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Grandes Artistas Hugo Marín Contemporáneos Chilenos

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Grandes Artistas

Hugo MarínContemporáneos Chilenos

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Grandes Artistas

Hugo MarínContemporáneos Chilenos

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Sitio Artistas Plásticos Chilenos, Biblioteca Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago de Chile.

Portada

Grafiti azul (detalle)120 x 100 cm / Técnica mixta sobre tela / 2005

ContraportadaFútbol (detalle)120 x 150 cm / Técnica mixta sobre tela / 2012

Edición General Cecilia PalmaDirección y Producción Cecilia PalmaPrólogo Gaspar Galaz C.Textos Verónica WaissbluthDiseño y Diagramación Trinidad Correa, Macarena Reyes

Coordinación Editorial Lorena SánchezImpresión RR DonnelleyFotografías Mario Vivado y Jose Luis Rissetti www.galeriaceciliapalma.cl

ISBN 978-956-8781-18-7

c Registro Propiedad Intelectual Nº 217.091Santiago, Chile. Derechos Reservados Prohibida su reproducción total o parcial

Número de ejemplares 4.000Primera edición, junio 2012

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Índice

Prólogo 6Inicios 8Pintura 16Escultura 42 Biografía 60

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La larga trayectoria como artista visual de Hugo Marín parte a comienzos de los años 50. Fue brevemente pintor, pero ya muy pronto, a mediado de los años 60, va a poner en crisis la estética del cuadro; es decir, el óleo y el acrílico sobre tela y ésta montada en un bastidor. Descubrirá una pintura sin pintura; esto es, obras que si bien estaban colgadas en el muro, estaban construidas con trozos de madera, reciclaje de leña, múltiples elementos de la realidad misma que de pronto también coloreaba. Podríamos decir que H. Marín fue un artista informal, no a la manera del Grupo Signo, como tampoco a la manera del incipiente arte objetual encabezado por Francisco Brugnoli, por el año 66. Marín está en un sitio intermedio que muy pronto va a desembocar en sus primeras cabezas de cuero, con los ojos exaltados, con la lengua extendida hacia afuera; es decir, cabezas que representan rostros aterrados, como si estuviera mostrando a seres humanos fuera de sí, más allá de la conciencia. El artista necesita hasta el día de hoy de la creación tridimensional, de la obra como cuerpo, como trascendencia, una vez más, para verificar en la obra misma la pregunta por la existencia o cómo representar en la tridimensionalidad las distintas facetas del ser humano, trabajadas desde la inquieta pregunta del propio Marín sobre su condición, sobre ser humano y como artista. Esa pregunta permanente en él la traslada a sus obras de arte.

En ese momento, Hugo Marín comienza su aventura hacia lo místico, nos lleva sin duda a territorios que van más allá del trabajo escultórico, gráfico o pictórico. Pues su obra está intensamente cargada no necesariamente de un pensamiento plástico, sino que invoca ciertas energías en su proceso creativo como un vehículo para captar la magia de lo que quiere transmitir a través de su arte. Influyen en su creación la meditación y la posición metafísica, su forma de ver y sentir el mundo, donde las energías precolombinas y tibetanas, la alquimia, el cosmos, saberes ocultos, lugares sagrados, son algunos de los elementos recurrentes del artista;. Él busca unir el pasado y

Prólogo

EL PRESENTE DEL PASADO

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el presente, sincronizar los tiempos. Es por eso que en sus obras aparecen las mismas formas geométricas usadas hace miles de años, unidas a un carácter simbólico; incluso al observar sus cabezas, es posible imaginar esos orígenes, donde la relación del hombre con sus ídolos y con lo sagrado era clara y potente.En otras palabras, su obra, que en su gran mayoría son cabezas de diferentes formatos, nos habla directamente de las mezclas semánticas, estéticas y simbólicas donde lo mapuche, lo maya y lo aimara se cruzan con el Tíbet y África; con la India y el Perú.

Las cabezas de H. Marín son obras que apuntan definitivamente a sus aspectos realistas, como son, por ejemplo, el realismo de los ojos, la boca, los dientes; en fin, construye una suerte de mitología, una suerte de aura mágica que emana efectivamente de sus trabajos, que los podemos también mirar como el fetiche o también el lugar de lo sagrado, muy cercano al concepto de cabeza-tótem, que nos recuerda la malignidad del ser humano, como también los aspectos más santos. Por eso sus cabezas son de fuerte expresividad, apoderándose cada una de ellas de ciertas estéticas orientales

y también precolombinas, y por ello es que sus obras están ligadas a la historia de la cultura. Los materiales que ha utilizado en la elaboración de éstas son el adobe, cemento, greda y cuero, con paja, plumas, calabazas, objetos de desecho, fibras vegetales, prótesis, polvo de ladrillo, tierra de color o papel maché pintado. Podríamos señalar que son obras de hoy, realizadas con las estrategias plásticas de hoy, pero que nos retrotraen a un pasado que se hace presente, que se torna vívido por el trabajo realmente acucioso del artista.

Gaspar Galaz C.

