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www.diocesisciudadreal.es Año XXXI – N.º 1534 ConVosotros SEMANARIO DE LA IGLESIA EN CIUDAD REAL Domingo, 1 de abril de 2012 Nadie tiene amor más grande

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Hoja Diocesana del Obispado de la Diocesis de Ciudad Real

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www.diocesisciudadreal.es Año XXXI – N.º 1534

ConVosotrosSEMANARIO DE LA IGLESIA EN CIUDAD REAL

Domingo, 1 de abril de 2012

Nadie tiene amor más grande

Domingo, 1 de abril de 2012

Más de 2.200 visitantes en el «Creo II» Los jóvenes llenaron Almagro de arte y fe

El Encuentro «Creo II» en torno a la Biblia cosechó un gran éxito con la visita de 2280 personas a la exposición. Además, a esta cifra hay que sumar a todos aquellos que solo visitaron parte del recorrido y a todos los turistas «sor-prendidos» por un Almagro lleno de jóvenes explicando nuestro libro sagrado.

Las calles de Almagro se llenaron los pasados 3 y 4 de marzo de cientos de jóvenes que explicaban la Bi-blia a los visitantes. La exposición, que mezclaba canto, audiovisuales, decorados y representaciones teatrales, consiguió reunir a más de 2.200 personas que hicieron un recorrido de casi tres horas lleno de color y arte.

En su segundo año, la exposición fue preparada por la Delegación de Pastoral Juvenil de la Diócesis con la ayuda de jóvenes de diversas localidades. Comenzando por el Antiguo Testamento, el recorrido bíblico mostra-ba la historia de la salvación a través de las representa-ciones de distintas escenas, llegando a su culmen con la resurrección de Cristo y el envío de la Iglesia «hasta los confi nes de la tierra».

De esta manera, y durante todo el fi n de semana, los visitantes pudieron disfrutar del trabajo de meses de los jóvenes que, con un presupuesto mínimo, reciclaron cual-quier cosa para crear decorados impresionantes. Los de-corados en la ermita de San Juan y los escenarios de la Úl-tima Cena y la Crucifi xión habían de ser efímeros, pero no por ello los jóvenes dejaron de invertir horas de su tiempo libre para crear espacios que parecían permanentes.

Por otro lado, los actores casi improvisados, narraron diversos pasajes evangélicos que concluían en la afi rma-ción de la divinidad de Cristo por el Centurión y la tea-tralización de la resurrección. Para terminar, todos los vi-sitantes pudieron ver distintas «biblias», tanto en idiomas como traducciones y soportes, concluyendo con la Palabra de Dios en los teléfonos móviles y en las redes sociales.

En defi nitiva, un gran acierto y una apuesta no solo por los jóvenes, sino de los jóvenes por su Iglesia.

Las «estatuas vivas» del Antiguo Testamento, situadas en el claustro alto de los Dominicos,

impresionaron gratamente a los visitantes.

Colecta por los Santos Lugares«Promover en los fieles cristianos el amor a la Tierra del Señor»

El próximo Viernes Santo en toda la Iglesia Universal, se realiza la co-lecta por las comunidades cristianas en Tierra Santa. Debemos apoyar a los cristianos que viven en uno de los lugares más difíciles del mundo para profesar la fe cristiana. Fr. Emé-rito Merino Abad, Comisario de Tie-rra Santa, nos dice:

«En estos días de Semana santa no podemos por menos de poner en nuestros corazones el lugar y las es-cenas que se vivieron en el Cenácu-

lo, en Getsemaní, en la Vía Dolorosa y, sobre todo, en el Santo Sepulcro ya que este es el lugar más santo de la creación porque aquí Cristo redi-me a la humanidad, aquí vence al mayor enemigo del mundo, la muer-te. ¡Aquí resucita! El corazón de esta tierra es Jerusalén y en esta ciudad se dieron los grandes acontecimien-tos que recordamos y celebramos en estos días. Vosotros peregrinos que lo conocéis, trasportaros con vuestra mente y vuestra meditación y viven-cia será distinta.

