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II HISTORIA DEL PENSAMIENTO ARQUEOLÓGICO CRÍTICA/ARQUEOLOGÍA Directora: M. a EUGENIA AUBET I

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Historia Del Pensamiento Arqueologico Trigger Bruce G-libre

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  • II

    HISTORIA DEL PENSAMIENTO ARQUEOLGICO

    CRTICA/ARQUEOLOGA Directora: M. a EUGENIA AUBET

    I

  • 2. LA ARQUEOLOGA CLSICA Y EL ANTICUARISMO

    Conocer el pasado es tan fascinante como conocer las estrellas.

    GEORGE KUBLER, The Shape of Time (1962), p. 19.

    Algunos de los trabajos sobre la historia de la arqueologa realizados re-cientemente han sugerido que el corriente inters por la interpretacin es un hecho moderno (Willey y Sabloff, 1980, pp. 9-10). Se alega que hasta la dcada de los sesenta no se dispuso de un cuerpo de teora establecido, ya que cada investigador gozaba de libertad para reconstruir la disciplina segn sus propias deas. As, antes de que naciese la disciplina de la arqueologa, ya se haban iHDilucido ideas generales sobre el origen y el desarrollo humanos que poten-cialmente podan ser puestas a prueba con datos arqueolgicos. Conceptos como . i o s fueron los que constituyeron, ya fuese implcita o explcitamente, las pri-meras teoras de nivel alto que proporcionaron unos objetivos y una direccin .il hecho de coleccionar y estudiar datos arqueolgicos. Por lo tanto, la arqueo-loga, como cualquier otra disciplina cientfica, atraves una etapa en que los datos se empezaron a recoger por ninguna razn en concreto o bien con la es-peranza de que en el futuro se sabra lo suficiente como para formular las cues-i li mes convenientes. Cuando los datos arqueolgicos se convirtieron en un ob-J0tO serio de estudio, los investigadores procedieron a su examen con la esperanza di que su tarea arrojara luz sobre los problemas que se consideraban significa-llvoj desde un punto de vista filosfico, histrico o cientfico.

    I i MI INDO ANTIGUO

    [bdo grupo humano parece poseer cierto grado de curiosidad por el pasa-do Durante gran parte de la historia humana, este inters se satisfaca median-|i u n i , y leyendas concernientes a la creacin del mundo y de la humanidad, \ crnicas u adicionales sobre las aventuras vividas por grupos tnicos indivi-dua l . . Entre grupos de organizacin tribal, estos relatos se refieren con fret

    LA ARQUEOLOGA CLSICA Y EL ANTICUARISMO 37

    cuencia a una esfera sobrenatural y desempean el papel de estatuto mtico que regula las relaciones polticas y sociales del presente, como es el caso del con-cepto de tiempo-sueo de los aborgenes australianos (Isaacs, 1980). En otros casos, la tradicin oral sirve para preservar viva en la memoria durante genera-ciones historias sobre ciertas actividades humanas (Vansina, 1985).

    En las primeras civilizaciones existi tambin un enfoque diferente repre-sentado por los registros escritos, los cuales provean de un marco cronolgico y de cierta informacin sobre acontecimientos ocurridos en el pasado pero in-dependientes de la memoria humana. Incluso as, la compilacin de anales no dio lugar a la escritura de una narrativa histrica ni en el Mediterrneo ni en China hasta despus del 500 a.C. (Van Seters, 1983; Redford, 1986). Adems, el desarrollo de la historia como gnero literario no desemboc en el surgimiento de un inters disciplinado por los restos materiales de los tiempos pasados.

    Algunas sociedades tribales recogieron artefactos procedentes de un pasa-do ignoto. En los yacimientos iraqueses de los siglos xv y xvi del este de Nor-teamrica se han hallado puntas de flecha, pipas de piedra y objetos de cobre nativo hechos haca miles de aos. Estos objetos se hallaran y se recogeran seguramente durante la realizacin de las actividades cotidianas de los iraque-ses (Tuck, 1971, p. 134), al igual que los campesinos europeos de la poca me-dieval recogan las piedras del trueno (pedernal), que se vendan a los orfe-bres (Heizer, 1962a, p. 63) o los cerrojos de los duendes (puntas de flecha de piedra). Aunque carecemos de un registro directo de cmo contemplaban los iraqueses estos hallazgos, con seguridad se tratara de amuletos que, al ser piedras de formas particulares, habran sido olvidadas por los espritus en los bosques (Thwaites, 1896-1901, vol. 33, p. 211). En muchas culturas se crea que estos objetos posean un origen ms sobrenatural que humano y se les atribuan ciertos poderes mgicos, circunstancia por la cual seguramente se recogan.

    Los restos del pasado eran contemplados de manera similar en las prcticas religiosas de las primeras civilizaciones. En el siglo xvi, los aztecas llevaban a cabo regularmente rituales en las ruinas de Teotihuacn, ciudad que haba es-tado habitada en el primer milenio d.C. y en la que se crea que los dioses ha-ban restablecido el orden csmico al principio del ciclo ms reciente de exis-tencia (Heyden, 1981). En las ofrendas y depsitos rituales que peridicamente se colocaban en los muros del Gran Templo de Tenochtitln, se incluan figuri-llas olmecas procedentes de todos los lugares del imperio, ya que eran conside-radas un bien muy valioso (Matos, 1984). Pero el hecho de considerar tales ac-tividades como arqueologa, aun arqueologa indgena, significa ampliar el sentido de la palabra ms all de lmites razonables.

    En los ltimos perodos de las civilizaciones antiguas, los artefactos se con-sideraban de gran valor por haber pertenecido a dirigentes determinados, por ser propios de las etapas de grandeza nacional, y tambin porque aportaban informacin sobre el pasado. En Egipto, en la construccin de las tumbas rea-les de principios de la dinasta XII (1991-1786 a.C.) se aada conscientemenie

  • 38 HISTORIA DEL PENSAMIENTO ARQUEOLGICO

    cierto toque de arcasmo (Edwards, 1985, pp. 210-217). Durante la dinasta XVIII (1552-1305 a.C.) los escribas inscriban sus graffi en los monumentos antiguos o abandonados para dejar constancia de su visita, mientras que en una paleta predinstica fragmentada se ha hallado inciso el nombre de la reina Tiye (1405-1367 a .C ) . En la dinasta XIX (1305-1186 a .C ) , Khaemwese, un hijo de Ramss II cuya fama como mago y sabio durara hasta la poca grecorromana, llev a cabo un estudio detallado de los cultos asociados a los monumentos antiguos que existan cerca de la capital, Menfis, con el propsito de reinstau-rar tales creencias (Kitchen, 1982, pp. 103-109), y durante el perodo sata (664-525 a .C ) los grandes conocimientos adquiridos acerca de los relieves del Imperio Antiguo permitieron realizar un intento de restablecimiento estilstico (W. Smith, 1958, pp. 246-252). Una hija del rey Nabonidus, Bel-Shalti-Nannar, que vivi en el siglo vi a .C , form una pequea coleccin de antiguos artefac-tos babilonios, incluyendo inscripciones, que ha sido considerada como el pri-mer museo de antigedades conocido (Woolley, 1950, pp. 152-154). Esta toma de conciencia creciente por los restos materiales del pasado formaba parte del elevado inters por los tiempos pasados que exista entre las clases letradas, in-ters que, por otra parte, posea un fuerte componente religioso. Se crea que los dioses o los hroes haban establecido una forma perfecta de civilizacin en el principio de los tiempos, pero las generaciones posteriores de seres huma-nos haban fracasado en el mantenimiento de aquel estatus ideal. Los monu-mentos y los registros escritos del pasado constituan el vnculo tangible con etapas ms cercanas al t iempo de la creacin y por tanto eran considerados me-dios por los cuales poder aproximarse al prototipo sagrado de civilizacin. De-bido a su ms estrecha relacin con el drama csmico de la creacin, a estos artefactos se les atribuan poderes sobrenaturales inusuales.

    En la civilizacin grecorromana, la sustancial produccin de narrativa his-trica basada en los registros escritos y en las tradiciones orales, as como el inters por las prcticas religiosas, las costumbres locales y las instituciones ci-viles del pasado, raramente se acompaaba de una preocupacin por los restos materiales de ese pasado. El historiador griego Tucdides se percat de que al-gunos de los enterramientos hallados en Dlos, cuando la isla fue purificada en el siglo v a .C , pertenecan a los carios, ya que contenan armamentos muy parecidos a los de los carios de su tiempo. En su opinin, esto confirmaba la tradicin que deca que los carios haban vivido en algn tiempo pasado en la isla (Casson, 1939, p. 71). En su Descripcin de Grecia, escrita en el siglo II d .C , el fsico Pausanias describi de una manera sistemtica los edificios p-blicos, obras de arte, ritos y costumbres de diferentes regiones del pas, junto con las tradiciones histricas asociadas a ellos. As, aunque describi breve-mente las celebradas ruinas de la Edad del Bronce de Tirinto y Micenas, tanto para l como para otros escritores clsicos de libros-guas, los edificios en rui-na s apenas vala la pena mencionarlos (Levi, 1979, vol. 1, p. 3). Los griegos

    LA ARQUEOLOGA CLSICA Y EL ANTICUARISMO 39

    y los romanos conservaban valiosas reliquias del pasado como ofrendas voti-vas en sus templos y las tumbas se profanaban con frecuencia en busca de reli-quias de hroes. Pausanias advirti que la hoja de la supuesta lanza de Aquiles que se conservaba en el templo de Atenea en Phaselis era de bronce, cosa que corroboraba la evidencia literaria que deca que los guerreros de la edad hom-rica usaban armas de bronce (Levi, 1979, vol. 2, p. 17). La importancia de estas inferencias histricas radica en su rareza. Los bronces y los recipientes antiguos que se hallaban accidentalmente o se saqueaban se vendan a altos precios a ricos coleccionistas de arte (Wace, 1949). Con todo, los investigadores no ha-can ningn esfuerzo por recuperar de una manera sistemtica estos artefactos, ni siquiera intentaron hacer de estos objetos una materia digna de especial es-tudio, a pesar de algunas voces clasicistas que abogaban por lo contrario (Weiss, 1969, p. 2). No exista en absoluto conciencia clara de que los restos materiales del pasado podan ser de utilidad para probar las numerosas y conflictivas es-peculaciones filosficas sobre los orgenes humanos y las ideas generales de la historia humana que caracteriz la civilizacin clsica.

    Si-ma Qien, el primer gran historiador chino, que escribi en el siglo n a .C , visit muchas ruinas antiguas y examin reliquias y textos del pasado para la compilacin del Shi Ji, un importante relato sobre la historia de la China anti-gua. El estudio sistemtico del pasado era muy valorado por los investigadores del tiempo de Confucio como una gua moral de comportamiento y desempe- una funcin muy poderosa dentro del proceso de unificacin de la vida po-ltica y cultural china por el hecho de poner de relieve un patrimonio comn que se remontaba hasta de dinasta Xia (2205-1766 a.C.) (Wang, 1985). Duran-te casi un milenio, aunque los historiadores chinos continuasen basndose en los registros histricos para confeccionar sus libros, la atencin hacia los reci-pientes de bronce, relieves en jade u otras obras de arte antiguas slo tena un carcter de curiosidad o de reliquia familiar, como suceda en las civilizaciones clsicas del Mediterrneo.