Diálogo 22 x 13 x 15 cm / Cerámica / 2011

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JugANDO A HAcER MiSA

Una mañana de invierno del año 2009, los transeúntes del Puente Loreto sobre el río Mapocho se encontraron con una extraña procesión: cabezas y cuerpos de seres que parecían venidos de otro tiempo y otro lugar, trasladados sobre un retablo en un cortejo liderado por un caballero calvo de gran parsimonia. Se trataba del venerado escultor chileno Hugo Marín, y a pesar de lo espectacular del acontecimiento, el propósito del desfile era más bien práctico: transportar con el menor costo posible las obras del artista al Museo de Bellas Artes, donde se expusieron en la muestra “Reducirse al máximo”. La exhibición recreaba el ambiente de su casa, que es también su taller. Allí se mezclan muebles de época con juguetes diversos y con huacos precolombinos. Su propósito inicial era reproducir aquel entorno en el museo, pero no obtuvo financiamiento para la empresa. Con su creatividad de siempre, sin embargo, supo aprovechar los obstáculos y ponerlos a su favor: en lugar de llevar sus obras en un camión cerrado y sin gracia, las transportó en aquella marcha lenta e impresionante que ayudó a que su muestra fuera un éxito absoluto.

Juicio Final, Valparaíso76 x 65 cm / Óleo sobre madera / 1950

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Los descendientes27 x 38 cm / Técnica mixta sobre tela / 1992

Familia75 x 110 cm / Técnica mixta sobre tela / 1992

Él, por supuesto, lideraba la procesión, con cara de gurú y pasos ceremoniosos, como sumo sacerdote de algún culto misterioso. De hecho, habla despacio y está siempre serio. Pero se trata sólo de un juego; uno más de sus múltiples y gozosos juegos. Desde muy pequeños le gustaban los rituales, apego en el que, por cierto, ejerció influencia su padre masón. A los cuatro o cinco años simulaba misas sobre la finísima mesa con incrustaciones del salón, entre flores e incienso de goma arábiga. Su madre, por su parte, lo introdujo en el culto a la Virgen, y contribuyó también a estimular su imaginación cuando lo llevaba a los remates de objetos antiguos. “A ella le gustaba observar cómo eran los “palacios chilenos”, recuerda Marín. “La luz que proyectaban sobre el piso los vitrales de la casa de unos tíos, o el asiento de felpa que todavía conservaba lo cóncavo del último ocupante, despertaban sus infantiles éxtasis visuales”, escribe su biógrafo Guillermo Carrasco. Dichos éxtasis se veían estimulados por visiones terroríficas, como por ejemplo el paso de las carretas con corderos degollados hacia la Vega. Otro de los recuerdos de aquel entonces es el del cochero de las pomposas carrozas fúnebres que recorrían antaño las calles. Curiosamente, Marín viste ahora un traje parecido –totalmente negro, con sombrero de copa– para su actuación en la película “La danza de la realidad”, basada en las memorias de Alejandro Jodorowsky.

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Conmoción65 x 90 cm / Óleo sobre tela / 1997

Clonación45 x 65 cm / Técnica mixta sobre cartón / 1998

Su fértil imaginación se intensificaba con su atracción por tierras lejanas y exóticas. “Se produjo la guerra chino-japonesa, y yo imaginaba cómo serían aquellos países. Jugábamos a los palitos chinos –el legendario mikado– y cantábamos canciones orientales que escuchábamos en el programa ‘La hora árabe, “de radio del Pacífico, propiedad de mi tío Ricardo”. Mientras, asistía a clases en el Instituto Nacional, aunque poco le interesaron las materias. Se dedicaba sólo a dibujar, y era tal su falta de entusiasmo por los estudios, que repitió dos veces de curso. Ello no fue obstáculo para que, sin embargo, diera buenos exámenes válidos que le permitieron ingresar a Derecho en la Universidad de Chile, instado por sus padres. Duró medio año, y luego se retiró para dedicarse al arte. Le fue bien en Leyes, pero a esas alturas sabía ya que no era lo suyo. Estaba además abatido y reconcentrado, pues preocupados por lo distinto que su hijo era respecto de los

otros jóvenes, lo habían llevado de un sicoanalista a otro.Años antes, un docente del Instituto Nacional le había visto un par de dibujos, le había asegurado que tenía condiciones y le había recomendado asistir al taller de esmalte en metal del maestro José Perotti. Aquella actividad que realizaba en las tardes se convirtió en una verdadera pasión, que a los pocos meses desplazó códigos y decretos.

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Contorsión76 x 63 cm / Técnica mixta sobre tela / 1998

También le interesaban las artes escénicas, y se unió a la compañía de mimos de Alejandro Jodorowsky, que sigue siendo su amigo, y que le escribió lo siguiente: “¡Desgraciado salvaje! Has sido capaz de vencer al tremebundo tiempo y de tan moderno que eres te has hecho antiguo (…). Por fin hiciste nacer el arte sudamericano, el inmenso vuelo del mago telúrico, el inventor del vino nuevo chorreando majestuoso de los viejos odres, el creador de esculturas que son como monumentales perlas para la concha sangrienta de la tierra (…). ¡Canalla exuberante: has creado objetos que delante nuestro mueren y viven eternamente”.Sin embargo, no pudo seguir actuando, porque le encontraron un punto oscuro en el pulmón y le diagnosticaron tuberculosis. Pálido y delgado por la enfermedad, se vio obligado a abandonar el escenario. Por otra parte, sin embargo, sentía un cierto placer por el hecho de estar enfermo: “Se complacía contemplándose al espejo en esa facha de héroe romántico. Casual o premeditadamente, las circunstancias siempre eran oportunas para potenciar al personaje”, escribe Carrasco.

