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Escenario Europa La Restauración y el Congreso de Viena Una vez que Napoleón fue derrotado en la batalla de Waterloo, los embajadores de las potencias vencedoras se reunieron en la ciudad austríaca de Viena entre el 1 de octubre de 1814 y el 9 de junio de 1815. Algunos de los participantes fueron: Metternich, representando a Austria; Lord Castlereagh, a Gran Bretaña; Alejandro I, a Rusia; Humbolt, a Prusia y Talleyrand ,a Francia. España y Portugal intervinieron como potencias de segundo orden. El objetivo del Congreso fue reponer en el trono a los monarcas absolutos y restituir el ordenamiento territorial previo al advenimiento de Bonaparte y la Revolución Francesa. Es decir, de restaurar el Antiguo Régimen. Esto incluía también brindar a la Iglesia Católica un apoyo incondicional y devolverle las atribuciones y las tierras arrebatadas por los revolucionarios. La soberanía nacional de la revolución y la monarquía parlamentaria fueron consideradas por los restauradores como formas políticas heréticas. Las ideas cimentadas por la revolución habían prendido con fuerza en algunos sectores de la población, de manera tal que, a pesar de la Restauración, los reyes absolutos debieron reconocer ciertas conquistas como la igualdad ante la ley y la eliminación de los privilegios fiscales. La restitución del Antiguo Régimen no podía durar mucho, ya que la burguesía, motor económico de la sociedad, no aceptaría la intrusión del Estado en el desarrollo del proceso de industrialización que comenzaba a extenderse por la Europa continental.

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Escenario

Europa

La Restauración y el Congreso de Viena

Una vez que Napoleón fue derrotado en la batalla de Waterloo, los embajadores de las potencias vencedoras se reunieron en la ciudad austríaca de Viena entre el 1 de octubre de 1814 y el 9 de junio de 1815. Algunos de los participantes fueron: Metternich, representando a Austria; Lord Castlereagh, a Gran Bretaña; Alejandro I, a Rusia; Humbolt, a Prusia y Talleyrand ,a Francia. España y Portugal intervinieron como potencias de segundo orden.

El objetivo del Congreso fue reponer en el trono a los monarcas absolutos y restituir el ordenamiento territorial previo al advenimiento de Bonaparte y la Revolución Francesa. Es decir, de restaurar el Antiguo Régimen. Esto incluía también brindar a la Iglesia Católica un apoyo incondicional y devolverle las atribuciones y las tierras arrebatadas por los revolucionarios. La soberanía nacional de la revolución y la monarquía parlamentaria fueron consideradas por los restauradores como formas políticas heréticas.

Las ideas cimentadas por la revolución habían prendido con fuerza en algunos sectores de la población, de manera tal que, a pesar de la Restauración, los reyes absolutos debieron reconocer ciertas conquistas como la igualdad ante la ley y la eliminación de los privilegios fiscales. La restitución del Antiguo Régimen no podía durar mucho, ya que la burguesía, motor económico de la sociedad, no aceptaría la intrusión del Estado en el desarrollo del proceso de industrialización que comenzaba a extenderse por la Europa continental.

Además de restablecer en el trono a los monarcas absolutos, en las sesiones del Congreso de Viena se discutió la idea del equilibrio entre las potencias europeas, pensamiento sostenido con energía por Inglaterra.

Nuevo mapa de Europa:

- Austria anexó territorios en el norte de Italia (Lombardía, Venecia, Istria) y la costa de Dalmacia (Croacia).

- Dinamarca incorporó Holstein y Lauenburgo y perdió el territorio de Noruega que pasó a Suecia. Por último, Cracovia se quedó como una república libre.

- Prusia actuó como contrapeso de Francia en el oeste al dominar la zona ribereña del Rin y como contrapeso de Rusia en el este.

- Reino Unido logró obtener en el continente el territorio de Hannover en Alemania, algunas islas (Malta, islas Jónicas) y otros territorios de ultramar que acrecentaron su poder marítimo.

- Rusia incorporó casi toda Polonia, Finlandia y Besarabia.

- Holanda, independiente desde 1648, recibió los territorios de Bélgica y Luxemburgo y pasó a llamarse Países Bajos. Esta unión duró hasta el año 1830, cuando Bélgica se independizó.

- El territorio germánico se encontraba fragmentado en una serie de pequeñas unidades políticas. Entre éstas, se destacaban Austria y Prusia que ambicionaban hegemonizar el proceso de unificación.

- Italia también se hallaba dividida en pequeños estados: el reino de Cerdeña y Piamonte que anexó Génova y recuperó Niza y Saboya, los Estados Pontificios, Nápoles, Lombardía y Venecia en poder de Austria.

- Francia retornó a los límites de 1792. A partir del nuevo reparto territorial, quedó rodeada de estados tapón que tenían la finalidad de impedir el renacimiento de su política expansionista: el reino de Saboya-Piamonte, Países Bajos y Prusia (Renania).

Fernando VII de España introdujo en el Congreso de Viena el tema de la situación de las colonias hispanoamericanas. Al momento de sesionar el Congreso, la única insurrección que se mantenía era la del Río de la Plata, mientras en Chile, Nueva Granada, Venezuela y México –que había declarado su independencia en el Congreso de Chilpancingo en 1813- los revolucionarios fueron vencidos por los realistas.

A partir de la Restauración, Fernando VII tuvo facilidad para enviar fuerzas armadas a través del Atlántico para recuperar sus territorios. Esas fuerzas estuvieron a cargo del general Morillo. Estaba convencido de que derrotada la revolución en Europa, las revoluciones americanas correrían la misma suerte. Pero a partir de 1816 y a pesar de algunas victorias sobre las tropas revolucionarias, se agravó y quedó sellado el fin del colonialismo español en América.

El intento del monarca español no tuvo acogida en los dirigentes políticos de 1815, quienes consideraron que la tarea central del Congreso era resolver los problemas de la política continental, colocando los sucesos extra-europeos al margen de las negociaciones.

El Sistema Metternich

Klemens Wenzel Metternich fue diplomático durante el reinado del emperador austriaco Francisco II y partidario del principio de legitimidad monárquica. Concebía el poder como derecho divino otorgado a los reyes por herencia. Se empeñó en conservar las posesiones de Austria y por ello, diseñó el llamado Sistema Metternich, a través del cual se procuró el mantenimiento del equilibrio europeo. 

El equilibrio se basó en los intereses de los monarcas y no de la población. En el Sistema Metternich, los Estados conformaban una suerte de cuerpo social, una comunidad en la cual debía reinar la reciprocidad. El derecho de intervención era considerado sagrado y natural. La intervención a otros países era una expresión de la cooperación mutua de los Estados, con el fin de neutralizar los movimientos revolucionarios que pudieran desarrollarse.

En 1815, Napoleón I marchó desde la Isla de Elba hacia París. El rey Luis XVIII debió huir y solicitó la intervención de sus aliados, los gobiernos de Inglaterra, Austria, Prusia y Rusia. El equilibrio alcanzado en el Congreso de Viena estuvo a punto de romperse, pero Napoleón fue finalmente derrotado por los aliados en la batalla de Waterloo (junio 1815) y desterrado a la isla de Santa Elena hasta su muerte, en 1821.

La Santa Alianza y la Cuádruple Alianza

La armonía entre los aliados contra el imperio napoleónico resultó ser pasajera y pronto, se manifestaron los intereses expansionistas de Gran Bretaña que aspiraba a mantener y ensanchar su predominio comercial y su imperio colonial. Asimismo de Francia, que pujaba por mantener su prestigio; de Austria que se empeñó en conservar sus posesiones y de Rusia, que pretendía acrecentar su fortaleza y su territorio. En suma, todas las potencias trabajaban para debilitar a las demás naciones.

El zar Alejandro I, el emperador Francisco I –a través de su canciller Metternich- y Federico Guillermo III lograron unir a la Rusia cristiana ortodoxa con la Austria católica y la Prusia protestante en un pacto político-religioso llamado Santa Alianza (26 de noviembre de 1815).

La Santa Alianza invocaba la defensa de los principios cristianos como garantía del equilibrio europeo y de la

defensa del principio de legitimidad -origen divino del poder de los reyes-. También invitaban a los monarcas cristianos a adherirse a esta alianza.

Los gobernantes británicos no acordaron con los principios de la Santa Alianza y conformaron junto a los gobiernos de Austria, Prusia y Rusia la Cuádrupe Alianza. Sus integrantes se comprometían a mantener los límites territoriales de sus países, impedir la explosión y desarrollo de revoluciones liberales -cualquiera fuera el lugar adonde éstas se desarrollaran-, conformar una fuerza armada para intervenir en caso de necesidad y convocar a reuniones periódicas de los miembros para evaluar la situación europea y establecer la política a seguir.

Inglaterra consideró la compensación de las fuerzas en el continente como una condición para tener libertad de acción y conservar su predominio fuera de Europa. El zar Alejandro I no aceptó reconocer la exclusividad inglesa en cuestiones de política europea y extraeuropea. Muestra de ello fue la propuesta de mediación en la guerra entre Inglaterra y los Estados Unidos en 1812, a través de la cual demostró su derecho a ser oído en asuntos del continente americano.

Alejandro I presentó incluso un plan para atraer a los Estados Unidos hacia la Santa Alianza como forma de dar a la coalición el status de una “alianza mundial”, que permitiera su participación en las situaciones allende el Atlántico. Esta propuesta no tuvo éxito, pero generó un acercamiento entre San Petersburgo y Washington que causó inquietud a los hombres de Londres. Metternich también estaba bien informado acerca de los sucesos del Nuevo Mundo.

La Cuádruple se transformó en 1818 en Quíntuple Alianza, a la que se agregó Francia. Hacia 1823, intervino en España y en Nápoles, con el fin de sofocar sublevaciones liberales en esos territorios. Los miembros de esta Alianza planearon intervenir en América para restituir la autoridad del rey de España en los territorios recientemente independizados, pero el presidente de los Estados Unidos de América, James Monroe, expresó en 1823, su rechazo a la intervención europea en cualquier país del continente americano.

Los gobiernos europeos frente a la cuestión americana

De 1816 a 1817, se agravó la crisis del dominio colonial y surgieron motivos que dieron lugar a la intervención de Inglaterra y de la Santa Alianza; se reavivó el conflicto español- portugués sobre la posesión del territorio de la Banda Oriental (actual República Oriental del Uruguay). Esta situación habilitó a Fernando VII a solicitar la mediación de esas potencias entre la metrópoli y sus colonias insurrectas.

Para que Gran Bretaña mediara en los asuntos americanos, se debían cumplir cuatro principios:

1. Abolición del tráfico de esclavos por parte de España.2. Amnistía para los partidarios del movimiento de liberación y tregua durante las

gestiones de mediación.3. Reconocimiento de la igualdad de derechos políticos para los americanos, es

decir, para los criollos.4. Comercio libre para Hispanoamérica con todas las naciones, reservándole ciertos

derechos preferenciales para la metrópoli española.

El gobierno británico estaba dispuesto a apoyar la soberanía de España sobre su territorio para impedir que las colonias cayesen bajo la hegemonía de los Estados Unidos pero, al mismo tiempo, debía procurarles cierta autonomía para asegurar su propio comercio e influencia.

El zar Alejandro I compartió la idea del gobierno inglés que sólo mediante concesiones políticas y económicas podía lograrse la estabilización del sistema colonial en las posesiones españolas primero y luego, también en las portuguesas. Alejandro I insistió en que debían imponerse en Hispanoamérica los principios de la Restauración europea.

También los gobiernos de Austria y Prusia fueron exhortados por España a prestar sus “buenos oficios” en la cuestión americana. Los representantes de estos Estados establecieron algunos principios que reflejaban su posición respecto de los acontecimientos americanos:

1. Conservación del equilibrio europeo para proteger al Viejo Mundo contra los efectos de la revolución americana.

2. Rechazo a una intervención armada con el fin de restablecer el orden legítimo en Hispanoamérica.

1. Apoyo a Gran Bretaña para forzar la aceptación de modificaciones político-económicas de España respecto de sus colonias.

1. Protección de los intereses económicos de Austria y Prusia en el comercio con América Central y del Sur.

El miedo a la transformación de toda América en repúblicas –al estilo estadounidense- y la influencia que tendría el proceso independentista en Europa, llevó a los representantes de la Santa y de la Cuádruple Alianza a elaborar proyectos que propiciaran una salida monárquica, estableciendo una o varias dinastías en América. Así se ensayó la entronización de un miembro de la dinastía borbónica española; de un descendiente de los Braganza de Portugal y de un archiduque austriaco. Se propuso además, instaurar el libre comercio, necesario desde mucho tiempo atrás, para aquellas potencias europeas que estaban viviendo su proceso de industrialización o pretendían desarrollarlo.

América

La Revolución de la Independencia de los Estados Unidos (1776) y la Revolución Francesa (1789) y sus ideales de libertad, igualdad y soberanía popular, alentaron  a la independencia de los grupos criollos hispanoamericanos que, habiendo crecido económicamente, se hallaban sometidos a las decisiones de los peninsulares. Además, la sociedad colonial se encontraba constituida por una mezcla de etnias y grupos sociales: mestizos, criollos e indios, cuyos intereses contradictorios produjeron tensiones sociales y políticas; esencia de los conflictos que seguirían marcando la historia de América Latina hasta nuestros días.

Algunos de las cuestiones que alimentaron la efervescencia en América Latina fueron:

La lucha por la libertad política en cuya raíz estaba el deseo de solucionar los problemas económicos que se habían desarrollado como consecuencia del sistema monopolista mercantil del que dependían tanto la metrópoli como Hispanoamérica. O al menos, de la incapacidad de España de mantener esos principios: la falta de abastecimiento, la inexistencia de una industria propia, la dificultad de comerciar con España y el estancamiento económico resultante. Ese estancamiento fue producto de un importante crecimiento del sector agropecuario y minero y como la infraestructura no estaba hecha para el comercio intracontinental, dentro del viejo sistema monopolista, ese sector no podía incrementar más su producción. Por eso, necesitaba la inversión de capitales y la introducción de maquinaria y herramientas nuevas, para lo cual se debía lograr el acceso libre al mercado mundial y al sistema bancario internacional.

La contradicción existente entre el poder económico alcanzado por la burguesía criolla y el poder político-administrativo sostenido monopólicamente por los peninsulares. Los indígenas, mestizos, negros -es decir, todo aquel que no fuera criollo o peninsular-, quedaba al margen de las decisiones políticas y del desarrollo económico. Así crecieron las tensiones sociales entre los peninsulares y los criollos y entre éstos y otros grupos étnicos y sociales.

El estallido de insurrecciones -propiciadas por el deterioro paulatino del dominio colonial español- comandadas por el indígena Tupac Amaru en el Virreinato del Perú (1780), el movimiento insurreccional de los comuneros de del Socorro y en la región oriental del Virreinato de Nueva Granada (1781), y del criollo Francisco Miranda en tierras venezolanas (1806). Aunque fracasados, estos intentos se convirtieron en germen de los procesos independentistas y despertaron la conciencia de los americanos de que era posible sublevarse ante el dominio español.

La influencia de las ideas de la Ilustración que se fueron difundiendo en Hispanoamérica a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. A través de la razón, se bregada por la libertad y el progreso humano y social además del progreso económico. En lo político, se anhelaba la soberanía del pueblo y se propugnaba una ruptura con el pasado tradicional monárquico y aristocrático de la sociedad; se buscaba un nuevo modelo basado en la libertad de los pueblos con el que no compatibilizaba el sistema colonial.

Las revoluciones en los Estados Unidos y en Francia ejercieron una fuerte influencia en el proceso libertador de Hispanoamérica. A partir de 1783, barcos estadounidenses llegaron a los puertos de las colonias españolas llevando escritos de los revolucionarios norteamericanos (Thomas Paine, Thomas Jefferson, por ejemplo).

La incomunicación de España con las colonias americanas, luego de la Batalla de Trafalgar (1805), que dejó a España desprovista de una flota naval, haciendo imposible el comercio monopólico transatlántico. Así, los productores hispanoamericanos se vieron obligados a buscar otros mercados para sus exportaciones. Ese espacio fue cubierto por los comerciantes ingleses.

El debilitamiento de los lazos entre la metrópoli y las colonias- como consecuencia de las guerras napoleónicas en Europa- que brindó la oportunidad para desatar la lucha por la separación definitiva.

La situación en América

La independencia de los países latinoamericanos no supuso una solución de las tensiones sociales ni de los problemas económicos. Fue un proceso de liberación política llevado a cabo por la cúspide de la pirámide social. Los sectores populares no vivieron cambios en sus condiciones de vida, aunque hubo algunos intentos de una revolución social además de la estrictamente política.

Independencia de HaitíEl impacto de la Revolución Francesa se sintió primero en su colonia de Haití, donde los esclavos de las plantaciones se sublevaron contra sus amos, logrando la abolición de la esclavitud en 1794. Luego que España cediera a Francia el territorio de Santo Domingo, el ex esclavo Pedro Toussaint-Louverture se hizo gobernador general en 1801, sin declarar la independencia del país.

Ante esta situación, Napoleón Bonaparte envió una fuerte expedición a Haití al mando de su cuñado para restaurar el antiguo

régimen. A pesar de la tenaz resistencia, los jefes negros tuvieron que capitular con los franceses. Toussaint-Louverture fue hecho prisionero y murió en la carcel en Francia, en 1803.

