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  • 11 i: :

    E !. talento ms frnIca]>K: de la f igura ms eminente de glo x v i n, es e! escocs- Dav

    i-responde ocupar el punto centra merece* f i gurar cu el lugar de lio::;: de! conocimiento, de la etica y de i lvant ingls, habiendo influido d- de la f i losofa inglesa ai igual que no se limita a ello su iuiportanc decisivo a! desarrollo del propio s siglo x i x , inf luyendo de lechazo i uisum conquist una parte de la f:l pues, en este punto, en una de U del desarrollo de la fi losofa mod

    l o d u s l u> s u c e M i r e . ' d e l . n c k e ,

    l a f i l o s o f a h r i t a i u c a d e l s i -

    id Iluu' ic ( i 7 i i - 7 / '-Jj : 11 de toda nuestra exposicin: r en el desarrollo del problema a f i losofa de la religin. I',s el ",:i modo deci.ino en el rumbo a'qul en el de la alemana. Pero

    a, pues l lumc d: un impulso ssema kantiano, y luego, en e :n la p.alria de l lume, el kanlia- osofa inglesa. Nos encontramos, :s encruci jadas ms importantes erna.

  • S E C C I N T E R C E R A

    D E L A A S O C I A C I N D E L A S I D E A S

    Es evidente que hay un principio de conexin entre los diferentes pensamientos o ideas del espritu y que, en su aparicin a la memoria o a la imaginacin, unas presentan a otras con un cierto mtodo y regularidad. Cuan do p e n samos o discurrimos en serio esto se puede notar tan f c i l mente que cuaiquier pensamiento particular que inte r rumpe la serie normal de ideas es inmediatamente adver t ido y rechazado. Y aun en nuestras ms extravagantes y e r ra bundas fantasas y en nuestros mismos sueos encontraremos, si ref lexionamos, que la imaginacin no corra completamente a la ventura, sino que aun s : mantena i.:ia conexin entre las diferentes deas que se sucedan. S i diramos una transcripcin de la conversacin ;:is vaga y libre, se observara de inmediato algo que une todos sus momentos. Y , si esto falta, la persona que ha roto el h i lo de la conversacin quiz nos dira que en su espritu se haba desatado furt ivamente una cadena de pensamiento cute lo haba alejado gradualmente del tema de la conversacin. Entre los idiomas ms diferentes, aun en aquellos en que no podemos sospechar la menor conexin o comunicacin, encontramos que las palabras que' expresan las ideas ms complejas ( c o m p o u n d ) casi se corresponden entre s. L o cual es una prueba segura de que las ideas simples, c o m p r en didas en las complejas, fueron l igadas p or a lgn princ ip io universal que tena una influencia igual sobre toda la h u manidad.

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  • Aunq ue el hecho de que las ideas difecentes estn conectadas se a demasiado patente para que escape a la observacin, no veo que algn otro f i lsofo haya tratado de ' enumer; i o clasificar todos los principios de asociacin, tema que parece, sin embargo, digno de curiosidad. Para m slo hay tres principios de conexin entre las ideas, que son: el de sem ejanza, el de co n tig id ad en el t iempo o en el espacio, y el de causa a efecto.-

    Creo que nadie dudar que estos principios sirven para conectar ideas. U n cuadro conduce nuestros pensamientos hacia el - or iginal x; cuando se menciona un departamento de un edificio esto naturalmente sugiere una conversacin o una pregunta acerca de los otros y si pensamos en una herida apenas podemos evitar que nuestra ref lexin se refiera al dolor consiguiente 3. Pero es dif cil p robar satisfactoriamente al lector - y aun al mismo autor que esta enumeracin es completa y que no h a y otros principios de asociacin salvo stos. T o d o lo que podemos hacer en tales casos es pasar revista a varios ejemplos y examinar cuidadosamente el principio que l iga mutuamente a los diferentes pensamientos, sin detenernos hasta hacer del p r i n cipio algo tan general como sea p o s ib l e 4. Mientras ms casos examinemos y ms cuidadosos seamos,_ l legaremos a obtener mas seguridad de que la enumeracin tota] que f o r mamos es completa y entera.

    1 Semejanza.

    2 C ontigidad.

    3 Causa y efecto.

    * P o r ejemplo, el contraste o la oposicin (con trast o r con - trariety') es tambin una conexin entre ideas pero quizs pueda ser considerada.como una mezcla de causa y sem ejanza. C u a n d o dos objetos son contrarios un o destruye al otro, esto es, a s la causa, de su a n iq u ilacin, y la idea de la aniquilacin de un objeto implica la idea de su existencia anterior.

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  • S E C C I N C U A R T A

    D U D A S E S C P T I C A S , S O B R E L A S O P E R A C I O N E S

    D E L E N T E N D I M I E N T O .)fc

    P :"M ERA P a r t e

    T o d o s las ob je tos de la razn y de la investigacin h u manas pueden ser d iv ididos naturalmente en dos clases, que son: las relaciones d e ideas y los hechos. A la primera pertenecen ciencias como la Geometra, el Algebra y la Ar i tm tica y, en una palabra, toda afirmacin que es cierta, bien intuit iva, bien demostrat i vamente. L a proposicin: el cuad ra d o de la h ip o ten u sa es igu al a los cuadrados de ios dos lados expresa una relacin entre estas figuras. 7 res Veces cinco es ig u a l a la m ita d de treinta, expresa una relacin entre estos nmeros. L a s proposiciones de esta clase pueden ser descubiertas por el mero trabajo del pensamiento, sin que dependan de algo existente en alguna parte del 'universo. A u n q u e en la na turaleza nunca hubiera un crculo o un t r ingu lo las verdades demostradas por Euclides siempre conservar an su certeza y evidencia (eu id en c e).

    L a segunda clase de objetos de la razn humana, los hechos, no son descubiertos del mismo modo, ni nuestra evidencia ( eoiden ce) de su verdad, por ms grande que sea, es de naturaleza igual a la anterior.] L o contrario de todo hecho es an posible porque nunca puede implicar contradiccin y es concebido por el espritu con la misma

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  • f aci l idad y distincin que si estuviese completamente de acuerdo con la realidad.. L a proposic in: el sol no saldr m a an a n o es menos inteligible y no implica mayo r contradiccin que la af i rmacin: m a a n a saldr. Sera en vano, pues, tratar de demostrar su- falsedad. Si fuera falsa por demost racin implicara contradiccin y nunca podra ser concebida distintamente por el espritu.

    P o r tanto, puede ser un tema d igno de nuestra curios idad invest igar cul es la naturaleza de la evidencia ( eutdence) que nos da seguridad de cualquiera cosa existente y de hechos, ms all del testimonio presente de los sentidos o del registro de nuestra memor ia . Es dable o b servar que este sector de la fi los.sfa ha s ido poco cultivado tanto p o r los antiguos como por los modernos y que por t anto nuestras dudas y nuestros errores al realizar esta impor tante invest igacin han de ser ms excusables puesto que m ar ch am os p or caminos m u y difciles, sin gua ni direccin. S i n embargo pueden ser tiles al excitar la curiosidad y al destruir esa fe ciega que es la ruina de todo razonamiento y l ibre investigacin. Y o presumo que descubrir defectos en la f i l osof a comn si es que hay una tal no es a lgo desalentador sino ms bien una incitacin, como es usual , para tratar de lograr algo ms completo y satisf actor io de lo que hasta ahora ha sido presentado al p blico..

    T o d o s los razonamientos que se refieren a los hechos parecen fundarse en la relacin de causa y efecto . . iSlo mediante esta relacin podemos i r ms a l l .de os datos (eui- den ce) de nuestra memoria y de los sentidos; Si tuviramos que preguntar a un hombre por qu cree en un hecho ausente - p or e jemplo: que su amigo est eri"Fran- cia l nos dar a una razn, y esta razn sera otro hecho: que ha recibido una carta de l o que conoce cules han s ido sus resoluciones y promesas anteriores. U n hom-

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  • brc que encuentra un reloj o cu?lquiera otra mquina en una isla desierta sacara en co; i : l . ! s in que a lguna vez ha habido hombres en la isla. T o c k s nuestros razonamientos referentes a los hechos sor^ de la misma naturaleza. Y constantemente se supone que hay una conexin entre el hecho presente y aquel del cual se infiere. S i no hubiese nada que los l igara la inferencia sera totalmente precaria-. L a audicin de una v o z art iculada y de una conversacin racional en la oscuridad nos asegura la presencia de a lguna persona. P or qu? Po rqu e estos sonidos son los efectos de la organizacin y t ex tura human as y estn estrechamente conectados con ella. Si a na tom iza m os todos los otros raz ~ namicntos de esta naturaleza encontraremos que todos ellos estn . fundados en la relacin de causa y efecto y que esta relacin es, bien cercana o remota, bien directa o colateral . E l calor y la luz son efectos colaterales del fuego, y un efecto puede m u y bien ser inferido par tiendo del otro.

