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Ignacio de Loyola, seglares y jesuitas“Perfección en cualquier estado o vida” (Ejercicios Espirituales, n. 135)

Josep Rambla, sj.

1. EL LAICO EN LA IGLESIA: AFIRMACIÓN Y RUPTURA DE LA VIDA SECULAR“DESDE DENTRO”

1.1. La redención en el corazón del mundo ............................................................1.2. La Iglesia de un Dios “mundano” ....................................................................1.3. Dos voces con distintas variaciones .................................................................1.4. ¿Qué es, pues, un laico? ....................................................................................1.5. Una espiritualidad laical: demandas del momento .........................................

2. IGNACIO SEGLAR, IGNACIO Y LOS SEGLARES

1. Ignacio y los seglares: Ejercicios y Constituciones 1.1. Ejercicios Espirituales .......................................................................1.2. Constituciones de la Compañía de Jesús ........................................1.3. Tres constataciones ...........................................................................

2. Ignacio y los seglares: la correspondencia 2.1. La vida personal del seglar: vida “en mucho servicioy alabanza suya” ........................................................................................2.2. Fin de la vida seglar: “Ayudar a otros para gloria de Dios” ...........2.3. Las mediaciones del servicio: “Mucho servicio suyoy bien universal” ......................................................................................2.4. Criterios evangélicos: “lo único necesario” .....................................2.5. La vida del seglar, encuentro con Dios ............................................

3. Conclusiones .........................................................................................................

3. SEGLARES Y JESUITAS

3.1. No partimos de cero... .......................................................................................3.2. De lo jesuítico a lo ignaciano, de la red al cuerpo ..........................................3.3. “Según que parecerá conveniente para la gloria de Dios

y el bien común” .....................................................................................3.4. Conclusión: lucidez y osadía ............................................................................

NOTAS .................................................................................................................................. 29

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Impreso en papel y cartulina ecológicos • Edita CRISTIANISME I JUSTÍCIA • R. deLlúria, 13 - 08010 Barcelona • tel: 93 317 23 38 • fax: 93 317 10 94 • [email protected] • Imprime: Estilo Estugraf Impresores S.L. • ISBN: 84-9730-151-X •Depósito Legal: M-46135-2006 • Diciembre 2006La Fundación Lluís Espinal le comunica que sus datos proceden de nuestro archivo histórico pertene-ciente a nuestro fichero de nombre BDGACIJ inscrito con el código 2061280639. Para ejercitar los dere-chos de acceso, rectificación, cancelación y oposición pueden dirigirse a la calle Roger de Llúria, 13 deBarcelona

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El presente estudio tiene su origen en tres artículos, publicadosen las revistas Sal Terrae y Manresa1. Dado el interés y la unidaddel tema, ha parecido útil recopilarlos en esta publicación, para lacual han sido algo reelaborados y adaptados reduciendo notable-mente su extensión. Como la perspectiva ignaciana domina todaslas páginas que tienen al laicado como tema central y los jesuitasaparecen en su relación y colaboración con los laicos, se explicafácilmente el título: “Ignacio de Loyola, seglares y jesuitas”.

No creo que este cuaderno requiera ninguna presentación, pero síen cambio una justificación. Como ya indiqué en su día al escribir elartículo que aquí se publica en primer lugar, sólo me aventuré aescribir sobre la espiritualidad del laico por estas razones: la prime-ra, por la demanda del buen amigo, director de la revista, que teníasus buenos motivos para recurrir a mi colaboración; en segundolugar, porque pensaba que mi escrito podría ser una forma decorresponder a lo mucho recibido de los seglares aportando misreflexiones personales; en tercer lugar, porque al escribir sobre untema tan de actualidad podía provocar un diálogo fecundo.

Este inicio de diálogo es lo que ahora me mueve de modo especiala relanzar unos escritos anteriores. Espero que se produzca undiálogo no sólo sobre los seglares desde los seglares, sino quetambién desearía que éstos se animasen a aportar su experienciay reflexión sobre la vida y acción de los jesuitas. De este modoharíamos honor al título de “Ayudar” con que se identifica estacolección de EIDES. Y el debate sincero dentro de la comunidadcristiana es una ayuda y colaboración necesaria… y muy ignacia-na.

Ya desde ahora, agradezco, pues, toda aportación a este intercam-bio amistoso, necesario y enriquecedor.

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1.1. La redención en el corazóndel mundo2

Desde que el Verbo “plantó su tien-da entre nosotros”, toda la creación haquedado bañada en el amor de Dios, quese desborda plenamente en laResurrección. Jesucristo es ya el sí ro-tundo y definitivo de Dios al mundo y ala historia, por muy limitados y preca-

rios que éstos sean. La redención impli-ca, pues, lo mundano, todo lo creado,como uno de sus componentes, de mo-do que la redención, aunque no puedereducirse al desarrollo del mundo, es yainseparable de él. La acción de Dios, in-terior al mismo mundo, anima y trans-forma el mundo y la historia desde den-tro, conduciéndolo todo, incluso larealidad material, hacia la perfecta libe-

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1. EL LAICO EN LA IGLESIA:AFIRMACIÓN Y RUPTURA DE LA VIDA SECULAR "DESDE DENTRO"

La vida eclesial es polifónica. La presentación que de ella nos hacePablo en la Primera Carta a los cristianos de Corinto (capítulo 12) es lade una comunidad en la que una gran variedad de dones compone unasola obra. ¿Cuál es el lugar del laico en esta "composición" eclesial?¿Qué es, de hecho, un laico y cuál es su espiritualidad?

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ración (cf. Rm 8,18-25), porque todotiene ya su plena consistencia en Cristo,“primogénito de toda la creación” (Col1,15-20). Consecuentemente, el mundoy las realidades materiales tienen “ca-rácter medial”3.

Toda una antigua tradición teológicaque arranca de Tomás de Aquino y queha sido recuperada en tiempos recientes(Teilhard de Chardin, Chenu, Congar,Rahner, Metz, por ejemplo) corroboraesta manera de pensar. Posteriormente,la teología de la liberación y todas lascorrientes de pensamiento afines handestacado con fuerza cómo no hay doshistorias, una profana y otra de salva-ción, sino que la historia de salvaciónacontece en la historia de la humanidad.Con todo, queda dicho implícitamenteque la mundanización es obra divina.Dios, de algún modo, se mundaniza, yaque es él mismo quien, sin disolverse enel mundo, se abaja hasta el mundo, des-ciende por iniciativa propia, para ele-varlo e incorporarlo al misterio deCristo. De este modo, comunica unadensidad y un dinamismo divinos almundo, haciéndolo más mundo (es de-cir, sin desnaturalizar lo natural).

1.2. La Iglesia de un Dios“mundano”

De acuerdo con todo lo que precede,podemos afirmar que la Iglesia “tieneuna auténtica dimensión secular inhe-rente a su íntima naturaleza y a su mi-sión que hunde sus raíces en el misteriodel Verbo encarnado”4. Aunque su mi-sión se orienta hacia el punto culminan-te de la historia, cuando Dios lo será“Todo en todo” (1 Cor 15,2), dicha mi-

sión abarca también la transformacióndel mundo, del orden temporal. Y, auncuando el cristianismo como tal debehacerse visible en la sociedad y en elmundo, su presencia no se reduce a es-tos espacios o tiempos de visibilidad, si-no que debe seguir operante cuando ce-san las manifestaciones exteriores de lavida y acción de los cristianos y de laIglesia. Porque la realidad cristiana pro-piamente tal, como realidad que tiene enDios su origen y su término, también de-be desarrollarse en la vida secular y pro-fana. Afirmación activa del mundo y re-conocimiento creyente se dan la manoen toda existencia cristiana auténtica.

1.3. Dos voces con distintasvariaciones

Con todo, en la polifonía de caris-mas presentes en la Iglesia se da una po-larización no exclusiva alrededor de ca-da uno de estos dos extremos:afirmación del mundo y reconocimien-to creyente. La vida de unas cristianas ocristianos entregados en cuerpo y almaa la política, ejercicio serio de la profe-sión médica o de la cátedra universita-ria, al trabajo mecánico en una fábrica oa una actividad sindical, a la paternidado a la maternidad, es una existencia ar-ticulada alrededor de la afirmación delmundo, de lo secular. En cambio, la vi-da de personas consagradas a la oracióno unidas en estrecha vida comunitaria,o entregadas al apostolado en pobreza,castidad y obediencia, es una existenciamás polarizada, mediante un cierto dis-tanciamiento de lo mundano, alrededordel reconocimiento creyente de la irrup-ción gratuita de Dios en nuestro mun-

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do. La diferencia es debida fundamen-talmente al carácter limitado de la vidahumana: la misma y única vida de fe, alinclinarse hacia una forma de realiza-ción más secular, no puede realizar unestilo de vida más centrado en actos queexpresen visiblemente la acción gratui-tamente decisiva de Dios en el mundo,y viceversa. No se trata de dos tipos devida excluyentes.

