grimson_fronteras, estados e identificaciones en el cono sur

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  • 7/22/2019 Grimson_Fronteras, Estados e Identificaciones en El Cono Sur

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    Fronteras, estados e identificaciones en el Cono Sur Titulo

    Grimson, Alejandro - Autor/a Autor(es)

    Estudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de

    globalizacin 2

    En:

    Buenos Aires Lugar

    CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales Editorial/Editor

    2001 Fecha

    Coleccin

    Estado; fronteras; Cultura; sociocultura; Cono Sur; Temas

    Captulo de Libro Tipo de documento

    http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/gt/20100914033508/7grimson.pdf URL

    Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Genrica

    http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es

    Licencia

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    Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)

    Conselho Latino-americano de Cincias Sociais (CLACSO)

    Latin American Council of Social Sciences (CLACSO)

    www.clacso.edu.ar

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    Fronteras, estados e identificaciones en el Cono Sur

    Alejandro G rimson*

    L os procesos fronterizos constituyen una entrada estratgica para la com-prensin de los procesos socioculturales contemporneos. Hace variasdcadas, al menos desde Barth (1976) y Cardoso de Oliveira (1976 y1996), sabemos que estudiar identificaciones es estudiar sus lmites. Es decir, losgrupos y las identificaciones no pueden comprenderse en s mismos, sino en re-lacin con otros, en un entramado de relaciones que repone una situacin de con-tacto, una situacin de frontera. Estudiando lmites podemos saber aquello que un

    grupo o una identificacin incluyen y excluyen, as como los dispositivos a tra-vs de los cuales construyen esas diferencias, articulndolas en la mayor parte delos casos con formas de desigualdad.

    Una parte de los nuevos procesos y problemas que proliferaron en los estu-dios socioculturales durante la dcada del 90 fue conceptualizada a travs de tr-minos como identidades, fronteras, territorios. Esos trminos se convirtieron enmetforas comodines, tiles para hacer referencia a las ms variadas dimensio-nes y situaciones. La expansin de esos usos metafricos se combin en ciertoscasos con una perspectiva que enfatizaba excesivamente la textualidad de loreal y la esttica de lo social, muchas veces en detrimento de analizar conflictosde intereses que se expresaban no slo en identidades polticas, sino tambin enpolticas de identidad. En diversas regiones del mundo, nuevas formas de agru-

    pamiento, as como la reaparicin o el fortalecimiento de otras ms antiguas, ex-

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    * Instituto de Desarrollo Econmico y Social (Argentina). Doctorando de Antropologa, Universidad de Brasilia.Becario del CONICET. Public los siguientes libros: Relatos de la diferencia y la igualdad,Interculturalidad ycomunicacin, Fronteras, naciones e identidades yAudiencias, cultura y poder(con Mirta Varela).

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    presan luchas contra la desigualdad y por los derechos de la diferencia. A travsde estos procesos, algunos conceptos centrales para comprender nuestra poca seconvirtieron enproblemas no problemas analticos, sino movimientos histri-cos que todava no han sido resueltos (Williams, 1980: 21). Cuando esto sucedeno tiene sentido prestar odos a sus sonoras invitaciones o a sus resonantes es-truendos (ibd.), ya que esa resonancia no es ms que una convocatoria a la re-produccin de un cierto saber, de una cierta prctica, de un cierto campo.

    Williams propona, en esas situaciones de crisis, trabajar no slo sobre la eti-mologa, sino en la historia social de la semntica (1983, 1980). En nuestro caso(y aqu el plural de la primera persona, como se ver, es ms que un artilugioenunciativo), elegimos otro camino: en lugar de concentrarnos en los significa-dos histricos, buscamos hacerlo si se me permite decirlo en uno de sus refe-rentes. Es decir, en lugar de hacer un estudio sobre el trmino frontera, preten-dimos realizar una diversidad de estudios sobre zonas fronterizas. En lugar derealizar una historia semntica, hicimos una historia territorial, relacional, socio-cultural de espacios fronterizos especficos. En lugar de apelar a la historia de lasideas, apelamos a la etnografa. Se trata de una entrada complementaria (no con-trapuesta) a la de Williams, para analizar esos conceptos/problemas.

