hojas en la tormenta: el destierro de la dignidad en la masacre de nanjing

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Artículo publicado en Revista Raíces de Expresión. “El Destierro”. Número VIII, 2011. Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. Pp.19-33. HOJAS EN LA TORMENTA: EL DESTIERRO DE LA DIGNIDAD EN LA MASACRE DE NANJING. Por Pablo Ampuero Ruiz. ¿Cómo podemos explicar que el Ejército Imperial Japonés, de tradición Samurai, se haya bajado los pantalones públicamente, en masa, ante los ojos del mundo, creyendo que se exhibí a solamente en una remota ciudad asiática llamada Nanking?” Lin Yutang. “Una hoja en la tormenta”. INTRODUCCIÓN. Sin lugar a dudas, uno de los periodos más importantes y latentes de la historia contemporánea del Asia Pací fico fue la expansión imperialista de Japón desde fines del siglo XIX. Al parecer, el sincretismo alcanzado por la influencia occidental, se significó en la combinación de la tecnologí a y la táctica de los foráneos, con las particularidades propias de una sociedad por muchos siglos militarizada. En este proceso, Japón hizo gala de su creencia como una sociedad superior que debí a cumplir la misión de educar a los inferiores en un camino virtuoso. En el presente caso de análisis, esos “otros” fueron el pueblo chino, en particular, los habitantes de Nanjing, capital de la República de China (1911-1949), quienes sufrieron la implacable crueldad del ejé rcito imperial. La Masacre de Nanjing (南京大屠杀nánjīng dàtúshā), como se conoce a este acontecimiento en China 1 , no significótan só lo la destrucción de la capital de la República de China en tiempos de guerra, sino también el destierro de la dignidad humana, donde la ejecución a sangre frí a, la violación de niñas, adultas y ancianas, la tortura y la extorsión eran ley. Esto no só lo conllevóun exilio fí sico, un inmenso movimiento de masas desde Nanjing hasta Wuhan 2 y posteriormente a Chongqing, sino también un destierro psicológico de la dignidad que, pulverizada por la resignación, el temor y la frustración, constituye hoy uno de los pilares fundamentales de la identidad construida en China. El destierro, tal como plantea Silvia Jensen, no constituye tan só lo la expulsión del individuo de su historia y un desgarro para el paí s. Cuando algunos ciudadanos son colocados al 1 Otras conceptualizaciones sobre el asunto son: “la violación de Nanjing”, presente en la esfera occidental, o “el incidente de Nanjing”, masificado en la academia japonesa. En el presente trabajo se utiliza prioritariamente la conceptualización de Masacre, en consecuencia de ser una de las más utilizadas y reconocidas en el mundo. v. Askew, David. “The Nanjing Incident: Recent research and trends”. En: Electronic Journal of Contemporary Japanese Studies [En Línea]. 4 de abril de 2002. Revisado en: 15 de Julio de 2010. Disponible en: http://www.japanesestudies.org.uk/articles/Askew.html 2 En publicaciones antiguas, puede leerse que la primera movilización del gobierno de la República de China fue de Nanjing a Hankou o Hankow, lo cual es correcto, ya que hoy en dí a se comprende que Hankou, junto a Wuchang y Hanyang conforman las 3 partes de Wuhan, la capital de la provincia de Hubei. V. Travel China Guide. Wuhan History. En Lí nea. Revisado en 15 de Noviembre de 2010. Disponible en: http://www.travelchinaguide.com/cityguides/hubei/wuhan/

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Los conflictos políticos y de identidad construidos en base a la persistencia de la memoria. La Masacre de Nanjing como un punto de inflexión en la historia moderna de China y las relaciones sino-niponas.

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Artículo publicado en Revista Raíces de Expresión. “El Destierro”. Número VIII, 2011. Instituto

de Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. Pp.19-33.

HOJAS EN LA TORMENTA: EL DESTIERRO DE LA DIGNIDAD EN LA

MASACRE DE NANJING.

Por Pablo Ampuero Ruiz.

“¿Cómo podemos explicar que el Ejército Imperial

Japonés, de tradición Samurai, se haya bajado

los pantalones públicamente, en masa, ante los

ojos del mundo, creyendo que se exhibía solamente

en una remota ciudad asiática llamada Nanking?”

Lin Yutang. “Una hoja en la tormenta”.

INTRODUCCIÓN.

Sin lugar a dudas, uno de los periodos más importantes y latentes de la historia

contemporánea del Asia Pacífico fue la expansión imperialista de Japón desde fines del siglo

XIX. Al parecer, el sincretismo alcanzado por la influencia occidental, se significó en la

combinación de la tecnología y la táctica de los foráneos, con las particularidades propias de una

sociedad por muchos siglos militarizada. En este proceso, Japón hizo gala de su creencia como

una sociedad superior que debía cumplir la misión de educar a los inferiores en un camino

virtuoso. En el presente caso de análisis, esos “otros” fueron el pueblo chino, en particular, los

habitantes de Nanjing, capital de la República de China (1911-1949), quienes sufrieron la

implacable crueldad del ejército imperial. La Masacre de Nanjing (南京大屠杀nánjīng

dàtúshā), como se conoce a este acontecimiento en China1, no significó tan sólo la destrucción

de la capital de la República de China en tiempos de guerra, sino también el destierro de la

dignidad humana, donde la ejecución a sangre fría, la violación de niñas, adultas y ancianas, la

tortura y la extorsión eran ley. Esto no sólo conllevó un exilio físico, un inmenso movimiento de

masas desde Nanjing hasta Wuhan2 y posteriormente a Chongqing, sino también un destierro

psicológico de la dignidad que, pulverizada por la resignación, el temor y la frustración,

constituye hoy uno de los pilares fundamentales de la identidad construida en China.

El destierro, tal como plantea Silvia Jensen, no constituye tan sólo la expulsión del

individuo de su historia y un desgarro para el país. Cuando algunos ciudadanos son colocados al

1 Otras conceptualizaciones sobre el asunto son: “la violación de Nanjing”, presente en la esfera

occidental, o “el incidente de Nanjing”, masificado en la academia japonesa. En el presente trabajo se

utiliza prioritariamente la conceptualización de Masacre, en consecuencia de ser una de las más

utilizadas y reconocidas en el mundo. v. Askew, David. “The Nanjing Incident: Recent research and

trends”. En: Electronic Journal of Contemporary Japanese Studies [En Línea]. 4 de abril de 2002.

Revisado en: 15 de Julio de 2010. Disponible en:

http://www.japanesestudies.org.uk/articles/Askew.html

2 En publicaciones antiguas, puede leerse que la primera movilización del gobierno de la República de

China fue de Nanjing a Hankou o Hankow, lo cual es correcto, ya que hoy en día se comprende que

Hankou, junto a Wuchang y Hanyang conforman las 3 partes de Wuhan, la capital de la provincia de

Hubei. V. Travel China Guide. Wuhan History. En Línea. Revisado en 15 de Noviembre de 2010.