1.4. ¿Qué es pues, un laico?En lo que precede, aparece cómo la

vida laical es la vida cristiana estruc-turada alrededor de la realidad secular.La vocación del laico “afecta precisa-mente a su situación intramundana”5.La vida consagrada tiene su polo es-tructurador en los elementos evangéli-cos más religiosos (oración, comuni-dad de vida y de bienes, disponibilidadplena para el servicio del evangelio,etc.), posibilitado por la renuncia a de-terminadas formas de vivir lo econó-mico (pobreza), la sexualidad y la afec-tividad (castidad) y la libertad personal(obediencia). Lo que caracteriza la vi-da laical es, pues, la condición secular.“El carácter secular es propio y pecu-liar de los laicos”6. Esta condición se-cular, iluminada y animada por la fe,debería presentar estos rasgos, entreotros:

a) Afirmación de la vida secular.Obviamente, es el primer rasgo distinti-vo. “El mundo se convierte en el ámbi-to y el medio de la vocación cristiana delos laicos”7. El mundo, es decir, el lugarque no es exclusivo de la Iglesia, aunquetampoco le es ajeno. Una cristiana o un

cristiano laicos centran su vida en reali-dades como el matrimonio y la familia,la profesión, la acción social o política,la cultura o la investigación científica,etc. Y en esta condición secular tienen amenudo un papel primordial la vida se-xual, el placer y el goce de la vida. Ahorabien, un laico, y sólo él, puede expresar,a través de lo que es y sin prácticas so-breañadidas, algo de la originalidadevangélica: un inequívoco sí a este mun-do, a lo terreno y temporal, al cuerpo ya la vida. “El ser y el actuar en el mun-do son para los fieles laicos no sólo unarealidad antropológica y sociológica, si-no también, y específicamente, una rea-lidad teológica y eclesial”8.

b) Ruptura “desde dentro”. Dios haafirmado nuestro mundo, pero éste notiene un proceso rectilíneo hacia la ple-nitud. El mundo nuevo y definitivo, elReino de Dios, hemos de “buscarlo” y“batallarlo” con amor y entrega perse-verantes, a la vez que hemos de esperar“que venga” como don de Dios. De ahíque la mundanidad de la vida laical–afirmación del sí de Dios al mundo–no pueda confundirse con lo que seríaun error: fundar el éxito de nuestra his-toria pura y simplemente en el esfuerzohumano, quizá prometeico.

Los laicos contribuyen a superar es-te error mediante alguna forma de rup-tura “desde dentro”9, expresión de lacualidad profética de la que están in-vestidos por el bautismo; es decir, sinalejarse de la realidad secular y siendofieles al dinamismo propio de las reali-dades seculares (economía, cultura, se-xualidad, sociedad...). Esto implicasiempre una entrega a fondo, pero “a

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contracorriente” de los pseudovaloresimperantes (aspecto negativo) y en co-herencia con los valores que la novedaddel evangelio proyecta sobre la realidadhumana (aspecto positivo). Así, porejemplo, la vida laical exige no claudi-car cuando en un tipo de sociedad se im-pone la ecuación “abundancia de dine-ro = valor personal”, cuando seconsidera al débil como a un enfermo,cuando el individualismo y la insolida-ridad se convierten en ideal de vida, etc.Al mismo tiempo, la ruptura “desdedentro” se ha de vivir en la fidelidad auna serie de formas de entender la vidaen el mundo que, de modo muy rele-vante, dimanan del evangelio: conside-rar a los pobres como horizonte deter-minante de todas las opciones(económicas, laborales, sociopolíticas,eclesiales...); amar a los enemigos; nosucumbir a la “idolatría” del dinero;desarrollar actitudes como la gratuidad,la solidaridad eficaz y la humilde con-fianza cuando parece que se hunden laspromesas que el mundo ofrece; alimen-tar la experiencia evangélica del Dios“con nosotros” “en todas las cosas”; etc.No es suficiente para un cristiano la hi-pótesis de la fidelidad a un mundo “quí-micamente” puro con el suplemento dedeterminados actos “religiosos” o ecle-siales. El cristiano ha de ser, a la vez,“mundano y supramundano” (Clementede Alejandría).

c) Una manera de vivir “lo otro”.En esta positiva ruptura “desde dentro”,el laico deberá encontrar su estilo pro-pio. Pero, además, su vida cristiana, enlo que es más característico o inclusoespecíficamente cristiano (“lo otro”),tendrá también su originalidad. La vida

eclesial de un laico no comporta nece-sariamente que éste deba prestar cola-boración en instituciones eclesiales (pa-rroquias, asociaciones, organismos,etc.), ni que su vida de oración haya demodelarse según las prácticas corrientesen el clero o en los monasterios, ni quesu apostolado deba ser la catequesis o laparticipación activa en algún movi-miento apostólico... Sin excluir, desdeluego, que la vida y acción laicales pue-dan configurarse según alguno de estosmodos, lo cierto es que implica la bús-queda creativa de estilos y ritmos de vi-da cristiana que dimanen con cierta con-naturalidad de la vida secular de cadauno y nutran esta vida secular como tal.Así, la ruptura laical de un cierto mono-litismo dominante en la Iglesia se con-vierte en un bello enriquecimiento de laespiritualidad y la vida cristianas.

1.5. Una espiritualidad laical:demandas del momento

a) Una vida simplemente cristiana.La espiritualidad de un laico es, simple-mente, la espiritualidad cristiana: segui-miento de Jesús y, por tanto, participa-ción en su novedad de vida, que pasainevitablemente por la cruz; vida deamor entregado en la fe y en la espe-ranza; vida –toda ella, y no sólo la inte-rioridad– según el Espíritu. De este mo-do, “todas sus obras, oraciones einiciativas apostólicas, su vida conyugaly su trabajo cotidiano, su reposo espiri-tual y corporal, si son hechos en elEspíritu, e incluso las mismas pruebasde la vida, si se sobrellevan paciente-mente”10, se transforman en vida espiri-tual. De un laico debe esperarse todo lo

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que debe esperarse de un verdaderocristiano: oración, subversión de falsosvalores vigentes en la sociedad, fideli-dad a los criterios evangélicos de la vi-da, amor prioritario y práctico a los po-bres, solidaridad, sentido de Iglesia(comunión, comunicación, vida sacra-mental...), sin especiales atributos.“Reconoce cristiano tu dignidad”(SanLeón Magno).

b) Exorcizar el poder. El poder es,en sí mismo, algo indiferente. Su bon-dad o malicia depende en gran parte desu origen o de su uso. Y, ciertamente, nohay forma de intervenir en la política oen la economía, por ejemplo, sin algunacota de poder. ¿Cómo hacerse presen-tes, de modo realmente eficaz, sin darrazón a los voceros de “el poder co-rrompe”? No ceder a la aparente fatali-dad de “el recurso a la deslealtad y a lamentira, el despilfarro de la haciendapública para que redunde en provechode unos pocos y con intención de crearuna masa de gente dependiente, el usode medios equívocos o ilícitos para con-quistar, mantener y aumentar el poder acualquier precio”11. Y, en cambio, orde-nar de verdad la política hacia el biencomún (y no hacia intereses de grupo),hacia el cambio social (y no hacia laconsolidación del desorden establecidoo hacia la perversión del bien).

c) Iluminar el campo de la sexuali-dad y la vida matrimonial. Debido a fac-tores culturales y religiosos patentes yde sobra conocidos, el campo de la se-xualidad y, consecuentemente, el de lavida matrimonial y familiar no estánexentos de malentendidos y confusión.Se hallan necesitados de una reflexión y

clarificación profundas, serenas y va-lientes. Si algún cristiano ha de ser ex-perto en sexualidad y en matrimonio, hade ser, evidentemente, el laico. No espoco lo ya realizado en este campo, aun-que todavía sea insuficiente. Invitar allaico a aportar su experiencia y su re-flexión en este terreno, no sólo es valo-rar su capacidad, sino introducirle en uncamino lleno de obstáculos y fuente desinsabores. Sin embargo, es necesarioeste intento, nuevo respecto de lo reali-zado hasta el presente. La vida, unida ala seria reflexión, ha de abrir nuevas po-sibilidades a una experiencia verdade-ramente espiritual, que no ha de alejarel cuerpo de la acción plenificante delEspíritu del Señor. “El cuerpo, para elSeñor, y el Señor para el cuerpo” (1 Cor6,13). Además, el feminismo, aunqueno sea sólo un movimiento de talantelaical, es uno de los frentes de donde seespera especial aportación de los laicos.La experiencia de fe de las mujeres estodavía una riqueza ignorada por unos yexcluida por otros.

En todo este capítulo de la sexuali-dad y el matrimonio debe destacarse ladimensión espiritual. Mas allá de repre-siones o permisividades, ¿cómo ir tras-ladando la vida sexual desde el campoexclusivo de la moral (el bien y el mal)a la experiencia saciante del Espíritu?

d) Evangelizar el placer. El tema delplacer se halla en íntima relación con elde la sexualidad. Con excesiva facilidadse afirma que Jesús ha resucitado y queel cristianismo es afirmación de vida.Los hechos, sin embargo, parecen másbien dar razón a los reproches nietzs-cheanos lanzados contra el cristianismo.En verdad, hay que recuperar el placer

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para el evangelio, es decir, para el tipode existencia que se inspira en la vida yla palabra de Jesús de Nazaret. Jesús,que cargó con la cruz, también fue hom-bre de bodas y de banquetes, de amistadamplia y cordial y de trabajo corriente ysencillo, de trato humano y amable...12

Están en total consonancia con el es-tilo de Jesús estas palabras de JaumeBofill: “Una actitud que rechazase porprincipio la alegría del abrazo, o del co-mer y del beber, o de cualquier 'obse-quio' material, no en la liberalidad delsacrificio, sino en la indiferencia del'tanto da.... ' no resultaría redimida porel pretendido espiritualismo que habríaquerido exhibir más que practicar... Lafrigidez no es la castidad, la acidez de la'insensibilidad' no es la austeridad, ni la'apatheia' es la 'indiferencia' cristiana;más bien son vicios opuestos a estas vir-tudes”13.

e) Des-centrar la Iglesia. El eclesio-centrismo es una amenaza constante pa-ra los cristianos (y no sólo para clérigos,religiosas y religiosos). “Los fieles, ymás precisamente los laicos, se encuen-tran en la línea más avanzada de la vidade la Iglesia; por ellos la Iglesia es elprincipio vital de la sociedad humana”(Pio XII).Quizá aquí se le impongan allaico los esfuerzos más tenaces. Porque,sin desentenderse de la vida intraecle-sial y sin romper la comunión eclesial,se moverá a menudo contra la corrientede las inercias y de los intereses y pre-ocupaciones eclesiásticos. Es de esperarque el testimonio de laicos y laicas, si-tuados en las fronteras de nuestra socie-dad, recuerde a quienes se hallan másvinculados a tareas o servicios intrae-clesiales que la Iglesia es para el mun-

do. Una vida cristiana plenamente laicalpuede ser el antídoto contra todo tipo defanatismo eclesial.

f) Desclericalización. “Los laicosson Iglesia”, se ha venido repitiendohasta la saciedad. Con todo, la Iglesia nocircula todavía en esta dirección de mo-do decidido. Sin duda que el laico se-guirá prestando servicios estrictamenteeclesiales indispensables (catequesis, li-turgia, equipos parroquiales, etc.). Aquí,sin embargo, deberá imprimir el sello dela laicidad –masculina o femenina– nosólo aportando un estilo de hacer las co-sas (el propio de la persona no-clerical),sino también asumiendo responsabili-dades no subordinadas a clérigos. A es-te respecto son iluminadoras estas pala-bras de la Christifideles laici sobre unade las tentaciones a las que los laicos“no siempre han sabido sustraerse”: “re-servar un interés tan marcado por losservicios y tareas eclesiales, que fre-cuentemente se ha llegado a una prácti-ca dejación de sus responsabilidades es-pecíficas en el mundo profesional,social, económico, cultural y político”14.

