historia y poética de los cantos de ronda en la edad media

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HISTORIA Y POÉTICA DE LOS CANTOS DE RONDA EN LA EDAD MEDIA Y EN LOS SIGLOS DE ORO ESPAÑOLES Aunque la acepción de la voz ronda que hoy nos resulta a todos más familiar sea la que la edición moderna del Diccionario de la Real Academia pone en tercer lugar, es decir la de reunión nocturna de mozos para tocar y cantar por las calles, lo cierto es que, en la época medieval y en los Siglos de Oro, la palabra ronda se asociaba sobre todo a la que luego ha descendido al decimotercer lugar en la lista de acepciones del actual Diccionario académico: el de patrulla destinada a rondar las calles o a recorrer los puestos exterio- res de una plaza. La etimología más aceptada de la palabra ronda la hace derivar del árabe rubí (plural de rabila), y evo- lucionar a través de la arobda que se documenta en el Poema de Mió Cid y de la arróbela o róbela de las Partidas alfonsinas, hasta la ronda que aparece en alguna otra Partida, y parece haberse impuesto definitivamente en la Gran Conquista de Ultramar (finales del siglo XIII) o en el Corbacho (1438),J Siempre con el sentido de patrulla nocturnaque todavía el Diccionario de Autoridades de comienzos del XVIII anteponía a la acepción de ronda que vale también andar de noche 1 Corominas, Joan - Pascual, José Antonio. Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, Madrid : Gredos, 1980-1991. 6 v.s.v. rebato. 15

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HISTORIA Y POÉTICA DE LOS CANTOS DE RONDA

EN LA EDAD MEDIA Y EN LOS SIGLOS DE ORO ESPAÑOLES

Aunque la acepción de la voz ronda que hoy nos resulta a todos más familiar sea la que la edición moderna del Diccionario de la Real Academia pone en tercer lugar, es decir la de “reunión nocturna de mozos para tocar y cantar por las calles”, lo cierto es que, en la época medieval y en los Siglos de Oro, la palabra ronda se asociaba sobre todo a la que luego ha descendido al decimotercer lugar en la lista de acepciones del actual Diccionario académico: el de “patrulla destinada a rondar las calles o a recorrer los puestos exterio­res de una plaza”. La etimología más aceptada de la palabra ronda la hace derivar del árabe rubí (plural de rabila), y evo­lucionar a través de la arobda que se documenta en el Poema de Mió Cid y de la arróbela o róbela de las Partidas alfonsinas, hasta la ronda que aparece en alguna otra Partida, y parece haberse impuesto definitivamente en la Gran Conquista de Ultramar (finales del siglo XIII) o en el Corbacho (1438),J Siempre con el sentido de “patrulla nocturna” que todavía el Diccionario de Autoridades de comienzos del XVIII anteponía a la acepción de ronda que “vale también andar de noche

1 Corominas, Joan - Pascual, José Antonio. Diccionario CríticoEtimológico Castellano e Hispánico, Madrid : Gredos, 1980-1991. 6 v.s.v. rebato.

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passeando las calles. Especialmente se dice de los mozos que passean la calle, donde vive alguna mujer que galantean”.2

La literatura de la Edad Media fue muy parca en men­ciones o descripciones de esta acepción galante de la voz ronda, al menos en el nivel más puramente folclórico. Resulta por eso preciosísimo el testimonio aportado en un parágrafo de un libro de ordenanzas (del siglo XIV) de la villa de Castellón, acerca “Deis juglars é altres que tocarán de nit”, y que establece que “si juglars, macips o altres irán de nit tocant sturments o cantant la matinada per la vila, e aquelles se aturan a porta alguna tocant o cantant, que cascun de aquells pach II sous. Ultra les penes aposades ad aquells qui van de nit desordenadament e sens lum”.3

