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1 INTRODUCCIÓN La expresión "crisis de la Baja Edad Media", u otras similares, como "gran depresión", está firmemente asentada en la historiografía contemporánea. Tradicionalmente se ha puesto el acento en los aspectos demográficos, económicos y sociales de la mencionada crisis. El retroceso experimentado por la población europea, particularmente a consecuencia de la difusión de las epidemias de mortandad, la caída de la producción, ante todo en el medio rural, las bruscas alteraciones de los precios y de los salarios y, finalmente, la acentuación de las tensiones sociales, que alcanzaron cotas desconocidas, serían las manifestaciones más llamativas de la crisis. En cuanto a su cronología, aunque varía lógicamente de unas regiones a otras, se sitúa grosso modo en los Siglos XIV y XV, con especial referencia en el primero de los dos Siglos citados. De ahí que en ocasiones se haya hablado, sin más, de la crisis del Siglo XIV. En todo caso parece un hecho comprobado que la crisis ya estaba presente en el occidente de Europa, aunque de forma todavía incipiente, en el entorno del año 1300. Pero fue en el transcurso del Siglo XIV cuando la crisis se generalizó, lo que explica que estuviera en su fase aguda alrededor del año 1400. Las guerras, la peste negra, los desajustes entre producción y población, la crisis agraria, los cambios climáticos, los problemas monetarios, serían, por no citar sino los más significativos, algunos de los posibles puntos de partida explicativos de la profunda crisis que padeció el Continente europeo en el transcurso de los Siglos XIV y XV. Los enfrentamientos del Siglo XIII entre papas y emperadores alemanes fueron uno de los factores que quebraron el sistema de la Cristiandad medieval y otra característica de este período. La crisis del imperio coincidió con el auge de los nuevos estados nacionales, con los que tuvo que contar el papado. Pero no se inició entonces una simple crisis política, sino un verdadero cambio de orientación que preludiaba una nueva edad. Los cambios aparecieron en muchos terrenos. En el ámbito geográfico se expandieron los límites del mundo medieval con los nuevos descubrimientos y viajes que culminaron con la llegada a América. En el ámbito político se inició un proceso particularista y centralista que imitaron todos los estados, incluido el papal. Pero este centralismo coincidió con no pocos ataques a la forma misma de entender el papado y las relaciones entre el poder temporal y el espiritual. En el terreno cultural los comienzos del renacimiento se dan en un ambiente de aprecio por la ciencia entendida en sentido moderno y con la popularización del saber, sobre todo a partir de la difusión de la imprenta. Pero quizá lo más significativo de todo el período sea el afán de reforma dentro de la Iglesia, tanto en la cabeza como en los miembros. Aunque los Concilios de estos Siglos hicieron planes reformadores y algunos grupos dentro de las órdenes religiosas empezaron a ponerlos en práctica, se llega al Siglo XVI sin apenas avance. El Renacimiento y el Humanismo, constituyen el pórtico de entrada a la Edad Moderna. El término “Renacimiento” se refiere al aspecto cultural de los Siglos XV y XVI, caracterizado principalmente por el renacer de la cultura grecorromana. Este movimiento tuvo su cuna en Italia. A la influencia de lo latino se sumó la de la cultura griega desde que, a partir del Siglo XIV, se establecieron en Italia pensadores bizantinos huidos de los turcos.

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INTRODUCCIÓN

La expresión "crisis de la Baja Edad Media", u otras similares, como "gran depresión", está firmemente asentada en la historiografía contemporánea. Tradicionalmente se ha puesto el acento en los aspectos demográficos, económicos y sociales de la mencionada crisis. El retroceso experimentado por la población europea, particularmente a consecuencia de la difusión de las epidemias de mortandad, la caída de la producción, ante todo en el medio rural, las bruscas alteraciones de los precios y de los salarios y, finalmente, la acentuación de las tensiones sociales, que alcanzaron cotas desconocidas, serían las manifestaciones más llamativas de la crisis. En cuanto a su cronología, aunque varía lógicamente de unas regiones a otras, se sitúa grosso modo en los Siglos XIV y XV, con especial referencia en el primero de los dos Siglos citados. De ahí que en ocasiones se haya hablado, sin más, de la crisis del Siglo XIV. En todo caso parece un hecho comprobado que la crisis ya estaba presente en el occidente de Europa, aunque de forma todavía incipiente, en el entorno del año 1300. Pero fue en el transcurso del Siglo XIV cuando la crisis se generalizó, lo que explica que estuviera en su fase aguda alrededor del año 1400.

Las guerras, la peste negra, los desajustes entre producción y población, la

crisis agraria, los cambios climáticos, los problemas monetarios, serían, por no citar sino los más significativos, algunos de los posibles puntos de partida explicativos de la profunda crisis que padeció el Continente europeo en el transcurso de los Siglos XIV y XV.

Los enfrentamientos del Siglo XIII entre papas y emperadores alemanes fueron uno de los factores que quebraron el sistema de la Cristiandad medieval y otra característica de este período. La crisis del imperio coincidió con el auge de los nuevos estados nacionales, con los que tuvo que contar el papado. Pero no se inició entonces una simple crisis política, sino un verdadero cambio de orientación que preludiaba una nueva edad. Los cambios aparecieron en muchos terrenos. En el ámbito geográfico se expandieron los límites del mundo medieval con los nuevos descubrimientos y viajes que culminaron con la llegada a América. En el ámbito político se inició un proceso particularista y centralista que imitaron todos los estados, incluido el papal. Pero este centralismo coincidió con no pocos ataques a la forma misma de entender el papado y las relaciones entre el poder temporal y el espiritual. En el terreno cultural los comienzos del renacimiento se dan en un ambiente de aprecio por la ciencia entendida en sentido moderno y con la popularización del saber, sobre todo a partir de la difusión de la imprenta. Pero quizá lo más significativo de todo el período sea el afán de reforma dentro de la Iglesia, tanto en la cabeza como en los miembros. Aunque los Concilios de estos Siglos hicieron planes reformadores y algunos grupos dentro de las órdenes religiosas empezaron a ponerlos en práctica, se llega al Siglo XVI sin apenas avance.

El Renacimiento y el Humanismo, constituyen el pórtico de entrada a la Edad Moderna. El término “Renacimiento” se refiere al aspecto cultural de los Siglos XV y XVI, caracterizado principalmente por el renacer de la cultura grecorromana.

Este movimiento tuvo su cuna en Italia. A la influencia de lo latino se sumó la

de la cultura griega desde que, a partir del Siglo XIV, se establecieron en Italia pensadores bizantinos huidos de los turcos.

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Pero no sólo en Italia había motivos para el paulatino cambio de mentalidad

que apunta ya en el Siglo XV. Los descubrimientos geográficos ampliaron el mundo conocido. Invenciones como la de la imprenta, la de las armas de fuego y muchas otras, aumentaron las posibilidades de los hombres en el campo de la inteligencia y de los sentidos, del saber y del arte.

El movimiento intelectual de este período se conoce como Humanismo, ya que su centro de interés era el hombre. De ahí que se hable de cultura antropocéntrica. Consecuentemente, el individualismo, el afán de gloria y de perfección formal serán características de este período.

Durante el Renacimiento, el mundo clásico grecorromano se considera digno de admiración, despreciando la cultura medieval. Se da gran importancia al estudio del griego y del latín para entender cabalmente las obras de los autores clásicos; sus escritos se difunden en un afán de reencuentro con la nueva valoración de la inteligencia del hombre y de su amor a la naturaleza. También se valorará el canónico equilibrio entre forma y pensamiento. La literatura y el arte de la antigüedad clásica grecorromana renacen así con fuerza.

Erasmo de Rótterdam fue el más brillante difusor del Humanismo. El rasgo mas importante de su obra fue tratar de hacer “razonable” la verdad cristiana, intentando conciliar el Evangelio y la sabiduría antigua. Sus tendencias renovadoras prepararon el terreno a la Reforma protestante.

Los grandes descubrimientos geográficos

La ampliación del mundo conocido fue el resultado de los grandes

descubrimientos geográficos llevados a cabo por portugueses y castellanos a finales del Siglo XV. Junto al estímulo económico, el ambiente psicológico en que se desenvolvieron los hombres renacentistas contribuyó igualmente a preparar el camino de los grandes descubrimientos.

Fue necesario que a estos estímulos humanos se unieran el desarrollo científico y los descubrimientos técnicos. La brújula, el astrolabio, la cartografía (cartas marinas) y portulanos (mapas de las costas) fueron perfeccionados por los marinos del Siglo XV.

Nada se sospechaba aun sobre la existencia intermedia (entre Europa y el Lejano Oriente) del continente americano.

Las grandes monarquías nacionales

El nuevo estado moderno se caracterizó por la unidad territorial, bajo la

autoridad de un robustecido poder central.

Las primeras Monarquías Autoritarias surgieron en el Occidente Europeo. El poder real se basó en la posesión de reales atributos de gobierno. Se crearon ejércitos permanentes, generalmente de mercenarios, siempre listos para acatar las

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órdenes reales. Este sistema necesitaba un sistema regular de recolección de impuestos.

Se mencionan en este trabajo la monarquías más conocidas, como la de

Francia, España, Inglaterra, que fueron las potencias que dominaron en su tiempo.

Tradicionalmente, se denomina Reforma a la gran revolución religiosa que rompió la unidad de la Iglesia católica en el Siglo XVI, separando de ella a todos los que aceptaban las nuevas doctrinas, conocidas con el nombre genérico de protestantismo. Se mencionan también los personajes que más sobresalieron en este movimiento, entre ellos Martín Lutero.

Los ataques al protestantismo constituyen, en esencia, la Contrarreforma. De 1545 a 1563 tuvo lugar el Concilio de Trento, en el cual se reafirmó la doctrina tradicional: salvación mediante la gracia divina y las buenas obras; sólo la Iglesia puede interpretar la revelación; reafirmación de los siete sacramentos, del culto a la Virgen y los santos, de la existencia del purgatorio y de la obligación del celibato eclesiástico. También para luchar contra el protestantismo se fundo, en 1534, la Compañía de Jesús, por Ignacio de Loyola. Esta orden organizada al estilo militar, con una rígida disciplina y una selección de sus miembros muy depurada, se puso desde el primero momento al servicio del papa.

Felipe II

Fue el nuevo monarca español y el más importante de su época. Para conservar intactas las posesiones hereditarias, era necesario reforzar su unidad y centralización. Al igual que su padre, fue asediado por los turcos en el Mediterráneo, Francia disputándole la hegemonía española y el avance del protestantismo.

Para luchar eficazmente contra sus seculares enemigos antes mencionados, Felipe II decidió apoyarse en un estado unificado. La unidad se basó esencialmente en la defensa de la ortodoxia católica. España se convirtió en la retaguardia de la Contrarreforma. La vigilancia estricta ejercida por la Inquisición y una fuerte censura fueron los bastiones de esa política. La rigidez llego a medidas tales como la prohibición de cursar estudios en el extranjero.

Llevado por su afán de unidad, emprendió una campaña evangelizadora entre los moriscos granadinos (represión de la lengua árabe y las costumbres musulmanas). Los moriscos se sublevaron en las Alpujarras, dirigidos por Aben Humeya, y fueron derrotados por las tropas reales al mando de don Juan de Austria.

La rebelión de los moriscos granadinos facilitó el ataque turco, en 1571, a la Isla de Chipre. Como respuesta se organizó la Liga Santa, en la que entraron Venecia, el papa Pío V y España. La flota cristiana, acaudillada por Juan de Austria, obtuvo un éxito resonante en Lepanto. Pese a que el éxito no fue definitivo, pues en 1574 los turcos reconquistaron Túnez, se llego a un equilibrio estable entre ambas potencias. Cada una asumió la hegemonía en una parte del Mediterráneo: los turcos en la zona oriental y España en la occidental.

La muerte de la reina de Inglaterra, Maria Tudor, esposa de Felipe II, deshizo la alianza entre ambos países. Su sucesora, Isabel I, representante del

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protestantismo en Europa, emprenderá una política de asedio constante a España, su principal rival en el terreno religioso. El apoyo de Inglaterra a los Calvinistas de los Países Bajos y a los piratas que atacaban a los barcos españoles en su ruta colonial, decidió a España a preparar la invasión de Inglaterra. La denominada Armada Invencible era la flota más poderosa que jamás se había organizado. Sin embargo, la Armada Invencible no logró alcanzar su objetivo ya que, en agua del canal de la Mancha, fue destruida casi totalmente por las tempestades junto con la acción de los navíos ingleses.

Expansión económica del Siglo XVI

Las características del comercio colonial favorecieron la creación de colosales fortunas y dieron un impulso decisivo a la formación del capitalismo. Junto a los beneficios del comercio, la explotación de la mano de obra (indígena primero, luego negra) redujo los costos de producción, ampliando con ello el margen de beneficios de los grandes magnates metropolitanos. Esta expansión económica influyó considerablemente en las actividades comerciales, tanto marítimas como financieras.

El aumento de la circulación de metales preciosos favoreció en un principio el consumo, la acumulación de capitales y la especulación en general; pero, al mismo tiempo, provocó la primera crisis financiera de la historia. Como consecuencia de la mayor circulación de metales preciosos, los precios experimentaron un alza gradual, pero ininterrumpida, que afectó muy negativamente a las clases populares e incluso a la baja nobleza. Sólo los grandes propietarios y señores se beneficiaron del alza de precios y amasaron grandes fortunas.

Auge del capitalismo

El incremento del comercio colonial originó nuevas formas capitalistas. La

nueva etapa vino indicada por la constitución de grandes compañías de comercio. Estas compañías introdujeron el funcionamiento por acciones. La compra-venta de acciones puso en movimiento los capitales y, además estimuló el espíritu empresarial.

Otra forma capitalista que nació en este período fue la Bolsa. A partir de 1531, la feria permanente de Amberes recibió el nombre de Bolsa. En ella no sólo se contratan mercancías y se cambia o presta dinero; sino que se especula sobre ambas cosas. Esta denominación, “bolsa”, designara, posteriormente, a instituciones similares.

La banca también se transformó. Los depósitos bancarios se utilizaran, a partir de ahora, para la financiación de empresas, canalizando los recursos financieros de estados y de particulares. En 1609 se creó el Banco de Ámsterdam.

En la organización del trabajo aparece una nueva figura: el empresario. Este proporcionaba al trabajador materias primas y modelos y después le compraba el producto elaborado. La propagación de la industria doméstica preparó el advenimiento de la manufacturera.

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Enrique IV y Luis XIII

Con Enrique IV empieza la dinastía borbónica en Francia, con el objetivo

principal de establecer un poder monárquico fuerte; su política exterior era pacifista en términos generales, orientada a impedir el predominio de los Habsburgo en Austria y España.

Luis XIII (hijo de Enrique IV) gobernó apoyándose en el cardenal Richelieu, que fue nombrado presidente del consejo real en 1624. Richelieu convirtió a Francia en un país fuerte y unificado. En el interior, su política (autoritaria) se dirigió contra los hugotones y la nobleza. Los éxitos obtenidos en la colonización del Canadá, creado en 1608 como colonia de Francia por Samuel Champlain, favorecieron la prosperidad económica francesa. La política Internacional de Luis XIII siguió estando orientada contra la dinastía austriaca.

Felipe III y Felipe IV

Felipe III dejó el gobierno en manos del duque de Lerma, con lo cual iniciaba

el gobierno de validos (aristócratas que ejercían el poder en nombre del rey). La política pacifista de Lerma llevo a España a la paz con Inglaterra y con Holanda. La expulsión de los moriscos en 1609, completó la unidad religiosa, pero deterioró aun más la economía.

Con Felipe IV, el gobierno cayó en manos de Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares; debido a su ambición, se enfrento a Holanda y a Inglaterra y llevo a España a participar en la Guerra de los Treinta Años.

La política autoritaria y centralizadora de Olivares, especialmente en el plano económico, provoco las revoluciones secesionistas de Portugal y de Cataluña en 1640, y la propia caída del ministro en 1643.

La Guerra de los Treinta Años

Durante los años de 1618 a 1648, se combatió duramente en toda Europa.

Política y religión continuaron entrelazándose. Esta larga guerra tuvo como telón de fondo tres causas fundamentales: la hegemonía en el Báltico, la pugna franco-española y la descomposición de Alemania.

Las causas inmediatas del conflicto se hallan en la oposición, en Alemania y Bohemia, el autoritarismo de los Habsburgos. La guerra empieza con los suecos denominados “defensores de Praga”: los checos no habían reconocido al nuevo rey Fernando de Estiria, nombrado en 1617 y, en la ciudad de Praga, los consejeros realistas fueron arrojados por la ventana.

Fernando de Estiria, nombrado emperador en 1637, como Fernando II, con la ayuda del ejército de la Liga católica alemana que dirigía el general Tilly, dominó la revuelta de Bohemia al vencer en la batalla de la Montaña Blanca. Luego, el emperador intento la unificación de Alemania. Los príncipes protestantes alemanes de los estados del norte, apoyados por Dinamarca, cuyo monarca Cristian IV

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deseaba ampliar su influencia en el mar Báltico, se opusieron al emperador, siendo derrotados en Dessau y Luther. Cristian IV pidió la paz, que se firmo en Lubeck.

Suecia era un estado protestante, cuyo rey, Gustavo II Adolfo, deseaba convertir el Báltico en un “lago sueco”. Los suecos contaban además con un ejército muy preparado técnicamente. En 1631 y tras pactar con Francia (Pacto de Barwalde), el monarca sueco desembarcó sus tropas en Straslsund. El ejército sueco aniquiló a las tropas imperiales en la batalla de Breitenfels. Gustavo II Adolfo llegó luego hasta el Rin y venció de nuevo a Lützen, pero esta batalla le costó la vida al monarca sueco. No obstante, Suecia siguió en la lucha.

Para enfrentarse a las victorias suecas, los Habsburgo unieron sus fuerzas. El imperio y España luchaban juntos y la victoria empezaba a inclinarse a su favor. Y Francia decidió intervenir. Richelieu organizó la alianza europea contra los Habsburgo contando con Suecia, Holanda, los cantones suizos y los principados alemanes e italianos. Sólo quedaron fuera de la contienda Inglaterra, Rusia y Turquía. Y en 1635, Francia declaró a la vez la guerra a España y al imperio. A partir de 1639, la suerte se inclinó del lado de la coalición anti-Habsburgo. En las Dunas (1639), la escuadra española cayó derrotada. También los tercios españoles fueron vencidos por el ejército francés en 1643 y 1648. Este mismo año, los suecos derrotaron al ejército austriaco.

En 1648, los imperiales firmaron el Tratado de Paz de Westfalia. Este tratado, primer intento de coordinación internacional de la Europa moderna, reguló las relaciones entre el imperio y sus miembros constituyentes, por un lado, y entre Francia, Suecia y sus aliados, por el otro. España no participo, pues la cuestión franco-española seguía debatiéndose con las armas. Con este tratado, la estructura europea dejaba de ser vertical y Europa se convertía en un mosaico de estados nacionales laicos. El nuevo orden territorial se apoyaba sobre el descalabro alemán: se reconocía la independencia de Holanda y de Suiza, y Francia y Suecia entraban en posesión de antiguas posesiones imperiales, ampliando así sus territorios.

En 1659, España, agotada tras ser derrotada de nuevo en las Dunas, pidió la paz. El Tratado de Paz de los Pirineos consolidó el poder de Francia a la vez que la decadencia de España. Esta tuvo que ceder a Francia el Rosellon, parte de la Cerdaña, el Artois y otras posesiones de Flandes, Hainaut y Luxemburgo.

Luis XIV

La victoria francesa en la Guerra de los Treinta Años y la personalidad extraordinaria de Luis XIV, llamado también el Rey Sol, colocaron a Francia en un lugar hegemónico, en el contexto de la política Europea. Luis XIV estableció definitivamente en su país la monarquía absoluta de “derecho divino”, fórmula política que desligaba al monarca de toda limitación impuesta por las leyes o tradiciones. Para ello contó con la colaboración de excelentes ministros, como Colbert de hacienda y Louvois del ejército.

Los estados generales, que representaban la voz del pueblo, dejaron de ser convocados. También los municipios y los gremios se vieron sometidos a la autoridad real. La centralización y el uniformismo llegaron a dominar todos los aspectos de la vida francesa.

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La corriente intelectual del Siglo XVII: El Barroco

Tradicionalmente se designa con el nombre de época barroca, al período

comprendido desde comienzo de la segunda mitad del Siglo XVI hasta los primeros años del XVIII, aunque su apogeo lo alcanzó en el XVII.

Frente a la serenidad del clasicismo renacentista, el barroco representó una época de agitación y sensualidad manifestada en su gusto por lo recargado y suntuoso. Esta agitación tuvo un trasfondo religioso, provocado por la crisis de la ortodoxia católica.

El humanismo y la Reforma habían destruido las bases de la unidad medieval y esbozado un mundo nuevo. En el Siglo XVII sería necesario completar esta nueva estructura. Así, el estado, la ciencia, la economía, el concepto del hombre, fueron estudiados partiendo de unas directrices uniformes en las cuales la razón ocuparía un lugar fundamental.

Exaltación religiosa

En 1648, acabada la Guerra de los Treinta Años, que en el fondo fue una

guerra de religión, Europa quedo estructurada religiosamente: - La península Ibérica, los estados italianos, Francia, Flandes, Austria, Hungría,

Polonia, Bohemia, sur de Alemania e Irlanda, como estados católicos.

- El norte de Alemania y Escandinavia, como luteranos.

- El calvinismo se estableció en Suiza, Holanda, Escocia y parte de Inglaterra.

- Anglicanismo en Inglaterra.

Entre las diferentes doctrinas protestantes, fue la calvinista la que más se desarrolló, como pone de manifiesto la profusión de sus sectas. En cuanto al catolicismo, vivió un momento de esplendor espiritual tras el Concilio de Trento. Hubo una gran generación de religiosos, como los franceses de San Vicente de Paúl y San Francisco de Sales o el español San José de Calasanz.

El establecimiento de nuevas órdenes y congregaciones religiosas, entre ellas las de los escolapios, las Hijas de la Caridad, los trapenses, los sulpicianos, los Hermanos de la Doctrina Cristiana, etc., contribuyó a aumentar el fervor católico, a cuyo fin prestaron también su importante colaboración místicos, escritores, religiosos y teólogos.

Estados europeos en el Siglo XVIII

Los Hannover de Inglaterra

En 1701, el parlamento inglés publicó el “Acta de Establecimiento”, por la cual

se regulaba la sucesión a la corona. Se reconocía como sucesor de Guillermo III y Maria a su hermana Ana, y, en el caso de morir ésta sin descendencia, al elector de

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Hannover, Jorge, biznieto de Jacobo I. En consecuencia, a la muerte de la reina Ana, el trono de Inglaterra pasó a la familia alemana de los Hannover.

A lo largo del Siglo XVIII se sucedieron en el trono inglés Jorge I, Jorge II y Jorge III. Los dos primeros, que apenas hablaban inglés, se preocuparon más por los asuntos de sus estados alemanes que por los de Gran Bretaña, por lo que el parlamentarismo inglés arraigó definitivamente.

Por el contrario, Jorge III, inglés de nacimiento, decidió imponer su autoridad sobre el parlamento restaurando el “privilegio real” que le permitía ser rey y gobernar. Con el concurso de los tories y mediante la corrupción electoral, logró mantener su poder sobre el parlamento hasta 1782. El fracaso de su política exterior en la cuestión de la sublevación independentista de las colonias inglesas en América acabó con el poder del monarca sobre el parlamento. Con William Pitt, “el joven”, primer ministro de 1783 a 1806, se restableció el sistema parlamentario.

Francia: Luis XV y Luis XVI

A la muerte de Luis XIV, Francia se encontraba en una crítica situación

acentuada por la Guerra de Sucesión a la corona española. En los años siguientes, la monarquía francesa caminaría hacia su definitivo eclipse. Luis XV tenía solo 5 años cuando sucedió a Luis XIV, su bisabuelo. Durante la minoría de edad del monarca, se ocupó de la regencia el príncipe Felipe de Orleáns, que intentó rehacer el prestigio de la monarquía, pero París sustituyó de nuevo a Versalles y el parlamento de la capital volvió a tener relevancia.

En 1723, Luis XV fue declarado mayor de edad (a los 13 años). Su gobierno se apoyó en el cardenal Fleury que intentó mantener la paz y desarrollar la economía. Muerto Fleury, Luis XV se dejó llevar por la voluntad de sus favoritas, lo cual le valió la desconfianza de sus súbditos y dio de nuevo fuerza al parlamento de París y a los parlamentos provinciales.

A su muerte, le sucedió en el trono su nieto Luis XVI, quien tampoco supo estar a la altura de la circunstancias y se vio dominado por su esposa Maria Antonieta. Era evidente que la hacienda francesa estaba en bancarrota, y así lo comprendieron los ministros que se sucedieron de 1774 a 1789, año en que estalló la revolución.

La dinastía borbónica en España

Felipe V, primer rey de la nueva dinastía, intentó reorganizar el país según el

modelo absolutista de Luis XVI. En consecuencia, decidió la abolición de las autonomías políticas en los dominios de la corona de Aragón mediante el “Decreto de Nueva Planta”. Felipe V se rodeó de inteligentes ministros, que consiguieron fortalecer la economía española. Las reformas iniciadas fueron continuadas por sus sucesores, Fernando VI y Carlos III.

Fernando VI siguió apoyándose en los ministros del reino anterior.

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Carlos III, considerado como uno de los soberanos más capaces de su tiempo, representó en España el prototipo del despotismo ilustrado. Era rey de Nápoles cuando sucedió a su hermano Fernando en el trono español. Se rodeó de colaboradores reformistas representativos de la generación ilustrada española de finales del Siglo XVIII, y con ellos inició un período de reformas centradas especialmente en la economía y, mas concretamente, en la agricultura. En 1778 se permitió por primera vez el libre comercio con las colonias. Como consecuencia de todo ello, empezó un resurgimiento de la industria y, paralelamente, el predominio de la periferia sobre la meseta.

El gobierno de Carlos III intervino en varias guerras de la época, siempre aliada con Francia y contra Inglaterra. Como resultado de ellas, España perdió la península de Florida y recuperó Menoría y Florida tras la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos de América.

A Carlos III, le sucedió su hijo Carlos IV, que dejo gobernar al ministro-favorito Godoy y fue instrumento de los planes de Napoleón.

La monarquía austriaca: Despotismo Ilustrado de José II

José II, hijo y sucesor de Maria Teresa, fue partidario de realizar reformas

radicales dentro de la línea del despotismo ilustrado. José II, para llevar a cabo la centralización absoluta del imperio, germanizó la administración (impuso el alemán como idioma oficial), ejerció sobre la Iglesia un poder absoluto (josefinismo) y redujo el poder de la nobleza suprimiendo en parte la servidumbre de la gleba y estableciendo la igualdad en el pago de los impuestos.

Pero la centralización germánica produjo un profundo descontento en el imperio, dada la diversidad de pueblos que lo formaban: sublevaciones en Flandes, Milán y Hungría.

Su hermano y sucesor, Leopoldo II restauro la paz pero tuvo que reconocer las libertades tradicionales de los húngaros y los belgas.

Federico II de Prusia

Las reformas iniciadas por su padre, tendentes a centralizar y fortalecer el

estado prusiano, fueron continuadas por Federico II, el cual merece ser considerado un reformista en todos los sentidos. Preocupado por la situación del campesinado y la baja densidad demográfica del país, dio grandes facilidades a los campesinos para que repoblasen tierras. Paralelamente, se preocupó del desarrollo industrial y el saneamiento de la hacienda. En términos generales, su política logró elevar a Prusia el rango de gran potencia europea.

Catalina la Grande de Rusia

Arrebató el trono a su esposo Pedro II mediante un golpe de estado, y con

esto se inicia una época nueva, la del despotismo ilustrado en Rusia. La zarina dirigió la política del país apoyándose en la nobleza. Durante su gobierno se

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colonizarían las estepas ucranianas, donde aparecieron nuevas ciudades y puertos. En la región de Ural se crearon las primeras industrias metalúrgicas. Sin embargo, las reformas fueron mas aparentes que profundas y empeoró la ya mísera situación del campesinado. En el exterior, sus éxitos militares a costa de Turquía y Polonia permitieron a Rusia ampliar su territorio en el Occidente, con lo cual esta nación se convirtió en la mayor potencia del este europeo.

El fin de Polonia

El prolongado declive del estado polaco se acentuó a lo largo del Siglo XVIII.

La carencia en él de un poder monárquico fuerte dio a Austria y Rusia la oportunidad de intervenir constantemente en los asuntos internos de Polonia en su propio provecho. La influencia de estas potencias se hizo evidente cuando Augusto III llegó al trono en contra del candidato elegido por la Dieta, Estanislao I, lo cual dio lugar a la Guerra de Sucesión de Polonia.

Muerto Augusto III, Polonia se convirtió en un protectorado ruso, subiendo al trono Estanislao II.

Rusia, Prusia y Austria procedieron al primer reparto de Polonia apoderándose de parte de Rusia Blanca, Pomerania y Galitzia, respectivamente. En 1791 se inicio la Guerra Civil y en 1792, Rusia y Prusia procedieron al segundo reparto: el resto de Rusia Blanca, Rusia Negra y la Ucrania occidental, para Rusia; Posnania y la región del Wharte, para Prusia.

Los patriotas polacos se sublevaron acaudillados por el héroe nacional Tadeo Kosciuskzo, pero fueron derrotados por las tropas prusianas y rusas.

En 1795 se llevó a cabo la desmembración total del reino con el Tercer Reparto, por el cual Prusia, Rusia y Austria se repartieron lo que quedaba de Polonia: Rusia obtuvo Curlandia y el resto de Lituania; Austria, la Polonia meridional; y Prusia, el resto del territorio polaco, con Varsovia.

La Ilustración y Revolución del Siglo XVIII

Los estamentos sociales que representaban los principales pilares del Antiguo

Régimen se mantuvieron durante casi todo el Siglo XVIII. La nobleza continuó desempeñando el papel de clase privilegiada y los campesinos siguieron viviendo miserablemente.

Sin embargo, la burguesía, jurídicamente dentro del tercer estado, se afianzaría a lo largo del Siglo XVIII como la plataforma que iba a sostener el peso de todas las manifestaciones políticas, económicas y culturales de la sociedad.

La burguesía, que aglutinaba a comerciantes, industriales y ciudadanos dedicados a oficios liberales, adquirió entonces conciencia de su fuerza y su papel social.

En los Siglos precedentes, este grupo social había asumido la dirección del capitalismo comercial y financiero. A finales del XVIII, los burgueses reclamaron una

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mayor libertad en sus actividades económicas, la anulación de los privilegios nobiliarios y la igualdad judicial y tributaria.

Evidentemente, a medida que se imponen los nuevos postulados capitalistas, el sistema feudal entra en crisis, y con el la clase que ostentaba su dirección, la nobleza.

Las nuevas ideas. Los Enciclopedistas

En Francia y a principios del Siglo XVIII, los intelectuales encabezaron una corriente de pensamiento que irradiaría a todo el continente europeo. Partiendo del empirismo inglés del Siglo anterior, se centraron en divulgar y aplicar prácticamente los principios de la investigación científica. De su confianza en la razón y en la enseñanza deriva el nombre “Siglo de las Luces”, o Ilustración, con que se conoce este movimiento, cuyas raíces entroncan con el humanismo renacentista. Los filósofos ilustrados se dedicaron a criticar todo género de supersticiones y tradiciones que no tuviesen una base racional y a poner en tela de juicio toda la estructura del Antiguo Régimen. Así, Montesquieu publicó en 1748 una obra de doctrina política, El Espíritu de las Leyes, donde establecía el principio de la división de los poderes del estado (ejecutivo, legislativo y judicial), opuesto totalmente al absolutismo imperante. Posteriormente, en la segunda mitad del Siglo XVIII, apareció también en Francia una generación de intelectuales conocida como los Enciclopedistas porque procedió a recopilar los conocimientos de todo orden en una obra, la famosa Enciclopedia Francesa, que empezó a publicarse en 1751. Elaborada con criterios racionales y liberales, dirigida por el filósofo Diderot y el matemático D’Alembert contó con la colaboración de relevantes figuras, como el deísta Voltaire y el demócrata Rousseau. Este último escribió también el Contrato Social, en que sentaba los principios de una sociedad democrática. Una característica de la nueva corriente de pensamientos fue su alejamiento de los centros de estudio oficiales. Los intelectuales se reunían en los salones de Paris. También la edición de libros, folletos y revistas, que proliferaron abundantemente, ayudo a que se propagase la Ilustración, aunque muchas veces las ediciones eran clandestinas por temor a la censura oficial. Desde Francia, la Ilustración se extendió por Europa, aunque con nombres propios:

- Auflarung en Alemania. - Iluminismo en Italia. - Iluminismo en España.

El predominio de la lengua francesa facilito este fenómeno de signo

universalista.

El conflicto entre Inglaterra y sus Colonias

La Paz de París, al alejar de los colonos británicos en Norteamérica el peligro

francés y la competencia colonial, contribuyó al desarrollo económico de las mencionadas colonias. Como consecuencia se habían fortalecido sus aspiraciones

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autonómicas. Herederos de las tradiciones inglesas, los colonos norteamericanos gozaban de una libertad política muy superior a la de los pueblos europeos. En este ambiente de progreso, en que se habían introducido las ideas revolucionarias, se hallan las causas primeras del movimiento de independencia de las trece colonias inglesas.

Las causas inmediatas se fraguaran como respuesta a la política autoritaria y comercialmente restrictiva del monarca inglés Jorge III. Éste, preocupado por el déficit monetario inglés generado por la Guerra de los Siete Años, pretendió imponer una serie de nuevos impuestos en las colonias, las cuales reaccionaron de forma violenta en varias ocasiones.

En 1773, con motivo de la aplicación de la tasa sobre el té, se produjeron graves incidentes en el puerto de Boston. Y los colonos, disfrazados de pieles rojas, asaltaron y arrojaron al mar un cargamento de té. Jorge III reaccionó enérgicamente y proclamo el estado de excepción.

Congresos de Filadelfia

Salvo Georgia, que se mantuvo leal, los delegados de los restantes doce

estados de Nueva Inglaterra (Massachussets, New Jersey, New Hampshire, Pennsylvania, Delaware, Virginia, Maryland, Carolina del Norte, Carolina del Sur, New York, Rhode Island y Connecticut), se reunieron en el I Congreso de Filadelfia, donde redactaron una Declaración de Derechos (1774) y decidieron suspender el comercio con la metrópoli hasta que se restableciera la situación anterior a 1763.

En 1775, el II Congreso de Filadelfia acordó programar su separación de la corona inglesa. El 4 de Julio de 1776 era aprobada por los congresistas una Declaración de Independencia redactada por Thomas Jefferson, abogado de Virginia y, posteriormente, tercer presidente de Estados Unidos. En ella se recogían los principios enciclopedistas. La declaración fundaba la separación de las colonias en “las leyes de la Naturaleza y del Dios de la Naturaleza” y en las verdades evidentes de la razón.

La Guerra de Independencia

Al principio, la guerra fue difícil para los insurgentes, mal organizados. El

ejército inglés, formado por mercenarios alemanes en su mayor parte, los superaba en número y técnica militar. Pero, con tenacidad y patriotismo, el general George Washington supo conducir a sus tropas a la victoria.

Tras la importante victoria americana de Saratoga, en 1777, Benjamín Franklin, el primer embajador de Estados Unidos, inició en Paris una campaña a favor de la causa independentista. Un grupo de jóvenes franceses capitaneados por el marqués de La Fállete marchó a las colonias para sumarse al ejército de Washington. Francia, en 1778, y España, en 1779, decidieron intervenir a favor de la causa norteamericana con el objeto de debilitar a su tradicional enemigo, Inglaterra.

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Las tropas inglesas fueron vencidas definitivamente en Yorktown. La paz se firmó en Versalles en 1783. Inglaterra reconocía la independencia de Estados Unidos y cedía los territorios hasta el Mississippi, y Canadá quedaba en posesión de Inglaterra. Francia recuperó Tobago, Santa Lucia y el Senegal, pero quedaba arruinada. España recobró Menoría, Florida y algunos territorios de Honduras, pero sufriría en su propio imperio colonial las consecuencias de la independencia de América del Norte.

Organización de los Estados Unidos

El 17 de septiembre de 1787, la Convención Nacional de Filadelfia aprobó la Constitución de Estados Unidos. Estados Unidos sería una república federal en la que cada estado conservaba sus propias instituciones. Se puso en práctica la división de poderes. El ejecutivo era dirigido por un presidente elegido cada cuatro años, el legislativo lo ejercía un Congreso formado por dos Cámaras (Senado y Cámara de Representantes); y el ejecutivo quedaba en manos de la Corte Suprema de Justicia. El primer presidente electo fue George Washington. Este trabajo de Tesis es un resumen de la Enciclopedia de Historia Universal editada por EUNSA (Editorial de la Universidad de Navarra), de los tomos seis al diez.

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CAPÍTULO 1. LA CRISIS EUROPEA DEL SIGLO XIV

1.1 LA ESTRUCTURA POLITICA DE LA CRISTIANDAD EUROPEA

1.1.1 Occidente: Cristiandad o Europa

1.1.1.1 Las naciones de Europa. Cuando, a principios del Siglo XV, se reúne en Constanza el Concilio ecuménico, con objeto de acabar con el Cisma, la Iglesia, acepta por una sola vez, compartir la responsabilidad en los asuntos que atañen a la Cristiandad con los poderes laicos. Estos concurrieron al Concilio agrupados en cinco “naciones”, que fueron de éste modo consideradas como los componentes esenciales de la Cristiandad, por este orden: Alemania, núcleo del Imperio; Italia, cuna del mismo; Francia, que se remontaba a Carlomagno; España e Inglaterra. Desde hacía algún tiempo, Europa era concebida a la vez de un modo unitario, como ámbito de la Cristiandad latina, y de un modo plural, compuesta de cinco naciones. Con éste cambio de denominación se había dado un paso importante hacia la secularización de la política.

Estas “naciones” no se identificaban con los Estados. Nación, que significa tan solo nacimiento, aparece como una calidad que el individuo posee al llegar a este mundo, completamente al margen de su voluntad. Se nace dentro de una nación y se forma parte de una comunidad que tiene características definidas, siendo la primera de todas: la posesión de la fe cristiana. El órgano político de soberanía recibe otros nombres: se le llama regnum (reino) o res pública. En cualquier caso se concibe al reino o república como un ente objetivo que debe ocuparse del bienestar material y moral de las personas que habitan un determinado territorio.

No eran la lengua, ni las costumbres y leyes, ni la Historia, cada una por sí, causas suficientes para determinar la existencia de una nación, sino la combinación de todas ellas unidas a cierta conciencia mítica o heroica de origen.

La palabra Estado, carecía de la importancia que llegará a tener. En su más crítico sentido, los “Estados” eran los dominios jurisdiccionales y fiscales; tanto podían ser atribuidos a un rey como a un noble.

Desde principios del Siglo XIV se encuentra ya concluido el proceso que entrega a los reyes de Francia, Inglaterra y España, la plenitud de la soberanía. La conciencia de unidad cristiana que el Imperio había intentado establecer resultó modificada, puesto que cada “soberano” era absoluto y, prácticamente, un emperador en su reino.

Otro concepto que tampoco se puede descuidar es el de patria. Éste se refiere al territorio dentro del cual cada hombre vive el sentimiento de adhesión a dicho territorio.

Durante el Siglo XIV a los tres conceptos, nación, reino y patria tienden a fundirse en uno solo y se presentan como meta para grandes empresas políticas que sólo las Monarquías pueden realizar. En España, los reyes de la Casa de Trastámara fueron los primeros en demostrar una conciencia nacional, que diferenciaba a los soberanos españoles de los del resto de Europa y les movía a estrechar los lazos de

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unión con los demás reyes peninsulares. Antes de que pensaran en construir la unidad, buscaron conscientemente convertirse en la única dinastía nacional. 1.1.1.2 Cristiandad y Poder Pontificio. El aparato externo a través del cual se propaga, mantiene y custodia la fe, es la Iglesia, que durante el Siglo XIV caminaba con bastante rapidez hacia un centralismo monárquico y burocrático que sirvió muchas veces de modelo a los nacientes Estados territoriales.

Un sector de pensadores insistían, que el poder espiritual es de superior calidad al temporal. Los príncipes soberanos son meros administradores de un poder que les ha sido otorgado por Dios y del cual han de rendir cuenta. Los fines propios del Estado se encuentran subordinados siempre a ese fin verdadero para el que el hombre ha sido creado, el de la salvación eterna y del encuentro con Dios, pura trascendencia.

“La autoridad del Papa procede, inmediata y directamente, de Dios. No existe ningún poder capaz de nombrarle o deponerle. Ni siquiera el Concilio posee autoridad sobre un Papa. En el caso que se planteaba en el Siglo XIV, de un Pontífice que incurriese en herejía, no sería la autoridad del Concilio la causa de la deposición sino el error albergado por el Vicario. A la inversa, todos los fieles cristianos deben completa obediencia al Papa porque su voluntad es

solamente reflejo de la voluntad de Dios; ahí la superioridad sobre el emperador, que es cabeza temporal de la Cristiandad, y sobre los electores, la cual le convierte en árbitro de la legitimidad de cualquier elección. La legitimidad de cualquier mandato emanado de una autoridad temporal depende de que se halle en concordancia con los principios de la ley natural y de la ley divina positiva; es únicamente el sacerdocio el que puede dictaminar acerca de dicha concordancia”.1

En la querella entre Bonifacio VIII y Felipe IV de Francia, los escritores al servicio de este último, Pedro Dubois o Juan de Paris, habían puesto en tela de juicio, ante todo, la utilidad del gran edificio eclesiástico. Abrieron entonces una brecha por la que penetraron las cuestiones decisivas que habrían de debatirse a lo largo del Siglo XIV. El inmanentismo inaugurado por Ockham y la “vía moderna”, no tenía más remedio que reclamar una autonomía completa de dicha sociedad laica, cuyos fines recomendaba buscar en ella misma. 1.1.1.3 “El Defensor Pacis”. Marsilio de Padua y Juan de Jandun, estaban entre los teólogos que militaban en el bando de Luis de Baviera. Para Marsilio, la querella entre Emperador y Papa era, apenas, una manifestación formal del conflicto profundo que desgarraba a la Cristiandad, y del cual aparecían como simbólicos protagonistas el Papa Juan XXII y el general de los franciscanos “espirituales”, Miguel de Cesena.

En El Defensor Pacis se recoge mucha de la reflexión elaborada por los escolásticos a partir de la política de Aristóteles. El objeto de su atención no es el

1 De Pontificia Potestate. Agustinus Triumphus 1325. Doctrina de Superioridad Pontificia.

Figura 1. Bonifacio VIII

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Estado en cuanto proyección de una idea, sino la comunidad, que está compuesta por individuos que se agrupan en clases a fin de cumplir las funciones específicas que a cada una compete en relación con el bien común. Al sacerdote compete sólo enseñar y ordenar en aquellas cosas que conducen a la salvación eterna. Los gobernantes son quienes conocen y aplican la ley la cual, a su vez, es una combinación entre los que es justo y lo que forma parte de la costumbre. La Monarquía parecía a los autores de “El Defensor Pacis” la mejor forma de Estado, porque la unidad es superior a la diversidad, pero creían que el sistema electivo debía preferirse al hereditario en cuanto a la sucesión de los reyes.

La Iglesia fue creada por los hombres como un instrumento para facilitar la llegada a la meta espiritual de la salvación, pero se ha convertido en causa de perturbaciones por haberse introducido en el ámbito temporal. Como una consecuencia de la premisa establecida del origen humano de la Iglesia, en ella el poder pertenece a la comunidad, de la que es expresión el Concilio.

Si la Iglesia está formada por clérigos y laicos, el Concilio debe integrarse también por unos y otros. Un Concilio, goza de la suprema autoridad sobre toda la Iglesia y a él se encuentran todos sometidos, incluyendo al Papa.

Marsilio y Jaudun coincidieron con Ockham en muchos aspectos pero sobretodo en uno: la negativa radical de asegurar que el Papa se halle libre de error. Este es el aspecto polémico y más coyuntural de la obra. Pero aunque afirmaron que al Concilio correspondía el juicio sobre los errores del Papa, no recomendaban en manera alguna transferir a la Asamblea la autoridad suprema sobre la Iglesia. Iglesia e Imperio son obras humanas y como tales, participan inevitablemente de la imperfección de éstas. Su inmanentismo era tan radical que se disolvía en un completo relativismo. 1.1.1.4 La autoridad imperial. Subsiste, en Occidente, un príncipe que usa el título de emperador, a cuya coronación se rodea de mucha solemnidad. En la mayor parte de los casos tal coronación se produce muchos años después de haber sido elegido por el Colegio de príncipes electores alemanes; mientras llega el momento, usa tan solo el título de rey de Romanos. En apariencia se trata ya de un título vacío; todos los legistas al servicio de reyes en Occidente insisten una y otra vez en que sus soberanos gozan de absoluta independencia en relación con el emperador.

Cuando se promulga la Bula de Oro de 1356 se consuma un largo proceso, verdaderamente revolucionario: la soberanía, fue transferida en el Imperio a los príncipes, los cuales recibieron el privilegio de la “lesa majestad”; sus sentencias no podían ser evocadas ni apeladas ante un tribunal superior. El emperador conservaba tan solo la fuerza que le conferían sus dominios patrimoniales. En términos de rentas, no era ningún negocio la corona imperial.

Sin embargo se busca esta corona porque, adheridas a ella, subsisten varias cosas. Están en primer término el prestigio, pues se identifica al emperador con la cabeza temporal de la Cristiandad y de la nación alemana, y la superioridad de rango. 1.1.1.5 La teoría del poder monárquico. Los teorizantes de la política, no pretenden decir que la Monarquía (como forma de Estado General en Europa) es la forma única, pero si afirman que es la mejor. La autoridad monárquica se concibe como procedente de Dios. Las monarquías aceptaron criterios objetivos de sucesión

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por medio de la herencia. En el Siglo XIV aparece una división en este punto: el procedimiento electivo era considerado válido para aquel tipo de autoridad que se instalaba por encima de la Cristiandad entera, Papa y emperador, pero no para los Estados territoriales de más o menos apariencia nacional.

Se admitía que el rey era suscitado por Dios mediante el procedimiento natural de hacerle nacer en un determinado puesto de la dinastía consagrada. Pero el orden de esta sucesión, que confiere legitimidad, no estaba aún suficientemente claro; cuando existe un primogénito que el propio monarca puede presentar a sus nobles para hacerle jurar, la cosa no ofrece mayores dificultades. Pero si la línea natural se quiebra por falta de varones o incluso de descendientes directos, surgen dificultades que dan origen a interpretaciones del derecho mucho más variadas y que se acomodan, desde luego, a la potencia de los candidatos. En 1385 las Cortes de Coimbra, hábilmente dirigidas por Juan das Regras, afirmó que cuando decaían en su derecho las líneas principales, el poder de elegir rey revertía en la Asamblea de Estados (Cortes), la cual procedió a instaurar una nueva dinastía.

No es, por tanto, la sucesión lo que distingue al príncipe del tirano, ni la que legitima su poder, sino su origen y el modo de ejercerlo. 1.1.1.6 Las dimensiones de la autoridad. La recepción del Derecho Romano, que promovía la fusión entre territorio, comunidad y príncipe, ejerció una gran influencia sobre el modo como se conformaron los poderes que se atribuían al soberano como propios. Pero no puede considerársela como elemento fundamental.

Durante el Siglo XIV, muchos testimonios documentales aparecen con una expresión que parece unificar la corona y demás signos con el poderío real. Hay en ellos una muestra de la objetivación de dicho poderío. El rey recibe la corona y cuanto con ella se significa y se compromete a transmitirla con la misma absoluta integridad. No puede disminuir el territorio del reino, ni quebrantar sus derechos, ni perturbar su moral, ni mermar su poder. El monarca que incurre en cualquiera de estos tres males corre el peligro de ser considerado como un tirano.

Es muy difícil captar la sutileza de las fórmulas jurídicas en que la Monarquía se desenvuelve en esta etapa de tránsito. Se es rey en virtud de unos derechos que legitiman al candidato para la posesión de la corona, pero una vez que dicha posesión se ha obtenido, el monarca adquiere el deber de reinar, y a éste no puede sustraerse. Porque trata de un deber y no de un derecho, que ha sido confiado por Dios al monarca, no puede éste en ningún momento transponer los límites que le señalan tanto la ley natural como la ley divina positiva. Atendiendo al bien común, puede y debe modificar las leyes humanas positivas vigentes, siempre y cuando no modifique con ello los principios morales básicos; ningún rey puede declarar lícitos la usura, el asesinato o el robo.

Los juristas añadieron que las modificaciones en la ley debían producirse con acuerdo y consentimiento de los estados de su reino, puesto que el poder otorgado por Dios al monarca le llegaba a través de la comunidad de la que formaba parte y en beneficio de la propia comunidad. Las leyes reclaman obediencia tanto del monarca como de los súbditos.

Sucede, sin embargo, que una de las características más acusadas del Siglo XIV, fue la de la distancia que en él se produjo entre la teoría y la práctica. Junto a soberanos respetuosos con el orden moral y, por tanto, con el deber que su corona

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comportaba, abundan también los auténticos tiranos. Frente a estos últimos la sociedad no tenía otros medios de defensa que la violencia. Las guerras civiles se hicieron frecuentes.

Los reyes descubrieron que, utilizando Ordenanzas, podían modificar las leyes de forma muy sustancial sin que se les reprochara ningún quebrantamiento de la constitución del reino.

1.1.2 El Estado y sus Recursos 1.1.2.1 El tema de la res pública. Los conflictos del Siglo XIV tendieron a delimitar de una manera más precisa los territorios que ocupaban cada reino. La noción de frontera comenzó a imponerse. La monarquía comenzó a identificarse también con este territorio. Esa identificación entre rey y reino es uno de los fenómenos al que los historiadores deben permanecer atentos. Los intereses de los habitantes del territorio, del reino, constituyen la res pública, el Estado.

Los gobernantes estaban más atentos a las opiniones de los teorizantes de lo que a primera vista podía suponerse. Desde mediados del Siglo XIV se redescubren y copian las Epístolas de Cicerón. Pero el libro más leído y utilizado sigue siendo la Biblia: los documentos están llenos de citas de la versión del Antiguo Testamento hecha por San Jerónimo.

Todo esto es una muestra del influjo que los universitarios estaban llegando a ejercer en las tareas de gobierno. En la segunda mitad del Siglo XIV ellos imponen en todas partes el uso de la retórica. Para Bartola, el Derecho no es un simple uso de la ley, sino algo valioso y complejo: parte de un conocimiento del orden moral que Dios ha establecido (Derecho Natural) y elabora una técnica que permite aplicar este conocimiento a las relaciones entre los hombres, a fin de que la Ley (Derecho Positivo) sea usada rectamente y conduzca a la justicia. Consecuencia de estos principios es la convicción de que se necesita confiar la res pública a expertos, como los que produce la Universidad. 1.1.2.2 Estado y Orden Divino. Si el hombre se hubiera conservado en la inocencia con que le adornó su Creador, el Estado habría sido innecesario; el pecado original, y los pecados actuales, introducen en el mundo el desorden e injusticia que deben ser corregidos. Algunos predicadores revolucionarios reclamaron la absoluta igualdad entre los hombres y justificar el saqueo de las propiedades, sin tener en cuenta que lo que la Iglesia advertía era que el pecado dañaba de tal manera la naturaleza humana que hacía imprescindible ambos males; el estado de inocencia no podía ser restaurado en este mundo. De hecho el gobierno de la res pública se presenta como instrumento imprescindible cuya bondad o maldad depende del uso que de él se haga. La ausencia de gobierno es radicalmente mala.

El gobierno de la res pública actúa en la esfera de lo temporal que se rige por tres leyes, la divina, que es el orden que Dios ha impuesto al universo; la natural, impresa en el alma de cada hombre en forma de principios morales; la positiva, que los hombre producen para asegurar su convivencia. Entre ellas existe una jerarquía de superior a inferior. Los poderes legítimamente constituidos no tienen potestad sobre las dos primeras, pero pueden modificar o enriquecer la tercera por motivos de utilidad al bien común.

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Defender el territorio, mantener el orden público, asegurar la administración de la justicia y cuidar de la salud espiritual de los súbditos eran las cuatro misiones que unánimemente se reconocían a cada gobierno. Los desórdenes del Siglo XIV perjudicaron mucho la credibilidad de las tesis nominalistas y acentuaron la tendencia a considerar al reino como un cuerpo ordenado, un organismo en el que las desigualdades entre los hombres resultan inevitables y útiles. Si todos los hombres se empeñasen en hacer lo mismo, para ser iguales, el cuerpo social moriría. El Estado es un resultado de este orden social.

Todas las doctrinas escolásticas coincidieron en el reconocimiento de la libertad del hombre, identificándola con el libre albedrío. El Estado era considerado como la resultante de esta libertad, cuyo uso constantemente se reclama. En un Siglo de pesimismo, acentuado por la crisis económica y las epidemias, se abrió fácilmente camino una corriente de creencias que afirmaban que la conducta y la fortuna de los hombres se encuentran necesariamente condicionadas por el movimiento de los astros. A pesar de las prohibiciones que se recordaban de cuando en cuando, la astrología se extendió prodigiosamente como una pseudo-ciencia. Se difundió también la creencia en profecías acerca de sucesos futuros, entre ellas de una manera especial las que se atribuían a la Sibila y al mago Merlín. 1.1.2.3 Órganos del gobierno central. Con la excepción de Alemania, en todos los demás países de Occidente se había consumado ya, en el Siglo XIV, la separación entre la Casa privada y la Corte pública del rey. El oficio de canciller cobró mucha mayor importancia. Al mismo tiempo los reyes tenían que rodearse de consejeros independientes de las Asambleas de estamentos.

Inglaterra se adelantó a las otras monarquías en la conversión de la Casa privada en organismo autónomo; fue uno de los medios que los reyes imaginaron para librarse de las ingerencias de la nobleza. Compuesta por un organismo financiero, el Guardarropa2, y por otro ejecutivo, el Sello Privado, creció sin interrupción a causa de las guerras, casi continuas. El Exchequer era en el Siglo XIV a un mismo tiempo tesorería del reino, tribunal de cuentas y corte administrativa ante la que los sheriffs debían presentar el informe de su actuación. El Exchequer poseía una organización con aspectos curiosamente arcaicos: los recibos que extendía eran trozos de madera señalados con muescas y partidos por la mitad, a los que se denominaba tallas. Las tallas eran negociables.

El Consejo Real inglés era el heredero de la antigua Curia. Durante las luchas que en el Siglo XIII y primeros años del XIV se habían producido para la implantación de la Carta Magna, los nobles insistieron en que el número de consejeros debía ser limitado. El Consejo había sustituido prácticamente al rey en la emisión de sentencias en grado de apelación.

El despacho de las órdenes y decisiones del rey era efectuado por la Cancillería, excepto cuando se trataba de cuestiones urgentes y de menor rango, que pasaban por el Sello Privado de la Casa Real. La Cancillería, determinaba el carácter y tamaño de los documentos que debían expedirse, así como el sello que corresponde a la naturaleza del acto y la cantidad de dinero que debía pagarse por él.

2 Que administraba las rentas y bienes privados del monarca.

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La justicia, en Inglaterra, era ejercida por el rey a través de dos Bancos, el “común” establecido en Westminster, y el “real”; en la práctica esta separación se refería a causas civiles y criminales.

En Francia, la evolución de las instituciones fue más tardía y pobre. El Consejo Real no era un organismo con número fijo de personas que sirviesen su cargo de acuerdo con obligaciones y horarios regulares. La misma situación se encuentra en España hasta fines del Siglo XV.

A las reuniones judiciales del Consejo se llamaron en Francia Parlamentum, el cual funcionaba como un alto tribunal de apelación, ante el cual podían ser evocadas o apeladas todas las sentencias, de cualquier origen y de cualquier lugar del reino. Era ya el Parlamento, Tribunal Supremo del reino, dividido en tres secciones: la Grande Chambre, encargada de dictar las sentencias, que se reunía una sola vez por año; la Chambre den enquetes, que preparaba los sumarios, y la Chambre de requetes, que atendía a las apelaciones. Los miembros del Parlamento trataban de convertir sus puestos en hereditarios.

Durante el Siglo XIV los cambios en el gobierno central de las monarquías españolas fueron probablemente mayores y más acelerados que en parte alguna. En la Corona de Aragón comenzó a existir en el reinado de Alfonso III un Consell Real. En 1344 Pedro IV promulgó sus famosas Ordenanzas; en virtud de ellas se produjo la división del Consejo en dos secciones a las que se atribuyeron cometidos distintos. Las dos secciones estaban presididas por el canciller. Las deliberaciones de justicia eran llamadas Audiencia. 1.1.2.4 Los recursos económicos. Compartiendo las angustias de sus súbditos, los reyes europeos del Siglo XIV padecieron grandes dificultades económicas provocadas por el aumento continuo de sus gastos. Todos necesitaban compensar la insuficiencia de las rentas propias por medio de ayudas o subsidios de carácter extraordinario, que sólo podían ser otorgadas por las Asambleas que representan el reino. Entre dichas rentas, que pueden calificarse de “ordinarias”, las cuatro más importantes eran: aduanas, tributo del suelo, derechos de vasallaje y derechos de justicia.

En primer término se insiste en la regalía monetaria; acuñar moneda es monopolio del rey. Este monopolio era intrínsecamente beneficioso porque a las piezas acuñadas se asignaba un valor de circulación ligeramente superior al que constituyen el metal y el trabajo utilizados en la operación. La diferencia, muy pequeña, era asignada al rey, cuya autoridad era la causa de la minúscula plusvalía. Pero en determinados momentos de apuro, los reyes aumentaban considerablemente esta plusvalía rebajando la cantidad de metal fino empleado en cada pieza. Se trataba de una verdadera falsificación que los castellanos llamaron “quebranto”, la cual introducía graves perturbaciones en el mercado.

En el Siglo XIV las manipulaciones monetarias hechas por los gobiernos se hicieron extraordinariamente frecuentes e incidieron perturbadoramente en los precios, elevándolos.

Los reyes recurrían a los impuestos indirectos con preferencia sobre los directos, porque carecían de recursos para asegurar una correcta percepción de estos. Aunque constaban con diferentes denominaciones en cada nación, responden

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todos a un mismo principio: las mercancías deben pagar [impuestos] tanto a la entrada como a la salida del reino. 1.1.2.5 Aparición del impuesto directo. Desde finales del Siglo XIII se registraban tímidos tanteos para restablecer los impuestos directos, típicos de la tradición romana. Las guerras del Siglo XIV permitirán a los reyes franquear el paso decisivo. Siendo el impuesto directo en apariencia el más justo, se traducía a la hora de su percepción en grandes injusticias. Por eso fue altamente impopular.

La aparición del impuesto directo se asocia a concesiones de las Asambleas de Estados. Desde 1332 el Parlamento inglés otorgó al rey el derecho a percibir el “porcentaje”, que era un quinceavo de las rentas rurales y un diezmo de las urbanas. El impuesto directo más típicamente castellano fue la moneda; consistía en cobrar varias de las antiguas monedas foreras que antes se abonaban cada siete años.

En Francia y en Castilla el clero pagaba impuestos, unas veces en calidad de donativo, como en Cataluña, otras en forma de una cuota fija, las tercias, establecidas de acuerdo con el Papa. 1.1.2.6 Orígenes de la deuda pública. Los ingresos, a pesar de todo, no bastaban para cubrir las necesidades en determinados momentos de tensión, de modo que todos los Estados y las ciudades provistas de autonomía financiera se vieron obligados a recurrir a préstamos, teóricamente sin interés, en la práctica con intereses moderados. Los préstamos tenían que devolverse, de acuerdo con varios sistemas; el más corriente consistía en afectar una parte de determinadas rentas a dicha devolución.

Lentamente comenzó a producirse el fenómeno del impago de los préstamos, al principio de las cuotas de amortización y luego de los intereses. Al mismo tiempo que se encadenaban estas desdichas, nacían en las ciudades italianas los bancos públicos, cuya misión era precisamente evitarlas. Todas estas instituciones tenían asignada la misma misión de fiscalizar y ordenar los ingresos propios de la ciudad a fin de que garantizasen el pago de los intereses de los préstamos. A fines del Siglo XIV la deuda tendía a consolidarse mediante la emisión de títulos vitalicios o perpetuos, que no era necesario amortizar porque se adquirían con el solo fin de cobrar intereses. 1.1.2.7 Guerra y diplomacia. Las relaciones entre los reinos obedecen a tres necesidades: la guerra que ocupa el primer puesto; las alianzas, que permiten utilizar la ayuda de otro reino contra el enemigo común; la protección de la persona y bienes de los propios súbditos. Existe, en gran parte sin proponérselo, una política económica en el sentido de que se protege el comercio con el exterior, se asegura el acceso a los mercados y se defiende a los mercaderes propios y extraños.

El instrumento diplomático para asegurar ventajas o protección es siempre un tratado; muchas veces aparece este como punto final de una guerra, pero en otras ocasiones es el precio que se ha de pagar por la ayuda. En los tratados existe siempre alguna cláusula económica por la que se salvaguarda lo que cada reino considera su riqueza esencial. Existe un punto de coincidencia: la riqueza de un país consiste en la acumulación de metales preciosos, de modo que debe facilitarse su entrada e impedir su salida. Los tratados son medio de lucha entre reinos pero, sobre todo, manifestación de la victoria; el éxito o fracaso de una guerra se mide por las condiciones del tratado.

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1.1.3 El Reino y su Representación

1.1.3.1 La administración local inglesa. En el Siglo XIV Inglaterra se hallaba dividida en treinta condados (counties). En ellos, el órgano fundamental de administración y representación era la Asamblea del condado, dotada de funciones judiciales y presidida por el sheriff, a quien incumbía la administración de la justicia, el cumplimiento de los mandamientos reales y la recaudación de las rentas de los dominios. Él era el representante del rey, quien hacía cumplir las órdenes de éste y mantenía el orden, persiguiendo a los delincuentes. El Sheriff era de nombramiento real; en este intervenía sobre todo el Exchequer, ante quien era responsable por la percepción de las rentas ordinarias. Cuidaba de la movilización de tropas, mandándolas, pero durante el Siglo XIV fue también relevado de estas funciones. 1.1.3.2 Bailios y senescales en Francia. El rey tuvo que crear sus propios funcionarios, los que necesitaba para la administración de los bienes y rentas del patrimonio real; la complejidad de dicho patrimonio y la escasa diferencia que existía entre propiedad y autoridad, convirtieron a estos funcionarios, llamados prebostes, en auténticos delegados del rey provistos de capacidad judicial. Muy poco a poco se delimitaron parcelas del territorio que se llamaron prebostazgos. Los prebostazgos, en el Siglo XIV, se vieron reducidos a la mera administración de rentas porque ésta era capaz de absorber toda la atención. Los reyes acudieron al sistema general de arrendamientos. El arrendamiento permitía disponer de antemano de un dinero, transfiriendo después al arrendatario la responsabilidad y las dificultades para percibirlo. Al pasar el prebostazgo del sector público al privado, surgió la necesidad de crear un nuevo tipo de función. El país se dividió en circunscripciones administrativas, a cuyo frente se situó un oficial de la corona, que fue llamado bailio en el norte del país y senescal en el sur.

Bailios y senescales, nombrados directamente por el rey, le representaban ejerciendo por delegación una parcela de su misma completa autoridad. Percibían los impuestos regulando las cuentas, convocaban las tropas en virtud de su derecho de ban, y custodiaban el orden público. Un delito contra los bailios o senescales se consideraba de la misma calidad que el cometido contra el rey.

A lo largo del Siglo XIV la amplitud de funciones asignadas a bailios y senescales, forzó también a la creación de oficiales de rango inferior que se ocupasen de ciertos sectores concretos: jueces, recaudadores, procuradores del rey, capitanes militares. Todos estos recibían directamente su nombramiento del soberano. 1.1.3.3 El sistema español. Desde mediados del Siglo XIV las oligarquías municipales, compuestas de algunos linajes que se transmitían por herencia los cargos de regidores, estaban comenzando a someterse a la autoridad real mediante el procedimiento de designación por ésta de funcionarios especiales, llamados corregidores en Castilla3 y sobrejunteros en Aragón4.

3 Estado al Noroeste de España. 4 Estado al Noreste de España.

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Los reinos de origen y lengua occitánica, conservaron la dualidad administrativa que se corresponde con la del poder central; había funcionarios dependientes de la Corte y funcionarios dependientes de la Cámara. Los distritos recibían el nombre de veguerias (en Cataluña5 y Mallorca6) y de gobernaciones (en Valencia7). Sus titulares, llamados en consecuencia vegueres o gobernadores, según los casos, eran delegados del rey, nombrados por este y provistos de amplios poderes judiciales, militares, administrativos y de orden público.

En Castilla, durante el Siglo XIV, hubo un importante cambio en la administración: los merinos mayores son sustituidos por adelantados mayores, sin que se aprecie ninguna diferencia en el ámbito de su jurisdicción. La creación de los Adelantamientos se relaciona con el progresivo aumento de poder de la nobleza. Los poderes de los adelantados mayores eran prácticamente los mismos del rey referidos tan solo al territorio asignado.

Los documentos del Siglo XIV distinguen tres entidades distintas a las que llaman respectivamente “señorío” de Vizcaya8, “hermandad” de Álava9 y “provincia” de Guipúzcoa10. Las tres se escudaban tras privilegios obtenidos a cambio de lealtad frente a las aspiraciones navarras. Apoyándose en ellos buscaban, durante el Siglo XIV, un repudio del régimen señorial como incompatible con sus libertades. 1.1.3.4 Los Estamentos. Las Asambleas de los estamentos, que habían nacido en el Siglo anterior, tendían a desarrollarse por la vigencia de dos principios: la existencia de una especie de contrato entre rey y reino que se materializa en el juramento de las leyes por parte del monarca en presencia del reino; y la afirmación de que las decisiones que afectan a la generalidad del reino deben ser tomadas con el concurso de este. La Asamblea es el reino. Desde principios del Siglo XIV el juramento real era ya una norma generalizada; se prestaba de un modo muy vago en Francia y en forma extraordinariamente precisa en la Corona de Aragón. 1.1.3.5 Las asambleas de Estados. En el Siglo XIV Las Asambleas Estamentarias constituyen una forma de diálogo entre rey y reino. La expresión Cortes, significa que los procuradores de las ciudades deben acudir a la Corte en día señalado pero para asistir a varias sesiones en ella.

La convocatoria obedece a la necesidad de obtener algún tipo de ayuda económica; sin esto, los reyes se abstienen de reunirlas. En la Península Ibérica se consideraba también necesaria esta reunión, en el Siglo XIV, para el reconocimiento del heredero y la jura del rey en los comienzos de su reinado, si bien no faltó nunca la concesión del subsidio.

Las Cortes castellano-leonesas, alcanzaron en el Siglo XIV gran fuerza moral y jurídica, convirtiéndose bajo los Trastámara en el órgano legislativo del país. Los procuradores eran, dos por ciudad o villa, y su designación obedecía a procedimientos muy variados; desde el sorteo a la votación por los regidores o el consenso de estos; se les entregaban instrucciones muy concretas que dejaban

5 Estado al Noreste de España. 6 Puerto en las Islas Baleares (Palma). 7 Estado al Este de España. 8 Provincia al Norte de España. 9 Idem. 10 Idem.

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escaso margen a la acción personal. Aparte de las gestiones individuales que realizaban, los procuradores unificaban las peticiones de carácter general constituyendo un cuaderno; las respuestas del rey a este cuaderno se convertían en leyes.

El meollo de las Cortes estaba constituido por los agravios que presentaban las ciudades y en cuya redacción intervenía el Justicia Mayor del reino. Las Cortes catalanas establecieron una comisión permanente, encargada de vigilar especialmente la percepción y gasto de los impuestos votados.

Los Estados Generales franceses se reunían en cada región del reino por separado. En torno a 1356 los de Langue d’oil pudieron desempeñar un papel importante en la revuelta.

La importancia política del Parlamento inglés reside en el hecho de que, lo mismo que en Castilla, permitía el diálogo directo del rey, instalado en su Consejo, con los representantes de las ciudades y de los condados.

El rey convocaba al Parlamento para una fecha determinada y un lugar que con gran frecuencia era Westminster, por medio de un escrito. Los lores asisten por derecho propio, pero los representantes de los comunes son elegidos en la Asamblea que preside el sheriff mediante procedimientos que se conocen mal. Antes de iniciarse las sesiones, se comprueban las credenciales de los procuradores, como se hacía con los síndicos de la Corona de Aragón, e inmediatamente ellos proceden a designar un speaker, presidente de las sesiones y portavoz de la Cámara. La maza es el símbolo de su autoridad. Durante el Siglo XIV las deliberaciones de los Comunes fueron, a causa de la guerra, sumamente importantes. Los acuerdos de la Cámara, una vez refrendados pro el rey constituyen un bill y tienen una fuerza de ley. 1.2 LA CRISIS DE LA CONCIENCIA CRISTIANA 1.2.1 La tormenta del ockhamismo 1.2.1.1 El Cristianismo. Signo de unidad. En la Europa del Siglo XIV, existe un poderoso rasgo común que es la fe cristiana. El Cristianismo, afirmando unos principios que todo el mundo reconocía como verdaderos y penetrando con ellos todos los aspectos de la vida humana, había llegado a crear un orden de valores universalmente aceptados.

La Iglesia había sufrido, tras su enfrentamiento con las nacientes monarquías, cierto quebranto de poder. Los Papas, gracias a la larga estancia en Avignon11, que les había permitido desvincularse de las facciones romanas, se acentuaban el principio de autoridad del Vicario de Cristo sobre las iglesias que, en cada una de las monarquías, se dibujaban con caracteres propios.

Cierto clima desfavorable comenzó a extenderse por Europa, y de él se hicieron eco las Asambleas estamentarias manejando sobre todo dos argumentos de importancia: si los beneficios se cubren desde Roma y en oficiales de la Curia, los clérigos naturales del país se desanimaran abandonando sus estudios y privando al

11 Provincia del departamento de Vaclouse al sur de Francia.

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reino de personas importantes; la salida de las rentas hacia Avignon constituye una pérdida para la riqueza del reino.

Las críticas que se producen en el Siglo XIV a través de las Asambleas representativas no atacan al Pontificado. Pero en cambio se aprecia una tendencia, acentuada lógicamente durante el Cisma, de los eclesiásticos de cada reino a constituir por sí mismos un bloque capaz de resolver sus problemas específicos y de defenderse de los excesos del centralismo.

La teología cristiana occidental se replegó. Desde el punto de vista ético, tal postura encerraba algunas importantes ventajas: la crisis afectó a la arquitectura de los valores morales; y el pecado, no se disfrazó de honorabilidad. Ofrecía, en cambio, dos inconvenientes: la desconfianza de los clérigos hacia los laicos y de los maestros universitarios hacia los escritores que no lo eran. 1.2.1.2 Los primeros cambios. Se considera que los primeros cambios hacia la modernidad inician en el Siglo XIV, en el cual se desarrollan autores como Petrarca, Boccaccio y Coluccio Salutati, tomándolo en cuenta como Siglo en sí mismo y no como prólogo a una época posterior. Tres grandes fenómenos deben ser tenidos en cuenta: las Universidades crecen en número e importancia, se extienden por toda Europa y se sacuden la tutela ejercida por París; existe un desplazamiento del eje intelectual de la Cristiandad desde Francia a Italia, en donde habrá de permanecer más de doscientos años; se aprecia una considerable secularización de la cultura.

Maduraba rápidamente el arte gótico. Se acentuó en la arquitectura una estilización de las líneas, como si estuvieran dominadas por el sentimiento. En la escultura se produjo la individualización de los modelos y la aparición, todavía de un modo muy tímido, del retrato. Italia se desprendió muy pronto de este arte ojival, que despreció para retornar al arco de medio punto. Lo romano, por ser antiguo, adquirió gran importancia. 1.2.1.3 Las universidades. El Siglo XIV conoció una verdadera fiebre de nuevas fundaciones, especialmente en el Imperio y las monarquías de su ámbito, que desconocían la institución. El Cisma de Occidente dividió a los maestros parisinos en la obediencia entre ambos Papas; los partidos de Urbano VI regresaron a sus países respectivos en donde procedieron a la fundación de Estudios, aprovechando la buena voluntad que tenía que demostrarles su Pontífice. La Universidad no es la consecuencia del Estudio General; acompaña a éste y a veces incluso le precede.

Con la ampliación de los Estudios y la multiplicación de privilegios a las Universidades, aumentó el número de estudiantes, sobre todo los pobres. Teología y Cánones permitían hacer una carrera eclesiástica; Derecho y Medicina eran más convenientes para los alumnos dotados de recursos y de influencia. El grado máximo que la Universidad podía otorgar, de doctor, comportaba el derecho a usar un anillo de oro, signo de nobleza.

La necesidad de sostener a estudiantes meritorios pero que carecían de recursos y no contaban tampoco con la renta proporcionada por un monasterio, originó la institución de los Colegios. Desde finales del Siglo XIV las grandes Universidades de París, Salamanca y Oxford, cuentan con Colegios, que se

Figura 2. Urbano VI

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generalizan en el Siglo XV. Pensando fundamentalmente en preparar minorías activas de funcionarios para el servicio de la Iglesia, o de la Monarquía.

Hasta fines del Siglo XIV conservó París su noble carácter de ser intérprete de la verdadera doctrina, a través de su Facultad de Teología. La huida de ingleses y alemanes, a causa del Cisma, y la politización de la Universidad en la querella entre borgoñones y armagnacs, provocaron una grave crisis: descendió el nivel de los exámenes y, después, la calidad misma de la enseñanza. De las demás Universidades francesas, tan sólo Toulouse tuvo alguna importancia. La de Avignon se benefició de la protección papal, que atrajo algunos maestros de la calidad de Baldo.

Una de las principales consecuencias del Cisma será la aparición, en el último cuarto del Siglo XIV, de varias Universidades alemanas, entre las que se encuentra precisamente Wittenberg12, el puente por donde el inmanentismo radical de Ockham, llega a Lutero. 1.2.1.4 Duns Scoto: el comienzo de la vida moderna. Acentuando los aspectos negativos de la abstracción, los maestros oxonienses prepararon un retorno al nominalismo que, a la larga, les llevaría al inmanentismo extremado. La primera afirmación categórica se encuentra en el franciscano inglés Juan Duns Scoto, que se hallaba influido por las enseñanzas de Roberto Grosseteste y Rogelio Bacon: únicamente la realidad del mundo, individual y perceptible por los sentidos, puede ser objeto del conocimiento científico. Decía, al parecer, que la razón no puede conocer sino a través de los sentidos y que, por tanto, no puede pasar de la realidad sensible. Mostraba excesiva confianza en la percepción directa por los sentidos. Duns y sus discípulos declaraban que no podían admitir una idea de Dios como de la cumbre de un sistema racional cognoscible porque ellos les parecían contrarios a la absoluta libertad de Dios.

Se trataba de un golpe terrible a la razón humana en nombre de lo que llamaron “vía moderna” de la teología. Según ella, tanto la existencia de Dios como la inmortalidad del alma, son verdades indemostrables e inasequibles por la razón; no pueden ser conocidas más que por la fe revelada. 1.2.1.5 Guillermo de Ockham. Llevó a su extremo la doctrina de Duns, integrándola en un subjetivismo inmanentista que le aproxima a los pensadores modernos. Incorporado a la rebelión de los “espirituales” franciscanos, se refugió en los dominios de Luis de Baviera y murió en Munich antes de haber obtenido el grado de doctor. Sus afirmaciones fueron más contundentes que las de Duns Scoto. No existe otra realidad que lo singular y, por tanto, la Metafísica y la teología racional son vanas; ocupándose de los universales carecen de consistencia y apenas si se convierten en otra cosa que juegos de palabras. Con un historicismo exagerado, Ockham llegaba a decir que no tenía argumentos que pudiesen probar la superioridad del Papa o, a la inversa, del Concilio.

Quería demostrar hasta que punto la razón humana se encuentra atrapada en el universo sensible, para afirmar de este modo con rigurosa claridad la dependencia completa del hombre respecto a la fe revelada. La Escritura pasaba a ser el único apoyo de las verdades de la trascendencia. Pero el hombre, cuya existencia misma

12 Ciudad perteneciente a Sajonia, al Este de Alemania.

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pasaba a ser mera hipótesis condicionada, evidente y no cierta, quedaba frente a ella desasido.

El inmanentismo tuvo en Ockham uno de sus mejores expositores. Las consecuencias fueron, para la teología, demoledoras; al reducir a pura contingencia todo razonamiento, la encaminaban hacia el absurdo. Bajo estas circunstancias, la Teología paso a ser simple elucubración, desvinculada de la realidad misma, y renunció al papel que le correspondía como rectora de la conducta humana y del pensamiento. El Ockhamismo es por tanto,

históricamente hablando, un fenómeno de ruptura.

El Ockhamismo nunca constituyó un sistema filosófico coherente: Ockham formuló una serie de ideas y proposiciones de

las que los continuadores tomaron la parte que les parecía.

De cualquier modo los detractores aciertan al señalar dos consecuencias muy graves para el Cristianismo en sus afirmaciones. Si la razón no puede conocer nada acerca de Dios, sólo la Escritura es infalible; los Papas y el colegio episcopal pueden equivocarse en su interpretación. No es la Iglesia quien percibe la verdad de la Escritura, puesto que la Iglesia es una abstracción, sino los individuos que la componen. A ellos corresponde obtener el directo conocimiento de las verdades de fe, que por su razón serían incapaces de alcanzar. Los hombres pueden discernir el bien, y quererlo, dirigirse a Dios presentándole sus demandas; pero no pueden esperar que Dios responda a ellas como quien cumple una obligación. El hombre no sabe si sus peticiones van a ser escuchadas por Dios porque la independencia de Este es absoluta. De ahí nace la angustia, que tan decisivo papel desempeñara después Lutero. 1.2.1.6 Los continuadores: Burilan. Juan Buridan, fundamentó su corriente partiendo de una crítica hacia Ockham. La ambigüedad que este presenta en relación al conocimiento, considerando que en este punto Ockham no fue lo suficientemente nominalista. Con esto se hacía ya una transición de inmanentismo a nominalismo.

La obra de Buridan fue de una gran importancia en la creación y formulación de un lenguaje científico. El nominalismo de Buridan se limitaba a la ciencia demostrativa. La ciencia no es otra cosa que una suma de hipótesis que se apoyan en la comprobación sobre individuos.

Puede decirse que, desde mediados del Siglo XIV, la corriente derivada de Ockham se había dividido en dos ramas, una que tendía al conocimiento científico de la realidad, y otra que pretendía profundizar en el conocimiento de la Escritura, como fuente de Fe. 1.2.2 La época de Petrarca 1.2.2.1 Comienzos del Humanismo. Hacia 1340 se aprecian ya los síntomas nuevos en la creación literaria, que discurre fuera de la Universidad: la atracción por

Figura 3. Guillermo de Ockham

Figura 4. Juan Buridan

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el mundo clásico se manifiesta en la búsqueda apasionada de manuscritos que contengan nuevas obras, o copias más perfectas; existe un deseo de originalidad, con la negativa a aceptar autoridades; hay un retorno al latín, como lengua más adecuada para conseguir la expresión científica; los autores se vuelven al hombre por lo que éste representa en sí mismo. Para Albert Tenenti13, uno de los síntomas más claros del cambio se encuentra en la nueva dimensión que adquiere la muerte. Es posible que la Peste haya desempeñado un papel muy importante. La obra que ha hecho famoso a Boccacio es una colección de cuentos que se suponen fuesen narrados en una reunión de personas que habían huido de Florencia a causa de la epidemia.

Si se intenta remontar la cadena de causas hasta su fuente, se encuentra inevitablemente con Dante Alighieri. La Divina Comedia se encuentra más en la cumbre de una concepción medieval de la realidad que en el comienzo de una época nueva. Debe señalarse que en ella aletea ya la preocupación por el hombre, desde el ángulo apasionado de un ghibelino de Florencia que envía a sus enemigos al Infierno. La influencia de Dante sobre los humanistas fue enorme.

1.2.2.2 Petrarca. Verona14 era, desde finales del Siglo XIII, asiento de una escuela de latinistas, de la que Guillermo de Pastrengo fue uno de los principales maestros. De ella recibió abundantes influencias Francisco Petrarca. Extraordinario latinista y cristiano sincero, su labor de búsqueda, depuración y copia de manuscritos, facilitada por la posición en que se encontraba, permitió un gran avance en el estudio de estos clásicos, que el tomaba como fuente de inspiración. Inclinado hacia el idealismo platónico. Pero mentalmente Petrarca se mantuvo radicalmente fiel a la Iglesia, para Petrarca, fuente de la única sabiduría verdadera.

1.2.2.3 Boccaccio. La modernidad de sus cuentos se aprecia en la frecuencia con que se utilizan en la actualidad por dramaturgos, novelistas y realizadores cinematográficos.

El Decameron constituye, a la vez, un modelo de prosa y de desvergüenza; esconde amargas críticas contra los tontos, los burgueses y los clérigos mientras que exalta a la caballería y a la inteligencia.

En 1350 este Boccaccio, penetrado de agnosticismo, hizo un viaje a Avignon en donde se produjo su encuentro con Petrarca. Este encuentro significó para él un comienzo fuerte de crisis de conciencia, religiosa y literaria. Abandonó el italiano para utilizar únicamente el latín. El humanismo incipiente muestra, pues, actitudes que corresponden a la más pura tradición medieval. 1.2.3 Iglesia y sociedad 1.2.3.1 La práctica religiosa. La parroquia, célula fundamental de la comunidad cristiana, cumplía el deber de dirigir a los fieles de la comunidad a

13 Historiador. 14 Provincia de Veneto al Norte de Italia.

Figura 5. Petrarca

Figura 6. Boccaccio

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realizar sus deberes cristianos. Sin embargo, en este “sistema” no existía ningún centro de formación sacerdotal y los clérigos no tenían la instrucción necesaria para cumplir sus funciones, haciendo así cierto el lamentable ejemplo de los mismos en las obras literarias.

La vida de un perfecto cristiano debía de consistir en la profesión y explicación de la fe, consejos morales y ciertas prácticas religiosas. En 1444, el documento De Instructione Confessorum, señalaba cuatro prácticas religiosas principales: saber de memoria el Credo y el Padre Nuestro en latín; santificar el domingo asistiendo a misa y los viernes, la Cuaresma, la Cuatro Témporas de Septiembre y las vísperas de las fiestas; comulgar en Pascua Florida; llamando así la atención de los pastores a que vigilaron que esta mínima normativa se cumpliera.

La misa, centro de la vida cristiana, según el Concilio de Avignon de 1365, era para ser “oída por los fieles”. 1.2.3.2 La predicación. Ciertos historiadores estiman que es en las postrimerías de la Edad Media cuando el mensaje cristiano llega a penetrar en las capas inferiores, haciéndose verdaderamente popular.

Es evidente que se produjo un fenómeno de revalorización de los laicos dentro de la Iglesia. Estos laicos se sentían inclinados a buscar la protección de las Órdenes religiosas. Se puede hablar ciertamente de un humanismo cristiano porque los círculos de laicos compartían el gusto por la religión con el gusto por las letras clásicas. Constituyen en fenómeno singular y de gran importancia las personas, bastante numerosas, que intentaban conseguir la “santidad” fuera de la disciplina de los monasterios.

La predicción popular había sido impuesta como norma por el IV Concilio de Letrán (1215), pero no llegó a desarrollarse de un modo suficiente hasta el Siglo XIV. Normalmente la predicación se hacía a partir de un párrafo de la Escritura, que era recordado al comienzo, y perseguía como meta el enriquecimiento de la fe y la mejora de las costumbres de los oyentes.

El mismo Concilio de Letrán (1215) estableció la obligación de confesar los pecados una vez al año; aunque la mayor parte de los fieles se conformaron con el estricto cumplimiento de este mandato, aparecen en el Siglo XIV muy frecuentes ejemplos de laicos que practican la penitencia en plazos mucho más breves.

El organismo en donde se acoge la piedad laical es la cofradía. Nacidas con uno de estos dos motivos, el culto a un santo patrono o el ejercicio de penitencias para compartir los dolores de Jesús y de Maria, las cofradías estaban compuestas indistintamente por clérigos y laicos. La más famosa de las cofradías penitenciales fue la de los disciplinantes, que recurrían a la flagelación en público como recuerdo a la Pasión del Señor. 1.2.3.3 Vida y muerte en el Misterio de la Salvación. Hubo un giro profundo en el eje litúrgico, que pareció concentrarse en los días dolorosos de la Semana Santa, desde el momento de la Cena pascual hasta la muerte. Ningún acto de piedad podía ser ofrecido a un cristiano semejante al de recorrer en la mañana del Viernes Santo el mismo itinerario que siguiera el Señor, cargado con su cruz; este es el Via Crucis instituido en Jerusalén y difundido después pro todas las iglesias de Occidente.

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La devoción a la Virgen María no era novedad. Pero el Siglo XIV se inclinó

más hacia la contemplación de los misterios dolorosos del Rosario que a la de los gloriosos, como hará el Siglo XV. El Rosario, iniciado por los cistercienses, difundido por los dominicos, tomó entonces la forma definitiva de quince decenas ordenadas en tres partes iguales que debían ayudar al hombre a reflexionar sobre el gozo, dolor y gloria de la Madre de Dios que triunfa al subir al Cielo y ser coronada por los ángeles. Esta reflexión es un camino que el cristiano debe seguir para alcanzar su meta.

La meta de la vida humana es el encuentro soteriológico y definitivo del hombre con Jesús y con María en el momento de la muerte. Durante su vida, el hombre ha tenido que hacer una elección entre Dios y el diablo. La elección acertada supone el encuentro con Cristo y María.

Aparece la cuestión de las indulgencias. Las indulgencias no significan el perdón de los pecados. Pero el reato de pena que deja la culpa después de confesada, ha de ser redimido en esta vida o en la otra. La Iglesia declaró que, este reato podía ser limpiado por ciertas acciones meritorias como el viaje a Tierra Santa y, desde el jubileo romano de 1300, la peregrinación costosa a ciertos lugares. Esta indulgencia plenaria fue completada con otras indulgencias parciales. Durante el Siglo XIV las indulgencias parciales se multiplicaron suficientes para redimir los reatos de pena de los pecadores arrepentidos.

El cristiano acumula durante su vida méritos e indulgencias que forman como una especie de reserva que debe permitirle salvar bien el compromiso final de la cuenta de sus acciones. 1.2.4 Las reformas 1.2.4.1 Planteamiento del problema. Durante el Siglo XIV se habla constantemente de la necesidad de una reforma de la Iglesia. Pero cuando se desciende a examinar el detalle de los argumentos que se invocan, resulta difícil comprender qué se entiende o qué se desea conseguir. Dicha vaguedad en el planteamiento del problema fue causa de que las corrientes reformadoras se abriesen en un abanico muy amplio, desde los que se conformaban con solicitar únicamente una mejora en las costumbres y restablecimiento de la disciplina hasta los que reclamaban que la destrucción de todo el edificio eclesiástico. Cada reformador tomará un punto que considere problema y partirá de este para dar fundamento a su doctrina. 1.2.4.2 Efectos de la crisis económica. La Iglesia se encontró en el Siglo XIV ante el grave problema de que no podía recaudar los recursos económicos que necesitaba para cubrir sus gastos, en aumento. La utilización de los beneficios como salarios fue una de las consecuencias que se derivaron de esta situación; otra es la multiplicación de nuevas rentas; una tercera, sumamente importante, el replanteamiento de las doctrinas acerca del comercio y del dinero, de la riqueza y de la pobreza. Los efectos de la crisis económica sobre la Iglesia son muy variados y aún poco conocidos.

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El Siglo XIV experimentó un giro completo en la mentalidad: la pobreza fue considerada como desgracia horrible, mientras que la riqueza pasaba a ser tenida como beneficio social.

Los esfuerzos de Benedicto XII para efectuar una reforma general mediante potenciación de los capítulos provinciales, fracasaron. Quedó sin embargo flotando la necesidad de hacerlo así, y se inició en la segunda mitad del Siglo XIV la lenta cristalización en decisiones concretas.

1.2.4.3 Las nuevas vías de la Reforma. Ante el Concilio de Vienne de 1311 se habían presentado ya algunas propuestas concretas para la reforma de la Iglesia: se apuntaba con ellas a los excesos que producían el centralismo y la acumulación de beneficios; los abusos cometidos en torno a las rentas eclesiásticas; la escasa preparación moral e intelectual del clero.

Puede decirse que, durante los Siglos XIV y XV, los jerónimos constituyen el nervio fundamental de la reforma española.

Una de las características fundamentales de la reforma española es su crecimiento ininterrumpido. En común con las otras, alemana o italiana, posee el rasgo de la búsqueda interior de una unión con Cristo y María. Esto inclina a la mística. A mediados del Siglo XIV, Juan Colombini, discípulo de los cartujos, fundó en Siena una nueva congregación a la que llamó de los “jesuatas”, cuyos miembros buscaban la contemplación mística por tres vías sucesivas, purgativas, iluminativas y unitivas, que acabarían siendo clásicas.

Se trataba de atraer a los laicos a una vida cristiana rigurosa, compuesta de recogimiento, meditación y desprendimiento de los bienes de este mundo. 1.2.6.7 La “Devotio Moderna”. El fenómeno religioso llamado “devotio moderna” tuvo su centro en los Países Bajos. El movimiento derivaba al misticismo afirmando la posibilidad de que el alma estableciera relación directa con Dios.

La principal dificultad procedía de la necesidad de exponer las experiencias místicas en un lenguaje corriente, porque se corría el riesgo de que los interlocutores entendiesen cosas completamente distintas.

La gran corriente de la Devotio Moderna hunde sus raíces en la discutida figura del maestro Eckhardt (1260 – 1327), vicario de los dominicos en Alemania. De Eckhardt arranca la noción de que en el alma existe una especie de profundo receptáculo en el cual esta impresa la imagen de Dios. Pero fueron precisamente los argumentos en pro de esta conclusión los que hicieron que se le acusase de herejía declarándose reprobables 17 proposiciones, y confusas otras 11.

Juan de Ruysbroeck trató de luchar contra las desviaciones afirmando que no basta con la pasividad sino que hay que marchar al encuentro de Dios. La mística se completaba, en sus enseñanzas, con una vida activa.

En los escritos de Ruysbroeck, que empleó el holandés, había grandes influencias de San Agustín y San Bernardo: en Dios existe un movimiento incesante de la esencia única a las Tres Personas y de éstas a la Unidad; en el hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, se da también un movimiento semejante, pero en este caso la unión del alma con Dios no significa identificación. En cierto modo se

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aprecia ya en Ruysbroeck el comienzo de una tendencia, que se acentuará en los últimos decenios del Siglo XIV, a renunciar a la exaltación mística para buscar cosas más sencillas como la vida de piedad o la presencia de Dios. 1.2.5 Los herejes 1.2.5.1 El problema judío. Al madurar, las comunidades europeas encontraban cada vez más extraño e insoportable el hecho de que miembros de otra religión disfrutasen de una paz que no estaban dispuestas a concederse a sí mismas. A fines del Siglo XIII los judíos habían sido expulsados de Inglaterra. En 1305 se había dispuesto lo mismo en Francia. En Alemania la expulsión era sustituida por las matanzas.

La posición de los judíos era ambigua. No formaban parte de la sociedad. Constituían una propiedad del rey que percibía de ellos impuestos especiales a cambio de su defensa. Pero los teólogos, especialmente los dominicos, habían comenzado ya en el Siglo XIII a insistir en la necesidad de dar al problema una solución total. Los procedimientos propuestos variaban, pero se incluía siempre alguna forma de presión material o moral.

De acuerdo con las disposiciones del Concilio de Letrán, se dictaron órdenes cada vez más severas obligando a los judíos a llevar un signo distintivo sobre su ropa y a recluirse en barrios especiales para evitar su contacto con los cristianos. En España, en donde nunca se habían producido grandes violencias, estallaron en 1391 espantosos “pogroms”. Los judíos que se salvaron aceptaban a la fuerza un bautismo que les era impuesto bajo el terror. 1.2.5.2 Los Hermanos del Libre Espíritu. Un fondo de creencias panteístas parece encontrarse en los llamados Hermanos del Libre Espíritu; afirmaban que la Iglesia era perniciosa y que los sacramentos resultaban inútiles.

Lo que hace importante las difusas doctrinas heréticas, es la facilidad con que encontraban algunos núcleos de contaminación en la sociedad cristiana. El béguinaje, que era el medio del que podían servirse quienes tenían el deseo de ensayar nuevos métodos para la vida cristiana, a pesar de la prohibición del IV Concilio de Letrán, fue un excelente caldo de cultivo. 1.2.5.3 Valdenses y Fratricelli. Rechazaban la estructura jerárquica de la Iglesia y negaban el valor de los sacramentos, excepto uno, al que llamaban Cena pero que celebraban sólo una vez cada año.

El joachimismo pretendía que la Iglesia jerárquica tendría que desaparecer ante una Iglesia espiritual, de la revelación del Espíritu Santo. Al iniciarse la lucha entre Juan XXII y Luis de Baviera, los “espirituales” se pusieron en contra del Papa y a favor del emperador. El Pontífice decidió reconsiderar la política seguida hasta entonces, abandonó la custodia que ejercía sobre los bienes de los franciscanos y obligó a éstos a asumir una actitud más realista comprometiéndose en la propiedad de ellos. Declaró además que la pobreza de Cristo y de los apóstoles no había sido carencia “absoluta” de bienes sino desprendimiento. Por añadidura condenó severamente aquella doctrina que hacía depender la salvación de la pobreza.

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El movimiento de revuelta contra la autoridad pontificia no prosperó y retornaron a la obediencia cuando se produjo la sumisión del emperador Luis de Baviera. Los restos de la revuelta en cambio se extremaron convirtiéndose en “fraticelli”, resueltamente inclinados a la herejía. 1.2.5.4 Wyclif. Las más importantes ideas heréticas que se produjeron en el Siglo XIV, cristalizaron, a través de los escritos de Juan Wyclif (1330 – 1384), en un sistema doctrinal, profundamente revolucionario, aunque poco homogéneo. Su extraordinaria influencia se debe a que ofrecía una gama amplísima de ideas entre las cuales era posible espigar cualquier género de conclusiones subversivas. Su doctrina y su vida ofrecen numerosos puntos contradictorios: formulaban críticas incendiarias contra la reserva y acumulación de beneficios.

Muchos no entendieron la sutileza escolástica con que Wyclif manejaba dos palabras, dominio y posesión; ambas están en la base de su pensamiento a partir de la frase evangélica “al que tiene se le dará y al que no tiene, aun lo que no tiene le será quitado”. Lo único que hace legitima la posesión de bienes en este mundo, es

la adecuación, en el uso de dichos bienes en este mundo, es la adecuación, en el uso de dichos bienes, al orden querido por Dios. De hecho, añadía Wyclif, el hombre no tiene capacidad para merecer, de modo que sólo la gracia le permite tener la posesión de los bienes en este mundo y el otro. El justo, que está predestinado por Dios a la salvación, es el que “tiene”, y a éste se le dará y abundará como en la frase de San Mateo. El pecador que no tiene legítima posesión de las cosas puede y debe ser despojado de ellas.

Su principal interés parecía centrarse en la defensa del

derecho de los laicos a intervenir en la vida de la Iglesia por medio de sus propias autoridades, y en la discusión del derecho de la Iglesia, en cuanto tal, a la posesión de bienes.

Gregorio XI tras examinar los escritos, señaló 19 proposiciones erróneas e

invitó al rey y a los obispos a que procedieran contra su autor. Wyclif contestó con una violenta requisitoria en que llegaba a llamar Anticristo al Papa, y se sometió para todas las cuestiones al juicio del rey pero no al de la Iglesia. En octubre de 1378 el hereje estaba en pleno triunfo: se iniciaba el Cisma de Occidente y en el Parlamento se rumoreaba que muy pronto habría de procederse a una secularización total de los bienes eclesiásticos en Inglaterra. La Monarquía, autoridad laica, añadía, es la única que puede corregir el pecado.

Había invertido por completo los términos en que se colocaba la doctrina tradicional: ésta afirmaba que el conocimiento de la Escritura se enriquece merced a las enseñanzas de la Iglesia que constituyen la Tradición; Wyclif pretendía que la Iglesia no podía cometer sino errores y deficiencias que estorbaban a la verdadera comprensión del Sagrado Texto, el cual debe ser accesible directamente a cada fiel. Negó el dogma de la Transustanciación porque el pan no puede dejar de ser pan, ni el vino puede dejar de ser vino. Esta fue la ruptura definitiva con la Iglesia y con la Teología tradicional, pero no desde el punto de vista del nominalismo, como Ockham, sino del más exagerado realismo.

Figura 7. Juan Wyclif

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Esta doctrina, tan radicalmente herética, desbordó el vaso de las relaciones que aún sostenía con ciertos sectores de la Corte y de los mendicantes.

Se llamó a los discípulos de Wyclif y a los predicadores ambulantes que les acompañaban, “lollardos”. El lollardismo fue considerado como un grave peligro para la Iglesia y para la sociedad. El hereje murió en 1384 pero sus discípulos y fueron perseguidos; la calificación de “lollardos” que hacía referencia al puritanismo exagerado y a la devoción escrupulosa se convirtió en peyorativa. 1.3 LA GRAN DEPRESIÓN 1.3.1 Causas y factores depresivos 1.3.1.1 Detención del crecimiento. El Siglo XIV es calificado por un profundo cambio en la coyuntura, que adquirió signo recesivo en todos los sectores de la economía, aunque más acusado al parecer en el de la agricultura. Afectó este fenómeno a todo el Occidente que ahora se prefería denominar Europa, expresión laica de regusto latino. Las dificultades económicas contribuyeron a despertar espíritu de solidaridad.

En los últimos años del Siglo XIII la expansión europea se detiene. En el interior de los países, las últimas roturaciones efectuadas han constituido un fracaso; se habían puesto en cultivo tierras tan pobres que tuvieron que ser abandonadas por falta de rendimiento.

El primer fenómeno que se advierte podría ser calificado como desplazamiento del eje económico desde antiguas zonas prósperas que declinan, a otras nuevas; se produce una corriente migratoria hacia territorios en donde todavía es posible hallar tierra fértil sin dueño. Ambos desplazamientos se producen con alguna intervención de los poderes políticos. Las últimas décadas del Siglo XIV verán nacer las primeras disposiciones restrictivas al comercio extranjero, según modelos que se puede calificar de mercantilistas.

Casi todos los investigadores actuales están de acuerdo en afirmar que la depresión comenzó por la agricultura. Como resultado de la expansión agrícola se había llegado a producir un fuerte desequilibrio entre agricultura y ganadería, siendo esta última deficitaria en muchas regiones de Europa, a causa de la disminución de los pastos en beneficio de los cultivos. Obligó a los ganaderos a recurrir al nomadismo. 1.3.1.2 Fenómenos depresivos. Se han señalado especialmente cuatro grandes fenómenos. Pero a las causas concretas hay que sumar una cuestión a fondo, las grandes tensiones que se estaban produciendo en el seno de la sociedad campesina. La ganadería tendía a disminuir. Esta falta de ganados repercutía en la agricultura puesto que faltaban también los abonos orgánicos, únicos de que entonces se disponía para remediar el esquilmo de la tierra.

El hambre hizo su aparición. Las hambres regionales desequilibraban los precios en todas partes.

Desde 1317 los precios agrícolas ascendieron y los salarios estaban mostrando una tendencia a bajar. En relación con estas deficiencias se encuentra el aumento de la mortandad.

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Hasta hace algunos años se creía que la Peste Negra de 1348 había sido

responsable en gran medida de la depresión, pero ahora los historiadores están convencidos de que no fue ésta la única epidemia, aunque si la más grave, la más espectacular.

La “gran muerte”, que es como se denominó la Peste Negra de 1348, fue un rebrote de peste bubónica, que se extendió como una gran oleada destructora desde el sur de Rusia hacia Occidente. Se repitió después en varias oleadas menos fuertes, mezclándose con otras epidemias diferentes.

Algunos sectores de la sociedad, aquellos que padecían peores condiciones de limpieza sufrieron con preferencia los ataques de la mortandad. Pero aparte de las pérdidas cuantitativas, la peste introdujo un gran desorden espiritual y social. Era un castigo de Dios; algunos preconizaron una vuelta a la moral cristiana más estricta; sin embargo la mayor parte de los habitantes de Europa reaccionó en un sentido inverso.

El hambre y la peste coincidieron con un período de guerras generalizadas, intensas y destructivas. La gran paz del Siglo XIII se vio sustituida por una serie de conflictos. Los más importantes de dichos conflictos han sido artificialmente agrupados en una sola serie a la que los historiadores tradicionalmente denominan Guerra de los Cien Años porque su argumento esencial era el de una rivalidad entre Francia e Inglaterra durante algo más de un Siglo. Las guerras se presentan como muy diferentes entre sí, por sus causas, los intereses que en cada momento entraban en juego y la naturaleza y escenario de las operaciones. El hecho que conviene resaltar es que hasta fines del Siglo XIV, Inglaterra, Escocia, Francia, Flandes, Dinamarca, la Hansa, Castilla, Aragón y Portugal se encuentran en un estado de guerra casi permanente.

La peste provocó también algunos cambios importantes. Disminuyó el número de pobres facilitando el acceso a la propiedad. Hizo más fácil el abandono de tierras poco rentables para dedicarlas a pastos. Provocó, por último, movimientos internos de migración. 1.3.2 La depresión en la agricultura 1.3.2.1 La situación a principios del Siglo XIV. La productividad del suelo se reduce de tal modo que se necesita emplear sementeras cada vez mayores para alcanzar los mismos rendimientos; se tiende a sustituir los cereales de más calidad, como trigo y avena, por cultivos más baratos como la cebada y las leguminosas; ha disminuido el número de cabezas de ganado empleadas en la agricultura, así como también el de aperos.

Hasta comienzos del Siglo XIV se había producido en Europa un intenso e ininterrumpido trabajo de puesta en cultivo de nuevos campos, que no siempre había tenido resultados favorables. La roturación dio lugar a grandes desigualdades. En muchos casos la rentabilidad del cultivo era inferior a la del bosque que destruyera pues la tecnología era rudimentaria. El resultado final fue de una enorme variedad en cuanto a los resultados de la producción.

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1.3.2.2 Modos de explotación. Europa disponía de dos grandes reservas cerealistas, de caracteres y rendimiento muy diverso: la gran llanura que va desde Flandes15 hasta Polonia, y las penínsulas del Mediterráneo.

Aunque subsistía la asociación de ganadería y trigo, comenzaba a percibirse un desarrollo independiente de aquélla. Las abadías cistercienses inglesas, así como ciertos estados señoriales de este país, tendían a especializarse; algunas regiones como Gales16 o Yorkshire eran ya a principios de esta centuria fundamentalmente ganaderas. También constituía la ganadería actividad dominante en los Países Bajos.

Antes de la profunda crisis del Siglo XIV se había establecido ya la diferencia, típica del final de la Edad Media, entre los campos abiertos (open fields) y cerrados (enclosures). A los campos abiertos accede el ganado en el tiempo que media entre la siega y la sementera. Los campos cerrados, con una cerca de piedra o seto vivo, reflejan siempre una ocupación tardía, mientras que el campo abierto es una consecuencia de la asociación entre ganadería y agricultura.

En toda Europa existía, en el Siglo XIV, un verdadero proletariado campesino, al margen de los propietarios y arrendatarios de variada condición: se trata de jornaleros que alquilan su trabajo para cultivar por cuenta de otros o que aprovechan cultivos ocasionales en el borde del bosque. El símbolo de su condición es la choza. En determinada zonas la abundancia de trabajo había permitido a los jornaleros defenderse con cierta facilidad hasta comienzos del Siglo XIV; pero su situación fue empeorando inexorablemente a lo largo de esta centuria. 1.3.2.3 Señorío y comunidad rural. En los años inmediatamente anteriores a la crisis, el sistema señorial encontraba dificultades para sostenerse. La desaparición de la servidumbre, muy poco rentable. Estaba dejando paso al establecimiento de jornales. Con ella venía también a suprimirse la talla, el tributo arbitrario del señor. De hecho, a principios del Siglo XIV, la servidumbre había desaparecido en toda Europa Occidental.

Las comunidades de campesinos tienen dos diversos orígenes: la necesidad de someter a cierta regulación las tareas agrícolas o la multiplicación y subdivisión de las propiedades a causa de la herencia. Cuando se entrecruzan los vínculos de sangre entre propietarios, surgen los linajes aragoneses o los parientes del País Vasco. En algunas regiones los linajes acabarán estableciendo un derecho sucesorio peculiar, más atento a conservar la productividad de la tierra que a defender los intereses particulares de los individuos. Cualquiera que sea su origen, estas comunidades aldeanas constituyen lo que en términos de derecho medieval se llaman “universidades” sujetos de derecho natural, a las que se pertenece en razón de nacimiento y de oficio, es decir, por condición que es suya y no porque voluntariamente se desee. 1.3.2.4 La Crisis: el abandono de los campos. Desde la primera década del Siglo XIV se observa que la demanda de trigo en los mercados supera a la producción. Subieron los precios y se produjo también un excedente de mano de obra, sobre todo entre los jornaleros agrícolas que buscaron remedio emigrando a la ciudad. Se puede hablar, incluso, de una incipiente tendencia a la despoblación del campo, anterior a la peste de 1348, pero relacionada con las grandes hambres de

15 Estado al Oeste de Bélgica. 16 Estado al suroeste de Inglaterra.

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comienzos del Siglo. La epidemia llegó después, multiplicando los efectos. La ciudad invitaba a los campesinos pobres a rellenar los huecos que abría la enfermedad. El campo no pudo comenzar a resarcirse de estas pérdidas hasta después de haber transcurrido cien años. 1.3.2.5 Precios y salarios. Toda Europa padece, en la segunda mitad del Siglo XIV, una evidente escasez de trigo que se reflejó sobre los precios. También las zonas productoras del Mediterráneo parecen haber experimentado los efectos de la contracción. No se trata de alzas sino de oscilaciones, a veces nerviosas, a las cuales se vieron sometidos no sólo el trigo sino, en general, todos los productos alimenticios. Eran frecuentes, al parecer, los movimientos de pánico. Pero se tiene la sensación de que tal pánico estaba poco justificado porque, salvo en algunos momentos muy concretos, el desabastecimiento o falta de cereales no llegaba a producirse. Después de una constante elevación de precios en las primeras décadas del Siglo XIV, sobrevino un estancamiento: tras las oscilaciones estacionales, los precios regresaban al punto de partida.

Fenómeno paralelo presentaban los salarios: una tendencia a la baja, por abundancia de mano de obra, en los salarios campesinos, durante las últimas décadas del Siglo XIII y primeras del XIV; luego, al acelerarse la mortandad aumento por las escasez de mano de obra; estabilidad, después. Durante los años de subida de salarios no hubo subida de precios porque la demanda se había debilitado en una población diezmada y arruinada. 1.3.2.6 La violencia en los campos. La estabilidad y el orden, que habían caracterizado durante los últimos Siglos la vida de los campos, cedió al paso a una endémica inseguridad. Las verdaderas víctimas de la guerra eran los aldeanos, los monjes y los judíos, es decir, aquellos que carecían de una protección eficaz, ni siquiera por medio del rescate.

Esta violencia generalizada desató entre los pobres la cólera y el odio. Cuando se producen los “pogroms” contra los judíos en España, son campesinos los que nutren fundamentalmente las masas de agitación que gritan bautismo o muerte. Después de 1360 se conocieron brotes en toda Europa de ciegas revueltas campesinas, destinadas de antemano a fracasar porque carecían de objetivos y de programa, pero notables por la crueldad que revistieron. La más famosa de estas revueltas fue la de Wat Tyler en Inglaterra en 1381, provocada aparentemente por ciertas medidas económicas que pretendían rebajar los sueldos y establecer nuevos impuestos. Las ondas de violencia campesina se repitieron varias veces, a intervalos irregulares, mezcladas en general con acontecimientos políticos, y sólo a fines del Siglo XIV volvió a sosegarse la vida en el campo. 1.3.2.7 El fin de la economía señorial. El historiador inglés Kominsky acuñó, en 1957, una frase, “liquidación de la economía señorial”. Ruggiero Romano esquematiza después esta explicación diciendo: la gran depresión del Siglo XIV ha desintegrado las relaciones de producción propias del sistema feudal, en que los hombres eran jurídicamente libres y económicamente sujetos, y los señores se encontraron convertidos en propietarios que podían alquilar tierra o comprar trabajo.

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Se ha de tener en cuenta que, a pesar de la crisis, la nobleza seguía siendo la clase política dominante, que detentaba17 el poder, junto con el rey, y estaba en condiciones de orientar en su favor las decisiones legislativas. Sobre todo se empeñaron en cambiar la naturaleza de sus rentas para quedar al abrigo de la pérdida de valor de la moneda. Sin embargo, una realidad insoslayable se les impuso. Con las pocas excepciones antes señaladas, los campesinos eran ya libres y escasos; constituía un error intentar seguir sosteniendo en tales condiciones el señorío territorial de origen feudal.

Con estas matizaciones se puede afirmar que el régimen señorial, de ascendencia romana, que había constituido durante Siglos la base de la estructura agraria, fue la primera y principal víctima de la depresión, arruinando a quienes le sostenían.

La primera reacción de los señores, que desconocían sin duda la naturaleza y las causas del cambio que les estaba haciendo sufrir, consistió en resistir la adversidad.

Otro de los procedimientos elementales que la nobleza empleó como defensa, consistía en lograr el aumento del patrimonio mediante enlaces con mujeres herederas. Algunos dominios ganaron, por este medio, extensión muy considerable. Pero esto significaba la lenta extinción de ciertos linajes de nobleza “antigua” y, por tanto, la reducción en el número de dinastías. Como el servicio del rey reclamaba entre tanto cada vez mayor cantidad de personas, se hizo necesaria una promoción. En el Siglo XIV en toda Europa occidental asistimos al ascenso de una nueva nobleza que, más que sustituir, complementa la antigua, reducida a poca cosa, y se funde con ella.

El fin de la economía señorial tuvo en efecto sus víctimas pero también sus beneficiarios. Con muy pocas excepciones, la libertad se afirmó definitivamente en el campo. Se trata por tanto más de una evolución que de un declive. Como clase social, la nobleza reaparecerá en el Siglo XV mucho más potente que nunca. 1.3.2.8 Nuevos sistemas de explotación. Las autoridades responsables advirtieron al menos uno de los efectos del cambio que se había producido: deficiencias en la producción agrícola. No era raro que parcelas cultivadas durante uno o dos años, fuesen abandonadas después. La falta de abonos era un obstáculo insuperable para las tierras de calidad mediana. En consecuencia nació un espíritu más emprendedor en los gobiernos. Los primeros humanistas, por su parte, redescubrieron a Columela. Pero esta actitud abiertamente progresiva es, en el Siglo XIV, excepcional y tardará mucho tiempo en abrirse camino.

Los cambios en la explotación se produjeron por razones empíricas y no programáticas. Las explotaciones directas que se conservan se concentraron en torno a la cabecera del dominio para ser ejecutadas con el personal de la casa y la ayuda de unos cuantos jornaleros. Fueron practicadas modalidades nuevas de arriendo, bien obligando a abonar como renta una parte de la cosecha, bien estableciendo la aparcería, que convertía al propietario en una especie de socio capitalista del cultivador.

17 Detentar: Retener alguien lo que manifiestamente no le pertenece.

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Los nuevos sistemas de distribución y aprovechamiento de la tierra favorecieron a algunos campesinos en determinadas zonas; entre los factores favorables se tienen que incluir la mayor abundancia de tierras de buena calidad a causa del descenso de población, y la disminución real del valor de las rentas señoriales al convertirse éstas en dinero. Disminuyó un factor de pobreza: el de las tierras malas. Pero aumentó otro: la usura se extendió por los campos como una plaga.

Consideradas en conjunto, ganadería y agricultura se encontraron, desde finales del Siglo XIV, más equilibradas; la transformación en pasto de malos cultivos permitió aumentar el número de animales. 1.3.3 La depresión en el ámbito urbano 1.3.3.1 El paisaje urbano. La depresión sobrevino en un ambiente que no se la esperaba. Cuando las dificultades se iniciaron, con el hambre y luego con las epidemias, hubo una corriente de emigración desde el campo que resultó engañosa. Cuando, a mediados del Siglo XIV, la crisis revela toda su gravedad, es demasiado tarde para abrigar una esperanza de rectificación. Las tensiones sociales se hicieron entonces muy graves y condujeron a movimientos de agitación democrática que, en algunos casos, sí merecen el nombre de luchas de clases.

Para los pobres, aparecía la ciudad como un ámbito que ofrecía mejores perspectivas para sobrevivir; la escasez de mano de obra produce alzas en los salarios. Otros aspectos negativos eran en cambio el hacinamiento y la suciedad.

Tampoco se observaba ningún modelo uniforme en el paisaje y trazado de las calles. Con frecuencia se ha señalado la diferencia entre la ciudad septentrional y la mediterránea. Las antiguas ciudades romanas y los burgos postcarlovingios habían poseído un núcleo central fortificado, que impuso a las calles un trazado de curvas paralelas hasta convertir a la ciudad en un óvalo. Las ciudades nuevas, especialmente en Europa oriental o en la Península Ibérica, eran construidas en torno a un punto central en donde se situaban los órganos de administración (Rathaus, Plaza Mayor), y del cual nacían calles tiradas a cordel cuya razón de ser era, indudablemente, económica. En los países que conservaban aún núcleos de población judía, se asignaba a ésta barrios especiales.

Las ciudades antiguas y grandes constituían, en las primeras décadas del Siglo XIV, minúsculos Estados, de mayor o menor autonomía, en los que se daban todas las manifestaciones políticas, intelectuales y artísticas de que la vida local era capaz. En el centro de las cabeceras de diócesis se alzaba la catedral, que se estaba reconstruyendo o fabricando de nuevo bajo las normas del estilo ojival. La crisis impondrá la detención de la mayor parte de estas obras. Los nuevos edificios públicos se coronaban de altísimas torres campanarios; antes de que concluya el Siglo XIV se instalarán en ellas las maravillas mecánicas de los relojes. Estos relojes eran necesarios para los mercaderes e indican la tendencia a la secularización del tiempo. 1.3.3.2 La estructura social. En términos generales puede decirse que, hasta el Siglo XIV, las ciudades europeas habían presenciado el desarrollo paralelo de dos sectores de la sociedad: una minoría de comerciantes cada vez más ricos, que se había convertido en patriciado por el dominio de los cargos públicos, la consolidación de los linajes y el desarrollo de la etiqueta; y una mayoría de maestros, oficiales,

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aprendices y comerciantes, que se agrupaban para formar corporaciones, fraternidades, gildes, artes o gremios.

La aristocracia mercantil o patriciado tiene también un origen muy diverso. En las grandes ciudades del norte los patricios proceden de, una raíz más netamente burguesa, pero en los países mediterráneos se había producido una mezcla entre comerciantes enriquecidos y nobles poco poderosos que emigraron del campo a la ciudad. En el campo, y de una manera especial en Italia, se mantiene el dominio de una nobleza territorial, señorializada, hostil a la ciudad y a cuanto representa.

El patriciado europeo estaba ya invirtiendo dinero en la compra de la tierra,

pero sin identificarse con la agricultura; su normal medio de vida eran los negocios. Durante el Siglo XIV se produjo en él cambio de mentalidad; abandonó sus aires de modestia y trató de reforzarse, apretando sus filas. Influye en los patricios el miedo a la crisis, que hace quebrar sus empresas, pero miedo sobre todo al descontento de “medianos” y “menudos” que intentaban unirse para derriban su poder. Poco a poco el patriciado derivó hacia una oligarquía, que intentaba la consolidación de sus posiciones.

Las corporaciones de oficios habían logrado ya en el Siglo XIV ver reconocida su existencia, tras superar la fuerte oposición del patriciado que les acusaba de pretender implantar monopolios mediante la formación de estas asociaciones. Dichas corporaciones (gildes) no habían nacido de una intención económica y laboral, sino como auténticas cofradías religiosas, ordenadoras del culto a un santo patrono al que se suponía en relación con el oficio y protector de éste.

A través de las corporaciones pasaban todos los intereses y problemas que afectaban al oficio, sin limitación alguna, entre ellos la reglamentación del horario de trabajo. 1.3.3.3 Los efectos de la crisis en la ciudad. Además de los efectos directamente derivados de ésta las ciudades tuvieron que enfrentarse con un doble problema: el comercio tropezaba con dificultades, a causa de la saturación del mercado y el aumento de la competencia; las libertades jurídicas y políticas iban disminuyendo a causa del progreso del poder de los príncipes. Cuando, al término de la gran pugna entre nobleza y Monarquía, que es decisivo argumento para la Historia de los Siglos XIV y XV, una y otra lleguen a entenderse dentro de la fórmula que los historiadores llamaran “antiguo régimen”, las ciudades pagarán las consecuencias con la pérdida total de sus antiguas libertades.

Las dificultades mercantiles procedían de tres circunstancias: la pérdida de los últimos puertos en Levante así como la consolidación del poder turco en Anatolia, que imponía a los a occidentales fuertes retrocesos; la coincidencia de malas cosechas y epidemias que afectaba gravemente al equilibrio en la mano de obra; las guerras casi incesantes que perturbaban a fondo las comunicaciones. La concordia interior, siempre difícil de mantener en el seno de la ciudad, se rompió. Las oligarquías gobernantes se vieron obligadas a buscar el apoyo de los príncipes soberanos o a ceder el paso a un poder personal, que evolucionaba, más o menos rápidamente, hacia una forma de principado.

El Siglo XIV muestra, en todas partes, la inestabilidad que es fruto del signo desfavorable de la coyuntura. Algunas zonas resistieron mejor que otras, pero todas se vieron afectadas de alguna manera. El signo distintivo fue la desigualdad:

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mientras que algunas ciudades crecían desmesuradamente, la inmensa mayoría entraba en un proceso de contracción.

El gobierno de los patricios se vio sustituido, a lo largo de esta centuria en la mayor parte de las ciudades. Unas veces se trata de la apertura del consejo ciudadano a miembros de otras corporaciones de oficios de rango inferior. Otras es tan sólo la capitulación ante el príncipe a quien se reconoce el derecho de determinar la forma, número y cualidades de dicho consejo.

De cualquier modo el patriciado transmitió a la ciudad su mentalidad conservadora, inspirando las directrices de la política económica del Siglo XV. Los representantes de los gremios que llegaban al consejo municipal compartían los mismos sentimientos egoístas y de pura defensiva. Así se elaboró un programa tácito, que parecen seguir todas las ciudades: se necesitaba mantener precios muy bajos para que los salarios no subieran; había que eliminar la competencia, prestando apoyo a las tendencias monopolísticas de los gremios que estaban ensayando el “numerus clausus” con gran rigor; debían reforzarse las barreras a las importaciones industriales para liberar y facilitar la venta de los productos propios; se practicaba de hecho una política de dominio del campo circundante a fin de garantizar abastecimientos alimenticios en buenas condiciones.

Esta política conservadora, que daba frutos a corto plazo defendiendo los intereses de los ciudadanos, representaba a la larga la ruina para la propia institución. Los gremios se anquilosaban. 1.3.4 Las revueltas urbanas 1.3.4.1 Las doctrinas subversivas. Durante el Siglo XIV las ciudades europeas se vieron sacudidas por movimientos de carácter social muy fuerte, que parecían tener como leit motiv la lucha de los ricos contra los pobres. El fenómeno es muy complejo y no es posible reducirlo a líneas esquemáticas; aunque reviste carácter general, no se traduce nunca en una agitación organizada, sino convulsiva. Cuando se pretende analizar las ideas que prendieron en los jefes de la agitación, se observa una pluralidad de doctrinas entremezcladas que, a veces, guarda escasa relación entre sí. Se trata de un movimiento único, iniciado en Flandes, se extendió a Francia e Italia, saltó luego a Inglaterra y tuvo sus últimos espasmos en España con las matanzas de los judíos en 1391. Esta impresión es engañosa: cada episodio responde a características diferentes y es autónomo.

Las corporaciones de oficios aparecen como protagonistas fundamentales del movimiento de agitación. Algunas veces, cuando el patriciado recurre al auxilio de los príncipes soberanos, los gremios establecen alguna forma de unidad, pero apenas se disipa el peligro, rebrotan las querellas intestinas. En otras ocasiones la subversión no hace sino aprovechar circunstancias políticas favorables, sin cambiar nada.

Dos aspectos interesan sobre manera a los historiadores actuales: la incidencia de la guerra en las revueltas, y el reflejo en ellas de las doctrinas vigentes.

Como la vida era inseparable de la fe cristiana, cualquier perturbación religiosa se presentaba bajo una dimensión social, y a la inversa. En el Siglo XIV la sociedad era considerada como una consecuencia de la Creación y del amor de Dios;

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los cristianos constituyen el Cuerpo Místico de Cristo y aparecen estamentariamente ordenados porque así se cumplen mejor los fines de subsistencia que la sociedad tiene asignados. La subversión es un absurdo puesto que nadie sabe qué posición es para él más conveniente en orden a la salvación, verdadera meta de la vida. Sin embargo, este absurdo se da de cuando en cuando.

La explicación de estos hechos es, en boca de los predicadores, el pecado, es decir, el quebrantamiento de la norma. Cuando esto se produce no existe otra solución que obligar a las cosas a volver a su sitio. 1.3.4.2 Las revueltas. Tres factores tuvieron importancia en el desencadenamiento de las revueltas: la constitución de ejércitos de mercenarios; el uso de medidas económicas como arma de guerra; el estallido de contiendas dinásticas o intestinas que provocaron profundas divisiones.

La revuelta social en el Imperio bizantino estaba apoyada en la mala situación económica. Pero se presentó entre 1341 y 1350 sólo como una parte de la guerra dinástica entre Juan VI Cantacuzeno y Juan V Paleólogo.

En Suiza los movimientos de agitación, Lucerna18 (1332); Zurich19 (1336) se presentaron bajo aspectos de auténtica moderación; estaban ligados a la formación de una Confederación helvética. Lo mismo que sucede en algunas importantes ciudades alemanas el objetivo era tan sólo conseguir la desaparición de los gobiernos patricios.

Los movimientos castellanos que se detectan en Córdoba20 (1312) y Ubeda21 (1331) también se encuentran relacionados con acontecimientos políticos.

En París22, el movimiento tenía un carácter político, y en él se mezclaron intereses de la alta nobleza y del clero, el punto de arranque había sido, como de costumbre, la queja de la población urbana por los impuestos y el quebrantamiento de la moneda. 1.4 LA ECONOMÍA MERCANTIL 1.4.1 Los cambios sustanciales 1.4.1.1 Comercio y avituallamiento. No puede decirse que la crisis del Siglo XIV haya coincidido con un declive de la actividad mercantil en el Mediterráneo. Pero se advierten ya algunas profundas transformaciones, tanto en el tráfico, afectada muchas veces por circunstancias políticas, como en las técnicas, que anuncian la reconversión que se generaliza en el Siglo XV. Entre dichas circunstancias políticas, algunas merecen ser destacadas: la consolidación de los sistemas monárquicos en Inglaterra, Francia y la Península Ibérica; la sustitución del antiguo camino terrestre que atravesaba Champagne, por la gran ruta marítima que pasa por el estrecho de

18 Cantón y ciudad al Norte de Suiza. 19 Cantón y ciudad al Norte de Suiza 20 Provincia de Andalucía al sur de España. 21 Ciudad de Castilla de la Mancha en el centro de España. 22 Capital de Francia ubicada al norte.

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Gibraltar23; la creación del Imperio marítimo catalán; y el establecimiento de un fuerte Estado turco otomano en Anatolia. 1.4.1.2 Decadencias de las ferias de Champagne. Este declive señala el término de una técnica aplicada a los negocios, según la cual el dinero se maneja a plazos diferidos con objeto de garantizar tanto el pago como la entrega de la mercancía, y el comienzo de otra, que será anuncio del primer capitalismo. Esto no significa que la Feria, en cuanto institución mercantil, haya sido sustituida. Pero las de Champagne, en sus dos Siglos de existencia, habían dejado de ser auténticas Ferias, en el estricto sentido que se da a esta palabra, convirtiéndose en un sistema cerrado para la circulación del dinero.

Entre las causas de la decadencia de las Ferias de Champagne conviene resaltar, la evolución de las sociedades mercantiles italianas. Las nuevas empresas florentinas abandonaron el sistema unitario para convertirse en una cadena de factorías autosuficientes, que fiaban a los factores las decisiones concretas. Por otra parte las actividades directamente mercantiles, de compra y venta, tendían a dispersarse entre las numerosas Ferias que se fundaban, en lugar de concentrarse como antes en un solo punto. 1.4.1.3 Flandes, eje de la economía. Brujas24 desempeñó un importante papel directivo. Desde principio del Siglo XIV, con la instalación de los italianos y de los españoles, quedó completa su función de mercado universal, lonja de contratación y casa de cambio.

La actividad productiva de la economía flamenca era muy grande. Se comete un error cuando se desprecian la agricultura y la ganadería; no llegaban al volumen de dinero de la industria, pero eran de todas maneras muy importantes. La apertura del Estrecho de Gibraltar significó para Flandes un gran alivio.

Desde principios del Siglo XIV las importaciones flamencas se recibían casi exclusivamente por mar. Fue ésta la razón de tan extraordinaria fortuna como tuvo Brujas, dotada por la naturaleza de dos aperturas al mar, en buenas condiciones de seguridad: el Zwyn, que conduce a Damme, puerto construido ya en 1180; el ingenioso canal que fue llamado de l’Ecluse porque permitía aliviar los efectos de las mareas por medio de un complicado sistema de compuertas. 1.4.2 El impulso español 1.4.2.1 La apertura del estrecho de Gibraltar. En 1282, aprovechando la guerra entre Alfonso X y su hijo Sancho el sultán de Marruecos Abu Yusuf Ibn Ya’qub, consiguió establecer una cabeza de puente en la península, en torno a Gibraltar, incluyendo Tarifa, Algeciras y Ronda. El estrecho pasaba a ser controlado de este modo por los benimerines; ya en la primera tregua concertada entre castellanos y marroquíes indicaron los primeros que su intención era conseguir la más completa libertad de tránsito. Cuando se reveló que las negociaciones diplomáticas no bastaban, Sancho IV planeó una vasta operación militar. Fue una larga y dura batalla que duró medio Siglo.

23 Al Sur de España en la Costa del Sol. 24 Ciudad de Flandes Occidental al Oeste de Bélgica.

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En las primeras operaciones intervino Benito Sacaría. Una flota combinada de genoveses y castellanos aplastó a los marroquíes en la bahía de Gibraltar el 6 de agosto de 1291. Negociando con los otros reinos peninsulares, Sancho IV reservó en su favor un eventual derecho de ocupación sobre un breve andén litoral africano. Los castellanos no consiguieron eliminar la cabeza de puente marroquí. En cambio los benimeres se apoderaron en 1309 de Ceuta.

La segunda fase de la batalla del Estrecho comenzó en 1328. Era imprescindible, para el buen éxito de las operaciones, romper la alianza entre Granada y Marruecos. Fue también importante la colaboración de barcos catalanes; mercaderes de este origen, que comerciaban en Marruecos. La acción decisiva no se libró en el mar, sino en tierra, cuando los musulmanes fueron derrotados a orillas del río Salado el 30 de octubre de 1340. Algeciras, que resistió hasta el 25 de marzo de 1344, se convirtió en una nueva base castellana en el Estrecho. Gibraltar, en cambio, no pudo ser tomada. 1.4.2.2 Los castellanos en Flandes. Se constituían en Castilla los primeros capitales. El desarrollo de la ganadería, anterior a la Peste Negra y a la recesión, permitió a los marinos castellanos aparecer en Flandes como proveedores de lana.

Castilla se preparaba a remontar la crisis mediante el establecimiento de un eje económico de dirección norte-sur, desde los tejidos de Flandes hasta el oro de África, en conexión con la ruta del Mediterráneo. El comercio sobre este eje era ante todo de materias primas y el capital de inversión fue proporcionado por la banca genovesa, los Doria, Spinola y Centurione.

El 4 de noviembre de 1348, el conde de Flandes Luis van Male, que acababa de obtener la capitulación de Brujas, otorgó a la “nación española” en esta ciudad el mismo régimen de privilegios que hasta entonces poseía la Hansa. Este privilegio significaba el comienzo de una lucrativa etapa pero, al mismo tiempo, también el compromiso de defender la ruta, vital en adelante. 1.4.2.3 Constitución de la commonwealth catalana-aragonesa. De los tres grandes Imperios mercantiles del Mediterráneo, el de la Corona de Aragón fue, cronológicamente, el más tardío. La Corona de Aragón se definía, a finales del Siglo XIV, como un gran Estado plural, que enlazaba las huertas del Jalón, en su extremo occidental, con la península de Morea. En el centro, dominando el sistema, se encontraba Barcelona. 1.4.3 Los imperios italianos 1.4.3.1 El papel de Alejandría. Alejandría25 era la meta que todos aspiraban. Existió durante los dos últimos Siglos de la Edad Media una guerra entre los intermediarios que empleaban el fonduk alejandrino como instrumento. Un fonduk era en esencia una edificación cuadrada o rectangular, de varios pisos, con patio interior desde el que se accedía a los almacenes. Los comerciantes podían alojarse en él y guardar sus mercancías al mismo tiempo. Dentro del fonduk, la jurisdicción era ejercida por los cónsules de la nación o naciones propietarias, en lugar de las autoridades del país.

25 Ciudad de Piamonte, al noroeste de Italia.

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1.4.3.2 El imperio genovés. La primera y más importante de las industrias genovesas fue la construcción de buques. Los ingenieros genoveses lanzarían al mar una versión gigantesca de la galera, que llamaron carraca, en donde se ofrecían a los viajeros las mejores condiciones de seguridad y comodidad que podían imaginarse entonces.

Lana y seda alimentaban a la gran industria que se encontraba establecida en la ciudad. Insuficientes los rebaños de Lombardía26 para cubrir sus necesidades, Génova27 recurrió a las importaciones españolas, tanto aragonesas como castellanas. Pero la industria textil genovesa era mediocre y sus ventas al exterior fueron decreciendo, a lo largo del Siglo. La industria sedera constituyó una de las peculiaridades de Génova; se prohibía su ejercicio a personas particulares, pues era un monopolio estatal. Génova exportaba también hilos de seda.

Las minas de hierro de Elba28 se convirtieron en monopolio genovés y en alimento de otra industria, de manufacturas metálicas, especialmente armas. Los abundantes bosques de las cordilleras del interior, proporcionaron carbón vegetal para alimento de las herrerías.

La prosperidad genovesa no es la de los productores, sino la de los intermediarios. De ahí la importancia que tenían en la vida de la ciudad las sociedades llamadas maonas o comperas. El banco proporcionó el modelo para dichas sociedades, cuyo capital se consideraba dividido en veinticuatro partes o carati si bien admitía la subdivisión de los carates en cuantas partes fuera necesario. Esta práctica limitaba rigurosamente el capital nominal e introducía una fuerte incidencia especulativa. A fines del Siglo XIV las compañías mercantiles llegaron a convertirse en las auténticas dueñas de la ciudad.

Las colonias genovesas eran apenas factorías destinadas a proporcionar el apoyo político indispensable para el comercio, que se había extendido por todo el Mediterráneo. En la práctica, se hallaba dividido en tres sectores, cada uno de los cuales contaba con peculiaridades de organización y, sobre todo, de mercancías. El centro de todo el sistema seguía instalado en Gálata, el barrio de Constantinopla que los emperadores entregaran a Génova en 1261 a cambio de la ayuda para la recuperación de su capital. Desde 1303 este barrio había sido ampliado y fortificado hasta convertirse en una ciudadela. 1.4.3.3 El Imperio Veneciano. Venecia29 estaba trabajando, desde 1297, para transformar su red de colonias en un Estado, fuertemente sujeto a la autoridad central. Esta era el patrimonio de una oligarquía de grandes comerciantes, cuyos miembros sucedían de padres a hijos. El Gran Consejo no era sino el cuerpo electoral que se encargaba de designar los 125 miembros del Senado, supremo órgano de legislación y decisiones. Esta oligarquía se trataba de un gobierno preocupado por lograr la eficacia que, manteniendo una línea de política constante, elevó el comercio veneciano a niveles de gran prosperidad.

26 Provincia al Norte de Italia. 27 Ciudad perteneciente a Liguria al Noroeste de Italia. 28 Isla al oeste de Italia, en el Mar Mediterráneo. 29 Puerto y Golfo. Noreste de Italia en Veneto.

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A mediados del Siglo XIV las posesiones venecianas más importantes eran Creta y Negroponto. El puerto de Candía30 era esencial para las comunicaciones con Egipto. También en Chipre31 hacían acto de presencia los venecianos, pero su puerto de Paphos, situado en la costa occidental. La factoría veneciana en este punto data de 1328.

El eje fundamental del comercio veneciano seguía siendo la ruta de Alejandría. 1.4.4 El comercio hanseático 1.4.4.1 Orígenes de la Hansa. Los alemanes establecieron una división muy nítida entre dos instituciones, la gilde, que era una corporación de oficios en el interior de la ciudad, y la hansa, cuyo nombre se relaciona con el de una “tropa armada” para el comercio con el exterior. Tanto en Londres32 como en Visby33, los alemanes constituyeron hansas.

Las múltiples hansas de una sola ciudad cedieron el paso a otras mayores, en que se admitían los comerciantes de varias ciudades que se encontraban en el mismo mercado, y éstas finalmente a una sola Hansa que custodiaba y defendía los privilegios mercantiles otorgados a los alemanes. Fueron etapas importantes en este proceso, la unificación de los hansas de Londres a partir de 1281, y los victoriosos bloqueos comerciales contra Novgorod (1277), Noruega (1284) y Brujas (1302).

La Hansa se colocó en una clara posición ideológica de defensa del régimen del patriciado. 1.4.4.2 Crecimiento de Lübeck34. A principios del Siglo XIV, cuando los condes de Holstein y los duques de Mecklemburgo, aliados, emprendieron la conquista de las ciudades vendas, Lübeck tuvo que reconocer que era impotente y que necesitaba del protectorado danés para subsistir. Pero las guerras civiles de Dinamarca permitieron a los alemanes intervenir invirtiendo la situación: dinero y barcos proporcionados por las ciudades vendas permitieron a Waldemar IV recuperar el trono, obligándole a otorgar en 1340 importantes privilegios. Lübeck capitalizó el éxito, porque había sido en realidad la creadora de esta política; en adelante aparece como cabeza indiscutible, no sólo del comercio como antes, sino también de la política exterior. 1.4.4.3 Primeros intentos de unión. Los efectos de la Peste Negra en el ámbito de las ciudades hanseáticas fueron terribles. La atmósfera de crisis pudo parecer a los reyes de Dinamarca signo de debilidad que convenía aprovechar.

Brujas se defendió de estas presiones británicas imponiendo a los comerciantes foráneos nuevas contribuciones sobre la sal y los cereales, principales productos alemanes. Lübeck tomó la iniciativa de convocar una reunión de representantes de las ciudades que poseían privilegio hanseático. Fue la primera Dieta de la Hansa, que celebró sus sesiones en 1356 y 1358. El procedimiento propuesto no podía ser otro que el bloqueo económico de Brujas. Brujas tuvo que

30 Isla griega en el Mar Mediterráneo. Actualmente Heráclito. 31 Isla al sur de Turquía en el Mar Mediterráneo. 32 Capital inglesa al Sureste de Inglaterra. 33 Puerto en la isla de Gotland al sur de Suecia en el Mar Báltico. 34 Ciudad entre Mecklenburg y Schleswig-Holstein al Norte de Alemania.

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capitular en 1360. Los privilegios alemanes fueron confirmados y se otorgó a los hanseáticos el derecho de venta de mercancías al por menor.

Este mismo año Waldemar IV de Dinamarca se apoderaba de Gotland35 y recobraba Scania de manos de los suecos. Aunque permitió a los alemanes que siguiesen utilizando el puerto de Visby, intentó obtener grandes sumas de la confirmación de los privilegios hanseáticos. Empujadas por su reciente éxito, las ciudades vendas y pomeranias decidieron resistir; pero para vencer a Dinamarca no eran suficientes las medidas de bloqueo económico, y una primera expedición militar contra Copenhague36 (1362) resultó un fracaso.

En la gran Dieta que se reunió en Colonia en 1367 estuvieron representados incluso los puertos de Holanda y Zelanda, que no poseían el “privilegio” hanseático. Se decidió constituir una Liga para toda la duración de la guerra contra Dinamarca y tres años más; de hecho, la Liga estuvo vigente hasta 1385. Los hanseáticos invadieron Scania, destruyeron el puerto de Copenhague y obligaron a Dinamarca a capitular en Stralsund.

La paz de Stralsund resuelve, para un Siglo, el equilibrio de poderes en el mar Báltico. Era un acuerdo singular porque los vencedores no constituían un poder territorial ni podían ejercer derechos de soberanía; cada ciudad se sentía obligada únicamente por los compromisos concretos adquiridos para esta ocasión. 1.4.4.4 Las dificultades. Estas dos victorias han sido consideradas siempre como signos de consolidación de la Hansa, aunque no abrieron un período de tranquilidad sino de nuevas tensiones. Pero siendo una mera coincidencia de intereses entre ciudades mercantiles y nunca una Liga permanente se dibujaron pronto en la Hansa dos tendencias: los moderados querían mantenerse dentro de los límites tradicionales, conformándose con la defensa del privilegio; los imperialistas pretendían nada menos que cerrar el Báltico a los extranjeros.

Los comerciantes ingleses se sintieron perjudicados. Una protesta fue presentada en la Cámara de los Comunes, primero ante Eduardo III y después ante Ricardo II: se denunciaba la falta de reciprocidad, puesto que los alemanes disfrutaban en Inglaterra de más ventajas que los propios naturales del país, y negaban todo favor a los británicos en el Báltico. El acuerdo que se firmó en 1388 significaba un pequeño repliegue por parte de la Hansa: los ingleses eran autorizados a comercial en el Báltico.

La llegada de los españoles a Brujas complicaba también las relaciones de los alemanes con las ciudades flamencas, sublevadas contra su conde en la revuelta acaudillada por Felipe van Artevelde, con auxilio británico.

La piratería se estaba convirtiendo en un verdadero problema. La Guerra de Corso entre Inglaterra, Francia y Castilla, estímulos a los depredadores por parte del duque de Mecklemburgo37, aspirante fallido a la corona de Dinamarca, eran muchos los factores que incitaban al desarrollo de la lucrativa industria de los ladrones del mar. En 1376 el problema fue estudiado por la Dieta general de la Hansa, sin que se llegara a ningún acuerdo. Lübeck trataba de combatir a los piratas pero no

35 Isla al sur de Suecia en el Mar Báltico. 36 Capital de Dinamarca. 37 Estado al norte de Alemania.

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encontraba el respaldo suficiente; de ahí su decidida política en pro de la unión de las tres monarquías escandinavas, porque le parecía el único medio de cerrar, poco a poco, los puertos bálticos a estos ladrones. Los piratas se trasladaron al mar del Norte, haciendo objeto de sus ataques especialmente a los comerciantes de Hamburgo38 y Bremen39. 1.4.4.5 Estructura orgánica de la Hansa. La Hansa fue la unión esporádica de aquellas ciudades que tenían derecho a usar del “privilegio” adquirido en ciertos países, para sus relaciones comerciales. La Dieta celebrada en Lübeck en 1366 determinó que dicho privilegio estaba reservado únicamente a los miembros de la burguesía de aquellas ciudades, e inició una serie de medidas destinadas a impedir usurpaciones. La Orden Teutónica, que constituía un Estado territorial, perteneció a la Hansa, pero sólo seis ciudades en él, disfrutaban del privilegio.

Las decisiones nacían de las Asambleas regionales en que se reunían los tercios en que las ciudades estaban agrupadas y cuyas cabezas respectivas se situaban en Lübeck, Visby/Riga o Colonia/Dortmund. Aquí se estudiaban los problemas, aceptándose la participación incluso de algunas ciudades no hanseáticas, y se proponían soluciones que pasaban después a la Dieta general.

El “privilegio” hanseático significaba, ante todo, el derecho de usar las cuatro grandes colonias exteriores, que eran como los ejes sustanciales del comercio. En cada una se había producido autonomía judicial y administrativa casi completas. El número total de ciudades que llegaron a usar del privilegio se acercaba probablemente a doscientos, incluyendo desde luego a algunas muy pequeñas. 1.4.4.6 Las técnicas mercantiles. El comercio que practicaban los hanseáticos era apenas otra cosa que transporte marítimo de mercancías. La unidad base para todos los negocios estaba constituida por el buque. Mientras navega, el buque es como un trozo de la ciudad, que se desplaza bajo las ordenes de un schep-herr. Con mucha frecuencia el schiffer era miembro del patriciado. Los dueños del barco constituían una sociedad, que se repartía beneficios y gastos.

Los buques respondían fundamentalmente a dos modelos, la kogge, capaz de navegar contra el viento, y la hola. A fines del Siglo XIV, la Hansa disponía de más de un millar de buques, lo que le daba una potencia naval superior a la de Inglaterra y, acaso, a la de España.

La navegación hanseática discurrió por rutas muy cercanas a la costa, haciendo innecesaria la brújula, que tardó mucho en generalizarse. Durante la guerra con Dinamarca se estableció la obligación de navegar en convoyes, compuestos por lo menos de diez navíos, a fin de asegurar la suficiente protección.

El problema de la seguridad de la carga no estaba resuelto. La Hansa desconocía por completo la técnica de los seguros marítimos. Al schiffer correspondía la responsabilidad de asegurar el transporte, pero esto no afectaba a los casos de robo, naufragio o pérdida de una parte de la mercancía arrojada al mar en los momentos de peligro grave por tormenta.

38 Ciudad del Estado de Baja Sajonia al Norte de Alemania. 39 Idem.

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1.5 LAS GRANDES GUERRAS DEL SIGLO XIV 1.5.1 La guerra de Valois y Plantagenet 1.5.1.1 ¿Guerra de Cien Años? Ninguna guerra puede durar cien años ni ser calificada por una mera apreciación cronológica. El único verdadero denominador común de tan largo período es la ausencia de un estado jurídico de paz, pues la única que se concierta, en Brettigny, en 1360, apenas se cumple.

Las aspiraciones de Eduardo III a la corona de Francia se presentaron muy tardíamente y se apoyaron en argumentos de Derecho privado. Eduardo era al mismo tiempo que rey de Inglaterra, noble en Francia y, por tal razón, vasallo del monarca que gobernaba en París. Este arcaísmo reclamaba urgente solución; en la paz de Brétigny trataría de hallarse una, en la renuncia por parte de Juan II a la soberanía sobre los dominios cuya posesión se reconocía al rey de Inglaterra.

Pero en este momento, en gran parte a consecuencia de la misma guerra, se había desarrollado el sentimiento nacional hasta un punto que hizo imposible que la renuncia pudiera ser aceptada. La contienda es del reino, no del rey.

Cuando la serie de guerras comienza, el ejército estaba compuesto, por las milicias convocadas en virtud del ban y del arriere-ban, y por los soldados que el rey pagaba directamente. Se inicia de este modo un proceso muy largo y muy lento que concluye con la constitución de los primeros ejércitos modernos en el Siglo XV.

Eduardo III y Felipe IV buscaron refuerzo para sus respectivas posiciones en el concierto de alianzas en los Países Bajos y la Península Ibérica de tal modo que el frente de lucha estuvo constituido por la larga ruta marítima del golfo de Vizcaya40 y el Canal de la Mancha. Para los reinos ibéricos el dominio de la ruta del mar significaba la posibilidad de remontar o no la crisis depresiva.

Desde 1340 (Batalla de l’Ecluse) las posibilidades de lograr una victoria duradera se situaron para ambos contendientes en el dominio del mar en torno al cual se agrupaban los intereses y también las relaciones diplomáticas. Entre los mercaderes que recorrían la ruta se empezó a hablar de naciones, alemana, española, francesa e inglesa, como de signos distintivos. La política se tiñó de economía. Ahora bien, en todas las negociaciones que se entablan, el capítulo de las condiciones económicas y de la libertad de comercio, nunca falta. Se tiene la impresión de que durante la guerra, y tal vez a causa de ella, surgió la preocupación de los reyes por el comercio y por el desarrollo económico de sus respectivos dominios. La única opción que les quedaba estaba precisamente en los impuestos dimanados del comercio. Lentamente se tomaron medidas legislativas para favorecerle; desde fines del Siglo XIV hace su aparición la mentalidad del mercantilismo.

40 Golfo al norte de España.

Figura 8. Eduardo III

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Por medio de la guerra, Francia acentuó la coincidencia singular entre rey, reino y nación; Inglaterra fue devuelta a su insularidad antigua; Portugal despertó a la conciencia de ser una nación peculiar, dentro de la Península; Castilla impuso a los demás reinos ibéricos su criterio de que la distribución territorial establecida era definitiva e irreversible. Aparece el patriotismo, sentimiento que expresa la identidad entre rey y reino, comunidad nacional y soberano que la representa.

En 1328 el rey de Francia era el que poseía más extensos dominios patrimoniales, que abarcaban a más de la mitad del reino, pero al mismo tiempo se encontraba directamente amenazado por la consolidación de grandes señoríos, cuatro de los cuales, Flandes, Borgoña, Bretaña y Guyena constituyeron auténticos reinos, aunque nunca pudiesen usar de dicho título.

La primera de las guerras se desarrolla entre 1337 y 1388, como una contienda entre Eduardo III y los tres primeros monarcas Valois de Francia: Felipe VI, Juan II y Carlos V. Entre ambas fechas existe un estado jurídico de guerra permanente pero sólo varias ocasiones de lucha armada. La razón de que las operaciones militares no puedan prolongarse radica en la insuficiencia de medios económicos que padecen todos los soberanos.

El estado de guerra permanente favoreció en todas partes el crecimiento de una nueva nobleza y que llegó a alcanzar un gran poder. La nueva nobleza fue, ante todo, una clase política que desempeñó todas las funciones militares y diplomáticas, y una parte de las administrativas, del reino. 1.5.1.2 Felipe VI, Rey de Francia. En 1328 murió el rey Carlos IV, último de los tres hijos de Felipe IV que sucedieran a éste consecutivamente en el trono. Su esposa Juana estaba encinta y ello obligaba a esperar el resultado del parto. Una mujer carecía en Francia de capacidad para heredar la corona. Pero no se había declarado de modo expreso si podían en cambio transmitir derechos a otros descendientes varones. En el caso de una respuesta afirmativa Eduardo III de

Inglaterra, nieto de Felipe IV por su madre Isabel, tenía sin duda preferencia; en caso contrario sería rey de Francia Felipe de Valois, hijo de un hermano de aquel monarca, Carlos de Valois.

La cuestión de capital estaba en saber si convenía a Francia tener o no por rey a quien lo era ya de Inglaterra. Eduardo III se encontraba sujeto a tutela de su madre y sometido hasta 1330 al poder de Rogelio Mortimer; no estaba por tanto en condiciones de emprender ninguna acción eficaz en defensa de sus derechos. Felipe de Valois jugó hábilmente con su nacimiento francés y sus vínculos de sangre con la dinastía Capeta; presentó además su candidatura como la de los nobles, de quien se consideraba defensor. Nació una niña, a la que se puso por nombre

María, y Felipe se convirtió automáticamente en rey. Eduardo protestó.

El reino de Navarra41 no se sintió incluido en la decisión tomada por la Corte de París. No fueron aceptados los embajadores de Felipe IV y se procedió a proclamar los derechos de Juana de Evreux, hija de Luis X, y de su marido Felipe. El

41 Distrito al Norte de España.

Figura 9. Felipe IV

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rey de Francia no insistió en sus pretensiones conformándose con reclamar la renuncia de los Evreux a los condados de Champagne y de Brie.

Para Navarra esta fecha es muy importante; la independencia significaba una afirmación de hispanismo y, a la vez, del poder de las Cortes. En el momento en que Felipe y Juana juraron los Fueros, en calidad de reyes, los estamentos acordaron unánimes que, en el caso de que Juana muriese antes de su marido, la corona pasaría a los hijos del matrimonio y no a Felipe constituyéndose una regencia de doce miembros para garantizar el respeto a las leyes y libertades. Felipe fue un rey hábil, que supo hacer uso de las Cortes para la afirmación de su poder. 1.5.1.3 La campaña de Cassel. Las primeras decisiones de Felipe VI demostraron que la utilización del respaldo nobiliario significaba para él un compromiso muy serio. Caselles supone que este compromiso le impedía de tal modo conducirse con libertad que resulta difícil saber hasta qué punto su conducta respondía a deliberados propósitos. Mientras que los rebeldes, nutridos en las corporaciones de oficios y las asociaciones de artesanos, confiaban en lograr la ayuda de Eduardo III, los patricios y los nobles reclamaron la intervención del rey de Francia. Inmediatamente después de su coronación, Felipe VI reunió la hueste y la llevó a Flandes. La revuelta fue aplastada en la batalla de Cassel (23 de agosto de 1328).

La victoria francesa en Cassel tuvo muchas repercusiones. Se acentuó en consecuencia la inclinación de los vencidos a confiar en la amistad inglesa. Eduardo III dio el primer paso, al casarse con Felipa de Avesnes, de la Casa condal de Brabante, ancestral enemiga de la de Flandes; de este modo buscaba un punto de apoyo en los Países Bajos. Felipe VI valoró excesivamente su éxito; contando con la segura fidelidad de Luis de Nevers, había conseguido, en 1329, un acto de vasallaje de Eduardo por sus dominios de Francia.

El comienzo de nuevas hostilidades en Escocia, en donde Eduardo III intentaba sustituir, en 1329, a David Bruce, amigo de Francia, por Eduardo Balliot, tranquilizó a los franceses: aquella guerra endémica bastaba para absorber los recursos de los ingleses. En cierto modo se trataba de un razonamiento justo. 1.5.1.4 La guerra de Flandes. Los planes de guerra elaborados por Eduardo III consistían en utilizar a Gascuña o a Flandes como cabezas de puente, trataba de penetrar profundamente en el país. La prosperidad comercial de Aquitania y la eficiencia de la administración inglesa, que se refleja en los Rolls gascones, convirtieron a este ducado en una base militar segura, a pesar de las ingerencias de los oficiales y tribunales de justicia franceses.

El 12 de agosto de 1336, sin que mediara ninguna explicación previa, Eduardo III prohibió la exportación de lana y propuso la creación de una nueva etapa en Amberes, al amparo de sus aliados brabanzones. Felipe VI esperó casi un año antes de dar la réplica: el 24 de mayo de 1337 fue decretado el embargo del ducado de Aquitania como consecuencia de ciertos pleitos que se hallaban pendientes ante el Parlamento de París. Entre la burguesía y los gremios artesanos comenzaba a abrirse camino la idea de que una solución podía ser el abandono definitivo de la jurisdicción condal para edificar una nueva estructura política. De esta idea se hizo intérprete un patricio, Jacobo van Artevelde.

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El 7 de octubre de 1337 Eduardo III reclamó el trono de Francia como heredero legítimo de Carlos IV; un mes más tarde su flota se apoderaba de la isla de Cadzant, cerrando el acceso al canal que constituía el puerto de Brujas. La situación de la industria textil se hizo muy grave. La crisis laboral alcanzó aquel año de 1338 límites de gravedad superiores a los de ninguna otra ocasión anterior. Felipe VI se acogió a su acuerdo con Alfonso XI contratando los servicios de una flota que patrulló en 1339 las aguas del Canal manteniéndolo abierto a la navegación.

La actitud del patriciado y de la baja nobleza, que hasta entonces habían sostenido la autoridad del rey de Francia, cambió. En octubre de 1339 el conde huyó a París mientras Jacobo van Artevelde asumía el poder como presidente de un consejo en el cual los representantes de las gildes menores alcanzaban la mayoría. Este nuevo régimen político reconoció a Eduardo III como legítimo rey de Francia y, en consecuencia, como su soberano. Eduardo abrió nuevamente la etapa de las lanas en Brujas y acudió a una entrevista con Luis de Baviera recibiendo de él un título de vicario imperial sobre los Países Bajos. De este modo poseía autoridad tanto sobre los señoríos de origen francés como sobre los de origen alemán.

En entero de 1340 el Parlamento inglés reconoció que las condiciones de seguridad en el mar le eran desfavorables y ordenó a los Cinco Puertos que armasen una flota para recobrar su dominio.

Con una flota relativamente pequeña, Eduardo pudo derrotar en L’Ecluse, el 24 de junio de 1340, a los débiles fuerzas francesas. Inglaterra obtuvo, merced a esta batalla, un dominio del mar que ejercería durante los próximos treinta y cinco años. Sin embargo, las fuerzas y sus resultados, no fueron juzgados por los comunes como demasiado brillantes. Tampoco Eduardo III pudo felicitarse de sus éxitos: cercó Tournai y fracasó.

Intervinieron entonces los legados pontificios y los embajadores castellanos. Que tenían intereses personales en el comercio exterior. Lograron que se firmase una tregua que abría nuevamente el mar a la navegación. 1.5.1.5 La guerra de Bretaña. Francia decidió compensar esta victoria inglesa con una ofensiva en Escocia. Desde 1333, David II Bruce, expulsado del trono por Eduardo Balliol, vivía refugiado en Francia. Tropas francesas se encargaron en 1341 de devolverlo a Escocia y de instalarlo en el trono. Eduardo III se encontró con una guerra de cinco años porque los escoceses habían vuelto a sus antiguas fronteras.

El balance de las operaciones y maniobras, en estos primeros cinco años, era favorable a Inglaterra que, gracias, Bretaña y Gascuña había vuelto, como en los viejos tiempos, a ejercer el dominio del mar. Estas circunstancias obligaban a los castellanos a revisar su posición, siempre para asegurar la navegación y transporte de las materias primas hacia los mercados del Norte. Alfonso XI mostró una clara voluntad de acercamiento a los ingleses que, en el verano de 1343, propusieron el establecimiento de un tribunal de arbitraje, compuesto por igual número de persona de uno y otro reino, que podría decidir en todas las cuestiones de violencia, robo y piratería, las conversaciones que siguieron son el origen de un tratado (28 de abril de 1344) que regulaba la navegación entre Aquitania y los puertos castellanos. Cada año las flotas de lana españolas aumentaban su cargamento; Brujas se estaba convirtiendo en la clave del dispositivo para los españoles. Pero Eduardo III aspiraba a algo más: quería convertir la amistad en alianza mediante el matrimonio del heredero de Castilla, Pedro, con una de sus hijas.

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1.5.1.6 Campaña de Crécy. Aleccionado por sus fracasos, Felipe VI trató de reaccionar ejecutando un cambio de los elementos directivos en su Corte. Auvergneses y borgoñones se encargaron de procurar el cambio. Las presiones económicas que este equipo de gobierno ejerció sobre los Estados provinciales a partir de 1340, con objeto de conseguir ayudas para la guerra, provocaron sentimientos de viva oposición. Restaurado David II en Escocia, los ingleses tuvieron que atender a un nuevo frente mientras que aparecían mercenarios escoceses en los ejércitos de Francia.

El problema de Flandes comenzaba a mostrar sus aristas más agudas al rebrotar la lucha social. Los gremios artesanos estaban intentando introducir una dictadura en el gobierno de las ciudades, causando el pánico entre los patricios. Bataneros y tejedores constituían al parecer los elementos exaltados. De pronto, el 24 de julio de 1345, Jacobo van Artevelde murió asesinado por sus antiguos partidarios. En Flandes estalló una autentica guerra civil entre los distintos gremios.

El 1 de julio Felipe VI concertaba una alianza con Castilla, extraordinariamente provechosa. Para la próxima campaña el almirante Gil Bocanegra, genovés, llevaría doscientos buques en socorro de Francia. Triunfaba pues el partido que, en conspiración con ciertos sectores de la banca genovesa, preconizaba la apertura de la ruta del Canal, mediante el uso de la fuerza. El escenario de guerra en que se pensaba, era Bretaña, donde las hostilidades, pese a la tregua, seguían siendo tercas y continuas.

Eduardo III decidió volcar todas sus fuerzas. En el otoño de 1345, el conde de Derby apareció con un ejército en Guyena. En diciembre este ejército logró una moderada victoria en Auberoche, como consecuencia de la cual pasaron a poder de los británicos algunas fortalezas como Aiguillon, Saint Jean d’Angely, Niort y Poitiers. Los Comunes, estimulados, votaron subsidios importantes para la continuación de las operaciones. El 12 de julio de 1346 el propio rey desembarcó con sus tropas en Saint-Vaast-la-Hogue, en Normandía y acabó fijando sus posiciones en Crécy. Felipe VI le atacó allí el 26 de agosto con fuerzas mucho más numerosas, pero carentes de la disciplina y cohesión que los ingleses tenían. Crécy fue una batalla muy sangrienta y, para Felipe VI, una derrota de graves consecuencias.

Las consecuencias de Crécy fueron muy importantes y se vieron acrecentadas porque, al cabo de unas semanas, el ejército que operaba en la frontera de Escocia a las órdenes de la reina Felipa, derrotaba en Nevill’s Cross a David II y le hacía prisionero. Escocia se hallaba fuera de combate. En la campaña de 1347 Carlos de Blois era derrotado en la Roche Derrien, capturado y trasladado a Inglaterra. Alfonso XI de Castilla llegaba rápidamente a la conclusión de un tratado con los condes de Arundel y Derby. El infante Pedro aceptaría una novia británica, Juana, hija de Eduardo III.

Para Castilla se acercaba el momento de tomar una decisión. Los procuradores de las ciudades solicitaron del rey que mantuviese la amistad británica, porque este era el medio de proteger a los marinos y comerciantes. Luis van Mâle, dueño ahora de Flandes, otorgó a los laneros castellanos, el 4 de noviembre de 1348, los mismos privilegios que hasta entonces disfrutaba la Hansa. Nacía de este modo la etapa de las lanas que sería llamada “nación española” de Brujas. La invitación era clara: se trataba de sustituir la materia prima británica por la de las ovejas españolas. Pero para llegar a Brujas era imprescindible atravesar el Canal de la Mancha, dominado por las flotas británicas. Alfonso XI comprendía que necesitaba

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ahora de la buena voluntad de ambos contendientes, cosa cada vez más difícil. Eduardo III envió a su hija a Burdeos, tratando de acelerar al máximo los trámites para su matrimonio; Juana murió, desgraciadamente, durante el viaje. En el momento de desaparecer, Alfonso XI permanecía aún en el difícil punto del equilibrio. 1.5.1.7 Winchelsea. La preferencia dada por el conde de Flandes a las relaciones con comerciantes del exterior, ya no representaba ninguna novedad. También Eduardo III y Felipe VI recurrían a ellos. Barcos genoveses y venecianos formaban parte de las flotas británicas, y fueron los empréstitos a Eduardo los que arruinaron a los banqueros florentinos.

Los estados generales que se reunieron en París en noviembre de 1347 no se limitaron a votar subsidios, que deberían percibirse sobre la circulación de mercancías, sino que presentaron fuertes críticas a la labor de gobierno, exigiendo un cambio en el equipo. Felipe VI se decidió a asociar a su hijo Juan al trono y a encomendar la administración a los consejeros de éste: el duque de Borbón. Había una especie de distribución de funciones.

El esfuerzo de guerra que estaba comenzando a realizarse, se vio interrumpido pro la Peste Negra que, en Francia, se presentó con sintomatología que parece indicar tres enfermedades diferentes.

En 1350 desaparecieron dos de los principales protagonistas, Alfonso XI y Felipe VI. Juan II fue acogido con afecto y esperanza.

Los regentes que en nombre del nuevo rey de Castilla, Pedro I, tomaron las riendas del poder se decidieron a favor de la alianza francesa y abrieron inmediatamente negociaciones. Eduardo III decidió adelantarse a ellas con un golpe de fuerza que demostrase quién tenía el dominio del Canal: el 29 de agosto de 1350, cuando la flota de los laneros castellanos, en su viaje de retorno a la Península, cruzaba por delante de Winchelsea, fue atacada por los ingleses y destruida. 1.5.1.8 La crisis en la corte francesa. En 1351 se firmó también una tregua entre Inglaterra y Francia, prorrogada después hasta 1355. Del estado de quebranto y debilidad a que la depresión y la epidemia habían conducido a ambos reinos. Juan II no supo aprovechar esta oportunidad que se le brindaba para acometer las necesarias medidas de recuperación. El lujo de la Corte era un insulto a la pobreza del reino. La Corte de Francia era el escenario de intrigas, de amores menos platónicos de los que los poetas pretenden hacernos creer, de sueños nostálgicos y de desenfrenada lucha por el poder.

Las fuertes tensiones que se registraban en la Corte acabaron estallando. Vaivenes políticos de que fuera escenario el reinado de Felipe VI habían conducido a la constitución de dos partidos que reconocían respectivamente como cabezas al condestable Carlos de España, conde de Angoulême, y a Carlos II de Evreux, rey de Navarra, que estaba peligrosamente cerca del trono. Es imposible atribuir con un mínimo de seguridad programas a los respectivos partidos, pero parece bastante claro que el rey de Navarra, estableciendo un precedente que seguirían después los borgoñones, trataba de lograr el apoyo de los gremios de artesanos de París y de los descontentos por la mala situación económica.

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El 8 de septiembre de 1354, Carlos II hizo asesinar al condestable. Por el tratado de Nantes (22 de febrero de 1354) se perdonó su participación en el crimen y se le entregó, en prenda de amistad y esta manera qué grande era la debilidad de Juan II y qué inesperadas perspectivas de ganancia se le ofrecían por medio de la negociación. 1.5.1.9 Poitiers. Restañadas las pérdidas, se reproducía la guerra general. Como diez años antes, los ingleses la iniciaron con una operación de ofensiva desde Gascuña. En este momento se consumó la ruptura con Pedro I de Castilla y se perdieron las esperanzas de los franceses para contar con una flota. Inspirado sin duda por el grave peligro, Juan II tomó una decisión brusca y dudosamente acertada: con pretexto de un banquete, atrajo a Carlos II y le encerró en prisión (5 de abril 1356). La casa de Evreux y el reino de Navarra se colocaron automáticamente al lado del enemigo. Francia hubo de enfrentarse a solas con la nueva gran ofensiva británica.

Aquel verano, Eduardo III lanzó tres ejércitos al ataque. Juan II decidió arriesgar una batalla de poder a poder enfrentándose con el Príncipe en las inmediaciones de Poitiers el 19 de septiembre de 1356. La derrota tuvo semejantes proporciones a la de Crécy. El rey cayó prisionero y fue trasladado a Londres. 1.5.1.10 La revolución de París. Con la derrota y cautiverio del rey, el profundo descontento que las malas condiciones económicas y el peso de los impuestos provocaban en Francia, encontró un campo libre para manifestarse.

En 1356 Esteban Marcel era preboste. A su lado apareció, como figura influyente en los Estados, uno de los hombres de equipo de gobierno de Felipe VI, Roberto Le Coq, obispo de Laon.

Ninguno de ambos era un político de gran talla, pero tenían sentido de la oportunidad y sabían de qué medio valerse para estimular los sentimientos de resistencia. Mientras que los Estados de otras regiones se limitaban a presentar quejas, proponer remedios y discutir las subvenciones que se les pedía, los de París adoptaron un aire revolucionario que iba a proyectar al primer plano a Marcel y Le Coq. Las condiciones inicialmente presentadas al Delfín, como condición previa a la concesión de subsidios, constituían casi un acto de rebeldía: se exigía el castigo de siete oficiales del rey, a los cuales se acusaba de mal gobierno; dar libertad a Carlos II de Navarra; constituir finalmente una comisión de 28 personas, la cual fiscalizaría todos los actos de gobierno del príncipe mientras estuviese preso el rey. Dicho en otras palabras: se quería provocar un cambio de equipo y la entrega del poder al rey de Navarra y su gente.

El Delfín comprendió la maniobra y aceptó la batalla: suspendió la reunión de los Estados Generales y renunció, de momento, al voto de los subsidios. Proyectó salir de apuros mediante una Ordenanza que disminuía el valor de la moneda de vellón. Un motín penetró hasta los aposentos mismos del Delfín, obligándole a anular la Ordenanza.

Es cierto que otras Asambleas estaban otorgando dócilmente los subsidios que se les pedía, pero si el Delfín toleraba la práctica extensión de París y Langue d’oil, carecía de autoridad moral para obligar al resto del reino a pagar. Durante el año 1357 tuvo que acomodarse a una estrategia de menudas cautelas, procurando que brillase el contraste entre la insolencia y terror de las revueltas parisinas y la

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lealtad de las demás regiones. Antes de sentar la mano a los rebeldes había que despertar la condena del reino contra ellos. Se trataba de una operación de desgaste delicada, difícil y muy lenta, en la que el príncipe tenía que tolerar incluso que se le juzgase débil.

La operación comenzó en febrero, al reunirse de nuevo los Estados Generales en París, y ser presentado al Delfín un documento con condiciones todavía más duras que las de cinco meses atrás. Reforma y depuraciones sirvieron para que Esteban Marcel, coreado por los grupos asamblearios de los gremios, se hiciese dueño de la capital.

Las previsiones del príncipe comenzaba a cumplirse: una reacción del reino hacia la lealtad contrastaba con el proceso revolucionario parisino, que llegaba hasta sus últimas consecuencias en los últimos meses de 1357 y primeros de 1358, desprestigiándose. Al principio del otoño, el Delfín fue a buscar el apoyo de los Estados de Normandía. En noviembre, Carlos II de Navarra, liberado de su prisión por una orden de los Estados Generales, se presentaba sin el menor empacho, junto a Esteban Marcel, como una cabecilla para los gremios artesanos, amenazando a todo el mundo con la próxima llegada de los ingleses, cuyas patrullas en efecto deambulaban por las inmediaciones de la capital.

Inevitablemente la revuelta se dirigía a un punto crítico en el curso de un motín, murieron asesinados en presencia del propio Carlos los mariscales de Champagne y Normandía. Esta atrocidad, al ser conocida en toda Francia, fue la mejor propaganda para la autoridad monárquica. Seguro de ser apoyado, Carlos abandonó de pronto la aparente pasividad tomando la iniciativa de un contragolpe. El 14 de marzo de 1358 anunció que Juan II no podía ejercer la prerrogativa real por hallarse cautivo. Once días más tarde abandonaba París y comenzaba una acelerada serie de reuniones de los Estados.

Las tensiones sociales se contagiaron al campo: entre mayo y junio de 1358 estalló el movimiento que se conoce bajo el nombre de Jacqueríe. Se trataba de la explosión ciega provocada por hondos sufrimientos padecidos desde hacia años por estos campesinos que se lanzaban al asalto de los castillos y de las residencias de los señores, causando daños espantosos, alardeando de crueldad.

Desde el punto de vista político no cabe duda de que la Jaquería ofreció grandes ventajas al Delfín. No podían ya los revolucionarios vanagloriarse de ser defensores del pueblo. Pero ahora, cuando la revolución conectaba con los enemigos de Francia, el leve sentimiento patriótico que estaba comenzando a formarse, concentró su carga potencial en beneficio del Delfín. Este dispuso el bloqueo militar de la capital. Carlos II y Esteban Marcel solicitaron de Eduardo III que enviase un ejército; en este momento el preboste murió asesinado en un motín de minúscula importancia. El rey de Navarra, temiendo verse encerrado en una trampa, abandonó la ciudad en donde pudo entrar el Delfín a la cabeza de sus tropas, como un general victorioso. 1.5.1.11 El tratado de Brétigny. Los graves acontecimientos de los tres últimos años colocaban a Francia al borde del colapso. Los franceses eran conscientes de que siempre tenían superioridad numérica en el campo de batalla y, sin embargo, habían sido vencidos por la mayor eficacia de sus enemigos. Tampoco Inglaterra estaba en condiciones de prolongar mucho más las operaciones de conquista. Eduardo III hubo de modificar sus objetivos renunciando a la conquista de todo el

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reino, que le era imposible retener, y conformándose con un reparto que diese a Inglaterra el absoluto dominio de las dos orillas del mar.

Las primeras negociaciones, entabladas en Londres directamente con Juan II, apuntaban ya hacía la solución del reparto. Las concesiones otorgadas en aquella etapa inicial eran tan excesivas que los Estados Generales, hábilmente inducidos por el Delfín regente, rechazaron la paz. Es imposible saber cuales fueron entonces los propósitos de Carlos, que sin duda estaba buscando el modo de evitar o anular la renuncia a la soberanía. El hecho fundamental era que, a la antigua estrategia nobiliaria de las grandes concentraciones de caballería y choques frontales, el Delfín opuso una nueva, aprendida con éxito en la guerra de Bretaña, que sustituía los grandes combates por las escaramuzas y demás operaciones de desgaste.

En la campaña de 1359, Eduardo III emprendió ya entrado el otoño y los franceses se atuvieron rigurosamente a la nueva estrategia del desgaste. El ejército inglés comprobó, al regresar a sus bases, que había experimentado pérdidas terribles.

Eduardo III tuvo que moderar sus pretensiones. La paz fue firmada el 1 de mayo de 1360 en la pequeña localidad de Brétigny y confirmada por los ingleses en Calais el 24 de octubre siguiente. Era un intento, muy doloroso, para resolver de una manera definitiva la antigua cuestión feudal que perturbaba profundamente las relaciones entre Inglaterra y Francia. Eduardo III renunciaba solemnemente a sus derechos al trono a cambio de la entrega, con soberanía real incluida, de una tercera parte aproximadamente de los territorios que componían el reino de Francia. La clave de la negociación era precisamente, esta renuncia a la soberanía. Se fijaron plazos para la entrega de rehenes, el intercambio de juramentos y la transmisión de documentos de renuncia. El Delfín prolongó con habilidad su cumplimiento y, al final, se las ingenió para no entregar dichos documentos. Pero los ingleses no concedieron demasiada importancia a este detalle jurídico.

Juan II regresó. Aceptó la paz como una solución definitiva y se aprestó a cumplir la palabra empeñada. Murió en 1364. Para el Delfín Carlos, la paz de Brétigny significaba tan sólo una suspensión temporal de hostilidades, impuesta por la perentoria necesidad de reconstruir el poder. 1.5.2 Las guerras entre Castilla y Aragón 1.5.2.1 El imperio aragonés y su estructura. Desde 1285 hasta 1323, toda la política exterior de la Corona de Aragón parecía haber girado en torno a dos objetivos: desvincularse del conflicto mediterráneo, excesivamente peligroso, y aumentar sus efectivos en la Península Ibérica para deshacer el predominio territorial que a Castilla otorgara el tratado de Almizra. Puntos culminantes de dicha política fueron el tratado de Anagni (1295) y la conquista de las comarcas alicantinas por Jaime II. La prosperidad de Cataluña, y en definitiva, la de toda la Corona de Aragón, estaba ya íntimamente ligada a la ruta mercantil que cruzaba el Mediterráneo.

La incorporación de Cerdeña al conjunto de estados de la Corona de Aragón, no significaba su desaparición como reino, ni tampoco una pérdida de rango. La estructura política que, un poco improvisadamente, había imaginado Jaime I para Mallorca y para Valencia, cuando fueron erigidas en reinos, se convirtió en norma general al convertirse la Corona en un gran sistema marítimo. Cada reino

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conservaba su identidad y sus instituciones, incluyendo las Cortes, dotadas de capacidad legislativa. El Imperio aragonés, núcleo de la Monarquía Católica de los primeros Siglos de la Edad Moderna, se mantenía unido por la existencia de un solo rey, a quien competían las funciones fundamentales del Estado, y por una línea interior de comunicaciones que servía a la circulación del trigo, el coral, los tejidos, las especias y las manufacturas catalanas, de la que todos extraían beneficios. Cada reino tenía libertad para desarrollar sus peculiaridades lingüísticas.

El descontento que fermentó en Cerdeña de un modo continuo no estaba producido por la estructura del Imperio, sino el choque entre una sociedad feudal, arcaica, vindicativa y apegada a la agricultura, y los comerciantes que defendían intereses diametralmente opuestos. Por eso era fácil a cualquier poder exterior provocar una revuelta. A partir de 1329 los genoveses iniciaron la penetración en la isla, contando con el apoyo de algunas familias. En 1336, Cerdeña estaba casi dividida en dos.

Este mismo año subió al trono de Aragón Pedro IV. Al mismo tiempo que libraba contra los nobles aragoneses una batalla, a través de la cual se eliminan también las ancestrales resistencias al programa mediterráneo, persiguió con tenacidad incansable la reunión de todos los dominios nacidos bajo el impulso catalán hacia fuera. No era hijo, sino sobrino, de su antecesor, el rey de Aragón había formulado una protesta afirmando su preferencia sobre una linera colateral.

El rey de Mallorca había recibido también la herencia materna, el señorío de Montpellier. En 1340, Felipe reclamó Montpellier, sin acobardarse por el inicio de las hostilidades con Inglaterra. Jaime III acudió a la Corte de Pedro IV, en Montblanch, solicitando que, como soberano feudal, prestase la ayuda necesaria en defensa del dominio. Pedro IV advirtió al impetuoso rey de Mallorca que de ninguna manera podía hacer la guerra al rey de Francia mientras no se hubiese dictado la sentencia oportuna por un juez competente. El Consejo real, que fue consultado por Pedro IV, expresó ciertas dudas: un soberano feudal se encuentra, en efecto obligado a asistir a su vasallo cuando se trata de la defensa de sus dominios; si no lo hace así, el lazo de vasallaje puede considerarse disuelto.

Pedro IV acudió a un engaño jurídico que los cronistas le han reprochado siempre: convocó a las Cortes catalanas para una fecha anterior a la que Jaime III fijaba para la reunión de hueste, y ordenó a éste que acudiera. La falta de concurrencia a las Cortes era caso de felonía, y comportaba la ruptura de los lazos de fidelidad, con secuestro de los dominios propios del vasallo en beneficio del soberano. Así sucedió. Pedro IV decidió iniciar un proceso en el que, entre otros cargos, figuraba el de haber falsificado moneda y haber consentido la circulación de piezas extranjeras. Jaime fue citado ante el tribunal el 25 de marzo de 1342, a fin de que respondiera de las acusaciones; tampoco acudió.

