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  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

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    HISTORIA DE LA

    EDUCACIN E HISTORIA CULTURAL:

    POSIBILIDADES PROBLEMAS CUESTIONES

    *)

    ANTONIO VIAO FRAGO **)

    La historia cultural cabalga de nuevo. Pero para distinguirse de la que ya

    exista, de la tradicional historia de la cultura, ahora, una vez remozada, resurge

    bajo la etiqueta de nueva historia cultural (1). Raro es el mes en el que no apare-

    ce, con esta rbrica, algn nuevo libro o artculo o no se convoca algn semina-

    rio, congreso o simposio. En este momento, por ejemplo, tengo junto a m, al al-

    cance de la mano, uno ms que se anuncia en el programa de los cursos de ve-

    rano de la Universidad Complutense de Madrid: La nueva historia cultural: la

    influencia del postestructuralismo y el auge de la interdisciplinariedad.

    Dos rasgos destacan en el ttulo anterior: el entrecomillado del adjetivo nue-

    va y la conexin que se establece entre esta nueva historia cultural, el postestruc-

    turalismo por qu no aadir el posmodernismo? y la interdisciplinariedad.

    Esta nueva historia cultural es, desde luego, interdisciplinaria. As lo indican

    los trabajos de quienes son considerados sus ms significativos representantes,

    sus intereses y los diferentes campos intelectuales en que se mueven aquellos

    que son convocados para tratar sus temas ms caractersticos (2). Surge, ade-

    ms, en un momento de crisis epistemolgica, de dudas e incertidumbres en la

    operacin histrica, en la tarea de hacer historia. De dudas e incertidumbres

    (*) La versin en ingls de este texto aparecer en Thomas

    POPREWITZ,

    Barry M.

    FRANKLIN

    y Miguel

    PEREYRA (eds.),

    Constructing a Cultural History

    o Schooling: Essays in the in-

    tellectual History of

    Education

    libro en prensa para el que fue originalmente redactado.

    (**) Universidad de Murcia.

    1)

    Lynn

    HUNT ed.),

    The New Cultural History.

    University of California Press, Berkeley,

    1989.

    2)

    Vense, a ttulo de ejemplo, los autores y trabajos incluidos en el libro citado en la

    nota precedente, as como en Andrew E.

    BARNES

    y Peter N.

    STEARNS (eds.),

    Social istory

    and Issues in Human Conciousness. Some lnterdisctplinary Connections. New York University

    Press, New York,

    1989, y Peter

    KARSTEN

    y John

    MODELL eds.),

    Theory Method and Practice

    in Social and Cultural History.

    New York University Press, New York,

    1992.

    Rev ista 2e Edueatvn

    nm. 306 1995), pgs. 245-269

    5

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    que alcanzan tanto a la posibilidad de llegar a un conocimiento del pasado,

    com o al discurso histrico en cuan to forma de articular lingsticame nte dicho

    conocimiento 3). Y lo hace mostrando una amplia diversidad en sus temas y

    enfoques. Para unos se trata slo de un nombre ms que viene a sustituir a la

    ya desgastada y siempre no bien definida historia de las mentalidades. Para

    otros, esta nueva historia cultural abarcara la historia de la cultura material y

    la del mundo de las emociones, los sentimientos y lo imaginario, as como el

    de las representaciones e imgenes mentales, la de la cultura de la lite o de

    los grandes pensadores -historia intelectual en sentido estricto- y la de la cul-

    tura popular, la de la de mente humana como producto sociohistrico -en el

    sentido vigostkyano- y la de los sistemas de significados compartidos -en el

    sentido geertziano- u otros objetos culturales producto de esa m isma m ente, y

    entre ellos, cm o no, el lenguaje y las formac iones discursivas creadoras de su-

    jetos y realidades sociales. Todo ello, adems, no desde una perspectiva frag-

    men tada sino conectada e integrada.

    El concepto de cultura, por su parte, ha sido y es tambin interpretado de

    modo s muy diferentes. Su misma polisemia explica el xito del trmino 4). To-

    3) En relacin con las consecuencias del posmodernismo y del

    linguistic turn sobre la

    historia intelectual -una de las modalidades de la historia cultural- y sobre la operacin

    histrica en general, la literatura es cada vez ms abundante. Vanse, a ttulo de ejemplo,

    History and Post-modernism,

    Past and Present, 131,

    1991, pp. 217-218, 133, 1991; pp.

    204-213, y 135, 1992; pp. 189-208, con sucesivas intervenciones de Lawrence S-roNE, Pa-

    trick JvcE, Catriona

    KELLY,

    de nuevo Lawrence

    STONE

    y Gabrielle

    SPIEGEL,

    y algunos de

    los trabajos incluidos en la obra colectiva citada en la nota 1 o en Dominick

    LACAPRA

    Steven L.

    KAPLAN eds.),

    Modern Intellectual History. Reappraisals New Perspectives.

    Cornell

    University Press, lthaca, New York, 1982, as como los de F. R.

    ANKERSMIT,

    Historiogra-

    phy and Postmodernism,

    History and Theory, X XVII-2,

    1989, pp. 137-153, con la respuesta

    de Peter ZAGOR1N y la rplica de ANKERSMIT en Htstory and Theory,

    XXIX-3, 1990, pp.

    263-274 y 275-296, respectivamente, John E.

    TOEWS,

    Intellectual History after the Linguis-

    tic Turn: The Aufbnomy of Meaning and the Irreductibility of Experience, The merican

    Historical Review,

    92-4, 1987, pp. 879-907, David HARLAN,

    Intellectual History and the Re-

    turn of Literature,

    The A merican Historical Review, 94-3,

    1989, pp. 581-609, con la respuesta

    de David A.

    HOLLINGER y la rplica de HARLAN

    en el mismo nmero, pp. 610-621 y

    622-626, respectivamente, y la respuesta de Joyce

    APPLEBY

    en el nmero

    94-5,

    1989, pp.

    1326-1332, Gabrielle M.

    SPIEGEL,

    History, Historicism and the Social Logic of the Text in

    the Middle Ages,

    Speculum, LXV, 1990, pp. 59-86, Russell

    JACOBY, A New Intellectual His-

    tory, The American Historical Review, 97-2, 1992, pp. 405-424, Mark

    BEVIR, The Errors of

    Linguistic Contextualism,

    History and Theory, 31-3,

    1992, pp. 276-298, Dominick

    LACAPRA,

    Intellectual History and itsWays,

    The A merican Historical Review, 97-2,

    1992, pp. 425-439 y

    Martyn THOMPSON,

    Reception Theory and the Interpretation of the Historical Meaning,

    History and

    Theory, 32-3, 1993, pp. 248-272. En cuanto al discurso histrico y, ms en con-

    creto, a la obra de Hayden WHITE, quiz el mejor modo de obtener una idea global sobre

    el tema sea la lectura de Storia delle Storiografia, 24, 1993, dedicado monogrficamente a la

    obra de este autor y a las polmicas planteadas en torno a la misma.

    4) Peter

    BURKE,

    Introduccin a la edicin espaola,

    La cultura popular en la Europa

    Moderna.

    Alianza, Madrid, 1991, pp. 24-48, y

    History 8c Social Theory. Polity Press, Cambrid-

    ge, 1992, pp. 118-126.

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    dos los problemas planteados por Peter Burke en relacin con la New History

    definicin, fuentes, explicacin y sntesis (5) pueden tambin constatarse en

    esta nueva historia cultural. En este contexto de fronteras imprecisas y cam-

    biantes como la vida misma y de fragmentadoras etiquetas acadmicas his-

    toria social, historia econmica, historia cultural, psicohistoria, historia intelec-

    tual... este texto pretende explorar algunas de las posibilidades de la historia

    cultural en relacin con o desde la historia de la educacin, otro fragmento

    ms de esa historia parcelada. Algunas entre otras; no s si las ms importan-

    tes pero s aquellas que ms me atraen y sobre las que vengo trabajando en

    los ltimos arios: la historia de los procesos de profesionalizacin docente y for-

    macin de las disciplinas acadmicas como historia intelectual, la historia de la

    cultura y organizacin escolares y la de la mente humana como producto so-

    ciohistrico. Todo ello desde el rechazo de una concepcin de la cultura como

    sistema unitario y uniforme en el que predomina la conformidad, as como

    desde una consideracin no escindida de la historia social y cultural. No est

    de ms decir, parafraseando a Richard L. Schoenwald, que la historia social es

    siempre historia cultural, la historia cultural, historia social, y que ambas, final-

    mente, son slo historia (6).

    PROFESIONALIZACIN DOCEN TE, DISCIPLINAS ACA DMICAS

    E HISTORIA INTELECTUAL

    Dos son los puntos dbiles de la tradicional historia de las ideas: la considera-

    cin de estos ltimos como causas incausadas, sin incoherencias ni fisuras, a

    modo de agentes individuales que determinan el pensamiento y la accin, y su

    individualismo metodolgico,

    ...la insistencia en que un sistema de creencias debe ser una suma de pro-

    posiciones separadas y explcitas, y en que cada una de estas proposiciones

    puede ser seguida hasta una sola fuente original a travs de sus varios antece-

    dentes 7).

    Frente a esta tradicional historia de las ideas, la historia social de las mis-

    mas tendi, en principio, a poner el acento en los contextos en los que stas

    germinaban y crecan. Unos contextos concebidos en ocasiones como sistemas

    necesariamente determinantes de otros sistemas no menos cerrados o coheren-

    5)

    Peter BURKE,

    Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro, en Peter

    BURKE

    ed.),

    Formas de hacer historia.

    Alianza, Madrid, 1993, pp. 11-37.

    6)

    Richard L.

    SCHOENWALD,

    Social History is Always Intellectual History or Intelec-

    tual History is Always Social History or Finally, There is Only History, en Peter KARs

    TENy John MODELL eds.),

    Theory Method and Practice in Social and Cultural History op. cit.

    pp. 125-133.

    7)

    Fritz

    RINGER,

    The Intellectual Field, Intelectual

    History, and the

    Sociology of

    Knowledge,

    Theory and History

    19-3, 1990, pp. 269-294 cita en p. 277 ).

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    tes de ideas que dejaban de ser agentes causales para convertirse en productos

    c us dos

    Es evidente que las ideas y pensamientos no pueden separarse totalmente

    de su insercin en las instituciones, prcticas y relaciones sociales 8). Pero es-

    tas instituciones, prcticas y relaciones sociales pueden ser vistas y analizadas

    desde diferentes enfoques y con diferentes mtodos que ofrecen resultados asi-

    mismo diferentes. Uno de estos enfoques es el que, a partir de los conceptos

    de campo intelectual y

    habitus, elaborados por Pierre Bourdieu, trata de des-

    cubrir, en expresin de Fritz Ringer, las posiciones tericas y las suposicio-

    nes implcitas... transmitidas por las instituciones, prcticas y relaciones socia-

    les 9); es decir,

    ...las principales corrientes de pensamiento y sentimiento en un determina

    do medio intelectual.., las formas, as como los contenidos y argumentos... las)

    pautas recurrentes o figuras de pensamiento... las) suposiciones subyacentes, am-

    pliamente compartidas pero a menudo no discutidas de modo explcito 10).