En los siglos XVI y XVII, sin embargo, la presencia en la sociedad y el reflejo en la literatura de mozos rondadores de damas, y de cantos a propósito, llegó a alcanzar el rango de reiteradísimo tópico. No podía ser de otro modo en una época en que el fenómeno de las rondas era tan vivo y coti­diano que, cuando Gonzalo Correas comentaba el refrán de “A las diez, dexa la kalle para kien es”, no tenía más remedio que advertir “ke se rrekoxan las muxeres ke se sientan a sus puertas a las noches del verano, porke ia la kalle es para rrondadores”.4 Y en un tiempo, además, en que los escritores habían ido aproximándose cada vez más a la vieja aspiración del Arcipreste de Hita de acercar literatura y sociedad, de lograr que las letras fueran un reflejo realista de la vida, cos­tumbres e ideologías contemporáneas. De las innumerables escenas de rondas amorosas que pueblan el teatro y la nove­la de los siglos XVI y XVII, vamos a detenernos en una de las más vivas y representativas, la que nos ofrece la Vida del

- Diccionario de Autoridades reimp. facsímil, 3 v. (Madrid : Gredos, 1976-1979) s.v. ronda.

3 Ver el extracto del libro de ordenanzas en Balbas, Juan A. Casos y cosas de Castellón : estudios históricos. Castellón : Imprenta y Librería de José Armengot, 1884, p. 26-27.

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escudero Marcos de Obregón (1618) de Vicente Espinel, donde el picaro protagonista nos cuenta que

venía casi todas las noches a visitarme un mocito barbero, conocido mío, que tenía bonita voz y garganta; traía consigo una guitarra con que, sentado al umbral de la puerta, cantaba algunas sonadillas, a que yo le llevaba un mal contrabajo, pero bien concertado —que no hay dos voces que si entonan y can­tan verdad, no parezcan bien—, de manera que con el con­cierto y la voz del mozo, que era razonable, juntábamos la vecindad a oír nuestra armonía. El mozuelo tañía siempre la guitarra, no tanto por mostrar que lo sabía, como por rascar­se con el movimiento las muñecas de las manos, que tenía lle­nas de una sarna perruna.

Mi ama se ponía siempre a escuchar la música en el corre - dorcillo, y el Doctor, como venía cansado de hacer sus visitas —aunque tenía pocas—, no reparaba en la música ni en el cui­dado con que su mujer se ponía a oírla. Como el mozuelo era continuo todas las noches en venir a cantar, si alguna faltaba mi ama lo echaba menos [y] preguntaba por él, con alguna demostración de gustar de su voz. Vino a parecerle tan bien el cantar, que cuando el mozuelo subía un punto de voz, ella bajaba otro de gravedad, hasta llegar a los umbrales de la puerta, para oírle más cerca las consonancias; que la música instrumental de sala, tanto más tiene de dulzura y suavidad, cuanto menos de vocería y ruido; que como el juez, que es el oído, está muy cerca, percibe mejor v más atentamente las especies que envía al alma, formadas con el aplauso de la media voz.5

Tan cotidiana y repetida presencia llegaron a tener, en los Siglos de Oro, las andanzas de galanes rondadores, que acaso pueda decirse que tuvieron más reflejos paródicos que realistas. En el entremés cervantino de La guarda cuidadosa, el Sacristán y el Soldado que compiten por el favor de la fre­gona Cristina mantienen el siguiente diálogo:

5 Espinel, Vicente. Vida del escudero Marcos de Obregón / ed. Ma S. Carrasco Urgoiti. Madrid : Castalia, 1987, p, 99-100.

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SACR.SOLD.

¿Hasle dado alguna música concertada? La de mis lamentos y congojas, las de mis ansias y pesadumbres.

SACR. Pues a mí me ha acontecido dársela con mis campanas a cada paso; y tanto, que tengo enfadada a toda la vecindad con el continuo ruido que con ellas hago, sólo por darle con­tento y porque sepa que estoy en la torre, ofreciéndome a su servicio; y, aunque haya de tocar a muerto, repico a vísperas solenes.6

Todo el entremés El sacristán mujer de Calderón puede considerarse una pura parodia de los hábitos rondadores de muchos hombres ridículos de la época, que solían encarnar­se en sacristanes de tan nefasta inspiración poético-musical como el protagonista:

SACRISTÁN Oigan un romance vuelto de Apacible Basilisco.

