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Hacer historia, contar historias, descifrar la historia. (A manera de réplica tardía a la tríada del maestro Alfredo Molano Bravo) 1. A manera de justificación. Entonces, estamos ante la necesidad de ofertar un concepto preciso en lo que respecta al significado que tiene eso de conocer el pasado. Pero, más allá de esto, el relacionado con su dilucidación; estableciendo tipos de referentes soportados en el conocimiento y la interpretación. Estos son elementos imprescindibles; como quiera que si son construidos de manera deficiente, no serán otra cosa que extravíos. Y, como todo extravío, no será otra cosa que ejercicio diletante. Con un agravante centrado en la consolidación de la sumatoria de hechos y de narraciones, como simple amalgama a partir de la cual se construyen (a manera de deducciones y conclusiones), instrumentos que distorsionan y derivan en mera perspectiva, cuando no etérea, alusiva a interpretaciones de la realidad sesgada y, por esto mismo, de utilización impropia e impertinente. Lo cierto es, en consecuencia, que estamos en la obligación de cuestionar esos insumos metodológicos, por cuanto la búsqueda de hilos conductores de los procesos sociales e individuales, constituye un imperativo. No solo por las implicaciones que tienen los hechos y su registro, en el diseño y concreción de propuestas para asumir los retos del futuro, en lo que este tiene escenario próximo en el cual, la realidad, ejercerá bien como hechos y acciones en las cuales los conceptos pueden ser prefigurados y utilizados como referentes válidos; o bien como expresiones de distorsión. Por lo mismo, la decisión de realizar este escrito, se origina en la lectura de algunos documentos relacionados con la interpretación del quehacer político y social, soportados en la narración oral. Pero no tanto porque el método sea inválido, de por sí; sino porque esas narraciones son utilizadas y articuladas, sin el filtro conceptual necesario al momento de escucharlas y transcribirlas. Filtro conceptual, absolutamente indispensable, en razón a que la psicología del actuante y narrador, su visión e interpretación de los hechos, son vertidas a partir del ejercicio memorístico; pero también a partir de su noción de la vivencia como realidad derivada del tipo de aprehensión lograda. Y ya, ahí, se supone la existencia de una posición proclive a la distorsión. Siendo así, el sesgo está presente y la interpretación del historiador, simplemente estará afectada, casi como acto reflejo, por ese sesgo. Inclusive, como lo demostraré más adelante, muchos de los pasajes narrados, no son otra cosa que alucinaciones o giros sustanciadores, utilizados por el o la sujeto para reafirmarse como leyenda; o como héroe…o heroína. O, como también 1

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Hacer historia, contar historias, descifrar la historia.(A manera de réplica tardía a la tríada del maestro Alfredo Molano Bravo)

1. A manera de justificación.

Entonces, estamos ante la necesidad de ofertar un concepto preciso en lo que respecta al significado que tiene eso de conocer el pasado. Pero, más allá de esto, el relacionado con su dilucidación; estableciendo tipos de referentes soportados en el conocimiento y la interpretación. Estos son elementos imprescindibles; como quiera que si son construidos de manera deficiente, no serán otra cosa que extravíos. Y, como todo extravío, no será otra cosa que ejercicio diletante. Con un agravante centrado en la consolidación de la sumatoria de hechos y de narraciones, como simple amalgama a partir de la cual se construyen (a manera de deducciones y conclusiones), instrumentos que distorsionan y derivan en mera perspectiva, cuando no etérea, alusiva a interpretaciones de la realidad sesgada y, por esto mismo, de utilización impropia e impertinente.

Lo cierto es, en consecuencia, que estamos en la obligación de cuestionar esos insumos metodológicos, por cuanto la búsqueda de hilos conductores de los procesos sociales e individuales, constituye un imperativo. No solo por las implicaciones que tienen los hechos y su registro, en el diseño y concreción de propuestas para asumir los retos del futuro, en lo que este tiene escenario próximo en el cual, la realidad, ejercerá bien como hechos y acciones en las cuales los conceptos pueden ser prefigurados y utilizados como referentes válidos; o bien como expresiones de distorsión.

Por lo mismo, la decisión de realizar este escrito, se origina en la lectura de algunos documentos relacionados con la interpretación del quehacer político y social, soportados en la narración oral. Pero no tanto porque el método sea inválido, de por sí; sino porque esas narraciones son utilizadas y articuladas, sin el filtro conceptual necesario al momento de escucharlas y transcribirlas. Filtro conceptual, absolutamente indispensable, en razón a que la psicología del actuante y narrador, su visión e interpretación de los hechos, son vertidas a partir del ejercicio memorístico; pero también a partir de su noción de la vivencia como realidad derivada del tipo de aprehensión lograda. Y ya, ahí, se supone la existencia de una posición proclive a la distorsión. Siendo así, el sesgo está presente y la interpretación del historiador, simplemente estará afectada, casi como acto reflejo, por ese sesgo. Inclusive, como lo demostraré más adelante, muchos de los pasajes narrados, no son otra cosa que alucinaciones o giros sustanciadores, utilizados por el o la sujeto para reafirmarse como leyenda; o como héroe…o heroína. O, como también lo demostraré, porque el (la) entrevistador (a) e historiador (a); desemboca en postulaciones, a manera de verdad, construidas de tal manera que expresen sus propósitos, tanto en lo circunstancial, como en lo trascendental. Todo a la manera de sujeto (a) que se explaya, magnificándolos, en los hechos narrados.

Veámoslo en estos términos:

“…El automatismo de la escritura me ha compelido hasta aquí. Sigo aferrado al impulso de continuar, sabiendo sólo que he arribado hasta un punto imprevisto en el inicio. Algo me dice que voy bien. La fractura persiste, pues estoy seguro de no ser yo quien sólo escribe. El saber que voy bien se me antoja como una simple forma, como un cierto sabor o como una entonación peculiar de lo hasta aquí escrito. Ello me induce a esa secreta corroboración del voy bien. La escritura pareciera ser una especie de emanación corporal: hay ciertas manifestaciones del automatismo que escapan a la sola conciencia, enmarcándose en un más allá de pura racionalidad. Los escritores pueden ser una forma de catadores sui generis,

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adheridos a un paladar peculiar que discrimina o destila signos, frases y contextos, en una palabra, todo aquello que convenimos en llamar ideas…”1

Es, ante todo, la búsqueda de elementos que me permitan proponer alternativas. No solo en lo que hace referencia a la interpretación; sino también en lo que compromete a lo metodológico. Porque, eso lo tengo bien claro, no pretendo una argumentación a la manera contestataria, insípida y/o tendenciosa.

Ahora bien, como es en realidad, una posición a partir de la lectura de algunos de los escritos del maestro Alfredo Molano; tiene un asidero en el hecho mismo de la importancia que ha adquirido toda su labor investigativa, apuntándole a la presentación de opciones de interpretación; con un horizonte que compromete a la gestión por alcanzar una tipificación de lo vivido por los y las personajes, en el contexto del conflicto armado y no armado que ha estado en la base de la construcción de Nación, de País y de Estado.

“…Las historias de vida sobre las cuales Alfredo Molano ha centrado la mayor parte de su actividad intelectual, son un producto cuya docilidad de interpretación puede provocar equívocas conclusiones. Son ellas una forma testimonial que funde una o varias percepciones individuales con la elección particular del escritor que selecciona la experiencia y la describe según un prisma valorativo propio. Resulta difícil , por lo tanto, discernir en este tipo de trabajos cuál es el propósito del autor al optar por unas y no otras historias, qué afinidades ideológicas trascienden los niveles de empatía entre testimoniante e interlocutor y, en fin, qué grados de transformación ha provocado en la materia prima del relato el corazón y la pluma del escritor…”2

2. Del relato, como soporte de una propuesta de interpretación histórica.

2.1. El sujeto y la lógica

La lógica puede ser entendida como instrumento y soporte que nos permite abordar el análisis de uno o varios postulados. Siendo así, entonces, es posible hablar de un procedimiento fundamentado en la reflexión. Pero, al mismo tiempo, esta reflexión tiene como punto de partida la identificación de un hilo conductor; de tal manera que permita establecer una secuencia o momentos en el curso o desarrollo del análisis. Esto es lo que explica, en términos de precisión semántica y metodológica, la existencia de tendencias y/o líneas de interpretación, en razón a los instrumentos conceptuales y prácticos utilizados en el proceso de identificación, desarrollo y conclusión, respecto a un determinado postulado.

Para ilustrar el contexto propuesto, considero pertinente citar al profesor Francisco Rodríguez Consuegra3 en su escrito: “La vía negativa hacia el concepto de consecuencia lógica”4.

“Los objetivos principales de este artículo son dos. En primer lugar, explorar la vía negativa que lleva de los conceptos de independencia y consistencia al de consecuencia lógica, frente a la vía positiva –la usual- que, partiendo del concepto Tarski de verdad, reconoce sólo el precedente de Bolzano y, a veces también, el de Aristóteles. En segundo lugar, mostrar el nexo existente entre el punto de vista

1 Téllez, Freddy. “Palimpsestos. Los rostros de la escritura”. Publicada por Centro Editorial de la Universidad Nacional de Colombia. Primera edición, 1990/1991, página 80.2 Ramírez T., William. Prólogo a la obra “Trochas y Fusiles”, primera edición (Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia), escrita por Alfredo Molano B. Ed. El áncora; página 13.3 Al momento de la publicación de su escrito en el texto “el velo y la trenza” (1997), ejercía como profesor titular del Departamento de Lógica y Filosofía en la Universidad de Valencia, España.4 Rodríguez C., F., “El velo y la trenza”, Editorial Universidad Nacional de Colombia, primera edición 1997, páginas 111 -123.

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formal y el concepto de consecuencia lógica, que surge con toda claridad precisamente en relación al desarrollo del concepto de independencia, como se ve cuando se estudia la aparición de los primeros sistemas verdaderamente formales en la escuela de Peano…”5

Visto así, en consecuencia, la lógica, no puede ser asumida como sistema único de preceptos, definiciones y/o valores. Es, insisto, un instrumento metodológico que permite identificar y desarrollar un procedimiento para lograr la interpretación de uno o varios postulados y, a partir de ahí, construir opciones de demostración. Por lo tanto, la caracterización de métodos, procedimientos y estructura de conceptos para la búsqueda de esas opciones, tiene que ver con la existencia de escuelas, corrientes y/o sistemas.

Para ilustrar con más énfasis esta aseveración, veamos otro aparte del escrito realizado por el profesor Francisco Rodríguez Consuegra.

“1.La definición tarskiana de consecuencia.

Comencemos con el texto canónico de Tarski 19366 publicado poco después de su-también universalmente aceptada-definición recursiva del concepto de verdad para lenguajes formalizados.

Entre los conceptos semánticos fundamentales tenemos el de satisfacción de una función enunciativa por parte de un objeto o de una serie de objetos. [..] El significado intuitivo de frases como Juan y Pedro satisfacen la condición “X e Y son hermanos”, o la tripla de números 2,3 y satisface la ecuación “x+y=z”, no deja dudas. [..] Uno de los conceptos que pueden definirse en términos del concepto de satisfacción es el concepto de modelo. [..] Sea L una clase cualquiera de enunciados. Reemplazamos todas las constantes extralógicas que aparecen en los enunciados pertenecientes a L por las variables correspondientes, siendo las mismas constantes reemplazadas por las mismas variables y las constantes distintas por variables distintas. De este modo obtenemos una clase L´ de funciones enunciativas. Cualquier serie de objetos que satisfaga cada función enunciativa de la clase L´ será denominada modelo o realización de la clase L de enunciados (justo en el mismo sentido se habla habitualmente de modelos de un sistema axiomático o de una teoría deductiva). [..] En términos de estos conceptos podemos definir el concepto de consecuencia lógica como sigue: el enunciado X se sigue lógicamente de los enunciados de la clase K sí y sólo sí cada modelo de la clase K es asimismo un modelo del enunciado X.

Tarski, en este ensayo menciona sólo a Carnal como predecesor, auque generalmente se considera que también lo fue Bolzano (que Tarski menciona en otros escritos. Ahora veremos que, efectivamente, la definición de Bolzano es muy parecida. El texto es casi un siglo anterior al de Tarski (Bolzano 1837)7…”8

Desde mi interpretación, a partir del análisis de los textos citados y del seguimiento en torno a los elementos básicos constitutivos de la lógica, esta permite situar un horizonte para el desenvolvimiento de la reflexión en torno a áreas específicas y generales del conocimiento. Inclusive, en extensión del concepto propuesto por mí en este escrito, podría decirse que la teoría del conocimiento, está anclada en los instrumentos metodológicos que permite la lógica. Lo cual, a su vez, permite inferir 5 Ibíd., página 1116 Tarski, ah. 1936, “On the concepto of logical consequence”, trad.inglesa del alemán, incluida en Tarski 1956; trad.cast.de L. Vega en: Castrillo y Vega 1984:178.192 (nota tomada de la reseña bibliográfica del autor en obra citada, página 125).7 Bolzano, B. 1837, Wissenschaftslebre trad.inglesa parcial de R.George (Theory of science, Berkeley, University of California Press, 1972. (Nota: referencia bibliográfica citada por el autor, página 124, obra citada.)8 Ibíd., página 112.