    En la segunda mitad de los aos 90 a varios etngrafos nos resultaba poten-cialmente productivo avanzar en el estudio del problema fronteras como cons-titutivo del problema identidades, es decir, de los movimientos histricos queestaban implicados en ellos. El dilema era cmo enfrentar esas investigacionescon fuerte base emprica para que, aunque en un futuro pudisemos contribuir alas concepciones metafricas sobre fronteras, nuestros aportes consiguieran que-brar nuestras propias visiones etnocntricas. Considerbamos muy riesgoso ha-blar constantemente de fronteras sin conocerlas. En ese marco, y sin un plan ar-mnico de los diferentes trabajos, diversos investigadores decidimos concentrarnuestros estudios en zonas limtrofes entre estados nacionales.

    No se trataba por cierto slo de tematizar las fronteras estatales, y aunque ha-ba un fuerte nfasis emprico que valoramos, no se trataba tampoco de empiris-mo. Ms bien se trat de ira las fronteras estatales con una perspectiva abiertaque permitiera detectar y comprender no slo la multiplicidad y mixtura de iden-tidades, sino tambin sus distinciones y conflictos. No slo las combinatoriastransfronterizas, sino tambin las lgicas locales de disputas interfronterizas. Ir alas fronteras para mostrar la contingencia e historicidad del lmite no implicabaenfatizar exclusivamente su porosidad y sus cruces, sino tambin las luchas depoder, los estigmas persistentes y las nuevas formas de nacionalismo. En ese sen-

    tido, las fronteras polticas ofrecan un terreno, un territorio, especialmente pro-ductivo, no slo porque all convivan poblaciones que supuestamente adscribana nacionalidades diferentes, sino tambin porque eran espacios con peculiar inte-rs e intervencin del poder estatal.

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    Pensar problemas polticos y culturales desde las fronteras implicaba rompercon una cierta tradicin, proceso que aunque se inscriba en otras tradicionestambin contaba en Amrica Latina con nuevos desarrollos (como Garca Cancli-ni, 1992; Cardoso de Oliveira, 1997 y 2001). En el Cono Sur, las perspectivasms expandidas de las ciencias sociales tenan y tienen fuertes caractersticas cen-tralistas; las historias y los procesos polticos son pensados desde las grandes ciu-dades. Por ejemplo, generalmente tiende a considerarse el proceso de nation-building como un proceso desde arriba hacia abajo y desde el centro ha-cia la periferia. Las fronteras, confn paradigmtico, no tendran relevancia. Sinembargo, recuperar la dimensin de agencia de las propias poblaciones fronteri-zas en lugar de universalizar su supuesta resistencia al estado nacin puederevelar que, en muchos casos, hay una dialctica entre arriba y abajo. De esemodo, las regiones de frontera a menudo tienen un impacto crtico en la forma-

    cin de las naciones y de los estados. Las comunidades fronterizas pueden seragentes de cambios sociopolticos significativos ms all de su localidad e inclu-so ms all de su estado.

    Algunos trabajos sobre la frontera de Mxico-Estados Unidos (como el deGarca Canclini antes mencionado) tuvieron una importante influencia en el sen-tido de orientar nuevas bsquedas hacia espacios como las fronteras polticasdonde se condensan dinmicas interculturales. Estudios posteriores en esa zonacontinuaron siendo importantes para nosotros (por ejemplo Vila, 2000). Sin em-bargo, percibamos un hiato significativo entre los procesos sumamente peculia-res de aquella frontera, con extrema desigualdad sociopoltica, y las situacionesque comenzbamos a analizar en el Cono Sur. Por ello, empezamos a sospecharque la afirmacin (Alvarez, 1995) de que la frontera entre Mxico y Estados Uni-

    dos es la frontera por excelencia del mundo contemporneo, laboratorio de todaslas fronteras, era simplemente una nueva manifestacin de etnocentrismo. El es-tudio de otras fronteras implicara una visin ms compleja y diversa de las rela-ciones limtrofes.

    Los estudios recientes sobre las fronteras de Europa, frica y Asia (ver Don-nan y Wilson, 1994; Wilson y Donnan, 1998) nos indicaban que las fronteras delmundo son muy heterogneas e irreductibles las unas a las otras. No slo son di-versas las relaciones interestatales, sino tambin los vnculos entre las sociedadesfronterizas y sus estados nacionales. Cada estado ha constituido un vnculo pecu-liar con la nacin, el territorio y la poblacin. En las fronteras, los peculiares en-tramados socioculturales de uno y otro pas entran en contacto.

