incesto en los mbuti

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CASO DE SOLUCIÓN DE CONFLICTO DE INCESTO EN LOS MBUTI Veamos ahora cómo los Mbuti dan solución a uno de sus más graves conflictos, el incesto, según el relato del etnólogo americano Colin Turnbull quien vivió en su comunidad por el lapso de un año al interior de la selva de Ituri (República Democrática del Congo): 1 Habíamos comido de noche y estábamos sentados junto al fuego, mientras se conversaba de un asunto trivial. De repente se escuchó un lamento muy fuerte proveniente de la aldea vecina llamada Cephu. Las hordas del Epulu habían establecido estas dos aldeas, que se conectaban a través de un angosto sendero. Segundos después se escuchó un fuerte grito proveniente de este sendero. Luego, abruptamente hizo su aparición en nuestra aldea Kelemoke, perseguido por furiosos jóvenes armados con cuchillos y lanzas. En nuestra aldea todos corrieron a sus chozas y cerraron sus puertas. Los jóvenes no siguieron a sus familias; antes bien, corrieron hacia los árboles más cercanos y treparon en ellos. Incluso Turnbull, junto con su mejor informante, Kenge. Todos vieron como Kelemoke intentó encontrar refugio en una choza, pero fue rechazado con insultos, hasta le lanzaron un madero ardiente. Masisi lo instó a huir a la selva. Vimos desaparecer a Kelemoke con sus persecutores pisándole los talones. Luego, llegaron corriendo tres muchachas, entre las cuales se encontraba la prima de Kelemoke. También ellas llevaban cuchillos (pequeños cuchillos utilizados para cortar enredaderas así como para pelar y cortar raíces). Ellas lloraban amargamente y lanzaban maldiciones a Kelemoke y a su familia inmediata. Cuando no lo hallaron, su prima tiró su cullicho al suelo y comenzó a golpearse con sus puños mientras gritaba una y otra vez: “Él me ha matado, él me ha matado", y luego de hacer una pausa para respirar exclamó: “No podré vivir nunca más." Desde la seguridad del árbol Kenge se permitió hacer un comentario a Turnbull sobre la razón de ser de tal afirmación. De inmediato, la ira de las muchachas se volteó contra los dos hombres trepados sobre las ramas, profiriendo insultos y amenazas. Luego se arrojaron al suelo, revolviéndose en él, golpeándose a sí mismas y arrancándose los cabellos, no dejando de llorar y dar alaridos desesperados. Inmediatamente después se escucharon más gritos que venían de dos direcciones. Por un lado, eran de los jóvenes perseguidores de Kelemoke quienes lo habían encontrado oculto justo en las afueras de la aldea principal. Cuando las muchachas escucharon la noticia agitaron sus cuchillos en el aire en forma amenazante. Por otro lado, se trataba de gritos de adultos, hombres y mujeres que venían de la aldea vecina. Turnbull no pudo entender qué decían pero vió llamas. Preguntó a Kenge qué sucedía. Kenge se veía muy serio. Él dijo, que era la mayor 1 Traducción directa del alemán realizada por el Prof. José Balcázar Quiroz del libro de Uwe Wesel, Geschichte des Rechts, para su utilización en clase de “Historia del Derecho” en la UNPRG. El traductor ha confrontado los datos etnográficos de la fuente misma (Colin Turnbull, The Forest People. New York: Simon and Schuster, 1961, p. 111-114) para agregar al presente texto algunas cuestiones de detalle y/o precisión.

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Page 1: Incesto en Los MBUTI

CASO DE SOLUCIÓN DE CONFLICTO DE INCESTO EN LOS MBUTI

Veamos ahora cómo los Mbuti dan solución a uno de sus más graves conflictos, el incesto, según el relato del etnólogo americano Colin Turnbull quien vivió en su comunidad por el lapso de un año al interior de la selva de Ituri (República Democrática del Congo):1

Habíamos comido de noche y estábamos sentados junto al fuego, mientras se conversaba de un asunto trivial. De repente se escuchó un lamento muy fuerte proveniente de la aldea vecina llamada Cephu. Las hordas del Epulu habían establecido estas dos aldeas, que se conectaban a través de un angosto sendero. Segundos después se escuchó un fuerte grito proveniente de este sendero. Luego, abruptamente hizo su aparición en nuestra aldea Kelemoke, perseguido por furiosos jóvenes armados con cuchillos y lanzas. En nuestra aldea todos corrieron a sus chozas y cerraron sus puertas. Los jóvenes no siguieron a sus familias; antes bien, corrieron hacia los árboles más cercanos y treparon en ellos. Incluso Turnbull, junto con su mejor informante, Kenge.

Todos vieron como Kelemoke intentó encontrar refugio en una choza, pero fue rechazado con insultos, hasta le lanzaron un madero ardiente. Masisi lo instó a huir a la selva. Vimos desaparecer a Kelemoke con sus persecutores pisándole los talones. Luego, llegaron corriendo tres muchachas, entre las cuales se encontraba la prima de Kelemoke. También ellas llevaban cuchillos (pequeños cuchillos utilizados para cortar enredaderas así como para pelar y cortar raíces). Ellas lloraban amargamente y lanzaban maldiciones a Kelemoke y a su familia inmediata. Cuando no lo hallaron, su prima tiró su cullicho al suelo y comenzó a golpearse con sus puños mientras gritaba una y otra vez: “Él me ha matado, él me ha matado", y luego de hacer una pausa para respirar exclamó: “No podré vivir nunca más." Desde la seguridad del árbol Kenge se permitió hacer un comentario a Turnbull sobre la razón de ser de tal afirmación. De inmediato, la ira de las muchachas se volteó contra los dos hombres trepados sobre las ramas, profiriendo insultos y amenazas. Luego se arrojaron al suelo, revolviéndose en él, golpeándose a sí mismas y arrancándose los cabellos, no dejando de llorar y dar alaridos desesperados.