La guerra se reinició con el liderazgo de Juan Jacobo Dessalines, quien junto a las fuerzas revolucionarias venció al ejército francés a finales de 1803. El 1 de enero de 1804 fue proclamada la independencia.

Acta de la Independencia de Haití

Independencia de México

En el Virreinato de Nueva España (actuales territorios de casi la mitad sur de los Estados Unidos, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala), el

proceso independentista se inició con el movimiento del cura Miguel Hidalgo y Costilla y el llamado Grito de Dolores, cuyo lema fue “independencia y libertad”. Esta insurrección obtuvo el apoyo de la región de Bajío alrededor del centro minero de Guanajuato y luego, de las regiones que en la actualidad, son los estados de Michoacán y Jalisco.

La distribución desigual de la tierra y el exceso de tributos eran las causas del hambre que afectaba a la población. En los territorios liberados por los insurgentes, Hidalgo abolió la esclavitud y el tributo indígena y ordenó que las tierras se devolvieran a las comunidades indígenas, sus dueñas originarias.

Hidalgo y su ejército fueron vencidos por las fuerzas realistas con el apoyo de los criollos, en enero de 1811. Entonces, asumió el liderazgo, el cura José María Morelos, quien junto a las tropas revolucionarias llegó a ocupar gran parte del sur mexicano.

En 1813, Morelos declaró la independencia en el Congreso de Chilpancingo. En Apatzingán fue promulgada la Constitución de México. Morelos extendió las reformas sociales de Hidalgo, haciéndose así, uno de los revolucionarios más puros y radicales de Hispanoamérica. Fue por este motivo que una parte de los criollos no apoyaron este movimiento revolucionario; temían por su posición privilegiada y por una reestructuración de la sociedad.

Además, Morelos tuvo que repartir su energía en dos campos: tanto el de la implantación de un nuevo sistema político como la lucha militar.

Luego de la ejecución de Morelos por parte de los españoles en diciembre de 1815, la defensa de la revolución quedó a cargo de grupos que, poco a poco, fueron derrotados por los realistas. Hacia 1820, el militar católico y terrateniente Agustín de Iturbide fue designado comandante de las fuerzas que debían combatir los últimos focos insurgentes. Iturbide consiguió el apoyo del ejército, la Iglesia y la oligarquía y en 1821, dio a conocer el Plan de Iguala en el que se reconocía la independencia de México bajo la forma de gobierno monárquica y se garantizaba la igualdad de los peninsulares y los criollos. Iturbide fue coronado emperador de México con el nombre de Agustín I.

Acta de la Independencia de México

Independencia de Paraguay

Habiendo formado parte del territorio del Virreinato del Río de la Plata y luego de rechazar la expedición militar enviada por la Primera Junta de Gobierno de Buenos Aires al mando del general Belgrano, los sectores dirigentes criollos declararon la

independencia del Paraguay el 14 de mayo de 1811.

 El gobierno fue desempeñado por una junta integrada por Fulgencio Yegros, Pedro Juan Caballero y José Gaspar Rodríguez de Francia.

El 12 de octubre de 1813, en el Congreso Nacional reunido en el convento de la Merced y presidido por Pedro Juan Caballero, se resolvió: la adopción del nombre de República del Paraguay, la adopción de la bandera tricolor y el escudo nacional.

Rodríguez de Francia fue electo Dictador Temporal, estrictamente a la usanza romana en 1814 y en 1816, Dictador Perpetuo, cargo que ejerció hasta su muerte. La base de sustentación social de su gobierno fue el campesinado; así rechazó los intentos de la burguesía criolla de adueñarse de los resortes del poder económico y político, tal como ocurrió en casi todas las ex colonias hispanoamericanas.

En 1815, Ignacio Alvarez Thomas, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, instó al gobierno del Paraguay para que enviara un representante al Congreso de Tucumán con el propósito de jurar la independencia de las Provincias Unidas. Gaspar Rodríguez de Francia no aceptó la invitación argumentando que Paraguay ya había decretado su independencia. Además, planteó su disconformidad con los proyectos de establecer una monarquía con un príncipe extranjero.

En 1816, el nuevo Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón, envió a Asunción un emisario secreto, el coronel Baltasar Vargas, con el propósito de promover una conspiración entre los descontentos y obtener así, un cambio en la política paraguaya, pero Vargas fue descubierto y encarcelado.      

Producida la invasión napoleónica a la península ibérica en 1808, la corte portuguesa se trasladó a Brasil, instalándose en Río de Janeiro luego de una breve escala en Bahía. En diciembre de 1815, el regente Juan de Braganza elevó al Brasil a la condición de reino y, meses después, asumió el trono con el nombre de Juan VI.

En 1816, las tropas brasileñas cruzaron la frontera meridional de Brasil e iniciaron la ocupación de la Banda Oriental. En enero de 1817, el general Carlos Federico Lecor ocupó Montevideo. La extensión del territorio brasileño hasta las orillas del Río de la Plata, que Portugal no había conseguido anteriormente con la fundación de la Colonia del Sacramento —base del contrabando de los comerciantes portugueses y británicos— debía ser logrado por la guerra militar. El rey Juan VI aprovechó la oportunidad para realizar su plan estratégico.

Fernando VII, como reacción a la política portuguesa, apeló a los monarcas aliados. Inglaterra, Rusia, Francia, Austria y Prusia decidieron mediar en el conflicto por la Banda Oriental; de hecho, se opusieron al proceder de los portugueses. Juan VI trató de evitar ese aislamiento justificando la ocupación de la Banda Oriental como el acto de defensa de una monarquía que luchaba sola en el Nuevo Mundo por el mantenimiento del principio de legitimidad.

Las reclamaciones de Fernando VII fueron rechazadas argumentando que España tenía derecho a tolerar la insurrección de sus colonias del Río de la Plata, pero no podía impedir que Portugal se defendiera de las consecuencias fatales que podía traer aparejada esa rebelión que el gobierno metropolitano no estaba dispuesto a suprimir.

El temor de la corte portuguesa de que la causa revolucionaria se extendiera a su territorio, estaba fundado en la explosión de la lucha social artiguista; el decreto dictado por la Asamblea del 4 de febrero de 1813, que reconocía la libertad a cualquier esclavo que pisara el suelo rioplatense, entre otras situaciones, todo ello inducía a los gobernantes de Portugal  a sostener que la ocupación de la Banda Oriental debía durar hasta tanto España lograra pacificar las regiones sublevadas y restituyera el orden colonial. Con ese argumento, el gabinete portugués ganó una posición inquebrantable. Mientras tanto, en Londres y París los diplomáticos de las grandes potencias y los interesados directos negociaban.

España, agotada militar y financieramente, no estaba en condiciones de cumplir con las exigencias portuguesas. Bajo la presión de las circunstancias, el gabinete de Madrid solicitó nuevamente a los aliados su mediación entre la metrópoli y los revolucionarios americanos. Fernando VII creía que sólo de esa manera se podía detener el continuo avance de la revolución y quitar a Portugal el pretexto para mantener el domino de la Banda Oriental.

La diplomacia oficial del congreso reveló la debilidad del sistema de la Restauración y si bien, los dirigentes políticos de 1815 habían esperado lograr el equilibrio europeo eludiendo los sucesos extra-europeos o colocándolos al margen de las negociaciones, ahora estaban obligados a considerarlos.

Independencia de Venezuela

El 19 de abril de 1810 se estableció el primer movimiento juntista hispanoamericano en la Capitanía General de Venezuela. El grupo que impulsaba la ruptura con la metrópoli estaba liderado por Simón Bolívar. La independencia de Venezuela se declaró el 5 de julio de 1811, y Francisco Miranda asumió el gobierno de la nueva República.

La primera constitución del país, que se aprobó en diciembre de 1811, resultó beneficiosa para los intereses de los criollos ya que expresaba:

libertad de comercio, abolición de los derechos de exportación y de los impuestos a los artículos de consumo, la prohibición de la trata de esclavos manteniendo la esclavitud. La independencia estuvo lejos de colmar las expectativas de los sectores populares, lo que explica que fueran captados por los realistas y se alistaran en su ejército.

Hacia 1812, la primera república venezolana fue arrasada. Bolívar tuvo que exiliarse en Cartagena de Indias y desde allí reclutó un ejército pequeño y fue liberando distintos pueblos de Venezuela en manos de los realistas, hasta llegar a establecer a comienzos de 1814, la segunda república. En Caracas, se otorgó a Bolívar el título de “libertador de Venezuela”, que fue oficializado más tarde en el Congreso de Angostura de 1819.

Luego de reinstalado Fernando VII en el trono español, envió al general Pablo Morillo para reconquistar el territorio de Venezuela. El ejército realista reconquistó Nueva Granada, en octubre de 1816. Morillo llevó adelante una política de escarmiento hacia los criollos. Bolívar debió refugiarse en Haití luego de prometer al presidente Alejandro Pètion que aboliría la esclavitud en Venezuela. Allí, escribió la famosa Carta de Jamaica, en la que analizó al sistema colonial y se comprometió a hacer triunfar la causa americanista.

Simón Bolívar Intentó retomar el territorio venezolano desde Haití, lográndolo el 31 de diciembre de 1816. También apoyó las acciones de los generales criollos José Antonio Páez y Francisco de Paula Santander para liberar de los españoles los territorios del Virreinato de Nueva Granada. En el Congreso de Angostura (17 de diciembre de 1819), se consolidaron las independencias de Venezuela y de Colombia. Bolívar organizó en Venezuela una república y propuso una constitución que establecía un poder ejecutivo fuerte y centralizado, la abolición de la esclavitud y la entrega de las tierras ganadas al enemigo entre los integrantes de las tropas patriotas.

Acta de la Independencia de Venezuela

Carta de Jamaica

Contestación del General Bolívar a un caballero de a esta isla- Jamaica (Fragmento)

Independencia de Chile

El cabildo abierto del 18 de septiembre de 1810 determinó el establecimiento de una junta de gobierno para Chile en la que los criollos y españoles –ambos aristócratas- compartían el poder. Al igual que en el resto de las colonias hispanoamericanas, se presentaron en la junta dos tendencias: la reformista, que pretendía cierta autonomía manteniéndose bajo el gobierno español y la radical, que buscaba la concreción de la independencia.

Entre 1810 y 1814, Chile dependió del Virreinato del Perú, que se había convertido en el reducto de los realistas. Sin embargo, durante ese período, sin haber hecho una declaración formal de independencia, se vivió en Chile una provechosa experiencia de autogobierno.

José Miguel Carrera, militar chileno que había formado parte de las fuerzas del rey, se destacó en este período como defensor de las ideas revolucionarias. En 1812, un Congreso aprobó el Reglamento Constitucional Provisorio en el que se reconocía la soberanía del pueblo ejercida a través de representantes, prohibía obedecer cualquier autoridad no residente en Chile, adoptaba la religión católica, enumeraba garantías individuales, reconocía la libertad de imprenta y la igualdad de todos los habitantes.

Hasta fines de 1813, la revolución en Chile se había desarrollado sin luchas contra los españoles, pero desde entonces, las tropas del virrey Abascal hostigaron a las fuerzas patriotas hasta vencerlas el 2 de octubre de 1814, en Rancagua.

Los revolucionarios buscaron refugio en Cuyo, donde José de San Martín maduraba el proyecto de liberar a toda América como única garantía de consolidación de la independencia americana. Para ello, contó con el apoyo de Bernardo de O’Higgins. En todo Chile, San Martín tuvo informantes que se convirtieron —cuando las circunstancias ameritaban— en jefes de pequeñas partidas milicianas que mantuvieron

en jaque a las fuerzas europeas. Un joven abogado chileno, Manuel Rodríguez, recorrió las provincias centrales de Chile durante 1816 y 1817 con la finalidad de fomentar en la población la rebeldía contra los españoles. El 12 de febrero de 1817, tras la batalla de Chacabuco, la independencia de Chile quedó sellada.

Proclamación de la independencia de Chile

Política exterior de los Estados Unidos

El 4 de julio de 1776 las colonias inglesas se habían independizado de su metrópoli y habían conformado los Estados Unidos de Norteamérica. Desde sus inicios, la política exterior de los Estados Unidos tuvo como objetivos: la expansión de sus fronteras hacia el sur y el oeste, y el logro de una mayor libertad de comercio y la reducción de los puntos de contacto entre Europa y el continente americano. En el cumplimiento de esos propósitos, Hispanoamérica se vería afectada ya que los territorios codiciados por los gobernantes estadounidenses eran hispanoamericanos y las revoluciones en las colonias españolas facilitarían su adquisición.

La creación de países independientes —sobre todo de repúblicas democráticas— que rompieran con el monopolio español, aportaría al desarrollo de relaciones comerciales con ellos. Además, la ruptura de relaciones con los países europeos restringiría la ingerencia de éstos en la política americana.

Por estas razones, el gobierno de los Estados Unidos siguió de cerca el desarrollo de los movimientos de liberación hispanoamericanos. Estos ideales norteamericanos no podían concretarse sin tropezar a cada paso con la rivalidad con Gran Bretaña.

A comienzos de 1811, arribó a Buenos Aires Joel Robert Poinsett, nombrado por el gobierno norteamericano como agente ante el Río de la Plata, Chile y Perú con la finalidad de fomentar el comercio con las colonias españolas, informar acerca de lo que acontencía en ellas, resguardar los intereses norteamericanos ante el avance de los británicos y comunicar a los nuevos gobiernos que:  

“[...] en vista de una separación política de la madre patria y del establecimiento de un sistema independiente de gobierno nacional (esta situación) coincidirá con los sentimientos y la política de Estados Unidos, a fin de promover las más amistosas relaciones y el más liberal comercio entre los habitantes del hemisferio. [...]”

Scenna, Miguel Angel. ¿Cómo fueron las relaciones argentino-norteamericanas?, Buenos Aires: Plus Ultra, 1970, p. 22.

En la misma época, el gobierno de Buenos Aires envió una misión diplomática para lograr el apoyo de los Estados Unidos al proceso independentista y adquirir armamento. Los enviados, Diego de Saavedra y Juan Pedro Aguirre consiguieron comprar armas a bajo costo y concitaron la simpatía del Secretario de Estado, James Monroe, pero no lograron el apoyo oficial del presidente Madison que, a pesar de haber reconocido en sus discursos que no permanecerían indiferentes ante las naciones que pudieran surgir

en el sur, había declarado oficialmente su neutralidad en el conflicto entre el reino de España y sus colonias en América. Esta era una neutralidad interesada, que se fundaba en la codicia norteamericana por la transferencia del gobierno español de los territorios de la Florida.

La posición neutral de los Estados Unidos se agudizó al iniciarse en 1812 la guerra con Gran Bretaña por el dominio del territorio de Canadá y luego, a partir de la restauración de Fernando VII al trono de España y del reclamo de restitución de sus colonias americanas.

En enero de 1816, en vísperas de la declaración de independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el Director Supremo Martín de Pueyrredón envió a los Estados Unidos a Martín Jacobo Thompson en misión secreta para lograr el apoyo del gobierno de ese país. El presidente Madison evaluó la situación sudamericana como poco propicia para romper los lazos con España y el resto de los países europeos ya que las fuerzas realistas habían vencido a los revolucionarios en Chile, en el Alto Perú, en Venezuela y en Nueva Granada; en consecuencia, el Río de la Plata podía correr la misma suerte.    

En 1817, James Monroe reemplazó a Madison en la presidencia de los Estados Unidos y delegó en John Quincy Adams la relación con las colonias hispanoamericanas. El nuevo representante tenía poca confianza en la victoria de la causa revolucionaria; consideraba a estas colonias como turbulentas y demasiado católicas como para lograrlo. Sin embargo, expresó en su diario personal:  “[...] Que nunca había dudado de que el resultado final de la presente lucha sería la plena independencia respecto de España. Que nuestra política y nuestro deber fuese no tomar parte en la contienda [...] El principio de neutralidad en todas las guerras extranjeras, era, a mi juicio, fundamental para mantener nuestras libertades y continuar nuestra Unión. Mientras luchaban por su independencia, deseaba el triunfo de su causa; pero no había visto y aún no veía que tuviesen el propósito de establecer instituciones libres o liberales de gobierno [...] En todas sus instituciones, así como en sus costumbres, estaba grabado un marcado sello de poder arbitrario, militar y clerical. Tenía pocas esperanzas que pudiera resultar algún beneficio para nuestro país de nuestra futura relación con ellos, tanto en el orden político como en el comercial”.

Scenna, Miguel Angel. ¿Cómo fueron las relaciones argentino-norteamericanas?, Buenos Aires: Plus Ultra, 1970, p. 28-29

Ante la inminente intervención de las potencias europeas en territorio americano —para que Fernando VII recuperara sus territorios— y la creciente influencia de los rusos hacia el Pacífico sur, desde su colonia en Alaska, el presidente Monroe evaluó que había llegado el momento de reconocer la independencia de las nuevas naciones y sentar la posición de los Estados Unidos respecto del acontecer americano. Este análisis fue realizado en el mensaje anual que brindó el presidente al Congreso de los Estados Unidos, el 2 de diciembre de 1823.

La declaración unánime de los trece Estados Unidos de América

La Doctrina de Monroe Fragmento del séptimo mensaje anual del Presidente James Monroe ante el Congreso de los Estados Unidos (2 de diciembre de 1823)

Río de la Plata

¿Qué pasaba en el Río de la Plata?

