goethe wolfgrang - egmont

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EGMONT J. W. GOETHE Ediciones elaleph.com

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  • E G M O N T

    J . W . G O E T H E

    Ediciones elaleph.com

    Diego Ruiz

  • Editado porelaleph.com

    1999 Copyright www.elaleph.comTodos los Derechos Reservados

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    PERSONAS

    MARGARITA DE PARMA, hija de Carlos V, re-gente de los Pases Bajos.EL CONDE DE EGMONT, prncipe de Gavre.GUILLERMO DE ORANGE.EL DUQUE DE ALBA.FERNANDO, su hijo natural.MAQUIAVELO, al servicio de la regente.RICARDO, secretario de EGMONT.SILVA.GMEZ. Servidores de AlbaCLARITA, amante de EGMONT.SU MADRE.BRACKENBURG, joven ciudadano.SOEST, tendero

    JETTER, sastre. Ciudadanos de Bruselas.UN CARPINTEROUN JABONERO..BUYCK, soldado de EGMONT.RUYSUM, invlido y sordo.VANSEN, escribiente.Pueblo, squito, guardias, etc.

    La accin es en Bruselas.

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    ACTO PRIMERO

    CAMPO DE TIRO DE BALLESTAS

    SOLDADOS Y CIUDADANOS CONBALLESTAS

    JETTER, ciudadano de Bruselas, sastre, avanza y empulgala ballesta. SOEST, ciudadano de Bruselas, tendero.SOEST.- Vamos! Tirad! Acabemos de una vez!No me venceris! Tres crculos negros; tiro comose no lo habis hecho en toda vuestra vida. Y deeste modo, ser el maestro de este ao.JETTER.- Maestro y rey. Quin os lo disputar?Pero tambin tendris que pagar doble escote; segnes justo, tendris que pagar por vuestra destreza.

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    BUYCK, holands, soldado de EGMONT.- Jetter, oscompro vuestro derecho a tirar; repartiremos la ga-nancia; convidar a los seores. Hace ya muchotiempo que estoy aqu y a todos debo muchas aten-ciones. Si yerro el tiro, es como si hubierais dispa-rado vos mismo.SOEST.- Tendra mucho que oponer, porque real-mente pierdo en el trato. Pero, Buyck, veamos.BUYCK.- (Dispara.) Vamos, bufn, la reverencia!...Uno! Dos! Tres! Cuatro!SOEST.- Cuatro crculos? Bravo!TODOS.- Viva, viva el seor rey! Otra vez viva!BUYCK.- Gracias, gracias, seores. Maestro seraya demasiado. Gracias por el honor.JETTER.- Slo os lo debis a vos mismo.RUYSUM.- (Frisn, invlido y sordo.) Permitid que osdiga...SOEST.- Qu queris decir, buen viejo?RUYSUM.- Permitid que os diga... Tira como suseor, tira como EGMONT.BUYCK.- A su lado no soy ms que un pobre cha-pucero. Maneja la ballesta como nadie en el mundo.Y no cuando est de suerte o tiene una buena racha;no; slo con encarar el arma da siempre en el blan-co. Lo he aprendido de l. Sera bien torpe quien

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    sirviera a sus rdenes y no aprendiera nada... Perono hay que olvidar, seores, que un rey sustenta asus servidores; por lo tanto, venga vino, a cuentadel rey!JETTER.- Est acordado entre nosotros que cadacual...BUYCK.- Soy forastero y soy rey y no respetovuestras leyes y costumbres.JETTER.- Pues eres peor que el espaol; ste, porlo menos, ha tenido que respetrnoslas hasta ahora.RUYSUM.- Qu?SOEST.- (En voz ms alta.) Quiere obsequiarnos; noquiere consentir que paguemos nuestro escote y elrey solamente doble que los otros.RUYSUM.- Dejadle hacer! Pero sin sentar pre-cedentes! Tambin esa es la manera de proceder desu seor: ser esplndido y dejar que rueden las cosascuando vienen derechas. (Traen vino.)TODOS.- A la salud de Su Majestad! Viva! Viva!JETTER.- (A Buyck.) Se sobreentiende que a la deVuestra Majestad.BUYCK.- Gracias de todo corazn, si tiene que seras.

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    SOEST.- Claro! Porque a la salud de la Majestadespaola no es fcil que ningn neerlands brindesinceramente.RUYSUM.- Por quin?SOEST.- (En voz ms alta.) Por Felipe II, rey de Es-paa.RUYSUM.- Nuestro clementsimo seor y so-berano! Concdale Dios larga existencia!SOEST.- No hubierais preferido a su padre, CarlosV?RUYSUM.- Dios lo tenga en su santa paz! Ese sque era un soberano. Tena en su mano toda la tie-rra y saba ser todo para todos; y si os encontraba,os saludaba como cualquier vecino saluda a otro; ysi os espantabais de su presencia, con tan buenasmaneras saba... Ya me comprendis... Sala, monta-ba a caballo cuando se le antojaba, casi sin escolta.Lo que lloramos todos cuando le transmiti el go-bierno a su hijo!... Yo digo, ya me comprendis, queste es de otro es ms majestuoso...JETTER.- Cuando estuvo aqu, no se dejaba versino en medio de la pompa y aparato real. Hablabapoco, segn decan las gentes.SOEST.- No es seor para nosotros los neerlan-deses. Nuestros prncipes tienen que ser alegres y

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    francos como nosotros; que vivan y dejen vivir. Noqueremos ser despreciados ni oprimidos, siendo lobuenazos que somos.JETTER.- El rey, segn pienso, sera ms benvoloseor si tuviera mejores consejeros.SOEST.- No, no. No tiene ninguna simpata pornosotros los neerlandeses; su corazn no se sienteinclinado hacia este pueblo; no nos quiere. Cmopodramos quererlo nosotros? Por qu todo elmundo es tan afecto al conde de Egmont? Por qutodos nosotros lo llevaramos sobre nuestros hom-bros? Porque se ve que nos quiere bien; porque laalegra, la franqueza y la benevolencia brillan en susojos; porque no posee cosa alguna que no compartacon el necesitado, y hasta con el que no lo necesita.Viva el conde de Egmont! Buyck, os correspondepronunciar el primer brindis. Brindad por la saludde vuestro seor.BUYCK.- Con mi alma entera. Por el conde deEgmont!RUYSUM.- Por el vencedor de San Quintn!BUYCK.- Por el hroe de Gravelinas!TODOS.- Viva!RUYSUM.- La de San Quintn fue mi ltima ba-talla. Apenas poda ya caminar, apenas poda arras-

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    trar el pesado arcabuz. Pero con l, aun le chamus-qu la pelleja a ms de un francs y aun recib comodespedida un balazo que me roz la pierna derecha.BUYCK.- La batalla de Gravelinas, amigos!Aquello s que fu bueno! La victoria fu slonuestra. Los perros de los gabachos no iban portoda Flandes a sangre y fuego? Pues me parece queles dimos su merecido. Sus veteranos y vigorosossoldados resistieron largo tiempo y nosotros lesapretamos, disparamos sobre ellos y los machaca-mos hasta que torcieron el hocico y sus lneas on-dularon. Entonces a Egmont le mataron el caballoen que iba montado y luchamos largo tiempo, avan-zando y retrocediendo, hombre contra hombre, ca-ballo contra caballo, pelotn contra pelotn, en eldilatado arenal del borde del mar, De pronto, comollovidos del cielo, desde la desembocadura del ro,pum! pum! caonazos contra los franceses. Eranlos ingleses que, bajo el mando del almirante Malin,venan, por casualidad, de Dunkerque. Cierto queno nos sirvieron de mucho, slo podan avanzarcon los barcos ms pequeos y no hasta una dis-tancia lo bastante prxima; tambin caan sus balasen medio de nosotros... Sin embargo, hizo buenefecto. Quebrant el de los franchutes y reforz

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    nuestro valor. Entonces s que fue ella! Rif! raf!arriba! abajo! Todos fueron muertos, todos arro-jados al agua. Y los bribones se ahogaban no bien laprobaban; y nosotros, los holandeses, pegados a susespaldas. Nosotros, que como somos anfibios, est-bamos en el agua tan bien como las ranas, y segua-mos golpeando en el ro a nuestros enemigos y loscazbamos lo mismo que a patos. El que se nos es-cap, fue muerto por las aldeanas con azadones yhorcas. Su Majestad el rey de los gabachos tuvo enseguida que tender la pata y concertar la paz. Y lapaz nos la debis a nosotros, se la debis al granEgmont.TODOS.- Viva! Viva el gran Egmont! Viva! Vi-va!JETTER.- Si nos lo hubieran dado a l como re-gente en vez de Margarita de Parma!SOEST.- Eso no! Lo que es verdad es verdad! Noconsiento que se hable mal de Margarita. Ahora metoca a m. Viva nuestra benigna seora!TODOS.- Viva!SOEST.- Verdaderamente, hay en esa casa mujeresexcelentes. Viva la regente!JETTER.- ES prudente y moderada en todo lo quehace. Si no estuviera unida a los curas con tanta

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    tenacidad y obstinacin! Tambin es culpa suya quetengamos en el pas las catorce nuevas mitras epis-copales. Para qu las queremos? No es verdad queser para poder introducir extranjeros en los buenospuestos para los cuales antes se elegan abades delos captulos? Y hemos de creer que sea por moti-vos de religin? Vamos! Con tres obispos tenamosbastante; todo marchaba digna y ordenadamente.Ahora es preciso que cada uno de ellos haga comosi fuera necesario; y as, a cada instante se originandisgustos y querellas. Y cuanto ms agitis y sacu-dis el lquido, ms turbio se pone. (Beben.)SOEST.- Fue voluntad del rey; ella no puede su-primir ni aadir nada a lo que l ordene.JETTER.- Y ahora no se nos permite cantar losnuevos salmos! A la verdad, estn compuestos enmuy hermosas rimas y tienen unos versos muy edi-ficantes. No debemos cantarlos; pero canciones p-caras, tantas como queramos. Y por qu? Dicenque hay en ellos herejas y Dios sabe qu cosas. Noobstante, tambin yo los he cantado, y si contienenalgo nuevo no he sabido notarlo.BUYCK.- Quera preguntaros sobre ello. En nues-tra provincia cantamos lo que queremos. Eso de-pende de que el conde de Egmont es nuestro go-

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    bernador y no se mete a averiguar esas cosas... EnGante, en Ipres, en toda Flandes cantan lo que se lesantoja. (En voz ms alta.) Hay algo ms inocente queun cntico de iglesia? No es verdad, to Ruysum?RUYSUM.- Quin lo duda? Es un acto del serviciodivino, cosa edificante.JETTER.- Pero ellos dicen que no es ese el buenmodo de adorar a Dios, que no es ese su modo; ysiempre es peligroso: lo mejor es abstenerse. Losservidores de la Inquisicin se deslizan por todaspartes y estn al acecho; ms de un hombre dignoha labrado ya su desgracia. Slo les faltaba subyu-gar las conciencias! Ya que no me es dado hacer loque quisiera, podran siquiera dejarme pensar ycantar lo que se me antojara.SOEST.- La Inquisicin no arraigar entre nos-otros. No somos de la misma madera que los espa-oles para dejar que tiranicen nuestras conciencias.Y adems, la nobleza busca tambin el medio decortarle las alas a tiempo.JETTER.- Es odioso. Si a esas buenas gentes se lesantoja invadir mi casa cuando estoy sentado a mitrabajo y quiz canturreo un salmo francs, sin pen-sar en nada al hacerlo, ni malo ni bueno, slo lomascullo porque lo tengo en la garganta, al punto

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    soy declarado hereje y metido en la crcel. O si voypor el campo y me detengo junto a una masa degentes que escuchan a un nuevo predicador, uno deesos que han venido de Alemania, inmediatamentesoy declarado rebelde y estoy en peligro de perder lacabeza. Acaso habis odo predicar a alguno deesos hombres?SOEST.- Gente de primera! Hace poco oa a unohablar en el campo, delante de miles y miles de per-sonas. Era otro guiso que el que nos dan los nues-tros cuando trompetean en el plpito y atragantan ala gente con tarugos de latn. ste hablaba con sucorazn; deca que el clero hasta ahora nos ha lleva-do cogidos por las narices y nos ha mantenido en laignorancia y que podamos recibir mayores luces. Ytodo os lo probaba con la Biblia!JETTER.- Bien puede haber algo de cierto en ello.Yo mismo lo dije siempre, y cavilaba sin cesar sobrela cuestin. Hace mucho que me da vueltas por lacabeza.BUYCK.- Todo el pueblo corre en su seguimiento.SOEST.- Ya lo creo. Adonde se puede or algobueno y algo nuevo.JETTER.- Y despus de todo, qu importa? Puededejarse a cada cual que predique a su manera.

