gonzalo vázquez vela

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Gonzalo Vázquez Vela (1893-1963) Jalapa, la bella capital de Veracruz, es ciudad de flores, de laderas, de humedad y de cultura. Es, desde tiempos ya lejanos, grito de redención que se abre paso entre armoniosas sinfonías y risas colegiales. Es ahora, como antes, la Atenas Veracruzana. Desde ese lugar, el insigne maestro suizo Enrique Rébsamen inició una cruzada normalista que inundaría de luz el suelo patrio. Fue en Jalapa donde la mágica pluma de Salvador Díaz Mirón transformaba a un pendenciero en un magnifico poeta. Y fue ahí también donde la irreverencia estridentista sacudió una sociedad apolillada y se convirtió en remedio fabuloso contra la pesadez intelectual. Ahí en Jalapa, en ese ambiente provinciano de sólida tradición cultural, nació y se formó Gonzalo Vázquez Vela, hombre generoso que durante la inconmensurable gesta cardenista, hizo de la instrucción un elemento al alcance y en beneficio de las clases populares. Su atavismo jalapeño fue sin lugar a dudas, el impulso que lo condujo a realizar una fructífera obra educativa, en la que destaca, colosal, aquella con la que puso la técnica al servicio de la patria: el Instituto Politécnico Nacional. Gonzalo Vázquez Vela, el séptimo y último hijo del matrimonio formado por Manuel Vázquez y Elvira Vela, nació el 7 de noviembre de 1893. Su padre un profesor de preparatoria, falleció cuando Gonzalo era muy joven, por lo que éste recibió entonces el apoyo de sus hermanos mayores para continuar sus estudios en el Colegio Preparatorio de la capital veracruzana. En este plantel, Vázquez Vela tuvo como amigos y correligionarios a dos figuras que, como él, llegarían a figurar en los primeros planos de la política nacional: Manlio Fabio Altamirano y Tomás Garrido Canabal. En 1912, Vázquez Vela ingresa a la Escuela de Jurisprudencia de Jalapa, donde destaca como alumno brillante y dedicado. Sin embargo, dos años después, tropas norteamericanas invaden el Puerto de Veracruz, por lo que Vázquez Vela, al igual que un grupo de condiscípulos, abandona temporalmente las aulas para integrar un cuerpo de voluntarios deseosos de vengar la afrenta imperialista. Ya reincorporado como estudiante, Gonzalo Vázquez Vela es nombrado en 1914 oficial del Departamento de Economía y Previsión Social de la entidad, durante el gobierno carrancista del general Cándido Aguilar. Poco tiempo después y no obstante su juventud, asume la jefatura de dicho Departamento. En ese mismo año, ocurriría un suceso que podría parecer baladí a simple vista, pero que traería hondas repercusiones para la historia contemporánea del estado de Veracruz. En la ciudad de Córdoba, donde residía temporalmente el gobierno de la entidad, Vázquez Vela conoce a un hombre, servidor público honrado y cabal revolucionario, con quien lo ligaría una amistad profunda hasta su muerte: el coronel Adalberto Tejeda Olivares. Tejada y Vázquez Vela, quienes desde un principio compartieron un sentimiento de mutua admiración, construirían con el apoyo de los trabajadores organizados de la entidad un sistema de intensas reformas sociales. Puede decirse, en ese sentido, que fue gracias a Tejeda que la trayectoria política del abogado jalapeño llegó a insospechadas alturas; aunque tampoco puede negarse que en la instrumentación de su programa revolucionario, el coronel siempre tuvo en Vázquez Vela el soporte de un colaborador fiel, creativo y eficiente. Influencia recíproca de dos almas gigantes. Vázquez Vela se tituló como abogado el 1º de junio de 1917 y, sólo unos cuantos días después, recibió el honroso cargo de secretario de la primera Comisión Local Agraria del Estado. Su permanencia en ese puesto imprimiría una marcada influencia durante toda su carrera política, ya que del contacto que ahí tuvo con la desoladora realidad de los campesinos de su entidad, surgió una vocación apasionada por la liberación de las clases trabajadoras. El 1º de diciembre de 1920 Adalberto Tejeda asume la gubernatura de Veracruz y nombra a

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Page 1: Gonzalo Vázquez Vela

Gonzalo Vázquez Vela (1893-1963) 

Jalapa, la bella capital de Veracruz, es ciudad de flores, de laderas, de humedad y de cultura. Es, desde tiempos ya lejanos, grito de redención que se abre paso entre armoniosas sinfonías y risas colegiales. Es ahora, como antes, la Atenas Veracruzana.

Desde ese lugar, el insigne maestro suizo Enrique Rébsamen inició una cruzada normalista que inundaría de luz el suelo patrio. Fue en Jalapa donde la mágica pluma de Salvador Díaz Mirón transformaba a un pendenciero en un magnifico poeta. Y fue ahí también donde la irreverencia estridentista sacudió una sociedad apolillada y se convirtió en remedio fabuloso contra la pesadez intelectual.

Ahí en Jalapa, en ese ambiente provinciano de sólida tradición cultural, nació y se formó Gonzalo Vázquez Vela, hombre generoso que durante la inconmensurable gesta cardenista, hizo de la instrucción un elemento al alcance y en beneficio de las clases populares. Su atavismo jalapeño fue sin lugar a dudas, el impulso que lo condujo a realizar una fructífera obra educativa, en la que destaca, colosal, aquella con la que puso la técnica al servicio de la patria: el Instituto Politécnico Nacional.

Gonzalo Vázquez Vela, el séptimo y último hijo del matrimonio formado por Manuel Vázquez y Elvira Vela, nació el 7 de noviembre de 1893. Su padre un profesor de preparatoria, falleció cuando Gonzalo era muy joven, por lo que éste recibió entonces el apoyo de sus hermanos mayores para continuar sus estudios en el Colegio Preparatorio de la capital veracruzana. En este plantel, Vázquez Vela tuvo como amigos y correligionarios a dos figuras que, como él, llegarían a figurar en los primeros planos de la política nacional: Manlio Fabio Altamirano y Tomás Garrido Canabal.