Cualquier forma de vida cristiana,también la del clero, religiosas y reli-giosos, ha de ser verdaderamente hu-mana y “mundana”, en el sentido de laprimera parte de este artículo. Con todo,si la Iglesia ha de sobresalir en humani-dad –“experta en humanidad” la llamóPablo VI–, no puede negarse que engran parte se deberá al peso que en ellatendrán los laicos. Ellos serán dentro dela Iglesia (quizá también en medio dedeterminados despertares “religiosos”)el correctivo constante de quienes “cre-en que aman a Dios porque no aman anadie” (Léon Bloy).

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Si de la vida de Ignacio, antes delsacerdocio y la fundación de laCompañía de Jesús, pasamos a losEjercicios y las Constituciones, nos ha-llamos con unas orientaciones y unadoctrina que ilumina más su concep-ción de la vida laical.

1.1. Ejercicios espiritualesEn la visión existencial, propia de

los planteamientos de Ignacio, no entrala cuestión de si un estado de vida cris-tiana es más perfecto que otro, aunquela terminología empleada por el santonos pudiera llevar a pensar lo contrario.

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2. IGNACIO SEGLAR, IGNACIO Y LOS SEGLARES

Ignacio seglar: A lo largo de los años siguientes a la conversión yantes de la ordenación sacerdotal, Ignacio nos ofrece la imagen de unavida laical cristiana señalada por la radicalidad de su compromiso, desu experiencia de fe y de la pasión apostólica. Juntamente con ello, semuestra también como líder laico en dos aspectos: primero, mueve aotros al apostolado, mediante la pastoral propiamente dicha y tambiénmediante la acción estructural en las instituciones cívicas; en segundolugar, destaca como captador de seguidores de un proyecto apostólico,a los que aglutina en comunidad. Sin embargo, la condición laical deIgnacio es transitoria, ya que poco a poco y, desde luego ya en los tiem-pos de París, se orienta hacia el sacerdocio. Es más, en Ignacio noaparece la dimensión secular especificadora de la vocación laical, aun-que será siempre promotor de un laicado cristiano seriamente compro-metido en la tarea temporal.

1. IGNACIO Y LOS SEGLARES: EJERCICIOS Y CONSTITUCIONES

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Empieza el preámbulo a la elección afir-mando que los dos estados de vida cris-tiana son “en custodia de los manda-mientos” y “de perfecciónevangélica”15. Pero enseguida puedeverse que lo verdaderamente importan-te es “cómo nos debemos disponer pa-ra venir en perfección en cualquier es-tado o vida que Dios nuestro Señor nosdiere para elegir”16. Si en un directorioIgnacio dice que se han de tener másmotivos para determinarse por la vidaseglar que por la vida de “consejos”(“perfección evangélica”) es porque sesitúa en el plan de los medios en sí mis-mos, no de los principios, y supone queen la vida de consejos se ofrecen másmedios para conseguir el objetivo de lallamada a la perfección17. Pero comosiempre queda por resolver la cuestiónexistencial de qué medios son mejorespara el ejercitante concreto: “comenza-remos, juntamente contemplando su vi-da, a investigar y a demandar en qué vi-da o estado de nosotros se quiere servirsu divina majestad”18.

De acuerdo con esta concepción deque toda vida cristiana supone una vo-cación a la perfección evangélica,Ignacio propondrá los parámetros de di-cha perfección, también para el estadoseglar. Este género de vida deberá ele-girse o no en la medida que conduzca adicha perfección: “Porque primero he-mos de poner por obyecto querer servira Dios, que es el fin, y secundario tomarbeneficios o casarme, si más me con-viene, que es el medio para el fin”19.

Las coordenadas de perfecciónevangélica se hallan en la vida de Cristonuestro Señor y por esto el ejercitante hade contemplarla continuamente. Pero,

para conocer mejor esta “vida verdade-ra”20, Ignacio ofrece la meditación deDos Banderas que ayudará a captar encontraste “la intención de Cristo nuestroSeñor” y “la del enemigo de natura hu-mana”21. Este ejercicio de DosBanderas quedará reforzado con la me-ditación de Tres Binarios de hombres yla consideración de Tres maneras de hu-mildad. En este marco de fidelidadevangélica radical se sitúa la posibleelección del estado de vida seglar delejercitante, buscando “sólo el servicio yalabanza de Dios nuestro Señor y saludeterna de mi ánima”22.

Quizá, pues, en los Ejercicios, el as-pecto más significativo de la alta cali-dad cristiana a la que está llamado el lai-co es el hecho de que, a no ser cuandolo pide la descripción de la elección que,por hipótesis, ha de proponer al ejerci-tante los distintos modos de vida cris-tiana, sólo se habla en ellos de vida cris-tiana y de seguimiento de Jesús, “encualquier vida o estado”. Es decir, la vi-da del seglar es una “vida o estado”donde se puede realizar plenamente elideal de toda vida cristiana, evangélica,que es el seguimiento de Cristo.

1.2. Constituciones de laCompañía de Jesús

La parte VII de las Constitucionesnos habla de la “misión” o “De lo quetoca a los ya admitidos en el cuerpo dela Compañía para con los próximos...”.Siempre con su realismo característico,Ignacio piensa que no debe olvidarse elestado espiritual en que se hallan lasdistintas personas, no ofreciendo ni es-perando nada superior a lo que se pre-

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vé puedan dar de sí. Por esto consideraque puede haber laicos (también no lai-cos, obviamente) que se hallen en “mi-seria y enfermedad” con “peligro de suentera condenación”23. O que tengan“buena voluntad”24, con los cuales pue-den usarse medios de apostolado senci-llos. También habrá cristianos que es-tén en actitud de búsqueda “de cosas desu mayor perfección” o “menor”25. Esterealismo, que ayuda a evitar que elapostolado se pierda en un mundo ilu-soriamente idílico, no reduce la vida delos cristianos a un nivel de exigenciasmínimas, sino que deja entrever la bús-queda de la “perfección” como una ver-dadera posibilidad. En los Ejercicioshemos visto cómo Ignacio presenta es-ta posibilidad, que es la respuesta a unallamada universal al seguimiento plenode Jesús.

Sin embargo, parece que Ignaciovalora especialmente al seglar cuya vi-da cristiana generosa puede redundaren particular provecho de otros mu-chos. En las opciones apostólicas de laCompañía, para acertar en la dedica-ción a determinados lugares o perso-nas, es importante este criterio: “aque-llas personas y lugares, que, siendoaprovechados, son causa que se ex-tienda el bien a muchos otros que si-guen su autoridad o se gobiernan porellos, deben ser preferidos”26. Entre es-tas personas, cuya vida cristiana pue-de repercutir en bien de muchos, se ci-tan: Príncipes, Señores, Magistrados,administradores de justicia, personasseñaladas en letras y autoridad. No secitan en cambio (obviamente por otrolado, en un tiempo en el que no se da-ba todavía el apostolado seglar) perso-

nas o actividades estrictamente apos-tólicas.

En la línea de esta orientación ig-naciana, puede leerse lo que se dice apropósito de la práctica de dar losEjercicios que, “enteramente no se hande dar sino a pocos, y tales que de suaprovechamiento se espere notable fru-to a gloria de Dios”27. La limitación serefiere a la necesidad de una buena dis-tribución del tiempo y recursos apos-tólicos, no empleándolos si no es conuna cierta garantía de aprovechamien-to personal y esto no se da sino sólo en“pocos”28. Pero, junto a este “aprove-chamiento” espiritual, ha de esperarsetambién “notable fruto a gloria deDios”, es decir, provecho de otros.

1.3. Tres constatacionesDel análisis realizado en los Ejerci-

cios Espirituales y en las Constitucionesde la Compañía de Jesús. puede inferir-se lo siguiente:

– En primer lugar, Ignacio concibela vocación al estado laical como unamanera de realizar la llamada común detodos a la “perfección evangélica”.

– En segundo lugar, los distintos gra-dos de respuesta a esta llamada evangé-lica no corresponden a distintos estadosde vida (laical y religiosa o de consejos),sino a las distintas respuestas personalesque se dan en cualquier vida y estado.

– Finalmente, el ideal del cristiano,también del laico, es no sólo aspirar a ungrado de elevado de perfección evangé-lica personal, sino también vivir la res-ponsabilidad evangélica de ayudar a losdemás.

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Cuando uno se acerca al inmensoepistolario de Ignacio para profundizaren su concepción de lo seglar, se en-cuentra ante un amplísimo panorama.Personas variadísimas: mujeres y hom-bres, gente sencilla, nobles, ricos, mo-narcas, diplomáticos, políticos, amigasy amigos, familiares, bienhechores, di-rigidos espirituales, etc. Situacionesmuy diversas: decisiones políticas, con-flictos entre naciones, asuntos y proble-mas familiares, cuestiones de vida inte-rior, dolor por la pérdida de seresqueridos, etc. Aspectos distintos de vidacristiana: vida sacramental, oración ypenitencia, apostolado, beneficencia,vocación religiosa de los hijos, uso delos bienes, reforma de la Iglesia, etc.

