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DISCURSO DE RECEPCION Por ESTEBA" JARAl\IIU.O Señores académicos: ¿habeis observado vosotros, por fortuna, que la vida, esta amante caprichosa y mudable, suele otorgar con mano larga favores que no se le han pedido y rehusar obstinadamente aque- llos que son objeto de nuestros mayores anhelos? Se ambiciona la glo- ria y no se alcanza, pero en cambio, un inesperado golpe de la suer- te nos brinda la riqueza con que no habíamos soñado: se suspira por la vida tranquila y reposada, "lejos del mundanal ruido", en la paz de un hogar iluminado y calentado por la llama de los puros afectos, y un encadenamiento fortuito de sucesos y circunstancias nos envuel- ve en el torbellino ruidoso de la vida social, de la política y de los negocios, que sólo nos suelta, fatigados y maltrechos, en las puertas de la eternidad. Nunca fueron las palmas académicas objeto predilecto de mis juveniles ambiciones; y sin embargo, vuestra infinita bondad me las ha otorgado. Mas no vayáis a creer ni por un momen Lo que en mi ánimo obrasen, para no aspirar a esta distinción, motivos de apatía o de desdén por la Academia, como los que suelen expresar, antes de que ingresen a ella, algunos hombres de pensamiento cuya sinceridad a este respecto me ha inspirado siempre una duda invencible. Para mí la Academia era un alto honor que no creía haber merecido por mis esfuerzos y actuaciones en favor del progreso cultural y espiritual de Colombia. La Academia era una culminación, la última consagra- ción de una vida meritoria, y yo no me creía llegado a esa cima, que varones mucho más eminentes no han alcanzado. La Academia era además el reposo casi estático, la tranquilidad bien merecida, cierta inacción plácida y benévola, a que dan derecho los años y la cien- cia, y yo deseaba el movimiento y la lucha, la acción constante so- bre las realidades de la vida nacional, el esfuerzo fecundo que se tra- duce en un acto de gobierno, en un estatuto legal, en una obra do- cente, en una institución de bien público que surge de la nada, en una vía de progreso a través de la selva, en un puente tendido sobre el abismo, en un mandamiento de autoridad soberana impregnado de justicia social y de equidad económica. Era una aspiración. ¿La ha- bré logrado? Quién sabe. "Componemos cantos -dice Flaubert- para conmover las estrellas, y nos resulta música para hacer bailar 105 osos." Discursos. JII.-23

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DISCURSO DE RECEPCION

Por ESTEBA" JARAl\IIU.O

Señores académicos: ¿habeis observado vosotros, por fortuna, quela vida, esta amante caprichosa y mudable, suele otorgar con manolarga favores que no se le han pedido y rehusar obstinadamente aque-llos que son objeto de nuestros mayores anhelos? Se ambiciona la glo-ria y no se alcanza, pero en cambio, un inesperado golpe de la suer-te nos brinda la riqueza con que no habíamos soñado: se suspira porla vida tranquila y reposada, "lejos del mundanal ruido", en la pazde un hogar iluminado y calentado por la llama de los puros afectos,y un encadenamiento fortuito de sucesos y circunstancias nos envuel-ve en el torbellino ruidoso de la vida social, de la política y de losnegocios, que sólo nos suelta, fatigados y maltrechos, en las puertasde la eternidad.

Nunca fueron las palmas académicas objeto predilecto de misjuveniles ambiciones; y sin embargo, vuestra infinita bondad me lasha otorgado. Mas no vayáis a creer ni por un momen Lo que en miánimo obrasen, para no aspirar a esta distinción, motivos de apatíao de desdén por la Academia, como los que suelen expresar, antes deque ingresen a ella, algunos hombres de pensamiento cuya sinceridada este respecto me ha inspirado siempre una duda invencible. Paramí la Academia era un alto honor que no creía haber merecido pormis esfuerzos y actuaciones en favor del progreso cultural y espiritualde Colombia. La Academia era una culminación, la última consagra-ción de una vida meritoria, y yo no me creía llegado a esa cima, quevarones mucho más eminentes no han alcanzado. La Academia eraademás el reposo casi estático, la tranquilidad bien merecida, ciertainacción plácida y benévola, a que dan derecho los años y la cien-cia, y yo deseaba el movimiento y la lucha, la acción constante so-bre las realidades de la vida nacional, el esfuerzo fecundo que se tra-duce en un acto de gobierno, en un estatuto legal, en una obra do-cente, en una institución de bien público que surge de la nada, enuna vía de progreso a través de la selva, en un puente tendido sobreel abismo, en un mandamiento de autoridad soberana impregnado dejusticia social y de equidad económica. Era una aspiración. ¿La ha-bré logrado? Quién sabe. "Componemos cantos -dice Flaubert- paraconmover las estrellas, y nos resulta música para hacer bailar 105

osos."

Discursos. JII.-23

ESTEBAN JARAMILLd

Pero si aquella aspiración suprema de mi vida no logró realizar-se completamente, en cambio acabo de ver colmado por obra devuestra noble gentileza, otro deseo que sólo en sueños pude haber aca-riciado: el de sentarme, honrosa y gratamente acompañado de vos-otros, en el muelle sillón de los inmortales. Véome, sin saber cómo,en este hogar de la cultura, donde año tras año, como en los pueblosde la más remota antigüedad, mantienen y conservan el fuego sagra·do del espíritu preclaros varones, focos luminosos del pensamiento yde la ciencia, que dominan las ideas y regentan el arte sublime quelas viste de formas bellas y atrayentes. Véome inesperadamente en es-ta casa, donde aún resuena la palabra diserta y elocuente de los gran-des muertos: José Manuel Marroquín, Miguel Antonio Caro, FelipeZapata, Rufino José Cuervo, Rafael Pamba, Diego Rafael de Guz-mán, Carlos Martínez Silva, Marco Fidel Suárez, Rafael María Ca-rrasquilla y tantos otros. Ya en la tarde de la vida, y antes de que lle-gue para mí el gran silencio, acójome pues a la tranquila, amable ydiscreta hospitalidad de la Academia, a la que pudiera decir, comodijo Víctor Rugo al amor en el más sentido y sincero, y por lo mis-mo el más hermoso, de sus cantos poéticos, La tristeza de Olimpo:"[eune hornrne, on te maudit; on t'adore, vieillard; joven, se te mal-dice; anciano, se te adora."

Si alguna vez he podido lamentar mi imperfecta posesión de losinagotables tesoros de la lengua de Cervantes, es ahora, cuando qui-siera expresar en forma elocuente y proporcionada al beneficio recibí-do, toda la gratitud que embarga mi espíritu por el señalado honorque este cuerpo, por mil títulos ilustre, ha querido discernirme lla-mándome a su seno; gratitud que sube de punto cuando pienso en lapobreza de mis merecimientos, en las excelsas cualidades de quienesme brindan ese honor, y en la gentil espontaneidad con que han que-rido escoger mi nombre en la larga lista de los que con mejores títu-los y más limpias ejecutorias pueden ambicionar el honor de pertene-ceros, que es la suprema aspiración de un escritor colombiano.

No vengo, como ocurre casi siempre, a ocupar una silla que lamuerte ha dejado vacante, porque en vuestra sabiduría habéis queri-do aumentar el número de miembros activos de la Academia con elnombre de este devoto servidor vuéstro. Tocóme pues el privilegio,si así puede llamarse, de empezar la historia de un nuevo sillón en es-te hogar de la cultura. Quiera Dios que esa historia, por obra de losque me suceden, sea tan nutrida y brillante como la de los puestosque ya han ilustrado y están ilustrando varones de singular pres-tancia.

La falta de un antecesor en este puesto, si bien me quita el te-mor de restarle lustre y renombre, me aumenta la dificultad para sa-lir medianamente airoso en la composición de este discurso. El pane-gírico del antecesor ofrece siempre a este género de oraciones la ven-taja inmensa del tema concreto de un estudio humano, el análisis deuna vida y de una obra, algo de contornos muy limitados, que encie-rra y circunscribe el pensamiento, impidiéndole que se aventure de-masiado en los campos de la divagación y la fantasía, que con tanta

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frecuencia visitan los escritores tropicales. Y al mismo tiempo, por lodemarcado y estricto del cuadro, nos libra de la poderosa tentacióndel plagio, que en esta clase de empresas literarias, en que se ponen aprueba el talento y la ciencia del escritor, nos lleva a buscar en el cer-cado ajeno frutos sazonados, dulces y jugosos, para ofrecerlos a losoyentes y lectores, en cambio de los insípidos y desmedrados de nues-tro propio huerto. Ese plagio tentador no tiene siempre su origen enun sentimiento de vanidad, que nos mueve a engalanarnos con aje-nos y vistosos plumajes, sino que es a veces una obra misericordiosapara los que se ven en la ineludible necesidad de leernos o escuchar-nos. ¡Cuántas veces no hubiéramos deseado que ciertos poetas y pro-sadores nos libraran del suplicio de sus propias producciones, dándo-nos en cambio, aunque sea sin comillas, algo de lo mucho que hanescrito en todas las lenguas los rectores del pensamiento y los maes-tros de la belleza literaria!

