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IDENTIDADES ÉTNICO-CULTURALES Y POLÍTICA EN EL ALTIPLANO Elaborado por: Rolando Sánchez Serrano 1 La Paz, julio de 2007 No quiero que mi casa esté amurallada por todas partes, y que mis ventanas permanezcan cerradas. En cambio, quiero que las culturas de todas las tierras soplen sobre mi casa del modo más libre posible. Pero me niego a que cualquiera me patee los pies. Mahatma Gandhi Introducción En estos primeros años del presente siglo, el país enfrenta uno de sus problemas históricos aún no resueltos desde la fundación de la república de Bolivia, que es el de la ausencia de un referente común de articulación e integración sociopolítica y cultural, que los bolivianos y las bolivianas no hemos podido crear juntos. Y justamente, con el establecimiento de la Asamblea Constituyente se quiere fijar algunos núcleos institucionales de convergencia y encuentro nacional, a partir de la participación y contribución de los constituyentes que representan a los diferentes estamentos sociales y la diversidad de espacios socio- territoriales. Sin embargo, a casi de un año de “funcionamiento” de dicha asamblea, se vislumbran pocos atisbos de entendimiento entre los “diferentes”, lo que más ha sobresalido es la desconfianza, la maniobra, el deseo de imposición y el enfrentamiento entre los constituyentes, donde la deseada deliberación sociopolítica se ha convertido en gritos, insultos, puñetes y chicotazos. Parece muy difícil lograr un verdadero encuentro de respeto y solidaridad entre las diferentes identidades territoriales, económicas, sociales, políticas, étnicas y culturales. De manera que, el presente ensayo versa sobre la conformación de identidades étnico- culturales y socioculturales, y su relación con el campo político, planteándose que las identidades basadas en elementos étnicos no tienen necesariamente una trascendencia política, sino más bien se orientan hacia la preservación de conocimientos y prácticas ancestrales de las poblaciones llamadas indígenas; en cambio, las identidades socioculturales tienden a extenderse hacia la dimensión política, con manifestaciones claras dentro del escenario de disputa política. 1 Rolando Sánchez Serrano es Doctor en Ciencia Social con mención en Sociología por el Colegio de México, México, D.F. Es autor de Capital social y posibilidades de desarrollo en los municipios (2007); La construcción social del poder local: actores sociales y posibilidades de generación de opciones de futuro (2005); El impulso de la dinámica social (2001); La demanda de las necesidades básicas (2001); coautor de Mallkus y alcaldes: la Ley de Participación Popular en comunidades rurales del altiplano paceño (2000); Comunidades rurales ante el cambio y la odernización: desarrollo interno y participación comunitaria frente a la evolución actual (1994); así como de ensayos sobre temas socioculturales y políticos. Y es docente de Sociología en la UMSA y de cursos de maestría de Gestión del Patrimonio y Desarrollo Territorial (PRAHC- UMSS).

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IDENTIDADES ÉTNICO-CULTURALES Y POLÍTICA EN EL ALTIPLANO

Elaborado por: Rolando Sánchez Serrano1

La Paz, julio de 2007

No quiero que mi casa esté amurallada por todas partes,y que mis ventanas permanezcan cerradas. En cambio,quiero que las culturas de todas las tierras soplen sobremi casa del modo más libre posible. Pero me niego a quecualquiera me patee los pies.

Mahatma Gandhi

Introducción

En estos primeros años del presente siglo, el país enfrenta uno de sus problemas históricosaún no resueltos desde la fundación de la república de Bolivia, que es el de la ausencia deun referente común de articulación e integración sociopolítica y cultural, que los bolivianosy las bolivianas no hemos podido crear juntos. Y justamente, con el establecimiento de laAsamblea Constituyente se quiere fijar algunos núcleos institucionales de convergencia yencuentro nacional, a partir de la participación y contribución de los constituyentes querepresentan a los diferentes estamentos sociales y la diversidad de espacios socio-territoriales. Sin embargo, a casi de un año de “funcionamiento” de dicha asamblea, sevislumbran pocos atisbos de entendimiento entre los “diferentes”, lo que más ha sobresalidoes la desconfianza, la maniobra, el deseo de imposición y el enfrentamiento entre losconstituyentes, donde la deseada deliberación sociopolítica se ha convertido en gritos,insultos, puñetes y chicotazos. Parece muy difícil lograr un verdadero encuentro de respetoy solidaridad entre las diferentes identidades territoriales, económicas, sociales, políticas,étnicas y culturales.

De manera que, el presente ensayo versa sobre la conformación de identidades étnico-culturales y socioculturales, y su relación con el campo político, planteándose que lasidentidades basadas en elementos étnicos no tienen necesariamente una trascendenciapolítica, sino más bien se orientan hacia la preservación de conocimientos y prácticasancestrales de las poblaciones llamadas indígenas; en cambio, las identidadessocioculturales tienden a extenderse hacia la dimensión política, con manifestaciones clarasdentro del escenario de disputa política.

1 Rolando Sánchez Serrano es Doctor en Ciencia Social con mención en Sociología por el Colegio de México,México, D.F. Es autor de Capital social y posibilidades de desarrollo en los municipios (2007); Laconstrucción social del poder local: actores sociales y posibilidades de generación de opciones de futuro(2005); El impulso de la dinámica social (2001); La demanda de las necesidades básicas (2001); coautor deMallkus y alcaldes: la Ley de Participación Popular en comunidades rurales del altiplano paceño (2000);Comunidades rurales ante el cambio y la odernización: desarrollo interno y participación comunitaria frentea la evolución actual (1994); así como de ensayos sobre temas socioculturales y políticos. Y es docente deSociología en la UMSA y de cursos de maestría de Gestión del Patrimonio y Desarrollo Territorial (PRAHC-UMSS).

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Este escrito se divide en tres apartados. En el primero se hace una reflexión conceptualsobre la noción de identidad, entendiendo que la misma se configura en función a diferentesfuentes, dando lugar a la constitución de un “nosotros” y “otros”. Mientras que losdiferentes aspectos que implica la identidad étnico-cultural en las poblaciones del altiplanose desarrolla en el segundo apartado. Y en el tercero, se exponen los componentes queenvuelve la identidad sociocultural y su proyección política, donde las comunidades delaltiplano y los vecinos de la ciudad de El Alto han encontrado una representación políticaen la figura y personalidad del actual Presidente Evo Morales. Por último se hace una breveconclusión. En cualquier caso, se considera que estas reflexiones sobre la conformación deidentidades y su expresión en la dimensión política, contribuyan a la comprensión de lasituación política de alta tensión que vive el país, hoy en día.

1. Identidad social

El concepto de identidad se ha trabajado principalmente en función de elementos dearticulación intersubjetiva que han dado lugar a la conformación de grupos y colectividadessociales, que se caracterizan por una fuerte cohesión interna y una notable capacidad deacción externa, donde los participantes muestran una disposición significativa parainvolucrarse en las diferentes acciones. Los elementos de constitución de identidadaparecen dentro de las organizaciones sociales, en la medida que las personas consideranque los objetivos de la organización favorecen de algún modo sus intereses cotidianos y aveces sus reivindicaciones históricas; pero cuando ven que esto beneficia sólo a una partede los miembros, la gente opta por distanciarse. Por lo mismo, es fundamental que losobjetivos de la acción colectiva integren las aspiraciones de la mayoría de los miembros delgrupo. Los individuos se identifican con aquello que consideran como algo suyo, y queexpresa la situación socioeconómica, política o cultural en que se viven. Es en relación aesto que se constituyen las colectividades sociales, religiosas, étnicas, culturales o políticas,que pueden generar movimientos sociales de reivindicación o de cambio, dependiendo de lavisión histórica que tengan los actores sociales. Es decir, en la emergencia de losmovimientos sociales y las posibilidades de cambio que conllevan, es cuando el poder de laidentidad se expresa con más claridad, donde los actores sociales se sienten realmentecomprometidos con los logros que pueden alcanzar.

Respecto al asunto de los movimientos sociales2, Alaín Touraine (1995) considera queéstos surgen principalmente con motivo de una acción conflictiva entre los diferentessectores sociales que luchan por tener el control de la acción histórica, de la conducción delos procesos de cambio socio-histórico que son desatados desde la acción transformadoraque los sujetos sociales. Esto significa que las relaciones establecidas en la sociedad entérminos de control de los recursos económicos, sociales y políticos, son modificados apartir de la acción de los actores movilizados, gracias al poder de la identidad que permite

2 Sobre el tema de los movimientos sociales existen varios estudios que abordan diferentes aspectos de laacción colectiva que surge principalmente en función a una situación de conflicto entre grupos ocolectividades y la posibilidad de transformación de las relaciones de poder en torno al control de losdiferentes recursos de poder; véase a Neil J. Smelser, Teoría del comportamiento colectivo, Fondo de CulturaEconómica, México, 1989; Sydney Tarrow, El poder en movimiento: los movimientos sociales, la accióncolecita y la política, Alianza, Madrid, 1997; José Seoane (comp.), Movimientos sociales y conflicto enAmérica Latina, OSAL – CLACSO, 2003; entre otros.

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la cohesión del movimiento. Porque la identidad es definida por los mismos actores quepromueven una organización social y una acción conjunta en busca de fortalecer susposiciones frente a “otros”.

