia el asentamiento es abierto, las casas se
amontonaban a ambos lados de la calle principal, vertebrando
el conjunto.
La calle principal de Khirokitia tenía su sentido práctico;
construida en piedra caliza contenía la erosión y facilitaba el
acceso a ambas partes del rio, del que obtenían cantos
rodados para la construcción de sus viviendas, así como el
sustento que les proporcionaba la pesca.
Una vía pública como la de Khirokitia tiene consecuencias
legales y de organización. Al articular el espacio para el bien
común, la persona asume una doble responsabilidad; el
mantenimiento de este espacio y su preservación como
propiedad pública.
Pero el más extraordinario invento de estas civilizaciones, en
concreto de los sumerios, fue la escritura. Tal invención debió
realizarse alrededor del año 3.000 antes de nuestra era. Los
textos más antiguos de Uruk emplean más de 900 signos, la
mayoría de los cuales son ideogramas que representan
palabras.
A partir de este momento nos encontramos en los tiempos
históricos y hemos dejado atrás la prehistoria y la
protohistoria.
Sumer puede ser conocida como la primera civilización del
mundo, después de los asentamientos de Jericó y Catalhuyuk.
En este último, la sociedad estaba organizada con cierta
sofisticación, pues la técnica del metal produce una serie de
efectos indirectos en el ambiente manufacturado de la
ciudad.
Los métodos constructivos son nuevos: se introduce una
estructura previa de postes y tableros de madera que se
recubren posteriormente con barro, creando planos
horizontales y verticales.
En Catalhuyuk, la sociedad es más completa: conviven el
cazador, el agricultor, el especialista en el trabajo del metal y
el comerciante que exporta al exterior estas manufacturas.
El Imperio Sumerio comenzó como un conjunto de aldeas
cuya actividad era esencialmente agrícola en el 4.500 a.C.
Estas aldeas fueron evolucionando hasta convertirse en
pequeñas ciudades estando situadas alrededor de las orillas
de Éufrates y del Tigris, lo que hoy es el sur de Irak.
Las ciudades Sumerias de comienzos del III milenio a.C. ya
son muy grandes (unas 100 hectáreas) y acogen a varias
decenas de miles de habitantes. Están rodeadas por una
muralla y un foso, que las defienden y las separan.
En la ciudad, los templos se distinguen de las casas comunes
por su masa mayor y más elevada. Cada una de estas
ciudades estaba bajo la protección de una deidad, cuyo
templo se erigía como estructura central de la ciudad.
El primer asentamiento del subperiodo antiguo fue Eridu, un
puerto de mar en el Golfo Pérsico. Posteriormente, fue Uruk la
ciudad que adquirió preponderancia, destacando la
construcción de edificios, monumentales (templos, palacios,
murallas), la acumulación de capital y el uso de los metales.
La ciudad contaba con 45.000 habitantes, convirtiéndola
posiblemente en la mayor ciudad del área.
En Uruk los edificios cumplían una doble función, la cívica y la
religiosa, de manera que el gobernante o líder actuaba a su
vez como representante religioso.
En pleno periodo Sumerio (2.500 al 2.350 a.C.) se produce
una gran rivalidad entre las ciudades Estado y una creciente
división entre estado y religión. Los edificios monumentales
que ahora son palacios, se oponen en grandeza a los
templos. En la 1a Dinastía temprana el centro del imperio se
trasladó a Kish. Es la llamada “edad dorada”. La importancia
estratégica de Kish era decisiva, pues controlaba el tráfico por
el rio Éufrates y los caminos que bajaban por el valle.
En un sencillo ejercicio de síntesis, podemos establecer
cronológicamente las fases que vertebrarían las diferentes
etapas características de las ciudades mesopotámicas. En el
primer periodo o de la protoescritura, del 3.500 al 3.000 a.C.
las ciudades mesopotámicas, consecuencia directa del
poblado agrícola, construyen sus murallas y el templo y el
ziguart comienzan a definirse como piezas arquitectónicas.
