historia del hambre tras la guerra civil

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Carlos AzcoytiaHistoria del hambre en Españatras la guerra civilFuente: http://www.historiacocina.com/paises/articulos/1940.htmA mi padre que sufrió las cárceles fascistasLa época más trágica de la era moderna que España ha padecido es sin dudarlo lade los años cuarenta del siglo XX tras la Guerra Civil.Una recesión económica hizo estragos en un país dividido y maltrecho, donde,según las estadísticas, de una poblaciónde 26.000.000 de habitantes300.000 habían tomado el caminodel exilio, casi otro tanto abarrotabanlas cárceles del gobierno fascistay, por último, mucho más de lamitad de la población restante, porfalta del principal componente familiarque pudiera trabajar, muertoen la contienda o preso, que pudieratraer el sustento a la familia, pasabahambre y calamidades en unaEspaña católica que sin piedad disfrutabaver a los ‘malos’ hermanospagar sus pecados mientras la iglesiaaplaudía los actos de nepotismoy excesos del gobierno. Como consecuenciade ello una plaga bíblicase extendió por todo el país con el hambre y las enfermedades.....

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  • 1Carlos Azcoytia

    HHiissttoorriiaa ddeell hhaammbbrree eenn EEssppaaaattrraass llaa gguueerrrraa cciivviill

    Fuente: http://www.historiacocina.com/paises/articulos/1940.htm

    A mi padre que sufri las crceles fascistas

    La poca ms trgica de la era moderna que Espaa ha padecido es sin dudarlo lade los aos cuarenta del siglo XX tras la Guerra Civil.Una recesin econmica hizo estragos en un pas dividido y maltrecho, donde,

    segn las estadsticas, de una pobla-cin de 26.000.000 de habitantes300.000 haban tomado el caminodel exilio, casi otro tanto abarrota-ban las crceles del gobierno fascis-ta y, por ltimo, mucho ms de lamitad de la poblacin restante, porfalta del principal componente fa-miliar que pudiera trabajar, muertoen la contienda o preso, que pudie-ra traer el sustento a la familia, pa-saba hambre y calamidades en unaEspaa catlica que sin piedad dis-frutaba ver a los malos hermanospagar sus pecados mientras la igle-sia aplauda los actos de nepotismoy excesos del gobierno. Como con-secuencia de ello una plaga bblica

    se extendi por todo el pas con el hambre y las enfermedades como principalesprotagonistas que se ceb entre aquellos pobres represaliados que se haban con-vertido en los nuevos parias de la sociedad.

    En agosto de 1939 se implanta el racionamiento de la poblacin y pronto se com-prob que los alimentos suministrados carecan del mnimo valor nutritivo necesa-rio para la subsistencia ya que estaban compuestos de forma predominantes porgarbanzos, patatas, boniatos, pastas para sopas, bacalao y muy de tarde en tardepor carne de membrillo, chocolate terroso incomestible y jabn. Como se puedecomprobar el dficit de hidratos de carbono y grasas, as como la carencia de vita-minas, calcio y hierro era evidente.El pan, que antes era el alimento base de las familias modestas, se convirti en otroapreciado artculo de lujo ya que su racionamiento, en el mejor de los casos, para

  • 2aquellos que tenan una cartilla de racionamiento de tercera, las cantidades oscila-ban entre los 150 y 200 gramos. Tras este desastre floreci un mercado negro deproductos que por sus precios slo estaban al alcance de privilegiados afectos alrgimen fascista; el resto de la poblacin se convirti en devoradores de almortas,altramuces, salazones y castaas.

    Aparte de lo expuesto, el suministrodel racionamiento era tan irregular eimprevisible que durante semanas seprovea a la poblacin por ejemplode aceite, bacalao y jabn, en otrasde pasta para sopa, azcar y un hue-vo o garbanzos, tocino y carne demembrillo. Aqu me gustara ver a unFerrn Adri haciendo cbalas paraconfeccionar un men con dichosingredientes, algo que tenan quehacer aquellas sufridas madres, lascuales fueron bien descritas por elperiodista Claudio Grondona, allpor los aos 70, en el diario Sur deMlaga cuando escribi:

    Madres y hermanas, esposas e hijas enuna paciente, sufrida, dolorosa y desalentadora tarea de hogar y de familia. Llegaron a confeccio-nar tortillas sin huevo, guisos sin carne, fritos sin aceite, dulces sin azcar, caf con trigo tostado;hicieron pucheros con huesos, cocidos sin semilla ni patatas, embutidos de pescado.