    ' P o r tanto, si quis iramos quedar satisfechos en lo que respecta a la naturaleza de la evidencia ('e idence) que nos da seguridad acerca de los hechos, deber amos inv es tigar cmo l legamos al conoc imiento de la causa y uei efecto,

    Me permitir a f i rmar , como proposic in general q u e . no admite excepcin, que el conocimiento de esta relacin no es, en n i ng n caso, a lcanzado por razonamientos a p rio r :, s ino que surge por completo de la experiencia, c u a n do vemos que cualquier clase de objetos- particulares estn constantemente ayuntados entre s. Presntese un objeto a un hombre dotado por la Natura leza de razn y habi l idades tan ex traord inarias -como se quiera: si el ob je to le es ente ramente nuevo no ser capaz de descubrir n inguna de sus causas o de sus efectos ni siquiera mediante el ms p r o l i jo examen. A u n q u e se su ponga que las facultades racionales de A d n eran completamente perfectas desde el pr imer m o mento, no podra haber inferido de la transparencia y f lu i

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  • dez del agua que ella era capaz de ahogar lo , o de la luz y el calor del fuego, que ste poda consumir lo. N ing n objeto descubre jams, por med io de las cual idades que aparecen a los sentidos, ni las causas que lo p r o d u j e r e n ni los N efectos a que dar lugar. N i la razn puede, sin el auxi l io de la experiencia, inferir j am s a lgo respecto de las cosas existentes y de los hechos.

    Es ta proposic in: las causas y los efectos no son descubiertos p or la razn s ino por la experiencia ser fci lmente admit ida en lo que se refiere a aquel los objetos que recordamos que una vez fueron comple tamente desconocidos, puesto que hemos s ido conscientes de la absoluta incapacidad de predecir qu surgi ra de ellos. Presentemos das trozos de m rm ol pu l id o a un h o m b re que no sabe nada de f i losof a natural 1 ; -1 o que ocurri r es que j ams descubrir que se adhieren de una manera tal que requiera gran fuerza para separarlos en l nea recta, mientras que apenas presentan resistencia a la presin lateral . Tambin se admite fci lmente que aquel los sucesos que presentan poca analoga con el acontecer corriente de la naturaleza son conocidos slo p o r medio de la experiencia; as, nadie imagina que la explos in de la p l vo ra o la atraccin del imn podran haber sido a lg un a vez descubiertos por medio de a rgumentos a p rio r i. De igual modo , cu ando se supone que un efecto depende de a l g n int r incado mecanismo o recndita estructura de partes, no tenemos di f icul tad en atr ibuir todo nuestro conocimiento de ello a la experiencia. Quin sera capaz de a f i rmar que pude dar la razn l t ima de p or qu el pan y la leche son a l imentos adecuados para el hom bre y no para un tigre o un l en?

    Pero, a primera vista, p od r a parecer que esta misma

    1 N a tu ra l p h d o s o p h y , es decir, Jo que h o y llam am os ciencia fsica. (N o ta del t r a d u c to r ) .

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  • verdad no tiene la misma evidencia ( cvid en ce) cuando se trata de sucesos que se nos han hecho famil iares desde el p r imer momento, que presentan una estrecha analoga con Lodo e] curso de la na tura leza; y que se suponen dependientes de las cual idades s imples de os objetos, sin ninguna estructura recndita de sus partes. Es tamos incl inados a imag inar que podr amos descubrir estos'Tectos por la mera operacin de nuestra razn , sin auxi l io de l a . experiencia. N o s f iguramos que, si hubi ramos sido trados repent inamente a este mundo , a p r imera vista pod amos haber infe rido que una bola de b i l l ar comunicara el mov i miento a otra al impulsarla , y que no tenamos necesidad de haber esperado este suceso a f in de pronunciarnos al respecto. E l t^ecto de la costumbre es tal qu?, conde se hace presente con ms fuerza no slo oculta nuestra natural ignorancia sino que tambin se oculta a s misma, y si no partxe existir es porque se halla presente en grado mx imo .

    ; Pero quiz las ref lexiones que siguen sean suficientes para convencernos de que todas las leyes de la naturaleza y todas las operaciones de los cuerpos, sin excepcin, son conocidas solamente por la experiencia. Si se nos presentara un ob je to y se nos pidiese que nos pronunciramos sobre e! efecto que resultar de el, sin consultar observaciones anteriores, de qu manera os ruego me digis deber proceder el espritu? Deber inventar o imaginar un suceso que considera como efecto del objeto, y es claro que esta invencin debe ser enteramente arbitraria. E l espritu j am s puede encontrar el efecto en la supuesta causa ni por medio del examen o pesquisa ms rigurosa. Po rque el efecto es totalmente diferente de la causa y, en consecuencia, nunca puede ser descubierto en ella. E l mov imiento de la segunda bola de bi l lar es un suceso m u y distinto del m o v imiento de la primera, ya que' no ha y en una el menor indicio de la otra. U n a piedra o un trozo de metal Ievan-

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  • tados en el aire y dejados sin apo yo caen inmediatamente. Pero, si consideramos el asunto a p r io r i , descubrimos a lgo en esta situacin que pueda dar origen a la idea de un m o vimiento hacia abajo, ms bien que hacia arriba o de cual quiera otra clase, en la piedra o el metal? !

    .1* Y , como procedemos arbitrariamente al imaginar o inventar un efecto particular en todas las operaciones naturales en que no consul tamos la experiencia, debemos tambin suponer que el lazo o conexin entre la causa y el efecto que los l iga y hace imposible que ningn ot ro efecto pueda resultar p o r obra de esa causa, es igualmente arbitrario. C u a n d o veo, por ejemplo, que una bola de bi l lar se mueve en l int4 ;w.:ta hacia otra y an suponiendo que p or casualidad s l 'm c ocurriera que el mov imiento de la segunda bola es el resultado de su contacto o impulso no puedo acaso suponer cien sucesos diferentes que igualmente podran h a ber seguido de esa causa? N a puede la pr imera bola volver en l nea recta o rebotar en la segunda en cualquier lnea o direccin? T o d a s estas suposiciones son compatibles v concebibles. P o r qu, entonces, deberemos dar preferencia a una que no es ms compatible y concebible que el resto? N ing uno de nuestros razonamientos a p r io r i ser capaz de mostrarnos un fundamento de esta preferencia.

    ; E n una pa labra: todo efecto es un suceso diferente de su causa. Po r tanto, no podra ser descubierto en su causa, y su invencin o concepcin a p r io r i tiene que ser enteramente arbitraria. Y aun despus de haber s ido sugerida, la ayun- tacin del efecto con su causa debe parecer igualmente a rbi traria puesto que siempre ha y -muchos otros efectos que para la razn han de ser igualmente compatibles ,.y na tura les. ! P o r tanto, en v a n o pretenderamos determinar algn suceso s ingular o inferir alguna causa o efecto sin la ayuda de la .observacin y 'de la experiencia.

    D e aqu , pues, podemos descubrir la razn de por qu

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  • ningn f i lsofo racional y modesto j ams ha pretendido determinar la c u s a lt ima de alguna operacin natura] o demostrar distintamente la jaed-'n de la fuerza ( p o w e c ) que produce cualquier efecto s ingu la r en el universo. Se c o n fiesa que el esfuerzo m x i m o de la razn consiste en reducir a su m a y o r simpl icidad los principios productores de os fenmenos naturales y reducir los mlt iples efectos p ar t i culares a unas pocas causas generales mediante razonamientos basados en la analoga, la experiencia y la observacin. Pero en lo que respecta a las causas de las causas generales sera en vano si tratsemos de descubrirlas, ya que j ams estaramos satisfechos por cualquier c j^( i -.cin particular de ellas. Estas lt imas fuentes y principios estn tota lmente cerrados a la curiosidad e investigacin humanas Las lt imas causas y principios que quiz pod amos des'cubrir. en la naturaleza son: la elasticidad, la gravedad, la cohesin de las partes, la comunicacin del m ov im ie nt o por m e dio de impulso. Y podemos considerarnos suficientemente felices r.: , mediante prol i ja investigacin y razonamiento, podemos rastrear los f enmenos particulares has!a es; >.: principios generales o hasta muy cerca de ellos. L a ms perfecta f i losof a de tipo natural slo a b j a un poco ms nuestra ignorancia, as c om o quiz la m i s perfecta f i losof a de t ipo moral o metafsico slo sirve para descubrir ms sectores de ella. De este modo, el resultado de toda f i losof a es la observacin de la ceguera y debi l idad humanas que se nos presenta a cada instante por ms que t ratamos de eludirla o evitarla.

