informe al 4º congreso mundial [de la internacional · 2017. 10. 4. · en un país donde no se...

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Índice La crisis del partido francés ................................................................................................................... 2 El régimen de fracciones ........................................................................................................................ 2 Hace un año y medio .............................................................................................................................. 5 Las causas de la crisis ............................................................................................................................ 6 La cuestión sindical ................................................................................................................................ 6 Los sindicatos y el partido ...................................................................................................................... 7 Las lecciones de la huelga del Havre .................................................................................................... 10 El partido francés y la Internacional ..................................................................................................... 13 La inercia del secretariado del partido francés ..................................................................................... 14 Las sugerencias de la Internacional ...................................................................................................... 17 La dignidad del partido ........................................................................................................................ 18 El papel del centro en el congreso de París ........................................................................................... 20 El incidente Jaurès ............................................................................................................................... 21 La francmasonería ............................................................................................................................... 23 La prensa ............................................................................................................................................. 26 Nuestra acción entre los campesinos..................................................................................................... 26 La cuestión colonial ............................................................................................................................. 27 La preparación de la revolución proletaria ........................................................................................... 28 Hacia la acción .................................................................................................................................... 29 (Versión al castellano desde “Rapport au 4è Congrès Mondial”, en Le mouvement communiste en France (1919-1939), también para las notas, Trotsky, textos escogidos y presentados por Pierre Broué, Les Éditions de minuit, París, 1967, páginas221-260) Informe al 4º Congreso Mundial [de la Internacional Comunista] León Trotsky 1 diciembre de 1922 Edicions Internacionals Sedov Serie: Trotsky inédito en internet y en castellano Valencia, febrero 2016 [email protected] www.grupgerminal.org

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Índice

La crisis del partido francés ................................................................................................................... 2

El régimen de fracciones ........................................................................................................................ 2

Hace un año y medio .............................................................................................................................. 5

Las causas de la crisis ............................................................................................................................ 6

La cuestión sindical ................................................................................................................................ 6

Los sindicatos y el partido ...................................................................................................................... 7

Las lecciones de la huelga del Havre .................................................................................................... 10

El partido francés y la Internacional ..................................................................................................... 13

La inercia del secretariado del partido francés ..................................................................................... 14

Las sugerencias de la Internacional ...................................................................................................... 17

La dignidad del partido ........................................................................................................................ 18

El papel del centro en el congreso de París ........................................................................................... 20

El incidente Jaurès ............................................................................................................................... 21

La francmasonería ............................................................................................................................... 23

La prensa ............................................................................................................................................. 26

Nuestra acción entre los campesinos ..................................................................................................... 26

La cuestión colonial ............................................................................................................................. 27

La preparación de la revolución proletaria ........................................................................................... 28

Hacia la acción .................................................................................................................................... 29

(Versión al castellano desde “Rapport au 4è Congrès Mondial”, en Le mouvement communiste en France

(1919-1939), también para las notas, Trotsky, textos escogidos y presentados por Pierre Broué, Les

Éditions de minuit, París, 1967, páginas221-260)

Informe al 4º Congreso Mundial [de la Internacional

Comunista] León Trotsky

1 diciembre de 1922

Edicions Internacionals Sedov

Serie:

Trotsky inédito en internet y

en castellano

Valencia, febrero 2016

[email protected]

www.grupgerminal.org

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TROTSKY.- Tenemos ahora en el orden día una cuestión extremadamente

importante y muy difícil: la cuestión de nuestro partido francés.

La crisis del partido francés

El Partido Comunista francés atraviesa una grave crisis. Y esta crisis del partido

coincide curiosamente con la crisis de la burguesía francesa y de su estado.

He dicho curiosamente porque son precisamente las crisis de los organismos

burgueses las que crean, por regla general, una situación favorable para el desarrollo de

un partido revolucionario. Por lo común es el partido revolucionario el que se nutre de

la crisis de la sociedad burguesa. La coincidencia de esas dos crisis me permite decir,

concluir, que el partido francés no ha adquirido todavía para su organización, para su

acción, esa autonomía, esa libertad absoluta frente a la sociedad capitalista, necesaria

para aprovechar libre y ampliamente la crisis de esta última. Lo veremos más delante de

una manera más detallada y profunda.

Pero ¿en qué consiste esta crisis cuya existencia no niega nadie?

Se señala el parón e incluso el retroceso en el reclutamiento. Cae la tirada de

nuestros diarios, de nuestras publicaciones y, en particular, de l’Humanité. Se adormece

la vida interna de las organizaciones.

He ahí los signos más impactantes al mismo tiempo que los más evidentes e

indiscutibles. Hay otros. El régimen de las fracciones que se ha instalado en el partido.

La lucha de fracciones, las polémicas mordaces y a veces personales, he ahí, además,

expresiones diferentes pero indiscutibles de una crisis profunda en el organismo del

partido.

Esos signos externos no tienen todos ellos el mismo carácter de gravedad para el

desarrollo de nuestro partido francés.

El retroceso de nuestro reclutamiento no presenta un gran peligro, si sólo es

pasajero, y no es otra cosa más que la expresión del hecho que nuestro partido ha

arrastrado, en una primera etapa, a elementos que no nos pertenecen por su mentalidad o

ideas y que los ha eliminado aumentando y estabilizando su unidad, su firmeza

comunista. Puede ser un acontecimiento pasajero, determinado por un cambio en la

situación política.

En la historia de nuestros diferentes partidos hemos visto que su línea de

desarrollo no es completamente directa, que hay en ella, inevitablemente, flujos y

reflujos, que durante el flujo el partido debe desarrollar una gran acción exterior

arrastrando a las masas mientras que durante el reflujo el partido puede concentrarse,

replegarse sobre sí mismo desarrollando su organización, precisando sus ideas,

preparándose para las batallas futuras.

El régimen de fracciones

Lo que es más significativo es el régimen de fracciones y su lucha. ¿De dónde

provienen esas fracciones? ¿Quién carga con la responsabilidad de ese régimen?

A estos interrogantes se les puede dar una respuesta mucho más descriptiva, la

que se encuentra bastante a menudo en la prensa de nuestro partido francés. Citaré a un

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camarada que os es muy conocido, al camarada Frossard, que escribió en l’Humanité

del 16 de julio un artículo titulado: “¡Esto nunca acabará!” Destaco las siguientes frases:

“¡Cuán bizantinos somos! ¡Cómo nos gusta buscarle los tres pies al gato! ¡Pobres

discutidores! ¡Y cómo hay que compadecer a los verdaderos héroes que nos leen!”

Aquí tenemos un cuadro muy sombrío. Pero en esas frases sólo encontramos una

descripción exterior de la situación en el partido. ¿Por qué somos bizantinos,

discutidores, buscadores de tres pies al gato? ¿Cuál es el motivo? Este es un

interrogante que exige contestación. También se plantea a veces la pregunta de saber de

qué lado han venido las polémicas, las polémicas generales y las polémicas personales.

Los camaradas que pertenecen a la misma tendencia que nuestro camarada

Frossard, designan a menudo a la izquierda como a la instigadora de esas polémicas, al

mismo tiempo que como la instigadora del régimen de fracciones. Pero ese régimen de

fracciones ha sido denunciado muy a menudo por camaradas que ellos mismos

pertenecen a fracciones y que consideran a ese régimen como completamente artificial,

en absoluto fundado sobre ideas y que no se corresponde ni con las aptitudes ni con los

objetivos políticos. Me permitiré leer un artículo de Daniel Renoult, aparecido en el mes

de septiembre en l’Humanité: “Como ha dicho mi amigo Duret, al que nunca se le ha

dado respuesta sobre ese punto, sólo se puede establecer una clasificación seria y justa a

través de la acción.”

Se ve, pues, por una parte a las fracciones librarse mutuamente a una lucha

encarnizada y, por otra parte, a los representantes de dos fracciones afirmar que esos

agrupamientos se han constituido artificialmente, que solamente a través de la acción, es

decir mediante la acción futura, se podrá establecer la clasificación justa de las

tendencias en el partido.

No creo que este análisis sea justo.

En primer lugar, se debería preguntar qué ha ocurrido para que camaradas que

niegan la forma ideológica y política de esas fracciones pertenezcan a una de las tres

fracciones más importantes del partido.

Pero toda la vida del partido debe ser la serie de las acciones que forman una

cadena y esta cadena debe llevar a la acción más importante: la conquista del poder por

el proletariado. Si se dice que los agrupamientos que se han formado no son definitivos,

estamos de acuerdo, y creo que no discutiremos la justeza de semejante afirmación.

Creo que siempre habrá una clasificación por tendencia y que, en el momento de la

acción revolucionaria definitiva, la gran mayoría de los miembros de todas las

fracciones se encontrarán agrupados sobre la misma base: es justo.

Pero pretender, a pesar de todo, que las tendencias que existen ahora y que se

combaten entre ellas sólo son una división artificial, es ciertamente, para el partido

francés, cometer un error, pues está constituido por tendencias y no existe al margen de

las tendencias: debe, pues, haber un motivo importante para su existencia y para sus

luchas.

Se dice que el agrupamiento no puede producirse más que por y en la acción. Pero

la Internacional ha tratado durante un año y medio de lograr un reagrupamiento en el

partido francés a través de la acción, y para esta acción la Internacional ha propuesto

dos vías que llevan al mismo objetivo: la acción en los sindicatos y por los sindicatos y

la acción por el Frente Único.

Ahora bien, para llevar adelante una acción es necesario tener la idea, más o

menos precisa, y tener el acuerdo de la mayoría del partido. Cuando se ha propuesto el

reagrupamiento del partido a través de la acción siempre ha habido obstáculos

inmediatos para esta acción. No se ha querido admitir la acción metódica y organizada

del partido en las organizaciones sindicales más importantes y más vastas (aunque muy

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disminuidas) de Francia, menos aún que la acción a través de la consigna del Frente

Único.

En un país donde no se posee como mínimo la confianza en la aplastante mayoría

de la clase obrera, en el que el proletariado está dividido sindical y políticamente en

diferentes fracciones, en el que los miembros de esas fracciones no constituyen en los

sindicatos, como en el partido, más que una mínima parte de la clase obrera, es una

verdad devenida banal que sólo se puede desarrollar la acción a través de la consigna

del Frente Único, a través de una acción común. Si se rechaza esta posibilidad de

acción, que no es una invención del espíritu sino que es una necesidad de la acción, se

rechaza la misma acción. Y si alguien se queja después por verse clasificado en

tendencias, no hace más que acumular contradicciones inadmisibles.

Sabéis, camaradas, que durante este último año se ha desarrollado una lucha (debo

emplear esta expresión) permanente entre la Internacional y el partido francés (es decir

la mayoría representada en esta cuestión por las dos tendencias, la tendencia del centro

y la tendencia Renoult).

Se ha querido hacer comprender a nuestro partido francés la necesidad del Frente

Único y, ayer, el camarada Zinóviev, en la comisión que habéis nombrado para la

cuestión francesa, recordaba este argumento del que se han servido en Francia contra la

Internacional sobre esta cuestión importante; a saber: que era la Internacional quien le

imponía al partido francés, bajo la forma de la unidad del frente, la vuelta a la

colaboración de clases y al millerandismo. He aquí hasta qué extremos han llegado los

malentendidos sobre una cuestión que era, al mismo tiempo, un potente medio para

desarrollar una acción en el partido francés.

Ahora es la prensa burguesa francesa la que se apodera de este argumento, y es

éste un justo castigo por los errores cometidos durante la polémica. Es el castigo de ver

al enemigo apoderarse de fórmulas falsas, precisarlas y lanzarlas al mercado político.

He aquí lo que se puede leer en le Temps:

“Todavía no se ha dicho que esta humillante docilidad bastará para apaciguar la

ira de Moscú, pues no practica quien quiere en su espíritu y en su letra la política de la

Internacional, que varía hasta el infinito, siguiendo los intereses del momento del

gobierno de los soviets, y siguiendo las circunstancias a las que los jefes de ese

gobierno deben enfrentarse para tratar de disimular en la medida de lo posible la quiebra

del comunismo integral.”

Es una fórmula que no han inventado. La han cogido prestada a algún

representante de las tendencias de nuestro partido, la han precisado y lanzado contra el

partido entero.

Hace algunos días, Frossard, que también ha luchado contra el Frente Único, se

dirigió a los reformistas para proponerles una acción de acuerdo con los principios del

Frente Único.

En la respuesta de los disidentes se encuentra toda una terminología que

conocemos bien, que ya hemos leído en la prensa de nuestro partido y que se ha

convertido en el instrumento de nuestros enemigos. Pero lo que aún es peor, es haber

esperado durante más de un año y haber dejado a los mismos disidentes apoderarse de la

idea del Frente Único; pues ya no es el partido francés el que aparece ante el

proletariado como el promotor de esta fórmula sino que son los disidentes quienes nos

hacen competencia en este terreno. Es suficiente con leer, en le Populaire, los artículos

sobre el restablecimiento de la unidad sindical.

El régimen de fracciones no es, pues, ni artificial ni ocasional, creado bajo la

influencia de voluntades externas: se basa en tendencias que son el producto de la

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acción (o más bien de la falta de acción), que tampoco es ocasional en el partido

francés.