En 1912, Vázquez Vela ingresa a la Escuela de Jurisprudencia de Jalapa, donde destaca como alumno brillante y dedicado. Sin embargo, dos años después, tropas norteamericanas invaden el Puerto de Veracruz, por lo que Vázquez Vela, al igual que un grupo de condiscípulos, abandona temporalmente las aulas para integrar un cuerpo de voluntarios deseosos de vengar la afrenta imperialista.

Ya reincorporado como estudiante, Gonzalo Vázquez Vela es nombrado en 1914 oficial del Departamento de Economía y Previsión Social de la entidad, durante el gobierno carrancista del general Cándido Aguilar. Poco tiempo después y no obstante su juventud, asume la jefatura de dicho Departamento.

En ese mismo año, ocurriría un suceso que podría parecer baladí a simple vista, pero que traería hondas repercusiones para la historia contemporánea del estado de Veracruz. En la ciudad de Córdoba, donde residía temporalmente el gobierno de la entidad, Vázquez Vela conoce a un hombre, servidor público honrado y cabal revolucionario, con quien lo ligaría una amistad profunda hasta su muerte: el coronel Adalberto Tejeda Olivares.

Tejada y Vázquez Vela, quienes desde un principio compartieron un sentimiento de mutua admiración, construirían con el apoyo de los trabajadores organizados de la entidad un sistema de intensas reformas sociales. Puede decirse, en ese sentido, que fue gracias a Tejeda que la trayectoria política del abogado jalapeño llegó a insospechadas alturas; aunque tampoco puede negarse que en la instrumentación de su programa revolucionario, el coronel siempre tuvo en Vázquez Vela el soporte de un colaborador fiel, creativo y eficiente. Influencia recíproca de dos almas gigantes.

Vázquez Vela se tituló como abogado el 1º de junio de 1917 y, sólo unos cuantos días después, recibió el honroso cargo de secretario de la primera Comisión Local Agraria del Estado. Su permanencia en ese puesto imprimiría una marcada influencia durante toda su carrera política, ya que del contacto que ahí tuvo con la desoladora realidad de los campesinos de su entidad, surgió una vocación apasionada por la liberación de las clases trabajadoras.

El 1º de diciembre de 1920 Adalberto Tejeda asume la gubernatura de Veracruz y nombra a Gonzalo Vázquez Vela, jefe del Departamento de Gobernación y Justicia. Al mes siguiente, el abogado jalapeño es designado subsecretario de Gobierno. El meteórico ascenso político de Vázquez Vela se ve frenado por su juventud, ya que debido aun impedimento constitucional, no puede aceptar los ofrecimientos para ocupar la Secretaría de Gobierno, le hiciera el coronel.

Finalmente, tras cumplir los 30 años requeridos y normalizarse la situación política en el Estado tras la rebelión delahuertista, Vázquez Vela recibe el nombramiento que lo convierte en el segundo hombre en importancia en la administración pública veracruzana.

Como secretario de Gobierno, Gonzalo Vázquez Vela apoyó en forma activa la consolidación de un movimiento agrarista organizado que, dirigido por líderes de la talla de Ursulo Galván, Manuel Almanza, José Cardel, Sóstenes Blanco, Carolino Anaya e Isaura Acosta, sería la base de sustentación del radical programa tejedista.

Cuando el coronel Tejeda cumplió con su periodo gubernamental en 1924, Vázquez Vela continuó como secretario de Gobierno en la administración de otro ilustre revolucionario veracruzano: Heriberto Jara

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Corona.

El 26 de agosto de 1925, el presidente Plutarco Elías Calles designa a Tejeda para ocupar el cargo de secretario de Gobernación. Como un reconocimiento más de la confianza y estimación que el coronel le tenía a Vázquez Vela, lo nombra oficial mayor de tan importante ministerio. Eran aquellos los años en los que el conflicto entre la Iglesia y el Estado mexicano, que en realidad tenía ya casi un siglo de haberse iniciado, desembocó en el movimiento armado conocido como la Guerra de los Cristeros.

Debido a que el coronel Tejeda lanzó su candidatura para gobernar al estado de Veracruz durante un segundo periodo, y por instrucciones del presidente Calles, el licenciado Vázquez Vela se hizo cargo de la Secretaría de Gobernación de abril a agosto de 1928.

Como encargado del despacho de Gobernación, el jurisconsulto jalapeño tuvo la gran responsabilidad de supervisar la elaboración y promover la aprobación de un nuevo Código Civil que supliera al vigente desde 1884. Este nuevo Código contenía disposiciones muy avanzadas –algunas de las cuales ya habían sido implantadas en Veracruz– como la determinación de la igualdad jurídica del hombre y de la mujer, el amparo de los hijos nacidos fuera del matrimonio, la sujeción del derecho de propiedad a los requerimientos sociales y la protección de los trabajadores en caso de enfermedad o accidentes laborales.

En septiembre de 1928, Vázquez Vela regresó a Jalapa con el fin de ocupar una diputación por el municipio de Huatusco. En los mismos comicios, el coronel Tejeda había sido electo una vez más gobernador de la entidad. Entre otras tareas, Vázquez Vela aprovechó su posición en la legislatura veracruzana para preparar el retorno del coronel y, cuando éste asumió la gubernatura en diciembre, designó nuevamente al abogado jalapeño como su secretario de Gobierno.

Este segundo periodo de Tejeda se caracterizó por la profundidad de las reformas emprendidas, mismas que pudieron realizarse gracias a la movilización de las clases populares y a la instrumentación de un revolucionario sistema legislativo en el que Vázquez Vela, como secretario de Gobierno y principal asesor del gobernador en asuntos jurídicos, desempeñó un papel relevante.

Además del impresionante reparto agrario, promovido por una liga campesina bastante fortalecida, durante el periodo comprendido entre 1924 y 1928 se crearon el Banco del Trabajo y la Refaccionaria Agrícola; se instituyó el Seguro del Maestro; y se promulgaron las leyes de expropiación por causa de utilidad pública, de arrendamiento forzoso de los terrenos sin explotar y de creación y fomento de la pequeña propiedad.

1. Gobernador de Veracruz

Era lógico que, al aproximarse el fin del periodo gubernamental de Adalberto Tejeda, Gonzalo Vázquez Vela apareciera como el hombre más indicado para sustituirlo. El ilustre jurista jalapeño había permanecido ligado al proceso revolucionario de la entidad desde 1914 y, además, había ocupado interinamente la gubernatura en veinte ocasiones.

