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Hijos de La Longuera Marzo de 2010 Papás de la longuera Con hijos de la longuera

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ra

Marzo de 2010

Papás de la longuera

Con hijos de la longuera

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¡Bueno chicos, esta es la sorpresa!. Como podéis ver, Pablo y Lucía, no es un Power Point de esos, el Segarra no sé, pero lo que es yo, con las tablas de gestión, los registros...etc. De momento con el ordena-dor ya tengo bastante. La idea era que tuvierais en recuerdo de esta "encuentro longuero en Letur" y, también por que no, pasarlo bien con las anécdotas que, inevitablemente surgirán. Cuando en otras ocasiones os he reunido, siempre ha si-do una satisfacción comprobar la alegría que os produce el encuentro y, bueno, a nosotros los padres también nos gusta encontraros y encontrarnos. Bien venidos a Letur y el próximo encuentro, si os parece bien, lo hacemos en el lugar de origen, La Longuera. A vuestra disposición siempre. Un beso, guapos.

La sorpresa!! Tori

Lucía puntualizando las cosas

Pablo, Carmen, Davis y visitantes ¿mirando qué?

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Queridos hijos nuestros María

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P ensando en vosotros y en lo que yo podía aportar a este encuen-

tro, sólo se me ocurría contaros mi vida….Bueno, no os asustéis que no os la voy a contar toda ni todo.

En respuesta a ese gusanillo de búsqueda de “otra forma de vida” encontré La Longuera donde había algunos tan raros como yo: vuestros padres. Para mí fué un descanso porque ya no estaba tan sola. Sí, no se si os habéis dado cuenta pero vues-tros padres ( y yo) tenemos “puntazos”: le buscamos a todo la vuelta, siempre con la palabra coherencia, respeto, entrega, responsabilidad, compromiso,…en la boca y además, intentando vivirlo. Pues a mí estas personas tan llenas de vida, a pesar de sus errores y los míos, me encantaron.

Unos estaban ya enamorados, otros nos enamoramos y poco a poco llegásteis vosotros y vosotras: tan listos, tan guapos, tan graciosos,…tal vez no os acordáis o tal vez vuestra vivencia

haya sido otra, pero érais lo más importante. Me acuerdo de las eternas reuniones en las que, sobre-todo las madres, intentábamos hacer posible la conci-liación entre ser “comunitario” de pleno derecho y nuestra labor como madres. ¡Éramos auténticas leo-nas!. Para mí fueron importantísimos estos años de La Longuera porque me permitió meter en mi maleta muchos de los apendizajes y apoyos personales que he utilizado a lo largo de mi vida cuando las situacio-nes no han sido fáciles. Claro está que en estos años nacieron Ana y María y ya en La Flayssière nació Carmen, que siempre han sido testigos de mi cami-nar. Ahora seguro que seguís siendo tan guapos y tal lis-tos o más, a la mayoría de vosotros no os vamos a

(Continúa en la página 4)

María y Ana, felices

Ana sacando el genio

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Queridos hijos nuestros …..

dejar por herencia mucho más que lo puesto, por eso ( y por ser raros) nuestro mayor interés es que “lo puesto”, lo que nosotros teníamos que enseñaros, lo que podías ver a través de lo que no-sotros hacíamos,

os mereciera la pena, os sirviera en vuestras vidas, si es que así lo queríais.

Cuando habléis con vuestros amigos sobre vuestra infan-cia, seguro que han tenido más superjuguetes que vosotros o han visto este o aquel programa de la tele, pero ojalá pudieran iguala-ros en el respeto que hemos temido por vosotros, en la dedicación y sentido de libertad profunda en la que os hemos bañado.

Al final no os he contado mi vida, ni falta que hace, pero sí os quiero decir que a mí me ha merecido la pena el tiempo vivido en La Longuera por los lazos entretejidos con vuestros padres y que cuando ha sido posible o necesario, siempre han surgido. Vo-sotros habéis tenido la suerte de vernos vivir todo esto y saber que otras formas de relación son posibles, que el ser humano no ha acabado de aprender, que no estamos sólos si no queremos, que podemos escribir nuestro día a día y que solo nosotros tenemos ese poder.