Una sentencia, dictada en rebeldía del acusado, condenó a Jaime III a la pérdida de su reino. El 15 de julio de 1344 Jaime III se entregó, solicitando humildemente perdón. Las condiciones que su cuñado le ofrecía, le parecieron tan humillantes que, rompiendo las relaciones, decidió refugiarse en Francia. Vendió entonces a Felipe VI sus derechos sobre la señoría de Montpellier y, con este dinero, alquiló tropas que llevó a Mallorca. Fue derrotado y muerto en la batalla de Lluchmaior.

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La incorporación de Sicilia fue resultado de otro proceso, más complejo y tardío. Federico IV estaba casado con una hija de Pedro IV, llamada Constanza. En 1377, al morir Federico sin hijos varones, Pedro reclamó la herencia y, adelantándose a cualquier maniobra francesa, hizo casar a María, hija de Federico III y posible receptora de derechos sucesorios, con uno de sus nietos, Martín el Joven, hijo del infante Martín. De este modo vinculaba todas las ramas sucesorias sicilianas a la Corona de Aragón. Martín el Joven murió antes que su padre y éste fue también rey de Aragón. 1.5.2.2 Consolidación de Castilla. Castilla se convierte, en la primera mitad del Siglo XIV, en una gran potencia, que resuelve en su provecho el dominio del estrecho de Gibraltar. Es la obra que aparece asociada a la figura de Alfonso XI. Se inicia en 1325. Por primera vez existió en la Corte una especie de embrión de equipo de gobierno, en el que destacaban cuatro personas, Alvar Núñez Osorio, Garcilaso de la Vega, Joseph de Ecija, tesorero judío, y un sobrino por línea ilegítima de Alfonso IV de Portugal, Juan Alfonso de Alburquerque. Aparece en los cronistas la palabra “valido” sin la carga que tendrá después: valido es simplemente un ministro que tiene la confianza del rey.

Este equipo de gobierno se quemó muy rápidamente en la lucha contra la nobleza antigua. Entre 1327 y 1330 Alfonso XI procedió a la consolidación de todas las fronteras cristianas, mediante acuerdos con Alfonso IV de Portugal, Felipe III de Navarra y Alfonso IV de Aragón, al objeto de disponer de libertad de acción en la frontera de Granada. La alianza entre Granada y Marruecos constituía un peligro. Apoyado por los subsidios que votaron las Cortes de Medina del Campo, Alfonso XI inició hostilidades, respaldado por Aragón y por Portugal.

En el tratado de amistad con este último reino se había previsto el matrimonio de Alfonso XI con una hija de Alfonso IV, María.

El año 1332, Alfonso XI se apartó de su esposa, María de Portugal, madre del heredero Pedro, para unirse a una dama de la nobleza andaluza, Leonor de Guzmán. El escándalo debilitó sin duda la posición del rey.

Entre 1332 y 1336 hizo crisis el enfrentamiento entre nobleza y monarquía. Buscando refuerzos para su autoridad, Alfonso reunió la Hermandad de Alava en 1332 prometiendo que, en adelante, no se otorgaría sobre su tierra otro señorío que el del rey. Los linajes de caballeros alaveses incorporaron a la Corte para constituir el núcleo de una pequeña nobleza de servidores leales, un nuevo equipo, menos significativo aunque más eficaz que el anterior. El equipo de gobierno, acrecentado, pasará al reinado siguiente. Para favorecerle, una contienda interior semejante había estallado en Granada. Los nobles, descontentos del poder asignado a los africanos, asesinaron a Muhammad IV y proclamaron rey a Yusuf I.

Yusuf es uno de los más importantes reyes de Granada, cuyas relaciones con Génova impusieron una rectificación de la política promarroquí, según pensaba Melix. Yusuf consiguió de Alfonso una tregua de cuatro años, pero no pudo desembarazarse de la alianza marroquí, de modo que cuando el sultán Abu-l-Hassan Alí decidió lanzar su ofensiva los granadinos se vieron indirectamente comprometidos en la gran lucha.

Las vanguardias africanas desembarcaron en 1339. En 1340 el almirante Alfonso Jofre Tenorio fue, sin embargo, vencido por los musulmanes, perdiendo la vida. A pesar de la superioridad numérica de los musulmanes, los cristianos lograron

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a orillas del río Salado una victoria que resultó decisiva, considerada tradicionalmente como la última gran batalla de la Reconquista. 1.5.2.3 La victoria sobre la unión. Paralelamente, Pedro IV obtenía su gran victoria sobre la nobleza, encastillada tras el privilegio llamado de la Unión. Aunque se trata de una lucha profunda, en torno a la cuestión del ejercicio del poder, se presenta en la superficie como la consecuencia de un juego de factores poco importantes. Quizá ninguno tan decisivo como el de la sucesión de Alfonso IV. Este rey casó dos veces, la primera con Teresa de Entenza, de la que nacieron tres hijos: Pedro, que fue rey; Jaime, conde de Urgel, y Constanza, casada con Jaime III de Mallorca. Del segundo matrimonio, con Leonor de Castilla nacieron los infantes Fernando y Juan, que desempeñan luego importante papel en las relaciones entre ambos reinos. Cuando el síndico de Valencia, Guillem de Vinatea, pronunció aquellas famosas palabras, “cada uno de nos” lo que estaba manifestando era una nueva concepción de la Monarquía, todavía muy tímidamente formulada: el reino es comunidad que no puede ser perturbada ni dividida. Este concepto es el que abraza Pedro IV dando modernidad a su reinado.

El testamento de Alfonso IV confirmaba las extensas donaciones que se hicieran, tanto a Fernando como a Juan. Pedro IV aceptó una vía intermedia de acuerdo: los infantes fijaban su residencia en Castilla pero percibirían las rentas correspondientes a sus señoríos en la Corona de Aragón. Tampoco fueron fáciles las relaciones de Pedro con el otro hermano, Jaime, conde de Urgel. Durante la crisis de Mallorca crecieron las suspicacias porque Pedro IV sospechó que Jaime de Urgel trataba de favorecer la causa de su cuñado el rey Jaime III.

Pedro IV estaba renovando la política mediterránea de la Corona de Aragón, política que provocaba repulsas por parte de la nobleza porque significaba un desplazamiento del eje de dirección en beneficio de Cataluña y, sobre todo, de la burguesía de Barcelona. Por otra parte, Pedro quería adelantar un paso más en la constitución de la Monarquía, y encontraba una barrera en el privilegio llamado de la Unión. Por medio de él, los nobles ejercían el control de la Corte. Pedro IV se dispuso a desarrollar las funciones propias del monarca con objeto de aumentar su poder. El 15 de noviembre de 1344 promulgó la famosa carta de Ordenamiento de Casa, Cancillería y Capilla reales.

El Ordenamiento se traducía en la liberación de tres órganos de poder: La Cancillería, el Tesoro y el Consejo Real. El Ordenamiento fue mal recibido por los nobles que comprendían de qué manera la sutil reforma establecía un equilibrio de poder.

A principios del año 1345, Pedro IV, que contaba únicamente con sucesión femenina, hizo un tanteo entre las ciudades acerca de la acogida que podía ser otorgada a una propuesta de reconocimiento de la infanta Constanza como heredera del trono. La consulta tuvo un resultado negativo. El 11 de abril de 1345, María de Navarra dio a luz un niño, que fue llamado Pedro; madre e hijo fallecieron a los pocos días y la esperanza de sucesión se truncó.

A pesar de todo, Pedro IV quería seguir negociando la eventual sucesión femenina. Se supo que abrigaba el proyecto de convocar a las Cortes de los tres reinos en un mismo lugar o, al menos, en lugares tan próximos, que le permitiesen relacionarse simultáneamente con todos los procuradores. Los nobles se agitaron

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decididos a renovar el Privilegio de la Unión y a ampliar su intervención en los asuntos de gobierno.

En 1347 las tensiones hicieron crisis. Pedro IV encontró en este momento a un político de gran talla, Bernardo Cabrera, al que obligó a abandonar un monasterio para asumir el cargo de mayordomo mayor. Inesperadamente murió Jaime de Urgel. Los nobles estaban reuniendo tropas en todos sus dominios. Entonces el rey decidió recurrir a las armas. Este propósito tropezó con dificultades mayores de las que Pedro IV esperaba: cuando marchaba sobre Valencia para castigar a los “malvats rebelles de la Unio”, fue derrotado, conducido a la capital bajo escolta, cubierto de injurias y humillaciones y obligado a reconocer por escrito que el infante Fernando era, a falta de hijos varones, el heredero del trono y debía ser nombrado, por tanto lugarteniente y procurador general.

Los unionistas fueron derrotados en Epila, el 21 de julio de 1348, en un encuentro que fue muy sangriento. El infante don Fernando tuvo la suerte de caer prisionero de las tropas castellanas que le sustrajeron al castigo haciéndole cruzar secretamente la frontera. De todas formas, Pedro IV demostró su claridad política reduciendo los castigos hasta el límite máximo que evitaba mostrar debilidad. Sólo trece personas sufrieron la pena capital.

No fue tocada la cuestión sucesoria. El 27 de diciembre de 1350 consiguió Pedro IV un heredero varón, al que llamó Juan, de su tercera esposa, Leonor de Sicilia. 1.5.2.4 Pedro I de Castilla. Tras su victoria, los reyes necesitaban envolverse en prudencia porque la nobleza, aunque relegaba a posiciones de sumisión, seguía siendo la única clase política. Pedro IV parece haberlo comprendido así, puesto que siguió una conducta cautelosa y moderada. Pero sus contemporáneos, Pedro I de Castilla y Pedro I de Portugal, jóvenes e inexpertos, actuaron de forma contraria.

La novia escogida para Pedro I, Blanca, hija del duque de Borbón, no era ni siquiera una princesa real. Las enormes dificultades con que tropezaba en aquellos momentos el rey de Francia, le impidieron abonar de una manera efectiva esta dote, de tal manera que la nueva reina fue recibida sin dinero. La boda se celebró el 3 de junio de 1353 en Valladolid. Pedro abandonó a su esposa a los tres días y explicó posteriormente tan extraña conducta con “ciertas confesiones y reconocimiento” que de ella recibiera y que podían referirse a la mencionada dote. Los cronistas lo explicaron de distinta manera: el rey había conocido ya a María de Padilla, de la que se enamoró, y que iba a desempeñar un papel semejante al de Leonor de Guzmán en el reinado anterior. De Blanca no nacieron hijos.

Los bastardos reales, los infantes de Aragón y los parientes de María de Padilla, que pertenecían a la baja nobleza, aprovecharon esta ocasión para reunirse en un fuerte movimiento de opinión que consiguió del rey la destitución de Alburquerque.

Alburquerque se refugió en Portugal y tomó contacto con el heredero de este reino, Pedro, viudo ya de Constanza Manuel y probablemente casado en secreto con una dama de la nobleza gallega, Inés Pérez de Castro. En marzo de 1354, Pedro I de Castilla, declarando que su primer matrimonio tenía defectos de nulidad, se casó con Juana de Castro, hermana de Inés. Esta unión no fue duradera.

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Los nobles triunfantes en 1353, presentaron una imagen diferente del suceso: el rey era una especie de animal lujurioso, que no respetaba los sacramentos de la Iglesia y que acababa de ofender a un linaje en su honor. Había que rescatar a la esposa abandonada, Blanca de Borbón, someter al monarca a la autoridad espiritual de la Iglesia y devolver al trono su honestidad. Alburquerque regresó de Portugal para operar una reconciliación con los bastardos y con los infantes de Aragón y ponerse al frente del movimiento. Cuando Alburquerque murió, el infante Fernando, antiguo unionista, se convirtió en cabeza de los nobles de Castilla.

En las vistas de Tejadillo se encuentran por primera vez expresiones que corresponden a un programa político: los nobles declaraban que el rey estaba sometido a las leyes y obligado a compartir con ellos su poder; Pedro I reclamaba el derecho a gobernar a su arbitrio escogiendo los ministros que quisiera. En apariencia Pedro capituló acudiendo a Toro para unirse a la Corte y aceptar la distribución de cargos que se le proponía.

En el reparto de oficios de Corte que siguió a la capitulación del rey, los infantes de Aragón se aseguraron los primeros puestos, mientras que relegaban a Enrique de Trastámara y los suyos a los segundos. Los infantes buscaban ahora servirse del monarca para eliminar competencias, y prepararon la fuga del rey con quien después se reunieron en Burgos. Se renovó la guerra civil.

El objetivo que los infantes perseguían era la destrucción de los bastardos y de la facción de seguidores de Alburquerque. Por vez primera, Enrique de Trastámara apareció en 1355 como el jefe de un partido, que estaba lleno de rencores y de ideas confusas. La esperanza que tenía en lograr un apoyo desde Portugal, se disipó. Enrique adivinó el peligro que corría y no quiso encerrarse en Toro. Cuando comprendió que la guerra estaba perdida, embarcó en su señorío de Gijón y fue a refugiarse a La Rochela.

La revuelta contra Pedro I se extinguió el 25 de enero de 1356 con la conquista de Toro. Muchos de los rebeldes fueron perdonados. Pero abundaron también los castigos muy duros. Pedro I no quiso alterar mucho la situación internacional: le bastaba con el tratado inglés de 1351 y con las dificultades en que se debatía Francia después de Poitiers. Su atención se dirigía hacia el Mediterráneo. 1.5.2.5 La guerra entre Castilla y Aragón. Desde Barcelona se ordenaba el sistema mercantil mediterráneo que representaba para la Corona de Aragón un principio vital. Pero este sistema se convirtió para Génova en grave amenaza de competencia, la más seria que nunca había tenido que soportar. Por eso, habiendo colaborado con los catalanes en la primera operación en Cerdeña, cambió radicalmente de actitud y sostuvo con todas sus fuerzas la rebelión de Mariano IV de Arbórea que, entre 1347 y 1350, estuvo a punto de arrojar a los catalanes al mar. Eran los años difíciles de la lucha contra la Unión que impedía enviar auxilios a la isla. Apenas libre de conflictos internos, Pedro IV decidió impulsar la recuperación de Cerdeña; siguiendo los consejos de Bernardo Cabrera, firmó el 16 de enero de 1351 una alianza con Venecia contra Génova. La guerra prendió de uno a otro extremo del Mediterráneo. Fue una lucha entre grandes potencias económicas.

La batalla de Bósforo constituyó una fuerte derrota para Génova. Buques venecianos se unieron a los catalanes para aplastar a los genoveses de Alghero. Génova renuncia a su plena independencia. Pedro IV se trasladó a Cerdeña para asistir personalmente al cerco de Alghero que se rindió el 22 de diciembre de 1354;

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la población de esta ciudad fue sustituida por emigrantes catalanes. El 15 de febrero de 1355 Mariano de Arbórea se rindió y la isla quedó pacificada.

Este acontecimiento no fue el fin de las hostilidades sino el comienzo de un conflicto más grave. No parece improbable que Génova haya empujado a Pedro I a una ruptura de hostilidades. Después de su ruptura con Castilla, Juan II de Francia había acudido a la firma de un contrato con el rey de Aragón para obtener una flota auxiliar catalana. Esta flota cruzó el Estrecho. Al pasar delante de Sanlúcar de Barrameda, capturó, a la vista de Pedro I, dos buques mercantes de Piacenza. El monarca castellano desmesuró el incidente y presentó el 8 de agosto un ultimátum en términos durísimos. Pedro I no quiso aceptar ninguna explicación. La guerra comenzó.

La superioridad castellana era evidente. No podía en modo alguno sostener la Corona de Aragón una guerra en dos frentes. Firmó un acuerdo con Enrique de Trastámara autorizando la presencia de su facción en suelo aragonés y subvencionando a su pequeño ejército, creciente cada día. Consiguió incluso en 1357 inducir a Juan de la Cerda y Alvar Pérez de Guzmán a sublevarse en Andalucía. El movimiento fracasó y, en cambio, Pedro I obtuvo importantes éxitos como la toma de Orihuela y de Tarazona. Los diez últimos años fueron una creciente orgía de sangre.

En medio del terror, la monarquía castellana se despojaba del respeto a las instituciones para convertirse en un gobierno personal. Fuera de Castilla nace la leyenda de la crueldad del rey don Pedro.

Mientras tanto las hostilidades continuaban a un ritmo creciente. Dos ejércitos castellanos, a las órdenes de Enrique y de Fernando se estaban formando. Cuando el cardenal Guido de Bolonia solicitó de Pedro I que fijara las condiciones para esta paz, tropezó con exigencias inasequibles. La negociación fracasó. No se trataba de lograr resultados tangibles sino de quebrantar la moral del enemigo demostrando que el litoral catalán no era invulnerable.

Pedro IV hubo de atender a los consejos de Bernardo Cabrera operando una rectificación. Enrique de Trastámara fue privado de la jefatura del ejército castellano, que se entregó al infante Fernando. El cardenal Guido de Bolonia pudo ofrecer a Pedro I las condiciones que éste deseaba: garantía absoluta de que todos los desterrados serían alegados de la Península. Se firmó la paz en Terrer. Todo el prestigio político de Bernardo Cabrera quedó unido, indisolublemente, al éxito o fracaso de esta negociación. Del lado aragonés, la paz era definitiva. 1.5.2.6 El asalto a Aragón. La segunda guerra respondió a pura iniciativa castellana. Pedro I reforzó los lazos que le unían a Inglaterra y estableció una alianza estrecha con Carlos II de Navarra que no olvidaba sus intrigas contra Francia. En junio de este año los castellanos remontaron el Jalón, desbordaron Calatayud apoderándose de esta ciudad y amenazaron de cerca a Zaragoza. Se publicaba, al mismo tiempo, una alianza entre Castilla e Inglaterra, dirigida eventualmente contra Francia y contra los respectivos enemigos. Pedro IV comprendió la gravedad del asalto. Llamó a Enrique de Trastámara. Antes de abandonar Francia, el bastardo consiguió un acuerdo privado con los capitanes de las Compañías de mercenarios quienes le prometieron ayudarle a conquistar Castilla si les pagaba cien mil florines de oro. Pedro IV aceptó inmediatamente dos condiciones: dar el dinero que se requería y reconocer a Enrique la “señoría mayor” de Castilla. Pero pasaron los

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meses sin que se reuniesen los florines y se negaban a pagar. Mientras tanto, el ejército castellano proseguía sus éxitos ininterrumpidos.

Todo el invierno de 1362 a 1363 había esperado Enrique de Trastámara la llegada del dinero, sin el cual las Compañías no estaban dispuestas a moverse. Se decidió finalmente a entrar en Aragón con sus compañeros castellanos tan solo.

Bruscamente, las tropas castellanas, abandonando las comarcas inmediatas a Zaragoza, en donde hasta entonces habían operado, se dirigieron, a través de Teruel, al reino de Valencia, cuya capital fue atacada ya el 21 de mayo de 1363. En este momento de extremo peligro, Bernardo Cabrera se jugó el todo por el todo empujando al rey a aceptar negociaciones de paz en circunstancias muy desfavorables. El 2 de julio de 1363 firmó, en nombre de Pedro IV, el tratado de Murviedro que consentía la anexión de Calatayud, Tarazona y Teruel con sus respectivos territorios, a la corona de Castilla.

Pero el monarca de Castilla no respetó el tratado. Pedro IV ordenó a los castellanos que habían estado a su servicio que permaneciesen, porque les necesitaba. Fernando quiso desobedecer la orden o presionar sobre su hermano con amenaza de que se iba. Se dictó en contra suya auto de prisión; resistió con las armas a quienes iban a prenderle y fue muerto en la lucha. El accidente favoreció sobre todo al bastardo, que pasó a ser única cabeza de los castellanos rebeldes a su rey. 1.5.3 La “revolución” Trastámara 1.5.3.1 La decisión de Pedro IV. Un suceso inaudito iba a producirse en Castilla: la sustitución del monarca legítimo por su hermano bastardo, mediante el uso de las armas. Para que esto llegara a ocurrir tuvieron que confluir dos causas: que Pedro IV se viese arrastrado hasta una situación desesperada, y que el nuevo rey de Francia comprendiese también de modo radical que era el único procedimiento para adquirir los buques de combate que necesitaba. Entre los días 25 y 26 de agosto de 1363 el monarca aragonés celebró conversaciones con Carlos II de Navarra en Uncastillo. A estas conversaciones o parte de ellas fue admitido ya Enrique de Trastámara.

En pleno invierno, Pedro I desencadenó su ofensiva desde el Sur. Pedro IV presionó entonces sobre Carlos II hasta conseguir de él un reconocimiento de Enrique como rey. Pero sus aliados le obligaron a pagar un precio muy costoso: la vida de Bernardo Cabrera, ejecutado el 26 de julio contra toda justicia. Querían tener la seguridad de que nadie hablaría en adelante en favor de la paz. Todos los obstáculos que cerraban al bastardo el camino del trono comenzaban a ser removidos. En el mes de abril Enrique consiguió liberar a Valencia de su asedio obligando a su hermano a replegarse a Murviedro. 1.5.3.2 Intervención de Carlos V. Siendo un enfermo crónico, con parálisis progresiva, compensó su debilidad física con enormes dotes de energía. Cualidades antiguas y modernas se combinaban armoniosamente en él.

No cabe la menor duda de que Carlos V estaba decidido a retornar a la guerra; quería, ante todo, liquidar todas las cuestiones colaterales que se hallaban pendientes. El rey de Navarra utilizó los 230,000 florines, no para la defensa de su territorio y el ataque a Pedro I, sino para intentar la reconquista de Normandía con

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un ejército de mercenarios. Duguesclin salió a su encuentro y le derrotó brillantemente en Cocherel. Las operaciones de Bretaña, emprendidas en contra del consejo de Duguesclin tuvieron un resultado diferente porque los franceses fueron derrotados en Auray, batalla en la que murió Carlos de Blois.

Durante su inútil guerra de 1364, Carlos II de Navarra había vuelto a buscar la amistad inglesa y también la de Pedro I de Castilla, que le ofrecía una salida al mar por Fuenterrabía y una flota, para ayudarle a recobrar Normandía. Esta actitud acabó de convencer a Pedro IV de Aragón de que no le quedaba otra esperanza de salvación que la victoria de Enrique de Trastámara. Este se encontraba, desde marzo de 1364, negociando con Carlos V a quien ofrecía sacar de Francia a las Grandes Compañías.

Al tiempo que negociaba, Enrique combatía. Estas tropas no quisieron regresar a Castilla; se colocaron bajo las banderas del pretendiente para constituir el ejército de la revolución. 1.5.3.3 La primera invasión y su fracaso. Desde estas posiciones, el ejército de invasión alcanzó Calahorra en donde Enrique de Trastámara tomó título de rey. Pedro I no quiso arriesgarse a una batalla y sorprendió a sus capitanes con órdenes de retirada. Pedro I siguió imponiendo la retirada hacia el sur y provocó la desintegración de su partido: muchos caballeros y nobles fueron a engrosar las filas de Enrique II; entre ellos se hallaban los colaboradores eficaces y fieles de la Monarquía. Pedro I llegó a Sevilla con un ejército mermado aunque poseía reservas económicas sumamente importantes. Los aragoneses recobraron todas las villas que perdieran durante la guerra.

Dos zonas habían permanecido en poder de los legitimistas: Galicia y la baja Andalucía. El paso de los días, que disipaba en cambio los recursos de los trastamaristas y les obligaba a recurrir a impuestos onerosos, parecía favorecer la causa de Pedro I.

Durante los próximos veinte años, la cuestión española se convertirá en el centro de las hostilidades franco-inglesas. Su consecuencia fueron dos tratados simultáneos enderezados a restaurar al monarca castellano en su trono mediante la creación de un ejército internacional de mercenarios, semejante al de su rival, al cual Pedro se comprometía a pagar íntegramente a unas tarifas muy superiores a las que entonces regían el mercado.

Con un ejército en el que los extranjeros se habían reducido al mínimo, Enrique II decidió enfrentarse a los invasores en la misma frontera. La superioridad técnica de éstos era absoluta y de este modo, aunque el Trastámara consiguió rechazar un primer intento, cerca de Vitoria, fue derrotado definitivamente el 3 de abril de 1367 cerca de Nájera; pudo salvarse en el último minuto huyendo con una pequeña escolta a Aragón. 1.5.3.4 La victoria de Enrique II. Antes de emprender el regreso a Aquitania, el príncipe de Gales celebró una entrevista en la frontera de Ariza con Pedro IV, con el ostensible objeto de mediar en una paz entre Castilla y Aragón si bien intentaba en el fondo promover una asociación de acreedores, con fuerza bastante para imponer a Pedro I el cumplimiento de sus compromisos. El Ceremonioso abandonó definitivamente la causa de Enrique II, prohibiéndole atravesar sus dominios o morar

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en ellos. Este cambio de actitud significaba una renuncia a las concesiones prometidas dos años antes.

A pesar de todo, el bastardo, que había ofrecido a Carlos V declarar la guerra a los ingleses en cuanto fuese rey, atravesó en secreto el territorio aragonés y apareció por segunda vez en Calahorra el 28 de septiembre de 1367. Quería hacer de la guerra civil un asunto puramente castellano. Amplias zonas del país le reconocieron como rey y, en pocos días, tuvo bajo sus órdenes 600 lanzas. La mitad septentrional del reino le obedeció. Pronto pudo comprobarse que la guerra sería larga.

La renovación de la guerra civil colocaba al príncipe de Gales en muy difícil postura. Convocó una conferencia de acreedores en Tarbes a la que acudieron representantes de Carlos II, Pedro IV y también Pedro I, que aumentaba ahora sus ofertas. La conferencia fracasó porque aunque todos entendían que si se hacía desaparecer a Pedro, con él se disiparían las esperanzas de cobro, ninguno estaba en condiciones de invertir más dinero. Aprovechando la ambigüedad creada en la aplicación del tratado de Brétigny

y la no entrega de la renuncia a la soberanía, Juan de Armagnac tomó la iniciativa de apelar de la injusticia del duque ante el tribunal del soberano, el Parlamento de París.

Carlos V, que había decidido comenzar las hostilidades, aprovechó esta ocasión. Aceptando la apelación de Juan de Armagnac, citó al príncipe a responder de la acusación. Cuando Eduardo se negó comenzaron las hostilidades. Embajadores franceses fueron enviados a Barcelona para desviar a Pedro IV de la alianza inglesa. Otros llegaron al campamento de Enrique II, que cercaba Toledo desde hacía varios meses, y firmaron con él una alianza tan estrecha que, en adelante, habría que considerar a Castilla y a Francia como un sólo elemento en el juego de la política internacional.

Este tratado significaba para Francia la posibilidad de contar con una flota de guerra. Inmediatamente el monarca pasó la orden a Duguesclin: acabar con Pedro I. Pedro I se decidió entonces a arriesgar sus tropas en una operación de auxilio a Toledo, fue derrotado en Montiel. Intentó una negociación secreta para huir. El 23 de marzo, atraído al parecer con engaños a la tienda de Duguesclin, murió asesinado. 1.5.3.5 El cambio de signo: La Rochela. El año 1369 estuvo señalado por un cambio radical en la situación militar de Occidente: Francia reaparece en el campo de batalla para obtener continuas victorias. El autor de este cambio fue, sin duda alguna, Carlos V.

También Enrique II lograba éxitos en su empresa de liquidar la guerra civil. Después de la batalla de Montiel, algunas ciudades se habían incorporado a Navarra y otras a Aragón, mientras que los petritas, que seguían en poder de algunas fortalezas trataban de reagruparse buscando un candidato al trono en sustitución de las hijas de María de Padilla que habían quedado en Bayona.

Figura 10. Enrique II

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La situación de Enrique II empeoró considerablemente durante le invierno de 1369 a 1370. Las quejas de los procuradores en las Cortes de Toro se hicieron amargas. Pedro IV se dejó arrastrar por las circunstancias y negociaba la constitución de una alianza con Navarra, Portugal, Granada y Marruecos para resolver la guerra con ganancias territoriales para todos.

Una circunstancia jugaba a favor del bastardo. Mientras que Fernando de Portugal no conseguía adhesiones importantes, Enrique lograba, en las Cortes de Medina del Campo, establecer una conexión entre rey y reino mediante promesas de buen gobierno: despedir a los soldados extranjeros, respetar las libertades y privilegios, y suprimir las tasas establecidas para los precios. Los procuradores accedieron a votar un subsidio. El bastardo demostró estar en posesión de la energía necesaria. Combatió primero a Muhammad V de Granada al que obligó a concertar la paz. Después efectuó una drástica reducción del valor asignado a la moneda “nueva” o “blanca”, con lo cual redujo en la misma proporción las deudas que se atribuían a los capitanes extranjeros. Invadió Portugal y obligó a Fernando a firmar la paz de Alcoutim. Paces semejantes se firmaron con Navarra y Aragón que devolvieron a Castilla todas las fortalezas que ocupaban.

Comenzó en 1372 lo que se puede llamar fase española de la contienda. Las autoridades británicas prohibieron la navegación por el Canal a todos los buques procedentes de puertos que obedecieron a Enrique II. Enrique II comunicó entonces a Carlos V que estaba preparando una flota la cual estaría en disposición de combate para la primavera de 1372. Su elección era clara: Castilla debía prepararse a luchar por la ruta vital sin resignarse a la benevolencia de los británicos, que nunca sería alcanzada. En cuanto tuvo la seguridad de que la flota castellana aparejaba para salir a la mar, Carlos V inició el asedio de La Rochela. Los barcos españoles cerraron el puerto. El gobernador general de Aquitania, sir Juan Hastings, conde de Pembroke, decidió acudir en persona para forzar el paso. La confianza en su superioridad era tan grande que llevaba embarcado el tesoro de guerra. Los castellanos apresaron la mayor parte de los buques, se apoderaron del tesoro e hicieron prisionero al propio conde. El 8 de septiembre se rindió La Rochela. En adelante los ingleses no podrán impedir a la flota de los laneros castellanos el acceso a sus mercados de Flandes. 1.5.3.6 Tregua general de Brujas. Mientras tanto, Beltrán Duguesclin llevó a cabo la conquista de Bretaña, con excepción de algunos puertos. Estos fracasos experimentados por los ingleses indujeron al Consejo y a los Comunes a admitir con benevolencia el proyecto del duque de Lancaster que consistía en resucitar la antigua junta de acreedores de Castilla, Pedro IV, Carlos II, Fernando I, invitándoles a colaborar en una empresa que habría de permitirles presentar sus reivindicaciones. De este modo, Enrique II quedaría inmovilizado, mientras que él, a la cabeza de un ejército numeroso, saldría de Calais, destrozaría a los franceses al atravesar su territorio y llegaría a España en alas de la victoria. Pedro IV de Aragón eludió la invitación. Carlos II quería entrar en el negocio, pero le faltaban medios. De modo que fue sólo Fernando de Portugal quien aceptó sin vacilaciones el plan.

Enrique II decidió adelantarse. Cruzando la frontera por Almeida se apoderó de Viseo. Se estimulaba en él, y en amplios sectores de la nobleza de Portugal, el trasfondo ideológico de la guerra en el sentido de que los amigos de Francia eran los defensores de la caballería. El 23 de febrero Lisboa quedó encerrada por tierra y por mar. Fernando no pudo recibir el menor auxilio de los británicos, tuvo que recurrir a los buenos oficios del cardenal Guido de Bolonia para firmar la paz de Santarem,

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entregándose enteramente en manos de Enrique II, como declaró a sus propios cortesanos.

El ejército reunido por Enrique II era muy considerable; militaba en él Jaime de Mallorca, pretendiente al trono balear. Pedro IV de Aragón hubo de sentirse necesariamente amenazado aunque nada hubiese hecho, según había prometido, hasta que el duque de Lancaster se encontrase en Castilla. El pretendiente a rey fracasó lamentablemente.

Simultáneamente ingleses y aragoneses solicitaron la apertura de negociaciones de paz. El 12 de abril de 1375 se firmó la paz de Almazán; el heredero de Enrique II, el infante Juan, casó solemnemente con su antigua prometida Leonor. Mientras tanto, el duque de Lancaster presidía una mesa redonda para tratar de las condiciones de la tregua y del restablecimiento del tráfico marítimo. El resultado de las conversaciones fue un tratado de “tregua general” firmado el 27 de junio. 1.5.4 Las guerras de Juan de Gante 1.5.4.1 Planteamiento. La “Revolución Trastamarista” concluyó sin que se hubiera producido la desmembración territorial que amenazaba al reino y elevando a Castilla de nuevo a una posición potencialmente hegemónica: Francia era la vencedora que había obligado al enemigo a replegarse a las mismas posiciones que ocupaba antes de 1328; la tregua de Brujas incluyó el reconocimiento de que Inglaterra ya no era dueña del mar.

Hacia 1375 la crisis recesiva estaba llegando a extremos de suma gravedad. Algunos aspectos de esta crisis afectaban por igual a todos los países de Occidente. Castilla y Francia parecían encontrarse en mejores condiciones que Inglaterra y la Corona de Aragón para conseguir una propia recuperación económica; la despoblación de los campos favorecía la ganadería, fuente considerable de beneficios. Más grave era la situación de la Corona de Aragón: en 1381 quiebra la banca barcelonesa de los Gualbes y se arrastra con ello muchos negocios a la ruina. Este mismo año Inglaterra era víctima de agitaciones sociales muy graves.

La tregua de Brujas fue prolongada una sola vez, hasta el 25 de junio de 1377. Apenas reanudadas las hostilidades, una flota combinada a las ordenes de Juan de Vienne y de Fernán Sánchez de Tovar, comenzó el asalto sistemático a los puertos ingleses del Canal. Dichos ataques se repitieron en el mes de agosto, ampliándose. Las comunicaciones entre Inglaterra y el Continente eran muy inseguras. Aquel otoño los ingleses trataron de realizar un gran esfuerzo, armando una flota que, a las ordenes del conde de Buckingham, tendría que interceptar la caravana de los laneros a su regreso de Flandes. Pero el conde fracasó perdiendo la mayor parte de sus buques.

Esta desfavorable situación permitió al duque de Lancaster convencer a los Comunes de la necesidad de admitir su punto de vista: si Castilla no era colocada fuera de combate, ninguna esperanza cabía de recobrar el dominio del mar. Para esto era preciso llevar la lucha al propio territorio castellano, disponer de fuertes sumas de dinero y contar con aliados seguros en la Península. Juan de Gante recabó la colaboración de sus hermanos los duques de Cork y de Gloucester que estaban interesados en imponer la voluntad del Parlamento. La regencia, que los Comunes habían querido que fuese ejercida por un Consejo de nueve personas en relación con

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los estamentos, fue confiada a los tres hermanos. Las relaciones entre ellos nunca fueron fáciles. De estas discordias nacen las querellas dinásticas del Siglo XV.

Juan de Gante buscaba, para su política, el apoyo de cuantos estaban convencidos de que el porvenir de Inglaterra dependía de la prosperidad de su comercio exterior. Carlos II desplegó los hilos de una intriga en conversaciones secretas con los procuradores ingleses en 1377 ofreciendo como bases para una doble acción militar su propio reino y el ducado de Normandía. Adelantándose a cualquier acción británica, Enrique II invadió Navarra apoderándose de casi toda la merindad de Estella (julio de 1378).

La breve guerra de Navarra duró hasta la primavera de 1379. Durante el invierno fue enviado por los ingleses un cuerpo expedicionario con el cual: se intentó sorprender la fortaleza de Soria, se perdió en la nieve y hubo de regresar a las bases de partida. El 31 de marzo de 1379 Carlos II tuvo que firmar en Briones un acuerdo de paz en condiciones onerosas para la futura independencia de Navarra. Del tratado de Briones data una política que, proseguía con tenacidad por las Trastámara, daría como resultado la incorporación de Navarra a su corona. 1.5.4.2 La cruzada clementista. Enrique II murió en 1379. Su heredero que tomó como rey el mismo nombre, Juan I, acentuó la amistad con Francia y también las preocupaciones morales y jurídicas implícitas en el programa de reformas. La guerra continuaba, Carlos V había decidido declarar la anexión del ducado de Bretaña a la corona de Francia y con esto provocó un levantamiento de grandes proporciones, que permitió el retorno de los británicos. En 1380 los marinos castellanos remontaron el Támesis para incendiar Gravesend, una villa cercana a Londres.

En 1380, a muy corta distancia uno de otro, desaparecieron Carlos V y Duguesclin. Después de esto, se rindieron al condestable, salvador de Francia, honores inusitados. Como el nuevo soberano, Carlos VI, era menor de edad, los tres hermanos del difunto, cada uno de ellos tenía sus propios intereses políticos, muy difíciles de compaginar.

Surgió entonces la coyuntura que habría de permitir al duque de Lancaster renovar sus proyectos con mejores perspectivas de triunfo. Desde noviembre de 1378 la Cristiandad se vio dividida en la obediencia de dos Papas, Urbano VI elegido antes, y Clemente VII elegido después. Inglaterra y la mayor parte del ámbito del Imperio alemán se mantuvieron fieles al urbanismo, mientras que Francia y sus aliados reconocían a Clemente VII, instalado en Avignon. Italia se dividió. Castilla se declaró clementista mientras que Navarra y Aragón se mantuvieron durante algunos años neutrales antes de incidir en el clementismo.

Hasta 1393 no parece haberse previsto otro medio para liquidar el Cisma que la victoria militar de una Papa sobre su rival. Se produjo, en relación con el Cisma, una encrucijada de intereses, muy difíciles de entender, cuyo oscuro tejido van descubriendo trabajosamente los documentos. 1.5.4.3 La tregua de Boulogne. El alejamiento del duque de Anjou proporcionó al de Borgoña una completa libertad de movimientos. Decidió emplear todos los recursos de Francia en el aplastamiento de la revuelta de Flandes. Por su parte, el duque de Lancaster había enarbolado el estandarte de la cruzada para

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acudir en socorro de van Artevelde. Su expedición se vio retrasada por los movimientos de revuelta de 1381, producidos entre campesinos.

El retraso fue cumplidamente aprovechado por el duque de Borgoña que contaba con la preciosa colaboración de la flota castellana. Los rebeldes fueron aplastados en la batalla de Roosebake. Cuando llegó la cruzada británica era demasiado tarde; instalada en Gante, hizo un esfuerzo para apoderarse de Yprés, fracasó, y emprendió luego el regreso.

Nacía por estos años un partido borgoñón que aspiraba a imponer un dominio a favor de Felipe el Atrevido. Fue montada una propaganda entre los gremios, para presentar el contraste entre las acciones del duque de Anjou y las del de Borgoña que defendía los intereses económicos de sus dominios. Al regresar de la hueste de Flandes, en compañía del rey, y aureolado con el honor de la victoria, el duque de Borgoña hizo su entrada en París como en una ciudad conquistada: las represiones fueron muy sangrientas.

El fracaso de la cruzada de Flandes parecía cerrar el segundo período de la guerra. Se abrió paso lentamente la idea de que valía la pena negociar una paz sobre la base del statu quo. Florimond, señor de Lesparre, propuso al duque de Lancaster una fórmula que incluía una fuerte suma que los castellanos estaban dispuestos a pagar por la renuncia a sus derechos. Mientras se discutían estas u otras condiciones, se tomó la decisión de reunir una nueva conferencia que estableciese la tregua general que todos necesitaban; se reunió en Boulogne, presidiendo los duques de Borgoña y de Berri, con presencia de embajadores españoles. El nuevo acuerdo se firmó el 14 de septiembre de 1384; permitía a todos los firmantes retenes las posiciones que ocupaban, y navegar libremente por el Canal y el Golfo de Vizcaya. Hubo que esperar todavía otros cuatro años hasta conseguir que la tregua se consolidase, como un estado de paz. 1.5.4.4 La expedición del duque de Lancaster. El duque de Lancaster se encontró ante inesperadas perspectivas y comenzó a preparar la conquista de “su” reino de Castilla. Como en ocasiones anteriores avisó a Pedro IV de Aragón: ahora iba a encontrarse como rey en Castilla y podía tratar de la alianza. Pero la respuesta del Ceremonioso, que contemplaba a sus nietos Enrique y Fernando como a heredares de Castilla, fue muy distinta de lo que los ingleses esperaban, ofreciéndose sólo a interponer sus buenos oficios para lograr la firma de una paz.

Con un ejército de siete mil hombres, el duque de Lancaster desembarcó en La Coruña el 25 de julio de 1386. Aquel invierno los ingleses improvisaron una Corte de Orense mientras que Juan I fortificaba las posiciones que cerraban el acceso a Castilla.

Un importante cambio se produjo en Inglaterra como consecuencia de esta expedición: el duque de Gloucester dio un golpe de Estado. En Galicia, Juan de Gante comprobó enseguida que las perspectivas de éxito eran más bien escasas. En Orense recibió también la visita de algunos mensajeros del otro Juan I de Castilla que le traían proposiciones secretas de paz mediante una compensación económica, según prometiera en tiempos Florimond de Lasperre. El duque de Lancaster era sensible a esta propuesta; su deuda crecía a cada instante.

En marzo de 1387 las fuerzas unidas anglo-portuguesas penetraron en el antiguo reino de León por la comarca de Benavente, hallando en todas partes una

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tremenda resistencia que culminó especialmente en el pequeño pueblo de Valderas. La flota castellana había cerrado de nuevo el camino del mar mientras que Galicia retornaba a la obediencia del soberano Trastámara. En mayo de 1387 el duque ordenó la retirada entablando negociaciones. 1.5.4.5 El fin de las guerras. Las negociaciones discurrieron paralelamente sobre dos cuestiones: la renuncia definitiva del duque de Lancaster a sus pretensiones sobre la corona de Castilla; y el restablecimiento de la navegación. Los acuerdos entre Juan I y el duque se firmaron en Bayona el 5 de agosto de 1388. Las dos ramas dinásticas se unían por el matrimonio del heredero de Castilla, futuro Enrique III, con una hija de Constanza, nieta de Pedro I, Catalina de Lancaster. La indemnización consistía en una suma global de 600,000 francos de oro, a pagar en varios plazos, más una renta anual de otros 40,000. La boda se celebró en Palencia el 17 de septiembre de 1388.

Inmediatamente comenzaron, por medio de embajadores, las negociaciones para una paz general, en Leulingham. Para evitar el problema de las reivindicaciones territoriales se acudió al formulismo de firmar una tregua susceptible de indefinida prórroga.

Las treguas de Leulingham significaban el fin de las guerras del Siglo XIV. Cuando las hostilidades se reanudan, en 1415, entre Inglaterra y Francia, se encuentran ante un conflicto distinto, con otros intereses y protagonistas. La paz parecía de tal modo restablecida que se concertaron alianzas matrimoniales y se realizaron acciones políticas comunes para la liquidación del Cisma. 1.6 LOS CAMBIOS EN EUROPA CENTRAL EN EL SIGLO XIV 1.6.1 El Imperio bajo la Bula de Oro 1.6.1.1 Imperio y nación alemana. En el Concilio de Constanza la nación alemana incluía a polacos, húngaros y escandinavos, además de los propios teutones, muy variados entre sí. A los ojos de los hombres del Siglo XIV el Imperio se conformaba territorialmente a costa de dos naciones, que poseía incompletamente, italiana y alemana, al tiempo que era reconocido como la cabeza temporal de la Cristiandad.

La nación alemana se trata en realidad de una combinación étnica de germanos, escandinavos y eslavos, estrechamente relacionados entre sí pro un pasado jurídico y político común. El Imperio de Alemania, en el lenguaje común, es una expresión más significativa que la de Sacro Imperio.

La conciencia de una identificación entre rey y reino produjo la noción de la “soberanía”. El paso siguiente, que consistía en afirmar que esta soberanía implicaba que la “potestas” del rey era “absoluta” y no relativa; completa y no parcial; independiente del emperador.

Esta fue la clave. Después de 1308, el Imperio se encontró replegado sobre sí mismo, más allá de unas estrechas fronteras territoriales. Tras el fracaso de Luis de Baviera, algunos juristas, consideraron como un ideal conseguir para Alemania lo mismo que tenían los reyes de Francia y hacer del rey de Romanos un “imperator in regno suo”. A esta pretensión se opusieron radicalmente los príncipes territoriales

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alemanes. Carlos IV dio satisfacción a estas pretensiones por medio de la Bula de Oro de 1356. 1.6.1.2 La caída de Luis de Baviera. La consecuencia más importante del gran Interregno fue la constitución de dos grandes dominios territoriales: Los Habsburgo y los Luxemburgo. Sucedió en la práctica que ningún emperador pudo ya imponer su autoridad en Alemania salvo con el apoyo, al menos, de una de estas dos poderosas dinastías.

La larga lucha entre Luis de Baviera, que buscó el apoyo de los Habsburgo, y el Papa Juan XXII, ejerció gran influencia sobre el procedimiento electoral. Ningún emperador puede ser legítimo si falta la confirmación del Papa. En un determinado momento Juan XXII propuso, como solución a la querella, una repetición de las formalidades: Luis renunciaría a su elección inválida; se procedería a elegirle por segunda vez; el Pontífice confirmaría esta nueva designación.

Con la muerte de Juan XXII en 1334, la Iglesia no cedió en cuanto al principio de que el emperador tenía que reconocer su error y mostrar arrepentimiento antes de que pudiera ser perdonado. Fue entonces cuando la Dieta declaró con toda solemnidad que la confirmación del Papa no era necesaria para la validez de una elección que correspondía ejecutar a los alemanes y sólo ellos, y que el juramento que el rey de Romanos prestaba al Pontífice se refería a la defensa de la fe y de la Iglesia, sin contener ninguna dependencia respecto a él. Parece muy claro también que la caída de Luis de Baviera no se produjo como consecuencia de la querella con el Papa, que parece por el contrario, haberle fortalecido.

Luis de Baviera quería establecer una Casa, como la de las dinastías, arreglando el matrimonio de su hijo Luis de Brandeburgo con Margarita Maultasch, para que este le sucediera como emperador.

Hubo que aprovechar la contienda que había llegado a producirse en torno a la herencia de los Maultasch, señores del Tirol y de Corintia. En 1336 Juan de Luxemburgo llegó a un acuerdo con Alberto de Habsburgo para resolver el destino final de estos dominios que a ambos afectaban territorialmente: la heredera, Margarita Maultasch, contraería matrimonio con el joven Juan Enrique de Luxemburgo y recibiría el Tirol; la antigua marca de Corintia se incorporaría en cambio a Austria.

Pero las relaciones entre Margarita y su marido habían sido terriblemente borrascosas. El emperador aprovechó esta circunstancia para declarar nulo el matrimonio, concertando a renglón seguido la boda de la heredera del Tirol con su propio hijo Luis de Brandeburgo. Margarita deseaba esta solución, lo mismo que sus súbditos tiroleses, pero los príncipes territoriales no estaban dispuestos a consentir un flagrante atentado a la estabilidad de la nobleza.

Carlos, marqués de Moravia, hijo de Juan de Luxemburgo, rey de Bohemia, acudió al Papa Clemente VI y se ofreció a ser un emperador obediente a la Iglesia y a no intervenir en Italia mientras el Pontífice no se lo pidiera. Clemente se apresuró a confirmar esta elección reconociendo a Carlos IV como emperador y el arzobispo

Figura 11. Luis dBaviera

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de Colonia le coronó rey de Romanos en Bonn42. Pero Luis de Baviera murió, el 11 de octubre de 1347, en un accidente de caza. Aunque sus partidarios trataron de suscitar un nuevo emperador, este murió muy pronto en medio del abandono general. 1.6.1.3 La Bula de Oro. Carlos IV representa un cambio radical en la Historia de Europa. Las dos obras que hicieron justamente famoso al emperador fueron la codificación legislativa para Bohemia llamada Maiestas Carolina, y la creación de la Universidad de Praga primera que se erigía dentro del territorio imperial.

Venecia y el Papa reclamaron conjuntamente la presencia del emperador en Italia. De este modo cuando, en el otoño de 1354, emprendió el viaje de la coronación, no trasgredía las promesas que hiciera a Clemente VI.

Al retorno de su primer viaje, Carlos IV hizo presentar a las Dietas, sucesivamente reunidas en Nüremberg43 y en Metz44, un documento al que se había provisto de sello de oro como signo de su importancia. Redactado por el propio emperador, contenía una norma constitucional precisa y esquemática del Imperio. Se otorgaba a los siete príncipes electores, “firmes fundamentos y sólidas columnas

del Imperio”, la plena soberanía territorial. Una vez al año estos príncipes, Kurfürsten, deberían reunirse con el emperador para tratar de todos los asuntos comunes e importantes. El consenso tendría que ser, en adelante, la forma de gobierno, sustituyendo a las órdenes. Carlos IV esperaba por este medio suprimir la violenta rivalidad que separaba a las Casas de Luxemburgo y Habsburgo; logró, sin duda, provocar un vacío absoluto de poder. Alemania era una Confederación de príncipes sin ningún instrumento o vehículo de autoridad.

Además, la Bula de Oro reglamentaba el procedimiento electoral. Cuando Carlos IV vacase el trono,

ejercerían la jurisdicción el conde palatino del Rhin en los países de derecho franconio, y el elector de Sajonia en los de derecho sajón. El arzobispo de Maguncia debía, en el plazo de un mes, convocar a los siete electores a una reunión que tendría lugar en Frankfurt dentro de los tres meses siguiente. Además de estos tres príncipes ya mencionados eran declarados electores los arzobispos de Colonia y de Tréveris45, el rey de Bohemia y el marqués de Brandeburgo. Inocencio VI protestó porque en la Bula de Oro se omitía toda referencia al derecho pontificio a la confirmación del emperador electo.

Al establecer con los príncipes electores una alianza tan íntima, Carlos buscaba, con toda probabilidad, asegurar en la Casa de Luxemburgo la permanencia del título, de tal modo que los reyes de Bohemia fuesen, en adelante, los presidentes natos de la Confederación alemana.

Carlos IV aprendió a gobernar el reino cuando aun vivía su padre y consiguió un florecimiento de las rentas que permitió acumular el superávit continuo. El dinero

42 Capital del Estado de Westfalia al oeste de Alemania. 43 Ciudad perteneciente a Baviera al Sur de Alemania. 44 Ciudad perteneciente a Mocelia al Norte de Francia. 45 Ciudad del Palatinado Renano al Suroeste de Alemania.

Figura 12. Carlos IV

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reunido fue utilizado después en la compra de dominios que, sustraídos al Imperio, se anexionaban directamente a Bohemia. En 1363 obtuvo la administración del marquesado de Brandeburgo, del cual se apoderó en 1373. De este modo la Casa de Luxemburgo disponía de dos de los siete votos electorales. Bastaba con la amistad de otros dos electores para dominar el Imperio. 1.6.2 La frontera oriental del imperio 1.6.2.1 La época de Casimiro el Grande. Casimiro III, que sucedió a Ladislao, fue un verdadero hombre de Estado, capaz de comprender y de aceptar la realidad de una situación: para salvar a Polonia era imprescindible lograr una paz con los reyes de Bohemia y con la Orden Teutónica, haciendo los sacrificios territoriales que fuesen necesarios. De la paz tendría que surgir luego la nueva Polonia. El tratado de Vysehrad trajo la reconciliación con Juan de Luxemburgo, que abandonó sus pretensiones sobre el trono de Polonia, a cambio de la entrega de Silesia y de una buena cantidad de dinero. Por el acuerdo de Kalisz, firmado en 1343, la Orden firmó la paz, devolviendo Kujavia y Dobrzyn a cambio de la renuncia de la soberanía polaca sobre Pomerania, Kulm y Michalov.

El resultado de estos reajustes territoriales fue un desplazamiento de los dominios y aun de las poblaciones polacas hacia el este. Ello condujo a Casimiro a intervenir en las cuestiones surgidas como consecuencia de la desintegración de la Rusia de Kiev. Se acentuó el carácter eslavo de Polonia y su desvinculación de la influencia imperial.

Gedymin, Gran Príncipe, estaba convirtiendo a Lituania en una especie de baluarte contra el Cristianismo, dando asilo a todas las tribus paganas que huían de Pomerania y de Prusia.

Hacia 1340 estalló un conflicto que estuvo a punto de alterar las relaciones amistosas que hasta entonces había tenido Casimiro III con su suegro. Una parte de los nobles solicitó la ayuda de Gedymin; otra reclamó la presencia de Casimiro, el cual envió tropas para ocupar el territorio. La muerte de Gedymin, en 1341, que fue seguida por una contienda sucesoria en Lituania, evitó el enfrentamiento entre ésta y Polonia. Casimiro ayudó a su cuñado Olgierd hasta que obtuvo la posesión completa del Gran Principado. Casimiro III y Olgierd concluyeron en 1352 un acuerdo que reconocía la incorporación de Galitzia a Polonia. 1.6.2.2 Transformación interior de Polonia. Con un retraso de aproximadamente un Siglo en relación con los reinos occidentales, Casimiro intentó convertir a Polonia en una Monarquía que fuese capaz de superar las limitaciones de una sociedad demasiado tribal, de un Derecho eslavo que complicaba las herencias y de una estructura territorial que parecía más ser la yuxtaposición de diversas regiones, que un todo unitario.

Los primeros pasos de la reforma habían sido dados por Ladislao cuando creó en cada provincia el cargo de starosta. En cada provincia se celebraba con regularidad una Asamblea a la que acudían, convocados por el rey o por el starosta en su nombre, todos los que ejercían en ella algún tipo de autoridad. En tales Asambleas los Waiwodas formaban una especie de capa superior. Como una de las principales funciones que Casimiro III atribuyó a los waiwodas fue la recuperación de las rentas de los dominios reales, el cargo se convirtió en remunerativo.

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En Cracovia46, en 1354, Casimiro fundó una Academia para la que buscó como modelo el Estudio General de Bolonia. El principal cometido de esta auténtica Universidad era alimentar intelectualmente a Polonia.

El país tenía una estructura social y económica estrictamente campesina, porque las pocas ciudades existentes eran como islas en las que se instalaban preferentemente comerciantes alemanes y judíos. Casimiro trataba de romper las relaciones entre la población alemana y el Imperio, para fundirla dentro de Polonia. El instrumento fundamental para esta tarea debía ser un Código territorial, el cual fue encomendado a una comisión creada para ello. Resultado de sus trabajos fue el Código de Wiszlica, promulgado en 1347. 1.6.2.3 Carlos Roberto, Rey de Hungría. Quince años de lucha ininterrumpida para acabar con el poder de la nobleza y restaurar la autoridad monárquica, permitieron a Carlos Roberto convertir a Hungría en el elemento director de la política danubiana. No pudo reconstruir el enorme patrimonio de la corona húngara pero prestó su apoyo a la baja nobleza campesina, otorgándole derecho de herencia en mayorazgo por línea masculina. Todos los campesinos no nobles fueron unificados en una sola clase, que recibió el nombre de jobbágy, rompiéndose en ella las diferentes entre libres o siervos.

La tarea más importante era dotar a la Monarquía de los resortes económicos, militares e institucionales que le permitiesen renovar el país, escapando a los peligros de un renovado feudalismo. La riqueza de los nobles procedía de la tierra. El dominio real, perfectamente administrado a través de un sistema de granjas, hacía del monarca uno de los mayores propietarios del país; Carlos Roberto comprendió, sin embargo, que jamás podría superar a la aristocracia utilizando los recursos que proporcionaban las rentas de la tierra. De ahí su empeño en recuperar los derechos llamados regalía. La Monarquía ligaba de este modo su suerte al comercio. Carlos promulgó una ley, que reservaba al monarca la explotación de minas, y convirtió de minas, y convirtió a Hungría en productora de oro. La introducción de tales impuestos se hizo sin necesidad de recurrir a Asambleas de estados de carácter general. La Curia real funcionaba como tribunal de apelaciones ante el que podían acudir todos los súbditos con cualquier clase de pleitos. Los Estados no poseen ninguna función política o económica.

En vísperas de la invasión turca en los Balcanes, Hungría había llegado a convertirse, gracias a la reforma, en una gran potencia de doble carácter: político, por la opulencia de la corona, y militar por la capacidad de la nobleza. De hecho serán los húngaros quienes detengan el poder otomano. 1.6.2.4 Luis el Grande. Con la victoria de Carlos Roberto, Hungría había ingresado a un grupo de reinos sobre los que se ejercía la influencia francesa y que contaban con el apoyo de los Papas de Avignon.

Luis el Grande fundó una Orden de caballería a la que colocó bajo la advocación de San Jorge, el santo de los caballeros. Consiguió que su hermano Andrés se casara con Juana I de Nápoles; Andrés fue asesinado y se produjo una confusa guerra civil en la que Luis hubo de intervenir posteriormente. El principal enemigo de la influencia húngara era Estaban Dusan, hijo de Esteban Draguen, rey de Serbia, que aspiraba a sustituir a Bizancio en el dominio sobre la Península.

46 Estado al Sur de Polonia.

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El asesinato de Andrés apartó a Luis de este objetivo principal y estuvo a

punto de producir una ruptura con Francia, el Papa y el emperador, todos los cuales apoyaban a Juana. Rectificó justamente a tiempo. En 1355 los turcos se adueñaron de Gallípoli y comenzaron a extenderse por Europa; el mismo año murió Esteban Dusan. En 1356 el rey de Hungría emprendió la conquista de Dalmacia de la que se apoderó en una campaña de dos años. Desde 1360 los nobles del norte de Bulgaria se sometieron también al rey de Hungría. En 1370, por muerte de Casimiro el Grande, Luis se convirtió también en rey de Polonia. 1.6.3 La época de Wenceslao 1.6.3.1 Herencia de Luis el Grande. Durante doce años, de 1370 a 1382, Luis de Hungría disfrutó de una apariencia de poder como ningún otro monarca de Europa Oriental. Coronado en Cracovia en 1372, Luis regresó inmediatamente a Hungría encomendando a su madre Isabel el gobierno de Polonia. Ofendió los sentimientos nacionales polacos declarando la anexión de Rutenia a Hungría. Y finalmente carecía de hijos varones que pudiesen consolidar la autoridad. Los maridos de sus hijas serian sus sucesores.

El emperador Carlos IV insistió hasta conseguir el matrimonio de la mayor de las hijas de Luis, María, con el segundo de sus hijos, Segismundo. Si reunía a este señorío alemán la vasta herencia de Luis el Grande, Segismundo podría ser uno de los más poderosos monarcas, y servir de ayuda a su hermano mayor, Wenceslao, destinado a ser rey de Bohemia y emperador de Alemania. Segismundo abrazó el programa de su padre con valor y decisión. Luis de Hungría prometió la mano de su segunda hija Euduvigis a Guillermo de Austria con objeto de contrarrestar con los Habsburgo la excesiva influencia de los Luxemburgo.

En 1374 Luis celebró una reunión con representantes de la nobleza en Kosice, renunciando a muchas de las prerrogativas que Casimiro recuperara a cambio de la aceptación de la sucesión en línea femenina. La reunión de Kosice significaba un retroceso en el camino hacia la construcción de la Monarquía puesto que no se aceptaba el sistema sucesorio, y la szlachta prometía únicamente a Luis que, en el momento de su muerte, aceptarían como reina a una de sus dos hijas.

Cuando Luis murió (1382) se produjo en Polonia un confuso interregno de dos años. Segismundo se adelantó a reclamar la corona, pero los nobles rechazaron su demanda con el argumento de que no estaban dispuestos a tener una reina que no habitase en el país. Eligieron por tanto a Eudivigis que fue coronada en Cracovia en 1384. Puestos a buscar un marido conveniente, los nobles prefirieron a cualquier otra la de un lituano, Jagellón y sobrino de Casimiro el Grande.

Jagellón pretendía cambiar la política que su padre y su abuelo siguieran respecto a Lituania, dejando de presentarla como refugio para el paganismo. Por el tratado de Krevo de 1385 confirmó el cumplimiento del acuerdo de Kosice, e hizo de la szlachta una asamblea compuesta por un solo estamento, pero dotada de poderes

Figura 13. Luis el Grande

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que mediatizaban la autoridad monárquica. En el bautismo, Jagellón tomó el nombre de Ladislao II y su largo reinado fue uno de los más importantes de Polonia.

La amistad entre Polonia y Hungría fue olvidada. Ladislao II comenzó a desarrollar una política contraria a los intereses húngaros, negociando con los príncipes de Moldavia, Valaquia y Besarabia con objeto de abrir una línea de comunicación con el mar Negro, en beneficio especialmente de Lernberg. La unión en cambio de Polonia y Lituania amenazaba a la Orden con formar un sólido bloque que cerraba todas sus fronteras. Esta unión, en el momento en que Ladislao abrazó el catolicismo, tropezó con fuertes problemas. Sus dominios eran, religiosamente, tripartitos. Un sobrino de Jagellón, Vitola, pudo aprovechar en su favor tanto la oposición pagana al Cristianismo como a la nostalgia por la vieja Rusia de Kiev. La Orden Teutónica dio ayuda al movimiento.

La Orden prestó indirectamente un servicio a la causa polaca. Al defender la reacción pagana anticatólica en Lituania demostraba que sus objetivos eran estrictamente políticos, sin que pudiera disfrazarlos el ansia de evangelización. Por un acuerdo escrito se reconoció la unión permanente de Lituania y Polonia; Vitola podría usar el título de Gran Príncipe como vasallo del rey de Polonia, que le sucediera después de su muerte; por su parte la szlachta polaca se comprometía a no elegir rey sin el consentimiento de los lituanos. 1.6.3.2 Segismundo en Hungría. En 1387, Segismundo pudo ser coronado rey de Hungría, como marido de María, quien murió en 1395. Una parte de la nobleza apoyó la continuidad de Segismundo en el trono; otra se inclinaba por reconocer a un hijo de Carlos de Durazzo, Ladislao, que era rey de Nápoles.

Estas circunstancias dispares, excesiva juventud de Segismundo, prematura muerte de su esposa, necesidad de superar los obstáculos de dos guerras civiles, provocaron en Hungría consecuencias muy semejantes a las que en Polonia se derivaron de la sucesión de Casimiro el Grande.

En 1392 Segismundo decidió enfrentarse con el peligro musulmán realizando una campaña que devolviese a Hungría el protectorado que ejercía antes sobre la zona septentrional de Bulgaria; las tropas húngaras se dispersaron, aterrorizadas ante la enorme superioridad de los turcos.

Fue entonces cuando se abrió camino una idea clave que debería determinar toda su política futura: la potencia otomana era ya de tal naturaleza que no bastaba a detenerla el esfuerzo de un solo reino; se necesitaba la constitución de una fuerte alianza militar de los poderes occidentales. Es decir, había que poner nuevamente en marcha las cruzadas con fines estrictamente políticos. No se trata de reconquistar sino de

defender. La idea de la cruzada se incorporó a la política de los Papas del Siglo XV. Pero en la última década del Siglo XIV era prácticamente irrealizable porque la Iglesia estaba dividida inexorablemente por el Cisma. Aprovechando el intervalo de paz que las treguas de Leulingham proporcionaban, Segismundo logró reunir un ejército al que acudieron muchos de los oficiales que adquieren experiencia en las grandes guerras occidentales del Siglo XIV. Pero Segismundo no pudo alcanzar nunca su objetivo porque fue literalmente aplastado en la batalla de Nicópolis.

Figura 14. Segismundo de

Hungría

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Europa había pasado definitivamente a la defensiva frente al Islam en el frente del Danubio. 1.6.3.3 Wenceslao, Rey de Romanos. Carlos IV adoptó toda clase de precauciones para asegurar a su hijo Wenceslao un disfrute tranquilo del poder, como él mismo había tenido. Pero en 1378, cuando sucedió a su padre, tenía sólo 18 años y los problemas suscitados por la creciente anarquía en el Imperio y por el Cisma, resultaban excesivos. Los consejeros de Wenceslao mantuvieron a Bohemia en la obediencia a Roma; después, trasladaron la cuestión a la Dieta de Frankfurt de 1379, pretendiendo que todos los príncipes alemanes decidiesen el reconocimiento de Urbano VI. Hubo un acuerdo en tal sentido, pero que nunca se obedeció. El arzobispo de Maguncia, algunos príncipes renanos y el archiduque de Austria, Leopoldo, reconocido por la misma Dieta como landvogt de Suabia, reconocieron a Clemente VII; no deja de ser significativo que estos territorios figurasen más tarde entre los enemigos de Lucero y defensores del catolicismo.

La falta de unanimidad en una cuestión tan importante demostraba la verdadera situación a que había llegado Alemania. Wenceslao demostró pronto su incapacidad para resolver problemas. En lugar de órdenes tuvo que conformarse con hacer demandas, exhortaciones y llamamientos a la paz. Alemania se desintegraba rápidamente.

Wenceslao tuvo que renunciar a su papel de árbitro: las peticiones y exhortaciones del rey de Romanos caían en el vacío llenándolo de ridículo. Imperaba la ley del más fuerte, llamada gráficamente derecho de puño. Abandonó la actividad política entregándose sólo a la caza y a interminables orgías. Víctima de su cólera fue el consejero episcopal Juan de Pomuk a quien el rey ordenó dar tormento y arrojar después su cadáver al Moldava en 1396. El episodio, que contribuyó a crear la mala fama de Wenceslao, fue adornado después con otros detalles, que pretendían que se trataba de un confesor de la reina, distinta persona, llamado Juan Nepomuceno.

Aparece en Austria un príncipe de extraordinaria capacidad política, Leopoldo, sucesor de su hermano Rodolfo IV. El Cisma le enemistó con Wenceslao, porque Austria se declaró clementista, y dio a la Confederación helvética la ocasión de declarar una nueva guerra. 1.6.3.4 Sempach. Sólo en 1309, aprovechando las tensiones entre Habsburgo y Luxemburgos, lograron de Enrique VII un documento que les convertía en landvogt, es decir, territorio imperial. Contra esta situación había luchado ya Leopoldo I, con el resultado desfavorable de Morgarten.

La Confederación fue creciendo, en la primera mitad del Siglo XIV, por dos procedimientos: la adhesión de nuevos miembros, y la obtención de derechos señoriales con jurisdicción. No existe ninguna oposición entre ella y los otros dominios territoriales que los príncipes construían por esta misma época, salvo la ausencia de un príncipe soberano. Los jalones de este crecimiento van indicando cierto ritmo. En este momento ya no era posible considerar a la Confederación como una suma de valles de economía rural; dos de sus ocho miembros, por lo menos, actuaban como elementos directivos del comercio.

En 1382, como consecuencia de su declaración a favor de Clemente VII, Leopoldo se vio privado de su título de landvogt de Suabia que ostentaba desde tres

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años antes. Era una ciudad patrimonio de la Casa de Austria y si Leopoldo no ejercía la autoridad en Suabia sus vinculaciones prácticamente desaparecían. 1.6.3.5 La deposición de Wenceslao. Al producirse el desastre austriaco en Sempach, Wenceslao adquirió acaso el convencimiento de que era inminente una victoria de las ciudades sobre la nobleza, y concertó un acuerdo con la Gran Liga de Suabia comprometiéndose a actuar a su favor. Esta Liga había establecido un contacto con la Confederación helvética. Los príncipes, sin embargo, eran más fuertes y contaban con dos jefes de gran capacidad militar; desde 1383 habían constituido una Liga y reclutaban tropas. El 24 de agosto de 1388 Eberhardo de Wurttenberg derrotó a Döffingen a las ciudades de Suabia, y el 6 de noviembre siguiente el conde Palatino, Roberto, vencía a las de Renania en Works. El rey de Romanos cambió entonces apresuradamente de bando y remitió sus órdenes a las ciudades, prohibiéndolas combatir a los príncipes. Ambas partes fueron invitadas a enviar sus representantes a la Dieta, reunida en Eger, para la firma de la paz. En medio de platónicas declaraciones de justicia, benevolencia y orden, lo que el tratado de Eger consagraba era la victoria completa de la aristocracia.

Los cambios de conducta desprestigiaron a Wenceslao, haciéndole entrar en la cuesta final, que le llevaría a la ruina. La Asamblea de estados de Bohemia le obligó a conferir a su primo Jost de Moravia una delegación plena. En 1395 el propio Wenceslao tomó la iniciativa de otorgar a su hermano menor Segismundo, rey de Hungría, el vicariato sobre todo el Imperio, preparando la sucesión.

El Cisma precipitó su caída. 1.6.4 La influencia alemana en el Báltico 1.6.4.1 Waldemar, el Restaurador. Cristóbal II, que había ayudado a los nobles cuando no era más que el heredero, se vio obligado a combatirles para restablecer la autoridad real, sin la cual Dinamarca corría el peligro de disolución. Empeñó sus últimas rentas para sostener un ejército, pero fracasó. La nobleza tuvo su jefe en el conde de Holstein, Gerardo, que era alemán. Cargado de deudas sin fuerzas militares para imponerse, en desprestigio y debilidad completos, Cristóbal II decidió huir del país, al que no pudo regresar. Murió en 1332. Durante otros ocho años el trono de Dinamarca careció incluso de rey. Gerardo de Holstein se convirtió en autoridad suprema, sin que consiguiera ser obedecido.

En 1340 se produjo una conspiración. Gerardo de Holstein fue muerto y la baja nobleza pidió a Waldemar, hijo de Cristóbal II, que acudiese a Dinamarca. Lübeck decidió colaborar en la restauración de la monarquía en Dinamarca.

Dicha restauración era tarea difícil, ya que exigía tanto de habilidad como de paciencia; esta parece haber sido la principal virtud de Waldemar. Con el dinero que proporcionaron la Iglesia, de sus rentas; los súbditos, por vía de impuestos; las ciudades vendas a cambio de privilegios mercantiles; y la Orden Teutónica por la cesión de los derechos que se habían hipotecado, extendiendo ampliamente su protección. En 1360, Waldemar preside una Asamblea de estados, puede decirse que Dinamarca había vuelto a la vida. Pero los problemas seguían siendo abrumadores.

Tampoco Magnus Erikson, rey de Suecia y Noruega, disfrutaba de tranquilidad. La nobleza decidió que la unión no se mantendría sino que los dos hijos

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nacidos del matrimonio de Magnus con Blanca de Namur, Eric y Haakon, heredarían cada uno de los reinos. 1.6.4.2 Los efectos de la peste negra en el Báltico. Los barcos que hacían el viaje a Inglaterra trajeron al Báltico el virus de la Peste Negra, que se extendió entre los años 1349 y 1350 por todos los puertos. Tanto en las ciudades hanseáticas como en los reinos escandinavos se aprecian algunos efectos concretos de la epidemia. Se estimuló la emigración desde el campo a la ciudad y se facilitó el ingreso en las listas de la burguesía. Se detuvo en cambio el proceso de colonización campesina. La propiedad inmueble tendió a concentrarse en menos manos. La tierra bajó de precio, cosa que Waldemar aprovechó para extender los dominios de la corona.

La victoria obtenida por la Hansa en su pugna con los condes de Flandes hasta ver confirmados sus privilegios, influyó como ya se dijo en la conciencia de superioridad que las ciudades hanseáticas adquirieron y en un cambio de sus relaciones con Dinamarca. El conflicto escandinavo había comenzado a gestarse en 1355. La nobleza sueca, dirigida por Alberto, conde de Mecklenburgo empujó entonces al primogénito, Eric, a que reclamase la corona de Suecia. Magnus tuvo que pactar con los rebeldes y aceptó la división de este reino, a fin de que Erik pudiera entrar inmediatamente en posesión de una parte del mismo. El verdadero beneficiario de la situación era Alberto de Mecklenburgo, que pudo ampliar sus dominios. 1.6.4.3 La derrota de Waldemar. El rey de Dinamarca, consolidado en el trono después de la Asamblea de 1360, se sentía árbitro de la situación. La mayor de sus hijas, Ingeborg, estaba casada con un hijo de Alberto de Mecklenburgo, llamado Enrique. Solicitado así por ambas partes, decidió aprovechar la rivalidad familiar para reconstruir el Imperio danés sobre el Báltico. Inevitablemente esta política tenía que conducirle al choque con la Hansa. Waldemar rápidamente se apoderó de Scania (1360); saltó a Gotland (1361) la cual ocupó; confirmó su alianza con Magnus y el matrimonio de Margarita con Haakon de Noruega. Alberto de Mecklenburgo respondió con una revolución: la nobleza sueca derribó a Magnus y le sustituyó por un hijo del conde, llamado también Alberto. Se produjo la entrega del poder a los nobles, ratificada por una carta constitucional, en 1371. Prácticamente esto significaba la guerra.

Waldemar cometió el error de desaprovechar una ocasión que se le brindaba para hacer la paz, mientras las ciudades alemanas se reprochaban entre sí por el fracaso. En 1367 el Fran Maestre de la Orden Teutónica y el nuevo rey de Suecia, Alberto de Mecklenburgo, se concertaron para detener el peligro danés y ofrecieron a la Hansa todo su apoyo. La Dieta hanseática decretó una guerra en la que tomaron parte Holstein, Schleswig y las ciudades de Holanda y el Zuidersee, que no pertenecían a la Hansa. La guerra fue victoriosa para los aliados lo cuales pudieron arrasar el puerto de Copenhague, ocuparon Scania e invadieron Jutlandia. Waldemar abandonó el país tratando de hallar auxilios en Alemania, mientras el Consejo Real firmaba la paz de Stralsund. Una de las condiciones políticas más singulares era el compromiso aceptado por el Consejo Real de no reconocer como rey de Dinamarca a ninguna persona que no tuviese la autorización previa de la Hansa.

Figura 15. Alberto de Mecklenburgo

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La paz de Stralsund constituye un hito importante en la Historia de Europa,

por cuanto entregó a la Hansa el monopolio del tráfico marítimo mercantil en el Báltico y el mar del Norte. Waldemar regresó a Dinamarca, aceptó la dura lección y se esforzó por cumplir las cláusulas del tratado. 1.6.4.4 La Unión de Calmar. En 1375 la Hansa estaba subiendo hacia cumbres de prosperidad. Las ciudades alemanas comprendieron que nos les convenía en modo alguno una acumulación de poder en los condes de Mecklenburgo y, haciendo uso de la cláusula restrictiva de la paz de Stralsund, impusieron el reconocimiento de la hija menor de Waldemar, Margarita, que era reina de Noruega, madre de un único hijo, Olaf. La nueva reina contenía en sí misma los gérmenes de la unidad. Cuando, en 1380, murió Haakon VI, se proclamó regente de Noruega en nombre de Olaf. Sus grandes apoyos eran la Iglesia y la nobleza. Desde 1385 Margarita instigó a su hijo para que reclamara la herencia de Suecia como legítimo sucesor de Magnus Erikson. De este modo recaerían en Olaf las tres coronas.

Estos proyectos parecieron venirse abajo en 1387, cuando murió Olaf. Los herederos más próximos eran los hijos de Ingeborg. La nobleza danesa, que no quiso recibirles, cerró filas en torno a Margarita. No habiendo precedentes respecto a la coronación de una mujer, se acudió al expediente de reconocerla “regente de la realeza” primero en Dinamarca (1387) y luego en Noruega (1388). Los nobles suecos, alzados contra Alberto de Mecklenburgo, comparecieron ante Margarita en la primavera de 1388 y la reconocieron como reina. Alberto fue derrotado y preso en la batalla de Falköping.

Los tres reinos estaban ahora unidos bajo la soberanía de Margarita de Dinamarca. Con el beneplácito de la Hansa, para la que la Unión significaba grandes beneficios mercantiles, Margarita trabajó entonces hasta conseguir estabilizarla. El primer paso fue lograr el reconocimiento de Eric como futuro rey de las tres coronas. En el verano de 1397 los miembros más sobresalientes de la nobleza fueron invitados al castillo de Calmar a fin de asistir a la solemne ceremonia de la coronación de Eric VII, que ejecutaron los arzobispos de Luna y de Upsala; se armaron caballeros más de cien nobles y se presentó a los asistentes un documento que garantizaba por escrito la Unión. Pero este documento poseía gravísimos defectos. No fue confirmado por la nobleza de Noruega ni se presentó para la ratificación a los Consejos Reales de cada país. 1.7 ITALIA EN EL SIGLO XIV 1.7.1 El gran proyecto de Juan XXII 1.7.1.1 Italia en 1313. La renuncia de los emperadores a sus antiguos proyectos sobre ella y la instalación permanente de la Corte pontificia en Avignon, fueron dos hechos que se consumaron en la península italiana al morir Enrique VII en 1313.

La “nación” estaba compuesta por cuatro entidades políticas plurales y de distinto origen. Todo el norte de la Península, incluyendo Toscaza y la llanura del Po, formaba el reino de Italia. De este reino no formaba parte Venecia. En el centro una ancha franja territorial, desde el Adriático al Tirreno, constituía el Patrimonio de San Pedro, conjunto de estados cuya soberanía temporal ejercía el Pontífice. Todo el sur de la Península, con Sicilia, era el Realme (Reino) construido por los normandos

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sobre las antiguas posiciones bizantinas y dividido ahora en dos, Nápoles y Trinacria (Sicilia). Desde 1326 Cerdeña será conquistada y convertida en reino por Jaime II de Aragón.

La salida al mar de los productos de Lombardía y Piamonte se hacía a través de Génova. Nunca alcanzó la necesaria estabilidad interior, y por eso estuvo amenazada de trastornos y debilidad. Panorama diametralmente opuesto se ofrece en Venecia: reducida a un mínimo de territorio había ejecutado una reforma constitucional en 1297 que reservaba el poder a una oligarquía muy cerrada.

Tanto los antiguos estados feudales como las ciudades evolucionan hacia un característico régimen de poder personal que se denomina genéricamente la “Señoría”. También los linajes más modestos que se encuentran instalados en los Estados Pontificios aspiraban a convertir en Señorías personales sus dominios.

Florencia fue uno de los elementos directivos de la vida política italiana y también europea; la carencia de un sistema militar apropiado le impidió, sin embargo, alcanzar el objetivo que se había propuesto de unificación territorial de Toscana. El Estado percibía por impuestos indirectos. Existían más de ochenta casas de banca en 1340, año que parece haber señalado un máximo de prosperidad. Desde el Siglo XIV la hegemonía en el mundo de los negocios dejó de pertenecer a la gilde llamada Arte de Calimala, que se ocupaba del apresto y distribución de tejidos, para pasar el Arte de la Lana, que impuso en Florencia un espíritu que puede calificarse de capitalista. El Arte controlaba la materia prima de la lana, tintes y alumbre en todo el proceso de fabricación, recibiendo al final las piezas elaboradas; proporcionaba trabajo y en esto podía considerarse benéfica, pero al mismo tiempo impedía la constitución de empresas menudas y la competencia. 1.7.1.2 Factores de la acción política. Dos hechos dominan el panorama político italiano en el Siglo XIV: la consolidación de los poderes extranjeros, catalanes en Cerdeña y Sicilia, angevinos en Nápoles; la ausencia de una autoridad estable en Roma. Roberto I de Nápoles buscó de una manera consciente la incorporación a la política activa, como jefe del güelfismo. Sicilia y Cerdeña, en cambio, se integran en el sistema económico catalán, que era bastante ajeno a las cuestiones italianas. La ciudad de Roma, que había alcanzado con la celebración del Año Santo de 1300 la plenitud de sus funciones religiosas, sustituyendo prácticamente a Jerusalem en la concesión de beneficios de indulgencia plenaria, se encontraba ahora en situación dramática. No podía erigirse en cabeza de una Señoría porque era la Sede Apostólica; pero el Papa la había abandonado.

Dos aspectos adquieren gran relieve en la Italia del Siglo XIV acentuando su singularidad. Las luchas de unas ciudades con otras acabaron produciendo la absorción de algunas y la disminución de su número. Tampoco se produjo la identificación entre intereses económicos y políticos.

El fenómeno de la Señoría es típicamente italiano y nació como consecuencia de la incapacidad de las instituciones de la comuna para promover el orden en el interior de la ciudad y defenderla de sus enemigos del exterior. En su desarrollo se encuentra normalmente tres etapas: la primera sucede cuando un jefe de partido alcanza el poder y establece los medios para durar, en beneficio, al parecer, del partido mismo; en la segunda, cuando el partido empieza a retirar su apoyo a quien gobierna con excesivo personalismo, el jefe acude al refrendo popular de una Asamblea que le otorga un título semejante al de Capitán del pueblo o Defensor de la

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Paz; la tercera consiste en la intervención del emperador que legitima este poder de hecho mediante un titulo o un vicario que, desde luego, se pagan a buen precio. 1.7.1.3 El fracaso de Roberto de Anjou. Los güelfos saludaron con alborozo la noticia de la muerte del emperador Enrique VII; dominaban en este momento Toscana y Piamonte, mientras que los ghibelinos parecían arrinconados entre Milán y el lago de cómo. Clemente V aprovechó el período de vacante en el Imperio para reconocer por su propia autoridad al rey Roberto de Nápoles como vicario imperial para el Reino de Italia. Roberto demostró una completa carencia de capacidad; frente a los grandes jefes ghibelinos resultaba absolutamente mediocre. Los güelfos fracasaron al intentar un golpe de mano sobre Vicenza y sufrieron una grave derrota cerca de Montecatini. En todas partes se alzaban voces que protestaban de la ineficacia del rey de Nápoles.

Los legados pontificios, que utilizaban la excomunión como arma política, advirtieron a Juan XXII el peligro que corría la causa de güelfa teniendo como jefe al rey Roberto, pero el Papa no se atrevió a hacer ningún cambio. En 1318 el rey de Nápoles, que acababa de liberar Génova, llegó a Avignon; Juan XXII tuvo ocasión de comprobar personalmente su ineficacia.

Nunca habría paz en Italia mientras la supuesta autoridad imperial sobre el Reino no fuese sustituida por una eficiente autoridad real, ligada a la Santa Sede. El problema era encontrar la persona. De momento, el Papa se abstuvo de retirar a Roberto los poderes que su antecesor le diera, pero entregó a su legado Beltrán de Pouget, plena autoridad para ejercer la jefatura de los güelfos. Con éste pasó a Italia Felipe de Valois, el futuro rey de Francia, probablemente candidato del Pontífice para esta nueva corona. Las dificultades le hicieron desistir pronto y regresar a Francia. 1.7.1.4 Juan de Bohemia. Beltrán de Pouget, lo mismo que los demás legados, recomendaron al Papa una solución: nombrar un rey en Italia, güelfo, con garantías de que no habría de ponerse en relaciones con el emperador. Afortunadamente para los güelfos, la empresa de Luis de Baviera, tras las fantásticas acciones ejecutadas en Roma, había terminado en completo desprestigio. Reinaba la anarquía en su ejército y Castruccio Castracani acabó declarándose en contra suya.

El emperador regresó a Alemania en Enero de 1330 para no volver nunca más. Los ghibelinos estaban llenos de cólera contra Luis de Baviera; los gastos de su expedición habían sido muy considerables mientras que los beneficios resultaban prácticamente nulos. Tampoco el gran proyecto del Papa iba por buen camino: Beltrán de Pouget se conformaba ahora con pacificar una parte de las ciudades del Patrimonio.

Durante tres años, como inesperado epílogo a esta historia concluida de las expediciones imperiales, se produjo el intento de Juan de Luxemburgo, hijo de Enrique VII, rey de Bohemia. Todo empezó cuando la comuna güelfa de Florencia, amenazada por Cangrande, solicitó su auxilio en diciembre de 1330. Muy rápidamente consiguió que la mayor parte de las ciudades de Lombardía, incluyendo a Milán, le ofreciesen actos de sumisión. Pero la falsedad de sus asertos se reveló muy pronto.

Sin embargo, Juan de Bohemia había visto posibilidades inesperadas de ganancia. Emprendió un largo viaje para convencer a Luis de Baviera, a Felipe VI y

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a Juan XXII, de que él era la solución más adecuada al problema de Italia: un rey güelfo, hijo de emperador, alemán, leal al Papa, que podía colocarse por encima de las querellas intestinas que desgarraban a la Península. Durante su ausencia, las señorías de Italia habían decidido constituir una Liga general. Su arte de convicción había servido a Juan de Bohemia de muy poco. Cuando regresó a Italia, con tropas francesas, ayuda del legado y luz verde del Papa, se encontró con una fuerza formidable que luchaba por la libertad y la independencia de las ciudades. Fue derrotado completamente en Ferrara. Sus mercenarios se disolvieron y los del legado también. La ciudad de Bolonia se sublevó al grito de “muera el legado y los de Languedoc”. Juan de Luxemburgo vendió sus derechos y se refugió en Francia. El gran proyecto de Juan XXII quedó sepultado en el olvido. 1.7.2 La época de Juan Visconti (1334-1354) 1.7.2.1 Primera crisis florentina. La ciudad había tenido que acudir a empréstitos muy desfavorables sin conseguir en cambio la victoria. No faltaron tampoco las reflexiones que presentaban el régimen de “comuna” como la causa de los fracasos, comparándolo desfavorablemente con el de Señoría de que disfrutaban otras ciudades más potentes. Sobre estas corrientes de opinión se apoyó Gautier de Brienne. El 7 de septiembre de 1343, la Señoría de Florencia –es decir, los dos consejos de “popolani” y “del comune”- le otorgó una delegación completa de autoridad. Prescindiendo ahora de las cuestiones sociales implícitas en una revolución que alcanzará su punto culminante con el movimiento de los Ciompi.

El intento del duque de Atenas envolvía dos consecuencias igualmente graves: rompía el equilibrio entre las potencias italianas; trataba de destituir el sistema institucional de la “comuna” para buscar el punto de apoyo en el ejército. Entre los días 26 y 28 de agosto de 1344 se produjo un levantamiento que le obligó a huir.

La revuelta no pasó sin consecuencias. La Señoría fue ejercida en adelante por un comité de 8 priores de las Artes, presidido por el gonfaloniero de la justicia. Dos de los priores eran del popolo grasso, tres medianos y tres menudos. Otros banqueros, especialmente los Médicis, se mostraban dispuestos a secundar movimientos populares. 1.7.2.2 Juana I, Reina de Nápoles. Roberto, que temía las ambiciones de la rama húngara de su linaje, había concertado el matrimonio de sus hijas, Juana y María, con dos hijos de Carlos I, Andrés y Luis respectivamente. Luis, el mayor, fue luego Luis el Grande. En Nápoles, Andrés ganó pronto mucha impopularidad y, sobre todo, el odio de su mujer que le excedía en edad un año. De todas formas la Corte de Nápoles era un avispero muy peligroso: dos viudas, Catalina de Courtenay e Inés de Perigord, cuñadas del rey Roberto, aspiraban a colocar a sus hijos lo más cerca posible del trono. Isabel consiguió, mediante una hábil maniobra, desbancar a Luis el Grande y, casó a su hijo Carlos de Durazzo con María.

De pronto, en la noche del 18 al 19 de septiembre de 1345, dos días antes de la fecha fijada para su coronación, Andrés murió asesinado. Juana mostró tal indiferencia ante el hecho que algunos sospecharon que contaba con su asentimiento. Las sospechas se hicieron especialmente graves cuando, con excesiva rapidez, anunció su boda con uno de los hijos de Catalina de Courtenay, Luis de Tarento, que fue inmediatamente proclamado duque de Calabria y gobernador general del reino.

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Luis de Hungría anunció que iría a Nápoles para vengar a su hermano y

castigar tantos crímenes; con la sola excepción de Venecia y de las ciudades pontificias, todos los demás estados italianos le ofrecieron su neutralidad. Juana I y su marido huyeron; la reina buscó refugio en Avignon al amparo del Papa, para defender su inocencia. La ocupación de Nápoles se llevó a cabo prácticamente sin dificultad. Las represalias fueron enviadas a Hungría. Estos castigos, coincidiendo con la Peste Negra y con el comportamiento de las tropas, provocaron un profundo descontento. Estallaron motines y se inicio una guerra civil.

Juana I había obtenido en Avignon una declaración pontificia que la consideraba inocente de las acusaciones. El 17 de agosto de 1348 la reina y su marido, al amparo de estas tropas, se hallaban de regreso. El resultado fue una guerra civil, sangrienta y enconada.

El 27 de mayo de 1352 Juana y su marido fueron solemnemente coronados. Pero el rey de Hungría nunca renunció a sus derechos porque nunca se pagó la cantidad estipulada. Nápoles estaba arruinada. Los acreedores florentinos eran prácticamente dueños de Nápoles. Nicolás Acciauoli, administrador de los bienes patrimoniales del rey, fue nombrado gran senescal.

La idea de Acciauoli era emprender la reconquista de Sicilia. La ocasión le pareció propicia. La isla se había dividido entre dos facciones aparentemente irreconciliables, la parte catalana y la parte latina. El gran senescal esperaba utilizar el apoyo de la segunda. Pero al emperador Carlos IV, que hacía entonces su viaje a Italia, no convenía de ninguna manera la formación de un fuerte poder napolitano ni el control del comercio de Sicilia por la banca de Florencia. Intervino para salvar a Federico III obligando a las tropas de Nápoles a retirarse.

En adelante la parte catalana defenderá a ultranza y con insistencia el acercamiento a la rama mayor de la dinastía aragonesa como medio de salvación, insertando a Sicilia en el sistema económico mediterráneo. En la segundo mitad del Siglo XIV se abrían ante Sicilia únicamente dos opciones, la de integrarse en la commonwealth aragonesa o la de incorporarse al reino de Nápoles. Cayó del lado aragonés. 1.7.2.3 La expansión milanesa. Los cinco años que dura la señoría única del arzobispo Juan Visconti, presenciaron en Milán un poderoso esfuerzo de expansión. Volvía a la vida el gran proyecto de Juan XXII bajo unas coordenadas diferentes. Para alcanzar este objetivo necesitaba llevar a cabo un programa en tres etapas: apertura de una vía hacia el Adriático, pasando por Bolonia; sumisión de Toscaza con derrota de Florencia; alguna forma de control sobre Génova.

Juan Visconti compró la posesión de Bolonia a Jacobo y Juan Pépoli, pagando por ella 250,000 florines. Después procedió a instaurar la Señoría por el procedimiento normal de reunir el Consejo del Pueblo. Clemente VI protestó. Éste empleó todos sus medios persuasivos, incluyendo el dinero, para conseguir un arreglo de la cuestión: renunciando a la Señoría laica sobre la ciudad recibió el nombramiento de vicario con derecho a designar sucesor.

Las pretensiones sobre Florencia fracasaron. Los florentinos se adelantaron a ocupar Prato y Pistoia y a proponer la constitución de una Liga general de ciudades toscanas. Las dificultades que Florencia encontraba para constituir y sostener un

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ejército cuando se trataba de una guerra ofensiva, no existían en el caso de una defensa: todos los castillos pudieron ser convenientemente fortificados y guarnecidos. Florencia estableció una alianza con Carlos IV, a quien invitó a venir a Roma. Pero ya entre tanto el arzobispo Juan Visconti, había aceptado la mediación pontificia. Lombardía y Toscana, es decir, Milán y Florencia, se garantizaban recíprocamente la integridad territorial.

Desde 1350 Venecia y Génova estaban en guerra. Las alianzas concertadas por una y otra la convirtieron en conflagración general mediterránea y como tal ha sido ya tratada en páginas anteriores. Esta guerra constituyó una especie de prueba definitiva para el régimen de cerrada oligarquía construido en Venecia en 1297, el cual se basaba en un prudente equilibrio entre el poder legislativo que correspondía al Gran Consejo, que aprobaba las leyes presentadas por el ejecutivo, la Signoria, compuesta por el Dux, seis consejeros de nombramiento anual y tres capi della Quarantia, y el poder deliberativo que ejerce el Senado.

El Senado veneciano era la clave de la República, el que justificaba su calificativo de Serenísima. En este momento hubo que crear una especie de delegación permanente a la que se llamó Collegio, integrado por la Señoría y otros 16 savii.

Cuando Génova sufrió la tremenda derrota de Alghero frente a una flota combinada catalana y veneciana, se manifestó su debilidad interna. Venecia respondió adelantando sus planes para una alianza y avisando a todas las ciudades del peligro que se cernía sobre Italia entera.

No se llegó a una lucha abierta. Los dos principales protagonistas del conflicto, Juan Visconti y Andrés Dandolo, murieron el año 1354, casi al mismo tiempo que la flota genovesa lograba una victoria en Sapienza, cerca de Modón, el 4 de noviembre.

En la elección de 1354 obtuvo Marino Faliero 34 de los 41 votos emitidos; los

servicios prestados por este anciano de 70 años le acreditaban como un Dux idóneo para aquella difícil situación. Parece, sin embargo, que una vez se vio dueño del poder, Faliero intentó cambiar el sistema de gobierno. Cabe suponer que el intento consistía en establecer una Señoría de tipo personal, como en otras ciudades, a fin de concentrar en el dux los poderes suficientes para la reanudacion con éxito de las hostilidades. Descubierta a tiempo la conjura, Marino Faliero fue decapitado el 17 de abril de este mismo año. 1.7.3 La obra del Cardenal Albornoz 1.7.3.1 Carlos IV en Italia. En 1355 Carlos de Luxemburgo, rey de Romanos, decidió emprender el viaje a Italia para hacerse coronar. Este viaje sirve muy bien para separar dos épocas distintas en la Historia italiana del Siglo XIV: la de los proyectos para construir un Reino en el norte de la Península y la del restablecimiento del orden en los Estados Pontificios, acometido por el cardenal don Gil de Albornoz, precedente necesario para el retorno del Papa a Roma.

Florencia vio un peligro en la presencia del emperador y trató de convencer a todas las de Toscana para que se uniesen, en la defensa del güelfismo, para imponer a Carlos IV una negociación conjunta y no por separado. Fracasó y tuvo finalmente

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que inclinarse ante el nueva fantasma comprometiéndose a pagar 100,000 florines por los atrasos en los derechos debidos al rey, más una renta anual de 4,000.

La coronación tuvo lugar en Roma el 5 de abril de 1355. El ensayo de restablecer la paz mediante la autoridad de un emperador desprovisto de poder había fracasado: para los italianos, el rey de Romanos era tan sólo un avaro, ansioso de dinero. 1.7.3.2 Amadeo VI de Saboya. Sucedieron a Juan Visconti en la Señoría de Milán sus tres sobrinos, Bernabé, casado con una hija de Mastín della Scala, Galeazzo, que tenía como esposo a una hermana del conde Amadeo VI de Saboya, y Mateo II, que murió pronto.

La Casa de Saboya se hallaba dividida geográficamente en dos ramas, una a cada lado de los Alpes. Amadeo dedicó los primeros esfuerzos y, en general, la atención preferente durante toda su vida a fortalecer su dominio sobre Ginebra, Lausanne y el lago Lemán, zona importante en las comunicaciones mercantiles. El 5 de enero de 1355 consiguió que Francia la reconociera; diez años más tarde lograría de Carlos IV el vicariato imperial. Pero las posibilidades de expansión por esta zona se hallaban cerradas. Aprovechando el cambio de titulares en Milán, Amadeo intentó someter a la otra rama del linaje, con ayuda de los Visconti, y apoderarse de Turín y Monferrato.

Después de la muerte de Mateo, Bernabé y Galeazzo habían acordado hacer un reparto de bienes patrimoniales de la familia, manteniendo, sin embargo, la unidad de poder en Milán y en Génova para hacer frente mejor a la reacción que la desaparición del arzobispo estaba provocando. En la punta de ataque se había situado Juan II Paleólogo, señor de Monferrato, de la misma dinastía saboyana cisalpina que Jacobo de Acaya. Al coro de enemigos se incorporó también Juan Visconti de Oleggio. En el primer momento Juan Paleólogo logró algunos éxitos. Las ofertas de ayuda de Amadeo VI a su cuñado Galeazzo fueron bien recibidas.

La intervención saboyana no impidió el retroceso de los Visconti pero produjo grandes beneficios a Amadeo VI, que se apoderó de los feudos de su primo Jacobo de Acaya (1357) y, después de la muerte de éste, se instaló en Turín como tutor de los hijos del difunto. Así se inició el engrandecimiento de la Casa de Saboya.

En Génova estalló una revuelta contra el dominio de los Visconti inmediatamente después de la muerte del arzobispo. Fue repuesto en el cargo de dux el viejo Simón Bocanegra. No fue ésta la única pérdida que experimentaron los Visconti, cuya debilidad acentuaba los daños, muy escasos, que sus enemigos estaban en condiciones de producir. Por eso hubo de resignarse a concertar una paz que se firmó en Milán el 8 de junio de 1358. Los Visconti renunciaron a Génova y Asti, remitiéndose en el caso de esta segunda ciudad al arbitraje imperial. 1.7.3.3 La obra de Don Gil de Albornoz. Fue escogido por Clemente VI para desempeñar una legación con plena autoridad cuyo objetivo, según se manifestó con claridad, era restablecer la obediencia al Papa en todos los dominios que constituían su Patrimonio. La tarea del cardenal se vería dificultada especialmente por el corto apoyo que la Corte pontificia estaba en condiciones de prestar.

En el primer momento, su autoridad era reconocida tan sólo en tres localidades. Tras una victoria sobre Juan de Vico que acarreó el reconocimiento para

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el Papa de la Señoría sobre Roma, don Gil decidió convocar un Parlamento con representantes de todo el dominio.

Este año de 1354, Albornoz había conseguido otro de sus sorprendentes éxitos: reorganizando el ejército, a las órdenes de Rodolfo da Varano di Camerino, derrotó e hizo prisionero a Galeotto Malatesta, alma de la resistencia. De enemigo le convirtió en amigo, nombrándole vicario de Rímini, Pésaro, Fano y Fossombrone. Bolonia era ya un objetivo próximo. Pero Bernabé Visconti intrigó en Avignon con tanta habilidad o tanta eficacia, que consiguió que se enviasen órdenes al legado

imponiéndole una rectificación en la política y el respeto a Bolonia como parte de la esfera de acción de los Visconti. Albornoz decidió entonces regresar a la Curia y fue sustituido por un simple nuncio, Androino.

El 18 de septiembre de 1358 el cardenal Albornoz recibió un segundo encargo de legación, semejante al primero; se demostraba con ello que no existía en Avignon ningún programa político para Italia que fuese capaz de sustituir al suyo. Albornoz se negó a acatar la orden de entrega a los Visconti de Milán; por el contrario, se puso de acuerdo con Juan Visconti Oleggio para comprar la posesión efectiva por una enorme suma. El legado entró en Bolonia el 1 de marzo de 1360.

A la ocupación de Bolonia, en donde el cardenal fundaría un Colegio para españoles que fue prototipo de los Colegios Mayores y cuyas enormes rentas le han permitido funcionar hasta hoy, siguió inevitablemente la guerra con los Visconti. Las tropas pontificias, guiadas por Galeotto Malatesta, vencieron a las milanesas en la batalla de S. Ruffillo en 1361. Inmediatamente todos los señores del bajo Po acudieron al legado para constituir con él una Liga amenazadora para los Visconti. El Papa no deseaba en modo alguno la generalización del conflicto y mucho menos ser instrumento para un ajuste de cuentas entre príncipes italianos que, en el momento de la firma de la paz de Brétigny, atraería nuevos mercenarios hacia Italia, nuevas violencias y nuevas destrucciones. Muerto Inocencio VI, su sucesor Urbano V se apresuró a retirar la legación de don Gil de Albornoz y a iniciar negociaciones de paz de Bernabé Visconti. 1.7.3.4 Urbano V en Roma. La firma del tratado de Brétigny había arrebatado a Avignon su principal mérito: la paz que ofrecía al Papa tras sus muros. En julio de 1366 Urbano V sorprendió a muchos de sus colaboradores anunciando que era su intención volver a Roma. Reformadores y místicos se dirigieron al Papa mostrando su entusiasmo por el anuncio. Santa Brígida de Suecia anunció a Urbano V que tendría un fin desastroso si retornaba a Avignon. El viaje tropezó con evidentes dificultades, especialmente por parte de los cardenales que, en su mayoría, se negaron a abandonar la saludable ciudad del Ródano y, en ciertos casos, profirieron amenazas contra el Pontífice si éste no regresaba pronto.

La entrada solemne en Roma tuvo lugar hasta el 16 de octubre. El viaje a Roma fracasó ya desde el primer momento. La Liga para la paz se había convertido en una alianza contra los Visconti, y Urbano V se encontró desde el primer momento envuelto en una guerra, aquello que precisamente había querido evitar. No se puede saber en qué momento tuvo Urbano V la convicción de que había cometido un error y de que era conveniente regresar. En 1370, alegando que necesitaba intervenir

Figura 16. Gil de Albornoz

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para salvar la paz entre Inglaterra y Francia, Urbano V regresó a Avignon en donde murió el 19 de diciembre. Muchos recordaron entonces las advertencias de Santa Brígida. 1.7.3.5 La guerra de los Ocho Santos. Muy rápidamente se produjo la destrucción de la obra de paz que el cardenal Albornoz tan pacientemente construyera. Aprovechando la quiebra de esperanzas que la nueva marcha del Papa producía, Bernabé Visconti emprendió en 1371 la ofensiva y sembrando la alarma por la decisión que mostraba de penetrar hasta la costa adriática. Surgió inmediatamente una Liga contra los Visconti; fue ofrecido el mando de las tropas al conde Verde, nombrado vicario del Imperio en Milán. La guerra fue larga y áspera, sin ganancias territoriales para ninguna de ambas partes. Los beligerantes comprendían que se había llegado a la más extraña situación. La guerra era inútil. Este fue, más o menos, el razonamiento que Amadeo VI hizo a Gregorio XI para convencerle de que debía concertar una paz.

Gregorio XI era un Papa joven, de poco más de cuarenta años, y estaba influido por las opiniones de quienes reclamaban el retorno definitivo de la Sede a Roma. Eran muchos los argumentos a favor del retorno. Cuando este retorno se anunció en el otoño de 1374, pudo comprobarse cuántos intereses se habían concitado en su contra.

Para gobernar los Estados Pontificios había sido enviado desde Avignon un nuevo legado, Guillermo Noellet, de Languedoc, quien sustituía en todas partes a los funcionarios italianos por otros compatriotas suyos. En el momento en que las tropas del legado se adueñan de Perugia en 1371, Florencia convocó una reunión de representantes de Pisa, Lucca, Siena y Arezzo para deliberar juntos acerca de los peligros que para ellas encerraba el “expansionismo” pontificio.

La situación se agravó en los años siguientes, porque los mercenarios licenciados tras la guerra contra los Visconti, pasaron a Toscana y cobraron 150,000 florines antes de que accedieran a retirarse. Florencia nunca admitió que esta especie de invasión hubiera sido espontánea. En 1375 las relaciones entre Florencia y el legado había llegado a un punto tal que éste prohibió las exportaciones de trigo desde Romagna a la ciudad. En ésta triunfaron de pronto los partidarios de una alianza con los Visconti para combatir a los pontificios. El 26 de julio de 1375 se tomó el acuerdo de suspender el orden constitucional votando una “balia” para que ocho personas, provistas de poderes excepcionales, se encargasen de dirigir la guerra. Dada la índole de la contienda, se les llamó con ironía los Ocho Santos.

La propaganda refería ampliamente a la “liberta de Italia”, considerando bajo este nombre el restablecimiento del régimen propio de cada comuna y la prohibición de nombrar funcionarios extranjeros. En Roma se produjo, en cambio, una presión de carácter distinto, urgiendo la presencia del Papa en el plazo más breve posible. Gregorio XI convocó a los representantes de Florencia en Avignon, ofreciendo condiciones para una negociación. Fracasó y fulminó la confiscación de bienes con entredicho contra los rebeldes. Florencia conoció un movimiento de agitación eclesiástico en que se manejaban argumentos como la relajación de costumbres.

Mientras tanto el Papa hacía su entrada en Roma el 17 de enero de 1377 afirmando que nunca más abandonaría esta ciudad.

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La breve estancia del Papa en Roma no fue tranquila ni agradable. Santa Catalina de Siena recomendaba la creación de un Consejo al que fuesen convocadas las personas que gozaban de pública fama de santidad para discutir los medios de realizar la reforma. Mientras tanto la guerra provocaba movimientos antipontificios. La guerra de los Ocho Santos desencadenó a la larga el terrible motín de los Ciompi, analizado en otro lugar, en que estuvo a punto de perecer la propia ciudad.

Apenas restablecida la calma, las nuevas autoridades de Florencia escucharon una propuesta de mediación presentada por Bernabé Visconti. Gregorio XI había muerto entre tanto, el 27 de marzo de 1378. No faltaron rumores de un castigo divino porque pensaba abandonar Roma. Uno de los primeros actos de su sucesor, Bartolomé Prignano, Urbano VI, será firmar la paz con Florencia. Inmediatamente después comienza el Cisma. 1.7.3.6 La Paz de Turín. La coincidencia entre la revuelta de los Ciompi y el comienzo del Cisma, así como la última de las grandes guerras entre Génova y Venecia contribuyeron a enrarecer la atmósfera italiana. La paz de 1355 y la conjura de Marino Faliero fueron, para Venecia, el anuncio de una cadena de sucesos desfavorables. Esta cadena de acontecimientos ponía al rojo la rivalidad entre Venecia y Génova. Cualquier incidente bastaba para provocar una nueva guerra.

Juan V quería privar de la sucesión al mayor de sus hijos, Andrónico en beneficio del menor Manuel. Los genoveses instigaron la revuelta de Andrónico; en el momento en que éste parecía triunfar, el gobernador de la isla de Tenedos, fiel a Juan V, solicitó la presencia de una flota veneciana, que tomó posesión de ella. La guerra estalló. En el primer momento, Venecia consiguió limpiar de enemigos el Adriático y disponer de una gran flota.

Este éxito inicial inspiró una estrategia consistente en observar una defensiva estricta en tierra firme, retener una pequeña fracción de la flota para preservar el Adriático, y enviar el grueso de las fuerzas, a las órdenes del almirante Carlos Zeno, a Oriente, para destruir al comercio genovés en su propio escenario. Por su parte, Génova decidió repetir la maniobra que en la primera guerra asegurara su éxito: sus barcos penetraron hasta el fondo del Adriático, derrotaron a la flota de reserva que mandaba Víctor Pisani, en Pola, y se apoderaron de Chioggia, estableciendo el bloqueo de Venecia. Se creyó en la inminencia de una capitulación de esta ciudad.

Venecia realizó un enorme trabajo de recuperación. Víctor Pisan, rehabilitado, obtuvo el mando de todas las fuerzas mientras se construía a toda prisa una nueva flota en los astilleros venecianos. Venecia había experimentado algunas pérdidas decisivas, en especial Treviso, Trento y casi todas las ciudades y villas de Tierra Firme.

Por esta razón cuando Amadeo VI se ofreció para mediar en la paz, que el Cisma hacía tan necesaria, sus propuestas fueron escuchadas. Se firmó en Turín el 8 de agosto de 1381. Con ella se acostumbra a señalar un cambio importante en las relaciones. Para Venecia significó el comienzo de una segunda etapa en el desarrollo exterior, que le llevaría a crear un gran Imperio colonial.

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1.8 EL CISMA DE OCCIDENTE 1.8.1 El Pontificado de Avignon 1.8.1.1 La instalación en Avignon. Los pocos meses que duró el Pontificado de Benedicto XI (1303-1304) fueron muy dolorosamente significativos. El Papa estableció un precedente de debilidad. El rey de Francia descubrió que estaba ante un hombre débil y no se conformó con menos que el reconocimiento de que todas sus acciones se habían guiado por el supremo interés de la Iglesia y debían serle gratificadas. Cuando Benedicto murió eran tan profundas las divisiones en el interior del Colegio de cardenales entre aquellos que querían firmar la paz con el rey y los que pretendían defender la persona, la memoria y la autoridad del Papa, que no consiguieron ponerse de acuerdo en la elección.

Clemente V (1306-1316) escogió, según dice Francisco Rapp, “las armas preferidas de los débiles”: trató de conseguir a todo trance que se olvidase el proceso previsto por Felipe IV contra Bonifacio VIII. En 1309 decidió fijar su residencia en Avignon, que era un señorío de la Casa de Anjou, vasalla de la Santa Sede por el reino de Nápoles.

Es posible que la estancia en Avignon fuese planeada en principio como un breve paréntesis, pero la rápida desintegración de los Estados Pontificios y la anarquía que se apoderó de Roma, hicieron imposible el retorno. Sin la previa pacificación de la antigua capital de la Cristiandad era una locura que el Papa fijase su residencia en ella. El sucesor de Clemente, Juan XXII (1316-1334), había sido hasta entonces obispo de Avignon.

Avignon no era territorio francés; muy pronto fue propiedad del Papa, que la compró junto con el condado Venaisin, a Juana I de Nápoles. Ninguna política temporal era necesario realizar desde Avignon. Poblada por humanistas y sabios la ciudad tuvo un ambiente intelectual muy elevado, del que irradiaron poderosas influencias. Desde el palacio el Papa pudo dedicarse al gobierno de la Iglesia más que a la política italiana.

Los Papas que se suceden en Avignon no son figuras brillantes, sino honestos trabajadores, de buenas costumbres, aferrados a veces a ideas y opiniones que no eran esenciales, pero que supieron imprimir al gobierno una eficacia y continuidad muy notables. Inocencio VI (1352-1362), influido sin duda por la situación militar en Francia, que se deterioraba rápidamente y comenzaba a salpicar a la Sede Apostólica, cambió la política decidiendo el regreso a Roma, que ejecutó Urbano V (1362-1370) en la forma explicada en el capítulo anterior. Uno de los rasgos comunes a estos últimos Pontífices fue la protección otorgada a las Universidades. 1.8.1.2 La transformación de la Curia. Las reformas introducidas durante la estancia en Avignon fueron de tal naturaleza que puede decirse que contribuyeron a recrear la Monarquía de los Papas. Fue acometida una tarea de centralización, con plena conciencia de que ésta era favorable a la Iglesia.

La centralización de las colaciones de beneficios había sido iniciada en 1265 por Clemente IV. Juan XXII extendió la disposición a todos los beneficios cuyos titulares hubiesen sido nombrados por el Papa, hubiesen dimitido a favor de éste o fuesen depuestos. En 1363 Urbano V completó el proceso declarando que, en

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adelante, todos los obispos, abades y abadesas de la Cristiandad serian de nombramiento pontificio, para evitar que se introdujesen personas indignas.

Urbano comenzó además a conceder reservas y expectativas, es decir, documentos que permitían a su titular obtener el primer beneficio vacante o la sucesión de uno determinado.

Estas acciones centralizadoras significaban un desmesurado aumento de los gastos, en el momento preciso en que las rentas obtenidas del Patrimonio de San Pedro se habían anulado. Avignon hubo de intensificar las presiones para obtener dinero y, de nuevo, los beneficios resolvieron la situación. También reclamaban los Papas los expolios, es decir, la herencia de los bienes privados que cada obispo tuviera en el momento de su muerte. Finalmente se cobraban las rentas de los beneficios vacantes, las procuraciones que dispensaban a los obispos de la obligatoria visita ad limina, y una aportación circunstancial que se llamaba subsidio caritativo.

La Iglesia estaba adquiriendo una imagen que fue desfavorablemente utilizada, como de un poder temporal excesivo. Crecía paralelamente la burocracia; un cardenal vicecanciller se convirtió en la cabeza del sistema cuyo trabajo iba quedando registrado en los enormes volúmenes de copias de documentos: los abbreviatores se encargaban de redactarlos siguiendo modelos previamente establecidos; los scriptores los copiaban en limpio; los bullatores los sellaban y los escribanos del Registro los pasaban a registrar; todo se ordenaba con eficiencia. 1.8.1.3 La oposición a la Curia. El centralismo dio origen a una abrumadora serie de pleitos que, en última instancia, podían llegar ante el tribunal superior de la Iglesia, llamado de la Rota. Las autoridades superiores de los reinos acogieron algunos argumentos que contra el sistema se manejaban; el principal que alejaba a los jóvenes más capaces de la carrera eclesiástica sabiendo que los nombramientos dependían de la Corte Romana.

Ahí se tienen, pues, la primera forma de oposición, que nace del deseo de los poderes temporales de someter a su control también la vida religiosa de sus Estados. Los ingleses, que se consideraban tratados con hostilidad por los Papas de Avignon, favorables a sus enemigos, adoptaron entonces las primeras medidas conducentes a la creación de una Iglesia nacional sometida al rey. El Estatuto llamado de Provisores (1351) autorizaba al rey a entregar directamente al clérigo de su elección aquellos beneficios para los que el Papa hubiese nombrado persona distinta de la indicada por el colador ordinario.

La oposición más importante y peligrosa, que desempeñará en el Cisma el papel principal, aunque menos evidente, nacía del seno de la propia Iglesia y de la difusión de corrientes de pensamiento que combatían la autoridad doctrinal del Pontificado. La difusión de las doctrinas de Ockham y otros maestros semejantes a través de las Universidades, habían dado singular relieve a la pregunta formulada muchas veces como ejercicio dialéctico por los escolásticos, de quién puede juzgar a un Papa hereje.

Una marea creciente, contraria a la autoridad del Primado, se registró en el Siglo XIV. Se iba difundiendo por Europa al amparo del humanismo inicial, que Avignon favorecía. Cuando se prescinde de las grandes figuras como Tetrarca, y se atiende a las segundas se descubre hasta qué punto el substancialismo y

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antropocentrismo en que se movían los autores greco-latinos estaban penetrando y deformando el pensamiento cristiano. Había también entre los que rodeaban al Pontífice en Avignon una especie de retorno a la consideración de la “virtud” como la capacidad potencia que el hombre posee de tal forma que la eficacia de al autoridad no se presentaba como dependiente del cargo objetivo sino de las cualidades subjetivas.

Todo esto lleva al historiador al convencimiento de que no puede considerar el Cisma como una especie de accidente fortuito, provocado por el mal entendimiento entre un Papa y sus cardenales, sino como la condensación de males de fondo que agitaban a la Iglesia. 1.8.2 La doble elección 1.8.2.1 El Conclave de 1378. Gregorio XI había regresado a Roma desafiando la abierta oposición de la mayor parte de sus cardenales, porque pensaba que, tras la revuelta de las ciudades de los Estados Pontificios, sólo su presencia podía evitar la pérdida de dichos Estados. Llegado a Roma el 17 de enero de 1377 se encontró en la más incomoda posición, de guerra abierta con Florencia. Pronto comenzó negociaciones para la paz. Murió prematuramente. Poco antes de morir, Gregorio XI recomendó al alcalde del castillo de Santángelo que no entregase la fortaleza sino a un Papa que fuese reconocido también por los cardenales que habían permanecido en Avignon. Estos eran seis.

Antes del fallecimiento de Gregorio las autoridades romanas habían negociado con él la garantía de una elección que impidiese el retorno a Avignon. En tales condiciones se celebró el Conclave en el que intervinieron cuatro cardenales italianos, cuatro franceses, siete lemosinos y un aragonés. Italianos y franceses se habían puesto de acuerdo para elegir a Bartolomé Prignano. Era el modo que a ambos grupos parecía mejor para evitar que nuevamente se eligiera a un lemosin.

Obtenido el consenso de algunos otros, la solución parecía fácil cuando en la mañana del 8 de abril se produjeron tumultos e insultos delante del lugar en donde se celebraba el Conclave. El cardenal Orsini proclamó que en aquellas circunstancias no podía procederse a la elección porque faltaban las condiciones de libertad. Se restableció un poco la calma y se procedió al escrutinio: trece, de los diez y seis votos, fueron favorables a Prignano.

Bartolomé Prignano tomó el nombre de Urbano VI y fue coronado el 18 de abril de 1378, al parecer con el consenso general. Se hizo eco de las propuestas de reforma que de diversas partes llegaban pero quiso empezarlas por los propios purpurados, recortando sus rentas y poniendo límite a los beneficios de que disponían para sus servidores.

El 2 de agosto de 1378 los cardenales declararon que la elección de Urbano VI no era válida, porque durante el Conclave habían carecido de las condiciones necesarias de seguridad y libertad. Luego se retiraron a Fondi. Nunca se había dado un hecho de esta naturaleza en que el Colegio repudiaba unanimemente al Pontífice elegido. Si todos los cardenales decían que la elección era inválida, Urbano podía ser considerado como un intruso. Este no negoció con los cardenales ni con los poderes temporales; trató de adelantarse efectuando de golpe una promoción de 29 cardenales, de los que veinte eran italianos y sólo dos franceses. Pero este mismo día habían llegado a Fondi los mensajeros de Carlos V que traían la seguridad de que

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éste apoyaría la revuelta. El día 20 de septiembre los cardenales, repitiendo el Conclave, eligieron al legado que ostentaba el gobierno de los Estados Pontificios y mandaba un ejército, el cardenal Roberto de Ginebra, que fue Clemente VII. 1.8.2.2 Distribución de Obediencias. En la tradición oficial de la Iglesia, Urbano VI es considerado como Papa mientras Clemente VII y sus sucesores figuran como Antipapas.

El plan inicial incluía la utilización de los mercenarios de Roberto de Ginebra y de la guarnición instalada en Santángelo para expulsar de Roma a Urbano VI. Este plan fracasó. Los estados italianos se mantuvieron en la obediencia de Urbano VI. En la primavera de 1379 estalló un tumulto en Nápoles que obligó a Juana I a retirar sus tropas. Clemente VII decidió replegarse sobre Avignon.

Urbano VI encontró ayudas importantes, quizá porque, desde lejos, aparecía como un reformador víctima de los avignonenses. Un Parlamento, reunido en Gloucester declaró el 20 de octubre de 1378 que sólo el Papa de Roma era legítimo. Muy lentamente, sin embargo, el clementismo fue ganando terreno, incluso en Italia. De modo que la distribución de obediencias, si se olvida en Italia, guarda cierta relación con la que luego se producirá con el protestantismo. Fueron clementistas los futuros bastiones de la fe católica.

El Cisma fue una de las ocasiones importantes en que se manifestó la existencia de una “nación española” con singulares características dentro de la Cristiandad. En el primer momento, Clemente VII se encontró con un solo partidario decidió, Juan, duque de Gerona. Enrique II de Castilla lanzó entonces la idea de que todos los reyes de España celebrasen reuniones a fin de tomar una decisión conjunta, habiendo examinado previamente los documentos que sus respectivos embajadores en Avignon y en Roma hubiesen podido recoger. En todo caso le parecía peligroso desde el punto de vista político, que los españoles se dividiesen en torno a esta cuestión. Enrique murió en la primavera de 1379 y Juan I hizo suya la idea.

Clemente VII respondió a esta acción enviando como legado a España al mejor de sus cardenales. La idea de Tenorio era la del recurso al Concilio: sólo la representación de toda la Iglesia, reunida, podría decidir cuál de los dos era legitimo, o ninguno de ambos. Cuando Fernando I de Portugal se adelantó a declararse clementista el monarca castellano, que dependía excesivamente de la alianza francesa, decidió aceptar los argumentos de Pedro de Luna reconociendo a Clemente VII en Salamanca el 19 de mayo de 1381. La ceremonia hubo de hacerse en la catedral vieja porque los franciscanos se opusieron a que se celebrase en su convento. 1.8.2.3 Victoria urbanista en Italia. Al comenzar el año 1380, Luis de Hungría comprendió que el Cisma le brindaba la oportunidad que venía esperando para restablecer en Nápoles su poder. Clemente VII, desde Avignon, proyectó entonces lanzar sobre Italia al duque de Anjou, nombrado rey de Adria por el Papa y reconocido como heredero de Nápoles por Juan I el 29 de junio de 1380.

Los húngaros se adelantaron enviando a Carlos de Durazzo a Italia. Urbano VI declaró 3ª deposición de Juana y coronó con toda solemnidad a Carlos en Roma. La resistencia fue nula. Sólo entonces apareció en Italia, en el verano de 1382, el

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duque de Anjou. Le apoyaba una flota de galeras castellanas contratada y pagada por la Curia de Avignon.

Las malas relaciones entre Carlos de Durazzo y Urbano VI facilitaron la invasión de los angevinos. Carlos intentó reducir a prisión al Papa. Pero Luis de Anjou murió, a causa de la peste, sin haber conseguido ninguno de sus objetivos. Los clementistas conservaron en su poder una parte de los Estados Pontificios de modo que la guerra civil se convirtió en endémica. Urbano VI trató de someter a Carlos de Durazzo, al que excomulgó. Su causa parecía en 1385 al borde de la desintegración porque sospechaba incluso de sus más íntimos colaboradores.

En esta fecha la situación se hizo estable. Las obediencias estaban distribuidas de tal modo que era inútil esperar la victoria de uno u otro Pontífice. La significación del Romano estaba disminuyendo a gran velocidad. Sus concesiones contribuían a fortalecer el poder de las autoridades laicas.

La repercusión más grave tuvo lugar en el mundo universitario. Presionada por el rey de Francia, la Universidad de París había reconocido a Clemente VII. Los maestros urbanistas que no eran franceses, abandonaron París instalándose en las Universidades de reciente creación o contribuyendo a formarlas. Como clemente tuvo que compensar a los de su obediencia con el derecho a otorgar nuevos grandes universitarios, el monopolio parisino se quebró para siempre. Los emigrados defendieron y propagaron en sus nuevas sedes las teorías conciliaristas y el inmanentismo de Ockham. 1.8.2.4 La obra de Juan Galeazzo Visconti. Quien lograse tener a Italia conseguiría desequilibrar el empate de las obediencias. Las discordias entre Carlos de Durazzo y Urbano VI permitieron a Juan Galeazzo Visconti restablecer el enorme poder de su tío el arzobispo. El 6 de mayo de 1385 Juan Galeazzo hizo detener a Bernabé, restableció la unidad de mando en Milán y apeló a la acostumbrada Asamblea para la legitimación de su poder.

Juan Galeazzo buscó el acercamiento a Francia, casando a su única hija, Valentina Visconti, con Luis de Turena. La enemistad con Florencia. Para Juan Galeazzo el momento era favorable. De este modo el único verdadero enemigo era Florencia.

Juan Galeazzo fue muy hábil: a los esfuerzos de Florencia para constituir una Liga que se opusiera a los avances milaneses, respondió proponiendo una especie de alianza general, sin exclusión de nadie, que se fijase como meta la conservación del statu quo y el alejamiento de las Compañías. Florencia, para defenderse tuvo que contratar los servicios de Juan Hawkwood.

La muerte de Urbano VI fue acogida con alivio; en pocos años había conseguido enajenarse todos los afectos. Le sucedió Pedro Tomaceli que tomó el nombre de Bonifacio IX. La ruina en que su antecesor había sumido a la Santa Sede le obligó a tomar decisiones escandalosas, que causaron profundo daño al prestigio del Pontificado.

Bonifacio IX sabía que era necesario para él comenzar por la reconquista del Patrimonio de San Pedro. Bonifacio consiguió que, por encima de las diferencias políticas, Milán y Florencia le ofreciesen fidelidad. El 10 de septiembre de 1393

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lograría la sumisión de Roma. Pero el retorno a la capital no significaba el fin sino el comienzo de una paciente tarea que nunca pudo completar.

Visconti trataba de aprovechar el Cisma para unir bajo su mano el norte de Italia, es decir, el antiguo reino lombardo. Los florentinos nunca creyeron, sin embargo, en las seguridades que el Visconti les daba respecto a que sus apetencias tenían este alcance limitado. Prepararon un vasto plan para el ataque y destrucción de Milán; el jefe de las tropas debía ser Juan Hawkwood que estaba casado con una hija de Bernabé Visconti. Invadido por tres ejércitos, Juan Galeazzo, reclamó la mediación del Papa Bonifacio IX y firmó una paz el 26 de enero de 1392. 1.8.3 Las “Vías” para la liquidación del Cisma 1.8.3.1 El plan de la Universidad de París. En 1391 Bonifacio propuso una fórmula de paz reconociendo al cardenal Roberto de Ginebra un vicariato pleno sobre Francia y España, hasta su muerte. En Avignon, esta propuesta fue rechazada. En la Universidad de París se estaba produciendo una fermentación de opiniones. Los grandes maestros defensores en 1381 del recurso a un Concilio como fórmula salvadora, volvían ahora a un primer plano, porque se necesitaban propuestas jurídicas con suficiente base doctrinal.

Un informe que la Universidad entregó a los regentes de Carlos VI el 6 de junio de 1394 había llegado a la conclusión de que existían tres posibles caminos para acabar con el Cisma, en sana doctrina: la vía cessionis, es decir, la renuncia voluntaria de ambos Papas; la vía transactionis, designación de árbitros en igual número por ambas partes que decidiesen quien era legítimo; y la vía Concilii, convocatoria de un Concilio universal.

No parece que este informe despertara mucho eco entre los gobernantes de Francia. Pero el 16 de septiembre de este mismo año murió Clemente VII. A toda prisa se enviaron mensajeros para solicitar de los cardenales una espera en la elección. Estos se negaron. El 28 de septiembre elevaron al Pontificado al único español presente, don Pedro de Luna, que tomó el nombre de Benedicto XIII.

Los regentes franceses decidieron convocar una Asamblea del clero francés. Esta Asamblea decidió que la “vía cessionis” debía ser aplicada como medio idóneo para acabar con el Cisma. Benedicto XIII mostró el documento que había firmado con la promesa de abdicación pero advirtiendo que no era éste el modo idóneo de resolver el Cisma, pues nadie puede obligar a un Papa a abdicar si no quiere hacerlo y cualquier violencia ejercida sobre alguno de ellos invalidaba automáticamente la renuncia.

Los cardenales, con sólo tres abstenciones, influidos por la presencia de los regentes de Francia, accedieron a firmar un documento en el cual declaraban que la “vía cessionis” era preferible a la “Vía Concilii”. Este no respondía al planteamiento hecho por Benedicto XIII el cual decía que el primer paso a dar era una entrevista directa entre ambos Papas. Elaboró una contrapropuesta, a la que llamó “vía iustitiae”. De acuerdo con ella, los dos Pontífices deberían celebrar una entrevista acompañados por sus respectivos cardenales para examinar los argumentos de cada una de las partes.

Los duques calificaron el proyecto de largo y difícil. La Universidad de París lo rechazó, y sintiéndose respaldada por la autoridad laica comenzó a mostrar un tono

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agresivo recomendando la sustracción de obediencia y hablando de la necesidad de reformar la Iglesia. Benedicto XIII, en sus conversaciones con los duques había descubierto la rivalidad que existía entre los de Borgoña y de Orleáns y procuró un acercamiento a este último. 1.8.3.2 La sustracción de Obediencia. La rivalidad detectada por el Papa entre los duques de Orleáns y de Borgoña era muy profunda. Desde 1388 se aprecia en Francia la constitución de un partido, el que más adelante se denominará de los “armagnacs”, que preconizaba el fortalecimiento del poder del rey, despendiéndole de sus grandes parientes que, en sólo años, habían destruido gran parte de la obra de paz realizada por Carlos V. El duque de Borgoña apareció como cabeza de la opinión contraria, afirmándose como defensor de las “libertades” especialmente entre los gremios de la ciudad de París. En política exterior el duque de Borgoña patrocinaba el acercamiento a Inglaterra, para lo cual Benedicto XIII era un estorbo. El joven duque de Orleáns, hermano de Carlos VI, estaba inserto entre los partidarios de acrecentar el poder real, pero no puede considerarse como su jefe. A éstos llamaron sus enemigos “marmousets” es decir, muñecos. En policía exterior, el duque de Orleáns procuraba la expansión hacia Italia.

Al regreso de Avignon los duques se enfrentaron. Carlos VI estaba prácticamente, fuera de juego porque presentaba desde 1392 síntomas de locura intermitente. Felipe el Atrevido necesitaba escapar de la trampa que el Cisma significaba para él. A principios de 1396 arrastró a Carlos VI a una entrevista con Ricardo II, que se celebró entre Adres y Guines. En ella convinieron marchar de acuerdo en la cuestión del Cisma, poner fin a la guerra mediante una paz de 28 años que respetaba el uti posidetis y soslayaba los problemas de soberanía, y concertar una reconciliación entre familias reinantes por el matrimonio de Ricardo II con una hija de Carlos VI.

La diplomacia borgoña trabajó intensamente aquel verano difundiendo un programa: todas las potencias cristianas debían exigir conjuntamente a ambos pontífices la abdicación, amenazando con sustraer la obediencia si se negaban. Los tres reyes, que no lograran ninguna otra colaboración, enviaron sus embajadores a Avignon en junio de 1397 y tropezaron con la rotunda negativa de Benedicto XIII.

Sin respuesta del Papa se abrió, el 29 de mayo de 1398 una nueva Asamblea del clero en París, con trescientos asistentes. El 11 de junio se procedió a votar la sustracción. Sólo 53 personas la rechazaron. 1.8.3.3 El fracaso de la “Vía Compromissi”. El descontento crecía, con grave daño para la autoridad de ambos Pontífices. La Universidad de París pretendía que se declarasen ilegales todas las rentas y anatas posteriores a la fecha de comienzo de la sustracción, 27 de julio de 1398. Todavía peor era la posición de Inocencio VII. Este proyectó convocar un Concilio, con el esfuerzo vano de capitalizar en su favor las demandas y doctrinas de los conciliaristas. Una vez más los cardenales, desentendiéndose de cualquier solución concertada, procedieron a elegir un nuevo Papa, el veneciano Angelo Correr, Gregorio XII (30 de noviembre 1406). Salvaron su conciencia obligándose a firmar un compromiso de abdicación en el caso de que Benedicto XIII estuviese dispuesto a hacer lo mismo.

La propuesta romana, abdicación simultanea, llegó a Benedicto XIII en un momento de declive de su prestigio. El Papa avignonense puso una sola condición: previamente debía celebrarse una entrevista personal entre él y Gregorio, puesto

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que en sus manos estaba la absoluta potestad del primado. Gregorio XII no estaba tranquilo, porque Savona se hallaba en territorio sometido al rey de Francia. También Segismundo, rey de Romanos, y Ladislao de Nápoles, formularon fuertes reservas: no quería una solución “francesa” para el Cisma.

Benedicto cedió, aceptando avanzar hasta Portovenere, límite de su obediencia. Intervino Florencia garantizando en Pisa la seguridad necesaria para el encuentro y los dos Papas aceptaron la oferta. Había llegado ya el año 1408. Algunos sectores de la Iglesia empezaron a abrigar esperanzas fundadas en una rápida solución del conflicto. Sólo faltaba que Gregorio XII recorriese un pequeño tramo que le separaba de Pietrasanta, cuando se produjeron dos intervenciones extrañas: Bocicaut apareció con una flota que, se decía, estaba dispuesta a llegar a Roma; el rey Ladislao de Nápoles ocupó esta ciudad (25 de abril de 1408) afirmando que se trataba sólo de proteger a Gregorio XII. Pero añadió, además, que era su propósito hallarse presente a la entrevista.

En tales circunstancias la entrevista podía darse por fracasada. Gregorio XII no acudió al lugar señalado alegando que había allí una trampa dispuesta en contra suya.

La división de la Iglesia había salido de los estrictos límites de la disciplina para entrar en un terreno doctrinal. El conciliarismo aparecía como una posición extrema, contraria a la autoridad jerárquica, peligrosamente revolucionaria, pero tan difundida que Gregorio y Benedicto no encontraron otro medio de defensa que proceder, ellos también, a la convocatoria de Concilios. 1.8.4 Los grandes cambios políticos 1.8.4.1 Cisma y política. Los investigadores insisten en señalar que el Cisma ha ejercido amplia influencia sobre los acontecimientos políticos. No quieren decir con esto que haya provocado los grandes cambios del tránsito del Siglo XIV y XV sino que ha contribuido a modificar muchas de las acciones.

A la inversa, en la solución del Cisma sin que se entrase en la vía del conciliarismo, influyeron los grandes cambios políticos. Constanza estuvo pendiente, en todo momento, de la actitud de los poderes políticos europeos. 1.8.4.2 La revolución lancasteriana. La expedición a España causó la ruina del duque de Lancaster y, por consiguiente, el desprestigio de su política.

La alta nobleza, presidida por tres linajes, Arundel, Percy y Neville, pasó a la oposición, ofreciendo su apoyo a los duques. Refugiados en Francia, los nobles ingleses reconocieron precisamente a Enrique de Lancaster como su jefe. Reclutando mercenarios, formó un ejército, desembarcó en Inglaterra y derrotó a Ricardo II (1399), haciéndole desaparecer a continuación. Sin aclarar los derechos que le asistían, fue coronado rey Enrique IV.

Los Lancaster se apresuraron a rectificar la política favorable a los proyectos de Francia en la cuestión del Cisma. Pero firmaron nuevas treguas en Leulingham, que se prolongaron durante varios años. Enrique IV trataba de aprovechar el Cisma y la perentoria debilidad de los Papas romanos, para llevar a cabo un proceso de incorporación de bienes de la Iglesia que debía proporcionarle mucho dinero. En

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Cisma permitió a los monarcas de la Casa de Lancaster intervenir en la colación de todos los beneficios eclesiásticos y en todos los nombramientos.

Estos métodos y otros que se emplearon para obtener dinero, dieron a los Lancaster muy mala fama, como avaros y tiránicos.

Incapaz de organizar una buena defensa, Enrique IV acudió al procedimiento de otorgar licencias de corso a capitanes particulares; así se constituyó la primera generación de piratas famosos. Este modo de lucha provocaba represalias de otros corsarios, franceses o españoles, sobre las costas británicas. El golpe de Estado borgoñón en Francia y la pacificación del País de Gales por el príncipe heredero, Enrique, devolvieron a Inglaterra la paz exterior. Además, desde 1408, una hermana de Enrique IV, Catalina de Lancaster, pasó a ser regente en Castilla y las relaciones con este reino cambiaron. 1.8.4.3 Rey, nobles y Parlamento. Para los nobles, como para los Comunes, la revolución lancasteriana era algo más que un simple cambio de personas. Había llegado la ocasión de imponer un nuevo régimen político. En 1399, el Parlamento reclamó que la administración del país se hiciera en todo caso a través del Consejo.

Por su parte la nobleza reclamaba con la misma insistencia un gobierno compartido entre el rey y los barones. Entre nobleza y Parlamento hubo algunas coincidencias y simultaneidad en las acciones pero nunca una cooperación. El reinado de Enrique IV fue una lucha continua para preservar el poder monárquico de la ambición de aquellos mismos que le ayudaran a conquistarlo. Afortunadamente para él, la nobleza británica, como la de los otros reinos de Europa, se hallaba profundamente dividida y la divergencia de intereses entre ella y los Comunes, creaba una autentica incompatibilidad.

La cabeza de la oposición nobiliaria contra el rey estaba ocupada por Edmundo Mortimer. En 1403, Enrique Percy, su hermano Tomás, conde de Worcester, y su sobrino Hotspur, reclamaron el ducado de Lancaster y se lanzaron a su conquista con las armas en la mano. Enrique IV se adelantó a su revuelta y les derrotó en Shrewsbury, impidiendo la extensión del movimiento. Cuando Enrique Percy, capturado, compareció ante los Lores, éstos se negaron a admitir que se le considerase como un traidor y reclamaron al rey su libertad.

Enrique IV apeló a un verdadero golpe de Estado: al convocar un nuevo Parlamento en Coventry (6 de octubre de 1404), pasó aviso a todos los sheriffs para que vigilasen las elecciones. El resultado fue una Cámara fiel al soberano, que suprimió los tesoreros, se olvidó de reclamar la responsabilidad del gobierno ante el Parlamento y condujo sus voces de protesta, siempre moderadas, hacia la riqueza del clero. Los nobles de la oposición clamaron contra la tiranía del rey y se lanzaron a una nueva revuelta (febrero 1405), acaudillada por Edmundo Mortimer y Enrique Percy, que fue sofocada. 1.8.4.4 Consolidación de la monarquía castellana. La autoridad monárquica se benefició de las nuevas condiciones económicas que situaban a Castilla en el centro de un eje que unía la industria textil de Flandes con el oro de los puertos africanos. La nobleza castellana aparece hacia 1390: un sector reducido de parientes de la dinastía real se dispone a tomar en sus manos el poder en nombre del monarca; la media y baja nobleza pretende una defensa de la autoridad real que es garantía de

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su propia estabilidad. En conjunto, alta, media o baja, la nobleza se siente profundamente penetrada por el sentimiento de la caballería.

El rey que personifica la caballería es, sin embargo, Juan I de Castilla, utilizando el modelo de las Ordenanzas de Pedro IV de 1344 había emprendido una reforma política que, conservando un poder ejecutivo muy fuerte intentaba establecer una autentica división de funciones de corte moderno, judiciales, legislativas, administrativas y de policía.

Las reformas políticas y administrativas se edificaron sobre el denominador común de una renovación religiosa.

La muerte de Juan I de Castilla (9 de octubre de 1390) provocó un momentáneo vacío de poder que aprovecharon ciertos clérigos, en especial el arcediano de Ecija Fernando Martínez, para provocar una matanza de judíos. El fenómeno, iniciado en Sevilla, se extendió hasta Barcelona haciendo desaparecer algunas juderías florecientes, causando muchas víctimas y robos y obligando a la forzada conversión de quienes querían salvar la vida. Contra los judíos se agitaron los posos de un descontento social. La nobleza media y baja cerró filas, proclamó prematuramente a Enrique III mayor de edad, y eliminó a los parientes reales. La nobleza vencedora, para perpetuarse en el poder constituyó un sistema de Ligas, es decir, de partidos políticos. 1.8.4.5 El largo camino hacia Caspe. Desde 1396 era rey de Aragón Martín el Humano. Las relaciones con su sobrino Enrique III fueron excelentes. Martín insistió una y otra vez hasta conseguir que, desde 1400, el monarca castellano se inclinase a aceptar los puntos de vista de Benedicto respecto a la “vía iustitiae”. Otro miembro de la misma generación fue Carlos III de Navarra, unido también a Enrique y a Martín por lazos cordiales. Carlos, llamado el Noble, consiguió elevar a Navarra desde un estado de ruina en que quedara con Carlos II hasta una apreciable prosperidad.

Estas relaciones de amistad, confianza en la paz y unión de intereses, desempeñan un papel muy importante en Caspe.

El 25 de diciembre de 1406, murió, en plena juventud, Enrique III. Temiendo seguramente las ambiciones de su hermano confió la custodia del heredero, Juan II, a su madre Catalina de Lancaster y al partido de nobleza media que gobernaba el Consejo. Fernando (hermano de Enrique III) aprovechó la reanudación de las hostilidades con Granada para crearse un fuerte poder militar. Aplastó una revuelta de los nobles en Segovia y luego se los atrajo proponiéndoles militar en su propio partido. Buscó la amistad de Benedicto XIII. Esta amistad se convertía más adelante en firme alianza. El Papa la necesitaba porque tras el fracaso de la “vía compromissi” no tenia otra alternativa que la de crear en la Península un bloque indestructible de obediencia.

Las seguridades que se dieron al Pontífice se cobraron bien. Cuando, impensadamente, murieron el nieto y el hijo de Martín el Humano, interrumpiéndose la sucesión directa en la Corona de Aragón, el infante decidió apoderarse de las dos piezas maestras, la herencia de Martín y la mano de Blanca de Navarra.

Martín el Humano contrajo nuevo matrimonio tratando de obtener descendencia; no consiguió otra cosa que acelerar el proceso de su enfermedad que

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le llevaría a la tumba. Mientras tanto deliberaba con sus consejeros para poner en marcha un procedimiento jurídico que determinase quien era el candidato con más derechos a la sucesión. Este procedimiento se encontraba aún en fase preparatoria en el momento en que el rey murió. Los candidatos calificados eran entonces Jaime, conde de Urgel; Luis de Anjou, nieto de Juan I; Fernando de Antequera, nieto de Pedro IV. Si se buscaba el parentesco más próximo sin tener en cuenta el sexo transmisor, Luis de Anjou estaba en mejores condiciones y en el caso contrario Jaime de Urgel.

Este planteamiento inicial ha servido para que el resultado del Compromiso de Caspe haya sido juzgado de muy diversos modos, en general de acuerdo con sentimientos políticos, y haciendo poco caso de los documentos. Lo importante es tener en cuenta que no se trataba ni de proceder a la elección de un rey ni de sentenciar en un pleito civil, sino de dar solución pacífica y a ser posible concorde, al problema planteado por una vacante en el trono. En principio el reino de Aragón era favorable a Luis de Anjou. Fernando parecía el más alejado del trono.

A propuesta de la Diputación aragonesa los tres reinos peninsulares de la Corona de Aragón acordaron el 1 de junio de 1411 reunir sus Parlamentos. El antiurgelismo aragonés creció hasta el extremo: cualquier candidato antes que el conde. Fernando tenía, sobre Luis de Anjou, la ventaja de poseer tropas y dinero que garantizaban contra un golpe de fuerza. En septiembre de 1411, cuando el Parlamento de Aragón se reunió en Alcañiz, la decisión estaba tomada a favor de Fernando.

En este momento intervino Benedicto XIII. Mientras se ampliaban los combates en Valencia, catalanes y aragoneses, respaldados por el Pontífice, firmaban un acuerdo por el que se comprometían a acatar la decisión que tomasen nueve juristas. Los partidarios del conde de Urgel trataron entonces de destruir a sus enemigos en Valencia a fin de tener firmemente este reino. Las tropas del infante Fernando acudieron en auxilio de sus partidarios y lograron la victoria de Murviedro; el Parlamento de Valencia fue ganado a su causa.

Una entrevista de San Vicente Ferrer con Fernando y su cuñada Catalina de Lancaster selló la alianza definitiva entre el infante y el Papa. Valencia y Aragón querían que Fernando fuese rey. Cataluña no tenía candidato. Cerdeña y Sicilia afirmaron que aceptarían al que se proclamase. Mallorca dijo que haría en todo lo mismo que Cataluña. De modo que se acudió a la reunión de Caspe con la seguridad de que todo estaba decidido de antemano.

La lista de los nueve compromisarios fue redactada por la Justicia Mayor y el gobernador general de Aragón y aceptada después por los tres Parlamentos. Los compromisarios comenzaron a llegar a Caspe el 29 de marzo y terminaron sus trabajos el 24 de junio de 1412.

La Corona de Aragón recibió como rey a quien le parecía que, en las dificultades circunstancias, económicas y eclesiásticas, podía resultar más útil. Fernando, que no renunció a sus funciones de regente de Castilla, se convirtió casi en un rey de España. De acuerdo con las promesas, dio luz verde al programa de conversión de los judíos, que San Vicente se encargaría de ejecutar. Una resonante controversia pública en Tortosa, en la que se convirtieron varios rabinos, aparece como acto inaugural del mismo. En el momento en que el Concilio de Basilea

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iniciaba sus tareas, Benedicto XIII parecía contar con la fidelidad de la Iglesia española. 1.8.5 La Vía Conciliar 1.8.5.1 El Concilio de Pisa. Al cabo de treinta años, la solución conciliar llegaba a abrirse camino. No por conciencia de su superioridad, sino porque todos los demás procedimientos habían fracasado. La correspondiente Asamblea del clero vino a declarar, el 11 de agosto de 1408, que Francia permanecería en adelante neutral sin obedecer ni a Benedicto ni a Gregorio. La bula de excomunión de Benedicto XIII envió a París, fue desgarrada en público, mientras se invocaban las libertades de la Iglesia de Francia.

Dos grandes posturas doctrinales se estaban produciendo: galicanismo y conciliarismo, contrarias ambas, aunque de distinto modo, a la autoridad del Pontífice. Para los galicanos las distintas comunidades que constituyen la Iglesia universal, poseen una estructura orgánica que se manifiesta a través de las leyes, costumbres y privilegios tradicionales, todos los cuales deben prevalecer por encima de los nuevos decretos. Los conciliaristas no se presentaban tampoco como innovadores sino como gentes que buceaban en el pasado en busca de normas y leyes que permitieran resolver el conflicto, examinando la infalibilidad de la Iglesia, las funciones del Colegio de cardenales y el tema del juicio a un Papa. Que la Iglesia era infalible nadie dudaba; la dificultad surgía en el momento de atribuir a alguien esta infalibilidad. Porque decir que el Concilio, quien debe ser declarado infalible, no resolvía en aquellos difíciles momentos toda la cuestión, puesto que ningún Concilio puede ser considerado ecuménico y legitimo si no es convocado por el Papa y presidido por el Papa y presidido por él o sus legados. El Pontífice era de tal modo imprescindible que su ausencia invalidaba cualquier decisión conciliar. Los colaboradores de Simón Cramaud elaboraron entonces una nueva teoría: en caso de Cisma se producía una vacante absoluta. En este caso otra autoridad podía convocar legítimamente el Concilio a fin de que éste diera a la Cristiandad un nuevo Papa. La mejor facultad era la poseída por el Colegio de Cardenales.

En Pisa se había reconstruido el Colegio de cardenales, aceptando a todos los que, de una u otra obediencia, acudieron a incorporarse a él. El Colegio convocó un Concilio que abrió sus puertas en marzo de 1409: asistieron representantes de Alemania, Polonia, Inglaterra, la Orden Teutónica y, sobre todo, franceses, que dominaron las deliberaciones. Ellos dieron a las intervenciones un tono violento de ataque al Papa.

Conforme al acuerdo tomado por el Concilio de Perpiñan, acudieron a Pisa embajadores de Benedicto XIII y de Martín el Humano, proponiendo la abdicación de aquél si se garantizaba que Gregorio XII haría lo mismo. Esto era lo pactado antes de emprender la “vía compromissi”. Los conciliaristas se negaron a tomar en consideración la propuesta y rechazaron con insultos a los embajadores. El Concilio había declarado contumaces a ambos Papas (30 de marzo) sometiéndoles a proceso y dictando contra ellos sentencia (23 de mayo de 1409). Tras un pequeño plazo de espera, en que se les invitó a comparecer, fueron depuestos, el 5 de junio, como herejes y cismáticos. Se había producido en la práctica una de las posibilidades discutidas doctrinalmente por los teólogos: el Concilio juzgaba al Papa. El 15 de junio veinticuatro cardenales se reunieron en Conclave. Baltasar Cossa empleó toda su influencia hasta conseguir la mayoría a favor de Pedro Filarges, que se convirtió en Papa Alejandro V el 26 de junio de 1409.

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El Concilio accedió a las maniobras de Cossa y de Cramaud porque se había

asegurado a la exaltada mayoría que el Papa era imprescindible para continuar las tareas de reforma “in capita et in membris”, de la que iba a salir una Iglesia totalmente nueva, aligerada del peso de la jerarquía. Pero no sucedió así. El Concilio suspendió sus tareas después de otras dos sesiones bastante anodinas. En pie quedaba únicamente el drama profundísimo de la división de la Cristiandad entre tres sedicentes Pontífices. 1.8.5.2 El primer Juan XXIII. Benedicto XIII comenzó a prepararse, desde el verano de 1411, un refugio seguro en Peñíscola. Gregorio XII, desamparado por Venecia, había huido a Nápoles en julio de 1409, acogiéndose a la protección poco fiable de Ladislao. Una parte de Alemania y Francia, gobernada por los borgoñones, reconoció a Alejandro V, que verdaderamente apenas si gobernaba el terreno cubierto por los mercenarios de Baltasar Cossa.

Alejandro, que carecía de los arrestos de su cardenal, no quiso acompañarle a Roma, en donde el poder verdadero estaba en manos de Pablo Orsini, y se instaló en Bolonia. Aquí murió, inesperadamente, el 29 de abril de 1410. Baltasar Cossa regresó a toda velocidad para convencer a los cardenales de la necesidad de elegir nuevo Papa; ellos accedieron favoreciéndole con sus votos. La única salida posible parecía precisamente encomendar a Cossa la tiara, que ciñó el 17 de mayo de 1410 con el nombre de Juan XXIII, evocación del Papa que luchara contra Luis de Baviera proyectando su programa sobre Italia.

Juan XXIII fiaba la victoria de su causa a la rapidez con que sus soldados conquistasen Nápoles. Pero a sus espaldas los Malatesta ofrecían de nuevo sus servicios a Gregorio XII y se apoderaban de Bolonia. Su objetivo era construir un fuerte dominio personal a costa de los Estados Pontificios. Mientras tanto Juan XXIII derrotaba a Ladislao en Roccasecca (1411) e instalaba a Luis II en Nápoles, confiando en su capacidad para rematar la conquista. Inmediatamente volvía a Roma para convocar el Concilio que debía acordar las oportunas medidas de reforma. Pero Luis II demostró ser un incapaz; regresó a Marsella dejando que el Papa se las entendiese con Ladislao. En junio de 1413 Ladislao se apoderó nuevamente de Roma, obligando a Juan XXIII a huir. 1.8.5.3 El Concilio de Constanza. Un hecho se presenta como la raíz de la reconstrucción: el 21 de julio 1411, Segismundo de Bohemia, rey de Hungría, fue aceptado por los electores como rey de Romanos. Toda su acción política, que se movía en coordenadas europeas, necesitaba imprescindiblemente de un Papa. Era especialmente grave el problema bohemio en donde Juan de Hus acababa de retirarse para poner en orden su doctrina, después de haber provocado con ella una división completa. Por tratarse de una cuestión doctrinal y no política o administrativa, Segismundo comprendió que sólo podrían resolverla el Papa y su Concilio. Abrazó con decisión el propósito de liquidar el Cisma, evitando los errores que, por precipitación, se habían cometido en Pisa.

Una serie de puntos fueron establecidos como imprescindibles por el rey de Romanos. Ningún Concilio puede ser legítimo si un Papa no lo convoca; se trataba por consiguiente de lograr que uno de los tres existentes, firmara la bula. De este modo las sesiones no carecerían en ningún momento de legitimidad. En segundo término sería imprescindible conseguir que todos los poderes cristianos acudiesen al Concilio, sin excepción alguna, haciéndose presentes en sus deliberaciones por medio

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de procuradores. Por último los tres Papas tenían que renunciar o serles sustraída absolutamente toda obediencia. Sólo así el Concilio, legítimamente constituido, recibiría una situación de sede vacante y podría proceder a la elección de un Papa para una Iglesia reformada “in capita et in membris”, único e indubitado para toda la Cristiandad. Este programa era satisfactorio para los ockhamistas y wiclifistas moderados, porque colocaba al futuro Papa ante el hecho consumado de la reforma.

Por estas razones, el Concilio de Constanza es como el gozne en torno al cual gira la Historia europea, escenario primero para el enfrentamiento entre la Iglesia jerárquica tradicional y los reformadores que rechazaban la jerarquía. Juan XXIII firmó la bula de convocatoria el 9 de diciembre. Gregorio XII anunció que enviaría a Constanza, como representantes suyos, a Juan Contarini y el cardenal Dominici. Benedicto XIII, por el contrario, prohibió a sus fieles que asistieran.

Durante aquel año, Juan XXIII trabajó intensamente para convertir a la futura Asamblea conciliar en una proyección de su propia autoridad, ayudándola a conseguir la renuncia de los otros dos Papas. El 1 de noviembre, fecha prevista para la apertura del Concilio, sólo estaban en la ciudad Juan XXIII y sus partidarios. La intervención de Pedro de Ailly inició el cambio: dando por sentada la superioridad del Concilio, propuso que se estableciese primero el reglamento para las deliberaciones y que se abriesen negociaciones con Benedicto XIII y Gregorio XII.

El 24 de diciembre llegó Segismundo. Sus agentes habían trabajado con empeño para conseguir que acudiesen al Concilio representantes que no eran partidarios de Juan XXIIII. En el intermedio los padres habían examinado la doctrina de Juan de Hus, presente en Constanza con salvoconducto imperial desde el 3 de noviembre y estaban decididos a condenarle. El rey de Romanos no quería que Juan XXIII siguiese presidiendo el Concilio: cuando se incorporaron a él, el 25 de enero, los representantes de Gregorio XII, Contarini y Dominici, se les recibió con gran honor. Inmediatamente aceptó la protesta que presentaron respecto a la presidencia de Juan XXIII. Y ésta terminó. 1.8.5.4 Las naciones unánimes. A pesar de los numerosos conflictos internos que se produjeron, el Concilio puede ser considerado como una especie de modelo por su organización y también por el número y amplitud de las representaciones. En 6 de febrero de 1415 los franceses e ingleses hicieron una propuesta, que fue aceptada: como la Cristiandad se encuentra compuesta por cinco naciones, por este orden, Italia, Alemania, Francia, España e Inglaterra, la votación de los temas importantes debería hacerse por “naciones” y no por cabezas. Evidentemente se trataba de un triunfo de los criterios estamentaristas, pero también una medida de prudencia.

En la primera fase del Concilio pareció que la revolución que se había venido gestando en las naciones de la obediencia de Urbano y sus sucesores y que pretendía reducir a muy poco la estructura jerárquica de la Iglesia, iba a triunfar.

Para que este programa, que atrajo la adhesión de un amplio espectro de opiniones dentro del Concilio, pudiera triunfar, se necesitaba ahora que ningún poder laico se mantuviera fiel a cualquiera de los Papas consolidando un Cisma “nacional”. En marzo de 1415 hubo un destello de esperanza: Segismundo, fuertemente apoyado por los maestros de París, especialmente por Juan Gerson, consiguió de Juan XXIII un compromiso de abdicación si sus rivales hacían lo mismo; simultáneamente se comunicó que Carlos Malatesta tenía el acta de renuncia, sin

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condiciones, firmada por Gregorio XII. Pero en la noche del 20 al 21 de marzo, Juan huyó de Constanza, en donde no se sentía seguro, y no se detuvo hasta llegar a Friburgo, en busca de la protección de Federico de Austria y sus tropas. Las circunstancias habían cambiado y Federico no quiso patrocinar un acto de rebeldía.

Fue pues un Concilio sin Papa, y enteramente en manos del emperador el que, sin respetar el salvoconducto que Segismundo otorgara, juzgó a Hus entre los días 5 y 8 de junio de 1415 y le condenó a muerte: los revolucionarios triunfantes no estaban dispuestos a tolerar ninguna disidencia. Dos días antes de la ejecución de Hus, Dominici leyó dos decretos de Gregorio XII: el primero legalizaba al Concilio sumando su convocatoria a la inicial de Juan XXIII; el segundo proclamaba su propia abdicación.

Por medio de Fernando de Aragón se concertó una entrevista entre Segismundo y don Pedro de Luna. Como la enfermedad del rey de Aragón no consentía a éste desplazamientos largos, Segismundo llegó hasta Perpiñan, con un séquito. En la entrevista no pudo intervenir apenas Fernando y fue su hijo Alfonso, el futuro rey de Nápoles, quien hizo gala de sus grandes dotes diplomáticas. Benedicto se negó a abdicar, encerrándose en una argumentación de canonista prácticamente indestructible. Don Pedro de Luna volvía así a las posiciones antiguas que siempre defendiera: la autoridad frente a la revuelta.

La postura de Benedicto fue el primer toque serio de atención sobre lo que en Constanza estaba sucediendo: se había abierto debate entre la autoridad del Papa y la del Concilio. Don Pedro de Luna se negó a abdicar.

Sólo quedaba una esperanza para el logro de la unanimidad de las naciones: que la española abandonase a Benedicto. Es lo que decidió Fernando de Antequera. El 15 de diciembre de 1415 sus embajadores firmaron con los del Concilio un acuerdo comprometiéndose a sustraer la obediencia y a acudir a Constanza, a cambio de ciertas compensaciones económicas en las rentas eclesiásticas y, sobre todo, de la transferencia de los obispos sicilianos y sardos a la nación española, lo que daría al rey de Aragón el dominio absoluto sobre ésta. 1.8.5.5 La elección de Martín V. Liquidadas las cuestiones previas, condenados los escritos de Wyclif y de Hus, para demostrar que nada tenia que ver el conciliarismo reformador con los extremistas, y asumida por el Concilio la suprema autoridad sobre la Iglesia, se pusieron de manifiesto las divisiones. En el programa de los que impusieran el decreto de la sesión V, venía ahora la reforma, antes de la elección. Los moderados querían que se procediese antes al nombramiento del Papa, sin el cual no aceptaban la reforma. La mayor parte de los reformadores revelaron entonces lo que pretendían: modificar el sistema de colación de los beneficios y arrancar al Papa el control de las rentas eclesiásticas, para hacer la Iglesia una institución más horizontal.

Ninguna reforma podía considerarse válida si no existía un Papa que refrendase los decretos, porque la legitimidad e infalibilidad de la iglesia dependen de la comunión con Pedro. Había, por tanto, que demorar todos los programas hasta que hubiese un Papa indubitado. Segismundo se encolerizó de tal modo ante esta resistencia inesperada. La explicación es simple: la penetración del ockhamismo en las Universidades alemanas, la difusión de las doctrinas wyclifistas y la cólera despertaba en Bohemia por la condena y muerte de Juan de Hus reclamaba de él

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que se presentara ante sus súbditos como el “libertador” de la Iglesia que no tendría en el Papa una autoridad indiscutible sino sólo una cabeza culminante.

Pedro de Ailly, cardenal, dio un paso adelante cuando afirmó que la reforma no podía hacerse sin el Papa y presentó, para tranquilizar a los exaltados, un plan de elección en la que, por una sola vez, se admitiría la intervención, junto con el Colegio, de un número de representantes de las “naciones” igual al de cardenales. De este modo los embajadores castellanos, que eran los más tibios conciliaristas de todos, se encontraron en la clave del arco de la cuestión: Papa o Concilio.

Los embajadores entendieron muy bien lo que de ellos se esperaba porque su reino se encontraba en una posición. El 3 de abril declararon que no se incorporarían al Concilio mientras no se hubiese decidido la elección. Ailly dio a su plan una redacción definitiva, que se conoció bajo el título de Ad Laudem, y lo presentó. Los embajadores castellanos se adelantaron a calificarlo de satisfactorio. Como medida de seguridad el plan prevenía que el elegido tendría que serlo por mayoría de dos tercios, tanto de cardenales como de representantes de las naciones.

Segismundo reclamaba ahora un derecho de veto mientras circulaban rumores en Constanza acerca de que pretendía detener o asesinar a los obispos que se le resistiesen. El pacificador se convertía así en opresor, que buscaba hacer del Concilio un instrumento para su política. Los cardenales contaban ya con dos votos seguros a los que se sumó el de la nación francesa y, por tanto, con la mayoría de las naciones.

Como una compensación a los reformadores derrotados, se aprobaron, cinco resoluciones: a) el decreto llamado Frequens que anunciaba un nuevo Concilio para cinco años después del de Constanza y una regularidad en las reuniones, cada diez años; b) la supresión de los spolia; c) la aceptación de que el Concilio podría reunirse sin convocatoria pontificia en el caso de un nuevo Cisma; d) supresión del derecho de trasladar obispos que el Papa tenía, y e) redacción de una fórmula de fe que cada Papa debía jurar. La rápida evolución de la guerra en sentido favorable a Enrique V, modificó la postura británica. La nación inglesa aceptó también el plan de los cardenales. Segismundo quedó solo, y vencido.

El 8 de noviembre de 1417 dio comienzo el singular Conclave. Concluyó el día 11 con la designación del cardenal romano Otón Colonna, que no era tan relevante que pudiera despertar envidias. Tomó el nombre de Martín V a causa de la festividad del día. El Papa confirmó las sentencias contra la doctrina de Wycliff y de Hus. En enero de 1418 presentó ante el Concilio un mínimo plan de reforma que se proponía llevar a cabo durante su Pontificado, el cual se convirtió en siete decretos aprobados el 21 de marzo de 1418. de acuerdo con él, se reduciría el número de cardenales a 24; habría cuidadosa vigilancia contra la simonía y absentismo de los cargos; la colación de beneficios se haría de acuerdo con el derecho ordinario, siendo imprescindible la confirmación del Papa cuando se tratase de obispados o de abadías importantes; grados universitarios serian exigidos en determinados oficios eclesiásticos. Al día siguiente se clausuró el Concilio.

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CAPÍTULO 2. LA INVOLUCIÓN DEL SIGLO XV 2.1 RECONVERSIÓN ECONÓMICA 2.1.1 Cambios en la estructura agrícola 2.1.1.1 Superación de la crisis. El Siglo XV tuvo que recoger una pesada herencia, y remontarla. A fines del Siglo XV la elevación de los precios del trigo instigará a la extensión de los cultivos, pero en forma moderada. La ganadería aprovechó por tanto la crisis para imponer su preeminencia sobre la agricultura.

Los efectos de la crisis habían sido tan profundos que la economía agraria se movió bajo signos negativos hasta el último cuarto de la centuria. La estructura campesina era tan débil que cualquier situación de guerra o de anarquía política le afectaban profundamente.

La superación de la crisis no fue un simple retorno al pasado; vino acompañada de tales cambios que los historiadores actuales prefieren referirse a ellos como a una “involución” o una “reconversión”. La venta de los productos superaba al autoconsumo. En ciertos casos se comprueba cómo la nueva coyuntura favoreció a los campesinos porque los dueños de la tierra tenían que darles mejores campos y en más favorables condiciones. Pero en otros, sucedió exactamente lo contrario. El fenómeno es, sin duda, de gran complejidad.

La influencia del comercio sobre la agricultura se vio acrecentada porque los reyes y príncipes territoriales procuraron estimular y proteger aquellos productos que les permitían aumentar sus ingresos. Hubo mejora para ciertos grupos de campesinos propietarios, que pertenecían a la nobleza, a la burguesía y al estado llano indistintamente.

En el Siglo XV se produjeron algunos movimientos insurreccionales campesinos, a veces tolerados o estimulados por los propios reyes. La solución del problema no era fácil porque cada una de las partes estaba convencida de la absoluta justicia de su causa: los señores proponían devolver a los remensas la libertad, pero con renuncia a la tierra; los campesinos querían exactamente lo contrario, que desapareciesen los “malos usos” conservando la tierra. 2.1.1.2 La influencia del comercio. El papel directivo que el comercio asumió sobre la agricultura europea rompió la asociación cereal-ganadería, característica de los Siglos centrales de la Edad Media. Y se introdujo, en cambio, la que se llamó cultura promiscua, que pretendía asociar viñedos y frutales con el trigo, porque aquellos eran más venales. En especial, los campesinos comenzaron a tener oportunidades de lograr algunas ganancias auxiliares, porque se requería su tiempo para emplearlos en trabajos industriales. La ganadería se convirtió, en Inglaterra, España e Italia meridional, en actividad independiente y principal. 2.1.1.3 El modelo inglés. La reconversión agraria aparece en Inglaterra como una sustitución de cultivos por ganadería. A la inversa de lo que sucede en España, los ganaderos defendían las cercas con que protegían sus pastos, mientras que los agricultores querían que se mantuviese el antiguo sistema del “open field” y la rotación de los cultivos. Los ganaderos necesitaban de las “enclosures” precisamente para sustraer sus campos a cualquier intrusión.

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2.1.1.4 La mesta47 española. La agricultura castellana quedó retrasada a causa de la crisis. La característica económica de Castilla48 será la ganadería. Los campesinos defendieron aquí el derecho a cerrar los linderos frente a los pastores que mantenían la tradición del campo abierto y el acceso de las ovejas a los cultivos. La más antigua organización de policía para custodia de los caminos, la Hermandad Vieja de Talavera49, Toledo50 y Ciudad Real51, tiene relación con esta actividad ganadera.

En la práctica, la Mesta se encargaba de organizar la trashumancia52, que se hacía por caminos previamente establecidos, “cañadas”. Tres grandes cañadas, entrelazadas por múltiples caminos secundarios, cruzaban el país de norte a sur, permitiendo a los rebaños pasar de los pastos de invierno a los de verano. La Mesta proporcionaba a los monarcas castellanos ingresos tan importantes que éstos le otorgaron su completa protección. Entre Alcaldes y los campesinos se desató una guerra sorda, terca y a veces terrible, en la cual la Mesta, favorecida por reyes y nobles, obtuvo las principales ventajas.

En el último cuarto del Siglo XV alcanzó su organización definitiva. Más de mil pleitos libró la Mesta en veinticinco años, obteniendo sentencia favorable en la mayor parte de ellos. Consiguió sobre todo tres edictos53 reales, con categoría de leyes, que asentaron definitivamente incorporados todos los caminos que se hubiesen utilizado por los rebaños en los últimos cincuenta años; el Edicto de 1491 prohibía las “enclosures” y autorizaba a los pastores a destruir bosques para convertirlos en pastos; la pragmática de 1501, que dando una especial interpretación a la enfiteusis, permitía a la Mesta conservar cualquier tierra que hubiese arrendado u ocupado por espacio de diez meses sin protesta por parte de sus dueños.

No hay duda de que gran parte de la potencia económica y militar alcanzada por Castilla se debe a la Mesta, pero el sacrificio de la agricultura a favor de la ganadería provocó, desde finales del Siglo XV, consecuencias muy desfavorables para la provisión alimenticia, abocando a España a situaciones cada vez más graves de deficiencia de cereales. 2.1.1.5 Integración de la agricultura en la economía del dinero. Se advierte muy bien, cuando se analizan los dominios nobiliarios que habían iniciado desde fines del Siglo XIV, un proceso de reconstrucción en el cual, con pocas excepciones, se renuncia a exigir servicios personales sustituyéndolos por rentas o aparcerías.

En relación con la industria ciudadana se intensificó el cultivo de plantas textiles, especialmente el lino. Algunas industrias se instalaron en el campo, especialmente en el hierro; el papel, que cubría dos amplias zonas europeas; y los encajes y bordados. Para luchar contra la disciplina de las gildes artesanas, los

47 Mesta: Agregado o reunión de los dueños de ganados mayores y menores, que cuidaban de su crianza y pasto, y vendían para el común abastecimiento. 48 Estado al Noroeste de España. 49 Ciudad en Castilla de la Mancha al Centro de España. 50 Idem. 51 Idem. 52 Trashumancia: Pasar el Ganado con sus conductores desde las dehesas de invierno a las de verano, y viceversa. 53 Edicto: Mandato, decreto publicado con autoridad del príncipe o Magistrado.

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grandes comerciantes de las ciudades industriales recurrieron cada vez más a los pequeños talleres campesinos dispersos.

La agricultura europea utilizó los intercambios dinerarios como parte esencial de su actividad. El campo de las postrimerías del Siglo XV era débil en situación de guerra, convirtiéndose en víctima propiciatoria de los soldados, pero muy fuerte en cambio por su constancia, su tenacidad y su conservadurismo. 2.1.2 Los comienzos del capitalismo 2.1.2.1 Cambios en la estructura mercantil. La crisis no afectó al volumen de los negocios, pero sí a su distribución. La política dominaba a la economía; el crecimiento de las monarquías obligaba a los comerciantes a plegarse a una política exterior que no podían dirigir, tratando de sacar el mayor provecho de ella. Aparecía además la colaboración con los soberanos y determinados comerciantes.

El conservadurismo a ultranza fue tan sólo signo de agonía que acompañaba a la total capitulación. Al conservar una apariencia de estructura autónoma, la ciudad se integraba en el Estado.

Muchos núcleos urbanos crecieron en el número de habitantes, haciendo más compleja la vida, provocando de modo especial problemas de aprovisionamiento. El comercio de productos alimenticios, complicado, difícil y de escaso margen de beneficios, se convierte sin embargo en actividad primordial porque la ciudad ha hecho crecer la demanda de alimentos y vestidos.

Nuevas industrias aparecen. La apasionada búsqueda de metales preciosos y de materias primas difíciles, condujo a los viajes de descubrimiento portugueses, italianos y españoles, los cuales obligaron a su vez a introducir mejoras en los modelos y técnicas que se aplicaban a la construcción de buques.

Por último, y esto es lo más importante, una nueva mentalidad estrictamente capitalista acompañó al gran comercio. Las sociedades mercantiles sustituyen a los simples individuos. La riqueza obtuvo dignidad y fue protegida por las leyes.

Hasta mediados del Siglo XV el comercio mediterráneo conservó su absoluta primacía; las especias producían aún los mayores beneficios. Sólo en las tres últimas décadas de este Siglo, con la instalación de los europeos en Azores, Canarias54, Madeira55, Guinea56 y con los viajes a América, puede decirse que termina el viejo orden medieval. 2.1.2.2 La nueva estructura ciudadana. La ciudad, en el Siglo XV, capitula ante los nacientes poderes estatales y en donde el soberano no existe, se convierte ella misma en Estado. Las antiguas ciudades eran, desde principios del Siglo XV, capitales de Estados.

Señoría, era el nombre que se daba tradicionalmente en las ciudades al supremo organismo ejecutivo. Lo que se hace en el Siglo XV es sustituir dicho organismo colegial por una sola persona. Una nueva mentalidad, consecuencia del

54 Islas al sur de Portugal en el Océano Atlántico. 55 Idem. 56 País al oeste de África.

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humanismo, que hacía del gobierno una obra de arte y de las cualidades del príncipe una virtud, ayudó mucho a esta identificación de la autoridad con una persona. Los nuevos amos procuraban favorecer a núcleos urbanos diferentes del de la capital, para disminuir el papel directivo de ésta, y sometían a las gildes a su poder. Esto último no era difícil por cuanto el capitalismo inicial se desarrollaba en ámbitos internacionales. Todos los príncipes protegieron a los humanistas, a los eruditos y a los artistas, pero les integraron en una servidumbre personal. Esto es el mecenazgo, que dura hasta fines del Siglo XVIII y que no distingue demasiado entre un gran músico y un buen cocinero.

En toda Europa el sometimiento de la ciudad al Estado y, en nombre de éste, al príncipe soberano, se justificaba con dos razones: la imparcialidad que su propio poder aseguraba y la capacidad para imponer el orden.

En las grandes monarquías el sometimiento de las ciudades fue tarea fácil:

bastaba a los reyes con extender, poco a poco, el uso de funcionarios de nombramiento real. En general la intervención de los monarcas era recibida con alivio porque traía consigo mejoras en la administración de la justicia y en la paz interior. Como compensación se ofrecía a los miembros de las antiguas oligarquías dominantes una mayor integración en las asambleas estamentarias, que también estaban sometidas al rey. Las nuevas autoridades tenían que ocuparse ante todo de mantener abastecido el mercado para contener el alza de precios. 2.1.2.3 Los transportes marítimos. La aparición de la mentalidad capitalista fue resultado de una doble influencia: el cambio en la actitud del hombre que

valoraba más el éxito que la intención puesta, y la remoción de los obstáculos materiales, políticos y morales que, durante Siglos, se habían opuesto al desarrollo del comercio.

Se produjo en el Siglo XV una auténtica carrera de emulación entre los países, para fabricar barcos con mayor capacidad de carga cada vez. Los astilleros mediterráneos conservaron durante mucho tiempo la primacía. Casi todos los reyes del Siglo XV ofrecieron estímulos económicos para los constructores de barcos de gran tonelaje. Estos eran siempre escasos en número. El comercio de cabotaje se efectuaba con embarcaciones que no

superaban las cien toneladas.

Cuatro notables progresos se añadieron para hacer más eficaz el sistema de comunicaciones marítimas: el avance de los conocimientos cartográficos permitió disponer de mapas con indicaciones de puertos y rutas; la invención del timón de rueda; el uso de la vela latina; el descubrimiento de la brújula.

La propiedad de barcos capaces de vencer el invierno y la larga distancia, se convirtió en primer modelo de empresas capitalistas. La escasez de naufragios hacía bajar los fletes y aumentaba la competencia. 2.1.2.4 Las compañías mercantiles. Subsistían en el Siglo XV las commenda –con tres cuartas partes de beneficio para el capital invertido y una cuarta parte para

Figura 17. Réplica de la Carabela Pinta. Museo de la Carabela, España.

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el trabajo realizado- y las societates térrea- en que las ganancias se reparten a prorrata entre el capital invertido, una vez que se abonaban todos los gastos- pero el modelo que tendía a difundirse por todo el ámbito mediterráneo era la compañía. Pero en Florencia57 se produjo, dentro del Siglo XV, el salto decisivo al modelo capitalista en que la persona desaparece tras el dinero.

La compañía capitalista florentina es el resultado de experiencias y adaptaciones que se produjeron a lo largo del Siglo XIV.

El capitalismo del Siglo XV aparece íntimamente asociado a los poderes públicos y, a menudo, tiene carácter internacional. La relación con los poderes públicos no se buscaba únicamente por los beneficios monetarios sino sobre todo porque el apoyo moral, jurídico y político que de ella originaba, era utilizado para establecer nuevos negocios.

Todas las rentas de la Iglesia pasaban por manos de los banqueros. El cobro de dichas rentas tenía cierto tono de gestión espiritual, y estaba protegido por la autoridad de la Iglesia. Los banqueros italianos hicieron también buenos negocios vendiendo sal de Ibiza58 y de Torrevieja59 a un precio superior al que le correspondía en el mercado, gracias al apoyo político de Fernando el Católico, que era el propietario de las salinas.

Todas las compañías italianas habían evolucionado en el Siglo XV en sentido capitalista: el dinero sustituyó completamente al hombre; el comerciante dejó de acomodarse a un tipo determinado de mercancía para buscar el negocio donde era posible encontrarlo; operaba a grandes distancias y necesitaba poseer una formación intelectual muy elevada. Estos tres rasgos tuvieron como consecuencia que, aunque la riqueza siguiese acumulada en pocas manos, las de una sola familia o un grupo reducido de familias, la compañía se basase en el empleo de factores60 que eran en esencia asalariados, aunque a veces se les dejaba participar en el capital y beneficios. Estos factores estaban obligados a escribir constantemente, dando noticias, comunicando sus conocimientos.

Cada factor era instruido cuidadosamente en la importancia que tenía la correspondencia, que se conservaba, dando origen a archivos a veces formidables como será el Datini de Prato o, en el Siglo XVI, el de Simón Ruiz en Medina del Campo61. Había dos tipos de cartas, uno que contenía informes valiosos para todos los factores y miembros de la compañía, y otro que se refería sólo a instrucciones o datos precisos para la dirección de los negocios. Una de las preocupaciones fundamentales consistía en tener noticias exactas de los precios y del valor de la moneda de cada país.

Se recurrió cada vez más al contrato privado, que evitaba la presencia de los notarios y abarataba el documento. Mientras que en Brujas62 o en Sevilla63 los banqueros se limitaban aún a recibir depósitos y otorgar créditos, actuando como

57 Ciudad de Toscana en el Centro de Italia. 58 Parte de las Islas Baleares en el Mar Mediterráneo. 59 Puerto de Valencia al Sureste de España. 60 Factores: entre comerciantes, apoderado con mandato más o menos extenso para traficar en nombre del poderdante, o para auxiliarse en los negocios. 61 Ciudad de Castilla y León al Norte de España. 62 Ciudad de Flandes Occidental al Oeste de Bélgica. 63 Ciudad de Andalucía al Sur de España.

