gomez balboa (s.f.) mitos y leyendas guarayos

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Guarayos Historia y Mitos Por: Miguel E. Gómez Balboa Filiberto Cañaende ajusta el alma de una de sus creaciones, un violín tres cuartos. HISTORIA Y MITOS Los nietos de los dioses Ramoi y Yari Provienen de los terrenos que hoy ocupan las naciones de Brasil y Paraguay. Forman parte del tronco común de los guaraníes. En su barbarie iban enteramente desnudos y posteriormente se cubrieron con la corteza machacada del árbol de bibosi. Fueron reducidos al catolicismo por franciscanos y luego se convirtieron en sirvientes de haciendas Domingo Yubanure anda con el torso desnudo. El hombre de más de 60 años saca de entre sus pertenencias un arco y una flecha con punta de fierro. Apunta y ensarta la saeta en una papa botada en el piso de tierra. Sonríe como niño. “Así pescaban mis padres”. En Urubichá, municipio de la provincia Guarayos de Santa Cruz, el clima cálido domina en la selva, los ríos y arroyos circundantes. “El nombre de mi pueblo significa río profundo en idioma guarayo. No estaba siempre aquí, antes estaba cerca de las plantaciones de cacao del ingreso, pero mucho desaparecía la gente en el río. Y los abuelos buscaron y hallaron este sitio con bolsón de agua”. De repente, su voz adquiere un tono triste. “Hoy los jóvenes de Guarayos están olvidando sus costumbres antiguas. Ya no tratan con respeto a los ancianos. Se han olvidado del cerro donde ha empezado nuestra historia. Pero en Urubichá más bien estamos manteniendo las tradiciones”. Sólo emplea el castellano para comunicarse con los visitantes; con sus familiares, habla en su lengua ancestral. En un episodio de su relato, su dedo señala el horizonte de uno de los puntos cardinales, en el que se divisa una seguidilla de montes llenos de vegetación. “Por allá está de donde hemos venido, donde están los antiguos”. Sus ojos brillan. A 40 kilómetros de Ascensión de Guarayos, la capital provincial, está el Iviti Rusu o Cerro Grande, cadena de tres colinas que marca el inicio de la historia de la etnia guaraya, tras haber emigrado de la Paragwasu ivi sui (orilla del mar o agua grande). Ése es el monte al que parece referirse Domingo, promontorio que,

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Guarayos

Historia y Mitos Por: Miguel E. Gómez Balboa

Filiberto Cañaende ajusta el alma de una de sus creaciones, un violín tres cuartos.

HISTORIA Y MITOS

Los nietos de los dioses Ramoi y Yari

Provienen de los terrenos que hoy ocupan las naciones de Brasil y Paraguay. Forman parte del tronco común de los guaraníes. En su barbarie iban enteramente desnudos y posteriormente se cubrieron con la corteza machacada del árbol de bibosi. Fueron reducidos al catolicismo por franciscanos y luego se convirtieron en sirvientes de haciendas

Domingo Yubanure anda con el torso desnudo. El hombre de más de 60 años saca de entre sus pertenencias un arco y una flecha con punta de fierro. Apunta y ensarta la saeta en una papa botada en el piso de tierra. Sonríe como niño. “Así pescaban mis padres”. En Urubichá, municipio de la provincia Guarayos de Santa Cruz, el clima cálido domina en la selva, los ríos y arroyos circundantes. “El nombre de mi pueblo significa río profundo en idioma guarayo. No estaba siempre aquí, antes estaba cerca de las plantaciones de cacao del ingreso, pero mucho desaparecía la gente en el río. Y los abuelos buscaron y hallaron este sitio con bolsón de agua”.

De repente, su voz adquiere un tono triste. “Hoy los jóvenes de Guarayos están olvidando sus costumbres antiguas. Ya no tratan con respeto a los ancianos. Se han olvidado del cerro donde ha empezado nuestra historia. Pero en Urubichá más bien estamos manteniendo las tradiciones”. Sólo emplea el castellano para comunicarse con los visitantes; con sus familiares, habla en su lengua ancestral. En un episodio de su relato, su dedo señala el horizonte de uno de los puntos cardinales, en el que se divisa una seguidilla de montes llenos de vegetación. “Por allá está de donde hemos venido, donde están los antiguos”. Sus ojos brillan.

A 40 kilómetros de Ascensión de Guarayos, la capital provincial, está el Iviti Rusu o Cerro Grande, cadena de tres colinas que marca el inicio de la historia de la etnia guaraya, tras haber emigrado de la Paragwasu ivi sui (orilla del mar o agua grande). Ése es el monte al que parece referirse Domingo, promontorio que,

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Note
www.cebem.org/cmsfiles/publicaciones/Guarayos.pdf - Consulté le 5;01.2010
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según los relatos, salvó a sus antepasados del diluvio; allí frecuentan sus divinidades el Abuelo o Ramoi, la Abuela o Yari, y el Mbairi o sacerdote, entre otras, y en su cima todavía habitan los hombres antiguos que perdieron contacto con los actuales guarayos que aún buscan la Tierra Sin Mal o de la Abundancia, la Tierra Prometida.

La resistencia a la cruz

El historiador Ernesto Arauz Soruco señala que la denominación guarayo proviene de guara, guerrero, y yu, blanco: parcialidad blanca guerrera. “En su barbarie iban enteramente desnudos, posteriormente se cubrieron con la corteza machacada del árbol de bibosi”. Era un tiempo en el que imperaba la ley del más fuerte y no había reconocimiento de autoridad alguna. No obstante, su procedencia los remite a los terrenos donde hoy se hallan las naciones de Brasil y Paraguay. La antropóloga Mercedes Nostas Ardaya, en Saberes del pueblo gwarayu, comenta que su origen radica en la familia guaraní, formando parte del tronco tupí del continente de América del Sur.

Su asentamiento en lo que hoy es la provincia Guarayos se dio después del año 1500. Incluso otros estudios establecen que, en la primera mitad del siglo XVI, la ola migratoria de los guaraní-itatines a la cordillera boliviana donde se extendía el Imperio Inca elevó su cresta con el portugués Alejo García, quien arribó a la región con 2.000 indígenas. En 1564, el fundador de Santa Cruz de la Sierra, Ñuflo de Chávez, regresó del Paraguay con 30.000 itatines para afianzar la conquista. Y de 1575 hay noticias fehacientes de la presencia de guarayos en Moxos y Chiquitos. A la par, los miembros de esta nación fueron conocidos genéricamente como sirionó.

Arauz dice que en esa época se instalaron por las orillas de los ríos San Miguel y Blanco y vivieron de la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres. En 1732 se produjo el primer intento de reducirlos al catolicismo por parte de los jesuitas de la Misión de San Javier; sin embargo, en 1758 fugaron hacia la selva. Cuarenta años más tarde fueron encontrados al pie de un cerro, por lo cual el gobernador de Chiquitos Juan Verdugo solicitó al párroco Gregorio Salvatierra, de San Javier, vivir entre ellos; pero escaparon nuevamente. Así sucedió hasta 1823, cuando se creó la Misión de Ascensión de Guarayos, que tuvo como impulsores a los monjes franciscanos.

El antropólogo Wigberto Rivero Pinto remarca que de esta forma los guarayos fueron concentrados en reducciones. Trabajaban tres días para la Iglesia y otras tres jornadas para su sustento. Hasta 1938 llegaron otras cinco misiones: San Pablo, Salvatierra, Urubichá, Yaguarú y Yotaú. En 1948, el Gobierno determinó que éstas pasaran a formar parte de la división político-administrativa de la provincia Ñuflo de Chávez, convirtiéndose en Cooperativa Agrícola Ganadera, lo cual dio lugar a la “colonización del territorio nativo por parte de los blancos mestizos”, llamados karai, y convirtió a los indígenas en sirvientes de las haciendas de aquéllos.

A partir de 1951, los guarayos fueron declarados “libres”. La Reforma Agraria de 1953 provocó que su organización sea traspasada por los sindicatos, para emular los logros campesinos en occidente. En 1975 comenzó la construcción de la carretera Santa Cruz-Trinidad, lo que provocó la inmigración masiva a la región. Posteriormente, la lucha por sus predios ancestrales fue el siguiente peldaño de sus reivindicaciones, y sus dirigentes fueron parte de la “Marcha por el territorio y la dignidad” de 1990. Ese mismo año, la Ley 1143 determinó la creación de la provincia Guarayos, la cual instaló como capital a Ascensión de Guarayos.

La Tierra Prometida

La provincia Guarayos se ubica al norte de la urbe de Santa Cruz de la Sierra, a aproximadamente 320 kilómetros. Limita al sur con las provincias Andrés Ibáñez y Chiquitos, al este con la Ñuflo de Chávez, al oeste con el departamento del Beni y las provincias Ichilo y Obispo Santistevan de Santa Cruz y al norte con el Beni. Su extensión no está definida y tiene una disputa de límites con la provincia Ñuflo de Chávez. Nostas señala que El Gran Documental y Atlas de Bolivia le atribuyen una superficie de 27.343 kilómetros cuadrados, y la Prefectura de Santa Cruz, en su página web, le adjudica 25.355,9 kilómetros cuadrados.

En su división político-administrativa tiene tres secciones municipales: Ascensión de Guarayos, Urubichá y El Puente, que poseen ocho cantones. Contiene más de medio centenar de comunidades rurales, entre ellas, San Pablo, Santa María, San Andrés, San José Obrero, Cerro Grande, Cerro Chico, Nueva Jerusalén, El Junte, El Verano, El Puente, Surucusi, Quebrada Blanca, Yotaú, Cachuela, Momené, Limoncito, Los Chacos, Puerto Ñuflo de Chávez, Urubichá, Yaguarú y Misión Salvatierra, y 33 aldeas que tienen inmigrantes quechuas, incluida la Reserva Forestal Guarayos.

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De acuerdo con el Censo Nacional de Población y Vivienda de 2001, la provincia registra una población de 31.577 habitantes, de la cual 15.514 personas se declararon indígenas. Nostas especifica que, considerando el criterio de “idioma o lengua de habla”, el total de guarayos disminuye a 8.450 personas, de las cuales 5.361 están en el área urbana y 3.089 en la rural: del total, 8.420 viven en Santa Cruz, 16 en Beni, dos en Chuquisaca, dos en La Paz, nueve en Cochabamba y uno en Oruro. Asimismo, para resaltar su conducta migratoria, se conoce la existencia de 1.000 guarayos en el norte del Paraguay, los que se autodenominan “nación guaraní”.

Para Rivero, hay 9.863 miembros de esta etnia. “Desde el año 1942, la población guaraya habría experimentado crecimientos acelerados, identificándose tasas medias de crecimiento bastante altas”. El dirigente Bienvenido Zacu explica que su historia puede ser resumida en cuatro periodos: el del tiempo de las misiones, caracterizado por el trabajo gratuito; el de los administradores que explotaron sus recursos naturales; el de los patrones que impusieron sus alambrados y que impidieron el acceso y uso pleno de los guarayos de sus predios, y el cuarto, que no acaba, caracterizado por los conflictos concernientes a la tierra y el territorio.