En la Semana Santa, junto al re-cuerdo de estos Santos Lugares, hay que recordar, de manera especial, a las comunidades cristianas que viven allí en un mundo difícil y complejo y que allí están haciendo presente a to-dos los cristianos del mundo».

Portada: Cristo de la Merced, de la Parroquia de Argamasilla de Alba.

Domingo, 1 de abril de 2012

Carta de nuestro Obispo

Los niños hebreos, llevando ramos de olivo, sa-lieron al encuentro del Señor aclamando Hosan-na en el Cielo». Es el canto de la Iglesia que nos introduce en la Semana Santa y que deja fuera a los fariseos, a los que pareció excesivo el entu-

siasmo y el reconocimiento de Jesucristo como el «Hijo de David» y «Mesías», de tal manera que nos dice el Evangelio de San Lucas: «Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos”. El replicó: “Os digo, que si estos callan, gritarán las piedras”».

En esta Semana Santa, en la que se actualiza un año más el Misterio Pascual (la Pasión, Muerte y Resurrección de Je-sucristo), los católicos todos nos hemos de sentir empujados a dar también nuestra respuesta de fi delidad al Señor. Con-fesar que Jesucristo es el Hijo de Dios que ha venido a salvar a todos los hombres: varones y mujeres de toda raza, cultura y condición social y que por lo mismo es el Evangelio: «La Buena Noticia» que siempre se espera cuando alguien tiene conciencia de estar aplastado, explotado u oprimido por el peso de sus propios pecados, por la injusticia, la necesidad de un trabajo convenientemente pagado, el hambre o la in-certidumbre ante un futuro sin expectativas de salida.

Si a Jesucristo le pidieron los fariseos que reprendiera a los discípulos para que callaran, tampoco será extraño que a los que ahora formamos la Iglesia se nos pida que calle-mos cuando reclamamos el reconocimiento de la dignidad de la persona y del bien común. Cierto es que los entusias-tas discípulos del Domingo de Ramos desaparecieron en el Viernes Santo cuando se podían poner en peligro haciendas y hasta la vida misma.

A los católicos nos llama la Semana Santa, quiero decir el Misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor

que celebramos, nos llama a con-fesar que Jesús es el Hijo de Dios, el que tenía que venir, el que se entregó en la Cruz para mostrar cómo Dios Padre ama a la Huma-nidad. Nos ayuda San Pablo a penetrar en este Misterio de Amor: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra noso-tros? Él que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entre-gó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justi-fi ca. ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?; ¿la afl icción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritu-ra: “Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza”. Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado» (Romanos, 8, 31-35).

Ciertamente la Semana Santa no es un recuerdo sin más de lo que pasó. La celebración de la Iglesia tiene el poder de hacer presente a Jesucristo en el momento presente y no como un misterioso rito ajeno a los que lo repiten, sino como quienes se reúnen en Asamblea Litúrgica para actualizar en sus vidas lo que el Señor nos quiere entregar con su Espíritu desde el día de nuestro Bautismo que nos hizo «en Él» ¡Hi-jos de Dios! Llamados, pues, a identifi carnos con su suerte entregando también nuestras vidas a Dios Padre para «que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de su verdad». Así mantenemos viva nuestra esperanza en Jesu-cristo, en el triunfo del Hijo del Hombre.

Vuestro obispo,

Si a Jesucristo le pidieron los fariseos

que reprendiera a los discípulos

para que callaran, tampoco será extraño que a los que ahora formamos la Iglesia

se nos pida que callemos

La Semana Santa no es un recuerdo sin más

de lo que pasó. La celebración de la Iglesia

tiene el poder de hacer presente a Jesucristo

Los que tenían que entender, no entienden

Domingo, 1 de abril de 2012

Por José Felipe Fernández. Delegado de Pastoral Juvenil.

