hombre y mujer, la diversidad fundamental

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El Domingo es el Día del Señor EL TESTIMONIO DEL LIBRO DEL GÉNESIS 1 Dios ha querido en su infinita misericordia que seamos seres de encuentro, que podamos incluir desde la realidad que Él bendijo todo lo que Él ha creado. Hombre y Mujer , la Diversidad Fundamental No siempre afirmamos con firmeza que Dios mismo es el creador de la diversidad fundamental. Dios une en su Amor lo diverso Lo maravilloso que presenta este domingo la primera lectura, lo podemos resumir en tres puntos: Primero: Dios es el primero que se preocupa de la soledad del ser humano. No está bien que viva en soledad, dice el Señor. Es decir, Dios mismo se da cuenta, en el proceso evolutivo de su obra de creación, que no es bueno que el ser humano quede atrapado en una situación de soledad. Y esto le interesa de sobremanera, tanto así que va a provocar algo absolutamente novedoso para proporcionar así una ayuda adecuada a esta situación que, sin duda, pone en riesgo al ser humano que está creando. Segundo: surge, entonces, por iniciativa del mismo Dios, esta ayuda adecuada que aparece claramente en dos cualidades: en igual dignidad, pero al mismo tiempo diverso, distinto. Dios no crea un par, crea originalidad y diversidad. Y crea sacando al ser humano de sí mismo, para que no quede estancado contemplando su soledad, sino para con esta ayuda adecuada poder encontrarse al contemplar a alguien distinto pero al mismo tiempo igual con la cual se sorprende y maravilla. Tercero: el texto concluye haciendo una afirmación que no puede pasar inadvertido: por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre para unirse a su mujer y serán los dos una sola carne. Es decir, es voluntad de Dios que el ser humano tenga un padre y una madre. ¿Por qué? Porque esa diversidad fundamental es capaz de provocar vida en abundancia y es el contexto en donde el ser humano puede madurar plenamente para un día salir y formar otra unidad fundamental. (Continúa página siguiente)

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Page 1: Hombre y Mujer, la Diversidad Fundamental

El Domingo es el Día del Señor

EL TESTIMONIO DEL LIBRO DEL GÉNESIS

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Dios ha querido en su infinita misericordia que seamos seres de encuentro, que podamos incluir desde la realidad que Él bendijo todo lo que Él ha creado.

Hombre y Mujer, la Diversidad Fundamental

No siempre afirmamos con firmeza que Dios mismo es el creador de la diversidad fundamental. Dios une en su Amor lo diverso

Lo maravilloso que presenta este domingo la primera lectura, lo podemos resumir en tres puntos: Primero: Dios es el primero que se preocupa de la soledad del ser humano. No está bien que viva en soledad, dice el Señor. Es decir, Dios mismo se da cuenta, en el proceso evolutivo de su obra de creación, que no es bueno que el ser humano quede atrapado en una situación de soledad. Y esto le interesa de sobremanera, tanto así que va a provocar algo absolutamente novedoso para proporcionar así una ayuda adecuada a esta situación que, sin duda, pone en riesgo al ser humano que está creando. Segundo: surge, entonces, por iniciativa del mismo Dios, esta ayuda adecuada que aparece claramente en dos cualidades: en igual dignidad, pero al mismo tiempo diverso, distinto. Dios no crea un par, crea originalidad y diversidad. Y crea sacando al ser humano de sí mismo, para que no quede estancado contemplando su soledad, sino para con esta ayuda adecuada poder encontrarse al contemplar a alguien distinto pero al mismo tiempo igual con la cual se sorprende y maravilla. Tercero: el texto concluye haciendo una afirmación que no puede pasar inadvertido: por eso

abandonará el hombre a su padre y a su madre para unirse a su mujer y serán los dos una sola carne. Es decir, es voluntad de Dios que el ser humano tenga un padre y una madre. ¿Por qué? Porque esa diversidad fundamental es capaz de provocar vida en abundancia y es el contexto en donde el ser humano puede madurar plenamente para un día salir y formar otra unidad fundamental. (Continúa página siguiente)

