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1 Ejemplar gratuito Año 10, número 16, Heroica Puebla de Zaragoza, noviembre de 2007 Héctor Azar, zar del teatro mexicano onocí al maestro Héctor Azar el año de 1960 al ingresar a la Escuela Na- cional Preparatoria No. 5 de la UNAM, ubicada en la entonces lejana ex-Hacien- da de Coapa, en la Delegación Tlalpan. Azar im- partía la cátedra de Literatura Mexicana y debe haberle llamado la atención un adolescente al que no le eran desconocidos los nombres de Juan Rulfo, Juan José Arreola, Carlos Fuentes o las le- tras clásicas españolas. A mi vez, descubrí un profesor que verdaderamente había leído a esos y muchísimos más autores —en particular los del Siglo de Oro español, a juzgar por sus clases— y no solamente sus fichas biográficas, como los maestros que había tenido en la secundaria. A éste motivo de admiración se añadieron otros dos: en primer lugar, el reluciente MG convertible rojo que manejaba por entonces —verdadera provocación a la envidia para todo el alumnado, me imagino— y sí, también el que fuera responsable de haber puesto a la Prepa en el mapa cultural por lo menos del DF, mediante la creación del Teatro en Coapa. En efecto, desde 1955 el maestro echó mano de los escasos recursos disponibles para difundir cultura en el plantel, y del abundante material humano constituido por los alumnos —joven, fresco y disciplinado por la férrea mano del novel promotor cultural— para conseguir novedosas interpretaciones de textos clásicos, que tenían la virtud de atraer públicos diversos: los habitantes del entorno de la pre- paratoria —muchos de ellos todavía dedicados a las labores agropecuarias— y el público culto de la ciudad, para quien constituía una atracción desplazarse al campoa disfrutar de los clásicos castellanos sin la polilla con la que generalmente Héctor Azar Barbar nació el 17 de octubre de 1930 en Atlixco, Puebla. Licenciado en derecho y maestro en letras españolas y francesas por la Universidad Nacional Autónoma de México fue dramaturgo (más de 60 obras de teatro), director de teatro (un centenar de obras del repertorio uni- versal, narrador (dos novelas) y ensayista, asi como destacado promotor cultural. Entre los múltiples premios y distinciones que ha recibido destacan el Xavier Villaurrutia de Literatura, el del Festival Mundial de Teatro en Nancy, Francia, las Palmas Académicas del Gobierno de la República de Fran- cia, la Medalla Ignacio Zaragoza , otorgada por el Gobierno de Puebla y el doctorado honoris causa que le concedió en 1991 la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Por Arturo Garmendia C

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Ejemplar gratuito Año 10, número 16, Heroica Puebla de Zaragoza, noviembre de 2007

Héctor Azar, zar del teatro mexicano

onocí al maestro Héctor Azar el año de 1960 al ingresar a la Escuela Na-

cional Preparatoria No. 5 de la UNAM, ubicada en la entonces lejana ex-Hacien-

da de Coapa, en la Delegación Tlalpan. Azar im-partía la cátedra de Literatura Mexicana y debe haberle llamado la atención un adolescente al que no le eran desconocidos los nombres de Juan Rulfo, Juan José Arreola, Carlos Fuentes o las le-tras clásicas españolas. A mi vez, descubrí un profesor que verdaderamente había leído a esos y muchísimos más autores —en particular los del Siglo de Oro español, a juzgar por sus clases— y no solamente sus fi chas biográfi cas, como los maestros que había tenido en la secundaria.