    N i la geometra, con toda la precisin de razonamiento que la ha hecho justamente famosa, es capaz de remediar este defecto o l levarnos al conocimiento de las causas l t i mas cuando se la l lama en ayuda de la f i losof a natural . T o d o s los sectores de las ciencias f s ico-matemticas f u n cionan sobre el supuesto de que ciertas leyes son estableci

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  • das p o r la naturaleza en sus operaciones, y que el r azonamiento abstracto se emplea, o bien para auxi l iar a la e x periencia a descubrir estas leyes, o bien para determinar su influencia en los casos particulares en que la influencia depende de un grado preciso de distancia y de cantidad.- As , por ejemplo, una ley de mov i mi ent o descubierta por la experiencia es la que dice que el momento o fuerza de un mvi l est en razn o proporcin de su masa y de su ve lo cidad y, e n 1 consecuencia, que una pequea fuerza puede apartar los obstculos ms grandes o levantar los ms g randes pesos si, por medio de una invencin o nr">ni smo, podemos aumentar la ve loc idad de la fuerza haiRa acera superior a la fuerza contraria. L a geometra nos ayuda a aplicar esta ley dndonos las dimensiones precisas de todas las partes y f iguras que pueden entrar en cualquiera clase de mquina. Pero, sin embargo, el descubrimiento de la ley misma se debe puramente a la experiencia y todos los razonamientos abstractos del m u n d o no nos podran hacer adel antar un paso hacia su conocimiento. C u a n d o razonamos a p r io r y consideramos meramente un obje to o causa tal como aparece al espritu, independiente de toda observacin, ello nunca podra sugerirnos la nocin de un objeto distinto, como por e jemplo su efecto, y aun menos mostrarnos la inseparable e inviolable conexin entre ellos. T e nd r a que ser m u y sagaz la persona que pudiera descubrir por razonamiento que el cristal es el efecto del calor y el hielo del fro, sin tener previo conocimiento de la accin de estos estados.

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  • S e g u i d a P a r t e

    Pero' todava no hemos obtenido ninguna respuesta satisfactoria con respecto al primer problema. Cada solucin da origen a un nuevo problema tan difcil como el anterior y nos l leva a otras investigaciones. Cu a n d o se pregunta : C u l es la naturaleza de todo s nuestros ra z o n a m ien to s acerca de lo s hc-chos?, la respuesta adecuada parece ser que elios se fu n d an en la relacin de causa y efecto. Cu a n d o de nuevo se pregunta : C u l es el fu n d a m en to de todos n u estros ra z o n a m ien to s y conclusiones acerca de esta re la c i n ? se puede contestar con una palabra: la experiencia. Perosi p roseguimos con nuestra tendencia investigadora y p re gun ta mos : C u l es el fu n d a m en to de todas las onclu-_s:ones proceden tes de la experiencia? esto implica un nuevo problema que puede ser de explicacin y solucin ms d i fcil. L o s f i lsofos que pretenden poseer una sabidura y habi l idad superiores, tienen grandes dif icultades cuando se encuentran con personas que se complacen en hacer p re gu ntas, las cuales los desalojan de todos los rincones en que se refugian y estn seguras de l levarlos f inalmente a un pel igroso dilema. E l me jor medio para evitar esta c o n f u sin es ser modes tos en nuestras pretcnsiones y an descubrir nosotros mismos las dif icultades antes que nos sean objetadas. De este mo d o haremos de nuestra ignorancia una vi r tud.

    , E n esta seccin me contentar con una tarea fcil y pretender tan slo dar una respuesta negativa al p rob lema aqu planteado. Digo, pues, que aun despus de tener experiencia de las operaciones de causa y efecto, nuestras conclusiones extradas de la experiencia n o se fun dan en

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  • razonamientos ni en ningn proceso del entendimiento. A h o ra debemos tratar de explicar y defendtr esta solucin.

    T o d o s estarn ciertamente de acuerdo en que la na turaleza nos ba mantenido mu y alejados de todos sus secretos y que slo nos ha concedido el conocimiento de unas pocas cualidades superficiales de los objetos, mientras nos oculta las fuerzas (poiuers) y principios de os cuales depende enteramente la influencia de esos objetos. Nuestros sentidos nos informan acerca del color, del pes i y de la consistencia del pan; pero ni la razn ni los sentidos pueden j ams informarnos en lo que toca a las cualidades que lo hacen adecuado para el a l imento y sustento del cuerpo h u mano . L a vista o el tacto nos dan una idea del movimiento actual de los cuerpos, pero no podemos formarnos el ms remoto concepto (conception ) de la maravi l losa fuerza o poder que es capaz de mantener indefinidamente en m o v i m ie n to ' a un cuerpo, y que e'ste nunca pierde sino comunicndola a otros. Pero, a pesar de esta ignorancia de las fuerzas 1 (p o iv e rs ) naturales y principios, siempre presumimos, cuando vemos cualidades sensibles iguales, que tienen iguales fuerzas ocultas y esperamos que de ellos seguirn efectos similares a los que hemos experimentado. Si se nos presenta un cuerpo de color y consistencia iguales a los del pan que anteriormente hemos comido, no tendramos in conveniente en volver a comerlo, previendo con certeza un al imento y sustento iguales. A h o r a bien, este es un proceso del espritu . del pensamiento cuyo fundamento me gustara conocer. T o d o el inundo est de acuerdo en que no se conoce n inguna conexin entre las cualidades sensibles y las fuerzas ocultas y que, en consecuencia, el espritu no

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  • es l l ev a d o a formarse una conclusin acerca de la ayuntacicr. regular y constante de aqul lcs. mediante algn dato de b na tura leza de ellos. Se puede conceder que a experiencia pasada d a una in formac in c ia to -y directa slo de aquel las precisos ob je tos y de aquel perodo de t iempo de que tuve conoc imiento , pero la cuestin principa 1 sobre lo que ye quisiera insist ir es la de p or qu esta experiencia ha de ser ex tend ida a momentos futuros y a otros objecos que, p o r lo que sabemos , slo pueden ser similares en apariencia. El pan que y o com anteriormente me nutri, es decir, qu: un cu erpo de tales cual idades sensibles esa vez estaba d o t a d : de tales fuerzas ocultas, perc se sigue de aqu que otre pan d e b a nut ri rme tambin en otro momento y que cual i dades sensibles iguales deben siempre estar acompaadas ce fuerzas ocul ta s iguales? L a consecuencia no parece de ningn m o d o necesaria. Por lo menos debe reconocerse que- aqu ha y u n a consecuencia sacada por el espritu; que se ha dad : un paso , un proceso de pensamiento y una inferencia que necesitan ser expl icados. Estas dos proposiciones distan m uc h o de ser iguales: H e visto , qu e tal o b jeto ^ e m p re h~ sid o a c o m p a a d o p o r ta l efe-co y p reveo que otros o b je t e ; q u e s o n en ap ariencia s im ilares, tern acom paados p o r e fec tos s im ila re s . . Conceder, si se quiere, que un?, proposicin puede ser justamente infer ida de la otra. Se, en verdad, que s i e mp re es inferida. P e ro si se insiste en que la infe rencia se hace p o r medio de una cadena de razonamiento, deseara q u e se me most rara ese razonamiento. L a conexin entre estas proposiciones no es intuitiva. Se necesita u n trm i n o m e d io que permita al espritu extraer tai inferencia, si es que, verdaderamente, es extrada fnediante el r a z o n a miento y argumentos . Qu cosa es el trmino medio, debo confesar lo , es algo que sobrepasa mi comprensin y corresp onde most r a r l o a aquel los quienes af i rman que realmente

  • existe y que es el origen de todas nuestras conclusiones acer- ca de los' hechos.

    Ciertamente, est ; a rgumento negativo con el tiempo ha de volverse totalmente convincente si muchos f i lsofos inteligentes y capaces dirigen sos investigaciones en este sentido, y nadie ser capaz de descubrir alguna proposicin que conecte o a lgn paso intermedio que apoye al entendimiento ?n esta conclusin. Pero, como el problema es nuevo, los lectores no deben conf iar tanto en su propia penetracin, al punto de concluir que, porque un argumento escapa a la investigacin, realmente no existe. Po r esta razn puede ser necesario emprender una tarea ms .^fcil y, enumerando todas las ramas del conocimiento humano , tratar de mostrar que ninguna de ellas puede proporcionar un argumento tal.

