identidades nacionales e integraciones regionales

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Introducción. El Estado y la nación en un mundo global | Los Estados y sus proyectos nacionales en América Latina | Estado y "cultura nacional" | Las hipótesis de conflicto | Naciones, diversidad e integración | Los nuevos escenarios de lo nacional: globalización e integración regional | Un caso: migraciones dentro de América Latina, discriminación y xenofobia | Segundo caso: las zonas de frontera | Conclusiones Autor: Dr. Alejandro Grimson (UNSAM y CONICET) | Coordinación Autoral: Dra. Patricia Funes (UBA y CONICET) y Dr. Áxel Lazzari (UBA) IDENTIDADES NACIONALES E INTEGRACIONES REGIONALES CIENCIAS SOCIALES PROGRAMA DE CAPACITACIÓN MULTIMEDIAL EXPLORA LAS CIENCIAS EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO

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Introducción. El Estado y la nación en un mundo global | Los Estados y sus proyectos nacionales en AméricaLatina | Estado y "cultura nacional" | Las hipótesis de conflicto | Naciones, diversidad e integración | Los nuevos escenarios de lo nacional: globalización e integración regional | Un caso: migraciones dentro de América Latina, discriminación y xenofobia | Segundo caso: las zonas de frontera | Conclusiones

Autor: Dr. Alejandro Grimson (UNSAM y CONICET) | Coordinación Autoral: Dra. Patricia Funes (UBA y CONICET) y Dr. Áxel Lazzari (UBA)

IDENTIDADES NACIONALESE INTEGRACIONES REGIONALES

CIENCIAS SOCIALES

PROGRAMA

DE CAPACITACIÓN

MULTIMEDIALEXPLORALAS CIENCIAS EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO

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2 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES

D esde hace años se viene anunciando unmundo sin fronteras, una comunidad

global donde las interconexiones entre ciu-dadanos muy distantes fluyen sin barreras,donde los productos y las personas se trans-portan, donde las informaciones y los men-sajes viajan aunque la gente permanezca ensu sitio. Se trata de un antiguo pronóstico,el augurio de una aldea global donde no secompartirá el fogón de las leyendas, sino losmitos de la televisión. Ya sea por el desarro-llo de las tecnologías, ya sea por la expansiónde poderes militares y coloniales, ya sea porla velocidad de los flujos de capital, una yotra vez se anuncia el fin de las fronteras. Enlas próximas páginas veremos que esa afir-mación no tiene correspondencia con lo queestá sucediendo en el mundo y que asumiresa creencia equivocada, además del errorde diagnóstico, impone un fuerte límite a laimaginación social.

Es importante prestar atención a ciertoshechos relevantes de los últimos tiempos. LaUnión Europea ha abolido las fronteras inter-nas, pero ha reforzado sus límites con el restodel mundo: para un latinoamericano cadavez es más difícil emigrar y radicarse enEuropa. Estados Unidos también hace cadavez más difícil el ingreso y la permanencialegal en su territorio: los argentinos deben

hacer engorrosos trámites que pueden ter-minar en el rechazo de la solicitud; en lazona de frontera con México instaló los res-tos de las pistas de acero utilizadas por susaviones en la Guerra del Golfo como unnuevo muro divisor. También Israel, en otrazona del mundo, construye una muralla de-jando del otro lado y excluyendo a miles depalestinos. El Muro de Berlín pertenece alpasado por el tipo de división que implicaba,pero el mundo tiene hoy nuevos muros ynuevas divisiones.

No todos pueden disfrutar del mismomodo las nuevas conexiones transnaciona-les. Incluso, un tercio de la población mun-dial no tiene acceso a energía eléctrica. Si se

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El famoso Muro de Berlín, que dividía los sectores oriental y occidental de la ciudad, construido en 1961 y finalmente derribado en 1989, al reunificarse Alemania.

Los nuevos muros del siglo XXI erigidos para impedir el tránsito de las personas.

1. Intervención artística sobre el muro que Estados Unidos construye en su frontera con Mexico.

2. Construcción del muro que Israel está levantando en la frontera con Palestina.

INTRODUCCIÓN. EL ESTADO Y LA NACIÓN EN UN MUNDO GLOBAL

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considera que continúa aumentando la desi-gualdad entre sectores sociales y entre el sury el norte, podríamos sospechar que en estaaldea global cada vez hay más barreras. Elmundo del futuro tendrá más fronteras.

En un contexto de "globalización", en uncontexto de conformación de bloques regio-nales como el Mercosur, la Unión Europea oel NAFTA, ¿qué sucede, entonces, con el Es-tado y con la nación en América Latina? Seha dicho que los Estados tendrán un papelcada vez menos importante en un mundoglobal, ya que pierden soberanía económicay política. Se ha dicho que en ese contexto,poco peso tendrán las naciones y las identi-dades nacionales. Nuevamente, es necesa-rio hacer diagnósticos complejos que noslleven a cuestionar esas creencias del senti-do común.

Resulta necesario distinguir opciones ideo-lógicas o políticas de un diagnóstico de lasituación mundial o latinoamericana. Aceptarun diagnóstico que afirma que el Estado yano tiene capacidad de intervención implicaaceptar el creciente retiro del Estado de áreassociales, económicas y científicas de carácterestratégico. De la misma manera, aceptarque los sentimientos nacionales pertenecenal pasado, ya que no tendrían mayor sentidoen un mundo global, podrá servir de apoyopara futuras propuestas, pero no se condicecon la realidad actual.

Para comprender la vida del Estado y de lanación en un mundo global es necesarioremontarse a la historia.

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L os Estados nacionales, en todo el mun-do, son fenómenos bastante recientes.

Hace 150 años no existían Italia o Alemania.En América Latina hace poco menos de dossiglos, cuando se iniciaba el proceso de las in-dependencias, no había sentimientos nacio-nales. Los sentimientos e identidades na-cionales fueron construidos socialmente enprocesos complejos que incluían la consoli-dación de instituciones, leyes, derechos yacceso a beneficios ciudadanos.

El Estado y la nación se construyeron enAmérica Latina en contextos y de modosdiferentes. No es posible procurar sintetizaraquí esa complejidad. Para comprender laconstitución de la nación en la Argentina sepuede tomar el papel de la escuela comoun ejemplo condensador. Por un lado, allíse enseñaba una lengua común, una histo-ria compartida y una concepción del terri-torio; por otro lado, al generalizarse comopública y obligatoria, estableció un piso com-partido para el conjunto social.

La escuela es un buen ejemplo para com-prender las ambivalencias de toda nación.Hay relatos que se imponen a veces de

Llegada de inmigrantes europeos al puerto de Buenos Aires a comienzos del siglo XX.

