hay que atraer simpatías hacia la estirpe de los guerreros ... · hay que atraer simpatías hacia...

16
Hay que atraer simpatías hacia la estirpe de los guerreros para disipar los prejuicios, las barreras, los obstáculos que han interpuesto algunos agentes de la «cultura light». Barreras del siguiente tipo: «El retorno de la preocupación de los investigadores por el Estado condu- jo inicialmente a varias tesis de tipo más bien programáticas, muchas de las cuales eran farmidablemente oscuras». «... Pensamos sobre todo en las obras de Nicos Poulantzas y en la escuela alemana de la «lógica del capital,,15. ¿Por qué tantos intelectuales, adjetivando así la práctica teórica de Poulantzas, luchan porque ella permanezca en el olvido? ¿Cuánto de explosiva posee ella? Ellos han producido la espesa niebla que ocul- ta, que previene, que prejuzga sobre la práctica teórica de Nicos Poulantzas. Respecto a las obras de la generación analizada, en su diferencia, se han consolidado con el tiempo. Pero, ¿Cuál responsabilidad asumió Poulantzas para que su prácti- ca teórica no se mencione ni se estudie? ¿Qué clase de espada empu- ñó este guerrero? Según nos parece las condiciones históricas asignaron a Poulantzas algún lugar en el marxismo; valga aclararlo, en ese sin lugar que él precisó aSÍ: «El marxismo es una teoría abierta que fue fundada por Marx y Engels y enriquecida luego constantemente». «... Yo no acepto detenerme en los textos clásicos del marxismo en lo que se relaciona con el Estado o con el resto »16. Poulantzas exhibe así la concepción, que consideramos paradojal, sobre la obra de Marx. Cuantas veces lo considera pertinente, la teo- ría existe: El papel detenninante del capital productivo en el proceso de reproducción del conjunto del capital social [ ... ) tiene incidencias decisivas sobre la determina- ción de las clases. En efecto, no es sino por este papel por lo que pueden comprenderse los análisis de Marx sobre la clase obrera, que no se halla circuns- crita por el salario (compra y venta de la fuerza de trabajo, es decir, la "clase salarial»), sino por el trabajo productivo, es decir, bajo el capitalismo, por el que produce directamente el plusvalor. Así, según Marx, no forman parte de la clase obrera más que los asalariados que dependen del capital productivo, ya que es el único que produce plusvalor. « •. el corte ciencia-ideología está lejos de poseer la naturaleza Túdicai que le habiamos atribuido hace algunos años » (p. 133, cursivas del original) yen este último, como cualquier brioso corcel, se ha sacudido de las pesadas aguas del lenguaje esrructuralisra predominante en los años 60 y 70 y al cual acudió con entusiasmo. 191

Upload: others

Post on 16-Mar-2020

13 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Hay que atraer simpatías hacia la estirpe de los guerreros para disipar los prejuicios, las barreras, los obstáculos que han interpuesto algunos agentes de la «cultura light». Barreras del siguiente tipo: «El retorno de la preocupación de los investigadores por el Estado condu­jo inicialmente a varias tesis de tipo más bien programáticas, muchas de las cuales eran farmidablemente oscuras». «... Pensamos sobre todo en las obras de Nicos Poulantzas y en la escuela alemana de la «lógica del capital,,15.

¿Por qué tantos intelectuales, adjetivando así la práctica teórica de Poulantzas, luchan porque ella permanezca en el olvido? ¿Cuánto de explosiva posee ella? Ellos han producido la espesa niebla que ocul­ta, que previene, que prejuzga sobre la práctica teórica de Nicos Poulantzas. Respecto a las obras de la generación analizada, en su diferencia, se han consolidado con el tiempo.

Pero, ¿Cuál responsabilidad asumió Poulantzas para que su prácti­ca teórica no se mencione ni se estudie? ¿Qué clase de espada empu­ñó este guerrero? Según nos parece las condiciones históricas asignaron a Poulantzas algún lugar en el marxismo; valga aclararlo, en ese sin lugar que él precisó aSÍ: «El marxismo es una teoría abierta que fue fundada por Marx y Engels y enriquecida luego constantemente». «... Yo no acepto detenerme en los textos clásicos del marxismo en lo que se relaciona con el Estado o con el resto»16.

Poulantzas exhibe así la concepción, que consideramos paradojal, sobre la obra de Marx. Cuantas veces lo considera pertinente, la teo­ría existe:

El papel detenninante del capital productivo en el proceso de reproducción del conjunto del capital social [ ... ) tiene incidencias decisivas sobre la determina­ción de las clases. En efecto, no es sino por este papel por lo que pueden comprenderse los análisis de Marx sobre la clase obrera, que no se halla circuns­crita por el salario (compra y venta de la fuerza de trabajo, es decir, la "clase salarial»), sino por el trabajo productivo, es decir, bajo el capitalismo, por el que produce directamente el plusvalor. Así, según Marx, no forman parte de la clase obrera más que los asalariados que dependen del capital productivo, ya que es el único que produce plusvalor.