En cuanto a la política, si se pregunta a quién le incumbe la responsabilidad,

responderé que no es a la izquierda sino que puede ser que sea, desgraciadamente, a la

Internacional misma. No se ha podido realizar la acción porque no se ha querido

acentuar las premisas de esta acción. Es necesario destruir por la polémica los

obstáculos ideológicos para la acción. He ahí porque la Internacional ha tomado ella

misma la iniciativa de las polémicas.

Hace un año y medio

Para verificar yo mismo la línea que hemos seguido durante estos dos últimos

años ante el partido francés, he hecho buscar un discurso que pronuncié en el mes de

junio de 1921, en la reunión del Ejecutivo Ampliado, sobre la cuestión francesa, hace

pues de eso un año y medio.

Tengo que confesar que me ha impactado el hecho que pisoteamos siempre en el

mismo sitio.

Sólo recordaré algunos pasajes de ese discurso:

“No se ve ese abismo que debería haber sido excavado por nuestra prensa, y

nuestros discursos, entre el partido comunista y toda la sociedad burguesa. No se ve.

Ahora es necesario que los obreros vengan a deciros: “¿Pero que hacéis ahí? ¿Por qué

no habláis el lenguaje comunista? En vosotros son sombras muy vagas, a penas más

coloreadas que la sombras longuettistas, pero las mismas en el fondo.” Añado: “Es

preciso conocer y apreciar además este hecho: la actitud del partido frente a los

sindicalistas es completamente falsa…”

Y después:

“Al Partido Comunista francés hay que decirle, pues, amigable pero

enérgicamente: “No os pedimos emprender acciones revolucionarias sin daros cuenta de

si la situación es favorable para ello o no, sino que lo que os pedimos es romper, no

solamente formalmente sino de hecho, con vuestras ideas, con vuestros sentimientos,

con vuestra actitud total, romper definitivamente con vuestras antiguas actitudes,

vuestras antiguas relaciones, vuestras relaciones de otro tiempo con la sociedad

capitalista y sus instituciones.”

Esas palabras ¿no parecen haber sido pronunciadas estos mismos días, durante la

discusión sobre la francmasonería?

Y después además:

“Lo que os pedimos es que vuestra voluntad revolucionaria encuentre su

expresión en vuestra prensa, en el parlamento, en los sindicatos, en todos los lugares, y

que acabe encontrando su expresión suprema en las barricadas de París.”

He ahí cómo presentamos la cuestión en el Ejecutivo. Mi voz no era más que una

voz del Ejecutivo, que presentaba una absoluta unanimidad en ese terreno. De eso hace

año y medio. Hemos luchado contra el espíritu de conservadurismo que representaba el

pasado, a favor del espíritu revolucionario que era el del porvenir. No puedo decir que

hayamos fracasado por completo. Alguna cosa ha cambiado en el partido. La crisis

actual, ciertamente muy penosa, ha descargado un golpe mortal al conservadurismo del

partido.

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Las causas de la crisis

Naturalmente que si el partido no encuentra las fuerzas necesarias para vencer esta

crisis, ésta puede provocar un retroceso en toda la evolución revolucionaria del

proletariado francés. Pero no existen motivos para apreciar de forma pesimista las

posibilidades que se abren ante el partido francés. Lo repito: la crisis es el resultado, por

una parte, de las polémicas, y, por otra parte, de la lucha por parte de la Internacional,

de esta lucha que se lleva adelante contra el conservadurismo; y la gravedad de la crisis,

su carácter penoso, provienen de la permanencia muy importante, demasiado

importante, del conservadurismo.

En Tours arrastramos tras nosotros muchas actitudes y hábitos que no quieren

ceder el paso a los hábitos y actitudes de la acción comunista. He ahí porque se ha

creado el régimen de fracciones, que no es otra cosa que la lucha del futuro contra el

pasado o la tendencia intermedia que busca cómo orientarse.

A menudo se ha indicado que muchos factores exteriores al mismo partido

impiden una evolución rápida. Se habla de la tradición francesa y del individualismo del

obrero francés. Pero un partido que quiere convertirse en un partido de lucha no debe

colocarse únicamente en el punto de vista del historiador, que se coloca por encima de

la contienda interna del partido y sólo indica las causas que impiden la evolución hacia

el futuro.

Le cogeré prestado a nuestro camarada Vaillant-Couturier un argumento

excelente: Ha dicho: “Pretendéis véroslas con obreros completamente penetrados del

individualismo que impide la organización de un partido revolucionario. Pero, durante

la guerra, ¿se detuvo la sociedad capitalista ante el individualismo francés? ¿Los

socialpatriotas encontraron algún obstáculo en este individualismo? No. Mediante la

fuerza activa de la policía y del ejército, mediante la fuerza sobretodo de la opinión

pública, ejercieron una creciente presión sobre el pretendido individualismo del obrero

francés y lo hundieron en las trincheras, donde se quedó durante cuatro años y medio.

Cuando se ha tratado del interés burgués se ha sabido cómo vencer este individualismo.

¿Y nos parece, en verdad, completamente invencible ese individualismo cuando se trata

de vencerlo en beneficio de los intereses del mismo proletariado?”

Sí, aquí tenemos una objeción que es preciso ampliar. Es cierto que, en cada

obrero (sobre todo a causa de la historia francesa), hay un lado individualista muy

desarrollado, puede ser que más que en los otros obreros. Pero también hay un lado

generoso. Hay que saber llamarlo abriendo las perspectivas de una acción en la que

puede expresar verdaderamente toda su entrega y abnegación, y veréis que sabrá

sacrificar no solamente sus intereses materiales sino su vida cuando la lucha lo pida.

Sin embargo hay que poder hacerlo. Y cuando escucho a un comunista decir: “No

hay nada que hacer: ¡los obreros son tan individualistas!” digo que esta explicación sólo

puede crear desconfianza hacia el partido (o cierta tendencia a la desconfianza) y

reflejar impotencia.

La cuestión sindical

Hemos hablado mucho de la cuestión sindical durante este congreso y hemos

encontrado los obstáculos, de los que se ve el reflejo en las actas del congreso de París,

en la tendencia del centro y en la tendencia Renoult.

Citaré algunas expresiones de nuestro camarada Jacob, que forma parte de la

delegación sindical. Su argumentación en el congreso de París es extremadamente

característica, y lo digo con toda la amistad, completamente falsa, peligrosamente falsa.

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El camarada Jacob es miembro del partido y al mismo tiempo miembro

cualificado de la organización sindical. He aquí cómo le dicta al partido su papel en el

movimiento obrero:

“El partido no debe entorpecer la acción de los sindicatos y determinados pasajes

de la resolución del Comité Director no pueden hacer otra cosa más que obstaculizar

esta acción. Manuilski está mal informado sobre la huelga del Havre: Frossard y Lepez

han dicho que el partido comunista no hizo sus deberes en la huelga. Pero nosotros

decimos que el partido no tenía nada qué hacer allí…”

He aquí un estado de ánimo extremadamente peligroso. Puede que se diga que se

trata solamente de exageración en la expresión. ¡Aceptémoslo! Pero sigue siendo

extremadamente característico de la mentalidad de nuestro partido. Son miembros del

partido (no sindicalistas amigables, como Monmousseau, por una parte, y Monatte por

otra), son miembros del partido quienes dicen: “Tú no tienes nada qué hacer en un

acontecimiento como la huelga del Havre”1.

Los sindicatos y el partido

Sabéis que en la huelga del Havre intervinieron el alcalde de Havre, Meyer,

político radical burgués, y el diputado Siegfried, muerto posteriormente; también

intervinieron los fusiles de M. Poincaré y todo eso es la política. Sólo hubo un partido

que no intervino, como partido, en esta huelga. Cierto, hizo mucho por los huelguistas:

recogió fuertes sumas de dinero mediante subscripciones diarias, se escribieron muchos

artículos. Pero como organización que pudiese dar consejos, presentarse sin

contrarrestar la acción del sindicato, mostrar su figura política a los obreros y decir:

“Estamos aquí para ayudaros ¿Qué exigís de nosotros? ¡Estamos dispuestos a hacerlo!,

el partido no tuvo nada que hacer en la huelga del Havre.

Había sindicalistas locales que decían, lo he escuchado a camaradas que están

aquí: “no vengáis a comprometernos ante el gobierno que dirá: hacéis una huelga

comunista, puede que ordenada por Moscú.” Entonces el partido se zafó.

Comprendo que puede haber condiciones en las que el partido puede hacer

concesiones al espíritu incluso más atrasado de la masa o de sus representantes locales,

durante una huelga. Pero entonces se tendría que haber escrito en l’Humanité: “Hemos

ofrecido nuestros servicios a los líderes de la huelga del Havre; nos han respondido:

“estamos en relaciones con Meyer y Siegfried: ¡no vayáis a comprometernos!”.

Entonces no intervendremos, pero les decimos: “¡En guardia! ¡Peligro! Estáis

negociando con políticos burgueses: os traicionarán. Sólo hay un partido que estará con

vosotros en el momento de la gran lucha: es el partido comunista.”

Si hubieseis dicho eso el primer día de la huelga del Havre, o durante su

desarrollo, tras los acontecimientos trágicos del 28 de agosto y las masacres, vuestra

autoridad habría resultado asegurada pues vosotros habríais previsto la evolución de los

acontecimientos.

1 La huelga del Havre, declarada el 19 de junio por 14.000 metalúrgicos, fue la respuesta a la disminución

en un 15% de los salarios anunciada el 15 por la patronal. En la novena semana de huelga, la afluencia de

las fuerzas de policía, como los esfuerzos de los militantes de la CGTU, provocaron la ampliación de la

huelga a los estibadores, trabajadores del gas, tranviarios y albañiles. El 28 de agosto, las fuerzas del

orden se enfrentaron con los huelguistas, dispararon sobre la masa, causando cuatro muertos y numerosos

heridos. La CGTU replicó lanzando altivamente una consigna de huelga general de protesta de

veinticuatro horas que no fue muy seguida. L’Humanité incriminó de “pasividad” a la clase obrera.

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No. Nos inclinamos. El camarada Frossard ha dicho: “El partido no tienen nada

que hacer en ese dominio”, y he ahí un comunista que trabaja en los sindicatos y que

dice: “El partido no tenía nada que hacer allí”

Es una situación muy triste y peligrosa porque de ahí sólo hay un paso a dar para

unirse a nuestro camarada Ernest Lafont. Éste, en su discurso que pronunció en el

congreso de París, se inspiró en el “lagardellismo”; ya no es sindicalismo, es una

mixtura de algunos desechos ideológicos del sindicalismo con la politiquería. Ernest

Lafont dice: “Los sindicatos son una cosa secundaria y yo he sido creado para esa cosa

secundaria.”

Lagardelle era un gran filósofo: ahora está empleado en organizaciones

capitalistas. Cuando alguien se basa en una filosofía según la cual la revolución debe

hacerse al margen del partido, en el partido se sigue una acción completamente

oportunista, reformista y no revolucionaria. Ernest Lafont encuentra una fórmula

completamente afortunada, dice: “¿Nosotros, los abogados, tenemos que mezclarnos en

los asuntos de los sindicatos?” y el camarada Jacob, que no es ni abogado ni

lagardellista sino un buen comunista y un buen obrero sindicalista, dice: “Sí, el partido

no tiene nada que hacer allí.”

Esta coincidencia es extremadamente peligrosa.

La vuelvo a encontrar un poco en la declaración firmada por Monatte (mi amigo)

y por los camaradas Louzon, Chambelland y otros.

Se puede comprender a Monatte (que no es miembro del partido) cuando dice:

“Somos sindicalistas-revolucionarios, es decir que le atribuimos al sindicato el papel

esencial en la lucha revolucionaria por la emancipación del proletariado.” Es una

declaración completamente reciente aparecida tras el congreso de París en La lutte de

classe, dirigida por el camarada Rosmer, con una nota de la redacción.

Comprendo afirmaciones semejantes por parte de Monatte que está fuera del

partido (y que se equivoca, por otra parte, manteniéndose fuera del partido) pero no

comprendo nada a Louzon, ni a Chambelland, ni a Clavel y S. Orlianges, que

pertenecen al partido y son miembros al mismo tiempo de la Comisión Ejecutiva de la

CGTU.

¿Qué quiere decir esto: “Le atribuimos un papel esencial al sindicato en la lucha

revolucionaria por la emancipación”? ¿Qué sindicato? En Francia hay diversos

sindicatos. ¿Se trata del sindicato de los jouhausistas? Evidentemente no. ¿Del sindicato

de nuestro camarada Monmousseau? Puede ser. Pero queréis llegar a una unificación, a

una fusión de esos dos sindicatos. Ahora tenemos a Monmousseau como secretario

general de las CGTU, pero antes teníamos a una comisión administrativa de esta CGTU

en las manos de los autores del Pacto: los Besnard, Verdier, etc. ¿El proletariado puede

marchar hacia la revolución y hacerla bajo su dirección? ¿Creéis seriamente que el

papel dirigente de la clase obrera le pertenece a un sindicato? ¿Creéis que el sindicato

dirigido por los reformistas, los confusionistas, los comunistas que no quieren someterse

a la disciplina y a la doctrina de su partido, sea la primera organización obrera del

mundo, o un sindicato inspirado por las ideas comunistas que nosotros representamos?