Por esas razones, Vázquez Vela recibió el apoyo irrestricto de los 70 mil campesinos de la Liga de Comunidades Agrarias del estado de Veracruz, con el cual pudo triunfar arrolladoramente en los comicios de agosto de 1932 y convertirse, así, en el cuarto gobernador constitucional de la entidad desde 1917.

Aunque Vázquez Vela inició su gestión el 1º de diciembre de 1932, bajo los más favorables augurios populares, tuvo que enfrentarse a lo largo de ella a graves y numerosos problemas. El descontento del gobierno federal con algunas de las reformas implantadas en Veracruz, el divisionismo en la otrora poderosa Liga de Comunidades Agrarias, la acción funesta de algunos caciques regionales y de las guardias blancas al servicio de los terratenientes, y la candidatura del coronel Adalberto Tejeda a la Presidencia de la República, en contra del Partido Nacional Revolucionario y de la voluntad del general Calles, fueron los factores principales que propiciaron esas dificultades. A pesar de ellas, Vázquez Vela se propuso en todo momento continuar la línea revolucionaria seguida por Tejeda.

Tierras e industrias, educación y salubridad, fueron los postulados básicos que caracterizaron el régimen de Vázquez Vela. Es por tanto, en esos aspectos, en los que su obra como gobernador adquiere mayor significación.

En el terreno de la salud y la seguridad social, el licenciado Vázquez Vela incrementó de seis a 17 el número de unidades sanitarias integrales en el Estado. Asimismo, promulgó una ley que establecía en los municipios juntas para el fomento de viviendas higiénicas y de bajo costo. Estas juntas tenían entre otras facultades, autoridad legal para construir, adquirir y enajenar bienes muebles e inmuebles.

En el aspecto productivo, el gobierno vázquezvelista mostró una gran preocupación por el fomento agropecuario. Así, en 1934, fueron establecidos en Jalapa y Coatepec los primeros Campos Agrícolas Experimentales de la entidad. En estos campos no sólo se ensayaba el mejoramiento de diversas especies vegetales, sino que se efectuaba además la distribución gratuita entre los campesinos de las variedades seleccionadas. De esa forma, durante la administración del licenciado Vázquez Vela,

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pudieron introducirse en Veracruz decenas de variedades de leguminosas, plantas de hortaliza, gramíneas y forrajes de alto rendimiento.

El complemento de ese esfuerzo por mejorar la producción agrícola y ganadera, no podría ser otro que el de dotar de tierra a los campesinos del Estado. Vázquez Vela, cabe recordar, ya había mostrado una honda vocación agrarista al ocupar durante tres años el cargo de secretario de la Comisión Local Agraria. Conocía bastante bien la penosa situación del campo veracruzano y no cejó, en ningún momento, en su empeño por resolverla para beneficio de los trabajadores agrícolas.

Durante el periodo de Vázquez Vela se dieron en posesión efectiva 256 mil 721 hectáreas, cifra superior a la de cualquier otro régimen en la historia de la entidad. En ese sentido, si bien durante la segunda administración de Tejeda se firmó un mayor número de resoluciones, fue Vázquez Vela el gobernador que llevó esa política agrarista hasta sus últimas consecuencias.

Con el fin de liberar a la clase trabajadora de los abusos cometidos por industriales y comerciantes, el abogado jalapeño llevó adelante un programa de fomento al cooperativismo. Así, en tan sólo dos años, logró incrementar de 12 a 112 el número de sociedades cooperativas agrícolas, industriales, mixtas y de consumo.

Con todo lo anterior, la trascendencia social de la obra del gobernador Vázquez Vela no podría comprenderse en toda su magnitud sin considerar su infatigable esfuerzo educativo. En su “Historia de la Educación en Veracruz”, el profesor José Jerónimo Reyes Rosales escribiría lo siguiente:

“Entre los gobernadores de Veracruz que se han distinguido por su deseo de colocar la educación del pueble trabajador en primer lugar, el licenciado Vázquez Vela ha merecido ser considerado como el más empeñoso… Fue gracias al decidido empeño del licenciado Vázquez Vela y a su firme y bien orientado afán de transformación social fincado en la escuela nueva, que todo México comenzó a sentir la necesidad de un cambio en los viejos métodos escolares.”

En efecto, el 5 de diciembre de 1932, en uno de sus primeros actos como gobernador, el jurisconsulto jalapeño puso en vigor una ley que tendría grandes repercusiones en el terreno nacional. Mediante ella, se reformaba el artículo 68 de la Constitución del Estado y se instauraba por primera vez en el país la escuela socialista.

Una comisión técnico-pedagógica, convocada por el gobierno veracruzano a mediados de 1932, había sido el antecedente inmediato de esta reforma legislativa. En aquel congreso, por cierto, habían participado activamente personalidades de la talla de Vicente Lombardo Toledano, José Mancisidor y Luis G. Monzón.

Con base en el nuevo artículo 68 de la constitución local, Vázquez Vela reformó completamente los planes de estudio en todos los niveles e hizo de los planteles veracruzanos verdaderos centros productivos. Los alumnos aprendían así, además de los conocimientos básicos, a producir con un fin utilitario, a trabajar en forma colectiva, y a influir en la transformación y el desarrollo de sus comunidades.

Al incorporar en sus finalidades, organización y programa, las teorías educativas más avanzadas en aquel entonces, la escuela veracruzana respondía con mayor fidelidad a la estructura revolucionaria que el gobierno, las organizaciones laborales y los escritores y artistas le imprimían a esa entidad.

Naturalmente que los nuevos postulados educativos exigían una base de maestros preparados para impartirlos. Para tal efecto, funcionaban tres Escuelas Normales Campesinas en los municipios de Chicontepec, Tenejapa y Acayucan. Estos centros educativos fueron ubicados estratégicamente en poblaciones agrícolas de las zonas norte, centro y sur del Estado, ya que sus finalidades eran, por una parte, la de formar maestros de origen netamente campesino y, por la otra, la de fomentar el bienestar socioeconómico de las comunidades que estuviesen dentro de su radio de acción.

