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ARTE Y COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL IMAGINAR LA TRANSICIÓN HACIA SOCIEDADES SOSTENIBLES JOSÉ ALBELDA CHIARA SGARAMELLA JOSÉ MARÍA PARREÑO

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ARTE Y COMUNICACIÓN AUDIOVISUALARTE Y COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL

JOSÉ ALBELDAJOSÉ MARÍA PARREÑOCHIARA SGARAMELLA

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IMAGINAR LA TRANSICIÓNHACIA SOCIEDADES SOSTENIBLES

JOSÉ ALBELDACHIARA SGARAMELLAJOSÉ MARÍA PARREÑO

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IMAGINAR LA TRANSICIÓNHACIA SOCIEDADESSOSTENIBLES JOSÉ ALBELDAJOSÉ MARÍA PARREÑOCHIARA SGARAMELLA

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José Albelda Chiara Sgaramella

José María Parreño

Imaginar la transición hacia sociedades sostenibles

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Colección UPV [Scientia]; serie Arte y Comunicación audiovisual Para referenciar esta publicación utilice la siguiente cita: Albelda, J.; Sgaramella, Ch.; Parreño, J. M. (2019). Imaginar la transición hacia sociedades sostenibles. Valencia: Universitat Politècnia de València Editores científicos

José Albelda Chiara Sgaramella Jose María Parreño

Obra de portada: Álvaro Tamarit, Carrasca de Tomelloso. Fotocollage analógico sobre tabla (2013) Equipo de revisión Carmen Marín Ruíz (Universidad el País Vasco) Imelda Martín Junquera (Universidad de León) Lorena Rodríguez Mattalía (Universitat Politècnica de València) Editorial Universitat Politècnica de València, 2019 www.lalibreria.upv.es / Ref.: 6489_01_01_01 ISBN: 978-84-9048-748-8 Si el lector detecta algún error en el libro o bien quiere contactar con los autores, puede enviar un correo a [email protected]

Imaginar la transición hacia sociedades sostenibles / Editorial Universitat Politècnica de València

Se permite la reutilización y redistribución de los contenidos siempre que se reconozca la autoría y se cite con la información bibliográfica completa. No se permite el uso comercial ni la generación de obras derivadas.

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EDITORES CIENTÍFICOS

JOSÉ ALBELDA

Doctor en Bellas Artes y Profesor Titular de la Facultad de Bellas Artes de la Universitat Politècnica de València, es actualmente miembro del Centro de Investigación Arte y Entorno, donde dirige la línea de investigación sobre arte y sostenibilidad. Pintor y ensayista centrado en el estudio de la relación arte-naturaleza-ecología, es director del Diploma de Especialización en Sostenibilidad, Ética Ecológica y Educación Ambiental en la UPV, e Investigador Principal del proyecto de I+D+i: "Humanidades ambientales. Estrategias para la empatía ecológica y la transición hacia sociedades sostenibles".

CHIARA SGARAMELLA

Artista e investigadora del Centro de Investigación Arte y Entorno de la Universitat Politècnica de València, estudia las confluencias entre procesos colaborativos de creación y arte vinculado a la ecología en el panorama contemporáneo. Ha sido visiting scholar en el Center for Creative Ecologies de la University of California, Santa Cruz (EEUU). Junto a la actividad académica, desarrolla proyectos artísticos y de gestión cultural relacionados con temas ambientales. Su trabajo ha sido expuesto en muestras de carácter internacional y ha participado en residencias artísticas vinculadas como The Shifting Place en la Fundación Pistoletto (Italia) y New Curriculum en el contexto del proyecto Inland sobre arte y medio rural.

JOSÉ MARÍA PARREÑO

Poeta y crítico de arte. Actualmente es profesor de Historia del Arte en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Entre 1998 y 2008 ha sido subdirector y director del Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente de Segovia. Ha comisariado numerosas exposiciones, como “Naturalmente Artificial. El arte español y la naturaleza 1968-2006” (Segovia, 2006) o “Parergon” (Lisboa, 2013). Ha publicado libros de poesía, narrativa y ensayo. Es coeditor de Arte y Ecología (2016) y de Humanidades Ambientales. Pensamiento, arte y relatos para el siglo de la gran prueba (2018).

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RESUMEN

Esta publicación incide sobre una problemática crucial de nuestro tiempo: la necesidad de transitar hacia modelos sociales más equitativos y sostenibles frente a la crisis ecosocial contemporánea. A partir de un enfoque interdisciplinar, la monografía pretende resaltar el papel de las humanidades en esta trasformación cultural. Aunque históricamente relegadas a un segundo plano en relación con el mayor protagonismo del conocimiento tecnocientífico, la filosofía, la psicología, las artes y la literatura constituyen un imprescindible bagaje teórico-práctico por sus capacidades de imaginar, de redefinir los horizontes éticos y simbólicos, y de diseñar nuevas formas de convivencia. La primera sección del libro se refiere en sentido amplio al ámbito de la ética y de la psicología ambiental. La segunda ahonda en la contribución de la literatura a la creación y difusión de una sensibilidad ecológica. El tercer apartado comprende un conjunto de proyectos artísticos que ilustran la relación entre estética y conciencia ambiental.

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Índice

Imaginar sociedades sostenibles: las artes y las humanidades como vectores de transición ............................................................................................................................... 1

José Albelda; Chiara Sgaramella; José María Parreño

Barreras y resistencias psicosociales a la proambientalidad ................................................... 7 José Antonio Corraliza; Cristina Huertas

Ecología y deseo: hacia una ecología cultural materialista ................................................... 20 Jaime Vindel Gamonal

Apuntes sobre el cambio, la consciencia medioambiental y el arte ...................................... 23 Ignacio Asenjo Fernández

Símbolo y sostenibilidad en la apreciación estética y del paisaje: abrIENDO el campo a los sentidos .......................................................................................................................... 33

Esther Valdés Tejera

Las aves como elemento estético de reflexión en la transición hacia sociedades sostenibles ........................................................................................................................... 43

Víctor M. Díaz Núñez de Arenas

La reivindicación de lo salvaje: Gary Snyder en el ecosistema de la literatura ...................... 53 Nacho Fernández Rocafort

“Winter is Coming”: A Call for a More Eco-Conscious Society in A Song of Ice and Fire ........ 67 Katsiaryna Nahornava

Sostenibilidad y energía: reflexiones desde “Los Propios Dioses” ........................................ 76 Jose Luis Arroyo Barrigüete

Pájaros silenciosos, ballenas cantarinas, simios parlantes: la utilización de voces animales para reforzar mensajes medioambientales ........................................................... 82

Concepción Cortés Zulueta

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II

Cambiar todo para que el clima no cambie. Alternativas y posibilidades desde el arte ........ 89 Blanca De la Torre

Algunas meditaciones atmosféricas. Por orden cronológico ............................................... 101 Laura F. Gibellini

La práctica del dibujo desde la cosmosis ............................................................................ 111 Verónica Perales Blanco

La conciencia del paisaje .................................................................................................... 115 Carmen Andreu-Lara; Juan F. Ojeda-Rivera

Cómo ser musgo ................................................................................................................ 129 Àngels Viladomiu Canela

Camins al Mar. Retrat fotogràfic d’un paisatge hábitat ...................................................... 137 Raquel Clausi Rochina

ECO&ART&TECH. Prácticas artísticas eficaces en la era del Antropoceno ........................... 147 Bárbara Fluxá Álvarez-Miranda

Raíces en equilibrio ............................................................................................................ 155 Pilar Soto Sánchez

Transición y psicología ambiental: una aproximación personal .......................................... 165 Miriam Martínez Guirao

La cabaña para crear .......................................................................................................... 173 Rocío Arregui; Rosa Vives-Almansa; Rinat Izhak

Territorios de colaboración: arte, paisaje y educación ....................................................... 181 Lucía Loren Atienza

Colapso. Respuestas artísticas a los desafíos ecológicos..................................................... 189 Paula Bruna Pérez

Resistencias artísticas y neocolonialismo en México .......................................................... 199 Beatriz Millón

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Imaginar sociedades sostenibles: las artes y las humanidades como vectores de transición

Albelda, José Universitat Politècnica de València

Sgaramella, Chiara Universitat Politècnica de València

Parreño, José María Universidad Complutense de Madrid

En los comienzos del siglo XXI se nos presenta un escenario civilizatorio que no apunta a la continuidad, sino que augura grandes retos adaptativos a un entorno de cambio climático y con menor disponibilidad de energía y materias primas, imposibilitando un mayor recorrido del actual modelo desarrollista1. Nos enfrentamos inevitablemente al reto del decrecimiento en la escala energética, económica y de complejidad de nuestras sociedades, un reto que es, a su vez, una oportunidad para repensar nuestro modelo civilizatorio, replanteándonos los caminos equivocados que nos han llevado a la situación actual.

