guerrè - histeria y capitalismo afectivo

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 Histeria y capitalismo afectivo Georges Guerrè *  La verdadera perversión es la monogamia.  Henry Lucas I {123} Primero procurás acercarte sin hacer demasiado ruido. Ella lejos florea. Hay hojas secas en el camino, en los senderos que se bifurcan entre los árboles del bosque. Te acercás lo suficiente y podés apreciarla enteramente. Todo va bien. Después aguzás el oído para escuchar su voz. ¿Ella tendrá voz?  Nada se escucha. Parece tener ojos, pero podrían ser señuelos. Jurarías que te mira, que te miró. Ella gira y muestra su espalda de doce mil alas. Despereza sus pantorrillas de aluminio y abre los dorsales en los que anidan pájaros de grafito diminutos. Vuelve a reposar. Ella está quieta y en su interior se agitan cascabeles. El sonido de su alma. Todo va bien. Podés dar unos pasos más. Detrás de ese árbol la mirarás mejor. Los poros de sus nalgas brillan como cientos de terminales de fibra óptica y huele a fresas frescas. Tiembla. Ella tiembla. Es posible que presienta tu presencia. Es el momento. Es ahora o nunca. Corrés hacia ella, que gira repentinamente y por el impulso de la vuelta sus brazos se deshacen en pétalos de sangre. Lanzás un espejo, y luego otro, y uno más, para evitar que se deshaga del todo. Para capturarla. Entonces ella toma la forma de una estatua, una Venus de Milo. Las doce mil alas caen al suelo, convertidas en cenizas. Los pájaros de grafito vuelan lejos. Pura, te espera, marmolada. Es tuya. Ella es tuya. La llevás a tu casa. Entonces comienzan los problemas. Algunas de ellas adoran el espejo. Hay que haber sido mujer alguna vez para comprender el amor por un espejo. Hay que haber sido muchas y ninguna. Hay que haber estado multiplicado por mil. Hay que haber sido nadie. Hay que haberlo dado todo sin nada haber tenido. Y hay que haber renunciado a todo eso. El espejo captura y contiene. El espejo da identidad y armonía, recompone lo disperso, detiene el infinito. La imagen del propio cuerpo reúne por un instante una anatomía femenina que de otro modo se experimenta como ilimitada. Es un cerco a un cuerpo que se deshace y desparrama. Espejo es todo signo que identifica y permite decir: soy yo. El hombre lanza espejos que la reflejan a ella. Por esta razón, todo hombre es un poco mujer cuando ama. El cuerpo y las palabras del hombre son femeninos en el amor. El hombre le entrega la imagen de ella, y con esto la captura. La detiene. Pero ellas adoran el espejo y lo rechazan a la vez. Si prima la adoración conforman una vida estable y se dejan permanecer en una buena image n. Estas son mujer es limitadas y previ sibles . Sus maridos las posee n plena mente. Si preva lece el rechazo, el temor a ser congeladas, entonces se constituyen como mujeres de nadie. Más aún, como mujeres nadie. No se dejan identificar y son libres con un cuerpo que nadie posee porque ellas mismas no lo pose{124}en. Drác ulas melan cólicas, insa tisfe chas y eufóricas, putas aristócra tas, mujer es de nadie, multiplicadas hermosuras, en una palabra: histéricas. La histérica retirada del bosque, la histérica domesticada, es una máscara. Ella es esa máscara. Virgen. Ella es esa máscara. Niña fotogénica deshojando humeantes margaritas de alquitrán. Ella es esa máscara de muñeca partida en tres. Esa máscara que sabe sonreir con los ojos, y pide, implora, exige cabalgar un caballo de fábula. Ahora, en la noche, quiere hacer salir el sol. Y ahora hace una llamada a Pekín para ser  princesa china un día. Ahora quiere esculpir un hombre de verdad, en un meteorito. Y ahora quiere  probarse un vestido de plumas vivas. Ha sido retirada del bosque. Ha sido domesticada. Y añora. Añora algo... Ha olvidado su origen, sus doce mil alas y el sonido de su alma. Ha olvidado quién era antes del espejo. Porque ha olvidado lo infinito no sabe bien qué anhela. Entonces toma las formas de la máscara que dan solución provisoria a la pregunta por lo que desea. Con la máscara de ama de casa quiere un esclavo, negro y roñoso, para limpiarlo. Como demonio quiere ser poseída. Con la máscara de Dios se quiere morir. Con la de enfermera quiere gritar, y gemir, y gritar. * Traducción por Juan Pablo Ringelheim. Publicación original en  De La Grue freudienne. Revue de  Psychanalyse, nº61, París, diciembre de 2005. Publicación en castellano, en revista  Artefacto nº6.  Pensamientos sobre la técnica, Bs As., 2007.