Reverso del billete de cien pesos argentinos en el que se celebra el genocidio de los abo-rígenes de la Patagonia bajo el nombre "La conquista del desierto"

manera autoritaria. En muchas ocasiones,los docentes y alumnos de todo el país sehan quejado de que los manuales "nacio-nales" narraban el mundo como si termina-se en la General Paz. En la medida en queesa visión porteña del país prevalecía, lonacional estaba muy relacionado con ladesigualdad interior. Pero no sólo eso:muchas veces, esos relatos escolares impli-caban hablar de los indígenas como seresinferiores, y la historia era contada desde elpunto de vista de los propios ejecutores del

genocidio de la llamada "Conquista delDesierto". Además, cuando se explicabanlos límites nacionales, se hacía referencia anuestros vecinos, en particular a Chile, co-mo si fuera un enemigo con quien debe-mos luchar por cada centímetro de terri-torio. Es decir, la escuela contribuyó aconformar un conjunto de imágenes de laArgentina y de sus vecinos. En esas imáge-nes, la población del país aparecía comohomogénea, un "crisol de razas", una mez-cla de grupos diferentes. En el imaginario

LOS ESTADOS Y SUS PROYECTOS NACIONALES EN AMÉRICA LATINA

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social que se construyó, esos grupos erande origen europeo: españoles, italianos,polacos, franceses, suizos y así sucesiva-mente. Los indígenas o los hijos de indíge-nas y españoles no eran incluidos en losmodos de imaginar la población de un paísque se creía europeo.

Esta idea de la Argentina como un enclaveeuropeo en América del Sur también influyóen las maneras de considerar a nuestrosvecinos. Se pensaba que social y cultural-mente no éramos parte de América Latina,porque esta era representada por la mayoríaindígena de Bolivia o Paraguay, o, de otromodo, por la presencia africana en el Brasil.En síntesis, se construyó la imagen de laArgentina como un país homogéneo, euro-peo, que contrastaba con sus vecinos mayo-ritariamente indígenas o negros. Ningunade estas imágenes correspondía a la reali-dad. Tampoco era una completa falsifica-ción. Más bien, derivaba del hecho de creerque la Capital Federal era la Argentina y,consecuentemente, de pensar al resto de lapoblación del país como extranjeros en su

propia tierra, como ciudadanos de segunda.Cuando en los años treinta y cuarenta losdescendientes de indígenas, o de indígenas yespañoles, comenzaron a llegar masivamentea Buenos Aires, mientras avanzaba el procesode industrialización, se los designó como"cabecitas negras" o, aunque no eran des-cendientes de africanos, se los llamó directa-mente "negros".

En esta fase de construcción e imaginaciónde las fronteras de las identidades nacionaleshabía instituciones cada vez más fuertes entérminos de su capacidad de intervenciónsobre la vida social. Esas instituciones forjaronun sentido de lo nacional.

Cabe preguntarse, por cierto, por quéestas imágenes se impusieron y fueron in-ternalizadas por la población, aunque noconcordaban con sus características socio-demográficas. La respuesta es compleja. Entérminos conceptuales es necesario com-prender que las imágenes que tenemossobre nosotros mismos generalmente nocorresponden de manera estricta a la reali-dad. Si pensamos en otros países, también

nos daremos cuenta de que es común esafalta de correspondencia.

Ahora bien, también hubo procesos histó-ricos que contribuyeron a consolidar talesimágenes. Por una parte, la escuela no fuesólo una fuente de relatos, sino una fuentede ciudadanía. Es decir, la escuela y otraspolíticas del Estado implicaban necesaria-mente ampliar y consolidar derechos, gene-ralmente por medio de importantes luchassociales. El Estado no fue sólo ni fundamen-talmente el agente que proyectó constituirimágenes nacionales. Ese proyecto fue partede un gran proyecto económico y político,como es el de construir cualquier nación. Ysi esas narraciones se inscribieron en el sen-tido común, en buena medida fue porqueotros derechos y accesos también tendierona hacerse comunes en aquellas épocas.

Así se sintetizan las ambivalencias delEstado y de la nación. El Estado posee elmonopolio de la violencia legítima en unterritorio. Esa legitimidad ha sido utilizadaen ciertos momentos históricos para hacervaler derechos cívicos, sociales o políticos.

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Sin embargo, también ha sido utilizada enotros momentos para imponer modelos eco-nómicos que perjudicaban a amplios secto-res sociales, así como modelos culturalesque implicaban la exclusión de gruposestigmatizados en la definición hegemónicade lo nacional. Lo nacional, entonces, impli-ca el sentimiento de pertenencia a una co-munidad, cuyas características y sentidosson definidos en relaciones de poder. Uncierto modo de imaginación comunitariapuede ser excluyente (como sucede en ladefinición de la Argentina como país euro-peo). Sin embargo, la nacionalidad es tam-bién una forma de inclusión en la medidaen que es base de derechos y de ciudada-nía, y en la medida en que se acepta queuna nacionalidad no es ni debe ser sinóni-mo de una cultura. De allí la ambivalencia.

Por otra parte, los procesos de construcciónde ciudadanía fueron diversos en AméricaLatina. Hubo países donde expresiones delas culturas populares se incorporaron a lacultura nacional socialmente valorada. Unejemplo es Brasil, donde el samba y el Car-

naval fueron incorporados. Otros Estadosnacionales, en cambio, rechazaron durantedécadas las culturas e identidades indíge-nas o afro, aun cuando −como sucedía enBolivia− eran la mayoría de la población. Enestos casos, la falta de reconocimiento de lapluralidad interna podía combinarse conausencia de derechos ciudadanos. El puntoes que allí donde las expresiones culturales delos sectores populares fueron tan excluidascomo esos mismos sectores eran discrimina-dos del acceso a la ciudadanía, los sentimien-tos nacionales se inscribieron más débilmenteen la sociedad.

A esto hay que agregar otra dimensión,quizá más difícil de comprender. En la me-dida en que cada Estado se fue constitu-yendo en epicentro de la vida social y políti-ca de un territorio, se producía un efecto denacionalización de por sí. Si en las épocascoloniales las referencias políticas eran elreino y los ámbitos administrativos, si des-pués de la independencia no hubo unareferencia fuerte y centralizada como sí lahabía en Brasil, desde fines del siglo XIX y

de manera creciente, el Estado nacional seconsolidó como epicentro de la vida políti-ca. Algo similar, con matices, sucede enotros países del Cono Sur. Eso genera quehaya procesos sociales y políticos que se dande las fronteras para adentro y que no afec-tan (o afectan de un modo muy diferente) alos países vecinos. Por ejemplo, un procesode devaluación de la moneda nacional afec-ta al conjunto de los habitantes del país. Lomismo sucede con golpes militares o proce-sos de persecución política. Es decir, a lo lar-go del siglo XX, de manera creciente se de-sarrollaron procesos específicamente nacio-nales, dramas y alegrías nacionales que noson el resultado de una política cultural delEstado, sino el producto de experienciascompartidas por la población, aun cuandoson vividas de maneras muy diferentes porlos sectores más pobres y los más ricos, porlos de la capital y los de las provincias, etc.

Así se plantea, entonces, una tensiónentre dos elementos constitutivos de todanación: compartir en la desigualdad, com-partir en la diversidad. Esto implica que no

La violencia estatal fue usada en todaslas dictaduras de América Latina paraimponer políticas excluyentes paraamplios sectores sociales.

