iii domingo de cuaresma

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PARROQUIA DEL SALVADOR DE BAEZA REFLEXION CON MOTIVO DEL III DOMINGO DE CUARESMA D. MARIANO CABEZA PERALTA

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Reflexion de D. Mariano con motivo del III domingo de Cuaresma

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Page 1: III DOMINGO DE CUARESMA

PARROQUIA DEL SALVADOR DE BAEZA

REFLEXION CON MOTIVO DEL III DOMINGO DE CUARESMA

D. MARIANO CABEZA PERALTA

Page 2: III DOMINGO DE CUARESMA

TERCER DOMINGO DE CUARESMA

CICLO C

El Señor es compasivo y misericordioso

Lento a la ira y rico en clemencia

Como se levanta el cielo sobre la tierra

Se levanta su bondad sobre sus fieles. (Salmo 102)

Nuestro Dios no está condicionado por el espacio ni por el tiempo, porque

suyo es el tiempo y la eternidad.

¿Cuántas oportunidades nos da Dios? ¿Cuántos plazos nos aplaza?

Nuestra cultura está marcada por el espacio y por el tiempo. Poco tiempo

para muchas cosas, poca paciencia y poca espera. Queremos ver los

resultados de nuestro trabajo, valoramos y medimos según los

rendimientos y así etiquetamos la utilidad de las cosas, incluso de las

personas.

La palabra de Dios nos da una gran lección en este tercer domingo de

Cuaresma:

Existir y Ser para así poder estar y actuar. Dios se define como Yo-soy.

Dios es el que existe, el que vive, el que es. Por eso está siempre presente.

Pasan las generaciones, los pueblos, pero Dios permanece presente y

atento: “soy el Dios de Abraham, Isaac, Jacob” y ahora el Dios de Moisés.

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Porque es y vive intensamente es capaz de “ver” “oír” “fijarse” “bajar”

“liberar”. La acción es una consecuencia del ser.

En consecuencia, nosotros, si queremos actuar como cristianos,

tendremos primero que ser cristianos. El ser nos lo da Dios, no es mérito

nuestro. Por el bautismo nos hizo renacer a una vida nueva, la de los hijos

de Dios, una vida nueva y eterna. En la medida que amemos a Dios, que lo

tengamos presente, que nos unamos íntimamente a El, estaremos

enriqueciendo y engrandeciendo nuestros ser. Este será el camino para

hacer las obras de Cristo, para también nosotros, ver, oír, fijarnos, liberar.

Dios no está lejos de la realidad del mundo, de sus dolores, fatigas y

gemidos. Es compasivo y le duelen las injusticias que hacen sufrir a las

personas. Dios actúa a través de personas que se dejan llamar y encontrar

como hizo con Moisés. Elegido, llamado y enviado en el nombre de Dios.

Dios sigue estando presente hoy entre nosotros. Sigue siendo el que es, el

que está, el que existe y el que actúa. Y lo tiene que hacer a través de su

Iglesia, de cada uno de los bautizados, a través de ti y de mí.

La pregunta que nos podemos hacer es si nosotros estamos dispuestos a

dar esos frutos. Somos esa higuera en la viña del Señor de la que se

esperan abundantes frutos porque tiene todos los medios posibles: la

Palabra de Dios, los sacramentos, la oración, la vida en comunidad, la

gracia del Espíritu.

¿Qué más puede hacer el labrador por la higuera? Una cosa puede hacer,

tener paciencia, dar un poco más de tiempo, dar otra oportunidad. Así,

cada cuaresma, cada semana santa, cada pascua, cada Eucaristía, cada

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Confesión, cada año que pasa es ese “tiempo de paciencia, de calma, de

oportunidades” por no cortarla de raíz si no da fruto.

Por eso podemos decir en este día con el salmista:

“Bendice alma mía al Señor y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice alma mía al Señor y no olvides sus beneficios”

Confiar en esa misericordia de Dios, en las oportunidades que nos da, en

la calma y paciencia de su amor no nos puede llevar a la actitud infantil de

la irresponsabilidad porque San Pablo nos ha advertido en su carta a los

Corintios:

“El que se cree seguro, cuidado, no caiga”

Incluso el mismo Cristo en el evangelio de San Lucas:

“si no os convertís, todos pereceréis lo mismo”

Ahí está la tensión del cristiano y de la Iglesia. La vigilancia responsable,

una vida que se corresponda con la fe, que no se quede sólo en mera

apariencia, en lo externo, en lo maravilloso. Una fe activa que de los frutos

del evangelio aun cuando siempre estemos necesitados de conversión, de

los medios de santificación, de la ayuda de los demás.

Pidamos en esta tercera semana de cuaresma esa correspondencia entre

nuestro ser y actuar. Pidamos el crecimiento interior alimentándonos de

los nutrientes de Cristo. Pidamos que la Iglesia sea un signo de liberación,

especialmente de los que sufren, padecen, están amenazados de muerte,

la voz de tantos hombres y mujeres que no tienen voz en este mundo.

Que la Madre de Dios y Madre de la Iglesia, modelo de todas las virtudes y

gracias interceda por nosotros. Que así sea.