Habéis tenido en cuenta, sin duda, al llamarme a formar partede vuestro sabio instituto, fuera de mis esporádicas incursiones porlos campos de la oratoria y la literatura, mis funciones de profesorde ciertas disciplinas científicas y mi larga consagración a la juris-prudencia y a las ciencias políticas, sociales y económicas. Y probable-mente os han estimulado en ese para mí honrosísimo empeño, mis es-fuerzos por llevar a la expresión de las ideas en los vastos dominiosde esas ciencias, un lenguaje claro, sencillo, correcto y sin rebusca-mientos, que atenúe la natural aridez de esos estudios y los haga in-teligibles al común de las gentes. Habéis comprendido que es esta unalabor digna de estímulo y absolutamente necesaria, por tratarse deunas disciplinas que no están llamadas, como la filosofía y la literatu-ra, a obrar únicamente sobre el pensamiento y la imaginación, sinoque se encaminan de manera directa a influir sobre la vida política ysocial de los pueblos, determinando sus formas de gobierno, modelan-do sus leyes, informando su administración de justicia, fomentandola equitativa distribución de la riqueza, estimulando industrias, dán-dole alas al comercio, moralizando el crédito, impulsando el progre-so en todas sus formas y asegurándole al trabajo humano una recom-pensa equitativa, que lo torne de maldición bíblica en bendición alen-tadora y fecunda. ¿Y cómo pueden alcanzar aquellos estudios su bené-fico influjo, si se les presentan a los pueblos, no bajo formas gramati-cales e idiomáticas inteligibles, claras, sencillas y hasta donde sea po-sible amenas, sino en lenguaje oscuro, de sintaxis enrevesada, con pa-labras técnicas incomprensibles, y con neologismos bárbaros y con-fusos?

Quizás no sea aventurado decir que lo que se ha llamado im-propiamente legalismo entre nosotros, para expresar el prestigio deque ha gozado la legalidad en Colombia durante la vida de la re-pública, obedece en mucho a la buena gramática en que está escritala mayor parte de nuestros estatutos y códigos legales, cualidad quelos ha hecho penetrar y arraigarse sin esfuerzo en las inteligencias ylos ha librado de correr los azares de la casuística, a que con tantafrecuencia se prestan los textos legales incorrectos y oscuros. No se

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rinde homenaje de adhesión y respeto a un estatuto qu.e, por su malaforma gramatical, puede interpretarse de distintas maneras y produ-cir en la práctica efectos contradictorios, un estatuto sobre el cualpuedan ejercitar su espíritu de litigio y trapisonda los "buitres toga-dos", que tanto abundan en todos los países, y para los cuales haadoptado la sabiduría anglosajona, como defensas, o alambrados pa-ra cerrarles el paso, aquellas formas de redacción en las leyes y con-tratos, de abundante fraseología, de sinónimos sin cuento, acabadosmodelos de casuística, de mallas apretadas, que no dan entrada a lahermenéutica sutil y avisada de los juristas discutidores.

y tampoco es aventurado decir que aquellas cualidades de nues-tras leyes, que no son de simple forma, sino que se van al fondo delos conceptos y mandatos, obedecen a que en Colombia muchos, mu-chísimos de nuestros hombres públicos que han intervenido en mode-lar la estructura constitucional y legal del país, han sido y son hom-bres de letras, versados en la ciencia del lenguaje, y que poseen, co-mo alguna vez se dijo en frase gráfica, la primera condición que de-be tener un hombre público en Colombia: saber manejar el gerun-dio. Desde los tiempos de Camilo Torres, [aro luminoso en la vida dela república, nuestros grandes políticos han sido con frecuencia emi-nentes literatos. El Libertador lo fue en grado sumo, el Hombre delas Leyes poseía una vasta cultura literaria, Nariño y Sucre no le ibanen zaga, y después, citando nombres al azar, Castillo y Rada, JoaquínPosada, Vergara y Vergara, Ezequiel Rojas, José María Rojas Garri-do, Manuel Murillo Toro, Rafael Núñez, Salvador Camacho Roldan,Tomás Cipriano de Mosquera, José Manuel Marroquín, MarianoOspina, Miguel Antonio Caro, Julio Arboleda, Marco Fidel Suárez,Carlos Holguín, Nicolás Esguerra, Santiago Pérez, Hernando Holguíny Caro, Enrique Olaya Herrera y muchos otros con cuyos nombres seharía esta lista interminable, fueron hombres de letras más o menoseminentes. Las disciplinas literarias han sido patrimonio de la élitecolombiana, y puede decirse, repitiendo una frase de Flaubert, queentre nosotros "todo notario lleva dentro de sí los despojos de unpoeta."

De las plumas de aquellos ilustres publicistas han surgido me-morables documentos de Estado, piezas jurídicas de indiscutible mé-rito, estatutos legales y constitucionales de excelente fondo y de for-mas impecables, y algunos de ellos, sobre todo Miguel Antonio Caro,han dejado trabajos literarios en prosa y en verso que harían honora la literatura de cualquier país mucho más avanzado que el nués-tro. Pensadores profundos y consumados artistas de la palabra, hanlegado a sus sucesores en la rectoría espiritual del país un abundan-te caudal de ciencia jurídica y legislativa, cuya benéfica influenciase siente cada día en la conformación democrática, cultural y repu-blicana de Colombia.

Nuestro código civil es un monumento imperecedero de aquellagran literatura jurídica y legislativa, como obra que es, en su casitotalidad, de don Andrés Bello, sin disputa el mayor genio literariode América. iQué claridad, qué concisión, qué precisión, qué acierto

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en el difícil arte de las definiciones, qué empleo más exacto y tinosode los términos, qué sujeción maravillosa a las reglas del método ydel orden en la composición de las materias y en el desarrollo de ladoctrina! Y al mismo tiempo, ¡qué abundante y nutrido acervo deciencia jurídica, sacado de las mejores fuentes de nuestro derecho, des-de la más antigua legislación romana hasta el código famoso que per-petuará la gloria de Napoleón, aún después que los hombres hayanolvidado al gran capitán de la epopeya guerrera! Porque si AndrésBello era un virtuoso del arte literario, pocos rivalizan con él en laciencia del derecho.

y es que no basta saber escribir: es preciso ante todo saber pen-sar. No hay obra literaria que perdure, por hermosa y seductora quesea su vestidura exterior, si de ella no irradian las ideas que le danvida, color y sentido al arte de la palabra. Y las ideas no se improvi-san, como se puede improvisar la forma literaria de ellas. Los repen-tistas de la tribuna pública, que sin ideas preconcebidas improvisandiscursos, sólo pueden ejercitar aquel género de oratoria que consisteen decir sandeces o cosas insignificantes en términos violentos. Encambio, dadme las ideas bien definidas, arraigadas y ordenadas en lainteligencia, y soltadles en seguida la rienda al sujeto, al verbo y alatributo, que ellos sabrán, en el calor de la improvisación que obe-dezca a una convicción profunda, sacar airoso al orador cuando ésteposee una verdadera cultura literaria. Por eso resultan siempre pési-mos legisladores aquellos palabreros atiborrados de términos altiso-nantes, ayunos de licencia y escasos de talento, que han logrado al-canzar una posición política diciendo cosas sin sentido en las reunio-nes populares y escribiendo en la prensa periódica lugares comunesbajo títulos llamativos.

Pero empiezo a desviarme de mi tema, y vuelvo a él como el zapa-tero a sus zapatos. Ese tema es: el lenguaje en la legislación y en lasciencias políticas y económicas.

Hay en Colombia un modelo acabado de correcto lenguaje caste-llano en la Constitución política de la república, expedida en 1886por el consejo nacional de delegatarios, y en las leyes complementa-rias de ese estatuto dictadas por sus mismos autores. Tuvieron ellosel señalado privilegio de contar en su seno, como delegatario de Pa-namá, al maestro de los maestros en cuestiones de idioma, al granpensador y poeta esclarecido, Miguel Antonio Caro, quien a sus do-tes excelsas de consumado artista de la palabra, sumaba un caudalinmenso de ciencia política, jurídica y filosófica, y un conocimientoprofundo de los problemas nacionales. Una gran parte de la estruc-tura interna de aquella Constitución y aquellas leyes fue obra de suluminoso cerebro, y obra suya fue también, con pocas excepciones, laforma literaria de tales estatutos, que vaciaron en moldes nuevos lasustancia informe y caótica de la organización política de Colombia.Obra inmensa, de proyecciones incalculables en la vida política delpaís, que ha resistido en su fondo y en su forma los embates de la crí-tica por más de media centuria, y que sigue, y Dios mediante, segui-rá siendo en sus principios y bases fundamentales, el alma jurídica y

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filosófica de nuestra democracia, el punto de apoyo de nuestras liber-tades y la piedra angular de nuestro progreso espiritual y económico.Obra previsora y armoniosa que supo conciliar los fueros de la liber-tad y la conciencia humana con el respeto a la autoridad y las nece-sarias exigencias del orden público. Obra de sabia y prudente unifica-ción política que acertó a dar la fórmula que, sin entrabar el progre-so de las secciones, les diera a los poderes centrales del gobierno fa-cultades y autonomía bastantes para uniformar la legislación, pre-venir la anarquía y salvaguardiar el orden social de la república.

