imaginarios instituyentes en víctimas de violencia...
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Imaginarios instituyentes en víctimas de violencia sociopolítica:
Implementación de la medida de rehabilitación psicosocial en
Colombia (2017)
Julián Mauricio Carreño Neira.
2017
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
Maestría en Investigación Social Interdisciplinaria
Línea Imaginarios y representaciones sociales (Discurso, nación, memoria e
identidad: un acercamiento al caso colombiano y Memoria, historicidad y
vínculo social).
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Dedicatoria
A las organizaciones psicosociales, que con su terquedad, paciencia y
profesionalismo han logrado importantes gestas para lograr un mejor país.
A mi papá, Gabriel Eduardo Carreño, quien con su música supo impregnar a la vida de
una mayor felicidad y quien me enseñó a creer en los sueños.
A mi hija, Luciana Celeste Carreño Torres, toda una maestra para su papá en el amor y
la paciencia.
A Carolina Torres, mi compañera de camino desde hace varios años.
A Violeta Rojas, más que una hija una amiga.
A mi madre, Yaneth Neira, el referente femenino más importante que tengo. Sin ella
nunca hubiera podido tener la sensibilidad por lo social.
A mis hermanos/as Diego Carreño Neira, Alicia Carreño Neira, Sara Carreño Neira, con
quienes he aprendido el verdadero significado de la solidaridad y el cariño de una
familia.
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Agradecimientos
A mi asesor de tesis Luis Fernando Bravo, quien supo acercarme de manera
contundente a la teoría de los imaginarios sociales de Cornelius Castoriadis.
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Resumen
Este documento es el producto de la investigación realizada para optar el título de
Magister en Investigación Social Interdisciplinaria. Se trata de un trabajo que indaga,
desde los diversos puntos de vista brindados por las organizaciones psicosociales,
mujeres víctimas y entidades estatales, entrevistadas en el año 2016, así como de un
marco teórico basado, tanto en los desarrollos conceptuales propios de la academia, como
de las producciones analíticas de organizaciones sociales y entidades estatales, lo relativo
al trauma psicosocial, la organización política desde los procesos de memoria y los
imaginarios sociales en el marco de la medida de rehabilitación psicosocial a víctimas de
la violencia sociopolítica, medida que viene siendo implementada en Colombia desde
hace aproximadamente dos décadas.
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Abstract
This document is the product of the research carried out to apply to the title of
Magister in Interdisciplinary Social Research. It is a work that takes different points of
view provided by psychosocial organizations, women victims and state entities
interviewed in 2016, as well as a theoretical framework based on the own conceptual
development processes of the academy, the analytical productions of social organizations
and state entities, focus on the psychosocial trauma, the political organization from the
memory processes and social imaginary within the framework of psychosocial
rehabilitation of socio-political violence victims, as a measure that has been implemented
in Colombia approximately along two decades.
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Tabla de contenido Introducción ........................................................................................................................ 8
Preguntas de la investigación ........................................................................................ 17 Objetivos ....................................................................................................................... 17
Capítulo 1. Generalidades del proyecto ............................................................................ 19 Metodología .................................................................................................................. 19
Ruta metodológica .................................................................................................... 19 Caracterización de los sujetos de investigación ........................................................ 22
Organizaciones psicosociales ........................................................................................ 23 Corporación AVRE Acompañamiento Psicosocial y Atención en Salud Mental a .. 23 Víctimas de Vioencia Política:.................................................................................. 23
Centro de Atención Psicosocial, CAPS .................................................................... 23
Colectivo Psicosocial Colombiano, COPSICO ........................................................ 24 Entidades estatales ........................................................................................................ 24
Ministerio de Salud y Protección Social ................................................................... 24 Unidad de Atención y Reparación Integral a las Víctimas del Conflicto, UARIV .. 25
Mujeres académicas y víctimas de violencia sociopolítica ........................................... 25
Diana Gómez, feminista y antropóloga .................................................................... 25 Claudia Girón Ortiz, psicóloga, cofundadora de la Fundación Manuel Cepeda ...... 26
Estado del arte: estudios sobre el trauma psicosocial y memoria ................................. 26 Trauma psicosocial en distintos contextos mundiales .............................................. 26 Impactos de la guerra en la salud mental –algunos casos en el mundo- ................... 32
Memoria asociada a la violencia sociopolítica ......................................................... 36
Capítulo 2. De la mirada centrada en el individuo al “Trauma psicosocial” -Caso
colombiano- ...................................................................................................................... 48 Imaginación radical: entre la limitación simbólica y la potencia de actuar .............. 48
Afectaciones, impactos y daños de la guerra en Colombia ...................................... 50 Daños e impacto en víctimas del conflicto colombiano ........................................... 52 Reparación integral y rehabilitación psicosocial a las víctimas de crímenes de Estado
................................................................................................................................... 58 Capítulo 3. Imaginarios instituidos en el marco de la medida de rehabilitación .............. 62
Imaginarios instituidos desde la medida de rehabilitación ....................................... 62 Fragmentación y subsidiariedad de los derechos de las víctimas: revictimización y
apertura de las heridas en la atención psicosocial ..................................................... 72
La falta de personal idóneo para la atención psicosocial. ......................................... 74 Limitaciones presupuestales para la atención psicosocial ........................................ 79
Desarticulación de las medidas implementadas en torno a la verdad, la justicia, la . 80 reparación integral y las garantías de no repetición .................................................. 80
Capítulo 4. La organización política como transformación de la subjetividad en la víctima
como cambio social........................................................................................................... 84 Imaginarios instituyentes: la exigencia, de las organizaciones psicosociales y la
lucha moral de las víctimas en pro de la salud integral reparadora .......................... 87 Tiempo y creación en los sujetos víctimas de la violencia socio-política ................ 88
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El papel de las memorias (construcción colectiva de lo sucedido) en la superación de
los .............................................................................................................................. 92 daños psicosociales ................................................................................................... 92
Capítulo 5. Discusiones: conclusiones, recomendaciones e implicaciones .................... 100 Lista de referencias ......................................................................................................... 103 Apéndice ......................................................................................................................... 107 Vita .................................................................................................................................. 117
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Introducción
“Mi hijo me parió como mujer”, esta sentencia es dicha con alguna frecuencia por
Luz Marina Bernal, madre de Fair Leonardo Porras, desaparecido del municipio de
Soacha, el 8 de enero de 2008, y reportado como caído en combate el 12 de enero de ese
mismo año en Abrego (Norte de Santander), en lo que se ha denominado en Colombia
como los “falsos positivos” y, con mayor precisión, como “ejecuciones extrajudiciales”.
Esta frase la escuché en una de las entrevistas que hice en el marco de la presente
investigación y contiene lo que considero el sentido de los hallazgos aquí dilucidados,
esto es, el sentido de los impactos reprochables que ha traído la guerra para el país, la
reelaboración de lo sucedido a través del vehículo de la memoria histórica y la
reexistencia y transformación de los sujetos víctimas en sujetos con acción social y
política, como referente de cambio de las condiciones vigentes de la impunidad judicial,
referente que toma como sujeto fundamental a las víctimas de violencia sociopolítica, sus
organizaciones y procesos, impunidad generalizada que, según datos recientes de la
Fiscalia General de la Nación, se acerca al 99% de todos los casos y delitos.
Todo partió por la inquietud generada en razón de la labor de acompañamiento a
víctimas de crímenes de Estado que he emprendido desde hace años con organizaciones
sociales y de derechos, así como por los acercamientos a la Psicología Crítica
Centroamericana, experiencias de conocimiento que me han generado interrogantes
acerca de los efectos de las acciones emprendidas por el Estado colombiano, desde la Ley
1448 de 2011, así como del papel de la memoria histórica de las víctimas, en cuanto a la
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acción política e instituyente de nuevas subjetividades para la transformación de las
condiciones de olvido e impunidad.
Si bien, la presente investigación partió por indagar estos escenarios, con el paso
del tiempo se fue cimentando teóricamente, a partir de los aportes generados por los
psicólogos sociales de la liberación, la teoría de los imaginarios sociales del filósofo
griego Cornelius Castoriadis, así como de los distintos aportes en materia de la reparación
integral desde la medida de rehabilitación, hasta la riqueza que me brindó, en la reflexión
y el análisis, la acción política de las víctimas como reconstitución de una nueva
subjetividad, subjetividad de la resistencia, subjetividad de la reivindicación y exigencia
de los derechos de las víctimas de la violencia sociopolítica. 1
Durante los dos últimos gobiernos del presidente Juan Manuel Santos, (2010-2014
y 2014-2018) el discurso tendiente a dar un protagonismo, otrora negado, a las víctimas
del conflicto armado colombiano, ha desembocado en la implementación de políticas
estatales, tales como la Ley 1448 de 2011 (Ley de Víctimas y Restitución de Tierras), así
como en múltiples terrenos del orden judicial, simbólico y representacional, en los que se
estiman los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación integral y las
garantías de no repetición. No en balde, lo anterior ha sido el producto de un asiduo
esfuerzo emprendido en décadas pasadas por las organizaciones sociales, de derechos
humanos y de víctimas, las cuales, acudiendo al derecho internacional y reivindicándolo
1 Hay que anotar que tuve la oportunidad de participar en el componente formativo de la fase II del
Programa de Atención Psicosocial a Víctimas del Conflicto Armado, PAPSIVI, en 22 departamentos del
país, proceso llevado a cabo por el Secretariado Nacional de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal de
Colombia en el año 2015 y en donde pude corroborar aspectos crìticos de la implementación de la medida
de rehabilitación.
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en un contexto de continuación de la guerra, fueron pilares instituyentes de la dignidad y
la lucha contra la impunidad.
Desde que la Ley comenzó a ser realidad, los conflictos entre un Estado con una
funcionalidad burocrática deficiente y los derechos de las víctimas vulnerados, ya porque
las demandas no son resueltas, ya porque con el andamiaje y arquitectura institucional se
constituyen en la llamada acción con daño a las víctimas, ya porque la Ley alimenta una
lógica funcionarial que poco se acerca a las realidades pasadas, presentes, y futuras de las
víctimas, no son menores.
Por ello, en la presente investigación nos focalizamos en los conflictos implícitos
entre la implementación de la medida de rehabilitación, como uno de los cinco
componentes de la reparación integral, y las situaciones alusivas a las afectaciones
psicosociales, en los hechos acaecidos que victimizaron y en los hechos de intervención
psicosocial que revictimizan; en síntesis, analizamos los daños psicosociales en razón del
conflicto armado y los daños psicosociales con ocasión a los posacuerdos en su versión
de implementación de un modelo de Estado y de justicia.
Por otra parte, en los recientes años han venido proliferando, quizás con una cierta
sistematicidad, diversos discursos en torno a la memoria en Colombia, entendida a partir
de los fenómenos políticos, sociales, psicológicos y culturales, por citar los más
relevantes, asociados a los más de 60 años de conflicto interno. El contraste entre el auge
de la memoria en los recientes años, con la tragedia de la violencia sociopolítica
vivenciada por miles de colombianos y colombianas, durante un período tan largo,
intensivo y prolongado, debe generar, por necesidad, las preguntas acerca de cómo
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construyen las víctimas de violencia sociopolítica, memorias capaces de reelaborar lo
sucedido para restituir la dignidad de sí; qué elementos de transformación y perspectivas
de organización política de las víctimas de crímenes de Estado surgen a partir de procesos
de memoria colectiva; cómo afrontan y reelaboran el dolor en sus vidas las víctimas de
crímenes de Estado desde sus comunidades de colaboración mutua. Lo anterior cobra
especial relevancia en un contexto de posacuerdos, en el que los esfuerzos del país por
ahondar en la memoria histórica y la reparación integral de las víctimas, entre otros
elementos, será vital para signar un proceso de paz y reconciliación desde una ontología
de la creación capaz de generar un país que incluya al “Otro”.
Esta investigación se basó, entre otras, en la siguiente impresión: aquella relativa
al papel de la organización política de las víctimas de violencia sociopolítica en la
construcción de una memoria colectiva asociada a un pasado doloroso y traumático; una
memoria que, desde esta óptica, va en la senda de la acción política transformadora. Me
temo que tal preocupación no ha sido incluida en las actuales reflexiones, tanto
institucionales, como independientes, inscritas más en la idea de la recopilación, análisis,
documentación y difusión de procesos de memoria; en discursos aplicados a archivos,
políticas públicas de la memoria, objetos musealizados, leyes, entre otros, en clave de
administración de los recuerdos y los olvidos de las víctimas del conflicto interno.
Es por lo demás un sobreentendido, que en razón de los fenómenos sociopolíticos
presentados en el marco de las llamadas dictaduras militares en el cono sur y de punto
final de confrontaciones en Centroamérica, la memoria pasó a tener un lugar
predominante en los discursos asociados al posconflicto. De la mirada que privilegia el
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futuro, cruzando por el “futuro presente”, instaurado por el paradigma estadounidense de
la modernización, hasta llegar a una óptica constitutiva del actual estado espaciotemporal
volcado hacia el sentido del pasado, se aprecia el llamado por Huyssen (2002) como
“Boom de la memoria”. Los ojos se tornaron hacia atrás, allá donde todo se recuerda e
incluso se fetichiza, musealiza o cristaliza.
En el camino surgieron elementos comparativos entre Colombia y otras latitudes
del mundo, particularmente de Suramérica y Centroamérica, en vista de que pese a lo
sucedido en estos dos continentes, tras las dictaduras militares y leyes de punto final, en
materia de superación de la impunidad, implementación de mecanismos para conocer la
verdad (ejemplo de las comisiones de la verdad), adquisición de discursos relativos al
posconflicto, justicia transicional, memoria histórica, tribunales internacionales y de
justicia interna para juzgar a los responsables de graves crímenes en contra de la
humanidad, de la misma manera que los avances dirigidos a reparar el daño cometido en
contra de la población, había en Colombia una particularidad en relación con los
mencionados contextos. Así, la reconstrucción histórica de lo sucedido se daba en la
continuación del conflicto político, social y armado. Se partía de la dosificación de la
memoria en el plano del discurso-nación y de la laxitud del sistema de justicia ordinaria
en el momento de condenar a los responsables de graves crímenes en contra de la
humanidad. De allí puede pensarse el surgimiento de propuestas como el proyecto
Colombia Nunca Más, a finales de la década de los 90‟s, y más recientemente, la
Comisión Ética de la Verdad, del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de
Estado, Movice; ésta última con miras a salvaguardar la memoria de las víctimas hasta
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que se presenten las condiciones de posibilidad para esclarecer los graves crímenes
llevados a cabo por el Estado colombiano durante el conflicto interno.
Por último, esta investigación parte de la inquietud acerca de cómo las víctimas de
violencia sociopolítica logran las reivindicaciones de sus demandas, a través de procesos
mnémicos, inscritos en la vivencia cotidiana de la colectividad. Esto es, cuándo éstas se
encuentran en grupos de apoyo y de colaboración mutua; cuándo narran, comparten,
proyectan acciones de rechazo ante la impunidad, no sólo reinante en lo que a sus seres
queridos respecta, sino a la impunidad sistemática y generalizada de miles de casos con
los que comparten situaciones similares, proponen trasformaciones en el aparato estatal
para el acceso a una justicia que promueva como pilar de su funcionamiento los derechos
de las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación integral y las garantías de no
repetición.
Así, creemos aquí, que de la violencia sociopolítica vivenciada como
desestructuración, que de aquel pasado edificado por los victimarios para el olvido y la
impunidad, para el conformismo y el asistencialismo de Estado, apoyados en la idea de
renuncia a todo tipo de exigencia futura para perpetuar y prolongar sin solución la
afectación traumática del sujeto víctima, brota de pronto la necesidad de la articulación
de sí en el colectivo; emerge, para decirlo con Castoriadis (1999), desde un magma
insondable, un imaginario radical, que sale de las entrañas de la tierra, que fluye por cada
conversación de las víctimas, que transige por cada compartir de la tragedia. El dolor de
pronto, parece que se descristaliza, se resignifica; ya no es aquel que buscó el victimario:
el de la resignación para el silencio sepulcral –pues en este proceso hasta los silencios
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tienen sentido-; es un dolor y una memoria terca que quiere un cambio, que cuenta
además con el acompañamiento psicosocial, psicojurídico y, si se quiere, psicohistórico.
De estas imprecisiones iniciales salieron las siguientes preguntas: ¿Es el trauma
psicosocial una categoría dinámica, capaz de transformar la subjetividad de las víctimas,
por medio de la acción política? Además de ello, ¿permite la organización política abrir
camino a perspectivas de transformación de país, evidente en el hecho de que, tras la
experiencia organizativa, exijan al Estado la superación de la impunidad y el olvido, así
como que se cumplan sus demandas en torno a la verdad, la justicia, la reparación
integral y las garantías de no repetición?
Tal intuición se ha venido acentuando en los últimos años a partir de los
acercamientos hechos por el autor a la psicología social de la guerra, inaugurada en
Centroamérica por el psicólogo social salvadoreño Ignacio Martín Baró (1990). Este
psicólogo centroamericano, así como en general, la llamada Psicología Crítica
Latinoamericana, sin ahondar en lo que será sustento metodológico y teórico de esta
investigación, pone en el centro de las afectaciones de la guerra la salud mental de la
población, entendiendo que ésta no puede ser comprendida a partir, únicamente, de la
intervención del individuo como sujeto aislado del contexto social, sino en cuanto al
conjunto de sus causas, secuelas y resultados de socavamiento del tejido social. Según
este enfoque, la guerra afecta la salud mental de la población, no sólo desde unos
síntomas específicos para la intervención psicológica, sino desde cómo fueron afectadas
amplias capas de la población, por su condición étnica, territorial, política u otra.
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Además, a partir de los recientes marcos jurídicos relacionados con las víctimas
en Colombia, es que, al parecer, los impactos traumáticos de la guerra no han sido
analizados, implementados e intervenidos todavía de forma sistemática, salvo por
políticas subsidiarias e insulares, las cuales adolecen de una política pública en torno a la
salud integral de las víctimas, que conlleve a la rehabilitación psicosocial con enfoque
diferencial en víctimas. De la misma manera, las formas como se tratan los fenómenos
traumatizantes, en la práctica, soslayan el poder instituyente de las de las víctimas, las
cuales, si bien concursan para efectos de la atención y la intervención individual, familiar
y comunitaria, no están exentas de lógicas de indicadores sociales de resultados, como se
evidencian en las fases, niveles y sesiones del Programa de Atención Psicosocial a
Víctimas del Conflicto, en adelante PAPSIVI, los cuales no pueden ser leídos al margen
de los desarrollos propios de la política y de la economía capitalista como sistema
mundial.
Un elemento neurálgico a considerar en este trabajo es el relacionado con que los
impactos de la guerra no sólo afectan a las víctimas directas, sino que los daños
trascienden a la población en general, pues generan y han generado dinámicas de
polarización, conformismo, miedo generalizado, entre otros. Así, considerar los
elementos organizativos de las víctimas en torno a la memoria, es considerar que la
reparación tiene una dimensión social profunda.
De esta manera, pasamos a describir los desarrollos propios de la presente
investigación:
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El capítulo 1 estará destinado a las consideraciones iniciales, las cuales incluyen
estructura metodológica implementada, objetivos, problema de la investigación y estado
del arte. En el capítulo 2 se indagará acerca del daño psicosocial en las víctimas de
crímenes de Estado en Colombia, de la misma manera que se tendrá un acercamiento a
los desarrollos del análisis e intervención del trauma psicosocial en Colombia. Así, se
tomarán en cuenta los siguientes desarrollos: 1. De la mirada centrada en el individuo al
“Trauma psicosocial” -Caso colombiano-. 2. Afectaciones, impactos y daños de la
guerra en Colombia. 3. Reparación Integral y rehabilitación psicosocial a las víctimas
de crímenes de Estado.
El capítulo 3 está dedicado a los imaginarios instituidos en el marco de la medida
de rehabilitación y la superación del trauma psicosocial. De esta manera, se realizaron los
procesos de análisis en torno a los siguientes elementos: 1. Imaginarios instituidos desde
la medida de rehabilitación; el papel de la institucionalidad creada a partir de la Ley
1448 de 2011. 2. Fragmentación y subsidiariedad de los derechos de las víctimas:
revictimización y apertura de las heridas en la atención psicosocial.
El capítulo 4 indaga acerca de La organización política como transformación de
la subjetividad en la víctima y como cambio social, la organización política de las
víctimas de crímenes estatales, como la comunidad de la solidaridad y el dolor, en la que
se genera la reelaboración del trauma acaecido, en el devenir de una nueva subjetividad
tendiente a la acción política transformadora. Así, este capítulo estará dedicado a: 1.
Imaginarios instituyentes: la exigencia, de las organizaciones psicosociales y la lucha
moral de las víctimas en pro de la salud integral reparadora. 2. Tiempo y creación en los
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sujetos víctimas de la violencia socio-política. 3. El papel de las memorias (construcción
colectiva de lo sucedido) en la superación de los daños psicosociales.
Un último capítulo 5 está dedicado a las conclusiones e implicaciones de la
investigación realizada, con una posible proyección de los alcances, a partir de lo
expuesto.
Preguntas de la investigación
¿Cómo se han configurado los escenarios instituyentes, entendidos estos como las
memorias sociales y la exigibilidad de los derechos de las víctimas, e instituidos,
entendidos estos como el marco institucional creado para la superación del daño
psicosocial, vivenciado a partir de la violencia sociopolítica?
¿Cuál ha sido el papel de la organización política para efectos de la reelaboración
de una subjetividad, que permita superar el daño sufrido, así como para la exigibilidad y
el cambio social desde la acción colectiva?