    A pesar de que unos pocos investigadores del mundo antiguo utilizaron de manera ocasional algunos artefactos para complementar los conocimientos so-bre el pasado que aportaban los registros escritos, no se desarrollaron tcnicas especficas de recuperacin o estudio de estos artefactos y fracasaron por com-pleto en el establecimiento de una tradicin en este sentido. En ninguna de las civilizaciones conocidas existi una disciplina parecida a lo que ahora entende-mos por arqueologa. Aunque algunos filsofos se esforzasen en reemplazar las creencias religiosas por explicaciones estticas, cclicas o evolucionistas so-bre los orgenes del hombre y de la civilizacin, stas se mantuvieron en un nivel puramente especulativo.

  • 40 HISTORIA DEL PENSAMIENTO ARQUEOLGICO

    EL PARADIGMA MEDIEVAL DE LA HISTORIA

    En la Europa medieval, los tmulos y los monumentos megalticos eran ob-jeto de inters local, y en ocasiones los clrigos hacan recopilaciones de los cuentos populares que a ellos se referan. Pocos de estos monumentos escapa-ron al saqueo realizado, ya por seores, ya por siervos, con el convencimiento de que contenan tesoros (Klindt-Jensen, 1975, p. 9). Las edificaciones antiguas tambin se violaban con el objetivo de obtener material de construccin, reli-quias sagradas y tesoros (Kendrick, 1950, p. 18; Sklenf, 1983, pp. 16-18). Se crea que las nicas noticias sobre tiempos pasados estaban contenidas exclusi-vamente en la Biblia, en los libros de la antigedad grecorromana que haban sobrevivido, y en los registros histricos que incorporaban tradiciones de po-cas ms oscuras. Esta visin cristiana sobre el pasado que exista en la Edad Media ha influido en la interpretacin de los datos arqueolgicos hasta el pre-sente. Este enfoque puede ser resumido en seis puntos:

    1. Se crea que el mundo tena un origen sobrenatural y relativamente re-ciente, y que no era probable que durase ms all de unos pocos miles de aos jns. Las autoridades rabnicas calculaban que haba sido creado sobre el 3700 a .C , mientras que el papa Clemente VIII dat la creacin en el 5199 a .C , y en una poca tan tarda como el siglo xvn el arzobispo James Ussher coloc el hito en el 4004 a.C. (Harris, 1968, p. 86). Estas fechas, computadas a partir de genealogas bblicas, coincidan en asignarle al mundo unos pocos miles de aos de antigedad. De la misma manera se pensaba que este mundo finaliza-ra con el retorno de Cristo, y aunque no se conociese exactamente cundo se producira ese evento, se crea que se estaban viviendo los ltimos das de vida de la Tierra (Slotkin, 1965, pp. 36-37).

    2. El mundo fsico, segn se crea, se hallaba en avanzado estado de dege-neracin y los cambios naturales eran signos de la decadencia de la creacin divina original. Como la Tierra iba a durar poco tiempo ms, no haba ningu-na necesidad de que la divina providencia se molestase en contrarrestar las mer-mas producidas por los procesos naturales y por la explotacin humana de es-tos recursos. La documentacin bblica sobre la mayor longevidad humana en los tiempos pasados era una garanta para sostener la creencia de que los seres humanos, as como su entorno, haban sufrido un proceso de deterioro fsico y mental desde que fueron creados. La decadencia y el empobrecimiento del mundo fsico apoyaban igualmente la idea de transitoriedad de todas las cosas materiales (Slotkin, 1965, p. 37; Toulmin y Goodfield, 1966, pp. 75-76).

    3. La humanidad fue creada por Dios, se pensaba, en el Jardn del Edn, situado en el Prximo Oriente. Desde all, los hombres se extendieron a otras partes del mundo, no sin antes haber sido expulsados del Jardn y haber sufri-do el diluvio de No. En una segunda dispora se habra producido la diferen-ciacin de las lenguas, que fue impuesta por Dios a la humanidad, tras su pre-suncin de construir la Torre de Babel. El centro de la historia del mundo

    LA ARQUEOLOGA CLSICA Y EL ANTICUARISMO 41

    V

    3. Merln erigiendo Stonehenge, de un manuscrito britnico del siglo xiv.

  • I.' HISTORIA DEL PENSAMIENTO ARQUEOLGICO

    permaneci en el Prximo Oriente durante largo tiempo, donde la Biblia regis-traba el desarrollo del judaismo y desde donde el cristianismo se difundi por I uropa. Los investigadores trataron de vincular la Europa occidental con la his-(01 la registrada en el Prximo Oriente y el mundo clsico, construyendo capri-i hosas genealogas que identificaban a algunos personajes bblicos o conoci-doi naves de o tros relatos histricos, como los fundadores de las naciones i uropeas o como sus primeros reyes (Kendrick, 1950, p. 3). As, y casi siempre i ioi el imologa popular, se atribua a uno de los hijos de No, Gog, el origen del pueblo godo (Klindt-Jensen, 1975, p. 10), y a Brutus, el prncipe troyano, se li re onoca como el primer rey de Bretaa despus del aniquilamiento de la ra-i de gigantes que en un principio viva all. Las deidades paganas se interpre-

    i a menudocomomorta les deificados que se identif icabanconpersonajesbblii os menores o con sus descendientes (Kendrick, 1950, p. 82). De la misma manera, los monjes de Glastonbury, en 1184 d.C. afirmaron que Jos de Ari-m.iic .i Ilabia llevado all el Santo Grial en el ao 63 d.C. (Kendrick, 1950, p. 15).

    4. Se consideraba como algo natural que el modelo establecido de con-dlli ia luimana degenerase. La Biblia afirmaba que Adn y sus descendientes haban sido granjeros y pastores, y que el trabajo del hierro se haba empezado i pracl icar en el Prximo Oriente slo algunas generaciones ms tarde. Los pri-meros humanos gozaban y compartan revelaciones divinas directas. El cono-i Imiento de Dios y de sus deseos se fue manteniendo y elaborando a travs de loi patriarcas y los profetas hebreos. Esto, junto con las revelaciones conteni-dai en el Nuevo Testamento, se convirtieron en el patrimonio de la Iglesia cris-II n , la cual hered la responsabilidad de mantener los modelos ideales de con-dui ii humana. Por otra parte, los grupos que haban abandonado el Prximo i trente haban fracasado en la renovacin peridica de su fe a travs de las i. velaciones divinas o de las enseanzas cristianas, y se haban arrojado en brazos di l politesmo, la idolatra o la inmoralidad. La teora de la degeneracin se Utilizaba tambin para dar razn de las primitivas tecnologas de los cazadores- i electores y de las tr ibus de agricultores cuando llegaron a las t ierras euro-iieas, Aplicadoalaesferadela tecnologa y de la cultura material, el concepto de degeneracin entr en liza con la visin alternativa, abanderada por histo-M.bues romanosde latalladeCorne l io Tcito, de que la prosperidad material elera la depravacin moral. Los eruditos medievales se preocupaban mucho . i . de poder explicar la decadenciamora l y espiritual que la del progreso tec-nolgico.

    La historia del mundo se interpretaba como una sucesin de eventos aicos. El cristianismo alent la institucin de un enfoque histrico de los asun-i" humanos, ya que la historia del mundo se vea como una serie de aconteci-mientos que posean un significado csmico. stos se interpretaban como el resultado de intervenciones predeterminadas de Dios, la ltima de las cuales pondl a fin a la lucha entre el bien y el mal. Por tanto, no tena ningn sentido pensai que el cambio o el progreso fuese intrnseco a la historia humana o que

    LA ARQUEOLOGA CLSICA Y EL ANTICUARISMO 43

    los seres humanos fuesen capaces, sin la ayuda de Dios, de conseguir ningn hecho de significacin histrica (Kendrick, 1950, p. 3; Toulmin y Goodfield, 1966, p. 56). Entre las intervenciones peridicas de Dios, los asuntos humanos continuaban su curso de forma esttica o cclica.

    6. Finalmente, los eruditos medievales eran todava menos conscientes de los cambios histricos en la cultura material que los griegos o los romanos. Unos cuantos papas y emperadores, como Carlomagno y Federico Barbarroja, co-leccionaron monedas y gemas antiguas, reutilizaron elementos de la arquitec-tura romana e imitaron su escultura (Weiss, 1969, pp. 3-15). Pero en general no se era consciente de una manera explcita de que en los tiempos bblicos o clsicos se llevaban ropas o se construan casas significativamente diferentes a las de la Edad Media. Cuando se descubran estatuas de deidades paganas, eran con frecuencia destruidas o mutiladas ya que se consideraban indecentes u objetos de adoracin del demonio (Sklen, 1983, p. 15). Casi umversalmen-te, los tiempos bblicos se vean como algo cultural, social e intelectualmente idntico a los de la Europa medieval. _

    Durante la Edad Media, el inters por los restos materiales del pasado fue mucho ms restringido que durante la poca clsica, estando limitado a la co-leccin y conservacin de reliquias sagradas. Esto no estimul en absoluto el desarrollo de un estudio sistemtico de los restos materiales del pasado, pero la visin que de ste se tena constituy el punto de partida conceptual a partir del cual se desarrollara en Europa el estudio de la arqueologa, cuando las con-

    ; diciones sociales cambiasen.

    EL DESARROLLO DE LA ARQUEOLOGA HISTRICA

    En el siglo xiv, los rpidos cambios sociales y econmicos que marcaron^ el fin del feudalismo en el norte de Italia, llevaron a los investigadores a inten-tar justificar las innovaciones polticas aduciendo que tales hechos tenan sus/

    Nprecedentes en tiempos anteriores. Los intelectuales del Renacimiento empeza-ron a tener en cuenta la literatura clsica que haba sobrevivido con el objetivo de proveer de un pasado glorioso a las emergentes ciudades-estado italianas y para justificar la creciente secularizacin de la cultura italiana (Slotkin, 1965, p. x). Los enfoques de estos intelectuales reflejaban generalmente los interesesj de una nueva nobleza y una naciente burguesa, de cuyo mecenazgo dependan.! Aunque la utilizacin de precedentes histricos que justificasen las innovacio-nes hunde sus races en el pensamiento de la Edad M e d i i s en estos momen-tos cuando la bsqueda de precedentes se hace ms intensa, cosa que permite la constatacin de que la vida social y cultural de aquel tiempo no se pareca en nada a la de la antigedad c l s i c ^Como consecuencia de este proceso, los textos histricos y literarios referidos a la antigedad, desconocidos o poco es-tudiados en la Europa occidental desde la cada del Imperio romano, se van

  • 14 HISTORIA DEL PENSAMIENTO ARQUEOLGICO

    haciendo ms familiares, y los investigadores van cayendo en la cuenta de que el pasado es algo muy diferente del presente, de que cada poca ha de ser estu-diada segn sus propias premisas, y de que el pasado no puede ser juzgado! a partir de los modelos del presente (Rowe, 1965). Los logros culturales de Gre-cia y Roma se interpretaban como una evidencia que apoyaba la degeneracin cultural producida desde aquel tiempo, visin que a su vez reforzaba el concep-to cristiano tradicional sobre la historia humana. El objetivo de los estudiosos renacentistas era comprender e intentar emular lo mejor posible los gloriosos logros de la antigedad. En un principio no se crea que, en su estado de dege-neracin, los seres humanos pudiesen abrigar alguna esperanza sobre la conse-cucin de logros semejantes. Slo haba una esfera en la que el hombre, siVj lugar a dudas, haba superado a la antigedad, y era en la posesin de una relw gin basada en revelaciones divinas, y eso era lo nico que impor t aba .^ , , . ^

