i l u s t r a d o r a : b e g o i z a r r a a u t o r …...todos los días se lo pide a su abuela....

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C U E N T O S S I N C O R O N A la gran gran mascota AUTORA: MIREYA TABUAS ILUSTRADORA: BEGO IZARRA

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Page 1: I L U S T R A D O R A : B E G O I Z A R R A A U T O R …...Todos los días se lo pide a su abuela. “¡Andaaaaa, lela, por favooor!”. Promete que la cuidará, que le dará de comer,

C U E N T O S S I N C O R O N A

la gran gran mascotaA U T O R A : M I R E Y A T A B U A S

I L U S T R A D O R A : B E G O I Z A R R A

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La gran gran mascota                                                                                         Martín quiere una mascota. Todos los días se lopide a su abuela. “¡Andaaaaa, lela, por favooor!”.Promete que la cuidará, que le dará de comer, quelimpiará el pipí y el pupú. “¡Te lo jurooo!”. Pero nada,la abuela de Martín no cede ante sus ruegos y se lodice: “Aquí en casa no vamos a tener nunca unanimal”. Martín vive en la costa con su abuela. De su mamárecuerda muy poco, su silbido apenas…¡Fiuuuuu!... Asu papá casi no lo ve porque trabaja manejando uncamión. La casa de Martín es pequeña y está muycerca de la playa. A él le encanta el mar. Siempre seimagina cómo sería caminar por la orilla del mar consu mascota.  Si tuviera una mascota cavarían juntosen la arena, nadarían hasta lo hondo, jugarían aperseguirse.  Si tuviera un amigo también. PeroMartín no tiene amigos. Ni mascotas.  Está solo.

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Proyectos de mascotas tuvo muchos. Por sucasa pasaron un pajarito que recogió herido en elparque, dos tortugas que compró en la tienda y unpollito pintado de azul que se ganó en una rifa.Algunos se murieron y otros su abuela terminóregalándolos a algún vecino.   Después vinieron intentos mucho más serios.   Un día Martín llevó un perro a su casa.  Erapeludo y negro.  Un perro de dientes blancos, deuñas afiladas y ojos brillantes. Lo vio deambulandopor la calle y le compartió su desayuno. El perromovió la cola y lo siguió a casa.  Lo llamó Pizarrón,porque en la escuela de Martín la pizarra es negracomo él. Martín le enseñó todo: “Aquí está lacocina, aquí el baño, aquí mi cuarto, aquí la sala”. Pero el perro no aprendió lo del baño. Cuandollegó la abuela de Martín, Pizarrón se había hechopupú en medio de la sala.  La abuela lo echó. “Noquiero animales en casa”, repitió.   Martín másnunca volvió a ver al perro. A su perro. A Pizarrón. Más adelante, cuando Martín vio a la gataamarilla montada sobre el muro, decidió que lallevaría a casa, que la escondería en su cuarto, quesería su secreto.  La gata ni siquiera movió la cola

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cuando la llamó “Mermelada”. Le puso ese nombreporque era parecida a la mermelada de mango quehacía su abuela.  La gata no parecía interesada enMartín. Se dejaba acariciar, sí, mientras miraba alhorizonte distraída. Pero Martín la dejó sola unminuto y Mermelada destruyó su edredón y lascortinas, tiró todos los juguetes y los libros de labiblioteca y no contenta con eso se fue al cuarto dela abuela y destejió la colcha bordada por ella,quebró un frasco de perfume, abrió los estantes ymordió la ropa que había allí. Cuando su abuelallegó del trabajo, vio horrorizada el desorden ylanzó a Mermelada por la ventana. Menos mal quees una ventana bajita y que además los gatostienen siete vidas (y las gatas también). Mermeladaduró menos tiempo en casa que lo que dura unfrasco de mermelada en la nevera.  Y la abuelacastigó a Martín. Más nunca vio a su gata. AMermelada. Entonces Martín se dijo a sí mismo: “¡Por qué nolo pensé desde el principio!”. Un animal tanpequeño no lo notaría su abuela.  Se fue para elcallejón más oscuro y allí lo encontró, tratando derefugiarse en una guarida. Se acercó poco a poco.El animal lo miró y trató de entrar en un hueco en

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en la pared. Martín lo llamó. No respondía.  Trató deagarrarlo. No se dejaba atrapar. Finalmente logrótomarlo por su larga cola, lo metió en la caja y se lollevó a su casa.  Lo llamó Invisible porque estabaseguro de que a ése su abuela sí que no lo vería.Pero el ratón, inoportuno, salió en la noche de la cajay se subió justamente al sofá cuando la abuelaestaba viendo la telenovela. Ella gritó despavorida,corrió a buscar su escoba y no paró de perseguir alroedor hasta que se aseguró   de que más nuncapisaría la casa. Al día siguiente, Martín lo enterró enel jardín y así despidió a su ratón. A Invisible. ***   Han pasado los días. Martín no se resigna. Siguesoñando con tener una mascota. Es sábado y no haycolegio, su abuela se va a trabajar a su puesto deempanadas y Martín no sabe qué hacer. Muchoscompañeros de su salón están pescando con suspadres, otros juegan en la pequeña cancha defútbol. Pero Martín no hace nada de eso. Caminasolo por la playa, recoge piedras. Ha intentado quesean sus mascotas, pero las piedras son pococordiales, nunca responden. 