Os servís de una fórmula del sindicalismo después de haberla vaciado de su contenido

revolucionario e ideológico y decís: “¡El sindicato es la primera cosa del mundo!”

Naturalmente, se trata de un sindicato guiado por los mejores elementos de la

clase obrera, completamente organizados y conscientes, y que se inspiran en la doctrina

que representa los intereses de la lucha revolucionaria, entonces ese sindicato es

excelente. Pero no existe, sobretodo en Francia. Hay que crearlo. ¿Mediante qué

procedimientos? Mediante una colaboración entre los camaradas que no pertenecen al

partido y aquellos que sí están en él, organizando a la élite de la clase obrera,

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inculcándole las ideas comunistas y haciendo penetrar su espíritu en todas las

organizaciones obreras.

Dejáis entrar en los sindicatos a los obreros que están fuera del partido y que no

son revolucionarios, que tienen los prejuicios más retrógrados: los obreros católicos, por

ejemplo. Estáis obligados a hacerlo, porque si el sindicato no tiene en su seno más que a

comunistas, sindicalistas que no están aún en el partido, a causa de algunos prejuicios, si

el sindicato no tuviese más que a esos elementos, no tendría ningún valor porque sería

una repetición del partido.

Pero eso sería peor, porque el partido es más homogéneo (o al menos debe serlo)

que los sindicatos, los cuales integran a comunistas que no se someten a la disciplina de

su partido y a sindicalistas que no pertenecen a ningún partido y que tienen miedo del

partido, al mismo tiempo que necesitan analizar sus ideas, sus métodos, sin disponer de

un partido político para hacerlo. Si los sindicatos no fueran más que eso, representarían

la fórmula más execrable de un partido político.

La importancia del sindicato radica en que su mayoría está, o debe estar

compuesta, por elementos que todavía no están sometidos a la influencia de un partido.

Pero es evidente que dentro de los sindicatos hay capas diferentes: las capas

completamente conscientes, las capas conscientes con restos de prejuicios, las capas que

buscan aún formar su conciencia revolucionaria. Entonces, ¿quién debe tomar la

dirección?

No debemos olvidar el papel del Pacto. Debe ser un ejemplo para cada obrero

francés, incluso para el más atrasado, para el más simple. Es preciso explicar el hecho

que, a consecuencia de las insuficiencias del partido en el dominio sindical, algunos

elementos anarquizantes o anarquistas han creado un pacto secreto para tomar la

dirección del movimiento. Los sindicatos representan a una élite que necesita una

dirección de ideas; esas ideas no son espontáneas, no caen del cielo; debe haber una

continuidad en esas ideas, hay que justificarlas, verificarlas con la experiencia,

analizarlas, criticarlas, y ese trabajo debe hacerse en el partido.

Hoy en día, la gran objeción que se nos plantea es la subordinación de los

sindicatos al partido.

Sí, queremos subordinar la conciencia de la clase obrera a las ideas

revolucionarias. Es nuestra pretensión. Es completamente estúpido decir que podemos

actuar mediante presiones desde fuera, mediante presiones que no se basarían en la

voluntad libre de los mismos obreros, que el partido posee los medios de presión de cara

a los sindicatos, los cuales son numéricamente más fuertes que él (o al menos deberían

serlo). Quien siempre ha repetido que el partido y los sindicatos quieren someter a la

clase obrera a su voluntad es la reacción de todos los países.

Tomemos la prensa más reaccionaria y pérfida, en Francia, en Alemania, en

cualquier lugar, en Estados Unidos también. Siempre son las mismas afirmaciones. Son

las organizaciones obreras quienes se apoderan, contra la voluntad de la clase obrera, de

sus acciones, las que se imponen y logran, gracias a sus maniobras, la sumisión de la

clase obrera a los sindicatos.

¿Qué respondéis a eso? Decís: “no, nosotros presentamos nuestros servicios a la

clase obrera, nos ganamos la confianza de los sindicatos. La parte avanzada de la clase

obrera entra en los sindicatos; la gran masa apoya a los sindicatos en la lucha y, a su

vez, entra en ellos poco a poco.”

¿No ocurre lo mismo con el partido? Queremos ganar la confianza de los

sindicados. ¿Acaso no tenemos derecho, no tenemos el deber de presentarnos en cada

acción, y sobre todo en las acciones difíciles, como los elementos más atrevidos para

animar esas acciones, vigorizarlas, ocupar los puestos más difíciles, aquellos que

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comportan los mayores riesgos, para demostrar que los comunistas, siempre y en todo

lugar, son los elementos más fieles de la lucha revolucionaria?

¿No es ese nuestro deber y nuestro derecho?

Leed, al respecto, el artículo del camarada Soutif, en el último o antepenúltimo

número del Bulletin communiste, por consiguiente después del congreso de París. En

Francia se tiene determinada manera de criticar a la Internacional: uno se inclina ante la

Internacional en tanto que tal y al mismo tiempo se le asesta un buen golpe a la

izquierda, preferentemente sobre una cuestión en la que la izquierda representa

fielmente las ideas de la Internacional. Soutif dice: “Esta resolución [es la resolución de

Rosmer, que creo que es excelente], esta resolución proclama que el partido comunista

“cree expresar mejor las aspiraciones de la clase obrera y ser el más capaz para asegurar

su liberación”. La mayoría del Comité Director rechaza naturalmente esta moción.”

El Comité Director de un partido que pretende ser el que mejor sirve a la clase

obrera debe “evidentemente” rechazar semejante afirmación. ¡Y esto está escrito en el

órgano de nuestro partido, por un miembro del Comité Director que denuncia a la

izquierda por haber cometido este gran error como es pretender que nuestro partido es

capaz de ser el que mejor sirve a la clase obrera!

No se entiende nada. Si nos dejamos denunciar de esta manera, en nuestros

órganos, por los miembros de nuestro Comité Director, ¿podemos ganarnos la confianza

de la clase obrera? ¿Se puede tolerar esto durante semanas? Un partido vivo, que quiere

ganar la confianza de la clase obrera, debería comenzar por enseñar el ABC del

comunismo al autor de este artículo.

Por otra parte, no es el primero. No es más que un elemento de una larga serie de

los que hemos denunciado en cartas, en discusiones, en telegramas.

Las lecciones de la huelga del Havre

Las consecuencias son la huelga del Havre y, sobre todo, la huelga general de

protesta hacia el final de la huelga del Havre, tras las masacres del día 28 de agosto.

Todos conocéis esos acontecimientos. La huelga del Havre duró ciento diez días.

Acabó en una masacre. Mataron a cuatro obreros e hirieron a otros muchos. Ahora bien,

voy a mostraros algunos documentos que quedarán en la historia del movimiento obrero

francés: son recortes de l’Humanité. Es el llamamiento de la CGTU y de la Unión de los

Sindicatos del Sena. Este llamamiento apareció en l’Humanité del lunes; en él se

anuncian a la clase obrera los asesinatos del Havre y, después, hay un apéndice:

“Martes” (es decir al día siguiente) “huelga general de 24 horas”. Y se añade: “La

construcción decide, esperando, la huelga general para hoy”. ¡Por el lunes!

El partido “no tenía nada que hacer”, como dice nuestro camarada Jacob, en la

huelga del Havre. Era una cuestión económica: se ha matado, económicamente, a cuatro

obreros y se ha herido a muchos más, cuestión puramente sindical. Hay organizaciones

económicas para ocuparse de este asunto: en primer lugar es la construcción

“esperando”, es decir no esperando, saboteando la acción. Se lanza a una huelga que

proclama “huelga general”.

¿Qué hace la CGTU? Se inclina ante la construcción. ¿Por qué? Porque no puede

ceder el puesto a los anarquistas que pretenderán ser más revolucionarios que los otros y

dirán: “Hemos proclamado la huelga general y los sindicalistas, los semicomunistas de

la CGTU han saboteado nuestra gran acción” (que no era una acción, sino solamente

una consigna lanzada en aquel momento2).

2 La dirección de la Federación de la Construcción de la CGTU era de tendencia anarcosindicalista.

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Alguien se inclina ante este error, ¿y qué hace el partido? Se inclina ante la

CGTU. Es el encadenamiento de errores. ¿Quién ha empezado? Son algunos jóvenes

anarquistas que puede que ni sean culpables de ello. Fueron a la sede de su organización

y dijeron: “Hay que hacer alguna cosa”. Y allí encontraron a un camarada que les

respondió: “Sí, hay que hacer alguna cosa: se va a proclamar la huelga general”.

Y la CGTU se inclina; el partido se inclina. El partido que, “no tienen nada que

hacer” en la huelga del Havre, que se ha mantenido como un organismo completamente

superfluo en ese diálogo entre todos los obreros del Havre y la gran sociedad burguesa,

el partido interviene para inclinarse ante la CGTU.

¿El resultado? La debacle. Fiasco completo. ¿Por qué? Porque era

predeterminado, prematuro. Estos recortes que os muestro pretendían levantar a la clase

obrera en Francia, del lunes al martes, para la huelga general. ¿Era posible? No era

posible ni incluso en un país en el que se posea la red de telégrafos, las radios (como

aquí en Rusia), en el que el partido sea fuerte, en el que los sindicatos trabajen de pleno

acuerdo con el partido, en el que no hayan ni partidos ni sindicatos opuestos a los

nuestros. Así, para la demostración en honor al 4º Congreso Mundial, se ha tenido que

explicarles a los obreros lo que era el 4º Congreso. Entre los soldados que desfilaban

ante vosotros el 7 de noviembre había cierto entusiasmo del que puede que os hayáis

dado cuenta. ¿De dónde provenía? Entre ellos había jóvenes campesinos que no

conocen muy bien la geografía y que ignoran lo que pasa en Francia, lo que pasa fuera

de Rusia. Se les ha tenido que explicar qué era el 4º Congreso Mundial y, sin embargo,

¿qué es lo que se les exigía? Desfilar simplemente ante los delegados extranjeros y

presentarles sus saludos fraternales.

En cuanto a vosotros que le exigíais a la clase obrera una huelga general, debíais

haber explicado a esta clase obrera lo que pasaba en el Havre, y no solamente con la

fórmula “gobierno de asesinos”.

En Francia se fabrican esas fórmulas mucho mejor que en otros países: allí son

expertos. Hacía falta explicar a cada obrera y a cada obrero, a los obreros agrícolas, a

los campesinos y campesinas, lo que pasaba en el Havre: han matado a cuatro obreros

tras haber matado a un millón o medio durante la guerra. Se debían haber mostrado, si

era posible, las fotografías de los muertos: describir la situación de las familias de los

obreros; presentar las fotografías de hijas e hijos de esos obreros asesinados. Enviar

inmediatamente a corresponsales que conociesen esas cuestiones y la vida de los

trabajadores, a camaradas que pudiesen contactar con las familias de los obreros

asesinados, compartir su pena y contar todo el horror a la clase obrera.

Era necesario movilizar inmediatamente en París a un millar de los mejores

comunistas y sindicalistas revolucionarios, mano a mano con la CGTU, y enviarlos a

todas partes, no solamente a todas las esquinas de París sino también a todo el país, a las

ciudades y al campo, para desarrollar allí una propaganda intensa; era preciso, al mismo

tiempo, publicar dos, tres o cuatro millones de ejemplares de panfletos, llamamientos,

para poner al corriente a la clase obrera de lo que pasaba, diciendo: “No podemos dejar

pasar este crimen sin protestar.”

¿Se tenía que desencadenar inmediatamente una huelga general de 24 horas por

todo ello? No. Había que poner en movimiento a la clase obrera entera, con una intensa

propaganda que no es otra cosa más que la explicación de los hechos. Había que

explicar y contar brevemente los hechos a la clase obrera: esa era la primera condición.

¿Por qué no se hizo? Se tiene miedo a que el sentimiento de indignación de la

clase obrera no dure más que tres, cuatro o cinco días. ¡Es la expresión de la

desconfianza burocrática frente a la clase obrera de nuestro sindicalismo revolucionario

y de nuestro comunismo! (Aplausos)

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Había que contarle y explicarle los hechos. Nuestros camaradas de Pas-de-Calais

bajaron a la mina y eso sólo les sirvió para enterarse de que había que hacer

inmediatamente la huelga. Naturalmente, la acción estaba completamente comprometida

y paralizada de antemano. Me pregunto cómo se podría haber actuado de forma

diferente si se hubiese querido sabotearla.

Y después se salvó (naturalmente que no para siempre) a los disidentes,

reformistas y jouhausistas. ¿Por qué? Es muy simple, camaradas. ¿No había puesto la

burguesía, matando a cuatro obreros en Francia, en una situación extremadamente

difícil a sus amigos disidentes y reformistas? Con las reformas, con las ideas del Bloque

Nacional, con la participación de Jouhaux en asambleas burguesas para mejorar la

suerte de los obreros, también se puede embaucar a los trabajadores. Pero la masacre del

Havre era un golpe casi mortal para nuestros adversarios.