    Aquellos afortunados que podan lo suplan con el llamado estraperlo, nombre queproviene de dos famosos estafadores llamados Strauss y Perlowitz, que casi tum-baron a la Segunda Repblica, y que el pueblo al unir los dos apellidos los aadi aldiccionario de la lengua que lo define como:Comercio ilegal de artculos intervenidos porel Estado o sujetos a tasa.A tanto lleg el asunto que el gran maestro Nstor Lujn, al que moralmente ledebo un estudio dedicado a su biografa, escribi un artculo titulado Si no exis-tiera el estraperlo que deca lo siguiente:

    En estas dos ltimas semanas la Comisara de Abastecimientos ha repartido lo siguiente: en lasemana penltima reparti un racionamiento compuesto de aceite refinado de ignoramos que pro-ducto y desde entonces nuestra imaginacin est intentando representarse cmo puede ser el aceite enbruto, a razn de un octavo de litro por persona, caf a razn de cincuenta gramos, y alubias, stasde excelente calidad a razn de doscientos gramos. La ltima semana nos vimos favorecidos porazcar blanco, bacalao, pasta para sopa y manteca vegetal. Ahora bien, considerando los preciosde la carne, de los huevos, de la leche y dems comestibles inasequibles a la mayora de los bolsillosmodestos, desearamos que estos racionamientos fueran acompaados de un folletito explicativo dequ platos pueden cocinarse con bacalao, pasta de sopa y azcar blanco que es lo que pueden com-

  • 3prar las clases humildes o bien que mens pueden construirse en una larga semana con aceite, caf yalubias,para terminar su artculo, pese a la prohibicin oficial, ponderando el estraperloque poda hacer otras combinaciones alimenticias.

    Fue precisamente el estraperlo el que marc las diferencias sociales y polticas en laEspaa de la posguerra y que dividi a los espaoles en tres categoras, los gana-dores que aseguraron un puesto decente de trabajo y que pasaron esta poca sincarencias y bien nutridos; por otro lado los sobrevivientes, aquellos que habanperdido la guerra y que eran profesionales a los cuales por unos aos les robaron

    hasta los ttulos acadmicospara ejercer su profesin oque tenan un familiar fas-cista que les surta de ali-mentos, pero que padecie-ron enfermedades caren-ciales o que fueron vctimasde estados de desnutricin;y, por ltimo, aquellos po-bres desgraciados que nosobrevivieron ni siquiera aesta etapa de la historia yque fueron llenando losportales, hospitales, cam-

    pos de concentracin y calles con sus esculidos cuerpos que parecan de cera ycon barrigas hinchadas. Sobre estos ltimos recuerdo cuando mi padre, que estuvoen varios campos de concentracin, me contaba cmo moran de hambre en aque-llos batallones de trabajo o cuando, despus de mucho tiempo, les llegaba un pa-quete con alimentos de la familia los devoraban y cmo se hinchaban y moran ocmo haba que poner guardias para que no se tiraran sobre las cscaras de naran-jas que arrojaban otros para que no cogieran enfermedades.

    Tambin la poblacin civil mora de hambre tirados en las calles como ocurra enRiotinto (Huelva), donde mi to era mdico, y cmo venan a tropel a la consultapara que les recetara algo que no se puede en medicina: alimentos. Toda una ver-genza de nuestro pasado.

    Volviendo a los campos de concentracin la vida era tan penosa que creo qu en-sombreceran a los de exterminio de los nazis, la nica diferencia fue que no huboun juicio de Nrenberg por los crmenes contra la humanidad que se cometieron ydonde el hombre era peor tratado que la peor de las bestias, pero no quiero ser yoel que cuente el hambre o la miseria que pasaron aquellos que por defender el or-den y la legalidad, pisotearon los fascistas. Del libro 'Mis prisiones' de Rafael SnchezGuerra entresaco lo siguiente:

    "Las varias enfermeras del presidio estaban atestadas de hombres jvenes con sus facciones hin-chadas, sntoma evidente y claro de inanicin, depauperados, esquelticos, sin ninguna enfermedad

  • 4orgnica pero que no podan materialmente sostenerse en pie. Raro era el da que formbamostristes y silenciosos en el patio grande para presenciar cmo se llevaban en toscas cajas de maderalos cadveres de dos, tres o cuatro de aquellos infelices que tenan un modo tan doloroso de 'recobrarla libertad'. En el mes de marzo murieron de hambre setenta y ocho reclusos y a todos nos espan-taba la proporcin aterradora de la cifra. Era tal el ansia de comer de algunos presos que se hizopreciso nombrar en cada patio un recluso que hiciera de guardia permanente al lado de los cajonesde basura para evitar que unos cuantos desgraciados se intoxicaran recogiendo la inmundicia ydesperdicio que otros arrojaban. Las cscaras de naranjas, muchas veces pisoteadas y sucias, lasdevoraban los hambrientos con verdadera fruicin".