    T o d o s los razonamientos pueden ser divididos en dos clases, esto es: razonamientos demostrativos o que se refieren a relaciones de ideas y razonamientos morales o que se refieren a los hechos y a cosas existentes. Parece evidente que aqu no h a y argumentos demostrativos puesto que no impl ica -contradiccin el hecho de que el curso de la naturaleza pueda cambiar , y que un objeto aparentemen- 1 te igual a los que hemos experimentado- pueda ser acompaado por efectos diferentes o contrarios. N o puedo acaso concebir clara y dis t intamente que un cuerpo que cae de las nubes y que en todos los dems aspectos parece nieve, tenga gusto a sal y queme como el fuego? - H a y una proposicin ms inteligible que a f i rmar que todos los rboles florecern en diciembre y en enero y que se marchitarn en mayo y en ju n i o? A h o r a bien, todo lo que es inteligible y puedo ser dist intamente concebido no implica contradiccin y n u n ca puede probarse que es falso mediante un argumento demost ra ti vo o raz onamiento abstracto a p rio ri.

    P o r tanto, si las argumentos nos obl igaran a conf iar en la experiencia pasada y a hacer de ella la norma de nucs-

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  • tro juicio futuro, estos a rgumentos deberan ser s!o p r o b a bles o sea los que se refieren a los hechos y a cosas real mente existentes, de acuerdo a la t. visin arriba mencionada. Pero si nuestra explicacip de era especie de razonamiento es admit ida como slida y satisfactoria, deber aparecer que no existe argumento de esta clase. Hemos dicho que todos los argumentos que se refieren a las cosas existentes se f u n dan en i 3 relacin de causa y efecto; que nuestro conoci miento de esa relacin proviene enteramente de la ex periencia y que todas nuestras conclusiones experimentales funcionan sobre el supuesto de que el futuro ser segn ha sido el pasado. Por tanto, tratar de pr obar este l t imo supuesto mediante argumentos probables o a rgumentos que se refieren a las cosas existentes, debe ser evidentemente andar en un crculo vicioso y dar por admit ido lo que precisamente se problcmatiza.

    E n realidad, todos los a rgumentos der ivados de la experiencia se fundan en la s imi l itud que descubrimos entre los objetos naturales y p o r la cual somos inducidos a esperar efectos similares a aquel los que hemos v i s to seguir a tales objetos. Y , aunque nadie s ino un tonto o un loco pretender j ams disputar la. autoridad de la experiencia o rechazar esta gran gua de la v ida humana, seguramente se permitir que un f i lso fo tenga por lo menos la curiosidad de examinar el principio de la naturaleza hu m a na que otorga esta poderosa autor idad a la experiencia y que nos hace sacar ventajas de la s imi l itud que ia naturaleza ha puesto en diferentes objetos. De .causas aparentemente s im ilares esperamos efectos similares. Este es el r e su l tado 'de nuestras conclusiones experimentales. A h o r a parece ev i dente que si esta conclusin fuera forr iada p o r la razn sera tan perfecta al principio y con un solo e j emplo como despus de una serie tan larga de experiencias. Pe ro las cosas ocurren m u y de otro modo. N o ha y nada que tenga pare

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  • cido entre s como los huevos y, sin embargo, nadie espera encontrar el mismo gusto y sabor en todos ello.1; porque tengan esa simil itud. S lo d esp vs de una larga serie de experimentos uni formes de cualquiera clase a l canzamos una f rme conf ianza o seguridad respecto a un suceso particular. A h o ra bien, dnde queda el proceso de razonamiento que de un caso saca una conclusin tan diferente a la que se i n fiere de cien casos no diferentes al primero? Planteo este problema tanto con f ines de conocimiento ( In fo r m a tio n ) como de suscitar, dif icultades. Porque no puedo encontrar ni imaginar un razonamiento tal. Pero aun mantengo m espritu abierto a la enseanza si alguien quisiera dignarse dispensrmela.

    Se dir que de un nmero de experimentos uni formes in fer im o s una conexin entre las cualidades sensibles y las fuerzas ocultas.' Debo confesar que esto parece ser la misma di f icultad embozada en trminos diferentes. E l p roblema vuelve a presentarse: en qu proceso de a rg umento se funda esta i n f e r e n c i a Dnde est el trmino medio, las ideas in terpuestas que unen proposiciones tan alejadas entre s? Se ha confesado que el color, la consistencia, y otras cualidades sensibles del pan no parecen tener en s mismas ninguna conexin con las fuerzas ocultas de la nutr ic in y el sus tento. Porque, si fuera de o t ro modo, pod r amos inferir estas fuerzas ocultas desde la pr imera aparicin de estas cualidades sensibles sin el aux i l io de la experiencia, cont ra ri amente a la opinin (sen tim en t) de todos los f i lsofos y a los simples hechos, E n esto, precisamente, consiste nuestro estado natural de ignorancia con respecto a las fuerzas ( p o w e rs ) y a la inf luencia de todos los objetos. ' C m o se remedia sto por la experiencia? E l l a slo nos" 'muestra un nmero uni forme de efectos que resultan de ciertos ob-. jetos, y nos ensea que esos objetos particulares en ese particular momento estaban dotados de tales fuerzas y po-

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  • deres. Cu an d o aparece un nuevo objeto dotado de cua l ida des sensibles similares, esperamos fuerzas y poderes s im i la res y un efecto igual. De un cuerpo que tenga el color y la consistencia del .pan espet amos igual nutricin y sustento. Pero esto es seguramente una etapa o progreso del espritu que necesita ser expl icado. Cuando un hombre dice: H evisto en tod o s lo s casos anteriores tales cu alidades sensib les ayu n tad as a tales fu erza s ocultas y cuando dice: C u a lid a d es sensibles s im ilares siem p re estarn ayuntadas a cualidades s e n sibles s im ilares 110 puede ser acusado de tautologa, pues estas proposiciones de n ingn modo son las mismas. S i se dice que una proposicin es inferida de la otra se deber confesar que la inferencia,. : . : ' es intuitiva ni tampoco dem ostrativa. De qu naturaleza es, pues? Si se dice que es e x perimental se est en un crculo vicioso. Porque todas las inferencias provenientes de la experiencia suponen como fundamento que el fu turo ser parecido ai pasado y que todas las fuerzas similares ( sim ilar p o w ers) estarn a y u n t a das a cualidades sensibles similares. Si hubiera alguna s o s pechable que el curso tic la naturaleza pudiera cambiar y de que el pasado no fuese regla para el futuro, toda e x p e riencia se volvera intil y no podra dar origen a ninguna conclusin o inferencia. E s imposible, por tanto, que cua l quier clase de a rgumentos derivados de la experiencia p u e dan probar este parecido del pasado con el futuro puesto que todos estos a rgumentos se fundan en el supuesto de ese parecido. A d m it a m o s que el curso de las cosas haya sido siempre regular: sto slo, sin ningn nuevo a rgumento o inferencia, no prueba que en el futuro continuar as. E n vano se pretende haber aprendido la naturaleza de los cuerpos en la experiencia pasada. Su naturaleza recndita, por tanto, todos sus efectos c influencias, pueden cambiar sin que haya ningn cambio en sus cualidades sensibles. Es to ocurre algunas veces con algunos objetos, por qu no p o

  • dra ocurrir siempre con todos los objetos? Qu clase de lgica, qu proceso de argumentacin asegura contra este supuesto? Se dice que la prctica refuta las dudas. Pero en este caso se confunde el s igni f i cado de la pregunta. C o m o persona que acta yo estoy m u y satisfecho en este punto, pero como f i l so fo que tiene un poco de curiosidad .no dir escepticismo quiero saber el fundamento de esta in fe rencia. N in g u n a lectura, n inguna investigacin ha sido todava capaz de alejar mi di f icultad o de darme satisfaccin en un asunto de tanta importancia. Puedo hacer algo mejor que proponer la di f icultad al pblico, aun cuando quiz tenga pocas esperanzas de obtener una solucin? De este modo, por lo menos, screitio.r-^onscientes de nuestra ignorancia aunque no aumentemos' nuestro conocimiento.

    Deb o confesar que la persona que concluyese que un argumento realmente no existe porque ha escapado a su propia investigacin, sera culpable de imperdonable a r r o gancia, Y tambin debo confesar que, aunque todos los eruditos de muchas pocas se h ay an ocupado de investigar infructuosamente un tema, sera temerario concluir posiei- vamente que, por eso, supera toda comprensin humana. A u n cuando examinsemos todas las fuentes de nuestro conocimiento y concluysemos que son inadecuadas para tal tema, aun entonces podr a quedar la sospecha de que la enumeracin no es completa o el examen inexacto. Pero con respecto al tema que nos ocupa hay a lgunas consideraciones que parecen alejar toda acusacin de arrogancia o sospecha de error.