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agentes de pago para sus clientes, en Italia se practicaba ya el giro que consiste en pasar de una a otra página el asiento de una cantidad nominal, y se utilizaba una combinación de préstamo y crédito como medio de asegurar la mercancía. Todas estas operaciones se realizaban en una divisa fuerte como, el ducado, florín y lira genovesa. Las partes negociables de un barco o de una compañía eran utilizadas también como verdadera moneda.

La consecuencia es que el Siglo XV presenció ya en la cuenca mediterránea y en las zonas relacionadas con ella una multiplicación de la masa monetaria por medio del crédito y la especulación. Esto era peligroso. Gran parte de ese dinero había tomado la forma de obligaciones. Los acreedores tuvieron que unirse para defensa de sus intereses y, ante todo, para asegurar el cobro de los créditos. La forma normal de defensa consistía en la creación de un Banco público que garantizase, mediante el control de los ingresos, el pago de las rentas o de los intereses de la deuda. Las compañías y los bancos consiguieron que la masa monetaria en circulación se multiplicase por diez. 2.1.2.5 Aparición de la letra de cambio. Los dos progresos más importantes fueron la letra de cambio y la contabilidad por partida doble, que permitía tener a la vista de manera continuada el estado de la cuenta.

Raymond Roover64 definió la letra de cambio de la siguiente manera: “llamamos hoy letra de cambio a lo que era simple letra de feria; la letra de cambio medieval puede definirse como un cheque a pagar en plaza extranjera y en moneda diferente de aquella que se ha recibido.” En principio la letra de cambio servía para eliminar dos riesgos.

Los documentos de los Siglos XIV y XV que registran pagos importantes, revelan la enorme y heterogénea variedad de piezas que tenían que emplearse. Las cuentas que se pagan en oro dieron origen a una auténtica caza de monedas en circulación. Los reyes trataron de aprovecharse de la escasez de numerario, manipulando las acuñaciones y justificando que, a veces, se les acusara de falsificación.

Los monarcas del Siglo XV buscaron y consiguieron paulatinamente una

estabilización del valor de sus monedas, cuando comprendieron que las alteraciones redundaban en su perjuicio. La letra de cambio fue un esfuerzo, también, para resolver este problema. En su origen había sido un “contrato de cambio” más solemne, redactado en presencia de un notario; al prescindirse, en el Siglo XV, del carácter público de los contratos, se convirtió en un simple cheque, que podía ser “girado” –es decir, inscrito en el libro de cuentas del banco a favor de otra persona- o “endosado”, esto es, remitido a un tercero mediante la nota que se escribe al pie del texto o al dorso del documento.

La letra incorpora una operación de interés y de préstamo disimulado que Raymond de Roover esquematiza de la manera siguiente: la cantidad recibida a cambio de la letra debe ser restituida en determinado plazo, pero en plaza distinta y en moneda diferente; la diferencia que existe en el curso del valor de la moneda entre uno y otro país, tal y como se conoce por los banqueros, es lo que constituye

64 Escritor. Estudió la Historia Monetaria de la Edad Media y Moderna. Autor del libro “La Evolución de la Letra de Cambio”. De origen francés.

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el beneficio, la rentabilidad del dinero empleado. Datos procedentes de Génova65 hacen suponer que las ganancias proporcionadas por las letras de cambio eran muy escasas, entre un 7 y un 15% del capital. Entre la presentación de la letra y su pago había un plazo que, en Barcelona66 y Brujas era de treinta días, el cual se consideraba necesario para comprobar la veracidad del documento.

La letra de cambio cumplía cuatro importantes funciones mercantiles distintas: pago a distancia de una transacción comercial; concesión de créditos a un precio mucho más barato que el de la moneda corriente; transferencia de fondos; préstamo con interés. Cuando una letra era protestada, por no haberse pagado, se acudía ante el notario para redactar un “contracambium” que obligaba al tirador, que recibiera el primer dinero, a rembolsar al tomador que tenía la letra. Desde mediados del Siglo XV se comenzó a practicar también el giro de los cambios, y éste fue el origen del endoso moderno. 2.1.2.6 Cambios de función en las ferias. Durante el Siglo XV se fundaron nuevas ferias en todas partes; en su nuevo cometido aparecen con un ámbito más reducido de influencia y sometidas a los intereses de los príncipes territoriales. Algunas veces la feria llega a desaparecer, como es el caso de Ginebra, sustituida por el comercio diario.

Malmö67, en Escania, era el lugar en donde se celebraba la feria anual del arenque. El arenque era pescado, a su paso por los Estrechos, durante una corta temporada. En el Siglo XV la Hansa consiguió eliminar de Malmö a sus competidores holandeses e ingleses, convirtiendo a la feria en un monopolio. La ruina de Malmö llegará por la convergencia de dos causas, el declive de la Hansa y la difusión del protestantismo que suprimió la abstinencia.

El fenómeno de la Feria de Leipzig se comprende muy bien. Desempeñaba el papel de una feria de ferias, como enlace entre Oriente y Occidente y centro de redistribución de los productos rusos y polacos, es decir, pieles, madera y trigo, que en Leipzig se intercambiaban con los paños y las manufacturas.

Importante nudo de comunicaciones entre Francia, Italia y Flandes, Lyón68 había conocido ya en el Siglo XIV una considerable prosperidad, merced a sus banqueros que se distribuían en dos sectores diferenciados de cambio y préstamo. Se conoce la existencia de dos ferias desde 1420, una de otoño y otra de primavera que se celebraban alternativamente en cada una de las dos riberas del Saona, es decir, una vez en territorio alemán y otra en territorio francés. En 1463, Luis XI decidió convertir a Lyón en el vehículo más importante de sus relaciones mercantiles, tomando para ello dos decisiones: el senescal de Lyón, fue nombrado guarda de las ferias; se prohibió al mismo tiempo a los comerciantes franceses que acudieran a Ginebra69. Cesó con el acuerdo de 1467 que establecía libertad de tránsito de una a otra. Desde esta fecha Lyón comenzó a recibir visitantes extranjeros, sobre todo alemanes, españoles e italianos. El apogeo de estas ferias llegó con las primeras décadas del Siglo XVI.

65 Ciudad de Liguria al Noroeste de Italia. 66 Ciudad de Cataluña al Noreste de España. 67 Ciudad al Sur de Suecia. 68 Ciudad al centro de Francia. 69 Provincia al Oeste de Suiza.

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2.1.2.7 La difusión de la moral capitalista. Lo que define a estos capitalistas del Siglo XV y les proporciona su gran capacidad de triunfo, es cierta posición ante la vida, llena de individualismo y de iniciativa creadora, en paralelo con la que los artistas y políticos contemporáneos también poseían. El espíritu capitalista nació en Italia, cuna del humanismo y de la banca. Dos aspectos pragmáticos deben ser tenidos en cuenta: el cambio de actitud por parte de la Iglesia en relación con el valor moral de las actividades mercantiles, y los progresos logrados en los que se llamó “prattica della mercatura” que hizo del comercio una actividad que reclamaba especial preparación intelectual.

En el Siglo XV, al tiempo que los grandes banqueros consiguen insertar a sus hijos en la Iglesia en donde aparecen a veces como obispos o como cardenales se produjo una ruptura entre algunos de ellos y la norma moral. El fenómeno es tan sutil que no produce escándalo. Los hombres de negocios se dejaron ganar lentamente por un sutil racionalismo que presentaba como virtudes fundamentales la astucia, el cálculo y la desconfianza, en el polo opuesto de la humildad, benevolencia y caridad cristianas. Eran “virtudes” del intelecto y no del sentimiento. Tenían en cuenta el éxito y no los caminos que había que seguir para lograrlo.

La práctica de los negocios se parecía ya en el Siglo XV a una ciencia; para triunfar en ella se necesitaba del manejo de cifras y de cuentas. Aprendiendo, los grandes comerciantes adquirían conciencia de su superioridad.

El triunfo espectacular de los capitalistas se produjo cuando las grandes monarquías y los nuevos Estados comenzaron a desarrollar una política que superaba todas las posibilidades económicas ordinarias, mientras que el Pontificado tenía que recurrir a las contribuciones de todos los países cristianos y no sólo a las rentas de su patrimonio. Arrendamientos, monopolios y empréstitos son el origen de las primeras grandes fortunas y no, como pensaba Sombart70, el ahorro procedente de la tierra. Desde el Siglo XV las letras de cambio convirtieron en instrumentos imprescindibles para todas las guerras. Los banqueros, que habían escarmentado en las experiencias del Siglo XIV, se hicieron rembolsar sus créditos mediante la concesión de monopolios. Otra cuestión importante es la de la procedencia social de dichos capitalistas. Pirenne71 afirmó, respecto a ellos, que ninguna clase dominante sale de otra clase social dominante anterior. Esto no es rigurosamente cierto: los Spinola, Ricardi, Médicis, Centurione o Grimaldi, que dominaron el horizonte financiero italiano eran una mezcla de patricios y advenedizos con una parte también de antigua nobleza. 2.1.3 La evolución del comercio europeo 2.1.3.1 El comercio mediterráneo. Hasta mediados del Siglo XV el ámbito mediterráneo siguió siendo el más activo; pero ya las últimas décadas del Siglo XIV habían presenciado cambios muy sustanciales en su extremo oriental, obligando a los italianos a renunciar a la ruta del Mar Negro para volver a Egipto y a Siria. Primero tuvo lugar el hundimiento del gran Imperio Mongol; sobrevino después el ataque de Tamerlán; por último se produjeron tremendos fracasos en las guerras contra los turcos.

70 Autor de origen alemán. Escribió múltiples libros sobre el desarrollo del capitalismo, con inclinaciones marxistas. 71 Autor de origen belga. Escribió múltiples libros acerca del desarrollo económico de la historia.

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Los esfuerzos realizados por los Estados europeos no permitieron restablecer

las antiguas vías. Se hizo necesaria una reconversión en el comercio, como antes en la agricultura.

A medida que los italianos eran rechazados del Egeo por los turcos, se producía una revalorización del Tirreno, intensificándose las relaciones con el norte de África. Es significativo, a este respecto, que Venecia72 organizara en el Siglo XV dos nuevos convoyes. Los puertos del ámbito catalán, crecieron en importancia, como también las relaciones de dicho ámbito con Alejandría73 y con Chipre74 y Rodas75. En este sistema comercial, la ciudad de Nápoles76 pasó a ser, con su capacidad de consumo y sus ofertas de vino, carne y quesos salados, eslabón esencial. El comercio más activo en el ámbito del Tirreno era el de los productos alimenticios; resulta también el más difícil de comprender por los reducidos círculos dentro de los cuales se mueve. El Mediterráneo occidental se había convertido en importador de trigo, fruta y pescado en conserva. 2.1.3.2 Nuevos centros económicos europeos. La mayor parte del comercio del Siglo XV parece hallarse en relación con el mar, como sí las comunicaciones navales fuesen las únicas capaces de permitir un transporte barato de mercancías. Esta impresión es incorrecta: existen grandes centros de desarrollo económico en Francia, Alemania del Sur y Lombardía, zonas que estaban situadas al margen de las grandes rutas del comercio marítimo.

La marginación no significó en este caso emprobrecimiento. La agricultura consiguió en el sur de Francia un enorme desarrollo, haciendo de este reino un ejemplo de riqueza. En general las exportaciones de los abundantes excedentes franceses eran realizadas por extranjeros, más que por nacionales, y daban origen de este modo a una doble imposición llamada gráficamente foránea.

A fines del Siglo XV, el mercantilismo francés resultaba más moderado que el castellano.

La prosperidad de Alemania del Sur, especialmente notable en los Siglos XV y XVI, fue consecuencia de dos actividades que nada tenían que ver con las grandes rutas: la industria textil de lino y la minería. La feria que funcionaba en Nüremberg77 desde principios del Siglo XIV experimentó un crecimiento ininterrumpido. A través de Génova los banqueros alemanes tomaban contacto con el Mediterráneo occidental.

La explotación de las minas de plata, zinc, cobre y estaño progresó en el Siglo XV gracias a los avances técnicos que permitieron construir máquinas para la desecación de las galerías, la extracción del mineral y la obtención de la fusión en horno ventilado con fuelles. Este mismo crecimiento obligó a la constitución de empresas capitalistas cuyas acciones eran llamadas küxen. Se diversificó la industria, cuya producción abarcaba las armas y corazas, cuchillos y navajas de

72 Puerto y Golfo en Veneto al Noreste de Italia. 73 Ciudad de Piamonte al Noroeste de Italia. 74 Isla al Sur de Turquía en el Mar Mediterráneo. 75 Isla Griega. 76 Ciudad de Campania al Sur de Italia. 77 Ciudad perteneciente a Baviera al Sur de Alemania.

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afeitar, relojes mecánicos, cañones y utillaje doméstico. La mayor empresa capitalista de la región fue la Grosse Ravensburguer Handelsgesellschaft.

Lombardía era en el Siglo XV un foco de importante producción industrial.

2.1.3.3 Decadencia de la Hansa. El más importante de los fenómenos del Siglo XV fue la lenta e irremediable decadencia de la Hansa; síntomas desfavorables se manifestaron ya en los comienzos de esta centuria. Crecieron después sin pausa. Eran los más notorios el descontento en el interior de las ciudades, la desunión entre los tres sectores, westfaliano, prusiano y livonio, y la fuerte competencia que el comercio alemán experimentaba desde el exterior, contra la cual era muy difícil luchar. En las primeras décadas del Siglo XV los hanseáticos comprobaron cómo los holandeses y británicos intentaban penetrar con sus barcos en el Báltico, y cómo los italianos estaban llegando a Polonia, considerada hasta entonces como de su monopolio.

Uno de los acuerdos adoptados en la Dieta hanseática de 1412 fue, precisamente, de impedir esta competencia; era muy difícil de llevar a cabo ninguna medida eficaz, cuando la Hansa carecía de autoridad coercitiva y se veía obligada a confiar en la unánime voluntad de sus miembros. Por otra parte las empresas capitalistas de Nüremberg hacían la competencia a la Hansa de modo bien diferente, abriendo una ruta de tierra desde Brujas a Cracovia78, que se apoyaba en la cadena de ferias alemanas. Las medidas de defensa propuestas por la Dieta en 1412 respondían a una pura mentalidad conservadora: querían prohibir la venta de mercancías fuera de las etapas señaladas, exigir radicalmente el privilegio hanseático, prohibir la competencia de los extranjeros.

Al mismo tiempo los hanseáticos tenían que enfrentarse con el problema de la agitación social. En 1405 los gremios constituyeron una comisión de sesenta representantes para deliberar sobre los asuntos de interés común. Estalló una brusca revuelta: el antiguo Consejo, instrumento de los patricios, fue derribado y sustituido por uno nuevo, renovable cada año, en el cual los gremios adquirían muy amplia representación. El burgomaestre Jacob Pleskow decidió resistir, movilizando en la lucha las grandes fortunas de los comerciantes. En 1410, apoyándose en argumentos acerca del peligro que había en la extensión de las revueltas de Wismar79 y Rostock80, Pleskow consiguió una sentencia imperial que declaraba al nuevo Consejo de Lübeck81 fuera de la ley. El enérgico burgomaestre creó un gobierno “legítimo” en el destierro que fue reconocido por la factoría de Brujas, clave de la Hansa. Sometida a bloqueo y arruinada, Lübeck capituló en mayo de 1416. El patriciado recobró el poder.

Pleskow llevó después el tema de las revueltas a las Dietas de 1417 y 1418; pretendía una declaración en el sentido de que el régimen interior de las ciudades quedase definido también dentro del conjunto de privilegios hanseáticos. Al rechazar el proyecto, perdió la Hansa su última oportunidad para convertirse en organismo político unificado.

78 Provincia al Sur de Polonia. 79 Ciudad de Mecklenburgo al Norte de Alemania. 80 Idem. 81 Ciudad entre Mecklenburgo y Schleswig-Holsten al Norte de Alemania.

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Tampoco pudieron los hanseáticos crear un sistema monetario eficaz y único. Se utilizaba el marco en las cuentas, pero éste era unidad de medida y no de moneda acuñada. Las operaciones de crédito, que los hanseáticos practicaban normalmente en el exterior, no se utilizaron dentro, y por tanto, faltaron las entidades bancarias. Hubo dos intentos en la primera mitad del Siglo XV, pero ambos fracasaron y nadie volvió a intentarlo nunca.

Las causas de la decadencia de la Hansa fueron sobre todo exteriores a ella. Todos los nuevos poderes occidentales, en la medida en que se interesaban por el desarrollo de su propio comercio, se mostraban enemigos de la Hansa.

Un conjunto de acontecimientos desfavorables, aunque sin relación entre sí, se encadenaron a lo largo del Siglo XV hasta constituir una secuencia de desastres:

- La guerra entre Polonia y la Orden Teutónica. - El sucesor de la Reina Margarita, Erik, se quejaba de que los alemanes no

patrocinasen en sus empresas imperialistas, decidió favorecer los intentos ingleses y holandeses para instalarse en el Báltico.

- En 1436 estalló un motín en L’Ecluse entre holandeses y hanseáticos en el que perdieron la vida más de cien alemanes y se declaró la guerra.

Desde 1440 el retroceso de la Hansa se hizo evidente. La paz de

Copenhague82 (1441) otorgó a los holandeses derecho a navegar por el Báltico83. Dos años más tarde se producía la capitulación ante los castellanos. La Hansa renunciaba a los escenarios lejanos de su actividad y se mostraba incapaz de resistir a sus competidores en el Báltico. Las relaciones con Inglaterra, pese a la paz de Arras, no mejoraban, y Felipe el Bueno estaba maniobrando para conseguir que las ciudades frisonas abandonasen la Hansa. En 1447 Lübeck convocó una Dieta, planteando esta cuestión, más las que se derivaban del monopolio italiano de las especias y del alumbre; ya no consiguió caldear una atmósfera en la que faltaba unanimidad. Se aconsejó abrir negociaciones y reforzar la etapa de Brujas. Cuando Lübeck intentó, poco después, el recurso al bloqueo, ordenado a todos los hanseáticos abandonar Brujas para instalarse en Deventer84 y Utrecht85, fracasó. Colonia dijo que no obedecería y que, puesta en trance de elegir, era preferible renunciar al privilegio hanseático (1452). Extraña situación: Colonia86 había sido la creadora de este privilegio.

En 1455 Felipe el Bueno se apoderó de Utrecht y puso fin al intento de establecer aquí una etapa alemana fuera de su control; en el acuerdo que, dos años más tarde, firmaron los alemanes con las autoridades de Brujas, aquellos renunciaron a su antiguo privilegio de exención judicial y prometieron abstenerse del comercio de metales preciosos. Entre 1468 y 1474 hubo una guerra contra los ingleses, que reclamaban el libre acceso al Báltico. Por segunda vez anunció Colonia su neutralidad y se consumó la expulsión de la ciudad fundadora (1 de abril de 1471). Las hostilidades, en la forma ya acostumbrada de piraterías y represalias, no condujeron al resultado que Lübeck esperaba. Cuando se firma la paz de Utrecht (febrero de 1474), aparece envuelta en ella la más completa confesión de derrota: los ingleses tendrían, como los holandeses, libre acceso al Báltico, aunque pagaban una indemnización por daños de 10,000 libras. La Dieta tuvo al menos la

82 Capital de Dinamarca. 83 Mar ubicado al Este de Suecia. 84 Ciudad al Este de los Paises Bajos. 85 Ciudad al Oeste de Holanda. 86 Ciudad de Westfalia al Oeste de Alemania.

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satisfacción de ver cómo Colonia solicitaba el reingreso. Pero, en adelante, la Hansa renunció a sus intentos de hacer gran política; se había convertido, como antes de la paz de Stralsund, en una simple asociación de mercaderes para defensa de sus privilegios. Nunca más volvió a pretender el monopolio sobre el Báltico. 2.2 HUMANISMO O RENACIMIENTO 2.2.1 La mentalidad humanista 2.2.1.1 La visión del hombre. Los historiadores actuales tienden a rechazar la expresión Renacimiento para referirse a la nueva forma cultural que, partiendo de Italia, se proyecta sobre toda Europa en el Siglo XV.

“Humanismo” es el descubrimiento del hombre como individuo y valoración de lo que el hombre es y significa en sí mismo. El retorno a los clásicos no fue un “descubrimiento” de ellos sino una profundización en su estudio, porque en sus páginas se encontraba la afirmación del antropocentrismo y del substancialismo de la Historia.

Los humanistas no estaban interesados en descubrir hombres individuales, sino arquetipos. Los trabajos de los humanistas se realizaron en un medio ambiente aristocrático, que se empeñaba en considerar a la existencia como

un deber. En el principal pensador de este tiempo, Nicolás de Cusa (1401-1464), se cumple el fenómeno típico de que los intelectuales son pronto desbordados: no son Cusa, Gerson, Eneas Silvio Piccolomini o el cardenal Cesarni los que abandonan el Concilio de Basilea; es el Concilio quien trata de arrojarlos por la borda porque los considera un obstáculo, por su moderación.

El humanismo italiano y europeo ha sido mal entendido. No se presentaba como antítesis al cristianismo tradicional, sino como su maduración. Lo que los humanistas pretendían era restablecer la unidad entre alma y cuerpo,

amenazada por el ockhamismo, para contemplar un ser unitario, el hombre, que “conoce, quiere y actúa a imagen y semejanza de Dios”, y que no desea apartarse de una

tradición cristiana. Tomás Moro será la meta final de este humanismo. Lutero no.

Al defender la capacidad creadora del hombre y la vida religiosa de los laicos, tropezaron muchas veces con la oposición de los rígidos defensores del sistema eclesiástico haciéndoles aparecer como anticlericales. Pero el anticlericalismo nada tiene que ver con la fe. Un conocimiento cabal del humanismo exige que se tenga en cuenta constantemente que el fenómeno paralelo de rebelión contra la Iglesia no se interrumpe; pero esta rebelión no puede atribuirse a los humanistas. El mismo sentido religioso se encuentra en las artes plásticas.

Figura 18. Nicolás de Cusa

Figura 19. Juan Van Eyck

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Desde principios del Siglo XV, la persona humana, el hombre individual, busca también una pervivencia terrenal, después de la muerte. Esta es la “gloria” o la “fama”, que no es incompatible con el deseo de asegurarse un lugar en el Paraíso.

El cambio en la expresión estética se produjo en Italia con la generación de Donatello, Brunelleschi y Massaccio, y en Flandes con la de Juan van Eyck. 2.2.1.2 Poder y libertad. Durante las grandes contiendas por la hegemonía o la supervivencia que sostuvieron Milán87 y Florencia, en la primera mitad del Siglo XV, se esgrimieron argumentos que cada uno imaginaba como muy poderosos. Los humanistas concedieron gran dignidad a la actividad política. Lo que los escritores florentinos llamaban libertad no era otra cosa que independencia de las comunas, al modo antiguo.

La aportación más decisiva del humanismo en este campo fue, probablemente, el énfasis que puso en afirmar que el ejercicio del poder, instrumento de la autoridad, constituye un deber y no un derecho. El cumplimiento de este deber es lo que les importa, mientras que ponen escaso entusiasmo en unas u otras formas políticas. Los humanistas se acomodaron al servicio de cualquier tirano porque creían en la posibilidad de enderezar su actuación por el camino de la justicia y del bien común.

Esta conciencia del poder como un deber y no como un derecho es un progreso importante en las relaciones públicas y se encuentra en la base de las grandes monarquías occidentales que, desde mediados del Siglo XV, alcanzan extraordinaria solidez. Aunque nunca lo consiguieran del todo, excepto en el modelo francés, las monarquías experimentaban una tendencia a identificarse con las tres “naciones”, Francia, Inglaterra y España, reconocidas en el Concilio de Constanza. En consecuencia, se producían esfuerzos para la unificación administrativa y la creación de instituciones comunes. Se conservaba todavía de una manera muy fuerte la identidad entre nación y nacimiento; el hombre adviene al mundo “dentro” de una determinada comunidad y no “sobre” un determinado territorio. Lo primero es esencial y lo segundo accidental. 2.2.1.3 Rey y reino. La pertenencia a una comunidad comportaba deberes. Las otras comunidades, de diferente fe, que compartían sin embargo, por antiguos derechos adquiridos, el uso del territorio, llegaron a encontrarse en el Siglo XV en una situación muy difícil. Tal sucede con los judíos y musulmanes en España. En la mentalidad de los agitadores lo justo era que todos los no cristianos tuviesen que bautizarse o morir. Las autoridades se esforzaron por defender a judíos y musulmanes porque representaban una fuente de ingresos y trataron de arbitrar medios para atenuar la situación. En las reuniones de Ayllon de 1412, se elaboró todo un programa para acelerar los procesos de conversión de los judíos mediante predicaciones y también medidas legislativas que reducían su actividad. Cuando este programa, agotó sus últimas posibilidades, Fernando e Isabel se enfrentaron con un último resto de judaísmo resuelto a permanecer a toda costa en su fe.

Accedieron entonces a lo que sus antecesores negaran: permitir que los judíos fueran expulsados, sacando fuera del país sus bienes. Este resto de la, en otros tiempos, poderosa judería española dio un cálido ejemplo de fidelidad a Dios, prefiriendo la amargura del destierro a la herejía.

87 Ciudad de Lombardía al Norte de Italia.

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La comunidad reclamaba para sí la exclusiva posesión del territorio: era el

reino, cuya identificación con el rey se aceleró considerablemente en el transcurso del Siglo XV. Esto dio a los monarcas occidentales enorme fuerza, convirtiéndoles en algo más que la representación de la soberanía: eran su real manifestación, los soberanos. Esta idea fue la base para el absolutismo futuro, que no llegará sino mucho más tarde, con la razón de Estado. La ley y su aplicación, es decir, la jurisprudencia, son una consecuencia de la moral; ningún príncipe puede declarar lícito lo que condena la ética cristiana. En los últimos años del Siglo XV empezaban a atisbarse posiciones diferentes. 2.2.2 El Humanismo en Italia 2.2.2.1 La educación humanista. Italia fue cuna de un movimiento renovador que trataba de volver a los clásicos como a una parte en la formación moral del hombre. Por eso era la educación propósito fundamental de los humanistas; a ella concedían gran parte de su tiempo. El conocimiento del latín y del griego no se recomendó principalmente porque fuesen vehículos para la transmisión del saber antiguo, sino porque permitían expresar pensamientos que eran imposibles en las lenguas vernáculas. Por esta razón dichas lenguas, en cuanto instrumentos literarios, experimentan un sorprendente retroceso durante el Siglo XV y se llega a una especie de identificación entre humanidades y lenguas clásicas. De los autores antiguos tomaron los educadores humanistas un aforismo.

Los humanistas jamás se propusieron un modelo educativo generalizado, sino para élites. Inevitablemente se produjo la tendencia en ellos a convertir los centros de enseñanza en hogares para la educación de los futuros dirigentes. Se oculta, detrás de este puro pragmatismo, una nueva actitud moral que tiende a hacer del éxito una especie de prueba definitiva de virtud.

Los historiadores señalan tres generaciones de humanistas: la de Petrarca, la

de Coluccio Salutati y la de Lorenzo Valla, Bruni y Bracciolini. Es la tercera, dueña ya del griego, la que conforma de una manera definitiva el esquema educativo. Hasta ella el humanismo se había desarrollado al margen de la Universidad, casi en hostilidad hacia los viejos claustros; ahora pretendía, por el contrario, penetrar en sus muros para transformarla. La presencia de los humanistas originó querellas entre el cuerpo profesoral, menos importantes de lo que se ha creído, las cuales obedecían a la fortaleza con que los universitarios defendían su sistema tradicional.

Excepto en algunos aspectos muy concretos, los avances científicos y técnicos fueron, en el Siglo XV, muy poco importantes.

León Bautista Alberti afirmó que el hombre era un compuesto de alma, cuerpo y tiempo. La observación es muy importante porque le convierte en un ser tridimensional. De este modo se supone que cada hombre posee, en el momento de iniciar la existencia, una cuenta temporal variable, que gasta en su vivir. El tiempo de cada no es absolutamente válido y único para sí.

Figura 20. León Battista Alberti

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Del uso del tiempo, el hombre ha de rendir cuenta. Aquí aparece la

ambivalencia educativa. Pero también se rinde cuenta a los demás hombres: la “fama” debe conducir a la “gloria” que perdura como juicio positivo de valor en la memoria de las generaciones futuras. En ambos aspectos se sintetiza la educación humanista. 2.2.2.2 Traducciones y bibliotecas. La muerte de Petrarca (1374) es considerada como el tránsito de la primera a la segunda generación de humanistas;

la de Coluccio Salutati (1406) de la segunda a la tercera. Durante treinta años, Salutati fue secretario de cartas latinas de la Señoría y, como tal, desempeñó funciones políticas sumamente importantes de las que se sirvió para coleccionar manuscritos latinos y para atraer hacia Florencia a los eruditos humanistas. Florencia se convirtió por estos años en el centro intelectual más importante del mundo. El principal acontecimiento fue, sin embargo, la instalación de Miguel Chrisolaras en Florencia, a partir de 1397; con él se iniciaba el estudio sistemático de la lengua griega.

La principal labor de estos humanistas, que consideraban a Salutati como una especie de jefe de escuela, consistió en la

ordenación de los textos clásicos. Esto es lo que normalmente se denomina descubrimiento de la cultura griega, aunque más exacto sería hablar de una depuración: desde 1429 el conocimiento de los textos no difiere del que se posee en la actualidad, excepto las obras de Prudencio, la correspondencia entre Plinio el Joven y Trajano y ciertos libros de Tácito y de Tito Livio, que no fueron conocidos hasta el Siglo XVI. Sobre este bagaje comienza una larga y lenta labor erudita, de copia, análisis y estudio filológico comparado. Traducir no era tan importante como conservar, ordenar y sobre todo penetrar en el texto.

Una tarea imprescindible fue la formación de bibliotecas, continuando la labor que con tanto empeño hicieran los monjes medievales. El Siglo XV contempla a este respecto un cambio: los libros no se encuentran sólo en colecciones particulares o monásticas; aparecen las bibliotecas públicas que persiguen un objetivo científico.

Organizadas bajo la munificencia de los príncipes, estas bibliotecas se revelaron como los instrumentos del saber humanístico, cada vez más diferenciado de la enseñanza tradicional del Derecho, la Medicina o la Teología, propia de las Universidades y dependiente del comentario de un maestro. En todas ellas comenzaron a parecer escuelas elitistas, de un saber puro y nada pragmático, en las cuales se aceptaba incluso a mujeres. 2.2.3 El humanismo fuera de Italia 2.2.3.1 Alemania. Las intensas relaciones mercantiles que sostenían las ciudades italianas con la Península Ibérica, Alemania y los países del entorno del Canal de la Mancha88, favorecieron la difusión del humanismo por todos ellos.

En Alemania, el humanismo aparece vinculado a las Universidades y se ve muy pronto penetrado de espíritu religioso e influencias ockhamistas que le

88 Ubicado entre Francia e Inglaterra.

Figura 21. Coluccio Salutati

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permitirán incorporarse al luteranismo. Los humanistas germanos de la mitad del Siglo XV creían que los dos principales problemas que tenían que resolver eran la depuración de los textos clásicos y la educación de los jóvenes.

En las universidades alemanas y en la Corte de Francia la influencia petrarquista perduró largo tiempo; es una de las causas por las cuales el humanismo francés y rhenano aparece constantemente retrasado en relación con el movimiento contemporáneo en Italia.

En la segunda mitad del Siglo XV la influencia de Lorenzo Valla sobre Alemania pasó a ser predominante; a su vez se establecerá el contacto entre los maestros germanos y el criticismo filológico que caracteriza a la escuela florentina. A la cabeza de esta nueva orientación, que significa un profundo cambio en la trayectoria, que en definitiva conduce a Erasmo, se tiene que situar a Rodolfo Husman, quien descubre las etapas de una investigación filológica que quedará plasmada en el De Inventione Dialectica. La significación exacta de las palabras permitía desentrañar muchos de los aspectos descuidados de la doctrina cristiana. 2.2.3.2 Francia e Inglaterra. El humanismo se instaló en París y en Londres con más dificultad que en Alemania, porque los claustros poseían maestros de más prestigio y una tradición más sólida. La influencia lullista era considerable entre los escritores franceses, mientras que la fuerza del ockhamismo, en Oxford especialmente, pero también en París, daba un tono peculiar a las corrientes humanistas.

La gran figura que provoca en Francia el cambio es Jacobo Lefèvre d’Etaples, en cuanto al planteamiento de nuevos problemas y la búsqueda de respuestas, apartándose de la dialéctica tradicional de las Escuelas. En 1490 había conseguido hacerse famoso con un comentario a la Metafísica de Aristóteles; entre este año y el de 1492 estuvo en Italia, en donde entró en relación con Ermolao Barbaro y Marsilio Fisino.

Inglaterra vivió durante la mayor parte del Siglo XV bajo la influencia de Chaucer, de su anticlericalismo y de su amarga ironía. Pero era ya una influencia que se presentaba como excesivamente anclada en el pasado. Hay que esperar hasta 1486 para que aparezca en Oxford un maestro italiano, Cornellio Vitelli, que despertó la atención de los estudiosos.

2.2.3.3 España. La victoria de la Casa de Trastámara imprime matices aristocráticos a la vida y coloca en primer término la afición a los romances y a las novelas de caballería. Cervantes, que aparece al término del humanismo con la síntesis de todo cuanto de hidalgo contiene el alma española. En España la fecha de 1492 tendrá profunda significación de cambio: sucumbe Granada89, se expulsa a los judíos, se descubre América.

Esta cultura humanista no se produce en la Península con autonomía sino bajo la presión de dos influencias exteriores que

89 Ciudad de Andalucía al sur de España.

Figura 22. Jacobo Lefèvre de E’taples

Figura 23. Miguel de Cervantes

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empleaban para manifestarse los mismos caminos que estaban siguiendo la economía y la política: Flandes e Italia. En las postrimerías del Siglo XV ya no puede hablarse tanto de influencias; el humanismo español cuaja en fórmulas propias.

El paso de la primera a la segunda generación vino acompañado de algunos cambios significativos. Se abandona definitivamente el gallego, hasta entonces utilizado preferentemente como lengua lírica. En los reinos orientales se abandona también el provenzalismo y se desplaza de Barcelona a Valencia90 el eje de la producción literaria. Los que caracteriza a esta segunda generación es el predominio del sentimiento.

La tercera generación, que corresponde al pleno triunfo del humanismo, se caracteriza por el empleo de la novela, el género posteriormente más importante de la literatura española. La novela es el resultado de la individualización del hombre, y de una mezcla de influencias a partir de la antigua base del Cusarí judío: la descomposición del romance, el influjo italiano, desarrollo de las crónicas de sucesos particulares que son casi biografías noveladas, todo esto se combina para producir un género que trata de reconstruir ficticiamente, la realidad de un ambiente dado. Muchos caballeros andantes recorrieron la meseta castellana en el Siglo XV; la realidad está antes que la ficción. Pero las dos grandes novelas del Siglo XV se escriben en catalán y valenciano, respectivamente. 2.3 REVUELTA CONTRA EL PONTIFICADO 2.3.2 La revolución husita 2.3.1.1 Los precedentes. Existe en la actualidad una tendencia a presentar a Juan de Hus como un precursor ilustre de la Reforma protestante, o como un héroe de la resistencia nacional checa contra la influencia de los alemanes, o como el autor de una revolución social, en el sentido de la interpretación marxista. Hus puso en marcha, sin advertirlo, un vasto movimiento en que se mezclaron y confundieron críticas religiosas, ideas nacionales y tendencias reformadoras de la sociedad. Era más vehemente de palabra que de pensamiento. Pero sus palabras caían sobre un auditorio que estaba orientado en cierta dirección crítica por las doctrinas que se estaban difundiendo en Praga. La difícil situación provocada por el Cisma de la Iglesia hizo el resto.

Sus ataques contra los eclesiásticos coincidían con el wyclifismo en especial en los oídos de quienes así lo deseaban. La simpatía por el hereje inglés y por sus ideas se extendería mucho antes de que fuera posible conocer sus obras; se veía en ellas una denuncia contra el Pontificado, el clero y la estructura eclesiástica con la demanda de retorno a un “cristianismo primitivo” que cada cual podía imaginar a su modo. Muchas de las ideas que se manejaron en vísperas de la gran revuelta pecaban sin duda de ingenuas, sin dejar de ser explosivas. Se presentaba la vida monástica como antinatural: contribuía a esterilizar la tierra, recomendaba la castidad de la mujer, contraria a su naturaleza, y explotaba a los pobres, que eran más fáciles de engañar que los ricos. El Papa y los cardenales eran acusados de

90 Distrito al Este de España.

Figura 24. Juan de Hus

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practicar simonía, equivocarse constantemente en materia de fe y cometer fraudes con las indulgencias.

Estos argumentos eran la consecuencia del predominio de la teología ockhamista. Las pretensiones de retornar al cristianismo primitivo no significaban que se quisiese limpiar de adherencias y de abusos a la vida cristiana; se pretendía sustituir su fe por otra nueva. Como sólo importan las virtudes cristianas, todos los ritos debían ser suprimidos.

La sistemática que se aprecia en estas ideas es la consecuencia del retorno al nominalismo proclamado por los maestros de la “vía moderna” ockamiana. Hus no mentía al considerarse ajeno al magisterio wyclifista; pero sus discípulos le atribuían relaciones muy sólidas con el wyclifismo. Hus inició sus trabajos de reformador dentro de un movimiento, que él no fundó, y que en sus comienzos podía creerse que se orientaba, como otros grupos en diversos países de Europa, hacia una reforma y depuración de la Iglesia. 2.3.1.2 La capilla de Betlehem. En ella los sermones se pronunciaban únicamente en checo. La figura más sobresaliente de la capilla fue Tomás de Stitné. En 1402 se admitió a Juan de Hus. Se vivían momentos muy difíciles para la Iglesia. En el momento en el que Hus empieza sus prédicas, y llegan a Praga los escritos de Wyclif, la sede episcopal se encontraba vacante. 2.3.1.3 Hus, Hombre y la Doctrina. El apellido del famoso reformador checo no es sino abreviatura de Husinetz. Juan de Hus no insistía tanto en la crítica antieclesiástica reinante en las Universidades alemanas y en Praga, como en la afirmación que se encuentra ya en Matías de Janow de que la Iglesia invisible de los predestinados es la verdadera.

Respecto a Wycliff, su defensa consistió en decir que muchas de las doctrinas atribuidas al hereje inglés no eran verdaderamente suyas; pero sus oyentes universitarios entendían que Hus se identificaba con Wyclif y el wyclifismo. Esto aumentó su popularidad. 2.3.1.4 La ruptura. Juan de Hus tenía que verse envuelto en la querella en torno al wyclifismo que rebrotó entre 1409 y 1412. Doctrinas que Hus defendió, como la que negaba el valor del sacramento cuando era impartido por un sacerdote indigno o combatía a las indulgencias, le fueron atribuidas. Él sostenía tesis heréticas, sin duda alguna, pero de base distinta. La principal era la de que la “piedra” del párrafo de Mateo 16,18, no se refería a Simón Pedro sino al mismo Cristo; por consiguiente, el Papa era innecesario. Hus se dejó arrastrar por el calor del momento desatando contra el Papa sus diatribas y asegurando que las indulgencias eran tan sólo un negocio criminal. Hubo incidentes y agresiones contra los predicadores.

En diciembre de 1412, sometido a proceso y declarado vitandus91, Juan de Hus abandonó Praga,92 ocultándose durante dos años. Precedente de Lutero, dedicó este tiempo a ordenar y poner por escrito su doctrina, a la espera de que el Concilio le diese la ocasión de defenderla. De entonces datan las tres principales obras:

91 Odioso. Execrable. 92 Ciudad al Oeste de la República Checa.

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Exposición de la Fe, Sobre la Simonía y Los Diez Mandamientos y el Padre Nuestro. En ellas la Iglesia era definida como una comunidad de predestinados que alcanzan la salvación eterna por la sola misericordia de Dios, puesto que el hombre es incapaz de merecerla por sí mismo. Los precitos, destinados a condenarse, no forman parte de la Iglesia, aunque se encuentren dentro de la institución humana conocida bajo este nombre. La verdadera Iglesia es superior al Papa porque a ella pertenece la infalibilidad. Hus decía no sólo que el Pontífice es susceptible de error, sino que, de hecho, había errado numerosas veces. 2.3.1.5 La sentencia contra Hus. Segismundo puso todo su empeño en que el Concilio de Constanza tratase ante todo del problema husita, porque necesitaba de una solución en Bohemia para sus amplios proyectos políticos. Otorgó a Juan de Hus salvoconducto, para que compareciese ante los padres. Juan XXIII se inclinaba a mostrar cierta benevolencia al hereje que, excepto en el tema concreto del Primado y de la jerarquía eclesiástica, le parecía menos peligroso de cómo sus enemigos le presentaban. Fue probablemente un infortunio para Hus la destitución del Papa y el alejamiento de Segismundo. El 28 de noviembre, sin respetar el salvoconducto imperial fue detenido.

Los reformadores conciliaristas mostraron la mayor animadversión a Juan de Hus, porque en él se mezclaban reforma y heterodoxia, que les convenía mantener separadas. El hereje bohemio fue víctima de ciertas dramáticas circunstancias en especial de la falta de Pontífice en la Iglesia y del deseo de los conciliaristas de aparecer como campeones de la ortodoxia. Los días 5, 7 y 8 de junio de 1415 Hus fue llevado ante la congregación general del Concilio, creía que le invitaban a defender su doctrina, cuando en realidad se le estaba sometiendo a juicio. Rotundamente negó que sus afirmaciones pudieran ser consideradas como erróneas a menos que se le demostrase con la Escritura. En otras palabras, rechazó el magisterio doctrinal de la Iglesia, afirmando que él, y cualquier otro cristiano, con la Biblia en la mano, era intérprete acreditado de la verdad. Hus se negó a retractarse de su doctrina porque no estaba dispuesto a admitir que ésta fuese herética. Murió en la hoguera el 6 de julio de 1415. 2.3.1.6 La rebelión. La muerte de Juan de Hus envenenó el problema checo, pues la nobleza de este reino la consideró como un atentado contra su propia dignidad. El 5 de septiembre de 1415 se constituyó una Liga para defensa de la libertad religiosa, reclamando para los fieles la comunión bajo las dos especies. De este empeño en las dos especies nació el término “utraquistas” bajo el cual se les conoció. Muy pronto se produjeron violencias; eran asaltados los monasterios e iglesias en donde se negaba el cáliz. Los enemigos morían asesinados. La elección del Papa Martín V, que confirmó la sentencia contra las doctrinas sustentadas por Hus, y la clausura del Concilio, acabaron con las últimas perspectivas de un arreglo pacífico. Los rebeldes elaboraban un programa compuesto de cuatro artículos:

1. La predicación en lengua checa sería libre en todo el país. 2. Todos los fieles, incluyendo a los niños, tendrían derecho a recibir la

comunión bajo las dos especies.

Figura 25. Juan XXIII

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3. Desaparecerían todas las distinciones entre clérigos y laicos, suprimiéndose además las propiedades de los primeros, que quedaban obligados a vivir en pobreza evangélica.

4. Los pecados serían castigados por las autoridades con penas temporales. 2.3.2 El Concilio de Basilea 2.3.2.1 La obra de Martín V. El Concilio de Constanza logró un gran éxito por cuanto restableció la unidad de la Iglesia, pero dejó pendientes algunas graves cuestiones, entre ellas la declaración de la doctrina del Primado y la “reforma in capite et in membris”. Martín V se apresuró a clausurar el Concilio, no porque fuera contrario a la idea de la reforma sino porque creía que era necesario previamente el restablecimiento del poder Pontificio en Roma para que ésta se llevara, sensatamente, a buen término. El Cisma había reducido a polvo la obra del cardenal Albornoz, haciendo reinar en el Patrimonio la más desesperanzada anarquía. Martín V, que era un Colonna, tuvo que renunciar con las otras familias poderosas del

territorio, la de Braccio di Montone, dueño de Perugia, los Orsini y los Malatesta.

La postura del Papa era más difícil y compleja porque las resistencias a su gobierno procedían no sólo de los reformadores conciliaristas, sino también de los sectores tradicionales, enemigos del Concilio, que temían de Martín V excesivas concesiones.

En su programa de reconstrucción de la autoridad pontificia, Martín V hubo también de ajustarse al esquema de las naciones, firmando con los reyes acuerdos que a menudo se llaman “concordatos”. La autonomía conquistada en este momento por la Iglesia de Francia –que equivale a un sometimiento a las autoridades laicas- permite hablar de un verdadero “galicanismo”. No se trataba de ninguna novedad.

Los decretos reales, inspirados por la Universidad de París, que trataban de

organizar la vida de la Iglesia de Francia durante la segunda sustracción (1407-1408), no hicieron sino aplicar esta doctrina. Antes del Concilio de Constanza se pretendía dar a dicha Iglesia, una nueva constitución por la que el sínodo de obispos, reunido cada año, se convertiría en el órgano supremo de autoridad, al que cada uno de los prelados quedaba sujeto.

Martín V se encontró en una situación sumamente difícil, porque Carlos VII parecía decidido a conservar las “libertades de la Iglesia de Francia” como una parte esencial de su programa de reordenación de la vida nacional. Comenzó un largo debate durante el cual aparecían frecuentes vacilaciones por parte de Francia respecto al apoyo que debía prestarse a la autoridad del Papa. Por su parte Martín V hubo de hacer prodigios de habilidad para evitar una ruptura, mostrar su afecto a un reino que era esencial e impedir que la querella entre borgoñones y armagnacs se reflejara en nuevas contiendas eclesiásticas. El 2 de mayo de 1418 se había firmado una especie de convenio: se volvía al sistema consuetudinario de elecciones episcopales –cosa que importaba mucho al rey- confirmadas por el Papa, y a la colación por éste de la mitad de los beneficios eclesiásticos; retornaban las tasas

Figura 26. Martín V

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pero se suprimían los expolios y procuraciones. Este acuerdo, que era más un programa de actuaciones futuras que un auténtico tratado, dio origen a tercas discusiones que desembocaron en el “concordato” de 21 de agosto de 1426; en él se asignaron al rey quinientos beneficios de los que podía disponer. No hay duda de que el galicanismo había conseguido a través de este acuerdo una victoria importante, pero sin disipar por completo las causas de conflicto, especialmente en las apelaciones a Roma y en las sentencias que dictaban los tribunales eclesiásticos. Por eso en la primera etapa de Basilea, Francia se mostró conciliarista; al cercenar la autoridad del Papa, los reformadores aumentaban el poder real.

Desde 1398 se encuentra en marcha un anglicanismo más poderoso y radical que su contemporáneo francés. Apenas si existían posibilidades de resistencia porque los monasterios británicos, empobrecidos, padecían la mayor decadencia en su disciplina y en su vida religiosa. El convenio entre Martín V y Enrique IV de Inglaterra fue de los más simples; ninguna necesidad hubo de reglamentar los nombramientos, las apelaciones o las tasas porque se encontraban en poder del rey desde mucho tiempo antes. Al comenzar el Concilio de Basilea los ingleses se mostraron poco inclinados a la revuelta porque no querían perder las grandes ventajas conseguidas. Borgoña tomó una actitud semejante por idéntica razón.

Martín V se mostró muy generoso con los reinos españoles, a los que tanto debía el Pontificado. Los monarcas pudieron retener para sí las rentas de las diócesis que habían estado vacantes en el interregno. 2.3.2.2 La convocatoria. De acuerdo con el decreto Frequens, un nuevo Concilio debía reunirse siete años después del de Pavia-Siena.

El 23 de julio de 1431 fue inaugurado el Concilio, con tan escasa asistencia que se dudaba de su viabilidad; las comunicaciones entre Basilea y la Corte pontificia eran difíciles, mientras que la guerra entre el duque de Borgoña y el archiduque Federico de Austria impedía el acceso a la ciudad.

Eugenio IV firmó, el 12 de noviembre del mismo año, la bula que disolvía el Concilio de Basilea y lo convocaba de nuevo para Bolonia93, dieciocho meses más tarde. El 14 de diciembre, Cesarini celebraba la primera sesión en la que se fijó el programa de trabajo: restablecer la paz en la Iglesia, liquidar la herejía y emprender la reforma “in capite et in membris”. Es posible que Cesarini haya forzado la marcha por el convencimiento de que sólo el Concilio estaba en condiciones de impedir la consolidación de la herejía en Alemania. De hecho, la chispa saltó. El 15 de febrero de 1432 los padres conciliares, dominados por las corrientes reformadoras y protegidos por Segismundo, el duque de Borgoña y el de Milán, declararon que se hallaban legítimamente constituidos y que el Concilio, superior al Papa, no podía ser disuelto por una simple orden de éste. El último día de febrero conminaron a Eugenio IV a que retirase la bula de disolución y acudiese, en plazo de tres meses, junto con sus cardenales, a Basilea para incorporarse a las tareas del Concilio.

93 Ciudad de Emilia Romagna, al Norte de Italia.

Figura 27. Carlos VII

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La consolidación definitiva llegó en abril de 1432. Una Asamblea del Clero de

Francia, que había estado reunida en Bourges94, decidió que consideraba legítimo el Concilio y solicitó de Carlos VII que enviase sus representantes.

2.3.2.3 Los éxitos del Concilio. En la victoria que los padres conciliares obtuvieron, en esta primera etapa, influyeron algunos factores importantes. En la tradición de la Iglesia, el Concilio era esencialmente la reunión colegiada de los obispos de la Cristiandad, que podían hacerse representar por procuradores idóneos en caso necesario. Pero los revolucionarios de 1432 afirmaban que la jerarquía no merecía el menor respeto y que la eficacia del Concilio dependía de que existiesen clérigos útiles e importantes; un comité de doce personas fue nombrado para establecer la idoneidad. Se presentó una propuesta para que, de antemano, todos los presentes jurasen defender los acuerdos que adoptara el Concilio; a esto se negaron los embajadores castellanos y los ingleses.

El Concilio aprovechó las vacilaciones para convertirse en órgano supremo de autoridad sobre la Iglesia. Modificando el sistema instaurado en Constanza95 fueron establecidas en Basilea cuatro comisiones (fe, paz, reforma, general) que permitían equilibrar con un número igual de clérigos, el peso de los representantes de las monarquías. Las discusiones hicieron interminables porque cada votación podía ser revisada por las demás comisiones. El Concilio actuó como si fuese poder ejecutivo: organizó oficinas, recaudó impuestos e incluso fundó una Universidad.

Muchos acusaban al Papa de imprudencia porque estos exaltados conciliaristas parecían a punto de lograr la paz religiosa en Bohemia. Cediendo a las presiones de los consejeros, el Pontífice inició un retroceso el 14 de febrero de 1433, aceptando la legalidad de las actuaciones y prolongando las sesiones para que la negociación tuviera lugar. Entre marzo y agosto de este año hubo un forcejeo significativo: progresaban rápidamente las negociaciones con los herejes, mientras que el Concilio consideraba la benevolencia del Papa como un signo de debilidad. Eugenio IV se plegó a los consejos de Cesarini, promulgando sucesivamente dos bulas del mismo título, Dudum Sacrum (1 de agosto y 15 de diciembre de 1433), reconociendo la plena legitimidad de las actuaciones. La segunda había sido redactada prácticamente por el propio Concilio. 2.3.2.4 La revuelta conciliar. Entre la primavera de 1434 y los comienzos del año 1436, las facciones romanas se sublevaron haciendo prisionero a Eugenio IV; pudo huir, buscando refugio en Florencia. Los sucesores de Eugenio IV tendrán que plantearse seriamente el problema de reconstruir Roma, convertida en una ruina. Estos sucesos desfavorables regocijaban a los reformadores, dueños del Concilio y decididos, al parecer, a prolongar indefinidamente sus sesiones.

A pesar de todo, Eugenio IV no pensó nunca en abandonar la lucha. Su misión era defender el Primado pontificio y para ello necesitaba el apoyo de los poderes laicos. Intervino en las negociaciones entre Francia e Inglaterra, para conseguir la paz de Arras (1435) y presentar unidas a su favor a las dos principales potencias de occidente. También el Concilio pretendía actuar en la diplomacia, para reforzar su posición exterior. Durante mucho tiempo estuvo recogiendo informes y opiniones acerca de la reforma; muchas de éstas eran peregrinas. Por ejemplo, se

94 Ciudad de Cher en el centro de Francia. 95 Ciudad de Wurttenberg al Sur de Alemania.

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propuso, como medio de evitar el concubinato eclesiástico, su legalización, y aceptar los decretos apócrifos para acabar con las dudas canónicas. Al fin, en la sesión 20, celebrada el 22 de marzo de 1435, se anunció el inicio de la “reforma in capite et in membris”. Muy pronto se advirtió la completa ausencia de acuerdo. La única convergencia en las opiniones se producía en la destrucción de la autoridad pontificia: se suprimieron todas las rentas, con excepción de las que procedían de los Estados de la Iglesia; fue anulando el derecho del Papa a nombrar obispo en el caso de una elección disputada; se estableció el procedimiento de cooptación96 para la designación de cardenales, prohibiéndose en todo caso el nombramiento de nepotes; se intentó, en suma, acorralar al Papa a una mera preeminencia honorífica, como obispo de Roma. En enero de 1436 se adoptó el acuerdo de que, en adelante, todos los Pontífices, antes de ser entronizados, tendrían que jurar el mantenimiento de la fe tal y como se contenía en los decretos de Constanza y Basilea. Todo esto contrasta con la pobreza de otras disposiciones.

Desde el verano de 1436, restablecido el orden de Roma, Eugenio IV estaba otra vez en condiciones de tomar la iniciativa. En una carta circular bastante áspera, dirigida a todos los reyes y príncipes de la Cristiandad, se permitió formular críticas a la labor del Concilio.

Apurando las últimas esperanzas, el emperador de Bizancio, Juan VIII, creía que, si se brindaba una oportunidad para unir ambas Iglesias, serían enviados refuerzos desde Occidente para salvar a Constantinopla de los turcos. Eugenio IV se adelantó a decir que, si era preciso, estaba dispuesto a convocar al Concilio en Constantinopla, cosa imposible; en un acuerdo firmado con el emperador le prometió que éste tendría lugar en una ciudad de la costa, accesible a los griegos, y estando presente el propio Papa. Con gran ligereza, el Concilio no sólo aceptó esto, sino que ofreció encargarse de todos los gastos que se irrogasen97 de la presencia bizantina. Los padres comprendieron inmediatamente el error cometido; carecían de fondos para asegurar el traslado de tantas personas, oficinas y organismos desde Basilea. De este

modo comenzaron a ofrecer la sede a aquella ciudad que estuviese dispuesta a pagar una suma de 70,000 ducados.

Inesperadamente, el Concilio anunció el 5 de diciembre de 1436, que la reunión entre las dos Iglesias tendría lugar en Basilea, o en Avignon, o en un lugar de Saboya, y no otra parte. Ningún puerto de mar ni ciudad asequible como se había prometido. Unos cuarenta obispos y algunos humanistas, presididos por el propio cardenal Cesarini, se reunieron proclamándose “melior et sanior pars”, para exigir del Concilio que cumpliese su palabra y aceptase una ciudad conveniente para los griegos. Un cambio de opinión comenzaba a advertirse, respaldado enérgicamente por los embajadores bizantinos que rechazaron las tres sedes propuestas y exigieron que se cumpliesen los compromisos previos. En abril de 1437 las disputas habían degenerado en violencia, y ésta en guerra cuando, el 7 de mayo, Cesarini propuso, en nombre del Papa, el traslado a Florencia en donde Eugenio IV residía.

96 Llenar las vacantes de una corporación mediante el voto de los integrantes de la misma. 97 Surgieran.

Figura 28. Juan VIII

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Eugenio IV había recobrado su firmeza y decidió aceptar la lucha usando las

armas de su autoridad. La propuesta fue convertida en orden el 30 de mayo sin esperar a conocer la reacción del Concilio. Algunos de los más ilustres pensadores comenzaron a manifestarse contra el Concilio.

Eugenio decidió llevar la querella a un terreno doctrinal. Hizo circular, en 1436, un Lider Apologeticus en que se acusaba al Concilio de usurpar una autoridad que Jesucristo había conferido a San Pedro; era una invitación a los cristianos para que se definiesen en la obediencia al Vicario de Roma. Algunos meses antes los conciliaristas habían constituido en Basilea una comisión especial, encargada de averiguar cuántas infracciones había cometido el Pontífice contra los decretos del Concilio. Se estableció una lista de veinticinco. El 31 de julio de 1437 la congregación general aprobó un decreto que daba al Papa sesenta días para comparecer y defenderse de las graves acusaciones que contra él se formulaban, entre las cuales no faltaban ni la simonía ni el abuso de autoridad. Eugenio IV no se inmutó; la bula Doctoris Gentium (18 de septiembre de 1437) dispuso, en virtud de la autoridad pontificia que le asistía, el traslado del Concilio desde Bolonia a Ferrara98, lugar conveniente para los griegos, en donde le era posible además ejercer la presidencia efectiva.

El 24 de Enero de 1438, el Concilio declaró al Papa en suspenso provisional de sus funciones, y abrió contra él un proceso. El 14 de febrero se verificó la elección de presidente que recayó en el cardenal Alemán. Los ingleses y los castellanos se habían ausentado antes de la suspensión de funciones del Papa. La ruptura entre éste y el Concilio era ya definitiva. 2.3.2.5 La unión de las iglesias. Las negociaciones entre la Iglesia y la griega no fueron improvisadas. Es cierto que Eugenio IV sacó provecho, pero la preocupación por eliminar este otro Cisma, más antiguo, era sincera. El tradicionalismo imperante en al Iglesia oriental, que desde fines del Siglo XIV estaba sometida a la poderosa influencia de Jorge Palamas, había impedido que el Cisma derivase hacia terrenos doctrinales. Cuando se emprendían negociaciones de buena voluntad se encontraba en seguida una coincidencia en la fe. Las dificultades eran disciplinarias, no teológicas.

Teólogos importantes, estaban convencidos de que las cuestiones que separaban a las Iglesias no eran graves. Numerosos obispos y un total de diecisiete metropolitanos asistieron al Concilio.

Los dos problemas fundamentales, en la discusión con los griegos, eran la inclusión de la palabra Filioque en el Credo, que éstos rechazaban por razones de costumbre y tradición inveteradas, y el Primado del obispo de Roma como sucesor de San Pedro. El 4 de junio de 1439 se concluyó el acuerdo doctrinal y el 6 de julio siguiente fue firmada el Acta de Unión. Pero Marcos Eugenikos se negó a suscribirla y, con ayuda de un monje, Gennadio, inició una campaña contra la unidad de ambas Iglesias.

La Unión despertó grandes esperanzas y elevó el prestigio del Papa, pero fue un fracaso. Cuando Juan VIII regresó a Constantinopla99, encontró una oposición

98 Ciudad de Emilia Romagna al Norte de Italia. 99 Actual Estambul, capital de Turquía.

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formidable. De los 29 obispos que habían estado presentes en Florencia, sólo ocho confirmaron su aceptación; los demás negaron su firma o se retractaron. En 1448 un Sínodo reunido en Moscú100 rechazó la unión en lo referente a la Iglesia rusa. La mayor parte de los eclesiásticos orientales habían tomado una decisión muy diferente; para ellos era preferible someterse al poder otomano tratando de reconstruir bajo él la verdadera Iglesia, que aceptar la unión obedeciendo al obispo de Roma. 2.3.2.6 Victoria del Papa sobre el Concilio. La noticia de la deposición de Eugenio IV pasó desapercibida ante el éxito logrado en la unión con los bizantinos. Improvisando un cónclave, al que asistió un solo cardenal, el Concilio proclamó Papa al duque de Saboya, Amadeo VIII, que pasó a llamarse Félix V. Constituyó, sin duda, un error: la idea de reproducir el Cisma no era seductora para nadie. Eugenio IV replicó declarando excomulgados y desposeídos de sus beneficios a cuantos permaneciesen en Basilea. El Concilio se sostenía, sin embargo, porque servía los intereses de Francia. Instalado en Lausanne101, Félix V se convirtió en deplorable criatura de los conciliaristas extremados, cuya conducta e indisciplina sirvieron tan sólo para que Eneas Silivio Piccolomini se declarara en 1447 enemigo del Concilio.

De esta forma, el Concilio de Basilea, que parecía al principio destinado a conseguir una victoria espectacular de los reformadores que, bajo el programa del conciliarismo, preconizaban una inversión en la estructura de la Iglesia católica, causó a la larga el efecto contrario. Una corriente favorable al restablecimiento de la autoridad pon la autoridad de los reyes. La Iglesia remontaba la crisis del único modo posible, estabilizando el poder del Papa. Las cualidades personales de Eugenio IV sirvieron mucho para este fortalecimiento. Desde 1446 Federico III abandonó la neutralidad e inició negociaciones para un nuevo concordato con la “nación alemana”. El 23 de febrero de 1447 murió Eugenio y le sucedió Nicolás V; entre las primeras adhesiones que se recibieron estaba la de Carlos VII de Francia. 2.3.3 La marcha hacia el nepotismo 2.3.3.1 Consolidación de los poderes de los reyes sobre la Iglesia. La fortaleza del Pontificado hacia 1450 era más aparente que real, dependía de las personas que ceñían la tiara, pero las circunstancias seguían siendo desfavorables. El conciliarismo o, por mejor decir, las aspiraciones hacia una reforma antijerárquica no habían muerto. El decreto Frequens fue olvidado y ya no hubo ningún concilio hasta el de Letrán de 1512, que se mantuvo en la estricta sumisión al Pontífice y desarrolló una tarea gris aunque muy eficaz. En 1460, Pío II, rematando las disposiciones que tomara Martín V en 1418, prohibió apelar del Papa ante el Concilio.

En 1418, Martín V había tenido que otorgar unas condiciones que aumentaban la autonomía de las Iglesias nacionales. Nunca se pudo reconstruir el sistema beneficial o el régimen de impuestos que creara Avignon, sin dar parte en ellos a los monarcas. Inglaterra fue la que avanzó más rápidamente por el camino de la autonomía. La

100 Capital Rusa; del lado Europeo. 101 Ciudad de Vaua al oeste de Suiza. Figura 29. Papa Pío II

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desastrosa situación de los Estados Pontificios dejaba al Papa a expensas de la buena voluntad de los poderes laicos.

Carlos VII aprovechó de una manera especial la revuelta conciliar para extender las “libertades galicanas” más allá de los límites establecidos por el concordato de 1426. El rey es una especie de cabeza de la Iglesia de Francia si bien se reconoce la autoridad doctrinal del Papa, se le permiten cobrar ciertas tasas imprescindibles a su sostenimiento y se mantienen apelaciones en algunos casos muy concretos.

Alemania era otra cuestión muy diferente. Federico III no estaba interesado en sostener una reforma que debilitaba, si cabe, la autoridad imperial. El emperador confiaba en una labor subterránea de entendimiento con el Papa para cambiar las tendencias de los obispos alemanes.

No hay duda de que tanto Martín V como Eugenio IV trabajaron cuanto les fue posible para restaurar la Sede Apostólica en su antigua dignidad. Los reformadores solicitaban que el Papa viviese de las rentas de sus Estados y Martín V se decidió a responder, en lo posible, a esta solicitud. Se convertía al Pontífice en uno más entre los príncipes italianos, rodeado de tropas y de funcionarios y oficiales de justicia. En un informe redactado pocos meses antes de la muerte de Martín V se especificaba que las rentas se habían reducido a la tercera parte de lo que eran en 1378. Esta pobreza inspiró a los Papas la tendencia a acudir a indulgencias como medio de obtener dinero y a nombrar parientes para los cargos importantes porque sólo en ellos podían confiar. 2.3.3.2 Los grandes Papas de la restauración romana. Las ruinas melancólicas de Roma estimularon los afanes de renovación de Nicolás V; el trabajo de embellecimiento emprendido no era un simple capricho: se trataba de conseguir una capital digna del poder mismo de la Cristiandad. El Jubileo de 1450, primero que se celebraba después de la restauración de la paz, sirvió de pórtico a la nueva etapa.

Los legados se encargaron de propagar por Europa las aspiraciones del Pontífice, justificando el recurso a las indulgencias como contribución de todos los

cristianos a obra tan necesaria. Sus éxitos fueron escasos. Con gran entusiasmo fue recibida la paz de Lodi (1454) a la que Nicolás V se adhirió. Durante veinte años hubo esperanza de que las guerras intestinas pudieran terminar.

La caída de Constantinopla y el avance inexorable de los turcos por tierra y por mar despertaron la conciencia del peligro. Nicolás V, príncipe italiano y cabeza de la

Cristiandad, no permaneció indiferente. De él arranca la idea de que todos los poderes occidentales debían unirse

para formar un ejército que detuviese al enemigo musulmán. Era también un medio de evitar las guerras interiores abriendo cauce a una empresa exterior conjunta. Nicolás V murió cuando la idea empezaba apenas a tomar cuerpo. Su sucesor, el español Alfonso Borja, Calixto III, canonista riguroso, juró solemnemente que consagraría su vida a la realización de este proyecto. Todos los soberanos de Europa se abstuvieron de intervenir; por eso las tropas reunidas fueron bastante escasas.

Figura 30. Calixto III

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La cruzada sirvió, sin embargo, para promover críticas y ataques virulentos contra el Pontífice. Tanto la Universidad de París como la Dieta de Frankfurt combatieron la doctrina y la práctica de las indulgencias; también se esgrimieron contra Calixto III. Calixto murió en agosto de 1458 y tras un brevísimo Cónclave le sucedió uno de los grandes humanistas de este tiempo, Eneas Silvio, famoso por su Imago Mundi, el cual decidió llamarse Pío II. Los cardenales impusieron al nuevo Papa una capitulación, como era costumbre. Pío II, que empleó abundantemente en sus escritos la expresión Europa, como sustituto del término Cristiandad, estaba tan convencido como sus antecesores de las ventajas que ofrecía una cruzada contra los turcos en orden a la unidad entre los príncipes cristianos. 2.3.3.3 El nepotismo. Cuando Pío II murió (1464) los cardenales elaboraron un programa y exigieron de todo un compromiso a sostenerlo, cualquiera que fuese el favorecido en el Cónclave: se conservaría el número de veinticuatro cardenales, sin alteración; el Papa seguiría en todo sus consejos; un nuevo Concilio sería reunido para emprender la reforma. La elección recayó sobre Pedro Barbo, Paulo II, enemigo declarado de los humanistas a los que consideraba como auténticos paganos y cuyo programa de gobierno era más político que pastoral. La Academia de Platina se desintegró y los intelectuales llegaron a ser perseguidos. Se siguió hablando de cruzada, pero bajo unas perspectivas muy diferentes.

Progresando en esta nueva línea de orientación, fue elegido como sucesor de Paulo II el general de los franciscanos, Francisco della Rovere, que tomó el nombre de Sixto IV. De golpe convirtió en cardenales a dos sobrinos, Pedro Diario y Julián della Rovere (luego Papa Julio II), a los cuales entregó el gobierno de la Iglesia, mientras que otro nepote, laico, Jerónimo Diario, empezaba a fabricarse un señorío a costa de los Estados Pontificios, utilizando para ello el dinero y las tropas del Papa. Para la Cristiandad fue una sorpresa y un escándalo.

Sixto IV, obligado por las continuas necesidades de dinero, actuó más como príncipe romano que como pastor de la Iglesia universal.

Inocencio VIII, es decir, Juan Bautista Cibo, elegido en 1484. El Papa no sólo tenía sobrinos, sino también hijos a los cuales quería promover. Los cardenales llegaron a imponerle condiciones que limitaban su acción a los resultados de un pacto; pero tampoco el Colegio poseía la necesaria unidad. 2.4 LOS GRANDES CONFLICTOS OCCIDENTALES DE LA PRIMERA MITAD

DEL SIGLO XV 2.4.1 La guerra de Azincourt (1415-1444) 2.4.1.1 La Casa de Borgoña. Los dominios de la Casa de Borgoña se asentaban ya en este momento sobre cuatro territorios: Borgoña, Flandes, Brabante102 y Limburgo103, que tenían la característica común de poseer una gran prosperidad económica.

102 Provincia en el Centro de Bélgica. 103 Provincia al Norte de Bélgica.

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Hasta 1415 el duque de Borgoña había aspirado ante todo a ejercer dominio sobre el rey de Francia, aprovechando la incapacidad de Carlos VI, pero la reaparición de los ingleses y la rápida conquista de Normandía por Enrique V, impusieron un cambio radical en sus proyectos. Sin poseer el carácter definido de los franceses o de los castellanos, la población de los Países Bajos estaba adquiriendo cierta conciencia de comunidad que se apoyaba sobre una plataforma de intereses económicos.

En más de un aspecto, la política exterior de la Casa de Borgoña había demostrado su incompatibilidad con los intereses de Francia. En sus acciones, Felipe el Bueno y Carlos el Temerario contarán con la aprobación de sus respectivos Estados Generales.

Hacia el exterior, la Casa de Borgoña se presenta como identificada con los intereses del patriciado de mercaderes y cambistas, mientras que su Corte es como la quintaesencia del espíritu caballeresco. Borgoña creó, alimentó y difundió por toda Europa la fantasía de la moda y de las fiestas. 2.4.1.2 La victoria de Enrique V. Su principal clarividencia consistió en comprender hasta qué punto tenían los Comunes razón cuando presentaban la larga paz de 1388 como un grave perjuicio para los intereses mercantiles de los británicos.

Una importante transformación se estaba produciendo en la economía inglesa en la segunda mitad del Siglo XIV. Industria y comercio producían beneficios y permitían la creación de una nueva clase social con capacidad de otorgar créditos al rey, pero cuyo status económico dependía de que se abandonase el procedimiento de reclusión de los ingleses en sus islas. El reino reclamaba del joven monarca que reconquistase para él la hegemonía sobre el Canal de la Mancha, y que le ayudase a convertirse en potencia marinera. Esta fue la razón inicial de esta guerra de Azincourt.

Desencadenando la guerra de Francia, Enrique V esperaba superar las profundas divisiones existentes entre la nobleza británica, que hubieran podido degenerar en una guerra civil, abriendo a ésta campos de expansión y enriquecimiento. En el otro extremo del frente, la regencia de Catalina de Lancaster y la muerte de Fernando de Antequera proporcionaron la neutralidad de Castilla; los mercaderes castellanos se dieron cuenta demasiado tarde de que la instalación de los ingleses significaba su propia eliminación de los mercados franceses.

El 25 de octubre de 1415 Enrique V obtuvo una victoria en Azincourt, la batalla que ha dado nombre a toda esta guerra.

Los ingleses emprendieron la sistemática ocupación de Normandía, empleando una estrategia muy moderna que consistía en establecer puestos fortificados que delimitaban una parcela del territorio, que después se limpiaba. En ningún momento presentó Enrique V otras reivindicaciones territoriales que aquellas que se derivaban del tratado de Bretigny. 2.4.1.3 El tratado de Troyes104. Durante los años 1418 y 1419 tuvieron lugar intensas negociaciones entre los dos trozos en que había venido a dividirse Francia; Borgoña, aliada de Enrique V, neutral de hecho en la contienda, se presentó como

104 Ciudad de Aube al centro de Francia.

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mediadora y, también, como esperanza de salvación del desastre. En 1419, Juan sin Miedo firmó un acuerdo con los armagnacs en Pouilly, prometiendo celebrar una entrevista con los defensores del delfín en el puente de Montereau105, para evitar sorpresas. Durante esta entrevista, el 10 de septiembre, algunos servidores de Carlos mataron al duque de Borgoña. Años más tarde, mostrando el agujero de su calavera, un fraile explicaba a Francisco I que por él habían entrado los ingleses en Francia.

En un instante, todo cambió. El nuevo duque de Borgoña, Felipe el Bueno, propuso a Enrique V una alianza invitándole a trasladarse a Troyes, en donde se encontraba la reina Isabel.

El tratado de Troyes significa un cambio, acaso radical, en los proyectos de Enrique V, que había ido a la guerra en 1415 para restablecer el tratado de Bréttigny o la parte de él que le proporcionase el dominio del mar, y se encontraba ahora persiguiendo la conquista de todo el reino de Francia. Esta empresa, a poco que se

empeñase el patriotismo francés, excedía con mucho a las fuerzas y a la economía británica. Además, Enrique V murió en París el 31 de agosto de 1422, precediendo a su suegro Carlos VI en menos de dos meses. Como sucesor de ambos fue proclamado rey de Francia y de Inglaterra Enrique VI que aún no había cumplido un año. 2.4.1.4 El gobierno inglés en la minoridad de Enrique VI. Dos hermanos de Enrique V, los duques de Gloucester y de Bedford, asumieron el gobierno en nombre del rey niño, repartiéndose las respectivas funciones. El primero, que había sustituido a Enrique durante la guerra, permaneció en Westminser; el segundo se instaló en Francia.

Los dos duques estaban decididos, al parecer, a lograr sus éxitos en el exterior, continuando y aumentando la política de Enrique V. Bedford se lanzó a la conquista de Francia. Humberto, duque de Gloucester, casó con Jacoba de Hainaut, separada de su marido, Juan de Baviera, y trató de apoderarse de los dominios de su esposa, arriesgando con ello una ruptura con el duque de Borgoña.

Cuando Gloucester regresó, en 1425, fracasado, la tensión entre el Consejo, portavoz de la nobleza, y el Guildhall, asiento de los mercaderes ricos, había llegado a su punto máximo. Comenzaban a experimentarse las consecuencias del abandono de una política.

Las negociaciones entre los dos partidos, el de la nobleza y el de Gloucester, duraron varios meses; se estaban ya perfilando los intereses políticos y dinásticos que se enfrentarán en las postrimerías del reinado. El Parlamento, reunido en Leicester el 12 de marzo de 1426, para votar los subsidios que en Francia se necesitaban, contempló una aparatosa reconciliación entre ambos hermanos, pero el Consejo obligó a uno y otro a firmar un escrito en que, bajo juramento, les obligaba a considerarle como autoridad suprema.

105 Ciudad de Vaua al Oeste de Suiza.

Figura 31. Enrique IV

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2.4.1.5 La guerra en Francia. Muchos de los nobles creían sinceramente que el sometimiento a Inglaterra podía ser el remedio para los sufrimientos de un reino desgarrado por la guerra civil.

Francia se encontró dividida entre dos soberanos de incompleta y vacilante autenticidad. Durante varios años Carlos VII dio la sensación de estar atormentado por dudas y pesimismo. Prácticamente dejaba todos los asuntos en manos de un Consejo que no brillaba precisamente por la capacidad y honradez de sus miembros. Bourges se debatía en medio de dificultades económicas superiores a las de los ingleses.

El objetivo fundamental de los británicos consistía en apoderarse de Anjou y de Maine, sin cuyas rentas el delfín no podría sostenerse. Mientras Bedford contó con el apoyo de los tres grandes nobles franceses, la superioridad de sus armas se ejerció de un modo aplastante. Bedford hubo de regresar a Inglaterra para poner paz entre los bandos. A principios del año 1427 estaba de nuevo en Francia con refuerzos importantes.

Comenzaba el ataque decisivo. El conde de Salisbury comenzó la ocupación del valle del Loire106 poniendo cerco a Orleans107 el 7 de octubre. El joven duque de Orleans, llamado Carlos, estaba en Inglaterra como prisionero, desde Azincourt. En la mentalidad caballeresca del Siglo XV atacar el dominio de un prisionero que ha dado su palabra de rendición es felonía, a menos de que se trate de un rebelde a su legítimo rey. Orleans era algo más que la llave del dominio del valle de Loire. Era el símbolo porque en él se ventilaba el juicio de Dios. Cuando Salisbury murió, Bedford encomendó el mando al capitán Sir Juan Talbot. Un ejército enviado a las órdenes de Carlos de Borbón, conde de Clermont, pretendió destruir los aprovisionamientos británicos el 12 de febrero de 1429 pero fue derrotado. Se habló de este episodio como de la “batalla de los arenques” porque el cargamento principal era esta pesca.

2.4.1.6 Juana de Arco. Al impulso fantástico de esta doncella, Juana, cristalizó el sentimiento nacional. La mejor fuente para el conocimiento de la doncella de Orleans sigue siendo el proceso.

Ella misma contaba cómo, a los 13 años de edad, había recibido apremiantes mandatos celestiales para que fuese a coronar al delfín y a liberar a Francia de los ingleses y borgoñones. A una edad temprana hizo voto de virginidad. Durante cinco años las voces insistieron; al recibir noticia del cerco de Orleans tomó la decisión de presentarse en Vaucouleurs al capitán Roberto de Baudricourt; éste la devolvió, naturalmente, a sus padres. Pero Juana insistió por segunda vez, con tal fuerza de convicción que el capitán decidió remitirla al delfín.

El 6 de marzo de 1429 llegó a Chinon108, refugio de Carlos VII, en el momento de la depresión por la inminente caída de

106 Provincia al Centro de Francia. 107 Ciudad en Loire. 108 Ciudad de Loire al Centro de Francia.

Figura 32. Juana de Arco

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Orleans. La convicción más completa era la que poseía Juana, que escribió a los ingleses una carta invitándoles a abandonar Francia.

Los defensores de la ciudad se sintieron contagiados por la enorme fuerza

moral que de la doncella se desprendía. Dunois pasó a ser uno de sus más ardientes seguidores. Breves combates bastaron, entre el 27 de abril y el 8 de mayo, para conseguir la liberación de Orleans. El juicio de Dios se había pronunciado a favor de Carlos VII.

La liberación de Orleans era tan sólo un paso previo a la verdadera misión de Juana, coronar al delfín. Para esto se necesitaba abrir una brecha en el territorio ocupado por el enemigo. La doncella tuvo que vencer la resistencia de los cortesanos de Carlos antes de que se tomase una decisión. El mando supremo del ejército fue otorgado al duque de Alençon, quien, como Dunois y la Hire, se había pronunciado a favor de Juana. El 17 de julio Carlos VII fue solemnemente coronado.

Juana consideró que su misión había terminado y proyectó retirarse a casa de sus padres, pero la influencia de sus compañeros de armas o la inspiración de sus voces se lo impidieron. La Tremoille la consideraba como un estorbo para las negociaciones con los borgoñones en las que tenía puesta toda su esperanza. Otros cortesanos temían que la guerra y Juana permitiesen la consolidación de jefes prestigiosos que les desplazasen. Para muchos fue, por tanto, un alivio el que en la mañana del 24 de mayo de 1430 Juana fuese hecha prisionera por tropas borgoñonas que mandaba Juan de Luxemburgo. Algunas negociaciones muy confusas, en las que intervino Pedro Cauchon, obispo de Beauvais y consejero de la reina Isabel de Baviera, concluyeron con la venta de Juan a los ingleses por 10,000 coronas de oro.

El objetivo perseguido por los ingleses era romper el mito demostrando que Juana era una impostora, una bruja o una loca. Los jueces sabían de antemano que su misión consistía en dictar una sentencia condenatoria, pero querían mantener las formas jurídicas y lograr una confesión o contradicciones. Lo que resplandece en el largo documento es la fe. El 24 de mayo de 1431 fue llevada al cementerio de Rouen en donde estaban preparados los instrumentos para el suplicio e invitada a firmar un acta de abjuración redactada en términos ambiguos que, probablemente, ella no entendió. Logrado este objetivo y devuelta a la cárcel, se la retiraron las ropas de mujer, a fin de poder declararla reincidente. Fue quemada viva el 30 de mayo. 2.4.1.7 El congreso de arras. Carlos VII no obtuvo sino una moderada utilidad a las victorias de Juana; sometido a la influencia de la Tremoille, frenó las operaciones militares prefiriendo las negociaciones con Borgoña. Se había vuelto a la estrategia de las operaciones menudas, acomodadas a la penuria económica. Pero la guerra discurría ya definitivamente a toda velocidad. 2.4.2 La época de los infantes de Aragón 2.4.2.1 La hegemonía “aragonesa”. Fernando I pretendió erigir un dominio de su familia sobre todos los reinos de la Península Ibérica. En 1407 en él se resumía la alta nobleza de Castilla.

Figura 34. Enrique IV

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Cataluña padecía, desde 1380, una violenta crisis económica. El patriciado catalán, que dará inmediatamente origen al partido de la Biga, quería una solución política para la crisis consistente en un pacto entre la corona y los estamentos, en especial la Diputación, que la oligarquía barcelonesa controlaba. La Diputación era la representación de las Cortes, que permanecía entre una convocatoria y otra, asegurando la estabilidad legislativa. Los consejeros de Fernando estimaban que había necesidad de una política mediterránea de gran alcance, con objeto de asegurar la recuperación económica. No hay duda de que esta opinión ejerció influencia en la distribución de funciones que hizo entre sus hijos.

El mayor, Alfonso, convertido en duque de Gerona109, heredaría el trono. En el programa del padre a él le correspondería ejercer, de hecho, activamente, la jefatura del grupo familiar. El 12 de junio de 1415 se casó con su prima, la infanta María de Castilla que tenía derecho a heredar la corona de Castilla en el caso de que Juan II muriera sin hijos. El segundogénito, Juan, duque de Peñafiel, recibió todos los patrimonios castellanos de su padre, pero no los de la madre. Fernando le otorgó el 1 de marzo de 1415 amplios poderes sobre los reinos mediterráneos de Cerdeña110, Mallorca111 y Sicilia112. Se iniciaron simultáneamente negociaciones para su matrimonio con Juana de Nápoles, la heredera del rey Ladislao. Era claro, pues, que se había asignado al duque de Peñafiel la construcción y sostenimiento de un Imperio mediterráneo.

El tercero, Enrique, maestre de Santiago, debía permanecer en Castilla, en donde había recibido el conde de Alburquerque con los señoríos que acreditaran a ésta el calificativo de “ricahembra”. Su misión consistía en controlar, a través del Consejo Real, el gobierno de la monarquía castellana, para que no se apartase de los cauces señalados.

Apenas puede caber duda de que si los infantes de Aragón se hubiesen mantenido unidos, como su padre recomendaba insistentemente, ningún otro poder político hubiera estado en condiciones de resistirles. No lo hicieron. Apenas muerto Fernando I, Alfonso V reclamó para sí el escenario mediterráneo, desplazando al duque de Peñafiel, sin oposición, al parecer, de éste, que comenzó a negociar otro matrimonio más inmediatamente provechoso, con la heredera de Navarra113, Blanca, que era viuda de Martín de Sicilia. Don Juan regresó a la Península con el propósito de tomar la dirección del partido, desplazando a su hermano don Enrique, poco dispuesto a consentirlo en su primera etapa de gobierno, el maestro de Santiago había impuesto una importante rectificación de las relaciones exteriores de Castilla, en beneficio de la nobleza exportadora de lana, de los mercaderes de Burgos114 y de los navegantes vasco-cantábricos. La pasiva colaboración de Catalina de Lancaster a la ofensiva de su hermano Enrique V había costado a los castellanos su expulsión de los puertos normandos, en especial de Rouen. Los barcos de la Hansa comenzaban a penetrar en el golfo de Vizcaya. Por última vez el partido “aragonés” apareció unido y preocupado de los intereses económicos del reino, en las Cortes de Madrid de 1418 en donde se arbitraron los recursos necesarios para llevar a cabo la guerra contra la Hansa.

109 Ciudad de Cataluña al noroeste de España. 110 Isla en el mar Mediterráneo al Sur de Italia. 111 Puerto en Palma en las Baleares en el Mar Mediterráneo. 112 Isla en el mar Mediterráneo al Sur de Italia. 113 Provincia al Norte de España. 114 Ciudad de Castilla y León al Norte de España.

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2.4.3 Restablecimiento de la hegemonía francesa

Las treguas de 1444 señalan una etapa importante en la Historia de Francia. Carlos VII no era un rey con limitaciones de poder; poseía una energía potencial formidable.

Las reformas tienen dos vertientes principales: la militar y la financiera. Francia creó, a mediados del Siglo XV, una máquina de guerra que puede considerarse como el primer ejército nacional. La Ordenanza de 1439, todavía en plena guerra, había dispuesto la creación de compañías de cien hombres cada una, pero cuyo reclutamiento era un monopolio del rey. Cada compañía se instalaba en un lugar determinado bajo salvaguardia. Inmediatamente después de haberse firmado la tregua de Tours, se procedió a depurar el ejército de sus elementos más peligrosos. Una segunda Ordenanza señalaba la creación de quince capitanías de cien lanzas, siendo la lanza francesa una pequeña unidad de seis hombres. Cada capitán reclutaba a sus hombres, pero respondía ante el rey de su capacidad, valor y disciplina. En 1446 se crearon otras cinco compañías para guarnición del Languedoc, de modo que se alcanzó un ejército permanente para tiempo de paz de doce mil caballos. El 28 de abril de 1448 aparecieron los cuerpos de infantería llamados de los “francs archers” porque se eximía de tributos a sus miembros. Se había pensado en la necesidad de contar con un arquero cada cincuenta hogares. También se inició la constitución de la artillería ligera y pesada que causó la admiración de Europa.

Carlos VII se encontró con el deterioro irreversible de las finanzas ordinarias. La Ordenanza de Nancy, del 10 de febrero de 1445, señaló cuáles eran las finanzas extraordinarias que iban a servir de base a la Hacienda pública, es decir, gabelas, ayudas y tallas. Gabela era el nombre dado al impuesto sobre la sal; para impedir fraudes se obligaba a cada villa o aldea a consumir una cantidad determinada del producto. Ayuda era el impuesto que pagaban las mercancías. Talla, la contribución territorial. De las tres, la talla era la más lucrativa; contando con ella se podía sostener el nuevo ejército.

La hegemonía francesa de la segunda mitad del Siglo XV se debe por igual a tres factores: la capacidad de recuperación económica e institucional de que Francia dio muestras, el colapso militar de Inglaterra y la consolidación de un reino en Escocia. 2.4.3.1 Conquista de Guyena y Normandía. La ocasión para el comienzo de las hostilidades entre Francia e Inglaterra fue dada por Francisco I, duque de Bretaña, cuando prestó homenaje a Carlos VII; los ingleses consideraron que este acto constituía una traición y le combatieron. Tropas francesas atacaron a las británicas en 1449 sin que se hubiese producido una denuncia formal de la tregua.

La muerte de Suffolk es el primer acto en los graves desórdenes que provocaron finalmente la caída de la Casa de Lancaster. Los franceses no detuvieron su ofensiva; conquistada Normandía, invadieron a continuación Guyena. Burdeos sucumbió el 12 de junio y Bayona115 el 20 de agosto de 1451. Los ingleses, mandados por el veterano Talbot, intentaron una contraofensiva recobrando Burdeos116, pero la derrota que sufrieron en Castillón selló el destino final. El 19 de octubre de 1453, Carlos VII hizo su entrada solemne en Burdeos, poniendo fin a

115 Ciudad de Pirineos Atlánticos al Sur de Francia. 116 Ciudad de Gironda al Suroeste de Francia.

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trescientos años de ocupación británica. De sus antiguos dominios los ingleses conservaron únicamente Caláis, que estaba cubierto por las posiciones borgoñonas que le rodeaban. 2.5 CONSOLIDACIÓN DE LAS MONARQUÍAS OCCIDENTALES 2.5.1 El asalto de la nobleza En todas partes los nobles se unen para constituir partidos cuyo nombre es, ordinariamente, Ligas para el bien común o el bien general del reino. 2.5.1.1 Escocia. En primer término la Liga aparece aquí con un programa nítido: la defensa de las libertades y privilegios de la aristocracia. La Liga consiguió cargar las culpas de la represión sobre los hombros de una sola persona, Guillermo Chrichton, facilitando así adhesiones como la de Alejandro Livingstone de Callendar. Contó en seguida con los dos nobles más poderosos de Escocia, los condes de Crawford y de Ross. Colocado al frente del ejército Livingstone obtuvo la victoria de Gretna y se convirtió en una especie de héroe nacional. El rey Jacobo II se sintió alarmado e intentó una reacción violenta. En febrero de 1452 el conde de Douglas fue atraído a la Corte de Stirling; conminado a disolver inmediatamente la Liga, se negó y fue asesinado. Este golpe de audacia impidió a los nobles unirse en un movimiento más general; los escasos levantamientos fueron rápidamente sofocados y el Parlamento de Crawford aprobó la conducta real. Pero esta primera victoria de la monarquía se vio anulada por la muerte prematura del rey en 1460. 2.5.1.2 La deposición de Enrique IV. En 1463 la posición de Juan II de Aragón era más débil que nunca. Impotente para dominar las revueltas de Cataluña, se enfrentaba con la perspectiva de una guerra larga, empeñada y difícil, para la que habría necesitado tener más dinero del que disponía. El peligro mayor procedía, sin embargo, de la actitud que adoptasen Castilla y Portugal, porque si ambas se unían decidiendo sostener a los secesionistas catalanes, difícilmente habría podido resistir. La clave del destino de la Península se encontraba en Castilla, el reino más extenso, más poblado y más rico; en él tenía Juan II el poderoso instrumento de la Liga. Pero después de la traición de Bayona, Enrique IV había iniciado un nuevo camino, despegándose de la Liga para intentar la formación de un partido de lealtad monárquica, que fue encomendado a Beltrán de la Cueva y Pedro González de Mendoza. Desde este momento la nobleza castellana aparece escindida en dos: un grupo compuesto por los que pretendían continuar por el mismo camino de reducción ininterrumpida de la autoridad del monarca, y otro formado por aquellos nobles suficientemente poderosos que piensan que el interés de la nobleza misma era que el orden se restableciese, la propiedad de los señoríos fuese consolidada y se devolviesen al rey sus prerrogativas, sin las cuales nunca habría paz. Este segundo partido que, con mucha imprecisión, se puede llamar realista, buscaba, como refuerzo exterior, la alianza simultánea con Francia y Portugal. En 1464 Alfonso V y Enrique IV celebraron entrevistas y acordaron mantenerse unidos. La antigua Liga nunca aceptó el cambio de régimen y decidió conquistar nuevamente el poder. Contando con la adhesión expresa de Juan II de Aragón, convocaron una Asamblea que se celebró en Burgos entre los días 26 y 28 de septiembre de 1464. De ella salieron conclusiones importantes: se acusó a los actuales miembros del

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Consejo de mal gobierno al menos en lo que respecta al quebranto de la moneda y los precios, la autoridad otorgada a judíos y a conversos y la política destinada a provocar la ruina de las Casas nobles. Ante esta actitud de ruptura completa no se produjo la esperada resolución de Enrique IV, por lo cual abandonó a sus amigos leales y entró en negociaciones con la Liga. Enrique IV firmó en Cigales un tratado humillante, trató de consolar a Beltrán de la Cueva con un ducado, y se entregó en manos de Villena y de Pedro Girón. Los nobles iniciaron su gobierno cerrando la oligarquía mediante una Constitución otorgada al país que reducía al rey a ser un mero mandatario del Consejo y a éste expresión del partido triunfante; ningún noble podría ser sometido a otro juicio que el de sus iguales. 2.5.1.3 El Acto de Guisando. La afrenta inferida a la institución misma de la Monarquía era tan grave que muchos nobles se ofrecieron a los Mendoza para reconstruir el partido del rey. El Papa, Paulo II, despachó a un legado, Antonio de Veneris, con plenos poderes para dispensar y absolver de juramentos a fin de que Enrique IV pudiera restaurar su autoridad. Muchas ciudades comenzaron a constituir hermandades en defensa del trono. La única batalla campal, en Olmedo, el 19 de agosto de 1467, fue ganada por Enrique y junto a él se encontraba Pierres de Peralta. Pero Enrique IV no era hombre de lucha; prefería siempre en consenso, la negociación y el pacto. En cuanto el arzobispo Alfonso de Fonseca compareció ante él con un proyecto de negociación, lo aceptó. Los puntos fundamentales de este acuerdo serían el sometimiento de todos los rebeldes a la autoridad del rey, sin castigos, el reconocimiento de Alfonso como heredero y el matrimonio, en promesa, de éste con Juana, que cumplía en esos días su sexto año de edad. Como garantía para la negociación, Enrique entregó a su propia esposa, Juana de Portugal, como rehén. Las negociaciones estaban a punto de concluir cuando, repentinamente, Alfonso XII murió en Cardeñosa. Ya no quedaban varones para aspirar a la sucesión de Enrique IV. Algunos nobles proyectaron proclamar a Isabel, la hermana del rey, una muchacha muy despierta de poco más de 16 años. Es difícil explicar las razones que impulsaron al monarca a continuar una negociación que ya no podía conducir a otra

cosa que al despojo de Juana. Enrique IV dio seguridades a Isabel en un documento privado y después, en acto público, reconoció a Isabel como su heredera. 2.5.1.4 Eduardo IV de Inglaterra. Eduardo de York había llegado al trono bajo el impulso de una rebelión nobiliaria y en circunstancias especialmente difíciles. Inglaterra era, por su población, un reino sumamente modesto. Las dificultades económicas habían crecido. Los esfuerzos que los York hicieron para demostrar que poseían derechos al trono no ocultaban que ceñían la corona por haberla conquistado.

Figura 34. Enrique IV

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Los monarcas ingleses del Siglo XV padecieron constantes y angustiosas estrecheces, pero esto no quiere decir que el reino fuese tan pobre como ellos. Los peores males procedían del empleo de mercenarios.

En 1464 Eduardo se casó secretamente con Isabel Woodville, viuda y con dos hijos, protegiendo abiertamente a la familia de su esposa, la de lord Rivers; el 1 de octubre de 1467 prometió a su hermana Margarita a Carlos el Temerario; en 1468 firmó una alianza con Borgoña y Bretaña, dirigida abiertamente contra Francia. 2.5.2 La victoria de las monarquías 2.5.2.1 El matrimonio de Fernando e Isabel. Luis XI tuvo su atención fija en la frontera septentrional durante años clave en que la gran partida de Occidente se estaba jugando en la Península Ibérica. La cuestión estribaba en saber quién será el marido de Isabel, la princesa heredera reconocida en Guisando. Juan II de Aragón encargó a Pierres de Peralta que consiguiese a toda costa la mano de Isabel para su hijo Fernando. A pesar de otros interesados en la mano de la princesa heredera, Isabel ordenó a sus consejeros que firmasen las capitulaciones matrimoniales con Fernando, y sin esperar la dispensa pontificia, casó con Fernando en Valladolid el 14 de octubre de 1469. 2.5.2.2 Derrota y muerte de Carlos el Temerario. Al romperse el tratado de Péronne, Carlos el Temerario se consideró independiente de Francia. En 1473 se apoderó de Güeldres117 y de Zutphen118, asustando al emperador, y comenzó a preparar sus objetivos fundamentales, la ocupación de Lorena, para unir territorialmente sus estados, y la adquisición del título de rey.

Carlos el Temerario imaginó un vasto plan de guerra utilizando a la vez la gran alianza occidental y la Liga del Bien Público, a la que faltaba su jefe natural, Carlos, duque de Guyena fallecido en 1472. Sincronizando sus movimientos, los catalanes atacarían por el Pirineo; los nobles comprometidos, Bretaña, Nemours119, Saint Pol120 y Borbón, iniciarían la revuelta anterior; los dos ejércitos, inglés y borgoñón, se reunirían en Caláis para marchar sobre Reims121, coronar a Eduardo IV como rey de Francia y repartirse sus despojos. Al término de la campaña los aliados reconocerían a Borgoña como reino. La amenaza era tan seria que cuando Enrique IV murió e Isabel y Fernando fueron proclamados reyes de Castilla, Luis XI se abstuvo de protestar; por el contrario, aceptó entrar en negociaciones con los nuevos monarcas para la renovación de los tratados internacionales.

Cuando Eduardo IV llegó a Caláis122, en julio de 1475, al frente de su ejército, comprobó con desilusión que Carlos el Temerario no había venido; estaba prestando auxilio al arzobispo de Colonia, retenido en el cerco de Neuss. Imposible esperar: cada día que pasaba, los mercenarios devoraban una fortuna que el rey no tenía. Por eso aceptó un tratado de paz con Francia.

Con casi nueve meses de retraso, se decidió Luis a reconocer a Alfonso V de Portugal como rey de Castilla ofreciendo el envío de un ejército a la frontera del

117 Provincia en el Centro de los Paises Bajos. 118 Ciudad de Güeldres al Este de los Países Bajos. 119 Ciudad de Sena y Marne al Norte de Francia. 120 Puerto al Oeste de Francia 121 Ciudad de Marne al Norte de Francia 122 Provincia al Norte de Francia

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Bidasoa, en la primavera del año siguiente. En el intermedio se solucionó, con victoria para Fernando e Isabel, la guerra civil española. Se encontró en una situación desairada; todos los leales a Enrique IV servían fielmente a su hermana. Avanzó en septiembre de 1475 hasta Baltanás, como si pretendiera llevar socorro al castillo de Burgos que defendía Álvaro de Stúñiga, pero después renunció a la operación replegándose sobre las bases del Duero, en Toro123 y Zamora124. Pero Zamora se sublevó llamando a Fernando e Isabel, quienes derrotaron a Alfonso V a mitad de camino entre ambas ciudades en la tarde del 1 de marzo de 1476. No quedaba al monarca portugués otra esperanza que prolongar la lucha hasta que la intervención francesa permitiese obtener mejores condiciones en la paz.

Carlos el Temerario se encontró aislado. Pero no renunció a sus proyectos. Concertó una nueva tregua con Luis XI y se lanzó a la conquista de Lorena y a la guerra contra los cantones suizos. El rey de Francia entregó subsidios a ambos, mientras colocaba sus propias tropas en la frontera de Fuenterrabia125. Luis XI comprobó que había llegado tarde a esta cita capital: sus ataques fueron rechazados con facilidad y hubo de concertar una paz sin ganancias, renovando los viejos tratados. Pero ya los suizos habían detenido, al fin, la cabalgada de Carlos el Temerario, aplastándoles en Granzón y Morat (mayo y junio de 1476, respectivamente). El duque de Borgoña murió, en el asalto a Nancy en enero de 1477. 2.5.2.3 La herencia de Borgoña. María de Borgoña era la heredera de los extensos dominios de Carlos el Temerario. Probablemente hubo un grave error de perspectiva por parte de Luis XI que no comprendía de qué modo pudo edificarse una unidad sobre la absoluta separación entre estos dos elementos, los Países Bajos y el ducado de Borgoña, que evitaba recelos mientras aprovechaba las ventajas de una economía común que, al transformar la industria y el comercio, disipaba las tensiones entre los gremios y el patriciado.

Luis XI rechazó las peticiones de María de Borgoña, su ahijada, para que la protegiera. Los consejeros de la duquesa se volvieron entonces hacia Federico III concertando su matrimonio con el hijo de éste, Maximiliano. La boda se celebró el 19 de agosto de 1477 y fue casi simultánea de la confiscación de los feudos decretada por Luis XI. La guerra, larga y dura, tuvo como único hecho de armas la batalla de Guinegate que quedó indecisa. María murió antes de que se concertara la paz después de haber dado a Maximiliano dos hijos, Felipe y Margarita, que garantizaban la sucesión borgoñona.

En Septiembre de 1479, Fernando e Isabel, que habían heredado a comienzos de ese año la Corona de Aragón, establecían la paz definitiva con Portugal. En las Cortes de Toledo de 1480 los monarcas españoles liquidaron la guerra civil y deshicieron los partidos políticos. 2.5.2.4 La tragedia de Ricardo III. La victoria de la Monarquía se retrasa más en Inglaterra que en los demás reinos occidentales. Después de regresar a Inglaterra una vez firmada la paz de Pecquigny, renunció a toda acción exterior cuidando de percibir su renta de 50,000 coronas anuales.

123 Ciudad de Castilla y León al Norte de España 124 Idem. 125 Ciudad de Navarra al norte de España.

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Junto a Eduardo se alza, en los últimos años de su reinado, la figura desconcertante de su hermano Ricardo, duque de York.

Ricardo trataba de casarse con Ana Neville, la heredera del conde de Warwick, a fin de apoderarse de los dominios del “fabricante de reyes”.

Cuando Eduardo murió (abril de 1483) encomendó a Ricardo que actuase como protector del reino en tanto sus hijos, llamados también Eduardo y Ricardo, fuesen menores de edad. Durante dos meses pareció acomodarse estrictamente en este papel. A mediados de mayo se estaban haciendo los preparativos para la coronación de quien hubiera debido llamarse Eduardo V. De pronto todo cambió y Ricardo comenzó a reclamar para sí la corona por ser el único legítimo heredero de su hermano. Esta actitud ha suscitado opiniones diferentes:

- Una desfavorable, que presenta el cambio como término de llegada de un designio previo.

- Una favorable, pretende que el documento era verdadero y que le fue entregado por Roberto Stillington el día 8 de junio.

Los hijos de Eduardo IV fueron encerrados en la

Torre y desaparecieron. Pudo sobrevivir una hija llamada Isabel. El Parlamento reconoció a Ricardo como rey. Las circunstancias de su llegada al trono atizaron los rescoldos del descontento que anidaban en los grandes linajes. Ricardo III no trató de atraérselos sino de domar con mano muy dura cualquier resistencia. 2.5.2.5 Jacobo III. Las minoridades insistentes y prolongadas, junto con el escaso desenvolvimiento económico que se había registrado en el país, fueron causa de que en Escocia no se registrase una victoria completa de la Monarquía. Sobre este reino repercutieron, además, las luchas dinásticas inglesas. Jacobo III se había mostrado aliado fiel de Enrique VI. María de Güeldres, regente de Jacobo III se mantuvo, a pesar de sus vinculaciones con la Casa de Borgoña, en relación de amistad con los Lancaster, ofreciendo asilo a Margarita de Anjou.

En el momento de la muerte de Jacobo III (1488), el poder real en Escocia era un instrumento de los nobles. Será la causa fundamental de debilidad y de los dramáticos sucesos que en ella tuvieron lugar durante el Siglo XVI. 2.6 CONSOLIDACION DE LA CASA DE HABSBURGO 2.6.1 La herencia de Segismundo 2.6.1.1 La reforma del Imperio. Segismundo fue recordado durante mucho tiempo como el soberano cuyas ideas de reforma hubieran podido salvar al Imperio. En la segunda mitad del Siglo XV circuló profusamente por Alemania un documento que había sido redactado sin duda después de su muerte y por personas que se hallaban influidas por las doctrinas manejadas en el Concilio de Basilea, el cual se conoció bajo el nombre de Reformatio Sigismundi. En él se defendían cambios sociales y administrativos muy radicales.

Figura 35. Ricardo III

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Alemania se había convertido a principios del Siglo XV definitivamente en el

dominio de una oligarquía de príncipes, entre los que destacaban los electores, que tenían concedida la plena soberanía sobre sus territorios. A su voluntad se plegaba el Reichstag en sus deliberaciones. Aunque algunas veces asistían a la Dieta representantes de las ciudades, nunca se tomaba en cuenta su opinión. Había una deliberada tendencia a reducir al mínimo el poder del emperador, utilizando para ello el procedimiento de asignar rentas tan escasas que apenas si bastaban para cubrir los gastos derivados del ceremonial.

Segismundo es el progenitor de la idea de engrandecimiento de la Casa de Austria.

Crear un bastión militar, del que Hungría se destinaba forzosamente a ser baluarte avanzado; tal es el verdadero proyecto de Segismundo. Segismundo elevó a 120,000 hombres el contingente de caballería húngara, pagándoles con un impuesto especial; los campesinos tendrían que pagar, en adelante, dos diezmos, el eclesiástico y el militar. El efecto más visible de esta política fue le empobrecimiento y depresión social del campesinado, sujeto a la jurisdicción de los señores de la tierra y abrumado por toda clase de contribuciones, a la Iglesia, al rey, al ejército y a los nobles. Segismundo tuvo la satisfacción de comprobar que aquel ejército era instrumento adecuado para la lucha con los turcos.

Este gran proyecto explica las razones del empeño con que Segismundo trabajó para someter a Bohemia. En esto fracasó.

Segismundo patrocinó de hecho algunas reformas para el Imperio, que fueron estudiadas en las Dietas de Constanza y de Breslau126. La propuesta del emperador consistía en dividir el centro y sur de Alemania en cuatro “círculos” con objeto de sostener las fuerzas armadas necesarias para la conservación de la paz. En cada uno existiría un capitán, nombrado por el rey. Este proyecto no fue nunca aceptado ni rechazado.

La amenaza turca, la rebelión husita y la guerra entre Polonia y la Orden Teutónica, junto con la frialdad con que se habían acogido sus propuestas, hicieron que Segismundo fijase su residencia en Hungría. En enero de 1422 los electores se dirigieron a él, amenazándole con la destitución si no regresaba para presidir la Dieta de Nüremberg. Segismundo obedeció, pero en la Dieta sólo se trataron los asuntos que a él afectaban. De nuevo abandonó Alemania, a la que no regresó hasta 1430 para preparar el Concilio y la nueva cruzada contra los herejes. 2.6.1.2 El breve reinado de Alberto II. Coronado emperador en 1433 y recibido en Praga en 1436, Segismundo se ocupó en adelante casi con exclusividad, de preparar el tránsito a la nueva situación asegurándose de que Alberto de Austria iba a ser aceptado como rey en Hungría y en Bohemia. Cuando Segismundo murió nada había cambiado respecto a la situación caótica en que se encontrara al Imperio. Según lo previsto, los electores aceptaron a Alberto de Habsburgo que, previamente, había hecho promesas de reducir la autonomía de las ciudades y aumentar en cambio el predominio de la aristocracia.

126 Wroclaw. Provincia al sur de Polonia.

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Ninguna dificultad se había opuesto tampoco al reconocimiento de Alberto como rey, tanto en Bohemia como en Hungría; la formación del bloque de tres monarquías, parecía marchar por buen camino. Era tanto más necesaria cuando que la guerra contra los turcos se había convertido en la principal tarea, capaz de absorber todas las energías y todos los recursos del emperador.

La guerra contra el Islam proporcionó un héroe nacional, Juan Hunyadi. Alberto II le nombró vaivoda de Transilvania y jefe superior del ejército. Cuando murió el emperador, en un plazo tan breve que ni siquiera había podido coronarse como rey de Hungría, Hunyadi era el árbitro de la situación. 2.6.1.3 La dispersión de la herencia. La viuda de Alberto, Isabel de Luxemburgo, esperaba el nacimiento de un hijo, al que se llamó, por esta razón, Ladislao Póstumo. Ante la eventualidad de una larga regencia, las opiniones en cada uno de los reinos se dividieron. Hungría y Bohemia tomaron disposiciones para organizar el gobierno durante la menor edad del rey. Pero los electores no querían que un niño fuese rey de Romanos y eligieron a otro Habsburgo, Federico de Estiria, el 2 de febrero de 1440. En contra del testamento de Alberto II, Federico III asumió simultáneamente la regencia de Ladislao en Austria al mismo tiempo que la de Segismundo en el Tirol. De este modo todos los dominios de los Habsburgo se unieron en una sola mano. La principal preocupación de Federico fue, en adelante, el gobierno de estos estados. Su famoso juego de palabras, referido a las tierras austriacas, el A. E. I. O. U., acróstico que significa lo mismo en alemán que en latín –Alles Erdreich ist Österreich Untertan o Austria est imperari Orbi Universo- demuestra la confianza ciega que tenía en el destino singular de los Habsburgo. Federico III fue evidentemente la causa de que se deshiciesen los proyectos de Segismundo, dividiendo su herencia, y favoreció las tendencias centrífugas de los príncipes soberanos alemanes, pero su política constituye un factor decisivo para el engrandecimiento de la Casa de Austria. 2.6.1.4 La obra de Juan Hunyadi. A diferencia de Bohemia y de Austria, los estamentos húngaros acabaron por rechazar a Ladislao Póstumo; el país necesitaba un monarca que pudiese dirigir al ejército en la guerra contra los turcos, que absorbía todas sus energías. Por eso reclamaron la presencia de Ladislao de Polonia, hijo de Eduvigis y sobrino de Segismundo. El nuevo rey despertó el entusiasmo de los húngaros y la esperanza de la Cristiandad entera con la ofensiva que, en 1433, le permitió ocupar Nisch y Sofía. La guerra elevaba todavía más el prestigio del vaivoda de Transilvania, Juan Hunyadi, vencedor de los turcos en 1442. Ladislao confió en las promesas occidentales de una cruzada cuya predicación se encomendó a Juan de Capistrano y rompió la tregua en 1444. Pero los refuerzos enviados eran tan escasos, que el rey fue derrotado y muerto en Varna.

Con toda urgencia, los estamentos se reunieron acordando la constitución de una comisión de siete personas que debían encargarse del gobierno del país hasta que hubiera en él un rey. Esta junta se hallaba enteramente en las manos de Juan

Figura 36. Federico III

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Hunyadi; a él se debe probablemente la rectificación de reconocer los derechos de Ladislao Póstumo, que se convirtió en Ladislao V en 1446. Hunyadi pasó a ser regente de Hungría.

A pesar de que la alta nobleza nunca le aceptó, Juan Hunyadi pudo gobernar Hungría sin obstáculos hasta su muerte, en 1456. En 1452 Ladislao V asumió el poder oficialmente, pero Hunyadi, virrey y capitán general, fue la única autoridad efectiva en Hungría. 2.6.2 El Imperio bajo Federico III 2.6.2.1 Reconciliación con el Papa. Durante su breve reinado, Alberto II mostró inclinación a un entendimiento con Eugenio IV, pero no tuvo tiempo para modificar el estado en que de hecho se encontraban las relaciones entre ambas potestades; esta sería la tarea más importante en la primera etapa del reinado de Federico III (1440-1493). El nuevo Rey de Romanos se consideraba ante todo archiduque de Austria y muy poco emperador. Tardó casi dos años en hacer el viaje a Alemania, para ser coronado en Aquisgran (17 de junio de 1442).

Cuando Federico acudió a la Dieta de Nüremberg, en donde debía tratarse de la cuestión suiza, la cruzada contra los turcos y la liquidación de Basilea, encontró una fuerte oposición. Se le acusaba de haber llamado a los franceses causando con ello perjuicio al Imperio.

Federico III abandonó Alemania inmediatamente después de la Dieta y no volvió a poner sus pies en ella en los próximos veintisiete años. Los electores, que conservaban la Liga que concertaran en 1424, se convirtieron en los auténticos gobernantes del Imperio, que era apenas una yuxtaposición de estados independientes.

Aconsejado por le canciller Schlick y por Eneas Silvio Piccolomini, el emperador decidió entablar negociaciones con el Papa para salir del impasse en que el conciliarismo extremo le había colocado. En 1448 se firmó el acuerdo en Viena, base para las relaciones entre el Pontificado y el Imperio, que ha sobrevivido, con modificaciones, hasta la disolución de éste. Se reconocía al Papa derecho al nombramiento de oficios y beneficios durante seis meses del año, siendo los otros seis de colación ordinaria, lo que significaba una intervención abierta del rey de Romanos. Se restablecían las anatas. Federico III percibió 221,000 ducados. Verdaderos beneficiarios del acuerdo fueron los príncipes electores que, por medio de acuerdos parciales, obtenían derecho a presentar los obispos de sus territorios y una participación en las rentas eclesiásticas. 2.6.2.2 Conflictos nobiliarios en Alemania. En cierto modo, Alemania constituye en el Siglo XV una excepción: no se produce en ella el enfrentamiento entre nobleza y monarquía por la simple razón de que la monarquía no existe. Durante su largo reinado, Federico III tuvo que desplegar un juego difícil de equilibrio inestable, para impedir que los electores le arrebatasen el título. El rasgo fundamental de la historia alemana en el Siglo XV está constituido por una rivalidad generalizada entre príncipes y ciudades y también entre estados.

Desde principios del Siglo XV el empleo de la pólvora redujo considerablemente la capacidad defensiva de las ciudades amuralladas con ventaja para los soberanos territoriales que estaban en condiciones de imponer su voluntad.

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Los principados se convirtieron en auténticos Estados reduciendo a Alemania a ser una mera Confederación.

La prolongada ausencia del emperador puso de manifiesto la falta de órganos de gobierno. Pero los males de la división, que entregaba parcelas de territorio, como si se tratase de un simple patrimonio, a los nobles, no se advertían aún. A pesar de todo crecía la conciencia nacional: los alemanes se sentían miembros de una comunidad lingüística y jurídica que nada tenía que ver con la estructura política de la nación. 2.6.2.3 Desaparición de Ladislao Póstumo. Cuando Federico hizo el viaje de la coronación a Roma, la dieta de los estados austriacos procedió a sustituirle, en las funciones de regente por Ulrico de Eising. No quedó al emperador otra solución que otorgar plena capacidad a Ladislao Póstumo, que era apenas un niño y del que la nobleza húngara se sirvió como de un instrumento para la lucha contra Juan Hunyadi y sus hijos.

Pero Ladislao murió el 23 de noviembre de 1457 sin que quedara de él descendencia alguna. La mayor parte de la nobleza húngara, incluyendo a muchos de los linajes que antes le habían combatido, decidió que Matías Corvino era la mejor solución. En la Asamblea de los estados húngaros de 1458 los partidarios de Matías impusieron el reconocimiento de éste como rey; no dejaron de aprovechar aquella ocasión para establecer condiciones tan rigurosas que reducían el poder real a poca cosa.

A pesar de su coronación como rey de Bohemia (28 de octubre de 1453), Ladislao Póstumo no había ejercido ninguna autoridad en este país; tenía delegados todos los poderes en Jorge de Podebrady. Este último trabajó cuanto pudo para conseguir la reconciliación del arzobispo Rokycana con el Papa, pero la muerte de Ladislao interrumpió las negociaciones antes de que llegaran a resultado alguno. 2.6.2.4 El reinado de Matías Corvino. Matías Corvino, que pudo restablecer el vasallaje sobre Serbia y Valaquia, decidió continuar y ampliar las reformas que Segismundo había emprendido, hasta convertir a Hungría en una fuerza capaz de sobrevivir por sí sola.

Trató de comportarse como un príncipe humanista, en relación con los movimientos intelectuales italianos. Construyó una gran biblioteca, la Corviniana, imitando a sus contemporáneos. Pesaba sobre él la herencia política de Segismundo, y no renunció nunca a la idea de lograr la unidad entre los tres reinos.

El Papa, en efecto, reclamó de Podébrady la sumisión total y

acabó declarándole hereje y desligando a sus súbditos del juramento de fidelidad. La Liga decidió llamar a Matías Corvino, viuda ya de la hija de Podébrady, y proclamarle rey. El soberano húngaro aceptó invadiendo Moravia con sus tropas y apoderándose de Brno127 y Olomutz; pero sufrió una derrota cuando marchaba sobre Praga. Firmó entonces una tregua con Podébrady (27 de febrero de 1469),

127 Ciudad al sur de la República Checa,

Figura 37. Matías Corvino

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prometiéndole mediar cerca del Papa para obtener la reconciliación, al mismo tiempo que gestionaba con los miembros de la Liga para que éstos le proclamaran públicamente rey. Así sucedió el 3 de mayo de este mismo año.

La fuerza de Matías de Bohemia declinó rápidamente. Matías insistió en su demanda, pretendiendo que la Dieta de Bohemia confirmase la proclamación de 1469, pero su prestigio había disminuido incluso entre sus súbditos húngaros. Reunida en Kutná Hora, la Dieta reconoció a Ladislao Jagellón, el polaco. Matías no aceptó este fallo y estalló la guerra civil. Ladislao, su padre Casimiro y todos sus adherentes fueron excomulgados. Se iniciaron en 1475 largas negociaciones que condujeron el tratado de Olomuc. En realidad se trataba de un reparto: Ladislao sería rey de Bohemia mientras Matías tendría Moravia, Silesia y las dos Lusacias, pero cada uno de ellos conservaba opción sobre la herencia del otro. 2.6.2.5 La herencia de Maximiliano. La guerra de Bohemia entre Matías y Ladislao Jagellón, así como la intervención del primero en los asuntos de Austria, debilitaron de tal modo las defensas exteriores, que los turcos, en su acometida de 1471, alcanzaron Carniola. Federico III convocó la Dieta de Ratisbona presentando el peligro turco como muy grave: los musulmanes se encontraban, por primera vez, en las fronteras mismas de Alemania. La Dieta se dejó impresionar y fueron otorgados subsidios para que el emperador armase un ejército de 60,000 hombres. Era un inesperado y sólido refuerzo. Federico se dispuso a utilizarlo para acrecentar el poder patrimonial que preparaba para Maximiliano. En 1472 entró en relación con Carlos el Temerario. Este primer contacto fracasó.

Los sentimientos de la nación alemana se agitaron en contra de la agresión y el emperador declaró la guerra a Borgoña.

Desde marzo de 1474 un amplio movimiento de revuelta contra el dominio de Carlos el Temerario se estaba extendiendo por Alsacia y el Franco Condado. En auxilio de los rebeldes acudieron la Confederación suiza y la llamada Unión de ciudades y príncipes del medio Rhin. En noviembre de 1474 las tropas borgoñonas, vencidas en Hericourt, habían sido expulsadas. Carlos acudió con refuerzos dispuesto a hacer un escarmiento a costa de los suizos, pero cuando marchaba sobre Berna fue derrotado en Granzón y Morat. Intentó defender a toda costa su dominio sorbe Lorena y murió en Nancy.

La muerte de Carlos permitió a Maximiliano llevar a cabo su matrimonio con María y convertirse en conde de Flandes y duque de Borgoña. En adelante los Habsburgo, instalados a uno y otro extremo de Alemania, necesitarán, inexcusablemente, del título imperial a fin de unir las dos grandes parcelas de su patrimonio. Ante esta nueva situación se imponía también un cambio de personas: Federico III resultaba demasiado débil. Como en alguna otra ocasión anterior se recurrió al procedimiento de elegir a un rey de Romanos, adjunto al emperador. Los electores consintieron y Maximiliano pasó a ser rey el 16 de febrero de 1486; los éxitos que había obtenido en Borgoña le rodeaban de buena fama. La Dieta acordó una declaración de paz por diez años; se reconstruyó inmediatamente la Liga de Suabia como un instrumento que debía permitir al emperador restablecer el orden. En 1490 el Tirol volvió, por compra, al patrimonio de Maximiliano que firmó en Bratislava un acuerdo con Ladislao Jagellón. Se reconocía a éste como rey de Hungría, pero Maximiliano reservaba para todos sus descendientes derechos supletorios a esta corona. A la muerte de Federico III (19 de agosto de 1493), Maximiliano se convirtió en único rey.

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2.6.3 El declive de la Orden Teutónica

La Orden había conseguido dominar un extenso territorio, desde Prusia hasta Memel, absorbiendo a la población indígena por el procedimiento de establecer campesinos alemanes. Se piensa preferentemente en un fenómeno de aculturación que fue extinguido los rasgos de una población primitiva al fundirse con los colonos de superior preparación.

La batalla, llamada de Grunwald por los polacos y de Tannenberg por los alemanes, se libró el 15 de julio de 1410 en un lugar histórico, cerca de los lagos Masurianos. La lucha, larga y sangrienta, terminó con la destrucción de la tercera parte de sus efectivos.

El efecto de la victoria fue, para los polacos, muy grande. Se había demostrado que la Orden no era el enemigo invencible. Confirmó la unión con Lituania. El defensor de Marienburgo, Enrique von Planen, había pasado a ocupar el puesto de Gran Maestre. Se produjo además una insurrección de la nobleza campesina y de las ciudades, porque se negaban a pagar las cargas que se repartían. Enrique, partidario de una política de entendimiento con los rebeldes, fue depuesto y encarcelado. Sin embargo, la segunda guerra entre Polonia y la Orden (1414-1422) no arrojó un balance muy desfavorable para ésta. Concluyó con el tratado de Melón, que permitió a Polonia incorporar algunas, muy pocas, ciudades fronterizas. 2.6.4 El fin de la Unión de Calmar 2.6.4.1 El reinado de Erik VII. Fue un convencido defensor de la unidad escandinava y trabajaron cuanto les fue posible para sostenerla. En el documento de Calmar las preocupaciones fundamentales no se tomaron para favorecer la unidad sino la pervivencia de cada reino. El Consejo Real de Dinamarca tomaba disposiciones válidas para los tres reinos; muy raras veces se convocaba a noruegos y suecos a sus sesiones o se celebraba un Consejo general.

En 1404 murió el conde de Holstein, dejando como herederos tan sólo a niños. Margarita había tenido que entregarle, algunos años antes, el ducado de Schleswig a título hereditario. Erik VII aprovechó la ocasión para atribuirse la custodia del ducado mientras durase la minoridad; pero cuando los herederos salieron de ella, intentó retener la posesión alegando que la ley danesa no admitía la herencia de los feudos y que por tanto la donación hecha por Margarita debía considerarse nula. Erik consiguió en 1424 que Segismundo dictase una ley imperial de acuerdo con sus deseos. Esto originó la guerra en que los condes de Holstein, ayudados por la Hansa, conquistaron y retuvieron el ducado de Schleswig. La guerra terminó en 1432 con un fracaso de Erik que no había conseguido otra cosa que demostrar su debilidad, indisponerse con la Hansa y aumentar el descontento de los campesinos a causa de las contribuciones extraordinarias.

El descontento era mayor en Suecia que en ningún otro reino. Margarita había iniciado una política, que Erik continuó, consistente en restablecer las rentas de la corona mediante la incorporación al patrimonio de los feudos vacantes; los nobles consideraron conducía al aumento del poder real.

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Algunos incidentes se produjeron, entre Suecia y el rey, en la primera mitad del Siglo, no en relación con la Unión de Calmar sino con el modo cómo los oficiales de la monarquía ejercían su poder.

En 1434 estalló un movimiento armado, en el cual figuraban nobles,

caballeros, clérigos, ciudadanos y campesinos; a su frente se hallaba Engelbrecht Engelbrechtson. Las fuerzas leales al rey se vieron desbordadas y los rebeldes convocaron en 1435 un Parlamento en Arboga para proclamar a Engelbrecht “regente de la corona”. El Consejo real de Suecia se mantuvo leal a Erik y recomendó a éste que nombrase un regente para el reino, Kart Knutsson, y que le transfiere la directa administración de todos los feudos suecos. Engelbrecht murió en la primavera de 1436 cuando el movimiento se estaba extendiendo a Noruega.

El jefe del movimiento en Noruega, Amund Sigurdsson, se puso de acuerdo con el Consejo real para exigir un programa mínimo que aseguraba su provisión a los nativos en cada país. Cuando el Consejo Real de Dinamarca se sumó al de Suecia y Noruega en la defensa de este programa, la revuelta se convirtió en una lucha de la nobleza, alta y baja, contra el rey. No se cuestionaba la Unión, pero se pretendía sustituirla por una federación en la que cada uno de los tres reinos conservase la autonomía. Erik VII huyó en 1438 y el Consejo Real de Dinamarca llamó a ocupar el trono a un sobrino de éste, Cristóbal, hijo del conde Palatino del Rhin. Tras breves negociaciones, Cristóbal fue reconocido también en Noruega (1440) y en Suecia (1442).

Teóricamente la Unión de Calmar se mantenía porque todos los reinos reconocían a un mismo rey; en la práctica dicha Unión dejaba de ser instrumento para la creación de una autoridad igual para todos y era en cambio vehículo para la colaboración entre los nobles que de este modo tenían la seguridad de no ser vencidos. El Concilio de Basilea debilitó otro de los resortes internos, el clero, sometiéndolo a la voluntad de la nobleza. El rey era pobre, desobedecido, apenas simbólico. Sirvió a la Hansa, a la que tuvo que conceder todos los privilegios imaginables. 2.6.4.2 Cristian I. Cuando Cristóbal murió (1448), careciendo de sucesores directos, se produjo una primera ruptura de la Unión, que resultó transitoria. El consejo real de Suecia pretendía proclamar rey a Kart Knutsson, mientras que el de Dinamarca, proclamaba a Cristian de Oldemburgo. Mediante pactos que Dinamarca firmó con Noruega y con Suecia, se acordó el reconocimiento de Cristian.

No era una Monarquía. Cristian I no se atrevía a tomar ninguna decisión de gobierno; la nobleza detentaba el poder político y la Hansa el económico. La Hacienda pública estaba tan arruinada que cuando la hija de Cristian, Margarita, se casó con Jacobo III de Escocia, su padre le regaló las islas Orcadas y Shetland (1468) porque no tenía dinero para pagar su dote. A mediados del Siglo XV se interrumpieron las relaciones con Groenlandia, y esta colonia, fundada en el Siglo XII, desapareció por completo. Noruega carecía de actividad mercantil porque ésta se hallaba absolutamente en manos de la Hansa.

Renovada en 1450, la Unión de Calmar había llegado a convertirse en el sudario que cubría el gigantesco cadáver; bajo él se iniciaba la fermentación de un sentimiento patriótico sueco, alimentado por las canciones que celebraban las hazañas de Kart Knutsson y Engelbert Engerlbrechtson. Un sobrino del primero de ambos, Sven Sture, elaboró la síntesis de todos los sentimientos invocando la ayuda

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de nobles, burgueses y campesinos para la independencia del país. En 1471 venció a las tropas de Cristian cerca de Estocolmo y se proclamó regente; inmediatamente expulsó a los alemanes del consejo municipal de Estocolmo, a la que convirtió en una verdadera capital. Los comerciantes suecos penetraron en Finlandia, atrayéndola a su esfera de acción y transformaron a Viborg en una gran plaza mercantil.

Cristian I murió en 1481; le sucedió, tras algunas vacilaciones, su hijo Hans. Rey a medida de los nobles, no se permitió otra rectificación que la de mostrarse desfavorable a la Hansa para beneficiar a los comerciantes daneses. La nobleza sueca se distanció de Sven Sture, en quien veían un rey decidido a gobernar. Instigado por ella y contando con la alianza de Iván III de Moscú, que pretendía apartar a los suecos de Finlandia, Hans invadió Suecia, se apoderó de Estocolmo y restableció la unidad (1497). Esta nueva unión fue tan precaria que apenas si pudo durar tres años. En 1500 una nueva insurrección sueca, dirigida por Svante Sture, triunfó definitivamente inaugurando la independencia. 2.7 EL DIFÍCIL EQUILIBRIO ITALIANO 2.7.1 Los intentos expansivos de Felipe María Visconti 2.7.1.1 Reconstrucción del ducado de Milán. En 1415, asegurando el dominio sobre Toscana y abierto el camino hacia el mar, Florencia se dio a sí misma una Constitución que imaginaba duradera.

Esta Constitución era un documento minucioso, moderado y prudente, que aseguraba el equilibrio entre todos los sectores de la población, a fin de que interviniesen proporcionalmente en el gobierno. En la práctica el poder estaba en manos de un grupo reducido de financieros y de políticos mercantiles, que manejaban las bolsas de la insaculación y se hacían obedecer. El poder ejecutivo era ejercido por un colegio de nueve personas que se tomaban a sorteo de la lista de nombres que proporcionaban los cuatro barrios de la ciudad y las veintiún Artes que englobaban a toda la población activa. El colegio era la Señoría.

Como la Señoría se renovaba cada dos meses, su poder era nulo, aunque la Constitución lo declarase teóricamente ilimitado.

Además de la Constitución tenía previsto un procedimiento de emergencia que permitía desembarazarse de los órganos normales de gobierno en el caso de que llegaran a hacerse peligrosos.

Apenas dos años más tarde, en 1413, Felipe María Visconti había iniciado las tareas de gobierno, recogiendo la obra y los recursos de Facino Cane. Entró en Milán a la cabeza de un ejército, beneficiándose de los vehementes deseos de paz que se sentían en toda Lombardía. Con ayuda de Venecia dispuso Milán de los meses de paz necesarios para reorganizar las poderosas milicias a cuyo frente estaba uno de los condottieros más hábiles y más crueles, el Carmagnola. Dominó Génova y se apoderó del alto Tesino, incluyendo Bellinzona (1422), lo que le daba el control de los pasos de los Alpes.

Felipe María Visconti, equilibrando astucia, inteligencia y habilidad, fue modificando el régimen de gobierno de cada una de las ciudades en que las antiguas comunas eran sustituidas por pequeños equipos de hombres de confianza. Sus

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reformas lograron una mejora en la situación económica de los habitantes y ésta se reflejó a su vez en la Hacienda Pública. 2.7.1.2 Las causas de la “guerra del norte”. Cuando Felipe María Visconti restableció el dominio sobre Génova, se instaló en Forli como tutor de Teobaldo de Ordelaffi, los gobernantes de Florencia se asustaron. En el seno de la oligarquía, sometida a presión por la amenaza milanesa, se anunciaban fisuras.

Al tiempo que se fraguaba el conflicto entre Florencia y Milán, otro, no menos grave, amenazaba en Nápoles. Había sucedido a Ladislao su hija Juana II. De las dos mitades en que se dividiera la antigua compañía de San Jorge, una le prestaba su apoyo. La otra mitad acampaba por aquel entonces en las afueras de Roma. Juana II, casada con Jacobo de Borbón, conde de La Marche, entregó el poder a su antiguo amante Pnadolfello Piscopo, llamado Alopo. Cuando el conde de La Marche llegó a Nápoles en 1415, intentó restablecer la dignidad en su asa y el antiguo régimen angevino en el reino. Asesino a Alopo, apresó a Sforza, y encerró a Juana II en una torre. Pero apenas un año más tarde, en octubre de 1416, estalló una revuelta, la reina fue liberada, Sforza se convirtió en Condestable y el marido pasó a ocupar una mazmorra. Juana buscó el consuelo de un nuevo amante, Juan Caracciolo a quien confirió inmediatamente el cargo de Gran Senescal.

Era previsible que los angevinos volviesen ahora a la carga ofreciendo la liquidación del execrable régimen que se había implantado en el reino. Luis III de Anjou se consideraba depositario de los derechos. En 1420 Juana II consiguió adelantarse a sus aspiraciones mediante un acuerdo con el Papa que accedió a Coronarla si le daba ayuda para librar a Roma de sus condotieros. Pero, mientras tanto, Caracciolo estaba intentando asegurar su poder por el procedimiento de eliminar a los posibles rivales. Sforza fue a Roma para convencer a Martín V de que lo que estaba sucediendo en Nápoles era vergonzoso y para ofrecerse a Luis de Anjou como el instrumento militar para que triunfasen sus proyectos. Caracciola respondió llamando a Alfonso V de Aragón, al que prometió reconocer como heredero de Juana, y contratando los servicios de Braccio de Montone. Esto significaba la guerra.

El rey de Aragón, llegado a Nápoles en 1421, recibió el reconocimiento como heredero, pero no para servir los intereses de Caracciolo sino los suyos propios. Cuando se supo en 1423 que iba a comenzar la “Guerra del Norte” entre Milán y Florencia, Sforza y Braccio se reconciliaron. En mayo de de este año, Alfonso apresó a Caracciolo. Se produjo una ruptura de relaciones entre él y la reina Juana, que se apresuró a reconciliarse con Luis III, nombrándole su heredero. De momento, el peligro catalán pareció disiparse por sí solo. En pocos meses los españoles tuvieron que abandonar Nápoles.

Florencia no había prestado la menor atención a los sucesos de Nápoles, a pesar de los fuertes intereses mercantiles que tenía en el reino. Necesitaba detener los avances de Milán, para lo cual era precisa una alianza con Venecia.

En junio de 1422 el peligro milanés se hizo evidente: el Carmagnola derrotó a los suizos en Arbedo. No parecía que existiese ninguna fuerza capaz de detener al Visconti, que en febrero de 1424, se apoderó de Imola. Florencia había sido desbordada por las rutas del Este. La Señoría invitó a las otras ciudades amenazadas a constituir una Liga y pidió a Segismundo que acudiera a Italia para restablecer la paz. En el primer momento apenas si los Malatestas parecieron

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dispuestos a sumar sus esfuerzos a los de Florencia, y sufriendo una derrota en Zagonara (24 de julio de 1424). El duque de Milán aceptó la reconciliación de los vencidos y avanzó con sus tropas hasta Forlimpopoli, amenazado directamente a Florencia.

Venecia se decidió entonces a movilizar. Siguiendo lo que era ya una costumbre, envió sus embajadores para ofrecer a Felipe María su mediación en orden a conseguir la paz. Esta oferta fue rechazada. El Carmagnola se refugió en Venecia y fue proclamado Capitán General de la Liga, cuya acta de constitución lleva la fecha del 4 de diciembre de 1425. Los aliados declararon como objetivo de guerra de libertad de Génova, la devolución de Parma a la Casa de Este y la renuncia por parte de Milán a todas sus conquistas. Felipe María se aprestó a la lucha: compensó la pérdida del Carmagnola contratando los servicios de Francisco Sforza, que había heredado el mando de la condotta. 2.7.1.3 Las tres primeras guerras. La primera guerra tuvo como escenario Brescia, atacada por el Carmagnola y defendida por Francisco Sforza; cuando se rindió el castillo de esta ciudad los contendientes aceptaron una paz. En abril de 1427 Felipe María renovó las hostilidades; sus tropas fueron sin embargo derrotadas en Maclodio. El crecimiento territorial de Venecia afirmaba la posición de la República como Estado peninsular italiano.

La paz duró esta vez tres años, que la alianza con Venecia fue renovada el 12 de agosto de 1430 y las hostilidades se reanudaron. Esta vez el Carmagnola, que seguía mandando a las tropas aliadas, sufrió una tremenda derrota a orillas del río Adda; el Senado veneciano le culpó de negligencia, ordenó su prisión y luego le hizo ejecutar. Venecia contrató inmediatamente los servicios de Francisco de Gonzaga, que restableció el equilibrio militar apoderándose de Soncino, mientras los suizos ocupaban la Valtelina amenazando a Milán desde el norte. Cuando se firmó el tercer tratado de paz los adversarios acordaron la restitución de las conquistas.

En el último instante, Felipe María no se atrevió a afrontar la guerra general: devolvió Imola y Bolonia al Papa y aceptó la conservación de la paz en los términos acordados en 1433. 2.7.1.4 Los Médicis en el poder. La guerra acentuó la tensión en el seno de la oligarquía que gobernaba a Florencia. Juan de Médicis, aleccionado por los acontecimientos de 1378, había vivido por completo apartado de la política, dedicando su energía a la administración del banco. Su fortuna creció extraordinariamente con ocasión, sobre todo, del Concilio de Constanza, que multiplicó la circulación de los cambios. La creciente debilidad e incompetencia de Rinaldo d’Albizzi fue causa de que la atención pública se dirigiese hacia las familias más opulentas, Strozzi y Médicis.

Rinaldo se dio cuenta del peligro que corría e intentó forzar la marcha hacia el poder personal mediante un golpe de Estado. Nicolás Uzzano se lo impidió, con el apoyo de Juan de Médicis. Rinaldo decidió entonces restablecer el Catasto, es decir, un nuevo cálculo sobre las fortunas de los florentinos a fin de hacer recaer las cargas principales sobre los más ricos. En 1429 murió Juan, pasando la fortuna a Cosme. Al desaparecer Uzzano en 1432, Cosme se convirtió en la cabeza única de la oposición.

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Rinaldo aprovechó este momento para modificar las listas de la insaculación, fabricarse una Señoría adicta y detener a Cosme al retorno de su embajada, acusándole de haber promovido la guerra de Lucca para servirse de ella como un instrumento de conspiración. Cosme, desterrado, se instaló en Venecia desde donde pudo seguir difiriendo sus negocios, mientras Rinaldo d’Albizzi franqueaba el último paso haciéndose otorgar una balia. Desde Venecia y se infiltró poderosamente en las Artes y los Consejos. En 1434 fue insaculada una Señoría enteramente adicta a Cosme de Médicis.

Rinaldo intentó arrastrar al antiguo patriciado a un nuevo golpe de Estado, que debía suspender la Señoría insaculada, destruir las bolsas y restaurar la balia en su favor. Palla Strozzi interpuso su enorme fortuna para impedirlo. La Señoría se reunió contra la voluntad de Albizzi y convocó un Parlamento que recomendaba en efecto del establecimiento de una balia, pero a favor de Cosme de Médicis. Rinaldo d’Albizzi y Palla Strozzi fueron desterrados. Cosme hizo su entrada en Florencia como un vencedor el 5 de octubre de 1434.

Comenzaba, para Florencia, una nueva etapa política, de retorno al poder personal, término del ciclo, como señalaría Maquiavelo, nacido veinticinco años más tarde. La ciudad de Florencia y su gobierno se convirtieron en un apéndice de la Banca Médicis. Cualquier amenaza a la estabilidad de la Banca era una amenaza a la propia ciudad. El aspecto más desfavorable de este gobierno era su hipocresía; hacía cosas diferentes de las que decía, lo cual no dejaba de ser síntoma de debilidad. 2.7.1.5 Alfonso V, Rey de Nápoles. El Magnánimo no había renunciado nunca a sus proyectos mediterráneos. Habiendo liquidado los asuntos castellanos, regresó a Sicilia, arrastrando consigo a esta nueva aventura, a sus hermanos y a cierto número de nobles españoles que, sin duda, buscaban ocasión de nuevas ganancias. Alfonso V se adelantó a desembarcar en Capua en donde se le unieron algunos partidarios, entre los cuales eran los más importantes los Orsini y los Marzano. Cercó inmediatamente Gaeta, exigiendo una rendición sin condiciones. En auxilio de los angevinos acudió una flota genovesa que derrotó a la catalana ante la isla de este mismo año, haciendo prisioneros a Alfonso y a sus hermanos. Génova era una dependencia de Felipe María Visconti que reclamó la entrega de tan importantes prisioneros.

Alfonso V y el duque de Milán concertaron una alianza que significaba un verdadero reparto de toda Italia en dos esferas de influencia. Alfonso se desvinculó de los asuntos españoles entregando plenos poderes a su hermano Juan al que reconoció definitivamente como sucesor. Se proponía ser en adelante tan sólo un príncipe italiano. Felipe María dio orden a Génova de prestar ayuda al rey de Aragón; los genoveses se negaron a obedecer una disposición contraria a sus intereses, rompieron su dependencia con Milán, y procedieron a restaurar un dux, que fue Tomás de Campofregoso.

Una nueva flota catalana había obligado entre tanto a Gaeta a rendirse. De este modo, cuando Alfonso V volvió al escenario de la guerra, disponía de bases militares muy sólidas. La guerra de Nápoles fue larga, en parte porque los condottieros preferían ir al norte, en donde los sueldos eran mayores y las posibilidades de engrandecimiento más claras. Concluyó el 12 de junio de 1442 con la conquista de Nápoles al asalto. Alfonso V celebró su entrada en la capital del reino

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imitando a los antiguos generales romanos, incluso en la erección de un arco de triunfo. 2.7.2 La Paz de Lodi

Nicolás V, un humanista que proyectaba devolver a Roma su antiguo prestigio, afirmaba la necesidad de llegar de una vez a la paz sincera y generosa entre los príncipes italianos, como medio de alejar a los extranjeros. Nadie consideraba como tal a Alfonso V. El Papa convocó un Congreso de paz en Roma pero estuvo mal preparado y fracasó. La noticia de la caída de Constantinopla llegó en tiempo oportuno para la causa de la paz. Venecia, que se encontraba ahora en primera línea, inició negociaciones secretas. Francisco Sforza comunicó la existencia de tales contactos en febrero de 1454. Cuando ya había consentido en una de las condiciones principales, la entrega de la ciudad de Crema a la Serenísima República. Un embajador florentino concurrió al acto de la firma que tuvo lugar en Lodi el 9 de abril de 1454. A este acuerdo se adhirieron después todos los combatientes – los últimos fueron el Papa y Alfonso V – convirtiéndose de este modo en una paz general.

Cosme de Médicis influyó de una manera decisiva hasta transformar este simple tratado en un sistema para la conservación del equilibrio y la paz entre las señorías. La primera tarea consistió en imponer la mentalidad de que la paz era imprescindible porque nadie tenía ya los medios suficientes para imponerse a sus vecinos. En agosto de 1454, siguiendo la iniciativa de Cosme de Médicis, Milán, Florencia y Venecia firmaron una Liga, comprometiéndose a salvaguardar la paz de Lodi; a ella debían ser invitados todos los poderes políticos de Italia, sin excepción alguna. En efecto, incluso Alfonso V se adhirió a ella.

El éxito de la Liga consistió en su capacidad para infundir a todos el convencimiento de que cualquier alteración al equilibrio podía abrir las puertas de Italia a los extranjeros y provocar con ello la catástrofe.

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CAPÍTULO 3. RENACIMIENTO Y HUMANISMO 3.1 EL MARCO SOCIAL Y ECONÓMICO DE LA ÉPOCA 3.1.1 La época renacentista, período de expansión

La época comprendida entre la mitad del Siglo XV y hasta mediados del XVI, significa para Europa una época de expansión demográfica, de reajustes sociales, y, en general, de prosperidad económica.

En esta expansión colaboró un fenómeno económico nuevo, la inflación de los precios, que hasta 1530 aproximadamente favorecieron el desarrollo y estimularon la aparición de nuevas formas de comercio y la posibilidad de acumulación de capitales. Después de 1530 los rápidos cambios económicos-sociales facilitan, en algunos medios, la difusión de ideas subversivas o de doctrinas religiosas, bajo las que algunos buscan un escape a esperanzas frustradas. 3.1.2 El desarrollo demográfico y urbano

Este crecimiento supone una restauración biológica que, según parece, caminado de este a oeste, desde el epicentro toscano, hacia el Atlántico. Este crecimiento, si se toma solamente como punto referencial a las ciudades, es muy claro, porque el incremento urbano no podía resultar sino de la emigración rural. En otro caso, la ciudad ofrece ahora mayores atractivos: se advierte el establecimiento de sistemas de abastecimiento hidráulico, se crean instituciones hospitalarias y asistenciales nuevas y hasta en las urbes más progresistas, comienzan a sustituirse las peligrosas y austeras construcciones de madera por las de piedra y ladrillo. Europa había llegado a un momento de plenitud en su historia.

La densidad de la población podía alcanzar cifras superiores a los 40 habitantes por km2.

En 1500 había en Europa pocas ciudades gigantescas a la escala del Siglo. Sólo Nápoles, Milán y Paris podían considerarse tales.

Por debajo de ellas existen docenas de ciudades de importancia menor y centenares de pequeñas poblaciones, que no sólo estaban llenando los huecos que la peste dejara en ellas a mediados del Siglo XVI, sino que sus muros resultaban ya insuficientes para su desarrollo y debían ampliarlos mediante la construcción de nuevos lienzos de muralla o dejar extenderse su caserío fuera de ellos.

En el curso de la primera mitad del Siglo algunas ciudades por razones diversas experimentarían una evolución desigual. Mientras la mayor parte aumenta considerablemente, otras se estancan o declinan rápidamente. 3.1.3 La expansión económica 3.1.3.1 Factores estimulantes. La economía de este período estuvo dominada por el estímulo del consumo. La demografía en expansión supondría un primer incentivo al exigir mayores cantidades de alimentos, vestido y otros elementos indispensables.

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El afán de bienestar en los sectores burgueses, introducirá nuevos gustos y, con ellos, nuevas exigencias. En los medios de los “notables” los gustos se complican y se refinan. Promueven actividades que van adquiriendo nuevas dimensiones y relieve. La construcción concretamente sería una actividad fundamental, ya que en ella estaban implicados otros oficios complementarios.

Otro estímulo vendría de la política de los Estados, que desarrollan exigencias crecientes para dotar a sus ejércitos de caballos, artillería y arcabuces128, picas y armas blancas, largas y cortas. Esta demanda influiría particularmente en la metalurgia y siderurgia, así como en todas aquellas actividades relacionadas con ellas.

En otros aspectos, la política de los Estados favorecerá el progreso económico. Así sucede en lo que se refiere a la formación de capitales. Unas veces, al promover los monopolios estatales en el comercio ultramarino, otras porque los soberanos, necesitados de recursos financieros para la gerencia del Estado y la conducción de la guerra, aprobaran monopolios privados como las grandes compañías mineras en Alemania. Strieder129 ha considerado que “la defensa de los monopolios mineros por Carlos V, representa la carta de nacimiento del espíritu capitalista moderno”.

La apertura de nuevos mercados, consecuencias de los descubrimientos, provocará intercambios y hará surgir nuevas necesidades, entre ellas la construcción naval con todas las secuelas. 3.1.3.2 Los metales preciosos de América. En un principio, el metal precioso fue suministrado por una explotación intensiva de las minas europeas, gracias a un instrumental más perfeccionado. La instalación de los españoles en América aportó nuevos recursos metálicos. En los años finales del XV y primeros del XVI comenzó a llegar a España el oro de las Antillas y el procedente de los pillajes de los conquistadores de México y Perú. Las cifras, aunque pequeñas entre sí, representan para Europa una oferta importante.

Los metales preciosos de las minas de Europa central y de América contribuyeron a una fuerte alza de precios. Los gastos de las cortes principescas, la elevación del nivel de vida y el crecimiento de la población estimularon y aumentaron la demanda de todo tipo de artículos. El desarrollo del crédito, al multiplicar los medios de pagos, no sería tampoco ajeno al alza. Pero evidentemente, la causa principal, y la que contribuyó a acelerar la tendencia alcista de los precios, fue el aumento de los metales preciosos disponibles. Esta alza, alcanzará cotas máximas en Sevilla130 en la primera mitad del XVI y, desde España, se propagará a toda Europa en razón de las estrechas conexiones monetarias y mercantiles.

De 1490 a 1520 las fuerzas productivas, especialmente en la agricultura, y algo más tarde en la industria, vuelven a alcanzar el nivel del Siglo XIV y le superan. El progreso técnico, y una mejor utilización del trabajo humano, permiten aumentar la productividad. La inflación de los precios, todavía moderada, juega como factor de inversión e invita a producir.

128 Arma antigua de fuego 129 Historiador 130 Ciudad de Andalucía al sur de España.

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La expansión económica, expresada en la industrialización y en el desarrollo comercial, alcanza su techo máximo hacia 1530-1540; después sobreviene una recensión, cuyos primeros síntomas se advierten en 1547-1548 y que tendrá su momento de fondo en 1550-1560. En Europa occidental se manifiesta en la gran crisis financiera de 1557-1559, que golpea duramente a los banqueros italianos y alemanes, prestamistas de la Corona de España. 3.1.4 La agricultura 3.1.4.1 Cambios en la tenencia y explotación de la tierra. A lo largo del Siglo XVI, buena parte de las tierras abandonadas en los Siglos XIV y XV fueron nuevamente ocupadas. Pero esta ocupación se hace por la inversión de capitales en la tierra.

La coyuntura en alza que estimula la inversión y la mejora de las condiciones materiales, a su vez, favorece el progreso de la agricultura europea. La población ciudadana invierte sus ganancias en la tierra.

En los países que triunfa la Reforma Protestante y se secularizan las propiedades de la Iglesia, estas serán un objeto de las inversiones.

Se invierte también dinero, en algunas regiones, en mejorar la tierra, en sanear pantanos. Surgen así nuevos tipos de burgueses, dueños de tierra, o campesinos enriquecidos, que se convierten en señores de dominios. Estos nuevos propietarios saben introducir cultivos nuevos, más rentables, guardar los frutos para su venta en los meses de escasez y acomodarse al mercado.

Esta estructuración rural nueva, explica en muchos casos, la emigración de campesinos a los núcleos urbanos. 3.1.5 La industria 3.1.5.1 Gran proceso industrial. La producción industrial progresa al margen de los gremios. Estos habían tenido una historia brillante. A finales del XV se hallaban en declive ante el desarrollo de talleres propios, de características capitalistas, con el apoyo de los príncipes, que desean promover con formas nuevas la producción industrial de sus territorios.

Las grandes transformaciones originadas por la expansión ultramarina, el nuevo espíritu del Renacimiento y la Reforma Protestante, tuvieron importantes consecuencias en la evolución de la estructura gremial. Una de ellas fue la progresiva separación entre la organización y la ejecución del trabajo, propia del desarrollo de la empresa capitalista, con su división entre empresario y obrero asalariado. El tipo de empresa capitalista se extenderá sobre todo donde se necesitaba un equipo técnico.

En las áreas más industrializadas, la organización gremial había llegado a dominar la producción, regulando los precios y las calidades e imponiendo a los maestros limitaciones en el empleo de oficiales y aprendices.

En el Siglo XV, los empresarios reaccionan, trasladando sus talleres de las ciudades al campo o a pequeñas municipalidades rurales, donde la población campesina estaba dispuesta a obtener unos ingresos adicionales, hilando o tejiendo

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en sus propios hogares. Se inician también nuevas calidades como las sargas o paños de lana ligera, y por tanto baratos, conquistaría los mercados europeos y levantinos. Esto sucede también en la industria del metal. Los empresarios podían emplear a los antiguos maestros de los gremios en un trabajo a destajo, con lo que aumentaba la capacidad de producción. Este método se extiende a comienzos del XVI en todas aquellas regiones donde los gremios no son suficientemente poderosos.

Estas nuevas formas de organización de producción exigían innovaciones técnicas. De éste modo comenzó a producirse ya una división del trabajo en la minería y en la transformación de los metales, en la fundición y en la forja, y también en la fabricación del papel, en la acuñación de moneda y en la imprenta.

La expansión del uso de tejidos de lino para servicios domésticos y ropa interior favorece el desarrollo de esta industria, que tendrá sus núcleos en Sajonia y Silesia, Alemania del Sur, Picardía y hasta en los viejos centros laneros de los Países Bajos. Lo mismo sucede con el cáñamo, cuya fabricación de telas, más o menos groseras, es la industria rural por excelencia. Las crecientes necesidades de la navegación atlántica, favorecerán el desarrollo de esta industria, que provee velamen para los navíos en las regiones del oeste de Francia.

Junto a esta industria de gran consumo popular, que lanza grandes cantidades al mercado, la sedaría131 proporciona artículos para sectores más reducidos y de exigencias más exquisitas. 3.1.5.2 Minería y metalurgia. El desarrollo más espectacular se produjo en la minería y la metalurgia, apoyado en la formación de compañías capitalistas y en la utilización de ingenios mecánicos para abrir galerías y bombear las corrientes de agua. En primer lugar, la escasez de plata en una Europa en desarrollo fuerza la búsqueda de yacimientos a fines del XV. A partir de 1470 empieza una nueva fase de explotación minera en los Montes Metálicos. Schnneeberg fue el centro más importante. El punto culminante de la minería europea de plata se sitúa en 1540 con unos 65.000 Kg anuales. A partir de entonces comenzó a encontrarse con la competencia americana y la producción se resintió.

El principal problema con que se tropezaba era el del combustible. La expansión siderúrgica a escala industrial daba lugar a peligrosas deforestaciones. Proliferan las ordenanzas forestales y se realizan en algunas partes (Inglaterra, Lieja) serios esfuerzos para buscar la sustitución del carbón vegetal como combustible por el mineral, todavía sin éxito.

El hierro forjado se trabajaba en fundiciones, y los lingotes y rollos de alambre eran transformados después por artesanos, en clavos, armas, cerraduras.

La principal zona de producción de hierro era el Principado de Lieja. El comerciante en hierro se convirtió en “Verleger” que controlaba la producción de varias forjas. Desde 1523 Gustavo Vasa desarrollara la industria siderúrgica sueca, que tendrá brillante porvenir.

Las famosas minas de cobre de Mansfeld alcanzaron su apogeo entre 1521 y 1537. Este mineral se transformaba en las fundiciones de Turingia, Franconia y

131 Industria de la Seda

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Tirol. Del cobre se hacían planchas, sartenes, alambres y utensilios. De su aleación con estaño, se hacía bronce para campañas y cañones. Una nueva industria fue la de la imprenta, que se desarrolló rápidamente tras su invención, a mediados del Siglo XV, de los tipos móviles en Alemania meridional.

Con la impresión de libros se desarrolló la industria del papel, que hasta comienzos del XVI, monopolizaban los italianos. Desde entonces los centros de Francia occidental y Suabia fueron los más importantes. 3.1.6 Comercio internacional 3.1.6.1 Ampliación de la red mercantil, No sólo, a finales del XV, se recuperan los viejos centros, los antiguos caminos y mercados, sino que renacen otros nuevos. Salvo excepciones, como Brujas, centro comercial desplazado, se superan los niveles alcanzados en el Siglo XIII. Aparecen incluso mercados secundarios y la red mercantil se extiende por toda Europa. En ella, tanto por sus dimensiones como por las nuevas formas, se advierten características modernas.

El norte de Flandes y el norte de Italia, las dos áreas más industrializadas, constituían los dos extremos del gran eje mercantil europeo. Italia estaba especializada en tejidos de seda y otros tejidos ricos, mientras Flandes producía también lienzos, encajes y tapices.

El gran cambio en este sistema se produjo por la incidencia de la explotación y navegación de los portugueses por África y el Índico, y por la conquista española de América, desde 1500 aproximadamente. Ahora, por primera vez, se establece contacto con aquellas nuevas tierras.

El tráfico atlántico entre Sevilla y América se desarrolló de forma impresionante. Entre 1510 y 1550 el número de naves salidas de Sevilla hacia América se cuadruplica, su tonelaje se multiplica por cinco y su cargamento por más de seis.

En la fachada atlántica, a los intercambios tradicionales entre norte y sur se añaden cantidades crecientes de géneros ultramarinos (especias, azúcar, índigo) y metales preciosos. Una red de puertos, desde Sevilla y Sanlucar132 hasta Ámsterdam133, asegura este comercio. Pero su centro fundamental es Amberes134, donde se ajustaron los lazos entre el comercio europeo y el colonial. 3.1.6.2 Amberes, metrópoli internacional. El comercio internacional de especias, metales y tejidos atrajo a otros participantes. Los cereales, el cobre y las pieles y ceras del Báltico llegaban a Amberes, tanto para su consumo allí como para la reexportación hacia el sur. El azúcar de las Islas Canarias, las sedas italianas, el alumbre de las minas pontificias, los vinos franceses y renanos, los quesos y cerveza holandeses, y el pescado báltico afluían a Amberes, para ser trasladados a otras partes de Europa e incluso algunos de ellos, a otros continentes.

132 Ciudad de Andalucía al sur de España. 133 Capital de Holanda en el Oeste de los Países Bajos. 134 Provincia al norte de Bélgica.

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Este nuevo enclave comercial no suplantó las rutas anteriores, sino que más bien las desarrollo. Si el zar de Rusia, Iván III se apodera de Novgorod135, con lo que inflinge a los anseáticos un duro golpe, otras ciudades hanseáticas más orientales se desarrollan. El hecho de que la Hansa y en particular la ciudad de Hamburgo se recupere después de mediado el Siglo XVI es un indicio de que no se trato de un golpe mortal.

Tras un momento de baja, al producirse la instalación de los portugueses en el Mar Rojo, en 1515, la conquista de Egipto por los turcos y las guerras en el Mediterráneo, los tráficos se recuperan. Los monopolios mantuvieron los precios de las especias de Lisboa136 a un nivel muy elevado. Venecia pudo restablecer sus relaciones. El Mar Interior conserva su papel de intermediario con Oriente y Occidente. Los puertos de

Ragusa137, Venecia138, Génova139, Barcelona140 y Marsella141 mantienen, en mayor o menor medida, intenso trafico entre si, y con Constantinopla142, las escalas de Levante y Egipto. Es un comercio deficitario para Europa, que debe saldarse con el envió de metales preciosos. 3.1.7 Las nuevas formas de organización comercial e industrial 3.1.7.1 Desarrollo del capitalismo comercial. “Verleger” eran empresarios que practicaban a un tiempo el comercio al por mayor y al por menor. Su fuerza residía en la diversificación: eran banqueros, se ocupaban de las transacciones financieras, contrataban seguros marítimos y de transporte; erigieron empresas industriales mediante el sistema del trabajo a domicilio y emplearon las amplias conexiones de sus negocios para establecer un mejor servicio de comunicación y comercialización.

El ejemplo había sido ya dado por las organizaciones mercantiles italianas, bajo la forma de compañías familiares. Constituidas conforme al “sisteme di aziende”, utilizaban una técnica comercial moderna a base del ábaco y del uso de libros mercantiles redactados a doble partida; se servían también de notarios, que desarrollaron el Derecho mercantil. De este tipo fueron las empresas, de dimensiones internacionales, de los Bardi, Alberti, Accioaiuoli, etc. Estas compañías eran ya un esbozo de las modernas sociedades de nombre colectivo, aún cuando se ajustan por un período corto, en general por tres años, pero de hecho renovadas incesantemente.

A mediados del XV aparecen, en Augsburgo143 y Nuremberg144 y en otras ciudades más meridionales, compañías mercantiles, con filiales o representantes en

135 Ciudad al Oeste de Rusia del lado de Europa Oriental en la Meseta del Valdai. 136 Capital de Portugal. 137 Ciudad de la Isla de Sicilia al Sur de Italia en el Mar Mediterráneo. 138 Puerto y Golfo en Veneto al Noreste de Italia. 139 Ciudad de Liguria al Noroeste de Italia. 140 Ciudad de Cataluña al noreste de España. 141 Ciudad de Bocas del Rodano al sur de Francia. 142 Actualmente Estambul, Turquía. Capital de Turquía al Noroeste de este país. 143 Ciudad de Baviera al sur de Alemania.

Figura 38. Ivan III Tzar de Rusia

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los Países Bajos, España y puertos atlánticos dedicadas al comercio al por mayor, a la explotación minera y la fundición de metales. Su origen estuvo en la explotación de recursos materiales bajo carácter monopolístico.

En los comienzos del Siglo XVI, en la actividad minera, se pueden entrever las formas y actuaciones capitalistas más modernas: la sociedad anónima, la empresa multinacional y las acciones monopolísticas o de cartelización.

En el sector de la minería, la división del trabajo dio lugar también a la aparición de los primeros núcleos obreros en el pleno sentido de la palabra. El eslabón intermedio fueron los trabajadores asalariados, que trabajan en las minas con contrato fijo y limitado a cambio de que los empresarios otorgaran, en arrendamiento, tierras y bosques a otros miembros de sus familias.

Otra rama en la que empieza a aparecer el obrero asalariado es la textil. También en la industria de la impresión se produjo cierta concentración de asalariados. 3.1.8 Las actividades bancarias 3.1.8.1 Los préstamos a los soberanos. La gran movilidad de capitales y el desarrollo de la actividad especulativa estuvieron estrechamente ligados al crecimiento del crédito público, a la necesidad de los grandes Estados modernos. Estos (los soberanos), poseedores de ingentes recursos, pero faltos de una organización financiera adecuada, se vieron obligados a recurrir a empréstitos de los comerciantes-banqueros. Las empresas políticas, principalmente la guerra, exigían grandes dispendios que los soberanos no estaban en condiciones de pagar con sus ingresos ordinarios y ni siquiera con impuestos extraordinarios, implantados sobre toda clase de bienes y muestras externas de riqueza de sus súbditos.

Estos empréstitos, concertados bajo presión política y la garantía de joyas o bienes de la Corona, no pueden considerarse como auténticos empréstitos modernos, como lo atestiguan la gran variedad de circunstancias de los contratos y la enorme variación de los intereses. Desde el segundo cuarto del Siglo XVI, la continua recurrencia al crédito, facilitó la instalación de banqueros, que se especializarían en estas operaciones de crédito, con métodos ya bien organizados.

El procedimiento consistía en la utilización del llamado “depósito de feria a feria”, que permitía aplazar el reembolso, con lo que la deuda iba renovándose cuatro veces al año y acumulando intereses. La tasa normal de estos negocios osciló en torno al 4% cada feria, es decir un 16% anual, cuando el beneficio legal máximo del dinero estaba fijado en 12%.

El préstamo a interés, cuando no existían razones suficientes, es decir una exigencia del comercio o un riesgo, era considerado prohibido por los canonistas.

Desde mediados del Siglo XV se observa el declive de las firmas florentinas y del norte de Italia frente a las de la Alta Alemania. En Augsburgo, Nuremberg y otras partes, una burguesía emprendedora que había hecho sus primeras fortunas en el comercio entre Venecia y Lombardía145 con el centro de Europa, halló ahora su

144 Ciudad de Baviera al sur de Alemania. 145 Provincia al Norte de Italia.

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gran oportunidad en las explotaciones mineras, en los préstamos a príncipes y soberanos. Desplazaron a los italianos en la escena bancaria europea, apoyados en el papel ascendente de los Habsburgo, y en los recursos que ofrecía el nuevo comercio ultramarino, aún cuando no desdeñaron hacer también préstamos a los enemigos políticos de los Habsburgo.

Si bien es cierto que el período renacentista ofreció quizá mejores oportunidades que otros momentos, todo dependería de la valía personal y del interés para saber aprovecharlas. El Siglo XVI no representa en las estructuras y en las actitudes respecto a la riqueza un cambio total; además el cambio se advierte solamente en sectores determinados.

Quizá lo único característico de esta época sea la mayor dimensión de las empresas y las prácticas del monopolio y de los privilegios exclusivos concedidos por los soberanos. La lucha contra la competencia lleva a la formación de “cartels”, como el “sindicato del cobre” creado por el acuerdo de las firmas Fugger, Gossembrot, Harwart, Paumgartner, para mantener los precios en el mercado veneciano a un nivel previamente acordado.

Otro ejemplo de monopolio es el de las especias portuguesas que la Corona concede en exclusiva de venta en los Países Bajos a los italianos Gualterotti y Affaitadi de 1508 a 1514 y más tarde también a alemanes y a judíos portugueses. 3.1.9 La evolución de la coyuntura y sus consecuencias en el orden económico-social 3.1.9.1 La “revolución de los precios”. Desde finales del Siglo XV los precios manifiestan una tendencia alcista. Se ha discutido mucho sobre las causas de este hecho. Hoy parece fuera de duda, que el dinamismo de los precios está en relación con la expansión económica. La llegada de los metales preciosos de América contribuyó a acentuar la tendencia inflacionista que ya había comenzado a advertirse entre 1480-1500.

El hecho es que, entre 1480 y 1560, los precios casi se habían multiplicado por tres. La subida de precios se produce después de un período de estancamiento. Los efectos económicos de esta inflación, al menos en su primera fase, fueron un poderoso factor de desarrollo. No sólo la moneda es más abundante, sino las diversas formas de crédito que multiplican a los que las utilizan, tanto para prestar como para pedir prestado.

Esta inflación combinada con la evolución de los salarios produjo, naturalmente, sus efectos importantes en la estructura social.

Los efectos de la inflación fueron tanto más manifiestos porque la evolución de los salarios no fue paralela. En algunos países, el movimiento de los salarios siguió de cerca al de los precios e incluso aquellos se pusieron a su nivel, mientras que en otros países, los salarios siguieron con retraso el movimiento de los precios.

En una economía preindustrial, donde los salarios constituyen un porcentaje sustancioso en la formación de los costes, la diferencia entre precios y salarios representa un beneficio esencial para el empresario. Sin embargo, la teoría tendría valor absoluto en una economía de pleno empleo, es decir una economía en la que la

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masa total de los salarios fuera importante, y que además alcanzase el mundo de los trabajadores. 3.2 RENACIMIENTO Y HUMANISMO: IDEALES Y VALORES HUMANOS 3.2.1 La problemática conceptual respecto al Renacimiento 3.2.1.1 Acepción originaria del término Renacimiento. Renacimiento representa un modo de conocer la vida y la cultura, que se desarrolla en Italia en el Siglo XV, momento inicial de la historia moderna en Europa. El Renacimiento es un momento privilegiado de la historia occidental, la revelación de la civilización laica, el nacimiento del espíritu moderno en el sentido del pasado Siglo.

Según los creadores del término, Renacimiento sería, ante todo, el brote de valores espirituales, artísticos, éticos y literarios. Pero si se extiende la concepción de Renacimiento no a unas ideas y valores, sino a un período histórico en el que están localizados aquellos valores, se cae en la inexactitud de aplicar unas características vitales concretas, propias de un grupo social determinado, elitista, a todos los hombres que vivieron entonces, en su mayoría al margen. 3.2.2 Evolución de la histografía sobre el Renacimiento 3.2.2.1 Burckhardt y sus ideas sobre el Renacimiento. A Burckhardt, profesor de Basilea, se debe la primera concepción coherente del Renacimiento. Intentaba trazar el conjunto de una civilización como una unidad, en una serie de exposiciones paralelas, cada una de las cuales abordaba desde un punto de vista diferente, el problema esencial, el carácter central de esta unidad.

Individualismo y modernidad eran, para Burckhardt, las claves de la interpretación del Renacimiento. El creó el “mito del Renacimiento”, que veía en aquel movimiento cultural la liberación del espíritu humano, la victoria de la luz sobre las tinieblas; en una palabra, el advenimiento de la tolerancia y del liberalismo, el desarrollo del espíritu laico, moderno.

De acuerdo con esta tesis, Edad Media y Renacimiento se oponían en todas sus características. La ruptura entre Edad Media y Renacimiento debía situarse, a grandes rasgos, a mediados del XV. 3.2.2.2 Renacimiento y burguesía. Burckhardt destaca dos aspectos como típicos del hombre renacentista, llamando poderosamente la atención de Thode146: el individualismo, que Burckhardt identificaba con subjetivismo, y el profundo sentido de la Naturaleza, considerado como “el descubrimiento del hombre y del mundo”. Thode no podía aceptar la idea de atribuir a la antigüedad clásica una influencia decisiva en la formación de la cultura renacentista. Más bien consideraba que esta había brotado con el ascenso de la clase burguesa. Consiguió que estos nuevos valores fueran aceptados e integrados en la sociedad de la época, respaldando a aquella clase en desarrollo y contribuyendo a realizar las reformas necesarias para

146 Historiador.

Figura 39. Jacobo Burckhardt

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acogerla, así como a sus ideas. Gebhardt147 completaría esta opinión, con la de que los orígenes del Renacimiento remontaban a tiempo atrás, en la propia historia medieval italiana. 3.2.2.3 La reivindicación del término por los medievalistas. Charles H. Haskins (1927), pudo probar que no era cierta la opinión de que los hombres de la Edad Media hubieran desconocido los clásicos y su enseñanza: “la continuidad de la historia rechaza estos contrastes agudos y violentos entre oscura y menos estática, un Renacimiento menos esplendoroso y menos nuevo de lo que se había creído en otro tiempo”.

Maritain y Gilson eran de la opinión de que la filosofía del Renacimiento no constituía ningún avance sino, en todo caso, un despliegue de lo anterior. Algunos autores incluso, considerando el Renacimiento como una época religiosa, atenuaron el contraste entre aquella época y la precedente. Giussepe Toffannin148 pudo describir el humanismo clásico de Italia como un movimiento católico, plenamente ortodoxo, basado en la tradición patriótica, cuya eclosión definitiva de la época tridentina. 3.2.2.4 La noción de renacimiento como declive de la edad media. De este modo se llegó a borrar los límites y la antítesis entre Edad Media y Renacimiento, a desechar el propio concepto de Renacimiento o a interpretarlo como continuación o más bien declive de la Edad Media.

Estas investigaciones recientes no sólo han destruido la concepción de Edad Media y Renacimiento como dos períodos absolutamente diferentes, antitéticos; han demolido también la imagen o mito del Renacimiento creado por Burckhardt. Por otra parte autores más de nuestros días, como H. Hayden o F. Battisti, extremando la postura, llegan a que lo que se ha tenido por genuino Renacimiento no es más que un movimiento de reacción y designan al movimiento cultural artístico y espiritual de los Siglos XV y XVI como “Contra-Renacimiento” o “Anti-Renacimiento”. 3.2.2.5 Dos “renacimientos”: italiano y nortealpino. Otra matización importante es la que quienes ven dos renacimientos, prácticamente simultáneos cronológicamente, pero con manifestaciones bastante distintas. Konrad Burdack, en 1918, a la idea original de un Renacimiento italiano, entrañado en el despertar de la antigüedad latina, añadió la de que allí, en Italia, este despertar era congruente con la cultura nacional, en un sentido imposible en otras partes. Por análogos motivos, Kart Brandi sostuvo que debía llamarse Renacimiento solamente a la cultura italiana, pues en los demás países no fue aceptada sino en aspectos parciales. Nació así la idea de un Renacimiento nortealpino, en contraste con el Renacimiento italiano. El Renacimiento nortealpino fue principalmente cristiano, y en cierto modo, ayudó a progresar en la vía de la Reforma.

Es preciso tener siempre en cuenta que, si bien en Europa, desde el Siglo XV, se observan a pesar de las crisis, manifestaciones nuevas en el plano espiritual, político y social, es en Italia donde aparecen con precocidad y preferencia a todos los demás países. Italia, a pesar de la división y rivalidad entre los estados y principados se beneficia de una sólida base histórica: la conciencia de un gran pasado, la “romanidad”, de la que los italianos extraerán una fecunda energía en

147 Historiador. 148 Literato.

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materia de cultura y de arte. El Renacimiento en Italia tiene mucho de “despertar de un sentimiento nacional”, que se transmitirá a otros países. La admiración por la Antigüedad en Italia coincide con el entusiasmo por la profundización en el pasado glorioso.

Mientras en Italia la vuelta hacia la Antigüedad, considerada por los demás italianos como un simple retorno a las tradiciones nacionales, produjo una rápida renovación de las concepciones artísticas e intelectuales, sin que tuviera lugar un cambio, un choque profundo con las ideas existentes, en el resto de Europa no fue así. Allí las tradiciones nacionales, muy vivas, eran diferentes, y, por lo tanto, ese retorno a los clásicos encontró una resistencia, tanto más fuerte cuanto entonces aparecían, en lo político, las primeras manifestaciones nacionalistas.

El despertar del espíritu laico y superador de servidumbres que representa el Humanismo, no significó, sino en raros casos, un rechazo de la fe cristiana; dio origen, más bien, a actitudes y manifestaciones ambiguas y complejas. Por ello solamente en Italia puede detectarse una corriente de escepticismo religioso, cosa que no ocurre, sino más bien todo lo contrario, en el resto de Europa, donde se afianza el llamado Humanismo Cristiano. 3.2.3 Actuales acepciones de los términos Renacimiento y Humanismo 3.2.3.1 Renacimiento como período histórico. Por las razones antedichas, parece más adecuado aplicar el término Renacimiento exclusivamente a una época histórica, que se extendería desde mediados del Siglo XV a mediados del XVI. En consecuencia, el término Renacimiento no se resume sólo en brillantes muestras eruditas literarias y artísticas, sino que abraza, como cualquier otra etapa histórica, los múltiples aspectos de la vida, no todos ellos coherentes ni igualmente brillantes. Al estudiar el período del Renacimiento dedica amplio hueco a las inquietudes culturales, pues en este terreno las diferencias con el período anterior son apreciables. Como ha dicho, quizá exageradamente, el italiano Eugenio Garin, “el término Renacimiento sólo adquiere una significación adecuada en el terreno de la cultura: es ante todo una manifestación cultural, una concepción de la vida y de la realidad, que impregna las artes, las letras, las ciencias las costumbres”… Pero es sólo una parte minúscula de la expresión y de la vida de aquel momento histórico. La cultura no es sino un valor encarnado en una colectividad social, y en la que intervienen fuerzas profundas. Al referirnos al Renacimiento hemos de tener en cuenta sus limitaciones sociales y geográficas.

En cambio, el término “Humanismo” lo se aplica al movimiento cultural estrictamente hablando, al núcleo de ideas, sentimientos y valores estéticos, que se manifiesta primeramente en Italia, en el Siglo XV y alcanza su punto de madurez en la primera mitad del XVI. Este término deriva del vocablo latino “humanitas”, empleado con frecuencia en Italia desde finales del Siglo XV.

Esta corriente trató de sustituir el sistema mental de la sociedad medieval por otro nuevo, en parte extraído de la antigüedad pagana y en parte basado en los valores cristianos tradicionales. Lo que se llama “Humanismo” prende en otras zonas europeas más tarde, donde adquiere, por las especiales circunstancias sociales y preocupaciones intelectuales, aspectos distintos. Conservan de común la apelación a la autenticidad filológica de las fuentes clásicas, como base para sus construcciones culturales.

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3.2.4 La corriente humanista: sus perspectivas 3.2.4.1 Humanismo como visión cosmológica. El Humanismo es una cosmología, una nueva visión del mundo y del hombre, que trataba de superar el sistema ideológico medieval para completar lo que creían que le faltaba. Su característica fundamental sería situarse en una perspectiva individualista, de exaltación del hombre, de sus valores y capacidades.

El Humanismo buscaba la afirmación del hombre, su liberación de servidumbres. Sostenía que el hombre no debía someterse a limitaciones procedentes de otros dominios, como había sido frecuente en el sistema ideológico vigente en los Siglos anteriores.

Es comprensible que el pensamiento medieval, elaborado principalmente por eclesiásticos, tendiera a satisfacer los ideales del hombre que debía apartarse, en cierto modo, del mundo, y, por tanto, a exaltar los valores eternos, y, con ellos, el desprendimiento de los bienes temporales, la consideración del último fin, y, en definitiva, el desprecio del mundo y sus valores. Quedaron muchos aspectos de la vida humana sin valorar adecuadamente y otros, contemplados desde un punto de vista muy peculiar, no precisamente el del hombre que debía de vivir plenamente su vida ordinaria. Faltaba el sistema de ideas, del mundo y del hombre, adecuado al laico, al hombre civil. Esto es, precisamente, lo que al tomar conciencia de su necesidad, trataron de elaborar los humanistas. 3.2.4.2 Búsqueda de nuevos modelos culturales. Para llenar estos anhelos plenamente humanos, acudieron al ejemplo y a las enseñanzas de la Antigüedad, donde ciertamente habían sido ampliamente cultivados. Esta búsqueda tuvo una dimensión exegética, tanto en el campo literario como en el artístico. A través de una mayor autenticidad filológica y arqueológica, creerán encontrar el verdadero espíritu de los textos y de los monumentos clásicos y, en él, sus mejores argumentos y recursos, su verdadero apoyo en la lucha por la consecución del ideal humanista. Solamente en este aspecto puede decirse que el Humanismo no fue propiamente cristiano.

Una prueba de que no hubo oposición entre Humanismo y Cristianismo es que una de las corrientes más vigorosas del Humanismo, el llamado “Humanismo Cristiano”, puso su empeño, precisamente, en conciliar el Cristianismo tradicional con el pensamiento humanista. No se puede invocar tampoco un nexo directo entre Humanismo y Reforma.

Los llamados humanistas llegaron a convencerse de que estaban viviendo una época distinta de la que les había precedido. Tenían la convicción de que, al igual que los romanos y los griegos, habían llegado a descubrir la verdadera naturaleza del hombre y del mundo. Este descubrimiento les llevó a construir todo un sistema de conocimiento, de sensaciones y de formas de vida. Entraban en una etapa renovadora, en una actitud de purificación, tanto de las letras como de las artes y también de la religión, como lazo que les unía al Creador. 3.2.4.3 Admiración por la Antigüedad. Los primeros humanistas, creyeron que en la Antigüedad estaban los modelos universales, los valores que, eran la versión completa del hombre y del mundo.