El temor de fatigar vuestra atención y de aumentar la aridez ymonotonía de este discurso, no me permite presentaros numerososejemplos de aquellos pasajes en que la frase, por su precisión y co-rrección, penetró en el hondo sentido jurídico o político de los pre-ceptos constitucionales y legales a que vengo refiriéndome. Por otraparte, la mayoría de los académicos ha estudiado esos textos, y conmucho mayor autoridad que yo, puede juzgar de su mérito a la luzde los principios fundamentales de la ciencia del lenguaje, aplicablesa la preparación de las leyes.

No fueron siempre igualmente felices los legisladores que se ocu-paron repetidas veces en introducirle reformas a la primitiva Cons-titución del 86. La más extensa y trascendental de esas reformas fuela contenida en el acto legislativo N9 1 de 5 de agosto de 1936, que,sin afectar las bases fundamentales de la organización política delpaís, introdujo modificaciones y adiciones al texto constitucional, decuya oportunidad y sabiduría en cuanto a su fondo no es mi ánimoocuparme en esta disertación, de carácter ante todo lingüístico. Poreste aspecto de la ciencia del lenguaje, sí me permito, con perdón delos ilustres legisladores que inspiraron, redactaron y decretaron lareforma, hacer notar algunos ejemplos de expresiones y giros poco fe-lices en el texto de ella.

La Constitución del 86 dijo: "La soberanía reside esencial y ex-clusivamente en la nación, y de ella emanan los poderes públicos,que esta Constitución establece." La reforma cambió los términos po-deres públicos por órganos del poder público, con lo cual quedó di-ciendo el artículo copiado: "La soberanía reside en la nación, y deella emanan los órganos del poder público." Los estudiantes de dere-cho saben que esta redacción es incorrecta, pues no son los órganosdel poder, sino el poder mismo, el que emana de la soberanía; es elpoder de dictar leyes, es el poder de ejecutarlas, es el poder de apli-carlas, lo que constituye una emanación de la soberanía nacional; noel funcionario o funcionarios que ejercen esos poderes. Igual incorrec-ción se advierte en el cambio que se introdujo al artículo de la Cons-titución que dijo: "Los poderes públicos son limitados", por la frase"los órganos del poder público son limitados". Lo limitado no sonlos órganos del poder; lo limitado es el poder mismo. Habría sido me-nos impropio decir: los órganos del poder público son limitados ensus facultades y atribuciones. Este cambio de poderes públicos porórganos del poder público, que no encuentro en los textos constitu-cionales ni en el lenguaje corriente de juristas y legisladores en nacio-

DISCURSO DE RECEPCIÓN 359nes extranjeras, constituye una innovación, a mi JUiCIO poco feliz,traída de teorías científicas más o menos discutibles y que aún no hanobtenido carta de ciudadanía en los estatutos legales de los países misadelantados en la ciencia de las leyes.

Dijo la reforma en el título Los derechos civiles y garantías so-ciales, lo siguiente: "La propiedad es una función social que implicaobligaciones." Error de pensamiento y de dicción, que parece, por locraso, un error de amanuense. La propiedad puede tener, desempe-ñar, cumplir o ejercer una función social, pero no es por sí mismauna función social. La función es el ejercicio de un órgano, la accióny ejercicio de un empleo, facultad u oficio. La propiedad es un dere-cho individual que tiene y debe tener fines sociales. La función esun acto, la propiedad es un hecho y un derecho. Por lo demás, pres-cindiendo del error gramatical, sin darle el alcance de error ideoló-gico, que no cabe, para este caso, en la mente del legislador, la tesisconstitucional es inobjetable. La propiedad ha dejado de ser un de-recho absoluto, incondicional e ilimitado, el [us [rueruli, utendi etabutendi de las antiguas legislaciones, para convertirse en un derechoindividual, sujeto a restricciones y límites, marcados por exigenciasevidentes de bienestar y progreso sociales, de paz y armonía económi-ca, de equitativa distribución en el peso de la carga que la humani-dad soporta a lo largo de la jornada terrestre.

En el mismo título IJI, el constituyente del 36 autorizó la "in-tervención del Estado en la explotación de industrias o empresas pri-vadas, con el fin de racionalizar la producción, distribución y consu-mo de las riquezas o de dar al trabajador la justa protección a quetiene derecho". ¿Pero qué entendió por racionalizar los factores eco-nómicos de la producción, distribución y consumo de la riqueza, elconstituyente que introdujo ese neologismo en un texto de tan vastosalcances como puede tener este sobre intervención del Estado? En nin-guna parte dio esa definición indispensable. Pero hay más, en nin-gún léxico autorizado existe la definición de ese término, en formaque pueda aplicarse a todos y cada uno de los factores esenciales dela riqueza, desde que sale de la tierra o de la fábrica, hasta que seda al consumo en los mercados. ¿Y quién no ve que, en un futuromás o menos lejano, es~ palabra racionalizar, que expresa el fin pri-mordial y la manera sine qua non para que la intervención del Esta-do en las industrias pueda realizarse, dará lugar a graves diferenciasde interpretación y a serias contenciones sobre la constitucionalidadde preceptos legales que autoricen aquella intervención que cuerda ytinosamente realizada puede ser fuente de progreso y equilibrio eco-nómico, y mal pergeñada puede causar graneles disturbios, trastornosy quebrantos a la misma economía que se quiere defender? La pala-bra racionalizar, traducida literalmente del inglés y del francés (ra-tionalice, rationalicer), se ha empleado únicamente para expresar unsistema de organización del trabajo que tiende a hacerlo más eficien-te y económico, y a evitar el inútil desgaste de energías humanas en1<\producción y transformación de la riqueza. Por eso se ha habladosolamente de "racionalización del trabajo". Pero en ninguna parte,

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que yo sepa, se ha hablado de racionalizar íntegramente y en todossus aspectos la producción de la riqueza o la distribución y consumode ella. Y entonces llegamos por fuerza a este dilema inevitable: o losconstituyentes de 1936 no supieron a ciencia cierta el verdadero al-cance de aquel neologismo ni lo que con su empleo se proponían, osí lo supieron con entera precisión. En el primer caso, obraron des-acertada e imprudentemente al hacer uso de un término de tanta va-guedad, que puede encerrar un gran peligro para el desarrollo indus-trial del país; y en el segundo caso, procedieron con poca cordura alno dejar consignado en alguna parte, sin lugar a duda, lo que ellosentendían por racionalizar la producción, la distribución o el consu-mo de la riqueza. Algún día el lenguaje puede volver por sus fuerose imponer una decisión judicial que declare imposible la interven-ción del Estado, porque la disposición constitucional que quiso auto-rizarla, o dice demasiado, o no dice nada, lo que en síntesis es la mis-ma cosa. Y basta ya de crítica al lenguaje castellano de los constitu-yentes del 36.

Nada es tan esencial e importante como el perfecto conocimien-to y el empleo correcto del lenguaje en todos aquellos que, inves-tidos del augusto mandato que da la soberanía, dictan leyes a los pue-blos o decretos y disposiciones con fuerza de leyes. Porque en las ór-denes o prohibiciones de esas leyes van envueltos los más caros intere-ses de los asociados: la vida y la libertad, la honra y la fortuna, la or-ganización de la familia y la paz doméstica, los derechos de la esposay las prerrogativas de los hijos, la situación de los obreros v la segu-ridad de los empresarios, el orden social y la estabilidad política, losderechos de la cultura y los fueros de la conciencia religiosa: y comoesas órdenes y prohibiciones deben ser conocidas y entendidas correc-tamente por gentes de todas las clases y posiciones de la sociedad, des-de los más sabios y prudentes, hasta los más ignorantes y menestero-sos, la lengua nacional. la que todos deben conocer, ha de campearen esos textos con limpieza, claridad, exactitud y corrección nuncaexageradas, para que todos los entiendan y obedezcan.