La identidad social otorga sentido a la experiencia y acción colectiva de las organizacionessociales y políticas que buscan alcanzar determinados propósitos y metas, pues permite quela gente se identifique con las orientaciones y modos de actuar de sus semejantes dentro deuna determinada organización social o ámbito socio-territorial demarcado precisamente enfunción a ciertas características más o menos comunes que condicionan la situación de laspersonas. De manera que, es fundamental la existencia de condiciones de articulaciónsocioeconómica y cultural para el establecimiento de una identidad social capaz de integrara los individuos dispersos en una organización social colectiva y en relación a los demásgrupos y colectividades. Es una configuración social que se da entre “yo” y “otro”, entre“nosotros” y “ellos”; así: “Por identidad, en lo referente a los actores sociales, entiendo elproceso de construcción del sentido atendiendo a un atributo cultural, o un conjuntorelacionado de atributos culturales, al que se da prioridad sobre el resto de las fuentes desentido”. (Castells, 1999: 28). Sin embargo, la identidad es más fuerte que el rol socialfijado por las instituciones y organizaciones, porque aquella se configura por el proceso deautodefinición e individualización respecto a los demás actores sociales, que en su conjuntoconstruyen un determinado sentido de identificación simbólica y cultural, lo cual permite laconvergencia de los individuos dispersos hacia una dirección estratégica de carácter socialy/o político. Esto tiene que ver principalmente con la constitución y sostenimiento de laidentidad colectiva antes que con la identidad individual.

En la construcción de las identidades, los actores sociales recurren a elementos históricos,geográficos, institucionales, religiosos, de memoria larga, de poder político o deaspiraciones personales, dependiendo de los proyectos socio-históricos que se pretendenrealizar dentro de un contexto espacial y temporal. En este sentido, Castells (1999)distingue tres formas de identidad social: identidad legitimadora, identidad de resistencia eidentidad proyecto. Conforme con este autor, la primera forma de identidad se orientaprincipalmente a mantener y fortalecer las estructuras institucionales y relaciones de podercristalizadas en un determinado tiempo histórico dominado y controlado por ciertossectores sociales; en tanto la segunda forma, refiere a la aglutinación de fuerzas de lossectores desfavorecidos por la lógica de dominación vigente, donde los actores marginadosestablecen trincheras de resistencia; mientras que la tercera forma de identidad tiene quever con la definición de una posición estratégica dentro de la sociedad, en la perspectiva deimpulsar una transformación de toda la estructura social. La dinámica de las identidadespuede hacer una secuencia de recorrido desde la resistencia a la legitimación, pasando porel proyecto, pues las acciones de resistencia da lugar a la construcción de proyectos quepodrían convertirse en una nueva hegemonía.

En esta línea de reflexión, las identidades sociales no son de por sí progresistas o regresivaspor definición, sino que esto depende de la situación histórica en que se producen y de lasmetas que se trazan los actores sociales. Sin embargo, las formas de identidad de resistenciay de proyecto son las que permiten a los individuos convertirse en sujetos detransformación de estructuras sociales, en la medida que se establecen a partir de laresistencia colectiva contra la opresión, y esto da lugar a la constitución de un actor social

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colectivo capaz de trastocar y subvertir las estructuras de dominación; pues: “…laconstrucción de la identidad es un proyecto de una vida diferente, quizás basado en unaidentidad oprimida, pero que se expande hacia la transformación de la sociedad como laprolongación de este proyecto de identidad…”. (Castells, 1999: 32).

Asimismo, la generación de la acción colectiva no sólo obedecen a las condicionesestructurales –en término de crisis del viejo orden- y a las motivaciones personales, sinoresponde principalmente a los procesos de construcción de un sentido social, dando lugar ala constitución de una identidad colectiva y su mantenimiento en el tiempo, lo cual definelas expectativas y los costos de la acción conjunta a partir de la reflexión3 sobre los fines,relaciones entre actores, adopción de decisiones y manifestación de inversionesemocionales que posibilita a los individuos reconocerse como integrantes de una identidad.Esto significa que la constitución de una identidad social no es una constelación mecánicade actores que tienen una cierta similitud en lo que respecta a sus condiciones materiales ysociales, sino que es un proceso donde los individuos interactúan y se comunican enfunción a los fines que se trazan.

Por otra parte, la identidad social se entiende como un sentimiento de pertenencia de unindividuo o un grupo que se distingue respecto de los demás habitantes, pues las personasse autodefinen en relación a otras, y que además pueden formar parte de variasidentidades4. En consecuencia, las identidades se pueden constituir en función de diferenteselementos: territorio, economía, política, cultura u otros referentes de adscripción social. Yes aquí donde aparece como una fuente de cohesión social la situación étnico-cultural quecomparten determinados grupos o colectividades sociales, como las comunidades onacionalidades llamadas indígenas, que han tenido un protagonismo relevante dentro delproceso sociopolítico en los últimos quince años.

2. Identidades étnico-culturales

Antes de entrar en la cuestión de las identidades étnico-culturales, es necesario señalar quedurante la mayor parte del siglo XX, los problemas vinculados con lo étnico fueronconsiderados como un asunto marginal por el mundo académico de las ciencias sociales,excepto la antropología que tiene como ámbito de indagación principal a las sociedadestradicionales, pero hoy ocupan el primer plano de la teoría política y la sociología.Asimismo, el colapso del comunismo desató una oleada de nacionalismos de carácterétnicos en la Europa Oriental, cuando se creía que de los escombros del comunismo

3 En el tratamiento de la acción colectiva, se considera que las personas no se adhieren por una simpleimitación o reacción espontánea a los procesos de acción conjunta, sino que reflexionan acerca de los fines ymedios de la acción así como sobre los posibles beneficios que pueden lograr con su participación; véase aAlberto Melucci, Acción colectiva, vida cotidiana y democracia, El Colegio de México, México, 1999. Ysobre la reflexividad social en la sociedad moderna actual, véase a Ulrico Beck y otros, Modernizaciónreflexiva: Política, tradición y estética en el orden social moderno, Alianza, Madrid, 1997.4 La conformación de la identidad social se da en diferentes niveles y ámbitos de la sociedad, donde el puntode diferenciación de las identidades consiste principalmente en la distinción entre “yo” y “otro”, entre“nosotros” y “otros”, diferenciación que puede ir desde los grupos pequeños hasta las naciones; véase aSamuel Huntington, ¿Quiénes somos?: los desafíos de la identidad nacional estadounidense, Paidós,Barcelona, 2004.

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brotaría sin muchos problemas la democracia liberal, pero esto quedó arrumbado conmotivo del estallido de conflictos étnicos y nacionalistas. El tema de lo étnico también hagado importancia como efecto del surgimiento de las movilizaciones políticasprotagonizadas por las poblaciones indígenas de América Latina, principalmente. Por otraparte, hasta principios de la década de 1990, las democracias occidentales no tomaron conseriedad el problema de la diversidad etnocultural. Por lo mismo, gran parte de los trabajossobre lo étnico, la diversidad cultural, el nacionalismo, la inmigración, el multiculturalismo,los derechos indígenas y representación grupal, aparecen en los años noventa (Taylor,1992; Galenkamp, 1993; Kimlicka, 1995; Millar, 1997; entre otros).

De manera que el asunto de los derechos de grupos minoritarios o de derechos indígenasrecién ha sido tratado como una cuestión central entre los políticos y académicos; en unaprimera fase se debatió desde un enfoque comunitarista que enfatizó la reivindicación ydefensa de los derechos de las minorías y grupos etnoculturales; luego apareció la críticadel comunitarismo desde la perspectiva liberal, planteando que la reivindicación de losderechos de las minorías afectaba las libertades individuales, aunque reconociendo lanecesidad de tratar el tema dentro de la teoría liberal; y finalmente se ha planteado que elasunto de derechos de minorías y el multiculturalismo deben ser incorporados dentro de laconstrucción nacional de una sociedad estatal (Kimlicka, 2003). En cualquier caso, hay unatendencia de reconocimiento de los derechos de las minorías, tanto en el campo políticocomo el social, en la mayor parte de los países, en la perspectiva de construir un Estadomulticultural.

Las políticas de reconocimiento de las minorías y poblaciones indígenas, buscan incorporara los sectores sociales excluidos dentro del proceso de construcción estatal. Además, lasminorías y las comunidades indígenas pretenden limitar o modificar el impacto de laconstrucción nacional estatal, entendiendo que esto se hace al margen de los intereses de lasminorías o incluso en contra de éstas; aunque a veces pueden ser mayorías como en el casode Bolivia. En esta perspectiva, las democracias occidentales tienden a aceptar los reclamosde minorías étnoculturales y admitir los derechos lingüísticos y las exigencias deautogobierno de las minorías nacionales y pueblos indígenas.

La demanda de los derechos de las minorías y pueblos indígenas es cada vez mayor, demanera que las democracias occidentales se orientan hacia el reconocimiento de ladiversidad étnica y de los derechos individuales y colectivos de los pueblos indígenas deforma pacífica y democrática, sin belicosidad y violencia estatal, haciendo que los posiblesconflictos étnico-culturales se conviertan en votos de ciudadanos que contribuyan a laconstrucción de una democracia multicultural (Fondo Indígena, 2007). Las posibilidades deconstrucción de un multiculturalismo democrático se da en la relación entre el Estado y lasociedad plural, entre cultura, sociedad y política, en la medida que los que asumen el poderestatal manifiesten una voluntad política para integrar a la diversidad étnico-cultural en losprocesos socioeconómicos, políticos y culturales de alcance societal, y en tanto que lossectores sociales dominantes muestren una disponibilidad moral para interactuar con losdemás conciudadanos. Esto exige la eliminación de la discriminación social y política –oincluso racial- de las minorías y los pueblos indígenas por parte de las mayoríasdominantes, a fin de fortalecer una cultura política común y compartida dentro de un marcode la diversidad de identidades étnico-culturales, donde se reconozcan los derechos

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colectivos de grupos minoritarios e indígenas en la esfera pública (Abellán, 2003). Se tratade construir una comunidad de comunidades.