Los integrantes de este grupo étnico tienen en su provincia madera, fauna y flora. Pero esta bendición les ha traído problemas con el asentamiento de colonizadores y madereras que dañan el medio ambiente. Un pueblo, resume Nostas, que guarda diferencias en términos de uso de idioma, elaboración, contenido de las narraciones y de algunas prácticas cotidianas en sus localidades. Una etnia que tiene a hombres que son caracterizados como arrogantes y francos, como declara Arauz, “una actitud que heredaron de sus ancestros acostumbrados a despreciar los peligros”. Músicos innatos. Una nación que anhela llegar a la Tierra Sin Mal, aquella prometida por el Ser Supremo.

Los platos típicos: desde el mimboque, el meyú, el masaco, las harinas y los locros hasta la indispensable chicha o “cagüi”

El historiador Ernesto Arauz Soruco nombra algunos platos típicos de esta etnia. Por ejemplo, sitúa entre los más antiguos al mimboque, el cual es preparado con diversas variedades de pescaditos (piramini), de pescaditos largos (zarapó), de pescaditos redonditos (acará) y anguila (muzú). Igual se elabora con tripas de gallina gorda, hongos comestibles y caracoles. Todo esto es mezclado con plátano verde raspado con concha o molido en batán (mereacri), y su acompañamiento ideal es la yuca asada. Las porciones separadas son envueltas en hojas de patujú o de plátano para asarlas en las brasas y, una vez cocidas, ser servidas en cazuelas.

El meyú es una especie de pan preparado con harina de maíz molido en batán, a la cual se agrega un poco de agua tibia y manteca de res con el fin de obtener la masa; a ésta, algunos adicionan guineo maduro picado y la cuecen sobre las brasas envuelta en hojas de plátano o patujú. El producto es acompañado con té de hoja de guayabo y limón. Igual, los miembros de esta etnia se alimentan con harina de pescado: en el tiempo seco se aprovisionan de sardinas, las secan, abizcochan en el tiesto, muelen en batán y convierten en harina que ciernen y guardan en cántaros, la cual extraen cuando no se puede practicar la cacería, por las lluvias, y es acompañada con arroz, frijol y yuca.

También está el masaco, elaborado con yuca o plátano molido en tacú y mezclado con carne de monte; una comida pesada que se consume acompañada de café, especialmente en el desayuno. Otro plato común es una especie de sopa con trozos de yuca y pescado. Igual el locro: sopa con arroz, carne y frijol. O la pipia, una harina de maní verde tostado. O la abachicui, harina de maíz tostado mezclada con un poco de azúcar. La mboyape, que son arepas de harina de maíz cocidas en el tiesto, a veces mezcladas con carne o chicharrón. Y la caguiacu, harina de maíz frangollada que se cuece para la elaboración de la chicha y es separada como azúcar o miel.

Además, la bebida indispensable en la vida del guarayo es la chicha o cagüi, cuya preparación, dice su mitología, fue inculcada por el Ser Supremo o Abuelo a su mujer. “No hay ningún acontecimiento en el cual se pueda prescindir de ella”. Para elaborarla se utiliza maíz y yuca: el primero es molido en batán hasta volverlo harina, que luego se pone a cocer; por separado se cuece la yuca picada, y una vez fría es masticada por las féminas (patacao) para depositarla en una gaveta de madera. Todo esto es mezclado con la harina y se deja hervir la preparación por dos días, para guardarla en cántaros de arcilla (ñampepos) y ser fermentada.

FOTOS • Javier Paz y Coro Urubichá

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Educación, Matemáticas, Agricultura

EDUCACIÓN

Las “yerokisas” modernas

Los niños guarayos tienen opción de llegar hasta cuarto de secundaria sólo en los poblados principales de Ascensión de Guarayos, Urubichá y El Puente, no en los villorios periféricos. En Urubichá, según el presidente de la Central Comunal, Ovidio Yubanure, hay tres escuelas que tienen entre 1.200 y 1.300 alumnos. “Ya tenemos cinco promociones y profesores que enseñan en castellano e idioma guarayo”. Los jóvenes parten para continuar su carrera universitaria, generalmente, en la urbe de Santa Cruz. “Ahora estamos haciendo énfasis en conseguir que urubichacheños estudien en la Normal para que trabajen en nuestras unidades educativas”.

“Tratamos de ayudar incluso económicamente a los muchachos para que no abandonen el estudio, pero están los que se olvidan de su comunidad y radican en otro lado”. Hay dos urubichacheñas que con apoyo de la organización viajaron a Venezuela para especializarse en medicina y tienen comprometido su retorno para colaborar en su aldea. Yubanure dice que la demanda de profesionales, sobre todo ingenieros agrónomos, va a aumentar en el futuro cercano por la implementación de empresas comunales forestales, ganaderas y otras apuestas productivas.

Todo era diferente en la época misional: de los siete a los diez años, los guarayos aprendían yeroki (rezo), después se preparaban para la primera comunión y pasaban clases de lectura, escritura y aritmética durante tres años con una religiosa. A la escuela se llamaba yerokisa. Posteriormente, los infantes adquirían destreza en oficios, se preparaban para el matrimonio y se incluían en los talleres de producción. Los más destacados eran seleccionados para capacitarse como catequistas, sacristanes o cabildantes. Esto sucedía entre los 14 y 15 años, edad en la que se les declaraba hombres y mujeres “solteros”, habilitándoles para el casamiento.

En todo el municipio de Urubichá, sostiene la técnica de la Dirección Educativa Distrital Elizabeth Sandóval, hay 13 centros de enseñanza con 2.516 estudiantes y 120 profesores. La deserción de la población escolar llega al 10 por ciento anual, especialmente por el cambio de domicilio laboral de los progenitores. Las dificultades se presentan en la infraestructura y los insumos. “Los ambientes que tenemos son proveídos por la parroquia, los pupitres y sillas son antiguos y la Alcaldía alega que no cuenta con recursos para comprar otros. Aparte, la pobreza no permite a las familias comprar el material educativo, y el del Ministerio de Educación llega con retraso”.

En 2003, en el territorio de la provincia Guarayos había 11.345 alumnos son sus respectivas matrículas. El historiador Ernesto Arauz Soruco comenta que, sobre todo en la capital, Ascensión, se ha sentido el éxito de la Reforma Educativa. “Aquí todos hablamos castellano y guarayo. Se ha revalorizado la cultura. Igual en esto han ayudado las normales que se han trasladado a esta región con clases semipresenciales, como la de San Pablo, de Portachuelo, la Enrique Finot”. Otros apoyos provinieron de las universidades cruceñas y el Tecnológico Santa Cruz, que preparó veterinarios, auxiliares de enfermería y otros técnicos con visión local.

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La antropóloga Mercedes Nostas Ardaya, en Saberes del Pueblo Gwarayu, señala que hay 317 maestros en la provincia: 48 por ciento son interinos, 25 por ciento egresados, 12 por ciento titulados y 11 por ciento normalistas. Ubica dificultades comunes en Ascensión, Urubichá y El Puente: acceso inequitativo de las mujeres al sistema; precarias condiciones económicas de las familias, que impiden cumplir con la disposición de materiales; infraestructura escolar deficiente; concentración de escuelas en centros urbanos, lo que dificulta la movilización de niños hacia ellos, y constante migración de mujeres y jóvenes hacia los lugares más poblados.

El alcalde ascensioneño, Robert Shock Peredo, culpa al Gobierno nacional de la falta de apoyo en el rubro. “Le presentamos el Proyecto Educativo Indígena, que está durmiendo en el Ministerio de Educación desde hace tiempo, en el cual se tiene en cuenta el Centro Cultural de la Lengua y Cultura Guaraya; la sistematización por parte de técnicos y docentes de mitos, cuentos, leyendas y costumbres guarayas, con la elaboración de videos, audios; la recuperación de la música y la difusión de todo esto en los centros de enseñanza. A pesar de esto, se logró la publicación de un diccionario guarayo y la traducción de una Biblia en este idioma ancestral”.

El guarayo es una lengua que ha sido revalorizada por los pobladores de Guarayos. Ella que forma parte de la familia lingüística tupiguaraní. El antropólogo Wigberto Rivero Pinto explica que ésta tiene cinco vocales nasales, una “i” gutural, y la “z” que es pronunciada como en el italiano. Los pronombres en guarayo son: che (yo), nde (tú), ae (él, aquél), ñande (nosotros), pee (vosotros), ae (ellos). Los días de la semana (ari mboravikisa) se denominan: yipindar ari (lunes), indugwer ari (martes), mbasapisa ari (miércoles), imboirungatusa ari (jueves), imbopoyandeposa ari (viernes), imboñepei’ovasa ari (sábado) e imbonuvirio’ovasa ari (domingo).

Nostas explica que la propuesta educativa de las comunidades originarias incide en la Educación Intercultural Bilingüe, y para consolidarla se plantea la enseñanza de la lengua originaria “en todos los niveles de la educación y que los procesos de enseñanza y aprendizaje tengan carácter bilingüe en todas las áreas. Esto supone la formación de recursos especializados. A su vez, se propone que los métodos, técnicas y recursos pedagógicos sean elaborados desde los conocimientos, saberes y cultura de los pueblos indígenas”. Y otro reto de los guarayos en este rubro es la necesidad de establecer e inculcar una escritura en lengua propia.

MATEMÁTICA

Según el etnomatemático Óscar Pacheco, los tejidos de las guarayas guardan conceptos matemáticos y geométricos. En sus piezas, la trama cruzada forma coordenadas que se asemejan a un plano cartesiano, y presentan trazos oblicuos o diagonales. El entretejido crea puntos de intersección que podrían denotar ecuaciones lineales simultáneas de dos variables: x-y

Concepción Pahuasa hila su hamaca con esmero. La mujer de la comunidad guaraya de Urubichá se concentra en la simetría de las franjas multicolores de su pieza artística. No se da cuenta de que aplica mentalmente reglas matemáticas y geométricas que también se presentan en el tejido de las hojas de las palmas de cusi o motacú. De acuerdo con el etnomatemático boliviano Óscar Pacheco, en Saberes del Pueblo Gwarayu, en estas creaciones hay una concepción previa del objeto en cuanto a sus matices, tamaño y forma de éste, o de los dibujos y diseños. Y entre los guarayos estas concepciones se transmiten generacionalmente.

“El tejido se realiza basándose en un conteo binario, usando el nonis y el par, es decir, impar-

-par, con palmas longitudinales agrupadas de la siguiente manera: 1x1; 1x2, 2x2; 1x3, 3x3, etcétera. Según el tipo de objeto se determina la forma de la base, la altura y el diámetro. Concluido el tejido, se pueden establecer varios aspectos: la trama cruzada forma coordenadas que se asemejan a un plano cartesiano. En casi todos los trabajos se presentan trazos oblicuos o diagonales en el plano cartesiano. El entretejido crea puntos de intersección, los que podrían ser denotados como ecuaciones lineales simultáneas de dos variables x-y”.

Éstas son sólo algunas conclusiones del estudio de este investigador, quien se basó en los trabajos previos del profesor Clovis Vaca Moirenda y observaciones propias. Fue Vaca quien estudió el modo de contar de esta nación indígena, que es quinario, o sea, tiene como base el número cinco; a partir del seis los guarayos adicionan a los cinco dedos de una mano los que hagan de la otra falta para llegar a la siguiente cifra: por ejemplo, el siete resulta del 5+2. ¿Y los guarismos superiores a 10? El experto dice que para no perder la memoria de las cantidades mayores a la decena, los antiguos usaban rayas verticales de distinto grosor ordenadamente grabadas sobre madera u otro objeto.