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"La acumulación obsesiva de contactos, su administración minuciosa, el orden de los afectos, son respuestas que la cultura ha elaborado ante la certeza de que la mujer no se puede tener. La histérica anarquista no puede ser capturada con espejismos de identidad como una libreta de direcciones. Una lista de contactos de histéricas se ensancharía y encogería a cada momento, y los nombres y números se mezclarían con emoticones en celo. La histérica no se puede representar de modo permanente. Entonces la cultura ha inventado un ritual, ha montado una escenografía por la cual los afectos desfilan ordenadamente. El capitalismo afectivo es una compensación a la certeza de que el afecto más primitivo, el de la histérica en el bosque, no se puede tener ni representar."

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5/8/2018 Guerrè - Histeria y capitalismo afectivo - slidepdf.com

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Histeria y capitalismo afectivo

Georges Guerrè*

 La verdadera perversión es la monogamia.

 Henry Lucas

I{123} Primero procurás acercarte sin hacer demasiado ruido. Ella lejos florea. Hay hojas secas en el

camino, en los senderos que se bifurcan entre los árboles del bosque. Te acercás lo suficiente y podés

apreciarla enteramente. Todo va bien. Después aguzás el oído para escuchar su voz. ¿Ella tendrá voz?

 Nada se escucha. Parece tener ojos, pero podrían ser señuelos. Jurarías que te mira, que te miró. Ella gira

y muestra su espalda de doce mil alas. Despereza sus pantorrillas de aluminio y abre los dorsales en los

que anidan pájaros de grafito diminutos. Vuelve a reposar. Ella está quieta y en su interior se agitan

cascabeles. El sonido de su alma. Todo va bien. Podés dar unos pasos más. Detrás de ese árbol la mirarás

mejor. Los poros de sus nalgas brillan como cientos de terminales de fibra óptica y huele a fresas frescas.

Tiembla. Ella tiembla. Es posible que presienta tu presencia. Es el momento. Es ahora o nunca. Corrés

hacia ella, que gira repentinamente y por el impulso de la vuelta sus brazos se deshacen en pétalos de

sangre. Lanzás un espejo, y luego otro, y uno más, para evitar que se deshaga del todo. Para capturarla.

Entonces ella toma la forma de una estatua, una Venus de Milo. Las doce mil alas caen al suelo,

convertidas en cenizas. Los pájaros de grafito vuelan lejos. Pura, te espera, marmolada. Es tuya. Ella es

tuya. La llevás a tu casa.

Entonces comienzan los problemas.

Algunas de ellas adoran el espejo. Hay que haber sido mujer alguna vez para comprender el amor por 

un espejo. Hay que haber sido muchas y ninguna. Hay que haber estado multiplicado por mil. Hay que

haber sido nadie. Hay que haberlo dado todo sin nada haber tenido. Y hay que haber renunciado a todo

eso. El espejo captura y contiene. El espejo da identidad y armonía, recompone lo disperso, detiene el

infinito. La imagen del propio cuerpo reúne por un instante una anatomía femenina que de otro modo se

experimenta como ilimitada. Es un cerco a un cuerpo que se deshace y desparrama. Espejo es todo signoque identifica y permite decir: soy yo. El hombre lanza espejos que la reflejan a ella. Por esta razón, todo

hombre es un poco mujer cuando ama. El cuerpo y las palabras del hombre son femeninos en el amor. El