Disponible en: http://www.travelchinaguide.com/cityguides/hubei/wuhan/

“borde de la historia”, la exterioridad geográfica y el desplazamiento fuera de los límites del

Estado que son expresión y consecuencia de una derrota política, sancionan también una

expulsión simbólica que perpetua el exilio más allá de los cambios políticos-institucionales o

viajes de retorno individuales o grupales3. De esto se sigue la trascendencia del destierro en los

pueblos, que se configura, por un lado, como consecuencia de la movilización fuera de los

horizontes conocidos, y, por otro, como una exoneración simbólica, que se presenta por la

destrucción de orden, por la humillación,la injusticia y la violencia que coinciden en un

momento y un espacio histórico. Jorge Domingo Cuadriello ha señalado que “el estudio del

exilio es un viaje por el mundo de la dignidad”4, y es precisamente aquello lo que se busca

destacar en este trabajo. El destierro, es decir, la separación del sujeto de su realidad -física o

simbólica-, es, ante todo, una violación de su dignidad, del respeto que le merece la pertenencia

y el reconocimiento. Es un quiebre con su identidad y su modo de ser. En el caso de Nanjing,

fue la huida hacia otros territorios con otras dinámicas sociales, a la vez que el cambio del orden

en el propio territorio. La invasión japonesa trajo consigo la humillación, la aculturación y un

nivel de violencia que despojó a los habitantes de las ciudades ocupadas de toda integridad.

Los sucesos de Nanjing gozan de un amplio espectro de investigaciones y puntos de

vista, tanto en China como en Japón e incluso en los Estados Unidos, siendo algunos de los

puntos centrales del debate, la polémica en torno a la cantidad y naturaleza de las víctimas, la

delimitación territorial de la ciudad, las dificultades para desarrollar una política de

reconciliación, etc., frente a lo cual se han establecido distintas escuelas de pensamiento.5 Sin

perjuicio de lo anterior, en el presente trabajo se busca analizar las consecuencias psico-sociales

de la Masacre de Nanjing en la construcción de una identidad común que perdura hasta hoy en

día, a más de 70 años de estos sucesos. El problema principal consiste en evaluar la proyección

de la memoria de la Masacre de Nanjing en el desarrollo de un imaginario y una práctica en el

escenario de las relaciones sino-japonesas, enfocado en dos fenómenos: el destierro físico (la

migración forzada) y el destierro psicológico (las víctimas de la ocupación). A partir de lo

anterior, se postula que la construcción de la relación identitaria entre ambas naciones, se

justifica plenamente en la persistencia en la memoria de ese destierro inconcluso. Para esto, se

establecen tres puntos de análisis: en primer lugar estudiar de manera general el desarrollo y las

particularidades históricas de la Masacre de Nanjing; en segundo lugar, los elementos psico-

sociales presentes en ambos fenómenos, para luego analizar la utilización del acontecimiento en

la construcción de las identidades de ambos bandos; finalizando con una valoración del asunto

en la situación actual de las relaciones entre los Estados chino y japonés.

CIUDAD DE VIDA Y MUERTE.

El marco general de la ocupación de la República de China se fundamenta en tres

elementos contextuales de importancia. En primer lugar, el imperialismo que desde fines del

siglo XIX impulsó la dominación colonial de un grupo de potencias industriales, lo cual se

potenció después del crack del 29, que obligó a los países industrializados a salir en búsqueda

de nuevos espacios productivos, a la apertura de nuevos mercados que les permitiesen controlar

su propia economía. Esta caída generó una gran depresión, que mantuvo al mundo en ciernes

3 Jensen, Silvia I. Suspendidos de la historia/exiliados de la memoria. El caso de los argentinos

desterrados en Cataluña (1976-...). Tesis doctoral dirigida por Dr. Josep María Solé i Sabaté.

Departament d'Història Moderna i Contemporània, Facultat de Filosofia i Lletres, Universitat

Autònoma de Barcelona, 2004. 30.

4 Cuadriello, Jorge D. El Exilio Republicano Español en Cuba. Siglo XXI Editores, Madrid, 2009.XVII.

5 Para una revisión general de este debate, v. Askew, David. Op. Cit.; también v. Fogel, Joshua. “The

Nanjing Massacre in History and Historiography”. University of California Press, California, 2000.

durante una década, y motivó que naciones particularmente desfavorecidas enarbolaran las

banderas del nacionalismo filo-fascista (Alemania, Italia, Japón) e impulsaran una política

expansionista. Tal como ha afirmado el lingüista y ensayista norteamericano Noam Chomsky,

desde su particular visión crítica e irónica, “el interés de Mussolini por las 'poblaciones

liberadas' de Etiopía no era menos fervoroso. Lo mismo pasaba con los objetivos de Japón en

Manchuria y el norte de China y con sus sacrificios en la creación de un 'paraíso terrenal' para

esos sufridos pueblos y en la defensa de sus gobiernos legítimos de los 'bandidos' comunistas.

Nada más conmovedor que la 'sublime responsabilidad' japonesa de fundar un 'Nuevo Orden' en

1938 para 'asegurar la estabilidad permanente de Asia Oriental' basada en la 'ayuda mutua' de

Japón, Manchuria y China en 'los campos políticos, económico y cultural', en 'la defensa

conjunta contra el comunismo' y en el progreso cultural, económico y social”6.

En términos específicos, la caída del tercio de las exportaciones niponas en Estados

Unidos, más la crisis de la demanda interna, generó el argumento perfecto para invadir el

Nordeste de China, en forma tal de aprovechar los ricos recursos de la región. John King

Fairbank señala que “el primer intento del Japón militarista por conquistar China se concretó

con la ocupación de Manchuria en 1931, la que se transformó en una invasión en gran escala

desde 1937 hasta 1945”7, intensificación estratégica que coincide con una nueva crisis en el

seno del capitalismo, y que presionó al Imperio del Sol Naciente por recursos frescos que le

permitiesen sustentar la demanda interna y los gastos bélicos, en la concreción de su “Nuevo

Orden”.

El segundo elemento corresponde al contexto de la Segunda Guerra Mundial, marcado

por la exacerbación ideológica de la “nación” y el “honor nacional”, la “superioridad racial” y la

intención unilateral de ciertas naciones por cumplir con la “responsabilidad” de guiar al resto

hacia un “nuevo orden”, con un declarado carácter anticomunista. En este contexto, Bai Shouyi

señala que los japoneses “estaban ansiosos por atacar a China en gran escala en un intento por

suprimir las fuerzas anti-fascistas en sus tierras, estableciendo y extendiendo su dominio

colonial a través de la China continental, y y fortalecer su posición enfrentados a Estados

Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética”8. Complementariamente, hay que considerar que,

militarmente, el escenario era favorable: la caída de los Qing en 1911, las dificultades propias de

una República en fundación y la guerra civil entre comunistas y nacionalistas, tenía a China

sumida en un caos que Japón supo aprovechar en su favor9.