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Los primeros once números se escriben de la siguiente manera en idioma guarayo: opa-pa (cero), ñepëi (uno), ñuviïo (dos), mbosapi (tres), irungatu (cuatro), poyandepo (cinco), mbosapiova (seis), ñuvirïo’ova (siete), mbosapiova (ocho), irungatu’ova (nueve) y ñepë’ipo (diez). Otras cifras son: ñuviriopa yovaive (200), mbosapi poyoravie (300), irungatu poyovaive (400), popa yovaive (500), ñepëi’ovapa yovaive (600), ñuvirïo’ovapa yovaive (700), mbosapi’ovapa yovaive (800), irungatu ovapa yovaive (900), seta (1.000), ñepëipareta (10.000), tuvicha (1.000.000), ñepëipaoyovaiveruvicha (100.000.000), setaiteanga (1.000.000.000).

La antropóloga Mercedes Nostas Ardaya, igualmente en Saberes del Pueblo Gwarayu, recopila testimonios de guarayos sobre cómo se calculaban y calculan medidas de longitud, de volumen, de área, de peso, de capacidad y de tiempo. Por ejemplo, para estos indígenas un metro es un brazo extendido hasta el esternón; los kilómetros se sabían sólo por el movimiento del sol; la extensión desde el hombro hasta el dedo pulgar igual era considerado como un metro; para medir los metros empleaban el lazo denominado tukumbo; también tenían la vara, una medida de 80 a 100 centímetros; y los carpinteros no usaban metros: medían con hojas de cusi.

La balanza era con piedra, para pesar hilo y algodón; el panacu (mochila tejida con fibras de palmas) era una medida de peso: una panacusada era dos arrobas de yuca, lo cual duraba aproximadamente dos semanas. Para medir el tiempo, empleaban un tablero redondo que tenía clavado en el medio un clavo y en el que la hora se determinaba por la sombra; los antepasados sabían la hora de acuerdo con los saludos: añi’ïvei en la madrugada; añi’ïveïve, cuando todavía no sale el sol; al mediodía decían mbiter ari; entre las tres y cuatro de la tarde saludaban ka’aru y cuando el sol comenzaba a esconderse decían oso ari. Métodos que algunos todavía mantienen en la actualidad.

Los números ordinales se traducen así: yipindar (primero), imboñuvirïosa (segundo) imbombosapisa (tercero), imboirungatusa (cuarto), imbopoyandeposa (quinto), imboñepei ovasa (sexto), imboñuvirio ovasa (séptimo), imbombosapi ovasa (octavo), imbo’irüngatu ovasa (noveno) e imbo ópa yandepo yovaivesa (décimo). En cuanto a la escritura de los signos aritméticos: oye’a representa al de la suma; okwa, al de la resta; mboeta, al de la multiplación; mboya’o, al de la división, y oyoya quiere decir “igual”.

AGRICULTURA

Los futuros empresarios comunitarios

En las zonas agrarias de los integrantes de esta etnia hay sembradas cinco especies básicas: arroz, yuca, plátano, maíz y cítricos. Un 40 por ciento de sus cultivos es destinado al mercado y lo restante es para su seguridad alimentaria

La agricultura es una actividad arraigada en la cultura de los guarayos desde la época en que los misioneros franciscanos les inculcaron el catolicismo, en la primera mitad del siglo XIX. En esos tiempos, los indígenas trabajaban tres días en los predios eclesiásticos y otros tres para beneficio personal. Antes de esto, la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres les proveían de alimentos. No obstante, la creación de productos tradicionales, como el maíz y la yuca, es atribuida a sus seres supremos, el Ramoi y la Yari, el Abuelo y la Abuela, incluso el primero habría derramado de su cadera el maíz blanco, grano típico de su territorio.

Hoy, dice el historiador Ernesto Arauz Soruco, las principales ocupaciones de los habitantes de la provincia Guarayos son la agricultura, la ganadería, la extracción de madera y de oro, y el comercio. Sus chacos guardan cultivos de arroz, maíz, plátanos, cacao, yuca, frijol, maní, piña y caña de azúcar. Su producción es de “supervivencia”; y el arroz y el cacao son los únicos alimentos que les reportan ingresos. “La etnia guaraya es de escasos recursos económicos porque no posee un amplio mercado para la venta de sus productos agrícolas por falta de infraestructura caminera, escaso acceso a los centros de producción, consumo y transporte”.

El presidente de la Central Comunal de Urubichá, Ovidio Yubanure, brinda más datos al respecto. “También percibimos dinero de la venta de artesanías, como hamacas; pero lo que más nos beneficia es el arroz pelado porque ahora el quintal de este alimento se cotiza entre 250 y 300 bolivianos. Aparte está el cacao silvestre, algo que está creando expectativa porque ya tenemos pedidos de empresas para proveerles de este producto”. El antropólogo Wigberto Rivero Pinto manifiesta que otra actividad económica importante entre los guarayos es la crianza de animales domésticos, tanto para su alimentación como para la venta.

La iniciación de las labores agrícolas, según la cultura de esta nación indígena, es precedida del chaqueo y las ofrendas para atraer la suerte. Las zonas de trabajo generalmente se ubican a media hora de caminata

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de las casas de los guarayos, que adquieren la propiedad de ellas mediante un permiso de las autoridades comunitarias. Rivero establece que una de las costumbres que aún perduran en el rubro es la “minga”, que consiste en la preparación y realización de celebraciones antes de emprender las tareas del agro, para lo cual se elaboran ingentes cantidades de chicha de maíz o de yuca.

Arauz relata de manera pormenorizada una de las tradiciones extinguidas en esta área. “Cuando los guarayos comenzaban a ver que las hojas de los árboles iban cayendo y la selva parecía menos tupida, se daban cuenta de que debían comenzar el chaqueao. Las mujeres preparaban abundante chicha y los hombres se iban de cacería y pesca durante varios días. Una vez asegurada la comida, comenzaba la ceremonia con oraciones y continuaba con una fiesta donde bailaban especialmente entre mujeres”. Lo explicado guarda parecido con la institución agrícola que recibe el nombre de “minga”.

La “minga” es equivalente al ayni (hoy por ti, mañana por mí) que rige entre los campesinos del occidente del país e implica una ayuda mutua basada en la solidaridad. Se emplea para labores de cultivo y otras que requieren el concurso de muchos brazos, como chaquear, sembrar, recoger la cosecha, levantar casas, techar… Para ello, el dueño de la “minga” prepara con anticipación abundante chicha y se abastece de comida y aguardiente. La víspera de las tareas, él se levanta al alba e invita casa por casa a los interesados en colaborarle, quienes comprometen su participación una vez que prueban las bebidas elaboradas por el “minguero”.

La jornada de trabajo inicia a las siete de la mañana y se alarga hasta las cuatro de la tarde. Cumplida ésta, los participantes se forman en círculo para tomar la chicha y saborear la comida. Una hora más tarde, las mujeres de los invitados por el “minguero” llegan al sitio con sus ollas de barro para recibir el alimento convidado. Los platos son pasados dos veces a cada persona. Luego es el turno de la chicha y, al final, se saca el resacao (alcohol). La celebración se instala con las coplas de las chovenas que son emitidas por los instrumentos musicales de los asistentes. Al final, los indígenas se retiran poco a poco de la casa del “minguero” hasta que éste queda solo, borracho y satisfecho por lo conseguido.

El técnico del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (Cipca) Adrián Cruz Quentasi dice que su institución apuesta por la diversificación de la producción de los guarayos. “Un 40 por ciento de sus cultivos es destinado al mercado y lo restante es para su seguridad alimentaria. En sus chacos tienen cinco especies básicas: arroz, yuca, plátano, maíz y cítricos. Y hemos introducido en ellos el chocolate, el manejo de ganado bovino y de ovejas de pelo, por ejemplo”. Sobre esto último, los resultados han comenzado a expresarse con el aumento de las reses en poder de los guarayos, que ya llegan a centenares, aunque el número no se compara con las miles que poseen los ganaderos de la zona.

También el Cipca ha colaborado con la transformación del arroz; esto ha derivado en la elaboración de harina de arroz, que puede sustituir a la de trigo. “Hay un gran potencial en esto porque es un producto ecológico. Se ha enseñado a procesar el grano y se han creado 21 ofertas, entre tortas, panes, queques… todo hecho con harina de arroz, y se han comenzado a conformar microempresas en el rubro. Se implementan otros proyectos en los tres municipios: Urubichá, Ascensión de Guarayos y El Puente, con los cuales se benefician 21 comunidades, 440 familias. Se trabaja en unas 2.283 hectáreas, en cuanto a sistemas agroforestales y pasturas”.

Entre otras apuestas productivas se encuentran la cosecha de miel de abeja, la capacitación a mujeres para la extracción del aceite de la palmera de cusi, el aprovechamiento de espacios abandonados con cacao silvestre. La meta es brindar apoyo técnico a los guarayos para que con el tiempo éstos conformen asociaciones económicas, o sea, se conviertan en una especie de empresarios comunitarios. “Cuando ingresamos a Guarayos había la idea de que los indígenas eran flojos y que por eso los proyectos fracasaban. Pero hemos deshecho ese mito porque lo que estamos consiguiendo con ellos incluso ha rebasado nuestras expectativas”.

La recuperación de las plantaciones de cacao de los antepasados

Octavio Yaquirena sujeta un cacao de buen tamaño. “Este producto es natural y estamos comenzando a comercializarlo”. En su localidad guaraya, Urubichá, los comunarios están recuperando los terrenos de sus antepasados, unas 400 hectáreas en las cuales creció el chocolate gracias a la labor de los monos, que luego de comerlos botan y reparten las semillas por diversos sitios de la zona. “Estamos limpiando los predios y hemos habilitado unas 140 hectáreas para las plantaciones”. El espacio es celosamente protegido para evitar los chaqueos y la tala de árboles. Las ofertas de compra del alimento no se han dejado esperar: los urubichacheños ya tienen contrato con una empresa de San Ignacio de Moxos, y se consiguió producir 30 quintales en lo que va del año. El Centro de Investigación y Promoción del Campesinado también ha comenzado a implementar otros proyectos para ampliar el mercado del chocolate para los guarayos de Urubichá. La primera transacción realizada por estos indígenas cotizó su cacao en 720 bolivianos el quintal; y ahora tienen la posibilidad de venderlo a 1.200 bolivianos por quintal. Un negocio que es visto

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con esperanza por los miembros de esta etnia, que ya elaboran jugo de chocolate, que se cotiza a 15 bolivianos por litro.