Hace su aparición el primer documento escrito. La autoridad
política recae en una asamblea de ciudadanos, rigiéndose
como pequeñas ciudades-estado. En el segundo periodo,
comprendido entre el 3.000 y el 2.300 a.C. surge el palacio
monumental, sede de la autoridad, que se mantiene en
periodos de paz, y se consolida como una monarquía, primero
electiva y posteriormente hereditaria.
Este periodo es conocido como el de las primeras Dinastías.
Durante los siguientes siglos hasta el 1.600 A.C. se produce
un crecimiento de estas ciudades, que adquieren poder hasta
convertirse en un imperio. Se trata del periodo Sumerio
tardío. Por último, el periodo Asirio, desde el 1.350 al 612 a.C.
donde las mejores muestras de arquitectura palaciega se
realizan, como el palacio de Khorsabad.
Las ciudades anteriores al periodo de las primeras Dinastías
tenían un tamaño de entre 10.000 y 50.000 habitantes. Se
encontraban encerradas por una muralla y estaban rodeadas
de suburbios o pequeños poblados adscritos a la ciudad. Los
centros monumentales eran el complejo del ziguart, rodeado
por su propia muralla y el palacio del Rey. Los intersticios de
la trama urbana se rellenaban con una compleja mezcla de
arquitectura residencial y comercial.
El tráfico por las calles sin pavimentar era en su mayor parte
peatonal. La anchura de las calles, podría llegar, como caso
extremo, a 3 metros, constituyendo las avenidas principales
que daban acceso a las viviendas de los más poderosos. La
gente más pobre vivía detrás de estas construcciones, a lo
largo de estrechos callejones. El terreno, escaso por la
limitación de las murallas, se convirtió en algo preciado, y el
alto valor de la propiedad del mismo redujo al mismo espacio
público.
En resumen, no existía nada establecido en la forma de la
ciudad. La morfología arquitectónica cambiada de forma
constante durante la vida de la ciudad, y transformaba el
paisaje urbano de forma continua, manteniéndose de forma
exclusiva la rígida infraestructura de las murallas y las calles.
En esta época, el templo constituye el corazón de la ciudad
mesopotámica. Se creía que el Rey era un mediador y
administrador de la condición divina.
Estos templos poseían dos características fundamentales: se
levantaba sobre una enorme plataforma llamada ziguart. Al
no estar construida por las densas circunstancias urbanísticas
podía tener una forma libre y regular.
El concepto de templo en ziguart se basa en el ascenso
reverencial.
El ziguart fue concebido como sustituto de una montaña. Los
sumerios que invadieron las ciudades de Mesopotamia habían
bajado de las montañas del norte, probablemente del área
próxima al Mar Caspio. Debieron sentir la necesidad de
recrear, la arquitectura de su tierra de origen en unas llanuras
conquistadas donde la planeidad evitaba cualquier accidente
orográfico. Algunos zigurats fueron bautizados con nombres
como “Casa de la Montaña”, “Montaña de la Tormenta”,
vínculo entre cielo y tierra, lo que evidencia la relación con
este elemento natural.
Podemos clasificar los zigurats en dos tipos: los anteriores a
3.500 A.C., construidos como santuarios pequeños e
independientes en los poblados agrícolas, y los templos
monumentales encajados en el esquema urbano, construidos
posteriormente.
Los primeros diferían de los urbanos en dos aspectos: se
levantaban sobre una enorme plataforma, y al no estar
sometida a las presiones de la densidad urbana en su amplio
recinto, pudo permitirse construirlos de forma abierta y
regular.
El más antiguo prototipo del que se tiene noticia es el de
Eridu, considerando como el lugar donde tuvo lugar la
primera monarquía en la historia mesopotámica.
Uno de los zigurats más representativos, por ser uno de los
mayores en tamaño y mejor concebidos, es el de Ur-Nammu
en la ciudad de Ur. Consistía en una pirámide escalonada de
tres pisos. El núcleo era de adobe, y los ladrillos cocidos de su
fábrica exterior se revestían con una gruesa capa de betún
mortero.
Una vez se concluía el zigurat y su templo, se planteaba la
cuestión de si el Dios estaría complacido con él y si residía en
él. Para los habitantes de Mesopotamia, el zigurat siempre fue
una escalera de humilde reverencia, un camino para ponerse
en contacto con el poder sobrehumano en el que residía su
destino.