De igual manera, la Escuela Normal Veracruzana Enrique C. Rébsamen, de cuyas aulas habían salido decenas de eximios profesores que recorrieron el país entero, fue trasformada radicalmente en su estructura física, administrativa y pedagógica. Entre las reformas registradas en este prestigioso plantel, ubicado en Jalapa desde 1886, se encuentran la introducción del trabajo productivo y socialmente útil como base del programa educativo; la inclusión de una serie de materias novedosas como Derecho Obrero y Agrario, Economía Social y Problemas Sociales de México, e Historia del Movimiento Obrero; la implantación del sistema coeducativo, con el fin de preparar a los alumnos para una convivencia armónica entre los sexos; la admisión de los alumnos dentro de los órganos de consulta de la dirección de la escuela; el establecimiento del régimen de internado; y la construcción de un edificio adecuado a los nuevos lineamientos de la enseñanza normalista.

Con respecto al último punto, se construyó un moderno edificio de dos plantas que albergaba talleres, aulas, laboratorios y todas las instalaciones requeridas para el funcionamiento de un internado mixto. El nuevo centro escolar contaba además con una alberca, varios campos deportivos, un teatro al aire libre y un terreno de 17 hectáreas para prácticas de agricultura y cría de animales. Este edificio, que actualmente alberga a la Facultad de Economía de la Universidad Veracruzana, fue inaugurado con una

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sencilla ceremonia el 2 de julio de 1935.

Por otra parte, durante el régimen vázquezvelista se incrementó notablemente el número de jardines de niños, escuelas primarias, secundarias, preparatorias y escuelas técnicas; aumentó a casi doscientas el total de escuelas nocturnas para trabajadores; y se creó en Jalapa una escuela popular de dibujo, pintura, grabado y escultura. Es un acto de justicia señalar que en la construcción de esta magna obra educativa, Vázquez Vela contó, como lo hizo el coronel Tejeda, con la talentosa colaboración del director general de Educación del Estado: el ameritado normalista Gabriel Lucio Argüelles.

Si la labor educativa de Gonzalo Vázquez Vela en Veracruz fue un encomiable y fructífero esfuerzo de transformación social, su figura se agiganta al tomar su obra la naturaleza de un impulso nacional.

Durante la II Convención Nacional Ordinaria del Partido Nacional Revolucionario, en la que se postuló al general Lázaro Cárdenas como candidato a la Presidencia de la República, se discutió también el que sería su programa de gobierno. En esta reunión, celebrada en Querétaro en diciembre de 1933, Vázquez Vela participó como vicepresidente de la Convención y como representante supremo de la delegación en su entidad.

El diputado Manlio Fabio Altamirano leyó ahí un documento en el que la delegación de Veracruz, presidida por el gobernador Vázquez Vela, solicitaba la inclusión de la escuela socialista entre los postulados del Plan Sexenal. La propuesta fue finalmente aceptada y esa resolución fue el preámbulo para que, en octubre de 1934, el artículo tercero constitucional se modificara para adoptar el sentido popular de la educación veracruzana.

2. Secretario de Educación Pública

El general Cárdenas conocía ya los alcances del programa de enseñanza implantado en Veracruz y quiso que su régimen revolucionario lo extendiera por todo el país. Así, el 18 de junio de 1935, al producirse su rompimiento con el general Calles, Cárdenas llama a Gonzalo Vázquez Vela para que ocupe el distinguido cargo de secretario de Educación Pública.

El jurisconsulto jalapeño permaneció al frente del ministerio de Ecuación hasta el final del régimen cardenista, lo que demuestra la absoluta confianza que el presidente de la República depositó siempre en él. Su obra fue fecunda en todos los órdenes y la prueba está en que gran parte de ella continúa al servicio de la nación. Vázquez Vela, como escribió en sus apuntes del general Cárdenas en 1968, “luchó por la aplicación del artículo 3º en todo su contenido”, y lo hizo sin mayores aspavientos, sin actitudes exhibicionistas que sólo estorbarían el esfuerzo educativo de todo un pueblo.

Además de los intensos ataques que los sectores conservadores hicieron a la escuela revolucionaria, Vázquez Vela tuvo que enfrentarse a otros dos serios problemas: la desunión y la inadecuada preparación de los profesores del país.

Ya desde su primer discurso como secretario de Educación, Vázquez Vela manifestó su preocupación por solucionar las divergencias entre las distintas organizaciones de maestros. Estas pugnas obstaculizaban, indudablemente, el afán gubernamental por establecer un programa único de enseñanza y, además, debilitaban al propio gremio magisterial en la defensa de sus intereses y en su enfrentamiento con los grupos más reaccionarios. La división entre los profesores causaba también serios conflictos al interior de la Secretaría y un ejemplo de esto fueron las agitaciones políticas que, unos años antes, habían dificultado tanto la labor de ministro Narciso Bassols.

Con el fin de colaborar en la unificación de los trabajadores de todo el país, consigna del presidente Cárdenas desde su campaña, Vázquez Vela apoyó la creación de una organización verdaderamente nacional, combativa y con propósitos revolucionarios: el Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de la República Mexicana. Con la fundación del STERM, en febrero de 1938, las diferencias entre los maestros pudieron resolverse en forma más serena y democrática.

Otra de las aportaciones que el abogado veracruzano realizó en beneficio de los profesores, fue la puesta en vigor de una nueva Ley de Escalafón en septiembre de 1935. Esta ley ponía fin a la discriminación de los maestros rurales, pues les asignaba a éstos la misma categoría y salarios que a los profesores urbanos.

Al renovarse completamente los programas de enseñanza, era natural que no existieran suficientes maestros con la preparación adecuada para impartirlos. Por tal motivo, la labor de Vázquez Vela al frente de la SEP se caracterizó por un inquebrantable impuso a la educación normal. En ese sentido, no es extraño que Carlos Monsiváis afirme que, durante ese periodo, se promovió “lo que podría considerarse cultura normalista”.

Del mismo modo que en la Escuela Enrique C. Rébsamen de Jalapa, fueron modificados radicalmente los programas y la estructura organizativa de la Escuela Nacional de Maestros. Asimismo, se triplicó el número de Escuelas Regionales Campesinas, que se encargaban de preparar peritos agrícolas y maestros rurales. Los 33 planteles de este tipo que existían a finales de 1940, se encontraban distribuidos en 27 de las 32 entidades de la República.

