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  • Formaciones de indianidad.

    Articulaciones raciales, mestizajey nacin en Amrica Latina

    Marisol de la CadenaEditora

  • Table de contenido

    Introduccin ................................................................................................ 7

    Desestabilizando la raza por Kathryn Burns ..................................... 35

    Hubo raza en Latinoamrica colonial? Percepcionesindgenas de la identidad colectiva en los Andesinsurgentes por Sinclair Thomson ........................................................ 55

    Son los mestizos hbridos? Las polticas conceptualesde las identidades andinas por Marisol de la Cadena ....................... 83

    La invencin del indio iletrado: la pedagogade la raza en los Andes bolivianos por Brooke Larson .................. 117

    Raza, cultura y mestizaje en el primer censode Ecuador por Kim Clark ................................................................... 149

    El mestizaje en el espacio pblico: estatismo estticoen el Mxico posrevolucionario por Ana M. Alonso ...................... 173

    Mestizaje, distincin y presencia cultural: la visindesde Oaxaca por Deborah Poole ........................................................ 197

    Mistados, cholos y la negacin de la identidaden la sierra de Guatemala por Charles R. Hale ............................... 233

    El criollo y el mestizo. Del sustantivo al adjetivo:categoras de apariencia y de pertenencia en laColombia de ayer y de hoy por Anne-Marie Losonczy ................... 261

  • La articulacin de los pueblos indgenas en Colombiacon los discursos ambientales, locales, nacionales yglobales por Astrid Ulloa ..................................................................... 279

    Sobre indgenas y movimientos: reflexiones sobre laautenticidad indgena, los movimientos sociales y eltrabajo de campo en el Per contemporneo por MaraElena Garca y Jos Antonio Lucero ..................................................... 319

    La poltica del lugar y los indgenas urbanosen el movimiento indgena del Ecuador porRudi Colloredo-Mansfeld ....................................................................... 347

    Identidad racial y nacionalismo: una visin terica deLatinoamrica por Peter Wade ............................................................ 367

  • Introduccin*

    Tenemos informacin con respecto a Amrica y su cultura,especialmente como se ha desarrollado en Mjico y Per, perosolo para decir que en realidad era una cultura puramentenatural destinada a morir tan pronto el espritu se le acercara.Amrica siempre se mostr impotente espiritual y fsicamen-te. Y as permanece hasta nuestros das. Tan pronto los Euro-peos arribaron all, los nativos fueron gradualmente destrui-dos por lo complejo de la actividad Europea. Hasta los anima-les indican el mismo nivel de inferioridad que los humanos.

    Georg Wilhelm Friedrich Hegel.1

    Lo que conocemos como frica propiamente dicha es esa tie-rra no-histrica y no desarrollada que contina inmersa enel espritu natural.

    Georg Wilhelm Friedrich Hegel 2

    Raza: anterioridades y externalidades

    Les vas a preguntar a las llamas y a las vicuas sobre el Tratadode Libre Comercio? La pregunta dio muchas vueltas en laInternet a m me lleg por lo menos durante tres meses segui-

    dos.3 La idea de que un poltico peruano ms an un congresistade la Repblica se refiriera a un grupo de sus compatriotas de esamanera (como llamas y vicuas) fue insoportable, y como es costumbre

    * Agradezco muchsimo el estimulo multifactico de Eduardo Restrepo, sincuya ayuda nunca hubiera editado este volumen. Agradezco a la WennerGren Foundation que apoy la conferencia en la cual se presentaron mu-chos de estos trabajos. Laura Gotkowitz particip en la primera parte deeste proyecto. Aroma de la Cadena hizo las traducciones del ingls conexcepcin de los artculos de Sinclair Thomson y Peter Wade. El artculode Anne Marie Losonczy fue traducido por Marisa Glave.

    1 Hegel [1822-1828], en Chukwudi Eze (1997: 114, nfasis agregado).2 Hegel [1822-1828], en Chukwudi Eze (1997: 142, nfasis agregado).3 La expresin fue vertida durante una conversacin entre un periodista peruano,

    Ramiro Escobar y un hombre llamado Antero Flores Araoz, representante de unpartido poltico conservador.

  • 8 Introduccin

    en el Per no hubo institucin poltica oficial que criticara la expresin.Sin embargo, contrariando los usos y costumbres por los cuales el ra-cismo ha campeado impune, hubo una pequea protesta. Un grupo dejvenes organizados se plant pacficamente frente a la oficina delpoltico innombrable llevando consigo una llama en alusin a la frase encuestin, y quiz tambin con la intencin de atraer la atencin meditica.El pblico no supo mucho del plantn ni de sus secuelas. Una organiza-dora me cont que el individuo en cuestin se quej sobre el acto, queconsider una violacin a sus derechos humanos. 4 El mismo ao, esdecir al mismo tiempo histricamente hablando, era elegido Presidentede Bolivia Evo Morales, auto-identificado como el primer aymara en lahistoria republicana de ese pas en acceder a semejante puesto poltico.El mundo entero supo del evento inmediatamente, y las reacciones fue-ron de lo ms diversas. Muchos indgenas celebraban a travs de lasAmricas, los neo-liberales lamentaban el suceso, y los ms ilustradoscomo Mario Vargas Llosa cuestionaban la indigeneidad del electo Pre-sidente boliviano.5 Los menos ilustrados, cuestionaban la capacidad degobernar de un indgena.

    El contraste entre estos eventos es mi inspiracin para publicaresta coleccin de artculos en los que se analiza la raza como con-cepto y relacin social, considerando sus anterioridades es decirsus cimientos epistmicos y sus externalidades, es decir, las conse-cuencias del concepto ms all del mismo. Ambos eventos estn articu-lados por cambios y continuidades en los sentimientos raciales enAmrica Latina.6 En pocas palabras: el racismo colonialista conti-na vigente, y al mismo tiempo es impugnado en grande y en pe-queo, por grupos polticos que abiertamente demandan cambiospolticos y, menos abiertamente, cambios conceptuales, es decir ma-neras diferente de hacer y pensar las relaciones sociales presentes.Los artculos de esta coleccin se unen a esta impugnacin, investi-gando la historia que las legitimaba y proponiendo la revisin denuestro vocabulario conceptual para abrir las posibilidades de ma-neras de pensar diferentes.

    Qu ha pasado en Amrica Latina que las bases de la hegemonadel racismo colonialista se estn resquebrajando? Para contestar,

    4 Vanessa Verstegui. Comunicacin personal5 http://www.lanacion.com.ar/Archivo/nota.asp?nota_id=7737066 No est dems recordar que la alteracin del patrn racista hegemnico, ante-

    cede a la eleccin de Evo Morales. El nombramiento de Rigoberta Mench esotro hito en la misma direccin como tambin lo son las representaciones ind-genas en el Congreso de la Repblica de Ecuador, Guatemala, Per, Colombia,entre otros pases de la regin.

  • 9Formaciones de indianidad

    quiero detenerme por un momento en la pregunta del congresista.Sobre las condiciones que permitieron la visibilidad de polticos in-dgenas y su apoteosis del momento, la eleccin de Evo Morales ala presidencia de Bolivia discutir en pginas posteriores. Les vasa preguntar a las llamas y a las vicuas sobre el TLC? es una preguntaque evoca una memoria conceptual muy densa, desde la cual el con-gresista en cuestin pierde singularidad y queda reducido a prototi-po. Con un poco de anlisis histrico, la pregunta infeliz puede sermuy productiva. La audacia de la frase, el poder brutal desde la cualse enuncia, empuja los lmites usualmente utilizados comoindicadores raciales empricos, y tambin de las ideas de biologa ycultura desde los cuales en aos recientes se ha discutido la raza yel racismo, e invoca los cimientos epistmicos histricos de raza. Re-vela tambin las redes de colaboracin conceptual que han hechodurante aos efectivo el concepto de raza y han legitimado exclu-siones que no slo se basan en el color de la piel.

    Esta introduccin es una exploracin en esta memoria racial yen las redes de colaboracin entre conceptos que han legitimadodurante muchos aos inclusiones y exclusiones y continan ha-cindolo. La nocin de raza no nace, ni se hace contempornea,por s sola, sino que tiene conceptos mellizos, a veces hasta siameses.Eso, lo que acompaa a la raza, los conceptos y discursos a travs delos cuales se materializa, es lo que esta introduccin explora.Adentrndome en la memoria conceptual de raza (y los conceptosque le hacen compaa), quiero encontrar las anterioridades de lanocin que opera hoy genealgicamente articulada a categoras eimgenes ya no muy visibles, pero cuya significacin sigue partici-pando en las definiciones, creencias, relaciones y prcticas racialescontemporneas. Pero antes, quiero, por decirlo de alguna manera,empezar por el final por el presente para que quede ms cla-ro qu es lo que quiero decir con las ramificaciones y externalidadesde la nocin de raza y los sentimientos raciales.