« •. •el corte ciencia-ideología está lejos de poseer la naturaleza Túdicai que le habiamos atribuido hace algunos años» (p. 133, cursivas del original) yen este último, como cualquier brioso corcel, se ha sacudido de las pesadas aguas del lenguaje esrructuralisra predominante en los años 60 y 70 y al cual acudió con entusiasmo.

191

Los asalariados que dependen de la esfera de la circulación y de la realización de la plusvalía, es decir del capital comercial y del capital bancario, no forman parte de la clase obrera, ya que esos capitales, y el trabajo que de ellos depende, no producen plusvaloriv

Esgrime así que existe la teoría, en el sentido estricto del término, valga decir como conjunto «coherente", no abierto 17. Esta espada la desenvaina Poulantzas ante los autores que sostienen «el papel princi­pal de la circulación en la reproducción del capital social (C h Palloix, P. Pb Rey, y enlazando así con A. Emmanuel y A. Gunder Frank .. . " IB.

Entonces para Poulantzas, ¿Q ué significa que « ...el marxismo es una teoría abierta ... »?

mo lo examinaremos después, él no aceptó detenerse « ...en lo que se relaciona con el Estado ... ». Empero, ¿qué quiso decir « ...0 con el res to ... »? ¿Acaso que la teoría, que ha demostrado lo his tórico, la transitoriedad de los modos de producción, posee infinidad de orifi­cios o puertas y por tanto, ella no existe? Todo lo contrario.

La respuesta parece como si la expusiese durante la entrevista ci­tada: «yo no acepto detenerme en los tex tos clásicos del marxismo en 10 que se relaciona con el Estado o can el resto ... »

Lo de ambiguo y lo de irreverente contenido en « ... o con el res­to . . . » no deja de asombrar aunque caracteriza la práctica teórica de Poulanzas. ¿Por qué? Ambiguo porque aunque Poulantzas blande la espada de la teoría no sólo contra Gunder Frank, Rey, etc; apelando a la teoría de Marx; sin embargo lo hace con irreverencia hacia esta . Por ejemplo, «Éramos cierto número los que habíamos seí'ialado que los grandes terratenientes de la renta territorial, que Marx compren­de abusivamente en el último capítulo de El Capital como una clase autónoma y distinta, dependiente del modo de producción capitalis­ta, no pertenecen a él de hecho»19.

iv N. PoulantLas, Las cll1.\cs sociales en el capiwli87TIO aCltwl, México, Siglo XXI editores, p. 187. Retendremos este concepto porque está en el centro de los aportes de Poulantzas sobre la lucha entre In clase burguesa y la clase obrera. El aporte consiste en que insinúa la imerrogación sobre la identificación hist6rica del proletariado, productor de plusvalor, como foco al cual orientar los énfasis organizativos de clase y de manera especial porque al jerarquizar la burguesía y el proletariado en fracciones de clase, retiene. enriqueciéndo los, los conceptos gramscianos de Bloque y de hegemonía.

En esta apreciaci6n se percibe cllráruiw en el Régimen político burgués -la democra­cia. El desprecio de Poulantws hacia "la mayoría .. difiere del aprecio hacia esta entre socialdem6cratas y comunistas propensos a representarla. Sin explicitarlo, Poulantzas cues­tiona las estrategias electorales.

192

En síntesis, si las irreverencias de Poulantzas hacia el primer crea­dor, Marx, constituyesen sucesiones ordenadas, quizás construiríamos alguna escala que serviría para entender porqué hemos acudido a la figura del guerrero.

¿Teoría abierta o práctica teórica?

No lo soslayamos. Cuantas veces pensemos sobre la práctica teóri­ca de Nicos Poulantzas aparece, ineludible, la asociación con la de Louis Althusser. Por consiguiente, respecto al tema que traemos entre neumas, acertaríamos si concediéremos en lo siguiente: cuando Poulantzas habla de teoría abierta ¿está sólo el círculo de Ulm?20 Ahí se compartía, más o menos, que:

El fin del dogmatismo nos ha puesto frente a esta realidad: que la filosofía marxista, fundada por Marx en el acto mismo de la fundación de su teoría de la historia, está en gran parte todavía por constituirse, pues, como lo decía Lenin, sólo han sido colocadas las piedras angulares; que las dificultades teóricas en las que nos habíamos sumergido, bajo la noche del dogmatismo, no eran dificulta­des totalmente artificiales, sino que se debían también, en gran parte, al estado de no elaboración de la filosofía marxista; aún más, que en las formas congela­das y caricaturescas que habíamos soportado o mantenido, y hasta en la mons­truosidad teórica de las dos ciencias, estaba realmente presente, con una presencia ciega y grotesca, un problema aún no solucionado (me bastan por testigos las obras del izquierdismo teórico: el joven Luckas y Korsch); y final­mente que nuestra suerte y nuestra tarea es simplemente p'lantear y afrontar estos problemas abiertamente, si queremos dar un poco de existencia y de consistencia teórica a la filosofía marxista2l .

Pero, ¿a cuál clase de asociación nos referimos? La práctica teórica de Poulantzas difiere, pero se complementa con la de Althusser. Se­gún este:

La fundación de la ciencia de historia por Marx ha 'provocado' el nacimiento de una nueva filosofía teórica y prácticamente revolucionaria: la filosofía marxista o 'Materialismo Dialéctico'. El que esta filosofía sin precedente se encuentre, des­de el punto de vista de su elaboración teórica, todavía en retardo en relación a la ciencia marxista de la historia (materialismo histórico), se explica [ ... ]22.