Más allá del concepto liberal de ciudadanía que se funda principalmente en elementosjurídicos de libertad e igualdad y afianzamiento de una homogeneidad cultural, se requieredel establecimiento de un modelo de ciudadanía compleja que permita la integración de lasdiferentes formas de construir la vida pública, donde los habitantes puedan compartir unescenario diverso sin muchos conflictos (Rubio, 2003). Un modelo de ciudadanía complejapermitiría captar los entrecruzamientos e imbricaciones entre derechos individuales ycomunitarios de la diversidad social, que implica factores morales y democráticos deconvivencia; en cambio un modelo de ciudadanía simple, sea de asimilación a losparámetros dominantes (integración homogeneizadora) o de diferenciación radical entregrupos y colectividades sociales (integración segregadora), puede terminar generandofanatismos étnico-racistas deseosos de reinar solos en el mundo.

Sobre esto Habermas (1999) plantea la opción de una política deliberativa que comprendetanto la voluntad común institucionalizada en términos de comunidad jurídica estatal –Estado de derecho- como a los espacios públicos establecidos por las asociaciones yorganizaciones de la sociedad civil, lo cual crea condiciones políticas y sociales favorablespara la configuración de una verdadera comunidad política integrada mediante unainteracción comunicativa; interacción entre los grupos diversos, se podría agregar. Esteplanteamiento recupera la visión política de la tradición republicana que define al Estadocomo una comunidad política que favorece el logro de los fines comunes decididosautónomamente por los ciudadanos en condiciones de libertad e igualdad. Sin embargo,conforme con este autor, es necesario que dentro de los procesos deliberativos de lacomunidad política se fortalezcan los vínculos éticos y de solidaridad que posibiliten laintegración social, como una tercera fuente de articulación social, aparte de la soberaníaestatal y economía de mercado. Se trata de construir una ciudadanía corresponsable, libre,equitativo y solidario a partir de una solidaridad moral entre la diversidad de grupos ycolectividades dentro de un marco común: la comunidad de conciudadanos.

Por otro parte, dentro del proceso de globalización y la explosión de proyectosfundamentalistas, se considera que los conflictos, encuentros y desencuentros entre lasdiferentes identidades culturales son más complejos; de manera que el reto que enfrentanlas sociedades hoy en día -en su mayorías muy heterogéneas- es cómo vivir juntos. Porquela constitución de los fundamentalismos no sólo tienen origen religioso sino tambiénregional, étnico, racial o partidario, pero no hay una homogeneidad ni pureza de lasidentidades, pues la realidad contemporánea se caracteriza por la dinámica acelerada yexpandida de elementos socioculturales que recorren el mundo gracias a la revolución delas tecnologías de información y comunicación5; lo cual es más real en el ámbito de lacomunicación y el mundo virtual, donde prácticamente ya no hay fronteras. Pero dentro deeste marco internacional y nacional interconectado por la información y comunicación, esposible crear condiciones favorables de integración sociocultural; pues: “La realidad de la

5 Sobre la configuración de la sociedad red a escala mundial y el informacionalismo que atraviesa lasdiferentes esferas de la sociedad, mediante continuos flujos de información y comunicación, véase a ManuelCastells (ed.), La sociedad red: una visión global, Madrid, 2006.

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convivencia (…) es típica del mundo contemporáneo, donde la gente vuelve a vivir reunidao donde situaciones de cohabitación no han sido disueltas. La globalización, de manera realo virtual, lleva a la convivencia”. (Riccardi, 2005: 55). En cualquier caso, el problema de laconvivencia interétnica e intercultural parece ser el reto del presente siglo, es decir:¿podremos vivir juntos?; esta es la pregunta crucial que se debe responder a inicios delpresente siglo, para construir una democracia intercultural integradora de las diferentesvisiones sociopolíticas que surgen desde el contexto socio-histórico diverso, donde lossujetos individuales y colectivos tratan de horadar nuevas vías de convivencia sociopolíticay de realización socioeconómica, en términos de una libertad cultural más amplia yflexible, sin bloqueos externos ni restricciones internas.

Dentro del campo diverso signado por la emergencia de reivindicaciones étnico-culturalesafianzadas por los diferentes grupos y colectividades sociales, la libertad cultural adquiereimportancia y significación en la medida que promueve las libertades humanas y losderechos humanos de las personas, ampliando las oportunidades de elección de modos devida que las personas puedan optar de una variedad de alternativas de formas o estilos vidaque han desarrollado las demás culturas. No se trata de defender fanáticamente ladiversidad, el tradicionalismo o el multiculturalismo como un fin en sí mismo, sino en tantoque posibilita la ampliación y el mejoramiento de las condiciones de bienestar y lasoportunidades de realización humanas; lo contrario, significaría caer en la opresión étnico-cultural ejercida por las elites de dirigentes que buscan a veces satisfacer sus propios deseose intereses. Y justamente, el enfoque de desarrollo humano busca mejorar las condicionesde vida de las personas y ampliar el ámbito de sus libertades de realización; porque: “Lanegación de la libertad cultural puede generar privaciones muy importantes y asíempobrecer la vida de la gente e impedirle establecer conexiones culturales a las que, conjusta razón, pueden aspirar”. (Sen, 2004: 13). Según el Premio Nóbel de economía (1998),Amartya Sen, la libertad cultural de la que goce la gente para asumir el modo de vida quedesee libremente es fundamental para la libertad humana, porque permite que las personasvivan conforme con sus preferencias y oportunidades de realización; además, sostiene quela libertad cultural no se circunscribe sólo al campo cultural sino que afecta al éxito ofracaso de la esfera económica, social y política; ni siguiera la situación de pobreza decarácter principalmente económico puede entenderse claramente al margen de lasconsideraciones culturales que complementan el análisis.

En esta perspectiva, la libertad cultural puede aportar beneficios muy significativos a lassociedades plurales, en tanto permite intercambiar diversas experiencias de las cualespueden disfrutar los diferentes grupos étnico culturales y pueblos indígenas. En otraspalabras, se trata de evitar el fortalecimiento de ciertas formas de fundamentalismosbasadas en principios de defensa de modos de vida supuestamente originarios, dejando aque las personas tengan la oportunidad de escoger el modo de vida que ellas escojan.

El fortalecimiento de las identidades étnico-culturales al margen de la construcción de unademocracia intercultural y deliberativa, podría tener consecuencias nefastas para lassociedades plurales y heterogéneas como la boliviana. La construcción de una identidadsociocultural y política más amplia parece ser fundamental para crear un referente moral desolidaridad y de convergencia societal, donde los diferentes grupos y colectividadessociales se reconozcan como miembros de una misma comunidad política, a pesar de sus

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diferencias de carácter étnico-cultural que los distingue, pero que no les separa de lacomunidad de comunidades.

De lo anterior, se desprende una cuestión fundamental, de que el reconocimiento de ladiversidad de identidades étnico-culturales dentro de una sociedad plural y multicultural, nosignifica suscitar el establecimiento de fronteras étnico-culturales ni impulsar la afirmaciónde territorialidades étnicas impenetrables, porque esto llevaría a procesos conflictivos dealta tensión social y política, y que podrían desembocar en enfrentamientos étnico-raciales,arguyendo una legítima defensa de lo “originario” frente al embate de lo “foráneo”, en unmomento en que es difícil de identificar a cabalidad los límites entre lo propio y lo ajeno,que se esfuman en tanto se trata de encontrar las líneas divisorias, porque los actoressociales se articulan a diferentes núcleos de identidad social, aparte de que puedanidentificarse con un referente étnico-cultural. Por lo mismo, la identidad étnico-culturalconstituye sólo uno de los referentes de cohesión social que adquiere mayor relevancia enrespuesta a la manifestación de violencia política y social que impulsan los gruposoligárquicos y estamentos sociales dominantes para contener o bloquear el avancesocioeconómico, político y cultural de los sectores sociales tradicionalmente oprimidos ysojuzgados, como las poblaciones llamadas indígenas que han sufrido por décadas eldesprecio y la exclusión racistas por parte de aquellos grupos que todavía creen tenerintacto los espacios de “exclusividad señorial” que consideraron siempre como algo suyo,por ejemplo los espacios de poder político. Porque las actitudes racistas en este país, se hanpracticado justamente en función a los rasgos étnico-culturales, que ha dado lugar a laclasificación de los habitantes en “indígenas” y “no indígenas”, entendiendo que losprimeros debían mantenerse en una situación de sumisión respecto a los segundos que hangozado de todos los privilegios que la estructura del poder paternal, patrimonial y racistales ha otorgado.

Pero ahora se está en otro tiempo, donde los sectores sociales marginados y excluidos pormuchos tiempo, han incursionado en diferentes ámbitos de actividad económica, social ypolítica, rompiendo con mucho sacrificio las barreras y los mecanismos de discriminaciónsocial y racial, y es ahí donde aparecen “resistencias” de carácter pigmentocrático frente alavance de los llamados indígenas, sobre todo respecto al avance político que reivindicaprincipalmente los derechos de los humildes. Sin embargo, las identidades étnico-culturalesen el altiplano boliviano que comprende a los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí, sehan constituido principalmente en función a dos nacionalidades: los aymaras y los quechuasque comparten una raíz histórica más o menos común de larga data. La historiografía sobreestas dos nacionalidades muestra que desde la colonia han mantenido una fuerte resistenciafrente a la dominación colonial primero y luego ante el avasallamiento y la opresión de lasociedad y Estado oligárquico en el período republicano; y, durante esa larga luchacomunitaria se va estableciendo una visión política de autodeterminación, en la perspectivade constituir un orden político propio para los aymaras y quechuas que habían caído bajo eldominio de los “foráneos” y sus descendientes (Thomson, 2006). Esto se ha expresaactualmente en la erupción de movimientos sociales de reivindicación de los derechosciudadanos y de conquista de los espacios de poder político, que ha llevado a la creación yfortalecimiento de un instrumento político que los posibilita introducir sus iniciativas ypropuestas dentro del escenario de deliberación política, como por ejemplo la AsambleaConstituyente, que también se estableció como efecto de la movilización de las poblaciones

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rurales del altiplano y los valles así como de los sectores populares de las ciudadescapitales, principalmente de la ciudad de El Alto6.

