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Guerra Civil

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  • CATLOGO GENERAL DE PUBLICACIONES OFICIALEShttp://publicacionesoficiales.boe.es/

    Edita:

    SECRETARAGENERALTCNICA

    Autor y editor, 2012

    NIPO: 083-12-188-8 (edicin en lnea)

    Fecha de edicin: noviembre 2012

    www.bibliotecavirtualdefensa.es

    NIPO: 083-12-187-2 (edicin libro-e)ISBN: 978-84-9781-775-2 (edicin libro-e)

    Las opiniones emitidas en esta publicacin son exclusiva responsabilidad del autor de la misma.Los derechos de explotacin de esta obra estn amparados por la Ley de Propiedad Intelectual. Ninguna de las partes de la misma puede ser reproducida, almacenada ni transmitida en ninguna forma ni por medio alguno, electrnico, mecnico o de grabacin, incluido fotocopias, o por cualquier otra forma, sin permiso previo, expreso y por escrito de los titulares del Copyright.

  • El Instituto de Investigacin Estratgica de la Escuela Militar (IRSEM, por sus siglas en francs) fue creado por el Ministerio de Defensa con el fin de fomen-tar la investigacin en el mbito de la defensa. Sus treinta y cinco investigadores permanentes, con la asistencia de un equipo de apoyo formado por otras cinco personas, cultivan planteamientos multidisciplinares que favorecen el intercambio de opiniones entre investigadores universitarios y militares. En colaboracin con los principales componentes del Ministerio (Estado Mayor del Ejrcito, Secreta-ra General para la Administracin, Direccin General de Armamento, Direccin de Asuntos Estratgicos, Instruccin Militar Superior) y el tejido francs e inter-nacional de reflexin estratgica, el Instituto tiene como objetivo la elaboracin de estudios dirigidos a renovar las perspectivas conceptuales, la promocin de j-venes investigadores que trabajan en este campo, la participacin en la formacin militar y la difusin del pensamiento estratgico francs, especialmente entre sus socios internacionales.

    Todas las manifestaciones cientficas organizadas por el IRSEM se anuncian en su pgina web: www.irsem.defense.gouv.fr. en la que se pueden consultar:

    Cinco colecciones en lnea: los Cahiers (Cuadernos), los tudes (Estudios), los Paris Papers (Papeles de Pars), las Fiches de lIrsem (Fichas del IRSEM) y un Lettre mensuelle dinformation (Boletn mensual de informacin).

    La Documentation Franaise (Documentacin Francesa) se edita una revista acadmica: Les Champs de Mars.

    Por otra parte, el Irsem ha puesto en marcha un programa de Jvenes Investi-gadores dirigido a propiciar el relevo estratgico mediante un seminario mensual, becas doctorales y posdoctorales y un apoyo financiero y logstico. La informacin completa se puede consultar en su pgina.

  • El Instituto Espaol de Estudios Estratgicos (IEEE) se cre en el ao 1970 dentro de la estructura del Centro Superior de Estudios de la Defensa (CESE-DEN, Ministerio de Defensa) para realizar estudios de carcter estratgico y so-ciolgicos relacionados con la seguridad y la defensa. Desde su creacin, el IEEE tambin ha asumido la misin de promover la cultura de seguridad y defensa entre la sociedad espaola y desarrollar un pensamiento estratgico para favorecer el debate y el anlisis de los principales escenarios que afectan a la seguridad. En la actualidad la plantilla del IEEE est compuesta por: el general director, un sub-director, un asesor, cuatro analistas militares, cinco analistas civiles y personal de apoyo formado por tres militares y cinco civiles.

    La produccin editorial del IEEE est compuesta de una serie de colecciones: Panorama Estratgico anual, los Cuadernos de Estrategia de los que ya se han editado 155 nmeros y el Panorama geopoltico de los conflictos, iniciado en 2011.

    Desde 2010 su principal canal de comunicacin es su pgina web www.ieee.es en la que el IEEE publica todas las semanas diversos documentos de anlisis, informativos y de opinin sobre temas de seguridad y defensa elaborados por sus analistas y por colaboradores externos mayoritariamente de las Fuerzas Armadas y del mbito universitario.

    En el mbito de la cultura de seguridad y defensa, el IEEE lleva a cabo nu-merosos seminarios y conferencias en universidades de todo el territorio espaol dedicados a temas de relaciones internacionales.

    Tambin colabora con otros centros de pensamiento nacionales y extranjeros en la realizacin de trabajos de anlisis e investigacin de su mbito. Sin olvidar los estudios sociolgicos para conocer el grado de motivacin de la sociedad espa-ola hacia las cuestiones de seguridad y defensa.

  • 5ndice

    Informe ............................................................................................................. 7

    PARTE I

    Las relaciones bilaterales y la percepcin delaDefensa por parte dela opinin pblica ................................................................................................ 13

    Las relaciones bilaterales Francia-Espaa: antecedentes histricos ............. 15 La opinin pblica y la defensa en Espaa desde 1975 hasta nuestros das . 35

    PARTE II

    La transformacin delamaquinaria militar yla proyeccin de fuerzas... 47

    La transformacin de la institucin militar espaola .................................... 49 El despliegue internacional de fuerzas armadas espaolas en conexin con

    los tratados internacionales (ONU, OTAN, UE) ........................................... 59

    PARTE III

    La prctica delacooperacin enelmbito de la defensa ylaseguridad .. 81

    La cooperacin franco-espaola en el mbito de la defensa: un ejemplo prctico.......................................................................................................... 83

    La colaboracin franco-espaola en el dominio dela seguridad .................. 101

    PARTE IV

    Las industrias de defensa francesa y espaola, sometidas a fuertes restric-ciones ................................................................................................................ 119

    El nuevo marco jurdico impuesto a la industria dedefensa ......................... 121 La poltica industrial del Ministerio de Defensa espaol .............................. 129

  • INFORME

  • 9INFORME

    NECESITA EUROPA UN PAR FRANCO-ESPAOL PARA CONSTRUIR SU DEFENSA?

    Desde el punto de vista histrico, Francia ha preferido dirigir la mirada al Reino Unido para construir la Europa de la defensa, tal y como lo demuestra la cumbre de Saint-Malo, celebrada los das 3 y 4 de diciembre de 1998. Como es natural, Francia recurre a la segunda potencia militar europea para que avance la Europa de la defensa, quiz pasando por alto la capacidad discreta pero segura de su vecina y hermana: Espaa.

    Efectivamente, las dos hermanas latinas han mantenido durante mucho tiem-po relaciones difciles, incluso tensas, especialmente durante el franquismo. De hecho, la estructura dictatorial del rgimen franquista impidi durante aos que se entablara un verdadero dilogo. El consejero de la embajada Franois de Rose lleg a calificar despus esta situacin de psicodrama. Con todo, como indi-ca Anne Dulphy1, las relaciones franco-espaolas han mejorado considerablemente desde 2004, fecha a partir de la cual se organizaron encuentros institucionales de carcter estratgico, en los que se abordaron tanto los aspectos econmicos como los de la defensa. Sin duda, un gesto simblico de esta buena relacin de vecindad es la condecoracin con el Toisn de Oro que el propio Rey Don Juan Carlos im-puso al presidente Sarkozy, la ms elevada distincin honorfica espaola.

    PODRA ESTA PROXIMIDAD RENOVADA SUPONER UN PRIMER PASO HACIA UNFORTALECIMIENTO DE LA COOPERACIN FRANCO-ESPAOLA EN EL MBITO DELA DEFENSA Y LA SEGURIDAD?

    Segn la opinin de Benot Pellistrandi, la situacin actual se antoja bastante favorable. Efectivamente, la opinin pblica espaola tiene una buena imagen de la institucin militar, lo que rompe en cierto modo con la herencia franquista.

    1 Los nombres mencionados son los de las personas que han contribuido a los artculos siguientes.

  • INFORME

    10

    Asimismo, se muestra ms dispuesta a una cooperacin europea que a una alianza pura y dura con Estados Unidos. Este sentimiento es ampliamente compartido en Francia2. Por otra parte, el anlisis que hace Jrme Pellistrandi sobre la evolucin de la maquinaria militar espaola pone claramente de manifiesto que la moderni-zacin de los ejrcitos ha permitido que Espaa se beneficie de una capacidad mili-tar media, pero operativa. Esta adaptacin de la maquinaria militar, concluida con la profesionalizacin, permite a Espaa disponer de unas fuerzas modernas, bien equipadas, formadas y entrenadas. Y son precisamente estas cualidades las que han permitido a las fuerzas militares espaolas intervenir en misiones humanita-rias o de combate: la guerra de la antigua Yugoslavia (1999), Afganistn (desde 2001), Irak (2003-2004), Libia (2011) y por ltimo, la lucha contra la piratera (desde 2009). Luis Prez Gil, en su artculo acerca del despliegue de fuerzas militares espa-olas, destaca el elevado grado de operatividad de la maquinaria militar espaola.

    AS PUES, POR QU NO HACER QUE ESPAA SE CONVIERTA EN UNO DELOSACTORES PRIVILEGIADOS DE FRANCIA PARA CONSTRUIR LA EUROPA DELADEFENSA?

    No faltan ejemplos de xitos franco-espaoles. En su artculo titulado La coo-pration dans le domaine de la dfense, un exemple pratique (La cooperacin en el mbito de la defensa, un ejemplo prctico), Olivier Debray pone de manifiesto la eficacia de la colaboracin entre estos dos pases. Si bien es cierto que el presu-puesto espaol dedicado a la partida de defensa asciende a 7.000 millones de euros, equivalente a la cantidad destinada solamente a la marina nacional francesa, 300 mili-tares franceses y espaoles estn participando en el marco de la cooperacin bilateral. Jos Ruiz Gonzlez, en el artculo que dedica a la colaboracin en materia de seguridad, asegura que el trabajo conjunto de ambos pases ha resultado especialmente importan-te para debilitar de manera continuada a ETA.

    Por ltimo, las dificultades presupuestarias francesas y espaolas exigen necesa-riamente compartir ms soberana con el fin de aprovechar mejor los esfuerzos dedicados a adquirir equipos de defensa. Jean-Yves Clairy y Sylvain Moura, en sus anlisis relativos al desarrollo de las capacidades industriales, defienden la idea de una reciprocidad europea. El paquete de defensa de la Comisin Europea es uno de los instrumentos jurdicos que permitir, sin ninguna duda, racionalizar la industria de la defensa europea creando una base industrial y tecnolgica europea (BITDE) competitiva e innovadora.

    2 Durante el discurso que pronunci el 7 de noviembre de 2007 ante el Congreso estadounidense, el presidente Sarkozy declar que deseaba que Francia fuera: un amigo, aliado pero no alineado;

    http://www.rpfrance.eu/IMG/pdf/Discours_devant_le_congres_americains_du_7_novembre.pdf.