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A medida que, a través de un mayor conocimiento de los textos, se procedía a una reconstrucción intelectual del mundo antiguo, se presentaba la imagen de una sociedad como la que deseaban, en la que sólo faltaba el compás, la pólvora y la imprenta, pero en la que se había alcanzado las más altas cimas, tanto en el campo de la especulación filosófica, como en el de las formas y acción políticas, o en las realizaciones culturales.

En la base del Humanismo existía, naturalmente, una filosofía, pero no ha de creerse que los humanistas la expresaron en sistemáticas formulaciones. Ni siquiera tuvieron una auténtica metodología del conocimiento. La aspiración del Humanismo era la de una visión unitaria del saber en la línea de una integración de las perspectivas paganas de la antigüedad en el pensamiento cristiano, sólidamente acuñado en la Edad Media, en un afán de concordia y de comprensión.

“El Humanismo del Renacimiento en tanto tal, no fue un sistema o tendencia filosófica, sino mas bien un programa cultural y educativo que subrayó la importancia y desarrollo de una área de estudios importantes pero limitada”.149

Aunque la verdadera aportación del Humanismo fue su visión intelectual, no se agota en esta actitud especulativa. Al ser una cosmovisión, el humanismo se expresó en todos los lenguajes culturales, desde la filosofía al arte, desde la ética a la música. 3.2.5 El ideal de vida de los Humanistas 3.2.5.1 Humanismo como arte de vivir. El Humanismo conlleva a un arte de vivir. Una manera de vivir en la que la existencia humana y sus exigencias naturales ocupaban atención preferente, aunque en modo alguno al margen de las obligaciones derivadas de las creencias religiosas.

Evidentemente la conciliciación de los ideales humanistas de desarrollo de las virtualidades humanas y de las exigencias derivadas del hombre como ser dependiente, creado por Dios con una finalidad, terrena y sobrenatural, no resultaría nada fácil en la práctica. Este es uno de los puntos críticos del pensamiento humanista al que creyeron encontrar solución en la filosofía. 3.2.5.2 El estímulo de la gloria. Los términos “virtú” y “fortuna” aparecen con mucha frecuencia en los escritos de los humanistas italianos. La “fortuna” o suerte desde los tiempos más antiguos, era la imagen de lo incierto, de lo cambiante. La palabra “virtu” comprende todas las características típicamente varoniles como la osadía y la carencia de miedo, y también el sentido del honor, unido a la idea de integridad y honestidad. Para la mayoría de los humanistas, la “virtu” era aquello que permitía alcanzar la “fortuna”, escapándose de esta tierra hacia la vida inmortal. La “fama”, que en su grado mas excelso, llegaba a “gloria inmortal”.

La gloria del individuo se alcanzaba esencialmente por la labor realizada en beneficio de la ciudad o del Estado al que se pertenecía. Esto significaba el despertar del nacionalismo, el orgullo por el esplendor y la belleza de la ciudad donde se había nacido, el conocimiento de su historia.

149 P. O. Kristeller

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El individualismo del Renacimiento, no es otra cosa que la preocupación por el pleno desarrollo de las posibilidades del ser humano. Los humanistas entendían que este pleno desarrollo del individuo, solamente podría producirse en conexión y armonía con sus semejantes y no suponía la ruptura con el ideal del valor universal de la Humanidad y del entorno en que cada individuo desplegaba su vida.

Otros de los rasgos que los humanistas resaltaban fueron la amistad y el amor. Los lazos de amistad constituían un aspecto esencial de la “virtu”. El amor entre los hombres se entendía como una parte de un amor cósmico, global, que conducía hacia el amor de Dios. El amor humano, consiguientemente, no tenía que ser meramente sensual, sino más bien un amor que superaba todo lo terreno, para encaminarlo a la belleza eterna, suprema y perfecta.

El Humanismo, por ser sobre todo una cosmovisión, se expresó en todos los lenguajes culturales, desde la filosofía al arte. Una de sus esenciales características era la unidad del universo, cuyo contenido conciben en una compleja y perfecta armonía, expresada en leyes matemáticas, formas geométricas y ritmo.

Todas las cosas, incluso las tensiones sociales, podían integrarse en una unidad, pues las diversas opiniones no eran sino la fallida expresión de aquella fundamental unidad que tenía lo humano. Si los humanistas colocaron al hombre en el centro de sus preocupaciones e interés, lo hicieron en la medida que el individuo, mediante la contemplación, pudiera llegar a identificarse con el orden esencial que reinaba en sí mismo, en el mundo y, en particular, en el reino eterno. 3.2.6 Las condiciones socioeconómicas y el movimiento cultural 3.2.6.1 La civilización renacentista, civilización urbana. El crecimiento de la población, con las nuevas necesidades que comporta y el desarrollo de los núcleos urbanos, estimularon la inventiva y los recursos humanos, no sólo en orden a un aumento de los medios de alimentación y de subsistencia, sino a fin de mejorar las condiciones de trabajo, de producción y de vida. Las nuevas exigencias contribuyen a despertar la demanda de todo género de bienes y a intensificar los esfuerzos para cubrirla. Como consecuencia, el dinero, acumulado en minorías poderosas y activas, circula en amplitud hasta entonces desconocida, y, resulta evidente que penetra, en mayor o menor medida, en otros sectores sociales. 3.2.6.2 Difusión del espíritu renacentista desde Italia. El Renacimiento se difundió primero en las grandes ciudades comerciales: en Florencia, de donde partió el movimiento en el Siglo XIV. Más tarde hallará cobijo en las Cortes de Europa Occidental, al amparo de los soberanos autoritarios: lo mismo que los grandes hombres de negocio, los príncipes se esfuerzan por proporcionarse todos los atractivos de la vida cortesana y dignificar sus capitales, por razones políticas, por cuestión de prestigio, o por la necesidad de atraer partidarios.

Las letras, las ciencias y las artes se desarrollaron en los círculos de comerciantes y banqueros enriquecidos en las Cortes de los Príncipes, deseosos de crear y mantener en sus capitales una intensa vida cortesana, grandes obras de urbanización o edificios monumentales, con los medios financieros puestos a su alcance por las contribuciones y los empréstitos. El Renacimiento, en su vertiente social y cultural, cuajó en las Cortes, en las academias, en los cenáculos y en los salones. No se explica sin el mecenazgo.

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Este mecenazgo tuvo una proyección más visible, quizá, en lo artístico. Los artistas exaltan en los monumentos públicos, en escena reales o alegorías, el “buen gobierno”, algún acontecimiento inolvidable de la historia de la ciudad, retratos de los personajes de ella, a menudo representados como héroes de la Antigüedad. En el caso de encargos privados, los clientes suelen aparecer, en alguna forma, en las obras, aunque sean temas religiosos. Gracias a este mecenazgo los artistas se dispersan por toda Italia y contribuyen a la renovación de las artes. 3.2.7 Mediocridad de las conquistas científicas y técnicas 3.2.7.1 Las causas. En el Renacimiento la ciencia no progresó en grado

paralelo al de la creación cultural y artística. La ciencia del Renacimiento trató de corregir o contradecir a Aristóteles, basándose en otros sabios de la Antigüedad y en la Cabala.

La contribución del Renacimiento al desarrollo científico vino más bien de su interés hacia la realidad. Los artistas, que consideraban que el arte constituía una rama del saber, respecto a la naturaleza y al hombre, contribuyeron, aparte del estudio de la óptica, de la perspectiva y de las matemáticas, al desarrollo de la observación. El interés de los naturalistas por la clasificación de plantas e insectos para hallar una farmacopea universal, trata de reproducir en su laboratorio las misteriosas operaciones de la naturaleza; los ingenieros, como Leonardo, buscan la construcción de artefactos o máquinas, son eslabones importantes en el desarrollo científico.

La tendencia investigatoria del Renacimiento, conduce a una contemplación irracional de la Naturaleza, a la observación de lo concreto, a la acción práctica. Todo ello ponía insuperables obstáculos al esfuerzo de abstracción, necesario para toda ciencia. 3.2.7.2 La medicina y las ciencias naturales. La física y química estaban demasiado dominadas por las ideas aristotélicas para que pudieran experimentar progreso: la concepción animista se aplicaba incluso al reino mineral y se seguía creyendo en la transmutación de los cuerpos y en la correspondencia entre los cuerpos humanos y los astros. 3.2.7.3 Progresos en la astronomía. Mediante instrumentos ópticos había comenzado a comprobar las observaciones contenidas en el Almagesto. El avance más significativo en este campo de la astronomía, es la obra del polaco Nicolás Copernico. Copernico elaboró su tesis del heliocentrismo a partir de los astrónomos de la Antigüedad y sobre la convicción de la superior armonía del movimiento circular. Rechaza también la idea de Nicolás de Cusa de que el universo es ilimitado. Existen en la época del Renacimiento algunos trabajos técnicos o de ingeniería que permitieron soluciones a diversos problemas. Hay todo un reflorecimiento de aquellas artes que la Edad Media había infamado, tachándolas de mecánicas.

Figura 40. Leonardo Da Vinci

Figura 41. Nicolás Copérnico

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3.2.7.4 Comienzos del desarrollo técnico. El desprecio por las artes mecánicas comienza a desaparecer y también en este aspecto queda quebrantada la autoridad aristotélica y la oposición formulada por éste entre técnica y ciencia. Sólo de la valoración de los aspectos concretos de la técnica, puede la ciencia extraer nuevos principios. Y, a su vez, la ciencia desde la teoría, elaborar una técnica: la tecnología. 3.3 EL HUMANISMO EN ITALIA 3.3.1 Los principales focos 3.3.1.1 Florencia150. La República de Florencia fue el centro más importante del Humanismo. Se desarrolla el llamado por Hans Baron “humanismo cívico”, con Lorenzo Bruni y su escuela, que profundiza en la historia de la ciudad, seguida por Poggio Bracciolini y otros, que encontraría su culminación en el Siglo siguiente, con Maquiavelo y Guicciardini. Se potencian los estudios retóricos que aplican las reglas filológicas a la crítica textual. Se crea la Academia de Florencia, presidida por la gran figura de Marsilio Ficino. Esta época de esplendor durará hasta 1498. 3.3.1.2 Roma151. Roma, que, por decisión de los Papas, había comenzado a convertirse, ya antes de 1498, en centro cultural artístico, atrajo a filósofos, humanistas y artistas, muchos de ellos huidos de Florencia. Alejandro VI, Julio II, y, sobre todo, León X harán de Roma, capital también, por unos años, del Renacimiento en su forma más clásica. Su momento más brillante es cuando Julio II confía a Bramante la construcción de la basílica de San Pedro, y llama a Miguel Ángel y Rafael, para decorar el grandioso templo.

Figura 42. Basílica de San Pedro Figura 43. Diseñada por Bramante.

3.3.1.3 Venecia. Favorecida por la dispersión provocada por el saqueo de Roma de 1527 se convertirá en foco artístico y cultural. El particularismo, tanto social como geográfico, quizá puede explicar las especiales características del Renacimiento veneciano. En el aspecto artístico, los artistas venecianos manifiestan características propias, como la grandiosidad, la concepción del espacio y los coloridos agrios.

De todas formas, hacia 1530 el Renacimiento italiano parece haber alcanzado su techo. La creatividad literaria y artística se apaga, el pensamiento y la expresión 150 Ciudad de Toscana en el centro de Italia. 151 Ciudad de Lacio en el centro de Italia; capital del país.

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plástica caminan hacia la elegancia formal, al academismo. La influencia cultural italiana ha desbordado hacia Europa, donde alcanza nuevas cotas de esplendor.

En el humanismo italiano destacan dos aspectos fundamentales. La atención a las lenguas clásicas y a la crítica filológica y la renovación del conocimiento sobre Aristóteles y Platón. 3.3.2 Los “Studia Humanitatis” 3.3.2.1 El vocablo “Humanitas”. “Humanitas” se refería a la actividad integral que el ser humano debía acometer para llegar a realizarse como individuo. Representaba el armonioso equilibrio entre las distintas cualidades que debían adornar a la persona completa. Venía a tener un sentimiento de plenitud humana, de vivir intensamente la condición de hombre, tanto en su dimensión física como en la espiritual y ética.

Se lograba a través de una formación, los “studia humanitatis”, que permitirían al hombre conocer lo que podía y debía ser. Por ellos los hombres del Quattrocento aplicaron este término “humanista” en un sentido restringido, a quien se dedicaba al estudio y a la enseñanza de las lenguas clásicas. La voz “humanista” sólo se usaba en el argot de los propios humanistas, o en la lengua vernácula, pues aquellos fieles a la pureza idiomática, prefirieron usar para sí mismos rótulos acreditados como “orador”, “poeta”, “rhetor” o “grammaticus”. 3.3.2.2 Contenido de las Humanidades. Las humanidades se referían al ser humano y, por tanto, eran merecedoras de la atención de los estudiosos. El contenido de estos estudios era todo lo concerniente al lenguaje en su sentido más estricto, pero englobando la literatura y la filosofía, disciplinas que aportaban lo esencial para la formación del hombre. No se olvidaba la teología, pero se creía que su estudio no bastaba y era necesario añadir los conocimientos que proporcionaban los estudios humanos.

Es necesario tener en cuenta que estos “studia humanitatis”, suponían un cambio profundo de orientación con respecto a la formación escolástica entonces imperante en Europa.

En el sistema de enseñanza reasumen el valor de la gramática y de la retórica. Las nuevas circunstancias históricas invitaban a buscar nuevas formas de expresión.

Italia había conocido un desarrollo social y político, especialmente en el norte y centro de la península, muy temprano. En el Siglo XIV la mayor parte de Italia abundaba en centros urbanos, la mayoría de los cuales eran políticamente independientes. 3.3.2.3 Carácter práctico de estos estudios. La retórica adquiere especial relieve. La expresión, tanto oral como escrita, se reconoce como elemento importante para el progreso social. Las necesidades culturales de una nueva sociedad urbana, tenía mucho que ver con la retórica.

No es irrelevante que los primeros representantes del humanismo hayan sido notorios o legistas y magistrados. Es también significativo que la famosa Escuela de

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Derecho de Bolonia se originara como academia de retórica, pues estos estudios tenían una gran finalidad práctica.

Además, la vida ordinaria de los hombres de la ciudad, contribuyó a acrecentar el valor de la retórica. Lorenzo Valla, en 1431, llegaría incluso a afirmar que la elocuencia, más que la filosofía, podía hablar a los corazones de los hombres, inclinarlos a la fe y transformar sus vidas. Por su parte León Battista Alberti, captó perfectamente la relación entre la retórica y la comunicación visual.

Quizá el contenido de tales estudios humanistas lo exprese hoy de forma más correcta el término “cultura”, siempre que se le dé su sentido más general y abarcante, a la vez en el conocimiento y en la concepción de la vida, y que se le desprenda de todo objetivo pragmático inmediato.

La cultura tiene mucho que ver con la educación. Así se consideraba en el Renacimiento y esta es la razón por la que abundan los escritos de índole pedagógica, que se refieren al prototipo del humanista. 3.3.2.4 Interés por las lenguas clásicas. Petrarca, poseía una biblioteca la cual era la mejor de Europa. Otros humanistas le imitaron en esta afición. Comenzó así un lento movimiento de reconquista de la herencia de la Antigüedad, a través de los códices clásicos, de las primeras excavaciones arqueológicas y de las primeras colecciones de estatuas, medallas e inscripciones.

Leonardo Bruni fundió plenamente la cultura clásica y los ideales cívicos. La admiración, sobre todo, por Cicerón se tradujo en un excesivo interés por sus formas literarias, pero este exceso no duraría más allá de 1525.

Las primeras clases de griego, en Florencia, fueron impulsadas por Bocaccio (1390).

El conocimiento de la lengua griega estaba ya bastante extendido en Florencia en la segunda mitad del Siglo XV, recibió un gran impulso gracias al Concilio ecuménico cuyo principal propósito fue la reunificación de las cristiandades oriental y occidental.

La resurrección del griego estuvo emparejada con la de muchas obras clásicas, que por ignorarse la lengua, habían permanecido llenas de polvo en los estantes de las bibliotecas monásticas. Los humanistas del Siglo XVI, desprovistos de todo prejuicio sobre estos textos antiguos, y, también animados por una insaciable curiosidad, los buscaron con avidez.

Por supuesto que el esnobismo intelectual jugaba importante papel en esta caza de manuscritos, pero gracias a estos hombres el número de obras clásicas disponibles aumentó considerablemente y fueron influyentes en la difusión del humanismo. Este acervo cultural estaba formado, en primer lugar por obras latinas recién descubiertas; en segundo, por manuscritos griegos que llegan a Italia con los griegos que venían a asistir a los concilios ecuménicos, y más tarde expulsados por los turcos, o transcritos en Bizancio desde comienzos del XV; finalmente, por traducciones latinas cada vez más abundantes de autores griegos clásicos.

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3.3.2.5 Primeras bibliotecas modernas. Cosme de Médicis tuvo el honor de inaugurar en Florencia la primera biblioteca pública, en San Marcos, diseñada por Michelozzo. Reunía un buen número de manuscritos griegos y latinos, y nuevos libros. Otras bibliotecas famosas fueron las de Urbino y la del Vaticano. Fundada por Nicolás V, se convirtió en la más vasta de la época. También la de San Marcos en Venecia era muy rica, gracias a la importante colección de manuscritos ofrecidos por el cardenal griego Besarión.

No es necesario resaltar la enorme repercusión que, para el conocimiento de la cultura antigua, significó esta resurrección de las lenguas clásicas. En este aspecto, esta etapa representa un momento fundamental en la ampliación y enriquecimiento de la cultura occidental, que se penetrará del fresco vigor de los valores clásicos. Es, pues, perfectamente explicable la rendida admiración de los primeros humanistas hacia los antiguos. 3.3.2.6 Los estudios hebraicos. Juntamente con el latín y el griego, los humanistas tuvieron gran interés por el hebreo, a fin de conocer el Antigua Testamento en su idioma originario. Las obras escritas en hebreo o arameo fueron pronto codiciadas por los humanistas, excepto, naturalmente, el Talmud152, por el que se sentía particular desprecio. Una de ellas era la Cabala. En esta obra, esencialmente cabalística, el autor trata con su hijo y discípulo, de todo lo divino y humano, de pretendidas enseñanzas, y de la sabiduría esencial de los judíos, transmitida oralmente por Moisés a los iniciados en el Monte Sinaí. Esta suposición, aceptada con gran seriedad, ejercía gran atractivo sobre el pensamiento humanista.

Como es sabido, en el idioma hebreo cada letra tiene también un valor numérico, lo que la relaciona con una discutible magia. Esto era precisamente lo que atraía a los primeros humanistas. 3.3.3 Aplicación de la filología como instrumento crítico

3.3.3.1 Lorenzo Valla y la crítica filológica. La gran figura que introdujo la crítica filológica fue Lorenzo Valla, quien propugnó la “imitatio” de los clásicos, actitud que jugaría tan gran papel en el pensamiento de los humanistas, y después hasta finales del Siglo XVIII. Los clásicos latinos se convertían en ejemplo que imitar.

Desde la época romana existía un sistema para conseguir una oratoria más apropiada y un lenguaje más correcto. La retórica y la elocuencia proporcionaban el conjunto de reglas de dicho sistema. Este interés filológico, tenía consecuencias y objetivos más trascendentales. La retórica, por ejemplo, servía de fundamento a la filosofía y a la teología. Poliziano, llevó propiamente a cabo, el examen

152 Libro Sagrado Judío que menciona la supremacía de esta religión.

Figura 44. Biblioteca Pública de San Marcos, diseñada por Michelozzo

Figura 45. Lorenzo Valla

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erudito de manuscritos y prestó atención a las pruebas paleográficas, a la ortografía y al “usus scribendi”. Nació la moderna crítica textual.

La aplicación de la crítica textual produjo un importante avance en la renovación de los diversos conocimientos. Se volvieron a leer textos mal interpretados y se extrajeron novedades. El interés por la restauración de textos antiguos y la comparación de ellos favorecieron los estudios clásicos. No sólo se estudiaron a los autores griegos, y, más especialmente, a los latinos, en función del tema que trataban, sino para penetrar en las razones que les movieron a escribir y en el modo que lo hicieron. El interés por el estudio implicaba atención a la forma, y ésta, a su vez, influía en los estudiosos. 3.3.4 Las nuevas corrientes filosóficas 3.3.4.1 Reevaluación del aristotelismo. La revelación de Platón, cuyos Diálogos habían sido traducidos en 1421 al latín por Leonardo Bruni, y, cuyo estudio directo fue pronto posible gracias al conocimiento del griego, produjo una reevaluación de las doctrinas aristotélicas, desde otras perspectivas.

Dos eran las principales escuelas aristotélicas medievales. Una era la representada por Santo Tomás. Tomás de Aquino, consciente de la unidad profunda de la verdad, creía en la necesaria concordancia de la fe y de la razón. Estableció sutiles relaciones entre el mundo de la apariencia y el de las esencias y el de las formas arquetípicas, que están en Dios. La doctrina tomista afirmaba la posibilidad de elaborar, a partir de la experiencia, mediante la analogía y la abstracción, un conocimiento del mundo real: el de sus esencias. 3.3.4.2 Pomponazzi. Pronto surgieron numerosos admiradores o impugnadores de Aristóteles. Unos le combatían por su física que, según ellos,

constituía una rémora para el conocimiento científico de la Naturaleza; otros por su lógica deductiva y moral, que no consideraban adecuada para el conocimiento.

En 1516 apareció el Tractatus de Inmortalitate Animae, de Pietro Pomponazzi, que trataba de probar que, según la auténtica doctrina de Aristóteles, no solamente la inmortalidad del alma era indemostrable, sino que el alma humana estaba destinada a extinguirse con el cuerpo. En otra obra, De Fato Libero Arbitrio et Praedestinatione (1520) mostraba la incompatibilidad del libre arbitrio y la omnipotencia divina y criticaba todas las religiones, aunque dejando aparte el Cristianismo. Fue duramente combatido y se salvó de la condena gracias a los amigos que encontró ante el Papa León X.

El averroísmo –basado en un determinismo, que apenas dejaba lugar a la

intervención divina, y en un cierto materialismo-, continuó enseñándose en Padua y jugaría un cierto papel intelectual durante el Siglo XVI. Fueron numerosos los humanistas europeos que acudieron a estudiarlo en aquella prestigiosa y atrevida universidad veneciana.

Figura 46. Pietro Pomponazzi

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3.3.4.3 El platonismo. Mucho más entusiasmo suscitó la filosofía de Platón. Platón conoció directamente a través de sus propios escritos. 3.3.4.4 Marsilio Ficino. Con ocasión del Concilio de Florencia (1439) en donde se trató de la unión de las iglesias latinas y la cismática griega, llegaron a Italia algunos intelectuales bizantinos que trajeron el entusiasmo por Platón. Fue Marsilio Ficino el gran difusor de las doctrinas neoplatónicas. A un ritmo sorprendente tradujo las obras completas de Platón, de Plotino y de varios de los discípulos de este, y las de los comentaristas de Dionisio Areopagita. Aparte de esta labor escrita, divulgada entre la élite florentina y por libre y sencilla conversación, las ideas platónicas. Esta era la célebre Academia Florentina. Fue también de gran importancia la extensa correspondencia que de manera regular mantuvo con otros humanistas. De esta forma fueron extendiéndose sus ideas y el platonismo se convirtió en la filosofía más influyente en el Renacimiento. Este platonismo es fuertemente eclesiástico, amasado con materiales aristotélicos y aun judíos.

Ficino trató de probar que toda revelación es, fundamentalmente una, y lo que era más importante para el punto de vista del laico, que la vida del universo y del hombre, están controladas y dominadas por un “circuito espiritual” continuo, que conduce de Dios al mundo y de este a Dios. En el centro del cosmos se halla el hombre; es a la vez alma inmortal, imagen de Dios y cuerpo material. La vocación humana consiste en pasar del mundo de las apariencias sensibles, en el cual vive, a la inteligencia de la Ideas, lo que le dará acceso a Dios. 3.3.4.5 Influencia de Ficino en la estética de “primer renacimiento”. En este extraño mundo del neoplatonismo descubierto por Ficino desaparecen todas las fronteras inventadas por el pensamiento medieval, especialmente en los conceptos de amor y de belleza, polos fundamentales en torno a los cuales se polariza el filósofo florentino.

La interpretación de Ficino del “circuito espiritual” tuvo también importantes consecuencias en el mundo de la ciencia y en el sincretismo religioso o renacentista. 3.3.4.6 Pico della Mirandola. El discípulo principal y discípulo de Ficino fue Pico della Mirandola, trató de resolver los conflictos planteados por el neoplatonismo frente al aristotelismo renovado. 3.3.5 Los medios de difusión del Humanismo 3.3.5.1 Las Academias. La renovación de la enseñanza y la expansión de los nuevos estudios no se produjo de una manera brusca. Todavía al comenzar el Siglo XVI se ofrecía en las universidades elementos antiguos y nuevos. En Bolonia o en Padua153, la Facultad de Artes se atenía aun a la vieja división de “trivium” y “quatrivium”. Pero en estas mismas universidades los humanistas enseñaban las nuevas disciplinas, alternando con las tradicionales.

153 Ciudad de Veneto al norte de Italia.

Figura 47. Marsilio Ficino

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La tarea esencialmente humanística, de discusión e intercambio, tuvo lugar en las “Academias”. La primera comenzó a funcionar en Nápoles, con la finalidad de discutir toda clase de materias, especialmente las clásicas. El prototipo, y la más excelsa, sería la Academia Florentina o Platónica. Esta academia ejerció enorme influencia en la orientación de los estudios humanísticos.

El nombre de “Academia” se usaba corrientemente en Italia desde 1440, y en seguida se aplicó este nombre al círculo de los discípulos de Bessarion y aun los de Argiropulos, calificados protagonistas ambos en el intento de conciliar Platón y Aristóteles. 3.3.5.2 La academia romana. Papel semejante desempeñó en Roma la Academia Romana. El humanismo romano, alentado primeramente por Nicolás V y continuado por sus sucesores, se caracterizó por su intento de conciliar las nuevas orientaciones con las ideas tradicionales cristianas. En 1464, el nuevo Papa Paulo II consideró peligrosa la labora de esta Academia, dedicada en especial a los estudios arqueológicos, a la que se acusaba de fomentar el paganismo, y decidió clausurarla. Restaurada en la época de Sixto IV (1471-1484), a ella pertenecieron los principales miembros de la Curia. Su apogeo tuvo lugar en tiempos de León X, quien le prestó especial atención. 3.3.5.3 La imprenta. La imprenta trajo consigo una revolución en la producción de textos. La primera imprenta en Italia comenzó a funcionar en Subiaco, en 1465, y dos años mas tarde había una en Roma. En seguida se difundieron por otras ciudades y los humanistas comenzaron a apreciar el nuevo invento. Los primeros libros se hicieron todavía con la colaboración de copistas, que rellenaban ciertos espacios dejados en blanco por la imprenta, con títulos y dibujos.

Gracias a la imprenta, los humanistas pudieron ofrecer al público textos antiguos, corregidos y enmendados. La gran difusión de los libros obligaba a los eruditos a esmerarse en la tarea de reproducción de textos correctos. El retorno al simple texto, sin comentarios, fue iniciado por Aldo Manuccio, cuyas ediciones en formato pequeño significaron una nueva etapa en la producción de libros. 3.4 EL HUMANISMO EN EL RESTO DE EUROPA 3.4.1 La expansión del Humanismo desde Italia 3.4.1.1 La irradiación cultural de Italia. Las ideas humanistas irradiaron a Europa gracias a eruditos italianos llamados por las Cortes y Universidades, a los europeos que venían a Italia atraídos por este foco de cultura, o merced a la correspondencia que los humanistas italianos mantenían con sus colegas, allende los Alpes o el mar.

El Humanismo se extiende a Europa rápidamente en las últimas décadas del Siglo XV. Alrededor de las universidades, y en las grandes ciudades mercantiles, se desarrollan los círculos humanistas, que frecuentan, además de eclesiásticos y universitarios, impresores y artistas, magistrados, hombres de negocios y funcionarios reales. 3.4.1.2 Hacia una nueva educación. Los humanistas mostraron especial interés hacia la educación. Su creencia absoluta en la perfectibilidad del hombre y

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en su bondad natural, se traducía en la enorme responsabilidad atribuida a la tarea del educador y a su eficacia para transformar el mundo.

El ideal pedagógico del Humanismo descansa una enseñanza general: intelectual, moral y física. Es en las obras de la Antigüedad donde el niño o el adolescente encontrarían los modelos que le permitirían adquirir a la vez la gramática, la retórica y el arte del raciocinio, las reglas de la estética y, en definitiva, los ejemplos virtuosos a seguir y los vicios a combatir. Porque la educación se veía ante todo como una formación moral.

Los pedagogos italianos del Quattrocento habían trazado ya el programa básico de esta educación nueva y habían tratado de ponerla en práctica. Donde la práctica de los deportes y los juegos al aire libre se consideraban tan importantes como el estudio de la Biblia, del latín y de la retórica. Más tarde estas primeras iniciativas se funden como elementos ya existentes y con los resultados extraídos de la experiencia. Surgen así, tanto en Italia como Occidentes instituciones docentes, que van desde la escuela, donde se enseñan los rudimentos, a las instituciones de enseñanza superior, pasando por un ciclo medio destinado a los adolescentes. La formación impartida se gradúa conforme a la edad. Se partía del respeto a la personalidad del joven, se fomentaba el diálogo entre maestro y alumno, el espíritu de emulación y una armoniosa dosificación del esfuerzo intelectual, el deporte y los que llamaríamos “apertura” hacia los problemas del mundo de la sociedad. 3.4.1.3 El antiguo sistema universitario. Las antiguas universidades se consideraban centros para producir especialistas, expertos en una profesión. No se concebían, como querían los humanistas.

Por lo general puede decirse que las universidades europeas, en las que predominaban los métodos escolásticos, recibieron a los humanistas en calidad de profesores de lengua latina o griega con mucha mejor voluntad de la que tenían para aceptar la propuesta humanista de reformar los programas de estudio. El nivel de novedad dependió, naturalmente, del grado de conservadurismo y de resistencia de las respectivas universidades. 3.4.1.4 Dificultades para la renovación de los estudios. La renovación de los estudios no fue tan fácil como pudiera hacer pensar la presencia de algunos humanistas en universidades importantes. Muchas facultades continuaron en su conservadurismo hasta finales del Siglo XVI y la renovación de los estudios se hizo más bien a través de nuevas fundaciones, como los Colegios Trilingües, o las Academias, como las fundadas por Celtis en diversos lugares de Alemania y Centroeuropa.

En Europa la difusión de la imprenta fue rápida. Pero la imprenta, todavía imperfecta, no logra resultados importantes hasta bastante entrado el Siglo XVI. Una edición era cara y su lanzamiento constituía riesgo económico. En el Siglo XVI la primacía de la imprenta, que había pertenecido a Venecia, pasaría a París y Lyon154, y después a Amberes. Aumenta entonces el número de ediciones religiosas, pero más aún los libros de temas literarios y clásicos. La imprenta favoreció, con todo, el Humanismo propiamente dicho menos de lo que se cree.

154 Ciudad de Rodano al este de Francia.

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3.4.1.5 Características del Humanismo en occidente. Se vuelven a la Antigüedad y estudian con apasionamiento las lenguas clásicas y el hebreo. Su principal guía en este intento será Lorenzo Valla y su método filológico. En su conjunto tienen una serie de características en común: el gran optimismo sobre la naturaleza humana, aspiración a la perfección en todos los campos, convencimiento de la eficacia de una educación bien dirigida.

El Humanismo de Occidente tiene rasgos propios que no coinciden con los del italiano, más concretamente con el foco florentino. Son más realistas, más críticos. Superan las meras preocupaciones estéticas y morales del platonismo de Ficino y sus seguidores para adentrarse en la investigación histórica, en la política, y, sobre todo, en la religión. 3.4.2 Francia 3.4.2.1 Los primeros núcleos. El Humanismo francés se desarrolló relativamente tarde. París apenas demostraba interés alguno por las novedades intelectuales. La cuestión que a fines del XV más les afectaba era la disputa entre nominalistas y realistas. A pesar de todo, en la Facultad de Artes de París, a mediados del XV, había mostrado algunos aspectos del Humanismo cultivado en Italia.

A partir de 1476 se inicia propiamente, gracias a un refugiado griego, Jorge Hieronymos, que enseñó entre otros, a Budé, Reuchlin y Erasmo. Un nuevo avance fueron los cursos dados en Paris, en 1507-1509, por Francois Tissard, que dispuso de varios textos antiguos, y del futuro cardenal Girolamo Aleandro.

Los dos grandes humanistas franceses fueron Jacques Lefevre d’Etaples (1456-1536) y Guillaume Budé (1468-1540). 3.4.2.2 Lefevre d’Etaples. Estudió filosofía en París. Fue clérigo, pero no recibió nunca las órdenes mayores. Atraído por Italia, la visitó por primera vez en 1491-1492. Su deseo era conocer el neoplatonismo que enseñaba en Florencia Marsilio Ficino, y los métodos filológicos. De vuelta a Francia, enseñó filosofía en el colegio del cardenal Lemoine, uno de los más reputados de la Universidad de París. Convencido de la impotencia de la escolástica, y de sus métodos para formar una mentalidad “humanista”, se esfuerza por renovar la enseñanza del aristotelismo, como la había enseñado Bárbaro, ayudándose de los textos originales, que comienza a publicar.

Vuelve a Italia en 1500. Pero la filosofía ya no le llena; su alma se siente atraída por el misticismo. Por entonces hay en París un gran interés por la corriente mística de los Países Bajos. Desde 1501 Lefevre publica incesantemente. 3.4.2.3 Budé. Defensor infatigable del Humanismo. Su curiosidad científica universal le llevó a profundos conocimientos en todas las ciencias, desde la teología, la filosofía y la jurisprudencia, a las matemáticas. Su De Asse (1515), es un excelente estudio de metrología antigua donde se describe el valor de las monedas y medidas de antiguos y su equivalencia moderna, sobre la base de los textos clásicos. Esta obra colocaría a Budé entre los más destacados eruditos de su tiempo. Secundó con rapidez el proyecto de Francisco I, de fundar un colegio de hombres doctos, institución real que acogió los estudios filológicos y humanísticos, que ya venían impartiéndose en la Corte.

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3.4.3 Inglaterra 3.4.3.1 Oxford y Cambridge. Aunque los estudios teológicos continuaban dominando aún la vida académica en Oxford y Cambridge, no había dejado de desarrollarse la afición por algunos aspectos de la cultura humanista, aportada por eruditos italianos y por ingleses que habían estudiado en Italia. Por otra parte los primeros impresores ingleses que habían estudiado en Italia. Por otra parte los primeros impresores ingleses tuvieron intensas aficiones humanísticas y editaron, en 1483 las traducciones latinas de Bruni. La enseñanza de la gramática latina se orientó, ya antes del Siglo XV, hacia el Humanismo, y se redactaron los primeros manuales con la intención de mejorar el estudio del latín clásico. El apoyo de la Corte a la cultura humanística fue también decisivo.

En Oxford y Cambridge hasta la Reforma, predominó el espíritu escolástico, con algunas excepciones. La llegada de Erasmo a Cambridge para enseñar desde 1511 a 1514 dio un gran impulso al Humanismo. En Oxford el estudio oficial del griego se inicia en 1517. La reacción de teólogos conservadores contra la enseñanza del griego, que consideraban el lenguaje propio de la herejía, estalló en Oxford en 1518, y fue acallada solamente por la eficaz intervención de Tomás Moro. 3.4.3.2 John Colet. Teólogo que durante su estancia de tres años en Italia, fue influido de la forma exotérica de Ficino y Pico della Mirandola. Allí, Colet aprendió griego, interesándose, sobre todo, por el platonismo, y estudio a fondo la Biblia y los Santos Padres. A su vuelta a Inglaterra, ordenado sacerdote (1498), fue nombrado profesor en Oxford. Humanista cristiano, que fue, sin duda, su aspecto más destacado. 3.4.3.3 Tomás Moro. Tomás Moro llegó a ser la figura más destacada del Humanismo inglés. Su verdadera profesión era la de jurista y político: alto dignatario y Canciller de Enrique VIII; su excepcional talento le permitió tener acceso a una castísima cultura. Sus excelsas virtudes humanas y sobrenaturales, puestas a prueba en el martirio por defender sus convicciones religiosas, le valieron la canonización por la Iglesia.

Fue el aspecto neoplatónico del humanismo lo que más le atraía. Cuando los estudios griegos parecían correr peligro en Oxford su oportuna intervención cerca de Enrique VIII permitió acallar a los adversarios de los nuevos estudios. En la Utopía, sátira de la sociedad y de las ideas de su tiempo, mal interpretada a menudo, donde el humanismo de Moro aparece más manifiesto, con un estilo latino ágil, irónico y atrayente. 3.4.4 España 3.4.4.1 La Universidad de Salamanca. El impacto del Humanismo italiano comenzó a sentirse después de mediados del XV, más por influjo de los españoles que habían acudido a universidades de Italia que por eruditos italianos, que vinieron a enseñar más tarde a la península. 3.4.4.2 Nebrija. El griego fue enseñado por primera vez en Salamanca desde 1497 por el portugués Arias Barbosa; le sucedió Hernán Núñez. La indiscutible figura humanista española fue Elio Antonio Nebrija. En 1475, fue promovido a una cátedra, primero de gramática, después de retórica, en la Universidad de Salamanca.

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La enorme producción de Nebrija abarca desde la gramática a la historia,

desde la arqueología y la lexicografía, al derecho y los estudios sagrados. Su interés se extendía también en la lengua vernácula. 3.4.4.3 Cisneros y la Universidad de Alcalá. Fue en la nueva universidad de Alcalá donde el Humanismo alcanzó gran desarrollo. Este centro, fundación del cardenal Cisneros en 1508, estaba concebido como institución completa de enseñanza eclesiástica.

Lo verdaderamente nuevo en Alcalá era la Facultad de Teología; si hizo un pequeño hueco al derecho canónico fue por presiones externas, y si existieron cátedras de Medicina, fue porque la Facultad de Artes, vestíbulo de la Teología, lo era también los estudios médicos. En esta Facultad de Artes se crearon cátedras de tomismo, escotismo y nominalismo, pensando en un fecundo diálogo.

En los estatutos de la Universidad de Alcalá estaba prevista también la

creación de cátedras de hebreo, árabe y siríaco. Alcalá se convirtió en el primer centro de estudios griegos en España. 3.4.4.4 La Biblia Políglota Complutense. La gran ilusión de Cisneros era la edición de la Biblia en sus lenguas originales, a la que debía añadirse el texto de la Vulgata. Reunió a un grupo de eminentes eruditos a quienes confió la parte editorial del proyecto, y se trajo, en 1510, a un impresor alemán, Arnao Guillen de Brocar, que labró los primeros caracteres tipográficos griegos, hebreos y caldeos que se conocieron en el mundo.

El primer tomo de la llamada “Biblia Políglota Complutense”, constituida por el Nuevo Testamento (1514); el año siguiente se terminó un vocabulario griego, hebreo y arameo de la Biblia, y en 1517, otros cuatro volúmenes del Antiguo Testamento y hasta 1520 no pudo obtenerse del Papa León X la licencia para su circulación. La venta no pudo comenzarse hasta 1522. Esta ofrece, a dos columnas, el texto griego y el de la Vulgata, con gran respeto a la versión consagrada.

Otro proyecto ambicioso de Cisneros, la publicación de las obras de Aristóteles, tanto en su original como en una nueva versión latina, quedó también interrumpido por la muerte del cardenal, cuando solamente habían sido vertidos por Juan de Vergara al latín tres de los tratados. 3.4.4.5 La controversia entre erasmistas y antierasmistas. En España, en los primeros decenios del XVI, la postura crítica de Erasmo encontró apasionados defensores y contradictores. Diego López de Zúñiga, publicaría en 1519 y 1520 dos opúsculos en contra de Jacques Lefevre d’Estaples y Erasmo, cuya osadía crítica le parecía inaceptable. Pero entre los muchos partidarios de Erasmo había poderosos valedores.

Estas posturas derivaron en agria disputa. En 1527, el arzobispo Manrique, con la esperanza de anular a los enemigos de Erasmo, convocó una reunión en Valladolid para decidir acerca de su ortodoxia. Desde 1530 la Inquisición comenzó a intervenir contra algunos significados erasmistas, que hubieron de retractarse o huir del país.

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3.4.4.6 El Humanismo en Cataluña y Valencia. Fuera de Castilla, el Humanismo halló menor eco. La fundación, en 1500, de la Universidad de Valencia sería un estímulo para los estudios humanísticos en este reino. En Paris, Oxford y Brujas, desarrolló una fecunda actividad intelectual, muy relacionada con Budé, Colet, Moro y Erasmo. Abarcó campos muy diversos del saber, entre ellos el de la pedagogía. 3.4.5 Los Países Bajos 3.4.5.1 La “Devotio Moderna”. El Humanismo no comenzó a ejercer influencia en los Países Bajos hasta la segunda mitad del Siglo XV. Aparte de cierta actividad intelectual en la Corte de los duques de Borgoña, en Brujas, y de sus sucesores los Habsburgo, y del escolasticismo tradicional de Lovaina, el único brote cultural vigoroso fue la pedagogía espiritual de la Devotio Moderna. Las dos ramas de este movimiento aspiraban a realizar en el campo de la religión lo que el Humanismo estaba haciendo por la cultura. Aunque muy influidos por místicos, opusieron al formalismo de la escolástico decadente un sano realismo, asentado en la humildad intelectual y en la ascética personal, que encontró su mejor expresión en la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis. 3.4.5.2 Las escuelas de los Hermanos de la Vida Común. Contribuyeron al progreso del Humanismo. En ellas se educaron figuras solitarias como Nicolás de Cusa o Erasmo. Por otra parte, la actividad cultural de los Hermanos no se redujo a la educación, sino también a la producción de literatura devota y a la transcripción de manuscritos, influidos por el método de Lorenzo Valla. 3.4.5.3 Significados humanistas. En Lovaina se comenzó a enseñar retórica humanista en el último cuarto del Siglo XV; a ello contribuyó la fundación, por estímulo de Erasmo, de un colegio trilingüe en 1517. No obstante este centro universitario mantuvo un talante conservador. 3.4.6 Alemania 3.4.6.1 Expansión de la imprenta. El Humanismo no encontró gran oposición

en principio en los centros universitarios alemanes.

No hay que olvidar que la imprenta fue un descubrimiento alemán y, fue en Alemania donde adquirió mayor desarrollo hasta 1520 aproximadamente. Entre los libros editados había buen número dedicado a la literatura clásica y humanista. A comienzos del XVI, algunos editores habían comenzado a relacionarse con núcleos humanistas.

A comienzos del XV las universidades de Viena, Erfurt y Heidelberg eran las más florecientes. Como en el resto de Europa, quienes introdujeron estos estudios humanísticos eran eruditos italianos o bien alemanes que habían estudiado en Italia. Los seguidores de Lefevre en Alemania se consideraron, frente a los ockamistas, como los verdaderos

comentaristas de Aristóteles. 3.4.6.2 Sociedades y Academias Humanistas. Los centros humanistas más notables en Alemania, a finales del XV y comienzos del XVI se formaron en

Figura 48. La Imprenta

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Nüremberg, Augsburgo, Estrasburgo o en sociedades y academias literarias. Estos nuevos centros humanísticos se dedicaron predominantemente a la arqueología y retórica latinas. La creencia, fomentada por los nuevos estudios, de que el pasado alemán había sido de excelsa grandeza fue un motivo impulsor del Humanismo germánico y del nacionalismo alemán. 3.4.6.3 El matiz germanista del Humanismo alemán. El griego se difundió en la segunda mitad del Siglo XV en Heidelberg y Basilea, y en el XVI ya había cátedras en Leipzig y otras partes. Los estudios teológicos y bíblicos suscitaron un vivo interés por el hebreo, que constituiría la especialidad de Johann Reuchlin, quizá el primer humanista alemán, y de quien puede decirse que es el iniciador de los modernos estudios hebraicos. 3.4.7 Erasmo, Príncipe de los Humanistas 3.4.7.1 Su formación. Fue educado y vivió algún tiempo con los Hermanos de la Vida común en Deventer y Bois-le-Duc, en cuyas escuelas aprendió a dominar la nueva retórica, al tiempo que recibía el impacto de la “Devotio Moderna”. En 1486 o 1488 entró en la Comunidad Canónigos de San Agustín. Por entonces, había ya recibido los primeros ecos de humanismo italiano y adquirió gran entusiasmo por la Antigüedad.

Durante su estancia en el convento se mostró más preocupado por los estudios que por la perfección interior. En 1492 fue ordenado sacerdote, pero muy pronto sintió deseos de abandonar la vida conventual. En 1495 acudió a completar sus estudios a la Universidad de París.

Tras haber estudiado y cultivado la escolástica y la mística en los Países Bajos y en París, durante su primera estancia en Oxford, en 1499, conoció a John Colet y a Tomás Moro, quienes ejercieron una influencia decisiva en su vida y en sus ideas. De Colet aprendió Erasmo la

importancia de la nueva exégesis de la Biblia y de los Padres, y la necesidad de renovar la enseñanza de la teología. Tomás Moro influyó en su afición al estudio, pero sobre todo en su vida. La profunda amistad que unió a estos dos personajes se tradujo en mutuo beneficio, pero seria fundamental para Erasmo, que jamás confió en nadie.

Para muchos escritores y eruditos, los Adagios constituyeron su fuente principal de conocimiento de la antigüedad clásica, y, al mismo tiempo, de adentrarse en el peculiar talante de Erasmo. La obra, debido a sus continuas revisiones y adiciones, no tiene nada de sistemática, pero esto cuadraba perfectamente con las ideas de Erasmo: correspondía a su gusto por expresarse de forma estructurada, por una parte, y precavida por otra; de sugerir mucho en pocas palabras, dejando al lector que adivinase el resto. 3.4.7.2 Orientación hacia el “Humanismo Cristiano”. En 1502, se decidió lo que en adelante consideró la obra de su vida: demostrar el valor que los clásicos tenían para el estudio de la Biblia, y para profundizar en el conocimiento de la verdadera Fe y doctrina de la Iglesia.

Figura 49. Erasmo de Rotterdam

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En 1503 publicó, en Amberes, el Enchiridion Militis Christiani (Manual del

Soldado Cristiano). En ella presenta el ideario del laico cristiano y expone sus ideas sobre la espiritualidad humanista.

Por entonces, estaba ya trabajando en la edición de los Padres de la Iglesia, y del Nuevo Testamento, obras que irían acompañadas de amplios comentarios. Nunca logró dominar el hebreo; el griego lo conoció mucho mejor. Erasmo fue el humanista de su tiempo que manejó el latín de forma más pura, fluida y elegante.

Comenzó en Oxford la traducción del Nuevo Testamento, con introducciones y notas, destinadas a precisar o disentir de la interpretación tradicional en determinados pasajes. 3.4.7.3 Papel del método filológico para Erasmo. Erasmo será recordado por su inmensa tarea crítica y por su eficaz contribución a difundir el método filológico, introducido anteriormente en Italia. La filología y la teoría literaria, no eran para él un fin en sí mismas, sino método esencial para restaurar la pureza de la doctrina de Cristo, recogida en la Sagrada Escritura.

Encontró su mejor expresión en el Elogio de la Locura, su obra más popular y todavía leída, escrita en 1509 en casa de Tomás Moro, y publicada en París en 1511. Hasta entonces, había sido una vieja costumbre el describir, de una manera y otra, la locura del hombre y del mundo, pero Erasmo hace irrumpir en escena a la propia locura, para que exprese sus ideas. La crítica, con ironía casi volteriana, alcanza a todas las personas e instituciones, incluida la Iglesia. 3.4.7.4 Características del “erasmismo”. Claro que esta forma de escribir, cuando llegó el momento de definirse y adoptar una postura en la controversia protestantes-católicos, a la mayoría les pareció insatisfactoria, por una u otra razón. Quienes buscaban certidumbre, las consideraron inoportunas e insensatas, mientras que aquellos lanzados a la vía abierta de crítica y revisión total, las calificaron de cobardía. No era el momento de mantenerse neutral, de no querer tomar partido.

Si el humanismo erasmiano, en lo que representa de actitud intelectual, persistió, fue más por el virtuosismo, la elegancia de su lenguaje y la capacidad de ironía, que por el contenido de sus obras. A menudo satírico, a veces amable, con más frecuencia amargo, pero raramente superficial y vulgar, era suave y fuerte al mismo tiempo. Su crítica picó o infatuó a reyes, mercaderes, soldados, comerciantes, estudiosos, monjes, etc. 3.5 HUMANISMO Y RELIGION 3.5.1 Actitud religiosa de los primeros humanistas 3.5.1.1 Intento de rescate de los valores religiosos de la antigüedad. Es evidente que dicho movimiento cultural tenía que plantearse seriamente su concepción del hombre, del mundo y de Dios, y las relaciones respectivas entre ellos. Algunos humanistas llegan a la conclusión de que la filosofía platónica o estoica es una propedéutica para la “filosofía de Cristo”, una introducción metodológica a la “verdadera” religión cristiana. Otros admiten que el estudio de las letras y de los grandes autores clásicos podía tener una finalidad ético-religiosa, pues el mundo de

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la cultura es uno. No es un azar que San Agustín o San Jerónimo, hayan inspirado la literatura humanista y la pintura religiosa del Renacimiento.

Partiendo de esta perspectiva, no podía por menos de plantearse un nuevo tipo de teología, que reemplazara a la de su tiempo. La brillante tentativa de Santo Tomás de Aquino no les parecía definitiva. Los humanistas buscaban una nueva síntesis.

Ya en los primeros decenios del XIV, los humanistas italianos habían propuesto los fundamentos de una cultura literaria que repudiaba la escolástica. Pero parecía urgente lograr una teología nueva, que fundiera la tradición escolástica y las corrientes humanas. 3.5.1.2 Nicolás de Cues. Quizá pueda considerarse el precursor más inmediato en este intento: un sistema religioso en el que pudieran integrarse todas las religiones. Inclinado de buena fe, hacia la Cabala e incluso el Corán; interesado también por los “libros herméticos”, apoyado en profundos conocimientos matemáticos, filosóficos y físicos, aspiraba a una síntesis que cambiaría la visión científica del mundo, sobre la base de la teología mística y la inspiración neoplatónica. Para él, judaísmo, cristianismo y mahometanismo, son aspectos de una misma vía hacia Dios y llega a contemplar la posibilidad de unión de iglesias y sectas, no obstante sus grandes divergencias, sobre la base de verdades comunes, de algunos “artículos fundamentales”. El irenismo religioso de Cues anuncia un clima religioso completamente nuevo, un elevado ideal a cumplir. Sin embargo, su obra, a causa del carácter abstracto y difícil de su lectura, tuvo escasa influencia en los espíritus contemporáneos. 3.5.1.3 Marsilio Ficino. Mucho mayor éxito tendría la Teología Platónica donde con excesiva audacia, trato de demostrar que Platón y el neoplatonismo conducían a Cristo, preparaban, con Moisés, la religión cristiana. Su idea era que la restauración platónica formaba parte de una apologética; debería servir para luchar contra la irreligión y el libertinaje de su tiempo. 3.5.1.4 Pico della Mirandola. Consideraba que era posible recoger en todas las filosofías y religiones no cristianas lo que les aproximaba a la religión de Cristo, y, por este camino, tendía a imaginarse una religión universal, un cristianismo más flexible y aligerado en su contenido dogmático fundamental, que reuniría en una todas las aspiraciones hacia Dios existentes en aquellas otras. 3.5.2 El Humanismo Cristiano. El “Evangelismo” 3.5.2.1 Profundización en la Estructura. “Humanismo Cristiano” consistía en estudiar los textos hebreos y griegos de la Escritura con el método crítico que había iniciado Lorenzo Valla. 3.5.2.2 John Colet. En Inglaterra, John Colet, dictó, durante varios años, unas célebres conferencias, en las que rompía con el método tradicional de la enseñanza de la Escritura: dejada de lado toda interpretación alegórica, se concentro sobre el sentido literal, gramatical e histórico de los escritos paulinos, como si se tratara de un mero texto literario. Para Colet, la teología debía fundirse únicamente en el estudio de las Sagradas Escrituras.

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3.5.2.3 Reuchlin. En el primer decenio del Siglo XVI puede afirmarse que el Humanismo Cristiano estaba perfectamente constituido. Había nacido de un interés por la exégesis bíblica y de un anhelo místico y sincrético, basado en el estudio de la Biblia a la luz de los nuevos métodos y sistemas filológicos. Su meollo consistía en las siguientes ideas y preocupaciones:

a. Formulación de una teología más sencilla, más asequible al corazón del hombre,

b. Inclinación hacia una religión interior, capaz de ser entendida, no sólo por los eclesiásticos, sino también por los laicos,

c. Deseo de una Iglesia más simple, más purificada, fiel a su estructura e instituciones antiguas.

Este conjunto de ideas y de preocupaciones deriva en una vivencia, el

llamado “evangelismo”, el cual se centra en un cristianismo purificado y simplificado, reacciona contra los escolásticos y proclama que la religión es “más una vida que un sistema” y que “donde se apaga el amor se acaba la religión”. Afirma que la Escritura es la única base de la religión, y, por tanto, su explicación y difusión, la verdadera misión de la Iglesia. La corriente humanista revisa la exégesis tradicional de los cuatro sentidos de la Escritura. Acepta, sin dificultad, la exégesis histórica, la “prima significatio”, que procura perfeccionar mediante la filología, pero se resiste a hacerlo respecto a los sentidos anagogico, tropológico y, todavía menos, alegórico.

Al tratar de acentuar la vida interior, la unión con Cristo, estos humanistas cristianos se desinteresan de algún modo de los ritos y observancias, como simples ayudas a la piedad. Por otra parte, en la vida práctica proponen el ideal de una vida virtuosa y tranquila, en el ejército del bien, el cultivo de la inteligencia, el gusto de la belleza, compatibles con aquel ideal superior. 3.5.2.4 Lefevre d’Etaples. A la vuelta de su segundo viaje a Italia, después de 1500, se aficiona a San Pablo, que en adelante será su guía, como para todos los precursores de la Reforma.

En 1512, Lefevre publica un Comentario Sobre las Epístolas de San Pablo, donde no dice nada que no sea ortodoxo, aunque hay afirmaciones muy atrevidas. Tiende a reducir la importancia de las obras. Lo que hace es insistir en la necesidad de una fe personal y pura, que tiene reminiscencias de la “Philophia Christi” erasmiana.

Tenía ciertas relaciones con Erasmo. Pero hay diferencias profundas entre ambos: Erasmo es un racionalista, Lefevre se halla dominado por su sensibilidad; el primero hacía hincapié en la imitación de Cristo en la vida ordinaria, el segundo en la experiencia mística: uno era un evangelizador en el mundo, el otro un asceta recluido. En 1517 disputan. No hay posibilidad de entendimiento entre las inclinaciones racionalistas y místicas del uno y del otro. Sus relaciones se enfriaron, aunque no llegaron nunca a la ruptura. 3.5.2.5 El grupo de Meaux. Por entonces el nuevo obispo de Meaux, Guillermo Briconnet, reúne en su torno una serie de eruditos –el “Grupo de Meaux”-, empeñados en la renovación de la predicación y de las vivencias religiosas, sobre la base de la lectura de la Biblia, y en especial, los Evangelios y las Epístolas de San Pablo.

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Lefevre, animado por este, se lanza a la traducción francesa del Nuevo Testamento, obra publicada en 1523, en volúmenes pequeños. La Soborna, que acababa de condenar los escritos de Lutero, creyó ver en las predicaciones de este “Grupo de Meaux”, ciertas concomitancias. Un decreto del Parlamento, en febrero de 1525, condeno algunas de las afirmaciones vertidas por personas del Grupo y prohibió las traducciones de la Escritura en lengua vulgar. El Grupo de Meaux se dispersó. Lefevre huyó a Estrasburgo, pero pronto pudo volver, y protegido por Margarita de Navarra es nombrado preceptor de los infantes y bibliotecario del castillo de Blois. En 1530 había publicado la traducción francesa, completa, de la Vulgata.

Aunque en su afán por hacer la Biblia más accesible a los simples fieles llegará a soluciones a veces desafortunadas, su fe parece indiscutible. Como él mismo proclamó, la significación profunda de los textos sagrados sólo pueden lograrla quienes, tras haber estudiado la letra, “se abandonan a la inspiración divina”. 3.5.3 Erasmo y su Influencia Religiosa 3.5.3.1 Erasmo y su “Philosophia Christi”. En el Enchiridion Militis Christiani, se dirigió a los laicos devotos, para expresar la tesis de que la vida cristiana no es patrimonio exclusivo de los religiosos, sino que todos los fieles tenían el derecho y el deber de ocuparse de su perfección espiritual. Desde un principio insiste en que en Cristo, y sólo en Él, han de centrarse todos y cada uno de los creyentes. La oración eleva nuestros deseos hacia el cielo; la ciencia nos enseña a rezar bien. Esta ciencia consiste, en primer lugar, en el conocimiento profundo de la Escritura y, después de los escritos de los Santos Padres, que nos dan acceso al mejor conocimiento de la Escritura. Este es el contenido esencial de lo que llamaba “Philosophia Christi”.

Su novedad estriba en la radical afirmación de una religión depurada de todo rito y en un moralismo radical. No es la letra del Evangelio la que cuenta, sino el espíritu. Así como el texto del Evangelio presenta una doble significación, extrínseca e intrínseca, también coexisten en nosotros el hombre exterior y el hombre interior. Erasmo muestra el desdén más absoluto para el hombre exterior y sus atributos. Para él las ceremonias del culto litúrgico son meros actos externos. Por esta razón condena el culto a las reliquias y otras prácticas semejantes.

El “miles christianus” debe tratar de asimilar las verdaderas enseñanzas de Cristo y su espíritu, de todo corazón, rindiendo toda personalidad. Cristo ha de ser su único objetivo, su único deseo. Únicamente el Evangelio muestra el camino que conduce a Dios. Aquí se encuentra la exclusiva importancia que Erasmo concedió al Nuevo Testamento, es decir, a las palabras pronunciadas por el mismo Dios encarnado.

Para Erasmo el Evangelio era primeramente una filosofía de la vida, en cuanto expresa el divino mensaje, que enseña a los hombres a comportarse correctamente en su existencia terrena, que es lo que debía entenderse por verdadera “humanitas”, por auténtico Humanismo. La única preocupación del cristiano debía ser vivir de acuerdo con las palabras de Cristo. Con la fe cristiana se alcanzaba la verdadera y plena libertad, la liberación frente a la letra de la ley. 3.5.3.2 Opiniones Religiosas de Erasmo. Erasmo rechazó el culto externo; se manifestó contrario a la Escolástica; ridiculizó mordazmente el monacato y la forma

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de vida consagrada; tuvo una concepción de la Iglesia fundamentalmente invisible. Consideró también que de la masa de opiniones que enseñaba la Iglesia, había que destacar un pequeño número de dogmas, y que había que suprimir una serie de observancias, que no tenían fundamento ni en la Escritura ni en los Padres.

Puede que aceptase los dogmas, al menos los fundamentales, pero estaba convencido de que cualquier discusión sobre ellos conducía a infructuosos debates, y, por tanto, debía ser evitada. Esta es la razón por la que no se refiere a ellos.

Erasmo, más que un escéptico, era un hombre práctico. Su interpretación humanista de la fe, se aparta evidentemente de la Iglesia, pero nunca quiso romper ni se sintió fuera de ella. Su obstinada lealtad a la “Philosophia Christi” le hizo vacilar por mucho tiempo respecto a Lutero y al protestantismo. 3.5.3.3 Controversia con Lutero. Erasmo se afanó por conservar la paz, o cuando menos su propia tranquilidad, en medio de las violentas disputas. Inicialmente Lutero se esforzó, repetidamente, por ganarse su apoyo, pero Erasmo se guardó cuidadosamente de otorgárselo. El reformador sajón era el antípoda de su carácter, tranquilo, irónico. En el fondo, Erasmo no podía aceptar la teoría de la “tabla rasa” de Lutero, que entrañaba fatalmente el Cisma, rechazando quince Siglos de tradición católica. Erasmo se vio envuelto en esta polémica, probablemente contra su voluntad, ya que era mucho menos experto que Lutero en la ciencia escolástica, y, sobre todo, le disgustaba profundamente este género de disputas teológicas.

La lealtad de Erasmo hacia una Iglesia es lógica. Una reforma con ruptura de la cristiandad tradicional, como la hacía Lutero, era a sus ojos escándalo y locura. Trataba sí de reformar la Iglesia, pero la unidad cristiana era preciosa y había que conservarla a todo trance. 3.6 DESARROLLO DE LAS LENGUAS NACIONALES. LA CREACIÓN LITERARIA 3.6.1 El despertar de las lenguas nacionales 3.6.1.1 Causas que contribuyen al cultivo de las lenguas vernáculas. El ciceroniarismo imperante era insuficiente para expresar una serie de ideas y sentimientos nuevos. Los escritores humanistas tendieron a desarrollar la lengua vernácula. El sentimiento nacional y la obra de los reformadores religiosos contribuyeron notablemente a ello.

En cada país triunfó aquella lengua o dialecto que, por sus características gramaticales, o por la oportunidad y rigor de quienes las utilizaban, pareció tener más posibilidades. 3.6.1.2 Predominio del Latín como Lengua de los Humanistas. Sin embargo en el primer tercio del Siglo XVI, la mayoría de los libros, capaces de estimular el pensamiento, de sugerir grandes ideas, continuaban escribiéndose en latín. Según los casos, los humanistas tuvieron sus preferencias. Hacia 1520 se puede decir que las lenguas vernáculas no habían ganado aun aceptación general, a pesar de que ilustres autores se esforzaron, no sólo por practicar la lengua nacional, sino de defender su excelencia.

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El veneciano Pietro Bembo, defendió la superioridad del toscano y fijó sus principios gramaticales. Juan Valdés cantó las excelencias de la lengua castellana. Spero Speroni en Italiano; el cardenal Joaquín du Bellay escribía en 1546 su Defensa y Celebración de la Lengua Francesa. 3.6.2 Evolución de la creación literaria 3.6.2.1 Las fases. En el llamado primer Renacimiento, se entremezclan ya elementos del espíritu pagano clásico. A esta fase, que dura hasta finales del Siglo XV, sucede la del pleno apogeo renacentista. Ahora predomina sobre todo el paganismo clásico. Sobresale la tendencia hacia la búsqueda consciente de la perfección continua, y los elementos clásicos se funden ya con los nacionales en un todo armonioso. Finalmente después de 1540 se puede decir que el Renacimiento, en lo que significa de creación propiamente dicha, entra en una fase de declive, que ya se sitúa fuera de nuestra época. 3.6.2.2 Influencia decisiva de Italia. Es en Italia donde el arte literario alcanzará su apogeo y desde allí ejercerá una gran influencia sobre la expresión literaria de los demás países, tanto en lo referente a géneros poéticos, a modelos dramáticos y novelescos como a la propia concepción artística y estilística. Pero la penetración de estas novedades es lenta. Se hace difícil demoler rutinas y gustos. Italia poseía ya antes de comienzos del XVI una madurez, una sociedad con unos valores “burgueses” que buscaba no sólo la cultura, sino el divertimento y el placer de la narración novelesca. En Europa en cambio, sobre todo en Alemania y en el norte, esto era una excepción. 3.6.2.3 Principales géneros. Los grandes géneros renacentistas fueron la poesía lírica y el poema épico, la novela caballeresca, la sentimental y satírica, el drama pastoral, el cuento y la novela corta. Guió a los autores el deseo de complacer, divertir y emocionar al lector. Los “misterios y farsas medievales son reemplazados por la comedia y la tragedia; la acción por la narración, el monólogo y el análisis psicológico. Los autores expresan el mundo en torno, lo que observaban y ven. Los escritores, hacia mitad del Siglo XVI conceden ya especial relieve a los valores eminentemente pragmáticos y a la ética individual y pública, y aún cuando siguieran inspirándose en la filosofía de la Antigüedad, son ya fruto fundamentalmente de la experiencia. 3.6.3 La influencia de Italia 3.6.3.1 El petrarquismo y su cultivo en Europa. En Italia, en la expresión poética, el petrarquismo es la nota dominante. La inspiración platónica exalta el tema de la mujer idealizada, la honesta adoración a lo femenino, según el modelo petrarquista. El platonismo expresa o intenta expresar a través de la belleza de la mujer, la imagen de la belleza del Creador. La expresión poética llega a confundirse con la mística. Pero también este platonismo, que se expresa en formas complejas, aparece frecuentemente imbuido de autentica sensualidad. A pesar de la exquisitez y elegancia de los versificadores petrarquistas, tan abundantes en todas las ciudades italianas, sus obras son de tono menor. La influencia del petrarquismo en Europa fue grande por lo que tenía de ingenioso manejo de fórmulas. 3.6.3.2 Desarrollo del drama y de la comedia. Otro género tradicional, el drama alegórico, no fue superado hasta la segunda mitad de Siglo, pese a la

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oposición de que le hacían objeto reyes y magistrados por prestarse a la sátira política.

Hacia mediados del XVI solamente en Italia la lengua vernácula había llegado a un nuevo tipo de drama. En los centros cultos nace un tipo de comedia, inspirada en los clásicos, o traducciones de Plauto y Terencio y otras similares, eran representadas ante un público aristocrático y no dejaron de popularizarse pronto en Roma y otras partes. Este fue el primer paso para el nacimiento de las grandes obras dramáticas. La comedia se prestaba mejor para expresar la vida artificial, un tanto depravada y hasta extravagante, de un amplio sector de la sociedad urbana de Italia. 3.6.3.3 La novela. El vigor y variedad de la prosa italiana es testimonio de la sorprendente difusión que allí habían alcanzado los valores burgueses. La inquietud artística se inclinaba hacia el deseo de distraer o, por el contrario, a través de los numerosos dialoguistas y tratadistas sobre el amor platónico, hacia el culteranismo. De aquí debía surgir la novela pastoril que tuvo sus antecedentes en la Arcadia de Jacobo Sannazaro, en prosa y verso, que resaltaba los aspectos corteses en el fondo de una “campagna” idealizada. 3.6.3.4 Ariosto y sus imitadores. Los italianos introdujeron en los romances de caballería episodios cómicos, fantásticos, burlescos y amorosos, con un enfoque desenfadado e irónico, expresión de un nuevo ambiente burgués. La obra maestra será el Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, que contribuyó a establecer el lenguaje literario en Italia y ejerció enorme influencia.

Dejado aparte el aspecto puramente literario, tan sólo en un terreno progresó la prosa vernácula, en el de la historia. 3.6.3.5 La historia. La “segunda escuela florentina” manifiesta su calidad eminente en el lenguaje y en los temas que escoge. El Príncipe, los Discursos y la Historia de Florencia de Maquiavelo son fundamentales en la historia del pensamiento político, al igual que las dos historias de Italia de Guicciardini. Estas obras resultan modernas por la superación de la crónica, su acertado análisis de los hechos y su intento de resaltar las fuerzas y movimientos de carácter general que desbordan el provincialismo. 3.6.4 El renacimiento literario en Europa 3.6.4.1 España: desarrollo de la narrativa castellana. En al península ibérica hay una literatura castellana, avanza progresivamente y de manera decidida hasta convertirse en lengua oficial. Tuvo como verdadero artífice técnico al gran Lebrija.

La obra maestra de la narrativa castellana fue el Amadis de Gaula, de García Rodríguez de Montalvo.

Otra obra comparable en importancia es la Tragicomedia de Calixto y Melibea o la Celestina, de Fernando de Rojas.

Durante el reinado de Carlos V, se afianza la penetración de nuevas formas y géneros, procedentes de Italia, a la vez que la gran influencia de Erasmo.

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La nueva poesía, al estilo petrarquista, alcanza su culminación en Garcilazo de la Vega y en Juan Boscán.

En la prosa se advierte sobre todo la influencia de Erasmo tanto en la temática, como en el estilo. Se entiende a la sencillez a la naturalidad, en una prosa rimada, con una arquitectura ciceroniana de la frase. Sus manifestaciones son amplísimas.

3.6.4.2 El erasmismo. Los más genuinos representantes de la literatura erasmista fueron los hermanos Valdés. Alfonso de Valdés utiliza un lenguaje de singular elegancia y pureza. Juan de Valdés, apasionado erasmista, su ilusionismo traspasó las fronteras de la ortodoxia. El Lazarillo de Tormes, de autor anónimo, proporciona a la literatura universal el primer modelo de la moderna novela de costumbres. 3.6.4.3 Originalidad de Rabelais. El más original de todos los escritores nórdicos es Francois Rabelais, que señaló el tránsito a nuevos tiempos. Destaca sobre todo como universitario.

Se le ha considerado el último de los medievales y el primero de los modernos. Su gran éxito radia sobre todo en la observación de la naturaleza humana y en su fina sátira, que abarca toda la sociedad de su tiempo. Triunfó por lo fantástico, lo burlesco y lo obsceno; también por los pasajes intercalados, pero sobre todo por el dominio de la lengua y la riqueza de su vocabulario. 3.7 EL FLORECIMIENTO ARTÍSTICO 3.7.1 La autonomía creativa y las conquistas técnicas en Italia 3.7.1.1 La renovación artística del Quattrocento en los Países Bajos e Italia. Es sin duda en el aspecto artístico donde el Renacimiento se presenta como un fenómeno nuevo, que rompe con presupuestos anteriores. Tras un milenio de decadencia surge, ya en el Siglo XIV, en Flandes y en Italia central, un movimiento de renovación de las artes, que alcanzará su plenitud en la segunda mitad del XV y dura gran parte del XVI. Comparado con la pobreza creadora del período precedente, la renovación que ahora se aprecia, tanto en el plano de las concepciones estéticas como de la propia técnica, es sustancial. Significa claramente una ruptura con las concepciones artísticas inmediatamente anteriores. La influencia clásica no afectó a la obra de los primitivos flamencos; y lo que es cierto de la pintura, y de los Países Bajos, lo es también, a fortiori, de todas las demás artes y del Norte en conjunto. 3.7.1.2 La expresión de la belleza humana. Los artistas italianos aplican la conquista técnica de la perspectiva a idealizar y expresar de modo arquetípico lo humano. Los toscanos tratan de reproducir de acuerdo con unos valores que nada tienen, propiamente, de sabor medieval, sino que se han buscado en la Antigüedad. Se tiende a identificar lo bello, lo natural, con lo divino, la perspectiva con lo perfecto, la visión geométrica con la contemplación.

Por otra parte, se tiende a considerar esta concepción como válida en sí misma y se procura reproducir toda la vida con su varianza riqueza y movimiento, todos los múltiples aspectos de la realidad humana. Esta orientación naturalista

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influye profundamente en la pintura. En la arquitectura, indican una orientación estilística paralela a la de pintores y escultores contemporáneos.

Sienten la satisfacción de poder crear, por medio de sí mismos, algo verdaderamente divino, inmortal, digno en su más alto grado de la grandeza del hombre. Los tratadistas proclaman que el artista debía tener amplios conocimientos de geometría, perspectiva, anatomía y otras disciplinas. Así la diferencia entre los artistas de la Edad Media y los del Renacimiento es, sobre todo, de orden intelectual. Los artistas, ahora, estudian, dan cursos en las Academias y publican.

Se consideró que los mismo que en la naturaleza, existía una proporción en el cuerpo humano, y se intentó buscar un sistema de proporciones evaluadas en función de afinidades con las formas arquitectónicas o de cálculos estadísticos. 3.7.2 Los focos artísticos literarios 3.7.2.1 Florencia. Hasta finales del Siglo XV, Florencia sigue desempeñando el papel dominante de centro artístico. La pintura se desarrolla en dos direcciones estéticas fundamentales: una de ellas, más vigorosa, más realista, más inclinada hacia las formas y el dibujo. La otra, más enfocada hacia la búsqueda de la belleza, con una cierta idealización de los modelos y colores dulces. En Florencia se formó también en su juventud Leonardo Da Vinci, pero su poderosa personalidad se desarrollará en Milán.

El dominio del espacio y de la geometría dio grandes posibilidades expresivas a la función creadora en otros campos. La sólida unidad espacial, la armonía de proporciones y la airosa fuerza de las formas estructurales caracterizan a al arquitectura. La escultura sigue unas directrices delicadas o realistas.

A fines del XV las experiencias y los gustos del Renacimiento florentino se habían extendido ya por toda Italia, contribuyendo a vivificar las escuelas locales, que permanecían, más o menos, estancadas en las formas góticas. Príncipes y magistrados de ciudades llaman a los artistas florentinos, que sirven de maestros a los artistas locales. 3.7.2.2 Venecia. En Venecia se mantuvo un ambiente artístico más original, debido a las circunstancias de la ciudad, en contacto directo con el mundo bizantino, mirando a Oriente, y en relación con Europa central. Allí destaca Jacopo Bellini. El gran maestro veneciano es Giorgione. Alumno de Bellini, quizá influenciado por Leonardo, inspirado en el círculo humanista de Bembo, en sus escenas mitológicas y simbólicas, realiza una armoniosa síntesis entre hombre y naturaleza. 3.7.2.3 Mantua. El paduano Andrea Mantenga consigue la especialidad, al tiempo que organiza más y pone gran dinamismo y variedad en los efectos ópticos. Asevera Panofsky, “por lo que respecta a la renovación de la Antigüedad clásica, hizo para la pintura italiana en la segunda mitad del Siglo XV lo que Brunelleschi o Donatello hicieran por la arquitectura y la escultura a partir de 1420 aproximadamente”. 3.7.2.4 Milán. En Lombardía (Milán), el arte, aunque nutrido en lo florentino, emprende sus caminos particulares. En la arquitectura se manifestará un cierto gusto decorativo todavía reliquia del gótico. Bramante, se forma en sus ideas estéticas. En pintura, Leonardo da Vinci es la personalidad dominante. Su obra

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artística es tan variada que constituye uno de los casos más difíciles de sistematización en la historia del arte. Su primera trayectoria evoluciona hacia una composición más compleja, en la que las formas se funden en una atmósfera sutil, en que la luz se tamiza como en una especie de bruma estival. En Milán desarrolla esta técnica del “sfumato”, que inicia en La Virgen de las Rocas, con gestos refinados y expresiones reveladoras del mundo interior. 3.7.3 El clasicismo del alto Renacimiento 3.7.3.1 El gran momento de Roma. La llegada de Carlos VIII a Florencia y la caída del gobierno de los Médicis, provocaron un desplazamiento de artistas. Muchos acudieron a Roma, donde Julio II había comenzado, con entusiasmo, la reconstrucción o renovación de monumentos prestigiosos y el acondicionamiento de la ciudad, que vuelve a su posición de capital del mundo. Leonardo, Miguelangel y Rafael dejan sus respectivas ciudades y se mudan a Roma en diferentes momentos y por distintas razones. Durante treinta años, hasta la conquista y saqueo de la ciudad por las tropas de Carlos V, que dio lugar a una desbandada, Roma será la capital artística del mundo occidental. Una razón importante fue el robustecimiento de la autoridad pontificia y la poderosa personalidad de Julio II.

Este período romano se caracteriza por el intento de conciliar lo espiritual y lo formal, en un sentido de equilibrio y armonía. Partiendo de los valores divinos, expresión del Ser Supremo y de la Creación, se sacraliza la belleza. Esta puede ser definida por criterios objetivos y racionales; también es accesible por la reflexión y la contemplación, pues la belleza es eterna e inmutable. El clasicismo parte de la idea del conocimiento sensible de la Naturaleza, pero supera la simple imitación; el artista, a partir de dicho conocimiento, idealiza, crea. 3.7.3.2 La genialidad del artista. El deseo de publicidad, las manifestaciones sorprendentes y geniales, son otros tantos rasgos de la nueva condición del artista y del nuevo sentido creador que da su obra. También empieza a distinguirse entre obras destinadas a particulares, que son esbozos, y obras oficiales, que se acaban con toda perfección. Esta circunstancia provoca que se valore el dibujo, el esbozo, como obra de arte.

En el pleno Renacimiento la idea de belleza se desprende o se aleja de la teoría y se centra en la finalidad, se nutre de la experiencia sensible. Se supera la teoría neoplatónica de que la idea es innata, y se defiende la noción de que se obtiene de la realidad.

El arte llega ahora a su plenitud. Se considera como medio de conocimiento, y, por tanto, encierra un mensaje religioso, intelectual y moral. La expresión plástica de los sentimientos, el conjunto de los colores y las formas, deben invitar al espectador a la reflexión. En el aspecto formal, la simetría es la traducción de esta aspiración al orden y a la armonía. Cualquiera que sea la rama artística, se busca expresar esta simetría, que tiene formas matemáticas, mediante la composición del espacio o la distribución de volúmenes.

El desarrollo de la escultura y pintura sigue un curso paralelo al de la arquitectura, pues no existía entonces, en el artista una especialización en sentido moderno. Las obras continúan inspirándose en obras clásicas recién descubiertas, pero con un contenido nuevo. Anteriormente, la decoración escultórica se concentraba de preferencia en atrios y tímpanos de catedrales; ahora aparece en

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mausoleos, en obras transitorias. El único monumento con un programa escultórico es la fachada de la cartuja de Certosa, cerca de Pavía, obra de finales del XV y comienzos del XVI.

La relación entre arquitectura y escultura no quedó totalmente rota en el Renacimiento, pero la escultura dejó de estar subordinada a la arquitectura. 3.7.3.3 Miguel Ángel. Fue el único gran escultor de este período. Inspirado en la Antigüedad clásica, creo un estilo propio, lleno de fuerza, de personalidad. En 1505, Miguel Ángel esboza una arquitectura grandiosa que desarrolla también una escultura autónoma. En 1504, fue colocado el gigantesco David, desnudo, como un héroe antiguo, frente al Palazzo Vechio.

La pintura une este gusto por las formas, e incluso, por los temas mitológicos o profanos, pero con una expresión y un simbolismo nuevos, con lo que la belleza pagana y la fe cristiana, lo temporal y lo eterno, se combinan armoniosamente.

Los frescos de la Capilla Sextina representan, a la vez que un compendio de la imaginería religiosa del Renacimiento, el talento grandioso de Miguel Ángel. En la bóveda, el artista ha creado una arquitectura imaginaria, entre cuyos espacios se desarrolla la historia de la humanidad, desde el paganismo hasta la revelación cristiana. Las grandes escenas representan desde la creación a la Redención. Y en la pared detrás del altar mayor, la imponente escena del Último Juicio, pintada entre 1536-1541, en una atmósfera de tormenta, en la que se entremezcla la negrura del Cielo y las rojedades del Infierno, Cristo pronuncia sus rayos de cólera sobre los condenados. 3.7.3.4 Rafael. La pintura histórica tiene su máxima expresión en la serie decorativa de las cámaras del Palacio Vaticano. En ellas ofrece una completa revisión de los temas medievales, con un sentido nuevo, en las que se mezclan la alegoría y la mitología; la admiración a la ciencia pagana, a la poesía y a la fe cristiana, todo con un profundo sentido de armonía. 3.7.3.5 La escuela veneciana. En Venecia se desarrolla otra concepción artística, impregnada, quizá de menos resonancias filosóficas, y con menos ambición de expresar un mensaje, pero con idéntico gusto por la belleza y la armonía. Más que en arquitectura, será la pintura la rama cultivada más especialmente.

Nutrida en Bellini y Giorgione, la pintura veneciana alcanza su cumbre en Tiziano Vecello (1485-1576), que supo aceptar y asimilar las influencias más diversas, incluso contradictorias. Supo unir visión terrestre y celeste con gran armonía, y expresar la belleza humana y el fervor religioso. 3.7.4 Evolución hacia el Manierismo 3.7.4.1 Significado actual de este estilo. Entre 1520-1530, en que el Alto Renacimiento pierde sus características, hasta 1560 aproximadamente en que triunfa plenamente el manierismo, se extiende un período indeciso cuya principal característica es la reacción contra el clasicismo: irrealismo espacial, alargamiento de las proporciones de las figuras, verticalismo. El sentimiento de apogeo alcanzado en las creaciones de los grandes maestros de comienzo de Siglo, les lleva a perpetuarlos en fórmulas, en recetas, definidas como práctica, no imitación, como había hecho lo clásico.

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El clasicismo se convierte en academicismo. Las artistas se agrupan en

diversas academias para analizar y meditar en las grandes obras. Se multiplican los manuales de estética, de pintura, de arquitectura. Se manifiesta ahora un eclecticismo. Se abandona el equilibrio perfecto del clasicismo. 3.7.4.2 Miguel Ángel y el Manierismo. En sus obras arquitectónicas, sin abandonar los elementos decorativos clásicos, los utiliza en forma anticlásica y los asocia en combinaciones asimétricas, buscando oposición de masas y vacíos de ritmos curvos, de sombras y luces; su obra escultórica así como las tres Pieta, realizadas al final de su vida, revelan este esforzado intento de buscar expresiones ajenas a la simetría y lograr un gran patetismo. 3.7.4.3 La orientación de Rafael. Del mismo modo Rafael, abandonan igualmente el perfecto equilibrio del clasicismo, y tienen papel esencial en la difusión de este estilo. En Mantua, hizo una arquitectura anticlásica, con un sistema decorativo complejo y refinado, que utiliza el estuco y la pintura. En los frescos se inspira en temas eróticos o alegóricos, y busca efectos ilusionistas, escorzos audaces y luces fantásticas.

En este período, Venecia también vive un poco aparte. Allí trabajan arquitectos, que formados en el clasicismo, miguelangelesco, derivan hacia las nuevas perspectivas. 3.7.5 El Renacimiento en el Resto de Europa 3.7.5.1 La persistencia del estilo flamenco. Cada país tenía sus propios gustos que no cedieron bruscamente a los que venían del otro lado de los Alpes. Especialmente en arquitectura, la continuación de importantes obras en marcha constituía una razón para esta resistencia. Los flamencos, lograda una nueva solución para representar lo sacro parecen conformarse. Han logrado superar el simbolismo y convencionalismo medievales y conseguido expresar con vigor sentimientos interiores, pero no rompen bruscamente con lo anterior. Pero los hombres y la naturaleza siguen formando parte del conjunto sacro del cuadro, se insertan, como parte en el todo, presidido por lo divino, sin autonomía. Artistas nórdicos, en el Siglo XV, habían conocido bien el mundo que les rodeaba, pues su búsqueda de la belleza había sido sólo empírica. Los italianos, en cambio, aplican las matemáticas a la pintura y a la arquitectura, con sentido absolutamente nuevo.

El gran arte flamenco, a fines del XV, se extingue lentamente. Una verdadera confluencia de circunstancias políticas, sociales y religiosas, que se viven en los Países Bajos, unidos también a la influencia italiana, dan a esta escuela un ocaso, un tanto trágico. 3.7.5.2 España. El Renacimiento gana rápidamente España. Los elementos decorativos inspiran el llamado arte plateresco, cuya exhuberancia decorativa guarda analogías con la escuela lombarda del Quattrocento.

En el segundo tercio del Siglo XVI, las formas renacentistas italianas alcanzan un matiz netamente español, manifiesto en una mayor pureza decorativa y efectos monumentales.

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En Valencia, la pintura renacentista italiana se introdujo muy intensamente.

3.7.5.3 Francia. Los artistas, lo mismo que los alemanes, siguen en lo gótico y en el realismo flamenco. Hasta mediados del Siglo XVI no se abandona la construcción de castillos con plano feudal, con sus torres redondas, que se conservan todavía. La llegada del Primaticcio, uno de los iniciadores de la escuela de Fontainebleau, de carácter esencialmente ornamental, cuyas lecciones repetidas por artistas franceses, nórdicos y aún italianos se difundirán ampliamente mas allá de las fronteras. 3.7.5.4 Alemania. En Alemania, el sentimiento de la vida y de la muerte inspiran profundamente el arte de escultores o pintores. Las grandes ciudades mercantiles, Augsburgo y Nuremberg, son el lugar en el que los mercaderes italianos en relación con Italia favorecen las influencias procedentes de la península, pero son externas; en lo profundo pervive el sentimiento tradicional. 3.7.5.5 Pervivencia del gótico en Inglaterra. En Inglaterra el arte sigue fiel al gótico perpendicular, contentándose con añadir algunos elementos decorativos. En pintura la renovación de la temática y de la técnica, sería impuesta por artistas, venidos de Flandes y Alemania. 3.7.5.6 Los Países Bajos. Las formas góticas dominan la arquitectura. Entonces se acaban las grandes catedrales de Malinas, de Amberes y de Bois-le-Duc. La escultura permanece fiel a Claus Sluter y los talleres de tapicería en Tournai y Bruselas atienden los cartones de pintores del tiempo.

La pintura se inscribe en la línea del realismo minucioso, bañado de luz. Después de 1510 se introduce el italianismo, ayudado por mecenas, favorecido por intercambios comerciales.

Los Países Bajos sufrieron aún más que Francia la influencia manierista, visible en la utilización de color frío, en la torsión excesiva de las formas y en una cierta confusión plástica. En Bruselas se hacen los grandes tapices sobre cartones de Rafael.

El Renacimiento alcanzó Europa Central y Oriental: llegó a Praga, y Polonia, donde Cracovia era un centro humanista. También llegó hasta Moscú, donde artistas italianos trabajan en el Kremlin, y a Constantinopla.

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CAPÍTULO 4. LA REFORMA 4.1 LOS DESEOS DE REFORMA DE LA IGLESIA 4.1.1 Precisiones en torno al concepto de reforma 4.1.1.1 Los términos reforma y contra-reforma. El término Reforma, sin más precisión, es ambiguo. En primer lugar, porque puede significar tanto modificaciones accidentales en la vida y organización de la Iglesia como sustanciales. Además, solamente desde el punto de vista de los protestantes tendría sentido. No es menos ambiguo el de Contra-Reforma, para denominar los esfuerzos hechos por la Iglesia católica, para oponerse y combatir a la Reforma Protestante y Reforma católica, distintas, pues la primera no se quedó solamente en reformas disciplinares, sino que introdujo modificaciones dogmáticas y de la estructura eclesial, rompiendo con la cabeza, con Roma.

La Reforma provocó un amplísimo movimiento, una verdadera y honda ruptura de la cristiandad occidental. La Iglesia de Occidente en el Siglo XVI, vio surgir en su seno la división y segregarse amplios sectores geográficos. 4.1.1.2 La verdadera reforma de la Iglesia. La separación eclesial implica una excomunión y, por tanto, sería una falsa reforma. En el Siglo XVI, la religión afectaba a todas las manifestaciones de la vida, tanto políticas como materiales o morales. Por ello, las transformaciones sociales y la creciente expresión de la autonomía nacional, la corriente crítica del Humanismo, el desarrollo del capitalismo influyeron para favorecer la reforma religiosa. La crítica contra la Iglesia, el Papado, la Curia y contra los abusos del clero, era muy viva. La Reforma Luterana se convirtió en verdadera ruptura y en una conflagración, que afectó a toda Europa, y a sus estructuras políticas, sociales y económicas.

Las dos Reformas, católica y protestante, nacen y se desarrollan, entreveradas, juntas. Los espíritus más perspicaces e inquietos por la situación de la Iglesia buscaban su reforma. En todos ellos alientan los mismos ideales, y se manifiestan idénticos deseos de renovación. Lutero, en 1520 rompe, consciente y deliberadamente con la Iglesia y emprende la tarea de reforma de la Iglesia por su propia cuenta. Se inicia así la Reforma Protestante, autónoma, diferenciada de aquellos otros reformadores que, quizá con menos protagonismo pero con más eficacia, continúan, dentro de la Iglesia, su denodado esfuerzo por reformarla. Algunos que aplaudieron y hasta siguieron a Lutero, se volvieron atrás. La Protestante, falta de un poder magistral, se dividirá en varias “reformas”, en varias iglesias. La Reforma católica, impulsada por fuerzas diversas dentro de la Iglesia, acogida finalmente por Roma, culminará en los decretos del Concilio de Trento. 4.1.1.3 Las “causas” de la reforma. Hoy parece indiscutible que las causas originarias de la Reforma Luterana fueron de índole religiosa, lo que no quiere decir que no existieran otras, acompañantes, de carácter subsidiario, que contribuyeron a dar a la división religiosa dimensiones mucho más amplias y aspectos que desbordan el marco puramente teológico y eclesial. Este punto de vista apuntado por muchos, entre ellos Imbart de la Tour (1905), en el campo católico, o Georg von Below (1916), en el luterano, sería afianzado después por otros no confesionales, como Lucien Febvre, para quien “a la revolución religiosa, es preciso buscar causas religiosas”.

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4.1.2 El deseo de reforma de la Iglesia en el Siglo XV 4.1.2.1 Unanimidad en la reforma. La energía espiritual de algunos reformadores logró crear órdenes religiosas, mejorar la observancia en las existentes o impulsar pequeños grupos de personas consagradas a la oración y al estudio.

El sentimiento de que la Iglesia debía ser reformada tuvo, según las personas y los países, manifestaciones diversas. Cuando los religiosos se referían a la reforma, querían indicar la necesidad de adaptar la observancia de su congregación a los patrones del fundador.

Cuando los eclesiásticos hablaban de reforma de la Iglesia, por lo general se referían a la reforma administrativa, legal y moral; excepcionalmente, a una reforma de la doctrina.

Si los que solicitaban reforma eran humanistas a estos deseos de reforma formal, añadían el de mayor calidad intelectual. Todos deseaban papas y obispos menos mundanos, monjes más observantes, un clero parroquial más instruido; querían también una teología y una predicación más accesibles al hombre, más fieles y más estrictamente enraizada en el Evangelio; y una fe más íntima, que no se quedará solamente en las prácticas y en los formalismos. El problema, sin embargo, estaba en como lograrlo. 4.1.2.2 Relajación y abusos del clero. Abundaban los obispos y prelados, orgullosos de su origen noble, deseosos de aumentar sus rentas y prebendas, deseosos de poder, con escasa formación doctrinal y vida ascética. Eran muchos los monjes y frailes que vivían en la relajación, descuidaban la pobreza y la guarda de la clausura, estipuladas en sus reglas.

No es que los eclesiásticos fueran los únicos corrompidos, pero sí parece evidente que en ellos la corrupción era más grave. 4.1.2.3 Desprestigio de la autoridad moral del papado. El prestigio universal, el respeto y amor que se habían atraído los romanos pontífices, comienza a menguar en los primeros decenios del Siglo XIV, desde que Clemente V sitúa su sede en Avignon155. Los papas pierden universalidad y autoridad.

Este desprestigio se prolonga y se acrecienta durante el lamentable Cisma de Occidente. Transcurrido este caótico período a partir de Sixto IV (1471), se dejan arrastrar por las tendencias del Siglo. Practicaron el nepotismo y su moralidad dejó a veces mucho que desear. 4.1.2.4 Peticiones de reforma de la iglesia. Un Siglo antes, durante el Gran Cisma, las disputas habían obligado a los eclesiásticos a pedir una reforma de la Iglesia “en su cabeza y en sus miembros”. A fines de aquel Siglo las peticiones de reforma se habían generalizado.

Pedir la reforma era poner de relieve los defectos y denunciar la debilidad e inoperancia de la jerarquía eclesiástica. Todo ello coincidía con un poderoso desarrollo de las ideas conciliaristas, que pretendían limitar la autoridad pontificia, y

155 Provincia del departamento de Vaucluse al Sur de Francia.

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un criticismo creciente, que ponía en tela de juicio a la misma cabeza y estructura jerárquica. 4.1.2.5 Savonarola. La frustración del ideal de reforma degeneraría en actitudes y en movimientos revolucionarios en la base de la Iglesia. Este es el caso de Savonarola. Savonarola, inflamado de exaltación profética, persuadió a los florentinos a aceptar a Dios como único rey, criticó abiertamente la simonía y la inmoralidad de la Curia papal, desafió la amenaza de suspensión del Papa y despachó llamadas urgentes a los soberanos europeos para la convocatoria del concilio ecuménico que hiciera la anhelada reforma de la Iglesia. Excomulgado en 1497 y abandonado por la plebe, fue quemado vivo en la Plaza de la “Signoria”. El clamor de Savonarola por la Reforma de la Iglesia era un grito por la reforma de la Iglesia, exaltado, medieval. Pero veinte años más tarde, Erasmo contribuiría a recordar el triste episodio de Savonarola como un funesto ejemplo de lo que podría ocurrir si la reforma no se realizaba. 4.1.3 Las actitudes a comienzos del XVI 4.1.3.1 Inquietud espiritual en el pueblo. Si el clamor por la reforma se manifiesta a comienzos del XVI con más intensidad que cien años antes, no era porque Europa hubiera empeorado, sino al contrario, porque era más religiosa, tenía mayor ansia de vivir una auténtica vida cristiana. Esa conciencia era resultado el nuevo espíritu, del idealismo reformista aportado por el humanismo.

En este momento histórico, cuando la Iglesia parecía no tener arriba quien dirigiera y encauzara estos impulsos populares se abría un profundo foso entre la concepción religiosa de las personas cultas y la de los iletrados. Mientras la religión popular evolucionaba hacia una piedad emocional, la forma de concebir la religión por los humanistas caminaba en un sentido totalmente distinto. 4.1.3.2 Razones que pueden explicar una ruptura con Roma. La situación de la Iglesia no era razón suficiente para que los deseos de reforma derivaran hacia una ruptura. Existían otras circunstancias. Entre las más importantes, se pueden señalar el creciente poder de control de los monarcas sobre sus respectivos reinos y la influencia de la crítica de los humanistas y de su concepción religiosa. 4.1.3.3 Desarrollo del poder monárquico. Es difícil precisar la relación entre el creciente poder real y de la burocracia estatal con la Reforma, pues, además, varía según los casos. Pero de una reforma, que en principio significaba la ruptura con Roma, era muy fácil derivar hacia modificaciones dogmáticas. Inglaterra y Dinamarca, la implantación de la Reforma Protestante se vio favorecida por la intención de desarrollar la autoridad del rey, lo que consecuentemente llevaba implícito la limitación del poder de la Iglesia. En otros países, no hubo necesidad de enfrentarse a la suprema jerarquía eclesiástica, de romper con Roma. Esta es la situación de España.

Los papas fueron perdiendo poco a poco autoridad sobre las iglesias de los nuevos estados europeos en orden al nombramiento de altos cargos eclesiásticos y a la imposición de tributos. La autoridad del Papa había ido debilitándose, sobre todo desde el Concilio de Constanza. En muchos países, la Reforma Protestante estuvo asociada a una revolución política contra un poder exterior o interior.

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A medida que el poder real crecía, el del papa menguaba; por ello algunos reformadores vieron en el poder temporal el instrumento eficaz de la Reforma.

A finales del Siglo XV, al esfumarse el viejo ideal de la unidad de la Cristiandad, el Papado había perdido en la práctica su soberanía temporal. Las Bulas de 1493, que repartieron el Nuevo Mundo, no correspondían ya al sentimiento de Europa y a las corrientes nacionalistas. 4.1.3.4 Decadencia del prestigio moral del papado. A medida que decreció la influencia temporal del Papa en la Cristiandad, aumentaron sus responsabilidades en la península italiana. El Papa, como otros soberanos europeos, tenía que establecer el control sobre sus territorios. En consecuencia creció el número de cardenales italianos, pues tener mayoría de cardenales italianos en la Curia suponía para el Papa mantener las distancias respecto a las presiones de los soberanos extranjeros. Se concebía difícilmente que un no-italiano pudiera cumplir sus deberes de pontífice. Todo esto contribuyó a centralizar la Curia. Con ello aumentarían las tensiones entre el Papa y la Curia con los monarcas cristianos y no sólo por razones políticas, también por motivos financieros. Mezclados abusos, reales, de orden disciplinar, con otros de tipo económico (diezmos, annatas y gabelas), hacían odiosa la Curia papal ante los ojos alemanes y favorecían un clima de resentimiento contra Roma. 4.1.3.5 Influencia del Humanismo. Entre Humanismo y Reforma, es indudable una cierta conexión, difícil de definir; y, en todo caso, el Humanismo forjó la herramienta intelectual que usarían los reformadores.

Los modelos del Humanismo fueron tan variados como las personas. Tenían poco de común, salvo su amor a la Antigüedad. El Humanismo italiano fue más bien literario, artístico y filosófico, mientras que en Alemania, Francia e Inglaterra, tuvo una dimensión principalmente religiosa, y aun teológica. El Humanismo italiano aceptó las formas en que la religión era vivida y practicada, mientras que en Inglaterra, Francia o Alemania, el movimiento de admiración hacia la antigüedad clásica trató de aplicarse a un contexto religioso. 4.1.3.6 La crítica de Erasmo. La disputa de Erasmo con los escolásticos se parece a la eterna disputa entre “tradicionales” y “modernos”, entre quienes apegados a la tradición veían a sus contrarios como arrogantes e incluso herejes, y unos “modernos” que reprochaban a sus adversarios estrechez de miras y fanatismo. La filosofía, como base de la fe, había caído en el mayor desprestigio y los nominalistas trataron de salvar su ortodoxia con la doctrina de la doble verdad: la referente al mundo físico, obtenida por la razón, y la pertinente al ámbito metafísico, dada por la revelación.

Por su parte, los escolásticos (tomistas o escotistas) se perdían en sutilezas y barroquismos intelectuales inútiles. Se planteaban cuestiones que los nominalistas consideraban irrelevantes y a sus cultivadores presuntuosos. 4.1.3.7 División entre los teólogos. La consecuencia fue una profunda división de la filosofía, y, por tanto, en la teología. Los filósofos de la “vía antigua” (tomistas

Figura 52. Erasmo de Rotterdam

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y escotistas) continuaban el estudio de la metafísica; los de la “vía moderna” (nominalistas) se volvían hacia la lógica y los problemas del conocimiento. Sobre esta división de los teólogos actuó como elemento corrosivo el criticismo de los humanistas.

El Humanismo, en su sentido más puro, el erasmista, no tenía ningún interés por la investigación filosófica, carecía de una formación en este terreno; su inclinación se desarrollaba hacia la investigación filológica y la crítica histórica.

La disputa entre escolásticos y nominalistas con los humanistas no era inevitable. Surgió, no porque los escolásticos cerraran sus ojos a los nuevos conocimientos y orientaciones, sino más bien porque los humanistas eran displicentes, presuntuosos y agresivos. Los escolásticos estaban entonces afectados por los peores defectos del tradicionalismo. 4.1.3.8 Peligros de la aplicación de la crítica filológica a la escritura. El método de la filología histórica, aplicado sin contraste, y sus escasos conocimientos teológicos, llevaron a veces a Erasmo a conclusiones peligrosas. Creía que la Epístola a los Hebreos no había sido escrita por San Pablo y llegó a dudar si el Apocalipsis era obra de San Juan; aunque por otra parte pudo demostrar que el versículo trinitario de la primera epístola de San Juan no se encontraba en ningún manuscrito griego y llegar a la convicción de que las obras del Areopagita eran espúreas. Todas éstas, y otras muchas conclusiones, creaban un conflicto entre los estudiosos humanistas y la ortodoxia, celosamente guardada por los escolásticos. 4.1.3.9 El “evangelismo”: erosión de la piedad. Aunque los humanistas de la llamada corriente “evangelista” no intentaron tocar el dogma, no podían criticar a los teólogos convencionales sin rozar al menos en alguna forma los fundamentos de la tradición dogmática. Esto es lo que ocurrió, concretamente con Erasmo, que creía tener un programa para la recuperación de la verdadera teología.

Comparada con esta teología, fundada en el estudio de la Biblia, las complejidades de la devoción popular aparecían a los ojos de Erasmo y sus seguidores, ridículas. El culto a las imágenes de la Virgen y de los Santos, las peregrinaciones a los santuarios de Nuestra Señora, les parecían no sólo devociones vulgares y toscas, sino obstáculos para la verdadera religión. Esta observación era quizá justa, pero no realista. Era improcedente pretender sustituir las formas de expresión de la religiosidad popular por los modos intelectualistas. Tales devociones populares eran correctas; en todo caso, había que purificarlas, pero no suprimirlas.

Erasmo, como otros muchos humanistas y hombres cultos, pretendía solamente ridiculizar estas expresiones religiosas para cambiarlas y purificarlas. En aquel momento en que estaban trabajando fuerzas poderosas para mantener el estado de cosas en la Iglesia y para promover un cambio profundo en las estructuras y en las conductas, utilizar la burla y el sarcasmo sobre instituciones, personas e ideas eclesiásticas, resultaba como jugar con fuego. 4.2 LUTERO Y LUTERANISMO 4.2.1 La cuestión de las indulgencias y la intervención de Lutero 4.2.1.1 Las 95 tesis. El 31 de Octubre de 1517 Lutero hacía pública su protesta contra la predicación de las Indulgencias, según la tradición clavando en la

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puerta de la capilla del castillo de Wittenberg156 sus “Noventa y Cinco Tesis sobre la Indulgencia”, al propio tiempo que anunciaba estar dispuesto a defender dichas tesis en disputa pública.

La cuestión había surgido de la manera siguiente. En 1507 el Papa Julio II había decidido demoler la vieja basílica de San Pedro y edificar otra nueva más grandiosa, que comenzó a levantarse durante su pontificado. Las sumas necesarias fueron recogidas en parte, según costumbre en uso, mediante la venta de Bulas de Indulgencias. Es decir, concesión de indulgencia plenaria157. En Alemania esta predicación se hizo de una manera escandalosa. Esta indigna operación era una manifestación más de los dudosos procedimientos fiscales utilizados con frecuencia en los manejos eclesiásticos, tan vivamente criticados por humanistas y reformadores.

En la práctica, el pueblo ignorante creía poder comprar el perdón de sus pecados sin necesidad de confesarlos. Lutero, se dirigió a su obispo, y al propio arzobispo, Alberto de

Brandeburgo-Meguncia, expresándoles su preocupación y rogando a este último que revocara a la Instrucción dada a los predicadores y la sustituyera por otra más ajustada en doctrina.

En sus “Noventa y Cinco Tesis” sobre el valor y poder de las indulgencias, dirigidas a Alberto de Brandeburgo, Lutero no pensaba sino en combatir los abusos y esclarecer la verdadera doctrina; pero a pesar de sus afirmaciones en contrario, llegaba a condenar completamente las indulgencias y a poner en duda el mismo poder de la Iglesia para administrar la salvación.

El efecto explosivo de las tesis de Lutero sobre las indulgencias más que en el aspecto teológico estuvo en su tono polémico. Lutero al criticarlas puso de manifiesto inquietudes y resentimientos latentes; vino a ser el portavoz de un descontento generalizado sobre algunos de los procedimientos eclesiásticos.

El contenido de las noventa y cinco tesis no presenta una doctrina ocasional. Es evidente que en ellas estaba ya comprometido el pensamiento de Lutero, aunque no se hallaba sino el embrión de lo que vendría a ser a doctrina luterana. Lo que Lutero deseaba es que el Papa desaprobara el inicuo tráfico que se había montado en Alemania. 4.2.2 El joven Lutero 4.2.2.1 Rasgos temperamentales. Su mente, sólida y clara, no era brillante ni ágil; no le iban las sutilezas ni los distingos alambicados; su temperamento apasionado, cambiante, rudo a veces, transparentaba lo que había dentro de sí.

156 Ciudad perteneciente a Sajonia, al Este de Alemania. 157 Remisión de las penas temporales debidas por los pecados, ya perdonados en el Sacramento de la Penitencia.

Figura 53. Martín Lutero clavando su doctrina

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Nunca dejó de ser campesino, ni tampoco quiso ocultarlo; así, en muchas de sus reacciones y en el lenguaje era crudo, vulgar.

La vida de Lutero en casa de sus padres y en la escuela fue dura y austera. Estudió artes liberales en la universidad de Erfurt158, donde se cursaba la filosofía nominalista y ockamista de la Vía Moderna. El 17 de julio de 1505, ingresó en el convento de Agustinos de Erfurt, cumpliendo un voto, hecho bajo la impresión de un rayo caído junto a él. El 3 de abril fue ordenado sacerdote. 4.2.2.2 Formación y vida conventual. En otoño de 1508 fue llamado a enseñar filosofía moral en el convento agustino de Wittenberg. Descubrió entonces a Gabriel Biel, el gran maestro del nominalismo alemán. Trasladado de nuevo, apenas transcurrido un año, a Erfurt, enseñó las “Sentencias” de Pedro Lombardo y obtuvo la titulación de Maestro en Artes (1512).

Lutero era por entonces un monje que buscaba la perfección. Intervino contra aquellos que defendían la fusión con la rama todavía no reformada. La lectura y meditación de la Biblia llegó a serle profundamente familiar. Su temperamento exaltado y, a la vez, realista, le inclinaba a rechazar la habitual interpretación místico-alegórica, y atenerse al sentido histórico y literal de la Escritura.

Su formación nominalista, que acentuó aún más su idea oscura y trágica de Dios, y su temperamento marcadamente subjetivo y escrupuloso, le condujeron hacia un estado de angustia morbosa marcada por el deseo imperioso de saber si había de salvarse. Esta angustia le llevó al borde de la desesperación; llegó a sentirse condenado, a creer que Dios no le amaba. Estaba abrumado, enfermo, bajo el peso de la idea terrible de un Dios caprichoso y arbitrario. 4.2.2.3 Su “Descubrimiento” de la Justificación. En esta desesperada situación, que tuvo su cenit entre 1513 y 1518, trató de refugiarse en la meditación de la Escritura. Encontró en la Epístola a los Romanos (I,17) un texto, que en principio le llenó de mayor irritación, aquel en que se afirma que en el Evangelio, en el mensaje de salvación, se manifiesta la justicia de Dios. Este descubrimiento le hizo sentirse renacido; desde entonces, la Sagrada Escritura se le presentará con una luz nueva. El propio Lutero hablará años más tarde de este descubrimiento. Devolvió la paz a su alma y sería decisiva para su futuro.

Lutero, al llegar a esta conclusión, no está exponiendo una doctrina que se aparte del catolicismo. Lo que sucede es que lo que anteriormente tenía como doctrina católica en este punto crucial, y que justamente repudió, era una opinión unilateral, muy extendida en el nominalismo ockamista de su tiempo: la afirmación de que el hombre era capaz de prepararse con sus propias fuerzas a recibir la gracia.

Lutero sin embargo agrandó la diferencia que existe entre la remisión (remissio) de los pecados y su eliminación (ablatio) hasta llegar a afirmar que el hombre es justo porque le han sido remitidos sus pecados, es decir, porque Dios no los castigará; es pecador porque los pecados perduran, no han sido borrados.

158 Ciudad perteneciente al Estado de Turingia al centro de Alemania.

Figura 54. Martín Lutero

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Esta doctrina de la justificación, núcleo de la doctrina luterana, es el resultado

de la experiencia de sus luchas personales por la salvación; es, en cierto modo, un acto de superación personal de los sufrimientos morales que le torturaban y que irá desarrollando en los años posteriores a esa “experiencia en la torre”. Para Lutero significaba una nueva manera de creer; en efecto, llegará a entender que lo esencial de la fe es creer que uno está predestinado a la salvación. 4.2.3 Ruptura con Roma 4.2.3.1 Los inicios del proceso a Lutero. Lutero no pensaba en entrar en conflicto con la Iglesia, pero fue arrastrado por los acontecimientos. El movimiento alemán antirromano tomó su partido, sin pararse a considerar su doctrina.

Los dominios acusaron a Lutero de que sus “Tesis” cuestionaban la autoridad del Papa, y, por ello, estaba incurso en herejía. En mayo de 1518 Lutero escribía sus Resoluciones de Virtute Indulgentiarum, explicación detallada de sus noventa y cinco Tesis que envió a la Santa Sede. En Roma, en junio de 1518, se le abría un proceso eclesiástico y se le citó para que se presentara allí. Pero el agustino rogó a su príncipe-elector, Federico el Sabio de Sajonia, que pidiera al Papa que la vista de su juicio se hiciera en Alemania. Con ello Lutero involucró al poder político en la cuestión religiosa.

La dieta de Augsburgo, en otoño de 1518, expresó una serie de quejas contra las exacciones y la interferencia de Roma en Alemania. A ella vino el cardenal Cayetano, encargado como legado Papal de examinar el problema de Lutero. Este compareció ante Cayetano los días 12-14 de octubre de 1518. El Legado no le acusó por sus opiniones respecto a las indulgencias, sino de rebelión contra la autoridad del Papa, y exigió que se retractara de su negación del “Thesaurus Ecclesiae” (Tesis 58) y de su afirmación de que solamente la fe de quien los recibía, sin necesidad de las obras, confería eficacia a los sacramentos. Lutero estuvo respetuoso; pero se negó a hacerlo.

El 28 de noviembre, apeló a un Concilio General. El Papa envió al noble alemán Carlos de Militz, que se entrevistó con Lutero. Animó a Lutero a escribir al Papa solicitando concordia. La misiva era sumisa en el tono, llena de reverencia hacia la Santa Sede, pero sin retractarse de nada. 4.2.3.2 Disputa pública de Juan Eck. Durante los primeros meses de 1519, Lutero reiteró sus dudas sobre la suprema autoridad del Papa. La suprema autoridad de la Iglesia pertenecía al Concilio General, del cual el Papa era el principal servidor o ejecutor. En una disputa pública el dominico Juan Eck de Ingolstadt159, llegó a afirmar que los concilios podían equivocarse, y que de hecho se habían equivocado, como el de Constanza al condenar a Huss. Así Lutero, después de negar autoridad suprema al Papa, ponía en duda la autoridad infalible de los Concilios. Y afirmaba que no quedaba más que la Sagrada Escritura como fuente y norma de fe. La disputa de Leipzig160 había lanzado a Lutero a romper su última barrera respecto a Roma. En febrero de 1520 había avanzado hasta el punto de exclamar: “Todos somos hussitas sin saberlo. San Pablo y San Agustín también eran hussitas”.

159 Ciudad perteneciente al Estado de Baviera al Sureste de Alemania. 160 Ciudad perteneciente al Estado de Sajonia al Este de Alemania.

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4.2.3.3 Los grandes escritos doctrinales de Lucero. La crítica contra la Iglesia, en sus aspectos más odiosos, se desató en panfletos, sátiras, caricaturas y grabados, en los que Lutero y sus partidarios se esforzaron en insultar y difamar al Papa, a los cardenales, a los sacerdotes y a los monjes. Estos panfletos contribuyeron en alto grado al éxito de la causa de la Reforma. Lutero se reveló como un escritor de genio. Su estilo era el apropiado al hombre de la calle: directo, cortante, bíblico. En la segunda mitad de 1519 y en 1520 dio a la imprenta una serie de escritos, en alemán o latín, sobre la Iglesia, el poder del Papa y de los Obispos, los sacramentos, la relación entre la fe y las obras; otros eran cometarios sobre la Epístola a los Gálatas, o una preciosa exposición de Magnificat, mensaje de salvación para los que sufren. Su lengua vernácula, con frecuencia elegante, a veces degenerada en expresiones duras, radicales y hasta groseras.

Entre estos escritos se hallan tres de sus obras de mayor efecto, pues eran programáticas: A la nobleza cristiana de la nación alemana, en lengua vernácula; Sobre la Cautividad Babilónica de la Iglesia, y Sobre la Libertad del Hombre Cristiano. La segunda de ellas era un ataque a la doctrina tradicional sobre los sacramentos. La tercera, una reafirmación de la doctrina de justificación por la fe y sus consecuencias sobre la concepción y organización de la Iglesia. Pero la primera es, quizá, la más revolucionaria, o la que, al menos, tendría una mayor repercusión práctica. Exponía en ella la doctrina del sacerdocio común de los fieles sin reconocer su esencial diferencia con el sacerdocio, ministerial, conferido por el sacramento del Orden. Esto desembocada en la afirmación del poder del laicado de la Iglesia. 4.2.3.4 Excomunión de Lucero. Antes de mediar el año de 1520, Alemania entera estaba detrás de Lutero. Se le consideraba como el realizador de la Reforma. El 15 de junio de 1520, la Bula “Exurge Domine” condenaba como heréticas 41 proposiciones de Lutero, le exigía retractarse en el plazo de sesenta días, y ordenaba que sus libros fueran condenados al fuego. La publicación de la Bula, por el nuncio papal, por Juan Eck, encontró una gran resistencia. El 10 de diciembre de 1520, Lutero arrojó al fuego la bula que la amenazaba con la excomunión. El 3 de enero de 1521 una nueva Bula “Decet Romanum Pontificem”, sancionaba su definitiva excomunión. 4.2.3.5 El Edicto de Worms. Condena imperial. El nuevo emperador, Carlos V, citó a Lutero ante la Dieta de Worms. La Dieta comenzó por presentar al nuncio papal los viejos “Gravamina Naciones Germanicae”, tomando pretexto de la agitación popular, los príncipes acordaron que el Emperador oyera personalmente a Lutero. El 17 y 18 de abril, Carlos V le invitó a retractarse. El reformador se negó apelando a la Sagrada Escritura y a su conciencia; cuantos fueron inútiles. El 25 de mayo el Edicto de Worms (fechado el 8 de mayo), que condenaba a Lutero al destierro y a que sus libros fueran quemados.

Federico el Sabio de Sajonia rehuyó ejecutar el decreto y le acogió secretamente en su castillo de Wartburg. Oculto allí durante un año, Lutero se dedicó a meditar y escribir una serie de opúsculos, ahora, muy críticos y mordaces, en los que atacaba los votos monásticos, la obligatoriedad de la confesión privada y la misa, a la que calificaba de “vergonzosa idolatría”.

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4.2.4 Expansión del luteranismo 4.2.4.1 Circunstancias que ayudaron a la expansión. La doctrina encontró amplio eco en Alemania, porque se adaptaba perfectamente a los sentimientos de sus compatriotas. La gran personalidad de Lutero tuvo gran influencia popular. Su mensaje, impregnado de confianza y ardor, llamaba a la sensibilidad. Su predicación era simple, práctica, ceñida al Evangelio.

La imprenta jugó papel considerable en su difusión. Se estima que entre 1517 y 1520, fueron vendidos más de 300,000 ejemplares de los escritos de Lutero, y que hasta 1550 fue el autor más leído en toda Europa.

Algunos religiosos abandonaron el claustro para predicar la Reforma; también humanistas acudieron a Wittenberg.

Los eclesiásticos, y los monjes que abandonan sus conventos, comenzaron a casarse; la misa fue parcialmente abolida, la comunión se distribuía bajo las dos especies, sin previa confesión ni ayuno; las iglesias fueron despojadas de altares laterales y de imágenes; el producto de los beneficios y fundaciones eclesiásticas convertidos en “caja común”, que debía asegurar el sustento al clero y ayudar a los pobres. 4.2.4.2 Primer brote de radicalismo en Wittenberg. En ausencia de Lutero, surgieron en Wittenberg disturbios graves, que amenazaron con derribar toda la organización eclesiástica al aplicarse radicalmente los principios del reformador. Fueron provocados especialmente con la aparición de la secta de los “anabaptistas”, movimiento cuyo origen (Zurcí o Alemania meridional) se discute, consistente en la fusión de una serie de elementos, entre los cuales un radicalismo religioso, extendido a todos los aspectos de la sociedad y un misticismo socialista. Thomas Müntzer, adherido a la doctrina luterana, y a quien Lutero nombró ministro de Zwickau (Sajonia). Arrastró a un pequeño grupo de “iluminados”, integrado principalmente por aprendices pañeros que organizaron una insurrección para restaurar “el nuevo pueblo de Dios”. Expulsados de Zwickau, los “profetas” se dispersaron y algunos vinieron a Wittenberg, donde el antiguo profesor universitario Andreas Karlstad llevó los principios luteranos hasta consecuencias que Lutero, poco cuidadoso de las instituciones y de las prácticas, no había previsto. Se produjeron escenas revolucionarias; se declaró la guerra a los estudios y se proclamó el derecho de todos a predicar el Evangelio; la universidad corría el riesgo de desaparecer.

Lutero llegó unos días más tarde y restableció el orden con el carisma de su palabra y la ayuda del poder secular; los “fanáticos” fueron expulsados de la ciudad. El reformador hubiera preferido proceder con más cautela y preparar al pueblo mediante la predicación, a los cambios litúrgicos y doctrinales, pero se vio obligado a cumplir sus principios.

Lutero aprobó, igualmente, la supresión del estado religioso, y él mismo se despojó del hábito de su Orden en 1524. En junio de 1525, en plena guerra de los campesinos, de forma repentina y en privado, se casó con Catalina Bora, ex monja cisterciense.

Mientras que el movimiento luterano se extendía por amplias capas de la sociedad, sobre todo populares, algunos hombres cultos que en principio habían asentido, aunque sin convicción, a la Reforma Luterana, comenzaron a reflexionar

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sobre sus consecuencias y se fueron retirando poco a poco. Veían claro que la Reforma predicada por el ex-monje sajón no era la reforma deseada, y que más bien acarreaba el derrumbamiento de la Iglesia y la división de la Cristiandad. Entre éstos habría que contar en primer lugar, por su enorme representatividad a Erasmo. 4.2.4.3 La disputa con Erasmo. Erasmo, había animado y defendido a Lutero. Desde 1524 había cambiado y se mostraba vacilante y reservado. Aparte de las contradicciones doctrinales de Lutero, no mostraba ninguna simpatía hacia el apasionamiento que aquél mantenía en sus polémicas. Con aguda perspicacia, el príncipe de los humanistas atacó el nudo del sistema teológico Luterano, en su De libero arbitrio (1524), al que replicó Lutero con su De servo arbitrio (1525), en el que, con tono violento, defendía, prácticamente, la doctrina de la predestinación.

Erasmo, irritado, contestó con sus dos libros Hyperaspistes o Protector (1526-1527). La ruptura, ya definitiva, continuaría hasta la muerte de Erasmo, en 1534. Lutero, en privado y como se ha recogido en sus Escritos de Sobremesa, no cesó de tratar a Erasmo de traidor.

Otros humanistas alemanes, como Willibald Pikheimer o Crotius Rubeanus, se separaron de Lutero, siguiendo a su maestro holandés. En 1524 Lutero había perdido un amplio sector humanista en Alemania. 4.2.4.4 Levantamiento de los caballeros. Algunos príncipes favorecían directamente la Reforma, pues la adhesión al luteranismo les prometía ganancias materiales y acrecentamiento de su poder con la secularización de los bienes de la Iglesia y la eliminación del poder episcopal.

El atractivo de la novedad de algunos usos en la liturgia, como la permisión del cáliz a los laicos, las lecturas y los cánticos en lengua vulgar, así como la enorme influencia sensible de grabados y dibujos de artistas reproducidos por la imprenta, facilitaron la expansión de las nuevas doctrinas, entre los habitantes de las ciudades sobre todo. El campesinado, por su parte, esperaba en ellas un alivio en su condición económico-social.

No hubo una firme oposición a la Reforma. Los obispos, en su mayor parte, eran hombres sin gran convicción religiosa, más preocupados por mantener su soberanía, sus rentas y sus derechos. El avance de la Reforma estuvo acompañado de agitación y de violencia. 4.2.4.5 La revolución de los campesinos. Las ideas teológicas de Lutero no interesaban a los campesinos, ni eran capaces de entenderlas. Pero al contemplar la conmoción social que habían producido sintieron que había en ellas algo de liberador. El mundo rural de Alemania estaba preparado para levantarse y había conocido varias insurrecciones, bajo el signo del pesado borceguí campesino. Pero el de 1524-1525 tenía características nuevas y amplitud considerable.

La aplicación a la realidad temporal de la doctrina de la liberación espiritual que predicaba Lutero, se aprecia claramente en los Doce Artículos del Campesinado Suabo. En ellos se expresaba reivindicaciones socio-económicas y políticas y exigencias religiosas. Quizá lo más significativo es que estos derechos estaban formulados como “de derecho divino”, a partir del Antiguo Testamento.

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Comenzó en mayo de 1524 en el Alto Rhin161. Los territorios eclesiásticos fueron los más afectados.

La actitud de Lutero, que se resistía a admitir la interpretación temporal de su doctrina religiosa, fue vacilante. Sin dejar de afirmar el carácter intrínsecamente satánico del poder, predicó la sumisión absoluta a las autoridades temporales. En principio, en 1525, escribió una Exhortación a la Paz. Pero ante la noticia de las violencias y masacres de los revoltosos, dirigió una carta “contra las hordas criminales y asoladoras de campesinos”, en la que invitaba a los príncipes a exterminarles “como a perros rabiosos”. La revuelta, en efecto, fue ahogada en sangre, en mayo y junio de 1525, y fueron impuestos terribles castigos.

Las consecuencias de esta revolución fueron importantes. El poder de los príncipes se vio acrecido. Pero, sobre todo, Lutero perdió mucha de su popularidad. Sus propias ideas respecto a la organización eclesiástica se modificarían radicalmente. Lutero mantenía la tradicional distinción entre poder temporal y espiritual, pero consideraba a éste incomparablemente superior al primero. Sin embargo, sus doctrinas sobre el sacerdocio universal de los fieles y de la Iglesia como comunidad invisible de los verdaderos cristianos, unidos por el vínculo de la fe, contribuían al destronamiento de la organización eclesiástica. 4.2.5 La doctrina luterana 4.2.5.1 Las fuentes. Las disputas doctrinales dentro del luteranismo, durante los decenios siguientes al surgimiento de su doctrina, pusieron de manifiesto la insuficiencia de los escritos confesionales y hubo que elaborar el Libro de Concordia, publicado en 1580. Los puntos fundamentales de la doctrina luterana se discuten a continuación. 4.2.5.2 La justificación. Doctrina de la justificación por la fe, y, su corolario, la negación del libre arbitrio. La justificación del pecador se realiza en virtud de la aplicación de la reconciliación, lograda una vez para siempre por Jesucristo. Ella es obra del juicio absolutorio de Dios, sin ninguna cooperación positiva por parte del justificado. 4.2.5.3 Libre examen. Es decir, la interpretación privada y libre de la Sagrada Escritura. El reformador defendía que la Sagrada Escritura no requiere mediación alguna para su inteligibilidad, en lo necesario para su salvación, por el hombre bien dispuesto. 4.2.5.4 Concepción de la Iglesia. La Iglesia es una comunidad de fieles, que se hace manifiesta por la predicación de la Palabra de dios y por los sacramentos. 4.2.5.5 Sacramentos. El luteranismo mantuvo la consideración de los sacramentos como signos salvíficos. Su eficacia proviene, exclusivamente, de la fe. Se reconocen solamente tres sacramentos: Bautismo, Penitencia y Eucaristía. 4.2.5.6 Culto a los Santos. En los escritos confesionales se admite la veneración a los santos, pero como ejemplos a seguir, no como mediadores ante Dios. La idea de intercesión de los santos, y en particular Nuestra Señora, Lutero la consideraba como una mengua de la mediación de Cristo.

161 Departamento al Noreste de Francia; fronterizo con Alemania.

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4.2.5.7 Novísimos. La cuestión de las indulgencias vino a dejar relegado el purgatorio. Lutero no impugnó esta creencia, pero por considerar que no tenía apenas fundamentos en la Biblia, lo dejó al criterio de cada fiel. 4.2.6 Las Iglesias-Estado Luteranas 4.2.6.1 Rectificación de Lutero respecto a su concepción de la Iglesia. La Reforma se extendió simultáneamente a territorios de príncipes y ciudades. En las ciudades imperiales la introducción fue más fácil, debido a su más flexible estructura institucional y a que se vieron estas doctrinas como liberadoras de la centralización política. Hacia 1540, cincuenta y un ciudades de las sesenta y cinco del Imperio habían adoptado la Reforma.

La primitiva concepción de Lutero de una Iglesia puramente mística, invisible, se desvanecería pronto. Lutero siempre consideró su “reforma” como una liberación personal, que venía a ofrecer a los demás fieles. Pero era imposible mantener esta primera concepción eclesiológica; para subsistir, tenía que desembocar, necesariamente en una estructura visible.

En efecto, Lutero creyó que la simple predicación de la Palabra de Dios disiparía el “error romano”, como la luz de las tinieblas, pero no fue así. Por otra parte, cada reformado, cada nuevo predicador hacía las cosas a su modo; por si fuera poco, una serie de exaltados, con afirmaciones y acciones radicales, comprometían el Evangelio y ocasionaban desórdenes y turbulencias sociales. A Lutero le pareció entonces necesario el recurso al poder civil para contener estos desórdenes.

Por otra parte, donde se aplicó la Reforma, las autoridades territoriales facilitaron el cambio en este sentido, en mayo grado aún si eran obispos secularizados. Igualmente, en las ciudades libres del Imperio, los magistrados hubieron de aceptar este control sobre la administración parroquial. 4.2.6.2 El papel de los príncipes. Lutero concedió a los príncipes el derecho de obligar a sus súbditos, no ciertamente a creer, pero sí a asistir a la predicación evangélica. En 1533, llegó a admitir que el príncipe podía castigar o desterrar a quienes no llevaban una vida de piedad o no asistían a la predicación. En 1536, a una consulta del Landgrave de Hesse, los teólogos de Wittenberg, autorizados por Lutero, y Melanchton, afirmaron que se podía reprimir a los “anabaptistas”, como “secta anti-cristiana con penas temporales y aun con la espada”.

Se llega así a la formación de iglesias-estados. Los príncipes, dentro del territorio de su soberanía, se convierten en reguladores de la religión de sus súbditos. 4.2.7 Últimos años y muerte de Lutero 4.2.7.1 Los años finales de su vida. Lutero murió en su villa natal, Eisleben162. Había permanecido hasta sus últimos momentos convencido al parecer de mantener un justo combate contra las “abominaciones papistas” y de haber recibido de Dios la misión particular de predicar el verdadero Evangelio. Los últimos años de su vida

162 Ciudad perteneciente al Estado de Turingia al Centro de Alemania.

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estuvieron ensombrecidos por la enfermedad, la depresión y decepciones de toda suerte.

Había engordado mucho y bebía cada vez más con sus amigos; gustaba de largas conversaciones de sobremesa. Su refugio sería la vida familiar, junto a su fiel esposa y sus cinco hijos. 4.2.7.2 Juicio sobre la personalidad de Lutero. Algunos historiadores alemanes, sobre todo protestantes, han considerado a Lutero, ya desde su muerte, “el más grande de los alemanes” y hecho de él un símbolo de espiritualidad, patriotismo y libertad. Lutero fue sin duda un hombre dotado de extraordinarias prendas y profundamente religioso, pero su gran personalidad se manifestaba en los extremos. Tenía un alma afectuosa, una gran simplicidad de corazón y una enorme confianza en Dios. Se mostró desinteresado, generoso, infatigable en el trabajo, de energía indomable; pero también irascible y orgulloso, mezquino y dominador, irreconciliable con sus enemigos. Su lenguaje, unas veces elevado y espiritual, con frecuencia es grosero, y hasta cínico. Si por una parte se mostró muy conservador y hasta reaccionario, por otra abrió el camino a la revolución. Estas contradicciones de su carácter y diversidad de actitudes, hacen difícil un juicio ponderado respecto a este hombre que tan profundo surco ha dejado en la historia religiosa universal. 4.3 EXPANSIÓN DEL LUTERANISMO EN EL IMPERIO Y OTROS PAÍSES 4.3.1 Dificultades para ejecutar el Edicto de Worms 4.3.1.1 Actitud del consejo de regencia y de las dietas en ausencia de Carlos V. Inmediatamente de la Dieta de Worms, en junio de 1521, Carlos V se ausentó de Alemania, hacia los Países Bajos primero, y después, para España. No volverá hasta 1530. Estos nueve años de ausencia fueron decisivos para la Reforma. En Nüremberg, ciudad donde con mayor frecuencia fueron convocadas posteriormente las Dietas, se vendían libros condenados y se predicaba abiertamente la doctrina luterana.

Tampoco la Dieta podía, ni quiso, hacer nada. En la reunida en Nüremberg los luteranos tenían casi mayoría y aunque el legado pontificio transmitió el deseo del nuevo Papa, Adriano VI, la Dieta, a su vez, expresó su deseo de reforma de la Curia y de alcanzar satisfacción de las “quejas de la nación germánica”. 4.3.1.2 La Dieta de Espira y el abandono de la ejecución del Edicto de Worms. Carlos V, que se sentía débil en Alemania, puso todos sus esfuerzos en la pronta convocatoria del concilio y ordenó a Fernando que mantuviera la situación, hasta que aquél pudiera reunirse. En 1526, Fernando presidió la Dieta de Espira, al finalizar la guerra de los campesinos. Hubo que llegar a un compromiso, hasta el futuro concilio; cada territorio del Imperio, se conduciría en materia religiosa “de la manera que creyera poder rendir cuentas a Dios y la Majestad Imperial”. Esto, desde un punto de vista católico, significaba un abandono: era dejar en suspenso la aplicación del edicto de Worms.

En los años de 1527 a 1529, ante la ausencia simultánea de Carlos V y de Fernando, Alemania vivió abandonada a su propio impulso.

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En 1529, ante el ataque turco contra Viena163, se reunió la Dieta en Espira. La causa del luteranismo sufrió un notable retroceso; Fernando logró obtener declaraciones menos ambiguas que las que se vio obligado a aceptar en 1526. En el nuevo acuerdo se reconocía a los príncipes católicos el derecho de no admitir luteranos en su territorio, y se prohibía a los luteranos usar la violencia contar los católicos. Como los luteranos no eran suficiente mayoría para impedir que se aprobase, se limitaron a expresar su solemne protesta: desde este día se aplicó a los luteranos alemanes el nombre de “protestantes”. 4.3.2 Intentos de Carlos V por conseguir la sumisión de los luteranos 4.3.2.1 Convocatoria de la Dieta de Augsburgo. En 1530, Carlos V acude a Alemania y convoca la Dieta de Augsburgo. El ambiente era tenso. Desde hacía tiempo inminente la guerra civil entre católicos y luteranos, y las dos partes venían preparándose. 4.3.2.2 La Confesión de Augsburgo. Carlos V pronto se dio cuenta de la imposibilidad de imponer condiciones, pero también de que sus adversarios estaban

divididos. Invitó a los protestantes a presentar por escrito su doctrina. Este documento fue la “Confesión de Augsburgo”, redactada por Melanchton. El comentario que hizo de ella Melanchton ante la Dieta, fue aún más moderado; aseguró que en materia dogmática no había entre ambas confesiones grandes diferencias; que los protestantes estaban prestos a someterse a la autoridad de la Iglesia, a condición de que se tolerasen sus usos y ritos; declaró, asimismo, tener profundo respeto a la autoridad del Papa.

El espíritu de reconciliación mostrado por los negociadores protestantes fracasó por influencias venidas de fuera: de una parte, las críticas de los puros del partido, que ni tenían responsabilidades, ni decisiones a tomar, ni temían las consecuencias de ellas; de otra, la actitud de los príncipes, que no tenían deseos de volverse atrás, ni de abandonar las ventajas que esperaban de su adhesión a la Reforma, algunas de las cuales habían ya obtenido. Rehusaban admitir la libertad del culto católico en sus Estados, tolerar la misa y los

votos monásticos, pues ello hubiera supuesto el mantenimiento, o la restitución, a la Iglesia de los bienes secularizados. Algunos, como el landgrave de Hessaron, abandonaron la Dieta antes del fin de las deliberaciones. Los que se quedaron, rehusaron firmar el decreto imperial, que confirmaba el edicto de Worms, ordenaba la restitución a la Iglesia de los bienes confiscados y el restablecimiento de la jurisdicción eclesiástica, y declaraba absueltos a quienes, en el plazo de un año, manifestaran, explícitamente, someterse a las decisiones del concilio ecuménico, cuya convocatoria el Emperador se comprometía a lograr del Papa. Pero el plazo fijado espiró, sin que ningún protestante se hubiese retractado. 4.3.3 Hacia la Guerra entre Católicos y Luteranos 4.3.3.1 La Liga Protestante de Esmacalda. El fracaso de la Dieta de Augsburgo pareció acarrear la guerra civil. En febrero de 1531, formaron una liga contra el

163 Capital Austriaca al Noreste del país.

Figura 55. Carlos V

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Emperador, que tomó el nombre de la pequeña villa de Esmacalda, en Franconia, donde fue concluida.

Acordada por seis años, los aliados se comprometieron a que si alguno era atacado o perseguido por causa de la religión, los demás acudirían en su ayuda.

El landgrave de Hesse estaba interesado en lanzar la Liga a la guerra. El elector Juan Federico de Sajonia, al contrario, mantenía que la Liga era solamente defensiva. La oposición de ambas tendencias pudo manifestarse en 1532, cuando los países patrimoniales de los Habsburgo se hallaron de nuevo expuestos al peligro turco. 4.3.3.2 La Tregua de Nüremberg164. Carlos V tenía necesidad de tropas y convocó para ello una Dieta en Nüremberg, en la que, por vez primera, reconoció, no sin hondo dolor, a sus súbditos protestantes. La ejecución del edicto de Worms fue definitivamente abandonada y concluyó la tregua de Nüremberg, que definiría la situación de católicos y protestantes por muchos años; se aceptaba el estado de cosas existentes y ambas partes se comprometían a mantener una paz inviolable. 4.3.3.3 La Guerra de Nüremberg. La razón profunda de este conflicto radica en la enemistad entre los Wittelsbach, de Baviera, y los Habsburgo, desatada por la envidia del duque Guillermo de Baviera, que había sido candidato al título de “rey de los romanos” y se vio frustrado por la proclamación de Fernando; también anteriormente había disputado a Fernando el trono de Bohemia. Este doble fracaso le llevó a aproximarse a los príncipes protestantes con los que concluyó un convenio en 1531, por el que se comprometían a mantener la protesta por la elección de Fernando, y a no hacer guerra ni paz, sin acuerdo. 4.3.3.4 La revuelta anabaptista en Münster165. Münster fue proclamada “la Capital del reino de Dios”, la “nueva Sion”, donde todos los bienes serían compartidos. Entre febrero de 1534 y junio de 1535 tuvo lugar una gran rebelión. Expulsaron a los opositores, rebautizaron al resto, proclamaron la comunidad de bienes e introdujeron la poligamia para multiplicar el “pueblo de Dios”. Esta insurrección que amenazaba extenderse a otras partes unió a católicos y luteranos. La ciudad fue asediada y asaltada por las tropas del obispo, ayudado por el landgrave de Hesse; y los defensores sufrieron una terrible represión.

La autoridad imperial no se manifestó en el asunto de Münster. Mientras tanto, la Reforma avanzaba apaciblemente y comienzan a mostrarse, en estos años treinta, infiltraciones en países que parecían bien asegurados, como los Estados patrimoniales de los Habsburgo, Bohemia y Baviera.

En 1536 se logró, gracias a los perseverantes esfuerzos de Bucero, un acuerdo teológico respecto a la Eucaristía entre luteranos y sacramentarios: la “Concordia de Wittemberg”, redactada por Lucero a petición del landgrave de Hess. Esta Concordia, suscrita por los teólogos protestantes presentes en la asamblea de la Liga de Esmacalda, celebrada en 1537, contribuyó a hacer más influyente el luteranismo en Alemania del sur, y a aislar a los suizos.

164 Ciudad perteneciente a Baviera al sur de Alemania. 165 Ciudad de Renania Septentrional al Oeste de Alemania.

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4.3.4 Los ensayos de acuerdo teológico. La era de los “coloquios”

En 1540, Carlos V se apresta a volver a Alemania. En Francfort reunió a los delegados de ambos partidos y les hizo firmar un compromiso, para no cambiar el estatuto religioso del país y no enfrentarse durante quince meses, tiempo en que calculaba que Carlos V podía estar en Alemania. En este acuerdo se previó la celebración de un “coloquio” religioso para el año siguiente, a fin de obtener “una unión cristiana honorable”. Se iniciaba una nueva etapa en las relaciones entre católicos y luteranos: la búsqueda de una concordia a través de “coloquios”.

Se denominan “coloquios” a las reuniones oficiosas entre representantes calificados de las dos confesiones, o al menos entre los representantes de los dos partidos, pues no se trataba solamente de teólogos, a fin de tratar de reducir las diferencias doctrinales. El Papa rechazó inmediatamente esta idea, recordando que le pertenecía en exclusiva tomar decisiones en tales materias. Carlos V, sin embargo, dio su aprobación a la política de los coloquios, causa a la que ya estaba ganado su hermano. Naturalmente, entendía que no se trataba de sobrepasar la autoridad espiritual del Papa, pues se tenía por fiel hijo de la Iglesia, pero esperaba suministrar una solución, que hasta el momento aquél se había mostrado incapaz de encontrar. 4.3.5 La Guerra Civil 4.3.5.1 Desavenencias de Carlos V con el Papa. Primeramente surgieron desavenencias con el Papa. Los problemas entre Papa y Emperador nacieron de los asuntos italianos. Pablo III había concedido a su hijo Pedro Luis Farnesio los ducados de Parma y Plasencia, tierras pontificias, pero feudos del Milanesado y del Emperador. El Papa deseaba que Carlos los liberara y los legara a la Santa Sede, a lo que Carlos se resistía. En septiembre de 1547, Pedro Luis fue asesinado en Plasencia, víctima de una conspiración, en la que se sospechaba había participado el gobernador imperial del Milanesado.

Este grave incidente sucedía cuando el Emperador creía tener a su vez justas quejas del Papa. Este quería ante todo la reforma disciplinar para atraerse a los luteranos; el Papa deseaba, primeramente, dejar sentadas las bases doctrinales de manera clara. El triunfo de este último criterio apartó totalmente a los protestantes alemanes y descontentó al Emperador, aunque los acontecimientos de 1546 en Alemania tuvieron concentrada su atención. 4.3.5.2 El “Interim de Augsburgo”. El llamado Interim de Augsburgo, documento redactado, al margen de la Dieta, que se reunía en Augsburgo, sobre un primer esquema del obispo erasmista Julios Pflug, por una comisión de teólogos, entre los cuales estaban los españoles Soto y Malvenda, y un protestante, Juan Agrícola, predicador de la Corte de Joaquín II de Brandeburgo. Se presentó como “Declaración de su Majestad Imperial sobre la manera de comportarse en materia religiosa hasta la conclusión del Concilio General”. Era un documento hábilmente redactado, que mantenía los dogmas del catolicismo, aunque con omisiones y formulaciones vagas sobre la Misa y la Justificación, pero que en materia de rito y

Figura 56. Paulo III

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disciplina hacía importantes concesiones a los protestantes, como el matrimonio de los sacerdotes y la comunión bajo las dos especies a los laicos. Fue publicado el 30 de junio de 1549, como ley imperial.

En la votación del Interim, el duque de Baviera y otros especificaron que se aplicaría exclusivamente a los países reformados, y que los príncipes católicos serían libres de prohibir a los protestantes en sus territorios, mientras que los príncipes luteranos estarían obligados a dejar vivir libremente a los católicos en los suyos. Así, el Interim no fue una medida de compromiso entre las dos confesiones, como había sido originariamente concebido, sino solamente un acto de tolerancia respecto a los reformados, tolerancia, por otra parte, relativa. Además favorecería a la libertad en el plano religioso, primero; pero también, en el político, pues no hizo sino exasperar el particularismo de los príncipes contra las tendencias centralizadoras de los Habsburgo. La Reforma, al exaltar los poderes religiosos de los príncipes, reforzó sus pretensiones de independencia. En algunos territorios protestantes se aceptó inmediatamente, pero otros opusieron prolongada resistencia.

Carlos, en 1548, comenzó a reflexionar sobre su sucesión, y en la conveniencia de que también los dominios patrimoniales austriacos y el Imperio, cuando muriera su hermano Fernando, pasaran a su hijo Felipe. Esta idea chocó con la oposición de Fernando, y sobre todo del hijo de éste, Maximiliano, que simpatizaba con los protestantes. Parece que, al fin, Fernando accedió a garantizar que, si no había demasiadas dificultades, haría reconocer a Felipe como rey de los romanos. Estas negociaciones, aunque secretísimas, llegaron a trascender, y fueron muy mal recibidas. 4.3.5.3 La conspiración protestante contra el emperador. Este sentimiento, juntamente con el descontento, en los medios protestantes, por el Interim, la ambición y maquiavelismo del nuevo elector Mauricio de Sajonia, explican la conspiración y guerra de 1522,

En la conspiración que se fraguaba quedó claro que no lanzarían hasta tener seguridad de la ayuda de Francia, que quedó concretada en enero de 1552. Preveía no sólo el envío de subsidios, sino una colaboración militar francesa.

Mientras estos preparativos de guerra se realizaban en Alemania, en la sombra, la atención general se dirigía nuevamente hacia Trento, donde el Concilio había comenzado sus sesiones en mayo de 1551. Se quería esperar, contra toda esperanza, en la aceptación de los protestantes. Acudieron algunos teólogos luteranos, de Sajonia y Würtenberg, pero sostuvieron la tesis de que todos los acuerdos tomados en sesiones anteriores tenían que ser revisados.

En la primavera de 1552, Mauricio de Sajonia, desde Hesse166, avanzó a marchas forzadas hacia el Tirol para sorprender a Carlos V, y apoderarse de su persona; sin embargo, el Emperador, avisado unas horas antes, en medio de una tremenda tormenta de agua y nieve, pudo atravesar el Brennero167, portado en silla por unos pocos fieles, y ponerse a salvo en la pequeña ciudad corintia de Villach.

166 Estado al oeste de Alemania. 167 Paso al norte de Italia.

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El Emperador aceptó negociaciones, pero puso por condición que fueran a través de su hermano Fernando, pues él sentía repugnancia en tratar con los rebeldes.

Las largas negociaciones de Nassau, entre el Elector de Sajonia y Fernando, concluyeron en un tratado, firmado el 16 de julio de 1552, que sería aprobado por el Emperador en agosto. Los príncipes obtenían dos cosas: liberación de los dos príncipes prisioneros desde 1547, y supresión del Interim, es decir, libertad de culto hasta una próxima Dieta, en la que se trataría del establecimiento de una paz religiosa. Las ocupaciones bélicas hicieron retrasar la Dieta. 4.3.6 La paz religiosa de Augsburgo 4.3.6.1 Fernando de Habsburgo preside la Dieta. Para regular la cuestión religiosa, conforme a las estipulaciones de Nassau. La paz religiosa de Augsburgo (25 de septiembre de 1555) acordaba, ante todo, que “una paz perpetua” debía reinar entre católicos y protestantes, pues zwinglianos y anabaptistas quedaban excluidos de este reconocimiento oficial. Se reconocía a los Estados del Imperio, es decir, a príncipes, ciudades y caballeros dependientes de forma directa del Emperador, libertad de elección de religión, y su decisión sería ley para todo el territorio sometido a su autoridad. 4.3.6.2 Reconocimiento de derechos a los príncipes protestantes. Los miembros de la pequeña nobleza y los simples súbditos estaban obligados a aceptar la voluntad de su soberano en materia religiosa, pero les fue reconocido, salvo en los Países Bajos, el derecho de emigrar, sin perjuicio a su honor, a sus derechos, ni a sus bienes.

La jurisdicción eclesiástica de los obispos pasó, en los territorios protestantes, al soberano del país. Respecto a los bienes de la Iglesia, los protestantes debían conservar todas las fundaciones, conventos e iglesias que tenían en su poder desde la época del tratado de Nassau (1552). El tribunal de la Cámara Imperial tendría una composición paritaria.

Era una solución jurídica original que se mantendría en vigor sesenta y tres años, hasta 1618. Se admite la libertad de conciencia para los príncipes, pero no para los súbditos. La fórmula “cujus regio, ejes religio”, no consta en el texto del tratado, fue acuñada más tarde por el canonista luterano Joachim Stephani, en sus Instituciones Juris Canonici (1599), y se inspiran en los artículos 10 y 11 del tratado, que conceden al príncipe, en tanto que jefe religioso, el derecho a imponer la religión a sus súbditos. Pero a partir de esta paz, el príncipe gozará de estas prerrogativas religiosas como consecuencia de su soberanía temporal, es decir, como un derecho, que en nada se asemeja a tradición católica. 4.3.6.3 La cuestión de la “reserva eclesiástica”. Pero quedaba una grave cuestión –vital para la Iglesia Católica- por resolver: la del príncipe eclesiástico que se pasara a la Reforma. Según el tratado podía hacerlo, pero los católicos querían evitar que esta decisión fuera consecuencia del capricho, y para ello establecer algunas normas que salvaran, en tal caso, los bienes eclesiásticos de la secularización. Esta cuestión fue ásperamente tratada. Los reformadores sabían muy bien que el interés era uno de los móviles que empujaban a los príncipes a adherirse a la Reforma, y rechazaban una propuesta de esta índole. Fernando, como presidente de la Dieta, impuso la cláusula de “reserva eclesiástica”: si un obispo o un

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abad pasaba a la Reforma, se veía obligado a abandonar los bienes sobre los cuales tenía jurisdicción. Los protestantes no querían aceptarla, pero no estaba la situación para una nueva guerra. Fernando consiguió su aquiescencia mediante una contrapartida: que los estamentos, representados en el “Landtag” o Dieta territorial, debían garantizar a los caballeros, ciudades y comunidades evangélicas la libertad de su religión en los territorios eclesiásticos. Esta concesión de última hora no se incluyó en el tratado; fue, bajo el nombre de “Declaratio Ferdinandea”, una promesa personal de Fernando; en el futuro, dependía de sus sucesores aplicarla o no. 4.3.7 La reforma en los países escandinavos y bálticos 4.3.7.1 Suecia. La introducción de la Reforma en Suecia está ligada a la crisis de su independencia del dominio político de Dinamarca. Un noble, Gustavo I Vasa, consiguió independizar el país de la dominación danesa y ser reconocido rey de junio de 1523.

Desde 1519, las doctrinas luteranas se habían introducido por la predicación de un clérigo, Olor Petersson, que había estudiado en la universidad de Wittenmberg.

Desde el punto de vista doctrinal y de disciplina, se adoptaron los principios luteranos. Pero en Suecia se conservó la jerarquía, aunque los nuevos obispos fueron llamados “ordinarii”; además se mantuvo la ordenación sacerdotal, la “misa sueca” y los ritos y ceremonias católicas, celebrándose las fiestas de la Virgen y de los Santos. Muchos de estos usos irían desapareciendo, pero solamente cuando su supresión pudo llevarse a cabo sin riesgo de turbar a las almas. La Dieta de Upsala (1593) proclamaría al luteranismo religión del Estado, aceptando formalmente la “Confessio Augustana” de 1530. 4.3.7.2 Dinamarca. En Dinamarca, las doctrinas luteranas habían sido introducidas tempranamente por Juan Tausen, un monje que había estudiado en la Universidad de Wittenberg. 4.3.7.3 Noruega. La Reforma encontró cierta resistencia, en parte por razones nacionales. La oposición contra la Reforma y contra la dominación danesa fue dirigida por el arzobispo de Trondhjem. Al ser vencido, en 1536, se impuso el luteranismo como religión de Estado. Lo mismo sucedió en Islandia. 4.3.7.4 Expansión del luteranismo por el Báltico. El luteranismo se introdujo también rápidamente en los territorios asomados al mar Báltico entre la Fístula y golfo de Finlandia. Pero el paso decisivo en estos países lo darían los grandes magnates eclesiásticos: los Caballeros de la Orden Teutónica y los Porta-Espada. 4.3.8 La reforma protestante en otros países 4.3.8.1 España e Italia. En España, la Iglesia había experimentado una reforma disciplinar desde los tiempos de los Reyes Católicos, y la jerarquía eclesiástica, en general, mantenía el sentido de sus obligaciones pastorales. En Italia, el desarrollo del protestantismo no parecía imposible, dado que estaba amenazada desde el norte, sobre todo, por infiltraciones luteranas, zwinglianas y calvinistas; por otra parte, existía un fuerte sentido crítico frente al Papado. La influencia del español Juan de Valdés, erasmista notorio, que para escapar de la Inquisición huyó y se instaló en Nápoles en 1533, creó un pequeño foco erasmista.

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En 1542, Paulo III aceptó la creación del Tribunal de la Inquisición, que cortó de raíz este peligro. 4.3.8.2 Francia. En los años treinta, el movimiento reformador no tiene en Francia cabeza visible. Las doctrinas luteranas se difundieron sin mayor inconveniente, hasta alcanzar tono de provocación en octubre de 1534: una serie de carteles que criticaban duramente la Misa, aparecen simultáneamente en París, Orleans, Tours, Blois y hasta en las puertas de la cámara real. Este hecho adquiere entonces el carácter de cuestión de Estado, y Francisco I actúa en rigor. Algunos luteranos fueron condenados a la hoguera y sus principales cabezas huyeron al extranjero. Es el momento en que Calvino, en Basilea, se erige en abogado de los reformadores perseguidos y publica su Institución Cristiana, precedida de una carta a Francisco I. Pero éste volvió a la política de moderación; por el edicto de Coucy (julio 1536) suspendía la persecución contra herejes y permitía a los exiliados volver a Francia, a condición de abjurar de sus errores. La guerra contra Carlos V prolongó esta política, que los “reformados” aprovecharon para acentuar el protestantismo. 4.3.8.3 Los Países Bajos. En los Países Bajos el luteranismo se propagó lentamente. Tuvo alguna extensión en las provincias más septentrionales, mucho menos en las demás. Sin embargo, el ambiente era propicio por las deficiencias del clero y la difusión de la imprenta. Carlos V extendió a los Países Bajos el edicto de Worms, contra Lucero.

La Inquisición de los Países Bajos era una institución medio eclesiástica, medio política, que la diferencia tanto de la española como la romana. La legislación contra la herejía en los Países Bajos “fue la más implacable de Europa”, pero esto sólo es verdad si se consideran los edictos, que nunca fueron aplicados estrictamente; en primer lugar, porque las penas eran muy severas, y también porque la penetración de las ideas desde Alemania era frecuente, en un país con extensas relaciones comerciales con Alemania, Inglaterra y Francia. Además, la opinión pública no era partidaria del castigo en materia religiosa. 4.4. LA REFORMA EN INGLATERRA 4.4.1 Situación de la Iglesia en Inglaterra 4.4.1.1 La política del Cardenal Wolsey. En Inglaterra, la Corona no era por

tradición antipapal. Como la Iglesia era propietaria de un quinto a un tercio de la tierra, y como los eclesiásticos disfrutaban de especiales prerrogativas y derechos en materia de justicia, y estaban exentos del pago de impuestos, el rey no podía gobernar y controlar el clero eficazmente, al menos que usara los teóricos poderes supremos del Papa.

Interesaba pues, al rey de Inglaterra estar en buenas relaciones con Roma. El cardenal Wolsey, canciller de Enrique VIII es un ejemplo de esta política. Ministro principal desde 1514, cardenal desde 1515, canciller desde esta misma fecha hasta su muerte, en 1529, concentraba toda la autoridad política en el Estado. Pero para dominar a los obispos y a las órdenes religiosas, necesitaba también de la autoridad papal. Desde 1518 obtuvo la facultad de

Figura 57. Cardenal Wolsey

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legado papal, cuyos poderes le fueron renovados y ampliados sucesivamente. Esta situación de legado papal permanente es muy rara. Wolsey aseguró estos poderes con la disculpa de que eran necesarios para la reforma de la Iglesia, que se limitó a “visitas” a algunas órdenes religiosas y a ciertas disposiciones concernientes a la enseñanza eclesiástica. Wolsey fue ministro todopoderoso, único intermediario de la Iglesia de Inglaterra con Roma. Esta particular situación contribuyó a facilitar la ruptura, la supresión de los lazos con Roma, pues Inglaterra se había acostumbrado a esta jurisdicción suprema.

Su autoridad se hizo impopular, especialmente por sus exacciones de dinero,

que aumentaron las quejas de los laicos contra el poder clerical, y en consecuencia, contra el Papa. Liberarse de la interferencia papal sería una aspiración de muchos laicos, y aun del clero. Por otra parte, las ideas de Wyclif, que había sostenido que los bienes de la Iglesia eran propiedad nacional, y las predicaciones de los “lollardos”, que consideraban al Papa como Anticristo, habían dejado su huella. En 1511 un Sínodo, en Londres, tuvo que ocuparse de los “lollardos”: hubo arrestos y condenados a muerte. 4.4.1.2 Enrique VIII, monarca del Renacimiento. Enrique VIII, fue considerado por los humanistas de su tiempo como el prototipo de los príncipes renacentistas, destinado a realizar una reforma de la iglesia inglesa en la línea erasmista. Opuesto decididamente a Lutero. El tratado Assertio Septem Sacramentum (1521) salía al paso de la doctrina expuesta por Lutero en su De Captivitate Babilónica Ecclesiae, que negaba varios sacramentos. Enrique lo había dedicado al Papa como “signo de su fe y amistad”. Durante los años siguientes se mantuvo en esta actitud. En los años de 1520 nadie hubiera podido prever que Inglaterra pasaría a la Reforma, y que lo sería precisamente arrastrada por su rey, el “Defensor de la Fe”. 4.4.2 La Cuestión del Divorcio de Enrique VIII 4.4.2.1 El peso de la cuestión sucesoria. Enrique se había casado en 1509, a los 18 años, con Catalina, hija de los Reyes Católicos. En dieciocho años de convivencia, de los seis hijos nacidos sólo sobrevivió la princesa María, futura reina. Aunque no existía ley sálica en Inglaterra, y nada se oponía a que las mujeres reinasen, en la práctica no se consideraba oportuno que ocupara una mujer el trono. No existía precedente. 4.4.2.2 Las inquietudes del Rey. Ana Bolena. A este motivo, realmente importante, se añadió, desde 1527 otro, que pesaría en mayor medida aún en la mente del rey: la pasión hacia una dama de la reina, Ana Bolena, elegante y refinada. Ana rehusó entregarse sin obtener la consideración de la reina. El cardenal Wolsey persuadió al rey para que solicitara al Papa una declaración de nulidad de su primer matrimonio. Parece indudable que la sucesión le preocupaba hondamente a Enrique y, en cierto modo, explica sus brutales procedimientos. 4.4.2.3 Petición de anulación del matrimonio con Catalina. Juntamente con el primado de Canterbury, Warham, le citaron en 1527, a presentarse ante un tribunal

Figura 58. Enrique VIII

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eclesiástico. Los jueces declararon que el matrimonio del rey podía disolverse. Se enviaron a Roma personas de confianza para conseguir la declaración de la nulidad del matrimonio con Catalina y dispensa con vista al casamiento con Ana Bolena.

Pero aparte de que lo que Enrique pedía carecía de fundamentos canónicos, el momento no era el más propicio, pues el Papa estaba prisionero de Carlos V. Clemente VII concedió, en diciembre de 1527, la dispensa de ilegitimidad, a causa del parentesco, en caso de nulidad del primer matrimonio. Esperaba, probablemente, que con la dilación se enfriara la pasión del rey. Pero Wolsey seguía insistiendo, denodadamente, que el tribunal actuara en Inglaterra, para evitar las presiones de Carlos V. Al fin logró que Clemente VII le concediera poderes, juntamente con el cardenal legado extraordinario, Capeggio, para fallar el caso en Inglaterra, aunque parece que el italiano llevaba la recomendación de demorar una sentencia concluyente. 4.4.2.4 Fracaso de la tentativa. El tribunal eclesiástico, presidido por los dos legados pontificios, Campeggio y Wolsey, abrió el proceso en 1529. Clemente VII pudo mostrarse más firme en un asunto en el que se había mostrado demasiado condescendiente. Antes de que el tribunal hubiera dictado sentencia, revocó las competencias de los dos legados y avocó la causa a Roma. El furor de Enrique VIII recayó en primer lugar sobre Wolsey, que fue depuesto. Su sucesor en el cargo de canciller, Tomás Moro, era contrario a las maquinaciones del rey, pero Enrique VIII, al obligarle a aceptar, le garantizó que dejaría en libertad su conciencia en la cuestión del “divorcio”. 4.4.2.5 Decisión de Enrique de Anular su Matrimonio. A partir de este momento, Enrique VIII va a seguir una nueva política. Decide apoyarse en el Parlamento, para de este modo, salvarse del reproche de subordinar la política del reino a su capricho personal. El rey en adelante se serviría del Parlamento para presionar al Papa.

Primeramente, trató de conseguir de las universidades de Inglaterra y del extranjero declaraciones favorables a sus propósitos. Solamente la Sorbona dio informes francamente favorables sobre la nulidad de su primer matrimonio, no obstante la protesta de cuarenta y tres doctores; las demás universidades consultadas, no fueron tan explícitas o más bien, se declararon por la validez.

En 1529, en el Parlamento comenzaron la reforma de la administración eclesiástica. “Praemunire”, concebido en principio para excluir aquellas disposiciones pontificias que interfirieran los derechos del reino, Enrique VIII se sirvió, bien aconsejado por el astuto Cromwell, de esta arma arbitraria y vaga, contra los legistas y clérigos que pudieran oponérsele. Wolsey fue acusado y condenado a la Torre, tuvo la fortuna de fallecer en el camino. 4.4.2.6 Proclamación de Enrique como Cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Las “Convocations” o asamblea del clero, de 1531, fueron acusadas de ofensas al “Praemunire”, por haber juzgado por el derecho canónico en los tribunales civiles. A pesar de sus protestas, los miembros del clero hubieron de comprar la real clemencia por 118,000 libras y reconocer al rey como cabeza de la Iglesia (“special protector, only and supreme lord, as far as the law of Christ allows, even supreme Head”). La frase “as the law of Christ allows” (en la medida en que la ley de Cristo lo permite), pretendía garantizar que el rey no ocuparía el lugar del Papa a la cabeza de la Iglesia de Inglaterra.

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Pero en el Parlamento, lores y legistas, estaban de acuerdo con el rey para

presionar sobre el Papa y obtener la independencia de la Iglesia de Inglaterra. Bastarían cuatro sesiones parlamentarias, extendidas entre 1532-1534, para consumar esta obra de emancipación respecto a Roma, con transferencia a la Corona de los poderes papales sobre la Iglesia de Inglaterra.

El acta de 1533 que suprimió las apelaciones a Roma, dejaba expedito el camino para los propósitos del rey. El arzobispo de Canterbury sería el encargado de dictar la sentencia en el pleito de nulidad del primer matrimonio real. El fallecimiento de Warham facilitó las cosas. El nuevo primado, Thomas Cranmer, que durante su estancia en Alemania como embajador había aceptado el luteranismo, bendijo el matrimonio secreto (en enero 1533) del rey con Ana Bolena (que estaba embarazada), y cuatro meses más tarde declaró la nulidad del matrimonio de Enrique con Catalina y válida su unión con Ana. El 1 de junio, Enrique se casó públicamente con Ana, que fue coronada como reina de Inglaterra. Ante estos hechos el Papa aceleró el proceso: en marzo de 1534 se dictó sentencia de validez del matrimonio de Enrique con Catalina, y en julio, Clemente VII declaraba la excomunión contra Enrique VIII, Ana y Cranmer. Se consumaba así la ruptura con Roma. 4.4.3 La ruptura con Roma. El Cisma 4.4.3.1 Organización de la Nueva Iglesia de Inglaterra. Al conocer la excomunión, Enrique VIII comenzó a organizar la nueva Iglesia de Inglaterra. Todos los poderes y recursos financieros de que gozaba el Papa en Inglaterra se reintegraron al rey. Los obispos serían elegidos por los cabildos pero el rey recababa la facultad de “indicarles” las personas dignas de su confianza. Una ley especial sobre materia de herejía dispuso que en adelante las palabras o actos contra el Papa no serían considerados heréticos. 4.4.3.2 Actitud del clero. La situación de Inglaterra era propicia para el Cisma. No encontró ninguna resistencia en el pueblo. El clero, acostumbrado de tiempo atrás a un “catolicismo estatal”, se había sometido desde 1532 a los dictados reales y no opuso especial resistencia. Los obispos tampoco tuvieron repugnancia en aceptar el Acta de Supremacía. Igualmente, el clero secular prestó el juramento en masa.

Las órdenes religiosas se sometieron más fácilmente de lo que se esperaba. Solamente resistieron los franciscanos de estricta observancia y los cartujos. La oposición de los franciscanos fue general, y sus siete monasterios fueron clausurados y buen número de religiosos expulsados, otros apresados y no pocos martirizados. 4.4.3.3 Resistencia del Obispo Fisher. Había formado parte del consejo de Enrique VIII, y había sido el defensor de Catalina en su proceso. Cuando se le conminó a jurar el Acta de Sucesión, rehusó hacerlo, pues no podía en conciencia, aceptar una frase de ella que aprobaba, indirectamente, el Acta de Supremacía, es decir, la supresión de la autoridad pontificia. Por ello fue encerrado en la Torre. 4.4.3.4 Actitud de Tomás Moro. El mismo día entraba en ella también Tomás Moro. No pudo ocultar su disgusto cuando en enero de 1531, la “Convocation” declaró al rey cabeza de la Iglesia y, sobre todo, cuando en mayo de 1532, aquél obtuvo la sumisión del clero. El día siguiente solicitó su dimisión. Desde entonces

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vivió en su retiro de Chelsea, casi en la miseria. Como Fisher, Moro aceptaba una parte del juramento, la que no se refería a la supresión de la autoridad pontificia.

Durante el tiempo que Moro y Fisher pasaron en prisión se intentó vencer sus escrúpulos con todos los medios. Pero Enrique VIII se obstinó en recabar el juramento. Dudó, cierto tiempo, en condenarles a muerte, pero, enojado por lo que consideraba traición y terquedad, impulsó al Parlamento a votar el “Acta de Traiciones”, que, a partir de febrero de 1535 consideraba delito de alta traición a la corona el no reconocer al rey, a la reina y herederos, las dignidades y títulos que poseían.

Fisher subió al cadalso después de catorce meses de prisión, en junio de 1535. Tomás Moro le siguió quince días más tarde. Enrique VIII fue considerado en todas partes como un tirano abominable, calificativo que subió de tono cuando al año siguiente la misma reina Ana fue añadida a la lista de víctimas bajo la acusación, injusta, de adulterio. 4.4.3.5 Supresión de los Monasterios. La supresión de los monasterios y la secularización de sus bienes se consumó dos años después de la declaración del cisma, en 1536.

La mayor parte de los monjes aceptaron el Acta de

Supremacía, y se les respetó la vida monástica y sus bienes. En 1535, Cromwell recibió el encargo de “visita general de los monasterios. Se trataba de elaborar una encuesta sobre los bienes y la situación de cada monasterio, y procurar animar a los religiosos y monjes, a que, voluntariamente, abandonaran la vida monástica.

Un acta del Parlamento, votada en 1536, declaró disueltos los monasterios pequeños, cuya renta fuera inferior a doscientas libras anuales. Se actuaba con

premeditación; la supresión quería hacerse por etapas. Esta disposición cerró 327 monasterios, algo menos de la mitad de los del país.

Los grandes monasterios siguieron la suerte de los pequeños. Desde

noviembre de 1537, comenzaron a “entregarse”, esto es, a disolverse pacíficamente a la invitación de los comisarios reales. En este caso se les aseguraron pensiones vitalicias. La última abadía se entregó en marzo de 1540.

En Inglaterra, con los bienes de las más ricas abadías se fundaron nuevos obispados, para cuyas sedes y cargos relevantes de las respectivas catedrales, se nombró a antiguos monjes. Otra parte de los bienes monásticos fue dedicada a la fundación de colegios universitarios, en Oxford y Cambridge, y escuelas municipales, que sustituyeron a las monásticas.

No fueron los nobles los que más se aprovecharon de las secularizaciones, sino los miembros de la burguesía y de la administración, convertidos en prósperos granjeros.

Figura 59. Cromwell

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La disolución de los monasterios, aun cuando favoreciera a escuelas, hospitales e instituciones benéficas, constituyó, en conjunto, una grave pérdida para el arte y la cultura. Las obras de arte (retablos, púlpitos, órganos, etc.) y los libros de las bibliotecas, en parte pasaron a centros del Estado, pero la mayoría fueron vendidos en subasta, lo que constituyó una excelente ocasión para coleccionistas y especuladores. Muchos libros y manuscritos, imágenes de Nuestra Señora y de los Santos, así como preciosos relicarios, fueron destruidos o quemados. 4.4.4 Profesión de fe de la Iglesia Enriquina 4.4.4.1 Conservadurismo religioso de Enrique VIII. Enrique VIII creía que la ruptura con Roma no tenía por qué alterar la doctrina ni el culto de la Iglesia en Inglaterra. Pero la reforma institucional y el ejemplo del norte de Europa favorecerían la penetración de ideas protestantes. Los dos hombres que gobernaron el país, juntamente con el rey, Cromwell, vicerregente de asuntos eclesiásticos, y Cranmer, arzobispo de Carterbury, se habían inclinado al luteranismo. 4.4.4.2 La confesión de los Seis Artículos. La primera confesión de fe, la llamada “Confesión de los Diez Artículos”, impuesta a clérigos y segregares por mandato de Cromwell, consideraba que las fuentes de la fe eran las Escrituras y los tres primeros símbolos; sostenía que la justificación era doctrina aceptable; suprimía las indulgencias; conservaba solamente tres sacramentos (Bautismo, Penitencia y Eucaristía), aunque mantenía la transubstanciación eucarística. Las ceremonias y ritos católicos continuaron intactos. Era pues una confesión sustancialmente católica, pero con algunas concesiones a las ideas luteranas.

En abril de 1539, se convocó al Parlamento y a los Sínodos para acordar una confesión dogmática. Tras prolongados debates se acordaron los “Seis Artículos”, que constituyó un triunfo de los obispos católicos. 4.4.4.3 Afirmación de la doctrina católica. El “Acta de los Seis Artículos”, promulgada en 1539, rompía con las concesiones formales al luteranismo y volvía a la pura ortodoxia católica. Imponía severas sanciones a quien negase la transubstanciación, la misa privada, la confesión auricular, los siete sacramentos y el celibato eclesiástico. Cranmer hubo de enviar a su mujer a Alemania. Cromwell, que para buscar alianza luterana, había propuesto el matrimonio del rey con su cuarta esposa, Ana de Cleves, fue ejecutado como traidor y hereje. Si Cranmer sobrevivió a esta nueva situación fue porque se le consideró instrumento útil.

En 1543 se hizo una revisión de la Confesión de fe de 1539. En ella, la doctrina católica estaba expresamente precisada y desarrollada, y recomendaba la veneración a la Virgen y a los santos. En 1546 se prohibió al pueblo la lectura privada de la Escritura. Las persecuciones de luteranos prosiguieron hasta la muerte del rey.

La Reforma realizada por Enrique VIII era más bien un cisma, no una herejía, aun cuando las variaciones doctrinales e indecisiones hubieran dado lugar a la entrada de ideas protestantes en algunos sectores ilustrados. Enrique VIII se dio cuenta de que no podía confiar en los obispos católicos ortodoxos, pues acabarían desconociendo la autoridad del rey como cabeza de la Iglesia inglesa. Por ello, a su muerte, dejó a su hijo rodeado de consejeros protestantes. 4.4.5 La introducción del protestantismo. Reinado de Eduardo VI

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4.4.5.1 La influencia de Somerset y Cranmer. Cuando murió su padre, el 28 de enero de 1547, Eduardo tenía nueve años. Los seis años de su reinado presenciarían una revolución religiosa tan violenta como había sido la revolución institucional de los años treinta. Apenas enterrado Enrique VIII, el duque de Somerset, tío del joven rey, se hizo nombrar “Lord Protector”, se compuso el Consejo de Regencia, y comenzó a gobernar en nombre de Eduardo. Empezó por derogar las disposiciones dictadas en el pasado reinado para reprimir la disconformidad religiosa. Se revocó el “Acta de los Seis Artículos” y las “Actas de las Traiciones”; se permitió predicar abiertamente doctrinas protestantes, destruir o quitar imágenes y cuadros, e imprimir hojas contra las misas; en febrero de 1549 se autorizó el matrimonio de los sacerdotes.

La reforma doctrinal y litúrgica se hizo en dos etapas. En la primera se introdujo un protestantismo moderado, representado por el “Acta de Uniformidad” de enero de 1549, que abolía la misa en latín y establecía una nueva liturgia. Aunque figuraba realizada por una comisión de teólogos, era obra personal de Cranmer. Sus fundamentos doctrinales y la liturgia eran luteranos. 4.4.5.2 Adopción de doctrinas protestantes. Cranmer, que había creído, hasta 1546 en la transubstanciación eucarística, a partir de entonces estuvo muy influido por las ideas de los sacramentarios suizos, emigrados a Inglaterra. La influencia mayor sobre Cranmer la ejercía Bullinger, sucesor de Zuinglio en Zurcí, con quien mantuvo en estos años una correspondencia frecuente. Sin embargo, Cranmer aceptaba respecto a la Eucaristía una postura intermedia entre la noción sacrificial católica y el simple acto conmemorativo zwingliano.

A causa de esta ambigüedad, el Libro de Preces de 1549 satisfizo a pocos y desagradó a la mayoría. Contribuyó a aumentar la indignación contra Somerset. Se le acusaba con toda razón, de ambicioso y despótico. Sendas insurrecciones agravaron su situación. 4.4.5.3 El Arzobispo Cranmer y la influencia “sacramentaria”. La desaparición de Somerset favoreció la Reforma Protestante, que derivó hacia posiciones más radicales. El duque de Northumberland era un anticlerical, que emprendió la venta de las únicas tierras eclesiásticas que quedaban: las de los obispos. El nuevo gobernante favoreció los propósitos de Cranmer, que promulgó el Libro de Preces de 1552 claramente protestante en su concepción doctrinal, aunque procuraba no romper con las formas católicas. En la fórmula eucarística: el ritual, se suprimían y simplificaban muchas ceremonias; se llama mesa al altar, pero se conservaba la palabra sacerdote; se mantuvo la recepción, de rodillas, de la Sagrada Forma; se suprimían vestiduras. Un “Acta de Uniformidad” castigaba toda otra forma de culto y hacía obligatoria la asistencia a los oficios de la Iglesia oficial. En 1553 Cranmer remataba la obra con “Los Cuarenta y Dos Artículos”, confesión de fe para todo el clero, de carácter francamente protestante, en la línea de la doctrina suiza de la Eucaristía.

La Reforma, en tiempos de Eduardo, se hizo a través de actas del Parlamento; en la época de Eduardo, el Parlamento reclamó y ejerció su derecho de

Figura 60. Cranmer

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intervenir en la reforma del culto. Se produjo así en Inglaterra en apariencia el antiguo sistema de gobierno de la Iglesia, es decir, la estructura episcopal, continuó prácticamente intacto, pero quienes realmente la regían eran los consejeros estatales, como en Wittemberg, Nuremberg o Zurcí. 4.4.5.4 La cuestión de la sucesión real. A medida que avanzaba el año 1553 parecía evidente que Eduardo VI no viviría mucho tiempo. La heredera legar era su hermanastra María, hija de Catalina de Aragón, ferviente católica. Northumberland fraguó una conspiración para excluir a María y coronar a Juana Grey, hija de una hermana de Enrique VIII, que estaba casada con un hijo del propio Northumberland. 4.4.6 María Tudor y el Fracaso de la Vuelta al Catolicismo 4.4.6.1 Personalidad de la nueva reina. Tenía cuando llegó al trono treinta y siete años. El matrimonio, en julio de 1554, con Felipe II, fue, quizá, desde el punto de vista inglés, el acto más desastroso de su reinado. No solamente por las circunstancias de los dos esposos, sino por lo que los Habsburgo significaban para Inglaterra. 4.4.6.2 Pole, legado papal. El instrumento elegido para la realización del ardiente deseo de María de restaurar el catolicismo, fue el brillante cardenal Reinaldo Pole. Desde su ruptura, se mantuvo refugiado en Roma, entregado a la oración y al estudio.

María trataba de inducir al Parlamento a efectuar el cambio religioso. Aunque opinaba que las leyes dadas contra el Papa no eran válidas, no tuvo más remedio que aceptar el consejo de quienes, consideraban que sólo el Parlamento podía deshacer lo que el Parlamento había hecho.

María, fue coronada el 1 de octubre de 1553 y el Parlamento, en ese mismo mes, revocó toda la legislación del reinado de Eduardo concerniente a la Uniformidad, libros de rezos y matrimonios del clero.

Pole fue recibido con gran regocijo popular. El 30 de noviembre de 1554, quinientos miembros del Parlamento, de rodillas fueron absueltos de desobediencia y actitud cismática hacia Roma. Seis días más tarde, la “Convocation” se sometió al legado y recibió también su absolución. 4.4.6.3 Persecución a los protestantes. Cuatro obispos, entre ellos Cranmer, fueron apresados; unos dos mil clérigos expulsados de sus parroquias y cargos por estar casados, aunque algunos lo mantenían en secreto.

El tercer Parlamento, en diciembre de 1554, puso de nuevo en vigor las antiguas leyes contra la herejía. En febrero de 1555 comenzaron las primeras quemas en la hoguera. En el transcurso de los tres años y medio de reinado, fueron quemadas 273 personas, de toda condición social, entre ellos Cranmer y los otros tres obispos presos con él. No es justo reprobar a María de “Sanguinaria”, pues también los protestantes, como el mismo Cranmer, consideraban lícitas y convenientes las quemas de herejes.

Figura 61. María Tudor

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4.4.6.4 Fracaso de la restauración católica. María y Pole murieron el mismo día 17 de noviembre de 1558; ambos con la conciencia de haber fracasado. Habían estropeado la posibilidad de que la Iglesia de Inglaterra volviera a aceptar la dirección de Roma. La nueva reina Isabel, hija de Ana Bolena, cualquiera que fuera su religión se encontró abocada a encabezar la facción protestante. En el verano de 1559, las actas de Supremacía y de Uniformidad rompían nuevamente los lazos con Roma, restauraban la soberanía suprema del gobierno inglés y volvían a imponer el Libro de Rezos protestante. 4.5 LA REFORMA EN SUIZA Y ALSACIA. LOS SACRAMENTOS 4.5.1 La Reforma en Zurich 4.5.1.1 Formación de Zuinglio. En la Confederación suiza, se introdujo la Reforma Luterana en la forma que generalmente había conseguido en las demás

ciudades libres del Imperio.

