homilia quinto domingo de cuaresma
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HOMILIA CON MOTIVO DEL QUINTO DOMINGO DE CUARESMATRANSCRIPT
HOMILLIA CON MOTIVO DEL V DOMINGO DE CUARESMA
PARROQUIA EL SALVADOR DE BAEZA
D. MARIANO CABEZA PERALTA
DOMINGO V DE CUARESMA
AÑO A
“Yo mismo abriré vuestros sepulcros y os haré salir de vuestros sepulcros,
pueblo mío”
Llegamos al quinto domingo de Cuaresma, último antes de la Semana
Santa, y recta final de nuestra preparación para vivir los días santos de la
Semana Mayor de la Iglesia, del año litúrgico, de vivencia de nuestra fe, de
renovación de nuestro bautismo.
Cristo nos ha invitado en estas semanas a rechazar cualquier camino que
nos aparte de la voluntad de Dios. Se nos ha mostrado como quien es,
hombre verdadero y Dios verdadero. Nos ha ofrecido el agua que brota de
su costado para lavar nuestra vida y limpiar nuestro pecado. El es la luz
que ilumina los ojos de nuestro ser, luz que nos alumbra el camino que
lleva a la salvación.
En este domingo se nos muestra como Señor de la Vida. La profecía de
Ezequiel se cumple en el Señor porque El es el que abre nuestros
sepulcros, donde reside la muerte, para redimirnos de esa esclavitud, de
esa oscuridad y de esa tiniebla.
Con voz potente Jesús desafía a la misma muerte: Lázaro ven fuera.
Expectación, silencio, miedo, sorpresa, incredulidad, todo se da en un
instante, en un segundo. ¿Qué ocurrirá, qué significa esa orden, quién
puede con la muerte de un hombre que lleva cuatro días enterrado?
El muerto salió de su sepulcro. Y así se cumplió la Escritura: “Yo mismo
abriré vuestros sepulcros y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo
mío”
La respuesta no se hizo esperar. Muchos creyeron en Jesucristo aquel día
por el signo que había hecho. Para otros fue la prueba definitiva para
matar a Jesús, porque cuando no se tienen razones y argumentos sale la
violencia, la crueldad del hombre.
Jesucristo se hizo hombre para salvar al hombre de las cadenas que lo
esclavizaban. El enemigo mayor era la muerte.
La misma Marta y María lo expresan con claridad:
“Señor si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Incluso
cuando Jesús pide quitar la losa del sepulcro Marta le insiste que no lo
haga porque lleva ya cuatro días muerto y huele.
Es cierto que tienen fe en la resurrección al final de los tiempos, igual que
nosotros, pero en la resurrección inmediata costaba mas trabajo creer.
El Señor aprovecha toda ocasión para mostrar la gloria de Dios, del Padre
que lo ha enviado. Algo negativo, doloroso, servirá también para que
todos vean que él es el camino, la verdad y la vida.
Como nos decía San Pablo en la carta a los Romanos nosotros ya vivimos
en el Espíritu. Ese Espíritu, Señor y dador de vida, que habita en nosotros
desde el Bautismo. Esa vida en el espíritu que está llamada a la eternidad.
No somos sólo carne y sangre corruptible, somos por el bautismo hijos de
Dios llamados a vivir para siempre. Cierto que experimentaremos la
muerte corporal, el mismo Cristo tuvo que pasar por ahí, experimentar el
llanto por la muerte de su amigo Lázaro y por su propia muerte. Lo
acompañaremos en la hora santa en el Huerto de Getsemaní con lágrimas
y sudor de sangre.
Pero la muerte no es el final, no es la última palabra. El Espíritu resucitó a
Jesucristo de entre los muertos y el Espíritu nos resucitará a nosotros en el
último día.
La vida del bautizado no termina, se transforma. Esta es nuestra fe y esta
es nuestra esperanza.
Hoy el Señor nos pregunta como a Marta: Yo soy la resurrección y la vida,
el que cree en mí aunque haya muerto vivirá, ¿crees esto?
Es lo que vamos a celebrar en la Semana Santa, la pasión, muerte y
resurrección gloriosa del que es la resurrección y la vida.
Es lo que vamos a renovar en la noche santa de la vigilia pascual: nuestro
bautismo, nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, nuestra fe en la
resurrección de los muertos y en la vida eterna.
Es lo que celebramos cada domingo y cada día en la Santa Misa:
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, Ven Señor Jesús.
Pido al Señor que hayamos aprovechado estas cinco semanas
preparatorias para llegar bien dispuestos a la Semana Santa, a la noche
santa de la Pascua. Bien dispuesto y deseosos de renovar un año más
nuestra fe, nuestra vida cristiana. Que andemos en una vida en el Espíritu
para poder confesar sin duda alguna: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo
de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Que así sea.