Las extractoras del aceite que rejuvenece las cabelleras

Miriam Pérez Durán habita una comunidad guaraya de mujeres trabajadoras: Momené. En el sitio, las féminas extraen el aceite del coco de la palmera de cusi; parten, muelen y secan su cáscara (calucha) y luego la ponen a hervir para extraer el preciado óleo que tiene propiedades para curar la tos, el arrebato y, sobre todo, cosmetológicas y para tonificar la cabellera. Ella calcula que unas 30 familias se dedican a esta labor en Momené y venden su producto en la carretera que une a Santa Cruz y Beni: el frasco de un litro cuesta 30 bolivianos; pero los preferidos son los envases pequeños de refresco Mendocina, de cuarto litro, ofertados a diez bolivianos. “Ahora la gente busca bastante el aceite, antes costaba venderlo, y somos conocidas por los clientes”. Cuando los pedidos rebasan su capacidad personal, las mujeres trabajan en conjunto. La formación de una microempresa es su principal anhelo, y en ello colabora técnicamente el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado. Además se benefician porque la materia prima, la palmera de cusi, domina los bosques aledaños. El historiador Ernesto Arauz Soruco sostiene que había unas 63.000 hectáreas de este árbol en la provincia hasta el año 2000. Y el aceite ya permitió la conformación de una sociedad: Guaguazú Ltda.

Una cosecha dulce que requiere el trabajo de unas 200 obreras

En la población guaraya de Uribichá, algunos habitantes se visten cada tres meses con overoles gruesos, guantes y capuchas para poder extraer un producto dulce. Se trata de la miel de abeja, la cual comienza a ganar más interesados en cosecharla en dicha localidad. Octavio Yaquirena explica que las cajas o colmenas utilizadas por los indígenas contienen unas 200 obreras que cuidan a su reina y se encargan de recolectar el polen de las flores cercanas. Cada productor ha llegado a comprar hasta cinco “panales” de este tipo, los cuales son adquiridos a unos 300 bolivianos cada uno. “De una caja se logra extraer hasta 20 kilos de miel sumamente ecológica”. Medio kilo del dulce producto se cotiza en 25 bolivianos. “En una oportunidad llevé una muestra a Cochabamba y los expertos determinaron que esta miel es de alta calidad, completamente pura porque no está mezclada con azúcar, como hacen en otros lugares”. Incluso los urubichacheños van ampliando sus mercados para este alimento y participan en las ferias empresariales organizadas por la Prefectura de la ciudad de Santa Cruz. “No desperdiciamos nada. Por ejemplo, de las ‘colmenas’ igualmente extraemos el polen y el propóleo, y cada frasco lo vendemos a 50 bolivianos a los interesados”.

Los proyectos ganaderos comienzan a atraer a los guarayos

Juan Gonzales Ortega está al frente de la Asociación Integral de Productores Agropecuarios de Ascensión de Guarayos. La apuesta por la ganadería gana poco a poco más adeptos entre los miembros de esta etnia: su organización aglutina a 12 comunidades y recibe la ayuda del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (Cipca). La meta final es la producción de leche, mantequilla y yogur y la venta de la carne de las reses. Cada uno de los 376 involucrados en el proyecto ya cuenta con unos cinco o seis bovinos de su propiedad. Y lo llamativo es que, del total de asociados, unos 300 provienen del occidente del país, entre paceños, potosinos y orureños. En la población de Urubichá, también en la provincia Guarayos, los emprendimientos pecuarios también han comenzado a llamar la atención de sus habitantes. Según Octavio Yaquirena, hay unas 80 cabezas de ganado en la zona y se tiene el apoyo de especialistas para trabajar en cuanto a los pastizales. Aparte está la crianza de ovejas con pelo y sin pelo, las que habitan los chacos de los urubichacheños. “Lo lindo es que comenzamos entregando dos vacas a los interesados, y luego ellos han comprado más animales y han hecho crecer su ganado”, comenta Adrián Cruz Quentasi, técnico del Cipca.

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Postas de salud y Territorio

Una mujer lava sus ropas en las orillas del río Blanco de la población guaraya de Urubichá.

POSTAS DE SALUD

El herbario medicinal ancestral

Los hospitales de la provincia Guarayos se encuentran asentados en los pueblos centrales de los municipios de Ascensión, El Puente y Urubichá. En éstos incluso se capacita a auxiliares o parteras para aplicar la medicina occidental, sin dejar de lado el uso de la tradicional o ancestral. El presidente de la Central Comunal de Urubichá, Ovidio Yubanure, comenta que el nosocomio en su territorio es privado y administrado por la Iglesia Católica, y no es gratis. “Por ello no va mucha gente”. La organización mandó recién a dos indígenas a estudiar medicina en Venezuela, bajo el compromiso de que a su retorno curen a los aldeanos de sus enfermedades.

La antropóloga Mercedes Nostas Ardaya, en Saberes del pueblo gwarayu, señala que los guarayos emplean tanto los centros médicos como sus remedios caseros. “Los servicios públicos no son gratuitos”. Y en casos extremos se dirigen a las ciudades de Santa Cruz y Beni para realizarse los chequeos. Yubanure remarca que los tratamientos ancestrales basados en cortezas de árboles, palmeras, plantas, hierbas, cáscaras de alimentos y raíces del monte necesitan ser recuperados en su etnia. “Tengo planeado escribir sobre el tema y armar un pequeño laboratorio para dar a conocer a la gente joven de todo esto, como el tecito de cuchi para el estrés”.

El dirigente Bienvenido Zacu, entrevistado por Nostas, explica que hay tres tipos de médicos tradicionales, curanderos o chamanes. Uno es el ipaye v´e o brujo que tiene dos facetas: el aporombogwera va´e cura enfermedades y hechizos, y el ipaye oporoyuka va´e, que hace todo lo contrario. Otro es el imba´ekua va´e, sabio anciano que tiene conocimiento de la cultura y realiza profecías, curaciones y puede modificar el comportamiento de la naturaleza. Y el ikarai va´e es el más poderoso, ya que encarna el poder de los antepasados, puede transformarse en varios animales y es el intermediario en la relación de los guarayos con el Abuelo o Ramoi.

Para el ipaye los males provienen de embrujos y su ritual de sanación se realiza con tabaco y alcohol. Para detectar el hechizo palpa las partes afectadas por síntomas manifestados por el enfermo, a los que arroja bocanadas de humo de tabaco proveniente de su pipa de madera; luego chupa y extrae el objeto que provoca la dolencia, el cual es depositado en un recipiente hasta la medianoche; posteriormente, se lo lleva al monte pronunciando oraciones para expulsar y evitar que la enfermedad retorne al paciente. En algunos casos reposa alcohol en la boca y lo echa sobre la cabeza del enfermo para su descanso tras la extracción del mal.

El herbario medicinal de los guarayos es variopinto. Nostas señala que para lidiar contra el cáncer preparan un jarabe con la cáscara de tajibo negro mezclado con cáscara de paquió, y lo hierven en un litro de agua con un poco de miel de abeja o de caña; preparación que se deja reposar por nueve días y se bebe en similar número de jornadas. Para la anemia utilizan el masiaré, que posibilita el aumento de glóbulos rojos. Para la limpieza de la sangre obtienen la cáscara del paquió del lado donde sale el sol, la muelen y

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mezclan con tajibo negro para luego hervirla con miel de abeja o azúcar. El dolor de apéndice es curado con masiaré colorado.

Para la inflamación del riñón, hierven las hojas de tabaco mezcladas con paico-caré y se practican baños con la preparación; o también emplean la cola de ardilla, que es un bejuco de color rojizo y se encuentra e n la planta del motacú; ésta es aplicada como parche tras ser mezclada con orina de niño. El reumatismo es tratado con el árbol copaibo, que posee una resina aceitosa que es untada en la parte afectada. Para el dolor de muela, emplean la resina de mara que es sopada en un pedazo de algodón para ser colocado en el diente. Tratan la epilepsia con chirimoya nativa y el alcoholismo con semillas de limón serenadas con alcohol.

El historiador Ernesto Arauz Soruco añade otras hierbas milagrosas a este somero listado como el caré, que sirve para contrarrestar el pasmo y la diarrea; el eucalipto, para la tos y los arrebatos; la cebolla mezclada con miel de abejas, para el asma; el matico, para los males de los riñones y la matriz; la albahaca, para el dolor de estómago; el llantén, abortivo y para dolores menstruales; el sauco, para la tos; el cogollo de guayaba, para la diarrea; la cáscara de la corteza del gallito, para el aflojamiento de las flemas, bronquitis; el pajacedrón, calmante para el corazón; las cáscaras de naranja y de tarumá para las infecciones estomacales.

La nómina continúa: aceite de copaibó para curar los calambres; la balsamina, que aplicada en forma de baños permite la sanación de las sarnas; la cáscara de curupaú, para los hongos de los pies; la de cuhi, que en forma de emplastos reemplaza al yeso para controlar las fracturas; la de gavetillo, para la diabetes; el churique de piyo, para los cálculos de la vesícula; la resina del árbol de ochoó, que en mínimas dosis sirve como purgante; la hiel del jochi pintao (chancho del monte), para sopesar el veneno de la mordedura de víbora; la grasa de piyo, para el reumatismo, y la raspadura de uña de anta para las afecciones cardiacas.

TERRITORIO

La deforestación sin fin

Según el economista Maarten Lambrechts, la provincia Guarayos tiene más de 280 especies de árboles, pero la deforestación se apodera de su cobertura boscosa, la que cada vez más se convierte en tierra cultivada, en pasto para el ganado y en barbechos degradados. Un estudio determinó que, entre 1994 y 2005, la superficie desmontada en el territorio originario sumó 97.272 hectáreas.

Los habitantes de la localidad guaraya de Urubichá comenzaron a plantar árboles de mara ante la desaparición de éstos en su territorio por el auge maderero en la provincia rica en recursos naturales, sobre todo forestales. “Tardan en crecer a plenitud hasta 30 años, pero los taladores los bajan en minutos”, dice el comunario Octavio Yaquirena. En sus chacos, a media hora de caminata de sus casas, igual siembran cacao, arroz, yuca, plátano, cítricos… Los predios originarios de esta etnia también contienen variedad de especies de fauna, flora y minerales. “Más bien tenemos todo, pero sin árboles la naturaleza y el aire se van a arruinar”.

El antropólogo Wigberto Rivero Pinto señala que la pampa de esta nación indígena está ocupada por ganaderos, taladores de bosques y concesiones metalúrgicas, que invaden de a poco sus tierras. Su hábitat tiene tres ecosistemas: monte alto, monte bajo y ríos, lugares sagrados donde practican rituales y/o ceremonias en honor de sus antepasados, a los que piden permiso para la cacería y la pesca. Sin embargo, “la caza indiscriminada por parte de cazadores deportivos y de los empleados de madereras pone en riesgo el ecosistema por atrapar generalmente animales grandes, herbívoros y frugívoros, indispensables polinizadores”.

El espacio que ocuparon los ancestros de los miembros de este grupo étnico fue dividido en cinco polígonos, de los cuales los dos primeros han sido saneados por técnicos del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA). En los demás, hay problemas de delimitación con empresarios, terceros y colonizadores, más aún tras la denuncia de corrupción contra algunos dirigentes guarayos. La antropóloga Mercedes Nostas Ardaya, en Saberes del pueblo gwarayu, establece que la demanda territorial asciende a 2.194.433 hectáreas, de las cuales el pueblo obtuvo 932.275 hectáreas, y queda pendiente el reconocimiento de más de un millón de hectáreas.