    Entonces, ms all de cambios generacionales, en un pas dondeel racismo rein hegemnicamente silencioso cmo explicamos lavoluntad de un grupo de jvenes de denunciar el racismo? La crticade los jvenes a la frase infeliz no es un acto aislado; desde otrasposiciones ideolgicas tambin se censura el racismo. Famosos sonlos casos de las discotecas que impidieron el ingreso de algunas per-sonas, actitudes que fueron consideradas discriminatorias y denun-ciadas por INDECOPI el Instituto nacional de Defensa de la Com-petencia y de la Proteccin de la Propiedad Intelectual. Este esun dato que quiero rescatar, porque es una veta para empezar a ex-plorar las condiciones de posibilidad de las actuales denuncias en

  • 10 Introduccin

    contra del racismo. El INDECOPI fue creado en 1992 con la misinde promover en la economa peruana una cultura de leal y honestacompetencia y proteger todas las formas de propiedad intelectual.Fruto del neo-liberalismo, el INDECOPI representa el esfuerzo porcambiar aspectos especficos de la cultura econmica del Per parafacilitar el funcionamiento del mercado libre, removiendo los obst-culos de su camino y desarticulando las condiciones que impidan sulibertad de accin en el Per. Para ello y otra vez siguiendo reglasneo-liberales generales debe de alistar el servicio de los ciudada-nos a los cuales el mercado debe de llegar. Con esta finalidad espec-fica existe la posibilidad de denunciar las acciones que impidan loscambios culturales que la nueva economa necesita. Entre estas es-tn: la piratera (de discos compactos por ejemplo), las trabas bu-rocrticas (las coimas) los monopolios (existe alguno todava?) y(sorpresa!) la discriminacin. La pgina electrnica indica que pue-den realizar este tipo de denuncias. Toda aquella persona (natural ojurdica) que sienta que su derecho como consumidor a recibir untrato justo y equitativo ha sido afectado. 7

    Segn las reglas del nuevo liberalismo, la competencia es el motordel mercado y para que sta funcione se deben eliminar obstculos quedificulten la conversin de ciudadanos en consumidores. La discrimina-cin racial es uno de esos obstculos, pues el mercado debe extendersea travs de razas y credos. Para que esto ocurra se debe educar tambina los productores en el caso de las discotecas, los dueos o los admi-nistradores a quienes se impuso una multa para que aprendieran que laexclusividad social era un rasgo de ineficiencia econmica. La nue-va cultura econmica se identifica con el multiculturalismo o por lomenos su versin neo-liberal. Si el liberalismo del siglo XIX extendisu dominio a travs de la educacin, el neo-liberalismo quiere hacerloa travs del mercado. La diferencia paralela es que mientras que el viejoliberalismo privilegiaba la educacin como fuente de jerarquas y dediscriminacin, el nuevo liberalismo privilegia el mercado y construyejerarquas a travs de las ganancias de los productores, para lo cual sonimprescindibles los consumidores. Quien no puede consumir no cuenta,las fuerzas del mercado pueden disponer de l o ella usualmente de-jndolo/a morir. Dada la racializacin histrica de las formacionessociales latinoamericanas, quienes mueren son aqullos cuya discrimi-nacin ya haba sido legitimada por el liberalismo. El viejo liberalismodejaba morir (discriminaba) a los ignorantes; el nuevo a los pobres.Raza, educacin y mercado entran en relaciones de mutualidad en laformacin y seleccin de cuerpos hbiles e inhbiles. Al que no sabe leer yescribir, no le vas a preguntar eso... termin diciendo el congresista

    7 http://www.indecopi.gob.pe/

  • 11Formaciones de indianidad

    innombrable a modo de justificacin. Y los ignorantes son tambinlos indios o los cholos, que para el caso sera lo mismo que sontambin los pobres.

    Que el INDECOPI no sancionara al congresista racista nodebe llamar la atencin no estaba afectando los derechos de los con-sumidores! Ms all de procurar las aperturas que el mercado necesi-ta, el Estado no tiene rol activo en la implementacin delmulticulturalismo inscrito en la nueva Constitucin y ste ha queda-do en mera declaracin en el Per y en otras partes de Amrica Lati-na. Sin embargo, hay otros actores polticos que convergen en la esfe-ra que el multiculturalismo neo-liberal legitima y van ms all. Losjvenes que denunciaron al Presidente del Congreso son uno de ellos.Los cambios histricos rara vez son ideolgicamente puros; las msde las veces son coyunturas excepcionales en las que ocurren conver-gencias inesperadas, cuando ideologas antagnicas colaboran en elmismo proyecto. Evelina Dagnino (2005) ha llamado a esto coinci-dencias perversas. En el caso del neo-liberalismo, la coincidencia en-tre el principio de libre mercado y el activismo por justicia social ocu-rre, por ejemplo, en el proceso de limpiar el camino del mercado de lascondiciones que impiden su funcionamiento, en este caso, ciertas ma-nifestaciones del racismo. Obviamente las coincidencias tienen tam-bin lmites ideolgicos claros y all es donde empiezan las diferen-cias polticas importantes. Alejando Toledo (ex-presidente del Per)y Evo Morales (actual presidente de Boliva), ambos auto-identifica-dos como indgenas, (el primero menos que le segundo, pues ahora esobvio que la indigeneidad se puede medir) son un ejemplo perfectode coincidencia con el neo-liberalismo el primero y de antagonismo elsegundo. El multiculturalismo (an en su versin ms conservadora)colabor (junto con otras ideologas, algunas menos conservadoras)en deslegitimar (quiz slo coyunturalmente) las relaciones y creen-cias que impedan que individuos como Toledo y Morales (hijos decampesinos ambos) accedieran a las jerarquas polticas ms altas.

    Las categoras con las cuales hoy en da se legitiman las exclusionesya no surgen slo del campo disciplinario de la biologa o la cultura,sino que tambin utilizan el espacio conceptual de la economa susherramientas legitimadoras de exclusin son nociones como eficienciay crecimiento. De la misma manera, el Estado tiende a abandonar surol en instituciones jerarquizadoras, en la medida en que de laimplementacin de inclusiones y exclusiones supuestamente se encar-gara el mercado. El multiculturalismo incluira a todos los que puedanconsumir y excluira aunque implcitamente a los que no puedanhacerlo. Pero, aunque imperceptiblemente, con reticencias y hasta crti-cas de algunos, las creencias, relaciones y categoras raciales anteriores

  • 12 Introduccin

    al multiculturalismo, se mantienen, y en algunos casos son muy anti-guas, vienen desde pasados considerados remotos. Por ejemplo, aunquel mismo lo ignore, el congresista innombrable us imgenes que datandel siglo XVI cuando se negaba la humanidad de los habitantes que losespaoles encontraron en las Amricas. Imgenes semejantes, con loscambios pertinentes, son las que usa Hegel cuando habla de la culturapuramente natural de los peruanos y mexicanos y, por lo tanto, de sucercana con los animales de Amrica del Sur. Esto no quiere decir queel congresista y los pensadores de la conquista piensen de la mismamanera calificar a estos ltimos de racistas sera anacrnico. Mu-cho menos pretendo hacer una comparacin entre las ideas hegelianasy las del congresista. Lo que quiero decir es que los elementos quecomponen el concepto de raza son anteriores a su emergencia, se man-tienen en transformacin durante mucho tiempo, cambian de significa-dos y mantienen su sedimento en tensin con los cambios que permitensu adecuacin en locales y temporalidades distintas.

    Tomados en conjunto, los artculos de este volumen trazan la ge-nealoga de la raza desde antes de su evento como categora cientfica,y consideran la influencia de las clasificaciones coloniales en laimplementacin de las polticas racializadas modernas. Analizan tam-bin la creacin de nuevas categoras, y la renovacin de los significadosde viejas categoras que sirvieron los procesos de configuracin de na-ciones homogneas, y ms recientemente articulan la produccin de laheterogeneidad que el multiculturalismo neo-liberal dice tolerar. Laconversacin entre ellos indica que la nocin de raza es inestable: desdesu conexin moderna con las normas discriminatorias que la antecedie-ron, las posiciones desde las que se formulan las taxonomas racialesson muchas, no slo geogrficamente, sino tambin en cuanto subjeti-vidades y posiciones ideolgicas. Estas posiciones sus afirmaciones,negaciones y contradicciones forman los enredos conceptuales ypolticos en los cuales se fragua raza en Amrica Latina, siempre enrelacin y dilogo) con otras formaciones raciales (la de los EE.UU. porejemplo) y sus propios enredos conceptuales.