¿Cómo ha sido incluido el trauma psicosocial en las discusiones sobre la
reparación integral a las víctimas de crímenes de Estado, particularmente en lo alusivo a
la medida de rehabilitación psicológica, desde la mirada de las organizaciones
psicosociales de Colombia?
Objetivos
General
Tener un acercamiento a los imaginarios instituyentes de las víctimas de violencia
sociopolítica a partir de las memorias sociales y la exigibilidad de sus demandas, así
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como a los imaginarios instituidos, entendidos estos como el marco institucional creado
para la superación del daño psicosocial vivenciado a partir de la violencia sociopolítica.
Especifícos
Indagar el trauma psicosocial en las discusiones sobre la reparación integral a las
víctimas de violencia sociopolítica, particularmente en lo alusivo a la medida de
rehabilitación psicológica, desde la mirada de las organizaciones psicosociales de
Colombia.
Comprender cuál ha sido el papel de la organización política para efectos de la
reelaboración de una subjetividad que permita superar el daño sufrido, así como
para la exigibilidad y el cambio social desde la acción colectiva.
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Capítulo 1. Generalidades del proyecto
Metodología
Ruta metodológica
1. En un primer momento se realizó un proceso de análisis acerca de cuáles podrían
ser las fuentes a tomar en cuenta, de acuerdo al objeto de la investigación,
llegando a la conclusión de que era necesario acudir a una muestra representativa
y variada que pudiera evidenciar lo propuesto aquí.
2. Se realizó un estudio previo de las organizaciones, entidades y mujeres (en el caso
de estas últimas desde el punto de vista biográfico), para la elaboración del
esquema de preguntas y para la aplicación de la técnica de entrevista
semiestructurada.
3. Se realizaron siete (7) entrevistas, tres (3) a organizaciones psicosociales, dos (2)
a entidades estatales, y dos (2) a mujeres académicas y víctimas. Éstas se llevaron
a cabo en los lugares naturales de donde son los sujetos descritos.
4. Se sistematizaron los resultados, a partir del análisis de las bitácoras de campo
(cuando se consideró necesario), entrevistas realizadas y por medio de la
codificación y segmentación de las categorías principales surgidas producto de la
investigación.
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En esta investigación se indagaron las relaciones entre la memoria de las víctimas
de violencia sociopolítica y el trauma psicosocial, desde un enfoque cualitativo, con el
que se buscó comprender las maneras como se han venido construyendo los discursos de
verdad, en torno a la memoria histórica de las víctimas, y cómo éstas mismas generan
maneras de afrontar el pasado doloroso a través de la organización política.
De todos los métodos cualitativos, se optó por la indagación documental, así como
por la técnica de la entrevista semiestructurada, al considerarse que se requería ahondar
en los distintos enfoques y perspectivas de análisis e intervención psicosocial, desde la
divergencia y pluralidad de los puntos de vista, y desde el antagonismo; lo anterior, a
partir del papel de las organizaciones psicosociales, los psicólogos y psicólogas sociales,
y las entidades del Estado responsables de la medida de rehabilitación en la Ley 1448 de
2011. De esta manera, se ha optado por la selección de una muestra estructural, cuya
expresión concreta busca una variedad de perspectivas y una profundización del
fenómeno descrito, incursionando por los sujetos y las instituciones, considerados
relevantes para la discusión sobre memoria y trauma psicosocial en Colombia.
Un primer bloque de entrevistas se sustenta en la posición sociohistórica de las
víctimas como sujetos de creación social para la inclusión de referentes de memoria,
verdad, justicia, reparación integral y garantías de no repetición, y como la exhortación a
una ética de la convivencia y la paz con justicia social. Así, los sujetos víctimas son
vitales como entramado-testigos de la historia, portadores experienciales de los relatos,
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resilientes y expresión de la organización política; las víctimas vistas desde la dimensión
instituyente de reivindicación de demandas por la transformación de la institucionalidad
tras la superación de la impunidad y sus efectos cristalizados en las determinaciones de
justicia formal. En este sentido, se realizaron entrevistas a Diana Gómez, antropóloga y
feminista, hija de Jaime Gómez Velásquez, quien fuera desaparecido el 21 de marzo de
2006, encontrado y declarado legalmente muerto el 23 de abril de 2006. Así mismo, se
entrevistó a Claudia Girón, psicóloga y activista de derechos humanos, quien, desde la
Fundación Manuel Cepeda, ha liderado procesos de víctimas de crímenes de Estado.
Un segundo bloque consistió en hacer entrevistas a organizaciones psicosociales
que han llevado a cabo un trabajo de recuperación psicosocial con víctimas del conflicto
armado. Se trata de la Corporación AVRE, el Colectivo Psicosocial Colombiano
(COPSICO) y el Centro para la Atención Psicosocial (CAPS). Estas organizaciones han
realizado una labor psicosocial importante con las víctimas de la violencia sociopolítica y
han analizado los alcances de la afectación psicosocial a las víctimas y a la salud mental
de las mismas como forma de dimensionar los daños y afectaciones generadas.
Un tercer bloque está compuesto por entrevistas realizadas a las entidades
institucionales delegadas por mandato en la ley 1448 de 2011, tales como el Ministerio de
Salud y Protección Social y la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las
Víctimas del Conflicto Armado, en adelante UARIV, de manera que se pueda analizar las
estrategias psicosociales implementadas desde el Estado colombiano, en torno a la
medida de rehabilitación y la mitigación de los daños psicosociales, y cuál es el balance
que hacen éstas en torno a la implementación de dicha ley.
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Caracterización de los sujetos de investigación
Las organizaciones psicosociales en Colombia han sido pioneras en el
acompañamiento psicosocial a víctimas del conflicto armado colombiano, desde hace
aproximadamente dos décadas. En definitiva, estar insertos en un conflicto armado
intenso y prolongado, condujo a que las organizaciones sociales y de derechos humanos,
a diferencia de quienes veían, en aquel entonces, tal inquietud, no como algo necesario,
sino como un lujo subsidiario, prestaran un cierto énfasis a la salud mental de la
población colombiana. Lo anterior no estuvo exento de los desarrollos llevados a cabo
por la Psicología Crítica Latinoamericna y, principalmente, los elementos teórico-
conceptuales brindados por Ignacio Martín Baró (1990) en el Salvador.
Sin lugar a dudas fue El Salvador el lugar por antonomasia de este enfoque
teórico, el cual inspiró a las demás latitudes latinoamericanas en donde persistió el
conflicto armado, como lo fue y ha sido a la luz de hoy, el conflicto colombiano. En tal
sentido, la Corporación AVRE, CAPS, la Corporación Vínculos, y más recientemente
COPSICO, se han constituido en las bases teóricas, morales, prácticas, entre otros, para
enfrentar el trauma psicosocial, en un país donde la salud mental de la población,
producto del conflicto armado interno, no tiene parangón con realidades sociopolíticas
vivenciadas en el conflicto salvadoreño, sin obviar los profundos impactos que hubo en
éste.
Pasamos acto seguido a describir a las organizaciones psicosociales y entidades
estatales entrevistadas:
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Organizaciones psicosociales
Corporación AVRE Acompañamiento Psicosocial y Atención en Salud Mental a
Víctimas de Vioencia Política:
Según su página web, se trata de una organización que realiza un trabajo
interdisciplinario psicosocial y en salud mental fundamentado en los derechos humanos.
Dicho trabajo se hace con personas y organizaciones víctimas de violaciones a los
derechos humanos o al derecho internacional humanitario, para contribuir al pleno
ejercicio y realización de los mismos.
La trayectoria de esta organización data de la década de los 80‟s y ha influido de
manera considerable las discusiones actuales en torno a la atención psicosocial de las
víctimas del conflicto armado en el país.
Centro de Atención Psicosocial, CAPS
El Centro de Atención Psicosocial, CAPS, es una organización que surgió en el
año 2002, como una manera de apoyar a las organizaciones de víctimas en materia de
acompañamiento y atención a las víctimas del desplazamiento forzado y con una
concepción holística e integral de la medicina, en la que influye una óptica bioenergética,
en lo físico, emocional, espiritual, cultural y organizativo. Se ha focalizado en las
siguientes líneas: 1. Atención psicosocial médica y psicológica, de acuerdo al nivel de
afectación (individual, familiar, Grupal, entre otras). 2. Trabajo terapéutico y de
formación a promotores psicosociales. 3. Incidencia. 4. Peritajes psicosociales. 5.
Autocuidado de los equipos.
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Por otra parte y según su página web, el Centro de Atención Psicosocial (CAPS)
es una organización que inició sus actividades de manera voluntaria en el año 1994, al
interior de la Secretaría Ejecutiva de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos
(CNDDHH). Tiene como ejes la salud mental y los derechos humanos y su misión es:
fomentar una sociedad democrática, equitativa, donde las personas puedan mejorar sus
niveles de bienestar.
Colectivo Psicosocial Colombiano, COPSICO
El Colectivo Psicosocial Colombiano, COPSICO, es una organización que viene
realizando un trabajo psicosocial integral para el acompañamiento emocional de las víctimas
del conflicto armado colombiano, teniendo como ejes principales 1. Lo psicojurídico. 2. La
formación psicosocial. 3. El cuidado emocional. 4. Fortalecimiento organizativo. 5. Enfoque
terapéutico.
Si bien se trata de una organización reciente, su equipo psicosocial ha trabajado con
víctimas de tiempo atrás y, además, ha desarrollado elementos teóricos y conceptuales
importantes para el trabajo de acompañamiento a víctimas.
Entidades estatales
Ministerio de Salud y Protección Social
El Área de Promoción Social del Ministerio de Salud y Protección Social, ha venido
liderando la implementación de la medida de rehabilitación, a partir ede la Ley 1448 de 2011.
Desde el primer momento de construcción del Programa de Atención Psicosocial a Víctimas
del Conflicto, PAVSIVI, 2012-2013, hasta las actuales fases de implementación, el Programa
se ha venido llevando a cabo en distintas regiones del país. No obstante, éste no ha estado
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exento de dificultades. Al contrario, puede decirse que un balance del PAPSIVI al día de hoy
tendría que realizarse desde un enfoque crítico y reestructurante.
Unidad de Atención y Reparación Integral a las Víctimas del Conflicto, UARIV
Si bien la UARIV lleva a cabo múltiples procesos, para efectos de la presente
investigación, se precisa los avances realizados por esta entidad en materia psicosocial, a
través de la estrategia Entrelazando. Esta estrategia se ha venido realizando en el marco
de las llamadas reparaciones colectivas y, al igual que el PAPSIVI, contiene una ruta
específica de atención, no exenta de contradicciones e incluso de situaciones
consideradas como acción con daño en el marco de dichos procesos.
Mujeres académicas y víctimas de violencia sociopolítica
Diana Gómez, feminista y antropóloga
Es una antropóloga e historiadora colombiana. Integrante del movimiento de
mujeres y paz, vocera del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE),
así como integrante de Hijos e Hijas por la Memoria y contra la Impunidad.
Su padre, Jaime Enrique Gómez Velásquez, fue asesinado. Desapareció el 21 de
marzo de 2006, en el Parque Nacional de Bogotá-Colombia, y a pesar de que se hicieron
búsquedas en ese lugar, un mes más tarde apareció su cuerpo sin vida en el mismo
parque. Durante 8 años las autoridades trataron de hacer parecer su muerte como un
accidente, hasta que se comprobó que fue asesinado. Jaime Gómez, fue asesor de la ex
senadora Piedad Córdoba Ruiz y es una de las decenas de miles de víctimas de
desaparición forzada en Colombia. (Istillarte, Abraham. 2016).
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Claudia Girón Ortiz, psicóloga, cofundadora de la Fundación Manuel Cepeda
Psicóloga y consultora experta en trabajo de campo enmarcado en el
acompañamiento psicosocial a personas y comunidades víctimas del conflicto político,
social y armado. A partir del año 1994 ha trabajado como coordinadora de proyectos de
la Fundación Manuel Cepeda Vargas (organización no gubernamental dedicada a la
pedagogía social de la memoria a través del arte, la reconstrucción del tejido social y la
creación de comunidades de memoria). Estuvo como docente-investigadora del área de
Psicología Social de la Facultad de Psicología, en la Cátedra de Intervención Psicosocial
en contextos de Violencia Sociopolítica de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá
(Colombia).
Desde el año 2013 ha sido coordinadora del Proyecto de “Los Oficios de la
Memoria” en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación Distrital, donde lidera el
equipo de apoyo psicosocial a personas, familias y comunidades que han sido víctimas de
la violencia sociopolítica y el conflicto armado interno, muchas de las cuales residen en
la ciudad de Bogotá (Colombia) a causa del desplazamiento forzado.
Estado del arte: estudios sobre el trauma psicosocial y memoria
Trauma psicosocial en distintos contextos mundiales
Los estudios sobre el trauma como secuela o huella de la guerra tienen ya un
prolífico recorrido. Aquí nos interesa el particular despliegue del desarrollo teórico de la
llamada Psicología Crítica Latinoamericana. Uno de los primeros investigadores que
reflexionó en 1990 sobre los impactos de la guerra en la salud mental de la población fue
el psicólogo social Ignacio Martín Baró. Este autor salvadoreño ahondó en un aspecto
27
inédito para entonces en América Latina y otras latitudes del mundo, al evidenciar que en
donde se presentaron conflictos internos de gran envergadura, había relaciones estrechas
entre psicología social y guerra, entre estructura social y subjetividad. A todas luces esto
significaba una ruptura con los enfoques clínicos de individualización y patologizantes de
las conductas, útiles para ciertas intervenciones individuales, pero que no daban cuenta
acerca de las secuelas de la guerra en la población. Martín Baró habló así de un concepto
fundamental para la compresión psicosocial de la guerra: se trata del concepto de “trauma
psicosocial” (Martí Baro, 1990, p.77).
Si bien Martín Baró es un referente obligado para dilucidar esta relación entre
estructura y subjetividad desde el “trauma psicosocial”, es necesario acudir a otros
ámbitos más actuales en relación con el dolor y el trauma, sobre todo por el auge
discursivo de la transicionalidad y el posconflicto, que deben ser desenmascarados en
cuanto de economía de poder se trata. Aquí nos parece pertinente el recorrido crítico que
hace Ignacio Dobles (2009), en Memorias del dolor. Consideraciones acerca de las
Comisiones de la Verdad en América Latina. Este texto es capilar, entre otros aspectos,
porque además de problematizar acerca de la memoria y la manera cómo se elaboran
hechos traumáticos, poniendo el acento en la memoria como un constructo social, así
mismo, da cuenta acerca de las maneras como las comisiones de la verdad son
herramientas culturales que buscan legitimarse.
Dobles (2009) retoma el debate que instauró Martín Baró en décadas pasadas
acerca de la dimensión colectiva del daño y la superación determinista de los enfoques
clínico-operativos. En tal recorrido aparece en el horizonte su alusión al Instituto
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Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos, ILAS. Este Instituto fue clave
en la atención de las víctimas del régimen de Augusto Pinochet en Chile. Según Dobles,
el ILAS, a la par que realizaba su labor terapéutica en apoyo a las víctimas chilenas, hacía
un esfuerzo sistemático de discusión y crítica, en el que cuestionaba, entre otros, los
enfoques terapéuticos tales como el Síndrome de Stress Postraumático. El ILAS veía
muchos peligros en el abordaje del trauma desde este lugar, pues, desde su óptica, tal
enfoque podría dañar al paciente, en tanto que reduce el trastorno a una serie de síntomas,
despolitizando así las causas del daño psíquico. Otro aspecto es que psicopatologizaba los
trastornos como si se tratara de individualizar lo que en la práctica era una patología
social (represión política y guerra). Además, el ILAS expresaba que estos enfoques
permitían a los victimarios utilizar muchas veces los argumentos del trauma para
justificar los actos de crueldad. El ILAS, entonces, apostó por superar la idea del evento
singular e individual, al ver que estas situaciones traumáticas eran continuas, y propuso
conceptos como “traumatización límite” o “traumatización secuencial”. Dobles, sin
embargo, pese a que rescata el enfoque del ILAS, no deja de considerar que se quedó en
los recovecos de la patología, sin trascender todavía lo que critica: un enfoque clínico y
psicopatológico de los sujetos. En tal sentido, nos dice que en realidad fue Martín Baró
quien logró avanzar sustancialmente en esta dirección, al incorporar la idea del “trauma
psicosocial”. Con ello, Martín Baró logró entender el daño psíquico producido por la
guerra. (Dobles, 2009, p.78).
29
Estos aspectos psicosociales, empero, no fueron ajenos a la construcción de la
verdad histórica como esclarecimiento de lo sucedido, caso de la Comisión de
Esclarecimiento de Guatemala, cuando formuló que:
… lo que ha sido destruido es más amplio que las nociones del trauma interno
individual. Extendido en el tiempo, el trauma psicosocial involucra la destrucción
de arquetipos y metáforas culturales, aniquilando o limitando profundamente las
posibilidades de la próxima generación de afirmar aspectos de su vida cultural.
(Dobles, Ignacio, 2009, p.81).
También Summerfield, (citado en Dobles 2009), advierte sobre los riesgos de
poner el trauma en el individuo, lo que conlleva a posturas erróneas en intervenciones
humanitarias:
Los modelos de trauma que focalizan acontecimientos específicos (violaciones) o
en un grupo específico de la población (niños) exageran las diferencias entre unas
víctimas y otras, poniendo a algunas víctimas en peligro de desconectarse de su
comunidad y del contexto más amplio de sus experiencias y del sentido más
amplio que le dan a estas. (Dobles, Ignacio, 2009, p.81).
Son destacables también los análisis del trauma que hace Liftón (citado en Dobles
2009) cuando analiza lo sucedido en los campos de concentración nazi, los efectos
traumáticos en el caso de Hirochima y los efectos psicosociales en Vietnam. Pero
particularmente llama la atención lo que tiene que ver con la desintegración o falta de
conexión en el marco de vivencias relacionadas con atrocidades traumáticas.
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Lifton (1982), en su extensa obra sobre situaciones que producen atrocidades y la
actuación humana en las mismas, desarrolla un paradigma en el que postula que
los seres humanos se mueven en la dimensión vida/muerte, que implica en lo más
inmediato, lidiar con lo que se considera „equivalentes de muerte‟, con los
imaginarios de lo estático, la desintegración y la falta de „conexión‟; lo que está
en juego, en última instancia, es la capacidad de mantener funcionando los
procesos psíquicos simbólicos en el ser humano, lo que podemos asociar
fácilmente, en contextos de aguda represión y terror, con la necesidad de otorgarle
un sentido a lo que ha ocurrido. (Dobles, Ignacio, 2009, p.80).
Sin darle una predominancia relevante, es por lo menos subsidiariamente
necesaria la concepción de “trauma cultural”, que desarrolla Jeffrey Alexander (2004) en
los Estados Unidos, pues nos brinda una idea acerca del trauma como una concecuencia
cultural que trasciende los innatismos y naturalismos; pero, lo más importante quizás, que
lo disloca del cognitivismo. (Alexander, Jeffrey, 2004, p.1).
En el campo de las intervenciones individuales y la psicoterapia en relación con
un modelo psicosocial y comunitario, es preciso aquí el valioso aporte que realiza Pau
Pérez Sales y Alberto Fernández Liria (2015), quienes, en su publicación Violencia y
Trauma, del trabajo comunitario a la psicoterapia, guías de procesos y programas
integrados, brindan aportes claves al deber ser de las intervenciones y enfoques a tomar
en cuenta en el trabajo con víctimas de la violencia política, más cuanto que (situando
dicha discusión en Colombia) los programas y planes vigentes, adolecen de un enfoque
31
reflexivo e integrado de las prácticas de intervención en programas, tal y como sucede
con el PAPSIVI.
También es relevante acudir a los aportes realizados por Berinstain (2009), en su
texto Diálogos sobre la reparación. Qué reparar en los casos de violaciones de derechos
humanos, publicación en la que se plantean aspectos que han influido en la manera como
se han llevado a cabo los planes y programas en materia de rehabilitación psicosocial,
con base a otras experiencias tales como el PRAIS de Chile, una experiencia que sin que
deba ser replicada, por lo menos sí debería analizarse en Colombia. (Berinstain, 2009, p.
283).
Otro ángulo importante a tomar en cuenta en la presente investigación, son las
discusiones sobre el daño desde el punto de vista psicojurídico, ya situados en el contexto
nacional colombiano. En tal sentido, se toman en cuenta aquí los aportes brindados por
Adriana Bautista y Andrea Liliana Guana (2013) en su artículo El acompañamiento
psicojurídico en tiempos de la seguridad democrática: acciones, aprendizajes y
perspectivas, aportes brindados para la publicación Acción colectiva y transformación. La
dimensión política del acompañamiento psicosocial, de la Corporación AVRE. (Bautista,
& Guana, 2013, p.15).
En una dirección similar se encuentra la publicación Metodología para peritajes
psicosociales a nivel colectivo en víctimas de violencia sociopolítica, del Colectivo
Psicosocial Colombiano, Copsico, en la que se realizan definiciones acerca de la
psicología jurídica y del papel que cumple ésta en la detección de los daños e impactos
psicosociales en las víctimas de violencia sociopolítica, así como el papel que cumple la
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psicología forense en la evaluación de los daños para la elaboración y presentación de
peritajes individuales y colectivos en casos específicos de victimización. (Torres &
García, 2013).