Mucho ánimo y Feliz Vida. Os quiero

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María, vigilando que todo esté bien

Carmen

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Unos días en la Longuera Puri

G loria salió a recibirme y me enseñó la ca-sa que había dejado Miguel por si quería

quedarme ahí, ya que es la única casa libre que tiene baño y una buena estufa de leña para calentarla y calen-tarse. Enseguida me llamó la atención una cortina colga-da en uno de los armarios de obra de la cocina, que yo misma cosí y coloqué allá por el 85. Los recuerdos empiezan a aflorar irremediable-mente apoderándose de mí. Aquí había vivido durante un tiempo con mis niñas y con Juan. Aquí vivieron antes que nosotros, el cura D. Pedro, Nieves y Vicente Y Paco y Pilar con los pequeños Pablo y Juan. Aquí pasó su última noche la pequeña Elisa. Recuerdo a Susana metida en una bañera llena de

agua en la puerta de la casa entre las flores de la planta de S. Pedro que sombrean la puerta de la casa. Recuerdo a Roser con sus trencillas doradas, cru-zar apenas unos metros para entrar en la escuela de la comunidad con alegría. Recuerdo a Juanillo llorando en la misma puerta, cuando aún no tenía la edad reglamentaria para entrar. Y comunicando a los que pasaban por ahí que “no jan” en-trar. Y también lo recuerdo bajando por un barranco, o mejor, intentando bajar, arrastrándose con el culillo prote-gido por los pañales de algodón. Y col unos ricitos negros que en nada se parecen a los de ahora. Recuerdo a Pablo entrando en la cocina cada día al salir del cole preguntando a viva voz¡¡¡ ¿quien ha hecho hoy la comida?!!! dando por hecho que el menú es poco variable, pero lo que cambia sustancialmente el arroz es la forma de cocinarlo. Pablo también acudió un buen día a la cocina para resolver una pregunta trascendental, como ¿Qué es la mente de Dios? Y asustó a la cocinera, que además de no esperar semejante pregunta de un niño tan pequeño,

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El Juan y la Puri con Roser y Susana

La Roser huyendo de fotos

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no tenía respuesta para darle. Y lo echó de la cocina, como si hubiera visto al diablo. Es la imagen de los niños en general, la que se apodera de mis recuerdos. Los niños en la comunidad tenían un lugar im-portante. De hecho, casi eran mayoría. María Gajate siempre andaba con sus muñecas bajo el brazo. Era la jefecilla de todas las niñas. Teresa nació un domingo por la mañana. Ainoa parecía estar siempre enfadada, pero era una niña buena. Nerea y Maitane, con sus ricitos de oro, se ba-ñaban en el porche. Miguelito, mordía a todos sus colegas y ponía de los nervios y en guardia a todas las madres. Lucía rodó de la mesita baja colocada en el patio de piedras, en el primer cumpleaños de Susana, al intentar ayudar le a limpiar el chocolate que decoraba la tarta. David era el niño mayor del colectivo enano. También estaban Pau y Francesc . Y antes habían estado por aquí otros niños, co-mo Vicente, David, Mari Nieves, Danielico y Carmenci-ta, Noé… Duna… etc. Todos juntos esperaban al ganado de las cabras por las tardes cuando volvían del monte Todos los niñ@s vestían de blanco los domingos y las fiestas como los mayores. Las niñas con su falda larga como sus madres y los niños con cinturón de te-lar pequeño como sus padres. Delante de mis ojos, tras los cristales de la ven-tana de la casa que me trae tantos recuerdos, está el melocotonero que un día en tiempos de la comunidad plantó Miguel. Ahí está con su tronco pequeño, y sus ramas desnudas, esperando la primavera para poner-se el vestido de flores, un año más. Ahí está el pequeño muro que da al patio de pie-dras, donde se comía en primavera con los mantelitos, siempre blancos en el suelo y la comida en el centro, en la mesita baja que talló ¿Benito? En alguna de sus estancias en la comunidad. Y donde también se en-cendía un fuego y se rezaba, cantaba, bailaba y se ofrecían los frutos del verano en la fiesta de San Mi-guel, a la vez que brotaban las risas debajo de algu-nos ponchos, al pensar que los ajos debían ser para nosotros un ejemplo de vida comunitaria, o que al-

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Susana y Miguelito “jaaajaaa”

Puri y sus retoñas

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Queridos hijos nuestros …..