Estad siempre alegres en el Señor

El Domingo de Ramos se celebra en toda la Iglesia la Jornada Mundial de la

Juventud, que se celebra en este día todos los años, pero cuya re-percusión ha sido mayor con la celebración de los distintos en-cuentros mundiales. Recorda-mos especialmente el encuentro que tuvo lugar en agosto el año pasado primero en nuestra dió-cesis y luego en Madrid.

En el fondo de la celebración de la Jornada Mundial de la Ju-ventud dentro de la Semana Santa pueden entreverse dos ele-mentos:

El primero es el Domingo de Ramos, en el que los jóvenes hebreos salen a aclamar a Jesús como el Mesías. La fuerza de la juventud hace que la entrada de Cristo en Jerusalén sea la anunciada por los profetas. También estamos viendo en este momento cómo muchos jóvenes confi esan a Cristo como el centro de su vida aun con las difi cultades que, mu-chas veces, pone la sociedad para vivir la fe cristiana. Pero, además, debemos seguir animando a los jóvenes a que pro-clamen su fe en Jesucristo. Los jóvenes no sois el futuro de la Iglesia, sino que sois el presente de esta Iglesia y hay que seguir proclamando con fuerza «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!»

Pero junto a este momento de efusividad, hay otro mo-mento en la Semana Santa ligado a la fi gura de un joven. Es Juan, el discípulo más joven, el que reclinó en la Última Cena su cabeza sobre el pecho de Jesús y el que acompaña a su Señor hasta los pies de la cruz. Cada joven de nuestra diócesis, en esta Semana Santa, tiene que vivir el compromi-so de acompañar a Jesús desde la entrada triunfal en Jerusa-lén hasta la cruz. Y así disfrutar de la presencia resucitada de Cristo en su vidas. La dureza de las cruces personales pueden llevarnos a abandonar la fe, pero nuestra fe se fun-damenta en el crucifi cado, en el que a los ojos humanos es despreciado. Cada joven debe vivir su vida desde la cruz de Cristo, porque solo el que está bajo la cruz puede recibir la entrega de la Madre: «Ahí tienes a tu Hijo».

El que pasa por este proceso de aclamación–cruz–resu-rrección es el que puede invitar a los demás y proclamar «Estad siempre alegres en el Señor» (Flp 4, 4). Esta frase de San Pablo y que es el lema de la Jornada Mundial de la Juventud de este año debe ser un incentivo para que los jó-venes de nuestra diócesis continúen su deseo de ser evan-gelizadores, en los momentos alegres o en los momentos de cruz.

La alegría de la fe vivida en común nos impulsa a sentir que el amor de Dios se sigue derramando en muchos jóve-nes y que ellos serán los que lleven la luz de la fe a muchos otros.

En diciembre de 2010 nuestra diócesis recibió la Cruz y el Icono de los jóvenes. Aquí, cientos de jóvenes acompañan a la Cruz junto a María

en la Iglesia de San Ignacio, Ciudad Real.

¿Por qué hay Luna llena en

Semana Santa?Más de uno y más de una vez, se habrán preguntado

por qué la Semana Santa no tiene una fecha fi ja. La res-puesta es que la Iglesia quiso desde el principio, conme-morar la muerte de Jesús el mismo día que lo relatan los evangelios. Y este acontecimiento histórico ocurrió du-rante la gran fi esta judía de la Pascua, en la que el pueblo hebreo hacía memoria de la liberación de su esclavitud en Egipto. Los judíos se rigen por el calendario lunar y esta fi esta la celebraban el día 15 del mes de Nissân (lo que viene a ser, para nosotros, el mes que transcurre en-tre el 21marzo al 23 abril).

Por eso el calendario de Semana Santa se rige por el día en que cae el Domingo de Pascua o Resurrección, que es el domingo siguiente a la luna llena del mes de Nissân, es decir, el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera.

Cuando el Viernes Santo contempléis la luna llena re-cortada por la silueta de una cruz, recordad que la luna no brilla por sí sola, sino por el refl ejo de la luz del sol. Así también recordad que la cruz no tiene sentido en sí misma, si no es porque será iluminada y glorifi cada por la luz resucitada del Sol que nace del sepulcro: Cristo, el Señor.