    E s cierto que los iabriegos ms ignorantes y estpidos y aun los nios y las bestias irracionales mejoran por medio de la experiencia y aprenden las cual idades de los objetos naturales observando los efectos que resultan de ellos.. Cua ndo un nio ha sentido la sensacin de doler al tocar la l lama de una vela, tendr cuidado de no poner la mano

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  • cerca de n inguna otra p o rq u e esperar un efecto s imilar de una causa que es s imilar en sus cual idades sensibles y apr.- riencia. Si se a f i rma, por e j e mplo , que el entendimiento cicl nio es conducido a esta conclusin por a lgn proceso de a rgumento o de raciocinio, se puede justamente pedir que se muestre ese a rgumento, y 110 se puede pretender rechazar una peticin tan razonable. N o se puede decir que el a rg u mento es abstruso y que pos ib lemente escapa a la invest igacin, puesto que se conf iesa que es patente hasta para la. capacidad de un nio. P o r tanto, si se duda un momento, o si, despus de re f l ex ionar , se muestra un argumeni . p r o fundo o intr incado, en cierto m o d o se abandona el problema y se confiesa que no es el r az on am ie nto el que nos induce a -suponer al pasado parec ido al futuro y a esperar ciertos similares de causas que son, en apariencia, similares. Esta es la p roposic in a la cual he intentado dar fue;-a ce' esta seccin. S i tuviera razn no pretender haber hecho un sna:i descubrimiento. Y si estuviese equivocado deber recono,er que soy, en verdad, un estudiante m u y a trasado puesto que 110 puedo descubrir un a rg u m e n to que, segn parece, me fil perfectamente f amil ia r m u c h o antes cpic saliera de la cuna.

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  • S U C C I N Q U I N T A

    SOLUCrN E S C P T I C A D E ESTAS D U D A S .

    P r i m e r a P a r t e

    ' L a pasin por la f i losofa, como la pasin por la religin, parece expuesta al inconveniente de que. si bien trata de corregir nuestras costumbres y ext irpar nuestros vicios, si se usa imprudentemente slo puede servir para alimentar una incl inacin predominante y para empujar el espritu con resolucin ms determinada hacia un lado que ya atrae demas iado debido a la tendencia y propensin del temperamento natural . E s cierto que. mientras aspiramos a la mag n nima f i rmeza del sabio f i losfico (p h ilo so p h ic sage') y t ra tamos de conf inar nuestros placeres enteramente dentro de nuestros propios espiritus. podejnos al f inal hacer ele nuestra f i losof a , como la de /E p icteto?y otros estoicos, un sistema de egosmo ms ref inado y persuadirnos racionalmente a abandonar todo gozo y v i rtud sociales, Mientras e studiamos con atencin la vanidad de la vida humana y v o lve mo s nuestros pensamientos hacia la fatua y transitoria naturaleza de las riquezas y de los honores quiz no hacemos ms que adular nuestra indolencia natural la cual, al odiar el bull icio del mundo y la fatiga de los negocios, busca una excusa razonable para entregarse completa y l ibremente a la pcreza_ H ay , sin embargo, una clase de f i lo sof a, que parece poco expuesta a este inconveniente y es

    SI

  • porque no se aviene con ninguna pasin desordenada del espritu humano, ni se puede mezclar con n nguna afeccin o propens in natural : sta es la f i losofa acadmica o escptica. L o s acadmicos siempre hablan de duda y de suspens in del juicio, del pel igro de las determinaciones apresura das, de conf inar a l mites m uy restringidos las inves t igaciones del entendimiento y de renunciar a todas las especulaciones que no pertenezcan a la prctica y a la v ida diaria. P o r tanto, nada puede ser ms contrario a tal f i losof a que la indolente pereza del espritu, su atrevida arrogancia, sus al t ivas pretcnsiones y su credulidad' supersticiosa. T o d a pas in es morti f icada por ella, excepto el amor a la verdad. .Y esta pas in nunca es, ni puede ser, l levada a un grado demasiado alto. Es sorprendente, por tanto, que esta f i l o s o f a que en casi todos los casos debe ser inocente .? inofensiva, cea obje to de reproches y censuras infundadas. Pero, quiz, lo mismo que la hace inocente es lo que pr incipalmente la expone al odio y resentimiento pblicos. C o m o no adula a las pasiones no obtiene muchos partidarios, y como se opone a tantos vicios y locuras se crea gran nmero de enemigos quienes la infaman por l ibertina, p rofana e irreligiosa.

    ; N o tenemos que temer que esta f i losofa, mientras t r a

    ta de l imitar nuestras investigaciones a la vida diaria, co r rom pa solapadamente los razonamientos de esta v ida d i a ria y lleve nuestras dudas al punto de destruir toda accin y especulacin. L a naturaleza siempre mantendr sus derechos y prevalecer sobre cualquiera clase de razonamiento abstracto. A un q ue debiramos conclui r , ' como en la seccin anterior, p o r ejemplo; que en todos los razonamientos der i vad os de la experiencia el espritu da un paso sin a p o y o de a rgumentos o proceso del entendimiento, no ha y pel igro de que estos razonamientos, de los cuales depende todo c o

    nocimiento, sean jams afectados por un descubrimiento se-

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  • mojante. Si el espritu no fuera inducido p or medio de un .argumento a hacer este paso, debera ser inst igado por a lgn otro principio de igual peso y autoridad, y ese principio conservara su influencii durante tanto t i empo como Ja na turaleza humana se conserve igual . B ien va ldra la pena ave

    riguar qu es ese principio.

    f Supongamos que una persona dotada de las ms p o derosas facultades de razn y de re f l ex in es repentinamente'" trada al mundo. E n verdad, lo que vera sera una continua sucesin de objetos y a un suceso s igu iendo a otro, pero no podra descubrir nada ms. A l pr incipio , no sera capaz, mediante ningn razonamiento , de l legar a la idea de causa y efecto, puesto que las fuerzas particulares {p a rt icular p o i ers) que real izan todas las operaciones par t i culares nunca aparecen a los sentidos, ni es razonable concluir, slo porque un suceso en un caso precede a otro, que por tanto uno es la causa y el otro el efecto,- Esta ayuntacin puede ser arbitraria y casual. N o puede haber ninguna razn para inferir la existencia de un o deb ido a la apari cin ce otro. Y , en una palabra, esa persona, sin ms e x periencia, nunca podra hacer conjeturas o razonamientos en lo que se refiere a n ingn hecho, ni pod r a tener segu-, ridad de algo que no estuviese inmediatamente presente en su memoria o en sus sentidos.

    Supongamos, adems, que esta persona ha adqui r ido ms experiencia y que ha v iv ido tanto t i empo en el mundo que ha observado que los objetos o sucesos famil iares estn constantemente ayuntados. C u l es la consecuencia de esta experiencia? Inmediatamente infiere la existencia de n o b jeto debido a la aparicin del otro. Y , sin embargo, con toda su experiencia, no. ha adqui r ido n inguna idea o conocimiento de la fuerza oculta p or medio de la cual el primer objeto produce al otro, ni t ampoco es un proceso de raz onamiento el que la induce a sacar esta inferencia. Pero

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  • sin embargo se encuentra determinada a sacarla, y aunque estuviera convencida de que su entendimiento no torna p ar te en la operacin continuara no obstante en el mismo curso de pcns;:r. E s que ha y algn otro principio que la determina a formar esa conclusin. i

    t Este principio es la costumbre o hbito. Porque s iempre que la repeticin de un acto u operacin particular produce una propensin a renovar el mismo acto u operacin, sin ser impel ido por ningn razonamiento o p r o ceso del entendimiento, decimos que esta propensin es el efecto de la costum bre. A l emplear esta palabra no pretendemos haber dado la razn ltima de esta propensi; S lo sealamos un principio de la naturaleza humana' :q es reconocido por todos y al cual se lo conoce bien por sus efectos. Quiz no podamos l levar nuestra investigacin ms adelante o pretender dar la causa de esta causa sino que debemos quedar contentos con ella como l t imo p r i n cipio que podamos sealar de todas nuestras conclusiones derivadas de la experiencia. Es una satisfaccin suficiente poder l legar hasta aqu , sin estar quejosos de la estrechez de nuestras facultades porque no nos l leven ms adelante.Y es cierto que adelantamos una propos ic in por lo m e nos m u y inteligible, si no verdadera, cuando sostenemos que despus de la ayuntac in constante de dos objetos por ejemplo, el calor y la l lama, el peso y la sol idez estamos determinados por la costumbre slo a esperar uno debido a la aparicin del otro. Es ta hiptesis parece ser la nica que explica la dif icultad de por qu, de mil casos, sacamos una inferencia que no somos capaces de sacar de un caso que de n ingn otro modo es diferente a los otros. L a razn es incapaz de semejante variacin. L a s conclusiones que saca al considerar un crculo son las mismas que se formara ex aminando todos ios crculos del universo. Pero ningn hombre que haya vista slo un cuerpo moverse

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  • despus de haber s ido impulsado- por otro, podra inferir que todos los dems cuerpos se movern d :spus de recibir un impuso igual , P o r tanto, ?odas. las inferencias der ivadas de la experiencia son efecto de la costumbre y no del r azonamiento 1 .