    Un enfoque de este tipo, en su sentido ms amplio, abarcara lo explcito y

    lo implcito, las ideas y las creencias, los valores y las actitudes, las maneras de

    pensar y los modos de vida, los roles acadmico-intelectuales y los sociales.

    Y ello tanto en relacin con un campo y un grupo determinados como con un

    tema o cuestin concretos. En el primer caso, el resultado sera una historia de

    los intelectuales, de la lite cultural y acadmica como grupo, de su formacin,

    . modos de seleccin

    e ingreso en la misma, carrera profesional,

    status, signos de

    presentacin, identificacin y distincin frente a otros grupos sociales, relaciones

    con el poder en sus distintas modalidades, rituales, estrategias de grupo, corpora-

    tivas e individuales, relaciones de patronazgo y clientelismo, modos de vida y

    conductas, mentalidades, contextos acadmicos e intelectuales, prcticas discursi-

    vas, lxico, etc. En el segundo, lo que dicho anlisis ofrecera seran las ideas ex-

    plcitas e implcitas asumidas por un determinado grupo intelectual en relacin

    con una

    - cuestin concreta, as como, si el perodo considerado es lo suficiente-

    mente dilatado, los cambios, las emergencias y los residuos, en el conjunto de di-

    chas ideas. Veamos dos ejemplos que ilustran ambos enfoques.

    A

    Los estudios sobre la formacin acadmica e intelectual de personajes

    relevantes siguen siendo, y sern siempre, un tema de inters 11). Lo novedo-

    8)

    Ibdem p. 277.

    9)

    Ibdem

    p. 274.

    00)

    Ibdem p. 276.

    11) Vense, como ejemplos recientes, los de Daniel A.

    CREWS, The Intellectual Sour-

    ces of Spanish Imperialism: The Education of Juan Valds,.Proteus.

    Journal of Ideas 2-1

    1992, pp. 38-43, y Luis Enrique

    RODRGUEZ-SAN PEDRO BEZARES,

    La formacin universitaria de

    Juan de la

    Cruz. Junta de Castilla y Len, Consejera de Cultura y Turismo, Valladolid,

    1992.

    8

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    so, sin embargo, es esa atencin por la formacin, modos de seleccin o prue-

    bas de ingreso de determinados grupos profesionales y, de entre ellos, de los

    profesores de los diferentes niveles educativos, de los intelectuales y escritores

    en general o de los investigadores en un campo o rea concreta. Los ejemplos

    de este inters se multiplican en los ltimos aos. La bibliografa elaborada

    por Marie-Dom inique Couzet, en 1991, para los componentes del proyecto de

    investigacin sobre

    S lection scolaire et societ dans l Europe M oderne, X V I -X IX si-

    cles, coordinado desde el Departament of History and Civilisations del Euro

    pean University Institut de Florencia por Dominique Julia, recoga y comentaba

    una relacin no exhaustiva de 125 ttulos sobre el particular, entre libros y ar-

    tculos en alemn, espaol, francs, ingls e italiano relativos a un total de

    once grupos profesionales y a las lites en general de diversos pases europeos

    durante los siglos citados; todos ellos publicados, adems, en su mayor parte,

    en la dcada de los ochenta. La lectura de los trabajos incluidos en el nmero

    especial de la revista

    Pedagog ica Historica

    que recoge las colaboraciones en dicho

    proyecto, as como del prlogo y de las conclusiones de su director 12), excusa

    todo com entario: el mtodo p rosopogrfico y el anlisis longitudinal del proce-

    so de construccin de las carreras profesionales, o sea, de una profesin, y de

    los procedimientos de ingreso y seleccin en la m isma, se revelan como enfo-

    ques de extraordinaria riqueza y utilidad para captar la configuracin interna

    de los distintos campos p rofesionales e intelectuales y, entre ellos, de los acad-

    micos y escolares 13).

    El estudio meticuloso, por ejemplo, de los procedimientos de seleccin

    de los distintos cuerpos de profesores requisitos, pruebas, formacin, ttulos y

    currculum de los candidatos, programas o memorias presentadas, pruebas o

    ejercicios realizados, jueces, criterios de seleccin ex plcitos e implcitos, inter-

    vencin de autoridades administrativas, polticas o religiosas, decisiones adopta-

    das, etc. es uno de los aspectos esenciales para entender el proceso de profe-

    sionalizacin docente y, en definitiva, para hacer la historia de la docencia

    como profesin 14).

    Dichos procedimientos y proceso guardan, a su vez, una estrecha relacin

    con la historia de las disciplinas escolares 15). Es ms, una historia es el com-

    12 )

    Dominique

    JULIA (ed.),

    Aux sources de la comptence professionnelle. Critres

    scolaires et classements sociaux dans les carrires intellectuelles en Europe, XVII -XIX si-

    cles,

    Paedagogica Historica. International Journal of the History of Education, XXX,

    1994-1.

    13 ) Dominique JULIA,

    Conclusin, ibdem,

    p. 454.

    14 )

    Dominique JULIA, Le choix des professeurs en France: Vocation ou concours?

    1700-1850,

    Paedagogica Historica. International Journal of History of Education, X XX,

    1994- I ,

    pp. 175-205, y La naissance du corps professoral,

    Actes de la Recherche en Sciences Sociales,

    39

    1981, pp. 71-86, Antonio NVOA,

    Le temps des professeurs. Analyse socio-historique de la pro-

    fession enseignante au Portugal (XVIII-XX side).

    Instituto Nacional de Investigacao Cientfica,

    Lisboa, 1987, y Antonio VIA,

    Les origines du corps professoral en Espagne: Les Reales

    Estudios de San Isidro, 1770-1808,

    Paedagogica Historica. International journal of History of

    Education, XXX,

    1994-1, pp. 119-174.

    15 )

    Prefiero esta expresin tomada de Andr

    CHERVEL (Historia de las disciplinas es-

    colares. Reflexiones sobre un campo de investigacin,

    Revista de Educacin, 295,

    1991, pp.

    24 9

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    plemento de la otra. Las disciplinas acadmicas no son entidades abstractas.

    Tampoco poseen una esencia universal o esttica. Nacen y evolucionan, surgen

    y desaparecen; se desgajan y se unen, se rechazan y se absorben. Cambian sus

    contenidos; tambin sus denominaciones. Sus espacios de poder, de un poder a

    disputar; espacios que agrupan intereses y agentes, acciones y estrategias. Espa-

    cios sociales que se configuran en el seno de los sistemas educativos y de las

    instituciones acadmicas con un carcter ms o menos excluyente, cerrado,

    respecto a los aficionados y profesionales de otras materias, y, a la vez, ms o

    menos hegemnico en relacin con otras diciplinas y campos. Devienen por

    ello, con el tiempo, coto exclusivo de unos determinados profesionales acredi-

    tados y legitimados por la formacin, titulacin y seleccin correspondientes,

    que pasan, de este modo, a controlar la formacin y acceso de quienes desean

    integrarse en los mismos. Las disciplinas son, pues, fuente de poder y exclu-

    sin no slo profesional sino tambin social. Su inclusin o no en los planes de

    estudio de unas u otras profesiones constituye el arma a utilizar con vistas a la

    adscripcin o no de determinadas tareas a uno u otro grupo profesional. La

    historia de las disciplinas, su gnesis y configuracin como tales, con un carc-

    ter autnomo, no puede, pues, hacerse sin analizar la formacin, las credencia-

    les y el proceso de seleccin de quienes a ella se dedican o pretenden hacerlo.

    Viceversa, el anlisis del proceso de profesionalizacin y de los candidatos y

    miembros de una profesin determinada es uno de los aspectos ms significati-

    vos del complementario proceso de creacin y configuracin de dichas discipli-

    nas. Un aspecto remite al otro; son indisociables.

    Una disciplina es, en este sentido, el resultado del acotamiento de un campo

    intelectual por unos profesionales, una comunidad o grupo acadmico y cientfi-

    co, que se presentan ante la sociedad y otros grupos como expertos en el mismo

    en virtud de una formacin, de unos ttulos y de un modo de seleccin determi-

    nados. De ah que el anlisis de esa formacin, carreras y ttulos de los candida-

    tos, de los despus nombrados, y de los jueces encargados de efectuar la selec-

    cin, proporcione elementos para conocer su grado de profesionalizacin y el de

    la disciplina en cuestin; es decir, su consolidacin como tal y su acotamiento

    por unos u otros expertos. Esta es la razn por la que ya en las primeras fases

    del estudio que emprend hace algunos aos sobre los orgenes de los cuerpos

    de profesores estatales en Espaa, desde 1770 hasta 1808, advert que deba dis-

    tinguir dos partes interrelacionadas. Una primera, ya finalizada, sobre el proceso

    de seleccin en los trminos antes indicados 16), y otra, en curso de realizacin,

    sobre la formacin, ttulos, carreras acadmicas y mritos aducidos por los candi-

    datos o tenidos en cuenta por los jueces y autoridades implicadas en el proceso

    de seleccin 17).

    59-111) a la de historia del currculum por entender que esta ltima es una expresin ms

    amplia que engloba la historia de las disciplinas o materias escolares.

    16)

    Antonio

    VIA,

    Les origines du corps professoral en Espagne: Les Reales Estu-

    dios de San Isidro, 1770-1808, op c i t

    17) Un avance de esta segunda parte, en relacin con las disciplinas de Derecho Natu-

    ral y de Gentes, Fsica Experimental y Matemticas, fue presentado con el ttulo de Disci-

    250

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    7/25

    Las posibilidades de este tipo de estudios son amplias. Pueden referirse,

    como es obvio, a la profesin acadmica, a cualquier otra, o a grupos sociales

    determinados. De entre estos ltimos parece gozar de cierto favor, en una espe-

    cie de revival de esta historia de las ideas de nuevo cuo, el estudio de la for-

    macin intelectual de las lites y, de un modo especial, de las culturales, lite-

    rarias o cientficas (18). Su realizacin implica, sin duda, el recurso a fuentes hasta

    ahora analizadas, en general, desde perspectivas individuales y particulares y po-

    cas o raras veces de forma serial o global. Entre estas fuentes se hallan las me-

    morias y autobiografas, los expedientes administrativos personales, las relacio-

    nes de mritos o currcula profesionales, los expedientes de las oposiciones y

    concursos ejercicios, programas, memorias, valoraciones o censuras, y los rela-

    tivos a la configuracin de los planes de estudio y a la creacin, modificacin o

    supresin de disciplinas, as como los manuales y libros de texto. Otras fuentes

    tiles son, por ejemplo, los elogios fnebres y la literatura apologtica de las di-

    ferentes profesiones. Otras veces, sin embargo, ser necesario releer los textos

    ya conocidos desde una perspectiva que permita captar las estrategias explcitas

    o implcitas de presentacin, distincin y exclusin acadmica o profesional de

    determinadas personas, grupos o instituciones.

