historias minimas 6

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h h Historias # www. desdesoria.es Mínimas Textos: Susana Gómez Redondo Fotografías: José Antonio Díaz

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hm6, novia

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Page 1: historias minimas 6

hhHistorias# www. desdesoria.es

MínimasTextos: Susana Gómez RedondoFotografías: José Antonio Díaz

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Texto: Susana Gómez RedondoFotografía: José Antonio Díaz

www. desdesoria.es########### noviembre 2012

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EN EL PUEBLO, cerca y lejos de las noticias del parte y las televisiones digitales, me cruzo en las mañanas de buen tiempo (el invierno les asusta, no vaya a ser que un mal catarro los deje en cama varias semanas), con la sombra de los pobladores pródigos (esos que volvieron al cumplir los 65 con marcas nuevas bajo el ojo y la memoria). Reconozco desde lejos su plúm-bea lentitud, el gesto ufano al mirar el cielo liso (sin protección posible), el perfil vencido de quien camina con el paso quedo y la cháchara pronta. Se demora la sequía, y mientras entre brumas y veras pienso que tendríamos que sacar el santo, nos enredamos (cardos y cellisca) en el ritual de siempre: el tiempo y la fami-lia, el invierno que llega, la falta de agua en la fuente y el canal (ése por donde discurre sin un mal reguero el escaso uso del regadío subvencionado). Es así cómo pasa la vida desde este veril de cereal y matojo (rodea-dos como estamos de silencios y banda ancha rural), así como se espía el mundo en los rincones yermos, las soledades y el TDT. Y una vez más (lo sé) me hablará del frío, del hielo y la pensión, del achaque de siempre (o tal vez uno nuevo engordando el sumando de las dolencias), de la jubilación que le trajo el regreso (a él, que tenía aires de labrador y tuvo que hacerse camionero en el País Vasco). Era la época de las decauves y la tele en blanco y negro, el tiempo de la migración de los colonos do-mésticos, el dorado del garbanzo. Le escucho rápido (al cabo siempre nos encontramos enfermos de tiempo o de destiempo), me deslizo como puedo por la salida de una emergencia: en la mesa me esperan otros secretos, las redes de los pobladores nue-vos, el cielo que nos brinda Iberbanda y sus milagros. Y allí, esperando en la promesa de hotmail, aguardan-do en el adjunto oculto, Josean me envía su imagen. La abro, la exploro. Me conquista. Casi me dan ganas de volver. Preguntarle cómo era antes de que todos (casi) se fueran. …Eso fue mucho antes de que llegáramos nosotros.Afuera, la luz dibuja (baldíamente) su mapamundi cotidiano. Con sus paréntesis a cuestas, el texto y la vida atraviesan como pueden las redes. Una fotografía circula por las autopistas del silencio. #

AUTOPISTAS DESILENCIO1 .

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Texto: Susana Gómez RedondoFotografía: José Antonio Díaz

www. desdesoria.es############ diciembre 2012

AL SOL, ASÍ EN

LOS LUNES COMO

EN LOS MARTES

2.

MAR AL FONDO. O mejor un trigal. Y un lu-nes al sol. O quizá un martes. Viernes de cua-resma o jueves de carnaval sin ruido… Otro día, en fin, para (no) laborar frente al pegujal con vocación oceánica o latifundista. Domin-gos desorientados (con esto de no ir a misa ya apenas oímos, aunque toquen, las campanas) y para qué cambiarse el traje de faena. Y para que ponérselo… Pero remanguémonos, a pe-sar de todo. Y vigilemos. Concentración (esta vez parcelaria) con hombre mirando al hori-zonte. Hay columnas de cieno como las de la aurora neoyorquina (de Lorca) y un poema para los empleados castellanos (y los que no). Labradores y obreros sin vocación de mirada en infinito. Pero ojos (y tiempos) obligan. Que no quiero escribirla (hoy salí lorquia-na). La vaca del Viejo Mundo tiene la pala-bra. Y el labrador, el obrero, el tendero y el político. Todos la repiten como si de catarsis, exorcismo o simplemente hastío, se tratara. ¿Quién dijo miedo? ¿Y quién nos cambió aquella recesión por estas otras dos sílabas? El miedo vende tijeras. Y yo me la llevé a la boca pensando que… Pero tenía desamor. Mas hagamos líneas con tendencia al infini-to. La poesía es un arma cargada de futuro. La red también. Y ella nos lleva a Copenhague para hablar de sirenas. El hombre remangado convertido en símbolo de ciudades nórdicas y esa otra Europa menos vieja, menos bovi-na... ¿Quién dijo tijera? ¿Quién arado? ¿Quién tierra? ¿Quién pueblo? La escultura de Erik-sen (otra vez que tuve que tirar de wikipedia), la sirenita y su anhelo (también en infinito). Sólo intento comparaciones más amables (ya puedo ver el escepticismo en algunos ojos). Intersección de dos mundos. Mar, tierra… y servicios sociales bien subvencionados. Y nosotros en el hombre. Nosotros junto al hombre. Nosotros en el fondo y los pegu-jales. En el océano de los lunes al sol. Pero remanguémonos, a pesar de todo. Ya lo dijo Lorca (era otro tiempo, pero qué poco hemos cambiado): es hora de “dejar el ramo de azu-cenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas”. Así que sigamos remangándonos, sea lunes o no. Porque el sol sigue siendo nuestro. #