La líder de la Central de Organizaciones del Pueblo Nativo Guarayo (Copnag), Élida Urapuca, sentencia que la lucha territorial aún continúa en la provincia Guarayos. “Sólo se atendió el 60 por ciento de nuestro pedido porque los principales empresarios tienen sus estancias en esta región. Ahora se han emprendido las investigaciones para definir la complicidad de líderes locales y empleados del INRA que negociaron el restante 40 por ciento. Todavía sufrimos avasallamientos de propietarios ilegales, pero vamos a continuar presionando. Nuestra meta es aplicar un aprovechamiento forestal sostenible que dure unos 50 años”.

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Según Maarten Lambrechts, economista del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado de Santa Cruz, Guarayos tiene más de 280 especies de árboles, pero la deforestación se apodera de su cobertura boscosa, la que cada vez más se convierte en tierra cultivada, en pasto para el ganado vacuno y en barbechos degradados. Un estudio realizado por esta entidad determinó que, entre 1994 y 2005, la superficie desmontada en el territorio guarayo sumó 97.272 hectáreas, lo que equivale a 17.686 canchas de fútbol por año o 48 canchas de fútbol por día. Datos alarmantes para el equilibrio ambiental y económico provincial.

En Urubichá, informa Ovidio Yubanure, los chacos de entre 10 y 50 hectáreas, dentro de la tierra comunitaria, son otorgados a los comunarios mediante una solicitud que llega a su persona y luego es recepcionada por Urapuca, que entrega la información a la Superintendencia Forestal en caso de la conformación de empresas indígenas forestales. Pero la fiebre de la madera ha provocado que sólo en la capital Ascensión de Guarayos, informa el alcalde Robert Shock Peredo, exista la presencia de 18 firmas en el rubro. “La fiscalización a la tala indiscriminada se la está realizando con las comunidades rurales y el apoyo de técnicos municipales”.

En la aldea de Yotaú, el presidente de la Central Comunal, Eladio Ureza, sostiene que su localidad indígena ha sido declarada autónoma y en ella se intenta recuperar los espacios tomados por empresarios, menonitas, madereros y colonizadores. “Queremos que el INRA nos entregue tierra sin gente, que provoque un desalojo de las personas que están en nuestro territorio ancestral; si no, no vamos a tener nada para dejar a las futuras generaciones. No queremos que los recursos naturales desaparezcan por culpa de estas personas”.

Shock añade que se apunta a un aprovechamiento sostenible de los árboles, unido a planes indígenas en el rubro. Y la deforestación será atacada por el control social. “Pero queremos ir más allá y trabajamos en el proyecto de captura de carbono para empezar a vender bonos en el marco del Protocolo de Kyoto. Lo que buscamos es entrar en la rueda de negocios en este campo. Por lo menos queremos que cada área de bosque tenga unos 100 años de proyección de vida”. La provincia de Guarayos requiere con urgencia la implementación de estas apuestas para evitar una “catástrofe ambiental”.

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Leyendas, Religión y Música Sacra

La imagen de la Virgen María de los Ángeles, la patrona de la localidad guaraya de Urubichá.

LEYENDAS

Las profecías ancestrales

“Había sirenas como gente, eran chocas. Las llamaban ‘akaya’ a’. Usan su cabello largo y ayudaban a la gente que iba a pescar. Ellas vivían dentro del agua (…) Las sirenas hablaban nuestro idioma. Ahora ya no existe la sirena en nuestra laguna, por eso se quiere secar” (Timoteo Uraeza y Juanita Cuñanchiro) La antropóloga Mercedes Nostas Ardaya, en Saberes del Pueblo Gwarayu, y el historiador Ernesto Arauz Soruco, en Guarayos: su gente, cuentos, leyendas y tradiciones, recopilan relatos de la cosmovisión de esta nación indígena que sirven de sostén para estas páginas. Uno de los mitos esenciales es el sitio sagrado guarayo: el Cerro Grande o Iviti Rusu o Chapacura, un conjunto de tres colinas desde cuya cima puede ser divisada la llanura beniana y se sitúa al norte, al naciente, a 40 kilómetros de la capital de la provincia Guarayos, Ascensión.

Juanita Cuñanchiro relata: Mi abuela me contaba que desde el Cerro Grande vieron la laguna donde venían y bajaban a bañarse. En esta laguna las sirenas se llevaban a las mujeres. Después los guarayos planearon secar la laguna para recuperar a las mujeres desaparecidas. En aquel entonces no había pueblo, pero desde el Cerro Grande veían la laguna de Yaguarú. “Ahí vamos a vivir”, decían. Cuando sacaron a sus mujeres de la laguna seca vinieron y llegaron, se dividieron. Los otros se quedaron en el Cerro Grande, no conocían ni jabón ni sal, y el resto se vinieron. Trajeron piedras para hacer fuego, piedras que mi abuela tenía todavía (…) Con la oración dicen que llegaron hasta el lugar actual, y cuando llegaron los jesuitas trajeron jabón y sal. Los guarayos actuales consumieron sal y no pudieron volver, por eso ahora ya no podemos entrar a relacionarnos con nuestra raza.

Timoteo Ureza cuenta: Mi abuelo me decía que la tierra se encontraba al lado del naciente, es ahí donde moran las almas de los antepasados. Según los relatos de mi abuelo, nosotros no éramos para morir, sino que cuando llegáramos a una edad avanzada teníamos que visitar un lugar llamado yavusu para rejuvenecernos, este lugar se encuentra igual en el naciente, pero hasta ahora no sabemos cómo es el yavusu.

Arsenio Quinta habla de un personaje que cuida el Cerro Grande. Es Mbairi, estaba en Iviti Rusu. Dicen que tiene su casa encima del cerro y también que tenía un chico como ayudante. Mbairi era como un sacerdote que cuidaba a la gente. Los antepasados sabían las cosas de memoria, oraban y así supieron predecir lo que iba a suceder ahora. Ellos oraban antes de comer y oraban antes de tomar la chicha y así oraban. Mbairi pareciera que fue profeta, era vituoso, o tal vez como un rey, tenía un yagwaovi (tigre azul) a su lado y un teyuchï yagwar (peni o iguana), y ellos cuidaban el río para que no pase la gente y por ahí el peni cuidaba el camino. Mbairi todavía existe en el cerro, antes la gente lo veía cuando iban todavía al cerro. La gente dejó de ir porque había mucha enfermedad, pero hoy dejaron todo. El canchón era una especie de piedra grande.

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Genaro Guari y Juanita Cuñanchiro explican el papel del Cerro Grande para salvar a los guarayos de un diluvio antes de Cristo: Dice que ése era el cerro más alto, la gente fue allí de huida del juicio final y del diluvio; se ve todavía la señal del lugar hasta donde llegó el agua. Dice que llegó hasta la mitad del cerro, por eso se salvó la gente; la que se quedó se salvó del diluvio que sucedió antes de Cristo. Esa gente se quedó a vivir ahí, hicieron sus casas, sus chacos, establecieron un pueblo grande en el cerro. Tenían chocolatal, cafetal, todos los productos en ese lugar. Todo eso todavía existe ahora, claro que la gente hace su chaco por alrededor o por debajo del cerro, pero ellos están arriba, en la punta del cerro. Los cazadores que han visto a estos hombres hace unos tres años atrás han visto a los que tienen chaco por este lado, y los guarayos de San Pablo han ido a ese lado donde también los han visto.

Nostas establece que el pasado, el presente y el futuro se entrelazan en los cuentos de los guarayos y que cuando ellos se refieren a sus ancestros y todo lo creado por éstos, utilizan la expresión pi’añemoñetasa yande Ramoi rembiapo rese, que se puede traducir como relación con “lo” supremo o con el “Ser” Supremo, Ramoi y Yari, Abuelo y Abuela, y con la naturaleza. El término Ramoi en su idioma tiene varios significados, es utilizado tanto para definir al abuelo carnal, amoi, como para referirse al ser supremo, Ramoi, el creador de las cosas, quien armó la tierra e hizo el maíz. Algunos elementos de lo sagrado se mantienen separados; otras figuras como el Ramoi han sido cristianizadas, de quien dicen: “… el Ramoi debe ser el Tüpa actual, el Dios cristiano”.

Otros testimonios publicados por esta antropóloga señalan: El pensamiento hacia el Ser Supremo es la historia del Ramoi y los creadores. Es Mbirakucha o Mbiri, o Mbir, el Ramoi, creador de la tierra baja, del gusano medidor, y creador de los karai (blancos). Mbiri es el Ramoi que volaba y creaba los huracanes. Él volverá cuando llegue el momento de la renovación del mundo. Karaivimar es el creador de la tierra de los karai, animales, bosques y seres humanos y también creador de los karai. Nuestro Ramoi, es el Añangayu (Abuelo de los guarayos) y Karaivimar (Abuelo de los karai), y es verdad que ya no pensamos ni hablamos de Dios. Existían otros Ramoi, como Takwarovi o rey de los cerros y cachuelas; el Tavusu, rey de los lagos, que es el dueño de uno de los lugares donde escogen ir las almas. Avae es el Ramoi que educa.

Son cuatro los Ramoi que rigen el mundo y se comunican entre ellos. Se encuentran en los cuatro puntos cardinales. Al norte, Arimar, Koti Kañi, es el Ramoi de la lluvia, el Ramoi malo. Al sur, el Iro’i Koti —Napöraï va’e— es otro Ramoi que castiga. Al naciente se encuentra Añi’ivëi loti, es el Tekovesa, que da vida. Al poniente se encuentra Ka’aru, Koti äpisisar, recibe las almas después de la muerte. La transformación de los Ramoi en malos ha sido progresiva. Eran buenos de origen, y debido a los malos actos de los humanos se ven obligados a dar castigos. Por ejemplo, cuando se incendió Ascensión (1999), fue por un castigo del Ramoi del sur, porque no piden permiso a los seres de la naturaleza, dañan los recursos naturales, no respetan a los Ramoi, venden sus tierras y se están casando con personas no guarayas, como lo habían profetizado los antepasados.

La vida del guarayo es una constante caminata y búsqueda de la Tierra Sin Mal, la Tierra de la Abundancia, aquella prometida por el Abuelo o Ramoi. Para ello debe pasar once obstáculos o “profecías”, pero también en su cosmovisión se encuentran los vaticinios sobre el fin del mundo.

Nostas comenta que para los guarayos, antes del mundo convencional, hubo otro mundo que desapareció por un cataclismo que se repetirá en el futuro. “De la destrucción del mundo se salvaron las personas que se refugiaron en Cerro Grande, los antepasados de los guarayos actuales. El fin del mundo actual se reproducirá como resultado de la pérdida de la identidad colectiva guaraya y de la apropiación de prácticas culturales e instrumentos no guarayos, como la destrucción de la naturaleza, la venta de la tierra, el uso de flotas, aviones, automóviles”.

El dirigente Bienvenido Zacu manifiesta: Hay coincidencias de la enseñanza religiosa católica con la de nuestros abuelos, como las profecías sobre lo que va a suceder, que no hay respeto y hay competencia de saberes. Nuestros abuelos no habían leído la Biblia y decían eso.

Fermín Yaba, al respecto, cuenta: El Mbairi va a bajar a la Tierra algún día a tratar a los curas. El fin del mundo va a venir del lado poniente, de ese lado va a venir un huracán, eso va a destruir a todos los seres humanos, los va a hacer volar como papeles. La Tierra va a hablar cuando llegue el juicio final.

