iesm crenzel unidad 3

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  • La historia poltica del

    Nunca Ms

    Emilio Crenzel

    Editorial Siglo XXI

    Buenos Aires, 2008

    El siguiente material se utiliza con fines exclusivamente didcticos

  • INTRODUCCIN

    En marzo de 2004, en un nuevo aniversario del golpe de estado de 1976, un profesor de Educacin

    Fsica intent alcanzar la cumbre ms alta de Amrica: el cerro Aconcagua. El hecho no habra trascendido el carcter de una prueba deportiva si no hubiera tenido como meta colocar all una placa con una sentencia en defensa de la dignidad humana y la memoria colectiva rubricada con la leyenda Nunca Ms, junto con una rplica de la portada del informe de la Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas (CONADEP) y una bandera argentina. Unos meses despus, en septiembre de 2004, al cumplir cien aos el barrio de Agronoma de la ciudad de Buenos Aires, sus vecinos decidieron guardar en una cpsula, para ser abierta cincuenta aos despus, un ejemplar del Nunca Ms.1

    Ambas iniciativas ilustran el valor que este libro, elaborado hace ms de veinte aos, ha adquirido en vastos sectores de la sociedad argentina para evocar la desaparicin de personas y la violencia poltica sucedidas en el pas en los aos setenta, al punto de ser imaginado, a la vez, como un legado para las futuras generaciones. La meta de esta investigacin, precisamente, radica en tratar de entender a partir del estudio de la elaboracin, la circulacin pblica y las resignificaciones del Nunca Ms los procesos polticos que dieron lugar a que este libro alcanzara esa condicin.

    El informe Nunca Ms fue elaborado por la Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas, integrada por personalidades de la sociedad civil y representantes de la Cmara de Diputados de la Nacin. La CONADEP, creada por el presidente constitucional Ral Alfonsn el 15 de diciembre de 1983, tras el retorno de la democracia, tuvo por objetivos recibir denuncias y pruebas sobre las desapariciones y remitirlas a la Justicia, investigar el destino de las personas desaparecidas y la ubicacin de nios sustrados, denunciar a la justicia todo intento de ocultar o destruir pruebas vinculadas a estos hechos, y emitir un informe final.2

    El libro Nunca Ms expuso las caractersticas y dimensiones del sistema de desaparicin de personas, y la responsabilidad estatal en su ejercicio. De inmediato, este informe se convirti en un xito editorial sin precedentes en relacin con este tema, fue traducido a diferentes idiomas y publicado en el exterior: hasta noviembre de 2007 se llevaban vendidos 503.830 ejemplares.3 La importancia pblica del Nunca Ms se potenci cuando la investigacin de la cual fue resultado, con su estilo narrativo y expositivo, vertebr la estrategia de acusacin de la fiscala en el juicio a las juntas Militares y el tribunal legitim su condicin de verdad y acept su calidad probatoria.

    Asimismo, el tratamiento particular en relacin con el pasado de violencia poltica que se vivi en la Argentina convoc la atencin de los actores que impulsaban el proceso de democratizacin en la regin. En este, contexto, la CONADEP y el Nunca Ms fueron analizados por diversos estados y organizaciones de derechos humanos como vehculos para tramitar y exponer la violencia poltica que atravesaron las sociedades del continente en las dcadas del setenta y noventa. As, las comisiones de la verdad se constituyeron en la regin en el principal modo de producir un saber y una verdad sobre estos procesos y ms all de que estas investigaciones estuvieran o no asociadas a procesos judiciales, o que sus informes propusieran otras estrategias narrativas y explicativas, el Nunca Ms argentino fue un modelo insoslayable para todas ellas.4

    Desde mediados de los aos noventa, el Nunca Ms ingres en un nuevo ciclo de difusin masiva al ser postulado como un medio para transmitir a las nuevas generaciones un sentido de este pasado. El libro fue 1 Para la placa colocada en el cerro, vase Diario Uno, 12 de marzo de 2004, edicin digital www.diariouno.net.ar, La consigna 'Nunca Ms' subi al Aconcagua. Agradezco a Silvia Finocchio haberme proporcionado este material. Sobre la cpsula de la memoria, vase Clarn, 28 de septiembre de 2004, p. 36. Durante un acto por los cien aos del barrio de Agronoma, recordaron a estudiantes desaparecidos. La cpsula del tiempo y un homenaje al pasado y al futuro". 2 Poder Ejecutivo Nacional, decreto 187, 15 de diciembre de 1983, en Boletn Oficial de la Repblica. Argentina (BORA), 19 de diciembre de 1983, p.2. 3 De ese universo, 45.000 ejemplares se editaron en el exterior. Estas cifras son aproximadas, fruto de una elaboracin propia en base a datos de EUDEBA, editorial responsable de su publicacin, y a la Cmara Argentina del Libro, ya que EUDEBA no posee un registro certero del nmero de ejemplares editados del informe. 4 Para Brasil, vase Arquidicesis de San Pablo, Brasil: Nunca Mais, Petrpolis, Vozes, 1985; para Uruguay, SERPAJ Uruguay, Nunca Ms, Montevideo, SERPAJ, 1989; para Paraguay, Comit de Iglesia para Ayudas de Emergencia, Paraguay Nunca Ms, Asuncin, CIPAE, 1990; para Chile, Comisin Nacional de Verdad y Reconciliacin, Informe de la Comisin Nacional de Verdad y Reconciliacin, Santiago de Chile, 1991; para El Salvador, Comisin de la Verdad para El Salvador, De la locura a la esperanza: la guerra de 12 aos en El Salvador El Salvador, Naciones Unidas, 1993; para Guatemala, Comisin para el Esclarecimiento Histrico, Guatemala: memoria del silencio, Guatemala, 1996, y Proyecto Interdiocesano de Recuperacin de la Memoria Histrica, Guatemala: "Nunca Ms ", Guatemala, 1996; para Colombia, Proyecto Nunca Ms, Colombia "Nunca Ms": crmenes de lesa humanidad. Bogot, 2000; y para Per, Comisin de la Verdad y Reconciliacin, Informe final, Lima, CVR, 2003.

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  • incorporado al currculo educativo, editado por entregas en peridicos de alcance nacional y junto a pelculas sobre el perodo. Su ttulo fue inscripto en innumerables placas, usado como consigna poltica y postulado como nombre para diversos museos de la memoria proyectados para preservar y transmitir el pasado reciente. Mediante estos usos, el Nunca Ms conserv su lugar de privilegio como interpretacin de ese pasado pero, al mismo tiempo, sus sentidos fueron objeto de mltiples resignificaciones.

    El carcter cambiante en las maneras de evocar el pasado fue una de las claves interpretativas centrales desde el surgimiento mismo de los estudios sobre memoria colectiva. En 1925, Maurice Halbwachs revolucion la manera de pensar este tema al proponer que los individuos no recuerdan de manera aislada sino en grupos espacial y temporalmente situados, que, mediante marcos especficos, otorgan sentido a sus experiencias. Sostuvo, tambin, que el pasado no poda ser recordado a voluntad y en su totalidad, ya que su evocacin implicaba procesos de seleccin a partir de los intereses y valores del presente. As, la memoria comenz a ser pensada en clave plural, dada la multiplicidad de grupos sociales, y el sentido del pasado abandon su condicin de cosa inmutable, susceptible a la recuperacin literal a partir del ejercicio de la voluntad privada, para entenderse como fruto de la dinmica poltica y cultural y, por ende, de las luchas por dotarlo de significado.5 Estas proposiciones guan, hasta hoy, las investigaciones en este campo de estudios. En los aos ochenta, esta lnea de investigaciones cobr un renovado impulso al calor de la crisis de los estados nacionales y de los grandes relatos que explicaban el pasado y el presente y proponan horizontes de futuro, de la aceleracin del tiempo social producto de las inditas transformaciones tecnolgicas, de la expansin en la vida pblica y privada de la cultura de la memoria, y de la revitalizacin del debate y la evocacin pblica en torno al genocidio nazi.6 El surgimiento de este campo de estudios en la Argentina fue paralelo a los procesos anteriormente reseados en el mundo occidental. A mediados de los aos noventa, la memoria comenz a constituirse en objeto de investigaciones acadmicas, especialmente centradas en la violencia poltica y la ltima dictadura. Con relacin al Nunca Ms han existido diversas investigaciones que lo tomaron como objeto de estudio desde diferentes perspectivas. Un primer grupo se ocup del informe y la CONADEP, e intent comprender el tratamiento de las violaciones a los derechos humanos desde una perspectiva comparativa. Estos trabajos estudiaron el impacto del Nunca Ms y la Comisin en el terreno de la justicia transicional: las similitudes y diferencias entre las diversas Comisiones de la Verdad instituidas tras guerras civiles, regmenes autoritarios y de terrorismo de estado a escala internacional, latinoamericana o regional, y las interpretaciones que sus informes propusieron sobre estos hechos.7 Un segundo grupo de estudios se aboc a 5 Vase Maurice Halbwachs, Los marcos sociales de la memoria, Barcelona, Anthropos, 2004 [1925]. Curiosamente, la influencia de las experiencias lmites en la memoria fue un tpico ausente en la obra de Halbwachs, pese a escribir en un perodo signado por el impacto de la Primera Guerra Mundial en la conciencia europea. Sin embargo, las propias circunstancias de su muerte establecieron un vnculo fctico entre este campo de estudios y estos procesos. Halbwachs fue asesinado en el campo de concentracin nazi de Buchenwald en 1945. 6 Para una resea de los estudios sobre memoria social desde Halbwachs a la actualidad, vase Jeffrey Olick y Joyce Robbins, "Social memory studies: from 'collective memory' to the historical sociology of mnemonic practices", Annual Sociological Reviews, n 24, 1998, pp. 105-140. Para el examen de las caractersticas que asume la memoria en la cultura contempornea, vanse Pierre Nora, Realms of Memory: rethinking the French past, Laurence Kritzman (comp.), Nueva York, Columbia University Press, 1996-1998, y Andreas Huyssen, En busca del futuro perdido: cultura y memoria en tiempos de globalizacin, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2002; para las discusiones y tpicos ms salientes en este campo, vase Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria Coleccin Memorias de la Represin, vol. 1. Madrid, Siglo XXI Editores, 2002. 7 Para una comparacin entre estas comisiones a escala mundial, vanse, en especial, Priscilla Hayner, "Fifteen Truth Commissions. 1974 to 1994: a comparative study", en Human Rights Quarterly, vol. 16, n 4, noviembre, The Johns Hopkins University Press, 1994, pp. 597-655; Priscilla Hayner, Unsprakable Truths. Confronting State Terror and Atrocity, Nueva York, Routledge, 2001; Human rights program, "Truth Commissions: a Comparative assessment", Cambridge, 1997; Michael Humphrey, "From terror to trauma: Commissioning Truth for national reconciliation", en Social identities, vol. 6, n 1, 2000, pp. 7-28; Paz Rojas Baeza, Vctor Espinosa Cuevas y Mara Luisa Ortiz Rojas, Comisin de la verdad. Un camino incierto? Estudio comparativo de comisiones de la verdad en Argentina, Chile, El Salvador Guatemala y Sudfrica desde las vctimas y las organizaciones de derechos humanos, Santiago de Chile, Serie "Retrospectiva y reflexin", Corporacin de Promocin y Defensa de los Derechos del Pueblo, Chile, y Asociacin para la Prevencin de la Tortura, Suiza, 2003. Para Amrica Latina, vanse Esteban Cuya, "Las Comisiones de la Verdad en Amrica Latina", en http://www.derechos.org/koaga/iii/I/cuya.html, 1996, y Greg Grandin, The Instruction of Great Catastrophe: truth commissions, national history, and state formation in Argentina, Chile and Guatemala", en American Historical Review, vol. 110, n 1, 2005, pp. 46-67. Para la comparacin entre las perspectivas de los informes del Cono Sur, vanse Alexandra Barahona de Brito, "Truth, justice, memory and democratization in the Southern Cone", en Paloma Aguilar, Alexandra Barahona de Brito y Carmen Enrquez (comps.), The Pontics of Memory: Three Decades of Transitional Truth and Justice, Oxford and New York, Oxford University Press, 2001; Patricia Funes, "Nunca Ms. Memorias de las dictaduras en Amrica Latina", en Bruno Groppo y Patricia Flier (comps.), La imposibilidad del olvido. Recorridos de la memoria en Argentina, Chile y Uruguay, La Plata, Al Margen, 2001; y Aldo Marchesi, Las lecciones del pasado, memoria y ciudadana en los informes Nunca Ms del Cono Sur, Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin, 2001. Para una sntesis del trabajo de la CONADEP y sus diferencias con otras comisiones de la verdad, vanse Ral Aragn, "La experiencia de la CONADEP argentina", en "La memoria y el futuro: Comisiones de la Verdad en la experiencia internacional", Grupos de Madres y Familiares de Uruguayos detenidos-desaparecidos