Fenómenos Celestiales130 x 150 cm / Óleo sobre tela / 1997

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Familia Andina I28 x 22 cm / Técnica mixta sobre cartón / 1997

Familia Andina II28 x 22 cm / Técnica mixta sobre cartón / 1997

Una vez recuperado, continuó dibujando y pintando, y ganó un curioso concurso de pintura convocado por la Metro Goldwyn Mayer para promocionar la película Un americano en París. El premio era una estadía en Francia, y a partir de entonces Marín pudo desplegar sus talentos con gracia y libertad. Vivió allá, en Nueva York y en Cuba; en el Caribe y en Estocolmo; en México y el Congo. Recogió influencias de todos esos lugares, que combina con los muchos libros que ha leído, con las músicas que escucha, con las noticias que ve en televisión. De todo utiliza para su obra, en busca de lo que él llama “arte anónimo”, sin tiempo ni lugar. Lo que Marín se propone es unir los extremos y aprovechar todo lo que se pueda. Desde la Virgen María a la Diosa Kahli; de la rumba a la Meditación Trascendental, sin ponerse grave ni tomarse demasiado en serio. “El arte tiene tantos móviles. El hecho de que lo tribal me atraiga no es contradictorio con que me guste la cortesanía de la música. Es muy simple. El mundo está interconectado”, él mismo advierte. Y el crítico Waldemar Sommer destaca “la propiedad y la profundidad con que Hugo Marín recrea un mundo ignoto, haciéndolo creíble para el espectador de hoy”.

Ya lo decía el comentarista de su primera muestra en el año 1951 en la Sala Pacífico: “Lo primero que advertimos es su imaginación traviesa. Juega con todos los temas: escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento, mitos medievales y orientales, más otras historias que él inventa y nos relata”. Humor e irreverencia por partes iguales, con la amabilidad de un niño que simula ser gurú. “Es importante que el viejo pueda seguir siendo niño”, asegura con los ojos abiertos y la mirada fija, jugando a ser serio y sonriendo a la menor provocación.

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EL fiN DE uN MuNDO y EL cOMiENzO DE OTRO

Los cuadros de Hugo Marín son tan inclasificables como sus esculturas. Son “narraciones o códices desde donde surge o quiere representarse el mundo siempre cambiante, un mundo que indica lo eterno que subordina a lo absolutamente mutable. Plantea fines de épocas y comienzos de otras; con señales de cometas o de estrellas fugaces, con volcanes que despiertan o se reactivan incesantemente. Allí también vemos a los Chasquis (Pág. 20), esos correos del Inca, que palpan y acarician la columna vertebral que es la cordillera de los Andes”, escribió él mismo.

Ancestros totémicos29 x 43 cm / Técnica mixta sobre tela / 1995

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Rehuyó siempre la formación académica, porque es un poco daltónico y confunde los colores, y sobre todo porque piensa que existen otras maneras de crear más allá de los cánones europeos. Así, aplica el mismo “método intuitivo” con el que crea sus esculturas: las ganas, el juego y el ojo de lince para descubrir materiales donde nadie más los ve. En una calle de La Habana, por ejemplo, encontró las ilustraciones anatómicas que utilizó en el collage sin título de 1965, que rinde homenaje al histórico desembarco de Playa Girón.

Chasquis130 x 160 cm / Óleo sobre tela / 1997

Bólido de fuego92 x 75 cm / Óleo sobre tela / 2000

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De luz y de fuego150 x 160 cm / Técnica mixta sobre tela / 2000

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El hoyo negro150 x 160 cm / Técnica mixta sobre tela / 2000

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Tsunami, tríptico95 x 49 cm cada uno / Collage / 2011

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Ángeles vengadores88 x 62 cm / Técnica mixta sobre tela / 2003

En la cuerda floja81 x 60 cm / Técnica mixta sobre tela / 2005

Todo el tiempo dibujaba, y le gustaban los pintores fantasiosos y tremebundos, como Pieter Brueghel. Buscando nuevas experiencias en su juventud, siguió el consejo de su amiga poetisa Stella Díaz Varín, quien le recomendó adentrarse en los senderos del cementerio. “Camina por la avenida de los Aromos y te vas a encontrar con el pudridero de la fosa común”, le dijo, y él le hizo caso. Después pintó un cuadro de colores intensos que mostraba niños nonatos y cadáveres femeninos con largas cabelleras de bruja.