2.1. La vida personal del seglar:vida “en mucho servicio yalabanza suya”

Ignacio piensa sin lugar a la menorduda que Dios llama a todos a la per-fección de la vida cristiana y derrama li-beralmente sus dones a quien quiere, sindistinción de estados. Así, refiriéndoseal rey de Portugal, Juan III, pondera:“las muchas gracias espirituales queDios nuestro Criador y Señor le ha que-rido comunicar, queriéndole en todo al-zar a su mayor servicio y alabanza...”.

También la vida del seglar es una pe-regrinación hacia la patria definitiva.Para llegar a ella, es decir, alcanzar el“último fin”, Dios ha dado al seglar “eluso y servicio de todas las criaturas”.

Así, “cada uno en su estado a que Diosle llamare” ha de “emplearse en muchoservicio y alabanza suya, caminandomuy derechamente al último y bien-aventurado fin que les tiene aparejado”.De modo que san Ignacio, con ocasiónde la muerte de una de las mujeres quemás íntimamente caló en su corazón,puede afirmar: “no dejándonos dudar suvida y obras que el remunerador dellasliberalísimo y clementísimo la haya co-locado entre sus muy escogidos y bien-aventurados santos”.

Un laico que aspira a una vida cris-tiana seria deberá llevar una vida perso-nal con un nivel de exigencia elevado.Ignacio se extiende a veces precisandolas pautas de este estilo de vida. Algunosde los rasgos más repetidos por el san-to son:

– Las buenas costumbres unidas a labuena doctrina, que son ejemplo y estí-mulo para la familia o personas cerca-nas.

– Una vida sacramental intensa, quepuede consistir en la misa diaria, la con-fesión mensual o confesión y comuniónlo más frecuentes posible.

– La oración diaria y la práctica delos Ejercicios Espirituales.

– Ayudar a las personas necesitadas(pobres, huérfanos, etc.) y, en general,la distribución habitual de limosnas.

– Prácticas piadosas como la lecturade libros edificantes o la asistencia a ser-mones y hacer obras pías.

– La amistad con personas que ha-blan y obran a gloria de Dios.

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2. IGNACIO Y LOS SEGLARES: LA CORRESPONDENCIA

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Valga como resumen de lo dicho es-te fragmento de una carta que el secre-tario de Ignacio, Polanco, escribió porcomisión del mismo santo al Sr. AntonioEnríquez del séquito de Carlos V:

“Como tan de veras soy servidor deVuestra merced, no puedo dejar de leacordar la frecuentación de los santossacramentos, la lección de algunos li-bros píos, la oración con el recogimien-to que podrá, tomando para sí cada díaalgún tiempo [...]. También el conversarcon buenas y espirituales personas mu-cho ayudará a Vuestra merced, y el con-tinuar y aumentar su buena usanza dehacer limosnas, que es universal mediopara alcanzar todo bien del que es fuen-te indeficientísima, de donde todo ha demanar”.

2.2. Fin de la vida seglar: “Ayudara otros para gloria de Dios”

En una instrucción para los jesuitasenviados a ministerios, aconseja que,aparte de atender a las personas “dequienes mayor fruto se espera”, se de-diquen a “otras idóneas para ser apósto-les, y generalmente, aquellas que sien-do ayudadas, podrán luego ayudar aotros para gloria de Dios”.

Porque, aparte de ponderar el bienque produce una vida cristiana verdade-ramente evangélica, Ignacio tiene enperspectiva el carácter expresamenteapostólico al cual muchos están llama-dos. Entre éstos cuenta no sólo los sa-cerdotes y religiosos, sino también losseglares. Es más, en sintonía con el ca-risma suyo personal de “ayudar a las áni-mas”, valora particularmente esta posi-bilidad de la vocación cristiana seglar.

Ahora bien, esta actividad apostólicapuede realizarse de manera directa e in-dividual o mediante la colaboración enalguna institución apostólica.

– Apostolado directo e individual:educación de la juventud y pastoral,apostolado en el medio social propio,iniciativas apostólicas laicales sirvién-dose del ministerio de sacerdotes.

– Colaboración con el apostoladoinstitucional: ayuda material a la for-mación en colegios y seminarios, a hos-pitales y conventos e iglesias, promo-ción de distintas “obras pías” apoyo dela autoridad para la acción de laCompañía, colaboración en la reformade la Iglesia mediante la renovación demonasterios, clero, universidades, etc.

En resumen, Ignacio tiene la con-vicción de que el seglar llega a lugaresy alcanza resultados no asequibles al sa-cerdote o a los religiosos. De aquí el in-terés de atender especialmente a los se-glares que manifiestan capacidades ydisposiciones para ser verdaderos mul-tiplicadores de la actividad apostólicaeclesial. Por ejemplo, en las universida-des el jesuita puede ayudar a “los esco-lares de la Universidad”, con la pers-pectiva de que “no solamente en ellos sehará provecho, pero aun por ellos enotros muchos, por ser semejantes perso-nas idóneas para comunicar con otroslos que se recibieren a gloria de Dios”.

2.3. Las mediaciones del servicio:“Mucho servicio suyo y bienuniversal”

Todo conduce, en determinadas con-diciones, al servicio de Dios y el bienuniversal. De aquí que Ignacio, a un je-

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suita excesivamente polarizado en la de-dicación de largas horas a la oración lerecordaba: “Sería bien que mirase queno sólo se sirve Dios del hombre cuan-do ora [...]. Pero es así que de otras co-sas a tiempos se sirve más que de la ora-ción...”.

Una interminable serie de situacio-nes humanas que desfilan en el episto-lario ignaciano aparecen como lugar deverdadero progreso del Reino de Dios:el cuidado material y moral y la forma-ción humana de hijos o familiares; labuena organización y funcionamientode las universidades; el gobierno del es-tado; la importancia de “buenas cabe-zas” para el bien común, “porque delbien de la cabeza participan todos losmiembros del cuerpo”; el consejo real,los gobernadores y los jueces y, en ge-neral, dignidades seculares, “aun lasmás altas”; los bienes materiales entre-gados a “cosas pías, justas y santas”, etc.

Ignacio no sólo propone y exhorta avivir una vida secular de verdadera cali-dad cristiana, sino que a menudo hace in-dicaciones muy precisas sobre la mane-ra de organizar lo secular. Por ejemplo:cómo orientar la formación de un fami-liar, cómo proveer al matrimonio de loshijos, y también orienta sobre la situa-ción material y los estudios, el modo co-mo debería trabajar el rey para extirparla herejía y fomentar la vida católica, losmotivos que deberían mover a formaruna escuadra contra los turcos, etc.

2.4. Criterios evangélicos: “loúnico necesario”

Sin embargo, aunque la realidad se-cular puede ser integrada en la vida cris-

tiana, lo que importa es saber en quécondiciones algo puede ser mediacióndel evangelio.

En primer lugar, es obvio que la apli-cación del Principio y Fundamento delos Ejercicios es también presupuestofundamental de toda forma de existen-cia cristiana:

“A vos en especial conviene consi-derar que, si algún bien habéis, por nin-guno seáis cogido, por nada temporalposeído, dirigiendo todas las cosas paraservicio de quien las habéis. Porque delque no puede emplearse por entero enlo único que es necesario, propio es po-ner todo su ser en tener bien ordenadasaquellas muchas cosas varias en que seocupa y se ha ofrecido, etc.”.

Estas palabras están dirigidas a unclérigo, Pedro Contarini, el cual, comoclérigo, puede en principio distanciarsede aquellas realidades –”algún bien”, lo“temporal”– que son campo propio de lavocación seglar. Sin embargo, aún así, si“no puede emplearse por entero en loúnico necesario”, es capaz de dar calidadverdaderamente evangélica a su vida,“dirigiendo todas las cosas para serviciode quien las habéis”, teniéndolas así“bien ordenadas”. Por tanto, Ignacio,aunque aquí se dirige a un clérigo, sinembargo considera la actitud que todocristiano debe tener respecto de las co-sas seculares, que son el terreno propiode los seglares.

En estas orientaciones hallamos,pues, la norma básica de una vida secu-lar auténticamente cristiana, es decir, lade aquél que, por vocación divina, debeposeer “algún bien” o “muchas cosasvarias en que se ocupa” o ha de dedi-carse a lo “temporal”: no ser cogido por

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ningún bien y ordenar todas las cosas di-rigiéndolas al servicio de Dios. Los quelo ordenan todo al servicio de Dios, se-gún Ignacio declara unas pocas líneasantes, son los que “buscan primero elreino de Dios y su justicia”. De este mo-do, la vida cristiana seglar, ocupada entareas seculares distintas y entregada ala administración de bienes materiales,puede alcanzar una envidiable calidadde vida evangélica, una gran unidad devida, la de “aquellos que divididos noestán; digo aquellos que tienen fijos losojos en lo celestial”. Es decir, los quebuscan el Reino de Dios y su justicia,para ayudar a lo cual “las otras cosas so-bre la haz de la tierra son criadas”.

Esta es la doctrina que Ignacio trans-mitía repetidamente a personas muyatareadas en cosas temporales:

“Puede el peso del ánima (que es elamor) aliviarse, cuando aun en las cosasterrenas y bajas no se hace [uno] terre-no ni bajo, amándolas todas por DiosNuestro Señor, y cuanto son para mayorgloria y servicio suyo”.

Aquí se ve más claramente cómo elservicio de Dios, la búsqueda de suReino, no es otra cosa que el amor quelo integra y unifica todo. Esta forma deentender la vocación secular lleva a su-perar todos los embates de la pusilani-midad que ataca frecuentemente en for-ma de evasión espiritualista. Ignacio,consecuente con la teoría expuesta, lacombatirá decididamente. Así escribía aun jesuita que sentía reparos en servirsede determinados medios naturales parael servicio de Dios:

“Parece que quien no piensa sea bienservirse dellos [medios o industrias hu-manas o favores humanos] y expender,

entre otros, este talento que Dios da, re-putando como fermento o mixtión nobuena la de los tales medios con los su-periores de gracia, que no ha bien apren-dido a ordenar todas las cosas a la glo-ria divina y en todas y con todasaprovecharse para el último fin del ho-nor y gloria divina”.

