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que á diario cometen, ya que hacerlas desaparecer de cuajo y para siempre, no es cosa fácil, aún cuando en cada esquina hubiera un Rossi. Maquiavelo, en una de sus máxi- mas, dijo que los hombres son tan simples, que el que quiere y sabe en- gañar, siempre encuentra alguno que se deje. Y esa máxima ha sido abreviada por la gente maleante, diciendo que todos los días nace un otario y que el «vivo» vive del zonzo y el zonzo de su trabajo. MATE Amarco quiere abrir los ojos á los zonzos, aunque caiga en el des- agrado de los vivos. Para ello inaugu- ra esta sección, de la cual está encar- gado uno que fué casi célebre detec- tive y que hoy apenas se llama Pedro en policía. El tiene la palabra para el número próximo. HISTORIETAS Y CHISTES.) f El cura párroco, después de haber casado á la joven pareja y notando su simplicidad ignorancia, creyó opor- tuno darle algunos consejos. Explicó al hombre, sus derechos de marido, y después, volviéndose á la novia, dijo cómo debía conducirse, ter- minando con las célebres palabras de que debería abandonar á su padre y á su madre, por su marido, siguiéndole donde quiera que fuese. Esto pareció turbar mucho á la no- via, que preguntó al señor cura: , —Padre, ¿y usted dice que tendré que acompañarlo, á todas partes don- de vaya? —Sí, hija mía, —le contestó el cura Esto lo manda el Evangelio. , —¡Dios mío!— exclamó ella con lágri- mas en los ojos.—Si lo hubiera sabido antes, no me hubiera casado con José. —¿Por qué, hija mía?—le pregunta el cura, sorprendido de su pena. —¡Pues... por... porque... José... es cartero! —¿En qué se parecen los besos á las aceitunas de una botella? —No adivino. —Pues es sencillo. En que después del primero, se sacan con facilidad to- dos los otros. - ENTRE PRIMOS. o —Sería un milagro, Gabriel, que me tocara la grande del juéves. —¿Quénúmero tienes? ¡Pues ninguno! Por eso digo que sería un milagro que me tocara, ; N UNA LECCIÓN DE HISTORIA NATURAL Dime—¿Por qué el agua del mar es tan- salada? —Eso se debe, probablemente, á qué ella tiene gran abundancia de aren- ques.... y sabes que no hay nada más salado que el arenque!... SACRIFICIO Esta alhaja de quinientos pesos... mi querido... esa alhaja que no me quieres regalar.... yo te prometo no pedírtela... si... encuentras alguna cosa que la substituya. INCREDULIDAD Un hombre muy créduio decía que no tenía fe en la vacuna. —¿Para qué sirve?—decía muy for- mal.—Yo conocía un niño muy hermo- so á quien su familia hizo vacunar y dos días después se murió. —¡Cómo! ¿Dos días después?—le re- plicaron. —Sí, señor; dos días después se cayó de un árbol y quedó muerto en el ac- to. ¡Haga usted vacunar á los chiquí- llos después de vereso! PRUDENCIA —Señor comisario: he sabido que fu- lano me busca para matarme. —Pierda cuidado; siese criminal rea- liza su intento, yo le haré prender un cuarto de hora después y le costará caro. —Dígame, señor comisario: ¿y no se- ría mejor prenderle un cuarto de hora antes? que á diario cometen, ya que hacerlas desaparecer de cuajo y para siempre, no es cosa fácil, aún cuando en cada esquina hubiera un Rossi. Maquiavelo, en una de sus máxi- mas, dijo que los hombres son tan simples, que el que quiere y sabe en- gañar, siempre encuentra alguno que se deje. Y esa máxima ha sido abreviada por la gente maleante, diciendo que todos los días nace un otario y que el «vivo» vive del zonzo y el zonzo de su trabajo. MATE Amarco quiere abrir los ojos á los zonzos, aunque caiga en el des- agrado de los vivos. Para ello inaugu- ra esta sección, de la cual está encar- gado uno que fué casi célebre detec- tive y que hoy apenas se llama Pedro en policía. El tiene la palabra para el número próximo. HISTORIETAS Y CHISTES.) f El cura párroco, después de haber casado á la joven pareja y notando su simplicidad ignorancia, creyó opor- tuno darle algunos consejos. Explicó al hombre, sus derechos de marido, y después, volviéndose á la novia, dijo cómo debía conducirse, ter- minando con las célebres palabras de que debería abandonar á su padre y á su madre, por su marido, siguiéndole donde quiera que fuese. Esto pareció turbar mucho á la no- via, que preguntó al señor cura: , —Padre, ¿y usted dice que tendré que acompañarlo, á todas partes don- de vaya? —Sí, hija mía, —le contestó el cura Esto lo manda el Evangelio. , —¡Dios mío!— exclamó ella con lágri- mas en los ojos.—Si lo hubiera sabido antes, no me hubiera casado con José. —¿Por qué, hija mía?—le pregunta el cura, sorprendido de su pena. —¡Pues... por... porque... José... es cartero! —¿En qué se parecen los besos á las aceitunas de una botella? —No adivino. —Pues es sencillo. En que después del primero, se sacan con facilidad to- dos los otros. - ENTRE PRIMOS. o —Sería un milagro, Gabriel, que me tocara la grande del juéves. —¿Quénúmero tienes? ¡Pues ninguno! Por eso digo que sería un milagro que me tocara, ; N UNA LECCIÓN DE HISTORIA NATURAL Dime—¿Por qué el agua del mar es tan- salada? —Eso se debe, probablemente, á qué ella tiene gran abundancia de aren- ques.... y sabes que no hay nada más salado que el arenque!... SACRIFICIO Esta alhaja de quinientos pesos... mi querido... esa alhaja que no me quieres regalar.... yo te prometo no pedírtela... si... encuentras alguna cosa que la substituya. INCREDULIDAD Un hombre muy créduio decía que no tenía fe en la vacuna. —¿Para qué sirve?—decía muy for- mal.—Yo conocía un niño muy hermo- so á quien su familia hizo vacunar y dos días después se murió. —¡Cómo! ¿Dos días después?—le re- plicaron. —Sí, señor; dos días después se cayó de un árbol y quedó muerto en el ac- to. ¡Haga usted vacunar á los chiquí- llos después de vereso! PRUDENCIA —Señor comisario: he sabido que fu- lano me busca para matarme. —Pierda cuidado; siese criminal rea- liza su intento, yo le haré prender un cuarto de hora después y le costará caro. —Dígame, señor comisario: ¿y no se- ría mejor prenderle un cuarto de hora antes?