El zigurat de Babilonia se convirtió para ellos, en la torre de
Babel, una construcción presuntuosa que Dios no tuvo más
remedio que interrumpir.
Pero el zigurat fue perdiendo con el tiempo su importancia
física en beneficio de otros hitos del tejido urbano, en especial
el palacio del rey.
La degradación mayor del zigurat la podemos comprobar en
Khorsabad, al norte de Niuve y muy cerca de ella. Fundada
por Sargón de Asiria, fue construida como una ciudad-palacio
para su familia y para los funcionarios y personal a su
servicio.
La edificación residencial esta toda ella levantada sobre una
plataforma única. Para conservar la línea vertical de sus
paredes exteriores, fue preciso construir un muro de piedras o
ladrillos cocidos al horno, que hacia la función de un
revestimiento duradero e impedía la degradación de la arcilla
secada por efecto de las lluvias.
La construcción es una forma de expresión de la fuerza y el
poder real.
Babilonia, la capital de Hammurab, planificada hacia el año
2.000 a.C. es un gran rectángulo de 2.500 por 1.500 metros,
dividido en dos mitades desiguales por el Éufrates.
Toda la ciudad, no solo los templos y palacios, aparece
trazada con regularidad geométrica. Las calles son rectas y
con una longitud constante. Las murallas están cortadas en
ángulo recto.
Una ciudad como Babilonia debía ser casi incomprensible
para la mentalidad Griega, ya que el mismo Aristóteles nos
dice que nos es una ciudad todo aquello que puede
encerrarse dentro de unos muros,
El aplació de Babilonia era una verdadera ciudad que
Nabucodonosor no ceso de engrandecer hasta el final de su
reinado.
El Egipto antiguo es un inmenso Oasis que se extiende a lo
largo del rio Nilo sobre una longitud de dos mil kilómetros.
Los poblados neolíticos a orillas del Nilo se agruparon con el
tiempo en dos grandes estados: Bajo Egipto, que abarcaba el
área del delta hasta las cercanías de Menfis, y el Alto Egipto,
que se extendía desde Menfis hasta Asuán. Cada uno de estos
estados tenía su gobierno propio y su propia capital. En el
Bajo Egipto, la ciudad de Pe y la ciudad de Nekhen
(Hieracompolis) en el Alto Egipto.
Sus comunidades tendían a la autosuficiencia y estaban
relativamente aisladas. Esta cultura, esencialmente africana,
recibió importantes influencias y aportaciones desde Asia, de
manera que se convirtieron en decisivas innovaciones. La
introducción del cobre en sustitución del sílex, junto con las
nuevas técnicas de construcción y ornamentación fueron
algunas de ellas. Estas influencias se produjeron
principalmente a través de los intercambios culturales con el
Mediterráneo Oriental. Del próximo Oriente llegaron nuevas
Capítulo 4
Egipto
gentes y con ellas, la agricultura, nuevas técnicas y el
urbanismo.
Mientras, las aldeas fueron creciendo, y se convirtieron en
ciudades, y las comarcas, bien delimitas, en pequeños reinos.
Al tiempo seguiría la invención de la escritura, aunque muy
rudimentaria. Aunque la idea pudiera proceder de
Mesopotamia, el sistema jeroglífico egipcio es muy diferente
al cuneiforme mesopotámico.
La división territorial más pequeña vigente en la fase
predinástica era el “nomo”, que se configuraba como un
territorio limitado, en cuyo centro principal (una ciudad) se
realizaban las elementales transacciones comerciales. Allí se
ubicaba el templo o templos del Dios o Dioses locales y el
palacio del regulo o “monarca”. Todo ello acabaría
acelerando el proceso fundamentado en la ciudad cultural.
Al principio del periodo histórico en el que se desarrolló la
escritura, el rey Menes de Alto Egipto invadió el norte y
unifico el país, hecho este que, según Spiro Kostof “causo
profunda conmoción en la memoria colectiva del pueblo de la
región y que se convirtió en el punto clave del simbolismo
político, y por tanto, también arquitectónico”.