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su posición como condicionante válida, al momento de construir y desarrollar referentes fundamentales para la investigación en diferentes áreas del conocimiento. En esta misma perspectiva, entonces, cabe la afirmación según la cual la duda como insumo necesario en el proceso que subyace a al crecimiento cultural de la humanidad; establece de por sí un nexo con la lógica, tratándose de la búsqueda de alternativas que permitan superarla, a partir de la cotejación y confrontación de las hipótesis vinculadas con el origen concreto de esa duda. A manera de ejemplo: el método desarrollado por Lewis H. Morgan en sus investigaciones en las líneas del progreso humano desde el salvajismo hasta la civilización a través de la barbarie (La sociedad primitiva); nos permite entender la dimensión de los retos que asume un investigador, en desarrollo de un proceso concreto, para resolver dudas concretas en lo que hace referencia (como en este caso) a al estudio de los orígenes de la sociedad. Veamos apartes del prólogo escrito por Gregorio Weinberg, para la edición del texto “La sociedad primitiva”, realizada en 1972 por la Dirección de Divulgación Cultural de la Universidad Nacional de Colombia.

“El libro de Morgan, La Sociedad Primitiva, puede y debe ser ubicado dentro de la serie de los magistrales estudios sobre la naturaleza y la sociedad. Su obra puede ser parangonada con la de Copérnico, que independiza audazmente la ciencia de la teología y niega el geocentrismo; con la de Galileo, creador del método científico; con la de Kant-Laplace, formuladores de la primera hipótesis cosmogónica que prescinde de la divinidad; con la de Lyell, que racionaliza y da sus fundamentos a la geología; con la de Darwin al plantear en forma inconmovible el principio de la evolución y con la de Marx, su contemporáneo en más de un sentido, con su genial análisis histórico de la sociedad. Es dentro de esta línea, la más progresista y consecuentemente científica, que debe colocársele para entender en toda su significación y trascendencia el aporte de Morgan a las ciencias del hombre…”9

Con los anteriores elementos conceptuales como referentes, me permito presentar mi interpretación acerca de la aplicación de la lógica en la vida intelectual según el requerimiento señalado en un d determinado proceso

2.2 La lógica, su aplicación como herramienta conceptual y metodológica.

2.2.1 La ciencia y el método de investigación.

Ya, en la introducción realizada este escrito, he señalado mi entendido en torno a la razón de ser de la lógica, a sus fundamentos y su desarrollo. Uno de los elementos consignados por mí, habla de su significación en términos del análisis y la investigación. Asimismo, he dado cuenta de su nexo con el método; en cuanto que permite abordar la interpretación en áreas generales y específicas del conocimiento. También he precisado acerca de la existencia de diferentes tendencias o escuelas en el desarrollo de la lógica como instrumento metodológico.

Se trata, ahora, de enfatizar con respecto a su aplicación (aunque ya lo he expresado en la introducción, en el ejemplo presentado para el caso de Lewis H. Morgan, en sus Investigaciones en las líneas del progreso humano desde el salvajismo hasta la civilización, a través de la barbarie).Para avanzar en este propósito, he decidido recurrir al texto de Edmund Husserl (Investigaciones lógicas).

En el capítulo 1 (La lógica como disciplina normativa y especialmente como disciplina práctica), Edmund Husserl, nos acerca a la discusión en torno al significado que adquiere la lógica, a sus tendencias y a la perspectiva que adquiere su aplicación. Veamos.

“La imperfección teorética de las ciencias particulares.

9 Weinberg, G. , prólogo a “La sociedad primitiva”. Edición Divulgación Cultural Universidad Nacional de Colombia, 1972.

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Enséñanos la experiencia cotidiana que la maestría con que un artista maneja sus materiales y con el juicio decidido, y con frecuencia, seguro, con que aprecia las obras de su arte, sólo por excepción se basan en un conocimiento teorético de las leyes que prescriben al curso de las actividades prácticas su dirección y su orden y determinan a la vez los criterios valorativos, con arreglo a los cuales debe apreciarse la perfección o imperfección de la obra realizada. El artista profesional no es por lo regular el que puede dar justa cuenta de los principios de su arte. El artista no crea según principios, ni valora según principios. Al crear, sigue el movimiento interior de sus facultades armónicamente cultivadas, y al juzgar, sigue su tacto y sentimiento artístico, finamente desarrollado. Pero esto no sucede sólo en las bellas artes, en las que primero se habrá pensado, sino en todas las artes en general, tomada la palabra en su sentido más amplio. Concierne, pues, también a las actividades de la creación científica y a la apreciación teorética de sus resultados; esto es, de las fundamentaciones científicas de los hechos, leyes y teorías. Ni siquiera el matemático, el físico o el astrónomo necesita llegar a la intelección de las últimas raíces de su actividad, para llevar a cabo las producciones científicas más importantes; y aunque los resultados obtenidos poseen para él y para los demás la fuerza de una convicción racional, no puede el científico tener la pretensión de haber probado siempre las últimas premisas de sus conclusiones, ni de haber investigado los principios en que descansa la eficacia de sus métodos…”10

Luego, en sentido conceptual y práctico, la lógica admite su aplicación en áreas diferenciadas y diversas. El problema acerca del grado de profundización y de identificación que se logra, en desarrollo de una determinada aplicación en nexo con un área específica del conocimiento, supone establecer los límites en los que se desenvuelve el proceso.

3. De lo conciente y lo inconciente, la actitud del hablante-narrador

Se trata de establecer el nexo entre acciones individuales y las acciones colectivas; a partir de dilucidar el significado que adquiere la relación unilateral del sujeto, que ha internalizado determinadas pautas, con lo externo; entendido como entorno ajeno. Al tiempo que se define su interacción con respecto los otros y las otras que actúan también en ese mismo entorno. Algo así como proponer, desde lo conceptual, un hilo conductor que permita entender la dinámica de ese proceso y, por esta vía, las diferencias entre el sujeto individualmente considerado y el sujeto colectivo; con todo lo que esto tiene de complejo, comoquiera que toda acción individual o colectiva supone incidir sobre la exterioridad, a la manera de proceso que la transforma.

3.1 El (la) sujeto individual, condiciones específicas de lo narrado

Elaborar una posición al respecto, supone la asunción de uno o varios referentes. Ante todo porque está involucrada una noción del ser; en términos de subjetividad. Es decir, retomar algunos insumos conceptuales que han ejercido como significantes; al momento de dirimir una contradicción básica entre el (la) sujeto (a) entendido (a) como uno (a) autónomo (a) y lo externo, entendido como universo que circunda al (la) sujeto (a) y lo (a) afecta; en cuanto lo (a) imprime, otorgándole elementos que pueden ser tramitados o procesados. Es, en consecuencia, un tipo de relación que permite identificar una aproximación a lo que podría llamarse utilitarismo primario; a partir del cual cada sujeto (a) establece su propia visión y decide acerca de las condiciones en las que delimita su territorio subjetivo, con respecto a la territorialidad general, externa; escenario que comparte con los (as) otros (as) sujetos (as).

Lo anterior es tanto como entender la relación entre la naturaleza y el (la) sujeto individual. Ahora bien, desde la perspectiva estrictamente centrada en la teoría del conocimiento; cabe una aseveración (anterior a la lógica propuesta por la corriente 10 Husserl, E., Investigaciones Lógicas, 1995 ed., Editorial Altaza, página 39

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del pensamiento complejo) la cual, a su vez, involucra una contradicción; relativamente simple: en principio, el ser como sujeto (a) individual, construye su internalización y su autonomía; a partir de un ejercicio, mediante el cual procesa la información proporcionada por la exterioridad. Solo a partir de ahí le es dado al (la) sujeto (a) una relación conciente con esa exterioridad; en razón a que la elaboración realizada por el (ella) define, de por sí, la particularidad propia de su identidad y autonomía.

Así las cosas, entonces, hablar de la identidad del ser supone utilizar un concepto asociado a la autonomía. Pero también al ejercicio que permite la apropiación de la exterioridad; como proceso de internalización sin la cual no es posible una actuación individual conciente y diferenciada. Esto es lo mismo que asumir como verificable, en la intervención de uno (a) sujeto (a), las acciones inherentes a su identidad construida en términos de su relación con la exterioridad. Aquí cabe un entendido, de ese proceso que conlleva a la internalización individual, diferenciado. Es decir asociado a momentos y/o períodos históricos; los cuales determinan la calidad y complejidad que adquiere la autonomía, la identidad; la capacidad para regresar a la exterioridad; bien sea para transformar la naturaleza física; o para interactuar con los (as) otros (as) sujetos (as) en términos de comunicación; generando opciones de transformación cuya concreción supone una actuación conjunta.

La anterior interpretación conduce a plantearnos un interrogante relacionado con la diferenciación primaria entre los (as) sujetos (as), con respecto a la visión adquirida a partir del proceso de internalización de la exterioridad. Esto supone entender (la interpretación) como dinámica; ajena a un procedimiento lineal homogéneo. Veamos:

La internalización individual está dada por la realización de un ejercicio de apropiación de la exterioridad, independiente. Es válida para cada sujeto (a) en su condición de ser que se diferencia de los (as) otros (as); así sea en el período más primario. Es decir en aquel en donde la relación con la naturaleza se ejerce a partir de insumos y procedimientos elementales. A manera de ejemplo: los hombres y las mujeres definidos (as) como primitivos (as) en la historia de la humanidad; no establecieron un tipo de relación igual con la naturaleza; así el producto de esa relación se hubiera manifestado a través de una transformación y de utilidad similar; en cuanto significó la provisión de recursos inmediatos en nexo con sus necesidades primarias. Cada uno (a), en su ejercicio de apropiación de la exterioridad, adquirió y procesó elementos de manera individual. Esto es lo que permite entender acciones posteriores diferenciadas; inclusive entre aquellos (as) que compartía un mismo territorio físico y tenían pautas similares; entendidas estas como insumos colectivos derivados de su relación con ese territorio común.

Visto así, entonces, no es pertinente la afirmación que reclama la vida colectiva primitiva, como sinónimo de unanimismo o identidad colectiva, que diluye la apropiación individual de la exterioridad. Si bien es cierto, en principio, que la intervención colectiva para la transformación de la naturaleza, se tradujo en acciones en las cuales la división de las mismas(...o del trabajo) no implicaba diferenciaciones en jerarquía que permitieran la acumulación individual; no es menos cierto que estas acciones colectivas no conllevaron a subsumir lo individual, como proceso de internalización, mediante la cual cada uno (a) construía su propia visión y pudo elaborar conceptos diferentes, comparados con las visiones y conceptos de los (as) demás.

El ser individual, entonces, es tal en razón a su identidad y a su autonomía para elaborar visiones y conceptos. Esto permite entender, a manera de ejemplo, el desarrollo y aplicación de opciones individuales; en el mismo contexto de la transformación colectiva de la naturaleza. De no ser así, el tránsito de un período a otro se hubiese producido sin ninguna contradicción; en condiciones de homogeneidad en las cuales no habría lugar para el ensayo y la inventiva. Esto

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traduce: no todos (as) reaccionaron de manera uniforme ante los retos derivados del proceso de transformación colectiva de la exterioridad. Entre otras razones, porque la construcción individual de visiones y conceptos, incluye un distanciamiento, una abstracción a través de la cual se construye la identidad individual, como instrumentos indispensable para desarrollar la autonomía como posibilidad y como requisito para la diferenciación. Esto no implica asimilar, de por sí diferenciación individual a jerarquía y/o acumulación primaria de poder atado a la apropiación del producto derivado del trabajo colectivo. Se trata, simplemente, de entenderlo como dinámica posible, necesaria y lógica; en el contexto de la evolución traumática y compleja de la humanidad; desde períodos históricos primarios hasta períodos en los cuales se expresan los logros alcanzados; por la vía de la interacción entre las acciones colectivas e individuales.

Como corolario inicial es pertinente expresar lo siguiente: La condición de sujeto (a) individual está dada por la asunción de la identidad y la autonomía; a partir de la diferenciación en el proceso de aprehensión de la exterioridad. Esta identidad y autonomía, a su vez, permite establecer una incidencia en la transformación de la exterioridad y una interacción con los (as) otros (as) sujetos (as); sin subsumirse; sin perder los referentes propios originados en su particular visión e interpretación (concepto) de la naturaleza y de la relación con los (a) otros (as).

