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  • 7/26/2019 Heriberto More No Garcia

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    Reseas de Libros

    Nickel: la hacienda,dominio o coexistencia?

    Heriberto Moreno Garca

    El Colegio de Michoacn

    Despus de diez aos de su edicin en alemn, el Fondo deCultura Econmica ha publicado la versin castellana del li

    broMorfologa social de la hacienda mexicanade HerbertJ.Nickel, quien en los aos 70 form parte del Proyecto de laCuenca Puebla-Tlaxcala de la Fundacin Alemana para laInvestigacin Cientfica.1

    Su nueva aparicin, para quienes no lo podemos leer enel idioma original, tiene algo de los hallazgos de las piezasarqueolgicas, como digno y fehaciente testimonio del gra

    do de avance que, hasta el momento de su elaboracin, registraba la historiografa agraria mexicana y, por consiguiente, tambin como punto de referencia para lo que despusse ha producido. Pero siempre como muy interesante y aleccionador.

    Muchos comentarios debi merecer en su presentacininicial una obra tan importante. Entre los que tuvimos ms

    a la mano, cabe mencionar las reseas crticas que le dedicaron Jan Bazant,2 Ursula Ewald3 y Warren Schiff;4 as comola difusin que de algunos de sus enfoques bsicos hizo Gisela von Wobeser en uno de sus estudios sobre haciendas.5

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    Trabajos todos ellos que nos resultaron muy tiles y aleccionadores para la preparacin de este ensayo que aqu presentamos sobre los enfoques de Nickel, la composicin y la metodologa de la obra y sus temas ms relevantes, antes de

    aventurar nuestros comentarios.

    I. La hacienda segn Nickel

    Frente a los anteriores estudios sobre la hacienda, en los quepredominaban los referentes a los tiempos coloniales, peroconformados por un concepto y figura de la hacienda que

    troquelaron algunos escritores engallados contra el sistemaporfirista pero sin mayores fundamentos tericos ni encuestas empricas, pues para ello bastaban los recuerdos y experiencias personales, Nickel se presenta dispuesto a recogery revisar toda la produccin historiogrfica sobre la hacienda mexicana y a cotejarla con sus hallazgos propios, porque,como l apunta, actualmente es imposible callar sobre las

    contradicciones entre el concepto dominante de la hacienda y los resultados empricos aportados por aquellos historiadores que en una forma u otra se ocuparon de la hacienda.6

    El trabajo de Nickel, con todo, no queda comprendidodentro del gnero historia de hacienda;ms le interesa elaborar el concepto cientfico de hacienda, con base en una in

    vestigacin emprica y a travs de un desarrollo cronolgico que se extiende desde la formacin de las haciendas hastasu desaparicin. Con ello, como lo seal a su tiempo Ba-zant, pretende investigar la morfologa social de la hacienda y limitarse al anlisis de las dimensiones sociales y econmicas de esa institucin.7

    El campo conceptual hacienda en Mxicoqueda enfocado

    en tres dimensiones: clsica, transicional y modemizada-em-presarial(p. 20). Esto le permite formar una tipologa segnel grado de modernizacin, con miras a una clasificacincompleta y a la construccin explcita de la teora (p. 22). En

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    realidad, la transicional recibe muy poca atencin. La hacienda dsicadesde mediados del XVI ya cuenta con los elementos constitutivos, que se consolidan a mitad del XVII.Al no haberse producido cambios notables, domin todo el

    XVIII y la mitad del XIX. La hacienda modernizada se vaacentuando desde entonces hasta la revolucin. Es obvio quepor las influencias industrial-capitalistas, algunas haciendasfueron perdiendo sus notas primarias tradicionales y setransformaron. El punto culminante lo alcanzaron cuandoel cardenismo; entonces ya no eran propiamente haciendas,sino verdaderas empresas agrcolas capitalistas (p. 21).

    Para Nickel las haciendas sern grandes explotacionesagrcolas que, como lo arguyeran Bazant y Florescano, aparecern como no-feudales, tendrn su poltica y sus tcticasde mercado y actuarn cual empresas capitalistas. Asimismo,ya que las plantaciones slo se desempearon como tales dela segunda mitad del siglo XIX en adelante, tambin entrarn en el rubro de haciendas (p. 24).Ni para qu abun

    dar ms; como lo sintetiz Ewald, el nfasis se pone en lahacienda de finales de la colonia (1750-1821) y en la contempornea (1880-1930), cuando en algunas regiones la hacienda se convirti en una moderna empresa agrcola casiindustrializaday altamente tecnificada, que requiri mano deobra especializada en lugar de peones de campo.8

    Nickel pretende encuadrar esas etapas dentro de dos di

    mensiones: la de la estructura social interna y econmica yla del marco de las condiciones naturales, polticas, econmicas y sociales. En lo social l finca los elementos constitutivosdel sistema. Lo econmico slo se toma en cuenta cuandodetermina directamente la existencia de la hacienda y la estructura social interna. El marco de las condiciones se establece en relacin con el desarrollo, estabilidad, cambios y de

    saparicin de la hacienda (p. 28).Elemento fundamental de la hacienda, la tenencia de la

    tierra, desde la colonia y por ms de un siglo en delante, fueel ms adecuado tipo de inversin, o de usurpacin, de ri-