MARI LÓPEZ SACRISTÁN

Venenoso es el concepto. Apacible Basilisco, mátame siempre mirando y si no puede ser siempre, mátame de cuando en cuando, que si orando el demonio te tentó, ¿qué culpa te tengo yo?...7

No siempre el teatro y la novela del Siglo de Oro con escenas de rondas galantes nos han preservado al mismo tiempo las canciones a ellas asociadas. En El caballero de Olmedo de Lope de Vega, por ejemplo, el nudo de la acción,

6 Cervantes, Miguel de. Entremeses /Ed. de E. Asensio. Madrid : Castalia, 1970, p. 131.

7 Calderón de la Barca, Pedro. Entremeses, jácaras y mojigangas / Ed. de E. Rodríguez y A. Tordera. Madrid : Castalia, 1982, p. 129-130.

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todo el entramado de galanteos, agravios y celos sobre el que se construye la trágica historia, tiene por principal escenario la noche y la reja de la ventana de doña Inés. Pero nunca se oye entonar a ninguno de sus dos pretendientes rivales, don Alonso y don Rodrigo, ninguna canción de galanteo.

En otras obras sólo se alude elípticamente a tales cantos. Tal sucede, por ejemplo, en Las seiscientas apotegmas (1595) de Juan Rufo, donde se nos cuenta que

Un enamorado gordo por estremo, para que su dama le saliesse a hablar una noche, passó cantando por la calle: “De los álamos vengo, madre". Juan Rufo, que era su amigo, ... le dixo: “De los álamos venido / son de ti señas indinas; / dile que de las enzinas, / y serás bien conocido”.

Resulta evidente que la canción que entonaba el ridículo rondador y que parodiaba Rufo no es sino la famosísima

De los álamos vengo, madre, de ver cómo los menea el aire,

que se documenta en los cancioneros musicales de Vásquez y Fuenllana, en el epistolario de don Francesillo de Zúñiga, en un entremés de Andrés Rodríguez, en el Romancero de Barcelona, el Cancionero musical de Turin, el Laberinto amoroso, el Tesoro de Covarrubias, el Romancero de Valdivielso, y en la tradición oral moderna.8

Pueden aducirse muchas más alusiones indirectas a canciones de ronda en nuestra literatura clásica. Una de las más ingeniosas es la que en Tragedia Policiana (1547) de Sebastián Fernández nos describe así los desvelos del ena­morado:

8 Ver, sobre todas estas fuentes, Frenk, Margit. Corpus de la antigua lírica popular hispánica (Siglos XV a XVII). Madrid : Castalia, 1987, n° 309. A partir de ahora abreviaré la referencia catalográfica a esta obra con la indicación Corpus seguida del número correspondiente.

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e aquel no comer de dia e velar de noche, e aquel esperar de ventana con aquel ¿si sale, no sale?, cata que assoma, escóndete que viene su padre o marido...

Naturalmente, se esconde aquí una alusión a una célebre canción que había sido utilizada, mencionada o contrahecha a lo divino en obras de Timoneda, Castillejo, Padilla, Valdivielso, Lope de Vega, López de Úbeda o Vello de Bustamante, que aparecía también en Cancionero sevillano y en varios manuscritos madrileños y parisinos, y que ha sido documentada en la tradición folclórica moderna:

Aquel "¿si viene, no viene?", aquel “¿si sale, no sale?”, no ay manjar que se le yguale de cuantos el amor tiene.

(Corpus 45B)

Como el fragmentismo y la falta de referencias contex­túales son dos fenómenos que han afectado grandemente a la documentación del cancionero viejo, es a veces difícil discer­nir si algunas de las canciones antiguas que conocemos eran efectivamente canciones de ronda o aluden a galanteos de este tipo. Así sucede, por ejemplo, con la composición de Cancionero musical de Palacio (finales del siglo XV y comien­zos del XVI) de la que se conserva la cabeza del villancico y el primer verso de la glosa:

Lo que demanda el romero, madre,lo que demanda no ge lo dan.