Page 2: Hombre y Mujer, la Diversidad Fundamental

El Domingo es el Día del Señor

SEMANA DE LA FAMILIA

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EL AMOR A DIOS NACE, VIVE Y SE COMPARTE EN FAMILIA. Es decir: este es el mejor contexto para que el amor se desarrolle. Lo que no lo hace excluyente, pero le asigna un valor agregado desde el cual se gestan personas dispuestas a amar e incluir a todos . En definitiva, una familia gestada en este querer de Dios no está llamada a una misión de juicio sobre el mundo, sino de amor y misericordia. Y en misión permanente tiende la mano a todos aquellos que por distintas situaciones no cuentan con la gracia de un padre o una madre presente . Como la Sagrada Familia de Nazaret, capaz de incluir en su seno a todos y bendecirlos en el Amor de Jesús, el Hijo amado del Padre, que no quiere que nadie se pierda. Pregunta: ¿ES NUESTRA EXPERIENCIA DE AMOR FAMILIAR MOTOR MISIONERO PARA ANUNCIAR A TODOS LA MISERICORDIA DE DIOS?

(Viene de la página anterior) Tener la gracia de un padre, tener la gracia de una madre, vivir la vida familiar, según el modelo que nos presenta la Sagrada Familia de Nazaret, no es un juicio en contra de los modelos de familia variados que hoy, por muchas causas, se dan en nuestra realidad. La vida familiar que se gesta en el querer de Dios, nos invita a abrirnos a la voluntad sanante de Dios, voluntad divina que quiere que nadie se extravíe. Hasta tal punto que ha querido Él mismo acercarse a la realidad que vive el ser humano para mostrar su rostro en la faz de su Hijo muy amado y desde esta claridad invitarnos a no desfallecer ni claudicar con todas nuestras fuerzas en llegar a vivir la experiencia de contar en la tierra con familias donde aparezca con claridad y distinción la presencia de un Padre, de una Madre y de hijos que aprenden en este contexto a ser hermanos de humanidad. Pues toda diversidad existente si no toca en su raíz y fundamento en lo que Dios ha quer ido desde s iempre, es tá en r iesgo permanente de fracasar. Y no hay situación más tremenda que un ser humano fracase en su intento d e v i v i r , d e a m a r y d e s e r a m a d o permanentemente.

El icono que preside esta semana el altar doméstico de la familia es una invitación a dejarnos acoger por aquel que fija su mirada en nosotros con mirada de niño. Jesús nos recibe con mirada adulta pero con rostro de niño. Invitándonos a entra en diálogo con el misterio de la vida. Misterio que se concretiza cada vez que contemplamos a los más pequeños, a aquellos que sabemos necesitan de nuestro apoyo. Por eso que inmediatamente el icono también nos presenta la figura de una madre (la Virgen Maria) que acoge y contempla este misterio con mirada profunda y honda, señalando sin ingenuidad, lo que significa ser madre y esposa. Su mirada parece detenerse en la profecía del anciano Simeón (una espada atravesará tu corazón). El efecto de esta profecía es doble. Jesús crucificado, muerto en cruz, recibirá una lanza en su costado que abrirá su corazón y derramará su misericordia sobre toda nuestra humanidad, hoy desangrada todavía por los horrores de la guerra y la violencia. Ella, la Virgen, le toma su pierna a Jesús, su hijo, no para detener su camino, sino para sostenerlo con su amor maternal y animarlo, a pesar del dolor profetizado como espada en su corazón, a cumplir con la misión que el Padre de los cielos le tiene asignado. Detrás de la madre y el hijo, aparece la figura serena de San José que mira a Jesús y espera recibir por medio de la bendición que su hijo señala con su mano, centro del icono, el cumplimiento del anuncio del Señor en sus sueños. Confirmando así lo referente al tronco de Jesé, florecido en la misión de su paternidad encomendada para custodiar a quien salvará a Israel. La vara que sostiene en su mano, anticipa el florecimiento de la vida que se va a derramar por medio de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Y finalmente, en un plano final, aparecen los padres de María: Ana y Joaquín. Ellos representan la poderosa intercesión y el núcleo fundamental desde donde surge una hija de Dios. Una madre y un padre que, abiertos a la voluntad de Dios, gestan finalmente hijos paraDios, para ponerse humildemente al servicio del Altísimo.