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    queza por parte de los criollos tpicos y a veces, tambin delas lites indias. La hacienda proporcion a las clases altasun tipo de actividad econmica extraamente prestigiosa, almismo tiempo que creaba fuertes presiones en contra de lasobrevivencia de los pueblos indios y sus instituciones depropiedad comunal. No obstante, el estilo europeo y el indio muchas veces se encaminaron fatalmente a la comple-mentacin. Proveedoras de alimento para los consumidorescriollos, las haciendas se dirigieron a producir trigo y ganado para un mercado habitualmente cautivo en su regin. Encambio, relativamente independientes, los campesinos indios prefirieron cultivar sus productos tradicionales o fueron obligados a hacerlo por varias circunstancias adversas,como la falta de riego. Estas realidades debilitaron los esfuerzos criollos por imponer los productos agrcolas europeos enlugar de los indgenas.9

    Slo se oper una transformacin drstica hacia 1880,cuando a las condiciones polticas, econmicas y de las co

    municaciones se aadi un fuerte aumento de la poblacin.As se incrementaron las diferencias entre los tipos de explotaciones agrcolas: latifundios del norte, haciendas perifricas, plantaciones de henequn, haciendas azucareras o ce-realeras, etctera (p. 105). A pesar de la aparicin de estasgrandes empresas modernas, no es del todo clara la identificacin entre modernizacin e industrializacin; ni se com

    prueba que la tendencia haya sido general, ni provechosos,racionales y proporcionados sus resultados (p. 135). La hacienda tarda, fundada en exigencias colonialistas o neoco-lonialistas, as como en normas jurdicas liberalistas, (p. 142)tambin ocasion, por sus abusos, que los desocupados y lossin recursos reaccionaran en su contra y se dieran a la revuelta (p. 106). Desde ese momento aparecen indicios de

    nuevas caracterstas distintas de las tradicionales, como seran la dominacin del mercado por las plantaciones orientadas a la exportacin y el reclutamiento de la mano de obrasin base en el peonaje por deudas (p. 143).

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    Frente al clich de la revolucin agraria,o del movimientoagrario revolucionario,Nickel slo considera revolucionariaslas acometidas directas contra la hacienda; sobre todo, laabolicin del peonaje y la fijacin de salarios mnimos (pp.171-173); si bien, ms daos le procuraron a la hacienda lasvisitas de las tropas indeseadas y el abandono de los traba

    jos por los peones fugitivos. En cambio, la hacienda resultbastante apetecible para muchos revolucionarios y los mismos peones no se entregaron a la desbandada cuando en1914 se condonaron las inveteradas deudas. Parece que nicamente se lanzaron en contra de la hacienda los que haban

    sido desplazados u obstaculizados por ella (p. 174).Hasta la presidencia de Calles el ataque contra la hacien

    da tena las notas de lo pasajero, aunque ya en la Constitucin de 1917 se haban puesto las bases para su desapariciny en los aos sucesivos se haban estatuido normas jurdico-laborales un tanto hostiles. La posicin de Crdenas s fuenetamente antihacendista y ayud a realizar el mito agrario

    revolucionario: resolucin de los problemas mediante la destruccin de la hacienda, reforma agraria en beneficio de loscampesinos e indigenizacinde la sociedad (p. 180).

    La creacin del ejido modific radicalmente el mercadode trabajo y la mano de obra campesina se emancip de lashaciendas que sobrevivieron. El ejido campea como una verdadera alternativa revolucionaria (pp. 180-181). Tuvo gran

    xito social y sobre todo poltico; pero definitivamente, noeconmico, pues apenas garantiza la subsistencia del campesino por lo poco productivo. No as la mediana propiedad, materializada en los ranchos, organizadores de empresas agrcolas, que hubieran contado con el apoyo de losliberales desde Benito Jurez y don Porfirio. De modo queni siquiera mediante el ejido, victimario de la hacienda, se

    han resuelto los problemas sociales y polticos del sectoragrario (p. 181).

    El remate nada halageo de este excurso reconstruidocon el cartabn de Nickel, sorpresivamente, nos hace regre-

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    sar a sus primeras pginas y suposiciones iniciales, sobre loscuales haba alzado su llamada de atencin sobre la hacienda como responsable de las pocas oportunidades que siempre tuvieron peones y campesinos parvifundistas, de la escasez de crdito en que se debatieron, de la insignificanteatencin que se prest a la infraestructura campesina y desu imparable flujo migratorio a las ciudades. Para Nickel, lahacienda, a causa de sus deformaciones psicosociales, sobrevive an nefasta e indirectamente, en la proverbial apatadel campesino y en su lamentable sometimiento a todo tipode autoridades (p. 9).

    La sorpresa nos cala ms, al recordar que Nickel habacomenzado por descartar la posicin y actitud de los crticosporfirianos contra la hacienda y por anunciar un enfoquems cientfico desde su emplazamiento teorico-empirico. Silos xitos parciales que vio en el ejido, no le ahorraron lacondena contra su fracaso econmico, tampoco le permitieron superar el tono antihacendista y antilatifundista que impregn la literatura sobre la reforma agraria revolucionaria.Tal vez, en una de estas contradicciones haya pensadoEwald, cuando en su resea se refiri al riesgo de vitorearlos xitos sociales y polticos del ejido, mientras se reprue-ban sus resultados econmicos, como consecuencia de aceptar un poder omnmodo de parte de la hacienda y, en ltima instancia, de privilegiar lo social frente a lo econmico.10

    II. Composicin

    La obra se divide en tres grandes partes que constituyen unpasaje bien organizado desde el enfoque sobre la haciendamexicana en general al examen de dos mbitos, con sus respectivos modelos: el regional, del altiplano Puebla-Tlaxcala,y el local, de la hacienda de San Jos Ozumba v el rancho deMinillas, un tiempo en poder de los jesutas. Cada una deesas partes, segn la exposicin concisa de Bazant, comprende, primero, una seccin sobre la poca colonial, luego otra,