    Implicada en el proceso histrico mundial, la definicin monolgica(o universal) de raza es una apariencia. Como herramienta de produc-cin de diferencias y de sujetos diferentes, la raza se realiza como con-cepto mediante dilogos y relaciones polticas entre quienes califican yquienes son calificados y entre los primeros tambin estn los lti-mos. Como concepto poltico, una caractersticas importante es quela raza adquiere vida en traduccin, ocurre en relaciones cuyos signi-ficados coinciden parcialmente, pero cuyos excesos (las no coinciden-cias) an cuando estorben, continan en circulacin. El artculo deKim Clark explica que los encuestadores de los censos en Ecuador te-

  • 13Formaciones de indianidad

    nan que ser entrenados para que pudieran distinguir blancos de mes-tizos y a estos de los indios con las pautas que les daba la oficinaorganizadora del cuestionario. La definicin censal coincida slo par-cialmente con la del encuestador, y la de este tambin parcialmente conla del encuestado. Aunque las coincidencias hacan posible el Censo, lasdiscrepancias seguan organizando la vida cotidiana local. Las traduc-ciones sus coincidencias y discrepancias conectan temporalidadesy lugares articulados entre s por relaciones de poder significadas por lamodernidad y dan lugar a una poltica conceptual una discusinen la que se negocian definiciones locales y pretensiones de universali-dad. En esa discusin (que es mltiple y cotidiana) la raza expande suradio de accin, implementando clasificaciones, jerarquas y discrimi-naciones susceptibles de ser cuestionadas (y quiz desafiadas) desdeposturas conceptuales y polticas diferentes. Lejos de sugerir relativismocultural (que equivaldra a decir que cada lugar tiene su definicin deraza, y que cada definicin vale en s misma aisladas de las dems) lo quesugieren el conjunto de artculos aqu reunidos es que las definicionesde raza son dialgicas, y que estos dilogos estn articulados por rela-ciones de poder. La raza responde a geo-polticas conceptuales locales,nacionales e internacionales.

    Una ltima advertencia, quiz una mea culpa, antes de empezar.Los artculos que hacen este libro tratan sobre la formacin racialde Amrica Latina desde un imaginario que enfatiz la relacin en-tre espaoles e indgenas, y excluy el componente africano, gene-ralmente formado por esclavos, que reciban casi desde su arribo alcontinente, el nombre de negros. Las categoras raciales no sloimpiden la entrada de cuerpos en locales fsicos tambin los des-alojan del imaginario, en este caso el de las naciones latinoamerica-nas. No se necesita ejercer la discriminacin conscientemente paracolaborar en el ejercicio de la exclusin. En este sentido, este librose confiesa producto de y colaborador de las exclusiones ejercidaspor el mestizaje, el proyecto racial ms popular aunque no necesa-riamente hegemnico en la regin.

    La fascinante vacuidad de la raza:genealogas y colaboraciones locales

    Fascinacin f. Engao o alucinacin. 2. f. Atraccin irresistible.

    Diccionario de la Real Academia de la Lengua Espaola

    Raza es un concepto fascinante en los dos sentidos que le da a la palabrael Diccionario de la Real Academia. Produce atraccin irresistible, sen-timientos superlativos por repulsin o por agrado. Tambin engaa,

  • 14 Introduccin

    porque aunque se exhibe como nica, sus definiciones son muchas y suunivocidad es una ilusin, resultado de polticas conceptuales que auto-rizan unas definiciones en detrimento de otras. Goldberg (1993) co-menta que es una categora relativamente vaca y Stuart Hall (1996 a y1996b) la califica como significante flotante, conceptualmente parasi-taria, raza adquiere significados y se propaga articulada a condicionesdiferenciadoras locales.8 Lo vacuidad de raza, lejos de restarle posibili-dades, es responsable del potencial universal del concepto de su fuer-za nmada, capaz de insertarse y adquirir vida en lugares del mundodonde la modernidad le haya abierto un espacio, por pequeo que sea. Lejos de restarle historia, su vacuidad hace posible que raza se enraceen genealogas especficas y adquiera mltiples pasados, muchas me-morias conceptuales, que le dan textura estructural y la abren a subje-tividades locales. La fuerza de la memoria conceptual en la semiticaracial, sugiere (como lo propone Kathryn Burns en su captulo) laretrospeccin como actitud analtica que abre el concepto a sentidosaparentemente desplazados, que lejos de desaparecer se infiltran en losnuevos significados otorgando a la nocin de raza sentidos y valoreslocales. Esto complica fructferamente la pregunta sobre los orgenesde raza, y permite analizarla emergiendo de mltiples pasados, de espa-cios separados geogrficamente pero conectados textual, poltica y has-ta afectivamente. Entonces (siguiendo la sugerencia de Sinclair Thomsonen su captulo), en lugar de proponer que raza se origina en uno u otrolugar, en uno u otro momento histrico, propongo analizar la capacidadarticuladora del concepto: su potencial camalenico, su capacidad deprenderse de instituciones, sensaciones y sentimientos anteriores, si-multneamente adquiriendo y renovando sus significados y articulan-do dilogos (y disputas de poder) local y trans-localmente.

    Como herramienta conceptual para organizar el poder, la idea de razaarticula temporalidades y espacios extensos y enraizndose en formacio-nes sociales, se infiltra en formas locales de organizar diferencias, renuevasus significados y al mismo tiempo adquiere semntica local, sin perdersu capacidad de comunicarse extra localmente. Aunque el punto princi-pal de la retrospeccin es sealar que el concepto moderno de raza nosurge sin antecedentes, quiz debo advertir, para evitar malos entendidos,que proponer la retrospeccin analtica no quiere decir estudiar la razaen el pasado quiere decir que para analizar sus valores presentes te-nemos que tener en cuenta las tensiones semnticas que la sostienen.stas no ocurren slo en el presente; tampoco son resultado de definicio-nes estables (cientficas o legas). Resultan de polticas conceptuales delarga duracin. Las tensiones semnticas que ofrecen raza a las polticaspblicas, a las relaciones sociales y a nuestros anlisis, son resultado de

    8 Ver tambin Stoler (2002), De la Cadena (2000).

  • 15Formaciones de indianidad

    discusiones y prcticas organizadas por relaciones de poder que afectansu conceptualizacin. Las definiciones de raza son locales y hasta mo-mentneas. Son adecuaciones del concepto a un complejo de intereses,deseos, subjetividades y cuerpos que se modifican al moverse a travsplanos polticos locales, nacionales, e internacionales. La definicin deraza no existe resulta tal articulada por relaciones de poder especfi-cas, dependiendo del plano en el cual aparezca, y siempre en negociacincon aquellas definiciones que quiere subordinar.

    Desde la memoria moderna gruesamente a partir del siglo XVIIraza es animada por los procesos epistmicos y polticos que quierensecularizar la vida y producir conocimiento fuera de la esfera de in-fluencia de la fe y de la Iglesia cristianas. Esto resulta en la creacin dedos regmenes: el de la naturaleza y el de la cultura. En la primera estnlas plantas, los animales, y los minerales tambin las energas fsicasy qumicas, y las cosas. En la cultura estn los hombres ellos hacenla historia, la poltica, el conocimiento. En el proceso de hacerlo creanconexiones entre naturaleza y cultura, pero para poder crear estas co-nexiones mantienen los dos espacios ontolgicos diferenciados, y nie-gan la agencia de las conexiones que ellos mismos crean. Bruno Latour(1994) llama a esto, el proceso de constitucin de la modernidad o lainstancia crtica moderna. Este momento histrico, explica este au-tor, se hace evidente por la existencia de dos prcticas interdependientesy simultneas. Una es la proliferacin de mezclas nuevas de naturalezay cultura (las llamadas invenciones). La otra es la separacin constan-te de la naturaleza y cultura concebidas como espacios ontolgicos dife-rentes. A la primera prctica, la de creacin de hbridos de naturaleza-cultura Latour la llama traduccin, a la separacin de las mezclas lallama purificacin. Esta ltima es, segn este autor, la nica prcticaque los modernos admiten. Pero, contina diciendo, la verdad es que lasinvenciones mismas desmienten tal separacin ontolgica, pues son mez-clas de naturaleza-cultura. Estos dos campos nunca han estado separa-dos, la separacin es epistemolgica y, por lo tanto, nunca hemos sido(ontolgicamente) modernos.