Entre 1810 y 1813, se produjeron tentativas infructuosas para organizar el nuevo Estado: la Primera Junta, la Junta Grande, el Primer y Segundo Triunvirato. Si bien no lograron su cometido, dejaron un sedimento de experiencia para ser aprovechado. Los integrantes del Segundo Triunvirato consideraron que Fernando VII no podría mantener sus dominios coloniales, a pesar del largo cautiverio, y convocaron a una Asamblea Constituyente que inició sus sesiones en Buenos Aires el 31 de enero de 1813 y que actuó como poder legislativo y constituyente.

Cuando los miembros de la Asamblea comenzaron a sesionar, aún no se habían incorporado los diputados de la Banda Oriental. Este territorio se hallaba bajo la influencia de José Gervasio Artigas, quien reunió a los orientales en un Congreso en las proximidades de Montevideo —Congreso de Peñarol— donde se acordó reconocer la autoridad de la Asamblea y aceptar la Constitución que se sancionara bajo ciertas condiciones. Se enviaron cinco diputados con estrictas indicaciones.

Instrucciones a los diputados orientales

A mediados de 1813, los diputados de la Banda Oriental fueron rechazados de la Asamblea del Año XIII por los miembros alvearistas –seguidores de Carlos María de Alvear- debido a que con sus instrucciones –declaración de independencia y constitución- se sumarían a la facción encabezada por José de San Martín que coincidía con la propuesta de Artigas, lo que hubiera variado el rumbo de las deliberaciones de la Asamblea.

El grupo alvearista quería primero, afirmar la situación externa y, luego, resolver las cuestiones del orden interno. En consecuencia, enviaron a Bernardino Rivadavia y a Manuel Belgrano en misiones diplomáticas a Europa y a Manuel García, a Río de Janeiro.

El Directorio, gobierno unipersonal

Los acontecimientos europeos anunciaban el retorno del monarca Fernando VII al trono peninsular, después de las derrotas sufridas por Napoleón en sus campañas. Era evidente que el monarca restaurado no tardaría en enviar una expedición armada hacia el Río de la Plata para sofocar la revolución con ayuda de los realistas de Montevideo.

La situación externa, unida a las derrotas sufridos por el ejército patriota en Vilcapugio y Ayohuma (1 de octubre y 26 de noviembre de 1813) y las discrepancias internas, sobre todo la posición federalista de Artigas que pretendía desplazar a Buenos Aires del centro de la organización, determinaron que se llevara a la práctica la concentración del gobierno en una sola persona, anhelo que, desde tiempo atrás, sostenían los alvearistas con el apoyo del privilegiado sector bonaerense.

Los miembros de la Asamblea el 26 de enero de 1814 crearon el Directorio Supremo del Río de la Plata y eligieron para ese cargo a Gervasio Antonio de Posadas, tío de Alvear. El Director Supremo duraba dos años en sus funciones (a partir de mayo de 1815 sólo duraría un año) y de acuerdo con lo dispuesto por la ley de su creación, contaría con el asesoramiento de un Consejo de Estado.

Además, el Director Supremo era el jefe de las fuerzas armadas, con amplias facultades ejecutivas: cumplimiento de decretos, cuidados de la seguridad interior y de la defensa exterior, relaciones internacionales, entre otras. Sin embargo, debía dar cuenta ante la Asamblea de las declaraciones de guerra y tratados de paz o de comercio.

En los primeros días de marzo de 1815, José Gervasio Artigas, protector de las provincias del litoral y Córdoba, y defensor del sistema federal proclamado en el Congreso de abril de 1813, marchaba al frente de un poderoso ejército contra el director Alvear, su enemigo declarado. El 24 de marzo, Artigas entraba en Santa Fe, donde depuso al gobernador impuesto por el Directorio, sustituyéndolo con una persona de su confianza.

Alvear fue designado para suplantar en el ejército del Norte a Rondeau, pero antes de hacerse cargo, los jefes y oficiales promovieron una sublevación, que lo hizo retroceder hacia Buenos Aires. Este hecho, sumado a los conflictos con el jefe oriental, provocaron la renuncia de Posadas.

La Asamblea aceptó la renuncia de Posadas y nombró como Director Supremo a Carlos María de Alvear, quien asumió el gobierno en circunstancias difíciles: el retorno de Fernando VII al trono español, la sublevación del Ejército del Norte, el artiguismo y la opinión pública enconada y recelosa de Buenos Aires.

Apoyado por la Logia Lautaro, el nuevo gobernante pretendió consolidarse en el mando a través de una acción enérgica y vigorosa, que sólo sirvió para precipitar su caída.

El gobierno trató de subordinarse al extranjero en la búsqueda de soluciones ante la crítica situación por la que atravesaba. De esta manera, llegó a enviar al comisionado Manuel García para ofrecer el territorio de las Provincias Unidas como protectorado a Inglaterra.

Alvear decretó la incorporación forzosa de los ciudadanos a las filas del ejército, impuso tributos extraordinarios y embargó bienes pertenecientes a los eclesiásticos. En esa época, se instituyó la "papeleta de conchavo", que permitía la incorporación del gaucho a la producción, aunque en condición de servidumbre.

El ejército del Perú negó obediencia al Director. San Martín, desde Mendoza, apoyó esa actitud hostil. Artigas había consolidado su situación acordando con Entre Ríos y con

Corrientes declararse provincias confederadas, ejemplo seguido por Santa Fe y luego, por Córdoba. El Director Supremo inició negociaciones con Artigas para llegar a un arreglo en base al reconocimiento de la independencia de la Banda Oriental, a cambio de que el caudillo retirara sus fuerzas del litoral. Las gestiones fracasaron por negativa de Artigas.

El caudillo entrerriano Hereñu se dirigió hacia Buenos Aires. Alvear designó a Alvarez Thomas para que saliera a batirlo, pero al llegar a Fontezuela, en abril de 1815, éste se sublevó al frente de sus tropas, pactó con Artigas y le solicitó colaboración para operar en común contra Buenos Aires.

Por designación de Posadas, San Martín ocupaba el cargo de Gobernador Intendente de Cuyo. Sin embargo, enterado del cambio producido en el gobierno de Buenos Aires, presentó su renuncia, que fue aceptada por Alvear. El cabildo abierto reunido en Mendoza rechazó la medida y confirmó a San Martín en el cargo, a pesar de que a los gobernadores intendentes sólo los nombraba el Director Supremo.

A la seguidilla de negativas de reconocimientos de la autoridad del Director Supremo, se sumó el Cabildo de Buenos Aires. Ante la adversa situación, Alvear debió renunciar.

Rondeau fue elegido Director Provisional, pero hallándose al frente del ejército del Norte, se nombró a Ignacio Álvarez Thomas como Director Suplente. El Cabildo de Buenos Aires decidió organizar una Junta de Observación con la finalidad de dictar un estatuto para delimitar las facultades del Director Supremo y convocar a un Congreso General.

El Estatuto Provisional aprobado el 5 de mayo de 1815, enumeraba los seis derechos que le competían a todos los habitantes: vida, honra, libertad, igualdad, propiedad y seguridad; reconocía como ciudadanos a todos los hombres libres nacidos y residentes en el territorio del Estado, y a cada ciudadano, como miembro de la Soberanía del Pueblo.

El poder ejecutivo sería desempeñado por el Director Supremo que duraría un año en sus funciones. El poder legislativo, representado por la Junta de Observación, tendría control sobre el Ejecutivo. El poder judicial estaría representado por las Cámaras de Apelaciones y los Juzgados Inferiores.

Entre las facultades reconocidas al Director Supremo estaba la de convocar al Congreso de Tucumán. Decía así:

“Sección Tercera del Poder Ejecutivo, Capítulo I, De la elección y facultades del Director del Estado.XXX° - Luego que se posesione del mando, invitará con particular esmero y eficacia a todas las Ciudades y Villas de las Provincias Interiores para el pronto nombramiento de Diputados, que hayan de formar la Constitución, los cuales deberán reunirse en la ciudad de Tucumán para que allí acuerden el lugar en que hayan de continuar sus sesiones, dejando al arbitrio de los Pueblos, el señalamiento de Viático y sueldo a sus respectivos representantes.”

En Sampay, Arturo Enrique. Las constituciones de la Argentina (1810-1972), Buenos Aires: Eudeba, 1975, p. 211 a 232.

Los diputados destinados al Congreso de Tucumán debían elegirse en elecciones populares, según lo estipulaba el Reglamento Provisorio de 1815 (Sección Quinta, De las elecciones articulares y forma de ella, Capítulo I y Capítulo II). La población decidiría a un elector que se integraría a una Asamblea Electoral en la que finalmente se decidiría quiénes representarían a esa provincia. La cantidad de diputados se establecería en proporción a la población (uno cada 15.000 personas aproximadamente). Los padrones se confeccionarían a partir de un censo de población.     

La Banda Oriental

Las ideas federales se vieron impulsadas por la circulación de los textos norteamericanos a través de los barcos que anclaban en costas rioplatenses. Muchos adhirieron a esas ideas, pero para llevarlas adelante fue necesario, luchar contra el centralismo de Buenos Aires.

La Liga Federal fue la culminación del pensamiento político del general don José Artigas en lo que tenía que ver con la organización y funcionamiento de la Confederación.

La Liga se mantuvo vigente hasta el año 1820, mientras Artigas la comandó. El proceso de la conformación de la Liga Federal se puede dividir en varias etapas:

1. Expulsión de los gobernantes centralistas   2. Formación de un Congreso Provincial 3. Declaración de la Independencia de Buenos Aires bajo el Protectorado del

general Artigas4. Formación de la Liga a través de los pactos entre las provincias independiente

A partir de la intervención de Buenos Aires en el territorio de Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba, los gobernantes de cada una de ellas fueron acrecentando su encono hacia el gobierno y los intereses de Buenos Aires, acercándose a la postura federalista de Artigas y solicitando sus auxilios para liberarse de los porteños. 

“Si mis pensamientos hubieran sido menos delicados yo me averzaría de haberlos concebido pero adorador eterno de la soberanía de los pueblos, sólo me he valido de la obediencia con que me han honrado para ordenarles que sean Libres. Yo lo único que hago es auxiliarlos como a amigos y hermanos pero ellos solos son los que tienen el derecho de darse la forma que gusten y organizarse como les agrade y bajo su establecimiento formalizarán a consecuencia su preciosa Liga entre sí mismos y con nosotros declarándome yo su protector.”

José Artigas a Juan Bautista Méndez. 29 de marzo de 1814.

En Elhordoy, Angel. Historia Nacional (1811-1828), Montevideo: 1980, p. 130.

En marzo de 1814, se liberó  Entre Ríos; en abril de 1814, Corrientes; en marzo de 1815, Santa Fe y Córdoba y en abril de 1815, Montevideo. Una vez que las fuerzas

porteñas fueron vencidas, en cada provincia fue designado un gobernador adepto a la causa federalista, se izó la bandera tricolor (celeste y blanca atravesada diagonalmente por una franja roja) y se declaró la independencia de Buenos Aires, quedando esos territorios bajo el Protectorado de Artigas.

En mayo de 1815, el director interino Álvarez Thomas decidió enviar al doctor Francisco Bruno de Rivarola y al coronel Blas Pico para terminar con las diferencias entre Artigas y Buenos Aires, así como para defenderse de la expedición esperada. A mediados de junio, se entrevistaron con Artigas, pero las instrucciones que llevaban, eran para mantener la política centralista.

El caudillo oriental respondió con catorce puntos que reiteraban una vez más cuál era el sistema que aceptarían:

Tratado de Concordia entre el ciudadano Jefe de los Orientales y el Gobierno de Buenos Aires.

Ante el fracaso de la misión bonaerense, Artigas apuró la reunión del Congreso de Oriente, que tuvo lugar en Concepción del Uruguay. En él, estuvieron representados los pueblos del Protectorado y se decidió enviar a Buenos Aires cuatro diputados que representaran a la Liga Federal para tratar de alcanzar un acuerdo con aquel gobierno. Así lo anunciaba Artigas al Cabildo de Montevideo:

“Conducido siempre por la prudencia y ansioso de la concordia general, llamé a los pueblos por medio de sus diputados para formalizar cualquier medida competente a su ulterior felicidad. No pudimos acordar con los diputados de Buenos Aires los principios que debían fijarla, en cuya virtud se retiraron sin haber concluido el ajuste preciso.Creyendo que lo importante del asunto debía sujetarse al escrutinio de la expresión general convoqué a un Congreso de todos los diputados, que hasta aquella fecha se habían reunido tanto de la Banda Oriental, como de los demás pueblos que tengo el honor de proteger.Ya reunidos en esta Villa de la Concepción del Uruguay en 23 del corriente expuse lo urgente de las circunstancias para

no dejar en problema estos resultados. Califiqué las proposiciones que por ambas partes se habían propuesto. Su conveniencia por disonancia en todas y cada una de sus partes y después de muchas reflexiones resolvió tan respetable corporación marchasen nuevamente ante el Gobierno de Buenos Aires cuatro diputados, que a nombre de este congreso general representasen la uniformidad en sus intereses y la seguridad que reclaman sus Provincias. Al efecto partirán en breve para aquel destino los ciudadanos doctor Cosió, nombrado por Entre Ríos; el doctor Andino, por Santa Fe; el doctor Cabrera, por Córdoba y don Miguel Barreiro, por la Banda Oriental, todos con poderes e instrucciones bastantes a llenar su comisión. Todo lo que comunico a usted para que penetrado de las circunstancias ponga en ejecución las providencias que le tengo impartidas y las demás que usted estime convenientes.Tengo el honor de saludar a usted y dedicarle mis más afectuosas consideraciones. Villa del Uruguay, 30 de junio de 1815.José ArtigasAl muy Ilustre Cabildo de la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo”.

En Elhordoy, Angel: Historia Nacional (1811-1828), Montevideo, 1980, p. 146

Como un gesto de oposición al centralismo de Buenos Aires, las provincias rechazaron el Estatuto Provisional y no enviaron diputados al Congreso de Tucumán las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y la Banda Oriental.

A mediados de 1816, el territorio de la Liga Federal fue invadido por los portugueses del Brasil. Las tropas portuguesas estuvieron al mando del general Carlos Federico Lecor y de fuerzas que habían luchado contra Napoleón.

En Rio de Janeiro, además de la familia real portuguesa y la diplomacia británica y española, se  encontraba el recientemente expulsado Director Supremo Alvear que, fiel a sus ideales monarquistas, buscaba un príncipe para coronar. Es decir, se encontraban todos los enemigos de Artigas.

El caudillo oriental diseñó un plan para enfrentar al enemigo: defenderse atacando al enemigo en su propio territorio. En una carta dirigida al Delegado Barreiro bosquejó el plan y las primeras medidas que debían tomar.

Carta de Artigas a Barreiro

La invasión portuguesa motivó el envío a Buenos Aires de comisionados de la Liga Federal con la finalidad de obtener ayuda. Juan José Duran y Juan Francisco Giró firmaron con el director Juan Martín de Pueyrredón un tratado por el cual se aceptaba la independencia firmada el 9 de julio, en Tucumán. Se reconocía la autoridad del

Congreso y el Directorio y negaba a la Liga de los Pueblos Libres.

Artigas rechazó el convenio el 26 de diciembre de 1816 y escribió: “El jefe de los orientales ha manifestado en todo tiempo que ama demasiado a su patria para sacrificar el rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad”.

El Director Supremo Pueyrredón entró en tratativas con el general Lecor. Éste le aseguró que el territorio de Buenos Aires quedaba a salvo y que su intención era sólo la de dominar el territorio oriental. 

El 20 de enero de 1817, el general Lecor logró tomar la plaza de Montevideo y enarbolar la bandera portuguesa.

La situación en el Alto Perú

Luego de las derrotas sufridas por el ejército patriota a manos de las fuerzas realistas comandadas por Joaquín Pezuela, Manuel Belgrano retrocedió a Tucumán y los realistas ocuparon el Alto Perú y llegaron hasta Salta. 

Belgrano fue llamado por el gobierno de Buenos Aires para responder por sus derrotas. José de San Martín lo reemplazó en el mando del Ejército del Norte por poco tiempo, ya que prontamente, renunció a esa comandancia y fue reemplazado por Rondeau.

En tanto, Güemes había sido electo por una asamblea popular el 15 de mayo de 1815 como gobernador de la Intendencia de Salta, reconocido luego por Jujuy, Tarija y Orán. Como primera medida, reconoció al gobierno directorial y aceptó lo establecido por el Estatuto Provisional de 1815 con la condición:

“[...] de que si en el término de cinco meses no se realizase el Congreso en el lugar intermedio que se designase, quedará esta Provincia en el propio hecho, libre de la sujeción del Gobierno Provisorio establecido y en una total independencia provincial. Este es un efecto propio del celo de todo buen ciudadano que procure y aspire a la común felicidad; un remedio preservativo para cortar en lo sucesivo los males que acabamos de sufrir por una horrorosa fracción que había minado los cimientos de nuestra libertad”.

En Cornejo Atilio. “Salta y el Congreso de Tucumán”, en Trabajos y Comunicaciones, T. XV, Buenos Aires: Universidad Nacional de la Plata, 1965, p. 135

Tras algunas victorias obtenidas por las fuerzas de Rondeau, el general Pezuela dejó libres Potosí, Chuquisaca, Cochabamba y Tarija, quedando prisioneras casi todas sus guarniciones. Rondeau ocupó esas posiciones y estableció su cuartel general en Potosí. Allí, tomó conocimiento que Güemes había retirado el armamento que había quedado en Jujuy y le solicitó que lo reintegrara.