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guien cambiara el fruto de la ofrenda por otro más pequeño a la hora de echarlo al fuego…con el fin de ahorrar un trozo. Ahí delante queda el patio donde el día de los inocentes alguien sacó todo el menaje de la cocina, con el fin de hacernos creer que un Hare Krisna que había de paso iba a cambiar la cocina de lugar como había augurado unos días antes. Ahí está el bonito patio que un día fue el corral de las cabras, junto con la sala común y con la cocina. Y que costó muchas reuniones y disgustos llegar a lograrlo. Y unos metros más allá están los aseos comunes, con sus medias puertas por las que los niños asomaban por debajo con el fin de descubrir algunos misterios del sexo, informan-do luego en la sala común durante algún encuentro de mayores, quién tenía o dejaba de te-ner ciertas dotaciones. En ese mismo espacio, junto con el que se convirtió en lavadero comunitario, guardaban las vacas los campesinos en tiempos de don Pedro. Y junto a las vacas recordaba haber dor-mido en su infancia una mujer del pueblo, mientras le enseñábamos los cambios que había-mos hecho, un día que nos visitaba. GLORIA con el ruido e la carretilla que deja leña de pino cortada para la estufa en la puerta de la casa, me obliga a parar y pensar si es momento de continuar con los recuerdos.

Vestidas de domingo

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F ue una experiencia tan fuerte que no creo que a nadie de los que la vivimos, le sea indiferen-te. Ni siquiera a pesar de los años transcurri-

dos. Podríamos contaros infinidad de anécdotas, y cuando estoy escribiendo estas palabras aún no estoy seguro de que os libréis de escucharlas otra vez. Pero en esta ocasión me da por ponerme ideólogo y daros la vara contando una de las cosas que más vueltas se le ha dado con esto de la Longue-ra. ¿ Y por qué? Es la pregunta que más nos han hecho y a la que cada uno le ha ido dando su explicación. Tened en cuenta que los que nos fuimos “al monte” no solo estábamos nosotros. En aquellos días había un verdadero movimiento en este sentido. Explicar el por qué decidimos dar un paso así no es fácil. Habría que hablar del momento político. Recodad que la ma-yoría de nosotros nos criamos en época de la dictadura. De la transición también habéis oído hablar, pero no estoy seguro de que nos pusiéramos de acuerdo sobre las apreciaciones de esta época que yo creo que marcó muchas de las decisio-nes que nos empujaron hacia la Longuera. A diferencia de los cuentos oficiales, la transición fue una ver-dadera decepción para todos nosotros. Habíamos puesto de-masiadas esperanzas de alcanzar una convivencia social mu-cho más justa, mucho más humana. Teníamos verdaderas esperanzas de un cambio profundo. En esta época teníamos ilusiones puestas en los procesos populares y organizativos que había surgido durante la lucha contra el dictador. Pero todo se vino abajo en pocos años y empezamos a buscar en otras direcciones. Había conceptos que para nosotros eran irrenunciables. Está-bamos acostumbrados a la violencia social del fascismo y sólo queríamos hablar de no violencia. Estábamos hartos de las diferencias de tratos, de las injusticias, de la desigualdad, y nos pusimos a buscar modos de vida que nos parecieran justas e igualitarias. Creímos que la vida comunitaria nos lle-

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¿qué “giro” me lleváis? Juan