hombre le entrega la imagen de ella, y con esto la captura. La detiene. Pero ellas adoran el espejo y lo

rechazan a la vez. Si prima la adoración conforman una vida estable y se dejan permanecer en una buena

imagen. Estas son mujeres limitadas y previsibles. Sus maridos las poseen plenamente. Si prevalece el

rechazo, el temor a ser congeladas, entonces se constituyen como mujeres de nadie. Más aún, como

mujeres nadie. No se dejan identificar y son libres con un cuerpo que nadie posee porque ellas mismas no

lo pose{124}en. Dráculas melancólicas, insatisfechas y eufóricas, putas aristócratas, mujeres de nadie,

multiplicadas hermosuras, en una palabra: histéricas.

La histérica retirada del bosque, la histérica domesticada, es una máscara. Ella es esa máscara. Virgen.

Ella es esa máscara. Niña fotogénica deshojando humeantes margaritas de alquitrán. Ella es esa máscara

de muñeca partida en tres. Esa máscara que sabe sonreir con los ojos, y pide, implora, exige cabalgar un

caballo de fábula. Ahora, en la noche, quiere hacer salir el sol. Y ahora hace una llamada a Pekín para ser 

 princesa china un día. Ahora quiere esculpir un hombre de verdad, en un meteorito. Y ahora quiere

 probarse un vestido de plumas vivas. Ha sido retirada del bosque. Ha sido domesticada. Y añora. Añora

algo... Ha olvidado su origen, sus doce mil alas y el sonido de su alma. Ha olvidado quién era antes del

espejo. Porque ha olvidado lo infinito no sabe bien qué anhela. Entonces toma las formas de la máscara

que dan solución provisoria a la pregunta por lo que desea. Con la máscara de ama de casa quiere un

esclavo, negro y roñoso, para limpiarlo. Como demonio quiere ser poseída. Con la máscara de Dios se

quiere morir. Con la de enfermera quiere gritar, y gemir, y gritar.

* Traducción por Juan Pablo Ringelheim. Publicación original en  De La Grue freudienne. Revue de Psychanalyse, nº61, París, diciembre de 2005. Publicación en castellano, en revista   Artefacto nº6.

 Pensamientos sobre la técnica, Bs As., 2007.

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¿Pero qué hay detrás? ¿Qué se esconde detrás de esas máscaras? ¿Cuál es el rostro verdadero de la

histérica? Esa es una pregunta incorrecta. Muy incorrecta. El rostro de la histérica que fue retirada del

 bosque está hecho de metamorfosis. Una máscara se cambia por otra máscara. Y con cada una de las

máscaras ella quiere algo distinto. La histérica vive una metamorfosis compulsiva como solución

sintomática a su cautiverio en la cultura. Su hábitat natural era el bosque ilimitado. Ahora, en la casa, vive

en metamorfosis. Y si alguien quisiera arrancar la máscara de una histérica domesticada cometería ungrave error. Encontraría debajo la mueca. La mueca de una sirena en el momento en que se tuercen hasta

cortarse sus cuerdas vocales.

Metamorfosis y nomadismo, tales son las defensas que organizan las histéricas como recuerdo

desplazado de su cuerpo ilimitado. Ser otras y estar en otro lugar. En un lugar fuera del mapa, más allá de

cualquier coordenada, una tierra donde sea imposible dejar una huella que pueda seguir el hombre. Aun si

se trata de una histérica doméstica, ella siente inquietud y falta de morada. Su insatisfacción con el

territorio es ontológica pues procede de un anhelo olvidado de volver a ser infinita y múltiple. Estar en su

casa y en la casa de su madre al mismo tiempo, cambiar de lugar los muebles, poblar los rincones más

insignificantes con plantas, trrasladarse mediante largas llamadas telefónicas, son respuestas sustitutas del

cuerpo nómade que fue capturado y vive en un hogar.