A éste motivo de admiración se añadieron otros dos: en primer lugar, el reluciente MG convertible rojo que manejaba por entonces

—verdadera provocación a la envidia para todo el alumnado, me imagino— y sí, también el que fuera responsable de haber puesto a la Prepa en el mapa cultural por lo menos del DF, mediante la creación del Teatro en Coapa. En efecto, desde 1955 el maestro echó mano de los escasos recursos disponibles para difundir cultura en el plantel, y del abundante material humano constituido por los alumnos —joven, fresco y disciplinado por la férrea mano del novel promotor cultural— para conseguir novedosas interpretaciones de textos clásicos, que tenían la virtud de atraer públicos diversos: los habitantes del entorno de la pre-paratoria —muchos de ellos todavía dedicados a las labores agropecuarias— y el público culto de la ciudad, para quien constituía una atracción desplazarse “al campo” a disfrutar de los clásicos castellanos sin la polilla con la que generalmente

Héctor Azar Barbar nació el 17 de octubre de 1930 en Atlixco, Puebla. Licenciado en derecho y maestro en letras españolas y francesas por la Universidad Nacional Autónoma de México fue dramaturgo (más de 60 obras de teatro), director de teatro (un centenar de obras del repertorio uni-versal, narrador (dos novelas) y ensayista, asi como destacado promotor cultural. Entre los múltiples premios y distinciones que ha recibido destacan el Xavier Villaurrutia de Literatura, el del Festival Mundial de Teatro en Nancy, Francia, las Palmas Académicas del Gobierno de la República de Fran-cia, la “Medalla Ignacio Zaragoza”, otorgada por el Gobierno de Puebla y el doctorado honoris causa que le concedió en 1991 la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Por Arturo Garmendia

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Los archivos son el fundamento mismo de la memoria consciente que tiene el hombre de sí mismo. Bruno Delmas

se montaban. Así me fue dado conocer su versión de El periquillo Sarniento, con la que ganó ese año, 1960, el Premio Xavier Villaurrutia.

Antes de que terminara el año escolar me per-mití presentarle al maestro uno de mis primeros textos literarios: un melodramático cuento titu-lado Tormenta de verano, que quizá se vio obligado a aceptar por provenir de quien había obtenido las mejores califi caciones en su curso lo cual, desde luego, no era garantía de nada. Benévolamente, cuando me lo devolvió me felicitó... pero por mi buena ortografía y me aconsejo que perseverara en el intento de, algún día, llegar a ser escritor.

Zoon Theatrykón, animal teatral Después, los dos nos fuimos a la Universidad: yo, a explorar una titubeante vocación por la arqui-tectura; él, a desarrollarse como Zoon Theatrykón(animal teatral), como gustaba denominarse a si mismo, encargándose en primer término del Departamento de Teatro de la Dirección General de Difusión Cultural de la UNAM, donde regla-mentaría las actividades teatrales universitarias; fundaría el Teatro del Caballito (primera sala teatral de la UNAM instalada en el centro de la Ciudad); el Teatro de la Ciudad Universitaria

(en el teatro Carlos Lazo, Anexo a la Facultad de Arquitectura) e iniciaría y dirigiría la colección de Textos de Teatro de la UNAM. Esta infraestructura fue de inmediato aprovechada por toda una gene-ración de teatristas universitarios, renovadora de las artes escénicas en la década de los sesentas: Juan José Gurrola, Juan Ibáñez, José Luis Ibáñez, Héctor Mendoza, etc.

También a principios de los años sesenta, el maestro Azar dió un paso más en su proyecto fun-dacional del teatro universitario mexicano: crea en el seno de la UNAM, la Compañía de Teatro Universitario (primer grupo de teatro profesional de la universidad), de la que es director. Inicia la construcción de su repertorio encomendando al joven director escénico Juan Ibáñez el montaje de las Divinas palabras, de Ramón del Valle-Inclán, que viaja a Nancy, Francia al Primer Festival de Teatro Universitario en 1964 y obtiene el Gran Premio Mundial.

En 1965 la CTU asiste al el II Festival de Teatro Universitario, con la obra Olímpica, de la pluma de Héctor Azar y nuevamente dirigida por Juan Ibáñez, con la que se hizo patente la calidad del teatro joven de México ante 22 países, todos ellos presentando, en mayor o menor grado, el nuevo teatro de genuina búsqueda que se daba en el mundo al inicio de la década de los sesenta, satu-rada de propuestas y originales hallazgos.