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    BUYCK.- nimo, seores! Con la charla os ol-vidis del vino y de Orange.JETTER.- Pues no hay que olvidarlo. Es una ver-dadera, fortaleza: slo con pensar en l ya cree unoque podra ocultarse a sus espaldas y que el diablono sera capaz de arrancarlo de all. Viva! VivaGuillermo de Orange!TODOS.- Viva! Viva!SOEST.- Vamos, viejo; pronuncia t tambin tubrindis.RUYSUM.- Por los antiguos soldados! Por todoslos soldados! Viva la guerra!BUYCK.- Bravo, viejo! Por todos los soldados!Viva la guerra!JETTER.- La guerra! La guerra! Sabis lo queevocis? Es muy natural que esa palabra salga f-cilmente de vuestra boca; pero lo que no puedo de-ciros es lo miserable que se sienten nuestros co-razones cuando se la pronuncia. Durante todo elao, el resonar el tambor en nuestros odos, y noescuchar otra cosa, sino cmo desfila una patrullapor aqu y otra por all, cmo traspasan una colina yse alojan en un molino; cuntos quedan en este lu-gar, cuntos en aquel otro, y cmo se combaten y eluno gana y el otro pierde, sin que en toda vuestra

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    vida sepis lo que se gana ni lo que se pierde. Cmoes tomada una ciudad, asesinados sus habitantes y loque les ocurre a las pobres mujeres y a los niosinocentes. Es una constante angustia y riesgo, pin-sase a cada instante, Ah vienen! Ahora nos ocurri-r lo mismo a nosotros.SOEST.- Por eso es preciso que un ciudadano estsiempre ejercitado en el manejo de las armas.JETTER.- S; se ejercita quien tiene mujer e hijos. Y,no obstante, prefiero or hablar de soldados queverlos delante.BUYCK.- Debera tomarlo a mal.JETTER.- Paisano, no es a vosotros a quien me re-fiero. Si nos viramos libres de las guarniciones es-paolas, podramos volver a respirar.SOEST.- Ah! Son las que ms te pesan?JETTER.- Brlate de ti mismo.SOEST.- Tuvieron en tu casa un duro alojamiento.JETTER.- Cllate la boca!SOEST.- Lo desterraron de la cocina, de la bodega,de la sala, del lecho. (Se ren.)JETTER.- Eres un mentecato.BUYCK.- Paz, seores! Tiene que ser el soldadoquien predique la paz? Pues bien, ya que no que-

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    ris saber nada de nosotros, pronunciad tambinvuestro brindis, un brindis civil.JETTER.- Siempre estamos dispuesto a ello. Se-guridad y paz!SOEST.- Orden y libertad!BUYCK.- Bravo! Con eso tambin estamos nos-otros conformes!(Chocan los vasos y repiten alegremente las anteriores palabras,pero en forma que cada uno diga la del anterior con lo que seorigina una especie de canon. El viejo escucha atentamente y,por ltimo, acaba por juntarse a los otros.)TODOS.- Seguridad y paz! Orden y Libertad!

    PALACIO DE LA GOBERNADORA

    MARGARITA DE PARMA, en traje de caza.CORTESANO, FAJES, SERVIDORES

    GOBERNADORA.- Suspended la cacera; no sal-dr hoy a caballo. Decidle a Maquiavelo que venga.

    (Vanse todos.)

    No me deja reposo la idea de estos espantososacontecimientos! Nada puede entretenerme, nada

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    distraerme; siempre tengo ante m estas imgenes ypreocupaciones. Ahora dir el rey que todo es con-secuencia de mi bondad, de mi indulgencia; y, sinembargo, la conciencia me dice a cada instante quehe hecho lo ms prudente, lo mejor que poda serhecho. Habra debido atizar ms bien estas llamascon el vendaval de la clera y esparcirlas por todaspartes? Esperaba poder aislarlas, hacer que se extin-guieran por s propia. S; lo que me digo a m mis-ma, lo que s muy bien, me justifica ante mipensamiento, pero cmo lo recibir mi hermano?Pues cmo negarlo? La arrogancia de los doctoresextranjeros ha crecido de da en da; han profanadonuestro santuario, conmovido la simplicidad delpueblo e infundido entre l un soplo de locura. Es-pritus impuros se han mezclado con los rebeldes yhan ocurrido sucesos espantosos, que hacen temblarslo de pensar en ellos, y de los que tengo que in-formar circunstanciadamente a la Corte para que nollegue antes el rumor general y no pueda pensar elrey que quieren ocultrsele cosas an ms graves.No veo ningn medio de detener el mal, ni severoni pacfico. Oh! qu somos nosotros, los grandesde la tierra, sobre las olas de la humanidad? Cre-

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    emos dominarla, y nos impulsa de un lado a otro,abajo y arriba. (Entra Maquiavelo.)GOBERNADORA.- Estn redactadas las cartaspara el rey?MAQUIAVELO.- Dentro de una hora podris fir-marlas.GOBERNADORA.- Habis hecho bastante deta-llado el informe?MAQUIAVELO.- Detallado y circunstanciado, co-mo le gusta al rey. Refiero cmo el furor iconoclastase manifiesta primero en Saint- Omer; cmo unaenloquecida muchedumbre, provista de palos, ha-chas, martillos, escalas y cuerdas, acompaada deescasas gentes de armas, ataca primero las capillas,iglesias y monasterios, expulsa a los fieles, echaabajo las cerradas puertas, lo trastorna todo, derribalos altares, destruye las imgenes de los santos, des-garra todos los cuadros, destroza, despedaza y pi-sotea todo lo consagrado y santificado que puedeencontrar. Refiero cmo en el camino se acrecientanlas masas; los habitantes de Ipres les abren suspuertas; con increble rapidez, devastan la catedral,queman la biblioteca del obispo. Narro cmo unagran muchedumbre de pueblo, poseda del mismodelirio, se esparce por Menin, Comines, Werwick y

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    Lille, no halla ninguna resistencia, y cmo, casi enun momento, esta monstruosa conjuracin se decla-ra y extiende casi por toda Flandes.GOBERNADORA.- Ay, de qu modo al repetirt esas cosas vuelve a apoderarse de m el dolor! Ysmase a ello, el temor de que el mal se haga cadavez ms grande. Decidme lo que pensis, Maquia-velo.MAQUIAVELO.- Perdone Vuestra Alteza que mispensamientos sean tan parecidos a manas. Aunquesiempre hayis estado contenta de mis servicios,rara vez habis querido seguir mis consejos. Confrecuencia me tiene dicho, bromeando, Vuestra Al-teza: Ves demasiado lejos, Maquiavelo. Deberashacerte historiador: quien ha de gobernar tiene quepreocuparse de lo ms inmediato Y, sin embargo,no he referido anticipadamente esta dolorosa his-toria? No he previsto todo lo que haba de ocurrir?GOBERNADORA.- Tambin yo preveo muchascosas sin poder modificarlas.MAQUIAVELO.- Una nica palabra: jams ahoga-ris la nueva doctrina. Dejadla vivir, separadla delos ortodoxos, dadles iglesias, hacedlos entrar en elorden civil, imponedles lmites; y de este modo, en

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    un momento, apaciguaris a los sublevados. Todootro procedimiento ser vano y arruinaris el pas.GOBERNADORA.- Has olvidado el horror conque rechaz mi hermano hasta la pregunta de si sepoda tolerar la nueva doctrina? No sabes que delmodo ms ardiente me recomienda en cada una desus cartas el mantenimiento de la verdadera fe?Que no quiere que sean restablecidas la calma y launidad a costa de la religin? No llega hasta elpunto de mantener espas en las provincias a loscuales no conocemos, para saber quin se inclina alas nuevas opiniones? Con gran asombro nuestro,no nos ha citado a tal o cual persona, que, cerca denosotros, se senta secretamente inclinada hacia lahereja? No ordena la severidad y el rigor? Cmopuedo yo ser indulgente? Puedo hacerle la pro-puesta de que cierre los ojos y lo soporte todo? Noperdera con l toda confianza y todo crdito?MAQUIAVELO.- Ya lo s; el rey ordena, os hacesaber sus propsitos. Debis restablecer la calma yla paz por un medio que todava agriar ms los es-pritus que la guerra que, inevitablemente, ha de en-cenderse por todas partes. Reflexionad en lo quehacis. Los ms ricos comerciantes, la nobleza, elpueblo, los soldados, estn contagiados del mal.

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    De qu sirve perseverar en nuestras ideas cuandotodo cambia en torno nuestro? Si un buen espritupudiera inspirarle a Felipe que es ms digno de unrey gobernar sbditos de dos religiones que exter-minar a unos por mano de los otros!GOBERNADORA.- No repitas jams tales pala-bras! Bien s que la poltica rara vez puede mantenerla fidelidad y la buena fe; que excluye de nuestrocorazn la franqueza, bondad e indulgencia. Todoello, por desgracia, es harto verdadero en las cues-tiones mundanas; pero tambin hemos de jugarcon Dios como lo hacemos unos con otros? He-mos de sacrificarlo por novedades inciertas, venidasno se sabe de dnde, y que hasta se contradicen en-tre s?MAQUIAVELO.- No pensis mal de m, a causa deesto.GOBERNADORA.- Te conozco a ti y conozco tufidelidad, y s que se puede seguir siendo hombrehonrado y prudente, aun habindose equivocado alescoger el camino mejor y ms prximo para la sal-vacin del alma. Tambin hay otros hombres, Ma-quiavelo, a los que a un tiempo tengo que estimar ycensurar.MAQUIAVELO.- A quin os refers?

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    GOBERNADORA.- Debo confesar que en el dade hoy Egmont me ha producido un profundo entimo disgusto.MAQUIAVELO.- En qu forma?GOBERNADORA.- Con su indiferencia y ligerezahabituales. Recib el espantoso mensaje precisa-mente en el momento en que me diriga a la iglesiaacompaada por l y otros muchos. No pude re-primir mi dolor, me quej en voz alta y exclam,dirigindome a l: Ved lo que sucede en vuestraprovincia! Toleraris eso, conde, vos de quien seprometa tanto el rey?MAQUIAVELO.- Y qu respondi?GOBERNADORA.- Como si se tratara de una pe-queez, de una bagatela, replic diciendo: Ojalque los neerlandeses estuvieran tranquilos respectoa su constitucin! Todo lo dems se arreglara f-cilmente.MAQUIAVELO.- Quiz habl de un modo msverdadero que piadoso y prudente. Cmo puedeproducirse y subsistir la confianza si el neerlandscomprende que se trata de sus riquezas ms que desu bien y de la salud de su conciencia? Los nuevosobispos han salvado ms almas que disfrutado desuculentos beneficios y no son extranjeros en su

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    mayor parte? Todos los gobiernos estn an ocu-pados por neerlandeses, pero los espaoles no de-jan notar muy claramente que sienten los anhelosms fuertes e irresistibles por poseer esos puestos?No prefiere un pueblo ser gobernado a su manera,por los suyos, que no por extranjeros, que primerotratan de adquirir bienes en el pas, a expensas detodos, que traen consigo una extranjera regla de go-bierno y dominan sin benevolencia ni simpata?GOBERNADORA.- Te pones del lado de mis ad-versarios.MAQUIAVELO.- No con mi corazn, segura-mente; y deseara que con mi razn pudiera colo-carme del todo a vuestro lado.GOBERNADORA.- De hacerte caso, sera precisoque les cediera yo mi gobierno; pues Egmont yOrange se hacan las mayores ilusiones de ocupareste puesto. Antes eran adversarios; ahora se hanligado contra m, se han hecho amigos, amigos in-separables.MAQUIAVELO.- Peligrosa pareja!GOBERNADORA.- Si he de hablar sinceramente,temo a Orange y temo por Egmont. Orange no me-dita nada bueno, sus pensamientos vuelan a muylejos, es misterioso, parece aceptarlo todo, no con-