Finalmente, el tercer elemento presente, igualmente interrelacionado, corresponde a la

formación de la identidad japonesa en el siglo XX. En palabras de Iris Chang, “la identidad

japonesa en el siglo XX fue forjada en un sistema de mil años, en donde la jerarquía social se

estableció y sostuvo a través de la competencia marcial”10

, materializado en un ideal de vida el

bushido (“el camino del guerrero”). Esto último, unido a su aislamiento, templó un carácter

particular predispuesto para la guerra. La humillación vivida por la isla en manos del comodoro

Matthew Perry, cuando los Estados Unidos le obligaron a abrir sus puertos al comercio en 1854,

fue la chispa que inició el camino a la modernización del Estado y del ejército, ideal logrado tras

la restauración Meiji, con el claro convencimiento de construir un “¡rico y poderoso país!”. La

6 Chomsky, Noam. Hegemonía o supervivencia. Editorial Norma. Bogotá. 2004. 71.

7 Fairbank, John King. China, una nueva historia. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1996. 377.

8 Bai Shouyi (ed.). An outline history of China. Foreign Language Press, Beijing, 2008. 605.

9 Ibíd. 605

10 Chang, Iris. The rape of Nanjing, the forgotten holocaust of World War II”. Penguin Books, New

York, 1997. 19.

imagen que Chang nos muestra es bastante clara: “para finales del siglo XIX, Japón estaba listo

para flexionar sus músculo, probando su nuevo poderío contra sus vecinos asiáticos. En 1876 el

gobierno Meiji despachó a Corea una fuerza naval de dos artilleros y tres transportistas y forzó

al gobierno coreano para firmar un acuerdo comerciar -un movimiento que recuerda

inquietantemente a lo que Perry había hecho con Japón”11

. En consecuencia, después de Corea

se preparaba la históricamente ansiada invasión de China, bajo la misma lógica de dominación.

El historiador chino Sun Zhaiwei es bastante claro y preciso al señalar la ruta que siguió

la invasión japonesa hasta el asalto de Nanjing: “El principio [de la invasión de Japon a China]

puede ser rastreado hasta poco después de la Restauración Meiji, cuando las fuerzas japonesas

invadieron Taiwan en 1874, este fue seguido por la Guerra Sino-Japonesa (1894-1895), el

incidente de Jinan (1928), y el Incidente del 18 de Septiembre (1931). Finalmente, el 7 de Julio

de 1937, Japón comenzó su invasión a gran escala de China, desde Pingjin a Songhu y

últimamente a la capital, Nanking”12

. De todos estos eventos, es fundamental destacar el

“Incidente del 18 de septiembre”, debido a que es el primer gran paso que dio el ejército japonés

en su avance hacia la capital de la República de China.

La noche del 18 de septiembre de 1931, las tropas japonesas dinamitaron las líneas

ferroviarias de Liutiaohu, en la provincia de Liaoning. En lo sucesivo, comenzaron a realizar

ataques al Cuartel de Mando del Ejército Chino del Nordeste y a Shenyang, capital de la

provincia de Liaoning. El llamado “Incidente del 18 de septiembre” (“九一八”事变“jiǔyībā”

shìbiàn), vio el amanecer con la ciudad totalmente ocupada por las tropas niponas. Entre tanto,

Jiang Jieshi (Chiang Kai-Shek) daba órdenes al Comandante del Ejército del Nordeste, Zhang

Xueliang, de no oponer resistencia para no empeorar la situación, ya que el Partido Comunista

constituía su principal preocupación. La decisión del líder del Guomingdang desembocó en la

consolidación del poder japonés en el 'Manzhouguo' (Manchuria), convirtiendo a Puyi, el último

emperador de la dinastía Qing, quien había abandonado el trono hacía mucho tiempo, en

emperador títere13

. En palabras del destacado sinólogo francés, Jacques Gernet, “tanto por la

amenaza que constituía para el régimen de Chiang Kai-shek como por las consecuencias que

tendría sobre la vida política china, la invasión de Manchuria por las tropas japonesas merece

ser considerada como el acontecimiento más importante de este período de la historia de

China”14

. No puede ser de una envergadura menor, en consideración de que la conquista de la

región nordeste de China impulsó cuantiosamente el potencial productivo del Japón, lo cual

permitió disponer de recursos frescos para el sustento y ampliación de la guerra.

El avance de las tropas japonesas por China logró poner en jaque a la resistencia y la

sustentabilidad económica de la República misma. Según datos entregados por Sun Zhaiwei, el

total de bajas chinas entre el combate de Lüshun, el “Incidente de Jinian” (1928), el “Incidente

de 18 de septiembre” (1931) y el “Incidente del 7 de julio” (1937), fue de 66.607 personas, entre

civiles y militares, alcanzando un costo económico sobre los 20.030.000.000 yuanes. Estas

cifras nos indican que, si bien es posible comprobar la resistencia china al avance japonés, la

política de primacía de la vía diplomática desarrollada por Jiang Jieshi, al menos hasta el

incidente del Logouqiao (Puente Marco Polo, suceso también conocido como el “Incidente del 7

de Julio” - “七七”事变 “qīqī”shìbiàn), cuando “el Gobierno Nacional vaciló en su actitud sobre

11

Ibíd. 23.

12 Sun Zhaiwei. “Causes of the Nanking Massacre”. En: Fei Fei Li; Sabella, Robert & Liu, David.

Nanking 1937: Memory and healing. East Gate Book, New York, 2002. 35.

13 Liu Zepeng 刘泽彭. 中国历史常识 Zhōngguó lìshǐ chángshì. Sinolingua, Beijing, 2009. 213.

14 Gernet, Jacques. El mundo chino. Editorial Crítica, Barcelona, 2005. 562.

el incidente y adoptó una política de 'ni sumisión ni agravio'”15

, permitió la entrega de vastas

extensiones territoriales al Japón con una relativamente baja cantidad de muertos, pero a un

costo económico altísimo. En consecuencia, cuando el Imperio del Sol Naciente se dispuso dar

un golpe estratégico a la República de China, Shanghai y Nanjing fueron los dos puntos

determinantes. Por un lado, Shanghai era uno de los principales puertos chinos, a partir del cual

se lograban altísimas entradas que permitían, entre otras cosas, sustentar la guerra; y por otro,

Nanjing era la capital de la República. En términos estratégicos, se sostenía que la caída del

centro económico debilitaría poderosamente a las fuerzas enemigas y que, por tanto, la caída del

centro político sería el punto gravitante para la rendición del país.