    B

    Sera un error circunscribir el estudio de los campos intelectuales, de la

    historia intelectual, al de la formacin y estrategias credencialistas de los distin-

    tos grupos profesionales o, en un mbito histrico-educativo ms estricto, al

    del proceso de profesionalizacin docente y a la paralela configuracin de las

    disciplinas acadmicas. sta es slo una posibilidad; una entre otras. Entre es-

    tas otras estara, como ya dije, el anlisis de las ideas y propuestas explcitas o

    implcitas de un grupo intelectual determinado en relacin con una cuestin

    concreta a lo largo de un perodo lo suficientemente dilatado como para cap-

    tar, en dichas ideas y propuestas, los puntos de inflexin, las rupturas y las con-

    tinuidades.

    Un anlisis de este tipo deber atender, sin duda, a aquellos autores y tex-

    tos ms difundidos e influyentes, a los ms significativos por cualquier causa o

    a aquellos que introducen ideas, perspectivas y criterios que con los aos goza-

    rn de cierta difusin; es decir, a obras concretas y a autores individualizados.

    Pero dichas atencin y significatividad slo tendrn sentido en un contexto:

    aqul definido por las diferentes posiciones tericas y propuestas mantenidas

    en relacin con el tema en cuestin. En un reciente trabajo sobre la distribu-

    plinas acadmicas

    y profesionalizacin docente: los Reales Estudios de San Isidro

    (1770-1808), al IV Coloquio Internacional organizado por Centre Interuniversitaire sur

    l Education dans le Monde Ibrique et Ibro-Amricaine (CIREMIA) de la Universidad de

    Tours y se halla pendiente de publicacin.

    (18) Un reciente ejemplo de este inters sera el coloquio sobre La cultura de las lites

    espaolas en la Edad Moderna. Poder, Letras, Ciencias organizado, para mayo de 1995,

    por Franois

    LOPEZ

    desde el Institut d tudes Hispaniques de la Universidad de Bourdeos,

    dentro del proyecto de investigacin, ms amplio, que lleva por ttulo

    Para una historia de

    la educacin y de las lecturas de los espaoles en la Edad Moderna.

    5

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    8/25

    cin semanal y diaria del tiempo y del trabajo en la enseanza primaria en Es-

    paa desde 1838 a 1936 del que tratar despus otros aspectos metodolgi-

    cos he analizado, por ejemplo, las bases tericas y las propuestas concretas

    efectuadas en un total de 38 textos (19 del perodo 1838-1899 y otros 19 del

    perodo 1900-1936) escritos por profesores de pedagoga de Escuelas Normales,

    inspectores de enseanza primaria y maestros o maestras en relacin con el

    tema indicado. Unos textos elaborados para la formacin o utilizacin profesio-

    nal de los maestros y maestras en sus escuelas (19). Slo la lectura de aquellas

    pginas o captulos dedicados, en ellos, a la distribucin del tiempo y del traba-

    jo en las escuelas, permite, gracias a su nmero y al lapso de tiempo abarcado,

    obtener una idea global de las asunciones explcitas o implcitas, mayoritarias

    o no, del grupo de autores seleccionados, as como de sus influencias y recha-

    zos, de las rupturas y persistencias.

    Slo una lectura y tratamiento de este tipo, global, permite, por ejemplo,

    captar cmo se pasa desde una primera concepcin de la distribucin del tiem-

    po y del trabajo como medio disciplinario a otras en las que predomina su na-

    turaleza organizativa y didctica o su consideracin como medio de control ex-

    terno. O, tambin a modo de ejemplo, cmo la difusin de la nocin de

    surm

    n ge

    o fatiga mental, o, de un modo general, de las ideas de higienismo, vinie-

    ron a coincidir en el tiempo con las aspiraciones profesionales de los maestros

    y maestras en relacin con la ampliacin de los perodos vacacionales o la in-

    troduccin de los recreos y descansos. Slo, repito, una consideracin global de

    una serie amplia de textos y autores que traten, durante un perodo dilatado,

    un tema concreto, puede facilitar una historia de las concepciones tericas,

    creencias e ideas que definen un campo intelectual, as como de las diferentes

    posiciones yestrategias de sus componentes dentro del mismo y en relacin

    con dicho tema. Lo importante, desde esta perspectiva, no es ya lo dicho en

    este u otro texto concreto, o por este u otro autor, salvo casos significativos,

    sino la posicin de dichos textos y autores en el conjunto de un campo de

    ideas sobre una cuestin relevante.

    CULTURA ORGANIZACIN Y ESCUELA:

    EL ESPACIO Y EL TIEMPO ESCOL ARES

    Afirmar que la escuela entendido este trmino en su sentido amplio es

    una institucin, es una obviedad. Tambin lo es decir que existe una cultura

    (19) Antonio VIAO

    La distribucin semanal y diaria del tiempo y del trabajo en la

    enseanza primaria en Espaa (1838-1936); texto elaborado dentro del proyecto de inves-

    tigacin sobre La historia del tiempo escolar en Europa coordinado, desde el Service

    d Histoire

    de lducation del Institut

    Nationale de Recherche Pdagogique de Paris, por

    Marie Madeleine

    COMPRE

    y en

    curso de publicacin junto con el resto de los trabajos de

    dicho proyecto.

    252

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    9/25

    escolar. Precisamente porque la escuela es una institucin es por lo que pode-

    mos hablar de cultura escolar y viceversa. Lo que ya resulta difcil es ponerse

    de acuerdo sobre qu implica que la escuela sea una institucin y sobre qu

    sea eso de la cultura escolar o si no sera preferible hablar en plural de cultu-

    ras escolares.

    Lo que ello implica por de pronto es que la escuela ha de ser considerada

    a la vez desde la sociologa de las organizaciones y la antropologa de las prc-

    ticas cotidianas. El problema radica en que la cultura escolar en cuanto conjun-

    to de aspectos institucionalizados que caracterizan a la escuela como organiza-

    cin posee varias modalidades o niveles. Podemos por ejemplo referirnos a la

    cultura especfica de un establecimiento docente determinado de un conjunto

    o tipo de centros por contraste con otros por ejemplo las escuelas rurales o

    las Facultades de Derecho de un rea territorial determinada o del mundo

    acadmico en general por comparacin con otros sectores sociales. Tambin

    podemos ofrecer una perspectiva individual grupal organizativa o institucional

    de algn aspecto de dicha cultura. Por ltimo la expresin anterior conjunto

    de aspectos institucionalizados incluye prcticas y conductas modos de vida

    hbitos y ritos la historia cotidiana del hacer escolar objetos materiales

    funcin uso distribucin en el espacio materialidad fsica simbologa intro-

    duccin transformacin desaparicin... y modos de pensar as como signifi-

    cados e ideas compartidas. Alguien dir: todo. Y s es cierto la cultura escolar

    es toda la vida escolar: hechos e ideas mentes y cuerpos objetos y conductas

    modos de pensar decir y hacer. Lo que sucede es que en este conjunto hay al-

    gunos aspectos que son ms relevantes que otros en el sentido de que son ele-

    mentos organizadores que la conforman y definen. De entre ellos elijo dos a

    los que he dedicado alguna atencin en los ltimos aos: el espacio y el tiem-

    po escolares. Otros no menos importantes como las prcticas discursivas y lin-

    gsticas o las tecnologas y modos de comunicacin empleados son ahora de-

    jados a un lado. Estas tres dimensiones o aspectos el espacio el tiempo y el

    lenguaje a modo de comunicacin afectan al ser humano de lleno en su mis-

    ma conciencia interior en todos sus pensamientos y actividades de modo indi-

    vidual grupa] y como especie en relacin con la naturaleza de la que forma

    parte. Conforman su mente y sus acciones. Conforman y son conformados a

    su vez por las instituciones educativas. De ah su importancia.

    Este espacio fsico es para el ser humano espacio apropiado territorio y

    espacio dispuesto y habitado lugar. En este sentido el espacio es una cons-

    truccin social y el espacio escolar una de las modalidades de su conversin en

    territorio y lugar. De ah que el espacio no sea jams neutro sino signo smbo-

    lo y huella de la condicin y relaciones de quienes lo habitan. El espacio dice y

    comunica; por tanto educa. Muestra a quien sabe leer el empleo que el ser

    humano hace del mismo. Un empleo que vara en cada cultura; que es un pro-

    ducto cultural especfico que atae no slo al yo social a las relaciones inter-

    personales distancias territorio personal comunicacin contactos conflic-

    tos... sino tambin a la liturgia y ritos sociales a la simbologa de las disposi-

    253

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    10/25

    ciones de los cuerpos ubicacin, posturas y de los objetos, a su jerarqua y

    relaciones 20).

    La dimensin espacial de la actividad educativa no es un aspecto tangencial o

    anecdtico de la misma. Al igual que la dimensin temporal o la comunicativo-

    lingstica es, como dije, un rasgo que forma parte de su misma naturaleza. No

    es ya que la condicione y que sea condicionada por ella, sino que es parte inte-

    grante de ella; es educacin. El espacio escolar no es, pues, un contenedor ni

    un escenario, sino una especie de discurso que instituye en su materialidad un

    sistema de valores..., unos marcos para el aprendizaje sensorial y motrico y

    toda una semiologa que cubre diferentes smbolos estticos, culturales y an

    ideolgicos 21). Es, en suma, como la cultura escolar, de la que forma parte,

    una forma silenciosa de enseanza 22). Cualquier cambio en su disposicin,

    como lugar o territorio, modifica su naturaleza cultural y educativa.

    Cmo abordar, desde esta perspectiva, la dimensin histrica del espacio

    escolar, su evolucin y modalidades? Dos enfoques, complementarios, parecen

    al menos posibles 23). Uno de ellos atendera a la naturaleza de la escuela

    como lugar. Un anlisis de este tipo detectara dos tendencia bsicas: una que

    va desde el nomadismo y la itinerancia a la fijacin y estabilidad, y otra, rela-

    cionada con la anterior, que va desde la ausencia de especificidad a su estable-

    cimiento y delimitacin independientes frente a otras instituciones y usos. El

    objetivo primero sera establecer una tipologa de las modalidades existentes

    en un rea y perodo histrico. Modalidades que oscilaran entre la itinerancia

    en sus diversas formas, por un lado, y las propuestas desescolarizadoras, es de-

    cir, la negacin de la escuela como lugar, por otro. Entre unas y otras quedara

    esa tendencia, histricamente apreciable, a la especificidad e independencia, a

    la afirmacin de la necesidad de un espacio propio, construido como lugar con

    tal fin y acotado como territorio independiente de cualquier otro de ndole

    eclesistica, estatal o municipal. En este sentido, el espacio escolar sera un lu-

    gar que tiende a ser acotado como tal y a fragmentarse internamente en una

    variedad de usos y funciones de ndole a la vez productiva, simblica y discipli-

    naria 24). Un espacio en cuyo despliegue interno pugnan el ocultamiento y el

    cierre con

    la apertura y la transparencia.