No obstante, a pesar de las movilizaciones de mayor alcance protagonizadas por losaymaras del altiplano paceño, no hay una identidad étnico-cultural claramente definida y surelación con la acción política, dado que la condición étnico-cultural es sólo una de lasfuentes de constitución de identidad social; por ejemplo en la ciudad de El Alto, donde lamayoría de su población es de origen aymara, el discurso que tiene mayor fuerza deinterpelación ideológico-política es la afirmación que se hace al unísono durante cualquiermovilización de protesta social: “El Alto de pie, nunca de rodillas”. El ser alteño es el queotorgue una identidad de mayor articulación social y política, antes que la situación deciudad aymara o población indígena, estas dos últimas expresiones se manifiestan reciénen los discursos de protesta y amenaza que pronuncian los líderes y dirigentes alteñosdurante las grandes concentraciones que se realizan con frecuencia. Es más, tanto en lasconcentraciones como en las marchas que realizan hacia la “hoyada” paceña, el gritocaracterístico es: “El Alto de pie, nunca de rodillas”, esto conmueve y aglutina a toda lapoblación alteña, tanto a mayores, jóvenes, hombres como mujeres; hasta los niños parecenhaber internalizado el “salmo alteño”, pues éstos a menudo juegan a “marcha, marcha”,gritando a una sola voz: “El Alto de pie, nunca de rodillas”. Casi no se escucha gritar a losalteños, frases como: “los aymaras de pie” o “los indios de pie”. Asimismo, durante lasmarchas de protesta y los bloqueos de caminos que efectúan las comunidades rurales delaltiplano paceño –que es por cierto el epicentro sociopolítico, igual que la urbe alteña, de laerupción social-, tampoco se hace mucha alusión a los elementos étnicos de ser aymaras oindios, los movilizados resaltan mas a sus provincias, secciones, cantones y comunidadesde donde provienen.

En los vítores de los movilizados, también se puede escuchar rememoraciones de los héroesde las luchas de las comunidades aymaras, como: “jallalla Tupaj Katari”, “jallalla JuliánApaza”, “jallalla Bartolina Sisa” o “jallalla Gregoria Apaza”. De hecho, alguna de lasorganizaciones campesinas lleva el nombre de uno de éstos próceres de la lucha aymara,como es la Federación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia “Bartolina Sisa”(FNMCB-BS). Igualmente, la organización matriz a la que se adhieren más lascomunidades rurales del altiplano, sigue siendo la Confederación Sindical Única deTrabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), fundada en 1979, aunque los primeroslíderes de esta organización fueron dirigentes con tendencia ideológica katarista oindianista, como Jenaro Flores, quien fue a su vez, uno de los fundadores de los primerospartidos kataristas como el Movimiento Indio Tupaj Katari (MITKA)7. Sin embargo, lospartidos kataristas o indianistas, en las diferentes elecciones nacionales en que participaron,

6 Sobre las movilizaciones contundentes que ha desarrollado el pueblo alteño durante los meses de abril,septiembre y octubre de 2000 y 2003, puede verse a Pablo Mamani, El rugir de las multitudes: la fuerza delos levantamientos indígenas en Bolivia/Qullasuyu, Aruwiyiri, La Paz, 2004; Álvaro García y otros,Memorias de octubre, Muela del Diablo, La Paz, 2004.7 Respecto al movimiento político katarista establecido a fines de los años setenta y los líderes aymaras queencabezaron tanto la organización social de los campesinos como de los pa11rtidos políticos kataristas eindianistas, véase a Javier Hurtado, El katarismo, HISBOL, La Paz, 1986; Esteban Ticona, Organización yliderazgo aymara: la experiencia indígena de la política boliviana 1979-1996, Universidad Cordillera –AGRUCO, La Paz, 2000.

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no lograron superar el 3% de la votación en la región del altiplano8; tampoco en lasposteriores elecciones a 1989, los partidos de sigla katarista pudieron capturar los votos delas comunidades rurales del altiplano.

Por otra parte, el surgimiento de una nueva organización promovida por algunascomunidades autodefinidas como originarias, como el Consejo Nacional de Ayllus yMarkas del Qullasuyo (CONAMAQ)9, tampoco ha tenido mucha aceptación en laspoblaciones del altiplano paceño, su influencia organizacional ha sido más en eldepartamento de Oruro, donde tuvieron un apoyo significativo por ejemplo en laselecciones municipales de 2004, presentándose a las justas eleccionarias en la modalidad dePueblos Indígenas. No obstante, CONAMQ, no necesariamente reivindica la cualidad de loindígena en sus declaraciones y propuestas políticas, pues entienden que lo originario es elreferente más significativo y legítimo para las comunidades rurales del altiplano. En estesentido, uno de los dirigentes del CONAMAQ, Martín Condori, reivindica más el carácteroriginario de los movimientos de las comunidades altiplánicas, arguyendo que lo indígenaobedece principalmente a convenios internacionales10. Tampoco la Confederación Sindicalde Colonizadores de Bolivia (CSCB), conformada en 1971, pregona lo indígena como unelemento de convergencia, pues los colonizadores se orientan más hacia el sindicalismo. Deigual forma, la Federación de Mujeres Campesinas de de Bolivia Bartolina Sisa(FMCBBS), establecida en 1980, se perfila más hacia una organización y acción sindical,aunque reivindicando la memoria de Bartolina Sisa. Lo indígena se resalta más en laspoblaciones del oriente boliviano que en el occidente, a través de su organización matriz,como es la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB), fundada ya aprincipios de los años ochenta. Asimismo, la CSUTCB, se basa más en principios decarácter sindical que étnico, y es la organización sindical más consolidada en el altiplano ylos valles, que tiene federaciones departamentales, centrales provinciales y subcentralescantonales y finalmente los sindicatos de las comunidades rurales, lo cual le permite teneruna mayor fuerza de convocatoria organizacional y social en momentos de movilizacionesde protesta, como las marchas hacia el sede de gobierno (La Paz) y los bloqueos decaminos.

Es también notable el manejo de ciertos símbolos de la tradición histórica de laspoblaciones del altiplano, durante las acciones colectivas de protesta y los encuentros oeventos socioculturales y políticos que impulsan las diferentes organizaciones del árearural, como la wiphala, bandera multicuadriculada de las poblaciones andinas, así como laindumentaria originaria (ponchos rojos o verdes, los chicotes, las ch’uspas, monteras o

8 Sobre los resultados electorales obtenidos por los partidos kataristas–indianistas, desde las eleccionesnacionales de 1979 a las de 1989, véase a Salvador Romero, Geografía electoral de Bolivia: así votan losbolivianos, CEBEM – ILDIS, La Paz, 1993.9 El CONAMAQ, fue fundado recién el 22 de marzo de 1997, en Challapata, departamento de Oruro, con laparticipación de las siguientes organizaciones comunitarias: Jach’a Carangas, Jach’a Suyo Pakajaqi, FASOR,FOMQAMP, Jatun Ayllu Yura, FACOPI, entre otros; con el propósito de reconstituir territorios de los ayllusy un gobierno originario: “CONAMAQ, se ha planteado una línea estratégica como es la reconstitución enespacios y territorios donde la estructura del ayllu ha desaparecido o se ha desestructurado, y restitución yfortalecimiento del gobierno originario y nuestros derechos como ayllus para lograr nuestraautodeterminación”. Véase a CONAMAQ, Propuesta: constitución política del Estado pluriculturalQullasuyu – Bolivia, Comisión Nacional Para la Asamblea Constituyente, Oruro, 2006.10 Véase: La Razón, 1ro. de julio de 2007.

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aguayos), pero principalmente la wiphala que ya se convirtió en los últimos 15 años en unsímbolo casi oficial con motivo del ascenso de Evo Morales a la Presidencia de laRepública (enero de 2006), pues ahora la multicolor wiphala ondea imponente al lado de latricolor boliviana en el frontón del palacio de gobierno. Sin embargo, se podría sostenerque, por el mismo carácter multicolor que tiene este símbolo no necesariamente es larepresentación de una identidad étnica claramente definida, dado que podría significartambién la pluralidad de identidades étnico-culturales o sociales que posiblemente vanimpulsando las poblaciones rurales del altiplano. De igual forma, las indumentariastradicionales que usan los dirigentes de las organizaciones campesinas, tanto hombres comomujeres, se muestran sólo como formas de diferenciación de las autoridades comunitariasque asumieron la orientación de lo originario (mallkus, apumallkus, jilakatas omamat’allas), quienes una vez que terminan su gestión anual de autoridad, vuelven a susactividades cotidianas tratando de concretar sus propias proyecciones de vida, sinpreocuparse mucho por el fortalecimiento o encumbramiento de una identidad étnico-cultural que de algún modo les compromete. Además, no todos los dirigentes campesinosdel altiplano usan los atuendos tradicionales para representar a sus organizacionessindicales, sino que prefieren presentarse a las reuniones o los encuentros del sector,llevando ropa sencilla y casual, como se da en la mayor parte de los cantones ycomunidades adyacentes del lago menor del Titicaca. Así, la identidad étnico-culturalaymara en la altiplano, no articula necesariamente de manera unánime a los habitantes delas diferentes provincias, secciones, cantones y comunidades del altiplano boliviano, puesaparecen otros elementos de identidad social, como la condición campesina, el modo deorganización sindical, la cuestión de las necesidades básicas insatisfechas, la preocupaciónpor la atención de demandas sectoriales (por ejemplo la mecanización del campo), o lasituación de pobreza en que se hallan más del 90% de las familias que viven en el altiplano.