    El aprecio por la antigedad clsica no se reduca slo a la literatura, sino que rpidamente se extendi a las artes y a la arquitectura. Pronto, los nobles* y los ricos mercaderes rivalizaran entre ellos como patrocinadores de las artes. I En este sentido, se rechazaba el estilo gtico, y se prefera optar por emular el arte y la arquitectura de la antigua Roma. Este desarrollo provoc enseguida5, que empezasen a considerarse importantes no slo la palabra escrita, sino tam-bin los objetos materiales supervivientes de aquel pasado, como fuentes d informacin decisivas sobre las civilizaciones clsicas. j

    Ambas facetas se hallan expresadas en el trabajo de Ciraco de Ancona (Ci-raco de'Pizzicolli, 1391-1452 d .C) , cuyas investigaciones lo convierten en el pri-mer arquelogo conocido. Era un mercader italiano que viaj regularmente por Grecia y el Mediterrneo oriental durante un perodo de veinticinco aos. Al-gunos de estos viajes tenan el objetivo especfico de recavar informacin sobre monumentos antiguos. En el curso de estas visitas copi cientos de inscripcio-nes, hizo dibujos de monumentos, coleccion libros, monedas y obras de arte. Su inters principal fueron las inscripciones pblicas, que recogi y coment en seis volmenes, algunos de los cuales se han conservado, siendo los restan-tes pasto de las llamas (Casson, 1939, pp. 93-99; Weiss, 1969, pp. 137-142).

    A finales del siglo xv, los papas, como Pablo II y Alejandro VI, los carde-nales y los miembros de la nobleza italiana, se dedicaban a coleccionar y mos-trar obras de arte antiguas, al mismo tiempo que comenzaban a patrocinar la bsqueda y la recuperacin de tales objetos (Taylor, 1948, pp. 9-10). En una fecha tan temprana como 1462, el papa Po II promulg una ley de preserva-cin de las edificaciones antiguas de los estados papales y, en 1471, Sixto IV prohibi la exportacin de bloques de piedra o estatuas de sus dominios (Weiss, 1969, pp. 99-100). Durante un largo perodo, aunque no se realiz ninguna ex-cavacin arqueolgica en el sentido que hoy conocemos, se cav en busca de objetos que tuviesen un valor esttico y comercial. Las excavaciones que se ini-ciaron en los bien preservados yacimientos romanos de Herculano y Pompeya en la primera mitad del siglo xvm, las llevaban a cabo buscadores de tesoros

  • 46 HISTORIA DEL PENSAMIENTO ARQUEOLGICO

    de este tipo, aunque gradualmente se fue adquiriendo un inters por la arqui-tectura domstica romana junto al deseo de recuperar estatuas y otras obras de arte. Sea como fuere, haba poco inters por comprender el contexto en el que se hallaban los objetos. Los propietarios de las tierras en las que se hall enterrada Pompeya acordaron con algunos contratistas la excavacin por me-tro cbico (Leppmann, 1968).

    El inters por la antigedad clsica se fue extendiendo lentamente por todai Europa. Con el tiempo, los miembros de la nobleza se convirtieron en vidos: coleccionistas de arte griego y romano, que les era proporcionado por sus agentes Vdestacados en el Mediterrneo. A principios del siglo xvn, Carlos I, el duque de Buckingham y el conde de Arundel llegaron a rivalizar amistosamente por la importacin a Inglaterra de tales objetos. En 1734, un grupo de caballeros i, ingleses que haban viajado a Italia formaron en Londres la Sociedad de Dile-tantes para estimular el gusto por el arte clsico. En los siguientes ochenta aos, esta sociedad patrocin algunas investigaciones arqueolgicas en la regin del Egeo (Casson, 1939, pp. 202-205). Las inscripciones clsicas, los monumentos y las obras de arte romanos hallados en Inglaterra, Francia, Alemania occiden-tal y otros lugares que haban sido conquistados por el Imperio romano, empe-zaron a ser estudiados sistemticamente por los anticuarios locales, como Wi-lliam Camden (1551-1623) en la Inglaterra de comienzos del siglo xvi. El gran valor monetario atribuido a las obras de arte de gran calidad tendi a restringir la investigacin de estos materiales y de la arqueologa clsica a la nobleza o a aquellos investigadores que podan permitirse el lujo del mecenazgo (Casson, 1939, p. 141).

    El establecimiento de la Historia del Arte como una rama diferente de los estudios clsicos lleg con el trabajo del investigador alemn Johann Winckel-mann (1717-1768). Su Geschichte derKunst des Altertums (Historia del arte an-tiguo) (1764) y otros de sus escritos proporcionaron la primera periodizacin de los estilos escultricos de Grecia y Roma, as como una descripcin meticu-losa de algunos trabajos individuales y discusiones sobre los factores que influ-yen en el desarrollo del arte clsico, como el clima, las condiciones sociales y la artesana. Igualmente intent definir modelos ideales, y, en su opinin, eter-namente vlidos, de belleza artstica. El trabajo de Winckelmann fue el germen del desarrollo futuro de los estudios clsicos, los cuales hasta la poca actual han continuado basndose en la investigacin dual de documentacin escrita y obras de arte. Los registros escritos se vean como el factor esencial que pro-vea del relato indispensable de la historia y del desarrollo del pensamiento en la Grecia y Roma antiguas. La historia del arte, aunque dependa de los regis-i ros escritos para la datacin y la contextualizacin requerida para estudiar los cambios en los estilos artsticos, extenda el estudio del pasado a la esfera de la culiura material, la cual, a su vez, no poda ser investigada de una manera sistemtica utilizando exclusivamente los datos proporcionados por las fuentes literarias. A pesar ile que no constituyera una disciplina independiente de los

    LA ARQUEOLOGA CLSICA Y EL ANTICUARISMO 47

    estudios clsicos, la historia del arte fue mucho ms all de la mera ilustracin de los datos que se extraan de los documentos escritos.

    \ Los estudios clsicos conformaron un modelo para el desarrollo de la egip-f tologa y de la asiriologa. A finales del sigle(xvjpno se saba casi nada sobr las antiguas civilizaciones de Egipto y del Prximo Oriente excepto que haban sido registradas por la Biblia y por los escritores griegos y romanos. Los ma-nuscritos de estas culturas no pudieron leerse, y todos sus escritos y obras de arte permanecieron enterrados y sin estudiar durante un gran perodo de tiem-po. Las investigaciones sistemticas sobre el antiguo Egipto empezaron con l s l primeras observaciones hechas por los estudiosos franceses que acompaa ron / a Napolen Bonaparte cuando invadi Egipto entre 1798 y 1799 y que e labora j ron una Description de l'gipte de varios volmenes comenzada en 1809. Otrojj, resultado de esta campaa militar fue el descubrimiento accidental de la Piedra* Rosetta, una inscripcin bilinge que constituy un acontecimiento primordial para que Jean-Francois Champollion (1790-1832) descifrase los escritos del an-tiguo Egipto, tarea que empez a producir resultados sustanciales hacia 1822. Los egiptlogos, como Champollion y Karl Lepsius (1810-1884), iniciaron sus visitas a Egipto para registrar los templos, las tumbas y las inscripciones mo-numentales a ellos asociadas. Utilizando estas inscripciones, fue posible esbo-zar una cronologa y una historia esquemtica del antiguo Egipto, a partir de la cual los egiptlogos pudieron rastrear el desarrollo del arte y la arquitectura egipcios. Al mismo tiempo, surgieron los aventureros, como el artista de circo y hombre forzudo Giovanni Belzoni y los agentes del cnsul general francs Bernardino Drovetti, que luchaban encarnizadamente por reunir grandes co-lecciones de obras de arte egipcias para su exhibicin pblica en Francia e In-glaterra (Fagan, 1975). Este saqueo de las tumbas y templos egipcios no finali-z hasta que el egiptlogo francs Auguste Mariette (1821-1881), que haba sido nombrado conservador de los monumentos egipcios en 1858, puso coto a todo trabajo no autorizado. Incluso las propias excavaciones que l realizaba esta-ban destinadas a adquirir material para la coleccin nacional ms que a estu-diar y registrar las circunstancias de los hallazgos.

    A pesar de que ya se tenan noticias de la escritura cuneiforme en la Europa de 1602, el primer intento por traducirla con xito lo hizo Georg Grotefend (1775-1853) en 1802. No fue hasta 1849 que Henry Rawlinson (1810-1895) hall la ocasin de publicar un estudio de la versin en persa antiguo del largo texto trilinge que el rey aquemnida Daro I (que rein desde el 522 al 486 a.C.) haba hecho grabar en la roca en Bisitun, Irn. En 1857, fue l quien descifr, junto a otros investigadores, la versin que de este texto se haba compuesto en lengua babilnica, mucho ms antigua, poniendo as las bases para desen-traar la historia de Asiria y de la antigua Babilonia. Las excavaciones espor-dicas en busca de tesoros en Irak dieron paso en 1840 a las intervenciones de Paul-mile Botta (1802-1870) en las ruinas de Nnive y Khorsabad y las de Aus-ten Layard (1817-1894) en Nimrud y Kuyunjik. Estas excavaciones de los elabo

  • LA ARQUEOLOGA CLSICA Y EL ANTICUARISMO 49

    radsimos palacios neoasirios proveyeron de grandes cantidades de esculturas e inscripciones. Estas ltimas despertaron un gran inters, al referirse a las pri-meras historias explicadas en la Biblia. Finalmente, como sucedi para Egipto, se pudo esbozar una cronologa para la civilizacin mesopotmica que permi-ti a los eruditos estudiar los cambios producidos en los estilos artsticos y en la arquitectura monumental desde los primeros estadios de la escritura.