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Por otra parte, el 30 de julio de 1936, el secretario Vázquez Vela inauguró el Instituto de Preparación del Profesorado de Enseñanza Secundaria, plantel que actualmente lleva el nombre de Escuela Normal Superior. El establecimiento de esta institución tenía la doble finalidad de lograr la profesionalización de la carrera magisterial en ese nivel y, al mismo tiempo, capacitar a los maestros en servicio sobre las técnicas pedagógicas modernas y los postulados de la nueva enseñanza. Para cumplir cabalmente con este último objetivo, se llevó a cabo también la impartición de cursos por correspondencia para los profesores de provincia.

Este plantel era un verdadero centro superior de estudios profesionales y dependía del Departamento y estuvieron, en periodos distintos, dos de los más brillantes y fieles colaboradores de Vázquez Vela: el notable escritor revolucionario José Mancisidor y el eminente biólogo Enrique Beltrán. Este último, por cierto escribiría en sus memorias publicadas en 1977: “No puede hablarse de la Escuela Normal Superior sin recordar al licenciado Vázquez Vela, que la estableció.”

Todo este intenso esfuerzo de educación normalista durante la administración del general Cárdenas, se vio complementado con la creación en 1936 de la Escuela Normal de Educación Física. Debe aclararse, sin embargo, que este plantel fue establecido por el Departamento de Educación Física que, autónomo entonces de la SEP, se reintegraría a esta dependencia pocos años después.

Como secretario de Educación Pública, el licenciado Gonzalo Vázquez Vela pudo comprobar una vez más su acendrada disposición de servir a los campesinos mexicanos. En los cinco años y medio de su gestión, el jurista jalapeño logró duplicar prácticamente el número de escuelas rurales, de 9 mil 103 que existían en junio de 1935 a 16 mil 545 en septiembre de 1940. De cualquier manera, más impresionantes que las cifras, fueron los logros cualitativos.

El sentido de la enseñanza rural sufrió una transformación absoluta que la acercaba más a la vida cotidiana de las comunidades. El maestro vivía entre los campesinos, les hablaba de la necesidad de solicitar las tierras, de perforar los pozos y de aplicar técnicas más modernas en la agricultura.

Un viejo maestro otomí, citado por Fernando Benítez, recordaba su trabajo en aquellos años:

“La escuela abarcaba al pueblo. El maestro era también un ingeniero, un abogado y un artesano. Nos ocupábamos de todos los problemas de los campesinos y los defendíamos de los hacendados y de los curas.”

El papel fundamental de la escuela rural de los años treinta era la impartición de conocimientos prácticos, por lo que no era raro ver a los educadores campesinos enseñando costura a un grupo de muchachas. Sin embargo, el compromiso social de estos maestros representaba un peligro para los intereses de los caciques y latifundistas, quienes no dudaban en llegar al asesinato.

Se calcula que para diciembre de 1936, casi 40 profesores rurales habían sido sacrificados en cumplimiento de su deber; otros muchos, habían perdido las orejas por órdenes de potentados regionales o epígonos cristeros. Adelina Zendejas relata, en uno de sus artículos periodísticos, el caso de una maestra de Guanajuato que fue deslenguada y desorejada por tratar de establecer en su comunidad el nuevo sistema de ecuación y que, antes que darse por vencida, se capacitó para continuar su labor docente con los sordomudos.

La educación de las comunidades indígenas, y en general la concepción del indigenismo, también se transformaron de raíz durante la administración del presidente Cárdenas. Se buscaba, naturalmente, mejorar las condiciones de vida de los distintos grupos étnicos; pero siempre respetando sus valores culturales y evitando su desarraigo.

La creación de un Departamento de Asuntos Indígenas (más tarde autónomo); la transformación y multiplicación de los planteles indigenistas en centros de capacitación práctica, mixtos y bilingües; la elaboración y publicación de “Población Indígena en México”, extraordinaria obra que, en tres volúmenes, detallaba todos los aspectos de la vida de los grupos étnicos; y la celebración, en abril de 1940, del Primer Congreso Indigenista Interamericano, fueron algunas de las acciones dirigidas por Vázquez Vela para lograr la superación y dignificación de los indios de México.

En lo que respecta a la educación de la clase obrera, la gestión Gonzalo Vázquez Vela fue tan ambiciosa como en el aspecto rural. Según la opinión del secretario, los planteles obreros no sólo debían proporcionar una cultura elemental, sino que, a su vez, necesitaban ocuparse de analizar los problemas cotidianos de sus alumnos, los trabajadores urbanos.

En 1936 se puso en marcha el proyecto de creación de un Instituto Nacional de Educación para Trabajadores. Este, era en realidad un conjunto de establecimientos en los que los obreros, campesinos, soldados y maestros, así como sus hijos, tendrían oportunidad de cursar desde la secundaria hasta estudios de postgrado. El propósito de la institución planteada en el propio proyecto, era la siguiente: “Dotar a la clase trabajadora de todos los conocimientos técnicos necesarios par que esté en condiciones de hacerse cargo de la dirección y manejo de todas las actividades productoras y, además, darle la cultura y capacidad específica para que, llegado el caso, pueda por sí misma asumir el control de los problemas nacionales de conjunto.”

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Entre las instituciones que, según el proyecto, integrarían este organismo, se mencionaban secundarias, preparatorias, facultades, institutos de investigación, museos, bibliotecas, escuelas de arte y un departamento editorial.

El INET, que mediante becas admitía únicamente a los familiares directos de los trabajadores organizados, comenzó a establecerse de manera gradual. Se fundaron así, el Museo Nacional de la Industria, siete Internados Mixtos de Enseñanza Secundaria para Hijos de Trabajadores y un Internado Mixto de Bachillerato, una Escuela Superior Nocturna de Música y cuatro planteles distritales de Preparación Musical para Obreros, y una escuela de las Artes del Libro.

De los Internados para los Hijos de los Trabajadores, distribuidos en el interior del país, surgiría una notable generación de profesionistas –científicos, ingenieros o antropólogos- que han dedicado sus vidas al engrandecimiento de la patria. Desafortunadamente, la constitución del INET fue interrumpida al finalizar la administración del general Cárdenas y, como recuerdo de este interesante proyecto educativo, sólo queda la existencia de una solidaria asociación de egresados.