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Temblor de agua170 x 130 cm / Técnica mixta sobre tela / 2005

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En gloria y majestad81 x 61 cm / Técnica mixta sobre tela / 2005

Desde entonces jugaba con las imágenes de la vida y la muerte, que para él son dos caras de la misma moneda. Como practicante disciplinado de la Meditación Trascendental, está atento al ritmo que existe en todas las cosas, y que considera tiempos de pausa y de activación con la misma importancia. Explica que sin muerte no hay vida, tal como no hay verano sin invierno ni cambios sin que se destruya lo anterior ; como en el cuadro “Bólido de fuego” (Pág. 20) referido a las boleadoras confeccionadas con fetos humanos que utilizaban los mapuches. “Eran armas mágicas; infantiles paradójicamente mortíferos, que crean destrucción para que exista el cambio”.A partir de la misma idea pintó una encendida versión del Juicio Final (Pág. 10) –situada, eso sí, en el puerto de Valparaíso, cuyo encanto descubrió pasada la adolescencia–. Era el puerto del Roland Bar ; de la bohemia y de la noche, hasta donde llegaban habitantes de los cerros y marinos venidos de todas partes. Es una época que recuerda con enorme sentimiento, porque Valparaíso se le reveló como un escape al aislamiento del entorno santiaguino; como una posibilidad de evocar otras realidades a través del amor y de la juerga. Por eso pintó el cuadro “Los 7 espejos” (Pág. 38), con personajes que bailan como trompos hasta convertirse en sapos, con tripulantes de naves inimaginables, con los colores y la musicalidad de aquellos lugares que permanecieron hasta hoy en su memoria.

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Amazonia140 x 188 cm / Técnica mixta sobre tela / 2005

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Onde Odorose Di Schiuma Marina175 x 175 cm / Técnica mixta sobre tela / 2005

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Mándala del puerto180 x 180 cm / Técnica mixta sobre tela / 2006

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Rotonda180 x 180 cm / Técnica mixta sobre tela / 2006

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Aire y mar47 x 38 cm / Técnica mixta sobre tela / 2007

No son los únicos que bailan en sus cuadros: el Big Bang –la eterna espiral del movimiento, el ritmo del universo– es uno de los asuntos que más lo identifican. Danzan, por ejemplo, los gozosos protagonistas de la pintura que se llama, precisamente, “Baile”. Dicha obra está confeccionada con cartón y anilina, porque la pintura de Marín no se reduce al óleo y a la tela: recurre al látex y al pastel; al cloro, al barro, a la cola fría, e incluso a las peinetas, que, como en “Aire y mar” (Pág. 34) y “Leda y el cisne” (Pág. 37), le ayudan a dar textura estriada a los pigmentos. En aquel cuadro –cuyo título alude al cambio de era de Piscis a Acuario– hay también danzantes, o más bien surfistas, que se dejan llevar por las olas.

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Al mismo cambio de época se refiere “Temblor de agua” (Pág. 28), con cielos y colores proféticos del cambio de época, de conciencia, de planetas y galaxias. “Tengo una dimensión barroca importante”, reconoce. El firmamento es también relevante en el cuadro “Tres cielos cuatro reinos” (Päg. 40); los primeros, el boreal, el ecuatorial y el austral; los segundos, el vegetal, el animal, el humano y el divino. Aquella obra es grande, pero tiene otras de menor formato, como su autorretrato, donde él se reconoce a pesar de que no es exactamente igual a su rostro. Pero sí está la expresión, entre analítica y sonriente –amable e irónica en partes iguales–. Él lo explica mejor que nadie: “soy una mezcla de Calígula y Platón”.Tal como escribió un médico asistente a su muestra en el Museo: “Señor Marín, me encantaría tenerlo de paciente. Creo que podríamos aprender mucho juntos. Su exposición me causó risa, pánico y otras sensaciones emocionantes”. Y mejor aún el testimonio de visitantes más jóvenes: “Nunca pensé llegar a tener este tipo de sensaciones, entre un morbo y el éxtasis. Cautiva entrar a esta sala, y no sé si reír o llorar. Sentimientos encontrados que sin prevención alguna se apoderaron de mí”. “Están muy buenas las obras y los monos, pero igual dan un poco de miedo”;

En las Puertas del Bosque72 x 100 cm / Óleo sobre tela / 2011

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Océano I87 x 62 cm / Técnica mixta sobre tela / 2008

Leda y el cisne45 x 36 cm / Técnica mixta sobre tela / 2009

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Tres cielos cuatro reinos204 x 160 cm / Óleo sobre tela / 2010

“Quedé asombrada, esto tiene vida”. “Es como un sitio de adoración a nuestros tótems americanos. El grito y asombro de ellos queda en mi conciencia”. “Felicito al artista esencial, primigenio, oriental, musical, especial, y todo terminado en ‘al’”. “Realmente eres una fábrica de sensaciones”, opinaban otros, resumidos

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Novicios Taoístas100 x 120 cm / Técnica mixta sobre tela / 1999

por la niña que se firmaba “Gaby”, quien confesaba lo siguiente: “Hola. Fue súper interesante, sólo que algunas caras eran feas”. En tanto, Paula, más adulta, revelaba que le había gustado muchísimo la exposición, aunque reconocía que “a los niños les da miedo!”.