3.2 De la interpretación; los conceptos individuales y su incidencia en lo colectivo.

El ser individual es, de por sí, complejo. En cuanto logra, aún en su condición de individuo (a) primario (a), construir su propia visión de la exterioridad. Este proceso está asociado a los sentidos biológicos. La percepción, como ejercicio inicial que permite acceder a insumos externos, ejerce como instrumento para recolectar esos datos y procesarlos. Ya ahí, la diferenciación se establece por la vía del seguimiento y continuidad, originados en la capacidad para retener la información e interpretarla. No es una memoria simbólica ni formal, como la de los otros animales. Esa memoria trasciende a la repetición simple de lo aprendido, a manera de expresión espontánea y/o de respuesta instintiva a motivaciones externas. Por el contrario, es una memoria en constante actividad y que actúa como recurso pleno e intencional, cuando se hace necesario recordar lo visto antes, lo vivido; a partir de experiencias individuales y colectivas. Así y solo así se puede entender la capacidad que adquiere cada sujeto (a), para proponer y desarrollar opciones dirigidas al proceso de transformación de la exterioridad. Pero también, para entender la construcción de una simbología para sí; de tal manera que ejerza como instrumento fundamental, a la hora de definir sus propias perspectivas; en cuanto expectativas originadas en su propia pulsación con respecto a los (as) ) otros (as). Entonces, la esperanza, la ilusión, los afectos, el placer como elaboración suya; constituyen referentes en los cuales se cruzan la individualidad y lo colectivo. No como derogación de lo primero en función de lo segundo; sino como interacción que el (la) sujeto (a) individual acepta, e incluso propone, en el camino hacia la obtención de un determinado fin. Ya, en esta expresión, es pertinente entrever la influencia (...en esa memoria individual, como acumulado constante) de las tradiciones aprehendidas por la vía de la imposición y/o de la experiencia directa, que adquieren determinadas instancias simbólicas; construidas a partir de procesos individuales y colectivos. Así entonces, a manera de ejemplo, cabe analizar en ese espectro; el rol de la religión, de los códigos y paradigmas que ejercen como limitaciones al desarrollo pleno de la individualidad, en cuanto adquieren una significación que trasciende a cada sujeto (a) y lo (a) obliga a un acatamiento; so pena de quedar por fuera de esa figura de concertación colectiva que lo (a) compromete. No reconocer la concertación (a la manera de equilibrio); tuvo siempre (...y tiene ahora) para cada sujeto (a) repercusiones profundas. Inclusive,

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de su aceptación o no, depende en muchos casos la existencia suya como sujeto (a) individual vivo, como actor válido.

En este contexto cabe una expresión relacionada con la incidencia que adquieren las opciones propuestas, por parte de los (a) sujetos (as) individuales; en lo que hace referencia a la interpretación de las pautas, paradigmas y condiciones vigentes en un determinado período histórico. En sí esas pautas y condiciones, no son otra cosa que construcciones colectivas que trasciendan a cada individuo (a). Podría aseverarse inclusive que, en las mismas; cada sujeto se subsume, como quiera que no le esté permitido transgredirlas. Está obligado, en consecuencia, a asumir una interpretación similar a la que realizan los (as) otros (as). Si su decisión es hacer trasgresión, bien sea por la vía de proponer una interpretación diferente y/o de asumir la opción directa de cuestionarlas y trabajar por su destrucción; se entiende que asume las consecuencias a que esto conlleva…Entonces se configura, a partir de esa intervención individual, una confrontación con la simbología e iconografías colectivas. Aquí, en esa confrontación, se enfrenta la construcción individual con la construcción colectiva. Esto es válido, como decíamos arriba, tanto para los paradigmas colectivos asociados a la religión; como para aquellos paradigmas asociados a la noción de ordenamiento y de jerarquización. Queda claro, asimismo, que estas construcciones colectivas, son posteriores a la apropiación primigenia de la exterioridad, a la internalización primera realizada por cada sujeto (a) en su contacto inicial con la naturaleza. Es decir, son elaboraciones, desarrolladas en el tiempo y en el espacio; como acciones concientes o inconcientes (...o mediante una interacción entre los dos estados) en donde se aplica el conocimiento acumulado, a manera de ordenamiento de las percepciones recibidas y almacenadas en la memoria. Pasa a ser, por esta vía, una memoria de todos y todas. Una memoria colectiva que se construye a través de la comunicación y de la instauración de códigos e íconos que dan fe de la concertación.

Toda herejía, en principio, es una acción individual. Compromete a quien realiza una interpretación diferente y se decide a proponerla como opción. Bien sea como modificación parcial de las pautas, paradigmas y condiciones instaurados como referentes colectivos; o como alternativa que conlleva a una modificación total, radical. Algo así como o son esas pautas y paradigmas o son estas pautas y paradigmas alternativos. Ya ahí, en esa acción de proponer una alternativa, se configura un distanciamiento con respecto al ordenamiento vigente. Adquiere ese hecho un significado asimilado a la ruptura. En el proceso de enfrentar esa opción (...u opciones) con las existentes; el (la) sujeto (a) que ejerce como cuestionador (a), desemboca en una posición herética. A partir de ahí, se trata de definir las condiciones y el tipo de acciones a realizar, el proceso de difusión de la opción u opciones nuevas. Aquí, condiciones, tienen que ver con los insumos recaudados para sustentar la nueva opción. Tipo de acciones, tiene que ver con realizar una confrontación individual absoluta. O la adquisición, mediante el proceso de persuasión o imposición, de una aceptación de los (as) otros (as). De tal manera que pueda presentarse y desarrollar como opción u opciones colectivas. Esto no es otra cosa que el comienzo de una sumatoria de acciones diferenciadas; en procura de lograr la aceptación y acatamiento, bien sea de la modificación parcial o de la erradicación de las anteriores pautas y paradigmas y, en su reemplazo, erigir las nuevas.

De todas maneras, bien sea que se actúe n un u otro sentido, es evidente la necesidad de cierta subyugación hacia los otros y las otras. Algo así como entender y aceptar el principio básico relacionado con el ordenamiento y el equilibrio por la vía de la imposición de pautas y paradigmas: siempre existan referentes establecidos como condición para el ordenamiento y el equilibrio; habrá unos códigos y obligaciones que ejercen como limitación a la libertad individual. Alcanzar unos nuevos referentes, unos nuevos códigos y nuevas obligaciones; supone la realización de acciones que controvierten lo anterior.

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3.3 De lo societario, el extrañamiento; el desarraigo.

Ahora se trata de establecer los términos de referencia, a partir de los cuales se configura la presencia y las acciones del colectivo; como sujeto pleno que trasciende a la individualidad pero no la puede subsumir.

Desde una interpretación etimológica, sujeto colectivo se entiende como figura plural. Es decir, se asume su configuración como sumatoria, simple o compleja, de individualidades con presencia en un determinado escenario, ámbito o territorio. También involucra un concepto adjunto, que da cuenta de una posición asimilada a la conciencia y a su significado. Algo así como entender al sujeto colectivo en condición vinculante con respecto a una visión (o visiones) y a una interpretación de la exterioridad que lo circunda. El problema radica en la posibilidad efectiva para precisar el nexo entre esa figura colectiva y la individualidad, sin que implique la disolución. Porque, a partir de una interpretación centrada en el estricto comportamiento mecánico; podría pensarse en una dicotomía elemental, en donde la conciencia colectiva es una expresión que traduce los acumulados históricos, en cuanto vivencias, como información procesada que induce a una definición desde la perspectiva cultural.

De todas maneras, la interpretación de lo colectivo, supone un imaginario. Este, a su vez, debe estar asociado al concepto de espacio físico. Algo así como establecer una dinámica en la cual aparece la interrelación entre los (as) sujetos (as) individuales, asociados e integrados con respecto a determinados códigos reconocidos como válidos. Ya decíamos ante, en esta misma línea de reflexión: los referentes, entendidos como códigos, pueden ejercer como punto de equilibrio; a través del cual se expresan las coincidencias. Ahora bien, la complejidad en la interpretación del significado y alcance de este equilibrio, está dado por el análisis del recorrido previo para acceder al mismo. Tal parece que se presentan dos opciones en la interpretación. Una de ellas tiene que ver la identidad pasiva que realiza cada sujeto individual con los códigos o referentes generales que inducen al equilibrio. La otra tiene que ver con la coacción, con la imposición, por la vía de acciones ejercidas por parte de quien o quienes se erijan como centro y/o como intérpretes únicos de esos códigos.

La primera opción supone un tránsito no traumático, mediante el cual cada sujeto asume la identificación con los códigos (conciente o inconciente). Es de suponer que, ya ahí en ese tránsito hacia la identificación o reconocimiento, se configura una ruptura con respecto al yo absoluto. Se traslada parte de la identidad personal, a la identidad colectiva; como condición indispensable para acceder al equilibrio. Se entiende y acepta esa necesidad, en una perspectiva grupal, plural. Ahora bien, los códigos pueden adquirir características religiosas, o de simples premisas para el trabajo asociado; o de compromisos para establecer una figura colectiva relacionada con el ordenamiento global de obligaciones; o una sumatoria compleja de todas estas las anteriores. Lo cierto es que la aceptación se expresa como actitud soportada en la libertad para definir.

La segunda opción supone la presencia de posiciones previas; en las cuales es evidente una diferenciación en términos no solo de interpretación y elaboración con respecto a la exterioridad; sino también en términos de apropiación unilateral de los acumulados históricos de las vivencias entendidas como insumos para la construcción de los códigos, referentes..o paradigmas. Aquí, entonces, se configura un recorrido traumático; por cuanto supone la restricción impuesta a las posibilidades individuales. No es ya la aceptación en libertad; es por el contrario la imposición a reconocer, tanto los referentes en sí, como también a quien o quienes los representan y los imponen.

4. El poder y su ejercicio. Escenarios disímiles

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Ahora es pertinente desarrollar algunos conceptos en relación al comportamiento del sujeto colectivo; a partir de su separación con respecto a los (as) sujetos (as) individualmente considerados. Supone, entonces, la aceptación de su existencia con expresión propia; regida por pautas que, a su vez, pueden ejercer como referentes generales. El problema tiene que ver con precisar las condiciones y/o prerrequisitos necesarios para consolidar la figura de la instancia abstracta; aquella que se desprende del sujeto colectivo y se rige como referente que debe ser acatado; no solo por los (as) sujetos (as) individuales; sino también por la colectividad que se construye y se hace plena en razón a la interacción constante entre los (as) sujetos (as). Ya, aquí, puede hablarse de una prefiguración territorial y de unos vínculos que hace posible esa interacción. Supone la aceptación de la identidad individual propia de cada sujeto (a); pero también la existencia de los (as) otros (as) como pares que comparten una misma identidad colectiva.

4.1 ¿Qué es el poder?; la mixtura como opción.

Hablábamos arriba acerca de las condiciones en las cuales se puede concretar la aceptación, por parte de los (as) sujetos (as) individuales, de unos referentes y/o principios básicos; por fuera de si. Es decir, externos a cada uno a cada una. Quedó clara, en esta línea de análisis, la interpretación, a partir de dos opciones. Una u otra, definen tránsitos diferentes hacia la consolidación de de los principios, referentes o paradigmas que han de centrar y orientar el quehacer de los (as) sujetos (as) individuales; en un entorno preciso, en el cual se involucra la aceptación de los (as) otros (as) como pares. Pero, al mismo tiempo, adquiere el significado inherente a la separación de esos principios-referentes con respecto a lo colectivo, entendido como sujeto que simplemente asume como sumatoria de las individualidades. Es decir, empieza a erigirse como figura que trasciende a los (as) sujetos (as); tanto en lo individual como en lo colectivo.

También habíamos expresado acerca de la connotación que esto adquiere; en cuanto supone la presencia de quien o quienes asumen como responsables del manejo o supervisión del acatamiento debido en torno a esos principios-referentes. Es algo así como indagar con respecto a las condiciones que debe o deben reunir ese sujeto (a), o esos (as) sujetos (as).

Desde la interpretación propuesta por Marx y Engels; podría aseverarse que el ejercicio de esa responsabilidad supone la asunción de una posición de dominio, como efecto colateral de una apropiación con respecto a los excedentes de los bienes producidos por la vía del trabajo, de la transformación de la naturaleza. A lo anterior podría agregarse, como extensión necesaria, la apropiación de los acumulados del conocimiento adquirido en ese mismo proceso. De ser así, entonces, surge un nuevo elemento alusivo a la cultura; entendida como superestructura construida a partir de la relación establecida con la exterioridad (naturaleza). Aparece, por esa misma vía, la figura de beneficiario o beneficiarios. Esto, de por sí, adquiere el significado propio de unas relaciones, ya no en igualdad de condiciones; sino en las cuales se establece un dominio sobre aquellos (as) que no ejercen como tal.