Por Vicente Díaz–Pintado Moraleda

Domingo, 1 de abril de 2012

Las últimas horas de Jesús:

Cuando los evangelios narran las últimas horas de la vida de Jesús, el relato se ralentiza.

Estamos ante los momentos más im-portantes del Evangelio, los más de-cisivos de la vida de Jesús. Son las ho-ras más densas de todos los tiempos.

Llega la tarde del jueves y se cele-bra la cena, la última. En ella, Jesús se despide de sus discípulos y anuncia e interpreta su muerte inminente: la cruz es sacrifi cio de alianza y sacrifi -cio de redención por los pecados. Esta interpretación queda como memorial en la celebración posterior de la euca-ristía: la última cena se convierte en comida inaugural que apunta al ban-quete del Reino.

Desde el Cenáculo, en la zona su-roccidental de la ciudad de Jerusalén, Jesús y los discípulos, descendiendo por una calle escalonada que aún se conserva, se dirigen a Getsemaní, en la ladera del monte de los Olivos. Allí

llega el momento de la oración más dura y libre. Los discípulos duermen, Jesús implora y obedece. Muy pronto llega Judas, desde la ciudad; la luna llena de Pascua es testigo del pren-dimiento: un beso marca la traición.

Los discípulos huyen, Jesús deja de ser Maestro y se convierte en reo. Retorna a la ciudad encadenado, es llevado a casa de Caifás, muy cerca del Cenáculo. Ya es plena noche, y los sacerdotes interrogan a Jesús para buscar pruebas con qué acusar-lo. Del resto de la noche, nada dicen los evangelios. En la iglesia actual de san Pedro in Gallicantu, levanta-

da sobre la casa de Caifás, se con-serva una cisterna que sirvió como prisión: los peregrinos recuerdan en aquel lugar oscuro la última no-che de Jesús antes de morir. «Desde lo hondo a ti grito, Señor» rezan los Salmos. ¿Qué rezó Jesús en la sole-dad última?

El viernes amanece temprano. El Sanedrín se reúne y llevan a Jesús ante Pilatos, al pretorio, en el pala-cio del rey Herodes, en la colina más alta de Jerusalén, donde hoy se abre la puerta de Jafa. El juicio es rápido y sin justicia. Allí comienza el viacru-cis que conduce hacia la parte exte-rior de las murallas, junto a una can-tera, en un pequeño cerro pelado: «el lugar de la Calavera». Es mediodía y Jesús muere. Cuando el sol cae, Jesús es bajado de la cruz y lo colocan en un sepulcro muy cercano, excavado en la roca. Llega el sábado y hay que descansar… Pero Dios actuará.

Por Manuel Pérez Tendero

Nos adentramos en las últimas horas de Jesús. ¿Qué ocurrió?, ¿dónde y cuándo pasó sus últimos momentos?, ¿quién estaba a su lado?

g q pquete del Reino.

Desde el Cenáculo, en la zona su-roccidental de la ciudad de Jerusalén, Jesús y los discípulos, descendiendo por una calle escalonada que aún se conserva, se dirigen a Getsemaní, en la ladera del monte de los Olivos. Allí

jtera, en un pequeño cerro pelado: «ellugar de la Calavera». Es mediodía yJesús muere. Cuando el sol cae, Jesúses bajado de la cruz y lo colocan enun sepulcro muy cercano, excavadoen la roca. Llega el sábado y hay quedescansar… Pero Dios actuará.

Dios actuará

«El Descendimiento» de Roger van der Weyden, creado en torno a 1435 y conservado en el Museo del Prado. Destacan las fi guras de Jesús y María que aparecen sin vida en la pintura.