Y la razón teológica de que se debanaprovechar para el servicio de Dios to-dos “los dones que el da, internos y ex-ternos, espirituales y corporales” es queEl es “auctor no solamente de la gracia,pero aun de la natura”. Lo que importa,al usar medios humanos, es que este em-pleo no suplante la primacía que Diostiene en la obra de su reino: “cuando enDios y su gracia se tiene el áncora firmede la esperanza”.

Esta orientación de todo lo temporalal servicio de Dios (Reino, cosas celes-tiales, etc.) es una tarea llena de esco-llos. Uno de ellos es la pérdida de liber-tad que lleva a convertir en ídolos lasrealidades que deberían ser integradasen el divino servicio. De aquí la adver-tencia continua de Ignacio: en las “co-sas terrenas” no hacerse “terreno ni ba-jo”; no ser “cogido” por ningún bien, ni“por nada temporal poseído”. Al Sr.Antonio Enríquez, le recuerda:

“Sin el camino de Bruselas quedaotro más luengo hasta la celestial patrianuestra; y siempre debemos acordarnosde ser peregrinos hasta llegar a ella, y nonos aficionar tanto a las hosterías y tie-rras por donde pasamos, que nos olvi-demos de adónde vamos, o perdamos elamor de nuestro último fin...”.

Pero, junto a esta lucha por la liber-tad respecto de los bienes que nos hande “ayudar” y no esclavizar, se requiere

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una actitud positiva de aplicación diná-mica de la fe a la acción: “cuando enDios y su gracia se tiene el áncora firmede la esperanza”.

2.5. La vida del seglar, encuentrocon Dios

La contemplación para alcanzaramor de los Ejercicios Espirituales ofre-ce un excelente camino para convertirtodas las cosas en lugar de encuentrocon el Señor. Ignacio, fiel a este estiloespiritual, repite en distintas circunstan-cias esta doctrina de la unión con Diosincluso en lo secular para invitar a lapráctica: “en las cosas terrenas y bajasno se hace [uno] terreno ni bajo, amán-dolas todas por Dios Nuestro Señor...que sea en todas las otras cosas ama-do...”; “os aumente siempre en amarleen todas cosas, poniendo, no en parte,mas en todo, todo vuestro amor y que-

rer en el mismo Señor, y por El en todaslas creaturas...”.

Y esta abertura de espíritu para ha-llar a Dios en todas las cosas es un donmayor que el de hallarle sólo en la ora-ción y ejercicios de piedad: “que sinduda es mayor virtud della [del alma]y mayor gracia poder gozar de su Señoren varios oficios y en varios lugaresque en uno solo”. La razón es que elencuentro con Dios es una iniciativa deÉl y, por tanto, las mediaciones lo sonde hecho en la medida en que el Señorse sirve de ellas, no por un valor queles venga de ellas mismas: “aquellaparte es mucho mejor para cualquierindividuo, donde Dios nuestro Señormás se comunica”. Por tanto, todas lascosas pueden ser “oración” o conver-tirse en verdadera “devoción”, e inclu-so lo que, mirado simplemente con unaperspectiva natural, podría parecer dis-tracción, puede ser “espiritual”, comopueden ser las tareas administrativas.

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CONCLUSIONES

Al terminar este sondeo en la expe-riencia y literatura ignacianas sobre lavida del seglar cristiano, podemos reco-ger estas conclusiones:

En primer lugar, el mismo Ignacionos ofrece en un largo período de su vi-da –desde la conversión hasta su orde-nación sacerdotal y la primera misa– elmodelo de un seglar plenamente dedi-

cado a la vida apostólica. Una dedica-ción al apostolado en la múltiple varie-dad de posibilidades: catequesis, ejerci-cios, acción social, conversaciónpersonal, intervención en el cambio deestructuras, etc. Todo esto vivido en elmarco de una existencia personal total-mente poseída por la primacía de Diosy su voluntad y la práctica de una in-

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tensa vida interior (oración y discerni-miento), sacramental y eclesial.

En segundo lugar, los EjerciciosEspirituales y las Constituciones de laCompañía de Jesús muestran una aten-ción significativa por los laicos. Todosson llamados a la vida de perfecciónevangélica. A todos hay que prestarlesla ayuda pastoral para un progreso en suvida cristiana. Sin embargo, hay que te-ner en cuenta las disposiciones perso-nales de cada uno, de modo que todosreciban la ayuda más proporcionada y,consecuentemente, se administren bienlos recursos de personas y de pedagogíaespiritual. Dentro de la variedad de se-glares, hay que prestar especial atencióna aquellos cuya vida y servicios puedenser de particular importancia para la glo-ria de Dios y el servicio universal.

En tercer lugar, la correspondenciaignaciana presenta un caudal inagota-ble de doctrina que viene a confirmarla importancia que Ignacio atribuye alos seglares y la línea pastoral que aca-bo de indicar. Sin embargo, las orien-taciones esparcidas a lo largo del epis-tolario muestran la gama inmensa depersonas y situaciones a las que

Ignacio responde, los riquísimos mati-ces de su orientación pastoral a los lai-cos, las condiciones de una vida laicalde calidad cristiana, las posibilidadesde vida espiritual que radican en la vi-da del laico como tal. Aquí se halla qui-zá lo más novedoso y sublime de laconcepción ignaciana.

Finalmente, cabe decir que gran par-te de la doctrina ignaciana sobre el lai-cado, en lo más específico que es lo se-cular, puede extraerse de la doctrinacomún del mismo Ignacio. Éste nos pre-senta, por un lado, una vida cristiana co-mún llamada a la perfección evangéli-ca. Por otro lado, en su doctrina aparececontinuamente la importancia que tienepara la vida cristiana y la acción por elReino la incorporación de lo temporal,lo terreno, lo secular. Ahora bien, lotemporal y lo secular es lo que más ca-racteriza la vida laical. Y, para Ignacio,estas realidades no sólo no son malas,sino auténtica mediación de la gloria deDios. Porque, como dice él mismo, Dios“quiere ser glorificado con lo que Él dacomo Criador, que es lo natural, y conlo que da como Autor de la gracia, quees lo sobrenatural”29.

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3.1. No partimos de cero… “Desde el punto donde hayamos lle-gado...” (Filipenses 3,16)

Después de considerar el sentido dellaicado en la Iglesia y el pensamiento ig-naciano sobre los seglares, merece lapena reflexionar sobre la relación y co-laboración entre laicos y jesuitas, ya quees un tema de especial actualidad y unarealidad en la que, en estos últimos años,se han realizado experiencias múltiples,con evidentes progresos y también condificultades. Por todo esto, me parece

importante no olvidar lo ya adquirido,doctrinalmente o en la práctica eclesialy, en particular, en el apostolado de laCompañía de Jesús. Porque en los do-cumentos más autorizados y en la pra-xis de la Compañía durante estos últi-mos años, se hallan ya los brotes de unanueva manera de concebir la coopera-ción con los laicos.

Eclesiología de comunión. En pri-mer lugar, la Eclesiología de comuniónha ido penetrando ya en la concienciaeclesial, aunque haya que reconocer re-

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3. SEGLARES Y JESUITAS

Después de considerar el sentido del laicado en la Iglesia y el pen-samiento ignaciano sobre los seglares, merece la pena reflexionarsobre la relación y colaboración entre laicos y jesuitas, ya que es untema de especial actualidad y una realidad en la que, en estos últimosaños, se han realizado experiencias múltiples, con evidentes progresosy también con dificultades. Por todo esto, me parece importante noolvidar lo ya adquirido, doctrinalmente o en la práctica eclesial y, enparticular, en el apostolado de la Compañía de Jesús. Porque en losdocumentos más autorizados y en la praxis de la Compañía duranteestos últimos años, se hallan ya los brotes de una nueva manera deconcebir la cooperación con los laicos.

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sistencias no despreciables, sobre todopor parte de la jerarquía. En laCompañía, esta Eclesiología de comu-nión parece bien asumida, según lomuestran los documentos de lasCongregaciones Generales recientesdesde la 31 (1965), hasta la 34 (1994-1995), la última, y los documentos másautorizados de los Generales Arrupe yKolvenbach. Consecuentemente, laCompañía muestra su plena disposiciónpara colaborar con los demás cristianosy cristianas y otras instituciones religio-sas en la Iglesia y también pide y estápronta a recibir las aportaciones quevienen de los demás. Un sentido teóri-co y práctico de comunión se expresa enlas orientaciones de la Compañía actualy se extiende universalmente con nota-ble eficacia, de modo que ésta colaboracon personas de distintos carismas yprofesa que “ser 'hombres con los de-más' es un aspecto central de nuestro ca-risma y profundiza nuestra identidad”30.

Especial valoración del laicado.Concebir a la Iglesia como una comu-nión de iguales que comparten una mis-ma vocación lleva a una especial valo-ración de los laicos, que la Compañíaprofesa de forma inequívoca y decidida.Así, a partir de una lectura de los signosde los tiempos, la Compañía de Jesúscontempla la Iglesia del milenio queempezamos como “Iglesia del laicado”y “reconoce como una gracia de nues-tro tiempo y una esperanza para el futu-ro”31 el que los laicos tomen parte acti-va en la vida y misión de la Iglesia32. Sonde una especial significación estas pala-bras recientes del P. Kovenbach:“Cuando rezamos juntos por las voca-ciones a la Compañía, recemos espe-

cialmente para que Dios prepare y lla-me a este servicio a jóvenes que formenparte de la 'Iglesia de los laicos'. Loshombres que entran en la Compañía de-berían recibir formación para apreciaresta 'gracia de nuestros tiempos', y asíenraizarse y cimentarse en esta manerade proceder que define hoy al jesuita”33.Esta conciencia viva de la comunióneclesial y el particular aprecio de la mi-sión del laico, ha llevado, sobre tododesde estos últimos treinta años, a atri-buir especial importancia al rol de losseglares en el apostolado propio de laCompañía y promovido por ella. Enefecto, la actitud y la práctica de laCompañía corresponden a la emergen-cia del laico dentro de la Iglesia, hechoque, aparte de tener fundamentos evan-gélicos y neotestamentarios irrecusa-bles, echa sus raíces más recientementeen los movimientos que fueron desarro-llándose en la primera mitad del sigloXX (Acción Católica General, JOC,ACO, Congregaciones Marianas y, másrecientemente, Comunidades de VidaCristiana, Institutos Seculares, y un lar-guísimo etcétera) y que recibieron unfuerte espaldarazo en el Vaticano II y enrecientes declaraciones de Juan PabloII. La teología del laicado y el impulsode los movimientos laicales han gozadode una tal fuerza en la vida de la Iglesia,que a veces, en virtud de su misma vi-talidad, han ocasionado algunas de lastensiones y conflictos recientes más no-tables.