La unificación y el establecimiento de la capital en Menfis
podemos situarlo cronológicamente hacia el 3.000 a.C. En
este periodo se desarrollaron imponentes ejemplos de
arquitectura en piedra como Sakarat y Gizeh. Este periodo es
el llamado Periodo Arcaico o Trinita, hasta el 2.600 a.C.
El imperio Antiguo, hasta el 2.150 a.C. y está marcado por la
consolidación de la monarquía absoluto. En el Imperio Medio
(hasta el 1.570.9 se restaura el poder central posteriormente
a un decaimiento del mismo. En este periodo el poder era
compartido por gobernadores provinciales o “monarcas” y por
el clero de las principales deidades. Con la expulsión de una
invasión extranjera, los hicsos, hacia el 1.600 y hasta el 1.300
a.C. se abre el periodo que mejores muestras de arquitectura
monumental ha dado, el Imperio Nuevo.
El comienzo de la arquitectura en piedra esta
inseparablemente unido al concepto del Ka, especie de fuerza
vital que emana desde el Dios hasta su hijo el Rey.
El deseo de continuación externa de la existencia terrenal
hallo su expresión en la arquitectura en piedra, puesto que
solamente este material proporcionaba un receptáculo
indestructible para la Ka.
En cierta medida, todo estaba relacionado con el eje del Nilo.
Este constituía la columna vertebral que garantizaba la
supervivencia del país. Unía las poblaciones, transportaba
materiales y alimentos.
El Nilo seguía periódicamente con sus crecidas; el faraón
seguía teniendo su condición y el campesino la suya. Por ello
las tumbas se construían para durar toda una eternidad, y
asegurar la morada permanente para sus espíritus.
Uno de los mayores triunfos de la civilización egipcia consistió
en separar la piedra de la roca y hacer de ella un material de
construcción no superado hasta ahora. La elección de un
material tan duro, que exigía mucho trabajo y una gran
destreza para darle la forma deseada, se basaba
directamente en las convicciones religiosas egipcias.
La piedra, el material menos perecedero, estaba al principio
reservado para los muertos, negándoles su uso a los vivos
durante mucho tiempo. Sus cualidades duraderas hicieron de
ella un material ideal para edificar lugares de reposo para los
difuntos siendo la tumba la que dio origen a la primera
arquitectura en piedra.
Con estos medios, construye obras públicas, ciudades,
templos dedicados a las divinidades locales y nacionales, pero
sobre todo su tumba monumental, que simboliza su
supervivencia más allá de la muerte y garantiza, con la
conservación de su cuerpo, la continuidad de su poder en
beneficio de la comunidad.
El principal centro de culto a Ra era Heliópolis, justamente al
norte de Menfis, y la reliquia más sagrada de su templo en
aquel lugar era la pirámide o piedra cónica, el “benben”, que
simboliza el primer montículo donde se reveló por primera
vez el dios Sol durante la creación. La conclusión de que las
pirámides representaban a aquel montículo cuya cima era el
lugar del descanso del sol es evidente.
En Egipto, sobre todo en los primeros tiempos, no
encontramos un vínculo entre las dos realidades: templo y
ciudad, sino un contraste.
La ciudad divina está construida en piedra, para que
permanezca inmutable en el curso del tiempo. Está poblada
de formas geométricas simples: pirámides prismas, obeliscos,
o bien estatuas gigantescas como la gran esfinge, que no
están proporcionadas a la medida del hombre, y que por su
magnitud se aproximan a los elementos del paisaje natural.
Pero la influencia del rio en la cultura egipcia es decisiva.
De hecho el Nilo era el gran eje. Para la mayoría de los
egipcios no existía un horizonte circular.
No tenemos más que comparar el enmarañado trazado de la
ciudad sumeria de Ur con la estrictamente ortogonal “ciudad
de las pirámides” de Sesostris III en el Kahun, cuyas calles
principales corren exactamente en la dirección norte sur para
comprender la diferencia entre el orden egipcio y el
mesopotámico.