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  • entender las continuidades que present y los cambios que introdujo el informe Nunca Ms en las representaciones e ideas sobre las violaciones a los derechos humanos y, por otro lado, las repercusiones de su perspectiva en el proceso poltico. Dentro de este conjunto, la indagacin de Hugo Vezzetti estuvo guiada por una mirada comprensiva que, aunque no se centr slo en el Nunca Ms, ofrece una interpretacin global sobre el papel de este informe en la conformacin de la memoria en relacin con la dictadura y los desaparecidos, sus lazos con la Justicia y con las variaciones recientes de la memoria social en torno a estos hechos.8

    De este modo, los antecedentes de investigacin muestran la importancia medular del Nunca Ms en la conformacin de una nueva verdad pblica sobre las desapariciones, su relevancia jurdica, su impacto en el proceso poltico local, su trascendencia en el plano de las representaciones e ideas sobre este pasado, su constitucin como un vehculo legtimo para transmitirlas y un modelo para exponer otros procesos de violencia poltica a escala internacional. Pese a ello y al acuerdo existente en el campo de estudios sobre el carcter cannico del Nunca Ms, hasta aqu no se haba abordado su historia poltica, esto es, los procesos que signaron su elaboracin, su circulacin, usos y resignificaciones, como un objeto especfico de investigacin.

    El anlisis de la historia del Nunca Ms se diferencia de otros estudios sobre la trayectoria de libros o lemas de trascendencia universal, elaborados hace ms tiempo, que atravesaron cambios polticos drsticos y fueron utilizados en distintos contextos nacionales y, por ello, se convirtieron en objetos de mayores y ms profundas reinterpretaciones.9 El breve derrotero de este informe, en trminos histricos, exige prevenciones metodolgicas especficas propias del trabajo sobre la historia reciente. Si bien toda intervencin acadmica es pasible de ser objeto del debate pblico y de usos diversos, la vigencia poltica y judicial de la historia en la que se inscribe el Nunca Ms somete especialmente este tipo de investigaciones a la interpelacin del sentido comn y establece lmites en la palabra de los entrevistados y en el acceso a las fuentes. Esta ltima dificultad se potencia por la condicin an inaccesible de los archivos en poder de los perpetradores del crimen pero, tambin, por la ausencia en el pas de marcos legales para la consulta de los documentos pblicos sobre el pasado reciente. Asimismo, las marcas subjetivas que dejaron estos hechos requieren del (comp.), Montevideo, Tradinco, 2002, pp. 73-79, y Eduardo Rabossi, "La Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas. Una experiencia argentina", en actas del XV Congreso Interamericano de Filosofa II, Congreso Iberoamericano de Filosofa, Lima, Pontificia Universidad Catlica de Per, 2004. Para el impacto del modelo de la CONADEP y el Nunca Ms en el diseo de polticas de justicia transicional a escala global, vase Kathryn Sikkink, "From pariah State to global protagonist: Argentina and the struggle for International Human Rights", paper presentado en el Ncleo de Estudios sobre Memoria, IDES, Buenos Aires, 2006. Para un anlisis comparativo entre las polticas de justicia transicional, vase Neil Kritz (comp.), Transitional Justice: How emerging democracies reckon with formen regimes, Washington D.C., Institute of Peace, 1995. 8 Hugo Vezzetti, Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2002. Adems, Zamorano analiz el contenido del informe y sus consecuencias jurdicas, vase Carlos Zamorano, Nunca Ms. Testimonio vivo de la represin: El libro de la CONADEP, Buenos Aires, mimeo, 1984; Basile examin el vnculo entre la narrativa testimonial forjada en la dictadura y los testimonios que presenta el Nunca Ms, vase Teresa Basile, "Aproximaciones al 'testimonio sobre la desaparicin de personas' durante la dictadura militar y la democracia argentinas", Cuadernos Angers, ao 2, n 2, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 1989, pp. 45-63; Gonzlez Bombal analiz sus lazos con la conformacin en la opinin pblica de un juicio cultural que antecedi a la sentencia del tribunal que juzg a las Juntas, vase Ins Gonzlez Bombal, "Nunca Ms. El juicio ms all de los estrados", en Carlos Acua, Ins Gonzlez Bombal, Elizabeth Jelin, Oscar Landi, Luis Alberto Quevedo, Catalina Smulovitz y Adriana Vacchieri, Juicio, castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la poltica argentina, Buenos Aires, Editorial Nueva Visin, 1995; Drucaroff examin las proposiciones de su prlogo, vase Elsa Drucaroff, "Por algo fue. Anlisis del 'Prlogo' a Nunca ms, de Ernesto Sabato", en Nuevos territorios de la literatura latinoamericana, Actas de las VIII Jornadas de Investigacin de Literatura Hispanoamericana, Buenos Aires, Instituto de Literatura Hispanoamericana, 1997; Catela da Silva analiz las tensiones entre el relato del Nunca Ms y ciertas memorias locales, vase Ludmila Catela da Silva, "Apagn en el Ingenio, escrache en el museo. Tensiones y disputas entre memorias locales y memorias oficiales en torno a un episodio de represin de 1976", en Ponciano Del Pino y Elizabeth Jelin (comps.): Luchas locales, comunidades e identidades, coleccin "Memorias de la Represin", vol. 6, Madrid, Siglo XXI, 2003; Feld analiz el programa televisivo "Nunca Ms" elaborado por la CONADEP, vase Claudia Feld, La tlvision comme scne de la mmoire de la dictadure en Argentine. Une tude sur les rcits et les reprsentations de la disparition force de personnes, tesis de doctorado, Universit de Pars VIII, Francia, 2004; y Corralini, Di Iorio, Lobo y Pigliapochi analizaron cmo el relato del informe Nunca Ms presenta la identidad de los desaparecidos y los perpetradores, vanse Juan Corralini, Emiliano Di Iorio, Ana Lobo y Javier Pigliapochi, Polticas de memoria: el Nunca Ms, Buenos Aires, indito, 2003, y Ana Lobo, "Polticas de memoria: el Nunca Ms", en Veinte aos de democracia. Ensayos premiados, Buenos Aires, FIACSO-OSDE, 2004; Schwartz analiz las caractersticas de este informe como fuente histrica, vase Alejandra Schwartz, "El Nunca Ms como fuente. Estudios para una nueva cultura poltica", en Actas de las X jornadas Interescuelas Departamentos de Historia, Rosario, 2005; y Zorzoli, los vnculos de libro con las polticas estatales de la memoria, vase Luciana Zorzoli: Nunca Ms: disputas entre Estado y memoria, en Actas de las XI jornadas Interescuelas-Departamentos de Historia, San Miguel de Tucumn, 2007. 9 Pienso en el estudio de Ozouf sobre la historia del lema "Libertad, igualdad, fraternidad", o en el de Hobsbawm sobre El Manifiesto comunista. Vanse Mona Ozouf, "Liberty, Equality, Fraternity", en Pierre Nora (comp.), Realms of Memory: Rethinking the French Past, vol. III, Columbia University Press, 1998, pp. 77-116; y Eric Hobsbawm, "El Manifiesto comunista", en Juan Grompone, Daniel Olesker y Niko Schwartz (comps.), 150 aos del Manifiesto comunista. Recopilacin de documentos y comentarios actuales, Montevideo, Editorial Vanguardia, 1999, para citar algunos ejemplos.

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  • investigador un cuidado especial en relacin con la sensibilidad del entrevistado pero, a la vez, la capacidad de trascender la empata con quien atraves una experiencia lmite para no reproducir, respecto de la palabra del testigo, la fetichizacin positivista de los documentos escritos.10

    En funcin de ello, esta investigacin ha combinado diversas aproximaciones metodolgicas propias del anlisis cualitativo y ha examinado un amplio corpus de fuentes. Se analizaron la prensa nacional y la provincial, revistas y semanarios polticos y de actualidad, la prensa partidaria, peridicos de los organismos de derechos humanos y partidos polticos y documentos oficiales entre 1983 y 2007. Asimismo, se examinaron diversos acervos, entre ellos, parte del archivo de la CONADEP, de EUDEBA y el de Memoria Abierta, fondos audiovisuales y bases de datos de estudios de opinin pblica. Se efectuaron, tambin, cuarenta y siete entrevistas, parcialmente estructuradas, a integrantes y personal de la CONADEP, dirigentes polticos y de los organismos de derechos humanos, responsables, diseadores y traductores de las ediciones locales y extranjeras del informe; y se realizaron otras sesenta, a modo de aproximacin exploratoria, para comprender el mundo de los lectores del Nunca Ms. Por ltimo, se llevaron a cabo observaciones de campo de diversos actos pblicos en los que se evoc a la CONADEP y al Nunca Ms. De este modo se procur, sin dejar de considerar las reglas especficas que regulan el uso de cada fuente, aprovechar y articular sus potencialidades y asegurar una validacin mltiple de las proposiciones efectuadas.