Ante esta tesitura, existen dos opciones: seguir con nuestro actual modelo de base capitalista neoliberal, forzando la explotación y la producción globalizadas según vayan mermado los recursos biosféricos y fósiles más asequibles, a la vez que vamos respondiendo puntualmente a los desastres climáticos, económicos y geopolíticos que sobrevengan; o bien planificar el inevitable decrecimiento, redimensionando nuestras necesidades vitales y la escala de nuestras sociedades. Para esta segunda opción, sin duda la más razonable y viable a largo plazo, se hace necesario un cambio drástico de actitudes: frente al reto prometeico del crecimiento continuo y la superación de los límites, la mesura y la adaptabilidad de inspiración epicúrea. Pero esto solo será posible a través de una profunda modificación de nuestros objetivos civilizatorios, de los símbolos que nos representan y de la estética que nos acompaña, así como de los relatos culturales que explican y dirigen el sentido de nuestro quehacer. Hablamos, pues, siguiendo al filósofo Jorge Riechmann, de alentar una verdadera revolución civilizatoria, puesto que no se trata solo de mejorar el sistema vigente, sino de sustituirlo por una verdadera cultura de la

1Al respecto basta con consultar la actualización del Primer informe del Club de Roma sobre los límites del

crecimiento: Meadows, Donella; Randers, Jorgen y Meadows, Dennis, Limits to Growth: The 30-Year Update. Chelsea Green, 2004; y su reciente revisión por parte de Ugo Bardi: Los límites del crecimiento retomados. Los Libros de la Catarata, 2011.

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sostenibilidad2 radicalmente distinta al modelo de crecimiento continuo que caracteriza a la globalización capitalista. Pese a la complejidad de tal empresa, los avances en este sentido supondrán siempre una minimización de las dimensiones del probable colapso al que nos encaminamos. El mantenimiento del crecimiento sostenido en el consumo de energía primaria, emisiones de carbono y consumo de materias primas, necesariamente nos aproxima el escenario de extralimitación, al cruzarse críticamente en sentido inverso las curvas estadísticas del crecimiento de la demanda y de la disponibilidad de recursos3.

Entre las alternativas posibles, una cultura de la sostenibilidad, basada en la suficiencia, la justicia social y el respeto de los equilibrios ecosistémicos, exige un gran trabajo creativo, pues partimos de bases conceptuales y de objetivos que nada tienen que ver con las actuales matrices desarrollistas ni con su estética del exceso. Es por ello que la transición a la sostenibilidad ha de ser, en primer lugar, “imaginada”, entendiendo aquí “imaginación” como creatividad aplicada a unos objetivos necesarios y concretos de adaptabilidad, decrecimiento y resiliencia, que deben ser eficazmente comunicados para lograr su correcta y extensa comprensión cultural.

Esta tarea, imaginar sociedades sostenibles, creando vectores culturales que las hagan deseables y las conviertan en realidad, es ante todo tarea de las humanidades; y serán la filosofía, la literatura y el arte, entre otras disciplinas, las que ofrecerán las imágenes y los relatos que puedan aglutinar el esfuerzo social para la gran transformación necesaria. Para contribuir al objetivo señalado estamos desarrollando, liderado por la Universitat Politècnica de València y la Universidad de Alcalá de Henares, el Proyecto de I+D+i: Humanidades ambientales. Estrategias para la empatía ecológica y la transición hacia sociedades sostenibles4, para desarrollar en el ámbito hispanohablante y en el contexto de la Europa mediterránea el tipo de investigación existente desde hace años en el mundo anglosajón. Una transformación que pasa por potenciar la vida buena generalizable, acrecentando el respeto hacia la biosfera y trabajando por la equidad social en este nuevo contexto de decrecimiento, es decir, por la suficiencia bien distribuida. Para esta tarea no interesan utopías más o menos fantasiosas, sino centrarnos en diseñar las rutas de la transición ecosocial dentro de los parámetros de lo posible. En esta dirección se encamina nuestro libro, con el objetivo de mostrar algunos hilos que pueden contribuir a tejer un nuevo modelo, comenzando por imaginar el diseño de la tela, a través de la creatividad, el pensamiento, el arte y los relatos de una cosmovisión sostenible. Nuestra intención es ante todo propositiva, ofreciendo ejemplos

2Con ello nos referimos a una cultura que priorice la disminución de la entropía de sus procesos metabólicos,

reduciendo lo más posible el uso de materiales no renovables, disminuyendo su huella ecológica para tender al equilibrio de la tasa de reposición de los materiales renovables, y minimizando la generación de residuos no reciclables o no asimilables por los sumideros biosféricos. En cualquier caso, una sostenibilidad total de los procesos metabólicos de las sociedades no es siempre posible, véase al respecto: Ernest García; El trampolín fáustico: ciencia, mito y poder en el desarrollo sostenible. Valencia: Tilde, 1999.

3Véase al respecto: William J. Ripple, et alt.; “World Scientists Warning to Humanity: A Second Notice”, 1028 BioScience, vol. 67 No. 12, Diciembre, 2017.

4HAR2015-67472-C2-1-R. Dentro de dicho proyecto resaltaremos especialmente, en relación a la presente publicación, el congreso: Imaginar la transición a sociedades sostenibles, La Casa Encendida, Madrid, octubre, 2017.

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de proyectos realizados que a su vez puedan animar otras iniciativas, que sirvan como posibles modelos de transformación. También queremos mostrar las dificultades y cómo enfrentarnos a ellas; no hacerlo, no estudiar nuestras resistencias psicológicas al cambio, nos abocaría quizás a utopías poco realistas.

La publicación se compone de tres secciones, cada una de las cuales incluye al menos cuatro capítulos. La estructura adoptada no sigue una clasificación estricta por disciplinas, puesto que uno de los objetivos principales de nuestro proyecto de investigación es propiciar el diálogo entre diferentes esferas del conocimiento humanista para abordar la complejidad de la crisis ecológica y cultural que vivimos. La primera sección, titulada “Pensar la transición ecosocial”, se refiere en sentido amplio al ámbito de la ética y de la psicología ambiental. La investigación de José Antonio Corraliza y Cristina Huertas explora las barreras psicológicas que dificultan la adopción de comportamientos y estilos de vida ecológicos a nivel individual y social, así como los límites de las formas convencionales de sensibilización proambiental. Fenómenos como la “ecofatiga” (HUERTAS y CORRALIZA, 2016, p. 113) exponen, en efecto, la necesidad de idear otras estrategias de información y educación que permitan superar los sesgos y las resistencias humanas ante los cambios de conducta personal y colectiva. El segundo capítulo, a cargo de Jaime Vindel, analiza las bases teóricas para la creación de un saber materialista en diálogo con los estudios culturales y la ecología política. En el tercer capítulo Ignacio Asenjo describe la evolución histórica de la conciencia ambiental y su relación con el mundo de la creación artística. En el cuarto, Esther Valdés elabora un análisis estético de proyectos artísticos relacionados con el paisaje natural a partir de las aportaciones del filósofo Allen Carlson. El quinto capítulo recoge las reflexiones de Víctor Díaz sobre el papel de las aves en la génesis y desarrollo de la empatía interespecies y de los movimientos conservacionistas.