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    bastante breve, sobre la etapa de transicin (1821-1880) y,finalmente, la de la fase tarda (1880-1930). La primera y laltima se inauguran con un marco poltico, social y demogrfico, despus se ocupan del origen y desarrollo de lapropiedad y de los aspectos econmicos, como el reclutamiento de la mano de obra y el peonaje.12 En realidad, priva en tal grado la preocupacin analtica sobre la sinttica ygentica, que como tambin lo comenta ese mismo crtico,el libro consiste de tres monografas prcticamente independientes y ligadas entre s nicamente por la introduccin. Pero el lector podr comprobar, como lo han manifestado los distintos comentaristas, que la parte general sobrela hacienda mexicana, es una excelente revisin de todos losestudios publicados hasta entonces, y que podra ahorrar alos historiadores el trabajo de volver sobre el viejo e inoperante clich de la hacienda clsica13 que grabaron y agravaron crticos porfirianos y enaltecedores de la reforma agraria revolucionaria.

    La parte regional est basada sobre nuevas fuentes, deinformacin de archivos mexicanos nacionales y locales, ascomo de publicaciones alemanas, mexicanas y norteamericanas, muchas de las cuales eran prcticamente desconocidas, si no es que menospreciadas. En lo local, se dispusoafortunadamente de archivos particulares. Para Nickel, losmejores documentos coloniales por su grado de conserva

    cin y asequibilidad resultaron los de la contabilidad de lasantiguas haciendas jesutas y, para la fase tarda, las encuestas levantadas durante el porfiriato, las actas notariales ytambin la contabilidad junto con la correspondencia de lospropietarios y sus administradores (pp. 14-18). A todo esose aaden mapas, grficos, tablas, fotos y la acuciosa observacin directa. El vistazo ms somero al ndice de nomencla

    tura decimal, revela el inters del autor por una aproximacin ms terica al objeto hacienda. El estilo, en ocasiones,es innecesariamente abstruso y denso y hecho de frases que,

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    comunican al lector la sensacin de una carrera con obstculos.14

    III. Cuestiones de mtodo

    Como presupuesto metodolgico, Nickel asevera que es posible, mediante una serie de investigaciones emprico-des-criptivas, construir una red fiable de coordenadas referidasal conocimiento para, dentro del contexto de una serie deanlisis secundarios, poder llegar a generalizaciones, probablemente ms estables, sobre el sistema de la hacienda (p.

    14>-Su meta es establecer un nivel terico de trabajo lo ms

    elevado posible, mediante la formulacin de proposicionestericas situacionales muy bien limitadas espacial y temporalmente, recurriendo a la falsacin de algunas afirmacionesde carcter amplio presentadas por otros historiadores sobre el sistema de la hacienda, para terminar proponiendonuevas categoras y proposiciones generales ms consistentes y prometedoras (p. 30).

    Dentro de las tareas de investigacin, Nickeljuzga indispensable imponer una concepcin cientfica y disciplinariay un ordenamiento del material con contenido cientfico. Para ello ayudar cuestionarse sobre los siguientes tpicos: formacin y transferencia de capital, dominio sobre recursosnaturales y humanos, subordinacin de las comunidades alas haciendas, como empresasfeudales, comerciales, capita-lista-industriales, comercializacin y variacin del sistema dehaciendas, funcin del paternalismo y del ausentismo de losamos, papel de los calpaneros(jornaleros, empleados residentes) y de los operarios eventuales y salarios reales de los pobres (p. 30). El anlisis de esos tpicos preparar la formulacin de las proposiciones, o enunciados de temas ysubtemas. .

    Con todo, Nickel reconoce la virtual imposibilidad de alcanzar el nivel mximo de la teora; por eso recurre al anli-

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    sis morfolgico social, que es til cuando el estado de la cuestin es todava discutido, la informacin es incompleta, losavances en la formulacin de la teora son escasos y el substrato material slo sirve como indicador de la realidad social

    y econmica pasada, al no haber acceso directo a los datossociales (p. 27). Como resultara descomunal tratar todos losaspectos del sistema de hacienda, slo analiza las dimensiones sociales y socioeconmicas de la hacienda y su mbito.Pero ante su desarrollo y sobrevivencia de duracin secular,se necesitar hacer digresiones histricas que delimiten y caractericen su duracin, con referencia a sus rasgos perma

    nentes y a sus cambios. Sin que se pretenda, como ya se dijo, una historia de hacienda (p. 27).

    En pocas palabras, la dimensin temporal no es la pauta del discurso, lo que no significa que se le ignora; significa, ms bien, que el modelo se centra en la parte especficadel objeto-hacienda, que se acentan sus relaciones socialesy sus manifestaciones externas en el substrato material, y que

    se analizan las dimensiones sociales y socioeconmicas de lahacienda y del mbito social inmediato dominado por ella(p.27). As, se construye la primera parte, la general, sobredatos internos, analizando las diversas tesis que sobre la hacienda ha habido y sus contradicciones, y la segunda y tercera, regional y local, con datos externos, empricos, nuevos.Sobre esos tipos de datos, elabora el anlisis descriptivo y

    crea las categoras descriptivas, para comprobar los fragmentos de teora y las interpretaciones tericas (p. 29).