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    tradice jams, y hace lo que se le antoja con el msprofundo respeto, con la mayor cautela.MAQUIAVELO.- Egmont, por el contrario, cami-na con paso libre como si todo el mundo le pertene-ciera.GOBERNADORA.- Lleva la cabeza tan alta comosi la mano de Su Majestad no se cerniera sobre l.MAQUIAVELO.- Las miradas del pueblo estn to-das dirigidas a l y los corazones le pertenecen.GOBERNADORA.- Jams ha evitado una sospe-cha que le comprometiera, como si nadie tuvieraderecho a pedirle cuentas. Aun sigue usando elnombre de Egmont. Le gusta orse llamar conde deEgmont, como si no quisiera olvidar que sus ante-pasados fueron poseedores de Gelder. Por qu nose titula prncipe de Gavre como le corresponde?Por qu procede as? Quiere volver a revalidarextinguidos derechos?MAQUIAVELO.- Lo tengo por un fiel servidor delrey.GODERNADORA.- Si quisiera hacerlo, qu mere-cimientos podra adquirir ante el gobierno! Pero envez de ello, sin provecho para s mismo, nos haproducido ya innumerables disgustos. Sus reunio-nes, sus banquetes y fiestas, han ligado y enlazado

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    ms a la nobleza que las ms peligrosas asambleassecretas. Con sus brindis, los huspedes han adqui-rido una embriaguez permanente, un vrtigo que nose disipa jams. Qu frecuentemente, con sus bro-mas, ha conmovido los nimos del pueblo, y cmose queda boquiabierta la plebe ante las nuevas li-breas, las ridculas insignias de sus servidores!1

    MAQUIAVELO.- Estoy convencido de que fu sinintencin.GOBERNADORA.- Ya es bastante daino an sineso. Es lo que yo digo: nos perjudica sin provechosuyo. Toma a broma lo ms serio y nosotros, parano parecer indolentes y descuidados, tenemos quetomar la broma en serio. De este modo una cosaprovoca otra; y lo que se trata de evitar es justa-mente lo que se realiza. Es ms peligroso que el jefefranco de una conspiracin y me equivocara muchosi en la Corte no le llevaran cuenta de todo. Nopuedo negar que pasan pocos das en que no mehiera, en que no me hiera dolorosamente.MAQUIAVELO.- Parceme que procede en todosegn su conciencia.

    1Vase la nota de las pginas 80 y 81.

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    GOBERNADORA.- Su conciencia es un espejocomplaciente. Su conducta suele ser ofensiva. A ve-ces semeja como si viviera en el pleno convenci-miento de que l es el seor y que slo poramabilidad no quiere hacrnoslo notar, no quierearrojarnos del pas directamente; ya ocurrir mstarde.MAQUIAVELO.- Os ruego que no interpretis deuna manera harto peligrosa su franqueza, su buencarcter, que le hace tratar todo lo importante conligereza. Lo dais a l y os dais a vos misma.GOBERNADORA.- No interpreto. Hablo slo deinevitables consecuencias y conozco a Egmont. Sunobleza flamenca y su toisn de oro pendiente so-bre el pecho, fortalecen su confianza, su osada.Ambas cosas pueden protegerle de un precipitado yarbitrario enojo del rey. Considralo despacio: l esel nico culpable de todas las desgracias que afligena Flandes. En primer lugar, toler a los doctoresextranjeros; no consider el asunto con suficientereflexin y acaso se alegr en lo secreto de que tu-viramos que luchar con algo. Djame; he de mani-festar en esta ocasin todo lo que guardo en mipecho. Y no quiero lanzar en vano mis flechas; s

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    cul es su punto vulnerable; porque tambin l esvulnerable.MAQUIAVELO.- Habis hecho convocar el con-sejo? Vendr tambin Guillermo de Orange?GOBERNADORA.- En su busca he enviado unmensajero a Amberes. Quiero imputarle directa-mente todo el peso de la responsabilidad; han decombatir realmente el mal juntos conmigo, o decla-rarse rebeldes. Apresrate para que las cartas estndispuestas y tremelas a la firma. Despus enva r-pidamente a Madrid a nuestro acrisolado Vasca; esinfatigable y fiel; que mi hermano sepa primero lasnoticias por l y que la voz pblica no se adelante.Quiero hablarle yo misma antes de que parta.MAQUIAVELO.- Vuestras rdenes sern cumpli-das fiel y puntualmente.

    CASA DE ARTESANOS

    CLARA. LA MADRE DE CLARA,BRACKENBURG

    CLARA.- No queris tenerme la madeja, Bra-ckenburg?

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    BRACKENBURG.- Clarita, os ruego que me dis-pensis.CLARA. Qu vuelve a ocurriros? Por qu me ne-gis este pequeo servicio amistoso?BRACKENBURG.- Con vuestra hebra me amarrisfirmemente delante de vos y no puedo evitar la mi-rada de vuestros ojos.CLARA.- Qu tontera! Vamos, sostenedla.LA MADRE (Calcetando en su silln.) - Cantad algunacosa. Brackenburg acompaa tan bien! En otrotiempo estabais siempre alegres y no estaba yo pri-vada de algo de que rer.BRACKENBURG.- S, en otro tiempo!CLARA.- Cantemos.BRACKENBURG.- Como queris.CLARA.- Pero con animacin y viveza. Una can-cin militar: mi pieza favorita. (Devana la madeja ycanta con BRACKENBURG):

    El tambor redobla,los pfanos suenan.Armado, mi amantesus huestes ordena;con lanza en el puosus gentes gobierna.

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    Mi pecho palpita, mi sangre se quema:Quin sombrero y calzasy jubn tuviera!

    Con resuelto pasosalgo tras sus fuerzas;cruzo las provincias,voy adonde l quiera.Cede el enemigo,nuestras balas vuelan.Dicha incomparablesi un hombre yo fuera!

    Al cantar, BRACKENBURG contempla frecuentemente aCLARITA; por ltimo, fltale la voz, llnansele de lgrimaslos ojos, deja caer la madeja y se asoma a la ventana.CLARITA acaba de cantar sola; la madre le hace seassemiinvoluntarias; la muchacha se levanta, avanza algunospasos hacia BRACKENBURG, vulvese semiindecisa y sesienta de nuevo.

    MADRE.- Qu pasa en la calle, Brackenburg? Oi-go pasos.

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    BRACKENBURG.- Es la guardia de la gobernado-ra.CLARA.- A esta hora? Qu quiere decir eso? (Selevanta y se asoma a la ventana junto a Brackenburg.) Noes la guardia ordinaria; es mucho mas numerosa!Casi todas sus tropas. Ah, Brackenburg! Salid! Ida saber qu es lo que ocurre! Tiene que ser algo ex-trao. Id, buen Brackenburg; hacedme esa merced.BRACKENBURG.- Voy. Volver al instante. (Alsalir, le tiende la mano; ella le da la suya.)MADRE.- Lo despachas ya?CLARA.- Me siento curiosa; y, adems, no lo tomisa mal, su presencia me causa dolor. Nunca s cmodebo portarme con l. Me reconozco culpable enrelacin con su persona y me corroe el alma que losienta tan vivamente... Pero puedo hacer que sea deotro modo?MADRE.- Es tan buen muchacho!CLARA.- Por eso no puedo dejar de recibirlo conafecto. Mi mano oprime la suya inadvertidamente,cuando me la coge con tanta dulzura y terneza. Mehago el reproche de que lo estoy engaando, de quealimento en su pecho una vana esperanza. Eso meatormenta. Pero Dios sabe que no lo engao. No

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    quiero que conserve esperanzas y, sin embargo, nosoy capaz de hacerle desesperar.MADRE.- Eso no est bien.CLARA.- Me gustaba su compaa y aun hoy no loquiere mal mi alma. Hubiera podido ser su mujer ycreo que nunca estuve enamorada de l.MADRE.- Siempre hubieras sido feliz a su lado.CLARA.- No hubiera carecido de nada y tendrauna pacfica existencia.MADRE.- Y todo lo has dejado perder por tu cul-pa.CLARA.- Me encuentro en una extraa situacin.Cuando reflexiono en cmo ha ocurrido esto, lo sy no lo s al mismo tiempo. Pero slo necesito vol-ver a ver a Egmont y todo se me hace comprensible;aunque fuera mucho ms, tambin lo comprendera.Ah, ese s que es un hombre! Todas las provinciaslo veneran, y yo, entre sus brazos, no haba de serla criatura ms dichosa del mundo?MADRE.- Qu porvenir nos espera?CLARA.- Ah! yo no me pregunto nada ms, sinosi l me quiere; y si me quiere cabe preguntar otracosa?MADRE.- No tiene una ms que preocupacionescon sus hijos. Cmo acabar esto? Siempre penas y

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    cuidados. No terminar con bien. Te has hechodesgraciada! Me has hecho desgraciada!CLARA.- (Tranquilamente.) Sin embargo, al principiono os opusisteis.MADRE.- Por desgracia fui demasiado buena;siempre soy demasiado buena.CLARA.- Cuando Egmont pasaba a caballo y yocorra a la ventana, me reprendais por ello? Noos asomabais vos misma? Cuando levantaba a mlos ojos, se sonrea, me haca seas y saludaba, oscausaba algn enojo? No era ms bien como si ossintierais honrada en vuestra hija?MADRE.- Hazme an reproches!CLARA.- (Conmovida.) Y cuando todava pas conms frecuencia por nuestra calle, y conocimos muybien que era por m por quien recorra aquel cami-no, no fuisteis vos misma quien lo hizo observarcon secreta alegra? Me mandabais retirar cuandome pona detrs de la vidriera, esperndolo?MADRE.- Podra pensar que llegara hasta tan le-jos?CLARA.- (Con voz entrecortada y conteniendo el llanto.) Yaquella noche, cuando nos sorprendi al pie denuestra lmpara, envuelto en su capa, quin se

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    apresur a recibirlo, ya que yo me qued en miasiento como pasmada, paralizada por el asombro?MADRE.- Podra yo temer que este desdichadoamor arrebatara tan pronto a la sensata Clarita?Ahora tengo que soportar que mi hija...CLARA.- (Deshecha en llanto.) Madre! Os empeisen ello! Gozis en atormentarme.MADRE.- (Llorando.) Y adems llora! Haz an ma-yor mi desdicha con tu afliccin. No es ya bastantepena para m el que mi nica hija sea una muchachaperdida?CLARA.- (Framente, ponindose en pie.) Perdida! Laamada de Egmont una muchacha perdida?... Quprincesa no envidiara a la pobre Clarita por elpuesto que ocupa en su corazn? Oh, madre! Ma-dre ma! Antes no hablabais as. Sed buena, queridamadre. Qu importa el pueblo y lo que piense, lasvecinas y sus murmuraciones?... Esta habitacin,esta casita, son un paraso desde que en ellas vive elamor de Egmont.MADRE.- Eso es verdad, hay que quererlo. Siemprese muestra tan afectuoso, franco y abierto.CLARA.- No hay en l ni una veta de falsedad. Mi-rad, madre, es el gran Egmont, y, sin embargo,cuando viene a verme, qu carioso y qu bueno se

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    muestra! Con qu gusto me ocultara su rango y suvalor! Cmo se ocupa de m, slo como hombre,como amigo, como enamorado!MADRE.- Vendr hoy quiz?CLARA.- No me habis visto ir frecuentemente ala ventana? No habis observado con qu atencinescucho si hay algn rumor en la puerta?... Aunqueya s que no viene antes de la noche, barrunto supresencia desde por la maana cuando me levanto.Oh! Si fuera un rapaz para poder ir siempre conl, a la corte y a todas partes! Si pudiera seguirlellevando su estandarte en las batallas!MADRE.- Siempre has sido una aturdida; ya desdenia pequea, tan pronto alocada como pensativa.No te arreglas un poco?CLARA.- Acaso, madre; s me aburro... Figuraosque ayer pasaron por aqu algunas de sus gentes ycantaban canciones en su honor. Por lo menos sunombre figuraba en la letra; lo dems no pude com-prenderlo. El corazn me saltaba hasta la garganta.Me habra gustado llamarlos si no me hubiera dadovergenza.MADRE.- Ten cuidado. Tu vivacidad puede es-tropearlo todo; te haces manifiestamente traicindelante de la gente. El otro da, en casa de tu primo,

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    cuando encontraste el grabado en madera con ladescripcin al pie, exclamaste de pronto: El condede Egmont!... Me puse roja como el fuego.CLARA.- Y cmo no gritar? Era la batalla de Gra-velinas, y encontr arriba en el cuadro la letra C ybusqu la C abajo en la descripcin, y pona: Elconde de Egmont a quien le fue muerto bajo l elcaballo que montaba Me aterr toda, y en seguidatuve que rerme del Egmont del grabado que era tangrande como la torre de Gravelinas, que estaba pe-gada a l, y como los navos ingleses all al lado...Cuando recuerdo, a veces, cmo me imaginaba an-tes una batalla, y la imagen que, de muchachilla, meformaba del conde de Egmont, al or hablar de l yde todos los condes y prncipes... y lo que me ocurreahora.