Domingo, 1 de abril de 2012

Por Juan Pedro Andújar Caravaca

Cordero pascual: el sacrificio

En el Evangelio de san Juan (1, 29) se encuentra la particular presenta-

ción que hace el Bautista sobre Jesús: «el Cordero que quita el pecado del mundo». El profe-ta, que llama a la conversión, sabe que quien, de verdad, borrará el pecado es el Mesías. Y el símbolo que representaba en Israel el borrar los pecados, además del agua purifi cadora, era el sacrifi cio del cordero. Se trata del elemento principal de la cena de Pascua con la que los judíos rememoraban la liberación de la esclavitud en Egipto. Moisés y Aarón, en el libro del Éxodo (12, 1–14), des-criben cómo ha de ser esa co-mida, que incluye el cordero, especialmente reservado para la ocasión, sin defecto, cordero que se ha de comer en familia, a toda prisa, sacrifi cado al atardecer, y cuya sangre servirá para rociar las jambas y el dintel de la puerta, siendo esta la señal con la que esa casa quede libre de la plaga exterminadora de los primogénitos egipcios. Cada Pascua, por tanto, el cordero representa la libe-ración del pueblo. Además de este mo-mento principal de la vida del judío, el cordero, con signifi cado redentor, apa-rece en otros lugares de la piedad de Israel, como en la imagen del Siervo,

de Isaías (cap. 53), que cargará con las culpas de todos, como cordero llevado al matadero…

Jesús se rebelará defi nitivamente como cordero en los días de la Pasión. Él será el verdadero Cordero Pascual, cuando en la mención que hacen los evangelios sinópticos de la cena de Pascua se omite la presencia del cor-dero, puesto que el nuevo y defi nitivo cordero es Él; y cuando san Juan nos narra la coincidencia de la muerte de

Jesús con la hora en que eran sacrifi -cados los corderos que se comerían en la cena pascual. Él es el cordero cuya sangre derramada sobre el pueblo se-llará la nueva Alianza, como Moisés ya hizo en la consagración de la antigua Alianza (Ex 24, 3–8).

Él es, al fi n, el cordero degollado que recibe la alabanza en el libro del Apocalipsis, cuya sangre compró para Dios hombres de toda raza, pueblo y nación (Ap 4, 11-5, 9. 10, 12).

A la misma hora en que moría Jesús, dentro de la ciudad, en el Templo, eran sacrifi cados los corderos para la cena pascual.

¿Qué es la Misa Crismal?Por Juan Carlos Fernández de Simón Soriano

Esta misa que celebra el Obispo con el presbiterio de la Diócesis, es una de las principales manifestaciones de la plenitud sacerdotal del Obispo y de la unión estrecha de los presbíteros con él, en el único y mismo sacerdocio de Cristo.

En ella el Obispo consagra el Santo Crisma que es uti-lizado para la unción de los recién bautizados y de los que son confi rmados, también para ungir las manos de los presbíteros y la cabeza de los Obispos que son ordenados y para dedicar las iglesias y altares. Igualmente se bendi-cen el óleo de los catecúmenos, con el que se unge a los que se preparan y disponen al Bautismo, y el óleo de los enfermos, con el que reciben alivio en su debilidad los que padecen la enfermedad o ancianidad. A través de estos

óleos, se recibe en estos sacramentos, la fuerza y la gracia del Espíritu del Resucitado que procede de la Pascua.

Se celebra en la mañana del Jueves Santo, antes del co-mienzo del Triduo Pascual, pero se puede anticipar a otro día cercano a la Pascua, para facilitar una mayor partici-pación de los presbíteros concelebrantes, puesto que en la confección del Santo Crisma son testigos y cooperadores del Obispo, de cuya sagrada función participan, para la construcción, guía y santifi cación del pueblo de Dios. Esta misa es una “fi esta sacerdotal” que incluye también la re-novación de las promesas sacerdotales.

En esta celebración se pone de relieve el peculiar di-namismo de la vida de la Iglesia. Un pueblo ungido para salvar al mundo.