Pero el Nilo no solo aportaba el concepto de ortogonalidad,
sino que también tuvo una influencia decisiva en la
introducción de la secuencialidad en los trazados urbanos
egipcios. Estos concebían sus grandes programas
arquitectónicos como una serie de episodios a lo largo de un
camino predeterminado. Las pirámides de Gizeh se nos
presentan hoy como tres objetos libres en el espacio al borde
del desierto.
Tanto las viviendas de los poderosos como las de los más
humildes, en su mayor parte estaban construidas con adobe o
“djebet”, cubiertas con estructura de paja. En un país donde
el clima es muy cálido y se producen escasísimas
precipitaciones, la vida transcurría al descubierto. De ahí la
gran importancia que en la configuración de la vivienda tenía
el patio. Cuanta más importancia tenía la vivienda, mayor y
más ajardinado se encontraba este, para obtener la necesaria
sombra y humedad que mitigara los rigores de los meses más
cálidos.
Asia menor y anatolia, posee numerosas razones para ser
considerada como la primera patria de la civilización Europea.
Durante miles de años, los asentamientos neolíticos se
dispersaban por este territorio que se configuraba como un
puente entre Europa y Asia. Los tesoros hallados en sus
tumbas ponen de manifiesto su alto grado de sofisticación
natural.
Al fin del III milenio, un pueblo indoeuropeo, procedente del
oeste, los hititas, penetraron paulatinamente en este
territorio. Con el tiempo, formaron un estado único con capital
en Hattusa. Sus ciudades, algunas de ellas bastante grandes
poseían dobles amurallamientos, calles pavimentadas,
edificios públicos monumentales y canales de drenaje. Una
red de buenos caminos las interconectaba y hacia posible una
comunicación regular entre los diferentes estados.
La arquitectura hitita de Hattusa poseía un vigor y una fuerza
que se basaba en su áspera configuración.
Esto significa no solamente usar las formas naturales con
fines defensivos, sino extraer del abrupto terreno una especie
de dignidad humana. La imagen de austeridad y dureza de
sus fortificaciones era tan importante como a propia solidez
Capítulo 5
Las ciudades del mar egeo
de su construcción, aprovechaba el desaliento y el desánimo
en sus enemigos.
La ordenación residencial consistía en casas irregulares y
contiguas agrupadas en torno a patios. El complejo
arquitectónico de la ciudadela fue exactamente planificado.
Tanto en Beycesultan, como en Troya, la aparición del
megarón como unidad residencial principal del palacio s la
característica más importante de la configuración de este. El
termino megarón se aplica a una estructura grande, en forma
de granero, y de una sola planta, que compendia una sala
rectangular con un hogar circular central y un porche
delantero formado por la prolongación de los muros laterales.
El megarón lo volvemos a encontrar en la Grecia continental,
como característica básica de los palacios micénicos.
Ciñéndonos a la arquitectura que se originó y desarrollo en
Creta, la cronología que en la actualidad es la más aceptable
para este ciclo cultural insular comprende los periodos
siguientes: pre palacial, que, partiendo de una época aun de
civilización por entero neolítica en la isla (hacia el 2.500 a.C.)
llegan alrededor del año 2.000; periodo de los grandes
palacios (Especialmente brillante en pastos y sobre todo en
knossos ) que va de los años 2.000 al 1.700, periodo en el que
debió producirse, al final del mismo, alguna catástrofe sísmica
que devasto aquellas construcciones; periodo de los segundos
palacios, desde 1.700 hasta 1.400 antes de nuestra era,
época de reedificación intensa y de apogeo cultura, con
huellas de otra destrucción debida, en este casa, al fuego, y
finalmente, periodo post-palacial, decadente, entre 1.400 y
1.100.
En cuanto a la civilización Micénica, la división cronológica
consta de las siguientes fases: Micénico Antiguo, entre los
años 1.600 y 1.500 a.C., Micénico Medio, entre 1.500 y 1.400
y Micénico tardío entre el 1.400 y el 1.100 antes de nuestra
era.
La civilización cretense es la primera cultura antigua de tipo
completamente europeo que inicio e impulso grandemente la
navegación por las regiones orientales del Mediterráneo. Fue
una civilización que se basó políticamente en la existencia de
pequeños señoríos monárquicos, y que en el momento de su
plenitud nacional (entre los años 1.700 y 1.400 a.C.) debió de
adquirir la forma de una monarquía unitaria.