    Ricardo de la Cierva en su His-toria del Franquismo cuentaque slo hubo treinta mil muertosde hambre entre los aos 1940 y1946, claro est que no tiene encuenta aquellos certificados dedefuncin que encubran vergon-zosamente como otras causas loque era evidente, como me constapor referencias de facultativos dela poca y es que Ricardo de laCierva nunca fue totalmenteecunime pese a su fama comohistoriador.

    Existe un estudio efectuado por el mdico Pedro Blanco Grande referido a lo quefue la alimentacin en Madrid a lo largo de 1941 que pone de manifiesto la carenciade todo en la poblacin, pese a tener en cuenta la cantidad de toda clase de ali-mentos suministrados mediante cartilla de racionamiento, as como los consumidosprocedentes de la venta libre. El resumen del contenido en elementos nobles pro-cedentes de todos los alimentos ingeridos (carnes, verduras, pescado, huevos, le-che, etc.) los compar con el valor estimado para una dieta normal, valor que segnla Comisin Consultiva de Alimentacin del Ministerio Britnico de Higiene sesita en 100.

    De esta comparacin re-sult: A la vista de esteestudio a nadie le extra,cuando pas la SegundaGuerra Mundial, recono-cer que las raciones quedaban los alemanes a suspresos en los campos deconcentracin eran supe-riores en caloras y mejor equilibradas que las que el estado espaol les suministra-ba a sus ciudadanos en lo que fuera el mayor campo de concentracin de Europa.

  • 5Para reafirmar lo expuesto slo contar que se pas de los 32 kilos de carne porhabitante y ao de 1932 a los 12 en 1941 que se consumi en Madrid.Ya para el ao 1951 las cifras de los valores nutritivos en la dieta de los espaolesera normal comparada con el cuadro que antecede.Dadas estas carencias nutritivas aparecieron una serie de enfermedades relaciona-das como fueron las hepticas, los calambres musculares, la tuberculosis y los ede-mas. Como siempre los peor parados fueron los ancianos y los nios, estos ltimostuvieron un alarmante ndice de defunciones como se pone de manifiesto en elsiguiente cuadro y que se refiere al porcentaje por cada mil nacidos:

    Hay que tener en cuenta que enEuropa la mortandad infantil paraese tiempo era de 40 por mil naci-mientos.

    Los jinetes del Apocalipsis llegan a Espaa

    La catastrfica situacin diettica y social se reflej en la aparicin de la tuberculo-sis y cuya nica prevencin entonces, ya que todava no se conoca en el pas lapenicilina, era la de vivir en habitaciones higinicas y comer nutritivamente y enabundancia. El hambre y la convivencia forzada de gran nmero de personas enlugares insanos, he llegado a conocer cuando era pequeo a familias enteras com-puesta por padres y tres hermanos convivir en una habitacin con una superficieque no superaba los 9 metros cuadrados y cuyo uso era de comedor, sala de estar ydormitorio, era algo corriente en las familias pobres, debiendo compartir los servi-cios de retrete, cocina y lavadero con otras familias.

    La impotencia del es-tado y los mdicospara atajar la pande-mia era desesperanteya que slo poda serevitada con un dia-gnstico precoz, unaalimentacin sana yuna vivienda higinica,ninguna de las cualesse podan cumplir gra-cias a los fascistas que

    se haban sublevado contra el gobierno legtimo. Para complicar an ms las cosaslos miembros activos de la familia solan ocultar los primeros sntomas de la en-fermedad ante el miedo de perder el empleo que les haca mal vivir; despus, comosiempre, los ms castigados fueron los nios vagabundos y en general toda la po-blacin, pasando la mortandad de 111,59 por cada 100.000 habitantes en el ao1934 a 122,78 en 1943.