    20 )

    El texto clsico, el que acu el trmino proxemia para referirse al uso que el ser

    humano hace del espacio como producto cultural especfico, es

    The Hidden Dimension de

    Edward T. HALL,

    publicado en 1966 editado en espaol por Siglo XXI, Mxico, 1972).

    21 )

    Agustn EscoLANo, La arquitectura como programa. Espacio-escuela y currcu-

    Itun,

    Historia de la Educacin 12

    1993, en prensa.

    22 ) Georges

    MESMIN, La arquitectura escolar, forma silenciosa de enseanza,

    fanus

    10

    1967, pp. 62-66.

    23 ) Para un desarrollo ms detallado de ambos enfoques, vase Antonio

    VIAO, Del

    espacio escolar y la escuela como lugar: propuestas y cuestiones,

    Historia de la Educacin

    12

    1993 en prensa.

    24 )

    Estas tres funciones, asignadas por Foucault al trabajo, son plenamente referibles a

    la escuela como lugar Michel

    FOUCAULT,

    El ojo del poder)), en Jeremas BENTFIAM, El Pa-

    nptico

    La Piqueta Madrid 1979 pp. 9-26 referencia en p. 23-1.

    254

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    11/25

    El segundo enfoque, al que podra llamarse estatigrfico, si no se entendiera

    este trmino en un sentido compartimentado o aislante, complementa al ante-

    rior. Constituye un procedimiento para analizar esa realidad a la vez material y

    mental que es el espacio como territorio. Un procedimiento de anlisis y desgua-

    ce que recuerda a esas muecas rusas que guardan en su interior, tericamente

    hasta el infinito, otra ms reducida. Empezara, desde fuera, con el emplazamien-

    to; un emplazamiento que condiciona y explica las relaciones con el entorno,

    con otros espacios y lugares distintos del acotado como escuela, as como su

    rea de atraccin e influencia. El siguiente paso, desde el exterior al interior,

    sera la consideracin de las relaciones entre las zonas edificadas y no edificadas

    del recinto escolar, de los edificios y campos escolares, de su distribucin y usos.

    Dos seran, al menos, en este punto, los aspectos bsicos: la importancia concedi-

    da y el uso asignado a las zonas no edificadas, su revalorizacin u olvido 25), y la

    ubicacin, disposicin y presentacin externa del edificio o edificios existentes,

    signo de identificacin del establecimiento en cuestin, que refleja, de modo ms

    o menos explcito, la concepcin o idea que se tiene de la institucin escolar en

    general y, de un modo particular, de aquella a que se destina.

    La disposicin interna de las zonas edificadas, junto con la distribucin y usos

    asignados a las distintas dependencias, constituiran el siguiente aspecto a anali-

    zar. Su existencia o inexistencia, su disposicin y relaciones reflejan la importan-

    cia, naturaleza y caractersticas de la funcin o actividad correspondiente, ya se

    trate del despacho de la direccin, de la sala de alumnos o la de visitas, la capi-

    lla, el gimnasio o los aseos. Un anlisis de este tipo mostrara, adems, el predo-

    minio o no, en dicha disposicin, de criterios de visibilidad y control o el peso

    de la tendencia a la fragmentacin y diferenciacin o de los espacios comparti.

    dos y de encuentro.

    El ltimo reducto a considerar sera el de los espacios personales: el pupitre,

    el casillero, el armario o la taquilla. Pero, hasta llegar a ellos, todava es posible

    analizar la configuracin fsica y la disposicin interna de personas y objetos en

    dependencias concretas. Y entre ellas, cmo no, el aula; aquel lugar dispuesto,

    de modo especfico, para la enseanza. El anlisis histrico de las modalidades

    de organizacin y disposicin de personas y objetos en el aula muestra su rela-

    cin con el sistema o mtodo pedaggico seguido. ste ha sido, de entre los indi-

    cados, el aspecto al que ms atencin han dedicado los historiadores de la edu-

    cacin en los ltimos aos. Basta, para advertirlo, resear algunos de los trabajos

    publicados sobre, por ejemplo, la organizacin del espacio en las aulas de los co-

    legios de jesuitas durante la Edad Moderna, con los alumnos divididos en decu-

    rias y su disposicin orientada a promover la emulacin y la competencia 26),

    25

    Sobre esta cuestin en los kindergarten froebelianos, as como, en general, sobre

    la arquitectura y el espacio escolares en la pedagoga de Frebel, ver Purificacin

    LAHOZ,

    El modelo froebeliano de espacio-escuela. Su introduccin en Espaa, Historia de la Edu-

    cacin 10 1991,

    pp.

    107-133.

    26

    Vense, sobre este tema, las observaciones, sntesis y bibliografa recogida en Fra-

    cisco Javier

    LASPALAS PREZ,

    La treinvencin de la escuela. Cinco estudios sobre la enseanza ele-

    mental durante la Edad Moderna. EUNSA, Pamplona,

    1993,

    pp.

    149-150 y 174-175.

    255

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    12/25

    en el sistema de la enseanza mutua (27), en el mtodo de las salas de asilo fran-

    cesas (28), o, desde una perspectiva ms general, sobre la gnesis de la idea de

    clase, de la enseanza simultnea (29) o de la escuela graduada (30).

    Una revisin general de este conjunto de trabajos muestra en esta cuestin

    la de las relaciones entre los usos del espacio escolar, la organizacin de los

    centros docentes y los mtodos de enseanza empleados, el juego o debate en-

    tre dos tendencias. Una de ndole mecnica, que se inclina por la configuracin

    de un sistema o mtodo cuyas virtudes y efectos dependan ms de la exhaustiva,

    desagregada y racional disposicin de los espacios y tiempos escolares, as

    como del currculum, que de la persona o personas encargadas de ponerlos en

    prctica. Y otra, de ndole orgnica, que promueve ms la atencin individual y

    la adaptacin a las circunstancias que la mecanizacin gerencia] de los procesos

    educativos. En el fondo, lo que est detrs de este dilema es el intento lgico

    pero inviable de instruir y educar a un nmero amplio de personas acercndo-

    se lo ms posible al tipo de relacin y mtodos seguidos en la enseanza indivi-

    dual o a un nmero reducido de ellas. Una cuestin que refleja otra ms gene-

    ral: la naturaleza negentrpica de la educacin.

    En un breve texto publicado en 1978, sobre el arte y modo de ordenar li-

    bros, Georges Perec indicaba algo ya sabido: que toda biblioteca que no se or-

    dena, se desordena. Deca, asimismo, que ste era el ejemplo que le dieron

    para explicarle lo que era la entropa (31). La acotacin de espacios especficos

    lugares construidos para las actividades de enseanza y aprendizaje y su dis-

    tribucin

    y ordenacin interna no son sino una faceta ms de esa entropa ne-

    gativa (negentropa) que es la educacin. Aquello que quiere transmitirse, ense-

    arse o aprender ha de estar ms o menos delimitado, acotado, pero tambin

    ordenado y secuenciado. Lo mismo sucede con el contexto dispuesto y cons-

    truido para ensear y aprender. Su disposicin, funciones y usos no se dejan al

    azar. Ello supondra reforzar la tendencia general y creciente hacia la mxima

    entropa y con ella el horror al vaco, la inseguridad y la incertidumbre. Lo im-

    previsible, aleatori e inestable, desplazaran a lo probable, seguro o previsible.

    27 ) Stefan

    HOPMAN,

    El movimiento de la enseanza mutua y el desarrollo de la admi-

    nistracin curricular. Enfoque comparado,

    R evista de Educacin, 295,

    1991, pp. 291-316, y

    G.

    LESSAGE,

    L enseignement mutuel, en Gaston

    MIALARET

    y Jean

    VIAL

    dirs.),

    Historie

    m ondiale de l education. 3. D e 1815

    1945

    PUF., Paris, 1981, pp. 241-250.

    28 )

    Frderic DAJE.z, Une technologie de la petite enfance: le mthode des salles d asile

    1827-1860),

    Historiae Infantiae, 1, 1984, pp. 35-44.

    29 )

    David

    HAMILTON,

    Orgenes de los trminos clase y currculum,

    Revista de Educa-

    cin,

    295, 1991, pp. 187-205, y De la instruccin simultnea y el nacimiento de la clase en

    el aula

    Revista de Educacin, 296,

    1991, pp. 23-42.

    30)

    John A. LASKA

    y Tina

    JUAREZ (eds.),

    Trading and M arking in A m erican Scho ols. Tw o

    Centuries

    o Debate.

    Charles C. Thomas Publishers, Springfield, Illinios, 1992, y Antonio Vi-

    AO,

    Innovacin pedaggica y racionalidad cientgica La escuela graduada pblica en Espaa

    (1898-1936). Akal, Madrid, 1990.

    31)

    Georges

    PEREC,

    Pensar y clasificar

    Gedisa, Barcelona, pp. 26-34 (referencia en

    p. 31).

    6

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    13/25

    Por ello el ser humano prepara y dispone, ordena y arregla. El problema se

    plantea cuando estas precisin y regularidad, normalizacin y racionalizacin

    se llevan a cabo mediante dispositivos y engranajes mecnicos u organizaciones

    maquinales de seres vivos. Cuando se olvida que se opera no con materiales

    inorgnicos sino con seres humanos. Entonces, curiosamente, la alta eficacia

    del mecanismo diseado se revela altamente ineficaz. El lugar construido de

    viene un sistema cerrado, no flexible ni adaptable, en el que las necesidades

    de apropiacin territorial del ser humano y de configuracin de espacios perso-

    nales y ajenos, comunes y compartidos, resultan inviables. Al estructurar o mo-

    dificar la relacin entre lo interno y lo externo al medio escolar las fronteras,

    lo que queda dentro y lo que queda fuera, o su espacio interno entre las di-

    versas zonas edificadas y no edificadas, entre los espacios interiores, al abrir o

    cerrar, al disponer de una manera u otra las separaciones y los lmites, las

    transiciones y comunicaciones, las personas y los objetos, estamos modificando

    la naturaleza del lugar. Estamos cambiando no slo los lmites, las personas o

    los objetos, sino tambin el mismo lugar. Por ello, es necesario abrir el espacio

    escolar y construirlo como lugar de un modo tal que no restrinja la diversidad

    de usos o su adaptacin a circunstancias diferentes. Ello significa hacer del

    maestro o profesor un arquitecto, es decir, un pedagogo, y de la educacin un

    proceso de configuracin de espacios. De espacios personales y sociales, y de

    lugares. Al fin y al cabo el espacio, como la energa, en cuanto energa, ni se

    crea ni se destruye, slo se transforma. La cuestin final es si se transforma en

    un espacio fro, mecnico, o en un espacio caliente y vivo. En un espacio domi-

    nado por la necesidad del orden implacable y el punto de vista fijo, o en un es-

    pacio que, teniendo en cuenta lo aleatorio y el punto de vista mvil, sea antes

    posibilidad que lmite. En un espacio, en suma, para la educacin, un mbito.

    que no pertenece al mundo de la mecnica, sino al de la biologa, al de los se-

    res vivos.