Pero según Poulantzas:

Consideramos ahora la obra teórica mayor del marxismo, que es El Capital. ¿Qué puede sacarse de él en lo que concierne, más particularmente, al estudio de lo político, principalmente del Estado capitalista? En realidad, El CaPital

193

194

contiene -entre otras cosas, pero no me limito a lo que nos interesa principal­mente aquf- por una parte un tratamiento científico del mouo de producción capitalista, de la articulación y de la combinación -de la matriz- ue las instan­cias que lo especifican, por otra parte de un tratamiento te6rico sistemático de la región económica ue ese modo de prouucción. Y esto no, como se ha creíuo mucho tiempo, porque no suceua nada importante en las otras regiones y su examen sea secunuario; sino porque, como se verá en seguida, ese modo ue producción es especificado por una autonomfa caracterfstica de sus instancias, que merecen un tratamiento científico particular, y porque lo económico detenta en ese modo, además de la determinación en última instancia, el papel predomi­nante. Asf, las otras instancias -lo político, lo ideológico-- están muy presentes en El Capital-que no es, en ese sentido, una obra «exclusivamente" econ6mica-, pero en cierto moJo en hueco, por sus efectos en la región económica.

Así como no se encuentra en El CaJ)iwl una teoría sistemática de la ideología en el modo de producción capitalista -las observaciones sobre el fetichismo capitalista no pueden pretender ese título- wmpo­co se encuent ra U11a teona de lo político2J •

El énfasis de Althusser en «el retardo» del materialismo dialéctico en la pertinencia «de constituir la filosofía marxista » la había axiomatizado así: « ... Ia ciencia de la historia ya había sido fundada por Marx ... » . Pero Poulantzas abandona el axioma: hay pero «en hue­co ... una teoría de la región de la ideología, una teoría de la región de la política; tan sólo encuentra un tratamiento sistemático de la región económica». Althusser supone la «completez» del materialismo histó­rico para emprender la ardua práctica teórica que constituya el mate­rialismo dialéctico. Poulantazas, por el contrario, sugiere la incompletez y con ello introduce conjeturas sobre el materialismo dialéctico que surgiría de las insuficiencias del Materialismo Histórico. Para quienes tengan interés por el tema sugerimos la hipótesis de que la posición de Althusser y del círculo de Ulm hacen eco del voluntarismo que Krushev había impuesto en el movimiento comunista internacional como seílal de la superación del estalinismo: «... el fin del dogmatismo ... ». Por ello, a las dos prácticas teóricas referidas, complementarias o tal vez contrapuestas, ¿acaso las nutre ese aire de libertad cuyo derecho ha sido proclamado mediante el "fin del dogmatismo»? En otras palabras, el derecho que los portadores del poder político derivan al proclamar el derecho de los otros, como si estoS les hubiesen otorgado tal dere­cho. ¿Hay, acaso, derecho en el sin derecho?

En otras palabras, este círculo paradojal del poder burgués y del staliniano ha regido algunas de las prácticas sociales opresoras. Para disiparlas Poulantzas transformará, teóricamente hablando, aquellas

materias primas de la región de la política aportadas por los clásicos «marxistas» .

¿Por qué paradojas? Porque Poulantzas al resaltar lo incompleto, «en hueco», de las regiones aludidas corrió e! velo, disipó la bruma con que la tradición había cubierto e! cuerpo del materialismo histó­rico y exhibió, más bien, un cuerpo relativamente mutilado. En tal tradición incluía, sin mencionarlo, al propio Althusser. En síntesis, porque evidencia la incompletez de! materialismo histórico elaborado por Marx, cuestiona e! proyecto althusseriano de constituir la filosofía marxista o materialismo dialéctico; pero, paradojal, porque Poulantzas ha logrado develar tal incompletez mediante e! catalejo de la filosofía marxista que Althusser había sugerido:

El todo marxista [ ... ] es un todo cuya unidad, lejos de ser la unidad expresiva o «espiritual» del todo de Leibniz o de Hegel, está constituido por cierto tipo de complejidad, la unidad de un todo estructurado, que comprende lo que pode­mos llamar niveles o momentos distintos y, «relativamente autónomos», que coexisten en esta unidad estructural compleja, articulándose los unos a los otros según modos de determinaciones específicas, que son definidos en última ins­tancia por el nivel o el momento de la economía14.

Primero examinemos e! recurso paradojal con e! cual disipa el su­puesto o condición sine qua non del proyecto de Althusser. En efecto, Poulantzas interroga el proyecto althusseriano ¿Cómo elaborar la filo­sofía marxista tan sólo con la ciencia de alguna de las regiones del modo de producción capitalista?