    Este libro se compone de cuatro captulos. En ellos, se analiza el proceso de elaboracin del Nunca Ms, su contenido y la historia de las prcticas que explican sus usos y resignificaciones. El primero precisa las caractersticas que distinguen las desapariciones en la intensa historia de violencia poltica que atraves la Argentina en el siglo XX. Se expone, luego, el carcter heterogneo del conocimiento y el reconocimiento de los atributos y la naturaleza de las desapariciones entre sus denunciantes y, por otro lado, la configuracin paralela entre ellos de un discurso homogneo, basado en una narrativa humanitaria, para denunciarlas. El captulo contribuye a pensar los obstculos especficos que instalaron las desapariciones en el plano del conocimiento, y la evocacin y la adopcin, por parte de diversos actores, de un estilo de relato sobre la violencia de estado que se propone como antecedente del que se tornar dominante en el Nunca Ms.

    En el segundo captulo se estudia el proceso poltico que enmarc la investigacin de la CONADEP. Se analiza cmo la Comisin constituy un nuevo conocimiento sobre la dimensin del sistema de desaparicin y un corpus probatorio indito para juzgar a sus responsables, a partir de la articulacin de la voluntad de quienes conducan el estado y la mayora del movimiento de derechos humanos. En este sentido, el captulo postula una nueva interpretacin sobre la naturaleza de la CONADEP y de su investigacin, la que en los estudios sobre el pasado reciente es descripta slo como una comisin de personalidades o notables a travs de la cual el estado se pronunci sobre estos hechos. A diferencia de esta interpretacin, el captulo concluye que el xito de su investigacin y el propio informe, Nunca Ms, expresaron la sntesis del esfuerzo compartido por los dos actores mencionados. Si, como seala Girardet, la historia de cualquier smbolo empieza en general con un enigma, el del misterio de sus orgenes, este captulo contribuye a develar cmo se constituy esta narracin e interpretacin del pasado reciente que se volvi su representacin hegemnica.11

    El tercer captulo analiza la interpretacin que propone el Nunca Ms sobre la violencia poltica, examina el estilo narrativo mediante el cual expone la materialidad de las desapariciones y propone la responsabilidad de sus perpetradores. El captulo concluye que el Nunca Ms instal en la escena pblica una nueva memoria emblemtica, una lectura fundacional sobre la violencia poltica y las desapariciones que integr la narrativa humanitaria forjada durante la dictadura para denunciar estos crmenes con los postulados del Poder Ejecutivo para pensar este pasado.12 En el cuarto, y ltimo, captulo, se examinan los usos y resignificaciones del Nunca Ms desde su publicacin, en 1984, hasta la actualidad. Este anlisis 10 Sobre varias de estas proposiciones se expresan, en sentido similar, Marina Franco y Florencia Levin, "El pasado cercano en clave historiogrfica", en Marina Franco y Florencia Levin (comps.), Historia reciente. Perspectivas y desafos para un campo en construccin, Buenos Aires, Paids, 2007, pp. 31-65. 11 Raoul Girardet, 'The three colors neither white not red", en Pierre Nora (comp.), Realms of Mernory: Rethinking the French Past, vol. III, Columbia University Press, 1998, p. 5. Schutz propone que un smbolo es todo recurso que permite realizar una abstraccin y remite a un recuerdo, a un hecho o a una idea, y ofrece modelos para interpretar, representar y organizar la realidad. Vase Alfred Schutz, El problema de la realidad social, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2003, p. 262. 12 Tomo esta nocin del sugerente trabajo de Stern, quien seala que una memoria emblemtica da un sentido interpretativo y un criterio de seleccin a las memorias sueltas o personales a las que incorpora a partir de la inclusin de ciertas experiencias concretas y, de este modo, encuentra un eco en la sociedad. Segn este autor, este tipo de memorias, a la vez, comportan una historizacin del ayer, tienen la capacidad de proyectarse en el espacio pblico a partir de portavoces legitimados y se encuentran en lucha con otras constelaciones por establecer el sentido de lo acontecido en un perodo relevante para la vida de la comunidad. Vase Steve Stern, De la memoria suelta a la memoria emblemtica. Hacia el recordar y el olvidar como proceso histrico (Chile, 1973-1998), en Mario Garces, Pedro Milos, Miriam Olgun, Julio Pinto, Mara Rojas y Miguel Urrutia (comps.), Memoria para un nuevo siglo: Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX, Santiago de Chile, LOM, 2000.

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  • muestra cmo la memoria emblemtica que el Nunca Ms configur sobre la violencia poltica y las desapariciones se fue tornando hegemnica mediante la reproduccin de sus claves narrativas e interpretativas en los estrados judiciales, en el discurso pblico, en el debate poltico y en las principales producciones culturales sobre este tema, al mismo tiempo que las disputas por el sentido del informe eran atravesadas por las metas que, en el terreno judicial, dividan a las Fuerzas Armadas, al gobierno de Alfonsn y a los organismos de derechos humanos. Asimismo, se analiza cmo el Nunca Ms fue adquiriendo la condicin de vehculo para transmitir el pasado reciente y, en ese proceso, fue utilizado por distintos grupos de la sociedad civil y una nueva conduccin del estado para exponer sus propias lecturas sobre estos hechos. Se propone, por ltimo, que estas intervenciones contribuyeron a la reproduccin ampliada del carcter cannico del Nunca Ms y, a la vez, resignificaron su sentido al introducir nuevas interpretaciones que cuestionaron ciertas premisas del rgimen de memoria que el informe haba configurado en la democracia temprana.

    Precisamente, la tesis que subyace a esta investigacin postula que el Nunca Ms conform un nuevo rgimen de memoria sobre la violencia poltica y las desapariciones en la Argentina, que integr ciertos principios generales de la democracia poltica, los postulados del gobierno de Alfonsn para juzgar la violencia poltica y la narrativa humanitaria forjada durante la dictadura para denunciar sus crmenes. Propongo el concepto de rgimen de memoria para retratar aquellas memorias emblemticas que se tornan hegemnicas en la escena pblica al instaurar, a travs de prcticas y discursos diversos, los marcos de seleccin de lo memorable y las claves interpretativas y los estilos narrativos para evocarlo, pensarlo y transmitirlo. Los regmenes de memoria son el resultado de relaciones de poder y, a la vez, contribuyen a su reproduccin. Sin embargo, si bien su configuracin y expansin en la esfera pblica son el producto de la relacin entre fuerzas polticas, tambin obedecen a la integracin de sentidos sobre el pasado producidos por actores que, al calor de sus luchas contra las ideas dominantes, logran elaborar e imponer sus propios marcos interpretativos.

    La sucesin de regmenes de memoria no es mecnica ni lineal. Siempre es posible detectar la continuidad de vestigios de regmenes previos en sus sucesores, ya que su trayectoria es el resultado de ciertas premisas instituidas por el rgimen precedente que el nuevo reorganiza a otro nivel y constituye, a la vez, en las condiciones para la formacin del siguiente. La perdurabilidad de un rgimen de memoria depende, como la suerte de otro tipo de constelaciones ideolgicas, de que sus ncleos interpretativos y narrativos sean reproducidos por actores diversos a lo largo del tiempo y que logren trascender los cambios culturales y polticos en la escena pblica. La conformacin de los regmenes de memoria es compleja ya que supone la adopcin, por diversos actores, de ncleos propositivos comunes para evocar el pasado. Sin embargo, nunca un rgimen de memoria logra uniformizar la evocacin del pasado, o evitar que circulen interpretaciones diferentes u opuestas a sus postulados. Estos conflictos no invalidan sino que, incluso, cuando no rebasan ciertos marcos, contribuyen a su reproduccin en el tiempo. Justamente, la propiedad distintiva de un rgimen de memoria radica en que sus proposiciones organizan el debate pblico, se convierten en objeto privilegiado de las luchas por dotar de sentido el pasado, y moldean, e incluso delimitan, las interpretaciones divergentes.13

    Esta investigacin contribuye a comprender los procesos polticos y culturales que hicieron del Nunca Ms el relato que estructur, desde el retorno de la democracia, la forma de evocar y pensar las desapariciones y la violencia poltica en la Argentina, y tambin a conocer cmo su sentido est siendo modificado por nuevos modos de recordar e interpretar estos procesos. Dado el carcter cannico del Nunca Ms, se considera que este anlisis alumbrar, a la vez, los cambios y continuidades ms sustantivos en la memoria social sobre este pasado. La historia de este informe, cuyo ttulo convoca al recuerdo y conjuga una esperanza colectiva, es la que se relatar a continuacin.

    13 Pienso el concepto de rgimen de memoria a partir de las proposiciones de Foucault sobre la conformacin y las propiedades de los regmenes de verdad. Vase Michel Foucault, La verdad y las formas jurdicas, Mxico, Gedisa, 1986. La idea de que los regmenes de memoria adoptan un carcter secuencial y de que sus propiedades dependen de las caractersticas abiertas por sus predecesores, las cuales reorganizan en un nuevo estadio, proviene de Rolando Garca y Jean Piaget, Psicognesis e historia de la ciencia, Mxico, Siglo XXI Editores, 2004.

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  • 1. DESAPARICIN, MEMORIA Y CONOCIMIENTO DESAPARICIONES Y VIOLENCIA POLTICA EN LA ARGENTINA

    La constitucin de las desapariciones en poltica de estado durante la ltima dictadura militar (1976-1983) supuso dos cambios sustantivos con respecto a los grados y formas que asumi la intensa historia de violencia poltica que atraves la Argentina durante el siglo XX. En primer lugar, a diferencia de la represin estatal contra militantes polticos o sindicales, las desapariciones objetivaron una decisin de exterminio poltico.14 En segundo lugar, implicaron el ejercicio de una forma novedosa de la muerte por causas polticas: su prctica clandestina. Estas particularidades distinguieron, adems, a la dictadura Argentina del resto de las que, en los aos setenta, se establecieron n el Cono Sur de Amrica Latina.15

    Pese a ello, pensar el horror argentino en trminos de un derrumbe civilizatorio resulta claramente inadecuado dada la historia poltica nacional. Desde 1930, en el marco de una tradicin poltica que se remonta al siglo XIX, el intervencionismo militar en la escena institucional fue normalizado por amplios sectores de la sociedad civil y poltica y, junto a la influencia de las ideas del integrismo catlico y las corrientes nacionalistas y conservadoras, conformaron una cultura signada por el desprecio a la ley y la alteridad. El empleo de la tortura contra los presos polticos se constituy en una prctica regular y normalizada, y el recurso a la violencia como modo de resolver los conflictos adquiri un estatus privilegiado en el imaginario poltico.16

    A mediados de los aos cuarenta, el surgimiento del peronismo gener en el pas un proceso de polarizacin poltica, que se acentu en 1955 tras su derrocamiento y proscripcin. A partir de all, se abri un ciclo de inestabilidad institucional, agitacin social y creciente radicalizacin poltica. En paralelo, en el marco de la Guerra Fra contra el comunismo y la victoria de la Revolucin Cubana cuya influencia se reflej en las ideas de la nueva izquierda marxista y peronista, las Fuerzas Armadas argentinas consideraron que tenan como misin institucional el combate contra este enemigo, el comunismo. Entonces, comenzaron a estudiarse las experiencias francesas de guerra en Argelia e Indochina, que incluan la tortura como clave bsica de la inteligencia militar, y consideraban que la guerra era total y que el enemigo poda hallarse en cualquier mbito de la sociedad. Por otro lado, tambin adoptaron la Doctrina de Seguridad Nacional, de origen norteamericano, que planteaba que el enemigo se encontraba en cualquier mbito social, y entenda