Güemes consideró que se trataba de un caso delicado y convocó a un cabildo abierto para que resolviera la cuestión. Los participantes decidieron no remitir el armamento, dado que la provincia quedaría desprovista de elementos para la defensa contra el enemigo. Así fue comunicado a Rondeau. Güemes fue declarado traidor en una comunicación enviada por el comandante del Ejército del Norte al Director Supremo Álvarez Thomas:

“Mondragón, agosto de 1815. Si el ciudadano en cuyas manos se depositase la fuerza, traicionando a su constitución y a la confianza pública, volviese contra sus poderdantes las armas que le dieron para su defensa y, erigiéndose en tirano del país, echase las semillas de la rebelión y levantase el estandarte de la anarquía, entonces los ejércitos ordenados y las provincias hermanas se comprometerían formalmente a declararlo enemigo común y firmar una coalición general para liquidarlo.He ahí los principios luminosos de donde se derivan las obligaciones sagradas de acusar ante la nación al Coronel D. Martín Güemes y de pedir contra él un castigo más espectable,  cuando, a más de abrir una brecha a la dignidad y altos derechos de los pueblos, ha empleado sus armas para consumar la opresión, para apoderarse de un gobierno, para desnudar un ejército en campaña de los medios de su defensa, para poder en conflicto sus negocios contra el enemigo exterior y para trabajar el exterminio de su propio país, como se demostrará por los documentos cuyas piezas van a jugar en este manifiesto.[...]”

En Solá, Ricardo. El general Güemes. Su actuación en la guerra de independencia y su justificación ante la posteridad (1806-1821), Buenos Aires: Biblioteca del Oficial, 1933, p. 57

El gobierno de Buenos Aires estaba temeroso porque Güemes procediera del mismo modo que Francia en el Paraguay o Artigas en la Banda Oriental. Por eso, bajo pretexto de auxiliar al Ejército del Norte en la campaña por el Alto Perú, envió 2.000 hombres aunque el encargo secreto era aprehender a Güemes.

Recién a comienzos de agosto de 1815, el general Rondeau decidió mover el ejército en busca de los realistas. Por ese tiempo, las fuerzas de Pezuela habían sido reforzadas. Rondeau, anoticiado de esta situación, decidió retroceder, pero fue tomado por sorpresa por los realistas, quienes lo vencieron en Sipe-Sipe el 29 de noviembre de 1815.

Luego de la derrota, inició la retirada con las escasas fuerzas que quedaban y nuevamente fue batido por los realistas el 6 de enero de 1816.

Güemes y las milicias salteñas, indignadas por la ineficacia de Rondeau, exigieron que la seguridad de la intendencia quedara bajo la dirección política y militar del gobernador y el Ejército del Perú, ya que desconfiaban que sólo ese ejército y su general pudieran enfrentar la situación. Las tensiones entre Güemes y Rondeau aumentaron y los muchos desertores del Ejército del Norte eran bien recibidos en las milicias güemesianas.   

Luego de varias intimaciones, en marzo de 1816, los contrincantes firmaron un tratado de paz, alianza y amistad. Salta continuó con los métodos de guerra gaucha bajo la conducción de Güemes y brindó auxilio a las tropas enviadas desde Buenos Aires.

La solución llegó condicionada por el establecimiento del Congreso General. La actitud del gobierno de Salta y sus pobladores aceleraron la reunión del Congreso y pusieron de manifiesto la voluntad de Güemes de colaborar con la obra de la consolidación material y legal de la independencia.

A los pocos días del acuerdo, el Congreso de Tucumán inició sus sesiones y designó Director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón. El jefe del ejecutivo viajó a Salta con la intención de entrevistarse con Rondeau y Güemes y luego de evaluar la situación del Ejército del Norte, resolvió que Rondeau se replegara a Tucumán con la finalidad de rearmarse y disciplinarse y ascendió al caudillo salteño al grado de coronel mayor. Le ordenó encargarse de la defensa de Salta. San Martín estuvo de acuerdo con la decisión de Pueyrredón.

Antes de que el Ejército del Norte llegara a Tucumán, Rondeau fue relevado de su cargo y reemplazado por Manuel Belgrano el 7 de agosto de 1816.

San Martín y el Ejército de los Andes

En agosto de 1814, San Martín fue designado Gobernador Intendente de Cuyo, jurisdicción que comprendía las provincias de Mendoza, San Juan y San Luis. 

El ideal de independencia de la Logia Lautaro que integraba San Martín, era la condición fundamental para el desarrollo de la liberación continental. El gobernador de Cuyo consideraba que el triunfo se alcanzaría atacando el Perú, centro del poderío español en América, avanzando desde el territorio de las Provincias Unidas y Chile. 

La derrota chilena en Rancagua dejó al territorio de las Provincias Unidas amenazadas desde la frontera occidental. Para la concreción de la primera etapa del plan continental, era indispensable concretar la libertad de Chile. Mientras se esperaba la decisión del gobierno de Buenos Aires acerca de la guerra, se intensificaron las medidas de defensa, se promovió el alistamiento general de milicias y se trabajó para pertrechar al ejército.

San Martín sabía que con Carlos María de Alvear -de tendencia monarquista- como Director Supremo, no era posible obtener el apoyo necesario para encarar su proyecto. Ante esta situación, San Martín pidió licencia por razones de salud. Si bien el pedido fue aceptado por Alvear, el Cabildo de Mendoza obligó al Director Supremo a revocar la medida. Golpe al gobierno de Buenos Aires que se sumaba a la resistencia del Ejército del Norte. Dos meses después, la sublevación del Ejército del Norte en Fontezuelas puso fin al gobierno de Alvear y con él, a la logia dominada por esa

facción. La sublevación de Fontezuelas liderada por Álvarez Thomas fue apoyada por las tropas de Mendoza.

A pesar de haber caducado la autoridad de la cual emanaba la de San Martín, se lo designó nuevamente, por aclamación. Desde ese momento, la actividad del gobierno cuyano estuvo orientada a la realización del plan continental: engrosar las milicias, desarrollar una economía que permitiera la subsistencia de la población y, a la vez, que posibilitara desviar fondos para financiar el plan.

Designado nuevo Director Supremo, Rondeau, quien se encontraba al mando del Ejército del Norte, se hizo cargo del gobierno Álvarez Thomas, quien reconocía las aptitudes de estratega y militar de San Martín y le brindaba apoyo enviando hombres y recursos para que

pueda ir conformando el que sería el ejército de los Andes.

San Martín hizo esfuerzos para concretar el plan. Contaba con la ayuda de su esposa Remedios de Escalada que se encontraba en Mendoza, de militares, de religiosos y de la población toda. Se organizaron donaciones en especie y en dinero, se declararon propiedad pública las herencias de los españoles que morían sin sucesión, se gravaron con impuestos diversas actividades y gran parte de la población sirvió en los talleres militares a ración y sin sueldo.

A fines de 1815, el ejército de Rondeau sufrió una grave derrota en la Batalla de Sipe-Sipe y se perdió la región del Alto Perú. En retirada, Güemes y Rondeau enemistados, se hostilizaron hasta firmar un acuerdo, quedando el primero a cargo de la defensa de la región del norte.

No fue posible durante el año 1815 la reunión de un Congreso. Muchos de los pueblos que componían las Provincias Unidas habían adoptado una política federal como oposición al centralismo de Buenos Aires. El Directorio consintió -como forma de disminuir las tensiones- amenzado por la creciente influencia del caudillo Artigas y la Liga Federeal; temeroso de una invasión realista a través del Río de la Plata.

En marzo de 1816, se reunió en Tucumán el Congreso, sin la participación de muchas regiones de las Provincias Unidas. La designación de Martín de Pueyrredón como Director Supremo marcó el momento oportuno para la declaración de la independencia y la ejecución del plan libertador de Chile.

El Congreso

Las Comunicaciones

Las Comunicación en tiempos del Congreso de Tucumán

Para asegurar la comunicación entre las distintas regiones de los dominios españoles en Sudamérica, se crearon "servicios públicos fijos" de transporte de correspondencia entre el Río de la Plata, Perú y Chile. Fueron organizados a partir de 1748 por el Correo Mayor de Indias, que tenía su sede en Lima. Los correos eran chasquis de a caballo y en los caminos, había postas para que se pudiera mudar el animal y recibir servicios mínimos.

Veinte años después de su creación, estos correos terrestres fueron reorganizados, ampliados y puestos a cargo de un oficial de Real Hacienda. La idea era que pudieran llegar antes de que zarparan los correos marítimos que comunicaban con Europa. La coordinación entre ambos fue difícil de establecer. Había demoras en los correos terrestres por lo que se buscó evaluar el funcionamiento a través del trabajo de Comisionados Visitadores de Correos, quienes tenían como misión crear nuevas postas, establecer las tarifas y designar el personal necesario.

Las postas eran lugares de recambio de caballos en los caminos, dispuestas a una distancia de dos o tres leguas entre una y otra, para que una vez mudado los tiros, los correos y los viajeros pudieran completar su viaje. 

En lo que actualmente es el territorio de la República Argentina, las primeras postas fueron establecidas por el Visitador de Correos y Postas, Don Alonso Carrió de la Vandera quien, a partir de 1771, estableció postas en el trayecto entre Buenos Aires y Cuzco.

En 1791, Don Manuel de Basavilbaso, Administrador Principal de Correos de Buenos Aires, se encargó de redactar un pormenorizado "Reglamento de Postas", que debió ser cumplido por todas aquellas postas establecidas en el territorio del entonces Virreinato del Río de la Plata. Los datos con los que se cuenta acerca de las postas provienen de los escritos elaborados por los Visitadores de Correos y los Visitadores de Postas. De esos textos se puede obtener información sobre la geografía, las costumbres y características de las postas que iban recorriendo, y el estado en que se encontraban los caminos.

Luego del 25 de Mayo de 1810, ese sistema de comunicaciones continuó funcionando del modo que lo hicieron durante la colonia y el gobierno continuó enviando visitadores que llevaban un registro en el que figuraba el nombre de cada posta, su maestro, personal, ubicación geográfica y otros datos de importancia.

Para poder establecer una posta era necesario contar con pastos y aguadas cercanos para poder alimentar a los caballos. La edificación era muy sencilla: un rancho de adobe y paja. La distancia entre una y otra posta era de alrededor de cuatro leguas (1 legua equivale a 5.572,7 metros), para que no se sobreexigiera físicamente a los equinos. En algunos casos, cerca de las postas, se fueron estableciendo otros habitantes que dieron origen a pequeños poblados.

¿Cuáles eran las condiciones que fijaba el Reglamento de Postas de 1791? ¿Qué modificaciones se introdujeron en 1817? Veamos:El maestro de posta, es decir, quien la dirigía, firmaba contrato por dos años y otros dos voluntarios, o bien, por cinco, ocho o quince años. Cuando terminaba su contrato o

renunciaba, dejaba el cargo a sus hijos. Si fallecía mientras aún estaba contratado, su viuda continuaba en el cargo hasta finalizar el tiempo establecido. 

Las postas contaban con postillones o ayudantes del maestro que eran mozos de a caballo que iban acompañando a los viajeros hasta la posta siguiente, desde donde regresaban con los caballos y tal vez, escoltando a otro viajero. Cerca de los grandes ríos o arroyos había canoeros encargados de cruzar a los viajeros.  En algunas ciudades, hubo maestros aposentadores, encargados de brindar alojamiento y comida durante la estadía.

La tarifa que se cobraba al público estaba previamente establecida. Era de "medio real por legua" yendo de a caballo, cuando era terreno llano y en las terrenos montañosos o desiertos, se pagaba el doble. Los carruajes pagaban "un real por caballo y por legua". La carga normal por caballo se estimaba en "seis y medio a siete arrobas" (una arroba equivale aproximadamente a 11,5 kg). Los maestros de posta se quejaban por la pérdida de caballos en trayectos largos debido al peso excesivo del equipaje de algunos viajeros, por eso, en 1817, se fijó que la carga debía ser de menor peso.

Quienes trabajaban en las postas gozaban de ciertas condiciones ventajosas: no se los podía alistar para soldados, ni a sus postillones para tropa arreglada, ni milicias; no se los podía embargar, ni tomar sus carruajes, ni caballos. Los dueños del territorio donde se ubicaban estas construcciones, no podían echar de él a los maestros de postas, solamente podían pedir que se les pagara la tasa de arrendamiento. En 1817, los caballos de la posta debían estar marcados con una "P" y eran propiedad del Estado. No pagaban �peaje al cruzar puentes o por atravesar un camino determinado y tenían derecho al pastoreo en campos reservados.

Toda aquella persona que quisiera viajar por las rutas del territorio, debía presentar su pasaporte ante el maestro de posta, expedido por la policía o autoridad militar, acompañado de una hoja de ruta expedida por el Administrador de Correos. Si los viajeros no cumplían con ese requisito, los maestros de postas no debían entregarles caballos.

A partir de 1817 y como consecuencia de las dificultades que presentaba el traslado de correspondencia, se estableció que no debían enviarse cartas sueltas sino guardadas en valijas de cuero o de suela, que estuvieran provistas de cinturones y hebillas para que quedaran debidamente cerradas. Si a la posta llegaban cartas con carácter de urgente debían ser despachadas en el acto.

Las reformas de 1817 estipulaban que el maestro de posta podía tener "mesón, posada o pulpería", pero era obligatorio que hubiera un cuarto en el que el viajero y los correos se pudieran hospedar. Este alojamiento era gratuito, al igual que el alimento que recibieran, sólo se podía cobrar por el trabajo de "cocinado". Los maestros de posta �estaban obligados a conservar el aseo del cuarto. Lo cierto era que la mayoría de las postas eran muy pobres y los cuartos que ofrecían eran deficientes. Las puertas, mesas y sillas en general, no existían. Muchas veces, el viajero prefería dormir al aire libre. También se procuraba la alimentación y la leña.

Estos comentarios nos acercan a las situaciones que debieron atravesar los diputados designados al Congreso en San Miguel de Tucumán. Las enormes distancias, los

caminos difíciles, las largas travesías, en fin; las dificultades que tuvieron que encarar para concretar la reunión. También nos aproxima a las vivencias de los ejércitos que enfrentaron a las fuerzas españolas, que pretendían ahogar el proceso independentista en el Río de la Plata. Se incluye a continuación, una tabla con las distancias entre San Miguel de Tucumán y los lugares de procedencia de los diputados:

Destino Procedencia Distancia aproximada

Tucumán Buenos Aires 1193 kmCórdoba 578 kmSantiago del Estero

159 km

Salta 310 kmJujuy 332 kmMendoza 964 kmSan Juan 832 kmLa Rioja 388 kmCatamarca 233 km

Tucumán

La Ciudad

Con el fin de dotar a las Provincias Unidas del Río de la Plata de la forma de gobierno que había de regirlas en adelante, se convocó a un congreso en la ciudad de San Miguel de Tucumán, según lo establecido por el Estatuto Provisional de 1815. El Congreso se llevaría a cabo fuera de Buenos Aires, intentando corroer su posición centralista.

San Miguel de Tucumán estaba situada en un estratégico lugar y funcionaba como articuladora de la actividad mercantil y de un marcado movimiento demográfico. El rol de articuladora lo desarrolló no sólo durante la dependencia del Virreinato del Perú, sino también, una vez que creado el Virreinato del Río de la Plata cuando se pusieron en marcha las transformaciones económicas, sociales y políticas de mano de los Borbones.

Hacia 1685, la ciudad fue trasladada de su sitio original para acercarla a la ruta comercial con el Alto Perú que cobraría importancia luego de la legalización del puerto de Buenos Aires. San Miguel de Tucumán actuó entre los centros potosinos y rioplatenses, como abastecedora de insumos, principalmente, en torno a la producción de carretas y la conducción de tropas. Pero además, la ciudad representaba la presencia de la cultura europea.

San Miguel de Tucumán ocupaba un espacio delimitado por nueve cuadras de lado -dos más de las que tenía en su sitio originario- como previsión a un posterior crecimiento demográfico. La ciudad se construyó tal cual como planteaba el acta de fundación primitiva, respetando las mismas medidas y la misma ubicación.

Cada manzana fue dividida en cuatro solares casi de idéntico tamaño. Los solares de las manzanas centrales fueron concedidos a los vecinos fundadores y moradores, en el mismo sitio que ocupaban en la traza anterior y a los edificios públicos. Los restantes fueron repartidos por el Cabildo entre “personas beneméritas”. En tiempos de crecimiento económico y social, el Cabildo otorgó permisos para viabilizar el poblamiento de la ciudad y la ocupación del espacio rural lindante. Así,se entregaron tierras sin restricción de origen étnico y posición social de los solicitantes, años más tarde, debido a la escasez de solares, el Cabildo desalojó a la “gente plebe” (pardos libres, indios, gente de servicio, etc.) del centro de la ciudad para alojar a la “parte sana y principal” de la sociedad.

Desde mediados del siglo XVIII, la inmigración, el crecimiento vegetativo, el creciente poder político y económico de la ciudad generó un aumento en la instalación de talleres, de comercios y de tiendas de alquiler dentro de la traza urbana por lo que la elite terrateniente prefirió cada vez más la residencia en la ciudad. También, hombres y mujeres vinculados al comercio, a la producción artesanal o al sector de servicios se incorporaron a las ciudades. Los censos de la época muestran crecimiento de poco más del 40% de la población urbana entre 1778 y 1812.  