Cuando se habla de florecimiento de la cultura y promoción oficial de las artes en el México revolucionario, se menciona siempre el nombre de José Vasconcelos. Ciertamente, la gestión del oaxaqueño como encargado de la SEP se caracterizó por se uno de los periodos más fecundos en la vida cultural del país, un verdadero renacimiento del arte nacionalista que la genialidad de músicos, poetas y muralistas convirtieron en patrimonio universal.

Vázquez Vela retomó el impulso casi apostólico del arte vasconcelista y le dio un sentido auténtico de redención social. Los resultados no fueron, en modo alguno, menos grandiosos.

Además de la creación de escuelas de arte para trabajadores, se fomentó la presentación de conciertos, funciones teatrales y grupos de danza aún en los rincones más apartados del territorio nacional. Tan sólo en el Palacio de Bellas Artes se efectuaron 2,706 espectáculos, todos de carácter popular.

Vázquez Vela, como recuerda el notable escritor Germán List Arzubide, apoyó personalmente los trabajos de la liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR). A esta asociación, promotora del arte combativo y baluarte en la lucha antiimperialista, pertenecieron artistas de la estatura de List Arzubide, Juan de la Cabada, José Nancisidor, Carlos Mérida, Diego Rivera, José Chávez Morado y Silvestre Revueltas, entre otros.

El profesor Antonio Barbosa Heldt afirma, en su libro “Cien Años de la Educación de México”, que durante la gestión de Vázquez Vela “se incrementó el arte social en todos sus aspectos y floreció, más que en cualquier otro periodo, la pintura mural”.

Durante el régimen cardenista se realizó una intensa campaña alfabetizadota que logró reducir en forma considerable el porcentaje de la población que no sabía leer y escribir. Así en tanto que la proporción de analfabetos en 1934 era del 50 por ciento, en 1940 disminuyó al 45 por ciento. La magnitud de este esfuerzo educativo sólo puede comprenderse justamente si se considera que, de acuerdo con el crecimiento demográfico en ese lapso, se alfabetizaron aproximadamente un millón 300 mil personas entre niños y adultos.

Pero los propósitos de Vázquez Vela iban mucho más allá que la simple enseñanza de las letras. Para él, alfabetizar significaba también fomentar la práctica de la lectura entre la población. En ese sentido creó, a finales de 1935, un servicio de bibliotecas ambulantes instaladas en camiones y carros de ferrocarril. Estas unidades, por cierto, no se limitaban únicamente a la prestación del servicio de consulta de material bibliográfico, sino que también ofrecían funciones cinematográficas y teatrales en todos los sitios en los que se presentaban. Hasta 1940 las bibliotecas ambulantes habían recorrido más de cien mil kilómetros, ayudando a establecer, además, 1136 bibliotecas rurales circulantes.

El libro de texto gratuito es también realización de Gonzalo Vázquez Vela. Ya desde su primer discurso al frente de la Secretaría, el abogado veracruzano había expresado su interés por resolver el problema de la carestía de las cartillas escolares. “Algo que me preocupa hondamente –indicó el nuevo secretario- es lograr el abaratamiento de los libros, en particular de los libros de texto, ya que en la actualidad su precio es tan alto que la clase trabajadora no puede adquirirlos. Considero que la Secretaría de Educación, previo estudio de los diversos factores que al efecto pueden aprovecharse, está capacitada para desenvolver amplia y fecunda labor cultural abaratando el precio de los libros.”

El 1º de septiembre de 1935, Vázquez Vela funda la Oficina Editora Popular había editado más de dos millones de ejemplares y había entregado, sin costo alguno, diez millones de lápices. Entre los títulos que esta dependencia, dirigida por el veracruzano Raymundo Mancisidor, repartió entre los colegiales mexicanos, se encuentran las siguientes: la serie “Simiente” para escuelas primarias rurales que, elaborada por el profesor Gabriel Lucio, había sido ya utilizada como texto oficial y gratuito en Veracruz; la serie “SEP”, obra colectiva para los planteles urbanos; y “Palomilla”, una revista infantil empleada para contrarrestarla acción deformadora de algunos pasquines y para suplir en ocasiones al libro de texto.

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Vale la pena mencionar que uno de los principales funcionarios de la Oficina Editora Popular fue el licenciado Adolfo López Mateos, quien ya como presidente de la República resucitaría la obra de Vázquez Vela al fundar la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos.

Otros organismos, producto de la actuación infatigable de Gonzalo Vázquez Vela en la Secretaría de Ecuación, fueron el Consejo Nacional de la Educación Superior y la Investigación Científica, órgano de consulta creado por decreto publicado el 30 de octubre de 1935; el Instituto Nacional de Psicopedagogía, del que fue primer encargado el doctor Lauro Ortega Martínez; y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, fundado en febrero de 1939 para dedicarse a la conservación de monumentos arqueológicos, artísticos e históricos, y al estudio de la ciencia antropológica en todas sus ramas. La dirección de este instituto recayó, en un principio, en el ilustre arqueólogo capitalino Alfonso Caso.

3. El Instituto Politécnico Nacional.

Ya desde su época como gobernador de Veracruz, el licenciado Vázquez Vela había demostrado una gran preocupación por el mejoramiento de la enseñanza tecnológica. Así, en su informe de 1934 ante la legislatura estatal, el gobernante anunció la creación de un comité integrado por profesores que estudiaría los programas adoptados por los planteles técnicos, industriales y de artes y oficios de toda la República.

Como ministro de Educación, Vázquez Vela multiplicó las Escuelas Industriales Hijos del Ejército, de una que existía cuando tomó posesión del cargo en junio de 1935 a diez cuando pasaron a depender de la Secretaría de la Defensa Nacional en febrero de 1938. Estos centros funcionaban como internados mixtos de educación primaria, en donde los hijos de los soldados cursaban además un conjunto de materias de tipo industrial o artesanal.

Con la misma estructura académica, en junio de 1937 se inauguró en Morelia la Escuela España-México, un internado para albergar y educar a cerca de 450 niños españoles que México acogió solidariamente como consecuencia de la guerra civil en ese país europeo. La iniciativa para traer a México a estos pequeños refugiados, a los que se conoce como Los Niños de Morelia, fue obra de un grupo de damas voluntarias. No obstante, de no haber sido por el interés del presidente Cárdenas y por la actitud responsable del secretario Vázquez Vela, esta encomiable empresa hubiera tenido poco éxito.