    El desarrollo de la egiptologa y de la asiriologa durante el siglo xix aadi tres mil aos de historia a dos reas del mundo que revestan un especial inters en lo que se refera a los estudios bblicos, ya que hasta entonces no se haba dispuesto de documentacin directa. Ambas disciplinas se fueron moldeando como lo haban hecho los estudios clsicos. Para suplir los datos cronolgicos, los datos histricos y la informacin acerca de las creencias y los valores del pasado, se basaron en los escritos, aunque tambin se interesaron por el desa-rrollo del arte y de la arquitectura monumental que iba revelando la arqueolo-ga. Es ms, tanto la egiptologa como la asiriologa dependieron mucho ms de la arqueologa que los propios estudios clsicos, ya que la gran mayora de textos que se conseguan tenan que ser previamente desenterrados. As, mien-tras que la investigacin sobre la historia del arte continu basndose en los registros escritos para la ordenacin cronolgica de sus datos, los problemas que presentaba la aplicacin de este mtodo a perodos ms antiguos con poca o nula escritura provoc que creciese el nmero de arquelogos que adquirieron conciencia de la importancia que revestan los objetos recuperados mediante la arqueologa para conocer los logros humanos. El desarrollo de la arqueolo-ga clsica, que empez en el Renacimiento, incentiv los estudios arqueolgi-cos aplicados a los tiempos prehistricos. Es importante sealar que algunos arquelogos clsicos, como D. G. Hogarth (1899, p. vi), continuaron conside-i rando como algo inferior y sin importancia el estudio arqueolgico de los pe-l rodos que podan ser perfectamente conocidos a travs de los registros escritosj

    En China, como ya hemos anotado anteriormente, los textos histricos se conformaron como gnero literario gracias a la tarea de Si-ma Qien, a princi-pios de la dinasta Han. Durante la dinasta Song (960-1279 d .C) , el hecho de que se desenterrasen unas vasijas de bronce de la dinasta Shang provoc un nuevo inters por la antigedad hasta el punto de desviar el curso del ro Ama-rillo. Estas vasijas formaron el ncleo de una coleccin imperial de antigeda-des que todava se conserva en Beijing (Elisseeff, 1986, pp. 37-39). Los investi-gadores contemporneos a la dinasta Song se afanaron en publicar detalladas descripciones y estudios sobre objetos antiguos de bronce y jade, especialmen-te los que presentaban inscripciones. Uno de los trabajos ms antiguos que han sobrevivido, el Kaogutu de Lu Dalin, describe con palabras y dibujos doscien-tos diez artefactos de bronce y trece de jade, que datan desde la dinasta Shang a la Han, y que pertenecan a la coleccin imperial y a otras treinta privadas. Las inscripciones sobre estos objetos se estudiaban como fuentes de informa-cin acerca de la epigrafa y de la historia antigua, y los objetos en s eran mi-

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    6. Vasija ritual shang de bronce fundido, ilustrada con el calco de sus inscripciones y su transcripcin a caracteres convencionales del catlogo Bogutu, del siglo XII d.C.

    nuciosamente ordenados en categoras en un esfuerzo por recavar informacin sobre formas rituales antiguas y otros aspectos de la cultura que no figuraban en los textos antiguos. Las inscripciones, los motivos decorativos y las formas generales de los objetos se utilizaban como criterios cronolgicos y para asegu-rarse de la autenticidad de stos, y muy pronto los investigadores dispusieron de un criterio exclusivamente formal a travs del cual se fechaban las vasijas. Aunque el anticuarismo tradicional sufri una acentuada decadencia tras la di-nas! a Song, los estudios sistemticos se reemprendieron durante la dinasta Qing

    (1644-1911) y son stos los que conforman la base indgena del desarrollo de la arqueologa en la China moderna. Estos trabajos incluyeron los primeros estudios sobre las inscripciones en los huesos del orculo Shang, que fueron desenterrados en Anyang a principios de 1898 (Chang, 1981). Pero no fue hasta los aos veinte que los investigadores chinos empezaron a sentir inters por las excavaciones, y el anticuarismo permaneci como una rama de la historiogra-fa tradicional, sin evolucionar hacia una disciplina por derecho propio, como ocurri en Occidente con los estudios clsicos, la egiptologa o la asiriologa.

    En Japn, durante el prspero perodo Tokugawa (1603-1868), caballeros estudiosos de la clase de los samurai y de los comerciantes coleccionaron y des-cribieron artefactos antiguos y registraron tmulos funerarios y otros monu-mentos del pasado como datos para confeccionar la historia local y nacional. Al final del perodo Tokugawa, estos investigadores iniciaron minuciosos ex-menes de yacimientos y artefactos incluso en reas remotas de los centros urba-nos (Ikawa-Smith, 1982). Michael Hoffman (1974) ha sugerido que estas acti-vidades surgieron a partir del estmulo de los influjos occidentales, cosa que no es en absoluto cierta. Es posible que en Japn, como ocurri en China y en Italia, el inters por los estudios histricos a travs del examen de los textos se extendiese a los restos materiales.

    Por lo que respecta a la India, no se desarroll un movimiento de inters sistemtico por el pasado hasta la poca colonial. A pesar de haber alcanzado impresionantes logros en otras esferas, la civilizacin india no gener una fuer-te tradicin de estudios histricos (Chakrabarti , 1982), quizs porque la reli-gin hind utiliz otros mtodos para comprender el sentido de la vida huma-na y los hechos histricos, como la cosmologa (Pande, 1985). Tampoco se desarroll un inters de este tipo en el Prximo Oriente, donde los pueblos isl-micos vivan rodeados de impresionantes monumentos de la antigedad. Aun as, en la regin existi un fuerte inters por la historia y se intent explicar la historia en trminos naturalistas, especialmente por parte de Abu Zayd Abd al-Rahman ibn Jaldun (1332-1406), investigador a quien en la actualidad se le asigna uno de los primeros lugares entre los estudiosos de la historia de todo el mundo (Masry, 1981). El fracaso del anticuarismo en el mundo rabe quizs deba atribuirse a su rechazo de las civilizaciones paganas preislmicas, sumi-das segn ellos en una Era de Ignorancia, o bien por atribuir un carcter ccli-co a su historia, junto con un desdn de origen religioso por toda obra de arte figurativa. Los casos de la India y del mundo rabe ilustran el tipo de factores individuales que siempre deben tenerse en cuenta cuando se intentan explicar los orgenes de la investigacin arqueolgica en cualquier cultura.

    A pesar de todo, los paralelos entre Europa, China y Japn sugieren que all donde han existido tradiciones historiogrficas slidas, tambin han habi-do buenas oportunidades para complementar el estudio de documentos escri-tos con una investigacin sistemtica de la paleografa y de la historia del arte. El hecho que haya sido Europa, aunque ms tarde que en China, en donde se

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    hayan desarrollado extensiva e intensivamente estos estudios puede atribuirse, al menos en parte, a la gran importancia que el cristiano medieval conceda a los episodios histricos como elementos de aprendizaje de la condicin hu-mana. El redescubrimiento de la antigedad clsica era visto como un medio para obtener informacin sobre el glorioso pasado de Italia, que haba recibi-do poca atencin en los relatos bblicos, mientras que el deseo por conocer Egipto y Mesopotamia en el siglo xix estuvo especialmente motivado por un deseo de saber algo ms sobre las civilizaciones registradas por el Antiguo Testamento. Este sentimiento de discontinuidad y diversidad en el origen de las civilizacio-nes europeas estimul un inters por la arqueologa como fuente de obtencin no slo de artefactos sino tambin de documentacin escrita. Esta situacin, muy diferente de la gran continuidad que se registra en las historias china y japonesa, actu como acicate para el desarrollo de la arqueologa como una fuente principal de informacin sobre las antiguas civilizaciones literarias.

    ANTICUARISMO EN LA EUROPA SEPTENTRIONAL

    Sin embargo, qu significado tuvo el desarrollo de la arqueologa comple-mentada por textos antiguos para la mayora de los pases de la Europa central y septentrional? Se ha de tener presente que en estos pases los registros escri-tos ms antiguos se remontan raras veces a la poca romana y normalmente no existen hasta el 1000 d.C. Se crea que el mundo se haba creado en el 4000 a .C , y la Biblia proporcionaba una crnica fiable de los eventos acaecidos en el Prximo Oriente, que serva para explicar el pasado de toda la humanidad; por tanto, el alcance de los textos escritos o del estudio de las tradiciones se consideraba bastante reducido. Durante la Edad Media, los cronistas, casi to-dos hombres de la Iglesia, construyeron un cuadro colorista del pasado remoto de cada uno de los pueblos europeos. Estos relatos estaban basados en leyen-das e invenciones. En un clima donde la crtica brillaba por su ausencia, los investigadores podan fraguar nuevos documentos que tuvieran muy poco fon-do de verdad (Sklenf, 1983, p. 14). Los estudiosos ingleses proclamaban orgu-llosos que Arturo y antes que l Brutus haban conquistado la mayor parte del mundo (Kendrick, 1950, pp. 36-37). En numerosas ocasiones, las crnicas se confeccionaban para apoyar a uno u otro grupo dirigente. Por ejemplo, Geof-frey de Monmouth , escritor del siglo xn, ensalz el pasado bretn de Inglaterra frente al componente anglosajn, para poder contentar a sus amos normandos (ibid, p. 4). No es extrao que en estas crnicas se mencionen los monumentos prehistricos. Geoffrey de Monmouth asociaba Stonehenge con las leyendas ai i ricas, mientras que en Alemania los sepulcros megalticos y los tmulos se asignaban a los hunos, que haban invadido Europa en el siglo v d.C. (Sklen, 1983, p. 16).

    I as inquietudes patriticas de la Europa septentrional, que llevaron a la Re-

    LA ARQUEOLOGA CLSICA Y EL ANTICUARISMO 53

    forma, estimularon un renovado y ms secular inters por la historia de esos pases, inters que era evidente en el siglo xvi. Este patriotismo era especial-mente fuerte entre la clase media urbana, cuya prosperidad creciente, ya estu-viese basada en los servicios prestados a la realeza ya en sus propios mritos profesionales, estaba vinculada a la decadencia del feudalismo y al desarrollo de los estados nacionales. En Inglaterra, la dinasta Tudor fue glorificada a tra-vs de renovados estudios histricos sobre leyendas artricas, que reflejaban el pasado bretn no ingls de la familia. Tambin se produjo un marcado inters por estudiar la historia de Inglaterra antes de la conquista normanda y por maquillar los registros de manera que pareciese que el protestantismo, lejos de ser una innovacin, era en realidad una restauracin del verdadero cris-tianismo, que haba sido destruido o desfigurado por el catolicismo romano (Kendrick, 1950, p. 115).

    As, T. D. Kendrick (1950) ha interpretado el resurgimiento del inters por la historia en Inglaterra durante el siglo xvi como un triunfo del Renacimiento sobre el pensamiento medieval. Algunos historiadores, como Polidoro Virgilio, rechazaron el enfoque acrtico de los cronistas medievales e intentaron basar su trabajo en documentos realmente fiables, hecho que implicaba negar la his-toricidad de muchas leyendas nacionales que no se sostenan como elemento de comparacin con registros histricos de otros pases (ibid., p. 38).

    En Inglaterra, ya en el siglo xv, John Rous (1411-1491) y William de Worces-ter (1415-1482) eran conscientes de que el pasado haba sido algo materialmen-te muy diferente del presente. William trabajaba en una descripcin de Gran Bretaa que implicaba la medicin y la descripcin de los antiguos edificios (Kendrick, 1950, pp. 18-33). Esta preocupacin por los restos materiales del pa-sado se reforz con la disolucin de los monasterios durante el reinado de En-rique VIII. El desmantelamiento de estos hitos geogrficos seculares y la dis-persin de sus bibliotecas incit a los investigadores a registrar todo lo que se destrua junto con los monumentos del ms remoto pasado. As, el estudio de los restos materiales empez a complementar el de los registros escritos y las tradiciones orales, dando lugar a la figura del anticuario, una figura distinta del investigador puramente histrico. Estos anticuarios, personas con mucho tiempo libre aunque no ricas, procedan de las clases medias administrativas y profesionales, que conocieron su expansin y prosperidad bajo el gobierno ms centralizado de los Tudor (Casson, 1939, p. 143). Para estos ingleses pa-triticos, las antigedades locales eran un sustituto muy aceptable de las pro-cedentes de Grecia y Roma. Visitaban monumentos que databan de la poca medieval, romana o prehistrica y los describan como parte de la historia y la topografa del condado. Tambin se preocupaban de registrar las leyendas y las tradiciones locales que giraban alrededor de los yacimientos. Adems, al-"" gunos anticuarios se dedicaron a coleccionar curiosidades locales o exticas. John Twyne, fallecido en 1581, coleccion monedas, vidrios y cermicas romano-britnicas, y estudi megalitos y terraplenes (Kendrick, 1950, p. 105). Una co-

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    leccin ms variada y extensa, pero menos arqueolgica, la del jardinero real John Tradescant, iba a formar el ncleo del Ashmolean Museum, que se esta-bleci en Oxford en 1675. Hasta ese momento, las colecciones de antigedades consistan en reliquias religiosas o pertenecientes a familias nobles.