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hay una esencia nacional, un ser colombia-no, chileno o argentino que se lleve en lasangre. Pero también implica que lo nacio-nal no se reduce a un conjunto de símbolossin relevancia o a una mera ideología. Enrealidad, los sentimientos de pertenencianacionales se vinculan a la vez con el resul-tado de las políticas del Estado y otrosagentes sociales (los medios de comunica-ción, organizaciones sociales y religiosas,etc.) como con el hecho de compartir, parabien y para mal, experiencias históricas. Laspeores experiencias históricas (desde elterrorismo de Estado hasta la inestabilidadeconómica) constituyen, a través de la his-toria, desde palabras hasta modos de sentir,desde miedos sociales hasta liderazgos, yasí sucesivamente.

En América Latina, las fronteras entre losEstados nacionales no coinciden con ningu-na diferencia cultural anterior a la coloniza-ción. Su ubicación se vinculó a disputasentre portugueses y españoles, entre lasdiferentes jurisdicciones posteriores, entre

distintos agentes sociales y políticos. Nohubo ninguna "causa cultural" para trazaresas fronteras. Sin embargo, eso no significaque no hubiera, después, fuertes conse-cuencias culturales del hecho de que la fron-tera se instituyera. Justamente, las fronterasestablecieron el límite hasta el que podía serefectiva la política soberana de un Estado, ellímite hasta el que había derecho para quelos actores sociales le reclamaran a eseEstado y la línea donde una experiencia his-tórica dejaba de ser compartida.

Esto es relevante porque, cuando se afir-ma que las naciones están desapareciendo,se afirma a veces que, como las fronterasfueron instauradas sin razones culturales,cuando se diluyan las motivaciones econó-micas y políticas que las generaron, entoncesellas también tenderán a diluirse. Sin embar-go, los Estados crearon las naciones a la vezque los marcos en los que los procesos y sen-timientos nacionales adquirieron vida propia.En un extenso proceso histórico, algunasfronteras que únicamente existían en los

mapas se constituyeron no sólo en marcasen el territorio, sino también en barrerasinstitucionales, aduaneras y migratorias. Alas zonas más remotas de los países llega-ron poco a poco las escuelas y los ejérci-tos, las nuevas leyes nacionales y los me-dios de comunicación. La transformaciónen los modos de clasificación, percepcióny significación fue tan importante que semodificaron, en algunos casos, los modosde clasificación social de grupos indígenas.Por ejemplo, grupos que distinguían entreaquellos que vivían "río arriba" y aquellosque vivían "río abajo", cuando el río seconvirtió en el límite que separaba dosestados nacionales, comenzaron a utilizarlas orillas como nueva forma de distinción.Las relaciones sociales continuaron mu-chas veces a través de las fronteras, dina-mizadas por el parentesco y por lenguasen común. Pero los parámetros naciona-les fueron creciendo en importancia y, enalgunos casos, compitiendo con lealtadesétnicas previas.

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El carnaval de Río de Janeiro, Brasil: desfile de escolas do samba por el sambódromo, símbolo de la institucionalización del Carnaval.

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Diego Maradona, ídolo popular del fútbol más allá de las fronteras argentinas, lleva la copa del Mundial de México en 1986.

pronunciación revela que amplias zonas delpaís tienen más en común con los paísesvecinos que con Buenos Aires. Y no sólo enla tonada o la pronunciación. ¿Cuál es lamúsica "nacional"? Hay una música que seintentó identificar con la Argentina: el tan-go. Pero el tango no da cuenta de la enor-me diversidad de músicas con las que elegi-rían identificarse diferentes poblaciones delas provincias.

Es necesario comprender que esas políti-cas y representaciones sobre la nación nodescriben una realidad, pero ellas mismasmodifican la realidad. La propia definiciónde la "música popular brasileña" o del tan-go como "música nacional" es un factorque incide en la nacionalización de ese mis-mo tipo de música. El alcance de esos efec-tos es diferente en distintas sociedades y endiversos sectores de ellas. De hecho, en una

sociedad no es posible cualquier represen-tación: si el chamamé o el rock no son pos-tulados como músicas nacionales y el tangosí, esto da cuenta de procesos históricos yestructurales que se refieren al lugar queocupa Buenos Aires en la política oficial derepresentación de la nación.

A veces, en un diario o en la televisión seplantean preguntas como: ¿qué comen losargentinos?, ¿qué sueños tienen los argen-tinos?, ¿qué leen los argentinos? En reali-dad, "los argentinos" comen, sueñan yleen cosas muy distintas. Sin embargo, espoderosa la creencia social de que el con-glomerado de seres humanos pertenecien-tes a un Estado nacional tiene una culturahomogénea que sería la causa de la existen-cia de ese Estado.

¿Quiere decir esto que los argentinos notienen nada en común? No. La cuestión es

ESTADO Y "CULTURA NACIONAL"

¿Qué son entonces las "culturas na-cionales"? Como hemos dicho, la

alusión a "culturas nacionales" puede referirmás a políticas oficiales que procuraron encierto momento instaurar como propio unconjunto de símbolos de la cultura de unpaís o formas hegemónicas que distan dedescribir realidades multifacéticas. La imposi-bilidad de llenar de contenido fórmulas como"cultura argentina" o "cultura nacional"muestra ese carácter de proyecto más quede constatación. ¿Cómo caracterizar la "cul-tura argentina" mediante un haz de elemen-tos lingüísticos, musicales, gastronómicos?Veamos: un intento de definir la "culturaargentina" por medio del lenguaje verbal seencuentra con el problema de que en mu-chos países vecinos se habla la misma len-gua. Y la pretensión de sostener el argu-mento en las sutilezas de la tonada o la

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que los elementos compartidos no debenbuscarse entre supuestos rasgos culturalesobjetivos, sino en las experiencias históricasy en las creencias y prácticas que esa expe-riencia genera.

LAS HIPÓTESIS DE CONFLICTO

Repasemos los procesos de construcción delo nacional. Por una parte, se desarrollaronpolíticas de homogeneización de la pobla-ción, definiendo "tipos nacionales" legíti-mos que tendían a "invisibilizar" la diversi-dad interna de los países. Por otra parte, lomexicano fue definido en oposición a locolombiano o brasileño, lo boliviano en con-traste con lo paraguayo o lo argentino, y asísucesivamente. En esta dimensión exterior,la construcción de lo nacional es por con-traste y oposición. La síntesis de ambos pro-

cesos se da cuando aquello que no ingresaen el "tipo nacional" establecido se convier-te en una forma de extranjería. El extremo dela política interna se ejerció sobre y contra losindígenas y los afrodescendientes.

El extremo de la política externa fueron lashipótesis de conflicto bélico entre Argentina,Chile y Brasil. La elite política y militar decada país del Cono Sur consideraba que elfuturo del país dependía de una compe-tencia con sus vecinos más poderosos. Se tra-taba del proyecto de ejercer hegemoníasubcontinental y, para ello, había que supe-rar militar y económicamente a otros países.Fueron excepcionales los momentos en queel futuro del país se relacionó con su capaci-dad para participar en un proyecto compar-tido con sus vecinos. Por el contrario, segúnesta visión, el futuro dependía de dominar alos otros.