    As llega al momento de formular un modelo operativode la hacienda, que recoja y asigne posicin y peso especfico a la multiplicidad de los datos empricos. El modelo queda constituido por un doble conjunto de caractersticas. Las

    primarias,o constitutivas, se refieren al triple dominiode los

    recursos naturales, de la fuerza de trabajo y de los mercadosregionales-locales, y a su utilizacin colonialista, especificidadesta que legitima los mbitos y el ejercicio del dominio. Semejante dominio colonialista presupone tambin una cierta

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    extensin territorial en poder de la hacienda, un cierto volumen de actividad econmica que desempea la hacienda,unas ciertas relaciones de competencia y competitividad departe de la hacienda frente a su entorno y una cierta cantidad y diversidad de los recursos naturales que la haciendaha acumulado y controla (p. 19).

    Las secundariasson aquellas derivadas de los distintos tipos regionales y temporales de la hacienda y pueden referirse a unas once notas: extensin, eleccin del producto, volumen de produccin, capital, arrendamiento, absentismo,autarqua, autoconsumo, divisin del trabajo, equipamien

    to y tcnicas. Dentro de estas caractersticas secundarias seproducen, por la evolucin a travs del tiempo, las variablestemporales, ocasionadas o impuestas por factores internos oexternos. Asimismo, habr variables regionales o espaciales, sibien la delimitacin geogrfica de los tres mbitos (Mxico,Puebla-Tlaxcala, Ozumba) no obedece a la preferencia deNickel por una metodologa regionalista, sino a la bsque

    da de economa de trabajo respecto a la investigacin (p.10).La diferenciacin entre caractersticas constantes y variablesse funda y slo se comprueba empricamente; por eso puede haber en las diferentes tesis que aparecen en la bibliografa anterior varias aserciones contradictorias, fruto de haber efectuado sus autores agrupaciones selectivas entre esascaractersticas (pp. 9, 19-21).

    La distincin y aplicacin de las variantes permiten individualizar y organizar los caracteres de la hacienda, respecto al lapso temporal y al mbito geogrfico, desarrollarlas otras variantes temporales y regionales y revisar el concepto de hacienda para modificar y afinar el modelo y susvariantes y corregir el concepto de hacienda. La organizacin de las variantes cristaliza en una disposicin de las pro

    posiciones que, palabras ms palabras menos, forman unaurdimbre de aspectos al cruzarse todas ellas con los tresmbitos: el general, el regional y el local, y al ubicarse en la

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    secuencia temporal de las etapas colonial, transicional ytarda.

    La clasificacin decimal concurre eficazmente a que lasdistintas caractersticas estructurales o las condiciones mu

    dables puedan localizarse de manera inmediata. Eso no quita, ya lo haban apuntado sus primeros crticos, que el desarrollo de un asunto haya de seguirse por distintos lugaresdel libro, con las consabidas interrupciones y repeticiones.15

    IV. Algunos temas relevantes

    Sin pretender por nada agotar, ni siquiera nombrar, todoslos tpicos y asuntos que aborda el libro de Nickel, del quese dijo que es una enciclopedia16 haremos un recorrido poraquellos temas que nos resultaron ms interesantes en sutrabajo.

    1. La hacienda y el ordenamiento rural

    La imposicin del mando hispano en el mbito rural aborigen no encontr impreparados a los indios para el sometimiento a las exigencias de la nueva exaccin econmica y defuerza de trabajo.

    As, mientras el repartimiento agrav los modos de apropiacin prehispnicos, la encomienda conserv la tradicin

    de los servicios y tributos, substituyendo y multiplicando alos beneficiarios, y fue la ancha va de acceso a la hacienda.En ese tranco, mientras la relacin encomendero-indio haba sido real, por la consignacin de bienes materiales, la deencomendero-hacendado facilit la oportunidad de obtenertierra. Los encomenderos fueron los primeros hacendadosy quienes ulteriormente llegaron a hacendados, miraron la

    encomienda como el modelo en cuanto a la explotacin ydominio colonialista de los recursos y la valoracin social yeconmica del indio (pp. 42, 46).Muy lejos queda esto delmanido argumento que puso por base de la creacin y sos

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    tenimiento de las haciendas la razn del mero prestigio social sin intereses econmicos. Si el prestigio tena su peso enel momento de la adquisicin de la tierra, de ninguna manera exclua el procedimiento comercial ni el inters en las

    ganancias; al menos, no en los administradores y propietarios menores que llevaban muy a pecho el clculo de sus beneficios (p. 54).

    Ante el auge y prestancia de la hacienda en el campo no-vohispano, la corona espaola manej dos cartas irreconciliables: asegurar el dominio y explotacin de la colonia ybrindar proteccin a la poblacin india. Difcilmente pudo

    actuar como una procuradora justa de los indios; cuandomucho, a finales del coloniaje, mediante una legislacin msafinada, s puso en bastantes dificultades a los hacendados(pp. 59-60).

    La guerra de independencia impidi la realizacin delcontrol sobre los hacendados. Desde entonces hasta Maximiliano no hubo modificaciones importantes. Las leyes agra

    rias liberalistaspusieron el fundamento de la sujecin de lacomunidad indgena a la hacienda. Pero la vida en las haciendas, a lo largo del siglo XIX, se modific ms por las operaciones militares y latrocinios que por las normas jurdicas.Los peores daos no fueron tanto por los robos, cuanto porel descuido de los campos impuesto por las fugas o las levas.Examinando la poltica liberal, no se puede definir si su in

    tencin fue debilitar la comunidad o convertir a los comuneros en proletarios. Tal vez, lo nico cierto fue que los ob

    jetivos liberales, como el incremento de la productividad, laeliminacin de los latifundios improductivos y la creacin deuna clase media rural, fracasaron a causa de las contradicciones particulares del liberalismo temprano, las deficienciasde fondo, la falta de conocimientos tcnicos y la codicia de

    las lites antigua y nueva (pp. 93-94, 96).En realidad no se conoce en qu magnitud las leyes de

    desamortizacin, nacionalizacin, baldos y bienes nacionales lograron la creacin de fincas agrcolas; pero no todo lo