    (Entra BRACKENBURG.)

    CLARA.- Qu pasa?BRACKENBURG.- No se sabe nada a punto fijo.En Flandes deben haberse producido recientementeunos tumultos; la gobernadora debe estar con cui-dado por si se extienden aqu. El palacio est fuer-temente guardado; hay muchos ciudadanos en las

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    puertas de la ciudad; el pueblo murmura por las ca-lles... Corro a toda prisa a reunirme con mi ancianopadre. (Hace que se va.)CLARA.- Os veremos maana? Voy a arreglarmeun poco. Va a venir mi primo y estoy vestida condemasiado descuido. Ayudadme un momento, ma-dre... Llevaos ese libro, Brackenburg, y traedme otrahistoria semejante.MADRE.- Adis.BRACKENBURG.- (Tendindole su mano.) Vuestramano.CLARA.- (Negndole la suya.) Cuando volvis.

    (Vanse la madre y la hija.)

    BRACKENBURG.- (Solo.) Habame propuesto mar-char inmediatamente, y como ella me lo consiente yme deja partir monto en furia... Desdichado! Y note conmueve la suerte de tu patria? El crecientetumulto?... Es para ti lo mismo compatriota queespaol, quin gobierna y quin tiene razn?... Dequ otro modo era yo cuando estudiante!... Cuandose nos daba por tema: Discurso de Bruto en defen-sa de la libertad como ejercicio de elocuencia. Fritzera siempre el primero, y el rector deca: - Si hu-

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    biera estado todo en mejor orden y no se amonto-naran las cosas unas sobre otras!... Entonces hervami nimo y senta arrebatos... Ahora me arrastrobajo las miradas de una muchacha. No puedo li-brarme de ella? No puede ella quererme? Ah!...No... No puede haberme rechazado por completo...Por completo no... ni a medias... No lo sufrira porms tiempo... (Pausa.) Ser verdad lo que hace pocome dijo al odo un amigo? Que por la noche recibeen secreto a un hombre en su casa, despus de ha-berme hecho salir pdicamente antes de anochecer.No, no es verdad; es mentira! una vil y calumniosamentira! Clarita es tan inocente como soy yo desgra-ciado... Me ha despreciado, me ha expulsado de sucorazn... Y he de seguir viviendo de este modo?No, no; no lo soporto... Cuando mi patria est vio-lentamente agitada por interna discordia, yo no hede hacer ms que languidecer en medio del tumulto?No lo soporto... Al sonar la trompeta, cuando se oyeun disparo, me conmuevo hasta lo ms profundo demi ser. Pero ay! no me espolea, no me inclina a queyo tambin tome las armas, a que me redima yaventure como todos... Miserable y vergonzosasituacin! Mejor sera que acabara de una vez.Arrojme al agua hace poco tiempo, me sumerg...

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    pero la atemorizada naturaleza fue ms fuerte queyo; comprend que poda nadar y me salv a pesarmo... Si pudiera olvidar los tiempos en que mequera, en que pareca quererme!... Por qu penetresa dicha hasta lo ms profundo de mi ser? Porqu esas esperanzas han consumido todo mi gocede vivir, mostrndome desde lejos un paraso?... Yaquel primer beso! Aquel nico!... Aqu (Pone la ma-no sobre la mesa), aqu estbamos solos... Siempre seme haba mostrado bondadosa y amable... Entoncespareci ablandarse... Me mir... Todos mis sentidosse turbaron y sent sus labios sobre los mos. Y... yahora?... Perece, desdichado! Por qu vacilas? (Sa-ca un frasquito del bolsillo.) Veneno saludable, no quie-ro haberte robado en vano del estuche de mihermano el doctor! T debes consumir y resolver derepente este miedo, este vrtigo, este sudor demuerte.

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    ACTO SEGUNDO

    PLAZA EN BRUSELAS

    JETTER y un MAESTRO CARPINTERO se encuen-tran

    CARPINTERO.- No lo haba yo ya predicho? Aunhace ocho das, en nuestro gremio, dije que iba ahaber graves luchas.JETTER.- Pero es verdad que han saqueado lasiglesias de Flandes?CARPINTERO.- Han destrozado por completoiglesias y capillas. No han dejado otra cosa sino lascuatro desnudas paredes. Valiente canalla! Y esoempeora nuestra buena causa. Antes, con todo or-den y perseverancia, le habramos expuesto nuestros

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    derechos a la gobernadora, y los habramos sosteni-do. Si ahora hablamos, si ahora nos reunimos, quie-re decirse que nos juntamos a los sublevados.JETTER.- S; eso es lo que cada cual piensa pri-mero: Para qu vas a meter tus narices en esa cues-tin? El gaznate est en relacin muy inmediata conellas.CARPINTERO.- Temo que comience a alborotar-se la chusma, la gente del pueblo que no tiene nadaque perder. Tomarn por pretexto lo que nosotrostenemos tambin que reclamar y llevarn al pas(SOEST se junta a ellos.)SOEST.- Buenos das, seores. Qu hay de nuevo?Es verdad que los destructores de santos se dirigenaqu precisamente?CARPINTERO.- No tocarn a nada!SOEST.- Para comprar tabaco, entr un soldado enmi tienda y le he preguntado. La gobernadora, aun-que mujer cauta y valiente, est fuera de s esta vez.Tiene que ser muy mala la situacin para que se es-conda, como lo hace, detrs de su guardia. La ciu-dadela est llena de tropas. Hasta se cree que quierehuir de la ciudad.CARPINTERO.- No debe marcharse! Su presencianos protege y debemos inspirarle ms confianza que

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    los bigotazos que la rodean. Y si nos conservanuestras franquicias y libertades, la llevaremos enpalmas. (Un fabricante de jabn se une a ellos.)JABONERO.- Mala cuestin! Feo asunto! Haymalestar y todo anda revuelto... Tratad de perma-necer bien tranquilos para que no os tomen tambinpor sublevados.SOEST.- Aqu vienen los siete sabios de Grecia.JABONERO.- Ya s que hay muchos que se en-tienden secretamente con los calvinistas, que acusana los obispos, que no temen al rey; pero un sbditofiel, un catlico sincero...

    (Poco a poco jntanse en torno a ellos toda especie de gentes queescuchan sus palabras. Acrcase VANSEN.)

    VANSEN.- Dios os guarde, seores. Qu hay denuevo?CARPINTERO.- No os rocis con ese; es un malsujeto.JETTER.- No es el escribiente del doctor Wiets?CARPINTERO.- Ha tenido muchos amos. Primerofu escribiente y como todos los patronos lo echa-ban, a causa de sus briboneras, se entremete ahora

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    a ejercer la profesin de los notarios y abogados yes un tonel de aguardiente.

    (Renese ms gente y se forman grupos.)

    VANSEN.- Ya que estis reunidos, hablaos en vozbaja para poneros de acuerdo. Siempre vale la penade tratar del asunto.SOEST.- Esa es tambin mi opinin.VANSEN.- Si en este momento algunos de nos-otros tuvieran corazn y otros cabeza, bien prontopodramos sacudir las cadenas espaolas.SOEST.- Seor, no debis hablar as. Hemos pres-tado juramento al rey.VANSEN.- Tambin l a nosotros. Fijaos en ello.JETTER.- Eso es hablar! Decid vuestra opinin.OTROS.- Od, od. Ese sabe lo que dice. Es unbuen truchimn.VANSEN.- Tuve un viejo patrn que posea per-gaminos y documentos de antiqusimas fundaciones,contratos y sentencias: le interesaban los libros msraros. En uno de ellos estaba toda nuestra constitu-cin: cmo nosotros, los neerlandeses, fuimos alprincipio regidos por prncipes independientes, to-do segn tradicionales derechos, privilegios y cos-

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    tumbres; cmo nuestros antepasados tenan el ma-yor respeto por sus prncipes cuando gobernabancomo era debido, y cmo se precavan en seguida silos gobernantes queran propasarse. Los estadosgenerales del reino estaban siempre dispuestos areunirse: pues cada provincia, por pequea que fue-ra, tena sus estados, sus asambleas.CARPINTERO.- Cllate la boca! Eso lo sabemosdesde hace mucho tiempo! Todo ciudadano dignoconoce todo lo que necesita saber acerca de la cons-titucin del pas.JETTER.- Dejadle hablar; siempre se aprende algo.SOEST.- Tiene plena razn.VARIAS VOCES.- Que hable! Que hable! Cosasas no se oyen todos los das.VANSEN.- As sois vosotros, los ciudadanos! Vi-vs al da; y una vez que habis heredado de vues-tros padres vuestro oficio, dejis que el Gobierno osrija y disponga de vosotros como pueda y quiera.No preguntis por las tradiciones, por la historia,por los derechos de un gobierno; y gracias a vuestranegligencia, los espaoles han tendido sus redessobre vuestras cabezas.SOEST.- Quin piensa en eso, con tal de que nofalte el pan de cada da?

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    JETTER.- Maldita sea! Por qu no se presentarde cuando en cuando alguien que le diga a uno estascosas?VANSEN.- Os las digo yo ahora. El rey de Espaa,que por casualidad posee todas las provincias uni-das, debe regir y gobernar en ellas no de otra suertesino como lo hacan los pequeos prncipes que lasposean aisladamente en otro tiempo. Lo com-prendis?JETTER.- Explcanoslo.VANSEN.- Es claro como la luz del da. No tenisque ser juzgados segn las leyes de vuestra propiaprovincia? De dnde proceder eso?UN CIUDADANO.- Es verdad.VANSEN.- Los de Bruselas no tienen un derechodiferente que los de Amberes? Los de Amberesque los de Gante? De dnde vendr eso?OTRO CIUDADANO.- Pardiez!VANSEN.- Pero si dejis que sigan as las cosas,pronto seris tratados de otro modo. Uf! Lo que nolograron Carlos el Temerario, Federico el Belicoso yCarlos V, lo realiza Felipe por medio de una mujer.SOEST.- S, s. Los antiguos prncipes tambin tra-taron de hacerlo.

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    VANSEN.- Indudablemente!... Pero nuestros ante-pasados vigilaban. Cuando un seor se les hacaodioso, le capturaban su hijo y heredero, lo retenanentre ellos y no se lo devolvan sino bajo las mejo-res condiciones. Nuestros padres eran hombres!Saban apoderarse de lo que les convena y hacersefirmes en ello! Hombres autnticos! Por eso sontan claros nuestros privilegios, estn tan bien garan-tizadas nuestras libertades.JABONERO.- Qu decs de libertades?EL PUEBLO.- De nuestras libertades! De nues-tras franquicias! Habladnos algo ms de nuestrasfranquicias!VANSEN.- En especial nosotros, los brabanzones,aunque todas las provincias tengan sus privilegios,estamos provistos de ellos del modo ms soberbio.He ledo todo eso.SOEST.- Decidlo.JETTER.- Dejad or.UN CIUDADANO.- Por favor!VANSEN.- En primer lugar est escrito: el duquede Brabante debe ser un seor bondadoso y fiel.SOEST.- Bien! Lo dice de ese modo?JETTER.- Es verdad? Fiel?

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    VANSEN.- Como os lo digo. Tiene obligacionespara con nosotros, como nosotros para con l. Ensegundo lugar: en modo alguno debe mostrar, dejaraparecer o pensar en permitir ninguna especie depoder o voluntad arbitrarios.JETTER.- Admirable! Admirable! No debe mos-trar...SOEST.- Ni dejar aparecer...OTRO.- O pensar en permitir... Ese el punto capi-tal. No permitirle a nadie, de ninguna manera...VANSEN.- As consta, en trminos expresos.JETTER.- Trenos el libro.UN CIUDADANO.- S; tiene que ser nuestro.OTRO.- El libro! El libro!OTRO.- Nos presentaremos con l a la goberna-dora.OTRO.- Vos seris el que hable, seor doctor.JABONERO.- Oh! qu necios!OTROS.- Dinos alguna cosa ms del libro.JABONERO.- Le clavo los dientes en el gaote sivuelve a decir palabra!EL PUEBLO.- Ya veremos si hay alguien capaz dehacerle dao. Decidnos algo ms de nuestros pri-vilegios! Todava tenemos privilegios?