¿Qué había que hacer? En cada número de l’Humanité, y durante una o dos

semanas, había que hacer toda la propaganda posible, toda la agitación útil

preguntándoles a la CGT reformista y a los disidentes: “¿Qué proponéis ahora? No se

trata de dictadura del proletariado, no os la proponemos, aunque seamos partidarios de

ella. Pero ¿qué proponéis contra la burguesía que acaba de matar a cuatro obreros,

contra el gobierno, contra Poincaré?

He ahí una pregunta que había que haber repetido cada día y haber hecho repetir a

los propagandistas, a los agitadores del partido y de los sindicatos, en todos las esquinas

de las calles, en todos los rincones de Francia, en todos los pueblos donde hubiese un

obrero o una obrera, y ello durante una o dos semanas. Hubiera sido verdaderamente un

gran hito en el movimiento de la clase obrera. En lugar de ello se comprometió la

situación. Se lanzó este llamamiento, insensato, a la huelga inmediata. No se anuncia el

lunes una huelga general para el martes, pues los disidentes y reformistas encuentran,

naturalmente, en ello un pretexto para desmarcarse y decir: “No participaremos en una

empresa tan arriesgada.”

Y puesto que la huelga general estaba comprometida de antemano ellos decidieron

dar el salario de un día de trabajo a las víctimas. No lo hicieron. Pero todo el mundo ha

olvidado su criminal pasividad porque el punto de concentración de toda la atención

obrero era la huelga general, de hecho peligrosamente comprometida.

Le Temps escribe: “El fracaso de la huelga general constituye un síntoma

alentador para el futuro.” Tiene razón. Y l’Humanité añade: “La burguesía quiere

aprovechar esta pasividad inaudita de la clase obrera.”

Fue en formidable fracaso, pero sin embargo al día siguiente se dijo que había

sido un gran éxito. Como esta posición no tenía defensa a continuación se dijo: “La

burguesía quiere aprovechar esta pasividad inaudita de la clase obrera.” En todos los

casos se descargó la responsabilidad sobre las espaldas de la clase obrera. Cuando hay

un fallo de la CGTU y del partido se le imputa el fracaso a la clase obrera. Es una

manera de actuar que la clase obrera no tolerará. Tendrá que invitar a sus jefes a

analizar sus fallos para aprender alguna cosa de la experiencia de la lucha.

¡Verdaderamente ya es el momento, camaradas!

En Francia asistimos a un gran acontecimiento, del que la huelga de protesta sólo

fue una nefasta repetición: fue el movimiento del 1 de mayo de 1920. El partido todavía

no existía como partido comunista. En los sindicatos no se había producido todavía la

escisión. Pero las fuerzas eran las mismas, tanto en el terreno político como en el

sindical. Los elementos de la izquierda no habían preparado la acción. Los de la derecha

hicieron todo lo posible para comprometerla y aplastarla con su traición. Lo lograron.

Sabéis qué importancia tiene esta fecha del 1 de mayo de 1920 en la historia de la

Francia de posguerra. El aliento revolucionario de la clase obrera bajó de golpe, la

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estabilidad del régimen burgués aumentó de golpe. Se produjo un gran cambio tras esta

huelga general perdida.

¡Desde esta lección han transcurrido dos años y tres meses y se ha hecho una

segunda edición de esta huelga bajo forma de una gran protesta contra la masacre del

Havre! Naturalmente que el resultado es la desilusión, la pasividad de la clase obrera y,

también inevitablemente, la permanencia del reformismo y del sindicalismo de Jouhaux.

¿Por qué? Porque el partido no ha sabido dar consejos, porque no ha intervenido

analizando la misma situación, dando su parecer, invitando a nuestro camarada

Monmousseau, que no es del partido y no quiere relación orgánica3, a decidir qué se

tenía que hacer conjuntamente. Se tenía que haberle dicho: “Proponéis la huelga para

mañana martes, pero es completamente imposible; vais a comprometerla y a crear una

situación desfavorable en la lucha de la clase obrera.” Estoy seguro que nuestro amigo

Monmousseau habría respondido: “Estoy de acuerdo en discutir con vosotros; sin

embargo, mi organización es autónoma y tomará las decisiones que le parezcan

convenientes y justas.” ¿Pero no era necesario sentarse a la misma mesa para analizar la

situación e intercambiar consejos?

Máxime teniendo en cuenta que la CGTU no hizo otra cosa más que inclinarse

ante la iniciativa de la Construcción. El resultado ya lo hemos visto. Tras el 1 de mayo

de 1920, se perdieron meses, más que meses, y el tiempo es una materia prima valiosa

en la lucha obrera. La burguesía no pierde el tiempo. ¡Nosotros hemos perdido dos años

y hay camaradas que pretenden hacernos creer que los hemos ganado!

El partido francés y la Internacional

Durante el congreso de París nuestro camarada Frossard caracterizó las relaciones

del partido con la Internacional empleando esta fórmula: “ganar tiempo”.

El secretario general del partido, que ya era secretario cuando se celebró el

congreso de Tours (y por tanto el más cualificado para representar al partido) se expresó

así, según el informe de l’Humanité bajo el título “La crisis”:

“¿Cuáles son las causas de la crisis? Desde hace dos años estoy dividido entre mi

fidelidad a la Internacional y el interés de mi partido. Dentro de mí hay un conflicto

permanente, una crisis de deber. ¿Hay actitudes diferentes en mí? Sí, porque no estoy

seguro de mí. (Repetidos aplausos)

Así, se aplaude en el momento en el que el camarada más cualificado para

representar al partido dice: “Estoy dividido entre mí fidelidad a la Internacional y mi

fidelidad al partido. Dos fidelidades que no coinciden, que son contradictorias, y si

decís que estoy debilitado, que tengo dos actitudes diferentes, ello es porque estoy

dividido entre esos dos antagonismos permanentes”. Y tras ello se producen aplausos

repetidos, según el informe de l’Humanité.

Después, el mismo camarada declara:

“Ante determinadas decisiones de la Internacional, inaplicables, lo digo, he

querido ganar tiempo. Prefiero hacer eso a destruir a mi partido.”

¡Así que había incompatibilidad entre la Internacional y el Partido Comunista

francés! El secretario general del partido se ha visto en una situación de conflicto

permanente y lo que ha tratado de hacer sobretodo es ¡ganar tiempo para no destruir a su

partido! Entonces ¿por qué pertenece a la Internacional? No se comprende. ¡No se

puede entender!

3 Monmousseau, en aquel momento sindicalista revolucionario de la tendencia Monatte, era secretario de

la CGTU.

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Cuando recibí el número de l’Humanité y leí eso por primera vez, me dije a mí

mismo: “Son las premisas para la ruptura con la Internacional.” Conocemos lo

suficiente a nuestro camarada Frossard: no es un hombre que se deje llevar por su

temperamento; es un hombre calculador, frio, y si dice, no en una conversación sino en

el congreso de su partido, como secretario general, que durante dos años no ha hecho

más que ganar tiempo porque la Internacional ha tomado resoluciones nefastas para su

partido, yo pregunto si se puede entender otra cosa que no sean las premisas de la

ruptura con la Internacional. (Aplausos)

El caso deviene aún más grave cuando se consideran los hechos que precedieron a

su discurso. En la moción llamada Frossard-Souvarin, ya firmada por Frossard y

propuesta al congreso del partido, leemos:

“A la luz de la experiencia es necesario reconocer que las supervivencias del

espíritu socialdemócrata del antiguo partido y el desconocimiento del valor de las

resoluciones de la Internacional Comunista han perjudicado el reforzamiento y

perfeccionamiento del joven partido comunista.”

¡En vísperas del congreso se dice en una moción: “El desconocimiento del valor

de las resoluciones de la Internacional es lo que ha perjudicado sobre todo al partido

francés”!

Se trata del valor de las resoluciones sobre el Frente Único y la acción sindical. ¡Y

es Frossard, que las firmó, quien, no estando seca aún la tinta de su firma, declara en la

tribuna que las resoluciones llegadas de Moscú y de la Internacional amenazan con

destruir a su partido!

Si alguien lo comprende le invito a venir a explicar esta actitud. Hemos tratado de

escuchar la explicación por boca del elocuente camarada Frossard. Le hemos invitado,

hemos repetido nuestra invitación con letras y telegramas e incluso con decisiones del

Ejecutivo. Desgraciadamente no lo hemos logrado. Nos alegraría mucho tener una

explicación de esta actitud que ni nos parece muy consecuente ni muy clara.

La inercia del secretariado del partido francés

Para ofreceros un cuadro al menos sumario de las relaciones de la Internacional y

del partido francés (su Comité Director y su secretario general, sobretodo), para

demostraros cómo el Ejecutivo ha amenazado con destruir al PCF, me permitiréis leer

(será una lectura muy árida y poco divertida) la enumeración de las cartas, telegramas y

resoluciones que le hemos enviado. Es un catálogo. No mencionaré las cartas privadas:

por mi parte, he hecho distribuir entre los miembros de la gran comisión las copias de

las cartas que he envidado en nombre propio a los camaradas franceses, pero siempre

con la aprobación del Ejecutivo, de pleno acuerdo con él4.

Sólo enumero, pues, los documentos completamente oficiales.

En el mes de junio de 1921 se celebró reunión del Ejecutivo Ampliado en el que

pronuncié el discurso del que os he citado algunos párrafos esenciales.

En julio de 1921, se hicieron tres resoluciones del Ejecutivo (tras el 3er Congreso

Mundial) sobre el control de la prensa, el trabajo en los sindicatos y la disolución del

Comité de la III Internacional.

4 Se trata de las cartas publicadas bajo el título Lettres de Léon Trotsky… de las cuales algunas están

reproducidas en esta selección (B 3, 4, 6 [http://grupgerminal.org/?q=node/847 NdE] , 10

[http://grupgerminal.org/?q=node/849 NdE] , 11 [http://grupgerminal.org/?q=node/850 NdE], 14

[http://grupgerminal.org/?q=node/854 NdE])

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Tomad esas resoluciones. ¿Es la de la del control de la prensa la que amenazaba al

partido a causa de Fabre y de Brizon que se cubrían con la autoridad de miembros del

partido para realizar empresas personales comprometiéndolo? ¿No era útil acabar con

una práctica, mientras se detentan puestos importantes en el partido comunista,

consistente en ofrecer su colaboración a los órganos burgueses que emponzoñan a las

masas populares?

He ahí dos resoluciones que nunca han amenazado con destruir al partido francés

sino únicamente a algunos periodistas arribistas del partido francés. Por otra parte, esta

resolución no fue aplicada en nada.

Sobre el trabajo en los sindicatos ya os he contado un poco nuestra discusión.

De hecho, una sola de esas tres resoluciones fue aplicada: la concerniente a la

disolución del Comité de la III Internacional.

Si hemos cometido errores, y hemos cometidos diversos, creo que sobretodo

hemos cometido el de depositar demasiada confianza en la fidelidad de los camaradas

que dirigían el partido francés en esta época.

El 26 de julio de 1921: carta confidencial del Ejecutivo al Comité Director

conteniendo críticas amistosas y sugestiones sobre el trabajo parlamentario del partido

con la Internacional, los informes parlamentarios de l’Humanité5. Nuestro camarada

Marthe Bigot ha hecho observaciones sobre este punto que confirman la justeza de

nuestra crítica, sobre las relaciones con los sindicalistas, el trabajo en los sindicatos, la

reorganización del Comité Director. Es la primera vez que hemos propuesto, por escrito,

crear esta terrible oligarquía que se llama el Buró Político del Comité Director; sobre la

estructura del partido, la insuficiencia de l’Humanité, el control de la prensa.

Invitación a Frossard y Cachin para venir a Moscú: el 1 de octubre de 1921, un

telegrama invitando al partido a enviar a Frossard a Moscú.

15 de diciembre de 1921: carta abierta del Ejecutivo al congreso de Marsella

conteniendo críticas y sugestiones sobre: la debilidad de la dirección del partido, la

disciplina, la política sindical, el control de la prensa, la tendencia de derechas y le

Journal du peuple6.

No es el comienzo pues el comienzo fue ya durante las conversaciones con la

delegación durante el 3er Congreso. Después llegó la resolución sobre el control de la

prensa, en julio de 1921, cuando se planteó por primera vez la cuestión Fabre. La tercera

vez fue el 15 de diciembre de 1921. Naturalmente que nosotros habíamos “exagerado”

la importancia de Fabre: pero, ahora, todos los expulsados se agrupan alrededor del

Journal du peuple. Se forma el absceso pero esta vez fuera del partido, con la ayuda de

la raza, a partir de ahora famosa, de los alcaldes de los suburbios.

Sobre la penetración del partido en las fábricas, la introducción de obreros en la

dirección, la indiferencia del partido respecto a la vida de la Internacional: el 19 de

diciembre de 1921, carta confidencial al Comité Director, conteniendo críticas y

sugerencias sobre las siguientes cuestiones: tolerancia ante el Journal du peuple. Por

tercera vez: falta de ejecución de las decisiones del Ejecutivo, tolerancia frente a Brizon

y la Vague, relaciones del partido con la Internacional, presídium o buró político del

partido7.