    /**" En un principio no exista una distincin clara entre las curiosidades de ori-gen humano y las de origen natural. Los estudiosos, al igual que la gente no versada, crean que las hachas de piedra eran piedras del trueno (creencia apoyada por el naturalista romano Plinio [Slotkin, 1965, p. x]) y que las puntas de proyectil de piedra eran cerrojos de los duendes, mientras que en Polonia y en Europa central se crea que las vasijas de cermica crecan bajo la tierra por generacin espontnea (Abramowicz, 1981; Sklenf, 1983, p. 16). En un-mundo totalmente ajeno a la evolucin biolgica no era nada evidente que una hacha prehistrica fuese un producto humano mientras que un fsil fuese una formacin natural. La mayora de estas curiosidades se hallaban al labrar los campos y no exista ninguna tradicin de excavacin en busca de restos prehis-tricos.

    John Leland (1503-1552) fue nombrado Anticuario Real en 1533, desempe-ando una importante labor respecto a los libros dispersos de las bibliotecas monsticas.^Asimismo viaj por Gales e Inglaterra registrando restos visibles de yacimientos prehistricos, topnimos, genealogas y objetos de inters his-trico. De todas maneras, su inters mayor era el hecho de viajar y ver cosas ms que registrar estilos arquitectnicos o simplemente estudiar los registros escritos (Kendrick, 1950, pp. 45-64). William Camden, el autor de la primera planimetra topogrfica global de Inglaterra, hizo sobre todo hincapi en los restos romanos y medievales. Su Britannia, publicada en 1586, conoci much-simas reediciones postumas. Camden fue igualmente miembro fundador, en 1572, de la Society of Antiquaries, una sociedad londinense garante de la pre-servacin y estudio de las antigedades nacionales. Esta sociedad fue suprimi-da por Jacobo I en 1604, presumiblemente porque el monarca, escocs de naci-miento, tema que pudiese estimular el nacionalismo ingls y, en consecuencia, actuase en menoscabo de sus intereses (Taylor, 1948, p. 10; Joan Evans, 1956, p. 14). John Aubrey (1626-1697), el ms famoso de todos los anticuarios del siglo xvn, trabaj principalmente en la zona de Wiltshire. Confeccion descrip-ciones de Stonehenge y de Avebury, y aport la idea de que estos grandes mo-numentos prehistricos podan ser templos drudicos (Hunter, 1975). Las in-vestigaciones de estos primeros anticuarios fueron continuadas por una sucesin de historiadores y topgrafos que siguieron trabajando en su mayora a un ni-vel local, sin realizar una gran actividad excavadora y careciendo de un sentido de la cronologa que no fuese el que les proporcionaba el registro escrito. Al igual que los arquelogos clsicos, intentaban explicar los monumentos anti-guos mediante su asociacin con los pueblos mencionados en los relatos hist-ricos. Esto significaba que todo aquello que ahora reconocemos como restos prehistricos se atribua generalmente de manera bastante arbitraria a los bre-

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    7. Planta de Avebury, de Aubrey, de su Monumento Britannica, c. 1675.

    tones, es decir, a los habitantes que haba en las islas cuando llegaron los roma-nos, o a los sajones y los daneses, los cuales haban invadido Gran Bretaa des-pus de la cada del Imperio romano.

    Las investigaciones sistemticas protagonizadas por anticuarios se desarro-llaron en Escandinavia algo posteriormente que en Inglaterra y fueron en parte producto de la rivalidad militar y poltica que sigui a la separacin de Suecia y Dinamarca en 1523. En esa regin, los historiadores del Renacimiento se in-teresaron por los respectivos patrimonios nacionales tan pronto como en In-glaterra. Los reyes Cristian IV de Dinamarca (que rein durante los aos 1588 a 1648) y Gustavo Adolfo II de Suecia (que rein desde el ao 1611 al 1632) estimularon el estudio de los registros histricos y del folklore para crear un cuadro de grandeza y valor que enorgulleciese a la nacin. Este inters se exten-di rpidamente al estudio de los monumentos antiguos. El patronazgo real hizo posible la aparicin de anticuarios destacados que los registraron de una manera sistemtica. Johan Bure (1568-1652), un funcionario sueco, y Ole Worm (1588-1654), un mdico dans, documentaron gran nmero de ruinas. Las ins-cripciones ptreas halladas, que datan del final de la Edad del Hierro, permi-tieron cotejar con la arqueologa clsica los ltimos tiempos prehistricos y el comienzo de la era histrica. Estos anticuarios recogieron igualmente informa-

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    cin sobre tumbas megalticas y pinturas rupestres. Tanto Bure como Worm aprendieron de sus mutuos trabajos a pesar de las tensas relaciones polticas entre sus pases y a pesar de su compromiso para promover el sentimiento pa-tritico respectivo (Klindt-Jensen, 1975, pp. 14-21). Parte de su trabajo se reali-z por medio de cuestionarios que se distribuyeron por toda la nacin. Tam-bin se crearon museos donde se exponan curiosidades naturales u objetos de fabricacin humana. En Dinamarca, uno de los primeros fue el museo particu-lar de Worm, el cual se convirti en la base de la Kunstkammer, o Coleccin Real, que fue abierta al pblico en 1680. En Suecia, en 1666, se estableci un Colegio de Anticuarios en Uppsala, con el fin de estimular la investigacin, y se promulgaron leyes que aseguraban la proteccin de los monumentos anti-guos. El rey proporcionaba una recompensa a todo aquel que le entregaba un hallazgo valioso. Olof Rudbeck (1630-1702) hizo trincheras y dibuj secciones verticales de gran nmero de tmulos de la poca vikinga en la vieja Uppsala, determinando de esta manera la edad relativa de los enterramientos individua-les en tmulo. Rudbeck crea que el grosor del csped acumulado sobre las tum-bas poda utilizarse como indicador de los siglos que haban pasado desde que se haba practicado el enterramiento (Klindt-Jensen, 1975, pp. 29-31). Desgra-ciadamente, la investigacin de los anticuarios languideci tanto en Suecia como en Dinamarca debido a las ambiciones polticas de estos estados y a los titu-beos de su economa a finales del siglo xvn.

    Tambin en Europa central y occidental se desarroll, aunque menos inten-so, un inters por los restos fsicos del pasado. En la Francia medieval, las rui-nas romanas y prehistricas se adscriban a los hroes, como Carlomagno y Roland, y a los santos locales. Con el Renacimiento, las antigedades romanas fueron pronto identificadas como tales y Francisco I (que rein durante 1515-1547) y Enrique IV (que rein durante 1589-1610) reunieron sustanciosas colecciones de estatuas de mrmol y bronces locales e importados. La mayora de los estudios se concentraban en las inscripciones romanas, mientras que a las antigedades prehistricas se les conceda poco valor. No fue hasta el siglo xvm que se desarroll un inters por los primeros habitantes celtas de Francia y sus orgenes, razn por la cual se practicaron algunas excavaciones en yaci-mientos prehistricos. En el ltimo tercio de ese siglo surgi un deseo creciente de demostrar los logros culturales de los celtas, que eran reconocidos como los ancestros de los franceses, y en consecuencia se inici el estudio de los tiempos prerromanos de manera independiente a la arqueologa clsica. Este movimiento, que continu durante el siglo xix, estaba ligado a un creciente nacionalismo, y al igual que los primeros estudios ingleses sobre restos prerromanos, ms que ayudar al desarrollo de la arqueologa, engendr especulaciones fantasiosas (Laming-Emperaire, 1964).

    En Alemania, el redescubrimiento en 1451 de la obra Germania, del histo-riador romano Cornelio Tcito (c. 56-120 d .C ) , la cual contena una detallada descripcin de las costumbres de los antiguos germanos, llev a los investiga-

    LA ARQUEOLOGA CLSICA Y EL ANTICUARISMO 57

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    dores a utilizar fuentes clsicas y no leyendas medievales para sus estudios de historia antigua. Este hecho puso los cimientos para la realizacin del primer estudio histrico general sobre la Alemania antigua, Germaniae Antiquae, de Philip Klver, publicado en 1616 (Sklenr, 1983, pp. 24-25). Este estudio con-dujo a un refuerzo del inters por los restos materiales del pasado. La excava-cin de tmulos en Marzahna (Sajonia) en 1587, fue una de las primeras en toda Europa que se realiz no a la bsqueda de tesoros o para enriquecer co-lecciones, sino para hallar la respuesta a un interrogante especfico, a saber, si las vasijas halladas en tales estructuras eran manufactura humana o eran pro-ducto de la generacin espontnea natural (ibid., p. 38). No se llevaron a cabo demasiadas iniciativas encaminadas a clasificar megalitos o vasijas funerarias segn su forma y uso (ibid., p. 33).

    Desarrollos anlogos tuvieron lugar en Hungra y en los pases eslavos. Fi-guras de la esfera poltica, hombres de la Iglesia y estudiosos varios incorpora-ron hallazgos arqueolgicos a sus colecciones de curiosidades. En algunas co-lecciones principescas, los hallazgos locales que se consideraba posean cierto mrito artstico eran mostrados junto a estatuas y vasijas pintadas importadas de Italia y Grecia. Ocasionalmente se efectuaba algn trabajo de excavacin para conseguir objetos y se promulgaban leyes para proteger las antigedades y para asegurar los nuevos hallazgos a las colecciones nacionales (Sklenr, 1983, pp. 32-33). Si por una parte, aunque de manera caprichosa, los hallazgos ar-queolgicos se intentaban asignar a pueblos histricamente conocidos, por otra no se haca ningn esfuerzo por crear un sistema de datacin del conjunto de artefactos prehistricos europeos. As, ante la ausencia de inscripciones, no es-taba nada claro qu hallazgos se databan antes o despus de los primeros regis-tros escritos conocidos en una rea en concreto.

    LA IDENTIFICACIN DE UTENSILIOS DE PIEDRA

    Los siglos xvi y xvii marcaron el inicio de la exploracin y la colonizacin de todo el mundo por parte de los pases de la Europa occidental. Los marinos empezaron a familiarizarse con los grupos de cazadores-recolectores y las tri-bus de agricultores de las Amricas, de frica y del Pacfico. Empezaron a cir-cular por Europa descripciones sobre estas gentes y sus costumbres y, a modo de curiosidad, se mostraban sus instrumentos y sus ropas, trados por los via-jantes. En un principio, el descubrimiento de grupos humanos que no saban trabajar los metales y que practicaban costumbres totalmente contrarias a las enseanzas cristianas pareci confirmar la tradicional visin medieval de que aquellos grupos que se haban alejado ms del Prximo Oriente, la cuna de la humanidad, eran los que ms lejos se hallaban de la revelacin divina y, por lano, los ms degenerados moral y tecnolgicamente. Pero gradualmente se empez a tomar conciencia de estas gentes y de su tecnologa, naciendo una

    LA ARQUEOLOGA CLSICA Y EL ANTICUARISMO 59

    visin alternativa, que, entre otras cosas, sirvi para esbozar paralelos entre esos pueblos primitivos modernos y los pueblos prehistricos que haban habita-do Europa. Pero an tena que pasar mucho tiempo para que se aceptara esta comparacin de forma general y an ms para que se desarrollaran todas sus implicaciones.