    La raza es una herramienta de la constitucin de la modernidad.Sirve, entre otras cosas, para sacar a los humanos del rgimen con-ceptual del Dios dominante junto con otros procesos, colabora enla institucionalizacin de la religin, su separacin de la ciencia y lasecularizacin del conocimiento. Quiz ms que ninguna otra in-vencin moderna, raza evidencia la mezcla de cultura y naturaleza.Coloca al hombre en la naturaleza y hace su conocimiento accesibledesde la biologa, desde la ciencia y fuera de Dios. Pero tambin locoloca al centro de la cultura: no slo se lo puede estudiar desde lahistoria, la poltica, la filosofa, sino que como productor de esas

  • 16 Introduccin

    disciplinas, se produce a s mismo como sujeto de conocimiento. Estaparticularidad que ubicara al hombre en el centro de la instanciacrtica moderna, plantea un problema conceptual central a las cien-cias raciales. Si la nocin de raza coadyuva a la separacin de natu-raleza y cultura como campos de conocimiento y ontologas dife-renciados, cuando se trata de los humanos, purificar raza de cultura(o de naturaleza/biologa) no es fcil y los desacuerdos cientficosproliferan. La solucin de Hegel (y de muchos) fue usar la divisinde la humanidad en razas para situar a unos grupos ms cerca de lacultura (el Espritu) y lejos de la naturaleza (dominndola) y a otroslejos de la cultura y cerca de la naturaleza, siendo dominados porella. Pero la solucin hegeliana, aunque purificaba relativamentegrupos humanos, no purificaba la nocin de raza, que segua siendonaturaleza y cultura. El deseo de purificacin, fundamento de lamodernidad, la necesidad cientfica de producir un concepto de razaen que naturaleza y cultura estn claramente demarcados, junto conla imposibilidad de hacerlo (por tener la raza al hombre como su-jeto y objeto de conocimiento), fue muy productivo: consolida lanocin (inestable) de raza mediante la proliferacin de dilogos aca-dmicos en conflicto (a veces antagnicos) que eran tambin discu-siones ideolgicas, en los que con constancia sorprendente por unlado se purifica raza de cultura y se la hace naturaleza/biologa, ypor el otro se argumenta que es tambin (o solamente) cultura(Barkan 1996). Gradualmente, la prctica nazi hace incontrolable lainterferencia de la poltica nacional e internacional en las discusio-nes raciales, conduciendo a la comunidad cientfica a descartar razacomo nocin cientfica a partir de mediados del siglo XX. Al sereliminada, la definicin cientfica de raza qued purificada de ideo-logas polticas, pero la ciencia no elimin el legado histrico delconcepto, ni su hibridez conceptual, ni su fuerza estructural en ladistribucin del poder y de la organizacin poltica.

    Aunque ahora se acepta con mucha naturalidad que la raza esuna construccin social la discusin sobre cmo ocurre esta cons-truccin y sobre las diferencias entre construcciones locales (cen-trales y perifricas) contina. Obviamente, junto con las polticasraciales (racistas y anti-racistas, cotidianas y oficiales) la discusinterica-poltica sobre raza contribuye a su formacin como concep-to, y es parte de ella, como ideologa y como prctica. En este proce-so los desacuerdos son constitutivos de la categora; articulados porla percepcin de una distribucin desigual del conocimiento, alimen-tan las polticas conceptuales que mencion antes, construyendo in-terpretaciones analticas con poder de interpretacin y significacinque para cerrar el crculo entran otra vez a la discusin para serconfirmadas, rechazadas o reformuladas

  • 17Formaciones de indianidad

    En el principio el Mundo era Amrica:historia y raza en Amrica Latina

    Historia, geografa y raza son categoras cuyas trayectorias se cruzan apartir de los siglos XVIII y XIX, y colaboran en la produccin de lajerarquizacin del mundo conocido, vinculando las ideas de evolucin ydistribucin geogrfica de la humanidad. La Humanidad coexista en dis-tintos niveles de desarrollo, ubicados en regiones del mundo. Europa re-presentaba la civilizacin, el fin de la Historia, siempre el futuro de laHumanidad. frica, en cambio, era el primitivismo, el pasado de la Huma-nidad, la ausencia de Historia: la anttesis histrica de Europa. La idea deque el mundo estaba habitado por grupos que vivan en el pasado deEuropa no era nueva en el siglo XIX. Ya en el siglo XVII, John Lockepensaba que En el principio el mundo era Amrica (1970 [1689], sec-cin 49) con lo que quera decir que la Amrica del Norte que tenan quegobernar los ingleses representaba estadio ms incipiente de la evolucinhumana. Como tal no tena gobierno propio todo en ella era naturale-za, y las relaciones a travs de las cuales los pueblos indgenas que lashabitaban producan y creaban sociedad no tenan valor histrico ni pol-tico. Lo mejor que podan hacer los ingleses era introducir sus propiasinstituciones y crear gobierno. Situada en Europa, la Historia viajaba porel mundo incorporando en su dominio a los grupos humanos que nopodan gobernarse, o diseminando su espritu poltico y su deseo de liber-tad, entre los pueblos que ya estaban listos para hacerlo. Coincidiendocon Locke desde otro ngulo, Hegel describa el perodo de las indepen-dencias de los pases americanos, diciendo todo lo que pasa en Amricase origina en Europa (p.117). La posibilidad histrica de las Amricas eraconsecuencia de la presencia Europea en el continente. Karl Marx trans-form para la posteridad la dialctica hegeliana, reemplaz su idealismocon materialismo histrico, pero no rechaz la centralidad de Europa enla construccin de Historia Universal. Desde su perspectiva India, porejemplo, no tuvo Historia hasta que fue colonizada por Gran Bretaa lo que ocurri antes no era cambio histrico.

    La posibilidad de Historia desde este punto de vista (por dems ge-neralizado) lo indicaba el grado de desarrollo de formas de gobiernoorganizadas por la razn. La forma de gobierno racional por excelenciaes el Estado liberal o socialista, dependiendo de la ideologa del inte-lectual en cuestin. Dipesh Chakrabarty (2000) llama a esta forma depensar historicismo, y la define como la actitud analtica segn la cualpara entender algo hay que imaginarlo como una totalidad que se desa-rrolla con el tiempo. A su vez, el tiempo se usa para medir la distanciacultural (o el grado de desarrollo) que supuestamente separa Europadel resto del mundo. La consecuencia de esta manera de pensar la histo-ria es su colonialidad (cf. Quijano 2000): se convierte en un cuarto de

  • 18 Introduccin

    espera donde las poblaciones no europeas aguardan su europeizacin,es decir, el momento en que puedan autogobernarse. Mientras que es-tn en el cuarto de espera son gobernadas por la metrpoli responsablede su evolucin. Sobre el peligro del auto-gobierno de las masas eselocuente Marx en Dieciocho de Brumario: los campesinos incapaces derepresentarse a s mismos, eligen a strapas como Luis Bonaparte paraque los gobierne. Aunque esta visin ya no tiene la vigencia absolutaque sola tener, la sigue teniendo, aun dentro de la academia. Fuera deella, ha sido utilizada repetidas veces para explicar, entre otras cosas, loque las clases polticas latinoamericanas tradicionales han consideradoresultados electorales peligrosos para el desarrollo poltico de los pa-ses de la regin. Slo en el ao 2006 hay muchos (demasiados!) ejem-plos: estoy pensando, concretamente, en la avalancha de anlisis perio-dsticos que provoc el triunfo de Ollanta Humala en la primera vueltade las elecciones en el Per en abril del 2006; en las crticas racializadasa Evo Morales el presidente electo de Bolivia y su gabinete, en las acu-saciones, llenas de disgusto racial, en contra del movimiento de apoyo aAndrs Manuel Lpez Obrador, el candidato presidencial oficialmentederrotado en Mxico en las elecciones del 2006.

    El historicismo era hbito analtico en los siglos XIX y XX y hastapoda significar una postura poltica progresista. Por ejemplo, frente ala propuesta del darwinismo social y su doctrina de la supervivencia delos ms fuertes, el liberalismo o el socialismo responderan que la super-vivencia no dependa slo de cualidades innatas, sino de polticas pbli-cas que elevaran las capacidades de los inferiores. Amrica Latina em-pez su vida como regin geo-poltica en este perodo y desde un co-mienzo tuvo que defenderse de la diplomacia agresiva (y obviamenteracializada) de los EE.UU. y de Gran Bretaa.9 Las discusiones acercade los peligros de la degeneracin producida por las mezclas racialesacechaban y cuestionaban la capacidad de la regin de autogobernarse.Gustav Le Bon, por ejemplo, era de la opinin de que el destino deAmrica Latina era regresar a la barbarie primitiva a menos que losEE.UU. le presten el inmenso servicio de conquistarla (citado enGonzales 1983: 33). En el mejor de los casos, el de Hegel por ejemplo,se subordinaba la historicidad de Amrica Latina a la presencia Euro-pea en la regin. Y cuando los imperialismos se disputan el mercado dela regin, y la posibilidad de gobernarla, las elites latinoamericanas tie-nen la urgencia poltica de afirmar la identidad regional y diferenciarlade los Estados Unidos, el vecino continental ms poderoso y a quien enla vida cotidiana las mismas elites, presas de la hegemona de la moder-nidad, imitaban. Inspirada en este sentimiento, la produccin intelec-