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Page 1: Historietas y chistes - digital.iai.spk-berlin.de · HISTORIETAS Y CHISTES.) f El cura párroco, después de haber casado á la joven pareja y notando su simplicidad ¬ ignorancia,

que á diario cometen, ya que hacerlasdesaparecer de cuajo y para siempre,no es cosa fácil, aún cuando en cadaesquina hubiera un Rossi.

Maquiavelo, en una de sus máxi-mas, dijo que los hombres son tansimples, que el que quiere y sabe en-gañar, siempre encuentra alguno quese deje.

Y esa máxima ha sido abreviada porla gente maleante, diciendo que todos

los días nace un otario y que el «vivo»vive del zonzo y el zonzo de su trabajo.

MATE Amarco quiere abrir los ojosá los zonzos, aunque caiga en el des-agrado de los vivos. Para ello inaugu-ra esta sección, de la cual está encar-gado uno que fué casi célebre detec-tive y que hoy apenas se llama Pedroen policía.

El tiene la palabra para el númeropróximo.

HISTORIETAS Y CHISTES.) fEl cura párroco, después de haber

casado á la joven pareja y notando susimplicidad € ignorancia, creyó opor-tuno darle algunos consejos.

Explicó al hombre, sus derechos demarido, y después, volviéndose á lanovia, dijo cómo debía conducirse, ter-minando con las célebres palabras deque debería abandonar á su padre yá su madre, por su marido, siguiéndoledonde quiera que fuese.

Esto pareció turbar mucho á la no-via, que preguntó al señor cura: ,

—Padre, ¿y usted dice que tendréque acompañarlo, á todas partes don-de vaya?

—Sí, hija mía, —le contestó el cura —Esto lo manda el Evangelio. ,

—¡Dios mío!— exclamó ella con lágri-mas en los ojos.—Si lo hubiera sabidoantes, no me hubiera casado con José.

—¿Por qué, hija mía?—le pregunta elcura, sorprendido de su pena. —

—¡Pues... por... porque... José... escartero!

—¿En qué se parecen los besos á lasaceitunas de una botella?

—No adivino.—Pues es sencillo. En que después

del primero, se sacan con facilidad to-dos los otros. -

ENTRE PRIMOS. o

—Sería un milagro, Gabriel, que metocara la grande del juéves.

—¿Quénúmero tienes? ¡Pues ninguno!Por eso digo que sería un milagro queme tocara, ;

NUNA LECCIÓN DE HISTORIA NATURAL

Dime—¿Por qué el agua del mares tan- salada?