Zurich fue la ciudad donde comenzó primeramente este proceso y fue obra de Ulrico Zuinglio (1484-1531). Zuinglio era un apasionado admirador de la filosofía de la Antigüedad y, desde años atrás, había leído con mucho interés a Erasmo. Era menos espiritual, más intelectualista y también más pesimista respecto a la naturaleza humana. Su concepción religiosa, si bien basada en la Biblia, había tomado muchos elementos filosóficos de Platón, Aristóteles y Séneca. “Zuinglio toma de Cicerón su definición de Religión y debe también a la Antigüedad la idea de patria, tan fuerte y viva, que le conducirá a desempeñar un papel político y nacional”168.

No concedía especial importancia a la justificación por la fe; lo que defendía era, más bien, una predestinación divina por la que Dios mantenía a sus elegidos y les daba la gracia para obedecer a su ley. No veía en las Sagradas Escrituras fundamento alguna para sostener una salvación objetiva. 4.5.1.2 Zuinglio y la Reforma en Zurich. Zuinglio, que contaba ya con el apoyo total de las autoridades municipales, desarrolló su programa reformador. Primeramente fue abolida la misa en latín y se quitaron las imágenes de los altares de las iglesias. El Jueves Santo de 1525, se introdujo en el oficio eucarístico o Cena la nueva liturgia. Se centraba en la predicación y las lecturas bíblicas en lengua vernácula, que eran interrumpidas por responsorios entonados por los asistentes; el pan ácimo y el vino, colocados en una plato y una copa, sobre una mesa, en el centro de la Iglesia, se “consagraban” con la mayor simplicidad, y, los ministros, con sus ropas laicales, los repartían al pueblo, que permanecía silencioso en su asiento. Esta ceremonia se celebraba cuatro veces al año: en Pascua, Pentecostés, Septiembre y Navidad. 4.5.1.3 Cesaropapismo. La Iglesia de Zurich evolucionó hacia un auténtico cesaropapismo. La ocasión fue la violenta crisis provocada por los “anabaptistas”, que obligó a Zuinglio a decretar a este “espiritualismo exaltado” como crimen y merecedor de la muerte y recurrir a las autoridades civiles para mantener el orden.

168 Imbart De La Tour. Historiador.

Figura 62. Ulrico Zwinglio

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Desde entonces el gobierno ejercido por Zuinglio en Zurich fue realmente una teocracia. En 1528 hizo instituir un “Consejo Secreto”. Dirigido por el propio Zuinglio, era el organismo rector supremo de la vida política y religiosa de la ciudad, que estaban perfectamente ligadas. 4.5.2 La Doctrina Zwingliana 4.5.2.1 Doctrina eucarística. La Doctrina de Zuinglio se basó estrictamente en la Biblia. Así suprimió todo aquello que no estaba explícitamente en las Sagradas Escrituras. El formulario de oraciones, lo dejó al arbitrio de ministros e iglesias. Esta es la razón por la que el contenido doctrinal y el culto de las comunidades suizas fueron más sencillos.

Zuinglio consideró solamente dos sacramentos, Bautismo y Cena, pero como signos de la unión entre Dios y el hombre. La Cena del Señor era el memorial de la muerte de Dios y el hacimiento de gracias por ellos. Pero no creían en la presencia real de Cristo: el pan y el vino ni siquiera eran vehículos de Cristo presente, sino meros signos de su presencia. Zuinglio, que era un racionalista, separaba tajantemente lo espiritual y lo material, y se resistía a creer que objetos físicos pudieran ser vehículo de gracias espirituales.

Esta interpretación de la doctrina eucarística indignó a Lutero. El landgrave Felipe de Hesse preparó, para reconciliarlos, una reunión en 1529 en Marburgo. A ella asistieron Lutero, Zuinglio, Melanchton, Bucero, Escolampadio y otros teólogos protestantes. Lutero mantuvo de forma inflexible su creencia en la presencia real; Zuinglio, Bucero y Escolampadio no se mostraron dispuestos a admitirla. 4.5.2.2 La reforma en Berna y Basilea. En 1527, nuevas elecciones permitieron a partidarios de la Reforma conseguir mayoría en el seno del gran Consejo de Berna, e imponerla, en 1528, según modelo de Zurich. Otros cantones como Basilea siguieron el ejemplo. Esta ciudad era centro humanista importante y donde en 1521, se había establecido Erasmo. Allí, Johan Häusgen, llamado Ecolampadio, un alemán originario de Würtemberg, nombrado pastor de la catedral desde 1522, había ido extendiendo, con suavidad y tacto las doctrinas reformadores, frente a la hostilidad de la aristocracia católica y el anabaptismo del pueblo. Con el apoyo de las autoridades civiles, en 1529, la comunidad de Basilea se orientó a un régimen semejante al de Zurich. 4.5.2.3 Resistencia de los cantones católicos. Suiza, en 1529, se halló dividida en dos campos. Cinco cantones (Uri, Schwyz, Unterwalden, Zug y Lucerna), que permanecían en la fe católica, formaron una liga en Waldshut (1529), y buscaron la ayuda del católico Fernando de Habsburgo, archiduque de Austria. Por su parte Zuinglio quiso hacer de éste cabeza de una confederación de cantones suizos y ciudades alemanas meridionales, apoyados en los príncipes luteranos del Imperio. Para afianzarla, Zuinglio preparó el fracasado encuentro en Marburg; se recordará también que las diferencias eucarísticas entre “sacramentarios” y luteranos serían ahondadas en 1530 en la Dieta de Augsburgo. Cuando la guerra parecía inminente, llegó a pactarse un acuerdo por el que la situación religiosa de los territorios súbditos se decidiría por la mayoría, y los católicos abandonarían la alianza austriaca. Pero este acuerdo no era más que un armisticio, y en términos mal definidos. Zuinglio estaba decidido a formar una Confederación Helvética, unida y consolidada por la misma religión, bajo la dirección de Zurich y Berna, y para ello usar de la fuerza para integrar a las “bailías comunes”.

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Muy pronto resurgió el conflicto, atizado por Zuinglio, en Valentina, pero ni Berna ni siquiera su propio cantón Zurich le apoyaron decididamente. Enfrentados a fuerzas más numerosas, los partidarios de Zuinglio sufrieron en Kappel una tremenda derrota, y en la batalla murió el propio jefe. Esta derrota fijó la frontera religiosa en la Confederación Helvética por más de tres Siglos. 4.5.2.4 Bullinger, Sucesor de Zuinglio en Zurich. Si a la muerte de Zuinglio (y de Ecolampadio, en el mismo año), no desapareció en Zurich la Reforma fue debido al joven Heinrich Bullinger. Se esforzó ante todo por mantener la unidad y el equilibrio entre los diversos poderes. Trabajó también, esforzadamente, en reconciliar a los reformados europeos, divididos pro la doctrina eucarística. En 1536 animó a Zurich a firmar, con las demás ciudades reformadas suizas, la primera “Confesión Helvética” que definía una fe común. También pudo concluir con Calvino, en 1549, el “Concensus Tigurinus” acuerdo que contribuyó a aproximar a las iglesias zwinglianas y calvinistas. 4.5.3 La Reforma en Estrasburgo. Bucero 4.5.3.1 Las primeras predicaciones Luteranas. En Estrasburgo se desarrolló una comunidad reformada original, en parte, pro la personalidad de Bucero, en parte también porque los “reformadores” pudieron actuar de acuerdo con las autoridades y con el pueblo. En la primavera de 1523, invitados por el Primer Magistrado, llegaron Wolfgan Köpfel, llamado Capitón, y Martín Búster, denominado Bucero, que inflamaron la ciudad con sus sermones “en el sentido auténtico” de las Escrituras. Por decisión del Consejo, los párrocos fueron sustituidos por predicadores reformados, con los que la doctrina y la liturgia luteranas fueron imponiéndose progresivamente. Estrasburgo figuraba ya como ciudad “protestante” en la Dieta de Espira de 1529. 4.5.3.2 Bucero y la organización de la comunidad reformada. Ya en 1518, siguió a Lutero, se casó y fundó en Wissemberg una iglesia luterana, que pronto tuvo que abandonar. En Estrasburgo, influido por anabaptistas y “sectarios”, se orientó hacia la concepción sacramentalista y manifestó también una mayor inclinación social que Lutero. Desde 1527 había creado escuelas en todas las parroquias, donde se enseñaba públicamente el catecismo. En 1533 reunió en Estrasburgo el primer sínodo, que elaboró una constitución eclesiástica. Uno de sus órganos eran los administradores de la Iglesia encargados de la disciplina eclesiástica, aunque laicos, y en números de tres. Formaban parte también de la “Asamblea Pastoral”, que se reunía cada quince días para establecer normas pastorales. En 1538, para la formación de los pastores, se creó un Gimnasio o Escuela Superior, cuyo primer rector fue el teólogo Juan Sturm. La Concepción de la iglesia de Estrasburgo, influyó de manera determinante en Calvino, que residió allí, por espacio de casi cuatro años, en dos ocasiones, como pastor de la comunidad francesa reformada. 4.5.3.3 Imposición del “nterim” y expulsión de Bucero. Estrasburgo jugó un papel importante en la cuestión religiosa que dividió al Imperio. En la Dieta de Augsburgo de 1530, juntamente con las ciudades de Constanza, Lindau y Memmingen, presentó la “Confesión Tetrapolitana”, situada a medio camino entre

Figura 63. Heinrich Bullinger

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Lutero y Zuinglio, que preconizaba una piedad muy práctica. También jugó un papel mediador entre las ciudades reformadas suizas y las alemanas que gravitaban en torno a Wittenberg. Pero después del desastre de Kappel, Bucero se aproximó a los luteranos puros y llegó a firmar la Concordia de Wittenberg, por la que se adhería a la “Confesión de Augsburgo” de 1530. En 1548 Carlos V impuso a Estrasburgo el “Interim de Augsburgo” y la expulsión de Bucero, que fue llamado a enseñar en Cambridge, donde ejerció gran influencia sobre la evolución religiosa de Inglaterra. 4.6 LA REFORMA EN GINEBRA. EL CALVINISMO 4.6.1 Situación Político-Social en Ginebra 4.6.1.1 Independencia de la Ciudad. Ginebra no era propiamente “ciudad libre” ni “ciudad del Imperio”. Pertenecía al Imperio, porque dependía de los duques de Saboya que ejercían una autoridad vicaria en la ciudad.

Estaba regida por varios “Consejos”, cuyos miembros se reclutaban entre los burgueses. Los principales eran un “Pequeño Consejo” y un “Consejo de los Doscientos”. En algunas circunstancias graves se reunían el conjunto de los ciudadanos, que formaban el “Consejo General”. El poder ejecutivo correspondía a los “Síndicos”, oficiales municipales designados por los Consejos. Este complicado sistema, que suponía un perfecto entendimiento entre los tres poderes comenzó a deteriorarse a comienzos del reinado de Carlos V, y en el momento en que surgía la Reforma de Lutero, aunque sin relación directa con ella. Desde 1518 los burgueses de Ginebra, descontentos con el absolutismo del duque Carlos III de Saboya, trataron de independizarse, para lo cual se aproximaron a sus vecinos de los cantones de Friburgo y Berna. Como las ideas reformadoras, que entonces comenzaban a extenderse por Suiza, contenían en alguna manera un sentimiento de libertad y democracia, sirvieron para apoyar este sentimiento. Contando con la protección de Berna, el cantón más poderoso de la Confederación, Ginebra obtuvo, en 1530, un tratado por el que el duque se comprometía, en adelante, a respetar las franquicias de la ciudad, es decir, prácticamente a reconocer su independencia. En 1535, una guerra entre Berna y Saboya, puso fin, definitivamente, a la dominación saboyana sobre Ginebra.

El obispo se sintió incapaz de oponerse a la presión, que de todas partes

ejercían sobre Ginebra para ganarla a la causa de la Reforma. El 21 de mayo de 1536, el Consejo General, reunido especialmente para resolver la cuestión, decidió abolir la misa, lo que significaba la implantación oficial de la Reforma. 4.6.2 Primera Estancia de Calvino en Ginebra (1536-1538)

4.6.2.1 Calvino, su evolución religiosa. Juan Calvino nació en Picardía. Estudió, primeramente en París, en el Colegio de Montaigu y después derecho en Orleans y en Bourges. En Orleans tuvo estrechas relaciones con un hermano suyo, pasado a la herejía, y, sobre todo, con los luteranos Melchor Colman y Pierre Robert que debieron influirle espiritualmente. En todo caso parece que su “conversión” fue más bien un proceso largo. En 1531 le atraía más el humanismo de Erasmo que el reformismo de Lutero.

Parece que puede datarse su “conversión” hacia 1533. Figura 64. Juan

Calvino

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El día de Todos los Santos de este año, en la inauguración de curso en la Sorbona, el rector Nicolás Cop, leyó un discurso en el que se exponía explícitamente la doctrina de la justificación por la fe. El discurso, al parecer, había sido redactado con la colaboración de Calvino y el Parlamento ordenó el arresto de ambos. Calvino tuvo que huir precipitadamente, y refugiarse en Angulema, en casa de un amigo, el canónigo Luis de Tillet, simpatizante con el “evangelismo”. En este retiro forzoso debió escribir los primeros capítulos de su Institución Cristiana. Las ideas fueron madurando en sus frecuentes viajes a Nérac y más tarde a Ferrara y a Basilea, donde pudo trabar contactos con conocidos reformadores. 4.6.2.2 La “Institución Cristiana”. En Basilea, en 1536, a sus 27 años, publicó la primera edición de la Institución Cristiana, breve compendio de la “doctrina evangélica”, a la vez que una defensa de los protestantes francés, dedicada al rey Francisco I. Su teología, aunque tiene puntos en común con el luteranismo y la doctrina zwingliana, se aparta sensiblemente de ellas. Sucesivamente Calvino fue aumentando y retocando esta obra: la edición de 1536 tenía seis capítulos; la de 1539, de Estrasburgo, diecisiete; y la última, la de 1559-1560, ochenta, y era ya un extenso tratado dividido, en cuatro libros, escrito en lenguaje sencillo, dialéctico y muy preciso. 4.6.2.3 Los primeros intentos de la reforma en Ginebra. Farel169 y Calvino comenzaron a establecer la comunidad reformada ginebrina. Calvino se encargó de redactar los fundamentos legales. Farel continuará en su tarea de predicador. En el transcurso de 1536-1537 Calvino redactó una Disciplina, un Catecismo y una Confesión de fe, que debían acatar todos los habitantes so pena de extrañamiento.

Pero la rigurosa organización y disciplina preconizadas por Calvino, no hallaron buena acogida en algunos sectores. Pronto surgió una división entre los seguidores de Calvino y Farel, y los simpatizantes con la modalidad litúrgica de Berna. Hubo tensiones y finalmente, ante la negativa de Calvino de ceder un poco en sus ideas, el consejo General, en el que, desde las nuevas elecciones, predominaban enemigos suyos, decidió expulsarles de la ciudad (mayo 1538). 4.6.2.4 Expulsión de los reformadores. Mientras Farel va a establecerse en Neuchatel170, y se dedica a organizar esta iglesia, Calvino se refugió en Estrasburgo, llamado por Bucero para encargarse de la dirección espiritual de la comunidad reformada francesa. Allí contrajo matrimonio, adquirió una experiencia pastoral y pudo madurar sus ideas respecto a la estructura eclesiástica. 4.6.3 El retorno de Calvino y la reorganización de la iglesia ginebrina 4.6.3.1 Cambios en el gobierno municipal de Ginebra171. Entre tanto, en Ginebra, las circunstancias habían cambiado. Desde finales de 1540 los partidarios de Calvino obtuvieron mayoría en el Consejo, y pidieron el regreso del reformador. Calvino exigió a las autoridades el restablecimiento de aquella Disciplina cuyo rechazo le había obligado a marchar. Sólo cuando las asambleas locales aprobaron Calvino entró en Ginebra. 169 Guillermo Farel. Antiguo discípulo de Lefevre d’Etaples; perteneciente al “grupo de Meaux”. Instaba a Calvino a organizar con él la Iglesia ginebrina. 170 Oeste de Suiza; la division administrative es fronteriza con Francia; la ciudad está arriba del lago con el mismo nombre. 171 Oeste de Suiza; arriba del lago de Ginebra.

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Su primera tarea fue la organización de la Iglesia. Calvino se preocupó esencialmente de la organización y disciplina eclesiásticas. Sus bases fueron establecidas en varios textos:

- Las Ordenanzas Eclesiásticas: contienen la reglamentación eclesiástica. - El Catecismo: es un resumen de la doctrina ye expuesta en la Institución. - Forma de Rezo - Cantos Eclesiásticos

La “Forma de rezo” y los “cantos eclesiásticos” codifica los aspectos religiosos

y litúrgicos. 4.6.3.2 Los ministerios. Cuatro eran los ministerios básicos: pastores, doctores, ancianos y diáconos. Los pastores, elegidos por sus semejantes y confirmados por el Magistrado y la comunidad, eran, ante todo, “gobernantes”, pero también como tarea la predicación de la palabra de Dios y la administración de los sacramentos. Se reunían cada semana para el estudio común de la Biblia y, cada trimestre, para reflexionar sobre su conducta y hacerse mutuas correcciones. Los doctores estaban encargados de la enseñanza de la juventud en las escuelas. Eran escogidos por la comunidad de pastores, y formados de la disciplina y la corrección de las costumbres de la comunidad. Su misión era vigilar el comportamiento moral y religioso de los miembros de la comunidad y de “amonestar fraternalmente” a los que vivieran en notorio desorden, no mantuvieran el amor fraterno o manifestaran incredulidad, y, en su caso, castigarlos. Los diáconos se encargaban del cuidado de los enfermos y pobres, y aseguraban el servicio de hospitales y obras benéficas. Ancianos y diáconos eran designados de acuerdo por el Pequeño Consejo de la ciudad y el “Cuerpo Pastoral”. 4.6.3.3 El consistorio. Asamblea formada por cinco a diez pastores y doce de los ancianos, elegidos por el Pequeño Consejo, a propuesta del Cuerpo Pastoral, y confirmados pro el Gran Consejo. Era un tribunal eclesiástico, que se reunía semanalmente bajo la presidencia de uno de los síndicos de la ciudad. Los infractores de las normas de vida de la comunidad eran citados al Consistorio, que en el caso de faltar a juicio, podía imponerles la excomunión, que les excluía de la participación en la Cena. Los contraventores del orden, a la tercera amonestación, eran entregados a la justicia civil, brazo secular del Consistorio. Esta institución expresa la estrecha unión entre la autoridad eclesiástica y la civil. El Consistorio, asamblea deliberante y tribunal al mismo tiempo, es el motor central del régimen. Prepara reglamentos, vigila el culto, ordena los ayunos y plegarias públicas, juzga los conflictos y pronuncia sanciones. 4.6.4 Gobierno de Calvino. Sus conflictos con los disidentes172 4.6.4.1 La lucha de Calvino por imponer su disciplina. Calvino, gracias al Consistorio, pudo controlar la vida moral y social de la ciudad y apartar a todos sus opositores, lo cual le acarreó enfrentamientos con los magistrados, con la masa del pueblo y con las grandes familias de la ciudad. Fue especialmente implacable con quines se apartaban en algún punto de la doctrina establecida o no aceptaban las normas morales impuestas a la comunidad.

172 Opuestos

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Los pecadores y los frívolos fueron castigados o expulsados; los oponentes hubieron de exiliarse. Las expulsiones fueron bastante frecuentes, entre las más notables, la del humanista Sebastián Catellión (1544)173.

El asunto más grave fue el del español Miguel Server, por la publicación de la “Christianismi Restitutio” en que criticaba el famoso libro de Calvino. El 26 de octubre de 1553 Servet fue condenado a la hoguera en la plaza pública. 4.6.4.2 Ginebra, centro de irradiación protestante. Ginebra se convirtió en uno de los grandes centros evangélicos. Fue una metrópoli espiritual. Calvino en sus últimos años, pudo consagrarse a su obra preferida: la fundación de la Academia Teológica de Ginebra. Erigida en 1559, con profesores venidos de Lausana, su rector fue Teodoro Beza; Calvino enseñó teología y comentó la Escritura. Acogió a numerosos estudiantes, venidos de diversos países, que una vez formados como pastores y juristas, partían para extender la reforma calvinista por toda Europa. 4.6.5 La doctrina calvinista 4.6.5.1 La predestinación. Su punto de partida es la aseveración de la imposibilidad de alcanzar a Dios. La gloria de Dios soberano es la idea nuclear de la teología calvinista. La gloria de Dios es la razón de la creación y de la salvación de los elegidos, así como también del castigo de los réprobos. Dios, Señor del mundo, determina el curso de todas las criaturas, incluido especialmente el hombre, su criatura predilecta, y las dirige hacia Su gloria. La providencia de Dios y su predestinación, “en virtud de las cuales Dios regala a unos la salvación y a otros la condenación”, son un misterio impenetrable.

Por predestinación ha de entenderse “el ordenamiento eterno de Dios” en virtud del cual Él decidió lo que, de acuerdo con su voluntad, había de ser cada individuo. Todos los hombres no son creados con el mismo destino eterno, de la misma forma que cada individuo ha nacido para desempeñar uno u otro fin temporal. El querer buscar otra razón que la complacencia divina en esta predestinación, significaría considerar la voluntad de Dios influida por causas externas. La única razón, por tanto de la predestinación, de la certeza de la salvación, es Jesucristo. En Él, Dios ha establecido con nosotros el pacto de la vida. El signo de la elección es la aceptación de la predicación de Cristo y la comunión con El en la fe y en la Cena. También las obras, como frutos de la llamada. 4.6.5.2 Los Sacramentos. Calvino admite solamente dos sacramentos: Bautismo, signo de la alianza de Dios con el fiel, que ha de impartirse a los niños; y la Cena, conmemoración de la última cena del Señor. El creyente que recibe en la Cena y el pan y el vino se une realmente con la carne vivificadora de Cristo. 4.6.5.3 La cuestión Eucarística: disputas y acuerdo con los Zwinglianos. La cuestión eucarística es lo que más diferenció a zwinglianos y calvinistas. En 1549, Calvino y Bullinger, firmaron el “Consensos Trigurinus” donde se afirmaba que Cristo “nutre nuestras almas por la fe y por la virtud de su Espíritu”. Como la iglesia calvinista ginebrina y la personalidad de Calvino eran mucho más fuertes a los ojos del mundo, Ginebra y el calvinismo significaron la Reforma en la Confederación, de manera que, a pesar de que el zwinglianismo ha dejado en Suiza una huella doctrinal

173 Defensor de la tolerancia, publicó “De haeretics non puniendis”. Atacó duramente a Calvino y a su segundo, Teodoro de Beza.

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profunda, no existe hoy más que una sola iglesia reformada, la cual es a la vez zwingliana y calvinista.

El acuerdo de Bullinger y Calvino contribuyó al progreso del calvinismo fuera de Ginebra. Pero profundizó el foso que separaba a luteranos y calvinistas. Calvino, apoyado por sus fieles, Farel y Beza, intentó, en vano, aproximarse a los luteranos y buscar una conciliación de las iglesias. Pudo celebrarse en Worms un coloquio, en 1557, pero las posturas se endurecieron sobre las dos cuestiones más controvertidas, predestinación y presencia real en la eucaristía. 4.7 LA REFORMA CATÓLICA 4.7.1 Los Movimientos de Reforma en la Base de la Iglesia 4.7.1.1 La contribución de España. En España y en Italia, sobre todo, proseguían los intentos de reforma de la Iglesia, por obra de monarcas, prelados, religiosos y especialmente laicos. 4.7.1.2 Renovación espiritual. En España, los Reyes Católicos emprendieron la renovación del episcopado y del clero y la reforma de las órdenes religiosas. En las universidades floreció una escolástica renovada por una feliz fusión del nuevo Humanismo con el tomismo, de la teología bíblica y positiva con la especulativa, y en ella se formaron los teólogos que España envió a Trento. En este ambiente de renovación espiritual y teológica, surgió la figura de San Ignacio de Loyola, con la nueva ascética de los Ejercicios Espirituales, fundador de la Compañía de Jesús. 4.7.1.3 Primeros núcleos renovadores en Italia. Los oratorios. La contribución más inmediata procedió de pequeños grupos de laicos, entre los que se contaban algunos sacerdotes, que inspirados en las tradicionales cofradías medievales, comenzaron una obra de regeneración espiritual, fundada en la piedad eucarística y en la práctica de la caridad con pobres y enfermos. Poco a poco estos núcleos religiosos nuevos.

Instituciones de este tipo fueron la “Compañía secreta de San Jerónimo”, o la Compañía y “Oratorio del Amor Divino” fundado por el laico Héctor Breñaza en Génova, en 1497, cuyos miembros se comprometieron a servir personalmente en un hospital de incurables, que erigieron y sostenían con sus limosinas. Oratorios semejantes surgieron en otras ciudades de Italia. 4.7.1.4 Congregaciones de clérigos seculares. Algunos miembros de estas instituciones acabaron por convertirse en institutos religiosos propiamente dichos, que revisten en razón de su objetivo, primariamente apostólico, unas especiales características: no visten hábito monástico y algunas, incluso se limitan a la recitación del oficio en privado. Son las llamadas congregaciones de clérigos regulares. La primera de estas congregaciones de clérigos sería la de los teatinos, fundada en 1524 por San Cayetano de Tiena y Juan Pablo Caraffa, obispo de esta diócesis. Los teatinos se distinguieron por una estricta pobreza y por su actividad sacerdotal. Los objetivos primitivos de esta institución eran la santificación personal y el cuidado de los enfermos, pero como la actividad pastoral estaba muy abandonada y urgía la formación de sacerdotes, se dedicaron con preferencia a estos ministerios.

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De tipo semejante fue la fundada por San Jerónimo Emiliano. Era en un principio una comunidad de laicos y de sacerdotes consagrada a la atención de pobres y enfermos; después de la muerte del fundador, se convirtió en la “Congregación de los somascos”, dedicados esencialmente a huérfanos y niños abandonados. 4.7.2 La Hora del Papado 4.7.2.1 La imprescindible obra de la cabeza de la Iglesia. Antes de mediar el Siglo XVI estaban establecidas las bases para la verdadera reforma de la Iglesia. Pero faltaba algo indispensable en la historia de la Iglesia: la intervención de la autoridad suprema, del Papado.

A comienzos del XVI el papel de los Papas parecía todavía más indispensable. En una Cristiandad dislocada, en la que se imponían los crecientes nacionalismos, las iniciativas individuales, por importantes que pudieran parecer, no bastaban. Mientras el Vicario de Cristo no la hiciera propia, nada significaría en definitiva la corriente de generosidad y piedad que corría a raudales en el seno de la Iglesia.

Sin embargo, el empuje de las fuerzas de la base, unido al efecto de la apostasía en el norte y centro de Europa, contribuirían a que pronto se llevara realmente a efecto. 4.7.2.2 León X. Su tendencia al optimismo no le permitía tomar en serio la rebelión de Lucero y dejó transcurrir el tiempo; incluso después de haberlo condenado, contemporizó cuanto pudo. 4.7.2.3 Adriano VI. Holandés de nacimiento, sería el último papa no italiano hasta 1979. Adriano VI aportó el deseo erasmista de reforma espiritual y moral, esforzándose por corregir abusos en la Curia y sanear la disciplina. No lo consiguió más que en parte, pues no estuvo en el solio más que veinte meses y las circunstancias no le eran propicias. 4.7.2.4 Reforma del Sacro Colegio. El Sacro Colegio estaba lleno de paniagudos de los Médicis, dividido en facciones que buscaban respectivamente su apoyo en soberanos extranjeros; existía una abierta resistencia a la reforma por parte de gran número de cardenales y altos funcionarios de la Curia, que vivían y sacaban provecho de los abusos.

Tras unos primeros nombramientos influidos por el nepotismo, Paulo III fue promoviendo cardenales a hombres insignes por su piedad y su ciencia, como Caraffa, Sadolet, Pole, Cervini, del Monte, Morone, Guistiniani y Contarini. Así el Sagrado Colegio se convirtió en un organismo prestigioso, como no lo había sido en los tres últimos Siglos y en el que el “partido de la reforma” tenía mayoría. En la primavera de 1537 la comisión para proponer la reforma había redactado el célebre “Consilium de Emendanda Ecclesia”, que resaltaba la absoluta primacía de la acción pastoral y donde se enumeraban una serie de abusos que exigían urgente corrección. 4.7.3 La obra e importancia del Concilio de Trento 4.7.3.1 Dos aspectos fundamentales. El Concilio de Trento fue un proceso que duró aproximadamente 18 años interrumpidos y divididos por tres etapas. Durante

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los casi seis años que duró realmente el concilio se celebraron veinticinco sesiones solemnes: doce durante la primera etapa, cinco durante la segunda y ocho durante la tercera.

La obra del concilio se puede agrupar al dejar el orden cronológico de los trabajos, en dos apartados fundamentales:

- Exposición de la Doctrina. - Normas disciplinares y pastorales para la reforma de la Iglesia.

4.7.3.2 Exposición doctrinal. Los teólogos de Trento hicieron un uso muy cauto de los términos escolásticos, a fin de exponer únicamente la doctrina común a toda la Iglesia, y evitaron deliberadamente pronunciarse sobre las tesis de libre discusión. La obra dogmática de Trento es un ejemplo de sabiduría y precisión.

La primera cuestión planteada, antes de entrar en definiciones dogmáticas, fue la de las “Fuentes” de la fe. El concilio afirmó que la revelación divina se apoyaba sobre la Sagrada Escritura, la cual solamente la Iglesia tenía autoridad para interpretar de manera segura, y también sobre la tradición apostólica. Frente a la discriminación de distinguir en la Biblia entre libros protocanónicos y deuterocanónicos, el concilio se limitó a definir que todos sus libros estaban igualmente inspirados. 4.7.3.3 Definición de las características de la Iglesia. Iglesia, cuerpo místico de Cristo y organismo jurídico a la vez, en el cual el elemento místico e invisible coexistente, se apoya y se expresa en el elemento jurídico, que tiene su fundamento en la jerarquía, establecida pro Jesucristo. Esta Iglesia es la custodia e intérprete de la palabra de Dios y la dispensadora ordinaria de la gracia por medio de los sacramentos. 4.7.3.4 Los Sacramentos. Se precisaron las características de cada uno de los siete sacramentos. Se afirmó rotundamente que la misa, además de un sacramento, es un sacrificio, que renueva, realmente, el de Cristo en la Cruz; se confirmó la doctrina de la presencia real de Jesucristo en las especies sacramentales, rechazada por los sacramentarios, y la “transubstanciación”, es decir, el cambio de sustancia de las dos especies, que se convierten en el cuerpo y en la sangre de Cristo, rechazada por el conjunto de los protestantes. 4.7.3.5 Decretos disciplinares. En primer lugar se rehabilitó la función u oficio eclesiástico, su importancia y dignidad. El concilio afirmó que obispos, abades y párrocos estaban llamados, ante todo, a la cura pastoral. Insistió también sobre la obligación de los obispos de predicar los domingos y días festivos. 4.7.3.6 Responsabilidad de los Obispos. En primer lugar, la obligación de residencia, y, por otra, la prohibición de acumular beneficios, con lo que se ponía remedio a una costumbre muy arraigada durante Siglos. También se concedió a los obispos el derecho de control sobre la predicación, aunque quienes la ejercieran pertenecieran a una orden religiosa. 4.7.3.7 Formación del Clero. Para asegurar la reforma, se recomendaba a los obispos la convocatoria de sínodos provinciales cada tres años, y, anualmente, sínodos diocesanos; visitas pastorales regulares a su diócesis; y la corrección de abusos en los nombramientos, cúmulo de beneficios, “expectativas”, “provisiones” y “reservas”. Otros decretos se referían a la predicación, a la instrucción religiosa del

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pueblo y la catequesis de los niños. Como la carencia o confusión doctrinal eran tan patentes, el concilio expresó recomendaciones urgentes para paliarlas. 4.7.3.8 Reforma de Órdenes Religiosas. Se prohibió la propiedad privada, las visitas a los conventos de clausura, el sistema de encomiendas y establecieron condiciones concretas para la entrada en religión, votos, etc. Por tanto, el concilio de Trento constituye una exposición completa de la doctrina católica, que permanece cálida hasta hoy.

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CAPÍTULO 5. LOS ESTADOS EUROPEOS Y POLÍTICA INTERNACIONAL

5.1 NACIMIENTO DEL ESTADO MODERNO 5.1.1 ¿Se desarrolló un “estado moderno” en el Renacimiento? 5.1.1.1 Teoría sobre el desarrollo del Estado. En las comunidades nacionales, comienzan a esbozarse dos características del Estado: el manifiesto deseo de afirmación de la comunidad respecto de otros pueblos y la conciencia de una solidaridad que trasciende lo local.

Es cierto que en el Siglo XV y XVI todavía los hombres mantenían un apego a su mundo social más inmediato. La familia era una unidad bien consciente de su importancia social; el gremio suponía la protección de los intereses profesionales; la ciudad significaba el recinto donde aparecía definido el máximo sentido de comunidad. Pero, comienza a despertarse la conciencia de una solidaridad superior, de una vinculación a la que se llama “intereses nacionales”. Nuevas corrientes intelectuales, religiosas y políticas, así como las realidades de ese período histórico que denominamos Renacimiento, concurren para afianzar, en Occidente al menos, ciertas formas institucionales que se puede llamar “Estados modernos”.

La palabra “Estado”, en su actual acepción comienza a escribirse en el Siglo XVI. A finales del Siglo XV, los hombres que viven en una cierta área, geográfica e históricamente delimitada, y bajo un mismo soberano, comienza, en alguna manera, a sentirse solidarios.

Quienes rechazan la existencia del Estado en el Siglo XVI, aducen argumento significativo la falta de un espíritu nacional. La palabra “nación”, que hasta entonces había tenido sentidos diversos, comienza a significar un conjunto de individuos que había nacido en un mismo lugar e implica la idea de bienes compartidos, de deseos y sentimientos que esperaban realizarse por medio de una dirección competente. 5.1.1.2 El Humanismo y la noción de estado. Los humanistas contribuyeron a fundamentar el nacionalismo. El renacer del estudio de la historia antigua sirvió a la causa nacional.

La existencia de un nacionalismo español, francés, alemán o inglés, es un hecho que puede constatarse fácilmente. Los habitantes de estos países se reconocen por ciertas peculiaridades de carácter, costumbres, lengua, forma de vida, que les hacen más próximos. La existencia de este nacionalismo se manifiesta también en el sentido de superioridad de cada uno, y, en las críticas y defectos que atribuyen a los demás. Así se tacha a los españoles de orgullosos y altivos, a los franceses de inconstantes y veleidosos, a los ingleses de falsos. Existe un desprecio por los demás pueblos. 5.1.1.3 Las lenguas estatales. La lengua será un importante factor unificador. Las “iglesias protestantes”, al rechazar el latín y utilizar una liturgia en lengua vernácula, contribuirán a cimentar la cohesión entre los habitantes del país. La necesidad de contratos comerciales y diplomáticos a nivel internacional y, sobre todo, la práctica de la administración, facilitarían el desarrollo de una lengua nacional sobre la diversidad lingüística.

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La división de la Cristiandad fue también evidente factor de unidad nacional.

A medida que las diversas confesiones protestantes se fueron extendiendo y asentando en un territorio, favorecerían la tarea de unificación emprendida por sus soberanos. 5.1.1.4 Los elementos constitutivos del estado. La noción de frontera (“fronteras naturales”) no se manifiesta de forma clara hasta el Siglo XVII. Las fronteras aparecerán con el desarrollo de la cartografía terrestre, en el Siglo XVII, aunque los países marítimos, más precoces, ya a finales del XV, conocen la delimitación de sus contornos.

Pero sobre todo es la guerra la que potencia al Estado. Ante la necesidad de hacer frente a los gastos bélicos, los Estados se verán obligados a buscar remedios a sus finanzas, y con ellos, a extender los tentáculos de la burocracia. En todos los Estados los impuestos, entre finales del XV y mediados del XVI, se multiplican, a veces, por tres o por cuatro. Al desarrollo de los gastos se añadió la venalidad de los oficios.

Otro instrumento del Estado es la diplomacia. Los Estados italianos del XV fueron sus creadores, al sustituir el sistema de enviados especiales de forma intermitente y ocasional, por una organización apropiada. 5.1.2 La monarquía y la centralización del Estado 5.1.2.1 El apoyo religioso. La principal fuente del poder real seguía basándose en la religión, en la idea del respeto a una autoridad emanada de Dios. Los reyes son consagrados por la Iglesia y se les reconoce el papel de protectores de ella en lo temporal. 5.1.2.2 El derecho romano. La autoridad real se afianza en el nuevo derecho romano, ahora renovado. Si bien las teorías políticas consideran que el soberano no es propietario de los súbditos, sino que debe respetar su libertad y sus bienes, conforme a la ley natural y divina, y gobernar según los usos del país. 5.1.2.3 Recuperación de porciones de soberanía. El Estado moderno significa una tendencia hacia la recuperación de porciones de soberanía, enajenadas en otros tiempos, y, además, a enriquecer su contenido. Si anteriormente tenía el monarca como cometido, fundamental, la administración de la justicia y el mantenimiento del orden, ahora se consideran también obligaciones o derechos del mismo el bienestar de sus súbditos, el desarrollo de la cultura y la dirección de la economía. 5.1.2.4 Control de la iglesia territorial. Un paso esencial para el afianzamiento de la monarquía, será el control o la subordinación de la iglesia territorial, en las cuestiones temporales, para contar con la fuerza y el prestigio de esta institución. La Reforma Protestante acentuaría la estrecha unión de Estado e Iglesia. 5.1.2.5 Persistencia de las autonomías medievales. La monarquía absoluta era un ideal propugnado por los juristas, que tardaría en plasmarse en la realidad. En el Siglo XV coexistía, junto al profundo respeto de los súbditos hacia monarca, el vivo deseo de mantener antiguos privilegios. Cada provincia, cada ciudad, cada estamento, cada corporación artesana, no estaba dispuesta a perder sus franquicias y esperaba que el príncipe las respetara y reconociera. La existencia de esas

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jurisdicciones de los cuerpos intermedios establecía un límite, más o menos estrecho, a la autoridad real. Por otra parte, la lentitud de las comunicaciones favorecía la autonomía de las provincias más apartadas, mientras que el papel de la administración estaba limitado por las insuficiencias de los funcionarios, cuyo número era desproporcionado a las tareas que debía desempeñar. El soberano no disponía tampoco de un ejército independiente, y por las dificultades para su recluta, el monarca tenía limitada su autoridad. Procuró mantenerla por su prestigio, que se asentaba en su carácter divino, por sus funciones de supremo dispensador de justicia para todos, y por los favores que podía otorgar a sus súbditos más leales. Las expediciones bélicas contra enemigos extranjeros contribuirían a reforzarla. 5.1.2.6 Las asambleas estamentales representativas. Se hacía también imprescindible la convocatoria de las asambleas de órdenes, sobre todo en países como España e Inglaterra, donde era preciso reunirlas para obtener el voto de los impuestos. En todas partes estas asambleas trataban de acrecentar su poder, cuando el soberano solicitaba su ayuda. De ahí que, cuando falta un poder fuerte, se constituyen Estados de órdenes, como sucede en Europa central. Las grandes monarquías occidentales procuraron, por ello, espaciar sus reuniones. 5.1.2.7 Repercusiones sociales del afianzamiento del poder del monarca. La influencia política de este grupo social declinó en Occidente desde finales del XV; pero continuará, sin modificaciones fundamentales, el régimen señorial, que confirió a sus señores marcada importancia económica y social. Al hallarse los grandes señores cada vez con menos poder en sus dominios, se sintieron tentados por los cargos y oficios reales y comenzaron a acercarse a la Corte.

Los monarcas procurarán aprovechar la aspiración de la burguesía hacia el ennoblecimiento. Las concesiones de cartas de nobleza, proporcionarán eficaz ayuda para remedio de las finanzas del Estado. Estos nuevos nobles tardarán en integrarse en la antigua nobleza, que señala las distancias, pero mantendrán su fidelidad al rey, y, en la segunda o tercera generación, sus hijos proporcionarán capitanes y altos funcionarios al Estado. 5.1.2.8 El monarca como árbitro de los estamentos y cuerpos sociales. El príncipe procuró presentarse como árbitro supremo entre los órdenes, los cuerpos y los grupos sociales. En la medida en que ejerce este arbitraje, conseguirá aumentar su autoridad. En materia económica y social esto sería frecuente. Solamente unas directrices unificadas podían permitir la superación de intereses entre comunidades e individuos. La oposición de clanes, clientelas y órdenes que solía ocasionar tantas divisiones, únicamente podía salvarse mediante la intervención real. La clientela, que agrupaba en torno a una familia poderosa a sus vasallos, a los vasallos de éstos, a los colonos y a otras diversas personas obligadas, es un fenómeno social que aparece en la disgregación de los lazos feudales y se encuentra en todas partes, desde Cataluña a Polonia. Constituyen estas agrupaciones sociales, abigarradas y poderosas facciones que aprovechan cualquier acontecimiento para tratar de imponerse al rey y obtener ventajas. Los monarcas procurarán oponerlas entre sí, ganárselas por procedimientos diversos y aprovechar su fuerza en campañas nacionales exteriores.

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5.2 ESTADOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA 5.2.1 La unidad española 5.2.1.1 El matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. El 14 de octubre de 1469, se efectuaba en la intimidad, en Valladolid, el matrimonio de los infantes Isabel, hermanastra declarada de Enrique IV de Castilla, con Fernando, hijo de Juan II de Aragón. Este matrimonio pondría los fundamentos de la unidad española. El matrimonio fue origen de una guerra civil. 5.2.1.2 Guerra de sucesión en Castilla. La guerra, lucha de facciones nobiliarias, gracias al respaldo del pueblo castellano, que vio en Isabel y Fernando la posibilidad de un orden y de un estado de autoridad, inclinó la victoria hacia el lado de los jóvenes príncipes; sobre todo, al morir Enrique IV, en diciembre de 1474.

Subsistían aún otros tres reinos independientes: Navarra, Portugal y Granada, destinados a englobarse, más tarde o más temprano, en la monarquía hispánica. Los Reyes Católicos harían todo lo posible, sea con enlaces matrimoniales, sea por la guerra, para conseguirlo. 5.2.1.3 Conquista de Granada. El reino granadino fue conquistado, en 1492, tras algo más de diez años de guerra, pues los Reyes Católicos prefirieron ocasionar los mínimos daños y combinar el uso de las armas con la diplomacia, aprovechando las disensiones entre los granadinos. La guerra fue una ocasión excelente para afianzar el prestigio de los reyes y emplear en una empresa nacional y religiosa a la inquieta nobleza castellana. Los términos de la capitulación firmada con los moros granadinos fueron extraordinariamente generosos, pues se les consintió conservar sus propiedades y mantener su religión y costumbres. 5.2.1.4 Incorporación de Navarra. Muerta ya Isabel, durante la segunda regencia de Fernando en Castilla, se incorporó el reino de Navarra. Este reino pirenaico, apartado de la reconquista desde el Siglo XIII, había logrado subsistir gracias a la rivalidad entre Castilla y Aragón y a la protección francesa. Fernando el Católico esperaba una oportunidad para incorporarlo, ocasión que se presentó en julio de 1512, cuando tuvo noticia de un tratado secreto de su rey con Luis XII de Francia, que preveía el paso de tropas francesas hacia Castilla. 5.2.1.5 Crisis del nuevo estado: separación de Castilla y Aragón. La unión atravesó serias crisis. En noviembre de 1504 falleció Isabel. En su testamento, nombrada heredera de Castilla a su hija Juana, casada con el archiduque Felipe de Habsburgo; pero, dada la debilidad mental de la princesa, había previsto que Fernando pudiera encargarse de gobernar Castilla, como regente, hasta que el primogénito de Juana y Felipe, que residía en Flandes, cumpliese la mayoría de edad. De esta manera, Isabel preveía la continuidad de la unión con los dos reinos.

La imprevista muerte de Felipe I, a los pocos meses, hecho que acabó por perturbar totalmente a su viuda, planteó nuevamente la sucesión castellana y la unidad del Estado. Un consejo de regencia, presidido por el enérgico Jiménez de Cisneros, arzobispo de Toledo, rogó a Fernando que se hiciera cargo del gobierno de Castilla, hasta la mayoría de edad del heredero, Carlos de Habsburgo. 5.2.1.6 Regencia de Fernando en Castilla. La segunda regencia de Fernando duró nueve años (1507-1516), hasta su fallecimiento. Se valió de funcionarios

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aragoneses plenamente adictos. Fernando, en su último testamento reconocía como heredero de la Corona de Aragón a su nieto Carlos de Habsburgo, el hijo de Felipe. Con ello quedaba consolidada la definitiva unidad española, bajo una dinastía extranjera 5.2.1.7 Características del estado de los Reyes Católicos. La unión de Castilla y Aragón durante el reinado de Fernando e Isabel fue puramente personal, dinástica, pero preparó la unificación española. Los reinos permanecieron separados y no hubo cambio esencial alguno ni en la estructura institucional ni en las formas de gobierno. Crearon, solamente, algunos organismos o Consejos de carácter nuevo. El más importante sería el de Castilla, con funciones legislativas y judiciales. El firme gobierno de los Reyes Católicos y su brillante política exterior, facilitarían la convivencia de castellanos y aragoneses, y acabaría por hacer evidentes las ventajas de la unidad. Llegaría a consolidarse en un Estado auténtico en la persona de Carlos I de Habsburgo, en 1516. 5.2.1.8 Supremacía real de Castilla. Aunque la unión era de iguales, el peso demográfico y económico, y en consecuencia el político castellano, inclinaría al nuevo Estado en torno a Castilla, que, después de la incorporación de Granada (1492), cubría más de dos tercios del área peninsular y contable siete veces mayor población que ésta. Castilla, que acabaría su Reconquista en los siguientes años y se hallaba en pleno vigor expansivo, encontraría su oportunidad en un Siglo bélico. Con una estructura política por hacer, los Reyes Católicos modelarían a Castilla, institucionalmente, como Estado moderno. En cambio, la Corona de Aragón, que tenía una estructura institucional más sólida, estaba parcelada en cuatro reinos, el más importante de los cuales, Cataluña, salía exhausto tras un Siglo de guerras civiles; allí los Reyes Católicos respetarían las instituciones autónomas y procurarían, ante todo, mantener la unidad y la paz.

La supremacía de Castilla se reflejará también en la expansión de la lengua y en la cultura castellana. En los territorios cascos se usaba el castellano como lengua escrita. Los súbditos de los Reyes Católicos se reconocían como castellanos, aragoneses, catalanes, etc., antes que españoles. La conciencia de una unidad de destino se desarrollaría con el proceso histórico, y tendría un fuerte ingrediente religioso. 5.2.2 Los Reyes Católicos y la estructuración del estado 5.2.2.1 La obra de cohesión interna. Esta cohesión pudieron realizarla en sus reinos de Castilla, no sólo porque allí fuera más necesaria, sino porque en Castilla la autoridad real, ante la ausencia de estructuras que limitaran el poder real, tenía mucho mayor campo de acción. 5.2.2.2 Restauración de la autoridad en Castilla. Los Reyes Católicos, ya durante la guerra, fueron imponiendo orden, autoridad y justicia, procurando apoyarse en el pueblo. Para afianzar esta política se valieron de las “hermandades” o fuerzas organizadas por varias ciudades, que desempeñarían un papel importante en la reducción de la nobleza, en la instauración del orden público y en la persecución de delincuentes. 5.2.2.3 Centralización del gobierno. Durante los primeros años, el instrumento que más eficazmente utilizaron los soberanos fueron las Cortes. En Castilla, estas asambleas, formadas por los tres estamentos tradicionales tenían

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escasas atribuciones. La Corona, que podía convocarlas cuando quisiera. Tampoco tenían gran poder en materia fiscal, pues aunque podían aprobar los “servicios extraordinarios”, la Corona tenía otros recursos financieros; y, además, la nobleza y el clero estaban exentos del pago de ellos. Las Cortes castellanas tenían solamente el derecho de pedir, no de dar leyes. 5.2.2.4 Mejora de la justicia. Pusieron también los Reyes especial empeño en reorganizar la administración de justicia. Era ejercida, a nivel local, por los alcaldes o por el corregidor ayudado de “alcaldes mayores” con formación jurídica. 5.2.2.5 Saneamiento de la hacienda. Fue necesario reformar el sistema de percepción de impuestos, mejorar su cobro y su administración. La reforma comenzó en 1480 con la creación, dentro del Consejo de Castilla, de una oficina de Hacienda.

La obra de reducción del poder nobiliario y de control del municipal se verificó, de forma limitada, en los reinos de la Corona de Aragón. Ya ha sido señalada la razón: los usos y fueros respectivos establecían más limitaciones a la autoridad real, perfectamente señaladas por pactos solemnes. 5.2.2.6 Reformas en la Corona de Aragón. La nobleza mantuvo, en la Corona de Aragón, sus privilegios políticos, corporativos o señoriales, con mayor vigor que en Castilla. Una excepción sería el caso de Cataluña.

En la Corona de Aragón, los municipios mantuvieron mejor su autonomía, pues no existió intervención del monarca. El gobierno municipal era más representativo y participaban en él diversos sectores sociales.

Las Cortes eran propias de cada uno de los reinos y gozaban de mayores privilegios que en Castilla. El rey no podía legislar sin las Cortes, ni aumentar los tributos sin su aprobación. Además, en los intersticios, entre convocatorias de Cortes, funcionaba una Diputación del Reino, representación de los estamentos, cuya misión era vigilar el cumplimiento de los acuerdos y controlar la administración de los tributos. 5.2.3 La reforma religiosa 5.2.3.1 Poder del clero. El clero disfrutaba de exención de tributos e impuestos y acumulaba grandes propiedades, sobre las que ejercía, a veces, jurisdicción temporal. Los Reyes Católicos, que pusieron especial atención en la reforma del Estado, no podían ser ajenos a la necesidad de controlar una Iglesia demasiado poderosa y a procurar apartar a los obispos de los asuntos temporales. 5.2.3.2 La provisión de beneficios. Aunque eran los cabildos catedralicios quienes gozaban del derecho de elegir obispos, durante las turbulencias del Siglo XV, el Papado había logrado nombrar sus propios candidatos y, prácticamente, imponer este derecho. La terminación de la Reconquista ofreció una ocasión excepcional: en concepto de recompensa, la Corona española solicitó del Papa el derecho de Patronato sobre todos los beneficios eclesiásticos del reino granadino.

Pusieron también los Reyes Católicos, sobre todo Isabel, especial interés en reprimir los abusos que afectaban a la Iglesia española, así como a la de Europa. Procuraron “presentar” para los obispados a personas eminentes en moralidad y

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cultura, sin considerar un rango social. Prefirieron miembros del clero regular, por su menor vinculación a los asuntos seculares. 5.2.3.3 Cisneros y las reformas disciplinares. Animado por la Corte, también entre las órdenes religiosas se producía un amplio movimiento de reforma. Austero y enérgico, con una tenacidad inquebrantable, no la abandonó cuando pasó, en 1495, a ocupar la sede de Toledo.

La reforma disciplinar de los Reyes Católicos, aunque no fuera todo lo extensa y profunda que hubiera deseado, saneó las sedes episcopales, los cabildos y las comunidades religiosas. La relajación continuó en parte, pero es evidente que se consiguió un cierto cambio en la mentalidad y en la vida de grandes señores eclesiásticos, que comenzaron a desentenderse de los negocios del sigo y a poner más atención a sus funciones propias.

Problema grave era la existencia de una numerosa comunidad judía. Los judíos, en España, seguían tolerados. En parte porque parecían imprescindibles, en parte también por la convivencia durante los Siglos medievales. La animadversión popular, atizada por predicadores exaltados, originó frecuentes motines antijudíos, y, para salvar sus vidas, muchos aceptaron el bautismo. Hacia finales del Siglo XV, los conversos o cristianos nuevos gozaban de gran poder e influencia como financieros, administradores de rentas y patrimonios señoriales y eclesiásticos o miembros de la jerarquía eclesiástica. Como clase de nuevo ricos en auge, suscitaron resentimientos y suspicacias. 5.2.3.4 Política de control de judíos. Parece que algunos conversos influyentes presionaron para que estableciese en Castilla un tribunal de la Inquisición, que concedido por el Papa, comenzó a funcionar a partir de 1483. Su tarea consistía en investigar sobre la conducta de aquellos cristianos nuevos sospechosos de haber vuelto, ocultamente, a su antigua religión, y procurar su castigo. El Tribunal de la Inquisición fue creado para resolver el problema religioso, social y político de los conversos que, en Castilla, por las circunstancias del momento y por la mentalidad predominante, había adquirido caracteres de una cierta gravedad. 5.2.3.5 La Inquisición. La Inquisición fue un instrumento destinado a mantener la pureza de la fe; pero por las implicaciones de este problema, desbordó la esfera puramente religiosa. La Inquisición contribuiría de manera eficaz a cimentar la unidad española sobre base religiosa.

Los esfuerzos realizados por los Reyes para mantener a los judíos en la segregación social que exigía la ley, resultaron inútiles. La expulsión apenas terminada la guerra de Granada, culminaba el proceso de depuración religiosa. El número total de los expulsados es muy incierto y las estimaciones más serias lo sitúan entre 160,000 y los 100,000. Los judíos ejercían sobre los conversos una tentación permanente de volver a sus prácticas. 5.2.3.6 Expulsión de los judíos. La expulsión de los judíos que tras de un levantamiento fueron obligados a bautizarse o emigrar, favorecieron la unificación espiritual del Estado. La unidad religiosa fue un fermento eficaz de la unidad nacional, capaz de superar las divisiones establecidas en el Estado por las barreras administrativas, lingüísticas y culturales de cada territorio. La expulsión de la comunidad judía, activa, dinámica, experta en el manejo del dinero y de los

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negocios, vinculada a sus correligionarios en el exterior, dejó un vacío económico profundo, que no sería llenado sino por extranjeros. 5.2.4 El reinado de Carlos I de Habsburgo 5.2.4.1 Personalidad del joven soberano. Su educación, netamente borgoñona, había conformado su mentalidad, como una mezcla de espíritu caballeresco, piedad religiosa y atención a los intereses dinásticos. 5.2.4.2 Carlos I. Dificultades en los primeros años. La noticia de su promoción al Imperio no complació a sus súbditos españoles, antes al contrario, aumentó su desilusión hacia un rey que parecía alejarse más de ellos. Temían que la tarea imperial supondría largos períodos de absentismo real y también un aumento de contribuciones para subvenir a mayores gastos. Las Cortes castellanas aprobaron al fin el voto de un donativo, sólo por mayoría. 5.2.4.3 La revuelta de las “comunidades”. Esta revuelta es la tradicionalmente llamada de las Comunidades de Castilla, prácticamente coetánea a la rebelión de las Germanías, en Valencia y Baleares. Aunque ambos movimientos tienen un carácter muy diferente, constituyen una clara manifestación de la inestabilidad de la sociedad española y de la pugna entre tres poderes, cuyas funciones político-sociales no estaban aún bien determinadas.

La revuelta de los comuneros deseaba el mantenimiento de Castilla al margen de influencias del exterior. Los comuneros no buscaban la vuelta al desorden feudal, sino la situación de equilibrio lograba bajo los Reyes Católicos. La falta de cohesión y heterogeneidad de los componentes, la habilidad de Carlos, así como la prudencia de Adriano de Utrecht, respaldado por la nobleza, facilitaron el triunfo realista sobre los comuneros de Villamar. 5.2.4.4 Las “Germanías” en Levante. Era un movimiento urbano, de la pequeña burguesía artesana, que aspiraba a mantener la autonomía y su participación en el gobierno municipal. Elementos extremistas lo desviaron contra los nobles y sus vasallos moriscos. La revuelta, desarticulada también por las diferencias, fue aplastada en Valencia en octubre de 1521, y en Palma en marzo de 1523. 5.2.4.5 Gobierno de España. Carlos, que había vuelto de Alemania en el verano de 1522, prácticamente acababa la rebelión, permanecería en España los siete años siguientes. Entonces se convirtió en verdadero rey de España y puso los fundamentos de su gobierno. Escogió el castellano como su lengua y la de la Corte; comenzó a abandonar a sus consejeros extranjeros y a rodearse de españoles. Las obligaciones de su cargo de Emperador le exigieron viajes continuos. Conforme pasó el tiempo, el Emperador se sintió más vinculado a sus reinos de España, donde encontró mayor coincidencia con su forma de pensar y un apoyo material para su política imperial. Los presagios de los comuneros se invirtieron: Castilla, que se creyó amenazada por la dominación extranjera, acabó por cautivar a Carlos, que vino a morir a Yuste, identificado con la que consideraba su verdadera patria. 5.2.4.6 Estructura plural de la monarquía. La unidad del país procedió de la hegemonía que de hecho asumió Castilla, derivada de su población y riqueza y de la mejor adaptación de sus hombres a la política imperial.

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El Consejo de Estado aconsejaba al monarca en asuntos de alta política. Pero, en general, Carlos tomó las decisiones por sí mismo, con ayuda de sus principales secretarios. 5.2.4.7 Castilla. Para los reinos castellanos el más importante era el Consejo de Castilla, que reunía funciones administrativas y judiciales. Una de sus secciones, la Cámara de Castilla, encargada de funciones ejecutivas, llevaba también el gobierno territorial de Navarra, vinculado a la Corona de Castila. 5.2.4.8 La Corona de Aragón. La Corona de Aragón era una especie de confederación. Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca tenían sus propias leyes, fueros, monedas y sistema de impuestos. Cada uno de estos territorios tenía sus Cortes y, durante los intervalos entre sus reuniones, actuaba una Diputación permanente. Los asuntos más importantes eran tratados en el Consejo de Aragón, que residía en la Corte, compuesto por juristas originarios de los territorios de la Corona, presididos por un vicecanciller, asistido de un tesorero y de un protonotario.

El gobierno efectivo de España, debido a las frecuentes ausencias del Emperador, estuvo durante más de veinte años, hasta su muerte en 1547, en manos de un hombre de origen humilde, el andaluz Francisco de los Cobos.

La derrota de Villamar dejó a Castilla a merced del soberano, pues sus instituciones carecían de la facultad de defenderse del absolutismo real. 5.2.4.9 Navarra. En Navarra y en los territorios de la Corona de Aragón, los fueros y privilegios se apoyaban firmemente en sus respectivas Cortes, que los defendieron con denuedo. Pero sería un error considerar que los fueros de estos países tenían un sentido popular y democrático. Muchos de ellos defendían el poder de una nobleza que gozaba todavía de considerable jurisdicción señorial. Las respectivas Cortes otorgaron a Carlos subsidios, pero se cuidó siempre que fueran los menores posibles. 5.2.5 Población, sociedad y economía 5.2.5.1 Las ciudades. Durante la primera mitad del Siglo XVI, la población española fue en ritmo ascendente. Las ciudades eran pequeñas, con la excepción de Granada y Valencia, que superaban los 50,000 habitantes, Toledo y Valladolid con más de 40,000 y Barcelona muy próxima a ellos. 5.2.5.2 La nobleza. Desde la época de los Reyes Católicos la nobleza consolidó su poder económico. El poder de los nobles sobrevivió en sus señoríos, donde guardaban jurisdicción sobre sus “vasallos”, es decir gozaban de facultad para recibir tributos, nombrar funcionarios y administrar justicia. La reputación social de la nobleza y la exención de impuestos, hicieron de ella una aspiración de la burguesía. 5.2.5.3 La clase media. La clase media fue exigua. Hay que desechar la opinión de que los españoles carecían de aptitudes para el comercio y la banca, y es preciso, más bien, reconocer que existieron factores adversos a su desarrollo. La política económica del gobierno, la competencia extranjera, favorecida por la libertad concedida por Carlos V a todos sus súbditos, y las guerras exteriores contribuyeron a crear un ambiente poco favorable.

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5.2.5.4 El campesinado. La situación de los campesinos era más bien dura, debido a los sistemas de tenencia de la tierra, al desarrollo de la ganadería lanar y al peso de los impuestos. En general, la condición del campesinado era mejor en tierras de realengo que en las señoriales. Quizá peor aún era la situación de los campesinos aragoneses y valencianos. 5.2.5.5 Los eclesiásticos. El elemento eclesiástico gozaba de riqueza y de privilegios, aunque en sus filas había personas de variadas procedencias. 5.2.5.6 Los moriscos. Una característica peculiar de la sociedad española es la presencia de elementos no asimilados o de problemática integración, como los moriscos y conversos. Los moriscos sólo alcanzaban cierta significación en Murcia y Andalucía oriental. En los territorios de la Corona de Aragón formaban una densa población que mantenía legalmente todos sus usos y costumbres, sujeta a la nobleza terrateniente, que se erigió siempre en su defensora frente al sentimiento de animadversión popular, pues era una mano de obra hábil y barata.

Terminado el conflicto, aunque se reconocía la invalidez de un sacramento recibido en tales condiciones, Carlos I se decidió por la solución más política. En 1526 proclamó la obligatoriedad del bautismo para todos los moros, obligando a emigrar a los que no la aceptaran. Este decreto se hizo extensivo también a los de Aragón. Las tensiones entre moriscos y autoridades o cristianos viejos menudearon, y era fácil prever la futura expulsión. 5.2.5.7 Conversos. El problema judío no quedó solucionado con la expulsión de 1492. Los cristianos viejos se resistieron a admitir el encubrimiento social de los conversos, que continuaron destacando en el comercio y en la banca, en actividades cualificadas e intelectuales. Pero lo que se veía con mayor indignación era su presencia en cargos eclesiásticos. Aunque, sin duda, se ha exagerado su influencia, los conversos constituyen en el seno de cristianismo español un elemento mal asimilado, proclive a participar en movimientos espirituales, como el iluminismo o el protestantismo, en la medida en que los hubo. 5.2.5.8 Expansión agrícola en Castilla. La agricultura castellana, perjudicada durante largo tiempo por la política real, favorecedora de los intereses laneros, hubo de hacer frente a la creciente demanda interior, y también a la del comercio americano. Como la mayoría de los cultivadores eran pequeños propietarios o colonos sin recursos, se acudió al único medio accesible: la roturación de nuevas tierras.

Esta expansión de cultivos cerealistas y de la vid se produjo a costa de los pastos, con lo que éstos comenzaron a escasear. 5.2.5.9 La agricultura en Valencia, Cataluña y Aragón. Había tierra suficiente y los sistemas de producción eran más favorables. La mano de obra era barata y reinaba el policultivo. 5.2.5.10 La industria textil. La demanda europea y la interior, favorecieron a la industria en un momento de expansión general, como fue la primera mitad del XVI. El sector que experimentó un mayor desarrollo fue el textil, especialmente la pañería y sedería. La industria del hierro (producción de armas), estuvo durante la primera parte del XVI muy desarrollada en el País Vasco y en Cataluña, al igual que la construcción naval en el Cantábrico.

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5.2.5.11 Comercio. El comercio experimentó un mayor dinamismo. Pero mucha mayor importancia adquirió el comercio castellano en su fachada Atlántica. La contratación de empréstitos estatales y su reembolso proporcionaron a las ferias castellanas un brillante papel internacional. 5.2.5.12 Las riquezas de América. El Nuevo Mundo podía representar una extraordinaria fuente de beneficios, tanto por sus recursos como mercado para los productos castellanos. Para surtir a América, hubo de abrir las fronteras a los productos extranjeros, pues los de España no bastaban.

Este comercio con América se realizó bajo la forma de monopolio de la Corona, centrado en Sevilla.

Ha sido poco considerado el impacto del comercio americano sobre la

economía española. Sin duda la agricultura y la industria castellana se beneficiaron durante los primeros decenios del Siglo XVI con el comercio de América y la afluencia de oro y plata. Pero este desarrollo fue muy rápido y, además, a esta demanda exterior se añade la interior, también creciente al ritmo de ascenso de la población y de la riqueza. El alza interior de los precios trató de remediarse con la apertura de las fronteras a los géneros extranjeros, y, con ella, muy pronto, vino la ruina de la industria castellana.

La política económica practicada por el Estado no fue la más adecuada, aunque en su disculpa, quizá habría que contar las dificultades bélicas y la inesperada situación creada por el descubrimiento del Nuevo Mundo. 5.2.5.13 Aportación financiera de España a la política imperial. La aportación financiera de España, y especialmente Castilla, a la política imperial fue cuantiosa. Los ingresos procedían principalmente de la “alcabala”, impuesto convertido ahora en una cuota proporcional pagada por cada ciudad o villa. También eran importantes los subsidios o concesiones de Cortes.

Como las campañas exteriores exigieron un creciente aumento de dinero, que llegó a superar estos ingresos, Carlos V hubo de servirse del préstamo, suministrado por banqueros extranjeros y también españoles, a quienes se reembolsaba sobre los impuestos a recaudar o los cargamentos de plata venideros de Indias. Este sistema, a medida que se hizo regular, convirtió a los banqueros imperiales en dueños de las fuentes de riqueza de la Corona. 5.2.6 Portugal 5.2.6.1 La Dinastía de Avis. Bajo la dinastía de Avis, desde 1384, los reyes de Portugal dieron cauce a la nobleza hacia la conquista de África, empresa en la que se combinaba, en dosis diversas según los casos, el interés nacional y los intereses particulares, y también el espíritu de Cruzada. La nobleza ansiaba los frutos del comercio y el rey el oro que, desde Sudán, aportaban las caravanas. 5.2.6.2 Juan II y la centralización. Juan II (1481-1495), verdadero príncipe del Renacimiento, cauto, enérgico, sin escrúpulos y celoso de su poder real, emprendió la centralización el Estado. Logró primeramente el sometimiento de la nobleza, a la que arrebató muchos de los privilegios alcanzados con sus antecesores. La consecuente reacción nobiliaria fue sofocada con una sangrienta represión, en la

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que perdieron la vida sus máximos dirigentes. Su política a partir de entonces sería apoyarse en letrados y funcionarios leales, a quienes elevó a los altos cargos de la Administración. Sólo convocará Cortes cuatro veces durante su reinado. 5.2.6.3 Manuel I el Afortunado. Le sucedió su primo, Manuel I (1495-1521), llamado el “Afortunado”. En el interior reprimió el poder temporal del clero y facilitó la reforma monástica, reformó los tribunales superiores y aumentó el control sobre las Cortes. Un aspecto también muy positivo fue la mejora de la Real Hacienda. Para mantener la cohesión interior, decretó en octubre de 1497 la expulsión o bautismo de los judíos. A los “convertidos” se les dio promesa de que la Inquisición no les molestaría en treinta años. 5.2.6.4 Reinado de Juan III. Durante los primeros años del reinado de su hijo Juan III, Portugal alcanza su mayor esplendor. Así se explican las buenas relaciones con España. En 1536 estableció la Inquisición, que realizó su primer auto de fe en 1540. Este mismo año comenzó a desarrollarse la Compañía de Jesús. Gracias al monopolio del comercio de las especias en la India, se lograron grandes beneficios hasta mediados del decenio de 1530. A partir de esta fecha la coyuntura cambió. 5.2.6.5 La Sociedad y la Economía. Su vida urbana, reflejaba este continuo crecimiento de población, y, entre sus grandes ciudades, Lisboa con 60,000 era un centro importante. La agricultura progresa en el transcurso del período 1450-1550, pero la base de su riqueza estuvo sobre todo en el comercio ultramarino, que tenía sus apoyos en Lisboa y, desde 1490 aproximadamente, en Amberes. 5.3 FRANCIA 5.3.1 Territorios y dominios 5.3.1.1 Los territorios reales. Sus fronteras seguían, al norte y este, aproximadamente, el curso de cuatro ríos: Escalda y Mosa en el nordeste, y Saona y Ródano en el este, como habían sido fijadas en el tratado de Verdun (843). Pero al sudeste, el límite tradicional con el Imperio, el Ródano, había sido rebasado con la adquisición del Delfinado (1349) y de Provenza (1481). El señorío sobre Flandes y Artois, al norte, pertenecientes a la Casa de Habsburgo era sólo teórico. Subsistían algunos lugares extranjeros: al norte, Caláis, conquistado por los ingleses en 1347; al sudeste, el principado de Orange era independiente; y Avignon y el Condado Vanasino, pertenecían al Papa. Bretaña estaba ligada a Francia desde 1491 por simple unión personal, y no se incorporará definitivamente al reino hasta 1532. 5.3.1.2 Otros “dominios” integrados en el territorio. Dentro del dominio real, la unificación estaba lejos de haberse conseguido. Como cada vez que los soberanos llevaban a cabo una adquisición, se comprometían a respetar los privilegios locales, existía gran variedad de instituciones y costumbres. A grandes rasgos, podía decirse que solamente reina una cierta uniformidad en los países comprendidos entre el Somme y el Loire, que dependían de las cortes soberanas de París. El resto de las provincias tenían, casi siempre, sus cortes soberanas y sus Estados regionales: Normandía, Borgoña, Delfinado, Provenza, Languedoc y Bretaña. 5.3.2 La administración 5.3.2.1 Los consejos. El centro de gobierno radica en la Corte, que sigue al rey en sus desplazamientos. Comprende la Casa del rey, dedicada al servicio de la

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persona real, cuyos principales órganos son la Capilla, la Caballeriza, etc., y el Consejo del rey. Este estaba compuesto por los pares de Francia y los grandes funcionarios de la Corona, miembros de derecho, y, además, de grandes dignatarios llamados por el rey. Pero como este Consejo era demasiado numeroso, y poco manejable, el rey prefiere convocar a unos pocos consejeros que forman el llamado Consejo secreto o Consejo restringido. 5.3.2.2 Altos funcionarios. Los grandes funcionarios de Corte eran el Canciller, administrador de la cancillería y de la justicia, que preside, en ausencia del rey, el Consejo; el Condestable, que manda el ejército en ausencia del rey; el Almirante que dirige la marina; y el gran maestre que ordena la casa del rey. Los relatores preparan las decisiones y las relaciones para el Consejo del rey. En la cancillería trabajan los notarios y los secretarios entre los que destacan los especializados en asuntos financieros.

Las órdenes del rey eran transmitidas y ejecutadas por oficiales, es decir, agentes en propiedad de su cargo, comisarios encargados de una determinada misión, elegidos la mayoría de las veces entre el cuerpo de funcionarios. Eran poco más de doce mil y tendieron a especializarse.

Entre los funcionarios militares están los gobernadores de provincia o de ciudades, generalmente escogidos entre la nobleza, que tenían, además de poderes militares, de administración. No siempre estaban en su plaza, y, en ese caso, eran sustituidos por lugartenientes. Los “baillis” y “senéchaux”, eran hombres de espada, encargados de efectuar la leva de tropas, que unían a sus funciones las de capitanes de alguna plaza fuerte. 5.3.2.3 La justicia. En la cúspide de la escala judicial se situaban las cortes soberanas, que constituían, unas, la jurisdicción ordinaria, los Parlamentos, y otras, jurisdicciones especiales.

Por debajo de los Parlamentos estaban unos ochenta tribunales de bailia y senescalato, que eran escalón intermedio de la jerarquía judicial. Para la justicia real en primera instancia, estaban los señoríos feudales, prebostazgos, vizcondados, veguerías, etc.

A la Cámara de cuentas competía comprobar la contabilidad pública, y con ayuda de otras instituciones, se ocupaba de la administración del dominio real. La “Cour des Aides” registraba los edictos financieros y tenía jurisdicción en los asuntos concernientes a finanzas extraordinarias. En las provincias con cierta autonomía existían Cámaras de cuentas. 5.3.2.4 La real hacienda. La Hacienda estaba constituida por dos administraciones, una para las finanzas ordinarias y la otra para las extraordinarias. El dominio real comprendía, además del llamado “dominio corporal”, el “dominio incorporal”. Estos derechos estaban arrendados y administrados por cuatro tesoreros. Las finanzas extraordinarias eran administradas por cuatro “Generales” de Hacienda, así llamados porque el reino se dividía en cuatro zonas fiscales o generalidades.

El impuesto principal, que suministraba los dos tercios de las rentas del rey, era un impuesto directo, la talla que, destinado en principio a la defensa del reino, recae sobre todos los plebeyos, salvo cuando están sometidos al servicio militar. En

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principio había sido un impuesto votado por los Estados Generales, pero los reyes lo habían convertido en permanente. Era un impuesto recaudado por derrama. Los impuestos indirectos eran la “aides”, derechos sobre las mercancías, sobre todo, el vino; las “traites”, derechos sobre los transportes; y la “gabela”, monopolio sobre la sal. 5.3.3 Los soberanos y el ejercicio del poder real 5.3.3.1 Luis XI. Trató de conseguir la unidad nacional, por medio de una actuación personal, muchas veces violenta, otras pérfida. Durante su reinado se incorporaron a la corona el ducado de Borgoña (1477) y las posesiones de la casa de Anjou (ducados de Bar y Anjou, 1480), el de Maine y Provenza (1481). Preparó también la incorporación de Bretaña, que se consumó en 1532.

La actuación enérgica de Luis XI despertó entre la nobleza feudal francesa una natural oposición, fomentada por la intransigencia del monarca y las desmesuradas apetencias del duque de Borgoña, Carlos el Temerario. Después de varias difíciles crisis para la realeza, la muerte de Carlos el Temerario en la batalla de Nancy (1477), dejó las manos libres a Luis XI para realizar sus proyectos. 5.3.3.2 Carlos VIII y Luis XII. Al morir Luis XI, en 1483, su hijo Carlos VIII era todavía un muchacho, y dejó el gobierno durante nueve años a Ana de Beaujeu, su hermana y su cuñado. En 1492 Carlos inició su reinado personal. Contrahecho y de mediocre inteligencia, se rodeó de consejeros que excitaron sus sueños caballerescos y la invasión de Italia. Luis XII sucedió a su sobrino Carlos VIII, muerto sin hijos. A pesar de su mediocre personalidad, benevolente y justiciero, consiguió, gracias a Jorge de Ambroise, cardenal de Ruan, verdadero primer ministro hasta su muerte, en 1510, mantener la situación. Realmente la partida para el autoritarismo real estaba ganada y era cuestión solamente de seguir en la línea: ampliar la justicia, mejorar la administración pública, dominar a los organismos medievales y atraerse a la nobleza a la política y a la vida cortesana. Esta sería una de las principales razones de las campañas exteriores. 5.3.3.3 Francisco I y Enrique II. En la época de Francisco I se incrementa el papel de los secretarios reales, cuyo número fijó, Enrique II, en cuatro (1547); cada uno de ellos estaba encargado de los asuntos de cierto número de provincias y de los países limítrofes; denominados más tarde “secretarios de Estado” fueron origen de la función ministerial. Francisco I limitó la autoridad de los gobernadores de provincias, grandes personajes, que solían arrastrar tras sí a extensas clientelas; en 1545 devolvió sus antiguas prerrogativas solamente a los de provincias fronterizas.

En 1552, Enrique II instituyó tribunales de primera instancia, intermedios entre Parlamentos y bailías. Por último, para controlar la labor del gobierno, se enviaron “comisarios” a las provincias. 5.3.4 Sociedad y Economía 5.3.4.1 Crecimiento Económico. Francia en este período, hasta aproximadamente 1540, participa del movimiento general de prosperidad económica, que estuvo acompañado de una transformación, limitada ciertamente, de las estructuras sociales.

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5.3.4.2 Prosperidad de la agricultura. La riqueza esencial del país descansaba en la agricultura. Parece que la producción de granos creció sensiblemente. Las rentas agrícolas beneficiaron a los campesinos, pero también como propietarios a la Iglesia y a la alta nobleza. Pero el mayor progreso se da, más bien, en los cultivos especulativos, desarrollados donde el mercado lo permite. La vid gana terreno, y sus caldos de calidad se exportan a Inglaterra, a los Países Bajos, y a Europa del norte. En Languedoc y Provenza gana terreno el olivar. En el oeste, en los prados el olivar. En el oeste, en los prados naturales y landas, se desarrolla la ganadería. Los cultivos industriales aumentaron la rentabilidad de la tierra.

La influencia del capitalismo naciente sobre la agricultura, permite una mejor utilización del suelo y su adaptación a las necesidades del mercado.

No es solamente la nobleza y los terratenientes e inversores burgueses quienes se benefician de esta expansión agrícola. También en amplias zonas como en la cuenca parisina, Beauce, Valois o Brie se sabe que existían “labourers”, con aperos y ganado, y con la experiencia y capitales necesarios para poner en valor granjas relativamente extensas. 5.3.4.3 Desarrollo de la producción artesana. Se desarrollan, principalmente, industrias nuevas, como la pañería ligera y la sayetería del norte y la sedería. En general, son pequeñas empresas, de horizontes limitados, con capitales mediocres. Los fenómenos de precapitalismo son excepcionales. El predominio de la estructura gremial era un obstáculo a las nuevas formas de producción. 5.3.4.4 Precariedad del comercio exterior. La actividad comercial exterior es todavía mediocre. Francia no tenía la tradición de las ciudades italianas y flamencas. Pero el horizonte comercial se desarrolla, gracias a algunos hombres de negocios. Los progresos mayores tienen lugar en el Mediterráneo, en dirección al Levante y costas berberiscas. El puerto de Marsella, favorecido desde la anexión de Provenza, y con un amplio traspaís ligado al centro lionés, es el que tuvo mayor desarrollo. La diplomacia francesa, abierta hacia el Imperio Turco, ayudó también, pues los comerciantes franceses se beneficiarán de sustanciales beneficios en Alejandría. 5.3.4.5 Crisis de los años cuarenta. La prosperidad, como en toda Europa occidental, se interrumpe hacia 1540. Las causas parecen ser una relativa sobrecarga demográfica, el peso de las incesantes guerras sobre los presupuestos del Estado, primeros efectos del desequilibrio monetario. Todo ello se evidencia en el estancamiento de la producción y en el aumento de los precios, mientras que se produce una tendencia hacia el paro. No es extraño que en las grandes ciudades aparezcan los primeros movimientos sociales de carácter moderno. En Lyón, los “compagnons” de la imprenta desarrollaron en 1539 la primera huelga conocida, y se extendió a los talleres parisinos. La autoridad real tuvo que alinearse al lado de los patronos para conjurarla. 5.4 INGLATERRA Y ESCOCIA 5.4.1 Enrique VII y la pacificación del país 5.4.1.1 Final de la guerra de las Dos Rosas. El reino de Inglaterra comienza su historia moderna en 1485, con el fin de la Guerra de las Dos Rosas y la

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instauración de la nueva dinastía de los Tudor en la persona de Enrique VII. Enrique casó con Isabel de York. 5.4.1.2 Estructuración del gobierno. La debilitación del poder feudal durante la implacable guerra civil, el deseo de la alta burguesía y del pueblo de ver consolidados la paz y un gobierno eficaz, y la indiferencia de algunas familias nobles supervivientes, mal resignadas a aceptar un gobierno fuerte, facilitaron la tarea. También la tarea estaba facilitada, gracias a que los medios por los que se ejercía la autoridad de la Corona estaban establecidos de tiempo atrás y configuradas sus instituciones consultivas, judiciales y financieras: sí se daban circunstancias favorables, y una dirección eficaz, podían servir para establecer un gobierno fuerte y ordenado.

El reino comprendía Inglaterra, propiamente dicha, y Gales, Irlanda formaba parte también, teóricamente, aunque el territorio sometido a la Corona era una pequeña zona costera al norte de Dublín, el “Pale”, donde el estaba representado por un Lord lugarteniente; era un país muy primitivo, dominado por los señores locales. 5.4.1.3 La administración. El gobierno central, radicaba en el Consejo privado, compuesto por un escaso número de dignatarios. El monarca no disponía propiamente de un cuerpo de funcionarios. En los condados, o distritos administrativos, los altos cargos eran desempeñados por los nobles. El juez de condado (sheriff), era el encargado del orden, de la vigilancia de las elecciones y de la justicia. Estos, conservaban su cargo por tiempo limitado, generalmente un año, en virtud de una comisión del rey, que distinguía sucesivamente a las principales familias del condado. Esta institución fue importantísima, en el sentido político y social, pues hacía de la “gentry”, bien controlada por el rey un verdadero poder intermediario entre la realeza y el resto de la población. Las ciudades y los burgos se administraban autónomamente. Así, en conjunto, la vida local inglesa, se caracterizaba por su descentralización, lo cual no implicaba ningún obstáculo al poder regio, ya que lo que daba eficacia a la administración era el asentimiento popular. 5.4.1.4 La justicia. En Westminster tenían su sede tres grandes tribunales: el Tribunal de audiencias comunes (Court of Common’s Pleas), para los asuntos civiles; el Banco del Rey (Court of King’s Bench) para los asuntos criminales; y la Tesorería (Exchequer) para los asuntos financieros. Existía también un Alto Tribunal, encargado de sofocar la indisciplina de los nobles, en realidad, una sala del Consejo privado, reunido en la llamada Cámara Estrellada de Westminster. Sólo a partir de 1540, este tribunal se constituirá independiente y se le llamará Cámara Estrellada especie de tribunal de seguridad del Estado, con procedimiento expeditivo y juicios severos, que durante un Siglo sería terrible instrumento de represión contra quienes atentaban contra el autoritarismo real. 5.4.1.5 La real hacienda. Enrique VII puso gran cuidado en fortalecer la Real Hacienda. Como para recaudar impuestos necesitaba el consentimiento del Parlamento, recurrió más bien a los impuestos ordinarios proporcionados por las rentas del dominio real (sobre todo tierras), a los impuestos aduaneros (customs) que gravaban las mercancías en proporción a su volumen (tonnage) y peso (poundage), a las multas y confiscaciones. Enrique VII procuró que la Cámara del Rey, que manejaba los servicios financieros de la Casa Real fuera acaparando la

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administración de las rentas del dominio real, con lo que el monarca tenía en sus manos las finanzas del reino. 5.4.1.6 El Parlamento. Gracias a esta organización financiera sólida, Enrique VII y su sucesor no tuvieron necesidad de convocar el Parlamento, sino muy pocas veces: exactamente siete, en veinticinco años. En este período la Cámara de los Lores pesaba mucho más que la de los Comunes. Por la forma de su convocatoria y por el desarrollo de sus debates el Parlamento estaba en todo momento dominado por el monarca. Pero tenía dos privilegios importantes: sin su consentimiento no podían crearse nuevos impuestos y las leyes que votaban eran superiores a las demás. En estas dos prerrogativas estaba el germen de su posterior importancia. 5.4.2 Enrique VIII. Afianzamiento del poder 5.4.2.1 Personalidad y gobierno. Enrique VIII (1509-1547) tenía diecisiete años cuando heredó el trono y entraba en su posesión en forma indiscutida. Aunque muy inteligente, y dotado de un gran sentido político, su egoísmo y orgullo, inmensos, le inclinaban al doblez y a la crueldad. Es la época de gobierno del canciller Wosley, verdadero amo de Inglaterra. Desarrolló la cultura clásica en los centros universitarios. En el exterior mantuvo una política de equilibrio europeo, y de arbitraje. A partir de 1523, se manifiesta en el país una cierta oposición contra los métodos, demasiado autoritarios, de Wosley, y su excesivo fausto y ambición. El asunto del divorcio real, precipitará su desgracia (1529), a la vez que arrastrará al país a una nueva situación. 5.4.2.2 La separación de la Iglesia de Roma. La Reforma en Inglaterra tuvo consecuencias trascendentales en todos los órdenes. En primer lugar el reforzamiento de la autoridad del Parlamento. Desde entonces, el papel del Parlamento en la historia inglesa no cesará de agrandarse. 5.4.3 Transformaciones Económico-Sociales 5.4.3.1 Consecuencias sociales de la secularización de los bienes eclesiásticos. La confiscación de bienes de los monasterios convirtió a la Corona inglesa en gran propietaria. Enrique VIII que vendió, o regaló, aproximadamente los dos tercios de estas tierras, creó una nueva aristocracia, en cierto modo, cliente de la Corona, pues debía su elevación a la largueza real. Esta nueva aristocracia Tudor desempeñó los cargos más importantes y fue el soporte del trono.

Esta nueva aristocracia, cuyas relaciones con el campesinado no eran tan estrechas como las de la vieja nobleza, depende más del favor real y aspira a los cargos públicos. No repugna tampoco de empresas especulativas. En esta época se produce también el ascenso de la “gentry”, que se aprovecha también de la adquisición de tierras monásticas y de las transformaciones en la economía agraria, y, a veces están interesados en la industria pañera o en el comercio exterior. 5.4.3.2 Desarrollo económico y comercial. El desarrollo de la industria y el comercio, jugó un papel estimulante. La industria lanera conoció un gran desarrollo, sobre todo en los distritos rurales del suroeste, las regiones de Salisbury, Winchester y Norkfold. La compañía comercial de los “Mercaderes Aventureros”, organizada desde el Siglo XV, obtuvo notables privilegios en 1504, y desarrollarían la exportación de paños ingleses. La expansión de la industria, redujo a la nada la

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exportación de lana, sustitución que supuso un importante valor añadido al trabajo industrial. 5.4.3.3 Problemas Sociales. La orientación de la agricultura hacia la cría de ovejas, el desarrollo de la industria rural, que escapa a los reglamentos de las corporaciones, y la destrucción de monasterios y con ello algunos de sus funciones asistenciales, crearon, a partir de 1530, tensiones sociales. Los artesanos de las ciudades, sobre todo los de Londres, vieron sus beneficios limitados por la concurrencia de la industria rural o de compañías con monopolio. A pesar del esfuerzo del gobierno para garantizarles seguridad (estatuto de 1527), un cierto número de campesinos fueron desalojados de sus tierras; y los jornaleros de ciertos condados de las Midlands, perdieron su empleo a causa del movimiento, aún limitado, de los “enclosures”, en el momento en que se extinguen los conventos. Estos cambios sociales explican algunos movimientos populares, combinados, a veces, con motivos religiosos y políticos, como la insurrección, en Devon y Cornualles, en 1528; los alborotos sociales, en 1525 y 1528; entre los obreros pañeros del sudoeste de 1549, en Norfolk; o la rebelión campesina, encabezada por Robert Kett, que degolló a 20,000 ovejas pertenecientes a grandes propietarios.

El Estado procuró resolver estos problemas promulgando las llamadas “leyes de pobres”. La primera, en 1536, confiaba a las autoridades parroquiales el mantenimiento de los menesterosos, por medio de colectas y limosnas, al mismo tiempo que se reprimía la mendicidad. En 1547 una nueva ley, a la vez protectora y represiva, preveía el alojamiento de los indigentes, para obligarles a trabajar en “workhouses”. Una nueva asistencia social laica se multiplica: las ciudades crean hospitales y centros de beneficencia. 5.4.4 El Reino de Escocia 5.4.4.1 Reinado de Jacobo IV. Comenzó a consolidar la autoridad. Aunque casado con Margarita, hija de Enrique VII de Inglaterra, Jacobo se mantuvo aliado a Francia, frente a la política de su suegro. 5.4.4.2 Jacobo V. Durante estos años, la influencia de los “lollardos”, se infiltra, desde Inglaterra, hasta llevar al país a una serie de disturbios y choques internos, que lo debilitan. Estas luchas de los poderosos clanes nobiliarios, se agudizan durante una dilatada minoría (1518-1528). En este año comienza el reinado personal de Jacobo V (1528-1542), que consigue restaurar el orden en el interior y refuerza su alianza con Francia, al casarse con María de Lorena, unión de la que nacería María Estuardo, proclamada reina a la muerte de su padre en 1542. 5.4.4.3 María Estuardo. Como María Estuardo era recién nacida, gobernó como regente su madre María de Lorena, ayudada por el arzobispo de Saint Andrew, David Beaton, decididamente nacionalista y francófilo, que mantuvo el reino alejado de los intentos de Enrique VIII para unir ambas Coronas. Aunque libre, oficialmente, de la Reforma, en estos años se estaba incubando en Escocia, por la entrada de herejes extranjeros y apoyados por algunos poderosos clanes nobiliarios, un movimiento reformista anglófilo y contra la política pro-francesa de la Regente.

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5.5 LOS ESTADOS ITALIANOS 5.5.1 Fraccionamiento político de Italia 5.5.1.1 Los principales estados. Eran numerosos los Estados, y sus dimensiones y constituciones políticas muy diferentes. Además del Estado Pontificio existía un reino, el de Nápoles; marquesados, como Saluzzo o Monferrato; ducados, vinculados a viejas familias feudales (Saboya y Ferrera), o a “condottieri” (Milán, Mantua, Urbino, Bolonia) y otros principados minúsculos; repúblicas aristocráticas (Venecia, Génova, Florencia, Lucca, Siena, etc.); y antiguos señoríos y repúblicas.

Se observan dos tendencias: la primera, la caída de los gobiernos comunales o Repúblicanos y la segunda, la expansión de las mayores ciudades-estado a expensas de otra menos poderosas. 5.5.1.2 Las ciudades-estado y el gobierno de los “déspotas”. Casi todas las ciudades del norte y centro de Italia se habían desarrollado como comunas independientes, con formas Repúblicanas, dominadas, más o menos, por una clase aristócrata o por una mezcla de mercaderes y nobles. Hacia finales del XIII, el poder de esta clase social dirigente, fue discutido por una nueva clase de ricos capitalistas y también una clase media de artesanos y comerciantes, que aspiraban a mantener la paz, esencial para sus negocios. La solución sería el gobierno de la ciudad por un dictador o “déspota”, que mantendría el orden y la paz a costa de la libertad política. La forma en que estos déspotas adquirieron el poder, difiere según las ciudades. Algunos lo lograron como delegados de los magistrados de la ciudad, convirtiéndolo en un poder extraordinario; otros fueron soldados mercenarios o señores feudales que se apoderaron del poder por la fue fuerza de las armas; algunos, finalmente, utilizaron su riqueza como medio de controlar el gobierno.

Estos déspotas eran gente de una gran personalidad y fuerza de carácter, y se consideraron por encima de las leyes, rompiendo con toda forma tradicional de gobierno, y utilizando el poder para su propio encumbramiento y riqueza. Fueron a menudo, astutos, crueles y pérfidos, pues debían gobernar no sólo con la fuerza, sino con el terror. Pero, generalmente, proporcionaron a sus ciudades un gobierno más estable y próspero de lo que había sido durante las antiguas comunas Repúblicanas.

Pero los déspotas no hubieran podido obtener el poder, ni mantenerse en él, si en general el pueblo italiano no hubiera perdido su habilidad o su interés por la defensa de sus libertades. Los Estados italianos, para defenderse contra sus enemigos, sofocar las rebeliones de los ciudadanos descontentos o los deseos de independencia de las ciudades sometidas, hubieron de depender de soldados mercenarios extranjeros. Estos soldados mercenarios estaban organizados por líderes, llamados “condottieri”, que ofrecían sus servicios a quien mejor les pagara. Su principal interés era mantener la guerra durante el mayor tiempo posible, ya que la paz traía consigo el desempleo. 5.5.1.3 Importancia de los grandes estados. La segunda tendencia general de la historia de Italia durante este período, es la expansión de los grandes Estados a costa de los pequeños. Esta tendencia se manifestó más tarde que la conquista de las ciudades por déspotas, y, en cierto modo, es la consecuencia natural de este proceso.

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5.5.2 Desarrollo Económico y Social 5.5.2.1 La población. La Península estaba densamente poblada y sus ciudades, en general, crecen durante la segunda mitad del Siglo XV y la primera del XVI.

En las ciudades italianas, la población gozaba de mejores medios asistenciales y mayores comodidades. No faltaban las instituciones para prevenir las hambres, que almacenaban el trigo en las épocas de abundancia a bajos precios y la asistencia social y hospitalaria estaban muy desarrolladas. 5.5.2.2 Agricultura. La agricultura de regadío se practicaba en amplias extensiones de Lombardía y Venecia. En la llanura lombarda la propiedad capitalista desarrollaba, aparte del trigo, hortalizas y legumbres, cultivos nuevos como el arroz, introducidos hacia 1475, y el trébol, para alimento de la ganadería vacuna. Otras ciudades del centro, poseían vegas y huertas, cultivadas con esmero. Italia del sur, Sicilia y Appulia, fueron los graneros de trigo del Mediterráneo. 5.5.2.3 Industria. Italia poseía una estimable industria metalúrgica en el norte, en Lombardía, y, sobre todo, textil. Las ciudades lombardas dominaban el mercado de la pañería y también de la sedería, organizado bajo formas capitalistas. 5.5.2.4 Desarrollo comercial y bancario. Venecia era la puerta de entrada de las mercancías de Oriente hacia el mundo germánico. Abastecía también a Occidente, gracias a su imperio colonial, cuyo centro era Chipre. El puerto de Venecia era el más importante de Italia. 5.5.3 Los Principales Estados y sus Vicisitudes 5.5.3.1 Los Estados Pontificios. Incluían territorios heterogéneos, separados por el Apenino Central. En su mayor parte el poder del Papa era tan sólo nominal, pues en casi todas las ciudades se habían establecido “condottieri”, a los que la Santa Sede había tenido que reconocer el título feudal.

Los Papas de este período, no se distinguieron, ciertamente, por sus atenciones a la Iglesia; gobernaron más como soberanos políticos y movidos por afanes temporales y familiares, practicaron ordinariamente el nepotismo.

Como resultado del Gran Cisma y del movimiento conciliarista, el Papa había recobrado su autoridad en los Estados Pontificios y restaurado sus finanzas. Sin embargo, desde el Siglo XV, cada vez llegaban menos recursos económicos de fuera de Italia y fue preciso explotar los propios medios; para ello fue necesario poner control y orden sobre la administración y expandir las fronteras del Estado. Los Papas de este período, creyeron que era esencial mantener su poder temporal en Italia, para ejercer su función universal, pero a costa de sus deberes como jefes espirituales de la Iglesia. 5.5.3.2 Reino de Nápoles. Estaba regido por Ferrante I (1458-1494) hijo bastardo y sucesor de Alfonso el Magnánimo de Aragón. A su muerte se desató la contienda hispano-francesa, que desde 1504 puso en manos españolas el reino hasta 1715. El soberano español, ausente ordinariamente, se hizo representar por un virrey, al que asistía un “Consejo Colateral” con competencia jurídica y financiera.

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5.5.3.3 La República de Venecia. Venecia era la más poderosa de las repúblicas aristocráticas. En torno a la ciudad de San Marcos, protegida por su laguna, se fue formando un poderoso Estado, que abarcaba gran parte de la llanura del Po. Su constitución política era una muestra de equilibrio y ponderación. Reservaba los derechos cívicos, exclusivamente, a la nobleza, aunque ésta nacida del comercio, era muy abierta y fluida. La soberanía pertenecía al Gran Consejo, integrado por representantes de las familias nobles, unas dos mil, cuya función era elaborar las leyes y nombrar los cargos públicos. El Senado, elegido por el Gran Consejo, dirigía la política exterior. Los órganos ejecutivos principales eran el Consejo de los Sabios y el Consejo de los Diez. El Dux, o Dogo, era la cabeza oficial de la “Serenísima República”, que se recubría de toda pompa y magnificencia. Su ejército, su flota y sus recursos, hacían de Venecia una verdadera potencia. 5.5.3.4 La República de Génova. La República de Génova era muy diferente y su territorio sensiblemente más pequeño, pues abarcaba solamente una estrecha faja litoral; su soberanía estaba mediatizada por la lucha entre las grandes familias. Los nobles, divididos en clanes (alberghi), en conflictos ininterrumpidos, se oponían a los plebeyos (popolari); los burgueses a los artesanos; y las facciones rivales, llamadas blancos y negros, luchaban entre sí. Estas constantes contiendas y antagonismos sociales y políticos impidieron a Génova desempeñar el papel al que estaba llamada por su prosperidad comercial, su potencialidad marítima y su sólida banca.

Estuvo sometida a Francia entre 1499-1512, y sería después de 1528 la aliada y tutelada de España durante más de un Siglo. La tendencia de la constitución genovesa fue hacia la oligarquía. 5.5.3.5 Ducado de Milán. La corona ducal de Milán fue asegurada por la Paz de Lodi (1454) al famoso condottiero Francisco Sforza, que con prudencia y tacto de gobernante, ayudado por la amistad con Florencia y Francia, supo constituir un gran Estado, rico, y centro de las artes y de las ciencias. Durante le gobierno de Juan Galeazzo (1476-1494), su cuñado, el ambicioso Ludovico el “Moro”, fue el verdadero duque, que arrastró a Milán a toda suerte de conflictos en que creyó obtener una ampliación del Estado. 5.5.3.6 Florencia. Florencia era una Ciudad-Estado muy convulsiva, en la que desde 1434 se había impuesto la gran familia industrial y financiera de los Médicis. Representada solamente por el “popolo grasso” es decir, la burguesía mercantil.

Lorenzo I el Magnífico (1469-1492) consolidó el poder de la familia sobre Florencia. Su matrimonio con la noble romana clarisa Orsini le proporcionó el lustre aristocrático de que antes de su familia carecía. Ayudado por sus partidarios, incrementó la fiscalización que el “Consejo de los Ciento” ejercía sobre el gobierno, pero cuidando mucho de conservar la fachada Repúblicana del Estado. Era una personalidad compleja, genio versátil, a la vez que poeta, mecenas, hombre de Estado y diplomático. Sus pretensiones de obtener el ducado de Milán y la señoría sobre Imola, le enfrentaron con la Santa Sede, a cuya cabeza Sixto IV, que retiró los fondos pontificios de la banca Médicis, otorgándoselos a la familia rival de los Pazzi. Lorenzo, hábil diplomático, tras dos años de resistencia, logró apartar a Nápoles, mientras que la toma de Otranto por los turcos (1479), decidió a Sixto IV a renunciar al acoso florentino. Este triunfo reforzó la autoridad de los Médicis en Florencia. Lorenzo, apodado el Magnífico, ejerció un eficaz mecenazgo de artistas, en particular sobre Miguel Ángel, autor de los sepulcros de la familia.

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5.5.3.7 Ducado de Saboya. El ducado de Saboya, que se extendía al otro lado de los Alpes hasta Niza, sólo poseía en la vertiente italiana una parte del actual Piamonte; por ello apenas puede considerarse territorio italiano. Dentro de su espacio estaban comprendidos dos feudos independientes: los marquesados de Saluzzo y Monteferrato. Tenía un papel estratégico fundamental, pues dominaba los pasos de Francia a Italia. Durante la Reforma, perdió la ciudad de Ginebra y la comarca de Vaud, que se independizaron. 5.6 LA CONSTITUCIÓN IMPERIAL 5.6.1 La constitución imperial 5.6.1.1 El territorio. Estaba limitado al oeste por el Escalda y el Mosa; al sur, englobaba los Estados hereditarios de los Habsburgo, con Trieste; al este, incluía a Austria y al reino de Mohemia; al norte, no rebasaba el Oder. Prusia no formaba parte del Imperio. 5.6.1.2 Estructura del Imperio174. La persona llamada a ser emperador (rey de romanos) debía ser elegida por siete príncipes electores, tres eclesiásticos y cuatro laicos. La Dieta estaba formada por tres asambleas de órdenes. La asamblea de príncipes reunía a más de trescientos miembros, divididos en tres clases. En la asamblea de ciudades formaban parte representantes de las villas de Nuremberg, Augsburgo, Ratisbona, Bremen, Hamburgo, Lubeck y Estrasburgo. La Dieta era la única institución que podía ejercer derechos de soberanía175. 5.6.1.3 El Emperador y su Cancillería. Existía también la Cancillería imperial, presidida por el arzobispo de Maguncia y un Tribunal imperial que acompañaba al Emperador en sus viajes.

El Emperador tenía un poder meramente representativo. No disponía de ejército, ni de ingresos fijos, ni de un cuerpo de funcionarios para hacer aplicar sus prerrogativas y órdenes. El auténtico poder residía en los príncipes y se expresaba a través de las Dietas.

El Imperio comprendía numerosos Estados, dirigidos por príncipes, eclesiásticos, o laicos, pequeños señoríos que gozaban del privilegio de ser directamente vasallos del Emperador, y numerosas ciudades libres. 5.6.1.4 Estados Patrimoniales de los Habsburgo. Ente los Estados, el más importante era el de los Habsburgo, formado por las posesiones hereditarias de la familia176. Luis XI consiguió apoderarse de la Borgoña ducal que, conservaba por Carlos VIII, debía convertirse más adelante en la manzana de discordia entre Carlos V y Francisco I.

Desde 1526, a los territorios de los Habsburgo se añadirían las coronas electivas de Hungría y Bohemia. Hungría, que no formaba parte del Imperio, estaba dividida en tres porciones: una, con la capital, Buda, anexionada por el Turco; otra,

174 Según la Bula de Oro de 1356 175 Autorizar los impuestos, decidir la Guerra, ratificar tratados con príncipes extranjeros, levantar ejércitos, despojar a un príncipe de sus estados, etc. 176 Archiducado de Austria, ducados de Estiria, Corintia y Carniola, condado del Tirol, territorios de Brisgovia y la alta Alsacia.

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Transilvania, que pagaba tributo a los turcos; la tercera, la Hungría real, que reconocía a los Habsburgo como soberanos. Bohemia177 aseguraba a los Habsburgo un voto más en la elección imperial. Pero estos nuevos territorios eran los más expuestos al ataque del Turco. 5.6.1.5 Los siete principados electores. Los principados electorales gozaban de una situación más estable, pues según la Bula de Oro no podían dividirse. Los electores poseían derechos soberanos, como acuñar moneda, imponer contribuciones, administrar justicia. 5.6.1.6 Ciudades libres. Eran más de un centenar, sobre todo en los países romanos y en Suabia; escaseaban en Baviera, Franconia y Turingia. En el norte estaban las grandes ciudades hanseáticas y en Lorena, tres ciudades de habla francesa. Se administraban igualmente por un Consejo, que gozaba de amplias prerrogativas económicas, financieras y militares. Las corporaciones ejercían en ellas un relevante papel. Salvo algunas, como Ulm o Nuremberg, que poseían un territorio extenso para poder afianzar su importancia, las ciudades alemanas, desde finales del Siglo XV, estaban en declive, frente al robustecimiento del poder de los príncipes. 5.6.2 Situación social y económica 5.6.2.1 Transformaciones en las estructuras. La penetración de los métodos capitalistas y el rápido desarrollo comercial de algunas importantes ciudades favorecía los cambios en la organización social y acentuaba las desigualdades. Mientras el artesanado de Alemania del norte y del oeste se mantuvo relativamente próspero, muy sólidamente afianzado en el cuadro de las corporaciones, en las ciudades textiles, la intervención de firmas capitalistas en la industria, produjo cambios y mutaciones sociales. En Ulm y Augsburgo, los tejedores de fustanes, anteriormente libres, caían bajo la dependencia económica de comerciantes que importaban el algodón y otras materias primas, que se los entregaban para su elaboración, encargándose ellos de colocar en el mercado exterior los productos acabados. 5.6.2.2 Desarrollo de la minería. En el sector minero la transformación fue aún más importante. La explotación minera, que se desarrolla a mediados del Siglo XV, por su misma estructura y la aplicación de progresos técnicos, imponía un capitalismo. Existían así grandes empresas, radicadas en Augsburgo y otras ciudades de la Alta Alemania, como las de los Fugger, Hochstetter, Baumgartner, Meeting, etc., que comprendían obreros especializados, bien pagados, y otros muchos con un trabajo duro y jornales cortos.

La actividad comercial se acrecentó sobre todo: en las ciudades hanseáticas que mantenían intercambios con los Países Bajos y la península ibérica; en la región renana, donde el Rhin era la vía activa pro la que se conducían paños, telas y productos metálicos de la baja Alemania y Suiza hacia los Países Bajos; y en las villas danubianas, que servían de empalme entre la Italia norteña y la alta Alemania. 5.6.2.3 La situación del campesinato. Sin embargo, la actividad de las tres cuartas partes de los alemanes era la agricultura. El campesinado alemán se sentía oprimido por la nobleza y el alto clero y acechaban la ocasión de liberarse del pago

177 Comprendía Bohemia, Moravia, Silesia y Lusacia

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de córveas y diezmos. No fueron infrecuentes las insurrecciones campesinas. Las señas distintivas de estos movimientos revolucionarios era el “bundschuch”, basto calzado campesino, bien diferenciado de la bota fina de los nobles. El mundo rural estaba especialmente inquieto y no sería difícil, como lo probarían los movimientos de 1523-1525, provocar cualquier conflicto. 5.6.2.4 Descontento de los Caballeros. Pero quizá el mayor elemento potencial de perturbación se hallaba en el sector social de la pequeña nobleza, de los caballeros (Ritter), muy numerosos en Alemania occidental. Desde el Siglo XIV, se hallaban en decadencia, tanto en su situación económica, como en su estatus social. Como pequeños propietarios vieron reducidos sus patrimonios; y también el poder adquisitivo de las rentas que de ellos recibían, como efecto de la inflación. Por otro lado, la evolución de los ejércitos y de los métodos de la guerra les había dejado prácticamente sin función directiva y sin el botín que aquella les proporcionaba. Estos caballeros tuvieron que ponerse al servicio de príncipes y nobles más poderosos (condottieros) o se hicieron aventureros, bandoleros y atracadores de viajeros, villas y monasterios. 5.6.3 Tentativas de centralización 5.6.3.1 Crisis de la estructura política. La anarquía se hizo tan evidente, que Federico III Habsburgo (1440-1493) hubo de plantearse la necesaria reforma política. Él preparó la grandeza de los Habsburgo, al casar a su hijo Maximiliano con una rica heredera, María, hija de Carlos el Temerario, duque de Borgoña, que aportó la mayor parte de los Estados de su padre, entre ellos los Países Bajos. 5.6.3.2 Maximiliano I y la centralización del imperio. Maximiliano necesitaba realizar la reforma imperial para obtener el apoyo financiero y militar del Imperio en beneficio, ante todo, de sus territorios patrimoniales, que debía defender contra el Turco, y para su ambiciosa política italiana. En la Dieta de 1496, reunida en Worms, se enfrentaron manifiestamente la postura del Emperador y la de los príncipes. Mientras éstos pretendían establecer una Confederación oligárquica, Maximiliano consideraba que la centralización del Imperio, bajo la autoridad del Emperador era fundamental para la defensa efectiva contra los enemigos, especialmente, franceses y turcos. En todo caso, prefería mantener su autonomía financiera y militar, sin subordinarse a una organización federativa.

En estas condiciones se llegó a una transacción. Se acordó la prohibición de guerras internas (Paz perpetua) y la disolución de los ejércitos de los príncipes, y erigir, para mantener la paz, una Cámara de Justicia Imperial. Se acordó también otorgar al Emperador el “dinero común”, impuesto que le permitiría atender a las necesidades imperiales. Pero los príncipes no lograron que Maximiliano aceptara un Consejo de Gobierno del Imperio, que establecería la política imperial. Entonces, algunos príncipes rehusaron pagar el “dinero común”. 5.6.3.3 Fracaso de estas tentativas. Si las decisiones de la Dieta de Augsburgo hubieran tenido efecto, el poder del Emperador hubiera quedado notablemente reducido, y el Imperio habría vuelto a la anterior oligarquía. Pero el Consejo de Gobierno tropezó con muchas dificultades para llevar a cabo su tarea, por la oposición no sólo de Maximiliano, sino de los intereses de los príncipes. El Emperador propuso en 1505 nuevos planes de reforma para establecer un gobierno central fuerte, pero bajo su control, que no fueron aceptados. En adelante, su

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táctica sería intentar imponer sus puntos de vista, sea directamente, o mediante ligas con otros príncipes, sin tener en cuenta los intereses nacionales o populares. En la Dieta de Maguncia de 1517, fracasaron definitivamente las aspiraciones reformistas. 5.6.3.4 Carlos V Emperador. La situación del Emperador vino, por circunstancias bien conocidas, a plantearse de manera diferente con su nieto y sucesor, Carlos V (1519-1556). Su misma elección imperial, en 1519, fue posible mediante el soborno y compra de los electores, lo que implicó una limitación del poder imperial. Además, Carlos, antes de la elección, hubo de firmar una capitulación por la que se comprometía, prácticamente, a no tomar decisión importante alguna, en política exterior o en materia interna, sin consultar previamente a los electores o a la Dieta. Este precedente condicionaría las posteriores elecciones del Imperio.

La cuestión esencial del programa de Carlos V sería hallar una fórmula capaz de conciliar y hacer factible el gobierno del Imperio con el de los Estados que le habían correspondido por herencia. En la dieta de Worms, de 1521, y aprovechando el movimiento luterano, reorganizó el Consejo de Gobierno (Reichsregiment) robusteciendo en él la autoridad imperial. Pero quizá la decisión de mayor trascendencia, y que tendría resultados muy positivos ante sus frecuentes ausencias de Alemania, solicitado por el gobierno de España y de los Países Bajos, fue la decisión de hacer venir de España a su hermano Fernando, tras nombrarlo su representante en el Imperio, y cederle, por el tratado de Bruselas (1522), los territorios de los Habsburgo, con lo que vino a reemplazarle, durante su ausencia, en el gobierno de los asuntos austriacos e imperiales. 5.6.4 Estructura y Gobierno del Imperio Carolino 5.6.4.1 Carlos V y su gobierno personal. Además del Imperio Germánico, Carlos V tuvo bajo su cetro otros territorios, que constituyeron un Imperio con unas características muy peculiares, que la hacen único en la Historia. Carlos gobernó su Imperio bajo una forma patrimonial; ninguno de ellos estaba subordinado constitucionalmente a otro. Existía un Consejo de Estado, que incluía miembros italianos, españoles y borgoñones, con finalidad consultiva en los asuntos tocantes al Imperio en general, pero era poco eficaz para ser considerado como organismo generador de un gobierno común. Es bien significativo al respecto que en 1530, a la muerte de Mercurino Gattinara, fuera suprimido el cargo de Gran Canciller Imperial. El Emperador asumió personalmente toda la responsabilidad política, asesorado por los consejeros que en cada caso sería oportuno consultar. Existían, para canalizar los asuntos y ejecutar las decisiones, dos Secretarías distintas: La Secretaría de Estado Española178 y una Secretaría Francesa179.

La unidad del Imperio procedía de la persona del propio Emperador y emanaba de su exclusiva responsabilidad. En cada territorio estaba representado por un regente, miembro de su familia, o virrey, escogido entre la nobleza española. 5.6.4.2 Dificultades financieras. La política de Carlos V se apoyó financieramente sobre todo en España. Castilla fue sin duda el reino que contribuyó

178 Se ocupaba de los asuntos de España, Italia y el Mediterráneo. 179 Trataba los asuntos de los dominios situados al norte de los Pirineos y de los Alpes.

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en mayor medida a la política Imperial, después de los Países Bajos. Desde 1550 el agotamiento de las fuentes europeas, hizo que dependiera cada vez más de la plata de las Indias españolas. Pero como las campañas exteriores y los gastos extraordinarios fueron lo normal, los recursos ordinarios no llegaban a cubrir aquellas necesidades. Por ello Carlos V tuvo que servirse del préstamo. Los banqueros alemanes, genoveses, flamencos y españoles le adelantaron grandes sumas de dinero a altos réditos, negociados sobre todo en la plaza de Amberes. 5.6.4.3 Los Países Bajos. Importancia de la política de Carlos V. La vieja patria de Carlos, a la que los españoles llamarían Países Bajos, comprendía los ducados de Luxemburgo, Brabante y Limburgo, los condados de Flandes, Holanda, Zelanda, Heano y Artois, además de otros menores (Namur, Amberes y Malinas) y señoríos. Durante su reinado, Carlos V añadió otras provincias. Después de una larga guerra, interrumpida por treguas que el duque de Güeldres, instigado por Francia, volvía a romper, Carlos adquirió sucesivamente Frisia (1521), Utrecht y Overyssel (1528) y Groninga (1536). Finalmente, en 1543, el condado de Zupthen. Se constituyeron así las Diecisiete Provincias. 5.6.4.4 Gobierno y administración. Sin separar formalmente los Países Bajos del Sacro Imperio, Carlos reforzó su unidad por dos actos legislativos. La Transacción de Augsburgo (1548) que reunió en el “círculo de Borgoña a todos los antiguos territorios que poseía la Casa de Habsburgo y los de Flandes y Artois sustraídos a la soberanía de Francia. Por la Pragmática Sanción instauró un sistema sucesorio, por orden de primogenitura, constituyendo a las Diecisiete Provincias en un verdadero Estado, cuyo soberano llevaba oficialmente el título de “señor natural”.

Cada una de las provincias tenía sus Estados, en los que la nobleza tenía ejercida influencia preponderante. El gobierno central radicaba en Bruselas, donde residía la gobernadora, que regía ayudada de tres consejos: Consejo de Estado, Consejo Privado o alta corte de justicia y Consejo de Hacienda. En las provincias, la administración incluía Consejos de Justicia y Cámaras de Cuentas, y sus respectivos gobernadores (Stathouders) mandaban el ejército. Los ingresos procedían o del patrimonio o de los impuestos directos votados por los Estados Generales. 5.6.4.5 La Población y la Economía. Las crecientes demandas financieras de la política imperial serían una causa fundamental de descontento. Pero existían también otras circunstancias, como la formación de un proletariado urbano en las ciudades, especialmente en Flandes. Brujas y Gante se levantaron contra Maximiliano, y Gante volvió a registrar desórdenes en 1539-1540 hasta el punto de que el propio Carlos V tuvo que venir con un ejército para acabar con el gobierno popular allí establecido.

Los Países Bajos era uno de los territorios más densamente poblados y prósperos, con numerosas urbes de importancia. Su agricultura estaba en la vanguardia europea y en muchas partes había desaparecido el barbecho, gracias a la alternancia de sistemas de cultivo muy complejos. La superficie cultivada se había acrecentado mediante el drenaje, la construcción de diques y la mejora de tierra. Este progreso rural que tendió a la explotación bajo formas capitalistas tuvo también su otra cara; contribuyó a la formación de un proletariado desarraigado, que acudía a los centros urbanos en busca de trabajo.

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5.6.4.6 Desarrollo mercantil. Amberes, mercado internacional. El comercio alcanzó un gran desarrollo, gracias a la tupida red de canales interiores, y excelentes puertos. Entre ellos destacará Amberes que asumió el papel desempañado por Brujas en los Siglos anteriores. Su hegemonía radicaba, en parte en sus propias industrias y en parte en su excepcional situación. Amberes servía de palanca de intercambios entre el comercio del Báltico y el que alcanzaba por el Rhin el centro de Europa e Italia; y entre Londres al oeste y la península ibérica al sur.

Desde 1511 un tratado de neutralidad con los suizos, y en 1522 con Francia, salvaguardaron este pequeño territorio de conflictos con sus vecinos. 5.6.4.7 La Disgregación del Imperio Carolino. Hacia 1548, después de haber creído que tenía a Alemania dominada, el Emperador, estaba envejecido y cansado. Comenzó a reflexionar sobre la sucesión y en la conveniencia de que cuando muriera su hermano Fernando también los dominios patrimoniales austriacos y el Imperio pasaran a su hijo Felipe. 5.7 PAÍSES DEL NORTE 5.7.1 La Unión de Kalmar

La “Unión de las tres coronas” (Noruega, Suecia y Dinamarca), efectuada en 1397 en Kalmar, se mantuvo más o menos bien, hasta comienzos del Siglo XVI. Dicha unión tenía más bien el sentido de un contrato de asociación entre la monarquía danesa y los nobles de cada uno de los tres países, que conservaban una gran independencia. 5.7.2 Características socio-políticas de estos países

En Dinamarca la Corona era electiva. La autoridad real estaba mediatizada por la Dieta (Rigsraat), compuesta por la nobleza del clero. La aristocracia era muy poderosa. Desde años atrás, concretamente desde 1439, había logrado reunir importantes prerrogativas económicas y judiciales, frente al ascenso de una burguesía urbana en las ciudades comerciales y frente al campesinado, sometido a servidumbre.

La situación social y política era semejante en Suecia y Noruega. Pero Suecia contaba con una asamblea muy especial, el “Riksdag”, integrada por cuatro órdenes: nobleza, clero, burguesía y campesinado.

Dinamarca, Noruega y Suecia eran en realidad comunidades gobernadas por la aristocracia, que tenían en común un rey débil, puramente decorativo. 5.7.3 La mediatización económica de la Hansa

Por otra parte, la Hansa hacía lo posible por mantenerse como la poderosa Liga de ciudades mercantiles del norte del Imperio, garantía de que el paso de Sund continuase abierto. La condición para ello estaba en la rivalidad entre Suecia y Dinamarca, y en el mantenimiento de una monarquía débil, incapaz de cerrar aquel paso vital para el comercio entre el Báltico y los países del Mar del Norte, fundamento de la prosperidad de la Hansa.

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A comienzos del Siglo XVI, aunque las ciudades de la Hansa seguían disfrutando de una economía floreciente, la Liga Hanseática experimentó disensiones intestinas, agravadas por la consolidación, y consecuente competencia, de los estados territoriales del norte de Alemania y de la monarquía en los Países Bajos. 5.7.4 La Corona de Dinamarca-Noruega 5.7.4.1 Cristian II. El vacío de poder provocado por la debilitación política de la Hansa, sería aprovechado por Cristian II de Dinamarca (1513-1523). Cristian trató, emulando a los soberanos de su época, de aumentar el poder y autoridad de la monarquía y rehacer la unidad escandinava. Apoyado en la burguesía de las ciudades y en el campesinado, intentó quebrantar el poder de la nobleza y reducir las inmunidades y privilegios de los eclesiásticos.

El primer revés lo experimentarían en Suecia. Hizo ejecutar traicioneramente a los rebeldes. El “baño de sangre” de Estocolmo provocó una sublevación general de matiz nacionalista, encabezada por el hijo de una de las víctimas, el futuro Gustavo Vasa. La rebelión triunfó, y en 1523 Suecia se constituyó como reino independiente.

En Dinamarca, este mismo año, Cristian II, fue destronado por un levantamiento de la nobleza, apoyado por Lübeck, que buscaba zafarse de los peajes del Sund, y se proclamó rey al duque de Schleswig-Holstein, Federico I. El destronado Cristian II se refugió en los Países Bajos, donde tejió toda clase de intrigas para ser repuesto en el trono de Dinamarca. En 1531-1532 organizó una invasión, con el apoyo del Emperador y de acuerdo con la ciudad de Lübeck, que quería recobrar el control del paso del Sund. 5.7.4.2 Federico II. Por una parte tuvo que hacer frente a las intentonas del destronado Cristian; por otra, mantenerse en Dinamarca y Noruega frente a un mayoritario sector del clero y del pueblo que no aceptaba la expansión de las doctrinas luteranas, toleradas y favorecidas por el rey.

Al morir Federico I en 1533, el alto clero organizó la oposición, presentando la candidatura de Cristóbal de Oldenburgo, apoyado por la ciudad de Lübeck. 5.7.5 Suecia 5.7.5.1 Gustavo I de Vasa. Le fue mucho más difícil reinar. Su rebelión había sido apoyada también por los campesinos, quienes ni querían ni podían pagar los impuestos. Por otra parte, se le oponía Gustavo Trolle, depuesto obispo de Upsala, apoyado en un sector de la nobleza, que no gustaba de la tolerancia del nuevo monarca a la expansión de la doctrina luterana. Gustavo no vio en la riqueza de la iglesia sueca los medios necesarios para conseguir su asentamiento y satisfacer a la nobleza que le había apoyado. Iniciando la secularización de los bienes eclesiásticos, que representaban cerca del 70% de la riqueza del país. El apoyo prestado por el Papa a Trolle fue el pretexto de ruptura con Roma, que se produjo en la Dieta de Vasteras, en 1527. 5.7.5.2 Política interior. Gustavo hubo de reprimir numerosas tentativas y revueltas: las organizadas por el depuesto Cristian II, la sublevación de los campesinos católicos de Dalecarlia, la tentativa de un grupo aristocrático, también

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católico encabezada por el arzobispo Gustavo Trolle, en 1529, a partir de Noruega. Desde 1532 pudo controlar enteramente el país y crear una administración y una hacienda. Consiguió también consolidar la independencia y el asentamiento de su dinastía. Aprovechó la guerra de Cristian III de Dinamarca contra los hanseáticos para liberarse, en 1536, de los privilegios comerciales que había tenido que acordar a los comerciantes de Lübeck a cambio de la ayuda prestada en la lucha de independencia de 1523. En la Dieta de Obrero, en 1544, llegó a hacer reconocer que la Corona sueca sería hereditaria y en su linaje.

Gustavo I, gracias a su autoridad y prestigio personales, puso los fundamentos del desarrollo político y económico de Suecia. Gustavo también desarrolló la economía, impulsó la entrada de mineros alemanes que explotaron sus grandes riquezas del subsuelo, mientras que, liberado de la hipoteca de Lübeck, el comercio empezó a expandirse. 5.8 LOS PAÍSES DEL ESTE 5.8.1 La situación interior en estos países 5.8.1.1 Diversidad. El este de Europa estaba ocupado por tres grandes monarquías: Polonia, Bohemia y Hungría. Estos tres reinos no pueden considerarse como Estados, en el sentido estricto del término, sino como agrupaciones de regiones, unidas por el lazo de un mismo monarca. Polonia incluía Lituania y esta tenía anexa Ucrania. El rey de Bohemia gobernaba también regiones autónomas: Moravia, Lusacia y pequeños territorios de Silesia. Croacia era también un reino autónomo, pero sometido a la autoridad del rey de Hungría. 5.8.1.2 Avanzadilla de la cultura europea hacia el este. Estos tres reinos formaban parte de la comunidad occidental. Eran una especie de avanzadilla de la cultura europea hacia el este. Las universidades de Cracovia y Praga gozaban desde tiempo atrás de mucho prestigio y habían contribuido a extender las corrientes del Renacimiento y del Humanismo hacia el este. Polonia Hungría eran mayoritariamente católicas, aunque regiones de Ucrania y Rutenia estaban influidas por la iglesia ortodoxa. En gran parte de Bohemia se había extendido la herejía hussita, pero se consideraba integrante de la Iglesia de Occidente. 5.8.1.3 Rasgos Diferenciales de sus Estructuras Político-Sociales Respecto a Occidente. Polonia, Bohemia y Hungría, si bien mantenían estrechas relaciones con el sistema político y la civilización europea, presentaban, en su estructura social y en sus formas de gobierno, marcadas diferencias con respecto a los países occidentales. El poder estaba en manos de la gran aristocracia y del numeroso cuerpo de la pequeña nobleza, cuya riqueza variaba mucho, pero que poseía semejantes derechos de independencia e influencia política. La hegemonía de la nobleza terrateniente tenía su origen en la organización económica. Las grandes planicies del este poseían tierras de labor de las mejores de Europa. La producción cerealista podía complementarse con la ganadería bovina y, especialmente en Hungría, porcina. La gran aristocracia, que contaba con abundante mano de obra sujeta a servidumbre, pudo poner en explotación comercial sus vastos latifundios.

Desde finales de la Edad Media, la nobleza había conseguido sujetar a vasallaje al campesinado y formar, mediante la reunión de pequeñas explotaciones agrícolas, grandes propiedades y latifundios. A veces, llegaron a crear vastos territorios, casi independientes, porque el débil monarca hubo de concederles

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derechos de gobierno y jurisdicción. Solamente en Bohemia, y menos marcadamente en Transilvania, existían núcleos urbanos. En ellos la vida industrial y comercial permitía el desarrollo de una burguesía, con frecuencia de origen alemán o judío, ajena a este sistema de relaciones político-sociales. 5.8.1.4 Influencia política de la nobleza. El arma política de la nobleza era la Dieta, la Asamblea de Estados, o, mejor dicho, las asambleas de este tipo, pues eran varias. Las Dietas provinciales, en los tres reinos, menoscababan, en gran manera, la posibilidad de tomar decisiones en las Dietas generales. Estas asambleas, tanto a nivel provincial como general, eran portavoces de los intereses de la aristocracia.

La proliferación de asambleas deliberantes podría interpretarse como un signo de madurez política. Pero no era así, pues sus miembros no representaban los intereses de la población general. En todo caso, significaban un equilibrio de poder en sociedades, dominadas por la aristocracia terrateniente. Por desgracia, las repetidas Dietas no eran sino una prueba de la incapacidad de sus miembros para adaptarse a las nuevas circunstancias políticas y para hacer frente al peligro exterior.

La libertad e independencia política de esta aristocracia habían sido logradas en épocas críticas, con amenaza de no luchar y no proporcionar ayuda económica al monarca. Votaban en la Dieta, de mala gana, las ayudas financieras necesarias. Muy pocos reconocían que el interés nacional pudiera estar por encima de sus intereses de clase. Este sistema político instauró una oligarquía de grandes terratenientes, que mantuvo a la mayoría de la población, el campesinado, en estado de servidumbre, dificultó el proceso urbano, impidió la formación de una burguesía sólida y, en consecuencia, el desarrollo de un verdadero Estado estructurado. 5.8.2 Polonia y Lituania 5.8.2.1 La Dinastía Jagellón. En Polonia, desde 1386, reinaba la dinastía de los Jagellón, originaria de Lituania, donde, al mismo tiempo, eran grandes duques. En Polonia, durante doscientos años, mientras duró la dinastía Jagellón, no se planteó el problema de la elección.

Los primeros Jagellones consiguieron reducir el poder de la Orden Teutónica, y recuperar Pomerania y Danzig y tener con ello un acceso al Báltico. 5.8.2.2 Casimiro IV. Los Jagellones lograron también establecer un sistema de gobierno que fue capaz de funcionar con cierta normalidad. Casimiro IV había conseguido, al final de su reinado, que las Dietas provinciales, que anteriormente se pronunciaban separadamente sobre las propuestas de nuevos tributos o servicios al rey, comenzaran a elegir diputados (nuncios) a la Dieta General.

El poder de la nobleza se refuerza desde finales del XV a expensas de las otras clases, burguesía y campesinado. 5.8.2.3 Alejandro I. Imposición, por la nobleza, del estatuto “Nihil Novi”. Alejandro Jagellón (1501-1506) trató de utilizar la Dieta General para rebajar, en alguna manera, el poder de los magnates, en orden al mejor gobierno nacional, pues el monarca no disponía de tesoro, ni de ejército, ni de administración. Fue inútil. Quedaba garantizado el poder de gobierno de la aristocracia y establecía la impotencia del monarca.

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5.8.2.4 Segismundo I. En el reinado de Segismundo I (1506-1548), un núcleo de nobles reformadores, en torno al monarca, intentó reducir la importancia de los grandes privilegiados y reforzar el poder del gobierno central. Su principal finalidad era conseguir un sistema tributario más justo. Pero este intento de reforma administrativa fracasó por el egoismo de la mayoría y acabó por reforzar las prerrogativas de la aristocracia.

Rey humanista y ejemplo de mecenazgo, logró mantener un cierto equilibrio entre los nobles representados en la Dieta y contener a los tártaros y turcos que atacaban continuamente las provincias de Rutenia. 5.8.3 Hungría y Bohemia 5.8.3.1 Luis II. Sucedió a Luis I. Casado con María, nieta del Emperador Maximiliano I. Este matrimonio respondía a la política de alcoba, tan cara al Emperador, y traería, al fin, la herencia de Hungría y Bohemia a los Habsburgo, a la muerte de Luis II, en 1526, en la Batalla de Mohacs, en lucha contra los turcos. 5.8.3.2 Fernando I de Habsburgo. Las Coronas de Hungría y de Bohemia pasaron por elección de las respectivas Dietas a Fernando de Habsburgo, que no pudo hacer mucho por reorganizar el reino de San Esteban. Se vio obligado a luchar constantemente contra su rival en el trono, Juan Zapolya, vaivoda de Transilvania; también, contra los turcos. Había sido elegido rey con la condición de que se comprometiera a respetar todos los usos y costumbres del reino, es decir, que no intentara poner la autoridad real por encima de la aristocracia.

En Bohemia, Fernando trató también de eliminar el principio electivo, y la oportunidad se presentó la oportunidad en 1547.

Los planes de Fernando de centralizar el gobierno de todos los territorios de los Habsburgo en Viena y reorganizar un poderoso Estado federal fracasaron, pues no era el momento propicio. 5.8.4 Los inicios del estado ruso 5.8.4.1 Dispersión política en Rusia. Rusia puede decirse que se constituyó como reino en la segunda mitad del Siglo XV, por obra de Iván III, príncipe de Moscú (1462-1505), que unificó varios principados del entorno. Era un país totalmente rural, escasamente poblado, con sólo tres ciudades: Moscú, la ciudad santa, sede del metropolitano ortodoxo; Novgorod, centro comercial importante, y Pskov, lugar comercial de tránsito. 5.8.4.2 La unificación iniciada por Iván III. Iván se propuso anexionar estos principados y territorios. Desde el dinero a las demostraciones de fuerza, las alianzas oportunas y la brutalidad. Primeramente dirigió su interés hacia la rica ciudad comercial de Novgorod, debilitada por la lucha de facciones. No obstante su gran importancia comercial, Novgorod era tributaria, para su abastecimiento en víveres, de las tierras vecinas. Iván se valió de este talón de Aquiles. Primeramente venció, en 1470, a los de Novgorod y obligó a aquella ciudad a romper con Lituania. La derrota de Novgorod preparó el camino para la sumisión de Rostov (1474) y Tver (1485). El primitivo principado de Moscú se había ampliado enormemente.

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5.8.4.3 Luchas contra los Tártaros. Iván volvió entonces su atención hacia los tártaros. El Khan de la Horda de Oro, en alianza con Lituania, invadió en 1480 el territorio moscovita, pero faltó el apoyo lituano y afectado por el comienzo de la estación invernal, tuvo que retirarse.

Desaparecida la amenaza en el sur, el zar Iván pudo dirigirse contra su principal enemigo, Lituania. En 1494, logró anexionar un buen trozo de territorio lituano, y seis años más tarde, después de una nueva guerra victoriosa, gran parte del este de Lituania, lo que colocó a Rusia en situación favorable para amenazar las importantes ciudades de Smolensko y Kiev. Iván III acentuó la autocracia. Impuso, apoyado por su clero, la noción de su derecho divino, adoptó el ceremonial bizantino e introdujo un primer núcleo de administración. También la Iglesia se subordinó al monarca. 5.8.4.4 Política interior. Iván III mantuvo a los boyardos bajo su control y se apoyó en una nueva clase de servidores, civiles y militares profesionales, recompensados con tierras. Los campesinos quedaron bajo mayor dependencia de los señores. La comercialización de los cereales favoreció el desarrollo de las fortunas de los terratenientes. La economía rusa comenzó, antes de mediar el Siglo XVI, a abrirse a Occidente. 5.8.4.5 Basilio III. Basilio III (1505-1533) menos hábil que su padre, supo, al menos, consolidar la obra de aquél. Mantuvo el control sobre los poderosos boyardos y anexionó Pskov y Riazan. Invadió, en 1512, Lituania y se apoderó de Smolensko, que además de plaza fuerte, era una puerta económica y cultural hacia el oeste. A su muerte, en 1533, dejaba como heredero a un niño de tres años, el futuro Iván IV, el “terrible”. La minoría, que dura hasta 1547, fue muy calamitosa. Parecía que la obra tenazmente realizada por Iván III iba a desmoronarse. 5.9 EL IMPERIO TURCO 5.9.1 La expansión territorial por occidente. Sus consecuencias 5.9.1.1 Mahomed II y Constantinopla. Las conquistas de Mahomed (1451-1481) extendieron el Imperio Turco por una amplia zona de Europa meridional y oriental. Desde la conquista de Constantinopla, los turcos comenzaron a integrarse rápidamente en el seno de la política europea. Ello fue posible por la gran capacidad organizadora de Mahomed II y el poder de asimilación de los otomanos. Mahomed II tomó el título de Kaisa-i-Rus o Emperador Romano y decidió reconstruir el nuevo imperio sobre las bases bizantinas. 5.9.1.2 Conquistas de Selim I en Oriente. Doblaron la superficie del imperio otomano, pero, sobre todo, deslizaron la posición del Imperio Turco hacia Oriente, con importantes consecuencias.

En efecto, en primer lugar, bajo una administración eficiente, el mundo árabe proporcionó nuevos ingresos que hicieron del Imperio Turco uno de los estados más poderosos y ricos del Siglo XVI. Además, la adquisición de los lugares santos del Islam consolidó la posición del sultán otomano como el más importante gobernante islámico. Finalmente, los turcos heredaron la posición económica y política económica y política del Imperio mameluco, al mismo tiempo que su tradición cultural y administrativa. Los otomanos estaban en condiciones, sí se proponían

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crear una flota, de ser el primer poder naval del Mediterráneo, del Mar Rojo y del Golfo Pérsico. 5.9.1.3 Solimán el Magnífico. Durante el largo reinado de Solimán II (1520-1566), hijo y sucesor de Selim, serían plenamente utilizadas las bases acumuladas para establecer un estado otomano clásico. Prueba de que la estabilidad estaba conseguida, fue la llegada de Solimán al poder sin dificultades. Su reinado marca la cima de la grandeza otomana y se consolida el Estado bajo la forma que le caracterizaría en los tres Siglos siguientes.

La unidad económica impuesta por el Mediterráneo fue un factor muy importante para configurar el nuevo carácter del Imperio otomano que se extendía a Asia, Europa y África. La posesión de Constantinopla proporcionó a los otomanos un poder marítimo que nunca habían tenido. Sobre la base de los bien equipados astilleros y muelles bizantinos, con fácil acceso a los poblados bosques del Mar Negro, los otomanos, ayudados por la técnica griega y veneciana, constituyeron pronto una poderosa flota de galeras. Este control del mar era indispensable para la cimentación del Imperio. 5.9.2 Administración y Estructuras Internas 5.9.2.1 Las clases sociales y sus funciones. El Estado otomano estaba gobernado por el Sultán, ayudado del Gran Visir y un ejército poderoso. El Sultán era la cabeza de la iglesia musulmana y reunía por tanto poderes temporales y espirituales. La sociedad otomana estaba dividida en clases, horizontal y verticalmente. La horizontal era la existente entre un reducido grupo de gobernantes y la vasta masa de súbditos. Los miembros de la clase dominante eran los “osmanlis” u otomanos, que eran aquellos que reunían estas tres condiciones: 1) profesar lealtad al Sultán, 2) practicar la religión musulmana, 3) poseer el conocimiento del sistema de comportamiento, costumbres y lenguaje conocido como la “manera otomana”. 5.9.2.2 El sistema de leva de funcionarios. Cada una de estas dos clases tenía su función. La clase dirigente eran los esclavos del sultán, en el sentido de que estaban inmediatamente a su servicio en funciones de gobierno, militares, financieras y culturales. Su misión esencial era preservar la naturaleza islámica del Estado, gobernar y defender el Imperio. Muchos miembros de esta clase dirigente eran reclutados por el sistema “devsirme” o leva de niños cristianos para su educación en la escuela de Palacio y en otras que existían en Estambul y en provincias. Los mejores alumnos obtenían puestos en palacio y en las instituciones imperiales. Otros llegaban a ser administradores o soldados de infantería (jenizaros). Cada cuatro años un grupo de oficiales imperiales era enviado a las regiones obligadas a este tributo para seleccionar los mejores candidatos. Aunque muchos padres cristianos no aceptaban este sistema, los había también que lo consideraban como una oportunidad para la carrera de sus hijos. El Gran Visir de Solimán el Magnífico, Ibrahim, es un ejemplo de promoción mediante este sistema. 5.9.2.3 Los esclavos. Los esclavos eran divididos en dos clases. Aquellos que apuntaban cualidades intelectuales, recibían un adiestramiento completo para ocupar altos puestos administrativos. A los que tenían mejores aptitudes físicas, se les educaba para soldados de infantería. El Imperio turco funcionaba gracias a estos jóvenes cristianos renegados. Este sistema permitía al Sultán agregar a su servicios

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a los mejores entres sus súbditos y cubrir las crecientes necesidades básicas de su Imperio. 5.9.2.4 Gobierno territorial. El Imperio fue dividido en dos partes: Turquía europea o Rumelia y Turquía asiática o Anatolia, gobernadas por “Beylebeys”.

En los territorios sometidos, los antiguos propietarios de las tierras, fueron reemplazados por soldados servidores del Sultán, que las llevaban en tenencia feudal, con la estricta condición de prestar servicio militar con sus siervos y desempeñar tareas administrativas y financieras en su jurisdicción.

Aunque la esclavitud personal significaba dependencia absoluta del soberano, los esclavos, por gracia del sultán, llegaron a gozar de importantes ventajas, como exención de impuestos, y con ella ciertos privilegios judiciales. Las mujeres del harén, como sus hijos, debían obedecer la voluntad imperial. Una disposición de Mahomed II había ordenado que el hijo que hubiere alcanzado el trono podía ejecutar a sus hermanos lo que estaba justificado, según los teólogos del Corán, en un versículo que declaraba que “la revolución es peor que las ejecuciones”. Esta llamada “ley del fraticidio” tuvo el efecto de disminuir las querellas domésticas, prevenir el ascenso de un aristócrata de sangre y proporcionar al imperio una gran estabilidad. 5.9.2.5 Los jenízaros. Los jenízaros constituían la base del ejército turco. Originariamente eran niños cristianos, enrolados como esclavos del Sultán entre los diez y veinte años. Se les reclutaba mediante el “devsirme”, la captura o compra. Los jenízaros no debían olvidar nunca que eran esclavos personales del Sultán, pero podían alcanzar puestos importantes en el Imperio.

En las grandes batallas, los jenízaros se colocaban en el centro, y a sus alas la caballería, y, protegiéndoles, la artillería, adquirida a los cristianos o fabricada por artesanos especializados, capturados, a los que se ofrecían altos salarios y aun grandes honores al convertirse al Islam. 5.9.2.6 Los tributos. La administración provincial gozaba de ciertas libertades. Los campesinos de las tierras conquistadas, sujetos a un sistema feudal que les oprimía con pesados tributos, encontraron a los nuevos amos más generosos y justos, especialmente en las zonas montañosas y regiones remotas donde se podía conservar su sistema de vida. La ley musulmana protegía a los súbditos cristianos del sultán de la conversión forzosa mientras pagaran el “Kharaj” o impuesto personal de los no musulmanes. Es posible que el Estado otomano no fuera ni más opresor, dada su escasa cultura, ni más intolerante que los Estados cristianos europeos contemporáneos. 5.9.2.7 La Corte y el Gobierno Central. Este complejo sistema de gobierno contenía en su seno las semillas de su propia decadencia. El Sultán estaba investido de tal autoridad que podía tanto desbaratar la obra de sus ministros como ayudarles en su tarea.

De los cuarenta y ocho Grandes Visires, que gobernaron de 1453 a 1623, solamente cinco fueron turcos; los demás, cristianos renegados de nacimiento. De los nueve Grandes Visires de Solimán, sólo cuatro de ellos murieron de muerte natural, dos fueron depuestos y ejecutados y tres privados de su cargo.

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El cuerpo de jenízaros formaba la tercera parte de la institución militar, un efectivo de doce mil hombres eran capaces de influir en la deposición del Sultán o intervenir en las disputas de la sucesión. 5.9.2.8 Problemas de la administración. Faltaba una hacienda capaz; su desarrollo cultural y económico era insuficiente para mantener este gran papel. Sus galeras, construidas para alcanzar gran velocidad y disponibilidad de maniobra, eran solamente aplicables al Mediterráneo. El ejército turco era un ejército de verano, pues su caballería, tan útil para el asedio de fortalezas, no podía ser mantenida en servicio durante el invierno, pues los caballos morían y sus propietarios desertaban. El Estado dependía del ejército. 5.9.2.9 Estambul, Capital Mercantil. Los privilegios fiscales atrajeron a artesanos, mercaderes y otras categorías activas. Esta gigantesca ciudad, debía su fortuna a su rada, el Cuerno de Oro, único puerto entre el Mar de Mármara y el Mar Negro, y punto obligado de tránsito de las caravanas que de Asia venían al mundo balcánico. 5.10 LA POLÍTICA INTERNACIONAL 5.10.1 Las guerras de Italia 5.10.1.1 Causas de las guerras de Italia. En el desencadenamiento de las llamadas guerras de Italia corresponde la iniciativa a Francia, a Carlos VIII. Este soberano proyectó una gran empresa: la conquista del reino napolitano. Carlos hizo prevaler sus pretensiones dinásticas, legadas por Renato de Anjou, sobre el reino de Nápoles. En el mismo reino napolitano, perturbado por las querellas nobiliarias, existía un partido antevino, hostil a la dinastía de Aragón, refugiado en la Corte francesa.

Preparó cuidadosamente la empresa. Para asegurarse de la neutralidad de los Estados vecinos, firmó con Enrique VII de Inglaterra el tratado de Etaples (octubre de 1492); con Fernando de Aragón el de Barcelona (mayo 1493), por el que le devolvía el Rosellón y la Cerdaña, que su padre Juan II había cedido a Francia durante la guerra civil; y aceptaron la alianza francesa, rehusada en cambio por los Médicis de Florencia y por la Santa Sede, que apoyaban a Ferrante de Nápoles. 5.10.1.2 La expedición de Carlos VIII a Nápoles. Carlos VIII el 17 de marzo de 1494 proclamó sus derechos sobre Nápoles. Un poderoso ejército cruzó los Alpes, entró en el Milanesado, donde fue bien acogido, y ocupó Pisa y Florencia. Un movimiento revolucionario destronó a Pedro de Médicis, e impuso un nuevo gobierno inspirado por Savonarola.

De Roma a Nápoles, el ejército galo no encontró apenas resistencia y el 22 de febrero de 1495 ocupaba la capital, que abandonó su rey, Alfonso II, sucesor de Ferrante. 5.10.1.3 La Liga Internacional Contra el Rey de Francia. Las victorias, así como los excesos y rapiña de los soldados franceses y mercenarios suizos, provocaron una fuerte reacción, encabezada pro Venecia. Formado bajo una apariencia puramente defensiva, su objeto principal era expulsar a los franceses. Carlos VIII, ante el peligro de verse aislado, decidió retirarse a Francia en busca de refuerzos. Al frente de un ejército de unos diez mil hombres, logró abrirse paso entre las tropas de la

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Liga y salvar el Apenino septentrional en Fornovo, aunque tuviera que dejar la impedimenta, lo que permitió a los venecianos contra aquella jornada como una victoria (5 de julio 1495).

La inestable Liga formada por Venecia, pronto se deshizo a causa de las rivalidades de los miembros. 5.10.1.4 Victorias españolas. Los españoles, guiados por el “Gran Capitán”, Gonzalo Fernández de Córdoba, atacaron las guarniciones francesas del reino napolitano. Carlos VIII, que habían abandonado su proyecto de reconquistar los territorios napolitanos, moría prematuramente. Luis XII, su sucesor, renovó sus apetencias sobre Nápoles, además de reivindicar el Milanesado, como nieto de Valentina Visconti, hija del primer duque de dicha familia, dominado ahora por Ludovico Sforza. 5.10.1.5 Conquista de Milán por Luis XII de Francia. Ayudado por un exiliado milanés, el mariscal Trivulcio, el ejército francés se apoderó fácilmente de Milán (octubre de 1499). Ludovico, que había huido al Tirol, ayudado por suizos mercenarios, reconquistó el ducado (febrero 1500); pero cuando las tropas suizas, que no habían cobrado su soldada, se hallaron en Novara ante la francesas de La Tremouille, se dispersaron y entregaron a su jefe (abril 1500), que conducido a Francia, permaneció prisionero hasta su muerte (1508). 5.10.1.6 Reparto de Nápoles entre Francia y España. Luis XII reclamó sus derechos sobre Nápoles. Para conseguirlo entabló relaciones con Fernando de Aragón, que también aspiraba unir Nápoles a su reino de Sicilia. El tratado de Granada, estipuló el reparto de dicho reino, pacto que contó con la aprobación de Alejandro VI, bajo pretexto de que el soberano napolitano se había aliado con los turcos. 5.10.1.7 Ruptura hispano-francesa. Anexión total de Nápoles por España. En los años siguientes, como el tratado de Granada era impreciso en la cuestión de los límites de la conquista, surgieron entre Francia y España fricciones, que acabaron en conflicto abierto. Gonzalo Fernández de Córdoba alcanzó una decisiva victoria en Ceriñola (abril 1503) y se apoderó de la capital. Los franceses quedaron reducidos en la formidable plaza de Gaeta. Luis XII decidió concluir una tregua con Fernando de Aragón (febrero 1504). Nápoles desde entonces se vincularía a la Corona de Aragón, con la que permanecería unida durante dos Siglos. 5.10.1.8 La Liga de Cambrai contra Venecia. En la Liga de Cambrai (diciembre 1508), en realidad se habían acordado dos tratados: uno público, propugnaba una Liga contra el Turco; el otro, secreto, proyectaba la coalición contra los venecianos, acusados de haberse anexionado numerosas plazas de la Santa Sede y de otros aliados, y planeaba el reparto de su territorio peninsular (la “Tierra firme”).

El 27 de abril de 1509, Julio II lanzaba la excomunión contra la República de San Marcos, y se iniciaba la guerra. La República Serenísima se hubiera hundido, si Maximiliano hubiera podido ocupar los territorios que se le habían encomendado, lo que no pudo hacer por falta de recursos. Los venecianos aprovecharon esta tardanza para reconquistar Papua y dividir hábilmente la coalición, mediante la firma separada de paces con España y con Julio II, que se satisfizo con la devolución de las ciudades que pretendía en Romaña (febrero 1510).

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5.10.1.9 La política del Papa Julio II. Su aspiración era que la Santa Sede controlara la política italiana, y que los extranjeros (franceses y españoles) abandonaron la península. Luis XII tomó la decisión de combatir al Papa en el terreno espiritual, táctica no desacertada, pues el Colegio Cardenalicio estaba dividido y desacreditado. Varios cardenales, descontentos del Papa, abandonaron la corte papal y, de acuerdo con el rey de Francia, y el apoyo del emperador Maximiliano I, reunieron en Pisa un concilio cismático (conciábulo). El pretexto de la convocatoria sería la acusación contra Julio II de no haber querido reunir un concilio universal, contra las prescripciones del Concilio de Constanza; el conciliábulo de Pisa en abril de 1512 tomó el acuerdo de deponer al Papa y que el concilio asumiera sus funciones. 5.10.1.10 La guerra contra los franceses. En 1512 se desencadenó el conflicto armado. Luis XII contaba con un excelente general, el joven, de veintidós años, Gastón de Foix; pero su muerte en la batalla y la entrada en combate de los mercenarios suizos, obligó a los franceses a retirarse, conservando solamente la fortaleza de Milán.

En la frontera pirenaica, Luis XII sufría un nuevo fracaso, Fernando de Aragón, aprovechando la situación, solicitó paso libre por Navarra para dirigirse contra Francia. Los reyes de Navarra, Juan de Albret y Catalina de Foix entraron entonces en negociaciones con Luis XII para llegar a una alianza defensiva. Una contraofensiva francesa fracasó meses después. Luis XII se vio también abandonado de su último aliado, Maximiliano I. 5.10.1.11 Nueva liga contra Luis XII de Francia. A la muerte de Julio II (febrero 1513), Luis XII se decidió a reconquistar el Milanesado. Se formó entonces una Liga (5 abril 1513) entre el nuevo Papa León X, el Emperador Maximiliano, España e Inglaterra. Los suizos aplastaron a las tropas francesas en Novara (5 junio 1513), los ingleses invaden Picardía y se proclaman victoriosos en Guinegate. Luis XII consiguió desarticular la coalición. Firmó primero la paz con León X, bajo renuncia a apoyar el conciliábulo de Pisa, y se reconcilió con Enrique VIII, con cuya hermana casó en terceras nupcias. A poco moría Luis XII (1 enero 1515). 5.10.1.12 Conquista de Milán por Francisco I de Francia. Francisco I decidió proseguir la empresa de reconquistar el Milanesado. El 13-14 de septiembre de 1515, sus tropas vencieron en un combate decisivo a las venecianas en Marignano. Esta gran batalla concedió a los franceses el Milanesado. Maximiliano Sforza renunció a sus derechos y el Papa admitió entablar conversaciones: en la entrevista de Bolonia. En enero de 1516 moría Fernando de Aragón, y Maximiliano fracasó en una ofensiva contra Lombardía. Francisco I aprovechó el momento para firmar con el heredero de la Corona de España, Carlos I, el Tratado de Noyon en el que no se mencionaban las reivindicaciones de los Habsburgo sobre Borgoña; a modo de compensación, Francisco I, prometía a su hija Luisa en matrimonio al joven Carlos y le cedía sus derechos sobre Nápoles. Maximiliano acabó por adherirse a este acuerdo, y se llegó también a un tratado entre Venecia y el Imperio. Pero la obra maestra de la diplomacia francesa fue la “paz perpetua” de Friburgo (29 de noviembre 1516) con los suizos, que permitía a Francisco I reclutar mercenarios en los cantones.

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5.10.2 El peligro turco 5.10.2.1 Expansión de los Otomanos por Europa. Mahomed II, de 1454 a 1463, se concentró principalmente en los Balcanes. En dos expediciones (1454 y 1455), sometió a los serbios y los anexionó a su imperio y llegó a ocupar, temporalmente, Belgrado (1456). Entre 1458 y 1460, conquistó estos últimos restos del viejo imperio y eliminó a los dos principales candidatos al trono bizantino. 5.10.2.2 Conquista de toda Grecia. La anexión de Morea originó una larga guerra veneciana-turca (1463-1479). Mientras esta guerra se desarrollaba, entre 1474-1475, se anexionó todas las colonias comerciales genovesas de la costa del Mar Negro, en Anatolia y obligó a los Khanes tártaros de Crimen a aceptar la soberanía turca, asegurándose para sí y sus sucesores una fuente importantísima de guerreros y de recursos. 5.10.2.3 Ocupación de Bosnia y Albania. Por el oeste ocupó Bosnia, en gran parte gracias a la ayuda de los “bogumilos”, secta originaria de aquel reino, perseguida encarnizadamente por los húngaros católicos, que prefirieron el dominio musulmán al cristiano. Con el tiempo la mayoría de los “bogumilos” se convirtió a la religión musulmana y se transformaron en una nobleza latifundista. Mayores dificultades encontró el Turco en Albania, donde el príncipe Iskandesberg, apoyado en el valor de sus hombres, en la fragosidad del suelo, y en la ayuda marítima prestada por Venecia, resistió valerosamente. Pero al fin, hubo de sucumbir ante un poderoso ejército regular, venido expresamente de Anatolia, que para controlar el país, se asentó en lugares estratégicos de forma permanente (1468). Estos musulmanes establecidos forman la base de la comunidad musulmana albanesa que ha perdurado hasta hoy. 5.10.2.4 Amenazas a los Turcos en Anatolia. Mahomed utilizó las divisiones dinásticas de Karaman para anexionar este territorio (1468) y ampliar el gobierno directo otomano hasta el Eufrates. Sin embargo, varios miembros de la dinastía lograron huir hasta las montañas del Taurus y levantar a las tribus turcomanas contra los otomanos. Uzun Hasan se declaró entonces protector de los príncipes destronados de Anatolia, se le unió un buen número de turcomanos y marchó hacia Anatolia, de acuerdo con Venecia y los caballeros de Rodas (1472), que desataron, juntamente con los príncipes cristianos de los Balcanes, una estrategia conjunta. Mientras Uzun Hasan penetraba en Anatolia, Venecia intensificó su ataque en Morea, los húngaros entraban en Servia e Iskandesberg atacaba Bosnia. Se había llegado incluso a proyectar la empresa de transportar, en galeras venecianas, una fuerza de treinta mil tártaros para atacar Estambul. El momento parecía difícil, pero Mahomed supo estar a la altura de las circunstancias. Dejó el cuidado de los frentes de los Balcanes a personas de confianza y marchó personalmente a Anatolia al frente de un nuevo ejército de casi cien mil hombres y derrotó a Uzun Hasan en Baskent, en el oeste (1473).

Mahomed pudo dedicarse a proseguir sus conquistas europeas. Entre 1474 y 1477 sitió Scutari, la capital de Iskandenberg, y envió varias expediciones de turcomanos a las costas del Adriático, incluida Venecia. Ante este peligro, Venecia pidió la paz en 1479. La República cedía todas sus bases en Albania y Morea, consentía en pagar un tributo anual y reconocía la soberanía otomana a cambio de mantener la libertad de comercio en el imperio turco.

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5.10.2.5 Desarrollo del Ppoder Otomano en el Mediterráneo. Mahomed a realizar dos campañas marítimas. Primero se dirigió contra Rodas, pero fracasó ante la denodada resistencia de los Caballeros Templarios. La segunda, iba contra Otranto, en el sur de Italia, fue ocupada con facilidad. En Italia cundió el pánico hasta el punto de que el Papa se dispuso a huir hacia Francia. Afortunadamente, la muerte de Mahomed, a comienzos de 1481, acabó con este tremendo peligro.

En el espacio de solo treinta años, Mahomed II había formado un colosal imperio, centrado en Anatolia y en Europa sudoriental, dominio que había de durar cuatro Siglos. 5.10.2.6 Conquista de Herzegovina. Bayaceto II (1481-1512) conquistó Herzegovina (1483), excepto Belgrado. Por el noroeste, se extendió el dominio otomano al otro lado del Danubio, por primera vez, ocupando centros comerciales muy importantes entre la Europa del norte y el Mar Negro. El príncipe Esteban de Moldavia se vio obligado a aceptar la soberanía turca, primer paso para la incorporación de los principados rumanos al imperio turco.

La expansión turca hacia el Mar Negro bloqueó las ambiciones de Polonia de penetrar hacia el Mar Negro y Crimen y condujo a la primera guerra otomano-polaca. Entre 1483 y 1489, Polonia envió tres expediciones a través del Dniester, a las que los otomanos respondieron. Pero los polacos, preocupados por la expansión del Príncipe de Moscú, Iván el Grande (1462-1505), hubieron de renunciar a una acción continuada y este frente quedó tranquilo.

En Oriente surgió un conflicto son el sultán mameluco de Egipto, en el que los otomanos hubieron de ceder. Bayaceto trató de lavar su fracaso en Oriente con una acción contra los cristianos, utilizando las disputas dinásticas de Hungría para arremeter contra Belgrado. Pero sin éxito. Tampoco las sucesivas expediciones contra Transilvania, Croacia y Corintia lograron nada. En 1495 se firmó una nueva paz en Hungría, que mantenía el statu quo. Entonces se volvió contra su otro gran enemigo en Europa, Venecia. 5.10.2.7 Derrotas Venecianas en Levante. Venecia aceptaba las conquistas turcas y se comprometía a pagar tributo anual al sultán. Este, por su parte aseguró a Venecia una situación comercial privilegiada y la restituyó todas las posesiones de que se había apoderado durante el conflicto. La paz con los reinos cristianos eslavos se firmó unos meses más tarde.

Estas pases aseguraban las posición otomana en Europa sudoriental y eliminaban a Venecia como gran potencia naval en el Mediterráneo. Las nuevas bases navales adquiridas convertían al Turco en un poder mediterráneo de gran magnitud. Además estas paces significaban propiamente la primera entrada de los otomanos a la diplomacia europea.

5.10.3 Política Imperial de Carlos V 5.10.3.1 La Discutida “Idea Imperial” de Carlos V. Carlos V consideró siempre el patrimonio de Estados recibidos como una herencia sagrada y procuró transmitirlo intacto a sus sucesores. Este poderío dinástico lo vio siempre vinculado a la paz.

La política de Carlos V estuvo guiada por la idea de engrandecer la casa de Habsburgo. Carlos apoyaba, ante todo, los derechos legítimos de sus familiares.

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La elección imperial puede considerarse como un triunfo del nuevo canciller,

el piamontés Mercurino Gattinara, designado para el cargo en 1518. Gattinara resucitó la ideal imperial de Dante. Para Gattinara no sería solamente la posesión de Milán y otros territorios, sino la amistad y el apoyo del Papa y de otros príncipes italianos, y de todos los príncipes cristianos, garantizados con el poderío militar de los Habsburgo, lo que otorgaría al emperador rango de Cabeza de la Cristiandad, tanto en lo político como en lo espiritual.

Lo primero que los Estados cristiano de Europa temían de Carlos V era su poderío. Esta es la razón de la oposición de potencias menores como Inglaterra, Dinamarca y los Estados italianos. Además de este temor, la misma insistencia con que Carlos aludía a sus propósitos religiosos y la integración de éstos a sus planes políticos contribuyeron a hacer insolubles dos problemas ya de sí enormemente complicados: el de sus relaciones con los príncipes alemanes y el de sus relaciones con el Papa.

En Alemania, para los príncipes protestantes, la política de Carlos V encerraba una doble coerción, en lo temporal y en lo espiritual. Lógicamente los Papas debieran haber sido los principales aliados de la política carolina, pero Clemente VII y Paulo III, en su calidad de príncipes italianos, estaban alarmados del poderío imperial en Italia. Por ello, nunca dejaron, como Clemente VII, de intrigar con Francia contra la expansión del poder imperial en Italia, o, como en el caso de Paulo III, de procurar permanecer neutral. Carlos no llegó a comprender que el Papa, en su calidad de cabeza de la Iglesia, no se aviniera a apoyarle en sus esfuerzos por constituirse en árbitro supremo para resolver los problemas religiosos que afligían a la Cristiandad. Paulo III consideraba inaceptable que el emperador tratara de llegar a un compromiso teológico con los protestantes alemanes o que tomara la iniciativa para la reforma de la Iglesia y la convocación del concilio general. Sólo el temor a turcos y protestantes mantenía unidos al Papa y Emperador en una alianza frágil, quebraba la única vez en 1527, por una guerra de desastrosas consecuencias para ambos. 5.10.4 Las Guerras Contra Francia 5.10.4.1 Las causas. Desde 1447 el ducado de Borgoña había sido incorporado al dominio real, pero Carlos V, que se consideraba borgoñón, no había renunciado a él. Por su parte, el rey de Francia no estaba dispuesto a ceder esta rica provincia. En cuanto a Italia, desde 1515 al quedar Milán en manos de Francia y Nápoles en las de España, la situación parecía estabilizada, pero la calma no era más que aparente. De todos los problemas causantes del conflicto, este italiano era el más duradero. Aparte de su riqueza, el Milanesado poseía un gran valor estratégico. Quien lo mantenía, tenía Italia en sus manos, y jugaba además un papel esencial en el eje hispano-habsburgués: cercano a Génova, representaba un eslabón vital en la cadena de comunicaciones entre España y el Franco Condado y entre España y Tirol. 5.10.4.2 Primera Guerra (1521-1526). La rivalidad entre Carlos V y Francisco I se puso de relieve con ocasión de su candidatura al Imperio, que se decidió a favor de Carlos (27 junio 1519). Desde entonces la guerra parecía inevitable. Cada parte buscó sus apoyos. Aprovechando la revolución comunera, Francisco I declaró el 22 de abril de 1521 la guerra al Emperador. Un ejército francés penetró en Navarra, en apoyo de sus destronados monarcas, exiliados en Francia, y conquistó rápidamente el país.

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El nuevo canciller Gattinara deseaba hacer de Italia el centro de los intereses

del Emperador, lo que coincidía con los intereses estratégicos de los Habsburgo. Así, una expedición imperial, en noviembre de 1521 conquistó Milán y proclamó duque a Francisco II Sforza. En enero de 1522 era elegido Papa Adriano VI, antiguo preceptor de Carlos V, con lo que la postura de éste en Italia se reforzaba. En agosto de 1523, el Papa, Venecia, Florencia y Enrique de Inglaterra se aliaron con el Emperador contra Francia.

Francisco I reaccionó: en el verano de 1523 un ejército francés pasó los Alpes y volvió a ocupar una parte del ducado de Milán, pero sin poder conquistar la capital, y en primavera de 1524 fue forzado a retirarse.

La última campaña de esta guerra tuvo lugar en otoño de 1524. Francisco I tomó personalmente el mando del ejército, logró conquistar Milán (26 octubre) y después asedió Pavía. Por un tratado firmado en 14 de enero de 1526, Francisco I prometía renunciar a Italia, ceder Borgoña y abandonar sus derechos de soberanía sobre Flandes y Artois. 5.10.4.3 Segunda Guerra (1526-1529). Naturalmente Francisco I no estaba dispuesto a cumplir lo prometido. Para desquitarse, organizó la Liga de Cognac, en la que participaron el nuevo Papa Clemente VII, Venecia, Florencia y otras ciudades, y el propio Enrique VIII de Inglaterra (mayo 1526). El ejército imperial, compuesto en su mayor parte de mercenarios alemanes dirigidos por un luterano, estaba bajo el mando supremo del condestable Borbón. Descontentos porque la escasez de dinero había impedido pagarles a tiempo, el 6 de mayo de 1527 asaltaron Roma, entregándose a toda suerte de pillajes, violaciones y sacrilegios. Clemente VII se constituyó prisionero en Sant’Angelo.

La noticia de este incidente provocó la entrada en la guerra de Francia e Inglaterra (28 enero 1528). En el Milanesado el ejército francés fue vencido en Landriano. Carlos consiguió reconciliarse con Clemente VII por el tratado de Barcelona (29 junio 1529), lo que obligó a Francisco I a entablar negociaciones que abocaron a la paz de Cambrai (3 agosto 1529), que reproducía el tratado de Madrid, salvo en lo pertinente a Borgoña; pues sin renunciar a sus derechos, Carlos no reclamaba este territorio. 5.10.4.4 Coronación de Carlos V en Bolonia. Reconciliado con el Papa, Carlos viajó para ser coronado por Clemente VII, ceremonia que tuvo lugar en Bolonia el 23 de febrero de 1530, en medio en un gran fastuo. 5.10.4.5 Tercera Guerra (1536-1538). Carlos, no obstante el consejo contrario de sus consejeros, atacó Provenza y llegó hasta Aix, pero desprovisto de avituallamiento y habiendo perdido muchos hombres por la peste decidió retirarse (julio-septiembre 1536). Tanto el emperador como el rey de Francia estaban endeudados, por lo que no se acometieron campañas de mayor envergadura. La mediación del Papa consiguió la tregua de Niza (18 junio 1538), que debería durar diez años, bajo la idea de una Liga contra el Turco, guerra contra los protestantes y colaboración para celebrar el Concilio General. 5.10.4.6 Cuarta Guerra (1542-1546). Cuando Carlos V se decidió a conceder la investidura de Milán a su hijo Felipe II (octubre de 1540), el conflicto estaba prácticamente abierto. La guerra estalló en julio de 1542 por un incidente

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diplomático. Francisco I envió un ejército que penetró en los Países Bajos. Carlos, por su parte, decidió un ataque definitivo contra Francia, restauró su alianza con Inglaterra (11 de febrero 1543) y se dirigió personalmente a Alemania, donde ciertas concesiones a los protestantes les permitieron reclutar tropas. Al tiempo los ingleses invadían Normandía, Carlos, partiendo de Metz, penetró por la Champaña hasta poca distancia de París; su caballería llegó a alcanzar Meaux. Pero preocupado por la situación de Alemania, que parecía agravarse, Carlos se apresuró a negociar con el rey francés, sin esperar la presencia de Inglaterra. En virtud de la paz de Crépy (18 de septiembre 1544), Francisco I renunciaba a sus pretensiones sobre Milán y Nápoles, y prometía trabajar a favor de la unidad religiosa y romper con el Turco. El Emperador ofrecía al duque de Orleans, último hijo de Francisco I, uno de estos dos matrimonios: su hija María, con los Países Bajos a la muerte de Carlos, o su sobrina Ana de Hungría con Milán a su hijo, mientras del interesado. Carlos V volvió a conceder la investidura de Milán a su hijo, mientras que Francisco I continuaba ocupando los Estados del duque de Saboya. Con Enrique VIII, el rey de Francia concluyó la paz de Ardres (junio de 1546), pagando una fuerte suma por la devolución de Boulogne. 5.10.4.7 Quinta Guerra (1552-1556). Carlos V aprovechó los años de paz con Francia para dedicar todo su esfuerzo en aplastar la fuerza militar de los luteranos. Mientras tanto los príncipes protestantes tomaban la ofensiva contra el Emperador. Dándose cuenta de que su intervención en Alemania levantaba suspicacias, Enrique II no insistió en su penetración: regresó a Francia, ocupando de paso la fortaleza de Verdun (junio 1552). Con estas conquistas se había asegurado importantes posiciones estratégicas en Lorena.

Carlos V no podía consentir que Francia retuviera la fortaleza de Metz, clave para las comunicaciones entre Italia y los Países Bajos. Reunió, con grandes dificultades, un ejército que puso sitio a aquella plaza (octubre 1552). Pero, a pesar de los violentos bombardeos, la fortaleza resistió y las tropas imperiales hubieron de levantar el sitio, después de más de tres meses de asedio (enero 1553).

La guerra duraría todavía tres años. La paz no llegaría sino después de que Carlos V hubiera abdicado, sucesivamente, su soberanía sobre España y los Países Bajos. 5.10.4.8 Última Guerra (1556-1559). Las discusiones políticas y jurisdiccionales con el Papa Paulo IV, feroz enemigo de España, degeneración inesperadamente en guerra (septiembre de 1556). Enrique II de Francia envió un ejército en socorro del Papa. La ayuda fue inútil, y en septiembre de 1557 Paulo IV se vio forzado a aceptar la paz.

Desde los Países Bajos, Felipe II, asegurado por la alianza inglesa lanzó un poderoso ataque hacia París. La guerra quedó en tablas, mientras que una serie de acontecimientos facilitaban las negociaciones de paz. El 21 de septiembre de 1558 Carlos moría en Yuste y Felipe II era requerido con urgencia en España. El 17 de noviembre falleció María Tudor, deshaciéndose repentinamente la unión de Inglaterra con España, que tan nefasta había sido para Francia. Por la paz de Canteau Cambrésis (2-3 de abril de 1559), Francia renunciaba a sus reivindicaciones en Italia y devolvía Saboya y Piamonte a su duque, ratificando así la existencia de una barrera que la hiciera desistir de cualquier intervención futura al sur de los Alpes.

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La paz de Cateau Cambrésis, establecía un equilibrio en Europa occidental. Mientras España conservaba el control de Italia, Francia reforzaba sus fronteras en el norte y nordeste. Ponía fin a un ciclo de historia europea: acababa con los sueños de la monarquía universal de Carlos V y daba paso a una nueva generación, con nuevos ideales y nuevos problemas. 5.10.5 Guerra Contra los Infieles 5.10.5.1 El peligro Otomano en centro Europa y el Mediterráneo. La lucha contra los infieles, respondía a la vez a la tradición caballeresca de la Corte de Borgoña y al espíritu de Reconquista español. Con todo, no se trataba de una política idealista, pues el infiel era un peligro real para Austria y para el Imperio y para las costas del Mediterráneo, tanto las de Italia como las de España.

Frente el peligro musulmán, el Emperador no podía contar más que con ayudas inciertas; en cambio tuvo en contra a la diplomacia francesa. Ya durante la cautividad de Francisco I en Madrid, los franceses enviaron una primera misión diplomática a la corte del sultán de Turquía.

Esta política de entendimiento con el Turco no es fácil de precisar, ante el escándalo que pudieran producir en el mundo cristiano. En descargo de Francisco I se podría añadir que no fue el único en negociar con los turcos: incluso el Papado lo hizo en varias ocasiones. 5.10.5.2 El frente de Hungría. La defensa de Hungría y de Austria estaba confiada a Fernando, representante de Carlos V en el Imperio. La aportación de Carlos V a la defensa del frente de Hungría y del Danubio fue despreciable. Hungría padeció, de 1520 a 1526, duros ataques turcos, que resistió con muchas dificultades. El reino era débil y estado desunido. Su rey tenía escaso control sobre los nobles feudales, enfrentados entre sí con frecuencia. Los nobles estaban también divididos en cuanto a la futura sucesión.

La derrota cristiana de Mohacs inauguró una nueva etapa de relaciones entre los Habsburgos y otomanos, que duró hasta 1529. Hungría permaneció como nación autónoma, a modo de amortiguador entre ambos poderes, que pugnaron por conquistarla en enfrentamientos alternativos.

Estos dramáticos acontecimientos habían reforzado, a la vez, la amenaza turca y la posición de Fernando en el Imperio, convertido ahora en rey de Bohemia y Hungría.

Zalpoya demostró ser para Solimán débil instrumento frente a Fernando, que ocupó la mayor parte de Hungría central en 1528. Solimán volvió de Anatolia, recuperó Buda y sitió Viena (1529). Era éste el mayor peligro con que habían tenido que enfrentarse los Habsburgo. Sin embargo, su renovada capacidad de resistencia y la dificultad de aportar suministros a las fuerzas expedicionarias turcas, tan alejadas de sus bases, obligaron a éstas a levantar el sitio. Viena sería el límite máximo de expansión turca hacia el oeste, pero un baluarte que no llegarían a conquistar nunca.

Solimán realizó en 1532 una nueva campaña contra Viena. Esta vez Carlos decidió intervenir y reunió un ejército con el cual se desplazó personalmente, pero apenas llegado, los turcos firmaron una tregua con Fernando a base de un “statu

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quo” (junio 1533). Fernando abandonaba sus intenciones respecto a Hungría central y aceptaba allí a Zalpoya como vasallo otomano; el sultán reconocía a Fernando en Hungría del norte, a cambio de pagar cierto tributo.

Habsburgo y Turcos mantuvieron conflictos fronterizos casi continuos; pero ocupados en problemas internos quedaron limitados a incursiones. La frontera se mantendría estabilizada hasta casi finales del Siglo. 5.10.5.3 La guerra marítima en el Mediterráneo. Los españoles, desde finales del Siglo XV, habían conseguido conquistar una serie de plazas estratégicas (“presidios”) en la costa: Melilla, Peñón de Vélez, Orán, Mazalquivir, el Peñón de Argel, Burgía y Trípoli. La razón de estas fortalezas era la protección de la navegación en la cuenca occidental del Mediterráneo. Hacia 1516 una familia de renegados de origen griego, los Barbarroja, se instaló en la región de Argel. Uno de los hermanos fue vencido y muerto por los españoles, pero el otro Khairedin, volvió a conquistar la plaza en 1518 y tuvo la habilidad de colocarse bajo la protección de sultán turco, que le nombró virrey y le facilitó la formación de un ejército con jenízaros venidos de Turquía.

Después de la guerra de la Germanías, Carlos V impuso a los moros valencianos el bautismo o la expulsión. Esta situación se complicó con las incursiones piráticas. En 1529 uno de los capitanes de Barbarroja realizó una expedición de saqueo contra las costas de Valencia, llevándose muchos cautivos cristianos. Los argelinos continuaron también haciendo presa sobre embarcaciones cristianas, pues necesitaban víveres y medios para subsistir.

Carlos V a partir de 1529, en que concertó la alianza con la república de Génova pudo iniciar una acción ofensiva. El problema era mantener, sin apoyo, plazas lejanas por lo que hubo de abandonarlas. Esta expedición provocó la reacción de Solimán que para mostrar su fuerza atacó las costas italianas y capturó, en agosto de 1534, Túnez a Muley Hassan, un protegido por España. Simultáneamente Solimán comenzó a buscar una alianza más estrecha con Francia, pues lo que ahora se planteaba ya de manera clara era un combate por el control del Mediterráneo central. 5.10.5.4 Conquista española de Túnez. Con el fin de romper el frente musulmán, Carlos V se vio obligado a una operación ofensiva. El lugar escogido fue Túnez, y la ocasión la proporcionó la paz con Francia en 1535. Reunió en Barcelona una poderosa escuadra y tomó rumbo al norte de África. El asalto definitivo tuvo lugar el 14 de julio de 1535. El Emperador pudo contemplar la gran victoria, en la que fueron capturados 80 navíos. El 21 de julio se rindió la ciudad de Túnez, que fue devuelta a Muley Hassan, y liberados centenares de cautivos cristianos. Barbarroja pudo escapar y refugiarse en Argel, desde donde siguió la lucha.

Este triunfo proporcionó al Emperador un gran prestigio, pero Carlos no tenía la fuerza naval necesaria para explotar su victoria y desalojar a Barbarroja de Argel. Este pudo organizar nuevas expediciones de saqueo a las Islas Baleares y a la costa de Valencia, en 1537, combinadas con una nueva ofensiva de Francia, que había concluido su primera alianza con el Turco en febrero de 1536. Ahora la República de Venecia reclamaba su ayuda, pues la flota turca de Barbarroja trataba de apoderarse de Corfú. El Emperador, el Papa y Venecia concertaron una Liga Santa y concentraron sus fuerzas navales en la zona amenazada. Venecia, interesada por su

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comercio en el Mediterráneo oriental, firmó por su cuenta, en 1540, una paz con el Turco, preparada por la diplomacia francesa. 5.10.5.5 Fracasada expedición de Carlos V a Argel. Después de este fracaso, Carlos V vio claro que nada podía hacer en Oriente y concentró sus esfuerzos en el Mediterráneo occidental. En 1541 decidió una gran expedición contra Argel. La flota estaba mandada por Andrea Doria y las tropas de tierra por Ferrante Gonzaga. Pero la estación estaba muy avanzada y cuando la escuadra llegó, el mar, en malas condiciones, obligó a esperar dos días para efectuar el desembarco. La flota perdió 150 embarcaciones y el Emperador dio orden de retirada para evitar un desastre mayor.

La de Argel fue una de las mayores catástrofes de la carrera militar del Emperador y también su última acción naval importante. En la cuarta guerra contra Francia (1542-1544), la alianza franco-turca se manifestó abiertamente. En 1544 la flota turca llegó a invernar en Tolón.

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CAPÍTULO 6. LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS. EL MUNDO EXTRAEUROPEO

6.1 DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS

6.1.1 Significado y precedentes

6.1.1.1 El protagonismo de los pueblos ibéricos. Las expediciones de descubrimiento de la Tierra, que, a finales del Siglo XV y en el XVI, transformaron completamente la imagen del mundo conocido, dieron lugar a la colonización y evangelización de nuevos espacios, a la mutación del tráfico marítimo en un comercio mundial, y, con todo ello a un profundo cambio de la vida del Viejo Mundo. En este proceso, España y Portugal tuvieron un papel de protagonistas y señalaron el camino a otras naciones.

Este hecho es clara muestra del nivel técnico y humano a que había llegado la

civilización europea occidental. 6.1.1.2 Los móviles. La búsqueda de productos preciosos, como el oro y las especias, fueron sin duda móvil esencial de los descubrimientos geográficos. Por otra parte, tampoco faltaban motivaciones religiosas para portugueses y españoles.