    9 Incluyendo, por ejemplo, la obra de Madison Grant The Passing of the GreatRace, que se public por primera vez en 1916.

  • 19Formaciones de indianidad

    tual-poltica latinoamericana de este perodo se puede interpretar comoel esfuerzo por imaginar un proceso histrico singular, que incluya a laregin en la Historia Universal, pero no como un momento inferior enla evolucin de la Humanidad, temporalmente anterior al lugar queentonces ocupaba Europa, y por lo tanto subordinada a ella, sino comouna regin con personalidad propia, heredera de las civilizaciones his-pnicas y pre-hispnicas. Si Raza e Historia colaboran para justificar eldominio imperial de la Europa sajona y de los Estados Unidos, las rep-blicas al sur de los Estados Unidos, movilizan los mismos conceptospara afirmar la capacidad de gobierno propio. Esta perspectiva producela Historia de Amrica Latina, y con ello una regin que imagina suproceso evolutivo integrado al proceso histrico mundial, pero con unpasado orgnicamente propio y heredera por lo tanto de un presentelegtimamente independiente y soberano. Por ejemplo, para el urugua-yo Jos Enrique Rod, de gran influencia en el pensamiento conserva-dor de la regin a comienzos del siglo pasado, [] tenemos losamericanos latinos una herencia de raza, una gran tradicin tnicaque mantener, un vnculo sagrado que nos une a inmortales pginas dela historia, confiando a nuestro honor su continuacin en lo futuro.10

    El pasado especfico a Latinoamrica justificaba su lugar en la histo-ria de la humanidad; la amenaza estadounidense de colonizar cultural ypolticamente la regin equivaldra a la eliminacin, intolerable, de unaporcin de la Historia Universal. El mexicano Jos Vasconcelos, cono-cido como creador de la idea de mestizaje, como proyecto racial es tam-bin elocuente con respecto a la singularidad histrica de la regin: LaCivilizacin no se improvisa escriba en La raza csmica, emerge deuna larga preparacin y purificacin de elementos que se transmiten ycombinan a travs de la Historia. Por eso es estpido empezar nuestropatriotismo con el grito de independencia de Hidalgo, con la conspira-cin de Quito, o con los triunfos de Bolvar, porque si no nos enraizamosen Cuauhtemoc y Atahualpa no tendr soporte alguno (1925[1979]:12). Pero la historia no era provincianamente regional. Haba que asu-mir la herencia que vinculaba a la regin con los eventos que integra-ban la Historia Universal. Entonces continuaba: Al mismo tiempo te-nemos que vincular nuestro patriotismo a su fuente hispnica, y edu-carla en las lecciones aprendidas de la derrota de Trafalgar y la ArmadaInvencible que tambin es nuestra. Si nuestro patriotismo no se identi-fica con los diferentes estadios del viejo conflicto entre latinos y anglo-sajones, nunca ser otra cosa que un regionalismo carente de posibili-dad universal (Vasconcelos, 1925[1979]:12). El mestizaje propuestopor Vasconcelos, no slo expresa la necesidad de construir una nacinracial-culturalmente hbrida, aunque esto sea lo que ms se ha discutido

    10 http://es.wikisource.org/wiki/Ariel:_06

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    en crculos polticos y acadmicos. Como explica Ana Alonso en su ca-ptulo, el mestizaje adems representaba un proyecto de integracinde la regin en la Historia Universal, y por lo tanto, en la modernidadcomo proceso mundial.

    El mestizaje no es el nico proyecto productor del lugar de AmricaLatina en la Historia Universal. Tampoco es hegemnico en espaciosde Amrica Latina donde las elites son presas del temor a la degenera-cin poblacional que supuestamente las mezclas raciales produciran.Pero a favor o en contra del mestizaje, la necesidad de modernizacinera un sentimiento compartido por las elites de Latinoamrica, cuyonacionalismo adems demandaba un proceso propio de inclusin en laHistoria Universal. Este proceso tiene un historicismo propio, que sus-cribe ideas de locales de raza y muestra dos aspectos complementarios:uno es la percepcin de subordinacin al mundo del Norte (aun cuandoslo materialmente); el segundo es la creacin de poblaciones atrasa-das obviamente subordinadas a las elites polticas regionales. Gober-nar es poblar, escribe el uruguayo Jos Enrique Rod (1988:60) repi-tiendo las palabras del argentino Juan Bautista Alberdi, pero aclara que,adems de promover el incremento numrico, poblar significa asimilaral pueblo, educndolo y luego seleccionando entre los ms educadospara las tareas que las elites no alcancen a ejecutar. Gobernar era crearuna distincin implcita entre poblaciones y ciudadanos semejante ala que discute Partha Chatterjee (2004) para el caso de la India; losprimeros seran aquellos en necesidad moral y material. La carencia delos segundos se limitara a lo material, y slo en algunos casos. Elhistoricismo organiza conceptualmente esta distincin: mientras quelos ciudadanos tenan el derecho (hasta la obligacin, dependiendo delnivel de ciudadana) de participar en la poltica nacional, las poblacionesdeban esperar a alcanzar el nivel moral apropiado para ejercer dere-chos ciudadanos. Mientras tanto, en la antesala de la historia(cf.Chakrabarty, 2000) el Estado tena la obligacin de educar a sus po-blaciones, mejorarlas hasta convertirlas en ciudadanos. La educacinemerge como proyecto bio-poltico (cf. Foucault) por excelencia, la he-rramienta del Estado para crear una nacin fuerte y saludable. BrookeLarson y yo escribimos en este libro acerca de este proceso, Larson paraBolivia y yo para el Per.

    La complicidad entre Raza e Historia en la produccin de las jerar-quas que obliga el contrato social moderno, no es peculiar a AmricaLatina. Ocurre tambin en otras partes del mundo. Pero para que lacolaboracin interpele en los lugares donde ocurre, las dos categorasdejan la universalidad que les permite viajar y se asientan en traduccincon las gramticas que organizan las jerarquas locales. El proceso de lacolonizacin Europea fue posible porque sus instituciones (incluidas

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    sus categoras) ostentan simultneamente extrema flexibilidad paratraducirse localmente, y arrogante rigidez para afirmar su universalis-mo. En el caso que me ocupa, la raza por universal que parezca absorbipasados locales transformndolos para el futuro, e integrando a Amri-ca Latina en una Historia Universal, en la en la que el pasado era pre-hispnico pero tambin cristiano, el presente era populista pero tam-bin elitista, y que predicaba el progreso como resultado de la educa-cin, pero tambin del color de la piel.

    Reputacin y color:las peculiaridades de la raza en Amrica Latina

    [] ese sujeto era negro de pies a cabeza, prueba clara deque lo que deca era una estupidez.

    Immanuel Kant 11

    Cuando Carl Linnaeus, Johann Friedrich Blumenbach y otros a me-diados del siglo XVIII, utilizaron colores y la geografa para clasifi-car los grupos humanos, aunque Amrica Latina todava no exista,ya circulaba en la regin la palabra raza y la idea de color negro.Como explican Kathryn Burns y Sinclair Thomson en sus captulosen este volumen, aunque su significado no era fijo, y solo en algunoscasos se referan a la piel, los colores se usaban para clasificar a laspersonas. Con el mismo propsito existan tambin otras palabras:albino/a, albarazado/a, barcino/a, cambujo/a, castizo/a, coyote,espaol/a, gbaro/a, indio/a, jenzaro/a, lobo/a, mestizo/a, moris-co/a, mulato/a, zambaigo/a (Katzew, 2004).12 En las pinturas decastas (la fuente ms frecuente de este vocabulario) las etiquetas y elcolor de la piel del tipo social que describen estn obviamente rela-cionadas; sin embargo, aparentemente el color necesitaba de otrosmarcadores para actuar. Las pinturas describen oficios, ubicacingeogrfica, actitud moral, aptitud social, religin entre otros mar-cadores. Complicando la pureza de sangre,13 todos los tipos socia-les mencionados podan ser resultado de mezclas, incluidos castizos

    11 Observations on the Feeling of the Beautiful and Sublime [1764], citado enChukwudi (1997: 97).

    12 Ntese que en esta clasificacin, tomada de pinturas de castas Mexicanasdel siglo dieciocho pocas palabras connotan color: albarazado, albino, ybarcino indican manchas blancas; cambujo sugiere lo negro Diccionario dela Real Academia Espaola, ver http://www.rae.es/. La palabra blanco/acomo categora social existe en documentos de los Andes a partir de finesdel siglo dieciocho (Estensoro, 2000; Chambers, 2003).

    13 Quiz era ms un principio que indicaba la norma a alcanzar en sucesivasgeneraciones de cristianos.

  • 22 Introduccin

    y espaoles. Que las categoras deben de haber sido de una fluidezextraordinaria lo demuestran las inscripciones en las pinturas, ex-plicando y entrenando al pblico en la identificacin de los tipos quedescriben; etiquetas como tente en el aire y no te entiendo sonun intento de finalizar la clasificacin que al mismo tiempo expre-san la imposibilidad de la tarea. Hace ms de cuarenta aos, MagnusMorner us el ejemplo del chileno Alonso de Ovalle comentandosobre la dificultad de distinguir a mestizos de espaoles: no se dife-renciaban, cuenta Ovalle, ni por la cara, la forma del cuerpo, la for-ma de hablar, ni siquiera por la pronunciacin! (Morner, 1967, cita-do en Katzew, 2004:45). Hay ejemplos semejantes en muchas partesy durante mucho tiempo: en 1788, el Intendente de Arequipa (Per)describa su dificultad de diferenciar indios de espaoles (Chambers,2003:42). Muchos de estos ejemplos indican la posibilidad y, en ca-sos, el deseo de moverse hacia una categora que ofrezca una mejorubicacin social, lo que no solamente era posible, sino relativamentefcil. El jesuita espaol Jos Gumilla sorprendido escriba Y laverdad es notable la brevedad con que se blanquea el color de losindios; tanto que la India que se cas con un Europeo, con tal que lahija, nieta, viznieta y la chosna [tataranieta] se casen con unEuropos, la cuarta nieta ya sale puramente blanca y tanto que lo esla Francesa que naci y creci en Pars (Gumilla, 1791 [1741]:74,en Katzew, 2004:213).