Si me preguntáis por qué no os cito las respuestas os diré que porque no las hay.

¡Jamás se ha dado respuesta!

9 de enero de 1922: resolución sobre las dimisiones de Marsella; telegrama

convocando a Moscú a los representantes del partido.

5 http://grupgerminal.org/?q=node/844 NdE. 6 http://grupgerminal.org/?q=node/845 NdE. 7 Ibídem.

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El 9 de enero de 1922 comienza una nueva serie:

13 de enero de 1922: telegrama convocando a Frossard y Cachin, y anunciando la

inscripción de la cuestión francesa en el orden del día del Ejecutivo Ampliado de

febrero.

24 de enero de 1922: telegrama reclamando de nuevo a Frossard “cuya ausencia

causaría la más mala impresión sobre todo el Ejecutivo”, y anunciando que el Ejecutivo

Ampliado se retrasará algunos días para darle a Frossard tiempo para llegar.

Durante esos días en los que se preparaba la presentación de la cuestión francesa

ante la Internacional y su sometimiento a los representantes de los partidos afiliados,

nos preguntábamos por teléfono cada noche y cada mañana: “¿Cree usted Zinóviev que

él vendrá? - ¿Cree usted, Trotsky, que él vendrá? – No entiendo nada.”

Se espera, se envían telegramas, pero ¿de qué se trata? Si pudiésemos ir a París

inmediatamente para consultar a nuestros amigos de allí, cada uno querría arrojarse al

tren el primero. (Aplausos) Pero se trata de discutir, de analizar los problemas difíciles

del partido francés para resolverlos. Y nosotros siempre buscamos invitar a los más

representativos de sus dirigentes para discutir con nosotros. Por eso esos cinco

telegramas que se enviaron para invitar a los jefes del partido francés a venir a la

Internacional para resolver la cuestión francesa.

Misma época: intervención de Radek ante Cachin, en Berlin, para decidirlo a

venir a Moscú.

Febrero de 1922. En el Ejecutivo Ampliado, resolución sobre la crisis francesa:

crítica del oportunismo del Bloque de Izquierdas, del pacifismo pequeño burgués, de la

inercia frente al sindicalismo, de la insuficiencia de dirección del partido, del

federalismo; compromiso de la delegación del centro sobre: la exclusión de Fabre (la

cuarta vez que se planteaba la cuestión), la reintegración de los dimisionarios de

Marsella, la aplicación de las tesis sindicales de Marsella.

Abril de 1922: Consejo Nacional del partido francés.

9 de mayo de 1922: exclusión de Fabre por el Ejecutivo (cuando la cuestión se

había planteado por quinta vez y tras poner en juego el artículo 9 de los estatutos).

12 de mayo de 1922: carta confidencial al Comité Director con críticas y

sugerencias sobre las siguientes cuestiones8:

-desorientación del partido;

-aumento de la influencia de la derecha;

-pasividad en el asunto Fabre (la sexta vez);

-silencio de l’Humanité sobre las cuestiones candentes;

-inercia ante los anarquistas y sindicalistas;

-hostilidad hacia el Frente Único, campaña de la Humanité y de la Internationale

constituyendo una sabotaje a la acción de la Internacional Comunista;

-indisciplina del partido ante las decisiones de la Internacional Comunista;

-mala voluntad en la aplicación de las resoluciones votadas por las diversas

delegaciones francesas en Moscú; recordatorio de las múltiples observaciones

conciliadoras anteriores de la Internacional Comunista;

-invitación a clarificar en adelante las relaciones entre el partido francés y la

Internacional.

Misma época: telegrama a Frossard para reclamar su presencia en el Ejecutivo

Ampliado de junio.

Junio de 1922: Ejecutivo Ampliado.- Resolución9 sobre: la estructura del partido,

la disciplina interna, la Federación del Sena, la cuestión sindical, el Frente Único, el

8 Texto publicado en Bulletin communiste, nº 37, páginas 693-696, 1922. 9 http://grupgerminal.org/?q=node/852 NdE.

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Bloque de Izquierdas, la prensa del partido, las fracciones del partido, la amonestación a

Daniel Renoult, el asunto Fabre (la séptima vez), el congreso del partido, la necesidad

de un manifiesto del Comité Director.

Julio de 1922: tres telegramas invitando al partido a excluir a Verfeuil, Mayoux y

Lafont.

Julio de 1922: carta a la Federación del Sena10

sobre: el federalismo y el

centralismo, artículo 9 de los estatutos internacionales, asunto Fabre (la octava vez), la

disciplina.

Septiembre de 1922: mensaje al 2º Congreso del Partido Comunista francés,

tratando sobre todas las cuestiones enumeradas en las cartas precedentes11

.

6 de octubre de 1922: mensaje complementario al congreso de París, concerniente

a: la renovación del voto de las veintiuna condiciones, la exclusión de Verfeuil;

resolución del Ejecutivo aprobando la decisión de la Federación del Sena excluyendo a

Verfeuil.

Noviembre de 1922: diversos telegramas invitando a Frossar y Cachin a asistir al

4º Congreso.

Esta árida enumeración de cartas, telegramas, propuestas y sugerencias enviadas

por nosotros y mantenidas prácticamente sin eco ni respuesta, desde hace un año y

medio, ¡es el tiempo que pretende haber ganado nuestro camarada Frossard!

Declaramos que ese tiempo será inscrito en la historia del partido francés a fondo

perdido, a causa de la pasividad y la inercia material y política de los camaradas

dirigentes y responsables del partido en esta época.

¡Que se diga ahora cuál de entre las sugerencias que acabo de enumerar es la que

podía ser nociva e incluso nefasta para al partido! ¿Por qué era preciso “ganar tiempo”

en la exclusión de Fabre, que era tan simple y tan indispensable, y también en las

cuestiones del régimen de la prensa, del buró político y, sobretodo, del trabajo sindical y

del Frente Único?

Las sugerencias de la Internacional

Nadie niega que los miembros de la Internacional no sean infalibles; pero ¿es

que alguien puede demostrarnos que en esas sugerencias, propuestas y resoluciones, la

Internacional ha cometido errores? ¿Dónde están esos errores? ¡Y que se nos demuestre

que se le ha hecho un bien al partido francés desatendiendo las sugerencias y tentativas

de la Internacional! ¡Que se nos demuestre que se ha ganado y no perdido el tiempo!

Si el mismo secretario general del partido declara haber ganado tiempo, contra la

Internacional, que amenaza con destruir al partido francés, está claro que los delegados

permanentes en propaganda deben decir la misma cosa y hacer la misma faena de una

forma más simplista. Así, el camarada Auclair le cuenta a las Juventudes que las

decisiones de la Internacional Comunista están basadas en rumores (es su expresión).

Cuando hemos preguntado a Frossard si era exacto que él había instalado a

Auclair como delegado de propaganda, nos respondió: “Solamente provisionalmente”.

Lo que era cierto. Pero tras el congreso de París, se ve permanecer en el mismo puesto

al mismo camarada. Y cuando planteamos algunas objeciones a nuestros camaradas

franceses del centro, dicen: “Exageráis”. Nosotros “exageramos” sobre Fabre, nosotros

“exageramos” sobre Auclair, nosotros “exageramos” con nuestras propuestas para el

10 http://grupgerminal.org/?q=node/853 NdE. 11 Texto publicado en el Bulletin communiste.

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Frente Único y para la acción sindical, nosotros “exageramos” en la cuestión del

régimen de la prensa, ¡nosotros “exageramos” siempre!

Sin embargo es natural que nos alcemos contra todas las manifestaciones de un

espíritu no comunista ya se trate de Fabre, de Auclair o de la colaboración con la prensa

burguesa. Cada uno de esos hechos, si se les considera aisladamente, hunde sus raíces

profundas en las capas profundas del partido. Se equivoca quien los presenta como poco

importantes: son signos que seguro que no engañan a ningún militante. ¿Qué es,

entonces, lo que os falta como prueba evidente de no comunismo? Si Frossard dice que

las resoluciones de la Internacional amenazan con “destruir” al partido francés y si

Auclair sobrepuja diciendo que esas resoluciones se toman sobre la base de “rumores”,

entonces se puede imaginar uno que luces llegan a las capas más profundas del partido,

que no están casi informadas de los hechos.

La dignidad del partido

Poseemos testimonios extremadamente valiosos aportados por nuestro camarada

Louis Sellier (que no debe confundirse con Henri Sellier, excluido del partido). Louis

Sellier ha representado durante algún tiempo al partido en Moscú. Volvió a Francia y

fue propuesto como secretario general suplente del partido, lo que es un puesto

importante y os muestra que ese camarada cuenta con gran estima dentro del partido

francés12

. Lo conocimos en Moscú y compartimos esta estima hacia el camarada Louis

Sellier.

En l’Humanité del 27 de agosto de 1922, publicó bajo el título: “Descartemos en

primer lugar las leyendas absurdas”. Un artículo en el que se lee:

“Entre nosotros hay camaradas que son ciertamente muy malignos. Comienzan

afirmando con la mano en el corazón que su entrega a la revolución rusa ha sido y sigue

siendo total. Pero…” Y entonces viene la serie de los “pero” y de los “si”

amenazadores, solemnes y absurdos. “Pero si Moscú quiere hacer del partido una

pequeña secta estipendiada y servil”, “Si Moscú quiere quitarle al partido toda

independencia”, “Si Moscú quiere instalar la guillotina permanente en el seno del

partido”, etc., etc.”

Y más adelante:

“Faltaríamos al más elemental de nuestros deberes si no les gritáramos a nuestros

camaradas de la mayoría, a nuestros camaradas del centro, que se realizan esfuerzos

para engañarlos contándoles sobre Moscú simplezas de las más pérfidas como las que

acabamos de citar. Moscú no quiere esencialmente que la III Internacional quiebre

como la II.”

Es Louis Sellier quien escribe esto. Entonces pues hay que gritarle a los

cámaradas del centro que Moscú no quiere crear una pequeña secta estipendiada y

servil. Lo dice un miembro del centro.

Louis Sellier recupera estas palabras: “Si Moscú quiere quitarle al partido toda

especie de independencia…” y nosotros hemos escuchado a la gran comisión francesa

algunas palabras en ese sentido: la dignidad del partido se vería amenazada por

determinadas intervenciones de la Internacional. He aquí un sentimiento, una

mentalidad, un estado de ánimo completamente extraños y que no entendemos.

12 Louis Sellier, por otra parte, iba a ser designado secretario general del PC, en tanto que miembro del

centro, conjuntamente con Treint, de la izquierda, tras la dimisión de Frossard en enero de 1923.

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El pasado febrero, había aquí una comisión que se ocupaba de la cuestión rusa.

Esta comisión estaba presidida, creo, por el camarada Marcel Cachin13

. Se trabajaba

para tratar una enfermedad interna de nuestro partido ruso. Esta comisión no trabajó en

París, desgraciadamente, porque nosotros no podemos todavía realizar nuestros

congresos en París. Ya llegará el día. Era en Moscú. Esta comisión estaba compuesta

por camaradas extranjeros que tenían que decidir sobre una cuestión muy penosa para

nuestro partido puesto que se trataba de la Oposición Obrera contra el Comité Central

del Partido Bolchevique.

Zinóviev, yo y algunos otros camaradas fuimos citados por la comisión. Dimos

nuestro parecer. Había en nosotros un sentimiento de alivio porque había una institución

internacional, una instancia suprema, y nadie se sintió humillado por la autoridad de

nuestro partido. Por el contrario, estábamos muy contentos de poder resolver una

cuestión importante con la ayuda de la Internacional Comunista.

La intervención de esta comisión tuvo un resultado excelente para nuestro partido

pues la Oposición Obrera cesó tras esta intervención suprema14

.

¿Qué es entonces la dignidad del partido? Está el interés del partido, es la ley

suprema, y cada uno de nosotros debe inclinarse ante esta ley suprema. En ello consiste

la dignidad del partido y de cada miembro del partido. (Aplausos)

He insistido sobre el punto porque en el congreso de París se agitó el fantasma de

la dignidad del partido. Todos conocéis la situación creada por el congreso de París.

Algunos meses antes del congreso, propusimos constituir un bloque de las dos

fracciones más fuertes, el centro y la izquierda, contra la derecha, con cierta actitud, yo

diría que expectativa, ante la tendencia Renoult-Dondicol.

¿Cuál era la idea de ese plan? Era muy simple. La lucha de fracciones había sido

prevista por el Ejecutivo. Muchas veces hemos repetido a nuestro camarada Louis

Sellier que si el centro mantenía su actitud conservadora, la creación de fracciones era

inevitable como reacción necesaria y saludable para el partido, para impedirle caer en el

pantano de la pasividad.