Otra alternativa, para la interpretación, tiene que ver con la posición Kantiana; en la cual aparece la razón como sujeto abstracto que conduce los procesos. Por lo tanto, adquiere una connotación ajena a los (as) sujetos (as), en tanto se entiende como condición preexistente al proceso de transformación de la naturaleza. Por lo mismo, entonces, se entiende como extensión y aplicación modificada de la posición socrática y aristotélica. La variante tiene que ver con el de que, en Kant, la Razón aparece como abstracción que ejerce como referente, inherente a la noción de poder; como instancia que convoca y que debe ser acatada; en cuanto se concreta a través de una figura asimilada al concepto de Estado.

Ya, aún antes de Marx, Engels y Kant; Juan Jacobo Rousseau; Tomas Hobbes y Nicolás Maquiavelo, desarrollaron teorías alrededor de ese concepto de poder y de

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dominio. Opciones diferentes hacia la interpretación de ese hecho. Variantes como el equilibrio entre lo colectivo y lo individual, a través de la aceptación y la concertación (Contrato Social, postulado por Rousseau); o como la exaltación y justificación de un ejercicio de dominio, desde una perspectiva centrada en la imposición (Leviatán, de Hobbes); o como figura asociada a la intermediación y trámite conciente de un sujeto individual que impone una determinadas condiciones (El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo).

El asunto queda planteado y precisa de un desarrollo, si se pretende dilucidar el significado del control ejercido sobre los (as) sujetos (as) individualmente considerados (as)...o sobre estos (as), entendido como colectivo que no ejercen como beneficiarios (as) de este control.

Tal y como lo hemos insinuado, el poder no es otra cosa que el control ejercido por parte de quien o quienes adquieren la capacidad para hacerlo Acceder a esta capacidad, su explicación, se explica según sea la interpretación asumida. De todas maneras, en estricto, desde el momento en que se configura una determinada forma de control; este actúa como condicionante que impide el desarrollo, pleno y absoluto, de la libertad individual entendida en los términos ya señalados: como posibilidad que tiene cada individuo (a) para interactuar con la exterioridad; a partir de sus propias vivencias. De su particular nexo con la misma y con el (la) otro (a). Supone, en fin, la pérdida de la autonomía primaria. Esto explica, hasta cierto punto, la tensión latente que acompaña todo proceso mediante el cual se efectúa una imposición. Una tensión ya prefigurada por Freud en “Tótem y Tabú”..Y desarrollada por (sin saberlo) por Engels en “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”. Con mayor claridad, Marcuse, identifica ese nexo en sus trabajos: “El hombre unidimensional” (en tanto que sitúa una interpretación del control político, como yunta que inhibe al –la- sujeto –a-) y en “Eros y Civilización” (en tanto se retoma todo el espectro, derivado del malestar que acompaña a cada sujeto – a-, desde el momento mismo de su vinculación forzada a la vida colectiva.).

Así entendido, entonces, el poder inhibe el desarrollo del (la) sujeto (a). Supone la instauración de unos referentes para interpretar el nexo que cada uno (a) realiza con la exterioridad y de la internalización que este (a) efectúa, como efecto colateral de esa relación primaria. Algo así, entonces, como objetivar los acumulados de procesos anteriores, convirtiéndolos en pautas que deben ser aceptadas. Por esta vía, en consecuencia, podría entenderse esa inhibición, en condiciones similares a la que existe con respecto a los condicionantes primarios anclados en los contenidos propios de la religión. En principio, podría aseverarse que (en estricto) poder y religión causan el mismo efecto en cada sujeto (a)...la inhibición. En torno a este hecho, cabe expresar desde ahora un elemento que será desarrollado posteriormente: Cuando se actúa, de manera individual o colectiva, en contra de esa inhibición; se configura un conflicto que origina un castigo, una sanción; por parte de quienes ejercen como controladores hacia quien o quienes actúan en contravía de los referentes. Es el caso, a manera de ejemplo, de lo sucedido con Prometeo.

4.2. El poder político. La visión del hablante; la noción primera.

A manera de ilustración (...Con reservas obvias), es pertinente presentar la reflexión efectuada por Francisco Segui, el prólogo a una de las ediciones de La República (Platón); veamos: “...Si la vida ciudadana, la polis como forma comunitaria, se hunde desgarrada por el escepticismo, el agnosticismo y el relativismo, la polis como organización política sucumbe ante el empuje de la democracia. Y si Sócrates buscaba la solución invitando a revisar los conceptos éticos, a encontrar lo absoluto, Platón idea todo un mecanismo político-social. Su República no es una descripción de un mundo ideal: es una técnica de formación de una sociedad. Aunque de vez en vez caiga en ciertas disquisiciones sobre conceptos tales el de justicia o felicidad, está orientada al estudio de los aparatos de control social. Su objetivo es el orden, la estabilidad (rechazará todo cambio que no sea un acercamiento al ideal descrito en la obra). Y para ello parte de la educación. La educación es

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el principal elemento represivo, el medio más eficaz para el control, el más apropiado homogenizador social. Educar es, para Platón, construir ciudadanos. En la educación se hará al ciudadano: se condicionará su sensibilidad, su voluntad y su pensamiento, de modo que nada pueda desear sino aquella situación que por naturaleza le pertenece.

Toda técnica de control social responde a una concepción del hombre y de la vida, sin duda. Pero es un error pensar que Platón extrae sus ideas políticas de la teoría de las ideas. Al contrario, la Ideas serán una metafísica, una cosmovisión, una especie de creencia favorable para llevar a cabo la política…”11

Desde la interpretación acerca del poder, propuesta y desarrollado en este escrito, es evidente la asimilación al concepto de control. El asunto siguiente tiene que ver con su definición en términos de control político. Lo anterior, por cuanto la noción de política, adquiere una connotación relacionada con la actuación colectiva. Algo así como entenderla, en el contexto permitido por los agregados adquiridos a través de determinados procesos previos. Es decir: la política no constituye una opción originada en el proceso de internalización que efectúa cada sujeto (a), con respecto a la exterioridad. Es, por el contrario, el desarrollo de elaboraciones acumuladas, a través de procesos que trascienden a cada sujeto (a); comoquiera que se configuran a partir de una forma de apropiación realizada por parte de quien o quienes convierten esas elaboraciones, en opciones que entran a ejercer como referentes. En consecuencia constituyen, por esto mismo, un mandato; una convocatoria que pretende el reconocimiento individual y colectivo. Está expresada en códigos (...o definiciones) que conforman un cuerpo teórico, con repercusiones prácticas en el quehacer cotidiano. Es, en otras palabras, el soporte necesario para ejercer gobierno, autoridad; por parte de quien o quienes se han separado de los (as) otros (as); en su condición de usufructuarios (as) de esos mismos códigos.

La diferenciación comienza, desde el momento mismo en que aparecen insumos que la permiten. Si bien es ilustrativa la interpretación (...un poco lineal) propuesta en el recorrido: sociedad primitiva-esclavismo-feudalismo-capitalismo; como proceso explicativo en cuanto al origen de la dominación. Lo cierto es que el asunto es mucho más complejo. Porque supone, entre otras cosas, retomar el entendido de la apropiación de los referentes y su imposición; a partir de un ejercicio originado en la diferenciación; pero asimismo, en nexo con el proceso de internalización individual. Valga presentarlo de la siguiente manera: si la sociedad primitiva descrita por Lewis H. Morgan, constituyó un estado en el desarrollo de la humanidad; no puede inferirse, necesariamente, la ausencia de determinadas formas de diferenciación...y de control. Con las limitaciones sociológicas y políticas propias de su investigación, el texto que la resume, tiene elementos importantes; en cuanto a la interpretación de los hechos originados en la misma investigación que se relacionan con la actividad humana. Por lo mismo es pertinente resaltar lo siguiente:

“..Los hechos indican la formación gradual y el desarrollo subsiguiente de ciertas ideas, pasiones y aspiraciones. Aquellos que ocupan las posiciones más prominentes, caben ser generalizados como crecimientos de ideas particulares, a las que se encuentran íntimamente vinculadas…

..ÚLTIMO. La idea de propiedad se formó lentamente en el pensamiento humano, permaneciendo naciente y endeble durante períodos inmensos de tiempo. Adquiriendo vida en el salvajismo, requirió toda la experiencia de este período y del subsiguiente, de la barbarie, para desarrollar el germen y preparar el cerebro humano para la aceptación de su influencia de contralor. Su imperio como pasión por sobre todas las demás pasiones, señala el comienzo de la civilización...”12

Ahora bien, como lo hemos señalado arriba, el poder adquiere significado a partir de la apropiación unilateral de insumos relacionados con el conocimiento

11 Segui, Francisco. Prólogo a La República, Tomo I. Ed.Universales, Bogotá12 Morgan, Lewis H. La Sociedad Primitiva, edición Divulgación Cultural Universidad Nacional de Colombia, 1972.

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acumulado. Esta apropiación permite la elaboración de unas determinadas condiciones que deben ser acatadas, por parte de quien o quienes no actúan en posición de usufructuarios. Así planteado, entonces, no implica necesariamente un nexo primario con la posesión de bienes. Otra cosa es que la posesión permita el desarrollo y consolidación posteriores de mecanismos de control y, por esta vía, de imposición. Lo anterior es lo mismo que entender la dinámica del poder y del control; como una sucesión de eventos en los cuales se van estructurando unas instancias en las que predominan instrumentos conceptuales, como opciones únicas para la interpretación de la naturaleza y de las relaciones necesarias para transformarla…o, simplemente, para convivir con ella.

A partir de esta lógica para la interpretación del poder; se entiende que este adquiere una connotación política, como opción válida en el proceso de consolidación y defensa del mismo, por parte de quien o quienes actúan como detentadores. Lo que, en principio, era un control en términos de pautas y códigos propuestos (...o impuestos) como única alternativa para establecer un nexo con la externalidad; se convierte un la instauración de instancias que identifican esos pautas y códigos con los usufructuarios. Esto supone el desarrollo de mecanismos constitutivos de reglas orientadas a distanciar, aún más, el poder con respecto a quienes se controla. Es decir este (el poder) se torna mucho más complejo; comoquiera que se configura la intermediación como requisito indispensable para acceder a sus representantes. El territorio, en este contexto, deja de ser simple externalidad primaria, natural en la cual se efectúa la interacción y el intercambio por parte de los (as) sujetos (as). Se convierte, por lo mismo que se consolida la figura del poder, en escenario en el cual la relaciones (...Sociales) adquieren características, cada vez, más complejas. Ya no es, entonces, la simple aceptación de los códigos originarios, casi siempre asociados a la religiosidad. Ahora se trata de una figura ensanchada de este. Una ampliación del espectro; en función de los nuevos elementos que lo acompañan y sustentan.

Vale la pena reiterar acerca del condicionamiento que se le imprime a la actuación individual. El proceso, por medio del cual se instaura la dominación, supone una inhibición a la libertad. Ya no existe la posibilidad de ejercer la autonomía inicial; para exteriorizar los conceptos elaborados a partir de la relación con la naturaleza, con la externalidad. Lo que prevalece, ahora, es la asunción de los referentes establecidos como única opción posible. Es una interpretación mediada por los códigos y las instancias desarrolladas por parte de quien o quienes ejercen como detentadores de esos referentes. A esto se agrega el hecho del nexo entre esa acción de control primaria y la evolución del sistema de apropiación de los excedentes derivados del trabajo. Se configuran, entonces, unas relaciones sociales en las que prevalece la imposición de reglas. Algo así como una sumatoria de conceptos básicos que obligan. Actuar en contravía de los mismos sitúa, a quien o quienes lo hacen, por fuera de esas condiciones. Por lo tanto debe ser entendido como desafío, como rebelión. Esto es lo que explica, en términos del concepto de legalidad, la estructuración de figuras que describen y validan el castigo; como procedimiento indispensable para mantener el control. Es ahí en donde, el poder, adquiere su connotación política.