No se trata meramente de "hipótesis". Setrata, básicamente, del conjunto de medi-das económicas, políticas, militares y cultu-rales que esas hipótesis implicaban. En laArgentina suele colocarse el énfasis de la crí-tica en el gasto inútil de dinero en armasgenerado por la agitación del peligro deuna invasión desde los países vecinos o porla necesidad de defender los territoriosnacionales. De hecho, aún hoy en zonas dela cordillera de los Andes las minas antiper-sonales continúan desplazándose por llu-vias y provocando daños físicos irreparablesen la población local. Esa es la parte másvisible del asunto. En realidad, en términoseconómicos, las hipótesis de conflicto impli-caron desde desarrollar políticas de pobla-miento de zonas fronterizas hasta generarpolíticas para no invertir en infraestructurae industria en territorios que los estrategas

Diversos íconos de la llamada "cultura nacional" argentina.

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El discurso latinoamericanista, más alláde su efectividad política, en algunasocasiones se convierte en un obstáculopara comprender las relaciones entregrupos sociales en esta región. Cuandola "hermandad" entre los pueblos cons-tituye un supuesto previo, resultan invi-sibles la realidad cotidiana de negocia-ciones, los conflictos, la producción deimágenes negativas de los vecinos. Como esa supuesta hermandad trans-fronteriza se ha instalado como sentidocomún, debemos subrayar ciertos ele-mentos que apuntan en dirección con-traria. Así, pretendemos saber de dón-de partimos para la construcción deeventuales alianzas, entendiendo queuna comunidad de intereses estámucho más por ser creada que lo quepuede ser considerada como un hechopresente. Es necesario reconocer losefectos sociales y culturales del largoproceso de construcción de los Estadosnacionales latinoamericanos y com-prender los sentidos prácticos de lanacionalidad para los sectores socialesque habitan las fronteras.

La acción sistemática de los estadosmodificó, en algunos casos, las propiasclasificaciones identitarias de gruposaborígenes. Gordillo y Leguizamón hanmostrado cómo diversos grupos quehabitaban las márgenes del Pilcomayomedio (entre otros, tobas y wichís) utili-zaban el río como criterio de demarca-ción entre los pobladores: la oposiciónera "río arriba" y "río abajo". La cre-ciente presencia de los estados nacio-nales en la región a través de sus fuer-zas militares implicaron un cambio enla percepción de los aborígenes,comenzando en algunos casos a defi-nir los límites intertribales en funciónde una u otra margen del río. Esto es:clasificar a los grupos en función de lafrontera interestatal.

Por otra parte, los guaraníes quehabitan la frontera argentino-bolivianano han percibido el límite como un

obstáculo insalvable y han mantenidoestrechos vínculos entre las aldeas. Sinembargo, Hirsch muestra que cuandolos guaraníes que habitan en Bolivia serefieren a la Argentina hablan deMbaporenda, "el lugar donde hay tra-bajo". Para los guaraníes que habitanen la Argentina sus pares del otro ladode la frontera son ñandetararëta,"nuestra familia", el lugar de origen,de los antepasados. Estas categoríasnativas parecen aludir a la vez a un vín-culo y a la existencia de los Estadosnacionales. El lugar de los antepasadosy el lugar del trabajo se encuentra, enambos casos, del otro lado de la fronte-ra política. De una manera diferentedel caso de los tobas y wichís, el Estadoy la nación son incorporados a lascategorías y prácticas nativas. Porsupuesto, en el heterogéneo territoriolatinoamericano las relaciones entreidentificaciones étnicas y nacionalesvarían según las poblaciones indígenasy las diversas relaciones con los distin-tos Estados nacionales.

Un caso diferente son las ciudadeseminentemente comerciales sinpoblación aborigen. Allí las definicio-nes nacionales son prevalecientes: losintereses y sentimientos suelen defi-nirse en términos nacionales. Estaszonas tienen también fuertes sistemasde intercambio (comerciales, políticos,culturales). En ese sentido, puedehaber una mayor o menor permeabili-dad de la frontera. Sin embargo, esasrelaciones sociales no implican nece-sariamente una modificación de lasclasificaciones identitarias y autoafi-liaciones nacionales. Más bien, es laexistencia de la frontera sobre lo quese organiza un sistema social de inter-cambios entre grupos que se conside-ran distintos. Es decir, las localidadesfronterizas conforman un sistema,pero no una única organizaciónsocial. Es por ello que en situacionescríticas, el sentido común de la nación

puede virar en retóricas y prácticasnacionalistas.

Hay dos elementos característicos demuchas zonas fronterizas que debenser considerados con precaución. Unose refiere a un discurso nativo, un mitocompartido por muchos de sus habi-tantes, que dice que "la frontera noexiste", que "estamos integrados des-de siempre". A pesar de lo que dicenlos actores, es posible que la fronterano exista para algunas cosas y sí existapara otra. Así, mientras los actoresusan cotidianamente la frontera paraadquirir mercaderías a mejor precio,una gran parte de los conflictos socia-les es enunciada en un lenguaje nacio-nal que alude a defender el territorio,la soberanía y la nación.El otro elemento es complementario.En muchas zonas fronterizas ese discur-so nativo de la "hermandad inmemo-rial" es la base articuladora de unaidentificación transfronteriza como zo-na periférica y marginalizada en contrade las respectivas metrópolis naciona-les. En términos locales, el discursotransfronterizo opera en muchas opor-tunidades como base de sustentaciónde un reclamo político contra el centra-lismo. Por una parte, es necesario evitar"culturalizar" un reclamo social. Porotra, no perder de vista que esa dimen-sión de reivindicación transfronterizatrabaja cotidianamente en tensión conotra que habla de la incorporación deun sentido común del Estado y la na-ción. De hecho, apoyarse en los vecinospara ampliar el sustento de un reclamoal interior del Estado-nación es unapráctica que trasciende a las fronteras yque no debe confundirse con lasupuesta irrelevancia del Estado comoorganizador de las disputas sociales ypolíticas.

Alejandro Grimson, "Introducción", enFronteras, naciones e identidades, Buenos

Aires, Ciccus-La Crujía, 2000 (adaptación).

SITUACIONES DE FRONTERA

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Esto es importante como contraste con loque ha sucedido en las últimas décadas.Desde mediados de los ochenta, las hipóte-sis de conflicto fueron abandonándose y seconsolidaron políticas de integración regio-nal. Al mismo tiempo, especialmente en ladécada de 1990, el Estado tendió a reducircrecientemente sus funciones sociales. Deeste modo, para las zonas de frontera, lasnoticias del Mercosur son contemporáneasa la desaparición de empresas e inversionespúblicas y a la reducción de las políticas edu-cativas y de salud.