No puedo prescindir, por enemigo que sea de largas citas de au-tores en piezas literarias como ésta, de recordaros lo que a este respec-to dijo, hace más de siglo y medio, aquel príncipe de las letras, ora-dor, poeta, literato, jurisconsulto, filósofo y economista, distingui-do en todos los f!,éneros y en muchos eminente, don Gaspar Melchorde Jovellanos:

"Y si el magistrado necesita de un profundo conocimiento denuestra lengua para entender las leyes, cuánto más le habrá menesterpara corregirlas o formarlas de nuevo, esto es, para ejercer la más no-ble y augusta de sus funciones. ¿Cómo responderá al príncipe cuan-do, honrándole con su confianza, le llame para asistirle en la forma-ción de las leyes? Cuando le diga: «Yo voy a hablar con mi pueblo va darle documentos de paz y de justicia para que viva según ellos,ejercite las virtudes públicas y domésticas, y sea conducido a la abun-dancia y la felicidad. Tú, que debes ser el depositario y el órgano deellos, sé también quien los forme y publique. Habla el sagrado idioma

DISCURSO DE aCEPCIÓN 361de la justicia, y explica sus preceptos en unas sentencias que no desdi-gan de su majestad y su importancia. Haz tú las leyes y yo les inspi-raré con mi sanción la fuerza de ligar a tu voluntad los habitadoresde dos mundos».

"[Qué encargo tan augusto, pero qué encargo tan arduo y peli-groso! Prescindamos por un momento de la materia de las leyes, y ha-blando sólo de su forma, ¿quién es el hombre que pueda lisonjearsede que sabe hablar el idioma que le conviene; el idioma de estas le-yes, que debe hablar con precisión y claridad a los que rodean eltrono y a los que están escondidos en las cabañas; de estas leyes quedeben ser entendidas del que ha consagrado toda su vida a la inda-gación de la sabiduría y del que apenas tiene otra idea que la de suexistencia; de estas leyes, que deben servir de norte al navegante enlos más remotos climas de la tierra, y de luz al labrador en el retirode su alquería; de estas leyes, que según el oráculo de nuestro sabio le-gislador, «deben explicar las cosas según son, en el verdadero enten-dimiento de ellas; que deben contener enseñamiento e castigo escri-to para que liguen e apremien la vida del hombre; que deben hablaren palabras llenas e paladinas, para que todo home las pueda en-tender e retener; que deben ser sin escatima e sin punto, porque nopuedan del derecho sacar razón tortizera por mal entendimiento, nimostrar la mentira por verdad, nin la verdad por mentira, que de-ben»? .. Pero acaso estoy abusando ya de la bondad de vuecelencia,a quien no puede esconderse ni la certeza ni la importancia de estaverdad. .. ¡Ojalá que todos aquellos a quienes el legislador llamea su lado para formar las leyes, la tengan siempre ante sus ojos! Oja-lá que penetrados de su importancia, señalen en la distribución desus tareas una buena parte al estudio de la lengua en que deben dic-tar a los pueblos los decretos del soberano!".

Si en las ordenaciones de la potestad soberana que trazan las nor-mas jurídicas de las relaciones entre los asociados, es tan convenien-te y necesario el conocimiento del idioma por parte de los legislado-res, no lo es menos en los llamados por sus funciones públicas o pro-fesionales a ejecutar esas leyes, a aplicarlas como jueces o magistradosy a servirse de ellas como abogados para la defensa de los derechose intereses confiados a su pericia y sabiduría. Y aquella ciencia, másdif ícil .e intrincada de lo que vulgarmente se piensa, no debería con-cretarse tan sólo al estudio de la lengua en su forma actual y corrien-te, según la gramática en uso, sino que debería también remontarsea sus orígenes más remotos para buscar en el griego, el latín y en laprimitiva lengua castellana, las fuentes y la evolución de términos cu-yo significado profundo sólo puede conocerse buscando la etimologíade vocablos susceptibles de diferentes acepciones. ¡Cómo se ensanchael radio de los conocimientos en esta rama del saber humano, cuandose penetra en el campo inmenso de la legislación romana, desde lasleyes de las Doce Tablas, hasta la Instituta y las Pandectas, cuandose estudia la obra portentosa de ciencia jurídica de don Alfonso el Sa-bio en las leyes de Partida, y se conocen las luminosas interpretacionesque dieron a esos textos inmortales los grandes jurisconsultos de la

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época! ¡Qué caudal inmenso de erudición le procuran aquellos cono-cimientos al magistrado, para "dar y compartir a cada uno su dere-cho igualmente", al gobernante para cumplir y hacer ejecutar en for-ma justa y equitativa los preceptos legales, y al abogado para llevaral foro nuevos conceptos y orientaciones nuevas, con sabiduría y elo-cuencia, a fin de armonizar en la interpretación de los pasajes lega-les, a veces deficientes y oscuros, el texto literal de esos pasajes conlas normas eternas de justicia y con los principios fundamentales yhumanos del derecho natural! ¡De cuánto servirán esos conocimientosa un jurista inteligente y de gran imaginación, para darle a la áriday escueta ciencia del derecho formas bellas y atrayentes, que hagan deella un arte en la más amplia, hermosa y seductora acepción de lapalabra, ya que ese arte consiste en la belleza literaria puesta alservicio de la justicia!

Pasando ahora de la ciencia de las leyes a la ciencia de la econo-mía y las finanzas, o lo que es lo mismo, a la ciencia de la riqueza, elconocimiento profundo del lenguaje que a estas disciplinas corres-ponde es asunto de extraordinario momento, por atañer ellas a in-tereses y derechos vitales de los asociados, sin distinción de edad,sexo, condición social o situación de fortuna. Sin incurrir en la teoría,demolida por la crítica, del materialismo histórico, es un hecho in-contestable que el hombre, además de ser un ente racional, políticoy pensante, ha sido siempre un animal económico. Sus necesidadesesenciales primero, después sus gustos, ambiciones y concupiscencias,10 llevan a esforzarse por hallar los medios de satisfacer esas aspira-ciones. Por eso produce, compra, vende, transforma la materia, lle-va a remotos lugares los productos del suelo, los tesoros de las minasy las manufacturas de las fábricas, organiza empresas, funda bancos ycasas de usura, combina negocios y se lanza, en alas de la especula-ción, a las más atrevidas y audaces corrientes de la veleidosa fortuna.Desde la cuna hasta el sepulcro, somos fieles y constantes servidoresde esta nuestra señora la necesidad, de que hablaba Cervantes, cuyosmandatos no podemos desobedecer sin peligro de la vida. A ella estánsubordinados desde los más humildes menesteres de la vivienda, elpan y la indumentaria campesina, hasta las más elevadas y noblesaspiraciones de orden espiritual, de cultura y de progreso, de benefi-cencia, y hasta de adoración al Ser Supremo.

De la expansión inaudita de esas necesidades y del aumento in-cesante de los medios para satisfacerlas, por obra de este progresocuantitativo y deslumbrante de las artes y las ciencias, han surgidoesas dos divinidades paganas de los tiempos modernos: el placer y eldinero. Ellas rigen y gobiernan la vida en los países más avanzados delorbe, ellas han creado el progreso y multiplicado la riqueza, han fo-mentado el bienestar y han engendrado la miseria, han labrado laprosperidad de las naciones y las han llevado a la guerra, han eleva-do el nivel de vida de. las clases sociales y las han lanzado unas contraotras en luchas terribles y sangrientas ...

y en este campo inmenso de batalla económica, las palabras, al-gunas palabras, han venido a tener una significación y un alcance

DISCURSO DE UCJ!:PCIÓN 363cuasi místicos, por los sentimientos y pasiones que despierta la simplepronunciación de ellas. "Finanzas, trust, cartel, consorcio, control,sindicato, déficit, bolsa, balanza de pagos, intervención, valorización,devaluación, estabilización, dividendos, cotizaciones, divisas, cambios",y muchas otras, son palabras que sugieren multitud de ideas favora-bles o adversas, en este tumulto de los fenómenos económicos, que semezclan, se entrelazan, se influyen y se complementan, formando elnumeroso enjambre de los factores grandes y pequeños, que contribu-yen a formar la riqueza de los pueblos o a fomentar y precipitar sudecadencia o su ruina. Mucho es que casi todas esas palabras se pro-nuncien y escriban en su integridad, sin que les haya llegado el turnode las abreviaturas, hijas de esta época apresurada y afanosa, comoocurre en otros campos, donde se dice auto por automóvil, cine porcinematógrafo, bus por ómnibus, foto por fotografía, etc., afán debrevedad y economía de sonidos que ha llegado hasta desfigurar yquitarles sonoridad y armonía a nombres de importantes centros ur-banos de Colombia, como Facatativá, que hoy se dice Faca, y Fusaga-sugá, que se pronuncia Fusa.