Solano Moyé complementa: Decían los abuelos: habrá fin del mundo, pero ya no con diluvio sino con sequías y también con huracanes fuertes, poco a poco desaparecerán las personas. Esto verán los hijos de tus nietos. Esto sucederá cuando las personas ya no se acuerden de Dios. También decían que los guarayos de Yotaú son mundanos. En el Cerro Grande se quedó un cura, lo mismo, no quieren que se acerque cualquier persona. Contaban también que el cura vendrá antes del fin del mundo.

Timoteo Uraeza sentencia: Nuestros antepasados conocían anuncios acerca del fin del mundo, que resucitarán los cadáveres de los primeros hombres que han poblado antes la Tierra. Los llamaban apirasa,

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los metían en tinajas y los tapaban con su vasija que utilizaban para beber cuando llegue el fin del mundo. Ellos se levantarán para asustar a las personas que viven todavía.

El guarayo que se fue a vivir con los seres acuáticos

Cuentan los guarayos que bajo las aguas de la laguna de Yaguarú vivían unos seres diminutos de piel blanca y cabellos crespos rubios y con escamas como peces en la parte inferior de su cuerpo que provocaron la desaparición de varios pescadores. Un día, uno de los hombres perdidos salió del agua y contó que vivió con los “acayaha” o “akaya’a”, en la profundidad de la laguna, donde tienen sus casas. Los seres extraños le habían dado el poder de respirar bajo el agua. Habían transcurrido varios años desde su partida de la vida real, pero a él le parecía que sólo había pasado un día. Además, el hombre no había envejecido, pero al no encontrar a sus familiares se dio cuenta de que no había valido la pena retornar a su mundo, y no podía acostumbrarse a la nueva vida de su etnia. Por ello, decidió regresar al mundo de las profundidades, donde no había sufrimiento y el tiempo no transcurría. Y en presencia de los aldeanos se metió bajo el agua. Hoy, cuando se pierde una persona en la laguna de Yaguarú, los guarayos dicen que se la llevaron los “acahaya” o “akaya’ a”.

La casa que se volvió caparazón

Susana Masai cuenta que antes todos los animales tenían el don del habla, y entre ellos el más timido era la tortuga. Un día que la lluvia llegó al pueblo, los animales se trasladaron a otro lugar para no ahogarse, menos la tortuga, que no quiso abandonar su “blanda” casa. No quería dejarla nunca. Ante esto, “Jesús el divino” hizo un milagro y la ayudó a cargar su vivienda en la espalda y llevarla en medio del agua. El viaje de la tortuga a la población donde estaban sus compañeros tardó días y semanas, y con el pasar del tiempo su casa se volvió dura y se transformó en caparazón. “Por eso está acostumbrada a llevar un peso grande”.

El enigmático monstruo de El Puente

Hace mucho tiempo, un habitante del poblado de El Puente, al pasar por el “curichi” (cola pantanosa) Los Ciervos rumbo a su chaco, encontró unas huellas enormes de 2 metros de ancho por medio metro de profundidad. Informó del hallazgo a sus vecinos, pero nadie, hasta ahora, pudo hallar al monstruo que dejó los rastros, que parecían pertenecer a una enorme víbora. Los nativos han bautizado a la desconocida criatura como El “jichi” de la laguna Los Ciervos, que sale cada 10 años; aunque nunca se supo que haya hecho mal a nadie. La gente cuenta que sus bramidos aterradores que hacen temblar la tierra anuncian la llegada de un surazo o tormenta.

El tigre quiere comerse a la luna

Los guarayos antiguos temían al tigre. Por ello, cuando se producía un eclipse de luna, y ante la consternación que el fenómeno natural les producía, creían que el felino intentaba comerse al satélite de la Tierra. Ante el evento, el jefe de la tribu ordenaba a sus seguidores a lanzar flechas incendiadas al cielo y a golpear todo lo que estaba a su alcance para ahuyentar al tigre y salvar a la luna. Cuando el eclipse comenzaba a disiparse, ellos creían que era porque el felino se retiraba de a poco, acobardado por el bullicio armado por los indígenas. Esta costumbre se mantiene viva, y se repitió en Ascensión de Guarayos en los eclipses de 1975 y 1996.

El hombre que de noche se convertía en sicurí

Tarcisio Vaca relata que una pareja se fue a vivir por las orillas de la laguna de la localidad de Yaguarú. En el lugar había un personaje que causaba el pavor de los comunarios: una sicurí (anaconda) que se transformaba en un hombre que llevaba un sombrero muy grande. Desde la llegada de los esposos, este personaje se instaló por las noches en la puerta del hogar, como si quisiera espiar o escuchar lo que ocurría dentro, causando tenebrosas pesadillas a la mujer. Todas las noches ocurría lo mismo. Pero en una de ellas, el enigmático hombre fue descubierto por un vecino que contó lo que había visto al esposo. Éste, tomó su arma de fuego y esperó a la noche siguiente la llegada del personaje. Así sucedió. Le apunto con la pistola, pero se desanimó a matarlo. La jornada posterior, los pobladores le animaron a asumir otra conducta. Y esa noche, cuando el extraño hombre se acomodó cerca de la puerta, recibió un disparo. Tambaleó y se fue a la laguna. Al otro día, con asombro y miedo, los guarayos vieron a una enorme sicurí muerta, que apenas había podido meter su cabeza en el agua.

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RELIGIÓN

La adoración en el “tocai”

“Topa reta”, Casa de Dios. La inscripción está en la puerta de ingreso de la iglesia franciscana del pueblo guarayo de Urubichá. La hermana Martina Taicopei afirma que la mayoría de los habitantes de la localidad son católicos, aunque en los años recientes han comenzado a asentarse congregaciones evangélicas. “Pero eso no es problema porque la cruz está bien enraizada en la cultura urubichacheña. Sus pobladores tienen fe profunda de que existe un Dios verdadero”. Los lazos del templo están unidos al Vicariato de la provincia Ñuflo de Chávez, y el obispo radica en la localidad de Concepción, donde se asienta la etnia de los chiquitanos.

El presidente de la Central Comunal de Urubichá, Ovidia Yubanure, acepta que sus vecinos son “católicos de sepa. Un 70 por ciento de la comunidad pertenece a esta religión”. Al caminar por las calles ripiadas del villorio se pueden apreciar oratorios protestantes instalados en casas de palos y techos de palmas de cusi y motacú. Los que sobresalen son los pertenecientes a los bautistas y los testigos de Jehová; no obstante, sus inmuebles se encuentran cerrados en los días hábiles y solamente se habilitan los fines de semana. “Sus pastores no viven aquí y vienen de la capital Ascensión de Guarayos, son generalmente paisanos (collas)”.

La historia guaraya tiene incrustada a la cruz en sus raíces. El historiador Ernesto Arauz Soruco explica que fue en el año 1700 la primera tentativa de reducir a esta etnia al catolicismo, la que resultó fallida luego de que los indígenas huyeran al bosque, lo cual se repitió en otras oportunidades hasta que en 1823 se creó la Misión de Ascensión de Guarayos. Es así que sus costumbres fueron alteradas por el contacto con los misioneros: hilaron sus ropas, aprendieron la agricultura y comenzaron a adorar a Dios. Así sucedió hasta 1939, cuando inició el proceso de secularización por el que los guarayos pasaron a trabajar en las haciendas.

En la antigüedad, rememora Arauz, no había iglesias de piedra sino templos rústicos que servían para la adoración al Abuelo o Ramoi, los tocai. “Eran capillas de figura octogonal, bien cerradas con paredes de palo y barro, bastante aseadas. En sus paredes estaban figuras de animales y aves grotescamente pintadas” y pipas grandes para fumar, un rollo de tabaco, un brasero y una calabaza ovalada con mango de palo que servía de campanilla gracias a las semillas y piedrecitas que tenía dentro. Y había tinajas grandes (ñaempepos) llenas de chicha y un banco en el que se ubicaba el líder que presidía la ceremonia ancestral.

Antes del acto se servía un banquete con los productos de la caza y la pesca. Seguidamente se daban un baño de agua, se peinaban bien y se untaban la cabeza con aceite de la palmera de cusi. Se pintaban de arriba abajo con urucú negro e igualmente la circunferencia de boca y ojos. Después se adornaban la cabeza con hermosas plumas. Se ponían un aro (tembeta) en el labio inferior y un palito atravesado en la nariz perforada desde la niñez. Las mujeres llevaban en sus muñecas brazaletes hechos con vistosas semillas de árboles. Entraban sin ropa al tocai, eran sahumados con el tabaco y se quedaban allí durante tres días.

Esta costumbre se ha perdido en el tiempo, al igual que el arakua o rezo familiar, práctica que obligaba a la parentela a levantarse al alba y orar en idioma guarayo para alabar al Abuelo o Ramoi. Luego, los más ancianos (amoi) relataban las leyendas de su cultura. “Los más jóvenes debían escuchar atentos los cuentos para transmitirlos algún día a su descendencia”. Tras ello, las mujeres encendían el fuego para preparar el café acompañado por masaco de yuca o de plátanos con charque de anta, jochi o de res, y alistarse para cumplir sus tareas caseras, y los hombres se marchaban a sus labores del chaco, a la cacería o a la pesca.

Hoy, la vigencia del catolicismo se expresa también en las fiestas patronales que rigen en las cinco principales localidades guarayas, que coinciden con sus fechas de creación: 14 de septiembre en Yaguarú, día de la Exaltación de la Cruz; 2 de agosto en Urubichá, celebración de la Virgen María de los Ángeles; el mes de mayo en Ascensión de Guarayos, dedicado a la celebración de Ascensión del Señor; 4 de octubre en Yotaú, festividad de San Francisco; mes de junio en San Pablo, cuando hay jornadas dedicadas a la imagen de San Pablo, y el mes de abril en el villorio de Salvatierra, en conmemoración a El Buen Pastor.

En esas fechas, las procesiones, actos cívicos y musicales dominan los poblados. Y a esto se suman las festividades de los santos de los inmigrantes, como la Virgen de Urkupiña, que cada 14 de agosto recibe las ofrendas de sus fieles, entre los que sobresalen los karai o collas de Ascensión. A la par, esta influencia ha llevado a instalar comparsas en la fiesta del Carnaval; sin olvidar la participación de los caciques mayores y el uso de las máscaras del caruguar por parte de los hombres, que se visten de mujeres para personificar al diablo, cargando el panacú (mochila) con provisiones como tejón, jochi y mono asado, y el tari con chicha.

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En Urubichá, cuenta Yubanure, cada 2 de agosto, la Virgen María de los Ángeles es visitada por guarayos de diversas localidades. “Las autoridades vienen con sus bastones de mando y visitan todas las casas. Se celebra durante tres días con juegos y el baile al ritmo de la chovena. Por algo somos el centro musical de Guarayos. En Carnaval igual tenemos la tradición de danzar durante tres días: el primero lo hacemos con ropa limpia, en el segundo nos untamos con tierra blanca, y la última jornada con barro. Todos tienen que bailar. Así mantenemos nuestras costumbres”. Fechas en las que el coro y orquesta del villorio amenizan con sus coplas la alegría que desborda este sitio conquistado por los misioneros franciscanos.