NACIONES, DIVERSIDAD E INTEGRACIÓN

Es difícil evaluar equilibradamente la impor-tancia actual del Estado nacional y de unadimensión regional. Por un lado, cuando elénfasis se coloca exclusivamente en el nue-vo bloque regional y se pretende diluir losEstados nacionales, se comete un error serioque consiste en falta de realismo. Se dibujaun camino de rosas, que conduce plácida-

mente a la armonía y el entendimientomutuo. Eso no se ha verificado en ningúncaso, ni en el Mercosur, ni en la UniónEuropea, ni en el NAFTA (el Tratado de LibreComercio de América del Norte). En el otroextremo se plantea que la nación debe preva-lecer en todos los casos y preservarse intactade estos nuevos procesos. Sus tradicionesculturales y políticas, sus símbolos y referen-cias parecen entonces constituir un obstáculoinsalvable para lograr la "integración".

Asumir esta contradicción seriamente es unpaso necesario, pero no suficiente. Muchasveces se busca huir hacia adelante mediantedeclaraciones retóricas, por ejemplo, que laintegración garantizará la diversidad nacio-nal, o que se trata de lograr "unidad en ladiversidad".

La tensión entre naciones, diversidad eintegración regional se ha planteado desdeel principio en el Mercosur. En la etapa an-terior, aquella de las hipótesis de conflictobélico, la nación dominaba el conjunto delpanorama, subordinando la diversidad e in-viabilizando un proyecto regional. Desde que

suponían que podían quedar en manos del"enemigo". Así, en algunos casos se gene-raron condiciones de promoción social dezonas alejadas, pero con el objetivo de"integrar culturalmente" zonas periféricas ala cultura pampeana, que se consideraba la"savia" de la "cultura nacional". En otroscasos, como sucedió con el río Uruguay enel tramo que limita con Brasil, hubo prácti-camente un plan para subdesarrollar unaregión del país.

Las políticas basadas en estas hipótesis deconflicto produjeron poderosos efectossocioculturales. Por una parte, mediante laconvocatoria de los argentinos a "marchar alas fronteras" para defender la patria de lossupuestos "enemigos", se estructuró unrelato que enfrentaba a argentinos con chi-lenos y con brasileños. Por otra parte, esapolítica se sostuvo en muchos casos con lainstalación de nuevas escuelas, hospitales,empresas públicas, medios de comunicacióny carreteras. En estos casos (al revés de loocurrido en el río Uruguay), el desarrollolocal coincidía con las hipótesis de conflicto.

El Mercosur nació como una unión aduanera entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. En 2006 se incorporó Venezuela, se impulsó la integración de Bolivia y se establecieron acuerdos comerciales con Cuba.

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se iniciaron los acuerdos, se han ensayadodiferentes alternativas. En los años noventapredominó una unión aduanera sin avancespolíticos e institucionales que fueran en elcamino de la Unión Europea. Es decir, losEstados nacionales tendieron a no cedercuotas relevantes de soberanía, ni en térmi-nos legislativos (no se creó un Parlamentoregional) ni en términos de derechos (no seavanzó en términos de ciudadanía común).

La ausencia de avances legales e institucio-nales intentó compensarse en el plano sim-bólico. Se planteó un proyecto cultural paraformular una identidad distintiva del Mer-cosur. A través de los discursos que circula-ban en ámbitos diplomáticos e intelectualesse constituyeron diferentes narrativas acercade viejas y nuevas identidades, planteando demanera romántica las relaciones entre los"pueblos hermanos" de los países que inte-gran el Tratado. Con la intención de producirhistórica, geográfica y culturalmente unalegitimidad que sustentara el proyecto deintegración, también se desarrollaron planespara una nueva historiografía y geografía delMercosur. En síntesis, un proyecto intelectualde ingeniería identitaria supranacional.

Creyendo que la cultura debe reflejar laeconomía se formuló el proyecto integracio-nista de la hermandad, que pretendía ajus-tar las narrativas históricas y geográficas alas fronteras contingentes del tratado delMercosur. Básicamente, se intentaba cons-truir legitimidad y garantía cultural para unproyecto económico. La cultura era concebi-da como funcional y, por lo tanto, se adapta-ba al territorio de las soberanías nacionalesagregadas. Se trataba de una nueva versiónde la homogeneización proyectada en lafase de construcción de los Estados naciona-les. Pero las identidades no se construyenpor retórica y declamación. Como hemosmostrado con el papel de la escuela en elproceso de nacionalización, nuevas narrati-vas pueden expandirse junto con la expan-sión de derechos e instituciones.

Frente a esta propuesta de identidad co-mún, las alternativas corren el serio riesgo derestringirse a una esencialización de la diversi-dad. Frente a la idea de que no hay más fron-teras simbólicas, se pretende expresar elpluralismo afirmando que cada supuesta"cultura nacional" se conservará intacta másallá de la "integración". Quizá se pretenda,

de esta manera, apaciguar a los nacionalis-tas. La integración regional, en esta variante,es un nuevo marco para las mismas diferen-cias. Se trataría de que las distinciones entregrupos y países, que adquirían antes el valornegativo que le puede adjudicar cualquier"hinchada" en un estadio de fútbol, fueranpensadas ahora positivamente. Como si untratado de integración y buenas intencionespudieran convertir aquello que era estigmaen un proyecto de diversidad.

Primero se decía que el Mercosur barreríalas fronteras generando una identidad úni-ca. Después, que dejaría intactas las fronte-ras identitarias. Primero se pasaba por altoel hecho de que las identificaciones no seconstruyen sólo a través de mecanismossimbólicos, sino también a partir del accesoa los derechos ciudadanos, a partir de insti-tuciones y políticas sociales. Después se per-dió de vista que la diversidad no es unaesencia, sino un proceso histórico.

Cuando se habla de "unidad en la diversi-dad" o de "convivir" en ella no se percibeque la "unidad" y la "convivencia" deban,necesariamente, transformar cualquier diver-sidad que pueda existir. Si esta es un procesohistórico y relacional, no se puede pretenderconservarla intacta más allá de los cambiossociales e, incluso, de valoración que se ten-ga de ella.

A menudo se dice que la diversidad culturales a la humanidad lo que la diversidad bioló-gica es a la naturaleza. La frase parece reivin-dicar la pluralidad. Sin embargo, es en reali-dad un modo de congelar las diferencias enun momento determinado. La frase naturali-za, esencializa. En la medida en que existareconocimiento de las diferencias y estas sevaloren positivamente, la diversidad se trans-formará. La convivencia es una convocatoriaa la acción, mientras que la diversidad es unadescripción que se da por supuesta. Cuandose afirma "convivamos en la diversidad" sepresupone que existe una cierta distribuciónde las diferencias culturales, y de lo que setrata es de cambiar la actitud frente a unarealidad pensada como inmutable. Se postu-la que se debe reconocer al otro, en vez dediscriminarlo o tolerarlo, sin asumir que cual-quier acción modifica esa diversidad. Paratodo período podemos descubrir un mapa dela diversidad, pero éste será necesariamenteun mapa histórico, de una diversidad situada.

Cuando se trata de acuerdos supranaciona-les, la diversidad que se busca conservar esla que expresan las "naciones". No se consi-dera, así, ni el proceso histórico a través delcual una cierta pluralidad fue retrabajadapara devenir "nación", ni la diversidad con-temporánea de los espacios nacionales, nosiempre expresada en los relatos oficiales dela identidad.