La segunda sección del libro se titula “Relatos literarios para un cambio de cosmovisión” y ahonda en la contribución de la literatura a la creación y difusión de una sensibilidad ecológica. En efecto, como afirman los historiadores del arte, Tonia Raquejo y José María Parreño, “la apreciación estética, tanto visual como literaria […] supone una importante vía para la concienciación de los conflictos ambientales y la reclamación de medidas correctoras o reparadoras” (RAQUEJO y PARREÑO, 2015, p.11). El primer capítulo, a cargo del filólogo y traductor Nacho Fernández Rocafort, se centra en la obra de Gary Snyder, poeta y ensayista norteamericano. Partiendo de fragmentos literarios y elementos de la biografía del propio Snyder, el autor destaca la importancia de establecer una relación moralmente inclusiva con el mundo natural y abrirse hacia visiones no occidentales del cosmos para redescubrir el vínculo entre la existencia humana y lo “salvaje” (SNYDER, 2016, p. 13). En el segundo capítulo, Katsiaryna Nahornava examina la postura crítica hacia el antropocentrismo del escritor estadounidense George R. R. Martin en la popular saga A Song of Ice and Fire. El libro Los propios dioses de Isaac Asimov protagoniza el tercer capítulo. Escrito por José Luis Arroyo, este texto reflexiona sobre uno de los obstáculos más preocupantes frente a la crisis climática actual, es decir la disonancia –ya descrita en la novela de Asimov– entre hechos, creencias y acciones concretas para modificar nuestro modelo social y productivo. Esta sección concluye con un texto de Concepción Cortés Zulueta. A partir de la noción de silencio, tema central en el emblemático libro Silent Spring de Rachel Carson, la autora observa cómo las “voces” de animales no humanos se han ido incorporando en las últimas décadas en la creación artística y literaria para reforzar mensajes de corte ecologista.

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|José Albelda, Chiara Sgaramella, José María Parreño|

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El texto de la comisaria independiente Blanca De la Torre abre la tercera sección, titulada “El arte y la estética como vectores de transformación cultural”. Mediante un recorrido histórico que describe la relación entre arte, naturaleza y ecología desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, la autora ilustra las múltiples vertientes del llamado ecoarte, una praxis artística que “aborda el bienestar de los ecosistemas y los impactos que los seres humanos tienen sobre ellos” (CARRUTHERS, 2009, p.1) y que, en opinión de la autora, constituye una poderosa herramienta para la crítica y el cambio social. Algunas de estas experiencias creativas forman parte de la exposición Hybris (17 de junio, 2017 - 7 de enero, 2018), comisariada por De la Torre en el MUSAC de León. Los capítulos que siguen presentan una serie de proyectos artísticos organizados en dos subapartados. El primero recoge propuestas artísticas que reinventan los lenguajes del dibujo, de la pintura, de la fotografía y de la imagen en movimiento para explorar y transformar los vínculos materiales y simbólicos entre seres humanos y sistemas naturales. El proyecto de Laura F. Gibellini, por ejemplo, investiga la relación entre tiempo atmosférico, tiempo cronológico y poética personal mediante el dibujo y la escritura meditativa. De manera análoga, la artista y profesora Verónica Perales propone la práctica del dibujo como herramienta para conocer el entorno natural que nos rodea y repensar nuestra interacción con el mismo. En el tercer capítulo, la pintora Carmen Andreu y el geógrafo Juan F. Ojeda-Rivera describen una metodología de acercamiento a la experiencia del paisaje desde un enfoque transdisciplinar. En la misma línea, la artista e investigadora catalana Àngels Viladomiu conecta arte y ciencias naturales en su proyecto titulado “Cómo ser musgo”. El trabajo fotográfico de Raquel Clausí indaga el paisaje de la huerta como patrimonio eco-cultural de la ciudad de Valencia y como reflejo de la propia identidad. En el sexto capítulo Barbara Fluxá analiza, partiendo de un enfoque más reivindicativo, una serie de iniciativas artísticas y curatoriales que, a través de diferentes medios y lenguajes, pretenden visibilizar las múltiples dimensiones de la crisis ecológica en la época del “Antropoceno”.

El segundo subapartado incluye proyectos artísticos que intervienen directamente el contexto natural y social en el que se desarrollan, exploran el territorio de la acción individual y colectiva, y se orientan hacia un enfoque de tipo procesual. La obra “Raíces en equilibrio” de Pilar Soto, descrita en el primer capítulo, investiga los procesos naturales de crecimiento y germinación como metáfora de la necesaria transformación hacia una conciencia ecológica. La práctica artística de Miriam Martínez Guirao explora los registros de la escultura, la intervención participativa y la performance, conectando la vivencia personal de la naturaleza con el afán por difundir una actitud de respeto hacia el mundo vegetal. En el tercer capítulo, Rocío Arregui, Rosa Vives y Rinat Izhak relatan la experiencia de “La cabaña para crear”, un proyecto de residencia artística en los alrededores del Parque Natural de Doñana, donde se funden procesos de investigación creativa y ecoeducación. Seguidamente, la artista Lucía Loren reflexiona sobre su trayectoria artística, centrándose en particular en los proyectos realizados a partir de una mirada atenta hacia el territorio y basados en la colaboración con la población humana y la comunidad biótica que lo habita. El quinto capítulo, a cargo de Paula Bruna, esclarece las diferencias entre el concepto de “sostenibilidad débil” y la noción de “sostenibilidad fuerte”, analizando propuestas artísticas que se enmarcan en cada una de estas dos vertientes. Esta sección se cierra con un texto de la artista e investigadora Beatriz Millón que examina las dinámicas neocoloniales que caracterizan diferentes regiones de México, y

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propone la hibridación entre arte y activismo como estrategia de cambio hacia una justicia social y ambiental.

En los tiempos de urgencia que vivimos, este libro pretende entretejer a un tiempo los relatos generales de la transición hacia la sostenibilidad, con ejemplos concretos desde lo cercano y realizable. A su vez, el arte y la creatividad pueden acercarnos la belleza natural que todavía permanece, diseñando proyectos que sean seminales, que tiendan a su propagación y acrecentamiento. Pensar, crear, trazar los senderos de una transición que necesariamente conlleva una estética asociada. La estética no será aquí un simple barniz de acabado, sino un valor central que permite la identificación con una nueva tendencia cultural, buscando aglutinar a la sociedad sobre otros valores de referencia. Una estética vinculada a la sostenibilidad desde claves muy distintas -y en ocasiones antitéticas- al paradigma moderno, por su querencia de la circularidad frente a la linealidad, por su defensa de la diversidad y la multiescala frente al pensamiento único y el crecimiento sostenido, por su reconocimiento de la interdependencia ecosistémica frente al deseo de autonomía antropocéntrica. Finalmente, una estética que propone el reequilibrio y la mesura frente a anteriores excesos, basada en una actitud de respeto hacia la biosfera, donde lo humano regrese a su modesto nicho en la compleja trama de interconexiones que sostiene la vida.

FUENTES REFERENCIALES

BARDI, U. (2011). Los límites del crecimiento retomados. Madrid: Los Libros de la Catarata.