    As, comenzamos a pensar las fronteras del Cono Sur reapropindonos de

    conceptos pensados no slo en relacin a Mxico-Estados Unidos, sino a las fron-teras de otras zonas del mundo. Y ms importante an, desarrollamos nuestrostrabajos de campo y nuestros anlisis dentro de perspectivas comparativas. Esaslecturas y los primeros estudios mostraban que cada zona fronteriza, en el proce-

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    so histrico de su propia delimitacin y en el proceso social de renegociacin yconflictos constantes, conjuga de un modo peculiar la relevancia de la accin es-tatal y de la poblacin local. En la frontera franco-espaola, por ejemplo, parecehaber un contraste entre el caso de los pirineos occidentales (con una fuerte inter-vencin estatal, analizada por Douglass, 1998) y la activa participacin local enlos pirineos orientales (analizada por Sahlins, 1989). Sahlins, frente a una visinque reiteradamente victimiza a las poblaciones locales (no sin razones, por su-puesto), muestra que los pobladores fronterizos pueden y deben ser vistos comoagentes de su propia historia (en circunstancias, evidentemente, que no han ele-gido). Aunque de hecho existe una asimetra estructural entre ellos y sus respec-tivos estados, es ingenuo suponer que las poblaciones estaban unidas y viviendoen armona cuando las fronteras de pronto cayeron sobre ellas. En Cerdea lafrontera divide a una poblacin que hablaba la misma lengua y apelaba a tradi-

    ciones comunes, y que sin embargo se involucr activamente y fue determinanteen su propia divisin. En el Cono Sur, aunque no conozcamos casos tan extremos,recin comienza a asumirse el desafo de pensar como agentes fronterizos a losjesuitas de las reducciones, a los guaranes, a los bandeirantes, a losfazendeirosriograndenses y a muchos otros sectores sociales que tuvieron un papel relevan-te a travs de sus propios xitos y sus fracasos, como la Guerra Guarantica demediados del siglo XVIII en la construccin de las fronteras polticas en el Co-no Sur. Si el proceso de construccin y definicin de las fronteras polticas no seagota en las acciones de estos actores locales, ya que los respectivos estados tu-vieron un papel clave, tampoco puede comprenderse la propia accin estatal sinanalizar sus complejos vnculos con los actores sociales en las fronteras.

    La relevancia de estos problemas histricos surgi de nuestro propio trabajo

    etnogrfico sobre los procesos socioculturales en las fronteras contemporneas.En diversos trabajos (Gordillo, 2000; Escolar, 2000; Karasik, 2000; Vidal; 2000;Grimson, 2000a y b) comenzamos a concebir el estudio antropolgico de las co-munidades fronterizas simultneamente como el anlisis de la vida cotidiana delestado, de las poblaciones y de las relaciones entre ambas. Los trabajos muestranque las relaciones entre nacin, estado y cultura son sumamente problem-ticas. Como dicen investigadores de las fronteras europeas, a pesar de que paramucha gente los tres conceptos comparten las mismas propiedades de integri-dad, unidad, linealidad de tiempo y espacio, y distincin, es fundamental demos-trar que en la inmensa mayora de los casos no existe ninguna correspondenciaentre ellos. Para Wilson y Donnan (1998) el estado es simultneamente una for-ma cultural objetivizada y subjetivizada. Las instituciones y los agentes del es-tado se conciben a s mismos como entidades objetivas con objetivos definidos.

    Si slo se analizan representaciones deconstruidas del estado, su realidad ser ne-gada, mientras que en las fronteras sus poderes se encuentran monumentalmen-te inscriptos. El estado existe y el territorio es una de las primeras condicionesde esa existencia.

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    Al mismo tiempo, no hay una concordancia precisa entre estado y nacin.Las relaciones entre poder e identidad en las fronteras, y entre las fronteras y susestados respectivos, son problemticas precisamente porque el estado no puedesiempre controlar las estructuras polticas que establece en sus extremidades. Lasfuerzas de la poltica y la cultura, posiblemente influenciadas por fuerzas interna-cionales de otros estados, le dan a las fronteras configuraciones polticas espec-ficas que hacen que las relaciones con sus gobiernos sean extremadamente con-flictivas. Ms an cuando se plantea el caso como el de Irlanda del Norte (Wil-son, 1994) o el de los indios Tucuna (Lpez, 2000) de que el rgimen de lasfronteras culturales compita con el de las fronteras estatales.