Además, la ambivalencia o debilidad étnico-cultual aymara, o si se quiere indígena, semostró de manera visible en el escaso apoyo electoral que tuvieron los partidos políticos deideología katarista o indianista, precisamente en las provincias y comunidades a las quecreían representar, pues los electores del altiplano han preferido votar por aquellasorganizaciones políticas con propuestas menos radicales y que no reivindicaron de maneradirecta la cuestión de lo indígena, colocando por ejemplo el término de katarismo oindianismo en la sigla partidaria. Dicho en otros términos, no hay una relación sociopolíticadirecta entre la identidad étnico-cultural aymara o indígena y la proyección política, en laspoblaciones rurales del altiplano, porque el referente étnico-cultural de lo aymara o de loindígena no se expresa con fuerza en el campo político, por lo menos en el nivel nacional ydepartamental; aunque en el ámbito local algunas organizaciones políticas, en la modalidadde Pueblos Indígenas, lograron llegar al gobierno municipal, ganando las eleccionesmunicipales de diciembre de 200411, particularmente en los departamentos de Oruro, Potosí

11 Con motivo de la Ley de Agrupaciones Ciudadanas y Pueblos Indígenas, en las elecciones municipales dediciembre de 2004, participaron por primera vez nuevas formas de organización política –aparte de lospartidos políticos-, las Agrupaciones Ciudadanas y Pueblos Indígenas; y las entidades políticas de PueblosIndígenas (PI’s) tuvieron mayor participación en los departamentos de Potosí, Oruro y La Paz, donde entraronen la disputa electoral 45 PI’s de un total de 63 que participaron en todo el país, obteniendo más votos enOruro (18.75), Potosí (10.38) y La Paz (7.46); pero aún así, los partidos y las agrupaciones ciudadanastuvieron mayor votación. Un análisis más detallado de las elecciones municipales de 2004 y los resultados

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y La Paz. Con todo, los Pueblos Indígenas en términos de votación no llegaron a más de18% en el nivel departamental, además sólo obtuvieron mejores resultados en aquellosmunicipios pequeños (menor a veinte mil habitantes). Es decir, la concordanciasociopolítica entre la identidad étnico-cultural y su proyección política, sólo pareceestablecerse en el nivel local, y sobre todo en los municipios pequeños del altiplano, dondese van introduciendo elementos de la lógica de organización comunitaria en la dinámica dela gestión municipal basada en normas institucionales del Estado de derecho; por ejemploen la alcaldía de Jesús de Machaca, departamento de La Paz, el Alcalde electo fueinicialmente escogido en los cabildos comunales y seccionales, en una suerte de“elecciones primarias”.

Por otro lado, la preocupación por el asunto de las poblaciones indígenas en Bolivia,motivó -desde los años noventa- la realización de diagnósticos acerca de la situación real delos diferentes grupos étnico-culturales en el territorio nacional, estableciéndose que en elpaís existen 36 nacionalidades. De manera que en el Censo Nacional de 2001, se incluyótres preguntas dirigidas a captar la situación étnico-cultural de las poblaciones indígenas; ylos resultados de dicho censo mostraron que el 62% de la población boliviana indicapertenecer a alguno de los 36 grupos étnico-culturales. Aunque sobre esto hay críticas sobrela forma de pregunta que se hizo en la boleta del censo, dado que no había la opción demestizo12, lo cual habría afectado significativamente las respuestas. Sin embargo, el informede encuesta sobre la democracia en Bolivia de 2006, de Selignson13, invierte esta relaciónporcentual de la mayoría indígena, estableciendo que el 64% de los bolivianos seconsideran ser mestizos; colocando de este modo en “duda” los resultados del Censo de2001; pero en el mismo informe, aparece que el 72% de los consultados señalan pertenecera algún grupo étnico o indígena. De hecho, sobre los resultados del Censo 2001 referidos ala cuestión étnico-cultural, se hicieron algunos trabajos14, donde se muestran en cuadros ygráficos la relación del número de personas que se adscriben a las distintas nacionalidades ysu ubicación en el territorio, que en muchos casos atraviesa los límites de los municipios ydepartamentos.

electorales que alcanzaron las diferentes organizaciones políticas, se encuentra en la revista Opiniones yAnálisis, Análisis de la elección municipal 2004, La Paz, No. 72, FUNDEMOS, 2005.12 La interrogante No. 49 del Censo 2001, destinada a captar la situación étnico-cultural de los bolivianos,tenía el siguiente tenor: ¿Se considera perteneciente a alguno de los siguientes pueblos originarios oindígenas?; dando luego las siguientes alternativas de selección: 1) quechua, 2) aymara, 3) guaraní, 4)chiquitano, 5) mojeño, 6) otro nativo, y 7) ninguno. De manera que no había la opción de mestizo osencillamente boliviano. De cualquier modo, la pertenencia es un indicador que permite establecer lasituación de las poblaciones llamadas indígenas.13 Mitchell Seligson, de nacionalidad norteamericana, viene haciendo el seguimiento a la democracia enBolivia, mediante la aplicación de una encuesta bianual, desde 1998 hasta el 2006, y justamente en laAuditoría de la democracia: informe boliviano 2006, se establece que el 65 de las personas consultadas seautocalifican como mestizos, pero al mismo tiempo indican que pertenecen a algún pueblo étnico-originario(72%); la pregunta para el primer resultado fue: ¿Se considera Ud. una persona de raza blanca, chola, mestiza,indígena, negra u originaria?, mientras que para el segundo se preguntó: ¿Se considera perteneciente a algunode los siguientes pueblos originarios o indígenas?, lo mismo que la pregunta del Censo 2001, respecto a lapertenencia étnica.14 Véase a MAIPO e INE, Bolivia: población indígena originaria por municipios, Censo 2001, MAIPO eINE, s.l., s.f.; Ramiro Molina y Xavier Albó (coords.), Gama étnica y lingüística de la población boliviana,Sistema de las Naciones Unidas en Bolivia, La Paz, 2006.

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De lo anterior, se desprende un problema central, de que la identidad étnico-cultural de losbolivianos es muy ambigua, la misma que se mueve en forma de péndulo entre lo mestizo ylo originario-indígena, dependiendo del significado que adquiere cada uno de los términos.Es más, el sentido de la pregunta parece incidir significativamente sobre el tipo derespuesta que dan las personas encuestadas respecto a la situación de pertenencia étnica y elsignificado que otorgan a la noción de “lo indígena”. De modo que, los que sientenpertenecer a algún grupo étnico (quechua, aymara, chiquitano, mojeño, yucaré, etc.) nonecesariamente quiere decir que se identifiquen como indígenas. Es decir, las personaspueden autocalificarse como quechas, aymaras, urus o chipayas, pero esto no implica queacepten ser catalogados como indígenas. Por tanto, se puede aseverar que esto obedece aque los pobladores del altiplano tanto de Oruro, Potosí y La Paz no se adscriban tanto comoindígenas sino sólo como aymaras o quechuas, tal como el dirigente principal delCONAMAQ (Martín Condori) entiende que esta organización se basa en las poblacionesoriginarias y ayllus que formaban parte del antiguo Qullasuyo, y no así una organización deindígenas, lo cual obedecería más a una corriente indigenista que ha ganado fuerza en laregión de América Latina desde los años noventa, con motivo del llamado Convenio 169 dela Organización Internacional del Trabajo (OIT)15 que incorporó la cuestión indígena.Asimismo, la relevancia internacional de lo indígena se dio como efecto también delProyecto de Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las PoblacionesIndígenas, que en su Art. 26 sostiene: “Los pueblos indígenas tienen derecho a poseer,desarrollar, controlar y utilizar sus tierras y territorios (…) al pleno reconocimiento de susleyes, tradiciones y costumbres…”, y la Declaración del Decenio Internacional de lasPoblaciones Indígenas del Mundo (1995-2004), promovida por las Naciones Unidas. Estohizo que las poblaciones consideradas como indígenas promuevan proyectos derecuperación y fortalecimiento de sus organizaciones, en términos de consolidación de“sus” territorios y formas de organización socioeconómica y política tradicionales.

Siguiendo esta corriente de reivindicación de los derechos indígenas, en Bolivia se aprobóla Ley 1715 de Servicio Nacional de Reforma Agraria (18 de octubre de 1996), donde seseñala como una de las formas de propiedad territorial: las Tierras Comunitarias de Origen(TCO), a fin de proteger el dominio espacial comunitario mantenido por las poblacionesoriginarias desde hace mucho tiempo. De modo que, muchas comunidades originarias deloriente y occidente han empezado a tramitar sus títulos de TCO, pero la mayor parte de lasdemandas provienen de los departamentos de Potosí, Oruro, La Paz y Beni (véase anexo,gráfico sobre tierras comunitarias). Empero, muchas de las demandas de TCO enfrentanconflictos internos en la medida que no todos están de acuerdo formar parte de una TCO, alo que se ha llamado conflicto con terceros que comprenden a comunidades, organizacionessindicales, empresas medianas o incluso familias.

15 El Convenio 169 fue aprobado en la Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo(OIT), en Ginebra, Suiza, en junio de 1989, el mismo que fue ratificado luego por el gobierno bolivianomediante la Ley 1257 del 11 de julio de 1991, posiblemente atendiendo a las movilizaciones de los pueblosindígenas del oriente boliviano, que realizaron una gran marcha hacia la sede de gobierno, en 1990. EsteConvenio define a los pueblos indígenas como aquellos que han habitado en un país o una región geográficaantes de la conquista y colonización así como el establecimiento de las fronteras estatales con motivo de laindependencia, y que han conservado sus formas de organización ancestrales, tanto económicas, sociales,políticas y culturales.

