homilía 30 de abril

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Homilía 30 de abril “Dichosos vosotros si entendéis estas cosas y las ponéis en práctica”, esta bienaventuranza de Jesús a los discípulos está situada en el contexto inmediato del gesto de servicio de Jesús consistente en lavar los pies de los discípulos. Y es que Jesucristo es en sí mismo la “Palabra abreviada”. En él se concentra y se realiza el conjunto de la Escritura; en él resuenan todas las palabras inspiradas de la Biblia. Y todos los gestos del servicio y la misión de Israel en la historia de salvación. En este tiempo pascual, el Señor resucitado anima, reconoce, confirma a su Iglesia por el dinamismo de la Palabra. Quiere transformar a los seguidores en testigos de la fuerza de la resurrección. Los inicia en la nueva forma de presencia y de acción del de Jesús, convertido en Cristo. Los discípulos continúan la misión de Jesús: son enviados. Pero no basta. Tienen que continuar la práctica de Jesús. “el enviado no es más que el que le envía”. La misión es servicio; el estilo de los misioneros se autentifica en el servicio recíproco. El ejemplo de Jesús instruye y fortaleza a los discípulos. Los prepara para afrontar las dificultades. Tendrán que vivir la traición, como Jesús mismo sufrió la deslealtad de su discípulo Judas. Jesús prepara a los discípulos para el futuro y los previene. Les confiere la certidumbre de la identificación con él: el que los recibe a ellos, en realidad, lo recibe a él, el que lo recibe a él, recibe, en realidad, al Padre. La bienaventuranza de Jesús sobre la praxis de sus gestos nos confronta con nuestra actitud. Nos escudriña sobre nuestros sentimientos de dicha en el seguimiento de la praxis servicial de Jesús. ¿Entiendo yo la praxis del servicio? ¿La continúo en mi vida como actitud permanente? ¿Cuáles son mis luchas por el poder clerical, laical, conyugal o familiar? hoy, como en aquellos films que comienzan recordando un hecho pasado, la liturgia hace memoria de un gesto que pertenece al Jueves Santo: Jesús lava los pies a sus discípulos (cf. Jn 13,12). Así, este gesto —leído desde la perspectiva de la Pascua— recobra una vigencia perenne. Fijémonos, tan sólo, en tres ideas. En primer lugar, la centralidad de la persona. En nuestra sociedad parece que hacer es el termómetro del valor de una persona. Dentro de esta dinámica es fácil que las personas sean tratadas como instrumentos; fácilmente nos utilizamos los unos a los otros. Hoy, el Evangelio nos urge a transformar esta dinámica en una dinámica de servicio: el otro nunca es un puro instrumento. Se trataría de vivir una espiritualidad de comunión, donde el otro —en expresión de Juan Pablo II— llega a ser “alguien que me pertenece” y un “don para mí”, a quien hay que “dar espacio”. Nuestra lengua lo ha captado felizmente con la expresión: “estar por los demás”. ¿Estamos por los demás? ¿Les escuchamos cuando nos hablan? En la sociedad de la imagen y de la comunicación, esto no es un mensaje a transmitir, sino una tarea a cumplir, a vivir cada día: «Dichosos seréis si lo cumplís» (Jn 13,17). Quizá por

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Homila 30 de abrilDichosos vosotros si entendis estas cosas y las ponis en prctica, esta bienaventuranza de Jess a los discpulos est situada en el contexto inmediato del gesto de servicio de Jess consistente en lavar los pies de los discpulos. Y es que Jesucristo es en s mismo la Palabra abreviada. En l se concentra y se realiza el conjunto de la Escritura; en l resuenan todas las palabras inspiradas de la Biblia. Y todos los gestos del servicio y la misin de Israel en la historia de salvacin.

En este tiempo pascual, el Seor resucitado anima, reconoce, confirma a su Iglesia por el dinamismo de la Palabra. Quiere transformar a los seguidores en testigos de la fuerza de la resurreccin. Los inicia en la nueva forma de presencia y de accin del de Jess, convertido en Cristo. Los discpulos continan la misin de Jess: son enviados. Pero no basta. Tienen que continuar la prctica de Jess. el enviado no es ms que el que le enva. La misin es servicio; el estilo de los misioneros se autentifica en el servicio recproco.

El ejemplo de Jess instruye y fortaleza a los discpulos. Los prepara para afrontar las dificultades. Tendrn que vivir la traicin, como Jess mismo sufri la deslealtad de su discpulo Judas. Jess prepara a los discpulos para el futuro y los previene. Les confiere la certidumbre de la identificacin con l: el que los recibe a ellos, en realidad, lo recibe a l, el que lo recibe a l, recibe, en realidad, al Padre.

La bienaventuranza de Jess sobre la praxis de sus gestos nos confronta con nuestra actitud. Nos escudria sobre nuestros sentimientos de dicha en el seguimiento de la praxis servicial de Jess. Entiendo yo la praxis del servicio? La contino en mi vida como actitud permanente? Cules son mis luchas por el poder clerical, laical, conyugal o familiar?hoy, como en aquellos films que comienzan recordando un hecho pasado, la liturgia hace memoria de un gesto que pertenece al Jueves Santo: Jess lava los pies a sus discpulos (cf. Jn 13,12). As, este gesto ledo desde la perspectiva de la Pascua recobra una vigencia perenne. Fijmonos, tan slo, en tres ideas.

En primer lugar, la centralidad de la persona. En nuestra sociedad parece que hacer es el termmetro del valor de una persona. Dentro de esta dinmica es fcil que las personas sean tratadas como instrumentos; fcilmente nos utilizamos los unos a los otros. Hoy, el Evangelio nos urge a transformar esta dinmica en una dinmica de servicio: el otro nunca es un puro instrumento. Se tratara de vivir una espiritualidad de comunin, donde el otro en expresin de Juan Pablo II llega a ser alguien que me pertenece y un don para m, a quien hay que dar espacio. Nuestra lengua lo ha captado felizmente con la expresin: estar por los dems. Estamos por los dems? Les escuchamos cuando nos hablan?

En la sociedad de la imagen y de la comunicacin, esto no es un mensaje a transmitir, sino una tarea a cumplir, a vivir cada da: Dichosos seris si lo cumpls (Jn 13,17). Quiz por eso, el Maestro no se limita a una explicacin: imprime el gesto de servicio en la memoria de aquellos discpulos, pasando inmediatamente a la memoria de la Iglesia; una memoria llamada constantemente a ser otra vez gesto: en la vida de tantas familias, de tantas personas.

Finalmente, un toque de alerta: El que come mi pan ha alzado contra m su taln (Jn 13,18). En la Eucarista, Jess resucitado se hace servidor nuestro, nos lava los pies. Pero no es suficiente con la presencia fsica. Hay que aprender en la Eucarista y sacar fuerzas para hacer realidad que habiendo recibido el don del amor, muramos al pecado y vivamos para Dios (San Fulgencio de Ruspe).