La ciudad en general era el lugar de residencia de la elite, blanca y europea, que bajo ninguna condición estaba dispuesta a resignar su espacio. Sin embargo, en el caso de San Miguel de Tucumán, el incremento de las actividades económicas produjo la movilidad social de los recientemente migrados que no tenían aspiraciones nobiliarias y, también, para aquellos que pertenecían a otras etnias. Por ejemplo, una familia de la elite podía designar como heredera a una esclava y criada, dejándole parte de su propiedad. Esto la transformaba en “propietaria” de un solar céntrico de la ciudad colonial pero no la convertía en “vecina”. Es decir, que en los protocolos, están registrados como propietarios miembros de la elite y mulatas y pardas a las que sólo se las anotó con su nombre de pila, sin apellido. Sólo se registraban con apellido aquellos que hubieran alcanzado una posición importante: “[...] Lorenzo Alderete, pardo liberto, recibió merced del Cabildo [...]”  (en Bascary, A.M: Familia y vida cotidiana. Tucumán a fines de la colonia, Tesis doctoral, Sevilla, 1998, p. 76).

Una gran cantidad de habitantes de la ciudad de Tucumán a comienzos del siglo XIX, formaba parte de grupos étnicos que no eran considerados de la elite. Así fue que:“[...] casi el 68% de los habitantes de la ciudad en 1778 y el 43,4% en 1812, aparecen censados como indios, mestizos, zambos, mulatos o negros, a los que debe agregarse otro 17,2% registrados en esa fecha sin especificación étnica y que probablemente, no fueran españoles al menos reconocidos, ascendiendo, por tanto, los sectores populares en 1812 casi el 60% de los habitantes de la ciudad [...]”.

En Bascary, A.M. Familia y vida cotidiana. Tucumán a fines de la colonia. Tesis doctoral, Sevilla: 1998, pag. 42 y 43.

A comienzos del siglo XIX, San Miguel de Tucumán estaba compuesta por:“[...] cinco mil vecinos en el plantel urbano de humildes casas, con una plaza en el medio, un cabildo, cuatro conventos en el ejido, alguna escuela de frailes, un comercio precario y como atmósfera moral, los chismes, los bártulos, los cuentos de veinte blancos que saben leer y escribir, entre quinientos que no lo saben, pero que son de algún modo los amos de los indios [...]”

Rojas, R.: “Las provincias” en Guido, A.: Plan Regulador de Tucumán. UN Litoral, Serie Técnica – Científica, Nº 23, Rosario, 1941

Como todas las ciudades españolas, San Miguel de Tucumán contaba con una plaza central alrededor de la cual se encontraban ubicados los edificios públicos, las iglesias y las casas de los vecinos principales. La plaza funcionaba como mercado. Día tras día, llegaban comerciantes que ofrecían productos para el abastecimiento de la población, desde carne, verduras, artesanías hasta artículos para la vestimenta.

El Cabildo fue quemado en una revuelta de presos a fines del siglo XVIII, porque la cárcel compartía el mismo edificio. Hasta que fue reconstruido, a comienzos del siglo XIX, los cabildantes se reunían en cuartos alquilados o en casa de alguno de sus miembros.

Las iglesias eran un espacio importante para los habitantes de la sociedad tucumana, en especial para las mujeres de la elite, ya que constituía una de las actividades sociales más importantes para las familias principales.

En San Miguel de Tucumán, había cinco conventos, la Iglesia principal era la de San Francisco y otras secundarias. Todos los edificios se encontraban en estado ruinoso. Sólo el colegio de los jesuitas era el edificio que tenía paredes de material y estaba en mejores condiciones.

La ciudad contaba con unas diez pulperías, que eran lugares de distracción y de abastecimiento para los moradores que no pertenecían a la élite. También las calles eran lugares de esparcimiento para esos sectores, pero el Cabildo controló las actividades callejeras (juego de pelota, por ejemplo) y el modo de vestir atendiendo al orden moral que estaba obligado a resguardar: se pautó que los hombres de trabajo usaran pantalones y no se pasearan en calzoncillos por la ciudad delante de las mujeres decentes.

San Miguel de Tucumán tuvo en este sentido un amplio juego de tensiones, donde sectores sociales diferentes buscan su reconocimiento en el sistema político, económico, social y cultural que trazaba la colonia y que se modificó progresivamente durante el siglo XVIII.

La Casa

Descripción

La histórica casa de Tucumán, en la que se declaró la Independencia de las Provincias Unidas el 9 de Julio de 1816, es una construcción colonial que perteneció a la familia Bazán.

La gran mayoría de las casas de esa época (siglo XVIII y XIX) tenía una sola planta. La de Tucumán ocupaba un terreno de treinta metros de frente por setenta y uno de fondo, y sus habitaciones se repartían alrededor de un gran patio. La fachada respondía al estilo barroco y en su entrada principal se observaba un portón de madera con tableros

salientes o cuarterones, franqueado por dos columnas salomónicas o en espiral, trabajadas sobre pedestales de ladrillo cocido. A cada lado, se ubicaban las típicas ventanas protegidas por rejas salientes o "voladas" y en ambos extremos de la fachada, una puerta más pequeña.

Al cruzar el zaguán se extendía un amplio patio rodeado por la sala principal y las habitaciones de los dueños de casa, de sus hijos y la habitación de huéspedes. En la parte de atrás, había un segundo patio donde se encontraba la cocina y las salas de servicio. Ambos patios estaban separados por el comedor. Bien al fondo de la casa, se encontraban los retretes. Hoy sería parte del baño, porque en esa época para el aseo personal, se trasladaban bañeras a las habitaciones. Más al fondo, había una huerta.

La casa sufrió una primera transformación para adecuarla a las necesidades del Congreso. Con vista al patio central, se unieron dos habitaciones paralelas ubicadas al frente, para formar la sala de reuniones.

El techo a dos aguas tenía una altura de cinco metros y era de tejas asentadas sobre tablas. En el segundo patio, había un aljibe típico.

Adaptado de Buschiazzo, Mario. "La arquitectura colonialâ", en Historia General del Arte en la Argentina, Academia Nacional de Bellas Artes. Buenos Aires, 1982.

Historia

Hacia 1700, el alcalde Diego Bazán y Figueroa había construido su vivienda en un terreno de la calle "del Rey"- actualmente, Congreso a la altura de 150. En 1765, la Casa pasó a ser propiedad de Doña Francisca Bazán, esposa de Miguel Laguna. La fachada, con sus características columnas torsadas, debió ser construido por los Laguna y Bazán, ya que este tipo de ornamentación apareció en el Norte hacia 1800.

En 1816, ante la necesidad de contar con un local para las sesiones del Congreso que se reuniría en Tucumán, se eligió la Casa de Doña Francisca Bazán de Laguna. La tradición afirma que Doña Francisca prestó la casa para las sesiones, pero investigaciones posteriores consideraron, acertadamente, que el gobierno provincial dispuso usarla, ya gran que parte de la Casa estaba alquilada para la Caja General y Aduana de la Provincia. Una de las hijas de Doña Francisca, Gertrudis Laguna y Bazán se casó con Pedro Antonio de Zavalía y Andía. La hija de ambos, Carmen Zavalía Laguna se casó con Pedro Patricio de Zavalía y Andía. Doña Carmen quedó como única propietaria y sus hijos fueron los últimos miembros de la familia dueños de la casa, porque en 1874, la vendieron al Gobierno Nacional.

El Presidente Nicolás Avellaneda, nacido en Tucumán, compró la Casa para el gobierno en 1874, con la recomendación de que se conservara el "antiguo salón de la jura de la Independencia".

La construcción estaba en muy mal estado, por eso, el gobierno decidió demoler el auténtico frente y "las habitaciones del ala derecha del primer patio", dejando intacto el Salón de la Jura, separado de las nuevas oficinas del Juzgado y el Correo, que ocuparon el costado izquierdo y el frente. El ingeniero Federico Stavelius dirigió los trabajos, dando a la casa un aspecto distinto al original, con un gran frontis -triángulo ubicado en

la parte superior del frente de la casa-, a cuyos lados se presentaban dos leones acostados.

Hacia 1880, el edificio se encontraba en muy mal estado, sólo se mantenía bien el frente, construido en 1874. El techo del Salón de la Jura estaba por derrumbarse. En 1881, se logró que el Correo restaurase el histórico salón. En 1896, debido al mal estado de las habitaciones en las que funcionaban las oficinas del Correo y Juzgado, estos organismos se trasladaron a otro edificio, con lo que la Casa quedó totalmente abandonada.

En 1902, el domicilio de la independencia argentina, estaba aún peor. Doña Guillermina Leston de Guzmán -dama tucumana famosa por sus obras de beneficencia- solicitó al entonces Ministro de Obras y Servicios Públicos de la Nación, Emilio Civit, quien se encontraba de paso por Tucumán, que evitara la destrucción de la Casa. Su solicitud fue escuchada, y el Presidente Julio A. Roca, aprobó el proyecto de construcción de un galpón que protegiera únicamente el Salón de la Jura, y se demoliera el resto de la propiedad. Este recinto fue inaugurado en septiembre de 1904.

En 1940 se aprobó un proyecto del Diputado Nacional por Tucumán, Ramón Paz Posse, para reconstruir íntegramente la Casa de la Independencia. El edificio había sido declarado Monumento Histórico Nacional en 1941. La mayor dificultad fue la falta de la documentación gráfica para encararla reconstrucción. Poco tiempo después, se localizaron los planos utilizados en 1874, y fueron usados para las reformas realizadas por el Ingeniero Federico Stavelius. Se contaba, además, con las fotos tomadas por A. Paganelli, en 1869.

La tarea de la reconstrucción fue encomendada al arquitecto Mario J. Buschiazzo y en abril de 1942, se inició la demolición del recinto de protección. Buscchiazzo realizó excavaciones en busca de los antiguos cimientos y los encontró; consiguió elementos originales de los años 1700 cuando se realizó la construcción. Se hallaron rejas, pilares y puertas de una casa colonial que se estaba demoliendo en ese entonces y, el resto de los materiales, los obtuvo de corralones, reduciendo de esta forma al mínimo las imitaciones modernas. La puerta principal es una réplica que se diseñó de acuerdo a la foto de Paganelli; mientras que la puerta "original", se conserva en el Museo de Luján.  

El Ministerio de Obras y Servicios Públicos de la Nación proyectó y llevó adelante obras de restauración de los techos de la Casa Histórica. En 1986, abarcó tres salas y sectores de galerías y en 1993, se incluyó el resto de la Casa, mereciendo especial atención la restauración del techo del salón histórico, único sector de la Casa original. La dirección técnica de la obra estuvo a cargo de los arquitectos Andrés Nicolini y Juan Carlos Marinzalda. Actualmente, funciona allí el Museo Casa de la Independencia Nacional.

Los protagonistas

Biografías

JUAN JOSE PASO (1758-1833)Diputado por Buenos Aires. Doctor en jurisprudencia por la Universidad de Córdoba. Residió veinte años en el Perú; de regreso a Buenos Aires, fue nombrado agente fiscal de hacienda. Tuvo participación activa en los sucesos previos y posteriores a la Revolución de Mayo. Fue secretario de la Primera Junta; miembro del primer y segundo Triunvirato y de la Asamblea del Año XIII. Como secretario del Congreso de Tucumán dio lectura al Acta de la Independencia. Redactó el Manifiesto de los Pueblos en el que se explican las razones por las cuales las Provincias Unidas se independizaron de España.

FRANCISCO NARCISO DE LAPRIDA (1786-1829)Diputado por San Juan. Bachiller en cánones y leyes por la Universidad de San Felipe de Santiago de Chile. Presidió las deliberaciones del Congreso de Tucumán. Sus virtudes cívicas fueron estimadas por el general San Martín. Laprida contribuyó con sus bienes y sus esclavos a la conformación del ejército patriota. Apoyó la forma republicana de gobierno, a pesar de que al regresar a San Juan en 1827, se alistó entre los unitarios. Luego pasó a Mendoza, donde las montoneras de los Aldao -que lo denominaba despectivamente “el dotorcito”- lo degollaron en 1829. Su cadáver nunca fue hallado.

MANUEL ANTONIO ACEVEDO (1770-1825)Diputado por Catamarca. Sacerdote. Se desempeñó en los curatos de Cachi, Molinos y luego, en el de Belén. El 25 de marzo de 1816 pronunció la oración inaugural del Congreso de Tucumán en el templo de San Francisco. Presentó importantes propuestas relativas a la instrucción pública. Era presidente del Congreso cuando se disolvió en 1820. Fue diputado al Congreso General en 1825.

JERONIMO SALGUERO DE CABRERA Y CABRERA (1774-1847)Diputado por Córdoba. Bachiller en Derecho Civil por la Universidad de San Carlos. Fue ministro de Hacienda del gobernador Díaz. Con motivo de un incidente suscitado por sustracción de correspondencia oficial, el diputado Cabrera apoyó la moción de sus colegas cordobeses para separarse del Congreso. En 1819, se lo designó tesorero de la Casa de Moneda de Buenos Aires. Posteriormente, emigró a Bolivia y murió en Chuquisaca.

PEDRO MIGUEL ARAOZ (1759-1832)Diputado por Tucumán. Sacerdote. Doctor en Teología. Durante el año 1812, junto a sus hermanos Bernabé y Diego, trabajó para reunir armas y ganado para Belgrano en el ejército del norte. Fue catedrático en el Colegio de San Carlos y fundador del primer periódico de su provincia: El tucumano imparcial.

JOSE DARREGUEIRA (1770-1817)Diputado por Buenos Aires. Doctor en Leyes por la Universidad de Chuquisaca. Fue abogado de la Real Audiencia de Buenos Aires, nombrado conjuez de esa institución por el gobierno creado el 25 de Mayo de 1810.

FRAY CAYETANO JOSE RODRIGUEZ

(1761-1823)Diputado por Buenos Aires. Sacerdote. Poeta y periodista. Fue amigo y protector de Mariano Moreno. En 1810, mientras actuaba a favor de la Revolución, recibió el nombramiento de Provincial de la Orden Franciscana y la Primera Junta lo designó Director de la Biblioteca Pública. Fue el

redactor del diario de sesiones de la Asamblea del Año XIII (entre 1813-1815) y del Congreso de Tucumán, que llevó el nombre de El Redactor del Congreso Nacional. Fue el autor del Acta de Independencia en 1816.

JOSE SEVERO FELICIANO MALABIA

(1787 -1849)Diputado por Charcas. Doctor en Leyes por la Universidad de Chuquisaca. Fue miembro en varias ocasiones de la mesa directiva del Congreso de Tucumán. Diputado y secretario en la Legislatura bonaerense. Secretario de la misión Las Heras ante el Virrey del Perú. Ministro de la Suprema Corte de Justicia de Bolivia. En la sesión del Congreso de Tucumán del 5 de agosto de 1816, pronunció un elocuente discurso al discutirse la adopción de la forma de gobierno monárquica.

PEDRO MEDRANO (1769-1840)Diputado por Buenos Aires. Doctor en Leyes por la Universidad de Charcas. En 1810, se lo designó miembro de la Real Audiencia. En la sesión secreta del 19 de julio de 1816, solicitó que se hiciera conocer al ejército el Acta de Declaración de la Independencia y la fórmula de juramento y solicitó que luego de la expresión “sus sucesores y metrópoli” se agregara la frase “y de toda otra dominación extranjera”. Fue secretario de la Junta provincial de representantes en 1821, diputado en desde 1827 a 1834 y en 1840. Camarista en 1831, fiscal de Estado en 1838 y, finalmente, presidente de la Cámara de Apelaciones. Fue amigo y partidario de Rosas.

ESTEBAN AGUSTIN GASCON (1764-1824)Diputado por Buenos Aires. Nativo de Oruro, Bolivia. Doctor en derecho por la Universidad de Charcas. Fue presidente de la Audiencia de Charcas, gobernador intendente de la provincia de La Plata y luego, gobernador de Salta. Colaboró con el Ejército del Norte y con el que sitiaba a Montevideo. Siendo ministro de Hacienda

del Directorio, fundó la primera institución de crédito argentina. En la sesión del Congreso del 18 de julio de 1816, el diputado Paso solicitó que se jurara la bandera nacional y Gascón añadió que se votara para que en los regimientos y buques no se utilizara otra insignia. Añadió que se autorizara por decreto la bandera menor del país, azul y blanca.

EDUARDO PEREZ BULNES (1785-1851)Diputado por Córdoba. Regidor del Cabildo de Córdoba. Se negó a trasladarse a Buenos Aires con el Congreso y fue declarado cesante. Era hermano del montonero Juan Pablo Pérez Bulnes. Posteriormente, colaboró con el gobierno del general Paz.

PEDRO IGNACIO DE CASTRO BARROS (1777-1849)Diputado por La Rioja. Sacerdote. Predicó a favor de los ideales de Mayo. En el Congreso de Tucumán desarrolló intensa actividad. Fue rector de la Universidad de Córdoba, fomentó la imprenta, creó escuelas primarias, hizo construir la Iglesia Matriz de La Rioja. Se desempeñó como sacerdote en Salta y San Juan. En 1832, fue perseguido y debió exiliarse en la Banda Oriental. Luego, pasó a Chile, donde murió.