En consecuencia, el 13 de agosto de 1937 las tropas niponas se dejaron caer sobre

Shanghai. Japón esperaba una conquista con relativa facilidad, pero Jiang Jieshi dispuso de sus

mejores fuerzas en la resistencia, lo cual no fue suficiente y al mes de noviembre Shanghai

quedó ocupada por Japón. De ahí en adelante, la historia pasa por ese obscuro y tenebroso

callejón al que algunas veces vuelve, donde “la perplejidad de la irracionalidad de la muerte,

mucho más cuando ésta es colectiva y sin sentido alguno, sigue sin ser comprendida”16

. Un

destacamento del Ejército Imperial del Japón avanzó por la línea férrea Shanghai-Nanjing (ver

mapa nº 1), asaltó Suzhou y Wuxi y se dispuso a asediar Nanjing desde el noreste. La segunda

columna se proyectó desde el sur del lago Taihu y, luego de arrasar con Jiaxing y Wujiang, se

dividió en dos columnas: una se movilizó desde Langxi hacia el norte, asentándose al sur de las

murallas de la ciudad; la otra división se ubicó en Xuancheng, en línea para atacar Wuhu,

pretendiendo inhabilitar la retirada del gobierno de Nanjing.17

El 8 de diciembre comenzaron

los enfrentamientos en las cercanías de la ciudad y al día siguiente la aviación nipona arrojaba

panfletos sobre la ciudad, donde se señalaba que “no se mostraría clemencia alguna con los que

resistían, que serán tratados con extrema severidad, pero no serán heridos los civiles inocentes

ni el personal militar que no manifieste hostilidad. Si sus tropas luchan, la cultura que ha durado

por un milenio será reducida a cenizas”18

. El 10 de diciembre se inició el bombardeo y en dos

días la ciudad amanecía ahogada en el llanto de la sangre derramada, en el dolor de la violencia

que recién germinaba. Era el inicio de “la Violación”. Sólo entre los dos días de ardua batalla, el

Guomingdang (GMD) alcanzó las 100.000 bajas; de ahí en adelante, el registro sería de

alrededor de 260.000 muertes y entre 20.000 y 80.000 violaciones.19

Lamentablemente, estas

cifras no nos sensibilizan tanto como la aguda descripción que realizó Edgar Snow en su

“Scorched Earth”, al relatar que “miles de hombres fueron sacados de la Zona de Seguridad,

[…] los pusieron en filas y los ametrallaron. Algunas veces, grupos de gente eran usados para

prácticas de bayoneteo. Cuando los vencedores se aburrían de un deporte tan simple, amarraban

a sus víctimas, derramaban queroseno sobre las cabezas y las quemaban vivas. Otros eran

llevados a trincheras vacías y se les decía que simularan que eran soldados chinos. Los oficiales

japoneses guiaban a sus hombres a asaltar y capturar estas 'posiciones enemigas' y mataban con

la bayoneta a los defensores desarmados. […] Cualquier mujer entre las edades de 10 y 70 años

era violada. Las que nadie quería eran bayoneteadas por soldados borrachos. Con frecuencia,

madres tenían que ver cómo degollaban a sus bebés y después someterse a la violación. Una

15

Bai Shouyi, Op. cit. 606.

16 Caraballo, Ciro. “La memoria de la muerte como patrimonio colectivo”. En: Argos. Vol. 25, nº 49,

2008. 85.

17 Bai Shouyi. Op. cit. 613.

18 Grecko, Témoris. “El genocidio olvidado de Nanjing”. En: Life & Style. Enero 2007. 79.

19 Chang, Iris. Op. cit. 102. Las cifras consideran las acciones acaecidas en la ciudad más sus seis

distritos periféricos. Para una revisión general respecto de esta polémica, v. Askew, David. op. cit. En

Línea.

madre dijo que al ser violada, el soldado se molestó por el llanto de su bebé, le puso un edredón

en la cabeza para asfixiarlo y poder terminar su asunto en paz... Unos 50.000 soldados quedaron

sueltos por más de un mes en una orgía de violación, asesinato y saqueo que no tiene igual en

tiempos modernos”20

. Más allá de los motivos y/o justificaciones posibles de estos actos,

juzgados por los Tribunales Militares de Tokio y Nanjing, lo que se busca evidenciar en este

trabajo es la emergencia de una consciencia socio-política, cuya memoria rescatada, construida,

resulta determinante a la hora de comprender las relaciones entre los Estados chino y japonés.

Una consciencia del dolor, de la muerte, de la humillación y del destierro, significados en un

sentir nacional y en una alteridad socio-política.

LA HUIDA O LA RESIGNACIÓN.

La guerra trae todo tipo de cambios en una sociedad, especialmente en las más abatidas.

La economía se vuelve inestable, el pánico inunda las ciudades y, frente a la amenaza de un

poderoso enemigo, a los habitantes de Nanjing sólo les quedaron dos alternativas: huir y dejar

todo atrás, o quedarse e intentar sobrevivir. En contextos de guerra, ambas decisiones son

complicadas: por un lado, dejar el hogar, con la incertidumbre del retorno y de la recuperación

de lo dejado; y, por otro, quedarse y resignarse a una lucha en franca desventaja.

Los que pudieron huir, huyeron, y es así como las multitudes se agolpaban en el escape

a Chongqing: “millones de personas llegaban al interior desde la costa, abandonando sus

hogares y ciudades, arrastrándose a través de las montañas y cruzando ríos, huyendo de la

matanza en masa, en una invasión incomprensible de un enemigo incomprensible”21

. En cifras

estimables, Gernet señala que en el transcurso de seis meses, la nueva capital pasa de 200.000

habitantes a más de un millón.22

Estos auto-exiliados no tan sólo rompieron el vínculo físico y

cultural que les ataba a su antigua ciudad, a la vida de una ciudad-capital, a la arquitectura

propia de un tesoro de la dinastía Ming, sino también el vínculo con su propia identidad. En la

huida se perdía todo, la familia quedaba desterrada de su condición social, de sus privilegios, de

su propia integridad por la pérdida de uno de sus miembros, de su dignidad por la calamidad

vivida. No importaba quién se hubiese sido; al fin y al cabo, en las incomodidades de una

ciudad colapsada por bocas que alimentar, muchos debían dormir bajo las estrellas, vestir con

ropajes de fenecidos, comer migas peleadas con los ratones y ser testigos del temor y la muerte,

que nunca permitían ser olvidados. Sin embargo, tal como señala el ensayista y literato chino

Lin Yutang, “la rabia silenciosa y reconcentrada de cuatrocientos cincuenta millones de personas

debe ser una inmensa fuerza histórica, y esto puede tener alguna relación con el heroísmo de

nuestros soldados y el espíritu y la unidad de la nación”23

, dando el testimonio de que, en el

seno de estos migrantes, una vez que se asumía la depresión sobre Nanjing, no quedaba más que

abocarse a la guerra, a la lucha por la dignidad desterrada. En su relato nos muestra cómo “casi

no se veían refugiados en las calles, por haber marchado al interior, la mayor parte por sus

propios medios, con los parientes que tenían en las provincias. Ahora, en su lugar, Hankow

[Wuhan] veía todos los días pasar ejércitos y pertrechos de guerra con destino al frente, y al

transporte de maquinaria para las fábricas, río arriba. Todos los días zarpaban vapores llevando

refugiados, estudiantes y profesores, y equipo industrial por el río, hacia Chunking

20

Snow, Edgar. “Scorched Earth” (1941). Citado en: Grecko, Témoris. Op. cit. 84

21 Lin Yutang. Una hoja en la tormenta. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1985. 210.

22 Gernet, Jacques. Op. cit. 564.

23 Lin Yutang. Op. cit. 276.

[Chongqing]”24

. Es en estos espacios de albergue desde donde se retoman las fuerzas que nutren

los frentes, donde se trata a los heridos, donde se ora, se conversa y se solidariza. Son nuevos

espacios de convergencia (de experiencias, de nacionalidades, etc.), que permiten conocer

distintas realidades, nutrirse del “espíritu nacional” de acción, lo cual se traduce en un espacio y

tiempo de socialización y unidad bajo el contexto de la guerra, que impulsa el retorno, la lucha

contra el destierro físico. En consecuencia, a través de la migración forzada, es posible

visualizar la configuración de dos espacios, uno de pérdida, nostalgia e incertidumbre, y otro de

solidaridad, optimismo y acción25

.