    El tiempo

    social y humano, mltiple y plural, es un aspecto ms de la cons-

    truccin social de la realidad (32). Esta construccin es consecuencia e implica el

    establecimiento de unas determinadas relaciones entre el antes, el despus y el

    ahora el pasado, el futuro y el presente, de una determinada temporalizacin

    de la experiencia en relacin con un presente tambin concreto. En este sentido,

    el tiempo es una relacin no un flujo, una facultad humana especfica o acto de

    representacin que pone a la vista, de modo conjunto y relacionado, lo que su-

    cede ms temprano o ms tarde, antes o despus (33). Una facultad de sntesis y

    relacin que, junto con la memoria, crea y conecta el espacio de la experiencia y

    el horizonte de expectativas (34).

    32 )

    Niklas LUHMANN, El futuro no puede empezar: estructuras temporales en la socie-

    dad moderna, en Ramn

    RAMOS TORRES,

    Tiempo y sociedad

    Centro de Investigaciones So-

    ciolgicas, M adrid, pp. 161-182.

    33 )

    Norbert

    ELIAS,

    Sobre el tiempo

    Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1989, p. 86.

    34 )

    Tomo ambas expresiones de Reinhart

    KOSELLECK,

    Futuro pasado Para una semntica

    de los

    tiempos histricos Paids Barcelona 1993 p. 333.

    257

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    14/25

    Estas experiencia y conciencia temporales son ampliamente diversas, tanto

    en su configuracin social como en su percepcin individual. En ambas influyen

    aspectos tales como el lenguaje la diversidad gramatical de las palabras y de

    la sntesis del tiempo 35), los modos y tcnicas de medirlo, controlarlo y perci-

    birlo, las distintas modalidades y niveles temporales existentes en una sociedad

    dada 36), y la memoria cultural de esa misma sociedad 37).

    Una de las modalidades temporales es el tiempo escolar, un tiempo tambin

    diverso y plural, individual e institucional, condicionante de y condicionado por

    otros tiempos sociales; un tiempo aprendido que conforma el aprendizaje del

    tiempo; una construccin, en suma, cultural y pedaggica; un hecho cultural.

    El tiempo escolar como el espacio y el discurso escolares no es, por tanto, un

    simple esquema formal o una estructura neutra en la que se vaca la educa-

    cin, sino una secuencia, curso o sucesin continuada de momentos en los que

    se distribuyen los procesos y acciones educativas, el quehacer escolar; un tiempo

    que refleja unos determinados supuestos psicopedaggicos, valores y formas de

    gestin, un tiempo a interiorizar y aprender 38).

    El tiempo escolar es, pues, a la vez, un tiempo personal y un tiempo institu-

    cional y organizativo. Por una parte, ha llegado a ser, desde esta doble perspec-

    tiva, uno de los instrumentos ms poderosos para generalizar y presentar

    como natural y nica, en nuestras sociedades, una concepcin y vivencia del

    tiempo como algo mensurable, fragmentado, secuenciado, lineal y objetivo que

    lleva implcita las ideas de meta y futuro. Es decir, que proporciona al menos

    como psibilidad una visin del aprendizaje y de la historia no como procesos

    de seleccin y opciones, de ganancias y prdidas, sino de avance y progreso.

    Un avance y un progreso que certifican los exmenes y el paso de un curso o

    nivel a otro.

    Por otra parte, desde un punto de vista institucional, el tiempo escolar se

    muestra, al menos formalmente, como un tiempo prescrito y uniforme. Sin

    embargo, desde una perspectiva individual, es un tiempo plural y diverso. No

    hay un slo tiempo, sino una variedad de tiempos. El del profesor y el del

    alumno, por de pronto. Pero tambin el de la Administracin y el de la Inspec-

    cin, el reglado. En cuanto tiempo cultural, adems, el tiempo escolar es una

    construccin social histricamente cambiante, un producto cultural que implica

    35 ) Paul

    RICOEUR,

    Introduccin, en

    Las culturas y el tiempo.

    Sgueme y UNESC O, Sala-

    manca y Pars 1979 pp. 37-66.

    36)

    J. David

    LEWIS

    y Andrew J.

    WEIGERT,

    Estructura y significado del tiempo social,

    en Ramn

    RAMOS TORRES, Tiempo y sociedad op. cit.

    pp.

    89-131.

    37)

    Para un anlisis ms detallado de estas cuestiones remito a Antonio VIAo, Tiem-

    po, historia y educacin,

    Revista Complutense de Educacin

    1994, en prensa. Sobre la memo-

    ria cultural, vase Paul

    CONNERTON, How Societies Remember.

    Cambridge University Press,

    Cambridge 1989.

    38)

    Agustn

    ESCOLANO, Tiempo y educacin. Notas para una genealoga del almana-

    que escolar,

    Revista de Educacin 298

    199 2, pp. 55-79 referencia en p. 56).

    258

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    15/25

    una determinada vivencia o experiencia temporal. Un tiempo que es organiza-

    do y construido social y culturalmente como tal tiempo especfico, pero que, a

    la vez, es vivido no slo por los profesores y los alumnos sino tambin por las

    familias y la comunidad en su conjunto, mediante su insercin y relaciones con

    el resto de los ritmos y tiempos sociales.

    El tiempo escolar institucional ofrece, a su vez, diversas configuraciones o ni-

    veles. Constituye toda una arquitectura temporal. En este sentido no deberamos

    hablar del tiempo escolar, en singular, sino de los tiempos escolares. Una prime-

    ra red de relaciones temporales, de larga duracin, tiene su origen en la misma

    estructura del sistema educativo con sus ciclos, niveles, cursos y ritos de paso o

    exmenes. Hoy, en muchos pases, cubre ya desde los primeros arios de la vida

    hasta no se sabe bien cuando. Otra configuracin temporal es la establecida por

    los calendarios escolares, los cursos o aos acadmicos, con su principio, su final

    y sus interrupciones festivas o vacacionales. La tercera modalidad muestra la mi-

    cro e intrahistoria de la institucin escolar. En ella se define el reparto de las dis-

    ciplinas y actividades a lo largo de las unidades temporales establecidas ao

    acadmico, semestre, cuatrimestre, trimestre, mes, semana, da, maana, tarde,

    o incluso, en su ms desmenuzada desagregacin, de cada clase o actividad. Su

    expresin material y escrita son los cuadros horarios y los de distribucin tempo.

    ral de tareas y programas.

    El resultado final, aquel que debe interiorizarse, es una de esas coacciones

    civilizatorias, en expresin de Norbert Elias, que si bien no son consustanciales

    a la naturaleza humana, en su materializacin concreta, acaban constituyendo

    una segunda naturaleza. Dicha coaccin es producida y produce un sentido

    imperativo del tiempo, una necesidad de saber en todo momento la hora .que

    es y del modo ms exacto posible, de hacer las cosas en su tiempo, aquel en

    el que est previsto que tengan lugar, de llegar siempre a tiempo y de

    no

    desperdiciar el tiempo 39). Esta conciencia omnipresente del tiempo, de un

    tiempo siempre regulado y ocupado, es una de las caractersticas de la institu-

    cin escolar. Y no una caracterstica auxiliar o advenediza, sino consustancial a la

    misma. La escuela no es un lugar al cual uno pueda acudir cuando desee reali-

    zar una actividad formativa determinada. Tiene establecidos sus das y horas de

    apertura y distribuidas en un cuadro-horario mensual, semanal y diario, para

    cada curso acadmico, las actividades y tareas que en ella pueden llevarse a

    cabo. Esa es su caracterstica temporal bsica.

    No es sta, adems, una coaccin del tiempo en abstracto, sino de un tiempo

    determinado: lneal, rectilneo, ascendente y segmentado en etapas o fases a su-

    perar. Un tiempo muy diferente al vivido por esa cultura analfabeta que Harri-

    son y Callan

    i Galli captaron en pleno siglo xx, a finales de la dcada de los se-

    senta, en algunos pueblos de Sicilia. Sus integrantes, los analfabetos, posean una

    concepcin global y esfrica, no segmentada ni lineal, del espacio-tiempo. El indi-

    39) Norbert ELIAS,

    So bre el tiempo op. cit . pp. 150 155.

    259

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    16/25

    viduo-grupo, o el grupo-individuo, vivan en el presente, un presente continuo.

    Sus dos tiempos verbales eran el presente y un pasado remoto y su historia un

    conglomerado de muchos presentes:

    La dimensin del grupo es el presente; la pertenencia a un viejo papel so-

    cial es el no-presente, el no-ms-presente, algo acabado para siempre, que de

    ninguna manera acta sobre el presente.

    A este sistema de relaciones corresponden los dos tiempos verbales funda-

    mentales en el lenguaje de los analfabetos: el presente y el pasado remoto. El fu-

    turo, como tiempo verbal, no existe

    en la lengua, como no existe, en las relacio-

    nes sociales, la posibilidad de imaginarse fuera del grupo; proyectarse en el ma-

    ana en un nivel lingstico describe la accin de quien se prepara para deberes

    y funciones, imaginndolos; de quien formula su vida en trminos de carrera,

    de promocin, de meta; de quien anticipa con el pensamiento su traspaso a otro

    grupo, a otro papel.

    En la cultura analfabeta no existe un

    cursus honorum en el que cada escaln

    sigue al precedente y presupone el siguiente; y el paso de un papel a otro suce-

    de siempre porque los miembros del grupo te llaman, te aceptan. El presente

    no es ni un estadio, ni un medio para llegar al futuro, para obtener una recom-

    pensa futura. El presente es en s mismo, es un bien en s mismo (40).