Es pertinente, para este caso, citar la posición expresada por J.C. Friedrich, en su texto La filosofía del derecho. “..Puesto que para el derecho siempre tiene importancia fundamental que la obligación de sus normas se encuentre firmemente anclada en la convicción de la legitimidad de la autoridad que crea la ley, sea Dios, sea la acción popular, la importancia de las normas legales en la vida social estará, en todo momento, hondamente influida por la fe en la legitimidad del gobierno que las impone y por la cual son creadas. El nomos y el jus de griegos y romanos estuvieron en vigor mientras se mantuvo la fe en la comunidad de la polis, pues la polis estaba regulada por el nomos y el jus, debido a la constante fe del pueblo en la heroica sabiduría de algún antiguo legislador, ya fuera un Solón, un Licurgo, o las Doce Tablas. Sin embargo, para los judíos del Antiguo Testamento, no fue Moisés, ni siquiera los profetas, sino el Dios único, quien habló a Moisés y le ordenó que comunicara sus leyes a su pueblo (Levítico 19: 1-2). Y fue su pueblo el que quedó convertido en una comunidad sagrada gracias a esa comunicación, por la santidad misma del Dios que

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había dictado las leyes. Y de esta santificación, al dar y obedecer la ley, se desarrolló o, quizá fuera mejor decir que se derivó, como corolario la doctrina del pueblo elegido...”13

4.3 El concepto de Estado; la versión en el día a día

Ya quedó planteada la interpretación en torno al poder y al control. Se infiere, en consecuencia, una connotación asociada al concepto de sociedad; entendida como interacción colectiva en un determinado territorio y cohesionada por una reglamentación; impuesta como norma de obligatorio acatamiento.

Cabe ahora extender esa interpretación. Ya no tanto en lo que hace referencia a la implementación coercitiva de los códigos y de las instancias a cuyo cargo está la vigilancia y desarrollo de los mismos. Se trata de entender la dinámica que adquiere esa implementación; a través de un proceso que va instaurando instancias, como figuras mucho más complejas en lo que hace referencia a los mecanismos de control, de su desarrollo y distanciamiento con respecto a la interpretación primaria, rígida de la inhibición y subyugación hacia el (...o los) sujeto (os).

Lo que antes era un escenario en el cual se exhibían unas relaciones simples de dominación; ahora se va convirtiendo en territorio en donde los códigos y normas conforman un sistema lógico, abstracto. De tal manera que los (as) sujetos (as) involucrados (as) como dominados (as), pasan a ser un colectivo que es obligado a identificarse con ese sistema complejo de mandatos y requerimientos; intermediado por instancias próximas y lejanas. Es, en otras palabras, una asociación forzada que tiene como justificación y como centro, la aceptación de ese sistema normativo. Al mismo tiempo, implica el reconocimiento de intermediarios que ejercen como representación válida de esa asociación (...de ese Contrato Social, diría Rousseau).

Lo anterior no supone, en estricto, la pérdida de las aspiraciones íntimas de cada sujeto (a), entendido en los términos propuestos arriba. Por el contrario, a pesar de la imposición del sistema de normas, persiste ese conflicto (...o malestar que llamaría Freud) latente con respecto a esa misma imposición. Veámoslo, un poco, en los siguientes términos:

“..Creo poder decir, en resumen, que la filosofía estoico-ciceroniana del derecho tiene sus raíces en una ética racional a la que se adjudica una validez universal, como ley de la naturaleza humana. Esta ley, como todas las leyes de la naturaleza, es la razón inherente a la naturaleza toda; es su significado. Por tanto, podemos, y debemos derivar leyes de esta ley (a lege ducendum est juris exordium), porque esta ley, la ley natural, es la fuerza de la naturaleza (naturae vis) y, por tal motivo, es la norma que define lo que es bueno y lo que es malo. El cumplimiento de esta ley natural es tarea impuesta a los diversos estados (civitates) que expresan la verdadera ley en las normas del jus pentium, común a todas ellas. Cada comunidad, sin embargo, tiene su propio jus civile, válido sólo para sus ciudadanos, ya que toma en consideración las condiciones especiales, tanto espirituales como materiales, que son peculiares de tal comunidad. Pero ni el jus Pentium ni el jus civile deberán estar en conflicto con el jus naturae. Si lo están, tales normas no son verdaderas leyes, sino mandatos arbitrarios...”14

Hasta aquí queda claro, en nuestra línea de interpretación, la dicotomía que subyace a la implementación del poder político, como una expresión de la coacción hacia el sujeto. Este ejercicio de dominación tiene, como colateral, una forma de subyugación; en tanto supone la imposición de limitaciones al desarrollo autónomo individual que permite acceder a la naturaleza y tomar de ella las percepciones e impresiones necesarias para construir el bagaje conceptual indispensable, como proceso que consolida la independencia de cada sujeto (a). La inhibición, derivada de la imposición de ese tipo de poder, induce a reprimir la autonomía y la libertad; 13 Friedrich, C.J., La Filosofía del derecho, ed. Fondo de Cultura Económica14 Friedrich, C.J., obra citada.

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como cuota necesaria que debe otorgar el (la) sujeto (a) para disfrutar las posibilidades derivadas del poder que, a su vez, se erige como avance colectivo en la escala de la evolución humana...de la civilización; pero implica asimismo la latencia del conflicto, del deseo de libertad reprimido. Veámoslo, en términos de Marcase:

“El desarrollo del sistema jerárquico de trabajo social no solo racionaliza la dominación, sino que también contiene la rebelión contra la dominación. En el nivel individual, la rebelión original es contenida dentro del marco del conflicto de Edipo normal. En el nivel social, las recurrentes rebeliones y revoluciones han sido seguidas por contrarrevoluciones y restauraciones. Desde la rebelión de los esclavos en el mundo antiguo hasta la revolución socialista, la lucha de los oprimidos ha terminado siempre con el establecimiento de un nuevo, y mejor, sistema de dominación; el progreso ha tenido lugar a través de una cadena de control cada vez más eficaz...*15

Son evidentes las limitaciones en el enfoque Freudiano propuesto por Marcuse. No solo en lo que respecta al espectro social y su dinámica; sino también en lo que hace referencia al desarrollo y manifestación de los mecanismos de dominación, mucho más complejos que los esbozados en ese enfoque. Habría que mirar, en perspectiva, análisis desde la interpretación sociológica y política. Pero, de todas maneras, Marcuse permite reconocer e identificar el conflicto entre sujeto y poder, que subyace a la tensión constante que acompaña a cada individuo inmerso en el sujeto colectivo y en su expresión orgánica; como instancias de control.

Así la cosas, entonces, existe un nexo insoslayable entre poder político y el Estado. Este último no es otra cosa que la racionalización y organización del poder político; por la vía de instancias jerárquicas, independientes del sujeto individual y del sujeto colectivo. A través de ellas se expresan unas relaciones de dominio que abarcan territorios definidos. Es, el Estado, un ordenamiento a partir del poder político. Le imprime a este una connotación abstracta, en razón a que ejerce como referente que convoca a la aceptación; como garantía para la cohesión de quienes comparten el territorio y que, asimismo, tienen un origen y expresiones culturales comunes. Constituye, en otras palabras, la única posibilidad para acceder a beneficios en condiciones de igualdad. Uno de ellos, a manera de ejemplo, tiene que ver con la opción para dirimir conflictos, entre los súbditos. Lo anterior por la vía de la interpretación lógica y neutral; a cargo de instancias creadas y desarrolladas en el marco permitido por el Estado.

5 . De la democracia. De la asociación y la identidad en la confrontación; lo imaginario

La confrontación es un agregado del conflicto. Es su manifestación; como quiera que supone la expresión, mediante acciones precisas y concretas, bien sea de una parte del conflicto o de la totalidad de este. Si es lo uno o lo otro, se define a partir de los contenidos que adquieren las acciones; pero también de, a partir de su significado con respecto al poder y sus manifestaciones.

Lo anterior se entiende mejor, ubicado en el contexto que ejerce como escenario en el cual se aplica y desarrolla el poder. De las instancias, procedimientos a través de los cuales se ejerce el control. De las franjas o sectores sociales que aparecen como dominados. Inclusive, en un análisis más preciso, de la diferenciación que adquiere la dominación; según la identidad que pueden alcanzar algunas de esas franjas o sectores, con respecto a los beneficiarios directos del poder. Algo así como entender una dinámica en la cual aparecen beneficiarios (as) transitorios y parciales; sin que esto implique la asunción del poder en sí.

15 Marcuse, Hebert, Eros y Civilización, Ed. Seix Barral Barcelona, 1968, página 92

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En nuestra línea de interpretación, se trata de proponer una opción, en la cual se hace visible la presencia de la dominación en diferentes niveles. Ya no tanto en lo que hace referencia a las instancias y/o los aparatos ideológicos del Estado, como expresiones a partir de las cuales se pueda explicar y generalizar la cobertura y afectación de la dominación. Lo nuestro es más la pretensión de alcanzar una caracterización de la dinámica que adquiere la aplicación del poder y la dominación; en cuanto que ejerce una cobertura que permea sectores específicos, vinculándolos al proceso inherente al control político y económico; como beneficiarios transitorios. O, simplemente, como soportes pasivos a partir de lograr su apoyo en términos de captar su identificación con los propósitos últimos del poder. Cuando, en este marco conceptual propuesto, se producen fricciones o rupturas; se configuran expresiones de la confrontación que vinculan a esos sectores con acciones que expresan contenidos concretos de un determinado conflicto; sin que esto implique la disolución de nexo con las instancias del poder. En esta perspectiva, inclusive, cabe validar el concepto que propone un entendido del Estado, como una sumatoria de micropoderes; a la manera de de bloque de sectores o de clases en el poder. Esta opción supone la presencia de una figura asociada al equilibrio, en el cual confluyen intereses, en veces divergentes, unidos alrededor de una (...o unas) determinadas formas de poder que les permite imponer decisiones en nexo con sus intereses estratégicos. Es más, por esta vía, podría entenderse la “delegación del poder formal”, a individuos y sectores que ejercen como expresiones “neutrales”.

Vale la pena, como ejemplo, transcribir el aparte del texto “Los Límites de la Modernización”, escrito por la profesora Consuelo Corredor Martínez. Lo consideramos importante, en razón a que se insinúa una interpretación del poder y la dominación; a partir del análisis de un período concreto de la historia del desarrollo político y económico en nuestro País.

“..Los alcances de esta modernización han sido bastante limitados y sus implicaciones extremadamente conflictivas, debido a que ella se ha adelantado en un contexto marcadamente liberal en el cual han prevalecido los intereses de las élites dominantes. El modelo liberal de desarrollo ha significado la subordinación del Estado, minimizando su función de interpretar, gestionar y regular los intereses colectivos, y obstaculizando la configuración de un espacio público en el que se puedan expresar, confrontar y resolver los conflictos sociales. El Estado colombiano es un Estado privatizado, atrapado entre el liberalismo económico y el conservadurismo político.

En esta perspectiva liberalismo y conservadurismo no se oponen sino que, por el contrario, se articulan y se prestan mutuos servicios. El logro de intereses particulares sin importar los costos sociales encuentra un terreno propicio en el orden jerárquico y tradicional por el cual se vela el conservadurismo. El costo de esa coexistencia ha sido el rezago de la organización política de las transformaciones socioeconómicas que han trastocado el orden en que estaba cimentada.

Las restricciones derivadas de los sistemas económico y político colombianos han entretejido una gama de relaciones tanto modernas como posmodernas, lo que hace la sociedad más compleja y fragmentada que en el pasado. Ha sido una acumulación histórica de tensiones que han significado en forma continua períodos de crisis y de relativa estabilidad. Y en esta dinámica, los momentos de crisis son cada vez más severos por la fragmentación de los escenarios y de los actores, la mayor polarización y desigualdad sentidas y una amplia percepción del carácter excluyente de los sistemas social y político…”16

A partir de esta opción nuestra de interpretación, en consecuencia, se hace necesario presentar un análisis que permita introducir la diferenciación acerca de los contenidos, alcances y significación, en cuanto a niveles de expresión del conflicto, de la confrontación y las acciones por medio de las cuales este se concreta.

5.1 El concepto de lo popular. La confrontación del poder; el registro histórico

16 Corredor, Consuelo. Los Límites de la Modernización, segunda edición. Editada por Cinep, página 23

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La connotación que adquiere la diferenciación, en el contexto de las relaciones sociales, supone una determinada caracterización de roles; a partir de análisis soportados en categorías conceptuales y metodológicas. Por lo tanto, ya no se trata de una simple réplica de lo observado, como representación objetiva. Por el contrario, significa profundizar acerca de esas expresiones de superficie; indagando por las condiciones que la subyacen, como soporte. Ya, en ese procedimiento, pueden y deben aparecer algunos niveles de abstracción, referidos a la interpretación alusiva a los acumulados históricos en nexo con la participación, en esas mismas relaciones sociales, de los (as) sujetos individuales y colectivos (as). De las condiciones en que esta se ha producido y del grado de inserción con respecto al conocimiento, a las instancias que lo promueven y controlan. Pero también, y con mayor énfasis habida cuenta del horizonte propuesto en nuestro escrito, acerca del significado de esa participación con respecto al poder y a las instancias que lo soportan, a sus manifestaciones como instrumentos de control, de dominación y de imposición.