  • INFORME

    11

    La intensificacin de los lazos entre Pars y Madrid podra contribuir a desa-rrollar an ms la Europa de la defensa. Para demostrarlo, articularemos nuestro anlisis en cuatro partes complementarias. En primer lugar se abordar la cues-tin de las relaciones bilaterales y la percepcin que la opinin pblica tiene de la defensa (Parte I). A continuacin trataremos la transformacin de la maquinaria militar y la proyeccin de fuerzas (Parte II). La siguiente seccin se dedicar a la prctica de la cooperacin en el campo de la defensa y la seguridad (Parte III). Finalmente, terminaremos analizando las capacidades industriales de Francia y Espaa, cuyas industrias de defensa estn sujetas a considerables limitaciones pre-supuestarias (Parte IV).

  • PARTE I

    LAS RELACIONES BILATERALES Y LA PERCEPCIN

    DELADEFENSA POR PARTE DELA OPININ PBLICA

    Anne DulphyProfesora de Historia Contempornea de la Escuela Politcnica e

    investigadora adjunta al Centro de Historia de las Ciencias Polticas

    Benot PellistrandiAntiguo alumno de la Escuela Normal Superior de la calle Ulm,

    asociado y doctor en Historia

  • 15

    Las relaciones bilaterales Francia-Espaa: antecedentes histricos

    Anne Dulphy

    Verdad a un lado de los Pirineos, error al otro. Sin duda es fcil, adems de excesivo, escudarse tras la frmula de Pascal para evocar la complejidad de las relaciones franco-espaolas, si bien es cierto que describe perfectamente las vici-situdes que las han marcado a medio plazo. Asimismo, tambin nos remite a los complejos que las han marcado durante mucho tiempo. En efecto, las dos herma-nas latinas albergaron sentimientos ambivalentes durante largos aos, unidas por su proximidad geogrfica y cultural, pero separadas por una animosidad latente alimentada por grandes malentendidos1 histricos. Aun cuando ya se haya pa-sado pgina en cuanto a la desigualdad en las relaciones, y a pesar de que la plena insercin democrtica y europea de Espaa ha eliminado cualquier motivo para el complejo de superioridad de Francia, los resentimientos de una y la arrogancia de la otra pueden resurgir en cualquier momento.

    As pues, que Francia haya pasado en Espaa por enemigo casi hereditario y despus por socio que no cumple2 es el motivo por el que esta presentacin preliminar, que sirve de alguna manera como marco introductorio a la reflexin comn, no se salta la herencia y el recuerdo histrico de la curva sinusoidal3 de las relaciones entre los dos pases antes de descender brevemente sobre las ltimas evoluciones bilaterales.

    EL PESO DE LA HERENCIA

    El nacionalismo espaol naci contra la Francia napolenica, simbolizado por el Dos de Mayo, cuando, al grito de muerte a los franceses, se produce el levan-

    1 HERMET, G. France-Espagne, les grands malentendus. LHistoire, septiembre 1984, n 20, pp. 100-104.

    2 SCHRAMEK, O. Mmoires dalternance. LEspagne de Zapatero, Pars, Seuil, 2005, p. 142.3 La frmula ha sido extrada de una nota del director general adjunto de asuntos polticos para

    la Secretara General sobre la Poltica Francesa en Europa Meridional, 3 de diciembre de 1955 (AMAE, Europe 1949-1960, Espagne, 158, pp.223-249).

  • LAS RELACIONES BILATERALES Y LA PERCEPCIN DE LA DEFENSA POR PARTE DE LA OPININ PBLICAPARTE I

    Las relaciones bilaterales Francia-Espaa: antecedentes histricos

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    tamiento popular contra el invasor. Una autntica guerra total de 1808 a 1814, protagonizada por una feroz guerrilla y por las terribles represalias. Esta guerra nacional fue tambin la primera en la que surgieron las figuras de los hroes nacio-nales. Siempre est presente en el imaginario colectivo peninsular, al igual que, en menor medida, la invasin de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823, pese a que se suele olvidar que la intervencin haba sido solicitada en el Congreso de Viena por los absolutistas con el fin de terminar con el parntesis liberal. La discrecin de la conmemoracin del bicentenario del 2 de mayo de 1808 puso tambin de manifiesto la nueva entente bilateral despus de la tensin que rein durante el periodo Aznar.

    En este mismo contexto reciente, la recurrencia ocasional al trmino afrance-sado, que designaba a los partisanos de Jos Bonaparte, pone de manifiesto la existencia de una lnea divisoria en torno a la cuestin del modelo poltico: no solo la Francia posrevolucionaria sedujo a una parte de los liberales ibricos mientras los dems optaban por la rebelin, sino que la referencia a la Revolucin Francesa reuni posteriormente a todos los liberales y progresistas; de igual manera, la III Repblica radical inspir directamente a la Segunda Repblica de la reforma. La derecha espaola tom una cierta distancia con respecto a su vecino francs, lle-gando incluso a una reaccin de francofobia.

    Desde el otro lado, en Francia se ha sentido durante mucho tiempo desdn o conmiseracin por el pas vecino, situado en las mrgenes de Europa, que sali tarde del subdesarrollo, entregado a la violencia poltica y reticente a la estabiliza-cin democrtica, como demostraron la guerra civil y el oscuro periodo posterior del franquismo. Estos prejuicios no se eliminan hasta que no se produce la conso-lidacin democrtica tras la Transicin y la entrada en Europa.

    La cuestin del franquismo

    Si optamos por convertir la cuestin del franquismo en el punto de partida de esta sntesis de las relaciones franco-espaolas, conviene empezar en 1936, cuan-do estall la guerra civil. La decisin de no intervenir, adoptada bajo la influencia de las tensiones interiores y de las presiones exteriores, signific el abandono de la Segunda Repblica por parte del Frente Popular francs y, desde un punto de vista ms amplio, por las democracias4. Ahora bien, decidido a servir en la me-dida de lo posible a los intereses del Frente Popular, Lon Blum aplic una frmu-la elstica, segn sus propias palabras, al dejar abierta la puerta a la entrega de

    4 BERDAH, J. F. La dmocratie assassine: la Rpublique espagnole et les grandes puissances 1931-1939, Pars, Berg International, 2000 (hay traduccin en castellano: La democracia asesinada: la Repblica Espaola y las grandes potencias, 1931-1939, Barcelona, Editorial Crtica, 2002).

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    material y armas mientras, por otro lado, daba su complacencia al reclutamiento de las Brigadas Internacionales. El Gobierno constituido legtimamente era el ni-co interlocutor reconocido y el embajador Jean Herbette, demasiado cercano a los nacionalistas, fue sustituido en octubre de 1937 por Eirik Labonne5. Por su parte, la Segunda Repblica practic una poltica exterior muy activa, aprovechando las relaciones bilaterales con las distintas democracias, y en especial con Francia, para recordar que era el nico poder legtimo del pas y para dar a conocer su lucha. Sin embargo, el respaldo oficial que esperaba de Pars no lleg. Antes bien, la de-gradacin militar del campo republicano, en la primavera de 1938, coincidi con la cada del segundo gabinete Blum, que puso fin al Frente Popular. El Gobierno de Daladier hizo suya la lnea britnica y, a comienzos de 1939, tras la cada de Cata-lua, envi a Lon Brard en calidad de emisario ante las autoridades de Burgos, reconocidas el 27 de febrero6. Simultneamente, el asilo que se les concedi con reservas a los refugiados en Francia, su internamiento en los campos, provocar una honda desilusin en el seno de los republicanos hacia la Francia de los dere-chos humanos7.

    La normalizacin diplomtica con la Espaa franquista, acometida tras la fir-ma del acuerdo Brard-Jordana, el cual se mantuvo en secreto, se tradujo en el envo del mariscal Ptain en calidad de ministro plenipotenciario a Madrid, donde permanecera hasta mayo de 1940. Jos Flix de Lequerica, nombrado embajador en Pars, sigui sus pasos en Vichy, donde encarn el apoyo moral aportado por Espaa al Eje, entre la neutralidad y la no beligerancia. Aunque Hitler haba des-cartado categricamente en el otoo de 1940 las reivindicaciones franquistas sobre Marruecos y Orn, estas siguieron siendo la causa de fricciones con las autorida-des de Vichy hasta 1942. Indudablemente, tales ambiciones anexionistas del fran-quismo temprano respondan a la voluntad de aprovechar la debilidad de Francia, derrotada y ocupada, para dar la vuelta al equilibrio entre los dos pases, prolon-gando as antiguos resentimientos A principios de diciembre de 1940, el general Franco haba marcado claramente los lmites de la proximidad ideolgica durante el envo de las cartas credenciales de Franois Pitri, el embajador de Vichy al que haba hecho esperar un mes: No existe la amistad sin justicia y an quedan dema-siadas injusticias por resolver para que la amistad de Francia sea autntica8. Jos Flix de Lequerica, nombrado ministro de Asuntos Exteriores en agosto de 1944,

    5 DENECHERE, Y. Jean Herbette (1878-1960), Bruselas, PIE-Peter Lang, col. Diplomatie et his-toire, 2003.

    6 CATALA, M. Les relations franco-espagnoles pendant la Deuxime Guerre mondiale. Rapprochement nce-ssaire, rconciliation impossible 1939-1944, Pars, LHarmattan, col. Histoire et perspectives mdite-rranennes, 1997.

    7 DREYFUS-ARMAND G. y TEMIME, E. Les camps sur la plage, un exil espagnol, Pars, Autre-ment, col. Franais dailleurs, peuple dici, 1995.

    8 PIETRI, F. Mes annes dEspagne, Pars, Plon, 1954, p. 36.

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    es paradjicamente a quien le corresponde suspender las relaciones diplomticas con el poder de Ptain y reconocer las autoridades de la Francia libre con las que se haba ido entablando el contacto gradualmente desde finales de 1942.

    Las relaciones desiguales establecidas tras la liberacin entre la Francia de la resistencia, admitida en el bando de los vencedores, y una Espaa marginada por haberse puesto del lado del fascismo alimentaron la francofobia franquista, tanto ms por cuanto que la normalizacin esbozada, que prueba la firma de acuerdos comerciales en marzo de 1944 (con el CFLN [Comit Francs de Liberacin Na-cional]) y en septiembre de 1945, se vio contradicha por la solidaridad manifestada a los republicanos refugiados en Francia. As, las autoridades francesas se encon-traban divididas entre el convencimiento de que el rgimen franquista, beligerante moral, no podra sobrevivir a la derrota del fascismo, y la necesaria consideracin de las urgencias econmicas, origen de un replanteamiento de la importancia de los pases neutrales sobre el tablero europeo, que les impeda ignorar la apertura ibrica. Queriendo evitar pronunciarse antes de tiempo, optaron por una lnea oportunista que conciliaba un restablecimiento prudente de las relaciones bilate-rales en aras del inters nacional con la proclamacin de antipata ideolgica por el socio econmico9. La designacin provisional del consejero Bernard Hardion para sustituir al delegado Jacques Truelle a la muerte de este, en mayo de 1945, cre una gran expectacin.