—Eso se debe, probablemente, á quéella tiene gran abundancia de aren-ques.... y tú sabes que no hay nadamás salado que el arenque!...

SACRIFICIOEsta alhaja de quinientos pesos... mi

querido... esa alhaja que tú no mequieres regalar.... yo te prometo nopedírtela... si... tú encuentras algunacosa que la substituya.

INCREDULIDADUn hombre muy créduio decía que

no tenía fe en la vacuna.—¿Para qué sirve?—decía muy for-

mal.—Yo conocía un niño muy hermo-so á quien su familia hizo vacunar ydos días después se murió.

—¡Cómo! ¿Dos días después?—le re-plicaron.

—Sí, señor; dos días después se cayóde un árbol y quedó muerto en el ac-to. ¡Haga usted vacunar á los chiquí-llos después de vereso!

PRUDENCIA—Señor comisario: he sabido que fu-

lano me busca para matarme.—Pierda cuidado; siese criminal rea-

liza su intento, yo le haré prender uncuarto de hora después y le costarácaro.

—Dígame, señor comisario: ¿y no se-ría mejor prenderle un cuarto de horaantes?

que á diario cometen, ya que hacerlasdesaparecer de cuajo y para siempre,no es cosa fácil, aún cuando en cadaesquina hubiera un Rossi.

Maquiavelo, en una de sus máxi-mas, dijo que los hombres son tansimples, que el que quiere y sabe en-gañar, siempre encuentra alguno quese deje.Y esa máxima hasido abreviada por

la gente maleante, diciendo que todos

los días nace un otario y que el «vivo»vive del zonzo y el zonzo de su trabajo.MATE Amarco quiere abrir los ojos

á los zonzos, aunque caiga en el des-agrado de los vivos. Para ello inaugu-ra esta sección, de la cual está encar-gado uno que fué casi célebre detec-tive y que hoy apenas se llama Pedroen policía.El tiene la palabra para el número

próximo.

HISTORIETAS Y CHISTES.) f

El cura párroco, después de haber

casado á la joven pareja y notando susimplicidad € ignorancia, creyó opor-tuno darle algunos consejos.Explicó al hombre, sus derechos de

marido, y después, volviéndose á lanovia, dijo cómo debía conducirse, ter-minando con las célebres palabras deque debería abandonar á su padre yá su madre, por su marido, siguiéndoledonde quiera que fuese.Esto pareció turbar mucho á la no-

via, que preguntó al señor cura: ,—Padre, ¿y usted dice que tendré

que acompañarlo, á todas partes don-de vaya?—Sí, hija mía,—le contestó el cura —

Esto lo manda el Evangelio. ,—¡Dios mío!— exclamó ella con lágri-

mas en los ojos.—Si lo hubiera sabidoantes, no me hubiera casado con José.—¿Por qué, hija mía?—le pregunta el

cura, sorprendido de su pena. ——¡Pues... por... porque... José... es

cartero!

—¿En qué se parecen los besos á lasaceitunas de una botella?—Noadivino.—Pueses sencillo. En que después

del primero, se sacan con facilidad to-dos los otros. -

ENTRE PRIMOS. o

—Sería un milagro, Gabriel, que metocara la grande del juéves.—¿Quénúmero tienes? ¡Pues ninguno!

Por eso digo que sería un milagro queme tocara, ;

N

UNA LECCIÓN DE HISTORIA NATURAL

Dime—¿Por qué el agua del mares tan- salada?—Eso se debe, probablemente, á qué

ella tiene gran abundancia de aren-ques.... y tú sabes que no hay nadamás salado que el arenque!...

SACRIFICIO

Esta alhaja de quinientos pesos... miquerido... esa alhaja que tú no mequieres regalar.... yo te prometo nopedírtela... si... tú encuentras algunacosa que la substituya.

INCREDULIDADUn hombre muy créduio decía que

no tenía fe en la vacuna.—¿Para qué sirve?—decía muy for-

mal.—Yo conocía un niño muy hermo-so á quien su familia hizo vacunar ydos días después se murió.—¡Cómo! ¿Dos días después?—le re-

plicaron.—Sí, señor; dos días después se cayó

de un árbol y quedó muerto en el ac-to. ¡Haga usted vacunar á los chiquí-llos después de vereso!

PRUDENCIA

—Señor comisario: he sabido que fu-lano me busca para matarme.—Pierda cuidado; siese criminal rea-

liza su intento, yo le haré prender uncuarto de hora después y le costarácaro.—Dígame, señor comisario: ¿y no se-

ría mejor prenderle un cuarto de horaantes?