TOMAS MANUEL DE ANCHORENA (1783-1847)Diputado por Buenos Aires. Doctor en Leyes por la Universidad de Charcas. Siguió la campaña del Ejército del Norte. En 1811, Belgrano lo nombró su secretario y participó de las batallas de Salta y Tucumán. También lo acompañó a Jujuy y Potosí, aportando dinero para sostener al ejército. En el Congreso de Tucumán, se expresó por la forma republicana de gobierno. Durante la primera administración de Rosas, fue ministro de gobierno y durante la gobernación de Balcarce, ocupó la cartera de

relaciones exteriores.

JOSE IGNACIO DE THAMES (1762-1832)Diputado por Tucumán. Clérigo. Doctor en Teología. Fue canónigo de la catedral de Salta y diputado de la Legislatura tucumana durante el gobierno de Aráoz. El 13 de abril de 1816 se lo nombró miembro de la comisión que redactaría la comunicación que el diputado Corro llevaría a Artigas, solicitándole que se incorporara al Congreso de Tucumán.

MARIANO BOEDO (1782-1819)Diputado por Salta. Abogado. Fue condiscípulo y amigo de Mariano Moreno en Chuquisaca. Fue secretario del Coronel Pueyrredón y gobernador interino de Córdoba. Desarrolló una activa propaganda revolucionaria. Era vicepresidente del Congreso en el momento de declararse la Independencia.

JOSE MARIANO SERRANO (1788-1852)Diputado por Charcas. Abogado. Fue representante de Charcas ante la Asamblea del Año XIII. Durante el Congreso de Tucumán, compartió con el Dr. Paso la secretaría. Fue comisionado para traducir al quechua y aymará el Acta de la Independencia. Actuó en la política tucumana siendo secretario del gobernador Aráoz. Más tarde lo fue en Salta, del general Arenales. Serrano presidió la Asamblea que declaró la independencia de Bolivia, en 1825. En 1841, llegó a ejercer la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de su país.

JOSE ANTONIO CABRERA (1768-1820)Diputado por Córdoba. Licenciado en Derecho. Era amigo y partidario de los Pérez Bulnes y de Artigas. Apoyó la causa federal oponiéndose al centralismo de Buenos Aires. Con motivo del debate originado en la sustracción de correspondencia oficial del Congreso, Cabrera sostuvo una tesis diferente al procedimiento que se pensaba emplear, alegando que el Congreso no podía ser “juez y parte en causa propia” porque consideraba que entre los miembros del Congreso había “parcialidad” en el asunto. Esta afirmación escandalizó a muchos de los diputados, quienes le solicitaron que por escrito ratifique o rectifique sus dichos. Cabrera ratificó sus dichos y explicó que sus expresiones no pretendían, en modo alguno, agraviar a los miembros del Congreso. Se negó al traslado del Congreso a Buenos Aires y en vistas de que no pudo hacer prevalecer su opinión, se retiró a la vida privada.

PEDRO IGNACIO DE RIVERA (1753-1833)Diputado por Mizque. Doctor en Derecho Civil por la Universidad de Charcas. Coronel de milicias. Por un tiempo se dedicó a la explotación minera. Dirigente de la revolución de Chuquisaca del año IX. Se ocupó del reclutamiento y el abastecimiento del Ejército del Norte. Participó de la Asamblea del Año XIII. En la sesión del Congreso de Tucumán del 24 de abril de 1816, solicitó –al igual que el diputado Serrano- que se auxiliara con prontitud al Ejército del Perú debido a la difícil situación por la que atravesaba y al embate que estaban preparando los realistas. Apoyo la idea de una monarquía indígena.

JUAN AGUSTIN MAZA (1784-1830)Diputado por Mendoza. Doctor en derecho civil por la Universidad de San Felipe. Cooperó con San Martín donando sus bienes para la formación del Ejército de los Andes. Se pronunció por la república en las discusiones acerca de la forma de gobierno durante el Congreso de Tucumán. Fue elegido presidente cuando el Congreso se

trasladó a Buenos Aires. En 1818, renunció y regresó a Mendoza, donde se desempeñó en la cátedra de derecho del colegio de la Santísima Trinidad. Fue presidente de la Junta de Representantes y ministro de la provincia de Mendoza.

ANTONIO SAENZ (1780-1825)Diputado por Buenos Aires. Sacerdote. Abogado. Representó a la provincia de San Luis ante la Asamblea de abril de 1812. Participó del Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810, con su voto a favor de la soberanía popular. Desempeñó muchos cargos: miembro de la Junta de Observación en 1815, redactor del Estatuto Provisional, diplomático, presidente del Congreso en 1819 y primer rector de la Universidad de Buenos Aires, cargo que le valió como título honorario.

JOSE EUSEBIO COLOMBRES (1778-1859)Diputado por Catamarca. Clérigo. Doctor en cánones por la Universidad de San Carlos, de Córdoba. Ministro varias veces en Tucumán, su provincia natal; vicario capitular de la diócesis de Salta y finalmente, obispo designado. Se dijo de él que venció la miseria en Tucumán contribuyendo al fomento de la industria azucarera.

JOSE IGNACIO DE GORRITI (1770-1835)Diputado por Salta. Doctor en cánones y derecho por la Universidad de Chuquisaca. Producida la Revolución de Mayo, colaboró con su persona y bienes a la causa. Integró el Ejército del Norte y luego el de Güemes. Organizó el primer escuadrón de caballería gaucha de su provincia, con el que se destacó en varias acciones. Fue gobernador de Salta durante los períodos 1822-1824; 1825-1826 y 1827-1829. El triunfo de Quiroga lo obligó a exiliarse en Bolivia.

JOSE ANDRES PACHECO DE MELO (1779-1833)Diputado por Chichas (Potosí). Clérigo. Fue condiscípulo y amigo de Güemes, y colaboró con éste en la formación de ejércitos regulares y partidas de gauchos. En 1820, fue enviado a Córdoba en misión diplomática.Posteriormente, se desempeñó como ministro de gobierno de Mendoza.

FRAY JUSTO SANTA MARIA DE ORO

(1772-1836)Diputado por San Juan. Sacerdote. Doctor en Teología y Maestro en Artes. Colaboró en la formación y equipamiento del Ejército de los Andes. Tuvo destacada actuación en el Congreso de Tucumán. Fue elegido Provincial de la Orden de Santo Domingo, vicario apostólico de Cuyo y luego obispo. Se preocupó por la instrucción del clero y de la mujer. En la sesión del Congreso del 15 de julio, se pronunció contra la forma de gobierno monárquica, amenazando retirarse del Congreso si se adoptaba esa forma de gobierno sin consultar previamente a los pueblos.

TEODORO SÁNCHEZ DE BUSTAMANTE (1778-1851)Diputado por Jujuy. Doctor en Leyes por la Universidad de Charcas. Se desempeñó como Fiscal de la Real Audiencia de Buenos Aires. De regreso a Jujuy, el general Belgrano lo nombró secretario y auditor de guerra. Cuando tomó el mando del Ejército del Norte el general San Martín, Sánchez de Bustamante conservó su cargo. Entre 1826 y 1827 fue gobernador de la provincia de Jujuy. Cuando estalló la guerra civil, emigró a Bolivia y murió en Santa Cruz de la Sierra.

PEDRO FRANCISCO URIARTE (1758-1839)Diputado por Santiago del Estero. Sacerdote. Doctor en cánones. En 1811, fue designado diputado de la Junta de Gobierno. Se interesó por la instrucción pública y la difusión de bibliotecas populares. Representó a su provincia en el Congreso de Tucumán y en 1819, como constituyente en el Congreso Nacional.

TOMAS GODOY CRUZ (1791-1852)Diputado por Mendoza. Bachiller en Filosofía., Cánones y Leyes por la Universidad de San Felipe. Comerciante e industrial. Colaboró en los planes de San Martín y puso su fortuna al servicio del Ejército de los Andes. En una casa que donó funcionó la fábrica de pólvora. Fue gobernador de Mendoza entre 1820 y 1822 . Con motivo de la llegada de Quiroga a Mendoza, emigró a Chile adonde se dedicó a la minería y a la cría de gusanos de seda. Pese a la rivalidad política que mantenía con Godoy Cruz, lo llamó a Mendoza y le confió la dirección de los establecimientos sericícolas del territorio.

PEDRO LEON GALLO (1779-1852)Diputado por Santiago del Estero. Sacerdote. Maestro en Artes. En 1821, durante la guerra civil entre las provincias de Salta, Santiago del Estero y Tucumán fue nombrado mediador obteniendo su cesación por el tratado de Vinará. Desempeñó un ministerio bajo el gobierno de Ibarra. Fue diputado provincial y vicario foráneo de Santiago.

MARIANO SANCHEZ DE LORIA (1774 – 1842)Diputado por Charcas. Doctor en Jurisprudencia y Cánones por la Universidad de Chuquisaca. Intervino activamente en las discusiones del Congreso y presentó gran cantidad de propuestas. Se trasladó junto con la Asamblea a Buenos Aires y continuó desempeñando su mandato. Cuando falleció su esposa, volvió a su tierra y allí ingresó al sacerdocio, alcanzando el canonicato de la Catedral de Charcas.

MIGUEL CALIXTO DEL CORRO (1775-1851) Diputado por Córdoba. Sacerdote. Doctor en teología. El 25 de Mayo de 1811 pronunció el primer sermón patriótico en la Catedral de Córdoba. El 13 de abril de 1816 con motivo de la unión entre los federales de Santa Fe y Artigas, el Congreso resolvió enviarlo como mediador con el gobierno de Santa Fe y la Liga Federal, razón por la cual no estuvo presente al momento de la firma del Acta de la Independencia.

Diputados

La elección de los Diputados

El Estatuto Provisional de 1815 establecía en la sección V, Cap.II (De las elecciones de Diputados de las provincias para el Congreso General, y forma de ellas) de qué modo debían constituirse las Asambleas Electorales que escogerían a los representantes de cada territorio en el Congreso de Tucumán. La elección de los diputados se llevaría a cabo en forma indirecta, es decir, la población escogería mediante votación a los electores que luego se reunirían en una Asamblea Electoral para designar a los delegados provinciales.

En este contexto, el sufragio en las elecciones primarias -las que designaban a los Electores- podía ser cantado. Bastaba con decir en voz alta el nombre de la persona que se votaba o escribirlo en un papel que podía ser doblado para que no se viera a quien se había elegido. (Sección V. Cap. II, art. VII).

El Cap. III de la sección V (De las Asambleas Electorales) establecía que, una vez que los Electores estuvieran designados, se reunirían las Asambleas Electorales que procederían a la elección de los Diputado del Congreso. Esta elección se llevaría a cabo por simple pluralidad, es decir, ganaba el que obtenía mayor cantidad de votos (Sección V. Cap. III, art. IV).

La cantidad de diputados por provincia se establecería en función de la cantidad de población, por lo cual era necesaria la realización de censos. Cada quince mil habitantes se elegiría un diputado (Sección V. Cap. III, art. VII).Los electores no podía votarse a sí mismos y las elecciones tenían que concluir al tercer día de reunión de la Asamblea. El Presidente de la Asamblea Electoral debía comunicar la decisión al diputado electo en forma inmediata (Sección V. Cap. III, art. VI).

Si los gobiernos provinciales encontraban dificultades para realizar las elecciones tal como lo prescribía el Estatuto, se podía adaptar la forma de llevarlas a cabo según las circunstancias que se vivía en el territorio. Sólo debían poner atención a que haya correspondencia entre la cantidad población y el número de Diputados designados. (Sección V. Cap. III, art. XI).

Presentaremos el caso de Santiago del Estero para ilustrar cómo se efectuaban las elecciones de diputados y cuáles eran las inquietudes de la población en momentos de que el Congreso de Tucumán estaba por iniciar sus sesiones.

Durante el año de 1815, Santiago del Estero, se había conmovido por problemas internos que obedecían a proyectos diversos respecto del futuro de esos territorios. Juan Francisco Borges, vecino de Santiago del Estero, defendió la independencia de su provincia respecto de la de Tucumán -conformada por los territorios de Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca- transformándose en jefe de una facción que se oponía a la autoridad del gobernador tucumano Aráoz.

El sector de Borges toma las banderas del federalismo mientras los santiagueños hermanos Taboada, respondían al gobernador de Tucumán y aceptaban su hegemonía. Las fuerzas de Borges y Taboada se enfrentaron el 8 de septiembre de 1815 en la plaza de Santiago, Borges resultó vencido y fue enviado preso a Tucumán. Taboada fue designado teniente gobernador de Santiago del Estero. 

Al asumir Alvarez Thomas como Director Supremo, los santiagueños le explicaron la situación y recibieron como respuesta que no estaba en su competencia la modificación política del país.

Estas diferencias generaron un ambiente de tensión en Santiago al momento de la elección de los diputados al Congreso de Tucumán.

El gobierno de Santiago del Estero sólo cumplió en parte los requisitos para realizar las elecciones primarias ya que, no estaba en condiciones de efectuar un censo por eso se harán cálculos aproximativos de la cantidad de población; no confeccionó padrones electorales. De esta situación estaba al tanto Alvarez Thomas e incluso fue él quien recomendó que apuraran los trámites para reunir el Congreso lo antes posible.

Reunidos los miembros del Cabildo y el teniente gobernador Taboada elaboraron el texto de la circular que debía llegar a todos los pueblos santiagueños a fin de convocar a las elecciones primarias:

“[...] todos los individuos del curato de su comprensión se reunan en la Parroquia, o lugar más proporcionado, o cómodo, y en presencia de dicho Señor Vicario, Juez de Partido, y tres individuos de la maior providad elijan con el maior orden, paz y

tranquilidad, dos o tres electores que concurran a esta ciudad a prestar sufragio a fabor de los individuos que conceptuen ser acreedores a optar la Representación de Diputados de Esta Ciudad pa. el próximo Congreso [...]”.

AGN: “Circular al Sr. Alcalde de Hermandad del Partido de Mula Corral” en Trabajos y Comunicaciones, T. XIX, Buenos Aires, Universidad Nacional de la Plata, 1969, p. 56

La Asamblea Electoral se reunió los días 2 y 3 de octubre en la ciudad de Santiago en una de una sala de la casa del vecino Roque Xavier Vieyra que el Cabildo solía utilizar. Todos los pueblos enviaron sus Electores, aunque algunos como los de Sumapampa se atrasaron y otros como los de Santiago capital no habían sido elegidos aún. En consecuencia, el teniente gobernador y el Cabildo decidieron armar una lista con “los individuos de este vecindario” que participarían de la elección de diputados. No quedó ningún vecino sin incorporar a la lista, transformándose la representación de la ciudad de Santiago del Estero en un verdadero “batallón” frente a los dos Electores que había enviado cada uno de los curatos, quedando la campaña en inferioridad de condiciones. Reunida la Asamblea Electoral se trataron las siguientes cuestiones:

1. la cantidad de diputados que debían enviar, se acordó que serían dos; 2. la dieta que se le pagaría a los diputados. Se estableció que la extrema pobreza

en la que se encontraba la provincia permitiría solventar los gastos de un solo diputado, pero como correspondía enviar dos, propusieron que de la manutención del otro diputado se hiciera cargo el Estado (gobierno provincial).

3. la elección de diputados resultando agraciados Fray Ignacio Garay a quien le abonaría los gastos el pueblo de Santiago del Estero y el sacerdote Pedro Francisco Uriarte, cuyos gastos correrían a cuenta del Estado.

4. sobre los poderes que tendrían los diputados, acordaron por unanimidad que se les dieran poderes generales y amplios para que pudieran tratar todo tipo de cuestiones.

El sacerdote Fray Ignacio Garay envió una nota al Cabildo el 3 de noviembre de 1815 informándole que debido a razones de salud no podía ocupar el cargo para el que lo habían designado. El Director Supremo autorizó a que se realizaran elecciones para nombrar al reemplazante, recayendo la nominación en Pedro León Gallo. Además, el Directorio aceptó hacerse cargo de las dietas:

“[...] por lo que toca a la dotación de los Diputados está bien que se paguen de los fondos del Estado qe. Recauda la caxa de ese Pueblo, respecto qe. los arbitrios no bastan pa. cubrir estos tan indispensables gastos [...]”.

AGN: “Gobierno de Buenos Aires al Cabildo de Santiago del Estero, 21 de febrero de 1816” en Trabajos y Comunicaciones, T. XIX,  Buenos Aires, Universidad Nacional de la Plata, 1969, p. 56

En noviembre de 1815 el Cabildo santiagueño publicó un bando a través del cual daba respuesta a recurrentes requerimientos de las castas por no haber convocado a sus integrantes a participar de la elección de diputados al Congreso de Tucumán. Los miembros del Cabildo consideraban el pedido como “inicuo e infundado” y destacaban que habían obrado justamente.

El Director Supremo, al tomar conocimiento de la situación se dirigió por nota a los miembros del Cabildo de Santiago del Estero y expresó:

“Por varios conductos he llegado a saber que para el nombramiento de Diputados al Congreso General que se verificó en ese Pueblo se ha hecho una exclusión expresa de las castas para que no concurriesen a dar su voto. El punto es muy delicado para resolverse: lo cierto es que siendo el hombre libre, es un Ciudadano del País a que pertenece, que no es fácil designar quienes deban reputarse en el número de aquellas, y que la base de la representación la forman indiscutiblemente, todos los habitantes qualesquiera que sea su origen. Con todo yo no puedo decidir, y mucho mas en la distancia si será conveniente a los mismos intereses de los quexosos el que gozen del ejercicio de la ciudadanía en la elección de Diputados; esto corresponde exclusivamente al Congreso General donde se dictarán las leyes que deban observarse en tales casos”.