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    VANSEN.- Muchos y muy buenos; muy saludables.Tambin est all escrito que el prncipe no puedereformar ni aumentar el brazo eclesistico sin asen-timiento de la nobleza y de los estados generales.Fijaos en esto! Ni tampoco modificar el rgimendel pas.SOEST.- Lo dice de ese modo?VANSEN.- Os lo mostrar; escrito hace dos o tressiglos.VARIOS CIUDADANOS.- Y soportamos a losnuevos obispos? La nobleza tiene que ayudarnos ycomenzaremos la lucha.OTROS.- Y dejamos que nos intimide la Inqui-sicin?VANSEN.- Es culpa vuestra.EL PUEBLO.- Aun tenemos a Egmont! Aun te-nemos a Orange! Esos cuidan de nuestro bien.VANSEN.- Vuestros hermanos de Flandes hancomenzado la buena obra.JABONERO.- Ah perro! (Lo golpea.)OTROS.- (Oponindose a l y gritando.) Tambin teres un espaol?OTRO.- Cmo? Pegarle a este hombre digno?OTRO.- A este sabio? (Se lanzan contra elJABONERO.)

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    CARPINTERO.- Paz en nombre del cielo! (Mz-clanse otros en la contienda.) Ciudadanos, qu es esto?(Unos pilluelos silban, arrojan piedras, azuzan perros; lostransentes se detienen y miran boquiabiertos; corren gentes delpueblo, otras van tranquilamente de un lado a otro, otras ha-cen toda suerte de burlas, gritando y lanzando clamores dejbilo.)OTROS.- Libertad, privilegios! Privilegios y li-bertad. (Entra EGMONT con acompaamiento.)EGMONT.- Paz! paz, ciudadanos! Qu es lo queocurre? Separadlos!CARPINTERO.- Benigno seor, llegis como unngel del cielo. Silencio! No veis quin est aqu?El conde de Egmont! Respetad al conde de Eg-mont!EGMONT.- Tambin entre nosotros? Qu osis?Ciudadanos contra ciudadanos? Ni siquiera osdetiene la proximidad de nuestra regia gobernadora?Separaos! Id cada cual a vuestros asuntos! Malaseal es cuando aparecis ociosos en da de trabajo.De qu se trataba?(El tumulto se calma poco a poco y todos le rodean.)CARPINTERO.- Se pegaban por sus privilegios.

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    EGMONT.- Que todava estn destruyendo atur-didamente... Y quin sois vosotros? Me parecisgente honrada.CARPINTERO.- A eso aspiramos.EGMONT.- De qu gremio?CARPINTERO.- Carpintero y maestro jurado.EGMONT.- Y vos?SOEST.- Tendero.EGMONT.- Vos?JETTER.- Sastre.EGMONT.- Recuerdo que habis ayudado a hacerlas libreas de mis gentes. Os llamis Jetter.JETTER.- Os doy gracias, por acordaros de minombre.EGMONT.- No es fcil que yo me olvide de quienhe visto y hablado una vez sola... Buena gente, encuanto el mantenimiento de la paz dependa de vos-otros, no dejis de procurarlo; estis ya bastante malnotados. No incitis ms al rey, que, en resumidascuentas, tiene el poder en sus manos. Un ciudadanocomo es debido, que gana su sustento honrada ydiligentemente, tiene siempre y en todas partes tantalibertad como precisa.CARPINTERO.- S, s; ese es justamente el mal.Los haraganes, los borrachos, los poltrones, con li-

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    cencia de Vuestra Alteza, huronean por aburri-miento y escarban por hambre en busca de privile-gios y les cuentan mentiras a los curiosos y crdulos;y para que les paguen un jarro de cerveza, comien-zan luchas que hacen desgraciados a muchos milesde hombres. Justamente eso es lo que quieren. Te-nemos demasiado bien guardadas nuestras casas ynuestros caudales; querran expulsarnos de ella atizonazos.EGMONT.- Seris defendidos eficazmente; se hantomado las necesarias medidas para oponerse al malcon todo rigor. Manteneos firmes contra las doctri-nas extranjeras y no creis que se fortalecen los pri-vilegios con motines. Permaneced en vuestras casas;no permitis que se produzcan disturbios en las ca-lles. Las gentes sensatas pueden hacer mucho.

    (Mientras tanto se ha disuelto el grupo mayor.)CARPINTERO.- Damos gracias a Vuestra Excelen-cia; dmosle gracias por su buena opinin.

    (Vase EGMONT.)

    CARPINTERO.- Un noble seor! Un verdaderoneerlands! Absolutamente nada espaol!

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    JETTER.- Si lo tuviramos por gobernador! Daragusto obedecerle.SOEST.- El rey no lo entiende as. Siempre ocupaese puesto con gente suya.JETTER.- Te has fijado en el traje? A la espaola,de la forma ms reciente.CARPINTERO.- Hermosa figura!JETTER.- Su cuello sera un verdadero regalo parael verdugo.SOEST.- Ests loco? Cmo puede ocurrrseteeso?JETTER.- Es bastante estpido pensar en tales co-sas... Pero ahora me sucede. Si veo un cuello largo yhermoso, al punto tengo que decirme a pesar mo:bueno para cortado... Las malditas ejecuciones! Nologra uno expulsarlas del espritu. Cuando nadan losmozos y veo unos lomos desnudos, en seguida seme representan por docenas los que he visto casti-gados con baquetas. Si encuentro una hermosa pan-za, pienso que ya la veo puesta a asar atada al postede la hoguera. Por la noche, en sueos, me son ate-nazados todos los miembros de mi cuerpo; no tieneuno ni una hora de alegra. Pronto me habr olvida-do de toda diversin, de toda broma; esas espanto-

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    sas imgenes estn como impresas en mi frente conun hierro candente.

    MORADA DE EGMONT

    EL SECRETARIO, sentado a una mesa llena de papeles;se levanta intranquilo

    SECRETARIO.- Siempre sin venir! Y hace ya doshoras que le espero con la pluma en la mano y lospapeles delante; y justamente hoy que me gustarasalir temprano! Tengo como fuego bajo los pies.Apenas puedo contener mi impaciencia. Estateaqu a la hora exacta, ordenme todava antes de sumarcha; y ahora no viene. Hay tanto que hacer queno terminar antes de media noche. Cierto que aveces hace la vista gorda. Pero preferira que fuerasevero y le dejara a uno libre en el debido momento.Podra uno concertar sus asuntos. Hace ya dos ho-ras que sali de junto a la gobernadora; sabe Dioscon quin habr pegado la hebra por el camino.

    (Entra EGMONT.)

    EGMONT.- Cmo andan las cosas?

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    SECRETARIO.- Estoy dispuesto y esperan tresmensajeros.EGMONT.- Encuentras que me he demorado de-masiado; tienes cara enfadada.SECRETARIO.- Espero hace ya tiempo para obe-decer vuestras rdenes. Aqu estn los documentos.EGMONT.- Doa Elvira se enojar conmigo si oyedecir que te he retrasado.SECRETARIO.- Bromeis!EGMONT.- No, no. No te avergences. Demues-tras tener buen gusto. Es bonita y me agrada muchoque tengas una amiga en Palacio. Qu dicen lascartas?SECRETARIO.- Diversas cosas y poco divertidas.EGMONT.- Gracias que tenemos la alegra en casay no necesitamos esperarla de fuera. Hay muchosasuntos?SECRETARIO.- Bastantes y esperan tres mensa-jeros.EGMONT.- Dime lo ms preciso.SECRETARIO.- Todo es preciso.EGMONT.- Una cosa tras otra, pero de prisa.SECRETARIO.- El capitn Breda enva una rela-cin de lo que ha seguido ocurriendo en Gante y las

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    comarcas vecinas. Los disturbios estn apaciguados,en su mayor parte...EGMONT.- Comunica que se han producido andiversas majaderas y locuras?SECRETARIO.- S. Aun hay algo de eso.EGMONT.- Exmeme de orlo.SECRETARIO.- Han sido presos otros seis crimi-nales que han destrozado en Werwick una imagende la virgen. Pregunta si deben ser ahorcados comolos otros.EGMONT.- Estoy cansado de mandar ahorcar.Que los azoten y se vayan.SECRETARIO.- Hay dos mujeres entre ellos.Tambin deben ser azotadas?EGMONT.- Que las amoneste y las deje correr.SECRETARIO.- Brinck, de la compaa de Breda,quiere casarse. El capitn espera que le neguis elpermiso. Escribe que hay demasiadas mujeres en lastropas y que si salimos a campaa no parecer unejrcito de soldados, sino una cuadrilla de gitanos.EGMONT.- Djese casar an a ste! Es un buenmozo; me lo rog insistentemente antes de mi par-tida. Pero que no se le permita a ninguno ms, pormucho que me duela privarles de su mejor diversin

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    a esos pobres diablos, que ya estn bastante fasti-diados sin eso.SECRETARIO.- Dos de vuestros soldados, Seter yHart, le han jugado una mala pasada a una moza,hija de un hostelero. La encontraron sola y la niano pudo defenderse de ellos.EGMONT.- Si es muchacha honrada y han em-pleado violencia, que les den tres das consecutivoscarrera de baquetas, y si poseen algunos bienes, quese tome de ellos lo necesario para poder dotar a larapaza.SECRETARIO.- Uno de los doctores extranjerospas secretamente por Comines y fue descubierto.Jura que su intencin, era la de pasar a Francia. De-be ser decapitado, segn lo dispuesto.EGMONT.- Que lo pongan secretamente en lafrontera y le aseguren que la segunda vez no es-capar de este modo.SECRETARIO.- Carta de vuestro tesorero. Escribeque ingresa poco dinero y que le ser difcil enviaren esta semana la cantidad pedida; los disturbioshan producido en todo la mayor confusin.EGMONT.- Tiene que mandar el dinero! l vercomo lo junta.

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    SECRETARIO.- Dice que har todo cuanto pueday que por fin demandar y har encarcelar a ese Ra-ymond que es vuestro deudor desde hace tantotiempo.EGMONT.- Pero ha prometido pagar.SECRETARIO.- La ltima vez; l mismo fij elplazo de quince das.EGMONT.- Pues que le concedan otros quince, ydespus pueden proceder contra l.SECRETARIO.- Hacis bien. No es falta de recur-sos, es mala voluntad. Sin duda que se conducircon seriedad cuando vea que no bromeis... Ade-ms, dice el recaudador que quiere retener mediomes de pensin a los antiguos soldados, las viudas yalgunas otras gentes a quienes socorris; mientrastanto, ya se ver lo que se hace; los socorridos searreglarn como puedan.EGMONT.- Cmo que se arreglarn? Esas gentestienen ms necesidad que yo de dinero. Que no semeta en eso.SECRETARIO.- Pues de dnde ordenis que sa-que los cuartos?EGMONT.- l ver; ya se lo dije en la carta an-terior.SECRETARIO.- Por eso hace estas proposiciones.