    El fuerte sentimiento nacional que provoc la ejecucin de diez guerrilleros el 22 de febrero 1946, entre los que se encontraba el antiguo miembro de la resis-tencia Cristino Garca, hizo que aumentaran estas ambigedades y pareci satisfa-cer las expectativas del exilio. El gobierno tripartito, con Flix Gouin a la cabeza, decidi aplicar una poltica intervencionista contra la dictadura peninsular: no solo aisl al pas con una cuarentena impuesta de forma unilateral, cerrando la frontera en los Pirineos desde finales de febrero y cortando toda comunicacin entre ambos pases, sino que adems instig la adopcin por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas, a finales de ese mismo ao, de una resolucin que condenaba simblicamente al ostracismo al rgimen franquista, preconizando su exclusin de las instituciones y conferencias internacionales relacionadas con la ONU, adems de retirar a los embajadores o ministros plenipotenciarios acreditados. Al mismo tiempo se ofreci un apoyo sin fisuras a los republicanos espaoles con el nimo de propiciar un cambio democrtico en el poder, detentado por el general Franco. Conviene tener en cuenta, efectivamente, la existencia de dos Espaas hasta 1977, habindose convertido Pars a principios de 1946 en la sede de las instituciones republicanas en el exilio. Sin embargo, fueron suficientes unos meses para poner

    9 DULPHY, A. La politique de la France lgard de lEspagne de 1945 1955. Entre idologie et ralisme, Pars, Imprimerie nationale, ministre des Affaires trangres, col. Diplomatie et histoire, 2002.

    PORTERO, F. Franco aislado: la cuestin espaola 1945-1950, Madrid, Aguilar, 1989.

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    de manifiesto que no caba esperar una solucin espaola, precisamente por la ruptura y la esclerosis del movimiento antifranquista. Este fracaso hizo que la po-ltica intervencionista perdiera todo su sentido, cuando adems la resolucin de la ONU, que en realidad se trataba ms de una condena moral que de una prctica de ostracismo multilateral, la haba rechazado de forma implcita.

    El comienzo de la guerra fra vino a aumentar el fracaso patente de la cuaren-tena unilateral, a todas luces ineficaz hacia Espaa y perjudicial para los intereses franceses, y llev al ejecutivo a decidir a principios de febrero de 1948 el resta-blecimiento de la circulacin en los Pirineos. Esta decisin, junto con la aproba-cin unnime que encontr fuera del mbito comunista, reflej la supresin de los valores de la Resistencia y de la referencia antifascista que haban prevalecido en la posguerra inmediata en beneficio de la prioridad anticomunista, castigando la incapacidad de una potencia media como Francia para seguir una lnea original en un periodo de bipolaridad internacional. Tras una breve fase de confrontacin con Madrid, haba llegado la hora de calmar los nimos, especialmente en tanto en cuanto el levantamiento de las sanciones de la ONU conllevaba la normalizacin de las relaciones diplomticas y la promocin del delegado Bernard Hardion al cargo de embajador en enero de 1951. Sin embargo, Francia fue el ltimo pas de Europa occidental en presentar una solicitud de plcet. Efectivamente, la guerra fra confiri una nueva legitimidad internacional al general Franco que le permiti jactarse de haber sido el primer adversario del comunismo y pasar por aliado potencial de la defensa occidental; se le asoci a travs de los acuerdos de asisten-cia econmica y militar firmados entre Espaa y Estados Unidos en septiembre de 1953. Espaa escenific as su regreso a la escena mundial, poniendo fin al periodo de marginacin abierto en 1936. Tras el ingreso en la UNESCO a finales de 1952, su entrada en la ONU en diciembre de 1955 puso la guinda a la norma-lizacin, manifestada asimismo en la escasa atencin prestada a la candidatura de Franco por los Estados miembros, ms preocupados por mantener el equilibrio internacional admitiendo a todo el conjunto de pases del bloque sovitico, otros del campo del oeste y otros neutrales. El primer beneficiario de la guerra fra, el general Franco, debe pues su absolucin oficial a la coexistencia pacfica de los dos Grandes.

    La instauracin de la Alianza Atlntica hizo urgente una distensin con Espa-a por parte de Francia. Esta ser la caracterstica principal de los mandatos de Antoine Pinay, como presidente del Consejo en 1952 y como ministro de Asuntos Exteriores en 1955: figura emblemtica de la derecha liberal y moderada, fue uno de los defensores del acercamiento a la Espaa de Franco en nombre del realismo en la gestin de los intereses econmicos, del sentido comn hacia las aventuras ideolgicas y, por ltimo, del anticomunismo. La investidura en junio de 1954 de Pierre Mends-France supuso otro impulso en la bsqueda de entendimiento. A grandes rasgos, se trataba de reconquistar en la pennsula una influencia tradi-

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    cional tremendamente debilitada por una dcada de ruptura y cuestionada por la competencia internacional. Los acuerdos comerciales y de pago, firmados todos los aos desde 1948, marcaron el relanzamiento de las relaciones econmicas. No obstante, la desigualdad entre los dos flujos comerciales, la naturaleza competitiva de las producciones agrcolas y las carencias espaolas en medios de pago frenaron rpidamente su desarrollo e hicieron que resultara imposible el equilibrio financie-ro, pese al desarrollo del turismo en la pennsula, el cual ya en 1955 representaba la mitad de los recursos en francos obtenidos por Espaa con la exportacin, permi-tindole as importar desde Francia. Tambin fue necesario familiarizarse con los reglamentos escalonados de los contratos de equipamiento celebrados a partir de 1953, que reflejaban la opcin tomada por los dirigentes franceses en favor de apoyar el esfuerzo de industrializacin espaol. En el mbito cultural, la falta de fondos impidi que la proteccin del importante legado basado en la simpata de las elites pudiera obstaculizar el nuevo modelo anglosajn adaptado al pblico general. Fi-nalmente, a pesar del pacto hispano-estadounidense del 26de septiembre de 1953 y del monopolio que conllev, los ejrcitos francs y espaol retomaron la tradicin de los contactos bilaterales: intercambio de cadetes, recepcin de delegaciones ofi-ciales, etc., que se vieron propiciados adems en septiembre de 1952 por la flexibi-lizacin del embargo franco-britnico de noviembre de 1949: la diferenciacin del material militar atendiendo a su naturaleza o a su destino permiti prohibir la venta del correspondiente al primer tipo, pero autorizar la del segundo para uso civil.

    Sin embargo, pese al acercamiento en mltiples aspectos, la estructura dictato-rial del rgimen franquista segua impidiendo un verdadero dilogo: la atmsfera bilateral estaba tan cargada que uno de sus participantes, el consejero de embajada Franois de Rose, la lleg a calificar posteriormente de psicodrama10. Francia intent mantener las distancias con un interlocutor de alguna manera compro-metedor hacia el que convena manifestar una actitud de vigilancia democrtica; Espaa, por su parte, se mostr decidida a rechazar la referencia francesa en nom-bre del nacional-catolicismo. La obsesiva atencin que prestaban las autoridades franquistas a la disputa republicana se derivaba del mismo postulado ideolgico, ya que constitua el medio de no verse privadas de la iniciativa diplomtica du-rante mucho tiempo; por ello llegaron a considerarla un smbolo de las relaciones bilaterales. Pars volvi a ponerse a la defensiva y multiplic an ms las concesio-nes a costa del exilio al dar prioridad a la cuestin imperial. En efecto, Marruecos supona un elemento de tensin latente entre los dos pases con el trasfondo de la antigua rivalidad entre sus polticas rabes, la cual se vio acrecentada de nuevo por la destitucin del sultn Mohamed Ben Yousef en agosto de 195311. Espa-

    10 Entrevista con F. Tricornot de Rose el 4 de marzo de 1997.11 CATALA, M. De lEmpire lEurope? La France et lEspagne face aux mutations du milieu du XX sicle,

    HDR presentado en la Universidad de Pars I en 2003, publicado en ditions des Indes savantes.

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    a, una potencia protectora delegada en Marruecos, contaba con posesiones en frica, aunque sin llegar a considerarse una potencia imperial, y particip en el cuestionamiento de la potencia colonial francesa: con la vista puesta en sobrevivir despus de 1946, el poder franquista busc una nueva legitimidad erigindose en el defensor del derecho de los pueblos a la libre determinacin y convirti al impe-rio jerifiano en el smbolo de todos los Estados cuya soberana se vea menospre-ciada por la dominacin imperialista; asimismo, tambin aprovech la tendencia francesa a embarcarse en aventuras arriesgadas en la gestin de los asuntos de Marruecos para exigir una asociacin equitativa, no sin recurrir al chantaje. Esta crisis no se resolvi completamente hasta la proclamacin de la independencia, el 2 de marzo de 1956 (el 7 de abril con respecto a Espaa). Desde Antoine Pinay a Pierre Mends France, los dirigentes franceses hicieron de Marruecos el centro de su poltica espaola, conscientes del riesgo que supona el respaldo franquista al anticolonialismo.

    Los sucesos de Argelia vinieron a reforzar an ms la prioridad del norte de frica. La cuestin de Argelia presidi las relaciones franco-espaolas durante ocho aos12, pese que apenas se diferenci de la de Marruecos hasta que obtuvo la independencia en 1956. Amparndose en una concepcin africanista de la iden-tidad de Espaa, unida al norte de frica, puente entre el mundo rabe oriental y occidente, tanto los dirigentes como la prensa franquistas adoptaron una actitud de abierta oposicin13 contra Francia, denunciando con vehemencia su accin sobre Argelia y el fracaso del sistema colonial. En abril de 1956, el poder fran-quista se posicion de forma explcita en favor de la emancipacin de los pueblos mediterrneos y abri la pennsula a los nacionalistas argelinos, a los cuales se les entregaron armas, al menos con la intermediacin de compradores rabes. Hasta la independencia de Marruecos, fue tambin la zona del califato en la que se insta-l un campo de reagrupamiento e instruccin. Las crceles eran al mismo tiempo un centro del trfico de armas y un refugio. A finales de 1956 se abri en Madrid una de las primeras oficinas de los rebeldes argelinos en el extranjero. Es cierto que en otoo de ese mismo ao se haba iniciado una evolucin con la apertura de conversaciones tcnicas entre expertos militares acerca de Marruecos, en las cuales la propuesta francesa en este sentido estaba condicionada a la obtencin de garantas sobre Argelia. No fue tanto, sin embargo, una revisin poltica como un clima de beligerancia y mala disposicin14 fomentado por los medios la vieja guardia falangista francfoba, el Ministerio de Informacin, los diplomticos que

    12 DULPHY, A. LAlgrie, entre appartenance franaise et empreinte espagnole, 1936-1962, HDR presen-tado en la IEP de Pars en 2011, pendiente de publicacin en ediciones Vendmiaire en 2012.