Las ciudades cretenses no tienen fortificaciones, ya que su
propia situación insular las hacen defendibles por si solas de
un posible asedio.
La talasocracia o imperio marítimo de Creta fue sustituida por
una hegemonía de los reyes de Micenas, en la Grecia
Continental.
Las grandes ciudades de los señores de Micenas datan de
1.400 a.C. Estás ciudadelas representan el antecedente más
claro de la arquitectura griega. La elección del asentamiento
dependía, casi siempre de la situación estratégica de una
colina acaparada provista de agua.
Los constructores cretenses fueron hábiles, excelentes
ingenieros de saneamiento, dominadores de todos los
recursos de su oficio, siempre dispuestos para sustituir la
mampostería por la cantería.
Las grandes distancias entre los palacios identificados
sugieren que no había un poder central en la cultura
micénica, sino que cada palacio era independiente.
En Knossos, el camino no es recto, el objetivo no está
predeterminado. El elemento principal no es el megarón, que
no existe. Caso de haberlo, sería el gran patio central que se
utilizaría para numerosas actividades.
Capítulo 6
La ciudad
Provenientes de los territorios boscosos del norte, los Dorios y
los Jonios, indoeuropeos, como los aqueos, cayeron sobre
oriente y permanecieron en la mayor barbarie.
Después comenzó la conquista armada. La conquista dórica
fue posible porque los dorios, infinitamente más atrasados
que los aqueos, poseían, en cambio, la técnica del hierro.
La invasión dórica tuvo, sin embargo, la virtud de ampliar la
zona colonial, pues al expulsar de los territorios que ocupaban
a la población preexistente se produjo una superpoblación en
las regiones orientales de Grecia.
Hacia el 800 a.C., la Helade había comentado la recuperación
tras el fraccionamiento de la “edad Obscura”. Se reestableció
parte del comercio con el próximo Oriente, y se colonizaron
nuevas tierras. Estas colonias, que no tardarían en conseguir
su autonomía respecto de sus correspondientes metrópolis se
expandieron hacia el oeste, formando la denominada “Magna
Grecia” (sur de Italia y Sicilia).
A medida que la vida ciudadana iba renaciendo poco a poco,
comenzó a surgir la primera civilización típicamente Griega.
El régimen político predominante en estos tiempos fue la
monarquía.
Que era señor omnipotente. Por el contrario, entre los
primeros griegos. El monarca tiene un carácter popular.
Gobernaba asistido por un consejo de ancianos, una
asamblea del Pueblo. Sus funciones eran puramente
consultivas.
A la crisis de la institución monárquica correspondió el
nacimiento y difusión de la “polis” o ciudad-estado.
Capítulo 6
La ciudad
En el siglo VII a.C. el pueblo, relativamente próspero y
consiente de ser indispensable para la defensa de la ciudad,
manifestó su creciente intolerancia hacia los privilegios de
una minoría, comenzando, por tanto, a reclamar la igualdad
política.
Comienza a formarse en este ambiente una nueva cultura
que todavía es la base de nuestra tradición intelectual.
La ciudad griega se basaba fundamentalmente en dos
conceptos; el primero era el derecho a la propiedad privada,
lo que supuso la ruptura de la tierra comunal tribal. El otro
concepto era la libertad individual, la fe en la igualdad
humana que es lo opuesto al sentimiento colectivo auto
limitado de la tribu.
La gran mayoría de las ciudades griegas eran muy pequeñas
en cuanto a tamaño y modestas en cuanto a apariencia. Las
mas antiguas habían surgido a partir de asentamientos
rurales, a lo largo del siglo VIII a.C.
Unas pocas ciudades, Atenas entre ellas, eran sucesoras de
antiguas plazas fuertes, micénicas. En la mayoría de ellas, la
agricultura continúo siendo el sostén principal de la
comunidad.