Se consolidaron así las metas que habían sido anunciadas en 1962, en el llamado que animó la creación del Centro Universitario de Teatro. En este llamado, también, apareció por primera vez el dibujo de Picasso, La Cabra, que se transformó en signo y emblema de lo que aspiraba a ser el teatro universitario de México: agilidad y frescura en el trazo, gracia juvenil, precisión en la imagen, gentileza, hasta convertirse en un símbolo familiar aún extramuros del Alma Mater.

El zar del teatro mexicanoEn 1965 Azar es nombrado Jefe del Departamento de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes. Durante su gestión en esta dependencia inaugura el Teatro Jimenez Rueda; funda el movimiento de Teatro Trashumante con el propósito de extender las actividades teatrales a otros espacios en la República; crea el Centro de Teatro Infantil y el Centro de Experimentación Teatral del INBA; dirige las Temporadas de Teatro Escolar para Jardín de Niños, Primaria y Secundaria (5,500 niños diarios), y promueve el proyecto editorial del Teatro del INBA, que alcanza a publicar 17 volúmenes.

Héctor Azar, durante un ensayo de su obra Olímpica, en el Teatro Olímpica, en el Teatro OlímpicaMacedonio Alcalá de Oaxaca.

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Los archivos llegan a ser la memoria viva de todo lo que un día se construyó, se defendió, se amó y se soñó. Hermes Tovar

Pero no se detuvo ahí: en 1967 es nombrado Director de la Casa del Lago de la UNAM, en el Bosque de Chapultepec. Ahí funda el Foro Abierto y el Teatro de Cámara, asi como el Primer Salón de Primavera de la pintura joven; en 1968 inaugura el Foro Isabelino del Centro Universitario de Teatro, también dentro de la UNAM; en 1971 funda y dirige el grupo Teatro Espacio 15 de la UNAM, como segunda época de la Compañía de Teatro Uni-versitario, a la vez que edita y dirige la revista teatral La cabra.

Finalmente, en 1972 funda la Compañía Nacional de Teatro, del INBA y es nombra-do director titular.

Fueron los siete años (1965 – 1972) más fructífe-ros que haya conocido el país en cualquier época. Los dominios de Azar comprendían distintos es-pacios de la UNAM y se extendían hasta el Instituto Nacional de Bellas Artes; y si bien es cierto que la concentración del poder en manos de Héctor Azar fue inmensa, justifi cándose así el apodo de “zar del teatro” con que se le motejó, también lo es que el maestro se multiplicó construyendo y adaptando teatros, organizando grupos teatrales y compañías estables, formando actores, directores y cuadros técnicos para la escena en las cantidades necesa-rias para hacer funcionar la infraestructura que había construido, sin por ello dejar de atender su labor como dramaturgo y director escénico.

Huelga decir que a lo largo de su gestión en estas instancias surgieron nuevos talentos escéni-cos, como Jorge Esma, José Estrada, Julio Castillo, Héctor Ortega, Wilebaldo López y otros muchos actores y agentes teatrales.

Sin embargo tal situación era demasiado idí-lica para sobrevivir por mucho tiempo, máxime cuando el medio teatral —y aún el cultural, para ser justos— es uno en el que el culto al ego, la en-vidia, la maledicencia y la intriga son inmanentes. Llegó el momento en que esas fuerzas malignas se conjuraron para proporcionarle al Zar un golpe de Estado: la toma, el 13 de enero de 1973, del Foro Isabelino por un grupo de teatristas amotinados que anunciaron que no devolverían el local a la UNAM mientras no renunciara el “odiado tirano”.

Episodio que podría equipa-rarse a la toma del edifi cio de rectoría por el autollamado grupo de los “enfermos”, que propiciaron la renuncia del doctor Ignacio Chávez a la rec-toría de nuestra máxima casa de estudios.

La renuncia del maestro Azar llegó acompañada, en palabras del maestro, “de la decisión rectora de no volver a aceptar un cargo público más, decisión que pude sostenerse durante 20 años (1973-1993), al cabo de los cuales Manuel Bartlett me brinda el privile-gio, largamente esperado, de trabajar en la cultura de Puebla. Aunque siempre con el equipaje preparado”.