A las puertas de su amiga...(Corpus 27)

Otro tanto puede decirse de una canción que en Auto cía feira de Gil Vicente parece aludir a las rivalidades entre pre­tendientes que tan estrechamente se han asociado a los galanteos amorosos y a las canciones de ronda:

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Sobre mi armavam guerra; ver quero eu quem a mi leva.

Très amigos que eu avia sobre mi armam prefia. Ver quero eu quem a mi leva.

(Corpus 183)

En ocasiones, sí son las referencias contextúales las que nos permiten deducir que una canción podía usarse para rondar. Tal sucede con un poemilla que aparece en Cancionero del British Muséum, en una ensalada de Orellana, en Cartapacio de Hernández de Padilla, en La picara Justina, en el auto La adúltera perdonada de Lope de Vega y en Vocabulario de Correas, y cuya ocasionalidad podemos cono­cer mejor gracias a que en La necedad del discreto de Lope de Vega aparece inequívocamente cantado como serenata a una dama;

Recordad, mis ojuelos verdes, c’a la mañana dormiredes.

(Corpus 1086).

Uno de los tópicos más repetidos en las canciones de ronda que se entonaban en la calle, frente a la puerta, venta­na o balcón de la pretendida, es el de las alusiones a ese marco espacial que constituía el escenario inevitable de las andanzas de los galanteadores. Las alusiones a la calle están presentes en la ensalada “Oremus al dios de amor” de Orellana:

Qu'en esotra calle morala encandiladora.

(Corpus 80)

En Vocabulario de Correas se alude igualmente a la calle de la amada:

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Isabel, boca de miel, cara de luna, en la calle do moráis no hallarán piedra ninguna.

(Corpus 113)

En Método mui facilissimo para aprender a tañer la guita­rra a lo español de Luis de Briceño, publicado en París en 1626, y que constituye uno de los más nutridos repertorios antiguos de cantos de ronda que conocemos, aparecen dos canciones con alusiones a la calle de la dama. La primera fue también glosada a lo divino en Peregrinos pensamientos de Bonilla y está muy extendida en la tradición oral moderna:

Por esta calle me boy, por esta otra doy la buelta: la dama que me quisiere téngame la puerta abierta.9

(Corpus 1562)

Por esta calle que entramos, a la buelta del cantón, una moca de quince años me á robado el coracón.

(Corpus 81)

Tirso de Molina, en Todo es dar en una cosa, también pre­sentaba una canción de este tipo:

Por esta calle que voy, por estotra doy la vuelta; no hay zagala que tenga la cara tan hermosa como la reina.

(Corpus 82)

9 Sobre esta canción puede verse mi artículo La canción de ronda de Las calles del amor entre los sefardíes de Oriente // Revista de Folklore 134 (1992) 39-47.

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A veces eran las esquinas, de la calle o de la casa de la amada, los lugares predilectos para apostarse los preten­dientes, como indica la canción de Vocabulario de Correas:

Venido el verano de las gavillas, quítanse galanes de las esquinas. (Corpus 1123)

Las diferentes partes de la casa de la pretendida eran (y son) también tópicos predilectos de los cantares de los ron­dadores. De nuevo en Método de Briceño encontramos este hermoso ejemplo que alude al '‘texado” de la casa de la amada:

Debaxo d'este texado está un tesoro escondido; que aunque soy tu enamorado, no lo save hombre nacido.

(Corpus 114)

La puerta de la casa de la amada era también, lógica­mente, anhelado objeto del deseo de muchos galantes ronda­dores. En una ensalada de Cancionero toledano de hacia 1560-1570 se nos presenta el curioso detalle de la descrip­ción de la indumentaria del pretendiente:

D’amarelo va o ynfante: ollay, manas, ollay, manas, si vay galante!