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MODERNO DE TAN ANTiguO

Hugo Marín explica que participa de las que él llama “sincronías”, en que las imágenes se perciben cuando se las anda buscando, tal como los trapos, los corchos, las plumas y las algas con las que confecciona su escultura. Con el tiempo ha desarrollado una tecnología única, que comienza con el trabajo en barro para formar las cabezas y los cuerpos. Con la colaboración de su ayudante Germán Acevedo van apareciendo personajes de aspecto oriental o precolombino, aunque son perfectamente contemporáneos si se los mira de nuevo. Eso, porque usan trajes de mezclilla, por ejemplo; o dreadlocks raperos, e incluso anteojos de sol. Muchos de sus accesorios están fabricados con artículos de desecho: un viejo sillín de bicicleta, una zapatilla de gimnasia o estopa de tapicería. Además, tienen ojos y dientes, que Marín consigue en tiendas de prótesis, o que confecciona él mismo con piedras de distintos colores. Es posible darse cuenta entonces de que no son personajes de otro siglo ni seres sobrenaturales, sino recreaciones llenas de detalles de lo que Marín ve en las noticias, lee en los diarios u observa en la calle.Entre las primeras esculturas que realizó estaban las obras “efímeras” de 1967, fabricadas con barro y materiales de desecho. Pero más importantes fueron para él las que se incluyen en la serie “Los que vienen”, de cuerpo entero realizadas con cuero de brillantes colores. Las instaló a la entrada de la Casa de la Luna Azul, que administraba en la década de los 60. Se trataba de un café y un espacio para el arte donde se encontraban los artistas y los intelectuales hasta 1973. Retrato de Teresa Delgado

38 x 45 x 27 cm / Técnica mixta / 1987

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Busta Rymes42 x 35 x 32 cm / Tela Barro / 2000

Chino del Norte Chico49 x 27 x 30 cm / Tela barro / 2007

Funcionó allí, por ejemplo, el “Teatro Petropol”, de Enrique Noisvander, donde desplegaban sus talentos mimos y bailarinas, como Rocío Rovira y Vicky Larraín; también funcionaba allí Point, el taller de costura de María Inés Solimano, y había además una sala de exposiciones donde mostró sus primeras obras el pintor Gonzalo Cienfuegos, entre otros.Él dice que aquellas figuras preconizaban los acontecimientos políticos que ocurrirían un par de años después. “Los que ‘venían’ en las esculturas, finalmente ‘llegaron’. En la obra plasmé mi premonición de lo que pasaría, y por eso los espectadores se impresionaban tremendamente cuando la miraban”, recuerda. El público se desconcertaba frente a aquellos personajes, y algunos críticos los catalogaban como un arte nuevo, más concreto y expresivo. Pero otros no sabían si considerarlos o no esculturas, porque no idealizaban la realidad ni

mostraban formas abstractas, como lo habían hecho los artistas del volumen hasta aquel entonces; no mostraban grandes gestas ni ensalzaban la belleza del cuerpo; no estaban hechas con el mármol, el metal o la madera con que se acostumbraba a trabajar hasta entonces la escultura, y ni siquiera eran hermosas, sino más bien grotescas y aterradoras –lo que él justamente perseguía.

Instalación Monjas Coronadas / Museo Bellas Artes2,20 x 2,20 x 2,50 cm / 2008

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Vértigo del abismo88 x 63 x 55 cm / Cuero mármol / 2007-2008

Vociferante88 x 58 x 49 cm / Tela barro / 2007-2008

Vociferante80 x 50 x 68 cm / Cuero mármol / 2006

La Casa de la Luna Azul se cerró en 1973, y Marín partió a Suecia, donde siguió trabajando con papel maché y lápices de colores. Pero luego volvió a Chile y vivió durante algún tiempo en el norte. Allí lo cautivaron las antiguas culturas del desierto; la paja, el barro, los geoglifos y los chamanes, cuya magia le recordaba las procesiones de las vírgenes de su infancia: una vez más, mezcló todas sus referencias y consolidó su estilo, cuya principal característica es el uso de la arcilla cruda; de hecho, es el primer creador latinoamericano contemporáneo que utilizó aquel material de esa manera, tan poco común en la escultura: salvo los artistas del volumen que tallan la piedra, el mármol o la madera, los otros en general usan la greda o el barro sólo para modelar sus piezas; después la cuecen para que las obras perduren, o del modelo en greda sacan un molde para hacer copias más “elegantes” en bronce. Es que, tradicionalmente, los escultores han considerado que la arcilla sin cocer es frágil, opaca y deslucida; la suelen usar más bien para el “borrador” de su trabajo, y casi nunca la toman en serio para la obra final. Al contrario de ellos, Hugo Marín deja la arcilla tal cual, sin cocerla. Dice que se inclina más hacia la Pachamama americana –la “madre tierra” de los pueblos andinos, más femenina y natural– que hacia el dios Vulcano europeo –la deidad del fuego, más identificado con la fuerza bruta y con la forja de armas para la guerra.

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“Mis esculturas provienen de la tierra, barro y polvo, como también el hombre original y adámico. El sol la transforma, no hay ninguna intervención del fuego, no es tierra cocida, es tierra cruda, más pigmentos y fibras vegetales”, explica. “Me gusta la cultura del adobe, que enseña lo mucho que se puede lograr con tan poco”. En ocasiones, sin embargo, lleva las piezas al horno. Como el “Perro cartero” (Pág. 53), que une la idea de la mascota amaestrada al estilo norteamericano, con la figura de los “perros chinos” de la América precolombina y aun de la Colonia; perros sin pelo y, por lo tanto, de sangre muy caliente, cuya temperatura entibiaba los pies de sus amos. En tanto, los protagonistas de “Diálogo cerámica” tienen una versión en gres –cerámica cocida– y otra en bronce, montados sobre un palo recogido en el mar. Ellos demuestran cómo Hugo Marín elude las