Este catalejo, se nos revela paradojal porque el planteamiento de Poulantzas sólo ha sido posible gracias a la filosofía marxista prevista por Althusser. Lo obvio ahí consiste, por una parte, en que Althusser ha deducido el concepto de totalidad marxista y pOr tanto e! concepto de historia de una totalidad, la del modo de producción capitalista; pero, según Poulantzas, tal totalidad no se conoce completamente. Por consiguiente, si tal totalidad se desconoce, ¿que cientificidad ten­dría el concepto de totalidad marxista elaborado por Althusser? Sin embargo Poulantzas intuye que sólo asumiendo como un axioma el concepto de totalidad elaborado por Althusser tendría validez cien­tífica la práctica teórica que construya la ciencia de la región de la políticaz>.

El «en hueco» de la región de la política, ¿acaso lo llenó Poulantzas? En la introducción a Poder político y clases sociales en el Estado capitalis­ta, esboza, pero jerarquizadas, las teorías: la teoría general, la teoría particular y la teoría regional. El materialismo histórico, nos dice

195

196

parafraseando a Althusser, tiene por objeto la construcción del con­cepto de historia. Estratégicamente hablando , por consiguiente, el concepto de historia aparecería, con alguna claridad, en el nivel de la teoría general y el ascenso a él supone la teoría particular o sobre un modo de producción dado, del mismo modo que el alcance de esta teoría dependería de las teorías regiona les.

Aplicando a Poulantzas su propia estrategia para construir la teo­ría general que él propone podemos explicitar la estrategia teórica con la que se comprometió. Según él, para «completar» la teoría par­ticular del modo capitalista de producción iniciada por Marx habría que elaborar la teoría regional de lo político. La captación que posee­mos de los escritos que hemos leído de Poulantzas nos indican lo si­guiente: La cautela y la perseverancia guiaron el compromiso de Nicos Poulamzas . En términos generales se comprometió con la región de la política; pero el compromiso lo asumió casi milímetro a milímetro en toda su obra, asumiendo el método de investigación y de exposición sugerido por Marx al prologar El Ca!JiwFó.

La región de la política

La razón por la cual acudimos a la obra de Poulantzas para nues­tras cátedras de ciencia política, la importancia y el lugar destacado que ocupa en un ciclo sobre pensadores en y sobre la Ciencia de la Política, lo deducimos del compromiso, de la militancia del propio Nicos Poulantzas con ese «en hueco» que detectó en El Capital.

Las retrospectivas de la obra de un autor nos engañan muchas veces porque encontramos continuidades donde quizás tan solo hubo desencuentros. Quizás obsesionó a Poulantzas al finalizar sus estudios académicos la apreciación de su profesor Michel Villey sobre su tesis doctoral: « . . . Ia filosofía del autor restituye al derecho su verdadera cualidad de producto histórico, él sabe observar, dentro de la historia de las sociedades, la constitución progresiva del derecho como una estructura au tónoma»27 .

Poulantzas lo explicita en esa época:

En un primer momento de la investigación teórica, aquella del estudio interno de un objeto específico, con autonomía propia, se tratará de desprender la estructura de éste objeto que constituye precisamente su especificidad. En un segundo momento, se tratará de emprender el estudio «externo» de este objeto: se tratará de descifrar el encuadramiento de sus estructuras por su

consideración en el conjunto de sus relaciones y de sus articulaciones con los diversos niveles de realidad social, niveles donde la unidad se relaciona con la forma concreta que reviste en este conjunto la determinación, en última ins­tancia, de la economía constituyendo la especificidad global de una formación social históricamente determinada18•

y 10 reitera en Poder político y clases sociales en el Estado capitalista, donde acude al concepto de historia elaborado por Althusser para precisar la relación entre historia y política:

Así como los niveles de estructuras y de prácticas presentan, en el interior de la unidad de un modo de producción y de una formación social históricamente determinada, una especificidad propia, una autonomía relativa y una eficacia particular, también presentan temporalidades de ritmos y escansiones diferen­cialesN .

Los dos momentos referidos guiaron la investigación de Poulantzas sobre la región de la Política. Los primeros pasos se ocuparon de la 'estructura' del derecho, los siguientes dieron cuenta, en Poder político y clases sociales en el capitalisTTW, de la 'estructura' de lo político o El Estado y en Las clases sociales en el capic.alisTTW actual de la política o práctica política.

Según nuestra apreciación, Nicos Poulantzas dedicaba toda su energía, toda la entereza crítica, toda la irreverencia que poseía hacia la constitución de la región relativamente autónoma de la Política en objeto de una ciencia, la ciencia de la política. Pero esa energía la disiparon con premura. ¿Disipada por? Este guerrero de la espada des­envainada desafió en el tiempo, con sus escritos, los poderes del capi­tal, pues juzgó en Fascismo y dictadura a los amos, a los partidos stalinianos y a los partidos socialdemócratas; en Las clases sociales en el capitalismo actual, descifró las redes de poder del capital monopólico anglosajón y la miseria histórica de las burguesías europeas; en Las crisis de la dictaduras, evidenció las tiranías y sugirió derroteros para examinar los despotismos militares; en Poder, Estado y Socialismo, des­garró los velos o apelaciones a la razón con los cuales la tecnoburocracia de los Estados ocultaba los apetitos de hiena suscitados por la propie­dad privada capitalista ... Este guerrero quien sólo poseía la pluma para fustigar los poderes por propia voluntad y decisión, efectivamen­te, ¿se lanzó del vigésimo segundo piso de un edificio popular del treceavo arrondissp.ment de París, el J de octubre de 1.979?