MÚSICA SACRA

La Orquesta y Coro Urubichá

Este instituto musical se dio a conocer en el primer Festival de Música Barroca de Chiquitos, en 1996. Hoy posee más de 200 alumnos

Urubichá es un pueblo guarayo respetado en el ámbito artístico. En ello tiene mucho que ver el Instituto de Formación Integral Coro y Orquesta Urubichá. Éste se dio a conocer en el primer Festival de Música Barroca de Chiquitos, en 1996, y seis años después logró la aceptación del Ministerio de Educación para la enseñanza de música. Hoy posee unos 200 alumnos que aprenden por dos horas diarias a tocar violín, violonchelo, viola, órgano, arpa, fagot, clarinete, oboe, flauta traversa, trompeta, trombón, bajo y corno; en ocho años pueden acceder al título de Técnico Medio con mención en un instrumento, más otro de Aptitud Técnico Profesional.

El maestro William René Ajhuacho, especializado en Chile, tiene a su cargo la tarea de capacitación. “Hubo siempre la tradición guaraya del acompañamiento del violín, el bombo y tal vez la flauta nativa en las fiestas patronales o en los entierros. En esto igual influyó el incentivo de las misiones franciscanas y de la cultura chiquitana. Anteriormente había cantantes mayores, ancianos y adolescentes que acompañaban las misas. Sin embargo, se vio la capacidad de los guarayos para imitar algo, por eso son diestros para la música, y así se formaron coros de niños y de violinistas, inclusive hubo grupos de instrumentos de viento y de metal”.

Para el éxito de la participación en esta apuesta influye la mayoría católica en la provincia Guarayos. La cofradía infantil y la Orquesta Sinfónica Juvenil son las más conocidas, las forman unos 80 miembros que entonan música barroca, sacra y clásica, y conquistaron al público de varios países, hasta tocaron para el papa Juan Pablo II, y el año que viene visitarán el Festival de Madrid. El número de integrantes disminuye según el crecimiento de éstos, por ejemplo, cuando los muchachos dejan la escuela y parten para continuar sus estudios profesionales en la ciudad de Santa Cruz o como maestros en la chiquitania.

“A los pequeños les gusta hacer música y representar a Urubichá, generalmente son de escasos recursos y no se les cobra por su aprendizaje. Pero no todos los que ingresan están listos para viajar y dar conciertos, tenemos que cuidar la calidad porque el público espera mucho de cada presentación. Se vive con las colaboraciones”. La ayuda económica llega sobre todo de Austria, por contactos de la madre Ludmila Wolf, para pagar los 15 ítems de los profesores, de los que siete son cubiertos por el Estado. La hermana Martina Taicopei resalta que ellos “no reciben buenos sueldos pero igual se esfuerzan por mantener en alto el nombre de Urubichá”.

Wolf cataloga a la música como don natural y ancestral de los guarayos, y el antropólogo Wigberto Rivero Pinto sostiene que esta “riqueza cultural es tal vez única en América”. Asimismo funciona el Instituto de Formación Integral con carreras artesanales con una duración de 4 años para adquirir el Título de Mano de Obra Calificada. Bajo este manto estudian 200 alumnos que reciben 2 horas de clases técnicas diarias en hilado, pintura, tallado… La parroquia de la Iglesia puso a disposición toda la infraestructura de sus ambientes y para el futuro regaló un terreno de 4.000 metros cuadrados, que es aprovechado en algunos espacios.

Su acervo musical no se queda ahí. Ellos también crearon la chovena, danza que era conocida en sus orígenes como guarayada. Igual poseen otro baile autóctono muy pintoresco al que nombran danza guerrera, que llevan a cabo cargando sus panacuses (mochilas de hoja de palma) a la espalda, simbolizando los trajines de la selva. La antropóloga Mercedes Nostas Ardaya, en Saberes del Pueblo Gwarayu, señala que, ancestralmente, los miembros de esta etnia bailaban la chovena dando “pasos hacia delante y hacia atrás, de acuerdo con el ritmo de la música”, y ésta formaba parte de los rituales para venerar a los seres supremos o abuelos.

Según investigaciones del alcalde de Ascensión, Robert Shock Peredo, el origen del ritmo de la chovena se remonta a los años previos al siglo XIX, cuando los misioneros jesuitas construían el templo de San Javier,

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en la zona chiquitana, y los guarayos, por su carácter indomable, huyeron varias veces del trabajo forzado. En su último escape incendiaron la construcción y dejaron la ropa que los frailes les habían entregado; aunque los curas volvieron a ordenar a los chiquitanos que los traigan a la región, pero los guarayos fragmentaron a la comitiva de avanzada y tomaron 50 presos a quienes ataron alrededor de una fogata para sacrificarlos.

“Mataron a tres de ellos, y mientras los asaban, iniciaron una danza al son de un decadente ‘va y viene’, pareja por pareja, como danza de guerra, que fue el preludio para comerse al enemigo. Al terminar el ceremonial macabro, los prisioneros fueron liberados y sentenciados para que no vuelvan, bajo la amenaza de correr la misma suerte. De ahí en adelante ese ritmo se convirtió en chovena, símbolo de la libertad y la alegría”. Las letras de este baile son sencillas, explica el historiador Ernesto Arauz Soruco, y relatan hechos importantes de la vida diaria mediante el uso de la flauta, guitarra, violines, caja, tambora (especie de bombo).

Hay varios grupos que la interpretan: Suruviambota, Martincito, Putirise (aves cantoras), Los Amigos, Virasapukai (garza), Piravui (bufeo), Los Taita, Kiyu (grillo), Ivi’a (árboles frutales), Monte Azul, TCO Guarayos y Los Galleretas. Este último tiene grabado un disco de cuatro piezas exitosas que marcan la alegría de las fiestas en los poblados del territorio guarayo: Acuchi Che mboripar, que quiere decir Mi amigo jochi; Che rumo caruguar chico, que significa Yo soy diablo; Tacura fina o gallo fino, y Guapurú, un carnaval oriental. Otra muy conocida es la chovena Matarena petachori, Magdalena pata de chori.

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Autoridades, migración

AUTORIDADES

El símbolo del “mbokoka”

Actualmente, el Cabildo se compone hasta por 15 cargos: Cacique Mayor, Cacique Segundo, Capitán, Comisario, Coronel, Teniente, Comandante, Corregidor, Alcalde, Intendente, dos sargentos, dos portaestandartes y una pareja de portacruces

Élida Urapuca es una mujer con voz firme. Su don de mando es reconocido por sus seguidores. Ella quebró la lógica de la Central de Organizaciones del Pueblo Nativo Guarayo (Copnag) de la provincia Guarayos tras ser posesionada como la máxima dirigente de la entidad. Su labor no es nada fácil, aparte de lidiar con la demanda al Estado para la entrega de la plenitud de la tierra comunitaria de origen a su etnia, pugna con una Copnag paralela que responde a la línea urbana provincial y cívica de la capital Ascensión de Guarayos, bajo el mando de Freddy Torrico. La división provocó rencillas entre indígenas y debilidad organizacional.

La Copnag está afiliada a la Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente Boliviano (CIDOB), que aglutina a 34 naciones originarias, entre ellas, la guaraní, la chiquitana, la esse eja, la tacana, la chimán, la moxeña, la araona… La máxima instancia de las aldeas guarayas se creó en 1987 y fue parte de la “Marcha por el territorio y la dignidad” realizada por los indígenas de las tierras bajas en 1990. Sus objetivos principales se dirigen, tal como establece la antropóloga Mercedes Nostas Ardaya en Saberes del Pueblo Gwarayu, a la recuperación del acceso y control de los recursos naturales y a garantizar la propiedad del predio guarayo solicitado en 1996.

En las provincias, está integrada por siete organizaciones rurales: Central Indígena Multiétnica de Ascensión, Central Comunal de San Pablo, Central Comunal de Urubichá, Central de Comunidades Originarias de Salvatierra, Central Comunal Yaguarú, Central Comunal Cururú y Central Comunal de Yotaú. Urapuca informa que el máximo poder de decisión es la Gran Asamblea del Pueblo Guarayo, que reúne a las centrales; le sigue la Asamblea Intercomunal que se desarrolla cuatro veces al año y depende de actividades de emergencia; y la Asamblea Consultiva, un encuentro extraordinario para analizar denuncias contra los directivos.

El Directorio consta de diez carteras: la Presidencia, la Vicepresidencia y las secretarías de Salud, de Educación, de Tierra y Territorio, de Recursos Naturales, de Género, de Comunicación, de Organización y de Salud. Todos los cargos son ad honorem, se ocupan por cuatro años y se eligen en la Gran Asamblea luego de que cada Central postula a su candidato. “Los mandos son rotatorios entre las comunidades desde 2006, porque antes solamente ocupaban la Presidencia los postulantes de San Pablo, pero ahora eso ha cambiado. Además estamos en crisis por los actos de corrupción en los que se inmiscuyeron otros cabecillas”.

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El antropólogo Wigberto Rivero Pinto explica que tras la Revolución Nacional de 1952 se introdujo en la zona guaraya la organización de los sindicatos agrarios. “A comienzos de la década de 1980, con el nacimiento de la CIDOB, ampliada más tarde al Chaco y la amazonia, aparecieron nuevos interlocutores de este pueblo, pero surgieron problemas entre el Cabildo Indigenal (la organización tradicional de los caciques), los modernos sindicatos agrarios y la más reciente Copnag, llegándose finalmente a una interrelación de mutua coordinación”. Este hecho muestra una positiva tendencia actual en la organización política de los guarayos.

Con el tiempo, y la llegada de la Ley de Participación Popular a fines del siglo pasado, el sistema de autoridades se mezcló con la figura de los presidentes de las organizaciones territoriales de base. El representante de la Central Comunal de Urubichá, Ovidio Yubanure, señala que su localidad respeta el mando de los caciques, líderes morales y religiosos que tienen su Directorio de ancianos sabios, y a la par admite el mandato estatal del Corregidor y el Alcalde. Como presidente de la Central, Yubanure tiene un Directorio en el que sobresalen un Vicepresidente y los secretarios de Tierras, de Recursos Naturales, y de Economía y Producción.

El representante de los curas

Nostas relata que antes de la época misional los guarayos tenían un solo caudillo, el más fuerte e inteligente. “Según la memoria histórica se registra a Kwakwa Ruvi como el líder principal que reunía a la gente en el tocai, casa de oración. Kwakwa Ruvi, Kuruvare y Paräpachi eran jefes de los grupos guarayos, y también dirigían a su población en la confrontación con los chiquitanos. Entre ambos grupos se practicaba la antropofagia, costumbre de comer carne humana”. En palabras del cacique Hilderberto Armoye: “Se comía la carne de los vencidos”.

En los relatos también figura el cabecilla ikarai va’e, tan poderoso como Mbairi, sacerdote que habita en el Cerro Grande; Ererei, el ikarai va’e que fabricaba hachas; Yiai, especie de herrero que era el dueño de las perlas, jefe de los guerreros. Todos ellos, para mostrar su poder, usaban el mbokoka, bastón de tacuara, símbolo de autoridad que se utilizaba en los rituales. El siglo XVIII estuvo marcado por el liderazgo de Luis Kurubare, quien cortó el contacto con los misioneros al permitir la huida de los guarayos al bosque para evitar la reducción católica y por los encontronazos con el nuevo mando de los cabildos.