    Las fronteras son espacios de condensacin de procesos socioculturales. Esasinterfaces tangibles de los estados nacionales unen y separan de modos diversos,tanto en trminos materiales como simblicos. Hay fronteras que slo figuran enmapas y otras que tienen muros de acero, fronteras donde la nacionalidad es unanocin difusa y otras donde constituye la categora central de identificacin e in-teraccin. Esa diversidad, a la vez, se encuentra sujeta a procesos y tendencias.Paradjicamente, cuando se anuncia el fin de las fronteras, en muchas regioneshay lmites que devienen ms poderosos.

    En los ltimos aos, una parte sustancial de las investigaciones sobre fronte-ras en el Cono Sur se vincul a una disconformidad terica y poltica respecto deuna importante corriente del estudio de las identidades y las culturas. Se trata deaquella vertiente que enfatiza la multiplicidad de identidades y su fragmentacin,ocluyendo las relaciones de poder en general y la intervencin del estado en par-ticular. Las fronteras polticas constituyen un terreno sumamente productivo pa-ra pensar las relaciones de poder en el plano sociocultural, ya que los intereses,acciones e identificaciones de los actores locales encuentran diversas articulacio-nes y conflictos con los planes y la penetracin del estado nacional. La crisis delestado, como se ha visto en diversas fronteras, se expresa fundamentalmente entrminos de proteccin social, pero los sistemas de control y represin (del pe-queo contrabando fronterizo, de las migraciones limtrofes) tienden a reforzar-se. Por ello, el estado contina teniendo un rol dominante como rbitro del con-trol, la violencia, el orden y la organizacin para aquellos cuya identidad estsiendo transformada por fuerzas mundiales. Por ello, es riesgoso subestimar el rolque el estado contina jugando en la vida cotidiana de sus propios y otros ciuda-danos. En diferentes pases del Cono Sur, los estados nacionales guiados por hi-ptesis de conflicto blico construyeron dispositivos para intervenir masivamen-te en la vida cotidiana de los pobladores fronterizos (Vidal, 2000).

    Las zonas fronterizas constituyen espacios liminales donde se producen a lavez identidades transnacionales, as como conflictos y estigmatizaciones entregrupos nacionales. Como zonas de expansin y de lmite, se reconfiguran paracumplir nuevas funciones en el nuevo orden global y regional. En diversas re-

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    giones se manifiestan dos procesos aparentemente contradictorios: la construc-cin de distinciones identitarias, y la construccin de elementos o rasgos com-partidos por sus habitantes ms all del lmite poltico existente. Estas zonas defrontera del Cono Sur estn siendo analizadas no slo como localizaciones deconflictos interestatales o del desarrollo de hermandades inmemoriales, sino co-mo espacios estratgicos donde las tensiones entre estos aspectos se debaten yse procesan. En estas zonas se desarrollan relaciones interculturales que no plan-tean necesariamente la prdida de identidad nacional. En muchos casos, por elcontrario, esas identificaciones se encuentran exacerbadas, atravesadas por elmandato nacionalista de hacer patria. Una incgnita pendiente se refiere a lapersistencia de la nocin de frontera como lmite que establece roles sociales di-ferentes para los actores a uno y otro lado de la lnea, en el marco de procesoscomo el Mercosur u otros que se anuncian para el futuro, y que supuestamente

    implicaran la desaparicin de esos lmites. En la actualidad, estos procesos tien-den a resignificar y recrear las asociaciones de la nocin de frontera no slo concategoras de diferencia, sino con otras que se refieren a superior-i nferi or, po-bres-ricos, orden-desorden.

    Estudios especficos

    Un resultado general de las investigaciones en el Cono Sur es la elementalconstatacin emprica que no tendra relevancia si no fuera por ciertas tesis glo-balistas o de un culturalismo extremo de que las fronteras continan siendo ba-rreras arancelarias, migratorias e identitarias. Esa continuidad es histrica, ya quelas caractersticas y sentidos de esas barreras son actualmente recreados en el

    marco de los discursos y polticas de integracin regional y las dinmicas deglobalizacin.