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    desvinculado fue para las haciendas, ni todas las adquisiciones fueron enormes e improductivas (pp. 110-111). Encambio, un xito suyo fue el desarrollo del transporte en regiones perifricas, y todava del centro, en el cual los ha

    cendados tuvieron tanta participacin, no siempre desprovista de desarticulacin y egosmos (p. 113). Fue en elporfiriato cuando la crtica liberal se lanz no tanto contrala falla econmica de la agricultura cuanto contra el sistemade la hacienda, particularmente la cerealera y de alimentosbsicos, ya que otros productos campiranos s estaban registrando notable incremento (pp. 131-132, 133). Podan ms

    los motivos sociales y polticos y el rechazo a los entficos,entre los cuales haba muchos hacendados. La hacienda nohaba beneficiado a la clase media y s haba originado seriasdesventajas en su derredor, expulsado y proletarizado a losarrendatarios y eliminando a los pequeos propietarios (p.145).

    2. Autarqua o radio de accin?

    Resulta difcil un juicio definitivo sobre las relaciones e influencias de la hacienda sobre comunidades, mercados y fincas vecinas. Por eso, ms que aceptar lafeudalizacinque seatribuy a las haciendas coloniales, hay que investigar en qucircunstancias adoptaban una relativa autarqua. Por qu

    todas las dems haciendas deban ser menos comerciales quelas de los jesutas? (pp. 68, 69). Malamente se puede hablarde autarqua en una hacienda que junto con las tierras,aguas y bosques, redujo la libertad de decisin poltica de lascomunidades indias. El derrumbamiento de la estructuraagraria tradicional, favoreci a la hacienda como la institucin universal del dominio espaol y la subordinacin in

    dgena. Muchas funciones e instituciones de la comunidadse transfirieron a la hacienda; tales como calpaneras, iglesias, tributos, derehos de usufructo de tierra y agua, funciones polticas, normas sociales. As se perdi la jerarqua ciu

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    dad-pueblo indio. En el valle de Mxico se impuso la cadena hacienda-rancho-pueblo-barrio (pp. 116, 56,48,59). Fuetanta esa dependencia que los miembros de las comunidades que trabajaban para la hacienda siempre estaban llevan

    do pleitos en que se declaraban libresy se resistan a ser tenidos como adscripticios(p. 70).

    La misma actitud expansionista de la hacienda le vedaba la autarqua; al menos, la social y poltica. Si en algunosmomentos y lugares se recurri a la autarqua econmica, yeso pas ms en el norte que en el centro, tal vez deriv deun ajuste forzoso a las dificultades del mercado y el transpor

    te y de la necesidad de reducir gastos. Pero aun as, habraque ver en qu medida esta interpretacin deriva del principio weberiano de autarqua que emple Tannenbaum, enel sentido de utilizacin de los recursos disponibles con el finde percibir una renta, o de una economa de subsistenciacon el menor volumen posible de intercambios, y con qurazn se haya de aplicar slo a algunas haciendas perifricas

    con tierras dadas en arrendamiento o aparcera (p. 69). Nipara qu recalcar que la tesis de la autarqua invalidara lanota constitutiva de la hacienda que define Nickel como dedominio colonialista.

    3. Ausentismo, administracin y control

    La hacienda era dirigida en forma predominante por administradores, mientras los dueos vivan en las ciudades. Para muchos historiadores la nota de ausentismo fue la explicacin de la poca eficacia de la hacienda. Pero aun para laetapa colonial, ha de tomarse como cierto que en la ciudadlos dueos negociaban mejor sus productos y tenan un me

    jor contacto con las fuentes del poder. Los mismos jesutas

    tenan sus administradores en el campo, al tiempo que ellostraficaban en las ciudades (p. 74).Una vez que la seguridad de los bienes y las vidas se

    afianz en el campo y mejoraron transportes y comunicacio

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    nes, la ausencia del amo con ms justa razn habr de considerarse bajo enfoques positivos. Postal, telegrfica y telefnicamente desde la ciudad poda vigilar y controlar lafinca; all, conseguir contratos, agilizar la realizacin comercial y moverse en el centro de los intercambios y las influencias (pp. 146-147).

    Siempre se manej la hacienda con fuertes cargas de pa-ternalismo. Las normas fundamentales, en un principio, derivaron del concepto de minora de edad del indio y de laobligacin del patrn de orientar la remuneracin hacia unsalario justo que le garantizase la subsistencia. Tal vez por eltipo de documentacin que ha perdurado, se sabe que predominaban las sanciones negativas; las positivas son ms raras y operan como compensacin muy limitada del salarioescaso y de las labores excesivas (p. 88). Tambin en la hacienda de la fase tarda, privaba el paternalismo; pues nohaba forma ni recursos legales o sociales para que los traba

    jadores obligaran al hacendado a ciertas normas de conducta que les resultaran beneficiosas. Cuando mucho, se dabaalguna intervencin de la prensa (pp. 160-161). De seguro,fruto de ese paternalismo fue la falta de cohesin social yconsciencia de clase entre los trabajadores. Las mejoras quehubo en las relaciones laborales, quedaron a discrecin delos intereses de los hacendados y remachaban el cerco (p.153).

    4. La fuerza de trabajo

    El reclutamiento de la mano de obra, en la colonia, procedi bajo la reconocida arbitrariedad y las presiones indirectas de la hacienda sobre la comunidad o sus caciques. Losdistintos procedimientos se regan por las condiciones regionales, la densidad demogrfica, la fuerza poltica de las comunidades, la capacidad de imposicin de las autoridades,la situacin financiera de los hacendados, la extensin do

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    minada por ellos y los rancheros y el grado de organizacinque privaba en sus fincas (p. 83, 84).