    El primer paso en este proceso se dio cuando los investigadores empezaron a considerar la idea de que los instrumentos de piedra hallados en Europa se deban a la manufactura humana y no a causas naturales o sobrenaturales. Hasta el siglo xvn, los cristales, los fsiles de animales, los instrumentos de piedra y otros objetos de piedra trabajada se haban considerado como fsiles en ge-neral. En 1669, Nicolaus Steno (1638-1686) compar algunos fsiles con conchas de moluscos actuales, dndose cuenta de que se parecan casi tanto como los cristales inorgnicos. En consecuencia, concluy que las conchas fosilizadas eran los restos de animales que una vez estuvieron vivos. Las comparaciones etno-grficas desempearon un papel similar en el establecimiento del origen huma-no de los utensilios de piedra (Grayson, 1983, p. 5). La posibilidad de que en un pasado hubiesen vivido en Europa grupos humanos que no conocan el uso del metal fue sugerida por vez primera a principios del siglo xvi por Pedro Mrtir de Anglera, cuando relacion los nativos de las Indias Occidentales con las tradiciones clsicas de una Edad de Oro primigenia (Hodgen, 1964, p. 371).

    El gelogo italiano Georgius Agrcola (1490-1555) expres la opinin de que los instrumentos de piedra tuviesen muy probablemente un origen humano (Hei-zer, 1962a, p. 62), mientras que Michel Mercati (1541-1593), superintendente de los Jardines Botnicos del Vaticano y fsico del papa Clemente VII, sugiri en su Metallotheca que, antes de la utilizacin del hierro, seguramente los utensi-lios de piedra haban sido extrados del ms duro pedernal para ser usados en la locura de la guerra ([1717] Heizer, 1962a, p. 65). Citaba testimonios b-blicos y clsicos que probaban el uso de utensilios de piedra y procur familia-rizarse con los especmenes etnogrficos del Nuevo Mundo que haban sido en-tregados al Vaticano como regalos. Ulises Aldrovandi (1522-1605) tambin reconoca en su Museum Metallicum, publicado en 1648, que los instrumentos de piedra eran de origen humano. En 1655, el francs Isaac de La Peyrre, uno de los primeros escritores que se atrevi a poner en tela de juicio los relatos bblicos sobre la creacin de la humanidad, adscribi las piedras del trueno a la raza preadamita, la cual segn l haba existido antes de la creacin del primer hebreo descrito en el libro del Gnesis.

    En Gran Bretaa, el conocimiento creciente de los pueblos nativos que po-blaban el Nuevo Mundo desemboc en una conviccin cada vez mayor de que los instrumentos de piedra eran producto de seres humanos. En 1656, el anti-cuario William Dugdale (1605-1686) atribuy la manufactura de tales objetos a los antiguos bretones, aadiendo que stos haban empleado utensilios de pie-dra antes de aprender a trabajar los metales. Robert Plot (1640-1696), yerno de Dugdale y conservador del Ashmolean Museum, comparta la opinin de

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    su suegro hasta el punto de que en 1686 escribi que los antiguos bretones ha-ban utilizado la piedra como primer material antes que los instrumentos de hierro y que sera perfectamente posible dilucidar la creacin de tales instru-mentos ptreos a partir de la comparacin de stos con los de los indios de Norteamrica observados en sus construcciones de madera. En 1699, su asis-tente Edward Lhwyd llev a cabo comparaciones especficas entre las puntas de flecha hechas de lascas de los indios de Nueva Inglaterra y las flechas que se decan de los duendes. Una iniciativa similar la emprendi el anticuario es-cocs sir Robert Sibbald en una fecha tan temprana como 1684. Alrededor de 1766, el obispo Charles Lyttelton especul con la posibilidad de que los instru-mentos de piedra hubiesen sido realizados antes de que se conociese el trabajo del metal y que, por tanto, fuesen anteriores a la conquista romana (Slotkin, 1965, p. 223). Una dcada despus, el escritor Samuel Johnson ([1775] 1970, p. 56) compar las puntas de flecha de piedra halladas en Gran Bretaa con las de los habitantes coetneos de las islas del Pacfico, llegando a la conclu-sin de que las primeras haban sido manufacturadas por una nacin que no conoca ciertamente el uso del hierro. En el siglo xvm, estas observaciones lle-varon a la creencia general en Gran Bretaa de que las antigedades podan ser una fuente de informacin sobre el pasado a la vez que curiosidades dignas de mencionarse en las topografas locales.

    En Francia, en 1719, dom Bernard de Montfaucon (1655-1741), quien vein-ticuatro aos antes haba publicado una memoria de la excavacin de una tum-ba megaltica que contena hachas de piedra pulimentadas, adscribi ese tipo de tumbas a una nacin que no conoca la utilizacin del hierro. Para llegar a esa conclusin haba sido influido por el conocimiento de las investigaciones arqueolgicas que se llevaban a cabo en Gran Bretaa y Escandinavia (Laming-Emperaire, 1964, p. 94). Cinco aos despus, el investigador francs Antoine de Jussieu (1686-1758) efectu detalladas comparaciones entre los utensilios de piedra europeos y las piezas de inters etnogrfico tradas de Nueva Francia y del Caribe. Constat que la gente de Francia, Alemania y otros pases del norte, si no hubiesen descubierto el hierro, se asemejaran a los salvajes de hoy da, ya que hasta entonces compartieron los mismos instrumentos y las mismas necesidades que ellos, es decir, aserrar madera, extraer corteza, cortar ramas, matar animales salvajes, cazar para comer y defenderse de los enemigos ([1723] Heizer, 1962a, p. 69). En 1738, Kilian Stobeus, profesor de Historia Natural en la Universidad de Lund, afirm que los implementos de pedernal eran ante-riores a los de metal, al menos en Escandinavia, y los compar con los espec-menes etnogrficos trados de Louisiana, opinin que recoge en 1763 el investi-gador dans Erik Pontoppidan (Klindt-Jensen, 1975, pp. 35-39). En una fecha tan tarda como 1655, el distinguido anticuario Ole Worm continuaba pensan-do que las hachas de piedra pulimentada posean un origen celestial y no se trataba de herramientas de hierro o de piedra fosilizadas, a pesar de que posea en su coleccin ejemplos etnogrficos de instrumentos de piedra procedentes

    LA ARQUEOLOGA CLSICA Y EL ANTICUARISMO 61

    del Nuevo Mundo (ibid., p. 23). Sin embargo, en el siglo xvn eran ampliamente aceptados en Europa el origen humano de los utensilios de piedra y su conside-rable antigedad.

    Con todo, la progresiva toma de conciencia en Europa de que los instru-mentos de piedra se habran usado seguramente antes que los de metal no ha-ca todava necesaria la adopcin de una perspectiva evolucionista (cf. Rodden, 1981, p. 63), ya que los de piedra seguan siendo utilizados durante las pocas en las que se conocan y usaban los metales. A travs de la Biblia, Mercati pudo colegir que el trabajo del hierro se practicaba desde los primeros tiempos, cosa que le llev a pensar que el conocimiento de estas habilidades metalrgicas se perdi entre los pueblos que migraron hacia reas donde no haba mineral de hierro ([1717] Heizer, 1962a, p. 66). Parecidos enfoques degeneracionistas tam-bin estaban muy extendidos. Otros anticuarios mantenan que los instrumen-tos de piedra se usaban al mismo tiempo que los de metal, pero los de metal slo los podan poseer aquellas comunidades ms ricas. En una fecha tan tar-da como 1857, se arga, en oposicin a la teora que antepona el uso de los utensilios de piedra a los de metal, que los de piedra eran imitaciones de los de metal, que haban sido los prototipos originales (O'Laverty, 1857; Trevel-yan, 1857). Careciendo de los conocimientos cronolgicos adecuados y de la informacin arqueolgica de muchos lugares del mundo, era posible que la pre-sencia o la falta del conocimiento del trabajo del hierro coexistieran a lo largo de la historia humana. Hasta el siglo xix no existi una evidencia factual que permitiese un enfoque evolucionista ms plausible que las visiones degenera-cionistas. Las fuertes sanciones religiosas impuestas por los degeneracionistas hizo que muchos anticuarios evitasen desafiarlo.

    EL PARADIGMA ILUSTRADO

    El desarrollo de la visin evolucionista del pasado no fue fruto solamente de la acumulacin de evidencia arqueolgica sino, sobre todo, de la transfor-macin gradual que sufri desde el siglo xvn el pensamiento en la Europa sep-tentrional, regin que se configurara rpidamente como el centro econmico de la economa de un nuevo mundo (Wallerstein, 1974; Delge, 1985). Este en-foque estaba basado en la rpida y creciente confianza adquirida con respecto a las habilidades de los seres humanos por mejorar y desarrollarse, tanto eco-nmica como culturalmente. A principios de ese siglo, el filsofo y poltico in-gls Francis Bacon protest contra la idea de que la cultura de la antigedad clsica haba sido superior a la de los tiempos modernos. En Francia haba te-nido lugar una confrontacin similar a finales del siglo xvn entre los Moder-nos y los Antiguos. Los primeros propugnaban que el talento humano no esta-ba en absoluto en decadencia y que, por tanto, los europeos actuales estaban en condiciones de producir obras que igualasen o sobrepasasen a las de los an-

  • 62 HISTORIA DEL PENSAMIENTO ARQUEOLGICO

    tiguos griegos o romanos (Laming-Emperaire, 1964, pp. 64-66). A pesar de que Raleigh y otros escritores isabelinos seguan creyendo, a la manera medieval, que el mundo se acercaba a su fin, en la segunda mitad del siglo xvn, en mu-chos pases de la Europa occidental se tena esperanza en el futuro (Toulmin y Goodfield, 1966, pp. 108-110). Las razones para este optimismo creciente abar-caban las revoluciones cientficas de los siglos xvi y xvn que protagonizaron Galileo y Newton, la aplicacin de los descubrimientos cientficos al desarrollo de la tecnologa y el extendido reconocimiento de las creaciones literarias de los escritores ingleses y franceses que haban desempeado su tarea durante los reinados de Isabel I y de Luis XIV. Estos desarrollos, sobre todo entre las clases medias, estimularon el nacimiento de una fe creciente en el progreso y en la creencia de que los seres humanos eran los dueos en gran medida de sus pro-pios destinos. Esto tambin hizo caer en la cuenta a los habitantes de Europa occidental sobre los modos de vida de los pueblos tecnolgicamente menos avan-zados que haban sido descubiertos en muchos lugares del mundo y que empe-zaron a ser tomados como los supervivientes de una condicin humana primi-genia, ms que como productos de una degeneracin.