    14 El carcter de crmen poltico diferencia las desapariciones de os crmenes ontolgicos. Mientras los judos, para los nazis, deban ser destruidos por su condicin biolgica, como raza, el subversivo, para las Fuerzas Armadas, poda ser asimilado si asuma los valores de sus captores. Agradezco esta sugerencia al Dr. Jos Nun. Prueba de ello fueron los intentos de recuperacin de ciertos presos polticos y desaparecidos, y la apropiacin de los hijos de desaparecidos para, segn los militares, criarlos en los valores del orden establecido. Sobre este tpico, vase, en igual sentido, H. Vezzetti, Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, pp. 157-164. 15 En 1984 la CONADEP registr 8.961 desaparecidos. Desde entonces, se incrementaron las denuncias aunque se carece de informes oficiales que actualicen esa cifra. Brisk sostiene que las polticas de medicin de la cantidad de desaparecidos estn condicionadas por la propia naturaleza del crimen, las condiciones polticas que enmarcan su uso y el papel que determinados actores desempean al enarbolar sus propios registros en la esfera pblica. Vase Alison Brisk, The politics of measurement. The contested count of the disappeared in Argentina, en Human Rights Quarterly, vol. 16, n 4, noviembre, The Johns Hopkins University Press, 1994, pp. 676.692. Por su parte, los organismos de derechos humanos postulan la existencia de 30.000 desaparecidos. Para la represin poltica en Uruguay, Chile, Brasil y Bolivia, vanse SERPAJ Uruguay, Nunca Ms, Comisin Nacional de Verdad y Reconciliacin, Informe de la Comisin Nacional de Verdad y Reconciliacin; Arquidicesis de San Pablo, Brasil: Nunca Mais, y Federico Aguil, Nunca Ms para Bolivia, Cochabamba, Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Bolivia, Universidad Mayor de San Simn, 1993. Slo en las guerras civiles de Guatemala y Per, las desapariciones alcanzaron una magnitud mayor, 45.000 y 21.000 personas respectivamente, pero representaron el 25% y el 32% del total de muertos. Vase Proyecto Interdiocesano de Recuperacin de la Memoria Histrica, Guatemala: Nunca Ms; Comisin para el Esclarecimiento Histrico, Guatemala: memoria del silencio, y Comisin de la Verdad y Reconciliacin, Informe final. 16 En clave de Norbert Elas, Vezzetti postula las desapariciones como parte de un derrumbe civilizatorio. Esta idea, a mi juicio, eclipsa las caractersticas que asumi la vida institucional y poltica del pas. Vase H. Vezzetti, Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, p. 13. A mi juicio, ello refleja el proceso cultural descrito por Huyssen sobre el papel del Holocausto como tropos universal para pensar todo exterminio posterior al obstaculizar la comprensin de las particularidades de un fenmeno determinado y, a la vez, las del propio genocidio nazi. Vase Andreas Huyssen, En busca del futuro perdido: cultura y memoria en tiempos de globalizacin, p. 17. Sobre el intervencionismo militar en la vida poltica argentina, vase Prudencio Garca, El drama de la autonoma militar, Madrid, Alianza, 1995. Sobre la influencia de las ideas nacionalistas y catlicas, vanse Loris Zanatta, Del estado liberal a la nacin catlica. Iglesia y ejrcito en los orgenes del peronismo 1930-1943, Quilmes, Universidad Nacional de Quilmes, 1996, y Fernando Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002.

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  • todo conflicto como una afectacin a la seguridad y como parte de la estrategia subversiva; al mismo tiempo, atribua el monopolio del inters nacional a las Fuerzas Armadas.17

    Bajo este nuevo paradigma desaparece en 1962 Felipe Vallese, aunque su caso, como otros anteriores, constituy una desaparicin aislada, producto de la muerte durante la tortura, y no una meta premeditada. Los cambios mencionados en la doctrina castrense se reflejaron plenamente en el discurso del general Ongana en la academia militar de West Point, en 1964, en el cual expres que la lucha contra el enemigo interno era la principal amenaza que enfrentaban las Fuerzas Armadas.18 En mayo de 1969, cuando Ongana ya era presidente de facto, se produce el Cordobazo, levantamiento que inici un ciclo de lucha de calles que evidenci el surgimiento de un movimiento popular y antidictatorial de masas. Entre las mltiples consecuencias del Cordobazo, como el fortalecimiento del clasismo sindical y de las corrientes de la izquierda insurreccional, para ciertos sectores de la heterognea oposicin poltica esta accin de masas fue un indicador de la viabilidad de la revolucin y de la legitimidad de la violencia popular para enfrentar la violencia del sistema y producir el cambio social. Desde entonces, comenzaron a cuestionar el monopolio estatal de la fuerza.19

    En paralelo, la poltica represiva de la Revolucin Argentina fue denunciada, entre otras organizaciones formadas para reclamar la libertad de los presos polticos, por la Comisin de Familiares y Amigos de Detenidos (COFADE), de origen peronista, la cual edit en agosto de 1969 el folleto Libro Negro de la Casa Rosada. Su ttulo resignificaba el del informe de la comisin creada por la Revolucin Libertadora para investigar al primer peronismo tras derrocarlo en 1955. Dedicado a los militantes, explicaba la represin por `la imposibilidad en la que se encuentra el sistema capitalista de subsistir sin llevar una poltica inhumana y de ejercer el terror contra la clase trabajadora urbana y campesina.20

    Esta orientacin de sentido se reproduca en la denuncia ms exhaustiva sobre la represin de la Revolucin Argentina, la que realiz en 1973 el Foro de Buenos Aires por la vigencia de los derechos humanos, constituido por abogadas de presos polticos, artistas, intelectuales y sindicalistas combativos. Su informe denunci las leyes represivas, la actuacin de la Cmara Federal en lo Penal Especial que juzgaba a los guerrilleros, la tortura a los presos polticos y las condiciones de vida de las mayoras populares, e inclua declaraciones de presos polticos, desaparecidos liberados y familiares de secuestrados cuyos testimonios se constituyeron, as, por primera vez y de forma sistemtica, en un elemento central de denuncia.21

    17 La influencia francesa se extendi en las filas castrenses al orden espiritual con la difusin del integrismo catlico que combinaba el anticomunismo y el antiliberalismo mediante la creacin, en 1957, de las primeras vicarias militares. Vase P. Garca, El drama de la autonoma militar, pp. 65-72. Segn datos del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, entre 1950 y 1975. 3.676 militares argentinos recibieron instruccin en academias militares norteamericanas. Eduardo Luis Duhalde, El Estado terrorista argentino, Buenos Aires, Argos-Vergara, 1983, p. 39. 18 Vallese, de 22 aos, era delegado sindical y militante de la juventud peronista. Fue secuestrado el 22 de agosto de 1962 en la Capital Federal por la polica de la provincia de Buenos Aires. Ya en junio de 1955, a fines del gobierno de Pern, haba sido secuestrado el militante comunista Juan Ingalinella, cuyo cuerpo no reapareci pero su muerte, en la jefatura de polica, fue confirmada luego. Para el discurso de Ongana, vase P. Garca, El drama de la autonoma militar, p. 105. 19 El Ejrcito Revolucionario del Pueblo (ERP), de origen trotskista, y los Montoneros, de origen peronista, fueron las dos organizaciones guerrilleras ms importantes del perodo. Sobre ellas, vanse Luis Mattini, Hombres y mujeres del PRT-ERP. De Tucumn a la Tablada, Buenos Aires, Ediciones De la Campana, 1996; y Richard Gillespie, Montoneros, soldados de Pern, Buenos Aires, Grijalbo, 1987. 20 Comisin de Familiares y Amigos de Detenidos (COFADE), Libro Negro de la Casa Rosada, Buenos Aires, 1969, p. 10, citado por Ariel Eidelman, Solidaridad con los presos polticos: 1966-1973. Los orgenes del movimiento por los derechos humanos en Argentina, en Actas de las IV Jornadas Nacionales Espacio, Memoria e Identidad, Facultad de Humanidades y Artes, Rosario, Universidad Nacional de Rosario, 2006. Integraban la organizacin el mayor Bernardo Alberte, quien fue delegado de Pern hasta 1968 y sostena posiciones revolucionarias, y el abogado Isidoro Ventura Mayoral, de gran experiencia en la defensa de presos polticos desde 1955, militantes de la juventud Peronista y de las revistas Con Todo y Cristianismo y Revolucin (ibdem, 10). El Poder Ejecutivo Nacional cre, por decreto ley 479/55 del 7 de octubre de 1955, la Comisin Nacional de Investigaciones para investigar el enriquecimiento ilcito de Pern y la formacin de un estado totalitario bajo su gobierno. La investigacin se inscriba en el marco de un intento por desperonizar a la sociedad argentina, reproduciendo la poltica aliada de desnazificar Alemania pues se consideraba al peronismo la versin local del nazismo. El 16 de agosto de 1956, la comisin public los resultados de su investigacin en cinco tomos y tina versin de divulgacin masiva. Vase Poder Ejecutivo Nacional, El Libro Negro de la Segunda Tirana, Buenos Aires, 1956. Este ttulo evocaba y rechazaba una genealoga histrica, al proponer al peronismo como prolongacin del gobierno de Rosas, sucedido durante el siglo XIX. Sobre los usos y los conflictos historiogrficos en torno al rosismo, vase Diana Quatrocchi-Woisson, Los males de la memoria. Historia y poltica en la Argentina, Buenos Aires, Emec, 1995. 21 El Foro se form en 1971, y estaba integrado por abogados, como Ral Aragn, Mario Amaya, Vicente Zito Lema, Rodolfo Mattarollo y Mario Hernndez; artistas e intelectuales, como Len Ferrari, Tununa Mercado y No Jitrik; psicoanalistas, como Garca Reinoso; y dirigentes obreros combativos, como Agustn Tosco y Raimundo Ongaro. Se editaron 3.000 ejemplares del informe, los cuales fueron distribuidos en kioscos para su venta. Informacin extrada de las entrevistas de la antroploga Virginia Vecchioli a Hugo Rapoport, en julio de 2002, y a Hayde Birgin, en julio de 2003, ex integrantes del Foro. El film Informes y testimonios. La tortura poltica en Argentina, 1966-1972, de 1973, realizado por Diego Eijo, Eduardo Giorello, Ricardo Moretti, Alfredo Oroz, Carlos Gallina y Silvia Verga, tom como referencia los informes del Foro y de la COFADE.