Passejava o infantepor [la] porta de su amiga,de amores le falava,de amores le dezia. Ollay, mana, ollay, mana, si vay galante!

(Corpus n° 25)

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Muy explícita —y con algún deje irónico— es la canción que aparece en dos ensaladas de Cancionerillos ele Munich y en Romancero de Barcelona:

Morenita me llaman, madre, desde el día en que nací;y [al] galán que me ronda la puerta blanca y rubia le parecí.

(Corpus 131)

De intenso tono lírico es otra de las canciones de Método de Briceño:

Quando a tu puerta me boy y quando d’ella me bengo, si de amor no estoy herido, yo no sé qué males tengo.

(Corpus 340)

De ronda parece ser también la canción conservada en varios manuscritos madrileños, salmantino, parisino y napo­litano, y también como cabeza del romance Las aves que se levantan de Lope de Vega, donde la glosa comienza por un “Cantó Belardo a tu puerta...” que lo identifica como canto de eventual ocasionalidad rondadora:

¡Nunca vivas con renzilla, casadilla, casadilla!

(Corpus 413)

Una de las más célebres canciones de ronda del Siglo de Oro, que además se ha mantenido viva en la tradición oral hasta la actualidad, es la que en Método de Briceño decía:

Si queréis que os enrrame la puerta, vida mia de mi coracón,si queréis que os enrrame la puerta, vuestros amores míos sond0

10 Briceño, Luis. Método mui facilissimo para aprender a tañer la gui­tarra a la espagnola. París : Baillard, 1626, f. 8r.

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En el cielo ay dos estrellas que están querellando a dios por que no las hizo a ellas tan hermosas como a vos.Si nos amamos los dos yo cantare con Racon si queréis que os enrrame la puerta vuestros amores míos son.

Calle arricia calle a baxo vida muerto me teneis las yeruas se bueluen flores donde vos ponéis los pies.Mi querida verdad es que causándome pasión si queréis que os enrrame la puerta vuestros amores míos son.

(Corpus 1248)

Esta canción fue anotada también en diversos manuscri­tos de la Biblioteca Nacional de Madrid y de la Hispanic Society de Nueva York, en Laberinto amoroso, en Primavera y flor, en Conceptos de Ledesrna, en Romancero de Valdivielso, una ensalada de Rimas del Incógnito, en Arte de Correas, el auto Los cantares de Lope, el entremés Los órganos y sacris­tanes de Quiñones de Benavente y el baile Los moriscos. En varias de estas fuentes tenía glosas distintas a las anteriores que merecen especial atención, Efectivamente, en el auto de Lope, la glosa decía:

Si queréis que os ronde la puerta, alma mía. de mi corazón, seguidme despierta, tenedme afición:veréis cómo arranco un álamo blanco,y en vuestro servicio le pongo en el quicio;que vuestros amores míos son...

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Pues bien, esta misma glosa es tradicional actualmente en diversos lugares de España. En Ampudia de Campos (Palencia), se entona dentro de una amplia secuencia de can­ciones acompañantes de una danza de palos:

Sí queréis que te enrame la puerta, prenda mía de mi corazón, si queréis que te enrame la puerta, tus amores míos son.

Si quieres salir de mañana a vuestra ventana verás cómo arranco de un álamo blanco, lo pongo en el quicio de vuestro servicio, que lleguen las hojas a vuestro balcón.

Si queréis que te enrame la puerta, prenda mía de mi corazón, si queréis que te enrame la puerta, tus amores míos son.11

Un último ejemplo de canto de ronda con alusión a las puertas de la amada nos la proporciona Romancero espiritual de Valdivielso, donde, contrahecho a lo divino, se canta:

La puerta me ronda mi amado esposo, lindo cuerpo tiene, su gracia adoro.

(Corpus 1383)

Muy cerca de la puerta de la amada estaba, lógicamente, la no menos deseada ventana. Conozcamos la siguiente can­

11 La canción fue recogida en Ampudia de Campos, el 10 de julio de 1996, en una encuesta realizada con Almudena Marazuela, Carlos A. Porro, David Tejero y Ascensión. Las informantes fueron Ana López, de 19 años, Cristina Izquierdo, también de 19 años, y Rosi Gallegos, de 32 años.