A.G.N.: “Ignacio Alvarez Thomas-Gregorio Tagle al Cabildo de Santiago del Estero, Buenos Aires, 30 de noviembre de 1815” en Trabajos y Comunicaciones, T. XIX, Buenos Aires, Universidad Nacional de la Plata, 1969, p. 64-65.

Según el Estatuto de 1815 (Sección Primera, Cap. III, art. VII), aquellas personas que hubieran nacido en el país, que fueran originarios por cualquier línea de África y cuyos mayores hayan sido esclavos en este continente, gozaban del derecho a sufragio. Al parecer, los integrantes de las castas en conocimiento de este derecho reclamaron su participación, demostrando su interés por los acontecimientos políticos.

En febrero de 1816, el Cabildo de Santiago del Estero continuaba tratando de conseguir fondos para que el diputado Uriarte (Gallo aún no había sido electo) pudiera iniciar su viaje. Tal es así, que le solicitaron que se traslade a Tucumán sin dieta, en tanto ellos trataban de resolver la cuestión y, también le pidieron que gestionara ante el Director Supremo o el mismo Congreso el pago por su tarea.

Tales fueron los acontecimientos que se vivieron en Santiago del Estero en torno de la designación y la incorporación de sus diputados al Congreso General, situaciones análogas vivieron las poblaciones de los otros territorios que sus enviaron representantes.

Las provincias de Misiones, Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, la Banda Oriental y Córdoba conformaban, por entonces, la Liga Federal y, excepto Córdoba, las demás no concurrieron al Congreso de Tucumán.

 

 

 

 

 

 

 

 

En marzo de 1816 comenzaron a llegar a San Miguel de Tucumán los representantes de los diferentes territorios. Las sesiones se abrieron el 24 de marzo. Ese día, a las 9 de la mañana los congresales escucharon misa en la Iglesia de San Francisco y luego se dirigieron a la sala donde sesionarían. En primer término, eligieron autoridades: la presidencia recayó en el diputado Pedro Medrano y la secretaría en los diputados Juan José Paso y José Mariano Serrano.

El diario de sesiones del Congreso estuvo a cargo de Fray Cayetano Rodríguez y llevó el nombre de “El Redactor del Congreso Nacional”. Sus páginas elogiaron la instalación de la Soberana Asamblea:

“El Congreso Soberano de las Provincias-Unidas del Río de la Plata, la esperanza de los pueblos libres, que es en el día el interesante objeto de la expectación común, se ha instalado al fin en la benemérita ciudad de San Miguel de Tucumán del modo que permiten las críticas circunstancias, a qué nos han reducido los contrastes, é infortunios de una guerra obstinada, el dia 24 del mes de marzo [...] de este presente año de 1816, que consagra nuestra madre la Iglesia á la memoria del adorable misterio de la Encarnacion del Hijo de Dios.

 [...] está erigido el tribunal de la nación, con la investidura de un derecho sagrado que  proviene de la cesión que cada persona, cada familia, cada pueblo ha hecho de una porción del uso de sus derechos, revestido de una fuerza compuesta del agregado de toda la fuerza de los miembros que la han cedido, y que reúne y concentra en sí la voluntad general formada de las voluntades particulares, a manera de una luz viva, que se enciende por la unión de muchos rayos que se dirigen a un centro y si es ajustada la idea del sabio Fontanelle, cuando dice que la fuerza de los individuos de una nación ordenada a cierto punto, forma todo el carácter y fondo de un Soberano; he aquí la representación que reviste el Congreso Nacional, que ha erigido la patria, y que por tanto exige de todos la generosa deferencia a los medios que adopte, o inspire para salvarla, si es que su misma instalación no es el medio principal y quizá único para realizar este importante objeto. [...]”.

Asambleas Constituyentes Argentinas: Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1937, p. 181 a 184

Proyectos

A partir de los acontecimientos europeos desatados a partir de la Restauración, el gobierno de los Estados Unidos tomó distancia del proceso independentista desatado en Hispanoamérica.

Si bien hasta el momento no había existido un apoyo explícito, habían enviado a Buenos Aires a Joel Robert Poinsett como agente encargado de ampliar el comercio con el Río de la Plata ganando el espacio que hasta ese entonces, monopolizaba Gran Bretaña e incluso, aunque el cónsul Thomas Lloyd Halsey –que mantuvo buenas relaciones con el Director Supremo Alvear- recomendó desde Buenos Aires, sobre lo provechoso que sería activar el comercio con estos territorios apoyando su causa independentista, el secretario James Monroe desestimó esta oferta y decidió que era mejor no inmiscuirse en esas cuestiones. Los planes estadounidenses de expansión territorial –a expensas de las posesiones europeas en América- agudizaron la neutralidad del presidente Madison.

El gobierno del Río de Plata había enviado distintas misiones a Europa, buscando sobre todo, que la administración británica actuara como mediadora entre los contendientes. A pesar de la situación ventajosa en que quedaba el gobierno británico –teniendo la posibilidad de concretar sus intereses económicos-, los cambios producidos en Europa a partir de la Restauración y la constitución de la Santa y de la Cuádruple Alianza, hicieron que declinara esa posición.

Una vez establecida -en el Estatuto de 1815- la reunión de un Congreso General, la declaración de la independencia de las Provincias Unidas ya estaba resuelta. El Director Supremo Álvarez Thomas, persuadido de no poder obtener el apoyo de Gran Bretaña, decidió gestionar la ayuda del gobierno de los Estados Unidos. Para ello, envió en misión especial, al coronel Martín Jacobo Thompson.

El Director Supremo le extendió una credencial para presentarse ante el presidente Madison:

CREDENCIAL DE MARTIN J. THOMPSON COMO DIPUTADO

16 de Enero de 1816

El Supremo Director de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Por cuanto es el deber á intereses de estas provincias manifestar a nuestros hermanos de los Estados Unidos de Norte América los sentimientos de aprecio y fraternidad que les profesamos y estrechar nuestras relaciones por factores expresos y sublimes de recíproca conciencia con el fin de obrar unidos por principios acordes y un sistema coordinado de política y para consultar la absoluta emancipación del nuevo mundo su prosperidad y engrandecimiento y habiendo cesado los obstáculos que hasta el presente ha dilatado este paso he determinado enbiar cerca de la muy H. persona del Exmo Sr Presidente de los dichos Estados Unidos de Norte América en clase de Diputado al Teniente Coronel Dn. Martín Thompson para que con arreglo a las instrucciones que lleva por separado obre, gestione, represente y dé todos los pasos convenientes al objeto de su misión. Por tanto ruego al m. Honorable Señor Presidente y demás autoridades de los Estados Unidos de Norte América se sirvan admitir en clase de Diputado y agente de estas provincias del Rio de la Plata al referido Teniente Coronel Thompson, dándole en virtud de las presentes letras toda la fé y dispensándole y haciéndole dispensar todas aquellas concideraciones que en igual caso damos y dispensamos al Consul de los mencionados Estados Unidos de Norte América y que daríamos y dispensariamos en proporcion a cualquier de vuestros representantes mas autorizado y considerado. - Y a los efectos expresados, mandamos expedir el presente despacho firmado de nuestra mano, sellado

con las armas del Estado y refrendado por nuestra Secretaría en esta Fortaleza de la Capital de las Provincias Unidas del Rio de la Plata. - a 16 de Enero de 1816.

Ignacio Álvarez

En González Lonzieme, Enrique. Martín Jacobo Thompson. Ensayo para la biografía de un marino criollo. Buenos Aires, Comando en Jefe de la Armada, 1969, p. 213.

En las instrucciones entregadas a Thompson el 16 de enero de 1816, se estableció que la misión era secreta y debía mantenerse en la mayor reserva.

Al reunirse con el presidente de los Estados Unidos, debía comentarle cuál era la situación por la que estaban atravesando las Provincias Unidas y le solicitaría estrechar relaciones con aquel gobierno a través de la firma de pactos.

También le pediría toda la ayuda que pudiera dar con el compromiso de retribuirlos con grandes ventajas en favor del comercio de aquel país. Asimismo, le solicitaría dos fragatas y hombres -oficiales estadounidenses o franceses-, y la autorización para comprar elementos para la guerra que serían pagados en efectivo.

Finalmente, instaría al presidente Madison a tomar parte a favor de la causa revolucionaria y accionando para neutralizar las intensiones de reconquista de las potencias europeas, especialmente España.

Thompson desembarcó en Nueva York en mayo de 1816 y según argumentó, por razones de salud no llegó a Washington hasta el mes de agosto. Es decir, cuando la independencia ya había sido declarada. Para colmo, el presidente Madison se encontraba de vacaciones y no regresaría hasta el mes de octubre.

Thompson volvió a Nueva York y en lugar de esperar la reunión con el mandatario estadounidense, inició tratativas para la compra de armamento y la contratación de hombres de armas sin su autorización. Así lo confirma una nota enviada al Director Supremo en agosto de 1816:

Ecmo. Señor

Tengo el honor de informar a V. E. que el que debe poner en las superiores manos de V. E. este despacho es la respetable persona del Barón Bellina Skupieski oriundo de Polonia y Coronel de uno de los Regimientos de Lanceros de la Guardia Imperial en Francia, a quien he contratado en New York con fecha 16 de Julio é igualmente varios oficiales' de caballeria de grado inferior para que pasen a esa Ciudad a la superior disposición de V. E.El pasaje debe ser ahí satisfecho, de lo contrario se hace imposible la remision de oficiales extranjeros y particularmente franceses que con la emigración se deja conocer facilmente que su situación debe ser muy escasa y de consiguiente imposibilitados de poderse costear por si mismos.Yo quedo en la agradable confianza de la aprobación de V. E. sobre esta disposición con presencia del espíritu del Capítulo 6 de mis instrucciones; pues solo esto es practicable por el medio que he adoptado.Asimismo me prometo que serán recibidos perfectamente y colocados. Esta conducta no

pudiendo ser ignorada facilitará mas remesas de oficiales y entre ellos pueda acaso asegurar que algunos de alto rango.Celebraría que al dicho Coronel se le destinase cierta cantidad de Reclutas facilitándole todos los medios que solicitase con más los oficiales subalternos de caballería que conduce; estoy cierto que muy breve dará una idea que complacerá a todos. Concluyo este despacho asegurando a V. E. que el Mariscal Grouchy que habita en esta ciudad me ha dado los informes más favorables del expresado Coronel Bellina.

Dios guarde a V. E

Filadelfia, Agosto 23 de 1816

Martin Thompson

Exco Sr. Director de las Provincias Unidas del Rio de la Plata.En González Lonzieme, Enrique. Martín Jacobo Thompson. Ensayo para la biografía de un marino criollo. Buenos Aires, Comando en Jefe de la Armada, 1969, p. 213

Cuando el gobierno estadounidense y el Directorio tomaron conocimiento del accionar inconsulto del emisario Thomas, hubo un profundo disgusto a punto tal de dar por concluida la misión.

Aunque ya se había declarado la independencia, el gobierno estadounidense no modificó su posición neutral y tampoco creyó propicio el momento para reconocerla ya que las fuerzas patriotas habían sido derrotadas en varios puntos del continente y consideraban que el Río de la Plata podía correr la misma suerte.

De todos modos, un grupo de capitalistas de Estados Unidos creyó que el Río de la Plata podía ser un buen campo de inversiones y que la causa merecía ayuda. Fue enviado como representante el coronel Devereux para proponer al Congreso de Tucumán un préstamo en efectivo de dos millones de pesos que se devolvería en un plazo de diez años, con un interés el 9%, una vez concluida la guerra de independencia. Se trataba de capitales privados y aunque todo estaba dispuesto para concretar la operación, se necesitaba la aprobación del presidente Madison. Pero la respuesta se dilató hasta que todo quedó en la nada. Continuaba siendo conveniente a los intereses estadounidenses mantener la neutralidad.

Propuestas monárquicas

La forma monárquica como solución política en la época del Congreso de Tucumán obedecía a la situación externa e interna en la que se encontraban las Provincias Unidas. En el ámbito externo, el triunfo de la Santa Alianza, en Europa, dotó de nuevos bríos a las monarquías que trataron recuperar “la paz y el orden” que las huestes napoleónicas habían corrompido.

Esta situación repercutió en América y ante la situación que atravesaba la guerra de independencia, algunos hombres pensaron que si se imitaba la forma de gobierno europea, los gobernantes de esas potencias mirarían con simpatía el proceso de independencia americano.

Muchos de los revolucionarios, influenciados por las ideas iluministas, también abogaron por la solución monárquica.

Además, posiblemente, se pensaba en la solución monárquica como forma de no alejarse demasiado de las costumbres y mentalidad generadas por la dominación colonial. Los resabios de esas tradiciones políticas seguían presentes en las Provincias Unidas.

Por otra parte, la política económica de la revolución generó una situación desigual entre las provincias que tenían acceso directo a los mercados de exportación –como Buenos Aires- y aquellas que estaban alejadas de los mismos y que ya no gozaban del proteccionismo virreinal. Eso explicaría la simpatía con la que muchas provincias verían a la monarquía identificándola con las medidas protectoras de la economía.

Tal vez, se la veía como la única forma de gobierno que posibilitaría dotar de unidad a los territorios que formaron parte del Virreinato del Río de la Plata y que, iniciado el proceso independentista se fragmentaron y enfrentaron entre sí. A través de ella, se lograría que el puerto de Buenos Aires y su aduana estuvieran al servicio de la nación.

En este contexto, hay que enmarcar las propuestas de San Martín, Belgrano y otros para la instalación de una monarquía en las Provincias Unidas.

José de San Martín, en carta enviada a Godoy Cruz el 24 de mayo de 1816, enumeraba los motivos que justificaban la implantación del sistema monárquico:

“[...] 1º) [...] los americanos o Provincias Unidas no han tenido otro objeto en su revolución que la emancipación del mando de fierro español y pertenecer a una Nación; 2º) [...] ¿podremos constituirnos en República sin la oposición formal del Brasil (pues a la verdad no es muy buena vecina para un país monárquico), sin artes, ciencias, agricultura, población y con una extensión de territorio que con más propiedad pueden llamarse desiertos?; 3º) [...] por la maldita educación recibida no repugna a mucha gente de los patriotas un sistema de gobierno puramente popular, persuadiéndose tiene éste una tendencia a destruir nuestra religión?; 4º) [...] en el fermento horrendo de pasiones existentes, choque de partidos indestructibles y mezquinas rivalidades, no solamente provinciales, sino de pueblo a pueblo podemos constituirnos en nación?; 5º) [...] si los medios violentos a que es preciso recurrir para salvarnos tendrán o no los resultados que se proponen los buenos americanos, y si podrán o no realizar, contrastando el egoísmo de los pudientes? [...]”.

En Pérez Guilhou, Dardo. Las ideas monárquicas en el Congreso de Tucumán. Buenos Aires: Depalma, 1966, p. 82-83.

Así exponía su postura respecto de la instauración de una monarquía. Se trataba de un sistema que permitiría afianzar la independencia, terminar con las rivalidades internas e imponer el orden. Anticipaba que de dársele otro tinte al gobierno del Río de la Plata, no se contaría con el apoyo de los grupos económicos dominantes, indispensables para poder hacer prosperar la causa de la independencia.

A comienzos del mes de julio de 1816, los miembros del Congreso de Tucumán convocaron al general Manuel Belgrano para que expusiera acerca la situación que se vivía en Europa, las ideas políticas que circulaban y la opinión que se había formado respecto de los acontecimientos americanos. Belgrano había adquirido conocimientos a partir de la misión que le encomendara el Director Álvarez Thomas en 1814 y que realizara junto a Bernardino Rivadavia. Los diputados le pedían también que expresara cuál sería la forma de gobierno más conveniente para las Provincias Unidas. Contestando a las preguntas que le hicieron varios Diputados, Belgrano respondió:

Fragmento de la Sesión Secreta del 6 de julio de 1816

“[...] Primero: que aunque la revolución de América sus principios por la marcha majestuosa con que empezó había merecido un alto concepto entre los poderes de Europa, su declinación en el desorden y anarquía continuada por tan dilatado tiempo había servido de obstáculo a la protección que sin ella se había logrado de dichos poderes, deciéndonos en el dia estar reducidos a nuestras propias fuerzas.

Segundo: que había acaecido una mutuación completa de ideas en la Europa en lo respectivo a forma de gobierno; que como el espíritu general de las naciones en años anteriores era republicano todo, en el día se trataba de monarquizarlo todo; que la nación inglesa con el grandor y majestad a que se ha elevado, no por sus armas y riquezas, sino por una constitución de monarquía temperada, había estimulado las demás a seguir su ejemplo; que la Francia la había adoptado; que el rey de Prusia, por sí mismo y estando en el goce de un poder despótico, había hecho una revolución en su reino y sujetándose a bases constitucionales iguales a la de la nación inglesa, y que esto mismo habían practicado otras naciones.

Tercero: que conforme a estos principios, en su concepto la forma de gobierno más conveniente para estas Provincias sería la de una monarquía temperada; llamando la dinastía de los Incas por la justicia que en sí envuelve la restitución de esta casa, tan inícuamente despojada del trono por una sangrienta revolución, que se evitaría para lo sucesivo con esta declaración, y el entusiasmo general de que se poseerían los habitantes del interior con solo la noticia de un paso para ellos tan lisonjero y otras varias razones que expuso [...]”