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Texto: Susana Gómez RedondoFotografía: José Antonio Díaz

www. desdesoria.es# enero 2013

3 .

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SERÁ PORQUE el piano descansa como un re-trato antiguo que me acuerdo del salón y el án-gulo oscuro, de la lira de Bécquer durmiendo como pájaro en rama, de ese tiempo detenido como la última nota de un concierto náufrago o un hombre contra la pared o las cuerdas. Será por eso, o porque apenas hay viento en la imagen, o porque el día y las cosas están como plomizas, o vaya usted a saber por qué y por dónde nos nacen y se nos cuelan las re-flexiones, los adagios y los fantasmas… que me pongo a pensar acerca de la fragilidad del tiempo sobre el espacio, de la supervivencia de los objetos por encima de la fugacidad que nos habita, de esta superposición de seres y vidas e historias sobre sillas, mesas y paredes que al fin somos. Y cómo no desembocar desde ahí en la desa-zonadora (in)quietud que nos reverbera en el vientre cuando menos lo esperamos. Cómo no poner de fondo el tic tac sobrevolándolo todo, esa suerte de inexorabilidad a la que el cine sumó sonido de reloj (de péndulo, a poder ser), reiterada reiteración (doble eco) de serenata en larguissimo. El diapasón como minutero, el tempo de silencios (como si la fotografía ya los llevara implícitos entre sus pliegues digitales) el ritmo a dos tiempos del se-nos/va. Será, digo, porque las teclas (blancanegra-blancanegrablancanegra, tic tac, tic tac, 0 y 1 o cuadratura digital de sistemas binarios y en red)… serán las teclas, digo, del instrumento que espera (la mano de nieve, apuntará Gusta-vo Adolfo) las que hacen más denso el silencio, su espeso resplandor de sonata mezclada con humo de cigarro puro, definitivo como una tar-de de hotel cinematográfico o casino o balnea-rio o juego de cartas con anís y olor a violetas en el aire. Será por eso, o porque hay tendencia a la me-lancolía en las imágenes en sepia, en las teclas de los pianos, en la languidez de algunos pen-tagramas en clave de nostalgia, en las letras sobre el papel y sus grafías de insecto extrava-gante, en el respaldo (también binario) de las sillas y los mármoles, en una y sus cosas, en sus cosas y una... Cara o cruz, blanco o negro, fichas de dominó y tic tac, piano con y contra la pared. Y claves en sol o en lunas, nocturno y serenata. Y Bécquer y el cine. Y Kubrick y la lira. Y el celuloide y la celulosa. Y un pentagrama (red y punto). Un son o un .es. Y el t(i)empo (ritarda-do, pianissimo) contra las cuerdas. #

CONTRALAS CUERDAS3 .

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Texto: Susana Gómez RedondoFotografía: José Antonio Díaz

¿CÓMO NO ofrecerle las manos, los hombros, el cuerpo todo, a este pedazo de aire que cada nueva migración cierne paréntesis (de vida y uves) sobre nuestras cabezas y nos procura tesoros (promesas) nuevos? ¿Cómo no agradecerle al cielo la ilusión de que aún es posible construir imágenes (imaginadas, sí), paisajes de geografías lejanas, misterios sin des-velo que nos permitan (aún) viajes a ojos cerrados? ¿Cómo no seguir intentando dibujar rutas de mara-villa (y seda) a pesar de los aviones, a pesar de las te-lecomunicaciones y las tres uves (dobles). A pesar de todo? Y volver la cabeza hacia el paréntesis (celeste), paladear hasta lo desconocido la palabra ignoto, la idea antigua (libros y maravillas) del vuelo con o sin