Sólo resta mencionar que a lo largo de esos años, mi relación con el maestro sólo fue de fi el espectador. Conocía y apreciaba su trayectoria, pero entre mis modestas actividades y las brillantes suyas no había punto de contacto. El afortunado —para mí— reencuentro se produjo cuando las borrascas del movimiento estudiantil de 1968 se llevaron mi no muy fi rme vocación por la arquitectura y me lanzaron al Centro de Estu-dios Cinematográfi cos de la UNAM, poco tiempo después de haberse fundado. Ahí fui parte de una pequeña comunidad de amigos, que se unió para editar un boletín cinematográfi co destinado a reseñar, en primer término, el movimiento cineclubístico en ese momento muy activo, que se llamó 35 mm. El maestro tuvo a bien apoyar esta aventura cultural estudiantil, permitiendo su difusión en la Casa del Lago, y aun llamándonos a presentar algún fi lme en su cine-club.

El Periquillo Sarniento, de Fernández de Li-zardi, El coloquio de los cuatro doctores de la iglesia, de Fernán González de Eslava o Los falsos profetas, basada en El Anticristo, de Juan Ruiz de Alarcón; Inmaculada (1963), Adán retorna (1980) y La incon-tenible vida del respetable señor Ta Kah Brown (1984). tenible vida del respetable señor Ta Kah Brown (1984). tenible vida del respetable señor Ta Kah Brown (Retomó la dirección del Teatro Espacio 15, que re-cién había formado, y con aquellos actores que per-manecieron cercanos y leales a él, Martha Ofelia Galindo, Eloísa Gotdiener, Selma Beraud, María del Carmen Farías, Carlos de Pedro, César Arias, Adalberto Parra y Paco Toledo instaló en pocos días un despacho titulado Asuntos Teatrales, con

Portada de su libro que contiene dos obras dramáticas.

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Los archivos cosntituyen la posibilidad de conservar la memoria de nuestra sociedad, de conservar en los documentos las acciones de los hombres y la vida de las instituciones. Gustavo Villanueva.

el que programó temporadas escolares, cursos particulares y elaboró diseños de acciones institucionales, siempre con la idea de encontrar un sitio donde instalar un conjunto teatral estable.

El 2 de febrero de 1975 el maestro Azar congregó a un grupo de amigos en una ca-sona en el centro del tradicio-nal barrio de Coyoacán (en la esquina que forman las calles Centenario y Belisario Domín-guez) para inaugurar el Centro de Artes Dramáticas AC (CA-DAC) “como una contribución al desarrollo de conceptos congruentes con las mutacio-nes sucesivas que la actividad teatral ha presentado en el si-glo que nos ha tocado vivir”, de acuerdo con su fundador. Se trataba de establecer “un lugar de encuentro de las nuevas generaciones atentas a participar en la búsqueda novedosa, y también como un punto de reencuentro armoni-zado mediante la esperanza de comprender y aceptar el teatro como una labor conjunta inex-cusable... alejada de las postu-ras egocéntricas y desplantes narcisistas que parecen carac-

terizar los quehaceres teatrales en el mundo”. Así, en más de treinta años de actividades ininterrum-pidas CADAC se ha constituido como un espacio abierto a toda persona que se interese por el arte teatral, puesto que ofrece opciones formativas para perso-nas de cualquier profesión, edad o nivel académico a través de dos posibilidades:

El teatro al servicio de la per-sona: para todo aquel que desee aprovechar las capacidades psico-terapéuticas que el teatro contiene como medio integrador del ser humano, o

La persona al servicio del teatro:para quienes deseen explorar el ejercicio teatral entendido y practi-cado como una elevada respon-sabilidad profesional.