    Quiz muchos en Hispano Amrica pensaban, como el padreGumilla, que de las mezclas poda salir una persona blanca pura;lo cierto es que como no dependa solo de la piel, identificar el colorde las personas no era tarea fcil, y por la misma razn, quiz, tam-poco cotidiana. Ser blanco no quera decir ser espaol; este estatus,el ms alto en Hispano Amrica, dependa tambin de la reputacin,y sta poda, segn los casos, tener ms peso que el color de la piel(Katzew, 2004; Cope, 1994). Para los extranjeros que visitaban His-pano Amrica, esta manera de clasificar representaba una equivoca-cin que deba enmendarse: ser blanco era cuestin de piel, los blan-cos puros eran pocos, y de ninguna manera descendan de indios. Yla verdad es que, a pesar de lo que crean los europeos, ninguna deestas dos maneras de clasificar (y muchas otras ms) era ms o me-nos correcta que la otra. Ambas participaban del mismo momentohistrico mundial, colaboraban en el Iluminismo, participaban de lavocacin de separar el reino de Dios del de la naturaleza, e inaugu-raban clasificaciones cientficas con las cuales las pinturas de castasestaban emparentadas. Pero, como bien describe Anne MarieLosonczy en su artculo las sensibilidades clasificatorias en HispanoAmrica tambin respondan a otras historias locales diferentesde las historias locales europeas, por supuesto conectadas con ellas,

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    pero marcadas, al decir de Losonczy, por incertidumbre fenotpicacomo rasgo fundamental.. Lo que ocurri fue que una de las dossensibilidades (la de la certidumbre fenotpica) y su manera de clasi-ficar ganaron la carrera universalista, e invocando la autoridad de lafilosofa, se ubic como la manera cientfica de catalogar a la huma-nidad, y constantemente neg estatus de conocimiento a otras cate-goras clasificatorias.

    Para Kant (en la cita con la que abro esta seccin) el color de lapiel era evidencia de la ubicacin racial de la persona y esto con-tradice las prcticas en Latino Amrica que, como dijimos, podansubordinar el color a la reputacin de la persona en cuestin. Apesar de que la autoridad de la filosofa los cuestiona, el dominio deesta disciplina no suprime los significados locales. Aunque subordi-nados (y por lo tanto permitiendo la apariencia universal del colorcomo el nico marcador de raza) los hbitos clasificatorios LatinoAmericanoscentrales y perifricos siguieron vigentes eincoherentemente desafiantes, desordenando los intentos por trans-formarlos en clasificaciones ordenadas. Por ejemplo: los colores (blan-co, amarillo, cobrizo, negro) entran con fuerza en el mbito semnticode la palabra raza para indicar tonos de la piel recin en el sigloXIX. En el Diccionario de la Real Academia aparecen estos cuatrocolores slo en 1884. Pero, en el mismo diccionario, raza continuarefirindose a la calidad de las personas y an de las cosas, acep-cin que existe desde la edicin del Diccionario de la Real Academiadesde 1737. Aunque gradualmente subordinado, y en tenso dilogocon el nuevo significado de razael que enfatiza el color de la pielel anteriorel que enfatiza la calidad contina hoy vigente enAmrica Latina.. En la actualidad la calidad se traduce en decenciay se mide segn la educacin (formal o de cuna) de la persona cuyaraza est en discusin.

    De esta genealoga resulta una de las caractersticas idiosincrticasde las clasificaciones raciales en Amrica Latina: la relatividad de losrasgos somticos en la definicin de las personas, el color racial quese asigna no necesariamente coincide con el de la piel porque tambindepende de la calidad del individuo. Consecuentemente, como analizaPoole en su artculo, se recurre a la fisonoma para evaluar la moralde las personas a la vez que la sospecha acerca de la verdadera iden-tidad del individuo en cuestin (sean indios, blancos, o mestizos) es unrasgo inevitable de los procesos de clasificacin social. En lastaxonomas Latinoamericanas, el fenotipo entra y sale; la blancura sepuede adquirir a travs de procesos sociales. Obviamente, la lgica noes la misma para todos los colores; estos tienen historia y de elladepende la asociacin entre color y calidad. Cuando entre los siglos

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    XVIII y XIX blanco reemplaza a espaol, tambin adquiere su re-putacin en la escala social, y en la actualidad, ocupa la cspide en lajerarqua.14 En el extremo opuesto de la escala racial y anclado enfrica, el supuesto continente sin Historia, el derrotero del color ne-gro se enfrent siempre a juicios dominantes adversos. De dudosahumanidad en los debates de Valladolid entre Seplveda y Las Casas,asociado a la esclavitud durante la colonia y a la servidumbre incapazde libertad durante la repblica, el mestizaje tendi a extraar la pielnegra de Amrica Latina purgando su presencia del imaginario de laHistoria especfica del continente. Resultado de esta trayectoria, cuandola piel de la persona es del color que se identifica como negro,desasociarla del fenotipo ocurre ms como resultado de activismospolticos, y menos desde prcticas sociales cotidianas.

    Raza, historicismo, y poltica: la produccin de lo impensable

    Los nicos habitantes de Amrica del Sur y de Mxico que sien-ten la necesidad de independencia [de Espaa] son los Criollos,quienes descienden de una mezcla de indgena y de Espaol oPortugus. Slo ellos han obtenido un grado relativamente altode conciencia de si mismos y sienten la urgencia de autonoma eindependencia. Ellos son los que deciden en sus pases. Si bien escierto que se ha sabido de indgenas que se han identificado conlos esfuerzos de los Americanos para crear estados independien-tes, es posible que muy pocos de entre ello sean indgenas puros.

    Georg Wilhelm Friedrich Hegel15

    Analizando el silencio sobre la revolucin haitiana en la historiografacontempornea, Michel Rolph Trouillot opina que dicho suceso entren la historia como un no-evento. Segn l, ni siquiera los intelectualesingleses o franceses radicales estaban preparados conceptualmente parapensar los eventos que remecieron Saint-Domingue entre 1791 y 1804.Eran hechos impensables en el marco del pensamiento occidental(Trouillot, 1995:82). Este anlisis ha motivado varios comentarios. SusanBuck-Morss, filsofa poltica, usa el anlisis de Trouillot para historiarel momento en que Hegel escribe su tratado sobre el amo y el esclavo,que gruesamente coincide con los sucesos de Hait. Segn ella, fueron

    14 Lockhart (1992) encuentra la palabra blanco a fines del siglo dieciocholoque coincide con la aparicin de la palabra en las pinturas de castas. Elreemplazo de uno por lo otro no es rpido. Rosana Barragn (1990) sealaque an veinticinco aos despus de la independencia Boliviana, la elitelocal continuaba identificndose como espaola.

    15 Lectures on the Philosophy of World History [1822-1823], citado en Chukwudi(1997: 115).

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    precisamente estos sucesos los que inspiraron dicho tratado, la idea deque slo la lucha a muerte hace posible la libertad. Hasta all llega eldesafo de Hegel al racismo de la primera mitad del siglo XIX. Luego espresa de l, y en sus siguientes escritos frica aparece como el origen,peor an, la inevitabilidad de la esclavitud, la imposibilidad de la liber-tad. A medida que aprenda sobre frica, ms bruto se volva nos diceBuck-Morss explicando al autor de la Filosofa de la Historia, que es laobra de donde procede la cita con la que abro esta seccin, en la queHegel niega la posibilidad histrica de frica, regin en la que segn lreina la irracionalidad de la naturaleza, y la Historia y el Estado sonimposibles.16

    Las condiciones en las que los europeos pensaron la revolucin haitianaal momento que ocurra ilustra el poder de la colaboracin entre Raza-Historia, y su consecuencia, la racializacin del conocimiento. Y esta he-rencia se arrastra ms all del siglo XIX; los anlisis histricos en los quela revolucin haitiana aparece como tal son muy escasos.17 Es porque,como explica Michel Rolph Trouillot, entr en la historia como un no-evento, es decir como un evento que no existi en la imaginacin polticay conceptual dominante, y continu sin existir en la historiografa domi-nante. Alojada en los hbitos de pensar, la raza excede largamente el racis-mo que discrimina cuerpos y se fija en colores de la piel. Invade las disci-plinas (y no slo las biolgicas) y forja, junto con otras herramientas(como las polticas pblicas) las condiciones de posibilidad del conoci-miento moderno. Tambin elimina posibilidades: crea espacios imposi-bles de pensar. Lo impensable, no es resultado de ausencias en la evolu-cin del conocimiento: es resultado de las presencias que le dan forma,haciendo pensables algunas categoras e impensables las que desafan lapoca, entendida como los hbitos de pensamiento y las prcticas de lacircunstancia histrica temporal y geogrficamente dominante. Lo im-pensable es consecuencia de lo pensable de una poca, y las pocas son delarga duracin.