    13 AMAE, Europe 1956-1960, Espagne, 241. Note de la sous-direction dEurope mridionale, 16 de agosto de 1957, pp.78-80.

    14 AMAE, Europe 1956-1960, Espagne, 232. De lambassadeur G. de la Tournelle la direction dEurope, 22 de febrero de 1957, pp.164-165.

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    se volvieron hacia el mundo rabe que queran obstaculizar el acercamiento de-seado por las autoridades militares y por los responsables de asuntos exteriores en aras de mantener la presencia espaola en frica.

    El punto de inflexin lleg cuando, a finales de febrero de 1957, el general Fran-co decidi hacer una revisin que puso al frente del asunto a un nuevo equipo ministerial, pragmtico y consciente, siguiendo el ejemplo del ministro de Asuntos Exteriores Fernando Mara Castiella, de que el desarrollo econmico pasaba por una apertura europea para la cual Francia poda ser clave. Pars aprovech esta ocasin favorable para ampliar los intercambios diplomticos comprometidos a me-diados de febrero en el mbito militar: Fernando Mara Castiella recibi a Maurice Faure en San Sebastin el 24 de agosto; el secretario de Estado de Asuntos Exte-riores, que se convirti as en el primer miembro de un gobierno francs en reunirse de forma oficial con un ministro franquista, inaugur con este encuentro la cola-boracin econmica y poltica entre ambos pases. Este acercamiento se reflej en una mayor solidaridad en relacin con la cuestin de Argelia, con la convergencia occidental como teln de fondo, que las autoridades francesas observaron con aten-cin y que, especialmente con la Quinta Repblica, se esforzaron por consolidar.

    La reconciliacin con de Gaulle

    La vuelta al poder del general de Gaulle supuso la reconciliacin entre los dos pases, a la cual contribuyeron, por paradjico que suene, los sucesos de la guerra de Argelia, que justificaron prestar una atencin especfica a Espaa y promover la comunidad de intereses europeos, mediterrneos y africanos. Con esta asociacin ibrica solidaria a partir de entonces, aunque complicada debido a los antiguos complejos y las incompatibilidades ideolgicas, la Francia de De Gaulle pretenda estrechar relaciones. El cambio de rgimen, que acab con la losa sentimental que arrastraba el franquismo por la poltica de ostracismo que haba intentado impo-ner la Cuarta Repblica, ofreca un marco favorable.

    En Madrid, el 13 de mayo y sus consecuencias fueron acogidos de forma fa-vorable. Con frecuencia se recurri a la comparacin con el pronunciamiento de julio de 1936, basada en que los sucesos que lo desencadenaron se produjeron en el norte de frica, as como en el papel que desempe el ejrcito, en el fracaso del parlamentarismo, en la recurrencia a un salvador y en el alejamiento con respecto al rgimen de los partidos. El general de Gaulle tambin era apreciado por la actitud pragmtica que siempre haba mostrado hacia el rgimen franquista y que el contexto de la guerra fra le llev a considerar indispensable para el siste-ma de defensa occidental. Concedi una de sus primeras audiencias al embajador franquista, el Conde de Casa Rojas, el 9 de julio, y Fernando Mara Castiella fue uno de los primeros dirigentes extranjeros a los que recibi, el 5 de septiembre.

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    El anlisis de Espaa en cuanto a la situacin de Argelia se centr desde entonces en la amenaza que representaba la expansin del comunismo interna-cional y esta orientacin, en la lnea de la tesis francesa, contaba con el respaldo personal del general Franco. Tal escenario propici que se multiplicaran las se-ales de cooperacin espaola, para la que el ao 1958 result decisivo, mientras los contactos militares entablados en julio de 1956 dieron como resultado una operacin conjunta en febrero en el Sahara occidental. Desde este momento, Espaa entr a formar parte de los pases amigos en las Naciones Unidas. Se le dedic una atencin especial en forma de satisfacciones, medidas de presin y concesiones en detrimento del exilio republicano. De este modo, dado que uno de los objetivos del rgimen franquista era su integracin europea y atlntica, Francia contribuy a que fuera admitida como miembro asociado de la OECE en enero de 1958. Asimismo, dej constancia de su apoyo al posible ingreso de Espaa en la OTAN. En el verano de 1959 se decidi reanudar los contactos de Estado Mayor al ms alto nivel. A finales de enero de 1961, el general Muoz Grandes fue invitado por el ministro Pierre Messmer para incrementar an ms la cooperacin militar. En general, la guerra de Argelia sell la reconciliacin bilateral, consolidada con la designacin de Jos Mara de Areilza para la Em-bajada de Pars en julio de 1960.

    Aun as, la brecha creada entre la poltica de De Gaulle a favor de la Arge-lia argelina y los partidarios de la Argelia francesa provoc algunas fricciones con las autoridades espaolas, que, sin embargo, se superaron fcilmente, ya que Madrid prefiri mantener las buenas relaciones con Pars antes que la simpata por los que abogaban por la presencia europea en frica. La rama espaola de la OAS (Organizacin del Ejrcito Secreto), que pretenda convertir a la pennsula en una base de retirada, sirvi como moneda de cambio: se vio desarticulada por su detencin a principios de octubre de 1961. Tras la independencia de Argelia, la cooperacin policial entre los dos pases permiti neutralizar a los activistas de la OAS que se haban refugiado en la pennsula. El 29 de enero de 1963, el ministro del Interior, Roger Frey, firm con su homlogo, Camilo Alonso Vega, un acuerdo por el que garantizaba una contribucin activa para la represin de complots de activistas. Espaa comenz a realizar detenciones y expulsiones. Este acuerdo conllevaba medidas de reciprocidad contra los exiliados republicanos en Francia. En especial, con la visita de un ministro poltico en cuyo honor se toc la Marsellesa por primera vez en Espaa desde la guerra civil, la Francia de De Gaulle le procur una innegable satisfaccin internacional, al tiempo que intenta-ba acercarse a las Comunidades Europeas.

    Fernando Mara Castiella, en una carta del 9 de febrero de 1962 dirigida a Mau-rice Couve de Murville, su homlogo francs y presidente del Consejo de ministros de la Comunidad, reclamaba, en nombre de la vocacin europea de su pas, una asociacin que pueda llegar en su da a la plena integracin, una vez acometida

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    la adaptacin indispensable de la estructura econmica nacional15. Esta frmula flexible ofreca la ventaja de aprobar la normalizacin internacional de Espaa ponindola en la misma lista de espera que aquellos pases que ya haban soli-citado un estatus de asociacin, aunque, pese a contar con el respaldo de Francia y Alemania, se top con fuertes objeciones polticas. Asimismo, el relanzamiento espaol del 14 de febrero de 1964 opt por sortear el obstculo poltico hacien-do hincapi en las modalidades tcnicas de las relaciones que se deban entablar y evitando prudentemente pronunciarse acerca de su naturaleza. Este cambio de estrategia result eficaz y el apoyo francs, decisivo. La visita de Maurice Couve de Murville a Madrid, a finales de mayo, puso de manifiesto la calidad de las rela-ciones franco-espaolas y comenz a parecer un apoyo explcito. Poco despus se conoci la decisin europea a favor de la apertura de conversaciones preliminares. La posicin francesa dejaba traslucir el pragmatismo realista del general de Gaulle, proclive a dar prioridad a los datos geopolticos e histricos frente a los parmetros ideolgicos en su percepcin de un interlocutor extranjero. Desde principios de la dcada de 1950 deseaba abiertamente la incorporacin de la Espaa franquista al conjunto europeo. Sin lugar a dudas consideraba ms compatibles con su con-cepcin europea los planteamientos espaoles que la candidatura britnica Por ltimo, cabe destacar la estima que se manifestaron los jefes de Estado francs y espaol. El general Franco, que senta una consideracin especial por los dirigentes procedentes del ejrcito, admiraba tambin a su homlogo por su concepcin de Estado, su predileccin por la democracia directa y su poltica de independencia nacional. Fue el primer dirigente extranjero en escribirle despus de su dimisin en 1969. Sabemos que el general de Gaulle quera reunirse con su contemporneo, el que ms tiempo haba permanecido en el poder, y fue precisamente la pennsu-la el destino de su ltimo viaje al extranjero. Recibido con toda solemnidad el 8 de junio de 1970, con una recepcin privada y, de manera excepcional, con un almuer-zo, se cuid de apoyar pblicamente la dictadura, si bien tanto su visita como el caluroso agradecimiento que dirigi al caudillo, cuyo poder, en definitiva, le result beneficioso, constituyeron un innegable homenaje. Sin embargo, desde el fin de la guerra de Argelia, el lugar que haba ocupado Espaa en su poltica exterior, bajo el signo de la grandeza, haba sido secundario.

    Como contrapartida, fue incluida en el plan francs de expansin econmica e influencia cultural para el poder16. Por esta razn conviene insistir no tanto en la normalizacin diplomtica, reflejada en las frecuentes visitas ministeriales a ambos

    15 CRESPO MACLENNAN, J. Spain and the Process of European Integration, 1957-85, Oxford, St Antonys Series, 2000.

    TROUVE, M. LEspagne et lEurope. De la dictature de Franco lUnion europenne, Bruselas, PIE Peter Lang, col. Euroclio n 43, 2008.

    16 SNCHEZ SNCHEZ, E. Rumbo al Sur. Francia y la Espaa del desarrollo 1958-1969, Madrid, CSIC, 2006.

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    lados de los Pirineos, como en la intensificacin de las relaciones econmicas y so-ciales en una dcada caracterizada por la modernizacin acelerada de Espaa, ya como miembro de las grandes instituciones econmicas internacionales. El comer-cio bilateral se desarroll de forma considerable, con una estructura desequilibrada que explica que el balance fuera constantemente desfavorable para Espaa (excep-to en 1960): en cuanto al comercio exterior de Francia, ocupaba la 9 o 10 posicin como cliente, entre la 12 y la 14 como proveedor (en 1950, las posiciones 14 y 22, respectivamente), mientras que Francia figuraba entre sus principales socios comerciales, el 3 en 1969, con un porcentaje aproximado del comercio exterior es-paol del 10%. Las inversiones de capital francs se multiplicaron y en la pennsula se instalaron filiales de importantes empresas francesas. Por otra parte, cabe desta-car los movimientos de poblacin: por un lado, de turistas franceses (1,4millones de entradas en 1959, 8,2 diez aos despus, lo que equivale a la mitad de los turistas extranjeros que viajaron a Espaa) y, por otro, de emigrantes espaoles, cuyas divi-sas e ingresos contribuyeron a equilibrar de nuevo la balanza de cuentas. As pues, Francia particip activamente en el milagro econmico espaol.