    El paso del analfabetismo o la alfabetizacin escolar no implica slo el

    aprendizaje de las letras y palabras o el desciframiento de un cdigo escrito,

    sino, sobre todo, la sustitucin de una determinada concepcin del espacio-

    tiempo por otra, la de la lineal cultura escrita y la de la no menos lineal cultu-

    ra escolar. Dicha sustitucin constituye el ncleo central del doble proceso de

    escolarizacin y alfabetizacin. Considerar a alguien alfabetizado, al modo

    escolar, supone, desde esta perspectiva, haber interiorizado ese sentido lineal e

    imperativo del tiempo.

    La historia de la cultura escolar as entendida, la historia de la escuela

    como organizacin e institucin, es una historia de ideas y hechos, de objetos y

    prcticas, de modos de decir, hacer y pensar, que ha de recurrir, como toda

    historia, a la perspectiva del ojo mvil (41). Si la realidad considerada es siem-

    pre compleja y si el historiador ha renunciado ya a la pretensin de producir

    el

    relato, descripcin y anlisis de la verdad total y definitiva no a la preten-

    sin de veracidad, de la que ningn relativismo podr apartarle jams (42) la

    40 )

    Gualtiero

    HARRISON

    y Matilde

    CALLAR GALLI,

    La cultura analfabeta.

    Dopesa, Barce-

    lona, 1972, pp. 144-145.

    41 )

    Tomo esta expresin del ttulo del texto de Jacqueline TR

    y

    wHrrr incluido en

    Edmund CARPENTER

    y Marshall MCLUHAN (eds.),

    El aula sin muros. Investigaciones sobre tcni

    cas de comunicacin.

    Ediciones de Cultura Popular, Barcelona, 1968, pp. 69-74.

    42)

    Arlette

    FARGE,

    La atraccin del archivo.

    Edicions Alfons el Magnnim, Valencia,

    1991, pp. 74-75.

    260

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    17/25

    posicin en la que se sita y desde la que mira ocupa un lugar central en la

    operacin histrica 43). Dicha posicin o enfoque depende, entre otros

    aspectos, de las fuentes y del tema objeto de anlisis; es, en todo caso, una op-

    cin personal entre varias posibles y ms o menos fructferas. Pero nunca de-

    ber ser fija o inmvil: Atender a lo que cambia, ver el cambio y ver mientras

    nos movemos, es el comienzo del mirar de verdad; del mirar que es vida, de-

    ca Mara Zambrano 44). El historiador ha de aprender esta leccin y situarse

    frente a las fuentes, frente a su tema, en posiciones diferentes, no excluyentes

    sino relacionadas o, sea, complementarias. Aun sabiendo que, como deca

    Geertz del anlisis cultural y etnogrfico, su anlisis ser intrnsecamente in-

    completo 45). Incompleto, pero no monocausal, fijo o falso. Para ello el histo-

    riador, al estilo de los novelistas o cineastas que recurren a la estrategia de

    contar una misma historia segn la versin o punto de vista de varios de sus

    protagonistas, habr de acercarse a la complejidad de lo real desde perspecti-

    vas diferentes 46). Sobre todo en estudios de este tipo en los que confluyen, y

    han de considerarse, lo social, lo institucional y lo individual, junto con ideas y

    hechos, objetos y prcticas. Un solo ejemplo, en relacin con el estudio, ya alu-

    dido, sobre la distribucin semanal y diaria del tiempo y del trabajo en la ense-

    anza primaria en Espaa, durante los siglos

    X X

    y xx, bastar para mostrar las

    posibilidades de este tipo de enfoques, por otra parte no tan inusuales si se

    atiende a su utilizacin no sistematizada e inconsciente entre los historiadores.

    En este estudio pareci necesario, ya desde el principio, confrontar tres pun-

    tos de vista: el terico las propuestas de pedagogos, inspectores y maestros, el

    legal las normas que regularon esta cuestin y el escolar lo que suceda en

    las escuelas. Teora, legalidad y realidad escolar no siempre coincidan. Tampo-

    co eran compartimentos estancos o que difirieran totalmente. Lo sorprendente

    fue ir viendo cmo interaccionaban entre s, a lo largo de un perodo de casi dos

    43 )

    Michel de C E R T E A U ,

    L'criture de l'histoire.

    Gallimard, Paris, 1975, en especial el cap-

    tulo II sobre la operacin historiogrfica.

    44 )

    Mara Z A M B R A N O ,

    Delirio y destino (Los veinte arios de una espaola).

    Mondadori, Ma-

    drid, 1989, p.

    25 .

    45 )

    Clifforg

    GEERTZ,

    La interpretacin de las culturas.

    Gedisa, Barcelona, 1990,

    p. 39 .

    46)

    Rashomon,

    de Kurosawa, es sin duda el film ms citado como ejemplo. Pero no es

    el nico, aunque s uno de los que mejor representan esta tendencia, por lo dems habi-

    tual, a reflejar y analizar los diferentes puntos de vista de quienes observaron o toma-

    ron parte en unos acontecimientos. De entre las obras literarias ah est, por ejemplo,

    Exercices de style

    1947) en la que un mismo hecho es narrado mediante tcnicas y estilos di-

    ferentes; su autor, Raymond

    Q U E N E A U ,

    es uno de los miembros ms destacados del grupo

    OULIPO taller de literatura potencial cuyos componentes Georges

    PE R E C

    e Balo

    C A L V 1

    N O ,

    entre otros recurren frecuentemente a estrategias narrativas de este tipo o a otras en

    las que resultan implicados, en las ms variadas formas, el autor, el texto y el lector.

    Sobre las posibilidades, en general, de recurrir a algunas de las tcnicas de la narrativa

    moderna a fin de hacer inteligible e iluminar ms adecuadamente el pasado, vanse, asi-

    mismo, las consideraciones de Peter

    BURKE,

    Historia de los acontecimientos y renacimien-

    to de la narrativa, en Peter

    BURKE ed. ) ,

    Formas de hacer historia,

    op. cit. pp.

    287-305 referen-

    cias en pp. 293-305 ,

    y

    History Social Theory,

    op. cit. pp.

    126-129.

    261

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    18/25

    siglos. Cmo en cada uno de los tres aspectos podan verse huellas de los otros

    dos. Cmo una fuente histrica un manual de pedagoga u organizacin

    escolar, una disposicin legal, un diario o memoria escolar, una autobiografa o

    diario personal, una fuente oral nos remita, por similitud o contraste, a otras; y

    cmo, asimismo, aun perteneciendo dicha fuente a alguno de los tres mbitos

    indicados, podan verse en ella huellas o alusiones a los otros dos. Cmo los tres

    enfoques eran a la vez vlidos, ya que de lo que se trataba, en el fondo, era de

    analizar no slo su evolucin y cambios, sino tambin sus influencias recprocas.

    Slo de este modo fue posible captar las discontinuidades y rupturas, las inercias

    y persistencias, la diversidad de prcticas, los elementos determinantes de dicha

    diversidad y, en ltimo trmino, la triple naturaleza de la distribucin del trabajo

    escolar como medio disciplinario, mecanismo de organizacin y racionalidad

    curricular e instrumento de control externo; es decir, como aspecto bsico condi-

    cionado por

    y

    condicionante de la cultura escolar.

    HISTORIA CULTURAL, HISTORIA INTELECTUAL E HISTORIA

    DE LA MENTE

    En un sentido estricto la historia intelectual suele identificarse con la his-

    toria de las ideas o del pensamiento de los grandes autores o, como es hoy ha-

    bitual decir, de los intelectuales. En un sentido algo ms amplio, la historia in-

    telectual sera la historia de las ideas o del pensamiento sin ms; es decir, de

    aquello que produce la mente cuando piensa. Aun es posible, sin embargo, un

    sentido ms amplio: aquel que hace coincidir historia intelectual e historia del

    intelecto; es decir, del modo de operar de la mente, de la mente en cuanto tal.

    Lo que sucede es que, al igual que el trmino cultural, la palabra mente est

    cargada de resonancias, unas veces inmateriales, otras subjetivistas, y otras, por

    ltimo, mecanicistas. Sin embargo, la mente es un sistema organizado de dis-

    posiciones que encuentra su manifestacin en algunas acciones y en algunas

    cosas 47). Su_soporte biolgico, corporal, es el cerebro, una determinada ar-

    quitectura sensorial de redes y conexiones neuronales. Un soporte de alta plas-

    ticidad e infinitas posibilidades en el que el hbito y la repeticin, as como la

    concentracin intensiva, originan la consolidacin o sea, el aprendizaje de

    unos determinados modos de operar, es decir, de unas determinadas capacida-

    des y habilidades, disposiciones y aptitudes.

    En este sentido, la mente es un producto socio-histrico y los procesos cogni-

    tivos o lo que sucede dentro de ella son procesos que pueden ser estudiados

    desde una perspectiva histrica 48), a travs de sus productos lo pensado y de

    los medios utilizados para producirlos los diferentes lenguajes, modos de comu-

    nicacin y maneras de pensar

    47 )

    Clifford

    GEERTZ,

    L a interpretacin de las culturas op. cit.

    pp. 62-63.

    48 ) A.

    R.

    LURIA,

    Los procesos cognitivos. A nliss socio-histrico.

    Fontanella, Barcelona, 1980,

    pp. 13-29 y 203.207.

    262

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    19/25

    El problema de la evolucin de la mente no es por eso una cuestin falsa

    engendrada por una metafsica mal concebida, ni una cuestin de descubrir en

    qu punto de la historia de la vida un alma invisible se agreg al material org-

    nico. Es una cuestin de rastrear el desarrollo de ciertas clases de habilidades, fa-

    cultades, tendencias y propensiones de los organismos y establecer los factores o

    tipos de factores de que depende la existencia de dichas caractersticas (49).

    Uno de estos tipos de factores son los recursos culturales, elementos

    constitutivos, no accesorios, del pensamiento humano. Si a consecuencia de

    ello, como el mismo Geertz aade, el progreso en el anlisis cientfico de la

    mente humana exige un ataque conjunto virtualmente de todas las ciencias de

    la conducta en el que las conclusiones de cada disciplina obliguen a continuas

    reestimaciones tericas de todas las de las otras (50), el historiador, sobre todo

    el de la educacin y la cultura, no puede quedar fuera de este vasto programa

    de investigacin. Cul sera su papel? Con qu medios contara? Qu enfo-

    ques aportara?

    La debilidad cientfica es decir, analtica y heurstica del enfoque histrico

    de la mente humana, la naturaleza no empricamente comprobable y, en el me-

    jor de los casos, slo verosmil o probable, de sus interpretaciones y afirmacio-

    nes, ha sido y sigue siendo mantenida en relacin, por ejemplo, con el estudio

    histrico-cultural de las consecuencias de la alfabetizacin en la mente humana y

    de los procesos cognitivos que resultan del mismo (51).