    L a costumbre, pues, es la gran gu a 'd e la vida h u m a na. E s el nico principio, que hace til nuestra experiencia y nos hace esperar en el futuro una serie de efectos s imi lares a los que han aparecido en el pasado. S in la inf luencia de la experiencia seramos enteramente ignorantes de todos los hechos que no estuvieran inmediatamente presentes en la memorpj . e n los sentidos. N o sabr amos nunca adaptar los mcc f i i a los fines o emplear nuestras fuerzas

    1 Nada ms til a los escritores, aun para aquello ; que escriben sobre temas m o ra les , p o lt ic o s o fsicos, que dist inguir entre la razn y la ex p e rien c ia . y suponer que estas clases de argumentacin son enteramente diferentes entre s. Las primeras^ son consideradas como- meos resultados de nuestras facultades intelectuales, las cuales, al considerar r. p r io r i fa naturaleza de las cosas y exam inar los efert que deben seguir tic su operacin, establecen principios particulares de ciencia y de f i lo so f a . L a s ltim as se suponen derivadas enteramente de los seria d o s y de la observacin, por medio de los cuales sbeme* qu es lo que ha resultado realmente de la operacin de objetos particulares y , de aqu , som o s capaces de inferir qu resultarn de el los r.n el futuro. A s . p o r e jem plo , las limitaciones y restricciones del gobierne civil y de una constitucin legal pueden ser defendidas bien mediante la razn, que, re f lex io n a nd o sobre la debilidad y corrupcin de la naturaleza hu m an a , nos ensea' que a ningn hombre se le puede confiar una a u to ridad i limitada, bien mediante la experien cia y la h istoria que nos dan cuenta de los enormes abusos que I3 am bicin ha com etido en toda poca y p a s debido a una confianza tan imprudente. L a m ism a distincin entre razn y experiencia se mantiene en todas nuestras deliberaciones acerca de la conducta en la vida. A s , el estadista, el general, el medico, o el mercader experim entados son seguidos e inspiran confianza , mientras el nov ic io sin prctica, por ms que est d o tad o de los mejores

    ' talentos naturales, es despreciado y desconsiderado. A u n q u e se admita

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  • naturales ( natural p o w ecs ) en la produccin de cualquier efecto. Inmediatamente se acabara teda aci ln y tambin la m ayo r parte de la especulacin.

    Pero aqu podramos hacer notar cjuc, aunque nuestras conclusiones derivadas de la experiencia nos l levan ms all de nuestra memoria y de nuestras sentidos, y nos dan seguridad de hechos que ocurrieron en los lugares ms dis tantes y pocas ms remotas, aun as, a lgn hecho siempre debe estar presente a la memoria o a 1 os sentidos para servir de pun to de partida de estas conclusiones. U n hombre que encontrase en un ; ' ; s desierto los restos de lujosos edi f i cios concluira quj e ' ais, en tiempos remotos, ha sido cul t ivado por .habitantes civi l izadas. Pero si nada de esto l

    que la razn puede fo rm ar conjeturas m u y probables respecto de las consecuencias de esa conduca particular en esas circunstancias particulares,

    se su po n e todava que es imperfecta si n o est aux i l iad a p o r la e x p e riencia, que es a nica capaz de

  • ocurriera no podra fo r m a r una inferencia tal . Tin la h i s to ria aprendemos os sucesos de as edades anteriores.- Deb emos leer atentamente los vo lmenes que contienen estas enseanzas y, de aqu , l levad nuestras inferencias de test imonio en testimonio hasta l legar a los testigos oculares y los espectadores de estos a l ej ados sucesos. E n una pa lab ra : si no par t imos de un hecho presente a la mem or ia o a los sonti- d os nuestros raz onamientos sern meramente hipott icos y, de cualquier mod o que estos particulares eslabones estn conectados entre s, toda la cadena de inferencias no tendra

    nada que le sirviese de apoyo , ni j a m s p or medio de ella podramos l legar al conocimiento de a lguna cosa existente

    en la realidad. Si se pregunta por qu se ctee cualquier he-

    en a vida pr iva da es suficiente, con la a y u d a de un poco de experiencia. para darnos el m ism o tem or, p o rq u e s irve de e jem plo de la corrupcin, general de la naturaleza h u m an a y nos muestra c! pel igro

    que pod ram o s correr si pusisemos toda nuestra c o n f ian za en h h u manidad. E n am bos casos la experiencia es. en l t im a instancia, el fun dam en to de nuestra inferencia y conclusin. N o ha y ho m b re tan jo ven c nexperimentado que de la observacin n o ha ya fo rm a d o m u chos y ju s tos pr in cipios acerca de los asuntos h u m a n a s v dr la conducta en a vida. P ero ha y que confesar que, cu a n d o un ho m b re los va a poner en prctica estar m u y ex pu e sto a errar hasta que el t iem p o y la experiencia ulterior le a m p len estos pr in c ip io s y le enseen su prop io uso y aplicacin. E n toda s ituacin o incidente h a y m u chas circunstancias particulares, aparentem ente sin im portancia , que el hom bre de ms talento est incl inado al p r in c ip io a desdear, pese a que de ellas depende la exact itud de sus conclusiones y , consecuentemente, la prudencia de su conducta. Y esto sin con tar que para un jpven principiante los pr in cipios y operaciones generales n o se presentan siempre en las ocasiones adecuadas ni pueden set* ap l icadas inmediatamente con la debida calma y dist incin. L a verdad es que un razonador sin experiencia no p o d r a razon ar nada si careciera de experiencia en absoluto, y . .( l ia n d o as ignam os este carcter a a lguien slo lo hacemos en sentido com parat ivo , y supo nem os que posee experiencia en un

    grado ms o menos imperfecto.

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  • cho que se cuenta, se debe dar alguna razn, y esta razn ser algn otro hecho conectado con l. P e r o como no se puede proceder de esta manera ir n fin itu m , por l t imo se debe terminar en a lgn hecho que est presente a la m em o ria o a los sentidos o se debe conceder que la creencia carece por completo de fundamento .

    Cul es, pues, la conclusin de todo sto? U n a conclusin m uy simple, h a y que confesar, si b ien est bastante alejada de las teoras comunes de la f i losof a . T o d a creencia en los hechos o en cosas existentes en la real idad se deriva meramente de a lgn ob je to presente en la memor ia o en los sentidos y una ayuntac in acostumbrada entre se y a lgn ot ro objeto. O, en otras palabras, habiendo visto, en muchos casos, que dos clases cualesquiera de objetos la l lama y el calor, la nieve y el fro, por e jemplo siempre han estado ayuntadas, si la l lama o la nieve se presentara ce nuevo a los sentidos el espritu es conducido p or la cos tumbre a esperar calor o f r o y a creer que esa cual idad existe y que se manifestara si estuviese ms p r x i m a a nosotros. Esta creencia es el resultado necesario de colocar al espritu en tales circunstancias. Y entonces ocurre una operacin del a lma tan inevitable como la de sentir la pas in del amor cuando recibimos beneficios o la del edio cuando somos per judicados. T o d a s estas operaciones son una especie de ins t intos naturales que n in gn razonamiento o proceso del pensamiento o del entendimiento es capaz de producir o de impedir.

    A esta altura sera m u y propio que detuvisemos nuestras investigaciones f i losficas. E n la m a y o r a de los p r o blemas j ams podremos adelantar un solo paso ms y en todos deberamos terminar aqu, despus de las ms incesantes y curiosas indagaciones. Pero aun nuestra curiosidad ser perdonable y qu iz digna de elogio si nos l leva a investigaciones ms avanzadas y nos hace examinar con

  • m a y o r precisin la naturaleza de esta creencia y de esta ayu n - ia c i n a co stu m b ra d a de la cual se deriva. Por estos medios podemos encontrar explicaciones y analogas que darn satisfaccin, por lo menos a aquel los que aman las ciencias abstractas y se contentan con especulaciones que, por muy exactas que sean, aun pueden conservar cierto grado de duda y de incerteza. L a segunda parte de esta seccin no ha s ido escrita teniendo en cuenta a los lectores de gusto diferente, pero las investigaciones posteriores pueden ser bien entendidas aunque n o se >ea lo que ahora sigue.