Medellín, noviembre de 2002.

197

198

Notas

l. Sobre el concepto de práctica teórica aquí referido, consúltese el ensayo «La Dia­léc tica Materialista. La desigualdad de los orígenes" en Louis Althusser, La Revolu­ción Teórica de Marx, México, Siglo XXI, 1968.

2. CL Jean Fran<;ois Lyotard, La Condición postmodemll, Barcelona, Ediciones Cáte­dra, 1989 y F. Lyotard, «Respuesta a la pregunta ¿Qué es la posmodernidadl", en Fernando Viviescas y Fabio Giraldo (compiladores), El despertar de Wmodernidad, Bogotá, Foro Nacional por C(\lombia, 1998 .•Lo posmoderno sería aquello que alega lo impresentable en lo moderno y en la presentación misma; aquello que se niega a la consolación de las formas bellas, al consenso de un gusto que permitiría experimentar en común la nostalgia de lo imposible; aquello que indaga por presen­taciones nuevas, no para gozar de ellas sino para hacer sentir mejor que hay algo que es impresentable», p 42.

3. Gilles Deleuze, "Postscript on the Societies of Control", from OCTOBER 59, Winter ¡992, MIT Press, Cambridge, MA, pp. 3-7. Traducción mía. ­

4. CL Michels Aglietta, Regulación 'Y cri~is del Cil/Jitalismo, México, Siglo XXI edito­res, 1979.

5. Sobre la crisis de los partidos políticos, Cf, ,, ¿Tienen futuro los partidos políticos? .. en Metapolitica, vol. 3. nQ 19, abril-junio 1999.

6. Utilizamos aquí tan sólo aquel aspecto del concepto de región que nos ha sugerido Sergio Boissier. La graficación en la GEO de la nueva región la trazaría la produc­ción, distribución y consumo de mercancías y el movimiento de capitales. Cf. .< La gestión de las regiones en el nuevo orden internacional: cuasi Estados y cuasi Empresas .. , en Revista Urugtw)'a de SociulogÍl.!, n9 82, Asunción ¡991.

7. Cfr. L. Althusser, La revolución teórica de Marx, México, Siglo XXI editores. Este autor saludó con entusiasmo la publicación de La historia de la locura y La historia de la clínica de M. Foucault en -Hacia un concepto de Historia .. , en: Eswdios Marxistas, n9 1, Bogotá, p. 30.

8. N. Poulantzas, Fllscismo 'Y dictadura, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 1972. 9. M. Foucault, En Los intelectuales 'Y el poder. Diálogos sobre d poder, Madrid, Alianza

materiales, 1985, p. 9. 10. M. Foucault, "El sujeto y el poder», mimeo. sf. 11 . L. Althusser, ldeologíll 'Y aparatos ideológicos de Estado, Bogotá, Ed. Oveja Negra,

1.97I (cursivas agregadas). 12. N. Poulantzas, Las clases sociales en el capitalismo actual, México, Siglo XXI edito­

res. 1976 (cursivas agregadas). 13. N. Poulantzas, Poder político y clases suciales en el Estlldo capitalista, México, Siglo

XXI editores, 1970. 14. Quizás no se k\graría listarlos; pero se destacan ahí, v.I. Lenin y su conocido

DesarroUo del capitalismo en Rusia, Karl Kautsky, Mao T ze Tung, Kamenev, Riazanov, Trotsky, etc.

15. John A. Hall y G.J. Ikemberry, El ESlado, Madrid, Alianza editorial, 1993, p. 9. Para estos autores solo poseen claridad los argumentos de Max Weber. Los subrayados son míos.

16. Entrevista de Álvaro Tirado Mejía a Nicos Poulantzas, en Álvaro Tirado Mejía, Reportajes some el socialismo heleTodoxo, &gotá, La Carreta, p. 141 (énfaSiS agrega­

do). En Estado, poder y socialismo, op. cil. , se auto-cuestiona y cuestiona a Althusser con respecto a la ruptura epistemológica y al concepto de "continente teórico,. elaborado por este. Al respecto escribe: " Incluso en el Marx de la 'madurez' la teoría de la historia presenta ciertos elementos comunes con la representación ideológico-filosófica de la historia de su época,. (p. 133).

17. El término teoría lo entendemos así: " ... Un cuerpo coherente de conocimientos sobre un dominio de objetos . .. ,.. Ferrater Mora, Diccionario Filo~6fico, Barcelona, Ariel, 2001 p. 3475.

18. Poulantzas, Las clases sociales ... , op. cit ., p. 187. 19. Cfr. Las clases sociales en el capitalismo actual , op. cit., p. 85; Poder politico y clases

sociales en el Estado capitalista, op. cit., p. 82; Sur le caPitalisme d'Etat en France, Cahiers Marxistes Leninistas, rlUlrzo de 1967.