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ción inserta por Sebastián Fernández en su Tragedia Policiano (1547), y presente también en una ensalada de Cancionero toledano de hacia 1560-1570:

Páreste a la ventana, niña en cabello, que otro paravso yo no le tengo.

(Corpus 379)

Y, junto a la ventana de la amada, tampoco podía faltar la alusión al balcón. Veamos esta canción que aparecía en Jardín de amadores (1611):

Mirándome está mi niñapor las verfjjas de un verde balcón; con los ojos me haze del ojo, con el dedo me dize de no.

(Corpus 1624)

Curiosamente, esta canción sigue estando viva en la tra­dición folclórica de varios siglos después, como prueba esta estrofa recogida por mí en el pueblo cántabro de Vejo:

Y aquella morenaque está en el balcón —por detrás—, con los ojos me hace señas, y con las manos adiós;y aquella morenaque está en el balcón —por detrás—.12

Todavía más que la puerta, la ventana y el balcón, el lugar más deseado por el galán rondador era la cama de la amada,

12 Las informantes que me cantaron la estrofa en Vejo, en julio de 1989, fueron Alicia Tejón Martínez (nacida en Barrio de Liébana, de 53 años), Caridad Campollo (nacida en La Habana, Cuba, y criada en Vejo, de 68 años); y Esperanza Dobarganes Señas (nacida en Vejo, de 40 años).

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aludida en la siguiente cancioncilla inserta en Arte de Correas:

Niña de la saia blanca y enzima la verde escura, a los pies de la tu cama me hagan la sepultura.

(Corpus 115)

Las canciones de ronda de los Siglos de Oro no sólo tra­zan un dibujo poético del marco temporal (la noche) y espa­cial (la calle, la puerta, la ventana, el balcón, la cama) en que se desarrollaban o aspiraban a desarrollarse, sino también un completo repertorio de las emociones y sentimientos que embargaban a los galanes rondadores. La desazón y ansie­dad del amante quedan reflejados —vueltos a lo divino— en esta cancioncilla del auto El nacimiento de Christo nuestro bien de Mira de Amescua:

Pastorcito nuevo,¿quién os desvela, que a la media noche rondáis la aldea?

(Corpus 1382)

Las actitudes de desprecio de la mujer y de frustración del hombre están muchas veces presentes, como indican las siguientes dos canciones, que se documentan en Vocabulario (1627) de Correas y en el auto El fénix de amor de Valdivielso, respectivamente:

Vámonos de aquí, galanes, que aquí no ganamos nada: otro se lleva la moza, nosotros, la noche mala.

(Corpus 690)

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—Abre, amada hermosa, que a verte vengo. —El galán polidico, dormí al sereno.

(Corpus 1379)

En Libro de la vida y costumbres (1534-1543) de Alonso Enríquez de Guzmán, un amante se lamentaba de que “ni la syerra ni la caca ni mis cantares me aprovechó, y despedíase d'ella diziendo:

Por vos, morenica la syerra, era yo venido aquí.¡Ay, malferido de mi y de mi lebrel!

Es ésta una alusión a una canción incluida en un pliego de “Coplas hechas por Christoual de Pedraza...”, y citada en Cancionero musical ele Palacio y en Comédia de Rubena de Gil Vicente:

Por vos, gentil señora, yo soy venido aquí: ¡aved compassión de mi!

(Corpus 356)

La dama podía ser a veces muy expeditiva. Correas, en su Vocabulario (1627) explicaba que “ansí los despide la [mujer] cuerda; i es aviso para que las muxeres no se dexen engañar de las ternezas de los onbres”, junto con la siguiente canción:

A la rronda, rrondadores, que no ai lei en los onbres.