De otro lado, resulta de gran utilidad la consultoría La atención psicosocial y la
salud integral de las víctimas del conflicto colombiano: un derecho sin reparar elaborada
por la Corporación Vínculos (2016). En definitiva, este documento es de gran
importancia, al tratarse de uno de los documentos más completos y sistemáticos acerca
del balance actual en torno a la implementacón de la medida de rehabilitación en
Colombia.
Por otra parte, Elizabeth Lira (2011), en su texto El testimonio de experiencias
políticas traumáticas: terapia, denuncia y memoria, ponencia presentada para la Cátedra
Internacional Ignacio Martín Baró de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá,
analiza la experiencia chilena en torno a las respuestas psicoterapeúticas, a partir del
testimonio como instrumento terapeútico. Este texto puede ser ilustrativo de lo que se
tratará aquí como el tiempo de la creación en las víctimas de violencia sociopolítica; la
importancia del silencio y la narración en los procesos de reelaboración, así como que
puede ser esclarecedor en el análisis de los impactos de la acción psicosocial en el marco
de los programas gubernamentales implementados, principalmente el PAPSIVI.
Impactos de la guerra en la salud mental –algunos casos en el mundo-
Al tratarse esta investigación de un contexto regional particular, esto es,
Latinoamérica, y al estar insertos los colombianos en dinámicas políticas similares pero a
la vez tan disímiles a otras latitudes de América Latina, es vital recurrir a la comprensión
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de los impactos de las dictaduras del cono sur -más con una inquietud comparativa que
permita ver los escollos del asunto- para lo cual es vital atisbar por las rendijas de la
incorporación de las dictaduras militares, caso Chile, analizando las consecuencias
psicosociales de la represion, concecuencias que según Elizabeth Lira, tienen como telón
de fondo la intervención política de la subjetividad colectiva. (Lira, Elizabeth, 1990, p.
138).
Un referente similar lo encontramos en el texto Guerra y deshumanización: una
perspectiva psicosocial, de Joaquín Samayoa, quien analiza los patrones aberrantes de
pensamiento, producto de la deshumanización y la consiguiente pérdida de atributos
humanos. Así, Samayoa (1990) reflexiona acerca de la estructura psicosocial de los
prejuicios, la absolutización e ideologización y rigidez ideológica, la defensividad
paranoide producto de la polarización implantada en el contexto de guerra civil en El
Salvador, así como los sentimientos de odio y venganza. (Samayoa, 1990. p. 41).
En una dirección parecida se encuentra el análisis de Garreton (1990), en su texto
El miedo y las dictaduras militares, pues aporta una diferenciación importante en cuanto
a la aplicación del miedo en épocas de dictadura y la diferencia que tendría tal aplicación
en épocas de regímenes democráticos. Según Garreton:
Los regímenes democráticos no eliminan el miedo en la sociedad, pero generan
mecanismos de control y superación para ciertos tipos de miedo. Los regímenes
militares […] se caracterizan por una regresión histórica, en la que el miedo
predominante es el miedo primitivo, el miedo a la muerte. (Garreton, 1990. p.
219).
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Sin duda, podemos aseverar que este miedo tiene consecuencias a largo plazo en
cuanto a la posibilidad de imaginación social, sobre todo mirado desde las diadas que
propone el autor: esperanza-incertidumbre, impotencia-sublimación, producción-
superación, pues es indiscutible que el miedo en cuanto terror político puede tener
enraizamientos profundos en las sociedades que lo han experimentado y de no ser
superados, devenir en conformismo, silencio e impunidad.
Por su parte y en una expresión más contemporánea, Corey Robin (2009), nos
brinda un trabajo sistemático sobre la historia del miedo como idea política (El miedo,
historia de una idea política). Este texto es de monumental importancia al brindar
elementos históricos esenciales que trascienden los estudios sobre el miedo asociado a la
represion física de los cuerpos y se dirigen a las dinámicas de control de las subjetividad,
lo que puede brindar luces para dar cuenta de cómo se utiliza el miedo como idea política
en las épocas de “posconflicto” y/o “sociedades en transición política”.
También es necesario aludir a un texto fundamental para comprender cómo las
víctimas de violencia político-militar enfrentan situaciones estresantes, a partir de la
actividad sociopolítica como forma de organización social, de manera que puedan superar
el daño colectivo. Es el caso del artículo Una infancia a la sombra de la Guerra. Estudio
psicológico de las actitudes y vida emocional de los niños israelíes y palestinos, escrito
por Punamaki (1990), relacionado con la ocupación militar israelí en territorios palestinos
y las secuelas del stress en mujeres y niños víctimas. (Punamaki, 1990, p.251).
Otro tanto puede leerse en el texto de Rozitcher (1990) ya desde la perspectiva de
las doctrinas militares. Este autor analiza, en su texto Efectos psicosociales de la
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represión, uno de los manuales doctrinales en la dictadura argentina, para dar cuenta
acerca de cómo detrás de estas doctrinas, hay una táctica tendiente a la desagregación de
los colectivos humanos y cómo buscan generar dinámicas de aislamiento social, lo que a
su vez conlleva a dinámicas de conformismo y pesimismo. (Rozitcher, 1990, p. 105).
En el contexto colombiano ha habido en los últimos años, algunos intentos por
reflexionar sobre la aplicación de la guerra psicológica en el marco del conflicto político,
social y armado colombiano, aunque no con la sistematicidad que demandaría. Tal es el
caso de los textos del psicológo social, Edgar Barrero: De macondo a Mancuso.
Conflicto, violencia política y guerra psicológica en Colombia, así como De los pájaros
azules a las águilas negras Estética de lo atroz. Psicohistoria de la violencia política en
Colombia. Estos textos, aunque no son trabajos sistemáticos sobre la materia, tienen la
virtud de instaurar el debate sobre guerra psicológica en Colombia. (Barrero, Edgar,
2006; Barrero, Edgar, 2011).
Por su parte, Nicolás Herrera Farfán, brinda una importante reflexión en su
artículo Colombia: democracia de hierro y violencia política. Una aproximación desde la
Psicología Social (1960-2010). Este texto hace un recorrido por las nociones clásicas de
la psicología, violencia e ideología, así como las relacionadas con agresión, violencia,
amenaza y miedo. Este artículo tiene un componente interesante y es que pone a dialogar
los desarrollos de la Psicología Crítica Latinoamericana con lo que llama psicohistoria de
la violencia política en Colombia. (Herrera, Farfán, Nicolás, 2013).
Por último, resultan de importancia colosal las Propuestas mínimas sobre verdad,
justicia, reparación integral y garantías de no repetición, elaboradas por el Movimiento
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Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado, (Movice, 2013) y luego Movice (2013),
como forma de aportar a la discusión sobre los Diálogos de Paz en la Habana. Estas
propuestas son discusiones concretas en materia de las demandas de las víctimas para
aspirar a una paz sin impunidad.
Memoria asociada a la violencia sociopolítica
Se toma aquí la idea de la memoria social y colectiva, más como una construcción
social que como algo por recuperar. En esta concepción las tramas de la memoria en las
víctimas de violencia sociopoltica cumplen papel relevante, en tanto sujetos que
trascienden la trama individual para convertirla en un relato social del país. Es vital aquí
hacer alusión a Halbawchs. Según él: (citado por Dobles 2009):
Lo más frecuente, si me acuerdo, es que los otros me incitan a acordarme, que su
memoria viene en ayuda mía, que la mía se apoya en la suya. En estos casos, al
menos, la evocación de los recuerdos no tiene nada misterioso. No hay que buscar
dónde están, dónde se conservan, en mi cerebro o en algún reducto de mi mente al
que sólo yo tengo acceso ya que me son recordados desde fuera y los grupos de
los cuales formo parte me ofrecen a cada momento los medios para reconstruirlos,
a condición de que me vuelva hacia ellos y de que adopte, al menos
temporalmente, su forma de pensar. (Dobles, 2009, p. 100).
Por otra parte y citando a Carreño (2006), en su reseña del libro Memoria,
Silencio y Acción Psicosocial. Reflexiones sobre por qué recordar en Colombia:
Un artículo que cobra especial relevancia es el escrito por los profesores
universitarios e integrantes del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de
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Estado, Claudia Girón y Raúl Vidales, y que titulan El rol reparador y
transformador de la memoria: de la eficacia simbólica a la acción política
colectiva. En este artículo los profesores no sólo realizan una elaboración
académica, sino que además ponen a flor de piel su sensibilidad como defensores
de derechos humanos, como “militantes de la memoria”, lo que les permite de
facto rechazar la idea inicial de que nos encontramos en un contexto transicional.
Es imposible hablar de transición política en Colombia, expresan, bajo la
existencia del conflicto interno vigente.
Los autores en este sentido prestan énfasis a los mecanismos de poder que han
permitido una falsa valoración del conflicto interno colombiano, evidente en un
ambiente social del olvido, la pervivencia de la impunidad y la desarticulación del
tejido social. En consecuencia, recalcan la importancia de la memoria colectiva
como forma de organización y lucha política de las víctimas, a través de las
estrategia de las audiencias ciudadanas, así como las galerías de la memoria del
Movice, estrategias que buscan esclarecer lo sucedido, las razones bajo las cuales
fueron victimizadas, los responsables de los crímenes, por citar algunas, que son a
su vez parte de los derechos a la Verdad, la Justicia, la Reparación Integral y las
Garantías de no Repetición. Desde Maurice Halbwachs, plantean dos marcos
sociales en el caso de las víctimas de crímenes de Estado: 1. Hitos de la violencia,
que marcaron la vida del país. 2. Generación de sentido y pertenencia para
mantener viva la memoria de los ausentes. (Carreño, 2006).
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Por otra parte, es importante incluir la perspectiva sociohistórica de Vygotsky,
perspectiva consistente en poder comprender a la memoria como herramienta cultural.
Para Dobles (2009), estas herramientas culturales podrían estar latentes, con un cierto
anclaje en los contextos sociohistóricos en, por ejemplo, las exhumaciones en Guatemala
como memoria comunitaria, en los intentos de legitimación de ciertas versiones de la
verdad, caso de las comisiones de la verdad, entre otras.
Es de destacar, además, la manera como se llevaron a cabo formas para enfrentar
el pasado doloroso, desde la víctimas mismas y cómo los esfuerzos estatales, caso
chileno, de crear comisiones de la verdad, se vieron empantanados con la implementación
de amnistías y, en algunos casos, de indultos que conllevaron a la impunidad
generalizada. En las tres dictaduras chilenas se cimentó la idea de que lo sucedido “habría
que dejarlo en el pasado para no escarbar las heridas”. Es lo que llama Elizabeth Lira, los
olvidos jurídicos. (Lira, 2009 p. 67).
Otro autor relevante en este sentido es Amalio Blanco (1997), en cuanto a que
recoge en su texto Los afluentes del recuerdo: la memoria colectiva, algunas de las
reflexiones ya descritas anteriormente, con el énfasis que queremos prestar aquí a la
memoria social y colectiva, aunque para su caso, dando fuerza a la función simbólica de
ésta. (Blanco, Amalio, 1997).
En este punto, destacamos el planteamiento de Castoriadis (1997), relativo a la
imaginación radical o instituyente entendido como magma, como surgimiento
sociohistórico. Castoriadis, a diferencia de quienes se encuentran inscritos en la teoría de
las representaciones sociales, logra ir más allá de lo descriptivo para dar cuenta acerca de
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cómo la imaginación social emerge sociohistóricamente. La concepción de Castoriadis
respecto a la imaginación y el tiempo es sin duda esclarecedora para efectos de la
presente investigación. Las luchas de las víctimas han surgido como un imaginario
instituyente, excluido, segregado y estigmatizado. En esta ruta, es claro el conflicto entre
el tiempo de la administración como tiempo ensídico o conjuntivo-identitario, en el decir
de Castoriadis, y el tiempo-creación de las víctimas. El tiempo, pues, de las víctimas, se
diferencia del tiempo ensídico institucional porque reposa, no en la fragmentación de lo
vigente, sino en la emergencia creativa de lo nuevo, en lo múltiple que es el ser. Lo uno y
lo otro.
El tiempo pertenece a todo sujeto; a todo ser para sí. Es una forma de auto-
despliegue de todo ser para sí. El ser para sí (por ejemplo, todo ser viviente) es
creación de un interior, es decir de un mundo propio, mundo organizado en y por
un tiempo propio (eigenzeit). (Castoriadis, 1997, p.75).
En línea similar encontramos el texto El Narrador de Walter Benjamín (1999), ya
clásico, pero vigente, en cuanto a la crítica que hace al historicismo. Benjamin plantea la
necesidad de restituirle a los oprimidos la palabra expoliada, así como que la narración va
más allá de los eventos anecdóticos y episódicos. En este sentido, rescata la importancia
de construir memoria para recuperar la palabra capturada, no sólo por el silencio
impuesto, sino por la fugacidad del momento y la repetición (reproductividad técnica y
periodismo, sólo por citar dos de los más relevantes para Benjamin, los cuales resultan
como forma de liquidar la originalidad sublime, lo que llama metafóricamente “aura”).
(Benjamin, 1999, p. 111).
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Es vital también el texto El rol de las ciencias sociales: recuperación de la
memoria histórica y reparación integral de las víctimas.
Allí el reconocido historiador colombiano Mauricio Archila, en su reflexión sobre
La historia hoy: ¿memoria o pasado silenciado? enfatiza la posición del recuerdo
en el individuo; este es el portador inmediato del la memoria, pero en realidad son
los grupos sociales la que la determinan. Archila reflexiona sobre el sentido de la
historia para los historiadores en esa tensión entre modernidad y posmodernidad,
tensión que ha marcado las discusiones académicas de este campo disciplinario,
sobre todo en las últimas décadas. Aunque Archila no se centra en esta discusión,
en cambio sí exhorta a superar “la insularidad de nuestra academia y a mantener
viva la memoria”, en vista de que “acallarla es prácticamente arrancarnos la piel”.
(Carreño, Julián. 2006).
De otro lado, hay que agregar hechos más generales, insoslayables al desarrollo de
los estudios y discursos de memoria en torno al conflicto colombiano, que podemos citar
desde Andreas Huyssen (2002):
Uno de los fenómenos culturales y políticos más sorprendentes de los últimos
años es el surgimiento de la memoria como una preocupación central de la
cultura y de la política de las sociedades occidentales, un giro hacia el pasado
que contrasta de manera notable con la tendencia a privilegiar el futuro, tan
característica de las primeras décadas de la modernidad del siglo XX. Desde los
mitos apocalípticos sobre la ruptura radical de principios del siglo XX y el
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surgimiento del "hombre nuevo" en Europa a través de los fantasmas de la
purificación de la raza o de la clase propios del nacional- socialismo y del
estalinismo, hasta el paradigma estadounidense de la modernización posterior a la
segunda Guerra Mundial, la cultura modernista siempre fue impulsada por lo que
podría denominarse "futuros presentes". Desde la década de 1980, el foco
parecería haber pasado de los futuros presentes a los pretéritos presentes,
desplazamiento en la experiencia y en la percepción del tiempo que debe ser
explicada en términos históricos y fenomenológicos. (Huyssen, 2002, p.1).
Cítese aquí de la misma manera, la reflexión profunda sobre historia y memoria
de Pierre Norah (1984). Es preciso tomar como referente su texto Entre memoria e
historia: el problema de los lugares, pues en éste da cuenta acerca de las
discontinuidades que hay en los discursos historiográficos, los cuales se presentan como
fuertes edificios conceptuales y teóricos del pasado, como si estos hubieran estado desde
siempre y el historiador tuviera la misión de cristalizarlos en un lugar específico. Esta
reflexión puede acercarnos a la idea de administración de la historia y la memoria, no
sólo como un ejercicio institucional de política pública o discurso de historia, sino como
por su capacidad de instalarse en las prácticas sociales para legitimar versiones
inmodificables de la verdad. Según Norah:
La memoria sorda de un grupo que ella suelda, lo que quiere decir, como lo hizo
Halbwachs, que hay tantas memorias como grupos; que ella es por naturaleza
múltiple y desmultiplicable, colectiva, plural e individualizable. La historia, al
contrario, pertenece a todos y a nadie, lo que le da vocación universal. La
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memoria tiene su raíz en lo concreto, en el espacio, el gesto, la imagen y el objeto.
La historia sólo se ata a las continuidades temporales, a las evoluciones y a las
relaciones entre las cosas. La memoria es un absoluto y la historia sólo conoce lo
relativo. (Norah, 1984).
En una línea similar están los trabajos de Elizabeth Jelin (2002), particularmente
el libro Los trabajos de la memoria, el cual versa en torno a los procesos de
reconstrucción de la memoria, el trauma, el testimonio, entre otros, en el marco de la
dictadura Argentina y, en general, en el marco de las dictaduras del cono sur.
En cuanto a la discusión acerca de los problemas relativos a la reconstrucción de
la memoria, está también el texto Los Abusos de la memoria, de Tzvetan Todorov (2002).
Este autor problematiza, entre otras discusiones, sobre la selección de los buenos y los
malos recuerdos, preguntándose sobre cómo y con qué criterio se logra determinar cuáles
son los buenos recuerdos y cuáles los malos. Es interesante que Todorov se pregunta
sobre la posición impersonal y anónima de la justicia, la cual contrasta con el dolor único
de las víctimas. Todorov, nos alerta desde esta mirada sobre las miradas obsesivas del
pasado.
Ya más en el contexto Latinoamericano, encontramos los trabajos de Gonzalo
Portocarrero Perú, el país de las memorias heridas: entre el (auto) desprecio y la
amargura, Degregori (2004) en Heridas abiertas, derechos esquivos: reflexiones sobre la
Comisión de la Verdad y Reconciliación y en Colombia el texto obligado de Gonzalo
Sánchez, Guerras, memoria e historia. En éstos buscamos aproximarnos a las
elaboraciones teórico-conceptuales que han permitido algunas discusiones sobre memoria
43
e historia en América Latina. (Degregori, 2004, p.75; Portocarrero, 2004, p.35; Sánchez,
2004, p.157).
La preocupación por la memoria de las víctimas de crímenes de Estado en
Colombia en estas décadas, ha tenido énfasis, desde el punto de vista institucional, en la
implementación de la Ley 1448. Un antecedente a tomar en cuenta en relación con las
políticas institucionales de memoria, es el trabajo realizado por la Comisión Nacional de
Reparación y Reconciliación, CNRR, en consonancia con el mandato de la Ley 975 (Ley
de Justicia y Paz). Subrayamos el trabajo Basta ya: Colombia memorias de guerra y
dignidad, emprendido por el Centro Nacional de Memoria Histórica (2013), el cual se
constituye en uno de los más importantes esfuerzos instituciones por la construcción de
memoria desde el Estado colombiano.
Si bien tales trabajos han sido aportes considerables, desde el punto de vista de la
construcción institucional de la verdad, también es cierto que éstos no sólo han adolecido
de una dificultad en la apropiación de sus contenidos, sino que a su vez han sido
criticados por algunas de las víctimas directas, quienes en algunos casos no se sienten
recogidas por el conjunto de la narración histórica de los hechos sucedidos. Es posible
que esto último obedezca al hecho de que no hay confianza en la política estatal aplicada
a los derechos de las víctimas y que, además, la institucionalidad desplegada para
promover estos discursos de verdad, soslayan de fondo las demandas de las víctimas o, en
el peor de los casos, tal y como sucede con la actual Ley 1448 de 2011, se capturan sus
discursos de exigibilidad, aunque los avances sean nulos o precarios, para los usos de
política internacional.
44
Es preciso hacer alusión a las investigaciones realizadas por Raúl Zibechi (2007)
en cuanto a los movimientos sociales en América Latina, sobre todo porque los sitúa en el
lugar de los de abajo y en tanto que potencia en movimiento. La exhortación de este autor
puede permitirnos ver las resistencias y luchas de las víctimas como una potencia de
memoria subalterna, y abrir elementos para dar cuenta acerca de cómo las “comunidades
del dolor” o “epistemologías de la solidaridad”, en el decir del investigador Alejando
Castillejo, en su texto Iluminan tanto como oscurecen: de las violencias y las memorias
en la Colombia actual, puede redefinir y reelaborar los dolores y vejámenes sufridos.
(Corporación Cátedra Libre Ignacio Martín Baró, 2010, p.21).
También, tomaremos aquí algunos elementos provenientes de los análisis de lo
comunitario, sobre todo lo que tiene que ver con la idea de las víctimas como
comunidades del dolor y en la senda de las epistemologías comprometidas. En tal
sentido, es preciso aquí tomar en cuenta los acercamientos conceptuales relativos a la
categoría “comunidad” que ha desarrollado el profesor e investigador Torres (2013), en
su destacable libro El retorno a la comunidad.
Así vistas las cosas, la problematización del autor anteriormente mencionado en
torno a la nominación un tanto mecánica de la categoría “comunidad”, utilizada con
cierto abuso para calificar a diversos contextos sociales, organizativos, comunales y
académicos, sitúa el vaciamiento de sentido que tiene este uso, por irreflexivo, y porque
ha adolecido de una profundización de su densidad semántica, conceptual y práctica,
incidiendo en el hecho de que se pase de largo la existencia de lazos comunitarios
45
complejos que trascienden los lugares comunes en los que se ha encasillado a la
comunidad.
Lo anterior es vital sobre todo para lo relacionado con la organización política
como “comunidad de la cooperación” o “comunidad del dolor”. Comunidad como el
escenario de los afectos, la solidaridad y el fortalecimiento del tejido social, que
trasciende el entendido de comunidad como simple lugar o territorio de encuentro
poblacional.