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  • El informe relataba los secuestros seguidos de desaparicin y presentaba su cronologa. Las denuncias de los familiares de desaparecidos compartan la narrativa de la militancia revolucionaria. Manifestaban su ira ante la negacin oficial de toda responsabilidad, acusaban al propio presidente, el general Lanusse, y le reclamaban respetar la Convencin de Ginebra para los prisioneros de guerra. Por su parte, los testimonios de algunos presos polticos, miembros de la guerrilla, vinculaban la tortura sufrida en crceles legales e ilegales con la defensa del orden social y explicaban su resistencia a ella con el compromiso que asuman por transformarlo. Los autores del informe compartan el tono de los testimonios. Entendan que la represin se articulaba con el proyecto econmico de la Revolucin Argentina favorable a los monopolios pero que era inherente al orden capitalista. De hecho, en su prlogo, igualaban las desapariciones con la pobreza y la explotacin, al sealar que entre el nio que muere por falta material de asistencia o el obrero que perece por carencia de normas de seguridad en el trabajo y el secuestrado o asesinado, como Pujals, los Verd, Monti, Belloni o Juregui, que es eliminado oscuramente de la faz de la tierra, no hay ms que una diferencia de grado. Este tono se reproduca al saludar la libertad de quienes, en una u otra forma, lucharon contra el rgimen. Por ltimo, sostenan su esperanza de que nadie olvidara lo ocurrido para que no sucediera nunca ms en la victoria electoral del peronismo en marzo de 1973 que, consideraban, traduca una nueva conciencia sobre los derechos humanos pero, adems, reclamaban cambiar las condiciones que haban permitido los crmenes: la conciencia social y la estructura del sistema.22

    El marco interpretativo del informe prolongaba la mirada de la militancia radicalizada que legitimaba la violencia poltica, pero que, a la vez, cifraba expectativas en el regreso del peronismo al poder y en su calidad de vehculo del cambio social. Sin embargo, tras las elecciones y el regreso de Pern al pas, las contradicciones polticas se tensaron, las luchas sindicales se agudizaron incluso cuestionando los acuerdos establecidos entre la CGT y el gobierno en el marco del Pacto Social, las presiones empresariales hicieron otro tanto mediante el desabastecimiento y el aumento de los precios, la guerrilla del ERP continu actuando, y se agudiz el enfrentamiento en el interior del peronismo con la matanza de Ezeiza y con el regreso de los Montoneros a la lucha armada. Pern, visto por algunos como el conductor del proceso revolucionario y por otros como la persona que pondra fin a la violencia, se pronunci en la Plaza de Mayo contra los Montoneros, y ampar la destitucin de los gobernadores afines a ellos. En paralelo, bajo su gobierno se cre la Alianza Anticomunista Argentina, organizacin parapolicial que comenz a asesinar a opositores polticos.

    Tras su muerte, se increment la violencia poltica. El 5 de febrero de 1975, por el decreto 265 del Poder Ejecutivo Nacional, se inici el Operativo Independencia, que autorizaba al Ejrcito a intervenir en la lucha antisubversiva en la provincia de Tucumn, donde el ERP haba establecido un foco guerrillero. En sus memorias, el conductor de este operativo, el general Vilas, admitira haber aplicado las enseanzas de los oficiales franceses que participaron de las guerras coloniales en Argelia e Indochina, que comprendan el secuestro, la tortura y el asesinato de los sospechosos de colaborar con el enemigo, y un frreo control social sobre el resto de la poblacin.23 Durante este operativo, se estableci el primer centro clandestino de detencin del pas y se regulariz la prctica de la desaparicin.24 Pese a la amplia difusin oral de los

    22 Nora Martins, esposa de Nstor Martins, desaparecido en 1970, sealaba: S es odio. Un odio que ya me rebasa. Qu crimen cometi mi esposo para que lo trataran tan bestialmente? Cmo es posible secuestrar a dos personas en pleno centro de la ciudad, a la luz del da, sin dejar el menor rastro? Cmo no se los puede encontrar ni vivos ni muertos?. Para este alegato, la acusacin a Lanusse y el testimonio de los presos polticos, vase Foro de Buenos Aires por la Vigencia de los Derechos Humanos, Proceso a la explotacin y a la represin en Argentina, Buenos Aires, 1973, pp. 6-22 y 159-217. 23 El artculo 1 del decreto rezaba que se los autorizaba a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actan en la provincia de Tucumn, decreto 265 del 5 de febrero de 1975, firmado por la presidenta Isabel Pern y sus ministros. Para el manuscrito de Vilas cuya publicacin fue prohibida por las propias autoridades militares, vase Acdel Vilas, Manuscrito sobre el Operativo Independencia, Baha Blanca, indito, 1977. Para su anlisis, vase Martn Andersen. Dossier secreto. El mito de la guerra sucia, Buenos Aires, Planeta, 1993, pp. 150-170, y Emilio Crenzel, La primera fase del Operativo Independencia, un anlisis de las reflexiones de su conduccin acerca del mismo, en Irma Antognazzi y Rosa Ferrer (comps.), Argentina, las races histricas del presente, Rosario, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, 1997. 24 La desaparicin de personas actualizaba formas tradicionales de la violencia patronal en el mbito local. Esas prcticas originaron, a fines del siglo XIX, en Tucumn, la leyenda del Familiar. Segn la tradicin oral, el Familiar era un monstruo producto de un pacto entre el diablo y el dueo del ingenio que devoraba por lo menos un obrero por ao, entregado al diablo por el patrn a cambio de que ste le asegurase su riqueza. Vessuri seala que atacaba a los obreros que enfrentaban a los patrones o administradores de ingenio: los ms corajudos, los que tienen voz propia o son lieros. Vase Hebe Vessuri, Aspectos del catolicismo popular de Santiago del Estero. Ensayo de categoras morales y sociales, San Miguel de Tucumn, Universidad Nacional de Tucumn, 1971, p. 40.

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  • crmenes, las denuncias pblicas por desaparicin fueron nfimas. Aos despus se sabra que en Tucumn el 25% de quienes siguen desaparecidos fueron secuestrados durante este operativo.25

    En octubre de 1975, pese a ello, el aval del gobierno y los partidos polticos a la intervencin militar se extendi a todo el pas. En paralelo, el generalato decidi que el exterminio de la subversin se ejecutara de manera clandestina.26 La idea de un pas en guerra ya no era patrimonio exclusivo de las Fuerzas Armadas y la guerrilla y pareca traducirse en la diversidad de acontecimientos de violencia poltica. Entre 1973 y 1976 se produjeron 8.509 hechos armados, 1.543 asesinatos por motivos polticos, 900 personas desaparecieron y 5.148 revestan como presos polticos; las experiencias de la guerra revolucionaria y contrarrevolucionaria guiaban la prctica de la violencia insurgente, estatal y paramilitar.27

    En ese contexto, las Fuerzas Armadas lograron erguirse en la escena poltica como la institucin capaz de restablecer el orden. El golpe de estado las encontr unidas en la meta de erradicar la subversin y reestructurar el sistema poltico, y eran apoyadas por la Iglesia entusiasmada por restaurar los principios de la nacin catlica, por la administracin norteamericana, que impulsaba la resolucin dictatorial de los conflictos polticos en el Cono Sur, y por las empresas nacionales e internacionales de capitales ms concentrados, interesadas en imponer un nuevo modelo de acumulacin y distribucin del ingreso que desplazara el basado en la sustitucin de importaciones y disminuyera el peso poltico de quienes lo haban sostenido, en especial, de los sindicatos. A ellos se unieron los sectores medios reclamando orden y autoridad, descontentos con el gobierno peronista, incapaz de controlar la violencia, la inflacin (que haba superado el 330% en 1975) y la indisciplina obrera. El golpe encontr divididos a los obreros sindicalizados; cont con el aval de la prensa, que competa pronosticando su fecha, y de las principales fuerzas polticas, que lo consideraban inevitable. Por su parte, el Partido Comunista propona un gobierno cvico-militar y la guerrilla lo esperaba imaginando que permitira resolver, sin mediaciones, la guerra.28 El gobierno de Isabel Pern se mostrara particularmente incapaz de enfrentar este haz singular de conflictos.

    Para la mayora de la poblacin, el golpe convocaba el recuerdo de intervenciones militares anteriores y fue recibido pasivamente, como parte de una historia cclica y recurrente. Incluso vastos sectores lo percibieron como la oportunidad de restaurar el orden, la autoridad y la paz sobre la base del monopolio

    25 Comisin Bicameral de la provincia de Tucumn, Informe de la Comisin Bicameral Investigadora de las violaciones a los derechos humanos en la provincia de Tucumn, Universidad Nacional de Tucumn e Instituto de Estudios Polticos para Amrica Latina y frica, Madrid, 1991, p. 292. El gobernador constitucional, el peronista Amado Juri, visit varias veces la zona de operaciones militares y luego reconocera que Vilas haba logrado limpiar de subversin a Tucumn. Entrevista a Amado Juri, San Miguel de Tucumn, 27 de junio de 1995. Juri siempre neg conocer la existencia de desapariciones, pero varios testimonios afirman haberlo interpelado para que las detuviera. De mis entrevistas a Graciela Jaegger, presidenta de Madres de Plaza de Mayo, filial Tucumn, San Miguel de Tucumn, 25 de junio de 1995, y a Marcos Taire, ex secretario de prensa del Sindicato de Prensa de Tucumn, Buenos Aires, 4 de octubre de 2004. 26 Decreto 2.772, del presidente provisional talo Luder, en BORA, 4 de noviembre de 1975. Al parecer, slo tres generales discreparon con el mtodo clandestino. Vanse Emilio Mignone, Derechos humanos y sociedad: el caso argentino, Buenos Aires, CELS, 1991, p. 65, y Carlos Acua y Catalina Smulovitz, Militares en la transicin argentina: del gobierno a la subordinacin constitucional, en Carlos Acua, Ins Gonzlez Bombal, et al., Juicio, castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la poltica argentina, Buenos Aires, Nueva Visin, 1995, p. 32. Para la perspectiva de uno de ellos, vase Pgina/12, 24 de marzo de 1996, p. 6, No hubiera dudado en sentenciar ni fusilar, reportaje a Rodolfo Mujica. An no se ha construido un conocimiento de rigor sobre las evaluaciones que determinaron la decisin del extermino. 27 En septiembre de 1975, Ricardo Balbn, lder radical que haba apoyado el Operativo Independencia, se manifest preocupado por la guerrilla fabril y se pronunci a favor de una accin integral contra la guerrilla. La Nacin, 2 de septiembre de 1975, p. 5, De las FF.AA. y de la guerrilla habl Balbn. Dos meses ms tarde, el presidente de la Sociedad Rural Argentina, que agrupa a los grandes propietarios de tierras del pas, Celedonio Pereda, afirmaba: Debemos asumir plenamente el hecho de que se est librando una guerra decisiva y de que no somos ajenos a ello y esa guerra se libra en cauchos frentes, unos visibles, que son regados por la sangre de nuestras heroicas Fuerzas Armadas, otros disimulados, y ms peligrosos an, como la infiltracin en las fbricas, en las escuelas, en las universidades, como as tambin en la administracin pblica nacional. La Nacin, 13 de diciembre de 1975, p. 7, Analiza la actualidad la Sociedad Rural. Para las cifras de hechos armados, presos polticos y asesinados, vase Juan Carlos Marn, Los hechos armados. Un ejercicio posible, Buenos Aires, CICSO, 1984, p. 157. Para las de desaparecidos, vase Secretara de Derechos Humanos, base CONADEP actualizada a septiembre de 2004. 28 En 1971, en Bolivia y, en 1973, en Chile y Uruguay se implantaron dictaduras militares. Sobre el apoyo empresarial al golpe, el programa econmico de la dictadura y el nuevo patrn de acumulacin que sta estructur vase, en especial, Jorge Schvarzer, La poltica econmica de Martnez de Hoz, Buenos Aires, Hyspamrica, 1986. Con respecto a la posicin de la Iglesia catlica, vase Roberto Di Stfano y Loris Zanatta, Historia de la Iglesia argentina, Buenos Aires, Grijalbo, 2000, pp. 535-555. Sobre el consenso a favor del golpe entre la dirigencia poltica y su integracin a la dictadura, vase Hugo Quiroga, El tiempo del Proceso, conflictos y coincidencias entre polticos y militares, 1976-1983, Rosario, Fundacin Ross, 1993, pp. 62-68. En relacin con la propuesta comunista, vase R. Gillespie, Montoneros, soldados de Pern, p. 260. Sobre la evaluacin del ERP y los Montoneros, vase Mara Seoane, Todo o nada. La historia .secreta y la historia pblica del jefe guerrillero Mario Roberto Santucho, Buenos Aires, Planeta, 1991, pp. 292-295; L. Mattini, Hombres y mujeres del PRT-ERP De Tucumn a La Tablada, pp. 441-442; R. Gillespie, Montoneros, soldados de Pern, pp. 283-290; y Luis Donatello, Los Montoneros y el golpe de Estado de 1976: cmo fue interpretado por los militantes?, en Voces recobradas, vol. 3, n 10, Buenos Aires, 2001, pp. 17-25.