Al mismo tiempo que se desarrollaba ese proceso inevitable existía la necesidad

en que nos encontrábamos de darle al partido la posibilidad de realizar una acción

exterior. La fracción Renoult-Duret constituyó en aquella época la oposición más

extrema al Frente Único. No existía la posibilidad de plantearse entonces una

colaboración con esta fracción, aunque en el Ejecutivo sabíamos que integraba a

elementos obreros excelentes, claramente opuestos al parlamentarismo y a las

combinaciones con los disidentes, con los reformistas, es decir que integraba a

13 La Oposición Obrera, animada por los viejos bolcheviques Chliapnikov y Lutovinov, y por A.

Kollontai, se había desarrollado a partir de 1919 entre los comunistas de los sindicatos y se alimentaba

notablemente de la hostilidad de los obreros al uso en los puestos directivos de la industria de

especialistas burgueses bien pagados. En 1920, había pedido para los sindicatos un papel dirigente en la

economía. En 1921, había combatido la Nep. El 10º Congreso, a propuesta de Lenin, la había condenado

como una “desviación sindicalista y anarquista”. A principios de 1922, veintidós de sus animadores

recurrieron a la Internacional sobre la persecución de la que eran objeto por parte del aparato y de numerosas violaciones de la democracia obrera en el partido ruso. La comisión de la IC rechazó el

recurso. Según Schapiro estaba presidida no por Cachin sino por el búlgaro Kolarov. De cualquier forma,

la presencia de Cachin en la comisión fue sentida por muchos como una injuria a los viejos militantes

revolucionarios que representaban a la Oposición Obrera. 14 De hecho, Chliapnikov y Kollontai defendieron las tesis de la Oposición Obrera en el 11º Congreso en

1922; el congreso rechazó, por otra parte, excluirlos, igual que el CC le había rechazado a Lenin la

exclusión de Chliapnikov. Chliapnikov y Lutovinov se unirían a la oposición de 23, y Lutovinov se

suicidó tras su derrota. Chliapnikov fue miembro de la Oposición Unificada, capituló y después

desapareció durante las grandes purgas.

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elementos animados por un puro espíritu revolucionario pero mal informados. Ante esta

tendencia mantuvimos una actitud expectante criticándola al mismo tiempo.

Al mismo tiempo jamás descuidamos el hecho que, a pesar de tal o tal error

cometido por la izquierda, es ella la que representa el movimiento hacia delante del

partido, contra el conservadurismo y la pasividad.

Por otra parte, jamás hemos descuidado al centro, a pesar de sus errores, errores

que amenazaban a la misma base del partido. Esta fracción engloba a muchos excelentes

elementos obreros que se agruparán mañana o pasado mañana sobre la misma base de

acción revolucionaria.

Entonces propusimos un bloque de los dos grandes agrupamientos, centro e

izquierda, para facilitarle al congreso de París su tarea, que era exclusivamente precisar

las ideas del partido y crear los organismos centrales que pudiesen dirigirlo. La lucha de

fracciones llevaba al partido a un callejón sin salida. Había que proponer una

combinación que podía no ser perfecta pero que aportaba una solución más o menos

conveniente para el año siguiente.

Siempre hemos insistido en basar la realización de ese bloque sobre una base

revolucionaria; ese bloque tenía que ser enérgicamente dirigido contra la derecha a fin

de solucionar esta cuestión en el plano político, total y definitivamente; bajo esas

condiciones, habríamos tenido la posibilidad de realizar una acción vigorosa y el partido

habría podido presentarse ante el 4º Congreso como un partido mucho más disciplinado

y capaz de dirigir la acción.

Esto es lo que se dijo y repitió en numerosas ocasiones: “Si el centro hace de

oposición, si se deja arrastrar por los elementos del conservadurismo y la reacción, por

la pasividad, ganando tiempo, pensamos que marchará hacia la descomposición y que

su descomposición provocará la más penosa crisis en todo el partido.”

El papel del centro en el congreso de París

No quiero contar aquí la historia de las negociaciones que tuvieron lugar en París

para la constitución de los organismos centrales. Las fracciones se enfrentaron a

dificultades sin llegar a buen puerto. Cuando se producen negociaciones entre dos

fracciones en lucha, las cuestiones de organización siempre son penosas: hay

discusiones, exigencias excesivas de ambas partes. De otra forma no es posible. Pero la

ruptura se produjo sobre propuestas completamente claras, no sobre exigencias

exageradas de la izquierda, como se afirma, sino sobre propuestas de paridad

presentadas por los representantes del Ejecutivo.

El centro prefirió romper las negociaciones; rechazó la paridad, incluso

provisional, hasta el congreso. Fue el camarada Ker quien pronunció un gran discurso

sobre el asunto el 17 de octubre. Planteó la cuestión de forma siguiente: “Se trata de

saber si el partido francés será libre para designar él mismo a los hombres que deben

dirigirlo.” Todo esto según el informe de l’Humanité del 18 de octubre (sesión del 17).

¡En el momento en que las negociaciones acaban de interrumpirse a iniciativa del

centro, se les dijo a los delegados de provincias que todavía no tenían noticias de las

propuestas de la Internacional: “Se trata de saber si el partido francés será libre para

designar él mismo a los hombres que deben dirigirlo.”! Esto era denunciar a la

izquierda, por una parte, y a los representantes de la Internacional, por la otra, como si

hubiesen tenido la intención de privar al partido francés del derecho a disponer, por sí

mismo, de su autonomía como partido. Esta denuncia absolutamente injusta era muy

peligrosa desde el punto de vista de las aspiraciones nacionales y no internacionalistas.

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La misma idea está repetida en el llamamiento firmado por el nuevo Comité

Director formado por el centro. Al día siguiente del congreso de París, se dice: “El 4º

Congreso Mundial examinará la situación del partido… Éste se ve así despojado de su

derecho a escoger a los hombres de su confianza y que se encargan de representarlo en

los organismos de dirección del partido.”

Camaradas, cuando en cada sección se trata de formular una línea directriz para

una acción, de dar consejos de organización del partido, se supervisar las tendencia del

partido, cada partido tiene derecho a preguntarse si es libre para disponer por sí mismo o

si se le amenaza con privarlo de sus derechos.

¿Pero en qué consiste el derecho de un partido a disponer de sí mismo? En el

presente caso consiste en que las dos fracciones que, reunidas ambas, forman la

aplastante mayoría del partido, puedan entenderse para elaborar una lista común, fijar de

común acuerdo la composición de los organismos centrales y presentar esta lista al

congreso diciéndole: “He aquí lo que os proponemos, os aconsejamos que aceptéis,

porque, en este período de descomposición amenazadora del partido, es la mejor

salida.”

Ahora bien, no se ha presentado la cuestión de esta forma. Tras haber mantenido

las negociaciones con la izquierda y los representantes de la Internacional, tras haber

consumado la ruptura, se ha denunciado a la izquierda y a los representantes de la

Internacional como si fueran instituciones, organismos o personas que amenazan la

dignidad y soberanía del partido francés y, en el tumulto y el nerviosismo del congreso,

un llamamiento firmado por el Comité Director declara: “El congreso mundial es quien

tendrá que ocuparse de la cuestión; se trata de saber si el congreso nacional tiene

derecho a escoger él mismo a su Comité Director.”

¡Pero este es un derecho indiscutible! Y vemos que se ejerce. Pero vemos también

que los mismos camaradas no se atrevieron, puedo decirlo, a proponerle al congreso, en

la situación en la que ellos mismos lo colocaron, afirmar y realizar plenamente su

soberanía creando un Comité Director normal. Ellos mismos provocaron la creación de

un Comité Director provisional. ¿Por qué? Porque ellos mismos paralizaron la

soberanía del congreso: porque, tras haberlo paralizado, no pudieron, estando dada la

situación del partido, comprometer a ese congreso a dotarse, con las dos quintas partes

de votos, de un Comité Director. Tras ello, no quedaba otra cosa que hacer más que

dirigirse al congreso internacional para recoser los hilos que se habían descosido por

culpa del centro.

El incidente Jaurès

Camaradas, ya os he dicho que no podía exponeros aquí la historia del congreso

de París. Sin embargo, se produjo un incidente que quiero que conozcáis. Es el incidente

del que informó a la gran comisión nuestra camarada Clara Zetkin. Se trata de un

incidente muy lastimoso porque está relacionado con el nombre de Jean Jaurès. Creo

necesario decir algunas palabras sobre este incidente, no para renovar aquí la escena del

congreso sino, simplemente, para puntualizar una cuestión ideológica seria.

La Comisión de Conflictos, que tenía de secretario según me han dicho a un joven

camarada de izquierdas, presentó una moción. La moción proponía excluir a Henri

Sellier, completamente maduro para ello, indicando que Henri Sellier se alimentaba en

su concepción democrática de “la tradición jauresista”.

Todo el mundo admitirá que no era necesario hablar de Jaurès en la resolución de

exclusión, ni incluso indirectamente. De esta torpeza se hizo un grave incidente político

en la prensa del partido, no solamente en el congreso sino también tras el congreso.

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Se ha redactado una resolución con prisas. Se ha hecho de ella una cuestión de

tendencias y se ha preguntado: “¿Estáis a favor o en contra de la tradición de Jaurès?

¿Estáis a favor o en contra de Jaurès?” Así se planteó la cuestión. No creo que ello haya

sido bueno ni para la memoria de Juarès ni para la del partido mismo.

Todos conocimos a Jaurès, si no personalmente al menos sí por su influencia

política. Todos conocíamos su gran y monumental figura histórica, que supera a su

persona y que se mantiene, y se mantendrá, en la historia como una de las más bellas

figuras humanas. Y podemos decir ahora, y podremos decir mañana, que cada partido

revolucionario, cada pueblo oprimido, cada clase obrera oprimida y, sobretodo, la

vanguardia de los pueblos y de las clases obreras oprimidas, la Internacional Comunista,

pueden reclamarse de Jaurès, de su memoria, de su figura, de su personalidad. Jaurès es

nuestro bien común, pertenece a los partidos revolucionarios, a las clases y pueblos

oprimidos.

Pero Jaurès ejerció determinado papel en determinada época, en determinado país,

en un determinado partido, en una determinada tendencia de ese partido. Es el otro

aspecto de Jaurès.

Antes de la guerra había en Francia, en el Partido Socialista, dos tendencias, y el

jefe espiritual y político de la otra tendencia era Jules Guesde, también él una gran y

bella figura de la historia de la clase obrera francesa e internacional. Había entablada

una gran lucha entre Jaurès y Guesde, y en esa lucha era Guesde quien tenía razón

contra Juarès. Nunca podremos olvidarlo.

Cuando se dice que nos separamos de la tradición jauresista eso no quiere decir

que entregamos la personalidad de Juarès y su memoria a las sucias manos de los

disidentes y reformistas. Eso solamente quiere decir que hay un gran cambio en nuestra

política y que combatiremos las supervivencias de los prejuicios de lo que se llama la

tradición jauresista en el movimiento obrero francés.

Es hacerle un mal servicio a la clase obrera en Francia haber hecho de este

incidente un conflicto de ideas, como si los comunistas pudiesen verdaderamente

reclamarse de las tradiciones democráticas y socialistas de Jaurès.

Volvamos a leer los libros de Jaurès, su Historia socialista de la Revolución

Francesa, su libro sobre El nuevo ejército, sus discursos, uno se siente siempre elevado

por un gran espíritu, una gran fe, pero al mismo tiempo distingue las grandes

debilidades que hicieron naufragar a la II Internacional. No somos los guardianes de las

debilidades y prejuicios de la II Internacional, de esta II Internacional que estaba

representada en su forma más genial por Juarès. No somos los guardianes de esos

prejuicios; por el contrario, luchamos contra esta tradición: tenemos que combatirla y

reemplazarla por la ideología comunista.

Camaradas, la gran comisión que habéis creado ha puesto en marcha, tras una

discusión muy amplia y a veces apasionada, una subcomisión encargada de las

cuestiones organizativas y de la elaboración de un proyecto de resolución política.

Habéis recibido nuestra propuesta por escrito. Para redactarla nos hemos inspirado en

dos ideas.

Es preciso condenar las faltas y errores políticos cometidos por la principal

fracción dirigente del Partido Comunista francés: el centro.

Hay que señalar las faltas cometidas por la tendencia Daniel Renoult-Duret-

Dondicol.

Es necesario reconocer que, sean los que sean los errores secundarios cometidos

por la fracción de izquierda, es la izquierda quien ha representado fielmente a la

Internacional, sus ideas y sugerencias, en las cuestiones más importantes para la vida y

para la lucha de la clase obrera francesa.

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Esto es lo que hemos reconocido en nuestra resolución política.

En cuanto a nuestra propuesta de organización y composición de los organismos

centrales del partido, hemos tratado de medir las relaciones de fuerza entre las diferentes

tendencias y adaptar la composición de los organismos centrales a la situación

momentánea del partido. Naturalmente, de ordinario no procedemos así. Rechazamos

absolutamente el principio de la representación proporcional porque ese principio

amenaza siempre con hacer del partido una federación de tendencias. Es un aliento para

todo agrupamiento que quiera crear una tendencia; es un régimen nefasto para el partido

y para su actividad. Pero estamos en una situación creada por una prehistoria de la que

os he hablado un poco (confío que suficientemente para haceros comprender nuestra

política).