    S e g u n d a P a r t e

    N o h a y nada ms libre que la imaginacin del h o m bre, y aunque no puede exceder el pr imi t i vo caudal de ideas prov is ta s por los sentidos internos y externos-, tiene i l i mi tadas fuerzas ( u n lim ite d p o u jers) para mezclar, com bi nar, s eparar y d iv idi r estas ideas en todas las variedades de la f antas a imaginativa y novelesca. Puede forjar una serie de sucesos con toda apariencia de realidad, asignarles un par t icula r t i empo y lugar, concebirlos como existentes y describirlos con todos los detalles que corresponden a un hecho histrico en el cual ella cree con la mx i ma certeza. E n qu consiste, pues, la diferencia entre una f iccin semejante y la creencia? N o se trata meramente de una idea peculiar aneja a una concepcin (co n cep tio n ) tal que gobierne nuestro asent imiento y que no se halla en n inguna f iccin conocida, porque c om o el espritu tiene autor idad sobre todas sus ideas, podra anejar voluntariamente esta idea par t icular a cualquier ficcin y, en consecuencia, ser capaz de creer lo que quisiera, lo cual es contrario a lo que vem os en la experiencia diaria. E n nuestra concepcin, podemos ju nt a r la cabeza de un hombre al cuerpo de un

    S9

  • caballo, pero no est en nuestras fuerzas (p o w e r ) creer que semejante animal ha existido realmente.

    Se sigue, p or tanto, que la diferencia entre la ficc i n y la creencia reside en alguna sensacin o sentimiento (fee- in g or sen tim e n t) ' anejo a la lt ima no a la primera y que no depende de la voluntad ni puede ser gobernado a gusto. Debe ser exci tado por la naturaleza, como todos los otros sentimientos (sen tim en ts) y debe surgir de la s i tuacin part icular en que el espritu es colocado en alguna part icular coyuntura . C a d .vez que un objeto se presenta a la memor ia o a los sentidos, de inmediato, por la fuerza de la costumbre, l leva a la imaginacin a concebir el objeto al cual generalmente est ayuntado, y esta concepcin va acompaada de una sensacin- o sentimiento ( feelin g .o r. sen tim ent') diferente de los vagos ensuees de la fantasa. E n esto consiste toda la naturaleza de la creencia. Porque como no h a y hecho en que podamos creer tsn f irmemente que no sea posible concebir su contrario, nc habra ninguna d i ferencia entre la concepcin asentida y la rechazada s no fuera por a lgn sentimiento (sentim ent) que distingue a una de la otra. S i veo una bo la de bil lar que se mueve en direccin a otra sobre una mesa pul ida, fcilmente puedo c oncebir que se detendr por contacto. Esta concepcin no i m plica contradiccin, pero aun parece muy diferente de la concepcin por medio de la cual yo me represento el impulso y la comunicac in del mov imiento de ur.a bola a otra.

    S i tuviramos que intentar una d efin ic i n de este sent imiento (sen tim e n t) qu iz veramos que es una tarea m u y dif ci l , si no imposible, l o mismo que si tratsemos de def ini r l sensacin ( fe e lin g ) de fro o la pasin de la clera a una criatura que nunca ha tenido experiencia de estos sentimientos ( sen tim en ts) . E l verdadero y p ropio nombre de este sentimiento ( fe e lin g ) es el de creencia, y

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  • nadie encuentra jams dificultad en s : ber el s igni f i cado de este trmino porque todos,-en todo m o m e n to r somos conscientes del sentimiento (sentim en t) que representa. Sin embargo, no sera inadecuado intentar una descripcin de este sentimiento (se n tim e n t) , en la esperanza de l legar de este m odo a algunas analogas que puedan .suministrar urla explicacin ms perfecta de i. Digo, pues, que la creencia no es ms que una concepcin ms viva , bri l lante, m an i fiesta, f i rme y estable de un objeto que aquella que la im ag i nacin, por si sola, sera capaz de obtener. Esta variedad de trminos, que pueden parecer tan poco f i losficos, es usada para expresar el acto del espritu que nos presenta real idades ( w h ic h renders rea lit ies), o lo que es tomado por tales, ms presentes que las ficciones, las hace pesar ms en el pensamiento y les da una inf luencia superior sobre las pasiones y la imaginacin. C o m o estamos de acuerdo respecto de la cosa, es innecesario discutir acerca de los trminos. L a imaginacin gobierna a todas sus ideas y puede juntarlas , mezclarlas y modificarlas de todas las maneras p osibles. Puede concebir objetos ficticios en todas c ircunstancias de espacio y de tiempo. Puede ponerlos, en cierto m o do, ante nuestros ojos con sus propios colores, como si hubiesen existido, Pero como es imposible que esta facultad de la imaginacin por s sola alcance a la creencia, es evidente que la creencia no consiste en la peculiar naturaleza u orden de las ideas, sino en la m anera en que son concebidas (th e m an n er o f their co n ceptio n ) y en a sensacin con que

    se dan en el espritu ( their feeh n g to the m in d ) . Conf i eso que es completamente imposible expl icar esta sensacin o manera de su concepcin (feelin g or m an n er o f co n cep tio n ) . Podemos usar palabras que expresan a lgo parecido a ello, pero su verdadero y propio nombre, como hemos observado antes, es el de ""creencia", termino que todo el m u n d o entiende suficientemente en la vida di,aria. Y en f i losof a lo

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  • ms que podemos hacer es af i rmar que la creencia es a lgo sentido por el espritu, que distingue las ideas de los j u i cios, de las ficciones de la imaginacin. Les da m ay o r peso e influencia, las hace aparecer de ms grande importancia, las refuerza en el espritu y les otorga el principio director de nuestras acciones. 'A ho ra oigo, por e jemplo, la vo z ci una persona conocida, y el sonido parece venir de la h a b i tacin contigua. Esta impresin de mis sentidos inm edia ta mente conduce mi pensamiento a la persona y a todos los objetos que la circundan. Me los f iguro como existentes ahora con todas las cualidades y relaciones que antes supe posean. Estas ideas se apoderan de, mi mente ms rpido que las ideas de un castillo encantado. Se sienten de un m odo m u y diferente ( theu are veru d iffere n t lo ih e fe e lin g ) y tienen mayo r influencia en todo sentido, sea para dar p l a cer o dolor, alegra o tristeza.

    To me mo s , pues, a esta te ra en toda su extensin y concedamos que el sentimiento ( sen tim en t) de creencia no es ms que una concepcin ms intensa y f i rme que la que acompaa a las meras ficciones de la imaginacin y que esta m anera en que es concebida surge de una avuntacin acostumbrada del objeto con algo presente en la memor ia y los sentidos. Creo que suponiendo esto, no sera dif ci l encontrar otras operaciones del espritu anlogas a ella y rastrear estos fenmenos hasta llegar a principios ms ge nerales.

    Y a hemos observado que la naturaleza ha establecido conexiones entre las ideas particulares, y que tan p ron to como una idea se presenta (occurs) en nuestros pensamientos introduce a su correlativa y dirige nuestra atencin hacia ella mediante un suave e insensible movimiento. A estos principios de asociacin los hemos reducido a tres: sem eja n z a , co n tig id a d y causa, que son las nicas l igaduras que unen nuestros pensamientos y que dan origen a la serie re-

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  • guiar de ref lexin o discurso que, en m ayo r o menor grado, tiene lugar en todos los hombres . A h o r a bien, aqu surge un problema del cual depender la solucin de la. presente dif icultad. Ocurre en todas estas relaciones que cuando uno de los objetos se presenta a los sentidos o a la memoria, el espritu no es solamente conducido a la concepcin del correlat ivo s ino que l lega a una concepcin ms f i r me y fuerte de ello que la que de ot ro mo d o hubiera sido posible obtener. A s parece ocurrir con la creencia que surge de la relacin de causa y efecto. Y si el caso es el mismo con todas las otras relaciones, o principios de asociaciones puede establecerse esto como ley general que; "ne lugar en todas las operaciones del espritu.