    La constitucin del estado implic en nuestros pases la construccin de dostipos de fronteras. Por una parte, las fronteras propiamente polticas, lmites delterritorio dentro del cual se pretende la legitimidad para el monopolio del ejerci-cio de la violencia. Ese territorio, sin embargo, no siempre se encontraba efecti-vamente en poder de esos estados, sino en manos de poblaciones aborgenes. Encasos tan variados como los de Brasil o Argentina, el estado se construy en granmedida a travs de la expansin de su frontera interior, conquistando el territorioque pretenda propio. Estafrontera en expansin todava hoy tiene vigencia enciertos pases, a travs de cierto colonialismo interno por el cual la sociedad na-cional avanza sobre territorios habitados por indgenas. En muchos otros pases,

    lafrontera poltica adquiere una dinmica expansiva, ya sea sobre las poblacio-nes locales o sobre la vecina sociedad nacional. En ese sentido, el estudio de lasfronteras polticas implicaba en ciertas situaciones considerar dos procesos fron-terizos simultneos y combinados.

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    Algunos ejemplos de estudios etnogrficos e histricos pueden mostrar la di-versidad y complejidad de las fronteras contemporneas y de las mltiples tensio-nes que se despliegan en ellas. Uno de los casos estudiados es el enclave minero-industrial de Ro Turbio, ubicado en la provincia argentina de Santa Cruz a 2 Km.de la frontera con Chile. Ro Turbio fue por medio siglo una piedra angular dela geopoltica argentina en Patagonia austral. Paradjicamente, sin embargo, sufuncionamiento dependi siempre de trabajadores chilenos (Vidal, 2000). A tra-vs de la empresa carbonfera estatal, el estado argentino instrument diversosmodos de intervencin en la vida cotidiana de los habitantes, produciendo pro-fundas marcas identitarias y conformando una regin con caractersticas cultura-les peculiares. La explotacin del yacimiento fue concebida como una cuestinde seguridad nacional, ya que el enclave era el instrumento de consolidacin dela presencia poltica del estado en un espacio de soberana disputada. Qu ocu-

    rre cuando una empresa organizada para consolidar a la Nacin, en cuyos clcu-los de inversin se incorpora como un aspecto fundamental la produccin de so-berana, es privatizada? Qu ocurre cuando el estado se retira de una companytown en la cual los trabajadores nacionales eran soldados que iban a hacer pa-tria? El anlisis de Vidal focaliza en los modos en que el pasaje de una econo-ma nacional controlada por el estado a una economa de mercado globalizadatransforma las complejas identidades y antagonismos forjados en medio siglo deconfrontacin geopoltica. Para ello analiza dos conflictos sociales ocurridos enla ciudad, donde puede verse un fuerte contraste entre una lucha conjunta de lostrabajadores argentinos y chilenos contra las medidas laborales de la empresa re-cientemente privatizada en 1994, y una lucha social de los habitantes argentinosde Ro Turbio en 1997, en que Chile y los chilenos desaparecen de manera abso-luta de la arena poltica local. Ese contraste revela una profunda transformacindel significado de la frontera y de la relacin entre frontera-nacin. En el con-flicto de 1997 lo que se encontraba en juego no es la relacin con el otro de afue-ra, sino la relacin de pertenencia de los argentinos que viven en la frontera conla nacin. La lucha se desarrolla en tanto los habitantes de Ro Turbio percibenque el dispositivo expansivo de la frontera se encuentra ahora en proceso de in-versin, retrotrayndose, y que ellos van a quedar fuera, convirtindose en chi-lotes, aquello que les ensearon a ubicar en el ltimo escaln de la sociedad yen el lugar de los enemigos.