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    EGMONT.- Que no sirven de nada. Que pienseotra cosa. Que haga proposiciones que sean acepta-bles, y sobre todo, que se proporcione el dinero.SECRETARIO.- Vuelvo a presentaros la carta delconde Oliva. Perdonad que os la recuerde. Este an-ciano merece, antes que nadie, una circunstanciadarespuesta. Ibais a escribirle vos mismo. De fijo queos quiere como un padre.EGMONT.- No me es posible hacerlo. De todas lascosas que me son odiosas, ninguna lo es ms queescribir. Imitas tan bien mi letra! Escrbele en minombre. Yo espero a Orange. No me es posible ha-cerlo yo mismo, pero deseo que se conteste a susinquietudes dicindole algo muy tranquilizador.SECRETARIO.- Decidme aproximadamente cmopensis que debe ser la respuesta; redactar la carta yla someter a vuestra aprobacin. Ser escrita en talforma que hasta ante un tribunal pueda pasar porletra vuestra.EGMONT.- Dame su carta. (Despus de haberle echadola vista encima.) Venerable anciano! Eras ya tanprudente en tu juventud? No has escalado jamsuna fortaleza? Te quedabas a retaguardia en la ba-talla, como aconseja la prudencia?... Qu cariosasolicitud! Desea mi felicidad y mi vida y no advierte

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    que ya est muerto aquel que slo vive o para guar-darse... Dile que puede estar descuidado; que proce-do como debo, que ya cuido de mi seguridad; queemplee en mi favor su consideracin en la Corte yque est convencido de mi completo agradecimien-to.SECRETARIO.- Nada ms? Oh, l espera otracosa!EGMONT.- Qu ms puedo decirle? Si quieresponer ms palabras, de ti depende. Da siemprevueltas alrededor del mismo punto: que debo vivircomo no soy capaz de vivir. Que soy alegre, que to-mo las cosas ligeramente, que vivo de prisa; esa esmi dicha, y no la cambio por la seguridad de unpanten. Ni una gota de sangre tengo en mis venaspara vivir a la espaola; no me divierte acomodarmis pasos a la nueva y grave cadencia de la Corte.No he de vivir ms que para pensar en la vida?No he de gozar del momento actual para estar se-guro del siguiente? Y consumir tambin ste conpreocupaciones y cuidados?SECRETARIO.- Os suplico, seor, que no seis tanspero y duro con este hombre excelente, vos quesois tan afable con todo el mundo. Decidme unaspalabras afectuosas que tranquilicen a este noble

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    amigo. Fijaos en lo solcito que es, en la delicadezacon que toca lo que cree que puede seros til.EGMONT.- S, pero toca siempre la misma cuerda.Sabe, desde hace mucho, lo odiosas que son para mestas amonestaciones; no hacen ms que confundir,no sirven para nada. Y si yo fuera un sonmbulo yme paseara por el peligroso alero de una casa, esamistoso llamarme por mi nombre, para advertirme,despertarme y hacerme estrellar? Dejad a cada cualque siga su camino; ya se guardar l.SECRETARIO.- No estara bien en vos el preocu-paros, pero en quien os conoce y ama!...EGMONT (Mirando la carta).- Vuelve otra vez conlas viejas historias de lo que hemos hecho y dichouna noche, en la fcil petulancia de la intimidad y elvino, y con todas las deducciones y consecuenciasque de aqu se han sacado, pasendolas por todo elreino... Bueno! Pues es verdad que hemos hechobordar caperuzas de bufn y cabezas de loco en lasmangas de nuestros criados y que despus hemoscambiado estos ridculos adornos por haces de fle-chas, smbolo aun ms peligroso a juicio de todoslos que quieren encontrar significacin en lo que nola tiene. En momentos de placer, hemos concebidoy realizado ms de una locura; somos culpables de

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    que toda una noble tropa, con alforjas de mendigo yun apodo escogido por ellos mismos2, le haya re-cordado al rey sus deberes, con burlona humildad?Somos culpables... de qu otra cosa? Una fiesta de

    2 A principios de diciembre de 1563, en un banquete, habanse puesto deacuerdo varios nobles neerlandeses, entre los cuales se encontraban Egmont,Berghes y Montigny para adoptar una comn librea para sus servidores, segnse practicaba en Alemania; echronlo a suertes y tocle a Egmont elegir eluniforme, el cual se decidi por un traje de lana negra, con mangas anchas ylargas, en las que hizo bordar unas cabezas con capirotes de colorines comolos de los juglares. No tard en verse en ello una alusin al capelo del cardenalGranvela, y la regente mand que cambiaran de insignias, y Egmont escogientonces un haz de flechas, que no dejaba de tener alguna semejanza con el delas armas de los Reyes Catlicos. La regente fue lo bastante discreta para noocuparse ms del asunto.Ms tarde formse una ligan de nobles para oponerse por todos los medios,entre otras cosas, al establecimiento de la Inquisicin en los Pases Bajos.Orange, Horn, Egmont y Montigny, aunque quejosos de la conducta del rey,mostrbanse ajenos a la confederacin sediciosa. El 2 de abril de 1566 entraronen Bruselas doscientos coligados armados, llevando a su frente a Brederode yLuis de Nassau. La regente se avino a recibirlos, pero sin armas, y en la entre-vista, como los sediciosos se presentaran sin insignias ni condecoraciones, conunos simples trajes grises, el conde de Barlaimont, partidario del rey, a quien laregente confi la alarma que aquello le causaba, quiso tranquilizarla dicindoleen voz baja, pero que no dej de ser oda por los de la noble unin: Noson ms que mendigos (Ce ne sont que des gueux). Divulgse la frase en uninmediato banquete de los de la liga y tomronla por divisa. Brindse por losmendigos en los festines: Vivent les gueux!; todos los confederados adoptaronel tosco vestido gris e iban con una alforja al cuello, escudillas de palo a lacintura y una medalla al pecho que por una cara tena la efigie de Felipe II conel mote: En tout fideles au Roi, y por la otra, dos manos que sostenan una

    alforja, y por lema: jusqu porter la besace. Las escudillas, que al principioeran de palo, acabaron por ser de oro en los jefes de los confederados.- N. delT

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    carnaval se iguala con un crimen de alta traicin?Hay que estar celoso por los breves y abigarradosharapos que un valor juvenil y una excitada fantasapueden haber colgado en torno a la pobre desnudezde nuestra vida? Si la tomis demasiado en serioqu encontraris en ella? Si la maana no nos des-pierta para nuevas alegras y a la noche no podemosesperar ya ningn placer, vale la pena de vestirse ydesnudarse? Almbrame hoy el sol para que refle-xione en lo que era ayer, y para adivinar y calcular loque ni se adivina ni se calcula, el destino de un dapor venir?... Aparta de m esas consideraciones; de-jmoslas para los escolares y los cortesanos. Quecavilen y mediten, muden de opiniones y avancenfurtivamente; que alcancen adonde puedan y obten-gan lo que puedan... Si te es dado aprovechar algode esto sin que tu epstola se convierta en un libro,estar satisfecho con ello. Al buen viejo todo le pa-rece demasiado importante. Igual que un amigo, quenos ha tenido cogida la mano largo tiempo, la opri-me an con ms fuerza cuando va a soltarla.SECRETARIO.- Perdonadme, pero un peatnsiempre siente vrtigos cuando ve pasar a alguien encoche por su lado a una velocidad frentica.

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    EGMONT.- No ms, no ms, criatura! Como azo-tados por invisibles espritus, los caballos del sol deltiempo arrastran consigo el ligero carro de nuestrodestino; y a nosotros no nos resta otra cosa sinomantener firmes las riendas, con esforzado nimo, ytan pronto a derecha como a izquierda, apartar lasruedas, aqu de una piedra, all de un precipicio.Adnde se va, quin lo sabe? Apenas se acuerdauno de dnde viene.SECRETARIO.- Seor! Seor!EGMONT.- Estoy en lo alto y puedo y debo subirms todava; siento en m la esperanza, el valor y lasfuerzas para hacerlo. Aun no he alcanzado la cspi-de de mi desarrollo, y si alguna vez llego arriba, memantendr firme y sin recelo. Si he de caer, que seaun rayo, un huracn, hasta un mal paso mo lo queme precipite a lo profundo, yacer all con muchosmiles de hombres. Jams desde el jugarme san-grientamente la vida con mis buenos compaerosde armas por cualquier ventaja pequea, e iba aandar con roeras ahora cuando se trata de todo elvalor de la libre existencia?SECRETARIO.- Oh seor! No sabis qu pala-bras pronunciis! Que Dios os proteja!

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    EGMONT.- Recoge tus papeles. Orange llega.Despacha lo ms necesario para que partan tusmensajeros antes de que estn cerradas las puertas.Para lo otro hay tiempo maana. Deja hasta maanala carta del Conde; no dilates el visitar a Elvira ysaldala de mi parte... Entrate de cmo se encuen-tra la gobernadora; aunque lo oculte, no debe estarbuena.

    (Vase el SECRETARIO.) Entra ORANGE.

    EGMONT.- Orange, bien venido. Me parecis untanto preocupado.ORANGE.- Qu me decs de nuestra conversa-cin con la gobernadora?EGMONT.- No encontr nada de particular en sumanera de recibirnos. Con frecuencia la he visto deese modo. No me pareci que se hallaba del todobien.ORANGE.- No notasteis en ella una reserva ma-yor de la acostumbrada? Primero quiso aprobarframente nuestra conducta en la nueva revuelta delpopulacho; despus hizo observar la falsa luz quepoda ser arrojada sobre esos acontecimientos; deri-v despus la conversacin hacia sus antiguos ha-

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    bituales discursos: que jams han sido agradecidossuficientemente, que han sido tratados con dema-siada ligereza sus procedimientos afables y bonda-dosos, su amistad hacia nosotros los neerlandeses;que no hay cosa alguna que lleve la direccin queella desea; que, al final, bien puede llegar a sentirsecansada y a tener que decidirse el rey por otros pro-cedimientos. Habis odo esto?EGMONT.- No todo; entre tanto pensaba en otracosa. Ella es mujer, querido Orange, y las mujeressiempre querran que todo se plegara suavementebajo su dulce yugo, que cada Hrcules depusiera lapiel de len y aumentara su corte de hilanderas; que,porque ellas tienen un carcter pacfico, la fermenta-cin que se apodera de un pueblo, la tormenta quesuscitan, unos contra otros, rivales poderosos, pu-diera terminarse con una amable frase, y que seunieran a sus pies, en una dulce armona, los mscontrarios elementos. Ese es su caso; y como nopuede conseguir lo que quiere, no le queda otro ca-mino sino ponerse de mal humor, quejarse de in-gratitud e imprudencia, amenazar para el porvenircon espantosas perspectivas y amenazar... con mar-charse.

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    ORANGE.- No creis que esta vez realizar suamenaza?EGMONT.- Jams! Cuntas veces no la he vistoya dispuesta para el viaje! Adnde podra ir? Aques gobernadora, reina; crees t que le divertira de-vanar la madeja de unos insignificantes das en laCorte de su hermano, o ir a Italia para llevar tras s,de un lado a otro, a toda su vieja parentela?ORANGE.- No se la cree capaz de esta determi-nacin porque se la ha visto vacilar, porque se la havisto volverse atrs; no obstante, slo depende deella: nuevas circunstancias pueden impulsarla haciauna solucin demorada largo tiempo. Y si se fueray el rey mandara a algn otro?EGMONT.- Pues llegara y encontrara tambinmuchas cosas que hacer. Vendra con grandes pla-nes, proyectos e ideas, de cmo quera ponerlo todoen su sitio, someterlo y tenerlo en su mano; y hoytendra que ocuparse de esta pequeez, maana deaquella otra, pasado maana encontrara tal difi-cultad, pasara un mes con proyectos, otro enojadopor sus fracasadas empresas, medio ao preocupa-do por una sola provincia... Tambin para l correrel tiempo, sentir mareos, y las cosas seguirn sucurso como antes, de modo que, en lugar de navegar

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    por los dilatados mares hacia una lnea prescrita porl, tendr que dar gracias a Dios si, en medio de latempestad, mantiene su nave libre de arrecifes.ORANGE.- Pero y si le aconsejaran al rey que hi-ciera una prueba?EGMONT.- Cul?...ORANGE.- Ver lo que haca el tronco sin cabeza.EGMONT.- Cmo?ORANGE.- Egmont, hace muchos aos que llevoen mi corazn todas las circunstancias del mundoen que nos movemos; estoy siempre como delantede un tablero de ajedrez y no considero insignifi-cante ninguna jugada del adversario; y lo mismo quehay gentes ociosas que se preocupan con el mayorcuidado de los secretos de la naturaleza, consideroyo como deber mo, por mi categora de prncipe,conocer las opiniones y los propsitos de todos lospartidos. Tengo motivos para temer un gran cam-bio. El rey hace mucho tiempo que viene proce-diendo segn ciertos principios; ve que, con ello nologra lo que quiere; qu cosa ms verosmil sinoque intente otro camino?EGMONT.- No lo creo. Cuando se hace uno viejoy se han ensayado tantas cosas y nunca se encuentra

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    manera de arreglar el mundo, por ltimo tiene unoque acabar por decirse que ya basta.ORANGE.- Hay una cosa que no ha ensayado to-dava.EGMONT.- Cul?ORANGE.- Tratar bien al pueblo y perder a losprncipes.EGMONT.- Cunto no se ha temido ya eso desdehace tanto tiempo! No hay que inquietarse.ORANGE.- Al principio era una inquietud, poco apoco se me convirti en sospecha; por ltimo, hallegado a ser una certidumbre.EGMONT.- Pero tiene el rey servidores ms fielesque nosotros?ORANGE.- Le servimos a nuestra manera; y aqu,entre nosotros, podemos confesar que sabemosequilibrar muy bien los derechos del rey y los nues-tros.EGMONT.- Quin no lo hace? Somos sus sb-ditos y servidores en lo que le corresponde.ORANGE.- Pero y si l quisiera atribuirse ttulosmayores y llamara traicin a lo que nosotros deci-mos mantenimiento de nuestros derechos?EGMONT.- Podremos defendernos. Que convo-que a los caballeros del Toisn y seremos juzgados.