Ha habido, en el curso del tiempo, interpretaciones que asocian la caracterización antes aludida, a posiciones antropológicas y culturales. Por esta vía, ha desembocado en expresiones que delimitan (a manera de diferenciación) la intervención de los (as) sujetos individuales y colectivos en el desarrollo de las relaciones sociales; a partir de asignarle a determinados sectores una posición periférica, respecto a los beneficios del conocimiento, entendido como proceso, como aprendizaje que va decantando, segregando. Aquí, en esta opción, se valida, en veces, un instrumento de diferenciación asociado la pertenencia a una determinada raza y/o etnia. Visto así, entonces, cabe una propuesta de interpretación generalizante; pero también de especialización; por cuanto se establece unos condicionantes vinculados con normas y pautas, a la manera de posición que reivindica una versión predominantemente aceptada y acatada, de cultura, como sinónimo de civilización; como paradigma, a partir del cual es posible establecer una segregación.

Ya no se trata, en el anterior escenario conceptual, de admitir una posición periférica respecto al poder y a las instancias que lo soportan. Aquí, la noción de lo periférico, está referido a un espectro mucho más amplio; en razón a que los márgenes constitutivos de la delimitación social, están contraídos en términos del grado de apropiación y/o de acceso a los beneficios del conocimiento, y de la cultura asumidos como referentes de civilización. Esto no es otra cosa que entenderlo, como adecuación, como asimilación de los roles y los paradigmas allí consignados.

En un documento de trabajo (La Educación Superior en América Latina), presentado en el debate al interior de la Universidad Nacional de Colombia, previo a la realización del Primer Congreso Nacional de Educación Superior, realizado en la ciudad de Barranquilla los días 1,2 y 3 de diciembre de 1999; se expresa un concepto que consideramos válido. Veamos:

“…En estas condiciones, la Escuela, no es otra cosa que una expresión que, en principio, transfiere el dominio estatal. No tanto en la aplicación elemental marxista de aparato ideológico; sino como complejidad que articula instancias del conocimiento, aplicadas y estructuradas en programas y acciones, a partir del ese centro-poder, sin ser el. No es, entonces, una aplicación a partir de la lógica lineal. Es una interacción heterogénea orientada por unos perfiles definidos a partir de las necesidades inherentes a los intereses que impone ese centro-poder. Es decir, lo suyo no es otra cosa que contextualizar la sociedad en términos de su propio rol, de su significación. Con esto tratamos de establecer lo siguiente: la globalización siempre ha existido, si asumimos que esta no es otra cosa que la imposición de referentes a partir del dominio ejercido.

Sin pretender un traslado conceptual mecánico, las condiciones impuestas desde el centro-poder económico y político internacional, permiten trazos que imprimen todo el quehacer económico, político y cultural de los dependientes. Ya, de por sí, el solo hecho de reivindicar

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los autóctono (como acervo cultural) es constitutivo de herejía con respecto a los modelos considerados prevalecientes. Esto es mucho más evidente, en lo que respecta al desarrollo del conocimiento por la vía de implementaciones programáticas escolarizadas. La escolarización, en sí, origina rupturas si se compara con las aprehensiones y las tradiciones propias de las culturas nativas. Porque no habría de serlo, entonces, a partir de la concreción del dominio desde el centro hacia la periferia. En esto, por decirlo de alguna manera, se mantiene incólume el postulado de Samir Amin, cuando en su texto en torno al capitalismo, su desarrollo e implicaciones, habla de las culturas periféricas, atadas a las condiciones que impone el centro-poder..17

Arribamos, así, a una opción conceptual que nos permite proponer un entendido en torno a los sectores sociales periféricos. Es decir, aquellos sectores no solo desvinculados de los beneficios del poder, subyugados y dominados por este; sino también segregados por la dinámica propia del desarrollo cultural predominante. Algo así como insertos en la civilización, pero ajenos a ella, en lo que esta tiene de otorgadora de roles asociados a los paradigmas originados en ese mismo desarrollo cultural, por parte de sus usufructuarios. Ahora bien, no puede inferirse de nuestra expresión, el hecho de que proponemos una asimilación de intereses entre los beneficiarios del poder y sus instancias de dominación y aquellos sectores que acceden y se identifican con los avances del conocimiento y de la cultura que ejercen como predominantes; como expresión avanzada de la civilización.

Surge entonces, en nuestra opinión, un insumo que soporta una segregación: lo periférico, en cuanto sector y/o sectores considerados por fuera de la versión oficial de la cultura; entendida esta como originaria de paradigmas, pautas y comportamientos. Para nosotros, esto no es otra cosa que la denominación de popular, referido a esos sectores que, de por sí, adquieren una dinámica propia y unas expresiones propias, diferenciadas. Es obvia, sin embargo, la necesidad de apuntalar este concepto, con arreglo al significado que adquiere el contexto social y económico; en el cual se desenvuelven estos (as) sujetos (as). Tanto en sus expresiones individuales como colectivas. Para este caso, el problema surge al momento de establecer las pautas y/o el horizonte teórico. Porque no puede delimitarse solo a partir de la figura elemental asociada al lugar en el cual se sitúa con respecto a las características del beneficio plusválico, derivado del modo de producción vigente, o prevaleciente. De ser así no habría lugar a postular la diferenciación que se advierte en la definición anterior.

Por lo tanto, el análisis remite a un territorio de mayor complejidad: uno de los elementos clave para dilucidar ese significado, tiene que ver con el entendido de de contexto social y económico. Ya decíamos antes: es un escenario no determinado por la voluntad o por la noción primaria acerca de lo ético. Por el contrario, constituye una instancia, como período histórico. Esto, a su vez, remite a la evolución de las relaciones sociales; como proceso soportado en sucesión de rupturas y equilibrios. Estos últimos, impuestos por quienes adquieren posiciones de dominio. Así, entonces, cada momento (sin importar su duración) en el cual se exhibe o manifiesta ese equilibrio; no es otra cosa que la expresión de unas determinadas condiciones de dominación económica y política.

Ahora bien, como lo hemos postulado antes, en la franja constituida por quienes (bien sea que se tipifiquen como sectores o como secciones del espectro social) no ejercen como beneficiarios directos del poder, se erige la heterogeneidad. Ya ahí, se introduce otro insumo como soporte para la segregación. A manera de ejemplo: la posición y comportamiento de aquellos sectores sociales sobre los cuales se ejerce dominación política y económica; pero que han accededlo a determinados beneficios del acumulado plusválico y cultural (como poseedores y usufructuarios del conocimiento); no puede ser el mismo, comprado con la posición y el comportamiento de aquellos sectores absolutamente vulnerables y desvinculados de cualquier beneficio plusválico y cultural.17 Pira Claudia y Cano Parmenio. La Educación Superior en América Latina, edición en cuadernillo, noviembre 1999, Bogotá D.C.

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Lo anterior conlleva, en consecuencia, a establecer categorías diferenciadas en el análisis de lo popular, como expresión de determinados sectores sociales; en el contexto de unas determinadas relaciones de dominación político y económico. Puede colegirse de nuestra línea de interpretación, una conclusión fundamental: no todo sector social dominado es, necesariamente, un sector popular. Por lo tanto, aún a riesgo de silogismo, al momento de tipificar acciones (inmediatas, mediatas o tendenciales) específicas de confrontación a determinadas manifestaciones de la dominación política y económica; es preciso trabajar con estas categorías.

Luego, el espectro de cobertura, está dado por la definición de objetivos vinculados a conceptos y escenarios heterogéneos; en términos del nexo con los sectores sociales. No es, por esto mismo, una opción en la cual se configure una posición de clase; al menos en la versión ortodoxa marxista. No supone, asimismo, una posición necesariamente revolucionaria y/o de confrontación al origen y vertebración del poder y de las relaciones de producción vigentes. Adquiere connotaciones diversas, en la mayoría de los casos asociadas a reclamaciones puntuales, relacionadas con determinadas condiciones de vida. Sin embargo puede, derivar en expresiones híbridas; en cuanto pueden coincidir diferentes aspectos en los cuales ejerza importancia un cuestionamiento a posiciones y/o programas gubernamentales o políticas de estado. Tal es el caso, a manera de ejemplo, de algunos movimientos populares desarrollados en relación con decisiones que vulneran determinados intereses y derechos de franjas amplias de la población. Siendo así, cabe resaltar tonos grises en la diferenciación teórica y práctica entre movimientos populares, movimientos sociales y movimientos políticos. En veces, puede hablarse de diferenciación en términos del espectro de cobertura. Otras veces, puede plantearse en relación con los contenidos de sus opciones o programas. Con respecto a este asunto del método para construir tipologías; es pertinente presentar una expresión como la siguiente:

“… ¿Se politizan las luchas urbanas por el hecho de enfrentarse en la mayoría de los casos al Estado, como lo afirma Castells? No podemos en este momento desarrollar la discusión sobre el papel fundamental ocupado por el Estado en la urbanización capitalista, caracterización que parte de una generalización, arbitraria a nuestro juicio, de la relación entre Estado y Sociedad Civil – en el sentido dado por Marx y no en el Gramsciano-, pero si podemos afirmar que no basta que el blanco al cual se dirigen las flechas de un movimiento social sea el Estado, para determinar su carácter político; es el carácter de sus reivindicaciones, el contenido de clase de sus luchas, su método y sus formas las que lo definen, y no basta encontrar un contenido político, hay que identificar si se trata de una lucha democrático-burguesa (en lo formal o lo real), o socialista.

Vayamos por partes:

A similitud de una huelga obrera en una empresa capitalista de Estado o de los asalariados de un ministerio burgués que levanta reivindicaciones puramente económicas, sin plantearse modificaciones en las relaciones de poder entre las clases, ni en el carácter del Estado o de sus formas de ejercicio de la dominación burguesa, un movimiento de colonos o inquilinos que solicita, por ejemplo, la regularización de la propiedad de sus tierras, o un servicio cualquiera y que utiliza para ello el método de la negociación apoyado por llamados a la opinión pública a través de los medios de comunicación, paradas en los organismos oficiales, etc., pero sin plantearse en ningún momento consignas políticas, no es político. No es el agente social al cual se enfrenta un movimiento el que define el carácter de la lucha, sino el contenido concreto de clase de él, manifestado en su programa reivindicativo y su método para alcanzarlo. ..”18

18 Pradilla Cobos, Emilio. “Mitos y realidades de los llamados movimientos sociales urbanos”. Artículo escrito en junio de 1981, en Méjico, D.F. Ponencia presentada al 4º Seminario Internacional cehap-peval

Los pobladores: protagonistas urbanos en América Latina; realizado en la ciudad de Medellín, entre los días 7 y 11 de abril de 1986.

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5.2 Lo jurídico, lo ideológico; lo institucional.

Entonces estamos en un escenario social. En donde la hilvanación de lo particular y lo colectivo, pasa por entender que el soporte, en ese proceso, tiene que ver con el desarrollo de la teoría jurídica. Porque supone precisar la noción de equilibrio necesario. Porque en la relación Estado-individualidad, se incorpora la variable que hace alusión a la cantidad y la calidad. Es algo así como entender que el concepto de equilibrio tiene razón de ser, en la medida en que cada sujeto natural y/o jurídico asuma la certeza de que el Estado no puede ser minimizado. Y, tampoco, puede ser asimilado a sus intereses particulares. Ese es el sentido que adquieren las querellas. Como si, a cada paso, fuese necesario sustentar la lógica de ese entramado. Porque, asimismo como surgieron las instituciones, a partir de pactos inherentes, concientes o no. A asimismo la condición supraestructural de las instituciones, supone la aceptación de unas reglas del juego.

No se concibe, en consecuencia, un Estado-Nación, sin unas instituciones que ejerzan como garantes de ese equilibrio; por la vía de establecer opciones que permiten el ejercicio del derecho. En una perspectiva en la cual cada sujeto tiene certeza en términos de derechos. Pero, al mismo tiempo, de sus obligaciones desde el punto de vista del respeto a la institucionalidad.

Ese tipo de relación es la demostración de la solidez del Estado. Porque, por la vía de la querella, esta en capacidad de reconocer los fallos. Una autonomía de la justicia, sin la cual sería imposible acceder a un escenario en el cual se concreta ese equilibrio funcional.

Ahora bien, en lo que respecta al caso de la estructura fiscal-impositiva y, en alusión al significado que adquieren los impuestos como soporte de la capacidad económica del Estado; ese nexo entre los y las particulares con el Estado, supone la precisión de la normatividad, por la vía del Estatuto Tributario. Es una convicción de Estado, en la cual confluyen el concepto de región y municipalidad con la Nación, como escenario de mayor estructura y complejidad.