    De igual modo, se constituy en el defensor de Espaa durante sus contactos preliminares con la CEE. Adopt una verdadera labor de padrinazgo en cuanto se abrieron las negociaciones en 1967, especialmente mediante el establecimiento de una cooperacin tcnica entre las dos diplomacias, una funcin que asumi de forma plena el propio Georges Pompidou. Es cierto que otros factores contribu-yeron a la celebracin del acuerdo comercial general y preferencial del 29 de junio de 1970 con la CEE, aunque el ministro de Economa y Finanzas, Valry Giscard dEstaing, que fue invitado a la pennsula al ao siguiente, resalt la importancia del mismo al presentarlo como una etapa decisiva hacia la adhesin europea. Es-paa se haba convertido en socio de pleno derecho. El dilogo bilateral abarcaba todos los mbitos, tal y como lo demuestran el acuerdo de cooperacin cultural, cientfica y tcnica del 7 de febrero de 1969 o el acuerdo de coordinacin militar del 22 de junio de 1970. En 1972, preocupado por el futuro equilibrio geogrfico de la Comunidad, Georges Pompidou se declar a favor del ingreso de Espaa en el Mercado Comn.

    Sin embargo, durante los ltimos aos del rgimen franquista se observ un cierto declive bilateral, perceptible tambin en Europa: la peticin espaola de renegociar el acuerdo de 1970 por la ampliacin de 1973 gener tensin con Pars por las cuestiones agrcolas. El endurecimiento de la represin por parte de la dic-tadura agonizante, mientras Grecia y despus Portugal retomaban el camino de la democracia, hizo que resurgiera especialmente el obstculo del rgimen. Tras las ejecuciones que siguieron al segundo proceso de Burgos, a principios de oc-tubre de 1975, la CEE suspendi las difciles negociaciones encaminadas a lograr un nuevo acuerdo y los pases miembros llamaron a consultas a sus embajadores durante varios das.

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    CON LA ESPAA DEMOCRTICA Y EUROPEA

    Al asistir a la entronizacin del Rey Don Juan Carlos, el 25 de noviembre de 1975, el presidente Giscard dEstaing manifest el apoyo de Francia a la suce-sin monrquica. El Prncipe, que haba sido recibido en dos ocasiones por Geor-ges Pompidou, en 1970 y en 1973, encarnaba una posible solucin para las autori-dades francesas. Sin embargo, si bien el proceso de transicin acab confirmando este anlisis, no es menos cierto que vino acompaado por un deterioro de las relaciones bilaterales, en las que se acus a Francia de no trabajar verdaderamente por lograr la legitimacin internacional de la joven democracia, al parecer que la defenda con cierta arrogancia. Aun cuando la designacin a principios de 1976 de Jean-Franois Deniau, cercano al presidente y al Rey Don Juan Carlos, como embajador en Madrid poda interpretarse como una seal positiva, lo cierto es que la toma de contacto con el nuevo jefe de Gobierno, Adolfo Surez, que acudi a Pars despus de asumir el cargo en julio de 1976, fue despachada rpidamente por Valry Giscard dEstaing y el primer ministro, Jacques Chirac. El paso a la democracia sin ruptura, a cargo de dirigentes procedentes del franquismo, levant sospechas, lo que llev a que se ignorara las instancias gubernamentales en benefi-cio de los intercambios con el monarca. Las malas relaciones entre Adolfo Surez y Jean-Franois Deniau, al que se tach de arrogante, fueron el origen de la retirada de este en septiembre 1977. En medio de esta situacin tempestuosa, la irritacin espaola creci an ms con las cuestiones de los terroristas de ETA, cuya extra-dicin reclamaba Madrid en vano, y de la adhesin a la CEE.

    La adhesin de Espaa a la CEE: una cuestin entre Francia y Espaa

    La equivalencia establecida entre integracin europea, democratizacin y mo-dernizacin llev a Espaa a presentar su candidatura el 28 de julio de 1977. Fran-cia, sin embargo, mostr bastantes reservas por miedo a verse expuesta a la com-petencia de la agricultura y la pesca mediterrneas, as como a los bajos sueldos espaoles. As, los intereses de sus regiones meridionales le llevaron a reconsiderar su apoyo inicial a un reequilibrio de la Comunidad hacia el sur, que ofreca la ven-taja de colocar a Francia en su centro de gravedad.

    Deseoso de tranquilizar a las organizaciones de agricultores, Jacques Chirac tom la iniciativa declarando en el verano de 1976 que la entrada de Espaa era inconcebible y abogando por la asociacin. En abril de 1977, un informe del Se-nado alertaba contra lo que denominaba el escenario de lo inaceptable, es decir, una ampliacin sin precauciones ni limitaciones. Mediante un comunicado publi-cado el 8 de julio de 1977, el Gobierno de Raymond Barre condicion expresa-mente el ingreso de los pases mediterrneos a que se concedieran ciertas garan-

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    tas indispensablesa los agricultores del sur []para desarrollar su mercado. La presentacin de la candidatura espaola endureci an ms la actitud francesa. El giro del presidente Giscard dEstaing haba provocado una honda decepcin en los dirigentes espaoles, dando pie a un gran resentimiento. La compleja entrevis-ta que mantuvo en septiembre de 1977 con Adolfo Surez, de gira por las capitales europeas, les convenci de que Francia sera el pas ms reticente y, dado que a la cabeza de la posicin de rechazo se encontraban el RPR y el PCF, consideraron que este endurecimiento oficial dependa de consideraciones de poltica interior de cara a las convocatorias electorales, de las legislativas de 1978 a las presidenciales de 1981. Leopoldo Calvo-Sotelo, ministro de Relaciones con las Comunidades, cargo creado a finales de 1977, lo resumi de forma muy aguda: El camino de Madrid a Bruselas pasa por Pars, por lo que era necesario superar el obstculo apoyndose en otros pases como la RFA, cuyo respaldo era constante, y evitando a la vez un bloqueo bilateral.

    La candidatura de Espaa a la CEE se haba convertido as en una cues-tin entre Francia y Espaa17. Efectivamente, Francia fue responsable del es-tancamiento de la fase preliminar, que se prolong hasta febrero de 1979, y poste-riormente del bloqueo de las largas negociaciones. Hasta el cambio en su actitud proeuropea en 1983, hizo de la adaptacin del acervo comunitario a la ampliacin una condicin preliminar, por supuesto acompaada de un principio de acuerdo, sin que la alternancia de mayo de 1981 constituyera una ruptura. Atendiendo a la propuesta de Valry Giscard dEstaing, en septiembre de 1978 se cre un Comit de Sabios encargado de analizar las repercusiones de la ampliacin, conforme a la exigencia que haba planteado ante las Cortes a finales de junio para que tu-viera lugar una fase preliminar de identificacin y resolucin de problemas. Su discurso ante la asamblea permanente de las Cmaras de Agricultura, el 5 de mayo de 1980, se interpret como un paso atrs, que llev al clmax la crispacin entre los dos pases: No me parece posible acumular los problemas e incertidumbres asociados a la prolongacin de la primera ampliacin con los que supondrn las nuevas adhesiones []. Es conveniente que la Comunidad d prioridad a rematar la primera ampliacin antes de estar en disposicin de emprender la segunda. En Espaa se habl de giscardazo y as se le transmiti al primer ministro Raymond Barre durante su viaje a Madrid a principios de julio. Para Leopoldo Calvo-So-telo, se trata(ba) de un veto a medias, a riesgo de dramatizar la posicin fran-cesa. Es cierto que, posteriormente, la delegacin francesa fue autorizada a crear, dentro del Comite de Representantes Permanentes (Coreper), un grupo ad hoc de reflexin sobre la agricultura, la pesca, los asuntos sociales y los recursos propios, los mbitos delicados que se rechazaron en las negociaciones de adhesin. En este contexto de presin, la fase de identificacin de los problemas se prolong y no

    17 TROUVE, M. op.cit., p. 248.

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    concluy hasta noviembre de 1982, sin que la alternancia mitigara las exigencias francesas. Dos factores contribuyen a explicar este planteamiento condicionado, adems de la crisis comunitaria relacionada con la cuestin de la contribucin bri-tnica: Francia no solo solicit en cada oleada de ampliacin que la misma fuera precedida por una profundizacin, sino que adems en este caso la opinin pblica era muy escptica, al igual que los principales partidos, incluyendo a la UDF y el PS, los cuales, si bien no se oponan al rechazo, exigan condiciones previas. En su visita a Madrid en junio de 1982 para garantizar que no pretenda dar la espalda a la amistad franco-espaola, sino que se negaba a aadir ms miseria a la ya existente [] en Europa, el presidente Franois Mitterrand obtuvo un recibimiento glacial.

    La reanudacin del proceso de adhesin se produjo en 198318. La situacin contribuy a ello con la inflexin de Mitterrand hacia una prioridad europea, por parte francesa y, desde Espaa, con el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, que volvi a poner de actualidad la idea de la consolidacin democrtica a travs de Europa, y posteriormente, el 28 de octubre de 1982, con la victoria electoral del PSOE. Con el mismo objetivo en mente la adhesin, la estrategia del Gobierno de Felipe Gonzlez incidi en la cuestin poltica ms que en los asuntos tcnicos, en las relaciones bilaterales y multilaterales ms que en la Comisin. Con esta perspectiva, se designaron representantes polticos en las principales capitales europeas, especialmente en Bonn, cuyo apoyo haba sido constante, pero tambin en Pars, donde se envi al socialista cataln Joan Revents en abril de 1983. A principios de ao haba ocurrido lo mismo en Francia con la designacin de Pierre Guidoni, diputado socialista del departamento de Aude, presidente del grupo par-lamentario de amistad Francia-Espaa. Estos dos embajadores atpicos desempe-arn un papel fundamental en la reduccin de la crispacin en los intercambios bilaterales, al igual que los ministros Roland Dumas, encargado de los Asuntos Europeos en diciembre, y en Asuntos Exteriores, Claude Cheysson y Fernando Morn, que establecieron una relacin de confianza. Considerando que solamen-te se podra desbloquear la situacin a travs de un dilogo pacfico con Pars y asumiendo el calificativo histricamente polmico de afrancesado, el cual se le impuso dada la violencia de los sentimientos antifranceses, Fernando Morn in-tent establecer una relacin privilegiada e igualitaria con Francia basada en la similitud de las dos mayoras socialistas. Fue posible instaurar un verdadero dilo-go franco-espaol, iniciado con una serie de reuniones ministeriales e inaugurado oficialmente en diciembre de 1983 con el encuentro en Pars entre Felipe Gonzlez y Franois Mitterrand, una vez resueltas sus principales diferencias: el presidente francs acept acabar con el hecho de que Francia se hubiera convertido en un

    18 TROUVE, M. Franois Mitterrand et lEspagne1981-1995, Matriaux pour lhistoire de notre temps, n 101-102, 2011, pp. 17-19.