CARRUTHERS, B. (2009). Art, Place, and the Meaning of Home. Vancouver: The Stanley Park Environmental Art Project. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/304778699_Art_Place_and_the_Meaning_of_Home_The_Stanley_Park_Environmental_Art_Project_2009

GARCÍA, E. (1999). El trampolín fáustico: ciencia, mito y poder en el desarrollo sostenible. Valencia: Tilde.

HUERTAS, C., y CORRALIZA, J. A. (2016). Resistencias psicológicas en la percepción del cambio climático. Papeles, (136), 107–119.

MEADOWS, D., RANDERS, J. y MEADOWS, D. (2004) Limits to Growth: The 30-Year Update. Chelsea Green.

RAQUEJO, T. y PARREÑO, J. M. (Eds.). (2015). Arte y ecología. Madrid: Editorial UNED.

WILLIAM J., RIPPLE, WOLF, C., NEWSOME, T.M. et al. (2017). “World Scientists Warning to Humanity: A Second Notice”, 1028 BioScience, vol. 67 No. 12, Diciembre.

SNYDER, G. (2016). La práctica de lo salvaje. Madrid: Varasek Ediciones.

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Barreras y resistencias psicosociales a la proambientalidad

Corraliza, José Antonio Universidad de Córdoba

Huertas, Cristina Universidad de Huelva

PALABRAS CLAVE

actitudes ambientales, comportamientos proambientales, percepción social del cambio climático

RESUMEN

El discurso de la proambientalidad pretende promover la implicación social en la defensa del medio ambiente, así como aumentar el consenso social sobre las metas de la sostenibilidad ambiental. En términos generales, el discurso de la proambientalidad goza de una cierta aceptación social; sin embargo, la aceptación social de los contenidos de este discurso no necesariamente se traduce en cambios sociales y personales efectivos consecuentes.

En este texto se analizan algunas de las barreras que dificultan que la aceptación social de la proambientalidad se traduzca en cambios efectivos en la organización social y en los estilos de vida personales. Se analiza que, en efecto, las actitudes y la preocupación ambiental han aumentado en la población, sin que estos cambios actitudinales conduzcan a cambios efectivos de los hábitos humanos. Estas barreras se analizan tomando como referencia especialmente el cambio climático.

En este sentido, destaca especialmente la denominada “paradoja del cambio climático” que explica que, a pesar del aumento de evidencias sobre el cambio climático, en los últimos años ha disminuido la preocupación social por este fenómeno. La conclusión más importante es que para promover un mayor consenso social sobre la proambientalidad no es suficiente con estrategias basadas en la difusión de información sobre los problemas ambientales. Se hace necesario aumentar la información sobre las estrategias de acción proambiental más adecuadas y, al mismo tiempo, promover cambios en la organización social y los estilos de vida.

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|José Antonio Corraliza, Cristina Huerta|

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KEY WORDS

environmental attitudes, pro-environmental behavior, social perception of climate change

ABSTRACT

The objective of the pro-environmental discourse is to engage the society to defend the environment. Also, to increase the social agreement towards environmental sustainability. In general terms, pro-environment discourse enjoys a high degree of social acceptance. Nevertheless, this social acceptance about the message´s content does not translate into effective and consequent social or personal changes.

This paper analyzes some of the barriers that hinder pro-environmental social acceptance from switching personal lifestyles and motivating changes into effective social organization modes. Attitudes and environmental concern has significantly increased in the society, nevertheless this attitudinal changes has been prove not drive to effective changes in human habits.

As a representative example, the “climate change paradox” is critically examined here. In the last years, social concern about this environmental phenomenon has decreased. The most consequential conclusion is that dissemination of facts about environmental problems is not enough to promote a higher social consensus about pro-environment action. The key lives on increasing the information about the most suitable strategies for pro-environmental action whilst promoting changes in social organization modes and lifestyles.

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|Barreras y resistencias psicosociales a la proambientalidad|

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INTRODUCCIÓN

Este trabajo pretende resumir las resistencias ante las informaciones sobre los graves problemas ambientales desde el punto de vista del receptor, destacando los sesgos en la elaboración (vale decir, en la “digestión”) de las informaciones que se reciben. El argumento central que queremos defender es que la mera difusión de informaciones sobre los problemas ambientales no necesariamente produce cambios coherentes y racionales del comportamiento humano, de sus aspiraciones y los estilos de vida. Se destaca que, en efecto, la persona elabora y reelabora la información recibida resistiendo la presión para adoptar nuevos patrones de comportamiento. El conjunto de las barreras y resistencias presentes en estas elaboraciones pueden resumirse en tres argumentos básicos: no saber, no poder y no querer. Las estrategias de comunicación deben tener en cuenta los perfiles derivados de estas tres motivaciones básicas si pretenden ser efectivas para promover una mayor implicación personal y social en la proambientalidad. Todo esto se analiza con más detalle en relación al cambio climático, siguiendo las reflexiones que los autores aportan en un trabajo previo (HUERTAS & CORRALIZA 2016).

Como punto de partida, debemos hacer mención a una de las expresiones más habitualmente utilizadas en el discurso de la denominada “crisis ecológica”. En efecto, se trata de la expresión (muy equívoca) de "problemas-del-medio ambiente". Fenómenos como la explosión demográfica o procesos de degradación del entorno tales como la disminución de la biodiversidad, la deforestación, la desertización o el derroche de recursos naturales disponibles no resultan descritos con precisión con la expresión de "problemas-del-medio-ambiente". En realidad, son problemas de la humanidad. Esto quiere decir que, tanto en sus causas como en sus consecuencias, los indicadores de la crisis medioambiental son, en realidad, indicadores de las pautas en las que se estructura la vida humana. La crisis ecológica está, pues, estrechamente relacionada más con los modos de vida, la organización social y el comportamiento humano que con dinámicas independientes de la naturaleza.

En el trasfondo de los más graves problemas medioambientales, encontramos, si se supera el nivel de los meros síntomas, un comportamiento humano que incide sobre aspectos sustanciales de los que describen la cuestión ambiental. Consecuentemente, puede decirse que, para hacer frente a estos problemas, deben afrontarse definitivamente cambios en pautas muy ancladas del comportamiento humano y de la organización social. En Psicología Ambiental se plantea una fórmula un tanto tópica, pero muy expresiva: muchos problemas comportamentales tienen soluciones ambientales. También existe la relación inversa: muchos problemas ambientales tienen soluciones comportamentales.

El aumento de población, la extensión de las áreas del planeta urbanizadas, la densificación de las mismas por el aumento de población y el incremento del consumo de recursos naturales y energéticos son algunos de los factores que están en la base de la cuestión ambiental. En una breve, pero sugerente reflexión, el profesor Margalef (1993) argumenta sobre esta cuestión afirmando que el verdadero problema para el equilibrio ecológico reside en el creciente desequilibrio en el consumo de energía. En realidad, el aumento de la desigualdad puede ser analizado como la consecuencia de las diferencias de consumo de energía entre los individuos, grupos sociales, países del globo.

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|José Antonio Corraliza, Cristina Huerta|

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Otro elemento de reflexión introducido por Margalef afecta a la organización social y se refiere a la existencia de una confianza irracional e ilimitada en la bondad de las demandas de la población. Se trata de un mecanismo perverso, según el cual, en relación con los problemas medioambientales, siempre existirán técnicos que encuentren soluciones y políticos que movilicen los recursos para llevarlas a cabo con el fin de satisfacer demandas de calidad de vida de la población: mayor nivel de consumo, mayor demanda de recursos naturales, hasta llegar al ejercicio del dominio absoluto sobre la naturaleza (cuando no su completa "humanización"). Se sabe que esto no es así. En el momento presente, se trata de elaborar un nuevo modelo de relación del hombre con su entorno, y ello pasa por controlar el comportamiento humano y que esté orientado hacia patrones de mayor responsabilidad ambiental y ecológica. Uno y otro efecto exigen en los planteamientos y reflexiones sobre la crisis ambiental y sus soluciones un esfuerzo de rigor y profundidad que vaya más allá del registro de los meros síntomas.