De todas las realizaciones educativas del sexenio cardenista, es sin duda la más grande y trascendente la fundación del Instituto Politécnico Nacional. Ha sido, este plantel, fragua inextinguible donde se forja una juventud comprometida con el bienestar social y la independencia tecnológica. Fue esa, como afirmara el profesor Mario Aguilera Dorantes, la obra culminante de Gonzalo Vázquez Vela como titular de la SEP.

Al asumir el cargo de secretario, en junio de 1935, Vázquez Vela ratifica como jefe del Departamento de Enseñanza Técnica, Industrial y Comercial al empeñoso ingeniero sinaloense Juan de Dios Bátiz. Se retoman así los trabajos que desde 1932 venía desempeñando la SEP para reorganizar la enseñanza en ese ramo; pero se sustituye la idea de crear un sistema de escuelas separadas que tenían como eje a la Preparatoria Técnica, para dar paso al establecimiento de una institución de tres niveles orgánicamente ligados entre sí. El viejo proyecto adquiriría también un nuevo sentido: el Politécnico debía poner la educación superior al alcance de las masas trabajadoras para promover, en su propio beneficio la transformación de la sociedad.

El 1º de septiembre de 1935, durante su primer Informe de Gobierno, el presidente Cárdenas se refiere a la decisión de crear el Politécnico:

“La Secretaría de Educación Pública está por terminar durante el presente año, con el propósito de que funcione el próximo, el estudio que organiza el establecimiento de la Escuela Politécnica, cumplimentándose así el Plan Sexenal en lo relativo a que debe darse preferencia a las enseñanzas técnicas que tiendan a capacitar al hombre para utilizar y transformar los productos de la naturaleza, a fin de mejorar las condiciones de la vida humana.”

Cuatro días después, el 5 de septiembre, Vázquez Vela anunció en conferencia de prensa la apertura del Politécnico. El secretario de Educación afirmó que el instituto debía comenzar a funcionar en los primeros meses de 1936 y que únicamente faltaba la aprobación del proyecto general por parte de la Presidencia de la República. Al día siguiente el periódico “El Nacional” informó, en primea plana, que el presidente Cárdenas “había aprobado el plan general sobre el cual funcionará el Instituto Politécnico, creado por iniciativa del C. Secretario de Educación”. Por cierto que el anuncio lo había hecho Vázquez Vela al salir de una conferencia dictada por el notable educador y astrónomo Luis Enrique Erro, quien meses antes, como jefe del Departamento de Enseñanza Técnica, había participado en las tareas para reestructurar la educación de ese tipo.

El sistema aprobado por el general Cárdenas para el Politécnico se componía de los niveles de instrucción prevocacional, vocacional y profesional. A través de ellos, los alumnos recibirían una adecuada preparación sobre determinadas especialidades para que, en caso de no poder continuar sus estudios hasta el nivel superior, pudiesen encontrar empleo como obreros calificados o técnicos especializados. Además, en ese proyecto se implantaba por primera vez la enseñanza mixta en las

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escuelas técnicas, ya que en los planes anteriores las mujeres estaban limitadas a estudiar mecanografía o corte y confección.

En todos los aspectos, el proyecto de creación del Instituto Politécnico Nacional era más ambicioso que los que con antelación, había elaborado el Departamento de Enseñanza Técnica. Faltaba aún, sin embargo, determinar con precisión las áreas profesionales a cubrir y diseñar los programas de estudio. Para tal efecto, el secretario de Educción estableció el Consejo Consultivo del IPN, en el que participaron distinguidos científicos, educadores y políticos del Departamento de Enseñanza Técnica, de otras áreas de la SEP, o en algunos casos, completamente ajenos a la dependencia.

El Consejo Consultivo estuvo dirigido por el ingeniero Juan de Dios Bátiz como presidente, Ernesto Flores Baca como vicepresidente y Alfonso M. Jaimes como secretario. Formaron parte también de este organismo los siguientes consejeros: Manuel Cerrillo Valdivia en mecánica y electricidad, Enrique Beltrán en biología, Roberto Medellín Ostos en química, Antonio Galicia en pedagogía, José Gómez Tagle en arquitectura y construcción, Manuel R. Berumen en veterinaria, Quintín Ochoa en agronomía e hidráulicos, Armando Cuspinera en ciencias económicas, Manuel Gamio en antropología y sociología, José Muñoz Cota en artes decorativas, Manuel Medina y Mariano Moctezuma en estudios geográficos y Manuel R. Palacios en orientación socialista.

La labor de este Consejo dio sus primeros frutos el 5 de diciembre de 1935, cuando Vázquez Vela autorizó los programas de estudios de las escuelas prevocacionales y vocacionales. Poco después, al aprobar el presupuesto de egresos de la Federación para 1936, el Congreso de la República incluyó una partida para el Instituto Politécnico nacional en el renglón de servicios personales.

Al iniciarse el año de 1936, el Politécnico era ya toda una realidad. Comenzaron entonces a funcionar los niveles prevocacional, vocacional, aunque en una etapa de transición para causar el menor trastorno a los estudiantes que venían de la Preparatoria Técnica y de otras escuelas. Qué satisfacción y cuantas ilusiones no habrán surgido en las mentes de Vázquez Vela, Bátiz, Wilfrido Massieu y toda esa pléyade que, tal vez sin saberlo, habían creado un plantel educativo que sería el orgullo de la Revolución Mexicana.

El 1º de enero del mismo año de 1936, el periódico “El Universal” publicó un extenso reportaje sobre la apertura del Politécnico. En él se señala, entre otras cosas, lo siguiente:

“Como uno de los establecimientos educativos posprimarios que tendrán más vida, porque recogerán a la juventud en la época de fijar su vocación, será el Instituto Politécnico Nacional, establecimiento que también ha mandado fundar la Ley. El señor licenciado Gonzalo Vázquez Vela, concluyó con toda calma los estudios previos relacionados con la vida de dicho Instituto, para someterlo a la consideración del Consejo (Nacional de la Educación Superior y la Investigación Científica) inmediatamente después de que comenzara a funcionar. Dichos estudios fueron formulados de acuerdo con el saber y la experiencia de cultos profesores especialistas y bajo la personal dirección del Departamento de Enseñanza Técnica a cuyo frente se encuentra el señor ingeniero Juan de Dios Bátiz y quien ha desarrollado una intensa labor reformadora de las escuelas aludidas.”