Esta institución, llamada en guarayo mbokoka rëta, se estableció como respaldo al sacerdote para la implantación del orden y para garantizar el desarrollo de los trabajos y actividades establecidas por los frailes: los guarayos dedicaban tres días a la labor para la Iglesia y tres para el sustento propio. Genaro Guari señala que el Cabildo estaba estructurado por el Cacique, el Comandante que ordenaba a la gente; el Comisario que visitaba las casas, el Crucero que preguntaba por los enfermos, el Intendente, el Sargento, el Capitán, el Corregidor y el Alcalde; cada uno con sus grados y funciones particulares.

Los cabildantes portaban el mbokoka, entregado por los jesuitas a los chiquitanos y luego a los guarayos, y dedicaban la mayoría del tiempo a la oración. Nostas dice que los caciques cumplen hoy diferentes roles: pueden dar consejos morales y relativos a la religiosidad católica, o ser mediadores en conflictos sociales y políticos; aunque mantienen su papel de mediar en las relaciones entre el sacerdote del pueblo y los habitantes. Son nombrados por el grupo eclesiástico local y tienen un protagonismo amplio en la organización y celebración de las ceremonias, festividades y actividades religiosas.

Para el historiador Ernesto Arauz Soruco, esta institución hoy es simbólica y se compone de unas 16 personas: Cacique Mayor, Cacique Segundo, Capitán, Comisario, Coronel, Teniente, Comandante, Corregidor, Alcalde, Intendente, dos sargentos, dos portaestandartes y dos portacruces. Poseen bastones de madera con empuñaduras de metal (mbokoka). “La participación de los caciques es vitalicia”. En Ascensión, desde 1978, conserva el Cacicazgo Mayor la familia Moirenda, apellido que en idioma guarayo quiere decir “nido de serpientes” o “el asiento de la víbora”, siendo el actual jefe Luis Moirenda Chovioré.

En el marco del liderazgo guarayo, subraya Nostas, las mujeres indígenas desempeñaron un papel preponderante en la formación de las organizaciones del oriente; pero este papel no ha sido valorado en todas sus dimensiones. “Muy raras veces han ocupado cargos en los directorios”. La preferencia por los varones impera en el sistema de autoridades de esta etnia; a pesar de la existencia de agrupaciones de féminas que colaboran con las centrales pero que generalmente se dedican a tratar la formación de asociaciones de artesanas para la venta de sus hamacas, pinturas, cerámicas y tejidos.

Urapuca no se reserva nada al hablar del tema. “Hasta ahora no he visto mujeres originarias ocupando cargos de decisión en los municipios o como candidatas. A veces los hombres guarayos son machistas, y yo

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llegué donde estoy porque los dirigentes estuvieron mezclados con la corrupción y abusaron de su poder, y por eso me dieron la oportunidad. Y me dicen: ‘A ver si hace algo esta mujer’. Una manera de desafío, y estoy intentando cumplir mi papel con esfuerzo. Somos invisibilizadas y discriminadas, incluso nos tratamos así entre mujeres”. Sin duda, esta mujer es la excepción en el mundo guarayo dominado por el sexo opuesto.

La justicia comunitaria y el sistema de los chicotazos, los trabajos comunales y los arreglos internos

La antropóloga Mercedes Nostas Ardaya explica que durante la época misional los guarayos eran gobernados por los curas franciscanos; perdieron sus líderes originarios voz y voto en las decisiones y fueron reducidos a la institución del Cabildo, que era nombrado y manejado por los sacerdotes, que determinaban los castigos cuando los indígenas estaban involucrados en actos de mala conducta. Por ejemplo, era prohibido pelear entre iguales, y al que infringía esta regla se le sancionaba con 100 azotes, número que equivalía a “dos arrobas”. Hoy, el sistema de penas en esta etnia continúa tomando entre sus sentencias a la “guasca”.

El presidente de la Central Comunal de Urubichá, Ovidio Yubanure, informa que los castigos actuales, generalmente, guardan relación con los trabajos destinados al desarrollo de la comunidad, sea por uno o dos días, de acuerdo con la gravedad de los hechos cometidos por el infractor. “Los chicotazos (“guasca”) también son aplicados, y en caso de robo el ladrón es obligado a cargar los productos sustraídos y dar vueltas por la plaza, para que toda la población lo vea y esté lleno de vergüenza”. En delitos de gravedad como violaciones y asesinatos, éstos son tratados por el Corregidor o remitidos al juez instructor de Ascensión de Guarayos.

“Esto en última instancia, si no logramos arreglar y sancionar de manera interna el problema”. La apertura del tratamiento de los casos se da cuando las denuncias llegan a la Central Comunal; posteriormente, Yubanure convoca a su Directorio, incluso al del Cacique Mayor para analizar y, si es posible, investigar lo ocurrido. Primero se apuesta por un castigo moral, con la reprimenda de las autoridades al involucrado; si se presenta su reincidencia, se toman medidas más estrictas como la serie de los azotes o las labores comunales. “Hay diferentes formas de aplicar la justicia comunitaria, pero preferimos que todo se solucione en la misma comunidad”.

La presidenta de la Central de Organizaciones del Pueblo Nativo Guarayo, Elida Urapuca, sin embargo, comenta que en varias áreas rurales se ha perdido los usos y costumbres para sancionar las faltas. “Hasta los líderes de Organizaciones Territoriales de Base conforman consejos de mediadores para dar fin a los problemas. Las principales penas tienen que ver, dependiendo la culpabilidad de la persona, con la siembra de arroz o maíz, incluso durante un año, o la limpieza de las áreas de recreación o las oficinas de las organizaciones. Pero eso ya no existe en la provincia guaraya, y se prefiere acudir las representaciones del Estado”.

MIGRACIÓN

Del bibosi a la tela

Hay estudios que señalan que los guarayos se vestían en la antigüedad con una túnica sin mangas hecha de corteza de ficus; las damas usaban una banda de algodón que les colgaba de las caderas a los muslos, se cubrían el cuerpo de pinturas negras o rojas, llevaban como signo distintivo ligas debajo de las rodillas y arriba del tobillo y collares de cuentas de vidrio Los guarayos, sobre todo varones, visten ropas occidentales. En el olvido quedó el empleo de sus trajes originarios. El historiador Ernesto Arauz Soruco rememora que los miembros de esta etnia, en su barbarie, caminaban desnudos y luego se cubrieron con la corteza machacada del árbol de bibosi. “En los primeros tiempos de la misión usaron pantalón corto, un poco más debajo de la rodilla y una especie de casaca corta similar. Después los franciscanos les enseñaron a hilar el algodón, con el cual tejieron lienzos, con los que confeccionaron el tipoy, especie de saya para las mujeres y para los hombres, pantalones más largos y bastante sencillos”.

Otros estudios señalan que se vestían a veces de una túnica sin mangas hecha de corteza de ficus; las damas usaban una banda de algodón que les colgaba de las caderas a los muslos, se cubrían el cuerpo de pinturas negras o rojas, llevaban como signo distintivo ligas debajo de la rodillas y arriba del tobillo y collares de cuentas de vidrio. Para las fiestas, los varones portaban en la cabeza turbantes de plumas y se pasaban adornos por el tabique nasal. No se cortaban los cabellos, sólo las féminas se los encuadraban en la frente, portaban líneas tatuadas en los brazos y cicatrices bajo los senos que anunciaban la nubilidad de las muchachas.

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“Todo eso se ha perdido. Así como nos ve nomás nos vestimos”, expresa el líder de la Central Comunal de Urubichá, Ovidio Yubanure. “Solamente empleamos el tipoy en las festividades. A veces los jóvenes se van a trabajar a otros lugares y luego vuelven con otras costumbres”. La migración es un fenómeno que no escapa a la realidad guaraya, los adolescentes son los que dejan sus hogares para cumplir labor de peones en las haciendas y casas agropecuarias cercanas, o de albañiles u obreros de construcción en las ciudades de Santa Cruz y del Beni. “Pero pretendemos que ahora se queden con los planes de manejo forestal que se están implementado”.

El antropólogo Wigberto Rivero Pinto confirma la situación. “Los guarayos migran para sobrevivir, en busca de empleo, y así abandonan sus tierras. Su organización social se basa en la familia nuclear; sin embargo, este pueblo viene experimentando un proceso de mestización a lo largo de su reconocimiento por el Estado como grupo étnico, más desde el periodo posterior a la Reforma Agraria que impulsó una ‘avanzada’ de blancos mestizos (karai) hacia su espacio, quienes pretendían establecer y fortalecer sus haciendas llevando consigo un intercambio cultural, fenómeno que repercute hasta hoy en la pérdida de muchos de sus conocimientos ancestrales”.

En Paraguay, publica la antropóloga Mercedes Nostas Ardaya en Saberes del pueblo gwarayu, se sabe de la existencia de 1.000 guarayos en la región norte que se autodenominan nación guaraní. Además, la partida de cientos de guarayos bolivianos de su territorio de origen se demuestra en varias localidades benianas con mayoría guaraya como Naranjito, Casarabe, El Encerrao, Villa Cruz, Nueva Alianza, San Lorenzo, Elvira, San Andrés, Puente San Pablo, El Carmen de Itenes, Somopae, Sachojere, Perotó... De la misma manera, se expresa en la capital de la región de Santa Cruz y las provincias de San Javier, Concepción y Buena Vista.

Pero también hay los que niegan su pertenencia a este grupo. El técnico del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado, Adrián Cruz Quentasi, comenta: “Todo ha cambiado en Ascensión de Guarayos. Sus habitantes no quieren hablar el idioma de sus antepasados. Si tuvieran una inyección para volverse blancos, se la colocarían. No obstante, el fenómeno de la mestización en Ascensión, a causa de la amplia llegada de inmigrantes, es irreversible. Además, los guarayos no tienen tierra, la han vendido y no tienen de dónde sujetarse para generar economía, quedarse en sus comunidades y practicar sus usos y costumbres”.

Esta relación de diferentes culturas en Ascensión ha provocado pugnas entre los “paisanos” o collas y los guarayos, lo que es alimentado por el actual conflicto político regional entre occidente y oriente. Arauz no niega que esto pueda llevar a enfrentamientos entre los dos bandos, como ocurrió el año pasado, cuando cívicos ascensioneños quemaron tiendas de collas del Mercado Campesino tras desbloquear la carretera que une a Santa Cruz y Beni, que estaba intervenida por campesinos y colonizadores inmigrantes. “Esta llegada de gente igual ha incidido en el cambio de forma de vestir y de buscar el sustento, antes aquí no había comerciantes”.

Para Yubanure, en otras aldeas guarayas hay problemas con colonizadores y madereras que radican en la región por su riqueza agraria y forestal, lo cual es una bomba de tiempo activada que puede explotar en cualquier momento. Una de las localidades con mayor índice de “paisanos” es Yotaú, y el dirigente de la Central Comunal, Eladio Ureza, dice que ello no ha afectado la relación armoniosa diaria. “Somos una expresión de la interculturalidad. Los guarayos siempre han sido hospitalarios y aquí conviven con aymaras, quechuas, mojeños, trinitarios, chaqueños, chiquitanos… Respetamos las creencias de otros y son bienvenidos a esta tierra”. Y para inculcar ello, la radio de la aldea juega un papel primordial.