Un ejemplo de las resistencias a la adopción de las exigencias derivadas del compromiso con la proambientalidad la encontramos en un estudio realizado hacer algún tiempo en la Universidad Autónoma de Madrid. Este estudio muestra un hecho que intuitivamente resulta obvio: la mayor parte de las respuestas de una muestra representativa de la población española (1798 personas) está altamente sensibilizada, de forma genérica, frente a los "problemas del medio ambiente". En efecto, como conclusión general, en este trabajo se subraya el alto nivel de preocupación e interés de la muestra por el medio ambiente. Tal y como puede apreciarse en la tabla 1, la mayoría de la población (el 63,3%) reconoce estar muy o bastante preocupada por la situación del medio ambiente; sólo un porcentaje muy pequeño (no alcanza el 5%) dice estar nada preocupado. Esta alta tasa de preocupación manifestada por las personas de la muestra, confirma la alta visibilidad de la problemática ambiental, así como el hecho de que, en efecto, en la situación presente se ha alcanzado un alto nivel de "concienciación" frente a la situación medioambiental. Esta tendencia se confirma en el análisis de los datos por grupos de edad, de extracción geográfica y de procedencia según el tamaño del lugar de residencia.

Esta clara tendencia de opinión se ve reducida cuando se utiliza un indicador del juicio sobre la preocupación social por el medio ambiente ("la gente está preocupada por la situación del medio ambiente"). En este caso, la proporción de personas que manifiesta estar muy de acuerdo y bastante de acuerdo sólo alcanza el 38% de la muestra estudiada. Se registra, pues, un efecto según el cual las personas están muy concienciadas, pero no encuentran que la situación social refleje ese grado de sensibilización. De hecho, las proporciones prácticamente se invierten. ¿Cómo interpretar estas diferencias?

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|Barreras y resistencias psicosociales a la proambientalidad|

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Tabla 1. Distribución de la población según el nivel de preocupación por el medio ambiente (En porcentajes; N=1798).

Preocupación personal Preocupación atribuida a los otros

Nada de preocupación 5.6 15.2 Algo de preocupación 30.7 46.0 Bastante preocupación 47.4 33.6 Mucha preocupación 15.9 4.4 N.S / N.C 0.3 0.7 Total 100 100

Algunos investigadores sugieren que la pregunta indirecta ("el grado de preocupación de la gente por el medio ambiente") es una forma más adecuada para registrar la tasa de preocupación real de una población, compensando, de esta forma, el efecto de la tendencia a responder de acuerdo con una respuesta socialmente deseable. En este caso, estos datos indican que, en efecto, se registra un alto nivel de sensibilización personal frente a los problemas ambientales, pero también un cierto juicio de crítica al grado de preocupación e interés de los otros ("la gente", "la sociedad") en relación con este mismo problema. Esto se convierte en un argumento barrera que ayuda a la persona a mantener unas deseables actitudes de aceptación de la proambientalidad y de preocupación ambiental, pero, al mismo tiempo, no asumir los cambios en su propio comportamiento ambiental y su estilo de vida con el argumento de que resulta inútil cambiar el propio comportamiento teniendo la certeza de que los demás, al no estar preocupados, no lo van a hacer. Es decir, estos datos ilustran una de las primeras trampas que las personas nos hacemos para, aun manteniendo una idea aceptable de compromiso ambiental, no asumir las consecuencias derivadas de tal compromiso. En suma, el registro de una alta tasa de preocupación ambiental, no garantiza por sí solo, un efectivo mayor nivel de conciencia ambiental que implique "estar dispuesto a cambiar" patrones personales de comportamiento ecológico y, en definitiva, a cambiar comportamientos de la vida cotidiana en relación con el medio ambiente.

El caso de los problemas vinculados al cambio climático constituye un buen ejemplo para analizar precisamente las resistencias y barreras a la adopción de pautas de comportamiento proambientales. Como puede verse, en relación con el cambio climático incluso se generan y construyen sistemas de creencias que postulan la no existencia del mismo, como una manera primaria de hacer aún más difícil la asunción de las exigencias derivadas del compromiso con la proambientalidad. Todo ello se ve reflejado en lo que se ha denominado la paradoja psicológica del cambio climático.

PARADOJA PSICOLÓGICA DEL CAMBIO CLIMÁTICO

La identificación de las resistencias al cambio climático, pues, se basan en la existencia de entidades, colectivos y tendencias que pretenden descalificar la relevancia de los problemas vinculados al cambio climático. Aunque en la comunidad científica estas posturas negacionistas son cuantitativamente minoritarias, las posiciones de influencia social de algunos de los actores

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representantes de las mismas no dejan de tener su incidencia en la génesis de lo que se ha denominado como “escepticismo”. Entre otros efectos, estas posiciones se traducen en que aún sigue siendo frecuente encontrar en los estudios sobre la percepción de las alteraciones climáticas la opinión de personas que, aun estando de acuerdo con la existencia del cambio climático, piensan que los científicos y políticos más favorables “exageran” los efectos y dramatizan en exceso los escenarios de futuro ligados al cambio climático (WHITSMARSH 2011; POORTINGA et al. 2011). El efecto principal es la existencia de un cierto sesgo de espejismo que se traduciría en el hecho de que mucha gente comparte la preocupación por el cambio climático, pero adoptan una estrategia de juicio moderado en la irracional confianza de que los efectos del cambio climático son un mero reto científico que, con el tiempo, será resuelto sin que requiera ni cambios sustanciales en las rutinas de comportamientos cotidianos ni los correspondientes cambios en la organización social. Margalef, hace dos décadas alertaba de este sesgo fundamentado en un “optimismo irracional” según el cual ya aparecerá un científico que descubrirá un remedio y políticos que movilizarán los recursos necesarios para adoptar estas soluciones meramente técnicas.

Así, cobra especial referencia el análisis de los sesgos y efectos que influyen en lo que Per Espen Stoknes ha denominado “la paradoja psicológica del cambio climático”. Según Stoknes, nunca antes de ahora se habían recopilado tantas evidencias consistentes sobre el peligro del cambio climático; sin embargo, la preocupación por el problema no es coherente con estas evidencias científicas. En sus propias palabras, la paradoja psicológica del cambio climático puede definirse como “la creciente discrepancia entre el aumento de certidumbre científica sobre la interferencia del ser humano en el sistema climático y el descenso en la preocupación y el apoyo público a políticas ambientales ambiciosas y efectivas” (STOKNES 2014, 161).

En suma, la paradoja psicológica del cambio climático hace precisamente referencia al conjunto de sesgos que explican que las personas puedan hacer frente a una contundente descripción de escenarios catastróficos ligados a las alteraciones climáticas y, al mismo tiempo, evitar cuestionar aspectos claves de sus rutinas comportamentales y sus estilos de vida. En otro lugar, y en relación con el ahorro energético, a este conjunto de sesgos se les denominó “trampas” (CORRALIZA 2014), autoengaños y barreras que las personas construyen para evitar la implicación y apoyo a las estrategias para hacer frente al cambio climático. Dichas creencias son, en realidad, argumentos de autoengaño que permiten a las personas mantener sus creencias, estilos de vida y comportamientos a pesar de las amenazas derivadas de las alteraciones climáticas y de su gravedad científicamente mostrada. Es precisamente en este contexto donde tales sesgos se convierten en barreras y resistencias a la implicación personal y social y a la adopción de acciones ambientalmente relevantes frente al cambio climático. Y esta es la propuesta de debate que con este trabajo se pretende abrir. ¿La información sobre el cambio climático es suficiente? ¿Es adecuada?