    En contraste con Ro Turbio, donde el Estado tiende a retirarse, en algunasfronteras del norte argentino los controles fronterizos parecen haberse endurecidoen los ltimos aos, al menos para los pobladores locales. En ese marco, nuevasdinmicas de intercambio e interaccin tambin constituyeron el marco de nuevos

    temores y tensiones. En 1990 se inaugur un puente que une la ciudad argentinade Posadas con la paraguaya de Encarnacin. Los actores locales y los funciona-rios nacionales de ambos pases festejaron el nuevo viaducto como smbolo de laintegracin latinoamericana y como fin de las fronteras entre los pueblos. Sin

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    embargo, el incremento cualitativo de cruces de personas, automviles y mercan-cas constituy un marco en el cual se desarrollaron disputas entre sectores socia-les. Las nuevas facilidades para que los posadeos realizaran sus compras en En-carnacin y para los cruces de las tradicionales paseras paraguayas (mujeres quedesde hace ms de un siglo viven del cruce de pequeas mercaderas) afectaron losintereses de los comerciantes posadeos. Diversas organizaciones de Posadas co-menzaron a reclamar mayores controles aduaneros, denunciando que el dinero ar-gentino sale del pas por el puente, acusando a los paraguayos de tener una econo-ma informal y afirmando en privado que el puente provoc la debacle econmi-ca de la ciudad. Frente a los nuevos controles y los maltratos en la aduana argen-tina, se desarrolla desde 1992 una serie de protestas de las paseras y los taxistasparaguayos a travs de bloqueos del puente, reclamando la flexibilizacin de lafrontera. En la medida en que la tensin entre las localidades y los pases va en au-

    mento, comienzan a involucrarse en el conflicto funcionarios locales, provincialesy nacionales, hasta que el puente aparece en la agenda de negociacin de los man-datarios de ambos pases (Grimson, 2000a). Ms all de medidas parciales, la si-tuacin de tensin y conflicto contina en la actualidad.

    Los imaginarios sobre la regionalizacin y los impactos de las polticas de in-tegracin son muy diferentes en las metrpolis y en las zonas fronterizas. El Mer-cosur plantea la construccin de una nueva infraestructura de comunicacin a tra-vs del transporte terrestre que permita avanzar en el objetivo poltico econmi-co del corredor biocenico. Las planificaciones nacionales y binacionales partendel presupuesto de que la pavimentacin de rutas y la construccin de puentes im-plican un progreso en la interconexin y unin de los pueblos. Sin embargo, lasrealidades de las poblaciones fronterizas son hetergeneas y complejas. Aunquelos nuevos puentes dinamicen los intercambios econmicos y el movimiento depersonas, en la medida en que se inserten en polticas que favorecen el comercioen gran escala y dificultan el histrico contrabando hormiga, pueden no ser vi-sualizados meramente como una unin. Por el contrario, la reorganizacin de lasformas de circulacin puede terminar articulndose con una visualizacin de lospuentes como causa de una nueva divisin, de nuevos rencores y disputas. Alestar imbricado con ciertas polticas de endurecimiento y reforzamiento de lasfronteras, un puente puede terminar separando dos orillas (dem).

    Otro estudio particularmente interesante es el realizado desde una perspecti-va histrica y etnogrfica por Gordillo y Leguizamn (1997), sobre la frontera ar-gentino-paraguaya del Pilcomayo medio. Cuando el lmite entre ambos pases sefij en el Pilcomayo, surgi el problema de que por las caractersticas geogrfi-cas el ro sola desviarse permanentemente. Aquel que poda considerarse en un

    momento el brazo principal, puede secarse pocos aos despus. De esa mane-ra, los desplazamientos de los cauces principales provocaban no slo inundacio-nes y sequas, sino tambin un constante y dificultoso desplazamiento de la fron-tera internacional, poniendo en cuestin el concepto de frontera natural utiliza-

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    do por los estados. Los diversos grupos que habitaban las mrgenes del ro (entreotros, tobas y wichs) utilizaban el ro como criterio de demarcacin, pero en unsentido distinto: la oposicin era ro arriba y ro abajo, ms que entre una yotra margen. La creciente presencia de los estados nacionales en la regin a tra-vs de sus fuerzas militares implic un cambio en la percepcin de los aborge-nes, comenzndose en algunos casos a definir los lmites intertribales en funcinde la frontera internacional.