    Con todo, en varios lugares y durante el siglo XIX, sevuelve cantilena la queja de los agricultores por la falta de

    brazos y por tener que contratar los peones por salarios cada vez ms altos. Es obvio que entraban enjuego el montode los salarios y la densidad demogrfica regional. Pero aunen el mbito neocolonialista de las plantaciones, las prcticas del reclutamiento se seguan realizando sin pasar por elmercado libre de trabajo que, geogrficamente, iba decreciendo de norte a sur. Si durante el porfiriato variaron las

    formas de reclutamiento y retencin de la mano de obra, nopor eso dejaron de ser tan arbitrarias e injustas como anteriormente (pp. 127-130, 153).

    Participaban de esta problemtica las prcticas del arrendamiento y la aparcera. Eran una alternativa, y no slo enla colonia, a la rentabilidad escasa, al poco capital y a los muchos gravmenes que paralizaban la economa, sin contar la

    exaccin de diezmos y alcabalas. Se recurra a medieros,aparceros y arrendatarios para disminuir a un mnimo loscostos de produccin, para aplicar un clculo racional capitalista sobre las superficies menos productivas y para sostener mejor, en caso necesario, los precarios derechos de propiedad de la tierra, pastos, agua y madera. Tales formas decesin de la tierra no simpre fueron la consecuencia de un

    estilo de vidafeudalapartado del comercio. Asimismo, antelas posibilidades de comercializacin, y con el fin de controlar solos la produccin en los momentos de auge, los hacendados desalojaban a los inquilinos (pp. 72, 73, 148-149).

    Podemos pensar, ante el constante recurso por parte delos hacendados al arrendamiento y la aparcera, que susprcticas se volvieron estructurales dentro de la economa

    de las haciendas.

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    5. El peonaje y las deudas

    Es este uno de los temas ms recurrentes en el libro, cual

    problema que atraviesa toda la historia de la hacienda. Trasla encomienda y el repartimiento, se estil la obligacinjurdico-contractual de la mano de obra indgena, que bajolas presiones y anticipos adecuado, cuajaba en la permanencia y retencin del pen. No obstante que la corona rechazla servidumbre personal ligada a la tierra y la retencin pordeudas, jams prohibi que las deudas se pagaran con tra

    bajo. Segn Nickel, se ha exagerado esta razn. La deudapudo verse como complemento del salario y fuerza de negociacin por parte de los peones. En los casos de deudasactivas, los saldos obraran como ahorros de los excedentesdel trabajador (pp. 85-87).

    Aun en tiempos muy tardos, no se puede establecer unarelacin entre peonaje, monto del endeudamiento y reten

    cin; si bien, el manejo de la deuda por parte de la hacienda tena por objeto impedir la movilidad de los peones y laprdida del prstamo. Tambin puede pasar la deuda comouna prestacin o gratificacin adelantada que aseguraba lalealtad del pen. El caso es que cuando en 1914 se cancelaron las deudas de los peones, no se desbandaron; de seguro porque an pesaba sobre muchos de ellos la necesidad de

    permanecer en la hacienda (pp. 156-157, 159).De igual manera, habra que revisar la conexin entretienda de raya y deuda del pen, pues no forzosamente tuvo que desempear la tienda una funcin conspiradora encontra de la economa del acasillado. Las deudas no se acumulaban tanto por los crditos obtenidos en la tienda, cuanto por prstamos para gastos en casos de enfermedad, dasde fiesta y otras necesidades o cargas. Sin la intencin de negar o justificar todos sus abusos, cabe la posibilidad de considerar las tiendas de raya como reguladoras de precios, enaquellas zonas ms desarrolladas, donde entraba a la concu

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    rrencia el comercio extrao. Donde no eran los nicos expendios al alcance de los peones (pp. 167-168).

    Bazant, que haba encontrado en las haciendas de SanLuis Potos tantos datos que obligaron a reconsiderar las tesis tradicionales sobre el peonaje por deudas, ocup la mayor parte de su resea en cuestionar las posiciones de Nickel. Le resulta dudable la severidad del Cdigo Penal dePuebla contra los deudores fugitivos, cuando el del DistritoFederal, de 1871 y que fue adoptado en otros estados, msbien culpa de fraudulentos a los hacendados que no pagandebidamente a los peones. En esa misma crtica se echa demenos la documentacin que justifique las prcticas de loshacendados de recurrir a fiadores o de presionar a los familiares del pen fugitivo.17

    Ante la pregunta que se hace Nickel sobre qu era lo quelos peones vean en su endeudamiento, Bazant comentabaque el autor, europeo occidental, parta de la tesis de que todos los hombres aspiran a la libertad, sin poderse explicar

    as la ligazn de los peones con la hacienda, pues lo quedeban tampoco se iban, como no se fueron en 1914 al cancelarse por decreto todas las deudas. Yendo al meollo del aspecto social, hbilmente apuntaba Bazant que es posible quemuchos hombres -si no es que la mayor parte- prefieran laseguridad a la libertad.18 Vuelve as la cuestin sobre la prioridad de los enfoques econmicos o los sociolgicos, que ya

    adelantara Ewald.