En otro plano, están los que se quedaron. Tras la ocupación del 13 de diciembre de 1937

siguieron seis semanas de tortura, asesinatos y violaciones masivas de civiles chinos. En

palabras de Iris Chang, “los Japoneses sistemáticamente a los habitantes de la ciudad mientras

revisaban casa a casa en búsqueda de soldados chinos en Nanking. Pero también masacraron a

los chinos de los suburbios cercanos y la campiña. Los cuerpos se apilaban afuera de las

murallas de la ciudad, a lo largo del río (que literalmente se tornó rojo de sangre), en estanqyes

y lagos, y por cerros y montañas”26

. Es así como se llenaban páginas de diarios, artículos de

periódicos y archivos fotográficos que relataban el dolor de Nanjing. El periódico británico

“The Times” titulaba un artículo del 18 de septiembre de 1937, “Terror en Nanking, saqueo y

asesinato: La brutalidad del conquistador”. En él se relataba que “hombres jóvenes que podrían

haber sido soldados y varios agentes de la policía eran reunidos en grupos de ejecución, como se

comprobó con los cuerpos vistos posteriormente acumulados en pilas. Las calles estaban

cubiertas de cadáveres, incluso de inofensivos ancianos”27

. En este contexto surge la iniciativa

de los extranjeros avecindados en Nanjing, quienes conforman la Zona Internacional de

Seguridad, a fin de proteger a los habitantes. Sin embargo, la hostilidad del Ejército Imperial

Japonés no respetó del todo el convenio. Al respecto, el testimonio dejado por el diario de John

Rabe resulta de gran importancia. El “Buen Alemán de Nanjing” –como se titula la publicación

de su diario-, presidente del Comité Internacional de extranjeros en la ciudad, escribió una carta

a las autoridades japonesas, donde señalaba que “¡los 27 extranjeros en la ciudad en ese

momento [de la invasión] y nuestra población china estaban totalmente sorprendidos por el

reino de asalto, rapiña y asesinato iniciado por sus soldados en el día 14! ¡No encontramos a una

simple patrulla japonesa […]! ¡Ayer, a plena luz del día, un grupo de mujeres del Seminario

fueron violadas en la mitad de una gran habitación llena de hombres, mujeres y niños! Los 22

occidentales no podemos alimentar a 200.000 civiles chinos y protegerlos noche y día. […] Si

usted puede otorgarles protección, ¡nosotros podemos ayudar a alimentarlos!. Si este proceso de

terrorismo continúa, será cercano a casi imposible localizar a los trabajadores para hacer

funcionar los servicios esenciales”28

. El testimonio de Rabe es vital para comprender el

problema central del presente trabajo, ya que el terror, la humillación, la resignación, la cualidad

común de un grupo social victimizado, son elementos catalizadores de una fuerza movilizadora

de gran poder -como hace notar Lin Yutang-, del nacionalismo.

Las guerras no se ganan sólo con heroísmo y espíritu de unidad nacional; la posibilidad

de dar vuelta un escenario desfavorable radica en tres elementos concretos: organización,

24

Ibíd. 276-277.

25 Sobre el exilio como espacio de pérdida y solidaridad, v. Jensen, Silvia I. Op. Cit. 69.

26 Chang, Iris. Op. cit. 46.

27 The Times. “Terror in Nanking, looting and murder: The conqueror’s brutality. Londres. 18 de

diciembre de 1937. 12.

28 Rabe, John citado en Chang, Iris. Op. cit. 118. La cursiva es nuestra.

estrategia y fuerzas efectivas29

. En esto, el Partido Comunista de China jugó un rol fundamental,

a partir de donde surge gran parte de su legitimidad y proyección. En 1937, el Guomingdang

(GMD) logra un acuerdo con el Partido Comunista de China (PCCh) para enfrentarse juntos

contra las fuerzas japonesas, transformando al Ejército Rojo del noreste en el VIII Ejército de

Ruta, contando con la dirección de los audaces generales comunistas Zhu De, Peng Dehuai y Ye

Jianying; para septiembre se constituía el Frente Único Nacional Antijaponés. La extensión,

estrategia y versatilidad combativa de las fuerzas comunistas fueron tremendamente eficaces,

por lo que se ganaba la confianza de la población con cada victoria alcanzada30

. En este

contexto Mao Zedong escribió el libro Sobre la Guerra Prolongada, donde planteaba el carácter

del enfrentamiento contra las fuerzas niponas. En el texto, Mao enfatiza que “los requisitos

fundamentales para la victoria China sobre el Japón son la unidad nacional, los progresos en

todos los aspectos, en una escala diez, cien veces mayor que en el pasado”31

, lo que sugiere el

peso gravitante del nacionalismo como fuerza impulsora del espíritu de lucha. Ahora bien, tal

como se ha planteado, este nacionalismo no sólo es consecuencia de una creación histórica del

aiguo (爱国“amor a la patria”) -compuesta por 56 etnias-, sino que, en sí mismo, se potencia en

la dicotomía conquistado/conquistador, donde los sujetos “subalternizados”, o más bien,

desterrados de su dignidad o condición identitaria, toman consciencia de sí y para sí,

permitiendo aunar sus esfuerzos libertarios en una acción dirigida por un núcleo orgánico que se

legitimaba no sólo en los aspectos político-ideológicos y militares, sino también en los socio-

culturales.32

En consecuencia, Lin Yutang nos daba una pista clave cuando hablaba de la

concentración de la rabia de cuatrocientos cincuenta millones de personas como una fuerza

histórica, constituyente del heroísmo de los soldados y del espíritu y unidad de la nación. Se

afirmaba con fuerza en que “nuestra nación, la nación china, tiene coraje para combatir al

enemigo hasta la última gota de sangre, determinación para recobrar con sus propias fuerzas

todo cuanto ha perdido, y capacidad para levantarse sobre sus propios pies entre las demás

naciones”33

. Esa nación que invocan tanto Lin Yutang como Mao Zedong, es una sociedad

heterogénea, pluricultural, plurilingüística34

. Lo que se convoca es lo trascendente a los chinos,

el espíritu de unidad, de osadía, de perseverancia. En definitiva, indudablemente, gran parte del

nacionalismo contemporáneo y de la legitimidad del Partido Comunista, surge de esta premisa y

en este contexto, lo cual se proyecta en la política internacional del Gobierno chino, y,

claramente, establece una tensión permanente con el Japón.

29

Clausewitz, Karl Von. De la guerra. Editorial Agebe y Terramar Ediciones, Buenos Aires, 2005. 71

30 Gernet, Jacques. Op. Cit. 564.

31 Mao Tse Tung. “Sobre la guerra prolongada (Mayo de 1938)”. Selección de Escritos Militares.

Ediciones en Lenguas Extranjeras. Beijing. 1967. 287.