En este contexto, regresé a Coyoacán, de donde soy oriundo, después de varios años de resi-dencia en Puebla. Había trabajado ahí, en la Universidad, desempe-ñándome entre otros cargos como responsable del Departamento de Cine en el área de Difusión Cul-tural. Como tal había fi lmado el cortometraje Vendedores Ambulan-tes, que mereció un premio en el Festival de Oberhausen, Alema-nia, en 1974, con el apoyo de un grupo de teatro callejero cuya ani-madora principal, Olga Corona, fue la protagonista de la película. El caso es que me casé con ella; y puesto que ya establecidos en la ciudad ella manifestó interés en iniciar estudios formales de teatro, la llevé a CADAC a presen-tarla con su director. La química fue instantánea. El maestro Azar —taciturno, introvertido, con fama de ogro— no tuvo para ella más que cortesía y deferencias. Sería que ambos eran poblanos, o que llevaban el teatro en la sangre, el caso es que congeniaron estu-pendamente y Olga se incorporó a los cursos vespertinos de CADAC,

a la vez que el maestro me so-licitó que impartiera un curso de apreciación cinematográ-fi ca en sus instalaciones.

Se inició así una feliz tem-porada, que supuso para mí una inmersión express en el mundo del teatro: conocí, por interpósita persona, el proceso de formación actoral; leí las obras que ahí se reco-mendaban; asistí a los cursos y conferencias que el maestro y otros especialistas dictaban y tuve oportunidad de observar ensayos y puestas en escena desde adentro. El caso es que ante mi difi cultad de seguir haciendo cine, hacer teatro me pareció una buena opción.

Elegí para mi debut como director escénico una pieza en un acto de Yukio Mishima, Lady Aoi, adaptación de una obra tradicional del teatro Noh al Japón moderno, en la que Consuelo Rodríguez, actriz estable de CADAC que recién había actuado en La rosa tatuada de Tennesse Williams bajo la dirección de Azar, me

Jorge Rojo en una escena de Ifi genia Cruelde Alfonso Reyes, dirigida por Azar.

Martha Ofelia Galindo como Inmaculada, Inmaculada, Inmaculadadirigida por Héctor Azar.

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Los archivos constituyen la expresión más completa de la actuación humana en todos los aspectos de las relaciones de los hombre y las instituciones. José Manuel Mata Castillón

hizo el favor de incorporar a la protagonista; mientras Olga, mi esposa, aparecía en una parte más pequeña. Generosa-mente, el maestro Azar facilitó el “Espacio C” de CADAC para la representación.

Envalentonado por la mo-desta pero buena acogida de esta empresa, adapté como comedia musical un ballet de Bertolt Brecht, Los siete pecados capitales, substituyendo la par-titura de jazz de Kurt Weill por una de música tropical popu-lar y haciendo de la trama no un tour de force dancístico, sino el irresistible ascenso a la fama de una cabaretera. Por el estímulo que supuso haber aprendido de su práctica tea-tral, la obra está dedicada a Héctor Azar.

Montar las coreografías de los once números musicales, con el apoyo de Raúl Platas fue todo un reto, pero también una de las tareas más placen-teras que haya acometido. En esta oportunidad Olga llevó

el peso de la parte dramática. La obra se estrenó en 1991 en el Teatro Isabel la Católica del Seguro Social, en el corazón de Tlatelolco, y se mantuvo en car-telera un mes. Posteriormente, el maestro me facilitó nuevamente el “Espacio C” para alojar a Los siete pecados... un mes más.

Solo me falta mencionar que en 1987 le entregué a don Héctor el manuscrito de Historia porten-tosa, insólita y prodigiosa de la Anti-gua California, obra de mi autoría que recibiera el primer premio en el Concurso Nacional de Teatro Histórico convocado ese año por la Secretaría de Educación Pública, el INBA, y el Seguro Social, entre otras instituciones. Me felicitó, hojeó el documento, me pidió que le hiciera una breve reseña verbal y me lo devolvió. Me dijo. “Tráemelo otra vez, cuan-do haya sido editado”. Se lo prometí, pero no pude cumplir mi palabra: permanece inédito. No entendí su reacción como un rechazo, sino como una mo-tivación para que saliera de los muros protectores de CADAC a explorar otros espacios.