Seducción de la espiritualidad igna-ciana. Por lo que se refiere más parti-cularmente a la relación de los laicoscon la Compañía de Jesús, se comprue-ba un cierto interés por la espiritualidad

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ignaciana, no sólo para alimentarse deella, sino para integrarse en alguna ins-titución inspirada por esta espirituali-dad. Lo ignaciano parece ejercer uncierto poder de seducción en la Iglesia eincluso fuera de ella. Esto se puedecomprobar en un renaciente interés porlos Ejercicios Espirituales bien practi-cados según la propuesta ignaciana, undeseo de participar en el ministerio dedar estos Ejercicios a los demás, la vi-talidad en muchos países de lasComunidades de Vida Cristiana, la co-laboración gustosa en obras apostólicasde la Compañía de Jesús (educativas, in-telectuales, sociales, etc.), el deseo ma-nifestado por distintas personas de li-garse con algún vinculo a la Compañía(su espiritualidad o su misión), etc. Dehecho las formas de colaboración de se-glares con la Compañía y su misiónofrecen un panorama variadísimo comopuede comprobarse en la presentaciónsintética que de él hace la CongregaciónGeneral 34: en obras de la Compañía,en obras no jesuíticas, con asociaciones(Comunidades de Vida Cristiana,Voluntariado Jesuítico, Asociaciones deAntiguos Alumnos, Apostolado de laOración), vinculación de algunas perso-nas con lazos más estrechos y, todavíadeja abierto el panorama a “oportunida-des de futuro”34.

Espiritualidad ignaciana y espiri-tualidad seglar. Finalmente, el hechoque acabo de describir manifiesta queen la misma espiritualidad ignaciana seda una capacidad o aptitud especial pa-ra iluminar y alimentar la vida cristianade los laicos. No sólo porque losEjercicios Espirituales, que son la mé-dula de la espiritualidad de Ignacio de

Loyola, son una mistagogía de vida cris-tiana común, apta para cualquier formade vida evangélica, sino porque abren alejercitante a una manera de vivir el en-cuentro con Dios y la escucha de sus lla-madas en cualquier situación de la vida,sin circunscribir la espiritualidad al ám-bito de lo formalmente eclesial. El se-glar o la seglar que experimenta losEjercicios se encuentra bien equipadopara reconocer la presencia activa deDios en los mil avatares y situaciones dela vida en el mundo y dispuesto para res-ponderle de modo que pueda en todaslas cosas y enteramente amar y servir aDios35. Es decir, puede hacer de su vida,como corresponde a la llamada delSeñor, un culto agradable a Dios36.Además, hay una conexión entre la ex-periencia de los Ejercicios y el espírituy la dinámica de colaboración que ha decaracterizar el trabajo apostólico con-junto de jesuitas y laicos37.

Valgan estas breves notas para tomarconciencia de una concepción y unoshechos ya asumidos y para no cuestio-nar inútilmente lo que ya debe ser irre-nunciable en estos momentos.

3.2. De lo jesuítico a lo ignaciano,de la red al cuerpo “... sigamos en la misma dirección”(Filipenses 3,16)

La marcha del mundo y la sensibili-dad eclesial nos empujan todavía máshacia adelante. En esta exploración delfuturo, uno sólo se siente capaz de ini-ciar un capítulo de simples sugerenciaspara la reflexión y el diálogo. Es más,sospecho que la novedad a la que se di-rige el futuro ha de estar en continuidad

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con muchas de las ideas y prácticas, máso menos asumidas, extendidas y practi-cadas, que ya están circulando en la vi-da apostólica de la Compañía de Jesús.Con todo, presiento que el carisma ig-naciano común a jesuitas y a personas einstituciones no jesuíticas ha de ser unprincipio inspirador de esta nueva arti-culación del apostolado. Otro principioha de ser el paso desde la estrecha rela-ción y colaboración de la red ignacianahacia la constitución de un único cuer-po apostólico, en el que no necesaria-mente esté incorporada la Compañía en-tera, sino algunos grupos de jesuitas oalgunas instituciones de la Compañía.Presento, pues a continuación algunoscapítulos de esta posible “nueva” con-cepción. En lo que sigue no me refieroal caso de las personas o grupos que de-sean vincularse de algún modo jurídicocon la Compañía (aunque no lo exclu-yo), sino a personas y grupos que sim-plemente comparten con la Compañía elmismo carisma ignaciano38.

3.2.1. Los seglares toman parte activaen la determinación de la misión

La CG 3439 ha consagrado e impul-sado “una red apostólica ignaciana” apartir de tantas personas e iniciativasque se hallan dentro del ámbito de la es-piritualidad ignaciana, sobre la base co-mún de los Ejercicios Espirituales. Conesta red se espera conseguir “una mejorcomunicación” y un “apoyo personal yespiritual entre estas personas y grupos”y optimizar “la misión de las personasde inspiración ignaciana en su tarea deevangelización del mundo”. Esta redapostólica que todavía es objeto de ten-tativas y discernimiento, ofrece un am-

plio campo a la creatividad apostólica.¿Por qué no desarrollar más una formade colaboración laicos-Compañía queno se explicita en la CG 34, pero que yase da de algún modo en algunas partes?Al considerar la participación de los lai-cos en el cuerpo apostólico de laCompañía no nos referimos solamentea extender la espiritualidad ignacianamás allá de la Compañía, una extensiónrealizada incluso por personas que noson jesuitas. No basta con aumentar losmiembros de las Comunidades de VidaCristiana o con extender a más personasla práctica de los Ejercicios Espiritualeso de incorporar a seglares en la tareaapostólica del acompañamiento deEjercicios o del acompañamiento espi-ritual en la vida (la antigua dirección es-piritual) o de reforzar la colaboraciónentre jesuitas y no jesuitas. Aquí me re-fiero a incorporar a los seglares (sea in-dividualmente, sea como parte de ungrupo) en la acción apostólica comoparte activa en la determinación de lamisma “misión” de inspiración igna-ciana. De este modo el cuerpo apostóli-co estaría compuesto por un órganomixto en las instancias últimas o más al-tas de decisión y pasaríamos, en estoscasos, a considerar de una manera nue-va “nuestro” apostolado40. Porque jesui-tas, o la Compañía de Jesús, comparti-rían con los seglares (no se excluye,claro, la posibilidad de otras personasno jesuitas) en la deliberación y decisiónde determinadas “misiones”.

3.2.2. El carisma laical Parece que con esta manera de con-

cebir la colaboración apostólica de laCompañía se daría una auténtica y ple-

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na incorporación de los seglares en lamisión apostólica, que no sería ya sólojesuítica, sino ignaciana. Así los segla-res no sólo prestarían colaboraciones yserían responsables o corresponsablesdel apostolado, sino que enriqueceríancon el propio carisma secular la activi-dad apostólica. La espiritualidad igna-ciana es un punto fuerte para el des-arrollo de la Iglesia de los laicos, estaIglesia que la Compañía desea y espera,orientada enteramente hacia el mundo,de la cual “el estado de vida laical serála realidad sacramental focal”41.

3.2.3. Partir del carisma comúnUna precisión de gran importancia:

la colaboración a la que hago referenciano consiste sólo en una colaboracióncompetente y eficaz en una tarea (edu-cación, acción social, investigación, pas-toral, etc.), sino en un compromiso apos-tólico que arraiga en el carismaignaciano compartido, es decir, en unagracia y, por tanto, don gratuito, puestocomo fundamento de la actividad que serealiza mediante la “misión”. Dicho deotro modo, no nos moveríamos en elcampo de la organización competente yeficaz, cosas nada desdeñables e im-prescindibles, sino en el del don y la lla-mada por parte de Dios, del Espíritu.Esto es desde luego muy ideal, pero nopodemos poner trabas al Espíritu y posi-blemente algunas de las cosas que he in-dicado en los primeros párrafos son in-dicios de por dónde nos lleva el EspírituSanto en este momento de la vida de laIglesia y de la Compañía. El ámbito delEspíritu es inmenso y de una incidenciadesestabilizadora donde dominan crite-rios y corrientes deshumanizadoras.

3.2.4. Redimensionar la Compañía deJesús

Esta propuesta exige de algún mo-do redimensionar la Compañía deJesús. Porque no se trata sólo de for-mar espiritualmente los seglares paraque asuman responsabilidades apostó-licas con los jesuitas según el espírituignaciano, sino de que entren a formarparte de este proyecto con iniciativa yautonomía. Sin que la Compañía sufraen su concepción esencial, expresadaen la Fórmula del Instituto y documen-tos autorizados posteriores, se puede,por lo menos en algunas situacionesdeterminadas, buscar una estructura-ción del apostolado en comunión ecle-sial de modo que los seglares entren enpie de igualdad en la concepción y enla gestión del apostolado según el es-píritu ignaciano, actualizado de un mo-do por los jesuitas y de otro por los se-glares. Sería el caso de promoverconjuntamente algunas institucionesapostólicas o de realizar determinadasplanificaciones también apostólicas.Hasta el presente la Compañía ha esta-do al servicio de los seglares o bien pa-ra que vivan su vida seglar al margende nuestras iniciativas e institucionesapostólicas o bien para que se formencon el fin de colaborar con nosotros ennuestros proyectos y servicios apostó-licos. Esto es bien legítimo y constitu-ye un campo en el que todavía hay quedar muchos pasos. Sin embargo, pien-so que nos quedaríamos cortos si noavanzásemos en la dirección de unamayor corresponsabilidad laical enproyectar y decidir proyectos apostóli-cos y, luego, en compartir responsabi-lidades.