Para ese Comité Director y para el resto de organismos centrales del partido

hemos pedido, pues, la representación proporcional. La subcomisión que ha elaborado

esta propuesta estaba compuesta por los camaradas Zetkin, Bordiga, Koralov, Humbert-

Droz, Katayama, Manuilski y Trotsky.

La gran comisión a la le hemos presentado nuestro proyecto, elaborado tras una

profunda discusión, ha adoptado por unanimidad todas las propuestas de orden político

o de orden orgánico, y le pedimos al congreso que haga lo mismo y se conforme con la

unanimidad en las resoluciones votadas.

La francmasonería

Durante la discusión de la gran comisión se ha planteado una nueva cuestión. Es

la cuestión de la francmasonería que, hasta ahora, siempre ha sido silenciada en la vida

del partido. Jamás se han hecho artículos polémicos, nunca se ha mencionado en la

prensa que, en el partido comunista, como, por otra parte, en los sindicatos

revolucionarios y reformistas, ¡hay bastantes camaradas que pertenecen al mismo

tiempo a la francmasonería!

Cuando la comisión ha tenido conocimiento de este hecho ha quedado estupefacta

porque ninguno de los camaradas extranjeros podía suponer que, dos años después de

Tours, el Partido Comunista francés pueda tener en su seno a camaradas que pertenecen

a organizaciones de las que es superfluo definir el carácter en el seno de un congreso

comunista mundial.

He intentado tratar el problema en un artículo del órgano del congreso, le

Bolchevik. Para escribir este artículo he tenido que buscar en mi memoria los

argumentos contra la masonería más vetustos, cubiertos de polvo, argumentos que había

olvidado completamente como fuerza real.

No os molestaré retomando esos argumentos. Es un hecho que en Francia la

burguesía radicalizante, que tiene jefes muy mediocres y una prensa muy pobre, se sirve

de instituciones secretas, de la francmasonería sobre todo, para ocultar su empresa

reaccionaria, su mezquindad, la perfidia en las ideas, el espíritu, el programa. La

francmasonería es una de esas instituciones, uno de esos instrumentos.

Hace ahora año y medio que le dijimos al partido francés: “No se ve ese abismo

que debería separar en nuestros prensa y discursos al partido comunista de toda la

sociedad burguesa.”

Ahora vemos que no solamente no existe ese abismo sino que existen pasarelas

arregladas a penas un poco, un poco ocultas y cubiertas: son las pasarelas de la

francmasonería, de la Liga de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, etc. La

ligazón se produce por medio de esas pasarelas entre la Liga, la francmasonería y las

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instituciones del partido, la redacción del diario, el Comité Director y el Comité

Federal.

Se hacen discursos, se escriben artículos sobre la necesidad de aplastar a esta

sociedad corrompida con la lucha de clases llevada adelante por el proletariado, él

mismo guiado por un partido absolutamente independiente de la sociedad burguesa. Se

es revolucionario hasta el final… ¡y se asiste a las logias masónicas para reunirse y

abrazar a los hermanos mayores que representan a las clases burguesas!

No se puede entender esta mentalidad y esta forma de actuar. Algunos camaradas

han dicho: “Sí, pensamos como vosotros que cada comunista debe sacrificar todas sus

fuerzas al partido y que no debe prestárselas a otras instituciones, a otras empresas, a

otras organizaciones.” Esta no es la única razón. Si un comunista es músico, si frecuenta

los conciertos, los teatros, no podemos exigirle que los sacrifique si dicho sacrificio no

lo exige la situación. Si es padre de familia y quiere consagrarle a sus hijos una parte de

su vida, evidentemente que podemos exigirle mucho, pero no podemos exigirle que

renuncia a ocuparse de sus hijos. Aquí no se trata de eso. No se trata de cierto reparto de

su trabajo, de su atención, de su vida entre dos instituciones o dos ocupaciones:¡no!

Si presentáis esta cuestión de esta manera ante la clase obrera no comprenderá

nunca por qué la Internacional se interesa en ella. Hay que afirmar la incompatibilidad

completa y absoluta, implacable, entre el espíritu revolucionario y el espíritu de la

pequeña burguesía masónica, ¡instrumento de la gran burguesía! (Aplausos)

Desgraciadamente esta cuestión no fue planteada después del congreso de Tours.

Surgió ante nuestra comisión a causa de las luchas de fracciones. Cuando la comisión

tuvo conocimiento de esos hechos inmediatamente los inscribió en el orden del día de

su trabajo como hechos de una gran importancia.

Entonces se nos dice: “Exageráis.” Siempre con lo mismo. Siempre vuelve el caso

Fabre. Fabre es inmortal; incluso muerto una vez por la Internacional Comunista, renace

siempre tras otra máscara, y siempre tras la de la masonería secreta.

Se nos dice: “Exageráis.” Por el contrario, creemos que esta vez estamos ante una

cuestión que puede devenir una palanca para cambiar eficaz e inmediatamente alguna

cosa en ese partido.

Existen grandes cuestiones: la cuestión de los sindicatos, la cuestión del Frente

Único. Sobre esta base se desarrollará el movimiento obrero. La tradición parlamentaria

del partido francés ha cristalizado en la capa superior de los diputados, periodistas,

abogados e intelectuales, y ha constituido, en cierta medida, un estado dentro del estado.

Lo que se ha desarrollado en los elementos intelectuales, cuyos cerebros están

llenos de reminiscencias de las diferentes situaciones por las que han pasado y de las

que ya no se puede descifrar nada, es sobretodo el espíritu de la “oportunidad”.

Es necesario un choque. Será saludable sobretodo en esta capa del partido, no

solamente para el partido (lo que es la razón principal) sino para los elementos de valor

que existen naturalmente en esta capa dirigente, un poco tradicionalista, demasiado

conservadora y que se reclama siempre del día de ayer o de anteayer en lugar de

orientarse hacia el futuro.

Tendrá que ser un gran choque porque su línea no es la línea directriz que necesita

la clase obrera. Es un conjunto de relaciones, comportamientos, aptitudes y costumbres

personales en los camaradas que pertenecen a esta capa dirigente.

Muchos funcionarios del partido frecuentan las logias masónicas. Naturalmente

que por ello no ocultan su comunismo como ocultan su francmasonería cuando están

entre nosotros. Pero, sin embargo, arreglan su comunismo de forma que sea conveniente

para los hermanos burgueses, aceptable para esta sociedad tan delicada, para nervios tan

refinados. Maeterlinck, el poeta, dijo una vez que ocultando su alma entre los otros se

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acaba por no encontrarse a uno mismo. Pues bien, cuando se está en un medio

semejante y se han modificado las opiniones según los gustos exquisitos de esos

hermanos refinados en política radical, se acaba por no encontrar la verdadera fisonomía

de comunista-revolucionario.

He aquí por qué para nosotros es una cuestión tan importante en las capas

dirigentes del partido. Naturalmente que cuando el Comité Director cumpla esta tarea

que le proponemos cumplir tendrá inmediatamente contra él, en Francia, a las nueve

décimas partes de la opinión pública oficial. Se puede prever ya con cierta alegría

revolucionaria que esos medios reaccionarios, católicos, francmasones, del matiz Léon

Daudet o del de los amigos de Herriot, con toda su prensa, se lanzarán al asalto de la

Internacional y del partido comunista, y si os presentáis con excusas, atenuantes,

explicaciones, diciendo que la francmasonería no es una cosa completamente

condenable en sí misma pero que no hay que compartir el corazón entre el partido y la

francmasonería porque el partido necesita las cuatro cuartas partes del corazón, entonces

os veréis, camaradas del Comité Director, en una situación insostenible. Por el

contrario, el partido debe golpear en la mesa con energía y proclamar: “Sí, hemos

cometido una falta al tolerar que camaradas de valor, por una lamentable inercia, hayan

pertenecido a la francmasonería. Pero, tras reconocer esta falta, nos comprometemos a

una lucha implacable contra esta máquina de subversión de la revolución. La Liga de

los Derechos del Hombre y la francmasonería son máquinas burguesas que embaucan la

conciencia de los representantes del proletariado francés. Declaramos una guerra sin

piedad a esos métodos, porque constituyen un ejército secreto e insidioso del arsenal

burgués”15

.

Si el Comité Director lleva la acción adelante con esta implacable energía tendrá

contra él, naturalmente, a los disidentes, a los Léon Blum y a los católicos, que

defenderán a los masones. La masonería encontrará excomuniones católicas para

maldecir a los comunistas. El partido tendrá en contra a una mezcla de la burguesía de

todos los colores, pero el partido comunista se mantendrá en pie, opuesto a toda esta

politiquería, a esta engañifa de la sociedad burguesa, como un bloque revolucionario

que defiende los supremos intereses del proletariado.

Estoy seguro de que si procedéis así, con un saludable choque, reencontraréis

vuestro partido (pasados un mes, o dos o tres) en una situación muy diferente de la

situación en la que se presenta ante el 4º Congreso Mundial.

Se gritará mucho contra las “órdenes” de Moscú. Se gritará de nuevo a favor de la

libertad de opinión, pero esta vez de opinión francmasónica: son los mismos camaradas

que pedirán además la libertad de pensamiento y crítica. Pero esos camaradas que

polemizan a favor de la libertad de pensamiento y de opinión ¿tienen en cuenta las

inevitables divergencias en el interior de los cuadros comunistas? No. Pero quieren

disponer de un marco que abarque a los pacifistas, a los francmasones, a los

propagandistas de la santa ley católica, a los reformistas, anarquistas y sindicalistas. He

ahí lo que ellos llaman libertad de pensamiento.

Esos hombres, casi todos ellos intelectuales, pasan nueve décimas de su tiempo en

los medios burgueses, tienen ocupaciones que los separan completamente de la clase

obrera. Su mentalidad está trabajada en ese medio durante los seis días de la semana que

pasan en él. El domingo vuelven a su partido, han olvidado los principios y tienen que

recomenzar por la crítica y, sobretodo, por la duda. Dicen: “Reclamamos para nosotros

15 Parece que la mayoría de los francmasones que ocupaban funciones responsables en el PC escogieron,

en las semanas siguientes, la francmasonería y abandonaron el PC con Frossard. Algunos, como Ker,

admitieron sin embargo haber sido gravemente descuidados”, rompieron con la francmasonería y

aceptaron la suspensión de responsabilidades que les fue impuesta como una “prueba”.

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la libertad de pensamiento.”. Entonces se redacta una nueva resolución que se les

impone. Después vuelven a su medio y vuelven a comenzar. Son aficionados, diletantes,

y entre ellos hay muchos arribistas.

Hay que eliminarlos; hay que librar al partido de esos elementos para los que el

partido sólo es una puerta abierta hacia un puesto, hacia un mandato.

Por ello aceptamos como principio riguroso que las nueve décimas partes de los

puestos electorales puestos a la disposición del partido estén ocupados por obreros, e

incluso ni por obreros convertidos en funcionarios del partido sino por obreros que

todavía estén en la fábrica o el campo.

Hay que mostrarle a la clase obrera que hasta ahora se la ha engañado y que los

diferentes partidos se han servido de ella como un trampolín para dar un salto en su

carrera, y es preciso mostrar que nuestro partido considera el dominio parlamentario

solamente como una parte de su dominio revolucionario.

Quien actúa en ese dominio es la clase obrera; a quien es necesario introducir en

el parlamento es a sus más puros representantes, a los más capaces, a aquellos que la

muestran mejor, naturalmente que respaldándoles con camaradas abnegados y seguros

que tengan cierta instrucción. Pero la aplastante mayoría de nuestra fracción

parlamentaria, municipal, cantonal, etc., debe cogerse de entre las masas obreras, y

sobre todo en Francia, estando dadas sus costumbres, concepciones y hábitos.

La prensa

Hay que acabar con ese régimen que consiste en considerar a la prensa como un

dominio en el que se ejerce el talento de los periodistas. Está bien que un periodista

tenga talento, pero la prensa no es otra cosa más que un instrumento de la lucha, un

instrumento que debe ser, tanto como sea posible, anónimo, representante de la

colectividad, que refleja la idea directriz de la clase obrera y no las ideas particulares de

tal o tal otro individuo.

Desde este punto de vista, le Populaire representa muy bien las tradiciones del

partido parlamentario.

Tengo aquí un editorial del Populaire con una nota de la redacción; el jefe de

redacción escribe: “Creo tener el deber de recordar que las editoriales del diario sólo son

responsabilidad de sus autores.”

He ahí sus costumbres: ¡los artículos sólo son responsabilidad de sus autores! ¡Se

les pide a los obreros que sacrifiquen sus sueldos para un diario que se reclama del

socialismo y que hace regla general del hecho que los artículos de cabecera sólo son

responsabilidad de sus autores!

Los artículos, en nuestro caso, son responsabilidad del partido. El periodista debe

estar anónimamente a disposición del partido. Y si los señores periodistas (y yo

pertenezco un poco a esta casta) nos responden que este forma de proceder atenta contra

su dignidad personal, les diremos que la más alta dignidad del periodista comunista es

ser el instrumento más fiel y, en tanto que posible, impersonal, de la mentalidad, de la

política, de la lucha de la clase obrera.