    Y qu era lo que raza permita pensar en el siglo XIX America-no? Cules son las herencias de esas condiciones de pensamiento quetodava organizan las posibilidades del pensamiento hoy? Todo depen-de de quin hable, o de a quin le est permitido hablar, y dnde. Pero

    16 Comentando sobre ambos trabajos, Sybille Fischer, una crtica literaria,argumenta que ms que imposible de pensar, el proceso de independenciade Hait fue des-reconocido (disavowed) por los intelectuales Europeos quevivieron en el momento (Fischer, 2004).

    17 Trouillot comenta como ejemplo que Eric Hobsawm escribe todo un libroThe Age of Revolutions 1789-1843, en el que la Revolucin Haitiana escasa-mente aparece (Trouillot, 1995: 99)

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    yendo por partes, los intelectuales (los oficialmente reconocidos comotales, tradicionales u orgnicos) corroboraran, con ciertos matices, lacita de Hegel con la que abro esta seccin. Los criollos que el filsofoalemn menciona, no le refutaran que son ellos los nicos en capacidadde producir ideas polticas en Amrica Latina, particularmente aqullasrelativas a la libertad e independencia poltica de Europa. Le refutaranque las producan con identidad propia, y no slo imitando a los Euro-peos, aunque usaran sus ideas. Estaran sumamente de acuerdo en quela capacidad de pensar polticamente dependera de la posicin subjeti-va con respecto a la naturaleza. A ms indgena, ms natural la culturadel individuo, menos capacidad de pensamiento en general, y mayor (ototal) ausencia de pensamiento poltico especficamente. Por eso el mes-tizaje les resultaba un proyecto no slo plausible, sino deseable y eneso Hegel tambin estara de acuerdo. Sera el proceso de alejar a laspoblaciones de la naturaleza, acercarlas a la razn. Y aqu, lo pensableemerge claramente como una relacin poltica de conocimiento, la posi-cin capaz de atribuir capacidad de pensamiento poltico a ciertos indi-viduos y de negarla a otros.

    Para que los indios puedan pensar haba que educarlos, y sacar-los de su estado de postracin; como explica Brooke Larson en sucaptulo, para algunos pensadores las posibilidades educativas se limi-taban a convertirlos en mejores productores agrcolas. Otros eran msoptimistas, se poda hacer ciudadanos de los indios, es decir, habitan-tes de ciudades todo era cuestin de paciencia y polticas de desa-rrollo adecuadas. Pero tanto, los pesimistas como los optimistas,los que suscriban el mestizaje y los que se oponan a l, estaban deacuerdo en que los indios pertenecan al pasado, y por lo tanto, esta-ban ms cerca de la naturaleza. Para unos esto era un valor a preser-var, para otros un estorbo a retirar. Pero en uno u otro caso, los inte-lectuales estaban convencidos de que la poltica no era un espacio quelos indios podan ocupar: eso era impensable. Los movimientos polti-cos organizados por indgenas representaban un reto a los supuestosontolgicos, epistemolgicos e ideolgicos de los intelectuales en ge-neral, conservadores y progresistas. Desde estos supuestos, el activismoindgena no exista como actividad poltica: los indios organizabandesrdenes, simples revueltas, siempre el resultado de condicionesexternas que exacerbaban la paciencia milenaria de los indios, y des-pertaban instintos atvicos.18 Los reclamos, cualquiera fuera su mag-nitud, no eran considerados manifestacin de ideas polticas, aunquesiempre se alertaba sobre posibles consecuencias peligrosas. La vio-lencia indgena poda resultar en una guerra de razas. En el otro pla-

    18 Al respecto ver Michel Baud (1996), Silvia Rivera (1986), Marisol de laCadena (2000).

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    no de realidad el impensable, pero existente los indgenas parti-cipaban en poltica, y no slo organizando revueltas. Como describeBrooke Larson, tambin el voto indgena era decisivo en algunos pro-cesos electorales, y los reclamos de dirigentes aymaras y quechuas,sea a travs de acciones directas (como asaltos a haciendas) o median-te negociaciones oficiales, influan en las polticas oficiales bolivianas.Pero esto no entraba en el anlisis del imaginario de la poca quesituaba a los indgenas en la naturaleza, objeto de estudio de las cien-cias. As como a los intelectuales franceses e ingleses les fue imposiblepensar en la revolucin haitiana como tal, las categoras que utiliza-ban los intelectuales latinoamericanos no tenan espacio para el ind-gena como sujeto poltico.

    Estas ideas no se agotaron en el momento histrico de su enun-ciacin, sino que son parte de una poca que nos incluye. No se can-celaron cuando la comunidad cientfica internacional denunci lainutilidad de la definicin biolgica de raza. La ciencia no elimin ellegado historicista del concepto, ni su fuerza estructural en la orga-nizacin de los sentimientos, en la distribucin del poder y en laorganizacin poltica. Alojadas en la separacin entre naturaleza ycultura, y en hbitos de pensar que evalan el progreso segn laproximidad a la cultura, la colaboracin original entre raza-histo-ria contina definiendo el campo de la poltica, purificndolo de na-turaleza y recomendando para los excluidos las medidas a las quedeben de ser sometidos en el cuarto de espera hasta cumplir requisi-tos de ciudadana. Les vas a preguntar a las llamas y a las vicuas sobreel tratado de libre comercio? Obviamente el congresista innombrableignora la larga genealoga de que sostiene esta frase, y que repre-senta sentimientos profundos e institucionalizados mediante la di-visin entre naturaleza y cultura como medida para evaluar socie-dades humanas en progreso de la una a la otra. La poltica pertene-ce exclusivamente a la cultura y la participacin en ella debe me-dirse por los mritos adquiridos en ese campo. Las llamas son natu-raleza, las personas a las cuales el congresista se refiri con ese sus-tantivo, estn segn l demasiado lejos de la cultura y cerca de lanaturaleza para participar en decisiones polticas.

    Las discriminaciones autorizadas en el siglo XIX, siguen actuandocon seguridad, temeridad, y arrogancia an en la era delmulticulturalismo en el espacio en que raza colabora con la Historia(historicista) para definir quin tiene derecho a la auto-representacinpoltica, a la ciudadana, quin no, y los grados en los cuales ese derechose puede ejercer. Uno de los legados ms activos y extendidos de lamodernidad es la reverberacin de la raza ms all de los colores de lapiel. Organiza espacios sociales, ciudades y hasta se exhibe en museos

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    de historia nacional, como analiza Ana Alonso en su captulo sobre elmestizaje en Mxico. Colorea creencias compartidas por derecha e iz-quierda ideolgicas, y hasta es compatible con el multiculturalismo entanto ste tambin puede evaluar las culturas de acuerdo a distanciasy cercanas culturales con la naturaleza. La raza, en colaboracin conel historicismo, al incluir y excluir sujetos de la poltica, seala los lmi-tes de la democracia; de ninguna manera puede sta incluir a la natura-leza. Los indios (como seala Astrid Ulloa en su contribucin a estevolumen) son parte de ella. Como tales no son entes polticos y lo msque se puede es incorporarlos como medio ambiente, y all protegerlosigual que a sus recursos, a los que tambin se llama recursos naturalespara que puedan convenientemente dejar de ser sociales, y por lo tanto,tambin, dejar de ser propiedad indgena. Y es contra estos lmites (in-crustados conceptualmente en la divisin naturaleza/cultura) que loimpensable irrumpe, pelea por volverse pensable, por dejar de serconceptualizado como naturaleza para poder ser incluido en el campode la poltica, es decir el de la cultura.19

    Intelectuales y polticos indgenas han existido desde antes de que seles reconociera a nivel nacional y regional en Amrica Latina. Este reco-nocimiento no estaba escrito en el guin historicista; es una alteracin dela poltica conceptual de este guin y que resulta del enfrentamiento conlo pensable para ampliar algunos de sus lmites. Como Larson y yo des-cribimos en nuestros respectivos captulos, el proyecto educativo no eraslo un proyecto de la elite gobernante. Los indgenas demandaban edu-cacin. Pero su proyecto no era, como en el caso de las elites, una propues-ta para trasladar a los indgenas del pasado al presente y fomentar suintegracin a una nacin homognea. Los indgenas, ocupando el presen-te, proponan adquirir competencia en espaol, su escritura y lectura, yas acceder a derechos que ofreca el estado letrado y ser ciudadanos. Elproyecto indgena por literalidad alfabetizacin alteraba la polti-ca dominante pues cuestionaba la definicin misma de indio como iletra-do, contradeca el proyecto de homogeneidad cultural de la nacin, y abralas compuertas para la participacin poltica de los indgenas como tales.Este proceso no ocurre solamente en el nivel de lo concreto. Afecta tam-bin los conceptos, fuerza las categoras, y expande lo pensable para in-cluir el reconocimiento del activismo indgena como quehacer poltico. Elproyecto indgena se abre as lugar en la arena de la poltica hegemnicaarticulando sus demandas a travs la cultura, es decir, utilizando los

    19 Esta dinmica supone tambin una lucha por definir otras epistemologas,es decir otras maneras de conoceren este caso una manera de conocerque no separe (siempre o de una sola manera) naturaleza de cultura, o quehaga visible dicha separacin no como hecho natural sino como hechosocial e histrico (Haraway 1997). Esto es materia de mayor discusin, porel momento veamos cmo la poltica indgena ocupa la cultura.