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Empieza a caminar hacia el lado más solitario dela playa. Entonces la ve, allí, en la arena, gigantecomo una montaña azul. Es una ballena. Una ballenareal, no de cuentos. Una ballena gorda, pesada,fenomenal. Al principio le dio miedo. Era como del tamañodel camión que maneja su papá. Pero también erabrillante. Pulida. Estaba tranquila. Se acercó a ellacon lentitud. La tocó levemente. Sintió que estabahúmeda y caliente. No le supo poner nombre. Perose quedó mirándola con ganas de preguntarle siquería ser su amiga. Si quería ser su gran granmascota. Se sentó a su lado y de pronto se imaginórecorriendo con ella el infinito océano. Sabía que nopodía llevarla a su casa, porque era más grande queesta y su abuela no la dejaría entrar, pero le animabala idea de verse a diario con esta gigante, allí, en laorilla. Trató de empujarla un poco a ver si volvía almar. Y él con ella. Pero ella permanecía en el mismolugar, como si estuviese muy muy muy cansada.  Entonces Martín comenzó a silbar esa melodíaque cuando era muy pequeño le enseñó su mamá…¡Fiuuuu!...La ballena abrió un instante los ojos y lomiró. Él supo lo que le estaba pidiendo. 

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Martín sabía que una ballena no puede vivir entierra, es un animal marino, necesita de toda laprofundidad del océano. Intentó empujarla. Una y otra vez.  Pero obvio queera imposible, era como empujar el camión de supapá o un barco de esos grandotes que se ven a lolejos. Ahí Martín supo que necesitaba ayuda, que nopodía solo. Le dijo a la ballena “ya vengo” y corrióhasta el puerto de los pescadores,  hasta la canchade fútbol, hasta el puesto de empanadas de suabuela. “Ayúdenme”, gritaba a todos. Todos lo siguieron y entonces la vieron. “¡Unaballena varada!”, gritó alguien. “Está muerta”, dijootro. Nadie se atrevía a acercarse. Todos laobservaban sin saber qué hacer.   Excepto Martín,que no solo se paró junto a ella sino la acarició. “Es mi gran gran mascota”, le dijo a su abuela. Y su abuela asintió. Entonces Martín silbó…¡Fiuuu! La ballena abrió los ojos. “Está viva”, vitorearon todos y se pusieron manosa la obra. Los pescadores trajeron sus lanchas,rodearon a la ballena con unas cuerdas muygruesas, los que estaban en tierra comenzaron a 

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empujarla y los de las barcas a arrastrarla.  Loshombres ayudaban, las mujeres ayudaban, losniños y niñas ayudaban, hasta su abuela ayudaba.Era tan pero tan pesada la ballena que pensaronque no lo iban a lograr. Tardaron horas. Perosucedió lo que parecía imposible. Entre todos lamovieron de la arena, lograron que el enormemamífero marino saliera del atascadero, y llegara alo profundo del agua. Sintiéndose ya libre, laballena primero alzó la enorme cabeza, respiróprofundo, lanzó un chorro de agua, luego sehundió y Martín solo pudo ver su enorme cola enforma de V. *** Han pasado varios meses desde el día en quele dijo adiós a la ballena. Ahora Martín tiene encasa sus propias mascotas, se las regaló su abuela: son un montón de peces de colores que viven enuna pecera. También tiene amigos en la escuela,en el pueblo y en la cancha de fútbol. Todos dicenque es un héroe: el niño que salvó a la ballena.

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Pero él sigue caminando solo por la orilla del martodos los sábados. Sin embargo, no está triste.Busca a lo lejos, en lo hondo, a su enorme amiga. Más de una vez la ha visto. Entonces la saluda a ladistancia, silbando esa melodía que los dos saben…¡Fiuuu!... Y ella, allá en el horizonte, le responde sacudiendola cola en el agua y haciendo una enorme ola quellega a la orilla y moja sus pies.

Escrito por Mireya TabuasIlustrado por Bego Izarra

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Dibuja a Martín con su ballena. Pero, ¡ojo!, tienesque revisar bien las proporciones, pues unaballena es muchísimo más grande que un niño.

En este cuento se nombran muchos animales. Tepropongo un reto: Anota todas las letras delabecedario y escribe el nombre de un animal queempiece con cada una de ellas. Por ejemplo:

¿Sabes silbar? ¡Inténtalo!

     

A:AlcatrazB:BallenaC:D:… 

Actividades propuestas

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CUENTOS SIN CORONA

Este es un proyecto sin fines de lucro que sepropone la difusión online de literatura infantil yjuvenil, para acompañar a los niños y adolescentes,y también a sus familias y escuelas, en tiempos decoronavirus. Cada historia estará apoyada de propuestas deactividades complementarias a la lectura. Textos e imágenes han sido donados por losautores para este proyecto exclusivamente.

Mayo 2020

Contactos:Autora: [email protected]

Ilustradora: [email protected]

Todos los cuentos del proyecto puede leerlos enhttp://www.mireyatabuas.com/cuentos-sin-corona/