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    santuario para los terroristas vascos, asilo hasta entonces, segn el primer minis-tro Pierre Mauroy, de aquellos a los que el ministro del Interior Gaston Defferre haba comparado con la resistencia contra la ocupacin nazi, y se comprometi a concluir las negociaciones de adhesin durante la presidencia francesa del primer semestre de 1984. Durante la cumbre franco-espaola de Rambouillet, celebrada en febrero de 1984, se fij por primera vez una fecha, el 1 de enero de 1986, deci-sin que sera ratificada posteriormente, a finales de junio, por el Consejo europeo de Fontainebleau; Franois Mitterrand se traslad personalmente a Madrid para anunciar la noticia a Felipe Gonzlez. En efecto, la presidencia francesa result ser una etapa decisiva para la firma del tratado de adhesin, el 12 de junio de 1985. El viaje oficial del Rey Don Juan Carlos a Pars en julio de 1985 y la firma de un tratado de amistad y cooperacin sellaron la reconciliacin bilateral. Esto se perci-bi tambin en una mejora de la concepcin colectiva respectiva, especialmente al liberarse la imagen de Espaa de los clichs simplistas con que la opinin pblica francesa la caracteriz durante mucho tiempo19.

    Las relaciones bilaterales en el marco comunitario

    El acercamiento se institucionaliz mediante la celebracin semestral de reu-niones interministeriales, siguiendo el ejemplo franco-alemn, a partir de enero de 1983; una vez superadas las diferencias, en 1985, pasaron a celebrarse con ca-rcter anual, especializndose cada vez ms. Este sistema se complet en marzo de 1987 con una cumbre anual entre jefes de Estado y de gobierno. Consiguientemen-te, las relaciones bilaterales progresaron en mltiples mbitos: poltico, econmico, cultural, militar (gracias al acuerdo de 1983), tecnolgico o policial, en virtud de la firma de los acuerdos de la Castellana por los dos ministros del Interior en junio de 1984. El establecimiento de esta estrecha colaboracin policial y judicial se tra-dujo con los aos en numerosas detenciones y extradiciones de etarras.

    Este entendimiento bilateral se reflej especialmente a escala comunitaria, don-de de 1986 a 1995 la Espaa de Felipe Gonzlez se convirti en el motor de la unificacin, apoyando y asumiendo como suyas todas las iniciativas del eje fran-co-alemn: Acta nica, UEM, PESC, etc., hasta el punto de que se lleg a hablar del eje Pars-Bonn-Madrid20; por su parte, Francia respald los esfuerzos espao-

    19 PELLISTRANDI, B. La imagen de Espaa en Francia en el siglo XX, en A. M. Moya (dir.), Las Claves de la Espaa en el siglo XX, Madrid, Milenio, 2001, pp. 92-95.

    ANGOUSTURES, A. LEspagne, Ed. Le cavalier bleu, 2004.20 Acerca de las cuestiones europeas, vase CLOSA C. y HEYWOOD, P. M. Spain and the European

    Union, New York, Palgrave Macmillan, 2004. PIEDRAFITA, S., STEINBERG F. y TORREBLANCA, I. 20 Aos de Espaa en la UE (1896-

    2006), Madrid, Real Instituto Elcano y Parlamento Europeo, 2006.

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    les para reforzar las polticas comunitarias de redistribucin. Naturalmente, estas asociaciones resultaron beneficiosas para todas las partes, a la vez que hicieron avanzar a la UE. La coordinacin franco-espaola alcanz su mxima expresin en 1989, cuando ambos pases presidieron sucesivamente el Consejo Europeo. Tambin se hizo patente durante el lanzamiento del proceso euromediterrneo de Barcelona, a finales de 1995.

    En contrapartida, tras la alternancia que se produjo de 1996 a 2004, Francia experiment fuertes tensiones con el presidente del Gobierno Jos Mara Aznar, que tuvieron su origen en la concepcin que este tena del lugar que ocupaba su pas en Europa y en el mundo. En este sentido, se puede hablar de una normali-zacin de Espaa al constatar la aparicin de programas europeos que seguan la estela de las opciones a favor de la poltica interior, acabando con el consenso en materia de poltica exterior que se haba alcanzado en la Transicin. La ruptura anunciada por Jos Mara Aznar se hizo especialmente efectiva tras el xito del Partido Popular que supuso su mayora absoluta en marzo de 200021. Se present como una segunda transicin hacia la afirmacin de la posicin nacional en un mundo globalizado: Espaa ha de jugar en primera divisin, no en segunda y que otros decidan por ella. Esta nueva poltica exterior se basaba en dos pilares: una orientacin atlntica, considerada adecuada por los pases del flanco occidental eu-ropeo, apartados a la periferia por la ampliacin de la UE hacia el Este; y una visin utilitarista de Europa, orientada a sacar a Espaa del pozo de la historia, del pozo de los pases que no cuentan ni tienen capacidad de decisin, lo cual pasaba por un enfoque intergubernamental y el desarrollo de alianzas perifricas. As pues, para reafirmarse como una potencia de primer plano, Espaa se acerc al Reino Unido y a los nuevos miembros de la UE, especialmente a Polonia, lo que Donald Rumsfeld dio en llamar la nueva Europa cuestionando el eje franco alemn. Durante la negociacin del Tratado de Niza se mostr como un socio particularmente difcil, rechazando cualquier consideracin demogrfica para la distribucin de los votos del Consejo y obteniendo un nmero casi igual al de los grandes pases, para des-pus ampararse en este reparto de votos y bloquear la adopcin del Tratado Cons-titucional. La crisis de Irak vino a aumentar las turbulencias europeas. Jos Ma-ra Aznar particip activamente en la elaboracin de la carta de los ocho (cinco miembros de la UE y tres pases candidatos22) del 30 de enero de 2003, en la cual se llamaba a consolidar el vnculo transatlntico. La reaccin del presidente Chirac fue an ms dura que la brecha entre la vieja y la nueva Europa, apelando a la Europa potencia a la francesa Por consiguiente, la nueva poltica exterior de

    21 KOURLIANSKY, J.-J. Bilan des annes Aznar: laffirmation nationale et atlantique de lEs-pagne, Revue internationale et stratgique, 2044/2, n. 54, p. 45.

    MAILHOLD, G. Espagne: le retour vers lEurope, Politique trangre, 2006, n. 1, pp. 161 y 163.22 Gran Bretaa, Italia, Espaa, Dinamarca, Portugal, Hungra, Polonia y la Repblica Checa.

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    Las relaciones bilaterales Francia-Espaa: antecedentes histricos

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    Madrid cuestionaba en muchos sentidos a Francia, acusada de renegar de Espaa, como por ejemplo durante el incidente hispano-marroqu por el islote de Perejil en julio de 2002, y de obstaculizar la consolidacin de su papel internacional. A pesar de haber hecho referencia a su homlogo francs a su llegada al poder23, hasta la cohabitacin de 1997, la derecha popular retom rpidamente la vieja retrica francfoba, como si se tratara de arreglar cuentas por las relaciones desiguales del pasado, como si se volviera a representar la guerra de independencia24. De este modo, en marzo de 2003, el secretario de Estado para las relaciones con el Par-lamento, Jorge Fernndez Daz, calific de afrancesados a todos aquellos que cuestionaran la postura oficial respecto a Irak. A principios de 2004, Jos Mara Aznar declar en una entrevista en el Washington Post: La toma de decisiones en Espaa en materia de poltica exterior ha estado subordinada a Francia desde 1800. Ya no es as. Algunos estarn contentos, otros no. Personalmente, estoy feliz de que Espaa tome sus propias decisiones. Por lo tanto, los aos de Aznar supusieron un fuerte deterioro de las relaciones entre ambos pases, pese a que s se consiguieron resultados, como el acuerdo sobre lucha antiterrorista de octubre de 2001.

    La derrota electoral del PP en marzo de 2004 castig esta poltica exterior, que haba roto con el consenso europesta de la Transicin. El Gobierno socialista re-tom el camino al centro de Europa, acabando con el bloqueo que impeda la firma del Tratado Constitucional y apoyndose en sus socios franceses y alemanes: Jos Luis Rodrguez Zapatero organiz un encuentro con Jacques Chirac y Gerhard Schrder en Madrid el 13 de septiembre, que supuso la creacin de un eje que corrigi los fallos del motor franco-alemn. Esta marcada orientacin europea se vio consolidada por el referndum del 20 de febrero de 2005: Espaa fue el primer pas en ratificar el Tratado Constitucional con un 76,7% de votos a favor, aunque es preciso aclarar que la votacin tena un carcter de consulta y que fue empaada por un rcord de abstencin (ms del 58%). El 1 de marzo, Jos Luis Rodrguez Zapatero destac durante su intervencin en el Palais Bourbon la convergencia franco-espaola en materia europea que despus enturbi momentneamente la victoria del no el 29 de mayo de 2005. No obstante, en seguida se uni a la idea del tratado constitucional simplificado que haba adelantado Nicolas Sarkozy y, junto a Angela Merkel, result un actor clave del proceso de reforma institucional con-cretado en el Tratado de Lisboa a finales de 2007. Por otra parte, Felipe Gonzlez fue designado a iniciativa de Francia para dirigir el grupo de reflexin sobre Eu-ropa 2030, el cual public su informe en mayo de 2010: para hacer frente a la crisis econmica y al riesgo de declive de Europa, recomendaba fomentar la integracin

    23 CLOSA C. y HEYWOOD, P. M. op.cit., p. 49.24 PERES, H. La France vue dEspagne avant la prsidence de lUnion europenne. Paradoxes et

    limites dune entente plus cordiale que jamais, Revue internationale et stratgique, 2008, n 1, p. 109.

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    en el plano econmico mediante la convergencia de las polticas estatales y en el militar, con la creacin de un Estado Mayor europeo operativo.