En Villarrubia Norri, D.: El Congreso de Tucumán, Tucumán, Miguel Violetto, s/f. edición, p. 66 a 69

Belgrano se inclinaba por una monarquía temperada; es decir, una monarquía constitucional al estilo de la inglesa. En su exposición, dejaba bien claro de qué importante forma influía el desarrollo de la política europea en las decisiones que se tomaran en América.

Luego de declarada la Independencia, en la sesión del 12 de julio de 1816, comenzó el debate acerca de la forma de gobierno. El diputado Acevedo se pronunció a favor de una monarquía temperada cuyos monarcas pertenecieran a la dinastía de los Incas, reinstaurando una organización política de vasto alcance y designando como sede del gobierno la ciudad de Cuzco.

En las sesiones de los días siguientes al mes de julio y los primeros de agosto, la cuestión de la forma de gobierno fue uno de los temas centrales. Los argumentos a favor de la monarquía fueron de lo más variado. El 31 de julio el diputado Castro Barros argumentaba que:

“[...] por haber sido el que dio el Sor. á su antiguo pueblo, el que Jesucristo instituyo en su iglesia, el mas favorable á la conservación y progreso de la religión católica, y el ménos sujeto á los males políticos que afectan ordinariamente á los otros; sostuvo las ventajas del hereditario sobre el electivo, y las razones de política que habia para llamar á los Incas al trono de sus mayores, despojados de él por la usurpación de los reyes de España [...]”.

En Asambleas Constituyentes Argentinas, T. I: Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1937, p. 239-240

El diputado Serrano, a pesar de no aceptar la monarquía incaica se pronunció en contra del federalismo en la sesión del 5 de agosto, dijo que luego de haber analizado las ventajas y desventajas del gobierno federal -que él había creído el más apropiado para las Provincias Unidas-, las condiciones en las que se encontraban los territorios, la necesidad de orden y unión, la ejecutividad en la toma de decisiones y la puesta en marcha de éstas, le hacían pensar que lo más conveniente sería inclinarse por una monarquía temperada. Ésta podría conciliar la libertad de los ciudadanos y el goce de los derechos principales por parte de la población y sería garantía de unidad.

En tiempos del Congreso de Tucumán, las ideas monárquicas tuvieron un importante desarrollo y la discusión sobre la forma de gobierno fue materia primera y preferente de los debates que mantuvieron los diputados.

La misión Manuel José García

Cuando en 1815 Alvear asumió como Director Supremo, la situación Europea había puesto en jaque el proceso independentista americano y se anunciaba el arribo de una

expedición de las fuerzas españolas para recuperar el territorio rioplatense. Esto, sumado a los problemas internos de las Provincias Unidas, llevó al Director Supremo a enviar a Manuel García en misión diplomática a Río de Janeiro.

García era uno de los hombres de mayor confianza de Alvear, pertenecía a una de las familias más encumbradas de Buenos Aires y desde 1845, ocupaba el cargo de Consejero de Estado y Secretario de ese cuerpo designado por el ex Director Posadas.

El 28 de enero de 1815 se embarcaba rumbo a Río de Janeiro, munido de sus credenciales diplomáticas. Una vez allí, debía entregar comunicaciones al embajador británico ante la corte portuguesa, Lord Strangford y también hacérselas llegar al ministro de relaciones exteriores inglés, Lord Castlereag.

Los documentos entregados a García para Lord Strangford planteaban la idea de que las Provincias Unidas fueran incorporadas al Reino de la Gran Bretaña:

“El Supremo Director don Carlos Alvear al Lord StrangfordMuy señor mío: D. Manuel García, mi consejero de stado instruirá a V.E. de mis últimos designios con respecto a la pacificación y futura suerte de estas provincias. Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no está en edad ni en estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden, antes que, se precipite en los horrores de la anarquía.Pero también ha hecho conocer el tiempo la imposibi1idad de que vuelva a la antigua dominación; porque el odio a los españoles, que ha excitado el orgullo y opresión desde el tiempo de la conquista, ha subido de punto con los sucesos y desengaños de su fiereza durante la revolución. Ha sido necesario toda la prudencia política y ascendiente del gobierno actual, para apagar la irritación que ha causado en la masa de los habitantesel envío de Diputados al Rey. La sola idea, de composición con los españoles los exalta hasta el fanatismo y todos juran en público y en secreto morir antes que sujetarse a la metrópoli.En estas circunstancias solamente la generosa nación británica puede poner un remedio eficaz a tantos males, acogiendo en sus brazos a estas provincias que obedecerán a su gobierno y recibirán sus leyes con el mayor placer: porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país, a que están dispuestos antes de volver a la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa Nación una existencia pacífica y dichosa. Yo no dudo asegurar a V.E. bajo mi palabra de honor, Que este es el voto y objeto de todos los hombres sensatos, que son los que forman la opinión real de los pueblos, y si alguna idea puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra que de poder concurrir con autoridad y poder a la realización de esta medida toda vez que se acepte por la Gran Bretaña. [...]

Carlos de Alvear. Excmo. Sr. Vizconde Strangford, embajador de S. M. B. en la Corte del Brasil”

Mitre, Bartolomé, Historia de Belgrano y de la independencia argentina, Buenos Aires, 1958, p. 232 y sgtes.

En los pliegos dirigidos al ministro de relaciones exteriores inglés, la idea de la integración a la corona británica era expresada de modo más directo:

“Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña; recibir sus leyes, obedecer a su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés, y yo estoy dispuesto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las afligen. Es necesario que se aprovechen los momentos, que vengan tropas que impongan a los genios díscolos, y un jefe autorizado que empiece a dar al país las formas que sean del beneplácito del rey y de la nación, a cuyos efectos espero que V. E. me dará sus avisos con la reserva y prontitud que conviene preparar oportunamente la ejecución”.

Mitre, Bartolomé. Historia de Belgrano y de la independencia argentina, Buenos Aires: 1958, p. 232 y sgtes.

Alvear solicitaba la plena sumisión de las Provincias Unidas a la corona británica porque veía en ello la posibilidad de evitar la guerra civil y la anarquía, y recuperar el orden colonial perdido.

García llegó a Río de Janeiro e1 23 de febrero y solicitó inmediatamente audiencia con Lord Strangford, que quedó pautada para el día 26. En el informe remitido al Director Supremo, el emisario no hace mención a la entrega de los pliegos. En lugar de los pliegos, confeccionó un memorial a pedido de Strangford, que éste enviaría a Inglaterra. El embajador trataba –de alguna manera- de evitar que el pedido de colonialismo fuera tan explícito como también que aparecieran expresiones agraviantes para España –con la cual Inglaterra integraba la Cuádruple Alianza-.

Evidentemente, Alvear no deseaba que se conociera esta misión y mucho menos, sus finalidades. De ello dan cuenta los párrafos de una carta que Rivadavia –que se encontraba en Río de Janeiro junto a Belgrano- le envió al Director Supremo. En ella le comenta que, al visitar a Lord Strangford, éste le informó que se había reunido con García, que habían tratado de contactarse con su colega pero no la habían encontrado. Además, le informaba que el embajador le había consultado si ellos –Belgrano y Rivadavia- conocían el motivo de la visita de García. Todo lo cual resultaba misterioso para los enviados.

La misión García no llegó a buen puerto. Cuando en Buenos Aires se les solicitó a Alvear y a García, informes sobre la misión, fueron hábiles como para evitar los detalles.

Ante las acusaciones de traición, al buscar entregar a la patria en proceso de liberación a la corona británica, Alvear se defendió diciendo que se trataba de una propuesta sana y patriótica a través de la cual pretendía neutralizar el peligro de una expedición contra el Río de la Plata y la ayuda –puntos estratégicos en la frontera con el Brasil- que los portugueses pudieran brindar a las fuerzas españolas, por eso, previniendo esa situación, decidió enviar a García.

Independencia

Declaración

Luego de iniciadas las sesiones en marzo de 1816 y esperando la incorporación de los diputados que faltaban, el 26 de mayo, reunidos en sesión extraordinaria, los diputados elaboraron un plan de tareas con la finalidad de organizar la labor y encauzar las deliberaciones. El plan constaba de 17 temas y fue presentado por los diputados Bustamante, Gascón y Serrano. Los temas principales eran:

Elaboración de un manifiesto a través del cual se explicara a los habitantes de todos los pueblos cuáles eran los motivos por los que se había hecho necesario la reunión de un Congreso General.

Especificación de las atribuciones y duración del Congreso. Discusiones sobre la Declaración de la Independencia y elaboración del

manifiesto de la misma.  Acuerdos interprovinciales previos a la Constitución a través de pactos, como

forma de consolidar y garantizar la unión. Tratamiento acerca de la forma de gobierno que debían adoptar las Provincias

Unidas.  Confección de un proyecto de Constitución.  Elaboración de un plan para sostener la guerra por la libertad, provisión de

armamento, establecimiento de un banco.  Establecimiento de un reglamento de votación para el mejor funcionamiento del

Congreso. Otros puntos: arreglo del sistema financiero, funcionamiento de la justicia,

régimen militar y naval, educativo, régimen agrario.

El Redactor del Congreso Nacional, Fray Cayetano Rodríguez, fue publicando reflexiones en torno a cuestiones que era necesario considerar teniendo en cuenta la difícil situación por la que atravesaban los pueblos de las Provincias Unidas:

Reflexiones de El Redactor sobre las tareas del Congreso(3 de Julio de 1816)     

“Aunque no disfrutáramos otros bienes al presente que la sólida satisfacción de ver reconcentradas en un punto de autoridad las provincias y pueblos del Río de la Plata, que han deferido á las ideas de necesidad y conveniencia politica, en paz y unión los ánimos divergentes, dirigidas a un objeto comun las aspiraciones particulares, reducidas á una sola las varias y contradictorias opiniones, ya que eran tantas, quantos los individuos, restablecido en gran parte el órden atacado en su raíz por la arbitrariedad y despotismo, en calma los recelos y sospechas, caudal de las almas baxas, con el mas firme apoyo las esperanzas que zozobraban yá en el alterado mar de las rivalidades, y puesto en fin el timón de la nave del Estado virtuoso y enérgico ciudadano, que con su zelo, talento y actividad, debe conducirla, y la conducirá sin duda, al puerto de seguridad y libertad á que aspiramos; aunque por ahora, digo, no reportáramos otros bienes que éstos que tocamos yá por una dulce experiencia, no podríamos lamentarnos que steriles transmissimus añños con relación al tiempo que corre desde la instalación del Soberano Congreso; y mucho mas quando éllos son el preludio de otros mayores que deben ser el resultado feliz de estas bellas disposiciones, que acreditan la docilidad de unos pueblos que sólo pudiéron desviarse, pero nunca

separarse, de las rectas sendas de la probidad y justicia. Así es, que apénas asoma el òrden  todos ceden á su imperio, y la vislumbre sólo de lo recto destierra el caos de incertidumbres en que gemían sumergidos. Esta noble deferencia propia del carácter de americanos libres, empeña los desvelos del Soberano Congreso en nuevas deliberaciones, y en arbitrar los medios para consumar con felicidad la obra que ha empezado con tanta gloria”.

En Asambleas Constituyentes Argentinas: Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1937, p. 197 y 198.

Actas

ACTA DE LA DECLARACION IDE LA INDEPENDENCIAARGENTINA

(9 de julio de 1816)

En la benemérita y muy digna Ciudad de San Miguel del Tucumán a nueve días del mes de Julio de mil ochocientos diez y seis Terminada la sesión ordinaria el Congreso de las Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto, y sagrado objeto de la independencia de los Pueblos que lo forman. Era universal, constante y decidido el clamor del territorio entero por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España; los Representantes, sin embargo consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya, la de los Pueblos representados y la de toda la posteridad. A su término fueron preguntados: Si querían que las Provincias de la Unión fuesen una Nación libre e independiente de los Reyes de España y su Metrópoli Aclamaron primero llenos del santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteran sucesivamente su unánime y espontáneo decidido voto por la independencia del País, fijando en su virtud la determinación siguiente:

Nos los Representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los Pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo, la justicia que regla nuestros votos: Declaramos solemnemente a la faz de la tierra que, es voluntad unánime e indudable de estas Provincias romper Tos violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una Nación libre e independiente del Rey Fernando VII sus sucesores y Metrópoli quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican, comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación, y en obsequio del respeto que se debe a las Naciones, detállense en un Manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración.

Dada en la Sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros Diputados Secretarios.

en El Redactor del Congreso Nacional (1816), Nº 6

Legislación

DECRETOS DADOS POR EL CONGRESO DE TUCUMANAPROBANDO EL USO DE LA BANDERA

"Elevadas las Provincias Unidas en Sud América al rango de una nación, después de la declaratoria solemne de su independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca de que se ha usado hasta el presente, y se usará en lo sucesivo exclusivamente en los exércitos, buques y fortalezas, en clase de bandera menor, ínterin, decretada al término de las presentes discusiones la forma de gobierno más conveniente al territorio, se fixen conforme a ella los jeroglíficos de la bandera nacional mayor. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Francisco Narciso de Laprida, diputado presidente. Juan José Paso, diputado secretario.

Sesión del 25 de julio de 1816. en Asambleas Constituyentes Argentinas, t. 19, p. 238

DECRETOS DADOS POR EL CONGRESO DE TUCUMANCREANDO LA BANDERA DE GUERRA

El señor diputado Chorroarin expuso: “[...] que era de parecer que sirviendo para toda bandera nacional los dos colores blanco y azul en el modo y forma hasta ahora acostumbrada fuese distintivo peculiar de la bandera de guerra un Sol pintado en medio de ella, cuyo proyecto, adoptado por la sala después de algunas reflexiones, quedó aprobado [...]”

Sesión del 25 de febrero de 1818.

en Asambleas Constituyentes Argentinas, T. 1, p. 345

Filmografía

FilmografíaTítulo: El grito sagradoAño: 1953Género: Biográfico Realizador: Luis César AmadoriIntérpretes: Fanny Navarro, Carlos Cores, Eduardo Cutiño, Aida Luz, Antonia Herrero, Mario Lozano, Luis Medina Castro, María Aurelia Bisutti.Resumen argumental: El film relata la

vida de Mariquita Sánchez, dama ilustre de la sociedad porteña del siglo XIX, casada en primeras nupcias con el marino Martín Thompson y en segundas con Washington Mendeville. Fue activa participante de los sucesos políticos desde las invasiones inglesas, pasando por la independencia,  hasta vivir el exilio en tiempos de Juan Manuel de Rosas.

Titulo: María de los AngelesAño: 1947Género: HistóricoRealizador: Ernesto ArancibiaGuión: basado en la novela homónima de Virginia Carreño y Constanza Menezes. Adaptación de Alejandro Verbitsky y Emilio Villalba Welsh.

Duración original: 107 min.                      Intérpretes: Mecha Ortiz, Enrique Alvarez Diosdado, Bernardo Perrone, Olga Casares Pearson, Horacio Priani, Jorge Ayala, José Comellas, José María Gutiérrez, María Ester Buschiazzo, Jorge Villoldo, Vicente Alvarez, Warly Ceriani Resumen argumental: Relata la historia de un oficial español que durante la guerra de independencia recupera la libertad al aceptar casarse con una dama sanjuanina. Mientras la mujer se va enamorando de su esposo, éste se reúne con otros realistas y conspira contra el gobierno, llegando a organizar una conspiración contra el mismo.

Imágenes

Acta de la Independencia de los pueblos confederados

de la República Argentina.

Carlos María de Alvear de Rondenay.

Carreteros preparando su comida (W. Mc Cann).

Congreso de Tucumán.

Escribanía del Congreso Constituyente de Tucumán (Museo Hist. Nac.).

Esteban Agustín Gascón, diputado por Buenos Aires (Museo Hist. Nac.).

Fernando VII.

Francisco Narciso Laprida, diputado por San Juan. Óleo (Museo Hist. Nac.).

Fray Justo Santa María de Oro (Museo Hist. Nac.).

Fuerte de Buenos Aires. (E.E. Vidal 1818).

Gauchos de Güemes.

Gerónimo Salguero de Cabrera, diputado por Córdoba (Museo Hist. Nac.).

Vista de la ciudad de Salta.

José de San Martín (óleo de José Gil).

José M. Serrano, diputado por Charcas (Museo Hist. Nac.).

Juramento de los treinta y tres orientales. (Detalle. Juan Manuel Blanes. 1878).

La galera, acuarela de E. E. Vidal.

Manuel Belgrano. (Óleo sobre madera. Antonio Contucci).

Mariano Boedo, diputado por Salta (Museo Hist. Nac.).

Matadero, de Bacle.

Mulas viñateras. (E.E. Vidal).

Pedro León Gallo, diputado por Santiago del Estero. Óleo de Gaspar Palacio, 1849. (Museo Hist. Nac.)

Plaza de Mendoza, Grabado S.XX.

Plaza del mercado de Buenos Aires. Grabado de principios del S. XX.

Posta. (E. E. Vidal, 1820).

Posta en Desaguadero. Del libro de Peter Schmidtmeyer. Travels in

Chile over the Andes, 1820-21.

Primera impresión del Himno Nacional por la Imprenta de Niños Expósitos.

Teodoro Sánchez de Bustamante, diputado por

Jujuy y su territorio (Museo Hist. Nac.).

Tomás Godoy Cruz, diputado por Mendoza, según una miniatura. (Museo Hist. Nac.).

Tráfico de carretas, de A. D´Orbigny.