20. Cf. http: / /www.ideasapiens.com/fi losofia.sxx/ franceses / teoria%2Oy%20foramcionalthusser.htm

21. L. Alrhusser, La Revolución te6rica de Marx, op. cit., p. 24. 22. Ibíd., p. XI.

23. N. Pnulantzas, Poder político y clases sociales . .. , op. cil., p. 14 (curSivas del autor). 24. L. Athusser, .. Hacia un concepro de historia», mimeo, p. 18. 25. A modo de colofón baste señalar lo siguiente: en su texto "Hacia un concepto de

historia- , p. 30, Althusser, a propósito de los nOtables estudios de Michel Foucault, La historia de la locura y El nacimiento de la clínica insinuó que los «inspiraba ,. el concepto de Historia del marxismo .. Pero Althusser, por algún tiempo copartidario de Foucault, no percibió que el estudio de -tales encierros» y de otros -por ejem­plo, «La prisión,. , en Vigilar y cQStigar- conducirían a Foucault al concepto de Sociedad Disciplinaria, ni que éste concepto y el de Sociedad de Control nos inscribirían en el grado de perplejidad que deviene de la pretensión utópica de construir la Sociedad de No Control.

26. C. Marx, El CaPital, México, FCE, 1968. Prólogo a la segunda edición, p. XXIII.

27. Presentación del profesor Michel Villey a Nicos Poulantzas, Nature des choses et droit, Paris, Librairie generale de droit et de jurisprudence, 1965 (énfasis agregado) .

28. Ibíd., p. 34 (énfaSis del original) . 29. Nicos Poulantzas, Poder político y clases sociales ... , op. cit., p. 38.

199

Richard Rorty: la política sin fundamentos metafísicos

Por: José Olimpo Suárez Molano'

l. Contextualizando al contextualizador

El profesor Richard Rorty está considerado hoy como el filósofo más prestigioso de la academia norteamericana. Una de sus propues­tas más desconcertantes, en el dominio de la teoría política, consiste precisamente en recomendar a los intelectuales progresistas abando­nar los hábitos racionalistas tradicionales y comulgar con nuevos y mejores compromisos intelectuales que conduzcan a la nación norte­americana a la reducci6n de la injusticia social, de la pobreza y de la desesperanza en la que se debate en nuestros días. Comencemos por contextualizar la figura y la obra de este intelectual socrático, tal como él mismo suele definirse.

El profesor Rorty ha dado sentido a una variante filosófica califica­da de neopragmatismo que se ofrece como un ejercicio teórico que convoca tanto a la tradición posmoderna europea, como a la herencia ¡legúima del pensar norteamericano: el pragmatismo en la versión del filósofo John Dewey. De hecho los tres grandes héroes intelectuales de este neopragmatista se encarnan en las figuras de Ludwig Wittgenstein, Martin Heidegger y John Dewey. Según la versión del profesor Rorty estos filósofos «están de acuerdo en que hay que aban­donar la noción del conocimiento en cuanto representación exacta, que resulta posible gracias a procesos mentales especiales e intelegibles gracias a una teoría general de la representación. Los tres consideran que se deben descartar las nociones de 'fundamentos del conocimien­to' y de la filosofía en cuanto centrada en el intento cartesiano de dar

Magíster en Filosofía de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), Doctor en Filosofía de la Universidad de Antioquia . Profesor Asociado del Instituto de Filosofla de la Universidad de Antioquia. Director de la Maestría en Estudios Políticos de la Universidad Pontificia Bolivariana

201

202

respuesta al escéptico epistemológico». Esta declaración de principios filosóficos conduce necesariamente al antiesencialismo propio del pen­sar contemporáneo.

El profesor Rorty se formó como filósofo profesional en el seno de la más ortodoxa academia analítica centrada en el análisis del lenguaje y en la crítica de la tradición metafísica europea. De hecho, sus pri­meros trabajos teóricos recibieron el reconocimiento entusiasta de sus colegas logicistas que veían en la obra del joven estudiante una exce­lente posibilidad para reafirmar el dominio formalista del análisis lógi­co del lenguaje. Esta esperanza se vio acentuada cuando en 1957 apareció un célebre texto editado por nuestro filósofo, titulado: The Linguistic Turn , en el que se asumía el lenguaje como un datum fundacional cuya estructura podría ser analizada lógicamente a fin de establecer cada vez con mayor precisión la realidad esencial que en él se reflejaba. Lo que se debía reconocer como un avance definitivo en términos epistemológicos era precisamente el giro lingüístico que la teoría había asumido, superando definitivamente a las filosofías de la mente fundadas y defendidas por Descartes, Locke y Kant. Se trataba en tal texto de ofrecer los mejores argumentos a favor de la filosofía del lenguaje y a la vez de cerrar la puerta a toda posible recaída en la metafísica tradicional.