32 Sobre los aspectos socio-culturales del socialismo chino y su incidencia en la época de transición

Imperio-República-Socialismo, v. Rojas, Robinson. La guardia roja conquista China. Ediciones ML.

Santiago de Chile. 1968. Una segunda visión puede encontrarse en Snow, Edgar. China: La larga

revolución. Editorial Alianza. Madrid. 1974; este último más centrado en el proceso de la Revolución

Cultural.

33 Mao Tse Tung. “Sobre la táctica de la lucha contra el imperialismo japonés” (27 de diciembre de

1935). Obras Escogidas, t. I. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Beijing. 1972. 184.

34 Diario del Pueblo. “Libro Blanco: Unidad étnica ha sido una constante en la historia de China”.

Beijing, 28 de septiembre de 2009, En Línea. Disponible en:

http://spanish.peopledaily.com.cn/31621/6769803.html

NANJING... ¿QUÉ?

La cruda imagen de un fusilamiento de civiles, de un bebé llorando en medio de cuerpos

inertes repartidos por la ciudad o de un cúmulo de mujeres cuyos cuerpos desharrapados

evidencian la crueldad de una guerra violenta y enfermiza, no son cuadros de una sórdida obra

de Artaud ni corresponden a una descripción dantesca; son parte de los cientos de imágenes de

archivo que podemos revisar sobre la obscura ocupación de Nanjing. Imágenes que hoy nutren

la memoria del pueblo chino, ese patrimonio cultural colectivo que determina un pensar y un

hacer, no sólo en la opinión cotidiana y privada que se da en la sobremesa, sino también en la

actitud diplomática del gobierno y la reacción social de sus ciudadanos cuando el otro presiona

la llaga de este sensible tema. Y es que difícilmente puede ser de otra manera, en especial

cuando comprendemos que “la memoria, a diferencia de la información a partir de los datos, es

una construcción emocional, es un ideal reconstituido a partir de la experiencia”35

, surge desde

las entrañas de sus víctimas, de las cuales muchas niegan cualquier posibilidad de

reconciliación.

Nanjing es un punto de controversia historiográfica. Parece obligatorio señalar en

cualquier investigación al respecto que “no existe consenso” o que “la reconciliación es algo

muy lejano”, y esto, por supuesto, porque contrapone las construcciones identitarias

fundamentales de dos espacios históricamente contrapuestos: China y Japón, en algunos

aspectos tan unidos, y en otros, tan divergentes. Ahora bien, como en Historia no hay concepto

casual ni relato inocente, y tal como las naciones requieren discursos que legitimen su realidad,

los historiadores han propuesto distintas visiones, que claramente se circunscriben a

determinadas ideologías. No da lo mismo hablar de masacre, violación, incidente o atrocidades,

ya que sus persistencias en la memoria, como símbolo de aprehensión de la realidad, incide en

la comprensión y el peso histórico que los hombres y mujeres que componen un campo social

determinado –parafraseando a Bourdieu- otorgan a los hechos históricos. Por tanto, el

acontecimiento se proyecta en la sociedad de una manera diametralmente distinta, que va desde

la masacre hasta el incidente o, más radical aún, el negacionismo.

Siguiendo a David Askew, el escenario historiográfico sobre Nanjing en Japón puede

ser dividido en tres tendencias fundamentales: 1) Incidente de Nanjing – Escuela Ilusionista

(maboroshi-ha), quienes definen la cifra en “varios miles”; 2) La Escuela a Mitad de Camino

(chūkan-ha), que sostienen las bajas entre 13.000 (Itakura Yoshiaki) y 38.000-42.000 (Hata

Ikuhiko); y 3) La Escuela de la Gran Masacre (daigyakusatsu-ha), que sostienen las muertes

entre 100.000 y 200.000 (Kasahara Tokushi).36

¿Cómo es posible que existan diferencias tan

abismales? Askew, profesor asociado en Ritsumeikan Asia Pacific University37

(Japón), ha

señalado que “las enormes diferencias entre las varias estimaciones sobre la escala de las

atrocidades japonesas en Nanjing son, al menos en parte, debidas a las diferencias en la

definición de conceptos como 'Nanjing' y 'Masacre'”38

. En consecuencia, dentro de la Academia

Japonesa no existe una definición clara y consensuada acerca de conceptos mínimos de

entendimiento, como “Nanjing” –en función de convenir el espacio a analizar, la cantidad de

distritos integrados, etc.- o “masacre” –en cuanto a la valoración numérica neta o proporcional

al número de habitantes, o si sólo se contabilizan civiles y no soldados de uniforme, lo cual

35

Caraballo, Ciro. Op. cit. 88.

36 Askew, David. Op. cit. En línea.

37 Sólo como dato anexo, esta Universidad posee un Instituto Confucio.

38 Askew, David. Op. cit. En línea.

desemboca en la polémica acerca de cuántos soldados se cambiaron a ropas de civiles y

actuaron entre la población, etc.- Cuestiones que parecen básicas para desarrollar una

investigación histórica seria y fidedigna. Sin embargo, la tensión política entre estas escuelas es

tal, que las probabilidades de consensuar un entendimiento son muy lejanas.

Con respecto a lo anterior, podemos categorizar políticamente a las escuelas. La Escuela

Ilusionista está ligada a sectores conservadores. En palabras de David Askew, “principalmente

se compone de pensadores conservadores, que no son historiadores profesionales, y de los tres

grupos es, fácilmente, la que posee un mayor número de miembros no militantes [lay

memebers]”39

, lo cual se puede explicar porque los textos escolares, después de la crisis del

Negacionismo, están fundamentados en esta Escuela. Por otro lado, la Escuela A Mitad de

Camino podría considerarse la más rigurosa y equilibrada en términos disciplinarios, ya que

busca trabajar los documentos de manera más crítica40. Finalmente, la Escuela de la Gran

Masacre se vincula a sectores de izquierda. Su mapa de análisis es mucho más amplio que el

resto de las escuelas (consideran los seis distritos de Nanjing) y en términos de construcción del

discurso, “es claramente la más sofisticada, contando entre sus miembros a un gran número de

académicos que dotan de un gran poder de autoridad a sus investigaciones”41

.

Sin perjuicio de lo anterior, existe una última tendencia, que más que historiográfica es

eminentemente político-ideológica: el Negacionismo. Joseph Chapel, en una de las revisiones

generales más notables sobre este tema, ha señalado que “dos de los más grandes genocidios del

siglo XXI fueron el holocausto y la Masacre de Nanjing. Sin embargo, ambos incidentes han

sido negados desde el día en que ocurrieron, y siguen siéndolo hoy a pesar de la gran cantidad

de evidencia que muestra que ambos, de hecho, ocurrieron”42

. En otras palabras, tal como en el

holocausto nazi, la masacre de Nanjing ha sido negada por grupos de interés vinculados a los

sucesos, desde el momento mismo de su acontecer. A este respecto, Lewis Smith, un misionario

norteamericano y profesor de sociología en la Universidad de Nanjing, escribía una carta a sus

amigos americanos, donde señalaba: “¡Lo último ahora proviene del papel japonés que han

encontrado once asaltantes chinos armados quienes fueron culpados de todo! -y agrega- Bueno,

si cada uno violó de 100 a 200 mujeres día y noche por dos semanas y se arrancó con los

$50.000 reportados, ¡ellos eran unos chinos bien poderosos cuando el Ejército Japonés se ha

adelantado sobre todos esos derechos en la ciudad!”43

. John Rabe, por su parte, escribía en su

diario el 21 de diciembre de 1937: “no pueden haber más dudas de que los japoneses están

quemando la ciudad, presumiblemente para borrar todas las huellas de su saqueo y robo”44

. Bajo

historias de este tipo, el Ejército Imperial buscaba ocultar la realidad, impulsando la negación de

la verdad de Nanjing. Este movimiento fue bastante importante bajo el reinado de Hirohito,

debido a que desde ese nivel del poder se propugnaba la censura de sucesos como los de

39

Askew, David. Ibíd. En línea.