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3.2.5. Mantener las identidades, perocrear un sujeto apostólico único

¿Cómo debería desarrollarse estaconcepción del cuerpo apostólico?Evidentemente, como lo he dejado cla-ro anteriormente, lo que propongo noimplica el olvido de los logros ya con-seguidos en las distintas formas de coo-peración entre la Compañía de Jesús ylos seglares y que son también prome-tedores de novedad, aunque no deba-mos limitarnos a ello. Se debería buscaruna forma muy bien elaborada y clarapara constituir un proyecto de cuerpoapostólico ignaciano, en el cual tanto laCompañía como los seglares conserva-sen su identidad correspondiente y a lavez conformasen un sujeto único apos-tólico. El carácter ignaciano del cuerpoes lo que daría unidad al proyecto, sinque los seglares se convirtiesen de algúnmodo en jesuitas, ni éstos tuviesen querenunciar a su condición de religiosossegún el propio Instituto. El carácter ig-naciano no sólo debería afectar a la vi-da personal de los distintos miembrosde dicho cuerpo, sino que afectaría a loscriterios tanto de selección y orientaciónde actividades como a la forma de to-mar las decisiones, según un verdaderodiscernimiento cristiano.

El proyecto, ciertamente difícil y de-licado, no es un puro sueño. La colabo-ración apostólica que propongo vendríaa ser una especie de federación de en-tidades plenamente constituidas y autó-nomas, pero unidas para un objetivo co-mún desde la misma determinación dedicho objetivo. La historia reciente coniniciativas muy variadas en materia decooperación con laicos y otras personasno jesuitas ofrece ya experiencia sufi-

ciente para avanzar también en esta lí-nea42.

3.2.6. La competencia profesional serequiere, pero no basta...

Conviene hacer constar que la nece-saria formación para la colaboracióncon los laicos43 es más imperiosa toda-vía para llevar a término este proyecto.Como se desprende de todo lo prece-dente, una colaboración como la descri-ta no se asienta sólo ni principalmenteen la competencia profesional, aunqueésta es esencial e imprescindible, sinoen el carisma ignaciano compartido porigual entre Compañía de Jesús y segla-res, ya que no es patrimonio exclusivode jesuitas. “El estado laical… formaparte de un tipo de misión ignaciana ge-nuina, que es distinta: ignaciana, perono jesuítica”44. Ahora bien, esto requie-re de ambas partes una formación adap-tada al objetivo evangélico pretendido,conforme al espíritu ignaciano. En pri-mer lugar, la práctica de los EjerciciosEspirituales de san Ignacio según el mé-todo más fiel, puesto que capacitan “pa-ra servir con mayor libertad, para dis-cernir 'el mayor bien' entre una variedadde bienes, y para encontrar la intimidadcon Dios en su vida diaria de servicio”45.Una formación espiritual según el para-digma que se muestra en el Examen dela Constituciones y en la Parte III de lasmismas, donde se compagina la profun-da experiencia interior con las prácticasque ayudan a realizar una espiritualidadapostólica integradora (contacto realcon el mundo de los pobres y del dolor,experiencia personal de pobreza y hu-mildad, práctica de comunicación de lafe de modo vivencial). Junto con todo

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esto se debería profundizar en un estu-dio de las líneas ignacianas de planifi-cación apostólica expuestas en la ParteVII de las Constituciones, actualizadasen las Congregaciones Generales másrecientes y en la praxis de la Compañíaa lo largo de su historia. Entre estas ac-tualizaciones hay que destacar la de laopción por el servicio de la fe y la pro-moción de la justicia, porque “si los je-suitas no compartimos este elementoconstitutivo de nuestra misión común,las tareas apostólicas que llevamos a ca-bo, correrán el riesgo de perder su ta-lante profético y su desafío radical”46. Ytodo el conjunto de la formación debe-ría conducir a la asimilación del espíri-tu y la práctica del discernimiento apos-tólico comunitario, imprescindible parallegar a opciones evangélicas y, másconcretamente, según el espíritu igna-ciano.

Los jesuitas han de convencerseprácticamente de que la formación no essólo unidireccional, sino que tambiénlos seglares han de ser formadores delos jesuitas. Estas palabras de Arrupedeberían hacernos reflexionar y mover-nos a actitudes humildes y receptivasrespecto de los laicos:

“La Compañía… ha de recibir ins-piración de vosotros [los seglares], co-mo vosotros de la Compañía. Vosotrospodéis dar inspiración a la Compañía…El Señor puede hablarnos directamenteal corazón, pero también puede habla-ros a vosotros y, a través de vosotros, anosotros, a la Compañía… Vosotros convuestro ejemplo y vuestra capacidad po-déis ser para nosotros de gran inspira-ción: en esto haréis una verdadera obraapostólica. Debéis ser apóstoles de la

Compañía. También nosotros necesita-mos apóstoles que nos hablen en elnombre del Señor”47.

3.3. “Según que parecerá conve-niente para la gloria de Dios y elbien común”(Fórmula del Instituto S.I.)

El tipo de configuración del cuerpoapostólico que se propone está en con-sonancia con realizaciones que ya se ha-llan en plena circulación y también conla historia de la Compañía naciente ycon la creatividad carismática que estáen la misma esencia de la Iglesia. La lar-ga historia de las CongregacionesMarianas con su actualización comoComunidades de Vida Cristiana nos ha-bla de la vitalidad que el carisma igna-ciano puede inyectar en la vocación lai-cal cristiana y a la vez también de unarelación íntima de los seglares con laCompañía sin que ellos dejen de vivir suplena autonomía laical.

En el campo de la colaboración pro-piamente apostólica entre laicos yCompañía son muchas las iniciativasque se han llevado a la práctica, sobretodo estos últimos años. Tanto en elcampo de la Educación y Enseñanzamedia o superior, como en el de la ac-ción social y en el de la pastoral sonabundantes los proyectos que se hanconcretado en todo el mundo.

En la entraña de lo jesuítico se hallala abertura a continuas iniciativas y con-cepciones del servicio apostólico, en fi-delidad al carisma, según lo que pide elmayor servicio de Dios y el bien común.No podemos olvidar que, guiado por es-te Espíritu, Ignacio en los años de su ge-

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neralato dio varios pasos importanteshacia una nueva configuración de laCompañía: admitió coadjutores dentrodel cuerpo apostólico de la Compañía,parte los cuales eran laicos y fomentódecididamente la creación de colegiospara la educación de los seglares. Es de-cir, la creatividad ignaciana no se ciñóal campo de proyectos apostólicos, sinoque estuvo atenta a modificaciones de lamisma estructura del cuerpo apostólicoy de su concepción del apostolado.

Finalmente, la cualidad carismáticade la Iglesia, que el Vaticano II pusonuevamente de relieve, nos pide estaratentos a las llamadas que este mismoEspíritu hace a la Iglesia, muy cons-cientes de que lo carismático en laIglesia no se limita al estado de vidaconsagrada. Como se ha dicho, “la se-millas carismáticas en cuanto tales ya nose hallan donde surge la vida consagra-da y donde se ramifican los distintos ins-titutos religiosos. Al contrario, se hallansituadas donde el tronco de la Iglesia es-tá plantado en la tierra, casi al nivel delas raíces, porque el Espíritu, de hecho,las destina a la edificación de laIglesia”48. El hecho de que haya perso-nas que deseen contraer algún tipo devínculo con la Compañía (caso que aho-ra no consideramos directamente) o per-sonas que buscan incorporarse a unaforma de apostolado ignaciano, desdesu misma condición seglar, puede sersigno de que el Espíritu algo está inspi-rando y moviendo que nos obliga a unserio y discernimiento para responder asu llamada. Y este mismo Espíritu pue-de seguir inspirando otras formas deapostolado a partir del carisma deIgnacio de Loyola.

3.4. Conclusión: lucidez y osadíaA la vista de lo que acabo de expo-

ner, creo conveniente añadir unas con-sideraciones finales. Una cierta cautelase impone en un momento en que la dis-minución muy notable de vocacionesnos puede llevar, sin apenas darnoscuenta, a aprovechar cualquier iniciati-va que venga a solapar la falta de efec-tivos para llevar adelante nuestros pro-yectos y compromisos apostólicos.

Como consecuencia de lo anterior,por lo que se refiere a quienes han devincularse con los jesuitas o han de for-mar parte de nuevos proyectos apostó-licos, hay que aplicar la praxis ignacia-na de fomentar la exigencia y el rigor enla selección de personas. Máxime, porlas razones y riesgos aducidos en las lí-neas precedentes.

Creo también muy conveniente fijarcon mucha precisión y rigor el objetivoapostólico que se pretende y las posibi-lidades que la realidad permite. Porejemplo, no es justo mantener determi-nados objetivos apostólicos cuando elequipo apostólico de que se dispone noestá preparado, por falta de competen-cia o, lo que es más grave, por no com-partir de hecho las finalidades del pro-yecto o no estar espiritualmentepreparado para ello. Siempre corremosel riesgo de tapar agujeros, sin atendera que no basta que una institución fun-cione, si no mantiene de modo digno“su buen ser”, como decía san Ignacio.Junto con esta exigencia de precisarbien los objetivos pretendidos y de ajus-tar a ellos los medios (sobre todo los re-cursos personales), se da también la dedelimitar bien, en concreto, las compe-tencias, obligaciones y régimen o modo

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de proceder. Pues, sobre todo por partede la Compañía, puede darse o bien uncierto paternalismo unido a una falta deconfianza manifestada en no ceder lasresponsabilidades que correspondan obien una cierta abdicación, dejando enmanos de seglares las responsabilidadessin el conveniente apoyo o seguimien-to49.