II

Desde hace milenios la cultura se ha construido como defensa ante las histéricas, pues las histéricas son

una fuerza política déspota. Sus caprichos son ley. Su {125} código civil tiene por único artículo la

destrucción de los códigos. Un Estado gobernado por histéricas tendría por delito la propiedad y la

estabilidad, la monogamia, el patriarcado y el matriarcado, los calendarios y los documentos, y todas las

tecnologías de identidad. Las huellas digitales serían laberintos en los que se perdería para siempre cada

objeto aferrado. Sería un Estado absolutamente libre y en permanente revolución. La posesión, la

comarca, el hogar serían abolidos. Los referentes serían licuados, las orientaciones destruidas, las

direcciones confundidas. Los vínculos serían flexibles, líquidos, mutantes. Sería éste un Estado sin

guerras ni posesión.Mientras la revolución llega, las histéricas tienen la risa. La risa de las histéricas sacude los cimientos

de la cultura. Una histérica actriz interpretando a Ofelia es capaz de reírse de la desesperación de Hamlet,

 porque es más papista que el Papa. Una histérica letrada se ríe del suicidio de Werther, por meloso y

escenográfico. Una histérica neurótica se reirá de Lacan, porque fue un histérico. Una histérica

antropóloga se descostilla con Levi Strauss, porque fue demasiado estructurado. Una histérica recuperada

se reirá de todos sus propios saberes. La risa de las histéricas mueve la tablita exacta para que toda la

torre cultural se desmorone.

En la antigüedad, cuando un hombre se iba de la polis y escuchaba una risa histérica en la desmesura

del bosque o del mar, debía regresar inmediatamente a su hogar, cerrar los postigos e implorar a Apolo un

 poco de orden mental. Para conjurar la risa, durante dos días debía acomodar sus cosas, ordenar una y

otra vez sus pocas pertenencias sobre una mesa, e indicar a su mujer que no las toque. Todo lo hacía con

un tapón de hojas de eucalipto en los oídos, para no escuchar voces. Y si su mujer movía los labios, él

debía responder con un movimiento de cabeza, como diciendo: sí, escuché la risa. Varios siglos después

los hombres lograron tapar sus oídos sin ayuda de la naturaleza. A tal actitud se la llamó desatención. Fue

una evolución de la cultura.

III

La cultura actual ha conformado como protección ante las histéricas una forma de acumulación y captura

de afectos denominada capitalismo afectivo. Sembrar buena onda y cosechar campos de gente copada,

encarpetar correos electrónicos de gente estimada, archivar fotos y videos de amigos que son unos

 personajes, coleccionar experiencias que nadie podrá creer, producir una gran libreta de direcciones, talesson las formas de apropiación y circulación de afecto. El capitalista afectivo no se preocupa por la

 profundidad de sus vínculos, sino por la cantidad de los contactos.

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Al capitalismo afectivo le corresponde un tipo de tecnología de administración de los contactos. El

Messenger, el correo elec{126}trónico y el teléfono celular, son medios de captura y administración de

afectos. El contacto es un afecto capturado y ubicado. Estas tecnologías apresan, localizan y ordenan

energías afectivas que de otro modo se experimentarían como ausentes o ilimitadas. Para el capitalista

afectivo no puede existir un afecto que no figure en la lista de contactos. Todo su capital afectivo está

representado en “nicks”, direcciones, imágenes y cifras. Si no está representado como contacto, no esafecto.

Perder un teléfono celular o una libreta de contactos es una catástrofe para el propietario, pues ha

trabajado mucho para lograr su capital. En un instante la fortuna cosechada puede perderse y los afectos

desaparecer. En el momento en que se borra una lista de contactos, los afectos se desordenan tan

completamente que desaparecen del mundo. Entonces el usuario enloquece y recuerda un pasado remoto

en el que estaba solo, como un chip carbonizado. Ha perdido todo su capital afectivo, puede perderse a sí

mismo. Entonces escucha el grito. El melancólico grito de un Giga a punto de caer desde la cabeza de un

alfiler.

Las tecnologías afectivas promueven la excitación constante de los usuarios y su ininterrumpida

disponibilidad. El Messenger y el teléfono celular son máquinas de conectar corrientes afectivas de modo

constante. Los contactos se llaman, se atienden, se nombran, se informan, se alertan, se excitan, se irritan,

se rechazan, se cuelgan, se llaman nuevamente. La promesa que los contactos se hacen mutuamente es

estar siempre disponibles el uno para el otro. Para lo que sea. Disponibilidad constante y ordenada

excitación, tales son los andariveles por los que corren las energías afectivas.