40 v. Yamamoto, Masahiro. Anatomy of an Atrocity. Praeger Publishers. Connecticut. 2000.

41 Akew, David. Op. cit. En línea.

42 Chapel, Joseph. Denying genocide: the evolution of the denial of the Holocaust and the Nanjing

Massacre. En: Marcuse. UCSB History 2004. UCSB Press. California. 2004. 20.

43 Archives of the United Board for Christian Higher Education in Asia, Record Group No. 11. RG 10:

Box 4 Folder 64: "P-T". Cód. NMP0091. “March 8, 1938 "Dear Friends in God's Country”. Letter

from Lewis and Margaret Smythe in Nanjing to United Christian Missionary Society in Indianapolis,

IN re. current situation in Nanjing. 2.

44 Rabe, John. The good man of Nanking: the diary of John Rabe” [Ed. Erwin Wickert]. Alfred A. Knopf

Publisher. New York. 1998. 84.

Nanjing. Sin embargo, tras su muerte se ha podido discutir mucho más respecto a los crímenes

del Japón en la II Guerra Mundial, hasta que “en 1997, los textos escolares fueron librados de la

censura y la verdad fue dicha, marcando un increíble salto adelante e la parte japonesa”45

. No

obstante, la persistencia de ciertas críticas ultra-conservadoras no deja de tener un importante

nivel de influencia.

El escenario en China es muy distinto. Existe un consenso en la amplitud territorial

analizada –Nanjing y sus seis distritos- así como en la cifra oficial de víctimas: 300.000 muertes

y 80.000 violaciones, que en gran medida son compartidas a nivel mundial. La diferencia

fundamental se debe a que “el Tribunal de Tokio verificó varios tipos de evidencia y concluyó

que 20.000 chino murieron en la Masacre de Nanjing. La conclusión general del Tribunal de

Nanking fue que hubo más de 30.000 víctimas”46

. En otras palabras, para los chinos goza de

mayor legitimidad su investigación (enviada por el Gobierno Republicano de Jiang Jieshi a una

comisión internacional), por sobre la realizada por los propios japoneses –compuesta por una

comisión de “aliados”- que evaluaron su actuar en combate. El Tribunal de Tokio exoneró a la

familia imperial, donde se incluía al príncipe Yasuhiko Asaka, comandante de las fuerzas

japonesas durante la ocupación de Nanjing, después de la cual fue promovido. En esto cabe

preguntarse, por ejemplo, sobre una justa valoración de ambos tribunales en la historiografía, o

el por qué de la ausencia del Tribunal de Nanjing en los relatos fuera de la Academia china.

La discusión historiográfica en torno a Nanjing es compleja; tanto así, que estas

discusiones tan propias de nuestra disciplina, calan hondo en la construcción de las identidades

y, más aun, en las relaciones establecidas a partir de una historia abierta, de una herida que aun

se siente, de un dolor en permanencia. Ya que, tal como se ha evidenciado, la historiografía no

es ajena al destierro, y sus consecuencias se proyectan en el plano social, nutriendo una praxis a

partir de la persistencia de la memoria, del recuerdo y del olvido.

DIGNIDAD, IDENTIDAD Y FUTURO

La inexistencia de un proceso de reconciliación entre China y Japón en el nivel político

se proyecta en el campo social con un permanente resentimiento, por la dignidad perdida tras la

violación de un ejército a todo un país. En este sentido, Pu Xiaoyu ha señalado que “las heridas

causadas por los crimenes de guerra japoneses se siguen sintiendo en lo profundo de la sociedad

china”47

. Desde la perspectiva china, esto no mejorará mientras en Japón se insista en retornar

al dolor con visitas oficiales al templo Yasukuni -donde residen los restos de 14 criminales de

guerra clase A, la más grave gradación de este tipo, condenados por el Tribunal Militar

Internacional para el Lejano Oriente48-, o construyendo discursos históricos que niegan el

pasado.

Aquí hay una cuestión clave que es preciso reiterar: Nanjing, como suceso histórico,

constituye parte fundamental de la identidad nacional china. No es coincidencia que el mismo

año en que se cumplían 60 años del discurso fundacional de la República Popular, junto al

estreno de “La Fundación de una República” (17 de septiembre 2009, China), se preparara el

terreno con dos lanzamientos fílmicos sobre la Masacre de Nanjing: “John Rabe” (2 de abril

45

Chapel, Joseph. Op. cit. 37.

46 Pu Xiaoyu. “The Nanking Massacre, justice and reconciliation: a chinese perspective”. En:

Perspectives. Vol. 6, Nº 3. September 30, 2005. 25.

47 Ibíd. 23.

48 Grecko, Trémoris. Op. cit. 81.

2009, Alemania-China) y “¡Nanjing! ¡Nanjing! Ciudad de vida y muerte” (22 de abril 2009,

China). Justamente, cuando el año 2011 se cumplirán 80 años del “incidente del 18 de

septiembre”, que marca el inicio de lo que los chinos llaman como “La gran humillación”. El

sentido de la unidad, en el seno de la legitimidad del Partido Comunista y de la Revolución

china, así como el espíritu nacional, tan característico al parecer de muchos especialistas, radica

en Nanjing, y, tal como señala Pu Xiaoyu “de todas las atrocidades de guerra de los japoneses,

la Masacre de Nanking ha sido, especialmente desde la perspectiva china, la más sobresaliente y

emocionalmente simbólica en la relación Sino-Japonesa”49

.