retorno, el pasaje sin boleto y sin gepeese, el Marco sin glosario, el Polo sin índice, la exploración de mun-dos (otros) no consumados ni consumibles. Y pensar (no importa si lo inventamos o nos engañamos) que es posible un itinerario propio, ser autores de nuestros guiones, trazarlos sin que una mala o buena guía se empeñe en destriparnos los secretos (a santo de qué, tanto afán por masticarnos el descubrimiento, como si la cartografía y la vida hubieran de permanecer por fuerza vueltas panza arriba en la mesa de la opera-ción turística). ¿Cómo no irse, en fin, tras ellos, rogar con la mirada puesta en sus alas de constelación de cruz (la del norte o la del sur, tanto da, pues descono-cen el prejuicio de lo cardinal y lo político), la nariz

www. desdesoria.es## febrero 2013

(Y LA CABEZA A PÁJAROS)

4.

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vuelta al viento, el sueño detenido y montado sobre sus alas de grandes aves migratorias? Y preguntarse: ¿qué verán los cormoranes con sus ojos aéreos, con su envidiable mirada (de pájaro) que nos está vedada (pues lo más que podemos vislumbrar son los mares de nubes desde la ventanilla de los aviones o, pobre sustituto, el veril de los aeropuertos y sus luces de mecano acercándose en el aterrizaje (paréntesis sin tiempo ni espacio) de la air line de turno)? ¿Cómo no envidiarle a las aves sus dúctiles uves, sus alas de nómadas, el misterio de sus migraciones y los polos (también los marcos) magnéticos que las despiertan cada año, la promesa de mapas e islas y atalayas y nu-bes y misterios, la llegada a texturas y epidermis (te-

rrestres) sobre las que no habrán de posarse nuestros ojos, por mucho que nos estiremos, por mucho que adelgacemos la pupila hasta hacerla electrónicamen-te felina, por mucho que fantaseemos con la vista de águila que nos procura el google earth? Seguiremos soñando con ser cormoranes o grullas o ánades (rea-les o no), aves migrantes que se alejan y (nos) dejan la tierra, plantados como raíces. Y mientras nos con-suela un ¿a-santo-de-qué-cambiar-de-señas? continua-remos espiando el mundo desde abajo, mimetizados con los cardos y sus puntiagudas estrellas de tierra, entre la hierba y las vergazas, sobre los charcos, la es-carcha y la amapola: los pies en el suelo (y la cabeza a pájaros). #

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Texto: Susana Gómez RedondoFotografía: José Antonio Díaz

¿ME BESAS? Me besas. Bésame en los labios y frente al Congreso. Bésame

bajo la mirada nocturna de los leones y la luz mórbi-da de las farolas.

¿Te beso? Te beso. Hace frío esta noche en la acera y las cosas. Acércate más. Prosigue el viaje que has iniciado. Te beso sin exclusas. ¿Me besas sin excusas?

El mapa de los rostros se despliega mejor a brevísi-ma distancia.

¿Me besas? Te beso. Averigüemos la topografía de nuestros poros. No hay mejor promesa que la de ex-plorar al otro. No hay mayor aventura que un descu-brimiento a flor (de piel).

Me besas y te beso. Hoy no entiendo otra cartogra-

fía que la epidermis. La sutil membrana de una boca entreabriéndose. Piel transparente o mejor translú-cida. Piel vitrina o piel relieve. Alas de mariposa o crisálida. Bocas como tela (de araña). Labios que se-cuestran.

¿Te beso? Me besas. Hagámoslo despacio. Utilice-mos el tiempo como una rebelión. El beso como una resistencia. Hubo un día en que nos golpearon (no sé si a ti y a mí, pero estábamos todos). Descargaron sus porras sobre nuestros cuerpos. Nuestra piel amorata-da. Nuestro cuerpo dolorido. Y el hueso y el músculo y la sangre y la rabia.

Fue en esta misma acera. El mismo escenario pero con luz menos cinematográfica. Luz día para los vio-

www. desdesoria.es### marzo 2013

BESO EN EL CONGRESO

5.

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lentos y los violentados. Alevosía a favor de los co-bardes. Y leyes contra nosotros, que sólo queríamos decir.

Me besas y te beso.Llenaron nuestra piel de rozaduras. Nos abrieron

los poros bajo su violencia con ruido. Querían pren-dernos miedo y grito en la garganta.

Así que bésame con y sin contienda. Bésame en silencio. Como una caricia. Como una protesta. Como un regalo y una rebelión. Dame un beso callado aquí, frente al Congreso. Y

cambiemos a Munch por Klimt.