Para usar con propiedad muchas de las palabras empleadas enlas ciencias económicas y financieras, no basta ocurrir a los léxicos dellenguaje, sobre todo en castellano, debido al escaso vuelo que en Es-paña han alcanzado aquellas ciencias, en términos que muchísimosvocablos de ellas han sido importados del francés y del inglés, reci-biendo unos la consagración de las Academias y quedando otros sinmás pasaporte que el que les ha dado el uso frecuente, en escritos ydiscursos de carácter económico y financiero. El correcto empleo deesos términos requiere con frecuencia estudios especiales en las obrasde los tratadistas de la ciencia o una larga versación en el manejo denegocios y empresas. Muchos de esos términos tienen correctas etimo-logías, que los hacen aceptables, y esta circunstancia y la necesidadde su empleo, la universalidad de su uso y la dificultad de reempla-zarlos, harán que la Academia Española los vaya incorporando paula-tinamente en su Diccionario, dándoles definiciones conformes con eluso más general y correcto.

La palabra finanzas, de origen francés, la más usual y también lade mayor prestigio en esta rama de las ciencias políticas, no figura enel Diccionario de la Academia, décimasexta edición, y sólo apareceen el Diccionario manual e ilustrado de la lengua española, con elasterisco que la señala como hija espuria del lenguaje, y con esta deti-nición: "Galicismo por hacienda, negocios, banca, asuntos económi-cos." Ahora bien: finanzas es eso, o más que eso, según el aspecto pordonde el término se considere y el calificativo que se le aplique. Se-gún el concepto de las autoridades en la materia, hay finanzas públi-cas y finanzas privadas; las primeras fijan reglas y normas y formulanprincipios para la constitución y la inversión de los caudales de lasentidades de derecho público, como son la nación, los departamentosy los municipios; y las segundas establecen las reglas a que deben ce-ñirse las empresas privadas industriales y bancarias para la constitu-ción de sus capitales y el empleo de ellos. Las finanzas de la nación,

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como las de una empresa de tejidos, se califican según la relación queexista entre las entradas y los gastos. Se dice que hay finanzas sanas yfinanzas averiadas. Las primeras son aquellas en que los ingresos al-canzan o superan al monto de los gastos; las segundas son las quemuestran un déficit o diferencia entre los recursos y las erogaciones.

Muy fáciles de enunciar y muy sencillos en apariencia son estosprincipios, que la jerga económica suele expresar en forma compli-cada, oscura e incomprensible para el común de las gentes, como sila economía política fuera una ciencia esotérica, cuyos secretos sólopudieran penetrar los sacerdotes que tienen el envidiable privilegiode oficiar en sus altares.

Pero si en verdad es cosa Iáci l traducir a la lengua castellanaaquellos postulados, no es tan trivial y. hacedero llevarlos a la prácti-ca en el desarrollo de las actividades económicas, pues alrededor deellos gira y se mueve todo el complicado mecanismo de la riqueza delas naciones. En este campo de las realizaciones positivas y fecundas,tienen la última palabra el genio, la inventiva, la imaginación y elrealismo del verdadero hacendista, que sabe mantener, con medidasadecuadas, el ritmo acompasado y constante de los ingresos y propor-cionar a ellos los gastos; crear recursos suficientes y no dejar que seenjuguen con expensas excesivas hasta producir el déficit; apelar alcrédito prudentemente cuando se necesita, y poner de lado los fondosque demande el servicio de los empréstitos; cerrar los canales ocultospor donde se escapan los caudales de los asociados; en una palabra,mantener equilibrada, y si fuere posible, inclinada del lado de losingresos, la delicada balanza que tiene en sus manos, cuyo desequili-brio acarrea el desorden y a veces la ruina de la gran empresa del Es-tado y de las pequeñas empresas de los individuos.

Magna y difícil labor en la que se prueba el verdadero íínancis-ta, labor penosa e impopular, que a veces requiere vocación de már-tir, puesto que se vive entre dos fuegos, a cual más terrible y despia-dado: el de los que deben pagar y de los que se creen con derecho agastar. Colocado así entre el contribuyente y el burócrata, la vida delgran financista no tiene nada envidiable. Si cumple con sus deberes,el prestigio político y la autoridad en su partido lo abandonan; si cor-teja la diosa inconstante y veleidosa de la popularidad, todo su impe-rio financiero se le derrumba, como el de Marco Antonio en brazosde la encantadora reina de Egipto, que según Pascal, habría hechocambiar la faz del mundo si su nariz hubiera sido más corta.

Por eso el hacendista verdadero casi nunca corona la altura delos puestos de mando en el gobierno de los pueblos; hace presidentes,pero nunca preside; consolida gobiernos, pero jamás gobierna; su glo-ria es opaca, la aureola de su nombre no es la brillante aureola delpolítico y del guerrero; lo prosaico de su obra y los resentimientosque suscita a su paso, impiden que su fama se perpetúe en la memo-ria y en la imaginación de los pueblos, para quienes sólo es verdaderagloria la que deslumbra y conmueve los espíritus. Y rara vez se pa-ran mientes en lo azaroso y expuesto de su ardua tarea: una medidadesacertada o imprudente, la incapacidad o la falta de lealtad de un

DISCURSO í»: RECEPCI6N 365subalterno, una repercusión imprevista de sus providencias, un des-orden político, un conflicto internacional, una crisis en los negocios,un cambio desfavorable de las condiciones económicas o financierasdel país, pueden llevarlo al fracaso y cubrirlo para siempre de des-crédito y desprestigio.

Mas si el mar inmenso de las finanzas públicas está sembrado deescollos y peligros, no lo está menos el de las finanzas privadas. Aquíentran en juego factores distintos de los que obran en la hacienda delos Estados, en la que rara vez tienen cabida el afán de lucro y la es-peculación, que son a menudo características de los negocios parti-culares. [Cuántas veces un juego de bolsa desgraciado, un abuso delcrédito, un negocio mal prospectado, un accidente económico impre-visto, una combinación poco honorable, echa por tierra cuantiosasfortunas y empresas industriales que parecían de una solidez incon-movible!

El término financista no existe en el Diccionario de la Lengua.Este trae en su reemplazo la palabra financiero, para designar la "per-sona versada en la teoría o en la práctica de la hacienda pública, delas cuestiones bancarias y bursátiles y de los grandes negocios mercan-tiles", y el término hacendista, que la Academia define "hombre ver-sado en la administración o en la doctrina de la hacienda pública".Como se ve, el primero es el que reemplaza mejor el término finan-rista, puesto que abarca tanto las finanzas públicas como las priva-das. Pero en el lenguaje corriente rara vez se usa la palabra financieropara designar un individuo versado en aquellas materias, sino paracal ificar actos o situaciones de esa especie, como cuando se habla de 1:.1política financiera del gobierno, del estado financiero del país, deldesastre financiero de una empresa o negocio.

En el lenguaje corriente, en la prensa, en los documentos oficia-les, en los textos de economía, el hombre que sabe de estos asuntos esel [inancista, no tanto el maestro o profesor, cuanto el ejecutor deactos financieros. Gran financista en el concepto general no es tantoel que expone y enseña teorías o doctrinas de la ciencia de las finan-zas, sino el que maneja, dirige, combina y realiza operaciones finan-cieras de carácter público o privado. Muy a menudo se le confundecon el hombre de negocios, y aún a veces con el negociante.

Mientras el éxito lo acompaña, una especie de aureola rodea enla opinión pública al gran financista: sus conceptos son or.iculos, susdecisiones son dogmas infalibles, su técnica es algo misterioso, ocultoe impenetrable, sus combinaciones y sus números tienen la precisióny exactitud de los cálculos matemáticos; a él acuden cuantos tienenentre manos negocios difíciles y complicados; él maneja la varilla má-gica que hace brotar millones, surgir de la nada empresas florecien-tes y trocar en riqueza y bienestar la penuria y la bancarrota.

De igual prestigio suele gozar, mientras se va a la cárcel o se sui-cida, otro tipo de Iinancista, que es el que más obra sobre la imagi-nación de los pueblos, amantes ele lo dramático y maravilloso, sobre to-do cuanelo salva los lindes de la moral común o de las leyes pena-les. Ese financista no sabe nada o sabe muy poco ele finanzas, pero sí

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es experto consumado en el enredo, la maquinación y la intriga,Gran sicólogo, conoce y explota las debilidades humanas y las huma-nas concupiscencias; él sabe a quiénes tienta Mammón, a cuáles se-duce Venus, quiénes ofician en los altares de Baca, quiénes ambi-cionan las altas posiciones políticas, y a cada uno va ofreciendo el ali-mento que puede satisfacer sus apetitos. Penetra en las redaccionesde los grandes diarios, se insinúa en los consejos de gobierno, tieneinfluencias en las directivas de los bancos, domina a los fuertes accio-nistas de las empresas y se introduce en las comisiones parlamenta-rias cuandoquiera que sus intereses exigen intervenciones oportunasy eficaces de los que influyen en la política, en la opinión pública yen los negocios. Para él no tienen secretos la vida doméstica, la vidasocial ni la vida política. El es el promotor de empresas ficticias, el au-tor de los grandes golpes de bolsa, el proveedor de los gobiernos, elalimentador del lujo y de las liviandades en el mundo social y polí-tico que se le entrega. Ese tipo de financista, asombrosamente pintadoen la Comedia humana por el genio incomparable de Balzac, es frutodemasiado maduro de civilizaciones refinadas y decadentes. Dios li-bre a Colombia, de llegar algún día a producir esa planta venenosa,que ha inficionado el aire político y social de otros pueblos, hastaconvertirlos en fácil presa de conquistadores audaces.