Estos descubrimientos representaban la culminación de los esfuerzos emprendidos mucho tiempo atrás, y la recompensa de la experiencia adquirida.

En aquel tiempo eran los puertos del Mediterráneo Oriental los que suministraban a los italianos las drogas y especias del Extremo Oriente conseguidas por intermedio de mercaderes musulmanes. A fines del Siglo XIV existía el convencimiento de que las fuentes suministradoras de estos ricos productos no podían alcanzarse sino por mar. 6.1.1.3 Precedentes medievales. El Atlántico Norte. Los italianos y catalanes, ya desde finales del XIII se habían aventurado a traspasar las “Columnas de Hércules”, camino del norte y hacia la costa noroccidental de África. Los navegantes nórdicos, por su parte, se habían aventurado hacia Islandia. 6.1.2 Desarrollo de las condiciones técnicas y científicas en Occidente 6.1.2.1 La construcción naval. Desde el segundo decenio del XV, existían ya casi todas las condiciones técnicas necesarias para la navegación de altura. Desde el punto de vista tecnológico se mejoro el diseño de los navíos. La carabela, modelo portugués, de alto bordo, ancho y con aguda proa para hendir las aguas, podía alcanzar con viento de popa velocidades notables (10 millas/hora). Poco más tarde aparece el galeón, especie de gran carabela. 6.1.2.2 Los procedimientos para la navegación de altura. Los instrumentos de navegación (astrolabios y nocturlabios), que permitían medir el ángulo de la Polar con el horizonte, se mejoraron extraordinariamente. Pero no bastaba para conocer la latitud, saber la altura del astro sobre el horizonte, era preciso conocer la declinación, ya que el sol varía en su posición cada día del año. Para ello se utilizaron tablas astronómicas. “La Junta de Matemáticos” resumió todos los

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estudios realizados en un libro, bajo el titulo Regimento do Astrolabio e do Quadrante, primer manual de navegación y almanaque náutico de Europa. El Regimento representa la ciencia náutica más adelantada y comprendía todos los conocimientos que habían de permitir a Vasco de Gama llegar a la India, y regresar.

Pero estos procedimientos eran usados solamente por los cosmógrafos. Los marinos no confiaban en estas técnicas para determinar la posición. Utilizaban más bien el familiar compás, con el que estimaban las distancias por experiencia. Les faltaba un exacto control de la hora, imprescindible para determinar la

longitud. El reloj de arena, no era un instrumento suficientemente preciso.

En el Siglo XV los marinos de las costas atlánticas de Portugal y España habían aprendido a combinar la tradición mediterránea con el procedimiento nórdico del constante sondeo de las aguas próximas a la costa. El problema surgió al tener que orientarse a través de océanos desconocidos, lo que exigía ya otra clase de conocimientos y de prácticas. Antes de mediar el Siglo XV, los portugueses dieron el paso decisivo que les llevó a la navegación de altura.

6.1.2.3 Ideas acerca de la forma de la tierra y de sus dimensiones. Hacia 1480 los geógrafos se habían centrado en la Geografía de Ptolomeo y sus mapas habían sido elaborados sobre este texto clásico.

De acuerdo con este mapa, se podía navegar desde África oriental hasta la India, pero no viniendo del Atlántico. La expedición de Marco Polo (fines del XIII) revela a Occidente la existencia de Cipango (Japón) y Catay (China) y comprobó la idea de que África y Asia estaban rodeadas por un mismo

Océano, y por tanto que a través de él, desde el oeste, se podían navegar hasta allí. Cuando el Humanismo pone de moda a Ptolomeo, sus ideas geográficas beneficiarían a la ciencia

náutica sólo de un modo indirecto. 6.1.2.4 Primeros Mapas Modernos. El mapa elaborado hacia 1459, por Fray Mauro, expone una imagen bastante diferente del primitivo de Ptolomeo. Ofrecía la silueta de África, claramente circunnavegable. Este mapa se considera generalmente como la culminación de la cartografía académica medieval, que había logrado un hito importante en el llamado Atlas Catalán de 1375.

Este cambio de perspectiva es el que decidió a Juan II de Portugal a no darse por satisfecho con haber alcanzado el oro de La Mina y a proseguir en su empeño por alcanzar las fuentes de las especias orientales. Los mapas que se hicieron en años posteriores, revelan el conflicto que se debatía en la mente de los cartógrafos entre las ideas geográficas de Ptolomeo y los nuevos conocimientos adquiridos en sucesivas exploraciones.

El globo terrestre más antiguo que se conoce es el de Martín Behaim, del año 1492, que tiene escalas de latitud y longitud, pero carece de cuadrícula. Su principal

Figura 65. Astrolabio

Figura 66. Nocturlabio

Figura 67. Marco Polo

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interés estriba en la semejanza entre las ideas geográficas que refleja y las opiniones de Colón.

Figura 68. Mapa según Martín Behaim en 1492.

6.1.3 Los portugueses en África y en el Indico 6.1.3.1 Los comienzos de la exploración de África. Genoveses y catalanes fueron los primeros, en torno a 1300, en lanzarse más allá de las “Columnas de Hércules” (Estrecho de Gibraltar).

La segunda fase la constituye la lenta exploración de la costa africana por los portugueses. Hizo la expedición Lanzarotto Malocello, con su padre, el príncipe Enrique, el llamado después “El Navegante” y en ella se abriría su destino.

Enrique asentó las bases de los descubrimientos portugueses, en los que se combinan, estrechamente, intereses políticos y económicos, con un auténtico deseo de conversión de los paganos y de encontrar el fabuloso país del Preste Juan, que tanto preocupó en la Edad Media. Don Enrique se estableció en 1434 en el promontorio de Sagres en el Algarbe, donde se construyó la “Villa do Infante”, y en ella vivió rodeado de cosmógrafos y marinos, dedicado, hasta su muerte, en 1460, a sus estudios y al impulso de las exploraciones.

Aunque nunca había pasado de Ceuta, supo infundir en sus compatriotas un verdadero interés nacional por las expediciones de descubrimiento, y, bajo su impulso y patrocinio, navegación y descubrimiento se convirtieron en una ciencia. Él se encargó de reunir los medios financieros y materiales para la realización de estos proyectos y hallar los hombres, audaces y prudente al mismo tiempo, encargados de realizarlos.

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6.1.3.2 Las etapas de la exploración de la costa africana

a. Entre 1415-1437 la finalidad era alcanzar el Marruecos infiel por el sur. Es el tiempo de asentamiento en Madera y Azores.

Figura 69. Mapa de Ptolomeo

b. De 1437-1460 se precisa el proyecto africano. Ahora se busca ya

directamente el “país del oro”. En estos años se realiza la colonización de las Azores. La construcción de la carabela permite a los navegantes abandonar la costa, a la vuelta, con mayor facilidad. La trata de negros se añade como incentivo a las pesquerías y al tráfico de oro. La inflexión de la costa africana hacia el este, plantea nuevos problemas. Se había llegado a una costa llena de peligros sin saber si aquellas condiciones iban a mejorar.

c. Entre 1460-1479 sobreviene cierta detención en el ritmo de las expediciones. d. Desde 1480, tras el tratado de Alcacovas, y coincidiendo con la decidida

protección del nuevo rey Juan II, el proyecto de la India se pone como objetivo primero.

6.1.3.3 La búsqueda de la ruta de la India. En 1487 Juan II envió dos expediciones, una por tierra y otra por mar, en busca del camino de la India. Bartolomé Díaz fue el encargado de la expedición marítima. La expedición terrestre fue iniciada desde Venecia por Pedro de Covilha y Alfonso de Paiva, encargados de recoger noticias sobre Abisinia y la ruta de las Indias y llevar cartas para el Preste Juan. Desembarcaron en Egipto, y, por el mar Rojo, alcanzaron, en un barquichuelo árabe. A su vuelta el Cairo, tuvo noticias de la muerte de su compañero. Sus informaciones sobre el régimen de los monzones y otras noticias obtenidas de los comerciantes árabes, corroboraron la posibilidad de alcanzar la India contorneando África desde el oeste.

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6.1.3.4 Vasco de Gama en la India. La empresa definitiva se retrasó por la desalentadora relación, hecha por Bartolomé Díaz y por la inesperada noticia de la expedición de Cristóbal Colon. Cuando la Corte de Lisboa se convenció de que las tierras descubiertas por los españoles no eran los populosos y riquísimos países visitados por Covilha, decidieron adelantarse a los españoles. La expedición que había sido cuidadosamente preparada y dotada, estaba formada por cuatro naves y 150 hombres. Al mando de Vasco de Gama, salió en julio de 1497. Siguió a lo largo de la costa, tocó Santa Elena, dobló el Cabo y remontó la costa oriental africana hasta Zanzíbar.

En agosto 1499, con dos naves y 80 hombres solamente, pudo regresar a Lisboa después de un accidentado viaje de dos años con un cargamento de pimienta y canela. Por entonces, Colón había realizado ya su

tercer viaje a las Indias Occidentales. 6.1.4 Los viajes de los españoles. Colón y el descubrimiento de América 6.1.4.1 La imprevista participación española en los descubrimientos. España lograría una participación excepcional en los descubrimientos, gracias a la expedición de Colón, una de las pocas organizadas hasta entonces por los soberanos españoles. 6.1.4.2 El viaje de descubrimiento. En Palos de la Frontera, Colón se entendió con un armador, Martín Alonso Pinzon, que fue quien le ayudó a preparar la expedición. Se equiparon tres carabelas: La Niña, la Pinta, y la Santa María (pilotada por Colón). La flota llevaba en total 90 o 120 hombres, según las fuentes.

La pequeña flota salió de Palos el 3 de agosto de 1492. El 12 de octubre un marinero de vigía en el castillo de proa de la Pinta fue el primero en divisar el Nuevo Mundo. Era la isla que Colón llamó San Salvador (hoy Watling180), en el archipiélago de las Bahamas, que los indígenas conocían por Guanahani. Siguió después hacia el sur a lo largo del archipiélago de la Bahamas y supo por los indios que había por aquellos lugares una tierra muy rica en oro y especias. Era Cuba, a la que llegó el 27 de octubre. Estaba absolutamente

convencido de estar en Asia.

El 22 de noviembre, la Pinta a las órdenes de Pinzón, abandonó Cuba y descubrió Haití, isla que llamó la Española. Siguió costeando al norte de esta isla y, en la Navidad de 1492, perdió la Santa Maria en un arrecife coralífero.

El 16 de enero de 1493, la Pinta, al mando de Pinzón, se reunía a la Niña, ahora mandada por Colón, e iniciaron el viaje de regreso. Durante tres semanas la travesía fue fácil, pero después terribles tormentas separaron a las dos carabelas.

180 Isla en las Bahamas, en el Océano Atlántico.

Figura 70. Vasco de Gama

Figura 71. Cristóbal Colón

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La Niña, arrastrada hacia las Azores, el 3 de marzo arribó a Lisboa y el 15 entraba en Palos. La Pinta había alcanzado Bayona de Galicia una semana antes y estaba en Palos unas horas después que el Almirante. 6.1.4.3 La reacción de Portugal. El descubrimiento de las “Indias” por Colón provocó una tensa rivalidad entre España y Portugal. Para afianzarse, los Reyes Católicos seguían respetando el tratado de Alcacovas-Toledo, pero solicitaron del Papa Alejandro VI un reconocimiento de su soberanía en las tierras descubiertas. El Papa en las bulas de 3 y 4 de mayo de 1493 señaló la línea que iba de un polo a otro, pasando cien leguas al oeste de la isla más avanzada de las Azores y se reservaban a España las tierras de infieles que conquistase al oeste de dicha línea. La bula de 1455 de Nicolás V había concedido a los portugueses un verdadero y general monopolio de los descubrimientos geográficos; después del tratado de Alcacovas atribuía a Portugal todas las tierras descubiertas hasta la fecha en el mar Océano, salvo las Canarias.

Figura 72. Los Reyes Católicos

Demarcación tan imprecisa como la de las Bulas de 1493, y equivalente, por

otra parte, a un arbitraje que no se había pedido al Pontífice, no fue aceptado por Juan II de Portugal, que defendía que la demarcación se trazara por el paralelo de Canarias. Al fin se llegó a una avenencia: el Tratado de Tordesillas desvió tal línea trescientas setenta leguas al occidente de las islas de Cabo Verde. Este tratado reglaba momentáneamente la cuestión, pero las diferencias entre ambos países recaerían más adelante en diversas ocasiones, especialmente al descubrir los portugueses el Brasil y al disputarse las islas de las Especias. Los demás soberanos europeos, entre ellos los de Francia e Inglaterra, los más tentados por las expediciones marítimas, no aceptaron este arbitraje pontificio, si bien por el momento no estaban preparados para disputar a los ibéricos el monopolio. 6.1.4.4 Posteriores viajes Colombinos. A Colón le fue fácil organizar rápidamente una escuadra de diecisiete naves y 1500 hombres. Partieron de Cádiz el 25 de septiembre de 1493. El 3 de noviembre alcanzaron la Dominica, en el arco meridional de las Pequeñas Antillas. Descubrió la mayor parte de las islas del archipiélago, llego a Puerto Rico, y alcanzó la Española. Colón fundó una nueva factoría, la Isabela, al noreste de Haití. Siempre en busca del Gran Khan, exploró las costas de Cuba y tomó posesión de ella; después llegó a Jamaica, pero insatisfecho de no hallar pruebas de hallarse en la costa asiática, aunque no desanimado, volvió a la costa meridional de Cuba, tocó nuevamente en Jamaica y regresó a Isabela al cabo de cinco meses. Después de permanecer seis meses en Isabela, dejó el mando

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a su hermano Bartolomé y regresó a España con dos carabelas solamente, pues otras catorce lo habían hecho ya dos años antes.

Colón hubo de esperar hasta 1498 para poder reunir suficiente dinero para el tercer viaje. La travesía del Atlántico fue aún más meridional y más lenta. Buscaba el paso hacia las islas asiáticas y su espíritu visionario creyó encontrar en el Orinoco uno de los cuatro ríos del Paraíso.

A su vuelta a la Española reinaba el desorden. Los colonos estaban descontentos y echaron sobre Colón y sus hermanos, Bartolomé y Diego, sus desilusiones. En octubre de 1500 un comisario real, enviado a la Española, arrestó a los tres hermanos y trajo a Colón encadenado a España. Aunque más tarde se le rehabilitó, perdió su cargo de virrey, pero conservó el título de Almirante.

En calidad de tal, emprendió el cuarto y último viaje. En solamente tres semanas navegó de Gran Canaria a Martinico, que descubrió el 15 de junio de 1502. El gobernador de la Española no le autorizó a desembarcar allí. A comienzos de 1503, sus navíos estaban en tan mal estado que hubo de abandonar dos de ellos y los dos restantes fueron deshechos por el temporal en Jamaica. Colón estuvo allí bloqueado un año entero, con la tripulación amotinada, antes de que le llegara ayuda española. Siguió a la Corte con la que sostuvo pleito en defensa de sus derechos, pleito que se fallaría después de su muerte, a favor de su hijo Diego. 6.1.5 Otros viajes de exploración de los españoles

Año Descubridor(es) Descubrimiento 1499-1500 Alonso de Ojeda y Juan

De La Cosa Siguieron la costa de América del Sur, hacia el este.

1500 Américo Vespucio Desembocadura del Amazonas. Primer mapa del Nuevo Mundo.

1499 o 1501 Vicente Yañez Pinzón Desembarcó en la costa brasileña, cerca del actual Recife.

1500-1502 Rodrigo de Bastidas Recorrió y exploró el litoral de la actual Colombia, antes que llegara Colón.

1507 Martín Waldseemüller Incorporó las “Quattuor Americi Vespucci Navigationes” donde consideran América como un continente nuevo al que Vespucio llegó antes que Colón.

6.1.6 La búsqueda del paso hacia las “Islas de las Especias”. La circunnavegación del globo 6.1.6.1 La exploración del nuevo continente. En estos primeros años del Siglo XVI españoles y extranjeros se afanaban por explorar la masa continental descubierta, buscar posibles asentamientos y, sobre todo, el camino hacia las ricas islas de la Especiería.

Figura 73. Carabelas de Colón

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6.1.6.2 Balboa y el descubrimiento del Pacífico. Vasco Núñez de Balboa realizó expediciones por la costa y hacia el interior. En una de estas penetraciones, el 25 de septiembre de 1513, pudo contemplar, extasiado, la inmensa lámina de agua, aquel día tranquila, que denominó Océano Pacifico. 6.1.6.3 Exploración del litoral del Yucatán. En 1515 Francisco Hernández de Córdoba llego a Yucatán. 1517, siguió la costa yucateca hasta Tabasco. 1518, Juan de Grijalva recorrió también la costa oriental del Yucatán y el golfo de México y regresó a Cuba por Tampico, con noticias del fabuloso imperio de Moctezuma. Faltaba conocer el trozo de costa entre Florida y Tampico, para lo cual el gobernador de Jamaica envió, en 1518, al Francisco Álvarez de Pineda. 6.1.6.4 El Río de la Plata. El hallazgo del Pacífico por Balboa, estimuló las preparaciones marítimas de la Corte de España para hallar el camino hacia las islas de las Especias, Malucas, que los portugueses estimaban suyas, por pretender que caían en la demarcación territorial que les había sido otorgada por el tratado de Tordesillas. El encargado de la empresa fue Juan Díaz de Solís, bordeando la costa brasileña desde Cabo Frío hacia el sur, llegó hasta el Río de la Plata, que exploró largo trecho; pero cayó en una emboscada que la prepararon los indígenas y sus dos naves regresaron a España. 6.1.6.5 La expedición de Magallanes. La gloria del descubrimiento del paso del Atlántico al Pacífico correspondería a un portugués al servicio de España, Fernando de Magallanes.

El 20 de septiembre de 1519 salió la flota de Sanlucar, con Magallanes al mando de la Trinidad, de 110 toneladas. Se puso rumbo al Brasil, en busca del paso del sur. Al no encontrarlo ni en Río de Janeiro, ni en la desembocadura del Río de la Plata, decidió invernar en Patagonia, donde permaneció de fin de marzo a fin de agosto de 1520. Después de haber perdido uno de los navíos, el 21 de octubre, penetró en el Estrecho que lleva su nombre, y, tras enormes dificultades, a causa del mal tiempo y de las necesarias precauciones exploratorias, el 28 de noviembre de 1520, con sólo tres navíos, entró en el Pacífico. Magallanes ascendió paralelo a la costa chilena, donde empujado por los alisios, pudo hacer rápidamente rumbo hacia el oeste y el 6 de marzo de 1521, tras de una penosa travesía de tres

meses, llegaron a la isla de Guam, en el archipiélago de Ladrones, llamadas después Marianas. Diez días más tarde toco en la punta meridional de la isla de Samar, en el archipiélago

de las Filipinas. Allí, en el islote de Mactan, aliado con un señor local, en una expedición contra los malayos, perdería Magallanes la vida el 27 de abril de 1521. 6.1.6.6 Elcano circunnavega el globo. La tripulación estaba diezmada y fue necesario quemar la Concepción y transferir los supervivientes a las restantes, Trinidad y Victoria. El capitán de esta última, el guipuzcoano Sebastián Elcano, tomó el mando de la flota y se dirigió a Borneo. Como la Trinidad estaba en mal estado,

Figura 74. Fernando de Magallanes

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se decidió que la Victoria se adelantara. Elcano la condujo a Timor y el 11 de febrero de 1522, después de haber cortado enérgicamente una pendencia entre sus hombres, levó anclas. Atravesó el Indico, avisto el cabo de Buena Esperanza a mediado del mes de mayo, siguiendo por la costa africana, donde el escorbuto y la fatiga hicieron presa en su gente. No pudo evitar tampoco que la mitad de su tripulación cayera prisionera de los portugueses de Cabo Verde. Finalmente, el 7 de septiembre de 1522, recalaba en Sanlúcar. El navío –la Victoria- estaba enteramente podrido y no le quedaban más que 22 hombres, la mayor parte enfermos. Había navegado, según sus cálculos, 14460 leguas y dado por vez primera la vuelta del mundo.

En 1537 Grijalva y Alvarado descubrirían las islas Gilbert; en 1542 Ruy López de Villalobos llegaría nuevamente a Tidore, en las Molucas, y desde ella uno de sus lugartenientes, Pedro de Retes, alcanzaría Nueva Guinea. 6.1.7 Ingleses y Franceses en América del Norte 6.1.7.1 Juan Caboto: Terranova. El primer extranjero que se aventuró después de Colón fue el veneciano Giovanni Gabotto. Solicitó del rey Enrique VII de Inglaterra, patente de descubrimiento. En mayo de 1497, Caboto salió de Bristol. Tras de tres meses de navegación Caboto avistó las tierras de Terranova, Cabo Bretón, y, probablemente, Acadia. Como Colón, regresó convencido de haber tocado Asia. 6.1.7.2 Expedición de Sebastián Caboto. En 1509 Sebastián Caboto, su hijo, alcanzó los 67º de latitud norte y parece que entró en el estrecho de Hudson, pero hubo de volverse a causa del amotinamiento de sus hombres y del hielo. En busca del paso del suroeste llego al Río de la Plata, en 1521, años después de que Magallanes hubiera encontrado el estrecho que lleva su nombre. Por estas fechas el español Estaban Gómez recorrió desde la península de Labrador al cabo Cod y exploró las desembocaduras de sus ríos. 6.1.7.3 Verrazzano. También la primera expedición francesa en el Atlántico Norte fue mandada por un italiano, el florentino Giovanni Verrazzano, a quien Francisco I, en 1523, confió la misión de encontrar el paso del noroeste hacia Asia. Navegó la costa de la actual Carolina septentrional y de allí hizo rumbo hacia el norte. Entró en el puerto actual de Nueva York, pasó el cabo Cod y siguió la costa hasta Maine. 6.1.7.4 Cartier. En abril de 1534, con el apoyo financiero de Francisco I, Jacques Cartier salió de Saint-Malo. Hubo de volver a Francia, sin haber avistado siquiera el San Lorenzo. Pero trajo algún indio y pudo dar noticias de la región occidental del Canadá. En 1535 Cartier organizó un segundo viaje. Remontó el San Lorenzo hasta las localidades indias que hoy ocupan Québec y Montreal. Cartier estableció una colonia en Cap-Rouge, un poco más allá de Québec, y continuó hasta la desembocadura del río Ottawa. El señor de Roberval al no encontrar las riquezas esperadas abandonó la colonia. Así fracasó la primera tentativa francesa de establecimiento en Canadá.

Figura 75. Cartier

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CAPÍTULO 7. RASGOS DEL MUNDO EUROPEO DE 1550 A 1660. 7.1 EL MARCO SOCIOECONÓMICO 7.1.1 La Evolución Demográfica 7.1.1.1 La crisis demográfica del finales del XVI. La población europea dejó gradualmente de aumentar en el XVII. Hacia 1580, la población europea habría alcanzado su máximo, cifrado en unos 100 millones. Después decrece lentamente, de manera que en 1660 serán sólo 90 millones. 7.1.1.2 Diferencias entre zonas. Según el ritmo demográfico se puede dividir Europa en cuatro grandes zonas:

Zona Países Aumenta o Decrece Mediterránea España (incluye Portugal)

e Italia Decrece debido a la peste y la guerra de los Treinta años.

Europa Central Sacro Imperio Decrece Europa Noroccidental Inglaterra, Francia, Países

Bajos y Países Escandinavos

Se mantiene.

Europa Oriental Polonia y Hungría Aumenta.

En conjunto, durante estos años, la población europea debió crecer en un 15%, pero la tasa anual aumento sería casi doble en el período de 1550 a 1600, y una baja demográfica entre 1600-1660.

En la primera mitad del XVII la tendencia de crecimiento se invierte: el descenso de población en Europa Meridional fue acusado y grave, mientras que al norte se mantiene estable al menos, con un claro crecimiento en Inglaterra y Holanda. 7.1.1.3 Población Urbana. Este crecimiento, por lo menos en muchas partes, se produjo a costa de la despoblación del campo o de otras ciudades, como en Italia o en los Países Bajos.

Todavía hasta finales del Siglo XVI, continúan creciendo aquellas ciudades meridionales, que de tiempo atrás ya eran grandes urbes. Nápoles, Venecia, Milán, Roma Sevilla y Lisboa. Sin embargo, en la primera mitad del XVII las ciudades italianas y españolas habían declinado, más o menos intensamente.

Se advierte el espectacular desarrollo de dos tipos de ciudades: los centros de gobierno y los núcleos comerciales atlánticos. Como centros de gobierno se pueden mencionar Madrid, Paris, Londres. En cuanto a las ciudades portuarias, como Hamburgo, Ámsterdam, Bristol, etc., continuaron creciendo.

Con todo, quizá los rasgos más significativos que se estaban iniciando desde finales del Siglo XVI son:

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a. El crecimiento de las ciudades del noroeste de Europa y de la costa atlántica, en tanto que las meridionales se estancan o decrecen;

b. Que las grandes ciudades estaban aumentando a costa de las más pequeñas.

El comercio, la actividad financiera y la vida administrativa atraían la

población hacia unos ciertos núcleos, que crecen desmesuradamente, mientras que esos aproximadamente dos centenares de pequeñas ciudades nacidas en la sociedad medieval y que habían persistido hasta entonces, pierden vida, haciéndose cada vez mayor la distancia entre unas y otras. 7.1.2 Los contrastes de la economía: de la prosperidad del XVI a la depresión 7.1.2.1 La evolución agraria. Una característica esencial de este período fue la tendencia a la extensión de la tierra labrantía dedicada, sobre todo, a cereales. Extensión provocada por el crecimiento de la demanda, pero que en la década 1620-1630 parece haber llegado a su tope. Entonces de manera generalizada, los precios de los artículos agrícolas básicos rompen su tendencia alcista –indicio de una contracción de la demanda-, lo que produce una regresión agraria en toda Europa que se mantendrá hasta el primer tercio del XVIII. En el este y mediodía de Europa, la economía agraria sufrió una contracción más fuerte: se abandonan explotaciones marginales, acaban las roturaciones, y, en muchas partes, se produce una amplia emigración rural.

La conversión de pastos en tierra labrantía no fue demasiado intensa en Europa occidental propiamente dicha; otra cosa sería en los países meridionales, donde el ansia de tierra cerealista empujó al avance del arado en pastizales y tierras comunes.

Por lo general, en el XVI había demanda de tierra de cultivo. Existe un interés por la agricultura, que se expresa en publicaciones sobre el tema. 7.1.2.2 Cambios en el mapa industrial. El sector industrial en este período se caracteriza por grandes cambios en el mapa de la producción industrial.

Hubo, evidentemente, progreso industrial, si se considera el conjunto. La difusión de nuevas técnicas, sobre todo por trabajadores que por diversas circunstancias hubieron de hallar refugio en otros países; la actividad creciente de algunos empresarios y capitalistas; el interés del Estado por promover ciertas empresas; y, sobre todo, la expansión del comercio ultramarino e interior, contribuyeron a imprimir un mayor dinamismo a la industrialización, no obstante rutinas y dificultades. Donde se hallaron capacidades humanas y una situación social y recursos materiales favorables, la producción industrial se desarrolla, mejora y se diversifica. En donde, por el contrario, estas condiciones no existen la industria se estanca y hasta se arruina, ante la competencia internacional, que se expresa más dinámica y abierta.

A partir de 1550, una de las grandes industrias de los Países Bajos españoles, la “nueva pañería”, que tuvo su punto culminante en Lille y mondschoote hacia 1560-1570, así como la metalurgia del Namurois, en pleno desarrollo, sufren los estragos de la guerra. Sus técnicos se dispersan por diversos lugares de Europa. Ya antes de 1660, Suecia era uno de los primeros países productores y exportadores de hierro; la industrialización en Francia había realizado en algunos sectores grandes

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progresos, pero más espectacular aún es el desarrollo industrial de las Provincias Unidas y de Inglaterra. 7.1.2.3 El comercio, motor de la economía. El gran incremento de la actividad financiera y de la banca no fueron sino reflejo de la expansión comercial. Toda la energía económica de Europa Occidental se orientaba preferentemente hacia objetivos comerciales, y el Estado, en mayor o menor grado, asume esta preocupación en la idea de que la potencia comercial, además de riqueza, representaba poder. La concepción de la función del Estado respecto a la actividad mercantil –el llamado “mercantilismo”- varió de un país a otro. En este aspecto Holanda se diferencia de los demás. Mientras en las monarquías absolutistas (España, Francia) se tendía a fomentar el comercio bajo forma monopolística estatal, con la preocupación por aumentar los ingresos fiscales, en Holanda se mantuvo la idea de que la prosperidad económica procedía de la comunidad mercantil y que la función del gobierno era simplemente ampararla y proteger sus iniciativas monopolísticas. En Inglaterra se llegó a una especie de equilibrio entre gobierno y súbditos, por el que los soberanos invirtieron recursos propios en el comercio y empujaron a hacerlo a funcionarios estatales, burgueses y nobles, también bajo la forma de sociedades monopolísticas. En el aspecto concreto del comercio, los teóricos de la primera mitad del Siglo XVII estaban principalmente interesados en la balanza comercial y sugerían diversos procedimientos para hacerla favorable. En Inglaterra se dicta la primera Ley de Navegación (1651), expresión de las motivaciones y ambiciones tanto del Estado como de los particulares respecto al comercio. Con frecuencia este estímulo estatal al comercio fue acompañado de la guerra. Las “compañías privilegiadas” inglesas, holandesas y francesas recurrieron para extender sus actividades al corzo y a la violencia, lo que, naturalmente, suscitó entre ellas guerras marítimas y rivalidades coloniales. 7.1.2.4 El sistema comercial europeo: de la fase ibérica a la holandesa. A mediados del XVI comienza a vislumbrarse un desplazamiento de los centros económicos de gravedad desde el sur hacia el norte, fenómeno en el que influyen varios hechos: el desarrollo agrario en el este de Europa, la descomposición del gran eje comercial Nuremberg-Augsburgo-Amberes. Las guerras en los Países Bajos complicaron aún más las relaciones mercantiles normales, ya en baja. Por otro lado, el sistema comercial europeo, fundado en el eje Sevilla-Amberes, se desplomó definitivamente en las dos primeras décadas del XVII. Todo ello influiría de manera determinante en la desarticulación del sistema mercantil, y Europa, entre 1619-1622, se vio sumida en un verdadero caos. Con Oriente, el comercio internacional había crecido espectacularmente durante el Siglo XVI. Al irrumpir la competencia de holandeses e ingleses en el Índico, China y Japón, el gran comercio mundial sufrió una fuerte contracción. Otra importante causa, sin duda, fue la utilización de los recursos de oro y plata americanos en su política bélica, en la que estaban implicados una serie de centros económicos, como Amberes, las ciudades del sur de Alemania y Génova, centros destinados a hundirse también con el desplome del potencial económico español. 7.1.2.5 Los metales preciosos y la inflación de precios. En Europa hasta los años veinte del Siglo XVII se mantuvieron en explotación las minas de plata del Tirol y de Sajonia. Pero mucho más importante fueron la plata y el oro venidos de América y África.

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Este torrente metálico fue, en buena parte, responsable de la subida de los

precios que ya habían comenzado a elevarse durante la primera mitad del XVI.

El problema es que toda esta cantidad de metal precioso en manera alguna se conservó en Europa. Aparte de la pérdida normal por atesoramiento y desgaste, Europa tenía una balanza comercial deficitaria en dos amplias zonas: las Indias Occidentales y el Lejano Oriente. Se sabe también que, por lo menos hasta 1670-1680, este desequilibrio se saldó con moneda, especialmente de plata. 7.1.2.6 Las manipulaciones monetarias. La pregunta que se plantea es si el crecimiento del stock monetario fue suficiente para suplir la demanda de los medios de pago, que requerían el comercio y la guerra. Especialmente después de 1600, las cartas y documentos comerciales están llenos de lamentos sobre la escasez de moneda y la falta de dinero. Con la excepción de Ámsterdam, parece que todos los centros financieros padecieron escaseces transitorias, que provocaban dificultades económicas. Y, como para aliviar sus finanzas, los gobiernos creyeron ver una solución en acuñaciones más copiosas de cobre y en manipulaciones monetarias, se originaron graves perturbaciones que acabaron cuando cayeron en la cuenta de que los beneficios que habían calculado obtener por estos procedimientos eran rápidamente devorados por la inflación. 7.1.2.7 Las finanzas y las operaciones bancarias. El desarrollo del comercio al por mayor durante todo el año exigió la creación de grandes bancos en los que los comerciantes pudieran depositar con seguridad sus fondos y retirarlos, cuando fuera necesario, en un plazo de horas. Aparte de los banqueros privados, muchos gobiernos resolvieron el problema mediante la adaptación o creación de un banco público. El modelo –desarrollado- de éstos serían los viejos bancos públicos italianos y de los territorios de la Corona de Aragón. Como en los antiguos bancos públicos italianos o de la Corona de Aragón no se autorizaban operaciones al descubierto en cuentas privadas y no se hacían préstamos personales a los clientes. 7.1.2.8 La deuda pública. En todos los Estados de Europa el gasto público aumentó de manera creciente. El aumento de poder de los soberanos y la concentración en sus manos de responsabilidades y servicios, que antes correspondían a instancias subordinadas, condujeron al elevado incremento del gasto público. En general, con la notable excepción de Inglaterra, los Estados de toda Europa, recurrieron, al no poder pagar las deudas contraídas, a consolidar la deuda a corto plazo (deuda flotante), mediante el pago de anualidades a interés fijo a los financieros acreedores. Nació así un fenómeno nuevo: la deuda nacional. El crecimiento de la deuda pública, cuando estuvo bien administrada, tuvo dos consecuencias importantes. Dio lugar a la creación de una clase rentista, procedente principalmente de la burguesía, y, paradójicamente, reforzó la estabilidad financiera y política de los gobiernos. En efecto, el pago de los atrasos e intereses a los acreedores obligó a mantener unas estructuras fiscales más sólidas y los mismos acreedores se verían más ligados al gobierno. 7.1.3 La crisis económica del Siglo XVII 7.1.3.1 Alcances de la crisis. La primera mitad del Siglo XVII es una período de estancamiento y de crisis que prenuncian181 la “gran depresión” de la segunda

181 Que anunciad de antemano.

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mitad. El Siglo XVII, ciertamente, es un Siglo de crisis económica y de las consiguientes miserias. La prosperidad que desde comienzos del Siglo XV había afectado a los países mediterráneos se acaba, mientras que despunta y progresa más al norte. El Siglo XVII, también en lo económico, es el gran Siglo de las Provincias Unidas, de Inglaterra, de Escandinavia, no obstante sus dificultades y crisis temporales. Más que una crisis generalizadora, es “un período de profundos cambios en la composición del espectro económico de Europa y de enormes transformaciones en la distribución geográfica de la actividad económica”182. 7.1.3.2 Sus efectos, en los precios, salarios y crédito. Donde más claramente se advierte la crisis económica es en el movimiento de los precios y en las disponibilidades monetarias. España recibe grandes ingresos, sumas ascendentes de metal precioso en los últimos años del Siglo XVI, las cuales decrecen en el XVII. Ello significaba para la economía europea una alteración profunda ya que ya no se pueden sostener los intercambios y las inversiones y tenía que sobrevivir el colapso. Ello, como es fácilmente comprensible, significaba para la economía europea una alteración profunda. La disminución de esta corriente de plata, obligatoria en España, ya en 1599, a las primeras emisiones de cobre puro, y, conforme la plata escaseaba, o desaparecía en virtud de la balanza comercial negativa, el gobierno recurría a nuevas acuñaciones depreciadas, y a la de vellón, cuya abundancia provocaría el agio de la buena moneda. Francia comenzó a emitir cobre a partir de 1602 y Suecia comenzaría a exportar cantidades masivas del mismo metal. Incluso en los países de Oriente, el valor nominal de la moneda se triplicó en el mercado. Los precios de los artículos básicos habían ascendido aceleradamente por toda Europa, durante el Siglo XVI, hasta alcanzar su cenit en torno a 1590-1595, duplicando en París, triplicando en Castilla y Brujas, cuadriplicándose en Inglaterra y Munich, y más que quintuplicándose en Gdansk (Danzig). Entre 1620-1622 descienden bruscamente y siguen haciéndolo hasta 1630 y aún más suavemente entre 1646-1650. No es extraño que a ellos siguiera una contracción de mercados y el colapso del crédito, primero; y una pequeña recuperación, con sobresaltos, después, que no logra volver a la normalidad, sino que desemboca en una verdadera recesión desde la mitad del Siglo XVII. 7.1.3.3 El declive económico de la Europa Meridional. En los países mediterráneos se advierte más claramente la decadencia. En Italia, la década de 1590, y después las epidemias de 1630 y 1656, fueron devastadoras. La caída de la población contrajo, sin duda, la demanda, y estimuló los salarios al alza, con lo que colocó a las exportaciones italianas en posición muy difícil. Alrededor de 1600 el liderazgo económico veneciano en el Mediterráneo puede darse por acabado. Perdieron el comercio de las especias, que pasó a manos de los ingleses y holandeses; su industria textil, que adolecía de altos costes, decayó hacia mitad del Siglo; la posición de la ciudad como centro de edición de libros bajó por diversas causas; la Guerra de los Treinta Años privó a Venecia de su más importante mercado –Alemania-, mientras que la baja de la ley de la moneda turca incrementó mucho los costes de adquisición de la seda y del algodón en los mercados de Levante. Queda finalmente señalar los gastos provocados por la Guerra de Candía (1645-1668). Hay una tendencia entre los patricios a retirar su dinero del comercio, invertirlo en propiedades agrarias y disfrutar de la vida confortable.

Pero en ninguna parte la decadencia económica es tan visible como en Castilla. Los altos costos de su política exterior en hombres, y en dinero, bajo la

182 Domenico Sella.

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forma de impuestos. Cuando el flujo de plata dejó de crecer y la despoblación, después de la crisis de 1599-1600, se extiende a Castilla, aparece como una sombra de desesperanza y desilusión. Fuera de Castilla, el trauma de la expulsión de los moriscos (1609-1614), afectó durante gran parte del Siglo a los reinos de Valencia y Aragón. 7.1.4 La movilidad social y las nuevas situaciones 7.1.4.1 La nobleza. La coyuntura y el desplazamiento de los polos de la actividad económica, las relaciones con el mundo extraeuropeo, juntamente con la política de los monarcas y otros factores del orden psicológico e ideológico, influyen en la evolución social.

El Humanismo había subrayado la virtud, la educación y el servicio al Estado como características del noble. De estas tres cualidades, la del servicio es la que acabará imponiéndose, como autodefensa en el comportamiento nobiliario.

Los nobles abandonan la antigua costumbre de tomarse la justicia por su mano y recurren a los tribunales.

El desvanecimiento de la idea de que el noble era esencialmente un guerrero abrió paso a su moderación y a una tendencia a participar en actividades burguesas. La actitud de la nobleza dependía de las ciudades y también de la categoría del comercio. En general, la práctica del pequeño comercio o industria se consideró en casi todas partes como una infamia social.

En otras regiones de Europa no se ponían objeciones a la actividad empresarial de los nobles. Solían dedicarse más bien a la industria que al comercio.

En Europa central y oriental, la mayor parte de la nobleza tomaba parte activa en los negocios, sin excluir el comercio. Ello era debido a que en amplias zonas, la burguesía era inexistente o estaba en proceso de decadencia. En los países orientales los nobles exportaban productos agrícolas e importaban otros industriales; eran a la vez granjeros y mercaderes.

En los países occidentales, sin embargo, existía un prejuicio tan fuerte contra las ganancias obtenidas con el comercio, que llegó a impregnar la mentalidad de quienes descendían de mercaderes burgueses. El distintivo esencial de la aristocracia era la riqueza, aunque mantener esta riqueza no fue siempre posible, sobre todo entre los segundones. Por ello, en el Siglo XVII, en Francia o en España, abunda la nobleza provinciana empobrecida, o el hidalgo mísero, que llegó a ser uno de los temas predominantes en la literatura y en el arte de la época.

En Europa occidental, en general, la aristocracia estaba abandonando sus posesiones y convirtiéndose más bien en nobles absentistas que productores agrícolas. En el este de Europa, por el contrario, se consagraban más que antes a la explotación de la tierra. La naturaleza de la propiedad nobiliaria difería en estas dos zonas. En Occidente, el desarrollo de una economía monetaria permitía arrendar fincas, alquilar casas y comprar o vender cargos estatales. En Inglaterra a lo largo del XVII el abandono de la explotación directa de la tierra fue en aumento. En la medida que la tierra se valorizaba, dejaba de ocupar el lugar de antaño en los ingresos de la nobleza. Muchos de los grandes nobles comenzaron a explotar otras fuentes: rentas, pensiones y cargos públicos. En las cortes de los grandes Estados

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(París, Madrid, Viena, Londres), la nobleza encontraba una posibilidad de vida en los cargos oficiales y cortesanos. 7.1.4.2 La burguesía. La característica esencial de la burguesía fue su movilidad. A lo largo del XVII se observa un arrogarse, por los propios interesados, denominaciones y tratamientos que tratan de expresar la consagración como burgueses de diversos oficios y cargos, hecho perfectamente comprensible en una sociedad celosa del título y de la prerrogativa.

Los burgueses que habían hecho su fortuna en el comercio (incluido con este término también la industria) formaban una primera generación de la riqueza. Según las costumbres de la sociedad en que vivían, seguían caminos diversos.

La burguesía también ofrecía préstamos a otros particulares, que a cambio de un adelanto de dinero se comprometían a pagar al acreedor una cantidad anual en metálico hasta la extinción de la deuda. En casi todas las regiones europeas, con la excepción de Europa del Este, la burguesía fue pesimista. Manifiesta en todas partes cada vez más avidez por adquirir, a costa de un campesinado independiente y de la nobleza. La tierra daba al burgués seguridad y respetabilidad y, sobre todo, era el fundamento para aspirar a la categoría de noble. Las tierras más atractivas para el burgués eran las que llevaban aparejados derechos feudales y señoriales. En si la posesión de un señorío no era fundamento para ostentar el título nobiliario, pero era argumento a la hora de pretenderlo.

En general, los países que carecían de una burguesía fuerte sucumbieron en el momento de la crisis y aceptaron el gobierno absolutista, no necesariamente ejercido por el monarca, sino, a veces, compartido con la clase aristocrática. Por el contrario, en aquellos países, donde la burguesía era fuerte (Inglaterra, Provincias Unidas), tomó iniciativas para mantener su posesión y los logros adquiridos pudiendo instaurar regímenes constitucionales. 7.1.4.3 El campesinado en occidente. En lo que se llama Europa occidental, predominaba el sistema agrario de “Grundherrschaft”, en el que el propietario confiaba la explotación de la tierra a otros. El empobrecimiento de la nobleza terrateniente motivado por la devaluación monetaria, la devastación de las guerras, y las luchas civiles y religiosas, contribuyeron a erosionar los derechos y prerrogativas feudales y a hacer más fácilmente transferible la propiedad de la tierra. Con raras excepciones, al quedar muy reducida la extensión del terreno que al señor se reservó para su propia administración (reserva señorial), el trabajo obligatorio de los campesinos en ella prácticamente desapareció o llegó a ser todo lo más entre dos y cuatro semanas al año, siendo sustituido en cambio por pequeños tributos. Los campesinos que poseían parcelas de tierra podían, en la práctica, utilizarlas como quisieran e incluso transmitirlas a sus herederos. De modo que la pequeña propiedad campesina se extendió más en Francia y Alemania que en ningún otro lugar. En el Siglo XVII, las propiedades volvieron a aumentar considerablemente de tamaño, cuando los terratenientes procedieron a confiscar explotaciones anteriormente poseídas por los campesinos.

El campesino libre era una clase minoritaria limitada al norte de Europa y a las regiones bálticas. También había un sector, de espesor más o menos variable, que no disfrutaba de tierra en arriendo, sino que trabajaban en ella como asalariados o jornaleros. Las formas de organización feudal desaparecieron en 1606, fecha en

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que se data la venta del último “manor” por su señor; en adelante, los colonos eran “freeholders” o pequeños propietarios, aunque existía también un sector jornalero.

La elevación de la carga tributaria sobre el campesinado fue general en toda Europa occidental. El resultado fue la proletarización de un gran sector campesino en toda Europa occidental, que al endeudarse abandona la tierra en la que otros le sustituyen. Así se explica la concentración de la propiedad rural y la apropiación de buena parte de ella a largo plazo por la burguesía urbana. 7.1.5 Los Conflictos Sociales

Desde mediados del Siglo XVI los cambios profundos en el orden económico, las luchas religiosas, el avance del absolutismo del Estado y de la fiscalidad, juntamente con los efectos de la inflación, primero, y, más tarde, ya en la primera mitad del XVII, de la depresión y de las agudas crisis económicas, se manifiestan en un aumento de la tensión social en todos los niveles. Los géneros de vida se diversifican; los cambios de fortuna son más frecuentes. Por ello las rivalidades, conflictos y luchas sociales, aumentan en número y cobran mayor aspereza: rivalidad, en el seno del Estado, entre los órdenes y corporaciones, fricciones entre nobles y burgueses, por afianzarse en su papel político y defender sus intereses; y, a nivel local, luchas de clanes y de poderosos entre sí, de oprimidos contra opresores.

Un tipo de estos conflictos son las llamadas “revueltas populares”, expresión de la que se ha abusado, quizá, demasiado. En la década de 1590, que en el aspecto rural fue catastrófico para casi toda la Europa meridional, se suscitan revueltas en muchas partes. Quizás las más violentas fueran, en Francia.

En la primera mitad del XVII las motivaciones religiosas ceden la primacía a razones de carácter político, económico y social. La afirmación del Estado y el consiguiente centralismo, implican un aumento de los impuestos que se produce en el momento en que la crisis económica se hace sentir más y ello condiciona fuertemente las protestas. 7.2 LOS ASPECTOS Y CONFLICTOS RELIGIOSOS 7.2.1 Reforma Católica y Contra-Reforma 7.2.1.1 El concepto de contra-reforma. El término Contra-Reforma fue empleado para designar la vuelta a la práctica católica de un territorio protestante. La reconquista de territorios al catolicismo, obra en la que colaboraron, con las armas, los príncipes católicos animados por Roma. 7.2.1.2 La reforma católica: su riqueza de contenido. Tiene su fundamento en la teología tomista y en la aportación espiritual de nuevos movimientos eclesiales, entre ellos la ascética jesuítica, la pobreza capuchina, la mística carmelita, etc. Sus aspectos son variadísimos: la renovación de la vida conventual y religiosa, reflorecimiento del ministerio pastoral entre los obispos y sacerdotes, desarrollo de la vida espiritual entre los laicos, etc. En torno a los años 1620-1640 Francia se pone a la cabeza de este movimiento. Hacia la mitad del Siglo XVII, la pujante renovación católica parece haber perdido vitalidad, se advierten signos de mayor conformismo y las disputas teológicas de escuelas debilitan el afán renovador despertado un Siglo antes.

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La recuperación de territorios o sectores pasados a la Reforma protestante, o simplemente sumidos en la incertidumbre se hizo, con frecuencia, en lucha contra el

protestantismo. Lucha, no solamente en el terreno doctrinal, sino también en el político-social.

La Contra-Reforma arranca de los últimos años del decenio de 1560. Es un momento de crisis del luteranismo en Alemania y en el norte y este de Europa, por la división entre ortodoxos y “filipistas” (seguidores de Melanchton o cripto-calvinistas) y el avance del calvinismo, y cuando las Iglesias de Inglaterra y Suecia no estaban definitivamente estructuradas. Pío V animó a este movimiento de expansión exterior, pero comienza propiamente con Gregorio XIII, después de la afirmación doctrinal y de las reformas realizadas por su antecesor. Gregorio XIII estimuló la obra de reconquista sistemática en Alemania, que ya los jesuitas habían comenzado. La Iglesia Católica cosecha éxitos considerables en Polonia e

importantes en el Imperio; fracasaron en cambio los proyectos de reconquista de Inglaterra, de las provincias norteñas de los Países Bajos y Escandinavia. En Francia, la lucha entre católicos y calvinistas no se decidirá definitivamente a favor de los primeros hasta la conversión de Enrique IV, en 1594. En el Imperio, en la primera mitad del XVII, la Contra-Reforma alcanzaría nuevos éxitos. 7.2.1.3 Las dificultades para la Reforma Católica. La puesta en obra de la Reforma católica no fue fácil. La Reforma eclesiástica había fortalecido a la Iglesia y reforzado su poder central, le había proporcionado la idea de unidad universal y dotado de los recursos internos necesarios para realizarla. Pero ciertas corrientes doctrinales y fuerzas desatadas durante el Renacimiento y la Reforma protestante habían desintegrado la unidad europea y reforzado las tendencias nacionales, incluso en los países católicos. Incluso en los países tradicionalmente católicos, existía una tendencia de afirmación de las iglesias nacionales, que rechazaban la intervención romana por diversas razones.

En países protestantes o semiprotestantizados, como en Alemania, el destino de la renovación espiritual dependía en gran medida de los obispos o de los príncipes territoriales. En muchas diócesis, las reformas duraderas no se llevarán a cabo antes de finalizar el Siglo XVI y aun después. Donde quiera que intervenían los jesuitas se daba un gran paso, pues al erigir o hacerse cargo de seminarios, escuelas, universidades facilitaban enormemente la tarea de formación del clero y de los laicos. Se trató de difundir, ante todo, el estudio del catecismo, de renovar la predicación y de exhortar a los fieles a la recepción frecuente de la confesión y de la comunión. Se revivieron prácticas piadosas populares, como el rezo del Angelus o del Rosario y, en especial, la devoción a Nuestra Señora. 7.2.1.4 Reforzamiento de la vida interior, de la disciplina y de la acción apostólica. La Reforma católica se resume en los decretos de Trento, publicados en 1564. Unos concernientes al dogma y otros referentes a la disciplina eclesiástica, corrección de abusos y restauración de la liturgia.

Puede decirse que el núcleo doctrinal de la Reforma católica arranca del decreto sobre la justificación aprobado en Trento, en 1547, donde se la definía en un

Figura 76. Gregorio XIII

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sentido positivo, rechazando la concepción protestante de un mero acto de fe, sin necesidad de las obras y de los sacramentos.

La teología de la Reforma católica radica en una perfecta armonización entre la vida interior del cristianismo, su lucha personal por la salvación, y su acción externa, fundamentalmente en los deberes de Estado.

Trento, trató de alentar, como complemento de la oración privada, la colectiva, a través de la liturgia, porque la oración tenía como finalidad primordial la adoración de Dios. Alentó la práctica más frecuente de los sacramentos: la confesión, que no solamente servía para perdonar los pecados, sino para prevenirlos y aumentar la gracia santificante; la participación en la comunión eucarística; la misa, que se hizo obligatoria, semanalmente, y en los días declarados festivos. La misa, como sacrificio redentor, y la veneración de Cristo, presente en la Eucaristía, volvieron a ser consideradas como centro de la vida del cristiano; y para extender la adoración del Santísimo Sacramento nacieron nuevas cofradías. Todavía en el Siglo XVI no era muy corriente que los sacerdotes celebraran misa a diario, y la comunión mensual, o incluso semanal, del laico, sería una práctica rara hasta entrado el Siglo XVII.

Un cierto voluntarismo impregna la devoción, que se esfuerza por realizar buenas obras y por el ofrecimiento de los sufrimientos como expiación. La precisión de la doctrina sobre el Purgatorio, proyecta una nueva luz sobre el valor de los sufrimientos como obra expiatoria, práctica que siempre la Iglesia había recomendado.

Sin embargo, la piedad y las normas de vida cristiana establecidas después de Trento fueron esencialmente clericales. La Iglesia después de Treno acentuó la jerarquización.

Frente al protestantismo, la Iglesia, aunque nunca prohibió su lectura, mantuvo sin embargo fuertes restricciones. En 1551 el Índice español prohibió la traducción de la Biblia en lengua vulgar, y en 1559 incluso traducciones parciales a ella.

Otro aspecto es el cambio que se produce hacia finales del Siglo XVI en algunas corrientes espirituales surgidas de la Reforma católica. Concretamente, entre los jesuitas. Por una parte, preocupados por los excesos a que había conducido en algunos casos el desarrollo del misticismo, la Compañía trató de acentuar los aspectos ascéticos del método de oración de los Ejercicios de San Ignacio. Esta reacción, que trataba de rehabilitar el valor de la voluntad y de las obras humanas, impregnó la enseñanza y la dirección espiritual de los jesuitas, sobre todo a los laicos. La vida corriente del cristianismo, y en particular la de la familia, sería objeto de especial interés para los moralistas de la Compañía de Jesús, cuyos miembros dirigían a numerosos laicos. A comienzos del XVII, con este fin, aparecen libros o tratados para uso de los confesores, sobre la base de casos particulares. El procedimiento degeneró en “casuística” moral, con el riesgo de caer en compromisos cómodos. Esta orientación de la más influyente congregación religiosa, provocaría controversias y tensiones en el seno de la Iglesia y ayuda a comprender la desgraciada polémica con los jansenistas. 7.2.1.5 Los Papas y el Impulso a la Reforma Católica. Durante los dos años que le quedaban de vida, Pío IV puso todo su empeño en hacer aplicar los decretos

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del Concilio. Instituyó una comisión de cardenales, que sería el germen de la “Congregación del Concilio”. Uno de sus objetivos primordiales sería corregir la lista de obras prohibidas, conocida bajo el nombre de “Índice”. Este Índice atenuó la excesiva severidad del publicado por Paulo IV, pues determinaba que los libros allí inscritos, podían ser retirados, una vez enmendados, y se fijaron unas reglas generales para juzgar los libros doctrinales. Pío IV puso también en práctica una petición del Concilio: “La Professio fidei Tridentina”, que toda persona que asumiera funciones eclesiásticas debía suscribir, y cuyo objeto era salvaguardar la pureza de la fe. En el aspecto administrativo, Pío IV se dedicó a la reforma de la Curia. Reorganizó los tribunales eclesiásticos y la Cámara apostólica; derogó todos aquellos privilegios de los curiales que estaban en contradicción con las decisiones del Concilio y redujo la corte pontificia, despachando a más de 400 cortesanos ociosos. Reglamentó el servicio divino en las iglesias de las que eran titulares los cardenales y apoyó especialmente la labor apostólica de los jesuitas en Roma, cuyos comienzos naturalmente, hallaban dificultades, no solamente económicas. Su sobrino Carlos Borromeo, quien también cumplió las funciones de Secretario de Estado, comenzó por reducir el lujo de su propia casa, viviendo con gran austeridad, y se dedicó a la predicación en su iglesia titular, hasta que en 1566 consiguió arrancar a su tío la autorización para regresar a su diócesis de Milán.

Pío V puso todo su entusiasmo en la reforma eclesiástica y en la recuperación de la Cristiandad. Buscaba solamente el bien de las almas y estaba persuadido de que el medio para lograrlo era la santidad de vida. Comenzó por la restauración de la disciplina, de la piedad y de la justicia en la Curia y en los Estados de la Iglesia. Llegó a cambiar la vida ligera de la propia Roma.

Inició la práctica de sustituir a un miembro de la familia del papa por un verdadero secretario de Estado, desterrando el nepotismo. Creó el “Índice”, sentó el precedente para la formación de comisiones o grupos de cardenales que aconsejasen al papa en decisiones importantes. Utilizó a nuncios o enviados especiales. Se consagró especialmente a una tarea que el Concilio le había explícitamente confiado: la de fijar la doctrina y

unificar los ritos, ya que existía una enorme diversidad, y, en muchos casos desorden, en materia de liturgia. Apareció el “Catecismo Romano”, redactado en latín clásico. Se comenzaron los trabajos preliminares destinados a establecer el texto definitivo de la Vulgata. Concedió gran relieve a la Inquisición.

Para asegurar, después de su muerte, la continuación del espíritu reformador en el seno de la curia, nombró cardenales virtuosos y competentes; se esforzó por suprimir la venalidad de los oficios y reorganizó completamente la Penitenciaría. Instituyó una comisión cardenalicia para la reforma del clero romano.

En la política exterior, influyó sobre los soberanos católicos animándoles a perseguir a los herejes. El 25 de febrero de 1570 pronunció la condena a Isabel de Inglaterra, última sanción a un príncipe reinante pronunciada por la Santa Sede.

Gregorio XIII acabó la revisión de Derecho Canónico que publicó bajo el título de “Corpus Juris Canonici”. Una medida organizativa fue la reforma del

Figura 78. Pío V

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calendario juliano. Una comisión se ocupó en resolver la diferencia entre el tiempo astronómico y el del calendario, que se estimó en diez días. Los Estados católicos, en su mayoría, acogieron esta reforma.

Favoreció especialmente a la Compañía de Jesús. Gregorio creó en Roma, en 1579, un Colegió inglés, confiado igualmente a los jesuitas. También protegió al Colegio húngaro, que unió al Colegio germánico, que había sido fundado por Julio III, desde 1587 se llamó oficialmente Colegio germano-húngaro. Favoreció y ayudó también en la fundación de seminarios y centros de formación en Alemania y Austria, encomendándose a los jesuitas.

Sixto V dio a la Iglesia una organización eficaz. Instituyó quince congregaciones cardenalicias, nueve de ellas para ayudar al papa en el gobierno de la Iglesia universal.

Proporcionó a la Curia un instrumento absolutamente necesario desde que se había comenzado la obra de edición de libros litúrgicos. Puso una especial preocupación en publicar la nueva edición de la Vulgata, que sus dos predecesores habían comenzado.

Exigió de las órdenes religiosas la observancia escrita de las reglas de clausura y la residencia de los obispos. Prescribió que los obispos vinieran regularmente a Roma y reglamentó estas visitas “ad limina”, en las que debería presentársele un informe sobre la situación del obispado en cuestión. La muerte de Sixto V marca el final de la primera etapa de reforma en la Curia.

Clemente VIII estuvo preocupado por las disputas teológicas, por la expansión del Truco y se mantuvo también muy independiente de España. 7.2.1.6 La renovación del clero secular. Los sacerdotes seculares se esfuerzan por distinguirse de los laicos, en sus formas de vida y en sus costumbres. La tendencia a la supresión de un clero que vive de beneficios, por un clero dedicado esencialmente a la labor pastoral, contribuye a enaltecer las órdenes mayores y se impone a los sacerdotes la disciplina, la preparación cultural y la dignidad. 7.2.2 La expansión del calvinismo 7.2.2.1 Los instrumentos. La Academia de Ginebra favoreció los planes de expansión del calvinismo. El calvinismo, valiéndose sobre todo del apoyo de los escritos, penetró en los sectores sociales medios y más alfabetizados o semialfabetizados. En Francia se difundió especialmente en los medios urbanos: los campesinos se mostraron generalmente hostiles. Probablemente el calvinismo resultaba atractivo para aquellos que buscaban el perfeccionamiento interior e incluso la disciplina, cosas nada comunes que la Iglesia Católica apenas podía ofrecer. 7.2.2.2 La adhesión de la aristocracia y sus consecuencias. En el decenio 1550-1560 la aristocracia europea vio con cierta simpatía el credo calvinista, y desde Escocia a Polonia, nobles y gentes acomodadas se unieron abiertamente a la Iglesia reformada. Fue entre la nobleza francesa donde el calvinismo logró más éxitos. Se calcula que en el decenio de 1560, cerca de la mitad de ella se había pasado a la

Figura 78. Sixto V

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nueva religión, aunque las adhesiones lo fueron en grado diverso y las motivaciones muy variadas. Gentes de espíritu liberal, en una situación de inquietud y desconcierto, pudieron ver en el calvinismo cierto atractivo. Otros, se adhirieron por razones políticas, ya que el derecho de resistencia a la autoridad real, tal y como lo había formulado Calvino, tenía un gran futuro político.

Cualesquiera que sean las razones de los nobles convertidos, es históricamente indudable el importante papel que jugó la nobleza en el cambio radical que se produjo por la disputa del poder político en algunos Estados. Como grupo con representación política, aprovecharía las reuniones de las asambleas legislativas para conseguir posiciones dominantes en el gobierno central o regional. Así se explica en el período 1550-1570, la formación de “partidos” protestantes, en varios países europeos, respaldados por el apoyo aristocrático en sus parlamentos o estados. 7.2.3 Las controversias doctrinales en el seno de las iglesias 7.2.3.1 Desarrollo del agustinismo y la discusión teológica sobre la gracia entre católicos. A mediados del Siglo XVI, sobre todo con la proclamación de los decretos de Trento, el mundo católico y el protestante se escindieron definitivamente, mientras que, la expansión del calvinismo produjo confrontaciones y luchas por la recuperación de adeptos. De la convivencia en ciertos países, de unos y otros, se derivaron trasvases de doctrinas y de costumbres.

Por otra parte, los reformadores protestantes habían pretendido basarse en la doctrina de San Agustín, tomándola en su sentido más estricto. Así, algunas de sus tesis hacían referencia a la teología agustiniana. También amplios sectores de la teología católica seguían adictos a las doctrinas de aquel Padre de la Iglesia. El agustinismo predominaba especialmente en la Universidad de Lovaina, próxima a territorios de tendencia calvinista.

Michel de Bay, más conocido como Baius o Bayo, Presidente de la facultad de Artes de Lovaina, trató de encontrar solución de este intricado problema teológico profundizado en la obra de San Agustín. Sus ideas se basaban en que el pecado original introdujo en el hombre la “concupiscencia habitual”, que crea una servidumbre interior que le hace incapaz de ser auténticamente libre. Por eso, para Bayo, la libertad humana sólo existe en el sentido de que le hombre es libre de coacción externa y no en el sentido de una verdadera libertad interior, pues será siempre arrastrado por la delectación más atrayente. En definitiva, Bayo defendía que la inocencia original había sido totalmente perdida a consecuencia del primer pecado, de tal manera que desde entonces el hombre es arrastrado por un amor culpable hacia las cosas de aquí abajo; solamente era bueno lo que procedía del amor divino, don de la gracia. Naturalmente esta doctrina implicaba la negación del libre albedrío.

Felipe II, de acuerdo con la Universidad de Lovaina, decidió acudir en 1567 al arbitraje del Papa Pío V. Roma condenó setenta y nueve proposiciones de Bayo, pero tratando con gran delicadeza su persona; por esta razón, la bula pontificia fue considerada como una solución momentánea y las tesis de Bayo no fueron enteramente desechadas.

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7.2.3.2 La corriente jansenista. Las ideas de Bayo sobrevinieron en la Facultad de Teología de Lovaina, y sería otra compatriota, Cornelius Cansen (Jansenius) (1585-1638), quien levantaría nuevamente la contienda teológica.

Se dedicaron apasionadamente al estudio de los Santos Padres, especialmente San Agustín, tanto con el afán de refutar a los protestantes como de renovar los métodos teológicos. Murió pronto a consecuencia de la peste (1638).

Dejaba varias obras, prestas a publicarse, en las que había trabajado largos años. Sus amigos publicaron primero las obras de exégesis, y después el “Augustinus”. En su testamento había dejado constancia de que aceptaba todas las modificaciones que la Iglesia pudiera hacer sobre su contenido. Los jesuitas, trataron de impedir la publicación del “Augustinus”, invocando un decreto del Santo Oficio (1611), que prohibía publicar nada sobre la gracia y libre arbitrio, sin autorización expresa de la Santa Sede. Esta prohibición no había sido publicada en Lovaina de forma reglamentaria y antes de que hubiera venido de Roma una sentencia concreta de condenación, la obra estaba ya en prensa. Roma exigió la retirada del “Augustinus”, pero Fernando de Habsburgo, gobernador de los Países Bajos en virtud de su derecho de placet, no lo hizo ejecutar. Como la venta del libro continuaba, los jesuitas publicaron tesis contrarias, en las que denunciaban a Jansenius en oposición a Trento y como peligrosamente próximo a Calvino. Hubo una agria y larga polémica y finalmente Roma prohibió tanto el “Augustinus” como las tesis de los jesuitas. 7.2.3.3 Saint-Cyran y el monasterio de Port Royal. Saint-Cyran defendió la espiritualidad mística de éste contra ascética de los jesuitas; y más tarde, en razón del sacramento del orden, la superioridad del clero secular sobre las órdenes religiosas.

En su enseñanza resaltaba la estima concedida a la Escritura y a los Padres; ponía el acento en la infinita majestad de Dios y sobre la necesidad de una severa penitencia para llevar al pecador a una verdadera conversión. Esta enseñanza encontró un eco especialmente favorable en la abadía cisterciense de Port-Royal des Champú, en el valle de La Chevreuse, donde era abadesa Angélica Arnauld, perteneciente a una familia de parlamentarios eminentes. Dirigida primero por San Francisco de Sales, desde 1635, Saint-Cyran como capellán de Port Royal, ejerció una gran influencia sobre ella y sus monjas. 7.2.3.4 La cuestión de la predestinación en el seno del calvinismo. El protestantismo por el hecho del matrimonio de los pastores, permite la formación de dinastías y grupos familiares de ministros del Evangelio y de teólogos, donde las tesis originadas de un padre, de un suegro, de un tío, las prosiguen sus hijos, sus yernos, sus sobrinos, sus allegados, como un bien familiar protegido y acrecentado”.

En el calvinismo existían también estas características sociológicas que tenían que conducir a la división. La predestinación, núcleo de la fe, confería a cada comunidad una posible radicalización. La cuestión más grave que afectó al calvinismo fue la controversia respecto a la “predestinación”, que ya tenía antecedentes remotos.

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7.2.4 Los extravíos y el escepticismo religioso 7.2.4.1 Brujería y hechicería. Se trata de un fenómeno general en toda Europa, que tuvo brotes, más o menos intensos, en ciertas comarcas, y afectó tanto a países católicos como a protestantes. Mentes superiores, hombres de toda adscripción religiosa –que creían en la constante intervención maléfica del diablo-, consideraron que era preciso cortar radicalmente aquella epidemia con una implacable persecución.

Las enormes lagunas existentes en el conocimiento científico del universo –con mayor razón en unos momentos en que la crítica filosófica y religiosa estaba poniendo en cuestión la gran síntesis cosmológica aristotélica- dejaban amplio espacio para considerar como sobrenatural todo aquello que no alcanzaba a conocerse. La fe cristiana mantiene la creencia en la intervención diabólica en la vida del hombre y del mundo; pero en aquella época eran muchos quienes todo lo que aparentemente conducía al bien lo atribuían a Dios y todo lo que llevaba al mal a Satán.

Durante la Edad Media la Iglesia había considerado la brujería como una aberración nacida de la ignorancia o como una manifestación más de la herejía. En el Siglo XVI el temor a las brujas y a sus efectos no había cesado de aumentar y la Iglesia reiteró sus condenas, sobre todo Sixto V, en 1586, y después los papas sucesivos. 7.2.4.2 Las posibles causas de estos fenómenos. La investigación histórica, por otra parte, va comprobando que es más general de lo que se venía considerando, y que no puede atribuirse a determinadas circunstancias ambientales, ni a grupos sociales determinados, sino que es mucho más complejo. La brujería se manifestó tanto en lugares montañosos, prácticamente incomunicados, con espesos bosques y clima húmedo, como en zonas abiertas y prósperas. Tampoco la miseria, ni siquiera la ignorancia, parecen poder explicar por sí solas estos brotes, aunque es evidente, que las condiciones ambientales, las penalidades, la escasa cultura, los desórdenes políticos crearan condiciones favorables para avivar la creencia popular en la brujería. 7.2.4.3 Escepticismo y racionalismo. Ya a finales del XVI aparecen algunas actitudes escépticas, en el sentido de considerar que la razón humana fuera incapaz de conocer las verdades metafísicas. Más o menos esta postura se expresa en Montaigne, que mostraba innegable simpatía a las ideas estoicas. 7.2.4.4 Influjo del pensamiento clásico. La penetración del racionalismo en el pensamiento religioso del Siglo XVII se produjo por influencia del pensamiento clásico; el platonismo y el estoicismo tuvieron en ello particular contribución. En la gran controversia que agita a la primera mitad del Siglo –la del libre albedrío- los platinistas defendían, frente al agustinismo, una opción que, en alguna manera, relativizaba la acción humana ante la gracia.

El estoicismo ejercicio su influjo en el racionalismo religioso, aunque más bien sirvió de puente entre una religión racional y el deísmo; y, en definitiva, vino a desembocar en el “ateísmo”. El neoestoicismo trataba de conciliar el libre albedrío dio hombre, la posibilidad de vencer las pasiones, con una especie de predestinación general, al disfrazar de cristianas ideas netamente paganas: la resignación, que quería asimilar a los sufrimientos del cristiano, y la de un futuro o destino inevitable,

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que sería la inimitable providencia divina. Venían a decir que Dios era una especie de cautivo de su propia providencia: había creado el universo, pero lo había dejado a su libre arbitrio, se había desentendido de él. Así es como derivaban directamente hacia el destino. 7.2.4.5 El ateísmo de los libertinos. El ateísmo implícito en estas corrientes –ya que se excluía a Dios de las cosas del mundo, y la resignación frente al destino tendía a subrayar la naturaleza humana y su propia suficiencia- se manifestó ya claramente en las ideas del poeta y cortesano francés Teófilo de Viau que partiendo de una filosofía naturalista y panteísta, afirmaba que las pasiones del hombre eran su verdadera expresión, con lo que abría el camino al “libertinismo”. En este período se llamaron “libertinos” a aquellos que ridiculizaban el cristianismo y seguían simplemente sus impulsos. En Francia, así como en Venecia, parece que fueron relativamente numerosos, sobre todo entre jóvenes aristócratas intelectualizantes. Lo que puede decirse daba carácter a este grupo era su independencia de pensamiento, su escepticismo, su desdén hacia los dogmas y la moral de la Iglesia. Ello no quiere decir que rechazaran el cristianismo de forma absoluta; normalmente aceptaban la legitimidad de la fe como algo por encima del conocimiento, pero pensaban que todo conocimiento, y naturalmente el sobrenatural, debía estar sometido a las reglas de la investigación científica. 7.2.5 Las guerras de religión. Los comienzos de la “secularización” en la política 7.2.5.1 La confrontación religiosa. En el decenio de 1550-1560 se inicia un nuevo período de conflictos bélicos, quizá más violentos aún, y que de forma más o menos explícita alcanzaron prácticamente a toda Europa, y en los que se opusieron no solamente católicos y protestantes, sino sectores de estos últimos entre sí. No fue pues el catolicismo trentino la chispa que encendió estas llamaradas; también intervino de manera importante el calvinismo. Lo que si puede aseverarse es que estas dos corrientes espirituales, al tratar de expandirse, por su propia fuerza vital, se enfrentaron entre sí, disputándose territorios; y una y otra, por su parte, se opusieron a un luteranismo que había acabado por acomodarse a las estructuras políticas y adoptado la forma de estados confesionales. 7.2.5.2 La disidencia religiosa, causa de perturbación político-social. Tanto la estructura estatal luterana como la católica estaban concebidas sobre la íntima relación entre la jerarquía religiosa y la autoridad civil, y como el ejercicio de ésta descansaba sobre el principio evangélico de respeto y obediencia de los súbditos, toda alteración del orden religioso constituía, al propio tiempo, una violación de la paz civil. El disidente religioso era perturbador de la paz pública, un enemigo de la convivencia y un permanente peligro de la integridad estatal, contra quien, en consecuencia, era necesario emplear las armas y el poder del Estado. El calvinismo significó así la oposición; recogió todas las inquietudes contra el poder establecido y su expansión estuvo acompañada de manifestaciones revolucionarias.

Los encarnizados antagonismos religiosos que afectaron a Europa durante la segunda mitad del Siglo XVI y buena parte del XVII fueron una realidad. Tras de ellos se hallarían simplemente rivalidades nacionales, contiendas de clanes y clientelas, aspiraciones de poder; en una palabra, intereses. Los tales simplifican las cosas y olvidan los ideales que movían a los verdaderamente adheridos a sus creencias religiosas. El calvinismo mantuvo un indudable vigor proselitista y la Iglesia Católica, renovada en su espíritu desde Trento, volvía a mostrar su permanente inquietud apostólica. Los Papas tratarían de dar nuevo impulso a la

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renovación religiosa donde la práctica y la fe estaban adormecidas y a procurar reconquistar a aquellas almas que, por diversas razones, habían pasado al protestantismo. En este papel fueron secundados por obispos, miembros de nuevas órdenes religiosas o reformadas, y también por los príncipes. Estos acogerían como particular obligación el mantenimiento de la religión y la defensa de la Iglesia. Así lo creyeron Felipe II, los archiduques de Baviera o Gustavo Adolfo de Suecia. La espada se puso al servicio de la fe; el brazo secular acompañó a la acción espiritual. Lo que no quiere decir que los soberanos persiguieran exclusivamente y con toda su pureza tal finalidad espiritual, que pudo estar acompañada de intereses políticos, de defensa o de conquista. 7.2.5.3 La tolerancia producto de la necesidad. Las guerras de religión se fueron atenuando ante la necesidad de llegar a una convivencia, que mantuviera la estabilidad del Estado. La tolerancia religiosa se impuso no por la vía de las ideas, sino por la de la necesidad política. Llegó un momento en que se vio claro que los enfrentamientos religiosos eran ya insuperables sin destruir completamente al contrario, y en ese caso conllevaban la destrucción del Estado. Los soberanos, preocupados por evitar las guerras civiles, llegaron a la conclusión de que se podían conceder ciertas garantías a los disidentes a condición de que se mostraran fieles a su autoridad. Esta fue la postura de un cierto núcleo de personas con responsabilidades políticas. En Francia, en el decenio de 1560 comienza a utilizarse el término de “politique” para calificar la postura de quienes sostenían que la represión sólo servía para agravar las tensiones, y que si el Estado quería subsistir en paz era necesario llegar a deslindar la condición de ciudadanía civil y de ortodoxia religiosa. Pero esta actitud no se impondrá sino a finales del Siglo, después del cansancio de más de treinta años de guerras que no habían conseguido erradicar las creencias protestantes. 7.2.5.4 La secularización de la política internacional. A nivel internacional, la secularización se impondría más tarde. En este sentido, las ideas de Richelieu, centradas ante todo en la “razón de Estado”, llegarían a justificar el apoyo o la alianza con príncipes y Estados de diferente religión. Era una nueva tendencia, consagrada por las paces de Westfalia, en 1648, que establecerían la secularización de las relaciones internacionales, de acuerdo también con las nuevas concepciones políticas y filosóficas. 7.3 LA EDUCACIÓN, EL PENSAMIENTO, LA CIENCIA 7.3.1 La educación 7.3.1.1 Las universidades y su función. Antes de mediar el Siglo XVI se quebranta la función ecuménica de las universidades, en parte por el nacionalismo, pero más aún por las polémicas religiosas, que contribuyeron a la disgregación del papel universal de las universidades. Los centros universitarios se subordinan a la defensa de la integridad filosófica y teológica. La universidad se convierte en centro de simple transmisión de conocimientos y principios educativos, mientras que la investigación pura, se hizo en las academias.

La expansión universitaria fue una realidad en toda Europa. En las antiguas, se establecieron colegios nuevos y aumentó el número de estudiantes. Muchos de estos centros nacieron por razones religiosas o políticas y tuvieron una clientela pequeña y de carácter local. El motivo era que católicos y protestantes se negaban a asistir a la universidad del contrario. El nivel de los estudios en casi todas partes era

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bajo, pues tenía doctrina o un sentido esencialmente pragmático: la formación para cargos públicos. A este respecto progresaron más los estudios de derecho civil y canónico, que ofrecían posibilidades de empleo, que las artes liberales, y se enseñaron más las ciencias teológicas que las ciencias naturales, matemáticas y biológicas. 7.3.1.2 Las academias científicas. La discusión erudita y la investigación científica tenía lugar en colegios y academias privadas. Los salones literarios y círculos científicos se hicieron frecuentes ya antes de la segunda mitad del Siglo XVII en Italia y Francia. En Inglaterra, en 1660 tuvo lugar el establecimiento formal de la “Royal Society”, cuyos orígenes arrancan de un decenio antes; muchos de sus miembros habían sido profesores en el Gresham College.

En toda Europa se puso de moda el título universitario, sin el cual no era posible medrar. El momento de máxima concurrencia en las grandes universidades europeas, coincide aproximadamente con el período 1550-1620, etapa en que el ascenso social es prácticamente continuo, para decrecer rápidamente después de esa fecha. La crisis del XVII se dejó también sentir claramente en la educación. 7.3.1.3 La enseñanza media: los colegios de jesuitas. Los luteranos ponían el acento en la gramática latina y la memorización; los calvinistas tuvieron el acierto de promover las lenguas vernáculas. Pero no hubo en el sistema protestante nada parecido al excelente método de la “Ratio Studiorum” de los jesuitas. Establecía un sistema de escolaridad primaria y secundaria con un temario amplio y más humanista que otros similares. Sus programas contenían una gama de enseñanzas lo bastante amplia como para hacer atractiva la asistencia a los colegios jesuíticos, incluso a los protestantes. La disciplina escolar era rígida y hasta dura. En cuanto a su extracción social, la nobleza era el sector más abundante. 7.3.1.4 La enseñanza primaria. En cambio, en el mundo protestante era más alto el nivel de la enseñanza primaria. Los municipios establecieron escuelas laicas en gran número, sobre todo a partir de 1560. 7.3.2 La Teoría Política 7.3.2.1 Divergencia entre los tratadistas políticos. Las teorías de la resistencia a la autoridad ganaron audiencia creciente, ya que podían justificar los movimientos revolucionarios. La autoridad monárquica, en cambio, es objeto de ataques que proceden, según las circunstancias, de protestantes o católicos. 7.3.2.2 El “populismo” de la escuela española. El “populismo” de la escuela española alcanza su cenit en la obra del jesuita Francisco Suárez “Tractatusde Legibus ac Deo Legislatore”. Estos tratadistas se hacen intérpretes de la realidad de la escisión entre la sociedad civil y religiosa, pero afirman la sujeción de la política a los principios morales y teológicos. 7.3.2.3 La corriente de los “monarcómanos” o “pactistas”. Frente a los populistas, se alineaban los “monarcómanos”, más propiamente “pactistas”, que defendían el principio de que la realeza no podía imponer su criterio al pueblo porque había contraído con él un pacto.

Esta doctrina se define claramente en Francia al fracasar los calvinistas en su asalto al poder, y más especialmente a partir de las matanzas de hugonotes, de

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agosto de 1572, y trata de justificar el derecho a la resistencia, al ejercicio del poder tiránico por el soberano.

La teoría de la resistencia contra los tiranos podía encontrar alguna justificación de la “Institución” de Calvino, aunque éste había eludido una decisión genérica en materia tan delicada.

7.3.2.4 Los cesaristas. Los juristas profesionales construyeron sobre una serie de argumentos una defensa sus prerrogativas, en la línea de acentuar la suprema majestad de los reyes como representantes de Dios, al mismo tiempo que como perfecta encarnación de las aspiraciones nacionales. Entre éstos, el más prestigioso es Jean Bodin quien ejerció una gran influencia y contribuyó a reforzar las tesis absolutistas. En sus “Seis libros de la

República” trató de formular el principio de una sociedad civil y el fundamento de la soberanía, mediante la observación histórica, experimental y el método comparativo, pero sin olvidar la ley moral

y, por supuesto, el derecho. La teoría de la autoridad “compartida” del soberano con el pueblo, volvía a la tradición justinianea del derecho romano de que la soberanía no se podía compartir jamás, sino que el núcleo de la autoridad debía estar claramente definido. Esta autoridad era el único nexo de cohesión social; está muy por encima de otras manifestaciones particulares, como la religión, las costumbres, los privilegios locales o de grupo, ya que la monarquía soberana es la que hace sentirse a los súbditos en comunidad. 7.3.2.5 Las doctrinas del absolutismo de origen divino. El desarrollo de la teoría de Bodin sobre la soberanía real, condujo al desarrollo del “derecho divino de los reyes”. Los monarcas estaban sentados en sus tronos por mandato divino y ejercían el poder en nombre de Dios y de forma hereditaria. Este derecho divino incluía la prerrogativa de dominar la iglesia de su país, contra las pretensiones, tanto de católicos como de protestantes.

Desde finales del XVI, la doctrina del derecho divino de los reyes se había convertido en teoría común entre los gobernantes, que estaban tratando de construir estados nacionales, y entre muchos juristas y predicadores. Los últimos defendieron, incluso, que el absolutismo estaba en armonía contadas las demás obras de Dios. Estas doctrinas trataron de combinarse con la necesidad de respeto de la moral tradicional cristiana. 7.3.2.6 El racionalismo político. Cada vez más, conforme avanza el Siglo, los Estados se consideran objeto de investigación. Y el objeto de observación, para muchos tratadistas, consistía en construir una ciencia política, en la que pudieran establecerse unos principios con seguridad matemática. Lo que se buscaba era la elaboración de un derecho “natural”. El derecho natural, no se consideraba como una invención humana: no se halla determinado en la codificación de ningún país, ni en las tradiciones o costumbres, ni siquiera en las leyes existentes. El rey, con todo su poder absoluto, no puede hacer bueno lo que no lo es; ni la costumbre del pueblo pude hacer justo lo que es injusto. Derecho y ley existen más allá y por encima de todos los pueblos. Son principios universales, iguales para todos. Un rey bueno, un pueblo bueno, son aquellos cuyas acciones se ajustan a ese derecho, llamado natural.

Figura 79. Jean Bodín

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Algunos consideraban la ley natural, siguiendo la filosofía cristiana, derivada de la voluntad de Dios. Por el contrario, otros, con ideas más secularizadas, creían que la ley natural tenía existencia en sí misma y trataron de separar el derecho natural de su origen divino para poner el acento en cómo deberían regirse los hombres y las comunidades en su propio interés. En este camino, es perfectamente comprensible que el derecho natural derivara hacia soluciones pragmáticas. 7.3.2.7 El contrato como fundamento del absolutismo de Hobbes. La teoría contractual no resolvió las discusiones respecto al poder del Estado. Con el mismo razonamiento podían imponerse al soberano obligaciones, o librarle de ellas. Parte de la ambigüedad procedía de lo que se suponía eran las partes contratantes. Tampoco se encontraba base para justificar que el contrato debía depositar el poder en manos de una mayoría; podía igualmente hacerlo en manos de uno o más gobernantes, y de forma irrevocable o no.

Esta última versión es la que utilizó el inglés. Thomas Hobbes (1588-1679) para justificar el absolutismo. En política se situó con el rey frente al Parlamento, y huyó del país antes de la guerra civil. Tres de sus obras principales “De Cive”, “Leviathan” y la que más tarde se titularía “The Elements of Law” fueron publicadas en Inglaterra durante el “Parlamento Rabadilla” y no tardó en alegarse que eran una justificación del gobierno de Cromwell.

Hobbes rompe con todo el pensamiento político anterior, que partía de principios morales. Para él, la política formaba parte del estudio universal del mundo material y había de tratarse del mismo modo que las matemáticas o la astronomía. Su punto de partida era el de una naturaleza humana corrompida, en cuyo estado los hombres son poco diferentes entre sí, y, además, se encuentran en continua lucha, movidos implacablemente por la ambición, la desconfianza y el afán de gloria. En este estado, el individuo está en una permanente “actitud de preocupación”, amedrentado y, por consiguiente, incapaz de una vida digna de ser vivida. Impulsado precisamente por este temor, para poder lograr un estado de orden en que vivir adecuadamente, los hombres buscan una especie de

acuerdo o contrato por el que entregan su libertad de acción a un jefe o a un gobierno soberano. Para Hobbes no hay gobernante bueno ni malo: todos son malos, como los hombres. Los gobernantes son los que buscan más poder del que necesitan para su propia protección. He aquí la razón por la que el gobierno de una persona no resulta tan malo como el de una asamblea: su riqueza y su gloria se identifican con las del Estado que gobierna, y en estas condiciones sería enormemente peligroso discutir las acciones del gobernante, pues tal actitud podría abrir nuevamente la puerta hacia el caos. Nada es más beneficioso para los súbditos que obedecer.

Hobbes se convirtió en el principal exponente del absolutismo, sobre la nueva base de argumentos racionales. Es de resaltar que Hobbes justifica la fidelidad al Estado, no al rey. 7.3.3 El despertar del espíritu científico

Figura 80. Thomas Hobbes

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7.3.3.1 La búsqueda de un nuevo método filosófico-científico. Dos figuras influyen en el descubrimiento de una nueva vía científica, partiendo de la idea de superar la tradición aristotélica escolástica: Francis Bacon y René Descartes, que publicaron sus libros más influyentes entre 1620 y 1640. 7.3.3.2 Bacon y el método inductivo. La idea fundamental de Francis Bacon (1561-1626) era la construcción de un sistema de la ciencia y de la civilización. En su “Novum Organum” (1620) o método nuevo, alternativa al aristotelismo, señala la

necesidad de utilizar el método “inductivo”, es decir, la observación, ir de lo particular a lo general, de lo concreto a lo abstracto. Consideraba el silogismo, válido y legítimo para explicar y demostrar lo que se sabe, pero ineficaz para ampliar conocimientos. Aconsejaba dejar de lado las ideas tradicionales, guardase de prejuicios o preceptos, mirar al mundo, observarlo y estudiarlo. En una obra publicada en 1623, “The Advancement of Learning”, insiste en el método inductivo, pero defiende la tesis de que el verdadero objeto de conocimiento es el conocimiento útil, y en “The New Atlantis” (1627) presenta una utopía científica: la de que los hombres gozarían en una

sociedad perfecta, gracias a que, mediante el conocimiento, conseguirían dominar la naturaleza, a poner ésta al servicio del hombre. Sin embargo, Bacon no tuvo ninguna influencia en el desarrollo de la ciencia. Aparte de que no se dedicó a ello, sus escasos conocimientos y menosprecio de la matemática, no le permitieron adivinar el papel fundamental que tendría esta disciplina en el progreso científico. 7.3.3.3 Descartes y el método deductivo. René Descartes (1596-1650) es la gran figura filosófica de la primera mitad del Siglo XVII. En 1637 apareció su célebre “Discurso sobre le Método”, anónimo, primera gran obra filosófica y científica escrita en francés. Como explica en la introducción, sus reparos respecto a la enseñanza contradictoria y mal fundada de los escolásticos, le indujeron, no a la lectura, sino a la reflexión. Esta le condujo al principio fundamental de no admitir como cierto nada respecto a lo cual fuera posible la menor duda; a dividir los problemas en “paquetes” lo más pequeños posibles, y razonar siempre partiendo de las cuestiones más simples a las más complejas. Así llegó a dudar de los sentidos, del testimonio ajeno y aun de las verdades que parecían más evidentes, quedándose con el único punto de partida posible: el de que pensaba, y, por consiguiente, existía; de allí la profundización sistemática, a reconocer la existencia de Dios y de los demás. Asimismo, siempre por reflexión, descubre la existencia de un universo material, enteramente distinto de la mente humana. En sus últimos escritos “Meditaciones de Prima Philosophia” (1641) y en su vasta correspondencia, expuso su famoso “dualismo” y otras teorías, en las que se mezclaban el rigor científico con una brillante fantasía.

Su fama deriva de haber establecido una división entre las esferas del pensamiento y lo material. Para él había dos clases de realidades fundamentales: las pertenecientes a la “sustancia pensante” y las correspondientes a la “sustancia extensa”, es decir, todas aquellas cosas independientes de la mente. La cualidad

Figura 82. René Descartes

Figura 81. Francis Bacon

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fundamental y universal de todas las cosas, excepto la del alma, ocupaba una porción del espacio, al cual concebía como infinito y perfectamente geométrico. Era, pues, solamente, mediante las matemáticas y el razonamiento como podía comprenderse y explicarse las realidades materiales.

En la idea de Descartes, Dios era el creador del universo, una especie de relojero que, verificada su obra creadora, ya no se inmiscuía en aquella máquina perfecta, mecánica. Aunque fiel al catolicismo, pretendió separar los dominios de la fe y de la ciencia, reservándose absoluta libertad en este último. El estudio del universo, desde las estrellas hasta el minúsculo mundo de la biología, podía realizarse mediante las matemáticas y la razón; era innecesaria o sin sentido toda referencia a espíritus, humores y principios místicos. Pero esta afirmación, aparentemente correcta, no estaba claramente fundada. Descartes, hacía arrancar su sistema filosófico del modelo matemático o geométrico, y aunque consideraba que la autonomía de la razón humana estaba todavía ligada a la razón divina, los hilos que consideraba la mantenían unida a ésta, perderían posteriormente su solidez científica, con lo que abría un portillo a la incompatibilidad absoluta entre la fe y la razón. Aunque no puede decirse que sea un idealista, en Descartes, está implícito el grave error de todo el idealismo, como se demostraría en sus discípulos. Atacado por los teólogos calvinistas holandeses y también por los católicos, se refugió en la Corte de la reina Cristina de Suecia, en Estocolmo, donde murió a los pocos meses, en la fe católica. 7.3.4 Los progresos de la ciencia 7.3.4.1 La persistencia de la física aristotélica. En la base de los nuevos avances científicos estuvo la revalorización, en el último cuarto de Siglo XVI, de la obra del matemático griego Arquímedes. El progreso en este camino fue, primariamente, teórico y conceptual, aunque se realizaron también observaciones prácticas. Los nuevos descubrimientos implicaban no sólo el rechazo de las teorías aristotélicas sobre la mecánica; implicaban también, y esto es todavía mucho más revolucionario, el rechazo del concepto aristotélico de que la composición, la cualidad y el valor de los objetos tienen alguna relación con el problema de su movimiento en el espacio. Sólo mediante un proceso de abstracción, dejando de lado la física aristotélica, pudo Galileo formular sus leyes matemáticas sobre la física terrestre y así avanzar en la compresión de la realidad física. 7.3.4.2 Galileo y el Heliocentrismo. Su idea básica era la existencia de una armonía en el universo y en todas sus manifestaciones, por lo cual, para él el estudio del universo y de sus leyes venía a ser lo mismo que dedicarse al estudio y a la práctica de las artes. En esto no se apartaba de los científicos del Renacimiento. Lo

que aportaba era la aplicación de la matemática a los fenómenos observados.

Formuló las leyes matemáticas del movimiento, que aunque no totalmente exactas, eliminaron la mayor parte de las falsas concepciones de la física aristotélica. A partir de 1609 cuando, provisto de un telescopio realizó aquellos sorprendentes descubrimientos que revolucionaron el cuadro que hasta entonces se tenía del universo, de manera más efectiva que los cálculos matemáticos de Copérnico. En el campo de la física, no teniendo más de dieciocho años, al observar el movimiento de la lámpara de la catedral de Pisa, descubrió el isocronismo de las

Figura 83. Galileo Galileí

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oscilaciones del péndulo y en esta línea, en la torre inclinada, hizo experimentos sobre la caída de objetos y siguió su trayectoria. Así, gradualmente llegó a descubrir y formular el principio de inercia de los cuerpos, tan fecundo para posteriores investigaciones en este campo, y llegó a la idea de que tanto el movimiento como el reposo eran estados naturales de la materia, lo que superaba la idea de algunos aristotélicos de que únicamente la fuerza continuada podía mantener el movimiento. Con su discípulo Torricelli, demostró que el aire es pesado y puso fin a la vieja idea de horror al vacío, por el cual se explicaba la acción de las bombas. 7.3.4.3 Los procesos inquisitoriales de Galileo. Aunque los descubrimientos de Galileo fueron muy bien acogidos por todos no faltaron quienes le acusaron de que su afirmación de que la tierra giraba en torno de un sol inmóvil contradecía aquel pasaje de la Biblia en que Josué detuvo el Sol en su carrera. Galileo replicó a estos adversarios en unas cartas en las que vertía expresiones irónicas, que les enojaron más aún. La idea de Galileo era correcta, pues en dichas cartas sostenía que no podía haber contradicción entre las ciencias naturales y la revelación divina, y por consiguiente, que no se podía oponer a un dato de la ciencia física un hecho enunciado en la Biblia. Lo que sucedía es que ésta no tenía autoridad más que en cuestiones relativas a la fe y su lenguaje no tenía un carácter científico, sino popular. Pero estos argumentos los expuso con mordacidad e ironía, lo que irritó a sus oponentes, que recriminaron a Galileo su pretensión de enseñarles en la exégesis de la Escritura. A instancias de un dominico, en 1616, la Congregación del Índice le abrió un primer proceso, en el curso del cual Galileo hubo de retractarse de sus dos tesis, la de que el Sor era centro inmóvil del universo y la de que la Tierra giraba en torno a él, y prometer no defender estas teorías; con ello el proceso fue sobreseído. En esta ocasión se incluyó en el Índice la obra de Copérnico en la confianza de que fuera enmendada, presentando las nuevas concepciones como meras hipótesis. Galileo aceptó esta solución a sabiendas de que la Iglesia estaba equivocada al perseguirle y que acabaría por reconocer la validez de su descubrimiento. Era un buen cristiano y en su mente tenía claro que Dios, autor tanto de los libros divinos como de la Naturaleza, no podía contradecirse. Fue el sabio cardenal Belarmino, jesuita, hombre abierto a la ciencia de su tiempo, el encargado de comunicarle la sentencia, aconsejándole, con gran prudencia, para evitar choques con sus oponentes, que renunciase a presentar como conclusiones científicas lo que no dejaban de ser hipótesis de trabajo.

Galileo había expuesto argumentos, imperfectos y contradictorios a veces, en algunos puntos, pero suficientes para destruir el sistema cosmológico aristotélico, aunque no ofreció un sistema adecuado alternativo. Algunos de sus presupuestos, como la creencia de que todas las órbitas son circulares, eran tan inexactos, como aquellos que criticaba y de los que se mofaba. Muchas de sus conclusiones tienen más carácter destructivo que constructivo. Pero Galileo había abierto el camino a la ciencia moderna al afirmar que los fenómenos materiales obedecen a leyes bien definidas, y que el objeto de los científicos es descubrirlas mediante observaciones cuidadosas y experimentos controlados. Ciencia y Filosofía se separan en el XVII: el objeto de aquella no será buscar respuestas al problema filosófico, sino hallar el cómo de los fenómenos naturales. 7.3.4.4 Progresos en la matemática y en la medición de los fenómenos físicos. Los avances en la astronomía y la mecánica supusieron un paralelo progreso en las matemáticas al sentar la base de que la comprensión del universo debía realizarse mediante las matemáticas. Por ello en el Siglo XVII, esta disciplina se convirtió en atención preferente de los científicos y tuvo un enorme desarrollo. Los números

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arábigos, ya familiares para los eruditos, se hicieron de uso general alrededor de mediados del Siglo XVII. El inglés John Napier inventó los logaritmos y la regla para calcularlos. Quizá un cambio aún más fundamental se derivará de la aplicación de la nueva álgebra a la geometría clásica, de la que surgió la geometría analítica y el método de las fluxiones, con Fermat, Pascal y otros. Paralelamente a las matemáticas superiores, estaban mejorando ininterrumpidamente los aparatos de medición. Galileo construyó un termómetro; el principio del barómetro era conocido mucho antes de que fuese usado para medir la presión atmosférica; la balanza llegó en el Siglo XVII a una gran exactitud; el reloj, cuya producción era ya una industria, fue perfeccionándose, al compás de los descubrimientos científicos. El astrónomo y el navegante exigían instrumentos de mayor precisión: el físico holandés Christian Huygens, logró a mediados del Siglo XVII la fabricación de relojes más exactos. El desarrollo de la fabricación de lentes de aumento, cuenta con una similar historia de esfuerzos. 7.3.4.5 Los avances en la medicina. En el Siglo XVII avanzó poco en la comprensión de la química del cuerpo, al considerarlo como una máquina. Varios anatomistas en el Siglo XVI habían estado a punto de descubrir la circulación de la sangre, pero su aferramiento a las ideas de Galeno les impidió llegar a la explicación de lo que veían. Sería el inglés William Harvey quien realizará el descubrimiento. Quizá lo más importante de Harvey sea su concepción del cuerpo como algo material, pero dotado de un elemento espiritual que le daba vida. Creía que el alma era una especie de componente químico del cuerpo y la sangre la fuente de la vida. 7.4 LA CULTURA BARROCA 7.4.1 El arte: del manierismo al barroco 7.4.1.1 Relaciones entre manierismo y barroco. El manierismo era un arte que gustaba por su complacencia en el estilo por el estilo. Pasada la línea central del Siglo XVI, se imbuye de espíritu religioso y se va transformando en una arte –el llamado barroco- a la vez religioso y cortesano, capaz de agradar tanto a los grandes señores como a las masas. La intención de sus principales representantes es afirmar la preeminencia, a nivel terrestre, de la Corte y de la aristocracia, gracias a los recursos de la espectacularidad, de la magnificencia y de lo maravilloso. A la vez que un arte de las élites sociales, es también un arte popular, ya que el pueblo encuentra satisfacción en la grandiosidad y en la ostentación clamorosa.

Es a partir de 1630 cuando se desarrolla el barroco propiamente dicho, cuyo valor más representativo, estilísticamente hablando, sea quizá, la búsqueda del movimiento. La arquitectura gusta de fachadas onduladas, columnas torcidas, tribunas, etc.; la pintura y escultura, de los temas dinámicos y atormentados, con posibilidades de perspectivas y efectos de luces y sombras, logradas con artificio. En el barroco no hay separación entre las funciones de pintor, arquitecto y escultor. Cultiva el “ilusionismo”, que es su disfraz de estructura tridimensional sobre pintura plana, con lo que trataba de irrumpir en lo celestial, en lo sobrenatural. Es ante todo espectacular y ostentoso, en los decorados, arcos de triunfo, catafalcos y hornas fúnebres; óperas, bailes, pastorales. Gusta de metamorfosis y disfraces, de la expresión de sentimientos audaces, de la intriga y aventura. Exalta el triunfo de los patético e irracional, de lo maravilloso.

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7.4.1.2 El primer barroco en Italia. Roma, a finales del Siglo XVI, sería el gran centro barroco. Sixto V, trató de hacer de ella una gran urbe intelectual y artística, digna de su papel de centro de la Cristiandad, y favoreció, al igual que personajes de la Curia, a Vignola, Fontana, Maderno y a otros artistas, como Polidoro Caravaggio, quizá el pintor más destacado del barroco temprano, que desarrollaron el nuevo estilo, para producir efectos dramáticos y espectaculares en superficies e interiores, ricamente decorados, y en los que frescos y esculturales adquirirían mayor relevancia. El otro gran centro era Venecia, donde vivieron los mayores artistas del manierismo. Las grandiosas y dinámicas composiciones de estos artistas, su brillante colorido, representan el tránsito al barroco. También allí, y en Vincenza, Palladio y su escuela, crearon una elegante arquitectura que sería muy imitada. 7.4.1.3 El barroco pleno en Italia. Bernini y Borromini. A este manierismo, transformado al servicio de la nueva sensibilidad religiosa, sucede el estilo propiamente barroco, que abandona ya toda traza de clasicismo y desarrolla abiertamente el gusto por la espectacularidad, la profusión decorativa y la grandiosidad desequilibrada. Este estilo nace propiamente en Italia, particularmente en Roma, donde el largo pontificado de Urbano VIII fue una época de gran patronazgo artístico. También en Venecia, a pesar de su declinar comercial, se aprecia, como por contraste, el gusto de sus magnates por las grandes obras artísticas. Nápoles será también otro de los centros artísticos barrocos. 7.4.1.4 Rubens. El flamenco Peter Paul Rubens, que visitó Roma y Venecia, pasó un año en España y regresó a Amberes en 1608 con una bien ganada reputación, expresa toda la enorme vitalidad del barroco. En su temática predomina lo religioso, pero no faltan otros temas, como la mitología. El catálogo de sus obras comprende más de tres mil cuadros. Rubens representa el prototipo del artista barroco. Aunque terminaba personalmente sus obras más importantes y los retratos cortesanos, contaba con un numeroso grupo de aprendices y ayudantes.

7.4.1.5 La Escuela Holandesa. La escuela holandesa de pintura muestra un vigor semejante a la flamenca, pero el ambiente burgués y calvinista no gusta de la pompa y de la escenografía religiosa; por el contrario, se inclina a escenas austeras, sencillas, de calle y hogar, o de paisaje urbano o rural. No puede decirse que el estilo italiano haya sido eliminado totalmente, pues se solicitaban también temas bíblicos y mitológicos. Rembrandt viajó poco, pero estudió atentamente los pintores de su época. Es un genio inclasificable, gran pintor y también autor de grabados. Tiene cierta influencia de Caravaggio: muchas de sus obras ofrecen una dialéctica de luces y sombras. Admirado, pero poco comprendido y solicitado por sus contemporáneos, dejó una obra extensa y variada. Jan Vermeer de Delf pasó

inadvertido y pobre en su vida, pero ha sido después justamente valorado; logró poderosos efectos mediante el empleo de nuevas técnicas para la creación de luminosidad y profundidad. Otros grandes pintores holandeses, fueron Salomón y Jacob Ruysdael.

En centroeuropa y Oriente, entrado el Siglo XVII se desarrolla un barroco dinámico, con sus características de espectacularidad e ilusionismo. Se adaptan

Figura 84. Rembrandt

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incluso las torres flamígeras de la arquitectura eslava oriental. Los terrenos elevados de algunos lugares, como Praga, Budapest y Kiev, así como los dominios señoriales y centros de zonas llanas, la de construir amplias perspectivas. Se comienza a transformar una arquitectura todavía gótica en barroca. 7.4.2 La música 7.4.2.1 La “capella” de Venecia. En 1600 se suaviza el rigor religioso impuesto a la música. Nunca había sido mantenido en Venecia, donde el flamenco Villaert había introducido en la “Capella” de San Marcos, desde 1527 el uso de coros múltiples y éstos vinieron a ser pronto acompañados no sólo por el órgano, sino por trombones y cuerdas. Hacia finales del Siglo XVI, Andrea y Giovanni Gabrieli, tío y sobrino, dieron a la música veneciana, tanto sacra como secular, una riqueza y variedad en su textura y tono, que la convirtieron en un paralelo de la pintura veneciana. Así parece haberlo visto el Veronés, que en sus “Bodas de Caná”, pintó un grupo de músicos en el centro mismo de su grandiosa composición, e inmediatamente debajo de la figura de Cristo: Tiziano, tocando un bajo, Tintoretto y el propio Veronés, sendas violas, y Bassano, la flauta. 7.4.2.2 Florencia, nacimiento de la opera. En los años en torno a 1590 un grupo de músicos florentinos, conocidos como la “Cammerata”, uno de los más distinguidos de las cuales eran Vincenzo Galilei, padre del famoso científico, trataron de recrear el arte musical. En un intento de resucitar el teatro polifacético de la antigua Atenas, crearon la “ópera”, en la que la orquesta, los coros y las voces de solistas, se combinan para conseguir un espectáculo escénico de vastas proporciones. El desarrollo de esta nueva forma musical fue meteórico, y el aumento del equipo de intérpretes permitió componer otros tipos de música de masas, como el “concierto”. Sólo diez años separan la primera ópera, Dafne, de la más antigua, Orfeo. 7.4.3 El movimiento literario 7.4.3.1 La literatura barroca. La superestructura barroca pone su acento, unas veces en los atrevimientos verbales, sintácticos o metafóricos; en el refinamiento y juegos de artificio; en la descripción descarnada de los contrastes entre lo prosaico y lo heroico, o en el eterno drama del hombre en su lucha por alcanzar el bien y la salvación, aparece en la obra concreta. 7.4.3.2 La poesía. En España la poesía lírica, en la época de Felipe II, se inspira fundamentalmente, aparte de los clásicos, en los libros sagrados, y el espíritu religioso y patriótico. Poesía cortesana tiene, como toda la literatura inglesa de la época, un sólido fondo de patriotismo, de devoción a la reina y a la Iglesia. En los comienzos del Siglo XVII, la poesía no supo librarse de la imitación de estilos pasados, lo que condujo a una creciente artificiosidad, no exenta de grandeza. 7.4.3.3 La novela. Nacida como obra de entretenimiento se desarrolla en la España de la Reforma Católica. Se prefería el realismo, aparentemente verídico de la novela, en que los malos recibían un castigo, reconocían sus errores y eran redimidos. Este género contribuiría a difundir por Europa el prestigio literario español.

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7.4.3.4 El gran éxito del teatro. La piezas imitaban las tragedias y comedias clásicas; pero el verdadero teatro popular se desarrolló sobre temas nuevos, y el público, en algún modo, participaba en las representaciones.

CAPÍTULO 8. EUROPA EN LA ÉPOCA DE FELIPE II 8.1 LAS MONARQUÍAS OCCIDENTALES 8.1.1 La Monarquía de Felipe II 8.1.1.1 El soberano. Sus dotes personales y sus virtudes carecían ciertamente de atractivo social: era introvertido, tímido, desconfiado, incluso celoso de las personalidades brillantes que le rodearon. Pero fue un buen rey, preocupado por el mejor gobierno de sus súbditos, por la equidad y la justicia y por mantener el Imperio. De inteligencia más que mediana, tenía una gran sensibilidad, oculta por

timidez; y supo afrontar con valor y serenidad los múltiples problemas, familiares y políticos, de su largo reinado. Sincero y profundo cristiano, su vida personal y familiar fue mucho más honesta que la mayoría de los monarcas contemporáneos, y supo anteponer siempre las obligaciones de su cargo a sus particulares preferencias.

Felipe II, que desde 1559 no salió ya de España, fue un rey burócrata, que prefería despachar aislado en su gabinete de trabajo, preferentemente, en sus últimos años, en El Escorial. Calculador, fue un político de decisiones estudiadas, dilatadas por la irresolución. En sus últimos años, amargado por las tragedias familiares, los reveses políticos y su propia enfermedad, aumentó su retraimiento en El Escorial. Una escrita valoración de los problemas de gobierno y de la importancia del Estado le llevó a realizar, o al

menos a consentir, hechos que, a la luz de la mentalidad de su tiempo, no pueden considerarse anormales. Así, su actitud respecto al secretario Antonio Pérez o al arzobispo Carranza, en los que más bien podría acusársele de especial severidad. Más difícil de comprender es el ajusticiamiento del barón de Montigny, enviado por la nobleza de los Países Bajos para solicitar clemencia, y que tuvo retenido en prisión casi cinco años. 8.1.1.2 El Imperio Español y su Estructura. A comienzos de 1556, Felipe II comenzaba su reinado. La herencia que recibía Felipe II, a la que los contemporáneos conocieron como “Monarquía Española”, era un verdadero imperio mundial, que había de ampliarse aún más durante su reinado. La tarea de Felipe II sería preservar su Imperio de los males que habían dislocado el Sacro Imperio Romano Germánico, entre ellos principalmente el protestantismo, y prestar atención a los problemas internos españoles, que habían sido, en alguna manera, pospuestos por su padre en aras de su política alemana. Pero también, aunque se subrayara ahora la preponderancia de España, Felipe II, tanto por la inercia de los problemas creados, como por el legado de los Países Bajos, no podía abstenerse de una política imperialista. Los tiempos por otra parte, lo exigían así. Esta política sería compartida con la rama alemana de los Habsburgo.

Figura 85. Felipe II

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El Imperio hispánico era una asociación de territorios a la manera de un

cuerpo federal. Cada uno de ellos seguían gozando de su propia autonomía, de sus antiguas constituciones. 8.1.1.3 Castellanización del imperio. La concepción centralista y burocrática del gobierno de Felipe II, aun cuando se revelara eficaz en algunos aspectos, confirió al Imperio hispánico un carácter estático, cuando requería, por su misma esencia, pluralista y dispersa, un gran dinamismo y posibilidades de adaptación. La época de Felipe II concluye un proceso de hispanización del Imperio hispánico, que se había venido produciendo gradualmente en los últimos años de Carlos V; pero ahora la hispanización se restringirá en el sentido de una castellanización. La monarquía y toda su variada problemática, incluso los asuntos específicos de los diversos miembros integrantes, serían contemplados y atendidos desde una óptica más bien castellana. Hay que tener en cuenta con todo que los graves problemas de su tiempo, especialmente la política exterior y el peligro del avance del protestantismo, parecían aconsejar esta centralización. Si no se llegó más adelante en este camino fue por prudencia, por temor a las reacciones que podía suscitar en los territorios afectados. 8.1.1.4 Organización administrativa: la pluralidad. La maquinaria administrativa española alcanzó la plenitud de su compleja estructura y perfección del sistema de Consejos. Uno nuevo fue el de Italia, creado en 1555, cuyo objeto era gobernar los territorios de aquella península; también se reorganizó el de Hacienda. Para el gobierno ejecutivo de los territorios se crearon los virreinatos. En primera época fueron nueve: Aragón, Cataluña, Valencia y Navarra, en España; Cerdeña, Sicilia y Nápoles, en Italia; Nueva España y Perú, en América. En 1581 se añadiría el virreinato de Portugal. Los virreinatos, cargos que tenía un importante carácter militar, fueron desempeñados por nobles, sobre todo castellanos; para el gobierno de los Países Bajos, Felipe II prefirió miembros cualificados de su familia.

El poder de los virreyes era variado. Mientras que los de los reinos peninsulares eran una especie de “alter ego” del rey, dotados solamente de poderes administrativos y judiciales, los de América eran verdaderos gobernadores, debido a su lejanía de la metrópoli. Los Países Bajos constituían un cuerpo completamente aparte de esta organización. Los amplios poderes de los virreyes estaban muy controlados por los respectivos Consejos, asentados en la Corte junto al monarca. En estos organismos se estudiaban los asuntos planteados y se proporcionaban consejos u órdenes a los virreyes. En los Consejos existían siempre un grupo de personajes naturales del territorio en cuestión, y, por tanto, conocedores de sus peculiaridades; cualquier intento de abuso de autoridad por parte del virrey provocaba inmediatamente una reacción. 8.1.1.5 Consejeros y secretarios de estado. Entre los altos funcionarios reales destacan los secretarios, cuya importancia fue creciendo con el despliegue de la máquina burocrática. Su misión era delicada, ya que eran los encargados de redactar la correspondencia real y actuar de enlaces entre los Consejos y el rey.

El Consejo de Estado adquiría especialmente relevancia. Formaban parte de él personajes de distinta idiosincrasia, y precisamente estas diferencias, que provocaban opiniones contrapuestas, eran muy del agrado del soberano que quería escucharlas antes de decidirse.

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8.1.1.6 Comienzos del declive económico. Confluyeron para ello diversas circunstancias. Una de ellas, la apertura del mercado castellano al comercio y a las actividades de mercaderes y financieros extranjeros, capaces de competir con ventaja. El alza de salarios y la escasez de mano de obra, así como los altos impuestos, hicieron a los productos de la industria española menos competitivos. Se ha dicho también que influyó en este declive la falta de una mentalidad capitalista.

La competencia extranjera, unida a la inversión de la tendencia del comercio con América –aparte de las crecientes dificultades y riesgos para la navegación y los negocios- fueron probablemente las razones primordiales. 8.1.1.7 La Real Hacienda y sus apuros. Uno de los tendones de Aquiles de la España de Felipe II fue su carencia –en ocasiones grave- de recursos financieros. Se sabe que en el período entre 1556 y 1573 los gastos generales se doblaron y de nuevo volvieron a multiplicarse por dos y medio hacia 1594. Los ingresos procedían de los impuestos que gravaban a los contribuyentes españoles, más especialmente a los castellanos.

En su momento culminante, la plata americana no sobrepasaba los recursos proporcionados al Estado por la Iglesia española y quedaba muy por debajo de las sumas que tenían que tributar los pacientes pecheros castellanos. Más importante era la alcabala, impuesto sobre la compra-venta, que gravaba en 14% toda transacción. Juntamente con las llamadas “tercias reales”, donativo proporcionado por la Iglesia de sus propios recursos, llegaba a cubrir, en los primeros años del reinado, más del 80 por 100 de los ingresos globales de la Corona. Desde 1558 a estos impuestos tradicionales se añadieron otros: derechos aduaneros sobre la exportación de lanas, monopolios diversos, rentas de minas, salinas, etc. Además en el transcurso de su reinado, Felipe II fue arrancando a las Cortes castellanas una elevación gradual de estos impuestos.

La Real Hacienda, además de pasar por constantes apuros, sufrió graves colapsos. El dinero sería uno de los mayores obstáculos que encontraría Felipe II en el despliegue de su política imperialista. A poco de llegar al trono, y recogiendo la pesada herencia de los gastos de Carlos V, la Corona tuvo que acudir a la suspensión de pagos a sus acreedores; a cambio ofreció títulos de la deuda a largo plazo (juros), operación que permitía disponer de líquido en caja.

En otras dos ocasiones se vio forzada la Real Hacienda a repetir la suspensión de pagos y a realizar la consiguiente conversión de la deuda pública. La bancarrota de septiembre de 1575 puso en grave apuro al gobernador español en los Países Bajos, y le impidió alcanzar los frutos de sus victorias. La última bancarrota, la de 1596, fue efecto del enorme esfuerzo financiero de los últimos años del reinado y significaría el final de los sueños filipinos de recuperación del norte de Europa. 8.1.1.8 Vigilancia y persecución de la herejía. Desde el punto de vista espiritual, Felipe II mantuvo una firme vigilancia que impidió el desarrollo de cualquier brote heterodoxo. Con todo, el descubrimiento en 1557 y 1558 de sendas comunidades protestantes en Sevilla y Valladolid, fue un acontecimiento inesperado, que impresionó vivamente al país. La dureza que empleó la Inquisición en esta ocasión era índice, no sólo de que los tiempos habían cambiado, sino de que temía que estas comunidades, con ramificaciones por Castilla y Andalucía, pudieran significar un peligro más extenso. Se dictaron también disposiciones contra todo posible contagio del exterior. A ello se añadió un Índice de libros prohibidos, en

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1559, extraordinariamente severo. Estas medidas estuvieron dictadas sobre todo por el temor, aunque también por la realidad, de la introducción de folletos y libros heréticos, transportados desde Ginebra o Amberes. 8.1.1.9 El desgraciado caso de Carranza. La política represiva tuvo una ilustre víctima: el cardenal Bartolomé de Carranza. Apenas llevaba un año en la sede metropolitana de Toledo, cuando fue procesado por la Inquisición, acusado por algunas doctrinas vertidas en su “Catechismo Christianno” (Amberes, 1558). Parece que su apresamiento fue debido más a las envidias suscitadas por su rápida promoción; pero, para desgracia de Carranza, el descuidado y ambiguo lenguaje de su “Catecismo” se prestaba a interpretaciones severas o maliciosas. La enemistad personal del Inquisidor general, Fernando de Valdés, dominico como él, costó a Carranza permanecer encarcelado en Valladolid durante siete años. 8.1.1.10 La incorporación de Portugal. Felipe II completó sus territorios peninsulares con la incorporación de Portugal. La crisis sucesoria a la Corona de Portugal arranca de la muerte del joven rey don Sebastián en la batalla de Alcazarquivir, en Marruelos, el 4 de agosto de 1478, en una expedición de Cruzada. Aunque las pretensiones de Felipe II eran las más sólidas, el número y la importancia de los pretendientes y las circunstancias políticas convirtieron la sucesión portuguesa en una cuestión de relieve internacional.

Felipe II por una vez actuó con habilidad y decisión. Contaba, desde agosto 1579, con el apreciable consejo del cardenal de Granuela, a quien había llamado urgentemente de Italia para dirigir la cancillería real influiría de forma determinante sobre la empresa de Portugal. En este reino, Felipe II contaba con algunos sectores socialmente influyentes, que veían con interés la aproximación a España. La nobleza, deshecha en Alcazarquivir, necesitaba desesperadamente de ayuda económica española para rescatar a sus familiares de la cautividad moral. Los jesuitas también comenzaron a trabajar a favor de Felipe II, en quien veían un soberano católico y un buen apoyo para sus misiones ultramarinas.

Felipe II procuró asegurarse a estos sectores y a sus representantes en las Cortes, aunque el pueblo deseaba un rey portugués. Previendo un posible apoyo extranjero al prior de Crato, se preparó para una intervención militar. Aconsejado por Granuela, llamó al duque de Alba para dirigir al ejército invasor. Cuando murió don Enrique, el 31 de enero de 1580, dejaba un Consejo de Regencia para gobernar el país hasta que fuera elegido el sucesor. Varios de sus miembros eran totalmente adictos a la causa española y facilitaron a Felipe II las cosas.

Como los portugueses ignoraran un ultimátum para aceptar a Felipe como rey, pocos días después, a finales de junio, las fuerzas españolas, compuestas por 30,000 hombres, cruzaban la frontera por Badajoz, avanzando sin dificultad hasta cerca de Lisboa. Los partidarios de don Antonio no presentaron sino una resistencia esporádica. El Consejo de Regencia había huido a Setúbal; sus miembros se quejaban de que Felipe II no les hubiera dado tiempo para reunir Cortes. Don Antonio trató de apoderarse de Setúbal para influir sobre el Consejo, pero la ciudad, barrida por la artillería, desde tierra, y bloqueada, por mar, por la flota del marqués de Santa Cruz, se rendía el 23 de julio de 1580. Desde allí las tropas de Alba siguieron, por Cascaes, hacia Lisboa, que, igualmente, sitiada por mar y por tierra, no tuvo más remedio que entregarse después de la decisiva batalla de Alcántara. Don Antonio pudo huir y refugiarse en el norte de Portugal, donde derrotado

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nuevamente en Oporto, se embarcó hacia Francia. En poco más de cuatro meses, Portugal había sido reducido a la obediencia de Felipe II. 8.1.1.11 Sistema de gobierno implantado. Felipe II esperaba en Badajoz los acontecimientos. En abril de 1581, las Cortes de Tomar le reconocieron oficialmente por rey de Portugal; a cambio hubo de comprometer su palabra de que las leyes portuguesas permanecerían intocables; que los españoles no desempeñarían oficios en la administración ni participarían en la actividad económica ultramarina portuguesa; que el cargo de virrey lo desempeñaría siempre un portugués o miembro de la familia real, y que el Consejo de Portugal estaría integrado exclusivamente por portugueses. Estas concesiones significaban que, aunque Portugal quedaba unido a España bajo un mismo monarca, continuaba siendo, incluso más que Aragón o Cataluña, un Estado con total autonomía. La unión con España se mantendría durante sesenta años, hasta 1640. 8.1.2 Los estados de la península italiana 8.1.2.1 Los territorios españoles. Sicilia, Nápoles, Milán. En Sicilia, el Parlamento conservó sus privilegios y poderes, a cambio de importantes entregas de dinero para las necesidades de defensa en el Mediterráneo.

Nápoles, en contraste con Sicilia, presentó menos problemas a los españoles, pues no existía allí ningún contrapeso a la autoridad de los virreyes. Los virreyes hubieron de emplearse con dureza contra el endémico bandidismo.

En Milán la situación sería parecida, y la población, ya duramente tratada por las guerras durante más de sesenta años, estaba dispuesta a aceptar con resignación el gobierno español, que, al menos, garantizaba una estabilidad que permitió su recuperación económica.

La contribución financiera del Milanesado fue mucho menor que la de sicilianos y napolitanos, y la población de sus ciudades y la actividad económica crecieron rápidamente con respecto a la primera mitad del Siglo. 8.1.2.2 República de Génova. Génova había unido su suerte a la monarquía española más que ningún otro estado italiano. Sus comerciantes-banqueros, introducidos anteriormente en la economía española, invirtieron sus dineros en empréstitos a Felipe II y se convirtieron en principales acreedores de la Corona española y arrendatarios de sus ingresos fiscales. 8.1.2.3 Ducado de Saboya. Los nuevos súbditos, liberados de la ocupación francesa y española, recibieron a su duque con entusiasmo. Instauró su capital en Turín, impuso un gobierno personalista y escogió sus funcionarios entre la clase media. Los nobles fueron compensados, por la pérdida de su poder político, con títulos y cargos cortesanos, y se les dejó una gran libertad en sus estados. 8.1.2.4 Ducado de Toscana. De Toscana, los Medicis hicieron una potencia notable. Los recursos financieros de Cosme I le permitieron agrandar sus territorios con la conquista de la República de Siena, organizar un eficaz sistema de administración, y crear un nuevo puerto, el de Livorno. 8.1.2.5 La República de Venecia. El único estado verdaderamente independiente en Italia era Venecia. Hacia mediados del XVI la República se había

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recuperado, al menos en parte, de los efectos de la pérdida del comercio de las especias. Los comerciantes venecianos de Alejandría y Alepo aún podían comprarlas a las caravanas árabes a cambio de paños y suministrarlas a Europa. Fue entonces cuando por vez primera en su historia crearon una industria de paños.

Por otra parte, el comercio levantino era precario. La guerra de Chipre y las actividades de los piratas musulmanes y uscoques de Dalmacia lo interrumpían y causaban constantes pérdidas.

Los patricios venecianos tendieron a dedicarse a sus tierras, a construirse hermosas villas paladinas y, sólo cuando las condiciones parecían mejores, volvían a invertir y a dedicarse más al comercio.

En el decenio de 1580 se impuso en el gobierno una generación de jóvenes, procedentes sobre todo de las familias “viejas”, que procuró mantener a la República independiente. 8.1.2.6 Los Estados Pontificios. Los Estados Pontificios se recobran en la segunda mitad del Siglo XVI, y no sólo por el papel espiritual que jugará Roma en la Reforma católica. En Italia buscaron, ante todo, la paz para defenderse del gran enemigo exterior: el Turco. 8.1.3 Francia Durante las Guerras de Religión 8.1.3.1 El reinado de Francisco II. La inesperada muerte de Enrique II dejaba el trono a un joven de quince años, Francisco II, débil y enfermizo, casado con la escocesa María Estuardo, en un momento muy delicado para Francia, pues comenzaba a plantearse con toda su crudeza el problema del avance del calvinismo, en el cual estaban implicadas las rivalidades de las grandes familias.

En los primeros meses de 1560 la situación político-religiosa en Francia era ya crítica. Desde que en mayo de 1559 se había reunido en París el primer Sínodo calvinista francés, Enrique II había adoptado serias medidas represivas. A medida que se intensificó la represión, los nobles calvinistas más impetuosos comenzaron a pensar en una conspiración que derribara a los Guisa.

El golpe falló y Condé se desentendió de los conspiradores, que fueron ajusticiados. Sin embargo, el inquieto Condé seguía conspirando, y fue arrestado, acusado de traición. La súbita muerte de Francisco II, le salvó la vida. 8.1.3.2 Carlos IX. Regencia de Catalina de Medicis. Le sucedió su hermano, Carlos IX, que contaba, solamente, con diez años de edad. Inmediatamente se planteó la cuestión de la regencia, que correspondía de derecho a Antonio de Borbón, titulado rey de Navarra por estar casado con Juana de Albret, de la legítima dinastía navarra. Pero Catalina de Médicis, la reina, madre, que esperaba su momento, consiguió ser nombrada, desplazando a los Guisa del poder. Catalina, que descendía de la conocida familia florentina, por línea materna, era una mujer de gran talento de enorme habilidad para el manejo de los hombres y de los negocios de Estado; sensible, tenaz y enormemente pragmática. En materia religiosa se mostró bastante indiferente; su único objetivo era conservar la paz y el trono de Francia para sus hijos. Para ello pensaba ante todo ganar un tiempo que le permitiera el arreglo de las querellas religiosas, o, al menos calmar los ánimos de las facciones en disputa e impedir que una u otra dominasen a la Corona en su beneficio. Catalina

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procuró en primer lugar atraerse a los príncipes de la sangre. A Antonio de Borbón le nombró lugarteniente general, dignidad que seguía en rango a la del monarca, con lo que le asociaba al gobierno. Después intentó la reconciliación entre las familias Guisa y Borbón, exacerbada por la militancia en distintas religiones, que favorecía la división de la nación en dos campos absolutamente hostiles. Guiada por el nuevo canciller, Michel de L’Hôpital, acudió a la política de servirse de las facciones y partidos, enfrentándoles unos a otros. 8.1.3.3 La Primera Guerra de Religión. El 1 de marzo de 1562, un grupo de la escolta del duque de Guisa, a su paso por Champagne, camino hacia París, atacó a una comunidad calvinista, que se hallaban celebrando su culto en una granja, y causaron varios muertos y heridos. Este hecho precipitó un conflicto, que parecía ya inevitable desde hacía meses. Los hugonotes tenían un excelente pretexto para lanzarse a la guerra, pues podían afirmar con toda tranquilidad de conciencia que estaban defendiendo la autoridad del rey y la paz del reino. La presencia del Triunvirato Católico en Paría exigió a la Regente y a su Corte el asentamiento en aquella capital, lo que hicieron de mala gana.

La acción del Triunvirato proporcionó a los protestantes el pretexto legal para levantarse en armas, a fin de liberar al rey y a la Regente del control de los Guisa. El 2 de abril, Condé ocupó Orleans, que se convertiría en cuartel general de los hugonotes, mientras que éstos se rebelaban en diversas provincias y se dedicaban a una furiosa destrucción de altares e iglesias católicas.

Esta primera guerra, por encima de las luchas de las facciones Guisa y Borbón-Châtillon, adquirió dimensión internacional. Las diversas comunidades calvinistas, en las regiones en donde eran más numerosas, se colocaron bajo la protección “formal” de sus magnates locales, que se comprometieron a defenderlas en caso de ataque.

Los católicos también recibieron ayuda, aunque la Regente, muy celosa de hipotecar la independencia nacional, procuró que fuera la menor posible. Felipe II suministró tropas y dinero, tanto desde los Países Bajos como desde Navarra. La guerra se desarrolló en el valle del Loira. Las tropas de Condé y Coligny tenían su base en Orleans; y las de Guisa y Montmorency, su cuartel general en París fueron eliminados algunos de los más significativos cabecillas; Antonio de Borbón murió en el asedio de Ruan; Condé y Montmorency fueron hechos prisioneros en Dreux, batalla en que las tropas de Guisa obtuvieron un triunfo más espectacular que decisivo; el duque de Guisa sería días después asesinado por un fanático protestante, mientras asediaba Orleans. Catalina aprovechó esta oportunidad para iniciar las negociaciones, que condujeron a la paz de Amboise, en la que se ampliaba el edicto de tolerancia de 1562, pues reconocía libertad de conciencia a todos los súbditos y, además, absoluta libertad de culto a los nobles, en sus domicilios, y al resto de los hugonotes, en una ciudad por cada” “bailliage”183. 8.1.3.4 Catalina de Médicis y las “entrevistas de Bayona”. Inmediatamente, Catalina se empeñó en la difícil tarea de reconciliación nacional. Emprendió una larga y despaciosa marcha con un vasto y magnífico cortejo celebrando espectaculares mascaradas y festivales. Un momento culminante de esta marcha tuvo lugar en Bayona, en el verano de 1565, donde Catalina se reunió con su hija, Isabel de Valois, mujer de Felipe II, a la que no había visto desde 1559, cuando salió

183 Distrito

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para España. El duque de Alba intentó convencer a la Regente del peligro que entrañaba su política de tolerancia religiosa, que acarrearía una mayor división del país y el debilitamiento de la autoridad real, asegurándola el incondicional apoyo español para volver a imponer en exclusividad el culto católico. La llamada “Entrevista de Bayona” suscitó fundadas sospechas entre los hugonotes de que las monarquías católicas estaban tramando un complot contra ellos, sospechas que se convirtieron meses después en temor cuando el mismo duque de Alba pasó desde Italia por las fronteras de Francia, a la cabeza de un formidable ejército, para acabar con la rebelión iniciada en los Países Bajos. 8.1.3.5 Segunda y Tercera Guerra (1567-1570). Las fuerzas hugonotes fueron apoyadas por un fuerte contingente de caballeros protestantes alemanes. Pero la guerra, durante la cual pereció el viejo condestable Montmorency fue breve, ya que Catalina de Médicis, recelosa de una intervención militar española desde Flandes, forzó la paz de Longjumeau, que restablecía el “statu quo”. La presión de los acontecimientos de Flandes. Inclinaron a Catalina a aproximarse al sector católico; los Guisa volvieron al poder. El hermano mayor del rey, el duque de Anjou, heredero del trono, urgía, por interés, a la acción contra los rebeldes. Condé y Coligny, temerosos de verse sorprendidos, se refugiaron en La Rochela, principal plaza fuerte del calvinismo. Así se inició en septiembre de 1568 la tercera guerra. Anjou derrotó a los hugonotes en dos importantes batallas, Jarnac y Montcontour, en la primera de las cuales encontró la muerte de Condé. Coligny, eran un calvinista convencido, extraordinario estratega y con dotes de mando, que supo levantar el espíritu y los ánimos de la facción protestante, cuya admiración se ganó gracias a su austeridad y dignidad. La escasa eficacia del ejército real, mal conducido y peor pagado, y la fluctuante política de Catalina, que mantenía conversaciones secretas de paz con los hugonotes, se combinaron para abocar en la paz de Saint-Germain, en el verano de 1570. Era muy favorable a los protestantes: les concedía cuatro “plazas de seguridad” (Cognac, La Charité, Montauban y La Rochela) y había sido negociada por la Reina Madre con plena conciencia. 8.1.3.6 Política de Catalina de acercamiento a los Hugonotes. Este giro en la política de Catalina de Médicis estaba dictado por la actuación del duque de Alba en los Países Bajos, que tenía profundamente irritados a los calvinistas franceses. Catalina creyó llegado el momento de una reconciliación religiosa, basada en los que comenzaban a llamarse “políticos”, facción preocupada ante todo por las “razones de Estado”, que sobreponían a las diferencias religiosas. En estos años de 1570-1571 Catalina creyó asentar la paz mediante la concertación de dos compromisos matrimoniales entre la casa de Borbón, inclinada al calvinismo, y los Valois: el del rey, Carlos IX, con Isabel de Austria, hija de Maximiliano II, emperador cuya simpatía hacía los luteranos era manifiesta, y el de Margarita de Valois, hermana del rey, con Enrique de Borbón, titulado rey de Navarra, hijo del difunto Antonio de Borbón y de la exaltada calvinista Juana de Albret. 8.1.3.7 La “Matanza de la Noche de San Bartolomé”. Mientras tanto, los tres hermanos, Carlos IX, los duques de Anjou y de Alençon, se dejaban arrastrar por personales rivalidades, atizadas por las facciones religiosas en lucha. Al explotar estas rivalidades fraternas, y al tratar de apartar a la reina madre, Coligny estaba jugando con fuego. Catalina, al verse orillada, presa del pánico por la reacción española, desencadenó la famosa matanza de hugonotes de la noche de San Bartolomé. Temerosa de que se descubriese su responsabilidad, Catalina tejió una de sus maquiavélicas operaciones: hizo creer al inestable rey que los hugonotes

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estaban tramando meterle en una trampa, que preparaban un golpe de Estado y que era preciso eliminar algunas cabezas.

Durante la noche de San Bartolomé, en el espacio de pocas horas, fueron asesinados numerosos hugonotes, y en los días siguientes, el frenesí antiprotestante se extendió a las provincias. Catalina, que poseía pocos escrúpulos al respecto, dejó correr que aquella matanza había sido fruto de una conjuración, correctamente trazada por ella misma, con ayuda de Felipe II y de Roma. Naturalmente, tal como era el ambiente de aquellos tiempos, los soberanos católicos se llenaron de alegría. 8.1.3.8 Cuarta Guerra (1572-1573). La “Saint Barthèlemy” provocó el exilio de numerosos hugonotes a Ginebra y Estrasburgo; hubo también muchas deserciones en las filas de la nobleza, y en todo caso, contuvo aquella inclinación de nobles hacia el calvinismo. Esto cambió totalmente el sentido del movimiento hugonote. Desprovisto de la protección y dirección aristocráticas, el movimiento volvió a lo puramente religioso. Pero al mismo tiempo endureció sus posturas. Era una guerra, esta vez, de pura defensa. Los hugonotes habían tomado las armas en todas partes. Los hugonotes eran conscientes, por vez primera, de que se trataba de un sistema abierto al poder real. Hasta entonces habían proclamado que luchaban para rescatar a un soberano sometido a la tiranía de los Guisa. A partir de ahora, hubieron de manifestar el derecho a la resistencia contra una autoridad legalmente establecida.

Montmorency-Danville, gobernador de Languedoc, aunque católico estaba dispuesto a apoyar cualquier movimiento que terminase con las guerras religiosas. Otros nobles manifestaron actitudes semejantes y en contra de las mismas, iniciando guerras civiles que continuarían intermitentemente, y habían llegado a convertirse en parte de la estructura y de los hábitos de la sociedad francesa. Las casas principescas (Borbón, Guisa, Montmorency) contaban con la guerra para fortalecer su posición en el gobierno central o, al menos, en las provincias que gobernaban. La baja nobleza, empobrecida por la inflación y la devastación de sus haciendas, trataba de rehacer su fortuna, interviniendo en uno u otro campo. 8.1.3.9 Reinado de Enrique III. La Quinta Guerra (1574-1576). Sucesor de Carlos IX. En su interior era una mezcla de contradicciones: los períodos de rigurosa austeridad y manifestaciones de devoción, alternarían con otros de frivolidad, en los que su afeminamiento se desataba en compañía de sus mimados favoritos (mignons). Despreciado por la nobleza militar, por esto y por su desgana hacia la guerra, no era el hombre adecuado para imponerse a las facciones en lucha. Durante su ausencia en Polonia, Catalina se había enemistado con Montmorency-Danville, dirigente de los “políticos” en el sur. Danville reaccionó reforzando sus lazos con los hugonotes. El hermano del rey, duque de Alençon, y Enrique de Borbón, el titulado rey de Navarra, habían escapado al confinamiento en la Corte para unirse también a los rebeldes del sur. Enrique III, que no contaba con medios para combatirlos, en mayo de 1576 tuvo que aceptar las humillantes cláusulas de la Paz de Monsieur. Esta paz, confirmada por el edicto de Beaulieu, representaba el acuerdo más favorable que habían conseguido hasta entonces los hugonotes. Se les concedía libertad de culto en todas las ciudades francesas, con la sola excepción de París; ocho plazas de seguridad, y la admisión de los de la “nueva religión” en todos los cargos, incluyendo la mitad de los asientos en los parlamentos provinciales. 8.1.3.10 Sexta Guerra (1576-1577). Naturalmente, las hostilidades se reanudaron, aunque una vez más también se llegó a una tregua, por el edicto de

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Poitiers de octubre de 1577. El rey ordenó la disolución de todas las ligas, protestantes o católicas; pero mientras la autoridad no se mostrarse capaz de imponerse, esto era pura letra. Por otra parte, tal solución era inviable, pues estaba clara la imposibilidad de establecer la paz mediante una tolerancia religiosa que nadie aceptaba. 8.1.3.11 Séptima Guerra (1578-1580). Siguieron así unos años confusos, en los que las pasiones religiosas, la ambición del duque de Alençon y el desgobierno y procacidades de los “mignons”, favoritos del rey, sumieron a Francia en un verdadero caos.

Alençon se lanzó a la aventura, en la que no cosecharía más que descalabros, y decepcionado, volvió a Francia, donde murió pocos meses después, en junio de 1584, atacado por unas fiebres malignas. Esta muerte convertía a Enrique de Navarra en el heredero más directo de la Corona, ya que Enrique III no tenía hijos, lo que para el duque de Guisa y los católicos significaba un inmenso peligro. 8.1.3.12 Apoyo de Felipe II a la Liga Católica. El ascenso del rey de Navarra al trono francés significaría un golpe mortal para la causa católica y para los Países Bajos. El 31 de diciembre de 1584, en el castillo de Joinville, residencia del de Guisa, se firmó un tratado secreto entre el duque y el representante del rey de España. Por ese tratado se reservaba al anciano cardenal de Borbón la sucesión al trono, mientras Felipe II se comprometía a entregar mensualmente al de guisa 50,000 escudos para sostener la causa católica. 8.1.3.13 Octava Guerra. La Guerra de la Liga Católica. En septiembre de 1585 surgía la octava guerra, la más larga y encarnizada, pues además de jugarse la supervivencia de los protestantes, se trataba de una guerra de sucesión. Enrique de Borbón dirigió sus principales atenciones hacia el grupo de católicos moderados, quienes podían proporcionarle ayuda decisiva en la causa de la unificación nacional. Los subsidios de Isabel permitieron a Enrique de Navarra reclutar un gran ejército de mercenarios suizos y alemanes, que cruzó la frontera de Lorena en agosto de 1587. Con el objeto de impedir la unión de este socorro y el contingente de Navarra, Enrique III se colocó en el Loira con el ejército real mientras enviaba a Guisa a combatir contra los alemanes, esperando su derrota, y a su favorito Joyeuse contra el de Navarra, el cual no creyó que le presentase batalla. Pero calculó mal las cosas. El de Navarra derrotó y dio muerte a Joyeuse en Costras, mientras Guisa vencía a los alemanes en Anneau. Como resultado, Guisa fue recibido como el héroe de la Francia católica y la Liga se manifestaba en todas partes contra el rey y su nuevo favorito, el duque de Espernon. 8.1.4 La Inglaterra Isabelina y Escocia 8.1.4.1 Personalidad de la Reina y Sistema de Gobierno. La Reina Isabel, hija de Enrique VIII y Ana Bolena y sucesora de María Tudor, (1558-1603) asentó las bases de la moderna Inglaterra. Había adquirido un gran coraje físico y moral. Pero había aprendido también a no fiarse de nadie, y a tratar de alcanzar sus objetivos mediante el disimulo supo manejar a los hombres y utilizarlos para su fines políticos. A pesar de la insistencia de su pueblo, que deseaba asegurar la sucesión de la dinastía, nunca accedió a casarse, aunque contara con numerosos favoritos.

Bien conciente tanto de sus deberes como de sus prerrogativas de soberana absoluta, supo mantener su autoridad, conservar el trono, a pesar de tantas

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amenazas, y, sobre todo, manejar hábilmente al Parlamento. Gobernó con su Consejo privado, que se reunía casi todos los días, y formado por personas prudentes y expertas, escogidas, en general, entre la “gentry” o pequeña nobleza.

Para controlar mejor el norte, dominio de la nobleza católica inquieta, y el País de Gales, creó un Tribunal en Cork y otro en Ludlow Castle. Estos tribunales hacían presente la autoridad de la reina en aquellas regiones, presencia tanto más necesaria ya que Isabel se desplazó poco por su reino.

A pesar de que Isabel consiguió afianzar la autoridad real y hacerla popular, el Parlamento, a lo largo del reinado se fue haciendo más influyente. Ello se explica, principalmente, por dos razones. Isabel tenía necesidad de él para afirmar su legitimidad, discutida y amenazada por los soberanos católicos y por el Papa; y, en segundo lugar, requería ayudas económicas. Por tanto, y a pesar de la limitación de las sesiones, Isabel mantuvo viva la institución parlamentaria, y hacia el final del reinado reconoció ciertos derechos a los diputados; aunque éstos reclamaron el poder discutir libremente todos los problemas, especialmente los financieros y religiosos. Con todo, las relaciones entre la reina y el Parlamento puede afirmarse que fueron buenas, pues el parlamento sabía bien que la soberana constituía el único baluarte contra las maniobras y las perturbaciones exteriores que amenazaron el reinado; y además, la dirección política y religiosa que impuso la soberana respondía a los deseos de la mayoría de los diputados. 8.1.4.2 Establecimiento de la Iglesia de Inglaterra. La “Vía Media Isabelina”. Una de las principales cuestiones con las que tuvo que enfrentarse fue la religiosa. Isabel había facilitado el regreso de los emigrados en Suiza, Alemania y los Países Bajos, donde habían buscado refugio contra la persecución de María, y éstos traían doctrinas más bien calvinistas. El calvinismo instalado oficialmente en Escocia ejercía sobre Inglaterra un gran atractivo. Para mantenerse independiente de presiones católicas y calvinistas, puso las bases de la organización de la Iglesia inglesa. En abril de 1559 el Parlamento votó un “Acta de su Supremacía”, en la que Isabel, a diferencia de lo que había ocurrido con su padre, no era calificada en “only supreme head”, sino de “only supreme Governor”. El matiz que introduce el término “Governor” es importante, ya que disipaba toda duda sobre sus atribuciones respecto a la Iglesia. El mismo año se promulgó una nueva Acta de Uniformidad, restableciendo el “Prayer Book” de 1552 con ciertas modificaciones en sentido conservador, referentes a los ropajes litúrgicos y al ornato y decoración de los templos; la fórmula zwingliana de la Comunión fue conservada. De acuerdo con estos dos documentos básicos, se emprendió la reorganización de la Iglesia.

8.1.4.3 Relaciones con María Estuardo. El mayor peligro para la estabilidad de Isabel en el trono lo representó su prima María Estuardo, reina de Escocia y virtual heredera suya. En 1565 había vuelto a contraer matrimonio con su primo, el católico Enrique Darnley. Darnley fue asesinado en 1576, y al casarse María Estuardo, tres meses después, con Bothwell, el presunto asesino, surgió un levantamiento general que obligó a María a abdicar en su hijo Jacobo VI.

La presencia de María Estuardo en Inglaterra constituía un serio peligro para Isabel, precisamente en un momento en que los católicos, tanto en el exterior como en la propia Inglaterra, trataban de unir fuerzas y buscar ayudas para oponerse a la

Figura 86. María Estuardo

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anglicanización del país.

“La Rebelión de los Condes”, la excomunión lanzada por Pío V el 25 de febrero de 1570, los proyectos que se preparaban en el extranjero en favor de María Estuardo, así como la permanente situación de rebeldía en Irlanda, hicieron cambiar a Isabel de actitud respecto a los católicos. En Irlanda, como en los Países Bajos, el catolicismo había cobrado fuerza al identificarse con la causa nacional, y la conexión de sus dirigentes con el catolicismo europeo, podía proporcionarles oportunidades de ayuda internacional. A finales de la década de los sesenta comenzaron a llegar a Inglaterra, subrepticiamente, un creciente número de jóvenes sacerdotes, formados en el seminario de Douai, en los Países Bajos, y poco después, los primeros jesuitas, entre ellos Edmundo Campion, que sufrió martirio. María Estuardo, que languidecía en prisión, era una figura que centraba las esperanzas de los católicos, ingleses y europeos.

La excomunión pontificia, las conspiraciones en torno a María Estuardo y la victoria naval sobre la Invencible, estimularon el patriotismo y la lealtad de los ingleses hacia su soberana, a la vez que exacerbaron sus sentimientos “antipapistas”. A los ojos de la opinión pública británica, el catolicismo era extranjero y se consideró intolerable la pretensión de que un soberano extranjero católico reinara en su país. Casi unánimes en rechazar el catolicismo, no todos los ingleses estaban de acuerdo en aceptar la reorganización religiosa impuesta por Isabel. Lo que se llamaba “la vía media isabelina” no complacía a muchos. Una vez superado el peligro católico, Isabel tuvo que extirpar tendencias protestantes antagónicas en el interior mismo de la Iglesia inglesa. Esta oposición se manifestaba en puntos doctrinales o en cuestiones de organización eclesiástica, ritos y ceremonial; tanto en uno como en otro aspecto se reprochaba a la Iglesia isabelina de estar muy próxima al catolicismo. 8.1.4.4 La oposición puritana. Los llamados “puritanos” comienzan a manifestarse en el decenio de 1560. Este calificativo deriva de sus deseos de “purificar” a la Iglesia oficial de todo vestigio de prácticas “papistas”. La oposición puritana era en cierto modo más peligrosa que la católica y contaban con simpatías en los Comunes; pero no tenían apoyo militar ni efectivos capaces de organizar una revuelta. Isabel, por otra parte, estaba ya identificada con la causa nacional y protestante, sobre todo después de su excomunión de 1570. Así pues era capaz de sujetar a sus súbditos disidentes y seguir su política religiosa moderada. Cuando la oposición puritana se manifestó en hojas clandestinas (los famosos “Marprelate tracts”) se reforzaron las medidas represivas. En 1593 se dictó castigo de prisión contra toda persona que no siguiera el culto oficial y la expatriación de todos aquellos que no hicieran profesión de “conformidad”. Desde entonces, y hasta el final del reinado, hubo una calma relativa. 8.1.4.5 Prosperidad económica y florecimiento cultural. La evolución de la economía de la agraria inglesa se manifiesta en la tendencia a los cercamientos de campos, “enclosures”, de tal manera que para impedir la excesiva concentración de tierras daños sociales hubo que dictar disposiciones; pero estas acciones legales, que debía ser puestas en práctica por los jueces de paz, no parece resultaran eficaces, porque ellos mismos estaban interesados en el desarrollo de “enclosures”.

Fue mayor el desarrollo industrial y comercial, favorecido por el aumento de la demanda interior y por el relativo declive de otros centros competidores, como los

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italianos y flamencos. El alza de precios, que no fue excesivamente intensa, y la relativa devaluación monetaria, provocada por dicha alza, favoreció las exportaciones. La construcción naval se intensifica y aumentó notablemente el tonelaje de la flota.

El desarrollo demográfico y económico, y las transformaciones que estaba experimentando el campo, afectaron a ciertos sectores sociales, y provocaron una enorme afluencia de emigrantes pobres hacia las ciudades, sobre todo hacia Londres.

La época isabelina se traduce por nuevos gustos y brillantes formas de vida. Pero este refinamiento concierne solamente a una parte de la sociedad, esencialmente a la urbana. Se manifiesta en ceremonias fastuosas, cabalgatas, y en el teatro. Gran parte de estos nuevos gustos y aficiones se centran en Londres, entonces en pleno auge. 8.2 EL IMPERIO GERMÁNICO. LOS PAÍSES BÁLTICOS 8.2.1 El Sacro Imperio Romano Germánico 8.2.1.1 Estructura del Imperio. A mediados del Siglo XVI el Sacro Imperio Romano Germánico estaba compuesto de unos trescientos territorios independientes de cierta importancia. Los mayores Estados eran los electorados protestantes de Sajonia y Brandebrugo y el ducado católico de Baviera, con un millón de habitantes cada uno; otros podrían considerarse medios, como Würtemberg, Hesse, Palatinado renano y el electorado eclesiástico de Tréveris, que contaban alrededor de 400,000 habitantes; pero la mayoría eran pequeños, entre ellos las ciudades libres imperiales. Dos grandes dinastías dominaban prácticamente el Imperio: los Habsburgo, con un compacto bloque de territorios en el sudeste y una franja de tierras en Suabia y Alsacia, y los Wittelsbach, de Baviera. 8.2.1.2 Los Emperadores. Los Habsburgo consiguieron ser elegidos emperadores, aunque, previamente, tuvieron que suscribir una carta de libertades, que fueron convirtiendo, virtualmente, al emperador, en monarca constitucional, facultado para ejercer su autoridad sólo con el consentimiento del Reichstag o Dieta, o por lo menos de los electores. 8.2.1.3 Los Poderosos Duques de Baviera. Baviera constituía un compacto, pero abigarrado bloque de territorios en el alto Danubio, cuya sucesión planteó problemas hasta 1578, en que se estableció en la primogenitura de la casa ducal de los Wittelsbach. 8.2.1.4 Gobierno y administración. En el Imperio, los Estados expresaban su voluntad constitucional a través de la Dieta imperial (Reichstag). Hasta 1576, la Dieta imperial conservó su papel legislativo y hasta cierto punto pudo servir al gobierno del Imperio.

Aunque el Imperio tenía su organización administrativa y sus tribunales de justicia, carecía de organismos ejecutivos y de poder militar para aplicar las disposiciones o sentencias legales. A medida que transcurre el tiempo, los príncipes importantes fueron imponiendo su propia normativa de manera autónoma. Llegaron a tener sus propios sistemas legales, y en virtud del “privillegium de non appellando”, estaban protegidos contra cualquiera de sus súbditos con respecto a los

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tribunales imperiales; tenían también su propia administración y reclutaban sus propias fuerzas militares. 8.2.1.5 Situación económica y social. En el Imperio vivían más de quince millones de personas, y el número crecía con rapidez. Se roturaban tierras y recolonizaban despoblados en la mayor parte de Alemania. Desde finales del XVI, en los territorios al este del Elba, se produjo un empeoramiento de la situación de los campesinos, convertidos en siervos de la gleba de los señores. La situación era mejor en el noroeste y sur, donde los pequeños campesinos libres adquirieron plenos derechos de herencia. Pero también existía una gran masa de trabajadores sin tierra. Austria fue agitada por una violenta rebelión campesina desde 1594 a 1597, provocada por las gravosas cargas impuestas a raíz de la guerra contra los turcos. 8.2.1.6 División religiosa. Los luteranos gozarían de igual derecho que los católicos; es decir, de libertad de conciencia y de culto. Las cuestiones territoriales estuvieron sujetas a este estatuto religioso. Los luteranos conservaban los bienes eclesiásticos de que se apoderaron antes de la transacción de Nassau y se suprimió la jurisdicción de los arzobispos y obispos conservaban en territorios protestantes. Dos cláusulas suplementarias resultarían fuentes de conflictos en el futuro: una, la de “reserva eclesiástica”, establecía que los obispos o abades que abandonaran el catolicismo renunciarían a los bienes sobre los que ejercían jurisdicción. Por una concesión especial, llamada “Declaratio Ferdinandea”, las Ordenes podían adherirse a la Reforma, pero esta concesión no fue registrada en las actas de Augsburgo, estos últimos sin ser obligados a emigrar. Las dos partes protestarían contra estas restricciones, garantizadas por la Cámara Imperial, en la que se hallaban infiltrados protestantes.

El calvinismo apareció, introducido en 1562 por Federico III como religión oficial del Palatinado y en años sucesivos fue adoptado por varios príncipes de menor importancia. Heidelberg se convirtió en refugio y fortaleza del calvinismo en Alemania.

En las dietas de 1556, 1559 y 1576, el príncipe palatino Federico III pidió la abolición del “Reservatum Ecclesiasticum”, pero fracasó, aunque en la práctica fuera recusado con frecuencia: en el último tercio del XVI, todos los obispos al este del río Weser pertenecían a la Reforma. Los protestantes no tuvieron tampoco éxito en Estrasburgo, cuando, en 1592, por un grupo protestante fue elegido un obispo de su tendencia; Carlos de Lorena, obispo de Metz, patrocinado por los católicos, se impuso en 1604. 8.2.1.7 La obra de reconquista católica a finales del XVI. Entre 1576 y 1590, apoyada por el emperador Rodolfo II y, sobre todo, por los duques de Baviera, la Iglesia católica emprendió firme avance y los protestantes se vieron obligados a mantenerse a la defensiva. Hacia 1571 el protestantismo había sido eliminado de Baviera. La Contrarreforma se aplicó con singular rigor a los territorios de los Habsburgo, en los que amplios sectores de la nobleza, ciudades y pueblos, habían aceptado el luteranismo. El gran artífice del resurgimiento católico en Austria fue Melchor Khlesl.

Sólo la nobleza conserva el derecho de libertad de culto. En cuanto a otros territorios, en 1570, desechando la “Declaratio Ferdinandea”, por considerarla carente de validez, el arzobispo de Maguncia y el abad de Fulda iniciaron la eliminación del protestantismo; en 1581, la ciudad de Aquisgrán, llena de refugiados

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de los Países Bajos, se manifestó protestante, pero en 1593 el Tribunal Aulico recusó el derecho de implantar allí la Confesión de Augsburgo, y, ante la negativa de la ciudad a aceptar esta sentencia, en 1598 se impuso, por la fuerza, la hegemonía católica; en esta década de los noventa el protestantismo fue barrido de las posesiones del príncipe-obispo de Wurzburgo, y hacia 1600, de los territorios eclesiásticos de Bamberg, Hildesheim, Osnabrück, Münster, Padeborn, Colonia y Tréveris.

La creciente hostilidad religiosa entre los Estados acabó por quebrantar las instituciones imperiales, hizo naufragar el sistema fiscal y, en consecuencia, la defensa del Imperio. 8.2.2 Dinamarca 8.2.2.1 Excepcional situación geográfica. En 1523, el reino de Dinamarca comprendía la península de Jutlandia, las islas danesas, Noruega y Escania, además de Islandia y el ducado de Holstein; este último formaba parte del Imperio germánico. Conservaba, pues, una cierta potencia, basada sobre todo en su privilegio situación geopolítica.

Aunque la corona danesa era electiva, la dinastía de los Oldenburg lograron conservarla, porque al subir al trono otorgaban una “capitulación”, confirmando un sistema de gobierno en el que el monarca compartía su poder con la nobleza, que tenía su representación en el Risgrad o Senado. La Asamblea de Estados, a la que no se convocaba representación del campesinado, era también un instrumento en manos de la nobleza, pues el clero, desde la Reforma, dependía del rey, y la burguesía apenas podía ejercer ninguna acción. De hecho, el poder político estaba en manos de la poderosa nobleza terrateniente.

Las aproximadamente 500 familias nobles de Dinamarca, hacia 1590, eran dueñas de la mitad de la superficie del país, y las tres cuartas partes de ellas vivían más que confortablemente de sus rentas agrarias. Noruega, prácticamente deshabitada, era un área colonial, en la que los grandes señores explotaban sus recursos forestales y pesqueros. 8.2.3 Suecia 8.2.3.1 Los últimos años de Gustavo I Vasa. Creador de una Suecia independiente, la situación interior parecía suficientemente asentada. Gracias a su fuerte personalidad, había logrado mantener bajo su control a la aristocracia y establecido la autoridad real. Había practicado una política independiente y conseguido acabar con la unión de Kalmar, e iniciar una política nacional en el Báltico. 8.2.3.2 Reinados de Eric XVI y Juan III. Su hijo mayor y sucesor, Eric XIV (1560-1568) albergada en su compleja intimidad un constante recelo contra la alta nobleza, a la que apartó del gobierno más radicalmente que su padre, sustituyéndola por un cuerpo burocrático de personas absolutamente fieles. La nobleza se insurreccionó y lo depuso en 1568, sustituyéndole su hermano mayor, Juan.

Juan II (1568-1592), atraído por una especie de sincretismo religioso, basado en el luteranismo y el catolicismo, intentó una reforma litúrgica de la Iglesia sueca. Secretamente, llegó a manifestarse como convertido al catolicismo, pero las

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presiones de los Estados Generales le obligaron que rompiera sus relaciones con Roma y expulsase a los jesuitas. Para liberarse de la influencia de los magnates, procuró gobernar con secretarios no aristócratas. La aristocracia que, naturalmente, no le veía con buenos ojos, encabezada por Eric Sparre, le planteó crudamente su derecho a participar en el gobierno. Esta misma nobleza, cuando el hijo de Juan III, Segismundo, educado en la religión católica, fue elegido rey de Polonia, y ante la posibilidad de la unión de las dos coronas.

Quiso asegurarse de que la unión no perjudicaría la independencia de Suecia ni de la Iglesia sueca. Antes de que Segismundo partiera para recibir la corona polaca, en el otoño de 1587, se le obligó a jurar el Estatuto de Kalmar, destinado a garantizar la permanencia y los derechos de dicha Iglesia y la prohibición del proselitismo católico. 8.2.3.3 Segismundo III, Rey de Suecia y Polonia. Le sucedería Segismundo de Polonia, uniéndose así las dos Coronas. Segismundo acudió en 1593, en una primera visita, a Estocolmo, donde pudo advertir las dificultades que iba a tener con la aristocracia, que no solamente exigía mayor participación en el gobierno, sino que hizo de su luteranismo un firme basamento para la resistencia nacionalista, ante el eventual peligro de introducción del catolicismo por el nuevo monarca. Tenía un temible rival en su tío Carlos de Sudermania, que desempeñaba un papel dominante entre la aristocracia; enérgico y terco, deseaba ser nombrado regente con plenos poderes. 8.2.3.4 La insurrección sueca contra los propósitos de implantación del catolicismo. Coronado en 1594, antes de marchar a su preferida Polonia, Segismundo, por presión de los Estados, se vio obligado a dejar el gobierno en manos de un consejo de regencia, presidido por su tío. Durante los años siguientes produjo una confusa lucha tripartita entre el duque Carlos, apoyado, sobre todo, por el Tercer Estado del Riskdag, la aristocracia y Segismundo. Este acudió, desde Polonia, en 1598 con un ejército. La aristocracia entonces apoyó incondicionalmente al duque Carlos, y Segismundo, después de una serie de victorias iniciales, fue derrotado y forzado a volverse a Polonia. Oficialmente depuesto por los Estados (Riskdag), en 1599, nombraron al duque Carlos, “Regente”, pues por cautela se negó a aceptar el título real. Pero una vez asegurado en el cargo comenzó una persecución sistemática de los principales representantes de la aristocracia, en primer lugar contra el cabeza de la oposición, Eric Sparre, y tres de sus compañeros, a quienes mandó ejecutar acusándoles de “actividades desleales”. Sólo entonces, en 1604, aceptó el trono con el nombre de Carlos IX. 8.2.3.5 Carlos IX. Dedicó todos sus esfuerzos a luchar –infructuosamente- por hacerse con el control del Báltico. Murió en 1611, dejando un reino en vías de desintegración interna e invadido por los daneses. 8.2.4 El Estado Polaco 8.2.4.1 Segismundo II Augusto Jagellón (1548-1572). Consiguió, por el momento, superar las divisiones y reforzar el poder central. En varias Dietas intentó

Figura 87. Segismundo III

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una revisión general de los títulos de ocupación de tierras reales y la devolución a la Corona de aquellas cuya posesión no estuviera justificada.

Un temerario intento de la jerarquía católica de poner en vigor las leyes contra la herejía originó una tormenta en la Dieta de 1562. Como en Hungría, era la nobleza protestante la que fomentaba la tolerancia. Segismundo pudo calmar un poco las cosas, aceptando un compromiso temporal mediante el cual los tribunales eclesiásticos no ejecutarían sentencias contra los herejes durante un año y a cambio la gente acomodada seguiría pagando sus diezmos a la Iglesia. Sin embargo, Segismundo favoreció la obra de la Reforma católica y aceptó que el primado cardenal Hosius llamara a los jesuitas, que, en 1564, establecieron colegios para clérigos y laicos en Cracovia, Lublin, Vilna y Polotsk. La acción de los jesuitas sería fundamental para el futuro del catolicismo polaco, ya que conseguirían significativas conversiones, especialmente entre la nobleza. 8.2.4.2 La unión de Polonia y Lituania. En 1569 se verificó la unión de Lublin, que convirtió en una sola “República” a Polonia y Lituania. Era un enorme país de más de 800,000 kilómetros cuadrados y unos ocho millones de habitantes.

Incluía múltiples nacionalidades y religiones. Los polacos eran minoría en el conjunto total. Los germanos predominaban en Prusia oriental, cuyo duque era vasallo del rey polaco, y en las grandes ciudades semiautónomas de Prusia real (la occidental) y, en general, en todas las grandes ciudades de Polonia, aunque éstas fueras escasas. Lituania estaba poblado por lituanos, rusos blancos y ucranianos. Existían también pequeños contingentes de inmigrados armenios y judíos. Aunque la religión oficial de Polonia-Lituania era el catolicismo, existían fuertes núcleos protestantes y la gran mayoría de rusos blancos y ucranianos profesaban la religión ortodoxa.

Polonia, la porción, geográficamente hablando contaba con una minoría de burgueses de las grandes ciudades. La mayor parte de la población era campesina, en situación semi servil y con una evolución creciente hacia el empeoramiento. La pequeña nobleza, muy numerosa, también era rural. El Gran Ducado de Lituania era mucho más extenso y presentaba un cuadro racial más complejo, pues se había formado en las guerras defensivas contra los mongoles. Su población era preponderantemente rural y sometida a servidumbre de la gleba184. 8.2.4.3 La elección de Enrique de Valois. A la muerte de Segismundo II, en 1572, con la que se extingue la dinastía Jagellón, se abrió una crisis de sucesión que debilitó al reino polaco.

Para la nobleza protestante era vital que el nuevo rey, de no ser protestante, garantizase al menos sus derechos religiosos y que éstos, si fuera posible, fuesen sancionados constitucionalmente. Por su parte, Roma presionaba para que fuese un hijo fiel de la Iglesia, que asegurara la labor, ya iniciada, de recuperación católica. Por ello la elección polaca de 1572-1573 se convirtió en un acontecimiento importante. Pronto se alzó un candidato francés, el duque de Anjou, Enrique de Valois.

La Dieta de 1573, en la que fue fácilmente elegido, impuso ciertas medidas que limitarían aún más los ya reducidos poderes de la Corona de Polonia: fue abolido

184 Tierra, especialmente la cultivada.

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el principio de la sucesión dinástica hereditaria y se acordó que ningún rey sería coronado en adelante sin haber jurado la observancia de las leyes y de las libertades de Polonia.

Enrique de Valois, que desde un principio se sentía poco a gusto como rey meramente titular entre poderosas facciones aristocráticas, católicas o protestantes, comenzó a desinteresarse de la Corona polaca, cuando le llegaron noticias de que su hermano Carlos IX estaba muriéndose. Cuatro días después de conocida la muerte de su hermano, el ya rey de Francia huyó, aprovechando la noche, y se hallaba fuera del país cuando los indignados polacos trataron de darle alcance y retenerle. 8.2.4.4 Esteban Bathory. El 1 de mayo de 1576 fue coronado en Cracovia, después de aceptar el cumplimiento de la “pacta conventa”, y casó con Ana Jagellón, hija mayor de Segismundo II Augusto. Bathory se dio cuenta de que era necesario, ante todo, evitar una guerra civil por motivos religiosos. Favoreció la Reforma tridentina, ayudado por los jesuitas, pero con gran habilidad supo permanecer fiel al espíritu de la Confederación de Varsovia: insistió en que debía propagarse la fe.

Advirtió que la mejor manera de conjurar el peligro de la división interior entre la nobleza era emplear las energías nacionales en una guerra exterior, que llenara la satisfacción de los polacos. Este enemigo no podía ser sino Rusia, tradicional enemigo de Polonia, que en 1575 había conquistado Livonia. En suma, los diez años de reinado de Bathory fueron excelentes para Polonia, que gozó de paz interior y amplió sus fronteras, derrotando a sus enemigos. 8.2.4.5 Segismundo II Vasa. La elección de 1586-1587 le obligó a cumplir las concesiones ya hechas. No podía recaudar impuestos sin el consentimiento de la Sjem, dominada por la aristocracia, ni declarar la guerra; la Sjem gozaba del derecho constitucional de oponerse al rey, y a partir de 1589, para ser vinculantes, todas las decisiones habían de ser tomadas por unanimidad. Compuesta por 140 senadores de entre los magnates y 170 diputados procedentes de la pequeña nobleza, formaba una oligarquía cerrada que gobernaba efectivamente el país. Sus dirigentes ostentaban los cargos de por vida; de ellos, el principal era el “hetman” y el canciller. Los titulares de estos cargos eran casi independientes, pero Segismundo pudo organizar un partido “real” en el Sjem. 8.2.4.8 Segismundo, favorecedor de la Reforma Católica. Dedicó todo su esfuerzo a robustecer la situación de Polonia, manteniendo estrecha cooperación con los emperadores de Alemania. Continuó su favor decidido a la Reforma católica y consiguió éxitos en la Ucrania occidental. En efecto, la mayoría de los obispos ucranianos aceptaron la comunión con Roma, aunque su Iglesia conservó el rito oriental. No sucedió lo mismo en Suecia, a cuyo trono subió al morir el padre de Juan III, en 1592, uniendo las dos coronas. Su empeño era el imponer el catolicismo en Suecia, favoreciendo los centros y escuelas religiosas dirigidas por jesuitas, al mismo tiempo que intentó rehabilitar a la nobleza, reprimida por los anteriores monarcas. Pero en Suecia, el partido nacionalista y protestante, agrupado en torno al tío de Segismundo, el duque Carlos de Sudermania, le venció y obligó a abdicar, en 1599. 8.2.5 Rusia 8.2.5.1 El estado y sus posibilidades. En la segunda mitad del Siglo XVI, el Estado ruso se consolida, gracias a la ingente labor de Iván IV.

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Las tierras del norte de Moscú, hasta el Ártico, estaban habitadas por rusos;

al este quedaban las vastas extensiones, poco pobladas, del Volga Medio y Siberia, que se irían incorporando durante la primera mitad del XVII; en las del sur estaban los tártaros de Crimen, diseminados, después de mediar el Siglo XVI. Pero las fronteras occidentales fueron un objetivo constantemente a defender. Era un país prácticamente rural, con sólo tres ciudades: Moscú, la capital, convertida también desde 1589 en ciudad santa; Novgorod, el centro comercial, y Skopv, ciudad de tránsito. Desde que en 1553 los ingleses abrieron la ruta del Mar del Norte al comercio con Rusia, éste se desarrolló rápidamente.

Los beneficios de este comercio estaban en manos del Zar, que había establecido el monopolio de muchos artículos.

8.2.5.2 Iván IV y su política centralizadora. Al llegar a la mayoría de edad, Iván IV (1547-1584) mostró una enorme personalidad, en la que escondía un carácter duro y cruel, que le ha valido el sobrenombre de “terrible”. Su primer propósito sería consolidar su autoridad y, en lo posible, asociar al pueblo ruso, en especial a los inquietos boyardos, al servicio del Estado. En 1555 estableció una rígida jerarquía nobiliaria, fundada en los servicios realizados por cada familia a los príncipes de Moscú. La administración fue forjada en la más pura tradición asiática: sobre el asentamiento en la tierra. Cada terrateniente había de suministrar un soldado de a caballo, completamente equipado, por cada tantas unidades de tierra.

Esta política no podía por menos de suscitar el enojo de los boyardos. Los boyardos grandes terratenientes, descendientes muchos de ellos de príncipes, no aceptaban la elevación de la “dvoriane” o nobleza de servicio. Iván IV, ante la tremenda oposición de los boyardos, decidió dar un golpe de fuerza y deshacerse de su influencia. En 1564 simuló una abdicación y se retiró, a la fortaleza de Alexandrorov, desde entonces declaró a algunos distritos y ciudades del centro, y en particular una zona en torno a Moscú, como “oprichnina” o “territorio segregado”, reserva de la Corona, en el que sus más leales servidores recibieron tierras confiscadas a los boyardos y otros terratenientes. Esta nueva nobleza u “hombres al servicio personal del soberano” sería en adelante el leal apoyo de la política del zar. Apoyado en estos “hombre propios”, en los “dvoriane” e incluso aventureros extranjeros, emprendió un brutal y sistemático exterminio de los boyardos. Hubo ejecuciones en masa y millares de grades señores fueron expulsados de sus tierras y obligados a instalarse en otras periféricas. 8.2.5.3 Los intentos de expansión territorial. Las campañas de Iván IV contra los estados de la Horda de Oro en el este, fueron afortunadas y toda la vasta cuenca del Volga se halló en manos moscovitas, y con ello las rutas comerciales hacia Asia central. La expansión en la frontera meridional resultó mucho más difícil. La estepa ucraniana era dominio de los cosacos. Más que pretender subyugar a aquellos indomables vecinos, Iván consideró preferible imitar el ejemplo de los polacos, y tomarlos a sueldo en calidad de bravos auxiliares, aunque siempre poco dignos de confianza. Pocas esperanzas había también en el oeste, donde la formidable caballería polaca defendía la frontera. Sólo quedaba el noroeste. Aquí la debilidad

Figura 88. Iván IV

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de la Orden Teutónica en Livonia parecía ofrecer la oportunidad de un avance hasta el Báltico, y entre 1558 y 1582 los rusos lucharon con varia fortuna, a veces aliados, más frecuentemente, enfrentados, con las otras potencias bálticas, Polonia-Lituania, Suecia, Dinamarca y la Liga Hanseática. Agotados, hubieron de aceptar la paz de Yam Zapolsky, por la que renunciaban a Livonia. El costo de estas largas campañas fue pesado. Los gravámenes y levas que Iván hubo de imponer a partir de 1561 con destino a la guerra de Livonia dejaron devastado al país. 8.2.5.4 Debilitamiento de Rusia a la muerte de Iván IV. El gobierno dependía demasiado de la personalidad del soberano, y la tiranía y crueldad de Iván dejaron a sus sucesores ante una tarea terriblemente difícil. Su autocracia había sido demasiado personal. El país estaba irritado contra su despotismo y crueldad; y por ello en sus últimos años Iván temió por su vida. En 1581, en un acceso de ira, había estrangulado a su hijo primogénito y heredero. Iván, a su muerte, dejó dos hijos varones, el mayor, enfermizo y subnormal, Hedor, que reinó de nombre, de 1584 a 1598, murió sin descendencia, y el segundo, Dimitri, que desapareció misteriosamente en 1591. En tiempos de Hedor se estableció en 1589, el patriarcado ortodoxo de Moscú. Ello consolidaría la preeminencia de la capital como Sede metropolitana, al igual que Constantinopla, Antioquia, Jerusalén y Alejandría. Los gobernantes seculares y eclesiásticos de Moscú tenían interés en centralizar la autoridad y, en general, colaboraron en la lucha contra elementos discordantes dentro de la Iglesia y del Estado.

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CAPÍTULO 9. EUROPA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVII

9.1 LAS CRISIS INTERNAS DE LAS GRANDES MONARQUÍAS: ESPAÑA Y

FRANCIA 9.1.1 La Decadencia de la Monarquía Española 9.1.1.1 Reinado de Felipe III. Privanza del Duque de Lerma. Felipe II que ya había previsto que su débil heredero sería manejado, no se equivocó. Mucho antes de la muerte de su padre, el futuro Felipe III, había caído bajo el influjo de un aristócrata valenciano, don Francisco de Sandoval y Rojas, marqués de Denia, y desde 1599, duque de Lerma.

Parece que no tuvo interés en elegir las personas más eficaces, o más bien se guió por sus preferencias, y elevó al gobierno a personas poco recomendables, por su avaricia, como don Pedro Franqueza y don Rodrigo Calderón. Un gobierno de esta calidad, difícilmente podía enfrentarse con los graves problemas que tenía ante sí, el primero de ellos, el económico. Una de las tareas esenciales, era la de uniformar las contribuciones fiscales entre todos los territorios de la monarquía, a fin de descargar un poco a Castilla. Pero aparte de que existían dificultades planteadas por los propios territorios, el gobierno, por desidia, no acometió este problema, cuando la paz en el exterior podía haberle permitido explotar los recursos de sus súbditos. Tampoco consiguió una mejor distribución de las cargas fiscales en Castilla, donde existían grandes diferencias entre una nobleza exenta y unos agricultores o artesanos abrumados por los impuestos. Lerma acudió a expedientes más cómodos, como la venta de cargos y jurisdicciones, y a manipulaciones de la moneda castellana. En 1599, para salir de la bancarrota, autorizó la acuñación de moneda de cobre puro, y en 1603 mandó volver estas mismas piezas de las cercas, para resellarlas o acuñarlas al doble de su valor anterior. 9.1.1.2 La expulsión de los Moriscos. La única medida realizada con una decisión poco habitual en el equipo gobernante fue la expulsión de los moriscos, el mismo día en que se firmó la Tregua de Doce Años. Significaba el reconocimiento de que el problema morisco no tenía solución. La Iglesia veía, con razón, los males que se derivaban del desprecio que mostraban a la religión cristiana. Por otra parte, existía el temor de que ayudaran a aun eventual desembarco turco en las costas levantinas. El pueblo les aborrecía por ello, por sus prácticas religiosas y costumbres y por la situación privilegiada.

La organización de la expulsión fue perfecta. Conducidos, como un rebaño organizado, hacia fronteras y puertos, la mayoría pasó al norte de África. Las pérdidas ocasionadas por la expulsión de los moriscos son difíciles de evaluar, pues su número y su actividad diferían de unas regiones a otras, pero quizá sus efectos no fueron comparables a los de la expulsión de los judíos en 1492.

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9.1.1.3 Proceso de desintegración de la Monarquía. Cataluña entre 1600 y 1615 se vio asolada por el bandidaje, sin que el gobierno pareciera mostrar exclusiva preocupación. Las críticas contra el cohecho y desgobierno, eran crecientes. El propio duque de Lerma, que había procurado asegurarse de daños mayores con el capelo cardenalicio, no superó esta dificultad. Su caída disimuló bajo la fórmula de un real permiso para retirarse a sus Estados de Lerma o a Valladolid (marzo de 1618). 9.1.2 Olivares y la Crisis Constitucional 9.1.2.1 Reinado de Felipe IV. El Conde-Duque de Olivares. Felipe IV (1621-1665) adolecía de falta de carácter. Por esta razón necesitaba de alguien que le

ayudara en la tarea de gobierno. Esta persona fue Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, también llamado el Conde-Duque. En 1615 entró en la Corte como gentilhombre de cámara del príncipe heredero, que posteriormente sería Felipe IV, y su tío, don Baltasar de Zúñiga, se convertía en primer ministro de Felipe III. Cuando éste yacía en su lecho de muerte, Zúñiga y Olivares se apresuraron a apoderarse del control del gobierno, desplazando al duque de Uceda. El nuevo soberano les confirmó en el cargo: Zúñiga fue oficialmente primer ministro de Felipe IV, pero era Olivares quien estaba actuando, y al morir su tío, le sustituyó en el cargo, que ocuparía durante veintidós años, hasta 1643.

Olivares era una poderosa y compleja personalidad. Su actividad era desbordante. En sus primeros años se levantaba a las cinco y pasaba prácticamente todo el día, hasta las once de la noche,

leyendo documentos y dando órdenes. Llegó a tener un profundo conocimiento de los problemas de gobierno, y supo rodearse de expertos, de modo que podía seguir con eficacia el desarrollo de todos los asuntos del Estado. 9.1.2.2 Los intentos reformadores de Olivares. La política de Olivares y de sus consejeros, significó una ruptura con todo lo que se había hecho durante los veinte años del reinado anterior. Su intención era “reducir todo al estado en que se hallaba” en tiempo de Felipe II. Ello exigía naturalmente, una profunda reforma en todos los aspectos del gobierno. En 1623, publicó un documento que estaba inspirado en la convicción de que la moral en las costumbres y la economía, estaban muy ligadas, y proponía una nueva política social basada en mayor sobriedad y austeridad.