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  • estatal de la fuerza, y se hicieron eco de la palabra dictatorial, que postulaba su voluntad de controlar la violencia de ambos signos. En sntesis, el golpe distaba de ser un resultado deseado por pocos.29

    La nueva dictadura, como seala O'Donnell, otorg el permiso para reproducir relaciones autoritarias, patrones que formaban parte de la cultura local y cuya prctica el golpe legitimaba; integr tradiciones represivas previas como la anulacin de las garantas constitucionales, la crcel poltica y la tortura, pero a la vez, a partir de ese momento, las desapariciones se tornaron una poltica de estado en todo el pas. Desde el golpe, el nmero de desapariciones se multiplic por diez. Su prctica se concentr entre 1976 y 1977, aos en que se produjeron el 76,6% de ellas, y tuvo por epicentro las principales ciudades del pas, donde las fracciones y grupos de la clase obrera y el movimiento estudiantil alineados con las corrientes de la izquierda peronista y marxista tenan una presencia ms relevante. La decisin de exterminio comprendi a la guerrilla, ya diezmada antes del golpe pero an con voluntad de combatir, y afect, adems, a la militancia radicalizada o enfrentada al nuevo orden de seguridad nacional. Para los militares, la subversin expresaba a aquellos grupos sociales o personas que, en el plano de los valores, se oponan al orden existente, ms all de que manipularan o no armas materiales. Por ello, su doctrina supona la militarizacin y el control exhaustivo de la sociedad.30

    Las desapariciones evidenciaron que la crcel poltica, para el imaginario castrense, era una solucin insatisfactoria. En la memoria militar estaba fresca la amnista de 1973, tras la cual los presos renovaron sus militancias. Por ello, interpretaron que, para doblegar la voluntad del enemigo, era necesaria su destruccin fsica. La clandestinidad procuraba evitar las denuncias de la comunidad internacional que reciba la dictadura chilena, y permita extender sin lmites la tortura y eliminar a los opositores sin obstculos legales o polticos. No quedaran huellas, los secuestrados perderan visibilidad pblica, se negara su cautiverio y su asesinato no tendra responsables. LAS DESAPARICIONES Y LA MEMORIA

    Las desapariciones implicaron un quiebre con respecto a la concepcin tradicional de la muerte en la Argentina, propia de la cultura occidental. Su condicin fronteriza entre la vida y la muerte quebr, en la trama de relaciones ligada a los desaparecidos, los marcos sociales bsicos para la evocacin: el tiempo, el espacio y el lenguaje.31 El progreso lineal del tiempo, el momento del fin natural de la vida la muerte, quedaba en suspenso, con lo cual se desafiaba la diferenciacin subjetiva entre pasado y presente, y se alimentaban ciclos de angustias y expectativas que se renovaban constantemente. Aunque los allegados a los desaparecidos presumieran que stos estaban cautivos, ignoraban la localizacin del cautiverio y carecan,

    29 Guillermo O'Donnell. Democracia en la Argentina, micro y macro, en Oscar Oszlak (comp.), Proceso, crisis y transicin, Coleccin Biblioteca Poltica Argentina, n 58, Buenos Aires, Centro Editor de Amrica Latina, 1984, p. 17. La expectativa de que el nuevo gobierno monopolizara el uso de la violencia se extenda, aun, entre algunos organismos de derechos humanos, vase Ral Veiga, Las organizaciones de derechos humanos, Biblioteca Poltica Argentina, n 127, Buenos Aires, Centro Editor de Amrica Latina, 1985, pp. 24-25 y 113-115. La censura y la complicidad de los grandes medios de prensa colabor para ello. Tras el golpe, una hoja sin membrete y sin firma fue enviada a la prensa; all se adverta sobre la prohibicin de informar o comentar episodios subversivos, hallazgos de cadveres, secuestros, desapariciones, eliminacin de elementos sediciosos y asesinatos de policas, militares o agentes de seguridad. A la vez, los intentos de fuga, enfrentamientos, la resistencia a la autoridad, los suicidios y accidentes explicaban los casos puntuales en que los cadveres aparecan a la luz pblica. Vase Estela Schindel, Desaparicin y sociedad: una lectura de la prensa grfica argentina (1975-1978), Berln, Freien Universitt Berln, 2003, p. 23. 30 El 90% de las desapariciones registradas se produjo tras el golpe de 1976. Tambin, tras l, se duplic el nmero de presos polticos reconocidos (de los 10.318 presos polticos, 5.170 fueron encarcelados tras el golpe) y el nmero de asesinados creci una vez y media (de un total de 3.829 personas asesinadas, 1.543 fueron asesinadas antes del golpe y 2.286 despus). Vanse Ins Izaguirre, Los desaparecidos, recuperacin de una identidad expropiada, Cuaderno 9, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1992, p. 20, basado en la Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas (CONADEP), Nunca Ms. Informe de la Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas, Buenos Aires, EUDEBA, 1984, y J. Marn, Los hechos armados. Un ejercicio posible. Asimismo, se estima en 300.000 los exiliados tras el golpe. Vase Rodolfo Bertoncello y Alfredo Lattes, Medicin de la emigracin de argentinos a partir de la informacin nacional, en Alfredo Lattes y Enrique Oteiza (comps.), Dinmica migratoria argentina (1955-1984). Democratizacin y retorno de los expatriados, Buenos Aires, Centro Editor de Amrica Latina, 1987, citado en Silvina Jensen, Suspendidos de la historia/exiliados de la memoria. El caso de los argentinos desterrados en Catalua (1976-...), tesis de doctorado, Facultad de Filosofa y Letras, Barcelona, Universidad Autnoma de Barcelona, 2004, p. 271. El 27% de las desapariciones se cometieron en el conurbano bonaerense, el 26% en la Capital Federal, el 9% en Crdoba, el 5% en San Miguel de Tucumn, el 8% en La Plata, el 3% en Rosario y el 2% en Mendoza. Fuente: Secretara de Derechos Humanos de la Nacin, base CONADEP actualizada a septiembre de 2004. La reconstruccin sistemtica de los compromisos polticos de los desaparecidos an no fue realizada y ayudara a entender la estrategia que gui el exterminio. 31 Sobre las concepciones de la muerte en Occidente, vase Philippe Aris, Ensayo sobre la historia de la muerte en Occidente, Barcelona, Argos-Vergara, 1982. Sobre la relacin entre espacio, tiempo, lenguaje y memoria, vase Maurice Halbwachs, La memoria colectiva, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004 [1950].

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  • por ende, de toda representacin espacial sobre l. Finalmente, en la mayora de los casos, la inexistencia de cuerpos y tumbas borr la distincin que supone el cementerio entre el mundo de los vivos y el de los muertos, e impidi la prctica de ritos, como el velatorio y el funeral, que ayudan a elaborar la prdida.32

    Estos cambios tuvieron repercusiones tambin en torno a las imgenes de los desaparecidos. A diferencia de la forma fija que reviste la imagen tras la muerte, con la desaparicin sta se vuelve presa de la incertidumbre dada su posible actualizacin por el paso del tiempo. En otros casos, como los nacidos en cautiverio y apropiados, ni siquiera pervive una imagen para evocarlos. Finalmente, la naturaleza del crimen y el terror provocaron huecos en el lenguaje y en la transmisin de determinada informacin al limitar lo decible a otros, cuando los haba, sobre la ausencia el ausente y el no lugar de su presencia; y, entre los afectados, estas cuestiones obturaron la transmisin de la historia familiar. De hecho, muchos hijos de desaparecidos desconocen su filiacin familiar o la biografa de sus padres.

    Tambin, las desapariciones produjeron quiebres similares en los marcos sociales para la evocacin entre quienes las sufrieron. Los desaparecidos fueron sometidos a una privacin sensorial y motriz generalizada: tenan sus manos atadas, sus ojos vendados, prohibida el habla, limitados sus movimientos, no tenan contacto con el mundo exterior, cuya realidad ignoraban. En general, desconocan la localizacin y caractersticas del lugar de cautiverio y perdan la nocin del tiempo, por la privacin sensorial y motriz y por las torturas. El aislamiento, la sustitucin de sus nombres por nmeros, el ocultamiento o engao sobre la situacin o el comportamiento de sus familiares y compaeros de militancia procuraban vulnerar las valoraciones que los desaparecidos tenan de s mismos. En paralelo, sus captores forzaban sus memorias mediante la tortura para reproducir las desapariciones. Por ltimo, la secuencia final de la desaparicin, el asesinato y la destruccin u ocultamiento de los cuerpos, persegua el intento de borrar el recuerdo sobre el desaparecido. La muerte tras la desaparicin es ms que la muerte privada, es la muerte despojada de identidad. En el encubrimiento de este crimen fue decisiva la configuracin de un espacio novedoso de cautiverio: el centro clandestino de detencin. Pese a que all se prolongaban las degradaciones y torturas perpetradas en la crcel poltica, el carcter oculto e ilegal de los centros clandestinos escinda a los cautivos del mundo exterior, promova su olvido, limitaba la solidaridad y la denuncia, y permita el ejercicio sin lmites del castigo y el asesinato sin obstculos de los desaparecidos.33

    Las desapariciones, adems, implicaron un quiebre en la historia de la violencia poltica en la Argentina, pues propusieron un desafo indito para el ejercicio de la memoria en ese plano al desplazar la presencia pblica y con responsables de la muerte poltica por su ejercicio clandestino y annimo. Antes del golpe, los asesinatos polticos eran asumidos por sus autores, los cadveres aparecan en la va pblica y los hechos eran difundidos por la prensa. Ahora, el terror no se basaba, de manera privilegiada, en la presencia espectacular de la muerte sino en su discurrir oculto y en su indeterminacin.