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    ORANGE.- Y si hubiera sentencia antes del pro-ceso? Castigo antes de la sentencia?EGMONT.- Esa es una injusticia de que jams sehar culpable Felipe, y una locura que no les impu-tar a l ni a sus consejeros.ORANGE.- Y si fueran injustos y locos?EGMONT.- No, Orange; es imposible. Quin osa-ra poner mano en nosotros?... El de prendernossera un trabajo prfido y estril. No, no osan elevartan alto el pendn de la tirana. La rfaga de vientoque esta noticia difundira por todo el pas provoca-ra un espantoso incendio. Y para qu iban a ha-cerlo? El rey solo no puede juzgar y condenar;atentaran a nuestras vidas como asesinos?... Nopueden pretenderlo. En un instante se unira el pue-blo en una liga formidable. Seran proclamados, contoda violencia, el odio y la separacin eterna de to-do lo espaol.ORANGE.- Las llamas bramaran sobre nuestrastumbas y la sangre de nuestros enemigos sera de-rramada como vano sacrificio expiatorio. Hay quepensarlo, Egmont.EGMONT.- Pero cmo podran?...ORANGE.- Alba viene de camino.EGMONT.- No lo creo.

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    ORANGE.- Lo s.EGMONT.- La gobernadora pretenda no sabernada de esto.ORANGE.- Con lo cual qued tanto ms con-vencido. La gobernadora le har sitio. Conozco alduque y su espritu sanguinario trae consigo un ejr-cito.EGMONT.- Para agobiar de nuevo las provincias?El pueblo lo soportar muy difcilmente.ORANGE.- Se apoderarn de los jefes.EGMONT.- No, no!dRANGE.- Vaymonos cada cual a nuestra pro-vincia. All nos haremos fuertes; no comenzara porla violencia.EGMONT.- No tenemos que saludarle cuandollegue?ORANGE.- Lo dilataremos.EGMONT.- Y si al llegar nos llama en nombre delrey?ORANGE.- Buscaremos subterfugios.EGMONT.- Y si insiste?ORANGE.- Nos excusaremos.EGMONT.- Y si se obstina?ORANGE.- Vendremos cada vez menos.

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    EGMONT.- Y si se declara la guerra, seremos re-beldes... Orange, no te dejes seducir por la pru-dencia; ya s que el temor no puede hacerte re-troceder. Reflexiona en el paso que vas a dar.ORANGE.- Ya he reflexionado.EGMONT.- Piensa en la cosa de que te haces cul-pable si no aciertas: de la guerra ms destructora quepuede asolar un pas. Tu negativa es la seal que derepente convoca las provincias a las armas; que jus-tifica todas las crueldades para las que Espaasiempre se ha apresurado a aprovechar todo pre-texto. Lo que hemos ido calmando lenta y trabajo-samente, lo azuzars con un solo gesto hasta quellegue a producirse la confusin ms espantosa.Piensa en las ciudades, la nobleza, el pueblo, elcomercio, la agricultura, los oficios! Y piensa en ladesolacin y la muerte!... Cierto que el soldado vecon serena mirada cmo cae junto a l su camaradaen el campo de batalla; pero los ros arrastrarn ha-cia ti cadveres de ciudadanos, de nios, de donce-llas, de modo que lo contemplars con espanto y yano sabrs cuya causa defendas, ya que habrn pere-cido aquellos por cuya libertad tomaste las armas. Yqu sentirs en tu interior cuando tengas que de-cirte: - Fue por mi seguridad por lo que las tom?

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    ORANGE.- No somos particulares, Egmont. Si nostoca sacrificarnos por muchos, tambin nos tocaguardarnos para muchos.EGMONT.- Quien se guarda tiene que hacerse sos-pechoso a s mismo.ORANGE.- Quien se conoce puede avanzar o re-troceder seguro de s.EGMONT.- El mal que temes se convertir encierto con esa accin tuya.ORANGE.- Es prudente y osado ir al encuentro deun mal inevitable.EGMONT.- En peligro tan grande hay que tener encuenta la ms leve esperanza.ORANGE.- Y no nos queda espacio ni para el pasomas pequeo: el abismo se abre cruelmente antenosotros.EGMONT.- El favor real, es terreno tan estrecho?ORANGE.- Estrecho no, pero resbaladizo.EGMONT.- Pardiez! Se le injuria. No puedo so-portar que se piense injustamente de l. Es hijo deCarlos V y no es capaz de ninguna bajeza.ORANGE.- Los reyes no hacen nunca ninguna ba-jeza.EGMONT.- Habra que conocerlo.

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    ORANGE.- Ese conocimiento, precisamente, es loque nos aconseja que no esperemos una prueba pe-ligrosa.EGMONT.- No hay prueba peligrosa si se tienevalor para ella.ORANGE.- Te acaloras, Egmont.EGMONT.- Tengo que verlo con mis propiosojos.ORANGE.- Oh! Si pudieras ver esta vez por losmos! Amigo, porque los tienes abiertos ya crees ver.Yo parto. Espera t la llegada de Alba y que Dios teproteja. Acaso te salve mi retirada Acaso el dragnno crea tener presa suficiente si no nos devora a lavez a ambos. Acaso lo retrase para ejecutar con ma-yor seguridad su proyecto, y acaso tambin, mien-tras tanto, veas t las cosas en su figura verdadera.Pero entonces de prisa! de prisa! Slvate! Slva-te!... Adis!... Que no haya detalle alguno que seescape a tu vigilante atencin: cunta tropa trae con-sigo, cmo ocupa la ciudad, qu poderes retiene lagobernadora, cmo se conducen tus amigos. Damenoticias... (Pausa.) Egmont!...EGMONT.- Qu quieres?ORANGE. (Cogindolo por la mano.) - Djate conven-cer! Ven conmigo!

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    EGMONT.- Qu es eso? Lloras, Orange?ORANGE.- Llorar por un perdido amigo no es in-digno de hombres.EGMONT.- Me juzgas perdido?ORANGE. Lo ests. Piensa en ello. Slo te quedaun breve plazo. Adis. (Vase.)EGMONT. (Solo.) - Que los pensamientos de otrascriaturas tengan tal influjo sobre nosotros! Jams seme hubiera ocurrido; y este hombre me transmite suinquietud... Fuera!... Eso es en m sangre una gota desangre ajena. Salud ma, rechzala! Y para borrar demi frente las arrugas de la preocupacin, todavatengo un delicioso medio.

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    ACTO TERCERO

    PALACIO DE LA GOBERNADORA

    MARGARITA DE PARMA

    MARGARITA.- Hubiera debido sospecharlo. Ah!Cuando pasa uno su vida en medio de molestias ytrabajos siempre se imagina que hace todo lo posi-ble; y el que vigila y ordena desde lejos cree que sloexige lo que puede ser hecho... Oh! Los reyes!...Jams habra credo que iba a disgustarme tanto. Estan hermoso mandar!... Y abdicar?... No s como lologr mi padre, pero quiero hacer lo que l.MAQUIAVELO aparece por el fondoGOBERNADORA.- Acrcate, Maquiavelo. Estoyaqu pensando en la carta de mi hermano.

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    MAQUIAVELO.- Me es permitido saber lo quecontiene?GOBERNADORA.- Tantas tiernas atenciones ha-cia mi persona como solicitud por sus Estados.Arriba la firmeza, el celo y la fidelidad con que hevelado hasta ahora en este pas por los derechos deSu Majestad; me compadece porque el indmitopueblo me de tanto que hacer; est tan profunda-mente convencido de la sagacidad de mis opiniones,tan extraordinariamente contento con la prudenciade mi proceder, que, tengo que decirlo, la carta estcasi demasiado bien escrita para un rey y segu-ramente lo est para un hermano.MAQUIAVELO.- No es la primera vez que osmuestra su justa satisfaccin.GOBERNADORA.- Pero s la primera vez que laemplea como figura retrica.MAQUIAVELO.- No os comprendo.GOBERNADORA.- Ahora me comprenderis...Pues tras esta introduccin, aade que sin tropas,sin un pequeo ejrcito, siempre habr de haceraqu mala figura. Hemos hecho mal, dice, en retirarde las provincias nuestros soldados atendiendo a lasquejas de los habitantes. Opina que una guarnicin

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    que cargue sobre los hombros del ciudadano le im-pide, con su peso, el que d grandes saltos.MAQUIAVELO.- Eso excitar extraordinariamen-te los nimos.GOBERNADORA.- Pero el rey opina, me escu-chas?... Opina que un buen general, un general queno oiga razones, se har muy pronto dueo delpueblo y de la nobleza, de los ciudadanos y los cam-pesinos... Y para eso enva, con un fuerte ejercito...al duque de Alba.MAQUIAVELO.- Al de Alba?GOBERNADORA.- Te asombras?MAQUIAVELO.- Dijisteis: enva. Ser que pre-gunta si lo debe enviar.GOBERNADORA.- El rey no pregunta; lo enva.MAQUIAVELO.- De ese modo tendris a vuestroservicio un militar de gran experiencia.GOBERNADORA.- A mi servicio? Habla franca-mente, Maquiavelo.MAQUIAVELO.- No querra anticiparme...GOBERNADORA.- Y yo querra disimular! Esmuy doloroso para m, muy doloroso. Preferira quemi hermano dijera las cosas como las piensa, que nofirmara ceremoniosas epstolas redactadas por unsecretario de Cmara.

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    MAQUIAVELO.- No se podra descubrir?...GOBERNADORA.- Los conozco por dentro y porfuera. Les gustara tenerlo todo limpio y arreglado ycomo ellos mismos no se ponen al trabajo, prestanconfianza a todo el que llega con una escoba en lamano. Oh! Para m es como si viera al rey y suConsejo pintados en ese tapiz.MAQUIAVELO.- Tan claramente?GOBERNADORA.- No les falta ni un rasgo. Haybuenas gentes entre ellos. El honrado Rodrigo, contanta experiencia y moderacin, que no apunta de-masiado alto y, sin embargo, no se le va una pieza;el recto Alonso, el diligente Freneda, el firme LasVargas, y todava algunos otros que colaborancuando el partido de los buenos es el poderoso. Pe-ro all est el toledano, con sus ojos hundidos, sufrente de bronce y su honrada mirada de fuego;barbota algo acerca de la indulgencia de las mujeres,de su condescendencia inoportuna, y dice que lesgusta ser llevadas por caballos mansos, pero queellas mismas son malos domadores, u otras bromasanlogas que en otro tiempo tuve que aguantar delos hombres polticos.MAQUIAVELO.- Habis escogido para vuestrocuadro una buena caja de colores.

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    GOBERNADORA.- Pero confiesa, Maquiavelo,que entre todas las tintas sombras con que pudierapintarlo, no hay ningn tono tan amarillo ni tan ne-gro como los matices del semblante de Alba ni co-mo los colores que emplea l mismo. Para l, todohombre es blasfemador y reo de lesa majestad, por-que, con esta opinin, al punto puede enrodar, em-palar, descoyuntar y quemar a todo el mundo... Elbien que yo aqu he hecho es indudable que no pa-recer nada desde lejos, justamente por ser bien...All se atienen a las locuras ya pasadas, recuerdantodas las perturbaciones ya apaciguadas, y presen-tan, ante los ojos del rey, tantos motines, subleva-ciones y locuras, que el monarca se imagina que lasgentes se devoran aqu unas a otras, cuando, entrenosotros, un pasajero y transitorio descomedi-miento de un grosero pueblo est olvidado ya desdehace tiempo. De aqu adquiere Felipe un odio muycordial contra la obre gente; lo parecen tan repulsi-vos como bestias y monstruos; vuelve la vista haciala espada y el fuego y se imagina que de este modose domea a los hombres.MAQUIAVELO.- Me parecis harto agitada; to-mis la cosa demasiado en serio. No segus siendola regente?