El verbo financiar lo ignora la Academia, y sin embargo, es unode los más en boga, y significa allegar recursos, casi siempre a crédito,para negocios y empresas de todo género, aún las de índole familiary privada; financiar un ferrocarril, financiar una fábrica, financiarun matrimonio. Es una operación que demanda excepcional habili-dad y dotes especiales, y en la que a veces suelen traspasarse los linde-ros, no siempre muy estrechos, de la ética comercial. El que logra acre-ditarse como experto y honorable financiador de negocios, es un va-lioso auxiliar en la economía de los pueblos.

Tampoco ha querido darle la Academia título de legitimidad ala palabra control. Figura en el manual del Diccionario con el as-terisco de ilegitimidad y con la definición de "galicismo por compro-bación, inspección, intervención, registro". Igual cosa sucede con elinfinitivo contralor. En el lenguaje corriente económico, administra-tivo y financiero, la palabra control es una de las más usadas bajo di-versas acepciones, y ha penetrado ya a otros campos, como el de la si-cología, cuando decimos "control de sí mismo", "sin control de laspasiones, de la lengua o de los instintos", aspiraciones "sin control"equivalente a freno o dominio, En economía y en finanzas las aplica-ciones de esa palabra son muy variadas. En el manejo de la haciendasignifica fiscalización, examen y revisión de las cuentas, vigilancia pre-ventiva sobre los recaudadores y pagadores, intervención directa enla ejecución del presupuesto, registro y autorización de las órdenesa cargo de la tesorería y cooperación en los empréstitos. Esas funcio-nes se ejercen por conducto de las contralorías, palabra que sí tienecarta legítima de naturaleza en el lenguaje, bajo el término contralor,que la Academia define así: "Oficio honorífico de la casa real, segúnla etiqueta de la de Borgoña, equivalente a veedor. Intervenía las

blSCURSO DE RECl:PCIÓ1-l 367cuentas, los gastos, las libranzas, los cargos de alhajas y muebles, yejercía otras funciones importantes."

En lo político, control suele significar supremacía de una enti-dad pública respecto de otra; en las empresas industriales y comer-ciales, posición preponderante de los grupos de accionistas que deci-den con sus votos lo concerniente al manejo y administración del ne-gocio; en los cambios internacionales y en el comercio de oro, facul-tad omnímoda para permitirlos o estorbarlos; en la vida doméstica,autoridad, muy a menudo aparente, del marido y del padre de fa-milia.

Pero lo cierto es que en todas las acepciones de control hay unfondo inquietante de disminución de la libertad y de la propia au-tonomía e independencia, algo que cohibe, que estorba, que restrin-ge, que paraliza. Y como es natural, nada de eso es del gusto de loscontrolados, aunque satisfaga ampliamente a los contralores. Las fun-ciones de éstos corresponden a una ineludible necesidad social y po-lítica, porque la experiencia demuestra que la falta de control engen-dra el abuso, en todos los órdenes de la vida, lo mismo cuando se ha-bla del control social, político, económico o administrativo, que cuan-do se trata de control moral o religioso. Pero esos funcionarios no go-zan, no pueden gozar de simpatías. Por eso es difícil proveer los pues-tos de contralores. Para ello se necesita vocación especial; se nacecontralor como se nace poeta. Como Napoleón el genio de la guerra,algunos tienen el don ingénito de fiscalizar a sus semejantes. Perotampoco se escalan los altos puestos de mando ejerciendo tan des-agradables funciones. El fiscal, ese personaje entrometido, inquisi-dor, acaparador, rapaz y siempre menesteroso, es el menos simpáticode cuantos intervienen en los negocios del Estado. Mas sin él nadapuede hacerse en la rectoría y en la administración de los pueblos,porque gobernar es gastar, y no puede gastarse si a las cajas del erariono entran cuantiosos caudales, ni se puede gastar ordenada y pruden-temente, si no hay quien supervigile la fuente de los ingresos y con-trole las erogaciones, previniendo el fraude y conteniendo el derro-che. Per angusta ad augusta. No hay progreso sin sacrificios.

Los ingresos y los gastos públicos se regulan y computan en elpresupuesto, ordenación de la potestad soberana que calcula las ren-tas y decreta las erogaciones necesarias a la administración del Estado.De la palabra presujmesto, consagrada en el Diccionario de la Len-gua, en forma poco científica se han formado presu.puestal y presu-puestar, como cuando se dice "cómputo presupuestal", o "presupues-tar un ingreso o un gasto". Estas dos palabras no tienen entrada enel lenguaje castizo, pero son de uso frecuente entre los que manejanlos negocios fiscales o intervienen en ellos. En vez de presupuestaltiene la Academia el término presupuestario, "perteneciente o relati-vo al presupuesto". Y en lugar de presupuestar, da el verbo presu-poner.

El presupuesto es el documento público de mayor significaciónen la vida de los países. El revela la magnitud de su riqueza fiscal yla cuantía de sus gastos, el grado de desarrollo económico de las na-

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ciones, la capacidad de tributación de los contribuyentes, el orden oel desorden de las finanzas. En el presupuesto se muestra lo avanza-do o atrasado, lo erróneo o acertado de la política general del go-bierno, por la distribución de las apropiaciones en los distintos ra-mos de los negocios públicos; el equilibrio, el superávit o el déficitque resulta de la comparación entre los ingresos y los gastos; el mon-to y carga de la deuda pública; la importancia y magnitud de lasprestaciones sociales. Alrededor del presupuesto se congregan incon-tables apetitos, ambiciones y aspiraciones: el empleado busca su suel-do, que constituye para él y los suyos el pan de cada día; el funcio-nario cesante, su pensión; el contratista, el precio de su contrato; elmunicipio, su acueducto; el departamento, su carretera; el hospital,su auxilio; los senadores y representantes, las partidas que consolidensu posición política y les aseguren la reelección en los comicios ...¡Cuánta tragedia oculta se agita en torno de esas cifras, que los ex-traños leen con absoluta indiferencia! ¡Cuánta esperanza realizada ofallida y cuánta ambición fracasada o victoriosa!

Otro término que ha alcanzado singular importancia en lostiempos modernos, saliéndose del cuadro de las definiciones léxicas yusuales de la lengua, es el término intervención, aplicado a la ac-ción del gobierno sobre la economía privada de los países. La pala-bra misma, en sus distintas acepciones, sugiere la idea de que hay algodesordenado, anormal o peligroso, que demanda el concurso de unpoder extraño o la adopción de medidas extraordinarias más o menosdolorosas. Cuando se habla, por ejemplo, de la necesidad de una in-tervención quirúrgica, el ánimo se sobrecoge al pensar no más en elaparato de las salas de operaciones, en las albas vestiduras y los guan-tes de caucho de cirujanos y enfermeras, en el arsenal niquelado delos instrumentos de tortura, en la angustia del anestésico y en los ries-gos de una intervención desacertada y homicida. Y cuando se men-ciona la necesidad o conveniencia de la intervención del Estado enuna determinada actividad económica, los intereses afectados tiem-blan y se estremecen al pensar en ese gran cirujano oficial, que es elministro de economía, el que, sin uniforme ni guantes, ni pinzas, 11ibisturí, y sobre todo, sin anestésico, vestido de burgués y pluma enristre, opera sobre las leyes eternas de la vida económica, para cu-rar las dolencias de un organismo más delicado y complejo que elorganismo humano. Aquí de la pericia y habilidad de ese gran ciru-jano: un golpe de pluma acertado, prudente, sabio y tinoso, puedecambiar radicalmente una situación que parecía desastrosa, creandoen la economía enferma corrientes de vida y restauración que trans-forman en orden y equilibrio lo que la actividad privada sin controlhabría hecho desordenado y ruinoso. Mas si esas condiciones faltanen el funcionario interventor, no solamente no se corrige el mal quetrataba de remediarse, sino que se causan otros, a veces irreparables,a intereses sanos y actividades benéficas.