Hacemos, por último, alusión al documento macro de denuncias y
recomendaciones para el debate de control politico “Atención Psicosocial en el Marco del
Conflicto Armado”, 18 de mayo de 2016, elaborado por la Mesa Psicosocial (espacio de
coordinación de las distintas organizaciones sociales y psicosociales), la cual planteó sus
críticas en relación con el PAPSIVI, ante la comisión séptima de la Cámara de
Representantes del Congreso de la República, debate realizado por los representantes a la
Cámara Ángela María Robledo y Alirio Uribe. Allí, se encuentran los principales debates
en torno al PAPSIVI y las principales perspectivas críticas de las organizaciones
psicosociales a un programa que, si bien tiene avances, carece de los aspectos relevantes
a considerarse en cuanto a una política pública tendiente a la rehabilitación de las
víctimas de la violencia sociopolítica. Lo anterior, también en la idea de comprender los
escenarios de reparación integral en contextos de transición política formal hacia la paz
sin armas.
Es ineludible también la concepción sugerente del texto La revolución de la
esperanza, de Erich Fromm (2012), particularmente el acápite de paradoja y naturaleza
46
de la esperanza, en el que se exhorta a la fuerza de lo inexistente, a la potencia de actuar
aunque el nacimiento de lo que se espera no acontezca en esta vida. Y es que sin la
esperanza no resulta posible comprender las luchas y resistencias, en muchos casos
solitarias, de las víctimas por la demanda de sus derechos; sin la esperanza no existiría la
voluntad que trasciende el trauma hacia la dignidad.
En este parecer e inspirado en dicho libro, se encuentra el texto Reconfigurar la
esperanza, del padre Javier Giraldo S.J. (2004), quien define la esperanza como sigue:
Es cierto que la esperanza tiene un elemento de audacia y de rebeldía frente a lo
que la realidad cruda trata de imponernos. Es cierto también que la esperanza no
puede alimentarse de lecturas de lo que ya existe, hechas con instrumentos de
ciencia, que solo nos permiten acceder a lo que es y no a lo que debe ser. Pero
también es cierto que una esperanza que trate de subestimar los
condicionamientos de la realidad, o ignorarlos o evadirlos mediante discursos
referidos a mundos inexistentes, es una esperanza que podría calificarse como
opio o somnífero, que nos lleva a tolerar fácilmente la ignominia real, cubriéndola
con un manto de sueños irreales. (Giraldo, 2004).
Considero vital esta reflexión, pues tal esperanza resulta siendo el motor
sustancial del espíritu que se encamina hacia la lucha de las víctimas en contra de la
injusticia y la impunidad, así como que es poder instituyente, sociohistórico, capaz de
crear el vaticinio o la promesa de un futuro mejor.
47
También, es preciso abogar aquí, como antesala al siguiente capítulo, por una
concepción de las “víctimas”, más allá de la definición brindada por las Naciones Unidas
en 1986, definición consistente en apreciar a la persona víctima como:
Aquella persona que ha sufrido un perjuicio (lesión física o mental, sufrimiento
emocional, pérdida o daño material, o un menoscabo importante en sus derechos)
como consecuencia de una acción u omisión que constituya un delito con arreglo
a la legislación nacional o del derecho internacional. (Pérez Sales & Fernández
Liria, 2015, p.11)..
Se requiere la comprensión de las víctimas como aquellas que se elaboran así
mismas en los procesos de exigibilidad, como aquellas que son sujetos para la
transformación de las situaciones vigentes que prohijaron las condiciones de
victimización; tal cuestión se evidenció en la generalidad del marco teórico aquí descrito.
Para concluir este apartado, existe un amplio campo teórico y conceptual en torno
a los impactos de la guerra, la memoria social y los abordajes realizados por las
organizaciones psicosociales, en torno a la medida de rehabilitación como parte de la
reparación integral a las víctimas, lo que, mirado desde el punto de vista de las preguntas
y la metodología de la presente investigación, permite un análisis de las categorías
propuestas, desde múltiples aportes teórico-conceptuales. Será objeto del siguiente
capítulo indagar los impactos, afectaciones y el daño psicosocial en las víctimas de
violencia sociopolítica por ocasión del conflicto armado interno colombiano.
48
Capítulo 2. De la mirada centrada en el individuo al “Trauma
psicosocial” -Caso colombiano-
En este capítulo presentamos, en concordancia con lo anterior, los resultados y
análisis tanto del estado del arte, como de las entrevistas realizadas, tomando en cuenta la
categoría “trauma psicosocial”, categoría dinámica que puede, al mismo tiempo limitar la
capacidad de simbolización, (tristeza, impotencia, conformismo, entre otras), así como
generar imaginarios instituyentes en los sujetos víctimas de violencia sociopolítica, que
permitan la transformación de lo vigente (la resiliencia, exigencia de los derechos, la
dignidad).
Resulta necesario tener un acercamiento a las implicaciones del daño psicosocial,
a partir de las conceptualizaciones y experiencias de las organizaciones psicosociales, en
el acompañamiento organizativo, político y jurídico a las víctimas, pues han sido ellas
fuente de comprensión y afrontamiento generoso como contribución a una sociedad en la
que sea posible la vida, no sólo desde el punto de vista de la supervivencia orgánica, sino
de la vida como el campo existencial de la realización humana o como aquella en donde
las personas llevan a cabo sus proyectos personales, familiares, comunitarios, entre otros.
Es justamente lo que nos proponemos a continuación.
Imaginación radical: entre la limitación simbólica y la potencia de actuar
Imposible omitir aquí, de entrada, el planteamiento de Castoriadis (1997),
particularmente en cuanto al papel que brinda a la relación entre psiquis y sociedad,
haciendo clara alusión a la vía psicoanalítica de Freud; aquella circunstancia-
49
acontecimiento que se encuentra entre el “soma” y lo “psíquico” llamada pulsión y
traducida, según la interpretación de Castoriadis, como representanción. Pero
independientemente de la aporía establecida en cuanto a la fantasía y el papel de la
imaginación radical en la existencia de lo social (según Castoriadis, Freud se preocupó
ostensiblemente por el problema de la imaginación radical aunque no le diera un lugar
céntrico) parece vital aquí tomar los conceptos de afectos, representaciones y deseos
como parte de la creación ontológica.
En el momento de incluir tal cuestión en el debate sobre los impactos de la guerra
en las víctimas del conflicto armado colombiano, resulta vital tener un acercamiento a la
idea del daño psíquico entendido éste, desde una perspectiva psicoanalítica, como herida,
que impide o dificulta la simbolización y, por consiguiente, la narración. Castoriadis
(1997) se focaliza en este punto en la socialización como el dominio de la representación
sobre el “placer del órgano”, superponiendo la creación ontológica, lo que según él, hace
posible la existencia de lo social.
En este sentido, instituido resulta siendo aquello que minimiza las dimensiones
del daño psicosocial con ocasión del conflicto armado, despolitizando sus impactos, e
instalando ciertas maneras de comprensión de los tiempos de reparación, los cuales se
inscriben en lógicas institucionales determinadas, las cuales, por la repetición de lo
mismo desde lo conjuntivo-identitario, limitan la autonomía de los sujetos en los
procesos de elaboración de sí, replicando la dificultad de simbolización, (trauma por
ocasión de los hechos victimizantes y por ocasión de la intervención psicosocial desde los
planes y programas estatales que se constituyen en acción con daño).
50
Instituyente es, por su parte, la creación sociohistórica, autónoma de las víctimas,
a partir de los impactos tenidos con ocasión del conflicto armado, los cuales, y pese a lo
sucedido, no necesariamente -y de acuerdo a la situación y recursos personales con que se
cuenta-, impiden la reelaboración del dolor, tanto de las víctimas como del conjunto
social. Surge así la potencia de la dignidad (Spinoza le llamó a tal alegría el incremento
de la potencia de obrar) que exige la reparación integral a las víctimas, a partir de los
tiempos propios de las mismas, generando escenarios para la transformación de aquellas
causas sociales, políticas, judiciales y culturales, causas que generaron la comisión y
existencia de lo aberrante, de lo siniestro.
Puede decirse en esta senda, que la afectación -como el intento de cauterizar y
disminuir la potencia de obrar para el concurso de una gran tristeza-, al gran daño que
implica inercia, conformismo, los deseos y los afectos disminuidos en su capacidad de
expansión, sale, de la reelaboración de lo sucedido, una potencia de obrar para la
afirmación de la vida, la alegría que cimienta su acción en la potencia de lo que se hace.
Esta alusión a Spinoza me parece vital, pues permite incluir los afectos y deseos de las
víctimas más allá de lo institucional y de cara a la comprensión de los sujetos en
resistencia como fuerza y potencia, más que como agregados sociales; permite situar las
afectaciones y daños como categorías dinámicas que pueden transformarse por cuenta de
los sujetos victimizados para el cambio de las circunstancias que generaron dichos daños.
Afectaciones, impactos y daños de la guerra en Colombia
Situados en los resultados de la presente investigación, se encontraron, desde el
punto de vista teórico y conceptual, diferenciaciones necesarias para la comprensión de
51
los impactos psicosociales de la guerra en la salud mental de las víctimas del conflicto
armado y la violencia sociopolítica, como de la población colombiana en general, sobre
todo en los enfoques y modelos de intervención. Así, en la indagación realizada se
encontraron elementos de análisis en torno a los impactos psicosociales desde las
afectaciones, impactos y daños psicosociales,
Por otra parte, hubo en la presente investigación, distintas perspectivas acerca de
los modelos de intervención, particularmente en lo relativo a la atención psicosocial
individual y la atención psicosocial colectiva. Dicha pluralidad surge como una
consecuencia natural en la búsqueda por encontrar soluciones a los impactos
psicosociales del conflicto colombiano, con base a las experiencias académicas y
experienciales de la Psicología Crítica Latinoamericana, particularmente la surgida en el
Salvador, durante el conflicto que vivenció ese país, y la necesidad de reflexión desde los
académicos y profesionales en psicología ante tal situación en nuestro contexto.2
Esta concepción trascendió el modelo individualista y limitante del ser humano
entendido a partir de los rasgos y características singulares del que éste está provisto, para
darle un protagonismo relevante a las relaciones sociales, cambiando el enfoque
individual por un enfoque estructural y causal. Dicho cambio de óptica fue acogido en la
gramática instituyente de las organizaciones sociales y psicosociales de Colombia, pues
las dimensiones de lo ocurrido en Colombia conllevaron a la ampliación del espectro de
2 En efecto, fue Ignacio Martín Baró (1990) quien reflexionó al respecto, en su texto Guerra y salud mental,
la necesidad de dimensionar la salud mental de la población, a partir de la telaraña de las relaciones
sociales, dándole un sentido social al trauma surgido por las consecuencias de la guerra, y cuestionando los
modelos de intervención basados en el buen funcionamiento del organismo individual como exento de
alteraciones en el pensar, sentir y actuar. Esta pobre concepción de la salud mental la resumió Baró de la
siguiente manera: “sano será el individuo que no se vea aquejado por accesos paralizantes de angustia”.
52
análisis y permitieron comprender que, parafraseando a Baró, un trastorno psíquico
producto de la guerra puede ser la reacción normal ante una situación anormal.3
Daños e impacto en víctimas del conflicto colombiano
Existe un consenso general acerca de los profundos daños e impactos
psicosociales que tienen los crímenes cometidos en contra de la población, en el marco de
la violencia sociopolítica y, en general, del conflicto armado vivenciado en Colombia; las
organizaciones psicosociales han alertado sobre los mismos, desde hace
aproximadamente dos décadas, y al parecer éstos, si bien pueden ser mitigados, incluso
superados, de acuerdo a las condiciones y recursos propios de las víctimas, puede decirse,
que en gran parte, tales daños e impactos son irreparables; por lo tanto, el esfuerzo por
hacer frente a esta situación, depende del hecho de trascender la implementación de
simples planes y programas subsidiarios e insulares, a una política de reparación integral
que incluya a la salud mental como una prioridad nacional.
En general, las organizaciones, entidades del Estado y víctimas entrevistadas,
coinciden -hay que anotar que las entidades estatales implementaron discursivamente, lo
que en otrora fue un discurso instituyente de las organizaciones sociales, para adoptar tal
discurso y convertirlo en uno plenamente instituido con pretensión de verdad ahistórica,
esto es, con pretensión de desconocer el papel fundamental de las organizaciones
3 Lo interesante de Baró es que no anuló la idea de existencia del enraizamiento individual del trauma,
como todavía creen algunas corrientes positivas, sino que le prestó énfasis a la dimensión de las relaciones
sociales, sin obviar la manera diferente cómo se instala el trauma en cada organismo y sus diversas
manifestaciones (síntomas) y estados (síndromes).
53
psicosociales- en que el modelo basado en los síntomas individuales, abstraídos de las
causas del daño, no es el adecuado. 4
No en balde la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha hecho alusión al
daño psicosocial como “daño inmaterial” o “daño moral”, como aquel que procede aquel
referido a “la afectación física o moral”. Lo anterior remite necesariamente a los impactos
profundos que puede tener, no sólo en las víctimas directas, sino en el conjunto de la
sociedad, el dolor infringido, en las cualidades potenciales humanas, que han sido
disminuidas con los hechos y que siguen siendo disminuidas por la impunidad
generalizada y la tolerancia o aquiescencia de la justicia con dichos crímenes, por
omisión o concurso directo.
Al respecto, la Corporación AVRE (2013), refiere las posibles secuelas y
manifestaciones permanentes o parciales de la violencia política en lo individual, familiar
y comunitario, que el daño psicosocial puede expresarse en comportamientos
disfuncionales, incluso en trastornos relacionados con el hecho impulsor del trauma
psicosocial, sin que éste sea reductible a un mecanismo endógeno e individual. Según
AVRE:
El daño psicosocial producido por las diferentes manifestaciones de violencia
represiva, tiene características propias, específicas, que hacen que no sea
4 Sacamos a colación el texto Violencia y Trauma, del trabajo comunitario a la psicoterapia, de Pau Pérez y
Fernández Liria (2015), quienes ilustran bien la concepción patologizante del trauma psicosocial: El duelo
es visto por la psicología o por la psiquiatría como una reacción de adaptación ante una pérdida que
conlleva una serie de tareas de ámbito psicológico descritas en diferentes modelos, todos ellos con lecturas
salutogenas…este modelo salutogeno no se aplica al trauma, donde hay una cierta visión victimizante que
tiende a ver las reacciones de respuesta normal de la persona ante experiencias vitales cuestionadoras,
como expresiones de enfermedad.
54
homologable a cualquier otra forma de expresión de trastornos psiquiátricos o
psicológicos. Con base en las características que lo hacen diferente está la socio
génesis de este daño, vale decir, el hecho que es producto de un accionar político.
Es un daño que fue infringido de modo planificado y sistemático a determinados
sectores de la sociedad. (Corporación AVRE, 2013).
Uno de los aspectos ineludibles en este sentido es el acompañamiento
psicojurídico. En éste, según la Corporación AVRE, se reconocen dos tipos de
afectación: los impactos y los daños, los cuales resultan esenciales de cara a las
decisiones y a las acciones en materia de exigibilidad de derechos, así como el acceso a la
reparación integral.
Aquí resulta pertinente retomar lo expuesto por la Corporación AVRE, en la
entrevista realizada para la presente investigación. Según lo expresado por esta
organización, si bien un hecho violento genera complejos y múltiples niveles de
afectación, esto depende así mismo de las capacidades y recursos para el afrontamiento,
de manera que los impactos generados no consoliden el daño. En Palabras de María
Fernanda Gómez, profesional psicosocial de la Corporación AVRE entrevistada:
“Comprendemos la afectación y la diferenciamos del concepto de daño, el cual
consideramos puede evitarse en algunas personas, cuando se recibe una atención
oportuna, eficaz y cuando no se deja de alguna manera avanzar esa afectación”.
Es pertinente aquí citar el inventario de daños que estima la Corporación AVRE
(2013) de cara al acompañamiento psicojurídico, el cual resulta indispensable, según
nuestra óptica, para los siguientes elementos del orden estratégico de cara a la
55
exigibilidad de los derechos de las víctimas y como condición de la rehabilitación de las
mismas. 1. Litigio estratégico. 2. Incidencia en casos regionales o nacionales. 3. Peritajes.
Así, AVRE considera pertinentes los siguientes momentos en tal inventario de daños:
1. Daños en la subjetividad: relacionados con las afectaciones en la salud mental
de las víctimas y en sus condiciones emocionales, consideradas más allá del
diagnóstico o de la psicopatología propiamente dicha. Se registran la
somatización y los problemas generales de salud, los cambios en los sistemas
de creencias, la alteración en los procesos de elaboración del duelo y la
alteración en los mecanismos de adaptación, entre otros.
2. Daños en la dinámica familiar: los cambios en los roles y en la participación
para generar ingresos, las alteraciones en los sistemas de comunicación
intrafamiliar y la movilización de los sentimientos negativos como la culpa
alteran las estructuras y las dinámicas familiares, y provocan fuertes rupturas e
incluso la desintegración familiar.
3. Daños relacionados con la identidad cultural y política: la pérdida de líderes y
la experimentación del miedo debilitan y fragmentan la organización social.
Así, la violencia provoca la pérdida de la identidad y pertenencia, asignada al
cumplimiento de determinados roles o funciones dentro del grupo, y altera los
valores y normas de convivencia, así como las expectativas de desarrollo
económico, político y social.
4. Daños en los colectivo/comunitario: en lo comunitario se construyen símbolos
de pertenencia y lenguajes compartidos por sus miembros, siendo el punto de
56
referencia para que las personas se signifiquen y se identifiquen. La afectación
a lo comunitario deja en el vacío a las víctimas, quienes experimentan una
ruptura con la construcción simbólica y el tejido social que les permitía
significar sus vivencias. (Corporación AVRE, 2013).
Otro ángulo para observar el mismo planteamiento lo brinda el Colectivo
Psicosocial Colombiano, Copsico (2013), el cual realiza un recorrido, en su texto
Metodología para peritajes psicosociales a nivel colectivo en víctimas de violencia
sociopolítica, por las versiones más transitadas en los análisis sobre el daño psicológico y
psicosocial. Según Linares y Vidal, citado por Copsico (2013), en relación con el daño
psicosocial a víctimas de la represion política, “a diferencia de otros problemas
psicopatológicos que tienen su punto de partida en conflictos intrapsíquicos (…) en la
psicopatología asociada la represión política el conflicto es primeramente social”.
En un sentido similar, resulta preciso ubicar el daño más allá de las implicaciones
individuales y analizarlo desde las causas sociales que lo originaron, sin lo cual resulta
imposible cualquier resarcimiento imaginable; daño político, que al ser ubicado éste en el
ámbito de la estructura social, resulta como el resquebrajamiento del tejido social por los
hechos acaecidos; el dolor aparece enraizándose en calidad de arquetipo profundo,
simbolizado por un guerrero en sombra, que desemboca y crea su destino en medio de las
iras, las rabias, las humillaciones, los odios, las intolerancias, entre otras.
Como lo expresó Claudia Girón, psicóloga y cofundadora de la Fundación
Manuel Cepeda Vargas, en la entrevista que realicé para esta investigación “Lo
psicosocial es entonces, más allá del trauma individual, es detectar el origen del daño”. Y
57
es que el origen del daño, se afirma aquí, no proviene del individuo como sistema
cerrado, según cierto modelo medicalizante o psicopatologizante, sino que resulta como
producto de la violencia estructural, la cual se materializó en la confrontación armada y
las vejaciones profundas que deja tal confrontación, pero que proviene de un modelo de
Estado inequitativo, injusto y poco incluyente.
Otro aspecto que se considera vital, es que si bien el daño tiene diversas
dimensiones, las cuales trascienden al individuo como parte de la realidad orgánica, cada
persona experimenta el daño de manera diferente, de acuerdo a los recursos personales
que ésta tenga o desarrolle en el proceso de superación de lo sucedido. No resulta posible,
como viene sucediendo con los programas y planes gubernamentales implementados a la
luz de hoy en torno a la medida de rehabilitación, encauzar homogenizadoramente la
atención psicosocial en fases, niveles o sesiones, como si los seres humanos y sus
experiencias traumáticas fueran todas iguales.
Lo anterior pude corroborarlo a partir de mi experiencia de trabajo en el
Secretariado Nacional de Pastoral Social, cuando en mi calidad de profesional
especializado, estuve en los procesos de formación que esta organización venía
desarrollando con el Ministerio de Salud y Protección Social, en adelante MinSalud, en
torno al PAPSIVI. En estos espacios de formación, se socializó la ruta de atención
psicosocial, así como una contextualización previa para el surgimiento del programa y las
fases y momentos. Tanto en sus componentes individual, familiar y comunitario, si bien
pueden apreciarse algunos esfuerzos por llevar a cabo una medida de rehabilitación con
enfoque diferencial en víctimas, es claro que el Programa, al no ser parte de una Política
58
Púbica tendiente a la salud integral de las víctimas, no trasciende los momentos
abstractos construidos desde fuera y no comprende los tiempos particulares de cada
víctima, revictimizando a veces, como lo veremos más adelante.
En la entrevista que se realizó a la Corporación AVRE, la profesional entrevistada
expresó lo siguiente, tomando en cuenta el análisis anterior:
…esas afectaciones están supeditadas a las particularidades de cada persona, a su
historia de vida, a su contexto, a los factores predisponentes que la persona pueda
traer, al hecho victimizante como tal, a la forma como se da ese hecho
victimizante, es decir, que depende de muchísimos factores, la manera como se
pueda dar o manifestar esa afectación.