Todas las reflexiones que precedense han escrito con el ánimo de aportarelementos para una reflexión y diálogoque parece muy necesario, en dos líne-as. Una, para seguir madurando y per-feccionando formas de relación entreCompañía de Jesús y seglares que yallevan unos años realizándose, peroque encierran cierta novedad, máximedespués de las orientaciones prove-nientes de la eclesiología del VaticanoII. Es mucho lo que se ha reflexionadoy realizado desde la CongregaciónGeneral 31, en 1965. Otra, para estar

atentos a que, tanto en la colaboracióny corresponsabilidad apostólica de losseglares y la Compañía, como en algu-na forma de vinculación personal de al-gunos seglares, cabe todavía perfilarmuchos puntos y dar muchos pasosadelante.

Estamos en un terreno de novedadesemergentes en la Iglesia (piénsese en lafloración de nuevos movimientos y gru-pos espirituales y apostólicos) que in-tentan responder a las muchas situacio-nes interpelantes del mundo actual y nose puede pretender hallar solucionessimples y rápidas. Porque el discerni-miento pide atender no sólo a los movi-mientos interiores de las personas, sinotambién al “proceso” de los pensamien-tos y proyectos. Por tanto, aquí sólopongo “punto y seguido” con palabrasdel poeta Theodore Roethke, aducidaspor el P. General: “Andando aprendodónde tengo que ir50.

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1. La espiritualidad laica. Afirmación y ruptura dela vida secular “desde dentro”, Sal Terrae,1994, 771-781; Ignacio de Loyola y la voca-ción laical, Manresa, 1995, 5-19; El cuerpoapostólico ¿una nueva concepción?, Manresa,2005, 5-22.

2. Título tomado del luminoso estudio de KarlRahner publicado en Misión y Gracia, vol.I,cap. 2. Entre la abundante literatura recientesobre el tema, destaco estos dos estudios, hon-dos, sencillos y conectados con la realidad ecle-sial actual: El laicado: Identidad cristiana ymisión eclesial. Carta pastoral de los Obisposde Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián yVitoria, 1996; Elvira Santos, “O Laicado naIgrexa, hoxe, Encrucillada” (Revista Galega depensamento cristián), n. 145, Novembro-decembro de 2005, p. 39-53 (487-501).

3. Cf. Jaume BOFILL “Vers una espiritualitat fami-liar d'orientatió contemplativa. El caráctermedial de les realitats corporals”, enCuadernos de la Diáspora I (junio 1994), pp.50-79.

4. Pablo VI a los miembros de Institutos Seculares(2 de febrero de 1972), citado en Christifideleslaici, 15

5. Exhortación apostólica de Juan Pablo II,Christifideles laici, 115

6. Lumen Gentium, 31; cf. Christifideles laici, 9.7.Los laicos religiosos participan de la vida “lai-cal-eclesial”, porque no pertenecen al ordenjerárquico, , pero no de la vida “laical-seglar”.

7. Christifideles laici, 158. Ibidem9. Cf. Lumen gentium, 3110. Lumen Gentium, 34. Cf. También: “La vocación

de los fieles laicos a la santidad implica que lavida según el Espíritu se exprese particular-mente en su inserción en las realidades tempo-rales y en su participación en las actividadesterrenas”. (Christifideles laici, 17).

11. Christifideles laici, 42.12. Notemos estas palabras de Tomás de Aquino:

“El hijo de Dios asumió la naturaleza humana

con todos los elementos que la integran. Peroen la naturaleza humana también se incluye lanaturaleza animal... Por tanto... asumió tambiénlos elementos que integran la naturaleza ani-mal... Así que en Cristo existía el apetito sen-sual o sensualidad” (Summa Theologica III,q.18,a.2). Citado por María Caterina JACOBE-LLI en Risus Paschalis. El fundamento teológi-co del placer sexual, Planeta, Madrid 1991,p.139.

13. Jaume BOFILL, loc.cit. p. 64-65. Todo esteestudio, comentario espléndido de Tomás deAquino, ayuda a beber en una fuente lejana unagua en verdad tonificante para nuestra anda-dura en el mundo actual.

14. Ibid.,2. Más adelante, entre otros juicios críticos,se cita “la tendencia a la 'clericalización' de losfieles laicos (n.23).

15. Ej. 13516. Ej. 135:6.17. “Son menester mayores señales de Dios para los

preceptos que para los consejos” (MonumentaIgnatiana, Directoria, p.72).

18. Ej. 135.19. Ej. 16920. Ej. 13921. Ej. 135.22. Ej. 169. Notemos que la atenuante que aparece

en el párrafo “Para enmendar y reformar lapropia vida y estado”, cuando se refiere a per-sonas que no tienen “muy pronta voluntad parahacer elección de las cosas que caen debajo dela elección mutable”, se aplica a personas quese hallan en cualquier estado, también el cleri-cal o religioso (cfr. Ej. 189).

23. Const. 622.24. Const. 649.25. Const. 623.26. Const. 622.27. Const. 649.28. Ya en los Ejercicios, Ignacio apela a esta buena

administración apostólica para recomendar unuso más bien moderado de los Ejercicios ente-ros y una aplicación más abundante de

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NOTAS

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Ejercicios más breves y adaptados: “mayor-mente cuando en otros se puede hacer más pro-vecho, faltando tiempo para todo” (Ej. 18).

29. Const 81430. CG 34, d. 13:4.31. CG 34, d. 13:1.32. Los documentos de las cuatro últimas

Congregaciones Generales desde 1965 a 1995y las orientaciones de los Padres Pedro Arrupey Peter-Hans Kolvenbach, Generales de laCompañía, durante estos últimos cuarenta añosson innumerables. Sólo como reflejo del interésde la Compañía por la colaboración con los lai-cos puede verse el número 99/2002 de laRevista de Espiritualidad Ignaciana donde serecogen varias ponencias y aportaciones a laConsulta universal del Padre General sobre lacolaboración ignaciana de la Compañía con loslaicos.

33. Colaboración con los laicos en la misión.Celebración de los 125 años de colaboraciónentre jesuitas y laicos en Omaha, Universidadde Creighton, 6 de octubre de 2004,Información S.J., n.105 (2004) 157-171.

34. Cfr. CG 34, d. 13:10-25.35. Cfr. Ej 233.36. Cfr. Rm 12,237. Véase: P.-H. Kolvenbach, “Ejercicios y Co-

actores”, Revista de Espiritualidad Ignaciana,n. 99 (2002) 25-33.

38. Cf. “Laicos, misioneros de Cristo”, Progressio,Suplemento, n. 59, diciembre 2004, Destaco elartículo de J. Reyes, “La misión de los laicos.Una contribución desde CVX”, p. 46-58, dondese trata el tema de un “nuevo sujeto apostóli-co”.

39. Cfr. d. 13:21-22.40. Sin llegar a lo que ahora propongo, el P.

Kolvenbach dice que “los jesuitas deben pensaren 'nuestra' parroquia, nuestra casa de ejerci-cios, o nuestro colegio de una manera nueva”(Kolvenbach, Creighton, p. 163).

41. Christian Grondin, “Ignatian Identity in Transiti-on”, The Way 42(2003) n.4, 32-43. Cita en p. 43.

42. Por ejemplo, la experiencia del Centre deSpiritualité de Québec, tal como la presentaChristian Grondin en el artículo citado,“Ignatian...”. Son motivadoras de esta creativi-dad las palabras que el P. Kolvenbach pronun-

ció en Santiago de Chile a laicos de espirituali-dad ignaciana el 1 de mayo de 2006(Información SJ, junio 2006, p. 113-114).

43. Véase CG 43, d. 13:9 y 26. En AlgunasConclusiones aprobadas de la Consulta realiza-da en Roma en febrero de 2002, se lee en laséptima conclusión: “Tanto los jesuitas comolos laicos necesitan una formación permanenteen la espiritualidad ignaciana [NC 307, 2].Unos y otros, pero los jesuitas en particular,necesitan ayuda para aprender a trabajar jun-tos”, Revista de Espiritualidad Ignaciana,2002, 99, p.73.

44. Grondin, Ignatian Identity, p. 38. Son muy per-tinentes estas reflexiones: “Hoy día, los térmi-nos 'franciscano', 'jesuita', 'dominico', 'carmeli-ta' etc. Son sustantivos cuando se aplican a losreligiosos, adjetivos cuando se aplican a laicos.Pero ¿qué ocurriría si cada uno de estos térmi-nos se transformase en un sustantivo para todoslos fieles que el Espíritu llama a pertenecer auna misma 'patria carismática'?...¡Qué riquezatendríamos si la normal y justa diferencia entrelos estados de vida se realizase en el interior deun sujeto carismático común!” (Antonio MariaSicari, “Anciens charismes dans l'Eglise d'au-jourd'hui”, Vie Consacrée 75(2003) 370-385.Cita en p. 380-381. Sólo basta cambiar en laenumeración precedente jesuita por ignacianopara que la reflexión resulte muy oportuna parael tema que nos ocupa.

45. Kolvenbach, Creighton, p. 164. La primera delas Conclusiones de la Consulta de Roma de2002, reza así: “Una sólida experiencia de losEjercicios Espirituales debe fundar cualquiertipo de asociación ignaciana”, p.68.

46. Kolvenbach, Creighton, p. 164.47. Pedro Arrupe, Hombres para los demás,

Diáfora, Barcelona, 1983, p.232.48. Sicari, Anciens charismes..., p. 376.49. Las Comunidades de Vida Cristiana, aún sin-

tiéndose plenamente laicales, siguen confiandoen la colaboración de la Compañía. VéaseReccomendations from the Nairobi WorldAssembly to Christian Life Community. “Sentby Christ, Members of One Body”, ActaRomana S.J., 23(2004) 355-362. Ver, sobretodo, 360-362.

50. Kolvenbach, Creighton, p. 169.

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