El Juan con Susana

Dándole a la campana

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varía a esto. Habíamos visto cómo la cultura del liberalismo industrial estaba haciendo estra-gos en nuestro medio rural y en la naturaleza, y por eso quisimos empezar a ser ecologistas y vivir en el campo. Algunos nos querían ver huidos de la sociedad, pero nosotros no nos veíamos escondidos, si-no buscando y aportando soluciones a los problemas que otros no quería ver. Todos recorda-remos cómo se iluminaba la cara de Paco cuando nos contaba sus sueños de ver una lluvia de comunidades como la nuestra a lo largo del río Segura. Queríamos ser solución y no aliarnos con el problema. Algunos se creen que fracasamos. No hay que prestar atención a estas cosas. Trazadas como éxito o fracaso no es un buen plan-teamiento. Para nosotros el éxito radica en plantar cara a los problemas, en ser decididos en aportar soluciones, en no ser miedosos en “perder” lo que tenemos en bien de una propuesta. Aquí tendríamos que hablar de espiritualidad. La religiosidad marcó a todos en nuestra forma-ción y a muchos en sus planteamientos serios. En La Longuera yo aprendí a diferenciar lo que era religión y espiritualidad. Descubrí algo muy importante para mí. Otros lo expresarán de otra manera, pero todos hicimos un recorrido por nuestro interior que estoy seguro nos ha mar-cado de una manera u otra. Creo que hablar del por que nos fuimos a vivir a la Longuera daría para mucho más de lo escri-to, pero tampoco es momento de torturaros más. Quizás una última pregunta. La que me hago yo, no la que me han hecho otros durante estos años. ¿Y ahora qué?. ¿Estamos dando respuestas con la intensidad y franqueza que lo inten-tamos entonces? Ahora algunos conceptos ya no tienen la novedad de otro tiempo, ecología, ni tan siguiera no violencia. Sin embargo quizás, y sólo por el tiempo pasado, ahora estos con-ceptos tienen una menor carga de novedad pero una mayor de urgencia. ¿Estaremos dando respuestas adecuadas? ¿Hay movimientos similares a los que nos llevó a la Longuera? Yo creo que si, que se explican y se concretan de otras formas, pero, en estos momentos hay una gran evolución social que empieza a buscar soluciones a problemas que se plantean con urgencia, quizás con demasia-da urgencia. Estamos en crisis financiera, pero sobre todo en crisis energética y crisis medio-ambiental. Es el momento de dar respuestas. Y no sería yo si no acabara con un ¿y vosotros qué giro lleváis con todo esto?

Haciendo pueblo

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C omo os podéis haber dado cuenta a estas alturas de la revista, hay un “GEN” que os guste o no os guste, os ha “infectado”, es el gen: “padres progres alucinando queriendo cambiar el mundo en una etapa histórica de transición”

A pesar de ello, no os ha ido tan mal en la vida: Os parimos guapos, inteligentes, seductores, que si le añadimos los ingredientes de aire puro, sol radiante, agua limpia, pulgas, culebras, cabras incluido “grillones”, caballos con la Lucera a la cabeza, mosquitos y demás habitantes de la longuera, realmente sois un peligro para el planeta.

Lo que no supimos o no pudimos daros…. Es cambiar el mundo, por lo que la misión si queréis, la podéis recoger. Os queremos

¿Con Teresa?

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Nuria & compani

Infectados por el gen Nuria

Juan “Tarzán” Gajate

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Los orígenes y la guardería

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Preñeces, partos y crianzas Tori

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L o primero que había que hacer, si querías probar ha vivir en la comunidad del Arca, en la Longuera, era conocerlos a través, por

ejemplo, de un campamento. Y hacia allí nos dirigimos. No creáis que el primer contacto con la Longuera es la parte bonita del rio, el paisaje…etc. No, no, no, antes de eso hay que llegar allí, y ¿Cómo se llegaba? Pues en La Socovina, con la mochila a cuestas. Os digo yo, que viajar en La Socovina imprimía carácter Si, La Socovina fue mi primer contacto con estas tie-rras de la Sierra y por supuesto, con sus gentes y su forma de hablar. Subimos al autobús en Albacete y an-tes de que comenzara el mareo, (porque luego era im-posible pensar en nada mas) me quedé con las conver-saciones que mantenían algunos viajeros. Deduje que, básicamente cogían el autobús (también llamado “especial”) para ir al hospital: -Nena, pos quéee. -Ná, que me han mandao unos analis y he tenio que venir al medico de lo mío, y me ha cambiao las madeci-nas, porque las cansulas que me estaba tomando no me hacían ná ¿y tu? -Pos, mira mi marido, que el pobre esta mal, se ve que son los nervios. Y ya de paso he dicho, pues voy a ver al chico de mi vecina, que mira le han operao de la pen-di. -¡No me digas ,pos no sabia ná. Pos anda que.. Vaya racha… Luego, como os decía, llegaba el mareo, hasta que el autobús se acercaba a Lietor, entonces lo que primaba era el “acojone”... ¡Madre mía! que curvas mas cerra-das, me parecía imposible que el autobús no rozara en las rocas en una curva y en la otra que no cayera al precipicio…