    En un estudio que se realiz en la Universidad Central por los doctores Zapatero yGutierrez del Olmo en 1941 se descubri que estas cifras de mortandad por la en-

  • 6fermedad en el periodo comprendido entre los aos 1940 y 1947 en Espaa: entrelos estudiantes haban 420 casos de tuberculosis y en un estudiopublicado en la revista de Sanidad e Higiene se obtenan

    Este cuadro slo es de muertos ya que se estimaba que enfermaban cada ao150.000 personas, lo que dejara marcada a toda una generacin de espaoles quepor no haberse descubierto los antibiticos deban afrontar la enfermedad con cu-ras de reposo, trasladarse a lugares altos y una buena sobrealimentacin, algo queno estaba al alcance de la mayora.

    No me resisto a transcribir un comentario de Rafael Bella y Carlos Martnez Buenosobre estos hechos y que dicen:"Si las consecuencias de toda guerra son desoladoras para la salud de los pueblos que la padecen,en el caso de la nuestra, en la que las privaciones fueron en gran medida fruto de una posguerracaracterizada por el trato discriminatorio impuesto a una masa de la poblacin marcada por laderrota, es difcil hallar ni eximente ni atenuante al comportamiento de unos gobernantes que en surigor nunca quisieron olvidar que su victoria y las condiciones de vida impuesta por ella se habanproducido a costa de una parte de su propio pueblo".Pero otras enfermedades acechaban a la poblacin como consecuencia de la faltade protenas, azcares y vitaminas, la ingestin de grasas de mala calidad y el abusode bebidas alcohlicas, que curiosamente no estaban gravadas por la administra-cin y eran muy baratas, tanto que hasta los ms pobres tenan acceso a ella. Fue lahepatitis otro de los azotes, baste decir que se cuadruplicaron los casos entre 1936y 1943, lo que trajo una legin de cirrticos que haca ms lamentable la imagen deun pas que para evadirse de las miserias se refugiaba en la bebida.

    Un caso misterioso de enfer-medad apareci en escena yque se haca notar por padecerlos 'pacientes' calambresmusculares que aparentemen-te no tenan justificacin, yaque no existan otras causasasociadas como podra serdeshidratacin, y que rpida-mente se dedujo que eran mo-tivados por una insuficienciaalimenticia, aunque nunca selleg a descubrir la razn ver-dadera, especulndose que eraconsecuencia de la falta decalcio y que fue motivo de un estudio por el Dr. Rof Carballo. Dicho Dr. tom 203personas al azar en el barrio de Vallecas de Madrid, eran de todas las edades y cla-ses sociales, de ellas lleg a descubrir que el 27% de los adultos y el 33,7% de losnios la padecan quedando su motivacin, como he indicado, en el supuesto deuna psima alimentacin.

  • 7En el sur de Espaa, en Andaluca, el hambre se manifest con toda su crueldadcomo ya he contado casi al principio de este artculo, siendo el edema el estigmaque lo caracterizaba; realmente cruel en los inviernos de 1940-1941 y 1941-1942,cara terizndose por hinchazn del abdomen y las extremidades. Los doctoresCarmena y Gmez Moreno en un artculo de la revista Clnica Espaola hablan deun estudio que hicieron en 20 pacientes, de los cuales fallecieron 3, en la que pon-an de manifiesto la falta casi absoluta de protenas animales, un rgimen hipocal-rico, en algunos casos por debajo del 50% requerido,y la miseria en la que vivanaquellos desdichados. Tambin la ingesta de alimentos desusados fueron motivo deenfermedades y muerte como puede leer en otro artculo dedicado a la almorta queeditamos en nuestra revista o el dedicado al altramuz.

    Otras enfermedades castigaron a la poblacin que no tenan nada que ver con laalimentacin, como eran las enfermedades venreas como consecuencia de la granprostitucin que exista, las fiebres tifoideas, el paludismo y la disentera por faltade higiene y es que las desgracias nunca vienen solas y de milagro puedo estar aquescribiendo este artculo ya que lo que parece raro es que hubiera supervivientes atantos desastres, porque a todo esto hay que sumar la terrible sequa que padeci elpas, la Guardia Civil de entonces, el cabrn, autodenominado Caudillo de Espaa,Francisco Franco Bahamonde y los falangistas, lo que me lleva a la conclusin quesomos una raza inmortal.