    V. Comentarios finales

    En estos ltimos diez aos mucho se ha producido en todoslos campos de la historia agraria mexicana, como artculos,folletos, libros, conferencias, ponencias en mesas redondas

    o congresos de especialistas. Entre todo ese cmulo siempretendr un lugar de excelencia el libro de Nickel. Ya es unaobra indispensable para los estudiosos de nuestra historiaagraria, particularmente de la hacienda. La primera parte

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    de su trabajo quedar consagrada como clsica en su gnero. Su esquema organizativo, pedaggicamente, ser la me

    jor gua y el ms apropiado prontuario temtico para quienquiera cotejar y enmarcar sus propias investigaciones den

    tro de un paradigma sistmico que, al mismo tiempo que dalugar y proporcin a los datos empricos, permite proyectary realizar trabajos comparativos, en cuanto tiempos, lugaresy temas, como valiosa etapa en el conocimiento cientfico o,al menos, ms cientfico, de la historia rural en Mxico y, porextensin, en las otras reas latinoamericanas.

    Pero, producto de su tiempo, una obra tan valiosa no de

    ja de sorprendernos, no tanto por lo que alguno pueda juzgar que le falta, sino por ser fiel reflejo de las carencias o ausencias temticas y de los enfoques que campeaban entoncesaun en la mejor literatura. En este sentido, destaca la imagen y, por consiguiente, el concepto analtico, de una hacienda incontrastable en su medio ambiente, que ostenta como carcter constitutivo la nota del dominio(de los recursos

    naturales, la fuerza de trabajo y el mercado regional) ejercido bajo la especificidad de colonialista, y posteriormente neo-colonialista.

    No hay duda de que Nickel se pronunci sobre la dificultad de definir o calibrar el grado de influencia de la hacienda sobre comunidades indgenas, rancheros y otrosagroganaderos. Quiz, ms que el grado, habra que buscar

    en esa dificultad el punto de arranque, el ncleo vital de lainvestigacin sobre la hacienda, verdadero organismo quese desarrolla, en un sentido o en otro, nicamente a causade sus relaciones, cabra decir interrelaciones, con otros organismos que tambin la condicionan y hasta la determinan,no obstante que al final de todo el proceso y desarrollohistrico acaben demasiado dbiles o hasta dominados.

    Aos antes del libro de Nickel, ya haban apuntado hacia esas relaciones nodales y constitutivas las obras, por citarlos dos ejemplos ms conocidos, de Charles Gibson, sobre elvalle de Mxico,19 y de William Taylor, sobre el de Oaxaca.20

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    Tambin por ese tiempo, Hermn Konrad haba abierto lasperspectivas en su estudio sobre la hacienda jesuta de Santa Luca,21 en que sin desconocer el papel protagnico de lahacienda, nos acerc a la simbiosis operada entre ella y su

    medio. No nos present slo sus intecambios materiales, sino que se adentr en sus mutuas influencias e imitacionespsicosociales y culturales, que llevaron a sus habitantes, aunen el interior de la hacienda, a conformar una sociedad tnica y funcionalmente diversificada. Mediante su enfoque antropolgico super el acostumbrado anlisis de los factoresde produccin, de mercado y de control social y enmarc a

    la hacienda en el nudo de sus relaciones con el entorno natural y humano, con la ciudad y el mercado, con las autoridades civil y religiosa y la comunidad indgena, con los administradores y los trabajadores, etctera.

    Asimismo, cinco aos despus del trabajo de Nichel, unartculo de corte historiogrfico y metodolgico, en que EricVan Young revis la produccin de las tres ltimas dcadas

    sobre la historia agraria mexicana,22 nos permite cotejar elavance que han realizado los especialistas en la materia. Entre otros tantos temas, el autor se ocup de invalidar la tradicional identificacin entre historia rural e historia de la hacienda y la necesidad de comenzar las investigaciones conuna definicin que no hara ms que violentar, bloquear ydesvirtuar la gran escala de variacin que mostr la natura

    leza de la hacienda. Es tal su grado de polimorfismo, queexiste el riesgo de que la categora de hacienda llegue a perder casi por completo su significado dentro de un anlisis enque se la concepte como agente principal. Ser ms consistente verla como respuesta y efecto variable acomodaticio yno slo como simple causa aislada y nica del desarrollo delmundo rural. Su papel histrico cuadra mejor como varia

    ble dependiente que independientemente. Segn su enseanza, no comprenderemos cabalmente la historia ruralmexicana, si no repartimos nuestra atencin entre la hacienda y los otros elementos del campo y examinamos con todo

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    cuidado la economa y la sociedad campiranas como un sistema total, en el que los fundos rurales slo eran una parteimportante.23

    En este caso, opinamos que tendrn que ser ms provechosos en la investigacin los modelos operativos que se elaboren con las caractersticas que Nickel considera como secundariasy sus variables temporales y regionales, que con las

    primarias que podan hacernos la mala jugada de casarnoscon la imagen estereotipada de la hacienda y su dominio colonialista.Su razn puede haber, toda vez que en varias ocasiones en el desarrollo de su trabajo, Nickel se ve precisado

    a reconocer que tal o cual hacienda no cuadra con los criterios analticos establecidos. En tales circunstancias, pierdeesa unidad su entidad de hacienda?

    Tambin tenemos la impresin de que por la fijacin deun concepto tan cuadrado sobre la hacienda, se origin unadeficiencia en el tratamiento de Nickel. Fue la de presentary poner en accin a la hacienda, desde un principio, como

    ya del todo constituida y formada. Mereci mayor y mejortratamiento el pasaje de los sitios o las estancias a la conformacin y configuracin de las haciendas. Pero tal vez la impresin es injusta por olvidar que nunca se pretendi unahistoria de hacienda.