    Frente a opiniones de este tipo unas veces explcitas y otras mantenidas im-

    plcitamente no est de ms recordar lo que Vigotsky deca en relacin con la

    psicologa y el modo de pensar de un buen nmero de psiclogos:

    El concepto de una psicologa histricamente fundada ha sido errneamen-

    te comprendido por numerosos investigadores que estudian el desarrollo del

    nio. Para ellos, estudiar algo desde el punto de vista histrico significa, por defi-

    nicin, estudiar sucesos pasados. Por ello, imaginan que existe una barrera in-

    franqueable entre el estudio histrico y el estudio de las formas de conducta ac-

    tuales

    Estudiar algo desde el punto de vista histrico significa estudiarlo en su proceso de

    cambio;

    sta es la exigencia bsica del mtodo dialctico. En investigacin, el he-

    cho de abarcar el proceso de desarrollo de una determinada cosa en todas sus

    fases y cambios desde el principio hasta el fin significa fundamentalmente des-

    cubrir su naturaleza, su esencia,

    ya que nicamente a travs del movimiento

    49) Clifford

    GEERTZ

    La interpretacin de las culturas, op. cit., p. 81.

    50 ) Ibdem,

    pp. 82-83. Esta traduccin supone dos cambios en relacin con la de la edi-

    cin en castellano. Una, sin importancia, es de estilo. La otra es fundamental. Traducir el

    trmino

    min

    por espritu, como se hace en dicha edicin, y no por mente, como aqu se

    traduce, significa alterar totalmente el texto ingls original.

    51 )

    F

    NIYI AKINANSO,

    The Consequences of Literacy in Pragmatic and Theoretical

    Perspectives,

    Anthropology Education Quarterly, XII-3,

    1981 pp. 163-200

    (referencias en pp.

    174-175).

    263

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    20/25

    puede un cuerpo mostrar lo que realmente es . As pues, el estudio histrico de

    la conducta no es un proceso auxiliar del estudio terico, sino que ms bien

    constituye su verdadera base 52).

    El prrafo anterior aclara algunas cuestiones. Entre el estudio histrico de

    lo acontecido y el actual e inmediato hay, por supuesto, diferencias, pero no

    oposicin o diferencias tales que establezcan una barrera infranqueable. Su-

    poner que s existen empobrece a ambos: si no sabemos lo que es una cosa

    no podemos saber cmo evoluciona y, recprocamente, como dijera Darwin, si

    no sabemos cmo devino una cosa no la conocemos (53). Sin la aportacin

    histrica, sin la perspectiva de la realidad como proceso, sin esa ampliacin del

    espacio de la experiencia que supone la mirada histrica, y sin esa articulacin

    temporal que permite la consideracin genealgica de lo analizado, no es posi-

    ble conocer su naturaleza. Esta es la razn por la que una concepcin de este

    tipo se opone tanto a la teora de la educacin como bsqueda de un conjunto

    sistemtico de principios y reglas de ndole inmutable es decir, supratemporal

    y universal, a-histrica y normativa para la que el cometido de la historia de

    la educacin sera el de mostrar cmo estos principios y reglas inmutables se

    han encarnado a lo largo de la historia (54), como a quienes desmigajan la his-

    toria en una serie de acontecimientos, personajes y relaciones de naturaleza

    singular que no permiten ni reflexiones tericas ni generalizaciones ms o me-

    nos provisionales tal y como corresponde a toda investigacin cientfica.

    El fundamento de la aportacin desde la historia al estudio de la mente hu-

    mana reside justamente en la naturaleza de esta ltima como producto socio-

    histrico, en la plasticidad neuronal del cerebro, es decir, en la historicidad de su

    estructura, disposicin y funcionamiento, y en el papel desempeado en esta

    conformacin socio-histrica por el predominio y uso de unas u otras tecnolo-

    gas herramientas, instrumentos, modos de operar del intelecto, de unos u

    otros medios, materiales e inmateriales, de comunicacin e intercambio de infor-

    macin en u-

    na sociedad determinada (55). Estas transformaciones y variaciones

    52 )

    L. S.

    VIGOTSKY,

    El desarrollo de los procesos psicolgicos superiores

    Crtica Barcelona

    1979, pp. 104-105.

    53 )

    Mario BuNGE,

    Mente y sociedad Ensayos irritantes

    Alianza Madrid 1989 p. 142.

    54 )

    La caracterizacin como normativa de esta teora de la educacin puede verse

    en Marc

    D E P A E P E , On the Relationship of Theory and History in Pedagogy

    Leuven Univerity

    Press Leuven 1983 p. 5.

    55 )

    Dichos modos corresponden a lo que Kieran Egan ha llamado

    bonnes penser por

    analoga con la expresin bonnes

    manger de LVI-STRAUSS,

    es decir, cosas, instrumentos o

    medios con los que pensar que determinan, al menos en parte, los modos de pensar, el

    pensamiento, y, en ltimo trmino, las disposiciones mentales (Kieran

    EG AN, La ompr nsin

    de la realidad en la educacin infantil y primaria

    Morata, Madrid, 1991). Para un desarrollo

    ms extenso de esta idea remito a lo dicho en Antonio VIAo, Mentalidades, alfabetiza-

    cin y educacin: textos y autores, oyentes y lectores, en Esther

    A G U IR R E L O R A

    y Miguel

    PEREYRA eds . ) , Reconstruccin del texto hIstrico en educacin Perspectivas internacionales de la

    nueva historia de la educacin

    UNAM, Mxico, 1994, en prensa.

    264

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    21/25

    dependen no de un modo exclusivo, pero s primordial, de los cambios en los

    usos de los modos y medios de comunicacin. Todo cambio en dichos modos y

    medios de captar la realidad, de conservarla, recuperarla, transmitirla o recibirla,

    todo cambio en las tecnologas de la conversacin y de la comunicacin dando

    al trmino tecnologa un sentido amplio que integra lo material y lo inmaterial,

    y que abarca desde el lenguaje oral hasta el visual o el informtico consolida o

    refuerza, por el uso o prctica reiterada, unas determinadas estructuras, disposi-

    ciones u operaciones mentales y no otras, una mentalidad y no otras. El mensaje

    no es reducible al medio ni viceversa 56). Tampoco los modos de producir, al-

    macenar, transmitir y recibir informacin pueden ser explicados slo a partir de

    los medios, soportes y tecnologas empleadas. Pero s es cierto que dichos me-

    dios condicionan tanto los contenidos, lo que se dice, como su produccin, pre-

    servacin, transmisin y recepcin; es decir, las maneras de interpretar la reali-

    dad, de percibirla, ordenarla y expresarla. Dichos modos promueven o impiden,

    facilitan o dificultan, unos u otros modos de percepcin, pensamiento y discurso,

    estructuran la mente en uno u otro sentido y hacen posibles o no unas u otras

    estrategias y disposiciones en cuanto a, por ejemplo, la lectura, la escritura o el

    habla, entre otras tecnologas o usos de la palabra. De ah que el anlisis de los

    cambios acaecidos en los procesos de comunicacin y lenguaje y en el uso de los

    medios y modos de leer la realidad verla, ordenarla, mostrarla facilite la

    comprensin de tales estructuras o disposiciones, as como de las modificaciones

    producidas por los procesos y cambios en los modos de operar. De ah, asimis-

    mo, que sea posible una historia de dichas estructuras y cambios en la mente

    humana, o sea, de una determinada mentalidad o modo cultural de ver la reali-

    dad, de verse a s mismo y a otros, de una mentalidd conformada educada, en

    sntesis por los medios de comunicacin y pensamiento.

    Que esta historia, la de las transformaciones, continuidades y discontinuida-

    des en las prcticas comunicativas sea hoy posible, se debe, sin duda, al grupo

    de investigadores y tericos de la comunicacin Innis, McLuhan, Frye, Have-

    lock, entre otros que coincidieron en las dcadas de los cuarenta y cincuenta

    en la Universidad de Toronto 57). Pero no slo a ellos. Tambin a antroplo-

    gos como Jack Goody, psiclogos como Luna, Vigotsky, Scribner y Cole, entre

    otros, o a un pensador tan inclasificable como Walter Ong, que ha sido defini-

    do como el intelectual equivalente a un corredor de larga distancia con visin

    perifrica 58).

    La expresin tecnologas en relacin con la palabra o la comunicacin in-

    cluye, pues, medios o soportes materiales incluso fisiolgicos: el cuerpo en ge-

    56)

    Walter J.

    ONG,

    Rhetoric, Romance and Technologie: Studies in the lnteraction of Expresion

    and Culture.

    Cornell University Press, Ithaca, New York,

    1971, p. 290.

    57)

    James

    W.

    CAREY,

    Foreword, en Bruce

    E.

    GRONBECK,

    Thomas J.

    FARRELL

    Paul

    A. SOUKUP,

    Media. Consciousness, and Culture. Explorations of Walter Ongs s Thought.

    Sage Pu bli-

    cations, Newbury Park,

    1991, pp. VII-X.

    58

    Ib dem

    p. IX.

    265

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    22/25

    neral, y, de un modo ms especfico, los ojos, la lengua, los labios, las manos,

    pero tambin, sobre todo, inmateriales los diferentes lenguajes, las formas

    retricas y discursivas. Su consideracin histrica abarcara, como mnimo, los

    siguientes aspectos

    a) Las consecuencias y cambios continuidades y transformaciones, refor-

    zamientos y oposiciones, similitudes y contrastes, ganancias y prdidas

    en la interaccin entre lo oral, lo escrito y lo visual oralidad, escritura

    e imagen. Un anlisis de este tipo debera atender, en principio, a las

    interacciones entre los modos orales de conservacin y transmisin del

    saber y los originados por la difusin y usos de la escritura, el alfabeto,

    la imprenta y toda la panoplia electrnica y audiovisual, hasta llegar,

    por el momento, a las computadoras y la vdeo-escritura (59). Si el pre-

    dominio, desplazamiento o desvalorizacin de uno u otro medio, de

    unos u otros usos, conforma el conjunto de imgenes y representacio-

    nes de una sociedad determinada y, por tanto, las mentes de quienes la

    integran, una historia de la cultura y de la educacin no puede dejar a

    un lado estas cuestiones. Y al interesarse por ellas tendr que prestar

    una especial atencin:

    A las modificaciones que tienen lugar en determinados modos de pen-

    samiento y expresin cuando son utilizados por o desde una tecnologa

    diferente a aquella de la que proceden (60), as como a las interaccio-

    nes entre ellos a partir del anlisis de casos concretos (61).

    59 )

    Sobre las complejas y slo atisbadas relaciones entre escritura, pensamiento y

    ordenador, vese, por ejemplo, Nuria AMAT,

    El libro mudo. Las aventuras del escritor entre el

    ordenador y la pluma.