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    trminos (literalmente) aceptables por el contrato social dominante, ocu-pa el espacio conceptual adjudicado a lo indgena y lo convierte en arenapoltica desde donde reclamar derechos con relativa legitimidad. Ocu-pando el campo abierto por la nocin de cultura el activismo indgenaorganiza movimientos tnicos ganando reconocimiento como actorpoltico. Este reconocimiento es resultado de un proceso de negociacinpoltica y como tal no es total, ni simplemente inclusivo el reconoci-miento contina excluyendo aquello que no cabe en lo pensable. Por ejem-plo, los dirigentes de los movimientos indgenas son intelectuales, es de-cir aquellos que tienen las credenciales para participar en la arena social-poltica que contina organizada por raza-historia en alianza epistmicay que admite sujetos localizados cerca de la cultura y lejos de la naturale-za. Sin lugar a dudas, a pesar de su elemento insurgente, los movimientosindgenas son admitidos en la poltica en las condiciones impuestas por lacolonialidad de la poltica hegemnica. An as, alteran lo que CharlesHale llama la ideologa tnica dominante. En el artculo que publica eneste libro, y utilizando el ejemplo de Guatemala, Hale indica que a lataxonoma que distingua indio de ladino se han aadido otras cate-goras que han abierto posibilidades intermedias que no slo son produc-to de activismos locales, sino de conversaciones transnacionales produci-das por migraciones a los EE.UU fundamentalmente y por la expansinde las redes de telecomunicaciones. Aunque aparentemente liberadora yalternativa la tercera va ni indio ni ladino, sino cualquier otra cosapodra menoscabar, segn Hale, la fuerza insurgente del movimiento in-dgena maya. Esto no debe causar sorpresa. Las formaciones raciales enLatino Amrica responden de manera compleja a muchas fuerzas en con-flicto y, por lo tanto, los procesos de resignificacin racial no son necesa-riamente liberadores; no ofrecen garanta poltica alguna, como dira StuartHall (1996a), pueden situarse en la izquierda y en la derecha. Re-articu-lando las diferencias con las cuales la raza adquiere significado clase,gnero, etnicidad, educacin la alteracin de las ideologas tnicas pue-de re-instalar la opresin en las instituciones que distribuyen esas dife-rencias: el Estado, los partidos polticos, el mercado y hasta la democracia.

    Finalmente, la poltica indgena pblica (aquella que ocurre medianteagrupaciones reconocidas como confederaciones, gremios, o partidos)supone tambin una poltica de lo indgena en la que, como describenGarca y Lucero en este volumen, lo que est en disputa es la autentici-dad. Pero se trata de una autenticidad que no se puede analizar usandola oposicin entre hibridez y pureza cultural porque, volviendo aLatour, a quien cit en pginas anteriores, la autenticidad se piensa des-de posiciones de sujeto que nunca han sido modernas (Latour 1993).A diferencia de los que se reclaman modernos que viven mezclando(por ejemplo, el poder de la Iglesia y el del Estado) pero conocen concategoras que purifican la mezcla y crean esferas separadas (por ejem-

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    plo, sagrado y secular), los indgenas mezclan y purifican sin negar nin-guna de las dos prcticas. Desde esta perspectiva se puede ser dirigentesindical moderno y tambin conocer el mundo de manera no moder-na. El actual presidente de Bolivia, Evo Morales, aymara y dirigentecocalero es un ejemplo bastante elocuente. Sin embargo, para quienesse reclaman modernos la indigeneidad de Morales es una farsa, un ras-go de oportunismo. Entre ellos, Mario Vargas Llosa descalifica al presi-dente boliviano como indgena; para l Evo es mestizo porque para elescritor (purificador) no se puede ser moderno y tradicional a la vez.Lo que est en disputa en este caso es mayor que ideologa poltica; loque est disputa es la relacin que marc la diferencia llamada indgenacomo fundamental e inferior a un centro ejemplar y homogeneizador.Esta relacin, hegemnica hasta hace poco, marca los conceptos con loscuales se conoce el mundo, y hasta los mundos que se conocen. Estarelacin es una de las externalidades de la raza legitimada por lo queQuijano llama colonialidad del poder (Quijano 2000) afecta la vida delas poblaciones bajo su mandato histricamente haciendo vivir ciertosmodos de ser y dejando morir otros.

    El mestizaje emerge de esa relacin. Es un proyecto histrico deconstruccin de nacin moderna: a cambio de hacer vivir la mezclaracial-cultural que (inevitablemente) lo antecede promete la purifica-cin ontolgica-epistmica de su poblacin, dejando morir aquello queestorba esta homogeneidad. Los reclamos de indgeneidad son un re-chazo a esta biopoltica y a las categoras conceptuales y prcticas utili-zadas en su implementacin. El rechazo indgena al mestizaje no es recha-zo a la mezcla. Es rechazo a las epistemologas de la modernidad, esasque significan slo cuando declaran su oposicin a la tradicin y niegan(con autoridad conceptual) formas de ser no modernas. Como se des-prende del caso que analiza Rudi Colloredo-Mansfeld en su contribu-cin a este volumen, el reclamo indgena se negocia aun entre indge-nas. De ninguna manera es por pureza cultural.20 Al contrario, y estoes ms obvio fuera de la esfera de la poltica pblica, es la demanda porms ciencia, mejor economa, ms carreteras, mejores escuelas, mejorubicacin urbana, y hasta ms castellanizacin, con el propsito de vi-vir mejor en el presente, mezclando prcticas y maneras de conocer:medicina cientfica con curanderismo, cronologa histrica nacional conmemoria local, literalidad con oralidad, lo rural con lo urbano, lenguasindgenas con no indgenas, reciprocidad con mercadotodo segnconvenga a la vida. Las propuestas indgenas son plurales y tienen mu-cho de oportunista en el mejor de los sentidos: no excluyen a priori, yadems de rechazar purezas ontolgicas, tampoco tienen garantas ideo-

    20 La mayor ascendencia entre los indgenas que tiene Evo Morales sobreFelipe Quispe, El Mallku tambin indica esto.

  • 31Formaciones de indianidad

    lgicas de izquierda o derechalas posiciones indgenas siempre senegocian en procesos en los que se pierde y se gana, constantemente,sin tregua y, de manera importante, sin programa pre-establecido. Eneste sentido las propuestas indgenas indican derroteros indetermina-dos, y exceden la poltica indgena conocida.

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    Table de contenidoIntroduccin Desestabilizando la razaKathryn Burns Hubo raza en Latinoamrica colonial? Percepciones indgenas de la identidad colectiva en los Andes insurgentesSinclair Thomson Son los mestizos hbridos? Las polticas conceptuales de las identidades andinasMarisol de la Cadena La invencin del indio iletrado: la pedagoga de la raza en los Andes bolivianos Brooke Larson Raza, "cultura" y mestizaje en el primer censo de Ecuador por Kim Clark El "mestizaje" en el espacio pblico: estatismo esttico en el Mxico posrevolucionario Ana M. AlonsoMestizaje, distincin y presencia cultural: la visin desde Oaxaca por Deborah Poole Mistados, cholos y la negacin de la identidad en la sierra de Guatemala por Charles R. Hale El criollo y el mestizo. Del sustantivo al adjetivo: categoras de apariencia y de pertenencia en la Colombia de ayer y de hoy Anne-Marie Losonczy La articulacin de los pueblos indgenas en Colombia con los discursos ambientales, locales, nacionales y globales por Astrid Ulloa Sobre indgenas y movimientos: reflexiones sobre la autenticidad indgena, los movimientos sociales y el trabajo de campo en Mara Elena Garca y Jos Antonio Lucero La poltica del lugar y los indgenas urbanos en el movimiento indgena del EcuadorRudi Colloredo-Mansfeld Identidad racial y nacionalismo: una visin terica de Latinoamrica por Peter Wade