Así, con el Mercosur, primero quedaron enel camino las posturas nacionalistas tradicio-nales. Después, el proyecto de una ingenie-ría social de la identidad. Aunque debe reco-nocerse el riesgo de que ambos puedanresurgir, actualmente prevalece la idea degarantizar una creada "diversidad cultural"asociada a las naciones que, se afirma, deberesultar indemne del proceso. Se trata de unretorno aggiornado al nacionalismo. Lanación no se opone a la "integración", perodebe sobrevivir intacta a ese proceso. Por elcontrario, conviene reflexionar acerca de lasrelaciones socioculturales, considerando losmodos complejos en los que las diferencias yla diversidad se encuentran contextualmen-te articuladas con las relaciones de desigual-dad y de poder.

Vale la pena imaginar la posibilidad de queun proyecto de región se construyera sinseguir los pasos más críticos de la construc-ción de la nación. Especialmente, en aquelladimensión de construcción desde arribahacia abajo, desde los centros hacia las peri-ferias, conformando alteridades estigmatiza-das. Para emprender ese ejercicio de imagi-nación conviene tener presente que no hayidentificaciones completamente autónomasde relaciones sociales específicas, de institu-ciones y de derechos. El punto clave es asumirque la diversidad no se encuentra distribuidaen territorios nacionales, y comprender que laheterogeneidad se presenta en cada espacionacional y también en cada espacio urbano.En ese sentido, los procesos culturales e iden-titarios que puedan generarse serán necesa-riamente interpretados y concebidos desdeesa multiplicidad constitutiva y dinámica. Ladiversidad resultante no será un producto delaboratorio, sino una construcción de mu-chos. No será una definición, sino un proceso.No será un intento de legitimar otras dimen-siones, sino un proyecto legítimo en sí mismoque impactará sobre el conjunto del espaciode interacción.

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12 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES

Tratado de Asunción (fragmentos)La República Argentina, la RepúblicaFederativa del Brasil, la República delParaguay y la República Oriental delUruguay [...];

Considerando que la ampliación delas actuales dimensiones de sus merca-dos nacionales, a través de la integra-ción, constituye condición fundamentalpara acelerar sus procesos de desarrolloeconómico con justicia social;

Entendiendo que ese objetivo debeser alcanzado mediante el más eficazaprovechamiento de los recursos dispo-nibles, la preservación del medio am-biente, el mejoramiento de las interco-nexiones físicas, la coordinación de laspolíticas macroeconómicas y la comple-mentación de los diferentes sectores dela economía, con base en los principiosde gradualidad, flexibilidad y equilibrio;

Teniendo en cuenta la evolución delos acontecimientos internacionales, enespecial la consolidación de grandesespacios económicos y la importanciade lograr una adecuada insercióninternacional para sus países;

Expresando que este proceso de inte-gración constituye una respuesta ade-cuada a tales acontecimientos;

Concientes de que el presenteTratado debe ser considerado como unnuevo avance en el esfuerzo tendienteal desarrollo en forma progresiva de laintegración de América Latina, confor-me al objetivo del Tratado deMontevideo de 1980;

Convencidos de la necesidad de pro-mover el desarrollo científico y tecnoló-gico de los Estados Partes y de moderni-zar sus economías para ampliar la ofer-ta y la calidad de los bienes y serviciosdisponibles a fin de mejorar las condi-ciones de vida de sus habitantes;

Reafirmando su voluntad política dedejar establecidas las bases para unaunión cada vez más estrecha entre suspueblos, con la finalidad de alcanzar losobjetivos arriba mencionados,

Acuerdan:Art. 1. Los Estados Partes deciden consti-tuir un Mercado Común, que debe estarconformado al 31 de diciembre de 1994,el que se denominará “Mercado Comúndel Sur” (MERCOSUR). Este Mercado Común implica: -La libre circulación de bienes, serviciosy factores productivos entre los países,a través, entre otros, de la eliminaciónde los derechos aduaneros y restriccio-nes no arancelarias a la circulación demercaderías y de cualquier otra medi-da equivalente; -El establecimiento de un arancelexterno común y la adopción de unapolítica comercial común con relacióna terceros Estados o agrupaciones deEstados y la coordinación de posicionesen foros económico-comerciales regio-nales e internacionales; -La coordinación de políticas macro-económicas y sectoriales entre losEstados Partes: de comercio exterior,agrícola, industrial, fiscal, monetaria,cambiaria y de capitales, de servicios,aduanera, de transportes y comunica-ciones y otras que se acuerden, a fin deasegurar condiciones adecuadas decompetencia entre los Estados Partes; -El compromiso de los Estados Partes dearmonizar sus legislaciones en las áreaspertinentes, para lograr el fortaleci-miento del proceso de integración. [...] Art. 4. En las relaciones con tercerospaíses, los Estados Partes aseguraráncondiciones equitativas de comercio. A tal efecto, aplicarán sus legislacionesnacionales para inhibir importacionescuyos precios estén influenciados porsubsidios, dumping o cualquier otrapráctica desleal.

Paralelamente, los Estados Partescoordinarán sus respectivas políticasnacionales, con el objeto de elaborarnormas comunes sobre competenciacomercial.

Asunción, 26 de marzo de 1991.

Protocolo de Ushuaia (fragmentos)[Los Estados partes del Mercosur] y laRepública de Bolivia y la República de

Chile, denominados en adelanteEstados Partes del presente Protocolo,

Reafirmando los principios y objeti-vos del Tratado de Asunción y susProtocolos [...].

Reiterando lo expresado en laDeclaración Presidencial de Las Leñasel 27 de junio de 1992 en el sentido deque la plena vigencia de las institucio-nes democráticas es condición indis-pensable para la existencia y el desa-rrollo del MERCOSUR.

Ratificando la DeclaraciónPresidencial sobre CompromisoDemocrático en el MERCOSUR y elProtocolo de Adhesión a esaDeclaración por parte de la Repúblicade Bolivia y de la República de Chile,

Acuerdan lo siguiente:Art. 1. La plena vigencia de las institu-ciones democráticas es condición esen-cial para el desarrollo de los procesosde integración entre los Estados Partesdel presente Protocolo.Art. 2. Este Protocolo se aplicará a lasrelaciones que resulten de los respecti-vos Acuerdos de integración vigentesentre los Estados Partes del presenteProtocolo, en caso de ruptura delorden democrático en alguno de ellos.Art. 3. Toda ruptura del orden demo-crático en uno de los Estados Partes delpresente Protocolo dará lugar a la apli-cación de los procedimientos previstosen los artículos siguientes.Art. 4. En caso de ruptura del ordendemocrático en un Estado Parte delpresente Protocolo, los demásEstados Partes promoverán las consul-tas pertinentes entre sí y con elEstado afectado.Art. 5. Cuando las consultas menciona-das en el artículo anterior resultareninfructuosas, los demás Estados Partesdel presente Protocolo, según corres-ponda de conformidad con losAcuerdos de integración vigentesentre ellos, considerarán la naturalezay el alcance de las medidas a aplicar,teniendo en cuenta la gravedad de lasituación existente.

