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INTELIGENCIA EMOCIONAL Básicamente es el modo como nos relacionamos con nosotros mismos (hábitos de vida, cuidados, etc) y con los demás, expresando los propios sentimientos del modo mas adecuado y eficaz; poseyendo: iniciativa, empatía, adaptabilidad, capacidad de persuasión, entre otros. Al igual, que Salovey y Mayer, que fueron los primeros en definir la inteligencia emocional como " Un subconjunto de inteligencia social que comprende la capacidad de controlar los sentimientos y las emociones propias así como la de los demás, de discriminar entre ellos y utilizar esta información para guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones". Shapiro 1997. La inteligencia emocional puede ayudarnos "desde adentro", desde nuestro ser interno, o en aplicaciones interpersonales, ayudando a los demás. El conocimiento sobre este tema es simple y efectivo: puede cambiar situaciones muy negativas en situaciones de éxito y concreción; puede permitirnos la importante actitud de perseverar en una tarea hasta terminarla. Con la aplicación de la inteligencia emocional podemos enfrentar impedimentos que no permiten el éxito que buscamos, disfrutando las vivencias en lugar de padecerlas. Tomemos el ejemplo que le ocurrió a Maria Paz cuando seis de la muchachas más populares de la escuela se sentaron frente a la mesa del comedor. Se trataba de un acontecimiento muy poco frecuente, ya que la mayoría de estas muchachas nunca antes le había dirigido la palabra, y mucho menos se había sentado junto a ella para comer. Charlaron sobre las cosas que suelen hablar las niñas de once años- ropa nueva, muchachos, programas de televisión- y María Paz se limitaba a escuchar. Entonces Nancy, una de las niñas más descarada se volvió hacia ella y le dijo: -María Paz, ayer estábamos tratando de decidir cuál de todas las niñas de nuestro grado era la más fea. ¿ Quién crees que puede ser ?. María Paz recorrió el comedor lentamente con la mirada, pensando que su respuesta tenía que ser buena. Sus

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INTELIGENCIA EMOCIONAL Básicamente es el modo como nos relacionamos con nosotros mismos (hábitos de vida, cuidados, etc) y con los demás, expresando los propios sentimientos del modo mas adecuado y eficaz; poseyendo: iniciativa, empatía, adaptabilidad, capacidad de persuasión, entre otros.

Al igual, que Salovey y Mayer, que fueron los primeros en definir la inteligencia emocional como " Un subconjunto de inteligencia social que comprende la capacidad de controlar los sentimientos y las emociones propias así como la de los demás, de discriminar entre ellos y utilizar esta información para guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones". Shapiro 1997.

La inteligencia emocional puede ayudarnos "desde adentro", desde nuestro ser interno, o en aplicaciones interpersonales, ayudando a los demás. El conocimiento sobre este tema es simple y efectivo: puede cambiar situaciones muy negativas en situaciones de éxito y concreción; puede permitirnos la importante actitud de perseverar en una tarea hasta terminarla. Con la aplicación de la inteligencia emocional podemos enfrentar impedimentos que no permiten el éxito que buscamos, disfrutando las vivencias en lugar de padecerlas.

Tomemos el ejemplo que le ocurrió a Maria Paz cuando seis de la muchachas más populares de la escuela se sentaron frente a la mesa del comedor. Se trataba de un acontecimiento muy poco frecuente, ya que la mayoría de estas muchachas nunca antes le había dirigido la palabra, y mucho menos se había sentado junto a ella para comer. Charlaron sobre las cosas que suelen hablar las niñas de once años- ropa nueva, muchachos, programas de televisión- y María Paz se limitaba a escuchar. Entonces Nancy, una de las niñas más descarada se volvió hacia ella y le dijo:

-María Paz, ayer estábamos tratando de decidir cuál de todas las niñas de nuestro grado era la más fea. ¿ Quién crees que puede ser ?.