Trayectoria de una vidaNo cabe duda de que los años del Zar en el exilio de CADACfueron muy duros. No es posible imaginar que para alguien como él, que había regido simultánea-mente los destinos escénicos de las instituciones más poderosas de su tiempo (la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Nacional de Be-llas Artes) fuera fácil soportar el ostracismo, cuando no el desdén de sus adversarios. En esa situación de exilado, varias veces le oí mencionar que ya solo aspiraba a montar la obra de un dramaturgo bienamado, Thorton Wilder —de quien en sus inicios ya había puesto La piel de nuestros

dientes—, llamada Nuestro pueblo; y estrenar su creación en ese entonces más reciente, La incontenible vida del señor Ta kah Brown.

Cumplió su deseo, y lo hizo por todo lo alto. De la delicada obra de Wilder extrajo un canto a la efímera belleza de la vida humana, pleno de agridulce melancolía; y en el montaje de su propia pieza vertió buenas dosis de ironía y sarcasmo para caracterizar a la clase media na-cional en su reluciente entorno sesentero caracterizado por el metro, el conjunto habitacional Tlatelolco y los colorines de la decoración de la Olimpiada que por entonces invadían la ciudad.

Parecía ser el canto del cisne. Aunque desde su refugio Azar continuó ejerciendo su infl uencia benéfi ca en la formación de nue-vas generaciones de servidores de teatro (de sus aulas surgieron todavía dramaturgos de la talla de Victor Hugo Rascón Banda, y actores-directores como Sergio Jiménez, por ejemplo) y recibiendo reconocimientos

Ofelia Medina en Un roman paladio, dirigida por Héctor Azar.

Nicolás Núñez y Gloria Leticia Ortiz ensayan Juegos de Masacre, de Eu-gene Ionesco, montada por Azar.

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La posibilidad de hacer historia está en relación directa con la riqueza documentalLuis González

de instituciones nacionales y extranjeras, lo cierto es que el teatro mexicano se encaminó por nuevos rumbos. Aún así, durante los veinte años siguientes, el maestro Azar:

Es nombrado, en 1980 Di-rector de la Rama de Teatro de la Sociedad General de Escri-tores de México (SOGEM).

Funda en 1985 CADACAtlixco, habiendo puesto su primera piedra el escritor poblano Pedro Ángel Palou. Ahí celebraba anualmente las tradicionales fi estas del Atlix-cayotl; y en 1986 representó su creación Atlixco por siempre.

Hasta mediados de 1986 había dirigido 18 cortometrajes para el noticiero Cine Verdad.

Virginia Manzano, en Las alas sin sombra, Las alas sin sombra, Las alas sin sombradirigida por Héctor Azar.

En mayo de 1987 es admitido como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

Entre 1988 y 1992 dirige las Jornadas Alarconianas en Taxco, Guerrero, dedicadas a preservar y difundir la obra de Juan Ruiz de Alarcón, gloria del teatro co-lonial y oriundo de ese lugar.

En 1989 inaugura CADAC* TAXCO, como dependencia del TAXCO, como dependencia del TAXCOInstituto Guerrerense de Cultura.

En 1991 inaugura CADAC* PUEBLA.

Además, en el periodo da a conocer más de una decena de obras de teatro, ocho libros de ensayos, una autobiografía, un libro de cuentos y una crónica, A la luz de Puebla, en la que rinde homenaje a su solar natal.

Portada del ensayo de Héctor Azar, Cómo acercarse al teatro.

Héctor Azar, por méritos,

la Benemérita Universidad

Autónoma de Puebla, por acu-erdo del H. Consejo Universi-tario, tuvo a bien otorgarle en octubre de 1991 un doctorado honoris causa. En la ceremonia correspondiente el entonces rector, licenciado José Doger Corte, expresó lo siguiente:

“El grado de doctor honoris causa es conferido a una per-sona que constituye un ejem-plo señero de los valores que la humanidad más aprecia, que las universidades más necesi-tan: los valores del trabajo, de la creación y del saber, que se sintetizan en excelencia y calidad. Representa también

Regreso a la tierra natalel paradigma del universitario que ha sabido desarrollar ar-mónicamente su multifacética actividad, encontrando en ésta equilibradas las tres funciones sustantivas de la Universidad: la docencia, la investigación y la difusión cultural.