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    GOBERNADORA.- Bien conozco eso. Traer ins-trucciones... Soy lo bastante vieja en asuntos de Es-tado para saber cmo se desposee a alguien sinquitarle su nombramiento... Primero presentara unasinstrucciones que sern vagas y tortuosas; empuarel poder porque tiene la fuerza, y si yo me quejo,alegar unas instrucciones secretas; si quiero verlas,ir dndome largas; si insisto en ello, me ensearun papel que contenga cualquier otra cosa, y si nome tranquilizo, ser lo mismo que si no digo nada...Mientras tanto har lo que temo y lo que deseo serabandonado.MAQUIAVELO.- Quisiera poder contradeciros.GOBERNADORA.- Lo que yo, con indecible pa-ciencia, logr calmar, volver l a provocarlo con susus crueldades y dureza; ver mi obra destruida antemis propios ojos, y adems, aun tendr que cargarcon las culpas que a l le corresponden.MAQUIAVELO.- Esprelo as Vuestra Alteza.GOBERNADORA.- Tengo bastante dominio so-bre m misma para permanecer tranquila. Que ven-ga; con las mejores formas le ceder el puesto, antesde ser arrojada de l.MAQUIAVELO.- Queris dar tan precipitada-mente un paso de esa importancia?

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    GOBERNADORA.- Ms difcil de lo que t pien-sas. Quien est acostumbrado a mandar, aquel paraquien es uso establecido que la suerte de miles dehombres penda de sus manos, desciende del tronocomo si fuera a la tumba. Pero mejor es eso quequedar entre los vivos como un fantasma, y quererconservar, como vana apariencia, un puesto que hasido ya heredado por otro, que ahora lo posee y dis-fruta de el.

    VIVIENDA DE CLARITA

    CLARITA. SU MADRE

    MADRE.- Amor como el de Brackenburg no lo hevisto jams; crea que slo exista en las historiasheroicas.CLARITA.- (Va y viene por la habitacin, canturreando.)

    Tan slo es dichosael alma amorosa.

    MADRE.- Sospecha tus relaciones con Egmont, ycreo que, si lo trataras algo amistosamente, que si tte lo propusieras, aun ahora se casara contigo.CLARITA.- (Canta.)

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    Llena de alegra,llena de dolor,sumida en angustiasy cavilacin;anhelary temblaren penas perennes;gritos de delicia,tristezas de muerte:tan slo es dichosael alma amorosa.

    MADRE.- Djate de esa cantilena!CLARITA.- No me riis; es una cancin de granpoder. Con ella, ms de una vez he acunado lossueos de un nio grande.MADRE.- Nada tienes en la cabeza, sino tu amor.Lo dejas todo por una sola cosa. Te deca que de-bas tener consideraciones para Brackenburg. Aunpuede hacerte dichosa.CLARITA.- l?MADRE.- Oh, s! Llegar ese tiempo!... Vosotras,criaturas, no previs nada y no prestis atencin anuestra experiencia. Todo tiene su trmino, la ju-

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    ventud, el hermoso amor; y llega un tiempo en quese le dan gracias a Dios si en cualquier lugar puedeuno ponerse bajo techado...CLARITA.- (Se estremece, guarda silencio y despus excla-ma impetuosamente.) Madre, dejar venir al tiempo,como a la muerte. Es horrible pensarlo con antici-pacin... Y cuando venga, cuando nos sea preciso...entonces... nos portaremos como podamos... Care-cer de ti, Egmont!... (Prorrumpe en llanto.) No, no; esimposible, imposible!EGMONT.- (Embozado en una capa de caballero y elsombrero echado sobre los ojos.) Clarita!CLARITA.- (Lanza un grito y retrocede.) Egmont! (Selanza hacia l.) Egmont! (Lo abraza y se apoya en su pe-cho.) Oh, t, querido y dulce amigo! Has llegado?Ests aqu?EGMONT.- Buenas noches, madre.MADRE.- Dios os guarde, noble seor. Mi pequeaestaba casi muerta de que hubierais tardado tantotiempo; en todo el da no hizo ms que cantar y ha-blar de vos.EGMONT.- Me daris de cenar?MADRE.- Es demasiado honor. Si tuviramos al-guna cosa...

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    CLARITA.- La tenemos! Estad tranquila, madre; yahe dispuesto todo lo necesario, lo he preparado.Madre, no me descubris.MADRE.- Ser bastante escaso.CLARITA.- No juzguis hasta verlo. Y, adems, medigo a m misma: Si cuando l est conmigo no ten-go hambre ninguna, tampoco debe tener l granapetito cuando yo estoy con l.EGMONT.- Crees t?(CLARITA golpea el suelo con el pie y se vuelve de mal hu-mor.)EGMONT.- Qu te pasa?CLARITA.- Cmo estis hoy tan fro? Aun no mehabis dado ni un beso. Por qu tenis los brazosenvueltos en esa capa como un recin nacido? Noes propio de militares ni de amantes andar con losbrazos as arrebujados.EGMONT.- A veces, amada Ma, a veces. Si el sol-dado est de emboscada y quiere engaar al enemi-go, entonces se recoge en s mismo, se cruza debrazos y rumia sus designios. Y un enamorado...MADRE.- No queris tomar asiento? Acomoda-ros? Tengo que ir a la cocina; Clarita no piensa ennada estando vos aqu. Tendris que contentaroscon lo que haya.

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    EGMONT.- Vuestra buena voluntad es la mejorsalsa.CLARITA.- Y mi cario qu ser entonces?EGMONT.- Todo lo que t quieras.CLARITA.- Comparadlo con algo, si sois capaz deello.EGMONT.- Pero primero... (Arroja la capa y aparececon un traje magnfico.)CLARITA.- Oh cielos!EGMONT.- Ahora ya tengo libres los brazos. (Laestrecha contra s.)CLARITA.- Dejadme! Estropeis vuestros atavos.(Hacindose atrs.) Que magnificencia! Lo que es as,no me atrevo a tocaros.EGMONT.- Ests satisfecha? Te promet que unavez vendra a verte vestido a la espaola.CLARITA.- No os lo peda ya desde hace tiempo;tema que no querais... Ah, y el toisn de oro!EGMONT.- Ya lo ves ahora.CLARITA.- Fue el emperador quien te lo puso alcuello?EGMONT.- S, nia ma; y la cadena y condecora-cin que dan a quien las ostenta los mayores pri-vilegios. No la reconozco en la tierra ningn juez de

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    mis acciones, sino el gran maestre de la Orden conel Captulo de los caballeros.CLARITA.- Oh, lo que es t podras dejar que tijuzgara el mundo entero!... El terciopelo es ma-ravilloso! Y las pasamaneras! Y los bordados! Nose sabe por dnde empezar.EGMONT.- Mralo todo cuanto quieras.CLARITA.- Y el toisn de oro! Me contasteis lahistoria y me dijisteis que es un smbolo de todo loque es grande y precioso, que slo con trabajo y pe-nas se merece y adquiere. Es precioso... Puedocompararlo a tu amor... Tambin lo llevo as en elcorazn... Y, sin embargo...EGMONT.- Qu quieres decir?CLARITA.- Y, sin embargo, no pueden compararse.EGMONT.- Por qu?CLARITA.- No lo adquir con trabajo y penas; nolo he merecido.EGMONT.- En amor es de otro modo. Lo mere-ciste porque no lo pretendas... Y, en general, slo loposeen los que no han corrido tras l.CLARITA.- Infieres eso de lo que le ocurre a tupersona? Has hecho esa orgullosa observacinpensando en ti mismo, en ti, a quien todo el puebloadora?

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    EGMONT.- Si hubiera hecho algo en su favor! Sipudiera hacerlo! Por pura buena voluntad es por loque me quieren.CLARITA.- De fijo que habrs visitado hoy a lagobernadora.EGMONT.- S; fui a verla.CLARITA.- Ests bien con ella?EGMONT.- As parece. Nos mostramos afectuososy serviciales uno para otro.CLARITA.- Y all, por dentro?EGMONT.- La quiero bien. Cada cual tiene susopiniones. Nada importa. Es una mujer excelente,conoce su mundo y vera las cosas con bastante pe-netracin aunque no fuera recelosa como es. Le doymucho que hacer, porque siempre quiere descubrirsecretos detrs de mi conducta y no tengo ninguno.CLARITA.- Ninguno en absoluto?EGMONT.- Vamos! Algn pequeo disimulo.Todo vino, con el transcurso del tiempo, depositatrtaro en los toneles. Orange es para ella una preo-cupacin todava mayor y un enigma siempre nue-vo. Ha adquirido fama de tener siempre algnsecreto, y ahora ella le mira constantemente a lafrente para saber lo que puede pensar, y observa suspasos queriendo averiguar adnde se dirigir.

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    CLARITA.- Es disimulada?EGMONT.- Es gobernadora y preguntas eso?CLARITA.- Perdname; quera preguntar: es falsa?EGMONT.- Ni ms ni menos que todo el que quie-re lograr sus propsitos.CLARITA.- Yo no sabra encontrarme en ese mun-do. Pero tambin ella tiene un espritu varonil; esuna mujer de otra clase que nosotras, las que cose-mos y guisamos. Es grande, animosa, resuelta.EGMONT.- S; cuando los asuntos no estn de-masiado embrollados. Esta vez anda un poco des-concertada.CLARITA.- Cmo?EGMONT. Tiene tambin un bigotito en el labiosuperior y, a veces, un ataque de gota. Una ver-dadera amazona!CLARITA.- Una mujer majestuosa! Me espantaratener que presentarme ante ella.EGMONT.- En general no eres tmida... No seramiedo, sino vergenza de doncella.(CLARITA baja los ojos, coge la mano de Egmont y seapoya en l.)EGMONT.- Te comprendo, querida nia! Puedesir a todas partes con la vista bien alta. (Le besa losojos.)

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    CLARITA.- Djame que guarde silencio! Djameestrecharme contra ti! Djame mirarte a los ojos yencontrarlo todo all, consuelo, y esperanza, y ale-gra, y congoja! (Lo abraza y lo mira fijamente.) Dme-lo, tu; dmelo! Yo no puedo comprenderlo... Erest Egmont? El conde de Egmont? El gran Eg-mont que hace tanto ruido, de quien hablan las ga-cetas y de quien dependen las provincias?EGMONT.- No, Clarita, no lo soy.CLARITA.- Cmo?EGMONT.- Mira, Clarita... Djame que me siente.(Se sienta, ella se arrodilla a sus pies en un taburete, apoya losbrazos en sus rodillas y lo contempla.) Ese Egmont es unEgmont malhumorado, tieso y fro, que tiene quedominarse y poner ahora esta cara y luego aquellaotra; hostigado, mal conocido, lleno de confusiones,mientras las gentes lo tienen por alegre y contento;amado por un pueblo que no sabe lo que quiere;venerado y exaltado por una muchedumbre con lacual nada puede hacerse; rodeado de amigos enquienes no le es dado confiar; vigilado por hombresque por todos los medios querran igualarse con l;que trabaja y se fatiga, con frecuencia sin objeto, casisiempre sin recompensa... Oh! djame que no tediga lo que le sucede ni en qu disposicin est su

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    nimo... Pero este otro, Clarita, que es sereno, fran-co, feliz, amado y conocido por el mejor de los co-razones, al cual tambin l conoce por completo yestrecha contra s con el mayor cario y confianza...(La abraza.) Este es tu Egmont!CLARITA.- Oh! Murame yo ahora! Despus deesto, el mundo no puede tener ya ninguna alegrapara m!

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    ACTO CUARTO

    CALLE

    JETTER. EL CARPINTERO

    JETTER.- Eh! Chis! Eh! Vecino, una palabra!CARPINTERO.- Sigue tu camino y estate tran-quilo.JETTER.- Slo una palabra. Nada de nuevo?CARPINTERO.- Nada, sino que de nuevo nos estprohibido hablar.JETTER.- Cmo?CARPINTERO.- Arrimaos aqu, a la pared de estacasa. Tened cuidado! El duque de Alba, inmedia-tamente despus de su llegada, ha hecho publicar unbando, en virtud del cual, dos o tres personas que

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    conve