María Paz recorrió el comedor lentamente con la mirada, pensando que su respuesta tenía que ser buena. Sus ojos se fijaron en Rosa. Su cabello era pelirrojo, largo y desgreñado. La nariz era larga y puntiaguda, el rostro delgado y los dientes sobresalían, dándole un aspecto de conejo.

-Creo que es Rosa- Le dijo María Paz al grupo, tal vez con excesiva vehemencia-. Tiene un aspecto horrible, ¿ verdad ?.

-Nooo- dijo Nancy - no es lo que decidimos. Decidimos que eres tú, que tú eres la más fea.

Dijo con tono casual como si estuviera haciendo un comentario sobre el clima.María Paz, sintió un nudo en el estómago, como si alguien le hubiese retorcido

las entrañas. Empalideció y por un momento pensó que podría llegar a sentirse mal. Pero en ese momento pensó. " De modo que era un truco para hacerme sentir mal ". Se dio cuenta que la ira había reemplazado su sensación de náusea. Sintió tensión en los brazos y observó que se le cerraron los puños

María Paz levantó la vista de su bandeja de almuerzo, observando que las niñas habían retomado su conversación pero manteniéndose al mismo tiempo atentas a su reacción. Miró directamente hacia Nancy y le dijo con la mayor seguridad que pudo: -supongo que todo el mundo comete errores- Tomó entonces su bandeja y se alejó.

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María Paz hizo uso de su inteligencia emocional controlando el sentimiento de ira, lo que le permitió cambiar la situación negativa por una situación de éxito.

El mapa cerebral de la emoción

Este sistema emocional de reacción instantánea, casi reflejo, que parece imponerse a nuestra voluntad consciente, está bien guardado en las capas más profundas del cerebro. Su base de operaciones se encuentra en lo que los neurólogos conocen como sistema límbico, compuesto a su vez por la amígdala, que se podría definir como el asiento de toda pasión, y el hipocampo. Allí surgen las emociones de placer, disgusto, ira, miedo, y se guardan los "recuerdos emocionales" asociados con ellos.

Este núcleo primitivo está rodeado por el neocórtex, el asiento del pensamiento, responsable del razonamiento, la reflexión, la capacidad de prever y de imaginar. Allí también se procesan las informaciones que llegan desde los órganos de los sentidos y se producen las percepciones conscientes. Simplificando un poco las cosas, se podría decir, por ejemplo, que el impulso sexual corresponde al sistema límbico y el amor al neocórtex.

Normalmente el neocórtex puede prever las reacciones emocionales, elaborarlas, controlarlas y hasta reflexionar sobre ellas. Pero existen ciertos circuitos cerebrales que van directamente de los órganos de los sentidos a la amígdala, "puenteando" la supervisión racional. Cuando estos recorridos neuronales se encienden, se produce un estallido emocional: en otras palabras, actuamos sin pensar. Otras veces las emociones nos perturban, sabotean el funcionamiento del neocórtex y no nos permiten pensar correctamente.

Algunos pacientes neurológicos que carecen de conexión entre la amígdala y el neocórtex muestran una inteligencia normal y razonan como la gente sana. Sin embargo, su vida es una sucesión de elecciones desafortunadas que los lleva de un fracaso a otro. Para ellos los hechos son grises y neutros, no están teñidos por las emociones del pasado. En consecuencia carecen de la guía del aprendizaje emocional, componente indispensable para evaluar las circunstancias y tomar las decisiones apropiadas.

EMOCIONES.

¿Qué son las emociones? En principio resultan criaturas elusivas, indomesticables, difíciles de describir. Según la sabiduría popular son habitantes del corazón y se oponen a la razón, que se asienta en la cabeza. Sin embargo, las emociones tienen su lugar en lo más profundo del cerebro y son una de las tantas herramientas modeladas por millones de años de evolución para guiarnos en el laberinto cotidiano. Son, según Daniel Goleman (autor del best-seller La inteligencia emocional) "impulsos para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida". Desde este punto de vista las diferentes emociones son mapas de ruta, un poco burdos y repetitivos, pero muy útiles en situaciones difíciles, demasiado importantes como para dejarlas únicamente en manos del intelecto. Las emociones y las intuiciones guían nuestra respuesta inmediata en situaciones de peligro, en las que detenerse a reflexionar acerca de lo más adecuado podría costarnos la vida.