    Por tanto, las relaciones entre Francia y Espaa han experimentado una con-siderable mejora desde 2004. El viaje que Nicolas Sarkozy realiz a Madrid poco despus de ser elegido, con una buena acogida en la pennsula, simboliz esta re-cuperacin de las relaciones que se reflej, aparte de en encuentros institucionales menos frecuentes (la ltima cumbre tuvo lugar en abril de 2009), en reuniones peridicas al ms alto nivel del Estado y en mltiples contactos a escala ministe-rial. Gracias a la insistencia del presidente francs, Jos Luis Rodrguez Zapatero fue invitado por primera vez a participar en una cumbre del G20, celebrada en Washington a finales de 2008, en la que se permiti as asistir a la octava potencia econmica del mundo. Por otra parte, la cooperacin entre ambos pases se ha profundizado y diversificado. Se ha reforzado considerablemente la cooperacin en materia de seguridad (lucha contra el crimen organizado y el terrorismo), lo que contribuy a que una ETA debilitada renunciara a la lucha armada en otoo de 2011; esta colaboracin es percibida de manera muy positiva por la opinin pblica espaola25. Las relaciones comerciales entre ambos pases son muy im-portantes, a pesar del declive al final de la primera dcada del siglo, por la cri-sis econmica; poco a poco se vuelven a equilibrar, ya que el balance comercial, siempre claramente a favor de Francia (597 millones de euros), se reduce desde 200726: esta es el primer cliente (18,7% de las exportaciones en 2010) y el segundo proveedor de Espaa (10,7% de las importaciones), lo cual implica una erosin considerable de sus cuotas de mercado en una dcada (18,4% en 1998); Espaa es su cuarto cliente (7,4%) y su quinto proveedor (6,2%), pero en 2003 ocupaba el segundo y el tercer puestos, respectivamente. Por el contrario, las inversiones han seguido creciendo por ambas partes, lo que ha colocado a Francia en el se-gundo lugar de los pases inversores y a Espaa en el quinto. El incremento de la inversin espaola ha sido particularmente fuerte durante la dcada, si bien la grave crisis econmica y financiera por la que atraviesa el pas podra influir ne-gativamente. Las marcas espaolas se multiplican en Francia; los grandes grupos franceses tienen una amplia presencia en Espaa: en el sector de la automocin, la gran distribucin, los productos agroalimentarios, las telecomunicaciones, etc., y pueden aprovechar diversos proyectos conjuntos, como el fortalecimiento de las conexiones de gas y electricidad entre los dos pases. Las comunicaciones a ambos lados de los Pirineos se ven facilitadas por proyectos de autovas y, en especial, por

    25 En 2008, un 89% de los espaoles consideraban que las relaciones con Francia eran muy buenas (41%) o buenas (48%) en el mbito de la lucha antiterrorista, lo que contribuye sin duda a la opinin muy positiva sobre las relaciones bilaterales (en un 84%). Vase: http://www.dialogo.es/images/stories/biblioteca/image_de_la_france_en_espagne_-_synthese_de_l-enquete.pdf.

    26 http://www.tresor.economie.gouv.fr/255_les-relations-economiques-bilaterales-entre-la-france-et-les-pagne.

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    la prolongacin hasta Barcelona del enlace ferroviario desde Perpignan en 2012. Acaban de entrar en servicio dos autovas costeras. Sin embargo, cabe destacar un punto negro. Pese al acuerdo marco de mayo de 2005 encaminado a reforzar la cooperacin en el mbito de la educacin, el cual desemboc en la puesta en marcha en 2008 de una doble titulacin, denominada Bachi-bac, al final de la edu-cacin secundaria, la situacin del francs en el sistema educativo espaol sigue siendo preocupante debido a que no es obligatorio aprender un segundo idioma: tan solo el 16,2% de los alumnos opta por esta lengua, contando todos los niveles. Paradjicamente, los ndices ms bajos se dan en las regiones fronterizas: un 6% en el Pas Vasco y un 8,7% en Catalua.

    La crisis por la que atraviesa la zona euro desde 2008, especialmente grave en Espaa, hace que las cuestiones de saneamiento financiero y de competitividad econmica presidan las relaciones europeas y bilaterales. El 12 de enero de 2012, el presidente Sarkozy se traslad a Espaa para reunirse con el nuevo presidente del Gobierno espaol, Mariano Rajoy, varias semanas despus de la victoria del PP en las elecciones generales celebradas en noviembre de 2011. El Rey Don Juan Carlos le impuso el Toisn de Oro, una condecoracin que no reciba un presidente francs desde Gaston Doumergue, en 1926. La considerable mejora de la imagen de Francia y de los franceses da cuenta de esta evolucin27: en 2008, el porcentaje de opiniones positivas ascenda respectivamente a un 80% y un 73% (46% y 38% en 1999), aunque un 27% citaba a Francia como el pas europeo por el que ms simpata profesaba (con lo que esta nacin ocupaba la segunda posi-cin, por detrs de Italia, con un 36%) y solo un 16% crea que los franceses haran lo propio eligiendo a Espaa (un 36% mencion a Portugal, un 31% a los italianos y un 20% a los alemanes). De hecho, la proporcin que adquiri la reciente pol-mica en torno al dopaje pone de manifiesto que la ambivalencia de los sentimientos colectivos an no se ha superado por completo

    27 http://www.dialogo.es/images/stories/biblioteca/image_de_la_france_en_espagne_-_synthese_de_l-enquete.pdf.

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    La opinin pblica y la defensa en Espaa desde 1975 hasta nuestros das

    Benot Pellistrandi

    El anlisis de la opinin pblica sobre las cuestiones de defensa debe ser un paso preliminar para cualquier estudio sobre la evolucin de la institucin mili-tar espaola. Forma parte de un planteamiento lgico en el sistema democrtico. As, es conveniente medir el apoyo de la poblacin a las doctrinas de defensa y, por ende, a las opciones presupuestarias, as como a las grandes cuestiones de debate pblico. En el caso de Espaa, la relevancia simblica y la fuerte carga en la memoria que presentan las cuestiones militares asociadas al recuerdo del franquismo hacen que el anlisis resulte ms complejo, lo que obliga al obser-vador a diferenciar entre estratos y planos diferentes que la opinin pblica, en ocasiones, confunde. No se trata de retomar los clichs asociados al largo rgi-men franquista, que fue una dictadura militar; ms bien se trata simplemente de ser conscientes de momentos importantes en la vida colectiva que han puesto de manifiesto la extrema sensibilidad de la opinin pblica espaola ante las cues-tiones militares, normalmente encuadradas en los asuntos diplomticos. Desde aqu mencionamos dos de los sucesos ms relevantes: el debate acerca de la entrada y posterior permanencia de Espaa en la OTAN, entre 1981 y 1986 (el cual qued zanjado con el referndum), y la cuestin sobre la participacin en la guerra de Irak en 2003.

    Para analizar el vnculo entre la opinin pblica y las cuestiones de defensa, po-demos utilizar distintos recursos. El historiador puede recurrir a la documentacin aparecida a raz de los grandes debates (parlamento, prensa, manifestaciones). El socilogo dispone de las investigaciones del Centro de Estudios Sociolgicos (la l-tima fecha, de 2009) que sondea a la opinin pblica acerca de los asuntos militares. Estas son an ms valiosas en tanto en cuanto registran la evolucin de la opinin pblica sobre cuestiones tipo, lo que nos permite disponer de datos que despus hay que interpretar. En nuestro trabajo utilizaremos en gran medida los ocho lti-mos estudios (1997-2009) que estn disponibles en la pgina web del CIS1. Gracias

    1 http://www.cis.es/cis/opencm/ES/1_encuestas/estudios/listaTematico.jsp?tema=4&todos=no (14/02/2012).

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    a su carcter sistemtico (incluyen unas sesenta preguntas), estas encuestas nos permiten medir el apoyo de los espaoles a un proyecto de defensa nacional.

    LA IMAGEN DEL MILITAR Y DE LA INSTITUCIN. EL SENTIDO NACIONAL DELEJRCITO

    Las encuestas parten de una valoracin de la profesin militar frente a otras distintas (abogado, profesor, militar de carrera, comerciante, empresario, soldado profesional, mdico, polica, periodista, bombero).

    1997 1999 2000 2002 2005 2007 2009

    Nota 5,3 5,65 5,82 5,66 5,73 6,11 6,2

    Pos. 8/8 10/10 10/10 10/10 10/10 10/10 10/10

    Aunque se advierte cierta tendencia a la revalorizacin de la imagen del mi-litar de carrera, sigue siendo la profesin peor valorada de las incluidas en el estudio. Cabra preguntarse, no obstante, acerca de las comparaciones en cuanto a que algunos cometidos son demasiado diferentes entre s o, por el contrario, que la imagen positiva que se suele asociar con el mdico puede chocar de frente con la idea negativa que podra expresar la del militar. Sin lugar a dudas, existe cierto sesgo que, sin embargo, podemos corregir leyendo las respuestas dadas a la pregunta sobre la confianza otorgada a la institucin militar en su conjunto2.

    1996 1997 1998 2001 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010

    Confianza 52,5 54,9 45,8 49,3 54,8 49,7 58,5 56,7 64,5 64,1 66,8 69,2

    Ninguna confianza

    44,9 40,8 49,3 45,4 39,9 41,7 38,4 38,4 30,9 30,1 29,7 27,9

    El inters se debe probablemente a la comparacin con otras grandes insti-tuciones colectivas, como puede ser la Monarqua, el Gobierno o la Iglesia. En el caso de esta ltima, la evolucin en estos mismos aos muestra una tendencia claramente a la baja: se pasa de un 52,5% de confianza a un 33,4% (y un incre-mento de la desconfianza del 44,9% al 63%). En cuanto al poder judicial: 44,1% de confianza y 48,3% de desconfianza en 1996 y en 2010: 37,9% de confianza y 57,7% de desconfianza. La televisin: de 44,6% de confianza y 51,5% de desconfianza (1996) a 36,4% de confianza y 61,9% de desconfianza; la radio, de 69,5% en 1996 a 54,3% en 2010 de confianza; los partidos polticos, de 32,5% en 1996 a 15,4%

    2 La pregunta es: Me podra indicar qu grado de confianza concede a las Fuerzas Armadas: mucha, cierta confianza, poca o ninguna?.

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    en 2010 (con un mximo, no obstante, de 46,4% en 2001, lo que indica que el re-chazo no es sistemtico; los sindicatos, de 38% a 20,9%. Incluso en un momento puntual, en diciembre de 2011, las fuerzas armadas inspiraron por primera vez ms confianza que el propio Rey.

    Estas cifras reflejan una mejora constante y apreciable de la imagen de las fuerzas armadas e incluso un movimiento de adhesin en una Espaa entregada a un desapego real de sus instituciones. As lo confirman las preguntas acerca de la imagen de las fuerzas armadas, que abarca tambin la apreciacin sobre sus cua-lidades intrnsecas (profesionalidad, equipamiento, modernidad3). En 2009, esta era buena o muy buena para el 60% de los espaoles (frente al 46,9% en 1998). Sin embargo, ms de un tercio de los encuestados siguen teniendo una imagen mala, o incluso muy mala, de las fuerzas armadas espaolas. Esta cifra apenas vara, como si se tratara de una especie de mnimo irreducible.

    La evolucin de esta percepcin de la preparacin profesional y tcnica del ejrcito se puede resumir con los grficos que aparecen ms adelante. En el prime-ro se comparan las respuestas positivas y negativas acerca del estado de prepara-cin de las fuerzas armadas espaolas, mientras que el segundo evala la percep-cin de la capacidad profesional de los militares espaoles4.