La Tori amamantando

Domingos y fiestas de guardar

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Y ya estamos en Villares, la primera estampa: una pareja de aldeanos, el subido en el burro, ella tirando del ramal, los dos vestidos como a principios del 1900, falda larga, delantalón, pañuelo negro…La verdad, pensé que el viaje había sido en el tiempo. Pero, ahora viene la segunda parte de la aventura: mo-chila a cuestas, de Villares a la Longuera, el camino sin una sombra, con un calor que yo no había conocido en mi vida, yo soy de Burgos y allí hay un refrán que di-ce:<en agosto frio en el rostro>, o sea que os podéis imaginar…Cuando ya pensaba que el camino no tenia fin …Aparece el rio Segura, con ese color tan extraordi-nario y diferente al de los otros ríos que yo conocía, co-mo una serpiente gigante que recorre el valle..¡Que ma-ravilla! Llegamos a las casas y alguien (creo que Maite) nos ofreció agua fresca (lo de fresca es un decir) de una barrila, osea, lo que aquí viene a ser un botijo, y nos indicó el camino a la zona de acampada..Me fijé que aquí también se llevaba la falda larga, aunque sin punto de comparación con la pareja de Villares. Cuando llegamos, Juan y Puri nos dieron la bienveni-da, Juan tenia a Roser en brazos, fue la primera niña de la Longuera que conocimos, tan preciosa… y tan preocupada porque le había picado una araña en el pie y solo decía.. “pupa” señalando donde tenía la picadu-ra. Luego fuimos conociendo al resto: David, Maria, Teresa, Pablo, Juan, María Carrión, Ainhoa, Nerea… Cuando, iniciamos la primera etapa de la vida en comunidad, la de los seis meses, estaban en camino el resto de los personajes de esta historia: Miguelito je, je y Sofía, Susana, María, ense-guida Lucia también y Adriana y Juan, Moisés, Maita-ne… y después llegaron ellos, los pos- comunitarios: Pedro, Carmen y Juan. Fue una etapa de preñeces, partos y crianzas. De amamantar a nuestras crías, de baños al sol en ba-rreños (ya prometíamos con lo de la ecología y la energía solar), de lavar pañales, porque, lo de la ali-mentación con productos ricos en fibra tenía sus conse-cuencias,¡ anda que no cagabais, jodios! De tostar y moler el arroz para haceros la crema, aun recuerdo ese olor…De hilar y tejer, de cocinar y coser mientras os cuidábamos, de ordeñar cabras y hacer queso,(aquí empieza, supongo, mi trayectoria de quesera), de pase-os por la orilla del rio mientras en las balsas crecía el arroz (el de la crema)…De ver como ibais aprendiendo con las cosas que veíais. Jugabais a que paríais, teníais vuestra propia comuni-dad con “camelitos”…Y si hubiera sido posible, habríais plantado madalenas en la huerta.

El cabrero con su Lucía, repeinaos

Lucía, la hija del cabrero

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Las cabras, la Lucera, la ternerita “mee” y su madre la Clabellina ¿he, Lucía?, formaban parte de vuestro en-torno. Os recuerdo recién lavados y peinados, vestidos de blanco los domingos y fiestas de guardar, no duraba mucho, pero bueno.. ¿Y las caritas de ilusión cuando llegaban los Reyes Ma-gos, con los juguetes de facturación propia? Bueno, los Reyes que en realidad eran Antolí, Ricardo, el Roc… y de paje, casi siempre Miguel (por la estatura, supon-go…ja, ja).Una duda ¿no los reconocíais?. Erais y sois nuestro mejor logro, lo que sin duda, mejor hemos sabido hacer… También fueron tiempos de reuniones eternas (aún se-guimos) de encuentros y desencuentros, de partidas y de llegadas, de conflictos…Pero eso es harina de otro costal. Hasta siempre

Queridos reyes magos…...