    Anaya y Mario Muchnick, Madrid,

    1994. En cuanto a las interaccio-

    nes y relaciones entre lo oral, lo escrito y los nuevos medios electrnicos y visuales en

    especial, la fotogffia, el telgrafo y la televisin remito a lo dicho en A propsito del

    neoanalfabetismo: observaciones sobre las prcticas y usos de lo escrito en la Espaa

    contempornea, en Armando

    PETRUCCI

    y Francisco

    GIMENO (eds.),

    Escribir y leer en Occi-

    dente. Naturaleza funciones conflictos.

    Departamento de Historia de la Antigedad y de la

    Cultura Escrita, Valencia, 1994 en prensa, y Cultura tipogrfica y cultura televisiva,

    I Congreso Nacional del Libro Infantil y Juvenil. Memoria

    Asociacin Espaola del Libro In-

    fantil y Juvenil, Madrid, 1994

    pp.

    123-145

    texto, este ltimo escrito con posterioridad al

    anterior y que lo contina.

    60 )

    Como ejemplo de transformacin de la concepcin y usos del cuento, el proverbio

    y el romance al pasar desde lo oral a lo escrito, vese el sugerente trabajo de Maxime

    CHEVALIER,

    Cont, proverbe, romance: trois formes traditionnelles en question au sicle

    d or,

    Bulletin Hispanique 95-1 1993 pp. 237-264.

    61 )

    Vense, a ttulo de ejemplo, los trabajos incluidos en Richard

    LEO ENOS (ed.),

    Oral

    and Written Cornmunication. Historical Approaches.

    Sage Publications, Newbury Park,

    1990 Ge-

    rard BAUMANN (ed.),

    The Written Word Literacy in Transition.

    Clarendon Press, Oxford,

    1990

    y Jonathan

    BOYARIN (ed.),

    The Ethnography of Reading.

    University of California Press, Berke-

    ley,

    1992.

    266

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    23/25

    A los cambios en las prctica sociales de la lectura, la escritura y el

    clculo sistemas, modos, representaciones, soportes, contextos, apro-

    piaciones, etc. (62). El objetivo perseguido no sera tanto dar cuenta

    de la diversidad de prcticas, cuanto promover anlisis comparativos

    que integren las perspectivas generales sobre la interaccin oral-

    escrito-visual y los procesos de mediacin y recepcin (63).

    las estrategias y modos retrica, memoria de almacenamiento,

    conservacin, acceso y difusin de lo oral, lo escrito y lo visual. Los

    usos retricos los modos de organizar el discurso conforman la men-

    te y viceversa, y la m emoria los modos de recuperacin del saber,

    junto con el olvido, constituye el ncleo central de las representaciones

    e imgenes mentales (64).

    los procesos de generacin de imgenes mentales, es decir, de la

    parte visual del pensamiento o, si se prefiere, del control de la imagi-

    nacin y, en definitiva, de la mente y del pensamiento (65).

    62)

    Sobre las prcticas de lectura y escritura, vense, por ejemplo, los trabajos de Ro-

    ger

    CHART1ER

    y Armando

    PETRUCCI,

    en especial y entre otros, del primero, Las prcticas

    de lo escrito, en Philippe

    ARIES

    y George

    DUBY (eds.),

    Historia de la vida

    privada. Taurus,

    Madrid, 1987, pp.113-162, y

    Pratiques de la lecture.

    Payot

    8c

    Rivages, Paris, 2.

    ed., 1993, del

    que

    CHARTIER

    es editor, y, del segundo,

    La scrittura. Ideologa e representazione.

    Einaudi. Tori-

    no, 1986, y

    Scrivere e no. Politiche della scrittwra e analfabetismo nel mondo d oggi.

    Editori Reuni-

    ti, Roma, 1987, as como el volumen en prensa, del que es editor junto con Francisco Gi

    MENO,

    citado en la nota 59. La cuestin del clculo ha sido menos estudiada. Sin embargo,

    en los ltimos aos empieza a apreciarse un cierto inters pos su anlisis como prctica so-

    cial y cultural.

    63)

    Vense, por ejemplo, los trabajos incluidos en Jonathan

    BOYARIN (ed.),

    The Ethno-

    graphy of Reading, op. cit.

    as como Daniel P.

    RESN1CK

    y Lauren B.

    RESNICK,

    Varieties of Li-

    teracy, en Andrew E.

    BARNES y Peter S.

    STEARNS,

    Social History and Issues in Human Cons-

    ciousness

    New York University Press, New York, 1989, pp. 171-196. Sobre los procesos de

    mediacin y recepcin transaccin, apropiacin y recreacin, vase un ejemplo concreto

    en Antonio

    VIA,

    Cultural Transfer or Cultural Mediation? The Catholic Indocrination

    of Rudibus and Children in Spain During the Second Half of the XVIIIth Century, co-

    municacin presentada en el XVI Congreso de la ISCHE que tuvo lugar en agosto de

    1994 en Amsterdam.

    64)

    Sobre la memoria social y cultural, vase Paul

    CONNERTON,

    How Societ ies Remem ber

    op. cit.

    En cuanto a las estrategias y recursos de conservacin y recuperacin del saber, ba-

    sadas en la memoria y la retrica, son de necesaria consulta los trabajos de Frances A.

    YA

    -rEs,

    El arte de la

    memoria. Taurus, Madrid, 1974, Paolo Rossi,

    Clavis universalis. El arte de la

    memoria y la lgica combinatoria de Lulio a Leibniz .

    Fondo de Cultura Econnica, Mxico,

    1989, Anne

    MACHET,

    Si la memoire m tait compte. Symbolique des nombres et mmoires artificie-

    lles de l Antiquit nos jours. Presses Universitaries de Lyon, Lyon, 1987, y Mary RRUT

    HERS,

    The Book of Memory. A Study of Memory in Medieval Culture.

    Cambridge University Press,

    Cambridge, 1990, entre otros.

    65)

    Sobre la produccin y control de las imgenes mentales, remito a lo que acerca

    del trmino visibilidad se dice en Italo

    CALVINO, Seis propuestas para el prximo milenio. i

    ruela, Madrid, 1989, pp. 97-113. Su lectura como la del resto del libro est llena de su-

    267

  • 5/20/2018 Historia Cultural e Hist Educ VI AO FRAGO

    24/25

    b

    La gnesis y difusin de la cultura escrita y de la mentalidad letrada, o

    sea, del proceso, de larga duracin, por el que lo escrito ha ido exten-

    dindose e impregnando en interaccin con lo oral y lo visual el mun-

    do del derecho, la economa, la religin, la administracin, la educacin o

    la vida cotidiana 66). Su consideracin en el mbito educativo supondra

    no slo el anlisis histrico del desplazamiento o superposicin entre los

    modos de comunicacin orales, escritos y visuales en el medio escolar, o

    el de los aprendizajes de los saberes elementales, sino tambin, sobre

    todo, el de las transformaciones operadas en dicho medio a consecuencia

    del papel desempeado en el mismo por unos u otros modos de almace-

    namiento, conservacin, recuperacin, acceso, transmisin, recepcin y

    evaluacin de la informacin y del saber 67).

    Este es el doble mbito en el que la historia de la mente cobra sentido: el de

    la historia de las interacciones entre lo oral, lo escrito y lo visual, en sus diferen-

    tes formas y soportes, y el de la cultura escrita y mentalidad letrada. Un mbito

    en el que la historia cultural y la historia de la educacin se funden. Es posible

    que ello no plantee problemas a la primera, en lo que a la investigacin se refie-

    re. Cmo no entender que uno de los campos de la historia de la educacin es

    la historia de los procesos de conformacin de la mente humana, la misma

    mente humana como producto socio-histrico? Un campo, por supuesto, no ex-

    clusiva.mente suyo hay algn aspecto o cuestin exclusivo de alguien? pero s

    fundamental en dicho mbito intelectual y acadmico. El problema surge cuan-

    do tales cuestiones y planteamientos como otros nuevos y no menos relevantes:

    la historia de la infancia, del currculum, de la familia o de las formas de sociabi-

    lidad, por ejemplo pretenden incorporarse a la docencia de la historia de la

    educacin como disciplina. Es entonces cuando todo chirra. Cuando aparecen

    las dificultades. Cuando se aprecia que los planteamientos tradicionales en la en-

    seanza de esta

    disciplina o incluso los renovadores, no permiten fcilmente la

    incorporacin de tales investigaciones. Que enseanza e investigacin se diso-

    cian. De ah los intentos, en general forzados, cuando no infructuosos, de compa-

    gerencias para el historiador de la educacin. En cuanto al papel de la imaginacin en la

    educacin y procesos cognitivos, vanse, Gabriel

    JANER MANILA

    La pedagoga de la imagina-

    cin potica.

    Aliorna, Barcelona, 1989 y Kieran

    EGAN

    y Dan NADANER eds.),

    Imagina/ion and

    Education.

    Teacher College Press, New York, 1988

    entre una literatura cada vez ms

    abundante.

    66 )

    Jack GOODOY

    La lgica de la escritura y la organizacin de la sociedad

    Alianza, Madrid,

    1990.

    Este autor excluye de su anlisis el mundo escolar y educativo, as como el de los

    usos de lo escrito en la vida cotidiana. Sobre esta ltima cuestin vanse los trabajos cita-

    dos en la nota 62, as como Daniel

    FABRE ed.),

    critu res ordinaires.

    Centre Georges Pompi-

    dou, B.P.I., Paris, 993

    67 )

    Un anlisis discutible, pero sugestivo sobre esta cuesin, en sus relaciones con el

    proceso de feminizacin del mundo acadmico, es el realizado por Walter J.

    ONG

    en Ago-

    nistic Structures in Academia: Past to Present,

    Interchange. A fournal of Education

    5-4, 1974,

    PP. 1-12,

    un artculo que, incorporado en parte y ampliado, constituye el captulo

    4..

    de La

    lucha por la vida. Contestacin sexualidad y conciencia.

    Aguilar, Madrid,

    1982, pp. 11 1 -141.

    268

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    25/25

    ginar lo incompatible 68), o bien, abiertamente, de configurar nuevos programas

    para la enseanza de la historia de la educacin a partir de planteamientos so-

    ciales, histricos y culturales similares a los indicados 69).

    68 ) Vanse en Kadriya

    SALIMOVA

    y Erwin V.

    JOHANNINGMEIER eds.),

    Why Should we

    Teach History of Eduction?

    The Library of International Academy of Self improvement, Mos-

    cow, 1993, las soluciones adoptadas por profesores de historia de la educacin de diferen.

    tes pases para hacer frente a este dilema.

    69 )

    Sobre el particular remito a lo dicho en AntonioVIAo, Mentalidades, alfabetiza-

    cin y educacin: textos y autores, oyentes y lectores, en Esther

    AGUIRRE LORA y Miguel

    PEREYRA eds.),

    Reconstruccin del texto histrico en educacin. Perspectivas internacionales de la

    nueva historia de la educacin

    op c i t

    269