El caos económico del mundo, producido principalmente por lasrepercusiones de la gran guerra de 1914, y agravado por las conse-cuencias inmediatas de esta otra apocalíptica en que vamos envuel-

DISCURSO DE RECEPCIÓN 360tos, ha hecho cada vez más necesaria la intervención de los gobiernosen varios sectores de la economía individual, para evitar la ruina deesa misma economía, la quiebra de las empresas, o la falta de ele-mentos vitales para los pueblos. La inequitativa distribución de lasmaterias primas, la competencia de hambre, la falta de ritmo acom-pasado y preciso en el comercio internacional, la clausura de impor-tantes mercados de consumo, las murallas aduaneras, la superproduc-ción y el subconsumo de muchos géneros, la desocupación y la mise-ria en las clases trabajadoras, son dolencias sociales que no puedenescapar a la atención providente de los hombres de Estado conscien-tes de su misión y de sus deberes hacia los pueblos.

La intervención del Estado no va ni puede ir encaminada, comoalgunos creen, a derogar o a reformar la ley económica de la oferta yla demanda, pues esa leyes eterna e inmodificable como las leyesde la naturaleza. Lo que hace aquella intervención es poner a obraresa ley sobre elementos y factores distintos de los que juegan en laeconomía libre, ensanchando o restringiendo la oferta, aumentandoo disminuyendo la demanda, para producir el alza o la baja de losprecios. La ley sigue obrando como siempre: a mayor oferta y menordemanda, precios bajos; a mayor demanda y menor oferta, precios ele-vados. Pero la intervención del gobierno se encamina, según que seproponga hacer subir o bajar los precios, a disminuir o aumentar laoferta, a reducir o ensanchar la demanda. Si la oferta de café sobre-pasa a las exigencias del consumo, o sea a la demanda del artículo,produciendo una baja de los precios, el gobierno, con su intervención,hace disminuir la oferta, y entonces los precios se elevan sobre losniveles anteriores en beneficio del productor y de la economía gene-ral. Si la demanda supera a la oferta de azúcar, creando precios ele-vados, el gobierno aumenta la oferta introduciendo azúcar extranje-ro, lo que hace bajar los precios en beneficio de los consumidores. Siel algodón nacional no alcanza precios favorables para los agriculto-res, el gobierno, para mermar la oferta, eleva el impuesto de aduanaspara la fibra extranjera o señala cupos bajos a la importación, y en-tonces los fabricantes de hilados y tejidos se ven forzados a comprarel algodón nacional a precios convenientes para los cultivadores. Latarifa de aduanas ha jugado siempre un papel importantísimo en esaintervención, papel que ha sido reforzado últimamente con el controlde los cambios. El fisco, puesto al servicio de la economía, maneja lacompuerta en la corriente del comercio internacional, y la sube ola baja según las necesidades, más o menos bien interpretadas, de esaeconomía.

Pero con la intervención ocurre casi siempre 10 mismo que conla mayor parte de las medidas restrictivas del Estado: ella es solicita-da y aplaudida, rara vez agradecida, por aquellos cuyos intereses favo-rece; rechazada y escarnecida por los que se creen lesionados; mira-da con indiferencia por el resto de la comunidad, a menudo más afec-tada que aquellos a quienes va directamente encaminada la inter-vención.

Discursos. 111.-2'1

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La mayor o menor influencia, en el gobierno del Estado, de lasideas y principios socialistas, determina el avance, más o menos audaz,efectivo y acelerado de la intervención oficial en la economía priva-da. Como ya lo hemos visto, la reforma constitucional de Colombia,realizada en 1936 con tendencias socialistas, autorizó por primera vezla intervención del Estado en las industrias, que antes no habían con-templado los estatutos constitucionales inspirados en la economía li-beral e individualista. Cuando el socialismo integral llega a implan-tarse, como en la Rusia de los soviets, la acción del Estado sobre laeconomía no es ya una simple intervención, sino una verdadera con-fiscación; es el dominio y manejo por el gobierno de todos los facto-res económicos, las industrias, el comercio, los cambios, la moneda yel crédito, lo que hace del Estado un poderoso empresario, que pro-duce, transforma, compra, vende, exporta, importa, distribuye, fija losprecios y reglamenta los consumos. Es la máquina oficial económicamás fantástica en que haya podido soñarse.

Háblase hoy corrientemente de regímenes totalitarios, sin que es-ta palabra haya sido autorizada, con esa significación, por quienesejercen la rectoría del lenguaje. Pero no puede negarse que, por sucomposición, expresa en forma muy gráfica la idea que con ella quie-re significarse. Porque esos gobiernos dirigen y manejan a su amañola totalidad de las actividades nacionales, lo mismo en el campo re-lÍgioso que en el social y político, en las finanzas públicas y privadasque en la economía individual, en el gobierno interno que en lasrelaciones con otros pueblos. Discrepan solamente las dos formas co-nocidas de esos gobiernos totalitarios, la rusa y la alemana, en queesta última reconoce en principio el derecho de propiedad, que noexiste en la otra, pero somete en su ejercicio ese derecho a limitacio-nes, exacciones y trabas de tal naturaleza que lo hacen ilusorio: alindividuo le queda la envoltura jurídica de ese derecho, pero el go-bierno se apropia la almendra, la parte sustanciosa, el contenido eco-nómico, útil y agradable.

¿Hasta dónde puede llegar la intervención del Estado, despuésde esta guerra, sobre la economía de pueblos terriblemente empobre-cidos, con agricultura languideciente, industrias postradas, fábricasconvertidas en escombros, transportes paralizados, comercio sin vue-lo, carga~ fiscales imponderables, miseria general, desorden político,social y económico sin precedentes, escombros y ruina por doquie-ra? ¿Qué medidas se verán forzados a tomar, aún los gobiernos másconservadores, democráticos y respetuosos de la libertad humana, pa-ra llevar un poco de luz y de orden a ese caos inmenso, y encauzarnuevamente las fuerzas económicas, sociales y espirituales, llamadasa producir la regeneración de esa humanidad atormentada y enfer-ma? Nadie puede profetizarlo. Pero sí puede admitirse, sin esfuerzoalguno de imaginación, que la economía dirigida y controlada quehasta hoy hemos conocido, sólo servirá de introducción o prolegóme-no a la gran economía política y oficial del futuro, y que los altoscirujanos del gobierno, que operan hoy sobre las industrias y los ne-gocios privados, resultarán simples aprendices al lado de los grandes

DISCURSO DE RECEPCIÓN 371profesionales de la cirugía económica, que la postguerra hará indis-pensables en casi todos los países del orbe.

De esta manera y por estos caminos tortuosos adonde nos ha lle-vado la guerra, asesina de hombres y destructora de riqueza, cada díase hace más lejana e inaccesible la tierra prometida de la libertad eco-nómica, la dulce Arcadia que conoció hace tiempos la humanidad, enque al trabajo no le faltaba ocupación, a los hogares pan, a la agri-cultura abundantes cosechas, a las industrias productos suficientes yde alta calidad, al comercio mercados abiertos y prósperos, a las ma-nufacturas materias primas inagotables, a los transportes alimentoconstante, y a los mismos placeres de la vida los codiciados productosdel arte y de la industria, que sirven de pábulo a la vanidad y deestimulante a la molicie. Por largos años los pueblos tendrán que su-frir las medidas restrictivas y las ordenaciones económicas de los go-biernos, como se sufre en un naufragio la pérdida de los equipajespara salvar la vida, o en un incendio la demolición de una parte deledificio para aislar el resto de la acción devoradora de las llamas. Sa-lus populi suprema [ex.

Vivimos en una época astronómicamente lejana de aquella "aque los antiguos dieron el nombre de dorada o de oro". Esta quenos ha tocado en suerte, para bien o mal nuéstro, es la época del hie-rro y del petróleo, hijos, como el precioso metal amarillo, de la vivaentraña de la madre tierra, pero dotados de un poder fecundante ydestructor de magnitud incalculable. Asociados esos toscos y negrosminerales al vapor y a la electricidad, han consumado la conquistaabsoluta del hombre sobre los tres grandes elementos del espacio: losmares, las tierras y los aires. Epoca febril, agitada, acelerada y tumul-tuosa, en que durante unos minutos desfila, por la pantalla del cine-matógrafo, la vida entera de los hombres y de las mujeres, con susluchas y sus pasiones, sus goces y sus penas, sus esplendores y sus mi-serias; en que un hombre colocado tras un motor de explosión, se bur-la del espacio transportándonos en menos de lo que pensamos a losmás remotos lugares; en que el pensamiento vuela con rapidez de vér-tigo por entre las ondas hertzianas, llevando en segundos, a los másapartados rincones del planeta, la noticia del último descubrimientocientífico, de la última catástrofe, de la última batalla de la guerra,de la última crisis ministerial y del último divorcio de una estrella dela pantalla; en que las rotativas de los periódicos nos ofrecen cadadía, antes de empezar la jornada de trabajo y de darle alimento alcuerpo, otro alimento espiritual, más o menos indigesto y adultera-do, de ideas y noticias, válidas solamente por veinticuatro horas. Epo-ca esta de civilización cuantitativa y democrática, en que la antiguaproducción artística de alta calidad es reemplazada por fábricas colo-sales que l-anzan al mercado, por millares de toneladas, los más va-riados y extravagantes productos de bajo precio y calidad inferior,que estimulan y alientan los consumos entre todas las clases sociales,para alimentar la máquina, ese monstruo de mil cabezas de la produc-ción industrial moderna. Epoca esta absurda y extraña, de la queesttin desterrados los más dulces deleites del espíritu, porque no hay