La polis es, en su origen, una colina en la que se refugian los
habitantes del campo para defenderse de sus enemigos; más
tarde el hábitat se extiende por toda la planicie próxima y
suele ser fortificada por un cinturón de murallas. Entonces se
distingue la ciudad alta (la acropolis, donde se encuentran los
templos de los dioses y donde los ciudadanos encuentran su
última defensa) y la ciudad baja (el astu, donde se desarrollan
el comercio y las relacione civiles) pero son partes de un solo
organismo, porque la comunidad ciudadana funciona como un
todo único.
Los organismos básicos para el funcionamiento del sistema
son:
El hogar común o peritoneo, consagrado al dios
protector de la ciudad, que comprende un altar con una
fosa llena de brasas, cocina y una o varias salas
comedores.
El consejo o boule de los nobles que se reúnen en una
sala cubierta llamada bouleuterion y representan a la
asamblea de ciudadanos.
La asamblea de ciudadanos que se reúne para oír las
decisiones de sus jefes o para deliberar.
Cada ciudad denomina un territorio más o menos
grande, del que saca sus medios de vida.
El carácter nuevo de la convivencia civil esta revelado por
cuatro hechos:
La ciudad es un todo único, en el que no existen zonas
cerradas o independientes, puede estar rodeada de
murallas, pero no subdividida en recintos secundarios,
como las ciudades orientales.
El estado, que representa los intereses de la
comunidad, rige directamente las áreas públicas,
intervienen en las áreas sagradas y también en las
áreas privadas.
En el panorama de la ciudad, los templos sobresalen
por encima de todo lo restante, pero más por su
calidad que por su magnitud.
La ciudad, en su conjunto, forma un organismo artificial
inserto en el ambiente natural, y vinculado a ese
ambiente por medio de una relación delicada.
El organismo de la ciudad se desarrolla en el tiempo,
pero en un momento determinado alcanza un
asentamiento estable, que se prefiere no alterar con
modificaciones parciales.
Era lógico esperar que en el ambiente filosófico de Grecia,
que lego al mundo las bases del raciocinio moderno y el
nacimiento de la idea, de la teoría, como fundamento del
mismo, surgiera también una teoría racional de la ciudad
natural o histórica que se había creado a través de los años.
Hipodamo de Mileto es recordado por Aristóteles como autor
de una teoría política (“imagino una ciudad de diez mil
habitantes, dividida en tres clases, una compuesta por
artesanos, otra del agricultores, la tercera de guerreros; el
territorio debería estar dividido en tres partes, una
consagrada a los dioses, una publica y otra reservada a las
propiedades individuales”) y como inventor de la “división
regular de la ciudad”.
Estas ciudades están trazadas siguiendo un diseño
geométrico. Este diseño geométrico es una regla racional que
se aplica tanto a escala del edificio como a la es cala de la
ciudad.
La planificación ortogonal, por supuesto, es tan antigua como
Egipto, pero ninguna de las retículas pre-griegas puede
considerarse como un sistema plenamente coordinado de
edificios residenciales y públicos coherentemente organizados
en manzanas. Esta fue la adaptación de Grecia.
La constancia de la red –fijada por las exigencias de las casas
y no por las excepcionales de los templos- confirma la unidad
del organismo urbano y la igualdad de todas las áreas y de
todas las propiedades privadas, ante la regla común,
impuesta por el poder público.
La elasticidad de la relación entre los lados rectangulares
permite que cada ciudad sea distinta de las otras y no esté
vinculada a un modelo único.
Así pues, la “regularidad” no llega hasta el punto de
comprender la jerarquía entre el hombre y el mundo; permite
idear y adueñarse y permite crecer hasta cierto punto a una
ciudad ya formada.
En cuanto a las viviendas, las casas griegas, como las de
Mesopotamia, presentaban toda su atención al interior.
Normalmente estaban construidas en torno a un patio con
una cisterna o un pozo en él, así como un altar. En la casa
más importante el patio podía tener pórticos sencillos en uno
o más lados. Las habitaciones no tenían funciones
estrictamente definidas.
La regularidad geométrica sugerida por Hipodamos sirve para
distribuir racionalmente una multitud de elementos
heterogéneos; el cuadro que resulta de ello es ordenado y
tumultuoso, similar en muchos aspectos al de la ciudad
moderna.