Reparación integral y rehabilitación psicosocial a las víctimas de crímenes de Estado
Desde un cierto punto de vista genealógico, vale la pena afirmar que Colombia no
es un país abstraído de los discursos implementados desde el derecho internacional en
torno a la reparación integral. De hecho, todo lo aquí sucedido a partir de la
reivindicación del sujeto victimizado, ha sido posible gracias a la constante incidencia de
las organizaciones sociales y derechos humanos en relación con los parámetros
establecidos a partir de dicho escenario internacional. La Ley 1448 de 2011 y todas las
acciones estatales, han tenido como base fundamental el proceso instituyente de las
víctimas y las organizaciones sociales y de derechos humanos que las han acompañado.
Interesa aquí particularmente, pues en el capítulo 4 trataremos con más detalle lo alusivo
a la organización política y su papel fundamental para la consecución de los derechos de
59
las víctimas, lo relativo a la medida de rehabilitación como uno de los 5 componentes de
la reparación integral.
En uno de los talleres que efectué en Yopal, Casanare, sobre el PAPSIVI, un
integrante de la Mesa de Víctimas de ese departamento, se cuestionó desde un primer
momento acerca de por qué se hablaba acerca de la rehabilitación psicológica como si las
víctimas estuvieran enfermas. Retornando a la discusión sobre el modelo médico del
daño, aunque esta vez desde la óptica de la rehabilitación, se acude aquí a la definición
fundamental, adoptada a cabalidad, por el derecho internacional, citando a Nuñez y
Zuluaga (2012) en el texto Estándares internacionales de reparación de violaciones de
derechos humanos: principios de implementación en el derecho colombiano:
Al proveer dicho tratamiento se deben considerar, además, las circunstancias y
necesidades particulares de cada víctima; de manera que se les brinden
tratamientos familiares e individuales, según lo que se acuerde con cada una de
ellas y después de una evaluación individual (caso Fernández Ortega frente a
México, 2010). Igualmente, se han establecido, entre otros, los siguientes
presupuestos sobre cómo implementar las medidas de rehabilitación: a) El
tratamiento médico y psicológico debe brindarse en instituciones públicas o, de no
ser posible, en instituciones privadas o de la sociedad civil especializadas. b) Se
debe prestar en centros médicos cercanos al lugar de residencia. c) Se debe ofrecer
a las víctimas la información necesaria sobre el tratamiento que se practicará para
tomar decisiones consensuadas (caso Rosendo Cantú contra México, 2010). d) Se
60
deben suministrar los medicamentos que se requieran (caso Veléz Loor frente a
Panamá, 2010). (Nuñez y Zuluaga, 2012).
Pese a que existe un enfoque psicosocial claro en la concepción de la CIDH en
materia de rehabilitación, persiste el modelo salutógeno, desde sus fundamentos
simbólicos, jurídicos y políticos, como parte de la reparación integral a las víctimas.
Dicho enfoque ha incluido la idea de lo que debe ser el gozo a la salud mental, en cuanto
a los daños impartidos desde la violencia sistemática, la violación de los derechos de
amplias capas de la población. Si bien aquí defendemos a la rehabilitación como idea y
concepción jurídica dentro del campo de la reparación integral, impartida por la
Convención Americana de Derechos Humanos, en el artículo 63.1, como condición
esencial para la restitución de los derechos de las víctimas, distamos de la concepción de
la salud mental de la población, concebida discursivamente desde visiones
patologizantes, sobre todo cuando las causas son sociales y deben facilitar la idea de la
reparación en su integralidad.
Un acercamiento a la idea de daño desde el punto de vista político, más allá del
enfoque clínico-operativo del mismo, ha puesto a las organizaciones sociales y de
víctimas, en la concepción de la rehabilitación desde la perspectiva del acompañamiento
encaminado a restaurar o conseguir que las víctimas puedan rehacer sus proyectos de
vida, tanto en las dimensiones del orden psicosocial, emocional y personal, como de
todas las dimensiones de la vida.
Una perspectiva obligada del daño psicosocial, más allá de los enfoques
individuales, la deja claramente evidenciada, Carolina Torres, quien en consonancia con
61
lo hasta aquí expresado, dijo en la entrevista que se realizó para la presente investigación,
lo siguiente:
Nosotras hablamos en particular de daño psicosocial. ¿Por qué daño y no
afectación? Cuando hablamos de daño hablamos de un concepto jurídico y por
supuesto de un cambio en la vida de la persona afectada a partir del hecho
ocurrido. Cuando hablamos de afectación, puede ser ésta positiva o negativa, y en
este sentido el nivel de violencia, las violaciones de los derechos humanos, las
familias, hacen que sus vidas sean dañadas en su integridad (física, emocional,
cultural). Consideramos así que no hay ninguna implicación positiva en esto, sino
un daño, desde diferentes dimensiones.
La salud mental de las víctimas y de la población en general, sobre todo en medio
de los procesos de paz y la terminación del conflicto armado interno, es como se aprecia,
relevante de cara a una transición hacia la paz y parece no sólo asunto de forma, sino que
involucra elementos de índole culturales, políticos, organizativos y reformativos en
cuanto al Estado y su aparato de justicia vigente. En el siguiente capítulo revisaremos lo
relacionado con los imaginarios instituidos en torno a la medida de rehabilitación y las
limitaciones que tienen las instituciones creadas para la implementación de tal medida al
día de hoy.
62
Capítulo 3. Imaginarios instituidos en el marco de la medida de
rehabilitación
Imaginarios instituidos desde la medida de rehabilitación
Parece no ser céntrico en el pensamiento de Castoriadis (1997) prestar énfasis a
los imaginarios instituidos, más que para dar cuenta acerca de los procesos de creación de
las instituciones sociales. Según se aprecia en el transcurrir teórico de Castoriadis, la
sociedad es una creación de sí misma, una autocreación, es una cuasi-totalidad unida por
las instituciones (lenguaje, normas, familia, herramientas, modos de producción, etc.). En
tal sentido, hablar de lo instituido surge como necesidad en virtud o en función del
imaginario social instituyente.
Por ello, resulta aquí conveniente analizar el cómo la lógica ensídica y/o
conjuntivo-identitaria se clausuró, a partir de las significaciones imaginarias u originarias,
libres y espontáneas, de los colectivos y organizaciones de víctimas de violencia
sociopolítica en Colombia, de cara a las creaciones ex nihilo generadas, creaciones
materializadas en los marcos normativos tales como la Ley 1448 de 2011, interesa cómo
la psique tendiente a la creación de una sociedad sin impunidad fue socializada,
clausurada como un cuerpo institucional coherente y completo que, sin embargo,
minimizó los aspectos potenciales de la imaginación original de las víctimas y acopló a
las necesidades, falencias y limitaciones estatales, el marco institucional vigente, así
como el deficiente aparato de justicia.
63
La instalación del discurso favorable a las víctimas, desde la psique creadora de
las víctimas, se dio en el marco de una institucionalidad específica diseñada por el Estado
colombiano, en medio de paradojas tales como: la existencia de una institucionalidad que
no se compadece con la realidad de los impactos generados; la falta de las garantías
necesarias, pues ha sido el mismo Estado protagonista de los acontecimientos
victimizantes, cuando por omisión no se aplica lo que estima la ley, o por comisión,
cuando el Estado realiza acciones subsidiarias, desarticuladas y que impactan
negativamente a las víctimas; la desarticulación los derechos de las víctimas en su
conjunto, lo que redunda en la carencia del goce pleno de los derechos, entre otras tantas
paradojas.
Tal premisa, pude corroborarla, por medio de la entrevista que realicé a la
profesional Ana María Ramírez, de la Unidad de Atención para la Reparación Integral a
las Víctimas, UARIV, quien puso en evidencia un discurso plenamente identificado con
las posturas de las organizaciones psicosociales y la vision de la rehabilitación
psicosocial, más allá de las visiones clinico-operativas. Según la profesional:
… nos paramos un poco desde allí, desde la psicología de la liberación, desde el
construccionismo social; desde allí nos paramos y es que lo anormal es el
contexto no el sujeto. Esto nos invita justamente a no patologizar a las personas,
las situaciones de las personas. Es normal que la persona llore, es normal que la
persona se quede en silencio, es normal que la persona no quiera compartir con la
comunidad. Nuestras bases epistemológicas son esas y un poco sistémicas.
64
Así vistas las cosas, es preciso continuar este capítulo, antes de cualquier análisis
adicional, con un recuento sobre los antecedentes en materia de planes, programas y
proyectos encaminados al tratamiento médico, psicológico y psiquiátrico a las víctimas
del conflicto armado. En un primer término, es necesario hacer alusión al CONPES 2804,
que definió el Programa Nacional de Atención Integral a la Población Desplazada por la
Violencia y el cual estuvo encaminado a la mitigación de las causas del desplazamiento a
partir del fortalecimiento integral y sostenible de las zonas expulsoras y receptoras, antes
de que se suscitaran las sentencias de las cortes nacionales e internacionales. Dicha
política fue ampliamente rebatida por las organizaciones sociales y por la Corte
Constitucional en las sentencias T-025 DE 2004 y T -045 DE 2010 y sus respectivos
autos de seguimiento, “por fallas en la garantía del goce efectivo de los derechos, factores
transversales de exclusión y riesgos, que llevan a que el conflicto armado tenga un
impacto desproporcionado sobre grupos situados históricamente en inequidad,
específicamente los relacionados con el género, la etnia, el ciclo vital y la situación de
discapacidad, entre otras”. (Ministerio de Salud y Protección Social, 2013).
En un segundo término y ya a nivel internacional, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, ordenó al Estado Colombiano el tratamiento médico, psicológico y
psiquiátrico a las víctimas de los casos de los 19 Comerciantes, Gutiérrez Soler, Masacre
de Mapiripán, Masacre Pueblo Bello, Masacre de Ituango, La Rochela, Escué Zapata,
Valle Jaramillo y Manuel Cepeda Vargas. (Ministerio de Salud y Protección Social,
2013).
65
No obstante lo anterior, es relevante destacar el papel reactivo por parte del
Ministerio de Salud y Protección Social, tal y como lo refleja la Corporación Vínculos
(2016), en la Consultoría La atención psicosocial y la salud integral de las víctimas del
conflicto colombiano: un derecho sin reparar:
El 5 de julio de 2004 la Corte Interamericana de Derechos Humanos expidió la
sentencia donde condenó al Estado colombiano por la desaparición forzada de 19
comerciantes ocurrida en octubre de 1987, pero solo hasta el año 2008 el Ministerio
de Salud se acercó a los familiares de las víctimas, acercamiento que resultó
frustrante y humillante para las familias ya que el MSPS propuso desde la aplicación
de un instrumento de estrés, hasta el ofrecimiento de atención en el hospital
psiquiátrico San Camilo de la ciudad de Bucaramanga para quien lo solicitara. Dicha
postura errática del MSPS desconocía por completo los criterios de reparación de la
misma Corte IDH, así como los más elementales principios de atención psicosocial a
las víctimas. (Corporación Vínculos, 2016, p.7).
El anterior enunciado es aplicable, según se pudo leer en este documento de
Consultoría, a las ochos sentencias contra el Estado colombiano al 2008, en las que se le
ordenaba al Estado colombiano aplicar la medida de rehabilitación en favor de las
víctimas de la CIDH. A la fecha en mención sólo existía un programa de asistencia
social, a través de un convenio entre el MSPS y la Pastoral Social de la Iglesia Católica.
Fue sólo posible una discusión sobre la forma de implementación de la medida
rehabilitación, a partir de la incidencia de organizaciones de derechos humanos y
representantes legales de las víctimas como la Comisión Colombiana de Juristas –CCJ-,
66
el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo –CCAJAR- y el Grupo Interdisciplinario
por los Derechos Humanos –GIDH, como se logró una apertura por parte del Min Salud,
que devengó la evaluación psicosocial y en salud integral de las víctimas y sus familiares,
en los casos conocidos como la Masacre de Pueblo Bello e Ituango (masacres de la
Granja y el Aro) en el año 2009. Dicha evaluación hubiera sido fundamental “para el
tratamiento de las víctimas, al tiempo que permitían, como quiera que se relacionó la
afectación psicológica con la salud física y mental, una primera revisión epidemiológica
sobre la salud y el conflicto armado desde una aproximación diferenciada según el ciclo
vital de la víctima”, pero los resultados fueron inutilizados por parte del Ministerio de
Salud. (Corporación Vínculos, 2016).
El documento además expresa que:
Para el caso de las sentencias en mención, hoy ya no son 8, sino 9 las sentencias que
la Corte IDH decidió agrupar para facilitar el seguimiento e implementación de las
órdenes dadas en materia de atención médica y psicológica. Doce años después de la
primera sentencia que ordena explícitamente la rehabilitación en salud física, mental
y psicológica a los familiares de las víctimas en el Caso 19 Comerciantes, el Estado
de Colombia, por intermedio del MSPS, no ha cumplido con lo ordenado por la Corte
IDH, al igual que con los otros casos agrupados: Gutiérrez Soler, Masacre de
Mapiripán, Masacre de Pueblo Bello, Masacres de Ituango, Masacre de la Rochela,
Caso Escué Zapata, Valle Jaramillo y Manuel Cepeda Vargas. Similar panorama se
presenta con las sentencias que no fueron agrupadas hasta la fecha, como son: Caso
Masacre Santo Domingo, Caso de las Comunidades Afrodescendientes Desplazadas
67
de la Cuenca del Río Cacarica (Operación Génesis), y Caso Desaparecidos del
Palacio de Justicia. (Corporación Vínculos, 2016), p.8).
En un tercer término, se encuentran algunas sentencias de la Ley de Justicia y Paz,
impartidas por los tribunales de Justicia y Paz en las que se se exhorta al Ministerio de
Salud y Protección Social a brindar atención integral en salud (física y mental) y atención
psicosocial con personal especializado, a las víctimas sus familias y comunidades
acreditadas en los procesos judiciales adelantados contra miembros de grupos
paramilitares (Mampuján, el Iguano, Fierro Flórez, El Alemán, El Pitufo, Bloque
Vencedores de Arauca, Bloque Calima, Aramis Machado Ortiz, José Barney Veloza y
Rodrigo Pérez Alzate). (Ministerio de Salud y Protección Social, 2013, p.5). En tal
momento, las víctimas alertaron permanentemente que la ley de Justicia y Paz era un
escenario para beneficiar a los paramilitares desde el punto de vista de todos sus derechos
y demandas; por consiguiente, la rehabilitación psicosocial no pudo estar excenta de estas
discusiones y contradicciones.
En un cuarto término, se encuentra la formulación de la Ley 1448/2011, desde
donde se crea el Sistema Nacional de Atención y Reparación Integral a las Victimas -
SNARIV-. Este último contiene al Sistema Nacional de Atención Integral, a la población
desplazada por la Violencia, SNAIPD, y debe estar en consonancia con el Sistema
General de Seguridad Social en Salud, SGSSS, para contar con una vía coordinada y
articulada en la atención en salud a las víctimas del conflicto. De allí surge, por el
mandato de la Ley, el Programa de Atención Psicosocial y Salud Integral a Víctimas del
Conflicto Armado, PAPSIVI, liderado por el Ministerio de Salud y Protección Social.
68
Es claro que, de la misma manera que las sentencias de la Corte Constitucional,
dieron su parte de incredulidad en relación SNAIPD, así como que muchas
organizaciones sociales del momento (aproximadamente del año 2000 al 2011)
denunciaron la falta articulación y voluntad política en la implementación, ha pasado lo
mismo con el hoy conocido como SNARIV. Logicas institucionales que se repiten como
consecuencia de una administración estatal burocrática en materia de reparación.
Un momento adicional lo ubica la Corporación Vínculos, en la Consultoría en
mención, en la que se plantea la oportunidad perdida tenida a partir del Plan Nacional de
Desarrollo 2014-2018, cuando se incluyó tangencialmente un artículo que aborda la
atención psicosocial y en salud a víctimas del conflicto “para profundizar la aplicación
del actual sistema de atención, con la vinculación de nuevas entidades para la
complementación de lo realizado por el Programa de Atención Psicosocial y Salud
Integral a Víctimas y sin el propósito de atacar las causas estructurales que han puesto a
las víctimas en un escenario de déficit de protección de su derecho a la salud”. Además,
no se puede omitir el momento actual, el Acuerdo Final, en el que según este documento
“se hace un amplio reconocimiento a las víctimas, a su dolor, al daño causado por la
guerra y se reivindica la necesidad de reparar, involucrando residualmente la perspectiva
psicosocial para ello”. (Corporación Vínculos, 2016, p.5).
Balance medida de rehabilitación en la Ley 1448 de 2011
El balance que puede hacerse con base a los cinco años de implementación de la
medida no es el más alentador. El PAPSIVI, un programa que, si bien resulta siendo un
esfuerzo importante, claramente es insular y potencialmente inestable, en relación con la
69
magnitud de los impactos de la guerra en Colombia. Aquí es preciso decir que muchos de
los aportes realizados al marco jurídico que reglamenta la política en torno a los derechos
a la verdad, la justicia, la reparación integral y las garantías de no repetición, se dieron
por las perspectivas instituyentes de las organizaciones sociales y de víctimas, las cuales
se materializaron, en el accionar del Estado, con notables limitaciones, en la creación del
Sistema Nacional de Atención y Reparación Integral a las Victimas -SNARIV- y acto
seguido por el mandato de la Ley 1448 de 2011, el PAPSIVI, liderado por el MinSalud.
Si bien el PAPSIVI fue producto de un espacio nacional transitorio para la
construcción conjunta, en el que participaron las víctimas y el Ministerio de Salud y
Protección Social, también es cierto que muchas de la indicaciones allí surgidas e
incluidas dentro de las directrices y fases del Programa, muchas de estas no se
corresponden con las dimensiones del daño psicosocial, con la situación estructural del
Sistema General de Seguridad Social en Salud, SGSSS, y además es evidente el
desconocimiento generalizado, que aún continúa siendo vigente, por parte de los
profesionales de la salud y la institucionalidad en su conjunto, para la atención en salud
física y mental con enfoque diferencial en víctimas.
Según la Ley 1448, el PAPSIVI obedece al “Programa de Atención Psicosocial y
Salud Integral a Víctimas, el cual se implementará a través del Plan Nacional para la
Atención y Reparación Integral a las Víctimas, comenzando en las zonas con mayor
presencia de víctimas”. Así, el PAPSIVI debe incluir como mínimo lo siguiente:
1. Pro-actividad. Los servicios de atención deben propender por la detección y
acercamiento a las víctimas. 2. Atención individual, familiar y comunitaria.
70
3. Gratuidad. acceso gratuito, incluyendo medicamentos y la financiación de los
gastos de desplazamiento cuando sea necesario. 4. Atención preferencial. Se
otorgará prioridad en aquellos servicios que no estén contemplados en el programa.
5. Duración. La atención estará sujeta a las necesidades particulares de las víctimas y
afectados, y al concepto emitido por el equipo de profesionales. 6. Ingreso. Se
diseñará un mecanismo de ingreso e identificación que defina la condición de
beneficiario. 7. Interdisciplinariedad. constituidos por profesionales en diferentes
disciplinas. Parágrafo. Los gastos serán reconocidos y pagados por conducto del
MPS con cargo a los recursos del Fondo de Solidaridad y Garantía del Sistema
General de Seguridad Social en Salud (Fosyga), Subcuenta de Eventos Catastróficos
y Accidentes de Tránsito (ECAT), salvo que estén cubiertos por otro ente asegurador
en salud. (Secretariado Nacional de Pastoral Social. 2014. p.75).
No obstante lo anterior, el proceso de construcción, consolidación e
implementación, no ha sido homogéneo y como se ha dicho desde un inicio, es
conflictivo. En un primer momento, se contempló la construcción conjunta en un espacio
transitorio nacional; en un segundo momento, denominado por el MinSalud como
socialización y alistamiento (junio 2012 a 2013), se buscó la generación de los
mecanismos de coordinación y articulación con las entidades territoriales (departamentos,
distritos, municipios) para la implementación del componente de atención psicosocial
(julio a agosto de 2013); en un tercer momento se propendió por la participación e
implementación progresiva del PAPSIVI en 17 departamentos, el Distrito Capital y 233
municipios priorizados, formación a servidores públicos y equipos interdisciplinarios del
71
PAPSIVI. En un cuarto momento, denominado como participación e implementación
progresiva, se hizo el Plenario Nacional de la Mesa de Participación efectiva de las
víctimas y 30 jornadas de seguimiento, monitoreo y participación efectiva. (Abril y junio
de 2014). En un quinto momento inició la implementación progresiva de la fase II en 24
departamentos, 3 distritos y 358 municipios priorizados (mayo de 2015 y diciembre de
2015). En un sexto momento, el Min Salud habla acerca del seguimiento y monitoreo que
se hace desde distintas instancias. (Equipo nacional, secretarías departamentales y
municipales de salud, mesas departamentales y municipales de víctimas).
El PAPSIVI adoptó los componentes de atención psicosocial, la atención
individual, familiar y comunitaria; así mismo, incluyó el componente de atención integral
en salud, que contiene prevención y promoción en salud, atención en salud y
rehabilitación mental y física. El anterior componente, cuenta con los actores principales
que tiene el sector salud (SGSSS, IPS, entre otros) y como se dijo anteriormente, no está
exento de los problemas que tiene el sistema de salud en general. Las dificultades del
sistema de salud y los problemas en cuanto al acceso, así como de mercantilización del
derecho de la salud, la deficiente formación de los profesionales de la salud en enfoque
diferencial en víctimas, pues esto último ha implicado que muchas víctimas hayan sido
tratadas desde una perspectiva salutogena y biomédica, que revictimiza a las víctimas en
el proceso de atención, es claro que las condiciones del sistema de salud en el marco de la
Ley 100 y demás leyes afines no permiten el acceso pleno a los derechos de
rehabilitación de las víctimas, al tener dicho sistema problemas estructurales no menores.