Así, el miedo -que, como dicen por ahí, no es zonzo- nos preparará para la lucha o la huida (entre otros procesos fisiológicos, la sangre fluye hacia los músculos de las

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piernas y se dilatan las pupilas). Esto ocurre ante cualquier percepción de amenaza (como la visión cercana de un animal salvaje) mucho antes de que el intelecto alcance a procesar la información y llegue a la conclusión de que la situación es peligrosa. La tristeza que nos invade tras la muerte de un ser querido, con la consiguiente caída de la energía y el entusiasmo, puede interpretarse como una oportunidad que nos da la naturaleza para reflexionar, comprender las consecuencias del hecho y planificar nuevos pasos.

Nuestro solitario destino de animales pensantes nos ha marcado con una mente racional, reflexiva, capaz de analizar y meditar, que debe coexistir con la mente emocional, no menos importante y que se puede describir como "otro" sistema de conocimiento, impulsivo y poderoso. Allí se plantea la dicotomía entre la mente emocional y la mente racional, entre el corazón y la cabeza, entre el impulso y la reflexión. Por lo general lo racional controla a lo emocional, pero en ocasiones es desbordado por el sentimiento y, entonces, nos dejamos llevar por el impulso.

Emociones primarias

Ira. La sangre fluye a las manos, y así resulta más fácil tomar un arma o golpear un enemigo; el ritmo cardíaco se eleva, lo mismo que el nivel de adrenalina, lo que garantiza que se podrá cumplir cualquier acción vigorosa.

Miedo. La sangre va a los músculos esqueléticos, en especial a los de las piernas, para facilitar la huida. El organismo se pone en un estado de alerta general y la atención se fija en la amenaza cercana.

Felicidad. Aumenta la actividad de los centros cerebrales que inhiben los sentimientos negativos y pensamientos inquietantes. El organismo está mejor preparado para encarar cualquier tarea, con buena disposición y estado de descanso general.

Amor. Se trata del opuesto fisiológico al estado de "lucha o huye" que comparten la ira y el miedo. Las reacciones parasimpáticas generan un estado de calma y satisfacción que facilita la cooperación.

Sorpresa. El levantar las cejas permite un mayor alcance visual y mayor iluminación en la retina, lo que ofrece más información ante un suceso inesperado.

Disgusto. La expresión facial de disgusto es igual en todo el mundo (el labio superior torcido y la nariz fruncida) y se trataría de un intento primordial por bloquear las fosas nasales para evitar un olor nocivo o escupir un alimento perjudicial.

Tristeza. El descenso de energía tiene como objeto contribuir a adaptarse a una pérdida significativa (resignación).

Los cinco componentes de la inteligencia emocional

1) Conocer las propias emociones. La conciencia de uno mismo (el reconocer un sentimiento mientras ocurre) es la clave de la inteligencia emocional. Una mayor certidumbre con respecto a nuestras emociones es una buena guía para las elecciones vitales, desde casarse hasta optar entre un trabajo u otro.

2) Manejar las emociones. Se basa en la capacidad anterior. Las personas que saben serenarse y librarse de la ansiedad, irritación o melancolías excesivas se recuperan con mayor rapidez de los reveses de la vida.

3) Automotivación. Las personas que saben controlar la impulsividad y esperar para obtener su recompensa cumplen con sus objetivos y están conformes con sus logros.

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4) Empatía. La capacidad para reconocer las emociones de los demás, saber qué quieren y qué necesitan es la habilidad fundamental para establecer relaciones sociales y vínculos personales.