Una década después, el filósofo norteamericano sorprendió nega­tivamente a sus colegas cuando publicó el texto que le habría de dar notoriedad ante la academia internacional; La filosofía y el espejo de la naturaleza (1979), en el que abandonaba su escuela nutricia y procla­maba una especie de revuelta filosófica contra la tradición racionalis­ta que se legitimaba sobre un fundacionalismo racionalista y un representacionalismo epistemológico. Para la tradición, la mente se asumía como un espejo en el que se reflejaba la realidad; y el lengua­je, a su vez, estructuraba ese dominio especular, que colocaba al hom­bre como un ser condenado a la mera receptividad establecida bien por la naturaleza, la cosa-en-sí, o bien por el designio de una divini­dad superior y ahistórica. En este momento intelectual el profesor Rorty introdujo una distinción básica en su propuesta que se puede descri­bir como la separación entre dos actividades de las tareas filosóficas: de una parte la actitud sistemática de los filósofos tradicionales, que habrían querido decir la verdad de la realidad; y, de otra parte, la actitud edificante de los filósofos posmetafísicos, que no intentaban otra cosa que ofrecer argumentos a los hombres para dar sentido a sus vi­das. Para estos últimos, entre los que se cuentan sus héroes intelec­

tuales, el énfasis en la práctica social ofrece la posibilidad de dar un nuevo sentido al trabajo filosófico, en el que la epistemología raciona­lista debe ser abandonada, dando paso así a una variante novísima de la hermenéutica histórica .

A mediados de los años 80, el profesor Rorty ofreció lo que podría­mos denominar su propuesta madura, en un texto conocido como Consecuencias del pragmatismo (1982), donde fijó tres conceptos bási­cos para caracterizar el sentido del neopragmatismo. Estos conceptos pueden ser asumidos como una especie de echos. de práctica moral dominante sobre el trabajo filosófico . En primer lugar se debe aceptar un fuerte y neto antiesencialismo que atraviese el corpus lexicográfico de la metafísica, desacralizando así conceptos tan caros a la tradición tales como verdad, realidad, justicia, etc. En segundo lugar. la susti­tución de la tradición metafísica centrada en la cheoria por una per­cepción del mundo basada en la aristotélica fronesis, como modelo del conocimiento y las relaciones interpersonales. En este dominio se evi­dencia la dura crítica a las teorías epistemológicas provenientes de la modernidad, tales como el racionalismo y el empirismo. Y, finalmente, una decidida actitud de defensa del carácter contingente e historicista de los contextos de investigación. En este tercer dominio se solapan lo mejor del pragmatismo clásico con las propuestas antiesencialistas pro­venientes de las filosofías europeas posmetafísicas, como ya lo hemos señalado.

El ethos neopragmatista postula que el punto de partida y los crite­rios que gobiernan la investigación deben ser comprendidos siempre como función de la historia de una comunidad particular, marcados, por supuesto, por una tradición cultural determinada . El lenguaje, la verdad y aun el sentido de lo que pueda asumirse como realidad , no pueden ser dictados, ni aceptados por una naturaleza supra humana o suprahistórica; ellos son el resultado de una interacción interesada de los seres humanos que buscan dar sentido a sus vidas por medio de tal interacci6n social. En otras palabras, la realidad deviene una cons­trucción conceptual proveniente de la inteligencia humana, no una entidad substancial que se pueda o no encontrar en algún momento de la historia o del tiempo. Estas son, repitámoslo una vez más, las tesis que conforman la propuesta del filósofo norteamericano y que han continuado fortaleciéndose a lo largo de los últimos veinte años, aun­que su mejor exposición se encuentra en su famoso Contingencia, iro­nía y solidaridad (1989). En este texto se privilegia decididamente la cultura literaria y la imaginación sobre la teoría social sistemática como

203

204

posibilidad de comprensión del ser del hombre en el tiempo. El len­guaje sigue siendo, en este texto, el hilo conductor de toda la re­flexión, pero no se le toma como la representación privilegiada de la estructura de la realidad, del ser, ni del conocimiento verdadero; tam­poco se asume el lenguaje como la expresión de la supuesta naturaleza humana en el sentido clásico de la metafísica. El profesor Rorty toma el lenguaje como una herramienta práctica especialmente útil para redescribrir la historia de una comunidad, y también para la creación estética de los individuos que desean hacer de sus vidas obras de arte en el sentido nietzscheano.

2. Reconocimiento de la secularización de la política como punto de partida de la teoría contemporánea

El profesor Rorty evalúa pragmáticamente el credo liberal, par­tiendo críticamente del reconocimiento de los sueños y promesas de la Ilustración como de sus fracasos y de las críticas provenientes de los posmetafísicos contemporáneos. Expresamente señala: «La idea de que tiene que haber fundamentos fue resultado del cientifismo de la Ilus­tración, el cual era a su vez una supervivencia de la necesidad religio­sa de disponer de proyectos humanos avalados por una autoridad no humana ».

Herederos direc tos como somos de esa Ilustración racionalista, esencia lista y fundacionalista, se colige entonces, que la teoría políti­ca estaba necesitada de fundamentos racionales para lograr su legiti­mación moral. Frente a ello, el neopragmatista comulga con la secularización total de la cultura y por ello propugna por desacralizar la idea del liberalismo dotándolo sólo de un léxico que le permita alcanzar dos reconocimientos: de una parte, un vocabulario que no tenga pretensiones de universalidad ni de necesidad y que deje abier­ta la posibilidad de confrontar valores y creencias entre grupos, pero al que estemos dispuestos a defender con buenos criterios y argumen­tos; de otra parte, la desacralización del liberalismo ha de permitir liberar a la cultura occidental de viejas dicotomías que paralizan la decisión de los individuos y los someten a duras constricciones frente a las dicotomías tradicionales tales como absoluto versus relativo; ver­dad versus falsedad; correcto versus incorrecto; etc.; deben, enton­ces, ser borradas del léxico de la acción, y más bien cambiadas por un léxico de la solidaridad, la contingencia y la ironía.