72
Fragmentación y subsidiariedad de los derechos de las víctimas: revictimización y
apertura de las heridas en la atención psicosocial
En definitiva, es posible decir aquí, en consonancia con las entrevistas realizadas para
la presente investigación, pero así mismo con el conjunto discusiones y reflexiones
surgidas a partir de la implementación de la medida de rehabilitación en el país, que el
PAPSIVI se encuentra lejos de ser una política integral en salud y atención integral a las
víctimas del conflicto colombiano.
Resulta siendo evidente aquí, las divergencias que establecieron, tanto el Min
Salud, como la UARIV, en las entrevistas realizadas, con las sentencias de la Corte
Constitucional y los conceptos de la Defensoría del Pueblo, así como con el balance
realizado por las organizaciones psicosociales, en torno a considerar la implementación
de la medida de rehabilitación como una política pública, Ana María Ramírez de la
UARIV afirmo al respecto:
La medida de rehabilitación sí es una política; está allí puesta, sustentada en la
Ley 1448. A futuro, no sé. Es una pregunta difícil. La apuesta nuestra es articular
todas las instituciones. A futuro es que esto es una política pública y se debe
implementar y no convertirse en estrategia y planes puntuales.
Cítese aquí a la Corporación AVRE en la entrevista realizada. Según la
profesional en psicología de esta Corporación, María Fernanda Gómez: “No existe, desde
nuestro punto de vista, y diría yo, desde el punto de vista de las demás organizaciones
que hacemos acompañamiento psicosocial, una política en términos de atención
psicosocial y salud integral”.
73
También, y retornando al documento La atención psicosocial y la salud integral
de las víctimas del conflicto en Colombia: un derecho sin reparar, el PAPSIVI no
constituye ni hace parte de una política pública de atención en salud integral para las
víctimas, con enfoque psicosocial.
La Corte Constitucional le ordenó al Ministerio de Salud y Protección Social en la
sentencia T-045 de 2010 el diseño y la implementación de una política pública de
atención en salud para las víctimas del conflicto. Sin embargo, el PAPSIVI no
constituye esta política pública, como lo ha observado la Defensoría del Pueblo al
evidenciar que el incumplimiento de la sentencia T-045 se refleja en la ausencia
de una política pública. (Corporación Vínculos, 2016, p.101).
En este mismo documento, se cita el siguiente fragmento de un concepto dado por
la Defensoría del Pueblo, en la Consultoría en mención (Vínculos 2016), bastante
ilustrativo, en relación con lo que debería contener una política integral en salud para las
víctimas:
“[a]unque el Ministerio de Salud y Protección Social ha desarrollado en años
anteriores algunas acciones de atención psicosocial a víctimas y ha presentado el
„Protocolo de Abordaje psicosocial para la adopción de medidas de atención
integral y acompañamiento psicosocial a víctimas del conflicto armado‟ y la „Guía
de intervención en salud comunitaria específica y diferencial por crímenes de lesa
humanidad para las víctimas del conflicto armado desde un marco de reparación‟,
estas medidas no corresponden a programas continuos, sostenibles y con enfoque
diferencial para la atención en salud a víctimas del conflicto ni obedecen a una
74
política pública nacional. Una Política Pública permitiría dar cuenta de la
cobertura necesaria, las especificaciones técnicas requeridas para una atención en
salud acorde con las necesidades y situaciones diferenciadas de las víctimas, los
ajustes presupuestales requeridos, y las responsabilidades institucionales en
diferentes niveles del orden nacional y territorial”. (Corporación Vínculos, 2016,
p.103).
Puede entonces decirse, que dentro de las falencias primordiales, no sólo del
PAPSIVI, sino de las demás estrategias estatales en torno a la medida de rehabilitación,
según los hallazgos encontrados a partir de las entrevistas realizadas, y que en muchas
ocasiones han sido los mismos hallazgos que se han realizado a partir de las recientes
reflexiones y discusiones sobre el Programa, están: a. la falta de personal idóneo para la
atención psicosocial a las víctimas. b. Las limitaciones presupuestales, las cuales, según
el MinSalud, determinan formalmente las fases del Programa y los alcances del mismo. c.
La falta de articulación de las medidas implementadas en torno a la verdad, la justicia, la
reparación integral y las garantías de no repetición. d. La falta de articulación de las
entidades, tanto a nivel regional como nacional.
La falta de personal idóneo para la atención psicosocial.
Uno de los elementos que se pudo corroborar en la presente investigación y que
en últimas se ha reiterado en los años que lleva el programa, fue el relativo a que los
profesionales en salud para la rehabilitación física, mental y psicosocial, adolecen de
formación con enfoque psicosocial en víctimas del conflicto. Pese a que el Programa, así
como las demás estrategias estatales tendientes a la medida de rehabilitación, propenden
75
por contar con grupos interdisciplinarios, lo cierto es que en muchos casos los
profesionales en salud no cuentan con esta formación y, por lo tanto, han sido y siguen
siendo promotores de la acción con daño desde la atención.
En prácticamente todas las mesas departamentales de víctimas, en las que tuve la
oportunidad de estar para efectos de las jornadas formativas del PAPSIVI Fase II, desde
Pastoral Social, se prestó énfasis en dicha situación. Más problemática aun es la
situación, toda vez que desde las IPS, el primer actor que recibe a la víctima para la
remisión, ya para el componente de atención psicosocial, ya para psiquiatría, lo hace el
profesional encargado de la valoración general. Según se ha dicho, se vienen generando
escenarios de formación a estos profesionales para evitar revictimizaciones en la
atención, producto de un modelo meramente biomédico.
No obstante lo anterior, las organizaciones psicosociales entrevistadas fueron
enfáticas en expresar la falta de personal idóneo, así como la impermanencia de los
mismos que ya cuentan con una formación inicial. Según Ángela Ospina, del Centro de
Atención Psicosocial, CAPS, en entrevista brindada para a presente investigación:
Al no haber una política pública, entonces es esto lo que se da todos los días. Los
programas no tienen profesionales idóneos, no hay continuidad de los mismos, no
se capacita suficientemente al personal con el que cuenta en acompañamiento o lo
que ellos llaman rehabilitación. Contratan precariamente, entonces no cuentan con
un staff profesional permanente y adecuado, los fondos siempre son cortos,
entonces en realidad no se está haciendo ninguna rehabilitación desde lo
psicosocial a las víctimas.
76
Por su parte, en la entrevista que se realizó a la profesional en psicología jurídica
Carolina Torres, la misma afirmó:
Defectos grandes son por ejemplo los formatos y los planes de intervención;
hacen dos o tres atenciones, cuando en realidad lo que se necesita son los registros
para decir que sí se está implementando una política, esto es muy complicado.
También se han mal adaptado y malversado los modelos de las organizaciones
psicosociales. Cinco años de implementación de la Ley y los resultados son
nefastos; profesionales que se encuentran limitados, que tienen contratos cortos
que a los tres meses medio aprendieron y ya se les acaba el contrato; todo el tema
de las empresas operadoras que no son idóneas para este trabajo, todo el tema de
revictimización y acción con daño.
No resulta este siendo una dificultad menor, pues claramente dicho modelo
salutógeno concibe, tal y como lo expresamos en el capítulo anterior, a la rehabilitación
desde una concepción clásica que la reduce al paradigma médico, abstraído de las
circunstancias y las causas sociales del daño y los impactos de la guerra.
Así, podemos concluir este acápite, diciendo que las implicaciones de no contar
con profesionales idóneos para la atención psicosocial, es de dimensiones magnas y
pueden ser artífices de la llamada acción con daño, tal y como al parecer ha sucedido con
varias víctimas que han recibido una atención psicosocial revictimizante. Podemos
decirlo, con las palabras de la psicóloga social Carolina Torres de Copsico, quien en la
entrevista brindada aseveró lo siguiente:
77
Un caso particular: una mujer que me dijo que odiaba a los psicólogos y
psicólogas porque ella nunca habían hablado de los hechos y sentía que le habían
dañado la vida. En un espacio público abrieron, la dejaron mal, y era una mujer
víctima de violencia sexual. Esto es acción con daño, porque si yo no tengo la
capacidad de hacer un acompañamiento, para qué quiero abrir, ¿sólo para que dé
su testimonio? Debo entender para qué abro los espacios, en qué condiciones, voy
a hacer acompañamiento o sencillamente tomo la foto con la víctima y ya.
Muchos funcionarios, a partir de su percepción, les endilgan la responsabilidad a
las víctimas y esto es grave porque como profesionales de la psicología tenemos
un análisis de la realidad; desde allí nos paramos para hacer la atención y el
acompañamiento.
Además, los profesionales están sometidos a responder a los planes de
intervención de acuerdo a unas plantillas y un esquema de atención, los cuales tienen
unas limitaciones que intentan estandarizar los tiempos de las víctimas tal y como si éstos
fueran homogéneos en los procesos de elaboración de los impactos. Lo anterior, limita el
enfoque psicosocial de los profesionales, quienes se ven compelidos a obviar las
particularidades de cada persona víctima. ¿Cuál es el tiempo necesario a tomar en cuenta?
Todo el habido y hasta cuando sea necesario. Este problema del tiempo instituido lo
abarcaremos más adelante.
Otra situación que tiene relación con la anterior, es que la mayoría de los
programas estatales incluyen a las víctimas que cumplen una función de liderazgo en sus
comunidades, reduciendo su capacidad de incidencia, pero lo más crítico, dividiéndolas o
78
fragmentándolas de la comunidad. Es el caso de los promotores psicosociales del
PAPSIVI o los tejedores y tejedoras identificados en la estrategia Entrelazando de la
UARIV.
La académica, psicóloga social, Claudia Girón, brindó al respecto a siguiente
reflexión:
Hay cosas como que las víctimas mismas se vuelven replicadoras del proceso,
muy complicado cuando incluso ellas mismas no han cerrado las heridas, se
revictimiza, no porque las víctimas no puedan, pongo el caso de las tejedoras de
Mampuján que aprendieron a hacer masajes en el río, sino en el contexto de un
programa; también otra dificultad es que se contratan personas que no tienen el
contexto.
En un sentido similar, María Fernanda Gómez, de la Corporación AVRE expresó
las dificultades que hay en el hecho de incluir a las víctimas mismas en los equipos de
atención psicosocial de los programas estatales, como el PAPSIVI. Según ella, los efectos
de tal inclusión redundan en la acción con daño que emprende el Estado:
…estaba pasando con los equipos psicosociales del PAPSIVI, conformados por
distintos profesionales y por personas víctimas. Consideramos que es acertada la
inclusión de las víctimas en esos equipos, pero qué tanto se están considerando las
afectaciones que traen esas personas para poder atender a otros, para poder
escuchar a otros, para poder soportar a otros, para poder contener a otros.
79
Limitaciones presupuestales para la atención psicosocial
Las limitaciones presupuestales han sido uno de los grandes obstáculos para la
implementación de la medida de rehabilitación, desde un comienzo, aunque con un
agudizamiento paulatino. Es preciso aquí hacer alusión al concepto emitido por la
Comisión de Seguimiento de los Órganos de Control, citado de Corporación Vínculos
(2016) en el texto La atención psicosocial y la salud integral de las víctimas del conflicto
en Colombia: un derecho sin reparar:
…estimaba que el presupuesto para el financiamiento del PAPSIVI aumentara
para el 2015, en atención a la progresividad que establece la Ley. Por el contrario
se advierte un recorte presupuestal del 40%, al pasar del 25 mil millones en el
2014 a 15 mil millones en el 2015, situación que afectó negativamente el número
de personas a ser atendidas para el presente año (…) Finalmente, los Organismos
de Control y la sociedad civil han observado (iv) un posible retroceso en la
atención psicosocial a las víctimas, mediante la implementación del PAPSIVI, que
vulneraría una de las reglas básicas del cumplimiento progresivo de las facetas
prestacionales del derecho a la reparación, pues según han advertido estos
Organismos, se han incumplido las metas fijadas, reduciendo el número de sujetos
a atender y efectuándose, en consecuencia, un recorte presupuestal de
aproximadamente el 40% respecto de lo dispuesto inicialmente para implementar
el programa”. (Corporación Vínculos, 2016, p. 45 y 105).
Además, las falencias en la asignación de partidas presupuestales, tanto a nivel del
distrito, como a nivel regional, han evidenciado la desarticulación estatal, así como que
80
han determinado los planes de intervención, la continuidad de los profesionales y se han
constituido en caldo de cultivo para la revictimización, al limitar dichos planes al tiempo
que imponen las partidas presupuestales.
Según la entrevista que brindó la trabajadora social, Zulma López, de la oficina de
Promoción Social del Ministerio de Salud y Protección Social para esta investigación:
...nosotros hemos intentado desmitificar esto de las fases. Lo que pasa es que el
componente de atención psicosocial no se financia desde el sistema general de
salud formal, a través del POS; los recursos para este componente psicosocial se
dan con vigencias anuales. Entonces esto hizo que cuando se inició la
implementación, que fue en el 2013, y a partir de ello, se viera como si se tuvieran
fases.
Aunque puede aseverarse aquí que el mito de las fases no se encuentra sólo en el
plano de los mitos. Una reducción en el presupuesto implica una atención limitada y
supedita los planes de atención a dichas asignaciones presupuestales; se sabe de regiones
en donde no ha sido suficiente la atención y de otras en las que no ha habido atención
alguna.
Desarticulación de las medidas implementadas en torno a la verdad, la justicia, la
reparación integral y las garantías de no repetición
Uno de los aspectos más relevantes en cuanto a los obstáculos reinantes en torno a
la medida de rehabilitación, es la falta de articulación de las medidas implementadas en
torno a las demandas de verdad, justicia y reparación integral. La institucionalidad
estatal, si bien se ha venido encaminando hacia el logro de los acuerdos de paz en la
Habana, así como que cuenta hoy con avances en planes y programas para la reparación
81
integral, lo cierto es que la lógica institucionalizada continúa siendo la misma, una lógica
burocrática, en muchos casos ineficiente, colmada de resultados en cifras e indicadores,
pero inexorablemente paquidérmica.
Lo anterior pude comprobarlo en las mesas departamentales de víctimas en las
que estuve realizando las jornadas de formación sobre la medida de rehabilitación. En
estas mesas se recalcó una y otra vez que la atención psicosocial debería integrarse con
las demás medidas, so pena de no garantizar el derecho a una salud integral, que debe por
necesidad, estar vinculada a los derechos de las víctimas en su conjunto. Pero resulta que,
como lo hemos dejado sentado aquí, al no ser el PAPSIVI una política pública de salud
integral, termina siendo éste un esfuerzo insular, instituido en guías y protocolos, pero no
en acciones estatales integrales para la implementación de la medida, con la voluntad
política que se requiere.
Al propósito, la Mesa Psicosocial (espacio de coordinación de las distintas
organizaciones sociales y psicosociales), citada por la Corporación Vínculo (2016),
planteó sus críticas en relación con el PAPSIVI, en el debate de control político
“Atención Psicosocial en el Marco del Conflicto Armado” del 18 de mayo de 2016 ante
la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes del Congreso de la República,
realizado por los representantes a la Cámara Ángela María Robledo y Alirio Uribe:
A cinco años de la promulgación de la Ley 1448 de 2011 (…) la respuesta del
Estado a la atención psicosocial y salud integral a las víctimas, ha sido una serie
de “estrategias” y guías desarticuladas de la Unidad de Víctimas y un Programa
de Atención Psicosocial y Salud Integral a Víctimas –PAPSIVI- ineficaz en su
82
alcance e implementación, deficiente en cuanto a cobertura y calidad del servicio,
incapaz de articularse a la exigencia y apuesta nacional de reconocimiento de los
daños causados por el conflicto y su consecuente obligación de reparación. En
suma un programa improcedente desde su origen, al pretender funcionar desde la
lógica del inoperante sistema de salud vigente. (Corporación Vínculos, 2016,
p.41)
Mirado desde la óptica de los imaginarios sociales instituidos, la medida de
rehabilitación ha sido cristalizada en un conjunto de instituciones, cuya situación
fundamental en la rueda sociohistórica, ha sido la reducción de la capacidad creadora en
su potencial de transformación. No resulta arbitraria dicha limitación, al no ser ésta una
concepción “natural” o espontánea; la adopción en un proyecto simbólico- intencional de
las concepciones propias del derecho internacional en torno a los demandas de las
víctimas, no puede ser leída al margen de los juegos económicos y políticos que los
inspiran.
Bien lo expresó, a mi modo de ver, en entrevista para esta investigación, Diana
Gómez, cuando aseveró, en relación con estos imaginarios instituidos por el Estado
colombiano:
…prefiero hablar de justicia transicional hegemónica, que está diseñada por
domesticar a las víctimas, evidente en todo lo que está pasando en el país. La
monetización del hecho violento, el hecho de que te paguen ocho millones de
pesos porque perdiste un ser querido lo evidencia; no estoy diciendo que esto no
sea importante, pero creo que el Estado quiere crear una víctima apolítica.
83
Es preciso anotar, que si bien en el transcurso de la exposición se ha afirmado la
inexistencia de una política pública en torno a la medida de rehabilitación, no quiere decir
esto que la implementación de tal política se viabilice por el hecho de existir formalmente
hablando. También debe anotarse, que por otra parte existen factores asociados a la falta
de voluntad política, así como a la falta de articulación e integralidad de las demás
medidas, tal y como lo dejamos sentado aquí.
Se aprecia así, en este recorrido, más que genealógico y dicontinuo, lineal, a una
institucionalidad estatal creada no excenta de las contradiciones propias al
clausuramiento corroído de los imaginarios sociales instituyentes, en medio de una
institucionalidad cristalizada en favor de la impunidad judicial de la gran mayoría de
crímenes perpetrados, particularmente los que fueron prohijados y cometidos por el
Estado mismo. En este proceso, como se aprecia en el soporte documental, las víctimas
siempre alertaron sobre tal posibilidad y sobre la deficiente incorporación de sus
demandas en una institucionalidad con grandes falencias tanto éticas como operativas.
Así, si en este capítulo analizamos los imaginarios instituidos que han limitado la
viabilización de la rehabilitación psicosocial a las víctimas, en el siguiente capítulo
revisaremos lo atinente a la organización política y los imaginarios instituyentes de las
mismas para la reelaaboración y transformación de lo sucedido.
84
Capítulo 4. La organización política como transformación de la
subjetividad en la víctima como cambio social
En el presente capítulo me propongo dar relevancia al papel de la organización
política de las víctimas en la elaboración del trauma psicosocial de las mismas. Si en el
capítulo anterior se indagó acerca de los imaginarios instituidos en relación con la medida
de rehabilitación psicosocial como medida de reparación integral, en éste se indagará
acerca del papel de la organización política entendida como aquella que posibilita la
existencia y elaboración de sí del sujeto victimizado, evidente en el enunciado de Luz
Marina Bernal, madre de Fair Leonardo Porras, desaparecido del municipio de Soacha, el
8 de enero de 2008, y reportado como caído en combate el 12 de enero de ese mismo año
en Abrego (Norte de Santander), con el que se comenzó este texto: “Mi hijo me parió
como mujer”.
Dicho enunciado resulta siendo una metáfora eficiente. Habla acerca del
nacimiento en medio de la tragedia, habla acerca de la fuerza resiliente cuando ésta
deviene en un nuevo sujeto, resulta en acontecimiento y en una nueva apertura subjetiva,
en la que se da paso a lo que Castoriadis llamó alteridad, un relato del “Otro” que permite
incluir en el espacio y en el tiempo sociohistórico a los demás, más allá del individuo, en
una suerte de nacimiento generoso, tendiente a que las víctimas trasciendan la narración
individual, el nacimiento propio, para dar paso a un nacimiento común.
Claudia Girón en la entrevista realizada expresó en este mismo sentido:
Entonces la memoria es la construcción de nuevas subjetividades, pues las
memoria es un deber de lo que no debería pasar, es parte de las garantías de no
repetición (…) cómo nos comprometemos a largo plazo a una estética de la
85
resiliencia, en el sentido de que ésta no es como la quieren manipular desde una
mirada psicologista, porque es muy peligrosa sobre todo cuando se argumenta que
la persona ya salió adelante y entonces ya no se le exige al Estado nada, es
peligrosa esta visión despolitizada… La estética de la resiliencia en clave de
potencias las expresiones de la resistencia, no como queja permanente, sino para
poder seguir viviendo, para seguir encontrando sentido, para encontrar espacios de
risa, de juego, de espacios de goce, de amor, de cocina, de alegría, de llanto, de
espacios de confianza, buscando que la resistencia no se quede en espacios
estereotipados.
Se pudo vislumbrar en la presente investigación una discusión infranqueable entre
la reivindicación del sujeto víctima a partir del estatuto jurídico, y aquella que busca
evitar la prolongación de la victimización a través del uso de la categoría “víctima”. Más
allá de las implicaciones semánticas, lo que importa aquí es, por una parte, la discusión
identitaria instituyente, entendida como dignificación y superación de la condición de
víctima, en lo jurídico y psicosocial, y por el otro, la concepción instituida, cercana al
asistencialismo de Estado, en la que se prolonga la situación victimizante, ya por
omisión, ya por participación directa.
El arte, como lo expresó en la entrevista Claudia Girón, está no en poner a las
víctimas como tema y como población objeto de la que hay que hablar y escribir tesis,
sino como un proceso de coautoría conducente a no hablar de las víctimas sino hablar con
las víctimas para reconocernos como sujetos que con las víctimas hemos sido afectados.