«Agnus Dei», de Francisco de Zurbarán. 1635. Conservado en el Museo del Prado

Domingo, 1 de abril de 2012

Nos amó hasta la cruz

Dios ha querido salvar a la humanidad permitiendo que su Hijo muriera clava-

do en la cruz. Desde ese momento, la cruz se alza como signo de amor y de victoria, de paz y de salva-ción. Dos mil años después, hoy podemos seguir manteniendo esa mirada ante la cruz sólo porque contemplamos el Corazón de Cris-to, que se dejó clavar en ella y que «habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1).

Si lo pensamos bien, Dios po-dría haber salvado a la humani-dad de muchas maneras. Sin em-bargo, quiso hacerlo precisamente mediante la cruz. La cruz no fue la consecuencia dramática –pero ló-gica– de la vida arriesgada de Je-sús, ni era tampoco un sacrifi cio necesario; antes bien, la cruz es la prueba del exceso de amor que el Hijo de Dios tiene por la humanidad.

En la cruz se condensa el sufri-miento físico del hombre, angustiado ante la propia desaparición. La cruz es sinónimo también de sufrimiento mo-ral, de abandono, de traición e hipo-cresía. Pues bien, hasta estos extremos ha querido llegar Dios con su amor: ha querido iluminar esas sombras para que, cuando nos toque atravesarlas, podamos encontrarnos con su amor. En la cruz pesa más el amor que el dolor, porque el Hijo de Dios murió amando en ella.

Dios demuestra de este modo hasta dónde está dispuesto a llegar por no-sotros: hasta vaciarse por completo. Su amor es total, y la prueba es el sacrifi -

cio de su Hijo muerto en la cruz. Dios se ha dado por completo, buscando al hombre incluso allí donde parecía que la redención era imposible.

Jesús en la cruz muere como vive desde siempre: entregando su vida, amando, vivifi cando. El grano de tri-go muere para dar mucho fruto. No existe una forma más grande de amor (Jn 15,13). Dar la vida es el acto más su-blime al que está llamado el hombre. El pecado ha estropeado con el dolor el momento de la entrega; pero en la cruz, el amor de Dios ha vencido al pe-cado.

Nos salva la cruz, porque el Cruci-fi cado ha amado a Dios perdonando a los hombres. Nos salva la cruz porque nos salva el Hijo de Dios Crucifi cado.

Por Juan Serna Cruz

La Vigilia Pascual

Se trata de la celebración más im-portante para la vida de un cristiano. El año litúrgico tiene en esta celebra-ción su cumbre. Es la madre de todas las vigilias. Toda expresión es pobre para ofrecer lo que signifi ca esta ce-lebración: sintetiza en la Palabra y el Sacramento el centro de la experiencia cristiana. Cristo ha vencido a la muer-te, ha resucitado…y desde entonces la fe tiene hondura y sentido. Porque Cristo ha resucitado.

La comunidad, la Iglesia, vela en la noche esperando a su Esposo, que vendrá, sobre todo, en la Eucaristía de esta noche, con las señales de la pasión pero habiendo vencido sobre el mal y sus consecuencias. No es una misa ves-pertina, es el centro de la vivencia cris-tiana, la vida ha vencido a la muerte, la luz a las tinieblas, Eucaristía en toda su plenitud.

Desde el punto de vista litúrgico es una celebración muy signifi cativa y rica: la liturgia de la luz (lucernario) y el Pregón Pascual nos introducen en la dinámica del pueblo redimido que canta la victoria de Cristo, luz de las gentes. La Palabra de Dios, abundante en esta noche, sintetiza la historia de la salvación que culmina en Cristo. La Eucaristía, sacramento de la Presencia del Señor entre nosotros, realiza lo que la Palabra ya ha anunciado y provoca la comunión con Cristo, Pan de Vida. La resurrección, Misterio y Presencia, se convierte así en la verdad funda-mental desde la que vivir la fe e ilumi-nar nuestra vida.

Por Arcángel Moreno Castilla

...el obispo se quita el anillo episcopal en

Viernes Santo?

El anillo del Obispo es signo de su desposorio con la Iglesia particular a la cual sirve. El Obispo debe llevar-lo siempre. Es señal de la fe y de su unión con la Iglesia. Su uso generali-zado comienza en el s. VII en España.