Lo que aquí presento, en consecuencia, no es otra cosa que la particularización de situaciones, por la vía de las jurisprudencias a cargo de las corporaciones que aplican justicia, a nombre del Estado y la Nación. Son concreciones que reivindican la autonomía; pero también la interacción. Porque no se concibe el concepto de derechos y obligaciones, sin la garantía de que las instancias gubernamentales están en condiciones y en la obligación de garantizarlas.

Entonces, aquí, lo concerniente a la hermenéutica jurídica, cobra sentido y pertinencia; precisamente porque el Estado es una construcción heredada pero, al mismo o tiempo, en continuo desarrollo. Porque, a cada paso, el ejercicio económico (en este caso) plantea retos que deben ser asumidos como tal.

Entonces, esos retos, coadyuvan a la postulación de doctrina. En ese escenario del universo económico, en el cual es posible entender la interacción. Siendo lo impositivo, desde el punto de vista del soporte para la actividad estatal; no es otra cosa que referente que unifican criterios y conceptos. Pero entendiendo, al mismo o tiempo, que cada hecho concreto precisa del análisis respectivo.

Es ahí en donde reside la importancia de la legislación. Siendo esta una figura parecida a la teoría de Estado. Teoría que no puede soslayar la pertinencia de las confrontaciones. Porque, solo así, es posible entender la dinámica que está en la base del desarrollo Estado-Nación y su nexo con la sociedad.

6. De la verdad y la historia en los textos del maestro Alfredo Moreno.

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Es una metodología que asume el reto de reconstruir el pasado; de vivenciar el presente; de prefigurar el futuro; estableciendo nexos y referentes a partir de la hilvanación de historias, de hechos de vida, en los cuales intervienen los y las hablantes que han recorrido caminos, entornos y escenarios sociales en los cuales se erigen como protagonistas que inciden en el investigador; de tal manera que este asume las semblanzas como representaciones que coadyuvan a la consolidación de ese instrumento metodológico, por la vía de la interpretación y de su vertimiento en contenidos que implican a la realidad. Sobre todo tratándose del conflicto que nos ha cruzado desde el comienzo de nuestro ejercicio de la libertad y de la construcción de país, de Estado y de Nación.

El problema reside en el tipo de descripción que efectúa el hablante. Ante todo, habida cuenta de su posicionamiento como hacedor de realidades. Como el héroe de las mil caras que describe Joseph Campbell en su “psicoanálisis del mito.”, concretamente en la descripción de la postura a de Faetón, hijo de Zeus. Así:

“… Tetis, la diosa del mar, abrió las rejas, y los caballos dando un brinco echaron a correr violentamente; hendieron las nubes con sus cascos; batieron el aire con sus alas, corrieron más de prisa que los vientos que levantaban de la misma parte de oriente. Inmediatamente, pues el carro iba tan ligero sin su acostumbrado paso, el carro empezó a mecerse como un barco sin lastre entre las olas. El conductor, aterrorizado, olvidó las riendas y no supo nada del camino. Remontándose en forma enloquecida, los caballos alcanzaron las alturas del cielo y llegaron a las más remotas constelaciones. La Osa Mayor y la Osa Menor se chamuscaron. La Serpiente que yace enrollada cerca de las estrellas polares se calentó y con el calor se enfureció peligrosamente. El Boyero voló, cargado su arado. El Escorpión atacó con su cola…19

En lo personal, la lectura y análisis de los textos del maestro Molano, me sitúan en la necesidad de explicitar lo metodológico y lo conceptual, en relación con las aspiraciones que los subyacen, los contextos económicos, sociales y políticos. Pero, al mismo tiempo, la textura de interacción entre los hablantes y las hablantes y quien ejerce como analista, como investigador que pretende realizar conclusiones y generalizaciones. Es decir, una especia de relación causal, en la cual se ejerce (por el analista) una conducción de los relatos, hacia los escenarios que permitan elaborar y verter esas conclusiones generalizantes.

He elegido la triada vinculada con el poblamiento de los territorios “llano adentro”, incluidas aquellas etapas o periodos asociados con lo que se ha dado en llamar la sucesión de ferias y bonanzas en períodos concretos. Por lo tanto: “Selva Adentro” (Una historia oral de la colonización del Guaviare); Aguas arriba” (Entre la coca y el oro) y “Siguiendo el corte” (Relatos de guerras y de tierras); constituyen un referente que me permiten efectuar un seguimiento más o menos preciso, en lo que respecta a ese tipo de propuesta metodológica de construir y reconstruir la historia.

El sociólogo e investigador social Orlando Fals Borda expresa, en el prólogo de “Siguiendo el corte”: “… ¿Cómo hizo Alfredo Molano para obtener semejante montaña de datos tan interesantes e importantes para la sociedad y la historia del país y del Llano? ¿Actuó como sociólogo, o como literato, o como periodista? Esta polémica me tiene sin cuidado, aunque conviene recodar que la literatura no es simple copia de lo cotidiano o lo folclórico. Con la sociología positiva o funcionalista tampoco habría llegado ni a la mitad de lo que obtuvo. El principal procedimiento de Molano sobre el terreno ha sido el que en otra parte (Historia doble de la Costa, I: Mompox y Loba, 1979), he llamado –imputación- a través de entrevistas, mayormente grabadas, cuya información se escoge, se suma y se adscribe a un personaje clave que uno mismo puede bautizar o identificar independientemente. (Se exceptúa la entrevista con el Tuerto Giraldo). Pero estas técnicas no se aprendieron en la academia. Se desarrollaron por fuera de ella como alternativa investigativa válida , como una búsqueda legítima de hechos y evidencias sobre la realidad elusiva , especialmente en

19 Campbell, Joseph. “El héroe de las mil caras”. Quinta reimpresión, 1997. Editorial Fon de Cultura Económica, pp. 126-127.

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aquellas circunstancias en las que no hay documentación ni fuentes secundarias accesibles; todo ello con el fin de rescatar la historia olvidada o prohibida y además registrar la viva que se agita inédita ante nuestros ojos…”20

Pero, no hay que buscar el ahogado agua arriba. La metodología del maestro Molano es susceptible de ser entendida como sola repetición de voces que se atan y desatan, según la conveniencia. Versiones, en las cuales los hablantes, realizan un imaginario propio, condicionado por su experiencia y, más importante aún, por aquella manera de entender las vivencias inmediatas o mediatas. Aquí, cada “héroe” o “heroína” es una caja de resonancia en la cual los hechos y las acciones vividas aparecen como hilvanación de la palabra; asociada a la necesidad de ser entendido o entendida; a ser valorado o valorada como agente precursor o, por lo menos, como textura original que merece ser reconocida, avalada y recordada.

Y es que, en el caso de Berardo Giraldo, uno no sólo entrevé el afán de reconocimiento de sus actuaciones como epopeyas. Hilando delgado, me encuentro, además de algunas inconsistencias desde el punto de vista cronológico, con visiones derivadas de su proceso personal, como sujeto hablante, pero también como sujeto en el cual las vivencias deben ser posicionadas como originarias de una interpretación sociológica e histórica asociadas a la reconstrucción del pasado. En este sentido es, particularmente, importante su obsesión por desprestigiar las acciones de Eliseo Velásquez. Quien, valga decirlo, es recordado y citado por otros narradores-hablantes; en los mismos escenarios y no, precisamente, con el mismo rol negativo que describe Berardo Giraldo.

“…El ejército no daba el brazo a torcer. Al mismo tiempo que botaba gente de los aviones y llenaba el panóptico de Tunja, daba chocolate y azúcar y hacía brigadas de salud. Como la gente no quería pelear, el ejército iba por buen camino. Yo sabía que la cosa era de tiempo, que ellos no podían sostener la línea.

Eliseo (sic) seguía por allá en su derrota, acompañado del coronel Larroche, reclutando muchachas, para hacerlas enfermeras, y tomando trago. No combatía porque se creía un mero símbolo. Llegó hasta costearse una espada para cargarla al cinto. Larroche, por su parte, se mandó hacer una guerrera. Andaban de sabana en sabana, de monte en monte dictando cursos de enfermería…”21

El maestro Molano, transfiere las narraciones. Las organiza a manera de ejercicio literario en el cual prevalece la búsqueda de las verdades asociadas a la historia; particularmente de los periodos sucesivos en los cuales adquiere manifestaciones específicas el conflicto armado y no armado de nuestro país. Pero, también, se observa una tendencia a delinear el proceso de concreción de un proyecto de Nación. Recogido, este último, en la Constitución de 1991.

No es, al menos de mi parte, una intención por asumir posiciones de simpleza, en lo que respecta a ese proceso o procesos; ni en lo que hace alusión a la veta metodológica desarrollada por el maestro Molano. Porque, mi lectura y análisis de los textos citados, estuvo precedida y acompañada de ejercicios relacionados con la historia del conflicto, por la vía de acceder a otros autores y autoras proclives a esa misma veta metodológica, concretamente en lo que respecta a lo que se conoce como la novela histórica. Resalto, entre otras, la lectura de la obra “El General en su Laberinto” de Gabriel García Márquez; “Rasero” de Francisco Rebolledo; “Polonia” de James Michener y “El Mariscal que vivió de prisa”, de Mauricio Vargas Linares.

Tomando, al rompe, un ejemplo de cómo se va tejiendo un hilo conductor en este tipo de obras, cito lo siguiente.

“…Pero cuando los granjeros empezaron a hablar de sindicatos que controlaran el cultivo y distribución de los artículos alimenticios – de los que dependía la nación día tras día – fue 20 Fals B., Orlando. Prólogo a “Siguiendo el corte”. Editorial el Áncora, tercera edición, página 14.21 Giraldo, Berardo. Entrevista aparecida en “Siguiendo el Corte”. Editorial Áncora, tercera edición, 1990, página 40.

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como si se introdujera una nueva y peligrosa dimensión sin precedentes, que podía conducir a las aberraciones más deplorables. Lech Walesa, el obrero de Gdansk, no era en modo alguno enemigo del Estado; era una excrecencia lógica del Estado, y aunque podía necesitar disciplina para mantenerle a raya, sus dimensiones y su capacidad eran reconocidas…”22

Para el maestro Molano, esas historias de vida contadas por sus entrevistados, parece que constituyeran íconos. No de otra manera se puede entender el hecho de presentar algunos de esos registros, sin ningún tipo de verificación o, por lo menos, de agregar algún insumo que ejerza como posibilidad de cotejación. Inclusive con expresiones, a todas luces, impregnadas de aquel vuelo imaginario perverso; como el que expone el “Tío Zabaleta” en esa misma obra de “Siguiendo el corte”. Este personaje tiene de aventurero mentiroso, el mismo tamaño y sesgo de aquellos contadores de historias recogidas en “Las mil y una noche”. Causa, particularmente, cierto escozor y molestia absolutos, su tejido de palabras, relacionadas con una de las etapas del proceso descrito para El Retorno. Y lo digo con conocimiento de causa; porque viví en directo parte de ese proceso y no tiene nada que ver con la narración del llamado” Tío.”

Transcribo parte de la entrevista, en la cual es ostensible el acomodamiento de las vivencias, para producir un impacto, en mi opinión, que vulnera el hecho histórico en sí y sus repercusiones en las conclusiones del maestro Molano.

“…Un día nos fuimos a cerrar un negocio de ganado a San José con los muchachos. Por ahí derecho pasé por Restrepo a comprar cuarenta toneladas de sal para la cooperativa y también viajé a Bogotá a negociar un cobro. Estando en Bogotá nos atacó el paludismo. Nada lo atajaba. Ni Resochín con Aralén. Cuando nos pudimos medio parar nos vinimos para El Retorno. Habían nombrado, mientras estábamos fuera, un nuevo tesorero y un nuevo fiscal. Duramos como dos meses por allá y cuando arrimamos aquí todo estaba cambiado. Pedimos los libros. No estaban al día. Revisamos la contabilidad, pero había recibos, ni de entrada ni de salida. Pensamos en renunciar porque no había manera de poner nada en claro. Por esa fecha el cura nombró como empleada de la cooperativa a una señorita que había sido monja y que manejaba la cuestión de los dividendos. Todo era tan raro, pensábamos. Nos pusimos a investigar con otros miembros y había un desfalco de tesorería. El cura no daba la cara, viajó a Bogotá y no pudimos pedirle cuentas…”23

Son muchas las inconsistencias y las dudas. Por ejemplo, eso de las cincuenta toneladas de sal es una expresión y cantidad, difícil de creer, para el caso de un mercado como el que atendía la cooperativa. Queda claro, además, que la veeduría sobre la cuantificación, contabilización y repartición de dividendos, en cualquier cooperativa, está en manos de instancias colectivas y de control; nunca de una sola persona. Además, en este caso, no aparecen nombres propios, todo es una divagación. Además “los muchachos” (los hijos del Tío), por lo narrado, se beneficiaban continuamente de la situación. Aquí, la ética del Tío se convierte en un desvío no solo práctico, sino conceptual.