86
Me parece aberrante que en este país la gente crea que ser víctima es negativo y
las mismas víctimas se han comido tal cosa por el tipo de dispositivos instalados
desde los medios de comunicación e institucionales, al punto que se ha creado el
concepto: de víctima a ciudadanos, de víctimas a sujetos empoderados, se ha
caído en este lugar común. En otro contexto es positivo, cuando no se confunde a
víctima con ser pasivos; esto es lo que hace que se vea a las víctimas como algo
ajeno. A las víctimas les ha tocado situarse en ese lugar para que las vean y tomen
en cuenta.
Otra cara de la misma moneda, se da en tanto que la instalación de estos rótulos,
conlleva a la homogenización del sujeto víctima, como si todas las víctimas fueran
iguales, como si todos los móviles que generaron los acontecimientos fueran todos
equiparables los unos a los otros. Es interesante aquí el aporte brindado por Diana
Gómez:
Todas las víctimas son legítimas, su dolor es válido, pero no todas son iguales,
porque las víctimas de la insurgencia, del Estado y los paramilitares no han sido
tratadas de la misma manera. No creo que se pueda hablar de víctimas como un
sujeto homogéneo; tampoco todas las víctimas quieren la paz.
Por otra parte, lo anterior se encuentra dentro de las tácticas y juegos estratégicos
inscritos en lo político. La categoría “víctima” es reivindicada por las organizaciones
sociales como parte del acompañamiento psicojurídico y es vital en los escenarios
judiciales del orden interno, así como en los escenarios del derecho internacional.
Retornando al debate sobre la reparación integral de las víctimas desde la rehabilitación
87
psicológica, no resulta posible hablar de reparación a las víctimas hasta que los derechos
de éstas sean restituidos, pero sí se requiere reivindicar la categoría víctima como
expresión ineludible de las disputas judiciales que han emprendido las organizaciones
sociales y de derechos humanos. Así lo dejó sentado Ángela Ospina del CAPS:
Victimizar es muy riesgoso para los procesos de atención psicosocial, pero
entendemos que en el esquema jurídico existe la víctima y tenemos la obligación
de reivindicarla; ahora en los procesos psicosociales es más complejo, pues
cuando se habla de políticas públicas, cuando se hace alusión al contexto
internacional…para nosotros la rehabilitación se da cuando la persona logra
reconstruir sus proyectos de vida, que se le retornen sus derechos.
Imaginarios instituyentes: la exigencia, de las organizaciones psicosociales y la lucha
moral de las víctimas en pro de la salud integral reparadora
Desde la teoría de los imaginarios sociales, podría afirmarse que todo el
andamiaje institucional creado para la implementación de la Ley 1448 de 2011, es decir,
toda la arquitectura institucional en torno a los derechos a la verdad, la justicia, la
reparación integral y las garantías de no repetición, tiene sus raíces a partir de una
ontología de la creación proveniente de la imaginación radical de los sujetos víctimas y
las organizaciones sociales y de derechos humanos.
Si bien el Estado ha incluido muchos de los elementos brindados por éstas –aquí
nos centramos específicamente en la rehabilitación como parte de la reparación integral-,
ha sido también evidente que el mismo ha incluido tales elementos desde el punto de
vista formal, discursivo y, si se quiere, especulativo, y ha hecho caso omiso a los reparos
que las mismas víctimas y organizaciones han realizado en el transcurso de las
88
implementaciones realizadas de los planes, programas, protocolos y guías, en torno a la
medida de rehabilitación, por no decir de la reparación integral en su conjunto, dándose
así el hecho relativo a que si en un comienzo las determinaciones consistían en la
ausencia total de un discurso favorable a las víctimas, hoy el conjunto de determinaciones
generadas se dan a partir del incumplimiento, la incompetencia institucional y la
revictimización.
Queremos abordar la siguiente discusión desde los imaginarios instituyentes, los
cuales y tomando en cuenta lo hasta aquí analizado, se circunscriben a: 1. El Tiempo de
la creación en las víctimas de la violencia sociopolítica. 2. El papel de las memorias
sociales y culturales (construcción colectiva de lo sucedido) en la superación de los daños
psicosociales.
Tiempo y creación en los sujetos víctimas de la violencia socio-política
Sin omitir, pero tampoco sin profundizar en toda su riqueza filosófica, es
pertinente aquí la discusión propuesta por Castoriadis (1997) en su texto Tiempo y
creación. Después de un recorrido que comienza con Aristóteles, cursa por San Agustín y
llega hasta Husserl, Heidegger y Kant, Castoriadis propone un análisis del tiempo a partir
de dos ideas fundamentales: 1. La inclusión del sujeto en la creación y destrucción de las
formas en el tiempo. 2. El papel de lo sociohistórico en la creación y en el tiempo, papel
ignorado por la ontología tradicional, al estar ésta inscrita en la fragmentación de lo
subjetivo y lo objetivo.
Importa aquí, por una parte, la comprensión del tiempo desde una concepción
instituida como aquella que resulta a partir de la multiplicidad de diferencias y,
89
regularmente, por la posibilidad de las identidades, repeticiones, multiplicidad de lo
idéntico; por otro lado, el tiempo como alteridad, como la emergencia de lo nuevo a partir
de determinaciones previas, que por ser novedosas, no son equiparables con las existentes
o vigentes.
Retornando al objeto de la presente investigación, partimos de la pregunta
realizada en un acápite anterior: ¿Cuál es el tiempo para la reparación de las víctimas de
violencia socio-política? La respuesta que planteamos aquí es la siguiente: el tiempo que
sea necesario para hacerlo.
Antes de profundizar acerca de la anterior afirmación, es preciso partir desde los
tiempos conjuntivo-identitarios que promueve el Estado Colombiano. Evidentemente,
toda la institucionalidad, aunque malversada, ha sido el producto de la creación
instituyente, a partir del tiempo de las víctimas y las organizaciones sociales y de
derechos humanos para hacerlo. La verdad, la justicia y la reparación integral, no se
pretendieron ni formalistas, ni tergiversadas, ni exentas de la voluntad y responsabilidad
del Estado; el tiempo instituido y el tiempo de la creación, pese a estar implicados
sociohistóricamente, para el caso de las víctimas, ambos tiempos están inscritos en una
dialéctica permanente, en un conflicto y en una disputa política.
En el ámbito de la rehabilitación psicológica, como parte de la reparación integral,
la reflexión sobre el tiempo creativo destinado a la reelaboración del dolor, no sólo es
relevante, sino capilar. Más allá del andamiaje institucional, ampliamente analizado en
momentos anteriores de esta investigación, se quiere ahora indagar acerca de la manera
como los planes de intervención psicosociales imponen una concepción instituida que
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limita, incluso revictimiza, a las víctimas. De esta suerte, es preciso revisar en qué
consiste la concepción instituida de los tiempos de la rehabilitación, desde el PAPSIVI,
como uno de los programas matrices del Estado para la rehabilitación psicosocial con
ocasión del conflicto armado interno.
El PAPSIVI, como se alcanzó a esbozar en un acápite anterior, en el marco del
componente de atención psicosocial, cuenta con las modalidades individual, familiar y
comunitaria. Según se aprecia en las guías de trabajo, el Programa cuenta con una serie
de sesiones, las cuales están focalizadas hacia unos objetivos específicos. Los momentos
que deben tomar en cuenta los profesionales antes de iniciar el proceso de sesiones son,
en un primer momento, hacer un análisis del contexto, el cual debe tomar en cuenta la
historia de la región, la oferta institucional, aspectos socioeconómicos, entre otros; en un
segundo momento, se hace un proceso de focalización relativo a las remisiones y las
órdenes judiciales; un tercer momento es el relacionado con el acercamiento y el
reconocimiento (comprensión de los daños psicosociales, conversación con efecto
terapéutico, fichas de acercamiento, reportes e indicadores); un cuarto momento
consistente en la atención psicosocial (periodicidad en la atención, guías metodológicas,
fichas PAP para el registro y reporte por cada sesión); un quinto momento relacionado
con la valoración y cierre (cumplimiento del plan de atención, alcance de objetivos,
registros en fichas).
En contraste con lo anterior, las organizaciones psicosociales han presentado un
balance desalentador al respecto. Según el documento realizado por la Mesa Psicosocial,
en el debate de control político anteriormente mencionado, el tiempo estimado en el
91
marco de los planes de atención, que se circunscriben a una serie de sesiones por
modalidad, no sólo es limitado, sino que estandariza, mecaniza y soslaya la necesidades
propias de cada víctima, lo que puede resultar por ocasiones revictimizante.
Bien lo expresó la psicóloga jurídica Carolina Torres, de Copsico, cuando afirmó
asertivamente:
Nuestras acciones no deben perpetuar el sufrimiento y el dolor de las víctimas y
20 años en la etapa de duelo, sino que lo que nos importa es que las acciones
psicosociales contribuyan al recuperamiento emocional de las personas y desde
allí trabajamos en la comprensión socio-política y psicosocial de lo ocurrido…
Por eso no estamos de acuerdo que se hagan pocas consultas o que éstas sean
restringidas, sino que debe comprenderse en su totalidad ese daño. Por lo tanto, la
intervención debe corresponder con las dimensiones de ese daño.
Lo anterior cobra especial relevancia mirado desde el punto de vista del tiempo
ensídico planteado por Castoriadis como la repetición de una cierta periodicidad, a partir
de patrones externos concebidos como una multiplicidad de elementos o diferenciales o
idénticos. Este tiempo es concebido por el Estado, a partir de la repetición sucesiva de
esquemas, sesiones, resultados, indicadores, entre los más relevantes, sin que sea
prioritario el tiempo de las víctimas para la elaboración del trauma psicosocial, el cual
por lo contrario, se encuentra en los eslabones de la cadena sociohistórica; este tiempo
ontológico, que es el tiempo de lo emergente –nada más emergente que un trauma o dolor
tramitado, incluso sanado- va más allá de lo subjetivo y lo objetivo, se encuentra en el
sujeto, es creado y recreado permanentemente.
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No se asevera aquí que el tiempo instituido no sea necesario, de hecho es vital,
pues no puede existir un plan de atención sin medición, pero este tiempo no debe
imponerse y, de ser necesario, debe contemplar el tiempo que cada víctima considere
dentro de su proceso de reelaboración de lo sucedido, así este tiempo sea irreductible.
En este sentido, resulta posible dicha cuestión cambiando los lentes bajo los
cuales se observan los procesos de reparación. Ya decía el filósofo español, Raimon
Pannikar (1999), en su discusión sobre la interculturalidad que se pretendía conocedora
de otros contextos, pero bajo las categorías propias de pensamiento:
No se trata de ampliar mi esfera de pensamientos, de no limitarme al
eurocentrismo y de pensar que también fuera haya cosas interesantes para saber,
sino de cambiar las categorías mismas. Deberé usar las categorías del otro para
ver la realidad y, fundamentalmente, mi realidad.
El Estado parece mirarse a sí mismo, sin comprender el dolor y los tiempos de las
víctimas. Se impone un tiempo dominante sobre el tiempo sociohistórico que le pertenece
al ser y sin el cual no es posible ninguna concepción de un antes y un después, esta idea
dominante quiere subyugar, relegando al plano de lo secundario, con enorme violencia, a
las víctimas mismas, por medio de una acción con daño en la atención psicosocial.
El papel de las memorias (construcción colectiva de lo sucedido) en la superación de los
daños psicosociales
En este momento me propongo reflexionar acerca del papel de las memorias
sociales en la superación de los daños psicosociales, siendo necesario ubicar tales
memorias en el ámbito amplio de lo político, visto éste desde la trascendencia de las
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circunstancias particulares de cada individuo y como aquel que se sitúa en un entramado
común, en un proyecto social colectivo.
Al incluir aquí los hallazgos en torno a la memoria de las víctimas, es preciso
confesar que existe siempre la enorme tentación de abarcar sus múltiples aspectos
teóricos encarnados en las memorias sociales, memorias colectivas, memorias históricas,
entre tantos rótulos hoy en boga. Por ello, particularmente aquí me centraré en la idea de
la memoria social como construcción, retomando, sin hurgar demasiado, la discusión
sostenida entre Maurice Halbwachs y Henry Bergson o más bien, el distanciamiento del
primero en relación con el segundo, en tanto la memoria para el primero no puede ser
abstraída del mundo social y las mediaciones del lenguaje, el tiempo y el espacio,
mientras que para el segundo existe una memoria-hábito que trasciende hacia una
memoria-pura. En síntesis y aportándole a la perspectiva del Halbwachs, la memoria más
que ser recuperada es construida socialmente.5
En este mismo sentido, en prácticamente todas las entrevistas realizadas, se
destacó la importancia de la memoria social para la superación del “trauma psicosocial”,
aunque no sólo esto, sino el papel instituyente de la misma en la trama de relaciones
sociales. Un interesante aporte lo brindó Claudia Girón al respecto:
…Pensar en historizar, es que esto que cuenta, que saca la víctima y que uno oye
como psicólogo, se convierta en un entramado y que no quede como una anécdota
5 Esta diferenciación entre El discípulo Maurice Habwachs (y la idea de la memoria como construcción) y
su maestro durante siete años, Henry Bergson, (y su planteamiento del “cono de la memoria”), resulta
siendo trascendental aquí, sobre todo por su preocupación en cuanto a los asuntos de la memoria,
posteriores a la Primera Guerra Mundial. En contextos de guerra como el colombiano tal preocupación es
relevante sobre todo en su acepción de construcción colectiva.
94
suelta y los otros miren desde una barrera: ¡mire lo que le pasó a estas personas!,
sino que esto sea leído como un entramado común y esa es la función de lo
psicosocial: poder situar su experiencia y poder darle sentido, y ese sentido se
construye con un interlocutor que es otro, una sociedad en donde ocurrieron esos
crímenes, donde las prácticas de victimización tuvieron lugar, porque no
sucedieron en el vacío.
La memoria, según esta psicóloga y activista de derechos humanos,
cumple una función importante para efectos de la elaboración de los hechos,
entendidos éstos a partir de la estructura social. Tal afirmación engloba una idea
que trasciende la catarsis y la sitúa en un entramado de relaciones sociales. Según
ella:
Uno de los elementos que considero clave es que los procesos de memoria
vayan más allá de la catarsis. Es parte del proceso cuando uno necesita
sacar y purgar lo que se tiene adentro, pero en realidad la función de la
memoria es elaborar, es resignificar y cómo la persona que los recibe, no
lo hace como algo extraño, ajeno, sino con el entramado relacional,
discursivo que nos ha marcado a todos en este contexto y que hay personas
que lo han vivido concretamente.6
6 Es preciso en este punto incluir el papel de las víctimas en dicho entramado, en tanto que son las víctimas
mismas las portadoras de su propia historia y, en un sentido amplio, es una historia que parte de un sujeto
colectivo, cuyas implicaciones son estructurales. En una idea ya bastante transitada pero no por ello ausente
de profundidad, que citamos en el estado del arte de esta investigación del texto El Narrador de Walter
Benjamín, en su crítica al historicismo, se requiere restituirle a los oprimidos la palabra expoliada, así como
que la narración vaya más allá de los eventos anecdóticos y episódicos.
95
En las entrevistas brindadas hay una contraposición a dicho historicismo. Se
evidenció que las organizaciones psicosociales conciben la historia de dolor del país, a
partir de las disputas de las memorias y la construcción de tales tramas, haciendo propia
una visión colectivista de las memorias del dolor, en cuanto a sacar a éstas del
confinamiento “intramental” y ponerlas en el plano de lo “intermental”.7 La idea de la
memoria social como construcción para la edificación de una trama sociohistórica, esto
es, instituyente, en contraste con la historia oficial, es decir instituida, la brindó Ángela
Ospina, del Caps, para esta investigación:
Nosotros somos del planteamiento acerca de que la memoria la deben escribir las
víctimas y debe vivenciarse en los territorios. No creemos que la memoria sea de
los eruditos, de los académicos de la memoria. Esa es la historia oficial y hay
muchas discusiones, muchas contradicciones en esa historia oficial. Nosotros
también creemos que las instituciones gubernamentales las hacen las personas y
hay momentos en los que estas instituciones pueden cumplir un papel importante,
en el caso de la memoria, en el caso de la reparación integral.
Otro tanto expresó la Corporación AVRE, en cuanto a desmitificar el rol de los
expertos y los eruditos, aunque en esta oportunidad el argumento se focalizó en el papel
de las organizaciones psicosociales en el acompañamiento a las víctimas:
Es una característica fundamental de nuestro trabajo y de las organizaciones que
venimos haciendo acompañamiento psicosocial, no es pararnos en el rol de
experto, en cómo yo te puedo ayudar y darte herramientas para superar el trauma
7 Alusión indirecta a Vygotski.
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y salir adelante, sino primero en pararme en una posición de no experto, sino de
ese acompañante que puede ayudarte a reconocer con esos recursos con los que se
cuenta y tal vez ayudar a fortalecer esos recursos.
La función de la memoria entonces, para las organizaciones psicosociales
entrevistadas, se concibe como la decisión creativa de las víctimas para la elaboración de
los hechos, con miras a que éstos mismos tengan un “sentido” social amplio, se
constituyan en un relato de país instituyente conducente a configurar la posibilidad de un
país mejor. Así lo evidenció Claudia Girón cuando afirmo:
La memoria sirve para que cuando uno interpela, irrumpe, es la narración de lo
que se desea contar, cómo decir y cómo se elabora, que hace que sea comunicable
esa experiencia y cómo desde la comunicación se construye algo que tenga
sentido.
Lo anterior no está exento de los conflictos relacionados con el tiempo de
elaboración, a los que hicimos alusión anteriormente. El retorno al pasado doloroso, el
retorno a lo reprimido, según una vieja máxima freudiana, remite al análisis sobre el
papel del silencio y la narración, ligados al tiempo sociohistórico y a la creación
instituyente, pues en el silencio y en la narración se encuentra la decisión de los sujetos
víctimas en contar lo sucedido y en saber cuándo contarlo, en saber cuándo se quiere
contarlo. Quienes plantean los tiempos externos, deberían analizar los tiempos del
testimonio, la importancia de los silencios, la narración y la trama de lo sucedido. En la
entrevista brindada por Diana Gómez, quedó evidenciada tal postura. Según ella:
97
A mí me sigue generando la pregunta acerca del dolor; esto de volver de nuevo a
lo sucedido reiteradamente. Yo creo que es vital la pregunta acerca de qué se
quiere conocer, qué se quiere recordar y qué se quiere olvidar.
Por otra parte, no se puede obviar, dentro del análisis que realizamos aquí, la
importancia que tienen los escenarios públicos para la incidencia y exigibilidad, los
cuales se constituyen en parte de la dignificación y en parte del proceso de elaboración
del dolor. Surge así, en las memorias sociales e instituyentes, la potencia de la esperanza,
quizás al modo como la entendió Erich Fromm (2012) en su texto: La revolución de la
esperanza.
Tener esperanza significa {…} estar presto en todo momento para lo que todavía
no nace, pero sin llegar a desesperarse si el nacimiento no ocurre en el lapso de
nuestra vida {…} Aquellos cuya esperanza es débil pugnan por la comodidad o
por la violencia, mientras que aquellos cuya esperanza es fuerte ven y fomentan
todo los signos de la nueva vida y están preparados en todo momento para ayudar
al advenimiento de lo que se halla en condiciones de nacer. (Fromm, 2012, p. 21).
Y es justamente tal esperanza la que ha permitido la dignificación del dolor en la
víctimas, ha sido ella la que ha sacado del confinamiento personal a la memoria y la ha
situado en un relato de transformación del presente para un futuro promisorio, esta
memoria ha surgido en una gesta incontenible, que permitió su puesta en escena en el
debate nacional e internacional y es la que ha desembocado en los esfuerzos vigentes.
Destacamos aquí lo dicho por Diana Gómez:
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Yo creo que en Colombia se han logrado avances importantes, que son producto
de las luchas de los familiares y los defensores de derechos humanos. Yo creo que
la lucha de ASFADDES y otras organizaciones en los 80, fueron poniendo en el
centro del debate público que las víctimas tenían unos derechos (…) la fuerza de
los movimientos de víctimas llevó, durante el proceso de desmovilización
paramilitar, a que estas demandas fueran tomadas en cuenta.
También resulta pertinente lo expresado por la Corporación AVRE, en el marco
de esta investigación. La memoria en los escenarios públicos deviene en la voz ético-
política de las víctimas, quienes a partir de lo sucedido, y a través de la narración de lo
acaecido, se convierten en portavoces de lo que nunca más debe repetirse. Así según
María Fernanda Gómez, de la Corporación AVRE:
Si bien en escenarios privados tienen un valor terapéutico y emocional,
consideramos que muchos de los hechos son violaciones a los derechos humanos
y tienen un efecto sobre la dignidad de la humanidad en su conjunto y crímenes de
Lesa Humanidad.