    En estos ltimos aos los estados han desarrollado dos obras importantes en laregin. Por una parte, la canalizacin del ro para evitar los problemas de inunda-ciones y sequas busca ordenar tambin el lmite internacional, profundizando lademarcacin de la frontera. Por otra parte, la consolidacin del Mercosur ha acele-rado el proceso de vencer obstculos espaciales construyendo un puente que atravie-sa el Pilcomayo, aunque sin caminos que permitan conectar el viaducto con las ru-

    tas importantes. Para Gordillo y Leguizamn, en este doble proceso de delimitaciny unin se entrelazan procesos globales, regionales, nacionales y locales. La pobla-cin aborigen queda involucrada fuertemente en el proceso, al punto que el puentese construye sobre tierras de una comunidad. La comunidad decidi cortar el puen-te, ya que nadie los haba consultado sobre su ingreso en la era global. Por eso, laconstruccin del puente y la llegada del Mercosur a la zona estuvieron para los gru-pos aborgenes estrechamente ligados al problema de la tierra, al punto que algunosdirigentes indgenas afirmaban: yo creo que el Mercosur no va para nosotros, por-que es una cosa de atropellarnos a nosotros. En ese marco se produce una flexibi-lizacin de la frontera para los movimientos de capital, mientras se desarrolla unmayor control de la frontera por parte de los organismos del Estado, generando ma-yores restricciones en los cruces de la poblacin local. De esa manera, las dinmicasdel Mercosur le imponen a la regin del Pilcomayo medio un doble sentido comofrontera: a) frontera internacional, lmite entre estados (en ingls border); b) espacioflexible de articulacin entre sistemas con dinmicas socioeconmicas heterogneasdonde uno se expande sobre el otro (en ingls,frontier).

    Esta doble tensin atraviesa diversas fronteras de los estados del Mercosur,que constituyen en general regiones perifricas de las grandes metrpolis de ca-da pas. Para comprender ese proceso de transformacin, se hace necesaria unadimensin histrica de la sociedad y la cultura en el proceso de constitucin de lafrontera. Por ejemplo, como plantea Karasik (1993), en el noroeste argentino seplantea una sucesin de definiciones fronterizas que implican continuidades yrupturas: frontera del Tawantinsuyu, frontera colonial y frontera nacional. Lasdos fronteras de la provincia argentina de Jujuy, con Chile y con Bolivia, no tie-nen la misma presencia en el imaginario social. La frontera con Bolivia (valora-

    da e incorporada, o rechazada y negada) es una fronterapresente en el imagina-rio jujeo (...). La frontera con Chile podra caracterizarse como ausente delimaginario social (dem). A pesar de que las investigaciones arqueolgicas y et-nohistricas han mostrado que en el pasado existi una gran circulacin a travs

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    Alejandro Grimson

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    de esa regin cordillerana, pareciera que el cambio de las condiciones socialestransform una zona permeable en un obstculo insalvable para la interaccin(ver tambin Escolar, 2000).

    Escolar, que desarrolla su estudio en una regin cordillerana relativamentecercana a San Juan y Santiago de Chile, busca reconstruir los procesos de identi-ficacin en la poblacin local en una perspectiva de larga duracin. Aqu intere-sa contrastar las dcadas de 1930 y 1940, cuando a travs de obras de infraestruc-tura y de polticas sociales el estado argentino busc integrar a la poblacinaborigen con los tiempos neoliberales actuales, en los que se generan procesos deexclusin social y adquisicin de tierras por parte de extranjeros. En una tesis su-gerente, que aqu slo esquematizaremos, Escolar indica que la modalidad localdel estado de bienestar se conjug con un proceso de argentinizacin y renun-cia de las identificaciones aborgenes, mientras que la modalidad local del neoli-beralismo se conjuga con procesos de reetnicizacin (2001).

    Tendencias

    Los estudios en las zonas fronterizas parecen indicar una gran diversidad desituaciones, una heterogeneidad vinculada a historias diferentes y contextos espe-cficos distintos. Esta diversidad no impide reconocer ciertas tendencias predomi-nantes en un contexto espacio-temporal especfico. Los procesos de regionaliza-cin del Cono Sur estn produciendo combinaciones peculiares en la relacin es-tado/nacin/frontera. En varias zonas parecen delinearse dos tendencias comple-mentarias. Mientras los estados renuevan y fortalecen los controles y regulaciones

    de las que consideran sus fronteras crticas (ver Karasik, 2000; Grimson, 2000 a yb), se encuentran en franco retroceso los modelos de nacionalizacin del territorioa travs de polticas asociadas al bienestar (ver Escolar, 2000; Vidal, 2000).