Inmediatamente después se escucharon más gritos que venían de dos direcciones. Por un lado, eran de los jóvenes perseguidores de Kelemoke quienes lo habían encontrado oculto justo en las afueras de la aldea principal. Cuando las muchachas escucharon la noticia agitaron sus cuchillos en el aire en forma amenazante. Por otro lado, se trataba de gritos de adultos, hombres y mujeres que venían de la aldea vecina. Turnbull no pudo entender qué decían pero vió llamas. Preguntó a Kenge qué sucedía. Kenge se veía muy serio. Él dijo, que era la mayor deshonra que un pigmeo podía sufrir. Kelemoke había cometido un incesto con su prima, situación considerada por los Mbuti análoga a tener relaciones sexuales con hermanos.2

Turnbull preguntó, si ellos matarían a Kelemoke en caso dieran con él, a lo que Kenge respondió que ellos no lo encontrarían: “Él ha sido conducido al bosque, y tendrá que vivir solo allí. Nadie lo recibirá en su grupo después de lo que ha hecho. Y él morirá, porque nadie puede vivir solo en el bosque. El bosque lo matará. Y si la selva no lo mata, morirá de lepra." Luego,

1 Traducción directa del alemán realizada por el Prof. José Balcázar Quiroz del libro de Uwe Wesel, Geschichte des Rechts, para su utilización en clase de “Historia del Derecho” en la UNPRG. El traductor ha confrontado los datos etnográficos de la fuente misma (Colin Turnbull, The Forest People. New York: Simon and Schuster, 1961, p. 111-114) para agregar al presente texto algunas cuestiones de detalle y/o precisión.2 En el original (p. 112) “In some African tribes it is actually preferred that cousins should marry each other, but among the BaMbuti this was considered almost as incestuous as sleeping with a brother or sister”. N.T.

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en una forma muy típica de los pigmeos, estalló en risas, aplaudió y dijo: “Él lo ha estado haciendo durante meses. Tendría que ser muy tonto para dejarse atrapar. No me extrañaría que ellos lo hayan atrapado en el bosque."

En la aldea principal los hombres permanecían todavía en sus chozas con las puertas cerradas. Los jóvenes llamaron a Njobo, un cazador exitoso, y luego a Moke, el anciano más influyente de la aldea. Pero ellos se negaron a salir pues no querían tener nada que ver con el asunto. En la aldea vecina se escuchó más bullicio. Turnbull y Kenge bajaron del árbol y corrieron para allá para ver qué pasaba. Una de las chozas ardía en llamas. Era la de Masalito, un tío de Kelemoke, quien lo tenía bajo su cuidado desde la muerte de su padre. El fuego lo había iniciado Aberi, el padre de la muchacha. La gente permanecía alrededor de la choza llorando y gritando. Algunos hombres peleaban mientras que las mujeres se amenazaban con los puños.

Turnbull decidió regresar a la aldea principal. Allí, hombres y mujeres reunidos en grupos discutían ahora sobre el asunto. Poco tiempo después llegó un grupo de gente de la aldea vecina y exigió discutir el caso. Se sentaron todos juntos y discutieron, no tanto sobre la falta de Kelemoke sino sobre el incendio de la cabaña. Parecía como si todos se hubieran olvidado del acto del incesto. Masalito dijo llorando: “Kelemoke solo ha hecho lo que todo joven haría en su lugar. Él ha sido atrapado y llevado al bosque. El bosque lo matará. Allí será ejecutado. Pero mi propio hermano ha incendiado mi cabaña y yo no tengo ahora dónde dormir. ¿Y qué pasará si llueve? Moriré de frío y de humedad, por la mano de mi hermano." Su hermano, Aberi, en vez de centrarse en el hecho de la deshonra a su hija, se limitó a argüir que había sido ofendido, que Kelemoke debió de haber tenido más cuidado y que Masalito debió haber educado mejor a Kelemoke. Pero él no habló de incesto. Siempre se trataba del incendio de la cabaña. Ambas familias disputaron entre sí por más de una hora. Luego los mayores comenzaron a bostezar, dijeron estar cansados y se fueron a dormir: se podría acabar la discusión al día siguiente.

Al día siguiente Turnbull fue a la aldea vecina. La madre de la muchacha, mujer de Aberis, estaba ocupada ayudando a reconstruir la choza de Masalito. Aberi y Masalito comían uno junto al otro y hablaban como si nada hubiera pasado. Los jóvenes le dijeron a Turnbull que no debía preocuparse por Kelemoke pues ellos le llevarían algo de comer a escondidas. Él estaba en el bosque, no muy lejos. Tres días después, cuando los demás regresaban de caza por la tarde, entró Kelemoke a la aldea detrás de ellos, como si él hubiera ido con ellos de cacería. El miró con cuidado a todas partes. Nadie le dijo nada. Nadie se fijó en él. Él se sentó con los jóvenes junto al fuego. La conversación continuaba como si no estuviese allí. Luego vino una niña, con una pequeña merienda que le enviaba su madre. Ella le puso el tazón de comida en sus manos y le brindo una amistosa sonrisa. Kelemoke nunca más flirteó con su prima. El asunto acabó. Cinco años después estaba felizmente casado y tenía dos hijos. No tuvo lepra y se convirtió en uno de los más queridos y respetados cazadores.