Minero I31 x 17 x 24 cm / Técnica mixta / 2008

Chasqui en descanso94 x 80 x 113 cm / Técnica mixta / 2007

Chamán (Obra robada)25 x 14 x 13 cm / Tela barro / 1998

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referencias obvias y sin matices, pues las hizo pasar de etnia en etnia para diluir su procedencia: “Al principio quería representar el encuentro de las danzas sufi circulares, pero después se pusieron más mandarines y ‘conversadores’. En Occidente ponen lo exótico en lo oriental, en circunstancias de que el sol viene de allí, y también los Reyes Magos: la sabiduría viene de Oriente”.Pero las piezas cocidas como aquéllas son las menos; es con la greda cruda que ha creado la mayor parte de su galería, con hombres pájaro, monjas coronadas y tótems tribales, como el “chamán” (Pág. 50) de su obra robada, que se llama así precisamente porque un invitado la sacó a escondidas de su departamento después de una reunión social. Aquel “chamán robado” es una mezcla de chino y africano. Pero recordando a Vicente Huidobro –quien decía que los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte–, Hugo Marín asegura que las cuatro razas –la negra, la amarilla, la roja y la caucásica– son también tres: “la azul y la verde”. Aconseja el mestizaje; sugiere más unión entre los seres humanos, como los personajes de “Amor cautivo” (Pág. 55), que se aman a pesar de su esclavitud de negros frente a los amos blancos y frente a las convenciones sociales.

Niño sapo30 x 34 x 37 cm / Tela barro pigmento / 1997

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Mujer del Utotombo37 x 24 x 27 cm / Cuero mármol / 2009

La vestimenta de aquellos personajes parece ser de mezclilla, igual que la ropa de los “Niños sicarios” (Pág. 57), mezcla de pequeños budas y delincuentes colombianos. También es de mezclilla el traje del “Boxeador” (Pág. 54), cuyo ojo en tinta es, literalmente, un “ojo en tinta”, marcado con el timbre de un colegio de curas. Para realizar la pieza, Marín enteló la greda, tal como lo hizo en “Sushi boy” (Pág. 54), cuyos anteojos son forrados al igual que los dos palitos chinos sobre la oreja –que quizás le recuerdan el mikado de la infancia–. El protagonista de aquella escultura es una mezcla de adolescente, profesor universitario y cocinero japonés. Podría ser cada uno de ellos, pues tratándose de Hugo Marín, es imposible determinar el verdadero carácter de los personajes, “No preguntes por saber/ que el tiempo te lo dirá/que no hay cosa más bonita/que saber sin preguntar” canta él mismo, y pone cara de póker. Jamás aclara si los protagonistas de sus esculturas sufren o si quieren intimidar ; no revela si están tristes o si sonríen; no confiesa si son sabios o individuos comunes y corrientes. Al parecer, son todo y nada de eso, como sus “Vociferantes” (Pág. 48, 49), o el personaje de “Gooool Brasil” (Pág. 58), o el protagonista de “Vértigo del abismo” (Pág. 49), que tienen la boca abierta como si estuvieran cantando en una fiesta, celebrando un tiro al arco o muertos de miedo. “El gesto puede expresar una contracción o una letanía para meditar. En los templos de distintas religiones –tibetana, cristiana o hindú– solía haber figuras así –vociferantes– para espantar a los demonios y

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Perro cartero26 x 58 x 25 cm / Cerámica / 2010

distender a los fieles”, explica. Parece que el hecho de ver un alarido en un rostro ajeno libera el grito de uno mismo, en lo que se llama “catarsis”. Muchos de aquellos “vociferantes” están fabricados con mármol y cueros de distintos colores que Marín compra en la calle Victoria; como la “Mujer del Utotombo” (Pág. 52), que tiene también la boca abierta. El utotombo es un concepto africano relativo a la magia que tienen las obras de arte.“Es parecido a la idea del té en la ceremonia japonesa; ‘mucho té’ o ‘poco té’ se dice”, explica. “Como el ‘duende’ que, según García Lorca, debía tener el arte”, dice. Lo explica mejor el artista catalán Antoni Tàpies: “…una suerte de electricidad, que es algo inexplicable. A pesar de los estudios, del estructuralismo, de la lingüística... no sabemos aún a qué obedece esta especie de emanación que tienen las grandes obras de arte. Y es que el arte es un milagro. El día en que deje de serlo, el día en que todo el mundo lo pueda hacer en serie, con una máquina, será horroroso. En Angola, a esa electricidad creo que la llaman ‘utotombo’, una magia que el artista pone para que aquel trozo de madera haga efecto, a veces incluso terapéutico”.La aclaración vale para las obras de Hugo Marín, todas las cuales buscan, precisamente, ese poder de utotombo, sean o no dioses. De hecho, varias de sus esculturas son deidades de su mundo particular, como también lo es el “Hombre pájaro” (Pág. 43), decorado con

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plumas de faisán que compró en Nueva York. Marín cambió su utilidad, como siempre lo hace, convirtiendo aquel plumaje en el atuendo de su personaje alado. “Es el ‘vuelo yóguico’”, asegura. “Nosotros soñamos con volar porque tenemos el poder mental de superar la gravedad, aunque la mayoría de las personas no conocen la técnica para hacerlo: usamos un porcentaje mínimo de nuestras capacidades mentales”, reflexiona.Aquel “Hombre pájaro” podría ser una especie de dios. Pero a él también le gustan los santos y las monjas. En la muestra “Reducirse al máximo”, por ejemplo, dispuso numerosas cabezas sobre estructuras similares a las “cabezas de candelero” –aquellas de los santos de iglesia sobre los cuales se ponen las cabezas y la ropa. En dicha exposición montó también las “Monjas coronadas” (Pág. 46), que en realidad retratan a dos amigas con disfraz de religiosa. “En medio instalé a un niño que representa al ‘diablito del convento’, responsable de eventuales desmanes en la abadía. Y delante puse una alfombra chilena del siglo XVIII que me prestaron especialmente para la muestra”.