Pero este plan de austeridad, a pesar de la buena voluntad del primer ministro, tropezó con dificultades al parecer insalvables. Las investigaciones sobre los orígenes de las fortunas ministeriales resultaron tan comprometedoras que se suspendieron; el proyecto de reducción de cargos, igualmente, quedó sin ejecutar, ante las quejas de los procuradores en Cortes que veían sus

Figura 89. Felipe IV

Figura 90. Conde-Duque de Olivares

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municipios amenazados de graves pérdidas financieras. Al cabo de tres años, de todo aquel vasto programa no se había realizado otra cosa que la promulgación de ciertas leyes suntuarias. La energía reformadora de Olivares se había estrellado contra la inercia pública, y la encubierta oposición de las Cortes y de la burocracia. 9.1.2.3 De la reforma fiscal a la centralización administrativa. Desde abril de 1621, España estaba en guerra nuevamente en los Países Bajos y Olivares. Comprendió con clarividencia la necesidad de una vigorosa política naval, y dio órdenes para aumentar la Armada del Atlántico hasta un total de cuarenta y seis barcos; pero esto suponía duplicar anualmente la suma destinada a su mantenimiento.

Olivares se aplicó a la reforma fiscal, cuyos inmediatos objetivos eran: a. Una distribución más justa a la carga tributaria soportada por Castilla; b. Obligar a los demás reinos de la monarquía a contribuir en proporción más

equitativa, de manera que Castilla pudiera ser aligerada del duro peso que soportaba.

Los privilegios de los reinos de Navarra o de la Corona de Aragón eran tan

amplios y sus Cortes tan poderosas, que no parecía fácil introducir un sistema tributario de recaudación regular en una escala semejante a la de Castilla. El proyecto de Olivares era, precisamente, realizar esta unidad administrativa, y a su vez dar oportunidades, a los no castellanos, de participar en la misma medida que éstos en el gobierno. En un proyecto secreto presentado a Felipe IV a finales de 1624. Se tendía a apartar las barreras legales existentes entre los reinos, para que sus súbditos, sin distinción de lugar de origen, participasen en los intereses comunes de la monarquía.

Olivares comprendía que este proyecto no era cosa de un día. Por el momento pensó en una fórmula de cooperación militar entre las diferentes provincias: la llamada “Unión de Armas”, consistente en la creación de una reserva común de 140,000 hombres aportados y mantenidos por todos los Estados de la monarquía. Las Cortes de Aragón, Cataluña y Valencia, se mostraron menos entusiastas de lo que Olivares había podido suponer. Los catalanes, especialmente, vieron en este proyecto un nuevo intento castellano de abolir su condición foral. Aragón y Valencia acordaron contribuir de modo regular a las finanzas de la Corona, cosa que no había hecho desde el fin del reinado de Carlos I. 9.1.2.4 Proclamación de la “Unión de Armas”. El 25 de julio de 1626, Felipe IV proclamó la Unión de Armas, por edicto. Dos meses antes el rey había acordado la suspensión de toda nueva acuñación de moneda de vellón, que llegaba con cierto retraso, pues al estar el país inundado de mala moneda, el precio de la plata en relación con el vellón, había ya alcanzado el 50 por 100. Estas dos medidas, que parecían garantizar un restablecimiento para la economía castellana, fueron acompañadas en 1627 por una declaración de suspensión de pago a los banqueros de la Corona, que permitían a la real Hacienda salir del paso en sus inmediatos compromisos bélicos.

Pero en el invierno de 1627-1628, la coyuntura económica castellana empeoró gravemente. Tuvieron su parte de responsabilidad probablemente, las malas cosechas y la escasez de productos extranjeros, pero la causa más grave fue la excesiva acuñación de moneda de vellón. El gobierno, para contener la inflación,

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no vio otro medio que un edicto, en agosto de 1628, por el que se devaluaba en un 50 por 100 aquella moneda.

Combinada con la suspensión de pagos a los asentistas, hubiera podido servir de punto de partida para la Reforma y recuperación financiera, pues desde el punto de vista internacional, la ocasión era muy favorable.

Pero la ocasión se perdió con la desafortunada guerra de Mantua (1628-1631), que obligó a movilizar importantes recursos económicos. Y por si fuera poco, en 1628 se produjo un fatal desastre al capturar el holandés Piet Heyn a una flota española, a la altura de La Habana, con un importante cargamento de plata y de mercancías.

Olivares, para hacerse con un control más directo del gobierno, fue poniendo en los Consejos a hombres de su confianza, pero el mecanismo de los Consejos tropezaba con inercias y resistencias, y acudió a un medio más expeditivo: el de Juntas restringidas para solucionar los casos más importantes. La más importante fue la “Junta de Ejecución”, creada en 1634, que suplantó al Consejo de Estado en sus funciones ejecutivas.

El mismo año intentó introducir un impuesto sobre la sal en Vizcaya, lo que provocó un levantamiento; en 1632 obtuvo consentimiento del papa para pedir un subsidio especial al clero, e impuso una aportación “voluntaria” a los nobles caballeros; en 1635 se confiscó la mitad de todos los intereses de “juros” pertenecientes a extranjeros, lo que se continuó practicando en años siguientes; se creó un impuesto sobre el papel sellado se realizaron embargos de la plata venida de América, dando “juros” a cambio; se vendieron títulos y cargos, y se resucitaron antiguas obligaciones feudales de la nobleza, que se vio obligada a reclutar y equipar compañías de infantería a sus expensas.

Olivares, como otros muchos, pensaba que era llegada la hora de acudir a Cataluña y Portugal, considerados como los Estados más ricos de la Península. En el caso de Portugal, Castilla había hecho un gran esfuerzo en los años 1634 y 1635 para la recuperación de sus posesiones en Brasil, que habían ido cayendo en manos de los holandeses. Los catalanes, por su parte, se habían negado nuevamente a suministrar donativos, cuando el rey y Olivares volvieron a Barcelona en 1632, para reanudar las interrumpidas Cortes. Hacía treinta años que los catalanes habían votado su último subsidio al rey. Además, Olivares, sobreestimaba la riqueza de la población del Principado, y consideraba intolerable que no acudiese en ayuda de Castilla y de la real Hacienda en momentos tan difíciles. 9.1.2.5 El intento de centralización de Portugal. Este reino había sido gobernado desde su incorporación en 1580 por virreyes, pero el sistema había resultado inadecuado, y en 1621 fue sustituido por gobernadores. En 1634, Olivares creyó encontrar la solución nombrando a un miembro de la familia real, a la princesa Margarita de Saboya.

El plan no tuvo éxito, y el gobierno de Lisboa quedó dividido en dos bandos opuestos, castellano y portugués, cuyas constantes disputas hicieron difícil una administración eficaz.

Ya en 1637 se produjeron disturbios en varias ciudades, que no obstante las promesas de ayuda de Richelieu no abocaron a un levantamiento general del país.

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9.1.2.6 Los propósitos de Olivares en Cataluña. Olivares se hallaban en la incómoda posición de tener que hacer la guerra a Francia desde las fronteras de una provincia de cuya lealtad no podía estar enteramente seguro. En 1637, cuando los franceses cruzaron la frontera, los catalanes se mostraron remisos en enviar auxilios; y en 1638, asediada la ciudad de Fuenterrabia, de los tres territorios de la Corona de Aragón, sólo Cataluña se negó a proporcionar ayuda militar. Olivares decidió entonces que la proyectada invasión de Francia se llevase a cabo desde Cataluña, para comprometer a sus habitantes en la guerra. Pero los franceses se adelantaron, y a principios del verano de 1639, penetraron en Cataluña, y se apoderaron de la fortaleza fronteriza de Salses. Esta ocasión le vino a las manos a Olivares. Ordenó inmediatamente al virrey de Cataluña, conde de Santa Coloma, reforzar el ejército real para recuperar la fortaleza perdida. El asedio duró seis meses y fue tan duro que parte de las tropas, catalanas y no catalanas, desertaron. Furioso, Olivares ordenó a las autoridades del Principado que siempre que los intereses de la guerra lo hicieran necesario, prescindiesen de las constituciones de Cataluña. El odio a Madrid, crecía a medida que las órdenes del rey se hacían más duras y el Principado se veía presionado para que proporcionase más hombres y pertrechos al ejército que sitiaba Salses. Esta fortaleza cayó a comienzos de 1640. 9.1.2.7 Levantamiento de los catalanes. Las proyectadas Cortes de 1640 no llegaron a reunirse. Los catalanes no estaban dispuestos a soportar el alojamiento de un ejército extranjero. Olivares respondió con intimidaciones cada vez más tajantes al virrey para que mantuviera la situación a cualquier precio, y como la resistencia a los alojamientos proseguía, ordenó a Santa Coloma que apresase a uno de los diputados, Fracesc de Tamarit y que iniciase investigaciones acerca del comportamiento y actividades de Pau Claris, un clérigo cabeza de la Diputación.

El campesinado se insurreccionaba por todas partes, y en Santa Coloma de Farnés hubo choques violentos, a los que los soldados respondieron con el incendio de la villa. Esto provocó un levantamiento general de toda la comarca.

Los insurrectos prosiguieron hasta Barcelona, donde entraron el 22 de mayo, y dirigiéndose directamente a la cárcel, liberaron al diputado preso. Cuado estas noticias llegaron a Madrid, Olivares se dio cuenta que se enfrentaba a un insurrección abierta.

La sublevación de Cataluña, por obra de extremistas, se estaba convirtiendo, no sólo en un ataque a las tropas y funcionarios reales, sino contra los ricos y las autoridades, a las que consideraban responsables. 9.1.2.8 Insurrección de Portugal. La situación se agravó con la insurrección de Portugal. Consciente Olivares de que no podía estar seguro de Portugal mientras el duque de Braganza y la alta nobleza portuguesa permanecieran en el país, pensó que la solución era ordenar a ésta que se incorporara al ejército enviado contra Cataluña. Pero ya en otoño de 1640, se había gestado la revolución. El 1 de diciembre estalló la revuelta en la capital. Los conspiradores entraron en el palacio real, asesinaron al principal agente del gobierno y la princesa Margarita fue escoltada hasta la frontera.

Las noticias de la revolución portuguesa obligaron a Olivares a una revisión completa de su política. Era imposible mantenerse en dos frentes opuestos y se buscó la paz. Aunque ofreció a los catalanes condiciones favorables, el pueblo

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estaba menos dispuesto a rendirse. Claris, el 16 de enero de 1641, anunció que Cataluña se había convertido en una República independiente, bajo la protección de Francia. El 26 de junio, las fuerzas conjuntas franco-catalanas, hicieron frente al ejército castellano, en la montaña de Montjuich. Inexplicablemente, su comandante dio la orden de retirada y se perdió así la última oportunidad de poner rápidamente fin a la sublevación catalana.

1640 señala un momento crítico en la vida española debido a la disolución del sistema económico y político del que la monarquía había dependido tanto tiempo. Olivares quiso restablecer el equilibrio de la estructura del Estado, al intentar explotar los recursos de las provincias periféricas, pero lo hizo en un momento en que las economías de Cataluña y Portugal se veían sometidas a presiones cada vez mayores y cuando Castilla no tenía ya bastante fuerza para imponer su voluntad mediante una afirmación de poder militar.

Olivares no era un hombre que se rindiese fácilmente e hizo un desesperado esfuerzo para reunir soldados y dinero. En febrero de 1641, Olivares había comenzado a manipular la moneda, y los precios, en vellón, empezaron a aumentar vertiginosamente hasta alcanzar el 200 por 100 en algún momento, antes de que las medidas deflacionarias de septiembre de 1642 les hicieran nuevamente descender. En octubre, el ejército real, fue derrotado con grandes pérdidas, cuando intentaba recuperar Lérida. Este fracaso animó a los enemigos del privado a presionar al rey para que lo destituyera, y al fin se decidió a hacerlo, concediendo a Olivares licencias para retirarse a sus propiedades. Fallecería dos años más tarde, con sus facultades mentales perturbadas.

9.1.2.9 La caída de Olivares. Haro, Primer Ministro. La caída de Olivares trajo un cambio del sistema de gobierno. Las juntas fueron abolidas, y los Consejos recuperaron su papel. Felipe IV manifestó, de acuerdo con el deseo general del momento, su intención de gobernar personalmente en el futuro. Hizo cuanto pudo para cumplir su promesa, y procuró asistir a los Consejos; pero podía más su carne que su frívolo espíritu, y a pesar del consuelo y de los sensatos consejos, políticos y humanos, que le proporcionaba una venerable religiosa, sor María de Agreda, gradualmente el poder fue pasando a un discreto cortesano, Luis Méndez de Haro.

La política de Haro fue la de conseguir la paz sin que la monarquía perdiese posesiones. En 1648, por el tratado de Münster, España reconocía la independencia y soberanía de Holanda; pero la guerra contra Francia y Cataluña continuaba. Pese a las solicitudes de ayuda de los catalanes, ni aragoneses

ni valencianos se la proporcionaron. Los Estados de la Corona de Aragón nunca formaron un frente unido contra Castilla, ni se prestaron ayuda mutua en caso de emergencia. 9.1.2.10 Crisis constitucional de la monarquía. Sumisión de Cataluña. Desde que en 1621, a la indolencia de Felipe III sustituye el dinamismo imperialista y castellanizante del Conde-Duque, surgen los problemas. Los reinos asociados a Castilla por lazos dinásticos temen verse arrastrados al hundimiento que experimenta el centro. Cataluña y Portugal luchan, inconscientemente, por su existencia: procuran apartarse de Castilla en un momento en que ésta, exhausta,

Figura 91. Luis Méndez de Haro

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reclama su colaboración en una política sin futuro. Esto quedó manifestado en la revolución de Cataluña.

Pronto comenzó a notarse que una revolución que había comenzado para liberar a Cataluña de la opresión de Madrid, adquiría ciertos tientes de revolución social, que amenazaba someterla a la nobleza a la voluntad del pueblo. Bajo un gobierno controlado por los franceses, el Principado quedó dividido por luchas de partidos, antagonismos sociales y clientelas y, uno tras otros, los nobles se fueron pasando al rey, pues estimaban que era preferible la autoridad de Felipe IV que las arbitrariedades de unos cabecillas mediocres que recibían órdenes de Francia. Luis de Haro tuvo la habilidad de aprovechar las disensiones internas de Cataluña. Los débiles ejércitos de Felipe IV fueron penetrando en el Principado. Barcelona, incomunicada y abatida por el hambre, se rindió tras quince meses de sitio en 1652. Felipe IV concedió una amnistía general y prometió observar todas las leyes y privilegios del Principado. 9.1.2.11 Independencia de Portugal. Terminada la guerra con Francia, Felipe IV podía por fin realizar su deseo de recuperar Portugal. Pero Portugal era un caso diferente que Cataluña, pues los portugueses formaban ya una nación unida y coherente, cuando se unieron a la monarquía española, hacía solamente sesenta años.

Francia venía ayudándola desde los comienzos de la revuelta y en 1642 Portugal llegó a una alianza con Inglaterra, que se afianzaría y ampliaría en 1661, al casarse el rey Carlos II con la infanta portuguesa Catalina.

Inglaterra y Francia enviaron tropas. Los ejércitos españoles, mal equipados, mal dirigidos y faltos de moral, fracasaron en varias tentativas de penetración en tierra portuguesa. El 13 de febrero de 1688 España conocía la independencia del vecino país. Felipe IV falleció en 1665. 9.1.3 Esplendor cultural de España 9.1.3.1 Los valores culturales españoles. En la primera mitad del XVII la civilización española ocupa un primer puesto e irradia su influencia cultural por todo el mundo. Valores acuñados en España, como el misticismo religioso de Santa Teresa y San Juan de la Cruz; el sentido del honor, que ahora más que en las reglas caballerescas se manifiesta en un elevado aprecio de la propia dignidad y cala hasta en las capas sociales inferiores, etc., influyen de manera determinante en Francia, en Italia, Alemania y en otras partes. Todo ello expresa la gran capacidad de escritores y artistas españoles para armonizar las tradiciones y gustos del pueblo con los intereses cultos y producir obras de arte asequibles a todos los grados de cultura.

Las universidades españolas conservaron su gran vitalidad en las disciplinas humanísticas. El teatro, la poesía y la novela conocen un esplendor único. El arte pictórico alcanza con la escuela de Ribera, Zurbarán, Murillo y, sobre todo, Velásquez una cima incomparable. Figura 92. Portada de “Don

Quijota de la Mancha”

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El realismo proporcionó al genio español un agudo sentido de la vida humana, que se expresa en la novela, el teatro, y la pintura. “El Quijote” sería una de las obras más influyentes en toda Europa. El modelo del “Pícaro” inmortalizado resume quizá el nuevo espíritu de los españoles, que contemplan, sin comprenderlo del todo, el hundimiento de una nación próspera y grande. 9.1.3.2 Influencia de la cultura española en Europa. Admiradas, aunque también odiadas, España y su cultura, se imitan en todas partes, incluso en el mundo protestante. Al ideal del cortesano italiano sustituye en el XVII el del hidalgo, el caballero español, que pone en primer lugar el sentido del honor, manifiesto con mucha frecuencia en los duelos.

Grandes maestros como Corneille y Molière tomarán de los valores españoles una parte de la temática de su teatro. Igualmente se extiende e imita la moda española, como los vestidos negros y ceñidos, etc.

La primacía de la literatura española se debe, sin duda a su gran calidad y a los valores culturales que encarnaba. A mediados del Siglo XVII las grandes personalidades literarias francesas no encontrarían un mercado de lectores comparable al del español, ni siquiera en la propia Francia. 9.1.4 La efímera reconstrucción de Francia bajo Enrique IV 9.1.4.1 Tolerancia del Culto Calvinista: el Edicto de Nantes. La primera ocupación de Enrique IV fue restablecer la paz interior y quizá más trascendental

aún, regular la cuestión religiosa y recuperar la confianza de las dos confesiones. El edicto de Nantes (1598) restablecía el culto católico en todo el reino, otorgaba libertad de conciencia a los protestantes y regulaba la libertad de culto. El edicto concedió también estatuto civil a los hugonotes semejante al de los católicos: se les permitía libre acceso a cargos y oficios e igualdad jurídica, aseguraba con el establecimiento de las llamadas “cámaras partidas” en los parlamentos. El edicto fue completado por cincuenta y seis artículos particulares y secretos y dos

“brevets” garantizados sobre la palabra real. Uno de ellos aseguraba el sostenimiento a los ministros; el otro acordaba a los reformados la posibilidad de reunir sus sínodos y les concedía, por ocho años, un centenar y medio de “plazas de seguridad” en las que podían mantener guarnición en nombre del rey. No era la traducción de una idea de tolerancia, sino la expresión de una necesidad de convivencia impuesta por el decreto.

El edicto fue recibido con oposición. Los hugonotes protestaron que no se les permitía hacer proselitismo. El clero católico y los antiguos ligueros denunciaron duramente lo que consideraban actitud equívoca del soberano; los parlamentos rehusaron su registro. Enrique hubo de recurrir a la persuasión, y, cuando no, a las amenazas y al castigo. El Parlamento de París accedió registrarlo en febrero de 1599. Los “brevets” fueron también registrados a partir de 1608, lo que reconfortó a los protestantes.

Figura 93. Enrique IV

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9.1.4.2 Imposición de la autoridad real. En parte por medio de la persuasión, en parte haciendo caso omiso de las protestas, Enrique IV se sobrepuso a los poderes provinciales y redujo en gran medida las libertades ciudadanas. Recurriendo a medios más bien despóticos, el gobierno consiguió hacerse financieramente fuerte. Los “grandes” fueron apartados del gobierno y sustituidos por “togados”. Por encima de todos, la voluntad real, cuando fue preciso, actuó con rigor. El Consejo y la Cancillería fueron reorganizados. Los gobernadores fueron reducidos a la obediencia y sus poderes limitados a los asuntos militares. Las revueltas populares contra la recaudación de impuestos, fueron fácilmente reprimidas. Una prueba del éxito gubernamental fue el quebrantamiento de la conspiración aristocrática más grave de todo el reinado; la del mariscal de Biron. En 1602, este gobernador de Borgoña y el hugonote duque de Bouillón se mezclaron en una conspiración, apoyada por Carlos Manuel de Saboya. Biron fue ejecutado después de un escrupuloso proceso ante el Parlamento de París. 9.1.4.3 Restauración financiera. Sully. Quizá sea en el aspecto financiero donde la obra de restauración fue más efectiva, secundado por su fiel compañero de guerra. Maximilien de Béthune, Sully, fue nombrado “superintendente” de finanzas. Sin cambiar el sistema tradicional, mediante numerosos reglamentos obtuvo resultados satisfactorios: persiguió las exenciones abusivas y se recuperaron rentas alienadas, controló mejor la gestión y se evitaron fraudes e incautaciones de impuestos.

Enrique IV consiguió la sumisión de los cuerpos constituidos. Los Parlamentos no pudieron presentar “quejas”, sino después de haber aceptado el registro de las ordenanzas reales. No se convocaron Estados Generales y las sesiones de los Estados Provinciales se espaciaron o se redujeron a la mera función de asistir a las demandas del soberano. Se limitó la autonomía municipal, que se había despertado por todas partes durante la guerra. 9.1.4.4 Recuperación económica. Laffemas. Enrique IV tenía bien clara la idea de que la mejora material del reino era una segura condición de la paz interior. La restauración económica fue rápida aunque menos brillante de lo que han alardeado los panegiristas de aquel rey. En el sector agrícola, simplemente la paz fue condición suficiente para que se iniciara una recuperación, obra de la iniciativa privada, estimulada por algunas medidas fiscales y una promoción desde arriba. Barthélemy de Laffemas, nombrado en 1600 “contralor general de comercio” practicó un auténtico mercantilismo. El despertar de la actividad económica se manifestó en la reanudación de las corrientes interiores y exteriores de cambio. A partir de 1604, la situación del Fisco sufrió una recaída y hubo de recurrirse a nuevos arbitrios, y a aceptar el derecho de transmisión hereditaria de los cargos públicos, mediante el pago anual de 1/6 de su rendimiento. Esta medida sería llamada “paulette” y se consideró por los funcionarios, deseosos de asegurar el porvenir de sus hijos, como una excelente inversión.

Desgraciadamente, el asesinato de Enrique IV, el 14 de mayo de 1610, por un exaltado, abría un difícil paréntesis en la vida de Francia. 9.1.5 Luis XIII y Richeliu 9.1.5.1 Regencia de María de Médicis. Al morir Enrique IV, el heredero Luis tenía solamente 9 años. María de Médicis, su madre, desempeñaría la regencia de 1610 a 1617. Tenía un cierto sentido de la dignidad real, pero no la suficiente

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inteligencia para ejercer su papel con eficacia; lo que realmente amaba del poder eran sus vanidades.

Sully, el excelente ministro de Enrique IV, fue alejado, así como otros antiguos consejeros. Los grandes185, apartados del gobierno, volvieron a sus hábitos de independencia y multiplicaron las reivindicaciones, indignados de ver triunfante a la camarilla de extranjeros.

Los protestantes, por su parte, temerosos de la influencia que sobre la reina podían ejercer el papa y su entorno italiano, se organizaron de modo militar, apoyándose en las “plazas de seguridad” que les había concedido Enrique IV. El Tesoro estaba vacío y las reclamaciones se hacían más intensas; fue preciso convocar los Estados Generales.

Tras de varios meses, los Estados Generales que habían mostrado su fidelidad al monarca, pero también su ineficacia como instrumento de gobierno, fueron clausurados. 9.1.5.2 Proclamación de Luis XIII. Conflictos entre la Corte y los “Grandes”. En 1614, Luis XIII fue proclamado mayor de edad, a los trece años. Los grandes, decepcionados de la manera de gobernar de la Regente, y de su intención de aproximarse a España, en 1616, decidieron levantar sus ejércitos privados. Aunque no lograron impedir los matrimonios españoles consiguieron que Concini186 fuera destituido y que Condé y algunos otros notables entraran a formar parte del Consejo Real. Pero el 1 de septiembre de 1616, Condé fue arrestado y enviado a La Bastilla por orden de la Reina Madre, que puso los asuntos de gobierno en manos de consejeros de su confianza incluido Concini. Los grandes se levantaron nuevamente en armas; la Reina Madre les declaró culpables de traición y envió contra ellos tres ejércitos, dirigidos por el secretario de Estado de la nueva administración, Armand du Plessis de Richelieu, obispo de Lucon, que los hizo con tal eficacia que en la primavera de 1617 los nobles estaban prácticamente reducidos.

En abril de 1617, Concini fue arrestado, y asesinado, y su cadáver arrastrado por las calles, en medio de la alegría del pueblo; acusada y condenada de haber embrujado a la Reina, Leonora de Galigai, fue quemada; los demás ministros, fueron expulsados, y María de Médicis, conducida, con buena escolta, al castillo de Blois. A Richelieu, que tuvo la habilidad de mostrar su fidelidad al rey, se le permitió volver a su obispado de Lucon.

Luis XIII tenía una profunda conciencia de su misión y quería que su voluntad y su persona fueran respetadas, pero puso en esta tarea mejor voluntad que dones. En los primeros años el gobierno siguió sin rumbo, viviendo al día. En el Consejo, los ministros se insultaban ante el rey.

Pronto en 1619-1620 los grandes volvieron a levantarse, animados ahora por María de Médicis, pero fueron vencidos en Normandía. Acabada esta rebelión, los protestantes lo hicieron en Bearne, donde Luis XIII, restableció el catolicismo

185 Príncipes de Condé, de Conti y otros de sangre. 186 Esposo de la Dama de Cámara de María de Médicis, Leonora Galigai, quienes influían mucho en la Reina Madre.

Figura 94. Luis XIII

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(Enrique IV, a pesar de lo indicado en el edicto de Nantes, no se había decidido a hacerlo); pero los hugonotes, lo consideraron como un atentado. El joven monarca aplastó la rebelión e incorporó Bearne y la Navarra francesa a los dominios de la Corona. 9.1.5.3 Richelieu. Su personalidad. Armand du Plessis (1585-1624) era el

tercer hijo de un pequeño noble de Poitou, el señor de Richelieu. Los Estados Generales de 1614 le brindaron la oportunidad de salir de la oscuridad. Su brillante intervención que supo halagar a María de Médicis le permitió entrar en la clientela de la Corte.

En 1624 con María de Médicis volvió al Consejo, donde en principio se mostró como un miembro más flexible y sumiso; pronto puso como argumento su dignidad eclesiástica para presidirlo y, afectando menosprecio del poder, manejó la susceptibilidad del rey, para comprometerle a ejercer su autoridad.

Su consejero más íntimo en materia religiosa y política fue el Padre José, un infatigable capuchino parisino, que manifestó a la vez una extraña

combinación de ardiente celo misionero y un alto interés por la causa de la hegemonía de Francia en Europa, sin repugnarle las alianzas con los protestantes. Richelieu poseía la extraordinaria capacidad de extraer, entre las múltiples informaciones que recibían, las conclusiones más útiles.

Luis XIII supo apreciar sus dotes y, aún vigilándole celosamente de cerca, le dejó de hecho la dirección de la política francesa durante dieciocho años, hasta su muerte. 9.1.5.4 Directrices políticas de Richelieu. En su interés por el prestigio de Francia, pareció siempre más dispuesto a sacrificar las consideraciones religiosas a las políticas. Pero comprendió bien que antes de seguir una política exterior favorable a Francia, era preciso poner orden y autoridad en el interior del reino.

Pero la nobleza tenía un arraigado hábito de agitación e intriga. Pensando que el dominio de Richelieu sería efímero, los nobles continuaron en sus conspiraciones, o como se decía entonces “cabales”. Las “cabales” se centraron en torno al matrimonio de Gastón d’Orleans, hermano del rey, turbulento, ligero, que al carecer, por entonces, Luis XIII de hijos, era considerado heredero del trono. Luis XIII y Richelieu querían casarle con una princesa francesa; Gastón rehusó y preparó un complot: un joven exaltado, el marqués de Chalais, habló de asesinar a Richelieu; pero fue encarcelado y ejecutado (1626). Gastón hubo de casarse conforme a los deseos del rey. Este mismo año de 1626 un edicto renovó la prohibición de duelos bajo pena de muerte. Un duelista reincidente, el conde de Bouteville, que osó batirse en plena Plaza Real, matando a uno de los padrinos de su adversario, fue ejecutado al igual que su padrino (1627). 9.1.5.5 Sumisión de los Hugonotes. Los jefes hugonotes se inquietaban del afianzamiento de la autoridad del rey. Richelieu, aunque había escrito una obra refutando la doctrina calvinista, estaba dispuesto a respetar el edicto de Nantes, y,

Figura 95. Richelieu

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en el exterior, a pesar de los clamores de los “devotos”, sostenía a los protestantes de Alemania. Estaba tratando de dotar a Francia de una flota naval y quería contar con el puerto de La Rochela, uno de los bastiones hugonotes. Algunos rocheleses animaron a Carlos I de Inglaterra, que buscaba con una guerra victoriosa atraerse a sus súbditos descontentos, a ayudarles. La intervención inglesa precipitó la ruptura. En junio de 1627, tropas al mando del duque de Buckingham, desembarcaron en la isla de Re. Un ejército leal se concentró ante La Rochela, y venció a Buckingham, y le obligó a embarcarse. La Rochela quedó aislada y totalmente bloqueada. Después de una resistencia de varios meses, en espera de ser liberados por los ingleses y sufriendo duramente de hambre, hubieron de capitular. Esta vez el rey, no se abajó a tratar con sus súbditos: por el “edicto de Gracia” de Alés perdonó a los rebeldes, confirmó la libertad de culto protestante donde existía, pero retiró a los hugonotes el derecho a mantener asambleas propias y sus garantías militares. 9.1.5.6 “La Journée des Dupes”: Richelieu se impone como Primer Ministro. Entre tanto, la situación de Richelieu, entre el rey, que gustaba de recordarle su dependencia, y María de Médicis, seguida por el “partido devoto”, que reprochaba a su antiguo protegido, su política exterior pro-protestante, no era nada fácil. Aprovechando el ambiente de revuelta del invierno de 1629-1630, el “partido devoto”, capitaneado ahora por el guardasellos, Michel de Marillac, pues el cardenal Bérulle acaba de fallecer, inicia el ataque a Richelieu. Se produjo un serio debate entre los dos bandos. En septiembre de 1630, con Mantua en manos de los imperiales y Casale a punto de rendirse también, Luis XIII cayó enfermo. La reina Ana y María de Médicis trataron de convencerle de que era castigo divino, por dejar de lado los intereses de la Iglesia, y le presionaron para destituir a Richelieu.

En una escena violenta, el 10 de noviembre, en su palacio de Luxemburgo, María de Médicis llenó de injurias a Richelieu, delante de su hijo, y conminó a éste a escoger entre ella o el valido. Luis XIII, que aborrecía este género de escenas, abandonó la cámara sin decir nada. Richelieu, creyéndose perdido, pensó en huir; pero el rey le hizo llamar y le rogó continuara en su puesto. Fue la llamada “Journée des Dupes” o día de los engañados, pues los cortesanos, que se habían abalanzado a felicitar a María de Médicis, se vieron decepcionados al ver que Richelieu continuaba, que Marillac fue preso y pasó el resto de sus días en la cárcel, y los demás del grupo “devoto” fueron encarcelados o confinados en sus propiedades. La Reina Madre hubo de refugiarse en Holanda, donde murió. 9.1.5.7 Revueltas populares. Una nueva oleada de levantamientos populares agitó el país en los años 1636 y 1637. Estas revueltas, que afortunadamente para el gobierno carecieron de dirección organizada, sólo se aplacaron cuando Richelieu prometió suprimir los impuestos más odiosos. Pero la guerra no permitió hacerlo durante mucho tiempo y los gastos fueron creciendo. Así se explica que los levantamientos se repitan en el sureste y en otros lugares. En el transcurso de 1639 se produjeron en Normandía nada menos que treinta y siete pequeñas revueltas, conocidas como las de los “Nu Pieds”, que al igual que la de los “Croquantas”, sólo finalizaron tras una sangrienta batalla entre los campesinos y un ejército real. Buena parte de la culpa en esos levantamientos estuvo en la forma y en los abusos de los recaudadores y también el que en los países más directamente controlados por el gobierno, como Normandía, el crecimiento de los impuestos fuera mayor. 9.1.5.8 Obra interior de Richelieu. En materia administrativa, Richelieu hizo promulgar en 1629 un gran ordenamiento legal, el llamado por burla “Code Michau”. Pero no pudo apenas ser aplicado. Un gran problema fue la necesidad de dinero

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para la preparación del ejército, pago de subsidios a los aliados, organización de la burocracia. Richelieu no tenía ninguna experiencia ni competencia financiera y se limitó a “expedientes” habituales.

Disminuyó el número de miembros del Consejo de Estado y llamó a él a personas nuevas y de su confianza. Esta reunión formaba un Consejo más restringido, llamado “Conseil d’En Haut”. Poco a poco, tanto en los Consejos como en las Cortes soberanas el papel de la “nobleza de toga” se fue acrecentando. Para controlar la administración local, los reyes tenían por costumbre enviar comisarios con misión temporal, provistos de poderes extraordinarios. Poco seguro de los gobernadores de provincias, Richelieu hizo amplio uso de estos comisarios, a los que comenzó a dárseles el título más honorífico de “intendentes”. Eran enviados por el país para juzgar algunos casos, reunir ejércitos y sofocar rebeliones.

Richelieu se apoyó sobre una policía secreta cuyos miembros penetraban en todos los medios sociales; así estaba al corriente de los menores sucesos y de los asuntos más íntimos, lo que le permitía encerrar en La Bastilla a los opositores más atrevidos. Para actuar sobre la opinión pública, mantuvo escritores, a sueldo, que redactaban panfletos anónimos, en favor de sus decisiones. 9.1.6 Minoría de Luis XIV. La Fronda 9.1.6.1 Ana de Austria y Mazarino. En 1643, la situación de 1610 volvía a repetirse; Luis XIII, dejaba un heredero de apenas cinco años. Como desconfiaba de su mujer, la española Ana de Austria, y más aún de si intrigante hermano, Gastón de Orleans, en su testamento confió a uno y a otro, respectivamente, la Regencia y Lugartenencia General del Reino, pero asistidos de un Consejo, formado en su mayoría por criaturas de Richelieu, entre ellos Mazarino.

Ana de Austria no tenía ni capacidad ni gusto para la dirección del país. De ahí que confiara todo el poder a Mazarino. Sus relaciones con el privado se basaban en una verdadera estima hacia sus cualidades personales y en un ilimitado respeto a su gran sentido político.

Guilio Mazarino (1602-1661) fue capitán del ejército pontificio; después encargado de misión diplomática por el Vaticano y enviado a París, había seducido a Richelieu, quien le pidió entrara en su servicio, y así lo hizo desde 1639. Trajo de Italia a varios sobrinos y sobrinas que casó o colocó espléndidamente, y la gran fortuna que pudo amasar la invirtió en ricas mansiones y hermosas colecciones de libros y obras de arte. 9.1.6.2 Crisis de autoridad y dificultades financieras. Los nobles, liberados de la férrea mano de Richelieu, exigían pensiones, títulos y cargos. Se creó una conspiración que buscaba deponer a Mazarino y sustituirle, encabezada por el duque de Beaufort. Cuando fue conocida esta conspiración, la Reina mandó encerrarlo y exilió a los conspiradores.

Figura 96. Ana de Austria

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Pero Mazarino, seguro de la confianza de la reina, buscó conciliarse con los grandes, mientras que en el exterior, perseguía una política más conforme a los intereses de Francia. A pesar de todo, en París y en provincias, la nobleza proseguía en sus hábitos de indisciplina y libertinaje.

Los favores prodigados a los grandes, unidos a los gastos de la guerra, hacían inviable la situación financiera del Estado. Fue preciso recurrir a los detestados “expedientes”: crear y vender nuevos oficios, que no hacían sino doblar los antiguos, disgustando a los que ya los disfrutaban, pues su valor se deterioraba; aumentar aún más la “taille”; disminuir los réditos de las rentas públicas; imaginar nuevos impuestos que pesaron especialmente sobre la burguesía de París. Las finanzas de Francia estuvieron en manos de “partisans”, que prestaban el Estado a intereses usuarios y exprimían a los contribuyentes. Concentrado hasta 1648 en la política exterior, Mazarino tuvo que enfrentarse a rebeliones de primer orden que se extendieron por varias provincias. Tras la dura represión de los “croquants”, armado de un edicto real que declaraba como traición la negativa a pagar impuestos, los intendentes, a las órdenes de Seguiré,

consiguieron restablecer la calma y el orden en casi toda Francia. Los impuestos comenzaron a llegar regularmente al Tesoro y los financieros volvieron a anticipar dinero para las tropas. Aún así el gobierno no conseguía pagar regularmente los salarios a sus oficiales ni satisfacer los intereses de la deuda pública. Era previsible, de seguir así, una insurrección más general y violenta, dirigida contra el omnipotente ministro. 9.1.6.3 La insurrección de la Fronda. Se conoce con el nombre de “Fronda” las confusas turbulencias civiles provocadas por la oposición al gobierno de 1648 a 1653. La nobleza, el Parlamento de París y otras provincias conscientes del debilitamiento de poder, creyeron llegada la ocasión de recobrar aquellas antiguas prerrogativas políticas que Richelieu y Mazarino les habían ido sustrayendo. La administración creada por Richelieu chocaba con la jurisdicción semiindependiente de los grandes nobles en sus gobiernos y señoríos patrimoniales, y trataba de limitarla. Por su parte, los miembros de los antiguos tribunales y poseedores de oficios en provincias, se vieron desplazados en sus funciones efectivas. Unos y otros –alta nobleza y nobleza de toga- explotarían la impopularidad de Mazarino y la creciente irritación del pueblo por la grave crisis de subsistencia, la subida de los precios de artículos vitales de consumo, y los gravosos expedientes financieros dictador por el privado. 9.1.6.4 La Fronda de los Parlamentarios. La “primera Fronda” fue un movimiento esencialmente Parlamentario. Conocedores de la historia romana y del ilustre papel que en Roma desempeñó el senado, impresionados también por el reciente ejemplo del Parlamento inglés, los magistrados parisinos se creyeron llamados a ejercer también funciones más elevadas. En Francia, el Parlamento de París era la institución que debía velar por el respeto de las “leyes fundamentales” de la monarquía, incluso ante el soberano, caso de que osara conculcarlas.

El Parlamento de París se había opuesto sistemáticamente a los edictos financieros, lo que había obligado a la Regente a retirarlos o a modificarlos. Esta función había dado al Parlamento una gran popularidad. Cuando deliberaba sobre

Figura 97. Giulio Mazarino

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estos asuntos, el pueblo parisién, se reunía en torno al Palacio de Justicia y aclamaba a los magistrados más críticos. La chispa de la insurrección parlamentaria se produjo en abril de 1648, al tratarse de la renovación de la “Paulette”. La monarquía, necesitaba de dinero, quiso que se hiciera a cambio de ceder los beneficiarios sus salarios de cuatro años. Aun cuando los parlamentarios no estaban afectados por esta propuesta, el Parlamento hizo causa común con las otras “cortes soberanas” y sus equivalentes en provincias cuyos miembros sí se sentían dañados. Por una declaración, en mayo de 1648, el Parlamento de París se comprometía a reunirse con los altos organismos de gobierno y de la administración para deliberar sobre el caso. A pesar de la prohibición de la reina, lo hizo, y todos estos organismos redactaron unas “Propositions” en las que pedían al gobierno suprimir los intendentes, no crear oficios, someter todos los impuestos al Parlamento y renunciar a las comisiones extraordinarias de justicia. El Parlamento de París, en virtud de esta declaración, se erigía en cuerpo político.

Después de haber dudado y contemporizado hizo proclamar que esta declaración era atentatoria a los derechos del monarca y ordenó la prisión del popular Broussel y de otros dos consejeros más destacados de la oposición. Los parisienses reaccionaron a favor del Parlamento; levantaron barricadas, cercaron durante dos días el Palacio Real y forzaron a la reina Ana de Austria a liberar a los detenidos. Pronto la ratificación de los tratados de Westfalia permitió traer tropas del extranjero. El Parlamento, entonces, insurreccionó a París. Los parlamentarios, inquietos por la agitación popular revocada, se apresuraron a aceptar la concordia que se les brindaba. En las Conferencias de Rueil (1649), se comprometieron a no entrometerse en adelante en asuntos políticos y atenerse a la administración de justicia, a cambio de un perdón general. Por su parte, una serie de arreglos particulares y de promesas de pensiones permitieron a la Corte hacer la paz con los nobles descontentos. 9.1.6.5 La Fronda de los príncipes. A la “Fronda Parlamentaria” sucedió la “Fronda de los Príncipes”, de mayor importancia, que duró de enero de 1650 a febrero de 1651. Deseoso de sustituir en el poder a Mazarino, el príncipe de Condé, abandonó la Corte y se puso de acuerdo con una serie de grandes nobles intrigantes. La coalición entre estos agitadores no fue nunca sólida y los bruscos cambios en la situación, debidos a las diferencias y rencillas entre ellos mismos, no hacían sino complicar y prolongar la insurrección. Condé o Turena no veían ningún inconveniente en negociar con España, nación, por otra parte, a la que el partido de los “devotos” consideraba la gran defensora de su religión católica.

Las insolencias de Condé exasperaron a Ana de Austria, que el 18 de enero de 1650, de acuerdo con su ministro, hizo detenerle por sorpresa junto con Conti y otros conspiradores, y encerrarlos en el castillo de Vicennes. Entonces surge la guerra civil. La anarquía se extendió a todo el país, sobre todo a Burdeos, mientras un ejército español, conducido por el gobernador de los Países Bajos y Turena, amenazaba París. Mazarino pudo organizar la resistencia y batir a Turena en Réthel. Pero los nobles descontentos reclamaron la liberación de Condé y el exilio de Mazarino. Sintiéndose aislado, el privado prefirió renunciar a la lucha. Los grandes, divididos por sus ambiciones, no se entendieron. Condé quería todo el poder para sí, y confiado exclusivamente en su popularidad, fue demasiado lejos. Aconsejada desde su exilio por Mazarino, Ana de Austria explotaba estas divisiones y decepciones. La situación llegó a ser insostenible para Condé, que hubo de salir de París hacia su gobierno de Guyena. En este momento se proclamó la mayoría de

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edad de Luis XIV, que tenía trece años, medida muy hábil, pues el rey podía tomar la dirección de los negocios y sacar al país del atolladero.

Condé refugiado en su gobierno de Guyena, firmó un tratado con España por el que cambio de la entrega de varias plazas fuertes, recibía promesa de ayuda militar, y desencadenó un nuevo episodio de La Fronda. Esta guerra que arruinaba al país en provecho de algunos ambiciosos sin programa de gobierno acabó por cansar a todos, y especialmente a la burguesía, que nada podía esperar de la victoria de los príncipes, y prefería seguir a su rey, tampoco aceptaban los tratos de Condé o Turena con España.

Ahora, Turena, congraciado con el rey, cortó el paso a Condé, que intentaba entrar en París, y le persiguió hasta la capital, donde se dio un violento e indeciso combate. Condé pudo refugiarse en París, donde la población estaba dividida. Pero las insolencias y dureza de Condé le enajenaron la voluntad de la alta burguesía e incluso de los grandes. Luis XIV y su madre pudieron entrar triunfalmente en París. Nadie protestó por el exilio de los príncipes agitadores pues concedió una amplia amnistía al resto y una “Declaración”, prohibió al Parlamento de París intervenir en cuestiones políticas o hacendísticas. Ana de Austria llamó entonces a Mazarino. Esta vuelta del cardenal significaba el fin de la Fronda, confirmaba por la recuperación de Burdeos por las tropas reales unos meses más tarde. La autoridad real saldría reforzada de esta crisis, ya que se había revelado como el único camino para poner término a la anarquía y a la miseria. 9.1.6.6 Pacificación del País. Últimos años de gobierno de Mazarino. El sentimiento predominante en el país era el cansancio, lo que favoreció la paz. El desarrollo de la cuestión del jansenismo inquietaba a Mazarino, pues numerosos antiguos “frondeurs” simpatizaban con Port Royal. Varios tumultos populares, de tipo anti-fiscal, se producen en el oeste, y la perturbación alcanzó en 1659 un alto grado de desorden en Provenza, sobre todo en Marsella, cuya municipalidad había caído en manos de nobles decididos a defender sus libertades. Mazarino, una vez asegurada la paz con España, pasó a la acción. Un poderoso ejército entró triunfalmente en Marsella, revocando su constitución municipal sustituyéndola por una administración real muy rigurosa. Sin embargo, el país, en general, aceptó la reacción absolutista llevada a cabo por Mazarino quien se apoyó en un equipo de colaboradores brillantes, especialmente en Jean Baptiste Colbert, su intendente y hombre de confianza. 9.2 INGLATERRA Y LAS PROVINCIAS UNIDAS 9.2.1 Inglaterra: el intento de absolutismo

9.2.1.1 Jacobo VI, Rey de Escocia e Inglaterra. En 1603 Jacobo VI accedió también al trono inglés con la denominación de Jacobo I. Si bien el reino parecía asentado, subsistían dificultades. En Inglaterra subsistía el problema de las lealtades locales a los señores y la posibilidad de rebeliones. Con todo, y en comparación con otros países, Inglaterra era el estado más centralizado de Europa. A pesar que el Consejo del Norte y el Consejo de las Marcas, en Gales estaban expuestos a caer en cualquier momento en manos de los “grandes” de dichas regiones. Es verdad, también, que, para sus habitantes, el condado era el horizonte administrativo y judicial. Pero no había

Figura 98. Jacobo VI

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prácticamente barreras aduaneras internas, no existían asambleas legislativas regionales y los privilegios de las ciudades se reducían a cuestiones administrativas. 9.2.1.2 Choques con el Parlamento. El Consejo Privado del rey era un organismo sólido de gobierno, cuyas prerrogativas en orden a dirigir a las autoridades locales y a los tribunales de justicia, crecían y se asentaban paulatinamente. Pero el Parlamento alentaba fuertes deseos de extender su influencia.

Aceptaban que el rey pudiera convocar o disolver el Parlamento cuando lo juzgara oportuno, pero solamente en casos de emergencia podía gobernar sin aquél; y en el orden financiero, sostenían, desde luego, que todo impuesto extraordinario debería ser aprobado por el Parlamento, y también que el sistema tributario no debía basarse en impuestos directos. Se componía de dos Cámaras, Lores y Comunes.

No existía en el Parlamento, en manera alguna, división de intereses; las dos Cámaras alentaban objetivos económicos y sociales comunes. Probablemente cualquier monarca hubiera tenido conflictos con el Parlamento, pero Jacobo reunía quizá las condiciones más apropiadas para que esto sucediese. 9.2.1.3 Oposición de Puritanos, Presbiterianos y Católicos. En el aspecto religioso, chocó tanto con los puritanos y presbiterianos como con los católicos. Los dos grupos mantuvieron la esperanza de ser aceptados por un rey que había sido educado en Escocia en el presbiterianismo; pero la llamada “The Millenary Petition” obtuvo el nuevo monarca un repudio enérgico. Jacobo era absolutamente hostil a los aspectos democráticos de que estaba revestido el presbiterianismo.

También los católicos, tenían puestas esperanzas en el hijo de la católica María Estuardo, de quien esperaban al menos una cierta tolerancia. Pero el gobierno de lord Cecil prosiguió en su política anticatólica y el descubrimiento de una conspiración católica, en febrero de 1604, puso de manifiesto que el nuevo monarca no tenía ninguna intención de suavizar la legislación “antipapista”.

Dos años más tarde, fue descubierto el llamado “complot de la pólvora”, tramando para volar el Parlamento cuando estuvieran reunidos diputados y rey en sesión solemne, y se aplicó la pena máxima al principal y a nueve cómplices. 9.2.1.4 Dificultades financieras. El déficit dejado por Isabel no cesaba de agravarse. Estos eran de carácter feudal y aleatorio, o fijos como el de “tunnage and poundage”; esto es, donativos del Parlamento otorgados en el momento de su ascensión, de forma vitalicia, pero recaudados sobre derechos de exportación e importación.

Durante los primeros años, Jacobo, hizo un esfuerzo para convocar a las dos Cámaras en varias ocasiones. En 1610 los Comunes estuvieron debatiendo muchos meses una solución que podía haber reducido la necesidad de convocatoria del Parlamento. Era una idea concebida por Cecil: el “Gran Contrato”, que a cambio de la abolición de la “wardship”, la “purveyance” y otras “rentas feudales” hubiera garantizado al rey una renta permanente. Pero al llegar a los detalles, por los intereses implicados, surgieron las dificultades. Los comunes pidieron más concesiones a la Corte y los ministros se alarmaron ante su resistencia. En 1611 Jacobo suspendió el Parlamento, que no sería convocado hasta 1621. La muerte de Cecil, por otra parte, agravó las cosas, pues empezó un período de derroche

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cortesano, subvenciones a favoritos, venalidad y corrupción, que aquel experimento ministro había conseguido frenar. 9.2.1.5 El gobierno autoritario de Buckingham. Desde 1614 Jacobo se entregó absolutamente en manos de un joven favorito de veintidós años, George Villers, a quien hará conde y después duque de Buckingham. Buckingham implantó una especie de sistema de patronazgo en mayor de sus amigos y llevó una política exterior de forma incoherente. Decidió no convocar al Parlamento y recurrió, para obtener el dinero necesario, a expedientes financieros diversos.

En general todos estos expedientes ahondaron la hostilidad entre la mayoría de la “gentry” y los comerciantes, representados en los Comunes, y el grupo de nobles y familiares reales beneficiarios de aquellos. La persecución a los irreductibles puritanos, obligó a la emigración; un centenar de ellos se embarcarían en el “Mayflower”, en 1620, para fundar en Norteamérica la colonia de Massachussets. En 1621, se convocó de nuevo el Parlamento para subsidiar a su yerno en la Guerra de los Treinta Años, oportunidad que el Parlamento aprovechó para hacer notorio su inconformidad con la política exterior del rey, lo que causó que se clausurara de nuevo el Parlamento en 1622.

En 1624 se vería obligado a reunirlo nuevamente. Esta vez los diputados se opusieron, especialmente a las concesiones de monopolios en materia industrial. Pocos meses después, en 1625, murió Jacobo, dejando al reino una difícil situación. 9.2.1.6 Reinado de Carlos I. Carlos I aunque de carácter muy diferente al de su padre estaba igualmente convencido de su autoridad real. Careció de la virtud de la lealtad hacia sus amigos y de la flexibilidad para gobernar. No es extraño, pues, que perdiera pronto la popularidad que le habían ganado su juventud y su presencia. Mantuvo como ministro civil a Buckingham y puso al frente de los asuntos eclesiásticos al obispo William Laud, enemigo declarado de los disidentes. 9.2.1.7 La oposición del Parlamento: la “Petición de Derechos” de 1628. Al subir al trono, los Comunes le ofrecieron la concesión del “tunnage and poundage” por un año. En 1628 la situación financiera era tan grave que el monarca hubo de convocar nuevamente el Parlamento. Entre los elegidos estaban personajes dispuestos a protestar contra la política real. En mayo de 1628 los Comunes le elevaron una “Petición de Derechos”, en la que enumeraban las ilegalidades y atropellos cometidos por el gobierno, especialmente la colecta del tributo sin consentimiento del Parlamento, el encarcelamiento arbitrario de personas, la ley marcial y el alojamiento de soldados en domicilios privados.

Carlos, después de demoras y negociaciones, acabó aceptando dicha “Petición”. Pero no estaba en absoluto dispuesto a respetarla ordenó la percepción de tasas aduaneras no votadas por el Parlamento. Ante la violenta protesta de éste, el rey disolvió las Cámaras. 9.2.1.8 El Gobierno de Strafford y Laud. Desde 1629 Carlos I intentó gobernar sin el Parlamento, utilizando a dos buenos ministros, el arzobispo Laud y Thomas Wentworth187. Su idea era asegurar a la Corona fuentes regulares de ingresos, restableciendo los monopolios y antiguos derechos ya decaídos, e imponiendo a los contraventores de las disposiciones reales fuertes multas, dictadas por tribunales

187 Nombrado Conde de Strafford

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excepcionales como la famosa “Cámara Estrellada”, o el “Consejo del Norte”. Llego así a controlar la vida económica de Inglaterra. En Irlanda mantuvo un núcleo de ejército permanente, basado en la leva de campesinos.

Por su parte, Laud, trató de quebrantar toda resistencia al anglicanismo. Para ello se valió de la “High Comission”, asamblea eclesiástica, que depuró el clero de todos los elementos puritanos. En Irlanda, Strafford, aconsejado por Laud trató también de reformar el clero anglicano, minoritario entre una mayoría católica de fieles, que permaneció por esta razón muy hostil a los Estuardo. 9.2.1.9 La Oposición ante el Absolutismo. No puede decirse, sin matizaciones, que este gobierno fuera abusivo. Estaba, simplemente, en la línea de una concepción del poder real por encima de los privilegios y de los usos tradicionales. La Corona, por lo demás, utilizaba los instrumentos legales del gobierno, en su favor. Se quitaron, ciertamente, poderes a la “Gentry” local y a las instituciones legales centrales, transfiriéndose a la Corona.

Las reformas en Irlanda enfrentaron a Strafford con los propietarios ingleses allí establecidos; el apoyo al anglicanismo creaba manifiesta repugnancia y hostilidad entre los puritanos; y la nueva colecta de los impuestos destinados a la modernización de la marina real, el shipmoney, alarmó a los hombres de negocios. Este era un viejo impuesto que pagaban las ciudades marítimas en tiempo de guerra para mantener la flota, pero Carlos trató de que lo hicieran también en tiempos de paz y extendiéndolo también a las ciudades interiores. Al obrar así, el rey entendía que todo el país estaba obligado a sostener la flota nacional.

Mientras la política del Gobierno siguió perjudicando los intereses y despreciando las ideas de un amplio sector de las clases parlamentarias, surgieron nuevos centros de oposición.

La tormenta que se avecinaba tuvo una primera grave manifestación en 1637, cuando John Hampden, rico y respetable terrateniente, antiguo diputado, se negó a pagar el “Shipmoney”. El rey lo citó ante los tribunales. El proceso produjo inmensa impresión en todo el país, y aunque fue condenado a pagar una multa, Hampden apareció ante la opinión pública como el campeón de las libertades inglesas. Su ejemplo provocó una amplia actitud de desobediencia. 9.2.1.10 Rebelión en Escocia contra la imposición de la iglesia anglicana. Fue en Escocia, donde estalló la revuelta abierta. La situación religiosa en Escocia se había complicado por la imposición de un episcopado poco convencido de su eficacia, y por las tradicionales lealtades regionales y de clanes.

En febrero de 1638 varios miles de personas firmaron el “Covenant” o Liga, pacto en el que se comprometían a defender la libertad religiosa de Escocia, mientras que se organizaron bandas armadas que apresaron o expulsaron a los agentes reales. En 1639, el ejército escocés batió al real y obligó a Carlos I a entrar en negociaciones. Pero Strafford aconsejó a Carlos convocar el Parlamento de Inglaterra para recaudar fondos, y, en lugar de negociar acudir contra Escocia.

Se abrió un Parlamento Corto en el cual se presentaron quejas sobre el gobierno pero, los resultados fueron infructuosos y tras tres semanas de “negociaciones” fue disuelto el ejército escocés, después de haber tomado Newcastle

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y Dirham, marchó sobre York y Carlos I hubo de convocar nuevamente, en septiembre, el Parlamento. 9.2.1.11 El “Parlamento Largo” y la repulsa del gobierno. Desde sus primeras sesiones, este “Parlamento Largo” presentó sus peticiones, que eran verdaderamente revolucionarias:

1. Abolición de todos los impuestos introducidos desde 1628, fecha en que se disolvió el Parlamento.

2. Supresión de los tribunales excepcionales. 3. Exclusión de los obispos anglicanos de la Cámara de los Lores, alejamiento de

los católicos de la Corte y licenciamiento del ejército creado por Strafford. 4. Proceso a los consejeros reales. Strafford, proscrito por el procedimiento

legal de un “Acto f Attainder”, fue ajusticiado en medio de una gran alegría popular.

5. La dirección de la Iglesia anglicana debería encomendarse a una comisión de teólogos designada por el Parlamento.

El sector calvinista más hostil, pidió también la supresión del episcopado. Entre

tanto, Irlanda también se había sublevado, y los campesinos católicos asesinaron a numerosos colonos protestantes en el Ulster. Este incidente exasperó a los diputados de los Comunes, que el 22 de noviembre de 1641, aprobaron una requisitoria violenta, redactada por Pym, la “Grand Remonstrance”, verdadera acta de acusación personal contra el monarca, a quien intiman a no nombrar ministros que no cuenten con la aprobación del Parlamento: a nivel constitucional esto significaba una verdadera revolución. 9.2.2 La revolución y la República 9.2.2.1 Los comienzos de la Guerra Civil. En agosto de 1642 se inicia la lucha. Los partidarios del rey, a los que se comienza a llamar los “Caballeros”, comprendían sobre todo a representantes de la alta aristocracia tradicional y anglicana del norte y oeste, y su clientela. Los partidarios del Parlamento, llamados “Cabezas Redondas”,

reagrupaban a todos aquellos que reclaman libertades políticas, religiosas y económicas. También les siguen algunos anglicanos, pero el sector religioso más numeroso lo representan presbiterianos e “independientes”.

En la primera fase, de 1642 a 1644, la lucha fue indecisa. Los “Caballeros”, buenos soldados, y con experiencia militar, estaban mandados por el príncipe Ruperto. Los “Cabezas Redondas” carecían de la fuerza militar de sus contrarios, pero contaban con la ventaja de ocupar el centro del reino, los grandes puertos y las principales regiones industriales. Los “Caballeros” fracasaron en dos tentativas de apoderarse de Londres y sufrieron una sangrienta derrota en Marston-Moor.

En julio de 1643, Pym consiguió que los Comunes aceptaran a la Iglesia presbiteriana como religión oficial en los tres reinos de Escocia, Inglaterra e Irlanda. Con esta medida se atrajeron a los escoceses, que en septiembre de 1642 firmaron un nuevo “Convenant”, en el cual ingleses y escoceses se comprometieron a luchar conjuntamente por sus libertades nacionales. Pero a la muerte de Pym la falta de un talento organizador, el cansancio, así como el temor de haber ido demasiado lejos,

Figura 99. Oliver Cromwell

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impulsó a varios parlamentarios a buscar un arreglo con el monarca. Este intento provocó una reacción entre los rebeldes. Los jefes más intransigentes del ejército de los “Cabezas Redondas”, partidarios de la guerra a ultranza, entre ellos Cromwell, aprovecharon la ocasión para obligar a dimitir a los que se mostraban más moderados, la mayoría de ellos presbiterianos. 9.2.2.2 Cromwell y su genio militar. Al frente de un regimiento de un millar de hombres, reclutados a sus expensas esencialmente entre los “independientes” pronto se distingue por sus éxitos. El valor militar de soldados y jefe les valieron el apelativo de “Ironsides” o costillas de hierro. Cromwell se convierte en lugarteniente del nuevo comandante jefe Thomas Fairfax y emprende una reorganización de los “Cabezas Redondas”, según el patrón de su regimiento de “Ironsides”. Sería un ejército, de unos 20,000 hombres, con oficiales escogidos exclusivamente por su valor militar, sin atender a dignidades sociales. Al frente de este magnífico ejército que luchaba como en guerra santa, Cromwell consiguió el 14 de junio de 1645 la decisiva victoria de Naseby, en la que el príncipe Ruperto perdió 5,000 hombres y toda su artillería. Carlos I buscó refugio en Escocia, en la confianza de reavivar el apego de los escoceses a la dinastía de los Estuardo. Sus cálculos fallaron, pues al rehusar el “Convenant”, los escoceses le entregaron al Parlamento de Londres, mediante cierta suma de dinero que se debía a sus tropas. 9.2.2.3 Las divisiones entre Parlamento y Ejército. La derrota del rey no puso fin a la guerra, pues los vencedores se dividieron. Los parlamentarios y sus seguidores, reclamaban el establecimiento de una nueva Iglesia reformada conforme al modelo de la de Escocia. El ejército, en cambio, apoyaba las reivindicaciones de los “independientes”. Los parlamentarios esperaban que se mostrara ahora más conciliador que cinco años antes y que llegara a aceptar un acuerdo; pero Carlos I fue alargando las negociaciones para ganar tiempo. La decisión del Parlamento de licenciar a los soldados sin pagarles sus sueldos atrasados, provocó la constitución de un “Consejo de Soldados” paralelo al “Consejo de Oficiales”. Este último arrancó al rey de manos del Parlamento y le condujo al cuartel general del ejército. Una gran asamblea de los dos Consejos decidió, a iniciativa de Cromwell, marchar sobre Londres y presentar al Parlamento sus “justas reivindicaciones”. Después, buscaron un acuerdo con el rey. Después de varias conferencias con los diversos grupos militares, Cromwell consiguió un compromiso, que restablecía la unidad del ejército, y se hizo dueño potencial de la situación. 9.2.2.4 Cromwell depura al Parlamento. Ajusticiamiento del Rey. Entretanto, el 15 de noviembre de 1647, el rey pudo huir y refugiarse en la isla de Wight. La guerra civil se reanudó. Mientras Fairfax bate, a los realistas, nuevamente sublevados, Cromwell hizo frente a los escoceses que habían penetrado en Inglaterra. De vuelta a Londres, acogió los planes reformistas del ejército y los de los “Levellers”, que presenta al Parlamento. Cromwell decidió acabar con el rey y con el Parlamento. Reclamó a Carlos I de la isla de Wight y depuró el Parlamento: cuarenta y cinco diputados fueron detenidos y otros noventa y seis expulsados, con lo que la Asamblea de 1640 quedó reducida a sesenta, todos ellos “independientes”. Es el llamado “Rump Parliament” o “Parlamento Rabadilla”, cuya primera decisión fue presentar al monarca ante un Alto Tribunal, que le condenó a muerte, “en calidad de tirano, traidor, asesino y enemigo público”. La ejecución, puso fin a la guerra civil. 9.2.2.5 Proclamación de la República. El “Parlamento Rabadilla” organizó un nuevo régimen de gobierno. Los territorios que integraban el llamado hasta entonces reino de Inglaterra, se proclamaron Commonwell o República. El

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Parlamento Rabadilla ejercía el poder legislativo. Era un gobierno de una oligarquía religiosa, los “independientes”, basado en un ejército adicto. Este nuevo sistema no aseguraba, por el momento, una mejoría, en tanto que la instauración de la competencia, provocó numerosas quiebras. 9.2.2.6 Cromwell y el sometimiento de Irlanda. En Irlanda, los católicos, levantados en armas desde 1641, lograron mantenerse independientes, de manera que en 1649 los ingleses habían sido expulsados de toda la isla, salvo de Dublín. Cromwell encargado por el Parlamento de establecer la autoridad llevó a cabo una campaña de sumisión con enorme ferocidad. En septiembre se apoderó de Drogueda y Wexford. Numerosos propietarios católicos fueron expulsados de las comarcas más ricas y sus tierras entregadas a protestantes venidos de Inglaterra para sustituirlos. En 1650, Cromwell volvió a Inglaterra, dejando a su lugarteniente la tarea de someter las bandas armadas, que seguían luchando desesperadamente por su independencia y libertad. La política de Cromwell en Irlanda fue de una crueldad desconocida hasta entonces en Europa. 9.2.2.7 La Sumisión de Escocia. En cuanto a Escocia, a la muerte de Carlos I, el Parlamento de Edimburgo había reconocido a su hijo Carlos II como rey de Escocia y, desde Holanda, donde estaba refugiado, acudió en 1650 a ponerse a la cabeza de sus súbditos. Cromwell consiguió, por la victoria de Dumbar, someter todo el sur de Escocia y, el año siguiente, quebrantar una invasión escocesa. Carlos II huyó a Francia. Escocia, privada de toda autonomía, fue sometida a la “Commonwealth”. 9.2.2.8 Dictadura de Cromwell. El gobierno de Cromwell, no es –en apariencia- una dictadura; estaba sometido al doble control de un Consejo de una veintena de miembros, que le ayudaba a desempeñar el poder ejecutivo y un Parlamento, elegido por tres años, que tenía el legislativo. Pero de hecho, el Consejo estaba formado por personas absolutamente devotas de Cromwell, y el Parlamento apenas duró cinco meses, con lo que el nuevo régimen se convirtió en dictadura. Se redujo toda oposición religiosa o política y se instauró un régimen de total austeridad puritana.

Agotado por diez años de una vida intensa, Cromwell murió el 3 de septiembre de 1658, después de haber designado a su hijo Ricardo por sucesor. 9.2.2.9 La Restauración de la Monarquía. Richard Cromwell no carecía de inteligencia, pero le faltaba la energía y las profundas convicciones religiosas de su padre y el 25 de mayo de 1659 se vio obligado a abdicar. El “Consejo de Oficiales” convocó entonces el “Rump Parliament”, pero sus miembros eran todavía demasiados para actuar con eficacia, y el ejército lo disolvió. La República conoció todavía seis meses de anarquía. En febrero de 1660, Monck, comandante del ejército del norte marchó sobre la capital, y rehizo al “Rump Parliament” para proceder a nuevas elecciones. En el “Parlamento Convención” elegido, el 1 de mayo acuerdan la restauración de la monarquía en Carlos II, hijo de Carlos I. 9.2.3 Las Provincias Unidas 9.2.3.1 Diversidad del Nuevo Estado. Las siete provincias del norte de los antiguos Países Bajos, constituidas en 1609 prácticamente en un Estado independiente, eran las de Zelanda, Holanda, Utrecht, Gueldres, Overijssel, Frisia y Groninga-Denthre. Pero era un conjunto muy diverso y variado. Las provincias occidentales hablaban holandés; Frisia tenía su propia lengua; y las orientales,

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hablaban “oosters” o bajo alemán. Había también gran variedad religiosa. Probablemente cerca el tercio de la población era todavía católica, y algo más el número de calvinistas, y el provincia de Frisia más del 20% eran anabaptistas. Desde la década de 1590, por una selectiva inmigración, se habían acrecentado la industria y la actividad comercial. 9.2.3.2 Complicado sistema de gobierno. El gobierno de esta República era complejo, debido a que a las instituciones locales se superponían instituciones centrales. Al más bajo nivel, cada ciudad gozaba de amplia autonomía, pero se hallaba gobernada por una oligarquía de “regentes”, pertenecientes a las familias más ricas, entre los que se nombraban los burgomaestres o alcaldes y los concejales. Los delegados de las ciudades, los de la nobleza y los del campesinado forman, en el cuadro de cada provincia, los “Estados Provinciales”. Junto a los Estados provinciales, encargados de votar las leyes, un funcionario, generalmente un jurista, elegido y costeado por ellos prepara el trabajo de la asamblea y dirige la burocracia provincial. El estatúder, nombrado también por los Estados, vigila la ejecución de las leyes, designa diversos cargos y, como capitán y almirante, manda las tropas locales.

Las instituciones centrales o federales eran los “Estados Generales de las Provincias Unidas”, que tenían su sede en la de Holanda. Se trata de un congreso de embajadores que han de consultar constantemente sus mandatos. 9.2.3.3 Oposición entre el poder civil y el militar. El Estatúder, a causa de su

protagonismo en la guerra, se fue convirtiendo en el primer personaje del Estado. El Gran Pensionario, que se apoyaba en los Estados Provinciales de Holanda, defendía los intereses de los grandes comerciantes y manufactureros, favorables a la paz y se cuidaba bien de preservar la autonomía política, financiera y militar de cada provincia en un marco federal bastante flexible. El Estatúder, cuya base era el poder militar, deseaba proseguir la guerra contra España. A estas diferencias se habían unido la disputa teológica, que oponía a armíñanos o “remonstrantes”, que defendían una predestinación de Calvino. La lucha entre dos facciones de “Repúblicanos” y “orangistas”188 domina la historia de las Provincias Unidas durante el Siglo XVII. 9.2.3.4 Gobierno Civil Oldenvarnevelt. La verdadera guerra civil llegó cuando Mauricio de Orange-Nassau, decidió enfrentarse a Oldenvarnevelt y su partido. Mauricio verá en Inglaterra a su mejor aliado, lo que no agradaba a muchos comerciantes de Ámsterdam.

En el invierno de 1616-1617 habían surgido en algunas ciudades incidentes entre aminianos y gomaristas, y Mauricio apareció por primera vez abiertamente como protector de los últimos. Ante esta situación, Oldenvarnevelt decidió adoptar una política de propia defensa. En 1617, después de prolongados debates, los Estados de Holanda adoptaron la resolución de afirmar su superioridad sobre las cuestiones de religión y autorizaron el reclutamiento de fuerzas mercenarias locales. Esta medida resultó muy impopular, y hasta se corrió la voz de que los Estados de Holanda habían ordenado a sus oficiales obedecerlos antes que a los Estados Generales. Si cada uno de los bandos hubiera encontrado entonces un sólido apoyo, quizá hubiera estallado el conflicto armado, pero existía una gran división en cada provincia y en cada ciudad.

188 Orangista: miembro o partidarios de la familia Orange-Nassau, una de las más influyentes y ricas de los Países Bajos.

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Aprovechando la indecisión, Mauricio se sintió dispuesto a dar un golpe: en

1617 depuso a los magistrados “remonstrantes” en las ciudades del interior, y, en los Estados Generales, presionó para que se exigiera la disolución de las milicias de mercenarios de Holanda, y se organizara una invasión de esta provincia con un ejército adicto, que depuró a los regentes de las ciudades. Entretanto en Dordrecht se estaba celebrando un importante sínodo para tratar de resolver la controversia teológica entre armíñanos y gomaristas, en el que se impuso la estricta ortodoxia y la condena y expulsión de los arminianos. 9.2.3.5 Prosperidad económica y florecimiento cultural. La economía y la misma constitución política holandesa, permitieron a sus habitantes mantener niveles de vida superiores a cualquier otro país de su tiempo.

Entre el Báltico y el Mediterráneo los holandeses transportaban toda suerte de mercancías. Vendían y arrendaban barcos a genoveses, franceses y españoles. Ligada a la marina estaba la pesca, especialmente la del arenque, en el mar del Norte, y de la ballena en el Ártico. Florecían también otras actividades como la molturación de granos, la refinería de azúcar, la preparación de licores, etc. La gran diversificación de la economía, proporcionó a la República una riqueza duradera. Si un sector de negocios decaía, otro ocupaba su lugar.

Además de gran potencia económica, las Provincias Unidas fueron también un foco intelectual y artístico. Universidades, imprentas y periódicos contribuyeron a la expansión de este clima intelectual. La Universidad de Leyden, fundada en 1575, era a comienzos del XVII una de las más célebres de Europa. La reputación de los impresores holandeses era reconocida en toda Europa. Las mismas “gazetas” y periódicos deben su éxito a la competencia de sus corresponsales, a la seguridad de sus informes y a la ausencia de toda censura. También fue el XVII el “Siglo de oro” de su pintura por la profusión y calidad de sus artistas, genios en el retrato personal o colectivo y en las escenas intrascendentes. 9.3 ITALIA Y EL IMPERIO 9.3.1 La Decadencia Económica de los Estados de la Península Italiana 9.3.1.1 El Milanesado. El Milanesado, jugaría un papel estratégico de primer orden en las contiendas hispano-francesas. El estancamiento económico del Milanesado, que ha sido exagerado, no debe ser atribuido solamente a la presión fiscal del gobierno español. Hay que contar también con las terribles pestes, sobre todo la de 1629-1630, que causó un enorme número de víctimas y, como en el resto de Italia, con una desfavorable coyuntura y la competencia comercial de los pueblos norteños. 9.3.1.2 Nápoles y Sicilia. Las Insurrecciones de 1647-1648. En Nápoles y Sicilia, sus respectivos virreyes hubieron de preocuparse de la defensa contra los corsarios y del mantenimiento del orden. En Nápoles, el audaz duque de Osuna, don Pedro Téllez de Girón, con una poderosa escuadra evitó los temibles ataques de turcos y berberiscos y mantuvo a raya a los venecianos, enemigos del poder español.

La dura situación de los campesinos y el aumento de impuestos, en una coyuntura general desfavorable, agravaron las tensiones institucionales y sociales existentes de tiempo atrás. Sicilia, habitualmente tierra exportadora de trigo, tuvo

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varios años de cosechas insuficientes. En el verano de 1647, que el pueblo hambriento afluyó a la capital, se hizo dueño de Palermo y reclamó un programa de mejor gobierno, más justicia, menos impuestos y abaratamiento del pan. La insurrección tuvo escaso eco en la isla, dominada por los barones y fue fácilmente sofocada. Mayor gravedad y complejidad tuvo la insurrección de Nápoles, encabezada en julio de 1647 por un joven pescador, Masaniello. Trató de imponer un nuevo sistema de gobierno municipal a favor el pueblo, al que consideraba oprimido por los ricos terratenientes. La revuelta tomó también carácter separatista, y surgieron divergencias por sus propios seguidores defraudados. Asesinado Massaniello, el francés duque de Guisa, un exiliado en Roma, fue llamado por el sector afrancesado para ponerse al frente de la “República Napolitana”. Pero Mazarino, que desechaba las ambiciones del de Guisa, no se decidió a patrocinar una república napolitana independiente. La destitución del virrey, duque de Arcos, devolvió nuevamente a la causa de España a la mayoría de la nobleza y, con la ayuda de la armada, Nápoles se rindió. 9.3.1.3 Territorios bajo influencia española. La influencia española era preponderante sobre la república aristocrática de Luca, y, sobre todo, en Génova y Toscana. 9.3.1.4 Saboya-Piamonte. La influencia francesa se ejerció sobre el ducado de Saboya-Piamonte, que sufrió una desastrosa guerra civil durante la minoridad del duque Carlos Manuel II. También simpatizaban con Francia los pequeños principados de Parma-Plasencia, Módena-Regio y Mantua-Monferrato. 9.3.1.5 Toscana. Llevó una vida relativamente tranquila, gobernada por Cosimo II, pero sufrió la decadencia comercial, que afectó al tráfico del puerto de Liorno y a la industria textil. 9.3.1.6 Los Estados Pontificios. En los Estados Pontificios gobiernan papas, que sin abandonar sus deberes pastorales, se mostraron más preocupados por los problemas internos de sus territorios y por la política italiana. En el aspecto exterior, se interesó por la neutralidad de los católicos de la Valtelina respecto a España y Francia, enviando a ella tropas pontificias. 9.3.1.7 Venecia. La constitución veneciana fue elogiada por los contemporáneos como sabía combinación de orden y libertad. Ello era debido, sin duda, a que sus habitantes, amantes de la elegancia y del lujo en sus menciones, del teatro y de la música, supieron convertir a Venecia en una de las ciudades más hermosas y visitadas de Europa. 9.3.2 Los Problemas del Imperio Germánico 9.3.2.1 La División entre los miembros de la familia Habsburgo. En la primera mitad del XVII, Alemania todavía era un gran país. Se hallaba debilitada por una serie de problemas de todo orden; sobre todo, por la división política y religiosa. Una de las causas principales de sus dificultades políticas, radicaba en las desavenencias entre los miembros de la familia Habsburgo, como resultado de la imprudente fragmentación de los Estados patrimoniales, imputable a Fernando I. Estas tensiones, para mayor desgracia, se vieron agravadas por la débil e inestable personalidad del emperador Rodolfo II.

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En estas condiciones, la constitución del Imperio llegó a debilitarse de tal manera que era inoperante, y, en consecuencia, incapaz de resolver los crecientes antagonismos políticos y religiosos. Cuando en 1612 su hermano Matías le sucedió, la situación interior era ya insostenible.

Sus años de gobierno, no significaron más que un deterioro de la situación, no obstante las buenas intenciones del obispo de Viena a quien dejó las riendas del poder en muchos aspectos. 9.3.2.2 Creciente tensión religiosa entre Católicos y Protestantes. Mientras los electores del Palatinado se habían erigido, de tiempo atrás, en los cabecillas de un grupo extremista de matiz calvinista militante, los Wittelsbach, de Baviera, eran los defensores de la causa católica. En este momento gobernaba en Baviera, Maximiliano I, católico sincero, y convencido, uno de los estadistas más capaces de su tiempo.

Maximiliano dio cohesión a los príncipes católicos, que comenzaron a actuar para detener la secularización de las tierras de la Iglesia católica y reducir la influencia protestante en el Imperio. Dado que gozaban de mayoría numérica en las dos instituciones imperiales de mayor importancia una vez que comenzaron a actuar de común acuerdo, no hubo forma de que los protestantes pudieran oponérseles constitucionalmente. Estos en 1601 dejaron de acatar las decisiones del Tribunal Supremo en materia de disputas eclesiásticas, y en la Dieta de 1603 exigieron una representación igual a la de los católicos, tanto en estas asambleas como en el Tribunal Supremo, petición que les fue denegada. 9.3.2.3 La “Unión Evangélica” y la “Liga Católica” frente a frente. Los protestantes se sentían alarmados no sólo por su falta de protección constitucional, sino por la fuerte presión católica, como la ocupación de la ciudad libre imperial de Donauwoert, en Baviera, con mayoría protestante, por el duque Maximiliano, con el pretexto de ciertos abusos sobre la minoría católica. La acción del duque de Baviera violaba claramente la constitución del Imperio; pero el emperador Rodolfo parecía tolerarla por complacer a los católicos. Los sucesos de Donauwoert provocaron las quejas protestantes en la Dieta de Ratisbona de 1608, donde los protestantes volvieron a exigir, como en 1603, una representación numéricamente igual a los católicos, tanto en la Dieta como en el Tribunal Supremo. Al ser nuevamente rechazada esta exigencia, los príncipes calvinistas llegaron a un acuerdo con las ciudades alemanas meridionales, luteranas, temerosas también, por su parte, del ataque de su vecino el archiduque bávaro. Así se firmó la llamada “Unión Evangélica”, el 16 de mayo de 1608. 9.3.3 El imperio después de la “Guerra de los Treinta Años” 9.3.3.1 Descentralización del Imperio. Los tratados de Westfalia de 1648 acabaron con la tentativa de los Habsburgo, de hacer el Sacro Imperio un Estado alemán centralizado y católico. En nombre de las libertades germánicas”, y bajo la garantía de las potencias signatarias, se consagró la división política y religiosa de Alemania. Los príncipes alemanes, en el interior de sus territorios, se convirtieron en soberanos prácticamente independientes, con el derecho, casi todos ellos, se gozar de los privilegios correspondientes. El aumento de poder de los príncipes se hizo en detrimento de la pequeña nobleza y de algunas ciudades imperiales, que en teoría seguían dependientes de manera “inmediata” del emperador.

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9.3.3.2 Reconstrucción demográfica y económica. Desde el punto de vista demográfico y económico, el Imperio tuvo que irse reconstruyendo lentamente; sus resultados dependieron de las condiciones locales y del esfuerzo de príncipes y gobernados. Durante los años de guerra, Alemania del noroeste se había librado de graves pérdidas y la Baja Renania no sufrió mucho. La región más afectada fue una ancha faja que cruzaba el Imperio de sudoeste a nordeste. Desde el Palatinado renano y las zonas bajas de Wurttenberg, al Brandenburgo occidental, Meckemburgo y Pomerania. Allí quedaron aldeas y casas desiertas, abandonadas por la gente que logró huir de la terrible mortandad hacia ciudades fortificadas. En la reconstrucción agrícola influyó la emigración desde las regiones alpinas de la Alta Austria, Estiria y Suiza, debido a la miseria agraria hacia las tierras del sur, centro y oeste de Alemania, y hasta en dominios de príncipes católicos, que no les pusieron obstáculos. 9.3.3.3 Los territorios de los Habsburgo. Recatolización de Hungría. Fernando III de Habsburgo pudo aún mantener una cierta autoridad moral, pero sería propiamente el último emperador. En los territorios austriacos, Fernando III y su sucesor no tuvieron problemas. Otra cosa fue en los territorios periféricos orientales, sobre todo Hungría y Transilvania, que habían logrado conservar una autonomía precaria. A la vez frente a los otomanos y los Habsburgo, que amenazaban con absorberlos. En Hungría, donde la lucha confesional no había desaparecido, los Habsburgo trataron de mantener la unidad católica. Dos arzobispos de la sede primada de Esztergom con extraordinario celo, consiguieron rescatar para el catolicismo a muchos miembros de grandes familias terratenientes. Se valieron sobre todo la predicación y enseñanza de los jesuitas. Desde la Universidad jesuítica de Nagyszombat, la influencia de la Compañía irradió a todas partes. 9.3.3.4 Baviera. Maximiliano I de Baviera no pudo legar a su hijo Fernando María su recia personalidad, pero sí su importante patrimonio. 9.3.3.5 Sajonia. El Estado protestante más rico era, quizá, Sajonia. Pero ni Juan Jorge I ni su hijo pudieron alardear mucho como monarcas; se preocuparon más por repartir entre miembros de su familia los territorios adquiridos en la guerra que de organizar un Estado centralizado. 9.3.3.6 Brandeburgo. A comienzos del Siglo XVII, Juan Segismundo Hohenzollern de Brandeburgo había heredado el ducado de Prusia como feudo de la corona polaca, y en el oeste, la sucesión de los ducados de Juliers-Claves, resuelto mediante un reparto, le proporcionó nuevos territorios. A la muerte de Juan Segismundo, sus posesiones se extendían del Rhin al Nieven. Durante la Guerra de los Treinta Años, su sucesor Jorge Guillermo, apoyado en Francia, había conseguido ventajas, y con la ayuda de un brillante ministro, Schwarzwenberg, reforzado su autoridad y prestigio. 9.4 LA EUROPA SEPTENTRIONAL Y ORIENTAL 9.4.1 Dinamarca 9.4.1.1 Reinado de Cristian IV. Durante la primera mitad del Siglo XVII, Dinamarca perderá su papel hegemónico en el Báltico, mientras que interiormente la autoridad se debilitaba. Cristian IV no supo medir sus propias fuerzas y en su política exterior no cosechó más que fracasos. Cristian fundó compañías mercantiles, construyó carreteras y puertos y fortaleció los gobiernos municipales.

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La nueva ciudad de Cristiania (Oslo), y en gran medida Copenhague, fueron creaciones suyas.

Inquieto ante la política católica del emperador, y dueño ya de los estrechos daneses y de la entrada del Elba, quiso aumentar el poder económico de Dinamarca en el Mar del Norte y en el Báltico, colocando a sus hijos en los obispados entre el Elba y el Weser. Ello le permitiría controlar la mayor parte del comercio de Alemania norteña, y, por esta razón, entró en la Guerra de los Treinta Años, en 1625. Su campaña fue desafortunada y hubo de aceptar la paz de Lubeck, por la que renunciaba a los proyectos para sus hijos en Alemania. Esta paz no aportó, sin embargo, seguridad para Dinamarca, que hubo de incrementar los gastos de defensa por temor a que algunos de los ejércitos imperiales o suecos que operaban en Alemania se volvieran contra ella. Cristian se vio obligado a requerir ayuda financiera del Consejo, que vio la oportunidad de recuperar el control que había ejercido sobre la política hasta veinte años antes. El monarca se negó a las limitaciones que se le exigían e intentó conseguir dinero por otra vía: la de aumentar los derechos a los barcos que atravesaban el Snud. Esto le creó un antagonismo con los suecos, recelosos de los constantes deseos daneses de intervenir en Alemania del norte para obtener el control de los puertos de Hamburgo y de la desembocadura del Elba.

Entonces emprende otra guerra desgraciada contra Suecia. Por la paz de Bromsebro los holandeses se aseguraron la práctica exención de derechos del Snud para todos sus barcos, lo que acabó con esta fuerza de ingresos de la Corona danesa, ya que un 60% de los barcos que atravesaban el estrecho eran holandeses. La paz de Bromsebro, de hecho supuso la muerte de Dinamarca como potencia de primer orden en el Báltico. 9.4.1.2 Federico III y la imposición del absolutismo. Federico III al acceder al trono tuvo que firmar una “Capitulación” por la que entregaba virtualmente todos los poderes a los magnates del Riksrad o Senado. Dinamarca, al igual que Suecia, pasó por un período de enajenación de tierras de la corona en beneficio de la nobleza. Se pensaba que este procedimiento incrementaría el Tesoro, pero los beneficiarios fueron los compradores. Una década de gobierno corrupto e ineficaz, y de derrotas en la guerra contra Polonia y Suecia, que se extienden los Estados reunidos para hacer frente a esta situación, el clero y la burguesía reclaman la abolición de los privilegios fiscales de la nobleza. Ante el rechazo de ésta, el rey, apoyándose en la oposición, y especialmente en la milicia burguesa que bloqueó Copenhague, proclamó la sucesión hereditaria en la corona en favor de su dinastía, en enero de 1661, anulando la carta de 1648. Esta decisión será completada por la Ley Real de 1665, verdadera constitución que hacía del monarca danés un soberano hereditario, absoluto, luterano, y trataba de dotar a Dinamarca de una administración moderna y centralizada según el modelo sueco. 9.4.2 El Ascenso de Suecia 9.4.2.1 Primeros años de Gustavo Adolfo. Gustavo Adolfo II, el hijo de Carlos IX, fue proclamado rey a los diecisiete años. El Riksdag le impuso una Carta de garantía: el clero obtuvo que el luteranismo sería la única religión y la promesa de su independencia; los nobles lograron mayores privilegios de carácter social; y a los súbditos en general se les garantizaba una justicia más eficaz. Es sorprendente cómo Suecia, país pobre y políticamente desorganizado, pudo elevarse a gran potencia en la primera mitad del XVII.

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9.4.2.2 Su obra reformadora. En los primeros años gobernó prácticamente el canciller Axel Axenstierna como cabeza del Consejo. El Canciller procuraría terminar de la forma más provechosa posible, la guerra con sus vecinos daneses y rusos. Una vez asumidos plenos poderes, Gustavo Adolfo, emprendió la difícil tarea de modernizar el Estado.

Gustavo, en 1617, consiguió, con gran habilidad, que el Riksdag aceptara una Carta, primer paso para la implantación de la monarquía administrativa, fundada en la nobleza terrateniente. En 1626 dio un paso más adelante: estableció una jerarquía en esta aristocracia y determinó la creación de una nueva nobleza de servicio por patente real y la recompensa de los servicios, al Estado o al Ejército, con concesiones de tierra. Otras medidas, como la división del gobierno en varios “colegios” o departamentos ministeriales, la afirmación del Consejo de Estado, que reunía al rey con sus consejeros íntimos; la creación de un Tribunal Supremo y la reestructuración de la justicia, conformaron esta reforma administrativa general.

Trató también de organizar propiamente una Hacienda. El incremento y aplicación de los nuevos impuestos en dinero, provocaron revueltas populares y hubo mucha resistencia a su pago por parte de la burguesía y del campesinado; la nobleza por supuesto, se negó absolutamente.

Concedió gran importancia a la educación. Fundó numerosos “gymnasios” o colegios, organizó y dotó espléndidamente la Universidad de Upsala y creó una nueva en Dorpat. En el aspecto económico, trató también de desarrollar los recursos suecos según patrones mercantilistas, atrayendo a extranjeros, principalmente holandeses, ingleses y flamencos, para explotación de las minas de cobre e hierro, y la implantación de fundiciones.

Pero su obsesión sería dotar a Suecia de un poderoso ejército, como instrumento de su ambiciosa política luterana y nacional. La industria siderúrgica proporcionó cañones de avanzada tecnología. Gustavo Adolfo, fue un pionero en el empleo de la artillería ligera de campaña, concentrando el fuego sobre las líneas enemigas; introdujo también nuevas tácticas, como el orden lineal de combate; adoptó la económica organización logística de los holandeses, que permitía a un ejército desplazarse rápidamente con un mínimo de carretas y pertrechos; e introdujo para su infantería un nueva sistema de reclutamiento de mercenarios extranjeros. Gustavo Adolfo sufrió trágica muerte en el campo de batalla de Lützen (1632).

9.4.2.3 Minoridad de la Reina Cristina. El Riksdag reconoció enseguida como sucesor a su única hija, Cristina, que contaba seis años, y estableció una regencia formada por un Consejo presidido por el canciller Oxenstierna. Dos años más tarde consiguió que se aprobara una constitución, la “Forma de Gobierno de 1634”, que diera todo el poder al Consejo a costa de los Estados Generales, reducidos a un papel secundario. Esta evolución hacia un gobierno aristocrático, iniciada, como se ha dicho, con Gustavo Adolfo, expresa la creciente pujanza de la nobleza. Toda la iniciativa en materia legislativa procedía del monarca; al Riksdag solamente se le permitía discutir lo que se le presentaba. Incluso la Corona podía legislar sin dicho

Figura 100. Reina Cristina

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organismo, si lo consideraba más conveniente.

La situación financiera era muy grave y provocaría problemas sociales y políticos. La solución que se tomó, sobre todo desde 1638, fue acelerar la enajenación de dominios de la Corona y la venta de empleos en provecho de la nobleza. 9.4.2.4 Los graves problemas internos. La reina Cristina alcanzó la mayoría de edad en 1645 y decidió gobernar por sí misma. Se esforzó por recortar el poder del clan de Oxenstierna, con el que tuvo choques, pero sus deseos de mayor equilibrio social, expresados públicamente no se tradujeron en soluciones reales.

Hacia 1650 cerca del 50% del suelo pertenecía a los nobles, mientras que sólo lo era un 30% en 1611 cuando empezaron las ventas. La consecuencia fue que los ingresos reales habían descendido de unos 6.3 millones de táleres de plata en 1640 a 4.5 al término del reinado de Cristina. Por otra parte el equilibrio entre las clases sociales quedó gravemente perturbado. El campesinado libre de las tierras que habían pertenecido a la Corona tenía miedo no solamente de la miseria, sino de ser sometido a servidumbre, pues la Corona, también enajenó con aquéllas el derecho a la imposición de tributos. Sus quejas se agravaron ante las catastróficas cosechas de 1649-1650, las peores del Siglo. Entonces, los campesinos protestaron airadamente y estuvieron a punto de sublevarse; los otros dos estamentos se unieron a ellos para reclamar en el Riksdag de 1650. El remedio inmediato exigido consistía en la vuelta a la Corona de todas las tierras enajenadas, la recuperación de empleos públicos vendidos, y la limitación de los excesivos derechos jurisdiccionales concedidos a la aristocracia terrateniente. Estas peticiones fueron hábilmente explotadas por la reina Cristina para lograr su objetivo primordial: la de confirmar a su primo Carlos como sucesor hereditario al trono. Conseguido esto, se deshizo de sus aliados, los órdenes inferiores del Riksdag, derogó la “Reduktion” y quedó más firmemente asentada en el poder que nunca.

En 1654, Cristina decidió abdicar a fin de convertirse al catolicismo. La vida cultivada del sur de Europa le atraía más que los enojosos problemas de gobierno de su país. Moriría en Roma después de una existencia agitada. 9.4.2.5 Carlos X Gustavo. Se decidió a dar satisfacción a las órdenes inferiores del Riksdag, pronunciando la “reducción” de una parte de los bienes alienados y poniendo una contribución sobre los bienes de la nobleza. Esta decisión no fue un golpe tan duro como para privar a la nobleza de su posición económica y política, pero desencadenó un conflicto entre ella y la nobleza reciente. Muchos de estos últimos, como poseedores de cargos públicos, tenían interés en la prosperidad de la Corona para que sus parientes pudieran sucederles. Gradualmente se abrió un foso entre la nobleza burocrática y la territorial. Esta división era un presagio de la solución final del conflicto tras veinticinco años de guerra intermitente y de un gobierno cada vez más corrompido: el hijo de Carlos X, Carlos XI, en 1693, proclamaría el régimen absoluto.

En el aspecto económico, el gobierno en estos años de mediados del XVII aplicó una política mercantilista. Aspiró a que el comercio suevo dependiera menos de la marina holandesa. En el interior, supervisó el comercio extranjero, favoreció y procuró controlar el desarrollo industrial y hasta se lanzó a una expansión colonial.

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9.4.3 La decadencia del Estado Polaco 9.4.3.1 Segismundo III. Desde sus comienzos estuvo empeñado en apoyar la expansión del catolicismo en su país y restaurarlo en Suecia, corona que unió a la de Polonia al suceder a su padre Juan III, en 1592. Segismundo prosiguió en Polonia tenazmente la tarea de reconquista católica, al mismo tiempo que buscaba la expansión, frente a sus vecinos rusos y suecos, y contra los inquietos cosacos del sureste. Esta política de Segismundo creó un clima de descontento en la Dieta, que llevó a menudo a la mayoría de los nobles a negarse a colaborar y a claros enfrentamientos. En la cámara alta, esto es en el Senado, tenía más apoyo, pero necesitaba convocar la Dieta para la paz o la guerra y para obtener impuestos. Segismundo trató de hacerlo cada dos años, de acuerdo con la ley. Trataba de que las decisiones se tomaran por mayoría, y de poner cierto límite a los discursos, para acelerar las resoluciones. También propuso, para aliviar la miseria del campesinado, que la nobleza colaborara en los impuestos. Pero la inclinación del rey hacia los Habsburgo provocó la firme oposición de la mayoría de la nobleza, que recelaba de que tratara de introducir un sistema absolutista, y las reformas fueron rechazadas. 9.4.3.2 Vladislao IV. Hizo un gran esfuerzo por introducir las artes y la cultura occidentales y se carteó con Galileo y Grocio. Se preocupó por trazar caminos y puentes y remodeló urbanísticamente a Varsovia, convertida en capital de la Confederación. En el orden interior, trató de superar la debilidad en que se hallaba la monarquía, pero sin éxito. Se mostró tolerante en el aspecto religioso, especialmente con los fieles de la Iglesia ortodoxa que no habían aceptado el Sínodo de Brest, e incluso respecto a los protestantes, con la esperanza de su conversión. En su política exterior tuvo a raya a los rusos y expulsó a los suecos, que habían invadido la Prusia real. 9.4.3.3 Juan Casimiro II y la Crisis del Estado. Su hermano Juan Casimiro II intentó mantener al Estado polaco, que se estaba desmoronando por divisiones internas de toda índole, mientras tenía que hacer frente a la triple invasión de suecos, rusos y cosacos, que asolaron el país.

Desde comienzos del Siglo XVII el Estado polaco se había ido debilitando progresivamente. El rey ya no podía destituir a los altos funcionarios provinciales ni podía nombrar a ningún empleado público, civil o eclesiástico, que no fuese noble. Las Dietas nacionales, convocadas cada dos años, que de acuerdo con la constitución se reunían alternativamente en Varsovia, por Polonia, y en Grodno, por Lituania, seguían obedeciendo, a veces, el soberano. Pero las numerosas Dietas provinciales o “dietinas” dominadas por la pequeña nobleza, nombraban delegados a las asambleas nacionales que, formulaban cada vez más con más vigor la afirmación de los derechos provinciales y una descentralización.

Figura 101. Segismundo III

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Las “dietinas” emitían moneda, mantenían pequeños ejércitos provinciales, y recaudaban impuestos. Pero la “szlachta”189 no destruyó la autoridad del poder central sino para caer bajo la tutela de los magnates, la alta aristocracia, que conservaba en sus manos los más importantes cargos del Estado, poseía grandes dominios y mantenían vastas clientelas de gentilhombres pobres. Los magnates eran dueños del Senado, elegían los ministros, y mantenían al rey bajo su tutela. Le impedían, sobre todo, el mezclarse en sus asuntos y de hecho no pagaban impuestos, sino el mínimo indispensable para el mantenimiento de la Corte. No había gobierno polaco, ni ejército polaco. La nobleza formaba la caballería pero eran necesarias una infantería y una artillería moderna. Siempre que el rey solicitaba la creación de un gran ejército regular, y los correspondientes subsidios, la Dieta temía que planeara un golpe a sus libertades. Así la insuficiencia de medios regulares, obligada al monarca a depender de los magnates y, para ciertos fines, de los indisciplinados y exigentes cosacos. El rey no podía contar para gobernar sino sobre su prestigio personal respecto a los magnates. 9.4.3.4 La reacción nacional. Fracaso del “Partido Reformista”. Los terribles reveses polacos durante la guerra contra suecos y cosacos provocaron una fuerte reacción nacional, fundamentada en el catolicismo, que tuvo su expresión en la consagración del trono y del país, por Juan Casimiro, a la Virgen de Czestochowa, si se salvaba, como así sucedió. En consecuencia desde esta fecha, la tolerancia religiosa disminuyó: muchas comunidades protestantes desaparecieron por emigración de sus miembros o por la conversión al catolicismo; esto último ocurrió también entre la nobleza luterana o calvinista. Por otra parte, al calor de esta reacción nacional, el llamado “partido reformista” trató de subsanar los defectos de la constitución, y sobre todo acabar con el famoso “liberum veto”, adoptado por la Dieta de 1652, según el cual se necesitaba la unanimidad para las decisiones; es decir, que cualquier diputado podía ejercer su derecho al veto, con lo que no solamente cesaba la discusión del asunto que se estaba tratando, sino que se invalidaban también todas las decisiones que hubieran sido ya adoptadas. Los reformadores trataron también de la elección de sucesor en vida de Juan Casimiro, a fin de evitar las inseguridades de un interregno. Pero al plantear estas propuestas en las Dietas de 1663 y 1665, chocaron con enormes resistencias. Muchos diputados se negaron categóricamente también a cooperar en la empresa de recuperar Ucrania, porque temían que el éxito fortaleciera la autoridad del soberano. Ante esta impotencia, Juan Casimiro decidió renunciar en 1668 al trono y retirarse a París, donde pasó sus últimos días retirado en la abadía de Saint Germain. 9.4.4 Rusia 9.4.4.1 La “Época de las Turbulencias”. A la extinción de la dinastía con la muerte o desaparición, misteriosa, del último hijo de Iván IV, la asamblea en 1598 eligió a Boris Godunov como zar. Pero la tiranía que mostró después de haber manifestado un aparente servilismo no gustó ni a los boyardos ni a los siervos. A medida que crecía su impopularidad, su autoridad se debilitaba. Entonces Rusia entra en un difícil período, conocido por la histografía moscovita como “época de las turbulencias”.

Como la muerte de Dimitri había estado rodeada de misterio, inspiró a un personaje de origen desconocido la idea de hacerse pasar por Dimitri y presentarse como el último hijo superviviente de Iván el Terrible. El “falso Dimitri” consiguió

189 Pequeña nobleza.

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interesar por su causa al rey de Polonia, Segismundo III Vasa; la Santa Sede también se dejó persuadir con la esperanza de reunir las Iglesias oriental y occidental.

La súbita muerte de Boris Godunov cambió la situación y Dimitri fue acogido por todas partes como verdadero zar por una población supersticiosa e irritada contra Boris y sus descendientes.

El reinado del falso Dimitri fue eficaz y bastante humano. La generosidad y sabia administración de Dimitri le hicieron popular entre soldados y campesinos. Los Romanov fueron llamados del exilio y los parientes de Boris, perdonados. Levantó numerosas restricciones que pesaban sobre la industria y procuró disponer de un ejército más instruido.

Una nación, acostumbrada a la incuria o a la crueldad de sus monarcas, aceptó con agrado la infatigable actividad y las buenas intenciones de Dimitri. Aunque la conversión del zar al catolicismo había permanecido secreta, los ortodoxos estaban inquietos. El matrimonio de Dimitri con una polaca y la llegada de nuevos contingentes polacos fue la gota que colmó estas inquietudes y el sentimiento nacional herido. Una semana después de la boda y coronación de la zarina, tres boyardos, a la cabeza de los cuales estaba Vasili Shuiski, levantaron al ejército y durante la noche del 17 de mayo de 1606 se apoderaron de Moscú, masacraron a numerosos polacos venidos para asistir a la boda y asesinaron a Dimitri.

Vasili Shuiski fue proclamado zar, con el nombre de Vasili IV, pero su autoridad fue recusada por todas partes, especialmente por la pequeña nobleza. Entonces surgió un segundo falso Dimitri, Iván Bolotnikov, antiguo eslavo, que agrupó en torno a sí una gran variedad de descontentos de toda índole. Durante algún tiempo Shuiski permaneció aislado en Moscú, mientras los insurrectos, apoyados por un ejército polaco, ocupaban gran parte de Moscovia, sobre todo la zona meridional, y ponían cerco a la capital. 9.4.4.2 Final del período de turbulencias. Los dirigentes del movimiento nacional constituyeron en Moscú una asamblea nacional, para elegir el nuevo zar, en la que estaba representada una extraña mezcla de cosacos, burguesía ciudadana, pequeña nobleza, clero y unos cuantos boyardos. La persona proclamada fue Miguel Romanov que contaba sólo dieciséis años y fue obligado a reconocer a sus súbditos ciertas garantías antes de su coronación. Su primer éxito fue obtener el reconocimiento de los cosacos, lo que resolvió en cierta manera el problema del sur. El restablecimiento de la paz en el norte y oeste, donde grupos de bandidos operaban a las mismas puertas de Moscú contada impunidad, resultaba más difícil, dado que dependía de llegar a un acuerdo con Suecia y Polonia.

Después de largo período de turbulencias, que se calcula redujo la población rusa casa en ¼ y ocasionó al desarrollo económico del país un retraso de alrededor de un Siglo, Mikhail o Miguel I Romanov se dedicó a la pacificación interior y a la defensa exterior del país. Instauró un reinado, en parte constitucional y en parte constitucional y en parte teocrático; evitó conflictos en el exterior y se ganó la fidelidad de sus súbditos por su piedad, y conservadurismo. Fue muy ayudado por su padre, el monje Fedor, elegido patriarca de Moscú bajo el nombre de Filaretes y que se reveló como hombre de Estado autoritario y clarividente. Apoyándose en la Zemski Sobor, que supo manejar, Filaretes reprimió los abusos de los vaivodas, puso

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orden en las finanzas, hizo un catastro general, aumentó el número de las tropas del zar, despertó la actividad económica y reforzó la autoridad de la jerarquía ortodoxa. 9.5 LOS CONFLICTOS INTERNACIONALES 9.5.1 Las Tensiones Hasta 1619 9.5.1.1 Relativa época de paz a comienzos del XVII. Los veinte años entre la muerte de Felipe II y el comienzo de la Guerra de los Treinta Años fueron de relativa tranquilidad, si se comparan con los anteriores. Es preciso reconocer que era una calma que presagiaba la gran tormenta. Los pequeños conflictos, revelaban fuertes tensiones latentes. Los conflictos estuvieron localizados en el Imperio, sobre todo, en la región renana, por su situación estratégica y en el norte de Italia. Estas dos últimas regiones fueron escenario del forcejeo diplomático entre España y Francia, que, a veces llegó a provocar ligeras escaramuzas, resueltas de momento, a favor de Madrid, gracias a la desaparición de Enrique IV y al apoyo del partido “devoto” prohispano, que alentaba la regente de Francia, María de Médicis. 9.5.1.2 La guerra hispano-inglesa en Irlanda. Paz en 1604. A la muerte de Felipe II, en septiembre de 1598, España seguía en guerra contra Inglaterra y contra los rebeldes de los Países Bajos. En España cundía el cansancio por unas guerras tan largas. Respecto a Inglaterra, desde rotundo fracaso de la Invencible, se había abandonado la idea de invasión directa, pero se procuró el apoyo a los insurrectos irlandeses, como medida de distracción y al objeto de evitar la ayuda que los ingleses venían suministrando a los rebeldes de los Países Bajos. Los líderes irlandeses habían iniciado negociaciones con el Papa Clemente VIII y con España. Una expedición española, mandada por Juan del Águila, desembarcó en Kinsale 4,000 hombres, que lograron tomar la plaza; pero cercados por los ingleses de Mountjoy, no pudieron llegarles los socorros de los irlandeses, y del Águila hubo de aceptar un acuerdo que les permitió retirarse a España. Este nuevo fracaso, estimuló al primer ministro español, duque de Lerma, a buscar una ocasión para la paz. Esta se produjo a la muerte de Isabel, en marzo de 1603. 9.5.1.3 Tensiones en el Imperio. Cuando se firmaba la tregua de España con las Provincias Unidas, en el Imperio, las tensiones religioso-políticas habían llegado a una situación límite. Los protestantes ante la presión católica, impulsada sobre todo por Maximiliano de Baviera y por el emperador Rodolfo II, decidieron en mayo de 1608 formar la Unión Evangélica. Pronto incluyó a nueve príncipes y diecisiete ciudades imperiales. La formación de esta liga, forzó a los católicos a seguir el mismo ejemplo. La “Liga Santa” se firmó en Munich en julio de 1609, alentada por el archiduque Maximiliano de Baviera; el belga Juan Tserclaes, barón de Tilly, sería su jefe militar. 9.5.1.4 El conflicto de Juliers-Cleves. El asunto de la sucesión al ducado de Jülich-Kleve (Juliers-Cleves) estuvo a punto de hacer explotar el polvorín alemán. Extinguida la descendencia directa, se disputaban el ducado dos príncipes protestantes, el elector Juan Segismundo de Brandeburgo y el Conde Felipe Luis de Neoburgo. Pero el emperador y la Liga Santa se opusieron a que un territorio tan estratégico pasara al protestantismo, y en esta línea estaba Felipe III de España. Los pretendientes reclamaron a la Unión Evangélica, que prometió su auxilio si también se lo prestaba Enrique IV de Francia. Este estaba dispuesto a intervenir, al objeto de acabar con la potencia de los Habsburgo austriacos y españoles, y preparó

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un fuerte ejército. La Liga Evangélica no se atrevió a mediar sin el apoyo francés y, después de una lucha local, el conflicto fue resuelto con una participación, en 1614. 9.5.1.5 Tensiones en Italia. Dos fueron los centros en que se localizaron los conflictos: el Monferrato y la Valentina, que se encontraban en el comienzo de las comunicaciones desde Lombardía, clave de la política española en el norte de Italia, hacia Flandes y hacia Alemania, respectivamente. La Lombardía española estaba flanqueada y hacia Alemania, respectivamente. La Lombardía española estaba flanqueada al este por Venecia y Mantua y al oeste por el Piamonte y Monferrato. Mantua y Monferrato pertenecían a la casa ducal de los Gonzaga. La Valtelina, valle por el que corría el curso superior del río Adda, ofrecía rutas militares, difíciles, pero practicables, desde Milán hacia el Tirol, por el este, y hacia el Rhin, por el norte. Eran una de las encrucijadas, por la que en una y otra dirección, pasaban mensajeros, tropas y dinero. Su población, fundamentalmente católica, dependía de las Ligas Grises o Grisones, mayoritariamente protestantes zwinglianos, y formaba parte de la Confederación Suiza. 9.5.1.6 La Lucha en Torno al Monferrato. Uno de los causantes de alteraciones en el Monferrato sería el inquieto y ambicioso duque de Carlos Manuel de Saboya, que desde el tratado de Lyon, a cambio de ceder a Enrique IV de Francia ciertos territorios de la orilla derecha del Ródano, obtuvo el marquesado de Saluzzo, en la vertiente piamontesa de los Alpes. Desde entonces las miras del astuto duque se dirigirán hacia Italia.

El primer choque con España se produjo en 1614, cuando alegando ciertos derechos, invadió y ocupó el Monferrato, que formaba parte del ducado de Mantua, y era plaza estratégica excepcional, en los confines de Piamonte, Lombardía y Liguria. El gobernador español de Lombardía, llamado por el duque de Mantua le derrotó y obligó a devolver aquella plaza. 9.1.5.7 La cuestión de la Valtelina. Los intereses conjuntos de Francia y Venecia se opusieron allí a los de españoles y austriacos. Enrique IV de Francia había firmado en 1602 un acuerdo de amistad con las Ligas Grises; pero el gobernador del Milanesado ocupó el mismo año el pequeño marquesado de Finale, lo que proporcionó a Lombardía una salida al mar Tirreno, a la vez que mandó construir algunos fuertes para tener el control de la entrada de la Valtelina. En este lugar estratégico, franceses y venecianos de una parte y los españoles de otra, venían interviniendo, mediante sobornos o presiones, para mantener su influencia. Por esta razón se produjeron continuos disturbios entre las comunidades católicas y sus señores, los Grisones. La revuelta de Bohemia convertiría en 1618 a la Valtelina en pieza esencial tanto para España como para los Habsburgo austriacos, pues aseguraba la posibilidad de ayuda militar desde Italia al Imperio. 9.5.2 La Guerra de los Treinta Años

La guerra de los Treinta Años es una guerra religiosa, en la que estaba en juego la coexistencia de las tres religiones -católica, luterana y calvinista- con importante presencia en el Imperio y en Europa. En las tierras que, siguiendo la costumbre de los Habsburgo, los hermanos de Maximiliano II habían heredado de su padre -Fernando, el Tirol y el Austria anterior, y Carlos, Estiria, Carintia, Carniola y Gorizia- también habían desarrollado una activa política contrarreformista, al igual que otros Estados del Imperio, sobre todo Baviera. Esta tensa situación religiosa ponía a prueba la paz conseguida en Augsburgo en cada sucesión de un principado

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eclesiástico: las guerras de Aquisgrán (1593-1598), de Colonia (1600) y de Estrasburgo (1592-1604) enfrentan a católicos y protestantes. El resultado es la formación de la Unión Evangélica, en 1608, por los príncipes alemanes protestantes, dirigida por el elector palatino, que cuenta con la ayuda de Francia, Inglaterra y Provincias Unidas. La debilidad manifestada por los Habsburgo contribuyó a la extensión europea del conflicto. La política francesa se encontraba en permanente alerta para crear dificultades a sus enemigos Habsburgo. Sin embargo, a pesar de las diferencias religiosas, el apoyo de Richelieu, artífice de la política francesa desde 1624, a los príncipes protestantes era el fin natural de una política exterior que tendía siempre a herir a su principal enemigo, España.

9.5.2.1 La Revuelta Bohemia. En Bohemia los no católicos (luteranos, calvinistas y Hermanos Bohemios, herederos de los hussitas del Siglo XV) constituían la mayor parte de la población, pese a los intentos contrarreformistas de la religión romana. En estos momentos murió Matías, y los sublevados no aceptaron a Fernando como rey de Bohemia. El 28 de agosto de 1619 Fernando de Estiria fue elegido emperador, con la esperanza de terminar con la crisis del Imperio. El emperador encontró aliados con mayor facilidad, y su pariente Maximiliano de Baviera, los príncipes de la Liga Católica y Felipe III de España le prometieron su colaboración activa. El ejército imperial, formado por tercios españoles provenientes de Flandes y por tropas bávaras, controló la situación en Austria, invadió Bohemia y consiguió la victoria decisiva de la Montaña Blanca (noviembre de 1620). Además de la Valtelina, ocupada en 1620, España consiguió el Bajo Palatinado, conexión entre sus posesiones italianas y los Países Bajos.

Por tanto, la guerra entre los antiguos contendientes se reanudará, tanto más cuanto que los holandeses habían aprovechado la paz para atacar al Imperio portugués, envenenando las relaciones entre España y Portugal, y para financiar la subversión contra el poder español y la religión católica. Así, la guerra difícilmente iba a ser más costosa que la tregua. Por la paz de Lübeck (1629) Dinamarca renunció a su participación en la guerra y a los obispados de Sajonia, pero se le restituyeron las tierras conquistadas por la Liga. Francia no había participado hasta estos momentos en la guerra más que colateralmente, incitando a la intervención a los príncipes de la Unión o al rey danés, sembrando discordia entre la Liga y el emperador y provocando la insurrección de territorios dependientes de los Habsburgo. La hegemonía católica en la costa báltica de Alemania que podía resultar del Edicto de Restitución, decidió la intervención de Gustavo Adolfo de Suecia. Todos los príncipes protestantes, incluso los que como el duque de Sajonia habían permanecido fieles al emperador, se alinearon al lado de Gustavo Adolfo ante las acciones brutales del ejército imperial en su política de restauración. Sin embargo, las tropas españolas del cardenal infante infligieron a los suecos la derrota de Nördlingen (1634), última acción victoriosa española en la arena internacional, que invirtió la situación y obligó a los protestantes a firmar la paz de Praga (1635), que mantenía la paz de 1555, suspendía por cuarenta años la aplicación del Edicto de Restitución de 1629 y decretaba la disolución de ambas Ligas.

Las rebeliones de Nápoles y Sicilia contra España (1647) y la derrota de Baviera en Züsmarshausen (1648) dejaron muy debilitados a los aliados del emperador Fernando III.

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9.5.3 Fin del Conflicto Hispano-Francés 9.5.3.1 Primeros éxitos españoles. Las perturbaciones de la Fronda y la sublevación de París contra Mazarino animaron a España a proseguir la guerra contra Francia, a pesar de su aislamiento y del cansancio. Los ejércitos franceses no pudieron emprender ninguna campaña importante, y Felipe IV encontró aliados entre los rebeldes “frondistas”. Turena luchó contra las tropas francesas en Rethel, en 1650, y Condé firmó un tratado con España y vino a asediar Rocroy, ahora al frente de tropas españolas.

Pero desde 1652, con el fin de la Fronda, Mazarino consciente de que la solución tendría lugar, sobre todo, en el orden diplomático, intentó agravar el aislamiento de España y levantar contra ella nuevos enemigos. 9.5.3.2 Dificultades hacendísticas españolas. La intervención inglesa decide la guerra en favor de Francia. El archiduque Leopoldo Guillermo de Habsburgo, gobernador de los Países Bajos, imposibilitado de pagar a sus tropas, planteó a Madrid, como condición imprescindible para proseguir la guerra, el envío de dinero. Pero la hacienda española estaba incapacitada para suministrar recursos regulares. En 1653, capturada la flota viniente de Indias, durante dos años, no pudo disponer de plata americana. El príncipe Condé desde 1652 se había puesto al servicio de España.

Pero como de los tres millones de ducados que se le habían venido sirviendo anualmente desde España, no le llegaba ahora más que uno, el archiduque insistía en la necesidad de buscar la paz. Sólo la intervención inglesa decidió la balanza contra España.

En marzo de 1657, un ejército franco-inglés, mandado por Turena, penetró en Flandes y puso sitio a Dunkerque, apoyado por la escuadra inglesa. El ejército, dirigido por Condé y don Juan de Austria, intentó desbloquear la plaza, pero fue derrotado en la batalla de Dunas. Fue entonces cuando España se vio abocada a tratar. 9.5.3.3 La Paz de los Pirineos. Por el llamado “Tratado de los Pirineos”, formado el 7 de noviembre de 1659, España abandonaba a Francia el Rosellón y Artois. El duque de Lorena, Carlos IV, recuperaba su ducado, pero cedía a Francia algún territorio y el derecho de paso a las tropas francesas hacia Alsacia. Condé, que aceptó escribir a Luis XIV una carta de sumisión, encomendándose a la indulgencia real, fue rehabilitado, recuperando sus títulos y bienes. 9.5.4 La lucha por el dominio del Báltico 9.5.4.1 Los intereses de las potencias nórdicas en el Báltico. A comienzos del Siglo XVII, en el Báltico se alcanza otro momento de tensión, ocasionado por los deseos expansivos de Suecia, que entre 1600 y 1605 había luchado contra Polonia por la posesión de Livonia, territorio que los suecos no llegaron a conquistar. Suecia se opuso también a Dinamarca por dos cuestiones principales. La primera, por la isla de Oesel donde estaban establecidos y controlaban el paso de navíos; la segunda por la zona ártica de Escandinavia, donde los suecos había penetrado, presionando a colonos lapones y funcionarios daneses. Cristian IV de Dinamarca declaró la guerra a Suecia en 1611. Carlos IX murió ese mismo año y dejaba un hijo menor, Gustavo

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Adolfo. La guerra concluyó en 1613 (paz de Knared), con la mediación de Holanda e Inglaterra, que padecían los efectos comerciales de la contienda. 9.5.4.2 La ofensiva de Gustavo Adolfo contra Polonia. El joven Gustavo Adolfo consideró llegado el momento de enfrentarse a Polonia. En el sitio de Riga, su capital, en 1621, puso en práctica por vez primera sus innovaciones militares, así como la disciplina de sus soldados. Gracias a ellos pudo apoderarse fácilmente de este puerto, por el que hallaban salida casi 1/3 de las exportaciones marítimas del reino polaco. En junio de 1625, Gustavo reemprendió la conquista de Livonia, que fue fácilmente sometida. 9.5.4.3 Reanudación de la Guerra Sueco-Danesa (1644-1648). Más tarde, ya durante el reinado de Cristina, los suecos aprovecharon la derrota de Dinamarca por los imperiales, y su gran debilidad, para conseguir ventajas en la entrada del Báltico. En 1644 el ejército de Cristian IV fue totalmente destruido en la Escania sueca y en Jutlandia y, su flota, en el mar. Por la paz de Bromsebro, firmada con intervención holandesa, hubo de entregar a Suecia el territorio de Halland, por treinta años, y las islas de Gotland y Oeses, el obispado de Brema y la región noruega de Jamtland; Dinamarca perdió el derecho a cerrar los pasos del Snud. Con esta paz los suecos se hacían dueños del Báltico, mientras que, para Dinamarca, supuso su muerte como potencia europea. 9.5.4.4 Invasión de Polonia por suecos, cosacos y rusos (1655-1657). El sucesor de Cristina de Suecia, Carlos Gustavo X, trató de reemprender los vastos proyectos imperialistas de Gustavo Adolfo, aunque carecía de su genio militar. En 1655 invadió Polonia y llegó fácilmente hasta Cracovia. La operación había sido facilitada porque los cosacos, que habían prestado fidelidad al zar de Rusia Alexei, atacaban de nuevo la región Lvov, mientras que las fuerzas rusas avanzaban hacia la cuenca media del Dnieper. Ante este triple ataque el rey Juan Casimiro se refugió en la Silesia de los Habsburgo.

La salvación de Polonia en este momento crítico, se debió tanto al levantamiento nacional como a la actitud de las potencias extranjeras. En 1656 se libró en las afueras de Varsovia una famosa batalla entre las fuerzas combinadas de suecos y brandeburgueses contra Juan Casimiro, que había vuelto de Silesia, pero la victoria que aquellos alcanzaron no fue suficiente para dominar el país. Los holandeses, inquietos, enviaron una flota al Báltico para impedir la caída de Danzig en poder de Suecia y Juan Casimiro pudo entrar en esta importante ciudad portuaria. Mientras tanto, los rusos atacaban, sin éxito, Riga, y arrastrar al vaivoda de Transilvania y a los recelosos cosacos y tártaros a unirse a él para repartirse Polonia. 9.5.4.5 Nuevas guerras sueco-danesas (1657-1660). Por tercera vez Carlos X descendió por el Fístula para enlazar con los tártaros. Pero las cosas habían cambiado. Federico Guillermo, gracias a la mediación del emperador, consiguió que Polonia le concediera plena independencia para su ducado de Prusia, y se reconcilió con Juan Casimiro. Además recibió la noticia de que el rey Federico III de Dinamarca, azuzado por los holandeses, se había lanzado contra Suecia, y las tropas danesas habían atacado a la vez el ducado de Brema y el territorio sueco de Noruega. Entonces, dejando a sus aliados en la estacada, acudió contra el danés.

El monarca danés se vio obligado a aceptar el tratado de Roskilde, que confirmaba las cesiones del de Brömsebro, es decir las islas de Gotland y Oesel, a las

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que se añadían los territorios que conservaban los daneses de la punta meridional de la península escandinava el puerto noruego de Tronhjem, y la isla de Bornholm.

Con esta paz nunca estuvo Carlos X más cerca de la realización de sus ambiciones militares. Pero los aliados de Dinamarca, especialmente los holandeses, no podían ver el Báltico en manos de Suecia, y maniobraron para provocar una ruptura del tratado. Carlos X, en agosto de 1659, atacó nuevamente Copenhague, por tierra y mar, pero la capital danesa se resistió heroicamente, hasta la llegada de una armada holandesa de socorro. Entre tanto, las tropas brandeburguesas y polacas reconquistaron Jutlandia y lograron batir a los suecos de Fionia (1659). 9.5.4.6 La “Paz del Norte”. Constituida por varios tratados firmados en 1660-1661. Por el de Oliva, localidad cerca de Danzig, se ajustaban las reivindicaciones entre Suecia, Polonia y Brandeburgo: Polonia cedía a Suecia la Livonia interior, y al elector de Brandeburgo la plena soberanía sobre Prusia. Unas semanas más tarde, por el tratado de Copenhague, Dinamarca confirmaba a Suecia la conservación de los territorios adquiridos en Roskilde, excepto Trondjem y Bornholm, que recuperaba. Finalmente por el tratado de Kardis, Rusia reconocía la pérdida de Ingria y Carelia, suecas desde 1617. Estos tratados hacían de Suecia una gran potencia en el norte de Europa, pero aseguraban un equilibrio y la libertad marítima en el Báltico en beneficio de las naciones mercantiles de Occidente, gracias a que Dinamarca conservaba el estrecho del Snud.

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CAPÍTULO 10. RASGOS GENERALES DE LA EVOLUCIÓN MUNDIAL ENTRE 1660 Y 1776

10.1 LAS GRANDES ÁREAS DE LA CIVILIZACIÓN EN 1660 10.1.1 Unidad y diversidad del mundo 10.1.1.1 Seis grandes áreas de civilización. Cabe distinguir el área de la civilización cristiana, que correspondía, en lo esencial, a Europa, pero que tendía a ensancharse; el mundo musulmán, alargado por los linderos de la zona de los desiertos, desde el Atlántico al Asia central; el mundo hindú, que por el este desbordaba sobre parte de la península indochina; la inmensa área de los países de tradición confuciana, que incluía China y el archipiélago japonés; el África Negra; y, por fin, en el Nuevo Mundo, los dominios de las civilizaciones precolombinas por las que se iban difundiendo poco a poco el cristianismo y las lenguas y técnicas europeas. En total, seis grupos humanos y seis áreas culturales que no eran más que las principales. 10.1.1.2 Rasgos comunes de la vida económica mundial. Aplastante preponderancia de la agricultura sobre las demás actividades económicas. Y en el campo industrial, de las textiles sobre todas las demás ramas, es decir, preponderancia de los bienes de consumo sobre los bienes de producción. Además la ausencia de un medio de transporte rápido y barato. Estas tres características de la economía preindustrial conferían al mundo cierta unidad. Pero en muchos otros campos prevalecía la diversidad. Diversidad de creencias religiosas, de costumbres, de expresiones literarias y artísticas, que solían depender de los precedentes; y de concepciones y formas políticas; diversidad, en fin, de los tipos de sociedad. 10.1.1.3 Diversidad de los tipos de sociedad. En 1660, es muy posible que no existiese una verdadera sociedad de clases más que en Holanda y en cierto número de grandes puertos. En cambio, estaban muy ampliamente difundidos otros dos tipos de sociedades. Tal y como acontecía en Occidente desde la Antigüedad, los hindúes representaban su sociedad como una superposición de estratos, jerarquizados no según su fortuna o el papel que desempeñaran en la producción o en los intercambios de bienes materiales, sino conforme al grado de pureza o de impureza religiosa de los miembros de esos diferentes estratos. La sociedad hindú, de hecho, era una sociedad de costas.

China, parecer haber sido representativa de otro tipo de sociedad. La Sociedad de Órdenes o estamental. Igual que la mayoría de las sociedades europeas o musulmanas, la población china estaba organizada en órdenes. Los estratos se jerarquizaban conforme el honor, la estima, la dignidad atribuidas por el conjunto de los habitantes del país a ciertas funciones.

Los grupos sociales no se ordenaban según lo fortuna, el papel desempeñado en la vida económica o el grado de pureza religiosa de sus miembros, sino según la cercanía o el alejamiento de su estilo de vida al del grupo preeminente: es decir, en China, al de los letrados; en Europa occidental y central, al de la nobleza militar; en Rusia, al de los “servidores del Estado”. Y como cada uno de estos grupos tenía un estatuto, unos derechos y unos deberes, unos símbolos sociales, un estilo de vida, y una tendencia a la endogamia y a la herencia, toda la jerarquía social se organizaba partiendo de un consensus de opinión.

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10.1.2 Unidad y Diversidad de Europa 10.1.2.1 El mapa político de Europa. En 1660, el mapa político de Europa aparecía dominado por un vivo contraste entre una periferia compuesta por Estados de superficie y de población que solían ser cuantiosas, y un centro fragmentado. Las comarcas de lengua italiana constituían algo semejante a un mosaico y las de lengua alemana a una polvareda de territorios, de magnitudes y de poblaciones muy desiguales.

Los Estados más extensos se hallaban situados en Europa oriental y septentrional: el inmenso Imperio otomano, que ocupaba toda la península balcánica, así como la mayor parte de la llanura húngara; el reino de Polonia; el Imperio ruso, aislado del mar Báltico por las posesiones del rey de Suecia: Finlandia, Carelia, Ingria, más Estonia y Livonia que adquirió en el tratado de Oliva; y Dinamarca, cuyo rey poseía asimismo Noruega e Islandia. En cuanto a Europa occidental, aparecía repartida entre unos Estados de tallas netamente inferiores a la mayoría de los precedentes, y muy distintos, unos de otros por sus estructuras políticas: territorios federados de forma Repúblicana, como las Provincias Unidas; unión de varias coronas en una misma cabeza, como Gran Bretaña y el conjunto de las posesiones de Felipe IV, que no sólo reinaba sobre España, sino también, y por títulos diversos, sobre los Países Bajos del sur, el Franco Condado, el Milanesado, Cerdeña, Sicilia y el reino de Nápoles; unión de territorios o de provincias bajo una sola corona, como en Portugal y en Francia.

Italia abarcaba una decena de principados, en su mayoría de tamaño medio; los Estados del papa, Toscana, Venecia, el ducado de Saboya, Génova y algunos otros, de extensión más restringida: Mantua, Parma, Módena y las pequeñísimas Lucca y Massa. Por su misteriosa “santidad”, por la paradoja de su “romanizad” nórdica, tanto como por la extrañeza de sus estructuras, el Reich aparecía como una especie de monstruo sagrado de la historia europea. Su constitución, determinada por la Bula de Oro de 1356, preveía que el personaje llamado al Imperio, y al que antes de su coronación se denominaba “rey de Romanos”, debería ser designado por siete Electores, tres eclesiásticos: los arzobispos de Maguncia, Tréveris y Colonia, y cuatro laicos: el rey de Bohemia, el duque de Sajonia, el margrave de Brandenburgo y el Conde palatino del Rhin, a los que, en 1648, se añadió al duque de Baviera. 10.1.2.2 Instituciones políticas. En todo el Continente, se estimaba que el Estado debía su existencia a unas leyes fundamentales. En un seno se iba viendo en el Siglo XVII más deprisa que antaño, cómo se reconstruía el Poder del Estado tal y como existía en tiempo del Imperio romano. Puede decirse que esta evolución llegaría a su término cuando el Estado ejerciera, tanto de derecho como de hecho, y ejerciera sólo las funciones que constituían los atributos de la soberanía, es decir, según la fórmula de Juan Bodín: el poder de legislar, el de ejercer la policía y los de administrar justicia, acuñar moneda, recaudar impuestos, mantener un ejército, nombrar a quienes habría de detentar una porción, por mínima que fuese, de su autoridad, y, por fin, el poder de hacer juzgar los atentados contra ella por jurisdicciones de excepción emanadas de suponer supremo. Y como el Estado solía hallarse dirigido por un príncipe, se decía que éste era “absoluto”; más tarde se hablaría así de “absolutismo”. Pero este término no designaba en modo alguno una forma de gobierno en la cual el príncipe fuera libre de dar rienda suelta a sus peores fantasías. La noción de Poder absoluto debía ser cuidadosamente distinguida de aquellas desviaciones que constituían el despotismo o la tiranía. Absolutismo

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significaba la reconstitución del Estado mediante la recuperación de los derechos regalistas enajenado en beneficio de los particulares durante la Alta Edad Media. 10.1.2.3 Contratos económicos. Hacia 1660, los habitantes de la mayor parte de Europa soñaban más en su supervivencia que en hacer prevalecer tal o cual concepción de la libertad. La situación económica estaba caracterizada por las grandes devastaciones debidas a las guerras, así como por los desastrosos efectos de accidentes metereológicos, conjugados con la aminoración de aquellas llegadas de metales “preciosos” de América que habían sostenido el dinamismo de Europa desde hacía más de un Siglo.

Alemania era, ciertamente, la que más había sufrido por las guerras y por las epidemias. Ciudades arruinadas, pueblos desiertos desde hacía ya años, tierras forzosas dejadas en barbecho y que habían vuelto a ser conquistadas por el bosque; son imágenes que surgen de los documentos tanto en Baviera como en Bohemia o en Silesia. Parecía que se necesitaría una generación, quizá dos, para compensar las pérdidas en hombres, reconstituir los equipamientos rurales y urbanos, y restablecer las corrientes de intercambios.

Una pequeña parte del reino de Hungría escapó a una ocupación turca permanente, pero no por eso dejó de padecer menos sus desastrosas incursiones. Polonia había sufrido múltiples invasiones y perdido parte de su territorio y quizá la mitad de su población. En cuanto a Suecia, soportaba mal las consecuencias de sus recientes derrotas. Demasiado mal servida por las condiciones naturales, como Dinamarca, hacía del comercio con los holandeses el principal elemento de su vida económica.

Todavía parece más espectacular el desplome de España. La aminoración de las entregas de metales “preciosos” y la disminución de los intercambios con Ultramar si manifestaron por un descenso de comercio con sus vecinos y por el empobrecimiento de sus grandes puertos y de sus ciudades feriales.

Así, las poblaciones de las dependencias europeas de la monarquía, desde los Países Bajos a Sicilia, padecían una onerosa presión fiscal. La debilitación de la economía española, durante mucho tiempo motor de la de Europa, impuso una redistribución de las corrientes comerciales, de los mercados y de las funciones. Italia central y septentrional, que no había padecido la guerra, conservó su actividad, lo suficientemente debilitada como había padecido la guerra, conservó su actividad, lo suficientemente debilitada como para que se pueda hablar de decadencia, pero lo suficientemente importante como para que pudiera reanudar sus antiguas relaciones comerciales con los países renanos, por Saboya, Génova y Basilea, y, con más dificultad por los altos valles alpinos, son Suabia. Por otra parte, se establecieron nuevas corrientes que apenas si dedicaban a reducir la influencia veneciana, pero que sí lo hacían con Ámsterdam y con Londres. Pues si la economía española había quedado muy debilitada, lo mismo sucedía con la de Francia, agotada por la Fronda y por la guerra extranjera; los dos únicos polos de desarrollo que habían podido mantenerse a través de la depresión del Siglo XVII eran las Provincias Unidas e Inglaterra, más las primeras que la segunda. 10.1.2.4 Estructuras sociales. En todo el Continente se comprueba la existencia de cinco grupos sociales principales: el clero; la nobleza de espada; la burguesía, cómodo término bajo el cual se incluye a los comerciantes, los armadores, los financieros, los grandes maestros de los gremios, a ciertos juristas y también a los

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funcionarios públicos, los empleados judiciales y a los de la hacienda, que, al menos en ciertos países, podrían ser considerados como un “estado” aparte; el conjunto de los artesanos, estén o no agrupados en sus organizaciones corporativas; y, por fin, los campesinos, que constituían la inmensa mayoría de la población europea.

Las mayores diferencias entre las diversas sociedades europeas dependían sobre todo del hecho de que el reparto de la población entre los diferentes grupos sociales variaba mucho de un país, o región, al otro, e igual sucedía con el de los bienes raíces e inmobiliarios. 10.1.2.5 Contrastes confesionales. Las divergencias doctrinales se habían endurecido en tradiciones que señalaban la vida cotidiana de los pueblos. La grandeza de las liturgias latina y oriental contrastaba con la sobriedad protestante; el celibato de los sacerdotes católicos, con el matrimonio de los ministros anglicanos o de los pastores, tanto como con las dinastías clericales de la ortodoxia; la existencia de un clero regular era rechazada por todos los protestantes; y la multiplicidad de las congregaciones católicas contrataba con la uniformidad del monacato oriental. Sin embargo, por graves que fueran, las divergencias religiosas no habían excavado entre los europeos un foso tan ancho como se hubiese podido pensar. Subsistía un cuerpo de doctrina común a las diferentes Iglesias, una moral común y, a pesar de las diferencias de calendarios, unas fiestas comunes. Católicos y protestantes estaban regidos por el mismo derecho canónico. Muchos padecían la nostalgia de la unidad. 10.1.2.6 La “Res Publica Litterarum”. Las quiebras religiosas contribuyeron a desarrollar nuevamente los particularismos. Sin duda, las literaturas expresaron los temperamentos nacionales, con más fuerza que las artes plásticas, cuyos estilos eran europeos. Por otra parte, por razones históricas, la adhesión de ciertos pueblos a la tierra de sus antepasados pudo traducirse por hostilidad, e incluso por agresividad para con el extranjero. Rasgos psicológicos que contradecían la evolución de los ambientes instruidos o letrados.

En la correspondencia de los benedictinos de San Mauro se hablaba de las res publica litterarum. Esta entidad congregaba a los pensadores, a los poetas, a los gramáticos y, sobre todo, al mundo de los anticuarios y de los curiosos que proporcionaban las filas de la erudición europea, a los coleccionistas de obras de arte, de libros o de muestras minerológicas, de medallas o de textos raros.

Hacia 1660, los miembros de esta minoría intelectual empleaban el término Cristiandad más que el de Europa y, a causa del cisma oriental, tendían a restringir y casi a identificar esta noción con la Cristiandad latina. Sin embargo, con la lectura de los geógrafos de la Antigüedad, con los progresos de la cartografía, la difusión de los portulanos y de los mapamundis y, sobre todo, tras la difusión del cristianismo en Ultramar, los europeos se vieron obligados a separar el concepto de Europa del de Cristiandad, y a hacer de esta distinción de los continentes una nueva categoría mental. 10.1.3 El Nuevo Mundo 10.1.3.1 Su estado de evolución. Hacia 1660, los dominios europeos efectivos se reducían al istmo central, a las islas vecinas, a unas franjas costeras más o menos anchas y a unos valles. Además, su instalación no estaba aún terminada y se estaban gestando importantes mutaciones que, en su conjunto, jugaban contra el

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poderío español. La primera, de orden económico, era que la producción de plata de México. La segunda era de orden demográfico y estratégico; y consistía en la implantación de nuevos europeos en ciertos territorios. 10.1.3.2 América española. Junto al rey, había un Consejo de Indias que legislaba para América, proponía los altos funcionarios a la elección del soberano y desempeñaba el papel de Tribunal Supremo. El monarca delegaba su autoridad en dos poderes distintos:

- El poder personal de dos virreyes - Y, el poder colectivo de ocho audiencias.

Había ciertos territorios que escapaban a su administración: y así las

capitanías generales, como Nueva Granada cuyos oficiales respondían directamente de sus actos ante el rey y ante el Consejo de Indias. Pero además y sobre todo, el poder de los dos virreyes se hallaba limitado por el de las audiencias. Una audiencia era un alto tribunal dotado de amplias atribuciones, constituido por magistrados originarios de España.

El territorio de “Indias” estaba dividido en ocho distritos de audiencias: Santo Domingo, México, Panamá, Lima, Las Charcas, Quito, Buenos Aires y Cuzco. Virreyes y audiencia tenían, unos y otras por unos cabildos que representaban a los criollos y que gozaban de amplia autonomía. De las segundas dependían los corregidores de distritos y los alcaldes, jueces ordinarios de primera instancia. 10.1.3.3 Su población. Desde el comienzo de la conquista, la población india no había cesado de disminuir. Ciertamente, las razones de este hecho hay que buscarlas en ciertas violencias de los conquistadores, el trabajo forzado, el profundo malestar psicológico y, todavía más, en el hecho de que los inmigrantes habían traído nuevas enfermedades contra las cuales los organismos indígenas tardaron en crear sus propios medios de defensa.

Esta constante regresión demográfica no se veía compensada por la inmigración, y así, como mano de obra necesaria para suplir a la insuficiencia de los indios en número y en rendimiento, fueron importados de África los negros, por medio de asientos, es decir, de contratos firmados con los traficantes portugueses.

En 1660, América española contaría con unos diez millones de habitantes, de los cuales el 80% era de indios; el 6 o 7% de blancos, algo más de negros, y el resto de diversos mestizos. 10.1.3.4 Vida económica. La economía de la América española se basaba no sólo sobre la dominación del pueblo conquistador, sino también sobre la desposesión y la movilización de los pueblos conquistados. Por el sistema de la encomienda, se fueron distribuyendo lotes de terrenos a los españoles. Pero los encomendadotes se mostraron generalmente más conscientes de sus derechos que de sus deberes.

Los grandes propietarios unieron a los indios al suelo por un sistema de anticipos sobre prendas que los endeudaba de generación en generación; ese mal, el peonaje, fue agravándose en el curso del Siglo XVII. En efecto, por razones de orden estructural y coyuntural se intentó producir allí mismo cuanto fuera necesario para la vida de los peones, los cuales se endeudaban en la tienda de raya, en la tienda de la finca, y se encontraban todavía más sometidos. Felipe II luchó contra esos abusos. Instauró en Méjico, el Juzgado General de Indios. Pero, en el Siglo

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XVII, las autoridades habían acabado por resignarse. Como necesitaba plata, el rey otorgó a los grandes propietarios la consolidación de títulos, a menudo dudosos, mediante el pago de una composición.

La modalidades de la dominación española fueron concebidas en función de las necesidades de España, por lo que, a condición de limitarse al estricto campo económico, se puede hablar de una explotación de tipo colonial. Los tejidos de calidad utilizados por los criollos sólo provenían de España o China y siempre por la mediación de negociantes españoles. Esa exclusiva tenía como principio fundamental que todo el comercio exterior de un territorio de Ultramar debía hacerse, en principio, con su metrópoli.

A partir de los alrededores de 1660, el contrabando tomó un auge real y tendió a debilitar el régimen del monopolio. Hay un hecho geográfico significativo, y es que los puertos fueron, con escasos centros administrativos, las únicas ciudades del Continente. 10.1.3.5 Su vida religiosa. En 1660, América española contaba contres arzobispados –México, Lima y Santo Domingo- cuyas provincias estaban subdivididas en una veintena de diócesis. La Iglesia disponía de universidades, de escuelas y de imprentas. Regulares y seculares eran, gracias a las donaciones, propietarios de haciendas. Un alto clero venido de España y otro bajo criollo trabajaban con celo en la sistemática evangelización de los indígenas.

No se podía poner en duda la sinceridad del Cristianismo de numerosos indios, que se manifestaban especialmente en las peregrinaciones a Nuestra Señora de Guadalupe. Sin embargo, su entusiasmo por ciertas formas de devoción inquietaba al episcopado, que temía la resurrección de prácticas paganas.

Pero muy a menudo prevalecía la resistencia pasiva: muchos indios practicaban clandestinamente los cultos antiguos –mientras que otros mezclaban al cristianismo nuevas supersticiones, importadas de Europa.

En la obra del clero prevalecieron con mucho los aspectos positivos sobre los errores o las carencias. Los conventos de los franciscanos, de los agustinos, de los dominicos, fueron otros tantos focos de civilización. 10.2 VIDA RELIGIOSA Y MOVIMIENTOS IDEOLÓGICOS 10.2.1 Iglesia Católica e Iglesias Separadas 10.2.1.1 Iglesias y estados. Hacia 1660, se consideraba que los súbditos de un Estado no debían depender más que de una sola religión: la de su príncipe. La Iglesia debía ser el guardián de la moralidad pública, incitar al pueblo a la obediencia, hacer rezar por el soberano, y prestar a la colectividad diferentes servicios de orden temporal. 10.2.1.2 La censura. El único país en el que no existía ningún organismo de censura era la república holandesa. En Inglaterra, después de 1694, la no-renovación de la Licensing Act de 1662 supuso una completa libertad de publicar las obras que trataban de cuestiones religiosas. En Francia, la censura era compartida entre la autoridad civil y la Sorbona. Por otra parte, la censura estaba asegurada las más de las veces por el clero. En Austria, los jesuitas fueron sus dueños hasta

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1759. En Roma, se publicaba con regularidad un Índice de los libros heterodoxos o licenciosos, pero como observaba un viajero francés, el Presidente des Brosses. No parece que sucediera lo mismo, durante mucho tiempo, en España y Portugal, en donde existían eficaces inquisiciones locales, y cada una de ellas, por otra parte, publicada su propio Índice. 10.2.1.3 La enseñanza. La Iglesia estatal organizaba o controlaba en todas partes la enseñanza. No sólo la de la religión sino también la de las materias profanas, ya fuera a nivel de escuela elemental, de colegio secundario o de universidad. Congregaciones como los jesuitas, los doctrinarios, los oratorios o los escalpios, desempeñaban un papel capital en la formación de una parte de la juventud de Europa, y no sólo en sus capas sociales superiores. Por otro lado, las ideas más susceptibles de atentar contra los valores tradicionales florecieron allí donde era débil el predominio del clero sobre la enseñanza.

Es posible que el caos pedagógico consecutivo a la expulsión de los jesuitas, en 1764, y que obligó a muchas familias a tener que recurrir a estos preceptores, desarrollarse así unas consecuencias importantes para la formación de los jóvenes que llegarían a ser adultos hacia 1789. 10.2.1.4 Bienes y rentas de las Iglesias. El clero católico asumió otro servicio público, con frecuencia en colaboración con las autoridades seculares: la secuencia. Pero las Iglesias no podían dar más que lo que recibían. En los países protestantes, aunque ciertos obispos eran ricos, no sucedía lo mismo con las Iglesias, puesto que los bienes de los monasterios, que constituían la mayor parte del patrimonio eclesiástico, habían sido secularizados. Las iglesias no se beneficiaban allí de ninguna excepción fiscal.

En toda la Europa católica y protestante, el clero parroquial percibía un diezmo sobre las cosechas, cuya cuantía rara vez alcanzaba la décima parte de la producción. A veces, la percepción del diezmo daba lugar a disputas entre párroco y feligreses. El descontento de éstos podía ser aún más vivo cuando el beneficiario del pago hubiera de ser una tercera persona. 10.2.1.5 Usurpaciones de los laicos y del estado. Los ricos y los poderosos codiciaban, al mismo tiempo que los bienes de las Iglesias, el prestigio y el poder que conferían las funciones eclesiásticas.

En tierras católicas o protestantes, muchos señores ejercían un derecho de patronato que les permitía influir sobre los nombramientos de titulares de parroquias.

El embargo de la autoridad secular sobre las Iglesias constituyó un fenómeno europeo. Continuaba una evolución en curso desde hacía varios Siglos, conforme a la cual el Estado no había cesado de desarrollar su poder.

La subordinación de la Iglesia al Estado no fue menor en los países protestantes. La declaración de los Cuatro Artículos, redactada por Bossuet fue posteriormente enseñada en Francia e invocada en toda Europa durante los conflictos que enfrentaron a la autoridad secular y a la jurisdicción pontificia. El primer artículo afirmaba que el poder de la Santa Sede no debía extenderse más que sobre las cosas espirituales. El segundo, que el concilio era superior al Papa. El

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tercero, defendía las libertades de la Iglesia galicana. Y el último subordinaba la infalibilidad pontificia al consentimiento del concilio universal.

Como el poder del Papa constituía el principal obstáculo para el sometimiento de la Iglesia al Estado, se comprende que la autoridad secular se empecinase contra él. Todo concluyó con una transacción que revistió la forma jurídica de un Concordato.

La expulsión de los jesuitas fue seguida por un acuerdo de los diferentes príncipes que ejerció sobre el papa Clemente XIV una presión tan eficaz que él mismo pronunció la disolución de la Compañía de Jesús, por el breve Dominicus ac Redemptor. Pero se le reprochaba su eficacia cristiana, sin duda, pero sobre todo su obediencia especial al papa y el hecho de que eludía el control de los obispos dependientes de la autoridad secular. 10.2.1.6 Religión y vida intelectual. Intelectual y espiritualmente, no acusaron éstas ninguna decadencia. En la exégesis brillaban el oratoriano Richard Simon y el benedictino Agustín Calmet; en apologética, el oratoriano Luis Thomassin; Bossuet, obispo de Meaux; Huet, obispo de Arranches, y Benito Stattler, profesor en Ingolstadt; en teología moral, San Alfonso Maria de Liborio; el derecho canónico, Próspero Lambertini, que se convertiría en el papa Benedicto XIV; en elocuencia, Bossuet, Fénelon, Fléchier, Massillon y Bourdaloue. La historia hizo importantes progresos con Mabillon y los benedictinos de San Mauro; con Enrique Flórez, ermitaño de San Agustín, y con sus cofrades; con Martín Gerberto de Horb.

Las artes y las letras estaban profundamente marcadas pro el cristianismo. Las obras maestras arquitectónicas edificadas en Alemania, en Italia y en los países ibéricos, en especial, lo atestiguaron con elocuencia.

Cada vez que iba comprendiendo más que para que pueda estar asegurada eficazmente no sólo su enseñanza, sino el simple servicio del culto, el Cristianismo, que es la religión de un Libro, exige imperiosamente un minimum, al menos, de cultura. 10.2.1.6 Los Místicos. El período 1660-1176 aparece ilustrado no sólo por sabios cristianos, apóstoles, por almas caritativas, sino también por grandes místicos. Pero las revelaciones de las que estas grandes almas se beneficiaron no las hicieron olvidar, sin embargo, los grandes problemas que se le planteaban a la Iglesia. 10.2.1.7 Esfuerzos hacia la unidad. El problema de la unidad de los cristianos preocupó a varios de los grandes espíritus de la época. Las negociaciones y los diálogos se atascaron por causa del carácter inconciliable de las divergencias, la negarse los protestantes, en particular, a reconocer el concilio de Trento. 10.2.1.8 La Querella de los “Ritos Malabares”. Si las tentativas de reunión de las Iglesias fracasaron, por el contrario, la evangelización de los pueblos de Ultramar siguió progresando, al menos hasta la supresión de la Compañía de Jesús, en 1773. Fue ilustrada por grandes figuras. Los problemas más graves fueron planteados por la evangelización de las naciones de Ultramar que tenían elevados niveles de civilización. En el sur de la India, Roberto de Nobili, jesuita, se había comprometido en la vía de una “acomodación” del Cristianismo a las costumbres y a la sociedad local. “Acomodación” que se llevó muy lejos. El jesuita Brahman, preocupado de su

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pureza, tendía la hostia al cristiano de casta inferior en la punta de un bastón. Roma, mal informada, toleró estos “ritos malabares”. Pero se elevaron protestas subrayando que eran contrarias a la caridad, pues Jesús había liberado a sus discípulos de toda observancia referente a la pureza exterior y ritual. En 1704, al pasar por Pndichery, el legado y futuro cardenal de Tournon pronunció una condena de los “ritos malabares”. Y el Papado la confirmó, en varias ocasiones, en especial Benedicto XIV por la bula Omnium Sollicitadinum. 10.2.1.9 Controversias en el seno de las Iglesias. Entre quienes otorgaban una atención demasiado exclusiva a la difusión del mensaje y quienes les reprochaban que alteraban su esencia, hubo vivos enfrentamientos. Pero la “querella de los ritos” solo fue una de las controversias que agitaron a las diferentes iglesias. En Rusia, una de ellas terminó en cisma. 10.2.2 El Combate Contra la Fe Cristiana 10.2.2.1 Relativo progreso de la tolerancia. El espíritu de tolerancia señaló ciertos progresos, pero incluyó una creciente parte de indiferencia.

En el curso del período, no se produjo más que una sola verdadera guerra de religión, la de las Camisards, pero su campo de batalla fue tan sólo una parte restringida del Mediodía de Francia: los Cevennes. La Revocación del Edicto de Nantes por Luis XIV, causa lejana de la guerra de los Camisards, obtuvo en Francia vivas aprobaciones, pero causó escándalo en gran parte de Europa.

Los gobernantes persuadiendo cada vez más de que enseñar la tolerancia a los miembros de las diferentes confesiones constituía el mejor medio de realizar la unidad moral de los pueblos que tenían a su cargo. 10.2.2.2 El “Deísmo”. Sistema religioso que apenas si contaba con adeptos declarados más que en los ambientes letrados. Para ellos, Dios existía, pero era

indiferente a la suerte de los hombres. Por vía de consecuencia, no había, pues, ninguna razón para prestarle culto, y la Revelación no era más que una fábula. Tuvo como tierra de elección a Inglaterra. Existió también un deísmo francés original, el de los “libertinos”, representado, entre otros autores, por el poeta Jean Dehenault.

Casi todos los deístas notorios de los Siglos XVII y XVIII salieron de sus colegios y después de 1715 se vio aparecer, en las élites sociales, una generación en la que no sólo eran muchos los deístas, sino también los ateos.

Durante los últimos decenios del Siglo XVII, la escolástica, la filosofía de santo Tomás de Aquino, que consigue una armoniosa conciliación de la Razón de la Fe, conoció el disfavor de los regentes de los colegios jesuitas. Por el contrario, estaban ganados para las tesis de los filósofos contemporáneos, y en primer lugar para las de Rene Descartes. 10.2.2.3 El Cartesianismo. El hecho es tanto más curioso cuanto que fue la Compañía de Jesús la que, tras un período de indecisión, apeló al Santo Oficio y

Figura 102. Rene Descartes

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obtuvo en 1663 la condena de la filosofía de su antiguo alumno. Lo cual provocaría, ocho años más tarde, a requerimiento de la Sorbona, la interdicción de su enseñanza por el Consejo del Rey. El cartesianismo, filosofía idealista, se opuso a la filosofía realista de santo Tomás de Aquino. Desencadenó muy en contra del pensamiento original de su autor, una ola de incredulidad que ignoró las fronteras. 10.2.2.4 Auge del espíritu crítico. Contribuyó a eliminar de las mentes muchas aberraciones. A él se debe el edicto de julio de 1682, que calificó de superstición a la “pretendida magia” y puso fin, en Francia, a los procesos de hechicería y a las hogueras. Pero también sucedió que la denuncia de la superstición no fuese más que un pretexto para un ataque solapado contra la religión. Por ejemplo, Pedro Bayle demostró que la opinión que hacía tomar a los cometas como presagios de calamidades públicas era una vieja creencia pagana. Pero fue más lejos. Señaló otras supersticiones, introducidas y conservadas, según él, en el Cristianismo; las deploró, no hay mayor mal que la idolatría, ni siquiera el ateísmo. Y ahondando en este tema, llegó a sugerir la superioridad del ateísmo sobre la religión; procedimiento que iba a ser utilizado muchos veces en el curso del Siglo XVIII por los polemistas. 10.2.2.5 Antiguos y modernos. El cartesianismo constituyó una de las bases de esa Disputa entre Antiguos y Modernos, que dominó la vida intelectual francesa entre los alrededores de 1670 y 1715, y cuyo origen fue literario. Afirmarse como Moderno era estimar que, con la floración de obras maestras del Siglo de Luis XIV, ya no era posible ni útil continuar enarbolando el sacrosanto principio de la imitación de los Antiguos. Pero era también rechazar el método de autoridad, proclamar que ningún conocimiento recibido era aceptable, a menos de que fuera conforme a la razón. Pero esa voluntad de modernidad incluía un peligro, para un cristiano de fe poco segura: el de ceder a la tentación de considerar que también el Cristianismo formaba parte de una tradición fenecida. 10.2.2.6 Crisis del cartesianismo. Los últimos decenios del Siglo XVII estuvieron marcados por importantes progresos científicos. Los descubrimientos de final de Siglo destruyeron así la física de Aristóteles e hicieron tambalearse la obra de Descartes. 10.2.2.7 La Cosmología de Newton. Newton era un gran matemático. Se forjó primero el instrumento necesario para sus investigaciones y entregó al público lo esencial del mismo en sus Principios Matemáticos de la Filosofía Natural. Utilizó el cálculo infinitesimal. Newton hizo un descubrimiento principal: la ley de la gravitación universal.

El universo de Newton, como el de Descartes, era simple, uniforme, y obedecía a leyes inexorables –y Dios no desempeñaba en él ningún papel, salvo el de causa primera.

En 1734, Voltaire, en sus Cartas Filosóficas, lo presentó como “el destructor del sistema de Descartes”.

Figura 103. Isaac Newton

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10.2.2.8 La psicología de Locke. Pero el cartesianismo no sólo fue destronado poco a poco por la cosmología de Newton; lo fue también por la psicología de John Locke.

Para él, todo el conocimiento consistía en unas ideas grabadas en la mente por las sucesivas sensaciones. Concepción que el Cristianismo juzgó errónea, pues no se podía admitir que las almas fuesen creadas sin la idea innata de la existencia de Dios. Locke, además, recogió ahí una idea de Hobbes, incrédulo, que afirmaba que el origen de las ideas de Bien y de Mal se situaba en las sensaciones de placer y desagrado, más bien que en algún sentido moral innato.

Hacer de la experiencia el factor esencial del conocimiento, revertía en disminuir implícitamente el papel de la razón. Locke proponía que nada es percibido clara y distintamente; que todo objeto lo es a través de la idea que uno se ha hecho de él.

Pero alguien fue aún más lejos de Locke: el irlandés Jorge Berkeley. Afirmó que el observador no tenía más certeza con referencia a las características primarias de un objeto, que con referencia a sus características secundarias; que no había otra prueba de la existencia de la materia que la idea que se tenía de ella.

La psicología “sensualista” se difundió así a través de Europa, con todas sus implicaciones políticas y pedagógicas. Del postulado fundamental se deducía que no se les podía pedir que se sometieran a unas reglas uniformes; y que las diferencias de costumbres y de opiniones tenían que ser admitidas. Eso es lo que afirmó vigorosamente Locke en su Epístola de Tolerantia, de 1689. Pero añadió que la mayoría de los factores y de las circunstancias que formaban a los jóvenes eran la obra de quienes los habían precedido, y que convenía modificarlos para mejorar la humanidad futura. 10.2.2.9 La “Filosofía de las Luces” en Francia. El pensamiento inglés contribuyó a reavivar una corriente de ideas francesas hostil a las creencias tradicionales. En 1749, Dionisio Diderot publicó su Carta Sobre los Ciegos, Escrita Pensando en los que Ven. Se dedicó a demostrar que las ideas y los valores de quienes estén privados de la vista difieren de los de aquellos que vea. De lo cual dedujo que como las instituciones humanas la moral y la religión no son más que el producto de datos físicos.

Finalmente, durante todos estos años capitales fue cuando se realizó la decisiva evolución de Voltaire. Su obra se hizo cada vez más militante. Se presentó como un jefe, que dirigía una lucha, llevada a escala europea, contra el “fanatismo”, la “superstición”, los “prejuicios” – todo aquello que él llamaba infamia, y que identificaba con la Iglesia.

Los “filósofos” se situaron en la estela de Locke. Eran, en general, deístas. Pero el pensamiento de algunos de ellos fue más radical. Varios fueron ateos.

Figura 104. John Locke

Figura 105. Voltaire

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Por grandes que fuesen a veces sus divergencias, se hallaban unidos por una

común hostilidad a la Iglesia. 10.2.3 Éxitos de las “Nuevas Ideas” y sus límites 10.2.3.1 Carencia de autoridades. La coincidencia de circunstancias históricas muy distintas aseguró a las “Luces” una amplia difusión. Lo primero que se observa es que sí el clero pronunció las condenas que se imponían, su contraofensiva, salvo excepción, fue de una pasmosa debilidad. Parece como si perteneciese al destino de la Iglesia el tener que rechazar, en cada Siglo de las épocas moderna y contemporánea, el asalto de una doctrina contraria; y, en su conjunto, el triunfar sobre ella. Pero parece también como si estuviera en su destino, durante cada uno de tales Siglos, al ver que cierto número de sus fieles adoptan –sin abandonarla- los principios esenciales de la doctrina adversaria y sirven así de “caballo de Troya”; claro que, lo más a menudo, de un modo inconsciente.

En Francia, los impresores trabajan bajo control del Estado. Así procuró a los “filósofos” todas las facilidades posibles para la difusión de sus obras, en particular de la Enciclopedia. 10.2.3.2 Centros de difusión. El “partido filosófico” disponía en Europa de tres bases esenciales para la publicación y la difusión de sus obras. En primer lugar, Holanda en donde se imprimía en todas las lenguas europeas. Después de 1694, Inglaterra, así como Escocia, en donde los costos de producción eran notablemente bajos. Y por fin, Ginebra, en donde fueron editados, por ejemplo, El Espíritu de las Leyes y otras grandes obras de la ofensiva anticatólica. 10.2.3.3 Periódicos y diccionarios. Entre 1684 y 1687, aparecieron las Noticias de la República de las Letras, de Pedro Bayle, y, luego, durante los primeros decenios del Siglo siguiente hubo una asombrosa proliferación de gacetas literarias, que rebosaban de informes críticos. Los electores de aquellas gacetas tenían la posibilidad de conocer los temas principales del pensamiento de los filósofos de moda. El Siglo XVIII fue, por excelencia, el de los diccionarios. Algunos no tuvieron más razón de ser que la de informar. Pero hubo otros cuya existencia correspondió a un deseo de adoctrinamiento. 10.2.3.4 Universalidad de la lengua francesa. La difusión de la lengua francesa facilitó la de las nuevas ideas. En el curso de los decenios que siguieron a 1660, el francés, purificado por los trabajos de la Academia francesa y glorificado por las grandes obras del Siglo de Luis XIV, se convirtió en la lengua internacional. Hacia 1700, su triunfo era completo, no sólo en los ambientes aristocráticos, sino en los círculos cultos. 10.2.3.5 Universidades y academias. Sólo algunas Universidades contribuyeron a la difusión de las “Luces”, la de Escocia, Edimburgo y Glasgow. Pero las Academias, corporaciones o sociedades concebidas con vistas a promover e intercambiar ideas, ejercieron una influencia mucho más extensa que las Universidades.

La preocupación filosófica era tan sensible entre los literatos como entre los investigadores científicos. Los principales representantes del espíritu de las “Luces” ingresaron en la Academia francesa. Las Academias provincianas fueron quizá más

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importantes para la difusión de las nuevas ideas que las de las capitales. En Francia se crearon en la mayoría de los grandes centros entre 1670 y 1776. Aquellas sociedades provincianas organizaban a veces competencias literarias.

Por fin, la acción de aquellas sabias corporaciones fue completada por las reuniones “informales”, pero regulares, que se celebraban en los cafés o en los clubs, como, en París, el del Entresuelo, cuya disolución por la autoridad, en 1731, reveló su importancia. O también en los salones de ciertas damas de la alta sociedad parisina. Puramente literarios hasta los alrededores de 1750, sus centros de interés tendieron luego a ensancharse y a llegar a ser más o menos filosóficos, e incluso políticos. 10.2.3.6 Influencia de la Filosofía de las “Luces”. Gracias a la conjunción de aquellos múltiples factores, la influencia de las “Luces” fue, con toda evidencia, considerable en muchos campos de la actividad y de la vida de los europeos.

Aquellos autores, algunos de los cuales tenían un notable sentido de la publicidad, sabían aplaudir con ostentación cuando un soberano procedía a una reforma, y proclamar o dar a entender, para hacerse valer a los ojos de su lector, que él o había hecho más que seguir lo que le habían sugerido. Pero en la génesis de las decisiones tomadas por los Gobiernos su opinión no constituyó más que un factor entre otros. Y hasta sucedió que no ejerciera más que una influencia secundaria o incluso insignificante, al lado de otros motivos de orden político. 10.2.3.7 Filosofía de las “Luces” y tolerancia religiosa. Indiscutiblemente, el movimiento filosófico contribuyó a cierto progreso de la tolerancia en materia religiosa. Sin embargo, la Epístola de Tolerancia de Locke desempeñó menor papel, en la votación del Toleration Act de 1689. A decir verdad, esta ley no establecía más que una tolerancia limitada a la libertad de culto para los protestantes no-anglicanos. Por otra parte, la legislación aplicada en Irlanda apuntaba a impedir que la mayoría católica alcanzase el poder político.

El éxodo de parte de los protestantes franceses después de 1685 y la prosperidad que aportaron a los países que los acogieron, en particular en Brandenburgo y Holanda, hizo penar que la intolerancia de Luis XIV había arruinado a su reino y que, por el contrario, la tolerancia favorecía la prosperidad económica.

Federico II hizo de sus Estados, después de la conquista de la católica Silesia, un modelo de tolerancia religiosa. Catalina II aprovechó la reunión de la Comisión legislativa de 1767 para instituir una “prudente tolerancia” de todas las confesiones que “no repugnen a nuestra religión ortodoxa”. En Francia, después de la guerra de los Camisards, el Poder dejó vivir en paz a los hugonotes.

Las campañas de Voltaire contribuyeron a promover en Francia un estado de espíritu favorable a la tolerancia. Sin embargo, fue lástima que aquella exigencia tuviera como corolario, en los “filósofos”, muy a menudo, un talante de agresividad, de intolerancia, incluso de odio para con la Iglesia y de desprecio con respecto a la fe y a los “devotos”. 10.2.3.8 Filosofía de las “Luces” y problemas de la educación. Además de su acción en favor de la tolerancia, no se puede negar al movimiento filosófico el mérito

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de haber hecho prestar una mayor atención a los problemas de la educación. Para aquellos autores, decretar la tolerancia no podía ser verdaderamente útil en tanto que los niños recibieran una enseñanza en la cual la intolerancia fuera presentada como una virtud.

Rosseau, en su obra Emilio, descansaba sobre la hipótesis de que el hombre, nacido bueno, era corrompido por la sociedad y que, por eso, la mejor educación era la que se daba en el aislamiento… En realidad, sólo algunos adeptos entusiastas pusieron en práctica esta teoría. Se siguió enviando a los niños a la escuela, y luego a los chicos al colegio y a las chicas al convento o al internado. Los “filósofos” consideraban estas instituciones como un mal inevitable, deploraban su donación por el clero y abogaban porque el estudio de la religión se abordara lo más tarde posible; que se le hiciese adquirir al educando los conocimientos más por la experiencia que por la lección dictada y por la apelación a la memoria; y que se diera prioridad a las materias cuyas aplicaciones prácticas fueran más numerosas: matemáticas, ciencias. 10.2.3.9 Filosofía de las “Luces” y Difusión del “Utilitarismo”. Los partidarios de la “filosofía de las Luces” no contribuyeron solamente a difundir un espíritu de tolerancia, sino también a difundir un estado de espíritu utilitario. El placer era el bien, el dolor era el mal, y todo lo que aumentaba la suma total del bienestar del individuo era útil.

De todas las instituciones escolásticas, ninguna irritaba tanto a los defensores de la “filosofía de las Luces” como el monacato.

Se vio desarrollar entonces entre los cristianos un estado de espíritu que reaparece de vez en cuando, en especial entre los que son más abnegados para el servicio de sus hermanos. Repudiaban las cuestiones doctrinales, porque las consideraban generadoras de divisiones. Sustituían la religión concebida como el conjunto de las relaciones que religan al hombre con Dios, y que tienen como corolario el amor del prójimo, por otra religión concebida en principio como amor del prójimo; y relegaban las relaciones con Dios a un lugar secundario. Es decir, que los cristianos que realizaban esta permuta, sustituían la orientación “horizontal” y se hallaban muy cercanos al deísmo, al utilitarismo. Pues al convertirse el amar a sus hermanos y el hacer su felicidad en el valor supremo y en la tarea prioritaria, Dios acababa por parecerles lejano y quizás incluso inútil 10.2.3.10 Carácter Lento y Desigual de la Penetración de las “Nuevas Ideas”. En general, la penetración de las “nuevas ideas” y su influencia sobre las instituciones parece lenta y desigual. Sucedió así tanto con la abolición de la tortura como con la de los procesos de hechicería.

Los procesos de hechicería fueron desconocidos en el dominio geográfico de la Iglesia ortodoxa, y siempre habían sido más escasos en el de la Iglesia católica que en el área del protestantismo. Tal vez fuera la brujería una consecuencia de la supresión del culto de los Santos. El hecho de que la penetración del cartesianismo y de las “luces” fuese más lenta y más parcial en unos países que en otros parece que se puede explicar por el peso del pasado, los hábitos de pensamientos y de las tradiciones, los sentimientos y los instintos. 10.2.3.11 Fracasos y divisiones del movimiento “Filosófico”. Por otra parte, el movimiento “filosófico” se hallaba debilitado por fracasos y divisiones. Algunos se esforzaban por construir una síntesis del mismo, para deducir un minimum de

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verdades fundamentales sobre las cuales pudiese establecerse un acuerdo, para edificar sobre aquel fundamento común, desdeñado las particularidades de confesiones y de opiniones, una religión “natural”, es decir, racional, que se expresara por una moral unánimemente practicada. El fracaso fue casi completo. Por otra parte, el escocés David Hume se esforzaba por devolver los principios racionales que eran considerados innatos, al rango de meros enlaces de ideas que la costumbre y la repetición habrían hecho cada vez más fuertes, habiendo adquirido algunos de ellos una apariencia de necesidad.

Desembocada en el escepticismo absoluto. Sin mostrarse tan radical, Manuel Kant hizo una dura crítica de la Aufklärung: el análisis hace conocer lo Real tal y como existe “para nosotros” y no tal y como existe “en sí”. El hombre no es capaz más que de un saber relativo. 10.2.3.12 La oposición a las “Luces”. Sin embargo, hubo otra corriente de pensamiento que rechazó tanto la “filosofía de las Luces”, como la reacción sentimental que ésta engendraba –y que las combatía aferrándose a la tradición. Palissot, Fréron, Moreau, sentían por la “cábala de los filósofos” un horror casi físico. Si historia recíproca estuvo marcada por esas antipatías que constituyen la trama de todo movimiento ideológico vivo. Pero más todavía que las cuestiones personales, lo que temieron aquellos “antifilósofos” fueron las consecuencias morales y políticas de la “filosofía”, sus razonamientos exacerbados, y lo que les indignó sobre todo fueron sus ataques contra la religión.

Por otra parte, conviene subrayar que los antifilósofos no eran opuestos al espíritu científico. Todos representaban un cierto aspecto de él. 10.3 POBLACIÓN Y VIDA ECONÓMICA 10.3.1 Ideas en materia económica 10.3.1.1 El Mercantilismo. La vida económica puede ser considerada en una amplia medida como la aplicación, al campo material, de cierto número de ideas fundamentales. El conjunto de las que predominaron en las mentes cercanas de 1660, ha sido llamado, pero mucho más tarde, mercantilismo, porque todas ellas contribuían a exaltar el desarrollo de las actividades mercantiles.

Es difícil decir si estaban imbuidos de error o más bien de esa superstición crisohedonista –según la cual el valor es una característica del oro y de la plata, con el mismo título que cierto color o cierta densidad. Lo que, en cambio, parece palmario, es que dichos gobernantes “mercantilistas” elaboraron unos reglamentos que tenían a atraer al interior de los Estados que corrían de su cargo las mayores cantidades posibles de oro y de plata, y a impedir la exportación de las que estuvieran ya allí. Reglamentos que, por otra parte, se relacionaron con la coyuntura, porque desde el comienzo del Siglo, el oro y la plata de América ya no eran entregados con el mismo ritmo que antaño. Se tuvo conciencia de que de ello resultaba una relativa penuria económica, y se lamentaron así de la “penuria de las especies monetarias”, factor psicológico que contribuyó a endurecer más todavía su reglamentación.

El pensamiento de los mercantilistas era finalista, pero tendía a un fin específicamente económico: la ganancia, la acumulación de riquezas. No ensalzaba los valores de estabilidad y de seguridad, sino el dinamismo y la audacia. El punto de vista económico se desligaba así de las concepciones religiosas y morales a las

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cuales estaba subordinado y llegó a ser autónomo. Pero con relación a la religión y a la moral; no con relación a la política. 10.3.1.2 Sus matices regionales. En Francia, como en España, como en el Sacro Imperio, el Poder se esforzaba por estimular la economía y por atraer los metales “preciosos”, menos para enriquecer a la población como para permitirle pagar mayores impuestos y robustecer así el poderío del Estado. Lo económico se ponía al servicio de lo político. Colbert se esforzó por poner en práctica un mercantilismo basado sobre la industria. Unas tasas aduaneras particularmente eficaces constituyeron una de las piezas clave de un sistema que tendía a eliminar del mercado francés los productos manufacturados extranjeros, y a incrementar la producción nacional.

Sin embargo, en Francia, como en cualquier otro sitio, la aplicación de las concepciones mercantilistas desarrolló una burguesía negociante, que cada vez influyó más en el Estado y que tendió a modificar el fin que el Poder asignaba a los esfuerzos de sus súbditos. Aspiraba a que éste fuera de ahora en adelante la riqueza, la prosperidad, por sí misma, y no ya para permitir la percepción de mayores impuestos y el robustecimiento del Poder del Estado. Deseaba que fuera realizado un verdadero trastrueque de valores y que en el porvenir la política fuese puesta al servicio de la economía.

Deseaban que fructuosas “exportaciones invisibles”, es decir, los transportes realizados por la flota mercante de su país, contribuyeran al equilibrio de su Balance of Trade. Querían que el Estado interviniera en la vida económica, pero sólo para ayudar a las empresas: por ejemplo, protegiéndolas de la competencia extranjera con fuertes tarifas aduaneras; bajando lo más que se pudiera el tipo de interés; disminuyendo el número de los días festivos; y también alentando la natalidad. Pues pensaban que la abundancia de la mano de obra permitiría fijar los salarios en la tasa más baja posible, para que su país pudiese así producir más barato que sus vecinos. 10.3.1.3 Superación del mercantilismo. Hacia finales del Siglo XVII, ciertos británicos y franceses consideraban superado ese conjunto de conceptos al que más tarde se habría de llamar “mercantilismo”. El patente ejemplo de Holanda, país en donde el control de la economía por el Estado era el menor que se conocía, y que no por eso dejaba de ser el más rico del mundo, llevó a esos autores a pensar que, salvo petición expresa de los empresarios, las ingerencias del Estado deberían limitarse a la negociación y a la firma de los tratados de comercio. La evolución del pensamiento de estos autores trató igualmente del problema monetario. Cada vez se percataban más de que una abundante circulación de numerario era susceptible de estimular la producción, y pasaron así de la idea de la moneda, como sustancia de la riqueza, a la idea de una moneda activa. Se dieron cuenta del error crisohedonista.

El oro y la plata no son un elemento de riqueza más que en los países que lo recogen de los yacimientos mineros. Pero, en Francia, el oro y la plata se adquieren en el extranjero, contra otras mercancías. Por consiguiente, la riqueza francesa era la producción nacional. La moneda no era más que un simple intermediario de los cambios, un instrumento de medida. Garantizaba tan sólo a aquel que se deshacía de una mercancía y que con ella podría procurarse otra, de un valor equivalente. Quedó así formulada la idea de moneda neutra.

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10.3.1.4 Los fisiócratas. Los fisiócratas prosiguieron la reacción antimercantilista esbozada por Petty, Cantillon y Boisguillebert. Los fisiócratas abogaban por un verdadero liberalismo económico, que basaban sobre una doctrina del Orden Natural, y exaltaban la agricultura.

La escuela tuvo como fundador y jefe indiscutido a Francisco Quesnay y reunió a nobles de la Corte. Sus obras más importantes se escalonaron todas en veinte años.

La doctrina fisiocrática presentaba una teoría general de la sociedad. Partía del principio de que el hombre tiene derecho a lo que él adquiere libremente con su trabajo. La libertad y la propiedad son así derechos de orden natural que el derecho positivo tiene que consagrar. Existe una jerarquía de las actividades económicas. La industria modifica los productos de la tierra, pero el valor que ella les da queda compensando por el costo de producción. Su trabajo es, pues, estéril.

A diferencia de la industria y del comercio, la tierra crea riqueza. Claro es que exige unas inversiones, unos empleos de fondos. Pero restituye el equivalente de los anticipos anuales y del interés de los anticipos previos. Una fiscalidad bien organizada no debería gravar más que el producto neto, es decir, la propiedad rústica, ya fuera noble, eclesiástica o labradora. La creación de empresas y la circulación de los bienes, en particular de los productos alimenticios, deberías ser enteramente libres. Laissez-faire, laissez passer: la fórmula de los fisiócratas que estaba llamada a una extraordinaria celebridad. Se tendría que suprimir la organización corporativa. Sería menester que la libertad del comercio y el transporte de los cereales fuera total, tanto en el interior como en el exterior. Y así se llegaría a una unificación y a una estabilización de los precios de los cereales, al mismo tiempo que a su elevación, que traería la seguridad a los campesinos. 10.3.2 Precios, monedas e inversiones 10.3.2.1 Grandes rasgos de la historia de los precios. En Europa, la gran subida de los precios, iniciada en el Siglo XVI, terminó durante la primera mitad del XVII. Una vez pasadas las dificultades de 1661-1663 los precios de los productos alimenticios se mantuvieron hasta los alrededores de 1690 en un nivel poco elevado y permanecieron relativamente estables. Luego sobrevino un período difícil, marcado por la conjunción del estado de guerra y de medianas o malas cosechas. Sus peores episodios se situaron en las crisis de 1693-94 y sobre todo de 1709-10. Pero una subida moderada continuó hasta los alrededores de 1720. Luego se extendió un período de buenas cosechas y de precios medios o bajos. Por fin, a partir de 1750, la mayoría de los productos volvieron a empezar a elevarse, en toda Europa, y esta ascensión, a pesar de que no fue rectilínea, prosiguió hasta muy entrado en Siglo XIV. 10.3.2.2 Precios y demografía. La relativa estabilidad de los precios reflejaría la limitada demanda de una población que, si no era estacionaria, al menos crecía con lentitud. Luego, a partir de mediados del Siglo XVIII, su alza, mucho más marcada, mucho más rápida, debería ser puesta en relación con la aceleración demográfica. 10.3.2.3 Precios y moneda. En un período en el que se tenía conciencia de que se carecía de moneda, el Estado que poseía un importante stock de ella pasaba a ocupar una posición clave. En tiempo de Luis XIII y de Richelieu, se consideraba que, aunque no fuera más que por razones de orden psicológico, era indispensable

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reducir la circulación monetaria, en el interior del reino, a las especies grabadas con la efigie del rey de Francia. En 1640, un edicto real ordenó así que todas las monedas de oro de los países extranjeros, lo cual equivalía a decir que las pistolas de España, fuesen recolectadas, fundidas y convertidas en nuevas especies de oro que llevaran la efigie y las armas del rey.

Por otra parte, desde un punto de vista económico, completaban lo que no es exagerado llamar un sistema monetario europeo. Un sistema que se había constituido empíricamente, por sucesivas imitaciones de un país a otro, y que se componía de dos elementos: por una parte, una moneda de oro de unos 3.5 gramos; por otra, una moneda de plata de unos 25 gramos. Estos dos grandes tipos de monedas fundamentales tuvieron curso por todas partes en la Europa de los “tiempos modernos”. Se difundieron cada vez más por sus márgenes, siendo imitadas allí.