    P o r tanto pod emo s observar , como primer experimento para nuestros f ines presentes, que cuando aparece el retrato de un amigo ausente se anima evidentemente la idea que nosotros tenemos de el y que toda pasin que esta idea ocasione,.sea de alegra o de tristeza, adquiere nueva fuerza y vigor. A l producirse este efecto concurren una relacin y una impresin presente. S i el retrato no se le parece o si no fue hecho para l nunca l levar nuestro pensamiento hacia l. Y si t anto el retrato como la persona estn ausentes, aunque el espritu pueda pasar del pensamiento de una idea al pensamiento de otra siente que su idea se debil ita ms que se an ima debido a la transicin. T e ne m o s placer en mira r el retrato de un amigo cuando est ante nosotros, pero si est a l e j ado prefer imos ms bien considerarlo directamente que p or re f l ex in en una imagen que es tan distante como oscura.

    La s ceremonias de la rel igin Catl ica R o m a n a pueden ser consideradas como e jemplos de la misma naturaleza. L o s devotos de esa superst icin alegan generalmente, como excusa de las m oj i ga ng a s que se les reprocha, que ellos sienten el buen efecto de esos mov imientos , posturas y acciones

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  • externas al animar su devocin y excitar su fervor que de otra manera se debil itara si estuviese dirigido enteramente a objetos distantes e inmateriales. Representamos los ob- N jetos de nuestra fe dicen ellos con s mbolos e im genes sensibles, y los hacemos ms presentes a nosotros m ediante la presencia inmediata de esos smbolos, que mediante una consideracin intelectual ( intellectual u ic iv) y contem

    placin. L o s objetos sensibles siempre tienen m a y o r i n fluencia sobre la f antas a que cualquiera otros y llevan rpidamente esta inf luencia a las ideas con que estn relacionados y a las cuales se parecen. De' estas prcticas y de este razonamiento slo inferir que el e: de la semeja nz a en el avivar las ideas es muy conrifh, > que como en todos los casos deben concurrir una semejanza y una impresin presente, tenemos buen acopio de experimentos para probar la realidad del principio precedente.

    Podemos agregar fuerza a estos experimentos por m e dio de otros de clase diferente al considerar los efectos de la co n tig id a d y de la sem ejanza. Es cierto que l;; distancia disminuye la fuerza de toda idea , y que al aprox imarnos a cualquier objeto, aunque no se muestra a nuestros sentidos, acta sobre el espritu con una influencia que se parece a la de una impresin inmediata. E l pensar en un ob je to l leva rpidamente al espritu a pensar lo que es cont iguo, pero es slo la presencia real (actual peesence) de un objeto la que lo t ransporta con una vivacidad superior. C u a n d o estoy a pocas mil las de mi casa, cualquiera cosa que se relacione con ella me toca ms de cerca que cuando estoy a doscientas leguas de distancia, aunque aun en este caso el re f lexionar sobre algo prx imo a mis amigos o a mi f amil ia produce naturalmente la idea de ellos. Pero aunque aqu los dos objetos del espritu son ideas, aunque se puede pasar fci lmente de una a la otra, esa transicin por s sola no es capaz de dar una vivacidad superior a

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  • ninguna de las ideas porque carece de una- impresin in mediata

    Nadie puede dudar que la causa tiene la misma in f luencia que las otras dos relaciones de seme janza y de cont ig i dad. Las gentes supersticiosas son af icionadas a las reliquias de los santos y de los personajes sagrados ( h o ly m e n ) por la misma razn que buscan con f ervor estos s mbolos o imgenes, es decir, para avivar su devocin y darles una concepcin ms fuerte e n m a d estas vidas ejemplares que desean imitar. A h o r a bien, es evidente que una de las mejores reliquias que un devoto podra procurarse sera un obje to .... fho p o r el mismo santo y si sus ropas y muebles siempre s ^ consideran as es porque en una oportun idad estuvieron a su servicio, los us y dispuso de ellos. E n este sentido deben ser considerados como efectos imperfectos v corno conectados con l por una cadena de consecuencias ms corta que cualquiera de las que nos ensean la realidad de su existencia.

    Supo nga mos que se nos presenta el h i jo de un amigo nuestro que est, desde hace mucho tiempo, ausente o muer to. Es evidente que este objeto de inmediato har revivir

  • su idea correlativa y har volver i nuestros pensamientos toda la intimidad y famil iar idad pasada en colores ms v i vos que los que de otra manera se nos hubieran aparecido. Este es otro fenmeno que parece probar el principio arriba mencionado.

    Podemos observar que en estos fenmenos siempre se presupone la creencia en el objeto correlativo, sin la cual la relacin no podra tener efecto. L a influencia del retrato supone que nosotros, creemos que una vez nuestro amigo existi. L a contigidad de nuestra casa nunca puede excitar nuestras ideas de casa a menos que creamos que ella realmente existe. Ahora bien, yo sostengo que si esta creencia

    .i a ms all de la memoria y de los sentidos es de na turaleza s imilar y surge de causas similares a la transicin de pensamiento y vivacidad de concepcin aqu explicadas. S i a rro jo al fuego un pedazo de lea seca, mi espritu es l levado inmediatamente a concebir que ello aumenta la l l ama y no que la extingue. Esta transicin del pensamiento de la causa al efecto no procede de la razn. Su origen deriva c o n j u n tamente de la costumbre y de la experiencia. Y , como or i ginalmente comienza en un objeto presente a los sentidos, da la idea o concepcin de la l lama ms fuerte y v i vaz que cualquier vago y f lotante ensueo de la imaginacin. Y esa idea surge inmediatamente. E l pensamiento se mueve instantneamente hacia ella, y l leva coda la fuerza de concepcin que se deriva de la impresin presente a los sentidos. Cuando una espada es dirigida a mi pecho no me impresiona (.strik e) ms la idea de la herida y del dolor que cuando

    se me presenta un vaso de vino, aun cuando esta idea se me ocurriera despus de haber visto el vaso de v ino? Pero qu es lo que en todo este -asunto causa una concepcin tan fuerte sino slo un objeto presente y una ' acostumbrada transicin a la idea de otro objeto que hemos estado acostumbrados a ayuntar con el primero? Este es el mo d o de

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  • operar del espritu en nuestras conclusiones respecto de los hechos y de las cosas existentes, y es una satisfaccin encontrar a lgunas ana log as p or las cuales puede ser e x p l i cado. L a transicin a par t i t de un o b j e t o presente en todos los casos da fuerza ( s tr c n y th ) y so l id ez a la idea con la cual est en relacin.

    He aqu , pues, una especie de a rm on a preestablecida - entre el curso de la na tura leza y la sucesin de nuestras ideas y, aunque los poderes y fuerzas que gob ie rnan a la primera sean enteramente desconocidos para nosotros, vemos, sin embargo, que nuestros pensamientos y concepciones han marchado del m is m o m o d o que las obras de la naturaleza.L a costumbre es el p r inc ip io p o r el cual se ha efectuado esta correspondencia tan necesaria p ar a la subsistencia de nuestra especie y para la regulacin de la conducta en todas fas circunstancias y ocasiones de la v i d a humana . S i la presencia de un ob je to n o hubiera exc i tado instantneamente la idea de los ob je tos com nmente unidos a ella, todo nuestro conoc imiento debera haberse l imi tado a la estrecha esfera de nuestra mem or ia y de nuestros . . idos y nunca habr amos s ido capaces de adaptar medios a fines o emplear nuestras fuerzas naturales ( n a tu ra ! p o iu e rs ) ni en producir el bien ni en evitar el mal . A q u e l l a s personas que se deleitan en el descubr imiento y contemplac in de las causas f i nales tienen aqu a m p l io tema para apl i car su admiracin y sorpresa.

    Agregar , para m a y o r c on f i rm ac i n de la teora anterior, que como esta operacin del e spr i tu por la cual infer imos objetos iguales a par t i r de causas iguales y vice Versa es tan esencial para la subsistencia de todos los seres hu ma no s , no es p robab le que pudiera ser confia'da a las falaces deducciones de nuestra razn , que es lenta en sus operaciones, que no aparece en n in g n grado durante la infancia y que, c u a n d o mucho , en toda edad y per odo de

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  • la v ida hu ma na est 'Xtremadamente expuesta al error y al equvoco. M s adecuado a la sabidura ordinaria de la na tura leza es asegurarse ese acto del espritu tan necesario por a lgn instinto o tendencia mecnica que sea infal ible en sus opera ciones, que pueda manifestarse'desde el pr imer momento de la vida y del pensamiento y que pueda ser independiente de t o das las penosas deducciones del entendimiento. Del mismo mod o que la naturaleza nos ha enseado el uso de nuestras extremidades sin darnos el conocimiento de los msculos y nervios por los cuales son mov idas , as ha puesto en nosotros un inst into que impulsa al pensamiento en un curso correspondiente al que ella ha establecido entre los objetos ex te rnos, si bien ignoramos los poderes y fuerzas de los cuales dependen totalmente este curso-y sucesin regularos.