Nanjing es una herida latente, aún no sanada. Por un lado, porque los políticos

japoneses no han mostrado mucha voluntad de disculparse y, por otro, porque la oposición de

ambos nacionalismos ha impedido un mejor diálogo. Como ya se mencionaba, uno de los

puntos más conflictivos gira en torno al Templo Yasukuni. Si bien el actual emperador del

Japón, Akihito, ha preferido abstenerse de visitarlo, al menos cuatro primeros ministros lo han

hecho: Yasuhiro Nakasone en 1985, Ryutaro Hashimoto en 1996, y Junichiro Koizumi, al menos

una vez al año en su mandato entre 2001 y 2006, y el actual Primer Ministro Shinzo Abe, quien

levantó una polémica en 2006 tras su visita. Sin embargo, este último ha suscitado mucha más

controversia por sus publicaciones oficiales que han planteado la negación de la utilización de

“mujeres de confort” en la Segunda Guerra Mundial o la eliminación de la categoría de

“criminales de guerra” a los militares condenados por el Tribunal de Tokio.50

La relación entre ambas naciones ha girado largamente en torno a este asunto. Por citar

algunos ejemplos recientes, en 2003 “400 turistas japoneses en una orgía de tres días con 500

prostitutas chinas, en el aniversario de la ocupación japonesa de 1931, reavivó el recuerdo de los

abusos cometidos por los soldados japoneses durante la guerra”51

. En 2005 se aprobaron

oficialmente libros de textos escolares en los que, “además de negar Nanjing, se usa el

eufemismo de 'mujeres de confort' en lugar de esclavas sexuales para describir los burdeles

militares”52

. Y hoy en día, la polémica levantada en torno a la captura de la tripulación de una

embarcación pesquera china que colisionó con una guardiamarina nipona en las costas de las

islas Daoyu/Senkaku –en disputa territorial- hace resurgir el sentimiento nacional, nutrido por la

humillación de la dominación imperial y por el dolor de un destierro que está lejos de llegar al

final de su derrotero y que se materializa en fuertes polémicas diplomáticas.

REFLEXIONES FINALES.

Las relaciones entre China y Japón han sido siempre complejas. Peter Hays ha llegado a

plantear que “debido a la centralidad de Japón para la identidad nacional de China, las historias

49

Pu Xiaoyu. Op. cit. 22.

50 Para profundizar en esta polémica, v. MacNeill, David. “History redux: Japan's textbook battle

reignites”. En: Japan Policy Research Institute [En Línea]. Working paper nº 107, Junio de 2005.

Revisado en: 15 de Julio de 2010. Disponible en:

http://www.jpri.org/publications/workingpapers/wp107.html. También revisar v. Salzberg,

Chris. “Abe's 'normal' Japan”. En: Znet [En Línea]. 5 de Octubre de 2006. Revisado en: 15 de Julio de

2010. Disponible en: http://www.zcommunications.org/abes-normal-japan-by-chris-salzberg

51 BBC Mundo. “Claves: China vs Japón”. En Línea, 22 de Abril de 2005. Revisado en: 15 de Julio de

2010. Disponible en:

http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/international/newsid_4472000/4472837.stm

52 Grecko, Trémoris. Op. cit. 82.

de las relaciones Sino-Japonesas se erigen como asuntos extremadamente sensibles”53

. En esta

perspectiva, no son sólo los hechos los que sensibilizan aun más las relaciones, sino también la

lectura que de ellos se ha realizado hasta la actualidad.

En el presente trabajo se ha puesto en evidencia el fenómeno del exilio físico como un

escape a las atrocidades, que permitió una rearticulación de la resistencia china a partir de la

fermentación de un sentimiento nacional y heroico, donde se comprendía que sólo la lucha daría

la libertad, el retorno de la dignidad desterrada. Por otro lado, se ha visibilizado un fenómeno

olvidado: el destierro de la humanidad de quienes decidieron o debieron quedarse. Este punto

resulta de particular interés al entender la dimensión de la experiencia: violaciones, matanzas y

atrocidades que destruyeron el temple de sus testigos. La humanidad fue desterrada de la

materia corporal de estos chinos residentes, que debieron ver la muerte de su familia, la

violación de sus mujeres, vivir en carne propia la hoja fría de un sable japonés o morir de

desesperación en uno de los tantos entierros de humanos vivos, dejando de lado los despojos

materiales, incendios y bombardeos. ¿No significa acaso aquella orgía de violación, asesinato y

saqueo –como ha descrito Edgar Snow- un destierro permanente de la dignidad de sus

víctimas?¿De qué manera se pueden sanar heridas que constituyen un patrimonio colectivo del

dolor y la muerte?

En otro nivel de análisis, se ha puesto en evidencia la polémica historiográfica en torno

a Nanjing. Difícilmente se podrá dar respuesta a las preguntas planteadas mientras no se pueda

configurar una historia que salde sus cuentas con la verdad. La persistencia de elementos

políticos conservadores o ultra-conservadores en el escenario japonés, ha dificultado una

reconciliación entre ambos bandos, precisamente, porque la posibilidad de que el gobierno

japonés pida perdón por las atrocidades es muy lejana. Ahora bien, la proyección de esta

dignidad despojada, aun no resuelta se ha materializado en la membrana más sensible del

pueblo chino, ya que constituye parte integrante y fundamental de su identidad presente. La

ofuscación que nos muestra Peter Hays al relatar que “la idea de que los occidentales puedan

agrupar a chinos con japoneses los enfurece”54

, nos muestra la intensidad de un conflicto social

proyectado en el ámbito político con tensas relaciones, siempre al borde del conflicto, siempre

al borde de un quiebre diplomático.

La China de hoy se ha templado al clamor de sus dolorosas luchas, en las cuales creó la

unidad y legitimidad de su liderazgo político, por lo que Nanjing, siempre será un hito

recurrente al hablar sobre su construcción. Sin embargo, el destierro de la dignidad de los chinos

bajo la Masacre de Nanjing, y su prevaricación contemporánea en la historiografía japonesa y

universal –como reclamaba Iris Chang-, es una deuda con la verdad. El destierro de esta

dignidad errante podrá ver luces de su fin cuando se valoren las conclusiones del Tribunal de

Nanjing, cuando se rescate su memoria en el patrimonio mundial del dolor, donde una actitud

mucho más constructiva permita reflexionar en torno a las heridas del pasado, y asumirlas en

conjunto.

53

Hays, Peter. China's new nationalism: pride, politics and diplomacy. University of California Press,

Berkeley, 2004. 36.

54 Ibíd. 37.

DOCUMENTOS CITADOS.

Archives of the United Board for Christian Higher Education in Asia, Record Group

No. 11. RG 10: Box 4 Folder 64: "P-T". Cód. NMP0091. “March 8, 1938 "Dear Friends

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ANEXOS

ANEXO Nº1: Mapa de la Ciudad de Nanjing 1937. Ciudad de Nanjing, Zona de Seguridad

Internacional, sectores de incendios y zonas de matanzas.

Fuente: Chang, Iris. The rape of Nanjing, the forgotten holocaust of World War II”. Penguin Books, New York, 1997.

ANEXO Nº2: Imágenes desde Nanjing. Todas las imágenes fueron tomadas desde el Archivo

del Memorial de las Víctimas de la Masacre de Nanjing por los Invasores Japoneses, disponible

en: http://www.nj1937.org/english/massacre_3.asp

2

1

3

4

1. Ejecuciones Públicas

2. Enterramientos de ciudadanos vivos

3. Víctimas infantiles. En la imagen se

observa un niño de 7 años de edad

muerto en el hospital producto de siete

puñaladas.

4. Violaciones. En la fotografía se

muestra a una mujer embarazada que

tras la violación se le cortó el estómago,

dejando sus entrañas al aire libre.

5. Quemados. Ciudadanos empapados

en combustible y encerrados en

edificios fueron quemados vivos.

5