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nada que eleve las almas y las transporte hacia regiones luminosas,porque la velocidad de los viajes hace imposible la contemplación dela naturaleza, del follaje de los árboles y de las estrellas del cielo, por-que el ruido de los motores embota el pensamiento y paraliza la ima-ginación, porque el torbellino desatado de las modas, de los negocios,de las exigencias sociales y de las necesidades políticas, hace imposi-ble el recogimiento, la meditación reposada, la lectura tranquila yconsciente, y hasta el cultivo de los más puros afectos del corazón ...

y el lenguaje, lo que es distintivo precioso del hombre, el de-licado instrumento de las ideas y de las pasiones, ha tenido que esfor-zarse por seguirle el paso precipitado a esta humanidad enloquecida,desbocada hacia la conquista del dinero y los placeres; y ese lenguaje,por su propia índole conservadora y reposada, hace con frecuenciael triste papel de un marido inválido esforzándose por emparejar lamarcha de una esposa despabilada, ágil y ligera. Es imposible quea este tropel desordenado y confuso de sucesos e invenciones, de teo-rías y descubrimientos, de apetitos y pasiones, puedan corresponder,con un lenguaje apropiado, las Academias, lentas, timoratas, pruden-tes y celosas de la pureza del idioma. Pero las nuevas cosas y las nue-vas ideas necesitan una expresión, y los hombres se la procuran siem-pre, sin preocuparse poco ni mucho por lo que digan o no digan losDiccionarios. Por una simple analogía o relación remota con lo ya co-nocido, se bautiza lo nuevo, buscando a veces etimologías griegas olatinas, más o menos adecuadas.

Se inventa la locomotora, y al que la maneja se le llama maqui-nista; se descubre el automóvil, y a su gobernante se le denominachofer en todas las lenguas, palabra que antes se usaba para designaral encargado de mantener el fuego en una fragua o en una máqui-na de vapor; surge la nave aérea, y se da el nombre de piloto al téc-nico que la lanza al espacio; a la fotografía con movimientos se llamacinematógrafo, de perfecta etimología clásica, lo mismo que grafófo-no; al aparato que difunde sonidos por las ondas hertzianas, se le de-nomina radiodijusor, y al que los recibe, simplemente radio. Lo mis-mo sucede en muchos otros campos del arte y de la ciencia, de la vi-da social y de los negocios. La tendencia onomatopéyica o de armo-nía imitativa predomina a veces en la escogencia de las nuevas pala-bras y giros. Un exceso de la moneda circulante en relación con elvolumen de los negocios y transacciones, toma el nombre gráfico yexpresivo de inflación; el estado de la cuenta en el tráfico de las im-portaciones y exportaciones internacionales, se llama balanza comer-cial; el estado de la cuenta entre lo que el país paga al exterior y loque de éste recibe, toma el nombre de balanza de pagos internaciona-les; al acaparamiento por el Estado de las empresas y los negocios, sele denomina colectivismo; a la cesación del trabajo en las industrias,decretada por los obreros, se le llama huelga; a la que decretan los pa-tronos y empresarios, lock-out. Y por ese estilo se podrían citar nu-merosos ejemplos. En las relaciones sociales, en los deportes, en lasmodas de las mujeres, en la vida doméstica, surgen a cada paso nue-vas formas de expresión, que el uso vulgariza y que las Academias van

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consagrando lentamente, empujadas por el torbellino incesante de laque se ha llamado civilización contemporánea. Por este camino, laAcademia de nuestra lengua tendrá que agregar una palabra al lemade su divisa. No será ya solamente "limpia, fija y da esplendor", sino"limpia, fija, renueva y da esplendor".

y como el arte literario es la belleza mirada al través de un tem-peramento, la expresión estética del modo de pensar y de sentir en ca-da época de la historia, ese arte divino, ha tenido por fuerza que re-sentirse de la inquietud, la movilidad, el caos y la anarquía de lostiempos extraordinarios en que vivimos. Faltan el límite, la mesura yel método de la época clásica, la inspiración encendida de los tiem-pos románticos, el manto vaporoso de la fantasía sobre el cuerpo des-nudo de la realidad, propio de la escuela naturalista, las filigranasdel estilo en la descripción estética del mundo exterior, según la usan-za de los parnasianos, el hondo sentido de los conceptos intelectualesy morales del simbolismo literario, y falta, en fin, la poesía, definidapor Miguel Antonio Caro como "celeste música de pensamientos, quenecesita, para vivir, de la luz de la idea y del calor del sentimiento".Es la época propicia para los aventureros de la pluma, que libres detrabas, con menosprecio de la gramática, ayunos de retórica, indife-rentes a la rima y al ritmo, desdeñosos de la tradición, se echan porlos campos de la literatura, sin otras armas y bagajes que una colec-ción de tropos audaces e incomprensibles, algunas docenas de neolo-gismos mal formados, una sintaxis desarticulada y una puntuación ex-travagante. De allí ha surgido una literatura, que bien pudiera lla-marse el cinematógrafo escrito, el desfile fugaz y cambiante de seresvivos y de cosas inertes, de instintos y pasiones, de dolores y alegrías,de miserias y grandezas, en un tropel confuso y antiestético, que ofus-ca la vista y que no enseña nada al entendimiento ni deja huellas enel corazón ...

Pero veo que voy penetrando, como invasor colono, en camposque no me pertenecen de pleno derecho, y advierto, por contera, queeste discurso va tomando proporciones que pueden exceder a lasmuy grandes de vuestra longanimidad.

Al sentirme en medio de vosotros, no puedo menos de remon-tarme con la imaginación a la Academia de los tiempos pretéritos, ala de los hebreos, los egipcios y los árabes, y sobre todo a la Acade-mia de Atenas, con su jardín encantado, donde, a la sombra de losolivos y los plátanos, el gran filósofo de La república y de los Diálo-gos derramaba ante sus discípulos extasiados los inagotables tesorosde su genio incomparable; foco luminoso de las ideas y de las formas,que alumbró, y seguirá alumbrando mientras el mundo exista, todoel panorama espiritual de la humanidad; escuela inmortal de hom-bres de Estado, cuyas enseñanzas sirven todavía de pasto espiritual alos grandes políticos, a los profundos pensadores, a los exquisitos orfe-bres de la idea y de la palabra, y a los geniales creadores de bellezaplástica; monumento imperecedero de ciencia y de arte, que no hanlogrado conmover las más tremendas revoluciones ideológicas, ni de-bilitar las periódicas apariciones de nuevos sistemas y doctrinas, que

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si a veces perduran, es sólo por la savia vigorosa y fecundan te que lo-graron extraerle al árbol secular y siempre frondoso de 10s jardinesdel Atica ...

y al pasar la vista por aquel panorama inmenso, iluminado porel sol de la inteligencia, y fijarla después en las ilustres Academias deépocas menos remotas, de esas Academias fastuosas, fomentadas, esti-muladas, auxiliadas y protegidas por sabios gobernantes, y rodeadasdel respeto y la admiración de los pueblos, el ánimo se contrista alcontemplar la vida languideciente, opaca y sin prestigio que llevanhoy, casi en todas partes, muchos de esos centros de cultura, menos-preciados por la opinión y olvidados por los gobiernos. ¡Cuánta luzen aquellos paisajes y cuántas sombras en estos otros! Por eso, al ter-minar este discurso, y como un testimonio más de mi profunda gra-titud hacia este cuerpo que se ha dignado acogerme en su seno, for-mulo votos fervorosos porque nuestra Academia Colombiana recuperesu antiguo prestigio y su prístino esplendor; porque vuelva a ser ellael altoparlante sonoro y autorizado de la inmortal lengua de Castilla;porque los hombres de letras y de ciencias le rindan el tributo de suadhesión y le presten el concurso de sus luces; porque los gobiemosla protejan y la coloquen en una mansión digna del puesto que ocu-pa en las instituciones patrias y porque ella contribuya a hacer dig-na nuestra ciudad capital del glorioso nombre de Atenas surameri-cana (1).

(1) Las muchas tareas del señor Director de la Academia, quien dio respues-ta a don Esteban ]aramillo. le impidieron reconstruir su discurso. que pronuncióesbozado apenas, privándonos así de esa pieza.