La investigación sobre este problema se ha extendido. Y, de hecho, en los últimos años, se han realizado estudios empíricos, cualitativos y cuantitativos, en contextos muy variados. Ello ha permitido identificar un conjunto de efectos que explican la resistencia de la población a los mensajes dirigidos a concienciar sobre las estrategias para hacer frente al cambio climático. Los sesgos y barreras detectados tienen en común el fracaso de los modelos basados en la concepción racional del comportamiento humano. Desde esta perspectiva, basada en los

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modelos de acción razonada y en la teoría de la acción planificada, se supone que el cambio de comportamiento (en este caso en la dirección de una acción proambiental) está en función de tres tipos de variables:

a) Las actitudes ante el cambio climático (por ejemplo, las creencias sobre la gravedad del cambio climático, las consecuencias del cambio climático y la importancia atribuida a esas consecuencias).

b) Las normas sociales que inciden en las acciones relacionadas con el cambio climático (por ejemplo, las creencias sobre lo que los otros esperan de uno o la importancia que se da a las opiniones de los otros).

c) El nivel de control conductual percibido. Dicho de otra forma, el grado en que una persona cree que el esfuerzo de cambio de la propia conducta tenga un efecto positivo y notable en el cambio climático.

Estas ideas basadas en las teorías desarrolladas por Fishbein y Ajzen (AJZEN 1985), predicen una estrecha relación entre los niveles de información de una persona, sus actitudes y sus intenciones de acción. Implícita o explícitamente estas formulaciones han sido tenidas en cuenta a la hora de definir estrategias de cambios de comportamiento a partir de la información. La figura 1 describe las asunciones implícitas de la mayor parte de las estrategias que pretenden cambiar el comportamiento de las personas en relación con comportamientos proambientales. Como puede verse en esta figura, se supone que la clave para promover la concienciación y la sensibilización sobre el cambio climático depende de los contenidos y niveles de información disponibles para las personas. A su vez, esta idea se asienta sobre la difusión de la información a través de estrategias de comunicación que tendrán como efecto la educación (adquisición de habilidades y motivación suficiente para el cambio de comportamiento) y determinarán la gestión (es decir, la adopción de iniciativas). El efecto de estas acciones de información, comunicación, educación y gestión aumentará la concienciación y sensibilización de la población que, de acuerdo con las predicciones, generará cambios en los patrones de la acción proambiental relacionada con el cambio climático. Hay muchos ejemplos de programas y recursos comunicativos diseñados para promover un mayor consenso social y una mayor implicación social en la lucha contra el cambio climático. Los lectores pueden recordar, por ejemplo, el impacto general y los efectos informativos y comunicativos que, en su día, tuvo la difusión de la película de Davis Guggenheim “Una verdad incómoda” (2006). Dada su extraordinaria difusión, surge la pregunta sobre las razones de que tuviera un impacto reducido en los cambios de comportamientos y la adopción de estilos de vida consecuentes con la información transmitida en ella.

El problema que se plantea en el análisis de las resistencias y las barreras en la percepción del cambio climático es que, en efecto, estos supuestos, aunque tengan el efecto de un óptimo nivel de sensibilización y concienciación de la población general, no siempre producen un consecuente cambio de actitudes, de comportamientos y de estilos de vida. La clave es que estos recursos comunicativos, por mucho que sea su impacto mediático y su alcance, tienen un efecto reducido a la hora de promover cambios en relación con las decisiones que las personas toman en su vida cotidiana y su prevalencia en una población puede verse afectada por otros hechos. Este es el caso que aduce Pablo Meira para explicar el descenso de la relevancia de los

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problemas relacionados con el cambio climático entre 2008 y 2012. Según sus datos, en el año 2008 un 14,8% de la población considera el cambio climático como el problema mundial más preocupante. Este porcentaje se ve reducido en el estudio de 2010 (el 6%) y aún menos en el 2012 (3,5%). Y esto ocurre en una población como la española en la que el porcentaje de “negacionistas” es cuantitativamente irrelevante situándose en el año 2012 en torno al 5% (MEIRA 2014).

Figura 1. Síntesis del discurso en el que se basan las estrategias para promover cambios de

comportamiento en relación con la lucha contra el cambio climático.

Una de las razones que se han utilizado para explicar estas incongruencias es precisamente el denominado modelo de “déficit de información” (LORENZONI et al. 2007). Desde esta perspectiva, se plantea que, los temas ambientales, en general, y los relacionados con el cambio climático en particular, no forman parte del cuerpo de contenidos de los medios de comunicación y su presencia en las redes es aún escasa. De hecho, por ejemplo, se sabe que el cambio climático ocupa sólo un 0,19% del contenido de los medios de comunicación, mientras que, dada la relevancia del tema, sería esperable una frecuencia de aparición mucho mayor (LEÓN et al. 2013; ECODES 2015). A ello hay que sumar el hecho de que algunas de las informaciones sean confusas y erráticas, dando más importancia a los aspectos más espectaculares del mensaje y no al contenido del mensaje mismo (por ejemplo, cuando se presentan informaciones sobre el deshielo de glaciares u otros efectos ya visibles de las alteraciones climáticas). Igualmente, se registran contenidos marcados por la estridencia mediática cuando se presentan argumentos relacionados con las posiciones “negacionistas” del cambio climático, primando más el hecho de la controversia en sí que el rigor de los argumentos en los que se basa. A ello se añade el déficit de información específica sobre estrategias y recursos para adoptar comportamientos y acciones para reducir la “huella” ecológica personal. En conjunto, pues, el denominado déficit de información debería llevar a reevaluar las estrategias de comunicación en relación con el cambio climático. Los científicos y gestores de la información sobre este complejo fenómeno deberían evaluar permanentemente el efecto de sus campañas y promover estrategias de comunicación que no sólo incluyan información sobre el problema, sino también información sobre estrategias para hacer frente al problema, incluyendo, por supuesto, información sobre los necesarios cambios en el

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comportamiento, estilos de vida y en las rutinas de la vida diaria. La cuestión, pues, no reside tanto el déficit de información en sí, sino el tipo de información que habitualmente se maneja y que puede llegar a tener efectos perversos.

A este respecto, deben mencionarse especialmente los efectos relacionados con el uso de información marcadamente tremendista. Como es bien sabido, los escenarios diseñados sobre el impacto del cambio climático no son precisamente halagüeños. Y, sin duda, es responsabilidad de los especialistas alertar sobre los mismos. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el uso y abuso de este tipo de información “amenazante” tiene efectos psicológicos contradictorios. Por un lado, es obvio que ancla la atención de los receptores del mensaje y, además, resulta honesto e imprescindible difundir estos contenidos. Pero, por otro lado, debe tenerse en cuenta que el uso y abuso de la información sobre los riesgos y amenazas derivados de las alteraciones climáticas no necesariamente conduce a cambios coherentes de conducta ni a promover ineludiblemente un mayor nivel de compromiso con las estrategias y políticas proambientales. Se ha mostrado que la información pretendidamente concienciadora (utilizando contenidos o descripciones alarmantes) no necesariamente tiene los efectos pretendidos. De hecho, en muchas ocasiones produce un efecto de saturación que se traduce en un rechazo de la información misma (y de sus fuentes). Esto se explica tanto por la “ecofatiga” (la tendencia a rechazar asumir la sobre-responsabilidad de los hechos presentados y, consecuentemente, a desconectar de la información emitida), como por los sentimientos de indefensión y el consecuente juicio de ineficacia de cualquier acción personal ante la gravedad y globalidad del problema del cambio climático. Especialmente relevante es la aparición de sentimientos de indefensión que Stoknes ha relacionado con la ya mencionada paradoja psicológica del cambio climático (2014, 162). En efecto, este sentimiento (el contrario del de autoeficacia) se basa en la creencia de que el impacto de la acción individual es reducido y de escaso alcance. Y es uno de los argumentos que, con más frecuencia, las personas esgrimen para, aun manteniendo posiciones y creencias claramente proambientales, rechazar asumir modificaciones de conductas y/o de rutinas, justificándose así la inacción también frente al cambio climático. Un ejemplo ilustrativo de este sesgo es, por ejemplo, el razonamiento que aparece frecuentemente sobre que el hecho de “que yo deje de utilizar diariamente el coche no va a resolver los problemas de las emisiones o de la contaminación”. En realidad, razonamientos de este tipo traducen sentimiento de indefensión y también suponen el desplazamiento de la responsabilidad sobre los problemas ambientales a otras personas u entidades. Como tales, son argumentos que reflejan que la persona asume la gravedad del problema (en este caso, del cambio climático) y, en consecuencia, se siente concienciada pero, al mismo tiempo, justifica ante sí misma mantener inalterable el patrón de su estilo de vida. Los sentimientos de indefensión pueden conducir a posiciones de escepticismo y fatalismo en relación con el cambio climático a partir de asumir la idea de que “el problema es lo suficientemente grande como para que dependa de mí” (SEMENZA et al. 2008, 483). Según los participantes en el estudio mencionado, además, este argumento de resistencia se ve frecuentemente acompañado por la sensación de saturación que se traduce en el juicio según el cual la persona cree que está haciendo todo lo que puede hacer. Se construye, así, una representación mental del cambio climático como un tema de preocupación que, sin embargo, a causa de estos sentimientos, conduce a la inacción.