En la ordenación se le entrega con estas palabras: «Recibe este anillo, signo de fi delidad, y permanece fi el a la Iglesia, Esposa santa de Dios»

El Viernes Santo «el Obispo usa mitra sencilla, pero no usa ni anillo ni báculo». Es el signo externo de ce-lebrar la muerte del Esposo.

Por José Valiente Lendrino

¿Sabías que...

Cristo de Javier, Navarra.

Velad y oradEs costumbre arraigada en la fe piadosa del pueblo acompañar en oración al

Señor en esa larga noche de pasión, próxima la hora más alta de la historia: su muerte en la cruz.

Acabada la celebración de la eucaristía del Jueves Santo, el santísimo se reserva en un lugar especial, al que hemos llamado «monumento», quedando expuesto a la oración y contemplación de los fi eles hasta el día siguiente, Viernes Santo, único día en que la Iglesia no celebra la Eucaristía. La pasión ha comenzado. El Señor vive los momentos más amargos de su condición humana entrelazados con el deseo de cumplir la voluntad del Padre. Y nos pide que le acompañemos, en oración, como lo pidió a sus discípulos en el huerto de los olivos: «Velad y orad».

Como la esposa que acompaña al esposo; así nosotros, la Iglesia, deseamos acompañar al Esposo en su entrega de amor total. El Señor nos pide que le acom-pañemos en la oración. Por eso es bueno y aconsejable que en la tarde-noche del Jueves Santo o en la mañana del Viernes encontremos un rato de oración sosegada; un cruce de miradas, en la calma del lugar, con Cristo; en eso que hemos llamado «visitar el monumento». Dejad, por un momento, que el Señor os hable al corazón.

Por Vicente Díaz Pintado Moraleda

Domingo, 1 de abril de 2012

Director: Miguel Á. Jiménez Salinas • Edita: Delegación MCS. c/ Caballeros, 5. 13001 Ciudad Real. Tel.: 926 250 250 • E-Mail: [email protected] • Imprime: Artes Gráficas ANGAMA.

Salterio y Lecturas bíblicas para la semanaII Semana del Salterio. Lunes Is 42, 1 – 7 • Jn 12, 1 – 11 Martes Is 49, 1 – 6 • Jn 13, 21 – 33.36 – 38 Miércoles Is 50, 4 – 9a • Mt 26, 14 – 25 • Jueves Éx 12, 1 – 8.11 – 14 • 1Cor 11, 23 – 26 • Jn 13, 1 – 15 Viernes Is 52, 13 – 53, 12 • Hb 4, 14 – 16;5, 7 – 9 • Jn 18, 1 – 19, 42 Sábado: Gén 1, 1 – 2, 2 • Rom 6, 3 – 11 • Mc 16, 1 – 7

He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! (Lc 12, 49). Esta

frase de Jesús, dicha antes de hablar de su pasión, viene muy bien para nuestra refl exión en el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.

Jesús, cuando habla de este fuego simbólico que ha venido a prender, se refi ere al fuego que purifi cará y abra-sará nuestros corazones y que debe en-cenderse en la cruz.

Entra en Jerusalén y es aclamado por la multitud de una manera senci-lla, como lo había predicho el profeta Zacarías (9, 9): «Mira que viene tu rey, justo y triunfador, pobre y montado en un borrico». Con este domingo, noso-tros también entramos en la Semana Santa. Las procesiones de estos días y, sobre todo, las celebraciones en el tem-plo, deberían servir a cada creyente para preguntarse: «¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador, quién de nosotros habitará una hoguera perpe-tua?» ( Is 33, 1–4).

Un buena Semana Santa debería ser la vivencia en nuestra alma del amor apasionado de Jesús, en su pasión, hacia mí y poder decir y sentir en lo hondo del ser: «Estoy crucifi cado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cris-to quien vive en mí» (Gál 2, 20).