Sushi boy63 x 47 x 37 cm / Técnica mixta / 2008

Amor cautivo68 x 120 cm / Tela barro / 2010

El boxeador100 x 40 x 25 cm / Técnica mixta / 2008

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Hay preocupación extrema por los accesorios en las obras de Hugo Marín; dan a sus piezas carácter de juego, porque imitan texturas y adornos con los más insólitos recursos. El casco del “Minero” (Pág. 50) y los adornos del “Chino del Norte Chico” (Pág. 47) están fabricados con cuerina; y la cabellera del “Rasta rojo” es un enjambre de corchos de vino que el dueño de un bar recolectó para Marín.En un registro muy diferente, la “Toca cochayuyo” (Pág. 56) está hecha precisamente de un alga recogida en la playa de Tunquén, que Marín tiñó con un pigmento azufrado. Y el pelo del “Retrato de Teresa Delgado” (Pág. 45) es esponja vegetal pigmentada con polvo de grafito, con un mechón de canas blancas con polvo de aluminio sobre la frente. La creó a partir de una fotografía de la protagonista –una vieja amiga–, y es una de sus obras favoritas, “porque es muy simple: juega con el estuco blanco, el azul y el negro, con proporciones muy simples y un equilibrio asimétrico”.No es su único retrato: en una de sus piezas está el rostro del ex Presidente Ricardo Lagos, que une “la emoción y la sensibilidad con el poder intelectual y el desafío arrogante de la inteligencia”, comenta. Es de greda, con el pelo de fibra vegetal desteñida con cloro para simular las canas. “Es en realidad una caricatura, como las que se publicaban antiguamente en la revista Topaze; un humor que se ha perdido: ahora se lo toman todo tan en serio…”, advierte.

Similar picardía –o al menos una aguda receptividad a la realidad contemporánea– tiene “Busta Rhymes” (Pág. 47), en homenaje al hiphopero norteamericano del mismo nombre. “Me topé con su foto en Amsterdam, y una vez en Santiago, la volví a ver en un grafiti. Entonces la reproduje, porque me gusta mucho su carácter”, comenta. “Es un arquetipo, pero urbano y contemporáneo”, comenta. Perspicaz y detallista como es, le gusta la combinación del espíritu protestante y la energía africana que se produce en aquel cantante: “un afroamericano es muy distinto a un afrolatino o a un caribeño”. Tal como dicho homenaje, muchas de sus obras son cabezas, aunque también hace piezas que representan el cuerpo completo. Últimamente ha realizado figuras muy delgadas de cartón y aislapol cubierto con género, con las cuales ha abordado la temática de los terremotos –de la precariedad, del miedo y del refugio–. Son parecidas a las que vio una tarde en la plaza de Constitución, donde paseaba con su amiga artista Tatiana Álamos; pequeños muñecos en distintas actitudes, que adornaban el cigüeñal de un organillo de domingo. “Curioso”, reflexiona. “Los vi antes del terremoto; fueron una premonición de lo que ocurriría”. Parecían maniquíes diminutos sin rostro, pero ágiles y expresivos, y también se inspiró en ellos en la obra “Cortesanas” (Pág. 59), o “Complementación femenina”, que con materiales tan sencillos logran representar a dos mujeres elegantes y coquetas.

Niños sicarios70 x 120 cm / Técnica mixta / 2011

Toca cochayullo17 x 30 cm / Tela cochayullo / 2011

Presidente Ricardo Lagos70 x 45 x 73 cm / Técnica mixta / 2009

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La posición de aquellas figuras es relativamente tranquila. Pero no son todas así: el “Chasqui en descanso” (Pág. 50) representa un momento que a Hugo Marín le gusta mucho: el instante que media entre un movimiento y el otro; entre un paso y el siguiente; entre los latidos del corazón. Son movimientos en pausa, pero alertas, a punto de desplegarse nuevamente. De la misma manera, el “Niño Sapo” (Pág. 51) –mezcla de japonés, precolombino, colonial americano y también europeo, inspirado en los

personajes de la Comedia Dell’Arte– está a punto de brincar. Él ha dicho que la mente infantil lo representa enormemente: “Tengo el afecto por los niños y por mí mismo. Sigo siendo niño dentro del adulto. Fuera del mundo del juicio hay un niño que es el que crea”.

Marinero Valpo28 x 28 x 12 cm / Bronce / 2012

Gol Brasileño36 x 20 x 20 cm / Cuero mármol / 2011

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BiOgRAfÍA

1929Nace en Santiago. Tiene un hermano, el doctor Roberto Marín, conocido hoy por sus libros de cocina chilena.

1937La familia se traslada a Santiago y él es matriculado en el Instituto Nacional, a cuyo egreso entra a estudiar Derecho en la Universidad de Chile.