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El resultado es que las personas tienden a elaborar creencias según las cuales se confirman las actitudes fatalistas (“si ellos no hacen nada, nada puedo hacer yo”) y se generan resistencias a asumir cambios de valores y de estilos de vida más proambientales. En suma, la falta de escenarios de participación social de la población general en la definición de objetivos relacionados con la lucha contra el cambio climático hace aún más difícil conseguir un consenso social más amplio que legitime las medidas necesarias para hacer frente a las exigencias de un mayor compromiso con la proambientalidad.

CONCLUSIÓN

Resulta obvio que los sesgos, resistencias y barreras mencionadas no son insalvables. Constituyen retos ineludibles para mejorar la política para promover comportamientos y estilos de vida proambientales. Así, el principal de estos retos es conseguir una mayor movilización y un amplio consenso social para hacer frente a los graves problemas ecológicos. El principal peligro que estas resistencias muestran es la tendencia a la inacción y la inmovilidad, así como las dificultades para adoptar comportamientos nuevos y estilos de vida compatibles con la sostenibilidad.

En este sentido, resulta decisivo realizar una evaluación de la comunicación sobre los riesgos derivados del cambio ambiental global. Se hace necesario que en la elaboración de los mensajes no sólo se tenga en cuenta la información sobre la dimensión de los peligros y amenazas relacionados con el cambio climático (información sobre el problema). Resulta crucial, al tiempo que se informa de ello, transmitir información sobre las acciones posibles y las medidas que se pueden adoptar para mitigar y reducir los riesgos del cambio ambiental global (información estratégica). Frenar los problemas ambientales depende también de la forma en que se cuente y de la estructura narrativa en la que se apoye la descripción de los riesgos ambientales.

Igualmente, se hace necesario seguir analizando el modo de combatir la tendencia a mantener inalterables estilos de vida basados en el derroche de recursos y la aspiración sin límite. Por razones políticas, morales y de justicia ambiental es preciso que las sociedades occidentales y aquellas que mayor gasto energético acreditan asuman un compromiso global cada vez más efectivo en la reducción de las causas que han provocado la crisis ambiental y los riesgos a ella asociados. Sin embargo, se sabe que la tendencia de las estructuras políticas al continuismo de sus líneas de actuación se traduce también en una tendencia a la pasividad de las personas y lo grupos sociales, especialmente en situaciones de amenaza. En este momento, se requieren políticas públicas y actitudes personales innovadoras que reflejen el compromiso por una mayor justicia ambiental en el presente y con las generaciones futuras. Para ello, resulta ineludible cambiar las aspiraciones de las personas y promover modelos de pensamiento críticos e innovadores sobre la existencia humana y la relación de nuestra especie con otras formas de vida del planeta.

Finalmente, se plantea la urgencia de abrir un debate sobre la resistencia psicológica a las exigencias derivadas del cambio ambiental global y de redefinir las aspiraciones personales basadas en la autocontención y la adopción de valores y patrones de desempeño conductual más ajustados a los principios de la responsabilidad en el uso de los recursos vivos e inertes que existen en nuestro planeta, sin trampas, minimizando el efecto de las resistencias

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psicológicas. En este sentido, se apela a la necesidad de hacer revivir los principios éticos de la simplicidad voluntaria.

NOTA

Este trabajo reproduce con autorización contenidos que han sido publicados por los autores previamente en la revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global (número 136, páginas 107-119).

FUENTES REFERENCIALES

AJZEN, I. (1985). From intentions to actions. A theory of planned behavior. En J. Kuhl y J. Beckemann (eds.). Action Control. From Cognition to Behavior (cap. 2: 11-39). Berlin: Springer Verlag.

CORRALIZA, J. A. (2004). Energía y sociedad. Un ámbito de trampas sociales. Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura, 61, 76-80.

ECODES (2015). ¿Para cuándo el cambio climático en el prime time? Conclusiones Del I Foro Cambio Climático Y Pobreza. Disponible en: http://cambioclimaticoypobreza.org/wp-content/uploads/2015/10/Conclusiones-del-Foro-Cambio-Climatico-en-prime-time.pdf

HUERTAS, C. & CORRALIZA, J. A. (2016). Resistencias psicológicas en la percepción del cambio climático. Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global. 136, 107-119. ISSN 1888-0576

LEÓN, B. et al. (2013). El periodismo ante el cambio climático. Nuevas perspectivas y retos. Barcelona: UOC.

LORENZONI, I.; NICHOLSON-COLEB, S. y WHITMARSH, L. (2007). Barriers perceived to engaging with climate change among the UK public and their policy implications. Global Environmental Change, 17, 445–459.

MEIRA, P. A. (2013). Representaciones sociales del cambio climático en la sociedad española: una lectura para comunicadores. En R. Fernández y R. Mancinas-Chávez (eds.). Actas de las Jornadas Internacionales Medios de Comunicación y Cambio Climático. Sevilla: Fénix editora, 45-59.

POORTINGA, W. et al. (2011). Uncertain climate: An investigation into public scepticism about anthropogenic climate change. Global Environmental Change, 2, 1015–1024.

SEMENZA J. C; HALL, D. E.; WILSON, D. J.; BONTEMPO, B. D.; SAILOR, D. J. & GEORGE, L. A. (2008). Public Perception of Climate Change. Voluntary Mitigation and Barriers to Behavior Change. American Journal of Preventive Medicine, 35, 479-487.

STOKNES, P. E. (2014). Rethinking climate communications and the “psychological climate paradox”. Energy Research & Social Science, 1, 161-170.

WHITSMARSH, L. (2011). Scepticism and uncertainty about climate change: Dimensions, determinants and change over time. Global Environmental Change, 21, 690-700.

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Ecología y deseo: hacia una ecología cultural materialista

Vindel Gamonal, Jaime Universidad Complutense de Madrid

PALABRAS CLAVE

ecología, deseo, materialismo, utopía

RESUMEN

La ponencia explora las bases teóricas e históricas para la constitución de un saber materialista que sintetice las aportaciones de los estudios culturales y de la ecología política. Para ello, rastrea las aportaciones de una serie de referentes e hitos que abarcan desde la utopía literaria moderna al marxismo occidental.