Por último, hacemos referencia a la atención psicosocial tanto individual
como colectiva, en tanto que ésta, desde el punto de vista de las organizaciones
psicosociales entrevistadas, no debe disolver o neutralizar los potenciales
articuladores, incurriendo en el peligro de la desvinculación, sino que las acciones
emprendidas en la atención individual como colectiva, deben fortalecer los
esquemas colectivos y las situaciones organizativas de las víctimas. Citamos de
nuevo a la profesional de la Corporación AVRE en la entrevista brindada:
99
Cuando realizamos un trabajo de acompañamiento o atención terapéutica desde un
enfoque psicosocial individual también en parte lo que queremos es que ojalá la
persona pueda vincularse, por ejemplo, a espacios colectivos, a espacios
organizativos, reconociendo el valor de lo colectivo en términos de la
recuperación emocional (…) Pero también reconocemos que un trabajo
terapéutico grupal, colectivo tiene una gran potencia, en términos de las dinámicas
que se dan en el grupo, en términos de reconocer que hay otras personas que han
pasado por las mismas situaciones y poder escucharse mutuamente, de poder
reconocer en los otros recursos de afrontamiento y reconocer similitudes y
diferencias en esos mismos recursos y de alguna u otra forma aprender de las
experiencias de los otros y colectivamente comprender los hechos y dar sentido a
los hechos dentro de la experiencia.
Como se aprecia, las víctimas no son un sujeto aislado del contexto social, son un
actor fundamental para la transformación de la sociedad vigente; se constituyen en los
sujetos propios de la construcción sociohistórica de la busqueda por la verdad, la justicia,
la reparación integral y las garantías de no repetición; son la posibilidad de la memoria
tendiente a un relato nacional, en donde la existencia del “Otro” como alteridad sea
posible, no para la perpetuación de una condición (hemos dicho que el “trauma
psicosocial” resulta siendo una categoría dinámica, lo mismo afirmamos en relación con
la categoría “víctima”), sino en virtud de los proyectos politicos que éstas encarnaron en
el pasado o que encarnan en el presente como imaginación radical del futuro.
100
Capítulo 5. Discusiones: conclusiones, recomendaciones e
implicaciones
Como puede verse, en primera instancia, existe un consenso general, en las
organizaciones psicosociales entrevistas para la presente investigación, que ha sido motor
para la exigibilidad de la implementación de la medida de rehabilitación como parte de la
reparación integral, tendiente a comprender el daño psíquico de las víctimas de la
violencia sociopolítica, más allá del individuo, partiendo las causas que lo generaron y
trascendiendo el modelo biomédico y salutógeno de la salud mental, entendido este
último como aquel que se centra únicamente en las manifestaciones individuales de
síndromes y síntomas.
Si bien dicho tema ha sido ampliamente transitado desde hace aproximadamente
dos décadas en Colombia, se pudo situar en la presente investigación los distintos
abordajes que tienen las organizaciones psicosociales en torno al daño, los impactos y las
afectaciones, abordajes que sin embargo no desdicen la relevancia casi inequívoca de
comprender el daño como una ruptura profunda en la vida de la persona-víctima. Esto
tiene implicaciones, a mi modo de ver, en la manera como se puede presentar la narrativa
del Estado en cuanto a lo que quiere reconocer como victimización y lo que
proporcionalmente estaría dispuesto éste a reparar.
Por otra parte, en la presente oportunidad se indagó acerca de los imaginarios
instituyentes de las víctimas de violencia sociopolítica, a partir de la reflexión sobre el
tiempo, como creación ontológica en la dinámica sociohistórica, el cual debe por
101
necesidad trascender la versión común que entiende los fenómenos sociales a partir de la
oposición objetivo-subjetivo. Así, se evidenció, desde la teoría de los imaginarios
sociales de Cornelius Castoriadis, que las organizaciones psicosociales demandan la
inclusión del sujeto en la construcción del tiempo de elaboración de los daños, lo que
parece una omisión por parte de la institucionalidad estatal.
Además, han resultado tremendamente útiles los hallazgos encontrados en torno al
uso generalizado del término “víctima”, cuya carga semántica se ha traducido en todo un
discurso para aludir al sujeto de reparación. Dichos hallazgos se dieron desde las mujeres
académicas y las organizaciones psicosociales entrevistadas, las cuales brindaron
elementos clave en torno al uso negativo del enunciado “víctima”, cayendo en lugar
común, cuando como lo comentaba una de las entrevistadas, se han llegado a afirmar
enunciados tales como “de víctimas a ciudadanos” o cuando se planteó la crítica en torno
a la homogenización de las víctimas, tal y como si estas fuera iguales y como si los
móviles que causaron el daño fueran equiparables (por el Estado o la insurgencia).
Otro resultado importante, es el relacionado con la memoria social como
herramienta vital para la exigencia de las víctimas, a partir de la propia construcción
sociohistórica, con la trama y narración que parta desde los sujetos víctimas –así esto
tenga implicaciones en los tiempos de reparación- y contraviniendo el discurso de las
memorias eruditas y el historicismo estatal. La memoria entonces, tal y como la conciben
las personas y organizaciones psicosociales entrevistadas, es una construcción, que tiene
implicaciones para el conjunto de la sociedad, al ser ésta entendida desde el punto de
vista del entramado social, y no sólo como un relato inconexo de las estructura social.
102
En este sentido, puede afirmarse que la memoria es concebida como una forma de
resistencia a las concepciones hegemónicas institucionales, las cuales se han instalado
desde dispositivos de subjetivación y discursos institucionales específicos, que rotulan la
existencia un tanto mecánica de las “víctimas”. Así, aquí se encontró como resultado
primordial, el necesario deslindamiento con tal lógica y la importancia de la
reivindicación del sujeto víctima, no como portador de la asistencia estatal, sino como
sujeto plural, poco homogéneo, con la potencia de la acción política para la consecusión
de los cambios de los factores que incidieron en la violencia sociopolítica.
Tras una ontología de la creación para la imaginación radical de un país con una
política pública estatal tendiente a la superación, alivio y mitigación de los daños
inmateriales generados con ocasión de la guerra, se impone una gramática del poder,
sustentada en la reproducción de las condiciones de lo mismo, la incorporación por
efectos de la reacción nada genuina, una gramática de poder que sin embargo, y a pesar
de tanto, deja como camino la re-creación de una gramática de la resistencia por medio de
la cual las organizaciones psicosociales y su concepción de una salud integral
encaminada a que las víctimas rehagan sus proyectos de vida, surja independiente de que
el Estado lo permita.
103
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Apéndice
Quise incluir el relato autobiográfico brindado por la psicológa social y activista
de derechos humanos, Claudia Girón Ortiz, en este apéndice, al considerarlo de enorme
riqueza contextual, además de ser un relato de la historia, tanto de la represión política,
como de las dimensiones de exigibilidad emprendidas por los movimientos de víctimas
de la violencia sociopolítica del país. En consecuencia, se incluye aquí el relato
autobiográfico que emergió en la entrevista realizada.
“Como tú dices soy psicóloga, estudié en la Universidad de los Andes y siempre
fui alguien interesada en el contexto, en el problema de la memoria y desde muy
joven inquieta, intentando comprender lo que pasa en un país donde la gente se
acostumbró a la violencia. En parte fue la tesis que hice. Se llamaba la
creatividad en la formación del psicólogo, pensando en el contexto, en la falta de
conexión emocional de las personas, porque en la medida en que se sientan a
parte, siempre van a ver a las víctimas como si fueran otro y no parte como de
eso que ocurre, que se invisibiliza, se naturaliza. Entonces a mí siempre me gustó
el trabajo a partir del arte, de la creatividad. Entonces en los años 90, a
principios, conocí a Iván Cepeda, quien era el hijo de Manuel Cepeda y era un
contexto bien particular porque había mucha fuerza por parte de la juventud; la
gente en ese momento se estaba preguntando por muchas cosas; los jóvenes eran
muy críticos en relación con la impunidad, pero muy distinto ahora que han
pasado tantas cosas. En ese momento era una juventud marcada por la muerte de
108
tres candidatos a la presidencia en el año 89-90 que mataron a Galán, a Pizarro
y a Bernardo Jaramillo de la UP y con muchas preguntas acerca de la lucha
armada como una buena opción. Las generaciones anteriores eran personas
asesinadas, de gente universitaria, de las ciudades, que creyó en la lucha armada
como una manera de cambiar esto. Mucha gente del M-19, del ELN, que venía
con formación académica en ciencias sociales, gente muy cercana a la Iglesia, de
los jesuitas, con una mirada de la teología de la liberación, la psicología de la
liberación. Y las preguntas que nos hacíamos no era desvirtuando esa lucha, sino
muy preocupados con tanta muerte, viendo que el Estado era siempre la
represión, la militarización, la estigmatización. Las preguntas que nos hacíamos
era qué hacer para que la gente empiece a unirse en torno a la problemática que
nos debería aglutinar y no si era de derecha o izquierda y entre la misma
izquierda que estaba tan dividida. Entonces en la década de los 90, cuando
empezamos con el debate en torno a la memoria, la idea fue cómo hacer que la
gente entendiera este presente, viendo el peso del pasado de la violencia liberal y
conservadora, con las lógicas de exterminio que vinieron después del Frente
Nacional y en contra de los partidos de oposición de izquierda y era aterrador
ver el conservadurismo tan fuerte de la élite, de la clase política, la negación de
lo que pasaba, la construcción del enemigo interno, lo que pasaba en la década
de los 70 y uno escuchaba por qué los papás le contaban a uno lo que sucedía en
las épocas de Turbay Ayala, en donde se instaló la tortura, la desaparición
forzada; allí hubo mucha represión, allanamientos y una cantidad de gente
109
detenida y mucho miedo, mucho silencio y un manto de pánico; esa época marcó
mucho a la gente, que al ver todos esos allanamientos, toda esa barbarie; la
visión de los guerrilleros como los facinerosos, todos esos lenguajes; era
entonces muy aterrador ser equiparado e hizo que la sociedad se atomizara, se
despolitizara, la muerte de estos tres candidatos fue terrible, paralelamente el
asesinato paulatino de integrantes de la Unión Patriótica, el asesinato de Jaime
Garzón. Cuando nosotros creamos la Fundación Manuel Cepeda Vargas, la paz y
la cultura en 1994, creamos nuevos lenguajes para que la gente se preguntara
qué pasaba en un país donde mataban a la gente de la oposición, cómo se
afectaba la democracia así usted no fuera de este partido, la idea era que se
preguntara qué implica que se asesine a todo un partido político y qué hacemos y
cómo nos atañe desde un lenguaje artístico nuevo y fue muy impactante porque
fue digamos muy desde la inocencia, desde la mirada de un joven, Iván Cepeda,
hijo del asesinado Manuel Cepeda, que vio morir a los papás de sus amigos, o
irse a la guerrilla o irse al exilio y yo una muchacha con ganas de hacer y otra
gente que se unió a pensar qué hacemos con esa clase media alta, de la cual
salimos algunos de nosotros, que no es gente mala o enemiga de la paz ni de los
derechos humanos, gente que está en las ciudades y que está permeada. Que esa
gente empezara a sentir o a tener una capacidad de asombro genuina frente a eso
que le ha pasado a la gente que ha tratado de construir otros paradigmas
políticos que podrán beneficiar a todo el mundo, porque hemos naturalizado que
esta guerra, por el hecho de estar mejor situados que el resto de la sociedad en la
110
pirámide social, pues somos cómodos. Qué hacer para incomodar desde una
perspectiva constructiva para que la gente reflexione sobre lo que nos está
pasando y que esto nos afecta a todos. Es que hay que matar a las personas por el
hecho de que tengan ideas sobre la reforma agraria. Como así que matan a la
gente porque piden vida digna, trabajo, como así que nosotros no entendemos el
problema de la inequidad social, que es el caldo de cultivo para que haya
delincuencia, prostitución, narcotráfico, contrabando, una cantidad de prácticas
ilegales, pues si no hay oportunidades y no hay educación y se supere para tener
una calidad de vida por vías legales la gente va creer que esa es la única vía o la
lucha armada contra un régimen que hace eso.
Entonces nosotros empezamos a hacer ejercicios de memoria, comenzamos a
invitar a la gente, a personas involucradas con el mundo de la cultura, del arte; y
fue muy bonito porque la gente acudió al llamado y pues fue un llamado muy
fresco. Comenzamos a reunirnos con la gente de la UP. Me acuerdo de José
Antequera cuando chiquito, tan inteligente, tan brillante, Erika, la hermana
mayor de José opinando sobre el sentido de la memoria, de hablar sobre su papá,
a partir de sus fotos, de quién era. Empezamos a hablar de esto: de quien era la
persona, de que le gustaba hacer, cuál era el sentido de su vida, de su lucha;
quien era en todas sus dimensiones, no sólo como quien lucha, sino como papá,
como hermano y fue muy bonito, desde el amor, no desde lo conceptual. Se fue
convirtiendo en concepto con la experiencia, cuando fue cogiendo forma los
nichos de la memoria. Primero fue un trabajo hacia adentro, no para mostrar
111
sino para trabajar y luego fue una invitación para salir a la calle a las galerías
de la memoria. No fue sólo una galería de sólo fotos, pues ya sabíamos que
estaba ASFADDES y nosotros pensábamos que las fotos eran importantes, pero
que también se podía a hablar de las personas más allá de la foto, desde las voces
de las personas con sus denuncias; queríamos decir algo nuevo que no fue sólo el
discurso del movimiento social, sino como se construye desde varias miradas se
construye el sentido de vida de un sujeto que afectó amorosamente a otros,
ideológicamente a otros. Siempre fue un cómo transitar entre estas dos
combinaciones: del sentido de testimoniar, desde una intencionalidad para dar
cuenta acerca de qué fue lo que se perdió, qué fue lo que se dejó, cuáles fueron
sus ideales; todas estas personas tenían algo en común, pese a que fueron de un
partido, una organización u otra. Desde el principio fue tejer. Entonces desde que
comenzamos a hacer galerías temáticas, la propuesta fue: hablemos de
desaparición forzada y no sólo de los desaparecidos de la UP, sino del fenómeno,
con otras organizaciones, con otras personas que han sido afectadas. Fue cuando
empezó a unirse la gente. Fue muy impactante ver cuando la gente decía que no
quería ver a sus muertos al lado de este, de esta tendencia, de otras ideas.
Logramos con mucho amor que las personas comenzaran a unirse en torno al
fenómeno. Hicimos también una galería de la memoria sobre las mujeres, con
objetos representativos de lo que hacen las mujeres, en la cocina, en la belleza,
con los hijos, un 8 de marzo; allí trabajamos con la Asamblea de Mujeres por la
Paz, con Patricia Ariza; ella mandó a hacer una Manuelita Sáenz y lo puso al
112
lado de Bolívar. Fue muy impactante ver cómo la Policía cogió a palo la estatua
con un odio fuerte y estuvo en el Teatro la Candelaria hasta hace poco. Y siempre
nos preguntamos por qué la voz de las mujeres ha sido silenciada, casi siempre se
habla de las víctimas como las madres de las cuales casi nadie sospecha porque
no se ven como sujetos políticos, sino como madres dolientes y para nosotros
también era importante visibilizar a los hijos dolientes, que inspiró a otros hijos
como José Antequera, a Alejandra Gaviria, a Manuela Gaviria, Daniel
Chaparro, todos los muchachos y muchachas que luego fueron hijos e hijas por la
memoria y contra la impunidad, Diana Gómez, Hada luz García Méndez; para
nosotros fue muy bonito pues no fue desde el lugar típico de la ideología, no
éramos viejos en nuestro lenguaje; a mí me impactaba cuando era joven ver a
esos jóvenes que eran como viejos, totalmente convencidos de sus ideas
absolutas, de dogmas, de certezas; y nosotros no partimos de ningun dogma; Iván
fue y es una persona bastante lúcida. Manuel y él eran muy amorosos, yo no
recuerdo ver a padre e hijo que se quisieran tanto, pero tenían discusiones
demasiado álgidas, fuertes y era muy interesante porque uno al amor no lo pasa
por encima de las discusiones. Muchas veces Iván renunció al partido. Iván era
más cercano a las ideas de Bernardo Jaramillo; Mientras que Manuel era más
cercano a las viejas ideas del Partido, sin ser peyorativos, era una vertiente que
creía en la combinación de las formas de lucha y era la única forma de
defenderse de un Estado asesino, hipócrita. La gente ya había aprendido de la
historia, de la tradición de falta de voluntad del Estado. La discusión no era
113
moralista, de si era bueno o malo, sino acerca de cómo contrarrestar
estratégicamente desde posturas políticas la estigmatización imperante,
intentando evitar ese argumento del Estado acerca de que si éstos combinaban
las formas de lucha eran blanco. Mi opción desde los jóvenes, más que por el
hecho de que Manuel Cepeda fuera el papá de la persona que yo amaba. Yo me
preguntaba cómo es posible que él sea el muerto número 2444; dónde están los
otros rostros. Sólo conocía con las personas con las que estábamos y algunos que
salían en Televisión. Pero qué pasaban con los campesinos en las zonas donde
hubo masacres, cómo hacemos para tejer todo esto, que a la sociedad le duela
eso, como visibilizar esos sueños de las personas que siguen luchando. Lo
ponemos no como la memoria de lo que no está, es lo que le discuto a la señora
Doris Salcedo, porque no es la memoria de los ausentes como vacío, sino la
memoria de los ausentes que han querido borrar, de acuerdo a un proyecto
político de aniquilamiento, los etnocidios para acabar con las cosmovisiones
indígenas, la incapacidad del Estado por respetar la diversidad, esa memoria de
otros pensamientos que han querido acallar. Con la idea de recoger los legados y
las ideas, porque ya sus vidas son irrecuperables, irreparables. La apuesta fue
intergeneracional, de diálogo y estética. Nosotros hicimos un evento muy bonito
que se llamó memorias de los unos, de nosotros y los otros y la idea fue sentar a
personas que no se podían encontrar. Lo importante fue la investigación acción
participativa; a medida que hacíamos investigábamos y participábamos. De allí
empezó el trabajo de museo de la memoria, que era con exposiciones itinerantes y
114
se llamaba Elsa y Mario. Era un bus pintado de azul con unas nubes blanca y
para nosotros la idea era que el cielo fuera el ideal está arriba y puede tener
piso, que son los derechos humanos, puede rodar y ser realidad si la gente. [La
entrevistada cuenta varias de las acciones simbólicas realizadas] [Se focaliza en
la construcción de alternativas distintas a los discursos ortodoxos de la izquierda
colombiana] [Se hace alusión al Monumento de Edgar Negret dedicado a Manuel
Cepeda y cómo se instauran maneras estéticas distintas para plasmar la
memoria]
Nos invitaron en el 95 a hacer parte del Proyecto Colombia Nunca Más y
empezamos a trabajar con ellos como parte del equipo y nosotros fuimos los
encargados de recoger la información correspondiente a la Unión Patriótica;
Manuel tenía una parte de archivo, Iván sumamente dedicado en el periódico Voz
de reconstruir y parte del trabajo que se hizo allí fue como ampliar las preguntas.
Pienso que el Proyecto fue muy valioso y tiene varias riquezas, pero también tiene
varios vacíos metodológicos porque en ese momento hacer memoria era
clandestino. En este momento está de moda hacer memoria, en este momento está
de moda hablar de víctimas, es un boom. El problema es cómo no se
instrumentaliza ni banaliza, cómo no se vuelve hegemónica la memoria y cómo no
se aplanan las memorias disidentes y por eso es tan importante que las memorias
disidentes que dan cuenta de la violación a los derechos humanos, que dan cuenta
de la violencia estructural que legitima la violencia sociopolítica y que busca
indagar por situaciones macro al sólo conflicto armado, como origen del
115
conflicto. Cómo hacer para que dialogue en un país donde hay que hablar de los
derechos humanos, económicos, sociales, culturales, civiles y políticos;
ambientales, colectivos, con el problema del DIH. Los efectos psicosociales de
esta guerra han sido barbaros, el hecho de creer que se puede eliminar al otro.
La pedagogía social de la memoria era para nosotros todo esto, memoria no sólo
relacionada con los crímenes sino con los procesos de memoria, amorosa, civil,
de toda la gente que estaba empoderada para discutir las relaciones entre la paz
y los derechos humanos y unían los elementos que aparentemente estaban
desunidos…cuando regresamos del exilio se creó el Movimiento Nacional de
Víctimas de Crímenes de Estado, Movice, como una plataforma que empezó a
interpelar como sujeto político colectivo, a partir de la negación de las víctimas
de crímenes de Estado desde la ley 974, Ley de Justicia y Paz.
Tabla 1. Entrevistas realizadas
Organización/entidad/
persona
Nombre persona
entrevistada
Día
entrevista
Locación
Corporación AVRE María Fernanda Gómez,
profesional en psicología
20/09/16 Sede AVRE
Centro de Atención
Psicosocial, CAPS
Ángela Ospina, directora del
CAPS
27/11/16 Sede CAPS
Colectivo Psicosocial
Colombianio, Copsico
Carolina Torres, profesional
en psicología
09/11/16 Sede Copsico
116
Unidad para la
Atención y la
Reparación Integral a
las Víctimas, UARIV
Ana María Ramírez,
profesional en psicología
06/11/16 Sede UARIV
Ministerio de Salud y
Protección Social
Zulma López, profesional
en trabajo social
18/11/16 Sede MinSalud
Docente de la
Universidad de Los
Andes, víctima del
Estado
Diana Gómez, antropología
e historiadora.
18/10/16 Universidad de
Los Andes
Psicológa social y
Cofundadora de la
Fundación Manuel
Cepeda Vargas
Claudia Girón Ortiz,
psicóloga social
14/11/16 Lugar natural
de residencia.
Todas las entrevistas realizadas, así como el formato de preguntas semiestructurada, se
adjuntan en la presentación digital de esta investigación.
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Vita Julián Mauricio Carreño Neira es periodista, comunicador social. Especialista en
creación narrativa. Investigador social interdisciplinario. Ha participado en procesos
organizativos de víctimas de crímenes de Estado y ha hecho parte de distintas
organizaciones de derechos humanos.