No es fácil ver con nuestra pequeña razón, que Dios infi nito me ame con un amor que llega hasta dar la vida. Hace falta una fe, don de Dios, para que la razón y el corazón queden en-loquecidos, locamente enamorados, embriagados y cautivados de ese amor, que no es de este mundo.

Cuando somos capaces, por la gra-cia de Dios, de habitar ese «fuego de-vorador», la vida cambia totalmente, nuestro amor a Dios y a las personas cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites, se da y entrega sin límites. Es un amor ferviente, hirvien-te, de locura. A san Francisco le decían el «loco de Asís».

Estos días santos, en los que entra-mos hoy, deberían servir para romper

nuestros egoísmos y abrirnos al amor y para sufrir nuestra «pasión» perso-nal con pasión. Para ello debemos dia-riamente encender los corazones en el fuego del Espíritu y en la «pasión» de Cristo. Así dice San Juan de Ávila:

Señor: «El fuego de amor de ti, que en nosotros quieres que arda hasta en-cendernos, abrasarnos y quemarnos lo que somos, y transformarnos en ti, tú lo soplas con las mercedes que en tu vida nos hiciste; y lo haces arder con la muer-te que por nosotros pasaste» (Audi Filia Cap. 69).

• ENTRADA. Este domingo de Ramos nos invita a «estar siempre alegres en el Señor», lema de la Jornada Mundial de la Juventud que celebramos hoy. Celebrar en esta Semana Santa el centro de nuestra fe debe llevarnos a aclamar que Cristo es el enviado del Padre para ofrecernos la salvación.

• 1.ª LECTURA (Is 50, 4 – 7). Jesús es el Siervo de Dios anunciado por Isaías. Él lleva sobre sí nuestros peca-dos y entrega su vida por nosotros. Este lectura no nos muestra crueldad, sino el profundo amor de Dios por nosotros y el sentido del verdadero sacrifi cio.

• 2.ª LECTURA (Flp 2, 6 – 11). Esta lectura nos muestra un doble movimiento: en primer lugar, el de Dios que se abaja para rescatar a la condición humana; y por otro lado, el ser elevado por su entrega. Solo el que se humilla será enaltecido.

• EVANGELIO (Mc 14, 1 – 15, 47). Leer el relato de la Pasión nos recuerda el centro de la vida de Cristo, el momento culminante de quien vino a hacer la voluntad del Padre. Que esta lectura reposada cale en nuestro corazón y nos acerque hoy de nuevo al misterio del amor de Dios.

• DESPEDIDA. Empieza la Semana Santa, un tiempo espe-cial para sentir, casi de manera palpable, el profundo amor de Dios por la humanidad. Aprovechemos los momentos para encontrarnos con Cristo y dejarnos transformar por Él.

S. Presentamos a Dios nuestra oración confi ada:— Por la Iglesia, siempre joven en su misión: para que

sepa decir al abatido una palabra de aliento. Rogue-mos al Señor.

— Por los enfermos, los moribundos y todos los que su-fren: para que, apurando el cáliz de la pasión, tenga la fi rme esperanza de participar con Él en su gloria. Ro-guemos al Señor.

— Por todas las personas con responsabilidades en el trabajo con los jóvenes: para que vivan su acción con vocación de servicio. Roguemos al Señor.

— Por todos los grupos de jóvenes de nuestra diócesis: para que edifi quen sus vidas sobre los valores que Cristo propo-ne y trabajen para cambiar el mundo. Roguemos al Señor.

— Por nosotros que nos disponemos a celebrar la Pascua del Señor: para renovemos en esta Semana Santa nuestra cer-canía con el Señor. Roguemos al Señor.

S. Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.

Comentario dominical Por Tomás Lozano Rivas

Domingo de Ramos en la Pasión del SeñorMoniciones Oración de los fieles

Para la celebración Por José Felipe Fernández López

CantosEntrada: Gloria, alabanza y honor (CLN/158) Salmo R.: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (LS) Ofren-das: Bendito seas Señor (CLN/H5) Comunión: Pueblo mío (CLN/165) Despedida: Santa María del Amén (CLN/312)

«El fuego devorador»