“Quien hoy recibe la distin-ción constituye un ejemplo a emular por todos los univer-sitarios, tanto por sus méritos excepcionales en los campos de la literatura, del teatro y de la dramaturgia, como por su contribución al perfi l ideal del universitario, que integra la formación de recursos humanos, la producción de conocimientos en su área y la actividad creativa de la difusión de la cultura”.

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El archivo es la memoria de las instituciones, es también la memoria histórica de las sociedades es el lugar que guarda la obra viva de los hombres muertos. Luis Núñez Contreras

Poco tiempo después de este acontecimiento, en 1993, el gobernador del Estado de Puebla, licen-ciado Manuel Bartlett Díaz, le ofrece el cargo de Secretario de Cultura, que Azar, agradecido por la oportunidad de trabajar en su tierra natal, acepta, “Aunque siempre con el equipaje preparado”.

Faltaría espacio para aquilatar la obra como promotor cultural en la entidad, durante el perio-do 1993- 1999. Baste decir que, como de costum-bre, desplegó toda su sabiduría y habilidades en la labor de promover, difundir y aportar a la comu-nidad los valores de la cultura nacional. Mencio-naríamos como hitos de su gestión cuyo preludio fue la organización, en 1996, de las celebraciones por el 350 aniversario de la Biblioteca Palafoxiana, la primera abierta al público en la época colonial, con eventos que incluyeron un magno concierto de música clásica en la Catedral, titulado Salmo-dia Palafoxiana, para el cual seleccionó textos de la época que fueron interpretados por el Coro del Benemérito Instituto Normal del Estado.

Diseñó además un vasto programa de restaura-ción de edifi cios con valor histórico, colaborando en el rescate del antiguo Hospital de San Pedro para alojar ahí el Museo Poblano de Arte Virreinal e hizo un esfuerzo al dotar de un espacio físico propio y permanente al acervo fotográfi co Juan C. Méndez e inicio las tareas de preservación de esta colección.

El maestro Héctor Azar falleció el 11 de mayo del año 2000. Poco tiempo después se le rindió un Homenaje Nacional al que fuera uno de los dra-maturgos mexicanos más importantes del siglo XX, con la presencia de Rafael Tovar, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA); Gerardo Estrada, director general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA); Melquiades Morales, ex-gobernador del estado

de Puebla; Antonio Crestani, en representación de Juan Ramón de la Fuente, rector de la Univer-sidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Víctor Hugo Rascón Banda, presidente de la So-ciedad General de Escritores de México (SOGEM); asi como la señora Antonieta Mansour viuda de Azar. En ese acto luctuoso, el dramaturgo Rascón Banda externó lo siguiente: “La dramaturgia del maestro Azar es única: en ella encontramos lo popular elevado a niveles artísticos y fi losófi cos. El humor, el sarcasmo y la poesía permean toda su obra, poblada de personajes insólitos en su gran-deza y en su miseria. Explorador de la farsa, del auto sacramental y de la tragedia, indagador de géneros y estilos, experimentador por excelencia y creador de nuevas formas dramáticas”; y puntua-lizó “el maestro Azar enriqueció nuestro teatro, lo volvió moderno, lo alejó del costumbrismo de los años setenta y lo transformó, nos ha enseñado a respetar el escenario y a respetarnos a nosotros mismos, a no ser complacientes”.

Héctor Azar y Gustavo Sainz.

Diana Bracho en su debut en la obra de Israfel de Abelardo Castillodirigida por Héctor Azar, estrenada en el Teatro Xola, 4 de mayo de 1973.

En la página siguiente presentamos el acertijo El autor y su obra, quien acertadamente lo conteste recibirá, en la Casa de la Memoria Universitaria (Reforma 531), un portafolios del III Congreso Iberoamericano de Archivos Históricos Universitarios.