(Corpus 691)

En ocasiones, sin embargo, la insistencia de los corteja­dores se veía coronada por el éxito. Lope de Vega construyó toda una comedia, la de El galán de la Membrilla, a partir de la célebre seguidilla

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Que de Manzanaresera la niña,y el galán que la lleba, de la Menbrilla.

(Corpus 12B)

Que el galán había conquistado a su dama gracias a sus habilidades de rondador lo prueban versiones como la reco­gida por mí en Villamuñío (León):

De Gordaliza del Pinoera la chica y el galán que la ronda de Calzadilla.13

O la siguiente publicada por Eduardo Martínez Torner:

De Bremuy de Porreros era la niña, y el galán que la ronda, de la Lastrilla.14

Una tipología de cantos de ronda que también se docu­menta en los Siglos de Oro —y que ha seguido plenamente vigente en la tradición oral moderna— es el de las versiones o contrahechuras paródicas. En el entremés El barbero de Vicente Suárez de Deza, y en el entremés Los tejedores de Ambrosio de Cuenca se inserta la canción

Assómate a essa vergüenza, cara de poca ventana, y dame un jarro de sed, que vengo muerto de agua

(Corpus 1950)

13 Versión recogida por mí a Luciana Prieto, de 72 años, en Villamuñío (León) el 6 de marzo de 1993.

14 Martínez Torner, Eduardo. Lírica hispánica : relaciones entre lo popular y lo culto. Madrid : Castalia, 1966, n° 194.

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que es, ni más ni menos, una parodia del tipo de las de

Asómate a la ventana, cara de limón florido, que aquí abajo te espera el que va a ser tu marido.13

A veces la parodia era mucho más subida de tono, como demuestran, por ejemplo, estas dos cancioncillas anotadas en Cancionero de Jacinto López (1620) de la Biblioteca Nacional de Madrid:

Aquí bive i aquí mora una moca muy gentil, cada bez que se lebanta ba a mear el peregil.

(Corpus 1955)

En esta calle morauna moca caripapuda, que con las tetas barre la casa y echa pedos a la basura.

(Corpus 1958)

No va a la zaga de las anteriores, en cuanto a procacidad al menos, la que en Vocabulario (1627) de Correas decía:

Pues que no te puedo ver, vida, i cágome a tu puerta, porque tengas qué barrer i coxer en una espuerta.

(Corpus 1987)

15 Cancionero granadino de tradición oral i M. L. Escribano Pueo; T. Fuentes Vázquez; F. Morente Muñoz; A. Romero López. Granada : Universidad, 1994, n° 22. Sobre toda esta tipología de canciones puede verse mi artículo El romance lírico de El rondador sediento en el folclore sefardí de Oriente // Revista de Folklore 129 (1991) 75-81.

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También tenemos documentación áurea de canciones de cencerrada, es decir, de las que los rondadores dedicaban a los viudos, viudas o novios que no les hubiesen pagado los preceptivos "derechos” —normalmente en vino— que tradi­cionalmente reclamaban los mozos. Una canción de Vocabulario de Correas dice:

Mañana se parte Olalla, vase fuera del lugar, démosla la zenzerrada, que mañana no ai lugar.

(Corpus 1235)

Es evidente que este repertorio de canciones de ronda de los siglos XVI y XVII es muy ampliable y podría merecer un análisis más detallado que el que las limitaciones de espacio y los modestos objetivos de este artículo nos permiten ahora. Pero también es verdad que la selección que hemos conocido puede ofrecer un panorama representativo de la variedad, complejidad y riqueza de este repertorio en la tradición anti­gua española, y ampliar desde la diacronía nuestra perspec­tiva de análisis y contraste con la tradición moderna que aún deja sentir su voz en algunos de nuestros pueblos. Eso sin contar con la emoción y la admiración que, como siempre que nos acercamos a cualquier ramillete de canciones líricas, podrá despertar en nosotros esta poesía donde se entrecru­zan y confunden el arte y la vida, la belleza estética y la fun­cionalidad social.

José Manuel PedrosaUniversidad de Alcalá

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