KEY WORDS

ecology, desire, materialism, utopia

ABSTRACT

The paper explores the theoretical and historical basis for the constitution of a materialist knowledge that synthesize the contributions of cultural studies and political ecology. With that purpose in mind, it tracks the contributions of references and milestones covering from the modern literary utopia to Western Marxism.

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En su libro Realismo capitalista. ¿No hay alternativas? Mark Fisher (2016), retomó algunas de las tesis planteadas por Fredric Jameson a propósito del estatuto de la cultura en el capitalismo tardío. Uno de los aspectos más interesantes del libro se vincula a las reflexiones del autor en torno a su experiencia como profesor de enseñanza media en Inglaterra. En esos pasajes, Fisher acuña el concepto de “hedonia depresiva” para describir la realidad psicosocial que explica la falta de atención de sus alumnos. La expresión, un aparente oxímoron, es asociada por Fisher con la cultura posliteraria de los estudiantes. La paradoja reside en que, a diferencia de la ausencia de deseo en las manifestaciones depresivas de épocas anteriores, en la actualidad es más bien el mandato materno del goce constante (y no tanto el mandato paterno del deber) el que colapsa las expectativas de aprendizaje, hasta el punto de que el malestar psíquico y la impulsibilidad libidinal de los alumnos tienden a solaparse. Los entornos (pos)mediáticos de las sociedades tecnológicas han generado en ellos una enorme capacidad para procesar imputs en forma de datos e imágenes, pero sin embargo esa hiperactividad apenas cristaliza en espacios de conciencia crítica que fomenten su autonomía. Lo que podríamos llamar la hegemonía informacional se inscribe en sus cuerpos de manera similar a cómo la ideología, en el sentido de Althusser, se sedimenta materialmente en el conjunto de las instituciones y los hábitos sociales que configuran la vida cotidiana. En los diferentes ensayos que componen el libro, Fisher prolonga estas y otras ideas para acabar afirmando que ese exceso deseante, provocado en sus alumnos por la sobreestimulación sensorial, es síntoma de un mal extensible al conjunto del cuerpo social. Y en ese punto abre una perspectiva de pensamiento y acción que podría realimentar los debates que se vienen sosteniendo en el ecologismo anticapitalista.

Pienso que el principal reto que tenemos por delante pasa por replantear la relación entre ecología y deseo en una dimensión que prolongue la politización del malestar colectivo más allá de la eclosión de acontecimientos puntuales. A los imaginarios libidinales del consumo, que contribuyen a reproducir los procesos de acumulación capitalista, no debemos contraponer una ascesis que renuncie a dar la disputa en el campo del deseo. Frente a la hedonia depresiva como condición común de nuestro tiempo, la reivindicación de la ascesis debe plantearse como una intensificación colectiva del deseo (de hecho, como el modo de otorgarle duración, profundidad y autonomía), no como su negación. Contra la tendencia de las tradiciones izquierdistas a desgajar la crítica de la economía política, la teoría micropolítica y el ecologismo, la crisis ecosocial en la que ya estamos inmersas nos exige rearticular urgentemente esas tres dimensiones. Según los indicios científicos, lo que nos espera en los próximos años y décadas es una abrupta contracción energética derivada del agotamiento de los combustibles fósiles y una serie de amenazas desencadenadas por el cambio climático. Las consecuencias de esos procesos nos resultan tan inimaginables como el eventual fin del capitalismo. Ante este panorama, ¿qué imaginarios hemos de alentar en el corto, medio y largo plazo para hacer sostenible el metabolismo socioambiental del planeta? ¿Cómo pueden constelarse y corporeizarse en el curso de los conflictos sociopolíticos y de la invención de nuevas formas de vida? ¿Qué ecología de las imágenes puede responder a la enormidad del tiempo histórico que se nos viene encima, en una época caracterizada por el modo en que los media dificultan constantemente la percepción de la historicidad?

Resultaría pretencioso presentar aquí respuestas cerradas, pero trataré de aportar algunas claves. Uno de los grandes límites de la izquierda posterior a la caída del muro de Berlín es no

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haber desactivado el bloqueo de la imaginación utópica instalado por el anticomunismo de la Guerra fría. La utopía ha quedado asociada a la tiranía sobre lo real de la idea totalitaria, opacando la dimensión emancipadora del concepto. Pienso en la comprensión de la utopía como educación del deseo, delineada en los escritos de autores germinales de la New Left como E. P. Thompson o Raymond Williams. Thompson abordó esta temática en el epílogo de su biografía de William Morris (1988). El cruce que Morris representaba entre romanticismo y socialismo permitía a Thompson interpelar la ortodoxia del materialismo dialéctico soviético (diamat). Se trataba de alumbrar un nuevo realismo moral que devolviera al marxismo al campo de la imaginación, el deseo y la esperanza frente a la comprensión determinista de la historia. Sin embargo, esa utopía deseante no presuponía que la liberación de la opresión capitalista (el Inconsciente proletario) hiciera aflorar de modo automático un horizonte social virtuoso. A diferencia del inmediatismo que ha caracterizado las filosofías postestructuralistas del deseo, la utopía adquiría en el humanismo marxista de Thompson un carácter modulador, que conectaba con la sensibilidad ecosocial del propio Morris. Por decirlo con las palabras del recientemente fallecido Antoni Doménech, se trataba de generar motivaciones de “segundo orden”, de incentivar una razón erótica que conjugara deseo y capacidad de elección (1989).

Por otra parte, el retorno sobre la figura de Morris se relacionaba con su percepción como un crítico adelantado del socialismo de Estado -en particular, a partir de la discusión del libro de Edward Bellamy Looking Backward: 2000-1887 (1887). Según destacara Perry Anderson, la utopía era en Morris un antídoto contra el callejón sin salida del reformismo, un modo de tensionar la realidad al desdoblarla mediante la imagen de un futuro alternativo. Lo fascinante de una novela utópica como Noticias de ninguna parte (2011) reside en el modo en que la imaginación proyectiva era compatible con la melancolía medievalista y una imaginación estratégica que condujo a Morris a ser uno de los primeros teorizadores del doble poder. Para Morris, la subjetividad política aglutinaba el deseo de formas naturalistas de vida con el análisis coyuntural del proceso revolucionario. Contra el colaboracionismo tradeunionista, resaltaba la necesidad de definir la cultura de clase como auto-organización. La articulación entre marxismo moral y crítica ecologista en Morris anunciaba una comprensión materialista de la utopía de carácter abierto, pero con anclaje en las contradicciones de clase de las sociedades capitalistas. Si la cultura como organización de formas ecosostenibles de vida-en-común adoptaba un carácter prefigurativo, lo hacía porque se basaba en valores sustentados en y sustentadores de una organización social y económica radicalmente diferente.

Esta misma tonalidad crítica atraviesa las elaboraciones teóricas de Thompson y Williams en torno a los conceptos de “economía moral de la multitud” o “estructura de sentimiento”. Ya en sus primeros trabajos, Culture and society (1958) y The long revolution (1961), Williams dedicó páginas de gran brillantez a pensar el papel que el arte había jugado en la modernidad como organizador de la experiencia. Más tarde, abordaría la configuración histórica, social y estética del paisaje británico en The country and the city (1973). Sin embargo, me gustaría concluir con el último de los libros que publicó en vida, Hacia el año 2000 (1984), donde planteaba una evaluación de la perspectiva que él mismo había arrojado en The long revolution. Se suele citar el capítulo de cierre, donde Williams, a cuatro años vista de la llegada a Downing Street de Margaret Thatcher, atisbaba las consecuencias de lo que él denominaba el Plan X, el misterioso nombre que proponía para lo que luego hemos conocido como neoliberalismo. Entre otros muchos aspectos, Williams enfatizaba que la única manera de frenar el ataque a los sindicatos,