    Es decir, hacia mediados del siglo XX se constitua una ecuacin que combi-naba visiones militaristas de hiptesis de conflicto con ciertos procesos de integra-cin territorial y social de las poblaciones perifricas. El bienestar era funcinde la nacionalizacin, as como sta era funcin de la fortaleza nacional en una gue-rra que por suerte nunca se concret. De manera diversa, a partir de los aos no-venta puede percibirse en diversas fronteras del Cono Sur que los proyectos de in-tegracin regional como el Mercosur disuelven las hiptesis de conflicto. Pero enlugar de revalorizar la frontera como espacio de dilogo e interaccin, esto se tra-duce especialmente, pero no slo en Argentina en el abandono de toda poltica

    activa y de desarrollo social de las zonas fronterizas. Si el bienestar convivi conel conflicto, la integracin convive actualmente con tiempos neoliberales1.

    Por una parte, las polticas estatales de ocupacin de espacios fronterizos conempresas pblicas o destacamentos militares se encuentran en retirada (ver Vidal,

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    2000). La promocin del poblamiento de las fronteras anclada en hiptesis deconflicto blico con la instalacin de carreteras, escuelas y otra infraestructuraha llegado a su fin en diversas regiones. Las nuevas carreteras y puentes no bus-can beneficiar a las poblaciones fronterizas (en la lgica secular del enfrenta-miento interestatal), sino promover el comercio terrestre entre pases atravesandociudades fronterizas, concebidas como zonas de servicios. As, se crean impor-tantes facilidades para la circulacin de mercaderas de grandes empresas.

    Por otra parte, el control sobre las poblaciones fronterizas parece haberse for-talecido, en relacin a la circulacin tanto de personas como de pequeas merca-deras del llamado contrabando hormiga. As, en muchos casos, los pobladoresfronterizos perciben una mayor no una menor presencia estatal. El estado se re-tira en su funcin de proteccin y reaparece en su papel de control y regulacin.

    En otras palabras, podramos estar asistiendo ms que a una desterritorializa-cin generalizada a la sustitucin de un modelo de territorializacin por otro.

    Los procesos de regionalizacin como el Mercosur han impactado de mane-ra compleja en las zonas fronterizas. Los estados llegan con fuerzas renovadas alas fronteras a partir de la integracin. Ejercen un control indito sobre algunaspoblaciones fronterizas, desconociendo o tratando de anular las historias y tradi-ciones locales. Pobladores de espacios fronterizos, con libre intercambio de pro-ductos durante dcadas, ven aparecer refuerzos en los puestos aduaneros o degendarmera. Perciben nuevos controles migratorios.

    As, en muchas de las fronteras del Cono Sur el abandono de las hiptesis deconflicto blico fue seguido de una desmilitarizacin, a la vez que de nuevos con-troles al movimiento de mercaderas, personas y smbolos. Esto ltimo es visible

    tanto en las dificultades que migrantes bolivianos y pobladores fronterizos argen-tinos encuentran para ingresar los trajes del carnaval, como en los discursos na-cionalistas e higienistas que se desarrollaron en los ltimos dos aos en las fron-teras de Brasil, Uruguay y Argentina. A partir de nuevos focos de aftosa, en dife-rentes momentos, cada estado instal prohibiciones de ingreso de mercaderas yprocedimientos de desinfeccin de los propios pobladores fronterizos que pre-tendan atravesar el lmite internacional.

    En momentos en que a travs de los procesos llamados de globalizacin y re-gionalizacin, as como de las nuevas polticas del estado y de los reclamos de laspoblaciones limtrofes, las fronteras estn siendo redefinidas: es mucho ms queellas lo que se encuentra en juego. Los estados, lejos de desaparecer, se transfor-man y modifican su relacin con el territorio y con la poblacin. En el Cono Sur

    pareciera que, mientras la paranoia de la soberana se desplaza a un segundoplano, el pnico a los trficos comienza a ocupar el lugar central. De la obsesinpor el espacio pasamos a la obsesin de los flujos. La obsesin de multiplicar losflujos por arriba y detener los flujos por abajo.

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    Notas

    1 Obviamente, es necesario tambin cuestionar qu significan en nuestras re-giones bienestar e integracin. Sobre este ltimo aspecto ver Grimson(2001).

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