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Ahora bien, volviendo al asunto de lo étnico en el país y la distribución de las poblacionesllamadas indígenas en el territorio nacional, los datos del Censo 2001, muestran que losaymaras y quechuas abarcan prácticamente todo el territorio boliviano, en términos deapropiación étnica del espacio, aunque población aymara se concentra más en losdepartamentos de La Paz, Oruro y Potosí con más de 70%, y los quechuas en Cochabamba,Potosí y Chuquisaca, mayor a 70%; mientras que otros grupos tiene presencia sólo enalgunos departamentos, provincias, secciones o localidades (véase anexo, gráficos ymapas). No obstante, es importante señalar que el mayor número de grupos étnico-culturales se encuentra en el noreste de la geografía nacional16, en los departamentos deBeni, Santa Cruz, Pando, norte de La Paz y Cochabamba, donde están alrededor de 26grupos étnicos de los 29 que constituyen los denominados otros nativos, aparte de los otrospueblos originarios (aymaras, quechuas, guaranís, chiquitanos y mojeños). Empero, lamayoría de los que indican pertenecer a algún grupo étnico-originario están comprenda endos nacionalidades con notable presencia en el territorio nacional: aymaras y quchuas(55.9%).

En cualquier caso, no es fácil determinar una identidad étnico-cultural sólida en el altiplanoen torno a las poblaciones rurales que de origen aymara, y menos todavía en relación alreferente de lo indígena. Los pobladores altiplánicos parecen articularse en función a otroselementos de cohesión social –aparte de lo étnico- como lucha por el reconocimiento de susderechos humanos, la dignidad, la educación, la justicia, el mejoramiento del bienestarsocial, la superación de la pobreza, o la participación política. Lo étnico-culturalrelacionado principalmente con la condición aymara, si bien es el telón de fondo o elámbito cultural de entendimiento entre las familias y organizaciones, no es el único criterioindiscutible de conformación de identidades, pues existen otros factores de identidad en losdiferentes campos de proyección individual y social. Posiblemente a esto obedezca el hechode que un partido político que reivindica precisamente la condición de lo étnico-indígenaaymara, como es el Movimiento Indio Pachakuti (MIP), de Felipe Quispe (Mallku), nohaya tenido un apoyo electoral importante, en su participación en las elecciones nacionalesde diciembre de 200517, en las circunscripciones electorales consideradas justamente comoindígenas, frente a otro partido que ha logrado una votación sorprendente, como es elMovimiento al Socialismo (MAS), del actual Presidente Constitucional de la RepúblicaEvo Morales. Pero en la sigla del MAS no aparece ninguna referencia a lo étnico-indígena,lo cual posiblemente sea muy decisivo en la definición del voto ciudadano en laspoblaciones rurales del altiplano. Y como se ha dicho antes, los partidos políticos deideología katarista o indianista han tenido escaso apoyo electoral en las poblaciones delaltiplano. Dicho en otros términos, la identidad étnico-cultural aymara en el altiplanopaceño y orureño principalmente, es muy difusa en términos de proyección política hacia elnivel departamental y nacional, dado que los actores sociales tienden a enarbolar otras

16 En términos de número de pueblos indígenas, en el departamento de Beni existen aproximadamente 15grupos, en Santa Cruz 12, en La Paz 8, en Pando 6 y en Cochabamba 4, y alguno de esos grupos tienen menosde 50 miembros, como los pacaguara (46), tapieté (41), machineri (30) o guarasugwe (13), de los 29 gruposétnicos minuritarios (otros nativos) que alcanzan a 122,904 individuos, siendo apenas el 1.4% del 62% de lapoblación boliviana que indica pertenecer a algún grupo étnico originario. Molina y Albó, Ob. Cit.17 En las elecciones nacionales de diciembre de 2005, el Movimiento Indio Pachakuti (MIP) obtuvo 5% devotos en La Paz, 2% en Oruro y 3% en Potosí; en cambio el MAS alcanzó a 67% de votación en La Paz, 63%en Oruro y 58% en Potosí; véase página web de la Corte Nacional Electoral: www.cne.org.bo

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reivindicaciones de carácter más social que étnico. Es en este sentido que la identidadsociocultural adquiere importancia dentro de las luchas políticas de las poblaciones ruralesdel altiplano y las villas de la ciudad de El Alto.

3. Configuración de identidades socioculturales y política

Como se ha planteado antes, la constitución de identidades sociales implica diversoselementos de articulación social, que pueden ser de índole territorial, regional, barrial,comunal, sectorial, religiosa, étnica, laboral, gremial, cultural, sexual, generacional opolítica, dado que las personas tienden a vincularse con una variedad de referentes deidentificación social, lo cual da lugar a la configuración de distintas identidades en losdiferentes ámbitos y niveles de interacción social, dependiendo del grado de importanciaque otorguen los actores individuales y colectivos a un determinado problema. De maneraque, en la conformación de la identidad en el altiplano y su relación con la política,adquieren mayor relevancia los elementos articuladores de carácter social y político, porquelos rasgos étnicos no tienen una conexión significativa con la emergencia de una acciónpolítica. Es decir, los proyectos políticos que surgen desde las poblaciones del altiplano y,particularmente, desde las comunidades rurales de La Paz y la ciudad de El Alto, se fundanprincipalmente en identidades socio-culturales que en identidades étnico-culturales,haciendo que las reivindicaciones sociales y culturales se conviertan en insumos esencialespara el planteamiento de proyectos políticos, en la medida que los comunarios y vecinos delaltiplano se sienten parte de dichos proyectos. Las aspiraciones sociales y culturales de lospobladores del altiplano y la ciudad alteña adquieren mayor importancia en el planopolítico, porque esto les permite alimentar esperanzas colectivas para lograr una mejorsituación de bienestar social, por eso los gobiernos municipales han ganado mayorpreeminencia en los municipios provinciales, dado que esto les posibilita concretar suspropósitos sociopolíticos basados en una identidad de proyecto, que significa la transicióndesde la identidad de resistencia a la identidad de proyecto, en términos de extensión de lasoportunidades de realización individual y colectiva así como de la libertad cultural.

La cuestión de lo étnico parece tener más sentido en la conformación de una identidadétnico-cultural de preservación de experiencias y conocimientos ancestrales, sobre todo enel campo cultural y simbólico, expresadas en ceremonias religiosas, ritualidades andinas,festividades folklóricas y demás costumbres de las comunidades rurales. Además, estasprácticas tradicionales se han refuncionalizado o reafirmado en el ámbito urbano,particularmente en las zonas populares de las ciudades de La Paz y El Alto, por ejemplo lapráctica de la medicina tradicional, la persistencia de los ritos telúricos, el mantenimientode las tradiciones en la interacción social y la proliferación espectacular de “entradasfolclóricas” tanto en las poblaciones del área rural como en los barrios populares. Así, entorno a estás prácticas tradicionales de origen andino o aymara, se van configurando unavariedad de identidades étinico-culturales de preservación de las tradiciones, a partir delestablecimiento de vínculos sociales que promueven una determinada orientación colectiva.

Sin embargo, estas identidades sociales de preservación de las tradiciones y costumbres,con una notable manifestación de elementos étnicos de origen aymara, no se extiende haciala dimensión política. De hecho, algunos candidatos que entraron a disputar lasdiputaciones y las concejalías en las elecciones nacionales y municipales, respectivamente,

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reclamando la representación política de los folcloristas en los espacios de poder político,por lo general no tuvieron apoyo electoral en las zonas populares urbanas donde se realizancon frecuencia las “entradas folclóricas”. Es decir, los que han tratado de hacer carrerapolítica involucrándose en las festividades folclórico danzarias, o en su caso, exaltando laimportancia de la identidad folclórica y la necesidad de fortalecer a partir de las políticasgubernamentales18.

La identidad étnico-cultural aymara fundada en principios de preservación de lacosmovisión ancestral y de las tradiciones andinas no tiene una trascendencia en la esferapolítica como para introducir con fuerza los intereses de carácter étnico comunitario en eldebate nacional, como la Asamblea Constituyente, donde se está discutiendo por ejemplo lacuestión de las autonomías indígenas. Aunque la propuesta del Pacto de Unidad, preparadapor la CSUTCB, el CONAMAQ, la CIDOB, la CSCC y la FMCBBS, incorpora varioscomponentes de carácter étnico-indígena, como la visión de país que se orienta a crear unEstado plurinacional y comunitario que reivindique las aspiraciones históricas de lascomunidades indígenas. Así, con el propósito de asegurar la incorporación de lamencionada propuesta y sobre todo el tema de las autonomías indígenas en el debate de lasplenarias, las organizaciones indígenas de las tierras bajas afiliadas a la CIDOB, yaempezaron la marcha hacia la ciudad de Sucre, sede de la Asamblea Constituyente. Pero lasorganizaciones sindicales y comunitarias del altiplano paceño, no han mostrado muchointerés en el asunto de las autonomías indígenas. A los poblaciones del occidente del país,no parece entusiasmarles mucho la posibilidad de creación de autonomías indígenas a partirde la aprobación de la nueva carta magna; empero los collas, tanto de las comunidadesrurales como de la ciudad de El Alto, ya han lanzado el desafío por la defensa de lainamovilidad de la sede de gobierno a través de una concentración masiva en la ciudad deEl Alto, donde los dirigentes de las diferentes organizaciones sociales y cívicas declararonsendos discursos de advertencia a los que están promoviendo la discusión del tema de la“capitalía plena” en las plenarias de la Asamblea Constituyente. Probablemente suceda lomismo en relación con otros temas de carácter más social o político, como la defensa de laeducación gratuita, el seguro social o de las autonomías municipales, así como la lucha porel mejoramiento de las condiciones de bienestar social o la participación política; temas quepor cierto han ganado mucha importancia dentro de los municipios provinciales.