Mientras que el ingeniero Bátiz, su fiel colaborador, supervisa infatigable la construcción de los nuevos edificios del IPN, Vázquez Vela gestiona y logra que el presidente Cárdenas comisione al coronel Adalberto Tejeda para adquirir en Europa el equipo necesario para ese centro educativo.

Se pudieron adquirir así instrumentos para los talleres de curtiduría, electricidad, relojería, soldadura, carpintería, mecánica y biología, entre otros, los cuales fueron distribuidos entre los diferentes planteles. El coronel, sin embargo, no solamente se dedicó a la adquisición de material especializado, sino que se empeñó también en estudiar los sistemas de educación tecnológica más adelantados del viejo Continente.

No obstante que el Politécnico comenzó a funcionar de hecho desde 1936, su inauguración formal no se realizó sino un año más tarde. Con una sencilla ceremonia celebrada en el Palacio de Bellas Artes, el 1º de enero de 1937, se abrieron los cursos de estudios superiores y ese acto significó la implantación definitiva del IPN.

1940 representa un año trascendental para la vida del Instituto. El 17 de mayo el secretario de Educación inaugura las instalaciones del Casco de Santo Tomás y un mes después, el 23 de junio, el mismo Vázquez Vela dicta las Disposiciones Reglamentarias para las Escuelas del Instituto Politécnico Nacional. En este reglamento se indicaban las escuelas y los ciclos que integraban el Instituto, los planes y programas de estudio, el sistema de promoción escolar y la expedición de certificados y títulos. Era entonces director del IPN el distinguido maestro Wilfrido Massieu.

El 5 de noviembre de 1940, con la publicación en el Diario Oficial de dos decretos firmados por el presidente Cárdenas y por el secretario Vázquez Vela, se facultó a los egresados del Instituto para ejercer su profesión e intervenir como peritos autorizados en los campos de su competencia. Al respecto, se ha mencionado mucho que al no contar con un decreto o acuerdo de creación, el Politécnico carecía de un instrumento jurídico que legitimara su funcionamiento. Sin embargo, ¿no era acaso la validación de los estudios un reconocimiento leal de la existencia del IPN?

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En el treinta aniversario de la Revolución Mexicana, pocos días antes de finalizar el régimen 1934-1940, una comisión dirigida por el ingeniero Wilfrido Massieu ofreció un homenaje a Cárdenas, Vázquez Vela y Bátiz como fundadores del Instituto Politécnico Nacional. 

El Politécnico era entonces, como hoy, una institución de carácter netamente popular. Contaba con planteles ubicados en 16 entidades de la República y su población estaba integrada en su mayoría por hijos de trabajadores. Durante la gestión de Gonzalo Vázquez Vela al frente de la educación nacional, el monto de las becas para la preparación tecnológica de los estudiantes de escasos recursos se incrementó en más de un 400 por ciento. La Técnica al servicio de la Patria fue, desde aquellos tiempos ya lejanos, una irrefutable verdad.

Al finalizar el grandioso régimen cardenista, Gonzalo Vázquez Vela se dedicó al ejercicio particular de su profesión de abogado. No se retiró del todo de las actividades políticas, pues su vida estaba consagrada a defender las causas más nobles. Así en los años terribles de la Segunda Guerra Mundial, el dinámico veracruzano funge como vocal del Comité Mexicano contra el Racismo.

No obstante los altos cargos que había desempeñado, Gonzalo Vázquez Vela vivió siempre en una modesta situación económica. Fue un hombre probo, incorruptible a toda prueba, que supo vivir con dignidad. Cuando en 1949 un periodista de “Últimas Noticias”, se refirió a las penurias del antiguo secretario, Vázquez Vela se atrevió a aclarar lo siguiente:

“Por lo que hace a mi situación económica, no me afectan de ninguna manera las palabras transcritas anteriormente, ya que el hecho de tener que luchar intensamente para poder subsistir y de no contar con capital alguno, es para mí un motivo de orgullo y de ninguna manera causa de desaliento o de vergüenza.”

En 1953 Adolfo Ruiz Cortines designa al licenciado Vázquez Vela asesor técnico de la Presidencia de la República, cargo en el que permanece hasta el final del sexenio. Por cierto que en esos años se desató una persistente campaña en contra de la figura del general Lázaro Cárdenas, por lo que Vázquez Vela, junto con un extenso grupo de distinguidos mexicanos, no dudó en alzar su voz para protestar por tan injustificados ataques.

Cuando en 1958 asume la primera magistratura del país, el licenciado Adolfo López Mateos, nombra a Gonzalo Vázquez Vela director de la Aseguradora Mexicana. López Mateos, justo es decirlo, sentía un gran afecto y admiración por el abogado jalapeño, de quien había sido colaborador en las épocas memorables del cardenismo.

Vázquez Vela logró incrementar las reservas de la aseguradora gubernamental, de 62 millones de pesos en 1957, a más de 140 millones al finalizar 1961. Paradójicamente, el director de esta floreciente organismo siempre se dirigía a sus labores cotidianas en autobús.

El 28 de septiembre de 1963 se apagó la vida de este ilustre mexicano que honró a su patria con una inagotable virtud constructiva.

Todos quienes le trataron, incluso sus enemigos políticos, reconocieron en él dotes extraordinarias de inteligencia, caballerosidad y nobleza. Su calidad humana ha sido descrita con absoluta precisión por José C. Prieto, quien fuera uno de sus más cercanos colaboradores:

“Gonzalo Vázquez Vela fue un hombre que no se preocupó nunca por el gesto artificioso o la frase rimbombante que lo hiciera pasar a la historia. La suya fue simplemente una vida de servicio. Mientras su obra permanezca y rinda frutos a la nación, su memoria no podrá ser borrada del todo.”

 

Fuente:  Gonzalo Vázquez Vela (1893-1963): Vigoroso Impulsorde la Educación Técnica en México (Semblanza Biográfica).Colección: Forjadores de la Enseñanza Técnica en México.

Presidencia del Decanato, IPN, México, 1988.. 

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