No obstante, otros países europeos acuñaron también otras monedas, incluso de oro o de plata, que fueron algo muy distinto a múltiplos, submúltiplos o aproximaciones de los dos tipos antes definidos.

Por otra parte, parece como si la existencia de un patrón internacional fuese un hecho menos general para las monedas de plata que para las de oro. 10.3.2.4 Las inversiones. Gran parte de la riqueza adquirida no era reinvertida en empresas productivas. Se destinaba a gastos suntuarios, a la compra de bienes de consumo, que solían ser productos de lujo; o también a colocaciones susceptibles de favorecer una ascensión social. No había más que dos factores que pudieran persuadir a los que disponían de fondos para que innovasen su conducta en materia de colocaciones: uno repulsivo, y era el cierre de inversiones tradicionales; y otro atractivo, la perspectiva de enormes y rápidas ganancias.

Sus gastos alimentaban ejércitos de criados, daban trabajo a los sastres, a los peluqueros, a los modistas, a los orfebres, a los arquitectos y a los albañiles y, por fin, a los artistas.

Por todas partes, en Europa, los que disponían de fondos compraban tierras. Su rentabilidad era desigual y no solía ser muy elevada. Pero la tierra no se compraba sólo por el beneficio. Lo era el prestigio social. Constituía la forma de riqueza aristocrática por excelencia, la que permitía a una familia “vivir noblemente”, es decir, de sus rentas.

La mayoría de los ricos de aquella época preferían correr los menores riesgos posibles. Su preferencia iba a las rentas poco elevadas, pero seguras, regulares, y lo que todavía era mejor, a las que, como la tierra y los cargos, conferían prestigio. No existía más que una sola inversión que prometiese una renta poco elevada, pero segura y regular, y que presentase un interés para la vida económica del país; los empréstitos emitidos por el Estado. Pues éste utilizaba parte de las sumas que se prestaban para financiar algunas empresas productivas, entre las cuales había cierto número de industrias bélicas, a pesar de lo cual el capital invertido en rentas sobre el Estado se utilizaba de modo más racional que si sus poseedores lo hubiesen situado directamente en el comercio y en la industria.

Por fin, la revolución de los transportes, sin la cual no hubiera podido acaecer la prodigiosa expansión industrial de Inglaterra, fue realizada exclusivamente merced

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al capital privado, con al excepción de las carreteras militares trazadas a través de los highlands. Los primeros Turnpike Trusts, destinados a realizar determinados sectores de carreteras, se constituyeron durante los primeros años del Siglo XVIII. 10.3.3 La agricultura 10.3.3.1 Escasos progresos. La agricultura sólo registró progresos en áreas estrictamente limitadas. Los cereales eran por todas partes el cultivo esencial. Constituían, en efecto, la forma de producción agrícola que suministraba más calorías por unidad de superficie. Y si los cereales llamados secundarios eran cultivados en Occidente con más frecuencia que el trigo, era porque sus rendimientos parecían superiores para una misma superficie sembrada. 10.3.3.2 Cultivo en tierra quemada. Numerosas comunidades de habitantes vivían talando y quemando una parte del bosque, sembrando en sus cenizas, varios años seguidos, y repitiendo este proceso en otra parte, una vez que se había esquilmado el suelo. Sin embargo este cultivo sobre tierra quemada apenas podía cubrir más que las necesidades alimenticias de regiones poco pobladas. 10.3.3.3 El openfield. En Europa, el openfield constituyó el sistema de cultivo más difundido en las áreas de doblamiento denso dedicadas a los cereales. Su forma característica estaba constituida por un campo abierto y alargado, cuya propiedad se fragmentaba en parcelas entremezcladas. Su explotación se hacía colectivamente, lo que no dejaba de tener múltiples inconvenientes.

Un campesino inventivo no podía entregarse a innovaciones o simplemente a experiencias, sin haber obtenido previamente la conformidad de todo el pueblo.

Entre la cosecha y la sementera, cada cual era libre de llevar a pastar sus animales por todos los campos de la aldea, lo mismo que, durante todo el año, por las tierras comunales, las commons. 10.3.3.4 Debilidades estructurales de la agricultura occidental. Los pastos eran de calidad débil o mediocre; y por ello el ganado estaba escuálido y escaseaba el estiércol. No existía ninguna cría selectiva de ganado, salvo a veces, en el marco de la explotación comunal. Y tampoco se sabía luchar contra las epizootias190 sino de modo muy imperfecto. Durante los años de guerra se desencadenaron las más graves epizootias que azotaron a Europa. Muy a menudo, los arados eran arrastrados por bueyes, medio de tracción más lento y menos rentable que los caballos. Pero sólo en las comarcas más adelantadas técnicamente era donde se utilizaban esta clase de grandes arados.

El carácter, generalmente mediocre o deplorable de las vías de comunicación contribuyó a mantener estancada la agricultura. Limitó las posibilidades de venta de los campesinos a su terruño y a los alrededores.

Los progresos de la agricultura pudieron verse frenados o trabados por diferentes factores de orden jurídico. Con ocasión del fallecimiento del cabeza de familia, su hacienda podía estar amenazada por un fraccionamiento muy perjudicial para su rentabilidad ya que la norma general en Europa era el reparto entre los

190 Enfermedad que acomete a una o varia eszpecies de animales, por una causa general y transitoria. Es como la epidemia del hombre.

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herederos. Lo excepcional era el derecho de primogenitura integral e inscrito en la ley.

La situación jurídica del campesino con relación a la tierra que trabajaba se presenta como un factor de importancia todavía más considerable que las costumbres sucesorias, pues pudo unas veces facilitar y otras trabar el progreso agrícola. En Europa del este, el rendimiento de la semilla se mantuvo constantemente inferior a cuatro por una. En Polonia, en donde en el Siglo XVI había alcanzado cinco por una, volvió a caer a tres o cuatro en el XVIII. El siervo pagaba a su dueño tales gabelas que apenas si podía hacer vivir estrictamente a su familia y no le solía quedar ningún exceso. El producto medio de las cosechas, en Europa del este, disminuyó un 17% entre 1550-1800, con descenso paralelo a la extensión de la servidumbre. 10.3.3.5 Mutaciones de la agricultura europea. Por su ingeniosidad, por su reflexión, los europeos fueron consiguiendo poco a poco no sólo limitar las consecuencias de las catástrofes atmosféricas sino también satisfacer una demanda creciente de productos agrícolas. Parece que espontánea y simultáneamente los campesinos utilizaron tres procedimientos: la extensión de nuevos cultivos, que todavía no habían llegado más que a unas áreas limitadas; el aumento del rendimiento de todos los cultivos, antiguos y nuevos, por la práctica de nuevos procedimientos técnicos; y, por fin, el aumento de las superficies cultivadas.

El maíz acabo de difundirse por toda Europa. Su rendimiento era superior al del trigo. Gracias a él se mejoró la calidad del ganado y se consumió más carne que antaño. En cuanto a la patata tuvo el mismo camino que el maíz. A comienzos del Siglo XVIII, era muy conocida en Alsacia y, desde allí, en el resto de Francia. Llegó a ser el cultivo dominante en la mayor parte de Irlanda. Cada año se consumía un poco más, y suministraba un recurso precioso cuando llegaba a faltar el trigo. La novedad que revistió una importancia capital, fue que gracias al maíz y a la patata, pudieron disponer los campesinos de una mayor cantidad de subsistencias y afrontar así la crisis en mejores condiciones.

Para enriquecer los suelos, en el Siglo XVIII sólo se disponía de dos medios: el estercolado o el cultivo de plantas susceptibles de mejorarlos, tales como las leguminosas forrajeras (alfalfa, pipirigallo, trébol) y los nabos, plantas conocidas desde hacía mucho tiempo pero que se cultivaban poco, porque se consideraba que hacían la competencia al trigo.

Pero el desarrollo de la ganadería, es decir, la formación de prados artificiales, no era concebible más que si se otorgaban a cada cual la libertad de utilización de sus tierras, tonel derecho de cercarlas; es decir, si se derrocaba el openfield. Y por último, como el desarrollo de la ganadería exigía capitales, tan sólo los grandes propietarios podían promoverla. 10.3.3.6 Aspectos regionales. Países Bajos, Cataluña, Inglaterra. Tres países estaban en la vanguardia de la mutación agrícola que se esbozaba y que se iba afirmando. En las Provincias Unidas, la mayor parte de lo que se ha de llamar la “revolución agrícola” había sido realizada ya antes de 1660. Los campesinos de las Provincias Unidas pudieron concentrar sus esfuerzos sobre los cultivos de huerta con destino a los mercados urbanos, sobre la ganadería intensiva y sobre la producción de materias primas para la industria. En el Siglo XVI, los agricultores holandeses –y flamencos- estaban ya notablemente especializados y sus técnicas eran las que

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habían de ser decisivas en el proceso de la revolución agrícola. Implicaban una fuerte inversión en trabajo y en estiércol. Las Provincias Unidas tuvieron la suerte de no conocer sobre su territorio más que una sola guerra: la invasión francesa de 1672, relativamente corta y localizada. Durante el Siglo XVIII, los rendimientos medios de los cultivos fueron sensiblemente iguales a los de los mejores años del Siglo XVI. Se escalonaron, para el trigo candeal, entre quince y veinte por una.

En Cataluña, los factores que concurrieron al progreso agrícola fueron: una población en crecimiento, importantes mercados urbanos, el principal de los cuales era Barcelona, ciudad rica en capitales; la existencia de una pequeña y mediana propiedad campesina; y un ligero dominio señorial. Los alrededores de las ciudades pudieron ser dedicados a las huertas, y las laderas de las colinas al olivar y a la viña. Cataluña se convirtió en el principal abastecedor de América española en vinos y en alcoholes.

En Inglaterra, el auge del comercio marítimo había desarrollado, desde hacía mucho tiempo, un estado de espíritu capitalista. Este se había traducido, en la agricultura, en el movimiento de los cercados o vallados, iniciado en el Siglo XVI, atenuando luego por los reyes Estuardos pero reanudado después de 1688. Movidos por estas consideraciones de orden mercantil, aquellos propietarios consiguieron hacer reunir en un bloque, para cercarlo, una superficie de tierra igual a la de las parcelas dispersas que poseían en el terruño y, además, se hicieron atribuir la parte de los commons que consideraban que les correspondía. Pero durante el Siglo XVIII, la creciente demanda de productos agrícolas revistió una amplitud mucho más considerable que la demanda de lana de antaño. Se incitó a todos lo que poseían tierras a dedicarse a ella.

Figura 106. Openfield

Los grandes señores fieles a los Estuardos se apasionaron por sus fincas. Pero para producir más, había que mejorar las técnicas. De ahí una aceleración de los cercados. Pues el openfield impedía a los propietarios el cambiar los cultivos a su arbitrio. No permitía rastrillar en ambos sentidos. A partir de 1688, los señores obtuvieron con bastante facilidad del Parlamento las autorizaciones para proceder a reconstituciones y a cercados. Incluso repartieron y cercaron frecuentemente las tierras comunales. Los bills de cercado pasaron de ciento doce, entre 1702 y 1750, a dos mil novecientos veinte, entre 1750 y 1810. Y sobre estas superficies reagrupadas en bloques compactos y vallados, se hicieron alternar con los cereales,

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a los nabos y a las leguminosas forrajeras. Y sobre todo, desarrollaron la ganadería sobre prados artificiales, forma de explotación que pedía menos mano de obra.

En el orden económico, los resultados fueron brillantes. La productividad agrícola conoció un aumento del diez al quince por ciento entre 1650 y 1750. La agricultura así renovada pudo alimentar fácilmente a toda la población inglesa. Pero las incidencias sociales fueron graves. Muchas veces el aldeano se halló empobrecido incluso arruinado. Durante la redistribución realizada pensando en las reconstituciones, recibió las tierras menos buenas. Perdió su derecho al libre pasto y el uso de los commons. Falto de capitales y de los necesarios conocimientos, se adaptó mal a los nuevos métodos y no pudo luchar por la calidad de sus productos contra los del gran propietario. 10.3.3.7 De los teóricos a las reales sociedades de agricultura. La gran mutación de la agricultura empezó, sin duda, espontáneamente, pero prosiguió, se desarrolló y perfecciono gracias a la acción de los teóricos y de las sociedades especializadas. Fue así en Inglaterra donde se vieron aparecer los primeros cultivos experimentales llevados científicamente, y las primeras obras teóricas. En Nápoles se creó en 1754, por Antonio Genovesi la primera cátedra de Economía Política de la historia de las universidades. Pero muchos otros sabios dedicaron parte de su obra al estudio de los problemas técnicos de la agricultura. 10.3.4 Países de Ultramar e Intercambios 10.3.4.1 Los orígenes de una economía mundial. En 1770 y al comienzo de su Historia Filosófica y Política de las Indias, el abate Raynal medía las consecuencias pasadas y presentía las consecuencias venideras de uno de los más grandes hechos de la historia de la Edad Media agonizante y del alborear de los “tiempos modernos”: el “desenclavamiento” del mundo, la puesta en relación de áreas culturales que se ignoraban, la constitución de una economía mundial, con la multiplicación de los intercambios de un Continente con otro. 10.3.4.2 Las grandes compañías mercantiles. Sociedades por acciones que permitían proceder a una movilización de los capitales disponibles, y a unas distribuciones de dividendos que aumentaban la riqueza general y que permitían nuevas operaciones. El logro más acabado fue la Compañía holandesa de las Indias orientales, la Oost Indishe Kompaine, fundada en 1602, cuyos dividendos podían ser frecuentemente de quince, veinte o veinticinco por ciento, gracias a la expulsión de los ingleses de Insulindia en 1624. Las dos mil cien acciones primitivas, suscritas a tres mil florines cada una cuando su fundación, se cotizaban a diecisiete mil en 1699.

En Inglaterra se vio cómo se esfumaba el tipo, ya anticuado, de la compañía regular colectiva, chartered, mientras se iba imponiendo el de la sociedad por acciones, la joint stock company. Así sucedió en 1662 con la creación de la Royal African Company, de la cual eran accionistas el rey, la reina y el príncipe Ruperto; y en 1670, con la de la Hudson Bay Company.

La fusión de la “Compañía de Mercaderes de Londres Que Comercian en las Indias Orientales” con la “Compañía del Oriente” creo, en 1708, la “Compañía Inglesa de las Indias Orientales”.

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La Compañía francesa, irregularmente sostenida por el Estado, y todavía menos por la opinión, tuvo menor importancia que sus homónimas holandesa e inglesa. 10.3.4.3 Reglamentación del comercio colonial. La legislación inglesa, en virtud del Acata de Navegación de 1651, decía que las mercancías importadas a Inglaterra debían serlo directamente del país productor, ya sobre duques que enarbolasen pabellón de aquel país o buques ingleses. Discriminación dirigida contra los “vagabundos de los mares”, contra los intermediarios holandeses, transportistas y depositarios intermedios. Su aplicación resultó difícil: Inglaterra no disponía ni de una flota mercante de un tonelaje suficiente para poder relevar eventualmente a los transportistas holandeses, ni tan siquiera del aparato administrativo necesario para controlar la nacionalidad de un navío o la de su propietario.

La nueva Acta de Navegación de 1660 descansó sobre el mismo principio que la anterior, pero fue más realista. Previó la matriculación de todos los barcos construidos en Inglaterra, así como al de todos los buques de fabricación extranjera cuyos propietarios fueran ingleses. Planteó como principio que para que un navío fuera considerado como inglés, hacía falta que su propietario, su capitán y las tres cuartas partes de su tripulación lo fuesen. Y se completó por el Act of Frauds, de 1662, que especificó que todo navío que no hubiera sido matriculado antes del primero de octubre de aquel año, sería tenido por extranjero.

Por fin, el Staple Act, de 1663, o Act for the Encouragement of Trade, impuso a las colonias la obligación de comprar en la metrópoli casi todas las mercancías inglesas o extranjeras de las cuales pudieran tener necesidad, y la de hacerlas transportar a su tierra por medio de los buques ingleses.

La Navigation Act de 1660, el Act of Frauds de 1662 y el Staple Act de 1663, fueron completados por otros textos legislativos en 1673 y, particularmente, en 1696, pero sin modificar en ellos nada esencial.

Pero en realidad, las tres Acts de 1660-1663 no podían ser aplicadas estrictamente. Sin embargo, aquella reglamentación contribuyó al auge de la construcción naval. 10.3.4.4 Progreso de la Navegación y Vida de las Grandes Corrientes Religiosas. Durante todo el período 1660-1776, fueron fijados los grandes principios de la construcción de los barcos en los trabajos de Daniel Bernouilli en 1738 y los de Euler en 1749.

No obstante, los grandes circuitos mercantiles no se modificaron enseguida. Desde Europa occidental zarpaba el célebre “comercio triangular”: cambio de pacotilla contra negros en la costa de Guinea y en otras costas cada vez más lejanas; venta de estos negros en las colonias de plantaciones, en América, tras una travesía facilitada por los alisios; y regreso a Europa por las altas latitudes, con un cargamento de productos coloniales, entre los cuales ocupaba un amplio puesto el azúcar. Muchos buques marchaban también, directamente, desde Cádiz a Portobelo, a Santo Domingo, a Veracruz; desde Lisboa, a Bahía y a Río de Janeiro; desde Bristol, a los puertos de las diferentes colonias inglesas; desde diferentes puertos franceses, hacia el Canadá, hasta 1763; y desde Nantes y otros puertos de litoral atlántico, e incluso desde Marsella, hacia las Antillas. El Atlántico veía pasar también

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los buques que iban a doblar el cabo de Buena Esperanza y a cruzar el océano Indico, para llegar a Ceilán, la península hindú, Insulindia y China. 10.3.4.5 Tres modelos mercantiles europeos. Los nuevos imperios que se constituyeron después de 1660 fueron creaciones de Inglaterra y de Francia, siguiendo una vía abierta por las Provincias Unidas. Aunque se carezca de estadísticas globales referentes al comercio europeo, las de los diferentes Estados permiten discernir claramente una evolución general.

Un admirable instrumento de trabajo mercantil, la “urca”, tipo de nave ancha y barata, había contribuido ampliamente al éxito holandés, y hacia 1660, las Provincias Unidas poseían más buques mercantes que el conjunto de sus principales rivales. Los ataques que sus concurrentes ingleses y franceses dirigieron contra ellos, primero por la legislación y luego por las armas, los debilitaron, y su comercio, al empezar el Siglo XVIII, cesó de crecer. No representó ya más que una proporción cada vez menos importante del comercio europeo, considerado globalmente.

Comienzo de la guerra de la Liga de Augsburgo la mayor parte de las mercancías compradas o vendidas por franceses, ya fuera en las colonias o en Europa era transportada en buques franceses. Después de los años de guerra y hasta la Revolución, su reanudación fue patente: el conjunto del comercio francés se había quintuplicado, más concretamente, el volumen de los intercambios con Europa se había cuadriplicado; y el de los intercambios con las colonias, decuplicado191, lo cual era una tasa de expansión excepcional. Los productos manufacturados franceses, en especial los textiles, dominaban los mercados mediterráneos, y por el juego de las reexportaciones, eran difundidos por una parte de la América española.

En cuanto al comercio de Inglaterra, experimentó una verdadera revolución durante los últimos decenios del Siglo XVII. Su mayor elemento, hacia 1660, resultaba ser la exportación de tejidos de lana, una buena parte de los cuales era redistribuida por los holandeses. Hacia 1700, éstos quedaron expulsados de los puertos de Gran Bretaña y de sus colonias por la paciente aplicación de los Acts de 1660-1663. Un tercio de todas las mercancías exportadas de Inglaterra se componía, en realidad, de reexportaciones de productos coloniales: azúcar de las Antillas británicas, tabaco de Virginia, telas de algodón de la India. 10.3.5 Artesanado y manufacturas 10.3.5.1 Las estructuras tradicionales. Se ha tendido a caracterizar al Siglo XVIII como el de la “revolución industrial en Inglaterra”. En realidad, los perfeccionamientos técnicos adoptados entonces no desarrollaron plenamente sus consecuencias sino en el Siglo siguiente. En el XVIII, la agricultura siguió siendo el fundamento esencial de la vida y de la riqueza material. La fabricación de los aperos192 de labranza, la construcción o la reparación de la casa y de sus dependencias, el mismo vestido y, más aún, el mobiliario seguían siendo, en general, faenas de la familia o, en rigor, de la comunidad pueblerina.

Sin embargo, había campesinos y, sobre todo, campesinas que efectuaban un trabajo artesanal cuyos productos se destinaban a ser vendidos en un mercado exterior a su pueblo, incluso a su misma región o a su país. El comerciante-

191 Diez veces una cantidad. 192 Conjunto de instrumentos y demás cosas necesarias para la balanza.

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manufacturero suministraba la materia prima a unas familias deseosas de utilizar la estación muerta, volvía a buscar los objetos fabricados, y los vendía. Un conjunto de minúsculos talleres individuales o familiares trabajaba así para un comerciante, convertido en empresario capitalista. Durante el Siglo XVIII, por otra parte, la industria textil europea conservó las dos grandes formas de producción heredadas de la Edad Media. Por una parte, una industria que fabricaba paños y tejidos de lana, de tipo urbano. Por otra parte, una industria que fabricaba paños y tejidos de lana, de tipo urbano. Por otra parte, una industria de la tela, que descansaba sobre el cultivo, entonces muy generalizado, del lino y del cáñamo.

Estas estructuras tradicionales se mantuvieron, con repliegues y con avances explicables por las oscilaciones de la demanda. Sin embargo, se produjo una lenta transformación, esbozada desde hacía mucho tiempo, pero que alcanzó su cima en el curso del Siglo. Por una parte, una irreversible decadencia de los gremios urbanos. Por otra parte, un paralelo desarrollo de la concentración, a menudo por la mediación de grandes empresas. Y por fin, el frecuente repliegue sobre el campo, de la industria tradicional de la ciudad, y el de la gran ciudad sobre la pequeña ciudad, que terminó en la creación de “nebulosas” textiles. Tres evoluciones que generaron una dominación, más o menos afirmada, del comerciante sobre el fabricante, del capitalismo comercial sobre la empresa corporativa, así como la formación de islotes de modernización. 10.3.5.2 Factores determinantes de la Revolución Industrial. Consituía la resultante de tres factores esenciales: las remodelaciones de la propiedad rústica, que liberaba mano de obra; la presión demográfica y el auge comercial, que aumentaba la demanda. Ciertos factores de orden religioso.

Si se atiene, sin embargo, a los factores más visibles, es evidente que fue del comercio exterior de donde la industria algodonera, leading sector de la revolución industrial, extrajo sus oportunidades de éxito.

10.3.5.3 La mutación tecnológica. Se había experimentado muy pronto la necesidad de producir cada vez más deprisa. Aun antes de todo maquinismo, se constituyeron a veces grandes talleres que implicaban una división del trabajo, que desembocó, en las fabricaciones que se prestaban a ello, en una producción en serie. Ahora bien, cualquier aceleración de una de las fases de la fabricación de un producto engendraba un desequilibrio, provocaba un barullo. Y en la industria, siempre es de un desequilibrio de lo que nace un invento.

Surgen en esta época muchos inventos que ayudan a la producción como la lanzadera valante en los tejidos, y después la máquina de tejer, la fundación de hierro con carbón de coque. Pero la aceptación de estas innovaciones no se dio hasta aproximadamente la década de 1760. Y por supuesto, una de las invenciones más importantes fue la máquina de vapor.

Las consecuencias de esta revolución producida por la adopción de la máquina fueron inmensas. Determinaron una triple concentración. En el plano financiero, visto el elevado precio de las máquinas, sobrevino la concentración de la mano de obra en las fábricas que contaron con decenas y luego con centenares de obreros. Pero esta evolución fue bastante lenta. En 1776, y aun mucho más tarde, seguía preponderando la pequeña industria.

Figura 107. Adam Smith

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Pero lo notable es que esta revolución, que confería a Inglaterra un prodigioso

adelante sobre todos los demás países, se había desarrollado sin apenas intervención gubernamental. 10.4 SOCIEDADES, IDEAS POLÍTICAS, FORMAS DE EXPRESIÓN 10.4.1 Sociedades en Mutación 10.4.1.1 De las sociedades estamentales hacia las sociedades de clase. La coyuntura económica, con el desarrollo de una burguesía, determinó un rebrote de la evolución –esbozada desde hacía mucho tiempo- hacia unas sociedades de clases. Sociedades caracterizadas por una jerarquía de los grupos sociales basada sobre la fortuna y sobre el papel por cada uno de ellos desempeñado en la producción y los intercambios de bienes materiales.

Evolución que sería sensible en el mundo hindú. Este movimiento se sitúa en relación con el desarrollo del comercio de la India con la India, y de la India con Europa; y con el crecimiento de empresas capitalistas que apelaban al trabajo de estos artesanos.

Esta evolución fue mucho más neta en el seno de las sociedades estamentales. Los núcleos de sociedades clasistas que allí se formaron, tendieron a desarrollarse y a hacer tambalearse a los cuadros tradicionales, tanto en Europa occidental como Extremo Oriente.

En Francia, se situaba en la jerarquía social a las personas con las que uno se encontraba, conforme a unos criterios distintos al de su mera fortuna. Se tenía muy en cuenta el grupo social al que pertenecía y los privilegios de aquel grupo. Jamás se contraía matrimonio con gente inferior.

En Roma, la dignidad, el honor, la estimación social, correspondían al clero. Toda la sociedad estaba ordenada conforme al principio de preeminencia de los que habían consagrado su vida al servicio de Dios.

En Inglaterra, la revolución de 1688 pudo ser considerada como un triunfo de los moneyed man, es decir de la burguesía negociante. Pero siguió existiendo una nobleza, por otra parte poderosa, y las distinciones estamentales siguieron siendo muy importantes en la vida social política.

Fue en Holanda, en donde se instaló la sociedad de clases más cercana al modelo ideal. La clase social era un hecho en su estado puro: un conjunto de individuos que tenían, sin duda, rentas de un mismo orden de magnitud, un mismo origen, unas mismas ideas fundamentales, y que, por lo menos en cierta medida, también tenían conciencia de sus intereses comunes. 10.4.1.2 Fuerza de la estructuras sociales tradicionales. Sin embargo, conviene subrayar que si se considera el conjunto del mundo, o, más sencillamente en continente europeo, se comprueba que el desarrollo de las burguesías y la evolución hacia la sociedad clasista no afectaban más que a un área geográficamente muy restringida en la que el uno y la otra se efectuaban con lentitud más o menos marcada según los países. Siguieron siendo masivamente mayoristas las estructuras

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sociales tradicionales, con su elemento más característico: una nobleza que ejercía un poder más o menos fuerte sobre la tierra y sobre los que la cultivaban. 10.4.1.3 Crecimiento de fuerzas sociales nuevas. Mientras que la mayoría de las noblezas europeas se mostraban incapaces de adoptar una conducta neta en lo que se refería a la explotación de sus dominios, la coyuntura económica y el crecimiento urbano permitieron una lenta reunión de capitales, de energías y de inteligencias. Estas facilitaron la formación de grupos sociales que fueron alejándose cada vez más, a medida que se iban desarrollando, de aquella realidad jurídica, social y psicológica que constituía un estamento. 10.4.2 Del Barroco al Neoclásico 10.4.2.1 El Barroco. Un estilo de características concretas, en especial una evidente predilección por el movimiento, y una viva impetuosidad de la forma y de los sentimientos que ella traduce. Fenómeno de un inmenso alcance, el Barroco parece haber nacido en Italia. Su centro estuvo en Roma, en donde, en 1568, Jacobo Vignola edificó el Gesú, la iglesia de la Compañía de Jesús. Posteriormente, tres grandes artistas, que vivieron en 1660, sembraron iglesias y fuentes en este estilo: Pedro de Cortona, Francesco Borromini y Lorenzo Bernini, el arquitecto de renombre europeo que acabó la basílica de San Pedro. El Barroco ganó el ámbito de Italia, España y Portugal y sus prolongaciones de ultramar. Francia e Inglaterra apenas se dejaron desflorar por él.

Figura 108. La Basílica de San Pedro

El arte barroco fue el antropomorfismo del Renacimiento, reacción animada por una sed de todo lo que se encuentra más allá de lo individual y de lo humano. Fue la expresión de una comunidad que creía y que exaltaba su Fe, así como su voluntad de reconquistarla a los que la habían abandonado. El arte barroco no nació de la Contrarreforma. Pero la Iglesia integró con éxito, en aquella obra de reconquista y de renovación, las tendencias y las aspiraciones estéticas más difundidas en el Siglo XVII.

Se caracterizaría ésta por el afloramiento a la conciencia de “la rica y turbia multiplicidad del subconsciente, de la masa de los impulsos oscuros, del empujo multiforme de todas las potencias vitales”. El artista no parece saber lo que quiere,

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o, más exactamente, quiere el pro y el contra. El artista barroco propende a amar todo lo que es movido, tumultuoso, artificioso, enfático y, al mismo tiempo, desbordante, lujuriante, proliferante. Reubens, fue, sin duda, el más grande de todos los pintores barrocos.

Las formas nuevas se propagaron en la arquitectura y en la decoración. Se prefirió la elipse; el óvalo permitió toda clase de variaciones.

El barroco rompe las fronteras, los superpone, anima las líneas, retuerce las columnas, se complace en el fastuoso orden corintio.

Esta fantasía, esta imaginación desbordante vuelve a encontrarse en los escritores. Se busca todo lo que es ingenioso, inesperado, excesivo; hasta qué punto se puede triunfar haciendo apreciar los caracteres exagerados. En el trato ya no hay más que emociones fuertes, situaciones y desenlaces inverosímiles.

En el Sacro Romano Imperio, el barroco se desarrolló netamente más tarde, pero su floración se vio facilitada por el fraccionamiento territorial. Varios de los edificios construidos entonces cuentan entre los más característicos del barroco. Se edificaron residencias veraniegas para los príncipes, y sobre todo se construyeron o se reconstruyeron abadías.

Fiebre de construcción que ha de relacionarse tonel sistema señorial tal y como venía siendo practicada en la región, en donde, más que exigir prestaciones de trabajo, como en el este, los grandes abades percibían una rentas y unos vencimientos, que les proporcionaban os medios de ordenar sus encargos.

Con Italia y con el sur de Alemania, España constituyó el otro gran campo de las realizaciones barrocas.

Figura 109. El Gran Canal, Venecia

El barroco portugués presentó numerosas afinidades con el español, pero,

como éste, expresó fundamentalmente una personalidad nacional, en especial con una dinastía. La tradición portuguesa mantuvo sobre los muros de la iglesia, de las

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sacristías y de los claustros, con los revestimientos de porcelana blanca y azul, los azulejos. Se renovó en la ornamentación interior de las iglesias, en particular en los retablos.

Los barrocos de España y de Portugal se propagaron en Ultramar. En América española se asoció muy pronto a los indígenas a las construcciones de iglesias, y se confió su decoración a su gusto y a su inventiva. Se multiplicaron las esculturas polícromas, a la medida del éxito de las procesiones y del culto al aire libre. El arte churrigueresco se difundió rápidamente, no sólo en América española, donde dio sus más bellas composiciones sino también en Brasil, como las capillas doradas de Bahía y de Río de Janeiro.

El barroco persistió en Brasil, hasta el Siglo XIX, especialmente con uno de sus más expresivos artistas, el mulato Aleijadinho. Después de 1660 y fuera de las penínsulas ibérica e italiana y de las regiones de lengua alemana, este estilo no hizo más que tocar más o menos débilmente a los distintos países de Europa. 10.4.3.2 El Clasicismo. El clasicismo es, ante todo, un impulso vital, una fuerza interior, una pasión, una irresistible necesidad de crear, una voluntad de Poder. Si fuera menos dueño de sí mismo, el escritor o el artista “clásico” se convertiría en un barroco. Pero su fortaleza de alma es demasiado grande para que se deleitase en un cierto desorden interior. No empobrece sus pasiones. No las calma. Las orienta hacia un plan que él se concreta: la realización de una obra. Para llegar a ella, debe hacer de sus pasiones secundarias los auxiliares de su pasión principal.

Figura 110. Saint Paul’s Catedral

Pues el clasicismo es una estética de la unidad. La obra, literaria, filosófica o plástica, debe ser un todo, vivo, en el cual cada detalle debe estar subordinado al conjunto. Un conjunto cada uno de cuyos elementos deberá concurrir a un plan único: crear emoción en el lector, en el oyente o en el espectador, demostrar una verdad, suscitar una reflexión. La obra clásica debe responder a una lógica interna, componerse suscitar una reflexión. La obra clásica debe responder a una lógica interna, componerse de una idea general, de un tema único, del cual derivarán las

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ideas, los temas secundarios. Las disgresiones, las páginas, las observaciones o las réplicas que no importan a la comprensión de la idea o del tema general han de ser igualmente proscritas. No hay que recargar el relato, la representación, el discurso, el cuadro o la fachada, con detalles inútiles. Nada de acumulación ni de exuberancia. La obra debe presentar una progresión regular de argumento en argumento. El pensamiento debe ser metódico, impecables sus encadenamientos, como una ecuaciones. Se ha de rechazar la imprecisión, el razonamiento sin fuerza, y, con mayor razón, los hechos, y, naturalmente, la incoherencia, la confusión. 10.4.3.3 El Rococó. En el Siglo XVIII fue la arquitectura la que menos cambió de todas las artes, aunque la evolución general fuese sensible en ella. Por el contrario, la decoración y el amueblamiento de los edificios padecieron una completa subversión.

El estilo rocalla revistió las estructuras estáticas de la arquitectura con la libre fantasía de sus joviales motivos; volutas, tracerías, arabescos. Abundaron los temas pintorescos, en particular los vegetales o los animales.

En el estilo rocalla, los muros se cubrían, a veces, de tapices, pero frecuentemente solían estar adornados con empanelados encuadrados por molduras doradas. Los pintores desplegaron allí sus talentos. Los entrepaños de encima de las puertas llamaban también a las pinturas.

A decir verdad, el rococó no fue un “arte”, sino un estilo de decoración incrustado sobre unas estructuras clásicas –y fuera de Francia, barrocas. Evocaba la idea de las grutas artificiales construidas en Italia en el Siglo XVII, la utilización de conchas como decoración, las fantasías obtenidas en la arquitectura barroca por el juego de las curvas y de las contra-curvas. Erigía el capricho a la altura de un príncipe. Nacido al comienzo del Siglo XVIII de una reacción contra el arte clásico, triunfó en Occidente durante su segundo cuarto. Su éxito vino de su adaptación particularmente afortunada a unos edificios de dimensiones relativamente modestas, al cuidado de la decoración, y al gusto de sus propietarios por un amueblamiento abundante y refinado. Se aprovechó, pues, de las formas, e implicó la promoción de las “artes menores” y la de los artistas artesanos. En Francia, el Siglo XVIII fue su gran época, especialmente en París. 10.4.3.4 El Neoclasicismo. Ya hacía mucho tiempo que, en Francia y en otros sitios, el rococó suscitaba el cansancio. La Academia de Arquitectura y los más grandes arquitectos seguían fieles a las reglas clásicas. Todos estos fieles del clasicismo eran hostiles a las “bambocheadas” del rococó. Predicaban el retorno a la sobriedad. El cual se vio favorecido por el redescubrimiento de la Antigüedad consecutivo a las excavaciones de Herculano y de Pompeya.

CAPÍTULO 11. EL TIEMPO DE LUIS XIV

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11.1 EUROPA OCCIDENTAL Y CENTRAL EN TIEMPOS DE LUIS XIV 11.1.1 La Francia del Gran Siglo, como país de equilibrio social 11.1.1.1 El llamado “Siglo de Luis XIV”. Hay historiadores que denominan Siglos de Luis XIV a los casi cincuenta años de historia de Francia posteriores a 1661. Políticamente, la preponderancia francesa en Europa era todavía más evidente de cuanto lo había sido la de España y de cuanto lo sería luego la de Gran Bretaña. Luis XIV hizo prevalecer su voluntad sobre la de los demás soberanos y, luego, arrastró con éxito su Coalición. El Gran Siglo de la historia francesa ofreció el espectáculo de la concentración y de la actualización de todas las fuerzas de una nación bajo la dirección de un príncipe que, a un mismo tiempo, la encarna y a dirige. Y en particular, el de sus fuerzas creadoras en los campos literario y artístico, que iban a conferirle un prestigio que duraría más allá de sus victorias militares. 11.1.1.2 El Rey y el marco monárquico. Hombre, sin duda, de inteligencia media, pero de gran buen sentido, era perfectamente dueño de sí mismo, siempre cortés. Sus frases eran de una extremada prudencia. Debía, sobre todo, a Mazarino una sólida formación política. Su carácter serio y reflexivo, y su robusta salud le permitieron asumir, durante cincuenta y cuatro años, la abrumadora tarea que constituía, tal y como él lo concebía, su oficio de rey, así como la vida de representación que ese oficio aparejaba. Al lado de sus grandes cualidades, cabe distinguir un orgullo indiscutible y tenaces rencores. Con la edad, el exceso de confianza en sí mismo le hizo a veces perder su prudencia y su mesura naturales.

Las muchedumbres, después de la Fronda, veían su salvación en la concentración de todos los poderes en las manos de un solo hombre.

Durante los veinte primeros años de su reinado personal, la Corte fue itinerante. Hizo así trabajar por todas partes, en Chambord; en París, donde nació el jardín de las Tullerías; en San Germán, en donde construyó su admirable terraza. Pero, al mismo tiempo, hizo empezar la transformación de una aldea perdida entre bosques y estanques, en donde su padre, al que le gustaba cazar allí, había construido un pequeño castillo de ladrillo: Versalles.

Figura 111. Palacio de Versalles

Los trabajos empezaron en 1661 y duraron más de medio Siglo, siguiendo al Rey una idea que sólo fue descubriendo poco a poco, para evitar que se le hicieran

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objeciones. Congregó a su alrededor a quienes habían constituido el equipo artístico del superintendente Fouquet.

Gracias a aquella congregación de talentos pudo nacer el logro artístico más grande de los tiempos modernos. Con él impuso a las cortes europeas, durante todo un Siglo, cierta admiración con respecto al arte francés.

No había gastado sin contar. Pero el costo de las construcciones regias no por ello dejó de ser elevado. Lo cual se explica por el hecho de que Versalles no sólo constituía la cumbre del mecenazgo regio, sino porque era también la expresión de un pensamiento político. Convertido en residencia principal del rey en 1682, a pesar de no estar terminado, constituyó el marco monumental en que se desarrollaba cotidianamente una especie de culto monárquico.

Alrededor del rey, la Corte, regida por una etiqueta minuciosa, llevaba una vida aperreada193, en la que el esplendor de las fiestas contrastaba con las incomodidades del castillo y con las acérrimas rivalidades de los grupitos. 11.1.1.3 La monarquía administrativa. Los organismos gubernamentales constituyeron los primeros medios de acción de la autoridad real. Luis XIV fue ayudado por su Consejo. Concretó su organización por los reglamentos de 1670-1673. Pero, en realidad, fue aumentado el número de secciones, cada una de las cuales, en la práctica, también era llamada “Consejo”. Y conviene distinguir los Consejos de gobierno y los Consejos de trámite administrativo y judicial.

Había tres Consejos de gobierno. El Consejo Superior o Consejo Secreto de Negocios que se reunía dos o tres veces por semana y cuyos miembros eran ministros de Estado vitalicio. El Consejo de Despacho, en el que tenía puesto los cuatro secretarios de Estado, estaba especialmente encargado de los asuntos interiores.

Los Consejos de justicia y de administración se agrupaban bajo la denominación de Consejo de Estado Privado, Finanzas y Dirección. Aquel Consejo celebraba sesiones diferentes. En unas, actuaba como Consejo privado; era lo que se llamaba el Consejo de los Partidos. En otras, actuaba como Consejo de Estado y Finanzas. Pero el mismo personal participaba en todas las sesiones: canciller, ministros y secretarios de Estado. Por fin, había un Consejo de Conciencia, muy distinto de los anteriores, y que era una especie de Ministerio de Negocios Eclesiásticos, que incluía al arzobispo de París, al jesuita confesor del rey, y a uno o dos prelados.

Luis no quiso Primer Ministro. Concentró los engranajes gubernamentales alrededor de su persona. No quiso grandes señores, ni tan siquiera gentilhombres en las altas funciones gubernamentales.

Al principio, gobernó una “tríada”, tres consejeros experimentados de Mazarino: Miguel Le Tellier, Hugo de Lionne y Nicolás Fouquet. Se convirtió en “Controlador General de Finanzas”, por haber sido suprimido el título de superintendente y secretario de Estado de la Casa Real de la Marina. En la práctica se ocupaba de todo.

193 Trabajoso.

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En el fondo, lo que cambió a partir de 1661 fue, mucho más que el gobierno, la administración. El cansancio de la nación al salir de la Fronda hizo que el Poder fuera mucho mejor obedecido de cuanto lo había sido nunca. El papel Colbert fue, a este respecto, capital. El fue el creador de la monarquía administrativa. Los intendentes fueron suprimidos durante la Fronda, para ser luego restablecidos subrepticiamente. Conservaban un carácter itinerante, un papel de investigadores y de inspectores, más que de administradores. Entre 1661 y 1665, Colbert hizo que se les confiasen dos tareas. Una, delicada, la del reparto de la taille, el principal impuesto directo. La otra, enorme, la verificación y la liquidación de las deudas de los municipios. La segunda de estas tareas, particularmente pesada, los sujetó durante años a su circunscripción o Generalidad. La Generalidad solía coincidir con una provincia o un gobierno y, por ello, se ha podido escribir que el intendente era “la presencia del rey en la provincia”.

Los Parlamentos que registraban los edictos financieros y tenían jurisdicción, y los Tribunales de cuentas, que existían en algunas provincias, ya no fueron llamados desde 1665 Cortes Soberanas, sino Cortes Superiores, denominación mucho más modesta. El Parlamento ya no tuvo, en caso de ausencia del gobernador, la dirección de la provincia.

Durante el reinado personal de Luis XIV los cuerpos de oficiales se vieron reducidos al papel de simples ejecutantes. Apenas si fueron ya los consejeros de antaño. 11.1.1.4 Estado y sociedad. Francia no era sólo una sociedad estamental. Era también una sociedad de cuerpos, un abigarramiento de grupos sociales, de linajes, de colegios o de asociaciones de magistrados, de comunidades territoriales: provincias, señoríos, villas y aldeas. Cada uno de estos cuerpos gozaba de costumbres y de libertades particulares que, o bien habían sido impuestas a cada uno de ellos por su función social, o bien se habían adquirido como consecuencia de circunstancias históricas. Gran número de aquello cuerpos estaban en mutuo conflicto y vivían, en diversos grados, en un estado de recíproca tensión, y esto desde antes de la Fronda.

Luis XIV formuló un ideal de equilibrio social, de equilibrio entre los estamentos, entre las corporaciones, que, por otra parte, se inscribe en un marco de pensamiento tradicional. Hacía una concesión al espíritu general de la Fronda. Pero eliminaba la contradicción presente en la mayoría de los escritos y en la conducta de los frondistas. Situaba a estos últimos ante la consecuencia lógica de su voluntad de mantener los privilegios de los estamentos y de los cuerpos, y la autonomía de las ciudades y de las provincias: la necesidad de un Estado y de un Poder real fuerte, es decir, la de un indispensable arbitraje. Durante toda su vida, Luis XV exaltó así la primacía de la Razón de Estado, el sentido del bien común. 11.1.1.5 El estado y la vida económica: el “Colbertismo”. La economía francesa presentaba cierto número de defectos “estructurales” que eran comunes a la mayoría de los países de Europa occidental: escasa productividad de la agricultura, transportes lentos y aleatorios, defectuosas técnicas. Su permanente estado de inestabilidad se veía agravado por la coyuntura, que se caracterizaba entonces por una baja prolongada de los precios, enmascarada a veces por algunos movimientos cíclicos de amplitud débil o media, así como por violentas oscilaciones estacionales. Las dificultades de la coyuntura tuvieron como consecuencia una aminoración de la

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producción, así como cierta debilitación del espíritu de empresa. La vida económica pareció estancarse.

Independientemente de la preocupación del comercio exterior, había que trabajar al máximo y lo mejor posible, y la producción debía ser fomentada. Sin una sabia teoría del “pleno empleo”, como se diría hoy, Colbert tuvo la sensación instintiva de aquella necesidad que, por otra parte, correspondía a su temperamento. Ofrecer a todos unos variados medios de subsistir e incluso de ganar algo, tal fue quizá el rasgo más impresionante de su esfuerzo en tan múltiples direcciones.

Su acción reanudó las tentativas del tiempo de Richelieu: expansión colonial, para evitar las compras de productos tropicales extranjeros; y esfuerzos para crear empresas industriales, con la ayuda de técnicos extranjeros y de capitales suministrados por el Estado y, si era posible, por el ahorro privado. Colbert constituyó así unas manufacturas de dos clases: las manufacturas “del rey”, talleres estatales como los Gobelinos, y las manufacturas “reales”, empresas privadas, fomentadas ya mediante subvenciones o exenciones fiscales, ya por un monopolio de fabricación y de venta. Y como, para exportar, había que mantener la calidad, se instauró una reglamentación minuciosa, robustecida por un cuerpo de inspectores y por sanciones. Aquellas manufacturas, fuera “reales” o “del rey”, apuntaban ante todo a fabricar productos de lujo.

Y para mejorar la fabricación en las empresas que no fuesen manufacturas, Colbert desarrolló y reforzó el régimen corporativo, concebido como un auxiliar de la autoridad del Estado. Los síndicos y guardas jurados de la corporación vigilaron el trabajo y controlaron la ejecución de los reglamentos. 11.1.1.6 Preocupaciones comerciales, coloniales y marítimas. Colbert hizo que, antes que sobre cualquier otro sector de actividad, su esfuerzo recayera sobre la industria. La agricultura no estuvo totalmente ausente de sus preocupaciones. Para ayudar a los campesinos, se contentó, cuando pudo, con disminuir la taille. Procuró facilitar la circulación de los cereales de una provincia a otra, y, sobre todo, dio a Francia cierta unidad aduanera al agrupar a cierto número de territorios, antes fiscalmente autónomos, en los límites de una circunscripción, la de las “cinco grandes fermes” o contratas, fuera de las cuales quedaban las regiones llamadas “extranjeras”. Se interesó sobre todo por la fiscalidad que tenía un alcance económico. Mantuvo la tasa de 50 sueldos por tonelada, instituida por Fouquet sobre todo navío extranjero que no trajera directamente mercancía de su país.

Pero la mayor de las obras de Colbert fue, sin disputa alguna, el resurgimiento y el desarrollo de la marina. Fomentó la construcción de buques mercantes por el derecho de cincuenta sueldos por tonelada y mediante subvenciones. El esfuerzo fue particularmente intenso en lo que se refiere a la marina real. Y la vida económica del reino se aprovechó de esta fuente de actividad que se le ofrecía. Progresó la construcción naval. Se protegió a los bosques, que proporcionaban la madera y el alquitrán. Hubo que fomentar el cultivo de cáñamo, para las velas y los cordajes, así como la metalurgia, tanto más cuanto que los mismos buques mercantes tenían entonces que llevar armas. En fin, se ejecutaron considerables trabajos en los puertos. Lo cierto es que el tráfico marítimo francés recibió, en tiempo de Colbert, un impulso decisivo, a pesar de la desfavorable coyuntura. Pero el designio fundamental de Colbert no fue, en sí, la prosperidad y el bienestar de los franceses, sino el desarrollo del poderío del Estado. Lo político prevaleció sobre lo económico.

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11.1.1.7 Finanzas y fiscalidad. Colbert apuntó ante todo a establecer un verdadero presupuesto del Estado y a reducir los gastos al máximo. Pero no podía hacer otra cosa que abonar las “adquisiciones al contado”, órdenes del rey por las que se había de suministrar inmediatamente una suma que se consideraba indispensable; y ésta era una práctica que trastornaba toda previsión. La recaudación más susceptible de ser fácilmente aumentaba era entonces el impuesto indirecto sobre los productos de consumo corrientes: “gabelle”, “traites”, productos de las aduanas interiores, y “aides” sobre las bebidas. Su recaudación se hacía mediante unos arrendatarios. Colbert aumentó poco a poco la cifra del arriendo de cada uno de esos “fermiers” o “partisans”.

Pero Colbert no pudo conseguir equilibrar el presupuesto. En 1683, el año de su muerte, previó ciento tres millones de gastos, sin las adquisiciones al contado, y tan sólo noventa y siete de recaudación. A decir verdad, en un período particularmente desfavorable, Colbert y Luis XIV impusieron a la nación dos tareas sobrehumanas: una política exterior de guerra casi continua, y una gran tentativa de industrialización. El progreso económico de Francia aparece tan innegable como sus conquistas territoriales, pero no se puede hablar de equilibrio presupuestario, y el valor de la moneda no pudo ser mantenido después de 1688. 11.1.1.8 El gobierno de los espíritus y de las artes. Colbert, cuya vida estaba devorada por el esfuerzo administrativo, se convirtió en ministro de las artes, de las letras y de las ciencias. Lully, superintendente de la música del rey desde 1661 a 1687, fue nombrado regente de todos los teatros, academias y escuelas de música. Carlos Le Brun, primer pintor del rey hasta 1690, ejerció sobre el mundo de los artistas una especie de dictadura para la cual lo calificaban sus competencias casi universales.

Como consejero literario, Colbert había escogido a Chapelain, al que la mayoría de sus contemporáneos consideraban un gran poeta.

Se dio así un poderoso impulso a un arte monárquico, del cual Versalles constituyó la principal pero no la única realización. París le debe al Gran Siglo cierto número de sus aspectos más característicos. Sus bulevares fueron transformados entonces en paseos y adornados con arcos triunfales. El Louvre fue completado y recibió su columnata.

Figura 112. Museo de Louvre

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11.1.1.9 Antiguos y modernos. Los Modernos eran los que estimaban que unos valores auténticos estaban realizados con la cortesía, el refinamiento y el lujo que reinaban en la buena sociedad; que consideraban que, con la floración de las recientes obras maestras y la creación de una nueva lengua, ya no era posible seguirse ateniendo a la tradicional imitación de los Antiguos; y que, finalmente, unían, en términos expresos, su adhesión a Francia y su gusto y su entusiasmo por sus recientes producciones literarias. 11.1.1.10 La “Cultura Popular”. El público de los grandes clásicos pareciera más amplio, no cabe duda de que, numéricamente, era mucho menos importante.

Pero ambos públicos reunidos no constituían, ni de lejos, la mayoría de los franceses. Esta, en particular en los campos, ignoró tanto las quimeras novelescas como las obras maestras clásicas. Sin embargo, también tenía su cultura. Sus temas estaban fuera del movimiento de las ideas y de las artes de la época.

También estaban aquellos libritos de tan pocas páginas, aquella “biblioteca azul”. Tiene el mérito de dar a conocer las lecturas a conocer las lecturas de los ambientes modestos, más especialmente rurales. Comprendía calendarios, almanaques, guías de viaje, libros de aritmética, de medicina; unos relatos que participaban de la mitología y de lo maravilloso pagano: cuentos de hadas, cuentos del lobo, historias de Garantúa, de Hill Eulenspiegel: novelas cortas que expresaban rasgos de afectividad, adaptaciones de novelas de caballería, canciones de taberna y canciones de amor, casamiento cristiano y tendencias libertinas; algunos libritos de educación; unos mitos históricos en los que la Cruzada, y en fin, multitud de obras piadosas, en particular vidas de muy diversos santos. En esta literatura de evasión, el orden social era indiscutido, aceptado tácitamente. 11.1.1.11 La iglesia en la vida de la nación. No aparecer en los oficios o trabajar en domingo; diferir el bautismo de un niño o la llamada al sacerdote junto a un enfermo, constituían unas culpas susceptibles de provocar la intervención de la autoridad, incluso la apelación al brazo secular. Se contaban casi tantos “comulgantes” como feligreses adultos. La práctica de la comunión frecuente y la costumbre de hacer un retiro anual gozaban de un favor creciente. Cierto es que existía un “reverso del Gran Siglo”, tanto en el campo religioso como en los demás. Comúnmente creyentes, hombres y mujeres no eran, por eso, virtuosos.

La Iglesia aumentó el número de los seminarios; se elevó la valía de los sacerdotes. La vida monástica ganó también en calidad. Las reformas de órdenes y de conventos fueron numerosas y se encaminaban hacia una exigente espiritualidad. Como rebrotes de un espíritu cristiano que sólo estaba adormecido, acaecieron algunas “conversiones”. Los laicos de las ciudades se interesaron mucho más que antaño en los grandes debates teológicos.

La Iglesia no se limitó a una acción puramente religiosa. Asumió también la pesada tarea de la asistencia pública. Se encuentra la permanente preocupación por los pobres tanto en la obra de Bossuet como en algunos millares de documentos de aquel tiempo, por ejemplo, en las actas de las reuniones de la Compañía secreta del Santísimo Sacramento. Toda la nación francesa estaba moldeada por la educación que dispensaba la Iglesia católica.

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En cuanto a la enseñanza secundaria y superior, que apenas si se distinguían una de otra, eran enteramente de la competencia de la Iglesia y pertenecían de derecho a la universidad, corporación autónoma. 11.1.1.12 El estado y la vida religiosa. Cierta unidad, cohesión moral y política de la nación, entre 1660 y 1715, no pueden explicarse sin tener en cuenta la acción educadora de los colegios, en particular los de las grandes congregaciones.

La “secta” jansenista: Luis XIV la combatió, especialmente después de la paz de Nimega. Luis XIV pareció querer probar su celo católico eliminado de su reino a la herejía. Por otro lado, una parte importante de sus súbditos lo animaba en esta vía. Muchos católicos no habían admitido el Edicto de Nantes y era entonces un principio comúnmente admitido.

Desde hacía ya mucho tiempo, muchos magistrados regios aplicaban el Edicto de un modo restrictivo, y desplegaban todos los recursos de la burocracia para hacer derruir sus templos.

Paralelamente, se usaban medios menos evangélicos, como la Caja de las Conversiones, dirigida por el académico Pellisson, que devolvía a la Iglesia católica a cierto número de pobres desheredados. Pero cuando la Corte se volvió devota, se acentuó el celo proselitista. Una serie de resoluciones del Consejo prohibió a los protestantes el acceso a los cargos, a las profesiones liberales y a muchos oficios. El hecho de que Luis XIV hubiera creído sinceramente en la próxima extinción de la herejía contribuiría a explicar la desastrosa acta de 1685. 11.1.1.13 La revocación del Edicto de Nantes (1685). Desde 1683, el emperador Leopoldo se presentaba como el campeón de la Cristiandad, a pesar del hecho de que el rey de Polonia había contribuido ampliamente a este triunfo. Para erigirse él también en campeón de la Cristiandad, Luis XIV no podía contentarse con hacer bombardear Argel por Duquesne, como lo hizo en 1682, 1683 y 1684, con liberar a los esclavos cristianos y con purgar de la piratería el Mediterráneo. Quiso triunfar allí donde había fracasado Carlos V de Alemania: eliminar la herejía de su reino; mostrar que sólo él podía conservar su esplendor en el Imperio, y preparar su elección como rey de Romanos. Fue inútil que los protestantes, sintiendo aproximarse el golpe de gracia, le dirigiesen un “último requerimiento” que le aseguraba su lealtad. El Edicto de Fontainbleu, del 18 de octubre de 1685 revocó el Edicto de Nantes, proscribió a los pastores, prohibió a los exprotestantes huir al extranjero bajo pena de galeras, decretó el cierre de sus escuelas, el bautismo de los niños de los “recién convertidos” así como la demolición de los últimos templos. Consideró, pues, a todos los protestantes como unos “recién convertidos”, nuevos conversos. 11.1.2 Derrota de la Burguesía en Holanda (1672) y su Triunfo en Inglaterra (1688) 11.1.2.1 Fracaso de la tendencia hacia el Absolutismo. Entre 1660 y 1715, el viento soplaba a favor del absolutismo. La concentración del Poder era más necesaria que nunca para luchar contra la crisis, intentar que reinase la paz social y disciplinar a la nación en un tiempo de frecuentes guerras. El absolutismo triunfó incluso en las Provincias Unidas. Pero fracasó en Gran Bretaña. Las estructuras originarias fueron allí más fuertes que la coyuntura y que el movimiento general de los espíritus en Europa, al menos durante la primera parte de este período.

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11.1.2.2 La Revolución Holandesa de 1672. Hacia 1660, el Estado liberal y burgués parecía sólidamente implantado en las Provincias Unidas. El Gran Pensionario Jan de Witt semejaba al tipo de aquellos regentes laboriosos y pacíficos que poblaban los Estados, provinciales y generales, así como los consejos municipales de las ciudades, y que constituían el partido Repúblicano. A éste se oponía el partido orangista. La familia de Orange disponía, en efecto, de una vasta clientela que abarcaba las noblezas y los campesinos de las provincias del este, provincias de sociedades estamentales y de burguesías poco desarrolladas, así como el proletariado, los artesanos y los marineros de las del oeste. La oposición política y social se doblaba con una oposición religiosa. Los Repúblicanos eran protestantes, pero de tradición arminiana, mientras que los orangistas eran de tradición gomarista, es decir, de un estricto calvinismo. La burguesía Repúblicana había soportado la dictadura de hecho del estatúder Federico-Enrique, luego Guillermo II. Guillermo II murió el seis de noviembre siguiente y el 14 nació su hijo póstumo Guillermo III, al cual la gran asamblea de las provincias decidió, el 18 de enero de 1651, no conferirle la dignidad de capitán general, con gran descontento de los orangistas. En 1667, De UIT, por el Edicto perpetuo, hizo abolir el estatuderato en Holanda. Poco después, hizo declarar incompatibles las funciones de capitán o de almirante general de las Provincias Unidas con las de estatúder de cualquier otra provincia, todo ello por el Acta de Armonía (1668-70).

Los distintos grupos sociales de la burguesía pusieron su esperanza en el joven Guillermo de Orange. Cuando éste alcanzó los veintidós años, en 1672, Luis XIV hizo invadir las Provincias Unidas. La indignación bullía contra aquellos burgueses que no sólo habían rechazado los créditos militares, en su ciego pacifismo, sino que además, a veces, habían vendido material de guerra a los franceses cuando las intenciones de estos últimos eran evidentes. Estalló la revolución. De Witt y su hermano fueron exterminados por una vociferante muchedumbre. Guillermo de Orange se convirtió en estatúder, capitán y almirante general, y dirigió lo mejor que pudo la guerra contra Luis XIV.

El poderío de Guillermo llegó a ser el de un príncipe absoluto. La guerra contra Francia no tardó en reanudarse y la tensión social interna concentraron todos los poderes en sus manos. Las instituciones no fueron modificadas; pero, mediante diversas presiones, fueron elegidas mayorías orangistas en los Estados y en los consejos de las principales ciudades.

Tras la muerte de Guillermo, ningún miembro de su familia fue capaz de sucederle. La burguesía esperaba la paz y acechaba su sucesión. La actividad mercantil cambió de objetivo: se sustituyó el comercio de las mercancías por el del dinero. El arte, el espíritu público, el dinamismo industrial y mercantil se debilitaron lenta y simultáneamente. La política extranjera de las Provincias Unidas reveló su declive. 11.1.2.3 El conflicto social en Inglaterra. Carlos II deseaba el poder absoluto, y, en el campo social, sus preferencias eran claras: iba hacia los landed men, hacia los señores que vivían sobre sus tierras sin modificar su régimen tradicional; hacia la categoría media rural de los yemoen; incluso hacia los pobres. En desquite, era hostil o reservado para con los burgueses de la ciudad de Londres, cuya religión puritana pretendía conciliar la desenfrenada busqueda del dinero y la preocupación del Más Allá; para con los gentilhombres, miembros de la gentry, afectados por el espíritu capitalista, que hacían vallar sus tierras, prohibiendo a los pobres la tradicional libertad de pasto después de la cosecha, o que a veces incluso hacían

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cercar las tierras comunales. Contra la burguesía de Londres y contra la clase capitalista rural, Carlos II tendió a sostener a las categorías sociales de la vida tradicional y a defender a los pobres.

El Conflicto nunca traspasó, sin embargo, ciertos límites. En el fondo, Carlos II era un hombre de compromiso. Otorgó ciertas satisfacciones a los negociantes. El Estado intervino cada vez menos en los conflictos entre patronos y asalariados. No impidió a la gentry que cercase sus tierras y dejó caer en desuso la ley de los pobres. Aceptó algunas medidas anticatólicas y no reveló sus convicciones. Pero su hermano, el duque de York, cuando llegó a ser Jacobo II, se mostró de una torpe intrepidez en el campo religioso.

Los ingleses pensaban, en su inmensa mayoría, que a la muerte del rey todo volvería al orden. Pero Jacobo, viudo, volvió a casarse con una princesa italiana, y el 21 de junio de 1688 nació un hijo bautizado inmediatamente por un sacerdote católico. Pero antes que aceptar una dinastía “papista”, los whigs organizaron una revolución. 11.1.2.4 La gloriosa Revolución. La inmensa mayoría de los ingleses se hubiera opuesto a negar al rey el derecho a practicar su religión. Por otra parte, la burguesía era violentamente hostil a toda tentativa de establecimiento del poder absoluto del rey. Le reprochaban su alianza con Luis XIV. Pero la revolución realizó prácticamente sin violencia. Los jefes de la oposición llamaron a Guillermo, que desembarcó en Torbay el 5 de noviembre, mientras que su suegro huía a Francia. En enero de 1689, el Parlamento declaró vacante el trono. Lo ofreció a María y a Guillermo, conjuntamente, a condición de que ellos juraran respetar la Declaración de Derechos, texto que resumía los derechos reconocidos a los ingleses y que prohibía al soberano todos los actos por los cuales los Estuardo habían intentando establecer su poder absoluto. Especialmente se prohibió al rey suspender las leyes, dispensar de su ejecución y erigir una jurisdicción de excepción. 11.1.3 Las naciones de burguesía en vías de desarrollo en Europa Mediterránea y Central 11.1.3.1 Predominio del Absolutismo. Entre 1660 y 1615, pueden deducirse dos fórmulas de absolutismo. La francesa, consistente en una alianza del rey y de la burguesía para limitar la influencia de la nobleza. La holandesa, consistente en una alianza del príncipe y de la nobleza para limitar la influencia de la burguesía. 11.1.3.2 Ascenso de las Burguesías Escandinavas. En Escandinavia, el absolutismo evocaba el tipo francés.

En Dinamarca, la burguesía y el clero luterano se unieron en una poderosa reacción patriótica y la Dieta de Copenhague hizo a la nobleza responsable de la desgracia nacional. El Poder real fue proclamado hereditario y absoluto.

En Suecia, el desarrollo de las exportaciones de trigo de Escania y de las industrias metalúrgicas del norte provocó el de una burguesía de comerciantes, de armadores y de manufactureros. El rey Carlos XI pudo apoyarse sobre ella para excluir del Gobierno de la administración a los grandes señores e incluso para realizar la Reducción, es decir, para recobrar de la aristocracia la mayor parte de las tierras que anteriormente le habían sido distribuidas.

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11.1.3.3 Reacción aristocrática en España y en Portugal. Los funcionarios de la España de Felipe II, los letrados, dejaron que el Estado español se les escapase en el Siglo XVII. En España el XVII es todo él reacción aristocrática. La causa de esta revigorización de la alta nobleza residió ante todo en la debilitación del Poder real.

En Portugal era la nobleza la que había convocado a la guerra por la independencia: y la burguesía, sobre todo, la que había permanecido mucho tiempo fiel al rey de España. 11.1.3.3 Italia. La vida económica languidecía más o menos por todas partes y apenas si existía una burguesía muy desarrollada más que en el Milanesado. La primacía del arte italiano no había sido seriamente quebrantada en el Siglo XVII. Italia ofrecía entonces artistas de varios temperamentos de gran valor, que, en una amplia medida, siguieron determinando los modos de pintar y de sentir de la época. Por otra parte, la música gozaba de gran prestigio. Y contribuyó a la formación del músico más grande de todos los tipos, un alemán del norte, Juan Sebastián Bach. 11.1.3.4 Variedad social y política del Sacro Imperio. Durante la primera mitad del Siglo XVIII la Alemania que estaba reparando los desastres de la guerra de los treinta años, aparecía entonces llena de contrastes. Contraste entre los macizos montañosos y las llanuras y los valles fluviales, vías de paso terriblemente devastadas. Contraste entre el oeste y el este del Elba. Toda Alemania padecía entonces, no exclusiva, pero si muy ampliamente, la influencia artística y literaria francesa. La cual se duplicaba con una poderosa influencia política, pero que no tocaba más que un espacio mucho más restringido. 11.2 LAS GUERRAS DE LUIS XIV 11.2.1 La política exterior de Luis XIV 11.2.1.1 Los medios: diplomacia y fuerzas armadas. En la política exterior de Luis XIV pueden distinguirse tres objetivos: afirmar la preeminencia de su corona sobre las de los demás soberanos; preparar la sucesión de su cuñado Carlos II; y asegurar a Francia una buena frontera estratégica. Como su ideal social era absolutamente militar, hacía falta que el rey adquiriese gloria, para que su prestigio creciera ante sus ojos y se obtuviese así su obediencia.

Los medios de aquella política fueron, para su época, muy poderosos. En cuanto al perfeccionamiento y al desarrollo del ejército, se consagró a él toda una familia. Y la continuidad operativa de los dos primeros en estos hombres fue tan notable que resulta difícil discernir sus respectivas partes en la obra común.

Los efectivos llegaron a ser enormes en una época que apenas conocía más que los ejércitos de oficio. Pero no fue él crecimiento del ejército en donde se situó la verdadera revolución de la que entonces fue objeto el arte militar. Este se había convertido en una empresa privada, monopolizada por los gentilhombres. Se creó toda una administración civil, de reclutamiento burgués, a la que quedó subordinada la nobleza de espada.

La técnica militar fue perfeccionada por la organización de nuevos cuerpos, como los dragones, que eran una especie de infantería montada; por la adopción de

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un arma nueva: la bayoneta de boquilla; por el desarrollo de una intendencia digna de este nombre; por la creación de cuarteles y de arsenales, de almacenes de víveres y de forraje. En fin, por la organización de la guerra de asedio y por el profundo acondicionamiento de una frontera militar de plazas fuertes. 11.2.2 El Tiempo de las Victorias 11.2.2.1 Actos de magnificencia. Luis XIV afirmaba que él era el primer soberano de la Cristiandad. Como consecuencia de una disputa entre su embajador en Londres y del rey de España, se encolerizó y exigió de su suegro Felipe IV, que todavía vivía, una declaración pública por la cual él admitía que, desde entonces, sus representantes deberían abstenerse de disputar el paso a los enviados de Francia.

No le fue tan fácil obtener esa satisfacción del papa Alejandro VII. Le hicieron falta dos años de negociaciones para obtener la disolución de ésta, el envío de un Legado encargado de presentar excusas, así como la elevación en Roma de una pirámide conmemorativa. Otro acto de prestigio: el rey obtuvo, incluso de los ingleses, la primacía del saludo a su pabellón en el mar. En fin, sabía que el turco seguía siendo el terror de la Europa central, y que el que obtuviera victorias sobre él adquiría prestigio en toda la Cristiandad.

Djidjelli fue conquistado, pero no pudo ser conservado. Pero al menos, al año siguiente, la flota francesa volvió a surcar el Mediterráneo, obligó a los tunecinos a renovar antiguos tratados, y cañoneo Argel y Cerchell. 11.2.2.2 La Guerra de Devolución o de Flandes. Paralelamente a esta política de prestigio, Luis XIV pensó en explotar la cláusula del tratado de los Pirineos, por la cual su esposa, la infanta María Teresa, había renunciado a la sucesión de España, mediante el pago, jamás efectuado, de una dote de quinientos mil escudos de oro. Estrechó sus lazos con su primo Carlos II de Inglaterra. Concertó con las Provincias Unidas, vecinas septentrionales de los Países Bajos españoles, una alianza definitiva. Y en el este, intentó hacerse ceder la Lorena por su duque, ocupó Marsal y renovó la Liga del Rhin.

Cuando murió Felipe IV y Carlos II se convirtió en rey de España, en 1665, Luis inició una guerra jurídica. Arguyendo con el derecho privado brabanzón de “devolución”, extendido abusivamente al campo internacional, pidió para su esposa, nacida de un primer matrimonio de Felipe IV, ciertas provincias de los Países Bajos, a costa de Carlos II, nacido de un segundo matrimonio.

Al ponerse él mismo a la cabeza del ejército que operaba en los Países Bajos, el rey pareció haber provocado el espanto de sus vecinos. Los armadores y los negociantes de Ámsterdam temieron que al verse pronto dueño de Amberes, volviera a abrir las bocas del Escada a la navegación mercantil y los arruinase así rápidamente.

Las Provincias Unidas, Inglaterra y Suecia propusieron, es decir, impusieron su mediación entre Francia y España. Pero no por ello dejó Luis XIV de sacar menos sustanciales provechos de sus victorias. 11.2.2.3 Preparación de la guerra de Holanda. En la decisión que tomó el rey de emprender una nueva guerra, no había sólo rencor para con las Provincias Unidas: la experiencia había probado que el mejoramiento de la frontera norte sólo

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podía lograrse contra ellas. Colbert deseaba que fuese derrocada la primera potencia económica de Europa. Hugo de Lionne dirigió una brillante preparación diplomática. Lionne se aseguró ya la alianza inglesa, ya la neutralidad de cierto número de príncipes. En Alemania existía una corriente francófoba, animada por el publicista Lisola, y una corriente “irónica”, representaba por el arzobispo de Maguncia Juan Felipe de Schörborn, el “Salomón Alemán”. Pero nada pudieron contra el prestigio ni contra el oro, generosamente distribuido, de Luis XIV. 11.2.2.4 Las operaciones. La guerra fue más larga y más difícil de cuanto se hubiera podido imaginar. Luis XIV y Condé pasaron el Rhin por el vado de Tolhui. Algunas ciudades capitularon y los holandeses hicieron ofertas de paz que el rey cometió el error de no aceptar. Las dificultades no tardaron en surgir. En La Haya estalló la revolución. La república burguesa, en la que Francia conservaba amigos, fue derrocada, y el estatuderato fue conferido al joven Guillermo de Orange, jefe del partido popular, militar y protestante fanático. Este adversario acérrimo de Luis XIV logró construir una coalición antifrancesa, mientras que el rey y Vauban se hallaban ocupados en asediar y en tomar Maestricht.

Inglaterra, que estaba otra vez en guerra con las Provincias Unidas, se apresuró a firmar la paz. En Alemania, Lisola orquestó una violenta campaña antifrancesa. El nacimiento del antagonismo entre Francia y Alemania, cabe a raíz del brote auténtico patriotismo alemán. Los príncipes renanos fueron los primeros en reclamar la ruptura de la Dieta con Francia, que aconteció en mayo de 1674. Sólo Hannover y Baviera se mantuvieron al margen de aquella guerra, la primera en la que el conjunto de los alemanes hallase unido contra Francia.

Por fin, en 1675, Suecia, aliada de Francia, fue derrotada en Fehrbellin por el “Gran Elector”, que había abandonado la amistad francesa, parece que por simpatía hacia la suerte de sus correligionarios calvinistas de los Países Bajos.

Pero un esfuerzo extraordinario permitió a Francia superar las dificultades y vencer. El rey conquistó el Franco Condado. Luis XIV pudo así tratar brillantemente en Nimega. 11.2.3 El Apogeo: de la Paz de Nimega(1678-79) a la Tregua de Ratisbona (1684) 11.2.3.1 La declaración de los Cuatro Artículos. Aun cuando Luis XIV había renunciado a los Países Bajos, por lo menos había consolidado la frontera de su Reino al norte y al este. Las Provincias Unidas fueron tratadas con benevolencia, siendo así que la guerra había sido emprendida para quebrantar su poderío económico. Luis XIV pareció ser el árbitro de Europa. Pudo, a consecuencia de una campaña de Créqui, imponer su paz a todos los enemigos de Suecia e incluso alianza al más temible de todos ellos, el Gran Elector, por el tratado de San Germán.

Cuando, desde el lado francés, se hace el balance de esta guerra europea de seis años, el activo resulta altamente satisfactorio. Pero existió también un pasivo, uno de cuyos elementos estaba constituido por un temible conflicto con el jefe visible de la Iglesia. Con referencia a las relaciones de este último y del poder real, Luis XIV tenía unas concepciones que participaban en las de sus obispos y, sobre todo, de los parlamentarios de su reino. Como rey de derecho divino y al no derivar su Poder más que sólo de Dios, estimaba que tenía derechos sobre este asunto. En virtud de un derecho eminente de propiedad, podría, en caso de vacante, cobrar en ellas las

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rentas de sus temporalidades hasta que instalase el nuevo obispo. La asamblea del clero, reunida en 1675 no dijo palabra sobre este asunto.

Cuando la cuestión de la regalía fue llevada ante Inocencio XI, este defendió con ardor lo que creía que formaba parte de los derechos inalienables de la Iglesia.

Sagazmente, en su conflicto con Roma, el rey se guareció tras el alto clero francés. Y este último, en el que abundaban los parientes y los amigos de los ministros, se mostró de un notable servilismo para con él.

El 19 de marzo de 1682, se votó la Declaración de los Cuatro Artículos. Las doctrinas allí condensadas debían ser enseñadas en las facultades y en los seminarios, y el rey les dio valor de ley. Luis XIV fundó una especie de Iglesia nacional, independiente, enlazada con el papa por un simple vínculo de deferencia. Fuera de Francia, muchos católicos le consideraron como un temerario, como un rebelde, casi como un cismático. El tuvo conciencia de ello, y su preocupación por manifestar su celo católico iba a conducirle muy lejos. 11.2.3.2 La Tregua de Ratisbona (1684). El mismo día que unas tropas francesas habían ocupado Estrasburgo, otras habían entrado en Casale, capital del Montferrato, que el duque de Mantua había vendido en secreto a Luis XIV.

Pero la diplomacia francesa, combinando la seducción y la amenaza, supo utilizar todas las circunstancias favorables. Logró disociar con tanta mayor facilidad la coalición que se esbozaba, cuanto que el emperador estaba entonces peleando con los turcos de Kara Mustafá, llegados bajo los mismos muros de su capital. Y España, que estaba resuelta a defender la fortaleza de Luxemburgo se vio obligada a declarar sola la guerra a Francia. Un ejército francés lanzó una flecha en Cataluña. Otro invadió los Países Bajos. Por el lado francés, la guerra se llevó muy duramente. Louvois recomendó agotar económicamente al adversario, destruyendo lo más posible. Y como la república de Génova había suministrado unas galeras a España, una flota francesa vino a lanzar sobre la ciudad diez mil bombas incendiarias que la destruyeron en su mitad. Y no por eso tuvo el dux que dejar de acudir a Versalles para presentar las excusas de la república.

Al tener al rey decididamente para sí y seguir pareciendo aleatorias las posibilidades de una coalición, las Provincias Unidas ofrecieron sus buenos oficios. Tras unas rápidas negociaciones, se concertó una tregua de veinte años en Ratisbona. Comprendía dos tratados: el primero estableció una tregua de veinte años con el emperador y con el Imperio, durante la cual el rey conservaría los territorios anexionados por “reunión” hasta el 1 de agosto de 1681, así como Estrasburgo y el puerto de Kehl, sobre el Rhin, que habían sido conquistados después de aquella fecha. El segundo reconocía a Luis XIV Luxemburgo, Beaumont, Bouvines, Chimay y sus dependencias, contra la restitución de Courtray y de Dixmude, desmanteladas. Pero fue considerada una tregua ilusoria. 11.2.4 Los Tiempos Difíciles 11.2.4.1 La coalición antifrancesa. Política exterior y política interior se hallaron inexplicablemente mezcladas en el curso de los treinta últimos años del reinado de Luis XIV.

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Desde Inglaterra hasta Suecia, la renovación del Edicto de Nantes escandalizó a la conciencia protestante, y los enfebrecidos relatos de los refugiados llevaron al colmo la indignación. Se esbozó así una verdadera solidaridad confesional entre los países del norte, mientras que España, el emperador y el mismo papa, exasperados por los procedimientos de Luis XIV, parecieron estar mejor dispuestos hacia los príncipes protestantes. Pero no por eso dejó de continuar el rey con su política de intimidación. Sostuvo altivamente los derechos de su cuñada Liselotte a la herencia del Elector Palatino. Y colocó autoritariamente sobre el trono arzobispal de Colonia a su candidato Guillermo Egon de Fürstemberg.

Impulsó así a sus enemigos a unirse. El 9 de julio de 1686, el emperador, España, Suecia, Baviera y los príncipes del Círculo de Franconia formaron contra él la llamada Liga de Augsburgo, que no le intimidó. En un ambiente de odio antifrancés, fue como se supo, en Europa, el golpe teatral que modificó profundamente las relaciones de sus fuerzas, la “gloriosa revolución” de 1688, la sustitución de un Estuardo católico y francófilo por su hija y por su yerno, que era el peor enemigo de Luis XIV.

Las hostilidades empezaron en septiembre de 1688 y estuvieron marcadas inmediatamente por un acto atroz: la devastación sistemática del Palatinado, decidida por el rey a instigación de Louvois, tonel designio de proteger a Alsacia, para evitar que fuera ocupada y arrasada, como en 1674-75. Una alianza se constituyó alrededor de Guillermo. Si los alemanes hacían la guerra contra la expansión francesa en Renania; los españoles, para recobrar Luxemburgo; y los saboyanos, para satisfacer los apetitos territoriales de su duque. Destruir el imperio francés de América constituía, en Londres, el principal designio del partido belicista. 11.2.4.2 La guerra de la Liga de Augsburgo (1689-97). Mientras que la Coalición sufría gravemente de falta de unidad de dirección, Luis XIV ejerció una verdadera dictadura de guerra. Seignelay y Louvois, desapercibidos fueron sustituidos por Luis Phélypeaux y por Barbezieux. No valían tanto como sus predecesores y el rey se reservó cada vez más todo examen y toda decisión referentes a los problemas políticos y militares. Turena y Condé murieron, pero se revelaron otros dos jefes, de un genio que, a veces, fue tan brillante como el suyo: el mariscal de Luxemburgo y Catinat. Por fin, la flota fue confiada a un marino de primer orden, Tourville.

Manteniéndose a la defensiva por el lado del Imperio, los franceses tomaron la ofensiva en otros tres frentes. En los Países Bajos, en donde Luxemburgo venció. En Italia, donde Catinat forzó la entrada de Saboya en Staffarde. Y en el mar, donde la flota mantuvo en respeto a ingleses y holandeses. Pero, en mayo de 1692, fue gravemente dañada por un enemigo superior en fuerza, y casi aniquiada por la tempestad en la Houghe. Y la paz resultó la conjunción de dos factores.

Por una parte, el agotamiento de los beligerantes, que dependía de un esfuerzo bélico sin precedentes, conjugado con las dificultades de la coyuntura.

El segundo factor fue la moderación de Luis XIV. Desde 1693, se reconcilió con Roma, en donde reinaba un nuevo papa, Inocencio XII. A cambio de la extensión de la regalía a todos los obispados del reino, renunció a prescribir la enseñanza de los Cuatro Artículos. Luego, en 1696, logró un golpe magistral: mediante la cesión de Pignerol, separó a Saboya de la Coalición. Españoles e imperiales, amenazados en sus posiciones italianas, retiraron entonces sus tropas del

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Milanesado. Por fin, prometió reconocer el resultado de la revolución inglesa de 1688. 11.2.4.3 La Paz de Ryzwick (1697). Mostró la misma moderación durante las negociaciones que preludiaron a la paz general. Devolvió la Lorena a su duque, Luxemburgo a Carlos II, y a los imperiales todos los territorios “reunidos”, salvo Estrasburgo y Sarreluis. Hizo algunas concesiones mercantiles y sobre todo estratégicas a las Provincias Unidas: una línea de plazas belgas, situadas en su mayoría no lejos de la frontera francesa, recibiría guarniciones holandesas. Era esta la Barrera, medida de desconfianza antifrancesa. Y, sobre todo, cláusula humillante, reconoció a Guillermo II, rey protestante de Gran Bretaña. Los franceses apenas si entendieron esta moderación, después de ganada una guerra. El pueblo ya no tuvo, según parece, la misma admiración hacia su rey que en 1679. 11.3 LA EUROPA SEPTENTRIONAL Y ORIENTAL ENTRE 1660-1715 11.3.1 La Polonia de Juan Sobieski 11.3.1.1 Personalidad de Sobieski. Por haber dirigido contra los turcos un combate casi incesante durante gran parte de su vida, era el soberano de Europa que más se parecía a un cruzado. Sus cualidades de jefe militar, afirmadas desde la batalla de Zborow, eran de primer orden. Pero no tenía gran talento político, y durante su reinado no pudo impedir que su país se debilitara. 11.3.1.2 Las Dietinas. La vida política atestiguaba la extraordinaria pasión de su nobleza por la libertad, que la hacía rebelde a toda disciplina y contra la cual no iba a poder prevalecer ninguna consideración de salvación pública.

Cada provincia, cada distrito, cada porción del territorio constituía una individualidad distinta, que gozaba no sólo de la autonomía administrativa local, sino de los derechos constitucionales de la soberanía. Cada una de estas unidades tenía su dietina (asamblea de nobles). Por otra parte, desde 1569 Polonia estaba unida a Lituania. Se decía que era una “república”, constituida por dos países, “la Corona”, es decir Polonia propiamente dicha, y “el gran ducado”, es decir, Lituania. Pero no existía más que una sola Dieta general para los dos países.

11.3.1.3 La Dieta. Esta asamblea, desde la constitución Nihil Novi de 1505, estaba compuesta de los tres estamentos de la nación: el rey, representante del principio soberano; el senado, representante del Poder central, y los diputados o nuncios de las dietinas provinciales, mandatarios de la sociedad. Ningún impuesto sin su consentimiento. Pero cada una de sus decisiones, según la regla del liberum veto, podía volver a ser discutida por la voluntad de uno solo de sus miembros.

11.3.1.4 Partido Francés y Partido Austriaco. Los reyes, Ladislao VII y Juan Casimiro se casaron sucesivamente con María Luisa de Gonzaga, con lo que pudo pensarse que la influencia francesa iba a llegar a predominar en Polonia.

Como Juan Casimiro no tuvo hijos, el partido francés concretó su elección sobre el duque d’Enghien, hijo de Condé. Austria organizó un partido adverso, que tuvo como consigna la libertad de la nación en la elección de sus soberanos.

La Dieta de 1662, trabajada con cuidado, hizo fracasar el plan francés. Lubomirski sublevó a la szlachta y derrotó a las tropas de Juan Casimiro. Por la

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Convención de Legonica éste tuvo que renunciar solemnemente a designar a su sucesor. Luego, abdicó y se fue a morir a Francia.

Los reinados de Miguel Korybut Wisniowiecki y de Juan III Sobieski no fueron en definitiva más que el de Austria, que explotó su victoria de 1666. Utilizó a estos dos príncipes, auténticamente polacos, para contener al reino en paz y para someterlo a sus planes.

11.3.1.5 Progreso de los Magnates. A lo largo de todo el Siglo, la szlachta continuó debilitando al poder central a limitar cada vez más los derechos de la Dieta en beneficio de las dietinas. Pero la szlachta no destruyó la autoridad del poder central sino para caer bajo la tutela de los magnates: lo cual constituyó un hecho capital de la historia de Polonia en el Siglo XVII. La alta aristocracia conservó los altos cargos en el Estado. Era la dueña del Senado. Era culta, tenía el sentimiento de los intereses públicos y la preocupación de las reformas. La szlachta había reforzado, en su propio interés, las atribuciones de las dietinas.

Pero al estar repartida, como la szlachta, en grupitos rivales, la alta aristocracia se enviscó, en lo que se refiere a la elección del soberano, en las intrigas y en las vacilaciones. Tras la muerte de Juan Sobieski, se vio reaparecer un partido francés, que sostuvo al príncipe de Conti, y un partido austriaco, partidario del hijo de Sobieski. Pero ganó un tercer candidato, a fuerza de dinero: el elector de Sajonia, Federico Augusto. Y como entre polacos y rusos existía un vínculo de unión: el temor de las ambiciones suecas se alió al zar, que había emprendido la creación de una nueva Rusia: Pedro el Grande. 11.3.2 La Rusia de Pedro el Grande 11.3.2.1 Situación General. Aquel inmenso país contaba entonces unos trece

millones de habitantes, una enorme mayoría de campesinos, una pequeña minoría de nobles, y algunas ciudades. La burguesía era todavía muy débil, el gran comercio estaba entre las manos de extranjeros. Bajo el zar Alejo se había ejercido cierta influencia alemana. Bajo su sucesor Hedor cierta influencia polaca. Y Pedro quiso abrir su imperio a la civilización occidental todavía más que sus predecesores. Muy joven, conocía por algunos amigos que él se había

hecho en la Sloboda, un nuevo mundo que contrastaba con Rusia, en donde las

costumbres eran asiáticas; las técnicas, retardatarias, y la administración, cuando existía, ignorante e indolente. Se liberó a los diecisiete años de la tutela de su hermana Sofía y legó a ser realmente zar. 11.3.2.2 La renovación administrativa. Pedro llevó a cabo para la guerra la mayor parte de su obra de transformación de Rusia. Su reforma administrativa apuntó ante todo a mejorar el rendimiento del impuesto y a reforzar su autoridad personal. Para realizarla, Pedro supo rodearse de hombres nuevos.

Figura 113. Pedro el Grande

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Se estaba habituando a considerar al zar como un “autócrata”. Pedro insistió sobre esta concepción y la convirtió en un absolutismo de derecho divino. Creó un Senado de nueve miembros, encargado de suplirlo durante sus ausencias y dotado de poderes absolutos. Por debajo del Senado instauró unos colegios ministeriales, colocados a la cabeza de una administración que el zar quiso muy centralizada: ocho gobiernos, divididos en provincias, distritos y cantones. Los comisarios de distrito y de cantón no tenían más que una tarea esencial: repartir y recaudar los impuestos.

Para la recluta del ejército, Pedro obligó a los señores a suministrarles cada año un contingente de campesinos a los cuales convirtió en soldados.

La necesidad de fondos le impulsó igualmente a suprimir numerosos conventos, a reunir sus tierras a los dominios imperiales, ya muy extensos, y a constreñir a los demás al pago del impuesto. Por otra parte, retuvo al clero muy en su mano, gracias a la creación del Santo Sínodo y a la supresión del patriarcado de Moscú. El representante del zar junto al Santo Sínodo, el procurador general, fue así un verdadero ministro de cultos. 11.3.2.3 El gran reparto. En una amplia medida, la política económica de Pedro también estuvo orientada hacia el ejército y hacia la guerra. La mayoría de las noventa y ocho manufactureras que funcionaban al acabar su reinado, estaban dedicadas al armamento. Pero aquel desarrollo económico no fue suficiente para hacer nacer una burguesía. Y, visto el estado social del país, Pedro no pudo utilizar, en los puestos de dirección, más que a nobles. El grado de dignidad en la nobleza correspondía a la jerarquía de las funciones. Las mujeres tomaban el rango de su marido. Y, a partir de cierto grado, la nobleza se hacía hereditaria.

Las consecuencias fueron considerables. Primero, una importante extensión del orden nobiliario. Luego, la obligación, para los miembros de la vieja nobleza, de adquirir el mínimum de instrucción necesaria para convertirse en oficial o en funcionario. Tácitamente, lo que se realizó así entre el soberano, de una parte, y la aristocracia terrateniente, de otra, fue un verdadero reparto del poder y de sus ventajas sociales. Pedro entregó a los nobles toda la administración local. 11.3.3 La Suecia de Carlos XII 11.3.3.1 Personalidad de Carlos XII. Carlos XII, a diferencia del zar, había recibido una educación particularmente cuidada, a la vez intelectual y práctica. Había sido iniciado tanto en la minucia194 de la administración sueca como en la práctica de los más peligrosos deportes. La influencia de su padre explicaba sin duda su constante reserva, su actitud generalmente taciturna, su aversión hacía todo lo que era francés, así como por los métodos puramente diplomáticos. Su preparación para el oficio de rey hubiera sido todavía mejor si hubiera podido adquirir experiencia siendo guiado por sabios tutores. Pero tras la muerte de su padre, el Riksdag reunido en Estocolmo, por envidia hacia los regentes, ofreció el pleno ejercicio del Poder a aquel joven de quince años. El Senado asintió, y Carlos declaró que él no podía resistir a la llamada de sus súbditos, y que, de ahora en adelante, asumía el Poder “en nombre de Dios”. Durante la ceremonia de la coronación, se colocó él mismo la corona sobre su cabeza y no prestó el kungaforsakring, juramento habitual que les aseguraba ciertas garantías a los súbditos. Esto hace pensar que él estimaba que no tenía ninguna obligación hacia su

194 Cosa de poco valor.

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pueblo. No obstante, su conducta pareció inspirada por un indiscutible sentido del deber. 11.3.3.2 De Narva a Cracovia. Tres años después de su advenimiento estalló la Gran Guerra del Norte (1700-1721). Polonia, Dinamarca y Rusia se habían unido contra Suecia; coalición que no tenía otro fin que el reparto del Imperio sueco. El joven rey mostró un excepcional sentido de la decisión. Logró desembarcar a pocas leguas de Copenhague, e imponer al rey Federico IV la paz de Traventhal. Luego, con ocho mil hombres, se dirigió a Livonia, atacó Narva y obtuvo una clamorosa victoria sobre los rusos.

Carlos estaba decidido a volver sus fuerzas contra Augusto II, pero no le fue permitido. El más peligroso de los dos adversarios de Carlos no eran entonces las masas rusas, sino el ejército sajón, disciplinado y bien organizado. La política de Carlos XII, que iba a consistir en situar sobre el trono de Polonia a un rey elegido por él parece no haber estado inspirada así por la ambición, sino por una preocupación defensiva.

Después de haber eliminado al invasor de Livonia Carlos ocupó el ducado de Curlandia, estado vasallo de Polonia, y lo transformó en un gobierno general sueco. 11.3.3.3 De Cracovia a Poltava. Derrotó a los polacos y a los sajones en Kliszow, y se apoderó de Cracovia, por una maniobra de una audacia extraordinaria. Adoptó las medidas más bárbaras para someter sus puntos de vista a los polacos que habían permanecido fieles a Augusto II. Fue vencedor de Pultusk, tomó Thorn tras un largo asedio.

Mientras él había obtenido esos éxitos, Pedro el Grande se había apoderado, ciudad tras ciudad, de Livonia y de Ingria. Había invadido Finlandia y había fundado San Petersburgo. Augusto II se vio obligado a renunciar al trono de Polonia, a comprometerse a no participar en ninguna coalición antisueca y a autorizar el estacionamiento del ejército de Carlos sobre su territorio. El prestigio del rey de Suecia era entonces extraordinario. Otra manifestación del poderío de Carlos XII fue que buscó disputa al emperador con motivo del modo cómo eran tratados los protestantes de Silesia, y obtuvo de él que se beneficiasen de todos los derechos que les habían garantizado los tratados de Westfalia, de los cuales era garante.

Por la victoria de Holowczyn Carlos expulsó a los rusos que habían penetrado en Polonia. Los persiguió luego a través de su país, que ellos devastaron sistemáticamente según él se iba acercando. El ejército de refuerzo que Levenhaupt debía traerle de Livonia fue aniquilado en Lyesna en octubre y Carlos se dio cuenta de que no podría tomar Moscú. Y antes que batirse en retirada, marchó hacia el sur, aceptando la alianza del Atamán de los cosacos Iván Mazeppa-Koledinsky. El 28 de junio fue vencido por el mismo Pedro el Grande. De los veinte mil hombres de a pie y de los veinticuatro mil jinetes con los que había salido de Sajonia, ya no le quedaban más que mil quinientos de éstos últimos, con los cuales no pudo hacer otra cosa que huir hacia Turquía. 11.3.3.4 De Turquía a Noruega. Por primera vez en su vida, Carlos tuvo que recurrir a la pura diplomacia y, cosa pasmosa, su pluma se reveló casi tan temible como su espada. Obtuvo sucesivamente la dimisión de cuatro grandes visires rusófilos y, entre 1710 y 1712, llevó a la Puerta a declarar tres veces la guerra a Rusia, pero después de noviembre de 1712 le faltó el dinero y como el zar fingiera mostrarse acomodaticio, el sultán empezó a considerar a Carlos como un huésped

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cargante. El 1 de febrero de 1713 fue atacado en su campamento de Bender y, después de una lucha épica, hecho prisionero. 11.3.3.5 Los Tratados de Estocolmo, de Frederiksberg y de Nystad. Tres tratados liquidaron entonces la guerra del norte. En Estocolmo y en Frederiksberg, Hannover adquirió Brema y Varden, y Prusia parte de Pomerania. Dinamarca tuvo que contentarse con algunas ventajas económicas. En 1721, en Nystad, Pedro el Grande se anexionó Carelia, Ingria, Estonia y Livonia. Ciertamente, Suecia conservó las islas Aland, Rügen, Pomerania anterior lo mismo que Finlandia y Escania. Un hecho significativo fue que en esta, Gran Bretaña había participado a su lado.

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CAPÍTULO 12. DESDE LA MUERTE DE LUIS XIV HASTA

LA INDEPENDENCIA AMERICANA 12.1 EL LLAMADO SIGLO XVIII 12.1.1 Nuevas Condiciones en Occidente

Durante la mayor parte del Siglo, el absolutismo no cesó de constituir el elemento fundamental de la vida política en esos dos continentes. Hasta la mitad del Siglo, no había alcanzado más que un restringido número de miembros de las élites. Sólo a fines de su tercer cuarto se la vio desencadenar en América una revolución impregnada de sus principios. No hay que olvidar dos fenómenos de alcance considerable, y que marcaron al Siglo tanto como la evolución del espíritu: por una parte, un excepcional crecimiento demográfico; y por otra, parte el renacimiento de una coyuntura económica favorable.

La necesidad de alimentar a un número de hombres cada vez mayor provocó una mutación de la agricultura; y la de fabricar muy deprisa grandes cantidades de productos baratos llevó al descubrimiento y a la adopción de unos procedimientos técnicos que habían de originar el maquinismo contemporáneo.

El tiempo de la relativa penuria monetaria se iba esfumando poco a poco. Desde fines del Siglo XVII se había producido una lenta recuperación de la producción mundial de oro. 12.1.2 Situación Social

La población de áreas culturales enteras siguió cuajada de sus estructuras anteriores. Pero en otros países el número, la cifra de negocios y el poderío de los empresarios aumentó. En Europa occidental, la evolución de las mentes fue mucho más rápida. Mientras que durante el Siglo XVII todavía no se podía hablar de sociedad de clases. Se perfilaron ahora nuevas realidades, que luego se consolidaron vigorosamente.

Se aumentó considerablemente, al mismo tiempo, la importancia de los hombres “de talento”, es decir, los escritores, ingenieros, médicos, artistas, músicos. Se fue clasificando cada vez más a los hombres y a los grupos conforme a unos principios nuevos. La antigua concepción de la sociedad estaba siendo sustituida por otra nueva.

La clase burguesa, que atribuía su enriquecimiento únicamente a las virtudes y a los méritos de sus miembros, y que estaba muy orgullosa de su éxito, llegó muy pronto a suspirar por una consagración legal de la nueva jerarquía social, por la transformación del estado de hecho en estado de derecho. 12.2 LAS RIVALIDADES INTERNACIONALES ENTRE 1715 Y 1776 12.2.1 Dos Crisis Franco-Españolas

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12.2.1.1 La Crisis de 1718-1720. La política española fue dirigida, durante cinco años, por el abate Alberoni. Su ascensión provocó muchas calumnias. Hizo casar a Felipe V con Isabel de Farnesio, hija del duque de Parma. La primera preocupación de la nueva reina fue la de expulsar a la princesa de los Ursinos. Alberoni se ilusionaba con hacer que España contribuyese a la regeneración de Italia. Como sabía que Felipe V no había admitido el Tratado de Utrecht, ni renunciado al trono de Francia, lo intentó todo para darle la regencia, o incluso, en el caso de muerte del pequeño Luis XV, el trono de Francia a Alberoni.

Pero España estaba mal preparada para el esfuerzo bélico que reclamaban los proyectos italianos de Alberoni y de la reina. En particular, se tenían que volver a abrir los arsenales y que improvisar en unos pocos meses una flota de guerra que pudiera mantener en jaque a los ingleses en el Mediterráneo. Además, Europa aspiraba a la paz y Alberoni no encontró más unas alianzas lejanas y precarias. Aleberoni entró en relaciones con el húngaro Francisco Rakocsi y con los turcos para volver a encender la guerra en los Balcanes y apartar así de Italia a los austriacos. Pero todas aquellas maquinaciones fracasaron y España se halló reducida a sus únicas fuerzas contra una temible coalición.

Preocupado por suceder eventualmente a su sobrino nieto Luis XV si acaso llegaba éste a morir, Felipe de Orleáns se esforzó en conseguir aliados. Se concertó así en La Haya un Triple Alianza por la adhesión del emperador el 2 de agosto de 1718. Las potencias convinieron en imponer a Víctor Amadeo de Saboya un intercambio con el emperador, el cual le cedería Sicilia contra Cerdeña. Y se reconoció al infante don Carlos, hijo de Isabel de Farnesio, la sucesión de Parma y eventualmente la de Toscana, en donde los Médicis iban a extinguirse sin herederos.

Pero Felipe V no se resignó al abandono de Nápoles y de Sicilia. Los españoles ocuparon Cerdeña y pusieron pie en Sicilia. Los franceses penetraron en España en donde la política regente les obligó a combatir a un rey al cual habían defendido algunos años antes contra toda Europa. Berwick, general al servicio de Francia, cruzó el Bidasoa y se apoderó de Pasajes. En unos pocos días todo fue destruido. Otro cuerpo fue a incendiar San Antonia. Así esta expedición inútil no sirvió más que para asegurar la superioridad marítima de la Gran Bretaña.

Felipe V se doblegó. Dimitido Alberoni y confirmada su renuncia a la corona de Francia, la paz se firmó sin dificultad. 12.2.1.2 La Crisis de 1725. La crisis rebrotó en 1725. Entre los Orleáns y aquellos Borbones, primos más lejanos del linaje regio, reinaba un odio sólido. Borbón anhelaba que Luis XV diera un heredero al trono lo más aprisa posible. Y como la infanta no tenía más que seis años, fue reexpendida a su padre, casando a Luis XV, que tenía quince años, con María Leszczynska, de veintidós años.

Se concibe que Felipe V quedase disgustado por tan burda manera de proceder, y se aproximó entonces el emperador Carlos VI. Los dos antiguos adversarios tenían razones para llegar a un acuerdo. Felipe V halló en él la garantía de las herencias de Parma y de Toscana para su hijo don Carlos. Y Carlos VI hizo reconocer por Felipe V la Pragmática Sanción que daba toda su sucesión a su propia hija María Teresa. Aquella alianza estuvo dirigida, sobre todo, contra Gran Bretaña.

Europa se vio amenazada por una nueva guerra, evitada gracias a la diplomacia del Cardenal Fleury, que hizo despedir al duque de Borbón, se aseguró

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del apoyo de Gran Bretaña, inquieta por los proyectos españoles de reconquista de Gibraltar, e hizo que se la satisficiera en todos los puntos. Por los tratados de Sevilla y de Viena, España restituyó a los comerciantes franceses, ingleses y holandeses los privilegios que antes les había quitados para reservárselos a los súbditos del emperador, y éste, por su lado, suprimió la Compañía de Ostende. 12.2.2 La Guerra de Sucesión de Polonia (1733-1738) 12.2.2.1 Final del pacifismo preconizado por Fleury y Walpole. La conformidad entre Fleury y Walpole, ministros tan pacíficos el uno como el otro, mantuvo la paz entre Francia e Inglaterra. Pero esta paz entre estas dos grandes naciones benefició a la larga más a la primera que a la segunda.

Augusto II, rey de Polonia y elector de Sajonia, murió en 1733. Dos candidatos disputaron su sucesión: su hijo Augusto y Estanislao Leszczynski. Gracias al dinero de su yerno, Estanislao fue elegido por la Dieta, en septiembre. Proclamó su adhesión a la constitución polaca y la liberum veto. El emperador y la zarina Ana Ivanovna vacilaron en sostener contra él la causa del elector de Sajonia, por medio a ver establecerse en Polonia una monarquía hereditaria. Sin embargo, se aliaron a esta solución, pues Estanislao estuvo a punto de provocar en su país un levantamiento nacional, apoyado por Francia. Y como una fracción muy minoritaria de la Dieta proclamó a Augusto III, las tropas rusas y austriacas entraron en Polonia para apoyarlo. Como en 1696, la suerte de las armas separó a los dos reyes. 12.2.2.2 Influencia del partido antiaustriaco. En Francia, el guardasellos Chauvellin, figura dominante del partido hostil a Austria, determinó a Luis XV y a Fleury a intervenir a favor del popular Estanislao.

Perdida la partida ante los rusos, Francia se enfrentó con sus cómplices austriacos. Chauvelin hizo concertar unas alianzas con el rey de Cerdeña, con el elector de Baviera Carlos Alberto y, sobre todo, con Felipe V. Durante aquella guerra atendió mucho al emperador, pues su intención era la de establecer, sobre la base de un acuerdo franco-austriaco, la paz en una Europa desasida de la tutela británica.

Los generales franceses adoptaron una táctica definida por un escritor militar de la época, táctica que parecía convenir al temperamento nacional, más valeroso que disciplinado. Consistía en romper las líneas enemigas por una carga masiva de los batallones y de los escuadrones que atacaban por oleadas sucesivas y al arma blanca: la potencia del choque hubo de prevalecer sobre el tiro de los austriacos. Pero aquella táctica no ahorraba vidas humanas. Y sobre todo los oficiales eran diezmados en unas batallas en las que no se ponía en juego la suerte del país. 12.2.2.3 Francia, árbitro de Europa. El tratado de Viena (1738) confirmó a Augusto III sobre su trono de Polonia. Estanislao conservó el título de rey y adquirió la Lorena y el Barrios que a su muerte deberían volver a Francia. Francisco, duque de Lorena, fue indemnizado con Toscana. Don Carlos abandonó aquel gran ducado. Cedió también Parma al emperador. Pero éste, a cambio, le entregó el reino de las Dos Sicilias. El rey de Cerdeña agrandó el Piamonte con algunas plazas del Milanesado. Y, por fin, Francia reconoció la Pragmática Sanción. Ente tratado le benefició.

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Nunca había sido Francia más poderosa ni más respetada. Aliada de los Borbones de España y de Nápoles, aliada de Turquía, reconciliada con el emperador, era, según la frase de Federico II, el árbitro de Europa. Pero aquel triunfo no duró mucho. Cuatro años más tarde, en enero de 1743, murió el cardenal, dejando a Francia en una guerra tan insensata en su objetivo como ruinosa por sus consecuencias. 12.2.3 La Guerra de Sucesión de Austria (1740-1748) 12.2.3.1 Su desencadenamiento. La pragmática sanción. El 20 de octubre de 1740 murió el emperador Carlos VI, cuando el prestigio de Austria todavía no se había repuesto del severo golpe que le había asestado la firma del tratado de Belgrado. Había tenido la ilusión de que unas actas notariales bastarían para confirmar a su hija María Teresa en la tranquila posesión de su herencia. Por haber regulado en su favor el orden de sucesión de sus posesiones hereditarias había empleado una buena parte de su reinado en hacer reconocer aquella Pragmática Sanción por todos los interesados. A cambio de concesiones a veces muy gravosas, todos habían acabado por darle su conformidad. Pero debilitado por sus reveses en Italia y en Oriente, el emperador ya no tenía crédito, ni dinero, ni ejército.

Al invocar a unos reglamentos anteriores a la Pragmática, en nombre de las princesas, sus esposas o sus abuelas, los electores de Baviera y de Sajonia, los reyes de España y de Cerdeña, hicieron valer sus derechos a la sucesión entera.

El elector de Baviera quería Bohemia y la corona imperial; el de Sajonia, Moravia; el rey de Cerdeña, Milán; y Felipe V, Parma y Piacenza para un infante. En el último momento surgió el nuevo rey “en Prusia”, Federico II, que reclamó cuatro ducados de Silesia en virtud de contratos de dos Siglos atrás. 12.2.3.2 Los Hohenzollern y su ejército. Federico había heredado de su padre un ejército de ochenta mil hombres. Los mozos eran inscritos desde su bautismo en el alistamiento militar. Y cuando llegaban a la edad adulta, quedaban a la disposición del ejército desde los dieciocho a los cuarenta años. Los alistadores prusianos reclutaban, además, otros soldados en los países vecinos. La Academia de Cadetes, creada en Berlín en 1722, formaba a los oficiales, reclutados todos ellos entre la nobleza.

El rey sargento, nombre que le dieron al Rey Federico, había querido educar a su hijo como a un oficial de su ejército, pero el joven príncipe había escapado a la tutela paterna. Posteriormente, los dos hombres se reconciliaron y Federico se inició con celo en la práctica de la administración.

El error de muchos contemporáneos fue el de creer que, a su advenimiento, Federico no aplicaría más que la primera parte de su programa. Y, en efecto, empezó su reinado licenciado a la guardia de gigante y reconstituyendo la Academia de Berlín. Pero también reivindicó el derecho de hacer la guerra para adelantarse a su adversario. 12.2.3.3 La coalición contra María Teresa. Y como había sido el primero en prepararse, Federico invadió Silesia y la conquistó en pocas semanas. Y como María Teresa se negó a cedérsela, se volvió hacia Francia en el mismo momento en que el conde de Belle-Isle reanimaba en Versalles el odio secular contra Austria. Belle-Isle, nombrado embajador ante la Dieta, en Francfort, alió a los príncipes electores a la

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causa de Carlos Alberto de Baviera, al cual prometió la ayuda de los ejércitos franceses. En cuanto a Francia, no esperaba ningún beneficio de aquella guerra. Su rey y su gobierno habían seguido a la opinión pública que había estimado que no había que perder esta ocasión de aniquilar a un viejo enemigo.

Los franco-bávaros se apoderaron de Linz y del Alta Austria, y luego se adentraron en Bohemia y tomaron por asalto a Praga. María Teresa, en una situación casi desesperada, debió su salvación a los húngaros y los británicos. Al término de una negociación patética, la Dieta de Hungría la aclamó como “rey” le proporcionó cien mil soldados y le autorizó a emplearlos fuera de las fronteras del reino, para liberar Bohemia y el Alta Austria. Por otra parte, María Teresa recurrió a la mediación inglesa para hacer la paz con el rey de Prusia mediante la cesión de Silesia que dio la reina el tiempo para poner en campaña a sus ejército. 12.2.3.4 Los fracasos franceses en el Imperio. Entonces se hicieron ver las inconsecuencias de la política francesa. Tan lejos de sus bases, los ejércitos no lograban avituallarse normalmente. Los oficiales y también sin duda los soldados, se interrogaban sobre la utilidad de una empresa en la que Francia nada tenía que ganar, en donde el rey no aparecía y a la que el mismo Fleury desautorizaba, en una inoportuna carta dirigida a la reina de Hungría y publicada a pesar suyo. La defección de Federico II, la de Sajonia, la del rey de Cerdeña y sobre todo el progresivo estrechamiento de la alianza anglo-austriaca hicieron caer el peso de la guerra sobre Francia y sobre su modesto aliado, el emperador Carlos VII. 12.2.3.5 El tiempo de Mauricio de Sajonia. Luis XV halló mal defendidos a los Países Bajos, y pensó que su ocupación sería una baja importante durante el arreglo de los asuntos alemanes e italianos. El cuidado de la conquista se confió al conde Mauricio de Sajonia. Por su osadía y su sangre fría, el mariscal de Sajonia devolvió la confianza a las tropas, e incluso Noailles confesó al rey que aquel era entonces el único hombre capaz de mandarlas eficazmente. Mejoró el manejo de las armas y la disciplina en marchas y en combate. Empleó ampliamente la artillería de campaña. Mauricio de Sajonia dio mucha importancia a las tropas ligeras, que debían hostigar al enemigo e impedirle organizarse.

El 11 de mayo de 1745, sobrevino la victoria de Fontenoy, en la orilla derecha del Escalda. Mauricio de Sajonia fue tratado como héroe: coronado de laureles en la Opera, recibió la dignidad de “mariscal general” que nadie había vuelto a obtener desde Turena y el rey le dio el castillo de Cambord.

Dueños en pocos meses del Flandes belga, los franceses se volvieron hacia Brabante y entraron en Bruselas, obteniendo clamorosos éxitos en Raucoux y en Lawfeld. Emocionado por el espectáculo de la guerra, Luis XV quiso terminarla, tanto más cuanto que la expedición del “joven Pretendiente” a Escocia se había saldado con Culloden y que la zarina Isabel prometía a los británicos suministrarles refuerzos. Mauricio de Sajonia precipitó la solución del conflicto sitiando a Maestricht.

La guerra terminó con un sangriento fracaso de los franceses en el puerto de Exilles. Sus ejércitos no cruzaron los Alpes sino cerca de cincuenta años más tarde. 12.2.3.6 “Boba como la Paz”. En el tratado de Aquisgrán (1748) Austria cedió Novara al rey de Cerdeña y Parma al infante don Felipe. Luis XV restituyó las zonas ocupadas e incluso dejó imponer por los ingleses dos condiciones humillantes: la de

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prohibirse fortificar Dunkerque del lado del mar, y la de aceptar que fuera expulsado de Francia el “joven Pretendiente”. Los diplomáticos manifestaron tanto desinterés o tanta debilidad como Luis XV, que se jactaba de tratar “como rey, no como tendero”. En París, conoció así cierto éxito la expresión “boba como la paz”. En definitiva, los franceses habían hecho la guerra “para el rey de Prusia”, para que él conservara Silesia. 12.2.4 La Guerra de los Siete Años (1756-1763) 12.2.4.1 El trastrueque de las alianzas (1750-1756). Mediante al firma del tratado de Aquisgrán, Francia e Inglaterra se habían devuelto mutuamente las conquistas hechas en las colonias por una a expensas de la otra. Pero su rivalidad subsistía, y, de hecho, la guerra entre ellas continuó en ultramar. En Europa central subsistió igualmente la rivalidad de Prusia y de Austria. Ahora bien, a los pocos años, un trastrueque de las alianzas aproximó a Francia hacia Austria, y a Inglaterra hacia Prusia. La iniciativa de aquella revolución diplomática correspondió a María Teresa, que buscaba en el continente un aliado para que le ayudase a recobrar la Silesia de Federico II.

Luis XV, fiel a la política de tradicional de Francia, pensaba en asociar a los pequeños Estados alemanes, Sajonia, Polonia, Turquía, Suecia e incluso Prusia, que recibiría Hannover, en una política dirigida a la vez contra la Gran Bretaña, Austria y Rusia. Luis XV proyectaba igualmente hacer elegir al príncipe de Conti como rey de Polonia. El acercamiento franco-austriaco se vio, pues, diferido.

Pero la rivalidad comercial de Francia y de Inglaterra llevó al Gabinete de Londres a hacer atacar a los barcos franceses por el almirante Boscawen sin declaración de guerra. Aquellos verdaderos actos de piratería costaron a Francia dos buques de línea y más de trescientas naves mercantes. Pero semejante atentado al derecho de gentes provocó la guerra. 12.2.4.2 De Menorca a Rossbach. La guerra empezó con victorias. Francia respondió a la agresión en el Atlántico con un clamoroso golpe en el Mediterráneo. Un asalto nocturno, llevado con audacia, entregó a los franceses la llave de la isla, el fuerte de San Felipe. La resonancia de aquel hecho de armas en Francia, hizo olvidar la aplastante superioridad del enemigo en el mar; y en Inglaterra, un Consejo de Guerra condenó a muerte al almirante Byng, que fue fusilado.

Como en 1740, Federico II volvió a sorprender a sus adversarios capturando al ejército sajón atrincherado en Pirna. Aquel éxito fulminante y aquel nuevo atentado contra el derecho de gentes hicieron caer los últimos escrúpulos de Luis XV. Por el segundo tratado de Versalles, Francia aceptó el ayudar a Austria con más de cien mil hombres y con importantes subsidios. La zarina Isabel, el rey de Suecia y la mayoría de los príncipes del Imperio se adhirieron a la alianza franco-austriaca.

Federico II se encontró en una situación difícil, pero hizo prodigios. La desproporción de las fuerzas le impidió obtener una victoria completa. Y como ésta no hacía más que agravarse, se vio, poco a poco, reducido a la defensiva y sólo debió a su genio militar el no capitular. La verdad es que los aliados se mostraron incapaces de coordinar sus operaciones. Por el contrario, Federico tenía grandes generales. Convertía a sus soldados en meros autómatas, adiestrados en los fuegos de salva, de paso cadencioso y de sabias maniobras de orden oblicuo que le

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permitían conseguir la decisión sobre un ala y compensar con ella la debilidad de sus efectivos. 12.2.4.3 La Guerra de Desgaste (1757-1762). Después de Rossbach, Federico II se volvió contra los austriacos, los derrotó en Leuthen y los rechazó fuera de Silesia. Desde entonces, éxitos y reveses alternaron sin provocar una decisión. El año 1758 las milicias mandadas por el duque D’Aiguillon resultaron vencedores en Saint-Cast. En desquite, los franceses fracasaron en Crefeld, en Westfalia y los rusos en Zorndorf, cerca de Küstrin.

Las fuerzas de Prusia se iban debilitando. En el oeste, el mariscal de Broglie amenazó Hannover y un ejército francés quebró en Clostercamp la ofensiva de diversión intentada por Fernando de Brunswick contra los Países Bajos austriacos. 12.2.4.4 La Paz Blanca de Hubertsburgo. En las colonias, la victoria inglesa fue total, a pesar de la entrada en guerra de España. El gobierno francés quedó privado de dinero por la oposición aristocrática y parlamentaria. El tratado de París sacó las consecuencias de las derrotas padecidas por Francia en ultramar. Ella perdió sus nacientes imperios de la India y de Norteamérica. Federico II trató con Sajonia y con Austria en Hubertsburgo. Silesia le fue definitivamente confirmada. Pero una muy pesada tarea de reconstrucción le esperaba en sus Estados devastados. 12.2.5 La Crisis Polaca el Primer Reparto (1763-1772) 12.2.5.1 El desequilibrio en Europa Oriental. En Europa occidental se abrió, con la firma de los tratados, un largo período de paz. Pero en el este, dos Estados débiles, Polonia y Turquía, se convirtieron en la presa de las grandes Potencias, tanto más cuanto que Francia e Inglaterra volvieron a estar muy pronto en pugna fuera de Europa y, por otra parte, estaban demasiado alejadas para intervenir eficazmente y apenas podían acudir en su socorro. 12.2.5.2 La elección de Estanislao Augusto. El 5 de octubre de 1763, murió Augusto III. La zarina se vio favorecida por el destino mejor y mucho antes de lo que ella lo esperaba. No hay duda de que conocía bien el artículo IV del testamento de Pedro el Grande: “Dividir a Polonia, manteniendo en ella el desorden y las continuas envidias. Ganar a los poderosos a precio de oro. Influir sobre los tibios, corromperlos, a fin de influir sobre la elección de los reyes. Hacer promover a nuestros partidarios, protegerlos. Hacer entrar a las tropas rusas y hacerlas demorarse hasta que se presente una ocasión de hacerlas quedarse del todo. Si las Potencias vecinas oponen algunas dificultades, apaciguarlas momentáneamente hasta que se puede recoger lo que haya sido cedido”. Las instrucciones de Catalina pusieron la atención en la forma de gobierno polaco se mantenga íntegramente. 12.2.5.3 Las confederaciones y la Guerra Civil. La cuestión religiosa acabó de arruinar la conciencia de la unidad nacional. Contra la política regia, el príncipe Repnine promovió o alentó, en 1767, unas asambleas de nobles, las “confederaciones”; primero de ortodoxos y de protestantes, en Thorn y en Sluck; luego, de composición más amplia, incluyendo a los católicos, en Radom y en Wilno. Agrupó a su alrededor a cierto número de partidarios, que designaron una “delegación”, especie de gobierno provisional.

La delegación, bajo la dirección de Repnine, abolió casi todas las reformas recientes, dio a los no católicos la igualdad de derechos, confirmó solemnemente el

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liberum veto, y concluyó una alianza con Rusia. Todas estas decisiones fueron reunidas en un “Pacto” con Catalina II, proclamada “garante y protectora de las leyes y libertades de la República”. Polonia se encontró avasallada. Entonces estalló la sublevación. 12.2.5.4 El Reparto de 1772. Federico II persuadió a Catalina II de que María Teresa no admitiría el desarrollo del embargo ruso en los Balcanes. Le aconsejó que detuviese su expansión en esta región y, a título de compensación, le propuso un reparto de las provincias periféricas de Polonia. El hecho de que Austria se aproximase entonces a Turquía, impulsó a Catalina II a otorgarle su beneplácito.

En febrero de 1772, las tres potencias firmaron una convención de reparto. En agosto, sus ejércitos entraron en Polonia, sin encontrar resistencia. Se publicó un manifiesto para justificar la ocupación. Daba como razón la anarquía que reinaba en el país, la necesidad de darle un régimen conforme al interés de las potencias, y la de preservar a los Estados vencidos del contagio del desorden. Para indemnizar a Austria por la pérdida de Silesia, le fue reconocida Galitzia. Y por fin, Federico II tomó las provincias de población de mayoría luterana situadas entre Pomerania y Prusia, a excepción de Thorn y de Dantzig, dejadas a Polonia. Además, esta anexión iba a asestar un golpe muy duro a la economía polaca.

Polonia había sido amputada de las dos quintas partes de su territorio. Y en 1775, una nueva Constitución impuesta por el extranjero consagró la impotencia política del gobierno polaco. 12.3 DESPOTISMO ILUSTRADO 12.3.1 El tiempo del Despotismo Ilustrado 12.3.1.1 La Nueva Corriente. Puede comprobarse que, a partir, aproximadamente, de mediados de Siglo, cierto número de soberanos y de ministros afirmaron su voluntad de renovar los Estados que tenían a su cargo, siguiendo las doctrinas de los “filósofos” y adoptando el estilo de los escritores más en boga en París. En algunos hubo cierta parte de sinceridad. Pero en la mayoría no hubo más que afectación y deseo de ganarse a aquellos autores franceses universalmente leídos y admirados, con el fin de que ellos, por sus escritos, les conciliasen la opinión de las élites sociales, políticas e intelectuales europeas. Aquellos soberanos y aquellos ministros, que desde el Siglo XIX fueron llamados “déspotas ilustrados”, mostraron así un notable sentido de la propaganda. Federico II y Catalina II lograron hacer cantar por ingenuos y valiosos escritores no sólo sus méritos y sus virtudes, sino, sobre todo, su sabio gobierno y la excelencia de sus reformas. Pero en realidad, aquellos soberanos, como muchos otros, como muchos ministros, gobernaron como había gobernado Luis XIV y se contentaron con dar a sus actos, cuando pudieron hacerlo, el colorido “filosófico” necesario para su propaganda. 12.3.1.2 Las personalidad. Tres personalidades poderosas dominaron entonces Europa y tendieron a eclipsar las de los demás Jefes de Estado:

- Federico II. - Luis XIV. - Catalina II.

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Estos tres nombres, a los cuales cabe añadir el de Pedro Leopoldo, parecen al pronto dar una fisonomía alemana al “Despotismo Ilustrado”. Pero, en realidad, se trató de un fenómeno europeo.

Las personalidades de aquellos “déspotas” fueron, pues, muy variadas. Pero sus políticas presentaron bastantes aspectos comunes. Casi todos, se ordenaron alrededor de tres centros de intereses: religioso, económico y social. Sin embargo, la acción de todos, ya fueran hombres o mujeres, príncipes o ministros, germanos o latinos, tuvo siempre el mismo objetivo final: no el de hacer dichosos a los hombres sino el de robustecer el poderío financiero y militar de su propio Estado. 12.3.1.3 Política religiosa. Es impresionante comprobar que la mayoría de los soberanos de los países católicos se esforzaron entonces mucho menos por favorecer la filosofía irreligiosa del Siglo, que el conjunto de las doctrinas hostiles a la autoridad del Papa sobre el clero de sus Estados. Pedro Leopoldo de Toscana favoreció ampliamente el janseanismo. Pero los “déspotas ilustrados” actuaron en el campo institucional mucho más que en el doctrinal. Pero contra la que fueron profundamente hostiles fue, sobre todo, contra la Compañía de Jesús. El Papa Clemente XIV fue elegido a cambio de una promesa de supresión de la Compañía. Por otra parte, hubo otros regulares “exentos de la jurisdicción del ordinario” que se encontraron siendo el objeto de sus ataques. Toda su acción tendió a convertir al clero católico de sus Estados en un cuerpo que estuviera más sometido a él, que al Papa.

En los países no católicos, las relaciones entre el Estado y las iglesias plantearon pocos problemas, por estar los cleros ortodoxo y luterano totalmente sometidos al Poder civil. 12.3.1.4 Política económica. En el campo económico, los “déspotas ilustrados” entendían que las estructuras antiguas no impedían a sus súbditos aprovechar la coyuntura favorable. Las corrigieron y, a veces, las suprimieron.

La expansión demográfica significó igualmente un aumento en la demanda de tejidos, por lo que los “Déspotas Ilustrados” estimularon la producción, primero prosiguiendo una política mercantilista, y luego, aliándose poco a poco con la libertad industrial. Otorgaron menos cuidados al desarrollaron los puertos y las comunicaciones e hicieron construir carreteras y canales. Además de estas medidas, en fin de cuentas muy clásicas, los “déspotas ilustrados” hicieron un notable esfuerzo para desarrollar la circulación fiduciaria y el crédito. 12.3.1.5 La realidades sociales. No cabría negar ciertos aspectos humanitarios de la política de los “déspotas ilustrados”. Fueron los que desencadenaron la admiración de los salones parisinos y contribuyeron a enmascarar muy duras realidades. Por lo demás, parecían extremadamente limitados.

Por otra parte, las estructuras sociales, en su conjunto, fueron poco modificadas por la acción de aquellos “déspotas” llamados “ilustrados”.

Sin embargo, algunos de los soberanos y de los ministros de entonces no se limitaron a mantener condiciones sociales existentes. 12.3.1.6 Las realidades políticas. No obstante, aquellos estadistas siguieron siendo si no unos déspotas, sí, al menos, unos jefes muy celosos de una autoridad

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que no querían compartir. Por todas partes se fortaleció el Estado, se centralizaba más la administración y era la fiscalidad más racional y más rentable. 12.3.1.7 Prestigio del Despotismo Ilustrado. A pesar de los movimientos insurreccionales disturbios que, por otra parte, no constituyeron de ningún modo una novedad en la historia de Europa, los “déspotas ilustrados” conocieron un auténtico prestigio. Habían sido bien servidos por los escritores, a los que supieron atraer a su propio juego. Y fueron bastante numerosos los pequeños príncipes alemanes que se inspiraron en sus prácticas en el gobierno de sus Estados.

Sin embargo, existió una fracción bastante amplia de Europa en donde los ambientes “ilustrados” estimaron que las reformas debían tener como fin no ya al Estado, sino al hombre: Francia, Inglaterra, Suiza y las Provincias Unidas. 12.4 LOS MUNDOS EXTRAEUROPEOS ENTRE 1715-1776 12.4.1 La Lucha Franco-Inglesa en Norteamérica

Durante los dos primeros tercios del Siglo XVIII, el Canadá pareció constituir una amenaza para las colonias británicas. Parecía que si él se desarrollaba, se fortificaba y se consolidaba, reduciría las colonias británicas a no ser más que una estrecha franja de colonización a lo largo de la costa atlántica.

Al día siguiente del tratado de Utrecht, menos de ciento diez años después de la fundación de Québec, los franceses era dueños de la desembocadura del Mississipi, gracias a la fundación de Luisiana y su capital Nueva Orleáns, y ocupaban todos los principales puntos estratégicos situados entre el golfo de México y el valle de San Lorenzo. Se concibe que los ingleses se alarmasen. Sin embargo, no parecieron darse cuenta de que Francia no enviaba a ultramar más que muy pocos inmigrantes. La inmigración de las colonias británicas, que por otra parte no era exclusivamente anglosajona, seguía siendo importante, mientras que las fuentes de la inmigración francesa al Canadá parecían haberse secado.

Los colonos ingleses creían que los franceses habían concebido y estaban a punto de realizar un plan de cerco más amplio que el que ellos mismos habían esbozado por las anexiones de Utrecht. La administración francesa, por su parte, pensaba en Canadá como en una compacta colonia agrícola que no dispersara sus fuerzas y fuera de la cual el clero estaría autorizado para recorrer los bosques, con el fin de convertir a los indios, así como algunos cazadores de pieles. Algunos franceses seguían tomando posesión, en nombre de su rey, de inmensas extensiones, desiertas o salvajes, que no ocupaban, por falta de efectivos suficientes. Y los colonos ingleses no podían admitir que ellos pretendían cerrarles los caminos del oeste al anexionarse los valles del Mississipi y de sus afluentes, y al pretender prohibirles su acceso.

De 1714 a 1744, el conflicto se limitó a meras disputas de cazadores de pieles y a combates de tribus indias maniobras por los unos y los otros. Luego estalló la guerra de Sucesión de Austria. Los ingleses lograron apoderarse de Cap-Breton que cambiaron que Madrás en Aquisgrán. Pero las hostilidades no tardaron en reanudarse, a pesar del estado oficial de paz; en 1753 y 1754 se desarrollaron en un teatro de una importancia capital, el valle del Ohio, vía de penetración hacia el oeste, alrededor de Fort-Duquesne, en donde el oficial Jumonville, venido como parlamentario, fue muerto por un grupo de virginianos, mandado por George

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Washington, y alrededor de Fuerte-Necesidad, en donde aquel futuro estadista fue hecho prisionero, por algún tiempo, por los franceses. 12.4.2 La Rebelión de las Trece Colonias Inglesas 12.4.2.1 Diversidad y unidad de las Trece Colonias. Sólo nueve de ellas eran colonias de la Corona y las otras cuatro se hallaban bajo el régimen de propietorship. Todas estaban dotadas de una asamblea representativa que votaba los impuestos locales, pero que nada tenían de Cámaras de registro. Solían mostrarse levantiscas, incluso agresivas.

La diversidad religiosa no era menor que la diversidad política. Había allí católicos romanos, judíos y representantes de todas las formas de protestantismo.

La vida económica tal vez era todavía más diversa. Nueva Inglaterra vivía de la agricultura y de la pesca; Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania y Delaware, vivían de una agricultura muy parecida a la de Europa, y también del comercio; las colonias del sur (Maryland, Virginia, Carolina del Norte y del Sur, Georgia) eran países de plantaciones de tabaco, de arroz y de índigo, cuya economía descansaba, como en la de las Antillas, sobre la esclavitud.

En la mayoría de las colonias había un neto contraste entre la moderación de la gente del este y el espíritu inquieto, audaz, fundamentalmente democrático de los Westerns, al menos cuando los primeros no los mantenían al margen de la vida política. 12.4.2.2 Las torpezas inglesas. Las trece colonias eran leales para con la Corona. Pero el gobierno de Londres chocaba sin cesar con los sentimientos y los intereses de los americanos y les hacía percatarse de todo lo que los separaba de los ingleses, en particular por su talante audaz y emprendedor, por su amor a la libertad y cierta hostilidad a las distinciones de rango inherentes a las sociedades estamentales europeas.

Para ganar la guerra de los Siete Años, la Gran Bretaña se endeudó mucho. Su deuda pública se había duplicado. Su gobierno, apoyado por una amplia fracción de la opinión, quiso hacer que los americanos soportasen parte de los gastos que él estimaba que se habían contraído ante todo para ellos. Las tropas que habían vencido a los franceses y a los canadienses habían sido suministradas sobre todo por la metrópoli. Los gastos de la campaña habían sido pagados por ella. Y después de la guerra, hubo que mantener en América una fuerza permanente de unos diez mil hombres, para prevenir una eventual sublevación de los canadienses.

Como el Parlamento de Londres tenía el derecho de regular, mediante tasas, el comercio de las colonias, la Sugar Act, o ley sobre los azúcares, de 1764, impuso nuevos derechos sobre muchos productos extranjeros, aunque, por otra parte, menos sobre los azúcares que sobre cierto número de los otros. El preámbulo de la ley concretaba que las sumas así recaudadas serían llevadas a una cuenta especial, destinada a amortizar los gastos provocados por la defensa de las colonias de América. Y así el gobierno no tendría que hacer negociar el otorgamiento de nuevos impuestos por las asambleas representativas de las colonias, tarea siempre difícil para los gobernadores. Luego, aquel mismo año, el Currency Act, o ley monetaria, prohibió toda nueva emisión de bills of credit, es decir, de billetes emitidos por los Tesoros de las diferentes colonias, verdaderos anticipos sobre el total de los

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impuestos que se habían de pagar y que eran utilizados como papel-moneda. Pero si aquellos billetes se habían emitido y circulaban desde hacía unos cincuenta años, era porque en América, no circulaba la suficiente moneda verdadera. Por otra parte, aquellos billetes tenían un efecto inflacionista que iba reduciendo poco a poco la carga que representaban las deudas. Por eso, el Currency Act fue muy mal acogido entre la población rural endeudada. En 1765, el Stamp Act, o ley sobre el timbre, trajo algo nuevo: ya no habría tasas aduaneras, sino unos derechos que se percibirían en el interior de las colonias, sin que las asambleas representativas hubieran sido consultadas. Gravaban las monedas legales, los diarios, los efectos de comercio. Y además se reforzó la exclusiva o, más exactamente, se persiguió el fraude con mucha más energía y eficacia que antes. El tiempo de relativa tolerancia que de hecho gozaba el contrabando parecía haber terminado. 12.4.2.3 De la disputa jurídica a la rebelión. Pero el Stamp Act provocó una verdadera tempestad en gran parte de la opinión americana. Los virginianos fueron los primeros en estimar que la política de Grenville era algo más que una sencilla reglamentación comercial e instauraba, de hecho, nuevos impuestos apenas disfrazados. Ni Virginia ni ninguna de las otras doce colonias elegían representantes para el Parlamento de Londres, que había votado las nuevas tasas. Empezó una guerra de folletos. La Asamblea representativa de Virginia, la House of Burguesses, condenó el Stamp Act como una violación de los derechos de los súbditos del rey a no estar sometidos a un impuesto que no hubieran ellos consentido. Algunos negociantes firmaron unos Nonintercourse Agreements, unos compromisos a no tener ninguna relación comercial con firmas o con negociantes ingleses en tanto no se aboliera el Stamp Act.

Cuando se demostró que el Stamp Act era inaplicable, el Parlamento escuchó las quejas de los comerciantes ingleses, que temían perder a la vez la clientela americana y los créditos que ellos tenían en América, como consecuencia del boycott. Parece que el testimonio aportado por Benjamín Franklin ejerció mucha influencia. En marzo de 1766, el Stamp Act quedó abrogado. Sin embargo, para salvaguardar el principio, el Parlamento votó la Declaratory Act que proclamaba que el rey y el Parlamento podían, por sus decisiones, ligar el comprometer a las colonias, en cualquier campo que fuera. En sus términos y en su fondo, era ésta “una declaración de dependencia”, una copia, casi palabra por palabra, del Irish Declaratory Act de 1719, que confirmaba el sometimiento de Irlanda a Inglaterra.

El primer ministro Grafton sustituyó en 1767 el Stamp Act por un Duty Act que sustituía el derecho de timbre por muchas y muy ligeras tasas sobre el té, sobre el papel, sobre el cristal, sobre el plomo y sobre las pinturas importadas de Inglaterra a las colonias. No eran más que unas tasas aduaneras –no ya, como lo fuera el derecho de timbre, unas tasas percibidas en el interior de las colonias. En fin, la rentabilidad y la eficacia del servicio de aduanas todavía resultaban aumentadas.

Pero los americanos siguieron manifestando su descontento. Se reanudó el boycott. Mientras que en el época del Stamp Act se aceptaban las tasas aduaneras, external taxes, y no se rechazaban más que las que debían ser recaudadas en el interior de las colonias, es decir, las internal taxes, ahora ya no se admitían ni las unas ni las otras. Durante los años 1768-1770 se produjo en Inglaterra una caída de las exportaciones destinadas a las colonias americanas que alarmó a los negociantes británicos. En Nueva Inglaterra, el tráfico angloamericano se vio disminuido en la mitad, y en Nueva York, en siete octavas partes. Simplemente a causa del boycott.

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Por fin, las violencias tomaron como blanco a los funcionarios británicos: y en especial, en Boston, a los aduaneros. En Nueva York estallaron motines cuando los Hijos de la Libertad erigieron en Gordon Hill una especie de árbol de la libertad, un Liberty pole. En enero de 1770 hubo un muerto. En marzo hubo cuatro heridos en Boston a consecuencias de las bolas de nueve lanzadas contra los soldados, y los americanos convirtieron este incidente en “la matanza de Boston”. 12.4.2.4 Las “Leyes Intolerables” y el “Québec Act”. A pesar del hecho de que ciertos diputados se daban cuenta de que se iba a cometer un error, el Parlamento votó en mayo y en junio de 1774 los Coercitive Acts, leyes coercitivas que los americanos llamarían los Intolerable Acts o leyes intolerables. En especial, por el Boston Port Bill, se decidió que el puerto de Boston quedaría cerrado hasta que el precio de las trescientas cuarenta y dos cajas de té hubiera sido reembolsado a la Compañía. Por el Massachussets Government Act, el gobierno de esta colonia se remodelaba profundamente y se situaba bajo la autoridad de un general. Por otra parte, la guarnición de Boston fue considerablemente reforzada.

Pero en aquel mismo momento se promulgó el Québec Act, ley de una importancia considerable para el porvenir de Norteamérica. El Québec Act reguló el problema de la administración del Canadá de modo muy benévolo para sus habitantes. Les otorgaba más de lo que pedían. Así como desde 1763 habían venido siendo administrados conforme a las leyes inglesas, se restauraba ahora íntegramente la costumbre de París para toda materia civil. El Canadá sería gobernado por un gobernador y por un Consejo nombrado. Pero la Iglesia católica quedaba reconocida oficialmente. Y el Bill of Text no sería aplicable al Canadá, es decir, que los católicos allí serían admitidos para todos los empleos públicos. Y punto de importancia capital, las fronteras del Canadá eran llevadas sobre el Ohio, hasta la confluencia de este último con el Mississipi. Toda la cuenca de los Grandes Lagos era igualmente atribuida a la nueva provincia, hasta la línea de reparto de las aguas de la bahía de Hudson, así como todo el Labrador.

La concesión de unas fronteras tan extraordinariamente vastas provocó una inmensa indignación en las trece colonias. Les quitaban sus territorios de expansión natural para dárselos a un puñado de enemigos de la víspera. Algunos candidatos a especuladores, que esperaban hacerse conceder a bajo precio espacios inmensos, se hallaron terriblemente decepcionados, por estar bien seguros de que el gobierno de Québec no sería tan generoso para con ellos como lo habría sido el de su colonia. Pasó igualmente a manos de este gobierno la vigilancia del comercio de las pieles. Por otra parte, para los americanos lanzados desde hacía decenios a las disputas con sus gobernadores, la forma del gobierno de la nueva provincia despertaba muchas desconfianzas, por no implicar una asamblea representativa. Se preguntaban si no sería ésta la que el gobierno de Jorge III les reservaría, en el porvenir, a las trece colonias. En fin, los artículos del Québec Act referentes a la religión desencadenaron la indignación de los protestantes, en particular la de los calvinistas de Boston. 12.4.2.5 El primer congreso continental. La “política del té” de Lord North no hirió más que los intereses de cierto número de negociantes e incluso acabó favoreciendo a la masa de los

Figura 114. Boston Tea Party

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consumidores americanos, al proporcionarle más barato dicho alimento. Pero el carácter draconiano de las Coercitive Laws provocó tal cólera en los ambientes políticos y en el conjunto de la población que le hicieron olvidar los orígenes del conflicto y la Boston Tea Party. La voluntad de castigar a Boston y a Massachussets aislándolas de las demás colonias terminó exactamente en lo contrario del resultado buscado. Y ante todo en la reunión, el 5 de septiembre de 1774, en Filadelfia, en Carpenter’s hall, de un Congreso de cincuenta y cinco miembros, no elegidos, pero miembros de “comités de correspondencia” y venidos de las trece colonias. Aquella asamblea redactó una declaración pidiendo al rey la supresión de las “leyes intolerables”, y manifestó la voluntad de resistir a la autoridad del gobierno de Londres por la fuerza, si ningún otro medio se revelaba eficaz. Massachussets se encontraba ya muy cerca de la rebelión armada. La autoridad del general Gage, nuevo gobernador de Boston, no se extendía más allá de los límites de esta ciudad. La asamblea de la colonia, disuelta por él, se reunió y deliberó en Salem. Por otra parte, existía en todas las colonias una institución muy legal, la milicia, en la cual era obligatorio servir a todos los hombres útiles. Un Comité de seguridad recolectó armas y municiones y reclutó a unos minutemen, que se comprometieron a estar dispuestos a responder a cualquier llamada, en el minuto mismo. 12.4.2.6 Lexington y Concord (19 de abril de 1775). Ahora bien, el general Gage, desde Boston, envió a las tropas hasta Concord, aldea situada a una treintena de nuestros kilómetros, en donde los americanos habían constituido un almacén con diversos aprovisionamientos. Durante una extraordinaria cabalgada nocturna, Paul Revere y William Dawes dieron la alarma. El 19 de abril, por la mañana, en la bruma, en Lexington, entre Boston y Concord, estalló el fuego de fusilería entre soldados británicos y minutemen. Hubo ocho muertos por el lado americano. Los soldados continuaron hasta Concord y destruyeron allí, en el almacén, lo que los milicianos no habían podido llevarse y volvieron a Boston. Su misión había sido cumplida. Pero la guerra de la Independencia americana había comenzado.

El segundo Congreso continental se reunió en Filadelfia el 10 de mayo. Sus miembros quedaron inmortalizados en la historia americana como los signatarios (the signers) de una Declaration of the causes and necessity of taking up arms195, por la cual las demás colonias se solidarizaron con Massachussets aun afirmando su lealtad para con Jorge III. El Congreso, partiendo de las milicias, organizó un ejército cuyo mando fue confiado a Jorge Washington. Pero todos sus miembros, y muchos americanos con ellos, no habían perdido toda esperanza de una reconciliación con la madre patria. Por otra parte, se le envió una nueva petición, familiarmente llamada the Olive Branch196. Muchos americanos pensaban que podía estallar una crisis ministerial en Inglaterra y que el nuevo equipo podría llegar al Poder, negociar con las colonias y hacer concesiones. 12.4.2.7 Hacia la Independencia. Se desarrollaron encarnizados combates en los alrededores de Boston, especialmente en Bunker Hill. Siguieron algunos meses de inmovilidad de las tropas británicas, que los americanos aprovecharon para organizarse. La idea de la independencia progresó rápidamente en los ánimos, en especial tras la publicación del folleto de Tomas Paine, Common Sense197. Aquel oscuro artesano recientemente inmigrado de Inglaterra atacaba desde allí -y esto

195 Declaración de las causas y de la necesidad de empuñar las armas. 196 El Ramo de Olivo. 197 Sentido Común.

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era un hecho nuevo-, la Constitución británica. Había en ella, decía, dos partes de tiranía y una parte de libertad.

En cada colonia, un Congreso había sustituido a la asamblea representativa o ésta, como en Massachussets, se había transformado en Congreso de la colonia. Ahora bien, sucedió que algunos miembros de estas asambleas y algunos miembros del Congreso continental, de tendencia moderada, dimitieron o se retiraron discretamente. Por cooptación, fueron sustituidos por otras personalidades de opiniones más radicales. En el curso de la primavera de 1776, varios Congresos de colonias pidieron a sus delegados en el Congreso continental que propusieran la proclamación de la independencia. Carolina del Norte fue la primera en hacerlo. Y Virginia, en junio, obró prácticamente como nación independiente al darse una nueva Constitución.

El 7 de junio de 1776, Ricardo Lee, delegado de esta colonia en el Congreso continental, afirmó que “estas colonias unidas son de hecho y deben ser de derecho unos Estados independientes y libres”. La resolución de Lee fue sometida a un comité en el que figuraban Tomas Jefferson, John Adams y benjamín Franklin. Fue Jefferson, que tenía cierto talento para encontrar fórmulas afortunadas, el que redactó, casi sólo, una Declaración de Independencia totalmente impregnada de las ideas de John Locke. Las afirmaciones polémicas fueron muchas. Pero Jefferson no escribió un libro de historia, sino que se esforzó en influir sobre el curso de la historia. Quiso, ante todo, debilitar la lealtad tradicional de los americanos para con la Corona. El gobierno, según una teoría que casi nadie ponía en duda, era el resultado de un contrato que tenia como razón de ser la de salvaguardar “la vida, la libertad y la busca de la felicidad”. Si el gobierno no respetaba los compromisos del contrato, correspondía a los gobernantes declararlo nulo y darse otro gobierno. Una buena parte de la Declaración se esforzaba por demostrar que el rey Jorge no había respetado las cláusulas de aquel contrato. En particular, al someter a los americanos a una “jurisdicción extranjera”, el Parlamento de Londres. Extranjera, pues no era más que la asamblea legislativa de Gran Bretaña y no tenía para qué legislar para las trece colonias, cada una de las cuales disponía de una asamblea legislativa perfectamente válida.

El Congreso continental aprobó la Declaración el 2 de junio de 1776 y la independencia fue proclamada el 4 julio de ese mismo año.

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CAPÍTULO 13. LOS CAMBIOS DESPUÉS DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA

13.1 EL PAPEL DE LAS IDEAS

Se puede señalar una característica común en los colonos en su espíritu de independencia y en su tendencia a administrarse y arreglarse por sí solos.

Debido a que los británicos no encontraron el terreno propicio para fundar un gran imperio, no hubo una administración colonial férrea, ni una fiscalización metropolitana demasiado rígida. Cada colonia contaba con su gobernador, el cual por lo general era nombrado el gusto de los colonos198; el “consejo” que le asesoraba era un órgano de participación; “asamblea”, independiente en cada colonia, era electiva y entendía en cuestiones de legislación local.

Los colonos acostumbrados a valerse por sí mismos, y auténticos creadores de su propia sociedad, su propia economía y sus propias formas de convivencia, no solo eran independientes por temperamento, sino que estaban acostumbrados a serlo por sus propias condiciones vitales. Pero los faltaba una ideología concreta que tomaron del Viejo Continente.

Solo recientemente ha empezado a estudiarse el influjo concreto de la “filosofía de la luces”, nacida en Europa, sobre cada uno de los héroes de la independencia de los Estados Unidos.

Los independencia pudo ser popular entre una mayoría, pero fue obra de una minoría. Precisamente porque el movimiento norteamericano se realizó bajo un patrocinio ideológico muy claro, tuvo un cierto carácter de Guerra Civil.

Si la emancipación americana no hubiera estado respaldada por una ideología que ya entonces abrazaban muchos europeos, hubiese encontrado, probablemente, mayores dificultades para realizarse. 13.2 EL JUEGO DE INTERESES 13.2.1 La acentuación del control metropolitano.

La guerra de los Siete Años199 (1756-1763) fue un “precipitante” decisivo en la actitud de los colonos norteamericanos. A partir de entonces, ya no iba a ser así.

En primer lugar, la guerra obligó a un más rígido control de las colonias. Se enviaron tropas, se organizó una administración hasta entonces laxa, aumentó el número de funcionarios. Al legar la paz, ya o era tan fácil volver a los tiempos patriarcales.

En segundo lugar, se suscitó un nuevo planteamiento geopolítico, que pronto despertaría los recelos de los norteamericanos. Durante la guerra, metropolitanos y colonos lucharon codo con codo. La contienda los identificó. La paz, en cambio, los

198 Aunque aprobado por el rey de Inglaterra 199 Muchos historiadores la consideran la Primera Guerra Mundial.

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separó muy pronto. Los objetivos comunes que los unieron en la pelea se volvieron después la manzana de la discordia.

Pero no fue sólo eso. El la guerra había sido cara para los británicos. Se había combatido en Europa, en Canadá, en las Antillas, en Filipinas, en la India. Con estos siete años de guerra la deuda pública inglesa se duplicó, lo que causó que se desarrollara una política fiscal más estricta. Uno de los medios de enjugar el déficit era abandonar la política de “negligencia saludable” y exprimir más a las colonias ya enriquecidas. Primero fue la orden de registro de los almacenes de los grandes comerciantes, debido a que Londres lo consideraba un derecho de fisco. Luego se crearon las “cinco actas intolerables”, y el tira y afloja entre la metrópoli y las colonias, en una interminable sucesión de concesiones y de exigencias. Finalmente Lord North, aflojó casi del todo el dogal, y mantuvo sólo el impuesto sobre el té y para compensar el impuesto rebajó el precio del producto. Pero ya era demasiado tarde. Los trescientos cuarenta y dos (342) cajones de té arrojados al mar el 16 de diciembre de 1773 por los “patriotas” de Boston fueron justamente el primer símbolo de la insurrección.

Hoy se está claro que no fue la miseria, sino la conciencia de la posibilidad de una mayor riqueza lo que suscitó el juego de intereses que desembocó en la Revolución. Ideas e intereses iban a asociarse así para producir un mismo resultado: el nacimiento de los Estados Unidos. 13.3 GÉNESIS DE LA INDEPENDENCIA 13.3.1 Las primeras acciones

La primera asamblea de delegados de las nueve colonias principales se reunió en Nueva York en 1765, para protestar contra los impuestos. Lo único que demuestra esta temprana asamblea es la comunicabilidad entre las colonias y su conciencia de una causa común. Aún no ser advierte un rastro sospechoso de actitud independentista.

Ya en 1770 se registran los primeros incidentes en Boston, y poco más tarde aparecen los “comités de correspondencia”, de carácter activista. Muy pronto, estas organizaciones cobran un carácter militante puesto ya que antes de los primero choques contaban ya con depósitos de armas y municiones.

El Primer Congreso Continental de Filadelfia (1774), ya con representantes de las Trece Colonias, se limitó a protestar contra “leyes coactivas”, y a redactar una Declaración de Derechos y Agravios.

El Segundo Congreso Continental (1775), decretó la movilización de “todos los ciudadanos” y los puso bajo el mando de un hacendado de Virginia con cierta experiencia militar, George Washington. 13.3.2 Hacia la plena Independencia

El ensayo escrito por Thomas Payne llamado “Common Sense”200 se considera como el detonante para dar publicidad a la emancipación. En este se habla de “república independiente”. La fórmula parecía clara: la república federal.

200 Sentido Común.

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Ya madura la idea, un comité de cinco miembros nombrado por el propio

Congreso, y presidido por Thomas Jefferson, redactó en un plazo significativamente breve la Declaración de Independencia, y la hizo acompañar de la Declaración de Derechos, para unir la teoría a la práctica, y como para proclamar desde el primer momento que los Estados Unidos nacían bajo el patrocinio de una ideología. Los Estados Unidos nacías así por un fenómeno de adultez que hacía necesaria la emancipación. Ya no se trataba de un problema fiscal o administrativo, sino de la llegada de un pueblo que exigía su propio autogobierno. 13.4 LA FORMACIÓN DEL NUEVO ESTADO 13.4.1 Diferencias entre los Estados

Las diferencias entre cada una de las Trece Colonias eran lo suficientemente grandes como para que entre la declaración de Independencia y la aprobación de una Constitución única transcurren trece años de tratos y concesiones mutuas.

Varios de los Estados habían elaborado por su cuenta su propia Constitución. En Pensilvania fue una “convención” la encargada de redactarla. Esta convención, daba primacía al oeste del país.

Massachussets redactó también su Constitución. John Adams elaboró sus elementos básicos en los Thoughts of Government201. El pensamiento de Adams se basaba no sólo en un imperativo ético, sino también en un rechazo de la demagogia: se opuso a una convención multitudinaria y propugnó un sistema moderado, con un Parlamento bicameral, en el que un Senado frenaría los impulsos de un Congreso popular. Estas ideas fueron rechazadas, pero no impidió que se dudase de la reputación de Adams, y presidió la comisión encargada de redactar el definitivo texto constitucional. La nueva carta enfatizaba menos los aspectos doctrinales y atendía de forma más concreta las funciones orgánicas. El poder ejecutivo estaría en manos de un gobernador del Estado y el legislativo lo compondrían un Senado y una Cámara de los Comunes. 13.4.2 La Búsqueda de un “Status” Común

Bajo este espíritu se reunió el 17 de septiembre de 1787 la Convención de Filadelfia, encargada de redactar la Constitución definitiva.

La Constitución de 1789 es una obra del sentido común, del equilibrio y del espíritu de compromiso. Reconoce la existencia de una Estados Unidos, que reconocen un poder federal superior al da cada Estado por separado. Habrá un Presidente dotado de amplia autoridad, que preside y gobierna, que puede dictar providencias y nombrar o deponer a sus secretarios o ministros. El Presidente será elegido para cuatro años, en unos comicios en que le pueblo vota no a la persona del supremo mandatario, sino a los compromisarios que han de elegirle. Al mismo tiempo, elige a sus representantes, que han de constituir los cuerpos colegisladores. Se establece un poder judicial independiente, y aunque se respeta la legislación de cada Estado, un Tribunal Supremo tendrá competencias sobre todos los ciudadanos

201 “Pensamientos de Gobierno”

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de la Unión, en última instancia, con capacidad, además, de “interpretar” las leyes, cuando éstas, por cualquier motivo no aparezcan “claras”.

Así, la Constitución de 1789 erige un ejecutivo fuerte y un poder federal suficiente para mantener la coherencia entre los Estados y permitir una común política interior y exterior.

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GLOSARIO A Ahínco Eficacia, empeño o diligencia grande con que se hace o solicita

alguna cosa. Antagonismo Contrariedad, rivalidad, oposición sustancial o habitual

especialmente en doctrinas y opiniones. Abstracción Separar por medio de una operación intelectual las cualidades

de un objeto para considerarlas aisladamente o para considerar el mismo objeto en su pura esencia o noción.

Aserción Afirmar. Antinomia Contradicción entre dos principio racionales. Anquilosar Detenerse una cosa en su progreso. Amilanar Intimidar. Argucia Sutileza, sofisma, argumento falso presentado con agudeza. Anabaptismo Doctrina de los anabaptistas, es decir que no aceptan el

bautismo de los niños antes del uso de razón. Argot Jerga. Asceta Persona que hace vida ascética. Anata Impuesto eclesiástico que consistía en la renta o frutos

correspondientes al primer año de posesión de cualquier beneficio o empleo.

Anodinas Insignificante, ineficaz. Antípoda Dicese de cualquier habitante del globo terrestre con respecto a

otro que more en lugar diametralmente opuesto. B Bula Documento pontificio relativo a materia de fe o de interés

general, concesión de gracias o privilegios o asuntos judiciales o administrativos, expedido por la cancillería apostólica y autorizada por el sello de su nombre y otro parecido estampado con tinta roja. BULA DE ORO: ordenanza hecha por el emperador de Alemania, Carlos IV, el año 1356 y aprobada por todos los príncipes del Imperio, que servía en el de ley fundamental; determinaba las ceremonias y forma de la elección del emperador y fijaba el número de electores.

Bailios Caballero profeso de la orden de San Juan que tenía bailiaje. Bailiaje Especie de encomienda o dignidad en la orden de San Juan, que

los caballeros profesos obtenían y su antigüedad y a veces por gracia particular del gran maestre de la orden.

Brabanzón Natural de Brabante. Beligerante Aplícase a la potencia, nación, etc., que esta en guerra. C Conspicuo Ilustre, visible, sobresaliente. Concilio Junta o congreso de los obispos y otros eclesiásticos de la

Iglesia Católica, o de parte de ella, para deliberar y decidir sobre

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las materias de dogmas y disciplinas. Curia Conjunto de abogados, escribanos, procuradores y empleados

en la administración de justicia. Coyuntura Combinación de factores y circunstancias que, para la decisión

de un asunto importante, se presenta en una nación. Capitular Abandonar una pugna o discusión por cansancio o por la fuerza

de los argumentos contrarios. Convoy Escolta o guardia que se destina para llevar con seguridad y

resguardado alguna cosa por mar o por tierra. Conflagración Perturbación repentina y violenta de pueblos o naciones. Connivencia Disimulo o tolerancia en el superior acerca de las transgresiones

que cometen sus subordinados contra las reglas o las leyes bajo las cuales viven.

Concomitancia Acción y efecto de concomitar. Acompañar una cosa a otra u obrar juntamente con ella.

Confederación Alianza, liga, unión o pacto entre personas, grupos o Estados. Conjunto resultante de esta alianza, sea un organismo, una entidad o un estado.

Coetáneos Contemporáneos. Cónclave Lugar en donde los cardenales se juntan y se encierran para

elegir a un Sumo Pontífice. Contumace Tenaz D Dimanar Provenir, proceder y tener origen una cosa de otra. Disensiones Oposición o contrariedad de varios sujetos en los pareceres o en

los propósitos. Detrimento Destrucción leve o parcial. Disyunción Acción y efecto de separar. Detractores Disconforme, adversario. Discurrir Reflexionar, pensar. Detentar Retener alguien lo que manifiestamente no le pertenece. Dieta Asamblea política y legislativa de algunos Estados europeos. Dispendio Gasto, por lo general, excesivo. Denodada Intrépido, esforzado, atrevido. Deposición Exposición o declaración que se hace de una cosa. E Esgrimir Usar una cosa o medio como arma para lograr algún intento. Estamento En la corona de Aragón, cada uno de los estados que concurrían

a las cortes eran el eclesiástico, el de la nobleza, el de los caballeros y el de las universidades o municipios.

Elucubraciones Lucubración. LUCUBRAR: trabajar velando y con aplicación de obras de ingenio.

Emolumentos Remuneración adicional que corresponde a un cargo o empleo. Enajenar Pasar o transmitir a otro el dominio de una cosa o algún otro

derecho sobre ella. Espigar Tomar de uno o más escritos, rebuscando acá y allá, datos que

a uno le interesen.

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Esquilmo Conjunto de frutos y provechos que se sacan de haciendas y ganados.

Empréstito Préstamo que toma el Estado o una corporación o empresa, especialmente cuando está representado por títulos negociables o al portador.

Exegética Dicese del método expositivo, en las obras de Derecho, que sigue la orden de las leyes positivas, a cuya interpretación atiende principalmente.

Exégesis Explicación, interpretación. F Franquear Liberar a uno de una contribución, tributo, pecho y otra cosa. G Güelfo Partidario de los papas, en la Edad Media, contra los gibelinos,

defensores de los emperadores de Alemania. H Hueste Ejército en campaña. I Inmanentismo Dícese de lo que es inherente a algún ser o va unido de un

modo inseparable o su esencia, aunque racionalmente puede distinguirse de ella.

Incipiente Falto de sabiduría o ciencia. Ignaro Que no tiene noticias de las cosas. Inexorable Que no se deja vencer con ruegos. Insoslayable Que no se puede eludir. Incidencia Lo que sobreviene en el curso de un asunto o negocio y tiene

con él alguna conexión. Imbuir Infundir. Incoar Comenzar una cosa, llevar a cabo los primeros trámites de un

proceso, pleito, expediente o alguna otra actuación oficial. J K L Languidece Flaqueza. Lastre Piedra, arena, agua u otra cosa de peso que se pone en el fondo

de la embarcación, a fin de que esta entre el agua hasta donde

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navega. Ligio Vasallo Lexicografía Técnica de componer léxicos y diccionarios. M Mendicante Que mendiga o pide limosna. Medrar Mejorar fortuna aumentando sus bienes, reputación, etc. Mecenazgo Protección dispersada por un escritor o artista. Manierismo Estilo artístico difundido por Europa en el Siglo XVI,

caracterizado por la expresividad y la artifisiosidad. N Nominalismo Tendencia a negar la existencia objetiva de los universales,

considerándoles como meras convenciones o nombres se opone al realismo y al idealismo.

O Ordenanzas La que está hecha para el régimen de los militares y buen

gobierno en las tropas, o para el de una sociedad o comunidad. Opúsculo Obra científica o literaria de poca extensión. Ortodoxo Conforme con el dogma de una religión. P Perpetuo Aplicase a ciertos cargos vitalicios, ya se obtengan por herencia

o por elección. Postrimería Último período o últimos años de la vida. Panteísmo Sistema de los que creen que la totalidad del universo es el

único Dios. Peyorativo Dícese de aquellas palabras o modos de expresión que indican

una idea desfavorable. Pauperismo Situación permanente de pobreza en una parte de la sociedad

del país. Preboste Sujeto que es cabeza de una comunidad y la preside o gobierna. Propedéutica Enseñanza preparatoria para el estudio de una disciplina. Q R Retórica Arte de bien decir, de embellecer la expresión. Replego Retirarse en buen orden las tropas avanzadas. Reato Obligación que queda a la pena correspondiente al pecado, aún

después de perdonado. Resarcirse Indemnizar, reparar. Restañar Estancar. Rémora Cualquier cosa que detiene, o suspende.

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Rey de Romanos Título dado en el Imperio de Alemania a los emperadores nuevamente elegidos, antes de su coronación en Roma, y a los príncipes designados por los electores del imperio para heredar la dignidad imperial. El que ha de suceder a otro en algún oficio o cargo.

S Soberanía Autoridad suprema del poder público. Supletorio Dicese de lo que suple una falta. Senescal Jefe o cabeza principal de la nobleza. Subversiva Capaz de trastornar. Sedería Mercancía de seda, T U Usura Interés que se lleva por el dinero o el género en el contrato de

mutuo o préstamo. Ultranza A todo trance. V Vitalicio Que dura desde que se obtiene hasta el fin de la vida. Velamen Conjunto de velas de una embarcación. Vernácula Doméstico, nativo. Volteriano Dícese del que, a la manera de Voltaire, afecta o manifiesta

incredulidad o impiedad cínica y burlona. Vulgata Versión latina de la Sagrada Escritura, declarada auténtica por

la Iglesia. W X Y Z

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449

BIBLIOGRAFÍA COMELLAS, José Luis. Historia Universal Tomo X: De las Revoluciones al Liberalismo. Tercera reimpresión. España: Editoriales EUNSA, 1989. ISBN: 84-313-0744-7. PILLOGET, Rene. Historia Universal Tomo IX: Del Absolutismo a las Revoluciones. Tercera reimpresión. España: Editoriales EUNSA, 1989. ISBN: 84-313-0828-1 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis. Historia Universal Tomo VI: De la Crisis del Siglo XIV a la Reforma. Tercera reimpresión. España: Editoriales EUNSA, 1990. ISBN: 84-313-0630-0 VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín. Historia Universal Tomo VII: Renacimiento, Reforma, Expansión Europea. Tercera reimpresión. España: Editoriales EUNSA, 1990. ISBN: 84-313-0716-1 VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín. Historia Universal Tomo VIII: La Crisis del Humanismo y el Declive de la Hegemonía Española. Tercera reimpresión. España: Editoriales EUNSA, 1989. ISBN: 84-313-0850-8

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BIBLIOGRAFÍA DE ILUSTRACIONES CAPÍTULO 1. LA CRISIS EUROPEA EN EL SIGLO XIV

Figura #

Nombre de la Ilustración

Número de

Página

Fuente 1 Bonifacio VIII 15 http://www.taccuinistorici.it/fotoricette/426.

jpg 2 Urbano VI 25 http://www.misacor.com.br/papa202.jpg 3 Guillermo de

Ockham 27 http://www.webdianoia.com/fotfilosofos/occ

am.jpg 4 Juan Buridan 27 http://antology.rchgi.spb.ru/Jean_Buridan/p

ict.jpg 5 Francisco

Petrarca 28 http://www.hmg.hu/irok/renesz/images/pet

rarca.gif 6 Giovanni

Boccaccio 28 http://www.unf.edu/classes/freshmancore/c

ore1images/boccaccio.jpg 7 Juan Wyclif 33 http://www.herodote.net/Images/wyclif.jpg 8 Eduardo III 49 http://war.of.the.roses.fed.freehosting.net/e

dw3.gif 9 Felipe IV 50 http://www.futura-

dtp.dk/SLAG/images/Filip6FR.jpg 10 Enrique II 66 http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/MedH

enry2.jpg 11 Luis de Baviera 72 http://www.grupoese.com.ni/2000/bn/04/1

0/LuisII.gif 12 Carlos IV 73 http://www.lacarlota.net.ar/Cultura/Imagen

es/Carlos%20IV%20de%20Espania.jpg 13 Luis el Grande 76 http://projects.edte.utwente.nl/masters/spiz

ewsk/pl_kings/LOUIS1.gif 14 Segismundo de

Hungría 77 http://www.ucalgary.ca/applied_history/tut

or/imagemid/sigi.JPG 15 Alberto de

Mecklenburgo 80 http://www.kfki.hu/~arthp/art/z/zoffany/pri

nce_e.jpg 16 Gil de Albornoz 88 http://www.spanish-

books.net/literature/imagenes/gilalbtg.jpg CAPÍTULO 2. LA INVOLUCIÓN DEL SIGLO XV

Figura #

Nombre de la Ilustración

Número de

Página

Fuente 17 Réplica de la

Carabela Pinta. Museo de la Carabela, España.

110 http://www.baiona.org/org/es/b/03/index.html

18 Nicolás de Cusa

118 http://agora.qc.ca/mot.nsf/Dossiers/Nicolas_de_Cues

19 Juan Van Eyck 118 http://www.jim3dlong.com/1433_jan_van_

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eyck_man_in_a_red_turban-anaglyph2.jpg 20 León Battista

Alberti 120 http://www.artist-

biography.info/artist/leon_battista_alberti/ 21 Coluccio

Salutati 121 http://www.swif.uniba.it/lei/filosofi/immagi

ni/autori/coluccio.jpg 22 Jacobo Lefèvre

d’Etaples 122 http://www.rootsweb.com/~chevaud/realm

ac/lefevre.jpg 23 Miguel de

Cervantes 122 http://academic.brooklyn.cuny.edu/history/

virtual/portrait/cervantes.jpg 24 Juan de Hus 123 http://www.chez.com/sdg/portraits/images

/hus.jpg 25 Juan XXIII 125 http://www.orlandis.org/imatges/portades/j

uanxxiii.jpg 26 Martín V 126 http://www.gospelcom.net/chi/IMGPOOLF/

Whtdpic/July/pic0707.jpg 27 Carlos VII 127 http://rsta.pucmm.edu.do/biblioteca/pinaco

teca/renacimiento/fouquet/carlos_vii_fouquet.jpg

28 Juan VIII 129 http://www.imperiobizantino.com/imag_emp/juan_viii_paleologo.jpg

29 Papa Pío II 131 http://www.pienza.info/images/papa_pioII_piccolomini.jpg

30 Calixto III 132 http://www.legionhermosillo.com.mx/calixto3.jpg

31 Enrique VI 135 http://www.artilleria.ejercito.mil.ar/historia/imagenes/enrique4.gif

32 Juana de Arco 136 http://es.catholic.net/catholic_db/imagenes_db/participa/santa-juana-de-arco.jpg

33 Alfonso V 137 http://www.delsolmedina.com/Afotos/alfonso%20V.gif

34 Enrique IV 141 http://www.probertencyclopaedia.com/j/Henry%20VI.jpg

35 Ricardo III 144 http://www.graville.com/Richard%20iii.jpg 36 Federico III 146 http://www.hola.com/casasreales/casa_dan

esa/historia/images/federico3.jpg 37 Matias Corvino 148 http://img.radio.cz/pictures/historie/matya

s_korvinx.jpg CAPÍTULO 3. RENACIMIENTO Y HUMANISMO

Figura #

Nombre de la Ilustración

Número de

Página

Fuente 38 Ivan III Tzar

de Rusia 162 http://www.vodkamuseum.ru/history/Histo

ry.gif 39 Jacobo

Burckhardt 165 http://www.weltchronik.de/bio/cethegus/b/

burckhardt.jpg 40 Leonardo Da

Vinci 171 http://www.xtec.es/~agonzal3/imatges/leo

nardo.gif 41 Nicolás 171 http://www.albertocoto.com/imagenes/gmc

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452

Copérnico operni.JPG 42 Basílica de San

Pedro 172 http://www.aldeaeducativa.com/small/sanp

edroroma.jpg 43 Donato

Bramante 172 http://www.michelangeloandthepopesceilin

g.com/images/bramante.gif 44 Biblioteca

Pública de San Marcos diseñada por Michelozzo

175 http://www2.gasou.edu/art/frieder/Graphics4r/Michelozzo-Medici.jpg

45 Lorenzo Valla 175 http://www.ousia.it/SitoOusia/ImmaginiDiFilosofia/ImmaginiRinascimento/ingrandimenti/LorenzoValla.jpg

46 Pietro Pompazzi

176 http://venus.unive.it/philo/filosofia/immagini/Pomponazzi.jpg

47 Marsilio Fisino 177 http://www.renaissanceastrology.com/images/ficino.jpg

48 La Imprenta 183 http://www.unostiposduros.com/media/press.gif

49 Erasmo de Rótterdam

185 http://www.cubaliteraria.cu/autores/img/autor/Erasmo-de-Rotterdam.jpg

CAPÍTULO 4. LA REFORMA

Figura #

Nombre de la Ilustración

Número de

Página

Fuente 50 Erasmo de

Rótterdam 201 http://www.cubaliteraria.cu/autores/img/au

tor/Erasmo-de-Rotterdam.jpg 51 Martín Lutero

clavando su doctrina.

203 http://www.scuolapaternopoli.it/Progetti/WEBGIUB/Immagini/Martin%20Lutero.JPG

52 Martín Lutero 204 http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/efemerides/diciembre/interna/lutero.jpg

53 Carlos V 212 http://www.cubaliteraria.cu/images/Carlos-V-por-Tiziano.jpg

54 Paulo III 214 http://www.legionhermosillo.com.mx/pauloIII.jpg

55 Cardenal Wosley

218 http://academic.brooklyn.cuny.edu/history/virtual/portrait/wolsey.gif

56 Enrique VIII 219 http://www.houseofwaterdancer.com/images/royalty/henry-VIII-02.JPG

57 Cromwell 222 http://www.englishcivilwar.com/images/cromwell.jpg

58 Cranmer 224 http://academic.brooklyn.cuny.edu/history/virtual/portrait/cranmer.jpg

59 María Tudor 225 http://faculty.weber.edu/tmathews/MariaTudor.jpg

60 Ulrich Zwinglio 226 http://www.island-of-freedom.com/ZWINGLI.JPG

61 Heinrich Bullinger

228 http://astro.ocis.temple.edu/~isnavely/bullinger1.jpg

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453

62 Juan Calvino 230 http://www.reformiert-online.net:8080/t/de/bildung/grundkurs/gesch/lek3/img3/calvin2.jpg

CAPÍTULO 5. LOS ESTADOS EUROPEOS Y POLÍTICA INTERNACIONAL No incluye ilustraciones.

CAPÍTULO 6. LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS. EL MUNDO EXTRAEUROPEO

Figura #

Nombre de la Ilustración

Número de

Página

Fuente 63 Astrolabio 283 http://vassorinha.hypermart.net/trabalho/a

strolabio.gif 64 Nocturlabio 283 http://www.lyoba.ch/etoile-des-

enfants/images/astro/03/ph_nocturlabe_small.jpg

65 Marco Polo 283 http://www.kyrene.k12.az.us/schools/brisas/sunda/great/polo.jpg

66 Mapa según Martín Behaim

284 http://home.coqui.net/pamp/frimag/Behaim1.gif

67 Mapa de Ptolomeo

285 http://globalizacion.no.sapo.pt/imagenes/ptolomeo21.jpg

68 Vasco de Gama 286 http://www.ucalgary.ca/HIST/tutor/imagevoy/gama.jpg

69 Cristóbal Colón 286 http://pachami.com/Inquisicion/Colon01.jpg

70 Los Reyes Católicos

287 http://www.duke.edu/web/spanish-lit/images2/reyescatolicos.jpg

71 Carabelas de Colón

288 http://icarito.tercera.cl/icarito/2001/811/img/02-carabelas.gif

72 Fernando de Magallanes

289 http://marenostrum.org/bibliotecadelmar/historia/pacifico/magallanes.jpg

73 Jacques Cartier 290 http://www.rom.on.ca/biodiversity/auk/graphics/akcartie.gif

CAPÍTULO 7. RASGOS DEL MUNDO EUROPEO DE 1550 A 1660

Figura #

Nombre de la Ilustración

Número de

Página

Fuente 74 Gregorio XIII 298 http://www.francobampi.it/ditutto/curiosita

/calendari/gregorio_xiii.jpg 75 Pío V 301 http://www.donbosco-torino.it/image/02-

03/San_Pio_V.jpg 76 Sixto V 302 http://www.legionhermosillo.com.mx/sixto

V.html 77 Jean Bodín 309 http://www.gerdgruendler.de/Bodin,%20Je

an.JPG

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78 Thomas Hobbes

310 http://www.arqnet.pt/imagens2/ph_hobbes1.jpg

79 Francis Bacon 311 http://www.laurentian.ca/history/cyberhisto/europemoderne/pic_bacon3.jpg

80 Rene Descartes 311 http://news.sunynassau.edu/dptpages/Phi/images/Descartes_2.jpg

81 Galileo Galileí 312 http://www.facade.com/celebrity/photo/Galileo_Galilei.jpg

82 Rembrandt 315 http://www.digital-images.net/Images/NS_Paint/Rembrandt_SelfPortrait_3578.jpg

CAPÍTULO 8. EUROPA EN EL TIEMPO DE FELIPE II

Figura #

Nombre de la Ilustración

Número de

Página

Fuente 83 Felipe II 317 http://www.delsolmedina.com/Afotos/Felipe

%20II%20con%20el%20h%E1bito%20de%20Gran%20Maestre%20del%20Toison%20de%20Oro.jpg

84 María Estuardo 327 http://editorialjuventud.es/84-261-0169-0.jpg

85 Segismundo III 332 http://history.wisc.edu/sommerville/351/351images/sigismund3.jpg

86 Iván IV 335 http://www.fidnet.com/~weid/ivan-iv.jpg CAPÍTULO 9. EUROPA EN LA MITAD DEL SIGLO XVII

Figura #

Nombre de la Ilustración

Número de

Página

Fuente 87 Felipe IV 338 http://www.eagle1.american.edu/~pl2498a

/Felipe%20IV.jpg 88 Conde-Duque

de Olivares 338 http://www.fll.vt.edu/culture-

civ/spanish/homework/folkart/3204/olivares.jpg

89 Luis Méndez de Haro

342 http://www.udl.es/usuaris/m0163949/mandef2.jpg

90 Portada de Don Quijote

343 http://cvc.cervantes.es/actcult/halffter/don_quijote/imagenes/portada_don_quijote_teatro_real1.jpg

91 Enrique IV 344 http://www.ignatiushistory.info/00071.jpg 92 Luis XIII 346 http://www.manueldevillena.org/arbol/foto

s/Luis_XIII_rey_de_Francia.jpg 93 Richelieu 347 http://www.newgenevacenter.org/portrait/r

ichelieu.jpg 94 Ana de Austria 349 http://www.tudorplace.com.ar/images/Aust

ria,Ana01.jpg 95 Guilio Mazarino 350 http://icarito.tercera.cl/icarito/2002/871/im

g/05.jpg 96 Jacobo VI 352 http://www.jpopulos.addr.com/apoyodigital

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455

/secundaria/Biografias/imagenes/estuardo.jpg

97 Oliver Cromwell

356 http://www.atrifleofthis.com/images/Oliver_Cromwell.jpg

98 Reina Cristina 365 http://www.um.es/docencia/pherrero/mathis/descartes/Cristina_y_los_sabios.jpg

99 Segismundo III 367 http://history.wisc.edu/sommerville/351/351images/sigismund3.jpg

CAPÍTULO 10. RASGOS GENERALES DE LA EVOLUCIÓN MUNDIAL ENTRE 1660 Y 1776

Figura #

Nombre de la Ilustración

Número de

Página

Fuente 100 Rene Descartes 384 http://news.sunynassau.edu/dptpages/Phi/i

mages/Descartes_2.jpg 101 Isaac Newton 385 http://www.wonderquest.com/images/2003

-07-mystery-isaac-newton.jpg 102 John Locke 386 http://www.atrifleofthis.com/images/John_

Locke_190.jpg 103 Voltaire 386 http://www.deism.com/images/Voltaire.jpg 104 Openfield 396 http://www.hf.uio.no/iba/amciv/gfx/Nebras

ka/openfield.jpg 105 Adam Smith 400 http://rds.yahoo.com/S=96062883/K=%22

adam+smith%22/v=2/TID=I001_0/l=IVS/*-http://www.firstfoot.com/quotations/images/adam_smith.jpg

106 Basílica de San Pedro

402 http://www.cayomecenas.com/I11/ROMA_-_Basilica_de_San_Pedro.JPG

107 El Gran Canal 403 http://itf.fys.kuleuven.ac.be/~jordi/photos/leuven/trips_and_conferences/venice02/Va8_regata_storica2.jpg

108 Saint Paul’s Cathedral

404 http://www.glasssteelandstone.com/Images/UK/LHR/GB-London-SaintPauls-002.jpg

CAPÍTULO 11. EL TIEMPO DE LUIS XIV

Figura #

Nombre de la Ilustración

Número de

Página

Fuente 109 Palacio de

Versalles 406 http://www.megadominios.net/versalles.jp

g 110 Museo de

Louvre 410 http://www.beaconschool.org/~atolpin/pari

sproject/museums/images/Louvre_Pyramides2.jpg

111 Pedro el Grande

421 http://www.mariemontschools.org/books/1999-1995%20%20Art%20Projects/Portrait%20of%20Russian%20Czar%20Peter%20the%20Great%20by%20C.%20Hanner.jpg

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456

CAPÍTULO XII. DESDE LA MUERTE DE LUIX XIV HASTA LA INDEPENDENCIA AMERICANA

Figura #

Nombre de la Ilustración

Número de

Página

Fuente 112 Boston Tea

Party 437 http://www.loc.gov/exhibits/british/images/

vc40.jpg CAPÍTULO XIII. LA EMANCIPACIÓN AMERICANA COMO FORMA DE LA INDEPENDENCIA No incluye ilustraciones.