5) Manejar las relaciones. Esto significa saber actuar de acuerdo con las emociones de los demás: determinan la capacidad de liderazgo y popularidad.

La educación sentimental

Si bien esta capacidad emocional es una habilidad innata, también puede ser desarrollada. La importancia del aprendizaje del conocimiento y manejo de las emociones ha sido subestimada. Por eso ahora muchos expertos recomiendan incluir un "entrenamiento emocional" en jardines infantiles y en las escuelas, para que los chicos puedan aprender a relacionarse mejor con emociones propias y ajenas, a las que diariamente se ven expuestos. Es importante remarcar que las tendencias de un niño, algo que se podría asimilar al temperamento, no son invariables, sin embargo se puede mejorar su destino si se proporciona una educación emocional adecuada.

De hecho, la estructura emocional básica puede ser modificada mediante la práctica: los circuitos neurológicos involucrados pueden alterarse o reforzarse con la repetición de ciertos hábitos. Allí se abre una oportunidad única para desarrollar la inteligencia emocional: la infancia y la adolescencia son los dos momentos críticos, pero aun los adultos están a tiempo de educar sus emociones. Es por ello que se hace importante este trabajo en la creación de hábitos que contribuyan a lo anterior

Aprovechar la inteligencia emocional no implica estar siempre contento o evitar las perturbaciones, sino mantener el equilibrio: saber atravesar los malos momentos que nos depara la vida, reconocer y aceptar los propios sentimientos y salir airoso de esas situaciones sin dañarse ni dañar a los demás. La difusión de este "alfabetismo emocional", pocas veces valorado en su justa medida, haría del mundo un lugar más agradable, menos agresivo y más estimulante. No se trata de borrar las pasiones, sino de administrarlas con inteligencia a partir de la edad preescolar.

Dos tipos de inteligencia.

En la situación ideal, claro está, los dos sistemas de nuestro cerebro se complementan para hacernos la vida más fácil, llevarnos mejor con los demás y elegir las alternativas más apropiadas, ya sea siguiendo las corazonadas súbitas o los razonamientos más cuidadosos. La inteligencia emocional, entonces, es la capacidad de aprovechar las emociones de la mejor manera y combinarlas con el razonamiento para llegar a buen puerto.

Desde hace casi cien años el coeficiente intelectual (CI) es el más famoso y usado medidor de la inteligencia, a pesar de que calibra sólo unas cuantas habilidades de nuestra mente (en particular las matemáticas y las verbales). Según algunos autores, el CI sólo es responsable de veinte por ciento de la verdadera inteligencia, de la capacidad de desenvolverse con éxito y ser feliz. Según estadísticas realizadas en los Estados Unidos, un alto CI de un alumno universitario no es garantía de éxito profesional futuro ni de una vida satisfactoria, plena y equilibrada.

Aunque la psicología conoce desde siempre la influencia decisiva de las emociones en el desarrollo y en la eficacia del intelecto, el concepto concreto de la inteligencia emocional, en contraposición al de coeficiente intelectual, fue planteado

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hace unos años por el psicólogo Peter Salovey, de la Universidad de Yale. Y si bien no existen tests para medirla con exactitud, varias pruebas o cuestionarios que valoran este aspecto pueden ser muy útiles para predecir el desarrollo futuro de una persona.

Hace treinta años, un psicólogo de la Universidad de Stanford realizó un experimento con niños de cuatro años. Le mostraba a cada uno una golosina y le decía que podía comerla, pero que si esperaba a que volviera le traería dos; luego lo dejaba solito con el caramelo y su decisión. Algunos chicos no aguantaban y se comían la golosina; otros, elegían esperar para obtener una mayor recompensa. Catorce años después, hizo un seguimiento de esos mismos chicos: los que habían aguantado sin tomar el caramelo -y, por lo tanto, controlaban mejor sus emociones en función de un objetivo- eran más emprendedores y sociables. Los impulsivos, en cambio, tendían a desmoralizarse ante cualquier inconveniente y eran menos brillantes.