No obstante, la identidad socio-cultural de resistencia comunitaria se ha manifestado conmucha fuerza en el altiplano paceño durante las marchas y bloqueos de caminos queefectuaron las organizaciones sindicales y comunitarias, en respuesta a ciertas políticasgubernamentales que iban en contra de los intereses de los campesinas, como el intento deimplantación de la primera ley INRA o la tentativa de venta del gas a los Estados Unidospor Chile. Ante la arremetida de los gobiernos oligárquicos contra los intereses de lascomunidades rurales del altiplano, tanto en el pasado como en el presente, las

18 Los “políticos” que han tratado de sacar un rédito político del “mundo folclórico” no tuvieron éxito, porejemplo el periodista Fernando Espinoza, que dirige el programa folclórico televisivo “Los Principales”,cuando se postuló como diputado uninominal del MNR en la circunscripción 11 (la zona populosa de GranPoder y adyacentes) para las elecciones nacionales de 2002, perdió la diputación, la gente votó por elfutbolista Carlos Borja; tampoco el ex vicepresidente Víctor Hugo Cárdenas ha logrado un reconocimientoimportante entre los folcloristas del Gran Poder, a pesar de que fue “pasante” en la comparsa de morenaza“Los Fanáticos”.

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organizaciones comunitarias y sindicales se han valido regularmente de su identidad socio-cultural de resistencia, lo cual les ha permitido impulsar con éxito las grandesmovilizaciones de insurrección agraria y de reivindicación sociopolítica en diferentesmomentos de lucha, primero contra el sistema colonial y luego frente al poder oligárquico yracista durante la república. Esta fuerza comunitaria de resistencia fundada en la identidadsocio-cultural de los excluidos y marginados, se ha extendido hasta los tiempos actuales,dando paso a la configuración de una identidad socio-cultural de proyección política queposibilita la constitución de sujetos sociopolíticos que buscan horadar los espacios de poderreservados siempre para la oligárquía.

De manera que, en las poblaciones rurales del altiplano y por ende en la combativa ciudadalteña, la identidad socio-cultural de proyecto político se configura en la medida que lasestructuras del poder económico, social y político obstruyen y bloquean las posibilidadesdel avance histórico de los marginados y excluidos, en los diferentes campos de concreciónde iniciativas y aspiraciones tanto individuales como colectivas. Por ejemplo cuando laspolíticas gubernamentales no favorecen el mejoramiento de las condiciones de vida de lascomunidades rurales o cuando los partidos políticos tradicionales –que han estado siempreencaramados en el aparato estatal- se resisten a dar paso a las organizaciones sociales ypolíticas que surgieron desde los mismos sectores sociales desfavorecidos por el sistema.Los pobladores del altiplano y de la ciudad de El Alto, dentro del proceso democrático quevive el país desde 1982, han venido apoyando a diferentes partidos políticos que de algúnmodo incorporaron ciertas aspiraciones sociopolíticas de los humildes, como fueron lospartidos que se reclamaban ser de izquierda (UDP, MIR-NM) o los que tenían unaorientación populista (CONDEPA, UCS), los mismos que en la actualidad ya no existen. Laproyección política que han impulsado las comunidades rurales y las zonas popularesurbanas de La Paz y El Alto, tuvo algunas opciones de avance y concreción, por ejemplocuando el extinto “compadre” Carlos Palenque hizo soñar a los vecinos y comunariosplanteando que el Jach’a Uru, el gran día, estaba por llegar para trastocar los tiempos deopresión, de sufrimiento, de humillación y de pobreza en se que encuentran los excluidos.Asimismo, el fallecido Max Fernández, tuvo un notable apoyo electoral en las provinciasdel altiplano y los barrios populares de La Paz y El Alto, prometiendo y haciendo obraspara los “abandonados” por el Estado, y para que de este modo tengan acceso a losservicios básicos las familias empobrecidas. Sin embargo, como consecuencia de ladesaparición tanto del “compadre” como de Max Fernández, sus partidos también siguieronla misma suerte de sus fundadores: murieron.

Entonces, quedó una identidad socio-cultural de proyección política sin un norte haciadonde dirigirse, de modo que la búsqueda de una acogida partidaria se hacía cada vez máspatente. Y es aquí donde aparece el Movimiento al Socialismo (MAS) liderado por el actualPresidente Constitucional, Evo Morales, quien se forjó justamente al interior de las luchasde reivindicación social y proyección política, resistiendo y sufriendo la arremetida yviolencia política de los grupos oligárquicos encaramados en el poder político, incluso fueexpulsado del parlamento nacional. Así, el ex dirigente cocalero se fue convirtiendo en ellíder político que los sectores sociales empobrecidos estaban buscando para encauzarpolíticamente sus aspiraciones y proyecciones de participación plena en la determinaciónde las políticas nacionales a favor de los humildes; lo cual se fortaleció durante lasmovilizaciones sociales de protesta de 2000 y 2003, cuando los movilizados (vecinos y

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comunarios) han empezado a arrancar el poder, de la mano de sus opresores de siempre –la oligarquía señorial y racista-. Esto fue materializado con la dimisión de Sánchez deLozada al cargo de presidencia (octubre de 2003) y el triunfo contundente del MAS en laselecciones nacionales de 2005 y la posesión de Evo Morales como PresidenteConstitucional de la República de Bolivia.

La identidad socio-cultural de proyección política de las poblaciones del altiplano y laciudad de El Alto, encontró en la figura y personalidad del actual Presidente Morales unasuerte de representación genuina y contemporánea de lo que son los humildes de este país,que sufrieron por largo tiempo la opresión, la humillación, la exclusión y los vejámenes porparte de aquellos que han creído –o creen todavía- ser dueños de los espacios del podereconómico, social y político, y que manifiestan una actitud paternalista, patrimonialista yracista hasta los tuétanos. Pues, Evo Morales, antes de asumir la primera magistratura depaís, ha llevado con frecuencia una ropa sencilla y casual (chompa con rayas y chamarra detela), similar que muchos comunaios del campo y vecinos de las zonas populares urbanas,casi nunca se ha presentado ante el público ostentando un poncho rojo como ha hecho porejemplo el Mallku (Felipe Quispe). Se puede sostener que las poblaciones campesinas y lossectores populares de las ciudades se reconocen a sí mismos en la figura y personalidad delPresidente Morales. O lo que es lo mismo, la identidad socio-cultural constituida por laspoblaciones del altiplano y las villas de la urbe alteña, encuentra una expresión yproyección política en la imagen y el protagonismo del Presidente Evo Morales: el líder delos humildes, así como lo reconocen muchos comunarios y vecinos.

En esta línea de reflexión, se puede afirmar que entre los comunarios y las comunarias delaltiplano, así como entre los vecinos y las vecinas de la urbe alteña, no se manifiesta unapretensión política de enarbolar y concretar en algún momento una especie de hegemoníaétnica aymara frente a los demás sectores sociales y regiones socio-territoriales del país, loúnico que quieren en términos de proyección social y política es compartir el poderpolítico, así como lo están haciendo ya en muchos de los municipios provinciales,combinando la dinámica de los gobiernos municipales –basada en principios del Estado dederecho- con las prácticas comunitarias y los valores ancestrales de producción de bienescomunes. Así, posiblemente la ciudad de El Alto sea la expresión fáctica del proceso deinclusión socioeconómica, política y cultural que ha empezado en el país, en los albores delpresente siglo, porque los alteños comparten un escenario urbano de encuentro nacional,donde casi ningún boliviano puede sentirse extraño o discriminado. Por ejemplo, la feria de16 de Julio, que se realiza los días jueves y domingo en la zona populosa del mismonombre, se constituye realmente en un espacio de encuentro e interacción entre losdiferentes sedimentos sociales de las ciudades de La Paz y El Alto, nadie se siente ni más nimenos en relación a los demás conciudadanos que venden y compran dentro de la inmensavariedad de productos que se exponen en la extensa feria, desde una aguja hasta unautomóvil, pasando por máquinas industriales, muebles, artefactos electrónicos, material deconstrucción, ropa, alimentos, animales, etc. etc.

Como se ha dicho antes, se trata de encontrar opciones sociopolíticas viables que permitana los bolivianos a vivir juntos, a convivir entre los “diferentes”, que provienen desdedistintos estamentos sociales y diversos espacios socio-territoriales, pero al fin y al cabotodos comparten la misma condición de ciudadanía boliviana que se halla inscrita en ese

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documento de identidad nacional (cédula de identidad) que portan todas las personasnacidas en Bolivia. En este sentido, los pobladores de las provincias del altiplano y laciudad de El Alto, por lo general no han respaldado las propuestas políticas radicales, porejemplo la idea de restituir el antiguo Kollasuyo sobre las bases étnicas, o aquellas detendencia guerrillera; aunque en algunos momentos de rabia e impotencia –ante la sangre ymuerte de sus hermanos, provocados por las fuerzas represivas del Estado- los comunariosgritaron a una sola voz: “guerra civil”. No obstante, no hay un proyecto político dedominación étnica aymara, lo que sí está a la orden del día es la expansión pacífica de losdiferentes ámbitos de actividad socioeconómica, cultural y política en los que se vaninvolucrando cada vez con más fuerza. En consecuencia, la identidad sociocultural deproyección política de los comunarios y vecinos del altiplano, se orienta más hacia laconstrucción de un escenario socioeconómico, político y cultural de convivencia inclusiva ypacífica, a partir del respecto de las diferencias y la contribución que puedan hacer losdiferentes sujetos sociales que se despliegan desde la pluralidad de contextos.