Seguir tratando de ofrecer fundamentos metafísicos a la creencia política resulta, entonces, una tarea vana e infructuosa en tanto no se hace más que perjudicar la auténtica realización de las mejores espe­ranzas provenientes del liberalismo democrático, forjadas con los ideales de la modernidad. Continuar apostando por una fundamentación úl­tima de la política es permanecer presos de la ilusión según la cual existiría un orden natural de razones y temas que predeterminaría de antemano los posibles resultados que se derivan de las decisiones hu­manas. Para el neopragmatista, una teoría política fundada en princi­pios metafísicos no hace más que girar en torno a dos presupuestos que no siempre resultan evidentes para los teóricos liberales: el prime­ro es el supuesto racionalista, según el cual só lo el acuerdo intersubjetivo puede aglutinar a la sociedad liberándola del enfrenta­miento y la crueldad, y, con ello, por supuesto, arrastrando a los teóri­cos a predicar el consenso universal como única alternativa para garantizar los logros de la democracia. En este punto surgen las dis­crepancias entre neopragmatistas y habermasianos: «Habermas supo­ne que la tarea de la filosofía es la de proporcionar un elemento de aglutinación social que reemplace a la creencia religiosa, y ve el dis­curso de la Ilustración acerca de la universalidad y racionalidad como el mejor candidato para constituir ese elemento de aglutinación». El segundo supuesto que se esconde tras la búsqueda de principios meta­físicos se refiere al hecho según el cual la sociedad solidaria, compro­metida con la justicia y el bienestar de los asociados, debe estar condicionada por una fe metafísica en un dominio que reúna a los hombres bajo el mandato de algo superior y trascendental. Frente a esta actitud tradicional, el neopragmatista opone una idea de la soli­daridad entendida como creación y reflexión antes que como desig­nio y obligación: ,En mi utopía, la solidaridad humana no aparecería como un hecho por reconocer mediante la eliminación del prejuicio, o yéndose a esconder a profundidades antes ocultas, sino, más bien, como una meta por alcanzar».

Retomando el sentido de la declaración antes recogida, hemos de aceptar que esta crítica a la Ilustración, y su posterior secularización en lo referente a la teoría política, pueden resultar profundamente aleccionadoras para la filosofía política contemporánea. Sólo resta, según el profesor Rorty, reconocer con valor este estado de cosas y aceptar que cualquier designio de legitimación racional parece ha­berse desplazado, ahora, hacia el dominio de lo estético, de la bús­q leda de un creciente deseo de autocreación y afirmación de las

205

206

identidades diferenciadoras que permitan el discurso de la solidari­dad más allá de la mera suposición de una esencia metafísica del ser hum ano: «Necesi tamos una redescripción del liberalismo como la es­peranza de que la cultura en su conjunto pueda ser 'politizada', y no como la esperanza de la Ilustración de que se la pueda 'racionalizar' o tomar por 'científica'". Diga mos entonces que el proyecto neopragmatista consiste justamente en apostar por un abandono cul­tural de la tradición fundacionalista, abrazando, por el contrario, una pragmática de las insti tuciones que garantice básicamente la doble idea de la justicia como solidaridad ampliada , y a la vez la realización de la moral individual como estética creativa de todo individuo.

El profesor Rorty compara esta pOSibilidad moral y cultural de trans­formación social con la secularización pública de la vida de Occiden­te, donde , en lugar de desembocar en una era de caos y barbarie, se vio flo recer un dominio variado de opciones individuales y colectivas que dieron origen a las actuales democracias libera les, con su carga de derechos y garantías para todos. Separar la religión de la política no condujo a la debacle y por ello es pOSible imaginar una situación similar al separar la política de la metafísica racionalista que se pre­tend e fundarn en tadora de la mo ra l. En es ta perspect iva, el neopragmatista reitera su idea según la cual los hombres deben reco­nocer que su comunidad es su propia creación, es su propiedad; y no una comunidad determinada por un destino inexorable o un designio que haga de la vida indi vidual un mero engranaje o un momento cero en el destino histórico. La cuestión ahora consiste , por supuesto, en pregun tarse por el tipo de personaje que habría de encarar esa condi­ción desencantada de la política. Es te personaje va a ser caracteriza­do por el profesor Rorty como el liberal ir6nico, capaz de superar la vieja ilusión del sacerdote ascético propio de la metafísica, y a la vez de superar la no tan vieja imagen del sabio naturalista dominador del cosmos propia de la Ilustración.

3. El liberal irónico y su función en la utopía liberal rortiana

Establecida la propuesta de secularización de la política pública liberal aún resta por describir esa figura paradigmática que habría de encarnar al hombre que habite tal utopía cultural. Se trata, como ya lo hemos indicado, del liberal irónico, que se define en términos rortianos como: «esas personas que reconocen la contingencia de sus creencias