    Los nios, esos grandes per-dedores de la guerra, hurfa-nos o hijos de los encarcela-dos, sobrevivan ejerciendolas ms peregrinas profesio-nes, desde vendedores de ta-baco picado (procedente decolillas) al estraperlo de panblanco o el trasiego de patatasy que mal se alimentaban gra-cias al 'Auxilio Social' ohaciendo colas en las puertas de los cuarteles esperando las sobras de los ranchos.

    Los peridicos, portavoces del rgimen, transmitan a la poblacin la esperanza depoder comer si podan resistir un poco ms, algo difcil porque el hambre no espe-ra, con noticias como la siguiente: Diario la Vanguardia de Barcelona de fecha 2 deenero de 1940:

    "Se espera de un da a otro (obsrvese la precisin en la noticia) la llegada a nuestro puertode dos barcos procedentes de Amrica con doce mil toneladas de garbanzos".

    Al puerto de Alicante llegaron, a comienzos de 1941, 4.000 toneladas de maz, lascuales se utilizaron para hacer un pan de color amarillo que se quebraba al ser par-tido, se deshaca la miga y que fue el nico que podan durante meses comer losespaoles.

  • 8Sobre el tabaco, tambin racionado y slo para hombres (las mujeres estaban ex-cluidas), fue motivo de trueque por aquellos que no lo consuman, el cual tiene unade las muchas historias grotescas del rgimen fascista llena de payasos, que serainteresante en otro medio escribirlas, donde se anunciaba en la prensa una campa-a en su contra para el consumo de las mujeres y escrito por el 'facultativo' Dr.Fernn Prez que predicaba sobre los males que produca de la siguiente forma:

    "El tabaco enemigo de la belleza. Esta fumadora empedernida tiene en la boca un nido de micro-bios que manchan la albura de sus dientes",

    Hasta aqu todo parece 'casi'normal, el defecto estaba enque la seora que se pona deejemplo, traidora de los fas-cistas del mundo, era la ar-tista cinematogrfica MarleneDietrich, todo un ejemplo depsimo 'marketing'.

    Pero no todo era malo, quehasta en la desgracia se pue-de uno rer por lo ridculo delas situaciones, entre ellashay una que sin gran imagi-nacin se puede visualizar, yque consista en que en todo

    acto pblico haba que saludar con el brazo en alto y la mano abierta (saludo fas-cista), como puede comprobar en las fotos, pero ocurra que en los combates deboxeo se haca raro ver a los pgiles saludando con los guantes puestos, lo que da-ba una imagen anacrnica al parecer que lo hacan como los comunistas.

    Por otra parte la iglesiaechaba lea al fuego siendoresponsable de la frigidez demuchas mujeres de la pocaal querer castrar a la pobla-cin con anatemas tales co-mo que el masturbase secabael bulbo raqudeo y otraslindezas por el estilo, o losfolletos que repartan, y que tambin acompao, en los que comparaban algo tansimple como un baile con las tentaciones imaginarias del diablo, o la frase tan est-pida de 'El hombre es fuego, la mujer estopa, llega el demonio y sopla', eso s, nunca condenla iglesia las atrocidades que se hacan, ni los negocios fraudulentos, ni los crmenesque se cometan en los fusilamientos. En esa poca los sacerdotes de Espaa esta-ban gordos y con mejillas sonrosadas, de ah la cancin que se tarareaba entredientes con msica de jota:

  • 9Si los curas comieran chinas del rono estaran tan gordos los tos jodos.

    Mientras tanto en Europa, en plena Guerra Mundial, el Papa Po XII bendeca a lastropas fascistas en la plaza de San Pedro.

    Tambin la poblacin civil, por elejemplo que daban los iconos, inten-taba abusar de su prjimo y era cu-rioso ver alguna que otra discusincallejera en la que un cretino paraimponerse por el miedo, que no por larazn, le deca a su contrincante: SabeVd, con quien est hablando?, argumentoque se perpetu en el tiempo, inclusohasta mi juventud, que recuerdo unroce urbano que tuve, a lo que res-pond: S, con un gilipollas, con locual qued zanjada la discusin, yaque mi razonamiento era ms con-tundente.

    Y para terminar un anuncio de prensaque me resulta desagradable, que apareci en la prensa de Mlaga y que sin comen-tarios dejo a juicio del lector: "Seora, seorita, no tire su viejo cepillo de dientes! Por elmdico precio de tres pesetas, nosotros se lo restauramos, dejndolo como nuevo".

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