Ushuaia, 24 de julio de 1998.

CONFORMACIÓN DEL MERCOSUR

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13IDENTIDADES NACIONALES E INTEGRACIONES REGIONALES

LOS NUEVOS ESCENARIOS DE LO NACIONAL: GLOBALIZACIÓN E INTEGRACIÓN REGIONAL

L os Estados nacionales fueron, durantemás de un siglo, el ámbito "autoevi-

dente" o "natural" de la acción social ypolítica. Por una parte, cada persona eraconsiderada y se consideraba ciudadana deun determinado país. Por otra parte, resul-taba evidente que el Estado era el quedetentaba el poder de establecer derechos yobligaciones, de fijar políticas y garantizarlibertades. Mientras el poder de los Estadosnacionales muchas veces se desdibuja (aun-que no desaparece), en algunos casos sefortalecen niveles locales o municipales deacción y decisión, y en otros se configuran ydesarrollan niveles regionales o supranacio-nales de derechos, políticas y justicia. Así, loregional y hasta lo global pueden constituir-se en nuevos marcos y nuevas escalas deimaginación, reclamo y acción. Ni lo local nilo regional ni lo global eliminan lo nacional,pero sí lo resignifican y transforman.

La aparición de un marco global reorganizaotros marcos y trastoca lo establecido, de unmodo análogo a las transformaciones queprodujeron otras escalas (por ejemplo, delhorizonte nacional o continental) en otrosmomentos históricos. Estas diferentes escalastambién pueden considerarse distintas di-mensiones. Hay una escala global de la tec-nología y de ciertos mercados. También hayuna revitalización de lo local, tanto en lossentimientos de pertenencia como en laacción cívica en ámbitos municipales. Estarevitalización apareció en los etnonacionalis-mos que ocuparon el centro de la escena dela ex Yugoslavia y otros países después de lacaída de la Unión Soviética, pero también enmovimientos de migrantes excluidos o enmovimientos culturales de diversos países.Por último, en algunos casos se fortalece otradimensión que es regional y que se encuentraen pleno proceso de definición y redefinición:desde los bloques regionales (UE, NAFTA,Mercosur) hasta figuras regionales decarácter histórico como América Latina oIberoamérica.

La globalización, al acortar las distanciasespacio-temporales, produce un incremen-to cualitativo de las interacciones entre gru-

pos sociales y culturales. El aumento de lainteracción, sin embargo, no implica nece-sariamente que se produzca un aumentode la integración. Las interacciones puedenmedirse en cantidad, regularidad e intensi-dad de los contactos. Mayores contactos nosignifican mayor armonía, inclusión y com-plementariedad. Más aún, el incremento dela interacción puede generar un aumentode los conflictos. La mayor cercanía físicapuede traducirse en un incremento de lasdistancias simbólicas.

Las dimensiones socioculturales de la glo-balización se enfrentan al desafío de que lamayor interconexión se convierta en unamultiplicación de diferenciaciones identita-rias, de neofundamentalismos, no sólo engrupos sociales, sino en los propios Estadoscentrales. Ese riesgo, muy real, no dependeexclusivamente de factores culturales, sinode las percepciones que cada grupo tengaacerca de la distribución del poder y la jerar-quía, de la riqueza y el bienestar. Por ahora

presenciamos una creciente monopolizacióndel poder económico y del control de institu-ciones multilaterales. En algunas regiones,esa presión se traduce hoy en procesos dedisgregación o en guerras crónicas. El riesgoes que se instituya, por años, la prevalenciade una "cultura global" de la desigualdad, laexclusión, la discriminación y la xenofobia.

UN CASO: MIGRACIONES DENTRO DE AMÉRICA LATINA, DISCRIMINACIÓN Y XENOFOBIA

En lugar de expresar nuestros deseosacerca de cómo querríamos que fueran lasrelaciones sociales entre argentinos, chile-nos, bolivianos, brasileños, paraguayos yuruguayos, vale la pena considerar algunosejemplos de cómo esas relaciones son efec-tivamente. Dos "laboratorios" de estas re-laciones entre grupos, entre sociedades,entre culturas son los procesos migratoriosy las zonas de frontera.

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Simón Bolivar y José de San Martín, libertadores de América y héroes de la emancipación latinoamericana.

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14 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES

Los proyectos de integración regionalimpulsan la liberalización del mercado de ca-pitales, apuntando al desarrollo de una eco-nomía de escala. En cambio, no se ha avan-zado en facilidades para el desplazamientode trabajadores en el área del Cono Sur.

A mediados de los años noventa, losmedios de comunicación anunciaban unanueva ola de inmigración, equiparable a lade europeos de un siglo atrás, pero prove-niente de países limítrofes. A medida queaumentaba el desempleo, algunas organiza-ciones gremiales comenzaron a sostener

que el trabajo debía ser sólo para los argen-tinos. Cuando el índice de desempleo saltóhasta el 15 %, las autoridades comenzarona afirmar que bolivianos y paraguayos esta-ban "invadiendo" la Argentina, "robandotrabajo" y, además, provocando una ola dedelincuencia.

Esto implicaba una novedad y varias pre-guntas. La novedad era que desde altas es-feras se acusaba a ciudadanos de países limí-trofes de provocar dos grandes males: eldesempleo y la inseguridad. Esto era unanovedad porque la xenofobia (es decir, la

abierta discriminación de aquellos que sonconsiderados extranjeros) hacia los bolivia-nos y paraguayos no había cobrado nunca larelevancia que tuvo en aquel momento. Elproyecto de argentinización de principiosde siglo se había plasmado en una política deintegración que había implicado un accesoa derechos ciudadanos vinculado a una des-marcación de las diferencias étnicas. Esto setradujo en una fuerte compulsión asimilacio-nista, homogeneizante. La xenofobia comopolítica central del Estado indicaba un cam-bio de época en la que la exclusión del acce-so a derechos básicos se articulaba con unamarcación potente de extranjeridad.

Ese cambio, sin embargo, no podía expli-carse por motivos demográficos. Desde1869 hasta 1991 todos los censos mues-tran una presencia de los inmigrantes limí-trofes, es decir bolivianos, paraguayos, chile-nos, brasileños y uruguayos, nunca menor al2 % de la población, nunca mayor al 3 %.Complementariamente, algunas investiga-ciones mostraban que efectivamente habíaun incremento de la inmigración, pero muysimilar al de otros momentos con un tipode cambio atrayente. Ese incremento noautorizaba en absoluto a pronosticar, comose llegó a hacer, que en pocos años el 20 %de la población sería de origen boliviano yparaguayo.