El grito por el beso. El golpe por el be(r)so.Porque podrán llenarnos la piel de moratones, pero

nunca podrán hacernos sentir esto. Y golpearán nuestro cuerpo pero no tendrán las alas, ni las crisálidas ni los besos.Así que besémonos y derrotémoslos. Porque esta será (siempre) nuestra victoria. #

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www. desdesoria.es#### abril 2013

Texto: Susana Gómez RedondoFotografía: José Antonio Díaz

EL ESCAPARATE era un país de ciegos… Que nadie piense que yo era feliz allí, en el escaparate digo, muda y sorda y más sola que la luna, invidente e (in)visible tras el cristal (ojo-luna) manchado por los dedos de los niños, el rastro del vaho que deja la visita y el mirón. In-tuía el cielo y las fachadas reflejándose entre los visillos, balcones y jirones de nube sobre mis hombros desnudos (ay de mi inútil belleza, tan tersa y bronceada como el mejor de los plásticos) y un alumbramiento en el escote y una luz cambiante sobre mi rostro de muñeca bien vestida.

El tul guardaba mi gesto, lo preservaba idéntico, per-fectamente medido, tan ajustado que bien podría ser olvidado y hasta borrado, pues no era el arrebol-de-nues-tras-mejillas lo que importaba, ni los dientes-de-perla, ni los ojos-de-azabache o de azul-ultramar, ni las orejas-di-minutas-como-caracolas o las cabelleras-doradas-como-el-sol-de-agosto. Todo era eclipsado por el relumbrón del

vestido blanco (tan bonito), por las sedas y los oros y el humo de los altares, por nuestra imagen de vírgenes pu-rísimas bajo el velo nupcial y sin danza que dedicarle a nuestros pies faltos de zapatos y uñas que cortar. Ningún rostro que desviar la atención. Ninguna mirada. Ningu-na palabra. A qué santo, digo, poner cabeza al asunto…

Nos quedaba, eso sí, imaginar el vals enredado en el borde de la enagua, la música como un presagio leja-no, un anhelo que se derrama en pentagramas de azar y azahares, una intuición tan sólo, pues somos sordas de nacimiento y desconocemos la armonía de las notas y las claves, la magia de las esferas (ay la luna, de miel o de cristales).

Y nosotras sin poder movernos de aquí, pegadas al sue-lo de fieltro sin un mal pedazo de tarta que llevarnos a la boca inexistente: no peligran nuestras caderas recién adelgazadas (el traje nos sienta tan bien…). A qué labios, digo, acercarnos el beso, a qué manos la alianza, a qué

TUERTAS Y REINAS

6.

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ojos las fotografías o el arroz fecundo y la abundancia futura, el video del día más feliz (¿te acuerdas, cielo, de mi recogido sin cabeza?).

Cómo pronunciar el sí de las mujeres o las niñas, si somos mudas y sordas y más solas que la luna. Cómo hacérselo entender a ellas, las otras, las que se pasean o se detienen sobre sus piernas envidiables, las que nos escrutan con sus ojos que no disimulan, como si noso-tras (pobres novias sin cabeza y sin abrazo; tristes donce-llas sin gesto; muchachas sirena sin voz y sin arras y sin alma y sin medias y sin liga), como si nosotras, digo, no sintiéramos ni padeciéramos ni deseáramos un balcón con visillos tras esta luna de vidrio transparente que nos exhibe y encarcela. Dicen que sólo servimos para perder la cabeza y vestir de blanco, que nos puede el deseo de escuchar el sonido de la gasa al rozar la alfombra, la luz del flash, el ramo que tiramos con la esperanza de que nunca caiga y que así se detenga el tiempo, para

hacer eterno este sábado de limusinas y coche antiguo, esta mañana de amigas con vestido de noche, la tarde de asado y cubiertos, la madrugada de cava, habitación de cortesía y baile nupcial.

Que nadie crea, repito, que somos felices en este esca-parate de ciegas, en esta luna de hieles en la que estamos más solas que las unas (ay, de las otras); alzadas sobre la acera por un azaroso azar (sin hache) desde donde reconocer, sin ver, el mundo y sus cosas… Dicen que las novias sin cabeza perdimos el norte. Tal vez algún día ganemos el sur y viajemos a la cara oculta de esta luna-escaparate. Tal vez nosotras, digo, maniquíes sin alma, muñecas sin muñeca, perfiles de piel tersa y con vestido (tan bonito) nos arremanguemos una mañana la enagua, dejemos de ser la trampa y el cartón y aban-donemos esta luna. Y con las piernas y los brazos que no nos conocéis nos quitaremos los velos y, tuertas, reinas o como sea… nos veréis al fin. #