La acumulación obsesiva de contactos, su administración minuciosa, el orden de los afectos, son

respuestas que la cultura ha elaborado ante la certeza de que la mujer no se puede tener. La histérica

anarquista no puede ser capturada con espejismos de identidad como una libreta de direcciones. Una lista

de contactos de histéricas se ensancharía y encogería a cada momento, y los nombres y números se

mezclarían con emoticones en celo. La histérica no se puede representar de modo permanente. Entonces

la cultura ha inventado un ritual, ha montado una escenografía por la cual los afectos desfilan

ordenadamente. El capitalismo afectivo es una compensación a la certeza de que el afecto más primitivo,el de la histérica en el bosque, no se puede tener ni representar.

IV

Todos quieren ser transparentes. Todos quieren contar sus secretos hasta vaciarse de roña. Purgarse para

estar limpios, inodoros e invisibles como pura información. En el capitalismo afectivo la transparencia es

un ideal al que se debe aspirar: comunicarlo todo. Los reality shows tipo Big Brother, los programas de

operaciones quirúrgicas en primer plano, la moda de los blogs, las tempranas autobiografías, son

expresiones de la voluntad de mostrar el interior. Cada uno quisiera ser una vidriera de sí mismo en la

cual las marcas de singularidad estuvieran a la venta. Una {127} vidriera alfombrada donde los órganos,

temblores, sueños rotos y perversiones pudieran ser vendidos. Hasta quedar vacía. Casi vacía. Pues sobre

la alfombra siempre quedará un alfiler prendido como una garrapata solitaria, que rumiará un último

secreto, infestado de virus. La nuestra es una comunidad de secretos revelados. Un secreto se cambia por 

otro secreto. Carteras transparentes, carcasas de computadoras que muestran interiores, confesiones

 psicoanalíticas y religiosas, intercambio de confidencias entre amigos, por todos lados la gente quiere

deshacerse de la intimidad. Y el trueque de intimidades es la contraseña de acceso a la comunidad. Y aquí

nuevamente las histéricas se mantienen al margen. Las histéricas son opacas, o esmeriladas. Es imposible

que intercambien secretos pues no tienen profundidad, todo su misterio está en la superficie, en la piel. La

epidermis de las histéricas refracta las ondas del capitalismo afectivo y su ética de la transparencia.

V

Ahora estás en tu casa y ella te mira. La capturaste con espejos, la arrancaste del bosque ilimitado, yarrastraste hasta aquí. Ella respira y te mira. Como una estatua, una Venus de Milo. Respira y te mira.

Comienzan los problemas. Quiere decir algo, pero nada se escucha. Extraña el infinito, comienza la

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metamorfosis. ¿Qué máscara se pondrá? Cierra los ojos y sus pestañas forman curvas suaves,

redondeadas en una de las puntas, como un pipa de Nike. Respira. Quiere decir algo, pero nada se

entiende. Abre lentamente una gran sonrisa. Y desaparece tras esa sonrisa. Ella desaparece y los labios

rojos flotan en el aire, y los dientes blancos te recuerdan la dulce caligrafía de Coca Cola. Se te hiela la

sangre. Ella está tomando las marcas del mundo. Su metamorfosis hace mimesis con el capitalismo. ¿Qué

querrá? ¿Qué querrá decir? Ella vuelve a aparecer. Su piel marmolada se quiebra, y debajo aparece otra piel, cuarteada y verde como un billete de dólar. Ella respira. Nada detendrá su metamorfosis hasta que

alcance su forma más perfecta. Rueda una lágrima movida por la gravedad. Toda la gravedad del mundo

hace fuerza para que ruede esa lágrima. Ella quiere decir algo. Susurra. Poco a poco se vuelve nítida la

frase que repite una y otra vez: ¿Me querés?... ¿Me querés sólo a mí?...