Nuestra acción entre los campesinos

Debo mencionar muy particularmente dos cuestiones. En primer lugar, la de

nuestra acción entre los campesinos.

Esta cuestión ha sido tratada más rápidamente que todas las otras cuestiones de

principios en el congreso de París. Fue puesta en discusión por el camarada Jules Blanc;

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dijo que de la lectura de cartas de campesinos se desprendía que había en ellos un

sentimiento revolucionario cuya constatación permite protestar contra el epíteto

“pequeño burgués”, demasiado aplicado a la clase campesina, y que difundir folletos en

los que la clase campesina es tratada de pequeño burguesa es hacerle un flaco servicio a

la propaganda del partido.

La misma objeción fue hecha por el camarada Renaud Jean, y creo necesario decir

algunas palabras sobre nuestro trabajo entre los campesinos.

La expresión “pequeña burguesía” no es un insulto. Es una expresión científica

que expresa que el productor es propietario de sus medios de producción: aún no se ha

separado de sus medios de producción y no es, por lo tanto, una asalariado. He ahí lo

que significa la expresión “pequeña burguesía”.

Si, durante un discurso de propaganda (y no en una discusión científica) un

campesino me interrumpe para preguntarme: “¿Yo soy un pequeño burgués?”, le daría

explicaciones que creo que no le chocarían. Vemos muy a menudo a campesinos que se

distinguen del proletariado, el cual no tiene nada mientras que ellos son propietarios de

sus medios de producción. A causa de este hecho tienen una mentalidad más

individualista que la de los obreros.

Esta expresión es justa y necesaria, para evitar que nos equivoquemos nosotros

mismos sobre el carácter de esta clase campesina, para evitar engañar a los obreros.

Pero, a pesar de las diferencias que existen, en el modo de vida y en la mentalidad, entre

esas dos clases, la expresión “pequeño burgués” no debe obstaculizar en absoluto

nuestra acción entre los campesinos.

La cuestión colonial

La otra cuestión es la cuestión colonial. No sé si se ha citado aquí la resolución de

la sección de Sidi-bel-Abbès, en Argelia16

. Esta resolución de un agrupamiento que

pretende ser comunista constituye un gran escándalo, aunque emane de un pequeño

grupo. Dice: “En materia colonial, ella [la sección] está completamente en desacuerdo

con las tesis de Moscú […] Las federaciones comunistas indígenas son las únicas que

están calificadas para decidir una táctica de acción comunista local. Las federaciones

comunistas argelinas no admitirán, bajo ningún pretexto, que se publiquen en Argelia

16 Por supuesto que se trataba de una sección compuesta por franceses de Argelia. * En mi discurso he

omitido la necesaria refutación del argumento pseudomarxista del agrupamiento de Sidi-bel-Abbès. Se

invoca el estado de barbarie en el que caerían necesariamente los indígenas caso que su levantamiento

contra el despotismo de la clase burguesa francesa se viera coronado por el éxito. Este argumento está

cogido prestado de los socialdemócratas de la derecha de antes de la guerra. Pero hay que reconocer que

entre estos últimos suponía cierta justificación, puesto que el capitalismo se encontraba aún en su línea

ascendente. Ahora que el capitalismo europeo está en plena descomposición, es un desafío a las más

simples verdades de la ciencia histórica ver en él un factor progresivo para las colonias. Bajo el

socialismo (tras haber reemplazado al capitalismo y extendido su influencia a las colonias) se les podrá

verdaderamente sacar de la “barbarie”, es decir de la situación de retraso en que se encuentran. Todo movimiento colonial que debilite la dominación capitalista en las metrópolis es progresivo porque

facilita la tarea revolucionaria del proletariado.

Es evidente que la rebelión en las colonias no puede provocarse arbitrariamente en un momento dado.

Son necesarias condiciones especiales para que un movimiento semejante se vea coronado con la victoria.

Pero aquí ya se trata de una cuestión estratégica: siempre hay que escoger el momento y los métodos

propicios. Esta regla de estrategia no tiene nada que ver con la fórmula de la que hablamos: “¡Esclavos de

las colonias, seguid siendo esclavos hasta el momento en el que nosotros, seres supremos de las

metrópolis, hayamos cambiado todo esto, porque si abandonáis prematuramente la protección de nuestra

burguesía educadora, caeréis inevitablemente en vuestra barbarie natural!” (Nota de Trotsky)

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manifiestos cuyo espíritu y letra, comprometiendo su responsabilidad, no hayan sido

decididos por ellas.”

Es decir que la Internacional no debe intervenir demasiado en de las cuestiones

internas del partido. He aquí una sección colonial que se levanta contra su partido y

contra su Internacional y dice: “No; no cuando se trata de indígenas, es nuestro dominio

reservado.”

La resolución dice además:

“Un levantamiento victorioso de las masas musulmanas de Argelia que no sea

posterior a un mismo levantamiento victorioso de las masas proletarias de la metrópolis

llevaría en Argelia, fatalmente, a una vuelta a un régimen cercano al feudalismo, lo que

no puede ser el objetivo de una acción comunista.”

He ahí el fondo. No se puede admitir la revuelta, y sobre todo la revuelta

victoriosa de los indígenas en las colonias, porque si cometen la simpleza de liberarse

de la dominación de la burguesía francesa, recaerán en el feudalismo, ¡y los comunistas

franceses de Argelia no pueden tolerar que a consecuencia de un motín revolucionario

los pobres indígenas se liberen de la burguesía francesa y vuelvan a caer en el

feudalismo!

¡En cuanto a nosotros, no podemos tolerar ni dos horas ni dos minutos a

camaradas que tienen una mentalidad de poseedores de esclavos y que desean que

Poincaré los mantenga dentro de los beneficios capitalistas! ¡Poincaré es, en efecto, el

mandatario de tal grupo, puesto que es él quien, con sus instrumentos de opresión, salva

a los pobres indígenas del feudalismo y la barbarie!

Una traición en la acción siempre se cubre con la bandera de la independencia, de

la autonomía y de la libertad de acción. No se cesa de protestar contra las intervenciones

de la Internacional y del mismo partido francés. Ciertamente hay muchas cosas que es

preciso cambiar en el partido francés. Ya vemos alegrarse a los disidentes por la

situación del partido cuando escriben en los artículos que “sólo son responsabilidad de

sus autores”: “La descomposición del partido comunista hace propicio el momento.

Ahora ya no hay que defenderse sino pasar a la ofensiva”, etc.

La preparación de la revolución proletaria

Los disidentes anuncian una gran progresión de su partido. Esta es una profecía

que no se realizará. Se puede predecir, por el contrario y sin riesgo a verse desmentido

por los hechos, que si los partidos se mantienen como están ahora, cuando se presentan

ante la masa obrera dos opciones, con sus adherentes, dos iglesias establecidas con su

burocracia jerárquica, ello puede durar años y décadas, pero que a partir del momento

en el que alguna cosa cambie radicalmente en el partido comunista, a partir del

momento en que devenga un partido distinto a los otros y en el que los obreros puedan

ver en él más que a un partido a un promotor de la revolución proletaria, en ese

momento los disidentes estarán muertos, ya no existirán, menos aún que los reformistas

de la CGT.

Y os digo con plena certeza que no será la CGTU, con sus propias fuerzas, quien

mate a la CGT reformista. No. Únicamente un partido potente y verdaderamente

revolucionario, que integre a toda la élite de la clase obrera, aplastará totalmente al

reformismo político sindical. Lo veréis muy pronto.

En las primeras semanas de la lucha contra la francmasonería, o contra la Liga de

los Derechos del Hombre, se producirán abandonos, desertores que se pasarán a los

disidentes: estos ganarán en un primer momento, estoy seguro, pero sólo recibirán los

desechos y excrementos del partido comunista. (Aplausos)

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Hacia la acción

Se trata de proceder a operaciones dolorosas, enérgica y vigorosamente, a fin de

acelerar el proceso y de iniciar una gran acción por un partido revolucionario.

En nombre de nuestra comisión os proponemos un programa de acción17

que la

izquierda ha sometido a la comisión y que ésta ha adoptado unánimemente con

correcciones más bien secundarias.

En la base de ese programa está la posibilidad de iniciar ahora una gran acción del

partido, descartando a los elementos que impiden esta acción revolucionaria. Sobre todo

que no se diga que esas reivindicaciones hacen corres el riesgo de crear un nuevo

reformismo en el movimiento francés. En esta época de descomposición de la sociedad

burguesa, las reivindicaciones inmediatas devienen la clave de un movimiento

verdaderamente revolucionario. Ese movimiento debe desarrollarse teniendo como

punto de partido los comités o consejos de fábrica, con la unidad del frente, como

fórmula necesaria, para suministrar todas las posibilidades de acción y éxito y, como

fórmula muy necesaria, sobretodo en Francia, el gobierno obrero.

Tienen que cesar las querellas sobre esas cuestiones porque las polémicas no

llevarán más que a quebrantar la conciencia obrera, ya suficientemente inquieta.

La idea de un gobierno Blum-Frossard sólo es simbólica, indicada aquí bajo la

forma más concisa. Pero no por ello se tratará de una combinación entre parlamentarios

en vistas a la constitución de un gobierno: en efecto, para que disidentes y comunistas

dispongan de la mayoría en el parlamento es necesario que la clase obrera toda entera

vote a favor de los disidentes y comunistas y, para alcanzar ese resultado, será necesario

que los disidentes no inviten a la clase obrera a votar a favor del Bloque de Izquierdas,

de la sociedad burguesa. Es preciso en primer lugar, pues, mostrarle a la clase obrera

francesa la necesidad de separarse de la burguesía y oponerse a ella bajo todas sus

formas. Cuando haya una huelga en el Havre y una masacre de obreros, les diremos a

los obreros que con un gobierno de obreros semejante masacre no se habría producido,

y nuestros representantes en el parlamente deben decir que la clase obrera no puede

tolerar un gobierno de Poincaré o Bloque de Izquierdas, sino solamente un gobierno que

represente a la clase obrera y que esté compuesto por obreros.

Nosotros, comunistas, nos orientamos con todas nuestras fuerzas hacia un

gobierno obrero creado por un movimiento revolucionario. Pero si los obreros creen que

se puede crear semejante gobierno por los métodos parlamentarios les decimos:

“Intentadlo. Pero, para hacerlo, hay que separarse, en primer lugar y totalmente, del

Bloque de Izquierdas, de las combinaciones burguesas; sólo hace falta un Bloque

Obrero. Si os separáis totalmente de la burguesía pero creéis aún en métodos

parlamentarios, os decimos: “No confiamos en esos métodos, pero apoyamos vuestra

acción desde el momento en que os separáis de la burguesía.” Si se nos pregunta: “¿Es

posible un gobierno de coalición de partidos que se reclamen de la clase obrera?”, yo

respondería: “Naturalmente, pero no sobre la base de una combinación parlamentaria,

solamente sobre la base de un gran movimiento que abarque todos los dominios de la

lucha de clases proletaria y también al parlamento.”

Lo esencial es que el movimiento le dé a la clase obrera esta idea muy simple: que

puede crear un gobierno obrero, por los obreros y para los obreros.

Si me preguntáis: “¿Estaremos seguros de que no nos traicionarán los disidentes?”

Por ello, incluso si estamos en situación de crear con ellos un gobierno obrero

revolucionario, tenderemos que vigilarlos con la misma atención y la misma

desconfianza que a nuestros peores enemigos y, en el mismo instante de su

17 Ver en estas Edicions Internacionals Sedov: http://grupgerminal.org/?q=node/193 NdE.

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incumplimiento, de su traición, expulsarlos del gobierno, como lo hemos hecho aquí

con los socialistas-revolucionarios de izquierda que han representado al campesinado en

el gobierno obrero creado por nosotros y que tuvimos que expulsar, manteniendo el

gobierno todo entero en manos de la clase obrera.

La consigna del gobierno obrero significa en primer lugar la independencia

absoluta de nuestro partido. Esta independencia debe adquirirse rápidamente.

En Francia, el centro va a ser responsable en las próximas semanas de ese trabajo

de acción enérgica en el interior de nuestro partido comunista. Estoy seguro que las

explicaciones dolorosas que hemos tenido con nuestros camaradas franceses en la

comisión, y que os presento aquí bajo la forma de un informe, no pueden repetirse. El

discurso de Frossard nos muestra el peligro; lo he citado, lo he interpretado, el centro

debe obviar, debe descartar definitivamente el peligro. No veo motivos para la ruptura.

Por el contrario creo que la situación es extremadamente favorable para nuestro partido

francés. Existe la descomposición del Bloque Nacional, la imposibilidad absoluta de las

reparaciones, la situación difícil del Bloque de Izquierdas; creo que nuestro partido tiene

en sus manos el futuro de Francia y, por ello mismo, de la humanidad entera. Estamos

seguros que, inspirado en estas vastas perspectivas, el centro cumplirá con su deber

hasta el final y que en el próximo congreso tendremos un partido unificado, homogéneo,

revolucionario, fiel a su deber hasta la revolución victoriosa del proletariado francés.

(Prolongados aplausos)

Para contactar con nosotros: [email protected]

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