    Ni el descubrimiento durante el Renacimiento de que el pasado era algo muy diferente del presente, ni la toma de conciencia sobre el desarrollo tecnolgico que se estaba produciendo en Europa occidental condujeron de una manera directa a pensar que el progreso era un tema general en la historia humana. En el siglo xvn, los perodos histricos sucesivos eran vistos como una serie de variaciones caleidoscpicas de un conjunto de temas pertenecientes a una naturaleza humana fija, y no como una secuencia de desarrollo digna de estu-dio en s misma (Toulmin y Goodfield, 1966, pp. 113-114). El filsofo italiano Giambattista Vico (1668-1744) crea que la historia posea unas caractersticas cclicas y afirmaba que todas las sociedades humanas evolucionan cumpliendo unos estadios similares de desarrollo y decadencia que reflejan las acciones uni-formes de la providencia. Pero, prudentemente, puso tambin de manifiesto que esta visin de la historia humana como algo gobernado por unas leyes estrictas no se poda aplicar a los hebreos, cuyo progreso estaba guiado por mediacin divina. A pesar de que no fuese un evolucionista, su enfoque ayud al naci-miento de la creencia de que la historia puede ser entendida en trminos de regularidades anlogos a los que se proponan para las ciencias naturales (ibid., pp. 125-129). / La filosofa ilustrada del siglo xvm formul una visin evolucionista de la v historia humana que fue suficientemente global como para poner en entredi- cho el esquema medieval en su totalidad. Este movimiento empez en Francia, donde estuvo asociado a filsofos que actuaron como los lderes, como Mon-tesquieu, Turgot, Voltaire y Condorcet, pero tambin floreci en Escocia, en la escuela de los llamados pensadores primitivistas, que inclua a John Loc-ke, William Robertson, John Millar, Adam Ferguson y el excntrico James Bur-nett, quien, bajo el nombre de lord Monboddo, se hizo famoso por su afirma-

    I.A ARQUEOLOGA CLSICA Y EL ANTK-IIAKISMO 63

    cin de que el hombre y el orangutn pertenecen a la misma especie (Bryson, 1945; Schneider, 1967).

    Los filsofos de la Ilustracin combinaron una comprensin ms naturalis-ta del progreso social con la firme creencia de que ste producira un conjunto integrado de conceptos que llevaran a la explicacin del cambio social. Tam-bin crearon una metodologa que ellos crean capaz de estudiar el curso gene-ral del desarrollo humano desde los primeros tiempos. En Inglaterra y los Pa-ses Bajos, donde el poder poltico estaba todava en las manos de una clase media mercantil, la actividad intelectual se dirigi hacia el estudio de la signifi-cacin poltica y econmica de ese cambio. La creciente debilidad de la clase media francesa frente al poder autocrtico de los Borbones parece haber servi-do de estmulo a los intelectuales franceses para iniciar un ms amplio debate sobre la naturaleza del progreso. El gran impacto que estas ideas tuvieron sobre los investigadores de Edimburgo refleja no slo los estrechos lazos culturales existentes entre Francia y Escocia sino tambin la prosperidad y el poder cre-ciente que haba adquirido la clase media escocesa tras su unin con Inglaterra en 1707.

    Los puntos siguientes son las ideas principales de la Ilustracin que se ha-llan en la base del pensamiento evolucionista popular que exista entre las cla-ses medias europeas:

    1. Unidad psquica. Se crea que todos los grupos humanos posean en esen-cia el mismo nivel y la misma clase de inteligencia, y que compartan las mis-mas emociones bsicas, a pesar de que los individuos que formaban esos gru-pos fuesen muy diferentes los unos de los otros en lo que respecta a estas caractersticas. Por tanto, se consideraba que no existan barreras biolgicas que impidiesen a cualquier raza o nacionalidad beneficiarse de los nuevos conoci-mentos o bien contribuir al desarrollo de stos. Igualmente se pensaba que to-dos los grupos humanos aspiraban por un igual a perfeccionarse. Esta idea, en su faceta ms etnocntrica, constitua la conviccin de que todos los seres humanos podan beneficiarse de la civilizacin europea, pero tambin implica-ba que la posesin de una tecnologa avanzada no estaba destinada a ser exclu-siva de los europeos. Las diferencias culturales se explicaban generalmente en trminos climticos o de influencias medioambientales o bien se despachaban simplemente como accidentes histricos (Slotkin, 1965, p. 423).

    2. El progreso cultural se consideraba la caracterstica dominante de la his-toria humana. El cambio se entenda como algo continuado, no episdico, y se adscriba a causas naturales, no sobrenaturales. Se crea que la principal mo-tivacin para el progreso era el deseo de los seres humanos por mejorar su con-dicin, principalmente por medio de la obtencin de un mayor control sobre la naturaleza (Slotkin, 1965, p. 441). Muchos filsofos ilustrados estaban con-vencidos de que el progreso es inevitable, o incluso llegaban a considerarlo una ley de la naturaleza, mientras que otros lo vean como algo bueno que caba esperar (ibid., pp. 357-391; Harris, 1968, pp. 37-39).

  • >4 HISTORIA DBL i'i \ S \M I I s io ARQUEOLGICO

    3. El progreso caracteriza no slo el desarrollo tecnolgico sino tambin todos los aspectos de la vida humana, incluyendo la organizacin social, la po-ltica, la moralidad y las creencias religiosas. Los cambios producidos en todas estas esferas del comportamiento humano se contemplaban como sucesos con-comitantes y, de una manera general, como consecutivos en una nica lnea de desarrollo. Como resultado de maneras de pensar similares, los seres huma-nos que se hallan en un mismo nivel de desarrollo tienden a encontrar solucio-nes uniformes a sus problemas y por tanto sus formas de vida evolucionan pa-ralelamente (Slotkin, 1965, p. 445). El cambio cultural era con frecuencia conceptualizado en trminos de una serie universal de estadios. Los europeos haban evolucionado a travs de todos estos estadios, mientras que las socieda-des tecnolgicamente menos avanzadas slo haban pasado por algunos de los primeros.

    4. El progreso perfecciona la naturaleza humana, no modificndola sino procediendo a la eliminacin de la ignorancia, la pasin y la supersticin (Toul-min y Goodfield, 1966, pp. 115-123). El nuevo enfoque evolucionista del cam-bio cultural no negaba la idea cristiana tradicional ni la idea cartesiana de una naturaleza humana fija e inmutable. Sin embargo, sta se pudo liberar pronto de la preocupacin medieval acerca del pecado o de la dependencia individual de la gracia divina como los nicos medios de adquirir la salvacin.

    5. El progreso es el resultado del ejercicio de un pensamiento racional en-caminado a mejorar la condicin humana. De esta manera, los seres humanos han ido adquiriendo gradualmente una mayor habilidad para controlar el me-dio ambiente, hecho que revierte en una mayor riqueza y tiempo libre, condi-ciones necesarias para formar sociedades ms complejas o para desarrollar un conocimiento de la humanidad y del universo ms profundo y objetivo. Haca tiempo que este ejercicio del raciocinio vena siendo considerado la caracters-tica crucial que distingua a los seres humanos de los animales. Muchos filso-fos ilustrados tambin enfocaron el progreso cultural teleolgicamente, como la toma de conciencia y el conocimiento por parte de la humanidad de los pla-nes de una deidad benvola. Ms que creer en Dios, todos aquellos que estu-diaban las sociedades humanas, tenan fe en la existencia de leyes benvolas que guiaban el desarrollo humano.

    El filsofo escocs Dugald Stewart hablaba de historia teortica o con-jetural cuando se refera a la metodologa que los filsofos de la Ilustracin utilizaban para trazar el desarrollo de las instituciones humanas (Slotkin, 1965, p. 460). Este hecho abarcaba el estudio comparativo de los pueblos contempo-rneos cuyas culturas se deca estaban en niveles de complejidad diferente con el objetivo de identificar en ellas una secuencia lgica, usualmente unilineal, de ms simple a ms complejo. Estos estudios se basaban principalmente en la informacin etnogrfica derivada de relatos de los exploradores y misione-ros que trabajaban en diferentes lugares del mundo. A pesar de que existan diferencias sobre algunos detalles, por ejemplo si se haba desarrollado prime-

    LA ARQUEOLOGA CLSICA Y El ANTICUAWSMO 65

    ro la economa agraria o la pastoril, se crea que tales secuencias podan tomar-se perfectamente como histricas y podan ser utilizadas para examinar el de-sarrollo de toda clase de instituciones sociales. En los escritos del historiador William Robertson y otros, las secuencias aparentemente similares de las cultu-ras del hemisferio oriental y de las Amricas se interpretaban como prueba de la validez general del principio de unidad psquica y de la creencia de que aque-llos seres humanos que se hallaban en el mismo nivel de desarrollo responde-ran de la misma manera a los mismos problemas (vase Harris, 1968, pp. 34-35).

    Generalmente se reconoce que mucho antes de la publicacin por Darwin de El origen de las especies, ya exista una amplia aceptacin del enfoque cultural-evolucionista de la historia humana. Glyn Daniel (1976, p. 41) duda de la im-portancia de la filosofa ilustrada para el desarrollo de la arqueologa, con al-gunas excepciones (Harris, 1968, p. 34), ya que los investigadores ilustrados ig-noraron los datos arqueolgicos en sus escritos. Este hecho es escasamente sorprendente debido a que, ante la ausencia de medios establecidos para datar los materiales prehistricos, la arqueologa poco poda contribuir a sus discu-siones sobre la evolucin cultural. Esto no significa que las obras de la Ilustra-cin no influyesen sobre el pensamiento de los anticuarios, sino al contrario, su convencimiento de un desarrollo humano evolucionista estimul un conoci-miento global de los tiempos prehistricos.

    En particular, la Ilustracin propici un renovado inters por los enfoques materialistas y evolucionistas del desarrollo cultural que ya haban sido expues-tos por el filsofo epicreo romano Tito Lucrecio Caro (98-55 a.C.) en su poe-ma De rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas). Afirmaba Lucrecio que los primeros implementos fueron las manos, las uas, los dientes, as como las piedras y trozos de madera. Slo despus se dispuso de instrumentos de bronce y de hierro. A pesar de que su esquema est apoyado en escritos referidos a una poca en la que los utensilios y las armas de bronce todava no haban sido reemplazados por los de hierro, se ha de reconocer que sus ideas se basan en gran medida en especulaciones evolucionistas, que postulaban que el mundo y todas sus especies vivientes se haban desarrollado a partir de partculas de materia irreducibles y eternas, que llam tomos, que se fueron combinando de una manera cada vez ms complicada. Ni Lucrecio ni cualquier otro estu-dioso romano pudo probar su teora y permaneci slo como uno de los mu-chos esquemas especulativos propuestos por los romanos. Una alternativa ms popular postulaba la degeneracin moral de la humanidad a travs de sucesi-vas edades de oro, plata, bronce y hierro.