    Por otro lado, las desapariciones anularon los espacios pblicos para homenajear a los muertos, otrora territorios de rearticulacin de las relaciones sociales. En la historia de las luchas polticas, los velorios y los funerales, tras el asesinato de un militante por la represin, haban constituido momentos en que los vivos daban sentido a su muerte y prometan prolongar sus compromisos. Las desapariciones eliminaron estos espacios de reconstitucin de la vida en torno a la muerte. Tambin anularon otros elementos significativos de la cultura de la militancia radicalizada de ese perodo: la muerte heroica, su culto y el uso pblico del recuerdo de los muertos en combate para justificar el ejercicio de la venganza violenta. Por ltimo, las desapariciones desnudaron la futilidad de los marcos epistmicos de la militancia radicalizada, constituidos a partir de las experiencias de represin estatal. La memoria de estas experiencias, de hecho, oper como obstculo para entender que el exterminio se haba constituido en poltica de estado.34

    32 Sobre estas rupturas, vase Ludmila da Silva Catela, No habr flores en la tumba del pasado: la experiencia de reconstruccin del mundo de los familiares de desaparecidas, La Plata, Al Margen, 2001, pp. 114-119 y 122-123. En relacin con la ruptura de relaciones sociales como lmite para la capacidad de evocacin, vase M. Halbwachs, La memoria colectiva, pp. 27-37. 33 Sobre las condiciones del cautiverio clandestino, vase Pilar Calveiro, Poder y desaparicin: campos de concentracin en Argentina, 1976-1980, tesis de maestra en Ciencia Poltica, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 1995, pp. 129-130. Como seala Arendt, el universo concentracionario [...] no es solamente la institucionalizacin de la muerte anticipada, sino tambin la organizacin del olvido [...] Los campos de concentracin volvieron annima la misma muerte [...] la despojaron de su significacin [...] una muerte de esta naturaleza no hace ms que confirmar el hecho de que el individuo nunca ha existido (Hannah Arendt, Los orgenes del totalitarismo, Madrid, Alianza, 1982, p. 585). 34 Sobre el papel de los velorios y funerales en el perodo 1969-1973, vanse Lidia Aufgang, Beba Balv, Beatriz Balv, Toms Bar, Juan Carlos Marn, Miguel Murmis y Roberto Jacoby, Lucha de calles. Lucha de clases, Buenos Aires, la Rosa Blindada, 1973, p. 55, y Emilio Crenzel, El Tucumanazo, Coleccin Biblioteca Poltica, nmeros 312 y 313, Buenos Aires, Centro Editor de Amrica latina, 1991, pp. 108 y 109. Sobre el sentido heroico de la muerte y el ejercicio de la venganza poltica vase, para los montoneros, R. Gillespie, Montoneros, soldados de Pern, pp. 86,119-125, 149, 151, 187, 205-209, 227-234, 237-238, 248, 299 y 301. Para el ERP, M. Seoane, Todo o nada. La historia secreta y la historia pblica del jefe guerrillero Mario Roberto Santucho, pp. 196, 234, 242 y 245-246. Para la relacin entre venganza y violencia poltica en el perodo, vase Beatriz Sarlo, La pasin y la excepcin, Buenos

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  • Las familias afectadas por las desapariciones no reaccionaron de forma unvoca pese a atravesar la misma situacin objetiva. Una proporcin significativa ejercit, inicialmente, una memoria privada de lo sucedido. En otras, el ocultamiento, la falsificacin o renegacin del desaparecido ilustr la eficacia del discurso dictatorial que responsabilizaba a la subversin y a los padres por la suerte de sus hijos. En otros grupos se produjeron rupturas entre quienes justificaron o promovieron las desapariciones y aquellos que exigieron pblicamente saber la verdad. Este ltimo grupo de familiares se rebel frente a la negacin oficial de toda responsabilidad e informacin sobre los desaparecidos, constituy nuevos lazos sociales y tradujo su dolor en voluntad de lucha. Las nuevas organizaciones de derechos humanos se formaron en base a los lazos de parentesco con los desaparecidos, de este modo prolongaron la tradicin de las organizaciones creadas por los familiares de los presos polticos pero, a diferencia de ellas, que estaban acotadas al tiempo limitado de la crcel poltica, perduraran al comps de un crimen sin lmites temporales.35

    En las innumerables denuncias de los familiares ante las autoridades, en los miles de habeas corpus elevados a la Justicia para intentar saber el paradero de los desaparecidos, quedaron grabados los primeros trazos de su confrontacin y de la propia memoria de las desapariciones. Estos reclamos pronto se extendieron a las organizaciones de derechos humanos locales: slo ante la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) se efectuaron cinco mil quinientas denuncias entre 1976 y 1980, pero tambin se dirigieron a organizaciones internacionales, como la Organizacin de Estados Americanos, las Naciones Unidas y otras entidades laicas y religiosas dentro y fuera del pas.36 Los familiares interpelaron al estado exigiendo que cumpliera su deber de proteccin, lo cual revelaba la vigencia de una representacin sobre el estado construida tras dcadas de intensa intervencin de esta institucin en la vida pblica. Pese a ello, la diversidad de entidades interpeladas evidenciaba la crisis de esa idea. El estado, sus poderes y burocracias negaban todo dato y responsabilidad sobre los desaparecidos.

    Recin en diciembre de 1977, el discurso oficial los nombr. En conferencia de prensa, Videla seal que: En toda guerra hay personas que sobreviven, otras que quedan incapacitadas, otras que mueren y otras que desaparecen [...] La desaparicin de algunas personas es una consecuencia no deseada de esta guerra. Comprendemos el dolor de aquella madre o esposa que ha perdido a su hijo o marido, del cual no podemos dar noticia, porque se pas clandestinamente a las filas de la subversin, por haber sido presa de la cobarda y no poder mantener su actitud subversiva, porque ha desaparecido al cambiarse el nombre y salir clandestinamente del pas o porque en un encuentro blico su cuerpo al sufrir las explosiones, el fuego o los proyectiles, extremadamente mutilado, no pudo ser reconocido, o por exceso de represin.37

    De este modo, describa a los desaparecidos como guerrilleros y explicaba sus desapariciones por el estado de guerra, como prcticas de la propia subversin o como excesos de la represin. La dictadura asuma, as, un discurso dual. En pblico, presentaba a los desaparecidos como guerrilleros, pero en su respuesta a los familiares mediante los habeas corpus afirmaba la ausencia de delito. En ambos casos, negaba toda responsabilidad institucional en su suerte. Aires, Siglo XXI Editores, 2003, pp. 117-200. Segn el jefe montonero Mario Firmenich, su organizacin prevea una dictadura ms intensa en materia represiva respecto de la Revolucin Argentina pero no el salto cualitativo que supusieron las desapariciones, vase Tres Puntos, ao 4, n 190,15 (le febrero de 2001, pp. 8-20, Mi tica es la misma de siempre. Para el caso del ERP, vase L. Mattini, Hombres y mujeres del PRT-ERP De Tucumn a La Tablada, p. 479. 35 Se carece de un estudio comparativo sobre la heterognea respuesta de los familiares a la desaparicin. La posibilidad de efectuarlo se encuentra amenazada por el proceso de trnsito generacional. Nun usa el concepto de memoria privada para retratar a los trabajadores que entendan las polticas del peronismo en trminos personales y no como fruto de un proceso social. Este concepto puede extenderse a la situacin aqu descripta aunque el giro subjetivo fuese producto del terror y el aislamiento social. Vase Jos Nun, Averiguacin sobre algunos significados del peronismo, en Oscar Oszlak (comp.), Proceso, crisis y transicin, Coleccin Biblioteca Poltica Argentina, n 59, Buenos Aires, Centro Editor de Amrica Latina, 1984, p.162. Sobre el impacto de la desaparicin entre los familiares y sus respuestas ante ella, vanse, en especial, Lucila Edelman y Diana Kordon, Efectos psicolgicos de la represin poltica, Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1986; Ren Kaes y Janine Puget (comps.), Violencia de estado y psicoanlisis, Buenos Aires, Centro Editor de Amrica latina, 1991; y L. Da Silva Catela, No habr flores en la tumba del pasado: la experiencia de reconstruccin del mundo de los familiares de desaparecidos. En relacin con los mecanismos dictatoriales de induccin de culpas y responsabilidades, vase L. Edelman y D. Kordon, Efectos psicolgicos de la represin poltica, pp. 33-40. Sobre los lazos de parentesco como matriz de la conformacin de los organismos de derechos humanos, vanse Elizabeth Jelin, La poltica de la memoria: el movimiento de derechos humanos y la construccin de la democracia en Argentina, en Carlos Acua, Ins Gonzlez Bombal, et al., Juicio, castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la poltica Argentina, Buenos Aires, Nueva Visin, 1995, pp. 106 y 107, y Judith Filc, Entre el parentesco y la poltica: familia y dictadura, 1976-1983, Buenos Aires, Biblos, 1997, pp. 74-79. 36 Para la historia de los organismos de derechos humanos, vanse R. Veiga, Las organizaciones de derechos humanos, Hctor Leis, El movimiento de derechos humanos y la poltica argentina, Buenos Aires, Centro Editor de Amrica Latina, 1989; y E. Jelin, La poltica de la memoria: el movimiento de derechos humanos y la construccin de la democracia en Argentina. 37 Videla no cuantific cada caso ni acept dialogar sobre casos concretos. Horacio Verbitsky, El vuelo, Buenos Aires, Planeta, 1995, p.78.

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  • DESAPARICIONES, CONOCIMIENTO Y DENUNCIA

    Cul era el grado de conocimiento de la sociedad argentina sobre las desapariciones mientras stas ocurran? sta es una pregunta compleja para la cual no se elabor an una respuesta rigurosa. Estas pginas no contienen una respuesta definitiva sobre este tpico. Sin embargo, parten de la premisa general de que ignorar y conocer son dos extremos de un arco con muchos matices, y especficamente proponen que las cualidades distintivas de la desaparicin, es decir, el ejercicio clandestino de una voluntad estatal de extermino, hicieron que el conocimiento y el reconocimiento tanto de la responsabilidad exclusiva de las Fuerzas Armadas en su prctica como tambin de su trama, de su dimensin y de su naturaleza ltima (el exterminio de los desaparecidos) fuesen altamente heterogneos, aun entre sus denunciantes. La hiptesis subyacente consiste en que si existan estos obstculos entre quienes se encontraban a la vanguardia del conocimiento sobre el crimen, exceptuando a sus perpetradores y a las elites polticas y econmicas, esa heterogeneidad fue ms acentuada en el resto de la sociedad.