1951Expone por primera vez en forma individual en la Sala del Pacífico de calle Ahumada.

1952Después de ganar el concurso de pintura “Sinfonía de París”, parte a Francia. En el Mercado de las Pulgas de París descubre el arte africano, vinculándose su trabajo al arte primitivo, al cual se suman luego la simbología precolombina y la imaginería oriental. Obtiene también el Premio del Gobierno Francés por sus Esmaltes, y un año más tarde, Prix des Anciens en el Salón de Artistas Decoradores. Tras ello viaja por Italia. A partir de entonces comienza a exponer en Bruselas, Ginebra, Nueva York, Washington, Lima y Santiago. “Nunca he estado fuera de Chile más de tres años. Es importante mi país. Sé que no es el mejor, pero siempre necesité volver. Aquí está mi identidad, mi familia, mis amigos, mi paisaje. Donde has nacido es donde puedes evolucionar”, ha dicho.

1960Se traslada a Estados Unidos y luego a México y a Cuba, donde vive en 1964 y 1965.

1966Conoce a Maharishi Mahesh Yogi, el mismo que guiará después a Los Beatles. Se inicia su entrenamiento en la técnica de la Meditación Trascendental, que practica dos veces al día hasta la actualidad. Doce años más tarde termina su formación como profesor de dicha técnica, adiestrando a diversos alumnos; entre ellos, a los presos de la cárcel de Arica, Iquique y Antofagasta, en forma gratuita.

1968Se hace cargo de La Casa de la Luna Azul. Instala allí una pajarera que convierte en lámpara marroquí con vidrios de colores.

1976Viaja a Suecia, a Colombia y Ecuador. En Quito realiza un conjunto de esculturas monumentales que se inspiran en el mundo de los chamanes.

1980Permanece durante ocho meses en la India, como discípulo del Maharishi Mahesh Yogi.

Hugo Marín y su madre, Olga Vivado

Hugo Marín

Hugo Marín niño

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Katia Berger : “El niño y el infinito”, revista Esteka Nº 11, 2011.Guillermo Carrasco Notario: “Hugo Marín/Obra reciente”, 2009.Guillermo Carrasco Notario: “Hugo Marín/Del silencio a la forma”, prólogo de Alejandro Jodorowsky.Guillermo Carrasco Notario “ Hugo Marín Primera Epoca 1950-1970 “, ocho libros editores, 2009.Waldemar Sommer: “Grabados de Claudio Bravo y esculturas de Hugo Marín: El prodigioso verismo de Claudio Bravo”, El Mercurio, 20 de julio de 2008.Guillermo Carrasco Notario: “ Mistero Coronato “, Milano, 2007Ximena Villanueva: “Hugo Marín: Un monstruo creativo”, El Mercurio, 10 de septiembre de 2005. “Desde lo Profundo”, 10 de agosto de 2000.“Un Brujo Potencial”, 5 de agosto de 2000.Josep Massot: “El arte siempre es un milagro sin explicación”, La Vanguardia, 7 de noviembre de 1999.“Marín 98. Retrospectiva 15 años”, Museo Nacional de Bellas Artes.

1985Recibe una Mención Honrosa en la Bienal de Arquitectura de Valparaíso; el Premio de Escultura de la Municipalidad de Santiago en 1992, y el mismo año, por su obra “El Inca”, el Primer Premio de Pintura “América Ayer y Hoy”, de la Fundación Marco Bontá, en Santiago.

1994Es seleccionado para representar a Chile en la XXII Bienal de Sao Paulo, en Brasil. Cuatro años más tarde monta una retrospectiva en el Museo Nacional de Bellas Artes. Ya para entonces, sus obras están en museos y colecciones de Chile y diferentes partes del mundo: Museo de Arte Moderno de París, Francia; Museo Histórico Nacional de Ginebra, Suiza; Museo Stocklet de Bruselas, Bélgica; Museo de Arte Contemporáneo de

Santiago, Chile; Museo Arqueológico de Santiago, Chile; Museo de la Solidaridad Salvador Allende de Santiago, Chile; Museo de Chiloé, Chile; Colección Ladeco, Santiago, Chile; Parque Gonzalo Suárez de Quito, Ecuador.

2005Su obra se muestra simultáneamente en dos importantes salas de Santiago: galería Isabel Aninat y galería A.M.S. Marlborough. Un año más tarde se inaugura su exposición “Misterio coronado” en Milán, con cabezas de gran formato.

2008Monta dos muestras cruciales: “Las cuatro razas primordiales son tres…”, en galería Isabel Aninat, y “Reducirse al máximo”, en el Museo Nacional de Bellas Artes.

2012Pintura y escultura “Plenitud infinita”, Galería Isabel Aninat

BiBLiOgRAfÍA

Olga Vivado 1918

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“Marín es un artista visual de la pintura, el dibujo y la escultura. Es un humanista que revela sus ideas y sus principios metafísicos a través de su trabajo creativo. Las bases de su inspiración las encuentra en la meditación y la energía que recoge a través de los más diversos tipos de culturas e idiosincrasias para así entrar en un equilibrio entre humanidad y naturaleza. Ha recibido importantes reconocimientos en Chile y su trabajo se ha expuesto en diferentes países, entre ellos: Francia, Suiza, Bélgica y Estados Unidos”.

Cecilia Palma