    A principios del siglo xvm, los investigadores franceses se familiarizaron con las ideas de Lucrecio y con la evidencia creciente de que los instrumentos de piedra se haban usado en toda Europa. Tambin conocan los textos clsi-cos y bblicos que sugeran que los instrumentos de bronce se haban utilizado antes que los de hierro. En 1734, Nicols Mahudel ley un artculo en la Aca-dmie des Inscriptions de Pars, en el cual citaba a Mercati y propona la idea

    5.TRIGGER

  • 66 HISTORIA DEL PENSAMIENTO ARQUEOLGICO

    de tres edades sucesivas de piedra, bronce y hierro como una secuencia plausi-ble del desarrollo humano. Bernard de Montfaucon y muchos otros estudiosos repitieron esta idea a lo largo de todo el siglo xvm. En 1758 Antoine-Yves Go-guet (1716-1758) apoy la teora de las tres edades en un libro que fue traducido al ingls tres aos despus con el ttulo The Origin of Laws, Arts, and Sciences, and their Progress among the Most Ancient Nations. Crea que los salvajes mo-dernos nos proporcionaban un sorprendente retrato de la ignorancia reinante en el mundo antiguo y de las prcticas de los tiempos primitivos ([1761] Heizer, 1962a, p. 14). Para poder conjugar este enfoque evolucionista con la afirma-cin bblica de que el trabajo del hierro se haba inventado antes del Diluvio, explic, siguiendo a Mercati y a otros evolucionistas contemporneos, que aque-lla terrible calamidad priv a la mayor parte de los seres humanos de esta y de otras artes, y por tanto, tuvo que ser reinventado. Glyn Daniel (1976, p. 40), advirti correctamente sobre la exageracin que la influencia de la teora de las tres edades pudo ejercer en el pensamiento de los anticuarios durante el siglo xvm. As, a medida que el inters sobre el progreso cultural se haca cada vez ms fuerte, la teora de las tres edades ganaba en apoyo popular. En Dinamarca esta idea fue expuesta por el historiador P. F. Suhm en su Historia de Noruega, Dinamarca y Holstein (1776) y por el anticuario Skuli Thorlacius (1802), as como por L. S. Vedel Simonsen en su libro de texto sobre la historia danesa publicado en 1813. Con todo, a pesar de poseer un nmero creciente de seguidores, la teora de las tres edades permaneci como algo tan especula-tivo como no probado, como en los tiempos de Lucrecio. En comparacin, la observacin de que alguna vez en un pasado remoto algunos europeos hubie-ran usado instrumentos de piedra se aceptaba ms ampliamente.

    ANTICUARISMO CIENTFICO

    El estudio de las antigedades prehistricas recibi tambin el influjo del desarrollo general de la metodologa cientfica, la cual a su vez estaba ntima-mente relacionada con la habilidad creciente de los europeos para manipular tecnolgicamente su entorno. El filsofo Rene Descartes (1596-1650), como parte de sus esfuerzos por explicar todo fenmeno natural en trminos de un sistema simple de principios mecnicos, expuso la idea de que las leyes que gobernaban la naturaleza eran universales y eternas. La existencia de Dios se consideraba aparte de la existencia del universo, que l haba creado como una mquina capaz de funcionar sin ninguna otra intervencin (Toulmin y Goodfield, 1966, pp. 80-84). Las ideas aportadas por Descartes, junto con el nfasis puesto por Francis Bacon sobre la metodologa inductiva y la exclusin de los casos nega-tivos, produjeron un nuevo espritu de investigacin cientfica reflejado en la importancia que la Royal Society of London, fundada por Carlos II en 1660, dedic a la observacin, clasificacin y experimentacin. Los miembros de la

    l.A ARQUEOLOGA CLSICA Y BL ANTICUARISMO 67

    Royal Society rechazaron la idea medieval de que las obras eruditas de la anti-gedad eran la fuente ms completa de conocimiento cientfico e iniciaron el estudio de las cosas, y no de lo que se haba dicho o escrito sobre ellas. De todas maneras, muchos investigadores se alegraban al ver que muchos de sus experimentos ms recientes se hallaban ya explicados en los ms grandes trata-dos cientficos de la antigedad. Los anticuarios empezaron a ser elegidos miem-bros electos de la Royal Society, excepto durante la poca en que Isaac Newton fue su presidente, entre 1703 y 1727. Aunque Newton era un gran fsico, su inte-rs en la historia humana era de carcter decididamente mstico y casi medieval.

    Los miembros de la Royal Society elaboraron muchas descripciones deta-lladas y precisas de hallazgos arqueolgicos. Identificaron los huesos animales de los yacimientos arqueolgicos e intentaron dilucidar cmo se confecciona-ban y utilizaban los instrumentos. El t ipo de investigacin que la Royal Society se dedic a estimular queda ejemplificado en los primeros trabajos de William Stukeley (1687-1765). Como hizo Camden antes que l (Daniel, 1967, p. 37), se percat de que las huellas geomtricas que los agricultores de toda Inglate-rra venan hallando desde tiempos medievales en los cultivos (y que siempre haban sido interpretadas como fenmenos sobrenaturales) no eran ms que los cimientos enterrados de estructuras desaparecidas (Piggott, 1985, p. 52). Agrup en varios conjuntos tipos de monumentos segn la forma, como restos alineados de terraplenes o tmulos funerarios, con la esperanza de poder inter-pretarlos a la luz de la magra evidencia histrica de que se dispona. Stuart Pig-gott (1985, p. 67) ha apuntado que Stukeley fue uno de los primeros anticua-rios britnicos en reconocer la posibilidad de una larga ocupacin prerromana, durante la cual se construyeron muchas clases de monumentos prehistricos en pocas diferentes y por parte de varios pueblos que habitaron sucesivamente el sur de Inglaterra. Pero este hecho ya se hallaba indicado en la documenta-cin de Julio Csar sobre una invasin belga del sureste de Inglaterra poco an-tes de la conquista romana. Al mismo tiempo, Stukeley y otros anticuarios die-ron los primeros pasos en el descubrimiento del concepto de cronologa relativa de todos los hallazgos para los que no se dispona de registros histricos. Stu-keley observ los niveles de construccin en los tmulos y apunt que Silbury Hill, el montculo artificial ms grande de Europa, se haba construido antes que una calzada romana vecina, la cual describa una abrupta curva para evitar ese obstculo (Daniel, 1967, pp. 122-123). Tambin observ que las calzadas romanas cortaban en varias localidades algunos tmulos circulares (drudi-cos) de la Edad del Bronce (Piggott, 1985, p. 67) y utiliz como evidencia al-gunas lascas de un tipo de piedra azulada aparecida en algunos tmulos fune-rarios cerca de Stonehenge para inferir que aquellos enterramientos eran contemporneos a la construccin del templo (Marsden, 1974, p. 5). En 1758 su hija Anna dat la figura incisa sobre rocas cretosas de White Horse en el perodo prerromano, segn sus concomitancias estilsticas con los caballos que aparecan en las monedas bretonas prerromanas, descartando lo que hasia en

  • 70 HISTORIA DEL PENSAMIENTO ARQUEOLGICO

    l o n c o s se haba dicho sobre la adscripcin sajona del monumento (Piggott, 1985, p. 142). En 1720 el astrnomo Edmund Halley calcul la edad aproximada de Sionchenge entre 2.000 o 3.000 aos de antigedad, segn el examen del des-gaste de las piedras, y una comparacin llevada a cabo posteriormente por Stu-keley del grado de desgaste de las piedras de Avebury llev a este investigador i decir que el citado monumento era anterior a Stonehenge (Lynch y Lynch, 1968, p. 52). En Dinamarca, en 1744, Erik Pontoppidan excav cuidadosamen-te una tumba megaltica en el subsuelo de un palacio real en el noroeste de Sjae-II.iiid, la principal isla danesa. La memoria de esta excavacin, de sus estructu-i as y de sus hallazgos, se halla en el primer volumen de Proceedings oftheDanish Royal Society, donde llega a la conclusin de que los enterramientos de incine-racin hallados cerca de la parte superior del tmulo eran ms recientes que los que se hallaban en la cmara de piedra inferior y que el mismo tmulo (Klindt-Jensen, 1975, pp. 35-36). Cuando en 1776 se abrieron tres tumbas me-galticas que contenan artefactos de piedra y bronce pero no de hierro, O. Hoegh-Guldberg, el excavador, supuso que se trataba de un hallazgo de mucha antigedad (ibid., pp. 42-43).

    Estudios de este tipo contribuyeron al avance de la investigacin sobre los tiempos prehistricos y estimularon una ms pre'cisa observacin y descripcin de los artefactos y monumentos antiguos, as como una aproximacin mucho ms disciplinada y esforzada, con el objetivo de datar, ya fuese en trminos relativos o absolutos. De todas maneras, estos estudios eran demasiado frag-mentarios y sus resultados a menudo se producan de forma inconexa, hecho que no ayudaba mucho a que se pudiese constituir una disciplina que tratase la arqueologa prehistrica, aunque ayud a poner los cimientos para el desa-rrollo de esa materia. Karel Sklenf (1983, p. 59) se ha percatado de que en las investigaciones de los anticuarios de la Europa continental del siglo xvm sucedi algo similar. Este investigador ha observado que el hecho de que los arquelogos de la Europa central prefiriesen la descripcin analtica de los he-chos a la formacin de un cuadro sinttico del pasado muestra qu poco con-tribuy el nuevo enfoque cientfico al mejor conocimiento de la prehistoria. Esta constatacin no puede aplicarse a Inglaterra y a Escandinavia, donde los anticuarios haban llevado a cabo un progreso sustancial en la conceptualiza-cin de los problemas a que debe hacer frente el estudio de los tiempos prehis-t r i c o s , habiendo recorrido ya algo de camino en ese sentido.

    ANTICUARISMO Y ROMANTICISMO

    La influencia creciente del pensamiento evolucionista-cultural durante el si-glo xvm produjo una reaccin conservadora que en aquel tiempo ejerci un mayor influjo incluso que el evolucionismo sobre la investigacin que desarro-llaban los anticuarios. En 1724, el misionero jesuta francs Joseph-Francois

    LA ARQUEOLOGA CLSICA Y EL ANTICUARISMO 71

    l a l i t au (1685-1740), que haba trabajado entre los indios canadienses, public su obra Moeurs des sauvages ameriquains compares aux moeurs despremiers temps. Aunque con frecuencia se haya descrito este libro como la primera con-tribucin a la antropologa evolucionista, Lafitau afirmaba que las religiones y costumbres de los amerindios y de los grecorromanos posean un gran pareci-do pues se trataba de versiones corruptas y distorsionadas de la verdadera reli-gin y de la verdadera moralidad que haba sido revelada por Dios a Adn y sus descendientes en el Prximo Oriente. Estos enfoques, que resucitaban la doctrina del degeneracionismo, eran similares a los que sostenia/StukeIy,( quien al final de su vida se obsesion con la creencia de que la religin de los anti-guos druidas era una supervivencia relativamente pura de un monotesmo pri-mordial y, por tanto, muy prximo al cristianismo. Stukeley asociaba todos los principales monumentos prehistricos de Gran Bretaa con los druidas y bas sus extravagantes interpretaciones sobre esta premisa. Sus escritos estaban diri-gidos contra los destas, quienes opinaban que los pueblos con una mnima ca-pacidad de raciocinio podan comprender a Dios sin n^d^j^^n&jt-velaciT^nioquya^Tena mucho eji_cj)miulrrco~ia Ilustracin.

    ETpnsami toaTSfMeTey t i bT^ una creciente tendencia hacia lo que ser el omanticismoJEste movimiento intelectual, que comenz a fina-les del siglo xvm, estaba ya anticipado en la filosofa de retorno a la naturaleza de Jean-Jacques Rousseau. A pesar de qu~creTa~ en la importancia de la razn, enfatizlgualmete la importanciajdeJa_sensihi1idad como aspecto del com-portamiento humano. Tambin puso de relieve la bondad inherente de los seres hmanos y atribuy la