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BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA

Rector: Enrique Agüera Ibáñez Secretario general: José Ramón Eguibar CuencaTiempo Universitario

Director: Alfonso Yáñez Delgado, Diseño gráfi co: Armando López Vázquez. Tiempo Universitario es una publicación del Archivo Histórico Universitario. Aparece quincenalmente. Impreso en: Litografía Magno Graf. El costo por ejemplar de 8 páginas es de noventa y ocho centavos más IVA. Tiraje: Veinte mil ejemplares. Responsable de distribución: Marcos Medrano Flores. Los autores son responsables por los textos publicados. Esta publicación se puede adquirir en La Casa de la Memoria Universitaria, Avenida Reforma 531. Puebla, Pue. teléfono: 2 32 74 79. Se aceptan colaboraciones de investigación sobre la vida universitaria. E-mail: [email protected] Distribución gratuita.

EL AUTOR Y SU OBRATras escribir en el recuadro de la derecha las soluciones

a las defi niciones, tacha las sílabas correspondientes a ellas en el recuadro de la izquierda. Las sílabas que queden sin tachar te darán el título de uno de los muchos libros que escribió el historiador, humanista, diplomático y político poblano (1918-2004) cuyo apellido y la inicial de su nombre aparecerán en la primera columna de las soluciones, señalada con una fl echa.

Defi niciones1. Militar y político veracruzano que entre 1844 y 1851 fue tres veces presidente de México y posteriormente director del Monte de Piedad. (apellido).2. Egresado del Colegio Militar, combatió al invasor estado-unidense en 1847 y participó en la guerra de los Tres Años a las órdenes de Ignacio Zaragoza y de González Ortega. En 1861 con el grado de general de brigada fue comandante general del Distrito Federal y diputado federal por Jalisco. En este año fue aprehendido y fusilado por Leonardo Márquez. (nombre).3. Quizás el más grande escritor que ha dado México. Fundó el Ateneo de la Juventud y El Colegio Nacional. Presidió la Academia Mexicana de la Lengua y recibió en 1945 el Premio Nacional de Literatura. (nombre).4. Médico y pedagogo poblano, creador de la Escuela Nacional Preparatoria (1867) e introductor en México del positivismo, teoría fi losófi ca según la cual la única fuente de conocimiento es la experiencia que se obtiene de los fenómenos. (apellido).5. Médico guerrerense que a mediados del siglo pasado fue rector de nuestra universidad. Autor de obras de pediatría y de creación literaria (por ejemplo: “Burla burlando”). En su juventud dirigió la revista literaria “Don Quijote”. (ape-llido).6. Miembro del Consejo de Honor (organismo creado por la Ley Orgánica que le otorgó la autonomía a la Universidad de Puebla en 1956) y directora durante 40 años de la Prepa-ratoria del CENCH. (apellido).

7. Integrante del Estado Mayor de los presidentes Madero y Carranza. Fue ascendido a general de división tras propinar algunas derrotas a las fuerzas villistas. Muchos años después fue senador y funda-dor del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana que presidió. (apellido).8. Escritor, periodista y político liberal. Participó en la elaboración de las Leyes de Reforma. Fue ministro de Justicia e Instrucción Pública en el gobierno de Benito Juárez y creó la Biblioteca Nacional. También fue secretario de Justicia en el primer periodo de Por-fi rio Díaz. Entre sus obras fi guran: “Lecturas de historia política de México” y “La lluvia de azogue”. (nombre).9. Político liberal guanajuatense que fue ministro de Relaciones Exteriores en el gabinete de Benito Juárez en 1862. Antes había sido gobernador de su estado. En 1863 luchó contra los invasores franceses. (apellido).10. Abogado potosino, ministro de Justicia e Ins-trucción Pública a mediados del siglo XIX y principal redactor del proyecto de la Constitución de 1857. Más tarde fue gobernador del Distrito Federal. (apellido).

ADASENCERANCIOCIOCIO

TRECOA

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LERRRIAMOESGATI

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FONLAÑOÑOÑO

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* Isaac Wolfson, ex director de la Escuela de Ciencias Químicas, distinguido profesor universitario y autor de varios libros. Dilecto colaborador del Archivo Histórico Universitario

* Por Isaac Wolfson