    Quiz, asimismo, en esa formulacin conceptual, comoen sus juicios de valor y desvalor sobre la hacienda, la obra

    de Nickel tambin sea un testimonio de la pervivencia de lafigura acuada por los crticos porfirianos y los enaltecedores del ejido sobre una hacienda duea y seora del campomexicano, que puede ser caracterizada como directora y dominadora, si no es que explotadora, de toda la vida y actividad campesinas.

    Pero estamos seguros de que el lector encontrar que el

    libro de Nickel, a diferencia de las piezas arqueolgicas, esmucho ms que slo testimonio y punto de referencia.

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    NOTAS

    1. NI CKEL, Herbert J.,Morfologa social de la hacienda mexicana.Trad, de Anglica Scherp. Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1988, 485 pp. (Seccin de Obras de Historia). Edicin en alemn: Soziale Morplwlogie der mexikanischen

    Hacienda. Morfologa social de la hacienda mexicana.Wiesbaden, Fundacin Alemana para la Investigacin Cientfica, Franz Steiner Verlag, 1978, 432 pp.,ilustraciones, mapas. (Publicacin XIV del Proyecto Mxico).

    2. BAZANT, Jan, Examen de libros, en Historia Mexicana,vol. XXIX, nm. 2,(114), (oct-dic 1979), pp.344-347.

    3. EWALD, Ursula, Book Reviews, en The Americas. A quarterly review of Inter-American cultural History.Academy of American Franciscan History, vol. 36,nm. 4, (abril, 1980), pp. 551-553. Ella, tambin dentro del Proyecto Mxico,publicEstudios sobre la hacienda colonial en Mxico. Las propiedades rurales del Colegio del Espritu Santo en Puebla. Wiesbaden, Franz Steiner Verlag, 190 pp.,1976. (Publicacin IX del Proyecto Mxico).

    4. SCHIFF, Warren, Book Reviews. General, en Hispanic American HistricaiReview.Vol. 60, nm. 3, (Agosto 1980), pp. 481-482.

    5. WOBESER, Gisela von,La formacin de la hacienda en la poca colonial. El uso dela tierra y el agua.Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Instituto de Investigaciones Histricas, 1983. (Particularmente, pp. 51-54.

    6. Todas las referencias al libro de Nickel las haremos en el texto, anotando nicamente los nmeros de sus pginas citadas; en este caso, pp. 12, 13.

    7. BAZANT,op. cit.,p. 3448. EWALD, p. 5529. SCHIFF, p. 482.10. EWALD, p. 552, 553.11. SCHIFF, p. 481,12. BAZANT, p. 34513. Ursula Ewald coment sobre esa primera parte: ...sby far the best survey avai

    lable on the Mexican hacienda, p. 552.14. Warren Schiff calific el estilo como pedantic and choppy, p.482.15. BAZANT, p. 345; EWALD, p. 551.

    16. SCHIFF, p. 481.17. BAZANT, pp. 345-346.18. Ibid.,pp. 346-347.19. The Aztecs under Spanish Rule: A History ofthe Indians of the Valley ofMexico, 1519-

    1810.Stanford, Stanford University Press, 1964. Tres aos despus aparecisu versin castellana,Los aztecas bajo el dominio espaol (1519-1810).Mxico, Siglo XXI Editores.

    20. Landlord and Peasant in Colonial Oaxaca.Stanford, Stanford University Press,

    1972.21. A Jesuit Hacienda in Colonial Mexico: Santa- Lucia, 1576-1767. Stanford, Stan

    ford University Press, 1980. Particularmente, pp. 332-339. El trabajo habaaparecido como tesis doctoral en 1973.

    22. VAN YOUNG, Eric, Mexican Rural History since Chevalier: The Historiography of the Colonial Hacienda, en Latin American Research Review, vol.

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    XVIII, nm. 3, 1983, pp. 5-61. Hay traduccin castellana en Historias,nm.12, (Enero-marzo 1986), pp. 23-65.

    23. Mexican Rural History...", pp. 14-15, 25.

    Jos Guadalupe VICTORIA, Pintura y sociedad en Nueva Es

    paa. Siglo XVI. TJNAM, Mxico, 1986, 183 pginas, 50

    ilustraciones en blanco y negro. Apndice documental.

    En el prefacio del libro, Jos Guadalupe Victoria aclara queel trabajo que presenta, es un resumen de su tesis de doctorado, en sus lneas generales. Esta advertencia -las tesis dedoctorado tienen como condicin sine qua non, la originalidad de la investigacin-, ms el ingrediente de un ttulo particularmente interesante -Pintura y sociedad...-preparan elnimo para disfrutar de una obra sobre plstica novohispa-na, que pretende salir de los lugares comunes de la especialidad.

    El autor se esfuerza en explicar que no quiere hacer unahistoria de los estilos y que su propsito es buscar una perspectiva diferente poniendo nfasis en algunos aspectos de

    jados de lado por otros investigadores, en particular el quese refiere al contexto social en el que se desarroll esa pintura. El mismo Victoria evala, modestamente, que si alguna orginalidad reviste nuestra investigacin es justamente la de insistir sobre algunos aspectos que plantea el estudiode dicha expresin plstica hasta ahora no considerados suficientemente -cuando no pasados por alto- en la historiografa sobre el tema... nos abocamos a indagar el contextosocial y cultural en el que vivieron y produjeron sus obrasunos modestos artistas aislados, geogrfica y culturalmente,a quienes el ansia de dinero y fama, les hizo venir a perder

    se en este Nuevo Mundo (pp.23-4).Para cumplir con este objetivo divide el libro en dos par

    tes: la primera dedicada aLa creacin artstica en la Nueva Espaay la segunda titulada pretensiosamenteLa dinmica so-