Con Miguel, Almudena, Mariano, Marisol, Tori…….

En la “guarde”

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Tengo en mi retina clavada una imagen

Pilar

Con el papel ya para empezar me digo: ¿qué es lo que Victoria pretende con esta fiesta para nuestros chicos? Que lo pasen bien, se alegren de volver a verse. ¿También piensa que La Longuera puede dejar de existir tal como está en nuestra memoria?....... En primer lugar mi felicitación para Tori que se está con-solidando como una buena relaciones públicas. Seguro que lo pasamos muy bien. Tengo en mi retina clavada una imagen: cuando el grupo que hacía un año que nos reuníamos con intención de for-mar una comunidad no violenta, emprendimos el camino de la Finca de la Longuera de Don Pedro el Cura, al vol-ver de una curva, tuvimos que parar, salir de nuestros co-ches y contemplar aquella belleza, que, (pienso yo) nos impidió calibrar con objetividad las desventajas que íba-mos a tener de índole práctica si por fin nos decidíamos por aquella finca.

Y así fue: nos deci-dimos; y nos fuimos adaptando a los ri-gores de las condi-ciones que reunía aquel cortijo medio en ruinas, a la huer-ta a la que no llegaba el agua, pero que terminó llegando y a los rigores de la vida en común con largas trasnocha-das, no ya para conseguir un consenso, sino la UNANIMI-DAD y otras muchas a las fiestas y a reírnos mucho. También nuestros chicos, que sois vosotros, os fuisteis adaptando a vivir en grandes espacios naturales y a com-partir con otros niños y otras personas que no eran vues-tros padres. De nuestra vida comunitaria nosotros tene-mos nuestra experiencia que nos gustaría ser pregunta-dos por vosotros. De vuestras vivencias y el recuerdo que tenéis de ellas, me encantaría oíros. Nos veremos pronto

Juan, al natural

Pablo, Juan y una amiga

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LA LONGUERA. ¡Ay Longuera! ¡Oh Longuera! qué pasó allí para que los de aquí te recordemos de esta manera? Donde antes hubo ovejas y tras mucho limpiar estiercol,pulgas y más lo ocupamos solteros y parejas. Hambre no pasamos aunque el menú era escaso pues patatas y melones comimos a destajo. Luego arroz y collejas, leche de las cabras ortigas y lentejas. Y qué decir de nuestro pan del que nadie se olvida; era todo un manjar con el aceite de oliva. Con razón decía Shantidas: "Lo mejor que el Arca tiene son los niños y un buen pan que a todos nos mantiene" Ente cantos y reuniones, huerta y construcciones,

¡Ay Longuera! ¡Oh Longuera! José Luis

Ay ! Longuera!!

Un Santa Marta

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nuestros niños bien jugaban y en la escuela estudiaban. La Lucera con el carro nos llevaba y nos traía, y el Land Rover completaba lo que a veces nos urgía. Vestidos todos de blanco en las fiestas y las danzas, los bizcochos y las pizzas siempre nos alegraban. La campana nos marcaba el ritmo de vivir y el "rappel" nos relajaba para de nuevo seguir. Había turnos de todo, de cocina y lavadero y otros cambios anuales de arquitecta y despensero. Con las ruecas y telares bellos ponchos se tejían, cinturones y bufandas que en las fiestas se lucían. Entre ayunos y trabajos fregoteos y canciones, las parejas no olvidaron una de sus obligaciones: Traer niños a este mundo y darles buen comer. Nacieron varios pitufos y los vimos bien crecer. Ahora están mocitos llenos de vitalidad, vivieron días felices que ya no olvidarán.

Gracias damos al PADRE por su vida y por el pan.

Oh!! Longuera

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