¿Qué había cambiado? ¿Por qué tantadiscriminación mientras crecía la retórica dela integración regional del Mercosur? His-tóricamente, los inmigrantes limítrofes nohabían competido laboralmente con losargentinos, ya que ellos se insertaban enámbitos laborales que los argentinos noaceptaban por ser de baja calificación yremuneración. Lo que produjo el cambio nofue un aumento cualitativo de la inmigra-ción, sino un aumento de la desocupación.Lo que había cambiado no era la cantidadde inmigrantes: había un nuevo horizontelaboral de los argentinos, quienes antes notrabajaban en las condiciones de trabajo quelos inmigrantes se veían obligados a acep-tar, y ahora aceptaban trabajar en cualquiercondición de trabajo. Por eso, no es que losinmigrantes empezaran a competir con losargentinos por los puestos de trabajo, sinoque los argentinos eran quienes empezabana competir con los inmigrantes por los pues-tos de trabajo tradicionalmente de los inmi-

La xenofobia en la Argentina, alentada desde los medios masivos de comunicación.

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15IDENTIDADES NACIONALES E INTEGRACIONES REGIONALES

grantes. O sea, lo que había cambiado noera la inmigración sino la Argentina. En esecambio, nuestro país no se podía hacer car-go de sí mismo y entonces buscaba cons-truir una nueva frontera: con los bolivianos,con los paraguayos, con los inmigranteslimítrofes que se asentaba en aquel antiguoimaginario de que la Argentina no es partede América Latina y que debía evitarse lalatinoamericanización. Así, este capítulo denuevas fronteras y xenofobia era muchomás relevante social y culturalmente que laretórica integracionista.

SEGUNDO CASO: LAS ZONAS DE FRONTERA

En oposición a las hipótesis de conflicto béli-co que las elites militares de Argentina, Brasily Chile imaginaron en diferentes momentosdel siglo XX, muchas veces los intelectuales ycientíficos sociales buscaron enfatizar que laspoblaciones fronterizas viven unidas. Segúnesta visión, los Estados se enfrentarían porintereses de algunas elites, mientras los pue-blos serían hermanos y solidarios entre sí.

Más allá de que esa imagen pueda resultarlebonita a mucha gente, es fácil darse cuentade que se encuentra muy alejada de la reali-dad. Y conocer la realidad es una condiciónnecesaria para transformarla.

Lo cierto es que los procesos históricos quemencionamos acerca de la construcción delos Estados y las naciones tuvieron impactosmuy relevantes en las maneras de pensar,sentir y actuar de las poblaciones ubicadasen las zonas de frontera. Las investigacionesdesmienten creencias muy comunes sobrelas zonas fronterizas. La primera creenciadice que como las líneas políticas dividieronculturas, las poblaciones mantienen una cul-tura a pesar de un siglo o más de procesosde nacionalización. Pero esto no es cierto.Los sentimientos e identificaciones naciona-les son centrales en la vida de amplias zonasde frontera.

Un ejemplo. En las ciudades de La Quiacay Villazón, ubicadas en la frontera entreArgentina y Bolivia, se realiza una fiesta deCarnaval con trajes idénticos. En el año2000, por escasez de especialistas, sólohabía trajes hechos en Villazón, Bolivia, para

un solo grupo de bailarines. Cuando losargentinos cruzaron a Villazón y compraronlos trajes de diablos, dejaron a los bolivianossin trajes para su Carnaval. Esto provocó unescándalo en la frontera, ya que fue consi-derado por los bolivianos como un "robo decultura". Las dos poblaciones realizan lamisma fiesta. Pero nadie imaginó entoncesque puedan realizarla conjuntamente. Paralos pobladores locales, la frontera constitu-ye y limita su imaginación.

Suele decirse también que en las zonas defrontera la gente se casa indistintamentecon sus connacionales o con los vecinos.Tampoco esto es cierto. Los estudios mues-tran que la cantidad de matrimonios quepodemos llamar "mixtos" es relativamentebaja (en los casos más altos estudiados nollegan a uno de cada cinco casamientos).Y, además, que tiende a disminuir duranteel siglo XX, ubicándose en algunas zonasen cifras como un matrimonio "mixto"cada cien matrimonios.

Para complicar más las cosas, en el con-texto del Mercosur se han construido y sesiguen construyendo puentes que, según

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Acceso a Paraguay desde Brasil en la zona de la triple frontera.

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16 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES

afirman las autoridades en sus actos deinauguración, unirán más aún a puebloshermanados por la historia. Sin embargo, lomás frecuente es que cuando las poblacio-nes desean atravesar esos puentes debensometerse a trámites migratorios y aduane-ros, a desinfecciones y controles bromatoló-gicos y cuestiones similares que producengrandes demoras. Por ello, en muchos ca-sos, las políticas estatales en esos puentes yen otros pasos fronterizos han generadoconflictos inéditos entre las poblaciones, pro-duciendo retóricas nacionalistas en accionesde protesta. Por esa dirección, lo más proba-ble es que estos puentes acaben separandoambas orillas.

En este ejemplo de los controles al trán-sito de personas y de pequeño comercioentre los países del Cono Sur puede tam-bién notarse una última cuestión central.Aunque a veces se cree que en los últimosaños el Estado ha tendido a diluirse hastadesaparecer, en realidad ha habido una

transformación. El Estado ha tendido aretirarse de las zonas de fronteras en susfunciones de protección social, como lasalud o la educación, pero ha incrementa-do sus controles. En la época de las hipó-tesis de conflicto, el Estado pretendía con-servar y fortalecer el control del territorio;en los actuales tiempos de "integración",el Estado pretende conservar y fortalecerel control de los flujos de personas y mer-caderías.

CONCLUSIONES

En síntesis, los Estados y las naciones tieneny tendrán un papel muy relevante en elmundo contemporáneo. Su supuesta de-saparición no se condice con lo que ocurreen regiones enteras y con lo que sucede enla vida cotidiana de los habitantes. LosEstados nacionales han forjado identidadesy "culturas nacionales" de modos diversosen América Latina, con diferentes sentidos

y distintos grados de éxito. Aunque en elCono Sur finalmente no se concretaronguerras entre los países en el siglo XX (sífue muy relevante la Guerra de la TripleAlianza en el siglo XIX), las persistentespolíticas han producido profundos efectospolíticos, culturales y cognitivos en las po-blaciones. Los actuales proyectos de inte-gración regional están diseñados básica-mente para integrar tecnologías y capitales,pero no se ha avanzado seriamente encuestiones de fuerza de trabajo y derechosciudadanos. Existe el riesgo cierto de que sino se desarrollan políticas sociales quebeneficien a amplios sectores, el marco dela "integración" sea considerado (como yasucede en zonas de frontera) como un mar-co diferente para potenciar disputas en tér-minos nacionales. De allí que sea necesariopensar desde otras perspectivas los proyec-tos regionales, buscando que potencien laampliación de los derechos ciudadanos.

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AgradecimientosEl equipo de Publicaciones de la Dirección Nacional de Gestión Curricular yFormación Docente agradece a las siguientes instituciones y personas porpermitirnos reproducir material fotográfico y colaborar en la documenta-ción de imágenes: UNESCO Photobank; UN Photo Library; Agencia Estado(Brasil); Biblioteca del Congreso de la Nación (Argentina); Archivo Generalde la Nación (Argentina); personal y directivos de Agencia TELAM(Argentina); Museo Histórico Nacional (Argentina); Renato Luiz Ferrerira,de Agencia Estado (AE, Brasil); Yann Forget; María Bolívar; AdrianaLestido; Invierno Porteño.

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