Dicho en otros términos, la identidad social que tiene trascendencia en la esfera política esla identidad socio-cultural de proyecto antes que la identidad étnico-cultural de caráctermás local, porque lo que suscita la emergencia de los movimiento sociales y la incursiónexitosa en la arena política son las aspiraciones sociales y políticas que pretenden concretarlos comunarios y vecinos para mejorar sus condiciones de vida y superar la pobreza. Por lomismo, por lo menos el lo que respecta a las poblaciones del altiplano, no se trata delevantar muros infranqueables en torno a proyectos de autonomía indígena o étnica, sino degenerar condiciones favorables para una integración social óptima a partir de la apertura demás oportunidades de realización humana, permitiendo que los hombres y las mujeresmaterialicen sus sueños y proyectos dentro de un ambiente de respeto mutuo y solidaridadinteresubjetiva. Los habitantes del altiplano quieren vivir juntos con los demás,compartiendo los diferentes recursos de poder, sean económicos, sociales, políticos oculturales, sin privilegios ni exclusiones entre los conciudadanos, en términos deconstrucción de una ciudadanía intercultural para cohabitar pacíficamente dentro de esecontexto diverso. Empero, si persisten las prácticas y actitudes de exclusión ydiscriminación racista que se fundan justamente en elementos de carácter étnico y regional,será muy difícil construir un escenario sociopolítico de integración y convivencia que acojaa todos los bolivianos y las bolivianas, aunque con rasgos étnico-culturales diversos.

En cualquier caso: ¿los bolivianos y las bolivianas lograremos vivir juntos?; esta es lapregunta que se hacen todos, hoy en día. Y la respuesta, por lo menos desde las poblacionesdel altiplano, parece ser afirmativa.

Conclusiones

La constitución de las identidades tiene diferentes fuentes relacionadas con la cuestiónsocial, cultural, territorial, étnica, económica, política, generacional o de género,dependiendo de la prioridad que den las personas a los diferentes elementos de cohesiónsocial. Los sujetos sociales se adhieren a más de una identidad en correspondencia de lasdistintas actividades que realizan en diversos campos y niveles de interacción social. Demodo que, lo étnico es sólo uno de las fuentes de configuración de identidades, que ganarelevancia en la medida que los demás agentes sociales resaltan los rasgos y las diferencias

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étnicas para hacer prevalecer sus posiciones así como para imponer sus intereses enrelación a los otros grupos étnico-culturales considerados como inferiores o de segundaclase; tal como ha ocurrido con los grupos oligárquicos del país respecto a las poblacionesllamadas indígenas, que hasta antes de 1945 estaban prohibidas a ingresar a ciertos espaciospúblicos de exclusividad señorial, como la Plaza Murillo, lugar de los dos poderes delEstado boliviano. Por tanto, en respuesta a este tipo de discriminación y exclusión étnico-cultural que han sufrido las comunidades rurales del altiplano y las zonas populares urbanasde El Alto, los comunarios y los vecinos exaltaron también sus diferencias étnicas de origenaymara como bandera de lucha, aunque con escasa proyección política.

En este sentido, en las poblaciones del altiplano y la ciudad de El Alto, la conformación deidentidad étnico-cultural se ha dado más en función a la preservación de los conocimientosancestrales y prácticas socioculturales de la región andina, como la valoración colectiva dela medicina tradicional, los ritos telúricos y sobrenaturales, las costumbres o lasfestividades folclórico danzarias. Entonces, se puede sostener que la identidad étnico-cultural ha sido más de preservación de la herencia cultural aymara que de proyecciónpolítica. Esto se ha mostrado por ejemplo en el escaso apoyo electoral que tuvieron en elaltiplano los partidos políticos de orientación ideológica katarista e indianista. Asimismo,ante la probable creación de autonomías indígenas a través de la Asamblea Constituyente,las comunidades del altiplano paceño en particular, no se entusiasman mucho como laspoblaciones de las tierras bajas que ya emprendieron la parcha por las autonomíasindígenas, hacia la ciudad de Sucre. Sin embargo, la ciudad de El Alto, cuna de laemergencia de los movimientos sociales, ya lanzó el desafío de defensa de la inamovilidadde la sede de gobierno, en respuesta a la tentativa de introducir el tema de la capitalía plenaen las plenarias de la Asamblea Constituyente; pero lo cual tiene que ver poco con loétnico.

En cambio, la identidad socio-cultural de resistencia ha permitido a las poblaciones delaltiplano y la ciudad de El Alto efectuar con notable éxito las diferentes acciones socialesde protesta, expresadas en bloqueos de caminos y marchas multitudinarias que en variasocasiones paralizaron a la ciudad de La Paz, resistiendo la implantación de políticascontrarias a los intereses de las comunidades rurales y del país, por ejemplo la ley INRA, ensu primera versión, o la tentativa de la venta de gas a los Estados Unidos por un puertochileno. La identidad socio-cultural de resistencia de políticas antipopulares da lugar a laconfiguración de una identidad socio-cultural de proyección política.

De modo que, las comunidades rurales del altiplano y las villas de la ciudad alteña, hanextendido su identidad socio-cultural de proyecto hacia el campo político, apoyando demanera comprometida las propuestas políticas que se orientan a favorecer lasreivindicaciones sociopolíticas de los sectores sociales empobrecidos. Así, el proceso deincursión en los espacios del poder político por parte de los comunarios y vecinos de laregión altiplánica, ha empezado con la emergencia de los movimientos sociales del año2000 y 2003, lo cual tuvo un ascenso significativo con la renuncia de Sánchez de Lozada ala presidencia de la república y el triunfo indiscutible del actual Presidente Constitucional,Evo Morales, en las elecciones nacionales de diciembre de 2005.

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El partido político del Movimiento al Socialismo (MAS) ha tenido un apoyo electoralimportante en el altiplano boliviano, donde obtuvo más del 60% de votación. Se puededecir que las poblaciones de las provincias del altiplano y la ciudad de El Alto se reconocena sí mismos en la figura y la personalidad del Presidente Evo Morales, quien se ha forjadocomo líder social y político en las movilizaciones y luchas de los sectores socialesmarginados y excluidos que han buscado permanentemente incursionar en los espacios dedecisión política a fin de generar políticas que permitan mejorar sus condiciones debienestar social. Pero este autoreconocimiento, se da más en términos sociales que étnicos;pues el señor Morales, antes de ser Presidente, no ha hecho bandera de la luchasociopolítica ostentando un poncho rojo, como lo hizo por ejemplo el “Mallku” (FelipeQuispe), sino se ha presentado normalmente llevando una ropa sencilla y casual (chompacon rayas y chamarra de tela), similar que muchos comunarios y vecinos. Tampoco la sigladel partido político del Presidente Morales, incluye algún término de carácter étnico, comokatarismo o indigenismo; de hecho, las organizaciones políticas de orientación katarista-indigenista –como el Movimiento Indio Pachakuti (MIP) de Felipe Quispe- tuvieron escasoapoyo electoral en el altiplano. Se puede aseverar que la amplia votación que logró el MASen la región del altiplano obedece más a factores de índole sociocultural que étnica.

De lo anterior, se desprende una cuestión fundamental en términos de proyección políticade la identidad sociocultural que comparten los comunarios y vecinos del altiplano, de queéstos no buscan instaurar una hegemonía política étnica aymara en el país, lo único quequieren es compartir el poder político con los demás sectores sociales y grupos étnico-culturales, pero sin privilegios señoriales ni discriminaciones raciales. Esto daría lugar alinicio de un proceso de alternancia política en Bolivia, en los diferentes niveles de gobierno(nacional, departamental y local), haciendo que los que están fuera del poder haganesfuerzos significativos para proponer políticas más inclusivas y democráticas para superarla pobreza y promover el desarrollo del país. En cualquier caso, es posible construir juntosde manera pacífica un espacio sociopolítico de convivencia entre los “diferentes” y forjaruna cultura política común desde la diversidad.

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ANEXOS

TIERRAS COMUNITARIAS DE ORIGEN, POR DEPARTAMENTO

5

20

16

37

1

2

8

1

5

3

7

15

22

6

19

1

3

7

21

4

2

7

8

22

3

1

1

1

0 5 10 15 20 25 30 35 40

Chuquisaca

La Paz

Cbba.

Oruro

Potosí

Tarija

S. Cruz

Beni

Pando

DE

PA

RTA

ME

NTO

S

No. de TCO

Titulada Titulada parcialmente En proceso

Demanda admitida En conflicto Demanda observada

Fuente: Elaboración propia en base a datos proporcionados por el Viceministerio de Tierras, mayo de 2007.

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AYMARAS EN BOLIVIA, POR DEPARTAMENTO

3873

1027890

62780 9373926283 6377 48040 7280 1619

1277881

0

200000

400000

600000

800000

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Fuente: Elaborado en base a datos del Sistema de Información Geográfica Étnico Lingüística (SIGEL),Sistema de Naciones Unidas en Bolivia, La Paz, 2006. Los datos originales provienen del Censo 2001, INE.Nota: Los demás gráficos y mapas tienen esta misma fuente.

MUNICIPIOS CON MÁS DE 70% DE POBLACIÓN AYMARA

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QUECHUAS EN BOLIVIA, POR DEPARTAMENTO

188427 117587

595629

89699

319903

29910206417

6831 1238

1555641

0200000400000600000800000

10000001200000140000016000001800000

Chuqu

isaca

La Paz

Cbba.

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S. Cruz Ben

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MUNICIPIOS CON MÁS DE 70% DE POBLACIÓN QUECHUA