Lo que me llama más la atención es que el maestro Molano no haya encontrado ni a Vicente Oidor; ni a Nelly Giraldo; ni a Hernando Rodríguez (quien ejerció como gerente de la Cooperativa); ni a José Gómez; ni a Heraclio Hormiga, para que le contaran lo sucedido entre 1968 y 1973, en el proceso de consolidación de El Retorno y, particularmente, del origen de la Cooperativa Integral de Caño Grande (nombre real de la cooperativa a que hace referencia el Tío en “El regreso del tío Zabaleta”24). Pero, tampoco, en “El cuarto de hora”25 la mujer entrevistada hace alusión a ese proceso. El sacerdote cofundador de la Cooperativa Integral de Caño Grande, no fue Jesús Bautista, sino Jesús Ortiz. En fin, lo del Tío es una afrenta al

22 Michener, James. “Polonia”, edición no abreviada, Círculo de Lectores, 1983, página 19.23 Entrevista realizada por Alfredo Molano en “Siguiendo el corte”. El Áncora Editores, 1990, páginas 271-272.24 Molano B., Alfredo, obra citada, página 247 y ss.

25 Molano B., Alfredo, obra citada, página 203 y ss.

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oficio de contar historias verdaderas. El Tío se sobreactúa. Lo que me preocupa es que el maestro Molano no se haya dado cuenta de ello. Infiero esto, porque no aparece ninguna nota al especto.

Cuando “Tío Zabaleta”, en su versión, relata lo relacionado con la actividad de la cooperativa, habla de “…Al comienzo la cosa marchó bien. La cooperativa se fundó por la necesidad que había de abaratar las cosas y de servirle a la gente (verdad apenas obvia en lo que respecta a la función social de las cooperativas). La fundó el padre Jesús Bautista (ya he señalado arriba otra visión al respecto). Era muy activo, tal vez demasiado (alusión sesgada y tendenciosa, sin fundamento). Su meta era levantar fondos para sostener un grupo de misioneros, pero la verdad nunca supimos dónde actuaban…”26

Indigna, ante todo, esto último. Un cruce de caminos argumental, absolutamente contradictorio y mentiroso. Inclusive, si se compara con lo que el mismo afirma al comienzo de esta parte del relato. Es decir, lo relacionado con la razón de ser de la cooperativa. Tampoco es cierto lo de los medicamentos. Ya, desde 1970, había una droguería comunitaria, que era administrada por fuera de la cooperativa. Lo mismo sucede con su versión acerca de la intervención del Incora. Es una sumatoria de incoherencias. Aún, mirado desde la interpretación del objeto social de la entidad y su nexo con los procesos de colonización y titulación de baldíos.

La protagonista de “El cuarto de hora”27; no refiere (para el caso concreto de El Retorno), ninguna acción relacionada con la postura de los y las intermediarios (as) que asolaban a los y las colonos. Vierte un zartal de incoherencias. Inclusive, con contradicciones evidentes, así fuera en el evento de ser ciertas.

Así las cosas, entonces, no puede haber conclusiones válidas, con soportes tan intencionalmente desviados como ese del Tío y, hasta cierto punto, como el de la mujer de “El Cuarto de hora”

La lógica, en lo que hace a la construcción y/o re-construcción de la historia, no puede ser vulnerada. Por eso mi énfasis en el numeral dos de mi escrito. Vuelve y juega aquello de “El héroe de las mil caras” (Psicoanálisis del mito).

Los hablantes o contadores de historias que ejercen como soporte a la construcción y/o reconstrucción de la historia no pueden convertir sus relatos en referentes válidos; ante todo cuando esos relatos son sesgados. Cuando lo que prevalece es ese afán de ser héroe o heroína. Porque descontextualizan, no sólo sus relatos, sino esa construcción y/o reconstrucción. Obviamente, el problema, en fin de cuentas, no es de ellos o de ellas; la responsabilidad es del historiador-investigador. El o ella deben ser “los interventores de obra.” En mi opinión, queda claro, que en este caso no la hubo.

Pero, desafortunadamente, los casos de “El regreso del Tío Zabaleta” y de la mujer de “El cuarto de Hora”, no son los únicos. Miremos, el caso de “El Joyero” (Relato aparecido en “Aguas Arriba”, página 83 y siguientes). De entrada, el mismo maestro Molano, en lo que podemos denominar la introducción, escribe acerca del origen de la entrevista; relacionada con su estadía en Maimache. Al cruzar esa versión con la del protagonista (El hablante), en última parte; surgen desfases que no son superados. Veamos:

“…Por último tuvimos la oportunidad de de conocer a un joyero cuya insólita historia, mitad grabada en Maimache y mitad grabada en Bogotá un mes después, queremos transcribir en su totalidad…”28

26 “El regreso del Tío Zabaleta”, página 21 en obra citada de Alfredo Molano “Siguiendo el corte”.27 Ibíd.28 Molano B., Alfredo “Aguas Arriba”. El Áncora Editores, primera edición, 1990, página 89.

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“…al fin decidí recurrir a los muchachos, a quienes abordé para decirles que quería hablar con el comandante. Me comentaron que, casualmente, ellos también tenían deseos de conversar conmigo, y que querían saber quien era yo, que hacía, de dónde venía y cómo había llegado. Duré dos horas alegando solo, mientras ellos se limitaban a tomar nota, sin decir palabra…”29

Pero, ya antes, el mismo hablante dijo:”… Me puse a dar vueltas por el pueblo, mientras decidía que hacer con don Arturo. Maimache tenía unas veinticinco casas, tres hoteles y tres bares-discotecas. Todas las casas eran al mismo tiempo tiendas y en todas se negociaba con oro. Una coca-cola valía una raya, unas sardinas valían dos rayas, y un golpe – cualquiera que fuera –valía tres rayas. Había muy pocas mujeres, apenas cinco niños y dos gemelos morenos, acabados de nacer, hijos de una pareja de negros venidos del Chocó en busca de oro, como todos los habitantes del rancherío…”30.

Una pregunta, apenas obvia: ¿Dónde y cuándo habló el maestro Molano con el Joyero? Porque es, elemental que este hubiera hecho referencia a la entrevista, en algún momento de su relato.

Esto, para no hablar de desfases en que incurre el hablante, en cuanto a acciones, sitios, expresiones, etc. Habría que incluir, además registros impropios que podrían haber sido subsanados si, en verdad, el relato sirviera para alcanzar conclusiones válidas acerca de ese proceso específico.

Lo mismo con el relato de “Los Monos”31. Aquí las inconsistencias son muchas. Destaco la siguiente:

“…Cinco horas más tarde llegamos a una mina llamada La Dieciséis, y poco después a La Planada de los Monos, donde íbamos a descansar aquella noche. Roberto nos presentó a la sociedad que explotaba el lugar, compuesta por tres hermanos caldenses y un brache. . Nos esperaban, porque nuestros cargueros nos habían sacado dos horas de ventaja, y ya nos tenían preparada la comida, que consistía en un solo plato: una colada espesa hecha de harina, panela y caldo maggy. Los Monos, como se apodaban ellos mismos, resultaron excelentes conversadores: directos, reflexivos, limpios. Esa noche nos comenzaron a contar su historia, como si ya supieran a qué habíamos venido.” 32

Como si el relato hubiese tenido dos o más tiempos. Porque, fácilmente, se salta de una calenda a otra; de un sitio a otro. De Colombia a Brasil. Como si nada. En un ejercicio, por decirlo menos, no tan limpio como lo categorizó el maestro Molano. ¿Dónde y cuándo desapareció “el brache? Según el maestro Molano, estaba el día de la entrevista. Pero, según “Los Monos”, se quedó en Brasil, luego de la incursión que la sociedad hizo a ese territorio.

¿Cómo es eso de la legislación minera y de fronteras en Brasil?. ¿Quién es el cuarto socio? Porque la narración se hace en primera persona. ¿Cuántos eran Los Monos? ¿Quién es el que narra? Veamos:

“…Por la mañana, Fernando, Mario, Oscar y Arley hicieron una gira de observación general para ver cómo era el sistema y las reglas del juego. Afortunadamente Oscar encontró a un viejo conocido llamado Rafael y con él regresaron. Nos explicó que lo que veíamos en Caño Polvo era lo de siempre: cuando…”33

Queda claro que el cuarto (el narrador no es el brache, porque, aún desde antes de llegar a la Mina, ya se manifestó el mismo esquema de un narrador no conocido, que refiere la vida de los otros tres. Ya, en territorio brasilero, el hablante ignoto, dice:

29 “El Joyero”, relato en “Aguas arriba”, páginas 114-115.30 Ibíd., página 114.31 Relato insertado en “Aguas arriba”, de Alfredo Molano, página 124 y siguientes32 Molano B., Alfredo. “Aguas arriba”, El Áncora Editores, primera edición 1990, páginas 1123-124.33 “Los Monos”, relato en “Aguas Arriba página 145.

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“…Encontramos un caño sin nombre, lo pesquisamos y salió muy rico, por lo cual nos animamos y abrimos una mina. Jorge y Mario cogieron aguas arriba a buscar las cabeceras; el brache y Fernando se quedaron en el sitio. Arriba la pinta era mejor y el resultado prometía cada vez más, pero un día llegó una comisión armada de guardias federales brasileños a citarnos a una reunión urgente…”34

Un galimatías que, al menos yo, no lo entiendo. Y no creo que sea un problema de poca inteligencia. Es que, incluso juntando los nombres, dan más de cuatro. Arley, Oscar, Mario, Fernando, Jorge. Y no es un problema secundario. Es que, todo el relato está plagado de giros conceptuales contradictorios. Con un hablante que refiere versiones, acciones, voces falsamente aplicadas. Como si lo popular pudiese ser vinculado y entendido como expresiones degradas, al garete. Un relato así no puede soportar a una caracterización sociológica de un proceso tan complejo como este…ni de ningún otro

Otro tanto sucede con el relato “La gata”35

“…Todo iba bien. Mandé por mis hijos, le arreglé una casa para ellos solos. Contraté dos muchachas, compré una planta eléctrica y después de decorar el kiosko, le puse luz negra…”36

Sea como fuere, ni este relato, ni ningún otro de la saga, tiene el alcance que pretende el maestro Molano. Y es que, en la introducción al mismo; se despacha con una categorización bien hilvanada, en relación a los procesos de poblamiento de las zonas de frontera, particularmente con Venezuela y Brasil. En esa perspectiva, es mucho más pertinente la entrevista con los maestros de San José. Este tipo de aseveraciones dan cuenta del tejido laborioso y sólido que ha construido el maestro Molano. Pero, también es cierto, exponerlo no requiere de relatos como los surtidos en “Aguas Arriba”.

Me reitero en enfatizar acerca del mito. Porque, en resumen, de esto se trata, como quiera que el maestro Molano magnifica las figuras, un tanto esotéricas, que ilustran sus relatos. Como si el hecho de haber vivido este tipo de experiencias habilitara a los hablantes para presentarse como iconos, distorsionando con ello, los hechos vividos.

“…Pero si hemos de captar el valor completo de los materiales, debemos tener en cuenta que los mitos no son exactamente comparables a los sueños. Sus figuras se originan de las mismas fuentes – las fuentes inconcientes de la fantasía – y su gramática es la misma, pero no son productos espontáneos del sueño. Al contrario, sus patrones están controlados concientemente. Y su función aceptada es servir como un poderoso lenguaje pictórico para la comunicación de la sabiduría tradicional…”37

“Selva Adentro” (una historia oral de la colonización del Guaviare), es otra cosa. Un vertimiento escrito del acumulado de saberes adquiridos por el maestro Molano. Bien pudiera decirse que ejerce como resumen conceptual, teórico que direcciona las posibilidades de interpretación. En un escenario en el cual el territorio es presentado, en una perspectiva en la cual el proceso (…o procesos), interactúa con los seres en sí. O, mejor sería decirlo, es una derivación del quehacer de esos seres olvidados y estigmatizados.

No es, en consecuencia, la sumatoria forzada de “Siguiendo el corte” y de “Aguas arriba”. Tal parece que son los hechos de vida presentados más allá del simple 34 Ibíd., página 15435 Relato insertado en “Aguas arriba”, página 69-81

36 Ibíd., página 79.37 Campbell, Joseph. “El héroe de las mil caras”, Editorial Fondo de Cultura Económica, quinta reimpresión, 1997, página 234.

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anecdotario de la vida de los hablantes. Es la intervención del sujeto investigador que suprime el afán del “héroe” y de la “heroína”, por ejercer como significante imperecedero, por la vía de la condición mítica.

“Trochas y fusiles”, amerita un análisis aparte. Así lo haré. Ese es el próximo reto.

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