    3 Esto se confirma por las cualidades ms importantes que debe demostrar un militar. En diciembre de 2009, apareca en primera posicin la preparacin tcnica (19,1%) entre 12 cualidades (valen-ta, obediencia, honradez, disciplina, espritu de sacrificio y responsabilidad, lealtad, solidaridad, tolerancia, capacidad de mando, sentido de la iniciativa). Se enumeran en orden decreciente de importancia segn la encuesta. Ya en 1998 apareca en primer lugar la preparacin tcnica. Aqu tenemos una idea de la realidad profesional del militar que supone una autntica revolucin en la percepcin histrica espaola.

    4 Dira usted que actualmente los/as militares espaoles/as estn muy, bastante, poco o nada ca-pacitados/a profesionalmente para cumplir su labor?. Hemos agrupado las respuestas muy y bastante, por una parte, y poco o nada, por la otra.

    Estn preparadas las fuerzas armadas espaolas para responder a un ataque de otro pas? (1997-2009)

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    Estn preparados los militares para cumplir su misin? (1997-2009)

    Al preguntar a los espaoles acerca de los motivos que podran llevar al Go-bierno a emprender una accin militar, la invasin del territorio nacional es el primero, a mucha distancia del siguiente (66,8% en 1997; 68,7% en 2009). Le siguen la intervencin por cuestiones de ayuda humanitaria (en torno al 50%), la defensa de los intereses econmicos espaoles (alrededor del 25%), la defensa de un pas europeo que haya sido invadido (entre el 14% y el 18%) y la defensa de los intereses econmicos europeos (entre el 7% y el 9%) y los occidentales (3%).

    La encuesta tambin plantea cmo reaccionaran los espaoles personalmente en caso de invasin del territorio nacional. En 2009, un 41,3% de los encuestados se mostraban dispuestos a participar de manera voluntaria en la defensa del pas, mientras que un 52,5% estaran en contra (de los que el 36,6% se opondran to-talmente). Se advierte un aumento de los sentimientos pacifistas, ya que en 1997 un 52,4% de los espaoles aseguraban estar dispuestos a defender voluntariamen-te su pas frente a un 40,2% (de los que un 24,5% estaban totalmente en contra)5. En estas cifras se observa al mismo tiempo un sesgo que resta representatividad a la respuesta y una leccin. El sesgo que resta representatividad a la respuesta consiste en el planteamiento de una pregunta que depende de la imaginacin. No hay nada en el contexto internacional que induzca a pensar en la posibilidad de una invasin (los vecinos portugueses, franceses y marroques, a pesar de algunos

    5 La diferencia entre los segmentos de edad de 16-24 aos y 25 aos o ms no era muy significativa en 1997: un 47,1% de los jvenes (frente a un 53,7% de los mayores de 25 aos) estaran dispues-tos a participar, mientras un 28,9% estaran totalmente en contra (frente a un 23,5%).

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    altibajos, son amigos con los que se mantienen lazos econmicos muy importan-tes6). Por otra parte, la pregunta es en gran medida artificial. No muestra ms que una fuerte tendencia al pacifismo que ha caracterizado recientemente a la sociedad espaola y de la que Jos Luis Rodrguez Zapatero ha sido el smbolo. Volvere-mos sobre ello.

    Por lo tanto, se podra pulsar el sentimiento nacional para saber si este, si no en declive, est al menos sujeto a debate. En las encuestas del CIS hay cinco pre-guntas que permiten medirlo. Estas versan sobre el sentimiento de identificacin con la nacin espaola7y sobre las emociones que provocan la bandera, el himno nacional y una ceremonia militar.

    En 2009, un 17,9% de las personas encuestadas se sentan exclusivamente espaolas, un 9,4% aseguraban sentirse ms identificadas con Espaa que con su regin, un 51,2% por igual con Espaa y con su regin, ms inclinados por su regin que por Espaa decan sentirse un 12,2% y un 6,2% se consideraba exclu-sivamente ciudadano de su regin.

    En total, un 27,3% expres una preferencia por Espaa, mientras que un 18,4% se decant por su regin, es decir, por el nacionalismo. Este tipo de cuestiones es bastante especfico de Espaa, donde, tras la implantacin de un nuevo modelo de Estado que lleg con la democracia, la dimensin regional ha adquirido una legitimidad basada en una proximidad en la vida cotidiana de los espaoles (los servicios pblicos suelen ser de competencia regional) y en un anclaje en el tiem-po. La multiplicacin de las comunidades autnomas, cuyo nmero asciende a 17, tambin ha permitido sin duda diluir el problema de los sentimientos nacionalistas y separatistas de catalanes y vascos. Segn la perspectiva que nos dan los lti-mos treinta aos, los espaoles se incluyen siempre en la sociedad en dos planos complementarios, en conflicto entre s o contradictorios, el nacional y el regio-nal. Buscar la comparacin con el resto de Europa sera un ejercicio sesgado. Sin embargo, en un estudio europeo que se realiz en 1991 los resultados mostraron que el apego por la regin era ms marcado en tres pases meridionales: Grecia (97%), Portugal (94%) y Espaa (93%). El sentimiento regionalista tambin es importante en Alemania, mientras que en Francia y los Pases Bajos es escaso. En

    6 Cabe destacar, no obstante, que a la pregunta: Qu pas representa una amenaza militar para Espaa?, Marruecos recibi un 39% de las respuestas en 1997, un 41,2% en 2002 y un 33,2% en 2009. Curiosamente, Estados Unidos obtuvo un 17,3% de las respuestas en 2002, ocupando el tercer puesto tras Marruecos y los pases rabes e islmicos (sin precisar). En 2009 volvi a descender el sentimiento antiamericano: solamente un 6,8% de los espaoles seal a Estados Unidos como una amenaza.

    7 Cul de las siguientes frases dira Ud. que expresa mejor sus sentimientos? Me siento nica-mente espaol; me siento ms espaol que de mi comunidad autnoma; me siento tan espaol como de mi comunidad autnoma; me siento ms de mi comunidad autnoma que espaol; me siento nicamente de mi comunidad autnoma.

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    Francia, el sentimiento nacional es claramente de tendencia centralizadora, a pe-sar de que algunas excepciones (Crcega, Bretaa, Pas Vasco, Alsacia) muestran que existen ciertas tensiones entre la unidad nacional y la singularidad regional8. Alemania tiene una organizacin federal, por lo que la relacin entre nacin y land es diferente. La reunificacin no dej de desarrollar un sentimiento nacional cuyas manifestaciones examinan ahora con atencin el resto de europeos9. Sin embargo, este problema de tensin u oposicin entre la identidad nacional espaola y la identidad (nacional) regional contrapuesta se circunscribe exclusivamente a Es-paa, si bien ltimamente se ha empezado a manifestar polticamente en Italia con la Liga Norte de Umberto Bossi. El mito de la Padania en Italia, no obstante, inci-de en una brecha norte-sur que enfrenta dos modelos econmicos y sociales, pero con vnculos muy fuertes. Por ello, compararlo con la situacin en Espaa sera excesivo. Una encuesta de la revista britnica This England revel que los italianos son el cuarto pueblo ms patriota de Europa (7,01/10), por detrs de los Pases Bajos, Escocia y el Pas de Gales. Cabe destacar que estas dos ltimas naciones remiten a un reino unido como lo es Espaa, desde el punto de vista histrico.

    El CSIC pretende evaluar las emociones asociadas a la bandera, al himno o a la participacin en una ceremonia militar. Se observa un ligero descenso entre quie-nes admiten sentir una emocin muy fuerte o fuerte y concomitante, un aumento de quienes declaran no sentir nada (la cifra pasa de un 21% respecto a la bandera

    8 Resulta muy interesante leer las observaciones de Mona Ozouf en el captulo final de Composition franaise, Pars, Gallimard, 2009.

    9 Vase: Allemagne. Les dfis de la puissance, Questions internationales, 54, marzo-abril 2012.

    Emocin positiva hacia la bandera, el himno y las ceremonias militares. Evolucin 1997-2009

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    y el himno y de un 25% respecto a una ceremonia militar en 1997 a un 27-29% y un 32%, respectivamente).

    El conflicto entre las banderas, la roja y gualda de Espaa y las banderas regio-nales (cada una de las 17 comunidades tiene la suya propia), fue atajado jurdica-mente con la obligacin de que los edificios pblicos expusieran tres, o incluso cuatro enseas: la espaola, la de la comunidad, la del municipio, y la de Euro-pa. En el Pas Vasco y Catalua no es siempre as y con frecuencia se olvida la bandera nacional. Para contrarrestar esta ofensiva nacionalista, el Gobierno de Aznar decidi en 1997 levantar una bandera gigante en la Plaza de Coln de Ma-drid. Mide 290 m2 (21 m x 14 m) y pesa 25 kilos Esta grandiosidad (se trata de la bandera de Espaa ms grande del mundo) fue totalmente deliberada. Desde entonces, los desfiles del 12 octubre, da de la Fiesta Nacional con desfile militar, se inician siempre con una ofrenda floral a los que dieron su vida por Espaa al pie de esta bandera. Este ejemplo escenifica la poltica de smbolos que el Gobierno de Aznar, ansioso por promover un nacionalismo espaol, desarroll y que el poste-rior Gobierno de Zapatero no abandon.

    Porcentaje de espaoles que consideran excesivo el presupuesto militar (1985-2001)

    Conviene analizar a continuacin una cuestin planteada por las encuestas de opinin: la relativa al presupuesto asignado al Ministerio de Defensa.

    Como se puede observar, la percepcin de un gasto excesivo descendi entre 1985 y 2006 y despus volvi a subir, indudablemente a causa de la crisis econmica. Para-lelamente, este presupuesto no ha dejado de reducirse y representa solamente un 0,8% del PIB. Por consiguiente, la polmica es escasa y se ve acompaada por un profundo desinters de los espaoles por las cuestiones de defensa. En octubre de 1984 una

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    encuesta daba a conocer que solo un 2% de los espaoles consideraba necesario ga-rantizar la defensa nacional. Segn el barmetro del CIS de diciembre de 2011, las guerras no representan un problema ms que para el 0,1% de los ciudadanos. La lucha contra el terrorismo internacional no es un problema (0%)10.

    Al ser preguntados por el futuro de las Fuerzas Armadas a partir de 2005, los espaoles continan opinando mayoritariamente que seguirn siendo necesarias e indispensables (53,3% en 2005; 57,7% en 2009). Solo un 8% de los espaoles creen que se fusionarn en una polica internacional y un 4%, en 2009, que estn abocadas a desaparecer. Ahora bien, un 23% de ellos (23,2% en 2005, 22,9% en 2007 y 23,4% en 2009) opinan que en el futuro se limita