    Esta idea se distancia de la proposicin que postul la ignorancia de la sociedad argentina, como conjunto, respecto de las desapariciones. Por un lado, porque los grados de conocimiento de todo proceso social son heterogneos y, por otro, porque la mayora de los secuestros se produjeron ante testigos, con una regular presencia de uniformados, y dejaban sus huellas en las ausencias de los desaparecidos en los lugares de trabajo u otros espacios de relacin en la vida social. Adems, los principales centros clandestinos estuvieron emplazados en la trama urbana de las grandes ciudades y se informaba episdicamente sobre la aparicin de cadveres en confusas o sugerentes circunstancias. Sin embargo, y al mismo tiempo, esta idea confronta con quienes postulan que la sociedad conoca plenamente el crimen, idea que nuevamente piensa a la sociedad sin distinciones, considerando que las experiencias mencionadas eran suficientes para que sta elaborase un conocimiento integrado y con sentido de las desapariciones. Esta perspectiva, adems de negar que la lectura de la realidad est mediada por los marcos de asimilacin e interpretacin de los sujetos, desconoce los mecanismos de negacin, evasin e incredulidad que operan frente a experiencias de violencia extrema en un contexto signado por el terror y la particular combinacin de visibilidad pblica y de ocultamiento que sign la perpetracin de las desapariciones.38

    Entre los denunciantes del crimen, las desigualdades mencionadas en relacin con el conocimiento y reconocimiento de la responsabilidad estatal en las desapariciones y de que la muerte era el destino mayoritario de los desaparecidos fueron ms marcadas en los primeros aos de la dictadura. En agosto de 1976, la Agencia de Noticias Clandestina, ligada a Montoneros y creada por Rodolfo Walsh, dio cuenta de las desapariciones, el cautiverio clandestino y la eliminacin de los desaparecidos, de quienes mencionaba sus compromisos polticos, y responsabilizaba a las Fuerzas Armadas por estos hechos. El propio Walsh, en marzo de 1977, en el primer aniversario del golpe, a travs de su Carta abierta a la junta Militar denunci el carcter estatal y sistemtico de las desapariciones y advirti sobre la falaz equidistancia que enarbolaba la junta al presentarse como el rbitro justo entre dos terrorismos, y la presentaba como la fuente misma del terror. Su denuncia fue excepcional incluso entre las filas guerrilleras. Hasta el golpe, la guerrilla haba denunciado las desapariciones en su prensa y haba amenazado a las fuerzas de seguridad para que legalizaran a los secuestrados no reconocidos y respetasen su integridad fsica. Tras el golpe, a causa del militarismo y su resistencia a admitir la relacin de fuerzas, la guerrilla asumi las desapariciones entre sus bajas sin identificar su diferencia cualitativa respecto de la muerte en combate.39

    38 En base a datos de la APDH, Mignone seala que el 72,4% de los desaparecidos fueron capturados ante testigos. Vase E. Mignone, Derechos humanos y sociedad: el caso argentino, 1991, pp. 67 y 68. Hay pocos estudios sobre los grados de conocimiento de la sociedad en relacin con las desapariciones. Calveiro postula que la sociedad neg el conocimiento que tena sobre la existencia de centros clandestinos, vase P. Calveiro, Poder y desaparicin: campos de concentracin en Argentina, 1976-1980, p. 147; Malamud Goti destaca los mecanismos de negacin, normalizacin, adaptacin y el desplazamiento de la culpabilizacin hacia las vctimas frente a las desapariciones y el terror, vase Jaime Malamud Goti, Terror y justicia en la Argentina. Responsabilidad y democracia despus de los juicios al terrorismo de Estado, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2000, pp. 94 96 y 138-139. Vezzetti, retomando a Lechner, advierte sobre el carcter dual de la relacin con el miedo segn los actores sociales y remarca las transacciones morales de la sociedad ante el terror, vase H. Vezzetti, Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, pp. 50-51 y 63; Novaro y Palermo proponen la existencia de variaciones en la percepcin pblica al comps de la intensidad de la violencia de estado, de los grados de legitimidad de los que gozaba la dictadura y del develamiento pblico del crimen. Vase Marcos Novato y Vicente Palermo, La dictadura militar 1976/1983. Del golpe de Estado a la restauracin democrtica, Buenos Aires, Paids, 2002, pp. 133-135 y 486. Sobre el terror dictatorial y sus efectos, vase Juan Corradi, El mtodo de destruccin: el terror en Argentina, en Hugo Quiroga y Csar Tcach (comps.), A veinte aos del golpe, con memoria democrtica, Rosario, Homo Sapiens, 1996. 39 Los informes, testimonios y denuncias que se presentan en este apartado no agotan los mltiples reclamos realizados en el pas o en el exterior por los desaparecidos pero, a mi juicio, sintetizan los rasgos generales que asumi la denuncia, sus cambios y continuidades, durante la dictadura. Sobre las denuncias de la Agencia de Noticias Clandestinas, vase T. Basile, Aproximaciones al

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  • En paralelo, a diferencia de Walsh, ciertos organismos de derechos humanos imaginaron las desapariciones como fruto de bandas parapoliciales o paramilitares que escapaban al control de la junta Militar; muchos familiares desconocan la responsabilidad estatal en la prctica de las desapariciones o comenzaron a saber de su carcter colectivo al encontrarse con otras personas reclamando lo mismo en las comisaras, juzgados y otras instituciones oficiales. Este reclamo se torn pblico y adquiri una dimensin poltica a partir de la primera ronda de las Madres de, Plaza de Mayo, realizada en silencio frente a la sede del gobierno en abril de 1977, y tambin a partir de la primera solicitada, publicada en octubre de ese ao, en la que pidieron saber la verdad sobre los desaparecidos.40

    Otro tipo de lectura realiz, meses antes de esos hechos, Amnista Internacional, organizacin que en noviembre de 1976, tras recibir centenares de denuncias, visit el pas. Su informe denunci la continuidad de los asesinatos polticos tras el golpe y el crecimiento, a partir de l, de las denuncias de tortura y advirti que, para la mayora de las fuentes consultadas, la cantidad de desaparecidos se aproximaba a quince mil. Pese a ello, presentaba cierta ambigedad sobre los responsables, lo cual disminua su contundencia aseverativa al afirmar que el golpe de Estado de 1976 no puso fin a la violencia parapolicial pese a concluir que los secuestros, torturas y ejecuciones de las personas desaparecidas son perpetrados aparentemente por las fuerzas de seguridad. En base a las denuncias recibidas, present una lista de desaparecidos desde el golpe y otra de dieciocho centros no oficiales de detencin, sin describirlos ya que la dictadura le impidi inspeccionarlos y los pocos sobrevivientes que declararon ante esta organizacin no pudieron retratarlos.41

    Las desapariciones tambin fueron denunciadas en el exterior. El informe ms exhaustivo y preciso fue publicado a fines de 1977 por la Comisin Argentina de Derechos Humanos (CADHU), integrada por exiliados polticos en Madrid, bajo el ttulo: Argentina: proceso al genocidio. Este texto, a diferencia del Informe de Amnista Internacional, describa con minuciosidad la estructura del terrorismo de Estado, las condiciones de cautiverio de los presos polticos, los secuestros, las torturas; adverta acerca del asesinato de los desaparecidos y precisaba que estos hechos eran parte de una poltica sistemtica ejecutada por las Fuerzas Armadas. Sin embargo, este informe no alcanz difusin en el pas.42

    Dos aos despus, en septiembre de 1979, arrib al pas la Comisin Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (CIDH), tras haber recibido centenares de denuncias por desapariciones e impulsada, tambin, por sectores del gobierno norteamericano preocupados por las violaciones a los derechos humanos en la Argentina. La comisin recibi denuncias en Buenos Aires, Crdoba, Tucumn, La Plata, Trelew y Resistencia; entrevist a autoridades militares, miembros de entidades religiosas, organismos de derechos humanos, dirigentes polticos, empresarios, periodistas y ex presidentes. Tambin inspeccion varias dependencias militares y policiales, como la ESMA, Coordinacin Federal y La Rivera en Crdoba, denunciadas como centros clandestinos de detencin (trmino que desde entonces se torn dominante para denominar a los lugares donde estuvieron cautivos los desaparecidos), y cementerios pblicos, donde segn se haba informado existan tumbas NN. Su informe, publicado en abril de 1980, precisaba haber recibido 5.580 denuncias de desapariciones y describa a los desaparecidos como las personas aprehendidas en operativos que por las condiciones en que se llevaron a cabo y por sus caractersticas, hacen presumir la participacin en los mismos de la fuerza pblica; as asuman la postura que los organismos haban acordado que evitaba responsabilizar directamente a la dictadura. Pese a ello, relataba la intervencin policial dando una zona franca a los secuestros, el traslado de personas a diferentes establecimientos militares, donde se los torturaba, y la posterior negacin oficial de todo tipo de informacin a sus familias. Tambin,

    'testimonio sobre la desaparicin de personas' durante la dictadura militar y la democracia argentinas, p. 58. Para la carta abierta, vase Rodolfo Walsh, Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, Buenos Aires, 1977. Acerca de la reflexin sobre la naturaleza de las desapariciones entre los montoneros y el ERP, vase R. Gillespie, Montoneros, soldados de Pern, pp. 297-300, y L. Mattini, Hombres y mujeres del PRT-ERP De Tucumn a La Tablada, p. 479. 40 R. Veiga, Las organizaciones de derechos humanos, p. 32, y E. Mignone, Derechos humanos y sociedad: el caso argentino, p. 57. Las rondas de las Madres rompieron la invisibilidad del reclamo de los familiares y reorganizaron el propio silencio dominante utilizndolo como una forma de lucha. Las Madres, en un inicio, enarbolaron la consigna Vivos o muertos al reclamar por el destino de los desaparecidos. E. Jelin, La poltica de la memoria: el movimiento de derechos humanos y la construccin de la democracia en Argentina, p. 120. Para la solicitada de los familiares, vase Madres y esposas de desaparecidos, slo pedimos la verdad. La Prensa, 5 de octubre de 1977, p.9. 41 Amnista Internacional, Informe de una misin de Amnista Internacional a la Repblica Argentina, Barcelona, Amnista Internacional, 1977, pp. 7-9, 14, 15, 37, 44-47, 67-69, 95 y 118. A lo largo de este trabajo, dado que se abordar especficamente el tema de la desaparicin, se utilizar la denominacin de sobrevivientes para referirse a aquellas personas que estuvieron desaparecidas y fueron liberadas por su captores o lograron fugarse de su cautiverio. No se desconoce que el trmino excluye a otros perseguidos por razones polticas, a los presos polticos y a los exiliados que lograron permanecer con vida. 42 Comisin Argentina para la Defensa de los Derechos Humanos (CADHU), Argentina: proceso al genocidio, Barcelona, CADHU, 1977.

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  • detall los lugares que, segn los testimonios, eran centros clandestinos de detencin y reconoci el desplazamiento de los cautivos de los lugares que seran inspeccionados por ella. En sus conclusiones, valid las denuncias y atribuy la responsabilidad de las desapariciones a una decisin de los ms altos niveles de las Fuerzas Armadas, ejecutada por comandos de operacin autnomos e independientes en su accionar en contra de presuntos o reales subversivos; manifest adems su preocupacin por los miles de detenidos-desaparecidos que por las razones expuestas en este informe se puede presumir fundadamente que han muerto y recomend, entre otras medidas, en